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CAPÍTULO 1 EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA Para un adolescente, el automóvil es un símbolo de estatus, de libertad de movi- mientos y de aventura. Para un mecánico, puede parecer una criatura enferma que necesita una cura. Para un conductor atas- cado en medio del tráfico, puede parecer una prisión de paredes acolchadas. Para el trabajador de una cadena de montaje, es posible que no sea más que un conjunto parcialmente terminado de piezas sueltas y un puesto de trabajo. Para el ladrón de bancos o para el corredor de carreras de coches es un caballo mecánico moderniza- do. En la vida de cada una de estas perso- nas -y su ejemplo podría multiplicarse indefinidamente- la combinación de me- tal, caucho y plástico que llamamos auto- móvil desempeña un importante papel, cuyo carácter va desde la utilidad práctica más absoluta hasta el romanticismo de un descapotable en una autopista iluminada por la luna. Para un economista, el automóvil puede servir de punto de partida para ilustrar casi cualquier parte de la economía. Examinan- do este objeto tan familiar desde la pers- pectiva del análisis económico, podemos aprender mucho sobre el modo de pensar de la ciencia económica. El automóvil: una breve historia Tras cerca de cien años produciendo au- tomóviles, resulta difícil imaginarse la época en la que no existían. Pero como ocurre con cualquier otro producto nuevo, el automóvil tuvo que comenzar con una idea. Naturalmente, las ideas no bastan por sí solas. Han de traducirse en productos comerciables y producirse a precios ase- quibles y el proceso de producción ha de financiarse. Antes de que los inversores presten ayuda financiera, hay que conven- cerlos de que la idea propuesta no sólo es viable, sino también de que probablemente es lo suficientemente rentable como para que les compense asumir los riesgos de la inversión. No fue un solo descubrimiento el que llevó a desarrollar el automóvil; la idea de un carruaje motorizado se le ocurrió a mu- chos en Estados Unidos, Alemania, Fran- cia y Gran Bretaña a finales del siglo XIX. Los problemas técnicos que habían de re- solverse eran fáciles de formular, aunque difíciles de abordar. Por ejemplo, a dife- rencia de la locomotora de vapor, el ca- rruaje sin caballos no podía llevar el com- bustible en otro vagón, por lo que era fun- damental desarrollar un motor de combus- tión interna poderoso, pero relativamente ligero. ·

Stiglitz Capitulos 1 y 2

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CAPÍTULO 1

EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA

Para un adolescente, el automóvil es un símbolo de estatus, de libertad de movi­mientos y de aventura. Para un mecánico, puede parecer una criatura enferma que necesita una cura. Para un conductor atas­cado en medio del tráfico, puede parecer una prisión de paredes acolchadas. Para el trabajador de una cadena de montaje, es posible que no sea más que un conjunto parcialmente terminado de piezas sueltas y un puesto de trabajo. Para el ladrón de bancos o para el corredor de carreras de coches es un caballo mecánico moderniza­do. En la vida de cada una de estas perso­nas -y su ejemplo podría multiplicarse indefinidamente- la combinación de me­tal, caucho y plástico que llamamos auto­móvil desempeña un importante papel, cuyo carácter va desde la utilidad práctica más absoluta hasta el romanticismo de un descapotable en una autopista iluminada por la luna.

Para un economista, el automóvil puede servir de punto de partida para ilustrar casi cualquier parte de la economía. Examinan­do este objeto tan familiar desde la pers­pectiva del análisis económico, podemos aprender mucho sobre el modo de pensar de la ciencia económica.

El automóvil: una breve historia

Tras cerca de cien años produciendo au­tomóviles, resulta difícil imaginarse la época en la que no existían. Pero como ocurre con cualquier otro producto nuevo, el automóvil tuvo que comenzar con una idea. Naturalmente, las ideas no bastan por sí solas. Han de traducirse en productos comerciables y producirse a precios ase­quibles y el proceso de producción ha de financiarse. Antes de que los inversores presten ayuda financiera, hay que conven­cerlos de que la idea propuesta no sólo es viable, sino también de que probablemente es lo suficientemente rentable como para que les compense asumir los riesgos de la inversión.

No fue un solo descubrimiento el que llevó a desarrollar el automóvil; la idea de un carruaje motorizado se le ocurrió a mu­chos en Estados Unidos, Alemania, Fran­cia y Gran Bretaña a finales del siglo XIX.

Los problemas técnicos que habían de re­solverse eran fáciles de formular, aunque difíciles de abordar. Por ejemplo, a dife­rencia de la locomotora de vapor, el ca­rruaje sin caballos no podía llevar el com­bustible en otro vagón, por lo que era fun­damental desarrollar un motor de combus­tión interna poderoso, pero relativamente ligero. ·

20 INTRODUCCIÓN

Preguntas clave

1. 2.

¿Qué es la economía? ¿Cuáles son las cuestiones básicas que aborda? En las economías occidentales, ¿cuáles son los respectivos papeles que desempeñan el Estado y el sector privado o de «mercado»?

3. 4. 5.

¿Qué son los mercados y cuáles son los principales que integran la economía? ¿Por qué se dice que la economía es una ciencia? ¿Por qué los economistas discrepan tan a menudo sobre si la economía es una ciencia?

)~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Si el lector visita un museo de coches antiguos, observará que los problemas téc­nicos se resolvieron de modo independien­te y de distintas formas. A finales del siglo XIX y principios del xx, los alrededores de Detroit estaban llenos de innovadores de­dicados a desarrollar sus distintos automó­viles: Ransom E. Olds, los hermanos Dod­ge y Henry Ford, que fue quien finalmente tuvo más éxito de todos. El ambiente debió de ser muy parecido al que ha reinado en los últimos veinticinco años en Silicon Va­lley (el área californiana situada entre San Francisco y San José), centro del desarro­llo de las nuevas tecnologías informáticas: un ambiente de entusiasmo y de avances e hitos importantes. Los distintos innovado­res del automóvil pudieron servirse de las ideas que «flotaban en el aire». También contaron con la ayuda de empresas espe­cializadas que habían desarrollado toda una variedad de nuevas tecnologías y habi­lidades inusuales en esa época, como, por ejemplo, las nuevas aleaciones que permi­tían construir motores más ligeros y las nuevas técnicas de acabado mecánico que permitían conseguir una mayor potencia, precisión y durabilidad. Los innovadores pudieron servirse de las nuevas tecnologías para complementar sus propias ideas.

Es a Henry Ford a quien se le atribuye, por lo general, el mérito de haberse dado cuenta del valor que podía encerrar un vehículo que pudiera fabricarse a un precio razonable. Antes de que apareciera él, los automóviles eran bienes de lujo, a los que

sólo podían acceder los ricos. Ford vio el beneficio que podía reportar la creación de un transporte barato. Aun después de intro­ducir el modelo T en 1909 al precio apa­rentemente de ganga de 900 dólares, en 1914 lo rebajó a la mitad, 440 dólares, y en 1916 volvió a rebajar casi un quinto, fiján­dolo en 360 dólares. El público respondió: las ventas aumentaron súbitamente, pasan­do de 58.000 en 1909 a 730.000 en 1916. Se había confirmado la predicción de Ford de que existía un gran mercado para los automóviles baratos.

El éxito de Ford no se debió simplemen­te a que bajó el precio de sus automóviles. También diseñó un sistema para producir­los de un modo menos caro. Su principal innovación fue la cadena de montaje, que permitía producir en serie; ésta fue la clave que explica el hecho de que los precios de sus automóviles fueran más bajos. Ford consiguió, además, los recursos financie­ros necesarios para contratar y formar trabajadores que pudieran producir los automóviles. Tras todos sus demás éxitos se encuentra la creación de la organización -la Ford Motor Company- en el seno de la cual tenía lugar la producción, la finan­ciación y la comercialización.

El riesgo del proyecto era grande. ¿Con­seguiría Ford desarrollar su automóvil? ¿Le tomaría otro la delantera? ¿Sería el precio de los automóviles lo suficiente­mente bajo como para que los pudiera comprar mucha gente? Si tenía éxito, ¿co­piarían los imitadores su invento y produ-

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EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 21

cirían tantos automóviles que no pudiera ganar ningún dinero?

Quienes invirtieron en el proyecto de Ford tuvieron en cuenta estos riesgos cuando consideraron la posibilidad de su­ministrarle o no los recursos que necesita­ba. Tal corno evolucionaron los aconteci­mientos, los inversores deberían haber pre­visto -pero probablemente no lo hicie­ron- un problema más. Ford formó una sociedad colectiva para desarrollar su pri­mer automóvil. Él iba a poner principal­mente las ideas y el trabajo, mientras que sus socios iban a aportar el dinero. Pero la sociedad colectiva quebró antes de que se iniciara la producción y los críticos de Ford afirmaron que se debía a que dedica­ba todo su tiempo y energía a pensar en sus próximas ideas en lugar de ponerse a

· fabricar de una vez los automóviles. Basándose en sus ideas más desarrolla­

das, Ford convenció entonces a otros in­versores de que lo financiaran. La expe­riencia anterior tal vez debiera haberles provocado un cierto recelo, pero siguieron adelante. De nuevo, fracasó la sociedad y, de nuevo, pareció que Ford estaba dedi­cándose a desarrollar nuevas ideas.

Por fin, en su tercera sociedad, consi­guió producir automóviles. ¿Fueron trata­dos injustamente los dos primeros grupos de socios? Ford podría muy bien haber ar­gumentado que él entró en las dos socieda­des de buena fe, pero que no fue capaz de llevar a cabo la hazaña de producir auto­móviles hasta la tercera ocasión. Podría haber dicho, además, que el éxito de esa empresa era atribuible a sus ideas y a sus esfuerzos más que al dinero aportado por sus socios. Al margen de lo que ocurriera realmente en el caso particular de Ford, este tipo general de problema -uno o más socios piensa que ha aportado proporcio­nalmente más de lo que indica su partici­pación en los beneficios o uno o más so­cios trata de «engañar» a otros incum­pliendo lo que éstos consideran que

son sus obligaciones- se repite una y otra vez.

El éxito de Ford se debió tanto a su ca­pacidad para ingeniar métodos innovado~ res que dieran incentivos y organizar la producción corno a su habilidad para resol­ver los problemas técnicos. Y lo demostró con su original política laboral. En lugar de tratar de mantener bajos los salarios de los trabajadores, ofrecía más del doble del salario vigente y pagaba a sus trabajadores la magnífica suma de 5 dólares al día. Sin embargo, a cambio, Ford les hacía trabajar mucho; la cadena de montaje que inventó le permitió obligar a sus obreros a trabajar a un ritmo rápido y persistente. La canti­dad producida por trabajador aumentó enormemente. Aún así, era evidente que los elevados salarios constituían una gran compensación por el esfuerzo adicional. De hecho, poco faltó para que estallaran disturbios al clamar los obreros por los puestos de trabajo que se ofrecían. Ford había redescubierto una vieja verdad: pa­gando a los trabajadores más de lo que pueden ganar en cualquier otro lugar, era posible conseguir una mano de obra que trabaje con mayor ahínco, sea más leal y tenga unos niveles de interrupción del tra­bajo y absentismo más bajos. En algunos casos, los empresarios consiguen una ma­yor productividad pagando unos salarios más altos.

El éxito de Ford en la utilización de in­centivos para compensar a sus trabajadores por su mayor productividad le permitió vender sus automóviles a un precio más bajo que el de sus rivales. Estos precios más bajos y el mayor volumen de ventas concomitante le permitieron aprovechar al máximo las ventajas de las técnicas de pro­ducción en serie que había desarrollado. Sin embargo, hubo un momento en el que los planes de Ford estuvieron a punto de desbaratarse cuando un abogado inventor llamado George Baldwin Selden alegó que Ford había usurpado su patente.

1

22 INTRODUCCIÓN

Los gobiernos conceden patentes a los inventores para que éstos puedan recoger los frutos de sus innovaciones. Se conce­den generalmente por inventos específicos, como un nuevo tipo de sistema de frenado o un nuevo mecanismo de transmisión. Una patente concede al inventor el derecho exclusivo a producir su invento durante un período limitado, contribuyendo así a ga­rantizar que podrá ganar algún dinero por los inventos que tengan éxito. Como con­secuencia de las patentes, los precios de estos productos pueden ser más altos, ya que nadie más puede hacer esos mismos productos, pero se supone que los benefi­cios que reporta a la sociedad el fomento de la innovación compensan con creces las pérdidas que experimentan los consumido­res por tener que pagar unos precios tem­poralmente más altos.

Para conseguir una patente es preciso satisfacer determinados criterios. Por ejemplo, la idea de la cadena de montaje de Ford es un invento que no podía paten­tarse, por "lo que fue imitado por otros fa­bricantes de automóviles. Uno de los crite­rios para conceder una patente (y juzgar si alguna otra persona está usurpándola) es el de la «novedad». Generalmente, las ideas no pueden patentarse; sólo las innovacio­nes específicas. Selden había solicitado pa­tentar un carruaje sin caballos y autopro­pulsado, y lo había conseguido. Pidió que los demás fabricantes de automóviles le pagaran un royalty, que es una cuota que se abona por el derecho a utilizar una inno­vación patentada, y creó, al mismo tiempo, una asociación que garantizaría que los precios de los automóviles serían altos.

Ford recusó la patente en los tribunales alegando que el concepto de «carruaje sin caballos y autopropulsado» que Selden de~ claraba haber patentado era demasiado vago para ser patentable. Ford ganó y se convirtió en un héroe nacional. Ofreciendo automóviles a las masas por un precio ra­zonablemente bajo, ganó millones de dóla-

res y mejoró el bienestar de muchos millo­nes de americanos, permitiéndoles ir don­de quisieran de un modo más fácil, barato y rápido.

EL RENACIMIENTO DE LA INDUSTRIA

A,MERICANADELAUTOMÓVIL

Actualmente, la gente, cuando se refiere a las nuevas tecnologías, no piensa en los automóviles, sino en los ordenadores y en la ingeniería genética. La historia del auto­móvil ha dejado de ser un símbolo de los avances tecnológicos más recientes. El cambio de la suerte de la industria automo­vilística americana en las dos últimas dé­cadas es un reflejo de la redefinición del sector.

En el otoño de 1903, había más de cien fabricantes de automóviles, de los cuales veintisiete representaban más del 70 % del total de ventas de la industria. Sin embar­go, ·a principios de los años sesenta, sólo tres empresas eran responsables del 88 % de las ventas de automóviles americanos. Muchos de los fabricantes existentes a co­mienzos de siglo habían quebrado o habían abandonado en busca de activídades más rentables; el resto se había unido para constituir algunas de las empresas domi­nantes o había sido absorbido por ellas. En la década de 1960, salvo una o dos excep­ciones, los fabricantes de automóviles de otros países no podían fabricar coches de la calidad y el precio que muchos america­nos querían comprar. Al desaparecer el acicate de la competencia que enfrentara a muchas empresas entre sí, los precios de los automóviles americanos eran relativa­mente altos y la tasa de innovación de la industria relativamente baja.

Los problemas más graves que tenía la industria automovilística en los años se­senta se referían a la calidad del medio ambiente y a la seguridad de los automóvi­les. Comenzó a admitirse que el automóvil

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EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 23

estaba contribuyendo significativamente a la contaminación del aire. El Estado reguló a través de la Environmental Protection Agency (Agencia de Protección del Medio Ambiente) el tipo de humos que podía ex­pulsar un automóvil, lo que llevó a intro­ducir modificaciones en los diseños. Por lo que se refiere a la seguridad, las empresas respondieron inmediatamente a las exigen­cias colocando cinturones. No obstante, se negaron a poner bolsas de aire que se in­flaran automáticamente en caso de coli­sión.

Este panorama relativamente favorable cambió espectacularmente en 1973. Ese año, la Organización de Países Exportado­res de Petróleo (OPEP) -formada princi­palmente por países de Oriente Medio­aunó sus fuerzas para reducir la oferta de petróleo, provocar una escasez y elevar así su precio. De hecho, la OPEP interrumpió todas las exportaciones de petróleo durante unas tensas semanas a finales de 1973. Su poder sorprendió a muchos, incluida la in­dustria americana del automóvil. Entonces los automóviles americanos tendían a ser más grandes y pesados que los japoneses o europeos. Esta tendencia tenía una fácil explicación: las rentas eran más altas en Estados Unidos, lo que significaba que los americanos podían permitirse automóviles

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111 Japón 2.000

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1.500

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500

o 1965 1970

mayores y la gasolina que engullían. Ade­más, en Japón y Europa los impuestos so­bre la gasolina eran muy altos, lo que ani­maba a los consumidores a comprar auto­móviles más pequeños y más eficientes desde el punto de vista del ahorro de com­bustible.

La industria americana del automóvil esperaba que el gusto americano pot los automóviles grandes y devoradores de ga­solina no variara, por lo que no estaba pre­parada para la crisis de los precios del pe­tróleo que provocó la medida de la OPEP. Pero otros países, sobre todo Japón, esta­ban preparados para sacar provecho de la situación con automóviles más pequeños, más baratos y más eficientes desde el pun­to de vista del consumo de gasolina. Las importaciones de automóviles en su con­junto casi se duplicaron en los años seten­ta, pasando de un 15· % del total de auto­móviles vendidos en Estados Unidos en 1970 a un 27 % en 1980, y se mantuvieron en ese elevado nivel tanto durante toda la década de 1980 como en lo que va de la presente. La figura 1.1 representa las im­portaciones de automóviles nuevos proce­dentes de Canadá, Japón y Alemania, co­rrespondientes al período 1965-1990. Ésta muestra de inmediato que las importacio­nes de automóviles japoneses aumentaron

1975 1980 1985 1990

Fm. 1.1. Importaciones americanas de automóviles de Canadá, Japón y Alemania. Las importaciones proceden­tes de Canadá y Alemania aumentaron a finales de los años sesenta. En los setenta, sin embargo, experimentaron un enorme incremento las procedentes de Japón, y los fabricantes japoneses consiguieron una enorme cuota de mercado de la que aún disfrutan hoy. Fuente: Ward's Automotive Reports (1991). ·

24 INTRODUCCIÓN

vertiginosamente, tanto en términos abso­lutos como en comparación con otros paí­ses. Para un economista, un cambio tan re­pentino de una tendencia puede ser el de­sencadenante de una investigación más a fondo de las causas.

Era evidente que las empresas japonesas estaban ofreciendo lo que querían los con­sumidores americanos, pero la explosión de las importaciones produjo un efecto de­vastador en la industria americana del au­tomóvil. Los beneficios cayeron y muchos trabajadores fueron despedidos. Mientras que Henry Ford creía que pagando a los trabajadores unos salarios más altos podía conseguirse una mano de obra más pro­ductiva, en los años setenta el elevado pre­cio de los automóviles americanos se atri­buyó, en gran medida, a los elevados salá­rios que estaban pagándose en la industria automovilística. El nivel de productividad de los trabajadores no justificaba esos sala­rios.

CHRYSLER: EL ESTADO ACUDE EN SU AUXILIO

A finales de los años setenta, una em­presa, Chrysler, se encontraba al borde de la quiebra. Los bancos se negaron a pres­tarle dinero, temiendo que no pudiera de­volverlo. La empresa no tenía liquidez para devolver los créditos que vencían, por lo que pidió ayuda al Estado. En el debate resultante sobre si el Estado debía hacer algo para salvar a Chrysler, los partidarios de la concesión de un aval (que supondría salvarse de la ruina financiera) pintaron un panorama de trabajadores parados -haee tiempo que se considera que una de las responsabilidades del Estado es mantener el pleno empleo- y fábricas vacías, des­pilfarradas.

Sus detractores señalaron que los traba­jadores y demás recursos podían reasignar­se, pues, al fin y al cabo, los trabajadores, las máquinas y los edificios de una empre-

sa en quiebra no desaparecen sino que son arrendados o vendidos a nuevas empresas gestionadas por otros directivos. Sostenían que la reasignación era oportuna porque la quiebra demostraba que la dirección de Chrysler no había sido capaz de gestionar bien sus recursos.

Los papeles políticos tradicionales se in­virtieron a veces en el debate. Algunos conservadores que eran partidarios desde hacía tiempo de que el Estado tuviera una función limitada, que habían criticado las «limosnas» que éste daba a los pobres y a los necesitados, fundándose en que esas prestaciones sociales hacían perder a aqué­llos confianza en sí mismos, se mostraron partidarios de dar esta ayuda a Chrysler. Algunos liberales que creían que el gasto público ayudaba a resolver muchos otros problemas sociales se convirtieron de re­pente en defensores del libre comercio, ar­gumentando que la concesión de una sub­vención federal a Chrysler reduciría los in­centivos de otras empresas para gestionar bien sus activos.

Finalmente, el Estado avaló algunos nuevos créditos solicitados por Chrysler. Lo que significaba el aval era que si Chrysler no devolvía los créditos, lo haría el Estado con dinero procedente de los im­puestos. Gracias a este aval, Chrysler pudo conseguir préstamos de inversores y ban­cos privados a un tipo de interés relativa­mente bajo. Así pues, el dinero que recibió lo obtuvo, al menos en parte, a expensas de otras empresas que estaban solicitan­do créditos en ese momento, por lo que en realidad se desviaron recursos hacia Chrysler. La empresa pudo devolver los préstamos sin quebrar y recuperarse. La historia del éxito posterior, del que Lee !a­cocea, presidente de Chrysler, se atribuyó el mérito, se ha contado ya muchas veces.

En realidad, el Estado tenía poderosos incentivos para intervenir y ayudar a Chrysler. No sólo le preocupaba perder una de las tres mayores empresas de la in-

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EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 25

dustria del automóvil sino que corría el riesgo de perder mucho dinero como con­secuencia de un programa de seguro que habí¡¡ establecido varios años antes para pagar una pensión a los trabajadores. Este programa garantizaba a los trabajadores una pensión aunque quebrara la empresa. Si Chrysler hubiera quebrado, el Estado tendría que haber pagado a sus trabajado­res cientas de millones de dólares en pen­siones.

El Estado también terminó obteniendo mucho dinero al salir fiador de Chrysler, pues a cambio de avalar los préstamos, in­sistió en que se le diera una participación en la propiedad de la empresa. Con el éxito posterior, esta participación adquirió un gran valor. Como cabía esperar, Chrysler pidió al Estado que renunciara a lo que pa­recía (retrospectivamente) un pago excesi­vo por nada más que una promesa, una ga­rantía por la que el Estado nunca había te­nido que pagar nada. Éste se negó y se quedó con el dinero.

PROTECCIÓN CONTRA LA COMPETENCIA

EXTRANJERA

General Motors y Ford también tuvie­ron, aunque en menor medida, los mismos problemas que Chrysler. Pero a principios de los años ochenta, las tres empresas de automóviles comenzaron a recuperarse de las dificultades de los setenta por varias ra­zones. Los sindicatos redujeron espectacu­larmente sus demandas salariales. Se desa­rrollaron automóviles más pequeños y más eficientes desde el punto de vista del con­sumo de combustible. Y, mientras ocurrían todos estos cambios, el Estado intervino de nuevo, en esta ocasión para ayudar a prote­ger a la industria de la competencia extran­jera. De nuevo, volvieron a preocupar las suspensiones de empleo que estaban regis­trándose en la industria nacional del auto­móvil: en Michigan, importante Estado

productor de automóviles, el paro había al­canzado en 1980 la cifra de 12,6 % (mien­tras que la tasa total de paro de Estados Unidos era de un 7,1 %). Pero en lugar de imponer un arancel (un impuesto) sobre las importaciones de automóviles, el go­bierno americano negoció con el japonés para restringir las exportaciones japonesas de automóviles. Aunque se dijo que las restricciones eran voluntarias, en realidad se negociaron bajo presiones. Si los japo­neses no hubieran tomado la medida «vo­luntaria» de limitar las exportaciones, el Congreso habría aprobado probablemente una ley que los hubiera obligado a tomarla involuntariamente.

En cualquier caso, la reducción de la oferta de automóviles japoneses elevó no sólo las ventas de automóviles americanos, sino también los precios tanto de los auto­móviles japoneses como de los america­nos. La industria americana fue subvencio­nada no sólo por los contribuyentes en ge­neral, sino también por quienes compraron automóviles, a través de los precios más altos que pagaron. Ni siquiera los fabrican­tes de automóviles japoneses tuvieron mu­cho de que quejarse, ya que también salie­ron beneficiados de la subida de los pre­cios. De hecho, si un grupo de fabricantes americanos se hubiera reunido y hubiera acordado reducir su producción, se habría considerado que esto era una violación de las leyes antimonopolio de Estados Uni­dos, cuyo objetivo era velar por la compe­tencia. Pero en este caso el propio gobier­no americano fomentó la reducción de la competencia.

Los japoneses respondieron también de otro modo a estas restricciones. Decidieron soslayar las limitaciones de sus exportacio­nes fabricando automóviles en Estados Unidos. Esta respuesta supuso una irónica inversión de la pauta. En las primeras dé­cadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, las empresas americanas habían instalado fábricas en todo el mundo, de-

26 INTRODUCCIÓN

CUADRO l. l. Quién fabrica los automóviles en Estados Unidos

Producción nacional (Estados Unidos y Canadá) General Motors Ford Chrysler Pequeños fabricantesª

1960 1990

3.141.157 1.880.389

795.096

Total producido en Estados Unidos por empresas de propiedad americana Total producido en Estados Unidos por empresas de propiedad extranjerah Producción total de automóviles en Estados Unidos

2.869.799 1.749.308

921.337 528.517

6.068.955 o

6.068.955 498.785

6.567.740

o 5.816.642 1.080.246 6.896.888 2.404.416 9.301.304

Más importaciones Compras totales de automóviles en Estados Unidos

ª En 1960, los pequeños fabricantes eran American Motors, Studebaker y Packard; en 1990, ninguna de estas empresas se­guía siendo independiente.

b Comprende Honda, Nissan, Toyota, Mazda, Mitsubishi y Subaru-Isuzu. Fuente: Ward's Automotive Yearbook (1961, 1991).

mostrando que los conocimientos técnicos y la capacidad de gestión americanos po­dían producir bienes mejores y más bara­tos. Ahora los japoneses estaban entrando en Estados Unidos dando lecciones de tec­nología y de gestión. El cuadro 1.1, que muestra quiénes producían los automóviles que compraron los consumidores america­nos tanto en 1960 como en 1990, es un po­deroso testimonio de la creciente impor­tancia que cobraron en ese período las im­portaciones y de los automóviles extranje­ros producidos en Estados Unidos.

A los economistas suele gustarles tradu­cir los números en gráficos y cifras. La fi­gura 1.2 resume, en parte, la información del cuadro l. l. El panel A muestra la pro­porción de la producción total de Estados Unidos que representaban General Motors, Ford, Chrysler y «otras» empresas en 1960 y en 1990. Mientras que en 1960 las demás empresas eran todas de propiedad america­na, en 1990 eran todas de propiedad ex­tranjera. La figura muestra que la produc­ción está muy concentrada. Así, por ejem­plo, GM, que representa algo menos del 50 % de la producción total, tiene algo me­nos de la mitad de la tarta. El panel B re­presenta gráficamente el significativo au­mento que experimentó durante el período

en cuestión la proporción correspondiente a las importaciones.

A finales de los años ochenta, aunque la industria automovilística americana no ha­bía recuperado la posición dominante que ocupaba unos veinticinco años antes, mos­traba crecientes signos de vitalidad, refle­jados no sólo en sus elevados niveles de beneficios, sino también en los nuevos di­seños e innovaciones. Pero la recesión de 1991 trajo consigo unos niveles de pérdi­das sin precedentes. Sólo GM perdió cerca de 4.500 millones de dólares ese año, cifra récord para cualquier empresa.

La figura 1.3 muestra la historia de la producción americana de automóviles. Los altibajos de la curva reflejan el auge, la caída y la recuperación de la industria a los que nos hemos referido antes. Se represen­ta la producción de automóviles en rela­ción con los principales acontecimientos que afectaron a la economía en su conjun­to. En el eje de abscisas se muestran los años y en el de ordenadas el número de au­tomóviles vendidos. Basta echar un vistazo a la figura para darse cuenta de que la pro­ducción anual de automóviles ha disminui­do considerablemente desde el máximo re­gistrado en la década de 1960. Las mejoras en las técnicas de producción en serie pro-

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EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 27

1960 1990

A

1960 1990

B

Fm. 1.2. Reparto del mercado de automóviles de Estados Unidos. Esta tarta representa algunos de los cambios que ha sufrido el mercado de automóviles de Estados Unidos en las últimas décadas. Los gráficos del panel A muestran que la producción ha continuado estando concentrada. En 1960, las «otras» empresas eran pequeñas em­presas americanas, como Studebaker y American Motors; en 1990, eran empresas de propiedad extranjera, como Honda. Los gráficos del panel B muestran el espectacular aumento que han experimentado las importaciones. Fuente: Ward's Automotive Reports (1960, 1991).

Millones de automóviles producidos

10

9

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7

6

5

4

3

2

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º'--~-C:.L_1'll.Z:;;_jL_~-1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990

Fm. 1.3. Producción anual de automóviles de Estados Unidos, desde 1900 hasta la actualidad. La evolución de la producción de automóviles de Estados Unidos refleja los acontecimientos ocurridos en su economía y en el mun­do durante el siglo xx, al tiempo que se ha visto influida por ellos. Fuente: Ward's Automotive Reports (varios años).

28 INTRODUCCIÓN

vocaron el auge de las ventas de automóvi­les que se registró a comienzos de siglo. Durante la Gran Depresión de los años treinta, éstas disminuyeron acusadamente, y durante la Segunda Guerra Mundial la producción de automóviles para uso civil se detuvo por completo. A continuación, aumentó vertiginosamente durante la ex­pansión de la posguerra de los años cin­cuenta y sesenta. En los setenta, las enor­mes subidas del precio de la gasolina con­tribuyeron a desencadenar dos recesiones mundiales, reduciendo las ventas de auto­móviles, antes de que la economía de Esta­dos Unidos volviera a mostrar una pauta de crecimiento continuo a mediados de la década de 1980, que permitió que se detu­viera, al menos, el descenso de las ventas de automóviles. La competencia extranjera causó otra disminución de la producción de automóviles americanos a finales de la década, que se vio exacerbada por la rece­sión de 1991.

¿Qué es la economía?

Aunque este breve relato ilustra nume­rosas facetas de la economía, procede defi­nir ahora nuestra disciplina. La economía estudia el modo en que eligen los indivi­duos, las empresas, el Estado y otras enti­dades de nuestra sociedad y en que esas elecciones determinan la manera en que se utilizan los recursos que ésta tiene. El tér­mino escasez ocupa un lugar destacado en economía: las elecciones son importantes porque los recursos son escasos. Imagine­mos el caso de una persona inmensamente rica que puede comprar todo lo que quiere. Cabe pensar que la escasez no figura en su vocabulario, hasta que se considera que el tiempo es un recurso y que debe decidir a qué caro juguete va a dedicarlo cada día. Teniendo en cuenta el tiempo, pues, la es­casez es un hecho cierto en la vida de todo el mundo.

Para producir un solo bien, como un au­tomóvil, es preciso tomar miles de decisio­nes. Como una economía se compone no sólo de automóviles, sino también de mi­llones de productos, es una maravilla que funcione, y mucho más que funcione tan bien como lo hace la mayor parte del tiem­po. Esta maravilla es especialmente evi­dente si se examinan los casos en los que las cosas no funcionan tan bien: la Gran Depresión que afectó a Estados U nidos en los años treinta, en la cual el 25 % de la población trabajadora no encontraba traba­jo; los países de la antigua Unión Soviéti­ca, en los que sencillamente a menudo no hay bienes de consumo ordinarios, como zanahorias o papel higiénico o botas; las economías menos desarrolladas de muchos países de África, Asia y Sudamérica, en las cuales los niveles de vida siguen siendo persistentemente bajos o incluso han dis­minuido en algunos lugares.

El hecho de que haya que elegir se apli­ca tanto a la economía en su conjunto como a cada persona. Los individuos, las economías domésticas, las empresas y el Estado toman de alguna manera decisiones que determinan conjuntamente cómo se utilizan los recursos limitados de la econo­mía, entre los cuales se encuentran la tie­rra, el trabajo, las máquinas, el petróleo y otros recursos naturales. ¿Cómo es que la tierra que se utilizó en un momento para la producción agraria puede utilizarse en otro para instalar una fábrica de automóviles? ¿Cómo es que en sólo dos décadas se transfirieron recursos de la producción de carruajes de caballos a la fabricación de carrocerías de automóvil y se reemplaza­ron los herreros por mecánicos de automó­viles? ¿De qué manera las decisiones de miles de consumidores, trabajadores, in­versores, directivos y autoridades determi­nan conjuntamente la utilización de los re­cursos escasos de que dispone la socie­dad? Los economistas reducen estas cues­tiones a cuatro preguntas básicas que se

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EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 29

refieren al modo en que funcionan las eco­nomías:

1. ¿Qué se produce y en qué canti­dad? El consumo ha experimentado grandes cambios en los últimos cincuenta años. Por ejemplo, en Estados Unidos el gasto en asistencia sanitaria sólo represen­taba en 1950 un 3,5 % del consumo perso­nal total. En 1990, más de uno de cada ocho dólares se gastaba en este concepto. En 1950, más de uno de cada cuatro dóla­res se gastaba en alimentos. A finales de los años ochenta, solamente uno de cada seis. En los últimos veinte años, los consu­midores han sustituido los automóviles de­voradores de gasolina por otros más efi­cientes desde el punto de vista del consu­mo de combustible. ¿A qué puede deberse ese tipo de cambios? La economía parece vomitar nuevos productos, como magne­toscopios, y nuevos servicios como cajeros automáticos. ¿A qué se debe este proceso de innovación? El nivel global de produc­ción también varía de un año a otro y va acompañado a menudo de grandes varia­ciones de los niveles de empleo y de paro. ¿Cómo pueden explicar los economistas estos cambios?

En Estados Unidos, la interacción priva­da de las empresas y los consumidores ex­plica en gran medida qué se produce y en qué cantidades, aunque también desempe­ña un papel importante el Estado. Los pre­cios son fundamentales en la determina­ción de los bienes que se producen. Cuan­do sube el precio de un bien, las empresas tienen incentivos para producir una canti­dad mayor de ese bien, para aumentar sus beneficios. Una cuestión esencial que inte­resa a los economistas es, pues, por qué unos bienes son más caros que otros y por qué sube o baja su precio.

2. ¿Cómo se producen estos bienes? Las cosas pueden hacerse generalmente de muchas maneras. Los textiles pueden ha-

cerse con telares manuales. Las máquinas modernas permiten a un número menor de trabajadores producir una cantidad mayor de tela. La maquinaria muy moderna pue­de estar muy informatizada y permitir a un trabajador el control de muchas más má­quinas· que antes. Las máquinas mejores generalmente cuestan más, pero exigen menos mano de obra. ¿Qué técnica se utili­zará? ¿La tecnología avanzada o la intensi­va en trabajo? Henry Ford introdujo un nuevo sistema para fabricar automóviles, la cadena de montaje. Últimamente, los fa­bricantes de automóviles han comenzado a utilizar robots. ¿Qué determina el ritmo de cambio de la tecnología?

En las economías de los países occiden­tales, las empresas responden a la pregunta sobre el modo en que se producen los bie­nes, de nuevo con la ayuda del Estado, cu­yas reglamentaciones y leyes afectan a todo, desde la organización global de las empresas hasta la manera en que se rela­cionan éstas con sus trabajadores y con sus clientes.

3. ¿Para quién se producen estos bie­nes? Una vez producidos los bienes, sur­ge la cuestión de la distribución. ¿Quién consume los bienes que se producen en una sociedad? En los países occidentales, las personas que tienen una renta más alta pueden consumir más bienes. Pero esa res­puesta nos lleva únicamente un paso más atrás: ¿qué determina las diferencias de renta y de salarios? ¿Qué papel desempe­ñan la suerte, la educación, la herencia, los ahorros, la experiencia y el tesón? Es difí­cil responder a estas preguntas, De mo­mento, basta decir que aunque, una vez más, las rentas son determinadas principal­mente por la interacción privada de las em­presas y las economías domésticas, el Es­tado también desempeña un importante pa­pel, con impuestos y programas que redis­tribuyen la renta.

La figura 1.4 muestra la remuneración

30 INTRODUCCIÓN

Cociente entre la renta de cada grupo y la media

de la economía (%)

Media (100)

Trabajadores Carniceros Bomberos Programadores Pilotos Médicos no cualificados informáticos de líneas

aéreas

Fm. 1.4. ¿Quién se lleva a casa lo que produce Estados Unidos? Este gráfico mide los ingresos de algunas profe­siones en relación con los salarios del trabajador medio. Los bomberos ganan un 25 % más que el trabajador me­dio, mientras que los médicos ganan el séxtuplo.

relativa de algunas ocupaciones. A juzgar por la renta, en Estados Unidos la propor­ción de la producción de la economía que recibe cada médico es el quíntuplo de la que recibe un bombero y el séptuplo de la que recibe un carnicero.

4. ¿Quién toma las decisiones econó­micas y por medio de qué procedimiento? En una economía basada en un sistema de planificación central, como era la Unión Soviética, el Estado asume la responsabili­dad de casi todos los aspectos de la activi­dad económica. Responde tanto a las tres primeras preguntas como a la cuarta. Un organismo central de planificación· econó­mica indica a través de una burocracia qué se producirá, con qué método y quién lo consumirá.

En el otro extremo del espectro se en­cuentran las economías que determinan el qué, el cómo y el para quién, basándose principalmente en el libre intercambio de los productores y sus clientes. Se dice que los países occidentales, que se encuentran cerca de este último extremo, tienen una economía mixta, es decir, las decisiones son tomadas por el sector público (por el gobierno) y por el sector privado. Los pro­ductores hacen, dentro de ciertos límites, lo que quieren; utilizan el método de pro-

ducción que les parece oportuno; y la producción colectiva se distribuye entre los consumidores de acuerdo con su renta. Cuando los economistas examinan una economía, quieren saber hasta qué punto las decisiones económicas son tomadas por el Estado y hasta qué punto son tomadas por los particulares. En los países occiden­tales, aunque se permite a los ciudadanos tomar sus propias decisiones sobre el tipo de automóvil que van a comprar, el Estado interviene de muchas formas: por ejemplo, toma medidas que afectan a las importa­ciones de determinados productos, que li­mitan la cantidad de contaminantes que puede emitir un automóvil y que fomentan el ahorro de gasolina y la seguridad.

También cabe preguntarse si los consu­midores toman las decisiones económicas en beneficio propio o en beneficio de un patrono, por ejemplo, de una empresa o de un organismo público. Esta distinción es importante. Cábe esperar que las personas que actúan en representación propia tonien decisiones que les beneficien. Sin embar­go, cuando actúan en nombre de organiza­ciones, puede existir un conflicto de intere­ses. Los observadores suelen referirse a las sociedades anónimas y a los Estados como si se tratara de una única persona. Los eco­nomistas señalan que las organizaciones se

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EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 31

componen, por definición, de una multitud de personas y que sus ·intereses no tienen por qué coincidir entre sí, ni, si vamos a eso, con los de la propia organización. Éste no es sino un ejemplo del hecho de que las organizaciones plantean algunos proble­mas específicos al análisis de la elección.

A los economistas les interesa saber no sólo cómo responde la economía a los cua­tro interrogantes básicos, sino también con qué grado de satisfacción, como lo de­muestra su interés por el modo en que se toman las decisiones. Se preguntan si la economía es eficiente, si podría producir una mayor cantidad de algunos bienes sin producir una menor de otros, y si sería po­sible mejorar el bienestar de algunas per­sonas sin empeorar el de otras.

Los mercados y el Estado en la economía mixta

El hecho de que en los países occidenta­les las decisiones sean tomadas principal­mente por el sector privado refleja la creencia de los economistas de que ello es conveniente y necesario para la eficiencia económica; sin embargo, los economistas también creen que son deseables algunos tipos de intervención del Estado. Hallar el equilibrio adecuado entre el sector público de la economía y el privado es una de las cuestiones fundamentales del análisis eco­nómico.

Los MERCADOS

Cuando los economistas son partidarios de que las decisiones sean tomadas princi­palmente por el sector privado, suelen de­cir que las decisiones económicas deben dejarse «al mercado». El concepto moder­no de mercado es una extensión del merca­dillo tradicional de los pueblos, en el que los compradores y los vendedores se reu-

nían para intercambiarse bienes. En mu­chos países menos desarrollados aún existe este tipo de mercado y en la mayoría de las ciudades algunos agricultores acuden a vender sus productos a un mercado de pro­ductos agrarios. En las economías moder­nas, existen algunos mercados en lugares perfectamente definidos: por ejemplo, las acciones se comercian en su mayoría en el «mercado de valores» situado en lugares como la Bolsa de Nueva York, la Bolsa de Tokio o la Bolsa de Madrid.

Actualmente, el concepto de mercado se utiliza para referirse a cualquier situación en la que se realicen intercambios, si bien éstos pueden no parecerse a los mercados de los pueblos. En los grandes almacenes y en los centros comerciales, los clientes ra­ras veces regatean sobre el precio. Cuando los fabricantes compran las materias pri­mas que necesitan para producir, no las in­tercambian por otros bienes sino por dine­ro. La mayoría de los bienes, desde las cá­maras hasta la ropa, no se vende directa­mente de los productores a los consumido­res, sino de los productores a los distribui­dores, de los distribuidores a los minoris­tas, de los minoristas a los consumidores. El concepto de economía de mercado en­globa todas estas transacciones.

En las economías de mercado competiti­vas, los consumidores toman decisiones que reflejan sus propios deseos. Y las em­presas toman decisiones que maximizan sus beneficios, para lo cual deben producir los bienes que desean los consumidores y deben producirlos con un coste más bajo que el de otras empresas. Cuando las em­presas compiten entre sí en busca de bene­ficios, los consumidores se benefician, tan­to por el tipo de bienes que se producen como por los precios a los que se ofrecen. Por lo tanto, la economía de mercado da respuesta a tres de los cuatro interrogan­tes económicos básicos --qué se produ­ce, cómo se produce y cómo se toman estas decisiones-, y las respuestas ga-

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32 INTRODUCCIÓN

rantizan, en conjunto, la eficiencia de la economía.

La economía de mercado también res­ponde a la cuestión restante -para quién se producen los bienes-, pero la respuesta no resulta aceptable para todo el mundo. Los mercados asignan los bienes a quienes quieren y pueden pagar el máximo por ellos. Como los postores que intervienen en una subasta, los participantes en el mer­cado que quieren y pueden pagar el precio más alto son los que se llevan los bienes, pero lo que quieran y puedan pagar depen­de de su renta. Es posible que algunos gru­pos de personas -entre las que se encuen­tran las que carecen de cualificaciones va­loradas por el mercado- perciban una

·renta tan baja que no puedan sobrevivir o alimentar y educar a sus hijos sin una ayu­da externa. El Estado les presta esa ayuda tomando medidas para aumentar la igual­dad de la renta. Sin embargo, estas medi­das a menudo afectan negativamente a los incentivos económicos. Aunque las presta­ciones sociales constituyen una importante red de seguridad para los pobres, los eleva­dos impuestos que se necesitan para finan­ciarlas pueden reducir los incentivos para trabajar y ahorrar. Al fin y al cabo, si el Estado se queda con una de cada tres -o incluso dos- pesetas que ganan las perso­nas de renta alta, tal vez éstas no se sientan inclinadas a trabajar mucho. Quizá decidan no trabajar los sábados y tomarse más va­caciones. Y si el Estado se queda con una de cada dos o tres pesetas de intereses que gana una persona gracias a sus ahorros, tal vez ésta decida ahora gastar más y ahorrar menos. La cuestión del equilibrio correcto entre la preocupación por la igualdad, de­nominada a menudo preocupación por la equidad, y la eficiencia es, al igual que el problema del equilibrio correcto entre el sector público y el privado, una de las cuestiones fundamentales del análisis eco­nómico moderno.

EL PAPEL DEL ESTADO

Aunque el mercado da respuesta, en conjunto, a los interrogantes económi­cos básicos que garantizan la eficiencia, existen algunas áreas en las que las solu­ciones no son buenas o eso les parece a muchas personas. Cuando el mercado no funciona bien o no se percibe que funcione bien, suele recurrirse al Estado. Sin em­bargo, ésta no es más que una de sus fun­ciones.

El Estado desempeña un importante pa­pel en las economías modernas, por lo que es necesario comprender cuál es éste y por qué realiza las actividades que realiza. En el relato de la industria del automóvil, nos encontramos varios casos de intervención del Estado. En los comienzos de la historia del automóvil, George Baldwin Selden casi pudo valerse de la legislación sobre las patentes creada por el Estado para alte­rar el rumbo de la industria. A finales de los años setenta, los préstamos avalados por el Estado permitieron sobrevivir a Chrysler. La industria del automóvil resul­tó extraordinariamente beneficiada por las restricciones que impuso el Estado sobre las importaciones japonesas, pero proba­blemente resultó perjudicada por otras re­glamentaciones, como las relativas a la se­guridad y a la contaminación. El poder de los sindicatos del automóvil, cuando consi­guieron subir considerablemente los sala­rios, fue, en parte, el resultado de los dere­chos que la legislación federal les había re­conocido. Más adelante en este libro, vere­mos otras vías por las que el Estado ha in­fluido en la industria del automóvil y en otras industrias.

En general, el Estado establece el marco jurídico por el que se rigen las empresas privadas y los particulares. Regula las em­presas para garantizar que no discriminen por razones raciales o sexuales, que no en­gañen a los clientes, que velen por la segu­ridad de sus trabajadores; que no contami-

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r EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 33

nen el aire y el agua. En algunas indus­trias, el Estado funciona como una empre­sa privada; en Estados Unidos, la Tennesse Valley Authority (TVA), de propiedad pú­blica, es uno de los mayores productores de electricidad; la mayoría de los niños asisten a escuelas públicas; y la mayor parte del correo siguen repartiéndolo las Qficinas de correos de propiedad pública. En otros casos, como el de la defensa na­cional, la construcción de carreteras y la emisión de dinero, el Estado suministra bienes y servicios que no suministra el sector privado. Los programas públicos ayudan a los ancianos a través de la Segu­ridad Social (que paga una renta a las per­sonas jubiladas y financia sus necesidades médicas). El Estado ayuda a quienes han sufrido algún tipo de problema económi­co, por medio del seguro .de desempleo destinado a las personas que están tempo­ralmente en paro, y del seguro de inva­liq¡::z, destinado a las personas que ya no' pueden trabajar. El Estado también intenta ofrecer una «red de seguridad» a los pobres, especialmente a sus hijos, a tr¡wés de algunos programas de asisten­cia social.

Sip embargo, es fácil imaginar un Esta­do que controle la economía más directa­mente. En los países en los que la autori­daci encargada de tomar las decisiones está centralizada y concentrada en el Estado, los burócratas pueden decidir qué y cómo debe producir una fábrica y dictar leyes so­bre los niveles salariales que deben pagar­se. En algunos países europeos, el Estado gestiona empresas siderúrgicas, minas de carbón y el sistema telefónico. En algunos, como en la antigua Unión Soviética y Chi­na, han intentado controlar, al menos hasta hace poco, casi todas las grandes decisio­nes relacionadas con la asignación de los recursos.

Los TRES PRINCIPALES MERCADOS

La economía de mercado, en su forma sencilla, gira en torno al intercambio entre las personas (o las economías domésticas), que compran bienes y servicios a las em­presas, y las empresas, que utilizan facto­res, es decir, distintos materiales de pro­ducción, y obtienen productos, es decir, los bienes y servicios que venden. Cuando re­flexionan sobre las economías de mercado, los economistas centran la atención en tres grandes categorías de mercados en las que se interrelacionan los consumidores y las empresas. Los mercados en los que las em­presas venden sus productos a las econo­mías domésticas se denominan colectiva­mente mercados de productos, es decir, mercados de bienes. Muchas empresas también venden sus bienes a otras; los pro­ductos de las primeras se convierten en factores de las segundas. También se dice que estas transacciones se realizan en el mercado de productos. ·

Por lo que se refiere a los factores, las empresas necesitan (además de los mate­riales que compran en el mercado de pro­ductos) alguna combinación de trabajo y maquinaria con la que poder producir sus bienes. Compran los servicios de trabaja­dores en el mercado de trabajo. Reúnen fondos, con los que comprar factores, en el mercado de capitales. Tradicionalmente, los economistas también han resaltado la importancia de un tercer factor, la tierra, pero en las economías industriales moder­nas, ésta tiene una importancia secundaria. Por lo tanto, en la mayoría de los casos basta centrar la atención en los tres gran­des mercados aquí mencionados y ésa es la pauta que seguiremos en el presente libro.

Como muestra la figura 1.5, los indivi­duos participan en los tres mercados. Cuando compran bienes o servicios, ac­túan como consumidores en el mercado de productos. Cuando actúan como trabaja­dores, los economistas dicen que «venden r

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34 INTRODUCCIÓN

Empresas

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Economías domésticas

FIG. 1.5. Los tres mercados. Para los economistas, la gente desempeña varios papeles: normalmente es un consu­midor en el mercado de productos, un trabajador en el de trabajo y un prestatario y prestamista en el de capitales.

sus servicios de trabajo» en el mercado de trabajo.

Cuando los individuos compran accio­nes de una empresa o le prestan dinero, los economistás señalan que participan en el mercado de capitales y los denominan in­versores. La industria del automóvil ofrece algunos ejemplos gráficos de la compleji­dad de los tres mercados.

El mercado de productos. Los econo­mistás utilizan el término «mercado de pro­ductos» para referirse a la venta de bienes por parte de las empresas a las economías domésticas y a otras empresas. Entre las características más importantes del merca­do de productos se encuentra el grado de competencia. A principios de la· década de 1900, la industria automovilística america­na estába integrada por un gran número de empresas que competían entre sí; en una época más reciente, en los años sesentá, tres empresas dominaban el sector; y en la actualidad las empresas extranjeras compi­ten poderosamente con las americanas.

Sin embargo, la competencia económica no es más que una de las preocupaciones económicas importantes. Los derechos de patente constituyen un caso en el que la

sociedad está dispuesta a arriesgarse a que no exista competencia durante un período limitado de tiempo a cambio de que los in­ventores tengan incentivos para producir nuevos productos. El caso de Chrysler, que llegó a estar al borde del colapso, es un ejemplo en el que el sistema político ame­ricano consideró inaceptáble los resultados de la competencia del mercado: una gran empresa se vio abocada a la quiebra.

El mercado de trabajo. Los economis­tas suelen utilizar el término «mercado de trabajo» para referirse a las transacciones en las que se contratán trabajadores o se compran servicios de trabajo. Las empre­sas no sólo deben contratar trabajadores y formarlos; también deben ofrecerles incen­tivos para que trabajen mucho y no se va­yan. Henry Ford descubrió que podía ser rentable pagar unos salarios superiores a los de los competidores y las empresas de automóviles observaron, a principios de los años ochenta, que unos salarios excesi­vamente altos podían impedirles competir con los automóviles importádos.

El mercado de capitales. El término «capital» se utiliza en economía en dos

EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA

Primer plano: Rusia y el Este de Europa tratan de dar nuevas respuestas a viejos interrogantes

35

Durante la mayor parte del siglo xx, el sistema económico de planificación central de la antigua Unión Soviética ha dado respuestas directas a cuatro interrogantes económicos básicos.

¿Qué se producía en una economía de ese tipo y en qué cantidades? Los planifica­dores estatales fijaban los objetivos y los trabajadores y las empresas se esforzaban por cumplirlos.

¿Cómo se producían estos bienes? De nuevo, como los planificadores estatales deci­dían lo que se entregaba a cada fábrica, decidían, de hecho, cómo se producía.

¿Para quién se producían estos bienes? El Estado tomaba decisiones sobre la remu­neración de cada puesto de trabajo, lo cual afectaba a la cantidad que podía consumir la po­blación. En principio, ésta podía elegir lo que compraba en tiendas gestionadas por el Esta­do, a precios fijados por el gobierno. Pero en la práctica, en estas tiendas faltaban muchos bienes. Quienes ocupaban posiciones de poder e influencia podían hallar otras fuentes de bienes, pero no así los consumidores medios. El Estado también controlaba directamente muchos bienes, como los apartamentos, decidiendo quién podía vivir en ellos.

¿Quién tomaba las decisiones económicas y mediante qué procedimiento? Los plani­ficadores del Estado decidían, basándose en sus ideas sobre los objetivos económicos na­cionales.

Hubo un tiempo en que toda esta planificación pareció muy sensata, como dijo en una ocasión el ex primer ministro soviético Nikita Krushev: «La economía es una materia que no respeta mucho nuestros deseos.» Pero cuando llegó al poder Mijail Gorbachov a mediados de los años ochenta, era evidente para los ciudadanos soviéticos y para los ob­servadores exteriores que era necesario realizar algunos cambios. Podrían citarse muchos ejemplos de calamidades económicas soviéticas, pero bastarán dos. En el mercado del cal­zado, la Unión Soviética era el mayor productor nacional del mundo. Sin embargo, el zapato medio era de tan mala calidad que se rompía en unas semanas, por lo que había grandes existencias de zapatos que nadie quería pudriéndose en los almacenes. En la agricultura, el gobierno soviético había permitido tradicionalmente la existencia de pequeñas parcelas agrí­colas privadas. Aunque limitaba el tiempo que podían tenerlas los agricultores, la gestión pú­blica de la agricultura era tan improductiva que el 3 % de la tierra soviética gestionada por particulares solía representar alrededor de un 25 % de la producción agrícola total.

Actualmente, el nivel de vida de la antigua Unión Soviética no sólo es más bajo que el de países industrializados como Estados Unidos y los de Europa occidental, sino que ape­nas es superior al de países en vías de desarrollo como Brasil y México .. Los trabajadores de la Unión Soviética se decían con un humor macabro unos a otros: «Fingimos trabajar y ellos fingen pagarnos.»

Gorbachov llegó al poder promocionando las ideas de la perestroika (reestructura­ción) y la g/asnost (apertura). En términos políticos, estas ideas tuvieron consecuencias muy rápidas y poderosas. En los países del Este de Europa, los dirigentes comunistas fueron de­rrocados en 1989 y 1990. La propia Unión Soviética se desintegró a finales de 1991, divi­diéndose en Rusia, Ucrania y otros Estados independientes. Muchos de estos países cele­braron elecciones para determinar, al menos en parte, quién gobernaría.

Sin embargo, decidir celebrar elecciones es relativamente fácil en comparación con la tarea de reestructurar toda una economía. A menudo pareció que los deseos políticos de la población que luchaba por la libertad relegaban a un segundo plano las consideraciones económicas. Sin embargo, a principios de los años noventa, comenzaron a vislumbrarse al­gunas sendas generales para introducir reformas económicas en estas economías. Es preci­so que los trabajadores tengan más incentivos para trabajar más, aunque eso signifique una

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36 INTRODUCCIÓN

mayor desigualdad salarial. Es necesario que las empresas tengan más incentivos para ser más eficientes y producir lo que desea la población, aunque eso signifique de vez en cuando paro y quiebra. Parece evidente que el papel de los planificadores del Estado debe dismi­nuir. En 1989 y 1990 se establecieron programas de este tipo en muchos países del Este de Europa y a principios de 1992 en Rusia durante el mandato de Boris Yeltsin.

Pero tras siete décadas de planificación económica central, la transición a una econo­mía en la que las fuerzas del mercado tengan mayor poder promete ser extraordinariamente difícil. Podría muy bien ocurrir que la situación empeorara antes de mejorar y que los resul­tados no se vieran hasta dentro de años o incluso décadas.

sentidos diferentes, pero estrechamente re­lacionados entre sí. El primero se refiere a las máquinas y a los edificios, que a veces se denominan bienes de capital. El segun­do se refiere al dinero que se utiliza para comprar y vender bienes de capital o para comprar y vender empresas (que pue­den poseer, a su vez, bienes de capital). Cuando los economistas se refieren al «mercado de capitales», generalmente se refieren a los mercados en los que se reú­nen y se transfieren fondos, incluidas todas las instituciones que conceden y piden préstamos. En este libro tenemos cuidado de utilizar el término «bienes de capital» para referirnos exclusivamente a las má­quinas y a los edificios.

El mercado de capitales comprende toda la gama de instituciones por medio de las cuales las empresas (y los individuos) reú­nen dinero de otras empresas e individuos. Desde la óptica del economista, los consu­midores pueden hacer dos cosas con su di­nero: gastárselo o ahorrarlo. Lo que aho­rran lo ingresan .en cuentas bancarias, en cuentas financieras y en muchos otros ins­trumentos a través de los cuales entran fon­dos en el mercado de capitales. Éste de· sempeña un importante papel no sólo en la financiación de nuevos proyectos y nuevas inversiones -como cuando Henry Ford buscó inversores con los que debía com­partir los ingresos derivados de sus innova­ciones- sino también en la ayuda a las empresas ya establecidas cuando atraviesan dificultades. La imposibilidad de Chrysler

de reunir fondos sin un aval del Estado puso a la empresa al borde de la quiebra.

Los mercados de capitales influyen de manera determinante· en el modo en que sé asigna el ahorro de un país. Los inversores y las émpresas, como los bancos o los fon­dos de pensiones, que reciben y guardan los ahorros de los consumidores deben de­cidir no sólo qué industrias parecen más prometedoras, sino también qué empresas de esas industrias parecen tener más pro­babilidades de ser rentables. Para financiar sus empresas de automóviles, Henry Ford tuvo que competir con un gran número de innovadores y de empresas ya estableci­das, muchos de los cuales tenían tanta fe en sus propias ideas como él en las suyas.

Las ramas de nreconomía

La economía es una extensa disciplina. Para comprender incluso el desarrollq de una única industria, como la del automó, vil, es necesario estudiarla desde distintas perspectivas.

Microeconomía y macroeconomía

El estudio detallado de los mercados <le productos, de trabajo y de capitales, se de­nomina microeconomía. La microecono­mía («micro» viene del griego y significa «pequeño») centra la atención en la· cdh­ducta de las unidades -las empresas, las economías domésticas y los individuos-

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EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 37

que integran la economía. Se ocupa del modo en que las unidades tornan decisio­nes y de los elementos que influyen en esas decisiones. En cambio, la macroeco­nomía («macro» viene del griego y signifi­ca «grande») examina la conducta de la economía en su conjunto, en concreto, la conducta de indicadores agregados corno las tasas globales de paro, de inflación y de crecimiento económico, así corno la balan­za comercial. Las cifras agregadas no nos dicen qué está haciendo una empresa o una economía doméstica, sino qué está ocu­rriendo en total o en promedio.

Es importante recordar que estas pers­pectivas económicas no son rnás que dos maneras de examinar lo mismo. La micro­economía es una visión de la economía de abajo arriba y la macroeconomía es una vi­sión de arriba abajo. La conducta de la economía en su conjunto depende de la conducta de las unidades que la integran; por ejemplo, la tasa global de paro es, en parte, el resultado de las decisiones de em­pleo de los miles de empresas que forman la economía; la tasa de inflación es el re­sultado de miles de decisiones sobre los precios que deben cobrarse; la tasa de cre­cimiento económico es determinada por miles de decisiones sobre la inversión, la investigación y el desarrollo y los nuevos productos.

La evolución de la industria del automó­vil tiene aspectos tanto microeconómicos GOrno rnacroeconómicos. Es, en parte, una historia de interrelaciones microeconómi­cas de empresas, inversores y sindicatos. Es, en parte, una historia de fuerzas rnacro­económicas globales, corno la escasez de petróleo y el aumento de la competencia extranjera. Cuando las empresas automovi­lísticas americanas suspendieron de em­pleo a los trabajadores a finales de los años setenta, sus problemas elevaron la tasa glo­bal de paro. La recesión de principios de los años noventa provocó una gran reduc­ción de las ventas de automóviles.

La ciencia económica

La economía es una ciencia social. Es­tudia el problema social de la elección des­de un punto de vista científico, lo que sig­nifica que se basa en una exploración siste­mática del problema de elección, que im­plica tanto la formulación de teorías corno el examen de datos.

Una teoría consiste en un conjunto de supuestos (o hipótesis) y de conclusiones extraídas a partir de esos supuestos. Las teorías son ejercicios lógicos: si los su­puestos son correctos, entonces se siguen los resultados. Si todos los titulados uni­versitarios tienen mayores posibilidades de conseguir trabajo y Elena es .titulada uni­versitaria, entonces tiene mayores posibili­dades de conseguir trabajo que los no titu­

, lados. Los economistas hacen predicciones con sus teorías. Pueden utilizar una teoría para predecir qué ocurrirá si sube un im­puesto, si se suprime alguna reglamenta­ción o si se limitan las importaciones de automóviles extranjeros. Las predicciones de una teoría son del tipo «si sube un im­puesto y si el mercado es competitivo, dis­minuirá la producción y subirán los pre­cios».

Otra palabra para referirse a la teoría en economía es modelo. Para comprender cómo utilizan los economistas los mode­los, consideremos el caso de un fabricante moderno de automóviles que está tratando de diseñar un nuevo automóvil. Es suma­mente caro construirlo. En lugar de crear un coche totalmente desarrollado acorde con la concepción que tiene cada ingeniero o diseñador de cómo le gustaría que fuera éste, la empresa utiliza modelos. Los dise­ñadores pueden utilizar un modelo de plás­tico para estudiar la forma general del vehículo y valorar las reacciones a la es­tética del automóvil. Los ingenieros pue­den utilizar un modelo de ordenador para estudiar la resistencia al aire, a partir del cual pueden calcular el consumo de

38 INTRODUCCIÓN

combustible. Otra cuestión importante es la comodidad de los ocupantes; los inge­nieros pueden construir un modelo inde­pendiente para el interior del automóvil. Y los diseñadores de interiores pueden tener poco interés por los detalles de la forma exterior y utilizar su propio modelo del in­terior.

Al igual que los ingenieros construyen modelos diferentes para estudiar una deter­minada característica de un automóvil, así también los economistas construyen mode­los de las economías -con palabras o ecuaciones- para describir las caracterís­ticas de la economía a la que se refieren. Un modelo económico puede describir una relación general («cuando aumenta la ren­ta, se incrementa el número de automóvi­les comprados»), una relación cuantitativa («cuando la renta aumenta un 10 %, el nú­mero de automóviles comprados se incre­menta, en promedio, un 12 %») o realizar una predicción general («una subida del impuesto sobre la gasolina reduce la de­manda de automóviles»).

UN EJEMPLO ECONÓMICO: CÓMO ELEGIR

EL MEDIO DE TRANSPORTE PARA IR A TRABAJAR

La congestión del tráfico es un gran pro­blema en casi todas las grandes ciudades del mundo. A los planificadores urbanos les gustaría animar a los ciudadanos a utili­zar más a menudo el transporte público. Pensando cómo hacerlo mejor, han encon­trado sumamente útiles los modelos senci­llos del modo en que éstos deciden ir a tra­bajar. Aun reconociendo que en la decisión de tomar el autobús o el metro frente a uti­lizar el automóvil privado entra una amplia variedad de consideraciones, los planifica­dores pueden centrar la atención en dos: el coste y el tiempo. Pero, como dice el re­frán, el tiempo es oro. Por lo tanto, los pla­nificadores suman el coste real de trans­porte y el valor del tiempo. Una vez más,

aunque admiten que cada persona valora el tiempo de un modo distinto, pueden sim­plificar diciendo que el tiempo se valora en función del salario percibido.

Para ver cómo puede utilizarse un mo­delo de ese tipo, examinemos el caso de la ciudad de Urbania, que está considerando la posibilidad de sustituir su lento servicio actual de ferrocarril al Parque Industrial Idílico por una línea de trenes de alta velo­cidad, que reduciría la duración del viaje en 30 minutos. El viaje en tren dura actual­mente 1 hora y en automóvil 45 minutos. El coste actual del primero es de 100 pese­tas; en el caso del segundo, el coste esti­mado de la gasolina más el desgaste del automóvil es de 125 pesetas. El trabajador medio de Parque Industrial Idílico gana 2.000 pesetas por hora, por lo que el valor de quince minutos adicionales es de 500. El coste total de ir en automóvil es de 1.500 (valor del tiempo)+ 125 = 1.625 pe­setas y de ir en tren 2.000 (valor del tiem­po) + 100 = 2.100 pesetas. El modelo pre­dice que pocos trabajadores tomarán el lento tren actual.

El tren de alta velocidad obligará a subir el billete a 200 pesetas. El coste total de un viaje será, pues, de 200 (billete)+ 1.000 (valor del tiempo) = 1.200 pesetas, es de­cir, considerablemente menor que el coste de ir en automóvil, que es de 1.625. El mo­delo predice que muchos trabajadores cambiarán de medio de transporte, y sos­tiene que debe prestarse una atención con­siderable a la velocidad.

Aunque este ejemplo es hipotético, cuando se debatió la construcción del sis­tema de transporte rápido BART (Bay Area Rapid Transit) en el área de San Francisco, surgieron consideraciones pare­cidas. Y surgen repetidamente cuando las ciudades consideran la posibilidad de am­pliar o mejorar su sistema de transporte subterráneo.

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EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 39

DEsCUBRIMIENTO E INTERPRETACIÓN

DE RELACIONES

Una variable es cualquier elemento que puede medirse y que varía. Los precios, los salarios, los tipos de interés, las cantidades compradas y vendidas, todos son variables. El precio del pan varía con el tiempo, así como la cantidad vendida. Lo mismo acure con el precio del trigo, el número de perso­nas que tienen trabajo, el tipo de interés que nos paga el banco. Lo que les interesa a los economistas es la relación entre las variables. Cuando ven lo que parece ser una relación sistemática entre variables, se preguntan si surgió por casualidad o si existe, de hecho, una relación. Ésta es la cuestión de la correlación.

Los economistas utilizan contrastacio­nes estadísticas para medir y contrastar las correlaciones. Consideremos, por ejemplo, el problema de averiguar si una moneda está o no equilibrada. Si tiramos una mo­neda al aire 1 O veces y sale 6 veces cara y 4 veces cruz, ¿es una moneda equilibrada o está sesgada en favor de la cara? Las contrastaciones estadísticas dirán que el re­sultado de 6 veces cara y 4 veces cruz po­dría salir fácilmente por casualidad, por lo que los datos no demuestran que la mone­da esté desequilibrada; Naturalmente, tam­poco demuestra que no lo esté en alguna medida. Las pruebas no son lo suficiente­mente poderosas como para extraer ningu­na de las dos conclusiones. En cambio, si tiramos una moneda al aire 100 veces y sale 80 veces cara, las contrastaciones es­tadísticas nos dirán que la posibilidad de que eso ocurra por casualidad es extraordi­nariamente pequeña. Por lo tanto, los he­chos confirmarían la afirmación de que la moneda está desequilibrada.

Una lógica similar puede utilizarse cuando se trata de averiguar si existen co­rrelaciones entre los datos económicos. Las personas que tienen un nivel de estu­dios más elevado tienden a percibir unos

salarios más altos. ¿Es esta relación mera­mente casual? Las contrastaciones estadís­ticas muestran si los datos son demasiado débiles para extraer una conclusión o si confirman una determinada respuesta.

CAUSACIÓN FRENTE A CORRELACIÓN

A los economistas les gustaría hacer algo más que afirmar simplemente que di­ferentes variables están, de hecho, correla­cionadas. Les gustaría llegar a la conclu­sión de que los cambios de una variable son la causa de los cambios de la otra. Esta distinción entre correlación y causa­ción es importante. Si una variable «cau­sa» la otra, el cambio de una altera necesa­riamente la otra. Si la relación es una mera correlación, puede no alterarla.

Por ejemplo, la figura 1.6 muestra la re­lación entre el nivel de estudios termina­dos y la renta anual. No cabe duda de que las personas que tienen un nivel de estu­dios más elevado perciben una renta más alta. Pero esta relación tiene, al menos, dos explicaciones posibles. En primer lugar, las empresas están dispuestas a pagar más a los trabajadores que son más productivos y la educación aumenta la productividad de las personas. En esta explicación, existe una causación. Los niveles de estudios más altos «causan» una mayor productividad, lo que «causa» unos salarios más altos. En segundo lugar, las empresas están dispues­tas a pagar salarios más altos a las perso­nas más listas, aunque no tengan aún mu­chas. cualificaciones productivas (y es po­sible que las que tengan guarden una esca­sa relación con lo que han aprendido en la escuela), y las personas más listas perdu­ran más tiempo en la escuela. Desde este punto de vista, las personas más capacita­das permanecen más tiempo en la escuela y perciben salarios más altos, pero las es­cuelas no aumentan la productividad. Exis­te una correlación, pero no una causación.

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40 INTRODUCCIÓN

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Fm. 1.6. La educación y la renta anual. La renta de una persona aumenta conforme es más alto su nivel de estu­dios, medido por el número de años de estudios terminados. Sin embargo, esta correlación no demuestra por sí sola que un factor sea la causa del otro. Fuente: Digest of Education Statistics (1991).

A veces hay relaciones sistemáticas en­tre las variables en las que es difícil decir cuál de ellas es la causa y cuál el efecto. Por ejemplo, existe una relación sistemáti­ca entre el número de hijos que tienen las mujeres y los salarios que ganan. Pero la explicación de esta relación no está clara. El hecho de que los salarios sean bajos sig­nifica que la renta a la que debe renunciar la mujer cuando deja de trabajar para tener un hijo es menor; en cierto sentido, los hi­jos son <<menos caros». ¿Tienen, pues, las mujeres más hijos cuando los salarios son bajos? ¿O se muestran menos deseosas de hacer carrera cuando tienen muchos hijos, por lo que perciben unos salarios bajos? ¿O existe un tercer factor que explica tanto el nivel de salarios como el número de hijos?

Los EXPERIMENTOS EN ECONOMÍA

Muchas ciencias realizan experimentos para contrastar distintas explicaciones, ya que éstos permiten al científico alterar un factor cada vez y ver qué ocurre. Pero la economía no es un laboratorio de química. Es, más bien, como la astronomía, en el sentido de que ambas ciencias deben valer­se de los experimentos que ofrece la natu-

raleza. Los economistas buscan situaciones en las que sólo varíe un factor y estudian las consecuencias de esa variación. Un ejemplo de experimento natural es una modificación del sistema del impuesto so­bre la renta. Pero la naturaleza no suele ser amable con los economistas; el mundo no permanece inmóvil. Cuando cambia el sis­tema impositivo, también cambian otros rasgos de la economía y los economistas suelen tener dificultades para saber si los cambios que observan son el resultado del nuevo sistema de impuestos o de algún otro cambio económico. A veces pueden valerse de lo que se denomina econome­tría, que es la rama de la estadística que se ha desarrollado para analizar los tipos es­pecíficos de problemas de medición que se plantean en economía.

En algunos casos, los economistas han realizado experimentos sociales. Por ejem­plo, han entregado a un grupo una tabla del impuesto sobre la renta o un programa de asistencia social. Han ensayado diferentes maneras de proporcionar vivienda o educa-

. ción a los pobres. En los últimos años, también han estudiado algunos aspectos de la conducta económica en situaciones de «laboratorio». Una forma de ver cómo res­ponden las personas al riesgo consiste en

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EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 41

crear una situación artificialmente arries­gada en forma de juego y ver cómo reac­cionan cuando participan en él. Una mane­ra de ver cómo responden los compradores a distintos modos de organizar una subasta es simular diferentes clases de subastas en una situación de laboratorio controlada. Tanto los experimentos sociales como los de laboratorio han aportado a los econo­mistas . valiosas ideas sobre la conducta económica.

Pero incluso utilizando todos los instru­mentos existentes, es muy difícil encontrar diferentes correlaciones entre varios tipos distintos de datos y tener que distinguir en­tre las que son reales y las que sólo son aparentes. El interés de los economistas por estas cuestiones se debe a algo más que a una mera curiosidad, si bien ésta también influye. A menudo algunas impor­tantes cuestiones que plantea la política económica dependen de que uno crea que las diferencias salariales que se observan entre las personas que tienen título univer­sitario y las que no lo tienen se deben en gran parte a las cualificaciones y los cono­cimientos adquiridos en la universidad o que están relacionadas principalmente con diferencias de capacidad entre las personas que consiguen terminar los estudios uni­versitarios y las que no.

Las lecciones importantes que debemos recor.dar aquí son las siguientes: 1) el he­cho de que exista una correlación no de­muestra que exista una causación; 2) el modo de contrastar diferentes explicacio­nes causales es mantener constantes todos los factores, excepto uno y dejar que éste varíe; 3) los datqs no siempre son definiti­vos y a veces no permiten extraer conclu­sión alguna.

Por qué discrepan los economistas

A menudo se les pide a los economistas que emitan su opinión sobre cuestiones re-

lacionadas con la política económica. ¿Debe reducir el gobierno el déficit? ¿Y la inflación? En caso afirmativo, ¿cómo? En estas discusiones, las discrepancias entre los economistas suelen ser objeto de gran atención. Pero las discrepancias, debida­mente enfocadas, pueden servir para aprender más. Los economistas tratan de definir cuidadosamente las causas y las ra­zones de sus diferencias.

En el reino científico de la economía existen dos grandes motivos de discrepan­cia. En primer lugar, los economistas pue­den discrepar sobre el modelo que es ade­cuado para una economía, sobre el grado en que los consumidores y las empresas son capaces de percibir y calcular lo que les interesa y sobre si se interrelacionan en un mercado competitivo o en uno no com­petitivo. Cada modelo suele dar unos re­sultados diferentes. A menudo los datos de que disponemos actualmente no nos per­miten decir qué modelo de dos rivales des­cribe mejor un mercado.

En segundo h;tgar, aun estando de acuerdo en cuál es el modelo teórico ade­cuado, los economistas pueden discrepar sobre las magnitudes cuantitativas y, por lo tanto, sus predicciones serán diferentes. Pueden coincidir, por ejemplo, en que la reducción del impuesto sobre la renta procedente de intereses induce a los con­sumidores a ahorrar más. Pero unos eco­nomistas pueden sostener, basándose en sus estudios, que los consumidores sólo ahorrarán un poco más; otros, que mucho más. Muchas de ·estas discrepancias se deben, una vez más, a la ausencia de datos apropiados. Podemos tener muchos da­tos sobre el ahorro en España en el siglo pasado, pero las instituciones y la situa­ción económica actuales son muy diferen­tes de las que existían hace cincuenta o in­cluso diez años.

Existe otro motivo de discrepancia, pero éste no pertenece al mundo científico. Es frecuente que los economistas se hagan

42 INTRODUCCIÓN

preguntas como las siguientes: «¿Debe el gobierno reducir el impuesto sobre las ga­nancias de capital para fomentar el aho­rro?» «¿Debe bajar los impuestos para es­timular la economía y reducir el paro?» Para responder a estas preguntas, los eco­nomistas deben averiguar las consecuen­cias de la política en cuestión, para lo cual es necesario formular primero un modelo de la economía o del mercado. Aunque los objetivos" de la política sean evidentes, · puede haber discrepancias por cualquiera de las dos razones antes citadas. Pero si los objetivos no están claros, pueden interferir los propios valores del economista y es en­tonces cuando interviene el tercer motivo de discrepancia.

Toda política tiene, por lo general, mu­chas consecuencias, unas beneficiosas, otras perjudiciales. Cuando se comparan dos medidas, una puede beneficiar más a unas personas, otra puede beneficiar a otras. Una política no es inequívocamente mejor que otra. Depende de lo que nos preocupe más. Una reducción de los im­puestos sobre los beneficios derivados de la venta de acciones podría fomentar el ahorro, pero al mismo tiempo, como la mayoría de los beneficios van a parar a las personas muy ricas, aumentaría la desi-. gualdad. Una reducción de los impuestos para estimular la economía puede reducir el paro, pero puede aumentar también la inflación. Aun cuando dos economistas es­tén de acuerdo sobre un modelo, pueden hacer recomendaciones diferentes. Por ejemplo, al valorar el efecto que produce la reducción de un impuesto en el paro y en la inflación, un economista al que le preocupe más el paro tal vez la recomen­dará, mientras que otro que esté preocupa­do por la inflación, quizá se muestre con­trario. En este caso, el motivo de la discre­pancia es una diferencia de valores.

ECONOMÍA POSITIVA Y NORMATIVA

Los economistas tratan de identificar cuidadosamente los puntos de su análisis en los que intervienen sus valores. Cuando describen la economía y construyen mode­los que predicen cómo evolucionará ésta o los efectos de diferentes medidas, realizan lo que se denomina economía positiva. Cuando intentan evaluar distintas medidas, sopesando los diferentes beneficios y cos­tes, realizan lo que se denomina economía normativa. La economía positiva se ocupa de lo que «es», describe el modo de fun­cionamiento de la economía; la economía normativa se ocupa de lo que «debería ser», hace juicios de valor sobre la conve­niencia de diferentes cursos de acción. La economía normativa utiliza la economía positiva. No podemos emitir una opinión sobre la conveniencia de una medida si no tenemos una idea clara de sus consecuen­cias. La buena economía normativa tam­bién trata de indicar explícita y exactamen­te cuáles son los valores o los objetivos que incorpora. Trata de expresar sus afir­maciones de la forma «si éstos son sus ob­jetivos ... , ésta es la mejor política posible».

Consideremos los aspectos positivos y normativos de una propuesta para estable­cer un impuesto sobre la cerveza de 100 pesetas por caja. La economía positiva describiría el efecto que produciría el im­puesto sobre el precio de la cerveza: ¿subi­ría el precio 100 pesetas o absorberían los productores una parte de la subida? Basán­dose en ese análisis, los economistas pre­decirían cuánto disminuiría el consumo de cerveza y quién resultaría afectado por el impuesto. Podrían observar, por ejemplo, que como las personas de renta más baja gastan una parte mayor en cerveza, resulta­rían más afectadas. Es posible que algunos estudios hayan indicado que existe una re­lación sistemática entre la cantidad de cer­veza que se consume y los accidentes de carretera. Basándose en esta información,

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EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 43

podrían intentar estimar cómo afectaría el impuesto sobre la cerveza al número de ac­cidentes. Estos pasos forman parte todos ellos de la descripción de todas las conse­cuencias del impuesto, sin hacer juicios de valor. Sin embargo, al final la cuestión es la siguiente: ¿debe adoptarse el impuesto? Esta cuestión es normativa y para respon­der los economistas sopesan los beneficios de los ingresos fiscales, las distorsiones que introduce el impuesto en el consumo, las injusticias que causa el hecho de que una parte proporcionalmente mayor del impuesto recaiga en las . personas de renta más baja y las vidas salvadas en accidentes de carretera. Por otra parte, al evaluar el impuesto, los economistas también desea­rán compararlo con otras vías para recau­dar una cantidad similar de ingresos.

Repaso y práctica

RESUMEN

1. La economía es el estudio del modo en que los individuos, las empresas y el Estado eligen en nuestra sociedad. Las elecciones son inevitables por­que los bienes, los servicios y los re­cursos que se desean son inevitable­mente escasos.

2. Los economistas se hacen cuatro pre­guntas básicas sobre cualquier eco­nomía. 1) ¿Qué se produce y en qué cantidades? 2) ¿Cómo se produce? 3) ¿Para quién se produce? 4) ¿Quién toma las decisiones económicas y por medio de qué procedimientos?

3. Los países occidentales son econo­mías mixtas; las decisiones son toma­das por el sector público y por el sec­tor privado. La economía se basa principalmente en la interrelación pri­vada de los individuos y las empresas para responder a los cuatro interro­gantes básicos, pero el Estado tam-

bién desempeña un importante papel. Una cuestión fundamental en cual­quier economía mixta es el equilibrio entre el sector público y el privado.

4. El término «mercado» se utiliza para describir cualquier situación en la que se realicen intercambios. En las economías de mercado de los países occidentales, los individuos, las em­presas y el Estado se interrelacionan en los mercados de productos, de tra­bajo y de capitales.

5. Los economistas utilizan modelos para estudiar el funcionamiento de la economía y hacer predicciones sobre lo que ocurrirá si varía algo. Un mo­delo puede expresarse verbalmente o por medio de ecuaciones, y tiene por objeto reflejar las características esenciales de los fenómenos que se pretende estudiar.

6. Existe una correlación cuando el cambio de una variable provoca un cambio predecible en otra. Sin em­bargo, la mera existencia de una co­rrelación no demuestra que uno de los factores provoque un cambio del otro. Los factores externos adiciona­les pueden influir en ambos.

7. Los economistas pueden discrepar por tres grandes razones: sobre cuál es el modelo adecuado de la econo­mía o del mercado; sobre el valor de alguna estimación empírica impor­tante y, por lo tanto, sobre las magni­tudes cuantitativas de las consecuen­cias de un cambio; y sobre los valo­res, es decir, sobre la manera de so­pesar los diferentes costes y benefi­cios resultantes del cambio.

TÉRMINOS CLAVE

Economía mixta Economía basada en un sistema de planifi­

cación central

44 INTRODUCCIÓN

Economía de mercado Mercado de productos Mercado de trabajo Mercado de capitales Bienes de capital Microeconomía Macroeconomía Teoría Modelo Correlación Causación Economía positiva Economía normativa

TEMAS DE REPASO

1. ¿Por qué es inevitable elegir? 2. ¿Cómo responde la economía de su

país a los cuatro interrogantes econó­micos básicos?

3. ¿Qué es una economía mixta? Des­criba algunos de los papeles que po­dría o no desempeñar el Estado en una economía mixta.

4. Cite los tres principales mercados económicos y describa cómo podría participar una persona en cada uno como compradora y como vendedora.

5. Ponga dos ejemplos de cuestiones económicas que sean principalmente microeconómicas y dos ejemplos de cuestiones económicas que sean prin­cipalmente macroeconómicas. ¿Qué diferencia general existe entre la mi­croeconomía y la macroeconomía?

6. ¿Qué es un modelo? ¿Por qué utili­zan modelos los economistas?

7. Cuando existe una causación, ¿tam­bién es de esperar que exista una co­rrelación? Cuando existe una correla­ción, ¿también es de esperar que exista una causación? Explique su respuesta.

8. «Todas las discrepancias entre los economistas son puramente subjeti­vas.» Comente esta afirmación.

PROBLEMAS

l. Indique si los siguientes aconteci­mientos son microeconoIDicos, ma­croeconómicos o las dos cosas a la vez. a) El paro ha aumentado este mes. b) Un laboratorio farmacéutico in­

venta y comienza a comerciali­zar un nuevo medicamento.

c) Un banco presta dinero a una gran empresa pero se lo deniega. a una pequeña.

d) Los tipos de interés bajan para todos los prestatarios.

e) Un sindicato negocia una subida salarial y una mejora del seguro médico.

f) Sube el precio del petróleo. 2. Indique si los siguientes aconteci­

mientos forman parte del mercado de trabajo, del mercado de capitales o del mercado de productos. a) Un inversor trata de decidir en

qué empresa invertir. b) Con la práctica, los trabajadores

de una cadena de montaje se vuelven más eficientes.

c) La apertura de las economías de Europa oriental ofrece nuevos mercados para los productos de Europa occidental.

d) Una gran empresa que está per­diendo dinero decide ofrecer a sus trabajadores incentivos para jubilarse anticipadamente, con la esperanza de reducir sus costes.

e) Un consumidor deambula por un centro comercial en busca de re­galos de cumpleaños.

f) El gobierno federal necesita prestar más dinero para financiar su nivel de gasto.

3. Analice las cuestiones que podría plantear cada una de las siguientes si­tuaciones desde el punto de vista de los incentivos (pista: recuerde la his-

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EL AUTOMÓVIL Y LA ECONOMÍA 45

toria de la industria del automóvil ex­puesta al principio de este capítulo). a) Usted tiene algún dinero para in­

vertir y su asesor financiero le presenta a una pareja de ejecuti­vos de software que quieren po­ner en marcha su propia empre­sa. ¿Qué debe preocuparle antes de decidir invertir o no?

b) Usted dirige una pequeña em­presa y sus trabajadores le pro­meten que trabajarán más si les sube el salario.

e) Una gran industria está a punto de quebrar y pide ayuda al Estado.

4. Indique de qué manera la interven­ción del Estado ha ayudado a la in­dustria del automóvil en las dos últi­mas décadas y de qué manera la ha perjudicado.

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5. En el dorso de una bolsa de cama para gatos dice «los gatos que utili­zan cama para gatos viven tres años más que los que no la utilizan». ¿Cree usted que la cama para gatos aumenta, de hecho, su esperanza de vida o que hay algunos otros factores que explican esta correlación? ¿Qué datos podría tratar de reunir para contrastar su explicación?

6. En Suecia, la esperanza de vida es de 78 años; en la India, de 57. ¿Demues­tra eso que si mi indio se trasladara a Suecia viviría más años? Es decir,

.· ¿demuestra eso que vivir en Suecia aumenta la esperanza de vida o se le ocurre algún otro factor que pueda explicar estos hechos? ¿Qué datos podría tratar de reunir para contrastar su explicación?

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CAPÍTULO 2

PENSAR COMO UN ECONOMISTA

En el capítulo 1 definimos la economía como la ciencia que estudia el modo en que eligen los individuos, las empresas, el Estado y otras organizaciones y en que es­tas elecciones determinan la forma en que se utilizan los recursos de la sociedad. También aprendimos que los economistas formulan modelos para estudiar estas cues­tiones. Iniciamos este capítulo presentando un modelo básico de la economía. Conti­nuamos examinando más de cerca cómo eligen las unidades básicas que integran la economía -los individuos, las empresas y el Estado- en las situaciones en las que hay escasez. En los capítulos 3 a 5 vere­mos cómo se interrelacionan estas unida­des y cómo la suma de estas interrelacio­nes determina el modo en que se asignan los recursos de la sociedad.

El modelo competitivo básico

Aunque cada economista emplea su pro­pio modelo de la economía -por lo que a veces llegan a conclusiones muy diferen­tes- todos parten habitualmente de un conjunto básico de supuestos. Éste es el modelo básico del economista y consta de tres componentes: los supuestos sobre el modo de conducta de los consumidores, los supuestos sobre el modo de conducta de las empresas y los supuestos sobre los

mercados en los que se interrelacionan es­tos consumidores y estas empresas. El mo­delo no tiene en cuenta el Estado, no por­que no sea importante, sino porque para poder comprender el papel que desempeña éste, es necesario ver cómo funcionaría una economía sin él.

CONSUMIDORES RACIONALES Y EMPRESAS

MAXIMIZADORAS DE LOS BENEFICIOS

El hecho de la escasez, con el que nos encontramos en el capítulo 1, presupone que las personas y las empresas deben ele­gir. Tras una gran parte del análisis econó­mico se encuentra el supuesto básico de la elección racional, es decir, el supuesto de que las personas sopesan los costes y los beneficios de cada posibilidad. Este su­puesto se basa en la expectativa de que las personas y las empresas actuarán de una manera coherente, con una idea razonable­mente bien definida de lo que les gusta y de cuáles son sus objetivos, y con una comprensión razonable de cónio alcanzar esos objetivos.

En el caso de una persona, se considera que el supuesto de la racionalidad significa que elige y decide buscando su propio pro­vecho. Naturalmente, cada persona tiene sus propios objetivos y deseos. Sol quiere conducir un Porsche, tener un yate y una

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F PENSAR COMO UN ECONOMISTA 47

Preguntas clave

1. ¿Cuál es el modelo competitivo básico de Ja economía? 2. ¿Qué son Jos incentivos, Jos derechos de propiedad, Jos precios y el motivo del benefi­

cio, y qué papeles desempeñan estos ingredientes esenciales de una economía de mercado?

3. ¿Qué otros mecanismos existen para asignar los recursos en el sistema de mercado y por qué los economistas no tienden a defenderlos?

4. ¿Cuáles son algunas de las técnicas básicas que utilizan Jos economistas para estu­diar cómo eligen los consumidores? ¿Cuáles son los diferentes conceptos de costes que utilizan los economistas?

casa grande; para alcanzar esos objetivos, sabe que necesita trabajar muchas horas y sacrificar una parte del tiempo que pasa con su familia. Andrés prefiere un estilo de vida menos agitado; está dispuesto a con­formarse con una renta más baja a cambio de tener más vacaciones y más ocio duran­te todo el año.

Los economistas no hacen juicios de va­lor sobre si las preferencias de Sol son en algún sentido «mejores» o <<peores» que las de Andrés. Ni siquiera dedican mucho tiempo a preguntarse por qué cada persona tiene opiniones diferentes sobre estas cuestiones o por qué los gustos cambian con el paso del tiempo. Se trata de cuestio­nes importantes, pero pertenecen más al reino de la psicología, de la sociología y de otras ciencias sociales. Lo que les inte­resa a los economistas son las consecuen­cias de estas preferencias diferentes. ¿Qué decisiones cabe esperar que tomen Sol y Andrés, que buscan racionalmente su pro­pio provecho?

En el caso de las empresas, se considera que el supuesto de la racionalidad significa que éstas actúan tratando de maximizar sus beneficios o el valor de mercado de sus ac­ciones. Si una empresa presta la debida atención a los beneficios tanto a largo pla­zo como a corto plazo, la maximización de los beneficios y la maximización del valor de mercado de las acciones son esencial­mente lo mismo. Por lo tanto, supondre-

mos que el objetivo de la empresa es maxi­mizar los beneficios.

Los consumidores y las empresas suelen tomar decisiones sin estar seguros de sus consecuencias. Fede tiene que decidir el lunes si va a comprar o no una entrada para el partido de fútbol del domingo. Sabe que puede llover. También sabe que si aguarda al domingo para decidir si va o no al partido y hace un día maravilloso, será demasiado tarde para conseguir una entrada. El supuesto de la racionalidad im­plica que los consumidores consideran las consecuencias de sus decisiones, estiman­do la probabilidad de que se produzcan las distintas posibilidades. Así, por ejemplo, Fede decide comprar la entrada el lunes. Si llueve el domingo, . no se lamentará de la decisión tomada; habría deseado que no lloviera, pero sabe que tomó su decisión racionalmente. Pensó que era bastante pro­bable que no lloviera y sabía que le fasti­diaría mucho más no poder ir al partido si el domingo brillaba el sol que perder las 1.000 pesetas de la entrada. Dada la infor­mación que tenía sobre la probabilidad de que lloviera, tomó la mejor decisión po­sible.

El principio de la racionalidad se aplica también a las decisiones de recabar infor­mación. La~ personas y las empresas racio­nales deciden gastar o no dinero y tiempo en informarse más -por ejemplo, sobre la posibilidad de que llueva el domingo- so-

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48 INTRODUCCIÓN

pesando los costes y los beneficios. Fede consultó la predicción meteorológica de la semana en el periódico del lunes, pero no se molestó en ir a la biblioteca del Instituto de Meteorología a consultar la probabili­dad media del siglo de que lloviera ese día. Pensó que las predicciones basadas en la experiencia media del siglo no eran lo sufi­cientemente buenas como para que el coste del tiempo justificara la posible ventaja de una predicción más exacta.

Aunque las elecciones racionales exigen sopesar cuidadosamente los costes y los beneficios, los economistas dedican más tiempo al análisis de los costes que al de los beneficios, debido en gran parte a que los consumidores y las empresas suelen ver claramente las ventajas de cada op­ción; donde cometen errores es en la eva­luación de los costes. En apartados poste­riores de este capítulo veremos cómo exa­minan los economistas los costes de forma sistemática.

Los MERCADOS COMPETITIVOS

Para completar el modelo, los econo­mistas postulan algunos supuestos sobre los lugares en los que se encuentran los consumidores que buscan su propio prove­cho y las empresas maximizadoras de los beneficios: los mercados. Los economistas suelen comenzar centrando la atención en el caso en el que hay muchos compradores y vendedores, que compran y venden todos ellos la misma cosa. El lector puede imagi­narse un mercado atestado de agricultores para hacerse una idea del número de com­pradores y de vendedores, con la salvedad de que ha de imaginarse que todo el mun­do está comprando y vendiendo únicamen­te un bien. Supongamos que estamos en Naranjolandia y que los puestos están to­dos llenos de naranjas.

A todos los agricultores -a nuestras empresas maximizadoras de los benefi-

cios- les gustaría subir sus precios. De esa manera, obtendrían más beneficios si, aun así, pudieran vender sus naranjas. Sin embargo, cuando hay un gran número de vendedores, todos se ven obligados a co­brar casi el mismo precio, ya que si uno cobrara uno mucho más alto, perdería ne­gocio en favor del agricultor vecino. Las empresas se encuentran en la misma situa­ción. En un caso extremo, cabría esperar incluso que una empresa perdiera todas . sus ventas si cobrara un precio superior al vigente. Los economistas dan a este caso el nombre de competencia peifecta. En condiciones de competencia perfecta, cada empresa es un precio-aceptante, lo que significa simplemente que como no puede influir en el precio de mercado, debe acep­tarlo. La empresa considera dado el precio de mercado porque no puede subir el suyo sin perder todas las ventas, y al precio de mercado puede vender todo cuanto desee. Aunque multiplicara sus ventas por diez, apenas resultaría afectada la cantidad total vendida. Tal vez los distintos mercados de bienes agrícolas constituyan el mejor ejemplo de mercados reales que probable­mente serían del todo competitivos si no interviniera el Estado. Por ejemplo, hay tantos agricultores que cultivan trigo que cada uno cree que puede cultivar y vender tanto como desee y apenas influir en su precio (más adelante en este libro veremos los mercados en los que la competencia es limitada o nula, como los monopolios, en los cuales las empresas pueden subir ·los precios sin perder todas sus ventas; las em­presas que poseen ese poder de mercado se denominan precio-determinantes).

Al otro lado del mercado de agricultores se encuentran los consumidores racionales, a los cuales les gustaría pagar lo menos posible por las naranjas. ¿Poi; qué no pue­den pagar un precio inferior al vigente? Porque el vendedor busca entre la muche­dumbre otro comprador que lo pague. Por lo tanto, los consumidores consideran dado

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PENSAR COMO UN ECONOMISTA 49

Ingredientes del modelo competitivo básico

1 . Consumidores racionales que buscan su propio provecho. 2. Empresas racionales maximizadoras de los beneficios. 3. Mercados competitivos con conducta precio-aceptante.

el precio de mercado y se fijan en otros factores -en su gusto por las naranjas, principalmente- antes de decidir la canti­dad que van a comprar.

Esta descripción del mercado de los agricultores es un modelo económico. Aúna los supuestos de los consumidores que buscan su propio provecho, de las em­presas maximizadoras de los beneficios y de los mercados perfectamente competiti­vos, en una combinación que tiene poder para hacer predicciones. Estas prediccio­nes pueden contrastarse por medio de la observación empírica. Por ejemplo, como acabamos de ver, el modelo predice que cuando hay muchas empresas, éstas no pueden cobrar más que sus competidoras; si acudiéramos a un mercado de agriculto­res, podríamos comprobar si es cierto o no.

Este modelo de los consumidores, las empresas y los mercados, es el modelo competitivo básico. Los economistas creen, por lo general, que en la medida en que pueda ser reproducido por los sistemas de mercado en el mundo real dará unas respuestas a los interrogantes económicos básicos de qué se produce, en qué cantida­des,. cómo se produce y para quién se pro­duce, que serán las más eficientes desde el punto de vista económico. Los recursos no se despilfarran: no es posible producir una mayor cantidad de un bien sin producir una menor de otro y, de hecho, ni siquiera es posible mejorar el bienestar de una per­sona sin empeorar el de alguna otra. En el modelo competitivo básico, estos resulta­dos se obtienen sin la ayuda del Estado. Desgraciadamente, el modelo no se repro­duce en el mundo real y, además, el Estado interviene con frecuencia. No obstante,

constituye un punto de referencia práctico. Algunos economistas creen que el modelo competitivo describe bien muchos merca­dos, aun cuando no los describa exacta­mente. Incluso quienes creen que los mer­cados reales no pueden describirse por me­dio del modelo competitivo suelen pensar que éste constituye un útil punto de parti­da. Observando la diferencia entre sus pre­dicciones y los resultados observados, sa­ben qué otros modelos utilizar.

Derechos de propiedad e incentivos

Una economía saludable depende de las personas que trabajan y de las empresas que son lo más eficientes posible. ¿Qué lleva entonces a las personas que buscan su propio provecho a levantarse por la ma­ñana? ¿Cómo podemos esperar que las empresas maximizadoras de los beneficios inviertan los beneficios que tanto les ha costado ganar tratando de hallar la manera más eficiente de producir los bienes? Tal vez el Estado podría aprobar una ley que obligara a los individuos y a las empresas a comportarse como es debido. Sin embar­go, las economías de mercado, como las de los países occidentales, lo consiguen con una zanahoria más que con un palo.

La zanahoria que da incentivos a las em­presas en una economía de mercado es el beneficio. En el caso de las economías do­mésticas, es la renta. Los economistas su­ponen que los consumidores prefieren no trabajar mucho, al menos hasta cierto pun­to. Pero también suponen que prefieren te­ner más bienes a tener menos. Si quieren tener más bienes, han de trabajar con ma-

50 INTRODUCCIÓN

Primer plano: ¡los economistas están de acuerdo entre sí!

Exponga a sus compañeros o a su familia las siete afirmaciones siguientes y averigüe si, como los economistas encuestados, discrepan, están de acuerdo con algunas salveda­des o están de acuerdo:

Porcentaje de economistas que

Están de acuerdo con Están de

Discrepan salvedades acuerdo (%) (%) (%)

1. Los aranceles y los cotingentes sobre las importaciones reducen el bienestar económico general 6,5 21,3 71,3

2. Un salario mínimo aumenta el paro en el caso de los jóvenes y de los trabajadores no cualificados 20,5 22,4 56,5

3. El control de los alquileres reduce la cantidad y calidad de las viviendas existentes 6,5 16,6 76,3

4. Para que los presupuestos del Estado estén equilibrados, deben equilibrarse a lo largo del ciclo económico en lugar de anualmente 13,4 24,8 60,1

5. La causa de la subida que experimentaron los precios del petróleo tras ía invasión iraquí de Kuwait es el poder de monopolio de las grandes compañías de petróleo. 67,5 20,3 11,4

6. El déficit comercial es fundamentalmente una consecuencia de la falta de competitividad de nuestras empresas 51,5 29,7 18,1

7. La ayuda en efectivo aumenta el bienestar de sus beneficiarios en mayor medida que las transferencias en especie por el mismo valor 15, 1 25,9 58,0

Estas cuestiones son controvertidas para la población en general. Veremos que hay muchas personas que creen que es bueno restringir las importaciones; que la regulación pú­blica de los salarios y los alquileres tiene pocos efectos negativos; que los presupuestos del Estado deben estar equilibrados todos los años; que el déficit comercial se debe principal­mente a la incapacidad de nuestras empresas para competir; de que el Estado debe evitar dar ayuda en efectivo a los pobres (porque es probable que la despilfarren); y de que las empresas petrolíferas son las causantes de la subida de su precio.

Pero cuando se encuesta a economistas profesionales, la gran mayoría está de acuerdo en que muchas de esas respuestas de la opinión pública son desacertadas. Los porcentajes citados proceden de una encuesta llevada a cabo por economistas de la Weber State University y de la Brigham Young University en 1990. Obsérvese que un saludable porcentaje de economistas parece creer que la mayoría de los contingentes sobre las impor­taciones son económicamente perjudiciales; que el control público de los salarios y los alqui­leres tiene consecuencias negativas; que pensar que el presupuesto debe estar equilibrado todos los años es incorrecto; que no podemos echar la culpa de la subida de los precios del petróleo a las empresas; que el déficit comercial no se debe a problemas competitivos de las empresas; que las ayudas en efectivo benefician a los pobres más que las transferencias (en especie) de alimentos, alojamiento y asistencia médica.

Fuentes: Richard M. Alston, J. R. Kearl y Michael 8. Vaughan, «Is There a Consensus Among Economists in the 1990s?», American Economic Review, mayo 1992; J. R. Kearl, Clayne L. Pope, Gordon C. Whiting y Larry T. Wimmer, «A Confusion of Economists?», American Economic Review, mayo 1979, pp. 28-37.

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PENSAR COMO UN ECONOMISTA 51

El motivo de los beneficios guía al sistema de mercado

En las economías de mercado, se ofrecen incentivos a los consumidores y a las empresas dándoles la oportunidad de tener propiedades y de conservar parte de los beneficios que obtienen trabajando y produciendo.

yor ahínco y durante más tiempo. Por lo que se refiere a las empresas, el objetivo de obtener más beneficios les da un incen­tivo para producir de modo eficiente, desa­rrollar nuevos productos, descubrir necesi­dades insatisfechas y hallar mejores técni­cas de producción.

Para que el motivo de los beneficios sea eficaz, es necesario que las empresas pue- . dan quedarse, al menos, con una parte de ellos. En el caso de las economías domés­ticas, es necesario que puedan quedarse, al menos, con una parte de lo que ganan o del rendimiento que generan sus inversiones (el rendimiento de sus inversiones es sim­plemente la diferencia entre lo que invir­tieron y lo que reciben; si reciben menos de lo que invirtieron, el rendimiento es ne­gativo). En suma, debe haber propiedad privada, con sus consiguientes derechos. Los derechos de propiedad comprenden tanto el derecho del propietario a utilizar la propiedad como le parezca oportuno como el derecho a venderla.

Estos dos atributos de los derechos de propiedad dan a los consumidores incenti­vos para utilizar de forma eficiente la pro­piedad que controlan. El dueño de un solar trata de averiguar cuál es el uso más renta­ble que puede darse al suelo: por ejemplo, una tienda o un restaurante. Si comete un error y abre un restaurante cuando debería haber abierto una tienda, ha de atenerse a las consecuencias: la pérdida de renta. Los beneficios que obtiene si toma las decisio­nes correctas -y las pérdidas que experi­menta si toma las decisiones equivoca­das- le dan un incentivo para pensar cui­dadosamente la decisión y hacer las inda­gaciones oportunas. El dueño de una tien-

da trata de asegurarse de que sus clientes obtienen el tipo de mercancía y la calidad de servicio que desean. Tiene un incentivo para ganarse una buena reputación, ya que en ese caso hará más negocio y obtendrá más beneficios.

El dueño de la tienda también querrá mantener su propiedad --que no consiste sólo en la tierra, sino también en la tien­da- ya que recibirá más por ella cuando llegue el momento de vender el negocio a otra persona. Del mismo modo, el dueño de una vivienda tiene un incentivo para mantener su propiedad, para poder vender­la por más cuando quiera mudarse. Una vez más, el motivo de los beneficios, unido a la propiedad privada, proporciona incen­tivos.

CUANDOFALLANLOSDERECHOSDEPROPIEDAD

Los derechos de propiedad y el motivo de los beneficios están tan extendidos en nuestra sociedad que la mayoría de noso­tros los damos por sentados. Para ver por qué los economistas ponen tanto énfasis en los derechos de propiedad, merece la pena examinar algunos casos en los que hay in­terferencias.

Derechos de propiedad mal definidos: los Grandes Bancos. El pescado es un valioso recurso. No hace mµcho tiempo, la zona situada entre Terranova y Maine, de­nominada los Grandes Bancos, estaba ates­tada de peces. Como cabría esperar, tam­bién estaba atestada de pescadores, para quienes resultaba fácil ganarse la vida pes­cando en el mar. Como no había derechos

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INTRODUCCIÓN

de propiedad, todo el mundo trataba de chos sobre el agua a determinados grupos. delm .. pescar tanto como podía. Los pescadores Los agricultores, los ráncheros, los resi- ficirwiw' no sólo no tenían en cuenta que cuanto dentes de las ciudades, todos tienen dere-

~ más pescaran, más dificultades tendrían cho a una determinada cantidad de agua. otros para pescar, sino que ni siquiera te- Por ejemplo, actualmente los ganaderos nían en cuenta que si pescaban demasiado tienen derecho a alrededor de un 10 % del el número de peces disminuiría en el futu- agua del Estado, proporción algo menor tfaS ro. Un pescador que buscara su propio pro- que la que se consume en las viviendas. Los a:im vecho pensaría racionalmente que si no Este derecho de propiedad tiene, sin em- cho ~

. ¡ pescara, algún otro lo haría. El resultado bargo, una limitación: no es transferible; es apartama 11 fue una tragedia: se pescó excesivamente decir, los ganaderos no pueden vender el alquiler o !

en los Grandes Bancos, hasta el punto de agua a los usuarios urbanos. El agua es es- algunas 1 que no sólo ya no había tantos peces, sino casa y, por lo tanto, estos derechos son ex- de propic que la pesca comercial dejó de ser renta- traordinariamente valiosos. apartama ble. Actualmente, Canadá y Estados Uni- El valor total de la hierba que se cultiva lo, pem ~ dos tienen un tratado que limita la cantidad para que paste el ganado asciende a unos Lomil de pescado que pueden capturar los pesca- 100 millones de dólares solamente, lo que los ae:mp dores de los dos países en los Grandes representa un mero 1/60 de un 1 % de la tes 1í:ocm Bancos, gracias a lo cual la fauna piscícola economía californiana, que mueve un total que fura se ha restablecido gradualmente con los de 600.000 millones. La utilización del como.-años. agua para regar la tierra destinada al pasto- cho de 1

En el oeste de Estados Unidos existen reo no es el destino más valioso que puede porque• problemas parecidos incluso hoy. El Esta- dársele. Los residentes de las ciudades es- go, las• do posee enormes extensiones de tierra, tarían dispuestos a pagar por ella más de lo para 1-que arrienda para pastos. Como los arren- que vale para los rancheros. Actualmente, muchos1 damientos suelen ser de corta duración y algunos ganaderos no pagan más que 4 Por tjm siempre parece que hay otros pastos para centavos por metro cúbico. de agua, mien- pequeña· arrendar, los rancheros que arriendan la tras que los habitantes de San Francisco en el .. tierra no tienen incentivo alguno para cui- pagan 21, es decir, cinco veces más. En un ton, qac• darla y evitar el pastoreo excesivo (cuando condado de California, algunos residentes dos Ullil el pastoreo es excesivo, los pastos se ago- de las ciudades pagaron cinco veces más reo. C.. tan, por lo que la tierra puede mantener por un litro de agua que algunos granjeros. aéreas 1 menos animales en el futuro). Es más fácil Si pudieran venderse los derechos sobre el Princetm arrendar otros pastos que mantener el que agua, los ganaderos tendrían poderosos in- compaii tienen. centivos para vender sus derechos a las Losa

El problema de los derechos de propie- ciudades. El valor del agua para los se- tencia .. dad mal definidos es más general que la si- dientas consumidores urbanos -es decir, ses~

tuación de los pescadores y los rancheros. lo que estarían dispuestos a pagar por el afinnalll Siempre que una sociedad no define quié- agua adicional- es superior a los benefi- vada u nes son los propietarios de sus recursos y cios derivados de la cría de ganado. Si los países• no permite que los utilice el mejor postor, ganaderos pudieran abandonar su sector y dad, pal es de esperar que haya ineficiencia. Los re- vender sus derechos sobre el agua a los re- dorde• cursos se despilfarrarán o no se utilizarán sidentes urbanos, mejoraría el bienestar de grado a de la manera más productiva. todo el mundo. 1 En este caso, la limitación cidir ql

oferta 11 Derechos de propiedad limitados. En l. En el cálculo de los beneficios y de las pérdidas no se era IIlllJ

California, el Estado ha concedido dere- tienen en cuenta los sentimientos del ganado. dad. lnl

1

que 4 míen-

PENSAR COMO UN ECONOMISTA 53

de los derechos de propiedad provoca ine­ficiencia.

Los derechos legalmente estipulados como derechos de propiedad. Tener el derecho de propiedad no siempre significa tener la propiedad o el control absolutos. Los economistas consideran que un dere­cho legal, como el derecho a ocupar un apartamento de por vida a cambio de un alquiler controlado, fenómeno frecuente en algunas grandes ciudades, es un derecho de propiedad. El inquilino no es dueño del apartamento, por lo que no puede vender­lo, pero tampoco puede ser desahuciado.

Lo mismo ocurre con las terminales de los aeropuertos. Éstas se asignan a diferen­tes líneas aéreas, por lo que las pequeñas que fueron lo suficientemente afortunadas como para conseguir una tienen un dere­cho de propiedad que no pueden vender porque no son sus propietarias. Sin embar­go, las terminales son mucho más valiosas para las grandes compañías, que tienen muchos pasajeros, que para las pequeñas. Por ejemplo, Princeton Airways era una pequeña compañía que tenía una terminal en el aeropuerto internacional de Washing­ton, que es uno de los aeropuertos de Esta­dos Unidos que registran más tráfico aé­reo. Cuando, durante un tiempo, las líneas aéreas pudieron vender sus terminales, Princeton Airways la vendió a una gran compañía por una elevada suma de dinero.

Los economistas han observado la exis­tencia de derechos legales incluso en paí­ses como la antigua Unión Soviética, que afirmaba haber abolido la propiedad pri­vada. Los economistas sostienen que esos países modificaron los derechos de propie­dad, pero no los eliminaron. El administra­dor de una empresa soviética gozaba de un grado considerable de discreción para de­cidir quién recibía sus productos, cuya oferta solía ser muy escasa. Este derecho era muy parecido a un derecho de propie­dad. Intercambiaba «favores» con otros

administradores que tenían derecho a deci­dir quién recibía sus propios productos. Por lo tanto, existía uri mercado incluso en un sistema económico en el que los libres mercados estaban prohibidos.

En las economías de mercado, estos de­rechos de propiedad parciales y limitados generan muchas ineficiencias. Como el in­quilino de un apartamento de renta contro­lada no puede vender (por ley) el derecho a vivir en su apartamento, a medida que envejece puede tener escaso~ incentivos para mantenerlo, y no digamos para con­servarlo (en el ejemplo de la Unión Sovié­tica, estos derechos de propiedad limitados pueden producir el efecto contrario y hacer que la economía sea más eficiente que si no hubiera ningún mercado).

INCENTIVOS FRENTE A IGUALDAD

Una manera de dar incentivos, ya sea a una persona o a una empresa, es relacionar la remuneración con el rendimiento. Sin embargo, el establecimiento de una estre­cha relación entre la remuneración y el rendimiento plantea algunos problemas. Los planes de comisiones destinados a los representantes de ventas, por ejemplo, li­gan la remuneración a las ventas. Sin em­bargo, las ventas de un representante pue­den ser elevadas, no porque sepa vender, sino porque sea elevado el número de clientes que desean comprar el producto. El representante sostendrá que se debe a su mayor cualificación y esfuerzo, mientras que su colega afirmará tal vez que se debe a la pura suerte.

Cuando se dan incentivos que hacen de­pender la remuneración del rendimiento, las personas que tienen éxito perciben una renta más alta. Por lo tanto, si hay incenti­vos, debe haber una cierta desigualdad; cuando eso sucede, se dice que existe una disyuntiva entre los incentivos y la igual­dad. Puede existir desigualdad no sólo por-

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54 ThlRODt:CCIÓS

Igualdad Disyuntiva entre la eficiencia y la equidad

Nivel de producción

que una persona haya trabajado más que otra, sino también porque haya tenido más suerte, como muestra claramente el ejem­plo de las comisiones de los representantes de ventas.

Si la sociedad ofrece más incentivos, es probable que la producción total sea ma­yor, pero también es probable que haya más desigualdad. Esta relación se muestra en la figura 2.1, cuyo eje de ordenadas re­presenta un indicador de la igualdad y cuyo eje de abscisas representa un indica­dor de la producción. En un punto como el A, los incentivos son poderosos porque los impuestos son bajos y los programas pú­blicos de asistencia social son limitados, por lo que la intensidad con que trabaje una persona deteñnina su grado de bienes-

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tar. Por lo tanto, la· producción es elevada, pero la igualdad es baja (la desigualdad es elevada). En el punto B, por el contrario, los incentivos son escasos; los impuestos son altos y los programas públicos de asis­tencia social son generosos, por lo que las diferencias entre los niveles de consumo de que puede disfrutar una persona, inde­pendientemente de que trabaje mucho o no, son pequeñas. Por lo tanto, no hay mu­chos incentivos para trabajar arduamente. El nivel de producción es bajo, pero el de igualdad es alto.

. Una de las cuestiones que han de pre­guntarse los miembros de la sociedad cuando eligen los tipos impositivos y los sistemas de asistencia social es cuánto dis-

FIG. 2.1. La disyuntiva entre la equidad y la eficien­cia. El punto A muestra una situación en la que los in­centivos y, por lo tanto, la eficiencia y la producción son elevados, pero la igualdad es escasa; el punto B muestra el caso contrario.

minuirían los incentivos si se subieran los tipos impositivos para financiar un sistema mejor de asistencia social y reducir así la desigualdad, y qué consecúencias tendría esa reducción de los incentivos.

El racionamiento

En una economía de mercado, los bienes van a parar a las personas que están más dispuestas a pagar por ellos y que tienen más posibilidades de pagarlos. Por lo tan­to, la economía de mercado se denomina sistema de precios. Pero el sistema de pre­cios no es más que uno de las muchas ma­neras de asignar los recursos; bastará com­pararlo con otros sistemas para aclarar las ya~fo;<>C rlP 1,...., m-Prr.llOO~ C1iando la canti­ventajas de los mercados. Cuando la canti­dad que reciben los consumidores de un bien es menor que la que'.les gustaría en las condiciones en que se ofrece, se dice que el bien está racionado. Los diferentes sis­temas de racionamiento son diferentes ma­neras de decidir quién recibe los recursos escasos de la sociedad.

El racionamiento por medio de colas. En lugar de ofrecer los bienes a quienes estén más dispuestos a pagar el máximo por ellos y tengan más posibilidades de pa­garlo, una sociedad podría dárselos a quie­nes estuvieran más dispuestos a hacer cola. Este sistema se denomina racionamiento por medio de colas. Las entradas suelen

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PENSAR COMO UN ECONOMISTA 55

asignarse por medio de colas, ya sea para el cine, para espectáculos deportivos o para conciertos de rock. Se fija un precio y éste no varía aunque haya mucha gente ha­ciendo cola para comprar una entrada a ese precio (el elevado precio que pueden co­brar los revendedores por las entradas para los espectáculos más atractivos es una bue­na indicación de cuánto más estaría dis­puesta a pagar la gente por ellas).

Muchos consideran que el racionamien­to por medio de colas es una manera más deseable de ofrecer servicios médicos que el sistema de precios. ¿Por qué -se afir­ma- deben ser los ricos --que tienen más posibilidades de pagar los servicios médi­cos- quienes reciban más o mejor asis­tencia médica? Basándose en este razona­miento, Gran Bretaña decidió en los años cuarenta ofrecer asistencia médica gratuita a todo el que residiera en su suelo. Para ver a un médico, lo único que hay que ha­cer es· guardar cola. El racionamiento de la medicina por medio de este sistema invier­te el problema de la asignación: dado que el valor que tiene el tiempo para los traba­jadores de salarios bajos es menor, éstos se muestran más dispuestos a esperar y, por lo tanto, reciben una parte desproporciona­da de los servicios médicos (suministrados por el Estado).

Generalmente, el racionamiento por me­dio de colas es un sistema ineficiente para distribuir los recursos. El tiempo que hay que hacer cola es un recurso despilfarrado. Normalmente, existen otros métodos para alcanzar el mismo objetivo dentro de un sistema de precios que pueden mejorar el bienestar de todo el mundo. Volviendo al ejemplo médico, si se permitiera que algu­nas personas pagaran los servicios de los médicos y pudieran recibirlos sin guardar cola, podrían contratarse más médicos y reducirse, de hecho, las colas que han de hacer las personas que no pueden o no quieren pagar.

El racionamiento por medio de loterías. Las loterías asignan los bienes por medio de un proceso aleátorio, como es sacar un nombre de un sombrero. Las habitaciones de los colegios mayores suelen asignarse por medio de una lotería o sorteo. Lo mis­mo ocurre en las asignaturas más deman­dadas; cuando quieren matricularse en un grupo de un curso de introducción a la economía más estudiantes de los que per­mite el tamaño asignado al grupo, puede realizarse una lotería para decidir quiénes serán los afortunados que podrán matricu­larse. Estados Unidos solía asignar dere­chos sobre ciertas minas y licencias de ra­dio por medio de loterías. Se considera que las loterías, como los sistemas basados en colas, son justos porque todo el mundo tie­ne las mismas oportunidades. Sin embar­go, también son ineficientes porque los re­cursos escasos no van a parar a la persona o empresa que quiere y puede pagar más por ellos.

El racionamiento por medio de carti­llas. La mayoría de los gobiernos utili­zan en tiempos de guerra sistemas de ra­cionamiento por medio de cartillas. Se permite a la población comprar un deter­minado número de litros de gasolina, un determinado número de kilos de azúcar, una determinada cantidad de carne y una determinada cantidad de harina al mes. Para conseguir el bien, hay que pagar el precio de mercado y entregar un cupón. La razón por la que se utiliza este sistema de racionamiento radica en que se piensa que si no hubiera cupones, los precios se dispa­rarían, por lo que las personas más pobres pasarían grandes penurias.

Los sistemas de cartillas son de dos ti­pos dependiendo de que puedan venderse o no los cupones. Los sistemas en los que no pueden venderse los cupones son igual de ineficientes que la mayoría de los de­más sistemas que no se basan en los pre­cios: los bienes no van a parar, en general,

56 INTRODUCCIÓN

a las personas que quieren y pueden pagar más por ellos. Generalmente, no existe la posibilidad de hacer tratos que mejoren el bienestar de todas las partes. Por ejemplo, es posible que una persona esté dispuesta a intercambiar con otra una parte de su ra­ción de harina por otra de azúcar. Pero en un sistema en el que los cupones no pue­den venderse, la ley prohíbe realizar esas transacciones. Normalmente, cuando los cupones no pueden venderse legalmente, hay poderosos incentivos para establecer un mercado negro, es decir, un mercado ilegal en el que se intercambian los bienes o los cupones por bienes.

Conjuntos de oportunidades

Hemos avanzado mucho hasta ahora en este capítulo. Hemos visto el modelo bási­co del economista, que se basa en los mer­cados competitivos. Hemos observado que el motivo de los beneficios y la propiedad privada ofrecen incentivos que guían a las economías de mercado. Y hemos echado una ojeada por primera vez a las razones por las que los economistas creen que los sistemas de mercado, que ofrecen bienes a quienes quieren y pueden pagar más por ellos, constituyen el mecanismo más efi­ciente para asignar lo que produce la eco­nomía. Son mucho mejores que todos los sistemas de racionamiento que no se basan en los precios. Ha llegado el momento de retornar a la cuestión de la elección. Los sistemas de mercado dejan que sean los consumidores y las empresas quienes deci­dan qué consumir. ¿Cómo se toman estas decisiones?

En el caso de una persona o una empre­sa racional, el primer paso del análisis eco­nómico de cualquier elección consiste en identificar las posibilidades existentes, lo que los economistas denominan conjunto de oportunidades, que es simplemente el grupo de opciones presentes. Si una perso-

na quiere comer un bocadillo y sólo tiene rosbif y bonito en el frigorífico, su conjun­to de oportunidades consiste en un bocadi­llo de rosbif, uno de bonito, uno extraño de rosbif y bonito o ninguno. No cabe pensar en un bocadillo de jamón. La definición de las limitaciones de una persona o de una empresa es un paso fundamental en el aná­lisis económico. Podemos pasarnos el tiempo suspirando por un bocadillo de ja­món o por cualquier otra cosa que se en­cuentre fuera del conjunto de oportunida­des, pero cuando llega el momento de ele­gir y de tomar una decisión, sólo es perti­nente lo que se encuentra dentro del con­junto de oportunidades.

EL PRESUPUESTO Y LAS RESTRICCIONES

DE TIEMPO

Lo que limita las opciones son las res­tricciones. Éstas definen el conjunto de oportunidades. En la mayoría de las situa­ciones económicas, las restricciones que li­mitan las opciones de una persona -es de­cir, las que son realmente conexas- no son los ingredientes del bocadillo, sino el tiempo y el dinero. Los conjuntos de opor­tunidades cuyas restricciones vienen im­puestas por el dinero se denominan restric­ciones presupuestarias; los conjuntos de oportunidades cuyas restricciones vienen impuestas por el tiempo se denominan res­tricciones de tiempo. Un multimillonario puede pensar que lo que limita sus opcio­nes no es el dinero sino el tiempo, mientras que en el caso de un trabajador parado, el tiempo pasa lentamente; no es éste el que limita sus opciones, sino la falta de dinero.

La restricción presupuestaria define un conjunto de oportunidades representativo. Examinemos la restricción presupuestaria de Alfredo, que ha decidido gastarse 10.000 pesetas en casetes o en discos com­pactos. Un DC cuesta 1.000 pesetas y una casete 500. Por lo tanto, Alfredo puede

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1

PENSAR COMO UN ECONOMISTA 57

CuADRO 2.1. Conjunto de oportunidades de Alfredo

Casetes DC

o 10 2 9 4 8 6 7 8 6

10 5 12 4 M 3 16 2 18 1 20 o

comprar 10 DC o 20 casetes; o 9 DC y 2 casetes; u 8 DC y 4 casetes. El cuadro 2.1 muestra las distintas posibilidades, que se representan gráficamente en la figura 2.2:2

en el eje de ordenadas medimos el número de casetes compradas y en el de abscisas el número de DC. La línea B1B2 es la restric­ción presupuestaria de Alfredo. Los casos extremos, en los que sólo compra DC o ca­setes, están representados por los puntos B1 y B2 de la figura. Los puntos situados entre estos dos extremos a lo largo de la

2. Véase el apéndice del capítulo para aprender a inter­pretar gráficos.

Fm. 2.2. Restricción presupuestaria de Alfredo. La restricción presupuestaria identifica los límites del conjunto de oportunidades de una persona entre los DC y las casetes. Los puntos B1 y B2 son las opciones extremas, en las que aquélla elige la cantidad máxima de uno y ninguna del otro. Su elección real se encuen­tra en el punto E. Las elecciones situadas en el área sombreada son posibles, pero menos atractivas que las que se encuentran realmente en la restricción pre­supuestaria.

restricción .presupuestaria representan las demás combinaciones posibles. El coste de cada combinación de DC y casetes debe sumar 10.000 pesetas. El punto que elige Alfredo, en realidad, es el E, en el cual compra 4 DC (por 4.000 pesetas) y 12 ca­setes (por 6.000).

Aunque la restricción presupuestaria de Alfredo es la línea que define los límites superiores de su conjunto de oportunida­des, éste es mayor. También comprende to­dos los puntos situados por debajo de la restricción presupuestaria, que constituyen el área sombreada de la figura. La restric­ción presupuestaria muestra el número má-

Número de casetes compradas

20

18.

16

14

12

10

8

6

4

2

82 Conjunto de oportunidades de Alfredo

Restricción presupuestaria de Alfredo

a, O 2 4 6 8 10 Número de OC

comprados

58 INTRODUCCIÓN

Horas dedicadas 24

a todas tas demás 20

actividades

16

12

8

4

o 4 8 12 16 20 24 Horas dedicadas

a verla TV

ximo de casetes que puede comprar Alfre­do por cada número de DC que compre y viceversa. Alfredo siempre es más feliz cuando se encuentra en (elige un punto de) su restricción presupuestaria. Para ver por qué, compárense los puntos E y D. En el punto E, tiene una mayor cantidad de los dos bienes que en el D. Sería aún más feliz en el F, en el cual tendría todavía más ca­setes y DC, pero ese punto es, por defini­ción, inalcanzable.

La figura 2.3 representa una restricción de tiempo. La más frecuente indica simple­mente que el tiempo que dedica una perso­na a distintas actividades -incluido dor­mir- debe sumar 24 horas. La figura re­presenta las horas dedicadas a ver la televi­sión en el eje de abscisas y las horas dedi­cadas a todas las demás actividades en el de ordenadas. La gente -independiente­mente de lo rica o pobre que sea- sólo tiene 24 horas al día para realizar diferen­tes actividades. La restricción de tiempo es muy parecida a la restricción presupuesta­ria. Una persona no puede dedicar más de 24 horas ni menos de cero a ver la televi­sión. Cuanto más tiempo dedique a verla, menos tendrá para otras actividades. He­mos dibujado en el gráfico el punto A (por atontado) en el nivel que corresponde a 5 horas al día, que es la cantidad de tiempo que dedica un americano típico a ver la te­levisión.

FIG. 2.3. Conjunto de oportunidades de ver televi­sión y otras actividades. Este conjunto de oportunida­des está limitado por una restricción de tiempo, que muestra la disyuntiva a la que se enfrenta una persona entre dedicarse a ver la televisión y dedicarse a otras actividades. El punto A, que corresponde a 5 horas de televisión al día, representa una elección característica de un americano.

LA CURVA DE POSIBILIDADES DE PRODUCCIÓN

Las empresas y las sociedades en su conjunto están sujetas a restricciones. También deben tomar decisiones limitadas por sus conjuntos de oportunidades. Las cantidades de bienes que podría producir una empresa o una sociedad, dada una can­tidad fija de tierra, trabajo y demás facto­res, se denominan posibilidades de pro­ducción.

Por poner un ejemplo que se analiza ha­bitualmente, examinemos una sencilla des­cripción de una sociedad en la que toda la producción económica se divide en dos ca­tegorías, gasto militar y gasto civil. Natu­ralmente, cada uno de estos dos tipos de gasto contiene muchos elementos, pero analicemos de momento la elección entre estas dos grandes categorías. Para simplifi­car el análisis, la figura 2.4 llama «caño­nes» al gasto militar y «mantequilla» al gasto civil. La producción de cañones se indica en el eje de ordenadas y la de man­tequilla en el de abscisas. Las combinacio­nes posibles de gasto militar y civil -de cañones y mantequilla- es el conjunto de oportunidades. El cuadro 2.2 muestra algu­nas de las combinaciones posibles: 90 mi­llones de cañones y 40 millones de tonela­das de mantequilla o 40 millones de caño­nes y 90 millones de toneladas de mante­quilla. La figura representa estas distintas

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PENSAR COMO UN ECONOMISTA 59

Cañones (millones)

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toneladas)

Fm. 2.4. La disyuntiva entre los cañones y la mantequilla. Una curva de posibilidades de producción puede mos­trar el conjunto de oportunidades de la sociedad. Esta figura múestra una que describe la disyuntiva entre el gasto militar («cañones») y el civil («mantequilla»). Los puntos F y G representan las opciones extremas, en las que la economía sólo produce o bien cañones o bien mantequilla. Obsérvese que, a diferencia de lo que ocurre con la res­tricción presupuestaria y con la restricción temporal, la curva de posibilidades de producción está combada hacia fuera, como consecuencia de los rendimientos decrecientes.

posibilidades. Cuando elegir implica tomar decisiones relacionadas con la producción, la frontera del conjunto de oportunidades -que indica la cantidad máxima de caño­nes que puede producirse por cada canti­dad de mantequilla y viceversa- se deno­mina curva de posibilidades de produc­ción.

Cuando se compara el conjunto de opor­tunidades de una persona con el de la so­ciedad, representado por su curva de posi­bilidades de producción, se observa la existencia de una gran diferencia. La res-

tricción presupuestaria de una persona es una línea recta, mientras que la curva de posibilidades de producción está combada hacia fuera. Esta diferencia se debe a una buena razón. Una persona normalmente se enfrenta a disyuntivas o intercambios fijos: si Alfredo gasta 1.000 pesetas más en DC (es decir, compra un DC más), le quedan 1.000 pesetas menos para gastar en casetes (puede comprar dos casetes menos).

En cambio, las disyuntivas o intercam­bios a los que se enfrenta la sociedad no son fijos. Si ésta produce solamente

CUADRO 2.2. Posibilidades de producción de la economía

Cañones (millones)

100 90 70 40 o

Mantequilla (millones de toneladas)

o 40 70 90

100

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60 INTRODUCCIÓN

unos cuantos cañones, utilizará los recur­sos -los hombres y las máquinas- mejor dotados para fabricarlos. Pero a medida que trata de producir una cantidad cada vez mayor de ellos, observará que le resul­ta cada vez más difícil: tendrá que recurrir progresivamente a recursos que son cada vez menos buenos para producir cañones. Detraerá estos recursos de la producción de otros bienes, que en este caso es la mantequilla. Eso significa que cada vez que aumente la producción de cañones, tendrá que reducir más la de mantequilla. Así, por ejemplo, cuando la economía au­menta la producción de cañones de 40 mi­llones al año (punto A) a 70 millones (B), la producción de mantequilla disminuye en 20 millones de toneladas, pasando de 90 millones a 70. Pero si se fucrementa aún más la producción de cañones, hasta 90 millones ( C), lo que representa un incre­mento de 20 millones, la producción de mantequilla habrá de reducirse en 30 mi­llones de toneladas, es decir, a 40 millones. La variación que experimenta el número de toneladas producidas de mantequilla por cada aumento del número de cañones no permanece constante, y ésa es la razón por la que la curva de posibilidades de pro­ducción está combada.

La importancia de la disyuntiva entre los cañones y la mantequilla puede verse claramente observando de nuevo la figura 1.3, que muestra que durante la segunda guerra mundial la producción de automó­viles cayó casi a cero en Estados Unidos

debido a que las fábricas de automóviles se utilizaron para producir tanques y otros vehículos militares.

Supongamos, por poner otro ejemplo, que una empresa posee tierra que puede utilizar para cultivar trigo, pero no maíz, y tierra en la que puede cultivar maíz, pero no trigo. En este caso, la única manera de aumentar la producción de trigo es transfe­rir trabajadores de los maizales a los triga­les. A medida que se transfieren más traba­jadores a los trigales, aumenta la produc­ción de trigo, pero cada trabajador sucesi­vo aumenta menos la producción. Los pri­meros podrian escardar las malas hierbas más grandes y destructivas. Los trabajado­res adicionales permitirían mejorar la es­cardadura, lo que aumentaría la produc­ción. Pero las malas hierbas adicionales es­cardadas serían menores y menos destruc­tivas, por lo que la producción aumentaría en una cantidad consiguientemente menor. Este ejemplo ilustra el principio general de los rendimientos decrecientes. La adición de unidades sucesivas de cualquier factor, como fertilizante, trabajo o máquinas, a una cantidad fija de otros factores -semi­llas o tierra- aumenta la producción o la cantidad producida, pero en una cuantía cada vez menor.

El cuadro 2.3 muestra la producción de los maizales y los trigales a medida que se incrementa la cantidad de trabajo en cada caso. Supongamos que la empresa tiene 6.000 trabajadores para repartir entre la producción de trigo y la de maíz. Por lo

CUADRO 2.3. Rendimientos decrecientes

Trabajo en los maizales Producción de maíz Trabajo en los trigales Producción de trigo (n.º de trabajadores) (quintales) ( n. 0 de trabajadores) (quintales)

1.000 60.000 5.000 200.000 2.000 110.000 4.000 180.000 3.000 150.000 3.000 150.000 4.000 180.000 2.000 110.000 5.000 200.000 1.000 60.000

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PENSAR COMO UN ECONOMISTA 61

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Curva de posibilidades de producción de la empresa

150.000 Trigo (quintales)

FIG. 2.5. La disyuntiva entre el trigo y el maíz. Esta curva de posibilidades de producción muestra que cuando au­menta la producción de trigo, es necesario renunciar a una cantidad cada vez mayor de maíz. En otras palabras, a medida que disminuye la producción de maíz, el aumento resultante de la producción de trigo es cada vez menor. El punto A muestra un resultado ineficiente de este conjunto de oportunidades.

tanto, la segunda columna y la cuarta indi­can conjuntamente las posibilidades de producción de la empresa, que se represen­tan en la figura 2.5.

Ineficiencias: estar fuera de la curva de posibilidades de producción

No existe razón alguna para suponer que una empresa o una economía siempre se encuentra en su curva de posibilidades de producción. Cualquier ineficiencia de la economía dará como resultado un punto como el A de la figura 2.5, situado debajo de la curva de posibilidades de producción, en el cual la sociedad podría obtener una cantidad mayor de todo, es decir, una can­tidad mayor tanto de trigo como de maíz. Uno de los principales empeños de los economistas es buscar casos en los que la economía sea ineficiente en este sentido.

Siempre que la economía se encuentra por debajo de la curva de posibilidades de producción es posible tener una cantidad mayor de todos y cada uno de los bienes, es decir, más trigo y más maíz, más caño­nes y más mantequilla. Independientemen­te de cuáles sean los bienes que nos gus­ten, podemos tener una mayor cantidad de

ellos. Ésta es la razón por la que podemos decir inequívocamente que los puntos si­tuados debajo de la curva de posibilidades de producción no son deseables. Pero eso no significa que todos los puntos situados en ella sean mejores que cualquiera de los situados debajo. Comparemos los puntos A y C de la figura 2.5. La producción de maíz es mayor en C, pero la de trigo es menor. Si a los consumidores no les gusta mucho el maíz, el aumento de la produc­ción de este cereal puede no compensarlos debidamente por la disminución de la pro­ducción de trigo.

Existen numerosas razones por las que la economía puede encontrarse por debajo de la curva de posibilidades de producción. Si la tierra que es más adecuada para la producción de maíz se dedica equivocada­mente a la producción de trigo, la econo­mía se encontrará por debajo de su curva de posibilidades de producción. Si alguno de los recursos de la sociedad -la tierra, el trabajo y los bienes de capital- se deja simplemente ocioso, como ocurre cuando hay una depresión, la economía se encon­trará por debajo de su curva de posibilida­des de producción. Los tipos de problemas que plantean los derechos de propiedad

62 INTRODUCCIÓN

mal definidos y que hemos analizado ante­riormente en este capítulo también generan ineficiencias.

El coste

La belleza de un conjunto de oportuni­dades bien definido, como la restricción presupuestaria, ia restricción de tiempo o la curva de posipilidades de producción, se halla en que especifica el coste de una op­ción en función de otra. Si una persona, una empresa o la sociedad, se encuentran en la restricción b en la curva, sólo es posi­ble conseguir uria mayor cantidad de una cosa sacrificanclo alguna de la otra. El «coste» de una unidad más de un bien es la cantidad a la que tenemos que renunciar del otro.

Por lo tanto, los economistas conciben el coste en función de las disyuntivas o in­tercambios existentes dentro de los conjun- \ tos de oportunidades. Volvamos al ejemplo de la figura 2.2 en el que Alfredo elige en­tre los DC y las casetes. La disyuntiva o intercambio viene dada por el precio rela­tivo, que es la relación de precios de los DC y las casetes. En nuestro ejemplo, un DC cuesta 1.000 pesetas y una casete 500. El precio relativo es 1.000 pts. / 500 pts. = 2; Alfredo puede conseguir dos casetes por cada DC al que renuncie. Las sociedades y las empresas también se enfrentan a dis­yuntivas o intercambios a lo largo de la curva de posibilidades de producción, como la que muestra la figura 2.4, en la cual el punto A es la opción en la que se producen 40 millones de cañones y 90 mi­llones de toneladas de mantequilla. El in­tercambio puede calcularse comparando los puntos A y B. La sociedad puede tener 30 millones más de cañones renunciando a 20 millones de toneladas de mantequilla.

Los intercambios son necesarios porque los recursos son escasos. Si una persona quiere una cosa, ha de pagar por ella; ha de

renunciar a alguna otra. Si quiere ir a la bi­blioteca mañana por la noche, tendrá que renunciar a ir al cine. Si quiere tener más renta para gastar, tendrá que trabajar más, es decir, tendrá que renunciar a una parte de su ocio. Si un aserradero quiere sacar más tablones de madera de dos por cuatro, no podrá hacer tantos tableros de uno por cuatro.

Los COSTES DE OPORTUNIDAD

Si una persona nos preguntara ahora mismo cuánto cuesta ir al cine, probable­mente le responderíamos «700 pesetas» o lo que pagamos la última vez que fuimos al cine. Pero con el concepto de disyuntiva o intercambio, vemos que la respuesta completa no es tan sencilla. En primer lu­gar, el coste no es tanto las 700 pesetas como las otras cosas que podrían comprar­se con ellas. Por otra parte, nuestro tiempo es un recurso escaso que debe figurar en el cálculo. Tanto el dinero como el tiempo re­presentan oportunidades perdidas por ir al cine o lo que los economistas denominan coste de oportunidad del cine. Destinar un recurso a un fin significa no poder desti­narlo a otro. Por lo tanto, cuando pensa­mos destinar un recurso cualquiera a un fin, debemos considerar el siguiente mejor uso que puede dársele. Este siguiente me­jor uso es la medición formal del coste de oportunidad.

Resultará útil poner algunos ejemplos para aclarar la idea del coste de oportuni­dad. Consideremos el caso de la estudiante Sara que se matricula en la universidad. Ella piensa que lo que paga por la matrícu­la, el alojamiento y la manutención repre­senta los costes de su educación. Pero el economista piensa inmediatamente en el trabajo que podría tener si no se hubiera matriculado en la universidad. Si Sara hu­biera podido ganar 1.500.000 pesetas entre septiembre y junio, que es su siguiente me-

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PENSAR COMO UN ECONOMISTA 63

Primer plano: los costes de oportunidad de las reuniones ·

Las empresas no suelen tener en cuenta uno de los costes de oportunidad más im­portante de todos: el tiempo de sus altos ejecutivos. La agencia de personal Accountemps ha tratado de medir parte del tiempo perdido encuestando a 200 ejecutivos de las 1.000 ma­yores empresas de Estados Unidos. Los ejecutivos estimaron que se pasaban una media de 15 minutos diarios esperando al teléfono, una media de 32 minutos diarios leyendo o escri­biendo notas superfluas y una media de 72 minutos diarios celebrando reuniones innecesa­rias. Multipliquemos ahora estas cifras por 48 semanas (suponiendo que los ejecutivos se toman cuatro semanas de vacaciones al año). El ejecutivo medio se pasaría 60 horas al año esperando al teléfono, 128 horas escribiendo notas superfluas y 288 horas celebrando reu­niones innecesarias.

Naturalmente, este tipo de estimaciones son más ilustrativas que precisas. Por otra parte, quizá sea imposible saber por adelantado si una reunión va a ser útil; después de todo, es posible que la única manera de celebrar una reunión productiva sea arriesgarse a celebrar una improductiva. Pero aun aceptando los datos con reservas, parece probable que muchas empresas programan reuniones creyendo que como no tienen que pagar ningún plus a las personas que asisten a ellas, su coste es nulo. No tienen en cuenta el coste de oportunidad, el hecho de que sus altos directivos, a los que pagan unos elevadísimos suel­dos, podrían dedicar su tiempo a alguna otra cosa.

Una propuesta medio seria consistiría en que las empresas midieran y mostraran el coste de oportunidad de sus reuniones en un marcador colocado discretamente en un rincón de sus salas de reuniones. A medida que fueran entrando los asistentes, éste registraría su sueldo por hora y comenzaría entonces a sumar el coste de su tiempo. Por ejemplo, si en una reunión hubiera veinte ejecutivos que ganaran una media de 4.500 pesetas por hora, el marcador iría incrementando esa cifra en 90.000 pesetas por cada hora que durara la reu­nión. También podríamos incluir el coste de oportunidad de utilizar la sala de reuniones, de la necesidad de devolver la llamada de teléfono a las personas de otras empresas que hu­bieran llamado durante la reunión, etc. Seguramente, cuando el marcador mostrara que el coste de oportunidad de la reunión habitual de la tarde comienza a ser de cuatro dígitos, ha­bría poderosos incentivos para acabar rápidamente y dejar que todo el mundo reanudara sus demás tareas.

Fuente: «Executives on Hold 60 Hours a Year», San Jase Mercury News, 10 de julio de 1990, p. ?A

jor opción para este año, ése será el coste de oportunidad de su tiempo, y esta renta perdida debe sumarse a sus gastos univer­sitarios cuando se calcula el coste econó­mico total de estudiar en la universidad este año.

Examinemos ahora el caso de una em­presa que ha comprado un edificio mayor dé lo necesario para instalar su sede cen­tral. Si subarrendando el espacio que no necesita pudiera cobrar 3.000 pesetas al mes por cada metro cuadrado, éste es el coste de oportunidad de no utilizar ese es-

pacio. Sería sensato que la empresa supu­siera que tiene que pagarse a sí misma el alquiler de todo el espacio que posee y so­pesar los beneficios de su utilización y este coste.

El análisis puede aplicarse también al Estado. Éste posee enormes extensiones de tierra virgen. Para averiguar si merece la pena o no convertirla en parques naciona­les, debe tener en cuenta el coste de opor­tunidad de la tierra. Podría utilizarla para sacar madera o para llevar a pastar ovejas. Cualquiera que sea el valor de la tierra en

64 INTRODUCCIÓN

su siguiente mejor fin, éste es el coste eco­nómico del parque nacional. El hecho de que el Estado no tenga que comprar la tie­rra no significa que deba considerarse que es un bien gratuito.

Por lo tanto, desde el punto de vista del economista, cuando las empresas y los consumidores racionales toman decisiones -llevar a cabo un proyecto de inversión en lugar de otro, comprar un producto en lugar de otro- tienen en cuenta todos los costes: no sólo los gastos directos sino también todos los costes de oportunidad.

Los COSTES IRRECUPERABLES

El coste económico comprende, como acabamos de ver, los costes que los profa­nos suelen excluir, pero no tiene en cuenta los costes que éstos tienden a incluir. Si ya se ha realizado un gasto que no puede re­cuperarse, cualquiera que sea la decisión que se tome, una persona racional no lo tendría en cuenta. Esos gastos se denomi­nan costes irrecuperables.

Para comprenderlos, volvamos al ejem­plo del cine y supongamos ahora que nos hemos gastado 700 pesetas en una entrada. Dudábamos de que la película valiera 700 pesetas. A la media hora de estar en el cine, vemos confirmadas nuestras peores sospechas: la película es un desastre. ¿De­bemos irnos del cine? Para tomar esa deci­sión, no debemos tener en cuenta las 700 pesetas. Constituyen un coste irrecupera­ble; ya no tenemos el dinero, independien­temente de que nos quedemos o nos vaya­mos. Lo único adecuado ahora es decidir a qué vamos a dedicar los 90 minutos si­guientes de nuestro tiempo: a ver una pelí­cula terrible o a alguna otra cosa.

También podemos volver a examinar el caso de Fede, que al comienzo de este ca­pítulo estaba considerando la posibilidad de comprar o no una entrada no reembol­sable para el partido de fútbol del domin-

go. Decide comprarla, sabiendo que si aguarda al domingo, existen muchas posi­bilidades de que se hayan vendido todas las entradas. Cuando llega el domingo, está lloviendo. Fede no soporta estar senta­do bajo la lluvia, pero piensa que como ya se ha gastado el dinero en la entrada, sería un despilfarro no ir al partido. ¿Es racio­nal?

Un economista le haría la siguiente pre­gunta: «¿Qué habría ocurrido si una perso­na le hubiera ofrecido una entrada gratis para el partido del domingo?» Fede odia tanto estar bajo la lluvia que habría respon­dido: «Gracias, pero no.» El economista le diría entonces que si piensa de esa manera, sería irracional que fuera al partido, aun­que ya hubiera pagado la entrada. Ya no tiene el dinero pagado y la decisión de comprar es algo pasado; los gastos realiza­dos el lunes en la entrada son costes irre­cuperables y no deben tenerse en cuenta en fa decisión del domingo de ir o no al par­tido.

Supongamos que acabamos de comprar un moderno ordenador portátil por 200.000 pesetas. Estamos muy contentos con la compra. Pero una semana más tarde, el fabricante anuncia por 100.000 pesetas otro que tiene el doble de potencia; pode­mos cambiar nuestro viejo ordenador por el nuevo pagando 40.000 pesetas más. Es­tamos enfadados. Pensamos que acabamos de pagar 200.000 por un ordenador que ahora no vale casi nada y apenas lo hemos utilizado. Decidimos seguir con el viejo ordenador durante otro año, hasta que ha­yamos sacado al menos algún rendimiento a nuestra inversión. Una vez más, el eco­nomista nos diría que no estamos enfocan­do la cuestión racionalmente. La decisión pasada es un coste irrecuperable. Lo único que debemos preguntarnos es si la poten­cia adicional del ordenador más moderno vale las 40.000 pesetas adicionales. En caso afirmativo, debemos comprarlo; en caso negativo, no.

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PENSAR COMO UN ECONOMISTA 65

Primer plano: Oregón toma difíciles decisiones sobre la asistencia sanitaria

los milagros de la medicina moderna no son baratos. Mientras que los precios de consumo subieron en Estados Unidos alrededor de un 50 % en los años ochenta, los de la asistencia médica se duplicaron. A comienzos de los noventa, el gasto anual en asistencia médica superaba los 700.000 millones de dólares. Al mismo tiempo, se estima que 30 millo­nes o más de personas carecían de seguro médico.

En 1990, el Estado de Oregón decidió afrontar el problema de la cara asistencia para muchos y de la escasa asistencia para otros. Decidió tratar de clasificar 1 .600 tratamientos médicos por medio de un programa de ordenador que sopesara sus costes y sus beneficios. Se pensaba que dejando de dar cobertura a los problemas médicos que fueran despropor­c:ionadamente caros, el Estado podría duplicar el número de pobres que tienen derecho a beneficiarse de Medicaid, que es el programa público de seguro médico básico destinado a este grupo de la población.

Naturalmente, la lista es controvertida. Por ejemplo, la detección del virus del SIDA y la protección contra el mismo figura en uno de los primeros lugares de la lista de tratamien­tos que han de ofrecerse a todo el mundo, pero el tratamiento del SIDA cuando el paciente ya está al borde de la muerte podría reducirse extraordinariamente según este plan. Otros que podrían reducirse son los trasplantes de órganos y los tratamientos de úlceras crónicas, los trastornos del sueño y las venas varicosas. Para poner en práctica una lista de ese tipo, el Estado tendrá que negarse inevitablemente a ayudar a algunas personas que se beneficiarían de determinados tratamientos médicos, y algunas de ellas morirán antes.

Pero tampoco es una decisión realista que Oregón obligue a sus ciudadanos a pagar impuestos para suministrar a todo el mundo toda la asistencia médica que desee, No es po­sible evitar la escasez. La cuestión estriba en cómo tomar las decisiones difíciles.

Actualmente, las personas qu'e tienen un seguro médico privado o se benefician de un programa como Medicaid pueden recibir una gran cantidad de asistencia médica cara, mientras que las que carecen de un seguro médico privado pero no son suficientemente po­bres como para tener derecho a acogerse a Medicaid están desprotegidas. El plan de Ore­gón propone destinar el gasto extraordinario destinado a asistencia médica a tratamientos cuyos beneficios sean mayores para la salud pública. Se trata de un análisis marginal en una situación que es verdaderamente de vida o muerte.

Fuente: Timothy Egan, «Oregon Lists lllnesses by Priority to See Who Gets Medicaid Care», New York Times, 3 de mayo de 1990.

Los COSTES MARGINALES

El tercer aspecto del coste en el que ha­cen hincapié los economistas es el de los costes adicionales y los beneficios adicio­nales, o lo que los economistas llamamos costes marginales y beneficios marginales. Las decisiones más difíciles que tomamos no son si hacemos o no una cosa, sino si hacemos un poco más o un poco menos. Pocos perdemos mucho tiempo en pregun­tarnos si debemos trabajar o no. Tenemos

que trabajar; lo que hemos de preguntarnos es si debemos trabajar más o menos horas. Cuando necesitamos un apartamento o una casa, lo difícil es decidir entre comprar (o alquilar) uno más grande o uno más peque­ño. Un país no se pregunta si debe tener o no un ejército, sino si debe tener uno ma­yor o uno menor.

Jaime acaba de conseguir un trabajo para el cual necesita un automóvil. Debe decidir cuánto va a gastarse en él. Si se gasta más, puede conseguir un automóvil

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66 INTRODUCCIÓN

Pasos básicos de la elección racional

Identificar Jos conjuntos de oportunidad. Definir las disyuntivas o intercambios. Calcular los costes correctamente, teniendo en cuenta los costes de oportunidad, Jos costes

irrecuperables y los costes marginales.

más nuevo, más grande y más lujoso. Pero ha de averiguar si merece la pena pagar unos cuantos miles (o cientos de miles) de pesetas marginales por unas prestaciones adicionales extra, como unos bonitos tapa­cubos, elevalunas eléctricos, un equipo es­tereofónico, un modelo que es un año más nuevo, etc.

Del mismo modo, Poli está pensando en ir un fin de semana a esquiar a los Piri­neos. Tiene tres días de vacaciones. El bi­llete de avión le cuesta 20.000 pesetas; el hotel, 10.000 por noche; y el alquiler de los esquíes 3.500 al día. La comida le cuesta lo mismo que en casa. No sabe si ir dos días o tres. El coste marginal del tercer día es de 13.500 pesetas, es decir, el coste del hotel más el coste del alquiler de los esquíes. La estancia del tercer día no tiene costes de transporte adicionales. Debe comparar el coste marginal con el placer que sentirá quedándose el tercer día.

El análisis marginal puede crear adic­ción. Nos encontramos ante un puesto de bebidas refrescantes, tratando de decidir de qué tamaño vamos a pedir el vaso. Uno pe­queño cuesta 75 pesetas, uno mediano cuesta 100 y uno grande cuesta 125. El coste marginal de la bebida adicional que se obtiene al pasar del tamaño pequeño al mediano es de 25 pesetas. Para elegir entre una Coca-Cola pequeña y una mediana, te­nemos que decidir si el beneficio de la be­bida adicional (marginal) vale el coste de 25 pesetas. Para elegir entre una Coca­Cola mediana y una grande, tenemos que decidir si el beneficio de la bebida adicio­nal (marginal) vale 25 pesetas más.

Los consumidores, conscientemente o

no, examinan las disyuntivas que se les plantean en el margen en la mayoría de sus decisiones. Sin embargo, los economistas los resaltan. El análisis marginal es, al igual que los costes de oportunidad y los costes irrecuperables, uno de los conceptos capitales que permiten a los economistas examinar sistemáticamente los costes de las diferentes opciones.

Repaso y práctica

RESUMEN

1. \El modelo básico de los economistas está formado por personas racionales que buscan su propio provecho y em­presas racionales maximizadoras del beneficio, que interactúan en merca­dos competitivos.

2. El motivo de los beneficios y la pro­piedad privada dan incentivos a las personas y a las empresas racionales para trabajar intensa y eficientemen­te. Los derechos de propiedad mal definidos o limitados pueden dar como resultado una conducta inefi­ciente o contraproducente.

3. La sociedad a menudo ha de elegir entre la igualdad, que significa per­mitir que todo el mundo consuma cantidades más o menos iguales, y la eficiencia, que requiere incentivos que permitan a los individuos o a las empresas recibir beneficios diferen­tes dependiendo de su conducta.

4. En una economía de mercado, el sis­tema de precios es un mecanismo de

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PENSAR COMO UN ECONOMISTA 67

asignación de los bienes y servicios. Otros métodos son el racionamiento por medio de colas, de'ÍÜterías o de cartillas.

5. Un conjunto de oportunidades mues­tra cuáles son las opciones posibles. Las restricciones presupuestarias y de tiempo definen los conjuntos de oportunidades de los individuos. Am­bas muestran la cantidad de una cosa a la que debe renunciar una persona para conseguir más de otra.

6. Una curva de posibilidades de pro­ducción define el conjunto de oportu­nidades de una empresa o de una so­ciedad, representando las combina­ciones posibles de bienes que pueden producir. Si una empresa o una socie­dad está produciendo por debajo de su curva de posibilidades de produc­ción, se dice que es il!,eficiente, ya que podría producir una mayor canti­dad de uno de los bienes (o de los dos) sin producir una menor del otro.

7. El coste de oportunidad es el coste de utilizar un recurso cualquiera. Se mide examinando el siguiente uso mejor que podría dársele.

8. Un coste irrecuperable es un gasto pasado que no puede recuperarse, in­dependientemente de la decisión que se tome en el momento presente. Por lo tanto, las personas racionales no lo tienen en cuenta cuando toman sus decisiones.

9. La mayoría de las decisiones econó­micas se concentran en elecciones en el margen, en las que se compara el coste marginal (o adicional) de un curso de acción con sus beneficios adicionales.

TÉRMINOS CLAVE

Competencia perfecta Modelo competitivo básico

Sistemas de racionamiento Conjuntos de oportunidades Rendimientos decrecientes Coste de oportunidad Coste irrecuperable Costes y beneficios marginales

TEMAS DE REPASO

l. ¿Cuáles son los objetivos de los indi­viduos y de las empresas en el mode­lo competitivo básico de los econo­mistas?

2. Considere el caso del lago de un par­que estatal en el que se permite pes­car a todo el mundo tanto como de­see. ¿Cuál cree usted que será el re­sultado? ¿Podría evitarse este proble­ma si el lago fuera de propiedad pri­vada y se vendieran licencias de pes­ca?

3. ¿Por qué podría reducir la eficiencia una medida gubernamental destinada a aumentar la equidad de la distribu­ción de la renta?

4. Enumere las ventajas y los inconve­nientes del racionamiento por medio de colas, de loterías y de cartillas. Si el gobierno permitiera que se desa­rrollara un mercado negro, ¿podrían reducirse algunos de los inconve­nientes de estos sistemas?

5. ¿Cuáles son algunos de los costes de oportunidad de ir a la universidad? ¿Cuáles son los costes de oportuni­dad que debe tener en cuenta un país antes de decidir ampliar una autopis­ta?

6. Cite dos ejemplos de coste irrecupe­rable y explique por qué deben ser irrelevantes para las decisiones del presente.

7. ¿En qué se diferencia la decisión de comprar un bien, como un automóvil o una casa, de las decisiones margi­nales que implica esa compra?

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68 INTRODUCCIÓN

PROBLEMAS

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1. Imagine que muchas empresas están instaladas a la orilla de un río, al que arrojan sus vertidos industriales. El río pasa por una ciudad, que lo utiliza como fuente de agua y de esparci­miento. Si los derechos de propiedad sobre el río están mal definidos, ¿qué problemas pueden surgir?

2. Suponga que existe un yacimiento de petróleo debajo de propiedades que pertenecen a personas distintas. Cada vez que se perfora un pozo disminu­ye la cantidad de petróleo que pue­den extraer otros. Compare la veloci­dad con la que es probable que se ex­traiga el petróleo en esta situación con la velocidad con que se extraería si una persona tuviera los derechos de propiedad para extraerlo todo.

3. Suponga que las licencias de caza se asignan por medio de una lotería; si usted quiere una, envía su nombre para participar en la lotería. Si el pro­pósito del sistema es garantizar que quien más desee cazar tenga la opor­tunidad de hacerlo, ¿cuáles son los fallos de este sistema? ¿Cómo mejo­raría la situación si las personas que consiguieran una licencia pudieran vendérsela a otras?

4. Imagine que durante una guerra el gobierno establece un sistema de ra­cionamiento por medio de cartillas. ¿Cuáles son las ventajas de permitir que la población compre y venda sus cupones?¿ Y los inconvenientes?

5. Ketty, estudiante universitaria, tiene 2.000 pesetas semanales para sus gastos; se las gasta en «chucherías» que le cuestan 250 pesetas cada una, o en gasolina, que le cuesta 100 pese­tas el litro. Trace su conjunto de oportunidades. ¿Cuál es la disyuntiva o intercambio entre las «chucherías» y la gasolina? Ahora trace cada una

de las nuevas restricciones presu­puestarias a las que se enfrentaría si: a) un amable pariente comenzara a

enviarle 1.000 pesetas más a la semana;

b) el precio de una «chuchería» ba­jara a 200 pesetas;

e) el precio de la gasolina subiera a 120 pesetas el litro.

¿Cómo varía la disyuntiva entre las «chucherías» y la ·gasolina en cada uno de los casos?

6. ¿Por qué es probable que el coste de oportunidad de estudiar medicina sea mayor que el de estudiar otras carre­ras? ¿Por qué es el coste de oportuni­dad de una mujer titulada universita­ria que tenga hijos mayor que el de una mujer que también los tenga pero sólo posea estudios secundarios?

Apéndice: cómo interpretar los gráficos

Independientemente de que el viejo re­frán que dice «una imagen vale más que mil palabras» subestime o exagere el valor de una imagen, a los economistas les resul­tan extraordinariamente útiles los gráficos.

Examinemos, por ejemplo, la figura 2.6; es otra versión de la 2.2, que muestra la restricción presupuestaria de una persona, Alfredo, es decir, las distintas combinacio­nes de DC y casetes que puede comprar. En términos más generales, un gráfico muestra la relación entre dos variables, que en este caso son el número de DC y el nú­mero de casetes que puede comprar. La restricción presupuestaria indica el número máximo de casetes que puede comprar, dado el número de DC que ha comprado.

En un gráfico, una de las variables (en este caso, los DC) se coloca en el eje de abscisas y la otra en el de ordenadas. Un punto como el E se interpreta observando el eje de abscisas y viendo que correspon­de a 4 DC y examinando el eje de ordena-

PENSAR COMO UN ECONOMISTA 69

das y viendo que corresponde a 12 casetes. Del mismo modo, el punto A se interpreta observando el eje de abscisas y viendo que corresponde a 5 DC y examinando el de ordenadas y viendo que corresponde a 1 O casetes.

En la figura se ha representado cada uno de los puntos del cuadro y se ha trazado una curva que pase por esos puntos. Aun­que la «curva» resulta ser una línea recta en este caso, empleamos el término más general. La ventaja de la curva frente a los puntos se halla en que con ella podemos hallar a partir del gráfico puntos de la res­tricción presupuestaria que no se encuen­tran en el cuadro.

Naturalmente, a veces no todos los pun­tos de un gráfico tienen sentido desde el punto de vista económico. No es posible comprar media casete ni medio DC. Cuan-do trazamos gráficos, en la mayoría de los "--· casos dejamos de lado estas consideracio­nes; lo que hacemos es suponer que cual­quier punto de la restricción presupuestaria es realmente posible.

Número de casetes compradas

20

18

16

14

12

10

8

6

4

2

Pendiente = -2

o 2 4 6 8 10

LA PENDIENTE

En cualquier gráfico, la cantidad en que aumenta la variable situada en el eje de or­denadas como consecuencia de una varia­ción unitaria de la variable situada en el eje de abscisas se denomina pendiente, exactamente igual que la pendiente de una montaña. A veces se define como «la altu­ra partida por la base», lo que signitica que la pendiente de una línea puede calcularse dividiendo la variación de la variable si­tuada en el eje de ordenadas (la «altura») por la variación de la variable situada en el eje de abscisas (la «base»).

12

10

Examinemos la figura 2.6. Cuando nos desplazamos de E a A, aumentando el nú­mero de DC en 1, el número de casetes disminuye de 12 a 10. Por cada DC adicio­nal que compramos, el número viable de casetes que podemos comprar disminu­ye en 2. Por lo tanto, la pendiente de la lí­nea es:

Altura _ 10 - 12 _ -2 _ 2 ---- ----Base 5 - 4 1

o 4 5

Número de DC comprados

Fm. 2.6. Interpretación de un gráfico: la restricción presupuestaria. Los gráficos pueden utilizarse para mostrar la relación entre dos variables. Éste muestra la relación entre la variable representada en el eje de ordenadas (el nú­mero de casetes que puede comprar Alfredo) y la variable representada en el eje de abscisas (el número de DC). La pendiente de una curva como la restricción presupuestaria indica la variación que experimenta el número de casetes que puede comprarse cuando Alfredo compra un DC más. La pendiente es negativa.

( ¡ 1

1 1 ,.

1

1

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70 INTRODUCCIÓN

Renta

Años de estudios

FIG. 2.7.

Cuando, como en la figura 2.6, la varia­ble del eje de ordenadas disminuye cuando aumenta la del eje de abscisas, se dice que la curva o línea tiene pendiente negativa. Una restricción presupuestaria siempre tie­ne pendiente negativa. Pero cuando descri­bimos la pendiente de una restricción pre­supuestaria, a menudo omitimos el término «negativa». Decimos que la pendiente es 2, sabiendo que como estamos describien­do la pendiente de una restricción presu­puestaria, deberíamos decir en términos más formales que la pendiente es -2. A ve­ces, también decimos que la pendiente tie­ne un valor absoluto de 2.

La figura 2. 7 muestra el caso de una curva que tiene pendiente positiva (la figu­ra 1.6 del capítulo 1 sugería ese tipo de re­lación entre el número de años de estudios

Variable y

A

La pendiente de una línea recta vertical es infinita

Variab/ex

F10. 2.8.

y la renta). La variable representada en el eje de ordenadas, la: renta, aumenta a medi­da que es mayor el nivel de estudios, lo que hace que la línea ascienda de izquierda a derecha.

En análisis posteriores, nos encontrare­mos con dos casos especiales. Una línea que es muy inclinada tiene una pendiente muy granile; es decir, el aumento registra­do en el eje de ordenadas por cada aumen­to unitario del eje de abscisas es muy gran­de. El caso extremo es una línea recta to­talmente vertical, en cuyo caso decimos que la pendiente es infinita (fig. 2.8, panel A). En el otro extremo se encuentra la lí­nea recta horizontal plana; como no se re­gistra ningún aumento en el eje de ordena­das independientemente de la magnitud de la variación que se registre en el de absci-

Variable y

La pendiente de una línea recta horizontal es cero

Variablex

B

-.. .... ...... --· ----...... l

~-­...... , E

•••li ...... ciia4ill:CI

a a

1

r 1

PENSAR COMO UN ECONOMISTA 71

Cañones (millones)

100

80

60

40

20

PANELA

Curva de posibilidades de producción

PANELB 720 ~~ ==-11

66 1 1

o 66687072

o 20 40 60 80 100 ·Mantequilla (toneladas)

Altura = 69 -70 = _1 Base 71 -70

Altura = 38 - 40 = _2 Base 91 -90

o 86 88 90 92

Fm. 2.9. La disyuntiva entre los cañones y la mantequilla. El panel A muestra una disyuntiva entre el gasto mili­tar («cañones») y el civil («mantequilla»), en la que la sociedad elige el punto E. El panel Bes una ampliación del área situada alrededor de E, que centra la atención en la ~(!_]}diente correspondiente a ese punto y que mide las dis­yuntivas marginales a las que se enfrenta la sociedad cerca de ese punto. Del mismo modo, el panel C es una am­pliación del área situada alrededor de A y muestra las disyuntivas marginales a las que se enfrenta la sociedad cerca de ese punto.

sas, decimos que la pendiente de esa curva es nula (panel B).

Tanto la figura 2.6 como la 2.7 muestran líneas rectas. La pendiente es la misma en todos los puntos de ía línea recta. No ocu­rre así en el caso de la 2.9, que reproduce la curva de posibilidades de producción mostrada inicialmente en la figura 2.4. Examinemos primero el punto E. El panel B de la figura amplía el área que rodea a E, para poder ver qué ocurre con la produc­ción de cañones cuando aumentamos la de mantequilla en 1. A partir de la figura ve­mos que la producción de cañones dismi­nuye en l. Por lo tanto, la pendiente es:

Altura = 69 - 70 __ 1 Base 71 - 70

Examinemos ahora el punto A, en el cual la economía está produciendo más

mantequilla. El área que rodea a A se ha ampliado en el panel C, en el cual observa­mos que cuando aumentamos la·mantequi­lla en una unidad más, la reducción de los cañones es mayor que antes. La pendiente correspondiente al punto A es:

Altura = 38 - 40 = _2 Base 91 - 90

Con curvas como la de posibilidades de producción, la pendiente varía a medida que nos desplazamos a lo largo de la curva.

CóMO SE INTERPRETAN LAS CURVAS

Examinemos la figura 2.10. ¿Cuál de las dos curvas tiene una pendiente mayor? La de la izquierda parece que tiene una pen­diente cuyo valor absoluto es mayor. Pero

1:, -.

'

.

I,_ --.

-.

72

Número de casetes 20 compradas

18

16

14

12

10

8

6

4

2

o 2

A

4

INTRODUCCIÓN

Restricción presupuestaria de Alfredo

6 8 10 Número de OC

comprados

Número de casetes io compradas 16

12

8 4

o 2 4

B

Restricción presupuestari;,, de Alfredo

6 8 10 Número de OC

comprados

Fm. 2.10. Escala y pendiente. ¿Cuál de estas dos líneas tiene una pendiente más inclinada? Las unidades del eje de ordenadas han cambiado. Las dos curvas tienen la misma pendiente.

Producción de automóviles

Producción de automóviles

1982 1984

A

B

1986 1988 1990

Producción de automóviles

1988 1990

Fm. 2.11. Escala y gráficos de datos. ¿Cuál de estas dos curvas muestra una mayor variabilidad en la producción de automóviles a lo largo del tiempo? Las dos representan los mismos datos. De nuevo, la escala vertical ha varia­do. Fuente: Ward's Automotive Reports (1991).

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~'· ~,511

del eje

r 1

PENSAR COMO UN ECONOMISTA 73

observemos atentamente los ejes. Fijémo­nos en que en el panel A el eje de ordena­das se ha alargado en relación con el del panel B. La misma distancia que represen­ta 20 casetes en el panel B representa sólo 10 en el A. En realidad, los dos paneles re­presentan la misma restricción presupues­taria. Tienen exactamente la misma pen­diente.

Este tipo de advertencia es tan impor­tante cuando se examinan gráficos de da­tos como los que se utilizan a menudo en el capítulo 1 como cuando se examinan las

relaciones presentadas en este capítulo que generan curvas continuas. Comparemos, por ejemplo, los paneles A y B de la figura 2.11. ¿Cuál de las dos curvas muestra una mayor variabilidad? ¿Cuál parece más es­table? El panel B parece mostrar que la producción de automóviles no varía mucho con el paso del tiempo. Pero, una vez más, basta observarlo más detenidamente para ver que se han alargado los ejes del panel A. Las dos curvas se basan exactamente en los mismos datos

1 y no existe, en realidad,

ninguna diferencia entre ellas.