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Siglo nuevo Sn 27 ¿Por qué después de las experiencias tan desa- gradables, como aquella que cuentas de que el teléfono sonaba a media noche y una voz mascu- lina te hablaba: “Escritora, a ver si viene a poner- me una dedicatoria en mi verga, vieja pendeja”, volviste a comprometerte hasta el cuello en la última campaña de Andrés Manuel? Bueno, porque México necesita una oposición fuerte, porque Andrés Manuel quiere otro Méxi- co, porque no sé decir que no... ¿Crees que Andrés Manuel sería un buen presi- dente? No. No necesariamente: Édith Piaf, Marguerite Du- ras, Madonna, han tenido parejas muy jóvenes. ¿Por qué no? (Elena no responde, se queda pensando). Y el sexo, ¿déficit o superávit? Yo he tenido muchas limitaciones, pudores, vergüenza. Uno como mujer no puede tomar nin- guna iniciativa. Así me educaron las monjas, y eso es algo que se queda para siempre. Se grava en el cuerpo y no puede cambiarse. Has tenido la oportunidad de conocer a hom- bres extraordinarios como Octavio Paz, Carlos Fuentes, y al mismo Guillermo Haro; pero imagi- no que también te habrás tropezado con algunos cretinos. He vivido lo suficiente para conocer de todo, pero de los cretinos no vale la pena ocuparnos. No quiero que nos ensuciemos la lengua ha- blando de política, pero es inevitable que te pre- gunte: en Amanecer en el Zócalo, página 190, es- cribes: “Las lujosas camionetas de los dirigentes del PRD llegan un poco antes, y sus dueños espe- ran en torno a la tienda de campaña del ‘Peje’. Son igualitas a las de todos los políticos: camionetas blindadas con choferes, supongo también blin- dados. ¡Cómo desconfío de los políticos, caray, de izquierda, de derecha, de centro!”. Pero luego añades: “Por una razón muy profunda, a AMLO lo considero aparte. Si no, no estaría aquí”. ¿Por qué lo consideras aparte? Porque a Andrés Manuel le gusta la gente, en- tre la gente está en su elemento, ahí es donde él se siente bien. Lo quieren, los quiere... Pero en ese mismo libro tu escribes: “Los que hacemos el plantón, los que lo mantienen vivo, son los que están allá afuera: la señora «quesa- dillera», la «tamalera», el que trae los botellones de agua, el que se presenta con las grandes ollas de guisado, el que por todo vehículo tiene una bici, doña Luchita, Doña Ceferina. En cambio los políticos llegan a las siete de la noche en su co- che blindado, con chofer y en seguida se van. La reunión se alarga indefinidamente. ¿Qué se con- cretó? No tengo la menor idea y me temo que los demás tampoco. Me pregunto: bueno, ¿y en que trabajan los políticos?, ¿trabajan en esto? Para mi trabajar es barrer, cargar, escribir, enseñar, co- ser, pintar; pero supongo que ellos preparan al país para el futuro y tienen en la mano la clave de su bienestar”. ¿De verdad lo crees? (Elena lo piensa y prefiere callar). Lo que no puede dejarse de leer de Elena Poniatowska: Lilus Kikus. Ciudad de México: Los Presentes, 1955.  Los cuentos de Lilus KikusXalapa: Universidad Veracruzana, 1967.  La noche de TlatelolcoCiudad de México: Era, 1971. Gaby Brimmer, 1979. De noche vienes, 1979. Querido Diego, te abraza Quiela y otros cuentos, 1984.  Nada, nadie. Ciudad de México: Era, 1988. La piel del cielo. Madrid: Alfaguara, 2001.  Leonora. Barcelona: Seix Barral, 2011. Foto: Alejandro Meléndez

Siglo nuevo - elsiglodetorreon.com.mx · cretinos. He vivido lo sufi ciente para conocer de todo, pero de los cretinos no vale la pena ocuparnos

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    ¿Por qué después de las experiencias tan desa-gradables, como aquella que cuentas de que el teléfono sonaba a media noche y una voz mascu-lina te hablaba: “Escritora, a ver si viene a poner-me una dedicatoria en mi verga, vieja pendeja”, volviste a comprometerte hasta el cuello en la última campaña de Andrés Manuel?

    Bueno, porque México necesita una oposición fuerte, porque Andrés Manuel quiere otro Méxi-co, porque no sé decir que no...

    ¿Crees que Andrés Manuel sería un buen presi-dente?

    No.

    No necesariamente: Édith Piaf, Marguerite Du-ras, Madonna, han tenido parejas muy jóvenes. ¿Por qué no?

    (Elena no responde, se queda pensando).

    Y el sexo, ¿dé� cit o superávit?Yo he tenido muchas limitaciones, pudores,

    vergüenza. Uno como mujer no puede tomar nin-guna iniciativa. Así me educaron las monjas, y eso es algo que se queda para siempre. Se grava en el cuerpo y no puede cambiarse.

    Has tenido la oportunidad de conocer a hom-bres extraordinarios como Octavio Paz, Carlos Fuentes, y al mismo Guillermo Haro; pero imagi-no que también te habrás tropezado con algunos cretinos.

    He vivido lo sufi ciente para conocer de todo, pero de los cretinos no vale la pena ocuparnos.

    No quiero que nos ensuciemos la lengua ha-blando de política, pero es inevitable que te pre-gunte: en Amanecer en el Zócalo, página 190, es-cribes: “Las lujosas camionetas de los dirigentes del PRD llegan un poco antes, y sus dueños espe-ran en torno a la tienda de campaña del ‘Peje’. Son igualitas a las de todos los políticos: camionetas blindadas con choferes, supongo también blin-dados. ¡Cómo desconfío de los políticos, caray, de izquierda, de derecha, de centro!”. Pero luego añades: “Por una razón muy profunda, a AMLO lo considero aparte. Si no, no estaría aquí”. ¿Por qué lo consideras aparte?

    Porque a Andrés Manuel le gusta la gente, en-tre la gente está en su elemento, ahí es donde él se siente bien. Lo quieren, los quiere...

    Pero en ese mismo libro tu escribes: “Los que hacemos el plantón, los que lo mantienen vivo, son los que están allá afuera: la señora «quesa-dillera», la «tamalera», el que trae los botellones de agua, el que se presenta con las grandes ollas de guisado, el que por todo vehículo tiene una bici, doña Luchita, Doña Ceferina. En cambio los políticos llegan a las siete de la noche en su co-che blindado, con chofer y en seguida se van. La reunión se alarga inde� nidamente. ¿Qué se con-cretó? No tengo la menor idea y me temo que los demás tampoco. Me pregunto: bueno, ¿y en que trabajan los políticos?, ¿trabajan en esto? Para mi trabajar es barrer, cargar, escribir, enseñar, co-ser, pintar; pero supongo que ellos preparan al país para el futuro y tienen en la mano la clave de su bienestar”. ¿De verdad lo crees?

    (Elena lo piensa y prefi ere callar).(Elena lo piensa y prefi ere callar).

    Lo que no puede dejarse de leer de Elena Poniatowska:

    Lilus Kikus. Ciudad de México: Los Presentes, 1955.  Los cuentos de Lilus Kikus. Xalapa: Universidad Veracruzana, 1967.  La noche de Tlatelolco. Ciudad de México: Era, 1971. Gaby Brimmer, 1979. De noche vienes, 1979. Querido Diego, te abraza Quiela y otros cuentos, 1984.  Nada, nadie. Ciudad de México: Era, 1988. La piel del cielo. Madrid: Alfaguara, 2001.  Leonora. Barcelona: Seix Barral, 2011. 

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