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AUTONOMIA Y ANARQUISMO:

“Herramientas Libertarias”

Introducción y recopilación: Frank. “G”. Parra

Sección I:

Autonomía:

a) La cuestión de la autonomía social e individual b) La ZoNa AuTóNoMa UnIVeRSaL c) Después de Marx, autonomía d) Para luchar contra el capital hay que luchar también contra el sindicato.

Sección II

Anarquismo

a) Socialismo Sin Estado: Anarquismo

Parte A:

Comunismo Libertario

a) Manifiesto comunista libertario b) Plataforma Organizacional de los Comunistas Libertarios

Parte B:

Insurreccionalismo:

a) Ai ferri Corti b) Algunas Notas sobre anarquismo insurreccional. c) 31 notas sobre anarquismo insurreccional

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Introducción: ¿Proyecto Autonomía y Lucha Anarquista? El titulo de este escrito estaba entre signos de interrogación. Querían plantear las condiciones de su propia posibilidad. Creemos que existe como tal. No solo a nivel de Chile, sino a nivel Mundial. Un proyecto de autonomía es real siendo capaces de hacer aparecer en el conflicto nuevas lógicas que interrumpan las establecidas, e imaginarios que vayan por la destrucción material de la falsa totalidad donde el capitalismo nos retiene. Y a ello sumarle una lucha anarquista, desde todos los medios, en todas sus formas, impidiendo cualquier tregua que el estado de, siendo como “ayuda” o como momento para neutralizar el conflicto. Si no queremos mas que algunos aprovechen del producto social de otros, entonces todo aquello que permita dicha posibilidad debe ser extinguida, entre ellos el estado. No es una lucha “contra el”, sino que este es parte de las condiciones que hacen posible la sociedad de clases. La lucha es contra todo aquello que hace posible en su inmediatez o en forma potencial las condiciones materiales de las cuales surgen las relaciones capitalistas y sociales que terminan dominando mas allá de las voluntades de nosotros. ¿Proyecto Autonomista y Lucha Anarquista?. Si. Somos capaces de crear las condiciones para que dicho proyecto se de. Esta ahí. Es real. Y también para dar dicha lucha. Es solo cosa de realizarla.

I Toda sociedad humana construye sus condiciones materiales de existencia basada en la forma en que explota sus riquezas y las reparte. El entorno que construye el hombre (sociedad) actúa como delimitación de las formas de vida que se quieran realizar. “Ofrece” posibilidades, pero dentro de lo que el modo de producción permita. Los proyectos entonces deben adecuarse a esta realidad. Algunas formas de vida son irrealizables para las condiciones materiales de existencia si es que quiere seguir reproduciéndose bajo ciertas relaciones dominantes. De ahí surgen relaciones económicas que garantizan la reproducción de las condiciones materiales establecidas, que a su vez son condiciones de posibilidad que para realizar su continuación necesita de practicas cotidianas (relaciones económicas y relaciones sociales articuladas que constituyen las estructuras sociales en general)

II

Estas practicas cotidianas son relaciones materiales que se traducen en regímenes de significación (ideologías, grupos de ideas sistematizadas que se trasforman en modelos de sentido para comprender y actuar en la realidad), garantizando su existencia en el tiempo, pero siendo siempre una manifestación de condiciones materiales.

III El hombre desea cosas que las condiciones materiales no las establecen como posibilidad, con lo que se encuentra con la realidad que el mismo ayuda a construir y con su propio trabajo como algo que se le enfrenta a sus propios deseos y capacidades y que no le cumple las necesidades. Aquí es donde surge el conflicto, en el choque entre los deseos, capacidades y necesidades de las personas y lo que condiciones materiales de existencia ofrecen.

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a)Negación de su humanidad y Fragmentación

El limite de acción y por tanto, de pensar para la acción o el hacer, queda reducido según lo que la estructura económica en sus relaciones de producción en torno al modelo han logrado crear como condicionantes de las relaciones y los actos mismos. Es decir, el suelo esta condicionado para la realización de determinadas funciones y actos. Algo independiente mas del querer de cada ser humano El proceso en que se crean las condiciones materiales de existencia, es decir, el trabajo, solo toma una parte de las capacidades y no la personalidad entera. El hombre posee un saber, una capacidad, que debe transformarla en cosa. Debe verla como mercancía y simplemente ofrecerla en el mercado, siendo intercambiada en dinero. El hombre cosifica su persona, solo vale una parte de el, y no como totalidad. “como fuerza de trabajo” es que es visto. Y después de ello, es un simple espectador de la sociedad que se construye ante el. El solo intercambio su mercancía que era su trabajo. Mas allá de eso, aquel entorno que como dijimos niega o cierra ciertas posibilidades, es un espacio que se hizo sin que importara los espacios que el mismo necesitara para existir. El hombre es fragmentado porque solo importa lo que es capaz de objetivar fuera de si, y ofrecer como mercancía, sin importar el resto de su humanidad.

b) Miserias La explotación de tipo capitalista no es la única forma de apropiación del trabajo y las vidas en la humanidad. Pero en el capitalismo una vez que ha entrado a todas las esferas sociales, el intercambio de mercancías provoca la miseria de las existencias, ya que el sistema se ha encargado que toda necesidad sea satisfecha por el trafico de mercancías. Al tener estas una estructura en la cual el valor de cambio se pone encima que el de uso, aquello que se necesita se hace improbable llegar a reconocerlo una vez que la mercancía se traduce solo en una cantidad de dinero y se cree en la conciencia que realmente satisface una necesidad, sin haber sido capaces de llegar a conocer su uso. Esto ocurre claramente por la relación con la misma mercancía.

IV “Las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo” es donde tiene que abrirse espacio el proyecto autónomo. Es el lugar donde se presenta la realidad de una determinada forma, forma que generalmente corresponde a determinados intereses. Es aquí donde se toma conciencia del conflicto y se lucha por abolir las condiciones que las hacen posible. Pero para que esto ocurra deben haber determinadas condiciones materiales que choquen como dijimos, con necesidades capacidades y deseos y que sean capaces de convertirse en fuerza capaz de controlar las condiciones materiales que no permiten la realización de determinadas posibilidades para construir otras.

V Lo que surge del choque entre las condiciones materiales establecidas y la humanidad desemboca en un proyecto comunista, en la necesidad de autonomía de los explotados. La ilusión de la unidad bajo una realidad que quiere hacer aparecer sus intereses (los de una clase) como los universales queda resquebrajada y cada elemento se reconstituye de forma autónoma a las lógicas impuestas por el capital y los intereses de la clase que explota y domina. Rota la falsa totalidad que agrupaba las partes, pueden estar desarrollarse como contenido de la totalidad.

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Las necesidades y capacidades que el hombre no puede realizar por el hecho de estar inserto en determinadas condiciones materiales se transforman en posibilidad cuando las condiciones materiales de existencia, la realidad que se produce, esta en manos de la colectividad que ha logrado autonomizarse respecto a la clase explotadora en sus proyectos y dominio Este intento de autonomía, de establecer las condiciones en las cuales los intereses de los explotados y dominados sean realizables se traduce en una lucha. Los nuevos imaginarios y significaciones son manifestación de una necesidad del ser humano inserto en una determinada realidad. Nacen en el conflicto y se desarrollan de acuerdo a la capacidad que los explotados y dominados vayan logrando tener en la construcción de la vida material y espiritual. El proyecto autónomo pasa a ocupar el lugar del régimen de significaciones establecido y pasa a ser el lugar donde se toma conciencia del conflicto y se establece una forma de lucha para resolverlo.

VI La lucha de clases podemos entenderla como la lucha de los explotados y dominados por crear las condiciones que hagan posible la realización de su humanidad que es negada, fragmentada y llevada a la miseria bajo el sistema capitalista. La lucha contra los que dominan es por una parte siempre total, pero también implica un posicionamiento en la conciencia de los otros de la situación objetiva en la cual reproducen sus existencias. La lucha no termina un día exacto. La lucha por la conquista del poder no debe ser entendida como la lucha por conquistar el estado, sino por romper con las condiciones que hacen posible la explotación. Es desde este punto de vista que podemos creer que el proyecto de autonomía contiene una forma de lucha de tipo anarquista. Sabemos que la existencia del estado no es condición necesaria para la explotación. No hubo estado cuando había apropiación del trabajo de otros. Pero en este caso es importante su abolición desde el punto que si esto no ocurriese es perfectamente factible que desde el Estado algún grupo pudiese controlar la división del trabajo y entonces generara otro potencial grupo explotador que se transformara en clase dominante. Se garantiza con la destrucción del estado que no exista ningún grupo que este en condiciones de ocupar una posición que dentro de la estructura del estado le facilitara la posición que facilita a un grupo apropiarse del trabajo La lucha anarquista se reivindica solo si en la lucha de clases se organiza a los explotados de manera de que el final de esta lucha sea la destrucción de las condiciones que hacen posible la explotación. Las organizaciones funcionando a nivel de territorio y estrechando lazos de solidaridad son las que eliminan la posibilidad de reestablecer una clase dominante. Lógicamente puede existir una clase dominante o grupo sin que exista un estado, es por eso que la garantía de la extinción de una posición de beneficio respecto a los otros, necesita un real poder popular que tenga la capacidad de organizar un territorio en función de las capacidades y necesidades de los individuos, con la suficiente fuerza para impedir que se generen nuevamente las condiciones en donde un grupo termine organizando el territorio en función de la reproducción de ganancias. De ahí la necesidad de una lucha anarquista. (Inconcluso...) Este tema planteado en la introducción de forma poco explicita tiene que ver con la forma diversa de luchas que se puede establecer contra lo establecido. Aquí proporcionaremos herramientas libertarias, es decir, formas de lucha para enfrentar el capitalismo y su dominación desde la tradición o el sector mas ligado a lo libertario, pero que cuyo fin tienen siempre la critica de las condiciones materiales que hacen posible la existencia de todo conflicto o contradicción.

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Sección I:

Autonomía:

a) La cuestión de la autonomía social e individual

Cornelius Castoriadis

1986 Texto aparecido en Contra el poder # 2, Madrid, junio 1998. La autonomía no es un cerco sino que es una apertura, apertura ontológica y posibilidad de sobrepasar el cerco de información, de conocimiento y de organización que caracteriza a los seres autoconstituyentes como heterónomos. Apertura ontológica, puesto que sobrepasar ese cerco significa alterar el "sistema" de conocimiento y de organización ya existente, significa pues constituir su propio mundo según otras leyes y, por lo tanto, significa crear un nuevo eidos (forma) ontológico, otro sí-mismo diferente en otro mundo. Que yo sepa, esta posibilidad solo aparece con el ser humano y aparece como posibilidad de poner en tela de juicio (no de manera aleatoria o ciega sino sabiendo que lo hace) sus propias leyes, sus propia institución cuando se trata de la sociedad. Al principio, el dominio humano se manifiesta como un dominio de fuerte heterenomía. Las sociedades arcaicas así como las sociedades tradicionales son sociedades con un cerco muy fuerte de información, de conocimiento y de organización. En realidad, ése es el estado de casi todas las sociedades que conocemos casi en todas partes y casi en todos los tiempos. Y, no solamente nada prepara en ese tipo de sociedades el cuestionamiento de las instituciones y de las significaciones establecidas (que representan en ese caso los principios y los portadores del cerco), sino que en dichas sociedades todo está constituido para hacer imposible e inconcebible ese cuestionamiento (en verdad se trata de una tautología). Por eso se puede concebir como una ruptura, como una creación ontológica, la aparición de sociedades que ponen en tela de juicio sus propias instituciones y significaciones -su "organización" en el sentido profundo del término-, en las que ideas como "nuestros dioses son quizá falsos dioses", "nuestras leyes son quizá injustas" no sólo dejan de ser inconcebibles e impronunciables sino que se convierten en fermento activo de una autoalteración de la sociedad. Y esa creación se hace, como siempre, con un carácter "circular" pues sus elementos se presuponen los unos a los otros y sólo tienen sentido los unos por los otros. Sociedades que se cuestionan a sí mismas quiere decir concretamente individuos capaces de poner en tela de juicio las leyes existentes, y la aparición de individuos tales sólo es posible si se produce al mismo tiempo un cambio en el nivel de la institución global de la sociedad. Esa ruptura sólo se produjo dos veces en la historia de la humanidad: en la antigua Grecia y luego de manera semejante, pero también profundamente diferente, en la Europa Occidental. (¿Habré de extendernos sobre la relación que hay entre mi idea de magma [1] y la ruptura ontológica que representa la creación humana de la autonomía? Si la lógica conjuntista-identitaria, el orden total y racional, agotara totalmente lo que es, nunca podría hablarse de "ruptura" de alguna clase, ni tampoco podría hablarse de autonomía. Todo se deduciría y produciría partiendo de lo

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"ya dado" y hasta nuestra contemplación de los efectos de causas eternas (o de leyes dadas de una vez por todas) sería el simple efecto inevitable derivado de la inexplicable ilusión de que podemos tender hacia lo verdadero y tratar de evitar lo falso. Un sujeto inmerso por entero en un universo conjuntista-identitario, lejos de poder modificar algo en ese universo, no podría siquiera saber que está cogido en ese universo. En efecto, sólo podría conocer según el modo conjuntista-identitario, es decir, tratar eternamente y en vano de demostrar como teoremas los axiomas de su universo, pues, por supuesto, desde el punto de vista conjuntista-identitario, ninguna metaconsideración tiene sentido. Digamos al pasar que ésta es la absurda situación en que se colocan los deterministas de todo tipo que se sienten en la obligación rigurosa de presentar como necesarias, partiendo de la nada, las "condiciones iniciales" del universo (número de dimensiones, valor numérico de las constantes universales, cantidad total de materia/energía, etc.) Al mismo tiempo, existe una necesidad funcional e instrumental de la sociedad (de toda sociedad) que hace que el ser históricosocial sólo pueda existir estableciendo, instituyendo, una dimensión conjuntista-identitaria. Asimismo todo pensamiento tiene la necesidad de apoyarse constantemente en lo conjuntista -identitario. Estos dos hechos conspiran en última instancia y en nuestra tradición histórica -esencialmente desde Platón- para producir diversas "filosofías políticas" y una instancia imaginaria política difusa (que las "ideologías" expresan y racionalizan), filosofías colocadas bajo el signo de la "racionalidad" (o de su pura y simple negación que es empero un fenómeno marginal). Favorecida también por el retroceso de la religión y por mil otros factores, esta seudorracionalidad funciona en definitiva como la única significación imaginaria explícita que hoy puede cimentar la institución, legitimarla, mantener unida la sociedad. Tal vez no sea Dios quien quiso el orden social existente, pero esa es la razón de las cosas y uno no puede hacer nada contra ella. En esta medida, romper el sello de la lógica conjuntista-identitaria en sus diversos disfraces constituye actualmente una tarea política que se inscribe en el trabajo tendiente a realizar una sociedad autónoma. Lo que es, tal como es, nos permite obrar y crear; lo que es no nos dicta nada. Nosotros hacemos nuestras leyes y por eso somos también responsables de ellas. Nosotros somos los herederos de esa ruptura que continuó viviendo y obrando en el movimiento democrático y revolucionario que animó al mundo europeo desde hace siglos. Y los avatares históricos conocidos de ese movimiento nos permiten hoy -incluso y sobre todo con sus fracasos- dar una nueva formulación de sus objetivos: instaurar una sociedad autónoma. Séame permitida aquí una disgresión sobre mi historia personal. En mi trabajo, la idea de autonomía apareció muy temprano, en realidad desde el comienzo de mi actividad, y no como idea filosófica o epistemológica, sino como idea esencialmente política. Mi preocupación constante es su origen, la cuestión revolucionaria y la cuestión de la autotransformación de la sociedad. En Grecia y en diciembre de 1944, mis ideas políticas eran en el fondo las mismas que hoy. El partido comunista, el partido staliniano, intenta adueñarse del poder. Las masas están con ese partido y esto significa que no se trata de un Putsch, sino que es una revolución. Sin embargo, no es una revolución. Esas masas son ciegamente arrastradas por el partido staliniano, allí no hay creación de organismos autónomos de las masas, de organismos que no reciben sus directivas desde el exterior, que no estén sometidos al dominio y al control de una instancia aparte, separada, partido o estado. Un período revolucionario comienza sólo cuando la población crea sus propios órganos autónomos, cuando entra en actividad para darse ella misma sus normas y sus formas de organización. ¿Y de dónde proviene el partido staliniano? En cierto sentido, "de Rusia". Pero en Rusia había habido precisamente una verdadera revolución en 1917 y habían existido dichos órganos autónomos (soviets, comités de fábrica). Un período revolucionario termina cuando los órganos autónomos de la población dejan de vivir y obrar, ya porque hayan sido lisa y llanamente eliminados, ya porque hayan sido domesticados, avasallados, utilizados por un nuevo poder separado como instrumentos o como elementos decorativos. En Rusia, los soviets y los comités de fábrica creados por la población en 1917 fueron gradualmente domesticados por el partido bolchevique y por último privados de todo poder durante el período 1917-1921. El aplastamiento de la comuna de Kronstadt en marzo de 1921 ponía punto final a este proceso ya irreversible en el sentido de que, después de esa fecha, habría sido necesaria nada menos que una revolución plena para desalojar del poder al partido bolchevique. Esto definía al mismo tiempo la cuestión de la naturaleza del régimen ruso, por lo menos negativamente: una cosa era segura, ese régimen no era socialista ni preparaba el advenimiento del "socialismo". De manera que si una nueva sociedad debe surgir de la revolución, sólo podrá constituirse apoyándose en el poder de los organismos autónomos de la población, poder extendido a todas las esferas de la actividad colectiva, no sólo a la "política" en el sentido estrecho del término, sino también a la producción y a la economía, a la vida cotidiana, etc. Se trata pues de autogobierno y autogestión (en aquella época yo las llamaba gestión obrera y gestión colectiva) que se basan en la autoorganización de las colectividades es cuestión. Pero, ¿autogestión y autogobierno de qué? ¿se trataría de que los presos autoadministraran las cárceles o los obreros las cadenas de armado? ¿tendría la autoorganización como objeto la decoración de las fábricas? La autoorganización y la autogestión sólo tiene sentido si atacan las condiciones instituidas de la heteronomía. Marx veía en la técnica algo positivo y otros ven en ella un medio neutro que puede ser puesto al servicio de cualquier fin. Sabemos que esto no es así, que la técnica contemporánea es parte integrante de la institución heterónoma de la sociedad, así como lo es el sistema educativo, etc. De suerte que si la autogestión y el autogobierno no han de convertirse en mistificaciones o en simples máscaras de otra cosa, todas las condiciones de la vida social deben ponerse en tela de juicio. No se trata de hacer tabla rasa y menos de hacer tabla rasa de la noche a la mañana; se trata de comprender la solidaridad de todos los elementos de la vida social y de sacar la conclusión pertinente: en principio no hay nada que pueda excluirse de la actividad instituyente de una sociedad autónoma. Así que llegamos a la idea de que lo que define a una sociedad autónoma es su actividad de autoinstitución explícita y lúcida, el

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hecho de que ella misma se da su ley sabiendo que lo hace. Esto nada tiene que ver con la ficción de una "transparencia" de la sociedad. En menor medida aun que un individuo, la sociedad nunca puede ser transparente para sí misma. Pero puede ser libre y reflexiva... y esa libertad y esa reflexión pueden ser ellas mismas objetos y objetivos de su actividad instituyente. Partiendo de esta idea, se me hacía inevitable volver a considerar la concepción de conjunto de la sociedad y de la historia. En efecto, esta actividad instituyente que quisiéramos liberar en nuestra sociedad siempre fue autoinstitución; las leyes no fueron dadas por los dioses, por Dios o impuestas por "las fuerzas productivas" (esas fuerzas productivas no son ellas mismas más que uno de los aspectos de la institución de la sociedad), sino que las leyes fueron creadas por los asirios, los judíos, los griegos, etc. Pero esa autoinstitución siempre estuvo oculta, encubierta por la representación (ella misma fuertemente instituida) de una fuente extrasocial de la institución (los dioses, los antepasados o la "razón", la "naturaleza", etc.). Y esa representación apuntaba y continúa apuntando a anular la posibilidad de cuestionar la institución existente. En este sentido, dichas sociedades son heterónomas pues se someten a su propia creación, a su ley. También en este sentido, la aparición de sociedades que ponen en tela de juicio su propia "organización" (en el sentido más amplio y profundo del término) representa una creación ontológica: la aparición de una "forma" que se altera explícitamente a sí misma como forma. Esto significa que, en el caso de tales sociedades, el "cerco" representativo y cognitivo queda en parte y de alguna medida roto. (...) La autonomía como objetivo, sí, ¿pero es esto suficiente? La autonomía es un objetivo que queremos por él mismo, pero también por otra cosa. Sin esta condición volvemos a caer en el formalismo kantiano y sus encrucijadas. Queremos la autonomía de la sociedad -como individuos- por la autonomía misma y también para poder hacer cosas. ¿Hacer qué? Esta tal vez sea la interrogación más profunda que suscita la situación contemporánea: ese qué se refiere a los contenidos, a los valores sustantivos que son los que están en crisis en la sociedad en que vivimos. No se ve -o se ve muy poco- que surjan nuevos contenidos de vida, nuevas orientaciones simultáneamente con las tendencias -que efectivamente se manifiestan en muchos sectores de la sociedad- hacia una autonomía, hacia una liberación respecto de las reglas simplemente heredadas. Sin embargo, es lícito pensar que sin el surgimiento de nuevos contenidos esas tendencias no podrán ni amplificarse ni profundizarse ni universalizarse. Vayamos un poco más lejos. ¿Cuáles son las "funciones" de la institución? La institución social es, en primer lugar, fin en sí misma, lo cual quiere decir que una de sus funciones esenciales es la autoconservación. La institución contiene dispositivos incorporados a ella que tienden a reproducirla a través del tiempo y de las generaciones, y en general hasta imponen esa reproducción con una eficacia tal que, pensándolo bien, parece milagrosa. Pero la institución sólo puede hacerlo si cumple otra de sus "funciones", a saber, la socialización de la psique, la fabricación de individuos sociales apropiados y adecuados. En el proceso de socialización de la psique la institución de la sociedad puede hacerlo casi todo; pero hay también un mínimo de cosas que no puede dejar de hacer, cosas que le son impuestas por la naturaleza de la psique. Es claro que la institución debe suministrar a la psique "objetos" de derivación de las pulsiones o de los deseos, que debe suministrarle polos de identificación; pero sobre todo debe darle sentido. Esto implica, en particular, que la institución de la sociedad siempre tendió a encubrir -y más o menos lo logró- el caos, lo sin fondo, el abismo, abismo del mundo, abismo de la sociedad, abismo de la propia psique. Ese dar sentido (que fue al mismo tiempo encubrimiento del abismo) fue el papel que desempeñaron las significaciones sociales nucleares : las significaciones religiosas. La religión es a la vez presentación y ocultación del abismo. Lo sagrado es el simulacro instituido de lo sin fondo (por ejemplo, de la muerte). Esta ocultación es a la vez ocultación de la autoinstitución de la sociedad. Una sociedad autónoma se hace posible únicamente partiendo de la convicción profunda e imposible de la mortalidad de cada uno de nosotros y de todo cuanto hacemos; sólo así se puede vivir como seres autónomos. NOTAS 1. Un magma es aquello de lo que se pueden extraerse (o aquello en lo que se pueden construir) organizaciones conjuntistas en número indefinido, pero que no puede ser nunca reconstruido (idealmente) por composición conjuntista (finita o infinitas) de esas organizaciones

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b) La ZoNa AuTóNoMa UnIVeRSaL (Colectivo NPH Argentina)

"Un programa que sea claramente de izquierda o sea anticapitalista. (.) Al trabajador no le pagan cabal lo que es su trabajo, sino que apenas le dan un salario para que coma un poco y se descanse un tantito, y al otro día vuelta a trabajar en el explotadero, que sea en el campo o en la ciudad. (.) Al capitalismo lo que más le interesa son las mercancías, porque cuando se compran y se venden dan ganancias. Y entonces el capitalismo todo lo convierte en mercancías, hace mercancías a las personas, a la naturaleza, a la cultura, a la historia, a la conciencia. (.) Y resulta que el mercado, además de servir para comprar y vender, también sirve para esconder la explotación de los trabajadores. (.) El EZLN establecerá una política de alianzas con organizaciones y movimientos no electorales que se definan, en teoría y práctica, como de izquierda, de acuerdo a las siguientes condiciones: No a hacer acuerdos arriba para imponer abajo, sino a hacer acuerdos para ir juntos a escuchar y a organizar la indignación; no a levantar movimientos que sean después negociados a espaldas de quienes los hacen, sino a tomar en cuenta siempre la opinión de quienes participan; no a buscar regalitos, posiciones, ventajas, puestos públicos, del Poder o de quien aspira a él, sino a ir más lejos de los calendarios electorales (.) En la medida de nuestras posibilidades mandaremos apoyos materiales como alimentos artesanías para los hermanos y hermanas que luchan en todo el mundo". Citas de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Comité Clandestino Revolucionario Indígena Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. México, en el mes sexto, o sea en junio, del año del 2005. Colectivo Nuevo Proyecto Histórico [email protected] LA ZONA AUTÓNOMA UNIVERSAL: (Fragmentos del Autogobierno de la Multitud) "La clase trabajadora no tiene que alcanzar ideales sino liberar los elementos de la nueva sociedad con que la propia sociedad burguesa, vieja y decadente, está preñada". Carlos Marx. "Cuidado hombre blanco si atraviesas la zona roja / Territorio nómade, urbana selva Lacandona / Solidaridad, cooperación contra mando / Contra el viejo mundo construyendo creando // En tu barrio o ciudad construye la zona roja" Tema: Zona Roja. Hechos Contra el Decoro, febrero de 1997. "No hemos sido capaces de imponer nuestras decisiones y objetivos a esos mismos gobernantes que hoy están en la peor crisis que pueden confrontar. (.) hemos de abrir una amplia reflexión y debate en todos los barrios y comunidades de Cochabamba y del país, acerca de la necesidad de construir poco a poco nuestra propia capacidad de AUTOGOBIERNO, para impulsarla en la siguiente movilización. A nuestra inmensa fuerza de paralización del país, debe corresponder una grande y creativa capacidad de llevar a cabo nuestras decisiones más allá de las instituciones oficiales y de los partidos tradicionales que nos conducen una y otra vez al despeñadero. En esta ocasión esto ha comenzado a suceder con la

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ocupación de los pozos de hidrocarburos, de las plantas de Gas, de las Refinerías, la siguiente ocasión debemos ser capaces, también, de ponerlos a operar para bien de nosotros". Comunicado de la Coordinadora de Defensa del Agua y del Gas. Cochabamba, Bolivia, 1 de junio de 2005. "Habrá que coordinar a los productores para generar redes internas de abastecimiento popular (.) tejiendo lazos de intercambio horizontal por donde puedan circular las experiencias y quizás también productos, de manera de quebrar el predominio del mercado capitalista. (.) Proponemos no ser más anticapitalistas, sino comunistas. Trabajemos para establecer las bases de las comunas, ahora, no después". Profesor J, 9 de junio de 2005. "Arranquemos el sueño glorioso del comunismo a las mistificaciones jacobinas y a las pesadillas estalinistas; devolvámosle su potencialidad de articulación y de alianza entre la liberación del trabajo y la generación de nuevos modos de subjetividad. Singularidad, autonomía y libertad son las tres líneas de alianza que se anudarán sobre el nuevo puño levantado contra el orden capitalista y/o socialista. A partir de ellas podrán ser inventadas, desde el presente, formas adecuadas de organización para la emancipación del trabajo y la libertad". Felix Guattari. "Ese terrible monstruo, que es la racionalidad mercantil, el capitalismo, ese enfoque en donde hacer negocios, ganar dinero y pasar por arriba de los otros es realizarse, ser pleno, lograr la felicidad. Para entendernos, creo que el Mocase es un grito más, de miles, que dice que el capitalismo tiene que ser derrotado". Angel del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), julio 2005. "Sólo con la lucha popular habrá justicia". Frente Popular Darío Santillán, 5 de julio de 2005. 1) DEMODURA Y DICTACRACIA. No estamos ante la dicotomía entre sociedad de control o sociedad de vigilancia, sino ante una sociedad de control y vigilancia. La opción para el poder no es funcionarios o generales, sino políticos más militares. El capitalismo no es una sociedad del espectáculo o de la guerra, sino de la guerra como espectáculo y mercancía. La multitud no se enfrenta a la represión policial y la amenaza militar, sino, a la militarización de la policía y policialización de los militares. El capitalismo no es la dirección de lo político o del dominio de la guerra, sino, de lo político como guerra social encubierta y guerra militar al descubierto. No es sometimiento pacífico de la multitud o dictadura del capital, sino, demodura y dictacracia. Hoy el capitalismo, no se mueve recurrentemente, entre un corte abrupto del régimen democrático del capital, versus, la dictadura del capital; sino, entre la complementación capital-parlamentaria y el estado de excepción permanente. Lo político estatal, no sólo resulta, el universo de la política como guerra silenciada, pero por otros medios; sino que, además, el estado es la guerra sin disfraces, una anomalía militar normalizada como continuación de la política por otros medios. No es derecha o progresistas, sino progresistas de derecha y derecha progresista.

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2) EL CAPITALISMO COMO GENOCIDIO DE LA EXCEDENCIA. La Argentina hace treinta años que vive bajo el genocidio capitalista. Desde 1976 a 1983 se hizo desaparecer, torturó y asesinó 30.000 seres humanos y otro medio millón marchó al exilio. En la actualidad, y acá viene lo escalofriante, aquellos que carecen de dinero se los deja morir en la misma cantidad que hace tres décadas, pero ahora, en sólo un año. Pero hay más; en el mundo, ya no en ocho años, ya no en un año, sino que por día, se hace desaparecer por inanición la misma cantidad de habitantes: 35.000 personas. Dos terceras partes del globo pasan hambre. En los últimos 20 años hay muerto mas personas por causas evitables que en todas las guerras del siglo XX. Vivimos un mundo unipolar, un universo mercantil, ya sea como economía de los monopolios o como economía socialista del capitalismo burocrático de estado. Todas estas formas, cada una a su manera, forman el imperio. La ruina de la mayoría de la especie humana proviene de la misma causa: el trabajo que valoriza el capital a costa de la vida y la muerte de los hombres. El desempleo es culpa del empleo. No es una consecuencia no deseada sino su natural consecuencia. El trabajo para continuar valorizando el capital precisa de la desocupación. No es un daño colateral, sino su normal desenvolvimiento. Grandes y pequeños patrones, industriales y agrarios, comerciales y financieros, hipertecnificados y manufactureros, nacionales y extranjeros, progresistas y conservadores, multinacionales y patrióticos; todos, son responsables del genocidio capitalista. El capitalismo es una sujeción nacional y global donde el trabajo por un salario (y en su forma más amplia, el empleo y autoempleo intercambiable por moneda) produce ganancia; y reproduce, una y otra vez, día tras día, el calvario mundano de los hacedores planetarios. El mundo es un estado permanente de genocidio y "apartheid" universal. Entonces: ¡Cómo no llamar a la vida hecha mercancía, una relación social antagónica entre el capital y el trabajo! ¡Cómo no denominar al capitalismo un exterminio social de la multitud a gran escala! ¿Cómo los EE.UU. no van a militarizar la vida? ¿Cómo la Unión Europea no va a crear una nueva fuerza militar de despliegue rápido? Ambos se preparan, y refuerzan, para enfrentar a una multitud que los mantiene con vida, o los puede hacer colapsar. La expoliación, miseria y descarte del poder hacer, surcan los cuerpos de la multitud. Y aquellos que todavía gozan de un trabajo bien pago, padecen, la insubstancialidad de la vida en una sociedad regida por las reglas heterónomas del capital. Japón, la economía industrial más robotizada, resulta, al mismo tiempo, la que tiene la tasa de suicidios más alta del mundo. Treinta y cinco mil japoneses se matan por año. El suicidio, en las culturas mercantiles hipertecnológicas, es una forma inducida más de genocidio. (.) Mientras la acción directa, las insurrecciones, y la autonomía de masas no se organice como el poder constituyente que nace del hacer de la multitud, (sea en el altiplano boliviano y la ex Alemania del Este, en Haití y Somalia, en Costa de Marfil y Ucrania) mientras no salde esta deuda con ella misma; conviviremos, con una alta abstención electoral y con el voto cínico que apuesta al mal menor. Este es el precio que pagan los trabajadores, al no zanjar la disyuntiva, entre el poder constituido del capital versus el poder constituyente del trabajo. Entretanto, no pudiendo superar la relación social capitalista como poder político delegado en el estado; los electores y los no electores, seguirán meciéndose, entre la abstención, el sufragio conservador y el voto progresista. (.) Chiapas, Seattle, Génova, Niza, Cabila, Buenos Aires, La Paz y Kiev, muestran que la multitud está en movimiento. Algunos alterglobalizadores fantasean que otro mundo es posible en el capitalismo; y otros entienden que hoy el capitalismo es sólo guerra, precarización, subconsumo y muerte. Una relación social universal que no admite retoques reformistas. (.) El capital es cualquier cosa menos un enamorado de lo popular. Entre 2001 y mediados de 2002, las empresas se llevaron de la Argentina 27.000 millones de dólares. En los últimos doce años, de 1991 a 2003 (a costa de medio millón de desaparecidos por el hambre y el subconsumo de la

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multitud) los activos de argentinos en el extranjero, pasaron, de los 50.00 millones a los 120.000 millones de dólares. Por lo visto para la burguesía Argentina, la única patria, es el lucro a costa de salarios chinos y medio país en la miseria. El resto, no es más que palabrerío patriotero kirchnerista. Al tiempo que el gobierno nos dice que el combate al trabajo en negro será frontal, el empleo no registrado, es el más alto de la historia Argentina. (.) No hay marcha atrás del capital, sino contra su voluntad. Los empresarios se tecnifican cada vez más o perecen. Los países "prósperos" del imperio exportan la lucha de clases como guerra social abierta sometiendo por la fuerza nuevos territorios. Y aplazan todo lo posible la explosión de la lucha de clases, que se desarrolla en su casa, como guerra social encubierta. La producción de mercancías no tiene un fin autónomo. Su único fin es el lucro. Sin mercancía no hay inclusión del trabajo humano que valorice el capital. Para esto se produce bajo las reglas del capitalismo, ni más ni menos. El único sentido de la producción de los capitalistas es el incremento de sus ganancias. Aumentar el capital puesto en juego a costa de nuevo plusvalor humano. Todo lo demás es un adorno dispendioso. Miles de billones en militares y policías, leyes y coimas, clase política y noticias espectáculo; complementan un sistema social planetario que alimenta a una clase social parásita, que necesita subordinar: por la fuerza y por el consenso, con su estado de excepción genocida, representativo y mass mediático, el robo del trabajo ajeno. 3) EL LABORATORIO TELEFÓNICO. Los trabajadores también pueden ponerle un valor a su hacer. Un valor carente de toda media monetaria, un valor de uso. Un uso, goce y consumo del hacer sin valor dinerario. Una medida sin medida mercantil. Una medida que niega todas las medidas de la compra venta. Una medida del no trabajo. Una no medida del trabajo como valor de cambio. Un éxodo del comando patronal y un rechazo al trabajo mercantil. Su resultante colectiva, en todo caso, es la exclusiva medida del empleo necesario para que el sistema social anticapitalista funcione, el resto, sobra. La diferencia, el tiempo excedente, es trabajo para los capitalistas que queda abolido, y se transforma, en tiempo libre de trabajo. (.) Toda resistencia del trabajo contra el capital pelea por ser cada vez menos excedente y explotada. Pero disociada del resto de la multitud, no supera, ni puede superar por sí sola, al capitalismo como encadenamiento nacional y universal que se extiende más allá de la estrechez de las empresas de telefonía. Una sujeción planetaria constituida a partir de la violencia económica del robo del trabajo humano a cambio de dinero; expandida por la circulación de las ganancias acumuladas, proveniente del plusvalor en su forma monetaria a través del mercado financiero; y garantizada por la subordinación y el consenso del trabajo bajo la soberanía del estado, como una forma más, de la mercancía. Pero el universo capitalista se desarrolla en cada país capitalista. Los hacedores no esperan el momento óptimo para lidiar mundialmente contra el capital, sino que con su antagonía, crean los momentos propicios para vencerlo. El capital como universal concreto que se despliega en la Argentina, enfrenta la antagonía concreta de los trabajadores argentinos. (.) La disponibilidad del trabajo no es algo que sólo ataque a la fuerza laboral descartada por el capital por infravaluable o subvaluada bajo la forma del desempleo y la pobreza. Por el contrario, el excedente superproductivo de trabajo inmaterial es el "plus" de riqueza cooperante que carece de medida y del que no puede apropiarse el capital. En ambos casos, es un hacer inacumulable. Uno material y subproductivo; el otro, inmaterial e hiperproductivo. Uno es lo sobrante, lo innecesario del trabajo porque su valor está por debajo de la autovalorización maquínica del capital; el otro, porque está muy por encima de la acumulación de ganancias privadas. El trabajo supernumerario cuestiona las formas políticas de la mercancía que adopta

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el capital. Formas como el estado, que ya no responde a la nueva criatura constituyente proveniente de la carne y el intelecto del trabajador posfordista. La excedencia laboral, y el trabajo cooperante, son cualidades que llegaron para cortocircuitar todas las formas representativas del valor de cambio del trabajo: el sindicato del obrero masa, el partido único de vanguardia y el estado nacional. De ahí, las nuevas formas que adoptan los desocupados como movimiento piquetero; y del general intellect con las asambleas y los cuerpos de delegados, que se organizan mas allá, del sindicato legalmente reconocido. (.) Tengamos presente que la tecnología en manos del trabajo nos libera de la rutina del empleo; en cambio, en manos del capital destruye puestos salariales y aumenta en un grado superior la expoliación de aquellos asalariados que mantienen sus puestos. Siempre que los patrones incorporan nuevo trabajo muerto, en su forma de capital maquínico, es para ahorrarse sueldos y dominar más intensamente la subjetividad laboral. (.) Pero si hay algo que caracteriza a la antagonía de la multitud contra el estado y los patrones son los métodos de la autonomía: ocupación de las calles desplegando el conflicto en el espacio público; decisiones consentidas de manera democrática, horizontal y asamblearia; difusión de la lucha por medios propios; reclamo por la vía de la acción directa; y toma de empresas y edificios estatales. La multitud se reencuentra en la lucha. Mas allá del lugar que ocupe en la reproducción del sistema capitalista, la insubordinación, es constituyente de la nueva composición de clase de la multitud. Autoexprimidos, empleados y desempleados, van formando un todo común y singular al mismo tiempo. A partir de los propios intereses de cada sector van superando su visión fragmentaria. Una praxis estupendamente expresada por los compañeros de Zanón, cuando dicen, que la fábrica no es sólo de los trabajadores sino de todo el pueblo. Sin despreciar ninguna forma de rebeldía, el desafío, es desarrollar una basta composición de fuerzas anticapitalistas que se co-relacionen en la lucha; todas ellas tributarias de las diferentes experiencias organizativas. Hace falta combatir en todo el magma de significancias sociales. En el campo de lo simbólico, en el imaginario, y en el económico. En el arte y el estado, en las aulas y la prensa, en los barrios y las empresas. El reto no es crear "La agrupación" constituyente. Sino que, cada uno y una, cree su herramienta de insumisión. Pero como autonomía no es autismo, a partir de la voluntad de avanzar en conjunto, cada máquina de guerra podrá colaborar en instituir una red de redes de vínculos grupales, que convine, las diferentes afinidades del común. En ese intento está hoy la multitud, por cierto, no libre de tropiezos. Ningún grupo puede liberar a todos. Cada uno, y en conjunto, nos podemos emancipar de los capitalistas, el dinero y el estado; o de lo contrario, no habrá liberación del amarre social mercantil. Esta es una tarea para todo un movimiento de movimientos anticapitalistas, que reflexione críticamente, sobre lo hasta aquí hecho y lo que resta realizar. En el posfordismo, no hay subjetividad escindida de la objetividad. Ni cambio social parcial que sustituya un cambio social de raíz. Resistencia no es victoria. Dicho de otro modo, sin un área autónoma anticomercial no hay trabajo vivo independiente de la dominancia del capital como trabajo muerto acumulado. Pero ni aún así, esto reemplaza la necesidad de abolir social y completamente el trabajo como mercancía, como valor de cambio que adopta el capital en todas sus variantes: como salario y ganancia, interés y renta. Una subjetividad del hacer objetivada en lo hecho, que circula de manera ampliada en el mercado bajo el comando del estado. Una sociedad de la compraventa cuya clase privilegiada se opondrá con todas sus fuerzas para que la revolución social puesta en movimiento no termine con ella.

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4) AUTOGOBIERNO: UN MUNDO POSESTATAL. No hay una dialéctica insuperable entre espontaneidad y organización de la multitud. Entre inexperiencia y amistad. No se le puede reclamar a los que irrumpen que antes se hayan conocido y querido para poder actuar. En cambio, resulta vital que aquellos y aquellas que transitan hace un tiempo caminos similares, se conozcan, afiancen sus vínculos fraternos y se unan. No hay dicotomía entre insurrección y contrapoder, ambos, se necesitan para poder vencer. Las redes productivas, reproductivas y de consumo, de las que succiona su energía el capital, han sido creadas por una multiplicidad de hacedores de la vida. Sólo resta que se hagan de ellas de manera completa para comenzar con una nueva vida. Cambiando, de ser necesario, el sentido de la técnica capitalista; pero disfrutando de cada adelanto tecnológico considerado liberador del trabajo como yugo. Vida + tecnología, empleo de la existencia sin capital; trabajo vivo + trabajo muerto; pasado y presente; red y asamblea. La asamblea tiene un registro físico en el cuerpo a cuerpo de sus participantes, y otro de modo virtual por vía telemática. Cuando se edifica un poder constituyente con una perspectiva anticapitalista, antiestatal y antilucrativa, en diferentes puntos de una provincia, país y aún del planeta, los acuerdos se están produciendo y reproduciendo simultáneamente. Aunque nunca antes los actores sociales se hayan cruzado en sus vidas, millones, están participando de una causa común desde cada singular rincón del universo. Los nodos ya existen, la red de redes está puesta en marcha, su interconexión con sentido antimercantil, sólo depende, de la voluntad de la multitud antagonizando irreductiblemente al capital, para así, lograr, su emancipación universal. El asambleísmo constituyente no es un espacio social donde se recree la división entre hombre económico y hombre político. Donde el individuo social sea un productor de mercancías por dinero que trabaja de día, y se transforma en un sujeto que se dirige extenuado por las noches a crear la política asamblearia. De ser así, basta comprobar como la necesidad de venderse para vivir fue el enemigo más poderoso para vaciar asambleas en Argentina. Sin funcionamiento en simultáneo de lo económico, lo social y lo político, estaríamos sustituyendo la democracia representativa, por otra, más o menos participativa. Donde, como siempre, actuarán los mas conscientes, aquellos a los que le sobra el tiempo y los que viven del tiempo ajeno; por consiguiente, una minoría. Tiempo libre y tiempo político necesita integrarse en el nuevo tiempo social, del ocio y del hacer, de la multitud. Si se continúa persiguiendo la mercancía en cualesquiera de sus variantes, con economías cooperativas, ecológicas y solidarias, la democracia directa no dejará de ser más que una ficción. No alcanza con despedir al patrón de la fábrica. Donde no queda abolida la mercancía fuerza de trabajo de manera social, por más buenas intenciones que tenga la autogestión insular de sus participantes; el salario, el mercado, la moneda y cualquier variante de democracia delegativa como forma política de la mercancía, seguirá gobernando la vida de los asambleístas. (.) El poder nace del trabajo, nace del hacer. Entonces de lo que se trata es de desapoderar a los patrones para que no puedan seguir comprando el obrar de la multitud. El poder nace de la potencia de la creatividad, de la cooperación, de la producción material e inmaterial. Nace de la libertad y la igualdad. Nace de la dignidad y la fraternidad. Nace del odio de clase contra los capitalistas que disponen del trabajo ajeno. Nace del amor entre desheredados y exprimidos creando una nueva forma de organización social. Abolido el salario y la producción por dinero, y por lo tanto extinguido el capital; una multitud, origen, centro y resultado del hacer colaborativo; constituye, se autoconstituye y con-[forma] un nuevo poder constituyente. Consecuentemente, carne y conciencia, deseos y valores, instintos y energías, instituyen un poder autosoberano. Una multitud autogobernable. Un hacer autónomo de las mayorías. ¿Un territorio que no sea una nación? ¿Una federación de mujeres y hombres libres? ¿Una confederación que no esté integrada por países? ¿La unión mundial del agua, los minerales, la tierra, los combustibles y el trabajo? ¿Puede existir una organización institucional de la autonomía que no sea un estado? Autonomía, colaboración, autosoberanía, cooperación y autogobierno. Con estos comportamientos de la multitud, los viejos conceptos modernos de la delegación del poder popular, competencia entre razas y naciones, soberanía estatal, rivalidad religiosa y gobierno representativo, sufren un trastrocamiento histórico.

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La celeridad del ciclo posfordista desquicia todas las viejas temporalidades de los ciclos económicos que conocimos. Lo que le sobra por hiperproductivo o por subproductivo al capital, deriva en un estado de masas descartables. ¡Pero cuidado!, la excedencia no es sólo pobreza, sino una enorme riqueza inacumulable por los empresarios. El capital quiere absorber toda la vida para hacerla ganancia, pero no puede. Quiere que las redes cooperantes dependan exclusivamente de su comando, pero no puede. Quiere que el intelecto general, el cerebro colectivo de la carne de la multitud, se subordine únicamente a su lógica mercantil, pero no puede. Hoy el boicot al trabajo no proviene de una práctica exclusiva de los trabajadores, sino principalmente de los propios empresarios. Tienen que obstaculizar sistémica y sistemáticamente el instinto anticapitalista del común, o sea, mantener fracturada a la multitud y privatizar el conocimiento que surge de ella. Un saber que se procesa comúnmente y del que se desprenden logros comunes. En tiempos de paradojas posfordistas, el capital precisa la más plena libertad (para transformar la creación, pasiones, imaginarios, y formas de existencia alternativas del general intellect) para lucrar con ella y capitalizar lo inmaterial; pero la libertad absoluta lo mata. Necesita el mas férreo control para impedir la emancipación del trabajo, pero entonces la imaginación crítica, los deseos, y las nuevas formas de vida que lo alimenta; se mueren. (.) Exodo electoral, contrapoder y sublevación. Todos estos caminos tentativos son el fruto del mismo proceso de constitución de la multitud. Si el capital no sólo produce mercancías, sino que reproduce las mismas relaciones sociales que garantizan la producción de mercancías y la forma estado; la antagonía de la multitud, no sólo produce y reproduce al capital, sino que, también anticipa y desarrolla desde su autonomía la posibilidad de la sociedad futura anticapitalista. Una humanidad sin políticos y empresarios, sin división de poderes y moneda, sin estado y mercado. (.) Esta gigantesca transformación social de la que somos parte, esta mutación civilizatoria que involucra a todos; produce efectos instantáneos, movimientos subterráneos de largo alcance, obvias explosiones de rebeldía, y otras de consecuencias insospechadas que pueden terminar en revoluciones. Las victorias y derrotas de la multitud son permanentes, como las del propio capital. Acumulación de agravios, acontecimientos, rupturas, y procesos sociales de largo aliento, todo en uno. La multitud actúa en la epidermis social y subyacentemente en el novedoso imaginario en gestación. Sus nuevos significantes sociales radicales, se incuban, fuera de la mirada de los mass media y eclosiona en el territorio. Por momentos resulta incomprensible su dinámica intempestiva y demoledora y su proyección social de consecuencias impredecibles. En la era de la subsunción real del trabajo en el capital, de la inclusión del hacer en el mercado, de la sociedad productiva en la matrix; "la pax democrática" (como dominio consensual de los patrones sobre los trabajadores) es una "rara avis", una especie exótica. Por eso, ante cada ajuste del torniquete para incrementar las ganancias empresarias y consolidar su dominio, detonan, conflictos múltiples en las diferentes fracciones de la multitud. Retiro de planes asistenciales, encarcelamiento de los luchadores sociales, negativa de aumentos salariales, peores condiciones laborales, confirmación de la impunidad de ayer de los genocidas con uniforme, y la actual inmunidad de los genocidas silenciosos del capital-parlamentario; todas estas afrentas contra la multitud, se transforma en una apuesta del capital de difícil concreción ante la antagonía del trabajo. El poder, el estado, la política es una relación social, no una cosa. La coacción del poder sin hegemonía social sobre las masas, como puro dominio de la fuerza desnuda del capital por intermedio del estado, como manifestación excluyente del poder político contra la multitud, profundiza las grietas del suelo social; haciéndolo cada vez menos sólido. Lo que caracteriza este tiempo histórico es la inestabilidad y lo antiteleológico del proceso de lucha. Como nunca en 20 años, los capitalistas no tienen comprada la historia. Por cierto que tampoco la multitud. Pero justamente, este incierto desenlace del movimiento humano en su conjunto, es lo que permite que lo aparentemente macizo del dominio capitalista se tambalee, y lo potente de la fuerza de trabajo se consolide como poder autónomo del capital. Por supuesto que los conflictos no son lineales. Se están desarrollando al interior del magma de significancias sociales dominantes que intenta reabsorberlo, al mismo tiempo, que pujan por su independencia de todo lo conocido. Si el poder está en el trabajo como vínculo social, entonces, la potencia del hacer es una fuerza política. La plusvalía nunca se realiza como ganancia privada dentro de las cuatro paredes de la empresa. No es un vínculo personal obrero-patrón. Por eso por más que se expropia, esta o aquella empresa, la que sigue comandando a la unidad okupada es la relación social capitalista que la trasciende. Aquellos que dicen lo contrario, que construyendo nuevos vínculos personales y grupales (sin un área social autónoma libre del estado, del mercado y de la moneda) se están liberando del capitalismo; mienten o se autoengañan. La liberación del capital será social, como social es la moderna esclavitud al servicio del lucro empresario. De

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lo contrario, no habrá liberación de la especie humana de los parásitos capitalistas. La redención de la energía colectiva expropiada por los patrones precisa emanciparse socialmente para recuperar el dominio de su destino. La política es una fuerza común creativa. La carne del trabajo es lo que produce y reproduce la vida social, lo que actualmente se entiende por economía política de las relaciones sociales capitalistas. En cambio, las redes universales autogestivas del común, aboliendo lo económico como ciencia y función diferenciada de la especie; ubica a lo social, lo económico y lo político como el origen, medio y fin de la multitud en permanente transformación. Una nueva relación social. Un poder constituyente perpetuo. La tensión entre la división del trabajo y la forma de relacionar lo hecho con la mediación de la mercancía; es decir, el hacer de los trabajadores fracturado por el capital, una forma de vínculo que une separando; se enfrenta, a la antagonía del mundo del trabajo y a su propia unidad que aspira a separarse de la mediación de la mercancía que mantiene con vida el dominio del capital. Los patrones unen a la sociedad dividiendo a los trabajadores, inversamente, los trabajadores se reencuentran separándose del lazo que le imponen los empresarios. Si el capital no amplía la colaboración del intelecto general de masas como cerebro colectivo de la multitud perece. El desarrollo cooperante del general intellect es una fuerza valorizante del capital, pero también, es su potencial sepultura. Si no segmenta la unidad del trabajo inmaterial bajo la forma de la mercancía, como valor de cambio y trabajo por dinero; el hacer como valor de uso tiende a unificarse bajo la cooperación, sin necesidad, de mediación alguna. Recobrando el puro uso sin valor, que beneficie el libre usufructo y consumo del trabajo de cada cual; según lo que necesite cada quien. Un hacer recíproco sin ninguna prestación monetaria a cambio. Fin del valor de cambio, del trabajo abstracto y de la mercancía. Fin de la comercialización, del capital como trabajo muerto y del estado. Reinado del valor de uso, del trabajo concreto, del libre beneficio sin la mediación de la mercancía dinero, recuperación de las máquinas como trabajo muerto acumulado puesto a disposición de toda la multitud, y un nuevo poder constituyente. Un mundo de redes autogestivas que unifica sin masificar. Que reúne sin uniformar. Que articula singularidad y comunidad, lo objetivo con lo subjetivo, lo económico con lo político como potencia de lo social. (.) Argentina está nadando en riqueza mientras millones se ahogan de hambre: el PBI del 2004 creció otro nueve por ciento y el superávit fiscal fue de 17.000 millones de pesos. Se pagaron 10.600 millones de pesos entre capital e intereses de la deuda externa, y otros 2.000 millones de intereses de los títulos que no están en default. El ahorro fiscal fue del 6,2 % del PBI, y el superávit del Banco de la Nación Argentina ha sido del orden de los 900 millones de pesos. El superávit comercial de 2004 es de 12.000 millones de dólares y la inversión creció un 35 por ciento. (.) Un mundo poscapitalista es una demanda y una práctica de la propia multitud. Un mundo donde el trabajo excedente del capital, que no puede ser disciplinado directamente por el hambre y la guerra, no les deja más opción a los empresarios que, mientras no los pueda arrasar; tolerar las redes de autoconsumo y una reproducción simple del capital en su variante cooperativa. Formas de gestión social, que por otro lado, no constituyen nuevas relaciones sociales antagónicas y anticapitalistas. Sino que son variantes personales y grupales que no confrontan con la hegemonía de la ley del valor. (.) No provendrá de la reedición de ninguna nueva forma de socialismo, así sea posestatal y en red, la que termine con la expoliación de unos hombres y mujeres por otros. En todo caso un área autónoma global, otro mundo, una coordinación interplanetaria, una composición de nuevos territorios autodeterminados; para evitar retornar a los dominios mercantiles, precisa, fundar un universo pos-estatal, pos-nacional y pos-dinerario en cualquiera de sus formas. Sea capitalista o sea socialista. Conformando una nación de naciones, un país común compuesto por los territorios singulares emancipados del capitalismo. Un país red. Un área país. Una zona común integrada por las porciones secesionistas de cada nación. En vez de una asociación de comercio libre, una asociación libre de comercio. Un área libre sin comercio. El fin de la nación, los países y el mundo como hoy lo conocemos. Una tierra compuesta por unidades productivas cooperantes, retazos de barriadas, porciones de provincias, condados y regiones, y aún países completos que se separan del viejo mundo. Pero integrando todos juntos un territorio común como

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parte del nuevo mundo. El sureste mexicano con sus caracoles; el Alto Boliviano con sus quinientas juntas vecinales en las que está organizada una multitud de 800.000 mil habitantes; los miles de hectáreas okupadas en Brasil por el Movimiento de los Sin Tierra; las comunidades indígenas del Ecuador y Perú; las urbes argentinas donde las brazas del "Que se Vayan Todos" le quema la nuca a la clase política, las redes piqueteras de autoconsumo, las asambleas que resisten, y las 12.000 trabajadoras y trabajadores de empresas recuperadas argentinas; los laboratorios sociales del precariado en Inglaterra y España, Italia y Alemania; media Ucrania; las aldeas independientes de Argelia; las multitudes nigerianas y de Costa de Marfil que buscan recuperar sus recursos naturales; y el millón de menesterosos haitianos de la villa Cité-Soleil que están enfrentando la ocupación de la ONU. Estas y otras miles de prácticas invisibilizadas por los grandes medios, pero no por ello menos existentes, socavan al imperio y fundan el nuevo mundo de la multitud desde las propias entrañas del capital. Que es igual que decir, desde las propias entrañas del trabajo que lo sostiene pero que antagoniza con el capitalismo para independizarse de él y articularse mas allá de su dominio. Esto no significa que se combata por liberar todo el territorio nacional donde esté asentada cada experiencia donde se confronta al capital. Ni que no haya que concluir con el poder dominante. Ni que la autoorganización niegue la antagonía contra el capital, que por otro lado, no se podrá evitar porque ninguna clase dominante se suicida. Autonomía no es atomización ni autismo. Ni el éxodo del capital es la reedición posmoderna de la isla de Robinsón Crusoe. Tampoco significa que se desprecie la reivindicación por mejoras salariales y más presupuesto estatal en beneficio de la multitud, mientras el asalariamiento y el trabajo por dinero, sea la forma dominante del corsé social. (.) Todas y cada una de las luchas resultan valiosas y necesarias. La particularidad de cada una de ellas, debe servir, para potenciar lo común que la multitud tiene como clase. El desprecio a ser los esclavos modernos de otros hombres, la conquista de la más plena libertad, el amor por la igualdad humana expresado como la ontológica diferencia de cada persona, y la autosoberanía del trabajo que no precisa de ninguna mediación estatal y mercantil para autogobernarse. Lo común en lo singular y lo singular en lo común. La democracia de la multitud como proyecto posible y concreto. La resistencia se transforma en una suerte de asedio y éxodo. Asedio contra los intereses capitalistas y éxodo mas allá del capitalismo. Pero también al revés. Se resiste para retener y ampliar lo conquistado, mientras se produce el asedio del propio capital para demoler y cooptar cada experiencia de éxodo. El asedio es mutuo entre el trabajo y el capital. Como bifronte y recíproca es la relación social antagónica que constituye el imperio. El capital combate cada expresión de emancipación social por más pequeña que sea. Al mismo tiempo que, cada una de ellas, entrelazándose con otras que actúan fuera de sus fronteras geográficas se autodefienden mutuamente del enemigo común: Los empresarios y sus estados. Y todos los dispositivos del imperio: las burocracias sindicales, las ONG´s sistémicas, las personalidades que viven a costa de los que luchan, los movimientos sociales meramente reformistas, los saboteadores de la contrainformación, las nomenclaturas religiosas, los comunicadores de los mass media, los partidos del sistema en cualesquiera de sus variantes, los policías, jueces y militares. Una red de redes comunitaria y antimercantil. Una red sin nodo central ni núcleo rector. Una bandada que desquicie todos los aparatos de captura de la insumisión. Que impida que las fuerzas del orden puedan concentrar su maquinaria bélica en un solo punto. Una resistencia que se defiende expandiéndose y no acantonándose en ningún baluarte particular. Donde cada unidad bioproductiva y cultural de trabajo humano liberado, cuente con los recursos naturales, tecnológicos y de infraestructura de todo tipo, en cada una de sus latitudes. Para todos, todo. Donde cada individuo social entienda que lo propio es fruto de lo común, y el fruto de lo común es propio. Que lo de todos es producto del esfuerzo de cada uno. Y lo de cada uno resulta una realización de todos. Donde la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y distribución, no impide, el respeto de la propiedad personal obtenida por el esfuerzo individual como parte de un trabajo colectivo. Donde persona, grupo y colectividad, no se superponen, ni se homologan; sino que se complementan y diferencian. Este es un nuevo mundo de singularidades. Una identidad geográfica y social, compuesta, por múltiples identidades sociales y geográficas. Un mundo de los comunes donde quepa cada uno de los nuevos mundos singulares. (.) En Chiapas hay buen café, pero sobre todo hay una ética del hacer que no quiere perecer triturada por el invierno mas

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crudamente mercantil que domina el mundo, al ampliar el intercambio de lo que hace en los caracoles con empresas dominadas por el lucro capitalista. Una tensión que afrontan los zapatistas entre: no condenarse al autoconsumo, y disponer de un excedente que no sea utilizada para una acumulación originaria de capital que demuela todo lo hasta aquí tan arduamente conquistado. ¿Que pasaría si lo que excede de la creatividad autodeterminada de cada nodo de la resistencia, pudiera disponer, de los sobrantes que tengan otros nodos anticapitalistas? Si los bienes materiales se complementasen, sin mediarse por la moneda, con los bienes inmateriales de cada zona liberada en América Latina y el mundo entero. Si una basta zona pública y no estatal, mundial pero no globalizada por el capitalismo, se abasteciera recíprocamente a partir de lo que produce cada nodo productivo y cada talento, cada obrar intelectual y manual, cada sueño insumiso y cada pensamiento. Si fueran parte, en cada una de sus partes, de un mundo de muchos mundos en continua expansión. Y como tal, el mejor mecanismo de defensa que preserva y prolonga las nuevas relaciones sociales anticapitalistas de cada territorio emancipado. Si la palabra solidaridad tiene algún sentido superior a la hipócrita caridad burguesa, es a partir de un hacer, un imaginario, y una voluntad reflexiva en común. Una biopolítica anticapitalista, es decir, el reencuentro de la vida con la política mas allá de lo político estatal; la fraternidad entre oprimidos con la antagonía a los opresores; la riqueza social con el fin del mercado. Una nueva relación social entre la naturaleza y la humanidad rebelde, entre la palabra y los cuerpos, el hacer y el pensar, las manos y el cerebro, entre los afectos con la ética. Un proyecto universal anticapitalista entre los cuerpos de la multitud como cerebro colectivo del intelecto general de masas. (.) La línea roja de los conflictos por venir, es la línea de excedencia del trabajo. Para decirlo de otra manera: la profundización del combate anticapitalista, detona en un caso, ante un desempleo estructural, permanente y sistémico, en función de un trabajo inacumulable por improductivo. Y por el otro, ante una mayor precarización, polifunción y despidos, por un trabajo inacumulable para el capital por hiperproductivo. (.) Excedentes no son únicamente los indigentes que le sobran y descarta el capitalismo. No son simplemente los inempleables por un salario. Excedente es también el trabajo hiperproductivo. Excedencia no es solo pobreza, sino también riqueza. Excedencia es potencia. Al capital cada día le sobran más de las dos cosas. No puede acumular toda la riqueza del trabajo y para no desvalorizar el capital puesto en juego, y poder seguir midiendo en tiempo y moneda la fuerza viva del hacer, expulsa a los empleados sobrantes. El capital hace agua cuando el trabajo está muy por encima de su capacidad de acumulación de valor y también cuando está muy por debajo. Al capital le sobran asalariados. Es mucha potencia la que debe descartar para no colapsar. Por eso el posfordismo mantiene sobreocupados y subocupados a los que ganan un salario, y desemplea al resto. Por eso precariza a la mayoría y tiene en estado de infortunio latente a toda la multitud. (.) Si el posfordismo es, entre otras cosas, el reinado de la multitud que implica y desborda al trabajador asalariado; Si la sociedad toda de la producción, reproducción y circulación del capital queda atrapada en la mercancía al mismo tiempo que la excede; Si la fábrica ha sido desbordada como lugar privilegiado de la producción de ganancia privada y el conflicto de clase; Si cada vez se difumina mas la línea que divide tiempo de trabajo con tiempo de vida, entonces, el conflicto de clase está en todos lados y existe todo el tiempo. En el barrio y la fábrica; en la escuela y los campos; en el piquete y la asamblea; en la facultad y en el arte; en el ciberespacio y el estado; en el corte de ruta y la toma de empresas. En el escrache a los torturadores de ayer y en el escrache a los asesinos del gatillo fácil de hoy. En la memoria histórica de los caídos por luchar en los '70, en las víctimas asesinadas desde 1983, y en la lucha del presente, como ejercicio anticipatorio de la memoria del mañana, por los caídos bajo el hambre capitalista de hoy. (.) Si el capital busca transformar todo en mercancía, toda antagonía contra el capital autovalora a la multitud y desvaloriza a los patrones. Si la educación y la salud, el lenguaje y las ideas, el universo simbólico y deseante; tienden a transformarse en

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valor, toda insubordinación discursiva y afectiva (todo acto de contracultura y contrainformación, toda expresión artística contra el imaginario y el discurso dominante del poder, todas las redes inmateriales que tejen los cuerpos resilientes) resultan dispositivos afectantes contra el capital, y efectivas formas de resistencia. Todas y cada una de ellas, constituyen un muestrario de las distintas maneras de combatir al capitalismo. Ni mas ni menos valioso que cualquier conflicto gremial. Si el capital no pudo arrasar la resistencia después del argentinazo, la masacre del Puente Pueyrredón, y los crímenes en el boliche Cromañón; es, entre otras razones, porque ella no se recluye y acantona en las empresas y el estado que invisibiliza y reabsorbe las luchas. No queda oculta detrás de los muros patronales sino que se desliza por todo el territorio social del espacio público. Una insubordinación que resulta acompañada -o directamente protagonizada- por cronistas de su propia resistencia; por una red de videístas contraculturales en estado de rebelión; fotógrafos y periodistas independientes que aborrecen de las leyes heterónomas del capital; revistas y radios comunitarias insurrectas; TVs piqueteras y páginas digitales insumisas. Medios en lucha y en medio de la lucha. Medios de lucha y para la lucha. No son únicamente observadores implicados con la realidad combatiente de la multitud, lo que no sería poco, sino que ellos mismos son la multitud que actúa con sus imágenes tiernas y candentes, y sus voces y palabras, crudas y bellas. Una multitud que, mostrándose y mostrando se autoprotege. Y recíprocamente, colabora con el cuidado de todos aquellos que expresan su hartazgo y vocación de cambio de todas las formas posibles. Un registro de la insumisión que rebasa el papel del intelectual y la artista comprometida con su pueblo de las décadas del '60 y '70. Que disuelve la vieja frontera entre observador y observado, entre sujeto analizante y objeto de estudio, entre cronista político y militante social. (.) Que pasaría, si en cualquier país, incluso la Argentina, una provincia se autonomiza anticapitalistamente del control estatal. Se dirá que el poder militarizaría la región y acontecería la más brutal represión. ¿Pero acaso creemos que la multitud se quedaría impávida contemplando como se bloquea y devasta la posibilidad de conquistar finalmente la más plena libertad? ¿Quizá esto, no aparejaría, la solidaridad de la multitud en otras provincias y aún de otras partes del mundo? ¿No será, que tal vez, millones en el planeta están esperando un acontecimiento con estas características para hacer lo mismo? ¿Y porqué no pensar que en vez de defender exclusivamente el bastión insumiso, en cambio, otros nuevos bastiones surgirían en el mundo entero como un medio de defensa cosmopolita? ¿O qué, para defenderse mutuamente, los cientos de nodos municipales y regionales, barriales y comunitarios; unirían sus recursos para potenciarse recíprocamente desde cercanos y remotos lugares donde estalle la autonomía constituyente? No hay un manual del doble poder aplicable, indistintamente, para todos los tiempos y para todos los países. Del mismo modo que el capitalismo como modo de producción se revoluciona o perece, la nueva ciencia del antagonismo es respeto por los que nos precedieron y, al mismo tiempo, tozuda creación. En Irak, donde el imperio lleva al paroxismo la conquista política como guerra; la mejor defensa para la victoria de la resistencia iraquí está en cada resistencia mundial que obliga al capital, y a todos sus estados, a desenvolverse en un conjunto de territorios. Impidiendo la concentración de las fuerzas represivas en un solo país. Del igual forma, la mejor defensa para los insubordinados en cada rincón del planeta son lo insurrectos iraquíes. Una intransigencia que le está enseñando a la mayor máquina de muerte capitalista de todos los tiempos que, contra una multitud decidida, consecuente y organizada descentralizadamente, no hay tecnología bélica suficiente que pueda terminar de someterla. (.) Por consiguiente, ¿Quién le teme al anticapitalismo? Los pequeños capitalistas que (por convicción o desesperación, por su propia voluntad o por la ruina inducida por el sistema mercantil) respeten la auto-nomía, las nuevas normas que instituya la multitud del poder constituyente, no tienen nada más que perder, que las llaves de los grilletes que encadenan a la multitud al martirologio del hacer por dinero. En cambio, si lo que prima en estos patrones, como en todos, es la acumulación de capital como poder social, su reproducción como clase dominante a costa del dominio de los más, la compra del trabajo por un salario para perpetuar y engrosar su fortuna; de ser así, tienen que prepararse para la oposición irreductible de la multitud a su egoísmo, intereses y prepotencia. Y enfrentarse a una polifacética rebelión social, que despunta y recorre, todo el globo terráqueo. No se trata de una guerra de clases entre la amabilidad y las buenas razones de la multitud, y la perversidad y la falta de voluntad de los capitalistas. El cambio social no apela a la conversión de los patrones, ni es un catecismo de pobres para

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ricos. Tampoco se trata, del buen o mal burgués; mas allá de los componentes sádicos agudizados por el sistema capitalista para perpetuarse a toda costa como lo demuestra la guerra en Irak. Para la multitud, su emancipación social no es un tema fundamentalmente ético, sino ontológicamente carnal. La materia quiere ser libre y el capital se lo impide. Los capitalistas no son de por sí malévolos, si bien, los hay unos mas abusadores que otros. En todo caso, la ética de los empresarios, es una ética del robo legalizado. Todos los patrones son delincuentes. Roban y acumulan el trabajo ajeno, o de lo contrario, desaparecen como capitalistas. Esa es la naturaleza del capital y su inherente violencia. Explotar humanos, y de ser necesario, expulsarlos al desempleo para que no decaigan sus ganancias. El lucro privado jamás admitirá la real igualdad y libertad de los hombres, de lo contrario, se acaba el capitalismo. La fraternidad entre hombres y mujeres, iguales y libres, jamás será conquistada, sin concluir con la sociedad capitalista del dinero. La reproducción del capital es un vínculo social y no personal. Posee dimensiones universales y no nacionales. La relación capital-trabajo tarifada en dinero, también impide, que el socialismo sea un sistema antagónico al capital. Un paradigma, que no es más, que una forma de gestión estatal planificada, o una autogestión insustancial como en la ex Yugoslavia, de la fuerza de trabajo. Un modelo de reproducción social, que nunca logró superar, la mediación del hacer por dinero y la abolición del estado y el mercado. Por más buenas intenciones que tengan sus participantes, las valiosas nuevas relaciones personales, no sustituyen, la abolición de las viejas relaciones sociales. Evitando el estancamiento de los experimentos autogestivos que se den: desde un barrio a una fábrica; a una interbarrial de asambleas de democracia directa y una red de empresa recuperadas; de una región con poder constituyente a una nación liberada; y, en cambio, afianzando esos nodos con nuevas relaciones sociales de producción, distribución y consumo anticapitalistas. Ninguna administración del hacer por dinero, sea cooperativa y socialista, que se desarrolle en una, o en un conjunto de unidades productivas, sean tierras o empresas; tiene mas destino, que la competencia y el subconsumo. Por lo tanto, escapa a la mera voluntad de cada pedazo de tierra recuperado, cada red de consumo solidario, cada empresa bajo gestión obrera directa, controlar el conjunto de relaciones mercantiles de las que son parte. De lo que se trata es de hacer "un mundo nuevo". Es decir, hacer un mundo "a nuevo". De constituir un territorio de territorios, un espacio multinacional como sinónimo de posnacional, público pero no estatal. Una autonomía institucionalizada en comunas asamblearias; o en redes cosmopolitas productoras de bienes y saberes, creatividades y servicios, arte y afecto, para su propio uso y consumo. Cuyos excedentes productivos resulten empleables para satisfacer a los nodos que carezcan de ellos, y sean libremente utilizables, por quien los necesite. Para ser acopiados, pero no acumulados, como trabajo muerto formador de ganancia. Impidiendo que luego sea puesto en circulación, para que se reproduzca como capital, a partir de un nuevo trabajo vivo. Un ahorro antimercantil en aquellos territorios donde sobra la producción de algún bien inmaterial y material. Cosas, servicios y su sobreabundancia, puestos a disposición de todos y todas los integrantes de una zona universal liberada del lucro. Una red de redes que compone un nuevo mapa que todavía no está dibujado formalmente en el planisferio. Donde no rija un valor de intercambio como el dinero, ni ningún sucedáneo premonetario como los créditos del trueque, que asesina, a la criatura anticapitalista en pleno nacimiento. Un hacer autogestionado de manera generalizada y sin mediadores estatales. Una creación que no es trabajo obligatorio sino vocación libremente elegida. Articulando lo diferente de cada historia personal pero uniendo lo común de la rebelión de la multitud. Este es un proyecto que no tiene nada de quimérico. Y que, por el contrario -por la voluntad y el deseo, la imaginación y la lucha, el trabajo y la organización de la multitud- ya ha comenzado, aquí y ahora, su desarrollo autónomo. De maneras muy diversas, con torpeza y lucidez, generosidad y narcisismo, tropiezos y logros, desafiando al genocidio planetario del capitalismo. (.) Los hacedores no tienen porque rescatar a los capitalistas que son sus verdugos. En las cadenas de "fast food" argentinas el sueldo por hora, del capitalismo en serio de "K", es más bajo, que en las multinacionales. En los supermercados nacionales el régimen laboral es tanto, o mas despótico, que en las cadenas extranjeras. No es una cuestión de raza y nacionalidad, sino

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una cuestión de clase. Tuvieron tres años para acumular nuevo capital con el sudor de los argentinos y, ni siquiera así, fueron capaces de asalariar a todos sus siervos por arriba de la línea de la pobreza. Es más, ni mínimamente lograron el pleno empleo a costa de salarios infrahumanos. El posfordismo no tiene marcha atrás. Apenas paradas intermedias cuando la multitud lo atasca con su lucha. Pero si no concluye con la relación social que constituye la transformación del hacer en trabajo, el plusvalor en mercancía, y la compra venta de cosas y servicios en capital; sino se termina con todo esto, el mercantilismo sigue profundizando su rumbo de hiperexpoliación y excedencia de trabajadores. (.) Los capitalistas de cabotaje están atenazados por las demandas de sus trabajadores y por la competencia mundial. Saben que se acaba la paciencia de sus empleados. Saben del hartazgo por los salarios (hindúes y brasileños, chinos y coreanos) que abonaron por tres años. Además, mientras la subordinación de otros trabajadores en el resto del planeta así lo permita; siempre habrá otros capitalistas que pueden pagar sueldos más bajos y que tengan mas capital fijo que ellos para producir, en menos tiempo, más unidades y más baratas. (.) Con todas sus virtudes y errores, las okupaciones y expropiaciones han sido, y son, una buena enseñanza para lo que viene. Los métodos apropiatorios sobrevuelan, potencialmente, todas las empresas capitalistas. Si la okupación para resistir y producir del 2001, fue el paso previo, para que durante tres años otros las emulen; las próximas ocupaciones de PyMEs y multinacionales, constituirá, "un plus reapropiatorio". Repotenciado la puesta en funcionamiento de un circuito recuperador más amplio de valor de uso. Extendiendo el área social de una red de redes de empresas bajo la gestión directa de sus empleados. Disponiendo mutuamente, las viejas y las nuevas, de más bienes y servicios. Ensanchando un territorio social que facilite, cada vez más, actuar mas allá del universo de la compra venta. Sobrepasando, de esta forma colectiva, la lógica cooperativa capitalista. Esto sin poder descartar un proceso antisistémico, más vasto y profundo, que dispute contra todo el orden estatal y mercantil vigente. Destituyendo al poder, e instituyendo en su lugar, un nuevo poder constituyente de la multitud. Las líneas industriales de producción robotizadas, cada vez más, necesitan menos trabajo obrero para funcionar. La tecnología del posfordismo aplicada a la agroindustria reemplaza el trabajo que antes hacían millones de obreros agrícolas. Las cadenas de reproducción de trabajo inmaterial, como las comunicaciones, prácticamente andan solas. Cada vez se precisa menos trabajo vivo para mantenerlas en funcionamiento. ¿Por cuánto tiempo mas el hombre tendrá que operar un robot, haciendo lo que hoy llamamos trabajo, en vez que la tecnología trabaje para la multitud? ¿Qué dificulta que los mayores avances maquínicos provenientes de la inteligencia humana, nos libere del trabajo, sino es la necesidad de ganancia que estira la jornada laboral para reproducir y autovalorar al capital como tecnología empresaria? ¿Quién lo impide, sino no son los patrones, los "gordos" de los sindicatos, y el estado? La reapropiación, como gestión obrera directa de comienzos del siglo XXI, dio la primera campanada emancipatoria del trabajo. Se expande después del 19 y 20 y nunca fue interrumpida desde entonces. El conflicto telefónico demostró, que la toma de edificios, no se queda en las empresas quebradas y en la resistencia de la emblemática Zanón. Los ecos de las coordinadores interfabriles de 1975 de la clase obrera fordista, los fantasmas de intelectuales y artistas comprometidos con su pueblo, la pasión heroica de estudiantes de izquierda y los tormentos a los delegados villeros, la entrega de cientos de miles de revolucionarios, todos ellos: despedidos y exilados, torturados y asesinados en los ´70, y aquellos sobrevivientes que no se resignaron y continúan luchando por un mundo nuevo; vengándose de la historia, hoy, se corporizan en la autonomía y la antagonía del trabajador posfordista: en las nuevas desobediencias sociales y acciones directas, imaginarios antisistémicos y expresiones artísticas rebeldes, insurrecciones y okupaciones, piquetes y asambleas. Cuándo la multitud decida sobre la nada de la condición parasitaria capitalista y del todo de su hacer autodeterminado; los empresarios, el mercado y el estado tendrán porqué temer como nunca en los últimos treinta años. Ninguna lucha fue inútil. Ningún agravio contra el pueblo quedará impune. A partir del ajuste de cuentas con el pasado, que haga la multitud en el presente, podrá conquistar en el futuro su tan anhelada victoria. 7 de julio de 2005.

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Colectivo Nuevo Proyecto Histórico. - La ZoNa AuTóNoMa UnIVeRSaL –

c) Después de Marx, autonomía

El siguiente texto ha sido traducido del inglés, tomado de la página de Class Against Class: www.geocities.com/cordobakaf/index.htm. No tiene fecha pero por el contenido y el contexto podemos situarlo en la década de los 70 más o menos.. Bonnano El camino que el proletariado tiene en frente está bloqueado: partidos reformistas, sindicatos y patrones se han coaligado para obstruir cualquier crecimiento en el nivel de lucha, o cualquier conquista que pudiese llevar a una transformación revolucionaria de las relaciones de producción. El proletariado tiene sólo una alternativa: la de construir el comunismo directamente, pasando por encima de las estructuras burocráticas contrarrevolucionarias. Para hacer esto nosotros debemos proporcionar análisis de, y realizar en la práctica, los elementos organizados por la base al nivel de la producción: los núcleos obreros autónomos. Estos núcleos no deben, en nuestra opinión, ser confundidos con la compañía, la fábrica, etc., sino que su concepto debe ampliarse hasta una visión global de la fábrica, el área de residencia, la escuela y la tierra. Dentro de esta globalidad, la idea de la autonomía debe ser reinterpretada por la clase obrera y vinculada a la autonomía de cada individuo, elemento de referencia y corrección constantes de cualquier tendencia a construir la anterior a costa de la última. Aquí, la acción de una minoría que ha adquirido una conciencia revolucionaria tiene su lugar: para señalar los peligros de burocratización siempre presentes, cualquier involución hacia el control de la lucha por una minoría, ciertas tendencias corporativas intrínsecas al movimiento obrero y todas las demás limitaciones que siglos de opresión han desarrollado. Su tarea, muy delicada, es, por consiguiente, la de fundir juntas la lucha y la organización, uniéndolas en la praxis diaria. Esto requiere de claridad analítica, para que la segunda se mantenga dentro de los límites de utilidad de la primera, y para impedir que su esencia autónoma sea destruida por el aspecto organizativo, dejándole sólo el nombre. Tampoco es despreciable, por último, el trabajo de la minoría activa concerniente al problema de conseguir información, elemento esencial para la emancipación de las masas trabajadoras y para su control sobre los elementos necesarios para su liberación: la demolición de todos los poderes constituidos y la gestión comunitaria de los medios de producción. Si una vez se pudo confundir la posibilidad de la revolución con la simple expropiación de los medios de producción (sobre lo cual descansa hoy la ambigüedad marxista), nosotros sabemos ahora con certeza que los burgueses mismos están dispuestos a transformar sus títulos de propiedad de tal modo que la explotación pueda continuar bajo otra guisa. El pasaje "suave" al socialismo de Estado es la perspectiva más ampliamente difundida entre los círculos "progresivos" de la burguesía. Contra tal perspectiva la clase obrera debe construir los medios necesarios para la lucha y para la reapropiación de una perspectiva revolucionaria. LA AUTONOMÍA DE LA CLASE OBRERA La individuación analítica de la "clase" obrera es un problema complejo. Normalmente, a los camaradas les gusta referirse incluso al más sofisticado de los análisis marxistas, saliendo al paso de toda posible glorificación, afirmando que ellos intentan limitar el "uso de Marx" a lo estrictamente indispensable (usualmente identificado con el análisis económico) para la construcción de la verdadera perspectiva libertaria de la autonomía obrera y de su lucha.

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Francamente, yo nunca he podido hacer tanto. Quizás por razones derivadas de mi profunda aversión a la metafísica, y quizás, dado el carácter de mis estudios, he aprendido a descubrir el olor a metafísica desde mucha distancia. Y una gran parte de los análisis marxistas, incluso en economía y metodología histórica, apestan a metafísica. Esto es por lo que, en la medida de lo posible, quiero evitar hacer lo mismo. Como los grandes padres fundadores han admitido, los temas del problema de la clase no son su "invención". Ellos, y Marx en particular, se limitaron a relacionar la existencia de clases a ciertas fases históricas precisas en el desarrollo de la producción, de lo cual, con un salto lógico considerable, dedujeron la conclusión de la ineluctabilidad de la dictadura del proletariado y la consecuente mitología de una transición a la sociedad sin clases. He oído a menudo exaltar el "realismo" de Marx, identificándolo con su rechazo a lamentarse de la "inmoralidad" de la sociedad, y con su análisis de la explotación y el capítulo de accidentes de la lucha de clases como un proceso necesario conduciente a la liberación de la sociedad, por consiguiente un proceso saludable y evolutivo. Nosotros no vemos nada de "científico" en todo eso. Marx no podía seguir a sus predecesores, como Saint-Simon, Fourier, Owen y Sismondi por dos buenas razones: él creyó en la revolución (a su propia manera) y había estudiado a Hegel (a quien nunca digirió, a pesar de todas sus críticas juveniles). De este modo se las arregló para fundir en su cerebro "sistemático" el realismo del propagandista y del periodista político con el optimismo del metafísico que identifica lo racional con lo real. Lo que nos desconcierta más es que, frecuentemente, los camaradas anarquistas no comprenden que están subscribiendo completamente un programa que tiene sus raíces en el misticismo protestante alemán de la edad media (ver a Hegel y sus deudores), una edad media filosófica que todavía hoy insiste en una pretendida diferencia entre la "clase en sí" y la "clase para sí". El pasaje es el despertar de la conciencia; el punto de partida la situación objetiva obtenida por la distribución de la propiedad privada. A veces el despertar de la conciencia se hace coincidir con la organización de clase. Aparte de la premisa metafísica, el único hecho concreto aquí es la historia. Por primera vez, con la gran claridad y explicación analítica, Marx se las ingenia para liberar el razonamiento del hombre de toda idealización religiosa, biológica o evolucionista. Lo que queda es el hombre en la historia: ninguna pequeña proeza --seriamente desgastada, sin embargo-- de la pretensión "racionalizadora" de encerrarle dentro de la atmósfera "romanesca" de la fenomenología del espíritu (aunque vuelta del revés). De este modo, la justificación de la historia del hombre emerge del proceso dialéctico puesto dentro de una estructura fija. La historia se racionaliza a través de un proceso metafísico, del mismo modo en que ha sido hecho por otros historiadores con justamente la misma necesidad de un "punto de partida", utilizando el dominio de la religión o la evolución de las especies. Una vez la historia es "racionalizada" la razón histórica deja de ser una "razón absoluta" (como lo era, por ejemplo, para los teóricos de la vieja democracia) y se convierte en "razón dialéctica". La racionalidad se convierte en una nueva envoltura para un viejo paquete, permitiéndole ser vendido como nuevos bienes. Pero viejos o nuevos estos bienes son siempre un producto de "Metafísica & Cía.", proveedora de todas las "Casas Reales" del mundo. Ciertamente, la vieja "razón absoluta" había perdido el favor. Reinterpretar el mundo con su medida habría sido una operación muy difícil y fácilmente desacreditable, como lo fueron los intentos de los materialistas ingenuos de la primera mitad del siglo XIX, románticos enamorados de la materia y sus "sensaciones" metafísicas, incapaces de arrancar las visicitudes del Hombre de su periodicidad absoluta: explotación/rebelión, y de nuevo explotación, y otra vez rebelión. Por un lado la obtusidad de la historia, por el otro la obtusidad de sus interpretadores. Esta bendita senda del espíritu no quería moverse en una dirección progresiva: la explotación continuó creciendo de nuevo después de la revuelta, la sangre de los obreros bañó las calles con una constancia que, a algunos con sentido de humor, dio la idea de predecir los ciclos revolucionarios. No obstante, a pesar de tal pobreza de medios y de la contaminación en las pocas ideas básicas, Marx se las arregló igualmente para ir más allá de la producción inútil de su tiempo, uniendo optimismo y realismo en una reconstrucción notable, incluso aunque carente en muchos aspectos y requiriente de algunos cambios fundamentales. Una de las partes más deficientes es precisamente la concerniente al problema de la "clase". No es una coincidencia que el manuscrito inacabado de El Capital finalice precisamente aquí. Para nosotros los anarquistas el problema debería estar bastante claro. Cualquier razonamiento del tipo de "la cosa en sí" no debería interesarnos. Qué diablos pueda ser la "clase en sí" no nos parece un problema importante, de hecho no nos parece en absoluto un problema. Cómo esta "clase en sí" podría convertirse en "clase para sí" nos parece una broma de mal gusto. Permítasenos dejar tales "bromas tipográficas" a los profesores de filosofía y razonemos de forma más simple, preservando los hechos. Nosotros no sabemos, ni queremos saber, si existe una clase en sí misma. Lo que nos interesa es saber que existe una estructura de poder. Este hecho macroscópico, que atraviesa toda la historia, no puede negarse. De este modo, puede decirse que la historia está marcada por el poder y las diversas transformaciones que ha sufrido para persistir como tal. Pero tal razonamiento comenzaría a oler a metafísica en cuanto nos condujese a la cuestión: ¿es el poder el que determina la historia, o es algo en la historia lo que determina el poder de una forma u otra? Permítasenos dejar tal razonamiento a un lado. La historia está marcada por muchos acontecimientos, que son más o menos constantes a lo largo de su desarrollo: el Estado, la religión, la producción, el sexo, las luchas de los explotados. De hecho, sería imposible construir un desarrollo histórico partiendo de cualquiera de esos elementos, dándonos por tanto una historia basada en el Estado, la religión, la producción, el sexo, las luchas de los explotados, etc.. Y que no se entienda que creemos posible una historia militar, una historia de la religión, una historia económica, una historia sexual, y una historia de las luchas de los explotados. Sabemos, como cualquier otro, que la historia es una unidad indisoluble. Sólo estamos diciendo que, en razón del argumento, sería posible distinguir los elementos arriba mencionados.

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Eso demuestra, o al menos nos lo parece, que siempre es posible construir un modelo exterior, tanto si es dialéctico (el modelo metafísico), idealista (el modelo religioso), materialista (el modelo económico), o descriptivo (el modelo empírico): pero eso también demuestra que tal trabajo sería bastante inútil. Para los anarquistas, la historia es todos estos elementos juntos, y muchas otras cosas más. También podemos incluir los aspectos irracionales y metafísicos: ellos también son historia, y aunque de vez en cuando deban aislarse y condenarse, no por esto pueden ser eliminados. Si obrásemos de otro modo caeríamos en dos alternativas insolubles, como aquella entre las ideas y la acción, o a la inversa. En la práctica, todo eso no nos importa: podemos dejar tal trabajo a los profesores de filosofía. Esta exhortación nos pone ante un último obstáculo metafísico: ¿debemos preguntarnos el significado de la realidad? (Ésta no es una cuestión ociosa. Al marxismo se le debe mucho crédito por haber conseguido camuflarla posponiéndola hasta el infinito). La realidad es al mismo tiempo poder, religión, producción, sexo, la lucha, y muchas otras cosas de las que no nos acordamos o que no conocemos. Lo que importa no es interpretarla en su totalidad (lo que sería el modelo metafísico de la "cosa en sí") sino interpretar los elementos importantes, útiles para la construcción de un programa de acción. Cada intento de análisis debe tener esta finalidad en perspectiva. Permítasenos tomar un ejemplo, partiendo del modelo que toma en consideración la lucha de los explotados, un hecho constantemente recurrente en la historia. La suerte común de estas luchas será ser reabsorbidas por el Estado. Este proceso, que ha costado millones de vidas y un sufrimiento increíble, no ha matado la voluntad de luchar. Tenemos así dos elementos: la lucha, y la voluntad de lucha. Ahora debemos preguntarnos por qué esta lucha ha tenido constantemente un resultado negativo, y lo que esto tiene de significativo. El primer punto puede explicarse parcialmente por la presencia de una minoría "dirigiendo" esta lucha, una minoría que, si por un lado se pone a la "cabeza" del movimiento de los explotados, por el otro adopta el papel de una "é lite ascendente", eso es, una minoría que intenta tomar el poder ella misma, tomando el lugar de la élite que lo tenía previamente a su cargo. Hay otra razón, más profunda, para el primer punto: la persistente "religiosidad" de las masas explotadas, de aquí su "necesidad" de una "guía", un grupo de personas capaz de materializar su deseo de venganza. Esto nos conduce al segundo punto: ¿qué significación debe dársele al resultado constantemente negativo de esas luchas? La conclusión está ligada al discurso sobre la autonomía del individuo. Solamente la voluntad de libertad, al mismo tiempo el fruto y la razón para la lucha, puede eliminar el sentimiento de religiosidad todavía intrínseco hoy a las luchas de los trabajadores. Este modelo podría explicar el gran diluvio de partidos reformistas y autoritarios, debido a que se convierten, en nuestra opinión, en el símbolo de la venganza. Las masas ven en estas organizaciones la casta sacerdotal y la iglesia que conducirá a su sueño milenario. Por su parte, los burócratas del poder (los sindicatos deben incluirse en este argumento) que se presentan como élites ascendentes tienen todo el interés en explotar este sentimiento, mientras que su misma naturaleza les impide estimular cualquier iniciativa hacia un proceso de liberalización. Pero la suma de estas luchas en el curso de la historia puede verse como un progreso. Ciertamente, no debemos caer presa de la ilusión progresista, pero, en nuestro análisis, el reconocimiento de un cierto progreso está basado en hechos observables. Por ejemplo, la reducción de las horas de trabajo y la mejora en las condiciones laborales son objetivamente un progreso comparadas con las situaciones anteriores, aunque puedan convertirse en parte de un proceso de recuperación, volviendo la lucha justo tan necesaria como antes. Lo que importa aquí es el hecho evidente de que este proceso transforma el tipo de religiosidad en una situación de explotación. A la vieja religiosidad instrumentalizada por la Iglesia podemos comparar hoy la religiosidad laica instrumentalizada por los partidos políticos. El parangón es útil y nos permite ver las diferencias. Si la identificación de la clase de los explotados es vaga --y no puede ser de otro modo una vez hemos dejado deliberadamente la historia y, como veremos, la realidad en el reino de la vaguedad--, por el otro lado ahora tenemos la posibilidad de usar elementos plurales en nuestro análisis que, de otra manera, habrían quedado irremediablemente fuera de él en el caso de una elección a priori de un sistema preciso (por ejemplo, la dialéctica, la religión, la economía, la metafísica, etc.). Si la construcción de un modelo analítico es más difícil, más rico será el resultado de esta aplicación, no teniendo que funcionar en dirección a la construcción de un partido, ni en defensa de un orden preestablecido. Una conclusión tosca sería la que ligase la clase obrera a una eliminación progresiva del sentimiento religioso que da lugar a la necesidad de una "guía". Todo intento de hacerlo "por uno mismo" es para nosotros un signo de actuar en primera persona sobre la situación de explotación. La lucha, tomada en sí misma, como el fenómeno de una masa amorfa más o menos sensibilizada bajo las enseñanzas de una iglesia o partido, no es suficiente para definir una clase. Ni es el proceso de producción, tomado como un todo, como un reparto preciso de la propiedad de los medios de producción excluyendo a una parte de la raza humana, suficiente para definir una clase. Los marxistas pueden también hablar de "conciencia" de clase, el término no nos molesta. Pero no por esto debemos ser arrastrados a sus argumentos filosóficos sobre este pseudo-problema. A menudo hemos dicho que la autonomía del individuo está determinada por su aceptación de la responsabilidad en la toma de decisiones concernientes a su vida: esta responsabilización puede también ser llamada "conciencia". Sería preferible definirla como "voluntad". La voluntad para hacerlo por uno mismo, la voluntad para intervenir en primera persona, la voluntad para romper el círculo hechizado de la religiosidad, la voluntad para derrocar la tradición, la voluntad de romper con las órdenes de arriba: en una palabra, la voluntad para construir la propia autonomía. Y es aquí que el discurso sobre la autonomía del individuo se encuentra con el de la autonomía de la clase obrera.

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LA MINORÍA ACTIVA La conclusión de la autonomía de la clase obrera nos llega, como hemos visto, a partir de la imposibilidad de quebrar el círculo contrarrevolucionario de otro modo. Que esta imposibilidad se suponga debida a un pretendido proceso histórico es algo que no nos concierne. La autonomía de los trabajadores no es otra "forma" filosófica como muchas otras, es una necesidad objetiva. Los trabajadores deben mirar por sus propios intereses: el estímulo religioso hacia un delegado para que se ocupe de sus intereses debe combatirse. Aquí surge una cuestión. ¿Qué determina el nacimiento y desarrollo de la organización autónoma de lucha dentro de la clase obrera? ¿Es automática, una consecuencia directa de la imposibilidad de una salida revolucionaria debido a la "santa alianza" entre el capital, los partidos y los sindicatos? ¿O existe una minoría precisa, actuando dentro de las masas, desarrollando una clarificación progresiva de los peligros, obstáculos y posibilidades: es decir, impulsando a las masas a actuar por sí mismas? La respuesta más exacta sería una ilustración de los dos factores, uno junto al otro. Pero en la práctica el problema más serio que se levanta es el del carácter histórico preciso del proletariado industrial y su papel "hegemónico" en la perspectiva revolucionaria. Les parecería a algunos que sin el nacimiento del proletariado industrial la tendencia a la organización autónoma no habría tenido lugar. Nosotros encontramos tal razonamiento curioso por dos razones: primero, insiste en dar al proletariado industrial el papel histórico de "guía", y propone una alternativa ilógica en la historia, la posibilidad de una "no existencia" del proletariado. Pero el proletariado existe. La industria y su desarrollo tienen su lugar en la historia, la revolución industrial determinó el nacimiento del capitalismo y éste ha evolucionado hasta el día presente como sabemos, y muestra claros signos de ir en una cierta dirección. Todo esto conduce a una simplificación de nuestro problema. Una gran parte de la clase obrera está hoy constituida por el proletariado industrial. Está directamente ligada en su configuración como clase al desarrollo de la revolución industrial, que es lógica. Pero no entendemos cómo a partir de esto podemos pasar a la afirmación de que los obreros industriales deben jugar un papel predominante sobre el resto de la clase obrera. No sólo eso, no entendemos la segunda cuestión: por qué la autonomía sólo puede surgir dentro del proletariado industrial. Si admitimos tal razonamiento, debemos admitir que la crisis del capitalismo es una crisis "mortal", y no una "transformación". Si el proletariado industrial es el margen más sensible de la clase obrera, ellos también serían los más aptos para percibir la enfermedad del capitalismo y para oponerse a él con una forma de lucha específica, es decir, la organización autónoma. Los otros estratos, por ejemplo, los campesinos, no estando inmediatamente en contacto con el estrato privilegiado de la producción, no atenderían a estos estímulos, y la posibilidad de autonomía no surgiría. No nos parece que el capitalismo esté en una "crisis mortal". Al contrario, nos parece que su fortaleza está tan viva y vigorosa como siempre. Es muy evidente que la crisis se está manifestando como una crisis pasiva, una evolución hacia un tipo muy diferente de capitalismo mucho más capaz y eficiente que el actual. Por consiguiente, no podemos hablar en términos de una "crisis final". No obstante, una tendencia a la organización obrera autónoma existe. De hecho, la actual posición de los reformistas (los partidos y los sindicatos) no es una "respuesta" a la "crisis final" del capitalismo más de lo que lo es la autonomía proletaria. La colaboración de los sindicatos y los partidos no es una nueva estrategia, sino que es la respuesta normal de instituciones en desarrollo a aquellos en el poder. Les gustaría destruir a los últimos, pero deben permitirles subsistir de modo que el cambio pueda producirse con el menor daño posible a la estructura; de otra manera la elite ascendente, cuando llegasen al poder, se encontrarían ellos mismos con un montón de escombros en sus manos. Ésta es la posición real de los reformistas. De la misma manera, la autonomía de la clase obrera, planteada como la posibilidad subyacente de la lucha, no se deriva de la "crisis final" del capitalismo, sino que es parte de los constantes intentos de la clase para liberarse a sí misma de la explotación. En este sentido, podemos ver cómo los trabajadores siempre han buscado organizaciones nuevas y autónomas en contraste con las precedentes (caducas o absorbidas por el sistema), con el fin de sobrevivir o de luchar, y podemos ver también cómo estas organizaciones se han dejado en manos de la elite ascendente, han alcanzado el poder, y han negado el ejemplo autónomo de la base de los trabajadores. Debemos estudiar, por lo tanto, más estrechamente este mecanismo de "depositar" la autonomía en manos de los "dirigentes" y partidos-guía. Debemos examinar las causas de esta "religiosidad", las motivaciones irracionales que actúan y se convierten en una parte de la estructura, la falta de confianza en sí mismas que parece afligir a las masas, arrojándolas en manos de los reformistas. Hemos preguntado cuál podría ser el papel de una minoría activa dentro de la perspectiva de la autonomía de la clase obrera. La conclusión es una constante medición de las fuerzas que determinan el fracaso de autonomía de clase, es decir, las fuerzas que quizás hemos resumido incorrectamente como la "religiosidad" para subrayar su esencia irracional. Es imposible teorizar en abstracto la formación de un grupo minoritario anarquista que actúe sobre las masas más allá del nivel de sus propios intereses. En lo que podemos estar de acuerdo es sobre la esencia y el contenido de esos intereses. La cortina de humo estirada por los reformistas está impidiendo una evaluación apropiada de los intereses de los trabajadores mucho más drásticamente de lo que el poder brutal de los patrones y los fascistas lo ha hecho en el pasado. La alianza de la socialdemocracia con los patrones es el peor obstáculo imaginable en el camino de la libertad de los trabajadores. Debemos, por consiguiente, establecer un punto de referencia para la acción anarquista dentro del campo de la autonomía de los trabajadores. Éste puede encontrarse en los intereses objetivos de éstos últimos, cuya clarificación constituye la contribución inicial de la minoría anarquista. Pero esto no significa dentro de la perspectiva de la "dirección" que, si bien es adoptada por la tendencia anarquista más ortodoxa, acabaría por trazar la senda de la socialdemocracia, agente de la estructura de poder.

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Significa, por el contrario, acción dentro del movimiento obrero mismo, acción partiendo del concepto de la autonomía y la organización autónoma concerniente a los intereses de los trabajadores, y ligada al concepto de la autonomía individual, vuelta a la vida a través de la perspectiva de clase de la liberación revolucionaria. El fracaso de tantos y tantos casos concretos consiste en que la acción de los anarquistas, si bien clara a un cierto nivel analítico, a menudo yerra en la elección de los medios. Esta decisión alza toda la cuestión de los fines que han de lograrse. Atacar el proyecto de los partidos y los sindicatos requiere una idea clara de los medios a ser empleados en la lucha, y no sólo un postergamiento ciego a la espontaneidad de los obreros. El problema de la autonomía no está separado del problema de la elección de los medios en la lucha: los dos están ligados, y se condicionan a su vez entre sí. La perspectiva violenta, la acción directa de los obreros como el sabotaje, la destrucción del trabajo, etc., no son acciones "más a la izquierda" que algunas otras supuestamente de izquierda. Son elecciones precisas dictadas por la autonomía del interés, elecciones donde la presencia activa de anarquistas es de muchísima importancia. Debemos ahora detenernos y reflexionar cuidadosamente sobre el problema de los "intereses" de los trabajadores. Si van a emerger, como en el análisis marxista, de una situación concreta --el dominio del capital-- se podría hablar, con un esfuerzo lógico, de "intereses en sí mismos", correspondientes a la "clase para sí". Pero estos intereses sólo son realmente los de la clase obrera a condición de que ella los reconozca como tales y se las arregle para vencer los obstáculos construidos deliberadamente por el Estado, rechace las falsas propuestas de los reformistas, y así sucesivamente. En otras palabras, nosotros vemos un aspecto voluntarista en la acción autónoma de los obreros, un aspecto que alcanza el centro de los intereses "objetivos" de la clase, pero sólo a condición de que esto se logre a través de la lucha y la sensibilización. Y es aquí donde encaja la acción positiva de los anarquistas. Volverse consciente de los propios intereses, un redescubrimiento subjetivo en forma objetiva, es la condición esencial para la verificación de la revolución social sin un pasaje previo por el comunismo de Estado. Otro aspecto de la acción anarquista en el campo de la autonomía es el dirigido a la clarificación de la relación con el poder, de la que emerge la solución al problema ya mencionado de la religiosidad de la "guía". El poder no se solidifica en un punto preciso de las fuerzas de la reacción. Afloran diferencias sustanciales entre los capitalistas, la burocracia, la clase media y la pequeña burguesía, los intelectuales y otros elementos, dentro de un marco muy complejo. No menos diferencias sustanciales existen entre los partidos en el gobierno, los partidos reformistas, los sindicatos y los órganos represivos del capital (el ejército, la policía, la judicatura, los fascistas, etc.). Pero, más allá de las diferencias específicas en la constitución y el empleo, todas estas fuerzas están unidas por la necesidad básica de toda organización del poder: la supervivencia. Luchan en primer lugar por su propia supervivencia y autoperpetuación en la situación que hace posible su existencia; entonces, para hacer más fácil esta supervivencia, pasan a una fase de desarrollo y a un deseo de un dominio siempre mayores. Que la doctrina marxista es la expresión de una cierta clase media que aspira al poder y a la superación del obstáculo final que le separa de él, es una hipótesis atractiva y válida, pero una que necesita ser llevada a una mayor profundidad en nuestra opinión. No podemos estar de acuerdo en ver esto como algo a encontrar exclusivamente en las actitudes e intereses de la mediana y pequeña burguesía. Un reflejo igualmente importante existe en el residuo irracional dentro de la clase obrera, y que permite el desarrollo de los intereses de esa clase intermedia que aspira al poder. En este caso, la elite ascendente no es el conjunto de la mediana o pequeña burguesía, sino una minoría de entre ellas, los partidos políticos y los sindicatos, que se definen a sí mismos como los representantes de los intereses de los trabajadores y de la burguesía menos dotada financieramente. Es por esta razón que, las acciones de los anarquistas en términos de una minoría activa, no deben definirse como una vanguardia sensible a un cierto nivel de lucha, autorizándoles a representar a las masas. Esto abriría el camino a la acción violenta como fin en sí mismo, con la pretensión de que ello podría inducir desde fuera el movimiento de los trabajadores como consecuencia de ciertas acciones "ejemplares" en su mismo aislamiento. El principio mismo de la autogestión y de la acción directa de los trabajadores como patrimonio de las masas explotadas --y no la prerrogativa de una minoría-- contrastaría con tal visión parcial de la tarea revolucionaria. LAS RELACIONES DENTRO DE LA CLASE OBRERA La "religiosidad" de que hemos hablado no es la única característica de la clase obrera. Éste es más un sentimiento básico que un elemento preciso, algo irracional persistiendo dentro de la clase, y que encuentra su origen en la explotación misma. Se concreta en la demanda de "venganza", un tipo de milenarismo que acompaña a cada tipo de religión, y en la evaluación positiva de ciertos principios compartidos con el enemigo --los cuales el último es acusado de haber profanado--. Permítasenos tomar un ejemplo histórico. En la edad media los campesinos alemanes se levantaron contra los señores y la Iglesia, demandando venganza por el sufrimiento y la privación a que siempre habían estado sujetos, pero pidiendo al mismo tiempo la restauración del principio cristiano de pobreza y moralidad en las costumbres, profanado tanto por los señores como por la Iglesia. Estaban luchando, por consiguiente, en nombre de un deseo de venganza, poniéndose por ello -con gran reticencia en este caso- en manos de un lider, en nombre de un código moral compartido con los explotadores que eran considerados profanos por el pueblo. Hoy, cambiando las condiciones de producción y la composición de las clases involucradas en el conflicto social, estas relaciones permanecen constantes dentro de la clase obrera. Primero de todo, la religiosidad; luego, la moral. La primera es la condición

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esencial para caer una vez más en manos de una elite que aspira a la conquista del poder y a negar la existencia de la autonomía; la segunda es la condición para operar una selección radical dentro de la clase obrera misma, estableciendo la existencia de un estrado privilegiado que pueda luego ser el primero en ser instrumentalizado por la elite ascendente. La razón es simple. Los valores morales de los tenderos burgueses persisten dentro de la clase obrera. Sobre esta base existe una división entre los trabajadores "especializados" y "manuales", entre trabajadores profesionalmente cualificados que tienen un pasado decente, "honorable" y socialmente estimado, y aquellos que viven día a día, la llamada chusma, usualmente presente en las grandes ciudades. El marxismo, producto típico de la mentalidad moral de la burguesía, siempre ha insistido en este punto, relegando el lumpen-proletariado a los márgenes del discurso revolucionario, considerándoles con sospecha, lavando sus manos cada vez que se ven obligados a aproximarse a ellos. Más serio es el hecho de que esto no es sólo un componente literario perteneciente a los sacerdotes de la iglesia marxista, sino que es también un sentimiento común entre la masa, uno de los muchos factores de los orígenes corporativos que, en ausencia de interés, no ha sido combatido por los reformistas. La colaboración de los últimos ha impedido, de hecho, cualquier acción capaz de confrontar al Estado con una situación de conflicto no-recuperable. Tenemos así: la religiosidad en general, que determina la aceptación de un lider identificado en la elite ascendente, y la moral residual que causa una profunda división dentro del movimiento autónomo de los trabajadores, colocando los fundamentos para su instrumentalización por la futura estructura de poder. La primera consecuencia de este residuo moral es el rechazo de cualquier tendencia espontánea en la organización de la lucha, de cualquier recurso a la ilegalidad, de cualquier acción más allá de los "cánones" de la moralidad actual, diestramente explotada por la burguesía durante muchos siglos. La división dentro del movimiento obrero causa una división en la opción de estrategia a ser usada en la lucha. La condenación indiscriminada del uso de criminalidad es un ejemplo notable de esta perspectiva. No queremos aquí hacer nuestro un argumento que requeriría entrar en gran detalle. Sólo queremos decir que las semillas de la moral burguesa, si no se erradican a tiempo, son lo suficientemente serias para causar una fractura de considerable importancia. Entrando en el problema, comprendemos que, si la "religiosidad" de la venganza es esencialmente fruto de la explotación y pertenece, por lo tanto, a la clase de los productores mismos, la concepción moral burguesa no es fruto de la explotación, sino que alcanza a la clase de los productores a través de su contaminación desde la clase pequeñoburguesa, no fácilmente distinguible de ellos mismos. Todos los modelos que llenan las páginas de los marxistas no ayudan ciertamente a clarificar esta distinción. La clase pequeñoburguesa consiste en tenderos (distribución), administradores (control/mando) y policía (represión). Los tenderos representan a la burguesía tradicional con sus formas anticuadas de distribución, y están en proceso de ser transformados, por lo menos en los países capitalistas avanzados. Su pensamiento moral se difunde entre otros estratos, por ejemplo entre los obreros especializados. Los administradores representan la parte que controla la circulación del plusvalor extraído por los capitalistas. Ésta es la clase más obtusa y retrógrada, la más atada a una visión de la vida basada en los valores del pasado, y cuidadosa en defender los privilegios que ha obtenido hasta ahora. En la fase creciente de la fuerza contractual del Estado, esta clase se identifica con la burocracia. La clase policial comprende todos los elementos de represión. Incluidos en esta clase están los políticos, los funcionarios sindicales, la fuerza policial, los sacerdotes y todos aquellos que viven en los márgenes de la clase productora, reprimiendo o ayudando a reprimir cualquier ejemplo de revuelta. Todas estas valientes personas exaltan y garantizan la continuación de la moralidad burguesa. El estrato de los productores privilegiados, aproximadamente identificable con el proletariado industrial por su situación y privilegio, termina por aceptar estas morales, imponiéndoselas al lumpen-proletariado con su juicio negativo. De la misma manera la ideología del trabajo y la producción es importada de la clase de la pequeña burguesía. El trabajo ético, típicamente burgués, de nuevo abarca a una gran parte de la clase productora con su condición esencial: la salvaguarda de la producción. Claramente aquellos que tienen el mayor interés en la difusión de tal ideología son los burgueses mismos y los estratos que salvaguardan su existencia. Un paralelismo instructivo podría trazarse entre la moral burguesa, la ideología de la producción y el marxismo. En cualquier caso, no podemos negar que incluso este aspecto constituye un gran problema, alienado por los intereses específicos de la burguesía y los partidos a su servicio. Pero las relaciones dentro de la clase obrera están marcadas por cambios constantes en las relaciones de producción. El análisis de las últimas nos permite identificar el desarrollo de la defensa contra la explotación dentro de la clase; cómo esta explotación, aunque constante, no siempre se expresa de la misma manera. Los obreros se defienden y atacan a sus explotadores, pero este combate y ofensiva toma aspectos diferentes en relación al desarrollo de la acumulación --la acumulación en el sentido del resultado último del capitalismo--. Hoy, dentro de la muy compleja estructura del capitalismo avanzado, sería un error no ver claramente la interdependencia que existe entre las clases productoras de los diferentes países debido a los entrelazamientos del capitalismo a nivel internacional. Esta interdependencia existe a dos niveles: primero, como explotación desigual que depende de si capitalismo está en una fase avanzada o subdesarrollada, y segundo, de acuerdo con el desarrollo desigual del capitalismo dentro de cada país. La relación entre el centro y la periferia a un nivel mundial e internacional condiciona las relaciones dentro de la clase obrera. En Italia podemos ver un cierto tipo de relación de fuerza entre los patrones y los productores, pero no podemos cristalizar esto en un modelo válido para todo el país. En primer lugar, debemos verla en relación a la situación internacional. En segundo lugar, debemos verla en relación al Sur de Italia. Por esta razón la estructura autónoma de la lucha no debe cerrarse dentro de la dimensión de la fabricación, sino que debe incluir la situación de conflicto internacional y nacional.

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El problema no es fácil. Muchos camaradas lo han visto sólo como un problema de equilibrio político. A nosotros nos parece que, aunque sigue siendo un problema político, también supone un importante problema técnico como parte de cómo organizar la lucha desde un punto de vista autónomo. Permítasenos intentar entrar en esto un poco más. Los grupos de productores que, como hemos visto, están haciendo planes para una lucha basada en la autonomía, es decir, en el rechazo de un intermediario tal como los partidos y los sindicatos, deben conocer la capacidad productiva del complejo de fabricación o agrícola, y cómo adaptar su lucha en relación a la gestión autónoma basada en la elección de las perspectivas de la producción (la distribución racional del trabajo). Para hacer esto es necesario saber que la plusvalía puede formarse fuera de la situación de la fabricación y de la agricultura, extraída directamente a través de la situación de subdesarrollo en que es mantenida una parte del territorio nacional (o una parte del mundo). En otras palabras, el cálculo económico basado en la autonomía, y por consiguiente la posibilidad misma de una futura forma comunista de producción, y la base de las luchas autónomas de hoy, debe tener en mente no sólo la extracción de beneficio en el centro del complejo capitalista, sino también el que se logra mediante la simple existencia de un centro y una periferia. La situación colonialista e imperialista abre vastos horizontes para la recuperación y la acumulación comunista (que no debe ser confundida con la de tipo capitalista o capitalista de Estado), que debe clarificarse para entender esa autonomía no sólo como un factor contingente, un modo de construir la lucha, sólo para ponerla en manos de una elite ascendente, sino que es un nuevo modo de concebir las relaciones de producción, un modo revolucionario de eliminar completamente el plusvalor derivado de la explotación. Pero la presencia de una periferia no es sólo un hecho objetivo, afecta también a la realidad subjetiva: los hombres y mujeres que sufren increíblemente, explotados como bestias, que mueren de hambre. Hombres y mujeres que viven de la oportunidad, marcados con la estampa infame de la criminalidad. Esto constituye toda una área explosiva que el capitalismo, a un nivel nacional e internacional, está abatiendo con la policía y el ejército, con porras y bombas, con todos los medios y sin piedad. Pero esto es, al mismo tiempo, una periferia que está intentando abrir el camino hacia una nueva sociedad, viéndola mucho más cercana de lo que normalmente se cree, porque no es vista a través de las lentes deformantes de la "profesionalidad". Ellos están empezando a reconstruir la fe que habían perdido, una fe que se coloca en contraste con la "religiosidad" y aquellos que la instrumentalizan: los partidos y los sindicatos. No tener en cuenta esta realidad dualista, significa no entender que incluso la acción autónoma puede caer en la contradicción del particularismo y el racismo. Incluso los consejos obreros revolucionarios, si están compuestos por trabajadores cerrados dentro de su "especialización", no vitalizados oportunamente por la presencia de una minoría activa que estén contra la idea del partido y del sindicato --expresiones de un centro industrial que mira con desdén a la periferia subdesarrollada-- pueden en breve convertirse en consejos obreros imperialistas, antesala de la instrumentalización por los partidos y de una forma aún más terrible de explotación.

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d)Para luchar contra el capital hay que luchar también contra el sindicato.

Anton Pannekoek I - [La organización y sus primeras formas] La organización es el principio fundamental de la lucha de la clase obrera por su emancipación. De ello se deriva que, desde el punto de vista del movimiento práctico, el problema más importante es el de las formas que debe asumir tal organización. Estas formas están naturalmente determinadas tanto por las condiciones sociales como por los objetivos de la lucha. Lejos de ser un resultado de los caprichos de la teoría, sólo pueden ser creadas por la clase obrera que actúa espontáneamente en función de sus propias necesidades inmediatas. Los obreros crearon los sindicatos en la época en que el capitalismo iniciaba su expansión. El obrero aislado se veía reducido a la impotencia: por ello tenía que unirse con sus compañeros si quería luchar y discutir con el capitalista la duración de la jornada laboral y el precio de su propia fuerza-trabajo. En el seno del modo de producción capitalista, patronos y obreros tienen intereses antagónicos: su lucha de clase tiene por objeto la repartición del producto social global. Normalmente, los obreros reciben el valor de su propia fuerza-trabajo, es decir, la suma necesaria para mantener su capacidad de trabajo. La parte restante de la producción constituye la plusvalía, la parte que va a la clase capitalista. Para acrecentar sus propios beneficios, los capitalistas tratan de rebajar los salarios y de aumentar la duración de la jornada laboral. Por ello, en la época en que los obreros eran incapaces de defenderse, los salarios descendían por debajo del mínimo vital, los jornadas laborales se hacían más largas y la salud física y nerviosa del trabajador se deterioraba hasta tal punto que ponía en peligro el propio futuro de la sociedad. La formación de los sindicatos y la promulgación de leyes que regulasen las condiciones de trabajo -fruto de una dura lucha de la clase obrera por las condiciones de su propia existencia- eran indispensables para que es restableciesen las condiciones de trabajo normales en el interior del sistema capitalista. La propia clase explotadora acabaría admitiendo que los sindicatos son necesarios para canalizar las revueltas obreras e impedir los riesgos de una explosión imprevista y brutal. Se produjo así el desarrollo de organizaciones políticas, cuyas formas -es cierto- variaban a menudo de un país a otro en función de las situaciones políticas locales. En América, donde toda una población de labradores, artesanos y comerciantes, ignorantes de la sumisión feudal, podía expandirse libremente explotando los recursos naturales de un continente cuyas posibilidades parecían infinitas, los obreros no tenían la sensación de formar una clase aparte. Como todos los demás, estaban imbuidos del espíritu pequeñoburgués de la lucha individual y colectiva por el bienestar personal, y podían esperar, por lo menos en cierta medida, que sus aspiraciones se verían satisfechas. Con escasas excepciones, sobre todo entre grupos de emigrantes recientes, nunca se sintió la necesidad de un partido de clase distinto. En Europa, por otro lado, los obreros se vieron arrastrados en la lucha de la burguesía ascendente contra el orden feudal. Pronto tendrían que crear partidos de clase y, tras aliarse con una fracción de las clases medias, combatir por la obtención de derechos políticos y sindicales, libertad de expresión y de reunión, sufragio universal e instituciones democráticas. Para su propaganda, un partido político necesita unos principios generales: para rivalizar con los demás, necesita una teoría que contenga ideas precisas y definidas sobre el futuro. La clase obrera, en la que ya habían germinado los ideales comunistas, descubrió su propia teoría en la obra de Marx y Engels que exponía de qué modo la evolución social haría pasar al mundo del capitalismo al socialismo por medio de la lucha de clases. Esta teoría figura en los programas de la mayor porte de los partidos socialdemócratas europeos, en Inglaterra, el partido laborista, creado por los sindicatos, profesaba opiniones análogas, aunque más vagas: una especie de comunidad socialista era -a sus ojos- el objetivo final de la lucha de clases. Los programas y la propaganda de todos estos partidos presentaban la revolución proletaria como el resultado final de la lucha de clases; la victoria de los obreros sobre sus opresores significaría, además, la creación de un sistema de producción comunista o socialista. Sin embargo, mientras durase el capitalismo, la lucha práctica no tenía que trascender el marco de las necesidades inmediatas y de la defensa del nivel de vida. En un régimen democrático, el Parlamento era el lugar en el que se enfrentaban como en un campo cerrado los intereses de las diferentes clases sociales: capitalistas grandes y pequeños, terratenientes, campesinos, artesanos, comerciantes, industriales, obreros, todos tienen intereses específicos, que sus respectivos diputados defienden en el Parlamento, todos participan en la lucha por el poder y por su parte del producto social. Los obreros, por consiguiente, deben tomar posiciones, y la misión de los partidos socialistas consiste en luchar en el plano político de modo que

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sean satisfechos sus intereses inmediatos. Estos partidos obtienen de éste modo los sufragios obreros y ven acrecentada su influencia. II - [El devenir del viejo movimiento obrero] El desarrollo del capitalismo ha cambiado todo esto. Las pequeñas oficinas han sido sustituidas por las grandes fábricas y las gigantescas empresas en las que trabajan miles o decenas de miles de personas. El crecimiento del capitalismo y de la clase obrera ha tenido como consecuencia el crecimiento de sus respectivas organizaciones. Los sindicatos, que en su origen eran grupos locales, se han transformado en grandes confederaciones nacionales, con centenares de miles de miembros. Deben recoger sumas considerables para sostener huelgas gigantescas, y sumas todavía más enormes para alimentar los fondos de socorro mutuo. Se ha desarrollado toda una burocracia dirigente, un estado mayor pletórico de administradores, de presidentes, de secretarios generales, de directores de periódicos. Encargados de negociar con los patronos, estos hombres se han convertido en especialistas habituados a contemporizar y a ponerse del lado de los "hechos". En definitiva, ellos lo deciden todo, desde el empleo de los fondos el contenido de la prensa; frente a estos nuevos patronos, los afiliados de la base han perdido prácticamente toda su autoridad. Esta metamorfosis de las organizaciones obreras en instrumentos de poder sobre sus propios miembros no carece de antecedentes históricos: siempre que una organización ha crecido desmesuradamente, ha escapado el control de las masas. Idéntico fenómeno se ha producido en las organizaciones políticas, que se han transformado de los pequeños grupos de propagandistas que eran en un principio, en grandes partidos políticos. Sus verdaderos dirigentes son los diputados del Parlamento, cuya función es, en efecto, la de conducir la lucha real por el cauce de los organismos representativos, en los que ellos hacen carrera. Son ellos quienes redactan los editoriales, dirigen la propaganda, formen a los cuadros de rango inferior, ejercen una influencia preponderante sobre la política del partido, tienen derecho de voto, colaboran en la propaganda, pagan las cuotas y mandan sus delegados a los congresos del partido, pero ésto no son más que poderes formales, ilusorios. Por sus características, la organización se asemeja a la de los demás partidos, que no son sino grupos de políticos profesionales que tratan de cosechar sufragios por medio de slogans y de ocupar una parcela del poder. Cuando un partido socialista dispone de un elevado número de diputados, se alía con otros partidos contra las formaciones políticas más reaccionarias, para formar una mayoría parlamentaria. Desde este momento, no solamente aparece una multitud de alcaldes o concejales socialistas, sino que algunos de ellos llegan incluso a ministros u ocupan los más altos cargos del Estado. Una vez instalados en estos lugares, son naturalmente incapaces de actuar en calidad de representantes de la clase obrera, de gobernar en favor de los trabajadores contra los capitalistas. El verdadero poder político y la propia mayoría parlamentaria siguen en manos de las clases explotadoras. Los ministros socialistas deben inclinarse ante los intereses de la sociedad global, es decir, ante los intereses del Capital. Probablemente, les veremos proponer medidas capaces de satisfacer las reivindicaciones inmediatas de los obreros y presionar a los demás partidos para que las hagan adoptar. De ese modo se convierten en intermediarios -alcahuetes- y cuando, tras sus chalaneos, logran conseguir pequeñas reformas, se dedican a convencer a los obreros de que se trata de reformas importantísimas. Como instrumento de estos líderes, el Partido socialista acaba limitándose a la tarea de defender estas reformas y convencer a los obreros de que las acepten, dejando de estimularles a combatir por sus propios intereses, adormeciéndoles y apartándoles la lucha de clases. Por lo que respecta a los obreros, las condiciones de su lucha se han deteriorado. La fuerza de la clase capitalista ha crecido enormemente, paralelamente a sus riquezas. Con otras palabras, la concentración del capital en manos de unos pocos capitanes de las finanzas y de la industria, la misma coalición patronal, ponen a los sindicatos frente a un poder que ahora es mucho más fuerte, a menudo casi inexpugnable. Además, la feroz competencia desatada entre todos los capitalistas del mundo para conquistar los mercados, las fuentes materias primas y el poder mundial, explica que partes cada vez más importantes de plusvalía se destinen a la fabricación armas y a la guerra: la caída de la tasa ganancia obliga a los capitalistas a aumentar la tasa de explotación, es decir, a rebajar el nivel real de los salarios. Los sindicatos topan así con una resistencia mucho grande, más encarnizada, y los viejos métodos se hacen progresivamente impracticables. Cuando negocian con los patronos, los dirigentes sindicales ya no son capaces de arrancarles gran cosa. Y aunque no ignoren la fuerza alcanzada por los capitalistas, están tan poco dispuestos, por su parte, a luchar (desde el momento en que su lucha podría arruinar financieramente a las organizaciones y comprometer su propia existencia) que se ven forzados a aceptar las propuestas patronales. Su actividad principal consiste, por consiguiente, en calmar el descontento de los obreros y en presentar las ofertas de los dadores de trabajo bajo una luz más favorable. Incluso en este sentido los líderes sirven de mediadores entre las clases antagonistas. Si los obreros rechazan estas ofertas y se lanzan a la huelga, los jefes se ven obligados o bien a oponerse a ellos o bien a darles a entender que toleran la lucha, pero con la precisa intención de que termine lo más pronto posible. Sin embargo, es imposible detener la lucha o reducirla a un mínimo: los antagonismos de clase y la capacidad del capitalismo para reducir el nivel de vida obrero crecen continuamente, y por ello la lucha de clases debe seguir su curso: los trabajadores se

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ven obligados a luchar. De vez en cuando, espontáneamente, rompen sus cadenas, sin preocuparse de los sindicatos, incluso a despacho de los compromisos y de los convenios firmados en su nombre. Si los líderes sindicales consiguen retomar la dirección del movimiento, se asiste a una extinción gradual de la lucha, como consecuencia de un pacto firmado entre los capitalistas y los jefes obreros. Lo cual no significa que una huelga salvaje prolongada tenga posibilidades de triunfar; es algo demasiado restringido y limitado a los grupos directamente interesados. De un modo puramente indirecto los patronos se ven obligados a mostrarse prudentes por temor a que se repitan este tipo de explosiones. Sin embargo, estas huelgas constituyen la prueba de que la gran batalla entre el Capital y el Trabajo no puede terminar, y que, si las antiguas formas de acción se revelan impracticables, los trabajadores se comprometen a fondo y crean espontáneamente otras nuevas. Su revuelta contra el Capital se convierte, el mismo tiempo, en una revuelta contra las formas de organización tradicionales. III - [Las formas de organización revolucionarias] Son muchos los que continúan concibiendo la revolución proletaria bajo el aspecto de las antiguas revoluciones burguesas, es decir, como una serie de fases que se originan unas a partir de otras; primero, la conquista del poder político y la formación de un nuevo gobierno; después la expropiación, por decreto, de la clase capitalista; y finalmente, una reorganización del proceso de producción. Pero, de este modo, el resultado sólo puede ser una especie de capitalismo de Estado. Para que el proletariado pueda convertirse realmente en el patrón de su propio destino, es preciso que cree simultáneamente su propia organización y las formas del nuevo orden económico. Estos dos elementos con inseparables y constituyen el proceso de la revolución social. Cuando la clase obrera consiga organizarse en un cuerpo único capaz de llevar a cabo acciones de masas potentes y unificadas, la hora de la revolución habrá sonado, ya que el capitalismo sólo puede enseñorearse de los individuos desorganizados. Y cuando las masas organizadas se lanzan a la acción revolucionaria, mientras los poderes constituidos están paralizados y empiezan a disgregarse, las funciones de dirección pasan del antiguo gobierno a las organizaciones obreras. Desde este momento, la tarea principal es la de continuar la producción, asegurar este proceso indispensable a la vida social. En la medida en que la lucha de clase revolucionaria del proletariado contra la burguesía y contra sus órganos es inseparable de la confiscación, por parte de los trabajadores, del aparato de producción y de la extensión de dicha confiscación el producto social, la forma de organización que une a la clase en su lucha constituye simultáneamente la forma de organización del nuevo proceso de producción. En este marco, la forma de organización en sindicato o en partido, originario del periodo del capitalismo ascendente, ya no presenta la menor utilidad. Estas formas han sufrido, en efecto, una metamorfosis, transformándose en instrumentos al servicio de jefes que no pueden ni quieren comprometerse en la batalla revolucionaria. La lucha no la llevan a cabo los dirigentes: los líderes obreros aborrecen la revolución proletaria. Así, pues, para llevar a buen fin su batalla, los trabajadores tienen necesidad de nuevas formas de organización con las cuales mantener firmemente en sus manos los principales elementos de fuerza. La pretensión de construir o imaginar formas nuevas sería vana, pues éstas sólo surgen de la lucha efectiva de los propios obreros. Pero basta con fijarse en la práctica para descubrirlas, en estado embrionario, en todos aquellos casos en los que los trabajadores se rebelan contra los viejos poderes. Durante una huelga general, los obreros toman las decisiones en asambleas generales. Eligen comités de agitación, cuyos miembros son revocables en cada momento. Si el movimiento se propaga a un gran número de empresas, la unidad de acción se realiza por medio de comités ampliados, que reúnen a los delegados de todas las fábricas en huelga. Estos delegados no deciden el margen de la base ni tratan de imponerle a ésta su voluntad. Su papel es el de simples correas, que expresan las opiniones y los deseos de los grupos e los que representan y, viceversa, que transmiten a las asambleas generales, encargadas de discutirlas y tomar las decisiones, las opiniones y los argumentos de los demás grupos. Revocables en todo momento, no pueden desempeñar un papel dirigente. Los obreros deben elegir solos su propio camino, decidir por sí mismos la dirección que debe tomar su acción: el poder de decidir y de actuar, con todos los riesgos y responsabilidades que comporta, es de su exclusiva competencia. Y cuando la huelga acaba, los comités desaparecen. Existe un solo ejemplo de una clase obrera industrial moderna que haya desempeñado la función de fuerza motriz de una revolución política: es el ejemplo de las revoluciones rusas de 1905 y 1917. En cada fábrica, los obreros eligieron a sus delegados, la asamblea general de los cuales constituía el "soviet" central, consejo en el que se discutía la situación y se tomaban las decisiones. Allí se encontraban las opiniones procedentes de las diferentes fábricas y allí se clarificaban las divergencias y es formulaban las decisiones. Pero los consejos, a pesar de tener una influencia directiva sobre la educación revolucionaria que se iba realizando por medio de la acción, no eran de hecho organismos de mando. Sucedía a veces que todos los miembros de un consejo eran arrestados, y nuevos delegados los sustituían; otras veces, cuando la huelga dejaba paralizadas a las autoridades, los consejos ejercían todos los poderes a escala local, y los delegados de las profesiones liberales se unían a ellos, en representación de sus respectivos sectores de actividad. Esta organización consejista desapareció tras la revolución. Los centros proletarios eran simples islotes de la gran industria

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perdidos en el océano de una sociedad agrícola en la que el desarrollo capitalista todavía no se había iniciado. La misión de sentar las bases del capitalismo quedó en manos del partido comunista. Fue éste quien se hizo cargo del poder político mientras los soviets quedaban reducidos el rango de órganos sin importancia con poderes puramente nominales. Las viejas formas de organización, los sindicatos y los partidos políticos, y la nueva forma de los consejos (soviets) pertenecen a fases diversas de la evolución social y tienen funciones totalmente distintas. Las primeras tenían por objetivo el reforzamiento de la situación de la clase obrera en el interior del sistema capitalista, y están ligadas al periodo de su expansión. El objetivo de la segunda es, en cambio, el de crear un poder obrero, abolir el capitalismo y la división de la sociedad en clases; y está ligada al periodo de decadencia del capitalismo. En el seno de un sistema ascendente y próspero, la organización de los consejos es inviable, desde el momento que los obreros se preocupen únicamente de mejorar sus propias condiciones de existencia, cosa que hace posible la acción sindical y política. En un capitalismo en decadencia, presa de la crisis, este último tipo de acción resulta vano, y aferrarse al mismo no puede sino frenar el desarrollo de la lucha y de la actividad autónoma de las masas. En épocas de tensión y de revuelta crecientes, cuando los movimientos huelguísticos es expanden por países enteros y hacen tambalear las bases del poder capitalista, o cuando después de una guerra o de una catástrofe política la autoridad del gobierno se delega y las masas pasan a la acción, las viejas formas de organización ceden su puesto a las nuevas formas de autoactividad de las masas. Por la acción directa. En este punto surge una cuestión de excepcional importancia: ¿cómo es posible deducir la existencia o el florecer de una voluntad de lucha en el seno de la clase obrera? Para contestar, hemos de alejarnos, ante todo, del ámbito de las disputas entre los partidos políticos -concebidas sobre todo para burlarse de las masas- y dirigirnos hacia el interés económico, que es el lugar hacia el que las masas dirigen intuitivamente su áspera lucha destinada a defender su nivel de vida. En este sentido se hace evidente que con el paso de la pequeña a la gran empresa, los sindicatos dejaron de ser instrumentos de lucha proletaria. En nuestra época, se están transformando paulatinamente en organismos de los que el capital monopolista se sirve para dictar alternativas a la clase obrera. Cuando los trabajadores empiezan a darse cuenta de que los sindicatos son incapaces de dirigir su lucha contra el capital, le tarea más inmediata es la de descubrir y aplicar nuevas formas de lucha- la huelga salvaje-. Este es, en efecto, el medio para librarse de las tutelas ejercidas por los viejos líderes y por las viejas organizaciones, el medio que permite tomar las iniciativas necesarias, juzgar el momento y las formas de la acción, fijar todas las decisiones útiles; en este nuevo marco, los obreros deben encargarse ellos mismos de hacer propaganda, de extender el movimiento y de dirigir la acción. Las huelgas salvajes constituyen explosiones espontáneas, la manifestación auténtica de la lucha de clase contra el capitalismo. Hasta hoy, seguramente, no se han dado apenas objetivos más generales: pero esto no impide que expresen de un modo concreto el nacimiento de una nueva mentalidad en las masas rebeldes: la acción autónoma, ya no dirigida por los jefes: el espíritu de independencia, y ya no de sumisión: la voluntad de lucha activa, y ya no la aceptación pasiva de órdenes caídas del cielo; la solidaridad y la unidad indestructible con los compañeros, y ya no el deber impuesto por la afiliación política y sindical. Esta unidad en la acción, en la huelga, corresponde, por supuesto, a la unidad en el trabajo productivo de cada día: lo que lleva a los trabajadores a reaccionar de este modo, como un solo hombre, es la actividad colectiva, el interés común frente a un patrón capitalista común. Todas las posturas individuales, todas las fuerzas de carácter y de pensamiento, exaltadas y tensas al extremo, se unen, por medio de las discusiones y de las decisiones, en un objetivo común. En el curso de la huelga salvaje, se delinean ya los rasgos de una nueva orientación práctica de la clase obrera, de una nueva táctica: el método de la acción directa. Estas luchas constituyen la única rebelión que cuenta frente a las potencias degradantes y regresivas del capital internacional, del capital-patrón del mundo. Cierto, a pequeña escala, tales movimientos están casi irremediablemente destinados a terminar bruscamente en un fracaso total, son simplemente signos premonitorios. Para convertirse en movimientos eficaces, se requiere una condición: la conquista progresiva de las masas. Efectivamente, sólo el miedo de ver estas huelgas extenderse al infinito puede inducir el capitalista a pactar. Si la explotación deviene cada vez más intolerable -lo cual es indudable- la resistencia no dejará de renacer y afectará a masas cada vez mayores. Cuando esta resistencia asuma una amplitud tal que produzca graves perturbaciones en el orden social, cuando los trabajadores ataquen al Capital en su propia esencia, es decir, en la posesión de las empresas, deberán entonces afrontar el poder del Estado y sus inmensos medios. La huelga asumirá entonces un carácter necesariamente político; los comités de agitación, encarnación de las comunidades de clase, asumirán funciones sociales de otra magnitud, comenzando a revestir la forma de consejos obreros. A partir de este momento, despuntará en el horizonte la revolución social, el hundimiento del capitalismo. Consejos o Estado. El socialismo que nos ha transmitido el siglo XIX no era más que la creencia en una misión social atribuida a los jefes socialistas y

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a los politicastros profesionales: transformar el capitalismo en un sistema económico puesto bajo la dirección del Estado, exento de toda forma de explotación y que diese a todo el mundo la posibilidad de vivir en la abundancia. El inicio y el fin de la lucha de clases era que el único medio que tenían los obreros de conquistar el poder y la libertad consistía en llevar a estos socialistas al gobierno. ¿Por qué ésto no se verificó? Porque el insignificante gesto que se hacia durante el breve peso por una cabina electoral no tenía apenas relación con una lucha de clase real. Porque los politicastros socialistas querían luchar por sí solos contra el inmenso poder de la clase capitalista, mientras las masas trabajadores, reducidas al rango de espectadores pasivos, contaban con este puñado de hombres para transformar el mundo. ¿Cómo era posible que, así las cosas, los politicastros no se hubiesen abandonado a la rutina, siempre dispuestos a justificarla, a sus ojos, por haber remediado, con medidas legislativas, los abusos más escandalosos? Hoy es evidente que el socialismo, en el sentido de gestión estatal y planificada de la economía, corresponde al socialismo de Estado, y que el socialismo en el sentido de emancipación de los trabajadores, exige un cambio total de orientación. La nueva orientación del socialismo consiste en la autogestión de la producción, en la autogestión de la lucha de clase por medio de los consejos obreros. Las transformaciones económicas producen sólo poco a poco cambios de mentalidad. Educados a creer en el socialismo, los obreros se hallan completamente desconcertados al ver que éste conduce ahora a resultados totalmente opuestos, a un empeoramiento de la esclavitud. Es realmente duro llegar a comprender que el socialismo y el comunismo se han convertido en sinónimos de doctrinas de sujeción. La nueva orientación no puede afirmarse de la noche a la mañana, requiere tiempo: es posible que sólo la nueva generación sea capaz de darse cuenta de su necesidad en toda su amplitud. Al terminar la primera guerra mundial, la revolución internacional parecía inminente; la clase obrera se alzaba con la gran esperanza de ver sus viejos sueños transformados en realidad. Pero eran sueños de libertad parcial, y por ello no podían realizarse. Actualmente, es decir, después de la segunda guerra mundial, sólo la esclavitud y el exterminio parecen inminentes; los días de esperanza están lejanos, pero emerge confusamente una tarea, que es el gran objetivo a cumplir, la auténtica libertad. Más poderoso que nunca, el capitalismo se afirma como patrón del mundo. Más poderosa que nunca, la clase obrera debe afirmarse en su propia lucha para dominar el mundo. El capitalismo ha descubierto formas de represión más poderosas que nunca. La clase obrera debe descubrir y servirse de formas de lucha más poderosas que nunca. Hace un siglo, cuando los obreros constituían una pequeña clase de individuos pisoteados y reducidos a la impotencia resonaba la consigna: "¡Proletarios de todos los países, uníos! No tenéis otra cosa que perder que vuestras cadenas, y tenéis todo un mundo a vuestro alcance". Desde entonces los obreros se han convertido en la clase más numerosa de la sociedad: se han unido, pero de un modo todavía imperfecto. Solamente han formado grupos, grandes o pequeños, pero no han logrado todavía su unidad como clase. Se han unido de una forma superficial, externa, pero no en esencia, en profundidad. Y, sin embargo, siguen sin tener otra cosa que perder que sus cadenas; y lo que, por otra parte, pudiesen perder, tampoco lo perderían precisamente luchando, sino sometiéndose temerosamente. El mundo que está a su alcance empieza a ser vagamente entrevisto. En otro tiempo, los trabajadores no podían representarse claramente ningún objetivo capaz de unirles, y por ello sus organizaciones acabaron convirtiéndose en instrumentos del capitalismo. Hoy, el objetivo se delinea más claramente; frente a un dominio reforzado por medio de una economía planificada bajo la autoridad del Estado, se encuentra lo que Marx llamaba la asociación de los productores libres e iguales. Es preciso unir, a la llamada a la unidad, una indicación sobre el objetivo: ¡Tomad las fábricas y las máquinas ¡Imponed vuestro poder sobre el aparato productivo! ¡Organizad la producción por medio de consejos obreros!

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Sección II

Anarquismo

a) Socialismo Sin Estado: Anarquismo Bakunin

El efecto de los Grandes Principios Proclamados por la Revolución francesa. Desde aquel tiempo, cuando la Revolución bajó a las masas su Evangelio -no el místico sino el racional, no el celestial sino el terrenal, no el divino sino el Evangelio humano, el Evangelio de los Derechos del Hombre- desde entonces proclamó que todos los hombres son iguales, que todos los hombres tienen derecho a la libertad y la igualdad; las masas de todos países europeos, de todo el mundo civilizado, despertaron entonces, gradualmente, del sueño que los había mantenido en la esclavitud desde que la Cristiandad los drogó con su opio, y comenzaron a preguntarse si ellos también tenían el derecho a la igualdad, a la libertad, y a la humanidad. En cuanto esta pregunta ha sido planteada, la gente, guiada por su admirable sentido común, así como por sus instintos, se dio cuenta de que la primera condición para su emancipación verdadera, o humanization, era, por sobre todo, un cambio radical en su situación económica. La primera pregunta, justamente, estaba relacionada con el pan de cada día, pues como ha sido ya notado por Aristóteles, el hombre, para pensar, para sentirse libre, para hacerse hombre, debe ser liberado de los cuidados materiales de la vida diaria. En realidad, el burgués, quien está tan vociferante en sus greguerías contra el materialismo de la gente y quien predica a ellos las abstinencias del idealismo, lo sabe muy bien, ya que ellos ellos mismos lo predican sólo con la palabra mas no con el ejemplo. La segunda pregunta que surge entre las personas, la del ocio luego del trabajo, es también condición indispensable de humanidad. Pero pan y ocio nunca pueden obtenerse independientes de una transformación radical de la sociedad existente, y eso explica por qué la Revolución, obligada por las implicaciones de sus propios principios, dio a luz al Socialismo. El socialismo es la Justicia... El socialismo es la justicia. Cuando hablamos de justicia, entendemos por esta no la justicia contenida en los Códigos y en la jurisprudencia Romana -los cuales se han basado, en gran medida, sobre las verdades de la violencia alcanzada por la fuerza, violencia consagrada por tiempo y las bendiciones de alguna iglesia u otro (cristiano o pagano), y por lo cual se ha aceptado como principio absoluto, que toda ley debe ser deducida por un proceso de razonamiento lógico- no, hablamos de aquella justicia que está basada únicamente sobre la conciencia humana, la justicia que ha de ser encontrada en el conocimiento de cada hombre -hasta en los de niños- y que puede ser expresada en una sola palabra: equidad. Esta justicia universal que, debido a las conquistas por la fuerza y a las influencias religiosas, aún nunca ha prevalecido en los ámbitos políticos, jurídicos o económicos, debería hacerse la base del nuevo mundo. Sin ella no puede haber ni libertad, ni república, ni prosperidad, ni paz. Es ella entonces quien debe gobernar nuestras resoluciones para que trabajemos con eficiencia en el establecimiento de la paz. Y es esta justicia, la que nos impulsa a asumir la defensa de los intereses de la gente terriblemente maltratada y a exigir su emancipación económica y social con libertad política. El Principio Básico del Socialismo. No proponemos aquí, caballeros, este u otro sistema socialista. Aquello que ahora exigimos es la proclamación nuevamente del gran principio de la Revolución francesa: que cada ser humano pueda poseer los medios materiales y morales para poder desarrollar así su humanidad, un principio que, en nuestra opinión, debe ser traducido en el siguiente problema: Organizar la sociedad de tal manera que cada individuo, hombre o mujer, pueda hallar, al entrar en la vida, medios aproximadamente equivalentes para el desarrollo de sus diversas facultades y de su ocupación laboral. Y organizar dicha sociedad de tal forma que haga imposible la explotación de algun trabajador, lo cual permitirá a cada individuo disfrutar de la riqueza social, la cual, en realidad sólo se produce por el trabajo colectivo; pero sólo para disfrutarla en cuanto él contribuya directamente hacia la creación de dicha riqueza. Rechazo al Socialismo Estatatista. La consecución de esta tarea desde luego tomará cientos de años de desarrollo. Pero la historia ya la ha traído ante nosotros y de aquí en adelante no podemos hacer caso omiso a ella sin condenarnos a declarar

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nuestra total impotencia. Nos apresuramos en agregar aquí que enérgicamente rechazamos cualquier tentativa de organización social que no admitia la libertad más amplia tanto de los individuos como de las organizaciones, o que requiera la instauración de cualquier regimen de poder. En nombre de la libertad, la cual reconocemos como fundamento único y único principio creativo de la organización, económica o política, protestaremos contra todo aquello que remotamente pueda parecerse al Comunismo Estatatista, o al Socialismo Estatatista. Abolición del Derecho de Herencia. La única cosa que, en nuestra opinión, el Estado puede y debería hacer es modificar poco a poco la ley de herencia para llegar cuanto antes a su completa abolición. Aquella ley es puramente una creación del Estado, y una de las condiciones de existencia misma del Estado autoritario y divino, y ella puede y debería ser suprimida por la libertad en el Estado. En otras palabras, el Estado debería disolverse en una sociedad libremente organizada de acuerdo con los principios de justicia. El derecho de herencia, en nuestra opinión, debiera suprimirse, ya que mientras exista perdurará la desigualdad económica hereditaria, no la desigualdad natural de los individuos, sino la desigualdad artificial de clases -y ello siempre engendrará la desigualdad hereditaria en el desarrollo y la formación de las mentes, y cuya continuación sería la fuente y la consagración de todas las desigualdades políticas y sociales. La tarea de la justicia es establecer la igualdad para cada uno, pues aquella igualdad dependerá de la organización económica y política de la sociedad- una igualdad con la que cada uno va a comenzar su vida, y por la que cada uno, dirigido en su propia naturaleza, será el producto de sus propios esfuerzos. En nuestra opinión, la propiedad de los difuntos debería acumularse a los fondos sociales para la instrucción y la educación de los niños de ambos sexos, que incluye la manutención de ellos desde su nacimiento hasta que alcancen la mayoría de edad. Como eslavos y como rusos, queremos agregar lo que consideramos una idea social fundamental, la cual se basa sobre el instinto general y tradicional de nuestros pueblos, y que consiste en que la propiedad de toda la gente, debería ser poseída sólo por aquellos que le cultivan con sus propias manos. Somos unos convencidos, caballeros, de que este principio es justo, que es la condición esencial e inevitable de toda reforma social seria, y, por consiguiente, Europa Occidental a su turno no dudará en reconocer y aceptar este principio, no obstante las dificultades de su realización en países como Francia, por ejemplo, en donde la mayoría de campesinos posee la tierra que ellos cultivan, pero en donde la mayor parte de esos mismos campesinos pronto terminarán por no poseer nada, debido al parcelamiento de la tierra que viene como resultado inevitable del sistema político y económico que ahora prevalece en Francia. Sin embargo, nos abstendremos de ofrecer cualquier oferta contra la pregunta de tierra... Nos limitaremos ahora a proponer la siguiente declaración: La Declaración del Socialismo. "Convencidos de que la realización seria de la libertad, la justicia, y la paz será imposible mientras que la mayoría de la población se halle desposeída de las elementales necesidades, mientras esten privados de la educación y condenados a la insignificancia y a la esclavitud política y social -de hecho, si no por la ley, por la pobreza así como por la necesidad de trabajar sin descanso u ocio, produciendo toda la riqueza de la que el mundo ahora está orgulloso, y recibiendo a cambio sólo una pequeña parte de la torta, la que apenas basta para asegurar su sustento para al día siguiente; "Convencidos de que para las masas del pueblo, terriblemente maltratadas durante siglos, el problema del pan es el problema de la emancipación mental, de la libertad y la humanidad; "Convencidos de que libertad sin Socialismo es privilegio e injusticia y que Socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad; "La Liga [para la Paz y la Libertad] con fuerza proclama la necesidad de una radical reconstrucción económica y social, que tenga como objetivo la emancipación de los trabajadores del yugo del capital y los terratenientes, una reconstrucción basada en la más estricta justicia - ni justicia jurídica ni teológica ni metafísica, sino justicia simplemente humana - basada en la ciencia positiva y en la libertad más amplia." Organización de las Fuerzas productivas en reemplazo del Poder Político. Es necesario suprimir completamente, en principio y de hecho, todo aquello que llaman el poder político; pues, mientras que el poder político exista, habrá habra gobernantes y gobernados, amos y esclavos, explotadores y explotados. Una vez suprimido, el poder político debería ser substituído por la organización de las fuerzas productivas y el servicio económico. No obstante el enorme desarrollo de los estados modernos -un desarrollo que en su fase última, de forma bastante lógica, reduce el Estado a una absurdidad-, se hace evidente que los días del Estado y el principio Estatal están contados. Ya podemos ver el advenimiento de la total emancipación de las masas trabajadoras y su libre organización social, libre de la intervención gubernamental, formada por la asociacion económica de las personas y dejando de lado todas las viejas fronteras Estatales y las distinciones nacionales, fundamentado ello sólo en el trabajo productivo, el trabajo humanizado; poseyendo un interés común a pesar de su diversidad. El Ideal del Pueblo. Desde luego, este ideal aparece ante el pueblo significando el fin de sus necesidades, el fin de la pobreza, y la satisfacción plena de todos sus requerimientos materiales mediante el trabajo colectivo, igual y obligatorio para todos, y luego, como el final de la dominación, y como la organización libre de las vidas de las personas conforme a sus necesidades -no desde la cima hacia abajo, como lo tenemos en el Estado, sino de abajo a arriba, una organización formada por el pueblo mismo, independiente de gobiernos y parlamentos, una unión libre en asociaciones de trabajadores agrícolas y de fábrica, en comunas, regiones, y naciones, y finalmente, en el futuro más remoto; la hermandad humana universal, que triunfa por sobre las ruinas de todos los Estados. El Programa de una Sociedad Libre. Fuera del sistema Mazziniano que es el sistema de la república en forma de un Estado, no hay ningún otro sistema sino el de la república como una comuna, la república como una federación, una república genuinamente

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socialista y popular -el sistema del Anarquismo. Esta es la política de la Revolución Social, que apunta a la abolición del Estado, y la económica, que libera totalmente las organizaciones de la gente, una organización de abajo hacia arriba, mediante una federación. ... No habrá ninguna posibilidad de la existencia de un gobierno político, ya que este gobierno será transformado en una administración simple de asuntos comunes. Nuestro programa puede ser resumido en unas pocas palabras: Paz, emancipación, y la felicidad de los oprimidos. Guerra contra todos los déspotas y opresores. Restitución total a los trabajadores: todo el capital, las fábricas, y todos los instrumentos de trabajo y materias primas deben ir a las asociaciones, y la tierra a los que la cultivan con sus propias manos. Libertad, justicia y fraternidad con respecto a todos los seres humanos sobre la tierra. Igualdad para todos. A todos, sin distinción alguna, todos los medios de desarrollo y educación, e iguales posibilidades de vida mientras trabajan. La organización de una sociedad mediante una federación libre, desde abajo hacia arriba, de asociaciones de trabajadores, tanto industriales como asociaciones agrícolas, científicas y literarias - primero en una comuna, luego una federación de comunas en regiones, de regiones en naciones, y de naciones en la asociación fraternal internacional Táctica Correcta Durante una Revolución. En una revolución social, en todo opuesta diametralmente a una revolución política, los individuos apenas y cuentan, mientras que la acción espontánea de las masas lo es todo. Todo lo que los individuos pueden hacer es clarificar, propagar, y desarrollar las ideas que corresponden al instinto popular, y, cosa aun más importante, contribuir con sus esfuerzos incesantes a la organización revolucionaria del poder natural de las masas. Pero nada más que eso; el resto sólo podrá hacerlo el propio pueblo. Cualquier otro método llevaría a la dictadura política, al resurgimiento del Estado, de los privilegios, de las desigualdades, y de todas las opresiones estatales; es decir, llevaría de una forma indirecta, aunque lógica al restablecimiento de la esclavitud política, económica y social de las masas populares. Como todos los socialistas sinceros, y en general como todos los trabajadores nacidos y crecidos entre el pueblo, Varlin y sus amigos compartieron en grado sumo este prejuicio perfectamente legítimo contra la iniciativa procedente de individuos aislados, contra el dominio ejercido por individuos superiores; siendo sobre todo coherentes, extendieron el mismo prejuicio y la misma desconfianza a sus propias personas. La Revolución por Decretos está Condenada al Fracaso. Frente a las ideas de los comunistas autoritarios -ideas falaces, en mi opinión- de que la Revolución Social puede ser decretada y organizada por medio de una dictadura o de una Asamblea Constituyente, nuestros amigos, los socialistas parisinos, sostienen que la revolución sólo puede ser emprendida y llevada a su pleno desarrollo a través de la acción masiva continua y espontánea de grupos y asociaciones populares. Nuestros amigos parisinos tienen mil veces razón. Porque, en realidad, no hay cerebro, por muy genial que sea, o -si hablamos de la dictadura colectiva de algunos centenares de individualidades supremamente dotadas no hay combinación de intelectos capaz de abarcar toda la infinita multiplicidad y diversidad de intereses, aspiraciones, deseos y necesidades reales que Constituyen en su totalidad la voluntad colectiva del pueblo; no existe intelecto capaz de proyectar una organización social que pueda satisfacer a todos y cada uno. Tal organización será siempre un lecho de Procusto en el que la violencia, más o menos sancionada por el Estado forzaría a la desdichada sociedad. Pero este es un viejo sistema de organización, basado sobre la fuerza, que la Revolución Social suprimirá para dar plena libertad a las masas, los grupos, Comunas, asociaciones e individualidades, destruyendo de una vez por todas la causa histórica de toda violencia: la misma existencia del Estado cuya caída supondrá la destrucción de todas las iniquidades del derecho jurídico y de todas las falsedades de los diversos cultos -derechos y cultos que han sido siempre, los canonizadores complacientes, tanto en el terreno ideal como en el real, de toda la violencia representada, garantizada y autorizada por el Estado. Es evidente que sólo cuando el Estado haya dejado de existir, la humanidad obtendrá su libertad, y que sólo entonces encontrarán su auténtica satisfacción los verdaderos intereses de la sociedad, de todos los grupos, de todas las organizaciones locales y, en consecuencia, de todos los individuos que forman tales organizaciones. La Libre Organización Seguirá a la Abolición del Estado. La abolición del Estado y de la Iglesia debe ser la condición primera e indispensable para la emancipación efectiva de la sociedad. Sólo después la sociedad podrá y deberá empezar su propia reorganización que, sin embargo, no debe efectuarse de arriba abajo, ni de acuerdo con algún plan ideal proyectado por unos pocos sabios o filósofos, ni mediante decretos promulgados por algún poder dictatorial, o incluso por una Asamblea Nacional u elegida por sufragio universal. Tal sistema, como ya se ha dicho, llevaría inevitablemente a la formación de una aristocracia gubernamental, es decir, a una clase de personas que nada tiene en común con las masas del pueblo; y esta clase volvería con toda certeza a explotar y someter a las masas bajo el pretexto del bienestar común o de la salvación del Estado. La Libertad debe ir de la Mano con la Igualdad. Soy un partidario convencido de la igualdad económica y social porque sé que, sin esta igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moral y el bienestar de los individuos, como también la prosperidad de las naciones, no son sino otras tantas falsedades. Pero como soy al mismo tiempo un partidario de la libertad, primera condición de la humanidad, creo que la igualdad debería establecerse en el mundo por la organización espontánea del trabajo y la propiedad colectiva, por la libre organización de las asociaciones de productores en comunas y la libre federación de las comunas -pero de ningún modo mediante la acción suprema y tutelar dcl Estado.

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La Diferencia entre los Revolucionarios Autoritarios y Libertarios. Este punto separa fundamentalmente a los colectivistas o socialistas revolucionarios de los comunistas autoritarios, partidarios de la absoluta iniciativa del Estado. La meta de ambos partidos es idéntica: ambos partidos desean la creación de un nuevo orden social basado exclusivamente sobre el trabajo colectivo en condiciones económicas iguales para todos -es decir, en condiciones de propiedad colectiva de los medios de producción. Pero los comunistas imaginan que esto puede lograrse mediante el desarrollo y la organización del poder político de las clases trabajadoras, encabezadas por el proletariado de la ciudad con ayuda del radicalismo burgués; mientras los socialistas revolucionarios, enemigos de toda alianza ambigua, creen que este objetivo común no puede lograrse a través de la organización política sino mediante la organización social (y, por tanto, antipolítica) y el poder de las masas trabajadoras de las ciudades y los pueblos, incluyendo además a todos los que, a pesar de pertenecer por nacimiento a las clases altas, han roto voluntariamente con su pasado y se han unido abiertamente al proletariado aceptandó su programa. Los Métodos de los Comunistas y los Anarquistas. De ahí la existencia de dos métodos diferentes. Los comunistas creen que es necesario organizar las fuerzas de los trabajadores para tomar posesión del poder político estatal. Los socialistas revolucionarios las organizan con vistas a destruir, o si preferís una expresión más refinada, a liquidar el Estado. Los comunistas son partidarios del principio y la práctica de la autoridad, mientras los socialistas revolucionarios sólo ponen su fe en la libertad. Ambos son partidarios por igual de la ciencia, que debe destruir la superstición y ocupar el lugar de la fe; pero los primeros quieren imponer la ciencia al pueblo, en tanto que los colectivistas revolucionarios intentan difundir la ciencia y el conocimiento entre el pueblo, para que los diversos grupos de la sociedad humana, una vez convencidos por la propaganda, puedan organizarse y combinarse, espontáneamente, en federaciones, de acuerdo con sus tendencias naturales y sus intereses reales, pero nunca de acuerdo con un plan trazado previamente e impuesto a las masas ignorantes por algunas inteligencias "superiores". Los Socialistas revolucionarios creen que existe mucha más razón práctica e inteligencia en las aspiraciones instintivas y las necesidades reales de las masas populares que en las profundas inteligencias de todos esos instruidos doctores y tutores autodesignados de la humanidad, quienes teniendo ante sus ojos los ejemplos lamentables de tantos intentos abortados de hacer feliz a la humanidad, intentan todavía seguir trabajando en la misma dirección. Pero los socialistas revolucionarios creen, al contrario, que la humanidad se ha dejado gobernar durante largo tiempo, demasiado largo, y que la raíz de sus desgracias no reside en esta o en aquella forma de gobierno, sino en el principio y en la misma existencia del gobierno, sea cual fuere su naturaleza. Es esta diferencia de opinión, que ya se ha hecho histórica, la vigente en la actualidad entre el comunismo científico, desarrollado por la escuela alemana y aceptado parcialmente por los socialistas americanos e ingleses, y el proudhonismo, desarrollado extensamente y llevado a sus últimas conclusiones y aceptado hoy por el proletariado de los países latinos. El socialismo revolucionario ha hecho su primera aparición brillante y práctica en la Comuna de París. En la bandera pangermánica está escrito: Conservación y fortalecimiento del Estado a cualquier precio. Por el contrario, en nuestra bandera, la bandera socialista-revolucionaria, está grabada con letras orgullosas y Sangrientas: la destrucción de todos los Estados, la aniquilación de la civilización burguesa, la organización libre y espontánea de abajo arriba por medio de las asociaciones libres, la organización de la chusma incontrolada de trabajadores, de toda la humanidad emancipada, y la creación de un nuevo mundo universalmente humano. Antes de crear o más bien antes de ayudar al pueblo a crear esta nueva organización es necesario conseguir una victoria. Es necesario derrocar lo que es para poder establecer lo que debe ser...

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Parte A:

Comunismo Libertario

a) Manifiesto comunista libertario Por George Fontenis

EL COMUNISMO LIBERTARIO, UNA DOCTRINA SOCIAL Fue en el siglo XIX, cuando el capitalismo se desarrollaba y las primeras grandes luchas de la clase obrera tenían lugar- y para ser más precisos, fue en el seno de la Primera Internacional (1864-1871)- que una doctrina social llamada "socialismo revolucionario" (en oposición al socialismo legalista, estatista o reformista) apareció. También era conocida como "socialismo anti-autoritario" o "colectivismo", y más tarde como "anarquismo", "comunismo anárquico" o "comunismo libertario". 1 Esta doctrina, o teoría, aparece como reacción de los trabajadores socialistas organizados. Está, en todo caso, ligada a una progresiva agudización de la lucha de clases. Es un producto histórico que se origina de ciertas condiciones en la historia , a raíz del desarrollo de la sociedad de clases- y no a través de la crítica idealista de unos cuantos pensadores específicos. El rol de los fundadores de la doctrina, principalmente de Bakunin, fue expresar la verdadera aspiración de las masas, sus reacciones y experiencias, y no el crear artificialmente una teoría, confiando en un análisis puramente ideal y abstracto o en teorías anteriores. Bakunin- y con él James Guillaume, luego Kropotkin, Reclus, J. Grave, Malatesta y otros- comenzaron a mirar la situación de las asociaciones de obreros y los cuerpos de campesinos, y cómo se organizaban y luchaban. Ese anarquismo originado en la lucha de clases no puede ser puesto en discusión. ¿Cómo es que entonces haya sido el anarquismo considerado con frecuencia como una filosofía, una moral o ética independiente de la lucha de clases, y así, como una forma de humanismo al margen de condiciones históricas y sociales? Vemos muchas razones para esto. Por una parte, los primeros teóricos del anarquismo, a veces, buscaban confianza en la opinión de escritores, economistas e historiadores anteriores a ellos (especialmente en Proudhon, muchos de cuyos escritos expresan, sin lugar a dudas, ideas anarquistas). Los teóricos que les seguían habían, incluso, encontrado en escritores como La Boëtie, Spencer, Godwin, Stirner, etc... ideas análogas al anarquismo ,- en el sentido que demostraban una oposición a toda forma de sociedades explotadoras y a los principios de dominación que encontraban en ellas. Pero las teorías de Godwin, Stirner, Tucker y el resto, son sólo simples observaciones sobre la sociedad- pero que no tomaban en cuenta ni la historia ni las fuerzas que la determinan, o las condiciones objetivas que plantea el problema de la Revolución. Por otra parte, en todas las sociedades basadas en la explotación y la dominación siempre ha habido actos individuales o colectivos de rebelión, a veces con un contenido comunista o federalista, o bien, auténticamente democrático. Como resultado, a veces el anarquismo ha sido pensado como expresión de la eterna lucha del pueblo hacia la libertad y la justicia- una idea vaga, insuficientemente arraigada en la sociología o en la historia, y que torna al anarquismo en un humanismo vago, basado en nociones abstractas de "humanidad" y "libertad". Los historiadores burgueses del movimiento obrero siempre se encuentran prestos a mezclar el anarco-comunismo con teorías individualistas e idealistas, y son, en gran medida, responsables de esta confusión. Ellos son quienes han intentado enlazar a Stirner con Bakunin. Por el olvido de las condiciones de nacimiento del anarquismo, ha sido a veces reducido a una suerte de ultraliberalismo y despojado de su carácter materialista, histórico y revolucionario. De cualquier modo, incluso si las revueltas previas al siglo XIX y las ideas de ciertos pensadores sobre la relación entre los individuos y los grupos humanos prepararon el camino al anarquismo, no había ningún anarquismo o doctrina tal, hasta Bakunin.

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Los trabajos de Godwin, por ejemplo, expresan la existencia de una sociedad de clases muy bien, aunque sea de una forma un tanto confusa e idealista. Y la alienación del individuo por el grupo, la familia, la religión, el Estado, la moral, etc... que es, ciertamente, de naturaleza social, es por cierto, expresión de una sociedad dividida en clases o castas. Puede decirse que las actitudes, ideas y formas de actuar de la gente que podríamos llamar rebeldes, no conformistas o anarquistas en el vago sentido del término, siempre han existido. Pero la formulación coherente de la teoría comunista anárquica data hacia fines del siglo XIX y continua cada día, perfeccionándose y volviéndose más precisa. Así es que el anarquismo no puede ser asimilado como una filosofía o como una ética abstracta e individualista. Nació dentro de lo social, y tendrá que esperar por un período histórico dado y por un estado de antagonismo de clases dado, para que las aspiraciones del comunismo anárquico puedan mostrarse claramente ante el fenómeno o rebelión, para así resultar en una concepción revolucionaria completa y coherente. Ya que el anarquismo no es una filosofía o ética abstracta, no puede estar arraigado en la persona abstracta, en la persona en general. Para el anarquismo no existe el ser humano así como así, en nuestras sociedades: está la persona explotada de las clases desposeídas y está la persona de los grupos privilegiados, de la clase dominante. Hablar de la persona es caer en el error o sofisma de los liberales cuando hablan del "ciudadano" sin considerar la condición social o económica de los ciudadanos. Y hablar de la persona en general, a la vez que negando el hecho de que existen clases y de que existe la lucha de clases, mientras nos autocomplacemos en vacías declaraciones retóricas sobre Libertad y Justicia- en un sentido general y con mayúsculas- es aceptar que todos los filósofos burgueses que se muestran como liberales, pero que son de hecho conservadores o reaccionarios, infiltren el anarquismo, para pervertirlo en un humanitarismo vago, para castrar la doctrina, su origen y sus militantes. Hubo una época, y para ser honestos, éste es aún el caso entre determinados grupos en ciertos países, que el anarquismo degeneró en un absoluto pacifismo de llorones o en una suerte de cristianismo sentimental. Debe reaccionar en contra de esto, y es ahora que el anarquismo está atacando al viejo mundo con algo más que pensamientos etéreos. Es a los expoliados, los explotados, el proletariado, los obreros y campesinos, que el anarquismo en tanto doctrina social y método revolucionario, habla- pues sólo la clase explotada, como fuerza social, puede hacer la revolución. ¿Nos referimos con esto a que la clase trabajadora constituye una clase mesiánica, que los trabajadores tienen una providencial clarividencia, todo virtud y ningún defecto? Esto sería caer en la idolatría al obrero, en una nueva forma de metafísica. Pero la clase que es explotada, alienada, gobernada y defraudada, el proletariado- tomado en el amplio sentido y compuesto tanto por la clase obrera propiamente tal (compuesta por trabajadores manuales que tienen cierta psicología común, una cierta forma de ser y de pensar) y otros asalariados, tales como trabajadores de escritorio; o expuesto de otro modo, la masa de individuos cuya única función en la producción y en el orden político es recibir órdenes y verse despojados de todo control- sólo ésta clase puede derrocar al poder y a la explotación, dada su posición económica y social. Sólo los productores pueden implementar el control obrero y ¿qué sería la revolución , sino el paso del control a todos los productores?. La clase proletaria es, por consiguiente, la clase revolucionaria por sobre todas, pues es quien puede implementar una revolución social y no sólo política- al liberarse a sí, libera a toda la Humanidad; al romper con el poder de la clase privilegiada, produce la abolición de las clases.. Ciertamente, hoy en día no existen barreras precisas entre las clases. Es durante varios episodios en la lucha de clases que esta división ocurre. No hay divisiones precisas, pero hay dos polos- proletariado y burguesía (capitalistas, burócratas, etc...); las clases medias se fraccionan en períodos de crisis y se mueven hacia un polo u otro; son incapaces de proponer una solución por sí mismas, pues carecen tanto de las características revolucionarias del proletariado, como del control de la sociedad contemporánea , como la burguesía propiamente tal. En las huelgas, por ejemplo, puede verse una sección de los técnicos (especialmente aquellos que son especialistas, aquellos de los departamentos de investigaciones, por ejemplo) unirse a la clase obrera, mientras que otra sección (técnicos de altas posiciones en la planta y la mayoría de los supervisores) se aleja de la clase obrera, al menos, por un tiempo. La práctica de los gremios siempre ha confiado en la prueba y el error, en el pragmatismo, sindicalizando ciertos sectores y no otros, de acuerdo al rol y ocupación. De cualquier modo, es la ocupación y actitud lo que distingue a una clase, más que el salario. Así, está el proletariado. Aquí está su más determinada, su más activa parte, la clase obrera propiamente definida. Hay aún algo más amplio que el proletariado y que incluye otros estratos sociales que deben ser incorporados a la acción: esto es la masa del pueblo, que comprende pequeños campesinos, artesanos pobres y a otros como el proletariado. No es cuestión de caer en una mística proletaria, sino que la apreciación de este hecho específico: el proletariado, aunque lento para concientizarse y a pesar de sus retrocesos y derrotas, es, en última instancia, el único creador real de la revolución. Bakunin: "Comprendan que desde que el proletariado, el trabajador manual, el trabajador común, es el representante histórico del último sistema de esclavitud en la Tierra, su emancipación es la emancipación de todos, su triunfo el triunfo final de la Humanidad..." Ciertamente ocurre que gentes pertenecientes a los grupos sociales privilegiados, quiebran con su clase, y con su ideología y con sus ventajas, y se adhieren al anarquismo. Su contribución es considerable, pero en cierto sentido ésta gente se convierte en proletarios.

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Para Bakunin nuevamente, los socialistas revolucionarios, estos son los anarquistas, se dirigen a "las clases laboriosas tanto en la ciudad como en el campo, incluyendo a todo aquel de buena voluntad de las clases superiores que, haciendo un claro quiebre con su pasado, se les una sin reservas y aceptando por completo su programa". Pero a raíz de esto, no puede decirse que el anarquismo hable a la persona en abstracto, a la persona en general, sin considerar su status social. Privar al anarquismo de su carácter de clase, sería condenarlo al amorfismo, a un vacío de contenido, transformándolo en un pasatiempo filosófico inconsistente, una curiosidad para la burguesía intelectual, un objeto de simpatía para gente deseosa de tener un ideal, un tema para discusión académica. Concluimos: el Anarquismo no es una filosofía del individuo o del ser humano en un sentido general. Anarquismo es, si se quiere, una filosofía o ética, pero en un sentido muy específico, muy concreto. Es tal por los deseos que representa, por las metas que fija: como dice Bakunin- "su triunfo (del proletariado) es el triunfo final de la Humanidad..." El proletariado, clase basada en origen, es sólo en sus fines que es universalmente humana, o si se prefiere, humanista. Es una doctrina socialista, o para ser más precisos, el único socialismo o comunismo auténticos, la única teoría y método capaz de lograr una sociedad sin castas ni clases, de implementar la libertad y la igualdad. El anarquismo socialista o comunismo anárquico, o también comunismo libertario, es una doctrina de revolución social la cual se dirige al proletariado, cuyos deseos representa, cuya verdadera ideología demuestra- una ideología de la cual el proletariado se concientiza mediante sus propias experiencias. EL PROBLEMA DEL PROGRAMA Como el anarquismo es una doctrina social, se hace conocido gracias a un conjunto de análisis y proposiciones que exponen propósitos y tareas, en otras palabras, a través de un programa. Y es éste programa el cual constituye la plataforma común a todos los militantes en la organización anarquista. Sin ésta plataforma, la única cooperación que podría haber estaría basada en deseos sentimentales, vagos y confusos, y no habría una real unidad de perspectivas. Habría, entonces, sólo un andar juntos bajo un mismo nombre, de ideas diferentes, e inclusive, opuestas. Surge una pregunta: ¿Puede el programa no ser una síntesis, tomando en cuenta los puntos comunes a gente que comparte una misma idea, o más específicamente, la misma o casi la misma consigna? Eso sería buscar una unidad artificial donde evitar los conflictos, sosteniendo la mayor parte del tiempo algo que no es realmente importante: se encontraría una plataforma común, pero prácticamente vacía. Éste experimento ha sido intentado varias veces, y en lugar de una "síntesis"- uniones, coaliciones, alianzas y entendimiento- se ha hallado inefectividad y una rápida vuelta al conflicto: como la realidad entrega problemas para los cuales cada cual ofrecía soluciones diferentes y hasta opuestas, las viejas pugnas reaparecían y el vacío, la inutilidad del pseudo-programa compartido- que podría ser tan sólo un rechazo a la acción- quedaba en clara evidencia. Y aparte, la mismísima idea de crear un programa de parche, por fijación en pequeños puntos en común, supone que todos los puntos de vista propuestos son correctos, y que un programa puede sólo surgir de la mente de las personas, así en abstracto. Ahora, un programa revolucionario, el programa anarquista, no puede ser creado por un grupúsculo para luego imponerse a las masas. Es lo opuesto lo que debe ocurrir: el programa de la vanguardia revolucionaria, de la minoría activa, puede tan sólo ser expresión- concisa y poderosa, clara tan consciente como simple- de los deseos de las masas explotadas llamadas a hacer la Revolución. En otras palabras: la clase antes que el partido. El programa debe ser determinado por el estudio, la prueba y la tradición de lo que constantemente es buscado por las masas. Así, en el trabajo del programa debe prevalecer un cierto empirismo, uno que rehuya del dogmatismo y que no sea un sustituto a un plan trazado por un pequeño grupo de revolucionarios, y que se demuestre en el pensamiento y accionar de las masas. En este sentido, cuando el programa haya sido trabajado y conocido por las masas, puede sólo aumentar su conciencia. Finalmente, el programa definido de esta manera, puede ser modificado como análisis de la situación y las tendencias en los progresos de las masas, y puede ser reformulado en términos más claros y precisos. Es en este sentido en que el programa no es un conjunto de aspectos secundarios que agrupan (o frecuentemente, que no dividen) a gene que piensa semejante, sino que es un corpus de análisis y propuestas que es sólo adoptado por quienes creen en él y deciden difundir éste trabajo y transformarlo en realidad. Pero, pueden decir, ésta plataforma tendrá que ser trabajada, trazada por algún individuo o grupo. Por supuesto, pero desde que ésta no es producto de ningún programa añejo, sino que del programa del anarquismo social, la única propuesta que será aceptada, será aquella en concordancia con los intereses, aspiraciones, pensamientos y habilidad revolucionaria de las clases expoliadas. Aquí se puede hablar con propiedad de una síntesis, pues no es en absoluto cuestión de descartar asuntos importantes por no causar división- es un asunto de combinar propuestas que puedan ser unidas en puntos esenciales en un nuevo texto compartido. Es rol de los centros de estudio, asambleas y conferencias revolucionarias el identificar un programa,, luego volver luego a reunirse y fundar una organización con base en éste programa. El drama es que muchas organizaciones reclaman ser verdaderas representantes de la clase trabajadora- organizaciones socialistas reformistas y comunistas autoritarias, tanto como organizaciones anarquistas. Sólo la experiencia puede asentar la materia, puede definir de forma concluyente cual es la correcta.

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No hay revolución posible, a menos que la masa de gente que la va a hacer, se reúna en la base de una cierta unidad ideológica, a menos que actúen con la misma lógica. . Esto significa para nosotros que, a través de su propia experiencia, las masas encontrarán el camino hacia el comunismo libertario. Esto también significa que la doctrina anarquista no se haya completa hasta que sus enfoques detallados y aplicaciones no se preocupen y se creen continuamente, y se completen a sí mismos a la luz de los eventos históricos. De intentos parciales como la Comuna de París, la Revolución popular de Rusia en 1917, los Makhnovistas, los logros en España, huelgas, al hecho de que la clase obrera esté experimentando la dura realidad del socialismo de Estado, total o parcial (de la URSS a las nacionalizaciones y a la traición de los partidos políticos del Oeste)- de todo esto, parece posible establecer que el programa anarquista, con todas sus modificaciones, está abierto a representar la dirección en que se revelará la unidad ideológica de las masas. Por el momento, contentémonos con resumir éste programa en: sociedad sin clases y sin Estado. RELACIÓN ENTRE LAS MASAS Y LA VANGUARDIA REVOLUCIONARIA Hemos visto, en relación al problema del programa, cual es nuestra idea general de la relación entre la clase oprimida y la organización revolucionaria definida por programa (esto es el partido, en el auténtico sentido de la palabra). Pero no es tan simple como decir "clase antes que partido" y dejarlo ahí. Debemos explayarnos en esto, explicar cómo es la minoría activa, la vanguardia revolucionaria necesaria, sin convertirse en un liderazgo de tipo militar, una dictadura por sobre las masas. En otras palabras, debemos mostrar que la idea anarquista de la minoría activa no es de ningún modo elitista, oligárquica o jerárquica.

1- LA NECESIDAD DE LA VANGUARDIA Hay una idea que postula la iniciativa espontánea de las masas como suficiente posibilidad revolucionaria. Es cierto que la historia nos enseña determinados eventos que pueden ser mirados como avances espontáneos de las masas, y estos eventos son valiosísimos, pues muestran las habilidades y recursos de las masas. Pero eso no nos lleva a un concepto generalizador de la espontaneidad- eso sería fatalista. Tal mito, lleva al populismo demagógico y a la justificación de la rebelión sin principios; puede ser reaccionario y terminar en un compromiso y políticas al estilo "espera y ve qué pasa". En oposición a esto, encontramos una idea puramente voluntarista que entrega la iniciativa revolucionaria sólo a la organización de vanguardia. Tal idea lleva a una evaluación pesimista del rol de las masas, a un resentimiento aristocrático por su habilidad política para velar por la dirección de la actividad revolucionaria, y por ende, a la derrota. Esta idea contiene, de hecho, el germen de la de la contrarrevolución estatista y burocrática. Cercana a la idea de la espontaneidad, vemos una teoría acorde a la cual la organización de masas, sindicatos por ejemplo , no sólo son autosuficientes, sino que suficientes para todo. Esta idea que se llama a sí totalmente anti-política, es de hecho una concepción economicista que es frecuentemente expresado como "sindicalismo puro". Pero debemos apuntar que, si la teoría quiere sostenerse bien, entonces sus partidarios deben abstenerse de la formulación de cualquier programa, de cualquier afirmación definitiva. De otro modo, estarían constituyendo una organización que sería ideológica, por dónde se la mire, o formando un liderazgo que sancione a una orientación dada. Así que esta teoría sólo es coherente si se limita a una comprensión de la problemática social que sea neutral socialmente, al empirismo. Igualmente alejado del espontaneísmo, del empirismo y voluntarismo, recalcamos la necesidad de una organización revolucionaria anarquista específica, entendida como la vanguardia conciente y activa del pueblo. 2- LA NATURALEZA DEL ROL DE LA VANGUARDIA REVOLUCIONARIA La vanguardia revolucionaria, ciertamente, ejerce un rol de guía y liderazgo en relación al movimiento de masas. Argumentos para esto nos son sin sentido, pues ¿Qué otro uso podría tener una organización revolucionaria? Su propia existencia atestigua su carácter guiador, orientador. La pregunta real es cómo se comprende este rol, qué significado le damos a la palabra "guía". La organización revolucionaria, tiende a su creación del hecho de que la mayoría de los trabajadores conscientes sienten su necesidad, cuando se confrontan al proceso desigual y la cohesión inadecuada de las masas. Lo que se debe hacer claro, es que la organización revolucionaria no constituye un poder sobre las masas. Su rol como guía debe ser entendido como el de un cuerpo para expresar y formular una orientación ideológica, tanto organizacional como táctica- una orientación especificada, elaborada y adaptada en la base de las experiencias y deseos de las masas. En este sentido, las directrices de la organización no son órdenes externas, más bien son expresiones reflejas de de las aspiraciones generales del pueblo. La función directiva de la organización revolucionaria no puede ser en ningún modo, coercitiva, por tanto sólo puede revelarse en su intento de que sus ideas sean compartidas exitosamente, por su entrega al conjunto del pueblo de un conocimiento cabal de sus principios teóricos y las líneas centrales de sus tácticas. Es una lucha a través de las ideas y del ejemplo. Y si no se ha olvidado que el programa de la organización revolucionaria, el camino y medios que enseña, reflejan las experiencias y deseos de las masas- que la vanguardia organizada es, básicamente, la imagen refleja de la clase explotada- entonces se hace claro que guiar no es dictar, sino que orientación coordinada, que en lo contrario se opone a cualquier manipulación burocrática de las masas, disciplina al estilo militar u obediencia sin pensar.

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La vanguardia debe ponerse a sí misma la tarea de desarrollar la responsabilidad política directa de las masas, debe apuntar a incrementar la habilidad de las masas para organizarse a sí mismas. Por esto, el concepto de liderazgo es natural y aumenta la consciencia. Del mismo modo, los militantes mejor preparados y más maduros al interior de la organización, tienen el rol de guiar y de educar a los otros miembros, para que todos queden bien informados y alertas, tanto en el terreno teórico como práctico, para que todos puedan ser protagonistas a su turno. La minoría organizada es la vanguardia de un ejército mayor y toma su razón de ser de ese ejército- las masas. Si la minoría activa, la vanguardia, se aparta de las masas, entonces no puede seguir cumpliendo con sus funciones propias y se transforma en una pandilla o en una tribu. Como análisis final, la vanguardia revolucionaria sólo puede ser sirviente de los oprimidos. Tiene enormes responsabilidades, pero ningún privilegio. Otro aspecto del carácter de la organización revolucionaria, es su permanencia: hay épocas en las que encarna y expresa a una mayoría, quienes se reconocen a cambio en la minoría activa, pero hay también períodos de retroceso en los cuales la minoría revolucionaria no es más que una embarcación en la tormenta. Entonces, debe mantenerse, para rápidamente volver a ganar su audiencia- las masas- tan luego como hallan circunstancias más favorables, de nuevo. Aún cuando esté aislada y apartada de sus bases populares, actúa de acuerdo a la constante de los deseos populares, manteniendo su programa pese a todas las dificultades. Puede ser, incluso, llevada a ciertos actos aislados, con intención de despertar a las masas (actos de violencia en contra de objetivos específicos, insurrecciones). La dificultad es, luego, el evitar ser apartados de la realidad y convertirse en una secta o en un reducto autoritario de liderazgo a lo militar- evitar consumirse mientras se vive de sueños o tratando de actuar sin ser comprendido, llevado o seguido por la masa del pueblo. Para prevenir tal degeneración, la minoría debe mantenerse en contacto con eventos y con el medio de los explotados- debe observar las más pequeñas reacciones, las más pequeñas revueltas o logros, estudiar la sociedad contemporánea en sus más mínimos detalles, sus contradicciones, debilidades y posibilidades de cambio. En este sentido, desde que la minoría toma parte en todas las formas de resistencia y de acción, (que pueden ir desde las demandas al sabotaje, de la resistencia secreta a la revuelta abierta) mantiene la chance de guiar y desarrollar aún las más pequeñas revueltas. Esforzándose en mantener, o en adquirir, una visión general amplia de los eventos sociales y de su desenvolvimiento, adaptando sus tácticas a las condiciones del día, estando en guardia- es en éste sentido que la minoría se mantiene fiel a su misión y evita los riesgos de llegar después de los eventos, de convertirse en un mero espectáculo por fuera y ajeno al proletariado, de ser dejado de lado por éste. (La Minoría) evita el confundir cálculos abstractos y esquemas con los auténticos deseos del proletariado. Ésta se aferra a su programa pero le adapta y le corrige de sus errores a la luz de los eventos. Sean cuales sean las circunstancias, la minoría nunca debe olvidar que su objetivo final es desaparecer al volverse idéntica a las masas al alcanzar su más alto nivel de consciencia en lograr la Revolución. 3- EN QUÉ FORMAS PUEDE LA VANGUARDIA REVOLUCIONARIA JUGAR SU ROL En la práctica, hay dos formas en las que la organización revolucionaria puede influenciar a las masas: está el trabajo en organizaciones de masas establecidas y está el trabajo en la propaganda directa. Ésta segunda clase de actividad toma lugar a través de periódicos y revistas, campañas reivindicativas y de agitación, debates culturales, acciones solidarias, protestas, conferencias y mitines públicos. Este trabajo directo, que puede ser hecho a través de actividades organizadas por otros, es esencial para ganar fuerzas y para conquistar cierta sección de la opinión pública, que sería de otro modo inaccesible. Es de suma importancia, tanto en la plaza laboral como en la comunidad. Pero éste tipo de trabajo no evidencia el problema de saber cual "dirección" puede evitar convertirse en "dictadura". Esto es diferente para la actividad al interior de organizaciones de masas establecidas. Pero primero, ¿Qué son éstas organizaciones?. Son generalmente de carácter económico y basadas en la solidaridad social de sus miembros, pero pueden tener múltiples funciones- defensa (resistencia, ayuda mutua) educación (entrenando para el autogobierno) agravios (demandas a un nivel táctico, expropiación a uno estratégico) y administración. Estas organizaciones- sindicatos, comités obreros de lucha y otros- aunque tengan sólo una de éstas funciones posibles, ofrecen una oportunidad directa de trabajo con las masas. Y también como las estructuras económicas, existen muchas organizaciones populares a través de las cuales la organización específica puede conectarse con las masas. Estas son, por ejemplo, asociaciones de bienestar y cultura, en las cuales la organización específica puede encontrar energía, consejo y experiencias. Aquí puede expandir su influencia llevando a cabo su orientación y luchando contra los intentos del Estado y de los políticos de ganar la hegemonía y el control: luchando por la defensa de estas organizaciones para que puedan mantener su carácter propio y convertirse en centros de autogobierno y de movilización revolucionaria, semillas de la nueva sociedad (pues los elementos de la sociedad del mañana ya existen en la de hoy). Al interior de todas éstas organizaciones de masas, sociales y económicas, la influencia debe ser ejercida y fortalecida no a través de un sistema de decisiones externas, sino que a través de la presencia activa y coordinada de los militantes anarquistas revolucionarios en ellas- y en los cargos en los cuales se desempeñen acorde a sus habilidades y con su actitud. Debe remarcarse que los militantes no deben estancarse en deberes absorventes aunque puramente administrativos, si estos no les

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dejan ni el tiempo ni las oportunidades para ejercer una influencia real. Los oponentes políticos a menudo tratan de hacer "prisioneros" en este sentido a los militantes revolucionarios. Este trabajo de "infiltración" como cierta gente le llama, debe tender a transformar la organización específica de minoritaria a mayoritaria- al menos, desde el punto de vista de la influencia. Debe también evitarse cualquier monopolización, que podría concluir en tener todas las tareas- incluso las de la organización específica- a cargo de la organización de masas, o de lo contrario, podría asignar el liderazgo de la asociación de masas sólo a los miembros de la organización específica, barriendo con todas las otras opiniones. Aquí debe esclarecerse que la organización específica debe promover y defender, no sólo una estructura democrática y federativa e igual forma de trabajo en las organizaciones de masas, sino además una estructura abierta- esto es, una que haga el acceso fácil a elementos aún no organizados, a fin que la organización de masas pueda ganar nuevas fuerzas sociales, ser más representativa y capaz de dar a la organización específica el contacto más cercano posible con la gente. PRINCIPIOS INTERNOS DE LA ORGANIZACIÓN O PARTIDO REVOLUCIONARIO Lo que hemos dicho del programa y acerca del rol de la vanguardia y sus formas de actividad, muestra claramente que esta vanguardia debe ser organizada. ¿Cómo?.

1. UNIDAD IDEOLÓGICA. Es obvio que para actuar se necesita un cuerpo coherente de ideas. Las contradicciones y dudas impiden la concreción de las ideas. Por otra parte, la "síntesis" o más bien el conglomerado de ideas dispares, que sólo concuerden en aquello que no es de real importancia, sólo puede causar confusión y no puede evitar la autodestrucción por las diferencias cruciales. Tal cual las razones que encontramos en nuestro análisis sobre el problema del programa, tal cual las profundas razones ideológicas concernientes a la naturaleza de tal programa, hay razones prácticas que demandan que una organización genuina se base en la unidad ideológica. La expresión de ésta ideología única y compartida puede ser producto de una síntesis- pero sólo en el sentido de la búsqueda de una expresión única de ideas básicamente similares con un significado esencial común. La unidad ideológica se establece por un programa el cual vemos por lo pronto (y que definiremos luego) como: un programa comunista libertario que exprese los deseos generales de las masas explotadas. Debemos nuevamente clarificar que la organización específica no es una unión o contrato comprendido entre individuos con sus propias convicciones ideológicas artificiales. Nace y se desarrolla de un modo orgánico, natural, porque corresponde a una necesidad real. Su desarrollo descansa en un cierto número de ideas las cuales no son creadas todas de un tiro, descuidando los profundos deseos de los explotados. Así, la organización tiene una base de clase pese a que acepte a gente que originalmente sea de las clases privilegiadas y sean, de cierto modo, rechazados por ellas. 2. UNIDAD TÁCTICA, UNA FORMA COLECTIVA DE ACTUAR Teniendo al programa como base, la organización trabaja una dirección táctica general. Esto le permite explotar todas las ventajas de la estructura: continuidad y persistencia en el trabajo, las habilidades y fortalezas de unos llenando las debilidades de otros, concentración de esfuerzos, ahorro de energías, la facultad de responder a las necesidades y circunstancias con la máxima efectividad en cualquier momento. La unidad táctica previene de que nadie se dispare en cualquier dirección, libera al movimiento de los desastrozos efectos de ciertas series de tácticas y de la pugna del uno contra el otro. Es aquí cuando llegamos al problema del desarrollo de las tácticas. Hasta donde corresponde a la ideología - el programa básico, los principios si se quiere- no hay problema: son reconocidos por todos en la organización. Si hay alguna diferencia de opinión en materias esenciales, hay una división, y un recién llegado a la organización acepta estos principios básicos, los cuales sólo pueden ser modificados por acuerdo unánime o pagando el costo de la división. Es otro problema la cuestión de las tácticas. Debe buscarse la unanimidad, pero hasta el punto donde el reunirse no signifique el estar de acuerdo en no decidir nada, que deje a la organización como un cascarón vacío, drenada de substancia (que es de uso si es que el propósito exacto de la organización es el coordinar fuerzas hacia una nueva meta común.) Entonces, cuando todos los argumentos para las diferentes propuestas han sido hechos, cuando la discusión no puede continuar siendo fructífera, cuando las opiniones similares que concordaban en principio se han fusionado y aún queda una oposición irreductible entre las tácticas propuestas, entonces la organización debe encontrar una salida. Y para esto, sólo hay cuatro posibilidades: a- No decidir nada, rechazar la acción, perdiendo la organización, así, toda razón para existir. b- Aceptar las diferencias tácticas y dejar a cada cual con su propia postura. La organización puede aceptar esto en ciertos casos, en ciertos puntos que no sean de crucial importancia. c- Consultar a la organización a través del voto, el cual permite a la mayoría imponerse; la minoría acepta el dejar sus ideas en tanto esto concierna a la actividad pública, peor manteniendo el derecho a desarrollar sus argumentos en el seno de la organización -juzgando que si sus opiniones están más acorde con la realidad que la visión de la mayoría, entonces,

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eventualmente prevalecerán por la fuerza de los eventos. En ocasiones, la carencia de objetividad de este proceso ha sido evocada, que los números no necesariamente indican la verdad, pero es lo único posible. No es, en ningún modo, coercitivo, pues sólo se aplica si los miembros de la organización lo aceptan como regla y porue la minoría la acepta como necesaria, lo cual permite que las propuestas tácticas aceptadas sean puestas a prueba. d- Cuando ningún acuerdo entre la mayoría y la minoría se muestre posible en algún asunto crucial, el cual demande que la organización tome posiciones, hay, natural e inevitablemente, un fraccionamiento. En todos los casos, la meta es la unidad táctica, y si no se intenta alcanzar esto, entonces las discusiones no son efectivas y las confrontaciones, infructuosas. Es por esto que la primera solución posible -a- no decidir nada- ha de ser rechazada en cualquier caso, y la segunda -b- el permitir muchas tácticas diferentes- puede sólo ser una opción excepcional. De seguro, es sólo en los encuentros, en donde toda la organización está representada (conferencias, congresos, etc...), en los cuales se puede decidir la línea táctica a seguir. 3-ACCIÓN COLECTIVA Y DISCIPLINA Una vez que las tácticas generales (u orientación) han sido decididas, el problema de su aplicación irrumpe. Es obvio que si la organización ha trazado una línea de acción colectiva, las actividades militantes de todo miembro y de todo grupo al interior de la organización deben ser conforme a esta línea. En los casos en que una mayoría y una minoría se hayan separado, pero que ambos bandos hayan decidido seguir trabajando conjuntamente, nadie puede verse pasado a llevar, pues todos han acordado esta forma de actuar de antemano, y tuvieron un papel en el diseño de esta "línea". Esta disciplina libremente aceptada no tiene nada en común con la disciplina militar y la obediencia pasiva a órdenes. No existe una maquinaria coercitiva para imponer un punto de vista que no sea aceptado por la organización como un todo: hay simplemente respeto por los compromisos hechos libremente, tanto por la minoría, como por la mayoría. Por supuesto, los militantes y los diferentes actores de la organización pueden tomar iniciativas, pero siempre y cuando no contradigan los acuerdos y arreglos hechos por los organismos apropiados: esto es, si las iniciativas son de hecho, las aplicaciones de las decisiones colectivas. Pero cuando las actividades particulares envuelven a la organización completamente, cada miembro debe consultar a la organización a través de la coordinación con sus órganos respectivos. Entonces, la acción es colectiva y no es acción decidida personalmente por militantes por separado. Cada miembro toma parte de las actividades de la organización, en el mismo sentido en que la organización es responsable por la actividad revolucionaria y política de cada uno de sus miembros, desde que estos no actúan en dominios políticos sin consultar a la organización. 4-FEDERACIÓN O DEMOCRACIA INTERNA En oposición al centralismo, que es la sumisión ciega de las masas al centro, el federalismo permite tanto la centralización necesaria, como permite la decisión autónoma de cada miembro y su control sobre el todo. Sólo involucra a los participantes en lo que les es común. Cuando el federalismo reúne a grupos basados en intereses materiales, descansa sobre el acuerdo, y las bases para la unidad pueden ser a veces débiles. Este es el caso en ciertos sectores activistas. Pero en la organización revolucionaria anarquista, donde la cuestión es un programa que represente los deseos generales de las masas, la base para el agrupamiento (los principios, el programa), es más importante que cualquier diferencia y la unidad es muy fuerte: más que un pacto o contrato, aquí debiésemos hablar de una unidad funcional, orgánica, natural. El federalismo no debe ser comprendido como el derecho a figurar tus caprichos personales sin considerar las obligaciones hacia la organización de que formas parte. Significa el entendimiento alcanzado entre miembros y grupos con vista a un trabajo común hacia un objetivo compartido -pero una unión de libre entendimiento, de consideración. Tal entendimiento implica, por una parte, que quienes le comparten, cumplan cabalmente con los deberes que han aceptado, y que concuerden con las decisiones colectivas; implica, por otra parte, que los cuerpos coordinadores y ejecutivos sean designados y controlados por toda la organización, en sus asambleas y congresos, y que sus obligaciones y prerrogativas sean establecidas de forma precisa. Así tenemos que sobre las siguientes bases, puede existir una organización anarquista efectiva: - Unidad Ideológica - Unidad Táctica - Acción Colectiva y Disciplina - Federalismo EL PROGRAMA COMUNISTA LIBERTARIO 1-ASPECTOS DE LA DOMINACIÓN BURGUESA -CAPITALISMO Y ESTADO

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Antes de mostrar los fines y soluciones del comunismo libertario, debemos examinar a qué clase de enemigo nos vemos enfrentados. De lo que podemos saber de la historia humana, vemos que siempre, desde que las sociedades humanas se vieron divididas en clases (y especialmente, desde la división del trabajo social), han habido conflictos entre las clases sociales y, desde las primeras demandas y revueltas, cual si fuese una cadena de luchas por una vida mejor y una sociedad más justa. El análisis anarquista considera que la sociedad moderna, como todas aquellas anteriores, no es una unidad única, está dividida en dos polos muy diferentes, tan diferentes en su situación como en su función social: el proletariado (en el amplio sentido de la palabra) y la burguesía. Además de esto, se encuentra el hecho de la lucha de clases cuyo carácter puede variar -a veces compleja o imperceptible, a veces abierta, rápida y fácil de ver. Esta lucha es, con bastante frecuencia, enmascarada por choques entre intereses secundarios, conflictos entre grupos de una misma clase, eventos históricos complejos que a primera vista no tienen ninguna conexión directa con la existencia de clases y su rivalidad. Básicamente, esta lucha está siempre dirigida hacia la transformación de la sociedad contemporánea en una sociedad que respondiera a las necesidades, deseos y sentido de justicia de los oprimidos y de ésta forma, en una sociedad sin clases, liberando a toda la Humanidad. La estructura de cualquier sociedad siempre expresa en sus leyes, moral y cultura las respectivas posiciones de las clases sociales- algunas explotadas y esclavizadas, otras ostentando la propiedad y la autoridad. En la sociedad moderna, la economía, la política, la ley, la moral y la cultura descansan sobre la existencia de los privilegios y monopolios de una clase y en la violencia organizada por ésta clase para mantener su supremacía. CAPITALISMO El sistema capitalista es frecuentemente considerado como la única forma de sociedad de explotación. Pero el capitalismo es una forma económica y social relativamente reciente y las sociedades humanas ciertamente han conocido otras formas de esclavitud y explotación desde los clanes, los imperios bárbaros, las ciudades arcaicas, el feudalismo, las ciudades del Renacimiento y así otras. El análisis del nacimiento, desarrollo y evolución del capitalismo, fue el trabajo del movimiento de teóricos socialistas a comienzos del siglo XIX (Marx y Engels no hicieron más que sistematizarlo), pero éste análisis entrega una pobre estimación del fenómeno general de la opresión de una clase por otra, y de su origen. No se ha puesto en debate si es la autoridad la que precede a la propiedad, o visceversa. En el presente estado de la Sociología, no se nos es permitido el hacer afirmaciones absolutas al respecto, pero parece claro que los poderes económicos, políticos, religiosos y morales han estado íntimamente ligados desde el mismísimo comienzo. De cualquier modo, el rol del poder político no puede limitarse a ser un mero instrumento de los poderes económicos. En este sentido, el análisis del fenómeno del capitalismo no se acompañó de un adecuado análisis del fenómeno del Estado, porque la gente se concentraba en una muy limitada parte de la historia y sólo los teórico anarquistas, especialmente Bakunin y Kropotkin, acertaron en darle plena importancia al fenómeno, el cual frecuentemente se veía limitado al Estado en el período de surgimiento del capitalismo. Hoy, la evolución del capitalismo, pasando del capitalismo clásico al capitalismo de monopolio, luego al dirigido y al capitalismo de Estado, está haciendo surgir nuevas formas sociales de las cuales los análisis sucintos del Estado no pueden rendir cuenta. ¿QUÉ ES EL CAPITALISMO? a- Es una sociedad de clases rivales, en donde la clase explotadora posee y controla los medios de producción. b- En la sociedad capitalista, todos los bienes- incluido el poder del trabajo asalariado- son comodidades. c- El amor supremo del capitalismo, el motivo para su producción de bienes, no son las necesidades de la gente, sino que el incremento de la ganancia, esto es el excedente producido por los trabajadores, el extra de lo que es en absoluto necesario para que ellos permanezcan con vida. Este excedente recibe, además, el nombre de plusvalía. d- El incremento de la productividad del trabajo no es seguido por la valorización del Capital, el cual es limitado (bajo-consumo). Esta contradicción, la cual se expresa en la "tendencia a caer bajo la tasa de ganancia", crea crisis periódicas que llevan a los dueños del Capital a toda clase de medidas: recortes en la producción, destrucción de productos, desempleo, guerras y así otras.

- El capitalismo ha evolucionado:

1-Era Pre-capitalista: desde fines de la Edad Media, los mercaderes y banqueros burgueses, se desarrollan en el seno de la economía feudal.

2- Capitalismo clásico, liberal o privado: individualismo de los dueños del capital, competencia y expansión (luego de la temprana acumulación de capital, por la usura, el pillaje, ruina de la población campesina, etc... el capitalismo que se había

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establecido en la Europa del Oeste, tenía un mundo que conquistar, enormes fuentes de riquezas y mercados que se abrían vastos). Las revoluciones burguesas, que se deshacían de las limitaciones feudales, ayudaron al desarrollo del nuevo sistema. Eran la industrialización y el progreso técnico las bases para la existencia del modo de producción capitalista y para la transición de la burguesía mercantil de los siglos XV, XVI y XVII a la burguesía capitalista industrial. Continuó su desarrollo. A través de éste período las crisis no eran frecuentes ni eran muy serias. El Estado juega un rol de soporte, mientras la competencia elimina al débil- es el juego libre del sistema. Es el tiempo del gas y del carbón en la esfera técnica; de la propiedad privada, el patrón individual, competencia y el libre intercambio en la economía; parlamentarismo en la política; total explotación y la más penosa pobreza de los asalariados en lo social. 3- Capitalismo de monopolio o imperialismo: Aumenta la productividad, pero los mercados se estrechan o no se incrementan al ritmo previo. Caída en la tasa de ganancia del Capital sobre acumulado. Acuerdos (trusts, carteles, etc...) reemplazan a la competencia, compañías de asociados reemplazan al patrón individual, interviene el proteccionismo, la exportación de Capital va conjunta a las comodidades, los créditos financieros juegan un rol mayor, la fusión del Capital banquero con el Capital industrial crean el capital financiero, el cual avasalla al Estado y requiere de su intervención. Es el tiempo del petróleo y de la electricidad en la esfera técnica; de los acuerdos, proteccionismo, la sobreacumulación del Capital y la tendencia a caer bajo la tasa de ganancia, de las crisis en la economía; de las guerras, del imperialismo y del crecimiento del Estado en lo político. Las guerras son esenciales si las crisis se aproximan- la destrucción libera mercados. En la esfera social: pobreza de la clase obrera, pero una legislación social que limita ciertos aspectos de la explotación. 4- Capitalismo de Estado: Todo lo que caracterizaba la fase previa se acentúa. Las guerras ya no son suficiente para superar una crisis. Una permanente guerra es necesaria para la economía, para investir de tremendas cantidades de Capital a las industrias de armamento, a la vez que no se aporta nada a un mercado ya congestionado, saturado de bienes; una ganancia considerable se logra en el orden Estatal. Este período se caracteriza por la apropiación del Estado de las más importantes áreas de la economía, del mercado laboral. El Estado se transforma en el capitalismo- cliente, proveedor e inspector del trabajo y de la fuerza laboral- y se asegura a sí de todo incremento en el control de la planificación, cultura y demases. Se desarrolla la burocracia, se imponen al trabajo la disciplina y la regulación. La explotación y la clase asalariada se mantienen, así como los rasgos esenciales del capitalismo, pero con la aparición de formas socializadoras (regulaciones, seguridad social, pensiones de jubilación) se marca una mayor esclavitud del proletariado. El capitalismo de Estado tiene múltiples formas: El nacionalsocialismo alemán, Nacionalsocialismo Stalinista, un creciente control estatal en las "democracias", las cuales aparecen en una forma comparativamente restringida (debido a que aún hay una vasta reserva de plusvalía de las colonias). Tanto en lo político como en lo económico, éste período tiende a adoptar una forma totalitaria. Así, el estatismo se revela simultáneamente en forma política, económica y cultural: Finanza estatal, guerra económica, grandes obras públicas, trabajo con conscriptos, campos de concentración, movimientos forzados de población, ideologías que justifican el orden totalitario de las cosas (por ejemplo, una versión falseada de la ideología Marxista-Leninista en la URSS, de la raza en el Nacionalsocialismo de Hitler, de la Roma Antigua en el Fascismo de Mussolini, etc...) EL ESTADO Si el capitalismo, pese a sus transformaciones o adaptaciones, mantiene sus rasgos permanentes (plusvalía, crisis, competencia, etc...) entonces el Estado no puede seguir siendo visto simplemente como la organización pública de la represión en manos de la clase dominante, el agente de la burguesía, el policía del capitalismo. Un examen a las formas del Estado previo al surgimiento del capitalismo, tanto como de las formas del Estado hoy en día, nos lleva a ver al Estado como algo más importante que sólo un instrumento. El Medieval, el Estado de las monarquías absolutas en Europa, el Estado de los faraones, etc... eran realidades en su propio derecho , constituían la clase estatal dominante. Y el Estado de la fase imperialista del capitalismo, El Estado de hoy en día, tiende a dejar de ser "superestructura" para convertirse en "estructura". Para las ideologías burguesas, el Estado es el órgano regulador de la sociedad moderna. Esto es verdad, pero para una forma social que esclaviza a la mayoría en pos de una minoría. Luego, es la violencia organizada de la burguesía en contra de los trabajadores, es un instrumento de la clase dominante. Pero al mismo tiempo, éste aspecto instrumental está tendiendo a adquirir un carácter funcional, transformándose a sí en clase dominante organizada. Está tendiendo a superar los conflictos entre los grupos dominantes en política y economía. Está tendiendo a fusionar las fuerzas que retienen los poderes políticos y económicos, los diferentes sectores de la burguesía, en un único bloque, tanto para incrementar su capacidad de represión interna, como para sumar su fuerza expansiva hacia fuera. Se mueve hacia la unidad de lo político y lo económico, extendiendo su hegemonía sobre todas las actividades, integrando a los sindicatos, etc... transformando al trabajador asalariado, en su acepción que le es propia,

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en un siervo moderno, completamente esclavizado, pero con un mínimo de beneficios (permisos, seguridad social, etc...) No es más un instrumento, sino que un poder en sí. En esta fase, en la cual se encuentran todos los países, aún los EEUU, que fue intentada por el nazismo y casi perfectamente lograda por la URSS, uno debe preguntarse si es que es aún correcto el hablar de capitalismo: quizás este nivel de desarrollo de la fase imperialista del capitalismo debiera ser visto como una nueva forma de sociedad de explotación, ya algo distinta al capitalismo. La diferencia, luego, no debiera ser más cuantitativa, sino que cualitativa: no debiera ser más una cuestión de grado en la evolución del capitalismo, sino que de algo más, algo realmente nuevo y diferente. Pero esto es, primordialmente, un asunto de apreciación, de terminología, lo cual podría parecer prematuro y sin una real importancia por lo pronto. Es suficiente para nosotros el expresar como sigue, la forma de explotación y esclavitud hacia la cual la sociedad burguesa tiende: El Estado como aparato de clase y como organización de clase, simultáneamente instrumental y funcional, superestructura y estructura, está tendiendo a unificar todos los poderes, toda forma de dominación de la burguesía sobre el proletariado. 2-LAS CUALIDADES DEL COMUNISMO LIBERTARIO Hemos tratado de resumir, tan claro como nos es posible, las características de la sociedad burguesa, de la cual la Revolución tiene el fin de deshacerse a la par que crear una nueva sociedad: la sociedad comunista anárquica. Antes de examinar como vemos la Revolución, debemos aclarar las cualidades esenciales de esta sociedad Comunista Libertaria. Comunismo: de la fase inferior a la fase superior o el completo comunismo. No se podría definir la sociedad comunista mejor que repitiendo la vieja fórmula "De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades". Primero, se afirma con esto la total subordinación del factor económico a las necesidades del desarrollo humano en la abundancia de bienes, al reducción del trabajo social, y que cada persona tome parte en éste según sus propias fuerzas, sus reales habilidades. Así es que la fórmula expresa la posibilidad del desarrollo cabal d la gente. Segundo, ésta fórmula implica la desaparición de las clases y la propiedad y uso colectivo de los medios de producción, pues sólo tal uso por la comunidad, puede permitir la distribución de acuerdo a las necesidades. Pero el comunismo completo de la fórmula "a cada cual acorde a sus necesidades" presupone no sólo una propiedad colectiva (administrada por consejos obreros o "sindicatos", o "comunas") sino que igualmente un extendido crecimiento en la producción, abundancia de hecho. Ahora, es cosa segura que cuando la Revolución llegue, las condiciones no permitan esta fase superior del comunismo: la situación de escasez significa la persistencia de lo económico por sobre lo humano, y de tal modo, un cierto límite. Entonces, la aplicación del comunismo no podría ser aquella del principio "a cada cual acorde a sus necesidades" , sino que sólo igualdad de ingresos o igualdad de condiciones, lo cual significa iguales raciones o incluso la distribución a través de un signo monetario como medio(con validez limitada y cuya sola función sería la distribución de aquellos productos que no sean ni tan escasos como para ser racionados estrictamente ni tan abundantes como para "sacarlos del montón")- éste sistema permitiría a los consumidores el decidir por ellos mismos cómo gastar sus ingresos. Se ha previsto que el pueblo seguiría la fórmula "a cada cual de acuerdo a su trabajo" , tomando en cuenta el retraso de pensamiento de ciertas categorías vinculadas a la idea de las jerarquías- considerando como necesario el llevar adelante salarios diferenciales o la entrega de beneficios como recortes a las horas de trabajo en virtud de mantener o incrementar la producción en ciertas actividades "inferiores" o no muy atractivas , o para obtener el máximo esfuerzo productivo, o para recaptar movimientos de fuerzas productivas. Pero la importancia de éstas diferencias sería mínima e incluso en su etapa inferior (que algunos llaman socialismo) la sociedad comunista tiende hacia la mayor igualdad posible y a una equivalencia de condiciones. COMUNISMO LIBERTARIO Una sociedad en la cual se hayan realizado la propiedad colectiva y los principios de la igualdad, no puede ser una sociedad en la cual la explotación económica persista o en la cual haya una nueva forma de dominación de clase. Es precisamente la negación de esto. Y esto es cierto aún para la fase inferior del comunismo, la cual, incluso de mostrar un grado de restricción económica, no justifica de ninguna manera la persistencia de la explotación. De otro modo, como casi siempre se comienza de una situación de escasez, la Revolución sería automática y completamente negada. La Revolución Comunista Libertaria, no se figura desde un comienzo una sociedad perfecta, o inclusive, una mejor desarrollada, pero destruye las bases de la explotación y de la dominación. Es en este sentido que Volín hablaba de "Revolución inmediata, pero progresiva". Pero hay otro problema: el problema del Estado, el problema de qué tipo de organización política, económica y social tendremos. Ciertamente, las escuelas Marxistas-Leninistas preven la desaparición del Estado en la fase superior del comunismo, pero consideran al Estado una necesidad en la fase inferior. Este así llamado Estado "obrero" o "proletario" es pensado como la coerción organizada, necesaria por la inadecuación del desarrollo económico, falta de progreso en las facultades humanas y- al menos en un período inicial- la lucha en contra de las reminiscencias de las prístinas clases dominantes derrotadas por la Revolución, o más exactamente, la extensión del territorio revolucionario hacia adentro y hacia fuera.

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¿Cuál es nuestra idea del tipo de administración económica que debe tener la sociedad comunista? Administración obrera, por cierto, administración por el cuerpo completo de los productores. Ahora, hemos visto que mientras la sociedad de explotación estaba crecientemente realizando la unificación del poder, las condiciones de explotación eran decrecientemente la propiedad privada, el mercado, la competencia, etc... y de esta forma la explotación económica, la coerción política y la mistificación ideológica se ligaban íntimamente, las bases esenciales del poder y la línea divisoria de las clases entre explotadores y explotados era la administración de la producción. En estas condiciones, el acto esencial de la Revolución, la abolición de la explotación, se produce a través del control obrero, y éste control es el que representa al sistema, en reemplazo a toda autoridad. El cuerpo completo de los productores ha de ser quien controla, el cual organice, el cual realice su propia administración, auténtica democracia, libertad en igualdad económica, la abolición de los privilegios y de las minorías que dirijan y explotan, la cual dispone según sus necesidades económicas y según las necesidades de la defensa de la Revolución. La administración de las cosas reemplaza al gobierno de los seres humanos. Si la abolición de distinciones en el plano económico entre aquellos que dan órdenes y quienes las ejecutan, se acompaña de la mantención de ésta distinción en el terreno político, en la forma de una dictadura de un partido o de una minoría, entonces ésta no durará ni cinco minutos o creará un conflicto entre los productores y los burócratas políticos. De este modo, el control obrero debe ser la abolición de de todo poder ejercido por una minoría , de toda manifestación del Estado. No puede seguir siendo una cuestión de una clase dominando y guiando, sino que más bien de manejo y administración, en la arena política, tanto como en la económica, por las organizaciones de masas económicas, las comunas, el pueblo en armas. Es el poder directo del pueblo, no e el Estado. Si es esto lo que algunos llaman la dictadura del proletariado, el término es de dudoso uso (volveremos sobre este punto), pero ciertamente no tiene nada en común con la dictadura del partido o de cualquier burocracia. Es simplemente auténtica democracia revolucionaria. COMUNISMO LIBERTARIO Y HUMANISMO Entonces el comunismo anárquico o comunismo libertario, realiza la sociedad del desarrollo completo de la Humanidad, una sociedad de Hombres y Mujeres completamente humanos, abre una era de progreso permanente, de transformación gradual, de transiciones. Crea, luego, un humanismo de propósito, cuya ideología se origina en una sociedad de clases, en el curso del desarrollo de la lucha de clases, un humanismo que no tiene nada en común con los pronunciamientos fraudulentos sobre el ser humano en abstracto los cuales la burguesía liberal trata de imponernos en su sociedad de clases. Y así la Revolución- basada en el poder de las masas del proletariado- al liberar a la case explotada, libera a toda la Humanidad. 3-LA REVOLUCIÓN: EL PROBLEMA DEL PODER. EL PROBLEMA DEL ESTADO Ahora que ya hemos visto a groso modo las formas en que el poder de la clase dominante se expresa, y asentamos las características esenciales del comunismo libertario, nos queda el detallar como vemos el pasaje de la Revolución. Aquí tocamos con un aspecto crucial del Anarquismo el cual lo diferencia claramente de otras corrientes del socialismo. ¿QUÉ ES LA REVOLUCIÓN? ¿Debe la Revolución, esto es la transición de la sociedad de clases a la sociedad sin clases del comunismo libertario, ser pensada como un proceso lento de transformación o como una insurrección? Los fundamentos de la sociedad comunista están echados sobre la sociedad basada en la explotación; nuevas condiciones técnicas y económicas, nuevas relaciones entre clases, nuevas ideas , todo entra en conflicto con las vejas instituciones y trae una crisis la cual demanda una resolución rápida y decisiva. Esto conlleva una transformación la cual ha sido largamente preparada al interior de la vieja sociedad. La Revolución e el momento en el cual la nueva sociedad nace, destruyendo la estructura de la vieja: Estado, Capitalismo e Ideologías burguesas. Es un pasaje real y concreto entre dos mundos. Así, la Revolución sólo puede ocurrir bajo condiciones objetivas: la crisis final del régimen de clases. Esta concepción no tiene nada en común con la vieja idea romántica de la insurrección, del cambio ocurrido de un día para otro sin preparación alguna. Ni tiene nada que ver con la concepción evolucionista, puramente gradual de los reformistas o de los creyentes en la revolución como proceso. Nuestra concepción de la Revolución, tan alejada del insurreccionalismo como del gradualismo, puede ser descrita por la idea del acto revolucionario preparado durante largo tiempo al interior de la sociedad dominada por la burguesía, y que ha de culminar con la toma y la administración de los medios de producción y de intercambio por las organizaciones de masas. Y es éste resultado del acto revolucionario el cual marca una clara línea de demarcación entre la vieja sociedad y la nueva. Entonces, la Revolución destruye los poderes económicos y políticos de la burguesía. Esto significa que la Revolución no se limita tan sólo a la supresión física de los viejos dominadores o a inmovilizar la maquinaria gubernamental, sino que es exitosa al destruir las instituciones legales del Estado: sus leyes y costumbres, métodos jerárquicos y privilegios, tradición y culto al Estado como una realidad psicológica colectiva.

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EL PERÍODO DE TRANSICIÓN ¿Qué sentido podemos darle a la expresión tan comúnmente usada "período de transición" que tan frecuentemente se asocia a la idea de transición? Si es el pasaje de la sociedad de clases a la sociedad sin clases, entonces se confundiría con el acto de la Revolución. Si es el pasaje de la fase inferior del comunismo a la más elevada, entonces la expresión es imprecisa, pues toda la era post revolucionaria constituiría una continua y lenta progresión, una transformación sin cataclismos sociales y la sociedad comunista es una continua evolución. Todo lo que pueda ser dicho, ya lo hemos aclarado con respecto al comunismo libertario: el acto de la Revolución trae una inmediata transformación en el sentido en que los fundamentos de la sociedad son cambiados radicalmente, pero una transformación progresiva en el sentido en que el comunismo es un desarrollo constante. De hecho, para los partidos socialistas y los comunistas estatistas, el "período de transición" representa una sociedad que rompe con el viejo orden de cosas, pero que mantiene ciertos elementos y supervivencias del sistema capitalista y estatista . Es entonces, la negación de la auténtica Revolución, por mantener elementos del sistema de explotación, cuya tendencia es crecer fuerte y expandirse. LA DICTADURA DEL PROLETARIADO La fórmula "dictadura del proletariado" ha sido usada con muy diferentes significados. Por esta sola razón, debiera ser condenada como causa de confusión. En Marx, puede fácilmente significar la dictadura centralizada del Partido que se proclama representante del proletariado, así como la concepción federalista de la Comuna. ¿Puede significar el ejercicio del poder político por la clase obrera victoriosa? No, pues el ejercicio del poder político en el sentido reconocido del término, puede sólo tener lugar a través de la injerencia de un grupo exclusivo que practique el monopolio del poder, separándose de la clase y oprimiéndola. Y es así como el intento de usar el aparato de Estado puede reducir a la dictadura del proletariado a la dictadura del partido sobre las masas. Pero si por dictadura del proletariado se entiende un ejercicio directo y colectivo del "poder político", ésta significaría la desaparición del "poder político" desde que sus características distintivas son la supremacía exclusiva y el monopolio. ¡No es cuestión de conquistar o ejercer el poder político, es cuestión de deshacerse todos juntos de él!. Si por dictadura se entiende la dominación de la mayoría por una minoría, entonces el asunto no es darle el poder al proletariado sino que a un partido, un grupo político distinto. Si por dictadura se entiende la dominación de una minoría por una mayoría,(dominación del proletariado victorioso sobre las reminiscencias de una burguesía derrotada como clase) entonces la implementación de la dictadura, no significa nada más que la necesidad de la mayoría de arreglar eficientemente para su defensa, su propia organización social. Pero en tal caso la expresión es imprecisa, inadecuada y causa de mal entendidos. Si "dictadura del proletariado" intenta significar la supremacía de la clase obrera sobre otros grupos explotados en la sociedad (pequeños propietarios pobres, artesanos, campesinos, etc...) entonces el término no se corresponde para nada a una realidad que de hecho no tiene nada que ver con relaciones mecánicas entre líderes y guiados, así tal y como lo expresa el término dictadura. Hablar de "dictadura del proletariado" es expresar una reversión mecánica de la situación entre la burguesía y el proletariado. Ahora bien, si la clase burguesa tiende mediante el poder a mantener su carácter de clase, a identificarse a sí misma con el Estado, y a separarse de la sociedad como un todo, no es del todo igual con la clase subordinada, que tiende a desprenderse de su carácter de clase y a confluir a una sociedad sin clases. Si el dominio de clase y el Estado representan el poder organizado y codificado de un grupo que oprime a grupos subordinados, ellos no cuentan en absoluto para la fuerza violenta ejercida directamente por el proletariado. Los términos "dominación", "dictadura" y "Estado" son tan poco apropiados como la expresión "toma del poder" para referirse al acto revolucionario de la conquista de las fábricas por los trabajadores. Rechazamos, por tanto, por impreciso y como causa de confusión las expresiones "dictadura del proletariado", "toma del poder político", "Estado Obrero", "Estado Socialista" y "Estado Proletario". Nos queda examinar cómo vemos la resolución de los problemas de luchas propuestos por la Revolución y por su defensa. PODER DIRECTO DE LOS OBREROS Por el rechazo a la idea del Estado, la cual implica la existencia y control de una clase explotadora tendiente a continuar como tal, y por el rechazo a la idea de la dictadura, lo cual implica una relación mecánica entre líderes y guiados, admitimos la necesidad de coordinación en la acción directa revolucionaria (los medios de producción e intercambio deben ser conquistados a la par que los centros de administración, la Revolución debe ser protegida de los grupos contrarrevolucionarios, de los indecisos, y, de hecho, de los grupos sociales explotados atrasados- ciertas categorías de campesinos, por ejemplo).

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Ciertamente es, entonces, el ejercicio de poder, pero es el dominio de la mayoría, del proletariado a saber, del pueblo armado organizado efectivamente para el ataque y la defensa, estableciendo una vigilancia universal. La experiencia de la Revolución Rusa, de la Makhnovschina, de la España de 1936, están ahí como testigos. Y no podemos hacer nada mejor que apoyar la opinión de Camilo Berneri, que escribió a favor de la Revolución Española, refutando la idea Bolchevique del Estado: "Los anarquistas confirman el uso del poder directo por parte del proletariado, pero ellos ven el instrumento de éste poder constituido por la suma total de modos de organización comunista- cuerpos corporativos e instituciones comunales, tanto regionales como nacionales- constituidos libremente por fuera y opuestos a cualquier monopolio político de algún partido, y esforzándose por reducir la centralización de la organización al mínimo". Y así en contra a la idea de Estado, donde el poder es ejercido por un grupo especializado aislado de las masas, nosotros oponemos la idea del poder directo de los obreros, en donde delegados elegidos, responsables y controlados (revocables en cualquier momento y remunerados de igual forma que otros trabajadores) reemplazan la burocracia jerarquizada, especializada y privilegiada; en donde las milicias, controladas por organismos administrativos tales como los Soviets, Sindicatos o Comunas, sin privilegios especiales para los técnicos militares, realizando la idea del pueblo armado, reemplazan a un ejército extraído del cuerpo social y subordinado al poder arbitrario de un Estado o Gobierno; donde Jurados del Pueblo se hagan responsables de apaciguar las disputas que surjan, con miramiento a la satisfacción de acuerdos y obligaciones, reemplace al poder Judicial. LA DEFENSA DE LA REVOLUCIÓN En tanto concierne a la defensa de la Revolución, debemos aclarar que nuestra concepción teórica de la Revolución es la de un fenómeno internacional que destruya toda base para un contraataque de la Burguesía. Es cuando la organización internacional del capitalismo ha agotado todas sus posibilidades de supervivencia, cuando ha alcanzado su punto final de crisis, cuando encontramos las condiciones óptimas par una revolución internacional exitosa. En tal caso, el problema de la defensa sólo surge como el problema de la desaparición completa de la burguesía. Totalmente desarraigada de su poder económico y político, ya no existe más como clase. Una vez derrotada, sus elementos varios son mantenidos bajo control por los organismos armados del proletariado, y luego absorbidos por una sociedad que se moverá hacia el más alto grado de la homogeneidad. Y de este último trabajo, deben hacerse cargo directamente, sin la ayuda de ningún cuerpo burocrático especial. El problema de la delincuencia ha de estar ligado, durante el periodo revolucionario, al de la defensa de la Revolución. La desaparición de las leyes burguesas y del sistema judicial y carcelario de la sociedad de clases no debe hacernos olvidar que quedarían gentes asociales (en todo caso pocas, comparado al número aterrador de prisioneros en la sociedad burguesa, producidos en su mayoría por las condiciones bajo las cuales viven- injusticia social, pobreza y explotación) y el problema de algunos burgueses que no puedan ser de ninguna manera asimilados. Las agencias del poder directo de los obreros, el cual hemos definido previamente, están obligadas a evitar que hagan daño. A un asesino, un maníaco peligroso o un saboteador, no se le puede, bajo el pretexto de la libertad, dejar irse y cometer el mismo crimen de nuevo. Pero la forma de ponerse fuera de peligro por los servicios de seguridad popular, no tiene nada en común con el degradante sistema carcelario de la sociedad de clases. El individuo que es privado de su libertad, debe ser tratado más médica que judicialmente hasta que pueda ser con seguridad, vuelto a la sociedad. De cualquier modo, la Revolución no se produciría inevitablemente en todos lados a la vez y podrían haber, de hecho, sucesivas revoluciones que sólo confluirán para desembocar en la Revolución Universal si se difunden más allá de sus fronteras, si la infección revolucionaria es transmitida, si al final, el proletariado lucha internacionalmente por la defensa y extensión revolucionaria que sería, en un comienzo, limitada. Luego, tanto como la defensa interna de la Revolución, la defensa externa se vuelve necesaria, pero esto sólo puede tener lugar con base en una población armada organizada en milicias y, debemos enfatizar, con el apoyo del proletariado internacional y con posibilidades de que la Revolución se expanda. La Revolución muere si se le deja limitada, o si, so pretexto de su defensa, se cae en la restauración del Estado y, así, de la sociedad de clases. Pero el mejor modo de defender la nueva sociedad, descansa en hacer valer su carácter revolucionario, porque esto rápidamente crea condiciones en las cuales ningún intento de restauración de la burguesía encontraría base sólida. La total afirmación del territorio revolucionario en su carácter socialista es, de hecho, la mejor arma, pues produce energía y entusiasmo en casa y la infección y solidaridad hacia fuera. Fue, quizás, uno de los errores más fatales de la Revolución Española el hacer poco caso de sus logros y advocarse, por sobre todo, a las tareas militares de su defensa. PODER REVOLUCIONARIO Y LIBERTAD La lucha revolucionaria en sí misma, y luego la consolidación de las transformaciones creadas por la Revolución, hacen surgir la pregunta sobre la libertad de las tendencias políticas que apunten a mantener o restaurar la explotación. Es un aspecto del poder directo de las masas y de la defensa de la Revolución. No puede ser esta una cuestión de libertad, como es propiamente definida, la cual (hasta ahora existiendo sólo como algo a lo que se aspira) es precisamente lo que traerá la Revolución: el deshacerse de la explotación y de la alienación, del gobierno de cualquiera, y de tal manera, la participación de todos en la vida social y una auténtica democracia para todos serán un hecho. Ni

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puede ser una cuestión del derecho de adeptos a alguna corriente en una sociedad sin clases (y sin Estado) de postular sus soluciones particulares y expresar sus diferencias de opinión. Todo esto se sobreentiende. Pero no es en absoluto lo mismo cuando es un problema grupos y organizaciones que están más o menos abiertamente opuestos al control obrero y al ejercicio del poder por las organizaciones de masas. Y este problema puede provenir tanto, sino más, de los burócratas pseudo-socialistas, como de grupos de la burguesía derrotada. Debe hacerse una distinción. Primero, durante la fase violenta de la lucha, aquellas estructuras o tendencias que defiendan o busquen restaurar la sociedad de explotación, deben ser forzosamente destruidas. Y al enemigo no debe permitírsele el organizarle insidiosamente, tanto como desmoralizar o espiar. Esto sería negar la lucha, el rendirse de facto. Makhno, así como los libertarios españoles se vieron enfrentados a este problema y lo resolvieron suprimiendo la propaganda del enemigo. Pero en casos en que la expresión de ideologías reaccionarias no pudiese tener ninguna consecuencia para el resultado de la Revolución, por ejemplo si su logro ya ha sido consolidado, éstas ideologías pueden ser expresadas si aún puedan resultar interesantes o si no retienen su poder. No son nada más, entonces, que un tópico curioso y el compromiso del pueblo hacia la Revolución, disipa todo veneno que pueda quedar en él. Si sólo se expresan a un nivel ideológico, entonces sólo pueden ser combatidos por en éste nivel, y no por su prohibición. La total libertad de expresión en una sociedad consciente y atenta, sólo puede ser creadora de cultura. Queda el clarificar que la responsabilidad de juzgar y decidir en éstas cuestiones como en todas las otras, recae en las propias organizaciones sociales, como el proletariado en armas. Y es en éste sentido que la libertad esencial, aquella por la cual la Revolución es hecha, se mantiene y protege. ROLES RESPECTIVOS DE LA ORGANIZACIÓN ANARQUISTA ESPECÍFICA Y DE LAS MASAS La idea de la Revolución que hemos desarrollado, implica un cierto número de condiciones históricas: por una parte, una aguda crisis de la vieja sociedad, y por otra, la existencia de un movimiento de masas conscientes, como de una minoría activa bien organizada y bien orientada. Es la misma evolución de la sociedad la que permite el desarrollo de la consciencia y de las habilidades del proletariado, la organización de su estrato más avanzado y el progreso de la organización revolucionaria. Pero ésta organización revolucionaria repercute en el pueblo como un todo y se encamina a desarrollar su capacidad para el autogobierno. Hemos visto, en virtud de las relaciones entre la organización revolucionaria y las masas, que en el período prerrevolucionario la organización revolucionaria puede sólo sugerir fines y medios, y puede sólo darles aceptación a través de la lucha ideológica y de la fuerza del ejemplo. En el período revolucionario debe ser igual- de otro modo el peligro es degenerar en una burocracia, de la transformación de la organización anarquista en un cuerpo especializado, en una fuerza política separada del pueblo, en un Estado. La vanguardia política, la minoría activa, puede, de hecho, durante el curso de la Revolución, cargarse a sí con tareas especiales- tales como liquidar las fuerzas del enemigo- peor como regla general, puede ser sólo la consciencia del proletariado. Y debe, finalmente, ser reabsorvida por la sociedad gradualmente, por una parte, como su rol se completa por la consolidación de la sociedad sin clases y de su evolución del peldaño inferior al superior del comunismo, y por la otra, el pueblo adquiere como un todo el nivel necesario de consciencia. El desarrollo de las capacidades del pueblo para su autogobierno y vigilancia revolucionaria- tales han de ser las tareas de la organización específica, una vez que la Revolución sea completada. El destino de la Revolución descansa, en gran medida, en la actitud de la organización específica, en la forma de ver su rol. Porque el éxito de la Revolución no es inevitable: la gente puede abandonar la lucha; la organización de la minoría revolucionaria puede caer en negligencia en su vigilancia y permitir el establecer las bases para la restauración de la burguesía o de una dictadura burocrática- puede incluso transformarse en un poder burocrático. No sirve de nada el ocultar estos peligros o rechazar encargarse de la acción organizada para prevenirlos. Debemos conducir la lucha con la cabeza muy clara y será en proporción a nuestra claridad de cabeza y cuidado, que la organización anarquista será capaz de cumplir con su tarea histórica. LA MORAL COMUNISTA LIBERTARIA Cuando se plantean los objetivos a alcanzar, y cuando se especifica la naturaleza del rol que la organización de vanguardia debe tomar en relación con las masas, la teoría revolucionaria anarquista refleja un cierto número de reglas de conducta. Así que debemos clarificar lo que entendemos por "moralidad". NUESTRA OPOSICIÓN A LAS MORALES Las morales de todas las sociedades reflejan hasta cierto grado la forma de vida y el nivel de desarrollo de esas sociedades, y como resultado se expresan en reglas muy estrictas que no permiten ninguna desviación en ningún sentido (la transgresión, la voluntad por cambiar estas reglas, se considera un crimen) En este sentido, las morales (que expresan una cierta necesidad en el entramado de la vida social) apuntan hacia la inercia.

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Así, no expresan simplemente una necesidad práctica de mediación en la medida en que aparecen contradicciones junto a las nuevas condiciones de existencia que surjan. Más aún, están marcadas por un carácter religioso, teológico o metafísico y puestas su reglas como expresiones de un imperativo supranatural- las acciones que están conforme o que rompen estas reglas exaltan una naturaleza mística como virtud o pecado. La resignación, la cual realmente sólo puede ser el reconocimiento de una persona de sus límites ante ciertos hechos, se vuelve en virtud primordial y puede incluso impelir a una búsqueda del sufrimiento, el cual se transformaría en suprema virtud. Desde éste punto de vista, la Cristiandad es una de las más odiosas morales. La moral no es una simple codificación de sanciones externas, sino que se arraiga prfundamente en los individuos en la forma de "consciencia moral". Esta consciencia moral es adquirida y mantenida en gran medida como resultado de su naturaleza religiosa de la cual la moral se imbuye y se marca a sí misma con una naturaleza religiosa, supranatural. Así se vuelve bastante ajena, a ser un simple traslado a la consciencia de las personas de las necesidades de la vida en sociedad. Finalmente, y lo más importante, aún cuando las morales no expresan abiertamente la división de las sociedades en clases o castas, son usadas por los grupos privilegiados para justificar y garantizar su dominación. La moral de la legalidad y de la religión (religión, ley y moral son simplemente expresiones en esferas colindantes de una misma realidad social) sancionan las condiciones existentes y las relaciones de dominación y explotación. Desde que las morales son expresiones de la alienación de la gente en sociedades de explotación, así como son las ideologías, leyes, religiones, etc... siendo caracterizadas por la inercia, mistificación, resignación y la justificación y mantenimiento de los privilegios de clase- entenderás porqué los anarquistas han gastado tanto esfuerzo en denunciar su auténtica naturaleza. ¿TENEMOS MORAL? A menudo se acota que la moral puede evolucionar o ser modificada, que una moral puede reemplazar a otra, incluso en el seno de sociedades basadas en la explotación. Ha habido tímidas diferencias, adaptaciones o variaciones ligadas a las condiciones de vida, pero todas las morales protegían los mismos valores esenciales- sumisión y respeto a la propiedad, por ejemplo. A la vez no es menos cierto que estas adaptaciones fueron combatidas, que sus promotores (Sócrates y Cristo, por ejemplo) fueron a menudo perseguidos, ya que la moral tiende hacia la inercia. En cualquier caso, no pareciera que el esclavo sea capaz de introducir sus propios valores en esas morales. Pero lo importante aquí es saber si el esclavo- y los revolucionarios que expresan sus deseos- puede tener sus propios valores, su propia moral. Si no deseamos aceptar la moral de la sociedad en la cual vivimos, si rechazamos tal moral, tanto por reconocer como por mantener un sistema social basado en la explotación y en la dominación, y por estar imbuidos de abstracciones e ideales metafísicos, entonces, ¿En qué podemos basar nuestra moral? Hay una solución para esta contradicción aparente: es que el pensamiento y las ciencias sociales nos permiten divisar un proceso el cual constituiría la posibilidad para la raza humana de florecer, en todo sentido, y que éste proceso no sería nada más que los deseos generales de los oprimidos, así como se expresan en el auténtico socialismo, en el comunismo libertario. Así es nuestro objetivo revolucionario, nuestro ideal, nuestro imperativo. Ciertamente, son n ideal y un imperativo sobre los cuales puede asentarse una moral, pero es un ideal que se sustenta en lo real y no en la revelación religiosa o metafísica. Es un tipo de humanismo, pero un humanismo basado en la transformación revolucionaria de la sociedad y no un humanismo sentimental que no descansa sobre nada de nada, y que camufla las realidades de las luchas sociales. NUESTRA MORAL ¿Qué son los valores morales que demuestran éste ideal entre el proletariado? ¿Se expresa esta moral por reglas y preceptos? Está claro que no puede seguir siendo una cuestión de actuar con o juzgar las morales a las que nos oponemos en términos de ideas sobre "bien" y "mal", así como tampoco podemos vernos arrastrados hacia fútiles juegos de palabras sobre si el motivo-fuerza para la acción ha de ser llamado "egoísmo" o "altruismo". Pero entre tales acciones, normalmente aseguradas por el juego de la afectividad y de los sentimientos (maternal, amor, empatía, salvar a alguien que esté en peligro y así otras), y entre aquellas que dependen sobre contratos, en acuerdos escritos o no (por consiguiente, en la ley), hay toda una gama de relaciones sociales que reposan en concepciones morales y en una consciencia moral. ¿Dónde está la garantía del sincero respeto a las cláusulas contractuales? ¿Cómo debe ser la actitud de una persona hacia sus enemigos? ¿Qué armas se prohiben en esa lucha? Hay sólo una moral que puede actuar como guía, que puede fijar límites, que puede prevenir del recurso constante del litigio y de los jurados. Es en la práctica revolucionaria y en la vida del proletariado consciente donde encontramos valores tales como la solidaridad, arrojo, sentido de la responsabilidad, claridad del pensamiento, tenacidad, federalismo o auténtica democracia en las organizaciones obreras y anarquistas que concreten tanto la disciplina como el espíritu de iniciativa, respeto por la democracia revolucionaria- esto es decir la posibilidad de exponer sus ideas a todas las corrientes que sinceramente busquen la creación de la sociedad comunista, el criticar y consecuentemente el perfeccionar la práctica y teoría revolucionaria. El fundamento revolucionario que hemos establecido como imperativo, nos exime claramente de cualquier moralidad a la hora de tratar con el enemigo, la burguesía, la cual en su propia defensa trataría de hacer aceptar a los revolucionarios las prohibiciones

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de su moral. Es muy claro que en éste terreno sólo los fines pueden dictar nuestra conducta. Esto significa que, una vez que se hayan reconocido los fines y hayan sido asentados científicamente, los medios son un simple asunto de tácticas y, en consecuencia, pueden sólo ser valorados como medios si se adaptan a los fines, a la búsqueda del objetivo. Esto no significa medios añejos y no es cuestión de justificar medios. Debemos rechazar la fórmula equívoca "el fin justifica los medios" y decir más simplemente- "los medios sólo existen, sólo son elegidos con vista a los fines a los cuales se enlazan y adaptan, y no tienen que ser justificados ante el enemigo ni en términos de la moral del enemigo". En contraste, estos medios inevitablemente han de gestarse en el seno de nuestra moral, desde que son apropiados a nuestro ideal- un ideal, el comunismo libertario, el cual implica la Revolución, el cual además implica que las masas adquieran consciencia guiados por la organización anarquista. Por ejemplo, los medios implican la solidaridad, coraje y sentido de la responsabilidad que hemos citado previamente como virtudes de nuestra moral. Hay un punto en el cual debemos hacer una pausa, un aspecto de nuestra moral el cual la gente puede vincular al significado de la solidaridad, pero que es realmente el epítome de nuestra moral: la verdad. Así como puede ser normal para nosotros el engañar al enemigo, la burguesía, quienes utilizan toda clase de engaños, también debemos decir la verdad no sólo entre compañeros, sino que a las masas. ¿Cómo podríamos hacerlo de otra manera cuando por sobre todo debemos incrementar su consciencia y, por consiguiente, su comprensión y su juicio? Aquellos que han intentado hacerlo de otro modo han conseguido sólo humillar y desesperanzar al pueblo, haciendo perder a todos el sentido de la verdad, del análisis y del criticismo. No hay nada de proletario- o de revolucionario en el inmoral cinismo. Éste es el estilo de los elementos decadentes de la burguesía que declaran el vacío de la moralidad oficial pero son incapaces de encontrar una moral saludable en el medio existente. El inmoral es, en apariencia, libre en todos sus movimientos. Pero no sabe hacia donde va, y al engañar a los otros se engaña a sí mismo. No basta con tener una meta- se necesita también una forma de llegar ahí. El resultante de una moral- al interior de las masas conscientes y más aún, al interior del movimiento comunista libertario- viene a reforzar la estructura de la ideología revolucionaria y a aportar una importante contribución a la preparación de una nueva cultura, al tiempo que repudia totalmente la cultura de la burguesía.

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b)Plataforma Organizacional de los Comunistas Libertarios

Dielo Trouda En 1926 un grupo de anarquistas rusos exiliados en Francia, el grupo Dielo Trouda (La Causa de los Trabajadores), publicó este panfleto. No surgió de algún estudio teórico, sino de sus experiencias en la revolución rusa de 1917. Ellos tomaron parte en la desintegración de la vieja clase dirigente, fueron parte del florecimiento de la autogestión de los trabajadores y labriegos, compartieron el optimismo existente acerca de un nuevo mundo de socialismo y libertad... y vieron todo esto ser reemplazado por Capitalismo Estatal y la dictadura del partido Bolchevique. Publicado por primera vez en Francia, 1926. Primera edición irlandesa realizada por el Movimiento Solidario de Trabajadores, PO Box 1528, Dublin 8 en 1989. Esta edición electrónica, en 1997 El texto aquí transcrito corresponde a la edición electrónica del panfleto, te pedimos que por favor adquieras la versión impresa para tu uso personal o para venderla localmente. Algunos locales de venta de libros también poseen material del MST (Movimiento Solidario de Trabajadores). Prefacio En 1926 un grupo de anarquistas rusos exiliados en Francia, el grupo Dielo Trouda (La Causa de los Trabajadores), publicó este panfleto. No surgió de algún estudio teórico, sino de sus experiencias en la revolución rusa de 19117. Ellos tomaron parte en la desintegración de la vieja clase dirigente, fueron parte del florecimiento de la autogestión de los trabajadores y labriegos, compartieron el optimismo existente acerca de un nuevo mundo de socialismo y libertad... y vieron todo esto ser reemplazado por Capitalismo Estatal y la dictadura del partido Bolchevique. El movimiento anarquista ruso jugó una parte muy lejos de ser despreciable en la revolución. En la época existían cerca de 10,000 anarquistas activos en Rusia, sin incluir el movimiento liderado en Ucrania por Nestor Makhno. Habían al menos cuatro anarquistas en el Comité Militar Revolucionario (dominado por bolcheviques), el cual ideó la toma del poder en Octubre. Y, más importante que eso, los anarquistas estaban involucrados en los comités de fábricas que surgieron luego de la revolución de Febrero. Éstos estaban basados en los lugares de trabajo, elegidos por asambleas masivas de trabajadores, y tenían el rol de supervisar la fábrica y coordinarse con otros lugares de trabajos en la misma industria o región. Los anarquistas fueron particularmente influyentes entre los mineros, estibadores, panaderos y jugaron un importante rol en la Conferencia de Comités Fabriles de Todas las Rusias, que se reunieron en Petrogrado casi al final de la revolución. Eran estos comités los cuales los anarquistas veían como una base para una nueva autogestión que se implantaría tras la revolución. Sin embargo, el espíritu revolucionario y la unidad de Octubre no duró mucho. Los bolcheviques ansiaban suprimir todas aquellas fuerzas en la izquierda que veían como un obstáculo para ejercer el poder de "unipartidista". Los anarquistas y algunos otros en la izquierda creían que la clase trabajadora sería capaz de ejercer el poder a través de sus propias comunidades y soviets (consejos de delegados electos). Los bolcheviques no. Propusieron que los trabajadores aún no podían tomar control de su propio destino y así los bolcheviques tomarían el poder como una "medida interina" durante el "período de transición". Esta falta de confianza en las habilidades de la gente ordinaria y la toma autoritaria del poder condujo a la traición de los intereses de la clase trabajadora, y todas sus esperanzas y sueños. En Abril de 1918 los centros anarquistas de Moscú fueron atacados, 600 anarquistas encarcelados y docenas de ellos resultaron muertos. La excusa fue que los anarquistas eran "incontrolables". Lo que sea que hayan querido decir, lo cierto es que simplemente se negaron a obedecer a los líderes bolcheviques. La razón real fuel la formación de las Guardias Negras, que había sido creada pera luchar contra las provocaciones brutales y abusos de la Cheka (predecesores de la actual KGB) Los anarquistas debieron decidir qué hacer. Una sección trabajaba con los bolcheviques, y se unieron a ellos, aún cuando existía preocupación en cuanto a la eficiencia y la unidad contra la reacción - Otra sección luchó duramente por defender los logros de la revolución contra lo que ellos correctamente vislumbraron sería una nueva clase dominante. El movimiento Makhnovista en Ucrania y el levantamiento en Kronstadt fueron las últimas batallas importantes. Hacia 1921, la revolución anti-autoritarista estaba muerta. Su derrota tendría profundas y duraderas consecuencias para el movimiento internacional de trabajadores. Era la esperanza de los autores el que un desastre no ocurriera nuevamente. Como contribución, ellos escribieron lo que ha sido conocido como "La Plataforma". Ésta ve las lecciones del movimiento anarquista ruso, su fracaso en constituir una presencia

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dentro del movimiento de la clase obrera, suficientemente grande y efectivo para contrarrestar la tendencia bolchevique y otros grupos políticos para substituirse a ellos mismos por la clase trabajadora. Constituye una guía que a grandes rasgos sugiere cómo los anarquistas deben organizarse, en resumen, como podemos llegar a ser efectivos. Sentó verdades bastante simples, tales como el que resulta ridículo el tener una organización que contenga grupos que tienen definiciones contradictorias y mutuamente antagonistas de lo que es anarquismo. Señaló que necesitamos ponernos formalmente de acuerdo por medio de políticas llevadas al papel, el rol de oficiales, la necesidad de deberse a la membrecía y así por el estilo; la suerte de estructuras que permiten una organización democrática grande y efectiva. Cuando fue publicada por primera vez recibió el ataque de las más conocidas personalidades anarquistas de la época, tales como Enrico Malatesta y Alexander Berkman. Fueron acusados de estar "A sólo un paso de los bolcheviques" y de intentar un "Anarquismo bolchevique". Está reacción fue exagerada, y fue debida en parte a la proposición de crear una Unión General deAnarquistas. Los autores no explicaron claramente como sería la relación entre esta organización y otros grupos de anarquistas fuera de ella. Continúa sin decir que no habría problema entre organizaciones anarquistas aisladas que trabajen juntas en publicaciones que compartan una posición y estrategia común. No consiste, como ha sido dicho tanto por sus detractores como por algunos de sus adherentes en los últimos días, en un programa para "alejarse del anarquismo en dirección al comunismo libertario". Los dos términos son commpletamente intercambiables. Fue escrito para resaltar el fracaso de los anarquistas rusos en su confusión teórica; y así, su falta de coordinación a nivel nacional, desorganización e incerteza política. En otras palabras, carencia de efectividad. Fue escrito para abrir un debate dentro del movimiento anarquista. Apunta, no hacia un compromiso con políticas autoritarias, sino a la necesidad vital de crear una organización que combine activismo revolucionario efectivo con los principios fundamentales del anarquismo. No es un programa perfecto ahora, y tampoco lo era en 1926. Tiene debilidades. no explica algunas de sus ideas con la suficiente profundidad, se puede argüir que no cubre en absoluto algunos tópicos importantes. Pero recordemos que se trata de un pequeño panfleto y no de una enciclopedia de 26 volumenes. Los autores dejan bastante claro en su introducción que no es ningún tipo de "Biblia". No es un análisis o programa completo, es una contribución al necesario debate - un buen punto de partida. Para que no quede duda de su relevancia hoy en día, debe ser dicho qwue las ideas básicas de "La Plataforma" están aún preponderando en las ideas del movimiento anarquista internacionalmente. Los anarquistas buscan cambiar el mundo para mejor, y este panfleto nos lleva en la dirección donde podemos encontrar algunas de las herramientas necesarias para cumplir esa tarea. Alan MacSimoin, 1989 Introducción Histórica NESTER MAKHNO y PIOTR ARSHINOV junto a otros anarquistas rusos y ucranios en París, publicaron la excelente Dielo Trouda bimensualmente a partir de 1925. Consistía en una revista anarco-comunista teórica de muy buena calidad. Años antes, cuando ambos fueron encarcelados en la prisión Butirky en Moscú, tuvieron la idea de publicar una revista de ese estilo. Ahora lo estaban poniendo en prácitca. Makhno escribió un artículo casi en todos los números durante el curso de tres años. En 1926 se unió al grupo IDA METT (autor de la denuncia a los bolcheviques llamada "La Comuna Kronstadt"), quién recientemente había huído de Rusia. Ese año también vio la publicación de la "Plataforma Organizacional" La publicacion de la "Plataforma" fue vista con ferocidad e indignación por muchos en el movimiento internacional anarquista. El primero en atacar fue el anarquista ruso Voline, ahora también en Francia, y fundador con Sebastian Faure de "Síntesis", que buscaba justificar una mezcla de anarco-comunismo, anarco-sindicalismo y anarquismo individual. Junto a Molly Steirner, Fleshin, y otros, escribió una réplica diciendo que "sostener que el anarquismo es sólo una teoría de clases es limitarlo a un único punto de vista". Sin desanimarse, el grupo Dielo Trouda hizo el 5 de Febrero de 1927 una invitación a una 'conferencia internacional', antes de la cual se iba a realizar una reunión preliminar el 12 de ese mismo mes. Estaban presentes en esta reunión -aparte del grupo Dielo Trouda- un delegado de la Juventud Anarquista Francesa (Odeon); un Búlgaro, Pavel, como individualidad; un delegado del agrupación anarquista polaca, Ranko, y otro polaco como individualidad, algunos militantes españoles, entre los que se encontraban Fernández, Carbo y Gibanel; un italiano,Ugo Fedeli; un chino, Chen; y un francés, Dauphlin-Meunier, todos como individuos. La primera reunión fue realizada en el pequeño cuarto trasero de un café parisino. Se creó un comisión provisional, compuesta por Makhno, Chen y Ranko. Una circular fue enviada a todos los grupos anarquistas el 22 de Febrero. Se convocó a una conferencia internacional que tuvo lugar el 20 de Abril de 1927, en Hay-les-Roses -cerca de París- en el cine Les Roses. Además de quienes acudieron a la primera reunión, habia un delegado italiano que apoyó la 'Plataforma', Bifolchi, y otra delegación italiana de la publicación 'Pensiero e Volonta', Luigi Fabbri, Camillo Berneri, y Ugo Fedeli. Los franceses tenían dos delegados, uno de Odeon, favorable a la 'Plataforma', y otro con Severin Ferandel. Se realizó la siguiente propuesta: 1. Reconocer la lucha de clases como la faceta más importante de la idea anarquista; 2. Reconocer al Anarco-Comunismo como la base del movimiento; 3. Reconocer al sindicalismo como principal método de lucha;

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4. Reconocer la necesidad de una 'Unión General de Anarquistas', basada en la unidad ideológica y táctica, y la responsabilidad colectiva; 5. Reconocer la necesidad de un programa positivo para realizar la revolución social. Tras una larga discusión fueron agregadas algunas modificaciones a la propuesta original. Sin embargo, nada se pudo lograr, pues la policía allanó el lugar, arrestando a todos los presentes. Makhno se arriesgó a ser deportado, y sólo una campaña iniciada por anarquistas franceses lo impidió. Y la propuesta de crear un 'Federación Internacional de Anarco-Comunistas Revolucionarios' había sido desbaratada, incluso algunos de quienes participaron en la conferencia rechazaron darle alguna autoridad. Otros ataques a la 'Plataforma' vinieron de Fabbri, Berneri, del historiador anarquista Max Nettlau, seguidos de Malatesta, el conocido anarquista italiano. El grupo Dielo Trouda replicó con "Una Respuesta a los Confusionistas del Anarquismo', seguido de un declaración de Arshinov sobre la 'Plataforma' en 1929. Arshinov, decepcionado por la manera en que se reaccionó a la idea de la 'Plataforma', volvió a la URSS en 1933. Fue acusado de 'intentar el restauramiento del Anarquismo en Rusia', siendo ejecutado en 1937, durante las purgas estalinistas. La 'Plataforma' falló en establecerse a un nivel internacional, pero tuvo efectos en algunos movimientos: En Francia, la situación fue marcada por una serie de divisiones y fusiones, los 'Plataformistas' a veces estuvieron controlando el movimiento anarquista, mientras en otras ocasiones se vieron forzados a alejarse y formar sus propias agrupaciones. En Italia, los simpatizantes de la 'Plataforma' crearon una pequeña 'Unione Anarco Comunista Italiana', la cual colapsó rápidamente. En Bulgaria, la discusión sobre formas de organizarse causó la reconstitución de la Federación Anarquista Comunista de Bulgaria (F.A.C.B.) sobre una "plataforma concreta" "para una organización anarquista específica, permanente y estructurada" "basada en los principios y tácticas del comunismo libertario". Sin embargo, los 'Plataformistas' de línea dura se negaron a reconocer la nueva organización y la denunciarono en su publicación semanal "Prouboujdane", antes de que esta colapsara poco tiempo después. En forma similar en Polonia, la Federación Anarquista de Polonia (AFP) reconoció que se ha de derribar el capitalismo y el estado a través de la lucha de clases y de la revolución social, creando una nueva sociedad basada en consejos de trabajadores y campesinos, y una organización construida sobre la unidad teórica, sin embargo negando la 'Plataforma' al considerar que tenía tendencias autoritarias. En España, ocurrió, tal como Juan Gómez Casas indica en su 'Organización Anarquista - La Historia de la F.A.I.': "El anarquismo español estaba preocupado en como retener e incrementar la influencia que tenía hasta que la Internacional arribó a España". Los anarquistas españoles no tenían en esa época que preocuparse sobre salir del aislamiento, o de competir con los bolcheviques. En España, la influencia bolchevique era aún pequeña. La 'Plataforma' difícilmente pudo afectar al movimiento español. Cuando se creo la 'Federación Anarquista Ibérica' en 1927, la 'Plataforma' no pudo se! r discutida, aún cuando estaba en la agenda, pues no habían sido traducidas sus propuestas. J. Manuel Molinas, Secretario en la época de los Grupos Anarquista de habla hispana en Francia, escribióp más tarde a Casas: "La plataforma de Arshinov y otros anarquistas rusos tuvo muy poca influencia en el movimiento en el exilio o dentro del país... 'La Plataforma' fue un intento de renovar, de dar más carácter y capacidad al movimiento anarquista a la luz de la Revolución Rusa. Hoy, luego de toda nuestra experiencia, me parece que ese esfuerzo no fue totalmente apreciado.". La Guerra Mundial interrumpió el desarrollo de las organizaciones anarquistas, mas la controversia sobre la 'Plataforma' reapareció con la fundación de la 'Federation Comuniste Libertaire' en Francia, y el 'Gruppi Anarchici di Azione Proletaria' en Italia a comienzos de los 50's. Ambos usaron la 'Plataforma' como punto de referencia (hubo también una pequeña 'Federación Comunista Libertaria' de españoles en el exilio.) Esto fue seguido a finales de los 60's y comienzos de los 70's por la fundación de grupos tales como la 'Organización de Anarquistas Revolucionarios' ('Organisation of Revolutionay Anarchists') en Inglaterra y la 'Organisation Revolutionnaire Anarchiste' en France. La 'Plataforma' continúa siendo una valiosa referencia histórica para los anarquistas de lucha de clases, al buscar mayor efectividad y una salida al aislamiento político, el estancamiendo y la confusión, buscando respuestas a los problemas que enfrentan. Nick Heath, 1989 Platforma organisativa para una unión general de Anarquistas INTRODUCCIÓN Es muy significativo que, pese a la fortaleza e indiscutible carácter positivo de las ideas libertarias, y pese a la rectitud e integridad de las posiciones anarquistas al enfrentar la Revolución Social, y finalmente al heroísmo e innumerables sacrificios de los anarquistas en la lucha por el comunismo libertario, el movimiento anarquista permanece débil pese a todo, y ha aparecido, con mucha frecuencia, en la historia de las luchas de clases como un pequeño evento, un episodio, y no un factor importante. Esta contradicción entre lo positivo y la indesmentible substancia de las ideas libertarias, y el estado miserable en el que el movimiento anarquista vegeta, tiene su explicación en un número de causas, de las cuales la más importante, la principal, es la ausencia de principios y prácticas organizativas en el movimiento anarquista.

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En todos los países, el anarquismo está representado por una serie de organizaciones locales que advocan teorías y prácticas contradictorias, sin tener perspectivas de futuro, ni una constancia en el trabajo militante, y habitualmente desapareciendo , dejando difícilmente la más mínima huella tras de sí. Tomado como un todo, tal estado del anarquismo revolucionario sólo puede ser descrito como "desorganización crónica". Como la fiebre amarilla, esta enfermedad de desorganización se introdujo en el organismo del movimiento anarquista y le ha sacudido por docenas de años. Está, pese a todo, más allá de toda duda que esta desorganización se deriva de algún defecto en la teoría: notablemente, de una falsa interpretación del principio de individualidad en el anarquismo; confundiéndose esta teoría muy frecuentemente con la ausencia de toda responsabilidad. Los amantes de la afirmación del "ego", sólo con una visión al placer personal, obstinadamente se aferran al estado caótico del movimiento anarquista, y se refieren en su defensa a los inmutables principios del anarquismo y a sus profesores. Pero estos inmutables principios y sus profesores nos han mostrado exactamente lo opuesto. La dispersión y el atomismo son desastrosos; una unión fuerte es señal de vida y desarrollo. Esta ley de la lucha social se aplica tanto a las clases como a las organizaciones. El anarquismo no es una bella utopía; ni una idea filosófica abstracta, es un movimiento social de las masas laboriosas. Por esta razón debe agrupar sus fuerzas en una organización, constantemente agitando, como lo demanda la realidad y la estrategia de la lucha de clases. "Estamos persuadidos", dice Kropotkin, "que la formación de una organización anarquista en Rusia lejos de ser perjudicial para la tarea revolucionaria común, es deseable y útil en el más alto grado."(Prefacio a "la Comuna de París" de Bakunin, edición de 1892) Tampoco Bakunin mismo se opuso nunca al concepto de una organización anarquista general. Por el contrario, sus aspiraciones en lo concerniente a las organizaciones, tanto como su actividad en la Primera Internacional, nos dan todo el derecho a ver en él a un partisano activo de una organización tal. En general, prácticamente todos lo militantes anarquistas activos lucharon en contra de la actividad dispersa , y desearon un movimiento anarquista cohesionado por la unidad de fines y medios. Fue durante la Revolución Rusa de 1917 que la necesidad de una organización general fue sentida más hondamente y más urgentemente. Fue durante esta revolución que el movimiento libertario mostró el más alto grado de seccionalismo y confusión. La ausencia de una organización general, llevó a muchos militantes anarquistas activos a las filas bolcheviques. Esta ausencia es también la causa de que muchos otros militantes hoy en día permanezcan pasivos, impidiendo el uso de su fuerza , que es frecuentemente considerable. Tenemos una necesidad inmensa de una organización la cual, habiendo reunido a la mayoría de los participantes del movimiento anarquista establezca en éste una línea general, táctica y política la cual sirva como guía para todo el movimiento. Es tiempo de que el anarquismo abandone la cloaca de la desorganización, de poner fin a las eternas vacilaciones ante las más importantes cuestiones tácticas y teóricas, de avanzar resueltamente hacia un fin claramente reconocido, y de operar en una práctica organizada y colectiva. No es suficiente, en cualquier caso, el establecer la necesidad vital de tal organización: es además, necesario establecer el método de su creación. Rechazamos como inepta, práctica y teóricamente, la idea de crear una organización con la receta de la "síntesis", esto es, con reunir los representantes de diferentes tendencias del anarquismo. Tal organización, habiendo incorporado elementos heterogéneos teórica y prácticamente, sólo sería un ensamblaje mecánico de individualidades cada cual teniendo una diferente concepción de todas las cuestiones respecto al movimiento anarquista, un ensamblaje el cual llevaría inevitablemente a la desintegración en el encuentro con la realidad. El método anarcosindicalista no resuelve el problema de la organización anarquista, ya que no le da prioridad a este problema, interesándose solamente en penetrar y ganar fuerzas en el proletariado industrial. En cualquier caso, gran cosa no puede ser lograda en esta área, ni siquiera ganar un base, a menos que haya una organización general de anarquistas. El único método que lleva a la solución del problema de la organización general es, en nuestra perspectiva, el reunir a los militantes anarquistas activos en una base de posiciones precisas: teórica, táctica y organizativa, ie., la base más o menos perfecta de un programa homogéneo. La elaboración de tal programa es una de las principales tareas impuestas a los anarquistas por las luchas sociales de los años recientes. Es esta tarea a la que el grupo de anarquistas rusos en el exilio dedican una importante parte de sus esfuerzos. La "Plataforma Organizativa" más abajo publicada, representa los lineamientos, el esqueleto de tal programa. Debe servir como primer paso hacia la congregación de las fuerzas libertarias en una única, activa colectividad revolucionaria capaz de dar la lucha: la Unión General de Anarquistas. No nos caben dudas de que existen omisiones en la presente plataforma. Tiene omisiones, como las tiene todo paso nuevo, práctico, de alguna importancia. Es posible que ciertas cuestiones importantes se hayan omitido, o que otras sean tratadas de forma inadecuada, o aún que otras sean demasiado detalladas o repetitivas. Todo esto es posible, no obstante, no es de vital

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importancia. Lo importante es asentar las bases de una organización general, y es este fin el cual se alcanza, hasta un punto nercesario, con la presente plataforma. Es asunto de la colectividad toda, de la Unión General de Anarquistas, el extenderla, el posteriormente darle mayor profundidad, el hacer de ésta una plataforma definitiva para todo el movimiento anarquista. En otro sentido, no nos caben dudas. Prevemos que muchos representantes del egocéntrico individualismo, así como del anarquismo caótico, nos atacarán, con espuma en la boca, y nos acusarán de quebrar los principios anarquistas. Sin embargo, sabemos que los elementos individualistas y caóticos entienden por el nombre de "principios anarquistas" la indiferencia política, negligencia y ausencia de toda responsabilidad, lo que ha causado a nuestro movimiento divisiones casi irremediables, y en contra de lo que estamos luchando con toda nuestra energía y pasión. Es esto por lo cual podemos ignorar tranquilamente los ataques de este sector. Basamos nuestra esperanza en otros militantes: en aquellos que permanecen fieles al anarquismo, , habiendo experimentado y sufrido la tragedia del movimiento anarquista, y buscan dolidamente una solución. Más aún, tenemos grandes esperanzas en los jóvenes anarquistas quienes, nacidos al aliento de la Revolución Rusa, y situados desde un comienzo ante los problemas constructivos, ciertamente demandarán la realización de principios positivos y organizativos en el anarquismo. Invitamos a todas las organizaciones anarquistas rusas dispersas en varios países del mundo, así como a los militantes anarquistas aislados, a unirse sobre la base de una plataforma organizativa común. ¡Qué esta plataforma sirva como columna vertebral revolucionaria, como punto de encuentro a todos los militantes del movimiento anarquista ruso! ¡Qué sea base de la Unión General de Anarquistas! ¡Viva la Revolución Social de los obreros del mundo! Grupo Dielo Trouda* París, 20-06-1926 Sección General

1- LUCHA DE CLASES, SU PAPEL Y SIGNIFICADO No hay una única Humanidad Hay una Humanidad dividida en clases Esclavos y Amos Como todas las que le han precedido, la sociedad capitalista burguesa de nuestros días no representa una "única Humanidad". Está dividida en dos campos bien distintos, diferenciados socialmente por su situación y funciones, el proletariado (en el más amplio sentido de la palabra) y la burguesía. La masa del proletariado es, y ha sido por siglos, quien lleva la carga del más pesado y doloroso trabajo, el cual produce frutos que no van a dar a sus manos, sino que a la otra clase, los privilegiados que poseen la propiedad, la autoridad, y los productos de la cultura (ciencia, educación, arte): la burguesía. La esclavitud social y la explotación de las masas trabajadoras, forman la base sobre la que la sociedad moderna se erige, sin la cual esta sociedad no podría existir. Esto generó la lucha de clases, tomando a veces un carácter abierto y violento, y otras veces, un aspecto de progreso lento e intangible, que refleja necesidades, urgencias y el concepto de justicia en los obreros. En el dominio social toda la historia humana representa una cadena ininterrumpida de luchas de las masas laboriosas por sus derechos, libertad y por una mejor vida. En la historia de la sociedad humana esta lucha de clases ha sido siempre el factor primario que determinó la forma y estructura de estas sociedades[1] . El régimen social y político de todos los Estados es por sobre todo el producto de la lucha de clases. La estructura fundamental de toda sociedad nos muestra el estado que alcanzó y en que se encuentra en la lucha de clases. El más mínimo cambio en el curso de la lucha de clases, en la posición relativa de las fuerzas en la lucha de clases, produce modificaciones continuas en el tejido y estructura social. Tal es el alcance y significado universal, general de la lucha de clases en la vida de las sociedades de clases. Al mismo tiempo, el sistema de estas sociedades mantiene, deliberadamente, a las masas obreras en un estado de ignorancia y de estancamiento mental; previene por la fuerza, su elevamiento moral e intelectual, a fin de poder estrujarlos mejor. El progreso de la sociedad moderna: la evolución técnica del Capital y el perfeccionamiento de su sistema político, fortifican el poder de la clase dominante, y hace de la lucha en contra de ella más y más difícil, de tal modo posponiendo el momento decisivo de la emancipación del trabajo.

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El análisis de la sociedad moderna nos lleva a la conclusión de que el único modo de transformar la sociedad capitalista en una sociedad de trabajadores libres es la vía de la Revolución Social violenta. 2-LA NECESIDAD DE UNA REVOLUCIÓN SOCIAL VIOLENTA El principio de la esclavitud y de la explotación de las masas por la violencia, constituye la base de la sociedad moderna. Todas las manifestaciones de su existencia: economía, política, relaciones sociales, descansan sobre la violencia de clase, cuyos órganos de los que sirve son: Autoridad, la policía, el ejército, los juzgados. Todo en esta sociedad: cada tarea tomada por separado, como todo el sistema del Estado, no son sino un baluarte del capitalismo, desde donde mantienen constantemente vigilados a los trabajadores, donde siempre tienen prestas a las fuerzas destinadas a reprimir todos los movimientos obreros que amenacen las bases, o incluso, la tranquilidad de esta sociedad. Al mismo tiempo, este sistema social deliberadamente mantiene a las masas laboriosas en un estado de ignorancia y de estancamiento mental; previene por la fuerza el aumento de su nivel moral e intelectual[2], a fin de poder explotarlos más fácilmente. El progreso de la sociedad moderna: la evolución del Capital y el perfeccionamiento de su sistema político, fortalece el poder de la clase dominante, y hace la lucha en contra de ellos más difícil, de tal modo, posponiendo el momento decisivo de la emancipación del Trabajo[3]. El análisis de la sociedad moderna nos lleva a la conclusión que la única vía para transformar la sociedad capitalista en una sociedad de trabajadores libres, es la vía de la Revolución Social violenta.

3-ANARQUISMO Y COMUNISMO LIBERTARIO La lucha de clases creada por la esclavitud de los trabajadores y su aspiración a la libertad dio nacimiento, en la opresión, a la idea del Anarquismo: la idea de la negación total de un sistema social basado en los principios del Estado y de las clases, y su reemplazo por una sociedad libre y no estatista de trabajadores en auto gobierno. Entonces, el Anarquismo no deriva de las reflexiones abstractas de algún intelectual o filósofo, sino que de la lucha directa de los trabajadores en contra del capitalismo, de las necesidades y urgencias de los trabajadores, de su aspiración a la igualdad y la libertad, aspiraciones que se vuelven particularmente vivas en los períodos de mayor heroísmo en la vida y lucha de las masas obreras. Los principales pensadores anarquistas, Bakunin, Kropotkin, entre otros, no inventaron la idea del anarquismo, pero habiéndola descubierto en las masas, simplemente ayudaron con la fuerza de su pensamiento y su conocimiento a especificarla y divulgarla. El Anarquismo no es el resultado de esfuerzos personales, ni objeto de investigaciones individuales. De modo similar, el Anarquismo no es producto de aspiraciones humanitarias. No existe una única Humanidad. Cualquier intento de hacer del Anarquismo atributo de toda la Humanidad de hoy en día, el atribuirle un carácter humanitario general, sería una mentira histórica y social, que inevitablemente llevaría a la justificación del status quo y de una nueva explotación. El Anarquismo es humanitario en general sólo en el sentido en que las ideas de las masas tienden a mejorar las vidas de todos los hombres, y en que el destino de la Humanidad de hoy y de mañana, es inseparable del de los trabajadores explotados. Si las masas laboriosas son victoriosas, toda la Humanidad renacerá; si no, la violencia, la explotación, la esclavitud y la opresión reinarán como siempre en el mundo. El nacimiento, el florecimiento y la realización de las ideas anarquistas tiene sus raíces en la vida y en la lucha de las masas trabajadoras y está inseparablemente atada a su destino. El Anarquismo pretende la transformación de la sociedad capitalista burguesa presente, en una sociedad que asegure a los trabajadores el producto de su trabajo, su libertad, independencia, y la igualdad política y social. Esta otra sociedad, será en el comunismo libertario, en el cual la solidaridad social y la individualidad libre encuentren su expresión plena, y en el cual éstas dos ideas se desarrollen en perfecta armonía. El comunismo libertario sostiene que el único creador de el valor social es el trabajo, sea físico o intelectual, y consecuentemente, sólo el trabajo tiene el derecho a administrar la vida en los planos social y económico. Debido a esto, ni defiende ni permite, en ninguna medida, la existencia de clases no-trabajadoras. Mientras tales clases coexistan con el comunismo libertario, el último no reconocerá ningún deber para con ellas. Esto cesará, cuando las clases no trabajadoras decidan el volverse productivas y deseen el vivir en una sociedad comunista con los mismos derechos que el resto, luego, entonces, tendrán la misma posición que el resto, la de miembros libres de la sociedad, a saber, disfrutando de los mismos deberes y derechos que todos los otros miembros productivos. El comunismo libertario quiere acabar con toda explotación y violencia, sea ésta contra individuos o contra las masas del pueblo. Para este fin, establecerá las bases sociales y económicas que una a todos los componentes de la comunidad, asegurándole a cada individuo un lugar igual entre sus semejantes, y permitiendo a cada cual el máximo de bienestar. Esta base es la propiedad común de todos los medios y los instrumentos de la producción (industria, transporte, tierra, materias primas, etc.) y la construcción de una organización económica sobre los principios de la igualdad y de la autogestión por la clase obrera.

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En los límites de ésta autogestión (o bien, autogobierno. Ed.) de la sociedad de trabajadores, el comunismo libertario establece el principio de la igualdad de valor y derechos de cada individuo (no de una "individualidad en general", no de una "individualidad mística", ni de una concepción de individualidad, sino que de cada individuo real, viviente) Es desde éste principio de la igualdad, así como del principio de que el valor del trabajo de un individuo no puede ser estimado o medido, que el principio económico, jurídico y social fundamental del comunismo libertario establece: "De cada cual según sus capacidades, a cada cual conforme a sus necesidades".

4-LA NEGACIÓN DE LA DEMOCRACIA La democracia es una de las formas de la sociedad burguesa capitalista. La base de la democracia es la mantención de las dos clases antagónicas de la sociedad moderna: la clase trabajadora y la clase capitalista, así como su colaboración sobre la base de la propiedad privada capitalista. La expresión de ésta colaboración es el parlamento y el gobierno representativo nacional. Formalmente, la democracia proclama la libertad de palabra, de prensa, de asociación, y la igualdad ante la ley. En realidad, todas éstas libertades son de un carácter muy relativo: son toleradas sólo en la medida en que no pongan en cuestión los intereses de la clase dominante i.e. la burguesía. La democracia preserva intacto el principio de la propiedad privada capitalista. De tal forma (la democracia) da a la burguesía el derecho a controlar por completo la economía del país, toda la prensa, la educación, la ciencia, las artes- lo que hace, de hecho, a la burguesía la ama y señora absoluta de todo el país. Teniendo el monopolio en la esfera de la vida económica, los burgueses también pueden establecer su poder ilimitado en la esfera política. En efecto, el parlamento y el gobierno representativo en la democracia no son más que los órganos ejecutivos de la burguesía. Consecuentemente, la democracia no es más que uno de los aspectos de la dictadura burguesa, velada tras fórmulas engañosas de libertades políticas y de garantías democráticas ficticias.

5-LA NEGACIÓN DEL ESTADO Y DE LA AUTORIDAD Las ideologías de la Burguesía, definen al Estado como el órgano que regula las complejas relaciones políticas, civiles y sociales entre los hombres en la sociedad moderna, protegiendo el orden y las leyes de ésta. Los anarquistas estamos en perfecto acuerdo con ésta definición, pero la completamos afirmando que la base de éste orden y de éstas leyes es la esclavitud de la vasta mayoría del pueblo por parte de una insignificante minoría, y que es precisamente a tal propósito al cual sirve el Estado. El Estado es, simultáneamente, la violencia organizada de la burguesía en contra de los trabajadores, así como el sistema de sus órganos ejecutivos. Los socialistas de izquierda, y en particular los bolcheviques, también consideran al Estado burgués y a la Autoridad (así, con mayúsculas, Ed.), como servidores del Capital. Pero sostienen que la Autoridad y el Estado pueden convertirse, en manos de los partidos socialistas, un arma poderosa en la lucha por la emancipación del proletariado. Por ésta razón, estos partidos abogan por una autoridad socialista y un Estado proletario. Algunos quieren conquistar el poder por medios pacíficos, parlamentarios (los social demócratas), y otros, por medios revolucionarios (los bolcheviques, los socialistas revolucionarios de izquierda). El Anarquismo los considera a ambos como fundamentalmente errados, desastrosos en la actividad de la emancipación del trabajo. La Autoridad es siempre dependiente de la esclavitud y de la explotación de las masas del pueblo. Nace de ésta explotación o es creada en el interés de ésta explotación. La Autoridad sin violencia y sin explotación pierde toda razón de ser. El Estado y la Autoridad quitan de las masas toda iniciativa, matan el espíritu de la creación y de la actividad libre, les cultiva la psicología servil de la sumisión, de la expectación, la esperanza de ascender por la escalera social, de la ciega confianza en sus líderes, de la ilusión de compartir su autoridad. Por tal razón, la emancipación del trabajo sólo es posible por la lucha revolucionaria directa de las vastas masas obreras, y de sus organizaciones de clase en contra del sistema capitalista. La conquista del poder por los partidos social demócratas, por vías pacíficas, bajo las condiciones del presente orden, no avanzarán ni en un único paso en la tarea de la emancipación del trabajo, por la simple razón de que el poder real, por consecuencia, la autoridad real, permanecerán con la burguesía, que controla toda la economía y la política del país. El rol de la Autoridad socialista, en éste caso, se reduce al caso de reformas: al mejoramiento del mismo régimen (Ej: Ramsay MacDonald, los partidos social demócratas de Alemania, Suecia, Bélgica, que han ganado el poder en la sociedad capitalista). Más aún, ganando el poder por vías de la insurrección social y organizando un mal llamado "Estado proletario", no se sirve a la causa de la auténtica emancipación del trabajo. El Estado, inmediatamente y supuestamente construido para la defensa de la Revolución, invariablemente termina distorsionado por las necesidades y características peculiares propias, convirtiéndose en meta, produciendo castas específicas, privilegiadas, y consecuentemente, restableciendo las bases de la Autoridad y del Estado

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capitalistas; la esclavitud y la explotación usuales de las masa por la violencia (Ej: el Estado "obrero y campesino" de los bolcheviques). 6-EL ROL DE LAS MASAS Y EL ROL DE LOS ANARQUISTAS EN LA LUCHA SOCIAL Y EN LA REVOLUCIÓN SOCIAL La fuerzas principales de la Revolución Social son la clase trabajadora urbana, las masas campesinas y una sección de los trabajadores intelectuales. Noten: mientras son una clase explotada y oprimida, en el mismo sentido que el proletariado urbano y rural, los trabajadores intelectuales permanecen relativamente desunidos en comparación a los trabajadores y los campesinos, gracias a los privilegios económicos concedidos por la burguesía a ciertos de sus elementos.. Esto es por qué, durante los primeros días de la Revolución Social, sólo los estratos menos acomodados de la intelligentsia, toman parte activa en ésta. La concepción anarquista del rol de las masas en la Revolución Social y la construcción del socialismo, difiere de forma típica de la de los partidos estatalistas. Mientras el bolchevismo y sus tendencias relacionadas, consideran que las masas poseen sólo instintos revolucionarios destructivos, siendo incapaces de la actividad creativa y constructiva- razón principal por la cual éstas actividades deben ser concentradas en manos de los hombres que conforman el Estado y el Comité Central del Partido- los anarquistas, por el contrario, creen que las masas laboriosas tienen posibilidades creativas y constructivas inherentes las cuales son enormes, y los anarquistas aspiran a suprimir los obstáculos que impiden la manifestación de éstas posibilidades. Los anarquistas consideran al Estado como el principal obstáculo, usurpando los derechos de las masas y quitándoles todas las funciones de la vida económica y social.. El Estado debe perecer, no "algún día" en la sociedad del futuro, sino inmediatamente. Debe ser destruido por los trabajadores en el primer día de su victoria, y no debe ser reconstituido de ninguna manera. Debe ser reemplazado por un sistema de organizaciones obreras para la producción y consumo de carácter federalista, unidas federadamente y auto administradas. Éste sistema excluye toda organización autoritaria, sea la dictadura del partido, o la que sea. La Revolución Rusa de 1917 desplegó precisamente ésta orientación en el proceso de la emancipación social, al crear un sistema de soviets (consejos) obreros y campesinos, y comités de fábrica. Fue un triste error el no haber liquidado, en un momento oportuno, la organización del poder estatal: inicialmente, del gobierno provisorio, y subsecuentemente del poder bolchevique. Los bolcheviques, aprovechando la confianza de los obreros y los campesinos, reorganizaron al Estado burgués acorde a las circunstancias del momento, y consecuentemente mataron la actividad creativa de las masas, al apoyar y mantener el Estado: asfixiando el régimen libre de los soviets y de los comités de fábrica, que representaban el primer paso hacia la construcción de una sociedad socialista sin Estado. La acción de los anarquistas puede ser dividida en períodos, en un antes de la Revolución, y en un durante la Revolución. En ambos, los anarquistas sólo pueden cumplir su rol como una fuerza organizada, si tienen una concepción clara de los objetivos de su lucha y las vías que los encaminen en la realización de estos objetivos. La tarea fundamental de la Unión General de Anarquistas en el período pre-revolucionario, ha de ser la preparación de los trabajadores y campesinos para la Revolución Social. En negar la democracia formal (burguesa), la Autoridad y el Estado, en proclamar la completa emancipación del trabajo, los anarquistas enfatizan al máximo los rigurosos principios de la lucha de clases. Alerta y desarrolla en las masas la conciencia de clase y la intransigencia revolucionaria de la clase. Es precisamente hacia la intransigencia de clase, anti-democratismo (en un sentido burgués, Ed.) y el anti-estatalismo del comunismo libertario, en el sentido en que la educación libertaria de las masas debe dirigirse, pero la educación por sí sola no es suficiente. Lo que es necesario, es una cierta organización anarquista de masas. Para realizar esto, es necesario trabajar en dos direcciones: por un lado, el trabajar hacia la selección y agrupamiento de los trabajadores revolucionarios y de las fuerzas campesinas en una base comunista libertaria (una organización comunista libertaria específica); por otro lado, hacia el reagrupamiento de los trabajadores y campesinos revolucionarios sobre una base económica de producción y consumo (los trabajadores y campesinos organizados en torno a la producción; cooperativas de trabajadores y campesinos libres). La clase obrera y campesina, organizada en base a la producción y el consumo, penetradas por las posiciones anarquistas revolucionarias, serán el primer punto fuerte de la Revolución Social. Mientras estas organizaciones estén más conscientes y organizadas de forma revolucionaria, como en el presente, más manifestarán su voluntad intransigente, creativa, libertaria, al momento de la Revolución. Como ocurre en la clase obrera rusa: resulta claro que, tras ocho años de dictadura bolchevique, que encadena la natural necesidad de las masas por la actividad libre, la verdadera naturaleza de todo Poder se demuestra mejor que nunca; ésta clase esconde en sí, enormes posibilidades de formar un movimiento de masas anarquista. Los militantes anarquistas organizados deben ir con toda la fuerza a su disposición, inmediatamente, al encuentro de éstas necesidades y posibilidades, en orden de que éstas no degeneren en reformismo (menchevismo). Con igual urgencia, los anarquistas deben avocarse de lleno a la organización del campesinado empobrecido, aplastados por el Poder estatal, que buscan una salida y que contienen un enorme potencial revolucionario. El rol de los anarquistas en el período revolucionario no puede ser restringido solamente a la propagación de claves acerca del pensamiento revolucionario.

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La vida no es sólo una arena para la propagación de tal o cual concepción, sino que también, en igual medida, como arena para la lucha , la estrategia y las aspiraciones de éstos conceptos en el manejo de la vida económica y social. Más que cualquier otro concepto, el anarquismo debe ser el concepto guía de la revolución, porque es sólo en la base teórica del anarquismo que la Revolución Social puede triunfar en la emancipación completa del trabajo. La posición de guía de las ideas anarquistas en la revolución, sugiere una orientación de los eventos después de la teoría anarquista. De todos modos, ésta fuerza conductora teórica, no puede confundirse con el liderazgo político de los partidos estatalistas que conducen finalmente al Poder de Estado. El anarquismo no aspira ni al poder político ni a la dictadura. Su principal aspiración es ayudar a las masas a tomar la auténtica vía hacia la Revolución Social y a la construcción del socialismo. Pero no es suficiente el que las masas tomen el camino de la Revolución Social. Es, también necesario, el mantener ésta orientación de la Revolución y de sus objetivos: la supresión de la sociedad capitalista en nombre de los trabajadores libres. Como nos ha mostrado la experiencia de la Revolución Rusa de 1917, ésta última tarea está lejos de ser fácil, por sobre todo por los numerosos partidos que tratan de orientar el movimiento en un sentido opuesto a la Revolución Social. Pese a que las masas se expresan profundamente en los movimientos sociales en términos de las tendencias y principios libertarios, éstas tendencias y principios, permanecen dispersos, descoordinados, y cosecuentemente, no llevan a la organización del poder conductor de las ideas libertarias, el cual es necesario para preservar la orientación anarquista y los objetivos de la Revolución Social. Esta fuerza conductora teórica, sólo puede ser expresada por una colectividad especialmente creada por las masas para éste propósito. Los elementos anarquistas organizados constituyen exactamente ésta colectividad. Los deberes prácticos y teóricos de ésta colectividad, son considerables a la hora de la revolución. Debe manifestar su iniciativa y desplegar una total participación en todos los dominios de la Revolución Social: en la orientación y carácter general de la Revolución; en la guerra civil y en la defensa de la revolución; en la tareas positivas de la revolución, en la nueva producción, consumo, la cuestión agraria, etc. En todas estas cuestiones, y en muchas otras, las masas demandan una clara y precisa respuesta por parte de los anarquistas. Y desde el momento en que los anarquistas declaran una concepción de la revolución y de la estructura de la sociedad, están obligados a dar a éstas cuestiones una clara respuesta, para relacionar la solución de estos problemas con la concepción general del comunismo libertario, y para avocar todas sus fuerzas para la realización de éste. Sólo en este sentido la Unión General de Anarquistas y el movimiento anarquista completo aseguran su función como fuerza conductora teórica de la Revolución Social. 7- EL PERÍODO DE TRANSICIÓN Por la expresión "período de transición" los partidos socialistas entienden una fase definida en la vida de la gente, en la cual los rasgos característicos son : una ruptura con el viejo orden de cosas y la instalación de un nuevo sistema económico y social: un sistema que, en todo caso, no representa la completa emancipación de los trabajadores. En éste sentido, todos los programas mínimos de los partidos políticos socialistas, por ejemplo, los programas democráticos de los socialistas oportunistas, o el programa comunista de la "dictadura del proletariado", son programas del período de transición. La principal característica de éstos, es que ven como imposibles, por el momento, la realización completa de los ideales de los obreros: su independencia, su libertad y su igualdad - y consecuentemente, mantienen una serie de instituciones del sistema capitalista : el principio de la compulsión estatalista, propiedad privada de los medios e instrumentos de la producción, la burocracia, y otras más, acorde a los objetivos de cada programa particular de algún partido. De principio, los anarquistas han sido siempre enemigos de tales programas, considerando que la construcción de sistemas transitorios que mantengan los principios de la explotación y de la coacción de las masas llevan, necesariamente, al aumento de la esclavitud. En lugar de establecer programas políticos mínimos, los anarquistas han defendido siempre la idea de una Revolución Social inmediata, que prive a la clase capitalista de sus privilegios económicos y sociales, y que deposite en manos de los trabajadores los medios e instrumentos de producción y todas las funciones de la vida económica y social. Hasta ahora, han sido los anarquistas quienes han sostenido ésta posición. La idea del período de transición, según el cual la Revolución no debe llevar al comunismo, sino que a un sistema que retenga elementos del viejo régimen, es antisocial en esencia. Amenaza con resultar en un refuerzo y desarrollo de estos elementos a sus dimensiones previas, y en hacer correr los eventos en reversa. Un ejemplo flagrante de ésto, es el régimen llamado "dictadura del proletariado", establecido por los bolcheviques en Rusia. De acuerdo a ellos, éste debiera ser un paso transitorio hacia el comunismo total. En la realidad, este régimen a resultado ser una restauración de la sociedad clasista, en cuya base se encuentran. como antes, los obreros y los campesinos. El centro de gravedad en la construcción de la sociedad comunista no consiste en la posibilidad de asegurar a cada individuo una ilimitada libertad para satisfacer sus necesidades desde el primer día de la revolución (libertad esta aquí tomada en el sentido burgués del término, que quiere decir más bien el libertinaje individual para hacer a mis anchas sin consideración con el resto, e incluso, oprimiéndolos y explotándolos; recordemos que para los anarquistas la libertad no es un fenómeno individual, sino que colectivo, social, definido como una situación de cosas que garantice el desarrollo óptimo de mi Humanidad en una sociedad

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dada. Por tanto, afirmamos con Bakunin "La libertad del otro no es un límite para la mía propia, sino que la prolonga hasta el infinito". Ed.); pero consiste en la conquista de la base social de esta sociedad, y establece el principio de las relaciones igualitarias entre individuos. Como cuestión de abundancia, las mayores o menores ventajas, no están dadas al nivel de principios, sino de problema técnico. El principio fundamental desde el cual la nueva sociedad se erigirá y sobre el que descansará, y el cual no debe ser restringido de ninguna manera, es la igualdad de relaciones, de la libertad e independencia de los trabajadores. Este principio representa la demanda fundamental de las masas, por el cual brota la Revolución Social. Sea que la Revolución Social termine en la derrota de los trabajadores, caso en el cual debemos prepararnos nuevamente para la lucha, para una nueva ofensiva en contra del sistema capitalista; o sea que lleve a la victoria de los trabajadores, y en tal caso, habiendo capturado los medios que permiten la autogestión: la tierra, la producción y las funciones sociales, los trabajadores comenzarán la construcción de una sociedad libre. Esto caracteriza el inicio de la construcción de una sociedad comunista la cual, una vez comenzada, sigue el curso de su desarrollo sin interrupciones, fortaleciéndose y perfeccionándose continuamente. En este sentido, la toma de las funciones productivas y sociales por los trabajadores, trazarán la línea de demarcación exacta entre la era estatalista y no-estatalista. Si desea ser portavoz de las masas en lucha, la bandera de toda una era de Revolución Social, el anarquismo no debe asimilar en su programa rastros del viejo orden, las tendencias oportunistas de sistemas de transición y períodos, ni ocultar sus principios fundamentales, sino por el contrario, aplicarlos y desarrollarlos hasta el máximo. 8-ANARQUISMO Y SINDICALISMO Consideramos la tendencia a oponer al comunismo libertario el sindicalismo y viceversa, como artificial, y exenta de todo fundamento y significado. Las ideas del Anarquismo y del Sindicalismo, pertenecen a dos planos diferentes. Considerando al comunismo, es decir, una sociedad de trabajadores libres, es la meta de la lucha anarquista - el sindicalismo, esto es el movimiento de los trabajadores revolucionarios en sus ocupaciones, es sólo una de las formas de la lucha de clases revolucionarias. Al unir a los obreros en base a la producción, el sindicalismo revolucionario, como todos los grupos basados en el oficio, no tiene una teoría determinante, ni una concepción de mundo que conteste todas las complicadas cuestiones políticas y sociales de la realidad contemporánea. Siempre refleja las ideologías de diversos grupos políticos, notablemente de aquellos que trabajan más intensamente ésta área. Nuestra actitud hacia el sindicalismo revolucionario deriva de lo dicho. Sin tratar aquí de resolver de antemano la cuestión del rol de los sindicatos revolucionarios después de la revolución, si serán los organizadores de la nueva producción, o si dejarán éste rol a los soviets (consejos) obreros o a los comités de fábricas- juzgamos que los anarquistas toman parte del sindicalismo revolucionario como de una de las formas del movimiento revolucionario de trabajadores. En todo caso, la cuestión planteada hoy en día no es si los anarquistas deben o no participar en el sindicalismo revolucionario, sino que cómo y para qué fin es que toman parte en él. Consideramos al período planteado hasta hoy en día (Ed. 1928), en el cual los anarquistas entraban en el movimiento sindical como individuos y propagandistas, como un período de relaciones artesanales hacia un movimiento de trabajadores profesionales. El Anarcosindicalismo, tratando de insertar forzosamente las ideas libertarias en el ala izquierdista del movimiento sindicalista revolucionario como una forma de crear sindicatos al estilo anarquista, representa un paso adelante, pero, como tal, no pasa del método empírico, ya que el anarcosindicalismo no entrelaza necesariamente la "anarquización" del movimiento sindicalista con el de los anarquistas organizados por fuera de éste. Porque es sólo sobre ésta base, con tal enlace, que el sindicalismo revolucionario puede ser "anarquizado" y prevenido de caer en el oportunismo y en el reformismo. Entendiendo al sindicalismo sólo como un cuerpo profesional de obreros sin una teoría política y social coherente, y consecuentemente, siendo incapaz de resolver la cuestión social por sí mismo, consideramos que las tareas de los anarquistas en las filas de este movimiento consisten en el desarrollo de las teorías libertarias, y de inclinarla en una dirección libertaria, a fin de transformarlo en un arma activa en la Revolución Social. Es necesario el recordar que si el sindicalismo no encuentra en la teoría anarquista un soporte en el momento oportuno, se convertirá, nos guste o no, a la ideología de algún partido político-estatalista. La tarea de los anarquistas en las filas del movimiento de trabajadores revolucionarios puede sólo ser cumplida en condiciones tales que su trabajo se vea íntimamente ligado y asociado con la actividad de la organización anarquista por fuera del sindicato. En otras palabras, debemos ingresar al movimiento sindical revolucionario como una fuerza organizada, responsable de cumplir su trabajo en el sindicato ante la organización general de los anarquistas, y orientada por ésta última. Sin restringirnos a la creación de sindicatos anarquistas, debemos buscar ejercer nuestra influencia teórica en todos los sindicatos, en todas sus formas ( los IWW, las TU rusas). Sólo podemos alcanzar éste fin trabajando en grupos anarquistas rigurosamente organizados; pero nunca en pequeños grupos empíricos, sin ligazón organizativa ni acuerdo teórico entre ellos. Los grupos anarquistas en las compañías, fábricas y talleres, preocupados en la creación de sindicatos (uniones) anarquistas, llevando la lucha en los sindicatos revolucionarios por el dominio de las ideas libertarias sobre el sindicalismo, grupos organizados en su acción por una organización general de anarquistas: éstas son las maneras y medios de la actitud anarquista frente al sindicalismo.

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[1] Realmente, el factor primario en la estructura de las sociedades, es el desarrollo de las fuerzas productivas y de los medios de producción. Ahora, como las sociedades occidentales, desde hace un buen par de miles de años, se encuentran atravesadas por el conflicto de clases, el antagonismo entre éstas, que puede generar violentas sublevaciones, revoluciones o fuerte represión, ha ido creando Estados militaristas, sistemas de coerción ideológicos (Estados teocráticos ,por ejemplo), o bien, cuando las fuerzas revolucionarias han logrado imponerse, han reestructurado completamente las relaciones sociales en general. Ahora bien, siempre estos procesos se encuentran mediados por los procesos objetivos que ocurren a nivel de la organización social de las fuerzas productivas (N. del T.) [2] Valga como ejemplo de esto, hoy en día, las teleseries. (N. del T.) [3] El capitalismo, al estar agotado, hace que toda nueva innovación técnica o política, tenga por único fin producir una mayor alienación a los trabajadores y poder tener un mayor control sobre el pueblo (la bomba atómica, las cámaras de vigilancia,etc.). Sin embargo, el capitalismo contiene su negación (la burguesía produjo al proletariado), y cada adelanto de estos, a la vez, complica aún más su situación: el desarrollo de las relaciones socio-económicas imperialistas, produjo la globalización, la cual entrega un mayor poder a las élites internacionales, pero a la vez, globaliza las crisis capitalistas, con lo que asume más vigencia que nunca el internacionalismo proletario. Así también, la bomba atómica, como medio de destrucción masiva, les ha producido un repudio generalizado interno, mucho más enérgico que a cualquier invasión tradicional, a la vez que ha puesto en cuestión su propia existencia. Todo esto nos indica que, si bien van generando mecanismos de contención para el descontento, lo único que logran es ir acumulando más agua tras la represa, la cual se expresa en la decadencia absoluta de esta sociedad (moral, política, económica, etc.) que acelera su descomposición. (N. del T.) Sección Constructiva EL PROBLEMA DEL PRIMER DÍA DE LA REVOLUCIÓN SOCIAL El objetivo fundamental del mundo del trabajo en lucha, es la fundación, por medio de la revolución, de una sociedad comunista libre e igualitaria fundada en el principio de " de cada cual acorde a sus capacidades y a cada cual acorde sus necesidades". De cualquier modo, esta sociedad no llegará por sí sola, sólo por el poder de la insurrección social. Su realización, resultará de un proceso social revolucionario, más o menos extendido, orientado por las fuerzas organizadas del trabajo victorioso en una determinada vía. Es nuestra tarea el indicar ésta vía desde este momento, y formular los problemas positivos, concretos que enfrentarán los trabajadores desde el primer día de la Revolución Social, el resultado de la cual dependerá de su correcta solución. Es evidente que la construcción de la nueva sociedad sólo será posible tras la victoria de los trabajadores sobre el sistema capitalista burgués y sus representantes. Es imposible el comenzar la construcción de la nueva economía y de las nuevas relaciones sociales mientras el poder del Estado, en defensa del régimen de esclavitud, no haya sido aplastado, mientras los obreros y campesinos no hayan parado, teniendo como objeto a la Revolución Social, la economía agrícola e industrial. Consecuentemente, la primera tarea revolucionaria es arrasar con el edificio estatalista de la sociedad capitalista, el expropiar a la burguesía y, en general, a todos los elementos privilegiados por el poder, y establecer por completo la voluntad de los trabajadores alzados, como es expresado en los principios fundamentales de la Revolución Social. Este aspecto destructivo y agresivo de la revolución sólo puede servir para allanar el camino a las tareas positivas, que son el sentido y esencia de la Revolución Social. Éstas tareas son como sigue: 1. La solución, en un sentido comunista libertario, del problema de la producción industrial del país. 2. Similar solución al problema agrario. 3. La solución del problema del consumo. PRODUCCIÓN: Tomando en cuenta el hecho de que la industria del país es resultado de los esfuerzos de innumerables generaciones de obreros, y que las diversas ramas de la industria están íntimamente ligadas, consideramos a toda la producción como un único taller de productores, perteneciendo por completo a todos los obreros y a ninguno en particular. El mecanismo productivo del país es global y pertenece al conjunto de la clase obrera. Ésta tesis determina el carácter y las formas de la nueva producción. Siempre será global, común en el sentido de que los productos producidos por los trabajadores pertenecerán a todos. Éstos productos, sean de la categoría que sean, el fondo general de provisiones para los trabajadores, donde cada cual que participe en la producción recibirá lo que necesite, en bases igualitarias para todos.

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El nuevo sistema de producción suplantará por completo a la burocracia y a la explotación en todas sus formas y establecerá en su lugar el principio de la cooperación fraternal y de la solidaridad obrera. La clase media, que en la sociedad capitalista ejerce funciones intermedias -comercio, etc.- así como la burguesía, deben tomar parte en el nuevo modo de producción bajo las mismas condiciones que todos los demás trabajadores. Si no, éstas clases se situarán por fuera de la sociedad por fuera de la sociedad de trabajadores. No habrá jefes, ni empresarios, propietarios o propietarios estatales (como en el caso del Estado bolchevique hoy en día). En la nueva producción, la administración pasará a organismos especialmente creados por los obreros: soviets obreros, comités de fábrica, o administraciones obreras del trabajo y empresas. Estos órganos, entrelazados al nivel de la comuna, distrito, finalmente lo estarán al nivel de la administración general y federal de la producción. Construidas por las masas y siempre bajo su control e influencia, todos éstos órganos constantemente renovados, realizarán la idea de la autogestión, de la auténtica autogestión, por las masas del pueblo. La producción unificada, en la cual los medios y los productos pertenezcan a todos, habiendo reemplazado a la burocracia por el principio de la cooperación fraternal y habiendo establecido los derechos iguales para todos aquellos que trabajan, la producción administrada por los órganos del control obrero, elegido por las masas, tal es el primer paso práctico en el camino de la realización del comunismo libertario. CONSUMO: Éste problema aparecerá durante la Revolución de dos maneras: 1. En el principio de la búsqueda de productos para el consumo. 2. El principio de su distribución. En lo concerniente a la distribución de bienes para el consumo, la solución dependerá por sobre todo de la cantidad de productos disponibles y en el principio de acuerdo sobre los objetivos. La Revolución Social que busca en sí misma la reconstrucción de todo el orden social, toma a su cargo, también, la obligación de satisfacer las necesidades vitales de todos. La única excepción a ésto, es el grupo de los no-trabajadores -aquellos que rehusen a tomar parte en la nueva producción por razones contrarrevolucionarias. Pero en general, con excepción de esta última categoría de gente, la satisfacción de las necesidades de todo aquel en el área de la Revolución, es asegurada por la reserva general de productos de consumo. En el caso de los bienes insuficientes, serán divididos acorde el principio de la mayor urgencia, es decir, primero a los niños, inválidos y familias trabajadoras. Un problema lejos más difícil, es el de organizar la producción en sí. Sin dudas, desde el primer día de la Revolución, las granjas no producirán todos los productos vitales para la vida de la población. Al mismo tiempo, los campesinos tiene una abundancia de la que la ciudad carece. Los comunistas libertarios no guardan dudas acerca de las relaciones mutualistas que existen entre los trabajadores de la ciudad y los del campo. Juzgan que la Revolución Social sólo puede ser realizada por los esfuerzos comunes de los obreros y de los campesinos. En consecuencia, la solución al problema del consumo en la revolución puede sólo ser posible por los medios de una estrecha colaboración revolucionaria entre éstas dos categorías de trabajadores. Para establecer ésta colaboración, la clase obrera urbana, habiendo tomado la producción, debe suplir inmediatamente las necesidades vitales del campo y apuntar a la fabricación de los productos de uso cotidiano, los medios e implementos para la agricultura colectiva. La medida de la solidaridad de los obreros manifestada hacia las necesidades de los campesinos, provocarán en ellos, a cambio, el mismo gesto, el de proveer del producto de su labor colectiva a la ciudad. Las cooperativas de obreros y de campesinos serán los órganos primarios que asegurarán al campo y a la ciudad los requerimientos en comida y en materiales económicos. Luego, responsables de funciones más importantes y permanentes, por suplir todo cuanto sea necesario para garantizar y desarrollar la vida económica y social de los obreros y campesinos; éstas cooperativas serán transformadas en organismos permanentes para la provisión del campo y de la ciudad. Tal solución al problema de la provisión, permite al proletariado crear un stock permanente de provisiones, el cual tenga un efecto favorable y decisivo en el resultado de toda la nueva producción. LA TIERRA: En la solución de la cuestión agraria, vemos el principio revolucionario y las fuerzas creativas en los campesinos trabajadores que no explotan la labor de otros -y en el proletariado asalariado del campo. Su tarea será el cumplir con la redistribución de la tierra en orden de establecer su uso y explotación en base a principios comunistas. Como con la industria, la tierra, explotada y cultivada por generaciones sucesivas de labradores, es producto de su esfuerzo común. También pertenece a todos los trabajadores y a ninguno en particular. Y en la medida en que sea inalienable y propiedad común de los labradores, la tierra no podrá ser comprada ni vendida, ni arrendada: no podrá, entonces, servir como medio de explotación del trabajo ajeno. La tierra es como una especie de taller comunal y popular, en donde la gente común produce los medios de los cuales vive. Pero es de la clase de talleres en los que cada trabajador (campesino), debido a ciertas circunstancias históricas, se ha acostumbrado a trabajar sólo, de forma independiente de los otros productores. A su vez, el método de trabajo colectivo en la industria es

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esencial y es el único posible en nuestros tiempos. La mayoría de los campesinos cultivan la tierra por su propia cuenta. Consecuentemente, cuando la tierra y los medios para su explotación sean tomados por los campesinos, sin posibilidad de venderlos o arrendarlos, la cuestión acerca de las formas de su utilización y de los métodos de su explotación (comunal o familiar) no encontrará inmediatamente una solución completa y definitiva, , como en el caso del sector industrial. Inicialmente ambos métodos serán probablemente usados. Serán los campesinos revolucionarios quienes establezcan los términos definitivos sobre la explotación y utilización de la tierra. No es posible ninguna clase de presión externa sobre ésta cuestión. Sin embargo, como consideramos que sólo la sociedad comunista , en cuyo nombre, después de todo, la Revolución Social será hecha, libera a los trabajadores de su posición de esclavitud y explotación y les da la completa libertad e igualdad; como los campesinos constituyen la vasta mayoría de la población (casi un 85% en Rusia en el período en discusión) y consecuentemente el régimen agrario que establezcan será el factor decisivo en el destino de la Revolución; y como, finalmente, una economía privada en la agricultura lleva, como en el caso de la industria privada, al comercio, acumulación, propiedad privada y a la restauración del capitalismo -nuestro deber será hacer todo cuanto sea necesario, desde ahora, para facilitar la solución de la cuestión agraria en una forma colectiva. A éste fin debemos, desde ahora, comprometernos en enérgica propaganda en favor de la economía agraria colectiva entre los campesinos. La fundación de una unión libertaria de campesinos, específicamente, facilitará considerablemente tal tarea. A éste respecto, el progreso técnico será de enorme importancia, facilitando la evolución de la agricultura y también la realización del comunismo en las ciudades por sobre todo en la industria. Si, en sus relaciones con los campesinos, los trabajadores industriales actúan, no individualmente o en grupos separados, sino como una inmensa colectividad comunista abrazando todas las ramas de la industria; si, en adición, tienen en mente las necesidades vitales del campo y si al mismo tiempo suplen a cada villa de las cosas de uso cotidiano, herramientas y máquinas para la explotación colectiva de la tierra, esto va a impeler a los campesinos hacia el comunismo. LA DEFENSA DE LA REVOLUCIÓN: La cuestión acerca de la defensa de la Revolución, también se vincula al problema del "primer día". Básicamente, el mejor medio para defender la revolución, es la feliz solución a sus problemas positivos: producción, consumo y tierra. Una vez que éstos problemas han sido correctamente resueltos, ningún contrarrevolucionario será capaz de alterar o desequilibrar la sociedad libre de los trabajadores. Sin embargo, los trabajadores deberán sostener una severa lucha en contra de los enemigos de la Revolución, en orden a la mantención de su existencia concreta. La Revolución Social, la cual amenaza los privilegios y la misma existencia de las clases no-trabajadoras de la sociedad, provocará inevitablemente una desesperada resistencia de parte de éstas clases, que tomará la forma de una cruenta guerra civil. Como nos demostró la experiencia rusa, tal guerra civil no será asunto de unos cuantos meses, sino que de muchos años. Pese a la alegría del primer paso de los trabajadores al comienzo de la revolución, las clases dominantes retendrán una enorme capacidad de resistir por un buen tiempo. Por muchos años lanzarán ofensivas en contra de la revolución, tratando de reconquistar el poder y los privilegios de los que fueron privados. Un gran ejército, técnicas militares y estrategias, capital -todo será arrojado en contra de los trabajadores victoriosos. En orden de preservar las conquistas de la revolución, los obreros crearán órganos para su defensa, para oponer la ofensiva reaccionaria con una fuerza de combate correspondiente a la magnitud de la tarea. En los primeros días de la revolución, estas fuerzas de combate estarán formadas por todos los obreros y campesinos en armas. Pero ésta fuerza armada espontánea, sólo será valiosa durante los primeros días, antes de que la guerra civil alcance su punto más alto y de que los dos partidos en pugna formen organizaciones militares regularmente constituidas. En la Revolución Social, el momento más crítico no es la supresión de la Autoridad, sino lo que sigue, es decir, cuando las fuerzas del régimen derrotado lancen una ofensiva general en contra de los trabajadores, y cuando la cuestión es salvaguardar las conquistas bajo ataque. El mismo carácter de esta ofensiva, tal como la técnica y desarrollo de la guerra civil, obligarán a los trabajadores a crear determinados contingentes militares revolucionarios. La esencia y los principios fundamentales de estas formaciones deben ser decididos por adelantado. Negando los métodos estatalistas y autoritarios de gobierno, también negamos el método estatalista de organizar las fuerzas militares de los obreros, en otras palabras, el principio de un ejército estatalista basado en el servicio militar obligatorio. Consistentemente con las posiciones fundamentales del comunismo libertario, el principio del servicio voluntario debe ser la base de las formaciones militares de los obreros. Los destacamentos de partisanos insurgentes, obreros y campesinos, que llevaron la acción militar en la Revolución Rusa, pueden ser citados como ejemplos de tales formaciones. De cualquier modo, "servicio voluntario" y la acción de los partisanos, no deben ser comprendidos en el estrecho sentido del término, esto es una lucha de destacamentos obreros y campesinos en contra del enemigo local, sin coordinación a un plan general de operación y cada cual actuando según su propia responsabilidad, a su propio riesgo. Las acciones y tácticas de los partisanos en el período de su completo desarrollo deben ser guiadas por una estrategia revolucionaria común.

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Como en todas las guerras, la guerra civil no puede ser emprendida por los trabajadores con éxito a menos que apliquen los dos principios fundamentales de toda acción militar: unidad en el plan de operaciones y unidad del mando común. El momento más crítico de la Revolución vendrá cuando la burguesía marche en contra de la revolución como fuerza organizada. Este momento crítico obliga a los trabajadores a adoptar éstos principios de la estrategia militar. De tal modo, en vista de las necesidades impuestas por la estrategia militar, además de la estrategia de la contrarrevolución, las fuerzas armadas de la revolución deben estar inevitablemente basadas en un ejército general revolucionario con un mando común y con un plan de operaciones. Los siguientes principios forman la base de éste ejército: a- El carácter de clase de este ejército. b- Servicio voluntario (toda coerción será completamente excluida del trabajo de defender la revolución). c- Disciplina revolucionaria libre (auto-disciplina) (el servicio voluntario y la auto-disciplina revolucionaria son perfectamente compatibles, y dan al ejército revolucionario una mayor moral que al ejército del Estado). d- Total sumisión del ejército revolucionario a las masas de obreros y campesinos representados en las organizaciones comunes de obreros y campesinos en todo el país, establecidas por las masas en los sectores de control de la vida económica y social. En otras palabras, el órgano de defensa de la revolución, responsable de combatir la contrarrevolución, en los mayores frentes militares así como en los frentes internos (complots de la burguesía, preparaciones para la acción contrarrevolucionaria), estará enteramente bajo la jurisdicción de las organizaciones productivas de obreros y campesinos, a las cuales se someterá, y de las cuales recibirá su dirección política. Nota: mientras debe ser conducido conforme los principios definidos del comunismo libertario, el ejército en sí no debe ser considerado como un asunto de principio. No es más que la consecuencia de la estrategia militar en la revolución, una medida estratégica a la cual los trabajadores se ven fatalmente forzados por el mismo proceso de la guerra civil. Pero ésta medida debe atraer nuestra atención desde ya. Debe ser cuidadosamente estudiada en orden a evitar cualquier retroceso irreparable en el proceso de defender y proteger la revolución, ya que los retrocesos en la guerra civil pueden resultar desastrosos para el resultado de toda la Revolución Social. Sección Organizacional LOS PRINCIPIOS DE LA ORGANIZACIÓN ANARQUISTA Las posiciones generales, constructivas expresadas arriba constituyen la plataforma organizativa de las fuerzas revolucionarias del anarquismo. Esta plataforma, que contiene una orientación táctica y teórica definida, aparece como lo mínimo a lo cual es necesario y urgente convocar a todos los militantes del movimiento anarquista organizado. Su tarea es agrupar alrededor de sí a todos los elementos saludables del movimiento anarquista en una organización general, activa, y de agitación en una base permanente: La Unión General de Anarquistas. Las fuerzas de todos los militantes anarquistas deben estar orientadas hacia la creación de esta organización. Los principios fundamentales de la organización de la Unión General de Anarquistas deben ser como sigue:

1- Unidad Teórica: La teoría representa la fuerza que dirige las actividades de las personas y de las organizaciones a lo largo de un sendero definido hacia un determinado fin. Naturalmente, debe ser común a todas las personas y organizaciones adherentes a la Unión General, tanto en lo general como en sus detalles, deben estar en perfecto acuerdo con los principios teóricos profesados por la Unión.

2- Unidad Táctica o Método de Acción Colectivo: Del mismo modo, los métodos tácticos empleados por miembros separados y por las organizaciones en la Unión deben ser unitarios, esto es, estar en riguroso acuerdo tanto entre sí y con las teorías y tácticas generales de la Unión. Una línea táctica común en el movimiento es de decisiva importancia para la existencia de la organización y para el movimiento todo: remueve los desastrosos efectos de muchas tácticas en oposición unas con otras, concentra todas las fuerzas del movimiento, les da una dirección común llevando al objetivo fijado.

3- Responsabilidad Colectiva:

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La práctica de actuar bajo la única responsabilidad individual debe ser decisivamente condenada y rechazada en las filas del movimiento anarquista. Las áreas de la vida revolucionaria, social y política, son, por sobre todo, profundamente colectivas por naturaleza. La actividad social revolucionaria en estas áreas no puede estar basada en la responsabilidad personal de los militantes individuales. El órgano ejecutivo del movimiento anarquista general, la Unión Anarquista, tomando una línea firme en contra de la táctica del individualismo irresponsable, introduce en sus filas el principio de la responsabilidad colectiva: La Unión entera será responsable de la actividad política y revolucionaria de cada uno de sus miembros; del mismo modo, cada miembro será responsable de la actividad política y revolucionaria de la Unión como un todo.

4- Federalismo: El Anarquismo siempre ha negado la organización centralizada, tanto en el área de la vida social de las masas como en la acción política. El sistema centralizado descansa en la disminución del espíritu crítico, iniciativa e independencia de cada individuo y en la sumisión ciega de las masas al "centro". Las consecuencias naturales e inevitables de este sistema son la esclavitud y la mecanización de la vida social y de la vida de la organización. En contra del centralismo, el anarquismo ha profesado siempre y defendido el principio del federalismo, que reconcilia la independencia e iniciativa de los individuos y la organización con el servicio a la causa común. En reconciliar la idea de la independencia y del alto grado de derechos de cada individuo con el servicio a las necesidades sociales y a sus requerimientos, el federalismo abre las puertas a cada manifestación saludable de las facultades de todo individuo. Pero con frecuencia el principio federativo se ha deformado en las filas anarquistas: ha sido reiteradamente entendido como el derecho, por sobre todo, a manifestar el "ego" individual, sin la obligación a los deberes de los cuales requiere la organización. Esta falsa interpretación, desorganizó a nuestro movimiento en el pasado. Es tiempo de ponerle fin en forma irreversible y firme. Federación significa el libre acuerdo de los individuos y organizaciones para trabajar colectivamente hacia un objetivo común. De cualquier modo, tal acuerdo, así como la unión federativa basada en él, sólo se transformarán en realidad, más que en ficción o ilusión, sólo con la condición sine qua non de que todos los participantes en el acuerdo y en la Unión realicen de lleno los deberes contraídos, y conforme a las decisiones comunes. En un proyecto social, sin importar cuán vasta sea la base federalista en la cual está construida, no puede haber decisiones sin ser ejecutadas. Esto es aún menos admisible en una organización anarquista, la cual exclusivamente toma para sí obligaciones hacia los trabajadores y su Revolución Social. Consecuentemente, el tipo federativo de organización anarquista, a la vez que reconoce el derecho de cada miembro a la independencia, libertad de opinión, libertad individual y a la iniciativa, requiere que cada miembro tome para sí deberes organizacionales fijados, y demanda de la ejecución de las decisiones comunes. Sólo bajo esta condición es que el principio federativo encuentra vida, y la organización anarquista funciona correctamente, y se dirige hacia el objetivo definido. La idea de la Unión General de Anarquistas expone el problema de la coordinación y de la concurrencia de las actividades de todas las fuerzas del movimiento anarquista. Cada organización adherida a la unión representa una célula vital del organismo común. Toda célula debe tener su secretario, ejecutando y guiando teóricamente el trabajo político y técnico de la organización. Con vista a la coordinación de las actividades de todas las organizaciones adherentes a la Unión, será creado un órgano especial: el comité ejecutivo de la Unión. El comité tendrá a su cargo las siguientes funciones: la ejecución de las decisiones tomadas por la Unión que se les haya confiado; la orientación teórica y organizacional de las actividades de los grupos aislados de forma consistente con las posiciones teóricas y con la línea táctica general de la Unión; la mantención de los lazos de trabajo y organizativos entre las organizaciones en la Unión y las otras organizaciones. Los derechos, responsabilidades y tareas prácticas del comité ejecutivo, están fijadas por el Congreso de la Unión. La Unión General de Anarquistas tiene un objetivo concreto y determinado. En nombre del triunfo de la Revolución Social debe por sobre todo atraer y absorber los elementos más revolucionarios y fuertemente críticos entre los obreros y los campesinos. Exaltando la Revolución Social y, consecuentemente, siendo una organización anti-autoritaria que aspira a la abolición de la sociedad de clases, la Unión General de Anarquistas igualmente de dos clases fundamentales de la sociedad: los obreros y los campesinos. Pone igual énfasis en la labor de la emancipación de estas dos clases. Con respecto a los gremios de trabajadores y a las organizaciones revolucionarias en las ciudades, la Unión General de Anarquistas debe dedicar todos sus esfuerzos en convertirse en su pionero y en su guía teórica. Adopta las mismas tareas con respecto a las masas de campesinos explotados. Como base jugando el mismo rol que con las asociaciones obreras revolucionarias, La Unión aspira a concretar una red de organizaciones económicas revolucionarias de los campesinos, y más aún, una unión específica de campesinos, fundada en principios anti-autoritarios. Nacida del corazón de las masas laboriosas, la Unión General debe tomar parte en todas las manifestaciones de su vida, llevándoles en todas las ocasiones el espíritu de la organización, perseverancia, acción y ofensiva. Sólo en esta forma puede cumplir con sus tareas, con su misión teórica e histórica en la Revolución Social del Trabajo, y convertirse en la vanguardia organizada de su proceso emancipatorio Translated by 'Hombre Sociedad',

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Parte B:

Insurreccionalismo:

a)Ai Ferri Corti Podemos traducirlo “En duelo a muerte con lo existente, sus defensores y sus falsos críticos”, no sin hacer ciertas aclaraciones semánticas que pueden ser de utilidad para entender esta locución tan interesante como difícil de traducir. La expresión “ai ferri corti con...” se usa para caracterizar un punto de no retorno, de ruptura inminente y violenta de una relación con algo/alguien. “Ferri corti” se usa para hablar de las armas blancas (podría ser “dagas” o “puñales” ) que constituían el último estadio de un típico duelo de los siglos pasados, la lucha con armas cortas, que se desarrollaba cuerpo a cuerpo y donde tenía especial importancia la destreza y rapidez de los contendientes, que luchaban para defender una cierta forma de honor. Todos estos núcleos forman parte de la constelación semántica de esta bella expresión. "Cada uno puede terminar de regocijarse en la esclavitud de aquello que no conoce y, rechazando la turba de palabras vacías, entablar un duelo cuerpo a cuerpo con la vida." C. Michelstaedter La vida no es más que una búsqueda continua de algo a lo que aferrarse. Uno se levanta a la mañana para reencontrarse, un par de horas más tarde, de nuevo en la cama, tristes péndulos oscilando entre el vacío de deseos y el cansancio. El tiempo pasa, y nos gobierna con un aguijón que se va haciendo cada vez menos fastidioso. Las obligaciones sociales son un fardo que no parece doblegar nuestras espaldas porque lo llevamos con nosotros a donde sea. Obedecemos sin siquiera hacer el esfuerzo de decir que sí. La muerte se descuenta viviendo, escribía el poeta desde otra trinchera. Podemos vivir sin pasión y sin dueños, he aquí la gran libertad que esta sociedad nos ofrece. Podemos hablar sin frenos, en particular de aquello que no conocemos. Podemos expresar todas las opiniones del mundo, aún las más arriesgadas, y desaparecer detrás de sus sonidos. Podemos votar al candidato que preferimos, reclamando a cambio el derecho de lamentarnos. Podemos cambiar de canal en cualquier instante, toda vez que nos parezca que nos estamos volviendo dogmáticos. Podemos divertirnos en horas fijas y atravesar a velocidades siempre mayores ambientes tristemente idénticos. Podemos aparecer como jóvenes testarudos, antes de recibir helados golpes de sentido común. Podemos casarnos todas las veces que queramos, así de sagrado es el matrimonio. Podemos ocuparnos de infinidad de cosas útiles y, si no sabemos escribir, podemos convertirnos en periodistas. Podemos hacer política de mil modos, aun hablando de guerrillas exóticas. Tanto en la carrera como en los afectos, podemos ser excelsos en la obediencia, si es que no

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llegamos a mandar. También a fuerza de obediencia nos podemos convertir en mártires, y esta sociedad, en desmedro de las apariencias, todavía tiene tanta necesidad de héroes. Nuestra estupidez no parecerá por cierto más grande que la de los demás. Si no sabemos decidirnos, no importa, dejamos que elijan los otros. Luego tomaremos posición, como se dice en la jerga de la política y del espectáculo. Las justificaciones nunca faltan, sobre todo en un mundo de tan buena boca. En esta gran feria de roles cada uno de nosotros tiene un aliado fiel: el dinero. Democrático por excelencia, éste no mira a nadie a la cara. Gozando de su compañía no existe mercancía ni servicio alguno que no nos sean debidos. Quienquiera que sea su portador, ambiciona con la fuerza de una sociedad entera. Es cierto, este aliado nunca es suficiente y, sobre todo, nunca se da a todas las personas. Pero la suya es una jerarquía especial, que unifica en los valores aquello que es opuesto en las condiciones de vida. Cuando se lo posee, se tienen todas las razones. Cuando falta, se tienen no pocos atenuantes. Con un poco de ejercicio, podremos transcurrir días enteros sin una sola idea. Los ritmos cotidianos piensan en nuestro lugar. Del trabajo al “tiempo libre” , todo se desarrolla en la continuidad de la supervivencia. Tenemos siempre algo de que agarrarnos. En el fondo, la más estupefaciente característica de la sociedad actual es la de hacer convivir las “comodidades cotidianas” con una catástrofe al alcance de la mano. Junto a la administración tecnológica de lo existente, la economía progresa en la incontrolabilidad más irresponsable. Se pasa de las diversiones a las masacres de masa con la disciplinada inconciencia de gestos calculados. La compra-venta de muerte se extiende a todo el tiempo y a todo el espacio. El riesgo y el esfuerzo audaz no existen más; sólo existen la seguridad o el desastre, la rutina o la ruina. Salvados o hundidos. Vivos, jamás. Con un poco de práctica, podremos recorrer la calle de casa a la escuela, de la oficina al supermercado, del banco a la discoteca, con los ojos cerrados. Estamos realizando debidamente el proverbio de aquel viejo sabio griego: “también los que duermen rigen el orden del mundo”. Ha llegado la hora de romper con este nosotros, reflejo de la única comunidad actual, la de la autoridad y la mercancía. Una parte de esta sociedad tiene absoluto interés en que el orden siga reinando; la otra, en que todo se derrumbe lo más rápido posible. Decidir de qué parte estar es el primer paso. Pero por todos lados están los resignados, verdadera base del acuerdo entre las partes, los mejoradores de lo existente y sus falsos críticos. En todos lados, también en nuestra vida, que es el auténtico lugar de la guerra social, en nuestros deseos, en nuestra determinación así como en nuestros pequeñas, cotidianas sumisiones. Contra todo esto hay que acudir a las armas cortas , para sostener finalmente un duelo a muerte con la vida.

II "Las cosas que es necesario haberlas aprendido para hacerlas, es haciéndolas que se las aprende." Aristóteles El secreto es comenzar enserio. La organización social actual no sólo retrasa, sino que impide y corrompe toda práctica de libertad. Para aprender qué es la libertad, no cabe otra posibilidad que experimentarla, y para poder experimentarla hay que tener el tiempo y el espacio necesarios. La base fundamental de la acción libre es el diálogo. Ahora bien, dos son las condiciones de un auténtico discurso en común: un interés real de los individuos por las cuestiones abiertas a la discusión (problema de contenido) y una libre indagación de las posibles respuestas (problema del método). Estas dos condiciones deben realizarse contemporáneamente, desde el momento en que el contenido determina al método y viceversa. Se puede hablar de libertad sólo en libertad. Si no se es libre al responder, ¿para qué sirven las preguntas? El dialogo existe sólo cuando los individuos pueden hablar sin mediaciones, o sea cuando están en una relación de reciprocidad. Si el discurso se desarrolla en único sentido, no hay comunicación posible. Si alguno tiene el poder de imponer las preguntas, el contenido de estas últimas le será directamente funcional (y las respuestas llevarán en el método mismo el marco de la sujeción). A un súbdito sólo se le pueden hacer preguntas cuyas respuestas confirmen su rol de súbdito. Es desde este rol que el amo formulará las futuras preguntas. La esclavitud consiste en seguir respondiendo, puesto que las preguntas del amo se responden solas. Las investigaciones de mercado son, en este sentido, idénticas a las elecciones. La soberanía del elector se corresponde con la soberanía del consumidor, y viceversa. Cuando la pasividad televisiva necesita justificarse, se hace llamar audiencia; cuando el Estado tiene la necesidad de legitimar su poder, se hace llamar pueblo soberano. Tanto en un caso como en el otro, los individuos no son otra cosa que rehenes de un mecanismo que les concede el derecho de hablar después de haberlos privado de la facultad de hacerlo. Cuando se puede elegir solamente entre un candidato u otro, ¿qué queda del diálogo? Cuando se puede elegir sólo entre mercancía y programas televisivos diferentemente idénticos, ¿qué queda de la comunicación? Los contenidos de las cuestiones devienen insignificantes porque el método es falso.“Nada se asemeja más a un representante de la burguesía que un representante del proletariado”, escribía en 1907 Sorel. Aquello que los hacia idénticos era el hecho de ser, precisamente, representantes. Decir hoy lo mismo de un candidato de derecha y un candidato de izquierda no es ni más ni menos que una trivialidad. Los políticos, sin embargo, no tienen necesidad de ser originales (de esto se ocupan los publicitarios), basta que sepan administrar tales trivialidades. La terrible ironía es que los mass media son definidos como medios de comunicación y la feria del voto es llamada elección (o sea elección en un fuerte sentido, decisión libre y consciente). El punto es que el poder no admite ninguna gestión diferente. Aun queriéndolo (lo que nos lleva ya hacia una plena “utopía” , para imitar el lenguaje de los realistas), nada importante puede ser pedido a los electores, desde el momento en que el único acto libre que éstos podrían cumplir -la única elección autentica- sería dejar de votar. El que vota anhela preguntas insignificantes, ya que las preguntas auténticas excluyen la pasividad y la delegación.

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Nos explicamos mejor. Supongamos que se pida a través de un referéndum la abolición del capitalismo (dejemos de lado el hecho de tal demanda, dadas las actuales relaciones sociales, es imposible). Seguramente la mayoría de los electores votaría por el capitalismo, por el simple hecho de que no se puede imaginar un mundo sin mercancías y sin dinero saliendo tranquilamente de casa, de la oficina o de un supermercado. Pero si todavía votase en contra nada cambiaría, porque una demanda de este tipo debe excluir a los electores para permanecer auténtica. Una sociedad entera no puede cambiar por decreto. El mismo razonamiento se puede hacer para demandas menos extremas. Tomemos el ejemplo de un barrio. Si los habitantes pudiesen (otra vez nos encontramos en plena “utopía”) expresarse sobre la organización de los espacios de sus vidas (casas, calles, plazas, etc.), ¿qué sucedería? Digamos enseguida que la elección de los habitantes sería en principio inevitablemente limitada, siendo los barrios resultado del desplazamiento y de la concentración de la población en relación con las necesidades de la economía y del control social. Tratemos a pesar de todo de imaginar otra organización de estos guettos. Sin temor a ser desmentidos, se puede afirmar que la mayoría de la población tendría al respecto las mimas ideas que la policía. Si así no fuese (si una aun limitada práctica del diálogo provocase el surgimiento del deseo de nuevos ambientes), sobrevendría la explosión del guetto. ¿Cómo conciliar, manteniendo constante el orden social presente, el interés del constructor de autos y las ganas de respirar de los habitantes, la libre circulación de los individuos y el miedo de los propietarios de los negocios de lujo, los espacios de juego de los niños y el cemento de los estacionamiento, de los bancos y de los centros comerciales? ¿Y todas las casas vacías dejadas en manos de la especulación? ¿Y los condominios que se asemejan terriblemente a los cuarteles que se asemejan terriblemente a las escuelas que se asemejan terriblemente a los hospitales que se asemejan terriblemente a los manicomios? Desplazar un pequeño muro de este laberinto de horrores significa poner en juego el proyecto entero. Cuanto más se aleja uno de la mirada policial sobre el ambiente, más se acerca al choque con la policía. “¿Cómo pensar libremente a la sombra de una capilla?”, escribió una mano anónima sobre el espacio sagrado de la Sorbona durante el Mayo Francés. Este impecable interrogante tiene un alcance general. Cada ambiente pensado económica y religiosamente no puede más que imponer deseos económicos y religiosos. Una iglesia excomulgada sigue siendo la casa de dios. En un centro comercial abandonado siguen conversando las mercancías. El patio de un cuartel fuera de uso, todavía contiene el paso militar. Este sentido tenía razón quien decía que la destrucción de la Bastilla fue un acto de psicología social aplicada. Ninguna bastilla podría ser tratada de otro modo, porque sus muros seguirían relatando una historia de cuerpos y deseos prisioneros. El tiempo de las prestaciones, de las obligaciones y del aburrimiento desposa a los espacios del consumo en bodas incesantes y fúnebres. El trabajo reproduce el ambiente social que reproduce la resignación al trabajo. Se aman las noches frente al televisor porque se ha pasado todo el día en la oficina o en el subte. Estar callados en la fábrica transforma a los gritos del estadio en una gran promesa de felicidad. La sensación de culpa en la escuela reivindica la irresponsabilidad idiota del sábado a la noche en la discoteca. La publicidad del Club Med hace soñar sólo a ojos salidos de un Mc Donald´s. Etcétera. Hay que saber experimentar la libertad para ser libres. Hay que liberarse para poder hacer experiencia de la libertad. En el interior del orden social presente, el tiempo y el espacio impiden la experiencia de la libertad porque sofocan la libertad de la experiencia.

III “Los tigres de la ira son más sabios que los caballos de la inteligencia” W. Blake Solo trastornando los imperativos del tiempo y del espacio social pueden imaginar nuevas relaciones y nuevos ambientes. El viejo filósofo decía que se desea sólo sobre la base de aquello que se conoce. Los deseos pueden cambiar sólo si se cambia la vida que los hace nacer. Para hablar claro, la insurrección contra los tiempos y lugares del poder es una necesidad material y al mismo tiempo psicológica. Bakunin decía que las revoluciones son realizadas por tres cuartos de fantasía y por un cuarto de realidad. Lo que importa es entender dónde nace la fantasía que hace estallar la revuelta generalizada. El desencadenamiento de todas las malas pasiones, como decía el revolucionario ruso, es la fuerza irresistible de la transformación. Por más que todo esto puede hacer sonreír a los resignados o a los fríos analistas de los movimientos históricos del capital, podemos decir -si dicha jerga no nos indigestara- que una idea tal de la revolución es extremadamente moderna. Malas, las pasiones lo son en tanto prisioneras, sofocadas por una normalidad que es el más frío de los gélidos monstruos. Pero malas también lo son porque la voluntad de vida, antes que desaparecer bajo el peso de deberes y máscaras, se transforma en su contrario. Sometida a las obligaciones cotidianas, la vida se niega una y otra vez a sí misma y reaparece en la figura de esclavo; ante la búsqueda desesperada de espacio, ella se hace presencia onírica, contracción física, tic nervioso, violencia idiota y gregaria. ¿Lo insoportable de las actuales condiciones de vida no es quizás testimoniado por la masiva difusión de psicofármacos, esta nueva intervención del Estado social? El dominio administra en todas partes la cautividad [cattivitá], justificando aquello que en cambio es un producto suyo, la maldad [cattiveria]. La insurrección hace las cuentas con ambas. Si no quiere engañarse a sí mismo y a los otros, quién quiera combata por la demolición del presente edificio social no puede esconder que la subversión es un juego de fuerzas salvajes y bárbaras. Algunos los llamaba Cosacos, algún otro patotas, a fin de cuentas son los individuos a quienes la paz social no les ha quitado la ira. ¿Pero cómo crear una nueva comunidad a partir de la cólera? Terminemos de una vez por todas con los ilusionismos de la dialéctica. Los explotados no son portadores de ningún proyecto positivo, así fuese la sociedad sin clases- (todo esto se parece muy de cerca al esquema productivo). Su única comunidad es el capital, del cual pueden escapar sólo a condición

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de destruir todo aquello que los hace existir como explotados: salario, mercancía, roles y jerarquías. El capitalismo no sienta en absoluto las bases de su propia superación hacia el comunismo -la famosa burguesía “que forja las armas que le darán su muerte”-, antes bien las bases de un mundo de horrores. Los explotados no tienen nada que autogestionar, a excepción de su propia negación como explotados. Sólo así junto a ellos desaparecerán sus amos, sus guías, sus apologetas acicalados de las más diversas maneras. En esta “inmensa obra de demolición urgente” debe encontrarse, cuando antes, la alegría. “Bárbaro”, para los Griegos, no significaba sólo “extranjero”, sino también “balbuceante”, tal como definía con desprecio a aquel que no hablaba correctamente la lengua de la polis. Lenguaje y territorio son dos realidades inseparables. La ley fija los límites que el orden de los Nombres hace respetar. Todo poder tiene sus bárbaros, todo discurso democrático tiene sus propios balbuceantes tartamudos. La sociedad de la mercancía, con la expulsión y el silencio, pretende hacer su obstinada presencia una nada. Y sobre esta nada la revuelta ha fundado su causa. La exclusión y las colonias internas, ninguna ideología del dialogo y de la participación jamás podrá enmascararlas del todo. Cuando la violencia cotidiana del Estado y de la economía hace estallar la parte mala, no podemos sorprendernos si alguien pone los pies sobre la mesa y no acepta discusiones. Sólo entonces las pasiones se sacan de encima un mundo que se derrumba de muerte. Los Bárbaros están a la vuelta de la esquina.

IV “Debemos abandonar todo modelo y estudiar nuestras posibilidades” E. A. Poe Necesidad de la insurrección. Necesidad, obviamente, no en el sentido de ineluctabilidad (un suceso que antes o después debe suceder), sino en el sentido de condición concreta de una posibilidad. Necesidad de lo posible. El dinero en esta sociedad es necesario. Una vida sin dinero es posible. Para hacer experiencia de esto es necesario destruir esta sociedad. Hoy se puede hacer experiencia sólo de aquello que es socialmente necesario. Curiosamente, aquellos que consideran a la insurrección como un trágico error (o también, según los gustos, como un irrealizable sueño romántico), hablan mucho de acción social y de espacios de libertad para experimentar. Sin embargo, basta retorcer un poco razonamientos de este tipo para que salga todo el jugo. Para actuar libremente es necesario, como se ha dicho, hablarse sin mediaciones. Y entonces que se nos diga: ¿sobre qué cosa, cuánto y dónde se puede dialogar actualmente? Para discutir libremente se debe arrancar tiempo y espacio de los imperativos sociales. En suma, el diálogo es inseparable de la lucha. Es inseparable materialmente (para hablarnos debemos substraernos del tiempo impuesto y aferrarnos a los espacios posibles) y psicológicamente (los individuos aman hablar de aquello que hacen porque sólo entonces las palabras transforman la realidad). Lo que se olvida es que vivimos todos en un guetto, aun si no pagamos el alquiler de casa o si nuestro calendario cuenta con muchos domingos. Si no logramos destruir este guetto, la libertad de experiencia se reduce a algo bien miserable. Muchos libertarios piensan que el cambio de la sociedad puede y debe acontecer gradualmente, sin una ruptura repentina. Por eso hablan de “esferas publicas no estatales” donde elaborar nuevas ideas y nuevas prácticas. Dejando de lado los aspectos decididamente cómicos de la cuestión (¿dónde no hay estado? ¿Cómo ponerlo entre paréntesis?), lo que se puede notar es que el referente ideal de estos discursos sigue siendo el método autogestionario y federalista experimentando por los subversivos en algunos momentos históricos (la Comuna de París, la España revolucionaria, la Comuna de Budapest, etcétera). El pequeño pormenor que se descuida, sin embargo, es que la posibilidad de hablarse y de cambiar la realidad, los rebeldes la han tomado con las armas. En definitiva se olvida de un pequeño detalle: la insurrección. No se pude descontextualizar un método (la asamblea de barrio, la decisión directa, la conexión horizontal, etcétera) del marco que lo ha hecho posible, ni mucho menos enfrentar esto contra aquello (con razonamientos del tipo “no sirve atacar al Estado, se necesita autorganizarse, concretizar la utopía”). Aun antes de considerar, por ejemplo, qué han significado -y qué podrían significar hoy- los Consejos proletarios, hace falta considerar las condiciones en las cuales nacieron (1905 en Rusia, 1918-1921 en Alemania y en Italia, etcétera). Se ha tratado de momentos insurreccionales. Que alguien nos explique cómo es posible, hoy, que los explotados decidan en primera persona sobre cuestiones de una cierta importancia sin romper por la fuerza la normalidad social; después se podrá hablar de autogestión y de federalismo. Antes de discutir sobre qué quiere decir autogestionar las actuales estructuras productivas “después de la revolución”, se necesita afirmar una trivialidad de base: los patrones y la policía no estarían de acuerdo. No se puede discutir acerca de una posibilidad descuidando las condiciones que la hacen concreta. Toda Hipótesis de liberación está ligada a la ruptura con la sociedad actual. Hagamos un último ejemplo. También en un ámbito libertario se habla de democracia directa. Se puede responder de inmediato que la utopía anarquista se opone al método de la decisión por mayoría. Correctísimo. Pero el punto es que ninguno habla concretamente de democracia directa. Dejando de lado a aquellos que entienden por democracia directa su exacto contrario, es decir la constitución de listas cívicas y la participación en las elecciones municipales, tomemos a quienes imaginan reales asambleas ciudadanas en las cuales hablarse sin mediaciones. ¿Sobre qué cosas se podrían expresar a los susodichos ciudadanos? ¿Cómo podrían responder de otro modo sin cambiar al mismo tiempo las preguntas? ¿Cómo mantener la distinción entre una supuesta libertad política y las actuales condiciones económicas, sociales y tecnológicas? En suma, a pesar de todos los rodeos que demos alrededor de este asunto, el problema de la destrucción queda. A menos que no se piense que una sociedad centralizada tecnológicamente pueda ser al mismo tiempo federalista; o también que pueda existir la autogestión generalizada en auténticas prisiones, como son las ciudades actuales. Decir que todo esto se cambia gradualmente significa sólo mezclar pésimamente las cartas. Sin una revuelta generalizada no se

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puede comenzar cambio alguno. La insurrección es la totalidad de las relaciones sociales que, no ya enmascarada por las especializaciones del capital, se abre a la aventura de libertad. La insurrección por sí sola no da respuestas, es verdad, sólo empieza a hacer las preguntas. El punto entonces no es actuar gradualmente o actuar aventurerísticamente. El punto es: actuar o soñar con hacerlo. La crítica de la democracia directa (para seguir con el ejemplo) debe considerar a esta última en su dimensión concreta. Sólo así se puede ir más allá, pensando cuáles son las bases sociales de la autonomía individual. Sólo así este mas allá puede transformarse de inmediato en método de lucha. Hoy los subversivos se encuentran en la situación de tener que criticar las hipótesis ajenas definiéndolas de un modo más correcto del que lo hacen sus propios sostenedores. Para afilar mejor las propias armas.

V “Es una verdad axiomática, de perogrullo, que la revolución no se puede hacer sino cuando hay fuerzas suficientes para hacerla. Pero es una verdad histórica que las fuerzas que determinan la evolución y las revoluciones sociales no se calculan en las grillas de los censos” E. Malatesta La idea de la posibilidad de una transformación social hoy no está de moda. Las “masas”, se dice, están totalmente dormidas e integradas a las normas sociales. De una similar constatación se pude extraer por lo menos dos conclusiones: la revuelta no es posible; la revuelta es posible sólo si se trata de unos pocos. La primera conclusión puede a su vez descomponerse en un discurso abiertamente institucional (necesidad de elecciones, de las conquistas legales, etcétera) y en otro de reformismo social (autoorganización sindical, luchas por los derechos colectivos, etcétera). De la misma manera, la segunda conclusión puede fundar tanto un discurso vanguardista clásico como un discurso antiautoritario de agitación permanente. A modo de premisa se puede hacer notar que, en el curso de la historia, ciertas hipótesis aparentemente opuestas han compartido un fundamento común. Si se toma, por ejemplo, la posición entre socialdemocracia y bolchevismo, resulta claro ambas partían del presupuesto de que las masas no tienen una conciencia revolucionaria y que por lo tanto deben ser dirigidas. Socialdemócratas y bolcheviques diferían sólo en el método -partido reformista o partido revolucionario; estrategia parlamentaria o conquista violenta del poder- con el cual aplicar un idéntico programa: apartar desde el exterior la conciencia a los explotados. Tomemos la hipótesis de una práctica subversiva “minoritaria” que rechaza el modelo leninista. Desde una perspectiva libertaria, o bien se abandona todo discurso insurreccional (a favor de una revuelta declaradamente solitaria), o bien, más tarde o más temprano se necesitará también plantear el problema del alcance social de las propias ideas y de las propias prácticas. Si no se quiere resolver la cuestión en el ámbito de los milagros lingüísticos (por ejemplo diciendo que la tesis que se sostienen están ya en la cabeza de los explotados, o que la propia rebelión es ya parte de una condición difundida) se impone de hecho un dato: estamos aislados -lo que quiere decir: somos pocos-. Actuar siendo pocos no sólo no constituye un límite, sino que representa un modo distinto de pensar la transformación social misma. Los libertarios son los únicos que imaginan una dimensión de vida colectiva no subordinada a la existencia de centros directivos. La auténtica hipótesis federalista es la idea que hace posible el acuerdo entre las libres uniones de los individuos. Las relaciones de afinidad son un modo de concebir la unión, ya no sobre las base de la ideología y de la adhesión cuantitativa, si no a partir de la conciencia recíproca, de la confianza y de la comunidad de pasiones proyectuales. Pero la afinidad en los proyectos y la autonomía de la acción individual no tienen sentido sino pueden ensancharse sin ser sacrificadas a supuestas necesidades superiores. La unión horizontal es aquello que concretiza cualquier práctica de la liberación: una unión informal, de hecho, capas de romper con toda la representación. Una sociedad centralizada no puede renunciar al control policial y al mortal aparato tecnológico. Para esto, quien no sabe imaginar una comunidad sin autoridad estatal no tiene instrumentos para criticar la economía que está destruyendo el planeta; quien no sabe pensar una comunidad de únicos no tiene armas contra la mediación política. Al contrario, la idea de la libre experiencia y de la unión de afinidades como base de nuevas relaciones hace posible un completo vuelco social. Sólo abandonando toda la idea de centro (la conquista del Palacio de Invierno o, con el pasar del tiempo, la televisión de Estado) se puede construir una vida sin imposiciones y sin dinero. En este sentido, el método del ataque difuso es una forma de lucha que trae consigo un mundo distinto. Actuar cuando todos predican la espera, cuando no se puede contar con grandes séquitos, cuando no se sabe por anticipado si se obtendrán resultados -actuar así significa ya afirmar por qué cosa combatimos: por una sociedad sin medida. He aquí entonces que la acción en pequeños grupos de afines contiene la más importante de las cualidades -la de no ser una simple toma de conciencia táctica, sino de realizar al mismo tiempo el propio fin. Liquidar la mentira de la transición (la dictadura antes del comunismo, el poder antes de la libertad, el salario antes de la toma del montón, la certeza del resultado antes de la acción, los pedidos de financiación antes de la expropiación, los “bancos éticos” antes de la anarquía, etc.) significa hacer de la revuelta misma un modo diferente de concebir las relaciones. Atacar de inmediato la hidra tecnológica quiere decir pensar una vida sin policías de guardapolvo blanco (lo que significa: sin la organización económica y científica que los hace necesarios); atacar súbitamente los instrumentos de la domesticación mediática quiere decir crear relaciones libres de imágenes (lo que significa: libres de la pasividad cotidiana que las fabrica). Quien grita que ya no es más -o que no es todavía- tiempo de revuelta, nos revela de antemano cuál es la sociedad por

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la cual combate. Por el contrario, sostener la necesidad de una insurrección social, de un movimiento incontenible que rompa con el Tiempo histórico para hacer emerger lo posible, significa decir algo simple: no queremos dirigentes. Hoy el único federalismo concreto es la rebelión generalizada. Para rechazar toda forma de centralización se necesita ir más allá de la idea cuantitativa de lucha, es decir la idea de llamar a unirse a los explotados para un choque frontal con el poder. Se necesita pensar otro concepto de fuerza -para quemar las grillas del censo y cambiar la realidad-. “Regla principal: no actuar en masa. Conducid una acción de a tres o de a cuatro como máximo. El numero de los pequeños grupos debe ser lo más grande posible y cada uno de ellos debe aprender a atacar y desparecer velozmente. La policía trata de aplastar a un grupo de miles de personas con un solo grupo de cien cosacos. Es más fácil enfrentar a un centenar de hombres que a uno solo, especialmente si éste golpea por sorpresa y desaparece misteriosamente. La policía y el ejército no tendrán poder si Moscú se cubre de estos pequeños destacamentos inaferrables [...] No ocupar fortalezas. Las tropas siempre serán capaces de tomarlas o simplemente destruirlas gracias a su artillería. Nuestras fortalezas serán los patios internos o cualquier lugar desde el cual sea accesible golpear y fácil salir. Si tuvieran que tomar estos lugares, no encontrarían a nadie y perderían gran cantidad de hombres. Es imposible para ellos agarrarlos a todos porque deberían, para esto, llenar cada casa de cosacos”.Aviso a los insurrectos, Moscú, 11 de diciembre de 1905.

VI “La poesía consiste en hacer matrimonios y divorcios ilegales entre las cosas” F. Bacon Pensar otro concepto de fuerza. Quizás sea esta la nueva poesía. En el fondo, ¿qué es la revuelta social sino un juego generalizado de matrimonios y divorcios ilegales entre las cosas? La fuerza revolucionaria no es una fuerza igual y contraria a la del poder. Si así fuera estaríamos ya derrotados porque cada cambio sería el eterno retorno de la constricción. Todo se reduciría a un choque militar, a una macabra danza de estandartes. Pero los movimientos reales escapan siempre a la mirada cuantitativa. El Estado y el capital tienen los más sofisticados sistemas de control y de represión ¿Cómo pararnos frente a este Moloch? El secreto consiste en el arte de descomponer y recomponer. El movimiento de la inteligencia es un juego continuo de descomposiciones y de correspondencias. Lo mismo vale para la práctica subversiva. Criticar la tecnología, por ejemplo, significa componer el cuadro general, mirarla no como un simple conjunto de máquinas, sino antes como una relación social, como sistema; significa comprender que un instrumento tecnológico refleja la sociedad que lo ha producido y que su introducción modifica las relaciones entre los individuos. Criticar la tecnología significa rechazar la subordinación de cada actividad humana a los tiempos de la ganancia. De otro modo nos engañaríamos sobre su alcance, sobre su supuesta neutralidad, sobre la reversibilidad de sus consecuencias. Sin embargo, se necesita luego descomponerla en sus mil ramificaciones, en sus realizaciones concretas que nos mutilan cada día más; se necesita entender que la difusión de las estructuras productivas y de control que ella hace posible simplifican el sabotaje. De otro modo sería imposible atacarla. Lo mismo vale para las escuelas, los cuarteles, las oficinas. Se trata de realidades inseparables de las relaciones jerárquicas generales y mercantiles, pero que se concretizan en lugares y hombres determinados. ¿Cómo volvernos visibles -nosotros, así de pocos- ante los estudiantes, ante los trabajadores, ante los desocupados? Si se piensa en términos de consenso y de imagen (hacerse visible, justamente), la respuesta se da por descontada: sindicatos y especuladores políticos profesionales son más fuertes que nosotros. Una vez más, el defecto radica en la capacidad de componer-descomponer. El reformismo actúa sobre el detalle, y de modo cuantitativo: se mueve con grandes números para cambiar algunos elementos aislados del poder. Una crítica global de la sociedad, en cambio, puede hacer surgir una visión cualitativa de la acción. Justamente porque no existen centros o sujetos revolucionarios a los que subordinar los propios proyectos, toda realidad social reenvía al todo del cual es parte. Ya se trate de contaminación, de cárcel o de urbanística, un discurso realmente subversivo termina por poner todo en cuestión. Hoy más que nunca, un proyecto cuantitativo (juntar a los estudiantes, a los trabajadores a los desocupados en organizaciones permanentes con un programa especifico) no puede hacer más que actuar sobre el detalle, quitándole a las acciones su fuerza principal -la de instalar cuestiones irreductibles a las separaciones categoriales (estudiantes, trabajadores, inmigrantes, homosexuales, etc.). Más aun teniendo en cuenta que el reformismo es cada vez más incapaz de reformar algo (piénsese en la desocupación, falsamente presentada como un desgaste -resoluble- en la racionalidad económica). Alguien decía que hasta el pedido de una comida no envenenada es en sí mismo un proyecto revolucionario, desde el momento en que para satisfacerlo sería necesario cambiar todas las relaciones sociales. Toda reivindicación dirigida a un interlocutor preciso lleva consigo su propia derrota, por la misma razón de que ninguna autoridad puede resolver, ni aun queriéndolo, un problema de alcance general. ¿A quién dirigirse para enfrentar la contaminación del aire? Aquellos que durante una huelga salvaje llevaban una bandera sobre la cual estaba escrito No pedimos nada, habían comprendido que la derrota está en la reivindicación misma (“contra el enemigo la reivindicación es eterna” rememora una ley de las XII tablas). No le queda a la revuelta otra solución más que tomar todo para sí. Como había dicho Stirner: “Aunque ustedes les concedan a ellos todo lo que piden, ellos les pedirán siempre más, porque lo que quieren es nada menos que esto: el fin de toda concesión”. ¿Y entonces? Entonces se puede pensar actuar de a pocos sin actuar aisladamente, con la conciencia de que

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cualquier buen contacto sirve de más, en situaciones explosivas, que los grandes números. Muy a menudo, ciertas luchas sociales tristemente reivindicativas desarrollan métodos más interesantes que los objetivos (un grupo de desocupados, por ejemplo, que pide trabajo y termina por quemar una oficina de empleos). Es verdad que se puede estar en desacuerdo al decir que el trabajo no debe ser buscado, sino destruido. O que se puede tratar de unir la crítica de la economía con aquella oficina quemada apasionadamente, la crítica de los sindicatos con un discurso de sabotaje. Todo objetivo específico de lucha reúne en sí, pronta a estallar, la violencia de todas las relaciones sociales. La trivialidad de sus causas inmediatas, se sabe, es el ticket de entrada a las revueltas en la historia. ¿Qué podría hacer un grupo de compañeros frente a situaciones similares? No mucho, sino ha pensado ya (por ejemplo) en cómo distribuir un panfletillo o en qué puntos de la ciudad expandir un foco de protesta; quizás algo más, si una inteligencia jovial y facinerosa les hace olvidar los grandes números y las grandes estructuras organizativas. Sin querer renovar por esto la mitología de la huelga general como condición desencadenante de la insurrección, está bastante claro que la interrupción de la actividad social se mantiene como un punto decisivo. Hacia esta parálisis de la normalidad debe dirigirse la acción subversiva, cualquiera sea la causa de un choque insurreccional. Si los estudiantes siguen estudiando, los obreros -los que quedan- y los empleados siguen trabajando, los desocupados siguen preocupándose por la ocupación, ningún cambio es posible. La práctica revolucionaria estará siempre por sobre la gente. Una organización separada de las luchas no sirve ni para desencadenar la revuelta ni para expandir y defender su alcance. Si es verdad que los explotados se acercan a aquellos que saben garantizar, en el curso de las luchas, mayores mejoras económicas -esto es, si es verdad que toda lucha reivindicativa tiene un carácter necesariamente reformista-, son los libertarios quienes pueden, a través de sus métodos (la autonomía individual, la acción directa, la conflictividad permanente), impulsarlos a ir más allá del modelo de la reivindicación, a negar todas las identidades sociales (profesor, empleado, obrero, etcétera). Una organización reivindicativa permanente especifica de los libertarios quedaría al margen de las luchas (sólo pocos explotados podrían elegir formar parte), o perderían su propia peculiaridad libertaria (en el ámbito de las luchas sindicales, los más profesionales son los sindicalistas). Una estructura organizativa formada por revolucionarios y por explotados puede permanecer conflictiva sólo si se encuentra ligada a la duración de una lucha, a un objetivo específico, a la perspectiva del ataque; en fin si es una critica en acto del sindicato y de la colaboración con los patrones. Por el momento no se puede llamar precisamente “remarcable” a la capacidad de los subversivos de lanzar luchas sociales (antimilitaristas, contra las nocividades ambientales, etcétera). Queda la otra hipótesis (queda, bien entendido, para el que no respeta que “la gente es cómplice y resignada”, y buenas noches a los soñadores), la de una intervención autónoma en luchas -o en revueltas más o menos extendidas- que nacen espontáneamente. Si se buscan discursos claros sobre la sociedad por la que los explotados pelean (como ha pretendido algún teórico sutil frente a una reciente ola de huelgas), nos podemos quedar tranquilamente en casa. Si nos limitamos -algo en el fondo no muy distinto- a “adherir críticamente”, se agregaran nuestras banderas rojas y negras a las de partidos y sindicatos. Una vez más la crítica del detalle se casa con el modelo cuantitativo. Si se piensa que cuando los desocupados hablan de derecho al trabajo se debe actuar en esa línea (con las deudas distingo a propósito entre salariado y “actividad socialmente útil”), entonces el único lugar de la acción parece ser la plaza poblada de manifestantes. Como sabía el viejo Aristóteles, sin unidad de tiempo y espacio no hay representación posible. ¿Pero quién dijo que a los desocupados no se les puede -practicándolos-, hablar de sabotaje, de abolición del derecho o de negativa a pagar el alquiler? ¿Quién dijo que durante una huelga de plaza la economía no puede ser criticada en otro lugar? Decir aquello que el enemigo no espera y estar donde no nos aguarda. Esta es la nueva poesía.

VII “Somos demasiado jóvenes, no podemos esperar más” Graffiti mural en París La fuerza de una insurrección es social, no militar. El criterio para evaluar el alcance de una revuelta generalizada no es el choque armado, sino más bien la amplitud de la parálisis de la economía, de la toma de posesión de lugares de producción y de distribución, de la gratuidad que quema todo cálculo, de la deserción de las obligaciones y de los roles sociales; en breve, el trastocamiento de la vida. Ninguna guerrilla, por más eficaz que sea, puede sustituir a este grandioso movimiento de destrucción y de transformación. La insurrección es el leve emerger de una trivialidad: ningún poder se puede regir sin la servidumbre voluntaria de quien lo padece. Nada mejor que la revuelta revela que son los mismos explotados quienes hacen funcionar la máquina asesina de la explotación. La interrupción extendida y salvaje de la actividad social desgarra de un golpe el velo de la ideología y hace aparecer las reales relaciones de fuerza; el Estado se muestra entonces como lo que es -la organización política de la pasividad. La ideología de un lado y la fantasía del otro revelan entonces todo su peso material. Los explotados no hacen más que descubrir una fuerza que siempre han tenido, terminando con la ilusión de que la sociedad se reproduce por sí sola o de que algún topo excave por ellos. Ellos son insurgentes contra su propio pasado de obediencia -lo que ha Estado, justamente- , contra la costumbre erigida en defensa del viejo mundo. La conjura de los insurrectos es la única ocasión en la cual la “colectividad” no es la noche que denuncia a la policía el vuelo de las luciérnagas, ni la mentira que hace de la suma de los malestares individuales

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un bien común, sino más bien lo negro que da a la diferencia la fuerza de la complicidad. El capital es antes que nada la comunidad de la delación, la unión que hace la debilidad de los individuos, un ser-conjunto que nos vuelve divididos. La conciencia social es una voz interior que repite: “Los otros aceptan”. La fuerza real de los explotados se levanta así contra ellos. La insurrección es el proceso que libera esta fuerza, aunándola al placer de vivir y a la autonomía; es el momento en que se piensa recíprocamente que lo mejor que se puede hacer por los otros es liberarse a sí mismos. En este sentido, ella es “un movimiento colectivo de realización individual”. La normalidad del trabajo y del “tiempo libre”, de la familia y del consumo, mata toda mala pasión por la libertad. (En este mismo momento, mientras escribimos estas líneas, estamos separados de nuestros símiles, y esta separación libera al Estado del pese de prohibirnos escribir). Sin una fractura violenta con la costumbre ningún cambio es posible. Pero la revuelta es siempre obra de minorías. Alrededor está la masa, lista para transformarse en instrumento de dominio (para el siervo que se revela, el “poder” es al mismo tiempo la fuerza del amo y la obediencia de los otros siervos) o para aceptar por inercia el cambio en acto. La más grande huelga general salvaje de la historia -la del Mayo Francés- no ha involucrado más que un quinto de la población de un único Estado. De esto no se sigue como única conclusión la de apropiarse del poder para dirigir a las masas, ni la de que es necesario presentarse como la conciencia del proletariado; sino simplemente que no existe salto alguno entre la sociedad actual y la libertad. La actitud servil y pasiva no es un asunto que se resuelve en un día o en un mes. Su contrario debe hacerse espacio y tomarse su tiempo. El trastocamiento social no es otra cosa que la condición de partida. El desprecio por la “masa” no es cualitativo, sino más bien ideológico, o sea subordinado a las representaciones dominantes. El pueblo del capital existe, ciertamente, pero no tiene contornos precisos. Es siempre de la masa anónima de donde salen, amotinándose, lo desconocido y la voluntad de vivir. Decir que somos los únicos rebeldes en un mar de sometimiento es en el fondo reconfortante, porque clausura la partida de antemano. Nosotros simplemente decimos que no sabemos quiénes son nuestros cómplices y que tenemos la necesidad de una tormenta social para descubrirlo. Hoy cada uno de nosotros decide en qué medida los otros no pueden decidir (abdicando de la posibilidad de elección propia hacemos funcionar a un mundo de autómatas). Durante la insurrección la posibilidad de elegir se extiende con las armas y con las armas hay que defenderla, porque es sobre su cadáver que nace la reacción. Por más minoritario (¿pero en base a qué punto de referencia?) que sea respecto de sus fuerzas activas, el fenómeno insurreccional puede asumir dimensiones extremadamente amplias, y es en este punto que él revela su naturaleza social. Cuanto más extendida y entusiasta es la rebelión, menos se transforma el choque militar en su criterio de medida. Con la extensión de la autoorganización armada de los explotados se revela toda la fragilidad del orden social y se afirma la certeza de que la revuelta, así como las relaciones jerárquicas y mercantiles, está en todos lados. El que piensa en la revolución como un golpe de Estado, en cambio, tiene un concepto militar del choque. Cualquier organización que se pone como vanguardia de los explotados tiende a ocultar el hecho de que el dominio es una relación social y no un simple barrio general a conquistar; de otro modo, ¿cómo justificaría su propio rol? Lo más útil que se puede hacer con las armas es volverlas lo más inútiles posibles. Pero el problema de las armas se queda en un plano abstracto si no se liga a la relación entre revolucionarios y explotados, entre organización y movimiento real. Demasiado a menudo, de cualquier manera, los revolucionarios han pretendido ser la conciencia de los explotados, representar el grado de madurez subversiva. El “movimiento social” se ha transformado así en la justificación del partido (que en la versión leninista se transforma en una élite de profesionales de la revolución). El círculo vicioso es cuanto más nos separamos de los explotados, más debemos representar una relación que falta. La subversión se reduce así a sus propias prácticas, y la representación deviene organización de un fraude ideológico -la versión burocrática de la apropiación capitalista. El movimiento revolucionario se identifica entonces con su expresión “más avanzada”, la cual realiza el concepto. La dialéctica hegeliana de la totalidad ofrece un armazón perfecto para esta construcción. Pero existe también una crítica de la separación y de la representación que justifica la espera y valoriza el rol de los críticos. Con el pretexto de no separarse del “movimiento social” se acaba por denunciar toda práctica de ataque en cuanto a “fuga hacia delante” o mera “propaganda armada”. Una vez más el revolucionario está llamando a “desvelar”, quizás en su misma inacción, las condiciones reales de los explotados. En consecuencia ninguna revuelta es posible por fuera de un movimiento social visible. El que actúa, entonces, debe necesariamente querer sustituir a los proletarios. El único patrimonio a defender llega a ser la “crítica radical”, la “lucidez revolucionaria”. La vida es miserable, y por lo tanto no se puede más que teorizar sobre la miseria. La verdad ante todo. De este modo, la separación entre subversivos y explotados no es en absoluto eliminada, sino sólo desplazada. Nosotros no somos explotados junto a otros explotados; nuestros deseos, nuestra rabia y nuestras debilidades no forman parte del antagonismo de clases. En absoluto podemos actuar cuando nos parece: tenemos una misión -aunque ciertamente no se llame así- que cumplir. Hay quien se sacrifica por el proletariado con la pasión y hay quien lo hace con la pasividad. Este mundo nos está envenenando, nos constriñe de actividades inútiles y nocivas, nos impone tener la necesidad de dinero y nos priva de relaciones apasionantes. Estamos envejeciendo entre hombre y mujeres sin sueños, extranjeros en un presente que no deja espacio a nuestros impulsos más generosos. No somos partisanos de abnegación alguna. Es simplemente que lo que esta sociedad sabe ofrecer como lo mejor (la carrera, la fama, la victoria imprevista, el “amor”), no nos interesa. El mando nos repugna tanto como la obediencia. Somos explotados como los otros y queremos terminar cuanto antes con la explotación. Para nosotros, la revuelta no necesita de otras justificaciones. Nuestra vida se nos escapa y todo discurso de clase que no parta de esto no es otra cosa que una mera mentira. No queremos dirigir ni sostener movimientos sociales, sino participar en los que existen en la medida en que reconozcamos en ellos exigencias comunes. Desde una perspectiva desmedida de liberación, no hay formas de luchas superiores. La revuelta necesita de todo, diarios y libros, armas y explosivos, reflexiones y blasfemias, venenos, puñales e incendios. El único problema interesante es cómo mezclarlos.

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VIII “Es fácil golpear a un pájaro de vuelo uniforme” B. Gracian El deseo de cambiar cuanto antes la propia vida no sólo lo comprendemos, sino que es el único criterio con el cual buscamos a nuestros cómplices. Lo mismo vale para lo que se puede llamar una necesidad de coherencia. La voluntad de vivir las propias ideas y crear la teoría a partir de la propia vida no es ciertamente la búsqueda de ejemplaridades (y de su revés paternalista y jerárquico), sino antes el rechazo de toda ideología, incluida la del placer. De quien se alegra de los espacios que alcanza a recortar -y a salvaguardar- para sí en esta sociedad, nos separa, aun antes de la reflexión, el modo mismo de palpar la existencia. Pero igualmente distante sentimos a quien querría desertar de la normalidad cotidiana para confiarse a la mitología de la clandestinidad y de la organización combatiente, o sea para encerrarse en otras jaulas. No hay ningún rol, por más legalmente riesgoso que sea, que pueda sustituir el cambio real de las relaciones. No hay atajos al alcance de la mano, no existe un salto inmediato al más allá. La revolución no es una guerra. La infausta ideología de las armas ya ha transformado, en el pasado, la necesidad de coherencia de pocos en el gregarismo de los más. Que las armas se dirijan una vez por todas contra la ideología. Quien tiene la pasión del desorden social y una visión “personal” de la lucha de clases, quiere hacer algo de inmediato. Si analiza las transformaciones del capital y del Estado, es para decidirse a atacarlo, no por cierto para irse a dormir con las ideas más claras. Si no ha introyectado las prohibiciones y las distinciones de la ley y de la moral dominante, trata de usar todos los instrumentos para determinar las reglas del propio juego. La pluma y el revólver son por igual armas para él, a diferencia del escritor y del soldado, para quienes se trata de asuntos profesionales y en definitiva de identidades mercantiles. El subversivo es subversivo aún si la pluma y el revólver, mientras posea el arma que contiene a todas las otras: la propia determinación. La “lucha armada” es una estrategia que puede ponerse al servicio de cualquier proyecto. Aun hoy la guerrilla es usada por organizaciones cuyo programa es en esencia socialdemócrata; simplemente, sostienen sus reivindicaciones con una práctica militar. La política puede hacerse también con las armas. En cualquier tratativa con el poder -o sea, en cualquier relación que lo tenga a este último como interlocutor, o incluso como enemigo- el que quiere negociar debe situarse como fuerza representativa. Representar una realidad social significa, desde esta perspectiva, reducirla a la propia organización. No se quiere, de este modo, a la lucha armada como extendida y espontánea, sino ligada a las diversas fases de las tratativas. La organización gestionará los resultados. Las relaciones entre los miembros de la organización y entre esta última y el mundo exterior reflejan en consecuencia lo que es un programa autoritario; llevan el corazón la jerarquía y la obediencia. Para quien se pone como meta la conquista violenta del poder político, el problema no es muy distinto. Se trata de hacer propaganda de la propia fuerza de vanguardia capas de dirigir el movimiento revolucionario. La “lucha armada” se presenta como la forma superior de las confrontaciones sociales. Quien es más representativo militarmente -debido al efecto espectacular de las acciones- constituye entonces el auténtico partido armado. Los procesos y los tribunales populares se presentan como la consecuente puesta en escena de quien desea sustituir al Estado. El estado, por su parte, tiene todo el interés de reducir la amenaza revolucionaria a algunas organizaciones combativas, para transformar la subversión en un encuentro entre dos ejércitos: las instituciones por un lado y el partido armado por el otro. Lo que el dominio teme es la revuelta generalizada y anónima. La imagen mediática del “terrorista” actúa junto a la policía en defensa de la paz social. El ciudadano aplaude o se asusta, pero se mantiene siempre como ciudadano, es decir como espectador. Es el maquillaje reformista de lo existente el encargado de alimentar la mitología armada, produciendo la falsa alternativa entre política legal y política clandestina. Alcanza con notar cuántos sinceros demócratas de izquierda se conmueven con la guerrilla en México o en América Latina. La pasividad necesita siempre de guías y de especialistas. Cuando se desilusiona con aquellos tradicionales, se codea con los nuevos. Una organización armada -con un programa y una sigla- específica de los revolucionarios, puede tener ciertamente características libertarias, así como la revolución social que muchos anarquistas quieren es, sin duda, también una “lucha armada”. ¿Pero alcanza? Si reconocemos la necesidad de organizar, en el devenir de la lucha insurrecta, el hecho armado; si sostenemos la posibilidad, desde ahora, de atacar las estructuras y los hombres del dominio; si consideramos decisiva, en fin, la unión horizontal entre los grupos de afinidad en las prácticas de revuelta, criticamos la perspectiva de quien presenta las acciones armadas como el real ir más allá de los límites de las luchas sociales y atribuye así a una forma de lucha un rol superior a las otras. Por otra parte, vemos en el uso de siglas y programas la creación de una identidad que separa a los revolucionarios de los demás explotados, haciéndolos al mismo tiempo visibles a los ojos del poder, o sea representable. El ataque armado, en este

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sentido, no es más uno de los tantos instrumentos de la propia liberación, sino una expresión que se carga de valor simbólico y que tiende a apropiarse de una rebelión anónima. La organización informal como hecho ligado a la existencia de la luchas se transforma en una estructura decisional, permanente y formalizada. Una ocasión para encontrarse en los propios proyectos se transforma en un proyecto en si mismo. La organización comienza a querer reproducirse a sí misma, exactamente como las estructuras cuantitativa reformistas. Sigue intachablemente la triste seguidilla de comunicados de reivindicación y de documentos programáticos en los cuales se alza la voz para encontrarse luego persiguiendo a una identidad que existe sólo porque ha sido declarada. Acciones de ataque del todo similares a otras simplemente anónimas parecen entonces representar quién sabe qué salto cualitativo en la práctica revolucionaria. Reaparecen los esquemas de la política y se empieza a volar de un modo uniforme. Por cierto que la necesidad de organizarse es algo que puede acompañar siempre la práctica de los subversivos, más allá de las exigencias transitorias de una lucha. Pero para organizarse hay necesidad de acuerdos vivos y concretos, no de una imagen en busca de reflectores. El secreto del juego subversivo es la capacidad de hacer pedazos los espejos deformantes y de encontrarse cara a cara con las propias desnudeces. La organización es el conjunto real de los proyectos que la hacen vivir. Todo el resto es prótesis política o no es nada. La insurrección es mucho más que una “lucha armada”, porque en ella el antagonismo generalizado es uno y el mismo con el trastocamiento del orden social. El viejo mundo es invertido en la medida en que los explotados insurgentes están todos armados. Sólo entonces las armas no son la expresión separada de alguna vanguardia, monopolio de futuros patrones y burócratas, sino antes la condición concreta de la fiesta revolucionaria, la posibilidad colectiva de extender y defender la transformación de las relaciones sociales. Fuera de la ruptura insurreccional, la práctica subversiva es aun menos la “lucha armada”, salvo por querer restringir el inmenso campo de las propias pasiones a sólo algunos instrumentos. Cuestión de alegrarse de los roles ya fijados o de buscar la coherencia en el punto más lejano: la vida. Entonces realmente en la revuelta generalizada podremos descubrir, a contraluz, una maravillosa conjura de los yoes para crear una sociedad sin jefes y sin dormidos. Una sociedad de libres y de únicos.

IX “No nos pidas la fórmula que pueda abrirte mundos,sí alguna sílaba perdida y seca como una rama.Hoy solo esto podemos decirte,Aquello que no somos, aquello que no queremos.” E. Montale La vida no puede ser sólo algo de lo cual aferrarse. Es un pensamiento que florece en todas partes, por lo menos una vez. Tenemos una posibilidad que nos hace más libres que los dioses: la de irnos. Es una idea para saborear hasta el fondo. Nada ni nadie nos obliga a vivir. Ni siquiera la muerte. Por eso nuestra vida es una tabula rasa, una tablita que todavía no ha sido escrita y que entonces contiene todas las palabra posibles. Con una libertad similar no podemos vivir como esclavos. La esclavitud está hecha para quien está condenado a vivir, para el que está destinado a la eternidad, no para nosotros. Para nosotros está lo desconocido. Lo desconocido de ambientes en los cuales perderse, de pensamientos jamás recorridos, de garantías que saltan por el aire, de perfectos desconocidos a quienes regalar la vida. Lo desconocido de un mundo al cual poder donarle los excesos del amor de sí. El riesgo, también. El riesgo de la brutalidad y del miedo. El riesgo de verlo finalmente a la cara, el mal de vivir. Todo esta encuentra quien quiere terminar con el oficio de existir. Nuestros contemporáneos parecen vivir de oficio. Se enloquecen abarrotados por miles de obligaciones, incluida la más triste -la de divertirse-. Enmascaran la incapacidad de determinar la propia vida con detalladas y frenéticas actividades, con una velocidad que administra comportamientos cada vez más pasivos. No conocen la ligereza de lo negativo. Podemos no vivir, he aquí la más bella razón para abrirse paso con fiereza hacia la vida. “Para dar las buenas noches a los músicos siempre hay tiempo; lo mismo vale darse vuelta y jugar” -así habla al materialismo de la alegría-. Podemos no hacer, he aquí la más bella razón para actuar. Recogemos en nosotros mismos la potencia de todos los actos de los que somos capaces, y ningún amo podrá quitarnos la posibilidad del rechazo. Aquello que somos y que deseamos comienza con un no. De allí nacen las únicas razones para levantarse a la mañana. De allí nacen las únicas razones para ir armados a asaltar un orden que nos sofoca. Por un lado está lo existente, con sus costumbres y sus certezas. Y de certezas, este veneno social, se muere. Por el otro lado está la insurrección, lo desconocido que interrumpe en la vida de todos. El posible inicio de una practica exagerada de la libertad. Nota sobre un Apéndice que no existe. También la calidad de aquello por lo que se siente aversión tiene su importancia. Nos hemos enloquecido, por un cierto periodo, en buscas textos contemporáneos que ilustren con suficiente coherencia algunas tesis que excluyen la posibilidad de la ruptura insurreccional, para sumarlos a un apéndice y hacer aun más claro el contenido de este manifiesto. De modo particular, las tesis del que prefiere los pequeños pasos reformistas y aquellos de quien, autonombrándose representante privilegiado de los explotados, cree poder hacer una revuelta para unos pocos íntimos al son de fuegos artificiales y slogans mal ensamblados. Pero, después de buscar en vano, hemos renunciado. Para encontrar algún texto bien hecho, capas de hacer preguntas serias y actuales, hubiésemos tenido que retroceder veinte años atrás en el tiempo. Del presente se puede decir que es una bolsa siniestra que transforma en mierda todo lo que traga.

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b)Algunas Notas sobre anarquismo insurreccional.

El anarquismo insurreccionalista no es una solución ideológica a todos los problemas sociales, no es un artículo del mercado capitalista de las ideologías y opiniones, sino una praxis continua que tiene como objetivo acabar con la dominación del Estado y la continuidad del capitalismo, y que requiere para avanzar del análisis y la discusión. No buscamos una sociedad ideal u ofrecer una imagen de utopía para consumo público. A lo largo de la historia, la mayoría de l@s anarquistas, excepto aquell@s que creen que la sociedad puede evolucionar hasta el punto de dejar al estado al margen, han sido anarquistas insurreccionalistas. De una forma más simple, esto quiere decir que creemos que el estado no va simplemente a desaparecer, por lo que l@s anarquistas deben atacarle para que sea derrotado; lo que se necesita es un amotinamiento expansivo y la propagación de la subversión entre l@s explotad@s y excluid@s. En este texto aclaramos algunas ideas que nosotr@s y otr@s anarquistas insurreccionalistas hemos trazado a partir de este problema general: si el Estado no va a desaparecer por sí mismo, ¿cómo podemos entonces acabar con su existencia? Es por consiguiente, en primer lugar una práctica enfocada a la organización del ataque. Estas notas no son un producto cerrado o finalizado; esperamos que sean parte de una discusión continua por lo que serán bienvenidas las respuestas. La mayoría de estos apuntes proceden de números antiguos de la revista Insurrection y de panfletos de Elephant Editions. 1. EL ESTADO NO VA A DESAPARECER; DEBEMOS ATACAR - El estado del capital no va a "esfumarse", como parece ser que much@s anarquistas creen al no sólo atrincherarse en posiciones abstractas de "espera", sino incluso posicionándose claramente en contra de los actos de aquell@s para quienes la creación de un nuevo mundo depende de la destrucción del viejo. El ataque es el rechazo a la mediación, al apaciguamiento, al sacrificio, a la acomodación y a la transigencia. - Es a través de la acción y de aprender a actuar, y no de la propaganda, como abriremos camino hacia la insurrección, a pesar de que la propaganda tenga un papel importante en la clarificación de cómo actuamos. Esperar sólo enseña a esperar; actuando un@ aprende a actuar. - La fuerza de una insurrección es social, no militar. La medida para evaluar la importancia de una revuelta generalizada no es la clase armada, sino por el contrario la dimensión de la parálisis de la economía, de la normalidad. 2. AUTO-ACTIVIDAD versus revuelta dirigida: de la insurrección a la revuelta. - Como anarquistas, la revolución es nuestro punto constante de referencia. Precisamente porque es un evento concreto, debe ser construido diariamente a través de un gran número de modestos intentos que no tienen todas las características liberadoras de una revolución social en un sentido estricto. Estos intentos modestos son insurrecciones. En ellos, el alzamiento de la mayor parte de l@s explotad@s y excluid@s de la sociedad y las minorías sensibilizadas políticamente abre el camino hacia que una posible implicación de estratos cada vez más amplios de explotad@s genere un flujo de rebelión que pueda conducir a la revolución. - Las luchas deben desarrollarse, tanto a largo plazo como intermedio. Es necesario el planteamiento de estrategias claras para permitir así la utilización de métodos diferentes de una manera coordinada y productiva. - Acción autónoma: la autogestión de la lucha significa que aquell@s que luchan son autónom@s en la toma de decisiones y en sus actos; justamente lo opuesto a una organización de síntesis que siempre intenta tomar el control de la lucha. Las luchas sintetizadas dentro de una única organización que las controle son fácilmente integradas dentro de las estructuras de poder de la sociedad actual. Las luchas auto-organizadas son por naturaleza incontrolables cuando se esparcen a través del contorno social. 3. DESCONTROLABILIDAD versus revuelta controlada: la propagación del ataque. - Nunca es posible conocer el resultado de una lucha concreta por adelantado. Incluso una lucha parcial puede llegar a tener las consecuencias más inesperadas. El camino desde varias insurrecciones que puedan tener lugar -parciales y específicas- hasta la revolución, no puede estar garantizado de antemano por ninguna estrategia a seguir. - Lo que el sistema teme no son estos actos de sabotaje en sí mismos, si no que se extiendan socialmente. Cada individu@ proletarizad@ que dispone incluso de los métodos más modestos puede alcanzar sus objetivos, sol@ o junto a otr@s. Es

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materialmente imposible para el Estado y el capital vigilar el aparato de control que opera sobre todo el territorio social. Cualquiera que quiera realmente combatir las redes del control, puede llevar a cabo su propia contribución teórica y práctica. La aparición de los primeros eslabones rotos coincide con la propagación de los actos de sabotaje. La práctica anónima de la auto liberación social puede expandirse hacia todos los campos, rompiendo así los códigos de prevención introducidos en su lugar por el poder. - Las pequeñas acciones, por consiguiente, fácilmente reproducibles, requieren de métodos no sofisticados al alcance de cualquiera, son por su simplicidad y espontaneidad incontrolables. Por ello se mofan incluso de los desarrollos tecnológicos más avanzados de la contra-insurgencia. 4. CONFLICTIVIDAD PERMANENTE versus mediación con las fuerzas institucionales. - La conflictividad debe verse como un elemento permanente en la lucha contra aquell@s que tienen el poder. Una lucha que pierda este elemento termina empujándonos hacia la mediación con las instituciones, creciendo acostumbrad@s al hábito de delegar y creyendo en una emancipación ilusoria consumada por decreto parlamentario, hasta el punto de llegar a participar activamente en nuestra propia explotación. - Deberían quizá ser razones individuales las que nos hicieran dudar sobre el intento de alcanzar nuestros propios objetivos con métodos violentos. Pero cuando la no violencia viene a ser elevada al nivel de principio de no violencia y la realidad está dividida entre "buenos" y "malos", los argumentos dejan de tener valor, y todo se ve en términos de sumisión y obediencia. Los dirigentes del movimiento anti-globalización, a través del distanciamiento y denunciando a otr@s, han dejado claro una cuestión: que entienden sus principios como una demanda de poder sobre el movimiento como un todo. 5. ILEGALIDAD; la insurrección no es solamente robar bancos. - El anarquismo insureccionalista no es una ética de la supervivencia: tod@s sobrevivimos de varias formas, a menudo en compromiso con el capital, dependiendo de nuestra clase social, nuestro talento o nuestros gustos. Naturalmente no nos oponemos al uso de métodos ilegales para liberarnos de las cadenas del trabajo asalariado para así vivir y poder realizar nuestros proyectos, no obstante no divinizamos la ilegalidad ni la transformamos en algún tipo de religión con sus mártires; es simplemente un método y a menudo un método adecuado. 6. ORGANIZACIÓN INFORMAL; sin revolucionari@s o activistas profesionales, sin organizaciones permanentes. De los partidos/sindicatos a la autoorganización: - Dentro del movimiento revolucionario existen diferencias muy profundas: la tendencia anarquista hacia la calidad de la lucha y su autoorganización y la tendencia autoritaria hacia la cantidad y la centralización. - La organización se emplea para tareas concretas: por ello estamos en contra de los partidos, sindicatos y de las organizaciones permanentes, todos ellos actúan para sintetizar la lucha y convertirla en elementos de integración para el capital y el Estado. Su fin pasa a ser su propia existencia, en el peor de los casos primero construyen la organización y después encuentran o crean la lucha. Nuestra tarea es actuar; la organización es sólo un método. Por ello nos oponemos a la delegación de la acción o de la práctica a una organización: necesitamos generalizar la acción que nos dirija hacia la insurrección, no controlar las luchas. La organización no debe servir para la defensa de ciertos intereses, sino para atacar ciertos intereses. - La organización informal se basa en un número de compañer@s unid@s por la afinidad; su elemento propulsor es siempre la acción. Cuanto mayor sea el número de problemas, est@s compañer@s los enfrentarán como una unidad, aumentando así su afinidad. Sabemos que la organización real, la capacidad efectiva de actuar junt@s, sabiendo donde encontrar al otr@, analizando y estudiando los problemas junt@s, pasando a la acción, todo tiene lugar en función de la afinidad alcanzada y no tiene nada que ver con programas, plataformas, banderas o partidos más o menos camuflados. La organización anarquista informal es por lo tanto una organización singular que se aglutina entorno a una afinidad común. La minoría anarquista y l@s explotad@s y excluid@s: Nosotro@s somos l@s explotad@s y excluid@s, y por eso nuestra labor es actuar. Aunque algun@s critiquen que toda acción que no es parte de un movimiento social visible y amplio sea "actuar en nombre del proletariado". Por ello, aconsejan analizar y esperar, en lugar de actuar. Supuestamente, nosotr@s no somos explotad@s al lado de explotad@s; nuestros deseos, nuestra rabia y nuestra impotencia no son parte de la lucha de clases. Esto no es más que otra separación ideológica entre los explotad@s y l@s subversiv@s. - La minoría anarquista activa no es esclava de los números sino que continúa actuando contra el poder incluso cuando el conflicto de clases se encuentra a un bajo nivel dentro de l@s explotad@s de la sociedad. La acción anarquista no debe en consecuencia aspirar a organizar y proteger al conjunto de la clase explotada, en una amplia organización para presenciar la lucha desde el principio hasta el final, sino que debería identificar los aspectos individuales de la lucha y tenerlos en cuenta en sus conclusiones de ataque. También, debemos alejarnos de la imagen estereotipada de las grandes luchas de masas y del concepto del crecimiento infinito de un movimiento que está para dominar y controlarlo todo.

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- La relación con la multitud de explotad@s y excluid@s, no puede ser estructurada como algo que debe resistir el paso del tiempo, es decir basarse en el crecimiento sin fin y en la resistencia contra el ataque de los explotadores. Debe tener una dimensión específica más reducida, una que sea decididamente una relación de ataque y no de retaguardia. - Podemos comenzar a construir nuestra lucha de tal manera que las condiciones de la revuelta puedan emerger y el conflicto latente pueda desarrollarse y sacarse hacia el exterior. De esta manera se establece un contacto entre la minoría anarquista y la situación específica donde puede desarrollarse la lucha. 7. LO INDIVIDUAL Y LO SOCIAL: individualismo y comunismo, un falso problema. - Tomamos lo mejor del individualismo y lo mejor del comunismo. - La insurrección comienza con el deseo de l@s individuos de romper con las circunstancias forzadas y reguladas, el deseo de reapropiar la capacidad de crear nuestra propia vida como creamos adecuado. Esto requiere que venzan la separación existente entre ellos y sus condiciones de existencia. En el lugar donde un@s poc@s, l@s privilegiad@s controlen las condiciones de existencia, no será posible para la mayoría de l@s individu@s decidir realmente su existencia en base a sus decisiones. La individualidad sólo puede proliferar donde la paridad de acceso a a las condiciones de existencia son una realidad social. Esta igualdad de acceso es el comunismo; lo que l@s individuos hacen con ese acceso está limitado por ell@s mism@s y por aquell@s que le rodean. De tal manera que no hay igualdad o identidad de l@s individu@s implícita en el comunismo verdadero. Lo que nos fuerza a buscar una identidad o la igualdad son los roles sociales impuestos por el sistema actual. No hay contradicciones entre individualidad y comunismo. 8. NOSOTR@S SOMOS L@S EXPLOTAD@S, somos la contradicción: no es tiempo de esperar. - Ciertamente el capitalismo contiene profundas contradicciones que lo empujan hacia metodologías de adaptación y evolución, dirigidas hacia la evasión de las crisis periódicas que le afligen; pero no podemos permanecer pasiv@s en espera de esas crisis. Cuando ocurran serán bienvenidas si favorecen el proceso insureccional. Como explotad@s, sin embargo, somos la principal contradicción del capitalismo. Por ello cualquier momento es siempre el adecuado para la insurrección, precisamente por ello podemos percibir que la humanidad podría haber acabado con la existencia del estado en cualquier momento de su historia. Una ruptura en la reproducción continua de este sistema de explotación y opresión ha sido siempre posible. Killing King Abacus #2 Traducción Palabras de Guerra

c) 31 tesis insurreccionalistas

No te engañes, no encontrarás en las páginas que siguen ninguna novedad (maldita palabra de marketing), ya el siglo pasado se debatía en similares términos, ni tampoco recetas mágicas que nos ahorren el pensar y actuar, cuestionar, criticar y experimentar, si algo se intenta, es precisamente, incentivar esto mismo. Nos falta debate y comunicación, acción y experimentación, y nos sobran monotonías, certezas y modelos. Estas "cuestiones de organización" son pretendidamente subjetivas e intencionadamente críticas. Este texto que ya se define en el título como insurreccionalista por un tomar partido, surge del deseo de destruir lo existente y trata de indagar en los caminos que hagan posible la materialización de ese deseo, buscando desde la palabra el encuentro, en la palabra y la acción, con tod@s aquell@s induvidu@s insurgentes que mantienen viva la pasión demoledora de la libertad. I. Siempre han existido dos tendencias visibles en el Movimiento Obrero. Una es tendencia etapista, que conservando las "victorias" parciales pretende fijarlas como peldaños ascendentes a la conquista del cielo. Otra es tendencia insurreccional que hace del presente momento mismo de posibilidad revolucionaria. En la práctica no han existido líneas precisas de demarcación de ambas tendencias. Las dos tendencias encuentran sus semejantes en el Movimiento libertario. II. La tendencia etapista se define en la práctica de reivindicación como medio gradual de alcanzar transformaciones globales.

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Asumiendo la negociación con el Poder y posponiendo el enfrentamiento directo con éste. Fijando sus perspectivas revolucionarias en el futuro, trata de acumular en el presente el mayor número de adept@s a l@s cuales concienciar hasta que se den las condiciones (¿?) esenciales para un ideal asalto a los Palacios de Invierno. El crecimiento cuantitativo es consecuentemente su primer objetivo. Este tendencia se ha organizado históricamente en estructuras clásicas (partidos, sindicatos, etc). La estructura clásica es representativa en tanto se erige en representante material o espiritual no sólo de sus miembr@s sino de todo el colectivo de explotad@s, convirtiéndose en el eje del "verdadero" movimiento proletario. Desde aquí se impulsa y estimula la "conciencia de organización", la pertenencia un grupo homogéneo por encima del/a individu@ del que se puede ser y con el cual te identificas y te identifican. La estructura clásica, es estructura pesada que produce y reproduce aparatos burocráticos. Tiene sus comicios decisorios, comités representativos y ejecutivos, y un entramado de protocolos, vicios, y normativas. Simbólicamente se concibe como guardián de la sangre de l@s mártires, del pasado glorioso, de los principios inamovibles. Estimulando el culto a la personalidad, bien sea del héroe/heroína muert@ o del/a destacad@ compañer@ viv@. Las organizaciones pesadas son en si mismas conservadoras y tienden a preservarse en el tiempo a pesar que las coyunturas que las hicieran surgir se hayan modificado. Por ello una parte importante de su tiempo se dedica a realizar "análisis" y gestos que muestren la inefable necesidad "actualidad" del modelo organizativo. El resto de su tiempo se divide en las reivindicaciones concretas como forma de proselitismo; en la organización de la Organización llegándose al máximo de complejidad posible; y a la reproducción ideológica, teniendo en los referentes pasados una verificación de su existencia. La tendencia etapista y las formas orgánicas que adopta nos muestran la permeabilidad en el Movimiento Obrero de los valores sistemáticos; la burocratización inherente a la organización pesada, la delegación del/a individu@ en el colectivo, el establecimiento de jerarquías difusas o regladas, la rentabilidad de la acción como valor de cambio, la acción como mercancía, la asunción de límites y programas mínimos, el reconocimiento del Poder como mediador a través de la negociación... III. En el Movimiento Libertario se da, como reflejo del Movimiento Obrero, la tendencia etapista. Esta tendencia cristaliza el modelo organizativo clásico compuesto por la organziación de masas, las organizaciones específicas y las organizaciones pantalla de tipo juvenil, de mujeres, culturales, etc. Este modelo surgido a principios del siglo XX tiene un sentido lógico en el momento de su aparición, de crisis y reestructuración capitalista. En el se conjuga en forma de contradicción tanto la necesidad y deseo de autoorganización proletaria, como el reflejo de los cambios en curso que conducen a un nuevo modelo de acumulación capitalista. En el desarrollo de este modelo se enfrentan y complementan las dos tendencias anunciadas. Por un lado se da la práctica reivindicativa de la tendencia etapista que consolida la estrutura pesada y las nacientes burocracias. Por otro lado se producen explosiones insurreccionales que rompen el etapismo y superan a la organización pesada en un sentido positivo. La conyuntura histórica de crisis capitalista propicia tal contradicción. Esta puede observarse en la revolución española. Mientras las masas proletarias alentadas por la CNT-FAI desencadenan una revolución sin precedentes generando sus propios organismos autogestionarios, éstas serán a su vez, frenadas y estranguladas por la burocracia de la misma CNT-FAI, que no encontrará dificultades en alinearse con las otras burocracias "obreras" en organismos interclasistas, lo cual será justificado como "necesidad histórica". El epílogo es la derrota del Movimiento Obrero insuficientemente fuerte y autónomo para anular y superar en la práctica insurreccional a sus propias organizaciones representativas. IV. La tendencia insurreccional del movimiento obrero, no se identifica con formas regladas de organización sino a través de la práctica del ataque directo al Poder sin admitir negociación, diálogo o intermediario alguno con éste. Encuentra su razón de ser y extracción teórica en la acción colectiva o individual del proletariado consciente, que se revuelve contra los aparatos de dominación. Su objetivo presente e inmediato es la destrucción de dichos aparatos. La materialización de esta tendencia en el movimiento de masas, surge en todos los momentos de lucha directa que superan la mera reivindicación y se hacen dueñ@s de su propia vida y construcción histórica. Nacen, en y desde el enfrentamiento y tienen en él su sentido, generando situaciones concretas de destrucción de lo existente y creación de realidades autogestionarias. Las organizaciones gestadas en el movimiento insureccional de masas, sólo tienen su razón de ser en el instante concreto de la revuelta generalizada. Su construcción a priori o su mantenimiento posterior sólo las conduce a la practica reivindicativa y/o a la recuperación sistemática. Desde l@s luditas a la insurrección albanesa encontramos las señas de identidad de esta tendencia donde explorar las posibilidades, siempre presentes, de su materialización actual. V. La tendencia insurreccional del movimiento obrero ha tenido entre l@s libertari@s (incluyendo en este término a todos aquellos movimientos nominados o innominados que han desarrollado una práctica antiautoritaria y revolucionaria) a sus mayores animadores e impulsores. El enfrentamiento directo con el Poder y el deseo de destrucción inmediata de éste, son consustanciales al pensamiento y la práctica libertaria, que rechaza las "políticas de fase" y las representaciones simbólicas. Si bien la plasmación de esta tendencia en el movimiento libertario no ha tenido las repercusiones "espectaculares" que ha podido tener la tendencia etapista, ella está presente en toda la historia libertaria con una práctica visible generadora de tensiones en el seno del movimiento libertario y del movimiento obrero. Sus reediciones más palpables corren parejas al desarrollo del movimiento obrero insurreccional y encuentran su fusión con éste a través de la catarsis revolucionaria. El hecho de que el

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movimiento insurreccional libertario no tenga la magnitud espectacular del movimiento anarquista etapista se debe a sus mismas características. El movimiento insurreccional libertario no mantiene formas de organización pesadas, ni basa su acción en la acomulación cuantitativa, ni se erige en representante de nadie. No posee pues referencias estructurales palpables y sus señas de identidad siguen el curso del enfrentamiento directo y espontáneo del proletariado mientras éste no cae en la manipulación y recuperación de los aparatos burocráticos de las estructuas clásicas. Es, en consecuencia, un movimiento difuso, mayormente tangible en los momentos álgidos de insurrección de masas pero que perdura en los periodos de reflujo revolucionario en las mil y una formas que adquiere la revuelta (sabotajes, expropiaciones, absentismo,...). Esta tendencia no se restringe tan sólo al hecho violento de la acción directa sino que como movimiento anarquista etapista, también se dota de medios formales de propaganda pero a diferencia de los otros tales medios sólo son herramientas para avanzar hacia el enfrentamiento y profundizar en la lucha insurreccional de las masas. VI. Dos fenómenos son reseñables: 1. Que la tendencia etapista en el movimiento libertaria siente como un peligro la existencia del movimiento anarquista insurreccional. Pistoler@s, delincuentes, aventurer@s, provocadores, infiltrad@s, psicópatas, son algunos de los adjetivos que tanto el Poder como el/la "revolucionari@" etapista dedican a l@s insurgentes y aunque el etapista pueda admitir e incluso aplaudir la insurgencia lejana (en el tiempo o en el espacio) no la aceptará en el aquí y ahora. Sus miedos están justificados. La verificación práctica del hecho insurreccional pone en peligro la propia estructura conservadora del/a "revolucionari@" etapista a salvo del enfrentamiento en su feudo ideológico desde donde se puede lucir la pose "radical" sin riesgo de serlo y a la ver mantener pequeños y miserables reductos de poder reproducido en la forma de naturales jerarquías. 2. Ya no existen fronteras exactas entre ambas tendencias, la intensificación y el reflujo de las luchas hacen que la confluencia y la mezcla se den con frecuencia. Así la frontera inexistente se cruza en ambas direcciones, demostrándonos la historia que el/la anarquista insurreccional encuentra su lógica en el movimiento obrero revolucionario cuando éste se desata de l@s recuperador@s, mientras el/la anarquista etapista ha mostrado en el pasado su facilidad para trazar alianzas con las organziaciones clásicas del movimiento obrero. VII. La etiqueta insurreccionalista otorgada por un@s y autoasumida por algun@s no deja de ser más que eso, una etiqueta, que corre el riesgo de petrificarse en seudoideología si no se profundiza en el ámbito teórico y práctico de la intervención insurreccional. Más allá de la posible moda que pueda suponer esta "novedad"(¿qué novedad?) para aquellos que idealizan sus aspectos más morbosos y ficticios (principalmente el uso de la violencia como estrategia revolucionaria) y que basándose en un inmediatismo voluntarista poco argumentado desprecien el papel de la críticia. Si de los debates surgidos de la prácticas insurreccionales sólo valoramos las formas no tardarán en aparecer quienes suscriban un nuevo -ismo que les ahorra pensar. VIII. Desde lo que (no) hay, en el pobre panorama libertaria actual nos encontramos con un número creciente (creciente por la dinámica escisionista en que se ve envuelto que evidencia su debilidad) de organizaciones pesadas que se reclaman libertarias desde muy distintos ámbitos. Unas se aproximan más que otras al reformismo y otros se revuelcan en el indecorosamente, mientras algunas nadan en el ostracismo absoluto que no lleva a ningún sitio. De las diferentes familias anarcosindicalistas a los "autonomistas organizados" se nos ofrece un arco iris de posibilidades perdidas en los trayectos de la política reivindicativa etapista. Sus diferencias teóricas ante un inexistente auditorio sólo evidencian sus compartidas miserias, la imposibilidad de destruir o contribuir a la destrucción de la miseria realmente existente y su inconsciente contribución a ésta. Sin un movimiento revolucionario a la vista pretenden suplantarlo a partir de un crecimiento cuantitativo que l@s convierta en la organización guía de las masas, dejándolo todo postergado a un futuro inexistente en el que vuelvan a producirse las "condiciones objetivas" de un pasado mitificado. El enfrentamiento con la realidad se hace en consecuencia imposible. Ni el 17, ni el 36, ni el 68, ni el 77 van a volver por más que copiemos las organizaciones que en esos momentos se dieron, hecho que demuestra que en lugar de aprender de los hechos históricos sólo hemos sido capaces de imitar sus carcasas. Sobran mitologías ortopédicas y mentiras complacientes y faltan autocrítica, acción y objetivos concretos para el ahora, desde donde proyectar todas esas ganas frustradas de rebelión que estando presentes se ahogan en los pudrideros de las "viejas y nuevas" estructuras. IX. Tres afirmaciones sobre el tiempo presente: 1. El proletariado no ha sido abolido. Ha modificado su composición en el transcurso de las reestructuraciones capitalistas convirtiéndose en sujeto menos perceptible más irreconocible. Sin embargo, es creciente, a la par que su descomposición como sujeto unitario, la existencia de una mayoría explotada, privada de todo poder de decisión sobre sus vidas. 2. El capitalismo sigue desarrollando sus alienaciones. Éstas ya no están sólo sujetas al modelo productivo que tiene su eje en la fábrica y el trabajo centralizado. En el momento en el que el capitalismo ha convertido toda actividad humana en mercancía el trabajo represivo ha traspasado los muros del recinto fabril para abarcar todos los aspectos de la supervivencia social. La alienación es ahora global.

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3. La posibilidad de revolución es una posibilidad presente. El problema teórico planteado hace un par de siglos por el socialismo no ha sido resuelto, tan sólo reestructurado, ahondándose en la contradicción inherente al sistema capitalista. X. El objetivo revolucionario, pasa por incidir en tal contradicción que posibilita la generación de movimientos reales capaces de superar el estado actual de las cosas. Ataquemos a través de la practica subversiva, la realidad cotidiana que tod@s l@s sometid@s a la dominación capitalista sentimos, aunque una gran mayoría vea esa realidad distorsionada por la reducción a espectáculo que el sistema hace de ella. Utilicemos como estrategia el enfrentamiento continuado. Donde y cuando l@s individu@s insurrect@s decidan, desde una perspectiva global que no admite dialogo alguno con el Poder. Salir a la calle a perturbar el miserable y embrutecedor orden de las cosas haciendo visible la brutalidad sistemática que tod@s percibimos esencialmente. Desatar nuestra rabia es un objetivo posible en el aquí y ahora, unir nuestra rabia a la de nuestr@s iguales será una necesidad ineludible. XI. El ataque es la acción colectiva o individual contra la cotidianidad, sin necesidad de excusas en forma de acontecimientos mediáticos teledirigidos por el Poder. No es necesaria ninguna masacre televisada para atacar. Protestas dirigidas contra tal o cual fenómeno parcial sólo evidencian la manipulación folclórica de éstas, que eluden la globalidad del enfrentamiento, reduciéndose la protesta a un consentido desahogo vacío. El ataque muestra sus pretensiones destructivas de la totalidad porque el objeto atacado es tan sólo una excusa para cuestionar lo existente. Es, en consecuencia, irrecuperable. XII. La violencia es un aspecto secundario en el ataque, no su razón de ser. El ataque es toda forma de destrucción de lo existente de donde parte la posibilidad de generar nuevos nodos de creatividad. La creación-destrucción es un proceso que se retroalimenta en el transcurso de la lucha. XIII. La organización informal es una vía óptima para la organización del ataque anarquista. La organización informal no se basa en estructuras clásicas y pesadas sino que se adapta al momento y la voluntad de acción de l@s insurrect@s, no supeditando sus deseos a la estructura y su programa. La organización informal se da a través de la afinidad entre individu@s y grupos tiene en ésta, y sólo en ella, su nexo de unión y la formación de un tejido orgánico nunca acabado, siempre en movimiento. La organización informal se da en el territorio y puede ser tan extensa como de sí la afinidad, no estando sus miembrxs sujetxs a mayores compromisos que los adquiridos voluntariamente y siendo su cohesión tan fuerte como sea la pasión compartida por destruir el Poder. No poseyendo órganos ni comicios de decisión a ésta se llega desde el encuentro, la comunicación, el debate y la acción. Los hechos nos dan las claves de la afinidad con nuestr@s iguales. No cabe duda que hemos de encontrarnos con todos aquellos grupos e individu@s, con los que, aún sin saberlo, estamos recorriendo el mismo camino. XIV. El militantismo es la antítesis de la responsabilidad individual. El primero es sometimiento a la ideología y a la organización, es martirio, acción separada de la vida, alienación. El segundo es acción vivida y compartida, ruptura de la alienación liberación del deseo. Superamos el militantismo cuando nos hacemos responsables de nuestros actos por muchos esfuerzos que nos supongan. La organización informal anarquista es la organización de individuxs responsables no de militantes. XV. La organización informal tiene una necesidad de autonomía extrema ya que su propia composición es autónoma, de la/el individu@ al grupo, del grupo a la red. XVI. La organización informal tiene una necesidad de comunicación constante como un todo impreciso que piensa y actúa, que decide y lucha a un mismo tiempo. El acuerdo entre sus miembr@s se da de forma natural y es fruto de las necesidades sentidas y la responsabilidad individual. XVII. La organización informal tiene una necesidad de autocrítica implacable. Siendo su propia existencia una crítica práctica al miserabilismo impuesto por la falsa paz social, se hace imprescindible el análisis de sus actos sin buscar la autocomplaciencia, evitando la fosilización y recuperación sistemática, recuperación que es la primera forma represiva del sistema contra las potencialidades revolucionarias. Todo es cuestionable y susceptible de crítica, no hay recetas mágicas. A partir de aquí la práctica ratifica o no la teoría y viceversa, evitándose caer en la reproducción de estereotipos y modelos ideológicos y cuestionando todo apriorismo y mistificación. XVIII. La organización informal tiene necesidad de espacios autogestionarios en el territorio desde donde operar, experimentar y encontrarse l@s individu@s, grupos e iniciativas insurgentes. Espacios que ya de por sí, supongan ruptura y ataque contra el sistema y desde donde se construyan situaciones reales de autogestión libertaria. XIX. La organización informal tiene la necesidad de impulsar redes de comunicación, debate y difusión de ideas. Redes que cubran la necesidad de comunicación directa entre l@s insurgentes y las diferentes luchas en curso, sin caer en la

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contrainformación (interpretación y transmisión de noticias sin más) y/o transmisión ideológica (venta de un modelo a imitar) que vendría a ser el reverso de la información y/o transmisión ideológica oficial (en escala diminuta) pero en sus mismos parámetros alienantes. XX. La organización informal tiene la necesidad de dotarse de medios materiales para combatir la represión. La solidaridad con l@s represaliad@s ha de ser una constante prioritaria puesto que es la única defensa de la/el revolucionari@. La solidaridad con l@s compañer@s represaliad@s no puede quedarse en una pose o una actividad circunstancial. XXI. Al hilo de lo expuesto, la organización informal evita y combate la reproducción en su seno de relaciones sociales capitalistas y es generadora de relaciones sociales comunistas y realidad latente, en el aquí y el ahora, de la sociedad libertaria. XXII. Las necesidades de la organización informal no son un catecismo preestablecido que ha de ser cumplido obligatoriamente punto por punto. Se trata de necesidades que se dan en el transcurso de la lucha y que pueden adoptar formas diversas y variables, si bien, en esencia, son consustanciales al desarrollo positivo del proceso. Ninguna necesidad verdadera surge de forma provocada y ninguna es superior a otra, sino que estas aparecen como necesarias por la propia dinámica del enfrentamiento. XXIII. La organización informal no es organización separada de las luchas, ni superior o guía de éstas. Es parte consciente de la tendencia insurreccional del movimiento de l@s explotad@s y participe de las luchas sociales. No renunciando en los periodos de reflujo y falsa paz social al enfrentamiento y fusionándose de forma natural en los movimientos autónomos de clase cuando estos se desarrollan en dirección insurreccional. XXIV. Pese a quien afirma lo contrario la organización informal es organización. Desde l@s etapistas organizacionistas, para quienes toda acción ha de pasar primero por acabar la siempre inconclusa organización perfecta, hasta l@s individualist@s, incapaces de articular cualquier actividad en compañía de otr@s y en consecuencia instalad@s en la crítica y en el güetto de sus propias ilusiones, la gama de opositor@s teóric@s y práctic@s al desarrollo de la organización informal como organización y no como mera formalidad va desde sus detractor@s más acérrim@s a sus supuest@s precursor@s más teóric@s. XXV. La mistificación cuantitativa pasa en la actualidad por dos caras de una misma moneda. La de quienes necesitan de la acumulación significativa de parroquian@s para decidirse ha hacer algo que vaya más haya de las rutinas simbólicas y las de los que sólo son capaces de "hacer" desde las capillas grupusculares suponiendo que estas son la garantía para prevenir los males de los que se acusa a las organizaciones pesadas. Si l@s primer@s quedan instalados en el limbo, l@s segund@s tampoco llegan más lejos puesto que las limitaciones que suponen al actuar colectivo les aparta irremediablemente de la intervención social y de los hipotéticos movimientos de masas adoptando poco a poco la conciencia de vanguardia voluntarista, y me refiero intencionadamente a movimientos de masas por el miedo de algun@s a tal término. Si la organización informal no es organización separada debe partir, buscar y concluir en el movimiento de l@s explotad@s y extender su práctica-teoría en y desde la realidad de las luchas y no desde ilusorias barricadas y fantasiosas clandestinidades con afanes tan meritorios como suicidas. La organización informal debería ser el aglutinante de la tendencia insurreccional del movimiento de l@s explotad@s en su propio seno en lugar de otro factor de dispersión. En cualquier caso el número chico no vacuna de los males achacables a la organziación pesada (delegacionismo, organizacionismo, burocratización,...). Como prueba basta echar un vistazo a los grupitos de nuestro alrededor involucrados siempre en sus asfixiantes dinámicas. XXVI. Los movimientos sociales autónomos son organismos populares que responden a necesidades sentidas. Se desarrollan al margen de los aparatos de recuperación del Poder, manifestándose en las prácticas de la autogestión y de la acción directa. XXVII. Los movimientos sociales autónomos surgen como negación de aspectos concretos y cotidianos de la explotación capitalista. Su objetivo es destruir tal aspecto, atacar un aparato del Poder. En consecuencia tienen una limitación en el espacio-tiempo. XXVIII. Si el movimiento autónomo incide en el ataque y la práctica insurreccional, tiende a radicalizarse adquiriendo una cosmovisión de la realidad, buscando en tal caso nexos de unión con otros movimientos similares y alcanzando un pensar y actuar global. XXIX. La creación de situaciones insurreccionales difusas por parte de los movimientos autónomos, su conexión, cohesión, amplificación y radicalización transforma los momentos efímeros de revuelta en momentos de revolución y autogestión generalizada. Los movimientos autónomos se transforman por la vía insurreccional en movimiento revolucionario. XXX. Los movimientos sociales difieren de los movimientos sociales reformistas en que estos últimos basan su acción en la

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reivindicación parcial, lo cual no niega la dominación capitalista, simplemente demandan de esta una cesión de poder un servicion concreto insatisfecho. En la práctica no es fácil diferenciar entre uno y otro y es su propia evolución, en muchos casos, y las circunstancias que los envuelven las que nos darán las claves para su reconocimiento. XXXI. Hay que distinguir entre movimiento autónomo como práctica autónoma del proletariado y organización autónoma como estructura ideologizada que pretende suplantar al movimiento mitificándolo y vaciándolo de contenido. La ideología no es autónoma, está sujeta a sus propias limitaciones, es falsificación de la realidad. Sólo la crítica y la acción pueden ser autónomas. Epílogo. Lo expuesto en estas tesis no tratan de expresar el deseo de un modelo organizativo. Tratan de indagar desde la crítica las líneas generales que ayuden a superar el estado actual de las cosas. Como se ha dicho esto no es un catecismo. Existen formas dispares de actuar y hacer y diversos caminos que tomar, siendo imposible preestablecerlos sin caer en ficciones ideológicas. Pero si bien es cierto que existen formas dispares de actuar y diversos caminos que experimentar, sólo existe uno para el no hacer y ese ya lo conocemos. Otoño de 1999.