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UN MENSAJE PARA NUESTROS JÓVENES Hay libros que son de vital impor- tancia, los cuales no reciben considera- ción por parte de nuestros jóvenes. Los pasan por alto porque no les resultan tan interesantes como algunas lecturas más livianas. Deberíamos aconsejar a los jóvenes que se aferren al material de lectura que parezca recomendable para la edifica- ción del carácter cristiano. Los puntos más esenciales de nuestra fe deberían quedar estampados en la memoria de los jóvenes. Ya han tenido una vislum- bre de estas verdades, pero no una fami- liaridad como la que los llevaría a con- siderar el estudio [de estos libros] favo- rablemente. Nuestros jóvenes deberían leer lo que tendrá un efecto saludable, santificador, sobre la mente. Necesitan hacer esto con el fin de estar capacita- dos para discernir qué es la religión ver- dadera. Hay mucha lectura buena que no es santificadora. Ahora es el momento y la ocasión para trabajar en favor de los jóvenes. Díganles que ahora estamos en una cri- sis peligrosa, y necesitamos saber cómo discernir la piedad verdadera. Nuestros jóvenes necesitan ser ayudados, eleva- dos y animados, pero de la manera co- rrecta; no como tal vez ellos lo deseen, sino de la manera que los ayudará a te- ner mentes santificadas. Necesitan, más que ninguna otra cosa, religión buena, santificadora. No espero vivir mucho tiempo más. Mi obra está casi terminada. Digan a nuestros jóvenes que quiero que mis pala- bras los alienten a seguir el estilo de vida que es más atractivo para las inteligencias celestiales, y que su influencia sobre otros pueda ser la más ennoblecedora. En horas de la noche [me vi] seleccio- nando libros y desechando los que no son de provecho para los jóvenes. Para ellos, deberíamos seleccionar libros que los animen a llevar una vida sincera y los lleven a abrir la Palabra. Esto me había sido presentado en el pasado, y ahora pensaba que debía presentarlo ante ustedes para reafirmarlo. No po- demos permitirnos dar a los jóvenes lecturas carentes de valor. Se necesitan libros que sean una bendición para la mente y el alma. Estas cosas son con- sideradas demasiado livianamente; por lo tanto, nuestro pueblo debería fami- liarizarse con lo que estoy diciendo. No creo que tendré más Testimonios para nuestro pueblo. Nuestros hombres de mente sólida saben lo que es bueno para la elevación y la edificación de la obra. Pero, con el amor de Dios en su corazón, necesitan ir más y más profun- do en el estudio de las cosas de Dios. Estoy muy preocupada porque nuestros jóvenes tengan la clase de lectura apro- piada; entonces los de más edad tam- bién la conseguirán. Debemos mante- ner nuestros ojos fijos sobre la atracción religiosa de la verdad. Hemos de man- tener mente y nuestro cerebro abiertos a las verdades de la Palabra de Dios. Satanás viene cuando los hombres no lo advierten. No debemos estar satis- fechos porque el mensaje de adverten- cia ya ha sido presentado alguna vez. Debemos presentarlo una y otra vez. Podríamos iniciar un curso de lec- tura tan intensamente interesante que atraiga a muchas mentes e influya sobre ellas. Si se me deja [vivir] para trabajar más, con gusto ayudaría a preparar li- bros para los jóvenes. Hay una obra para hacer en favor de los jóvenes, por medio de la cual sus mentes serían estampadas y moldeadas por la verdad santificadora de Dios. Es mi sincero deseo, para nuestros jóvenes, que encuentren el verdadero significado de la justificación por la fe y la perfec- ción de carácter que los preparará para la vida eterna. No espero vivir mucho tiempo más, y dejo este mensaje para los jóvenes: que no fallen en el tiro al blanco. Exhorto a mis hermanos a estimular a los jóvenes para que siempre manten- gan sumamente en alto la preciosura y la gracia de Dios. Trabajen y oren cons- tantemente para [obtener] un sentido de lo invalorable de la religión verdade- ra. Introdúzcanse en lo bienaventurado y atractivo de la santidad y la gracia de Dios. Me he sentido agobiada por esto porque sé que se lo descuida. No tengo seguridad de que mi vida vaya a durar mucho más, pero siento que soy aceptada por el Señor. Él sabe cuánto he sufrido mientras testifica- ba acerca de las bajas normas de vida adoptadas por los así llamados cristia- nos. He sentido que era imperativo que la verdad se viera en mi vida, y que mi testimonio llegara al pueblo. Quiero que hagan todo lo posible para que mis escritos sean colocados en manos de la gente de tierras extranjeras. Digan a los jóvenes que han teni- do muchas ventajas espirituales. Dios quiere que hagan esfuerzos fervientes para poner la verdad ante la gente. He recibido la impresión de que es mi de- ber especial decir estas cosas.–Review and Herald, 15 de abril de 1915 [ella fa- lleció el 16 de julio].

UN MENSAJE PARA NUESTROS JOVENES

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  • UN MENSAJE PARA NUESTROS JVENES

    Hay libros que son de vital impor-tancia, los cuales no reciben considera-cin por parte de nuestros jvenes. Los pasan por alto porque no les resultan tan interesantes como algunas lecturas ms livianas. Deberamos aconsejar a los jvenes que se aferren al material de lectura que parezca recomendable para la edifica-cin del carcter cristiano. Los puntos ms esenciales de nuestra fe deberan quedar estampados en la memoria de los jvenes. Ya han tenido una vislum-bre de estas verdades, pero no una fami-liaridad como la que los llevara a con-siderar el estudio [de estos libros] favo-rablemente. Nuestros jvenes deberan leer lo que tendr un efecto saludable, santificador, sobre la mente. Necesitan hacer esto con el fin de estar capacita-dos para discernir qu es la religin ver-dadera. Hay mucha lectura buena que no es santificadora. Ahora es el momento y la ocasin para trabajar en favor de los jvenes. Dganles que ahora estamos en una cri-sis peligrosa, y necesitamos saber cmo discernir la piedad verdadera. Nuestros jvenes necesitan ser ayudados, eleva-dos y animados, pero de la manera co-rrecta; no como tal vez ellos lo deseen, sino de la manera que los ayudar a te-ner mentes santificadas. Necesitan, ms que ninguna otra cosa, religin buena, santificadora. No espero vivir mucho tiempo ms. Mi obra est casi terminada. Digan a

    nuestros jvenes que quiero que mis pala-bras los alienten a seguir el estilo de vida que es ms atractivo para las inteligencias celestiales, y que su influencia sobre otros pueda ser la ms ennoblecedora. En horas de la noche [me vi] seleccio-nando libros y desechando los que no son de provecho para los jvenes. Para ellos, deberamos seleccionar libros que los animen a llevar una vida sincera y los lleven a abrir la Palabra. Esto me haba sido presentado en el pasado, y ahora pensaba que deba presentarlo ante ustedes para reafirmarlo. No po-demos permitirnos dar a los jvenes lecturas carentes de valor. Se necesitan libros que sean una bendicin para la mente y el alma. Estas cosas son con-sideradas demasiado livianamente; por lo tanto, nuestro pueblo debera fami-liarizarse con lo que estoy diciendo. No creo que tendr ms Testimonios para nuestro pueblo. Nuestros hombres de mente slida saben lo que es bueno para la elevacin y la edificacin de la obra. Pero, con el amor de Dios en su corazn, necesitan ir ms y ms profun-do en el estudio de las cosas de Dios. Estoy muy preocupada porque nuestros jvenes tengan la clase de lectura apro-piada; entonces los de ms edad tam-bin la conseguirn. Debemos mante-ner nuestros ojos fijos sobre la atraccin religiosa de la verdad. Hemos de man-tener mente y nuestro cerebro abiertos a las verdades de la Palabra de Dios. Satans viene cuando los hombres no lo advierten. No debemos estar satis-fechos porque el mensaje de adverten-cia ya ha sido presentado alguna vez. Debemos presentarlo una y otra vez.

    Podramos iniciar un curso de lec-tura tan intensamente interesante que atraiga a muchas mentes e influya sobre ellas. Si se me deja [vivir] para trabajar ms, con gusto ayudara a preparar li-bros para los jvenes. Hay una obra para hacer en favor de los jvenes, por medio de la cual sus mentes seran estampadas y moldeadas por la verdad santificadora de Dios. Es mi sincero deseo, para nuestros jvenes, que encuentren el verdadero significado de la justificacin por la fe y la perfec-cin de carcter que los preparar para la vida eterna. No espero vivir mucho tiempo ms, y dejo este mensaje para los jvenes: que no fallen en el tiro al blanco. Exhorto a mis hermanos a estimular a los jvenes para que siempre manten-gan sumamente en alto la preciosura y la gracia de Dios. Trabajen y oren cons-tantemente para [obtener] un sentido de lo invalorable de la religin verdade-ra. Introdzcanse en lo bienaventurado y atractivo de la santidad y la gracia de Dios. Me he sentido agobiada por esto porque s que se lo descuida. No tengo seguridad de que mi vida vaya a durar mucho ms, pero siento que soy aceptada por el Seor. l sabe cunto he sufrido mientras testifica-ba acerca de las bajas normas de vida adoptadas por los as llamados cristia-nos. He sentido que era imperativo que la verdad se viera en mi vida, y que mi testimonio llegara al pueblo. Quiero que hagan todo lo posible para que mis escritos sean colocados en manos de la gente de tierras extranjeras. Digan a los jvenes que han teni-do muchas ventajas espirituales. Dios quiere que hagan esfuerzos fervientes para poner la verdad ante la gente. He recibido la impresin de que es mi de-ber especial decir estas cosas.Review and Herald, 15 de abril de 1915 [ella fa-lleci el 16 de julio].