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7/17/2019 Zinn, Howard - Discurso Al Recibir El Premio 'Amis Du Monde Diplomatique 2003' en París http://slidepdf.com/reader/full/zinn-howard-discurso-al-recibir-el-premio-amis-du-monde-diplomatique 1/5 La otra historia de Estados Unidos  En el presente momento histórico, Washington proclama guerras preventivas, aparecen naciones y bloques de naciones resistiendo y comienza a tomarse en cuenta la existencia de trabajadores mal pagos y millones de desocupados en EE.UU. Sin embargo, un libro muestra la otra historia del país más poderoso del mundo, en la que sobresalen valores como solidaridad y capacidad de resistencia. El siguiente es el discurso pronunciado por Howard Zinn al recibir en París el premio “Amis du Monde diplomatique 2003”, el 1º de diciembre . A fines de los años 1970, cuando decidí lanzarme al proyecto de escribir La otra historia de Estados Unidos, enseñaba historia desde hacía veinte años. Era profesor del Spellman College, universidad de mujeres negras de Atlanta. Había participado primero en el movimiento por los derechos civiles en el sur de Estados Unidos. Luego vinieron diez años de lucha contra la guerra de Vietnam. En materia de "neutralidad", estas experiencias aportan poco a un historiador, sea éste profesor o escritor. Mi sentido crítico se había aguzado sin embargo mucho antes por la educación recibida en el seno de una familia de inmigrantes de la clase obrera de Nueva York; luego por tres años de trabajo en un astillero y más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, por mi experiencia a bordo de un bombardero de la fuerza aérea que despegaba de Inglaterra  para arrojar bombas en Europa, incluso sobre la costa atlántica de Francia. Inmediatamente después de la Guerra gocé del beneficio de la educación superior gratuita que acababa de concederse a millones de ex combatientes, entre ellos todos los hijos de obreros que, de otra manera, jamás hubieran podido pagarse sus estudios 2 Obtuve mi doctorado en historia en Columbia, pero gracias a mi experiencia personal supe que lo que había aprendido en la universidad omitía muchos elementos cruciales de la historia de Estados Unidos.

Zinn, Howard - Discurso Al Recibir El Premio 'Amis Du Monde Diplomatique 2003' en París

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La otra historia de Estados Unidos

 

En el presente momento histórico, Washington proclama guerras

preventivas, aparecen naciones y bloques de naciones resistiendo ycomienza a tomarse en cuenta la existencia de trabajadores mal pagos y

millones de desocupados en EE.UU. Sin embargo, un libro muestra la

otra historia del país más poderoso del mundo, en la que sobresalenvalores como solidaridad y capacidad de resistencia. El siguiente es el

discurso pronunciado por Howard Zinn al recibir en París el premio

“Amis du Monde diplomatique 2003”, el 1º de diciembre .

A fines de los años 1970, cuando decidí lanzarme al proyecto de escribir La otra historia

de Estados Unidos, enseñaba historia desde hacía veinte años. Era profesor del

Spellman College, universidad de mujeres negras de Atlanta. Había participado primero

en el movimiento por los derechos civiles en el sur de Estados Unidos. Luego vinieron

diez años de lucha contra la guerra de Vietnam. En materia de "neutralidad", estasexperiencias aportan poco a un historiador, sea éste profesor o escritor.

Mi sentido crítico se había aguzado sin embargo mucho antes por la educación recibida

en el seno de una familia de inmigrantes de la clase obrera de Nueva York; luego por

tres años de trabajo en un astillero y más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, por

mi experiencia a bordo de un bombardero de la fuerza aérea que despegaba de Inglaterra

 para arrojar bombas en Europa, incluso sobre la costa atlántica de Francia.

Inmediatamente después de la Guerra gocé del beneficio de la educación superior

gratuita que acababa de concederse a millones de ex combatientes, entre ellos todos los

hijos de obreros que, de otra manera, jamás hubieran podido pagarse sus estudios 2. 

Obtuve mi doctorado en historia en Columbia, pero gracias a mi experiencia personal

supe que lo que había aprendido en la universidad omitía muchos elementos crucialesde la historia de Estados Unidos.

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Cuando me dediqué a enseñar y a escribir no me hacía ilusiones sobre lo que es "la

objetividad": evitar expresar cierto punto de vista. Sabía, en efecto, que un historiador

(o un periodista, o cualquiera que cuente una historia) debe elegir entre un número

infinito de hechos aquellos que es necesario presentar y aquellos que conviene omitir. Y

que refleja así, de manera consciente o inconsciente, sus intereses.

Ciertos profesores y responsables de las decisiones políticas en Estados Unidos repiteninsistentemente que los alumnos o estudiantes deben "aprender los hechos". Esto me

recuerda al pedante Gradgrind, personaje de Tiempos difíciles de Dickens, quien

reprende a un joven profesor: "Enseñe sólo los hechos, los hechos, los hechos". Pero

detrás de cada "hecho" presentado por un profesor, un escritor o cualquiera, se

encuentra un juicio de valor: el que consiste en decir que ese hecho es importante y que

los demás serán dejados de lado.

En la historia oficial, que domina la cultura estadounidense, existen a mi entender temas

de una importancia fundamental que no logro encontrar. Estas omisiones nos brindan

una imagen deformada del pasado pero, lo que es más grave, nos inducen a error

respecto del presente.

Tomemos, por ejemplo, la noción de clase social. La cultura dominante (que se observaen la educación, en la vida política o en los medios de comunicación) sostiene que

nuestra sociedad carecería de clases y que sólo tenemos un interés, el interés común. En

el preámbulo de la Constitución de Estados Unidos, se lee: "We the people" (Nosotros,

el pueblo). La expresión es engañosa. En 1787, la Constitución fue en efecto redactada

 por cincuenta y cinco hombres, todos blancos y todos ricos amos de esclavos o

comerciantes decididos a instaurar una autoridad capaz de defender los intereses de su

clase.

Este sistema de gobierno al servicio de las necesidades de los ricos y de los poderosos

se ha perpetuado a lo largo de la historia de Estados Unidos. Hasta nuestros días. El

lenguaje corrientemente utilizado lleva a pensar que todos (ricos, pobres y clase media)

tienen un interés común. Así, cuando se habla de nación, se utilizan términos

universales. Cuando, muy sonriente, el Presidente declara que nuestra economía

"marcha bien", no tiene en cuenta a los 50 millones de personas que hacen lo que

 pueden para sobrevivir, mientras que la clase media no se encuentra tan mal y el 1% de

la población que posee el 40% de las riquezas de la nación se encuentra muy bien.

El interés de clase de los gobernantes ha sido siempre disimulado detrás de un velo

denominado "el interés nacional". Mi propia experiencia de la guerra, así como la

historia de todas las intervenciones militares estadounidenses, despiertan mi

escepticismo cada vez que escucho a altos responsables hablar del "interés nacional" o

de la "seguridad nacional" para justificar sus políticas. Es con este tipo de

 justificaciones que Harry Truman lanzó en 1950 lo que denominó una "acción de policía" en Corea, que produjo varios millones de víctimas; que Lyndon Johnson y

Richard Nixon libraron en Indochina una guerra también mortífera; que Ronald Reagan

invadió Granada en 1983, que el padre del actual presidente atacó Panamá en 1989 e

Irak dos años más tarde, y que William Clinton bombardeó a su vez Irak en 1993.

El "nuevo Bush" nos explicó oportunamente que respondía al interés nacional invadir y

 bombardear Irak. Lo que es absurdo: una propuesta semejante sólo pudo ser aceptada en

Estados Unidos porque un manto de mentiras gubernamentales y mediáticas envolvía al

conjunto del país. Mentiras relacionadas con las "armas de destrucción masiva";

mentiras relacionadas con los vínculos de Irak con Al-Qaeda. El creciente número de

estadounidenses que comienzan a darse cuenta de la amplitud de las falsedades explica

el actual descenso de la popularidad de George W. Bush. Este retroceso se produce a pesar de la estrecha colaboración entre el gobierno y los grandes medios de

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comunicación, la cual caracteriza, en general, más a un Estado totalitario que a una

democracia.

La perspectiva de una guerra breve y sin dolor se ha disipado. Varios cientos de

soldados estadounidenses han muerto; más de mil, tal vez dos mil, resultaron heridos.

En un pequeño canal de televisión por cable (un canal de aire importante no difundiría

este tipo de cosas), la actriz Cher contó lo que había visto al visitar recientemente unhospital de Washington: combatientes que habían perdido brazos, piernas, hombres muy

 jóvenes mutilados de por vida. Y Cher se preguntó sobre las razones de esta guerra.

Tratamos de informar a los estadounidenses lo que los medios de comunicación callan.

Por ejemplo esos 10.000, tal vez 30.000 civiles iraquíes que fueron asesinados durante

operaciones breves pero sangrientas. Gracias a internet y a emisoras de radio

 progresistas, intentamos además explicar las modalidades de la ocupación de Irak: el

desembarco violento en el país, la detención de inocentes, cualquiera sea su edad, el

lanzamiento de bombas de 250 o 500 kilos sobre barrios residenciales.

Otra miradaCuando decidí escribir La otra historia de Estados Unidos, elegí contar la historia de las

guerras de la nación, no desde el punto de vista de generales o jefes políticos, sino de

 jóvenes obreros convertidos en GIs, de sus padres y esposas que un día recibían

telegramas con bordes negros. Quería contar la historia de las guerras estadounidenses,

 pero desde el punto de vista de los "enemigos": los mexicanos, cuyo país fue invadido;

los cubanos, cuyo territorio fue confiscado en 1898; los filipinos, que sufrieron una

abominable guerra devastadora a comienzos del siglo XX, en la cual murieron 600.000

 personas al enfrentarse a Estados Unidos, por entonces decidido a conquistar Filipinas.

Al iniciar mis estudios de historia, un fenómeno me llamó la atención. Actualmente

intento explicarlo en mis libros. Se trata de la manera en que el fervor nacionalista (quenos inculcan desde niños imponiéndonos el juramento de fidelidad a la bandera 3, la

veneración del himno nacional y una retórica "patriótica" muy dirigida) impregna el

sistema educativo de todos los países. Me pregunto cómo sería la política exterior de

Estados Unidos si desaparecieran, al menos de nuestras mentes, todas las fronteras del

mundo para considerar a cada niño como nuestro, dondequiera que se encuentre. Sería

entonces impensable arrojar una bomba atómica sobre Hiroshima, napalm sobre

Vietnam, Afganistán o Irak.

Cuando comencé la redacción de mi libro estaba influenciado por lo que había vivido

hasta ese momento: viviendo primero con mis padres en una comunidad negra del Sur,

enseñando en una universidad de mujeres negras, militando contra la segregación racial.

Me di cuenta de que la historia tal como nos había sido enseñada relegaba siempre a unsegundo plano a todos aquellos que no tienen la piel blanca. Desde luego, los indios

desempeñan el papel de figurantes, rápidamente olvidados; los negros aparecen como

esclavos, luego como hombres supuestamente liberados. Pero es siempre el hombre

 blanco quien desempeña el papel protagónico.

De la escuela primaria al secundario, nadie me dio a entender que la llegada de

Cristóbal Colón al Nuevo Mundo fue sinónimo de un genocidio que aniquiló a la

 población indígena de La Española 4. Nadie me explicó que se trataba de la primera

etapa de la expansión supuestamente benévola de una nación nueva, pero que esta

expansión significaba en realidad la expulsión violenta de los indios de todo el

continente, que sería jalonada por atrocidades indescriptibles, tras las cuales se

encerraría a los sobrevivientes en reservas.

A todos los estudiantes estadounidenses se les enseña la masacre de Boston que tuvo

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lugar en vísperas de la guerra de independencia contra la corona inglesa. Cinco

estadounidenses fueron asesinados entonces por soldados británicos, en 1770. Pero,

¿cuántos estudiantes saben que 600 hombres, mujeres y niños de la tribu Pequot, en

 Nueva Inglaterra, fueron masacrados en 1637, o que cientos de familias indígenas

fueron diezmadas, en plena guerra de Secesión, en Colorado, por soldados

estadounidenses?Durante mis estudios de historia, jamás oí hablar de las reiteradas masacres de negros,

 perpetradas en el silencio ensordecedor de un gobierno escudado en su orgullo de

 poseer una Constitución que garantiza la igualdad de derechos. En 1917, por ejemplo,

estalló en East St. Louis uno de los numerosos tumultos raciales de lo que nuestros

libros de historia (de blancos) denominan "la era progresista". Obreros blancos, irritados

 por la llegada de obreros negros, asesinaron a aproximadamente 200 personas. Un negro

estadounidense, W. E. B. Du Bois, escribió sobre el tema un célebre artículo, "La

masacre de East St. Louis". Josephine Baker declaró entonces: "La idea misma de

Estados Unidos me hace temblar".

Al escribir La otra historia de Estados Unidos esperaba despertar una toma de

conciencia de los conflictos de clases, la injusticia racial, la desigualdad de los sexos yla arrogancia estadounidense. Pero también quería destacar la permanencia del

establishment en el poder, la resistencia de los indios a morir y desaparecer, la rebelión

de los negros contra la esclavitud, luego contra la segregación, las huelgas organizadas

 por la clase obrera.

Porque omitir estos actos de resistencia, estas victorias incluso limitadas del "pueblo

humilde" estadounidense, significaría hacer creer que el poder sólo está en manos de

quien posee las armas, de quien posee las riquezas. Quise recordar que la gente que

carece de ellas (obreros, gente de color, mujeres), en cuanto se organiza y protesta a

nivel nacional, adquiere un poder que ningún gobierno puede reprimir fácilmente. No

quiero inventar victorias populares donde no las hay. Pero pensar que escribir páginas

de historia debería resumirse a enumerar una letanía de fracasos significa convertir a los

historiadores en los colaboradores de una espiral regresiva en apariencia inexorable.

Si la historia pretende ser creativa, anticipar un futuro posible sin por ello negar el

 pasado, es necesario -me parece- poner de relieve nuevas posibilidades y revelar todos

esos episodios ocultos en las sombras y en los cuales la gente mostró su capacidad para

resistir, incluso muy brevemente, para agruparse, y a veces para ganar. Parto del

 postulado, o tal vez de la esperanza, de que nuestro futuro reside más en los momentos

de solidaridad que nuestro pasado oculta, que en los siglos de guerra tan sólidamente

arraigados en nuestra memoria.

1. 

El premio "Amis du Monde diplomatique" es patrocinado por Dario Fo, JoséSaramago, José Luis Sampedro y Costa Gavras, quienes para su edición 2003

firmaron una declaración sobre el compromiso de los intelectuales. Informe-

Dipló, 12-12-03.

2.   N. de la R.: El 22 de junio de 1944, Estados Unidos instituye el "GI Bill" que

tiene por objeto ofrecer "un subsidio del gobierno federal a los ex combatientes

de la Segunda Guerra Mundial que quieren reinsertarse en la vida civil". Este

 programa (una forma de gratuidad de los estudios) abrirá las puertas de la

universidad a muchos estadounidenses de origen popular. Actualmente, el paso

 por el ejército es a menudo para los estadounidenses una forma de realizar luego

estudios superiores que, de otra manera, no estarían a su alcance teniendo en

cuenta su costo en Estados Unidos.

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3.   N. de la R.: Recitado en las escuelas estadounidenses, el juramento proclama la

fidelidad a la "bandera de Estados Unidos y a la República que representa. Una

nación, regida por Dios ("under God") indivisible, con libertad y justicia para

todos".

4. 

La isla de Santo Domingo (hoy República Dominicana y Haití).