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UN CUENTO PARA

ENFERMO

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UN CUENTO PARA ENFERMO

Cierto día en un recinto hospitalario, había un paciente que mucho se

quejaba, pero no se quejaba de dolor, sino de todo lo que a él no le

gustaba.

Primero su habitación, luego que la ventana era pequeña, que no entraba

luz, que no entraba aíre, que su cama era dura, que las enfermeras eran

pesadas, que el doctor era malo, que el hospital era ruidoso, en fin, todo le

molestaba y se paseaba por los pasillos refunfuñando.

Todo el mundo lo conocía y le aguantaban su genio, llevaba tanto tiempo

ahí, que muchos pensaban que había aparecido junto con el edificio.

Pero un día, el paciente sintió un leve sollozo en una habitación, algo lo

hizo detenerse y escucho.

Sí, el llanto venía de esa habitación, se dirigió a ella y se asomo, dentro en

una cama, estaba un niño de alrededor de nueve años.

El paciente entra y le pregunta….

¿Cómo te llamas?

José, le dice el muchacho

¿Y de que estás enfermo?

De pena, le dice José ¿y tú?

Yo no - le dice el paciente - yo no estoy enfermo, solo soy paciente.

¿Cómo? - le dice el niño - ¿no estas enfermo de nada?

No, de nada

Y ¿Por qué estas aquí entonces?

Estoy aquí, para hacer valer los derechos de los enfermos

¿Cómo es eso? ¿Me lo puedes explicar?

Claro – le dice el paciente – mira, en este hospital hay médicos, enfermeras,

pacientes y enfermos.

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Hay enfermos muy enfermos, enfermos y no tan enfermos, y hay otros que

se hacen los enfermos, eso es lo normal en un hospital. Pero, en ningún

hospital hay sólo pacientes que no tengan nada y Yo Soy uno.

No entiendo – le dice el muchacho – algo debes tener, porque si no ¿Cuál es

la razón de que tú estés aquí?

Existe una sola razón y te la diré…..

Te dije que Yo Soy uno, un paciente que no tiene nada, y como yo no

tengo nada, entonces me paseo por todo el hospital gritando a todo el

mundo de que este es un hospital y que el hospital debe ser grato para los

enfermos, no para los pacientes, porque quien tiene pacientes en un

hospital no tiene enfermos y los hospitales entonces no atienden al

enfermo, atienden al paciente, aquel que tiene paciencia para esperar que

lo atiendan, si tiene paciencia, entonces no está enfermo. El enfermo no es

paciente porque su enfermedad no espera, ella avanza.

Pero…. Aún no entiendo lo que tratas de decirme - le dice el muchacho -

muy confundido a estas alturas.

Es simple - le dice el paciente – aquí ningún enfermo se queja, excepto tú,

entonces como nadie se queja para mostrar su dolor, yo grito y molesto por

ellos, al estar yo moviéndome por todo el hospital, encontrando todo malo,

entonces obligo a todo el mundo a que hagan bien sus labores, a que

atiendan a los enfermos, sean limpios, las habitaciones luminosas, como la

tuya y que te cuiden si te oyen quejar o sollozar, ¿por qué algo te duele? o

¿no?

Sí - le dice el muchacho- me duele la pierna que me operaron.

Y ¿Por qué no llamaste a la enfermera?

La llame, pero no viene

En eso, se escucha un gran grito (de susto) afuera en el pasillo.

Ambos se miran, en eso entra una enfermera con una bandeja y

medicamentos pasa al lado del paciente sin mirarlo, mira al muchacho y le

pregunta ¿llamaste?

Si –le dice el chico- es que me duele la pierna.

Vamos a ver, le dice la enfermera un poco molesta al principio.

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En eso, el chico ve que el paciente se acerca a la enfermera y le susurra

algo al oído.

La enfermera mira al chico y le sonríe, y sonriendo amablemente le coloca

un calmante, al rato le pregunta ¿te sientes mejor ahora?

Si, le dice el chico, mucho mejor.

La enfermera lo mira y le acaricia el pelo, luego le dice, si deseas algo más

me llamas a través del timbre ¿si?

Esta bien le dice el chico, si no le digo a este señor que te llame

La enfermera lo mira extrañada y le pregunta ¿Qué señor?

El muchacho mira al paciente y a la enfermera y le dice ¡ese!, el que te

susurro al oído.

Pero… ¡Como!, exclama la enfermera, si aquí no hay nadie más que tú y

yo.

fin

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