Zein Zorrilla, "Inundaciones"

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    Inundaciones

    Zen Zorrilla

    [Siete rosas de hierro , pp. 127-143. FCE. Lima: 2004]

    E l h ombre d e b arba roja y chaqu eta d e p ie l t ermin d e exp on er l as

    bondades laborales que una mina de oro poda ofrecer a un ingeniero

    joven. Bebi un sorbo de su botella, clav la mirada en Hernn.

    Como lo ve , no podemos ofrecer es te cargo a un ch ico de la

    c iu dad, men os a u n rec in egres ad o. Bus camo s u n ing en ie ro con

    capacidad probada y acl imatado a es tas lejanas . Orient el mentn

    hacia la meseta entre cuyos pajonales refulga una lejana techera de zinc

    . Es deci r, hombres como usted.

    Hernn Medina sonri, no al barbado, sino al vehculo estacionado

    en el miserable patio del res taurante. El logotipo grabado en la puerta,

    Minera Aurfera Orin, era el que por semanas haba vis to trans i tar en

    las camionetas de supervisin y en los camiones cargados de maquinarias

    y es tructuras que en los l timos meses se desviaban de la Carretera

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    Central para enrumbar hacia los confines de la meseta donde se eriga la

    nueva operacin minera. Lejos estaba de sospechar que justamente una

    de aquellas camionetas le llevara la propuesta ms tentadora de su breve

    carrera profesional.

    Y no digo ms resumi el barbado. Ahora la decis in es de

    usted.

    Hernn aspir con profundidad, elev los codos hasta los hombros,

    como s i aquel movimiento le permitiera as imi lar los a lcances de la

    oferta.

    Es tu diar l a p ro pu es ta di jo , p or d ec ir a lg o; y d e p ro nto,

    asaltado por el recuerdo de las obligaciones abandonadas por atender a

    su v is i tan te: El p rob lema es que no puedo dejar es te t rabajo de la

    noche a la maana. Me tengo que ordenar.

    El barbado dio un sal to y se puso de pie, levant el cuello de su

    chaqueta.

    Me parece lo correcto. Eso se llama responsabilidad. En verdad,

    neces i tamos un hombre de su cal ibre. Considere el sueldo, y las o tras

    faci lidades . Ninguna mina de plata es t en condiciones de ofrecer algo

    siquiera aproximado. Es ms, escuch decir que es tn por cerrar . Es

    cierto?

    Para nada se defendi Hernn, como si la insinuacin estuviera

    dir ig ida precisamente a l. Tenemos problemas, como toda mina de

    plata, pero aqu hay mineral para un siglo. Bueno, pensar su propuesta

    y...

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    Las manos del barbado ya jugaban con las llaves de la camioneta.

    Entonces la pelota queda en su cancha, ingenierazo. Un dedo se

    levant en advertencia. Espero que la respuesta no demore demasiado.

    Hoy, llamo yo a su puerta; si demora, la oferta podra desaparecer.

    Me da unos quince das?

    Tmeselos. En quince das lo espero por all.

    ***

    La reunin haba durado casi una hora, pero a Hernn le pareci slo de

    u n min uto. Mient ras con temp laba a le ja rs e l a camio ne ta h ac ia los

    confines de la meseta, suspir con calma. Al parecer sus sufrimientos en

    Minera El Pilar iban a finalizar de modo inesperado, y feliz.

    La ltima semana haba sido especialmente dura. Comenz con una

    protesta de trabajadores por las quincenas sin pago; a media semana la

    compresora principal de la mina se paraliz por falta de repuestos; y al

    finalizar, un molino quebr el eje y sali de operacin. El viejo Robles y

    sus me cni cos mu lt ipl ic ar on e sf ue rz os y logr ar on supe ra r los

    inconvenientes . La noche anterior, Hernn reuni a los mecnicos en

    torno a una jarra de ponche, abraz al viejo Robles y felicit a todos por

    su entrega.

    Para eso esta mos dijo Robles.

    Increble. Estamos operando sin dinero, ni repuestos.

    Rob les asint i como s i Hernn h ab la ra d e u na min a a jena . La

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    satisfaccin del esfuerzo desplegado lo volva inmune a las penas de esos

    instantes.

    Es la crisis , Hernn. Y es parte del juego. La vida no sera vida si

    todo saliera bien. Lo importante es resistir.

    Hernn sonri; lo estaba aprendiendo. Cuando un ao atrs arrib a

    Minera El Pilar en busca de trabajo, no tena siquiera idea de lo que era

    un disparo o un frente de explota cin. Apar te de dos visitas

    universitarias a una mina, su conocimiento se reduca al recibido en las

    aulas. Por ello, su gran preocupacin, origen de insomnios y sudores, era

    cmo v olca r d icho s con oc imientos a l a r ea lidad. A l as s eman as d e

    recorrer los socavones descubri que apenas requera de los libros; y s

    mas b ien, d es ar ro ll ar u na cap ac id ad d e man do p ara d es empear l a

    j efatura d el mod o q ue l a enten dan los o breros . Hab a q ue s ab er

    comunicar a los jefes las malas noticias; saber guardar silencio ante sus

    explosiones de furia. Con los meses logr acomodarse en el cargo, pero

    y a l o e mb es t an o tr as p es ad il la s. Al a ct ua r d e e se mo do e st ab a

    ejerc iendo realmente su p rofesin? No estaba convir t indose en un

    capataz, til para esa mina, pero intil cuando llegara la hora de e migrar

    a otra? Lograra competir con los colegas que venan desempendose

    con xi to en operaciones mejor cons ti tuidas? Has ta cundo debera

    permanecer en El Pilar?

    La sa ti sf ac ci n de ma nt ene r l a mi na ope ra tiva r ele g esa s

    preocupaciones al olvido. Pero he ah que la visita del barbado vena a

    recordrselas. Sera capaz de responder a las expectativas de la Aurfera

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    Orin? Por qu no le pidi siquiera un mes de plazo al barbado? La bola

    haba quedado en su cancha. Ufff , era cues t in de echarse un sueo y

    aclarar las cosas. Al da siguiente sabra cul paso dar. Estaba seguro.

    Cierta complicacin, s in embargo, es taba esperando la l legada del

    nuevo da. Robles se la llev, apenas iniciada la jornada.

    Hernn palme un hombro del viejo tornero a quin las renuncias de

    sucesivos jefes haban ubicado en la Jefatura de Maestranza.

    Y compadre? Los trabajadores antiguos se sentan cmodos

    con ese trato familiar. Novedades?

    El v iejo enarc las cejas en saludo, se acomod en el s i l ln de los

    visitantes.

    Quiero comentarte dos cosas.

    Hernn t ra t de leer en las manchas cen izas del sesen tn , en la

    profunda arruga de su frente.

    Malas?

    Depende. Novedades . Algunas nos parecen malas al comienzo,

    pero es cuestin de verles el lado bueno.

    He rnn c ont uvo la re spi ra cin. Aquel la of ic ina e n que la s

    c i rcuns tancias lo hab an pos ic ionado , se cargaba de un a i re f r o y l

    volva a ser el tembloroso estudiante en busca de una oportunidad.

    El viejo ya estaba hablando:

    Te acuerdas del cholo Mucha?

    Hernn se acordaba. Qu pasaba con el cholo? Un accidente?

    Y te acuerdas del ma go Poma?

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    S, pero pasa algo?

    Ambos haban presentado su renuncia y no trabajaran ms en El

    Pilar. Robles sac un cigarrillo y lo contempl con detenimiento, como si

    e l a su nto d e l as r en un cias carec ie ra d e imp or tanc ia . S , sa e ra l a

    novedad. Los bandidos abandonaban el desafo.

    Y se van a la Orin finaliz el viejo. La mina de los gringos.

    Hernn se hundi en el gran s i l ln de la Superintendencia que en

    tiempos mejores fuera el trono de ingenieros de cuajo y experiencia.

    Robles evalu las consecuencias de las renuncias. El cholo Mucha y

    el mago Poma eran buenos mecnicos, los mejores de la comarca. Ambos

    haban bata l lado con los equipos de la mina, s in herramien tas y s in

    repuestos y desde los in icios de la cr is is . Afectara sus part idas a El

    Pilar? Un poco, al comienzo. Luego l preparara los reemplazos. Pero el

    problema no era ellos, s ino esa gente de la Orin. Preparar un mecnico

    c os ta ba , y r ob ar a u n t c ni co f or ma do e ra f c il . H er n n d eb er a

    aproximarse a la Orin, presentar una protesta formal.

    No crees que deberas ir?

    Hernn se puso de pie, se tom la cabeza con las manos.

    Y qu les voy a reclamar? S i n i s iqu iera podemos pagar los

    jornales.

    Pero la plat a no es todo, Hern n.

    Robles tena sus ideas. Aparte del dinero haba otros vnculos entre

    un hombre y su empresa. Y el ms importante era la gratitud. Qu eran

    M uc ha y P oma a nt es d e l le ga r a l a M ae st ra nz a? D os p er fo ri st as

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    expulsados del socavn por intiles. Y lo haban olvidado por correr tras

    la primera campana que sonaba sobre el corral. Pero as era la gente de

    hoy, sin memoria ni lealtad.

    Qu se larguen todos y cerremos el negocio de una vez. Los dos

    hombres r ieron a gusto . Luego de las carcajadas , el v iejo dis imul una

    lgrima furtiva, resopl con calma.

    Pero tengo otra novedad. Y con esta s estamos jodidos.

    Ms renunci as?

    No. Fal l la 50 . Se corr i e l nd ice por e l cuel lo. Bomba

    muerta.

    La 50 era una de las bombas que con su gemela, la 51, desaguaba la

    mina y posibi l i taba la explotacin de los n iveles bajos , los nicos que

    producan mineral de algn valor para los precios de crisis por los que

    atravesaba la plata en el mundo.

    Y la 51 est que chirra desde anoche. El viejo inmoviliz en el

    aire su cigarrillo sin encender. Ahora tenemos que cuidarla como a la

    Virgen Santsima. Muere la 51 y somos cholos muertos.

    Hernn se mord i los labios. E l v iejo permaneca inmvi l como

    esperando una respuesta que debera llegar de algn lugar.

    En to nces me v oy p ara a ll su sp ir a l f in . P repara r u n

    mecnico para las emergencias.

    Hernn quera abandonar esa oficina, alejarse de aquel escri torio ;

    ojal nunca se hubiera sentado en aquel silln.

    Quieres que va ya contigo?

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    El viejo le hundi el dedo ndice en el pecho.

    T c lva te en l a r ad io . Y g ri ta ! Que L ima n os env e eso s

    rodamientos. Que consigan la plata donde sea y nos enven unos atades

    tambin Se volvi desde el vestbulo. Por si acaso.

    ***

    En los s ig uien tes d as, l a n ov ed ad est remeci los s ocav on es ; los

    comedores de empleados y vestuarios de obreros; pase su vaho helado

    por los desiertos campamentos donde mujeres demacradas comenzaron a

    murmurar:

    Ahora resulta que dependemos de una bo mba.

    Una bomba vieja y sin repuestos.

    Las ms viejas sacudan la cabeza con ademn dudoso. Haban odo

    hablar de equipos malogrados en los l t imos meses , y s in embargo los

    d as b r il laban igual , los c ielos cont inuaban azules. Las mercan t iles

    es taban vacas y la leche y el arroz se conseguan con peripecias , pero

    ellas sentan que las carencias eran pasajeras , que se solucionaran en

    cualquier momento.

    Una bomba? Tonteras.

    Arreglaban su pelo , indiferentes al fr o v iento que anteceda a las

    tragedias:

    Ah, los hombres . Siembran el miedo, se hacen los importantes ,

    luego se emborrachan sin freno.

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    Neces itamos un ingeniero v iejo dijo una mujer madura que

    haba l legado adolescente a la mina. No al huahua ingeniero que nos

    han puesto encima. Ahora mismo, por dnde andar?

    Hernn paseaba por las oficinas, antao pletricas de dibujantes e

    ingenieros , t repaba a la des tartalada camioneta de la empresa, dejaba

    atrs su oficina y ese negro telfono que un da le anunciara Fall la

    51! y rodaba por las ca lle juelas desast radas de los campamentos

    abandonados . La miseria haba comenzado a imprimir su huella en ese

    rincn perdido de la cordillera.

    Un ao atrs, esos campamentos bullan de contratistas, de ruidosas

    cantinas y comedores donde reinaban las carcajadas y la luz. En esos

    meses de cris is los obreros retornaron a las campias de donde haban

    sido arrancados por la promesa de una paga segura y una vida prspera.

    Hernn retornaba a las oficinas al caer la tarde, se armaba de valor y se

    plantaba ante el aparato de la radio:

    Quiero hablar con la Gerencia.

    El Gerente no se halla. Era la respuesta de Lima en las ltimas

    semanas. Algn mensaje?

    La voz pareca el eco de un fantasma atrapado casualmente por el

    aparato.

    Necesito hablar personalmente con alguien Hernn insista.

    Alguien que pueda decidir.

    Luego del conocido murmullo al otro lado del hilo, la respuesta era

    la misma:

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    Estamos tomando nota. En el prximo correo le enviaremos su

    pedido.

    La vali ja del s iguiente v iernes no t rajo repuesto a lguno , pero s

    dinero. El campamento se anim. Los vendedores de golosinas inundaron

    las cal les como en los buenos t iempos, los borrachos alborotaron las

    calle juelas con sus desafos . Hernn no acud i a l b rindis en e l Club

    Obrero, ni a la fiesta que naci de una oleada de entusiasmo; lo rondaba

    u na p reocup ac i n: t rans cu rr an los d as y e l b arbado esp erab a u na

    r es pu es ta su ya . No e st ar a m al r ea li za r u n v ia je c or to , s ec re to.

    Despachara los hombres a la mina; saldra del campamento y estara de

    retorno para el almuerzo. Los das corran y la bola estaba en su cancha.

    Dispuso que la var an l a ca mi one ta y la a pr ovisi ona ran de

    combustib le. Se plant frente a la ventana de su pieza y contempl los

    lejanos resplandores de Minera Aurfera Orin que copaban el horizonte.

    Era cuest in de armarse de seguridad y dar un nuevo rumbo a su vida.

    P od a s er ma a na , p en sa ba , o p as ado , p er o n o d eb er a p os te rg ar

    demasiado ese viaje.

    El telfono son en el momento menos esperado; la novedad era la

    prevista.

    Hernn l leg has ta la cmara de bombas cuando el hombre que lo

    haba llamado todava no se desprenda del telfono. Apenas habituado a

    la luz de las lmparas reconoci al v iejo Robles y a los aprendices de

    mecnico. Con el agua en la cintura, luchaban por izar la bomba. Hernn

    alcanz a dar un paso en el agua, pero se produjo un brusco borboteo.

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    Tres conos de luz se volvieron a l , luego hacia la regla cal ibrada en

    momentos que es ta regla desapareca en el nuevo nivel de aguas . Las

    lmparas cruzaron sus conos sobre los gritos broncos y las protestas. La

    v oz d e u n n i o, o l a d e u n h ombre p resa d el t er ro r, e st remeci esa

    atmsfera de plvora: la mina se inundaba.

    Una mano atenaz a Hernn de un brazo.

    Nada que hacer, hijo. Era Robles. Salgamos de ac.

    Fueron las palabras que repit i camino a la superficie. Nada que

    hacer. Y la repit i en torno a la fogata, contemplando a sus hombres

    desnudos que ponan a secar sus prendas ante el fuego.

    Debieron de avisarme desde el comienzo dijo Hernn. Les

    dije que yo quera saberlo todo.

    E l v ie jo Rob les o ri en t e l ros tro h ac ia l as l ej an as luces d e l a

    meseta. Las luces de la Aurfera Orin parpadeaba en el horizonte.

    Calma mu rmur. Ya tod o p as . Esta n oche n o h ay q ue

    preocuparse de nada.

    Y repiti la arenga en la cantina de obreros, a la luz de una pulstil

    lmpara a gaso lina. Haca meses que es taba cortado e l sumin ist ro de

    energa elctrica a los campamentos.

    Preocpate por maana. Respondi al saludo de mineros que

    c on ti nua ba n a rr ib an do d e l os s oc av on es p er di do s, s il en ci os os y

    encorvados. Maana todo el mundo estar enterado de la desgracia. Y

    llegar la desesperanza. La gente te preguntar qu hacer. Y t , como

    jefe, debers decir algo.

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    Al contrario de lo que supuso en la fra soledad de la cabina de la radio,

    Hernn descubri que las oficinas de Lima no eran un cementerio . Un

    h ervo r d e corba tas, t acos d e colores y faldas cor tas agi taban los

    i luminados pasadizos . Una graciosa telefonis ta les tom el recado; un

    batir de prpados les invit a esperar un instante.

    En los carteles que decoraban las paredes, Hernn descubri que en

    esas oficinas se manejaban otros negocios de la patrona: Bienes Races,

    Exportaciones, Seguros.

    La telefonista apoy el tubo del aparato en su pecho y les obsequi

    una sonr isa . El los eran la gen te de la mina? A en t rev is tarse con la

    seora? Haban s ido c i tados? Hernn d ijo que la seora conoca e l

    p rob lema. La te lefon ista repi t i en e l tubo aquel las palabras, luego

    escuch en silencio la respuesta y colg.

    Esta noche Ilumin e l recinto con una g ran sonrisa. Los

    espera en su casa.

    A nosotros?

    No son ustedes de la mina? Ocho en punt o, en su casa.

    Al abandonar las oficinas, Robles intent explicar a sus compaeros

    el s ignif icado de la inesperada invitacin. La gente r ica era as cuando

    tomaba cario a su gente. Con toda seguridad, la seora estaba enterada

    de los sacrificios realizados por evitar la inundacin y quera recibirlos

    en privado. No era conveniente comprarse unas corbatas para es tar a

    tono con la deferencia?

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    La residencia de la patrona se ubicaba en una de las zonas exclusivas de

    la capital. Las verjas de hierro pregonaban el podero de su propietaria; y

    el automvil negro que transpona la entrada, anunciaba que no eran los

    mineros los nicos invitados . Luego de unas confusas coordinaciones ,

    fueron instalados en una pequea sala adyacente a la cocina. Hasta all

    un mozo les llev una bandeja de aperitivos.

    Salud, pues Robles tom una copa, la orient hacia Hernn.

    No olvides nada a la hora de habl ar.

    Desde su posicin, Hernn contemplaba los jardines; otro automvil

    negro rodaba con majes tad hacia una zona de parqueo. Ante quines

    iban a presentarse esa noche?

    Bueno carraspe Robles ; la mirada puesta en la bandeja de

    bocaditos. Reunione s de negocios. Es as.

    El mozo los dej solos y Robles ensay los tonos ms graves de su

    voz.

    Seguramente la seora t iene socios . Y quiere en terar los de la

    realidad.

    El Dibujante y el Topgrafo que a duras penas se haban animado a

    formar p ar te d e l a d eleg ac i n, t en an l as b ocas l lenas y e l ros tro

    i luminado; apol t ronados en los s i llones , ba lanceaban sus zapatones

    mineros sobre los coloridos arabescos de las alfombras.

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    No vayas a emborracharte El Topgrafo sonri a Hernn. Lo

    que es yo, no abro mi hocico en este palacio.

    Hernn t en a l a mirad a aus en te , inten taba o rd en ar l as s b it as

    imgenes que lo asal taban. De pronto vio a la mina como a un cuerpo

    humano cuyo exterior lo constituan las oficinas pletricas de muecas

    de falda corta; y las entraas, los oscuros y hmedos socavones de donde

    rudos hombres extraan el mineral . En ese panorama, el palacio de la

    patrona era seguramente el rostro. Y all estaban ellos, llegados desde las

    negras profundidades donde se des ti laban los jugos de la v ida. Pero a

    qu haban l legado? Si al menos hubiera sospechado de esa recepcin.

    Una camisa b lanca habr a ayudado en a lgo . Y un par de zapatos b ien

    lustrados.

    De qu te preocupas , Hernancito! Robles cogi la botel la de

    vino francs que ingresaba con el carr i to de la cena y l len la copa de

    Hernn. Cada uno tomar la palabra l legado e l momento. No es ts

    solo.

    El mozo sonri con fr ialdad cuando Robles le invit a beber una

    copa. Hernn lo contempl alejarse por los corredores, alcanz a ver los

    le janos sa lones, p le tr icos de gen te e legante que parloteaba bajo la

    i luminacin de las araas . Las notas de un piano vibraban en la suave

    atmsfera.

    Parece msica de radio dijo uno de los hombres.

    Es la seora. Robles sec su boca con la servil leta y elev su

    copa. As como nosotros en la mina curamos nuestras penas con la

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    guitarra, hay gente que lo hace con el piano. La seora tiene penas.

    Hernn luchaba con o t ra inqu ie tud . En qu momento pensaba

    recibirlos la seora?

    A la s iguiente entrada del mozo, con el carro de los postres , Hernn lo

    detuvo de un brazo. Y la patrona?

    Perdn? el mozo parpade sorprend ido . Hernn volvi a

    insistir; el mozo pareci entender. Har las consultas y volver.

    La delegacin haba consumido los postres, vaciado dos botellas de

    vino, y los automviles del jardn se comenzaban a ret irar , cuando el

    mozo retorn en compaa de otro que peinaba canas.

    Y caballeros? dij o el canoso. Todo conforme? Contentos?

    Hernn observ que tena las manos cruzadas sobre e l v ien t re y

    es tud iaba e l ros t ro de cada uno de los v is i tan tes . Cuando le l leg e l

    turno, le sostuvo la mirada.

    Me permite una palabra? dijo. No fuera a ser que Robles o uno

    de los otros echara a perder la ocasin. Una consulta?

    El canoso le mostr un rostro grave, dej caer sus prpados; claro,

    poda hablar. Hernn elev la voz sobre el rugido de otro automvil que

    parta, y le explic el motivo de la visita. El canoso inclin la cabeza.

    La se ora?

    Era imposible, la seora haba despedido a sus invitados y en esos

    momentos no se la poda interrumpir. . . Se hallaba dando de comer a sus

    perros. I mposible.

    Y nosotros qu? Robles sent con energa su copa en la mesa,

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    clav la mirada en el canoso como si lo detestara de pronto. No va a

    recibirnos por... unos perros?

    El canoso junt las yemas de sus dedos a la altura del pecho, guard

    un instante de silencio y habl con un tono grave. La presencia de ellos

    en la casona se deba a un error. Las oficinas haban cometido una grave

    equivocacin. Era cierto que la cena estaba programada para esa noche,

    pero una cena ofrecida por la seora a la gente de los Seguros que la

    indemnizaban por la inundacin de su mina. Era todo lo que l, con sumo

    respeto, les poda informar.

    Entonces, nosotros?

    El tono del canoso fue ms grave an. Claro que l advirti el error

    desde un comienzo, pero qu poda haber hecho? Echarlos? No. No era

    el estilo de la casa. Hizo uso de sus atribuciones de mayordomo y, bueno,

    les ofreci esa pequea cena.

    No les gust?

    La delegacin se haba aplastado en las silletas. Robles humedeca

    sus labios, sin atinar a soltar palabra; Hernn ofreci su mano al canoso.

    Entonces hasta la vista.

    Le respondi un apretn de manos, y un parpadeo:

    Puedo hacerles llamar un taxi. O han venido con movilidad?

    Movilidad? Robles seal su zapatones en la oscuridad de la

    avenida, cuando ya estuvieron en la calle. Claro que hemos venido con

    movilidad.

    Eran los nicos peatones a esa hora y la casona haba quedado atrs,

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    suavemente i luminada con sus barro tes que c lavaban sus pas en los

    turbios cielos de la cos ta. Cuando ya no se divisaba ningn palacio y

    el los eran so lo un s i lencioso g rupo de amigos que recorr a las ca l les

    dormidas de la gran ciudad, habl el Dibujante.

    Ahora adnde vamos a ir?

    A casa suspir el Topgrafo.

    Hernn divis un basurero municipal al pie de un rbol. All fue y

    descarg los p lanos con los que haba pensado sus tentar su informe de

    esa noche, hizo pedazos las copias de los reportes y fue a reunirse con el

    grupo que haba divisado un Bar abierto a esa hora.

    Las cervezas colmaron los vasos, pero el sabor era extrao. Hernn

    apenas prob del suyo. Senta en el bolsillo de la camisa el nico papel

    que no hab a ro to , la So l ic i tud de Empleo a la Or in que le dejara e l

    barbado. Justamente esa noche, en unos instantes ms se venca el plazo

    solicitado.

    Nos vamos? dijo Robles. Tampoco haba tocado su vaso. Es

    bueno aproximarse a la Agencia de mnibus, caminando, apreciando las

    calles . No les parece? Pocas veces uno t iene la ocas in de pasear por

    una ciudad bonita.

    E n e l e nt re cr uz ami en to d e c al le s y a ve ni da s, l as s omb ra s s e

    desplazaban como fieras en la espesura.

    Sabes? Robles tom un codo de Hernn. Has pensado qu

    vas a decirle a la gente de la mina?

    La verdad respondi Hernn, sin pensarlo siquiera.

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    Robles esper que el Topgrafo y el Dibujante se les unieran. Y

    habl. No. La verdad, no se poda decir. Era mejor decir que haban sido

    recibidos por la patrona. Que la patrona se haba enternecido al enterarse

    de la inundacin , que los agasaj con una g ran cena y permit i que

    fueran odos por gente distinguida de la Banca y los Seguros. La patrona

    era una gran dama.

    Hernn protest:

    Ests l oco? Voy a mentir?

    Pero no hemos sido re cibidos en su casa?

    Pues s. Y tambin hemos c enado. Pero no vamos a me ntir.

    No, joven. Eso no es mentir.

    Robles busc la luz de un farol, sac lapicero y papel y apoyndose

    en una rodilla dibuj un arco, luego una lnea horizontal.

    Saben qu es esto?

    La bocamina dijo el Topgrafo.

    Y la lnea es el agua que la inunda? aport el Dibujante.

    El lapicero dibuj ahora un crculo y le ados un rectngulo.

    Una bomba dij o Robles.

    Blandi su lapicero sobre las cabezas y encar al Topgrafo.

    Esto que llamas mina, es el alma de los hombres.

    Se volvi al dibujante:

    Y esta lnea, son las pe nas que a veces l a inundan.

    Contempl a uno y a otro acompaante, gir hacia Hernn.

    Y esta bomba es la i lus in que desagua las penas del alma. La

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    ilusin!

    Qu pendejo! Los acompaantes soltaron la carcajada. Este

    hombre cuanto ms viejo, ms pendejo.

    Robles ya es taba hablando. La gente de la mina es taba des truida

    moralmente. De acuerdo? Y la nica ilusin que la alimentaba, por esos

    d as, e ra s er r ec ib id os p or l a p at ro na . Y e llos n o p od an matar e sa

    ilusin.

    Acaso no hemos es tado en la casa de la pat rona? Acaso no

    hemos comido del banquete? Ah? Slo fal t verla a el la . Pero s i me

    propongo, puedo convencerme, y convencerlos a us tedes que nos ha

    recibido.

    Y qu haremos luego?

    Qu h ar an luego ? No h ab a q ue p reocup arse . Nacer an o tras

    i lus iones . La v ida era eso . No se daban cuen ta , sar ta de v ie jos? Lo

    imp or tante e ra p as ar e so s malos momen to s. E l r es to v en dr a s olo.

    Siempre era as.

    La cal le que recorran dio a un espacio i luminado. Un parque de

    diversiones con bancas de cemento y mesas dispuestos para merendar a la

    intemperie. Desde all poda divisarse el aviso luminoso de la Agencia de

    mnibus que se los llevara a la mina. Y para eso faltaban unas horas.

    Ser lo que digas. Hernn busc acomodo en una banca fra.

    El viejo Robles consult con la mirada a los otros rostros.

    Se inund la mina dijo. Nada se puede hacer. Pero ahora nos

    toca batallar para que no se inunden las esperanzas. Y esa bombita tiene

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    que trabajar

    Rieron a carcajadas, hasta que los ojos se les anegaron en lgrimas.

    Cuando volvi el s ilencio, el Dibujante continu riendo y solo se call

    cuando dos brazos lo sacudieron de los hombros. Entonces el Dibujante

    se apart del grupo, abri su abrigo y puso en la mesa de cemento dos

    botellas de vino francs.

    Y es o?

    El Dibujante adopt el rostro mas serio de la vida.

    De parte de la seora. Hijito, llvate para el camino, me dijo con

    sumo cario.

    L a c ar ca ja da s e l ev an t d e e se g ra n pa rq ue s ol it ar io , f r o e

    iluminado, donde los mineros eran los nicos seres vivos.

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