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Abril 2016

Revista Letras Raras, abril 2016

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Revista Letras Raras, abril 2016. Revista literaria. Una publicación de Editorial Sad Face y Editorial Elementum. Año 5, número 1.

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Abril 2016

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Dirección general

E. J. Valdés

MercaDotecnia y ventas

Editorial Sad Face

Diseño eDitorial

Jovany CruzBrenda Zavala

eDición

Mayte Romo Enid Carrillo

Fecha De circulación

Abril-mayo 2016

Letras Raras es una revista mensual, creada por Sad Face, producida en México.

Editorial Elementum, Allende 717, interior 3, colonia Centro, Pachuca, Hidalgo. CP 42000.

Todos los contenidos originales aquí vertidos son propiedad de sus respectivos autores y están protegidos por indautor todopoderoso. Empero, comprendemos tus ganas de copiar parcialmente los textos o las ilustraciones. Si lo haces, tienes que publicar el título de la obra copiada, el nombre de su autor y de-cir que lo tomaste de Letras Raras, abril-ma-yo 2016. Si no lo haces así, contrataremos al bounty hunter más conocido de la galaxia, para que te ajusticie.

Ilustración de portadaBeatriz Herrera Carrillo

TécnicaDigital (2016)

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ClausuradoRojo Solís

CaronteLuis Fernando Ortiz Hernández

SeparaciónLuis Fernando Ortiz Hernández

Danza gogolianaMiguel Casillas Dávila

Elogio del peor momentoChristopher Estrada

NievaEduardo Márquez R.

Retracto habladoGabriela Ortiz Quintero

Confesión de un paciente a su joven cardiólogaAda Erika Figueroa

Una pausa en tiempo y espacio llena el vagónOctavio Muñiz

MisivaCitli Q. Márquez Rivas

Coladoradores de la edición

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Si escribes narrativa, poesía o artículo, la revista Letras Raras

tiene un espacio para ti.

Envía tus trabajos a:

Convocatoria abierta permanentemente

[email protected]

/LetrasRaras @LetrasRaras

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Editorial

La revista de este mes es un ménage à trois entre Editorial Sad Face, Editorial Elementum e integrantes

del taller literario Al Gravitar Rotando, fincado en la ciudad de Guadalajara. Nos es muy grato

presentar esta edición que reúne a autores tapatíos con ilustradores del centro del país, dando como

resultado un ejemplar que rebosa talento y, estamos seguros, será del agrado de nuestros lectores nuevos y añejos. Así que pásenle a lo barrido, amigos, y ya nos

saludaremos el próximo mes con nuestro segundo especial temático, dedicado a los superhéroes. Sirva el número que les ofrecemos a continuación como

aperitivo. Provecho.

El pinche editor

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issuu.com/Letrasraras

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Letras Raras 7

“Clausurado”, se leía desde la acera frente al café donde habían matado a un par de pseudo intelectuales que es-

cuchaban a los Smiths; un punk con camiseta de Rancid se plantó frente a ellos y les arrojó una bomba molotov a la cara.

Durante algunos meses, la escena se hizo de lo más común en la colonia Condesa del Distrito Federal. No solamente eran punks los agresores; había gente del hip-hop, del thrash, del duranguense, e incluso se hablaba en las noticias de un trío de boleros que se dedicó a secuestrar, torturar y, al cabo de unos días, matar a la horda hípster que rondaba las calles de dicha colonia.

Hay mucho por considerar cuando se habla del exterminio de una tribu urbana, como las llaman los sociólogos: ¿qué enervaba a los aficionados de géneros musicales no identifi-cados con los hipsters? ¿Qué motivaba a conjuntos norteños a viajar hasta el centro del país para acribillar a estos jóvenes con bigotes ridículos, aficionados a los discos de vinil?

La policía local condujo pocas investigaciones: nadie tole-raba a estos chicos, su música melancólica, sus inmerecidas botas de combate, porque en su sangre el único combate que existía era por saber quién era el hijo predilecto de sus padres, quienes pagaban sus cortes de cabello y las rentas

Rojo SolíS

IluStRacIón: SeRgIo Vázquez HeRedIa

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de departamentos costosos en edificios que violentaban las reglas de seguridad de la capital.

Las primeras reacciones a los crímenes fueron escandalosas, después empezaron a ser un tanto cínicas y terminaron por convertirse en mero aviso de ocasión. Por lo menos en los periódicos; en la televisión nunca se habló de ellos; no tenía caso: si la finalidad de las noticias era advertir sobre un posi-ble ataque, de nada habrían servido pues debe considerarse que los integrantes de esta tribu urbana por lo general no tenían televisión en casa, y para aquellos que no pertenecían a dicha tribu tal información carecía de relevancia.

Empezaron a llegar cartas de amenaza a librerías como El Péndulo, a pizzerías como Perro Negro, e incluso hubo car-teles de advertencia pegados a lo largo y ancho del Parque México. Chicos como Ramón (quien se hacía llamar “Ray” entre sus amigos), que compraban en los tianguis camise-tas con ridículos estampados de flores, barcos o tiburones, comenzaron a preocuparse, y de inmediato cambiaron las Doctor Martens por mocasines y fueron directo a la pelu-quería a cortarse el cabello y los bigotes. Poco a poco, chicos como “Ray” empezaron a dejar los vinilos de Radiohead, a tirar sus tocadiscos o regalarlos en bazares. Hubo quienes dejaron de visitar el popular Rhodesia, e incluso algunos de ellos decidieron mudarse a la colonia Narvarte, a la Del Valle o al centro.

Y así también, poco a poco, los conjuntos norteños regresaron a Sinaloa, Nuevo León y Tamaulipas, los tríos de boleros ya sólo se dedicaron a esperar una contratación en alguna glo-rieta, y los punks… Bueno, los punks siguen cobrando de vez en cuando por trabajar para el gobierno en algunas marchas.

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Ahora Ramón trabaja en Polanco y siem-pre viste de traje. Se corta el cabello re-gularmente. A veces todavía escucha a Morrissey por pura melancolía, pero lo hace a escondidas, en un departamento que comparte con otros cuatro indivi-duos, con los auriculares puestos a todo volumen y llorando por un pasado que por poco lo mata.

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luIS FeRnando oRtIz HeRnández

IluStRacIón: SIlVeRIo contReRaS

Después de la segunda muerte trágica y las evidentes manifestaciones pa-

ranormales, decidieron recurrir a una espiritista. Ella, a través de una ouija, me contactó. Por medio del artefacto infernal les comuniqué los pecados que cometieron aquellos a los que arrastré al averno en medio de mi ira.

No importa qué tan extravagantes pa-rezcan las creencias de cada persona, todas tienen la misma validez. Cada ser

humano, por medio de su cerebro, crea el universo ulterior al que transitará, como si desarrollara en vida la progra-mación del ambiente en el que residirá el alma después de la muerte. Los ateos transitan a la nada, a un sitio oscuro en el que se desvanecen, tal y como lo previeron; el resto creamos paraísos e infiernos, mundos y experiencias a

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nuestra medida. Yo siempre creí que mi destino final sería el reino de Hades.

Pese a mi insistencia antes de morir sobre la preparación de mi cadáver, mi hermana y mi sobrino desoyeron mis instrucciones; quisieron engañarme al vender mi pasaporte argento y me enviaron al más allá desprotegido. Por lo tanto, se me negó el tránsito a mi destino final: no pude cruzar el río Aqueronte, así que decidí volver y hacer pagar a quienes me traicionaron en lugar de purgar cien años de espera.

A él lo empujé de un sexto piso cuando trataba de huir. Ella se suicidó al no soportar mi acoso y tortura constantes.

Los familiares sobrevivientes recuperaron la moneda de plata, exhumaron mi cuerpo y colocaron el óbolo bajo mi descarnada y putrefacta lengua. Después de recibir su paga, Caronte accedió cruzarme hacia el Hades.

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Separa...ciónluIS FeRnando oRtIz HeRnández

IluStRacIón: gIzael cHáVez aguIlaR

Puntual como cada noche, siempre a las tres de la mañana, me levanto con cuidado para no despertar a mi esposa.

Cierro la puerta para evitar que escuche el llanto del bebé. Lo arrullo, balanceo su camita y le canto canciones de cuna hasta que calla.

Al principio, cuando supe que tendría un hijo, todo fue nega-ción. Ya que nació, abandoné sueños, manías y hábitos sin el más mínimo remordimiento. Asumí mi paternidad y le amé sin reservas; éramos muy unidos.

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Letras Raras 13De regreso a la cama, veo sobre la mesa del comedor los papeles que hoy me entregó el abogado de mi esposa: alega distancia-miento, indiferencia, mi negativa a tomar terapia psicológica.

Ella nunca entendería que lo hago para protegerla; siempre que he intentado ignorar al bebé algo malo sucede. La primera vez, fue la niñera que lo cuidaba esa noche; un suicidio inexplicable de madrugada. Después, el pediatra que lo atendía murió en un accidente de tránsito camino a casa luego de atender una emer-gencia. La tercera vez, tras ignorarlo un rato, de pronto apareció acostado en nuestra cama, mirándola con esos ojos opacos que ahora tiene y una sonrisa macabra que nunca le había visto.

La amo tanto que prefiero el divorcio antes que exponerla a la horrorosa realidad. Ya he aceptado ser el esclavo de mi hijo por una eternidad.

IluStRacIón: cuautémoc PéRez (cu au)

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Danzagogoliana

Si estás en un baile compartiendo tu seductor carisma con un grupo de interesantes damas y, de repente, ves entrar

a una joven Venus por la puerta principal, y quedas del todo cautivado por sus encantos, tómate un segundo y respira profundamente. Por un instante, limítate a mirarla, así como distraído, como si lo que en verdad te interesara fueran las cortinas a sus espaldas. Luego, sin perder prestancia, la actitud decidida del guerrero, camina con gracia varonil en pos de la bella aparición, siéntate a su lado y conversa con naturalidad sobre asuntos ligeros: el verdor del campo, las últimas inundaciones, tu más reciente visita al aviario de la ciudad. Si ella ríe aunque sea con la mirada, ¡hombre, quizá te enteres cómo late su corazón bajo su pecho, qué fuegos avivan su espíritu, qué desvelos pintan ojeras en su alma!

Mas, si después de tres intentos, de tres anécdotas agradables, la damisela tiene el gesto impecable de una pared blanca, es probable que debas cambiar tu estrategia. Da por perdida la tarde, toca retirada, y los días que faltan para el próximo baile dedícalos a ensayar los comportamientos simiescos de los bucaneros. ¡Olvida la gracia varonil-caballeresca! Y cuan-do vuelvas a verla, avanza en dirección a ella, no ya como un húsar en cargada sino como todo un destacamento de la

mIguel caSIllaS dáVIla

IluStRacIón: maRISol c. guzmán

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caballería imperial. ¡Señores caerán al piso, los sombreros de las damas perderán sus plumas, copas y botellas estallarán en mil pedazos! Pero, sin duda, el pecho agitado de la joven y sus ojos incendiados serán los indicios incontrovertibles de tu victoria.

Y, si acaso llegara por ti un tumulto de aguafiestas con chapas y macanas, no caigas en el desasosiego ni opongas resistencia, y antes de que te esposen, entrégale la carta que escribiste para ella. ¡Claro!, firmada con un seudónimo interesante que aluda a una vida audaz. ¡Si no tus dotes de orador, el misterio la pondrá rendida a tus pies! ¡No lo dudes!

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cHRIStoPHeR eStRada

IluStRacIón: KaRla dejHanyRe SuáRez

El tiempo es una aglomeración de momentos. Por eso, quienes dicen

que hay un tiempo para todo en verdad están pensando en que el tiempo está dividido en secciones absolutamente arbitrarias en duración e intensidad, adecuadas para diferentes actividades o circunstancias. Hay momentos para relajarse y momentos para estrujar la voz a gritos. Hay momentos que fun-cionan como empaques perfectos para las preguntas que nunca hemos querido formular, y también hay momentos en los que parece no caber otra cosa más que la incerteza. Y en este fluir ininterrumpido de momentos, hay uno que debería encabezar algo así como la nobleza de los tiempos: una especie de gran caballero, un embajador de la vida y sus altibajos. Me refiero al peor momento.

El peor momento es una advertencia fortuita que parece tener únicamente dos desenlaces posibles: o lo esquivas o te estrellas contra él. No existe por sí mismo. No es como cuando tienes ganas de ir al baño y nada puede postergar el momento de las diversas expulsiones de las que somos capaces. Lo “peor” de todo momento existe porque también existe la seguridad de que las cosas podrían estar ocurriendo de mejor manera. Has esperado durante días terminar tu relación amorosa y sabes que hay un momento adecuado para hacerlo, pero ahí estás: en medio de una bella convivencia —día perfecto, manos entrelazadas—, y no se te ocurre otra cosa más impertinente que decir: “creo que ya no te quiero”. Este peor momento no coincide para nada con la peor de las circunstancias. Y es por eso mismo que es el peor de los momentos posibles.

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El peor momento es la antítesis del idealismo; es una bala en la rodilla del optimista. Nada está destinado a ser lo mejor para nadie, mucho menos en lo que al tiempo respecta. Los peores momentos, por tanto, son el evangelio del realismo, la exaltación del pesi-mismo precargado y de su ventajosa inmunización contra el fracaso que artificialmente creamos por causa de la monarquía del éxito y del equilibrio. Recuerdo a un viejo amigo de juventud que era experto en aprovecharse de los peores momentos de nuestra vida adolescente: su madre le dispensaba regaños de soprano —largos, plañi-deros—, y mi amigo la dejaba ser un tiempo considerable —aprendí tanto sobre la virtud de la paciencia con él— y, habiendo empollado lo suficiente sus palabras, la interrumpía airoso para pedirle dinero para cigarros. La con-moción era tal, que la señora no tenía más remedio que aceptar su carácter de proveedora del hogar. Así la vida de las madres solteras, así el valor del peor momento para alcanzar objetivos impertinentes.

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Reconocer el peor momento y utilizarlo a tu favor te pone en la punta de una torre de vigilancia. Con un poco de es-trategia, puedes adivinar a quién afectará más la indolencia. Puedes empujar los hechos para esconderte detrás de la incomodidad generalizada. Quienes se sienten muy felices, interrumpirán sus risas; quienes han arrancado en furia, se sabrán en desventaja por su desparpajo emocional. Es como ponerle una zancadilla al tren del tiempo, y para todos es sabido que siempre el que se ríe es el que pone la zancadilla.

Hace pocos días recordé el valor del peor momento tras una situación en mi oficina. Mi jefa y una compañera verbalizaban ardorosamente sus diferencias sobre un proyecto que nos trae a todos vueltos locos. Y ahí quedé yo, congelado en el debate espontáneo. Debo aclarar que yo no tenía ningún interés en atestiguar la verbatiza, pero había aprovechado que mi jefa estaba en el pasillo para recordarle que me debía cincuenta pesos. Cómo iba a sospechar que esa otra conversación non grata saltaría en contra de mi economía en el peor momento para mis intereses.

Pero no hay nada escrito sobre el tiempo y sus fatali-dades. Ya estaba yo desistiendo de mi inyección de

liquidez cuando recordé a mi amigo y pensé, en uno o dos segundos, en todo lo que ahora escri-bo. Todavía estaba el aire al rojo vivo entre mis

colegas. Era el peor momento de todos. Había que embestirlo con la gracia del que se sabe atrevido. Ni bien mi jefa se había refugiado en su silla y ya estaba yo diciendo en voz alta: “sé

que no es el mejor momento, pero tengo algo que recordarte…”.

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20 Y 21 DE MAYO 2016PACHUCA, HGO.

INFORMES E INSCRIPCIONES

Max Vera Del boceto al arte final. Creación de monstruos y creaturas fantásticas

Valeria Gallo

Así somos. Creación de personajes

Iván W. Jiménez Cómo generar ideas y conceptos

Ixchel Estrada

Laboratorio de collage

* Programa y horarios sujeto a cambios *

E NCUENTRO DE D ISEÑO ED ITOR IAL E I LUSTRAC IÓN

4 TALLERES

Andrés Sánchez de Tagle

Flavia Zorrilla Drago

Carlos Vélez Aguilera

Esmeralda Ríos

Israel G. Vargas

Kenia Nárez y Óscar Rodríguez

Iván W. Jiménez

José Quintero

Alejandra Gámez

Jorge de Buen

10 CONFERENCIAS

/Exlibrisencuentro

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Nieva

El informe meteorológico falló de nuevo. Nieva. Y no es que sea im-

posible, sólo improbable. Este sitio es de frío seco: las humedades llegan por lágrimas y nada más. Irene me patea y me señala la ventana. Sigue acostada. Después mueve la cabeza, elocuente. La flexión lateral y su retorno me in-dican que debemos salir. No me dirige la palabra desde la noche que pasó aquello de su hermana. La televisión habla de históricas tormentas blancas. Afuera se escucha el griterío de niños y sus madres que tratan de advertirles los riesgos. “Se suspenden todas las actividades no prioritarias”, dice el locutor. Recomienda resguardarse. Asumo que no es prioritario publicar la agenda del secretario de transportes. Me envuelvo en el cobertor. Irene me vuelve a golpear la espinilla y sale de la cama. De espaldas, no es tan distinta a Claudia, su hermana. Un bólido de nieve choca contra uno de nuestros cristales. Ella grita: “¡Ahora verán!”. Al tratar de sacar su grito entra una ventisca que

eduaRdo máRquez R.IluStRacIón: VaneSSa eSPInoza

lo congela. Suena el teléfono. Ella se acerca y al ver que es de la oficina se aleja. Anuncian lo obvio: se suspenden labores. Los niños improvisan trineos y patines. Hace veinticinco años que no caía un copo por estas calles. Enciende una luz, y la única ventana abierta es la que permite ver el espectáculo exte-rior. La penumbra reina el resto. Como aquella noche después de la cena. La guitarra de Enrique llevaba horas. Su sordera y ceguera mucho más. El has-tío era asfixiante. Y el ron. Ron barato y abundante. Afuera se escucha un estruendo y después gritos, muchos gritos. Me levanto. Irene viste abrigo, pero no encuentra algo, quizá un go-rro. Aquella noche yo había tomado bastante, pero estaba más borracho de cantos y guitarra. Me aparté y traté de tomar aire. Encendí un cigarrillo y me encerré en la habitación. En la misma ventana, donde ahora la gente corre en desespero y angustia, estaba ella. De espaldas, los brazos cruzados, con frío. Justo este sitio, en el que, enfrente, un

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muchacho de unos diez años sangra de la cabeza. La abracé y le mordí el cuello. Ella trató de hacerse a un lado, pero inmediatamente me ofreció la espalda. Sobre el reflejo del cristal veo que Irene sigue buscando en el armario. Furiosa, empieza a arrojar ropa a la cama. Grita cosas que no entiendo. Ahora llora la sirena de una ambulancia. La gente se arremolina y agita las manos. Miran a todos lados. Aúllan. Le quité el abrigo y bajé el cierre de la espalda a su ves-tido. No traía sostén y la giré hacia mí. La besé. No era Irene, creo que todo el tiempo lo supe. Aunque ahora no lo ten-go claro. Los paramédicos dan auxilio cardiopulmonar al niño. Un hombre obeso y sin abrigo sujeta a la madre. Más gente llega. Suben al niño inerte y a la madre a la camioneta blanca. Irene entró y gritó. Cerró la puerta. No quería que se escuchara el escándalo. Pero me abofeteó. El ulular rompe las estalactitas de hielo del vecindario. Aquí y ahora, un sonido de cierre se escucha en la casa. Es Irene. Tiene botas y gorro de nieve. Lleva en la mano una maleta. De espaldas y rumbo a la puerta de salida, la semejanza con su hermana no puede ser mayor. En la televisión anuncian que una inesperada tormenta tropical se acerca a la ciudad. Las nevadas no se extenderán más allá de este día. De hecho, en la habitación se empieza a percibir calor.

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Retracto hablado

Ahí estaba yo, frente a la hoja de papel, cierta de que ni siquiera las plumas más prodigiosas

habían logrado superar aquella sensación de temor, por no decir de terror. La consigna era clara: crear, mediante palabras, frases e imágenes, a un personaje sobre ese blanco océano y, además, no sólo darle forma, silueta o textura, sino dotarlo de contenidos, historias y emociones. Entonces escribí la primera frase: “Ella era una mujer”. Puntos suspensivos. Imaginé y fui describiendo poco a poco sus facciones: su cabello, estatura, color de piel, la forma de sus pómulos y sus labios, cada trazo de su silueta, sus redondeces y líneas rectas o no tan rectas... Después, escribí sobre aquel vestido de verano que quizá no sería su favorito pero sí el adecuado para alguna ocasión. Así, fui dando forma a mi personaje palabra por palabra, como si fuera éste un bordado fino que no deja un hilo fuera de la atadura y se vuelca en una forma matemáticamente perfecta.

Allí estaba ella, aún sin nombre, pero lista para ser recortada y pegada dentro de un contexto. Luego venía la siguiente tarea: ¿dónde habría de colocarla?, ¿en una historia cómica que se desarrollara en la terraza de un café, a la salida de una sala de cine con

gabRIela oRtIz quInteRo

IluStRacIón: bRenda zaVala

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una lágrima rodando sobre su mejilla, o mien-tras arrojaba una escandalosa carcajada a mitad de una plaza pública? Nunca tuve esa respuesta, y aún no sé cómo comenzó a proyectarse una película en la que ella tenía más de una decena de historias por contar, y otras cuantas en desarrollo. Entre una y otra historia, me encontré a mí misma tecleando, compulsiva, llenando cuartillas de relatos. Era ya de madrugada y las historias no paraban: diálogos, escenas y escenarios que se hilaron como una cadena interminable que me tenía cautiva, escribien-do. Tras un punto y seguido hice una pausa y exhalé profusamente. Sin pen-sarlo, le di un nombre: mi propio nombre. En ese momento me quedé vacía, como hoja en blanco. Ahora estoy esperando que alguien me escriba.

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Confesión de un pacientea su joven cardióloga

/EstoNoEsUnLibro

ESTO NO ES UN LIBRO*

Dentro, incluye cuentos, ensayos

breves, poemas o cualquier texto

de tipo literario.

Es un sobre, o una bolsa, o lo

que sea que pueda contener

papel en su interior.

Solo se hacen cien sobres por mes que se rotulan y folian de forma manual por los mismos autores de los textos.

Los sobre se reparten por algunos cafés y calles de Pachuca...¡GRATIS!

*Ni una revista ni un folleto, ni un cartel, ni un tríptico, ni una carta, ni un periódico, ni un volante, ni un tiranosaurio rex, pero sabemos que es algo que puedes leer y compartir. Es el regreso del papel y la tinta en un experimento literario que lleva las letras a las calles de Pachuca.

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Confesión de un pacientea su joven cardióloga

Doctora, antes de conocer el diagnóstico de mi grave enfermedad, déjeme decirle que creo

saber lo que padezco: tras quince consultas en las que usted, tan linda, con ese lunarcito en la comi-sura de sus labios, me ha recibido con su bata y su estetoscopio alrededor del cuello y me ha pedido que me descubra el pecho para colocar su mano en mi corazón y decirme “respire”, me he dado cuen-ta de que no puedo respirar si la miro a los ojos, y menos aún si bajo la mirada y me encuentro con su escote. Sé, doctora, mi linda doctora, residente de mi corazón, que mi mal es cardiaco. Usted puede se-ñalar en el reporte médico, sin temor a equivocarse, que al paciente no se le han detectado estómago, ni pulmones, ni páncreas, ni hígado, ni vesícula biliar; sólo un corazón tan descomunal que apenas le cabe en la caja torácica.

Quiero decirle que me he puesto a investigar, con el fin de apoyarla y descubrir por fin cuáles son, a ciencia cierta, las afecciones de mi corazón.

Los síntomas son: falta de aire cuando imagino un intenso ejercicio amatorio en el que usted es mi entrenadora; cansancio, sudor constante, temblores

ada eRIKa FIgueRoa

IluStRacIón: galIlea gueRReRo del VIllaR

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en todo el cuerpo, palpitaciones y ganas de volverme música, de volverme pájaro y de volverme dios.

Según han arrojado mis investigaciones, estos sínto-mas se presentan hasta después de los 30 años; dicen que a los 60 —como es mi caso— uno ya comienza a presentar cardiopatías varias, y mire, mi linda doctora, todo me lleva a deducir que mi mal es este que llaman cardiopatía hipertrófica.

Sé que este trastorno cardiaco provoca un crecimiento atípico del corazón; por lo que entendí —y no sé si entendí bien—, este músculo no puede detener su crecimiento y, sin proponérselo, desplaza los órganos internos hasta hacerlos desaparecer.

La única forma de detectar este extraño mal, según leí en Internet, es a través de un ecocardiograma y, bueno, yo que sé de raíces grecolatinas puedo decirle que el término remite al acto básico y sencillo de escuchar el eco del corazón. Y yo, doctora, lo escucho en dolby estéreo, de lunes a domingo, en sueño y en vigilia, y creo invariablemente escuchar su nombre.

Leí también que en casos extremos se presentan arritmias severas, sonrisas que parecieran estúpidas durante el sueño y murmuraciones que a toda luz y a toda sombra son inva-riablemente el nombre del ser amado. Este texto científico también menciona que las personas que presentan este pa-decimiento son sometidas a cirugías mayores que, sin instru-mentos quirúrgicos ni anestesia, ponen a prueba el enorme tamaño del corazón del paciente a través de actos poéticos. El documento señala que el corazón no deja de crecer y que la sangre termina por irrigar resquicios del cuerpo que no

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son ocupados por el miocardio. Dice que el paciente no muere por tener el corazón crecido, que sí vive para contarla.

¿Usted qué dice, doctora?

Yo considero que la gravedad del asunto merece una consulta urgente para dialogar a propósito de estas investigaciones mías, de estos males que me aquejan y de los que usted es especialista.

Deme una cita lo más pronto posible. Necesito verla de nuevo. En su consultorio, claro, y escucharla diciéndome “respire” un vez más mientras toca este corazón que ya ocupa todo el cuerpo.

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/Edielementum @Edi_Elementum

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Cual María Magdalena, la mujer lloro-sa percibe que hay yogur en el piso.

La pelea continúa mientras un metiche toma el papel de pacifista. Ella mira un punto en la nada y trae a su mente un sueño placentero: quisiera tomar una forma alada y remontarse al sitio de ese sueño.

Un monje esconde su gusto por el sufri-miento de la mujer, ya que todas para él son mutantes. Le resta importancia a la pelea y simula que reza el rosario. Prefiere mirar a través de la venta-na la amenaza de tormenta. La bolsa multicolor de un travesti, sentado a su lado, muestra una leyenda: “Favor de molestarme aquí un poco”. El travesti se abanica con un libro en cuya portada se plasma un brazo mutilado a la Andy Warhol. De vez en cuando se acicala el cabello con el único objetivo de llamar la atención, incluyendo la del monje, cuyas miradas lascivas descubre sobre sus senos atiborrados de silicón.

octaVIo muñIz

IluStRacIón: joVany cRuz

Siguiente parada.

El ambiente continúa enrarecido, pro-ducto de la pelea. Aborda un hombre cuarentón en cuya mano lleva a un niño, quien corre a ganar el único asiento disponible y que, en su prisa, tropieza con uno de los rijosos, a quien le tira la botella de refresco con la que azuza a su contrincante. La botella, al caer, tiene el efecto de una campanada en el ring. Una pausa en el tiempo y el espacio llena el vagón. La efímera quietud se trastoca cuando el radio de transistores de un hípster, sentado en un rincón del vagón, separa el arcaico aparato de su sien y retumba la voz chillona del charro de Huentitán: “Y enmudeció el palenque cuando un girazo en el redondel...”.

Chente no terminaba la estrofa cuando uno de los improvisados púgiles asestó un volado de derecha entre quijada y oreja de su contrincante. El crujir, no de la mandíbula sino del piso del vagón en

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contacto con aquel cuerpo desmadejado, provocó el retorno del silencio. Caras de estupor observan al que ahí yacía como alfombra de faquir sobre restos de vidrio.

El travesti se mordía el dedo meñique de la mano derecha a contranatura —la retorcida posición de la mano, no el travesti— porque aun sostenía el li-bro-abanico. El monje se aferraba a su rosario y en sintonía, esto último literal, el anticuado radio nuevamente rompió el silencio, el folclórico intérprete con melódica estrofa: “Yo quiero ser, el crucifijo del rosario con que rezas...”. El monje lo interpretó como un men-saje vernáculamente divino. Al mismo tiempo, el hípster se quitó los lentes de pasta, contra toda razón, para observar con detenimiento la piltrafa humana... “Interrumpimos este programa...”.

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Misiva

Querido:

El destino ha decidido que es tiempo de que me vaya. Ha-ría lo que fuera por quedarme pero, para mi disgusto, ya

no soy bienvenida aquí. Éste fue mi hogar durante algunos meses, mi refugio, mi escape de la realidad. Pero ya no puedo pagar la renta.

La gente siempre dice que un “hogar” no es necesariamente un lugar, y nunca lo creí hasta ahora. Ahora que estoy siendo forzada a dejar a la persona que más he amado, entiendo que un hogar puede ser un par de ojos brillantes y una bella sonrisa.

Serás el hogar de alguien más ahora, y debo aceptarlo…

De cualquier manera, espero que disfruten la vista. No hay ninguna fuente de luz natural mejor que tus ojos color sol, las estrellas reflejadas en tu sonrisa de niño, con ese brillo del que el universo entero debería estar celoso. Tu hermo-sa piel pálida, que para mi delight tiene varias manchas de café; gotas de café fuerte y negro se quedaron impresas en tus brazos y tu espalda. Cualquiera tendría que argumentar locura si no quisiera despertarse a tu lado.

cItlI q. máRquez RIVaS

IluStRacIón: KaRla ReyeS

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Muchos hogares están junto a lagos, montañas, bosques o incluso, playas. La gente que vive allí en suerte es-cucha a los pájaros cantar, el sonido de las libélulas en vuelo, de las olas al romper contra la arena, pero no tienen tu risa. Mucha gente se queja de ella por parecer la de un niño travieso pero, para mí, ni Beetho-ven, ni Mozart, ni Tchaickovsky podrían crear una melodía tan suave como tu risa.

Todas las personas que llegaron a refugiarse en tus brazos viven aparte, en otra categoría. En la alta jerarquía de tus amores están aquellas que llegaron al ático, a tu corazón. Allí donde se observan los boletos cubiertos de polvo, el pase al paraíso. Y yo fui en tren expreso.

Mi currency ya no tiene valor en tu banco. Mi amor ya no es de cambio legal, por eso me tengo que ir. Dejaré el boleto junto a mi corazón y cerraré el ático con llave. Ya empaqué mis recuerdos y cambié mi estatus a homeless.

Será difícil encontrar un nuevo hogar porque siempre que vea el cielo nocturno, siempre que el sol sature mi visión, siempre que mi padrastro toque a Beethoven en el piano, me acordaré de ti: el hogar que nunca recuperaré; el hogar que me protegió por lo que parece un tiempo tan corto ahora. Mi ex hogar.

La cerradura ha sido cambiada, no te preocupes. Mis labios ya no abren tu alma.

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Rojo Solís Clausurado

Escritor tapatío con pasos en lo breve, la poesía y el cuento. Ha colaborado en los anuarios del taller Al gravitar rotando, en la revista electrónica Absurdo y el blog We are not zombies. Ganador del concurso de microcuento de Letra Uno (2015).

Miguel Casillas DávilaDanza gogoliana

Gravitador de tiempo completo, novel sociólogo —recién salido de la caja—. Además de bloguero, cuentista, haikkuista y microensayista, a veces es hormiga o quiróptero, e incluso, algunos días, poeta.

Eduardo Márquez R.Nieva

Es miembro de los talleres Al Gravitar Rotando y Letras Tintas. Ha publicado Lugares comunes y en los colectivos Hecho a breve y Cuentos para picar.

Ada Erika FigueroaConfesión de un paciente a su joven cardióloga

Comunicadora de profesión, bailadora de ritmos antillanos cuando la vida lo permite. Procura las le-tras de manera escurridiza. Gusta de las charlas de sobremesa y el mezcal. Orgullosa gabrielense y so-breviviente de sí misma. Las palabras la conectan y desconectan de este mundo tan profano.

Luis Fernando Ortiz HernándezCaronte y Separación

Publica cuentos en el libro Hecho a breve y participa en la serie “La ronda de los solos“con su libro Bring it on. Ha publicado relatos en antologías de la editorial BENMA y la editorial española “Letras con arte”.

Christopher Estrada Elogio del peor momento

Docente, escritor y tallerista. Escribe sobre papel, libros, pizarrones y pantallas de todo tipo. Adepto de pláticas largas y cortas. Autor del libro Fuera de proporción (2013).

Octavio MuñizUna pausa en tiempo y espacio llena el vagón

De sangre colimense, autóctono tapatiotl e infor-mático por decisión. Encontró en las letras la razón de un equilibrio sutil, imperecedero y plenamente humano. La ecléctica lo autodenomina porque una sola teoría no basta para describir la realidad

Gabriela Ortiz QuinteroRetracto hablado

Abogada, especialista en sistemas penales y dere-chos humanos. Ha participado en el taller Al gra-vitar rotando. Apareció en la publicación Hecho a breve y ha publicado Prolapsos mitrales.

Citli Q. Márquez RivasMisiva

Tapatía pisando tierras galas. Habitante de la luna por liebre derecho. Aún no alcanza la mayoría de edad, pero sí la mayoría de bosquejos.

Colaboradores de la ediCión

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Beatriz Herrera Carrillo

Ciudad de México. Animadora e ilustradora con 30 años de experiencia. Creadora de los personajes de la serie “El chavo del 8 animada”. Ha realizado 3 cor-tometrajes: Gotita por favor, Bololo y Moskina, con los que ha ganado diversos premios y reconocimientos.

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Marisol C. Guzmán

Es egresada de la Licenciatura en Artes Visuales de la FAD, UNAM. Desarrolla su trabajo en dibujo, pin-tura e ilustración.

Karla Dejhanyre Suárez Hernández

Originaria de Cuautepec de Hinojosa, Hidalgo, co-menzó como dibujante en 2007 especializándose en el dibujo antropomórfico y retrato. Posterior-mente en el diseño para tatuajes. En 2013 comenzó a estudiar la licenciatura de Diseño Gráfico en la UAEH. Actualmente ilustradora independiente.

Gizael Chávez Aguilar

Diseñador Gráfico e ilustrador, egresado del ITLA. Actualmente trabaja en su propio estudio de diseño llamado Urbana Graphics, ubicado en la ciudad de Progreso de Obregón, Hidalgo.

Silverio Contreras

Cd. Juárez, Chihuahua. Ilustrador. Ama la fantasía, la ciencia ficción y el terror, sus autores favoritos son H.P. Lovecraft y J.R.R. Tolkien. Frecuenta te-máticas fantásticas, paisajes oníricos, perspectivas, mitología, etc.

Brenda Zavala

Diseñadora gráfica y encuadernadora. Ilustrado-ra del libro ¿Y dónde están los calcetines? Entre sus áreas de interés están la fotografía y el diseño de interiores.

Vanessa Espinoza

Frustrada ilustradora, oriunda de un pueblo escon-dido entre las montañas, pero fiel amante del frío de La Bella Airosa.

Sergio Vázquez Heredia

Amante del dibujo y la pintura, le gustan los temas de leyendas mexicanas, misterios y futbol. Pura buena vibra.

Cuautémoc Pérez (Cu Au)

Diseñador gráfico por la UAEH, se especializa en ilustración análoga, digital, collage y animación. Su pasión es el Dadaísmo, el pollo frito y los carteles con ilustraciones humorísticas con colores armónicos y composiciones descompuestas. Sueña con un sitio en donde lo conozcan como diseñador y comediante.

Karla Reyes

Estudiante de diseño gráfico. Aspirante al área edi-torial, curiosa y quisquillosa. Le gusta la publicidad y la literatura.

Galilea Guerrero del Villar

Diseñadora Gráfica, se especializa en Diseño edito-rial e imagen corporativa. Estudia la Licenciatura en Diseño Gráfico en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

Jovany Cruz

Diseñador gráfico. A veces ilustra para algunos li-bros y revistas. Le gustan los cortometrajes, micro-ficciones y la ciencia ficción.

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que publicar el título de la obra copiada, el nombre de su autor y decir que lo tomaste de Letras Raras, abril-mayo 2016.