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    XVI. LA PEDAGOGL\ DE L\ RFPOBIJICA

    n~ la RejJl, h. ' i l l / de Platll dice JU;\l1 Jacob(J Rousscau, en l;~

    pl~meras pagInas del Emilio, fJuc

    s l o

    aquellos que se guan no

    mas que, por los ltL~l?s de los libros pUede l

    (1('1:1'

    que se uaic

    de un, libro de p0](IG1, cuando en rca liclad e., aquella o Jr;

    el mejor tratado de educacin q\le j;11l1:'s,e h a va escrito,

    , I?e acu:rdo pr completo con el likJsoro gill'blino en esta

    ultJm;~ ahrmaci,n, no lo estamos, en r.unb:, en cuan to . a plC-

    ~e ldel ( ,lue

    Plarn

    le haya puesto a su obr.t m xirua un ttulo

    lI1apropla(~~ al cont~~ido. Podra ser as en la actualidad, cuan-

    do ed~lcacln y pol tica, por muchas que puedan ser sus intcr-

    f:lenc~a~. red pro~a:, no son totalrnen te cui nci.lcnt es, pero no en

    ],1

    ~nliglledad

    clsica,

    cuando la vicia humana, en todos v cual-

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    51 - 1

    LA PEDAGOGA DE

    LA.

    REPBLICA

    :limento, l~ estacin y el lugar que ms le convengan: POqnl ,

    wpa,

    ,,6:'0;. La educacin, por tanto, comienza no en la es-

    cuela, smo desde mucho antes, en un medio ambiente a la par

    salud~ble y hermoso, y cuya contemplacin suscite en el nio,

    aun mconscIentemente, sentimientos de semejanza, amistad

    y

    armona con la bella razn .

    La educaci~n. platnica tiene as, desde el principio, un sello

    netamente acnvrsta por parte no slo del maestro, sino del edu-

    can?o: No ha de limitarse este ltimo a recibir pasivamente co-

    nocrmientos pre~abricados, sino que ha de producir por s mismo

    el sab;r y la virtud como un verdadero fruto vital, mediante

    l~s estI.mulos apropiados que en cada edad de la vida han de ir

    dIs~omendo las tcnicas ~ducativas, En la raz de esta concepcin

    esta, c~mo ~al~a a la VIsta, la mayu tica socr tica, pero con

    un ermquecimrenro tem~tic.0 ,e instrumental que pertenece por

    e.ntero a Plat?, Son pnnCIplOs y mximas, por otra parte, de

    smgular actualidad en estos aos de contestacin educacional

    en, las principales un versidades del mundo contemporneo, Po-

    dra decirse que. los Jvenes no saben siempre lo que quieren,

    pero s saben SIempre lo ;Iu~ no qu eren: una educacin que

    hace del alumno una maquma regIstradora y memorizadora

    de .datos desvitalizados, impersonales e impositivos. A la edu.

    cacn la coloc en el mismo nivel, infortunadamente la socie-

    dad

    ind~stria

    de la mquina; pero el espritu, inmo;tal como

    es,

    reacciona

    como puede, as no sea sino a gri tos y sombrera-

    zo~' Pero los contestadores , a su vez, tampoco estn descu-

    bnendo .el Mediterrneo, porque ya en la antigedad clsica

    ~ubo 9

    Ulen

    concibi .la educacin no. como un dictado impos-

    tIVO, smo como el atmado encauzamren m de la espontaneidad

    del espritu.

    Lo ltimo que debemos tener presente antes de iniciar la

    consideracin del plan de estudios platnico, es que el plan mis-

    mo y ~l orden de su desarrollo tienen por base -ya que toda

    educacin se funda en una psicologa- la concepcin del alma

    humana que es propia de Platn, y de la que nos hemos hecho

    carg? en captulos anteriores. De acuerdo con 10 que all qued

    c~r:sIgnado, el ,alma humana r:o es para Platn puramente es-

    pmt~ -como SI lo .es, en camb~, p~ra ~escartes-, sino que hay

    t~mb~n en. ella CIertas potencias rracionales de las que por

    mngun

    motivo

    puede desentenderse la educacin, y tanto menos

    '191 d.

    6 401 el:

    d::;

    flOlnTl). TE

    %u.l

    qll).uv

    xc

    aUftcp(j)viu:v

    -r0

    X U J , c i I . Y < l . .

    LA PEDAGOGA DE LA REPBLICA

    515

    cuanto que de lo que se trata es de disciplinar esas poten~ias

    para someterIas en todo al imperio de la razr:. La educ~lCln,

    por consiguiente, no podr ser exclusivamen~e mtelectuahsta, y

    ni siquiera podr tener este carcter er: sus .pnmeras e.tapas, e~1la

    niez y en la adolescencia, cuando lo irracional, por mI>eratlvos

    biolgicos inderogables, predomina sobre lo raci?nal., Ha?; que

    apelar por tanto, en esas edades, sobre ~odo a la ImagmaclOn y al

    sentimiento, a fin de despertar en pnmer lugar el amor de lo

    bello (EpW; t O V xaAoG) ; de lo bello mor,al, desd,e luego r:ro

    siempre bajo la razn de belleza, sub specie pulen. No sera Sll10

    muy posteriormente, cuando del amor de la belleza se pase. al

    amor de la verdad (Ep(0r; f; O:.AT]ed.ar;) , cuando la demostracin

    racional podr absorber por completo el magisterio de las cien-

    cias y la filosofa, No por esto, sin embargo, qued~ desplazada

    la verdad en ningn momento del currculo educativo, como en

    seguida lo comprobaremos. Al pragmati~mo de. los sofi~tas y de

    los retricos, que no recurren a otra

    instancia

    supenor a la

    Opinin, opone Platn un sistema educativo que reposa ntegra-

    mente sobre la nocin fundamental de la Verdad, La Verdad,

    cumple aadir, tanto en el pensamiento co~o en la conducta. La

    educacin ha de hacer a los hombres mejores en uno y otro

    aspecto; ha de tornarlos tanto sabios como buen,os. Este. e,~'

    como dice el Scrates del

    Eutidemo,

    el verdadero 'arte regIO ,

    V no la retrica ni otro cualquiera.

    , He ah, en suma y en sus rasgos ms esenciales, el espritu de

    la paideia platnica; el que la penetra como un fermento reno-

    vador, inclusive en aquello en que Platn no pretende formal-

    mente innovar. Si exceptuamos la educacin superior que

    deben recibir quienes han de ser guardianes de la ciudad: y

    la cual es por entero de invencin platnica, en los estudI?S

    primarios y secundarios, como si d~j~ramos, no cree ne

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    LA PEDACOCl DE L\

    .(IPl;llLTC\

    .1'\0 ha de tomarse, sin embargo, esta ltima declaracin es.

    tncta~e :te al pi; ::le la l~tra., Si Platn empieza por dar a am-

    bos ,termlllos: m~sIca y gnnnastlca, su sentido popular, no tar-

    dara en hacer la Importante correccin de que la gimnstica, no

    menos que la msica, debe igualmente actuar directamente so.

    bre el alma, es decir sobre la formacin del carcter. Sobre esto

    volveremos en su lugar ms de propsi to,

    y

    por lo pronto co-

    n:encemos con la msica, ya que, en el plan educativo de Platn,

    tiene ella una funcin absolutamente predominante en los aos

    de la

    niez

    y de la adolescencia.

    La pocsia y su censura

    Con todo lo que ocasionalmente y a propsi to de otros temas

    ha tenido que decirse sobre el particular, estamos ya familiari-

    z~dos con la doble acepcin que el trmino msica ( ; O V I J L X n )

    nene en Platri,

    y

    no slo en l; siendo la primera la msica pro-

    piamente dicha, tal y como hoy la entendemos, y la segunda la

    cultura espiritual que en cualquier forma deriva de las

    Musas ,

    o sea del arte en general. No creemos, sin embargo, que m-

    sica , en su sentido ms amplio, pueda traducirse, como lo hace

    MarrOl:, por cultura espiritual , ya que a esta ltima perte

    necen Igualmente las ciencias, la filosofa v la dialctica que

    indiscutiblemente quedan fuera de la msic~, an en su conno-

    tacin mayor.? Atenindonos a los textos, y de acuerdo con la

    interpretacin de Nettleship, que estimamos la ms justa, la m-

    sica, en su sentido ms lato, comprende las letras y las bellas

    artes, o .dicho de otro modo, la li teratura, la msica propia-

    mente dicha y las artes plsticas. Vemoslo por este orden.

    Primero la literatura, o sea la msica como palabras o dis

    cursos.>? y de los discursos, a su vez, primero los mentirosos ,

    es decir la poesa antes que la historia, gnero literario, adems,

    que apenas si haba nacido. A los nios hay que contarles ante

    tod? fbulas

    ( ; U e O L ) ,

    y mientras ms tiernos sean aqullos, tanto

    mejor, porque es entonces cuando, por ser ms maleables, puede

    l Podra alq;alse en contra que el

    Sc r.u

    cs del Fe d n llama a la filo.

    sofa la msica mayor

    (l.EytOTll [lOUaL%ll);

    pero todo el pasaje muestra

    bien a las claras que

    Scrares

    est diciendo algo que podr ser incluso

    verdader, pero que se aparta de la interpretacin m s usual

    y

    corriente.

    De hecho ~llcna ~ll mi smo a algo paradjico;

    y

    ningun texto de la ReP IJ .

    blica

    podr

    aducirse para justificar la adscripcin de la filosofa a la cul-

    tura musical .

    0

    Re p, 3

    '

    ; e: -~rol'aL%ii; o'Fi;TQv, -i8r;

    )J)'(OUC;,

    1 '1 oi:;- vEYU)'E.

    517

    imprimirse mejor en cada

    UIlO

    el carcter ( unoc;) ~on que ql~e-

    remos marcarle.:\ Con la libertad que, al contrano de la IlIS-

    toria, tiene la poesa, puede forjar tipos universales y par ad ig-

    mticos; y de este pensamiento es eco la profunda sentencia de

    Aristteles, de que la poesa es ms verdadera y filosfica que

    la his toria.

    Pero si los mitos con que se ha de aleccionar a los nifios pue-

    den llamarse mentirosos por la irrealidad eJe los sucesos o

    aun de los personajes, de ningn modo debern serlo en lo que

    atae a la congruencia interna del personaje consigo mismo

    y

    con los actos que se le atribuyen. En manera alguna es Platn

    apologista de la mentira, y no lo es, desde lu~go, al recomendar

    la enseanza cle fbulas que de antemano se tienen por tales, ya

    que la mentira, estrictamente hablando, consiste en querer ha-

    cer pasar por verdad lo que no lo es. En cambio, s habr men-

    tira,

    y

    en sentido ms profundo o radical, cuando el jx)eta

    finge personajes: hroes

    y

    dioses en concreto, a quienes hace

    conducirse de modo absolutamente incongruente con la natu-

    raleza de un hroe o de un dios. El poeta procede entonces a

    la manera del pintor que no refleja en su obra el parecido del

    modelo.

    Es al llegar a este punto cuando Platn da rienda suelta a

    una de sus numerosas invectivas contra Hornero y Hesodo y

    otros poetas menores, por el lenguaje que todos ellos emplean

    al hablar de los dioses y los actos que les atribuyen. Desde el

    punto de vista moral

    y

    educativo no puede desconocerse que Pla-

    tn tiene toda la razn al pensar que precisamente los sentimien-

    tos que primero deben despertarse en el ni o: rcvcrc nci a por los

    dioses y por sus padres, no se ven estimulados, antes todo lo

    contrario, con la lectura de tales cosas. M s inmorales son estos

    dioses,

    ms

    horrendos sus actos, a medida que son m.is grandes

    y

    poderosos. No hay sino que recordar cmo Cronos mutila a su

    padre Uranos, y cmo despus el mismo Cronos devora a sus

    propios hijos, por el temor de que no Iuer.m a clcst ro n .ulo. como

    en efecto lo hizo Zeus, quien felizmente alcanz l eselp:\ a 1 :1

    tcknoiagia

    paterna. Y apenas menos horripilante -o si se quiere

    ms pintoresco- era todo el cuento de las fechora, o uavesur as

    de los clem(s olirnpicos, tan pronto en guerra como en promiscui-

    dad sexual entre ellos y con los rnorta lcs, y h acicudo todo aque-

    llo, en sum a, que entre los hombres condena la iuoral COl1ln.

    1 J ,177b: ~H).l(1 (Ct ya.Q 01 1 -n n).

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    518 LA PEDAGOGA DE LA REPBLICA

    Estas s que son, como dice Scrates, las mayores mentiras y so-

    bre los seres ms augustos.w

    A estas representaciones, pues, tan mentirosas como dainas,

    hay qu~ p?ner otras que correspondan a la naturaleza propia

    de la divinidad. Es un pasaje interesantsimo en el que, como

    en otros dilogos y con singular claridad, nos comunica Platn

    la idea tan elevada que tiene de Dios

    y

    lo divino,

    y

    cules deben

    ser, en consecuencia, las formas apropiadas en discursos de

    esta ndole: 't V1tO~ SEOA.O)'tCtC;.

    ~E~ dos pro~siciones fundamentales, como dice Nettleship,

    ~dna compendiarse esta teologa platnica. La primera, que

    DIOSes bueno ~ causa nicamente del bien; la segunda, que Dios

    es verdadero e Incapaz, por tanto, de mudarse l mismo o de en-

    gaarnos a nosotros.t- Y en todo esto, como salta a la vista Pla-

    tn ~e opone r:sueltamente a los prejuicios de la religin po~ular.

    .~IO:, ,;n p:lm~r lugar es esencialmente ?ueno (.)'CtS6; o rE

    SEO., =lj) OV =~), y SIendo aSI, es causa de los bienes, pero no de los

    males. Es una declaracin categrica,

    y

    reiterada an, por si al-

    guna duda quedare, al decirse que en otra parte, pero no en Dios,

    habr que buscar la causa de todo aquello que es malo o que

    est mal.>

    En segundo lugar,

    y

    por el hecho mismo de predicarse de l

    la bondad en sentido absoluto (no slo bienhechor, sino bueno

    totalmente) , Dios es el ser perfectsimo,

    y

    lo mismo puede decirse

    de todos sus atributos.w Consecuentemente, no puede haber en

    l mud.anza al~una: ni en mejor, puesto que tiene ya todas las

    perfecciones, m tampoco en peor, porque ningn viviente, sea

    hombre o dios, toma de su. voluntad una forma inferior a la

    suya :JO Por ltimo, y ya que el error es una imperfeccin y la

    mentrra un mal, sguese con igual forzosidad que Dios no puede

    en manera alguna ni engaarse ni engaarnos.

    Con todo ello quedan despachadas al quemadero, como si dij-

    ramos, no slo las antiguas teogonas, sino todas las fbulas, tan

    12

    ' t77 e; 't0

    f .LyL

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    LA PLD.\LOC \ DE

    LA

    .R.ll'l:BI.1C

    v

    nismo afectivo. Nadie mejor que SpinOla ha expresado la misma

    intuicin al decir que el conocimiento del bien y del mal, por

    verdadero que sea y mientras no apele sino a la verdad, es in-

    ea paz de domear ningn sen timien

    l

    o, y cue slo podr hacer-

    la cuando aquel conocimiento pueda considerarse como un sen-

    rimiento.v Ahora bien, es precisamente en el nimo o co-

    raje donde el conocimicnt fro de la razn se transforma en

    un sentido igualmente orientado hacia el bien, pero con todo el

    calor de la vida. A esa potencia, por tanto, hay quc despertar y

    aguijonear, mediante la literatura heroica, desde el principio

    y mucho antes de proponer el cdigo racional de la moralidad.

    Por ltimo, y aunque resulta suficientemente de todo cuanto

    llevamos dicho, no estar por dems agregar que el hroe y el

    herosmo, en estos textos de la Repblica, no estn circunscritos,

    ni mucho menos, a l as hazaas militares, sino que representan,

    una vez ms, todo cuanto es bello, noble y grande en la natura-

    leza humana. Es una connotacin similar, segn creemos, a la

    del Hero and Herourorsl iip en la conocida obra de Carlyle.

    Estas directivas pedaggicas se mantienen invariables en el

    pensamiento de Platn hasta el ltimo momento, como lo prue-

    ban los textos de las

    Leyes,

    del todo concordantes con los de la

    Repblica. La educacin consiste en arrastrar v conducir a los

    nifios a la recta razn pronunciada en la ley . 's ;La meta ltima

    es , como siempre, la percepcin completa del b p e o ~ A . O ' Y o ; , recta

    ratio o principios de la moralidad en general. Pero antes de

    percibir esta Razn con la razn, hay que vivirla primariamente

    como emocin y sentimiento, segn la declara este otro texto

    fundamental entre todos:

    Llamo educacin a la primera adquisicin que el nio hace

    de la virtud: cuando el placer y el amor, el dolor y el odio se

    producen rectamente en sus almas sin que puedan an razo-

    llar sobre ello, a fin de que, tan prollto como puedan hacerlo,

    .~e produzca la armona entre sus sentimientos y su razn, re-

    conociendo que han sido bien formados por los hbitos conve-

    nientes, y en esta armona consiste la virtud completa. 1D

    17

    tiUJ,

    I\',

    J4: Vera boni ct mali

    co;nitio, qu.ucnu s vera,

    nullum

    ,,(fcclum coercere

    potesl,

    sed

    ta n turn ut affcct us

    consideratur .

    H

    Leves,

    1;')9 d:

    ltwbdu ~v

    roO'i] ;W.lOUlV ),Y-f TE zuL

    0.'1(;)'(,'1 :TQo~

    ,;,v rt6 coi) vuou

    ).YO\'

    (lQOOV dOTl~vry\,.

    1~ I.eyel, 6')0, 1 ,: '

    uhr ' O

    {I

    aUI.lq:{J)vlu ~EV

    o.QEn'l'

    LA PLDAGOGA DE L REl'nLlCA

    :1 1 1((1

    Y

    glli/lI 1((/

    A la literauua

    ~O ms

    concretamente ; b poesLt- sig\~e la

    msica propiaIllen te di c ha en la ecl urar.in rn usi cal . La Slg\l~,

    bien entendido, en la exposicin del plan educallvo de la }{ejJli-

    blica, pero no en la estimativa platnica. Por el contrart~:, y se-

    (en el clebre texto que en otro lug.~r hemos re~;IOdUCl,(,lo. en

    integridad la msica es la edllcaClon soberana o la, pelrte

    su,

    20

    VI' n de

    llincipal de la educacin , como ms nos guste.

    l

    a lazo

    ~1l0,

    conforme a lo que all se sigue dicienclo, es que no h~ , nada

    1 . t o v la armona para penetrar hasta lo mas plO-

    como e n 1 1 1 , . ' b 11 fuerte

    fundo del alma y para hacerla, por conslg111ente, e, a y.

    S

    '1 e icaci: por tanto por sobre todas las o,tras

    l

    >or extremo.,

    n, '

    . di .ta vv total' una transformacin no slo de estas o

    artes, es irec J' ' , S l'

    a ucllas aficiones o tendencias, sino del alma toda ent~ra .. ' o

    .a-

    n;ente en lo esttico, podra objetarse hoy; p:r.o los gnegos Cl~-

    vero n siempre que el amor de la belleza estetlca lleva de su)~

    ~l amor de la belleza moral, y Platn, por su part:, lo

    ~l

    ee a~l

    fi , te como 10 hemos comprobado en la di a lcti ca ero-

    11

    memen ,

    1>

    &.') ,

    t

    tica del Banquete. El varn musical

    \..LO\)()LX C; ~1]P,

    reve-

    rente de la medida en sus vivencias interiores, tendra que se.r1o

    '. 1 ente en S\lS actos externos. Podr no ser este aserto r-

    tancia pedaggica,

    lO

    puede tampoco la mslca.~scapar a,t.l ce~-

    sura en la paideia platnica. A su modo. tambi n. la n:,u.s,IC~e,s

    imitacin de caracteres de hombres mejores o peOles.- ~.sta

    fi . i n ex traa a primera vista, resulta ms comprensIble

    a amaCl , . . T

    cuando se piensa C ] ue imitacin pu.e~,e muy bien no Slgnll-

    car aqu otra cosa sino corresponde.nCla : y desde este pU,nto de

    vista,

    no puede clesconocerse que CIertos cantos o mel.adlas no,s

    hacen sentinlOs en tal disposicin y otros en. otra. Slen?O asi,

    y toda vez que la msica debe estimular las mismas emoc:ones ,y

    sen timien tos que la poesa: valor, fortalc.za. y tcm peranCla, Pl,a~

    tn proscribe las melodas que, c~mo la h:ha, son q~e)umbrosas

    o l:tl1guidas, y permi te, en cambio la dr ica y la fngla.. , ,

    Es imposible nacuralmente comprobar hoy -a menos.(~c ser

    un consumado experto capaz de Intentar la reconstruccion de

    ,) R e] . 10 1

    d

    Z\'QlUH,llV WlICflX ,Q( ) CPTI '

    1 ' r:t l' , 'YElQvlV ltVOQ0lJ t lV .

    ., Leyes, 7~8 o : llf L1 llH 1.1 :a. [JE ,WVlV xa. l , ..

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    522

    LA PEDAGOGA DE LA REPBLICA

    lo que los griegos oan y nosotros no- si haba o no la indicada

    correspondencia entre tales o cuales vivencias y los respectivos

    modos musicales. No es tan fcil como tratndose de la poesa,

    donde podemos leer por nosotros mismos y en la misma lengua

    lo que dijeron los autores que denuncia

    Platn.

    No obstante,

    y

    a falta de audicin directa, hay una abundantsima literatura

    sobre la msica antigua; y con apoyo en ella s es posible llegar

    a la comprobacin de que Platn no es nada arbitrario en sus

    discriminaciones meldicas, sino que la suya

    era

    la opinin

    general, y de l

    ser,

    a lo ms, el dictamen prctico de admisin

    o repulsa de esta o aquella msica.

    Eran tres, efectivamente, los ti pos principales de meloda: el

    lidio, el drico y el frigio, y la diferencia resultaba tanto de los

    intervalos entre los tonos como de la altura del sonido. Ahora

    bien y no por Platn esta vez, el modo lidio era calificado como

    dulce

    (yA.ux{~)

    -calificacin que puede convertirse fcilmente

    en la de enervante o lnguido-,

    y

    el modo frigio, a su vez,

    como pattico o entusiasta

    ( 7t C t. 8 rr n x o; , V 8 0 uO 'Lo .O ' n x o ;) ,

    lo que

    quiere decir, cuando se toma en serio la etimologa, que es el

    modo apropiado para los sentimientos profundos y de manera

    particular, para la emocin religiosa. En cuanto al modo d -

    rico, el favorito, le Ilueven los eptetos de excelencia, de los cua-

    les son apenas una seleccin los siguientes: viril

    (rivoPW01];;) ,

    magnfico

    ( J.EYC1.A.o7tPEJnl~),

    augusto (cEfl

    vo;;),

    recio

    (crrpoop;;) ,

    grave

    (cr ricrL l0~) y

    severo

    (crxuepW7tO;).

    Del todo en armona

    est, digmoslo de paso, esta preferencia con la que por el orden

    drico igualmente muestran los g-:randes arquitectos del tiempo

    de Pericles; no hay que pensar sino en el Parrenn.

    Es, por tanto, algo profundamente enraizado en la menta-

    lidad

    helriica

    esta correspondencia (pensamos en las co-

    rrespondencias bodelerianas naturalmente) entre las artes

    y

    las

    disposiciones morales, y sealadamente en la msica. Hasta Aris-

    tteles,

    temperamento ms bien fro y nada propenso a los arran-

    ques lricos, llega esta concepcin,

    y

    de ella se hace cargo el

    filsofo de Estagira en muchos pasajes de su Poltica. Es en los

    ritmos y melodias -dice- donde encontramos las semejanzas ms

    perfectas, en consonancia con su verdadera naturaleza, de la ira

    y

    de la mansedumbre, de la fortaleza y de la templanza, como

    tambin de sus contrarios y de todas las otras disposiciones mo-

    rales .22 Algo semejante pasa igualmente en las artes de la vista,

    pero nunca como en las obras musicales, que son directamente

    22 Polo

    1310

    a

    20.

    523

    .A PEDAGOGA DE LA REP1JBLlCA

    . . . de estados mor ales.> Por ltimo, AristtcJes concuer-

    lml tatrvas ,. l .

    da del todo con Platn y con la tradicin en general, en as

    51

    guientes apreciaciones: Unas melo?as los ponen (a los oyen~es)

    di .. , .'S triste y recogida como el modo Ilamado

    en IsposlclOn ma , ' ,,'

    1 .

    rni xol idio : otras relajan la mente, como las melodas lnguic as,

    otras producen un estado de moderacin y compostura, como

    p~r~ce.hac~rlo nicam~nte e~,~odo drico, en tanto que el moclo

    Irigio IllSplra el entUSiasmo. .,'

    El espritu de la msica, como dira r-:letzscl~e,

    y

    tal. co~o

    los griegos lo entendieron, es lo que a:ruI nos mteresa f~nd~.

    mentalmente, y por esto no ser

    necesario

    entrar en porm~nores

    tcnicos que, aparte de estar fuera de nuestra competenCla, re-

    cargaran intilmente la exposicin. Pero s hay algo q~Ie, como

    erteneciente al mismo

    Geist der 1I1usik

    entre los ~legos,. no

    ~dra soslayarse, y es que la msica, aun en el se ltI~lo estnc~o

    con ue ahora la estamos considerando, no ~e. cOI:Clbe en e~a

    oc; y en ese medio como sonido puro (msica

    i

    nstrumcn tal

    d

    f

    lamas hoy) sino siempre en compaa del canto o d.e la danza

    Ir , ' , .

    1 1

    ug-ar

    '1

    d

    mbas

    cosas a la vez. El texto

    pla truco

    no

    .e

    ep '.'

    d

    le a Palabras armonas y ritmos (nocin esta

    l

    tirna prCt1C~-

    uc as., . or d d '1

    . ,. de danza porque se refiere alar en e mOVI-

    mente S1l10nlma ~ , , . .

    AaxE~) de la Repblica, Quince aos, ninguno

    menos, es su duracin, o sea de los veinte a los treinta y cinco:

    tres lustras de la vida, los dos primeros para el estudio de las

    ciencias y el tercero para el de la filosofa, Lo que ahora se

    persigue, en efecto, no es ya la formacin del carcter, sino el

    cultivo de la inteligencia y la conquista del ms alto y completo

    saber que sea posible.

    Tan conservador y tan revolucionario, al propio tiempo, como

    lo hemos visto en su diseo de la educacin comn, mustrase

    Platn en lo que concierne a la educacin cientfica y filosfica.

    La gran transformacin est sobre todo en su concepcin de la

    dialctica, y tambin, aunque en grado menor, en la orientacin

    del conocimiento cientfico, pero en cuanto a las ciencias en

    s mismas, su contenido, Plat6n respeta el saber ya constituido

    por otros y que l mismo posee eminentemente, pero sin ha-

    berlo creado. No slo, sino que respeta tambin, y lo adopta

    en lo fundamental, el orden de la enseanza cientfica que se

    segua en las escuelas de la Magna Grecia desde el tiempo de

    Arquitas de T'arcnto, cuando no desde Pitgoras. Eran las cua-

    tro disciplinas matemticas entonces conocidas v en orden de

    complejidad creciente, a saber: aritmtica, geon'letra, astrono-

    ma y msica, esta ltima, claro est, no como saber tcnico,

    sino como teor

    a

    cientfica y matemtica. Era, como se advierte

    luego, lo que, al recibirlo tal cual, llamaron quadrivium los

    medievales; y ahora veamos cmo lo considera Platn.

    El alto aprecio que Platn tiene de las matemticas qued

    de manifiesto, como se recordar, cuando describimos la Esca-

    ao La enfermedad es el estado natural del cristiano , d ir

    Pascal,

    y

    no por comp laccnci a mrbida, sino porq uc c cristiano debe asociarse de

    algn modo

    a la

    Pasin

    de

    Cristo, Con d

    cst.;

    unido como

    el miembro

    del

    cuerpo con su cabeza, segn la otra maravillosa sentencia de San

    Ber-

    nardo: Non dccct sub Capite spinoso membrum es se delicatum .

    LA l'EDAGOG,'\ DE LA REPULICA

    527

    la del Conocimiento y del Ser que encontramos al final del libro

    VI

    de la

    Repblica.

    Como etapa intermedia entre el conoci-

    miento vulgar de la opinin , circunscrita a los objetos sensi-

    bles, y el conocimiento superior de los inteligiblcs puros, las

    Ideas, est la llamada inteligencia discursiva

    (o L vO La ) ,3 1

    la

    cual se ejerce de preferencia, cuando no exclusivamente, en las

    disci plinas matemticas. Ellas, en efecto, si bien operan con

    signos y figuras sensibles, nos remiten luego, como del signo

    a lo significado, a realidades puramente inteligibJes: Nmero,

    Figura y Movimiento.

    Por otra parte,

    y

    ya desde su ms humilde escaln, que es la

    aritmtica, las matemticas tienen que ver con cosas como la

    unidad y la multiplicidad; ahora bien, lo Uno

    y

    lo Mltiple

    -bajo otro aspecto si se quiere pero ciertamente con predicacin

    no equvoca, sino anloga- ha sido desde siempre el problema

    radical del Ser,

    y

    por ende de la filosofa. La percepcin arit-

    mtica, por tanto, de lo uno y de lo mlti ple, nos encamina a

    la otra percepcin, que vendr ms tarde, de lo U no y de lo

    Mlti ple como categoras o trascendentales del ser en general.

    Teniendo esto presente, no debe ya causarnos mayor sorpresa el

    que Platn nos diga que la aritmtica y el clculo tienen la vir-

    tud de llevarnos a la contemplacin del ser y la verdad.s-

    Pero si las matemticas han de ser as, verdaderamente, la

    mejor propedutica filosfica, se comprende luego que, en esta

    etapa en que estamos de la educacin superior, no han de

    estudiarse como lo hace el que slo necesita de ellas para saber

    contar y no equivocarse en sus gastos o en sus negocios. Que lo

    haga as el comerciante, est bien, pero el filsofo debe llegar

    a penetrar la naturaleza de los nmeros, no para la prctica de

    los negocios, sino para facilitar al alma el trnsito del mundo

    de la generacin al de la verdad y la esencia . Es la ar it.m tica

    pura , como dir HusserI, o la teora o filosofa del nmero,

    y

    ahora comprendemos por qu lleva tanto tiempo, en el progra-

    ma platnico, el estudio de estas matemticas realmente tan dis-

    tintas de las que con el mismo nombre figuran en todas las

    escuelas.

    Al estudio de la ari tmtica sigue el de la geometra, en la

    cual considera Platn, en consonancia con los ltimos adelan-

    tos, tanto la geometra plana corno la geometra del espacio

    n-idirnensiorial. Y al igual que con la aritmtica, la trata como

    511 d:

    (;

    ~ETCt.~{1 TL O~11;

    -e s

    XCtl VO 17'flV

    Otvou l 'V ouno.v.

    : , 5~5 a-b:

    btt T~Y TOl)

    ov- toc Ouv ,

    yey

  • 5/19/2018 GmzRbledo - Plat n 7.pdf

    9/56

    528

    ciencia pur.r, no en vista de sus aplicaciones practicas, silla por

    el conocimiento desinteresado de sus objetos, como toda ciencia

    en generaJ.33

    De la geometra y estereometra pasamos al estudio de

    10

    Segn anota Robin, la imagen est tomada de las

    purificaciones rficas, en las cuales se contrapone el lodazal de

    los profanos al paraso de los iniciados,

    y

    lImase brbaro

    ese fango para indicar que no est all la verdadera patria del

    alma. Llamaremos dialctico -dcese ms adelante- a quien

    en cada cosa aprehende la razn de su esencia.v= As en el

    orden de las esencias, y lo mismo, segn se aade en seguida,

    en el de los valores, cuya unidad genrica se designa aqu, ya

    lo sabemos, como el Bienv'

    Es la filosofa desde luego, en el sentido en que desde enton-

    ces y hasta hoy solemos entenderla: como conocimiento de to-

    talidad

    y

    en la doble dimensin, precisamente, del ser

    y

    del

    alar. En estos textos y en todos los dems que les son corre-

    lati

    \OS,

    est, segn dice Martn Heidegger, la visin del mundo

    que desde entonces tiene la humanidad de Occidente, Ideas y

    valores, sigue diciendo, han variado y podrn variar al infinito,

    pero 110 es esto lo decisivo, sino el hecho de que la realidad

    contina interpretndose o aprecindose por ideas

    y ya-

    lores ,u

    Es la filosofa, s, volvamos a decirlo, la filosofa occidental

    por lo menos, pero con el sello muy peculiar que le resulta de la

    cosmovisin platnica, ya que, como lo sabemos desde Dilthey,

    toda filosofa supone, como dato previo, una imagen del mun-

    do, En la que tiene Platn domina, desde luego, la teleologa,

    La causa final, segn explica largamente el

    Scrates

    del

    Fedon,

    es la nica que puede dar la ltima razn de cada cosa

    y

    del

    universo en su totalidad,

    y

    de ah la primaca que se confiere

    al bien, ya que para cada ente su fin especfico constituye el

    bien que le es propio, Es una filosofa, en segundo lugar, que

    3S Rep, 53 3 d: Y

    Ihu /.EX' tlXY

    ~t f8o/)o; , EV

    SO oS O Ql SU QS aQ l xQ'

    'tm 'to

    'tll; 'j>t 'x Ti ; O .t~lU XUTOOWQl'YiJ.vov nOiLU

    n.XcL xal

    (LVYfL

    a().

    :l 531 1): blai.fxny-Oy xu).Ei'; LOY

    ).yov xum:ou

    ),UiJ.P>VO\'TU Ll]; OloO[U;, , ,

    .0 l bi d : Ol 'OV

    X,,

    :TEQl LO uya80 (J)OUTl;.

    H Nich t welche

    Ideen und

    welche '\Venc gesclIt si nd, ist das

    allrin

    u m crs tl i rh Entxchcidcudc. so ndcrn ,:as\ bc-rl.a up t

    I):lel

    l dce:

    (al

    'irk-

    liehe au,gelc:gt, da bcrha upt nach T1'erten die \\'elt ge\\'o;:;cn wirrl. Hci-

    dcgger, Pla to ns Le lire van der lI'a/rlteil, Be m. 1954, p. 5l.

    L,\ PEDAGOGA DE LA REPBLICA

    533

    no es mera adicin cle conocimientos, as sea el cUllocimiento

    supremo, sino un cambio fundamental,_ una conversin ,en

    la vida y en el ser del hombre, En la Vida, al sacar lo de; ,P ,1 1 al' . _. , ' (

    treinta

    v

    cinco aos; y es entonces cuando los hombres ,ISlor-

    .1 'In1'en descender de nuevo a la

    Ca\'crlla , ()

    sea al

    'nauos e

    ,.u . .

    desempeo tanto de los cargos pblicos como de las Iuncioucs

    , ~ ,-- - ~ )(J- r tl).110l~

    43

    ]{c1

    J

    , Ij~\

    c: 'l't'X11; :Tf.QwymY11

    EX

    vuxrr

    orvr}; 'tl\~),

    ll~'(,' , .

    , - i:

    0- O\IOUV f:TV01)ov t\v bi

  • 5/19/2018 GmzRbledo - Plat n 7.pdf

    12/56

    534

    LA PEDAGOGA DE LA REPliBLICA

    ecluc~tivas. ~n estos trabajos han de emplearse por el resto de

    ~u vida hbil, per.o a los cincuenta aos tiene lugar algo muy

    Importante. A quienes hasta esta edad hayan sido capaces de

    sobrevi.vir J )' que, adems, se hayan distinguido de manera

    sobresalienre tanto en las actividades prcticas como en las cien.

    cias ( E v EpyO~~ 't ~ xa.t bt :r't 1(J.a. ~), a stos, pues, habr que H e -

    varIos. hasta el .fm y ob JgarIes a abrir el ojo del alma y dirigir

    su mI,rada hacia aquello qu~ a todos proporciona la luz; y

    des pues, una vez que hayan VISto el Bien en s, se servirn de l

    como de un modelo para imponer el orden en la. ciudad en los

    particulares y en ellos mismos't.w La educacin, por t~nto, la

    perfecta educacin, no termina sino a los cincuenta

    aos.

    No

    ~s ~sible antes llevarIa verdaderamente a su fin (Jtpo

  • 5/19/2018 GmzRbledo - Plat n 7.pdf

    13/56

    5j G

    LA PEDAGOGA, DE

    L\

    REPBLICA

    cual no es ningn descubrimiento, porque as fue efectivamente

    desde que ambos personajes emplaz;lron sus escuelas, una frente

    a la otra y en, guerra. abierta. Este es el hecho histrico, englo-

    bada en el mas arn.pl io de la lucha entre retrica y filosofa, y

    sobre esto no hay nada que decir. Lo que, en cambio, no pue-

    de aceptarse as como as, es que la victoria final h ava sido de

    Iscra tes, como lo pien');t .vl arrou al decir lo siguiente:' Toman-

    do las cosas en conjunto, es Iscratcs,

    y

    no Plarn, el educador de

    la Grecia del siglo IV, y despus de ella, del mundo helenstico-

    romano. De Iscrates salieron, como de otro caballo de Trova,

    todos esos pedagogos y letrados, animados de un noble idea-

    lismo, moralistas ingenuo'), prencIados de bellas frases, disertas

    y

    \Gluhles, a los cuales debe la antigedad clsica, en cualidades

    \ en defectos, todo lo esencial de su tradicin cultural. y no slo

    1: 1 antigedad, sino que, en la medida en que aquella tradicin

    se ha prolongado en nuestros propios mtodos pedaggicos, es

    Iscr ates, mucho ms que otro alguno, quien lleva sobre s el

    honor y la responsabilidad de haber inspirado la educacin pre-

    dominantemente literaria (le nuestra tradicin occidemalv.w

    ~s un juicio que respetamos por la autoridad de quien lo

    errute, pero que no po.Iernos corn par m-, Hace tabla rasa de la

    filosofa occidental, y desde luego, para no hablar de los

    poste-

    ros, de las cuatro gralldes e,>cuelas que hasta el siglo VI de nuestra

    era (hasta el nefando dencto de Justianiano que orden su

    clausura) perpetuaron en _\ tenas la enseanza de la filosofa: la

    Academia, el Liceo, el Prtico y el Jardn, o si nos place decirlo

    de otro modo, platnicos, peripatticos, estoicos y epicreos, En

    esas escuelas se educaron

    110

    slo los griegos de la decadencia,

    sino, cosa ms importante, los romanos por cuva mediacin tras-

    mign) la cultura griega al Lacio primero, y lle all a todos los

    pueblo') civilizados por Ruma. La figura ms representativa es

    incue,tionablemente Marco Tulio Ci c erri, quien supo asimilar

    como nadie todo el legado helnico: hteratura, retrica v filo-

    sofa. No tiene la menor importancia que no haya sido propia-

    mente creador en filosofa, corno no lo fueron en general los

    romanos. Lo dccisi vo no es esto, sino el hecho de la informacin

    y de la trasmisin, )' el otro hecho de que l mismo, el mayor

    orador de su tiempo y en general de su pueblo, pone en la curn-

    1)1

    e de todo no la retrica, sino la filosofa. N o le faltan elogios

    para Iscrates, claro es t, pero es a Platn a quien traduce: el

    Timr:o y el Prolag01(J), hasta donde sabemos, Y pocos duelos del

    00 Manou, o -p . c it ., p. 132.

    LA PEDAGOGA DE LA REPBLICA

    537

    espritu

    habi

    como la prdida del

    Hortensio;

    maravilloso ~Ie-

    bi haber sido este c1i;dogo cic.cro niano, cuando su lectura hio

    cambiar de repente; de manera total el alma de San Agus.tn.

    No es ningn Padre de la Iglesia, si lo un pagano el que cncien-

    de de sbito en el corazn del retrico Agllstn el amor d~ la

    sabi dura: ms an, segn lo dice l mismo, el que empIeza

    ;\ orien tar lo hacia el Dios verdadero.?

    Basta con citar estos dos grandes nombres. por excelencia

    representativos de la cultura helcn stico-roma na, para hacer ver

    cmo la retrica \ la filosofa, despus de haberse combatido

    denodadamente -( aso al fin no tan raro entre buenos horma-

    nos-, acabaron

    ;

    la postre por unirse armoniosamente. Porque

    ,i a Cicern puede cscatimarsc el dictado de filsofo (pero::11

    este caso habra CjL:e hacer otro tanto con Scncca}, San Agusl1l1,

    por el contrario. es uno de l?s mayores ,filsofos .de, to~os .los

    tiempos, y no obstante, es bien claro como continua sirvin-

    dose, en su prosa incomparable, de todos los recursos del arte

    retrica que profes en su

    c

    ieclra de

    Miln.

    Y por ltimo: es

    oportuno recordar cmo en su primera c?Ilve,rsi.n .-a la. sabidu-

    ra en

    zeneral,

    antes de volverse a la Sabid ura divi

    na-

    Influyen

    decisi \ ~men te, des pUl~S del Hortensio ciceron~ano, PI~tn y los

    neoplatnicos. A tal plinto fue pode.rosa es.ta

    i

    fl uenci a, qL~e no

    ha faltado quien sostenga la percgnna tesis de que ~gust,lO de

    T;tgaste no se convirti realmente al. cnsttaI1lst~~,

    SlIlO SO~O

    al

    neoplatonismo. De moclo, pues, que I1l la educacin en OCClden:

    te ha sido a d

    c

    m in

    a

    nt

    c

    litterairc, como pretende Marrou, I1l

    n ues tios nicos m.res tros han sido tam poco esa

    (Mi

    la cle grrulos

    disertes v volubles de que habla el humanista francs. Su apre-

    ci aci n ~n este particular sorprende tanto ms cuanto que, po-

    cas p~lginas

    despus,

    dgrega lo siguiente: A l~s ojos d~ la pos-

    teridad, la cultura filosfica

    y

    la cultura oratoria aparcCieron no

    slo como dos rivales, sino dos hermanas; como dos varie-

    ,[ades de UIl; misma especie, cuyo debate enriqueci la tradicin

    clsica sin com uromcter su unidad,

    . : ,2

    Plau.dite, cives

    1 ,

    En realidad, la enemiga de Platn contra Iscrates (corres-

    pondida por ste con una irnica conmiseracin): no era tanto

    por lo que ste haca, ni siquiera por l0 , que dejaba de ,hacer,

    sino por suprctcl1sin de que la cd ucar.i n que el llllpart a, de

    biera considcrarsc como la educacin ltima y total. Lo que sa-

    ,,1

    lile vero li bc

    r

    m

    utav

    it

    a in(Ull lllCUIll e

    ad

    (e

    i

    pxu

    ru , Uom inc,

    mut avit preces rn ra s el v ot a .rc dcsidcria mea feeit alia. Con]. IIl, 47.

    \ ;U1Ul op. c i ... p. 1 '17

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    14/56

    53 8

    LA PEDAGOGA DE LA REPl:RL IC,-\

    caba a

    Platn

    de quicio era el que Iscrates llamara filosofa

    a lo que aqul, por su parte, llamaba msica ,

    Iscrates

    est

    muy lejos del pragmatismo cnico de los sofistas de la tercera

    o cuarta generacin, pero la moral que profesa, como la de Pro-

    tgoras, no va ms all de lo socialmente establecido; y en el

    dominio terico

    -y

    esto es con mucho lo ms grave- no cree

    que el hombre pueda elevarse ms all de la conjetura y la opi-

    nin, Para

    Iscrates

    -dice Jaeger- slo existe una sabidura

    ( O ' o c p a ) , La esencia de sta consiste en descubrir certeramente

    en general lo mejor para el hombre a base de la mera opinin

    (O~a) ,

    Iscrates coincide aparentemente con Platn en que

    concibe el conocimiento de los valores (,0 ( P P O V E : ; ' J ) como la meta

    y el compendio de la cultura filosfica del hombre, Pero reduce

    de nuevo este concepto a la significacin puramente prctica

    que tena en la conciencia tica del helenismo presocr tico. Todo

    lo terico aparece radicalmente eliminado de l.

    ,,3

    No hay por

    qu aadir una palabra ms a esta estupenda caracterizacin;

    y

    slo quien no conozca a

    Platn

    ni por el forro podr imaginar

    que pudiera quedar impasible ante la suplantacin del saber

    au -

    tntico por la opinin, de la epistme por la d .o x a .

    Por lo dems, y segn lo testimonian innumerables textos,

    nunca pretendi Platn que la educacin filosfica, ni siquiera

    la

    enseanza

    a fondo de las ciencias, hubiera de impartirse a la

    mayorfa, Una

    y

    otra vez insiste en que no pueden tener acceso

    a ella sino los mejor dotados, y aun stos slo despus de supe-

    rar una serie de largas y duras pruebas, No obstante, hay algo

    que imprime una unidad radical en uno y otro tipo de educa-

    cin, en la inferior

    y

    en la superior,

    y

    es el espritu que anima la

    pedagoga en cualquiera de sus etapas o de sus estratos: la ver-

    dad como meta ltima, y una verdad, adems, comprobada y

    vivida por el sujeto que la va pro-duciendo paulatinamente como

    su fruto interior. La verdad no es una moneda acuada que

    pueda darse y recibirse sin ms ni ms, Fue Hegel quien lo

    dijo, pero apenas la imagen es nueva en un pensamiento que

    viene desde Scrates y Platn. Entre Platn

    y

    Hegel, para no

    hablar de Marx o de Sartre, ha variado mucho la dialctica,

    pero siempre en funcin de la metafsica que cada tipo de dia-

    lctica lleva consigo, porque en lo que ve al mtodo, y a algo

    ms quiz, creemos que puede hablarse de un denominador co-

    mn, Vale la pena detenerse en esto unos instantes, por ser sin

    duda lo ms tpico de la pedagoga platriica, y aunque nos sea

    ~3

    Jacger, Paideia, p. 943,

    L\ PEDAGocA DE LA REPBLICA

    5~l9

    1

    1

    1 y'l en h exposicin de

    preciso recordar ciertas cosas eec arac as e e

    la teora de las Ideas,

    En real idad son ms los hegelianos que Hege1 mismo,

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    15/56

    540

    LA PEDAGOC,\ VE LA rU:p\';BLlCA

    t:ario,. es. la escala ascenden te del conocimien to mediante el en-

    nquCCl~Il1.ento pro6r~~sivo del concepto por la superacin' prime-

    ro, y la mcorporaClo.n despus, de las oposiciones o contrarie-

    dades que Ile:,a conSIgo: una verdadera A ufhebung, por tanto,

    com_o, es

    PIO )JO.

    de toe a gen uina dialcc ti ca y no slo de la que

    acuno este termino. No estn en la

    Rc

    p blicn, indudablemente

    t~clas las et~~as dialcticas que encontramos en la

    Fenomenolo:

    gl a del Espntu, pero

    :

    las primeras o las ms importantes, las

    ql~e van del dato sensible a la percepcin primero, al entend-

    nl1en~o despus,

    y

    por ltimo a la razn, Segn lo expresa un

    heg~l,lano de nu.es~~-os da~, la dialctica es, para Platn, la con-

    versin de la opl~,lOn sensible en pensamiento,

    y

    por tanto, aquel

    arte d~ la re.fle~lOn que confunde y

    a

    la par disuelve las repre.

    sent~clOnes Iirnitadas de los hOlnbres .GG De la sensacin al pen-

    samrento, (~~ la percepcil,l.a la idea: esto es toclo Platn y en

    todo, lo ~Ismo en met.a~lSlca que, en )edagoga. Que lo diga

    una vez mas el mayor filsofo del Ideal ismo absoluto:

    La grandeza verdaderamen~e especulativa de Platn, aquello

    por lo que ~ace poca en la historia de la fi losofa y, por tanto,

    C~l.la

    historia

    ul1lver~al, consiste en haber determinado y pre-

    eisado lo que es la idea: este conocimiento, en efecto, estaba

    llamado a ser, a la vuelta de algunos siglos, el elemento funda-

    ~ental en ~ermenta~in de la historia universal y en la nueva

    cstructuracion del

    csprrrtu

    humano, 07

    S~n la menor ir:ten.cicn de enmenclarIe la plana a HegcI, to-

    clava _quer~~nos aadir que a la .gr andeza especulativa hay que

    Slll1l,~l .la grandcz moral en la V,IOn completa de la educacin

    pl~ ~ol1Ica, y sobre todo cuando la miramos vi vien te

    y

    concreta,

    deF:nclonos ya de planes escolares o de tcnicas pedaggicas, en

    el tIpo.de hombre que de lodo ello resulta. Este tipo, plasmado

    y descrito en. tan~os 1Il:-;a1'e5de la Re1J / b l i ca , es el del f i lsofo,

    no en el sentido I.Ibresco, .el.aro est, que hoy lo entendemos, sino

    con. toda la ~lenJtud es piri t ual que tiene el trmino en el pen-

    sam~:nto antiguo

    y .

    muy en especial en el platonismo. Es la per-

    ~ecclOn humana. SImple y ~encillarnente, en lo moral

    y

    en lo

    I~tel;c.tual. En lo moral primero, en cuanto que la educacin

    filosfica presupone forzosamente la educacin musical , o sea

    la fo~maCln de l~s hbitos moral~s, r~glllados por lo mismo por

    las VIrtudes propias del apeuro nrar io nn

    l

    De este fondo co-

    e,r, Ernst

    Bloch, El

    pcnsu m ir

    n t

    o

    de Negr , CE,

    ;\fxico,

    1 ' )cEJ , p. 10 0 .

    57 Ht'gcl. o IJ . c it., vol. 11, p. 131.

    ,,8 Rc p, 424 d: TO epl ). UXT{WlO\, . E H ' ( l'Ou , :TO) OlXOOOllrTOV TUL; (P.U~IV

    LA PEDAGOGA DE LA REPBLICA

    541

    mn a todos se destaca 1llego, en una perfeccin ul tcrior, el fil-

    sofo, definido como el amante del saber, pero en su totalidad

    (ncl:O T]; O ocptCI.l ;Em8u J.T]-r - i);),

    o lo que es lo mismo, como aquel cuyo

    amor est en la contemplacin de la verdad.

    59

    Y de estos hom-

    bres se dice luego, como para recalcar la alianza en ellos de las

    virtudes de la inteligencia

    y

    del carcter, que a la facilidad de

    aprender y a la memoria deben aunar, en su naturaleza, el va-

    lor

    y

    la grandeza de alma. ? Son los hombres, en suma, enamo-

    rados del ser

    y

    en estrecho abrazo con l;l abrazo que va, por

    consiguiente, al Su q lIe es: el Acto Puro en quien termina la

    dialctica, porque en l no hay ya ninguna escisin dialctica

    entre su ser y su existir, ningn desdoblamiento posible. A Dios,

    en efecto, debe asemejarse el filsofo en la medida de lo posi-

    ble;

    y

    la asimilacin estar en razn directa de la justicia, de la

    santidad y de la claridad espir itual.v- Es el famoso pasaje del

    'Teeteies,

    que bien podra llamarse la Transfiguracin del Fil-

    sofo, todo l, segn el comentario de Ritter, clarificado , o ms

    an, penetrado por entero de la luz de la Verdad.?

    A ejemplo de Platn,

    y

    conforme a lo que l nos ense, con-

    tinuamos pensando hasta hoy con ideas y gobernando nuestra

    conducta por ideales, nunca o casi nunca de entero cumpli-

    miento, pero siempre reguladores del pensamiento y de la ac-

    cin. As ha pasado, puntualmente, con su ideario educacio-

    nal y con el tipo humano ideal en que se concretiza. Tan alto

    es, tan insuperable, que Platn mismo no pudo ir ms all. No

    obstante, algo se le qued en el tintero, por lo visto, cuando

    tres libros de su obra p()stuma: las Leyes, estn ntegramente

    dedicados al problema de la educacin. No podramos, por tan-

    to, pasar por alto lo que all se contiene, cuando su autor quiso

    expresar con ello su ltimo mensaje. Pero como en las Leyes,

    todava ms que en la

    Repblica,

    son inescinclibles la educacin

    E V [ J .o t' CH x ,

    Tr

    aduzcruoslo

    en la bella perfrasis de Jacger: La educacin

    musical es la ciudadela del Estado perfecto , (Paideia, P: 1O 7 ' )

    58 Rcp . 475 b Y e: r o u; t Ti ; c l. f. r O du ; C j Jl ), o( }c 0. [. lo va ;.

    00 19-i b: cU p.0 .8 fl0 . x ui f l l ecr x aL civoQ cL u x aL p -q a),on :Q n:cL C1 . 'ta 1 :'rj; T Ti;

    q:{IGE(;.

    -ISu a: T ()v u.a :1 u.~olLVOl1C; q::t/,oa(,c0ol';.

    li' Tr

    et. 1 7b h:

    ,Wlll)(Jl;

    OF l XUT

    '(o

    01J\ 'aTv '

    WlUl0L; oE

    OXC1.l0V xa L

    [SalO\, fLfT CfQOVljCEU),; '/F'\'f:'oOat.

    0.3 ;\lcnschen . die ,\'aillhcit ul ic r a llcs lieben u nd iir gell1lcs \Vescn

    vori

    i

    h r d n rr h lc.u t c-n u u d

    vri

    k

    l.ucu

    J:S\cn, (Rilter,

    Pla.t on , 11,

    572.) Son los

    m ismos {('TrnIJo:-,

    con q

    n c. cn

    el

    iuismo

    idio

    m a , se

    d cscri bc la

    Verkliir uug

    del Sr'tOl ('1\ el TaiJOl',

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    54 2 LA PEDJ\COC;A DE LA REPBLICA

    y la legislacin, del modo que despus veremos.v- amn de otras

    r~lzones que en su lugar aparecern, preferimos dejar para el

    final de esta obra lo que Platn dej para el final de su vida.

    Por ahora, pasemos a considerar la organizacin poltica dentro

    de la .cual, como en su medio indispensable, se desarrolla el

    programa educativo propuesto en la Repblica.

    64 Toda acc in legi slat iva es educac in y la iey su instrumento. Jaeger,

    Paidein,

    p.

    1053.

    XVII. LA POLIFONA DE LA JUSTICIA

    Desde tiempos muy antiguos ostenta el di;logo de la

    Repblica

    el ttulo o subttulo alternativo De lo justo o Sobre lo justo.

    Rousseau le habra puesto, por su gusto, el De la educacin, y

    hoy en da nos sentiramos tentados a ponerle otros como, por

    ejem plo,

    Del h

    o

    m oye

    o

    De la vida li

    timana. ya que, en efecto,

    y segn lo dice Sir Ernest Barker, la Repl+ica -si hubiramos

    de resumir en una frase su extraordinaria riqueza temtica-

    es una filosofa completa del hombre

    y

    de la vida humana en

    todos sus aspectos y variedades sociales y personales. Los anti-

    guos editores, sin embargo, obraron muy cuerdamente en la

    adopcin de aquella nomenclatura, al atenerse humildemente

    a 10 que del dilogo mismo resulta, en el cual, como dice J ae-

    ger -y cualquiera puede verlo por si mismo- la idea del Estado

    perfecto surge naturalmente del problema de la justicia. Es

    ste el tema nico que Scrates propone en el principio del di-

    logo; y si el tema del Estado emerge desde los primeros com-

    pases del libro II, es slo porque en la sociedad poltica pode-

    mos ver ms fcilmente -en caracteres mayores, como dice 56-

    crates- la naturaleza de la justicia. Por ltimo, y muy lejos de

    ahogarse o siquiera reducirse el tema principal con la afluencia

    de los otros temas que vienen en tropel, mantiene hasta el fin

    su

    seoro

    por sobre todos ellos, hasta el bello mito escatolgico

    que corona la

    Repblica, y

    que describe los premios

    y

    cas-

    tigos que en el uItramundo aguardan, respectivamente, a los

    ju,tos

    y

    a los injustos.

    Habent sua tala libell hasta las simples inscripciones a

    veces: y as ha ocurrido con este doble epgrafe

    De la Repblica

    o

    De lo justo.

    Venturoso

    [aturn

    esta vez, porque el legado ms

    vivo del dilogo platnico, hasta hoy, es la concepcin del Es-

    tado como un orden de la conducta humana, .construido y en-

    clerezado a la realizacin de la justicia. Porque si a la collcep'

    cin he1nica del Estado educador estamos apenas regresando

    en la actualidad, y no en todas partes ni rX)r completo, nadie, en

    cambio, ha dudado nunca que la misin del Estado -lo que

    \erdaderamente lo constituye y justifica- es la gestin del bien

    comn v segn la justicia, la que debe dispensarse por igual

    a todos los miembros de la sociedad poltica. No faltar quien

    diga que no estamos enunciando sino formalidades puras,

    ya

    [543]

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    5H

    L\.

    PEDAGOGA DE L.\ U:J 'l: IlUC.\

    que de un modo se entiende la justicia en el Estado liberal, )' de

    otro muy distinto en el Estado totalitario, de un modo en

    el

    Estado capitalista y de otro muy diverso en el Estado comunis-

    ta,

    El hecho, sin embargo, es que en todos ellos, como en cual-

    quier otro ti po de Estado que nos plazca imaginar, el orden

    jurdico vigente ha tenido siempre la pretensin de ser justo,

    aun en los casos monstruosos en que la justicia ha podido enten-

    derse, digamos, como el privilegio de la raza o de la casta sllpe-

    rior. Que la justicia se realice o no, o que sea ella, en cada caso,

    la verdadera justicia, o no ms bien la injusticia, es, por supues-

    to, otra cosa. Aludimos tan slo a una pretensin.

    Cuando, por otra parte, decimos que nadie ha pensado nun-

    ca de otro modo en este particular, lo decimos teniendo presen-

    te la conducta de los Estados, pero sin desconocer que en el

    pensamiento filosfico (que es capaz de todo y de vol verja

    todo de revs) no ha sido siempre exactamente lo mismo. La

    idea de que el Estado es una organizacin en vista de la justi-

    cia se mantiene sin fisura alguna hasta el Renacimiento (porque

    el mismo Trasmaco, como vamos a verlo, postula con toda ener-

    ga

    su

    justicia), y es slo a partir de

    Nicols

    \faquiavelo cuando

    con plena conciencia se concibe el Estado como un orden de

    dominacin puramente fctico de fuerza pura. El ltimo en

    adherirse a esta concepcin, por extrao que a primera vista

    pueda parecer, fue Hans Kelsen, al definir el Estado como el

    orden coactivo de la conducta humana . La pureza del mtodo

    llev al gran

    j

    lIrista austriaco a no quedarse, al final, sino

    con la fuerza pura, y a canonizar anticipadamente,

    y

    sin que-

    rerlo, el Estado nacionalsocialista, con su corolario -

    tan coac-

    tivo - del Anschluss, Hubo otros, como Radbruch, que no des-

    cartaban la axiologa, pero que, sin embargo, pensaban que la

    seguridad deba tener prioridad sobre la justicia.

    De todos estos dislates ha vuelto, afortunadamente, la filo-

    sofa poltica alemana (Radbruch fue el primero en retractarse

    honradamente) , . en cuanto se advirti que la seguridad era la

    de Heinrich Himmler o Lavrenti Beria, y el orden coactivo el de

    Ausschwitz, Bchenwald y Dachau. No hay mal que ror bien

    no venga, una vez ms. Bien penetrada est de axiologa la cien-

    cia poltica hodierna, y en los mris altos documentos oficiales,

    comenzando por la Carta de las Naciones Unidas, se proclama,

    en estos o parecidos trminos, que la misin del Estado y de la

    comunidad internacional es el establecimien to de un orden de

    paz

    y

    de justicia. Del presente, por tanto, nos habla la

    Re

    p

    LA POLIFONA DE 1..\ ]LSTICIA

    5L

    blica platnica, y del pasado tambin por qu no?, hasta del

    terrible pasado inmediato. No toelo en ella, seguramente, ei

    hoy vivo y actual, pero s, seguramente tambin, el amplio de-

    bate sobre la justicia con el que Pla t n ern piez a,

    y

    noso no-

    con l.

    Las primeras uoccs

    }\;o ~ humo de pajas ni por art iicio rerri co lleva este ea p -

    tulo el ttulo que lleva. Polifnicamente, en efecto, desarrolla

    Platn en la Repblica el tema de la justicia, no cle otro modo

    que como lo haba hecho, con el tema del amor, en el

    Ban o uetc.

    En un conjunto de voces, las de los interlocutores y segn la

    concepcin de cada uno, viene formulada la justicia, y por mas

    que estas voces puedan ser discorclantes entre s, todas ellas con-

    curren de algn macla, por armona o contrapunto, en el acor-

    de final .

    Con una maestra artstica que hasta hoy despierta nuestro

    asombro, Platn personifica en los clialogantes -y sin que por

    esto pierda ninguno de ellos su realidad viviente- las concep-

    ciones de la justicia vigentes en aquel preciso momento hist-

    rico, y a las que Platn tiene que pasar en revista antes de de-

    clarar, por boca de Scrates, la suya propia, Estos personajes,

    portavoces de ideas, pero intensamente vivos y espontneos, son

    los siguientes: Cfalo, Polemarco, Trasmaco, Adimanto

    y

    Glau-

    cn. Toda la sociedad ateniense del siglo v est presente en

    todos y cada uno, y precisamente por esto, por su corporeidad

    tangible, estn presentes tambin -porque el espritu se expresa

    por el cuerpo- todas las corrientes espirituales de la poca,

    Cfalo en primer lugar, el anfitrin del grupo, un anciano

    bonachn y hasta medio parlanchn, es, como dice Sciacca, el

    huen fariseo, el representante de la antigua moral cm pr icn \

    formalista, cle hechos y datos exteriores. La justicia, para l,

    consiste en conducirse uno con verdad. \ en l'~lg

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    546

    LA l'OLlFONA DE LA JUSTICIA

    atino, ya que la devolucin del depsito es normalmente

    una ,obliga~in de j usticia, sino que hay que matizarla

    y

    sub-

    sum ir la bajo una norma superior, En cuanto a Cfalo, bien

    consciente de que no est l para meterse en estas filigranas, se

    retira discretamente de la discusin y deja la palabra a su hijo

    Polem arco.

    Algo ms ledo que su padre, pero con idntica mentalidad

    e 1 el fondo, Polemarco, queriendo justificar con citas de auto-

    ndades lo ,qu~ ~1a dicho su progenitor, apela a Simnides, para

    el cual la J~s~I:~a co?siste en dar a cada uno lo que se le debe.i

    Es una deflllIclO,n, dicho ,sea de paso, que con el tiempo pasar

    a ser, con una Jg~ra variante, ,la definicin de la justicia en el

    derecho romano:

    lUS su.um cUlque tribuere-

    Slo que ahora se

    habla del

    derecho

    de cada cual (derecho que no tiene el loco

    ~Iue ,r~clama sus armas), mientras que Polemarco interpreta la

    lI1tU ~I~ del poeta en su nuda literalidad: el pago de la deuda,

    prescindiendo

    por completo del espritu de la norma. En el

    t~n~o,. pues,. Polemarco, aunque acogindose al patrocinio de

    Simni des, VIene a decir lo mismo que su padre; ni le va mejor

    cuando, estr~chado por Scrates, cambia la primera frmula

    por otra. segun la cual la justicia consistira en hacer el bien

    a los am,igos y el mal a los enemigos. N o tenemos por qu en-

    trar aqui en l?s argumentos, la mayor parte capciosos, a decir

    verdad, que aduce Scrates contra la nueva mxima. No trata-

    mos de suplantar la lectura de Platn, sino de contribuir a ha-

    cerla ms provechosa al confrontar los textos con nuestros pro-

    blemas actuales. Pero s hay que decir, en honor de Polemarco,

    q~e, con toda la mediocridad .f,i1osfica del personaje, su segunda

    formula es una buena expresion de la moral antigua y en todos

    los pueblos, del ~jo rr ~jo y diente por diente , norma que

    no cesa de tener vigencia S1l10 hasta que Cristo la deroga en el

    Sermn de l~ Montaa. : en h~nor de Platn, a su vez, lo que

    hay que

    decir

    es que, asr haya SIdo por razonamientos sofsticos

    en este pr~ciso lugar (no en todos, ni mucho menos), nos ha

    dado, al final de este escarceo entre Scrates y Polemarco la

    mxima estupenda de que el hombre justo no puede en ningn

    ca~o ,hacer el mal a nadie, ni a su amigo ni a cualquier otro.

    i\1axm~a cIaramen,te precursora del Serm,n de la Montaa, y

    por mas que PlatOI1 no haya Ido, como Cristo, hasta el extremo

    1 H elJ, 3 : 1 1

    e:

    TU TIJ.

    q:El j,U:vu f :xWHU) cl. Jt ol l, /\ vat

    l ' li X C J . l r v fOTl.

    ,2 ,llep,

    '$% d:

    Ol rx Qu TO

    IlIZU(Ol'

    fy/..JHFlV

    ~QYov,

    Ol>- t r

    cplAOV

    OUT ' nCIV

    Ol'0EVU,

    LA POLIFONA DE LA JUSTICIA

    517

    de postular tambin el amor a los enemigos, No hay en Piat~,n

    este sentimiento (no lo hubo en absoluto en ,el mundo paga-

    no), pero s la conviccin de que el hombre .l~lstO: el horr,lbre

    de bien, simplemente por ser tal, no puede en n:ngun CclSO Irra-

    diar de s el mal, sino tan slo el bien, del mismo modo qU,e

    el foco luminoso no puede irradiar sino la luz y no la oscuri-

    dad. Descartado, pues, el apetito de venganza, queda a salvo

    (y

    de esto se hace expreso cargo Platn en otros :ugares) la

    funcin punitiva del Estado, ya que la pena, no, solo para la

    sociedad sino para el delincuente mismo, es un bien.

    La intervencin de T'rasim.aco

    Pero stos no son, como hemos dicho, sino cscarccos o esca-

    ramuzas preparatorias de la batalla, El verdadero confli.c,to, el

    drama de la justicia, no empieza sino con la ll1ter\enClOr~ de

    Tr asmaco: v es un clrama tan actual hoy como en touces, SI no

    es que m's 'actual, despus del remoza~liento que la tesis del

    retrico de Calcedonia tuvo en el Reriacirruento. De \Iaqlllavelo

    ac, estamos todava pidiendo a gritos que Pl~ln veng~ a ayu-

    dar nos, porque a pesar de todo lo que se ha (h~h? y r:=chcho, to-

    dava no est del todo claro, para la ciencia pol tica, SI el Estado

    debe ser un orden de justicia o simplemente un orden coacuvo,

    sea como fuere, en suma, un orden de fuerza,

    La primera definicin que Trasmaco da de la justicia, es la

    siguiente: Digo que lo justo no es otr~ co~a que el ll1teres de~

    ms fuerte . Su inters o su conven ierici a () provecho, SI

    fuere preciso dar variantes aclarator ias. Scra tes le prcguI?ta en-

    tonces si lo del ms fuerte ha cle entenderse en el sen t id o de

    la fuerza fsica, en forma tal que la dieta de un atleta deba adop-

    tarse, como paradigma que es de la justicia por toda :a comu-

    nidad. Trasmaco rechaza indignado esta IllterpretaCln, t>l:r-

    lesca, y aclara que la fuerza de que l habla no. es la de lllngu~l

    individuo en particular, sino aquella de que dispone, por defi-

    nicin, todo gobierno constituido, todo aquel que. de h,echo, y

    por cualquier medio, detenta el poder. La seguI:da clcfi n ici ri

    de la justicia, por ende -pero en el [Olido I~U dit in ta, sm o ~,111J-

    plerncnte

    aclarator

    ia de la pnmera,--, sera la SIgUiente, En

    '~l Rel). 33 8 c: q : ' J i p . l ' {rJ .Q ?I(~)T'Ycf . l T O blXCllOV

    ())r.;.

    t'.ijJ)

    1.\ -1 \ 1:i') TO\ :-'.QftrTO-

    vo ;

    ~l'~t.CfQO'Y.

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    19/56

    54 8

    LA POUVO.'\A DE LA ]LSTICIA

    todas las ciudades lo justo es siempre lo 11115mo, o sea el inters

    del gobierno constituido. 4

    En las palabras anteriores han visto numerosos intrpretes

    modernos , se ialaclamente Aclolf Menzel,> la primera expresin,

    en la historia de las ideas, del positivismo jurdico y poltico.

    Podemos aceptarlo as, aunque siempre es bueno recordar que

    Trasmaco pone gran en fasis en la circunstancia de que el po-

    der se ejerce siempre en inters

    y

    para el provecho del grupo do-

    minante, grupo que, por lo dems, puede eventualmente coinci-

    dir con la gran masa del pueblo: Trasmaco, en efecto, declara

    expresamente que a l le es por completo indiferente que se trate

    de una monarqua, de una aristocracia o de unu democracia. No

    es l, ni por pienso, un terico de la tirana. Lo nico que sos-

    tiene es que es intil inquirir por otra nocin o norma de jus-

    ticia fuera de la que pueda contenerse en el derecho legislado

    por el gobierno que ha sabido hacerse del mando. Lo justo

    coincide con el derecho positivo , como subraya Adolf Menzcl.

    Tras/maco y Calicle.s

    Es al llegar a este punto cuando se impone la confrontacin,

    del todo insoslayable, entre la tesis de Trasimaco y la que, por

    su parte, defiende, con no menor ardimiento, el Calicles del

    Gorgias. Una

    y

    otra suelen presentarse, por la mayora de los

    intrpretes, como simples variantes de una posicin idntica en

    el fondo: el derecho del ms fuerte. No faltan, empero, quienes

    las presentan como del todo distintas entre s. A nuestro enten-

    der, pueden apreciarse, como h;jJla dicho Alfonso Reyes, sim-

    patas y di ferencias.

    A primera vista, parecera como que Calicles dijera lo mismo

    que Trasfrnaco: al aseverar que lo justo es que el ms fuerte

    mande al ms dbil,

    y

    que posea ms. e Pero si seguimos leyendo

    con atencin, no tardaremos en dar nos cuenta de que Calicles

    pone mucho mayor nfasis que Trasmaco en los valores vitales

    pUl'S, en la exaltacin de un tipo humano que encarne el apo-

    geo de la fuerza vital y el completo desbordamiento de toclos lo,

    4 Rep, 339

    a:

    EV

    (L,aCI.I; ni :

    :Ti .EGlV TUl l( )\ UVU l OL /.UlOV,

    TO Ti:

    Zo.Oc'

    OT1Vl.(c(:

    Qxi;

    su~q:~'O\

    :; Calicles: Con

    irib

    ucion a la hist oiia dc la

    teoria

    del

    derecho

    cid

    ins

    [ue i, t rud . . \I;ITio de la Cucv a, (;,A~I,

    ()(it.

    [l. 61.

    G

    GU . 1( \~)

    ti oT( O{ T(I) OlXfJ.IOV

    EOTl TU \ '

    / .QFlTT(:J TOU '1) ( t0\'0; (~U:([I\1

    %CJ . l

    :Ti.ov fXU\',

    1 \

    l'OLIIO~ \ J)I

    t. J

    15TIC \

    5/19

    instintos, PU esto ha podidu verse en C,diclcs el )l imel tc( ') lic()

    de la moral del superhombre, tal

    y

    como luego la encontrare-

    mos confisurada en Federico Nietzsche,

    y en esto

    no hay la me-

    nor cliscu;in entre los intrpretes. Al contrario de Trasma~~o,

    indiferente a las fonnas de gobierno, Caliclcs postula, como d ice

    Menzel, la exaltacin del tirano y el desprecio por la democra-

    cia v el humanismo. La democracia, para l cs el pacto de los

    dbes, el que stos conciertan entre ~ para impedir, al am-

    paro de la id,ea de la i?,ualdad el nacnnren to del h~mb~'e ~u-

    perior, Por n1l1gn motivo podnamos ver en l, .en co nsecuen-

    cia, un partidario del positivismo jurdico. Muv le)OS de ello, ea-

    licles, a su macla por su puesto, es un iusnaturalista, en cuanto

    que apela expresamente al derecho de. la naturaleza para c~lo-

    carlo sobre los artificios de la convencin, de la cual, a S~l \ ez,

    Trasmaco es el siervo ms sumiso. En la clebre anttesis 11: -

    lnica entre la naturaleza

    y

    la convencin, uno y otro personaje

    se si tan, por todo lo que puede verse, en una posicin clara-

    mente antirt ica.

    Lo que a ambos les vincula, sin embargo, el sustr a to cO~~ln

    de sus respectivas doctrinas, es el culto de la fuerza (o su leslg-

    nada aceptacin en el caso de Trasmaco)., ):a que en la fue~'za

    descansa, por definicin, el gobierno c~nstllll1do. N o hay, en ab-

    soluto, otra instancia ulterior. Razn tiene Jaeger, por lo t~nto,

    para ver en el belicoso 'Tr asrnaco a u n represent;,nte, al Igual

    que Calicles, de la filosofa del poder. Lo n~co que pasa es que

    Traslrnaco es mucho m.is moderno que Calirlcs. en cuanto qll.e

    su doctrina puede aparecer como la primera cx prcsin de POS,I-

    ciones tan modernas como el posi tiismo JurdIco,: la teo rra

    pura del derecho -un neoposit

    i

    ismo, en fin de cuentas.

    El paralelo, sin embargo, no li.i de ex

    t

    rcm.u: h ast el punto

    de hacer de T'r avirn.no un repus

  • 5/19/2018 GmzRbledo - Plat n 7.pdf

    20/56

    550

    LA POLIFONA DE LA JUSTICIA

    la comparacin que emplea- como el pastor con su rebao, ob-

    jeto de esquilmo, venta o inmolacin, segn sea el inters del due-

    fo. Ms an, y conforme va desbocndose la pasin de Tras-

    maco (un ti po

    pur sang) ,

    aguijoneado por las mordaces rplicas

    de Scrates, acaba aqul por proclamar que la justicia, caso de

    existir, slo existe en el cndido sbdito siempre sumiso a las

    leyes, pero no en el gobernante. La justicia, en conclusin, y si

    nos empeamos en tenerla como un bien, ser a lo ms un bien

    ajeno o de otro

    ( .A .A . 't P~O\ l .Ye t8 \I),

    es decir, no para quien

    la practica, sino para quien la usufructa, y el cual, a su vez,

    ser tanto ms feliz cuanto mayores injusticias cometa, de modo

    tal que la perfecta felicidad resulta de la perfecta injusticia, de

    la injusticia integral

    ( O A . r .o~X~ct ),

    incomparablemente ms

    fuerte, ms digna de un hombre libre y ms seoril que la jus-

    ticia. No se trata -aclara el orador- de hurtos o fecharas al

    menudeo, que no rinden sino por corto tiempo, sino de la

    in-

    justicia masiva y total

    -y

    por lo mismo totalmente impune=,

    la que, despus de haber reducido a servidumbre a los ciuda-

    danos, sojuzga luego a otros Estados y naciones. La justicia, por

    tanto, es necedad, y la injusticia, por el contrario, sabidura y

    virtud.

    As ni ms ni menos y con estos precisos trminos en el

    texto; y si la justicia -termina diciendo Trasmaco- sigue siendo

    objeto de encomios por parte de la mayora, es simplemente

    porque los hombres temen sufrir la injusticia (y por esto, cu-

    rndose en salud, la censuran), pero no porque no quieran,

    en su

    corazn,

    practicar esta ltima cuandoquiera que tengan

    la ocasin y los medios.

    En la ms desaforada

    laus iniustitiae

    acaba as el discurso

    de Trasmaco, a quien siempre es bueno leer completo antes

    de canonizarlo -o atenuarlo si queremos- como un puro expo-

    nente del positivismo jurdico. Porque aun dentro de esta con-

    cepcin, el gobernante debe siempre ser el guardin del inters

    pblico

    y

    de la constitucin, mientras que para Trasmaco

    debe serio slo de su bolsillo y de sus intereses, y la poltica,

    a su vez, el mayor de los bandidajes, el bandidaje en alta escala.

    Lo ltimo que hay que decir, no precisamente en descargo

    de Trasimaco, pero s corno una circunstancia atenuante, es

    que la doctrina del derecho del ms fuerte, muy lejos de ha-

    ber sido una invencin de aqul, ni siquiera de alguno de

    los sol istas, era, por el contrario, moneda corriente en la men-

    7 Ret.

    349 a.

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    LA POLIFONA DE LA JUSTICIA

    55l

    talidad de la poca. Ms an, fue en cierto momento la doc-

    trina oficial del Estado ateniense, en el momento, es decir,

    de su imperialismo ms crudo. Ya aludimos a esto en el cap-

    tulo sobre la Ilustracin y la Sofstica, y ahora conviene trans-

    cribir con mayor pormenor el clebre pasaje en que Tuddides

    hace hablar a los embajadores atenienses con los de la isla de

    Melos. Al apelar estos ltimos, como supremo recurso, a la

    proteccin de los dioses, celadores de la justicia, contestan

    los primeros:

    En cuanto toca a los dioses creemos con probabilidad, y

    por lo que se refiere a los hombres con absoluta certera, que

    la dominacin es una necesidad de la naturaleza hasta donde

    alcanza la fuerz.a. Esta ley no la hicimos nosotros, ni fuimos

    los primeros que usaron de ella, sino que la encontramos como

    algo preexistente,

    y

    despus de nosotros tendr perpetua vali-

    dez. Hacemos uso de ella en nuestro provecho, porque estamos

    convencidos de que si vosotros o cualesquiera otros estuviesen

    en posesin de la misma fuerza que nosotros poseemos ahora,

    usaran aquella ley en beneficio propio. Por tanto, no tememos

    que los dioses nos causen dao alguno o nos coloquen en

    desventaja.

    8

    As hablaba Atenas, embriagada de hybs y J /c: o nex a. No

    siempre, felizmente, ni, adems, toda Atenas, pare ue tan ate-

    nienses, como el que ms, fueron S6crate~ y Plat )Il. Y lo que

    ellos dicen, por su parte, no es por ningn elltretellimiento

    acadmico -ahora lo vemos con harta claritlad-, sino por la

    angustia que les hostiga por hacer volver a su ciudad al buen

    camino, al de la. verdadera justicia.

    La respuesta a Trasmaco, y a cuantos con l comparten

    la misma tesis, se nos da, y muy cumplidamente por cierto,

    en los restantes libros de la

    Repblica,

    del segundo en adelan-

    te. En el primero, escrito en la juventud de

    Platn,

    muchos

    aos antes, segn todas las apariencias, de los dems libros,

    los argumentos que opone Scrates a Trasmaco, 110 son, dicho

    sea con todo respeto, de lo ms (onlinccllte. Muy poco valor

    tiene, si es que tiene alguno, el argU\1lelllO de que todas las

    artes (entre ellas la poltica) son lorzosamen te o perru.i

    \'as

    de

    un bien. Podr ser as en el dominio del [uccre, segn la \ieja

    distincin de los escolsticos, pero 110 en el dominio del agel't:,

    el nico que aqu importa, ya que la poltica compromete

    8 Guerra

    del peloponeso,

    vr, 105. Es el pasaje que po u a en xtasis a

    Thomas Hobbes

    y

    a Federico 'Nie tzschc.

    : < ~

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    21/56

    552

    LA POLIFO;-.;A DF LA ]USTICL\

    al hombre por entero, y lo yuc reclamamos es tener polticos

    honestos y no simplemente hbiles. No pasa de ser un sofis-

    ma, as lo diga Platri, el querer hacer pasar la perfeccin tc-

    nica por perfeccin moral: la uirt maquiave1iana por la vir-

    tud gen uinamen te humana.

    El nico argumento de peso, ste s verdaderamente pro-

    fundo y persuasivo, es el que esboza Scratcs, al terminar el

    libro primero, cuando sienta la proposicin de que la justicia

    es la virtud, excelencia o perfeccin especfica (arete del alma

    humana: la virtud que, como se explicitara despus, resume

    y organiza las restantes virtudes. Del alma humana o, lo que

    es 10 mismo, del hombre en cuan to tal, con la razn como

    principio superior y dominante,

    y

    no del hombre corno ani-

    mal de presa, para el cual hay tambin una aret, la declarada

    por Trasmaco. Slo que, recalqumoslo, el argumento socr-

    tico est aqu apenas esbozado y no desarrollado, ya que no

    hemos investigado an la esencia y operaciones del alma.

    Todo esto vendr despus, en el desenvolvimiento ulterior

    del dilogo. Antes, empero, de pasar a esta nueva fase de la

    discusin, cumple decir, por deber de lealtad intelectual, que

    el impetuoso Trasmaco -a pesar suyo tal vez o contra sus

    inlenciones- ha sido, con su intervencin, una voz insoslaya-

    ble en la polifona de la justicia. Ha contribuido positiva-

    mente (y no slo negativamente, como lo estima en general

    la exegtica platnica) a la formacin de los conceptos de la

    justicia y del Estado. Al de la primera, al enunciar la proposi-

    cin de que la justicia es el bien ajeno, ya que, en efecto, la

    justicia es la virtud yue ordena nuestra conducta no para

    nosotros mismos, sino pala los otros. Dentro de otro contexto

    y con otra intencin, naturalmente, y sin desconocer tampoco

    que la justicia es asimismo un bien para nosotros (en esto

    se separan los caminos), el hecho es que en la justicia est

    la alteridaii como uno de sus elementos formalmente consti-

    tutivos.

    y

    por lo que hace a la teora del Estado, ha destacado

    Trasrnaco, as haya sido con una exageracin a todas luces

    unilateral, el aspecto fundamental de la soberana en la cual,

    a su vez, ya necesariamente implcito el elemento de la fuer-

    za. En vano (luiso eliminar este elemento (Herrnann Heller,

    entre otros, 10 ha demo~trado concluyellternente) la teora pura

    del derecho y del Estado. Un 'poder de mando originario ,

    como dijo Jellinek, tendr que ser siempre uno de los atribu-

    to., del Estado soberano, orden de justicia en primer lugar, pero

    L\ I>Oli[O .\ DI-

    LA

    jus rrcrx

    053

    igualmente un orden de fuerza al serVICIO de la jU:i,ici;l. Mi-

    uistro de Dios para el bien llama San Pablo al Estado, pero

    ;lg-regando en segui(la que no en vano cie espada el gober-

    nante. En concordancia parcial, pero no por esto menos real

    con su antagonista Trasmaco, colocar Pl

    atn,

    como muy lue-

    go lo veremos, la clase de los guerreros como una de las tres

    fundamentales q u e concu rren en la organ izaei

    n

    del Estado.

    J d im ant o y G l a u c on

    Lntre la iu rcrvcuci n de IlClSllLUJ y la CXpUSIClOIl, por

    Scrates, de la doctrina platn ica, ha situado Pl atn, con su

    fino sentido dramtico

    y

    artstico, la intervencin (porque en

    realidad es una. aUl1(ue la voz sea dua l) de sus hermanos Acl i-

    manto y Glaucn. Uno

    y

    otro son prcticamente figuras de

    comparsa en el resto del dilogo, pero no en este preciso mo-

    mento, en el que ambos jvenes son intensamente representa-

    tivos de la

    elite

    social ateniense. A Pla tn , en efecto, le hace

    falla mostrar el extravo moral de su ciudad no slo en los

    advenedizos, como el extranjero de Calcedonia, sino en lo ms

    mtirno

    y

    medula de aqulla, en el sello de las mejores Iarni-

    Iias, comenzando por la suya propia, la de Pl.un , y por esto

    no teme exhibir a sus propios hermanos como porta voces de la

    llueva mentalidad. Y lo

    m s

    probable es que no se hubiera atre-

    vido a hacerlo si no hubiese sido as eu la realidad, en cuyo

    caso habra ha biela un hondo clesgarramien to familiar en e

    propio hogar de Filsofo.

    Conjeturas aparte, lo que Glaucn y Aclimanto empiezan

    por decir es que, en su opinin, 'Trasmaco, mohno y serniex-

    h austo, se ha retirado de ruedo demasiado pronto, ya que S-

    crates est muy lejos de haber le contradicho victoriosamente,

    y

    peor todava, se ha dejado llevar por su adversario al mismo

    falso planteamiento del problema. No tena por qu ponerse a

    inquirir, como su antagonista, sobre las ventajas o desventajas

    q uc puedan resul turnos de la pr.ict.ica de la justicia o de la in-

    justicia, ya que no es por esto por lo que debemos optar por la

    una o por la otra. Lo nico que est por averiguar -el

    1mlun

    ncccssarium en este caso- son los efectos que una

    y

    otra produ-

    cen no en la situacin personal )' social, si no di

    i

    ectamcn tc en

    e alma en que respectivamente residen, y esto por s mismas.

    Rep. 358 b: T\ 'CI. hn 6{rv(/ . J , lY

    W T

    ) ( /. 0' ( /. 1 )1 ;0 E Y O Y

    E v

    Tll 1jI1Jz

  • 5/19/2018 GmzRbledo - Plat n 7.pdf

    22/56

    554

    LA POLIFONfA DE LA JUSTICIA

    y prescindiendo en absoluto de los premios o castigos que po_

    damos recibir en esta vida o en la otra. Slo entonces, cuando

    veamos esto, podremos amar la justicia por s misma y no fXJr

    sus consecuencias. 10 He ah, en suma, lo que

    Scrates

    debe ha-

    cerles ver, y sobre lo cual asumen los hermanos de Platn una

    posicin neutra lista. Realmente no saben ellos a qu atenerse,

    ya que la opinin comn parece estar m s bien en Favor de

    Trasmaco; y con el buen deseo de que pueda al fin sobre-

    ponerse la teora de Scrates, cree Gl aucn que lo mejor que

    puede hacer es ;onerse en la actitud del aduocatus diaboli, y

    expresar, como si las compartiera, las creencias ms generales

    y socialmente vigentes.

    Lo que se cree, por tanto, lo que por ah se dice ( e p a c r L v ) ,

    es que, de acuerdo con la naturaleza, cometer la injusticia es

    un bien, y un mal, a su vez, el sufrirla. Pero como los hombres

    acabaran por destruirse todos entre s al permitir-les con toda

    impunidad la comisin de la injusticia, ha sido necesario que

    en cada sociedad se entiendan sus miembros con el fin de

    establecer, mediante una convencin, ciertos ordenamientos

    de convivencia pacfica que se conocen con el nombre de leyes,

    y que se supone son expresin de lo que se denomina justicia.

    Tal es, a lo que se dice, el origen

    y

    la esencia de la justi-

    cia:

    y v E< nS ; x a1 . o vc rl .a o Lx aL oc nJ Vi JS ;.

    Por primera vez asoma aqu

    la teora del contrato social, aunque no en la versin de ROl1s-

    seau, sino en la de Hobbes, en la del hamo homini lupus. Lo

    natural, por tanto, es la injusticia, y lo convencional la justi-

    cia, la cual, segn sigue diciendo Glaucri, no viene a ser sino

    el compromiso entre el mayor bien, que es cometer la injusti-

    cia, y el mayor mal, que es el de padecerla sin poder lo reme-

    diar. Y si la honramos exteriormente, es por miedo y no por

    conviccin, porque a fe que no se encontrar ningn hombre

    que si pudiera volverse invisible, como Giges con su famoso

    anillo, no se abandonara de todo en todo a sus pasiones, sin

    importarle un ardite el respeto de la justicia. Y que no venga

    a

    hablrsenos

    del temor de los dioses, porque aun suponien-

    do que existan, que sean ellos mismos justos y que, en fin, se

    curen de lo que hacen los hombres (todo lo cual est muy por

    verse), siempre ser posible concilirnoslos, como dice Hornero,

    10 Admirable planteamiento de la cuestin, y honesto reconocimiento,

    por parte de Pla

    t

    n , de lo dbi les que haban sido los argumentos de su

    Scrates en el libro primero, de cuya juvenilidad sera todo esto, por ~

    solo, prueba suficiente.

    LA POLlFONfA DE LA JUSTICIA

    555

    con ritos de alabanza o hecatombes magnficas. He al:t en

    suma, lo que los hombres creen en su corazn, y si lo .(:lSllTlU-

    lan, es por miedo a la sancin social. o a .l~ coaccion ~lcl

    Estado. A ti, por tanto, Scrates -terrmna diciendo Adl~n~n-

    to-, a ti que te has pasado la vida cn el exame~l de (:sta uruc.a

    cuestin, corres ponde mostrar que en cualesq uiera o : c.unst an-

    cias, as pueda hallarse el injusto en la mayor elicid ad, y

    el justo en los mayores torlTle.nto~,'y as lo se~an o ~o.l~ se~)~n

    los hombres y los dioses, la JustICia es un bien y la mjust icra

    un mal. ' Como valor absoluto, y no de otra manera, h.a de

    amarse y venerarse la justicia: tal es .el notable planteam~ento

    que, al final de su peroracin pro diabolo, hacen del ploble-

    ma los hermanos de Platn.

    El nombre y el ES (1r1o

    En cuanto a Scra tes , no puede el, evidentemente, dejar de

    acudir, segn dice, en socorro de la j~sticia: tan descOllOCi:l,a

    o tan vilipendiada. Y al hacer lo, imprime sbitamente al lha-

    lago un giro del todo nuevo al introducir el segundo gran .tern~

    de la

    Repblica,

    el tema del Estado. Y no es quc se ~eSe?tlel:lLi

    del otro tema, ni siquiera que lo ponga entre p irenlcsls,. sino

    que simplemente tra:lada la justicia: para eSlU(1 ar1~i

    mCJ~r,

    a

    otro cuadro o situacin. Lo hace asi porque hace falta, en S~l

    opinin, una penetracin mucho mayor para escrutar la .Justi-

    cia en la intimidad del alma individual, de aqud~a que es

    menester para discernirla en las i~s.titucio les de l~ ClU~:~lt. Se:

    gn la

    -amosa

    comparacin socra uca, :s, corno s~ tU\l~laInOs

    que leer UIl texto escrito e~ .caracteres mlIl~sculos, e

    1.1.

    ~U)O

    (',ISO,

    'no nos sera de gran au xil io el que alguien nos dijera que el

    ~ismo texto est ya escrito en otra parte y en caracteres ma-

    yores? A buen seguro que lecram~s st~ ,:ntes que aquel, .y

    ciertamente para volver al texto IlllcroscoplCO des )u.es de ha-

    berrios adiestrado en la lectura del texto macrosco pico.

    Platn es bien consciente de lo que dice, y nosotros, por

    1

    t t e

    )1110 l Y muy en eSI)e-

    nuestra parte, procurelllos ser o an

    Ol '. ~,

    cial en pasajes como ste, uno de los mas proh~n.dos y tl~sce.n.~

    dentales de la Repblica. La lectura de la Justlua, tlondc(lUlc

    ra que la hagamos, hemos de hacerla pasando los oJos po:- las

    J

    ' (' , , ) ( 'O~ n E CJ.'''~C .;, OEOC; 'tE

    xul.

    ClvO Q( ;) JWu

  • 5/19/2018 GmzRbledo - Plat n 7.pdf

    23/56

    LA l'OLIF07\f.\ DI L\ }ISrCL

    m rsinas lctrax: ,a u.'

    L'

    ,u,rx yprx~.t~w,a. .:1 Justicia -comenta Bar-

    J~er- es ~omo

    un

    manuscrito cuyo texto,' uno y el mismo, existe

    en dos C J. em p.lares, uno de letras m.i orancles 'v el otro ms pe-

    - 1 \1 1 . b J e

    qllellas . ~

    j

    lOr.a )~e~1, lo que esto C]uiere decir, ni m.is ni me-

    nos, ,e: que la justicia, no obstante las diferentes modalidades

    em ptricas que pu~da ofrecer en

    UIlO II

    otro sujeto, es radical-

    mente una y. la .~lsma tanto en el interior del individuo como

    en la orgaruzacion del Esta 1) Par:

    Pl:

    r

    . '.' ,l O. ,11,1 .

    atori , en consecuencia

    no existe en absoluto, dentro de su filosofa poltica la R

    de E

    t: 1

    13 l . , azon

    s .ae? en e sentido que esta expresin recibir en el

    ~enaCImlento, o sea como absolucin plenaria de los crmenes

    (el, ~'obernante cuando el motivo de su comisin es el inters

    pO]tICO.

    '/ Es en verdad .una. icIea fecunclsima, en el desarrollo del

    dialogo y e~ la historia espiritual de Occidente, sta de la co-

    rrespondencia entre el hombre )' el Estado: con r' h

    lih .~ ,

    J

    azon se a

    cu

    c ? que, a su m~do naturalmente y guardadas toelas las pro-

    porciones, la Repblica es tambin y verclacleramen te una fe-

    nomenologia del cspirit

    P , , .

    , ,. u.

    or otra pal te, no es menos evidente

    ql~,e

    Pla tn ,

    llevado de su amor por

    la

    simetra, ha exagerado

    ~1,IS

    eJe l:na vez e,l 'paralelo,

    y

    no debemos olvidar que la rea-

    ll.e~ad SOCIal

    y

    .po]tJ~a ~o .e~ ni puede ser una mera amplifica-

    cion .de la psicologa inclividual, No obstante, y m ut a tis mu-

    = : (~odo est en sa?~r efectuar esta operacin'), es una idea

    grandiosa

    .est,a concepcin del hombre como un Estado en pe-

    queno (micrpolis y del Estado, a su vez, como un hombre en

    g;ande, (macrontltropos). Ve;'lDlOslo en sus detalles, porque

    solo aSI podremos hacer el deslinde entre lo perenne y lo cadu-

    co, o entre lo que puede aceptarse y lo que debe rechazarse.

    ~a lectura de ~sta(:o, por tan to, permi te apreciar, segn

    Platon, el ~echo prrmarro de que su composicin resulta de la

    concur:enCJa de tres clases sociales, a saber: la de los guardia-

    nes (qUAO:XE;), la de los auxiliares ( ET I