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LETRAS RARAS r e v i s t a

Revista Letras Raras, julio 2013

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Revista Letras Raras. Literatura, música, entretenimiento y todo lo demás. Una publicación conjunta de Editorial Sad Face y Her Majesty's Entertainment.

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L E T R A S

RARAS

r e v i s t a

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Dirección  editorial,  redacción,  mercadotecnia,  ventas,  diseño  y  todo  eso:  Editorial  Sad  Face  L.  Letras  Raras  es  una  marca  registrada.  2013.  Año  2,  número  11.  Fecha  de  circulación:  julio  de  2013.  Revista  editada  y  publicada  por  Editorial  Sad  Face  y  Her  Majesty’s  Entertainment.  Domicilio  conocido,  código  postal  90210.  Revista  producida  en  México.  Prohibida  su  reproducción.  Portada:  E.J.  Valdés.  Todos  los  contenidos  originales  aquí  verRdos  son  propiedad  de  sus  respecRvos  autores  y  están  protegidos  por  INDAUTOR  todo  poderoso…  ¡Así  que  no  te  fusiles  nada,  o  te  encerraremos  en  un  cuarto  lleno  de  beliebers!  

Todos  los  derechos  reservados.  Bajo  las  sanciones  establecidas  por  las  leyes,  esta  publicación  no  puede  ser  reproducida  total  ni  parcialmente,  ni  registrada  o  transmiRda  por  un  sistema  de  recuperación  de  información  o  cualquier  otro  medio,  sea  éste  electrónico,  mecánico,  fotoquímico,  magnéRco,  electrópRco,  por  fotocopia,  o  cualquier  otro,  sin  permiso  por  escrito  previo  de  la  editorial  y  los  Rtulares  de  los  derechos.  

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ÍNDICE

Editorial . . . . . . . . . . . 4 Sigo enamorado de Manuela . . . . . . 6 World war Z . . . . . . . . . . 9 El ciruelo . . . . . . . . . . 10 The bling ring . . . . . . . . . . 14 El mulo . . . . . . . . . . . 16 Extrañarte . . . . . . . . . . 22 Él ≠ ella . . . . . . . . . . . 24 Sopa de letras . . . . . . . . . 30 Autores . . . . . . . . . . . 31

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Editorial julio 2013

Como  todos  los  meses,  es  un  gusto  presentarles  el  nuevo  ejemplar  de  la  revista,  que  gracias  a  las  colaboraciones  que  saturan  nuestra  bandeja  de  

—el pinche editor—

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entrada  se  mantiene  en  la  preferencia  de  cientos  (¿o  son  miles?)  de  lectores  dispersos  por  el  mundo  de  habla  hispana.  No  es  broma:  las  estadísticas  de  ISSUU  revelan  que  un  promedio  de  3,104  personas  dan  click  en  el  enlace  de  la  revista  y,  cuando  menos,  ven  la  portada.  Y  si  bien  esto  es  poco  comparado  con  el  alcance  de  las  publicaciones  de  papel  que  se  encuentran  en  las  tiendas  y  librerías,  creemos  que  para  ser  un  barquito  de  papel  Klotando  en  las  aguas  del  ciberespacio  no  está  nada  mal.  Digo,  por  si  querían  saber.  

 No  tenemos  palabras  suKicientes  para  agradecer  el  apoyo  que  tanto  colaboradores  como  lectores  brindan  a  esta  publicación,  que  cronológicamente  ya  rebasa  los  dos  años  de  existencia  y  está  a  dos  ejemplares  de  hacerlo  editorialmente.  En  serio:  muchas  gracias.  Mientras  tanto,  les  dejamos  la  revista  de  julio  que,  en  lo  personal,  disfrutamos  bastante  realizando  y  estamos  seguros  ustedes  también  disfrutarán  leyendo.  

 Nos  leemos  el  mes  que  entra.  

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La Antología Letras Raras de narrativa y

poesía reúne todos los cuentos y poemas

originales que se publicaron en la revista

durante su primer año de circulación (junio

2011-2012).

Adquiérela a un precio muy accesible en

nuestra página de Facebook.

¡HEY!

Facebook.com/LetrasRaras

(y apresúrate porque se agota)

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Luis Bracamontes

Sigo Enamorado de Manuela

M e he dado cuenta recientemente que, después de todos estos años de matrimonio, de quien realmente sigo enamorado es de mi mano izquierda. Ayer fui al supermercado; entre el pasillo del papel higiénico, los desodorantes y productos para el cabello estaba la sección de cremas para desconsideradas, mascarillas para frígidas y lociones para aquéllas que queman hasta la sopa; cuando, de pronto, vi un humectante de manos en oferta: era una presentación muy coqueta, seductora, con un envase rojo pasión y las letras blancas con el nombre y especificaciones que no me importaban mucho. Era el obsequio perfecto para ella, mi mano, que de tanta fricción y cambio de temperaturas comenzaba a resecarse. La compré y creo que también compré algo para mi esposa... una crema para estrías o algo así que me había encargado.

No pude esperar a llegar a casa, así que, ya en mi auto, abrí el humectante. Lo apliqué sobre ella, mi mano. Se sentía tan bien, era casi orgásm— celestial. Pero luego un vieneviene me interrumpió y me preguntó que si iba a salir o no. ¡Quién se cree! Aunque, bueno, es su trabajo.

En fin, llegué a casa. Todo como siempre. Allí estaba mi mujer, con su pelo recogido y desaliñado, sus nefastos crocs y su sonrisa fingida. Pero es Manuela, mi mujer, y por eso la amo. Todo va bien en mi matrimonio. Mi mujer es un primor (a pesar de la gravedad y de los cambios hormonales), sólo que a veces le da por que coincidan sus dolores de cabeza con las fechas que teníamos acordadas para intimar. Aunque no la culpo.

Yo soy Manuel, mi mujer es Manuela y a ella, mi querida, también le llamo Manuela. Siempre fiel y leal, constante y servicial. Algo dentro de mí me dice que no es sano humanizar a mi Manuela, pero ¡hey! tampoco lo era reificar o cosificar a la gente en las maquilas

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y fábricas, o incluso aquí, como mi mujer hace con la señora de la limpieza, creyendo que es una máquina multiusos sin hambre ni cansancio. Aunque Manuela nunca se cansa antes que yo.

El otro día nos peleamos mi mujer y yo. Estábamos en la cocina. Fue sobre una insignificancia que ella vociferaba pero que yo estaba muy cansado o falto de interés como para intentar descifrar. Algo raro se revolvió en mí cuando sacó a colación a Manuela. Un fuego voraz y hostil se encendió en mí, no me pude contener y exploté. ¡Cómo se atreve a meterse con ella! Cuando ella sí estuvo allí, siempre a mi lado. Me quité el anillo, furibundo, y lo arrojé por la ventana.

Lo que no noté fue que la ventana estaba cerrada y mi intento por lucir dramático se vio frustrado y resultó fútil y patético. El anillo cayó en el fregadero y fue directo a la tubería. Afortunadamente (o al menos eso decía Manuela, mi mujer), quedó atorado en una de las navajas del triturador de comida (otra de las excentricidades de Manuela, mi mujer, por ver sus novelas puertorriqueñas de Miami).

Y sí, en efecto, pasó lo que muy dentro de mí esperaba cuando vi que tendría que meter mi mano, mi bella y delicada mano, allí para salvar ese símbolo obsoleto que me ataba a un bello matrimonio con Manuela, la de las jaquecas.

Metí a Manuela en el lavabo, luego parte del brazo; todo el tiempo tuve la sensación de que iba a suceder; algo en mí decía que no lo hiciera, que lo dejara para después. Pero la mirada neurótica de mi mujer pudo más. Forcejeé un poco. Sabía que no debía seguir, que me estaba demorando demasiado. Mi mujer miró al reloj, me volteó a ver con una sonrisa burlona. Supe lo que iba a pasar y, después de todo ese embrollo, pasó. Tonto yo. Así es... Perdí mi cita de las cuatro con mi manicurista.

FIN 7

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¡Ah, chin! ¿Ganamos el mundial o qué?

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Max Brooks es hijo del comediante y productor Mel

Brooks.

Leonardo di Caprio estuvo muy interesado

en adquirir los derechos para la adaptación.

World  War  Z  es  una  novela  de  horror  apocalípRco  escrita  por  Max  Brooks  y  publicada  en  2006.  Se  trata  de  una  colección  de  relatos/entrevistas  que,  enlazadas  unas  con  otras,  revelan  progresivamente  los  pormenores  de  una  batalla  librada  a  escala  global  durante  una  década  para  contener  una  pandemia  zombi  originada  en  China,  la  cual  decimó  la  población  mundial  y  convirRó  a  los  muertos  en  cadáveres  reanimados  provistos  de  brutal  fuerza,  velocidad  y  un  apeRto  de  sangre  y  vísceras  que  no  conoce  límites.  

 Quizá  uno  de  los  puntos  fuertes  de  la  historia  es  su  narraRva  fragmentada,  que  obliga  al  lector  a  llenar  los  huecos  oscuros  con  elementos  de  su  propia  imaginación,  así  como  el  hecho  de  que  Brooks  explota  enormemente  el  contexto  internacional  del  siglo  XXI  y  nos  presenta  numerosas  situaciones  acontecidas  a  lo  largo  y  ancho  del  orbe,  jugando  de  manera  muy  interesante  con  el  “que  pasaría  si…”.  México,  por  supuesto,  no  estuvo  exento  de  la  Guerra  Mundial  Z  (como  podemos  adverRr  por  el  promocional  de  la  página  anterior)  y  lo  sucedido  en  el  país  luego  de  estos  eventos  es…  interesante  (aunque  a  muchos  seguro  los  hará  elevar  maldiciones).  

 La  adaptación  cinematográfica  de  este  libro  comenzó  a  planearse  desde  2007,  año  en  que,  aunque  no  lo  crean,  Brad  Pim  y  Leonardo  di  Caprio  comienzan  a  

pelearse  los  derechos  para  realizar  el  filme.  Eventualmente  Pim  gana  la  conRenda,  contrata  a  Michael  Straczynski  para  que  escriba  la  adaptación  (con  considerables  libertades),  a  Marc  Foster  para  dirigir  y  comienza  una  

producción  constantemente  retrasada  por  tropiezos  varios.  A  finales  de  junio  la  cinta  por  fin  se  

estrenó  y  ha  tenido  una  buena  acogida  en  general.  Lo  que  es  más:  ya  hasta  están  planeando  una  secuela...  Chale.  

OMFG!

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EL CIRUELO Las noches lluviosas las aprovechaba mi hermano para leernos El gato negro. Mi mamá también aprovechaba el cuento para asustarnos. “Si no se duermen va a venir el gato negro a llevárselos”. Mis hermanos se quedaban quietos de inmediato, pero a mí no me daba miedo el dichoso gato, tal vez porque mi mente infantil no encontraba maldad alguna en esos animales. Más miedo me daba el árbol que estaba en el patio y que veía desde la ventana de mi cuarto, como llamándome con sus ramas; brazos deformes que algún día me atraparían.

Jesús Manuel Torres Medina

Un día, mi abuela llegó a la casa con un gato negro que había recogido en la calle. De inmediato sus grandes ojos amarillos se clavaron en mi mente y en mis sueños. Lo veía subido en el supuesto ciruelo, moviéndose al compás de las ramas desnudas que nunca habían dado frutos, llamándome. Sus maullidos me ponían los pelos de punta. No soportaba la presencia de aquel negro monstruo, pero era intocable: mi abuela lo cuidaba más que a sus nietos; tal vez no quería que sufriera más ese infeliz callejero. Lo odiaba al verlo comer los pedazos de bofe sanguinolento y dormir plácidamente en el patio. Pero bien

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dicen que no se odia; se teme.

Una noche, apenas conciliaba el sueño cuando escuché unos rasguños en la puerta de mi cuarto. Abrí y era el gato que buscaba refugio de la lluvia. Sus ojos ámbar suplicaban. No le di tiempo de nada, tomé mi bat y le destrocé la cabeza. Lo golpeé una y otra vez hasta que sus sesos quedaron a la vista. Allí estaba, en un lecho de sangre y materia gris, mi odiado enemigo. Después de limpiar y sin ser visto, lo enterré debajo del ciruelo. Mi abuela lo buscó unos días y se convenció de que el gato posiblemente habría regresado a la calle. Yo seguí ocultando mi crimen.

Tiempo después, una mañana lluviosa, toda la familia miraba asombrada algo sin precedentes: el árbol había dado frutos. Lo que yo vi fue al gato trepado en las ramas, y miré con horror que las ciruelas eran amarillas; tan amarillas como sus ojos.

No son más silenciosos los espejos ni más furtiva el alba aventurera; eres, bajo la luna, esa pantera

que nos es dado divisar de lejos. Por obra indescifrable de un decreto

divino, te buscamos vanamente; más remoto que el Ganges y el poniente,

tuya es la soledad, tuyo el secreto. Tu lomo condesciende a la morosa caricia de mi mano. Has admitido,

desde esa eternidad que ya es olvido, el amor de la mano recelosa.

En otro tiempo estás. Eres el dueño de un ámbito cerrado como un sueño.

Jorge Luis Borges

FIN

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¡Momento! ¿Es cierto que están produciendo otra película sobre mi

hijo Heracles?

Pues sí, don Zeus, y resulta que será interpretado por nada m

enos que Dw

ayne “The Rock” Johnson. La historia tendrá lugar luego de la realización de los doce trabajos, cuando H

ércules se ha convertido en un mercenario al servicio de

los ricos y poderosos de Grecia…

Sí, suena bien chafa, lo sabem

os. Hasta 2014 no sabrem

os más de ella.

Bates  Motel  es  una  serie  televisiva  inspirada  en  Psycho,  novela  de  Robert  Bloch  famosamente  llevada  al  cine  por  Alfred  Hitchcock  en  1960.  Presentada  a  manera  de  precuela  (¡cómo  están  de  moda  las  precuelas!)  y  ambientada  en  el  siglo  XXI,  relata  el  arribo  de  un  Norman  Bates  adolescente  a  un  pueblo  costero  de  Oregon  luego  que  su  madre,  Norma,  al  quedar  viuda,    adquiere  un  viejo  motel  con  el  cual  pretende  ganarse  la  vida.  Es  el  poblado,  sin  embargo,  escenario  de  hechos  siniestros  que,  aunados  a  la  inquietante  cercanía  de  Norman  a  su  madre,  comienzan  a  dar  forma  a  una  pesadilla  en  potencia.  

 Bates  Motel  es  estelarizada  por  Vera  Farmiga  y  Freddie  Highmore,  a  quien  quizá  recuerden  como  Peter  en  Finding  Neverland,  August  en  August  Rush,  y  Charlie  en  Charlie  and  the  Chocolate  Factory,  de  Tim  Burton.  La  primer  temporada  abarca  diez  episodios  y  se  estrena  en  nuestro  país  este  mes.  Se  transmiYrá  por  Universal  Channel,  por  si  quieren  echarle  un  ojo.  

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THE BLING RING

UNA PELIGROSA OBSESIÓN De entre el elenco post-Harry Potter sin duda la mejor colocada (dotada, dicen unos) y más cotizada es Emma Watson, quien luego del éxito obtenido con The Perks of Being a Wallflower en 2012 está de regreso con dos proyectos para este año: uno de ellos es This is the End, una comedia apocalíptica en la cual hace una breve aparición, y el otro, más llamativo, es The Bling Ring, el más reciente film de Sofia Coppola. Esta cinta cuenta la historia de un grupo de adolescentes de California que, obsesionados con las celebridades de cine y televisión, se dan a la tarea de seguirlos, estudiar sus horarios y

aprovechar sus compromisos para… entrar a robar a sus casas.

Esta cinta, que presenta un elenco conformado por nombres nuevos en su mayoría, está inspirada en eventos que tuvieron lugar en Hollywood entre 2008 y 2009, cuando dos adolescentes del poblado de Calabasas (así, con S) y algunos allegados allanaron y robaron las casas de personajes de la farándula como Paris Hilton, Orlando Bloom, Miranda Kerr y Megan Fox. Los ladrones, liderados por una chica llamada Rachel Lee (enloquecida por los reality shows y las revistas de chismes y sociales), se enteraban de las

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rutinas de sus víctimas a través de Internet y luego de robar sus casas conservaban sus prendas o pertenencias como coleccionables o los vendían en considerables sumas (el valor de los objetos robados se estima en alrededor de tres millones de dólares). Este grupo, conocido mediáticamente como “The Bling Ring” o “The Hollywood Hills Burglars”, operó exitosamente en las sombras durante casi un año, hasta que una llamada anónima marcó el alto a sus andanzas y puso a la mayoría tras las rejas (aunque no por mucho tiempo; hoy por hoy casi todos están libres). Según revelaron posteriormente, al momento de su detención tenían planeado atracar por lo menos cincuenta casas de celebridades, casi todas ellas ubicadas y estudiadas mediante Google Maps (bien decía Jacques Futrelle que “cualquier objeto es peligroso en manos de alguien que sepa utilizarlo”).

Si bien Emma Watson es la estrella de The Bling Ring (y obviamente toda la publicidad gira en torno de ella), el suyo no es el personaje que idea y lidera los robos, sino la chica que, sin querer, se ve involucrada en las fechorías del círculo y sale bien librada una vez el teatro se les viene abajo

Esta cinta se estrenó el mes pasado en los Estados Unidos y varios países europeos, sin embargo apenas llega a los cines mexicanos este mes. Y no seamos mustios, caballeros: muchos iremos a verla nomás por el taco de ojo

BLING  RING  BEGINS  

Según   confesiones  de   los   integrantes  del   Bling   Ring,   al  m o m e n t o   d e  planear   su   primer  atraco   eligieron   la  c a s a   d e   u n a  celebridad   que   no  a s e g u r a r a   l a s  puertas   y   dejara  dinero   y   objetos  valiosos   regados  por  ahí.  Su  primera  opción   fue   Paris  Hi lton,   pues   la  c o n s i d e r a b a n  “ t o n t a ” .   N o  e s t a b a n   t a n  errados:   robaron  su  casa  cinco  veces  y   ella   no   se   dio  cuenta   hasta   la  tercera.  ¡Hermione, cuánto has crecido!

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E.J. Valdés

EL MULO Una   vez   me   quedé   varado   en   una  borrachera  en  el  barrio  de  San  Antonio,  al   sur   de   la   ciudad.   Estaba   yo  desprovisto   de   automóvil,   iba   solo,   el  vodka  ya  hacía  lo  suyo  en  mi  cabeza,  y  aque l los   inv i tados   que   ya   se  marchaban   estaban   demasiado  tomados   como   para   conKiarles   el  volante,  o  bien,  iban  por  rumbos  ajenos  al  mío.  Pasaban  las  tres  de  la  mañana,  y  aunque   la   caminata   a   mi   casa   era  kilométrica   y   riesgosa   (la   colonia   El  Margarito,  frecuentemente  mentada  en  la   nota   roja   del   periódico,   era   paso  obligado)   pronto   fue   evidente   que,   si  deseaba   pasar   lo   que   quedaba   de   la  noche   bajo   mis   cobijas,   más   me   valía  poner  pies  en  polvorosa,  de  modo  que  abotoné  mi  chaqueta  y  salí  rumbo  a   la  Avenida   Juárez.   Por   motivos   que   sólo  

competen   a   la   embriaguez   y   la   noche,  en  el  trayecto  hacia  la  esquina  me  vino  a   la  mente   una   historia   que  me   había  contado   mi   amigo   Allan   sobre   un  personaje   conocido   como   “El   Mulo”   o  “Don   Mulo”,   el   cual,   me   explicó,   era  muy   conocido   entre   los   vecinos   del  cuadrante  sureste  de  la  ciudad.    

  Según  me   platicó,   “El  Mulo”   era  un   señor   oriundo,   al   parecer,   de   la  sierra,  entrado  en  años  y  más  versado  en  náhuatl  (o  ñhañhu,  quién  sabe)  que  en   castellano.   Vecino   de   la   colonia  Doria,   todos   los   días   marchaba   a   los  pueblos   dispersos   a   orillas   de   la  carretera   a   México   para   vender   las  muchas   mercancías   que   le   traían   de  Amilco,   Monte   Real,   Mineral   de  Cholutla  y  otros  lugares  enclavados  en  las   montañas,   y   el   detalle   curioso   era  

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que  “El  Mulo”,  hombre  humilde  “de  los  de   antes”,   realizaba   el   viaje  —viaje   de  ap rox imadamen t e   v e i n t i c i n co  kilómetros—  en  una  carreta  tirada  por  dos   mulas.   De   ahí   que   lo   conocieran  con   ese   sobrenombre.   Adivinarán   que  el   trayecto   le   tomaba   un   tiempo  considerable,   y   si   tenemos   en   cuenta  que   su   recorrido   podía   abarcar   dos   o  tres  poblados  donde,  aparte,   tenía  que  aguardar   a   que   los   paseantes   se  interesasen  por  sus  bienes…  Bueno,  las  horas  se  van  sumando  y  el  día  para  “El  Mulo”   se   vuelve   tan   largo   que   no   es  hasta   la   madrugada   que   regresa   a   su  hogar.   Precisamente   por   eso   era  famoso   el   hombre:   porque   los   vecinos  de  San  Antonio,  Santa  Matilde,  y  Villas  aseguraban   que,   en   ciertas   calles,   se  podían   escuchar   las   ruedas   de   la  carreta  y  las  pezuñas  de  las  mulas  a  las  dos   o   tres   de   la  mañana,   y   que   si   uno  asomaba   por   la   ventana   podía   verlo  

pasar   lentamente   por   en   medio   del  camino,   arropado   con   su   zarape,   el  sombrero  bien  puesto  en  la  cabeza.    

  Ahora,   debo   decir   que   cuando  Allan   me   contó   esta   historia   la   asumí  cono   invento,   o   acaso   una   de   esas  leyendas  urbanas  arraigadas  en  ciertas  colonias.   Sin   embargo,   aquella   noche,  caminando   rumbo   a   Juárez,   me   dije   a  mí  mismo   que   toparme   con   la   carreta  de   “El  Mulo”   sería   la   coincidencia  más  feliz   de   todo   el   día,   pues   si   era   cierto  eso   de   que   vivía   en   Doria   un   aventón  suyo   bien   podía   ahorrarme   la  agotadora   caminata   y   el   cruzar   solo  por  El  Margarito.  Pero,  me  dije,  aquello  era  algo  que  solamente  podía  ocurrir  al  interior  de  esos   cuentecitos  que   tengo  aKición   por   escribir,   así   que   me  aventuré   por   la   prolongada   avenida   a  toda   prisa,   con   las   manos   guarecidas  en   los   bolsillos,   dejando   de   lado   todo  

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eso   de   mulas,   carretas   y   viejillos  abriéndose   paso   a   través   de   la  brumosa  madrugada.    

  ¿Saben?   A   veces   imagino   a   la  vida   como  una  ancha  dama  empeñada  en  darnos  la  mayor  cantidad  posible  de  bofetadas,   con   o   sin   guante   blanco,  antes   que   la   tierra   reclame   nuestros  huesos,   y   aunque   estoy   seguro   que   ya  a d v i e r t e n   l o   q u e   s u c e d i ó   a  continuación,   elaboraré   sobre   ello   en  nombre  de  la  narrativa.    

  Efectivamente:   me   topé   con   “El  Mulo”.   Sucedió   cuando  me  acercaba  al  cruce   con   Manuel   Ávila;   de   pronto  escuché  un  traqueteo  a  mis  espaldas,  y  al   mirar   por   encima   del   hombro   vi   la  carreta  y  la  casi  fantasmal  silueta  de  su  ocupante,   frente  al  cual  marchaban  las  viejas  mulas.  Me  detuve  y,  al  verme,  el  hombre   guió   a   sus   animales   hacia   la  acera   e   hizo   alto  muy   cerca   de   donde  yo  me  encontraba.    

  —Buenas   noches   —le   dije,  saludando  con  la  mano.    

  —Buenas   noches   —respondió.  Tal   como  dijera  Allan,  había  en  su  voz  esa  musicalidad   propia   de   la   gente   de  la   sierra,  y   llevaba  el   zarape  enrollado  en   torno   al   cuerpo   (bastante   Klaco  según   delataban   sus   hundidos  pómulos)  y  el  sombrero  bien  puesto  en  la   cabeza.   Si   me   pidiesen   estimar   su  edad  diría  que  ésta  bien  podía  situarse  alrededor  de  las  ocho  décadas.    

 —Disculpe,   señor,  me  quedé   sin  transporte   y   me   preguntaba   si   era  posible  me   diera   un   aventón.   Claro,   si  

no  es  mucha  molestia.    

 —¿Pa’  dónde  va?    

 Le  dije.    

  —Bueno   —enunció   luego   de  levantar   la   mirada   fugazmente,   como  buscando  consejo  en  el  cielo—,  no  voy  hasta   allá   pero   lo   puedo   acercar   a   la  calle  de  Salazar.  Súbale  atrás.    

  —No   sabe   cuánto   se   l o  agradezco  —dije,  apeándome.    

 Una  vez  sentado,  el  viejo  soltó  la  rienda   a   las   mulas   y   comenzamos   a  desplazarnos   por   la   avenida,   ajena   al  paso   de   los   automóviles   a   esas   horas.  Al   llegar   al   cruce   con   Miguel   Alemán  doblamos  a  la  derecha.    

  —Perdóneme   si   soy   muy  entrometido  —dije,   mirando   las   luces  de   las   farolas   que   parecían   juguetear  detrás  de  las  altas  copas  de  los  árboles—  pero,  ¿de  dónde  viene  usted?    

 —De  Zacotitlán.    

 —¿En  serio?  Queda  algo  retirado,  ¿no?    

  —Poquito.   Pero   así   hay   que  hacerle  pa’  ganar  el  pan.    

  —Pues   sí,   ¿verdad?   ¿Y   usted   a  qué  se  dedica?  ¿Vende  algo?    

  Esta   última   cuestión   no   tuvo  respuesta.   De   hecho,   no   volví   a  escuchar   la  voz  de  “El  Mulo”  en  lo  que  restó  del   trayecto;  quizá  el  hombre  no  deseaba   entablar   conversación   con  un  completo   extraño,   o   quizá,   como   me  dijo   Allan,   no   era   muy   versado   en   la  lengua  castellana  y  por  eso  se  abstenía  

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de   hablar.   Fuera   como   fuera,   no   me  competía   averiguarlo,   así   que   hicimos  el   recorrido   sin   más   sonido   que   las  pisadas  de   las  mulas  y  el   traqueteo  de  las  viejas  ruedas.    

  Pronto   dejamos   atrás   Miguel  Alemán   y   nos   adentramos   por   la   calle  principal   de   la   colonia   Magisterio,   la  cual   nos   condujo   a   Guerrero   y,   en  consecuencia,  a  las  inmediaciones  de  El  Margarito,   desde   cuyas   empinadas  vecindades,   imaginé,   nos   acechaban  ojos   desvelados.   Cruzamos   sin   mayor  inconveniente,  y  así  llegamos  a  Salazar,  donde  la  carreta  se  detuvo,  cerca  de  la  glorieta.  Era  momento  de  bajar.    

  —Muchísimas   gracias,   señor.  Que  pase  buena  noche  —dije.  Por  toda  

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respuesta,  las  mulas  echaron  a  andar.    

  Vi   a   “El   Mulo”   alejarse   calle  arriba  hasta  perderse  de  vista  más  allá  del   semáforo,   y   entonces   fue  mi   turno  de   hacer   camino   en   pos   del   bulevar  Colosio,  del  cual  me  separaban  apenas  dos   cuadras,   y   de   allí   a   mi   casa  solamente   restarían   unos   pasos.  Tremendo   viaje  me   había   ahorrado   el  silencioso   viejo.   Veinte   minutos  después   ya   estaba   roncando   sobre   las  sábanas,  con  los  zapatos  aún  puestos.    

  Por   la   mañana,   luego   de  desayunar,   telefoneé   a  mi   amigo  Allan  para   contarle   mi   aventura   de   la  madrugada  con  lujo  de  detalle.  Una  vez  hubo  escuchado  mi  relato  me  hizo  una  revelación  con  notable  desconcierto:    

 —Amigo,  ¿es  verdad  todo  lo  que  acabas   de   decir?   Porque   te   estaba  cuenteando   la   vez   que   te   hablé   sobre  “El   Mulo”.   En   serio:   me   lo   inventé.  Nadie   por   estos   rumbos   ha   visto   ni  oído   hablar   de   semejante   personaje.  Por   el   amor   de   Dios,   ¡si   es   de   lo   más  ridículo!   ¿Quién   se   lo   iba   a   creer?  No:  para  mí  que  lo  que  quieres  es  gastarme  una  de  tus  bromitas.  De  seguro  buscas  desquitarte  por   lo  de  tus   llaves  el  otro  día,   en   la   cantina   del   centro.   Es   eso,  ¿verdad?    

  Tragué   saliva.   No   queriendo  mirar   hacia   lo   evidente,   busqué   una  salida   rápida.   Fingí   una   carcajada   y   le  dije   que   me   había   pillado,   que,  efectivamente,  era  mi  intención  jugarle  una   mala   pasada   —como   hacia  ocasionalmente—.   Puntualicé,   sin  embargo,   que   había   soñado   algo  

relacionado   con   una   carreta   y   que   de  allí  me  había  surgido  la  idea  de  decirle  aquello;   por   supuesto   que   no   había  recorrido   las  calles  de   la  ciudad  por   la  madrugada,   acompañado   de   un  anciano  de  la  serranía.  ¡Era  absurdo!    

 Riendo,  Allan  dijo  que  había  sido  un   buen   intento   y   nos   despedimos,  quedando   de   vernos   pronto.   Mi   falsa  sonrisa   se   desvaneció   tan   pronto  devolví   el   auricular   a   la   base,   y  entonces   sobrevino   una   pregunta:   ¿de  verdad  había  sucedido  aquello?  Estuve  meditándolo   buen   rato,   y   aunque   no  llegué   a   nada   conclusivo   —casi   me  convencí   de   que,   efectivamente,   lo  había  soñado—  al  examinar  mis  ropas  del  día  anterior  descubrí  en  el  pantalón  lo   que   parecía   ser   paja,   la   cual,   quizá,  pudo   haber   estado   regada   en   la  plataforma  de  una  carreta…  Y  luego,  al  mirar  mis   zapatos,  me   percaté   de   una  mancha  negruzca  en  la  suela  de  uno  de  ellos   que,   por   su   aspecto   y   aroma,  identiKiqué   como   excremento,   el   cual,  quizá,  pudo  haber  dejado  una  mula  en  el  camino...    

  Y   al  mismo   tiempo  que   cavilaba  esto  me   asaltó   un   hecho   que  me   hizo  llevarme   una   avergonzada   mano   al  rostro:  el  lugar  de  la  borrachera  estaba  a   sólo   cinco   calles   de   la   terminal   de  autobuses;  ¿por  qué  diablos  no  cogí  un  taxi?    

F I N

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Extrañarte Entre el cielo abierto, el mar en vela, las ramas de febrero en centinela, sentado bajo la tarde, sin esperanza, muero de dolor por ser sin ser algo.   El pesar de sobrevivir sin sombra, caminar sin dirección ni sentido, inquieta a mi noche sin estrellas, perturba a mi silueta sin figura.   Te sueño sin tú pertenecerme. Te recuerdo sin tú ser nada mío. Te extraño sin tú saber que soy. Eres mi todo siendo yo tu nada.

A.H. Horacio

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Se vino rumorando desde el año pasado y ya es oficial: Muse viene a México como parte de la gira promocional de su más reciente material de estudio, The 2nd Law (que, la verdad, no es de nuestros favoritos). Hasta ahora están contempladas dos presentaciones, la primera de ellas el 7 de octubre en la Arena VFG de Guadalajara y la segunda el día 18 del mismo mes en el Palacio de las Deportes de la Ciudad de México. Los boletos ya están a la venta y, por lo menos en lo que compete a las secciones más costosas, están volando.

Quién sabe de qué se ríen estos dos pero bueno...

Nuestro TOP 3 �

EL  ORIGEN   LA  EVOLUCIÓN   EL  MEJOR.  POR  MUCHO.  

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Lluvia  de  hamburguesas  2  Nueva  película  del  Principito  

Él ≠ Ella "

Ella, con cierto temblor en la voz y con algo más (algo que Él identificó como el nacimiento de una nueva esperanza en el corazón de Ella), le dijo:

—Bueno, usted está empeñado en enamorarme...

Él, sin dudarlo un segundo, plantado frente a Ella, sosteniendo entre sus manos ese rostro que tanto había llegado a apreciar, le contestó:

—Sí, lo estoy.

Ambos se sonrojaron y se perdieron en un mar de sentimientos y pensamientos contradictorios que ninguna palabra puede explicar y que sólo un abrazo puede liberar.

*  *  *  Gilberto Blanco

Habían pasado sólo unos meses desde que se conocieron por casualidad. Él era un soñador y Ella el complemento perfecto a sus sueños, aunque ninguno de los dos lo sabía entonces. Aquel día Él caminaba por las calles del centro de la ciudad (esa ciudad que tanto amaba) distraído, abstraído en la belleza que había a su alrededor, cuando de pronto, mientras contemplaba la catedral sin ver por dónde iba, chocó con alguien que hacía justo lo mismo… Ambos voltearon y se sonrojaron por primera vez. Ella no supo qué pensar y Él no supo qué decir: por primera vez se hacía un silencio incómodo entre ambos.

24

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Estaban sentados en una estación del metro de la ciudad (esa ciudad que tanto amaba). Iban tomados de la mano, uno al lado del otro, y, sin embargo, estaban más distantes que nunca. Se sentaron en unas escaleras

*  *  *  

que nadie utilizaba (al otro lado estaban las e l é c t r i c a s ) y a s í obtuvieron la privacidad que Ella necesitaba; la p r i v a c i d a d q u e É l deseaba.

— C r e o q u e debemos dejar de vernos —soltó, así, sin más.

Como si fuera tan sencillo soltar la cuerda que daba sentido a su vida; como si de pronto la Tierra le dijera al Sol “no necesito más tu calor” y, fuera de toda lógica, se separase de él para siempre—. Esto no va hacia ningún lado.

Ambos se sonrojaron. No era la primera vez que lo hacían y, pese a que todo indicaba lo contrario, no sería la última. Había pasado medio año desde que Él le había declarado su

intención de enamorarla. El reto no lo había tomado a la ligera. Ella, por su parte, en esos seis meses se había dejado querer y había sabido corresponder a ese cariño de forma equitativa.

Le llegó a Él el turno de hablar… Pero por primera vez no supo qué pensar, mucho menos qué decir.

Fue una despedida muy fría —apenas y se miraron—: Él no quería mirar esos ojos cafés que lo mareaban, ni esos labios finos; sabía que no podría resistir y le robaría un beso, un suspiro; sabía que no podría resistir y le robaría el brillo de sus ojos, su mirada. Ella mantenía la vista en el suelo, como llevando sobre la espalda la enorme cruz del “no intentar”, del miedo a fracasar. Sus manos se separaron por primera vez para siempre… para siempre en esta vida.

*  *  *  Se separaron del abrazo más largo y cálido que ambos habían experimentado en la vida. Él volvió a asir su rostro entre las manos y, dándole un beso, se despidió con un “hasta mañana” y una sonrisa. Ella le correspondió el beso y la sonrisa sin pronunciar palabra alguna.

Esa noche ninguno de los dos pudo dormir. Ambos se

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retorcían bajo sus cobijas: el uno lleno de una felicidad inigualable —la felicidad que sólo una mujer puede provocar a un hombre—; la otra confundida, envuelta en una erupción de sentimientos —sentimientos que sólo un hombre puede provocar a una mujer—. Ninguno sabía en ese momento que el volcán en erupción y la felicidad inigualable eran mala combinación.

conocerse, pero todo parecía ser perfecto. No: todo era perfecto.

Vivieron días llenos de alegría. Les gustaba sobre todo andar en la noche por las calles de la ciudad (esa c i udad que tan to amaban ) y contemplar la luna, narrándose el uno a l o t ro leyendas g rac iosas y fantásticas sobre el conejo plasmado en ella. Así, los días sumaron semanas y las semanas meses. Ninguno supo en qué momento habían rebasado los cinco meses de

*  *  *  Esa noche ninguno de los dos pudo d o r m i r . A m b o s l a p a s a r o n reflexionando sobre lo ocurrido hacía apenas unas horas. Ella no dejaba de preguntarse si había sido la mejor idea marcharse. Él no dejaba de preguntarse si había sido la mejor idea permitir que Ella se marchara. Ninguno tuvo el suficiente coraje para mirarse en el espejo y responder a su pregunta.

Así, los días sumaron semanas, las semanas meses e, irremediá- blemente, los meses años; años en que ninguno supo del otro hasta que el tiempo y el destino, esféricos como el planeta mismo, los llevó a toparse en otro punto de su vidas.

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*  *  *  No podía seguir prolongando ese silencio incómodo. Tenía que hacer algo más que estar parado como idiota frente a Ella: decir algo inteligente, algo que llamara la atención de una mujer que irradiaba tanta hermosura como inteligencia.

—Realmente es hermosa la catedral, ¿no lo crees?

Ella, con cierto temblor en la voz y con algo más (¿nervios, o emoción quizás?) le respondió:

—Sí, única, ciertamente.

Ambos se percataron con gran sorpresa que les era muy fácil hablar el uno con el otro, y Él terminó por conseguir el número de Ella y una cita en una cafetería que ambos conocían y que disfrutaban tanto por su café como por su ambiente. Se despidieron y marcharon por rumbos diferentes. Él tenía la sensación de haber conocido a alguien que marcaría su vida para siempre. Ella tenía miedo de haber conocido a alguien que marcara su vida para siempre.

Esa noche ninguno de los dos pudo dormir.

*  *  *  Habían pasado años desde la última vez en que se habían visto, y aunque el uno dejó huella en la vida del otro ya se habían olvidado casi por completo. Él tenía un trabajo en el centro de la ciudad (esa ciudad que

tanto amaba) y un día, cruzando la explanada a toda velocidad pues iba tarde para una junta, chocó con una mujer alta y esbelta que llevaba puesto un sensual vestido morado. La mujer, sorprendida, volteó a ver quién había colisionado con ella. Grande fue la sorpresa de Él al descubrir que la mujer del vestido morado era Ella. Ella se quedó igual de atónita y ambos se sonrojaron. Sería la última vez que les sucedería. Sus miradas se quedaron suspensas en el aire, como las preguntas que ambos se quisieron y nunca se atrevieron a hacer. Después de ese día jamás se volvieron a ver.

Ninguno de los dos se percató que habían chocado justo f rente a la catedra l , donde chocaron por primera vez años atrás.

Ella y Él no tienen nombre porque Ella y Él nunca existieron.

FIN

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A  sus  44  años  Hugh  Jackman  está  de  regreso  (y  en  muy  buena  forma)  para  encarnar  al  más  carismáRco  de  los  X-­‐Men  en  Wolverine:  Immortal  una  historia  que  sirve  de  secuela  a  los  eventos  vistos  en  The  Last  Stand  (2006)  cuando,  dolido  por  la  muerte  de  Jean  Grey,  Logan  viaja  a  Japón  buscando  escapar  de  sus  demonios,  sólo  para  toparse  con  otros  tantos.  Algunos  personajes  de  la  saga  que  hacen  aparición  en  esta  cinta  son  Yukio,  Viper,  Lord  Shingen  y  Silver  Samurai,  aunque  posiblemente  otros  más  hagan  cameos.    

 En  cines  este  mes.  

300:  Rise  of  an  Empire  es  la  secuela  a  la  exitosa  película  de  2007  dirigida  por  Zack  Snyder,  la  cual  presenta  la  conRnuación  de  la  Segunda  Guerra  Médica  luego  de  la  caída  de  Leonidas  y  sus  trescientos  espartanos.  En  esta  ocasión  la  acción  se  centrará  en  el  conflicto  entre  Jerjes  I  (Rodrigo  Santoro),  Artemisia  de  Caria  (Eva  Green…  mmm…)  y  Temístocles  de  Atenas  (Sullivan  Stapleton),  protagonistas  de  la  Batalla  de  Artemisio  y  la  subsecuente  Batalla  de  Salamina,  que  empujó  a  los  persas  de  vuelta  a  Asia.  Su  estreno  está  previsto  para  marzo  de  2014  pero  ya  circula  el  primer  promocional  en  YouTube.  

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VANS.com.mx

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S O P A   D E  

L E T R A S

E  R  R  E  U  S  H  I  A  M  

L  P  A  O  E  T  A  U  E  I  

L  A  P  Q  E  R  P  L  P  O  

Z  Y  D  G  C  I  I  T  R  E  

I  L  R  S  T  C  R  K  S  D  

R  Z  O  O  A  O  C  E  O  S  

A  S  I  L  X  Y  L  D  H  D  

U  V  I  R  R  E  I  O  S  N  

B  H  M  V  Y  R  C  N  S  E  

Q  G  S  A  O  H  L  V  Y  I  

A  H  N  P  Y  F  H  A  P  A  

H  T  E  O  A  T  Z  V  T  N  

E  B  D  L  O  G  G  O  F  B  

C  P  E  R  E  N  A  E  M  O  

T  A  S  L  N  N  U  T  I  L  

A  M  E  L  E  H  A  E  V  I  

AQUILES  –  HECTOR  –  AYAX  –  ODISEO  –  PARIS  –  DIOMEDES  –  HELENA  –  TROYA  

N O   D E J E S   D E   E N V I A R   L A   S O L U C I Ó N  

SÍ:  ESTE  MES  VIEN

E  DEDICADA  A  LA  ILÍADA  

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Gilberto  Blanco     Amante   de   la   literatura.   Recién   egresado   de   la   Escuela   Nacional  

Preparatoria   y  próximo  a  entrar  a   la   Facultad  de  Filosova  y   Letras  de   la  UNAM  para   estudiar   historia.   Sus   autores   favoritos   son   Julio   Cortázar   y  Gabriel  García  Márquez.  

Luis  Bracamontes     Radicado   en   Morelia.   Director   del   colecRvo   arwsRco   Ala   Norte.  

Coordinador   del   consejo   editorial   de   la   revista   literaria   Kamikaze.  Estudiante   de   ciencias   de   la   comunicación   en   la   Universidad   LaRna   de  América.  

H.A.  Horacio    “Arquitecto  de  formas  asimétricas  sobre  restos  de  papel.  Leer  es  mi  

pasión;  escribir,  mi  debilidad;  pensar,  mi  locura;  creer,  mi  razón  de  vivir.”  

Jesús  Manuel  Torres  Medina     Estudiante   de   la   licenciatura   en   creación   literaria   en   la   UACM,  

plantel  Del  Valle.  Originario  de  la  Ciudad  de  México.  

E.J.  Valdés    Tu  amigable  escritor  de  vecindario.  Hace  la  columna  “Libros  y  Otros  

Viajes”   en   la   revista   Effetá   y   en   YouTube.   Locutor   del   programa  radiofónico  Códex  en  Radio  Plaza  Juárez.  Renombrado  crurófilo.  

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H e r M a j e s t y ’ s -­‐    E    n    t    e    r    t    a    i    n    m    e    t    -­‐  

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Her Majesty’s Entertainment julio 2013

L E T R A S

RARAS

r e v i s t a

S A D F A C E!E D I T O R I A L

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