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ALGO ME DICE QUE DEBO PARTIR  1 A la espera de Dios. (1942) Simone Weil 16 de abril de 1942 Querido Padre: Salvo imprevistos, nos veremos dentro de ocho d ´ ıas por ´ ultima vez. Debo mar- charme a nales de mes. Estar´ ıa bien que cons igui era usted arreglar las cosa s de modo que pudi´ esemos h ablar con tranquilidad sobre esa se lecci´ on de textos, aunque supongo que no sera posible. No tengo ninguna gana de irme. Partir´ e con angustia. Los alculos de probabili- dad en que se apoya mi determinaci´ on son tan inciertos que apenas la sostienen. El pensamiento que me gu ´ ıa y que habita en m´ ı desde hace nos, de forma que no me atrevo a abandonarlo aunque las posibilidades de realizaci´ on sean escasas, est´ a muy cerca del proyecto en el que tuvo usted la generosidad de ayudarme hace unos meses y que no tuvo ´ exit o. En el fondo, la principal raz´ on que me empuja es que, dado el ritmo y el curso de los acontecimientos, me parece que ser ´ ıa la decisi´ on de quedarme la que constituir´ ıa un acto de propia voluntad. Y mi mayor deseo es perder no s´ olo toda voluntad, sino todo ser propio. Creo que algo me dice que debo partir. Como estoy completamente segura de que no es la sensibilidad, me abandono a ello. Conf ´ ıo en que este abandono, incluso si me equivoco, me lleve nalmente a buen puerto. Lo que yo llamo buen puerto, como usted sabe, es la cruz. Si no me es dado merecer alg´ un d ´ ıa la part icipaci´ on en la cruz de Cristo sea, al menos, en la del buen ladr´on. De todo s los per son ajes, aparte de Cri sto , que aparecen en el ev angelio, el buen ladr´ on es con mucho al que m´ as en vid io. Habe r estado jun to a Cr ist o, en su misma situaci´ on, durante la crucixi´ on, me parece un privilegio mucho m´ as envidiable que estar a su derecha en su gloria. 1 La cuesti´ on que le atormentaba era la de su viaje a Am´ erica que le alejaba de los peligros de la inminente ocupaci´ on de la zona libre. Para ella no era una cuesti´ on de   peligro  sino de   servicio . En Nueva York, desfallecer´ a de pena en su impaciencia por marchar a Londres. M´ as aun, aspira a una misi´ on peligrosa (llegando hasta el sabotaje) que le har´ a caer en la enfermedad y la muerte. Ve en ello algo m´ as que un rasgo de su car´ acter: siente que ´ esa es su vocaci´ on.  Estoy fuera de la verdad; nada humano puede llevarme a ella; y tengo la certeza de que Dios no me llevar´ a de otra forma que esa. Una certeza semejante a la que hay en la ra´ ız de una vocaci´on.  ( ´ Ecrits de Londres , carta a Maurice Schumann). Ese viaje era para ella una cuesti´ on de co nciencia en l a qu e pre sent ´ ıa comprometidas su vida y su muerte, muerte a la que, p or encima de todo, no quer´ ıa escapar. 1

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ALGO ME DICE QUE DEBO PARTIR   1

A la espera de Dios. (1942)

Simone Weil 

16 de abril de 1942

Querido Padre:

Salvo imprevistos, nos veremos dentro de ocho dıas por ultima vez. Debo mar-

charme a finales de mes. Estarıa bien que consiguiera usted arreglar las cosas de

modo que pudiesemos hablar con tranquilidad sobre esa seleccion de textos, aunque

supongo que no sera posible.

No tengo ninguna gana de irme. Partire con angustia. Los calculos de probabili-

dad en que se apoya mi determinacion son tan inciertos que apenas la sostienen. El

pensamiento que me guıa y que habita en mı desde hace anos, de forma que no me

atrevo a abandonarlo aunque las posibilidades de realizacion sean escasas, esta muy

cerca del proyecto en el que tuvo usted la generosidad de ayudarme hace unos meses

y que no tuvo exito.

En el fondo, la principal razon que me empuja es que, dado el ritmo y el curso de

los acontecimientos, me parece que serıa la decision de quedarme la que constituirıaun acto de propia voluntad. Y mi mayor deseo es perder no solo toda voluntad, sino

todo ser propio.

Creo que algo me dice que debo partir. Como estoy completamente segura de

que no es la sensibilidad, me abandono a ello.

Confıo en que este abandono, incluso si me equivoco, me lleve finalmente a buen

puerto.

Lo que yo llamo buen puerto, como usted sabe, es la cruz. Si no me es dado

merecer algun dıa la participacion en la cruz de Cristo sea, al menos, en la del buen

ladron. De todos los personajes, aparte de Cristo, que aparecen en el evangelio,el buen ladron es con mucho al que mas envidio. Haber estado junto a Cristo,

en su misma situacion, durante la crucifixion, me parece un privilegio mucho mas

envidiable que estar a su derecha en su gloria.

1La cuestion que le atormentaba era la de su viaje a America que le alejaba de los peligros de lainminente ocupacion de la zona libre. Para ella no era una cuestion de   peligro sino de   servicio.En Nueva York, desfallecera de pena en su impaciencia por marchar a Londres. Mas aun, aspira auna mision peligrosa (llegando hasta el sabotaje) que le hara caer en la enfermedad y la muerte.Ve en ello algo mas que un rasgo de su caracter: siente que esa es su vocacion.   Estoy fuera de laverdad; nada humano puede llevarme a ella; y tengo la certeza de que Dios no me llevar a de otraforma que esa. Una certeza semejante a la que hay en la raız de una vocacion. ( ´ Ecrits de Londres ,

carta a Maurice Schumann). Ese viaje era para ella una cuestion de conciencia en la que presentıacomprometidas su vida y su muerte, muerte a la que, por encima de todo, no querıa escapar.

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Aunque la fecha este proxima, mi decision no esta todavıa tomada de forma

enteramente irrevocable. Ası que, si por azar tuviera algun consejo que darme, este

serıa el momento. Pero no piense especia mente en ello. Sin duda, tendra cosas

mucho mas importantes en las que pensar.

Una vez me haya marchado, me parece poco probable que las circunstancias me

permitan volver a verle algun dıa. En cuanto a eventuales encuentros en la otra vida,

ya sabe que eso no se ajusta a mi forma de ver las cosas. Pero poco importa. Le

basta a mi amistad con que usted exista.

No podre dejar de pensar con vıvida angustia en todos aquellos que habre dejado

en Francia y particularmente en usted. Pero tampoco eso tiene importancia. Creo

que usted es una de esas persona las que, pase lo que pase, jam as puede ocurrirle

ningun mal.

La distancia no impedira que mi deuda con usted crezca con tiempo, dıa a dıa,

pues no me impedira recordarle. Y es imposible pensar en usted sin pensar en Dios.

Con mi amistad filial,

Simone Weil 

P. S.: Ya sabe que mi proposito al hacer este viaje no es huir de los sufrimien-

tos y los peligros. Mi angustia surge precisamente de mi tema que, al marcharme,

este haciendo, a pesar mıo y sin yo saberlo, que por encima de todo quisiera evitar:

huir. Hasta ahora, aquı ha vivido con tranquilidad. Si esa tranquilidad desapareciera

precisamente despues de mi partida, serıa horrible para mı. Si tuviera la certeza de

que va a ser ası, creo que me quedarıa. Si sabe usted algo que permita hacer alguna

prevision, cuento con que me lo comunique.

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