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DIGITAL Semanario de las Iglesias de Granada y Guadix 19 de junio de 2016 1150 AÑO XXIV HOMENAJE AL VICARIO D. MANUEL REYES LA MISERIA TIENE ROSTRO TEOLOGÍA POLÍTICA Y POLIS

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DIGITAL

S e m a n a r i o d e l a s I g l e s i a s d e G r a n a d a y G u a d i x

19 de junio de 2016Nº 1150 • AÑO XXIV

HOMENAJE AL VICARIO D. MANUEL REYES

LA MISERIA TIENE ROSTRO

TEOLOGÍA POLÍTICA Y POLIS

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El Papa visitó el lunes día 13 la sede del Pro-grama Mundial de Alimentos (PMA), con mo-tivo de la apertura de la Sesión anual 2016 de la junta ejecutiva. En sus palabras, de las que ofrece un extracto, recordó que mientras se impiden ayudas y distribución de alimentos, en las zonas de guerra circulan libremente armas. También recordó que la miseria tiene rostro y que no consideremos algo natural el hambre de miles de personas.

(…) La excesiva información con la que contamos va generando paulatinamente la “naturalización” de la miseria. Es decir, poco a poco, nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las evaluamos como algo “natural”. Son tantas las imágenes que nos invaden que vemos el dolor, pero no lo toca-mos; sentimos el llanto, pero no lo consolamos; vemos la sed pero no la saciamos. De esta manera, muchas vidas se vuelven parte de una noticia que en poco tiempo será cambiada por otra. Y mien-tras cambian las noticias, el dolor, el hambre y la sed no cambian, permanecen.

Tal tendencia –o tentación– nos exige un paso más y, a su vez, revela el papel fundamental que Insti-tuciones como la vuestra tiene para el escenario global. Hoy no podemos darnos por satisfechos con sólo conocer la situación de muchos herma-nos nuestros. No basta elaborar largas reflexiones o sumergirnos en interminables discusiones sobre las mismas, repitiendo incesantemente tópicos ya por todos conocidos.

Es necesario “desnaturalizar” la miseria y dejar de asumirla como un dato más de la realidad. ¿Por qué? Porque la miseria tiene rostro. Tiene rostro de niño, tiene rostro de familia, tiene rostro de jó-venes y ancianos. Tiene rostro en la falta de po-sibilidades y de trabajo de muchas personas, tie-ne rostro de migraciones forzadas, casas vacías o destruidas. No podemos “naturalizar” el hambre de tantos; no nos está permitido decir que su si-tuación es fruto de un destino ciego frente al que nada podemos hacer. Cuando la miseria deja de tener rostro, podemos caer en la tentación de em-pezar a hablar y discutir sobre “el hambre”, “la alimentación”, “la violencia” dejando de lado al sujeto concreto, real, que hoy sigue golpeando a nuestras puertas. Cuando faltan los rostros y las historias, las vidas comienzan a convertirse en ci-fras, y así paulatinamente corremos el riesgo de burocratizar el dolor ajeno.

Las burocracias mueven expedientes; la compa-sión, en cambio, se juega por las personas. Y creo que en esto tenemos mucho trabajo por realizar. Conjuntamente con todas las acciones que ya se realizan, es necesario trabajar para “desnaturali-zar” y desburocratizar la miseria y el hambre de nuestros hermanos. Esto nos exige una interven-ción a distintas escalas y niveles donde sea colo-cado como objetivo de nuestros esfuerzos la per-sona concreta que sufre y tiene hambre, pero que también encierra un inmenso caudal de energías y potencialidades que debemos ayudar a concretar. (…)

La miseria tiene rostroDiscurso en la sede del

Programa Mundial de Alimentos

vozdelPapa

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El próximo 26 de junio los españoles estamos convo-cados a las urnas en elecciones generales para elegir al nuevo presidente del Gobierno, en unos comicios que se repiten tras no llegar a acuerdos para su constitución en la anterior convocatoria.

En medio de un clima de saturación de mensajes elec-torales y de encrucijada por el momento político y so-cial que vive nuestro país, surge la desorientación para buena parte de personas cristianas y de buena volun-tad que no saben cómo afrontar esta circunstancia de la vida social del país.

Mientras, y sin ser un documento de cariz político al hilo de los comicios a los que estamos convocados, nuestro Arzobispo Mons. Javier Martínez ha publica-do un artículo que, bajo el título Materiales para una política teológica cristiana, se propone como principio para iniciar una reflexión y un debate sobre la necesi-dad de los cristianos de elaborar, con tiempo y sere-nidad, un pensamiento político que se deriva de una experiencia de fe.

El artículo inaugura, bajo el nombre de Materiales, una nueva sección del blog Ciudad de Dios y de los hom-bres, disponible a través de www.arzobispodegranada.es. No pretende agotar ningún planteamiento ni dar respuesta a un pensamiento político derivado de la ex-periencia de la fe sobre el que, en cambio, sí se propo-ne abordar, ayudado también por textos de distintos autores y pensadores que irán añadiéndose a dicha sección en el citado blog.

“La decisión de iniciar esta sección en el blog Ciudad de Dios y de los hombres es casi connatural (y contem-poránea) a la idea del mismo blog: si Cristo es Señor de todo ‘en los cielos, en la tierra y en los abismos’ (Flp 2, 10), todo tiene que ver con el señorío de Cristo, y Cris-to tiene que ver con todas las cosas, puesto que ‘todo ha sido creado por Él y para Él (…) y todo tiene en Él su consistencia’ (Col 1, 16-17). No es posible, por tanto, que una actividad, o un ámbito de relaciones tan deci-sivas para la vida humana como es la vida de la polis, esto es, el régimen y la articulación de las comunida-des humanas más allá de la familia y entre ellas, quede totalmente al margen de Cristo”, explica en su Intro-ducción nuestro Arzobispo. “No es posible que Cristo resucitado y vivo, y que la experiencia que la Iglesia tiene de él y del Padre en la comunión del Espíritu San-to, no tengan nada que decir acerca de esas relaciones que nos constituyen, y determinan considerablemente la conciencia que tenemos de nosotros mismos y del mundo”, subraya Mons. Javier Martínez.

Desde el Secretariado de Medios de Comunicación Social y el Semanario Fiesta de Granada y Guadix re-comendamos vivamente su lectura, como ayuda para afrontar con madurez y responsabilidad nuestra vida de cristianos vividos en todos los órdenes y ámbitos en los que nos relacionamos en este tiempo y este mundo que el Señor nos da a vivir.

La vida cristiana en todo ámbito

Editorial

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Sumario

SumarioDirectora:Paqui Pallarés García

Redacción:Rosa Die AlcoleaPedro Flores Medina

Colaboradores: Antonio Gómez Casas (Guadix)José Antonio Vinuesa GarcíaIgnacio Fernández González

Edita: ARZOBISPADO DE GRANADAPlaza Alonso Cano, s/n18001 GRANADA tel.: 958 215 675 e-mail: [email protected]ño y maquetación:Secretariado de Medios de Comunicación de la Archidiócesis de Granada

Facebook:Archidiócesis Granada

Twiter:@Archigranada

02. Voz del PapaLa miseria tiene rostro

Discurso en la sede del Programa Mundial de Alimentos

03. Editorial La caridad y el amor, señas del cristiano

05. Mirada• “Yo doy gracias al Señor por mi vocación”

• Premios del Concurso fotográfico para promover la iglesia de San Nicolás

• La música levanta nuestra mirada y nos acerca a Dios

•Oración ecuménica en la iglesia de Santiago

•Una Asociación Cultural recupera los autos sacramentales para la ciudad de Guadix

•Convivencia parroquial de Huéscar en la ermita de las Santas

•Casi 11.000 euros recaudados por el Colegio Sagrada Familia

•Agenda

11. A fondoMateriales para una política teológica cristianaMons. Javier Martínez

22. Cultura Vías de entendimiento y amistad “La española inglesa”, de Cervantes (y II)

25. Luz de la Palabra“El que pierda su vida por mi causa la salvará”XII Domingo del Tiempo Ordinario

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D. Manuel Reyes Ruíz es actualmente Delegado Episcopal para actos públicos de naturaleza civil y relaciones con las instituciones civiles y Cape-llán Mayor de la Capilla Real.

El Arzobispado de Granada homenajeó a D. Manuel Reyes Ruíz, sacerdote natural de Granada y dedicado por completo a la Iglesia durante todos estos años, especialmente en nuestra Archidiócesis. La celebración tuvo lugar el pasado día 10 en la Iglesia del Sagrario de la Catedral, donde nuestro Arzobis-po presidió la Eucaristía y concelebrada por parte del clero diocesano. Posteriormente, hubo una comida fraterna, en la que D. Manuel Reyes dirigió unas pala-bras de afecto a todos los asistentes: “Yo doy gracias al Señor por mi vocación y doy gracias al Señor por lo que ha significado en mi vida esta dedicación al servicio de la Iglesia en campos tan variados, pero la Pastoral de la Familia y la Pastoral Educativa, principal-mente han sido las dos cosas que me han llenado”.

SERVICIO A LA IGLESIA

D. Manuel Reyes se ordenó en Granada el 30 de septiembre de 1949, enseñó religión en el Instituto Experimental Padre Manjón durante 14 años, y a la vez que inició su labor en el Movimiento Familiar Cris-tiano.

Estuvo al frente del Seminario Mayor durante 3 años, hasta el año 75, y también atendió a las monjas de los Ogíjares, las Carmelitas y las dominicas. Trabajó en la Vicaría de Enseñanza, el Patronato escolar diocesano, y organizó de primera mano la visita a Granada del Papa Juan Pablo II en 1982.

Asimismo, lo nombraron Consiliario Nacional del Mo-vimiento Familiar Cristiano, y vivió de cerca el naci-miento de la Secretaría de los Obispos de Andalucía. Además, compaginó sus tareas laborales con sus años de párroco en Pinos Puentes, Caparacena, Beas y Tie-na y Olivares.

“Yo doy gracias al Señorpor mi vocación”

Homenaje a D. Manuel Reyes

Mirada

D. Manuel Reyes junto al Arzobispo en el homenaje.

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MiradaEntregados los premios del Concurso fotográfico para promover la iglesia de San Nicolás

Las obras presentadas al concurso pueden verse en la Curia Metropolitana, hasta el 23 de junio, gratuitamente, de lunes a viernes, de 10 a 13:30 horas.

Rosella Bianco (I Premio), Miguel Vargas (II Premio) y Francisco Santiandreu (III Premio) son los ganado-res del I Concurso de Fotografía Amigos de San Ni-colás, convocado por el grupo de personas que, con el nombre de la iglesia ubicada en el Mirador de San Nicolás, colaboran en la promoción de este templo cerrado al culto, y de cuyas obras de restauración co-menzaron hace dos meses.

Precisamente, el inicio de las obras fue la ocasión para emprender esta nueva actividad, de entre las que se llevan a cabo durante el año para difundir y dar a co-nocer el templo albaicinero. Unas actividades entre las que destaca la visita al campanario de la iglesia, dan-do así la oportunidad de contemplar desde las alturas el barrio, la ciudad y la Alhambra, y cuyos donativos se destinan a las obras de restauración.

ENTREGA DE PREMIOS Y ASISTENTES

El pasado jueves día 9, el Centro Cultural Nuevo Inicio acogía el acto de entrega de los premios del I Concur-so Fotográfico Amigos de San Nicolás y se presentaba la exposición de fotos que han concurrido al concur-so. La muestra de fotos con todas las obras presenta-das al certamen fotográfico puede visitarse hasta el 23 de junio de forma gratuita, en horario de lunes a viernes, de 10 a 13:30 horas, en el Edificio de la Curia Metropolitana.

El acto de entrega de premios y presentación de la ex-posición estuvo a cargo del Delegado episcopal para actos públicos de naturaleza civil y relaciones con las instituciones civiles, D. Manuel Reyes, que estuvo acompañado por el Portavoz de Amigos de San Ni-colás, José Luis Guardiola, en un acto al que tam-bién asistió el Ecónomo Diocesano D. José Alberto Fernández.

Ganadores (de izq a der. II Premio, I Premio y III Premio) del I Concurso Fotográfico Amigos de San Nicolás.

Primer premio.

Segundo premio. Tercer premio.

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Mirada

La música bien cuidada constituye un destaca-do elemento en las celebraciones litúrgicas que embellecen la participación y favorecen nuestra oración. Y es una invitación “para los creyentes y hombres de buena voluntad a comprometerse para dar a la humanidad un porvenir lleno de esperanza”, en palabras del Papa emérito Bene-dicto XVI.

“En la música, en el panorama de la naturaleza, en el sueño nocturno, es a otra cosa a lo que el hombre rinde homenaje, otra cosa de la que espera todo: lo espera. Su entusiasmo espera algo que la música, o todo lo hermoso que existe en el mundo, ha desper-tado dentro de sí. Cuando el hombre lo ‘pre-siente’, de inmediato inclina su alma a la espera de esa otra

La música levanta nuestra mirada y nos acerca a Dios

cosa: aún delante de lo que puede entender, espera otra cosa; entiende lo que puede entender, pero es-pera otra cosa”.

Con estas palabras referidas a la música, el sacerdote italiano y fundador del Movimiento Comunión y Libe-ración, Mons. Luigi Giussani, indica el camino que es la música a través de la cual nuestro corazón se acerca a Dios mismo. Es en la música, en ese sentir previo, donde se despiertan los anhelos de un infinito que no viene de nosotros mismos y pone en guardia, alienta y despierta, nuestra propia alma porque intuye y espe-ra “otra cosa”. La música, vía de camino hacia Dios, portadora de una belleza que toca el alma humana, es uno de los elementos más destacados en las ce-lebraciones litúrgicas, especialmente en la Eucaristía.

Coros “Santa Cecilia” y “Santa María Niña” de la Catedral de Granada

El concurso fue convocado por la página oficial Ami-gos de San Nicolás en Facebook, con motivo del inicio de las obras de restauración, y las obras ganadoras fueron seleccionadas por un jurado.

D. Manuel Reyes dio las gracias a cuantos colaboran en donar su tiempo para atender las visitas al cam-panario, así como la tienda, y en las actividades que promueven, entre ellas el Premio Amigos de San Ni-colás a la Conservación del Patrimonio Cristiano de Granada, que el próximo mes de septiembre celebra-rá su cuarta edición. Un Premio que en su primera edición recibió a título póstumo el periodista Enrique Seijas, que colaboró en esta iniciativa de Amigos de San Nicolás.

Precisamente, el Delegado Episcopal tuvo palabras de recuerdo para Seijas, como también para el sacerdote recientemente fallecido D. Javier Alaminos, y que, junto con San Nicolás, santo de quien el templo lleva

el nombre, afirmó D. Manuel Reyes son intercesores para que las obras en el templo albaicinero lleguen a buen puerto y sea un punto de encuentro de fieles de todo el mundo.

Por su parte, el Portavoz de Amigos de San Nicolás, José Luis Guardiola, subrayó en el acto de presenta-ción que esta dinamización del templo y su recupera-ción contribuye también a revitalizar todo el barrio del Albaicín, al mismo tiempo que mostró la voluntad de Amigos de San Nicolás de emprender restauraciones de otros templos. Unas obras cuyo coste sólo vienen sufragados por las aportaciones voluntarias, ya que “no hay ayudas” de ningún tipo, así como de las vi-sitas al campanario y la tienda, explicó Guardiola. En este sentido, Amigos de San Nicolás recordó que las personas que hacen donativos para este fin están be-neficiadas con una desgravación en su Impuesto de la Renta.

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Mirada

Oración ecuménica en la iglesia de Santiago, de Guadix

Tendrá lugar el día 25, organizada por la Orden Franciscana Seglar de Guadix con el Secretariado Diocesano de Ecumenismo.

El próximo día 25, a las 21 horas, en la Iglesia de San-tiago (Guadix) tendrá lugar una oración ecuménica organizada por la Orden Franciscana Seglar de Gua-dix con la colaboración del Secretariado Diocesano de Ecumenismo. Será un encuentro en el que la gran familia cristiana orará unida a Dios, nuestro Padre co-mún, por diversas intenciones importantes en la vida del mundo y del Pueblo de Dios: los hermanos perse-guidos, la unión de los cristianos, la paz en el mundo y el cuidado de la Creación.La celebración tendrá carácter ecuménico, pues es-tará participada por diferentes confesiones religiosas. Así, se contará con la presencia y la intervención de la institución de Ayuda a la Iglesia Necesitada, la Iglesia Evangélica Española de Granada, la Iglesia Ortodoxa

de Baza y la Provincia Cartaginense de la Orden Fran-ciscana Seglar. Desde el Secretariado Diocesano de Ecumenismo y la Orden Franciscana Seglar de Guadix se invita a todos a asistir a esta oración ecuménica, es-pecialmente a los que se sienten discípulos de Jesús, el Señor, unidos a Él y a los hermanos en la oración.

Pablo Rodríguez Director del Secretariado Diocesano de Ecumenismo

En la liturgia resulta esencial el cuidado de una música y de unas voces que se elevan y se convierten en ins-trumento de ayuda para que los fieles ahonden en la profundidad del alma, hasta el punto de convertirse en una oración.

Los Salmos entonados, las oraciones elevadas al Señor con melodías, la música en la Comunión, los cantos de entrada y despedida de la celebración no son aña-diduras reducidas a un “hacer por hacer”. La música en la liturgia es un componente de por sí bello, por-que dirige nuestra mente y nuestro corazón “a la di-mensión del espíritu” y nos lleva “a levantar la mirada hacia la altura, a abrirse al bien y a la belleza absolu-ta, cuya fuente última es Dios”, en palabras del Papa emérito Benedicto XVI, gran aficionado y amante de la música. “La alegría del canto y de la música son, además, una invitación constante para los creyentes y los hombres de buena voluntad a comprometerse para dar a la humanidad un porvenir lleno de espe-ranza”, afirmaba en una ocasión el Papa emérito.

COROS EN LA CATEDRAL

En esa línea y con ese deseo de contribuir a embelle-cer la liturgia de las celebraciones en la Santa y Apos-tólica Catedral de Granada, y favorecer la oración a cuantos participan en la Santa Misa, el templo cate-dralicio cuenta con tres coros que intervienen en las celebraciones dominicales presididas por el Arzobispo a las 12:30 horas.

El primero de estos coros y más conocido es el Coro Pueri Cantores de Granada, integrado por un coro in-fantil de voces blancas, dirigido por Patricia Latorre, y otro juvenil de voces mixtas, dirigido por Héctor Eliel Márquez.

El segundo de estos coros toma el nombre de Santa Cecilia, patrona de la música, que integra a hombres y mujeres de la Diócesis; y hay un tercer coro de la Catedral creado muy recientemente llamado Coro Santa María Niña, formado por niños y niñas. Estos dos últimos coros están dirigidos por la salmista de la Catedral Veronika Gosch.

La participación en ambos coros está abierta a todo el mundo. El Coro Santa Cecilia ensaya los lunes, de 19:30 a 21 horas, en la Catedral, y el Coro Santa Ma-ría Niña, los sábados, de 12:30 a 13:15 horas, también en el templo catedralicio. Las personas interesadas en formar parte de alguno de los dos coros, participar en sus ensayos y en el embellecimiento de las cele-braciones litúrgicas catedralicias puede contactar con su directora en el correo electrónico [email protected].

Cada uno de ellos participa un domingo al mes en la Eucaristía presidida por el Arzobispo a las 12:30 ho-ras, como también lo hace uno de los coros invitados procedentes de algún punto de la Diócesis y de la pro-pia ciudad de Granada.

Paqui Pallarés

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Mirada

Convivencia parroquial de Huéscar en la ermita de las Santas

El sábado 11 de junio, la parroquia de Santa Ma-ría, de Huéscar, organizó una convivencia en el paraje de las Santas.

Antes del amanecer, un grupo numeroso partió a pie hasta la ermita de las santas, donde se encuentran las patronas de Huéscar, Alodía y Nunilón. Fueron 22 kilómetros andando, unas cuatro horas de esfuerzo, de reflexión, de sacrificio y, por supuesto, de oración. Otro nutrido grupo subió más cómodo: en autobús.

Una vez todos en la ermita, a las 12 de la mañana, se celebró la Eucaristía. Estuvo presidida por el párroco, José Antonio Martínez, y fue concelebrada por el vicario parroquial, Alfonso José García. Fue una jor-nada especial, en la que las distintas instituciones de la parroquia se unieron en convivencia. Y, lo más im-portante, fue una jornada en la que toda la parroquia estuvo unida en torno a sus patronas para celebrar la presencia del Señor en el sacramento de la Eucaristía.

Todos –niños, jóvenes y mayores- disfrutaron de un gran día de convivencia parroquial, en torno a las san-tas Alodía y Nunilón.

José Antonio MartínezPárroco de Huéscar

Una Asociación Cultural recupera los autos sacramentales para la ciudad de Guadix

El próximo domingo 19 de junio, la Catedral de Guadix acogerá el estreno del Auto Sacramental El Gran Teatro del Mundo de don Pedro Calderón de la Barca a cargo de la Asociación Oruga Azul y en colaboración con la Hermandad Sacramental y el Cabildo Catedralicio.

La entrada será libre y aquellos que lo deseen podrán colaborar entregando productos de higiene o de lim-pieza para los más necesitados.

Carmen Hernández Montalbán, archivera en el Ar-chivo de la Diócesis de Guadix, junto con un grupo de personas preocupadas por el patrimonio, las tra-diciones y la cultura constituyeron hace tres años una asociación para la promoción de la cultura y el arte llamada La Oruga azul.

Desde entonces, han venido organizando distintos eventos y actuaciones de animación a la lectura, li-terarias, artísticas...; editan una revista digital deno-minada Absolem; han participado en un proyecto de promoción de autores accitanos financiado por la Diputación de Granada y este año se ha propuesto recuperar los autos sacramentales que se celebraban ya en Guadix en el S. XVI, en los que el dramaturgo

accitano Antonio Mira de Amezcua, cuyo abuelo paterno fue uno de los primeros repobladores baste-tanos (don Juan de Mira) tuvo mucho que ver.

Tras varios meses de ensayo, la Asociación Oruga Azul han preparado el Auto Sacramental de Calderón de la Barca El gran teatro del mundo y, pese a las dificul-tades que entrañan su realización por ser una obra clásica en verso en boca de “aficionados”, están con-vencidos de que será un éxito, al menos por la ilusión que le han puesto.

www.semanasantadebaza.com

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Casi 11.000 euros recaudados por el Colegio Sagrada Familia se destinarán a las misiones en África

Mirada

Los fondos se obtuvieron en la celebración de la fiesta de la Cruz de Mayo y se harán llegar a tra-vés de la congregación Pureza de María.

La recta final del curso suele ser frenética en relación a los exámenes y calificaciones pero, además, apro-vechando la llegada del tiempo estival las actividades deportivas y culturales aumentan.

El colegio aprovecha la tradicional fiesta de la Cruz de Mayo para montar un altar en el patio y ofrecer una jornada festiva donde reina la convivencia entre todos

los entes de la comunidad educativa y todo el público que quiere asistir para disfrutar de una tradición muy granadina.

Como cada año, la recaudación obtenida en dicha fiesta es destinada para las misiones que lleva a cabo la congregación Pureza de María en África y en este 2016 han sido recaudados un total de 10.786 euros.

Además, la comunidad educativa en dicho centro está muy implicada en la reforma de los patios y zonas deportivas y desde al año pasado se lleva a cabo una iniciativa familiar donde los alumnos y las familias pueden participar de una jornada deportiva con el fin de recaudar dinero para la causa.

El pasado 4 de junio tuvo lugar la segunda edición de dicha jornada en el polideportivo Antonio Prieto, la cual no podría haber sido posible sin el grupo de padres que están muy implicados en la causa y los patrocinadores del evento. Contando con una mayor participación que en su primera edición, en este año se ha llegado a recaudar un total de 2.595 euros.

Desde el equipo directivo, el equipo docente y el AMPA se muestran muy satisfechos y agradecidos a todos los que han colaborado de forma caritativa y desinteresada en pos de la mejora educativa y de vida en África, y de la reforma de los patios en el propio centro educativo.

Colegio Sagrada Familia

• Música sacra. El día 23 concierto de música sacra de Oriente en la iglesia parroquial del Sagrario, a las 20:30 horas, a cargo René Hattar, natural de Jordania, y Gohar Vahan-yan, de Armenia, ambas del Centro Internacional para el Estudio del Oriente Cristiano (ICSCO). También intervienen Daniel Parejo, que toca el laúd árabe, y de la Agrupación musical CODEX de Granada. La entrada es gratuita.

• Testigos Hoy. El programa religioso de Canal Sur Testigos Hoy emite el domingo día 19 a las 7 horas en dicho canal de televisión un reportaje sobre Ración Solidaria, iniciativa puesta en marcha por Cáritas Diocesana. En el reportaje también se habla del Economato Solidario Nuestra Señora de la Misericordia, puesto en marcha por el Arzobispado para familias de la Archidiócesis, en el que participan como patronos la Real Federación de Cofradías y Cáritas, junto al Arzobispado. El programa puede verse también a partir del lunes día 20 en www.canalsur.es, en TV a la carta y seleccionando el programa Testigos Hoy.

AGENDA

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Materiales para una políticateológica cristiana Mons. Javier Martínez

El Arzobispo de Granada, Mons. Javier Martínez, hace una reflexión sobre la necesidad de los cris-tianos de elaborar, con serenidad y con tiempo, un pensamiento político que se deriva de una experiencia de fe. INTRODUCCIÓN

La decisión de iniciar esta sección en el blog Ciu-dad de Dios y de los hombres es casi connatural (y contemporánea) a la idea del mismo blog: si Cristo es Señor de todo “en los cielos, en la tierra y en los abismos” (Flp 2, 10), todo tiene que ver con el señorío de Cristo, y Cristo tiene que ver con todas las cosas, puesto que “todo ha sido creado por Él y para Él (…) y todo tiene en Él su consistencia” (Col 1, 16-17). No es posible, por tanto, que una actividad, o un ámbito de relaciones tan decisivas para la vida humana como es la vida de la polis, esto es, el régimen y la articulación de las comunidades humanas más allá de la familia y entre ellas, quede totalmente al margen de Cristo. No es posible que Cristo resucitado y vivo, y que la experiencia que la

Iglesia tiene de él y del Padre en la comunión del Espíritu Santo, no tengan nada que decir acerca de esas relaciones que nos constituyen, y determinan considerablemente la conciencia que tenemos de nosotros mismos y del mundo. Si ése fuera el caso, Cristo quedaría fuera de una dimensión humana su-mamente importante, esencial a la vida humana. Y no sería “el Señor”. Llamarle “Señor” no pasaría de ser una metáfora más bien vacía. Pues bien, eso es exactamente lo que ha sucedido: que en gran medi-da hemos excluido a Cristo y a la experiencia de la redención de Cristo de esa dimensión de la vida hu-mana —y de otras, desde la economía al matrimonio y la familia—. De aquí que el hecho de ser cristianos signifique tan poco en nuestra vida. Y que tampoco signifique demasiado el dejar de serlo.

Explorar y articular de la manera más adecuada po-sible al señorío de Cristo la relación entre Cristo y la polis, es la tarea esencial de esta sección del blog. Era una de las preocupaciones que le hicieron nacer desde el principio. Se trata de abrir un debate. En un sentido muy restringido, ese debate es el debate so-

aFondo

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aFondobre la relación entre teología y política. O más exac-tamente, entre fe cristiana y política. Pero ese debate no es más que una parte de uno mucho más amplio: el de la relación entre la teología (la fe) y la filosofía y las llamadas ciencias humanas (economía, psicolo-gía, medicina, sociología, pedagogía), y las artes, y la física o la biología o las matemáticas o las ciencias naturales. Entre lo cristiano y lo que la gente suele considerar como “lo real”. Entre la novedad cristiana y lo humano en nuestro preciso momento cultural, en plena Era Secular (Ch. Taylor). En ese debate, y en las respuestas que se den a las cuestiones que suscita, está en juego el futuro del cristianismo. Y está en juego el futuro de lo humano. Los dos futu-ros son el mismo futuro.

Pero al mismo tiempo, hay para el nacimiento de esta sección algunos estímulos más circunstancia-les y recientes. Por supuesto, estamos a tres días de una campaña electoral, y de una campaña electoral que no es como otras que la han precedido, que no es una más. Es propio de la misión de un pastor el exhortar a votar y a votar con un sentido de respon-sabilidad respecto a lo que está en juego. Lo hago aquí. Lo hago invitando también a que el escepti-cismo con respecto a una cierta política no sirva de ocasión para ser instrumentalizado de un modo u otro por unas políticas peores.

Pero la decisión de poner en marcha esta sección nace también de una conversación de hace unos días con una familia cristiana (típicamente de de-rechas), amante de la Iglesia y de su fe, y a la vez

inteligentes, cultos, pero que no podían creerse lo que veían sus ojos y oían sus oídos (en la televisión, en la radio)… Todavía menos podían creerse lo que le oían decir a su hija mayor, estudiante de empre-sariales en una Universidad más o menos Católica (o “de inspiración católica”, lo que ya significa de entrada que lo es más bien menos que más), cuando les explicaba a qué cosa iban a votar sus compañeros y hasta sus profesores. Su percepción de la realidad era muy distinta de la de sus padres, pero su rostro era todo preguntas. Yo me daba cuenta que esas preguntas no tenían una respuesta rápida (a menos que fuera superficial), porque requerían todo un ca-mino de aproximación antes de poder responderse en condiciones. El afecto a esa familia y a esa mu-chacha, y a muchas otras familias y a muchos otros jóvenes como ella entre el pueblo que el Señor me ha confiado, ha sido uno de los motores que han puesto en marcha este intento. Y es que la tarea ver-daderamente urgente (y por tanto, a largo plazo) no consiste tanto en ayudar a optar entre derechas e izquierdas cuanto en problematizar el marco y los términos mismos en los que se presenta esa oposi-ción (aparente).

Una pregunta subyacente a la conversación era: ¿Pero no hay al menos unos ocho millones de perso-nas que van a Misa (que celebran la Eucaristía) cada domingo? Y además van libremente, sin que nadie les obligue como obligan las leyes del estado. No sólo eso, sino que, también libremente, dan algún dinero para poder seguir yendo… ¿No constituye eso una mayoría decisiva, o sumamente importante

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al menos? ¿No expresa así cada semana el pueblo lo que la retórica habitual llama su “soberanía”, o lo que le queda de ella? ¿Qué partido, de izquierdas o de derechas, reuniría a lo largo y ancho de la geogra-fía de esa parte de la Península Ibérica que está en el mapa a la derecha de Portugal, un domingo tras otro, durante más de diez o doce semanas, llueva o nieve o haga un sol de justicia, a la décima parte de esa multitud, sin repartir bocadillos, o sin tener que pagarles los autobuses y el entretenimiento a los pocos miles de bravos militantes que resistieran el meneo?

Pues bien, la pregunta del millón es: ¿Cómo es posi-ble que luego, en la liturgia del voto, esa “mayoría” tenga tan poco reflejo? Esa pregunta se la hacían mis amigos. Yo la he oído, quizás cientos de veces, formulada de maneras distintas, a multitud de cris-tianos… y también de no cristianos.

También se ponía de manifiesto en esa conversación una queja: era la queja acerca del silencio de los pas-tores en un momento como éste. Esa queja —aun-que a veces proviene de círculos que viven de la año-ranza del pasado, y que a veces no tienen la menor idea del mundo en que vivimos—, la he oído tam-bién (la hemos oído todos) muchas veces. Romano Guardini decía, refiriéndose a la emergencia del na-zismo, que nuestro tiempo (su tiempo, pero en esto está también el nuestro), no estaba marcado tanto

por la proliferación de los malos como por el silencio y la complicidad de los buenos. (No me atrevería yo a ponerme en un lado o en otro de esa distinción, porque conozco muy bien en primera persona las tentaciones —y las caídas— del cobarde, así como las del fariseo). Pero pienso desde hace muchos años que las cincuenta (o cien) primeras páginas del Ar-chipiélago Gulag de Solzhenitsyn deberían ser lec-tura obligatoria en los colegios católicos en Segundo de la ESO, o en todos los grupos de las parroquias o de las comunidades y movimientos cristianos.

Por eso, porque hay en esa queja un punto nada despreciable de verdad, y porque no quisiera presen-tarme ante el juicio de Dios con esa carga de haber ocultado a unos fieles a los que quiero con toda mi alma la pequeña porción de verdad que pueda haber acumulado en mi vida a la luz de la fe católica y de mi experiencia de pastor, voy a hablar. O más bien, voy a dejar que hablen otros, cuyo pensamiento y cuya dicción me dan más confianza que los míos, quizás por ese sentimiento de cobardía al que he he-cho referencia hace un momento, o quizás porque, inseguro en ciertos terrenos, me fío más de otros que de mí mismo. Quizás también porque antes de que pueda haber un pensamiento político cristiano suficientemente articulado, y una teoría política cris-tiana, hay un montón de maleza que desbrozar, de malentendidos que aclarar y de prejuicios que quitar del medio.

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Lo que si que voy intentar es que en este blog se hable, no en el langage de bois que suele ser el género literario de la mayoría de los documentos eclesiásticos, ni de manera abstracta, sino en un lenguaje de hombre. Siguiendo el ejemplo de Benedicto XVI en su libro sobre Jesús de Nazaret (¡un Papa hablando sobre el pun-to central de la fe sin implicar su autoridad magisterial en lo que dice, incitando al debate y a la discusión!), y siguiendo también el ejemplo del Papa Francisco, que tampoco teme hablar desde su humanidad contingente y con-creta, voy a hablar (o a facilitar que se hable), en el lenguaje que fue característico de la tradición católica antes de las fracturas de la modernidad. Ese era el len-guaje de los Padres de la Iglesia, que también usaban lenguaje de hombres para decir lo que querían decir, aunque no tuvieran el modo ni el lenguaje para decirlo perfec-tamente.

Porque hay, se quiera o no se quiera ver, una políti-ca cristiana como hay una economía cristiana, como hay un arte cristiano. (En otras de las ciencias que se mencionan unos párrafos más arriba no se ve tan a simple vista, pero también un cristiano ve el cosmos o la matemática de un modo diferente a como lo ven Stephen Hawkin o Alain Badiou).

Sí, claro que sí, hay una política cristiana, como hay una política islámica, y como hay una política bu-dista o sintoísta o secular. Como hay una economía cristiana, y hay otras economías (aunque hoy están todas casi reducidas a residuos culturales o a curiosi-dades folclóricas por la economía capitalista secular). Pero, en la medida en que subsisten, ciertamente no son iguales.

Pero si es así, en primer lugar, ¿de dónde nace el silencio? ¿Por qué no tenemos —la mayoría de no-sotros— ni gran cosa que decir, ni la más mínima conciencia de que eso sea un problema? ¿Por qué pensamos que el único modo que tenemos de vivir en el tipo de sociedad que queremos y de influir en ella es el ejercicio del voto cuando nos toque, un

voto que está por supuesto severamente limitado a unas opciones determinadas de antemano desde ciertos grupos de poder?¿Por qué, si muchos de no-sotros no tenemos apenas confianza en quienes nos gobiernan o en quienes se nos presentan con la in-tención de gobernarnos, no somos capaces de hacer una crítica, más profunda y más elemental a la vez, de la sociedad en la que vivimos, de sus mecanismos de control y de manipulación, de sus propagandas y de sus mentiras? ¿Por qué no hay en nuestra so-ciedad (aunque las tertulias radiofónicas y televisivas parezcan estar llenas de ellos) un verdadero debate político?

La verdad es que no hay un verdadero debate sobre casi nada. Por poner un solo ejemplo, y del orden mismo de la política, veamos la cuestión de la unidad de España: eliminada por entero la dimensión teoló-gica del asunto (que la tiene), y eliminado también desde hace bastantes años toda posible discusión moral acerca del tema, la verdad es que lo único que queda es una guerra de propagandas, de influencias mediáticas, de pactos y de negociaciones que huelen bastante a podrido. Podría pensarse que un asunto como ése podría suscitar una verdadera discusión

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aFondohumana entre hermanos (que además unos vene-ran a la madre de Dios como la Virgen de Monserrat y otros como la Virgen de Guadalupe o del Rocío, pero que son todos hijos de la misma madre). Pues resulta que no. Ni siquiera de eso. MacIntyre decía en algún lugar que “una tradición es una conversa-ción mantenida en el tiempo sobre los temas que importan”. Entre nosotros hace mucho tiempo que esa conversación no existe.

Por ello tal vez cada día hay más personas que se sienten desapegadas de la política, que ven en ella una especie de circo, y no están dispuestos a reír-se. Porque se dan cuenta, por un lado, de lo que está en juego, y por otro, de que todo el abanico de propuestas políticas que se nos hacen todas refle-jan, todas representan, todas suponen, todas pro-mueven, cada una desde su aparato de propagan-da, la misma cultura, la misma visión de lo humano, la misma concepción de la vida, de la polis, de las relaciones humanas, del mercado, del sentido y la misión que definen el ejercicio del poder. Con mati-ces, por supuesto, y algunas veces con matices im-portantes. Pero siempre la misma cultura de fondo, estatalista, materialista y economicista. Lo cristiano en todas ellas, y a pesar de esa “mayoría” a la que me he referido antes, es, como corresponde a esa cultura, marginal o irrelevante. Esas propuestas no pasan de ser distintas marcas, distintos envoltorios, de un mismo producto: o un capitalismo empresarial (bastante estatalista, hay que reconocerlo, porque el crecimiento del control estatal es inevitable en cuan-to se da la primacía a lo económico), o un capitalis-mo de estado, modelo chino, árabe o venezolano.

Entre el liberalismo más liberal y el marxismo más marxista hay hoy tantas connivencias de fondo que cuesta distinguirlos. La mayor de ellas, el punto de convergencia en el que todos parecen coincidir, es en que lo más importante es producir, ganar dinero y consumir. Lo que borra ya todas las distinciones. Lo cierto es que un liberalismo que no sabe para qué es la libertad, o un socialismo y un comunismo que no tienen noción alguna de la naturaleza de los lazos que hacen florecer una sociedad o una comunidad, son cimientos poco fiables para construir una socie-dad sana. Pero eso es lo que queda de la política cuando se retiran de ella el componente religioso y moral (tan estrechamente relacionados, pese a todos los intentos de separarlos). ¿Y de los pueblos? ¿Qué queda de los pueblos?

Cristianos o no cristianos, la verdad es que en estas circunstancias se entiende el desapego a la política, se entiende también la indignación. Y no sólo la in-dignación de la gente de derechas, sino también la de muchas personas de izquierdas, que se toman en serio su propia vida, la de los demás, el mundo en que vivimos y el para qué de todo. Pero la frustración resignada, o la indignación que es expresión de har-tura (hartura de mentiras, hartura de propaganda, de luchas de poder, de humo y de nada), se convier-ten fácilmente en carne de cañón. Son fácilmente manipulables. Nunca construyen nada. Y ahora ha llegado la hora de construir. Aunque haya que traer los materiales desde muy lejos, aunque para cons-truir haya que empezar muy desde el principio, o desde antes del principio.

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Volvemos a nuestra preocupación en el punto de partida. ¿Dónde está en todo esto el pueblo cris-tiano? ¿Dónde está nuestra voz (puesto que yo soy parte y pastor de ese pueblo )? Una parte de la res-puesta, y hasta de la explicación del silencio, puede nacer de la experiencia del precio altísimo que ha pagado la Iglesia, durante el siglo XX, por la manera cómo algunas dictaduras han utilizado o han trata-do de utilizar a los cristianos (y por la manera como algunos cristianos, y sobre todo algunos curas, han creído poder usar en su beneficio, que ellos confun-dían con el beneficio de la Iglesia, el poder de las dictaduras o el respaldo de un estado confesional). Algo parecido ha pasado con la experiencia de la de-mocracia cristiana en Italia y en otros lugares. Hasta tal punto que hoy, a quien ama la fe y la tradición de la Iglesia, se le abren las carnes cuando se oye por ahí de vez en cuando la idea de un partido confesio-nal, abierta o disimuladamente, bajo la cobertura de la familia o de cualquier otra cosa.

En ese tipo de mezcla, las categorías cristianas bá-sicas son profundamente deformadas, con más o menos sutileza, al servicio del poder (ya sea el de la raza, el de la nación o de los intereses económicos). Los cristianos que creen poder servirse de las ven-tajas que ofrece una posición de influencia para el bien de la evangelización (o de la re-cristianización) de la sociedad, no tardarán mucho en experimen-tar la amarga decepción de haber sido usados, con su complicidad más o menos ingenua, en función

de unos intereses que poco o nada tienen que ver con sus preocupaciones hondas y con su tradición. La reciente experiencia española del “voto católico” como “voto cautivo” (que “no vota por convicción, sino por miedo a la izquierda”, como dijo hace un par de años un político que se cubrió de gloria), y que le ha servido al último gobierno para burlarse de sus votantes en sus mismísimas narices, debería enseñar a unos y a otros los riesgos de una política, supuestamente “pragmática”, basada en concesio-nes y compromisos. O basada en la rutina, o en la ig-norancia (a la vez teológica y política). O, en algunos casos, en la mala fe.

La única que tiene todo que perder en ese camino es la Iglesia, es el pueblo santo de Dios. La decepción experimentada por muchos católicos en este mo-mento no debería provocar reacciones meramente viscerales, sino que debería ayudarnos a comprender algo que debiera ser obvio para un cristiano: que ningún partido es la Iglesia, y que de ninguno de ellos viene ni vendrá jamás la salvación. Que “no te-nemos aquí ciudad permanente” (Heb 13, 14), y que en función de esta certeza, tenemos que aprender a articular con más rigor de lo que hemos hecho hasta ahora cómo se construye y se vive en la ciudad de Dios en medio de la ciudad de los hombres.

Y sin embargo, la principal justificación para el silen-cio y la pasividad del pueblo cristiano en el ámbito político no viene principalmente de esas circunstan-

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cias y experiencias del siglo XX, sino de nosotros mismos. Quiero decir, que la hemos causado no-sotros mismos. Viene, en efecto, de una posición teórica y práctica en la que hemos educado a ese pueblo durante muchas generaciones: la Iglesia no debe “meterse” en política, porque ese negociado no es de su competencia. Su competencia es lo re-ligioso, cuidadosamente aislado y separado de todo lo humano, (llamado “natural”), y salirse de ahí es extraviarse y extraviar al pueblo. Analizar y sacar a la luz los supuestos implícitos de esta justificación —que también representan una posición política, cuya genealogía filosófica y teológica es perfectamente identificable—, desmontarlos o “deconstruirlos” si es necesario, por fidelidad a la verdad y a la tradición cristiana, va a ser una de las tareas de esta sección del blog.

A otras razones para ese silencio del pueblo cristia-no y de los pastores que alguien podría nombrarme y echarme a la cara, mucho más ligadas a lo que San Pablo llamaba “la prudencia de la carne” —el oportunismo que señalaba Georges Bernanos en sus Grandes Cementerios bajo la luna cuando imagi-naba la carta que podrían escribir los obispos vascos a los fieles en el caso de una victoria republicana en la guerra civil—, también le dedicaremos alguna atención, la necesaria. (Las pasiones humanas son mucho más fáciles de comprender, y hasta de dis-culpar, que los errores intelectuales). Dentro de esta “prudencia de la carne” entraría también un cierto

temor a hablar con libertad—y a decir lo que dicen el magisterio pontificio y el evangelio acerca de ciertos temas— para no ofender o escandalizar o perder la contribución a la Iglesia de los numerosos católicos que, estando bautizados y llamándose cristianos, dan ostentosa y públicamente culto al dinero y al estado.

Volvamos a la pregunta de antes. ¿Por qué un pue-blo cristiano tan numeroso carece casi por entero de incidencia en la economía y en la política, pero inclu-so en las expresiones más cotidianas de lo que vale la pena en la vida personal y en la vida social? Péguy, por boca de su Juana de Arco, formulaba esa pre-gunta del siguiente modo: “¿Por qué tantos buenos cristianos no hacen una buena cristiandad?”. Vamos a conceder que la palabra “cristiandad”, al menos en español, tiene unas connotaciones que requie-ren matices. Concedido eso, podríamos formular la pregunta de Péguy de otra forma: “¿Por qué tantos buenos cristianos no hacen una buena Iglesia?”

Hay una respuesta previa a cualquier otra afirma-ción o reflexión que quiera hacerse, y que si Dios quiere, intentaré que se pueda ir haciendo en este blog: la Iglesia de la edad moderna, y quizás de un modo particular la Iglesia en España, está paralítica de raíz (o casi) a la hora de tratar, no la política, sino cualquier problema humano, desde la economía al matrimonio, desde la contaminación de los ríos o del aire y la destrucción de la agricultura y de la cultura

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rural hasta la medicina industrial y la salud humana. Basta con ver la reacción de ciertos sectores de la Iglesia a la encíclica Laudato Si’ o a la exhortación post-sinodal Amoris Letitia (por no decir nada del silencio y el vacío que ya rodeó en general en esos mismos círculos a encíclicas como Deus Caritas est o Caritas in Veritate), para poder decir que muchos de nosotros en la Iglesia tenemos un problema, y un problema serio, con la Doctrina Social de la Iglesia. Esto es, con el cristianismo. Con nuestro cristianis-mo. Con el significado humano de la fe cristiana. Por eso el Papa Francisco ha insistido, en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium en que la Doctrina So-cial de la Iglesia pertenece al kerygma, esto es, a la esencia y al núcleo de la fe en Jesucristo.

En términos un poco técnicos, que algún otro día será necesario explicar con más detalle, digamos que nuestro problema tiene que ver con la herencia del teólogo jesuita Francisco Suárez. ¡Pobre Suárez! Era un buen teólogo, sus doctrinas las habían veni-do preparando otros teólogos igualmente buenos y bien intencionados (desde el siglo catorce o desde finales del trece), y quiso sin duda servir a la Iglesia con su trabajo teológico. Pensó que para oponer-se a la idea luterana y reformada de una naturaleza decididamente corrompida por el pecado había que construir la idea de una “naturaleza pura”, naturale-za que luego sería elevada al “orden sobrenatural”, un orden que representa necesariamente un añadi-do totalmente gratuito a esa naturaleza pura, que naturalmente está completa en sí misma y tiene por sí misma los medios para alcanzar su fin “natural”.1 Suárez construyó la existencia de dos órdenes sepa-

rados, y le dio al ser humano dos fines, uno para cada orden: la vida humana tenía un fin natural y otro sobrenatural. El fin natural sería la felicidad, el fin sobrenatural la visión beatífica, esto es, la visión de Dios. En cada uno de los órdenes, la naturaleza “natural” y la naturaleza “sobrenatural” tienen los medios para alcanzar su fin: la razón y la libertad llevan al hombre a su fin en el orden natural, y la ora-ción y los sacramentos son los medios por los que el hombre elevado al orden sobrenatural (situado en la “naturaleza sobrenatural”, podríamos decir), realiza su santidad, que le lleva a realizar su fin en el orden sobrenatural.

La visión de Suárez se extendió rápidamente por toda Europa (y América) gracias a la potente y ex-tensa red de colegios de la Compañía de Jesús. Pero lo cierto es que la invención de ese orden natural, y de su correspondiente orden sobrenatural, tenía por fuerza que ir dejando paso a la idea de un universo autónomo y cerrado en sí mismo, tanto en el mundo físico como en el mundo humano. En ese universo, Dios era relegado a los márgenes o quedaba sencilla-mente fuera de la realidad. Y la fe y la teología iban aprendiendo poco a poco a sobrevivir penosamente en una condición de endogamia y en un aislamiento cada vez mayor de todo lo verdaderamente humano. La santidad, lejos de ser una participación por gracia en la comunión del Dios vivo, era una obra del hom-bre elevado al orden sobrenatural. Desde el princi-pio, al partir de los supuestos de que se partía, razón y fe estaban condenados a terminar oponiéndose, y lo mismo gracia y libertad, y lo mismo (más al fondo) lo humano y lo cristiano en general, o lo humano

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y lo religioso en general. Ya alguien ha dicho con toda seriedad que el padre de la filosofía moderna no es Descartes, sino Suárez. Y Kant, Feuerbach y Nietzsche son en último término hijos no previstos y no deseados de Suárez.

Decir que nuestro problema tiene que ver con la he-rencia de Suárez no es implicar que la gente ha leído a Suárez o sabe siquiera algo de lo que pensaba o quién es. Hoy vivimos en un mundo nihilista, respi-ramos un aire nihilista y obramos y pensamos sobre muchas cosas de la vida de una manera nihilista. (Con un nihilismo blando y sentimental de todo a 1 € que seguramente le haría vomitar a Nietzsche). Pero prácticamente nadie ha leído a Nietzsche o sabe quién es o qué pensaba en realidad Nietzsche o ningún otro de los nihilistas de su tiempo. Lo mismo pasa con Suárez (y en su conjunto, con el pensa-miento y con la filosofía moderna o pre-moderna). Y sin embargo, nuestras prácticas, nuestras vidas, nuestras relaciones, llevan todas ellas el sello de una fragmentación que tiene todo que ver con esa sepa-ración inventada por la mente moderna: “el orden natural” y “el orden sobrenatural”. Una separación que es tan trágica para el cristianismo como lo es para el mundo.

Esta sección del blog lleva el título de materiales. No va a presentar, pues, un pensamiento (ni teológico ni político) coherente en todos sus puntos, ni un “sistema”, ni una enciclopedia o un catecismo. Voy a seleccionar textos que ayuden, en el contexto ac-

tual, a la reflexión sobre las relaciones entre teología y política. Algún día, también será preciso explicar adecuadamente por qué se ha escogido el nombre de política teológica y no el más habitual de “teo-logía política”. Pero puedo decir ya que los motivos son análogos a los que tuvo Balthasar —y que el mismo Balthasar explica en el volumen 1 de su Glo-ria—, para usar el de “estética teológica” en lugar de “teología estética”.2 En la “teología política” es casi inevitable que la teología (o la fe) estén desde el principio, o terminen estando al final, al servicio de una determinada política secular, a cuyas categorías se acaba por subordinar el acontecimiento cristiano y las categorías que lo expresan, para que pueda ser útil políticamente. Por decirlo con palabras de Arne Rasmusson, “[en la teología política] la política se convierte en el horizonte también para la fe y la teo-logía”.3 La perspectiva que se asume aquí es justo la contraria: es la teología y la fe (vivida en esa aper-tura del cielo a la tierra que son los sacramentos, y especialmente la eucaristía), lo que se convierte en el horizonte de toda política hecha por cristianos.

Nuestro punto de partida es, pues, bastante diferen-te al de la “teología política”. Ese punto de partida está en que toda política —de hecho, toda acción humana— tiene, inevitablemente, consciente o in-conscientemente, una dimensión teológica; dicho de otro modo, contiene una teología. Porque toda acción humana, aun las que parecen más banales, contiene dentro de sí una percepción del significado de lo humano, y de la plenitud última de lo humano.

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Eso es algo que sucede de hecho, no depende de que lo queramos o no lo queramos, de que seamos conscientes de ello o no lo seamos. Estamos expre-sados en nuestras acciones, en nuestro empleo del dinero y del tiempo, en nuestro modo de comer o de vestir, en nuestras relaciones humanas o en la que tenemos con el trabajo que hacemos y con las insti-tuciones en las que participamos, en el modo de vivir la enfermedad o la salud, en nuestro modo de amar o de morir. Toda acción (como toda palabra) supone una visión última del mundo, supone una cultura, supone una teología. Y la política, la polis, que es un ámbito esencial a la existencia humana, sin el cual la vida humana sencillamente no existe, también su-pone una teología. “Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón”, decía el Señor en el evangelio (Mt 6, 21). Y lo decía precisamente poniéndonos en guardia contra el ídolo del dinero, uno de los dioses falsos a los que los hombres tenemos más inclina-ción a servir, hasta el punto de que millones de hom-bres están dispuestos a pagar el precio de su vida, y a montar guerras, y a sacrificar miles o millones de otras vidas humanas, sólo por ese ídolo. Todo lo que decimos o hacemos tiene una teología. Esa teología puede ser cristiana o pagana, puede ser agnóstica o atea, puede ser secular o religiosa, pero está siempre ahí. Descubrirla, sacarla a la luz, acoger la verdad que tiene y “desenmascarar” las falsedades o las mentiras que encierra, es una parte importante de nuestra labor aquí. Quizás una parte preliminar, pero sumamente importante.

¿Y si al hacer esto nos diéramos cuenta, por ejem-plo, de que, aunque vayamos a Misa los domingos, o de vez en cuando, o aunque comulguemos a diario, nuestra concepción del trabajo o de la salud o del amor son netamente paganas, o son tales que vie-nen a ser incompatibles con el hecho de que el Hijo de Dios se haya hecho hombre y haya derramado su sangre para rescatarnos del poder del pecado y de la muerte?

¿Y si descubriéramos, por ejemplo, que nuestra concepción de la educación está toda ella basada en el concepto pagano o nihilista del “éxito” como plenitud última de la vida (y del éxito como algo vin-culado al dinero que se gana), y que todas nuestras prácticas educativas, aunque más o menos espolvo-readas por encima de eso que se llaman “valores” cristianos, estuvieran en realidad destinadas a trans-mitir esa concepción de la vida, esa religión y esa fe?

¿Y si todo el discurso ideológico sobre la separación entre lo religioso etéreo y lo supuestamente profa-no, entre las realidades humanas y el ámbito ente-ramente distinto de las realidades “sobrenaturales” (o de la vida interior), sólo tuviera como meta hacer compatible esa vida pagana con seguir llamándonos cristianos? ¿Si todo eso sólo sirviera para hacer po-sible que vivamos todas (o casi todas) las realidades humanas exactamente igual que quienes no tienen fe, y que luego, unas horas a la semana o un rato al día, nos sumerjamos en un mundo distinto, donde

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se habla de humildad y de caridad y de otras cosas, que son bellas y atractivas siempre que no salgan de su ámbito propio, y que no se nos ocurra pretender que la vida “real” se rija por ellas? ¿Y si todo eso sólo consiguiera el extraño efecto de que podamos ser paganos y cristianos a la vez, paganos que se resisten (un poco) a dejar del todo de ser cristianos, pero que no se sienten capaces de dejar su paganis-mo y sus prácticas paganas, o de dejar su nihilismo de fondo y sus prácticas nihilistas, y ni siquiera de su-plicarle a Dios perdón y fuerzas para dejarlo, porque tampoco hay ninguna conciencia de que habría que suplicárselo, porque si la democracia y el mercado y la seguridad social funcionasen bien esto ya sería el Paraíso?

Sí, es más que posible que todos nosotros seamos un poco “paganos bautizados”. Y que no nos sintamos del todo a disgusto con esa condición, en nombre de un supuesto “realismo”, esto es, de que este es el mundo que tenemos, y que, después de todo, hay que vivir en él. Lo “bueno” de esa separación es que nos permite hacernos la ilusión de que es posible estar en los dos lados a la vez sin tener conflicto de conciencia. Pero cuando vivimos en esa ilusión ya hemos perdido la fe (y la razón), ya hemos escogido: y la prueba de ello es que no somos capaces, ni de vivir en una alegría verdadera (nuestra moral se vuel-ve una carga, y el evangelio pasa, de ser una buena noticia, a ser una fuente de extrañas exigencias), ni de transmitirle esa fe sincera y libremente a nadie.

Dicho esto, vamos a empezar. Ni siquiera voy a tratar de convencer a nadie. Sólo quiero recoger testimo-nios de unas vidas, o de un pensamiento, en los que el Reino de Dios no está al servicio de la ciudad de los hombres o no se limita a “colaborar” o a “cooperar” con ella en algunos aspectos “de interés común”, sino con los que los cristianos —y a lo mejor algunos otros que no lo son— podemos volver a aprender a vivir como el cuerpo de Cristo, en orden a mostrar visiblemente a los hombres, de cualquier cultura y tradición, algo de la belleza de ese Reino. Dicho de otro modo, el mayor servicio que la Iglesia hace al mundo y a la polis, hoy como en el Siglo I, es ser ella misma. La política de la Iglesia es ser simplemente la Iglesia, esposa y cuerpo de Cristo, anticipo de la ciudad del cielo de que habla el final del Apocalipsis, sin complejos y sin reducciones.

+ Javier MartínezArzobispo de Granada

--------------------------------------------------------------------------1 Es curioso que la idea clave y discriminadora aquí era la idea de naturaleza, y la definición de naturaleza como una realidad que tiene los medios para alcanzar su fin. Esta idea, que podríamos llamar “pelagiana” porque en último término termina excluyendo a la gracia (y luego a Dios), no era tanto una idea peculiarmente “católica” cuanto una idea moderna. Lo más curioso de todo es que esa idea era compartida por Lutero, supuestamente el adversario de Suárez, contra quien se dirigía la construcción de su siste-ma: para Lutero, la gracia era necesaria porque la natura-leza se había corrompido por el pecado, pero de no haber habido pecado, su visión de la naturaleza era sencillamente la de prácticamente todos los hombres cultos de su tiempo, y podría describirse como pelagiana. Hablar de “la herencia de Suárez” es, por tanto, una simplificación excesiva. Suá-rez sólo ha sido quien ha sistematizado de la manera más influyente en el ámbito católico la primera modernidad. Aunque su influencia haya sido decisiva en el proceso de secularización interna de la Iglesia, en la colonización de lo cristiano por las categorías de la modernidad han influido otros factores, que sería injusto no tener en cuenta en un análisis mínimamente riguroso.

2 Hans Urs von Balthasar, Gloria. Vol. 1. La percepción de la forma. Ediciones Encuentro, madrid, 1985. Véase Cap. 6: De la teología estética a la estética teológica, pp. 76-109.

3 Véase Arne Rasmusson, The Church as Polis. From Politi-cal Theology to Theological Politics as Exemplified by Jür-gen Moltmann and Stanley Hauerwas.

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Ofrecemos la segunda parte de este artículo so-bre La española inglesa, obra de Miguel de Cer-vantes, del que se cumple el V centenario de su muerte.

El primer atractivo que rompe las barreras de lo dis-tante es la belleza, discreción y entendimiento de Isa-bela. Pasa de ser prisionera y parte de un botín de guerra a hija, que es como la consideran los nobles ingleses Clotaldo y Catalina y así la crían. Se hace hija de sus raptores, y más tarde hija de la reina Isabel I de Inglaterra. Su discreción abre un nuevo proceso en la historia porque la astuta reina Isabel, sabiendo del brío de un enamorado, manda a Ricaredo a lu-char por su causa, prometiéndole como recompensa

la boda con su amada, y pone a Ricaredo al mando de una de sus naves. A su vez Ricaredo agudiza su inte-ligencia en la batalla ideando estrategias navales que hagan concorde su fe católica y su fidelidad a la reina y poniéndose en manos del cielo para que le “de-parase ocasiones donde, con ser valiente, cumpliese con su ser cristiano, dejando a su reina satisfecha y a Isabela merecida”. Y más adelante, será clemente con los españoles y los turcos (enemigos de Inglaterra), pues siendo él mismo objeto de mercedes no puede responder con crueldad. Notamos aquí otra de las sin-gularidades del relato que apuntalan nuestra lectura porque el odio a los turcos, de los que el escritor había sido víctima, se troca en el relato en ocasión de libe-ralidad. Este gesto liberal genera una gratitud que se

Vías de entendimiento y amistad

La española inglesa, de Cervantes (y II)

Cultura

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hace notar en las vicisitudes posteriores de Ricaredo, de las que saldrá beneficiado. Se pone de manifiesto cómo el atractivo que Isabela suscita en los personajes es fuente de concordia no solo en la historia particu-lar, sino que influye en la general.

El gusto de la reina Isabel por las lenguas –se sabe que hablaba francés, español, italiano, latín y griego, además de inglés– es otra ocasión para novelar la fra-ternidad. Y así, en esta novela ejemplar, se convierte en que las primeras palabras que la reina inglesa dice a Isabela son: “Habladme en español, doncella, que yo lo entiendo bien, y gustaré de ello”. Y tras ello, la considera su tesoro, por eso le dice al ‘padre’ inglés de Isabel: “Clotaldo, agravio me habéis hecho en te-nerme este tesoro tantos años a encubierto; mas él es tal que os haya movido a codicia: obligado estáis a restituírmele, porque de derecho es mío”. Isabela se convierte en tesoro, dama de corte de la reina, y llega a ser llamada hija: “que yo la estimo como si fuese mi hija”, acaba diciendo la reina.

Ahora bien, el primer atractivo –la hermosura de Isabela– se somete a los rigores de la prueba. En la corte, la española inglesa es objeto de envidias y co-dicias, por ello será víctima de un envenenamiento. Salvará la vida, pero su rostro quedará desfigurado y su belleza quebrantada (“sin cejas, pestañas y sin cabello, el rostro hinchado, la tez perdida, los cueros levantados y los ojos lagrimosos (…) quedó tan fea, que como hasta allí había parecido un milagro de her-mosura, entonces parecía un monstruo de fealdad”). Ante este vuelco de la fortuna, Ricaredo debe decidir si abandonar a Isabel y dejarla marchar a España, sería fácil y tendría el apoyo de sus padres que le quieren casar con una rica y hermosa escocesa. Es la hora en la que el amante tiene que descubrir si el atractivo ini-cial era sólo físico o traía prendido un entendimiento y virtud de los que no puede deshacerse. Isabela ya le había puesto en camino para tener más datos a la hora de decidir, cuando en la primera declaración amorosa de Ricaredo, ella intuye que su amor es el resultado de sus inclinaciones, y al mismo tiempo, és-

tas tienen un compañero más alto: el destino. Por eso le dice a Ricaredo que sus deseos hacia él son “eternos y limpios en desearos el bien que el cielo puede daros”. Con esta certe-za que se ha abierto camino en su relación, el amante proclama: “Yo, Isabela, desde el punto que te qui-se fue con otro amor de aquel que tiene su fin y paradero en el cum-plimiento del sensual apetito: que puesto que tu corporal hermosura me cautivó los sentidos, tus infinitas virtudes me aprisionaron el alma, de manera que si hermosa te quise, fea te adoro”. ¡Qué deseable se hace un amor así! Que además va más allá de las palabras, porque la decisión de Ricaredo por permanecer con su amada le lleva a protagonizar nue-vos peligros y aventuras que enri-quecerán su experiencia. Elijo una crucial, la de la libertad, dejo las de-más al descubrimiento del lector. La experiencia de la libertad en Cervan-tes está siempre ligada a un episodio de su vida: el cautiverio de Argel por los turcos, después de haber lucha-do en Lepanto. Suceso que marcó al escritor de tal modo que vuelve una y otra vez a él y lo recrea de varios modos en su obra. También en esta

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novela aparece el motivo: Ricaredo es apre-sado en Argel y allí es liberado por los padres trinitarios, de hecho se presenta ante Isabela con el hábito trinitario, al que llama “insignia de la libertad”. La variante de la trasposición de este episodio en “La española inglesa” es el hecho de que Ricaredo sea un extran-jero, pero ello no es obstáculo para que sea liberado, como el mismo protagonista se en-carga de decir: “Trajéronnos a Argel, donde hallé que estaban rescatando los padres de la Santísima Trinidad. Hablélos, díjeles quien era, y movidos de caridad, aunque yo era extranjero, me rescataron (…) Porque a toda esta misericordia y liberalidad se extiende la caridad de estos padres, que dan su libertad por la ajena y se quedan cautivos por rescatar los cautivos”. A esta experiencia de la liber-tad, tan vivamente sentida, se añade un matiz enormemente novedoso: la liberación se la hace gozar a un extranjero.

Me detengo aquí, aunque la “novella” es un pozo sin fondo. Como se puede imaginar, la obra ha sido objeto de muchas glosas. Hay críticos –y muy reputados– que no percibieron el valor universal al que aspiraba, la de ofrecer vías de entendimiento y amistad en un mun-do en crisis y consideraron el relato ingenuo o fruto del compromiso interesado. Amé-rico Castro la estimó una condescendencia con la ‘moral oficial’ pacificadora del Duque de Lerma; Ortega y Gasset la denominó ‘hi-pócrita’ y Schevill y Bonilla una “ingenua niñería”. Aunque también hay otros que la toman por prueba de la cantera de la libertad en la que trabajan los personajes cervantinos (Márquez Villanueva); obra del sentimiento articulado del otro como buen “amigo” (Fa-bian Montcher); Valbuena Prat ve en ella a ese Cervantes que “demuestra ser el hombre superior que no se deja llevar por la pasión nacional, y que ve las cosas opuestas con dig-nidad y respeto” y Alfredo Alvar, desde su perspectiva y estudio históricos, la considera su preferida. Ciertamente, respiro con los se-gundos y lo hago en este convulso siglo XXI en el que la libertad, la estima del otro y la pertinencia histórica de la amistad son crucia-les. ¿Lo sabía Cervantes?

Guadalupe ArbonaPublicado en www.revistahuellas.org

Cultura

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Zacarías 12, 10-11; 13, 1Salmo 62Gálatas 3, 26-29

Lucas 9, 18-24

Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompaña-ban sus discípulos y les preguntó: “¿Quién dice la gen-te que soy yo?”. Ellos contestaron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas”. Él les preguntó: “Y vo-sotros, ¿quién decís que soy yo?”.

Pedro respondió: “El Mesías de Dios”.

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie, por-que decía: “El Hijo del hombre tiene que padecer mu-cho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”.

Entonces decía a todos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará”.

“El que pierda su vidapor mi causa la salvará”

XII DomingoTiempo Ordinario

luzdelaPalabra

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Scenes from the Life of Jesus.

luzdelaPalabra

Las lecturas de este décimo segundo domingo del tiempo ordinario nos invitan a preguntarnos quién es Jesucristo para nosotros y a tomar nuestra cruz de cada día y seguir al Señor.

El Evangelio de san Lucas nos presenta a Jesús pre-guntando a sus apóstoles qué significa Él para sus vidas.

Jesús nos pregunta a cada uno qué significa Él para nosotros, qué significa para nuestra vida. Pregunté-monos: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Estoy dispuesto a tomar la cruz y seguirlo? Porque esto es lo que nos pide hoy Jesús a todos los cristianos.

Nosotros vamos por la vida tratando siempre de evitar el sufrimiento, y Jesús nos dice que hay que tomar la cruz, ¿cómo podemos entonces seguirlo?

Dios no mandó a su Hijo al mundo para sufrir. Al Dios de Jesús no le agrada ni ver sufrir a su Hijo, ni nues-tros sufrimientos. Jesús no buscó la cruz ni tampoco el sufrimiento por el sufrimiento. Asumió la cruz y el sufrimiento por amor a los hombres.

También en nuestra vida puede haber sufrimientos provocados por quienes oprimen a otros al imponer la injusticia, la mentira, la violencia, personas que impo-nen el sufrimiento para lograr sus propios intereses, y persiguen a los que quieren quitar de este mundo las injusticias, el hambre, persiguen a los que quieren implantar la paz, la verdad, que Jesús proclamó.

Seguir a Jesús exige fidelidad a la causa que Él procla-mó, fortaleza ante la cruz que nos puedan imponer, aceptarla por fidelidad, como Cristo la aceptó por no-sotros, por amor.

Comprometernos con la justicia, ayudar a los necesi-tados, ser generosos puede acabar en sufrimiento y en cruz. Jesús lo dejo bien claro que ser misericordio-so, buscar la dignidad humana, vivir la caridad com-porta muchas veces soportar la cruz, la persecución.

Que importante es que nosotros no tengamos miedo a tomar y llevar la cruz por amor a nuestros hermanos.

Ignacio Fernández GonzálezSacerdote Diócesis de Granada

Comentario al Evangelio

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