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1 CIUDAD, REVISTA DE ASUNTOS URBANOS ISSN: 0123-238X 18 Revista de Asuntos Urbanos Edición 18 ISSN: 0123-238X

Revista Ciudad Edi 18

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CIUDAD, Revista de Asuntos Urbanos, es una publicación que revela, en palabras, e imágenes, el devenir de las ciudades colombianas y que se propone articular discusiones sobre la vida urbana, con el fin de hacer de la ciudad una humana y alegre residencia y morada para el ciudadano. Siendo de carácter pluralista e interdisciplinaria las opiniones expresadas son de los autores, reservando la sección editorial para manifestar los puntos de vista o criterios de la revista. «La Ciudad para los ciudadano»

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1Ciudad, revista de asuntos urbanos issn: 0123-238X • 18

Revista de Asuntos Urbanos

Edición 18

ISSN: 0123-238X

Centro Cultural y Galería de ArteGuitarra Vino y Rosas

Carrera 69 Nº 46B - 17Teléfono: 436 6116

[email protected]

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Jorge Alberto Peña MarínContador Público

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HipotecasDesenglobes Teléfono: (057)(4)228 16 83

Celular: 316 251 8165 - 300 228 61 42E-mail: [email protected]

Servicios editoriales y de artes gráficas en general

[email protected] - [email protected] - Calle 48 Nº 38 - 55 Tel: 228 1683 - Cel: 315 830 6731

CORPORACIÓN CIUDAD - CENTRO DE ESTUDIOS URBANOS

“la ciudad para los ciudadanos”

Investigaciones en Asuntos Urbanos.Organización y operación de eventos académicos, culturales y recreativos.

Planes de Desarrollo Cultural.Asesorías y Consultorías en Urbanismo.

Capacitación en Cultura Ciudadana y Ética Civil.Estudios Ambientales y Tratamiento Adecuado de Residuos.

Publicación Revista Ciudad y Agenda Ambiental de Colombia.

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2 Ciudad, revista de asuntos urbanos 18 • issn: 0123-238X

CORPORACIÓN GAIA

¡Trabajamos con responsabilidad social por la diversidad cultural y la conservación de la biodiversidad!

Teléfono: 436 6116 - E-mail: [email protected]

Vitrales, música, guitarra, �auta, exposición de pintura, talleres experimentales, cursos personalizados, tertulias ambientales, cine foro ambienta-les, conferencias, souvenirs ambien-tales, caminatas ecológicas, camise-tas, voluntariado ambiental

Carrera 86 Nº 66-39 Casa 118E-mail: [email protected]éfono: 422 1563Celular: 3117529295

Corporación

Vitrales, música, guitarra, �auta, exposición de pintura,

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ambiental

“Porque soy un ciudadano de la ciudad

lo que interesa a los ciudadanos de la ciudad

me interesa a mí”

Trabajamos en solidaridad y autonomia por una

ciudad y una sociedad ambiental amigable

Walt Whitman, poeta norteamericano

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Contenido

CIUDAD, revista de asuntos urbanosEdicion No. 18 - Enero 2011

Licencia 0013 de mayo de 1984 ISSN 0123-238XSede: Calle 48 Nº 38 – 55 Tel: 228 16 83

CORPORACIÓN CIUDAD, Centro de estudios urbanos Medellín, Colombia E-mail: [email protected],

[email protected]

Guillermo Álvarez Á.Consejo Editorial

Darlo Ruíz Gómez, Mario Vélez S, Fernando Viviescas M, Gustavo Vivas R, Osvaldo León Gómez C, Federico Giraldo V.

Diseño y DiagramaciónImago Fotodiseño

Tel: 583 9447 Carrera 66 No. 48C - [email protected]

FotografíaOlga Lucía Echeverri Gómez

IlustracionesRafael Ángel Álvarez Tobón

ContabilidadFabio Cardona Vargas

Suscripciones y VentasCalle 48 Nº 38 – 55 Tel: 228 16 83 Cel: 315 830 67 31

CorresponsalesGustavo Vivas R. España;

Elsa Ruiz, FranciaGloria Havautis, EE-UU

María Clara Mejía B. EE.UUAmantina Osorio R. CanadáDiana Madrigal, Alemania

FundadoresJohn Jairo Hoyos Ochoa

Luis Guillermo Álvarez ÁlvarezCofundadores

Estanislao Zuleta (+), Fernado Cruz Kronfiy, Fabián Rendón(+), Carlos Granada, Dario Ruíz Gómez, MarioVélez S. Andrés Velásquez R, Fernando Viviescas M, Gustavo Vivas R, Osvaldo León Gómez, Federico Giraldo Valencia, José Luís Rodríguez Solis, Hubert Ariza, Jaques April, Emilio Latorre, Edgar Váquez B, German Colmenares, Anibal Patiño, Alberto Saldarriaga R, Verónica Perfetti, Benjamín Barney, Jorge Mazo, Samuel Jaramillo, Antonio Montañas, Rogelio Salmona(+), Silvia Arango, Armando Silva, Pedro Santana, Gloria Gaitán, Saúl Sánchez, María Clara Mejía, Amantina Osorio R, Juan Camilo Ruiz, Fabio Betancur, Carlos Estaban Arrubla P, Jaime Jaramillo Panesso, Carlos Julio Calle, Juan Luis Mejía, Fernando Arbeláez, Alberto Aguire, Manuel Mejia Vallejo(+), Luis Guillermo Pardo, Juan Fernando Álvarez (+), Omar Castillo, Aura López, Juan Guillermo Betancur, Hernán Henao Delgado(+), Margarita Gómez, José Martínez S, Elsa Ruiz, Beatriz Gómez, Gloria Lucía George, María Eugenia Beltrán, Gloria Burgos, Victor Gaviria, Rubén Darío Lotero, Ramiro Tejada, Fernando Baena, Alberto Baena, Pedro Cano(+), Raúl González, Ligia Pimienta(+), Luz Ruiz de Baena(+), Jorge Rodas, Edwin Diez, Alvaro Pardo C.(+), Hernán Darío Villegas, María Eugenia Arango, Antonio Restrepo(+), Juan Guillermo López(+) José Luís Rodríguez Solís.

CIUDAD, Revista de Asuntos Urbanos, es una publicación que revela, en palabras, e imágenes, el devenir de las ciudades colombianas y que se propone articular discusiones sobre la vida urbana, con el fin de hacer de la ciudad una humana y alegre residencia y morada para el ciudadano. Siendo de carácter pluralista e interdisciplinaria las opiniones expresadas son de los autores, reservando la sección editorial para manifestar los puntos de vista o criterios de la revista.

«La Ciudad para los ciudadano»Resume nuestro criterio urbanístico sobre la ciudad

LAS OPINIONES FIRMADAS SON RESPONSABILIDAD ÚNICA DE SUS AUTORES

PORTADA

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Editorial ..................................................................................................................................2

Vagando por la feria de las floresPor: J. Mejía Ossa .......................................................................................................................3

Ciudad y Gestión de las Transformaciones SocialesPor: Céline Sachs-Jeantet ............................................................................................................6

Biblioteca Parque España Por: Juan Suárez. ....................................................................................................................20

Arquitectura contemporáneaPor: José-Luis Medel. ...............................................................................................................23

Soberbia en la arquitecturaCarlos Mijares Bracho, .............................................................................................................27

El CucarachoPor: Lisandro Mesa Orozco. -fragmento-..................................................................................29

Alrededor de frutos de mi tierraPor: J.Alberto Naranjo y otros .................................................................................................30

El compromiso social de la ciencia y la técnicaPor: Pedro Posada Gómez Universidad del Valle. ....................................................................33

En todas partes hay bellezaPor: Moussa Ag Assarid, ..........................................................................................................43

Ex-libris .................................................................................................................................46

La falsa moral de los moralizantesPor: Jaime Ovidio Giraldo García ............................................................................................48

WILLIAM ÁLVAREZ, muchas gracias siempre, siemprePor: Olga Lucía Echeverri G. ..................................................................................................50

La indigencia: un problema de todosPor: Gil Montealegre .................................................................................................................52

Poemas IPor: Omar Alberto Lopera López ..............................................................................................55

Relatos instantáneosPor: Omar Castillo ....................................................................................................................56

De la imagen del mundo al contrato con la tierraPor: Pedro Posada Gómez ........................................................................................................58

El último nadaístaPor Francisco Velásquez Gallego .............................................................................................62

Tras el velo, una historiaPor: Ángela Penagos Londoño ..................................................................................................67

Poemas IIPor: María Elena Giraldo G. ....................................................................................................68

El dibujo secreto de América LatinaPor: William Ospina • La Habana .............................................................................................69

Las plazas de mercado, pasado y futuroPor: César Augusto Simbaqueba Muñoz ...................................................................................81

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Esta edición 18 de Ciudad, revista de asuntos urbanos, después de las primeras de 1983, con el entusiasta y decidido apoyo de FIGEA y de CONFIAR, sigue indagando en la construcción de ciudadanía, como convivencia ciudadana en ética civil de la ciudad para los ciudadanos como proclamara el poeta norteamericano de las Hojas de Hierba Walt Whitman

Siempre hemos indagado por el sentido de lugar y el de pertenencia e identidad, el sentido e importancia del habitar, de tener un lugar en la existencia, del morar.

Para que el desarraigo en el existir como ciudadano extranjero en cualquier lugar, no sea motivo de desvarío, y de resentimiento social conflictivo y violento

La relación entre la sociedad civil y las instituciones gubernamentales a diferentes niveles entraña el régimen de gobierno. ¿Cómo debe ser este en una ciudad incluyente y consensual?

¿Cómo debe ser la gestión de ciudad en una ciudad que reconoce la diferencia y hace de la participación una realidad no virtual y publicitaria? ¿En la que los funcionarios no enmascaran sus imposiciones con tecnicismos eficientistas, sustituyendo o desplazando la participación ciudadana?

La ciudad domada es la de los ciudadanos uniformados unidimensionalmente: ciudad no orde-nada sino acorralada, en la que la diferencia es calificada de error o falta al Orden; y la disidencia de incivilidad o terrorismo. ¿Cuál es la Ética Civil para el ciudadano global de hoy?

Son estas interrogantes las que se plantea en diversos artículos de esta edición 18 de Ciudad, revista de asuntos urbanos, desde la consideración de la nueva ciudad globalizada, superpoblada y violenta. Los fundamentos de legitimidad de la ciudad global están más allá de la racionalidad instrumentalista que no ve sino cifras y acumulación, como también está expuesto en estos ensayos

Indudablemente apenas comienza la polémica, este es un preámbulo a la siguiente edición 19, la cual avanzará en el debate sobre los avatares sociales, culturales, de salubridad, económicos, de tecnologías alternativas y desarrollo local y regional, de infraestructuras urbanas y ambientales, de empleo, delincuencia y seguridad social de la ciudad globalizada de hoy.

Esta invitado a la reflexión y debate, ¡bienvenido!

Editorial

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Lo mismo que ocurre en el mundo de la Naturaleza sucede en el orden de los espíritus.

Todo está ligado a todo La tierra a la rosa La rosa a la mujer La mujer al hombre El hombre a la tierra.

Entre un alma y otra alma todo son vínculos Llámese caridad o escándalo, O conocimiento

O lenguaje o complicidadO asilo o abandono

(J.M. Cabodevilla)

Estamos ante la Belleza del mundo. En ella el trópico terrestre y el cuerpo terrestre tran-soceánico de Antioquia y Colombia con todos los climas del mundo en pequeño de sus múl-tiples ecosistemas descuidados por la incuria general y siempre depredados despiadadamente.

Diferentes siempre, pequeños núcleos campesinos que cuidan sus flores, sus parcelas con hortalizas y verduras, en lo que queda de las reducidas propiedades presionadas por los geófagos del DINERO, quienes pudiendo ser liberadores en la agroindustria de la Floricultura y la BIOCIVILIZACION cooperativa, se desfi-guran como rufianes de Chicago, en la incesante

explotación humana como si las personas no fuéramos flores y raíces adicionales de nuestros esplendorosos valles, laderas y mesetas.

Gloria y alabanza al campesino defensor de PACHAMAMA y amigo de los elementos terrestres y celestes, del sol, de la luna, de la brisa y el viento, como nuestros coterráneos de las mingas indias en busca de la recuperación de sus resguardos. La sismicidad de sus volcanes y páramos es igual a la ira de sus desventuranzas.

En los espacios de nuestra América, ca-minantes centenarios trasiegan por canalones, ciénagas, lodazales. Tres personajes van y

Vagando por la feria de las floresPor: J. Mejía Ossa

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vienen en la memoria por cuestas y quebradas, precipicios y desfiladeros: la MULA, criatura de las caravanas del mundo, el ARRIERO y el SI-LLETERO. Los tres, civilizadores andinos desde la PATAGONIA hasta la SIERRA NEVADA. Tiene nuestro silletero ancestros milenarios en los CHASQUIS, correos indios del incario que recorrían el Tahuantisuyo desde Cajamarca a Pasto hace mil años. Un país sin carreteras, que destruyó sus propias vías férreas, no tiene en muchas partes de su territorio más que CAMI-NANTES FUERTES que desafían con sus cargas a la espalda el duro trasegar de las montañas.

Son así los silleteros los guardafangos de los viajes serranos, portando viandas, productos hortícolas o viajeros especiales que podían pagar el transporte entre lugares requeridos por falta de vías adecuadas que apenas afloraron a finales del siglo veinte.

MEDELLIN, ciudad metropolitana hoy, dados sus múltiples vericuetos de relieve y arroyos, con su desigual formación de pequeños núcleos humanos dispersos, Guayabal, El Po-blado, Envigado, Belén, Palenque de Robledo, San Cristóbal, Prado, Iguaná, Hatillos norte y sur, empleó por más de cien años, la práctica de

transporte en barbacoas y silletas para diversas personas, niños, enfermos, propietarios de fin-cas, viajeros especiales, eventos destacados de las costumbres religiosas en verbenas, festejos santorales, Semana santa, misas,. En matrimo-nios y ceremonias especiales de las damas y los notables de la Villa de la Candelaria eran empleadas las literas de los silleteros para sus desplazamientos interfamiliares, recreativos de convivencias u otras necesidades requeridas.

En la iglesia de la VERACRUZ los sille-teros alfombraban el piso del atrio con flores, para misa Mayor de los domingos, pues ésa era la ermita preferida en homenaje de los forasteros.

VILLA DE LA CANDELARIAPRIMAVERA HECHA CIUDADEN EL TELAR DE TUS FLORESHILA LA LUZ LOS COLORESDEL PABELLON NACIONALJ.R. Ortiz

En nuestro ambiente nunca han faltado las flores en el corredor, en el patio de la casa, en los oídos secretos de nuestras mujeres. Las cul-tivadoras les conversan, las hueles, las disfrutan, bañan con sus pétalos la piel de la sabiduría de los afectos.

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Este agosto renueva Antioquia su vocación floricultura y sus gesto-res: las comunidades de Santa Elena, San Cristóbal, del oriente al occiden-te lucen su arco iris de flores nuevas para que sus silleteros renueven y afirmen el lugar que les corresponde por llenar de plenitud placentera la nueva versión de la FERIA DE LAS FLORES:

• -El floricultor Didier Mazo con la dama vasca de Bilbao BOGOÑA SALINAS entregan a los ojos desconcertados sus jardines urba-nos del Atanasio Girardot;

• LA TRADICIÓN NIPONA DE LOS BONSAI entrega su poética oriental en San Diego con sus verdes versos para las geishas de Medellín y sus amigas visitantes;

• Por la Universidad de Medellín prenden sus paredes la enso-ñación pictórica de la flora y la fauna exóticas…

• Los recintos de Santa Elena alber-gan las familias que entregan su amistad y fervor de siempre para mostrar la grandeza estética de la floricultura;

• Silleteritos de la Floresta mues-tran por qué sus hogares y hom-bros relucen de azucenas, gla-diolos, helechos, orquídeas, pen-samientos, heliconias y geranios de todas sus sonrisas frescas y alegres.

• Por EL Placer, El Llano y El Plan, por la Gran Vía van y vie-nen chivas portando sonrosadas paramusas, gentiles montañeras llenas de jubilo de unirse al es-plendor de sus festejos…

• FLORISTEROS de San Pedro muestran con el aroma de sus flores lo efímero del vivir por las tumbas de Jorge Isaacs, María Cano y Margarita del alma.

• Las palmas se vuelven PALMI-TAS en las carrozas llenas de color de las flores y el calor de sus gentes

• PÉTALOS de cometas vuelan por los LOS MOLINOS en el aprendizaje que hacen las flores para convertirse en mariposas. Nos acompañan en esta algarabía de carnaval criollo todos los au-sentes a quienes llevamos flores

algún día, junto al poeta NETZA-HUUALCOYOTL del Anáhuac:

En la casa de las pinturascomienza a cantar,Ensaya el canto,Derrama flores,Alegra el canto

Resuena el cantoLos cascabeles se hacen oírA ellos respondenNuestras sonajas floridasDerrama floresAlegra el cantoSobre las floresCanta el hermoso quetzalSu canto desgranaEn el interior de las aguas

A el respondenVarios pájaros rojosEl hermoso pájaro rojoBellamente cantalibro de pinturas es tu corazónHas venido a cantar.

Tu solo repartesFlores que embriaganFlores preciosasTú eres el cantorNETZAHUUALCOYOTL,

1402-1469

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IntroduccionEl presente trabajo se propone pasar revista

al tema de investigación de “las ciudades como centros de transformaciones sociales aceleradas” y delimitar el campo y la función de MOST en la temática urbana en que están trabajando muchas entidades. El trabajo resume los debates que tu-vieron lugar en una reunión regional organizada por la UNESCO y apoyada por la Ciudad de Vie-na, la Comisión Canadiense de Cooperación con la UNESCO y el CIID (Viena, 10 a 12 de febrero de 1994) y los trabajos de expertos en la materia encargados por la UNESCO. En este documento no se pretende hacer un examen sistemático de la abundante literatura sobre el tema.

Al circunscribir las áreas prioritarias de investigación, los participantes sugirieron que el MOST se interesara en la elaboración de un marco conceptual más amplio sobre cómo las transformaciones sociales afectan ahora y afec-tarán en el futuro a la estructura de las ciudades. Sin pretender ser exhaustivo, y con mi propio punto de vista, este trabajo prosigue la reflexión comenzada en Viena y constituye sólo un pelda-ño en el proceso de definición colectiva del tema de las ciudades dentro del Programa MOST, al igual que una invitación a participar en el debate.

Ciudad y Gestión de las Transformaciones Sociales

Por: Céline Sachs-Jeantet

El trabajo se divide en tres partes. La parte 1 presenta la escena: el advenimiento de una civilización urbana. La parte 2 trata de esbozar las transformaciones sociales más importantes que están afectando a las ciudades y condicio-nando su administración sostenible ahora y para el futuro, y presenta los constantes y difíciles problemas que se plantean a los decisores, y, por ende, a la investigación comparativa transdisci-plinaria internacional. En la parte 3 se indican los desafíos que afronta MOST.

La era de las ciudades

Estamos comenzando una nueva era, la era de las ciudades, transición importante de la civilización. Antes del año 2000, la mitad de la humanidad, o sea 3,2 mil millones de personas, estará viviendo en ciudades. Setenta por ciento de esta población urbana vivirá en países en desarrollo. Dieciocho ciudades de los países en desarrollo tendrán una población de más de diez millones.

Dada la explosión urbana sin precedentes del Sur, la magnitud de la tarea futura se refleja en las cifras que citamos a continuación. Según estimaciones de las Naciones Unidas, el número de habitantes urbanos del Sur se habrá duplicado entre 1980 y 2000, pasando de 1.000 millones a

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2.000 millones. Es probable que en los siguientes 25 años se vuelva a duplicar, pasando de 2.000 millones a 4.000 millones. En menos de medio siglo, 3.000 millones de personas habrán venido a incorporarse a la población urbana del Sur. A comienzos del siglo XXI, la población de bajos ingresos de las ciudades del Tercer Mundo, mu-chas de ellas megalópolis superpobladas, será la nueva mayoría de la población mundial.

Cada uno de los continentes se ve afecta-do de manera algo diferente. En varios países latinoamericanos el grado de urba-nización ha alcan-zado los niveles de Europa y Amé-rica del Norte. En Africa, el ritmo de crecimiento urbano es excesi-vamente alto. En Asia, el tamaño correspondiente de la población involucrada es sorprendente. Sin embargo , es ta d ive r s i dad de configuraciones provee la oportu-nidad de efectuar investigaciones comparativas in-ternacionales que arrojen luz sobre las diferentes mo-dalidades de las transformaciones sociales acelera-das que se están produciendo en las ciudades de todo el mundo.

“Antes de 1990, se estima que 1,4 mil millones de personas vivían en centros urbanos del Tercer Mundo. De ellas, por lo menos 600 millones se estimaba que vivían en hogares y barrios “que constituían una amenaza para la vida y la salud” debido a las deficiencias de la calidad de la vivienda y a la insuficiencia de la infraestructura y los servicios asociados con la vivienda y las áreas residenciales (tales como el suministro de agua potable, servicios sanitarios,

recogida de basuras, alcantarillado, carreteras asfaltadas y aceras, centros educativos y clíni-cas)” (Arrossi et al., 1994, pág. 3; ver también Hardoy et al., 1990).

Las ciudades, espejos de la sociedad, re-flejan el desarrollo deficiente y el precio de la modernidad (Touraine, 1992). El cuadro predo-minante es el de las ciudades fragmentadas o dua-les, caracterizadas por fenómenos de exclusión social, segregación espacial y creciente violencia urbana. La forma que han adoptado el crecimien-

to económico y el cambio social ha tenido mucho que ver con el surgi-miento de nuevos problemas en las ciudades.

E s t e d e -primente cuadro no es de ninguna manera exclusivo de los países en desarrollo, aunque sí difiere entre el Sur y el Norte, el Este y el Oeste. Un reciente estu-dio de la OCDE centra su aten-ción en las graves concentraciones de población des-favorecida, des-empleo, pobreza y alienación en muchas ciudades de todos los Es-tados Miembros de la OCDE y en el alcance de las

políticas de fomento de la regeneración urbana, la integración social y el desarrollo de ambientes más vivibles (OCDE, 1994; también Jacquier 1991; Wieviorka, 1994).

Un informe de la Comisión de las Co-munidades Europeas sobre las funciones de las ciudades en la Comunidad Europea dice que “en la próxima década, a medida que Europa vaya avanzando hacia una mayor integración económica y política, las ciudades jugarán un

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8 Ciudad, revista de asuntos urbanos 18 • issn: 0123-238X

papel todavía más importante (...). En ellas se concentrarán también muchos problemas agudos en los años noventa (...). El futuro de Eu-ropa reflejará sustancialmente el de sus ciudades. Su tremenda energía económica, social y cultural debe canalizarse hacia la promoción de la cohesión social y económica en toda la Comunidad Europea. Las ciudades exigen un lugar prominente en sus futuros programas” (CCE, 1992). Las ciudades representan un desafío polí-tico importante para el Norte y el Sur.

La explosión urbana com-binada con la grave degradación ambiental -los pobres de las áreas urbanas son las principales víctimas de la deterioración ambiental- tendrá que ser encarada en una economía mundial caracterizada por tasas bajas de crecimiento, un creciente desem-pleo, los inconvenientes del ajuste estructural y del servicio de la deuda, y la necesidad de que muchos países apliquen reformas institucionales. La perspectiva para estas ciudades dependerá en gran medida de las soluciones locales que se encuentren para estos problemas mundiales. Sin embargo, está claro que el problema urbano, al igual que las preocupacio-nes ambientales, no se puede aislar del contexto más amplio de los mo-dos de desarrollo social y económico. El problema de la economía política del desarrollo pasa por ello a ser el primer tema del orden del día urbano.

Inclusive en las ciudades que tienen un papel destacado en los procesos de mundialización de la economía, el progreso económico suele ir unido a la persistencia de cinturones de pobreza y guetos. De ahí el peligro de prestarle demasiada atención a la función económica de las ciudades mientras se subestiman las facetas social, ambiental, política, cultural, psicológica y espacial de las transformaciones en curso. La experiencia de varios países indus-trializados muestra que no basta con suministrar infraestructura y vivienda

razonables para humanizar las ciuda-des y superar las tensiones sociales. Se necesitan empleo, integración social y democracia efectiva a nivel de la base para crear un sentimiento de pertenencia y corresponsabilidad, dos ingredientes de la ciudadanía auténtica. La elaboración y la ejecu-ción de políticas públicas sistémicas no deberían tratar sólo de mejorar la calidad de vida de la gente sino también de aportar estabilidad social y política a nuestras ciudades y por ende a nuestras sociedades.

No es razonable esperar que se puedan abordar desafíos complejos y en muchos casos singulares copiando meramente modelos ya listos, aunque estos modelos puedan haber mostra-do su eficiencia en otros lugares y en diferentes contextos. “Las ciudades son como las personas; pertenecen a la especie urbana pero tienen su personalidad única. La respuesta al desafío urbano debe tener en cuenta las configuraciones singulares de los factores naturales, culturales y sociopolíticos así como el pasado histórico y la tradición de cada ciu-dad. En lugar de proponer soluciones homogeneizantes totalizadoras, la diversidad de las ciudades debiera considerarse como un valor cultural de suma importancia” (Sachs, I., 1994, pág. 332).

La tremenda magnitud de la explosión urbana combinada con las necesidades acumuladas no sa-tisfechas con relación al empleo, la vivienda, el medio ambiente, la salud y la educación públicas -”la deuda social”- significa que repetir en el Sur las soluciones que ya existen en el Norte sólo aumentaría la desigual-dad prevaleciente, beneficiando a una minoría y marginando a una mayoría de los ciudadanos. Dadas la escala y la naturaleza del cambio urbano y su posible extensión en el futuro, el modelo convencional de desarrollo de áreas urbanas residenciales en las economías de mercado o economías

mixtas desarrollado en el Norte no funciona en la vasta mayoría de centros urbanos del Tercer Mundo, y ha mostrado sus limitaciones en el Norte, por lo cual hay que buscar enfoques innovadores.

La velocidad con que han au-mentado las poblaciones urbanas en los países del Tercer Mundo ha so-brepasado la capacidad institucional de hacerle frente. La característica central del problema urbano no es la magnitud del crecimiento de la población sino la amplitud de la falta de correspondencia entre el cambio demográfico y el cambio institucional (Arrossi et. al., 1994).

Hoy en día las ciudades han surgido como territorios estratégi-cos para toda una gama de procesos sociales, económicos y políticos esenciales de nuestra era: la mun-dialización económica, la migración internacional, la afirmación de los servicios y la financiación de los productores como el sector impulsor del crecimiento en las economías avanzadas, la nueva pobreza, entre otras cosas, y como lugares estraté-gicos para la teorización de dichos procesos (Sassen, 1991 y 1994). Este regreso de la ciudad al primer plano de las ciencias sociales se puede considerar la representación de la cuestión social en términos urbanos, la proyección de la separación entre marginación e integración (Dubet, 1994; Rosanvallon, 1995).

Sin embargo, las ciudades no son simples territorios en que se pro-ducen transformaciones sociales sino que son actores de este proceso. Por ello es necesario determinar cómo pueden las ciudades jugar el papel de fuerza motriz económica, social y cultural, que las transforma en fer-mento de la innovación, y adaptarse a nuestro mundo interdependiente, vacilante y rápidamente cambiante como alternativa a la crisis de los Estados-nación.

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Las ciudades están sufriendo una profunda metamorfosis, cuyas consecuencias completas todavía siguen sin entenderse enteramente. Como dice Francis Godard: “tenemos que preguntarnos lo siguiente: ¿la cri-sis de los anteriores modelos urbanos refleja simplemente la incapacidad de las ciudades para enfrentarse a la nueva situación mundial, o estamos presenciando ahora el nacimiento de una nueva civilización urbana basada en nuevas relaciones entre las ciudades y los trabajadores y entre las ciudades y las regiones?”

En este proceloso mar de cam-bio, el desafío urbano constituye quizás el componente más difícil y sin embargo más crucial de los rela-cionados con el desarrollo humano sostenible, y exige que se encuen-tren formas concretas de armonizar los criterios de igualdad social, sostenibilidad ecológica, eficiencia económica, pluralismo cultural e integración, y distribución espacial equilibrada de las actividades y los asentamientos humanos, pues de lo contrario los países estarían conde-nados a convertirse uno tras otro en archipiélagos urbanos en desiertos

rurales. Satisfacer estos criterios sig-nifica plasmarlos en una pluralidad de soluciones adaptadas al ecosistema y a la cultura locales e incluso al lugar concreto, ideando nuevas modalida-des de utilización de los recursos y procedimientos de administración, que exigen nuevas mentalidades, actitudes y valores.

Las transformaciones sociales en accion

En esta civilización urbana que está surgiendo últimamente, las ciudades son lugar o sitio de encuen-tro en que cada día se plantean y se amplían los principales problemas sociales, pero también el lugar de cambio más creativo. La ciudad es un territorio en el que convergen y se cristalizan los conflictos y las contradicciones principales de una sociedad que está pasando por una profunda mutación, y su papel es el de controlar cada vez mejor estas transformaciones sociales aceleradas.

La mundialización, la exclu-sión, el multiculturalismo y la etni-cidad, el ejercicio del gobierno, la

ecología, la ciencia y la tecnología son transformaciones sociales impul-soras que operan en las ciudades -en diversas formas y en diversos grados de intensidad- y que plantean a los habitantes y a las autoridades una serie de desafíos continuos. Consi-deradas globalmente condicionan la gestión sostenible de las ciudades y forman el núcleo de los temas de las investigaciones comparativas trans-disciplinarias de MOST.

Lo dicho anteriormente no significa que se vayan a subestimar otras transformaciones cruciales que tienen un profundo efecto en las ciudades, tales como las tendencias demográfica y migratoria, las luchas relacionadas con la discriminación por razones de sexo, los patrones de formación y disolución de la familia, el comportamiento relativo a la fecundidad y la sexualidad, las estructuras de población, el aumento de la población económicamente ac-tiva, la migración internacional, los cambios en la estructura del empleo y el desempleo y el subempleo cre-cientes, las restricciones tributarias y los equilibrios cambiantes entre población y territorio, entre otros.

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La ciudad mundializada

En la década pasada se ha publicado mucho sobre el fenómeno conocido como “mundialización” y la repercusión en las ciudades de las principales tendencias estructurales de nuestra época, o sea la formación de una economía mundial y de un nuevo modelo tecnoeconómico. Se-gún Saskia Sassen (1994, pág. 43) “estamos presenciando el surgimiento de una nueva forma de sistema urbano a ni-veles mundial, transnacional y regional: son sistemas en que las ciudades son los centros esenciales de la coordinación y el servicio internacionales de las economías que cada vez son más internacionales”. La mundialización económica promueve la integración y al mismo tiempo la exclusión, cercena la soberanía nacional y aumenta la autonomía del mercado.

“La combinación de la dispersión geográfica de las actividades económicas y la integración que forma el núcleo de la actual era económica ha contribuido a una función estratégica de las ciudades principales en la actual fase de la economía mundial (...). Estas ciudades funcionan ahora como centros de control de la organización de la economía mundial, como emplazamientos y mercados esenciales de las industrias más importantes de este periodo -ser-vicios financieros y especializados para las empresas- y como lugares de generación de innovaciones en esas industrias. Un número redu-cido de ciudades emergen como emplazamientos transnacionales de la inversión, en lo que respecta a las empresas, la producción de servicios y los instrumentos financieros, y para diferentes mercados internacionales”

(Sassen, 1994, pág. 51). Las ciudades del mundo ejercen una función dual en la intersección de la economía mundial y el Estado-nación.

Este proceso conduce a una lucha competitiva entre las ciudades por obtener y retener la posición de ciudad mundial. Sin embargo, esa posición de ciudad mundial conlle-

va considerables costos sociales: la reestructuración económica va acom-pañada de una creciente polarización o dualización social de la estructura ocupacional y de los ingresos, y simultáneamente de altos niveles de segregación espacial y étnica. São Paulo es sólo una ilustración de la contradicción entre el “éxito” de ser ciudad mundial y el precio humano que la mayoría de sus habitantes tienen que pagar para sobrevivir (Sachs, 1990). Las luchas de la po-

blación, atrapada en la trampa de la relativa inmovilidad territorial y de la movilidad del capital internacional, son parte de la dinámica que va a conformar las ciudades mundiales y el sistema económico capitalista mundial (Kowarick, 1994).

El proceso de mundialización no sólo cambia el tejido económico

y social y el medio ambiente de las grandes áreas urbanas sino que también le reforma su estructura espacial. Los resultados de este proceso serán diferentes de un país a otro y de una ciudad a otra; los vínculos son contingentes y dependen en grado signi-ficativo de la amplitud y la estructura de la intervención del Estado del bienestar, la distribución de la renta, la política de planeamiento y la forma de regulación social.

La discrepancia entre el ritmo de la expansión de las empresas y el ritmo de desa-rrollo urbano es un problema que tienen que enfrentar las ciudades y en particular las ciudades mundiales. En algu-nos casos, la vida urbana se halla en peligro de verse es-trangulada por la altísima tasa de crecimiento económico. La tendencia opuesta se puede observar en ciudades aban-donadas por las empresas. ¿Cómo pueden las ciudades y las empresas conciliar sus

respectivas necesidades?

¿Cómo se manifiestan las trans-formaciones principales que se están produciendo en las modalidades de interdependencia económica mundial en las ciudades que funcionan como centros regionales y mundiales? ¿Cómo se articulan estos procesos de internacionalización con otros com-ponentes de la estructura económica y social de una ciudad grande? ¿Cuá-les son las consecuencias de estos he-

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chos para las condiciones generales socioeconómicas de los habitantes de la ciudad? Una investigación re-ciente muestra fuertes aumentos de las desigualdades socioeconómicas y espaciales en las principales ciudades del mundo desarrollado: ¿cómo afec-tan los procesos mundiales a la vida diaria de las ciudades en términos de valores, patrones de consumo, modos de vida y conducta política?

La ciudad fragmentada

En todas las épocas las ciuda-des han sido los crisoles del progreso de la civilización, morteros en que se integran gentes de diferentes culturas, diferentes idiomas y credos, lugares de tolerancia y convivialidad. Hoy en día, si bien son sinónimos de sociabilidad democrática, también lo son frecuentemente de exclusión, racismo, xenofobia y violencia, y de una inversión de los valores (“una urbanidad dislocada”). En toda Eu-ropa hay una profunda unidad de procesos y de lógica que conduce al odio, al miedo y a un aumento de la incapacidad de reconocer y aceptar la alteridad (Baudrillard et al., 1981; Bourdieu, 1993; Donzelot, 1991; Delarue, 1991; Geindre, 1993; Lipo-vetsky, 1983; Noirot, 1994; Roman, 1993; Wieviorka, 1992 y 1993).

La exclusión urbana significa que se ha producido un cambio entre el modelo de desigualdad dentro de una entidad social cohesiva hacia un modelo de fragmentación, aisla-miento, focos de pobreza y alteridad radical. Si no se hace nada para de-tener este paso de la integración a la segregación, las ciudades se dividirán en sectores separados: por un lado, las áreas sobreprotegidas y, por el otro, las zonas peligrosas, los guetos y las “zonas al margen de la ley”.

La creciente polarización social y espacial de las ciudades va acom-pañada de una creciente violencia urbana. Las múltiples formas de vio-

lencia de la ciudad no son solamente políticas sino que tienen relación con la exclusión social, económica y cultural (Lapeyronnie, 1993). Teresa Caldeira (1992) muestra cómo ha au-mentado la delincuencia violenta en São Paulo en la década pasada, hasta el punto de que el temor y el tema de la criminalidad se han integrado ma-terialmente a las paredes de la ciudad. Esta autora dice que “si el temor de la criminalidad y la expansión de la violencia son reales en São Paulo, y si el delito está creando una jerga para hablar y pensar acerca de muchos otros procesos desestabilizadores, también es cierto que con la ayuda de la comidilla de la delincuencia y la crisis se están forjando una ciudad mucho más segregada y una sociedad mucho más desigual y una forma de gobierno en que las nociones de justicia y derechos de la ciudadanía se están difuminando, en aras de la seguridad y la conveniencia”.

El grado de desigualdad social, conflicto cultural y fragmentación política de las ciudades se ha agu-dizado en los últimos diez años. El espectro de la fragmentación social, política y psicológica persigue a nuestra sociedad. Las divisiones sociales están desgarrando el teji-do mismo de la vida urbana y son testimonio de que las ciudades y los modos de vida urbana provocan conflictos y sufrimientos que pueden debilitar a toda la sociedad. Las ciu-dades, como entidades políticas, se encuentran frente al siguiente dilema: ¿van a convertirse en sistemas que generan exclusión o en promotores de la ciudadanía y el bienestar con el respaldo de contratos sociales lo-cales? La búsqueda de la ciudadanía parece ser universal. Facultar para el pleno ejercicio de la ciudadanía y garantizarlo podrían considerarse la fuerza orientadora de la civilización urbana que está surgiendo (Sachs-Jeantet, 1993).

La ciudad multicultural y multietnica

Por definición y por tradición las ciudades son “cosmopolitas”. Quizás el cambio más radical que la urbanización aporta es el de agrupar en pequeños espacios a personas de diferentes culturas y extracciones. Como lo recalca Mario Polese, esto representa al mismo tiempo la princi-pal fuerza de la ciudad, como centro de innovación (la cultura urbana) y su talón de Aquiles. El choque de culturas puede ser una fuente tanto de creación como de conflicto. La ciudad es un instrumento poderoso de promoción de un cambio social positivo. Sin embargo, al juntar personas extrañas, la urbanización provoca tensiones. Los valores y las percepciones se entrechocan. Qui-zás el desafío más difícil de todos es cómo afronta la sociedad estas tensiones. Pocas sociedades son inmunes al espectro de la violencia y la lucha étnica.

Contrarrestar tendencias na-cionalistas, consolidar la integración social con el respeto de la diversidad étnica y cultural, y al mismo tiempo incitarlas a prosperar son importantes desafíos de política pública con que se enfrentan las ciudades hoy y en el futuro. ¿Cuáles son los principios de una calidad equitativa de vida en las ciudades? ¿Qué hemos aprendido de la experiencia acerca de los princi-pios de la coexistencia multiétnica en las áreas urbanas y cuáles son las estrategias que se deben aplicar para aumentar el cosmopolitismo de los habitantes de la ciudad?

La ciudad gobernada

Las ciudades, como amplifica-doras de los problemas sociales gene-rales, se han convertido en crisoles de crisis más o menos controlables por la acción del gobierno. Los cambios en la estructura de la urbanización contemporánea plantean el problema

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de la gobernabilidad social, eco-nómica y política, en particular de los emergentes grandes complejos metropolitanos.

¿Cómo se reestructuró el ré-gimen de gobierno -que entraña la relación entre la sociedad civil y las instituciones gubernamentales a di-ferentes niveles- como consecuencia, por una parte, de la mundialización y, por otra, de la búsqueda de un aumento de la democracia local, la responsabilidad y la transparencia? ¿Qué políticas de atribución de facultades se necesitan para buscar nuevas formas de asociación para el desarrollo entre el Estado, la ciudad, la sociedad civil y el sector privado con miras a garantizar el derecho a la ciudad y el pleno ejercicio de la ciudadanía en términos de derechos políticos, civiles, económicos, socia-les, psicológicos y culturales que son indisolubles? ¿Qué nuevos sistemas innovadores de gobierno se pueden encontrar para fomentar el compro-miso cívico y la integración de las minorías étnicas?

¿Estados o mercados?... Los procesos de descentralización, muni-cipalización y privatización de fun-ciones (servicios urbanos) anterior-mente a cargo de la Administración central son parte de las transforma-ciones más generales y estructurales del Estado y hacen necesario replan-tearse la administración local.

¿En qué formas determinarán el futuro de las ciudades y su capacidad de enfrentarse a las transformaciones sociales y guiar el cambio social, e incluso el control de las transicio-nes deseadas, las cuestiones de la administración urbana tales como la política social, la inversión en infraestructura, el transporte público, la política de suelos, la hacienda y la administración municipales, y las res-puestas a las crisis sociales urbanas?

Según Guido Martinotti, sobre todo en regiones con historia urbana

milenaria como Europa, los cambios en la estructura de la urbanización contemporánea -bajo la presión de las nuevas formas de relaciones sociales que surgen en el tiempo y el espacio- plantean el problema de la gobernación social, económica y política de los grandes complejos metropolitanos. Los gobiernos loca-les son elegidos por los residentes, pero los intereses económicos de las metrópolis son cada vez más dependientes de agentes tales como las grandes empresas financieras e industriales que no son políticamente responsables desde el punto de vista de la ciudad misma. Las políticas y las instituciones municipales tradi-cionales parecen inadecuadas para lograr el objetivo de gobernar estas nuevas entidades.

Ciertamente la nueva forma de morfología urbana es en gran parte producto de la diferenciación pro-gresiva de las diferentes poblaciones que gravitan alrededor de los centros urbanos. Con la mayor movilidad de la población, las relaciones mismas entre población y territorio se vuel-ven muy dinámicas. Muchos de los problemas sociales de las sociedades urbanas contemporáneas dependen de la coexistencia, la competencia y la superimposición de estas “capas urbanas” -los habitantes de los subur-bios que se desplazan diariamente a la ciudad, los usuarios, los empresa-rios metropolitanos- y provocan la pérdida de facto de los derechos del ciudadano. Martinotti sostiene que gran cantidad de los problemas de gobierno de las nuevas metrópolis se pueden tratar más adecuadamente reconociendo este entrelazamiento de morfologías.

Las fronteras administrativas de los centros tradicionales frecuen-temente se han vuelto obsoletas con la dinámica actual de la ciudad. Hasta ahora, la democracia local se entendía ampliamente en términos de alguna variedad de la idea original de

comunidad política, pero la validez de este concepto está cada vez más desgastada debido a la incipiente morfología social y física de la ciudad (Martinotti, 1993).

La ciudad ecológica

Una ciudad es un ecosistema natural y social complejo que debería ser administrado en consecuencia. En términos de calidad de vida de las poblaciones involucradas, el desba-rajuste del medio urbano es uno de los problemas más difíciles con que se enfrentan las megalópolis del Sur. Un aspecto fundamental del proble-ma ambiental urbano, recalcado por la OMS (1992), es el predominio de una mala salud y la muerte prema-tura de millones de personas (en su mayoría lactantes y niños) debido a la inadecuada nutrición y a la conta-minación del agua, el aire y el suelo (Hardoy et al., 1990; Hardoy y Satter-thwaite, 1992). Aunque la situación en las ciudades del Norte es menos dramática, la degradación ambiental causa efectos duraderos y perjudica el movimiento hacia la sostenibilidad de las ciudades.

¿Cómo pueden las ciudades im-pulsar de manera decisiva a nuestras sociedades hacia un futuro ambiental-mente más sostenible y una política local sensible al medio ambiente? (Stren et al., 1992) Elaborar estrate-gias urbanas socialmente adecuadas y ambientalmente sostenibles que respondan a la diversidad de los eco-sistemas, a sus recursos potenciales y a las necesidades percibidas por las comunidades locales exige apartarse de la ordenación ambiental correctiva a posteriori para pasar a políticas ambientales de prevención activa. Para esto, habría que promover una explotación más racional de los re-cursos que aumente la eficiencia de la economía urbana: i) descubriendo y eliminando el desperdicio de los recursos financieros, físicos y huma-nos y liberando así recursos para el

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desarrollo; ii) extendiendo la vida útil de la infraestructura, los edificios y el equipo existentes mediante un mejor mantenimiento, y iii) movilizando los recursos latentes, subutilizados, mal utilizados o desperdiciados en la ciudad “legítima” y en la ciudad “ilegítima”: terrenos baldíos, edificios públicos y privados desocupados, el potencial de inversión no financiera en construcciones por el sistema de autoayuda, el reciclado de los desechos, el ahorro de energía y agua (Alberti et al., 1994; Sachs, I. y Silk, 1991).

La ciudad tecnológica

La ciencia y la tec-nología son componentes esenciales del futuro de las ciudades. En un mundo altamente interconectado en que la competitividad dependerá mucho de la capacidad de generar y utilizar conocimientos, las capacidades científicas y tecnológicas influirán fuertemente en el modelo de desarrollo y servicios urbanos y en la ordenación sostenible de las ciudades. Los progresos de la cien-cia y la tecnología han creado oportunidades sin precedentes para el me-joramiento de los niveles de vida. Sin embargo, ese progreso en el bienestar material para una fracción creciente de la población mundial coexiste con el estancamiento e incluso el deterioro de los niveles de vida de la mayoría de la población pobre. El conflicto entre las aspiraciones crecientes y la realidad de la pobreza generalizada se ha convertido en una fuente de tensión social.

Las ciudades del futuro exigen estudiar y evaluar las oportunidades y las amenazas de la ciencia y la

tecnología para su administración dentro del nuevo modelo tecnológi-co y económico, y en particular los avances de las nuevas tecnologías: la tecnología de la información, la biotecnología, los nuevos materiales y los materiales perfeccionados. Las ciudades del futuro exigen innovacio-nes urbanas adaptadas a los contextos ecológico, cultural y socioeconómico y el diseño de ciudades que conserven

los recursos combinando las técnicas más avanzadas y las tradicionales -administración hábil del pluralismo tecnológico de precio asequible y de fácil acceso para los países en desarrollo. ¿Cómo mejorar la eficacia general en función del costo de la inversión en capital fijo en infraes-tructura urbana, en servicios y en vivienda mediante el desarrollo y la

demostración de nuevas soluciones tecnológicas eficientes en función de los costos y los recursos y ambiental-mente sostenibles? ¿Cómo puede la tendencia a la especialización flexible y su concomitante revolución de la comunicación característica de la “segunda ruptura industrial” (Piore y Sabel, 1984), alterar las configu-raciones rural-urbanas mediante una “industrialización difusa” a la

italiana?

Reconocer la cre-ciente importancia de la ciencia y la tecnología no debería inducir a celebrar las maravillas de lo que ofrecen a la humanidad y al futuro de las ciudades. La ciencia y la tecnología son un proceso social entre otros, por lo que hay que rechazar una administra-ción urbana enraizada en la mistificación del “desti-no tecnológico” (Salomón, 1992).

“El desarrollo es una búsqueda incierta en que los que buscan se ven con-denados a depender cada vez más de la ciencia y la tecnología. La búsqueda es incierta no sólo porque no hay garantía previa de éxito (ni de que vaya a ser duradero), sino sobre todo porque suscita incógnitas acerca del precio de la modernidad: los beneficios que un país puede esperar obtener de ella en términos

políticos, económicos, sociales y culturales, y los sacrificios que está dispuesto a hacer en aras de su obten-ción (...). En una palabra, a pesar de las promesas del racionalismo de la Ilustración y más aún del positivismo del siglo XIX, el progreso científico y tecnológico no coincide necesa-riamente con el progreso social y moral (...). En los trastornos que

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marcan el final del siglo XX (...) todo el planeta está en busca de nuevos caminos y nuevas alternativas que lleven a un mejor orden social (...). La ciencia y la tecnología pueden contribuir mucho al desarrollo, pero no son omnipotentes, y sobre todo no ofrecen una solución ya lista para re-solver el problema de los valores que plantea el conflicto entre tradición y modernidad (...). El desarrollo exige (...) un dominio de las consecuencias del cambio científico y tecnológico” (Salomón et al., 1994, págs. 22-24).

El desafío planteado: las ciudades como realce de las capacidades humanas

Las ciudades, que tienen múl-tiples problemas, están confrontando apabullantes desafíos continuamente alterados por toda una constelación de cambios políticos, económicos, sociales, culturales, ambientales, científicos y tecnológicos. Las op-ciones y los desafíos son muchos. Para enfrentar estos formidables desafíos las ciudades han de optar por una de las dos posturas siguientes: o

reafirmar su fe ciega en el poder del crecimiento económico, sinónimo de modernización y progreso, y la supo-sición tácita de que los beneficios del crecimiento económico llegarán poco a poco a los pobres y harán de las ciu-dades un lugar vivible, o las ciudades se han de esforzar por lograr un ver-dadero desarrollo social subordinado a los valores de la equidad social, la sostenibilidad ecológica, la eficiencia económica, la participación política, el pluralismo y la integración cultu-rales. El espectro de la fragmentación social, política y psicológica agobia a nuestra sociedad. Detenerlo constitu-ye el verdadero desafío a medida que se acerca el siglo XXI. La consigna es luchar contra la exclusión y la dis-criminación y promover los derechos humanos y la paz.

El actual proceso de mundiali-zación puede considerarse “un relato del desahucio” (Sassen, 1994) del significado simbólico de los lugares y de la calidad de vida, como si el lugar en que vivimos ya no impor-tara. Por el contrario, el proceso de reconstrucción social de los espacios -los espacios públicos- al facilitar el vínculo con la ciudad, en contraste con esta pérdida de identificación con el lugar, no es solamente com-plementario sino fundamental para la mundialización del capital, si no queremos avanzar hacia un mundo “sin lugares” (Augé, 1992).

Es esencial volver al arte de la ciudad y su significado simbólico. Augustin Berque (1993) ofrece un bello viaje a través de ciudades japo-nesas, ilustrando la interrelación del vínculo social y los lugares, o sea en realidad, con la naturaleza. Manuel Castells (1989) aboga por “una serie de estrategias políticas, económicas y tecnológicas que puedan contribuir a la reconstrucción del significado social en la nueva realidad histórica que se caracteriza por la formación del espacio de flujos como espacio del poder y de las organizaciones

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funcionales (...). El nuevo modelo tecnoeconómico impone el espacio de flujos como lógica espacial irre-versible de las organizaciones eco-nómicas y funcionales. El problema consiste en saber cómo articular el significado de los lugares con su nuevo espacio funcional. La recons-trucción del significado social basa-do en el lugar exige la articulación simultánea de diferentes proyectos sociales y espaciales a tres niveles: cultural, económico y político”.

La ética de la ciudad es servir a las personas y no a la economía, por lo cual hay que alejarse de una visión economicista de la ciudad, del marco de la economía urbana y del rendimiento macroeconómico y afirmar explícitamente la consagra-ción del ciudadano (Rosanvallon, 1992) y, como corolario, el proceso de expansión de los derechos de la ciudadanía: civiles, políticos y sociales (Marshall, 1977). Hay que sostener este principio si se desea que las ciudades se conviertan en lugares seguros y democráticos en que vivir.

La búsqueda de estrategias de desarrollo urbano social y ambien-talmente sostenible debiera regirse por los principios resumidos en la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (junio de 1992), y en particular el Principio 1: “Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones rela-cionadas con el desarrollo sostenible. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la na-turaleza”.

De esto se infiere que el con-trol de las transformaciones sociales en las ciudades debiera convertirse en un proceso de expansión de las capacidades y facultades humanas, de ampliación de los límites de las opciones. Este cambio en la concep-ción del desarrollo hacia el concepto de desarrollo humano, o sea el desa-rrollo de la persona, para la persona, incluida la creación de oportunidades

económicas para todos, y por la per-sona, que exige enfoques participa-tivos, debería ser la fuerza motriz de la gestión urbana y por ende elevar “el gobierno y la democracia de la ciudad” al primer plano del futuro de las ciudades.

El desafío que se plantea es promover otros futuros urbanos orientados hacia:

• ciudades administradoras de las transformaciones sociales y guías del cambio social deliberado;

• ciudades de solidaridad y multi-culturalismo, que puedan fomen-tar un ambiente de tolerancia y sostenibilidad social;

• ciudades promotoras de una con-ducta social y bienestar;

• ciudades innovadoras concebidas para usar de manera sostenible los recursos naturales.

En este futuro imaginado de modernismo, el derecho a la ciudad, vector de integración social y huma-nismo, se puede fomentar:

• Combatiendo la ciudad frag-mentada y luchando contra la exclusión social antes de que cris-talice territorialmente mediante políticas que alivien la pobreza urbana, promuevan la integración social y generen empleo. La po-lítica urbana francesa ilustra los límites de la gestión territorial de la exclusión (Belorgey, 1994). El desempleo suele ser el detonador de la exclusión, aunque la exclu-sión no es solamente económica y social sino también política, cultural y simbólica. La cuestión estriba entonces en saber cómo satisfacer la demanda de dignidad de la población marginada (Lape-yronnie, 1993).

• Estableciendo una colaboración asociativa para el cambio entre la sociedad civil, el Estado y el

mercado en el contexto de econo-mías mixtas con énfasis especial en la administración participativa y mayor involucramiento ciuda-dano.

• Otorgando facultades a las co-munidades locales mediante estrategias que las capaciten para la autonomía urbana, poniendo a disposición recursos y técnicas que no se puedan movilizar local-mente, y en particular financiando iniciativas comunitarias (Arrossi et al., 1994). Aunque no sea fácil, la participación de la comunidad es indispensable para la cohesión social.

• Reforzando las capacidades lo-cales para poder enfrentarse al entorno rápidamente cambiante y por ende cambiando las prio-ridades.

Poniendo en aplicación un en-foque integral y multisectorial de la regeneración urbana orientado a los barrios, como elemento esencial del cambio urbano.

Más allá del desafío concep-tual de considerar que las ciudades realzan las capacidades humanas, y que por ende respaldan una posición ética -el derecho a la ciudad como vector de integración social y huma-nismo que facilita el ejercicio de la ciudadanía-, hay la urgente necesidad de un replanteamiento muy a fondo de los instrumentos intelectuales y empíricos de estudio de los hechos y los procesos sociales urbanos, porque muchos de los instrumentos intelec-tuales establecidos empleados para describir el fenómeno urbano fueron elaborados basándose en una morfo-logía urbana radicalmente diferente y resultan inadecuados a causa de las nuevas modalidades de las relaciones sociales que emergen en el tiempo y en el espacio. Los investigadores de los fenómenos urbanos y los científi-cos sociales en general se enfrentan a la ardua tarea de revisar radicalmen-

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te el objeto de nuestro campo y su represen-tación conceptual. Para captar totalmente los desafíos y las opciones posibles es necesario crear nuevos marcos conceptuales, nuevos hábitos de pensamiento y la voluntad de pasar a formas altamente desa-gregadas de pensamien-to y volver a interpretar la experiencia adquirida en un contexto rápida-mente cambiante.

S e g ú n G u i d o Martinotti, si queremos comprender la diná-mica urbana actual y los problemas sociales conexos, tenemos que adoptar una nueva pers-pectiva basada en la idea de que el estudio de las ciudades es sistémico y que actualmente el sis-tema que tenemos que estudiar tiende a tener una extensión mundial. Uno de los aspectos de nuestro aparato concep-tual que hay que replan-tearse totalmente está relacionado con el legado intelectual implícito o explícito de la ecología social en que destaca ampliamente la función residencial.

Otro aspecto se refiere al desa-fío del cambio y pertinencia de las políticas, que se han de enfrentar con la incertidumbre y el cambio; realzar “el aprendizaje de la organización” (Argyris y Schön, 1978); cerrar la brecha entre la teoría y la práctica fomentando la reflexión en acción (Schön, 1983); poner en práctica los futuros socialmente deseables mediante el proceso de planeamien-to estratégico considerado “como un proceso flexible de aprendizaje

cooperativo en el que participa una multiplicidad de actores en todo el tejido social, que trata de alcanzar niveles cada vez mayores de percep-ciones compartidas de los objetivos y las metas, y que trata de ponerse de acuerdo respecto a una decisión espe-cífica anticipativa y efectiva basada en un consenso temporal” (Sagasti, 1988), y fomentar la innovación (capacidad más flexible de respuesta y adaptación).

Además se necesita una re-flexión metodológica con respecto a las categorías empíricas: la historia de los conceptos -la distinción entre las tendencias universales y los fe-nómenos locales- y sus significados concretos en determinados contextos culturales, mediante un punto de vista

multicultural que examine cómo se clasifican los espacios y los territo-rios urbanos en diferentes áreas lingüísticas y dife-rentes países (problemas semánticos, conceptuales, terminológicos y de datos empíricos).

Como territorios en que se producen las transformaciones socia-les, las ciudades también tienen que ser observadas y estudiadas desde una amplia perspectiva de ciencias sociales. A este respecto hay que subrayar las siguientes tres tareas principales de MOST:

• Estudiar simultá-neamente las diferentes facetas de las transforma-ciones sociales en acción, o sea estudiar la ciudad como territorio en que la ciudad mundial, la ciudad fragmentada, la ciudad multicultural y multiétni-ca, la ciudad gobernada, la ciudad ecológica, y la ciu-dad tecnológica se reúnen, pero también como terri-

torio que domina muchas de las transformaciones sociales del futuro;

• Elaborar una base transdisciplina-ria de conocimientos que abarque estudios y planeamiento urbanos, sociología, geografía, ciencia política, economía política del desarrollo, antropología, econo-mía, teoría de la organización, sociología de las organizaciones, historia, ciencias del comporta-miento, lingüística y arquitectura, y que refleje la especificidad de la investigación urbana actual: el nexo entre territorio y teoría;

• Fomentar investigación y coo-peración internacionales y trans-

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disciplinarias comparativas entre comunidades de investigación urbana y transmitir la informa-ción y el conocimiento científicos a los usuarios (autoridades, mo-vimientos de ciudadanos, ONG, sindicatos, etc.).

De la necesidad de renovar los métodos de investigación: los desafíos no son sólo conceptuales sino que también se refieren a los principios generales y los objetivos de la investigación, a la elaboración de propuestas y al proceso de cambio de políticas (la esencia de la decisión y la ejecución). La cuestión hoy no es (o es menos) qué hacer sino cómo hacerlo, y más que producir discursos normativos sobre lo que se debería hacer se trata de que la gente partici-pe activamente en la orientación de su propio destino y la construcción de las ciudades, los territorios de deseos -individuales y colectivos, conscientes y subconscientes-, terri-torios de utopía y de democracia, en que la consagración del ciudadano y la ciudadanía sea el corolario de la confianza en la competencia del ciudadano (Sachs-Jeantet, 1994).

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Los autores

Céline Sachs-Jeantet, urban planner, was educated at the Institut d’Urbanisme de Paris and at the Massachusetts Institute of Technology and earned a PhD in urban studies from the University of Paris XII in 1987. She has served as a consultant for urban affairs to the World Bank, Unesco, the United Nations University and the French Government. She is the author of São Paulo. Politiques publiques et habitat populaire (Paris. 1990. Editions Maison des Sciences de l’Homme) and co-editor of The Uncertain Quest. Science, Technology, Development (Tokyo. 1994. United Nations University Press).

Las opiniones expresadas en esta colección incumben a los autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de la UNESCO.

© UNESCO 1995 Diálogo entre la unidad y la diversidad.Evidente pluralidaddesiertos de coyotes de Sonora “vértigos horizontales” de la Patagonialos incontables azules del Caribeel “verde que es de todos los colores” de la cordillera y la selva

aire de fuego de las costas caribeñasla noche blanca de los páramos,la fecundidad de valles y de pampas“el estelar caballo desbocado del hielo”.

diversidad geográfica y biológica diversidad de los pueblosde sus culturas, de sus muchos matices irrenunciables de una vasta cultura

continental. muestra amplia del género humano,

de la diversidad de la especieDiversidad de Sao Paulo, de México,de Buenos Aires o de las Antillasmedido por las pisadas de los caminantes, todas las aguas buscan el río,

Paul Verlaine: que lo importante no es el color

sino el matiz, a desplegar y ahondar en los maticesEn nuestra cultura continentalcasi nada es nativo pero todo es original.

la cumbia o el tango,

Pedro Páramo y Macondo, Niemeyer o Borges.

“Hay tres culturas en el mundo, la asiática del arroz, la europea del trigo y la americana del maíz”.

“por los caminos del viento” como dice la canción,

Dejaba al África por fuera, y eso ya era grave, pero atribuir

la raíz última de la cultura es la alimentación

y a los bienes básicos de la naturaleza de orígenes. aztecas, incas, muiscas, sioux, arhuacos, tainos, los centenares de pueblos del continente compartían la cultura del maíz y los dioses, los ritos y las pautas de

civilización que nacen de él. no reinan ya los dioses del lugar,

que muchas cosas que antes eran locales son planetarias, que

las divinidades del opio, del vino,de la amonita muscárida o del cornezuelode centeno ya no instauran religiones, ni ritos que religuen a los seres humanos.

En el humano luchan múltiples tendencias distintas:

el interminable deseo de arraigar la insaciable necesidad de otros mundosla búsqueda de otros cielos. Si hasta el árbol, que parece tan condenado a

no moverse, arroja al viento sus nubes de semillas y hace crecer sus hijos muy lejos, qué decir de

esta especie nuestra siempre insatisfecha,

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Licenciado en Formación Estética. [email protected]: Giancarlo Mazzanti Colaboradores: Andrés Sarmiento, Juan Manuel Gil, Freddy Pantoja, Camilo Mora, Pedro Saa, Alejandro Piña, Iván Ucros, Gus-tavo Vásquez Ubicación: Santo Domingo, Colombia Año concurso: 2005 Año construcción: 2007 Superficie construida: 5500 mts2 Estructura Concreto: Sergio Tobón Estructura Metálica: Alberto Ashner Fotografía: Sergio Gómez

Lo primero es comenzar con una decla-ración de principios. Responder a la pregunta sobre la elección de ese espacio para comenzar el primer artículo del blog.

La verdad odio la Biblioteca Parque Espa-ña. También he de aclarar que todos mis odios son teóricos, no comprobados, no sometidos a juicio. En la segunda parte de este artículo haré una visita, observador con intensiones. Eso es. Por ahora sólo esto.

“odio.(Del lat. odĭum). 1. m. Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea.»1

Biblioteca Parque España Por: Juan Suárez.

Me parece un edificio feo, muy feo, a.(Del lat. foedus). 1. adj. Desprovisto de belleza y hermosura. 2. adj. Que causa desagrado o aversión. Acción fea. 3. adj. De aspecto malo o desfavorable. El asunto se pone feo. 4. adj. En el juego, se dice de las cartas falsas. 5.m. co-loq. Desaire manifiesto y grosero. Le hizo muchos feos.6. m. coloq. Col. Miembro de la Policía secreta.”2

Es un monolito tecnológico aparecido en el costado nororiental de Medellín. Una construc-ción en homenaje a nada. Un objeto olvidado de Dios para un pueblo olvidado de Dios. Un regalo en el que se nota la sonrisa forzada.

He de aclarar que soy sólo yo. Nadie más: es mi visión.

Buscando información sobre el objeto de mi odio encuentro cosas como esto:

“El proyecto plantea la construcción de una serie de tres volúmenes que se posan en el risco, ROCAS ARTIFICIALES, de esta manera se relacionan con la geografía, la forma del edificio tiene que ver con las grades rocas en las cimas de las montañas, rocas que se iluminan para crear una imagen que sirva como símbolo

1. RAE

2. Ídem 3. Por David Basulto en: http://www.plataformaarquitectura.cl/2008/02/19/biblioteca-parque-espana-giancarlo-mazzanti/

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de la ciudad y potencie el desarrollo urbano y la actividad pública de la zona.”3

Lo único que me queda son preguntas.

¿De qué forma estas rocas artificiales se relacionan con nuestra geografía? digo, paisajes de pesebre, de ladrillo al aire, de calles-retículas4 e historias de guerras eternas, porque el paisaje de la comuna (sé que en nuestra lengua decir «comuna» es despectivo, por eso lo digo) también es oral, histórico. Y la referencia a las grandes rocas sobre las cimas de las montañas no me permite pensar en otra cosa que no sea La Piedra del Peñol (y de Guatapé). Entonces se erigen como artificio del lugar de des-canso de la gente que se puede dar el

gusto de descansar fuera de la ciudad. Como no se puede ir a la montaña, se le trae la montaña y ya está, no se queje, pienso de rapidez mientras escribo (tal vez me arrepienta de esto más tarde, aun así).

Y lo otro, y peor aun ¿qué es un símbolo? Desde Peirce5 un símbolo es un signo por convención cultural, porque no se parece y no es contiguo, es decir porque se utiliza como tal. Para mayor perversión quien haya escrito ese texto asume que por re-petición (incesante repetición) la Bi-blioteca Parque España se convertirá en un símbolo de nuestra ciudad, de la pujanza paisa y demás, conceptos por demás raídos y ridiculizados hasta el fondo.

Para rematar hay que compren-

4. Referencia al Maestro Carlos Mesa 5. Peirce, Charles. La Ciencia de la Semiótica, Nueva Visión, Buenos Aires,1986. 6. www.plataformaarquitectura.cl 7. http://www.plataformaarquitectura.cl/2008/02/19/biblioteca-parque-espana-giancarlo-mazzanti/

der que el nuestro es un país pobre, con cifras altas de desempleo, de po-breza y de pobreza absoluta. Es decir que donde hay turistas hay comercio, comercio informal y mendicidad. Santo Domingo Savio es un barrio con mendigos, con niños trabajado-res de guías turísticos y señoras que venden mango en las aceras.

Si, la Biblioteca Parque España es un símbolo icónico de nuestra ciudad.

En la página de Plataforma Arquitectura6 alguien comenta el artículo sobre el Parque Biblioteca España, dice:

«lo que me resulta difícil de comprender es como que en una obra pública como una biblioteca, se gasten tanto dinero, y luego se vean casas de pobres, como las que se ven en la foto principal, de ladrillo visto.»7

Juan Camilo Vásquez, amigo y antropólogo, aumenta mi aversión.

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Dice que le parece que la construcción es un insulto a los y las habitantes de Santo Domingo y en general de los barrios de los pobres (así, pobres, para que duela) en nuestra ciudad. Dice que a ellos y ellas, a los y las habitantes, se les prohíbe construir en esas laderas ya que para hacerlo deben realizar estudios sobre suelos, que les resultan bastante costosos, al no poder hacerlos no pueden construir. Así de claro. Eso es posible en El Poblado (barrio al sur de nuestra ciudad con condiciones topográficas similares), ellos si pueden, pero ustedes no, dice Juan Ca-milo que dice la Biblioteca Parque España. Y también dice que dice: tú no puedes construir, no puedes acceder a una casa, a un techo, y no puedes porque no puedes, porque careces de los recursos, en cambio mira que nosotros sí y lo hacemos todo pensando en ti, en tu bienestar, en tu educación, en tu orgullo, en tu identidad. Alguna vez fui artista plástico, no me enorgu-llece, pero es así. Sé, por ende, que el arte es un discurso alienado, sólo se mira el ombligo, se la pasó todo el siglo XX hablando de sí mismo y evadiendo las preguntas duras y rudas de nuestra

realidad (hay excepciones y tendré detractores, no me importa).

Recuerdo que hace 10 años lloré con la bol-sita de American Beauty de Sam Mendes, toda un película alrededor de la escena más bella jamás filmada en el cine (alguna vez sí, pero ya no sé):

“Hay tanta belleza en el mundo... que a veces siento que no lo aguanto”8

Luego en Padre de Familia Peter Griffin está grabando material de su hijo montando en su primer triciclo cuando es distraído por una bolsa de plástico flotando en el aire y le inspira su belleza. Dios entonces le grita: «¡Es sólo basura volando en el viento! ¿Tienes idea de la complejidad de tu sistema circulatorio?9

Arquitectura para arquitectos. Estética inducida, pura y ruda.

¿A qué se parece la Biblioteca Parque Es-paña? ¿A quién? A mí no, eso está claro, y desde acá, desde la mirada del valle no de la ladera, creo que tampoco a ellos y a ellas.

8. American Beauty 9. h t t p : / / e s . w i k i p e d i a . o r g / w i k i / A m e r i c a n _Beauty#American_Beauty_en_la_cultura_popular

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Pensar la Arquitectura hoy es posible sólo a condición de pensarla como no-arquitectura. Situar esta noción, corporizarla, exige propo-ner una serie de lecturas que den cuenta de la inversión sufrida por el objeto arquitectónico y la proyección de éste en el conjunto de trazados que vienen a significarlo, es decir, en un espacio urbano desprovisto de dimensiones en el sentido clásico de la identidad del lugar y el territorio; es decir, en un espacio sentido como desecho.

Respecto al proyecto histórico de la ar-quitectura ligado a la voluntad moderna, cuya inauguración establecida por los maestros de la vanguardia proponía una instalación de objetos reflexivos orientados por un proceder científico, que en sus más exactas consecuencias, debía transformar la vida; la nueva arquitectura presen-ta un insistente camino de vaciamiento.

La arquitectura moderna en su determina-ción histórica se erige desde el convencimiento de la crisis del objeto arquitectónico, situando su praxis sobre la percepción de la existencia de una fisura que se abre irreversiblemente entre la génesis de la ciudad y el territorio y la produc-ción de objetos arquitectónicos. Esta producción,

Arquitectura contemporáneaEstética y experiencia de lo urbano.

“Shop windows are the mass media of the city” Walter BenjaminUno. Anti-arquitecturas

Por: José-Luis Medel.

elocuentemente coludida con las condiciones de la producción de masas, se mueve hacia un decisivo aislamiento del objeto arquitectónico, el que va perdiendo en ese aislamiento, relación con el entorno urbano.

Este movimiento, propio de la modernidad, revela la crisis del objeto ya aludida, la que debe ser superada asumiendo con cada proyecto, la reconstrucción desde el objeto de las referencias a la ciudad y a la totalidad urbana. Así, observa-mos un esfuerzo significativo por construir con la condición de re-construir algo como un lugar, que en el horizonte de la sociedad industrial y sus producciones múltiples y aceleradas, se siente como perdido.

La arquitectura actual, hoy se nos revela como la opción sistemática de un pragmatismo negativo que acelera la inhabitabilidad de las ciudades contemporáneas, caracterizadas por un creciente proceso de desintegración y desarticu-lación, tanto de la experiencia del espacio y del objeto como de la identidad cultural e histórica, sin mencionar lo concerniente a la vida social y su disgregación, cuyo síntoma más elocuente es la proliferación de las desafecciones.

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Desde la perspectiva señalada, la imagen de la ciudad ya no es legible como un tejido de signos (paisaje), en que los símbolos y formas, en sus manifestaciones variables puedan, en efecto, ser interpretados de acuerdo a una topología de significaciones y funciones que hacen posible la comprensión de los símbolos de la cultura, de las instituciones y del poder, de los múltiples sistemas de identificación y desidentificación del individuo con la realidad. Comprendemos entonces, que se experimente una desaparición en este proceso irreversible de mutaciones e intercambiabilidades infinitas que no hacen más que consolidar la figura de la inpertenencia y de la pérdida del lugar. Sin legibilidad, o anulada esta, los símbolos y los signos pierden su poder y sus efectos, vagando en derivas permutables, despliegan el señalado paisaje de desafectos.

En relación a la arquitectura histórica, cuyo fundamento esencial fue la incuestionable capacidad de la forma para configurar significa-ciones dotando al entorno de contenidos como proyección de las posibilidades de la forma, ya el momento moderno reconoce una crisis de esta concepción, traduciendo su cuestionabilidad al territorio del objeto arquitectónico aislado. Inscrito en el espacio como “su crisis”, vendrá a alimentar experimentaciones donde el objeto, sometido a las cirugías más diversas podrá

proyectar una nueva habitabilidad en la medida en que, asumiendo la producción de masas, y atendiendo a sus exigencias, extenderá su posi-cionamiento del lugar disuelto en un proyecto. Proyecto es, obviamente, la creación o fabrica-ción de un entorno artificial que dará sentido al objeto aislado, protegiéndolo de su aislamiento, es decir, creando las condiciones de inserción, ya sea de la proyección de la forma en la naturaleza, imitándola y así, afirmándola, o distanciándose de esta para, en su hermetismo e indiferencia, constituirse en pura cultura.

Sabemos que en la historia estética de la modernidad y la tardo modernidad, la forma (no sólo arquitectónica) sufre una aceleración. Aceleración que, en el límite, conduce a su más profunda identificación con lo informe o premór-fico, o en su versión estructural se absolutiza en la consistencia ilimitada de lo puro. Recordamos esta aceleración ya que, por lo menos en lo que a la arquitectura respecta, ambos fenómenos presentarán modalidades que en su constitu-ción polarizada, pretenderán ser el origen de un paisaje cuyos contornos se hacen, a diferencia de la sistematización que aludimos, cada vez más difusos.

La ausencia de nitidez se manifiesta de forma explícita en la desprovisión de signifi-cados, pues, lo urbano, en su heterogeneidad contemporánea deja de lado todos los contenidos o estos resultan irrelevantes para la constitución de un proyecto a habitar. Con todo, podremos nominar estas arquitecturas como monumentos de la desolación.

Si admitimos que el diseño funcional del entorno, orientado a crear, insistimos en ello, las condiciones de sentido para el objeto ar-quitectónico aislado, producirá ligazones entre los distintos espacios formales o normativos de la circulación urbana bajo la modalidad del entramado espacial definido como organización de los barrios, funcionalidad del transporte, concentración comercial o zonificación; todas estructuradas como estrategias de unión al modo de redes de comunicación que, opuestamente a su función, erigen la confusión descomponiendo, desintegrando y aislando sistemáticamente cada lugar en múltiples lugares, hiperespecializando el sitio en un circuito de multilocalidades. Asistimos así, a la escenificación de figuras de la desola-ción en la forma de colecciones de ruinas, de colecciones de instalaciones diversas y plurales

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que desintegran los posibles nudos de relación, vividos como teatralidades de lo pasajero.

Interioridad-exterioridad. Presencia-despresencia.

Consideraremos la historia de la arquitectura moderna, como la historia de las relaciones entre arquitectura y ciudad. Estas pueden comprenderse como un desarrollo de etapas que intenta controlar la ciu-dad mediante procedimientos puramente arquitectónicos (planificación). Le Corbusier representa el paradigma de este proyecto a nivel de la escala monumental universal (vanguardia), legitimándose en la formulación de modelos de organización urbana. Ob-servamos en ello una renun-cia; adoptando, los métodos de la fabricación industrial, a la relación entre el objeto arquitectónico autónomo y a su contexto concreto, rebasan-do los conceptos clásicos de espacio y lugar.

Desde los medios de producción artificiales presen-ciamos el desenvolvimiento de la ciudad al modo de la instauración de una morfolo-gía definida por el estableci-miento de series que eliminan o desprecian toda jerarquía espacial, produciendo un es-pacio homogéneo. De acuerdo a estas condiciones verificamos la instalación de un espacio de la indi-ferencia o de la indiferencia urbana: fenómeno que, evidentemente, pro-mueve el anonimato y hace de éste su característica esencial.

Constatamos así, la desapa-rición de lo público y lo privado, o más exactamente la anulación de estas categorías de organización del espacio habitable. Lo público desaparece en una multiplicidad de

microespacios privados (dominios privados) o dominios parciales de dominio público. Podemos también advertir esta transformación en la transferencia virtual de lo público en la transmisión electrónica, donde asistimos al radical desplazamiento del habitat privatizado o semipriva-tizado por los medias. Allí lo social se manifiesta en una desaparición permanente bajo las formas de un

espacio fracturado.

Podemos afirmar que la expe-riencia de la ciudad contemporánea, se define por la presencia difícil-mente soportable de la violencia iconográfica de los medias, la que entrega una apropiación mediatizada de la realidad urbana. Deshaciendo las concreciones en imágenes cuya fugacidad es tan violenta como la rotundidad de su presencia. Así, per-cibimos el espacio exterior de la calle

como espacio interior, entendiendo que se ha producido una destrucción radical del espacio público o una disolución de éste en la transferencia de la interioridad a la exterioridad donde, se fusionan urbanísticamente en una calle interior ( pasajes) los símbolos del consumo: tiendas, res-taurantes, cafés; reagrupados en un conglomerado unidimensional. Lo señalado permite considerar proce-

sos de desintimización del espacio o una destrucción de los espacios de intimidad, al intercambiarse positivamente lo público y lo privado y, con ello, los ritos ligados a su constitución específica.

Comprendemos en esta dimensión la presencia de los Malls, como espacios de mundos introvertidos, clíni-camente estériles, cerrados hacia la ciudad y que en esta incomunicación escapan a toda intervención y vigilan-cia, a toda planificación y control. La irracionalidad del espacio público que reclama la estetización ( puesta en es-cena) de la ciudad, se realiza en el interior de las construc-ciones prolongándose en la definición de los interiores. En la obra de Wright, Museo Guggenheim, advertimos como se funde el espacio exterior en una calle interior, cuyo modelo se encuentra en

los garage-parking, fusionando un conjunto de lugares públicos en una calle interior propicia al flanneur, en un acontecimiento mediático que simula los espacios públicos urba-nos privatizándolos como refugios permanentes que permiten escapar a las condiciones reales de la ciudad. La calle, cuya emancipación formal se produce a fines del siglo XIX como modelo de orden y con fines estratégico-militares, llega a un nivel de desarrollo como el último grado de un espacio de desecho.

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Otras consideraciones.

Respecto a lo señalado en las líneas ante-riores, establecemos que el movimiento moderno diseña patrones, mientras que el momento actual dibuja escenarios. La ciudad es, en el fantasma postmodernista, una colección de instalaciones diversas de las que se obtiene una experiencia fragmentada. En sus dimensiones clásicas la ciudad para habitar se ha transformado en una ciudad para visitar ofreciendo un repertorio de estilos que simulan un parque de diversiones. El hombre contemporáneo desarraigado del lugar vive el espacio exterior como inhabiltable y en el extremo, inocupable. Al modo del conductor, o el turista, el habitante experimenta la ciudad mediatizada por los medios de información que la actualidad dispone: televisor, guía turística, radio; definiendo una existencia de seres sin aposento.

En cuanto totalidad la ciudad ya no existe y en nuestras condiciones actuales de la cultura de la imagen se ha venido a agregar una nueva

producción de imagen; la imagen de la cons-trucción sorprendente (Guggenheim Bilbao), y al autor el lugar del showman. Uno y otro, autor y construcción se incorporan al circuito de lo pasajero.

En estas transformaciones sucesivas, pa-rece decisivo, por lo menos para la arquitectura de las últimas décadas la determinación que ejerce sobre el cuerpo formal de la arquitectura el minimal art. Minimalismo y arquitectura viene a ser un tema especialmente relevante en cuanto supone la especialización de la forma y su radicalización y, al mismo tiempo despliega la discrepancia entre objeto artístico y objeto funcional. Desprendemos como consecuencia de esta influencia el problema de la unidimensiona-lidad del objeto arquitectónico contemporáneo, que, como ha señalado Richard Serra, sólo se ocupa del desenvolvimiento de superficies y volúmenes, descuidando el movimiento y el espacio. Pero donde se hace crítico este mo-mento de transferencia de modelos artísticos ejemplarizada por la del Minimalismo a la Ar-quitectura, es en la constitución de una forma ligada a la moda y el diseño. Este aspecto nos pone en relación con una de las problemáticas más decisivas de la práctica de la Arquitectura, es decir, las relaciones entre Arquitectura y Arte. No sólo en cuanto adopta modelos del arte para construir propuestas arquitectónicas sino, espe-cialmente, en la capacidad de la Arquitectura para acoger el Arte, como espacio de muestra de obras, de conservación de colecciones en fin, del despliegue de un modo particular de existencia de las obras de arte. Por ahora presenciamos la entronización del espectáculo.

“Frank Lloyd Wright’s broadacre city is a proposition for the whole of America. Le Cor-busier offered his city on at least four continents and if he could he would have offered itmon five. Mies van der Rohe produced an architecture that –in his opinion- could exist in Europe or in America. Now, the person who generalizes is inevitably almost a fool. The time for gene-ralizatiosis over. There are no similarities any more between conditions. The new period, the presente moment needs an endless repertoire of intelligent specificities, an explosion of differen-ces. The future will be high-specific, not general. It will be a rule o exeptions, and only the most flexible will be heroic. The future wil be the end of consistency”.

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MÉXICO (30/MAY/2010).- La arquitec-tura contemporánea se ha vuelto terriblemente soberbia, vive un protagonismo desmedido que la ha llevado a caer en una serie de excesos que le impiden tener el rigor y la intensidad que debería tener en el contexto actual, criticó el arquitecto Carlos Mijares Bracho.

Entrevistado en la inauguración de la muestra ‘El pasado comenzó ayer’, que se abrió este fin de semana en la Casa de la Primera Im-prenta de América de la UAM, Mijares Bracho lamentó que esta disciplina no tenga el presente que pudiera tener.

El arquitecto, quien ha sido docente de universidades como la Nacional Autónoma de México y la Iberoamericana, aseveró que espa-cios como el Centro de Cómputo del gobierno en

Soberbia en la arquitecturaCarlos Mijares Bracho, dijo que la arquitectura de hoy es de mala calidad porque no considera

las necesidades básicas

Morelia, Michoacán; los edificios industriales de Fertilizantes del Bajío, en Salamanca y la Planta de Motores VAM, en Toluca, han soslayado su contexto haciendo que ‘la ciudad cada vez exista menos’.

Mijares Bracho, quien ha erigido espacios religiosos, como la Parroquia del Perpetuo Soco-rro, en Ciudad Hidalgo, y en el Distrito Federal la Christ Church, comentó que la arquitectura cotidiana, que se hace hoy en día para vender es de muy mala calidad.

‘Dónde está una plaza, un espacio de reunión para la comunidad, no se contemplan una serie de servicios, es lamentable lo que ha pasado’, añadió.

Una de las cosas de la arquitectura actual – la que más se publica, la que está de moda,

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dice con una carcajada - es la que se ha vuelto a su juicio desmedidamente protagónica, llena de trivialidades.

‘Por ejemplo -dijo- hacer el edificio más alto del mundo y que dure a lo mejor dos meses, porque dentro de tres habrá otro que lo supera en 25 metros. Son valores muy efímeros y muy relativos’.

En su opinión, este protagonismo que tiene que ver con los materiales y las tecnologías, tam-bién implica un uso de los recursos económicos muy desmedido.

En México, recordó, la arquitectura era muy preocupada por el costo, que no tuviera sobre costos, pero hoy eso no pasa, porque hay un sobre costo que no tendría que existir, sobre todo en una época de tantas carencias. El arquitecto mexicano, cuyo estilo ha girado en torno a las facultades estructurales, visuales y físicas del tabique rojo, acotó finalmente que la arquitectura es ‘un fenómeno extraordinaria-mente complejo’, debido a que tiene un estrecho vínculo con la vida de los seres humanos y ésta es en sí compleja’.

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Medellín es una de esas ciudades de Co-lombia donde parece que el ambiente cambia con las diferentes épocas del año y en verdad este cambio es perceptible en la temporada decem-brina de fin de año, cuando a los días calurosos de verano; se les suma los colores de la navidad en el comercio y en las residencias, el ritmo mu-sical caribeño de notas de jolgorio se impone, el aroma a buñuelos y a postre de natilla se percibe por todos lados, los villancicos al niño Jesús se imponen al caer de la tarde, las luces múltiples se encienden y tornan distinta la oscuridad de las noches, las personas traen consigo una sonrisa dibujada de lado a lado; pareciera que nada ni nadie escapa a las tradiciones y todo se confabula para celebrar la natividad del Señor. En cuanto al firmamento, este no podía pasar inadvertido y es por eso que su tono azulado se veía engalanado por múltiples formas multicolores que suben a merced del viento, juguetean y luego caían o desaparecían a lo lejos entre nubes o montañas; eran los globos, compañeros que transmitían entusiasmo, alegría y asombro para cualquiera que les vea desde la tierra; esta tradición aunque casi extinguida en estos tiempos por el ritmo vertiginoso de nuestra vida.

Pues bien, toda esa parrafada era para decirles que uno de los lugares que aún conser-va esta hermosa tradición a pesar del tiempo, es el pedazo de falda llamado El Cucaracho, ¡CUCARACHO!...¡mire usted qué nombre!, como exclamó Don Tomas Carrasquilla al re-ferirse a este barrio del occidente de Medellín en un capítulo entero de su novela costumbrista Frutos de Mi Tierra; esta se publico en 1896, pero 78 años antes, es decir en el año de 1818 (todavía no se libraba la Batalla de Boyacá que

El CucarachoPor: Lisandro Mesa Orozco. -fragmento-

libraría a Colombia de la reconquista española) ya se tenía noticia de un punto en el camino que de Aná (Medellín) conducía para Santa Fe de Antioquia (la ciudad madre), al que denomina-ban el llamado Cucaracho.

En este tranquilo y placido lugar se asentó la Familia Molina en el año de 1886 como se constata en el archivo histórico de Medellín y con ellos se dio inicio a la vida social del sector.

Y aprovecho para recordar aquella locu-ción latina que dice: “Age, libértate decembri… útere” (Anda, aprovéchate de la libertad de diciembre) y que fue exclamada por Quinto Horacio Flacco al dirigirse a su esclavo (Sátiras II,7,5). En las saturnales de diciembre los escla-vos disfrutaban de cierta libertad. ¡Qué bella es la navidad y que buena es la libertad!.

El barrio El Cucaracho se resiste a des-aparecer no obstante lo que tuvo que ceder para dar paso a una vía. Tal vez así es que se borran las tradiciones de un pueblo con el mal llamado progreso. Lo de la desaparición del barrio es un proceso que empezó en el año 1999 e inmedia-tamente nos dimos a la pelea. La vía debe se hizo prevaleciendo el interés común sobre el particular, pero no desfallecemos y tratamos aún de lograr el imposible, que una vía no arrase la identidad cultural de un pueblo, vital para histo-ria y sus registros y sin la cual el conocimiento no progresaría y el olvido se levantaría como el más arrogante enemigo de la verdad, como lo dijo Pedro Nel Yarce.Fin de artículo de Lisandro Mesa Osorio - Mecánico industrial de profesión pero historiador por vocación, en especial historiador del barrio El cucaracho de donde es oriundo a mucho honor.

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Comentarios de estudiosos de la obra de Tomás Carrasquilla

Alrededor de frutos de mi tierra

De «Frutos de mi tierra» a «Luterito» Por: J. Alberto Naranjo

Durante la última década del siglo XIX, Carrasquilla escribió mucho y muy bueno. Primero fue Frutos, cuya cronología ya hemos logrado precisar bastante: la conversación sobre si aquí había o no materia novelable fue en el Casino Literario hacia 1890. Entre ese año y el siguiente escribe, en Santo Domingo y durante los días de invierno, el primer mamotreto. En la Revista Santandereana de diciembre 6 de 1891, Nos. 5-6, publicóse un fragmento de una novela de Carlos Malaquita, Jamones y Solomillos, que corresponde a la versión preliminar del capítulo X de la novela. Este hallazgo mereció un capítulo aparte, por cuanto -además de contribuir a aclarar la cronología de Frutos... permite averiguar, por el cotejo entre las dos versiones, de qué tipo eran los pulimentos del orfebre, con qué criterios corrige, matiza, hila y deshila sus propios textos Don Tomás*. Y en agosto 2 de 1893 publica El Espectador un fragmento de la novela inédita Jamones y Solomos, de Tomás Carrasquilla, intitulado Medellín y el Cucaracho, que co-rresponde al capítulo XXVI, primera parte, sin modificación respecto de la versión final. Según esos datos se infiere que Carrasquilla pudo

terminar el primer mamotreto y hasta pulirlo, entre 1891 y 1893. Para estar seguros sólo falta localizar el estudio de Palacio Valdés. Los tres años siguientes corresponden a los trámites edi-toriales (lectura de la novela por varios amigos y parientes, decisión de publicarla, viaje a Bogotá a fines del 95, intensa correspondencia) hasta que sale la pulcra edición a comienzos de 1896.

Varios acontecimientos de esos años alte-ran drásticamente las costumbres y el ánimo de Carrasquilla. La muerte de su abuelo Bautista debió calar hondo en su alma, y ponerlo memo-rioso: una ausencia así es como el secarse de una corriente de agua, el silenciarse de un río de palabras. Tuvo que darse la palabra él mismo a partir de entonces. Pero el abuelo Bautista hizo bien su obra, espiritual y material. También dejó al nieto cierta fortuna, con la que emprendieron viaje a Medellín y se instalaron cómodamente en casa construída a su propio gusto. Carrasquilla se dedica a escribir, por duelo y por vocación. El estímulo que fue la recepción entre los críticos de su primera novela no es de desdeñar tampoco.

…Tanto los ambientes interiores como los exteriores son descritos de manera minuciosa, de acuerdo con la tradición del realismo. Al refe-rirse a la habitación de Agusto, y para enfatizar

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su falta de interés por las letras, afirma: «Nada que huela a libro, ni a impreso, ni a recado de escribir. Pulcritud, simetría y brillo, eso sí, por todas partes» (p. 7). La tienda de los hermanos Alzate se describe con base en largas listas de productos y en su ubicación en los estantes (p. 22). En cuanto a los exteriores, menciona o des-cribe la Iglesia de la Veracruz, la Plaza de San Roque y otros sitios famosos por aquella época en Medellín y le dedica varias páginas a «la falda del Cucaracho», en donde ha ido a vivir Agusto a raíz de su enfermedad (capítulo XXVI). Desde allí se divisa un amplio panorama: Santa Elena, Alto de las Cruces, El Poblado, Morro de los Cadavides, Bermejal, Pan de Azúcar; describe también la vegetación, clima, vías de acceso y tipología de sus habitantes. Habla de ciertas costumbres, como la del paseo los domingos por la tarde, cuando se encuentran las muchachas vestidas de acuerdo con «el último figurón», el joven jinete orgulloso de su «galapaguillo fran-cés» y la calesa de algún «ricacho que pasaba majestuosa» (p. 56). A las fiestas les dedica largas páginas para describir tanto su aspecto callejero y popular como el refinado en los clubes sociales (págs. 115 a 132).

La ciudad: escenario o ámbito formador. Por: Jorge Orlando Melo

Los cuatro relatos mencionados se centran en Medellín, pero en otras obras Carrasquilla describe la ciudad, sus calles, sitios y costumbres. En El Zarco, de 1922, el protagonista, un niño blanquito recogido, va con sus padres adoptivos a Medellín, a conocer y a rezar. El narrador describe, por ejemplo, a Hatoviejo: “era en ese entonces una aldea arcadiana; la iglesia, originaria de la población, se destacaba en el centro de la plaza, con su huertecillo atrás y sus cipreses. Aunque insignificante por su construcción, guardaba la poesía del pasado y la historia del lugar; pero ese viento antitradicionalista que sopla en Antioquia de algún tiempo acá destruyó el templo en perfecto buen estado.” Aquí no se aguanta don Tomás la gana de expresar su queja por la destrucción de la iglesita, aunque esto no tenga mucho que ver con la narración.

Después recorre mercados y calles, y la descripción deja ver su estado de ánimo, y a veces el de Rumalda, pero a veces el narrador interrumpe el relato con sus comentarios, sus

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críticas a las decisiones de la Sociedad de Me-joras Públicas, y finalmente lo resume todo en dos páginas generales: “La capital del Estado Soberano de Antioquia era, en aquella época, un población de quince mil habitantes, con todo y sus fracciones. Carabobo y Ayacucho, las dos vías más largas que la cruzan, de las cuales parte la novísima división, medían seis cuadras la carrera y diez la calle…” A la descripción física sigue ordenadamente la descripción de las cos-tumbres y los hábitos, los vestidos, las canciones, los periódicos, las imprentas, la plaza de mer-cado, las comidas, los paseos, el Doctor Berrío. Carrasquilla, que está escribiendo en 1921, entra en un tono nostálgico y evocador, inquieto con una modernización que pueda borrar del todo el pasado: “Pero aquí nos aterran las antiguallas: nuestro presente nos lo explicamos sin el pasado; nuestra historia no nos importa; aquí no vienen a mandarnos los muertos: lo moderno es nuestro lema, y … santas pascuas.” 457

…es posible encontrar en estas últimas obras descripciones puramente objetivas y hasta líricas de la ciudad, que no vienen al cuento, como el mismo lo dice después de una descrip-ción algo poética de “El Cucaracho” en Frutos de mi Tierra, y encontrar en El Zarco o Hace Tiempos textos en los que el ambiente se define a partir de las acciones o la sensibilidad de los protagonistas

Carrasquilla nos dejó pues una serie de imágenes de Medellín entre 1866 y 1936. Setenta años de vida de la ciudad, desde que fue a vivir allí por primera vez, cuando salió de Santo Do-mingo para ir a estudiar a la Universidad, hasta su vejez. Las descripciones más vigorosas de la ciudad, y también de Antioquia, tienen que ver, en mi opinión, con una contraposición simple entre la simulación y la sencillez auténtica de quienes rechazan el mundo de las apariencias mentirosas. Esta sencillez es la virtud que pone el autor en el centro de su valoración de la sociedad de su época, y que se ha formado a lo largo de la historia de la región, en las zonas rurales y mineras y en los pueblos de plaza e iglesia. La misma historia, sin embargo, ha dejado en muchos antioqueños una fascinación con embelecos de aristocracias e hidalguías basadas en la sangre. En el Medellín de fines de siglo, algunos mantienen las antiguas virtudes y otros exageran los antiguos defectos. Nadie sabe hacia donde pueda dirigirse esta sociedad, tan llena de virtudes pero tan llena de vanidad y de autocomplacencia. Carrasquilla quiere conser-var las virtudes del pasado pero no rechaza los progresos del presente, y la sencillez y verdad que defiende, tanto en el mundo de la literatura como en el de la vida, le abren el camino para una actitud que supera en lo fundamental el racismo y el clasismo extremos de los antioqueños pre-sumidos de su época. No es ni un tradicionalista ni un revolucionario: es un novelista, capaz de dibujar una sociedad compleja en un momento de cambio acelerado, y de reconocer y hacer visibles los dramas que la atraviesan. Y lo que ve y describe no parece una agitación superficial de la corriente, sino algo más bien profundo y duradero: si vemos al Medellín de hoy, ¿Hemos dejado de creer finalmente en la idea de que los antioqueños hacemos parte de una raza especial? ¿Podremos decir que se ha curado en algo la va-nidad de las familias, el amor presuntuoso a las genealogías y a la sangre española, el desprecio de la negramenta y el populacho, la evaluación de la calidad de las personas por su pertenencia a una u otra rama familiar? Tomás Carrasquilla no alcanzó a escribir acerca de las más recientes transformaciones de nuestra sociedad, ni vivió el terremoto social de las grandes fortunas de fines del siglo XX. Pero al leerlo hoy, nos parece tan cercano porque aunque todo ha cambiado, muchas cosas siguen iguales.

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Debo empezar aclarando que voy a referirme a algunos temas en los que no soy especialista. Mi interés por los problemas de la tecnología, el desarrollo y la participación ha sido más personal que académico. Sin embargo quiero justificarme argumentando que, como simple ser humano y como ciudadano, puedo reclamar el derecho de opinar públicamente sobre aspectos de la sociedad y la cultura moderna que, de un modo u otro, influyen en mi vida y en la de mi entorno social, cultural y natural. Recojo pues la exigencia de aquellos que, como Paul Feyera-bend y tantos otros, consideran que los asuntos de la ciencia, la tecnología y el desarrollo son demasiado importantes para dejarlos en manos de tecnócratas y expertos.

En el siglo XX fueron muchos los filósofos que tomaron una posición crítica frente a la cien-cia y la técnica contemporáneas: T. W. Adorno, M. Horkheimer, E. Husserl, M. Heidegger, H. Marcuse, J. Habermas (para citar sólo nombres del campo alemán), son algunos de los que han hecho importantes planteamientos sobre la incidencia, no siempre positiva, de la ciencia y la técnica sobre el hombre y la cultura contem-poráneas. Sin embargo, como ya dije, no voy a

El compromiso social de la ciencia y la técnica

Por: Pedro Posada Gómez Universidad del Valle.

hablar desde la filosofía, sino desde el punto de vista de alguien que, a partir de una preocupación personal, ha recopilado una bibliografía y desea compartir con ustedes los aspectos que considera más interesantes de esas lecturas.

La bibliografía que he consultado es la siguiente: El libro Tecnología Alternativa de David Dickson; el ensayo elaborado por Man-fred Max-Neff y un equipo de investigadores latinoamericanos, titulado: Desarrollo a Escala Humana; y dos libros de la Open University de Londres: Diseñando el Futuro, y Diseño, Tecnología y Participación, escritos por Nigel Cross, David Elliot y Robin Roy.

El artículo constará de tres partes, en la pri-mera se partirá de una breve crítica al cientifismo para pasar inmediatamente a una crítica del mito de la neutralidad ético-política de la tecnología, mostrando sus implicaciones sociales, políticas y económicas; y terminaré con una breve pre-sentación de la llamada tecnología alternativa o tecnología convivencial.

En la segunda parte se presentarán las ideas centrales de la propuesta de Desarrollo a escala humana, partiendo de una ubicación de

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los conceptos de modernización, industrialización y desarrollo.

En la tercera y última hablaremos de las distintas modalidades de la participación, como un ingrediente necesario de la democratización económica y política; del desarrollo a escala humana y del control de la tecnología por parte de la sociedad civil.

I. El mito de la neutralidad de la ciencia.

El mito de la neutralidad de la tecnología está basado en la ideología del cientifismo que, a su vez, se legitima en la interpretación positivista de la práctica científica como búsqueda de una verdad empíricamente descubierta. El positi-vismo combina las tradiciones del pensamiento empirista y racionalista, para reforzar a posteriori la fe de los científicos (y del público en general) en la validez exclusiva de la verdad científica (1). Por su parte el cientifismo es la transforma-ción del positivismo en una filosofía social, que expresa “la convicción de que ya no se puede entender la ciencia como una forma del conoci-miento posible, sino que debemos identificar al conocimiento con la ciencia”(2), descartando y descalificando cualquier otra forma del saber y del conocimiento.

Pero como nuestro tema no es el positivis-mo, ni el cientifismo sino la idea, o el mito de que la tecnología es un mero instrumento neutral, ni bueno ni malo, sino dependiente del buen o mal uso que de ella se haga.

En el ensayo de Miguel Quintanilla, “El mito de la ciencia”, se muestra como las ideas de que la ciencia es absolutamente objetiva, progresiva, autónoma y axiológicamente neutral, pertenecen más a una visión mítica, alimentada por el positivismo, que a la realidad de la ciencia. Allí se muestra que los imperativos del desarrollo tecnológico (dependientes a su vez de intereses políticos, económicos y militares) condicionan y determinan el desarrollo de la investigación científica.

Aquí queremos enfatizar la idea de que la tecnología no es neutral, no sólo por el uso que de ella se haga, sino además por su misma natu-raleza. A pesar de que muchas máquinas, tomadas aisladamente, puedan jugar un papel neutral con respecto a los procesos políticos, para una mirada global al sistema socio-económico “...es impo-

sible separar los procesos de cambio técnico y político, (...) y la tecnología debe contemplarse como la expresión y la articulación de procesos políticos, y no meramente como un producto o un determinante de dichos procesos”(3), los procesos asociados con la tecnología son un resultado tanto de la naturaleza de la tecnología como del modo en que es utilizada.

El papel político que juega la tecnología en la sociedad, relacionado con la distribución del poder y el ejercicio del control social, ocurre tanto a un nivel material como ideológico: “A nivel material, la tecnología mantiene y promueve los intereses del grupo social dominante”, a nivel ideológico “actúa como un modo simbólico de apoyar y propagar la ideología legitimadora de la sociedad, su interpretación del mundo y la posición de los individuos en éste” (4). Como es de todos sabido, en las sociedades de clases los intereses de los grupos dominantes son mantenidos por modelos jerárquicos de organización social, acompañados de formas autoritarias de control social, pero, además, estos modos dominantes de organización jerárquica y control autoritario “se han incorporado a la tecnología y coinciden con ella” (5).

Sucede también que las decisiones más importantes sobre el desarrollo tecnológico no son tomadas tras un debate público, o una con-sulta sobre su deseabilidad general, sino que se deciden en función de su viabilidad comercial y las perspectivas financieras en el mercado.

Cuando, eventualmente, los tecnócratas, los expertos o los planificadores tienen que someter a discusión sus decisiones, enmascaran su presen-tación con una muralla de argumentos técnicos, a menudo utilizados para desviar cualquier tipo de pregunta “no experta”, es decir, para desalentar la participación pública en las discusiones.

En su campaña presidencial de 1912, Woo-drow Wilson afirmaba: “Lo que yo temo es un gobierno de expertos. ¿Que importamos nosotros si vamos a ser científicamente cuidados por un pequeño número de señores que son los únicos hombres que conocen el asunto? Porque si no entendemos de nuestros asuntos, no seremos hombres libres” (6).

Ralph Lapp consideraba, en la Norteamé-rica de los años 60, que ya se había llegado a la situación temida por Wilson, y la consideraba una amenaza para la democracia, “la nación

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-decía- depende cada vez más para su bienestar de un reducido grupo de gente que forman una élite científica y técnica”. A esto D. Dickson agrega que “una de las consecuencias más evidentes de vivir en una sociedad industrializada consiste en que el individuo se encuentra cada vez más al margen de muchas de las más importantes decisiones tomadas por (o, mejor, a nombre de) la sociedad en que vive” (7).

Dickson, sin embar-go, considera que en la “tecnoestructura” formada por el gobierno, la industria y las universidades, que combinan sus esfuerzos para formar un consenso corporativo, “los científicos y tecnólogos poseen poder solamente a través se su adhesión y alianza con respecto a una base política preestablecida”(8), “Sin duda - agrega - muchos de ellos están en situación de aconsejar sobre decisiones con amplias implicaciones sociales y políticas.(...) sin embargo sólo se les con-cede la libertad de tomar decisiones que han sido aprobadas políticamente o que pueden llegar a serlo.” (9). Más frecuentemente los científicos y tecnólogos son utilizados para “añadir una máscara de objetivi-dad - y en consecuencia una supuesta neutralidad- a las decisiones políticas. A esto se ha referido J. Habermas cuando (en La ciencia y la técnica como ‘ideología’) señala que después de la crisis de las ideologías religiosas y políticas, la ciencia y la técnica cumplen la función de justificar ideológicamente al sistema.

Esta presentación de las cues-tiones políticas y de los intereses económicos particulares, como

si fuesen meros asuntos técnicos, conduce a una despolitización de la sociedad civil y los pocos individuos que logran escapar a esta ideología, al verse marginados de la posibilidad de opinar y decidir sobre asuntos que influyen en su vida (y obviamente, en su entorno) quedan con la única posibilidad de manifestar su des-acuerdo llevando a cabo actividades colectivas de grupos de presión.

Recapitulando lo dicho, es posible afirmar que la tecnología de la sociedad contemporánea es com-plemento necesario de un sistema po-lítico y económico caracterizado por la explotación de los hombres y del medio ambiente natural. En opinión de Marcuse: “la fuerza liberadora de la tecnología- la instrumentalización de las cosas- se convierte en una traba para la liberación: la instrumenta-lización del hombre”(10). Más es

un hecho que no podemos apostar indiscriminadamente por la “fuerza liberadora de la tecnología”, pues la tecnología es - junto a la ciencia- la principal fuerza productiva de las sociedades industrializadas y como ha dicho André Gorz: “las fuerzas productivas son moldeadas por las relaciones de producción capitalistas (y) la importancia de éstas últimas sobre las primeras es tan profunda

que cualquier intento por cambiar las relaciones de producción estará condena-do al fracaso a menos que se realice un cambio radical en la naturaleza de las fuerzas productivas, y no sólo en la manera en la que son utilizadas y en los objetivos hacia los que tienden”(11). Es por ello que tendremos que hablar más adelante de tecnología alternativa.

Dickson resume así las características de lo que el llama la ideología de la in-dustrialización: “La indus-trialización proporciona una aparente racionalidad - y por ello parecen legítimas - a políticas de naturaleza explo-tadora. La industrialización promete la emancipación por medio de las máquinas, y efectivamente ha conseguido elevar el nivel de vida de mucha gente; pero al mis-mo tiempo es utilizada para justificar la cada vez mayor dominación y opresión su-

frida por el hombre (...) predica la igualdad social y la democratización que aportarían las máquinas y, sin embargo (...) es utilizada para legi-timar y promover nuevas divisiones clasistas y desigualdades. Por encima de todo, la industrialización predica la neutralidad política de la tecnología (...) Y produce una tecnología que es reflejo directo de la ideología de la sociedad tecnocrática avanzada, es decir, el dominio del “pensamiento

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científicamente racional” y de formas autorita-rias del control social por encima de cualquier otro tipo de interpretaciones de la experiencia humana” (12).

Incluso en campos cercanos a las ciencias humanas, como la dirección de empresas, se ve reflejada la tecnología productiva en el llamado “árbol jerárquico”. Este modelo de organizar la producción y la gestión empresarial supone una forma de organización a través de la cual los gru-pos se encuentran subordinados a un individuo (o equipo) que está en el nivel superior. “El árbol invertido proporciona el modelo de organización en el cual la información puede ascender hasta la dirección de la empresa, y las instrucciones descender hasta la fuerza de trabajo. Al igual que en el ejército, el poder político y la posibilidad de control se encuentran fragmentados en la base y consolidados en la cúspide. El deseo de mantener las relaciones jerárquicas ha conducido a la adopción de más técnicas productivas que parecen necesitar a aquellas” (13)

En lo que respecta al Tercer Mundo, D. Dickson afirma que la tecnología se ha conver-tido en un mecanismo importante para que los intereses del capitalismo mantengan su control económico sobre los países pobres. Pues en los países subdesarrollados se equiparan los con-ceptos de modernización y desarrollo con el de industrialización, y es en ellos donde “ideología de la industrialización” ha tenido los efectos más perniciosos. (14).

Desde hace varias décadas han surgido, primero en los países industrializados, individuos, grupos e instituciones, que proponen e intentan implementar una tecnología alternativa, (que

también ha sido llamada tecnología radical, utópica, de bajo impacto, del pueblo, liberadora). D. Dickson resume así los elementos comunes a estas diferentes concepciones de la tecnología alternativa: “Mínima utilización de los recursos no renovables, mínimas interferencias ecoló-gicas, autosuficiencia regional y subregional y eliminación de la explotación y de la alienación de los individuos”(15)

Ya Aldous Huxley había planteado que necesitamos “un progreso tecnológico orientado de modo diferente, (que de como resultado) una progresiva descentralización de la población, de la accesibilidad al poder político y económico, y de la propiedad de los medios de producción”. (16)

Se considera que la tecnología alternativa puede demostrar a largo plazo que proporciona la única base posible para un estilo de vida que sea personalmente satisfactorio, socialmente justo y económica y ecológicamente viable. Para D. Dickson “...las demandas de una tecnología alternativa que, pueda suministrar trabajo pro-ductivo y satisfactorio para tantas personas como sea posible, y de formas sociales alternativas, que puedan garantizar el desarrollo de ese trabajo sin alienación ni explotación, se hacen cada vez más relevantes”. Y agrega : “los científicos, los técnicos, los ecólogos y los marginados han de-mostrado que es posible concebir una forma de tecnología basada sobre una relación armoniosa, tanto entre el individuo y el medio ambiente na-tural, como entre cada miembro de la sociedad”; sin embargo, “las barreras que impiden el logro de estas relaciones son políticas “ y “ hasta que se derriben, los proyectos de un futuro alternativo para el hombre de occidente, por muy razonables y convenientes que parezcan, seguirán siendo inevitablemente utópicos”. (17)

Dickson considera -y en esto coincide en parte con el Marcuse de “El final de la utopía” - que “ una alternativa genuina sólo puede ser desarrollada - al menos a una escala de cierta importancia - dentro del marco de una alterna-tiva con respecto al conjunto de la sociedad. Su realización es una tarea política. La lucha por la emancipación frente a una tecnología evidente-mente opresiva y manipuladora coincide con la lucha por la emancipación frente a las opresivas fuerzas políticas que la acompañan”. (18)

Para este autor “idealmente una tecnología proporcionaría un marco para la expresión de

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la iniciativa colectiva y del control comunitario, así como para el desa-rrollo de todas las capacidades y de la creatividad del individuo” (19) Pero también advierte que “...es imposi-ble pensar en términos de cambios tecnológicos, a menos que estemos simultáneamente preparados para tomar en consideración la necesidad de un cambio político y social” (20)

A partir de otras considera-ciones Iván Illich hace un cuestio-namiento radical de lo que él llama las “herramientas” de la sociedad contemporánea, entendiendo por “herramienta” no sólo la técnica material, sino además los programas, sistemas, procesos e instituciones sociales. Han sido blancos de sus críticas herramientas como la Escue-la, la Medicina, el Trabajo Social, el transporte, la Ingeniería y la construc-ción. Para Illich “el progreso debería significar una mayor competencia en el cuidado de sí mismo, en lugar de una mayor dependencia”, que es lo que realmente crean las profesiones, técnicas e instituciones actuales. De allí que Illich propugne por una desprofesionalización de la sociedad, para lograr simplificar y diseminar las técnicas y procedimientos de la capacidad profesional, de forma que los individuos puedan ejercer una mayor autonomía personal en sus vi-das. Esto implica que también pueda usarse la ciencia para simplificar las herramientas y para permitir que el profano moldee el medio ambiente a su gusto. “Ha llegado el momento de sacar la jeringa de manos del doctor -dice- tal como le quitaron la pluma de la mano al escriba durante la Re-forma, en Europa”. (21)

Para Illich las herramientas convivenciales son las que “pueden ser fácilmente usadas por cualquiera, con la frecuencia que desee, para el logro de un propósito elegido por el usuario”. Esta propuesta implica también la idea global de una “so-ciedad convivencial”, la cual “sería

el resultado de unos acuerdos sociales que garanticen para cada miembro el acceso más amplio y libre a las herramientas de la comunidad, y que limiten su libertad sólo en favor de un libertad igual de otro miembro (...) Una sociedad convivencial debe diseñarse de tal modo que permita a todos sus miembros la acción más autónoma posible mediante herra-mientas sometidas al menor control posible por parte de otros”. (22)

Para terminar esta parte citemos por última vez a D. Dickson, en un párrafo que señala posibles derroteros para el trabajo en la Universidad: “Es importante -dice- atacar las estructuras basadas en el “curriculum” que aún mantienen modelos de jerarquía social y que mantienen la mística del experto legitimando el dominio de la pericia técnica. No debe separarse la teoría de la práctica en lo que respecta a la enseñanza de la ciencia y la tecnología; esto no significa que haya que dar más “prácticas” convencionales, sino que exista una vinculación entre la ciencia y la tecnología tal y como se enseñan

(...), y una conciencia sobre la forma en que están relacionadas con las ex-periencias sociales de la comunidad y sobre la forma como pueden ayu-dar a desarrollar estas experiencias. Finalmente, las barreras que separan a la ciencia y a la tecnología de las humanidades deben ser consideradas como producto del sistema docente y del sistema político que las mantiene, y no como una división natural de las categorías de la actividad social o cultural”. (23)

II. Sobre el desarrollo.

Como ya se dijo, en los países del Tercer Mundo se tiende a unificar en un sólo concepto los de moderni-zación, desarrollo e industrialización. La modernización se mira sólo en su aspecto económico y cuantificable, descuidándose lo fundamental: la modernización a nivel cultural y político. El desarrollo visto también unilateralmente, por su calculabilidad en el PIB, conduce a un desarrollismo que desconoce las necesidades reales de la gente.

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En el boletín “Unicauca Hoy” del 26 de marzo se publica un ar-tículo del escritor venezolano A. Uslar Pietri, titulado “Subdesarrollo y Mentalidad”, y que caracteriza a los países desarrollados como aquellos que han alcanzado “los niveles más altos conocidos en la historia, de capacidad de producir riquezas, niveles elevados de vida y de consumos, bienestar colectivo y progreso científico, tecnológico y social”, y opone este cuadro al de aquellos países que no han podido “alcanzar un nivel de crecimiento económico que les hubiera permitido atender con eficiencia a las necesida-des elementales de sus poblaciones: alimentación, trabajo, educación, salud y derechos humanos”. Hasta aquí, nada nuevo, pero el problema comienza cuando Uslar Pietri quiere plantear su explicación de la causa del subdesarrollo, “el subdesarrollo -dice- no es un fenómeno producido por causas geográficas y materiales, sino por una manera de concebir la acción individual y pública”, “es -agrega- una cuestión mental”, “una cierta forma de entender la vida y la misión del ser humano, un modo de sentir la vida y su propósito”.

Pero esto ya es otro decir, pues esta bien que es necesario considerar el papel de las mentalidades colec-tivas, y de las mentalidades de la élite, en el desarrollo de los procesos históricos; pero se cae en el idealismo más craso si se niega el papel de los determinantes materiales y estructu-rales: La condiciones materiales de vida de la población, las relaciones de propiedad, las relaciones de pro-ducción, las condiciones de trabajo, los medios técnicos, y especialmente los mecanismos políticos que rigen la sociedad. Es decir, que además de la idiosincrasia de los pueblos y del imaginario político de las élites gobernantes, se deben tener en cuenta aspectos como la dependencia políti-ca, económica y cultural de los países del Tercer Mundo.

José Vicente Katarain, en un articulo de la sección económica del Espectador, titulado: “Modernización vs. Desarrollo”, hace importantes precisiones sobre nuestro tema. Dice Katarain que al tratar Colombia (y América Latina) de copiar el modelo de modernización occidental, en lo que respecta al aparato productivo, lo que ha conseguido es un 50% de pobreza absoluta y un alto grado de violencia y disolución social, pues “el modelo de modernización (eco-nómica) occidental es de altísima inversión en capital y tecnología y menor utilización del recurso hu-mano”, lo cual obviamente genera desempleo. Además de los proble-mas que ese modelo a creado en el Mundo Occidental, sucede que en América Latina “ no tenemos, ni tendremos generación de capital y tecnologías propios” que nos permita “engancharnos (competitivamente) al modelo occidental de modernización industrial”. A lo que agrega Katarain que el esfuerzo por “compaginar los esquemas de la economía occiden-tal modernizante que impulsan las entidades como el Fondo Monetario o el Banco Mundial, con nuestras economías atrasadas, termina ge-nerando ajustes económicos que debilitan los mercados internos y el poder de compra de los salarios latinoamericanos”. Katarain termina su artículo proponiendo la creación de tres planes de desarrollo, para los tres sectores de la economía colom-biana: “Una para el sector moderno industrial, otro para las empresas productoras para el mercado interno y un tercero para el gigantesco 50% o 60% de la economía colombiana que es informal y marginada social”. Creo que la propuesta de Desarrollo a Escala Humana (D. a E.H.) es una alternativa que encaja con estas pro-puestas de J.V. Katarain.

Sólo presentaré algunos aspec-tos generales de la propuesta de D. a E. H., elaborada por el premio nobel

alternativo de economía, el chileno Manfred Max- Neff y un equipo de investigadores sociales latinoame-ricano.

Después de un breve análisis de las crisis de los modelos de desarrollo implementados en América Latina, los autores expresan así los objeti-vos del D. a E. H. :”Tal desarrollo se concentra y sustenta en la satis-facción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de auto dependen-cia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado”.(24) En este aspecto político-estatal, el desarrollo a Escala Humana apunta hacia una necesaria profundización democrática. Al facilitar una práctica democrática más directa y participa-tiva puede contribuir a revertir el rol tradicionalmente semi-paternalista del Estado latinoamericano, en el rol estimulador de soluciones creativas que emanen desde abajo hacia arriba y resulten, por lo tanto, más con-gruentes con las aspiraciones reales de las personas” (25)

Esta nueva perspectiva para el desarrollo plantea un desafío que “consiste en que políticos, planifica-dores, promotores y, sobre todo, los actores del desarrollo sean capases de manejar el enfoque de las nece-sidades humanas, para orientar sus acciones y aspiraciones”. Los autores presentan, en consecuencia, un marco general para una teoría, entendible y operativa, de las necesidades hu-manas, no sin antes aclarar que esta teoría no puede sustentarse desde una disciplina particular, pues “la nueva realidad y los nuevos desafíos obligan ineludiblemente a una trans-disciplinariedad”. (26) Consideran que ya no quedan problemas particu-lares de cada disciplina, pues la cre-

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ciente magnitud y complejidad de la realidad determina que los problemas con claros contornos disciplinarios se transformen en problemáticas generadoras de difusos entornos trans - disciplinarios.

Otro aspecto que quiero re-saltar de la propuesta del D. a E.H. es la articulación y el rescate de la diversidad. Se parte de que: “el rescate de la diversidad es el mejor camino para estimular los potenciales creativos y sinérgicos que existen en toda sociedad”. De allí que les parece “aconsejable y coherente aceptar la coexistencia de distintos estilos de desarrollo regionales dentro de un mismo país, en vez de insistir en la prevalencia de “estilos nacionales” que han demostrado ser hasta ahora eficientes para el enriquecimiento de algunas regiones a costa del empobrecimiento de otras”. “Los “estilos nacionales” -agregan- están concebidos en gran parte con el propósito de reforzar o mantener la unidad nacional”, pero “no debe olvidarse que la unidad no significa uniformidad” pues “puede existir una base más sólida para la unidad real cuando un cúmulo de potenciales cul-turales afloran libre y creativamente, contando con las oportunidades, el respaldo técnico y el estimulo para hacerlo” (27)

Para lograr la articulación de la planificación global con la auto-nomía local o regional, consideran que es necesaria la conciliación de la “promoción desde fuera” con las “iniciativas desde adentro”. “Es preciso una planificación global para las autonomías locales, capaz de movilizar a los grupos y comuni-dades ya organizados, a fin de que puedan transmutar sus estrategias de supervivencia en opciones de vida, y sus opciones de vida en proyectos políticos y sociales orgánicamente articulados a lo largo del espacio nacional”.(28)

Sobre las relaciones entre so-ciedad civil y el Estado consideran que: “mientras la organización social y económica siga encuadrada dentro de una lógica política de carácter piramidal, difícilmente podrán asig-narse y diversificarse los recursos en función de la heterogeneidad estruc-tural de la población latinoamericana. Por ello -agregan- es necesario con-traponer a la lógica estatal de poder la autonomía política que emana desde la sociedad civil, es decir, de la población y sus organizaciones. Es a través de experiencias efectivas y articuladas de auto dependencia que podrá relativizarse el prejuicio de que la eficiencia necesariamente va de la mano con la centralización de la toma de decisiones”. Esto permitiría además “considerar el desarrollo ya no como expresión de una clase dominante ni de un proyecto políti-co único en manos del Estado, sino como producto de la diversidad de proyectos individuales y colectivos capaces de potenciarse entre sí” (29)

El Desarrollo a Escala Humana, teniendo como eje la auto dependen-cia, “revierte la tendencia a homoge-nizar e instrumentalizar a los sectores

y actores sociales en nombre de la eficiencia y de la acumulación”. Pues es corriente en América Latina “pagar por la acumulación y la eficiencia el precio de la dependencia. Pero la dependencia inhibe la satisfacción de las necesidades humanas, y por lo tanto es un precio que no debiera tolerarse. Obliga a manipular a las masas desposeídas en función de las exigencias de los grandes centros de poder económico, e induce a interpre-tar las heterogeneidades culturales, productivas y organizativas como meros obstáculos al crecimiento”. Esta propuesta de desarrollo implica oponer a la lógica económica “here-dera de la razón instrumental que im-pregna la cultura moderna” una “ética del bienestar”, “al fetichismo de las cifras debe oponerse el desarrollo de las personas. Al manejo vertical por parte del Estado y a la explotación de unos grupos por otros hay que oponer la gestión de las voluntades sociales que aspiran a la participación, a la autonomía y a una utilización más equitativa de los recursos disponi-bles.” (30)

Para terminar esta segunda par-te, también quisiera recoger algunas

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indicaciones de la propuesta de Desa-rrollo a Escala Humana que plantean tareas al trabajo de la Universidad. Al hablar de la relación entre la auto dependencia y la producción de co-nocimientos, los autores consideran que “es necesario impulsar la parti-cipación popular en los sistemas de producción de información”, lo cuál exigirá “rediseñar los sistemas esta-dísticos y de producción de datos” para que, por un lado, “reflejen las heterogeneidades estructurales y las especificidades psico-culturales de las distintas regiones” y, por otro, “hagan accesible la información a las personas y resulten relevantes para sus intereses”. Esto exigirá profundizar y socializar las técnicas de autodiagnóstico comunitario. (31)

También consideran “recomen-dable hacer esfuerzos para modificar los currículos de enseñanza en los centros de educación superior para que incorporen sistemáticamente la reflexión sobre alternativas de desa-rrollo en sus aspectos propositivos, epistemológicos y metodológicos. La formación de investigadores en esta materia es indispensable tanto para integrar conocimientos y expe-riencias en provecho del Desarrollo a Escala Humana, como para evitar la tiranía de ideologías reduccionistas y de visiones unidimensionales sobre el tema” (32)

III. Participación.

Quisiéramos compartir, final-mente, algunas ideas sobre el tema de la participación política. Es decir, sobre la relación entre la tecnología y la idea de democracia participativa con la formulación más reciente del anhelo de la modernidad cultural y política.

Partamos de un hecho evidente: La tecnología moderna requiere una planificación a gran escala y esta planificación exige la colaboración entre el Estado y la industria.

La creciente dependencia de la sociedad moderna respecto de la tecnología parece implicar que quie-nes controlan el cambio tecnológico, controlan, también, el cambio social. Si esto fuera así, al menos en las so-ciedades más avanzadas, seria posible hablar de la existencia de un Estado Tecnocrático que habría reemplazado al ideal (logrado o no) de un Estado Democrático. Con el término “tec-nocracia” se alude, entonces, a una sociedad controlada por los expertos en virtud de sus conocimientos téc-nicos; incluyendo en la categoría de “expertos” a una amplia gama de téc-nicos y planificadores en los terrenos económicos y políticos.

Según el sociólogo Daniel Bell: “Si las figuras dominantes de los últimos cien años han sido el empresario, el hombre de negocios y el ejecutivo industrial, los “nuevos hombres” son los científicos, los matemáticos y los ingenieros de la nueva tecnología de computadores” (33). Bell habla de una naciente “sociedad postindustrial” en la cual los principales centros de influencia, y por lo tanto de poder, serían “las instituciones de investigación, los la-boratorios industriales, las estaciones experimentales y las universidades”. Considera, que si bien “en última instancia no es el tecnócrata quien tiene el poder, sino el político”, una vez planteadas la políticas generales quedan muchas decisiones técnicas por tomar, y es allí donde “los tec-nólogos proporcionan un mecanismo administrativo indispensable para el responsable política”

Un análisis más critico de esta situación aparece en la obra de Theodore Roszak: “El nacimiento de una contracultura”. Roszak define el Estado Tecnocrático como “esa sociedad en la cual quienes gobier-nan se justifican remitiéndose a los expertos técnicos, quienes a su vez, se justifican apelando al saber cien-tífico. Y más allá de la autoridad de la ciencia, no hay a quien apelar. (34)

Desde otra perspectiva, V. Ferkiss autor de “Technology and the Rediscovery of Politics”, considera que frente a las nuevas posibilidades que ofrece el avance tecnológico (en medicina, agricultura, psicología y comunicaciones, por ejemplo) ha habido un “fracaso” del sistema político tradicional, que insiste en imponer intereses políticos de grupos particulares en lugar de aprovechar las potencialidades de la nueva tec-nología para hacer que el sistema se vuelva más abierto a las decisiones comunitarias. Según Ferkiss: “El sistema político ha sido simplemente incapaz de estructurar los elementos y de relacionarlos con el proceso de toma de decisiones de modo tal que permita la expresión de la voluntad popular. En consecuencia, los cien-tíficos, los intereses económicos privados y los militares han tenido prácticamente una libertad absoluta para forzar una política acorde con sus propios intereses...” (35)

Consideramos que, indepen-dientemente del grado de poder que efectivamente posean los tecnócratas, (de su subordinación o primacía sobre los políticos), lo que debe reconocerse es la necesidad de un control democrático de la actividad de quienes como “expertos” de la téc-nica, la economía, la planificación o la política, inciden en la vida del resto de personas. Tal control democrático sólo parece posible en la medida que vaya siendo una realidad el ideal polí-tico de una democracia participativa, a todos los niveles institucionales. Por lo tanto terminaremos esta in-tervención con algunas precisiones conceptuales sobre participación y democracia participativa.

La palabra “participación”, en general, “sugiere que los individuos o los grupos, de algún modo, pueden influir directamente y tomar parte en la toma de decisiones” (36). Sin embargo, suele suceder que se uti-licen mecanismos de manipulación para inducir a la aceptación de fines

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ya elegidos por los que realmente tienen el control; que dan a la gente una sensación de participación sin permitirles una influencia efectiva; en estos casos será necesario hablar de “seudo-participación”.

Existe también la “participa-ción parcial” cuando los controla-dores permiten libertades accesorias a sus subordinados, sin modificar realmente la estructura de poder entre dirigentes y subordina-dos; aquí la persona o el grupo con poder delegará decisiones secundarias a sus subordinados, conser-vando para si el poder para tomar las decisiones ver-daderamente importantes.

Por su parte la parti-cipación total implica que el grupo o individuo tiene el poder de influir sobre las decisiones; es decir, que en la planificación, por ejemplo, pueda darse el control sobre quien lleva a efecto las decisiones para garantizar que los valores incorporados a cualquier plan sean los de las perso-nas que se verán afectados por éste.

Por lo tanto, en la participación total o directa se produce un cambio en la estructura de poder que puede llamarse “democra-tización de la estructura de poder”.

Conviene reseñar aquí, la critica de Robert Goodman, a lo que en Norteamérica se ha llama-do la “planificación mediadora”, que consiste básicamente, en la búsqueda de participación de las comunidades de base (asociaciones de vecinos, etc.) en los consejos de planeación mediante representantes o “aboga-dos” que defienden sus intereses.

Goodman, quien se ha ocupado de la planificación urbana, considera que con esta forma de “participación ciudadana” es posible que “podamos desplazar el recorrido de algunas rutas; y quizás logremos conseguir hasta mejores indemnizaciones para los desalojados. Pero no podríamos cambiar el programa de construcción de autopistas por la distribución del

capital de las empresas constructoras entre los desposeídos para que pue-dan decidir sobre sus propios pro-yectos, ya sean construir viviendas, escuelas, hospitales o autopistas...” (37)

Goodman dirige su ataque contra la superestructura económica,

y considera que “la implantación de un sistema (...) como la planificación mediadora,(...), no puede resolver el dilema del carácter básicamente antidemocrático de las sociedades basadas en el sistema capitalista”, y agrega: “El problema de intentar imponer una democracia directa en una economía capitalista mediante

tales mecanismos es que quienes disponen de me-dios económicos siempre tienen más capacidad para controlar su vida personal y su vida política. [Así] los que ya tienen poder econó-mico controlan la distribu-ción del poder político”.

No obstante, hay quienes consideran que el desarrollo de grupos auto-gestionados comunitarios o de vecinos, es el primer paso hacia una descentralización de poder más generalizada dentro de la sociedad. En es-tos grupos el factor tamaño es bastante importante, pues se busca una situación en la que cada miembro sienta que se toman en cuenta sus intereses y que participa y está verdaderamente com-prometido con la vida de su comunidad.

Para Nigel Cross: "Un principio básico de la teoría participatoria es que la participación conducirá a una mayor capacidad de seguir participando, y que la experiencia en los ni-veles de control menores proporcionará un interés

por los niveles más elevados, y por el fin último de una "democracia par-ticipativa"". (38)

Si se logra romper la barrera del fatalismo y la apatía, "el indivi-duo deseará comprometerse de forma más total en la gestión democrática de la sociedad". Pateman agrega que

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el individuo descubrirá que "tiene que tener en cuenta consideraciones más amplias que sus propios intereses particulares si desea obtener la cooperación de los otros, y aprende que los inte-reses públicos y los privados se relacionan". (39)

Se considera que la democracia participa-tiva tendrá que tener entre sus objetivos, además de la superación de la desigualdad, la injusticia y la explotación; la completa formación inte-lectual, ética, y emocional de la gente, para que puedan unirse libremente en una comunidad. Citemos, para terminar, las palabras del pensador John Stuart Mill, quien ya en el siglo pasado afirmaba: “Puesto que no aprendemos a leer o a escribir, a montar o a nadar, meramente si se nos explica cómo se hace, sino haciéndolo; así sólo mediante la práctica del gobierno popular a una escala limitada aprenderá la gente a ejercerlo a una escala más amplia". (40).

Notas:

1. Habermas, J.: CONOCIMIENTO E INTE-RES, Taurus, 1982 p. 12.

2. Ídem, p. 13

3. David Dickson: TECNOLOGIA ALTERNA-TIVA, prologo a la edición española, Orbis, 1985, p. X

4. Idem,p.XIV

5. Idem,p.XV

6. Citado por Dickson, op. cit. p.12

7. Idem. p.11

8. Idem. p.13

9. Idem. p.12

10. H. Marcuse: EL HOMBRE UNIDIMEN-SIONAL

11. Citado por Dickson, p.27

12. Dickson, p.43 (Ver también la tabla de „con-secuencias positiva y negativas del desarrollo tecnológico y científico en las sociedades in-dustriales“ en: DISEÑANDO EL FUTURO: Nigel Cross, p. 139.)

13. Dickson, p.70

14. Dickson, p.132

15. Dickson, p. 23 El siguiente cuadro resume las „Características utópicas de la tecnología blanda“ propuestas por Robin Clarke, citado en D. Dickson, p.p.86-87.

16. Citado por Dickson, p.24.

17. Dickson, p. XI.

18. Dickson, p. XVII.

19. Dickson, p. 78.

20. Dickson, p. 150.

21. Citado por N. Cross, en: DISEÑO, TECNO-LOGIA Y PARTICIPACION p.168.

22. Idem, p. 174

23. Dickson, op.cit., p.180

24. DESARROLLO A ESCALA HUMANA, CEPAUR, Santiago de Chile, 1986 p. 14

25. Idem, p.15

26. Idem, p.24

27. Idem, p.49

28. Idem, p.60

29. Idem, p.p. 60-61

30. Idem, p.62

31. Idem, p.68

32. Idem, p.69

33. Citado por Nigel Cross en DISEÑANDO EL FUTURO, p.145

34. Citado por Nigel Cross en DISEÑANDO EL FUTURO, p.147

35. Citado por Nigel Cross en DISEÑANDO EL FUTURO, p.152

36. Todas las citas que siguen provienen del texto: DISEÑO, TECNOLOGIA Y PARTI-CIPACION. (D.T.P.)

37. Citado por Cross, en D.T.P., p.p. 62-63

38. Idem. p. 85

39. Idem p. 85

40. Idem p. 86

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No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...!

Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Univer-sidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo

- ¡Qué turbante tan hermoso...!

- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.

- Es de un azul bellísimo...

- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...

- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?

En todas partes hay bellezaPor: Moussa Ag Assarid,

- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.

- ¿Por qué?

- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.

- ¿Quiénes son los tuareg?

- Tuareg significa “abandonados” , porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: “Señores del Desierto”, nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.

- ¿Cuántos son?

- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... “¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepa-mos que existía!”, denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.

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- ¿A qué se dedican?

- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...

- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?

- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.

- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?

- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

- ¿Sí? No parece muy estimulante. ..

- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

- Saber eso es valioso, sin duda...

- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!

- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?

- Allí, cada pequeña cosa proporciona fe-licidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!

- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?

- Vi correr a la gente por el aeropuerto... ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...

- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...

- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.

- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?

- ¡Todos los días de mi vida habían con-sistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...

- ¿Tanto como eso?

- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfer-mos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me en-señó a ser yo mismo.

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- ¿Qué pasó con su familia?

- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome...

- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?

- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...

- Y lo logró.

- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.

- ¡Un tuareg en la universidad. ..!

- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descal-zo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.

- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?

- Tenéis de todo, pero no os basta. Os que-jáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!

- Reláteme un momento de felicidad inten-sa en su lejano desierto.

- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...

- Fascinante, desde luego...

- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...

- Qué paz...

- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.

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Ex-libris

Cantos de muerte y esperanzaJorge Julio Giraldo

Jorge Julio Giraldo es una voz solitaria que trasciende la nostalgia de la naturaleza, de un amor perdido o de los tiempos idos, para brindarnos una poesía desgarrada que busca respues-tas en la fe religiosa. Si bien el amor y la naturaleza son frecuentes en sus versos, es la angustia existencial, la discrepancia con a realidad (no he podido amoldarme al humano vivir) el eje de su poesía. Por mo-mentos etéreas, sus imágenes, de

un sabor bucólico o romántico en sus inicios, descubren tanto en sus manifestaciones más crudas (que rasgue Las oquedades negras de mi vida en quiebra) como en las más tiernas, una íntima relación con la muerte. Ello da pie para que una vena melancólica, como fina espa-da, traspase toda su obra.Alonso Mejía

Relatos instantáneosOmar castillo

Las escenas narradas en Relatos instan-táneos pueden suceder en cualquier ciudad del mundo, en este caso, por afinidad del autor, suceden en Medellín. El instante de sus tramas surge de alguno de los hilos con los que es tejida la existencia humana cuando vivencia sus aciertos y desacier-tos cotidianos. Por lo mismo pueden ser para el lector un motivo o espejo, tanto para el usote su intimidad como para el usufructo de su ser coloquial. Ante sus ojos estos Relatos instantáneos se abren como ligeros pliegues de su realidad, y por qué no, de su otredad. Entonces puede iniciar su lectura en cualquiera de los rela-

tos, aquí el orden no altera la unidad del libro

La alegría de decirLuís Iván Bedoya

Profesor Titular de Li-teratura de la Universidad de Antioquia. Sus estudios de obras y autores españoles e hispanoamericanos han aparecido en revistas de literatura y en libros, entre os cuales se destaca Iro-nía y parodia en Tomás Carrasquilla (Medellín: Universidad de Antio-quia, 1996)

Es Ph.D. en Literaturas Hispánicas de Washington University, Saint Louis, Missouri; master en Literatura comparada de la Universidad de California, Berkeley; y Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín.

El óvalo de las aurorasCarlos Enrique Ortiz

En los poemas de Carlos Enri-que Ortiz la riqueza de su economía poética (su descentramiento) re-side no tanto en la configuración inmediata de su lírica. Como en el poder aforístico de su creación. Poeta de la estirpe escasa de pensadores, por eso su palabra tiene la elevación y el temple de aquellos con los que ha convivido: Heráclito, Demócrito, Epicuro, Bruno, Nietzsche, Rilke, Heidegger, Bataille, Char, Bonnefoy, Pizarnik, Gaitán Durán, José Manuel Arango…Su poesía no es objeto del juego semántico convencional, es el verbo y la gracia del poema de amor, la verdad de su arte es como la cuántica causalidad del ser, lo cual le permite decir en este país de farsantes y asesinos:”Funcionarios de muerte/quieren que la intensidad de la mida/los bendigaGabriel Jaime Caro

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Los sueños repetidosAlirio Antonio Machado

¡Cruje el áncora!Te encontréY supe que eras auténtico…Nervio de otras épocas…No partido en dos, aunque sobrellevas tantas causas en tu alma cierta,En tu prolongación de cuerpos, en tu inven-tiva de encontrar la muerte,De soplar palabras en

la vida aleve…Secreto de quien espoleo potros, cuando lla-mas queman ese cuerpo,Cuando víboras rumoran tanta encarnación eléctrica…lance de tus letras¡Rostros vivos recogiendo el giro…!vivo o muerto eres igualmente sacro¡No pudieron antes…No podrán después…¡eres irremediablemente ilícito¡…(vigor de místico)¡artista críptico¡Marea de estos giros…Turban esos éxtasis¡…

La barca de los locos lima en estos quedos…QUÉDATE EN DESEO¡ POR TU BOCA DRAGONES ENCENDIUDOS¡¡

Actor que ha mirado tu ejercicio de pre-muras y ranuras…Bernardo Ángel S.

Horas sin tiempo

Querido lector, este libro de poemas es una invitación a visitar con calma, sin prisa, la “casita de Raúl”, como llamamos los amigos su re-tiro campestre cercano a la

ciudad. Traspasa la puer-ta. Encontrarás sobre el nochero, en el desorden de su dormitorio, una

libreta de apuntes, un lapi-cero y una cámara fotográfica; y,

colgado de un clavo, un morral. Las herramientas con las que él ha construido, desde hace años, durante horas sin tiempo, esta casa de huéspedes que ahora tienes en tus manos: la de las palabras.

Ahora sal al corredor. Observa las plantas y árboles silvestres, escucha el silbar de un pá-jaro, el agua que se golpea con las piedras en la quebrada cercana y el sonido de las chicharras. Ya caminarás sobre las huellas de mi amigo.

La noche caerá implacable y tendrás que encender una lámpara. Y lee, lee, mientras las sombras hacen figuras de tinta en las paredes. Volverás a los laberintos de la ciudad nocturna. Volarás con el recuerdo a cuartos de hotel, a los brazos y labios de mujeres amadas, a las caminatas por los montes lejanos. Cuando cierres el libro, querido viajero, habrás completado el itinerario. Ya puedes apagar la llama. Rubén Darío Lotero

Interregno Nº 20

Para armar su contenido la revista interregno toma distancia de quienes acu-den a la escritura del poema recurriendo a los lugares comunes y al fácil clisé, de quienes se atribuyen el total derecho de imponer, a través de la poesía, un slogan doméstico y su consecuente beneficio catártico, de quienes su-ponen el poema como una doctrina donde se extingue cualquier mani-festación de desobediencia. Los mismos que presumen la poesía como un espectáculo mesiánico, engalanado por una retórica al servicio del entretenimiento sin atributos y útil para forjarse un prestigio social, una carrera pública.

En sus 20 números la revista Interregno ha creído en la fortaleza íntima que un poema significa, tanto ara quien lo lee, como para quien lo escribe. En la fuerza revolucionaria que moti-va el conocimiento de la intimidad humana y el mundo en el cual se hace, deshace y rehace tal intimidad. Los contenidos de la revista interregno proponen el aprehender esta intimidad como vía de revelación de la realidad interior, también de la exterior. Entrañas y piel. Mundo y universo. Lo humano siendo consciente de la escisión entre su realidad y su otredad.

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La moralina de los moralizantes, que se dedican en el ambiente social a hacer moral con el dedo índice, sin limpiarse la mano con la que señalan a sus víctimas, podría encajar en el espectro sicológico de la envidia con aureola, nadie exige tanto de los demás, como quien nada ha dado. Muchos personajes de la vida pública y de la privada, han hecho de la moral y de la ética, una guarida, para esconder sus propias fechorías.

En esta sociedad oportunista y mercanti-lista, los seres humanos químicamente puros, no existen, porque si nos ponemos a buscar lo bueno en una persona y seguimos escarbando, también encontramos lo malo, las personas químicamente puras, por no escribir con una espiritualidad a prueba de todos los ácidos, son muy escasos.

Muchas de las conciencias que deambulan con altanera pedantería pregonando a los cuatro vientos su limpieza moral y su ética, se podrían comprar por lo que valen, a precio de huevo, y nos llenaríamos de dinero, si las volviésemos

La falsa moral de los moralizantes,

o la doble moral de los hipócritasPor: Jaime Ovidio Giraldo García

“El hombre es un ser social, cuya inteligencia exige para excitarse, el rumor de la colmena”

a revender por lo que se precian, sería un estupendo negocio, claro, que esta hipotética figura hiperbólica, es tan solo una caricatura del hipócrita comportamiento de muchísimos seres humanos, que deambulan predicando moral y ética en todos los ambientes.

En estos tiempos modernos, donde los ventajosos de todas las pelambres abundan, y desde los conciliábulos donde opinan con sus discursos de doble moral, pretenden hacernos creer que son tan puros e inmaculados, que po-drían canonizarlos y ser llevados a los altares, como si no se supiera que no hay uno solo, que haya aceptado una sola responsabilidad, cuando estos son duramente cuestionados ante el altar de los supremos tribunales de la conciencia so-cial, Nunca he escuchado que nadie se llame así mismo hipócrita, mentiroso, estafador, ladrón, o asesino.

Las personas no se permiten llevar a las palabras, las conductas que no encajan con

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la moral, la ética, o la sociedad. Muchos de los dictadores en la historia de los pueblos, se han considerado así mismos, un mal necesario, o una imprescindible necesidad histórica, el la-drón se justifica diciendo que, “ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón”.

En las trampas del discurso grandi elo-cuente, se esconden intenciones no manifiestas, que afloran en las practicas cotidianas en forma consciente o inconsciente, contradiciendo los hechos con las palabras.

Algunos padres de la patria, comillas, predican a los cuatro vientos y por los medios de comunicación, las más excelsas virtudes y el cumplimiento estricto de las leyes, mientras ellos las eluden, o las vulneran, día a día.

No hay nada más dañino en el mundo de la moral y de la ética, que dar un buen consejo, seguido de un mal ejemplo, hay muchos seres que cansados de dar malos ejemplos en la vida, y ya, por su decrepitud mental y física, se dedican al final de su exis-tencia, a dar buenos consejos: Hagan lo que yo digo, pero no hagan lo que yo he hecho, gritaba un predicador desde su cómodo y emplumado silletín, cuando lanzaba su chorro de palabras, cargadas de retorica y elocuencia.

El fariseísmo, la doble moral y la hipocresía, han existido desde tiempos inmemorables, como una herra-mienta para sacar ventajas sobre los demás, ya que la hipocresía como modus vivendi, u operandi, ha sido el lazo que une a mu-chísimos seres humanos en sociedad.

En el mundo de la religiosidad, afilia-do por definición al pensamiento conservador, ha surgido mucho líder espiritual, que predica pero no aplica, y sus discursos son un espumero cargado de buenas intenciones.

No son escasos los grandes y pequeños escritores, que hablamos o escribimos, en nombre de una moral muy elevada, mientras nuestras vidas fluyen, en las más lamentables contradicciones.

El peso y el poder de la palabra hablada o escrita, es tan determinante, y en ocasiones

tan contundente, que se vuelve como un bume-rán contra quienes nos contradecimos.

Las palabras razonables, cargadas de lógi-ca, y expresadas con elocuencia y con firmeza, con carácter, logran que las gentes las acaten y las sigan, por esto, hacen tanto daño, cuando no son coherentes con los actos.

Por lo general los gobiernos hacen exac-tamente lo contrario de lo que pregonan en sus campañas y programas, y muchas veces son hipócritas, mentirosos, codiciosos, mezquinos y hasta homicidas; por estos motivos, la gran ma-yoría del pueblo que los elige, se llena de dudas, y de un razonable y explicable escepticismo.

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Fragmento de la elegía de Miguel Hernández

Una persona se puede conocer de muchas maneras, incluso silenciosamente por haberla visto durante años, como puede suceder con vecinos de barrio, compañeros de trabajo o compañeros de universidad. Así fue mi contacto con William Álvarez en mis tiempos de academia en la Universidad de Antioquia. Bibliotecología y Filosofía comparten el mismo bloque 12 y por eso nos cruzamos infinidad de veces en las escaleras, pasillos y cafetería.

Después, pasados muchos años nos vol-vimos a ver en Comfenalco cuando él estaba ya de Director de la Biblioteca Comfenalco de Belén, posteriormente El Parque Biblioteca Belén. Nos saludamos entonces y casi que nos reconocimos con una sonrisa familiar, pues de vista, nos conocíamos desde hacía muchos años. Fue muy bueno saber que él era el director de una de las bibliotecas Comfenalco con las que trabajo. Su calidad humana y buen tino para guiar este tipo de proyectos culturales que intentan aportar calidad de vida a nuestra convulsionada ciudad, es uno de los aciertos de Comfenalco que al elegir personas como William Álvarez en cargos de esta naturaleza, aseguraban resultados y frutos excelentes. La comunidad de Belén así

lo percibió, de ahí el afecto que le prodigaban tanto a su labor, como a su persona.

Por eso no hay palabras para lamentar lo sucedido, porque éste no era el momento de su muerte, ésta no era su hora, ésta no es su muerte propia, la que todos por el solo hecho de vivir cargamos desde el nacimiento. Su ciclo vital fue interrumpido violentamente, su muerte es prema-tura y a destiempo y nos llena no sólo de tristeza sino de indignación pues creímos que el fondo de nuestra degradación como ciudad no era ya tan hondo. Pero parece que es un pozo infinito de podredumbre que perdió todo respeto por la vida y la dignidad humana. Y no solo en ésta ciudad sino en este país y en este tiempo fascista en que nos tocó vivir, donde no se respeta el don más preciado. Estamos en una dictadura del consumo que da asco porque en vez de vivir en sociedad pareciéramos vivir un gran casino, de apuestas sucias, sin reglas, ni normas, donde “tener” como sea y al precio que sea, vale más que ser.

En medio del dolor, está la rabia pues la ironía del pantano es que la muerte natural, la de morir de viejos la pueden cumplir los gue-rrilleros, los ex-dictadores, los extraditados, los ex–presidentes y muchos otros que de alguna manera son responsables de esta esquizofrenia,

WILLIAM ÁLVAREZ, muchas gracias siempre, siempre.

Por: Olga Lucía Echeverri G.

...Temprano levantó la muerte el vuelo,

Temprano madrugó la madrugada, te temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada no perdono a la vida desatenta,

no perdono a la tierra ni a la nada (…)

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de esta sociedad degradada al extremo por años de injusticias, de estafas y desvaríos de toda laya. Donde hay que darle la razón hasta a un viejo tango “ da lo mismo el que labora noche y día, que el que roba, que el que mata o está fuera de la ley”. La vida arrebatada a William Álvarez Vélez, es un nombre que recoge el de todos los que han muerto injustamente y a destiempo como él.

Pertenecemos a una especie extraña que produce seres tan repudiables como los que mataron a William, él, que era uno de los seres humanos que enaltecía esta vida. No será fácil sobreponernos a su ausencia, al exilio definitivo de su persona que nos impusieron sus asesinos, pero en honor a su vida, a su dignidad, a su fuerza-mente, lo lograremos todos, su esposa, sus hijos, su familia, sus amigos, sus colegas, sus compañeros de trabajo y todos los que tuvimos la suerte de tratarlo así fuera desde los ojos, desde su sonrisa y su mirada limpia.

Aprenderemos a vivir en la pobreza de no tenerlo y nos quedará el consuelo de haberlo conocido. Nuestra riqueza será poderlo recordar y de ese modo invocar siempre su vida.

WILLIAM ÁLVAREZ, muchas gracias siempre, siempre.

Olga Lucía Echeverri G.

Medellín, viernes 2 de julio de 2010

Ahora William, en tu memoria, la Elegía del poeta español Miguel Hernández, que hoy parece escrita para todos los que lamentamos tu muerte.

Elegía

(En Orihuela, su pue blo y el míose me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, a quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelanode la tierra que ocupas y estercolas,compañero del alma tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolasy órganos mi dolor sin instrumentos,a las desalentadas amapolasdaré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado,que por doler, me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,un hachazo invisible y homicida,un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntosy siento más tu muerte que mi vida.Ando sobre rastrojos de difuntos,y sin calor de nadie y sin consuelovoy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,Temprano madrugó la madrugada,temprano estás rodando por el sueloNo perdono a la muerte enamorada,no perdono a la vida desatentano perdono a la tierra, ni a la nada.

En mis manos levanto una tormentade piedras, rayos y hachas estridentes,sedientas de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,quiero apartar la tierra parte a partea dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrartey besarte la noble calaveray desamordazarte y regresarteVolverás a mi huerto y a mi higuerapor los altos andamios de las florespajareará tu alma colmenerade angelicales ceras y labores.

Volverás al arrullo de las rejasde los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejasy tu sangre se irá a cada ladodisputando tu novia y las abejas.

Tu corazón ya terciopelo ajado,llama a un campo de almendras espumosasmi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosasde almendro de nata te requieroque tenemos que hablar de muchas cosascompañero del alma, compañero.

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La ciudad de Medellín ha experimentado en las tres últimas décadas un aumento desme-surado en su población. Como es apenas obvio la pobreza es la que más se multiplica, pues son éstos (los pobres) quienes más se reproducen. A este fenómeno hay que sumarle todas las patologías propias de una sociedad en crisis: falta de oportunidades, ausencia del Estado, bajo índice de escolaridad, alto índice de violencia e inseguridad, neurosis, consumo de drogas, pérdida de la autoestima, soledad, ansiedad y la depresión que todo esto acarrea. Así las cosas, y en consecuencia a todo lo anterior, hemos sido

testigos del aumento de una población que en un principio causaba extrañeza y misericordia, y hoy en día escasamente despierta temor y repug-nancia, cuando no la más absoluta indiferencia: el “Habitante de la Calle”.

Un porcentaje creciente de la población vive en condiciones cada vez más extremas de pobreza. Equivocadas políticas de Estado, suma-das a la pérdida de la conciencia colectiva, propia de una sociedad marcadamente individualista, han ensanchado de manera desproporcionada las brechas entre las personas. El problema se ha hecho tan grande, crecido de forma tan des-

La indigencia: un problema de todos

Por: Gil Montealegre

Julio 16 de 2008, 7:30 a.m., Pasaje La Bastilla.

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mesurada, sobrepasado de tal modo los límites, que terminó por perderse de vista, igual que termina por dejar de percibirse un mal olor por quien a diario vive en medio de él, o lo que tal vez resulta peor, considerándolo un mal inevitable.

Hasta ahora el Estado ha abor-dado el problema de manera si se quiere un tanto tibia, con centros de acogida (Centro día 1 y 2) donde se les brinda alimento, posibilidad de aseo y hasta dormida a los indigentes, siempre y cuando acaten algunas re-glas. ¡Ah¡ y algunos retretes de emer-gencia ubicados en determinadas zonas lo más escondidas posibles ( bajos de los puentes sobre la paralela al río en dirección al norte). Todas es-tas medidas no pasan de ser paliativos que prolongan más la agonía, ya que no van acompañadas de estrategias que permitan avizorar la posibilidad de que algún día estos marginados recuperen, si alguna vez lo tuvieron, su lugar en la sociedad. ¿Por qué el mismo empeño que se pone en las campañas contra la evasión, las dro-gas y la violencia, no se pone también para despertar conciencia frente al padecimiento de quienes carecen de lo más elemental? Por una senci-

lla razón: hacer esto sería para un Estado reco-nocer su propio desinterés.

De alguna manera no es lo mismo exigirle a la ciudadanía que cumpla sus ob l i gac iones tributarias, mo-dere sus exce-sos, denuncie al delincuente (por lo que además recibirá un jugoso bono), o hasta que done sus órganos para prolongar la vida de otros, que pedirle solidaridad con los más pobres de los pobres. Pues las primeras son deberes de los ciudadanos con el Estado, consigo mismos, y con los demás “ciuda-danos”, pero la última es ante todo una obligación de éste con quienes supuestamente viven a su amparo; el Estado lo sabe. Y por saberlo es que no le interesa ponerse en evidencia; como quien dice, echarle más leña a la hoguera en que arden sus des-aciertos.

Pero el Estado, al cual no le tiembla el pulso para exigir tantos despropósitos a quienes pagan pun-tualmente sus impuestos, no debería frente a un problema de tamaña mag-nitud jugar a la auto-suficiencia, pues resulta evidente que sin el aporte de todos cualquier tentativa de solución está condenada al fracaso. ¿Por qué? Por una sencilla razón: mientras en el ideario colectivo persista la creencia de que el asunto sólo concierne a quienes lo padecen, y se siga con-fundiendo caridad con solidaridad, jamás podremos superar el problema, La caridad sirve, a lo sumo, para aliviar un poco la conciencia, para calmarle a alguien el hambre por un rato, o hasta para pensar que se escaló un peldaño más en la escalera de la salvación, si se es un creyente, pero nunca ha servido para resolver los asuntos de fondo.

Duele decirlo, pero no hay que llamarse a engaños, nuestro pequeño feudo sigue siendo un remanente de toda la cultura judeo cristiana, y como tal está sembrado de una menti-ra secular: aquella que mientras habla de la hermandad al mismo tiempo hace una separación clasista entre quienes detentan un buen apellido o están avalados por las riquezas que poseen, por el color claro de la piel, por el poder de sus armas y por los escaños que han escalado en el Centro Día # 1 (usuarios en horas de atención: 8:00 a.m.)

Septiembre 16 de 2008, 8:30 p.m., calle La Paz x Cúcuta.

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ejercicio de la política. Dicho de otro modo, se vive en un “reino” donde todos dicen creer en un paraíso prometido pero al parecer nadie confía demasiado en él. De no ser así ¿cómo explicar que se le tema tanto a muerte? Porque si se confiara tanto en las palabras del sagrado libro y se siguiera con rigor sus enseñanzas no debería

tratarse a ningún semejante como si no hiciera parte de la propia especie. Y ese es el problema de fondo, independiente de cualquier manejo político; mientras no se cree una conciencia en el imaginario colectivo sobre la importancia que el problema de la indigencia tiene en todos, no sólo en quienes la padecen, sino también en quienes la atestiguan y no hacen nada, será casi imposible que surjan propuestas válidas para erradicar un flagelo que excluye gran parte del potencial humano que tenemos.

Son 24000 los indigentes registrados en el Centro Día #1, ignoro cuantos más tienen sus nombres, y número de documento, si lo tienen, inscrito en la base de datos de otras entidades dedicadas al auxilio de los menesterosos. No pretendo, y no quiero hacer aquí un análisis estadístico ni cuantitativo de la cantidad de semejantes que viven por debajo del nivel de pobreza, pero si quiero consignar que todos los días pasamos sobre ellos, volteando la mirada, levantando el pié, tapándonos la nariz para no sentir su olor, y continuamos nuestro camino pensando que sólo fueron accidentes del paisaje, sin considerar nunca que hay otros seres huma-nos que precisan de nuestra ayuda, y que todo no se lo podemos dejar al gobierno, porque en última instancia aquello que llamamos gobierno debería ser nuestra voluntad.Brigada de aseo (conformada por usuarios del

Centro Día # 1 en proceso de recuperación).

Julio 31 de 2009, 5:11 p.m., Cra. Girardot x Colombia.

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Poemas IPor: Omar Alberto Lopera López

Aprendiz de filósofo

Venus de Urticaria He can take no risk that matters

The risk of beauty least of all.Charles Olson, The Kingfishers

Hoy la mano se tendieronÍcaro en barrena y Sísifo derrengado.A esa nupcia fui invitado, sinderecho a declinar. “Muere de sedal lado de la fuente”, dejó, al salir,François Villon escrito con labialespartano en el espejo. “Alcanzael bodhisatva” –susurró Kayyham,ebrio de amapolas espesadaspor el rocío tenue entre los azulejos–,“en semejantes esponsales”, prosiguió,“ajenjo y vino a mares,ahórrate las heces”.

Allí estaré, sin remedio.

En el ínterin quizá, un taxistaescurridizo y divertidodiluya el fardo que diluye el pecho.

¡Ah!, Venus de Urticaria…No te pedí más que, en cuentas, un rosarioy murmurios compasivos de ágapessin rumbo, en el frágil oráculo a ti erigidoen la rutina de un escritorio a un microondas.¡Rauda!, vete, cisne de Barbaria,a tu santa inquisición en Otrabanda.

Te prometo los ojos bien abiertoscuando emerjade su catacumba pavorosala desilusión

La rosa agraviadaTú, mi desventura

y mi ventura, inagotable y pura.J. L. BORGES

Una rosa criminalarrojada al pastosintió morir su rojedad, su rojerío, su rojura y su rojeza,sin creer en la franquezade aquel desdén

risueño. Un pétalo voló sobre la caja decuchillos de su indiferencia atrozdesprendido del rojo terciopelode la ardiente arquitectura natal. El viento

sugirió un réquiem. Su voz silenteapenas alteró la perpetuafugacidad de los jazmines

En su caída, un atisbo de su dramale susurró el pétaloal aire: de la belleza y el perecer, de su purezaen la bastardía, de su enconopor la negación mortala su divina materia

Algo pronunció su demiurgonada entendí, poco sé de hieratismos y escato-logía

Sólo alcancé a percibir que la rosarehusó aceptar su anatemaque se aferró del aireen pos de la justiciera manoofendida, pero trémula

para interrogarsu corazón

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Mesa en VersallesA esa hora, las 6 de la tarde, el tráfico se

hace imposible y los peatones suceden a la deriva entre una y otra vitrina, entre una y otra oferta, chocan y en tanto se disculpan, de nuevo chocan y así. Decidió que tomarse un café sería oportuno y le daría un respiro mientras pasa la hora pico y, lo más seguro, encontraría con quien inter-cambiar las cuatro o cinco sílabas disponibles para iniciar un diálogo, entonces se encaminó a Versalles. Subió al segundo piso y se sentó a una de las mesas del fondo, pidió café negro y un croissant con queso, miró y vio las mismas tres o cuatro personas asiduas al lugar y a otros departiendo al borde de sus consumos.

– ¿Me puedo sentar? –era Víctor ya acomo-dando su cuerpo en la silla a su lado derecho.

– Tú lo has hecho. Qué más, ¿cómo van tus enseres domésticos?

– Ahí, sólo que hoy estoy delicado y a punto para cualquier rubia, morena o amarilla que a mi vera quiera topar. Y vos qué, muy perdido.

– Sí, oculto tras el teléfono esperando un men-saje de la poesía secreta.

– Me gustó el ensayo que publicaste en el Ima-ginario sobre la pintura de Raúl Restrepo, ahí te vi bien, ¿has hablado con él?

– Sí, me llamó.

– Hombre, al menos que nos reconozcamos entre nosotros, ¿no cierto?, o vos qué pensás. Pedime un café mientras voy al baño.

La mirada de uno de los clientes se recoge en las largas piernas de la mujer que ocupa una de las mesas cercanas a las escalas de acceso, ésta finge no darse por enterada. Un par de jóvenes leen el soneto que cuelga de una de las paredes y en donde Almafuerte echa a rodar la cabeza sangrante de quien no se rinde. Pasando cerca de ellos, Evelio, el mesero, acaba de traer el café para Víctor, quien, acomodándose las gafas, dice:

– Qué más, pues. ¿Nos tomamos unos aguar-dientes en la Boa o no?

– ¿Has visto la mujer sentada a la entrada?

– Claro, es amiguita mía y si se porta bien la haré personaje secundario de mi próxima novela.

– Ícaro tú, ella la próxima dama Frankenstein para acumular en las páginas de tu prosa siempre en ascuas y al acecho.

– Vamos a la Boa y nos tomamos media, yo invito pero te cuento que tengo que madrugar para dar clases… antes pasamos por la canti-na de Don Lao para ver si está el escritorcito de repisa. O ¿vos qué?

Relatos instantáneosPor: Omar Castillo

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Afuera la noche se imprime en los objetos, en los lugares, en los rostros cuando, como péta-los de una predestinada e informe flor, conforman las huestes que el uso de la cotidianidad abruma y repite, controla y exhibe. No en vano el ser humano ha hecho de la ciudad su ícono viviente para albergar en él sus miserias y el silencio donde somete la lava de su existencia.

Mancha de sueñoEran las 8 de la mañana y se sabía el perso-

naje inconcluso de una novela cuyo autor apenas si se había adentrado por la mitad de su trama, un personaje aún no legible en los rasgos y maneras que lo pudieran caracterizar ante Rosa, a quien en ese preciso instante se disponía a llamar por teléfono. En el primer intento del otro lado sonó ocupado, colgó y con voz ensimismada repitió las letras del abecedario. De nuevo marcó.

– Aló… aló.

– ¿Se encuentra Rosa?

– Sí, un momento.

– Hola, ¿eres tú?

– Sí, Rosa, mientras me miraba al espejo, des-pués del baño, pensé en ti y tuve urgencia de llamarte. Insisto, necesito posar para ti, que me hagas un retrato, de lo contrario no sé qué será de mí, temo quedar suspendido en un limbo sin saber si el ser que apenas se agita en mí puede tener un desenlace.

– Te lo repito, en pintura sólo me interesa lo abstracto, es más, como te lo expliqué ayer, lo abstracto y el laberinto son mi temática, entonces no entiendo tu insistencia para que realice tu retrato, además, de ti sólo podría plasmar los incipientes rasgos dados por el autor de la novela a la que perteneces, rasgos casi ocultos entre las líneas de su trama, y esos no alcanzan ni para darle inicio a uno de mis laberintos.

– Rosa, me deshago, me siento un personaje sin asideros, sin posibilidades, un personaje trunco, por favor, Rosa, estoy en ascuas, ano-che soñé que me derramaba y mi cuerpo se deshacía en tinta, en una tinta que ni siquiera dejaba mancha.

– Debo colgar.

Rosa colgó. Encendió un cigarrillo sin filtro y se dispuso a beber el café que Jaime le sirviera mientras ella hablaba por el teléfono.

– ¿Era Andrés?

– Sí.

– Qué quería.

– Lo de siempre, lo de cada mañana a esta hora, insiste en que le realice un retrato, ya sabes, de alguna forma él espera no quedarse en el limbo de tu trama, en ese informe personaje no resuelto en tu novela, en esa que no deci-des cómo terminar.

Él cogió el bolso con sus pertenencias para las labores del día, su traje lucía agotado, dema-siado anticuado para la temporada.

– Debo irme, tengo un compromiso, al salir no olvides asegurar la puerta. ¿Te veré esta noche?

Rosa, ensimismada en la ceniza del ciga-rrillo, negó con un leve movimiento. La puerta se cerró.

Tomados de: Relatos instantáneos, (Edicio-nes Otras palabras, Medellín, 2010).

Omar Castillo ha publicado los libros de poesía: Divagaciones (1978), Vestuario (1979), Garra de gorrión (1980), Limaduras del sol (1983 y 1986), Fundación y rupturas (1985), Relatos del mundo o la mariposa incendiada (1985), Informe (1987), Relatos de Axofalas (1991), Leyendo a don Luis de Góngora (1995). En 1998 reúne su obra poética publicada desde 1983 bajo el título Relatos del mundo, en donde incluye además Fragmentos y Sonetos para la infancia que habita la piedra. Después publica: Abra, el libro de los amigos (2003), Poema de New York, con traducción al inglés por G. Leogena (2007), Los años iniciales en el vacío, 2001-2008 (2008). El libro de ensayos: Asedios, nueve poetas colombianos & Crónicas (2005). Y el libro de narraciones cortas: Relatos instan-táneos (2010). Ha sido incluido en antologías de poesía colombiana e hispanoamericana. De 1984 a 1988 dirigió la revista de poesía, cuento y ensayo Otras palabras, de la que se publicaron 12 números. Desde 1985 dirige Ediciones otras palabras y, desde 1991, la revista de poesía Inte-rregno, de la que se han publicado 20 números. Nació en Medellín en 1958.

[email protected]

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Univ. Del Valle El libro de Michel Serres, El Contrato Natural está divido en 4 partes: “Guerra, Paz”, “Contrato Natural”, “Ciencia y Derecho”, “Cuerdas, Desenlace”. En escasas 200 páginas, Serres esboza un proyecto de gran envergadura. El proyecto de un pensamiento sobre el todo planetario y sobre nuestras ideas y nuestros actos sobre la naturaleza.1 Ante la imposibilidad de dar cuenta, en esta nota, de la amplia gama de fenómenos y saberes que tan eruditamente analiza Serres (erudición siempre pertinente, nunca como academicismo), repasaré sólo algunos de los temas que invitan a pensar, mojones de esta “Epistemodisea”. Qué tan vehe-mente sea el tono del autor, juzgará cada lector. Debo confesar que a mí me contagia su pasión. Y no sólo por el lenguaje casi coloquial y el atrevimiento de pensar sintéticamente enormes

procesos de la historia de las ciencias exactas y el derecho, sino además por la urgencia del tema desarrollado.2 1. GUERRA, PAZ En la moderni-dad, nuestra cultura, nuestros relatos y filosofías, nuestra historia y nuestras ciencias sociales, se ocupan básicamente de los combates, conflictos y debates entre los hombres, grupos, clases, etnias, naciones y poderes humanos; como los combatientes que se hunden en el barro en el cuadro de Goya, nuestra cultura ha olvidado el suelo que pisamos, el mundo natural, “a nuestra cultura le horroriza el mundo”. (p.12) Pero he aquí que la naturaleza, “de la que nuestra cultura sólo se había formado una idea local y vaga, cos-mética, irrumpe en nuestra cultura,” y ya no sólo como mera fuerza local, rio, pantano o desastre aislado; ahora se nos presenta como el planeta Tierra. La posibilidad del desastre ecológico

De la imagen del mundo al contrato con la tierra

Por: Pedro Posada Gómez

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pone totalmente en juego la tierra y la humanidad, “la historia global entra en la naturaleza, la naturaleza global entra en la historia: estamos ante algo inédito en filosofía”. Se trata pues de volver a pensar, si es que la hemos pensado antes, la relación del hombre con la naturaleza, de la humanidad con el planeta. Serres considera que la filosofía moderna y contemporánea es acosmista, no tiene cosmos (¿será Heidegger una excepción?3).

En entrevista concedida a Gi-lles Anquetil (Gaceta de Fondo de Cultura Económica Nº237, septiembre de 1990, México) Serres dice al res-pecto: “Desde hace 40 años [la filosofía], como se decía en el XVII, se había vuelto “acosmista”: ya no tenia cos-mos, ya no había mundo físico, ya no había mundo real. La filosofía se dividía en tres corrientes: la filosofía anglosajona, lógica y analítica; la escuela alemana, fenomenológica; y la tribu francesa, especializada en análisis del discurso. En los tres casos no había más que lenguaje”. Se ha hablado ya de este “giro lingüístico” en la filosofía contemporánea. Urge pensar otra vez la globalidad, desde la filosofía y ante los intentos de la ciencia por dar una visión globali-zante del planeta: “Entre los sabios (léase científicos) existe el deseo permanente de unir las localidades científicas entre sí para llegar a tener una visión global. (...). La filosofía contemporánea sólo se interesa en el fragmento, en el detalle, en lo local, nunca en la síntesis. Pero ya no po-demos elegir: estamos condenados a una visión global.” (Entrevista)

Serres muestra el origen para-lelo de la geometría, la ciencia y el derecho. Pero más que los hechos positivos, resalta el modo de pensar que tales disciplinas implican y el modo como cada una está implicada en las otras. El saber científico deriva

de una “epistemodi-sea” (“conjunto de relaciones entre la ciencia y el derecho, entre la razón y el juicio” p.42). La relación entre el derecho y el hecho, entre el contrato y el mundo, constatada por el autor en el diálogo, la compe-tencia y los conflictos, reaparece en el conocimiento científico. La cien-cia moderna viene a ocupar el lugar que ha dejado vacante el denigrado derecho natural, tal como éste,

la ciencia se ocupa de los hechos establecidos y controlados, los hechos de la natu-raleza; en otras palabras, actualmente la cuestión del derecho natural de-pende de la ciencia (p.43).

Sin embargo, el pacto de co-nocimiento, que controla las expre-siones del saber, no hace la paz con el mundo. Del mismo modo, que en la política, tras la muerte de Dios, “sólo nos queda la guerra” (p.47). Pero es que la guerra es a la vez la fuente del contrato, del derecho. El término “declaración de guerra” im-plica ya un contrato de derecho que precede a la explosión violenta del conflicto.” Por definición la guerra es un estado de derecho” (p.20). Posiblemente, la guerra originó el contrato social (p. 28). Pero existen las guerras subjetivas y locales, las de los hombres, entre sí, y las guerras objetivas y globales que hacemos a la tierra. “Desde el momento en que el propio mundo entra con su asamblea, incluso conflictiva, en un contrato natural, aporta la razón de la paz, al mismo tiempo que la trascendencia buscada.” (p.47)

El primer capítulo, “Gue-rra, Paz”, termina proclamando:

“Debemos decidir la paz entre nosotros para salvaguardar

el mundo, y la paz con el mundo a fin de salvaguardarnos.” (p.47) 2. El Contrato Natural. Paradójicamente estamos ignorando a la naturaleza en la época en que nuestra acción actúa globalmente sobre ella y ella reacciona sobre la humanidad global. Como ya ha sido expuesto por varios autores, la filosofía moderna legitima y promueve una actitud de posesión y dominio científico y técnico sobre la naturaleza.4 Para Serres aquí no son diferenciables la ciencia llamada “desinteresada” y la empresa indus-trial: “El dominio cartesiano exige la violencia objetiva de la ciencia en la estrategia bien regulada. Nuestra re-lación fundamental con los objetos se resume en la guerra y la propiedad” (p.59) El contrato natural que Serres propone intenta cerrar ese período de la filosofía moderna (incluidas las filosofías de la ciencia y del derecho). Y esto porque el contrato social no dice nada sobre el mundo, y solo supone que abandonamos el “estado de naturaleza” para formar la sociedad. El mismo derecho natural moderno, se funda en una “naturaleza humana”, reducible a la historia y la razón. Así desaparece el mundo ob-jetivo natural. De allí que la “Decla-

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ración Universal de los Derechos del Hombre” defina a los hombres, como si estuvieran solos en el mundo, sin cosmos, sin naturaleza. Pero he aquí que la naturaleza debe ser asumida como un sujeto, incluso como sujeto jurídico, con el cual estamos en una guerra que hemos declarado unilate-ralmente y que se ha vuelto contra nosotros. Se trata entonces de añadir al contrato social. “un contrato natu-ral de simbiosis y de reciprocidad, en el que nuestra relación con las cosas abandonaría dominio y posesión por la escucha administrativa, la recipro-cidad, la contemplación y el respeto, en el que el conocimiento ya no supondría la propiedad, ni la acción el dominio, ni éstas sus resultados o condiciones estercolares.” (p.69) Se trata, de cambiar nuestra actitud para-sitaria (“el parásito condena a muerte a aquel que saquea y que habita sin tomar conciencia de que en un plazo determinado él mismo se condena a desaparecer”), por un contrato de simbiosis (“el simbionte admite el derecho del anfitrión”), que es a la vez de reciprocidad: “el hombre debe devolver a la naturaleza tanto como recibe de ella, convertida ahora en sujeto de derecho”(p.69).

A pesar de nuestro pobre cono-cimiento de la naturaleza, sabemos que esta nos habla en términos de fuerzas, lazos e interacciones, lo cual es suficiente para un contrato. (Serres explorará en detalle las analogías del lazo y el contrato en sus últimos capítulos “ciencia, derecho” y “cuer-das, desenlace”). Además de lo que esto exige a la política y al gobierno de los hombres, Serres recupera y completa el tema religioso del amor: a la primera ley cristiana de amarnos los unos a los otros, es necesario agregarle la segunda ley básica: amar a la naturaleza. Amar al padre natural: el suelo y al padre humano: el prójimo; a nuestra madre humana, la humanidad y a la madre natural: la tierra. 3. CIENCIA, DERECHO.

El texto de Serres no sólo hace un amplio recorrido por la historia de las ciencias (álgebra, geometría, física), en su tensa relación con el de-recho; su reflexión también se apoya en momentos claves de la historia, la política, la filosofía y aún los mitos y las religiones. Sin embargo, un tema discutible de la argumentación de Serres lo constituye su opinión sobre las ciencias sociales. El tono descalificador con el que se refiere a

éstas contrasta con la apología, casi poética, que hace de la figura del científico natural, al que llama “El tercero -instruido”, más cerca del sabio humanista del Renacimiento que del científico social: “El sabio actual reúne en sí mismo al legislador de tiempos heroicos y al titular mo-derno del saber riguroso, sabe tejer la verdad de las ciencias con la paz del juicio, mezcla íntimamente nues-tras herencias egipcias y romanas, fuente de nuestras leyes, y nuestros legados semitas y griegos, donantes de conocimiento; integra las cien-cias eficaces y rápidas en nuestros derechos lentos y prudentes. Joven y viejo a un tiempo, el sabio accede a la edad madura.- y continúa - Yo lo llamo Tercero - Instruido: experto en los conocimientos, formales o experimentales, versado en las cien-cias naturales, de lo inerte y de lo viviente, al margen de las ciencias sociales de verdades más críticas que orgánicas y de la información banal y no excepcional, prefiriendo las ac-ciones a las relaciones, la experiencia humana directa a las encuestas y a los informes, viajero de naturaleza y sociedad, amante de los ríos, arenas vientos, mares y montes como de

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paisajes diversos, navegante solitario por el paso del Noroeste, paraje donde el saber positivo franqueado comunica, de manera delicada y rara, con las humanidades, inversamente versado en las lenguas antiguas, las tradiciones míticas y las religiones. Espíritu fuerte y Diablo, hundiendo sus raíces en el más profundo humus cultural, hasta las placas tectónicas más enterradas en la memoria negra de la carne y del verbo, y, por lo tanto, arcaico y contemporáneo, tradicional y futurista, humanista y sabio, rápido y lento, verde y curtido, audaz y prudente, más alejado del poder que cualquier posible legislador y más próximo de la ignorancia compartida por la gran mayoría que cualquier sabio imaginable, grande quizá pero pueblo, empírico pero exacto, suave como la seda, áspero como el lienzo resistente, errando sin cesar sobre el intervalo que separa el hambre de la saciedad, la miseria de la riqueza, la sombra de la luz, el dominio de la servidumbre, lo conocido de lo extraño, conociendo y estimando la ignorancia tanto como las ciencias, los cuentos de vieja más que los conceptos, las leyes tanto como el no-derecho, monje y granuja, solo y vagabundeando, errante pero estable, por último y sobre todo ardiendo de amor hacia la tierra y la humanidad”(p.p. 155-157) Para muestra dos botones más sobre el concepto de Serres sobre las ciencias sociales: “Establezcamos una distinción sobre la marcha: la información dada por las ciencias sociales continúa siendo banal, pues repite lo que todo el mundo sabe de todo el mundo, al contrario de aquélla, calculable y proporcional a la rareza, que dan las ciencias de la naturaleza y que llamamos saber - y continúa - Que todos sepan todo de todos, y vivan de ello, esa es la ciudad soñada y la libertad a la antigua, ese es el ideal de los filósofos modernos desde Rousseau, el de los “medias” y las ciencias so-ciales, el de la policía y el de la administración: sondear, clasificar, informar, hacer saber, mos-trar, referir. Terrorífica pesadilla que basta con haberla vivido en pequeños pueblos o grandes tribus para desear evitarla toda la vida como el colmo del sometimiento. La libertad comienza por la ignorancia en la que estoy y deseo perma-necer sobre las actividades o los pensamientos de mis próximos y por la indiferencia relativa que espero que muestren hacia los míos, por falta de información. Nuestra vida en enormes metrópolis nos hace soñar, como si se tratara del paraíso perdido, en esas Atenas atroces donde la información continua y total convierte a todo el

mundo en esclavo de cada uno”(p.p.117-118). Y, por último: “Las ciencias sociales sólo tienen un método y una finalidad policiales, un contenido informacional y una historia arcaica.” (p.120)

Ante el desprecio de Serres por las ciencias sociales, no podemos dejar de recordar la adver-tencia heideggeriana de que “la relación moderna con lo existente se convierte en disputa entre visiones del mundo”; pues a menos que creamos en un primado absoluto de una “visión científica del mundo”, no poseemos otra herramienta que las ciencias sociales para la comprensión y el contrato entre las diferentes visiones del mundo. Notas: (Endnotes)

1. .. EL CONTRATO NATURAL, Pre-textos, Valencia, 1991. Titulo original: LE CONTRAT NATUREL, Editions Bourin, Pa-rís, 1990. 2. .. En la solapa de la HISTORIA DE LAS CIENCIAS (Compilación de Michel Serres, París, 1989; Cátedra, Madrid, 1991) se informa que el Serres tiene en preparación una historia comparada de las ciencias y el derecho, posiblemente EL CONTRATO NATURAL sea un primer esbozo de ese futuro trabajo.)

3. .. Es notable la coincidencia de algunos temas tratados por Serres con los que desarrolla Heidegger en su ensayo “ La época de la imagen del mundo” .Para Heidegger, la investigación de la ciencia moderna dispone de lo existente de tal modo que “en el cálculo anticipado se incluye, por así decir, la naturaleza” y “en lo histórico a posteriori, la historia”, con lo cual “naturaleza e historia pasan a ser objeto del pensar explicativo” (p. 77) En el análisis de Heidegger se unifican historia y naturaleza en la expresión, propia de la modernidad: “imagen del mundo, pues en ella “mundo” está “como denominación de la tota-lidad de lo existente”, “no limitado al cosmos”, pues “también la historia pertenece al mundo” (p. 79) (en: SENDAS PERDIDAS, 1938; Losada, Buenos Aires, 1960).

4. .. Heidegger, después de señalar el carácter de empresa de la ciencia moderna, advierte: “En el imperialismo planetario del hombre técnicamente organizado llega a su pun-to de apogeo el subjetivismo del hombre, para luego establecerse e instalarse en la llanura de la uniformidad. Esa uniformidad pasará a ser luego el instrumento más seguro de la dominación completa, es decir, técnica, sobre la tierra” (op. cit. p.97)

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Con la agobiante desaparición física del famoso Barquillo, Jaime Antonio Espinel Are-nas, muere el último de los escritores nadaístas que han existido en Colombia.

De los célebres fundadores que quedan, -tres o cuatro-, ninguno lleva dentro de sí el espíritu nadaísta inicial.

Sus singularidades se expresan así: Jota Mario es un empresario, que convierte el nadaís-mo en razón social para uso internacional; Elmo un virtuoso de la superficialidad; Eduardito un grande escritor y comentarista de prensa, buena persona que busca empleo consular y para el efecto devino en uribista. Todavía espera su chanfaina. Y Jaime Jaramillo Escobar, para su beneficio, niega que sea nadaísta y es el único

Hasta pronto JAIME ESPINEL

El último nadaístaPor Francisco Velásquez Gallego

que sigue, orondo, adelante, con la poesía que si se nos ocurre sea nadaísta, aunque reniegue de su calidad de tal.

Además el nadaísmo es antioqueño. Y en Cali le han metido un mundo de personas que nunca lo han sido. Mirado entonces desde sus orígenes el fenómeno literario cultural de fines de los sesentas del siglo pasado, ha quedado sin su fundamento personal y ya vive es del cañazo pese a las buenas pero protervas intenciones de movimientos dizque neos y otros ramales que en nada revitalizan la manifestación que se sustentó en los famosos “manifiestos nadaístas”.

Por eso creo que con Barco se nos va el último de los nadaístas, quien mantuvo el afán denunciador de las irregularidades de la estética,

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de la ética, y de la vida y la muerte con los con-sabidos riesgos en la escritura y la recreación de los momentos coyunturales en una ciudad que conoció y sufrió como pocos.

Barco y su Medellín.

Ningún escritor logró tanto revelamiento de una urbe que lo vio nacer, crecer y morir. Con razón a su regreso de Bogotá, ya enfermo del enfisema pulmonar, lo tranquilizaba su amigo Mario Arango Jaramillo al decirle que había regresado al “me-jor moridero del país” como es esta ciudad, porque ya ha dejado de ser el evocado buen vividero.

Los cuentos de Jaime transpi-ran ciudad y es en ella donde mejor estableció sus afir-maciones y des-cubrimientos del comportamiento civil de sus pobla-dores, incluidos, y preferiblemente, los bandidos que tanto lo atrajeron porque les conocía su lenguaje y su razón de sobrevi-vencia. Esquinel como le gustaba citarse, asesoró in-teligencias dentro de la marginali-dad y comandó campañas publicitarias para legitimar enfrenta-mientos con el régimen que tanto se ha avenido a negociar y partir coimas con los delincuentes.

En su cuentística muestra todas estas percepciones, con la despreocupación de quien aspirara a llegar a ser reconocido porque incluso dentro del nadaísmo se le tuvo siempre como fuera de sus toldas ya que fue el único que mantuvo una postura ideológica consecuente con las luchas de clase que se han vivido en esta inmolada patria de unos pocos, en detrimento de casi todos.

La vida de Barquillo transcurrió en medio de las mayores vicisitudes, que el novelizaba con sus interpretaciones de una realidad que se convertía en obsesión para seguir respirando en esta gran mentira de la existencia. Y también se explicaba en las diversas actividades que ejerció desde traductor, publicista y profesor universita-rio hasta músico cantor para lo cual cumplió un exitoso periplo por España con el bar de la calle luna y la orquesta de salsa que fue reconocida con vítores en Sitges y otros poblados ibéricos. No obstante lo cual fue además el motivo de una

larga y nunca zanja-da discrepancia que tornó en enemistad con sus demás com-pañeros de ruta en-carnados en Samuel Vásquez quien lo había acogido en su Taller de Artes para regocijo público y del público. Añadi-da a lo anterior su experiencia como editor de una publi-cación para resaltar la buena crónica de ciudad, que se llamó El Candelario y que como todo proyecto se enmar-có en la polémica ardorosa y la toma de distancia de sus colaboradores para concluir en litigios vanos que frustra-ron una idea mara-villosa.

Tuvo buenas relaciones con la política y era reconocido como el poeta por el movimiento 19 de abril, M-19, situación que le permitió asistir a la entrega de las armas del comandante Pizarro en Santo Do-mingo, Cauca, donde encontró tema para varios relatos de mucha sustancialidad.

Era un hombre impredecible y los hechos, a veces, lo desbordaban. Siendo niños conocimos a vástagos de una familia de apellidos Muñoz Mosquera, porque teníamos un amigo común que era su tío y después desconocedor e inocente de lo que vino en posteriores. A los chicos les dábamos

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conos cuando terminaba la retreta en el parque de bolívar, tiempos ha. Una vez iba Jaime Espinel con una amiga, editora de El Candelario, cuando en la vía del barrio El Poblado llamada la cola del zorro encontraron, en el Mercedes Benz que viajaban, otro coche, una de las camionetas de la época de los 90, y como por esa ruta no cabía sino un carro, y los cadáveres que dejaban los mafiosi de entonces, quedaron los dos vehiculos enfrentados. De la mafioneta se bajo una “pinta” con miniuzi debajo de su brazo para demandar paso. Se acercó a la mujer que manejaba el coche y la amenazó porque no daba paso. Pero vio a barquillo y de una le dijo:

-Jaime que bueno verte. Esa cucha se salvo porque tú la acompañas.

También le tocó asistir a reuniones donde se proyectaba con el patrón mayor de esta ciu-dad, La publicidad para sus programas sociales de dación de canchas de fútbol en los sectores populares de Medellín.

En sus años finales andaba, en el tiempo que le dejaban sus achaques por la salud de-teriorada con el exceso de humo metido a sus pulmones, traduciendo a Flannery O´connor,

considerada por él la mejor escritora de los Estados Unidos.

El encantador de… todos

En 2001 se le ofreció un reconocimiento a Gonzalo Caro, Carolo, por algo relacionado con el festival de rock de Ancón sur y concurrieron al Concejo distrital sus amigos, entre ellos Bar-quillo que fue quien gestionó el permiso para dicho encuentro de hippies… Culminado el acto se fueron a un café de Guayaquil muchos de sus conocidos y Espinel empezó a contar sus historias, y las meseras que atendían se quedaban paradas escuchándolo admiratrices. Terminó con todas las putas alrededor de la mesa aclamando sorprendidas al Barco con su verbo encantado pues todas se maravillaron y dejaron sus labores para escucharlo gratamente.

Como todo lo que el contaba, que lo convertía a uno de testigo en protagonista, así lo cuento:

Andábamos en una rumba que duro cuatro días, en la finca de un amigo común, y todo el trayecto de la misma transcurrió con el encanto de la palabra dicha por barquillo. Todos estába-mos ensimismados oyéndolo decir sus historias

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que cada día se renovaban y tomaban nuevos bríos. La hija de 8 añitos de nuestro amigo, Ana maría, todo el tiempo tuvo sus brazos apoyados en un cojín para tomarse la cara con las manos, mostrando su pasmo con tantas ideas lanzadas y esas anécdotas que las completaban. Terminado el encuentro y los decires “el barco” dejo de na-vegar y nos despedimos, no sin antes escucharle a la niña esta frase demoledora, como ruego para su padre:

- ¡!papi, cómprame a barquillo¡¡.

Así era el encanto en la palabra que Jaime espinel desataba y por lo que sus amigos extra-ñamos esta ausencia que es un vacio para todos y además para la literatura en tanto que se queda en el recuerdo un narrador pleno que sabia contar las historias con la mejor disposición en esclarecer los insondables misterios del existir.

Un hasta pronto al último de los nadaístas ido como “la mayoría de los hombres de su vida de tranquila desesperación” como dice Henry Thoreau, con el fervor del amigo en la contra-dicción de ser.

Medellín, mayo 28 del 2010

Poemas publicados en prensaPor: Jaime Espinel

Señal trece Se alzó la báscula y gimieron los enfermos con su llanto encerrado en una concha puesta abierta al infinito. Fue yermo el valle salobre y la encina exige una tercera Categoría. No se encuentra en la llanura un eco para amarrar a su pecho las condecoraciones. Está muy duro el pan y todavía permanece el centinela. como permanecen los genes que deben aplastar trozos de eternidad. Jamás orgullo alguno transitó el interruptor de las doctrinas. Del abismo sube el grito sofocante: es la petición de los vínculos, es estar de acuerdo y construir mejores puertas y hacer en los muros mayores huecos para los cristales de ventanas inmensas.

Afuera habita la fuerza de los tiestos rotos o los ladrones enfundados en talegos de joyas y dedos que anonadan. Debe ahogarse el habitante de la isla mayor que me responde agitando un pañuelo amarga-mente sobre los senos rodantes de la historia. El nombre del cristal es gigantesco como una mina pobre, se arrodilla y nos habla de filibusteros cuyo canto pertenecía a todas las playas, cuyos labios dijeron del éxodo y de los desga-rrones de los guphis que avituallaron por mucho tiempo los 17 espasmos predecesores de la carcajada. …Y zozobrar en algún sitio puro y complicado (no latifundio), con flancos de cordilleras y sentir el miedo que nos obliga a correr y no mirar atrás; y no fatigarse y no tomar café…

Con agua que no ahogue y vino que no trastorne cualquiera hace buen

mundo. Macedonio Fernández

Marginalidad dentro de la marginalidadPor: Juan Manuel Roca

Podría sentenciarse sobre la obra narrativa de Jaime Espinel. Pues si en algún momento el nadaísmo fue medianamente marginal, en su seno había, como en un bolsillo secreto, otra marginalidad: escritores casi inéditos como Espinel o como Cachifo Navarro, gestaban una obra mucho más silenciosa que la de sus compañeros del grupo nadaísta, y, quizás, con relación a la escasa narrativa del movimiento, más ambiciosa.

Los dos libros de Jaime Espinel fueron pu-blicados mucho tiempo después que pasara el tropel nadaísta. En el 75 publicó su primer libro de cuentos: Esta y mis otras muertes, y, más recientemente Agua de luto (1982). Sin embargo, la obra de Espinel no resulta lo sufi-

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cientemente conocida, no obstante ser punto relevante en la casi siempre monótona llanura narrativa del país.

Un tono acezante recorre estos cuentos de Agua de luto, algo que reproduce el acelerado corazón de la ciudad, y que se siente en cada uno de sus siete cuentos. El personaje central de estos cuentos de Espinel, en realidad, es la ciudad. Una ciudad poblada de fantasmas, a la sombra del fantasma de Gardel. Hombres que escasamente ríen, porque ya han recibido, como en el poema de Brecht, la terrible noti-cia, el inminente desalojo del cuerpo.

Como en una galería de espejos deformes, una legión de seres y de sombras chinescas deambula por la ciudad de Medellín, por sitios vedados donde el hampa canta una canción de olvidos. Barroco, poblado de alusiones que po-drían ahogar el texto, Espinel salva sus cuentos de la asfixia gracias al hilo secreto con que teje sus historias, un hilo fuerte como el cáñamo. La gran virtud narrativa de Espinel está acaso en esa manera de encarar la realidad, con un sesgo burlón y a la vez amoroso. Textos que proceden acaso de una tradición oral de barrio,

de la crónica roja, de esos héroes marginales que alternan fútbol y bar con bandoneón de fondo, hombres fronterizos que oscilan entre sueños de gloria, cuchillos o disparos.

Cuentos, pues, que reconstruyen parcialmente un mapa de la ciudad de Medellín: los bares de Guayaco, las noches del billar y el tahureo, la vieja ciudad que ya entraba al olvido. Acá, en este libro de Espinel, el testimonio, la crónica de una época mejor narrada, más sentida que el fallido Aire de tango de Mejía Vallejo.

Pocas veces se da en la narrativa colombiana un tono tan personal, tan sugestivo, y que va-ticine en sí mismo una continuidad, literatura que registra de una nueva manera la violencia y el dolor, las canciones de un país limítrofe entre la idiotez y la locura. En Agua de luto nos encontramos con un escritor cuya raigam-bre parte directamente de su entorno, de la exaltación de la cultura popular, pero que sabe cuidarse de dosificar su argot, pues la tempo-ralidad de la jerga marginal, a cada momento renovándose, también acecha volviendo transi-torios lenguajes que se consideraban vigentes.

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Introducción“Cuando tú me mandes que

cante, mi corazón parece que va a romperse de orgullo. Te miro y me echo a llorar. Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce melodía, y mi adoración tiende sus alas, alegre como un pájaro que va pasando a la mar”.

Rabindranath Tagore

A través de realidades atravesa-mos al universo de lo íntimo, como elemento simbólico para mover y desprender el dolor de las mujeres con imagen, poesía y sonido ancestral como humanidad viajera que veni-mos desde hace millones de años.

En el segundo Programa de Me-dellín, las mujeres y las artes, un espacio para desarrollar las potencialidades artísticas y culturales de las mujeres de Medellín se llevó a cabo la inaugu-ración el 9 de Diciembre del 2010 con el evento Tras el velo, una historia, en el Centro Cultural Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia en su sede Carlos E. Restrepo.

Con fotografía, poesía y sonido atravesamos el universo de lo íntimo, como elemento simbólico buscando con ello instalar en la memoria las

realidades de los seres olvidados, dolidos y solitarios para desanudar la queja, dejar de dolernos, masajear, limpiar y levantar los sellos antiguos que nos atan el alma, lograr el equi-librio y llevar la vida con dignidad. Somos el megáfono por donde se le-vantan las voces de la irracionalidad de las mujeres en la guerra, las des-plazadas y violentadas de Afganistán, Israel, Argentina, Perú, Colombia, es decir del mundo entero, materia prima de este trabajo para instalar en la memoria y reconocer que es un dolor que nos pertenece y decir con el poeta Juan Gelman :

“Cuando el dolor se parece a un país, se parece a mi país”

El trabajo artístico es transfor-mador del ser humano, espacio donde el arte permite conocernos y modifi-carnos. Queremos que estas historias sean conocidas por la sociedad que ha tenido que vivir en la cuerda floja de la desesperanza, con el recuerdo de lo que nos ha golpeado:

Pasos desiertos sin una puerta para entrar.

Refugio de miradas secas y acusadoras.

Tras el velo, una historiaPoesía: Angela Penagos Londoño

Mujeres mayores arañando silencios

La parte creativa de la poesía estuvo a cargo de la Ángela Pena-gos Londoño, poeta, contadora de historias que sabe que el dolor es un deseo herido y marca con su pluma los acontecimientos de la vida.

Tatiana Pérez Osorio, es la mu-jer que sabe colocar su ojo y captura con lucidez los momentos de cansan-cio, soledad, las delicias del caos y la fragilidad de la vida congelando la imagen para entregarla limpia, como las estaciones de la vida.

Miguel Ángel Bedoya, ama la sencillez y conoce los sonidos que emiten los cuencos cantores tibeta-nos, sonido ancestral que une el cielo con la tierra, nos conecta con el agua, el fuego, la tierra y el aire y nos lleva de regreso al paraíso.

Logramos agitar el sistema ner-vioso y cumplir una de las misiones más bellas del arte: crear belleza para mostrar y transformar.Angela Penagos Londoño Presidente Red de Mujeres Artistas REMART celular 3003169706

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CAMINANDO VENGOVengo de la guerraSin trofeos Ni cabezas rapadasVengo de hacer la guerra con Abelde matar a Goliat y a diez mil filisteosDe la huída de EgiptoDe ser el rey de los Hunos vengo

De las conquistas de Alejandro MagnoDe los amores de la egipcia CleopatraDel Ágora Del panteón vengoLlena de duelos y nostalgiasVengo de la edad de cobreBronceHierro

Vengo de Esparta sanguinaria De Grecia De VienaDe ser Nerón De ser HitlerDe ser Napoleón el estratega vengo

Vengo de ser SaloméY recibir la cabeza de Juan BautistaDe las cruzadasDe la inquisición De la quema de brujasDe la Rusia imperial vengo

De las guerras vengoCon las manos vacíasY el corazón ardienteDe los dolores de las madres de mayoDe los martiriosDe los campos de exterminioDe los genocidios vengo

Vengo de la guerra sin trofeos Ni cabezas rapadasPorque del acto he pasado a la palabraDe los genocidiosA mi propio genocidioMi guerra tiene nombreMis guerras devastadoras me pertenecen

Estoy llena de campos minados

De campos guerreros que se escapanHasta hoy mi enemigo estuvo afueraLo busqué en los desiertos y selvasEn los montes y ciudadesPor eso siempre trajeTrofeos y cabezas rapadas

Me cansé de achacar a otros mis derrotas Es cierto que me han crucificado como a CristoLas heridas todavía están abiertasLas masacres en mi piel son escrituraIgualmente a negros e indígenas masacréMíos los odios que les profeso

Estoy cansada de mis guerreros imperiososDe respirar el aire enrarecido de los tambores Cansada de ser mercenaria

Ahora mis guerras me pertenecenPor eso vengo de la guerraSin trofeos ni cabezas rapadasAhora vengo de mis propias guerrasCon las manos vacía y el corazón ardienteCaminando la historia vengo

VIAJEUn viaje sin regreso emprendoUn viaje sin piel ni díasUn viaje etéreo por las galaxias de los sueñosAusente siempreDe las horas que pasan Sin que nada sucedaUn viaje sin regreso emprendoAl infierno sin demonios ni espíasAl cielo increado A la luna en tinieblas que me miraEn busca de selvas guturales me extravío En busca de metálicas vocesEscondidas en el vientre de la tierraDe caballos rojos que galopan en las tardesDe ojos amarillos que murmuran Estoy destinada a viajes sin regresoPorque siempre soy distinta como los árbolesMudo de hojas Flores y frutosEn mi intimidad de ardillaDe pájaroDe insectoEmprendo viajes sin regresoMi residencia es trashumante

Poemas IIPor: María Elena Giraldo G.

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El dibujo secreto de América Latina

Por: William Ospina • La Habana

Desde los tiempos en que Bolívar escribió su “Carta de Jamaica”, una tarea fundamental de este continente es el diálogo entre la unidad y la diversidad. Mentiríamos si dijéramos que nuestra América es una: por todas partes surge la evidencia de su pluralidad: desde los desiertos de coyotes de Sonora hasta los “vértigos horizonta-les” de la Patagonia, desde los incontables azules del Caribe hasta ese “verde que es de todos los colores” de la cordillera y la selva, desde el aire de fuego de las costas caribeñas hasta la noche blanca de los páramos, desde la fecundidad de valles y de pampas hasta lo que llamaba Neruda “el estelar caballo desbocado del hielo”.

Y no hablo solo de la extraordinaria di-versidad geográfica y biológica sino, en ella y sobre ella, de la diversidad de los pueblos y de sus culturas, o de algo más sugestivo aún, los muchos matices irrenunciables de una vasta cultura continental.

En esa misma “Carta de Jamaica” Bolí-var afirmaba que “somos un pequeño género humano”. Dos siglos después, hay que quitarle el adjetivo “pequeño” a esa frase, y afirmar que somos una muestra muy amplia de lo que es el género humano, porque tal vez en ningún otro lugar del planeta está más presente la diversidad de la especie. Alguna vez el doctor Samuel Jo-hnson le dijo a James Boswell: “Amigo mío, si alguien está cansado de Londres, está cansado de la vida, porque Londres tiene todo lo que la vida puede ofrecer”. Pero ¿qué es hoy la di-versidad de Londres, de París o de Nueva York comparada con la diversidad de Sao Paulo, de México, de Buenos Aires o de las Antillas? Las viejas metrópolis se apresuran a imitarnos y se llenan vertiginosamente de inmigrantes, Londres se llena de caribeños pero sin el mar Caribe a la vista, París se llena de muecines y de senegaleses pero no tiene el desierto ni las praderas fluviales

Ref.: “La Jiribilla”, Revista de la cultura cubana. Año VIII, La Habana, 28 de noviembre al 4 de diciembre de 2009

-Intervención especial en la inauguración de la Semana de Autor, que le fue dedicada y en

participaron especialistas y estudiosos de su obra-

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de África, Madrid ve llegar a los sudamericanos, pero siguen estando lejos los Andes y la selva amazónica.

Europa sigue siendo un conti-nente de tamaño humano, como diría George Steiner: el continente de los cafés, el continente que fue medido por las pisadas de los caminantes, el continente que ha convertido sus calles y sus plazas en una memoria de grandes hombres y de hechos históricos, el continente que descu-brió que dios tiene rostro humano. Nuestra América es definitivamente otra cosa, aquí la naturaleza no ha sido borrada, aquí sí hay verdaderas selvas y verdaderos desiertos. Allá todos los caminos llevan a Roma, aquí todas las aguas buscan el río, nada tiene unas dimensiones huma-nas, todo nos excede, y Dios mismo necesita de otros rostros y de otras metáforas para ser concebido, para ser celebrado.

Fue Paul Verlaine, maestro sensorial y musical de los poetas hispanoamericanos, quien escribió en su arte poético que lo importante

no es el color sino el matiz, y creo que si a algo nos hemos aplicado los pueblos de este continente es a desplegar y ahondar en los matices locales y particulares de una cultura cuyos trazos generales son similares.

Quiero decir con ello que hay una característica común de la cul-tura latinoamericana y es que nada en ella puede reclamarse hoy como absolutamente nativo, salvo quizá esos pueblos mágicos del Amazonas que nunca han entrado en contacto con algo distinto. En otras regiones del mundo, hasta hace poco tiempo, podía hablarse de pureza, de razas puras, de lenguas incontaminadas. Aquí las mezclas comenzaron muy temprano, no para llegar a lo indife-renciado sino para producir en todos los casos cosas verdaderamente nue-vas. Digamos que en nuestra cultura continental casi nada es nativo pero todo es original.

John Keats decía que explicar un poema puede equivaler a “destejer el arco iris”; lo mismo podríamos decir del proceso de revelar todas las

tradiciones, todas las fusiones, que llevaron al nacimiento de la cumbia o del tango, de Pedro Páramo o de Macondo, de la obra de Niemeyer o la de Borges.

Caminaba yo una vez por un museo de México cuando pasaron a mi lado dos personas y alcancé a oír que una decía a la otra: “Hay tres culturas en el mundo, la asiática del arroz, la europea del trigo y la ameri-cana del maíz”. La frase, recibida así “por los caminos del viento” como dice la canción, no me pareció tan importante por su contenido cuanto por su enfoque. Dejaba al África por fuera, y eso ya era grave, pero atri-buir la raíz última de la cultura a la alimentación y a los bienes básicos de la naturaleza me pareció original en el sentido profundo de que habla de orígenes. En esa medida podríamos decir que aunque los pueblos nativos de América eran muy distintos unos de otros, aztecas, incas, muiscas, sioux, arhuacos, tainos, los cente-nares de pueblos que habitaban el continente compartían la cultura del maíz, y no hablo solo de los hábitos

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alimenticios sino de los dioses, los ritos y las pautas de civilización que nacen de él.

Hoy se habla mucho de globa-lización, pero ese proceso comenzó hace siglos. Ya el cristianismo, que fundió en su trinidad mitos hebreos, ideas griegas y ambiciones romanas era un fenómeno de globalización. Y lo que suele llamarse el descubri-miento y la conquista de América fue una de las grandes avanzadas de ese viento global. Hoy, si en algo estamos globalizados, es en el modo como los distintos pueblos del mundo compartimos los productos de la naturale-za: yo he visto maizales en Illinois, en el norte de Italia y en las praderas de Katmandú, he visto trigales en Rosario y en las llanuras de Francia, sé de los arrozales de Birmania y de los del Tolima.

Ello parece decir-nos que no reinan ya los dioses del lugar, que muchas cosas que antes eran locales son planeta-rias, que las divinidades del opio, del vino, de la amonita muscárida o del cornezuelo de centeno hace rato reinan sobre el planeta entero y ya no instauran religiones, en el sentido profundo de ritos que religuen a los seres humanos.

En el humano luchan y dia-logan dos tendencias distintas: el interminable deseo de arraigar y la insaciable necesidad de otros mundos y otros cielos. Si hasta el árbol, que parece tan condenado a no moverse, arroja al viento sus nubes de semillas y hace crecer sus hijos muy lejos, qué decir de esta especie nuestra siempre insatisfecha, que arraigada en la pa-

tria sueña mundos desconocidos, y extraviada en el exilio añora sin fin el paraíso perdido. Hace unas semanas pude ver cómo los noruegos, grandes caminantes y grandes navegantes, que viven hoy en un país próspero y confortable, sienten su costa como un hermoso barco encallado en la vecindad de los hielos, y viven un anhelo profundo de tierras remotas y de mares tórridos. Esto es tan intenso que incluso beben un Aquavit que

tiene que haber ido hacia el sur has-ta cruzar la línea ecuatorial y haber vuelto, para tener el gusto adecuado.

La humana es una historia de diásporas. Según dicen las noticias recientes, esos dos mil seres a los que alguna vez se redujo la humani-dad, en el momento más vulnerable de su existencia, se dispersaron en pequeñas hordas por el mapa del África hace cientos de miles de años, y cuando volvieron a verse eran ya tan distintos, que parecían a punto de

configurar varias especies. Nosotros mismos tenemos que admitir que los nativos de América, los primitivos habitantes del territorio, llegaron algún día por caminos de hielo desde las estepas del Asia, o navegando desde la Polinesia hasta las costas de Chile. Así que todo arraigo es hijo de una diáspora previa, y tal vez todo amor por el suelo nativo oculta la honda nostalgia de una tierra perdida en los meandros del pasado.

Lo nuestro es la edad de las naciones, y entre nosotros esos estados na-cionales son un fenómeno tan reciente que casi puede observarse a simple vista. Venimos de formar par-te subalterna del primer gran imperio planetario, y hace apenas dos siglos los distintos países emer-gimos a un intento de vida independiente. Pero ya las sociedades anteriores a la llegada de los europeos habían alcanzado ciertos rasgos distintivos que des-pués la historia no ha podi-do borrar: el culto al padre mítico y el diálogo con la muerte propio de la cultura mexicana, la fragmenta-ción mítica del territorio propia de la cultura colom-biana, la insularidad de la cultura cubana, la noción del triple mundo propia de la cultura incaica, los

mundos del cóndor, del puma y de la serpiente, que eran desde temprano la percepción de una realidad en la que tienen que dialogar y entenderse de un modo complejo las montañas nevadas, las fértiles tierras medias y la selva fluvial.

La violenta conquista y la edad colonial rompieron muchas cosas y añadieron muchas otras al mosaico: pienso en la reviviscencia del culto de la diosa madre indígena de las lagunas bajo la forma de las

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vírgenes mestizas de Guadalupe, o de Chiquinquirá. Hay en el altar mayor de la iglesia de San Francisco en Quito la imagen de una virgen alada y grávida que no es posible encontrar en la iconografía católica europea. Muchos la asocian con la virgen alada que Juan de Patmos describe en el Apocalipsis, pero los estudiosos del arte religioso colonial ven en ella una representación de la Pachamama incaica, y dicen que el artista tallador, Bernardo de Legarda, un indígena quiteño, solo se animó a hacer sus vírgenes aladas, muchas de ellas con rostros indios, cuando vio llegar en barcos a las costas del Pacífico unas muñecas birmanas de madera.

Así son los caminos de nuestra cultura: a veces utilizamos los aportes del mundo entero para expresar lo más profundo y original de nuestro ser. El vistoso politeísmo del san-toral católico latinoamericano logra mediante complejas astucias rituales que el culto de un dios único no sea incompatible con el culto de infinitas divinidades menores, identificables y especializadas. Y Derek Walcott ar-

gumentó con gran belleza y sabiduría en su discurso para recibir el Premio Nobel de Literatura en 1992, que la mirada colonial, el discurso superfi-cial de las metrópolis, no advierte que en nuestras aparentes imitaciones hay una originalidad nueva, la expresión de algo que no es derivación sino ple-nitud presente; que la representación del Ramayana que hacen en verano en Trinidad incontables muchachos de origen hindú no es una obra de teatro sino una obra de fe, no es imi-tación sino originalidad.

En nada se advierte tan níti-damente el modo como lo ajeno se volvió carne y sangre propia como en el vasto tejido de las lenguas europeas llegadas a América, en las que empe-zaron a circular desde muy temprano las savias del mundo americano, y en cuyas literaturas fue emergiendo la exuberancia de las distintas regio-nes del continente. Las literaturas americanas son fruto del encuentro de unas lenguas ya formadas con un mundo desconocido. La tensión entre unas lenguas establecidas y un mundo sorprendente representó para nosotros desde el comienzo la tensión

entre lo real y lo mágico, ya que la magia no es más que lo que obedece a otras leyes.

Es conveniente recordar que, aunque las civilizaciones del planeta registran una historia varias veces milenaria, hace apenas cinco siglos dos mitades del mundo estaban completamente incomunicadas. La tierra, como la luna, tenía una cara oculta, y el encuentro entre esas dos maneras de lo humano desarrolladas a lo largo de los milenios de un modo independiente planteaba los más apasionantes desafíos para la vida y para la imaginación. Fue algo más extraño aún que si el latín hubiera arraigado en África; fue como si, a consecuencia de las aventuras en el espacio exterior, el inglés arraigara en algún planeta con vida inteligente.

Ahora bien, es muy distinto lo que ocurrió en las dos mitades del continente americano. En el norte la lengua inglesa solo tuvo que hacer un esfuerzo por reconocer el mundo físico y por permitir que las culturas llegadas de lejos arraigaran en él, en tanto que en la América Latina, donde florecían diversas y complejas civilizaciones, y donde no fueron exterminados completamente los pueblos indígenas, las lenguas la-tinas tuvieron que dialogar con las lenguas nativas, aunque ese no fuera su propósito inicial, y todavía hoy siguen haciéndolo. Lo que en los últimos siglos, de un modo crecien-te, ha mostrado nuestra literatura es el modo gradual como asciende a través de una lengua ajena la savia de un mundo nativo, con sus colores y sus metáforas, con sus sueños más inexplicables y sus recuerdos más profundos, con la radical extrañeza de sus modos de representación. Se sien-te en ella la profusión, la exuberancia, el colorido y la fragancia de una tierra nueva, de unas selvas que no habían sido taladas jamás, de una fecundidad de los suelos, de una abundancia de mamíferos y de insectos, de

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reptiles y de aves en la que nuestra época de postrimerías bien puede encontrar las virtudes del Paraíso. La literatura de la América Latina comenzó con las crónicas de Indias. Detrás de las campañas casi siempre brutales de los conquistadores avanzó una asombrada legión de cronistas describiendo la naturaleza, interro-gando las selvas, los suelos, los cli-mas, la fauna, las culturas nativas, sus costumbres y sus mitologías. Dado que los grandes letrados permanecie-ron en el mundo europeo, la historia tuvo que improvisar sus historiado-res, sus narradores y sus poetas, con soldados más llenos de curiosidad que de información, hombres apenas formados en la tradición cultural de sus tierras de origen, pero dueños de un singular espíritu de observación y de esa extraordinaria audacia mental que caracterizaba a los hombres del Renacimiento.

Y allí ocurrió un fenómeno muy significativo: muchos querían

solamente cantar las hazañas de los grandes capitanes de conquista, que-rían pintar sus retratos con el paisaje de fondo del mundo americano, pero ese escenario era tan vigoroso que muchas veces el retrato se perdió detrás de las selvas y las anacon-das, de los caimanes y los ríos, de las tempestades y los pájaros. El mundo americano avanzó como una enredadera sobre las páginas de los cronistas, y lo invadió por completo, y les demostró que aquí el hombre no puede llenar todo el cuadro. Los cronistas de Indias no podían bastarse con repetir lo aprendido en su mundo de origen, y dado que “en los comienzos de una literatura nombrar equivale a crear”, aquellos aventureros tuvieron que inventar un lenguaje y prepararon el terreno para una extraordinaria literatura.

Desde temprano se empezó a hablar en el arte y en la literatura del barroco latinoamericano. Pero si el barroco, como ha dicho Borges, es la manifestación final de todo arte, ese

momento en que un lenguaje extre-ma sus posibilidades y “linda con su propia caricatura”, el arte de nuestros orígenes no podía corresponder a esa definición crepuscular. A los eu-ropeos les parecieron barrocas esas fachadas de los templos católicos donde se combinaban de un modo imaginativo y caprichoso los decora-dos del Renacimiento con los dibujos de las tradiciones indígenas, pero esas cosas no obedecían a razones ornamentales, ostentosas o retóricas, sino a necesidades concretas, una de las cuales era hacer convivir las culturas y fusionar sus símbolos en una estética que difícilmente podía caracterizarse por su austeridad.

Hace poco, visitando la ciudad del Cuzco me contaron que en los primeros tiempos, después de cons-truida la catedral sobre las ruinas del templo del Sol, los sacerdotes católicos les preguntaron a los jefes incas por qué los nativos no entraban al templo, si había sido construido para ellos. Los jefes contestaron que

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no podían ver como un sitio de culto un lugar donde no entrara el sol. Los sacerdotes tuvieron entonces la idea de abrir unas ventanas hacia el oeste que recibieran la luz de la mañana, y disponer grandes espejos en el in-terior para que la luz se multiplicara por todas partes. Solo después de esto los indios entraron finalmente en el templo, pero quizá no del todo a adorar al dios cristiano sino por-que el dios solar había hecho suyo el recinto. Y ya en la propia España se habían dado por siglos fusiones entre el mundo cristiano y el moro; la realidad estaba ajedrezada y también la imaginación. Eso ayuda a entender la aparición de un poeta tan extraño y fascinante como Luis de Góngora y Argote, nacido en lo que fueron los viejos reinos moros, y cuyo amor por la sonoridad de las palabras parece pertenecer al orden de la poesía ára-be, más interesada por la musicalidad que por el sentido.

Una vez más, allí encontramos la leyenda de una influencia. Se atri-buye a una imitación del culteranis-mo de Góngora la obra del magnífico poeta de Tunja, en el siglo XVII, Hernando Domínguez Camargo. Pero hay que añadir que su profusión de metáforas nacía de una zona fron-teriza entre lenguas distintas, entre universos mentales distintos, y revela también un esfuerzo extremo por per-tenecer a Europa, pero a una Europa inaccesible para un pobre clérigo de las colonias, una Europa magnificada y desdibujada por la distancia. Esos énfasis son más bien la extrema tensión de un creador que no está en el centro de una cultura sino en sus orillas, la lengua de los que sueñan con otros mundos, una aventura de metáforas comparable a la tradición de los skaldos septentrionales.

Parece barroca la ornamenta-ción de los retablos de los templos y de la pintura colonial, llena de frutos, hojas y flores nuevas, de un bestia-rio a menudo fabuloso. Pero ¿cómo

llamar barroca a la representación de las pinas y de los armadillos, si no son exageraciones ni inventos sino la fidelidad clásica a unas formas na-turales? Sería tan necio como hablar del barroquismo del pico enorme del tucán, de los colores del papagayo, o de la exuberancia de las selvas equi-nocciales. Allí donde la naturaleza es exuberante no estamos en presencia de un énfasis estético sino de otro canon de lo natural, de un clasicismo sujeto a otras leyes.

El arte europeo buscó, desde los griegos, la justa medida y el equilibrio. Buscó también sujetarse siempre a un patrón humano, pues Europa no solo pensó que el hombre es la medida de todas las cosas sino que llegó a la conclusión de que lo humano es la medida misma de lo divino. Ese es, me parece a mí, el sen-tido del Cristianismo. Y solo por esas nociones el arte europeo evolucionó hacia la búsqueda de la perspectiva, del naturalismo, del arte del retrato, del realismo, de la minuciosidad del dibujo, y de la fidelidad a las formas, de un modo que ya en el Renacimien-to estaba alcanzando su plenitud.

Pero el descubrimiento de América fue también una metáfora de la necesidad que sentía Europa de salir de sí misma, la sed de descubrir los mundos no europeos que había en este mundo. A partir del siglo XVI, de un modo creciente, comenzaba en Europa en todos los reinos del espíritu, en la filosofía, en la políti-ca, en el arte, en la poesía, la crisis del centro, la crisis de la forma y la crisis de la proporción. Empezaron los sueños de la Utopía y del buen salvaje, de las Nuevas Atlántidas y de los Eldorados, creció el gusto por las especias exóticas, y comenzaron las fugas míticas en busca de lo nuevo. No deja de ser significativo que hayan sido los finales descubridores de otras tradiciones estéticas, impresionistas y expresionistas, quienes emprendieron una lucha contra la nitidez del dibujo,

un proceso de experimentación y de abandono de cánones estrechos y de normas rígidas.

El arte americano nace de una tensión entre las formas del lenguaje europeo y las convulsiones de un mundo que no logra agotarse en lo humano. Como lo dijo, antes de Steiner, el inglés Auden, hay en Amé-rica verdaderas selvas y verdaderas tierras vírgenes, ríos desmesurados y civilizaciones incomprendidas. “En Europa —dijo Auden— un viajero, por perdido que se encuentre, está a media hora de un sitio habitado, en tanto que no hay americano que no haya visto con sus ojos comar-cas prácticamente intocadas por la historia”.

Aquí el patrón humano no logra aprisionar todo el sentido, y los artistas sintieron la necesidad de transgredir la norma áurea, la escala europea de las proporciones. Eso ahora es menos difícil, porque tam-bién el arte europeo se ha lanzado a la búsqueda de un nuevo sentido de la belleza, y ya en el siglo XIX el hombre que sintetizó esas búsquedas de la modernidad, Chares Baudelaire, había escrito en uno de sus poemas:

Plonger au fond du gouffre, Enfer ou Ciel, qu’importe? Au fond de l’inconnu pour trouver du nouveau.

(Hundirse hasta el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa? Al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo.)

Todo habitante de América, a pesar de sus esfuerzos por habitar en la polis en el sentido urbano del término, vive en la vecindad de una naturaleza no conquistada del todo, a medias innominada, en gran medida desconocida. Cuando pensamos que casi toda la farmacia europea nace del

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conocimiento de las seis mil especies vegetales que pueblan el continente, y que la América equinoccial tiene cincuenta mil especies de plantas, de cuyas propiedades solo tienen un conocimiento profundo los chamanes amazónicos, entenderemos mejor cuál es el sentido abrumador de la presencia de la naturaleza en el ima-ginario del hombre americano. La na-turaleza no es aquí algo conocido (la verdad es que en ninguna parte lo es), pero en América es más difícil caer en la ilusión de que tenemos al mundo do-minado y sometido, de que lo tenemos domesticado. Y ello, que podría parecer un fenómeno exterior, el tipo de relación que establece-mos con los bosques y los ríos, con los animales y los climas, es algo que incluye también la relación con nuestro propio sentido de humanidad y con nuestro propio cuerpo.

Nuestra América es todavía el reino de la perple-jidad, y a ello contribuyen por igual las tensiones y los desajustes entre la realidad y el lenguaje, los mestizajes y los sincretismos. No deja de ser asombroso que estas tierras ya suficientemente complejas por su composi-ción geográfica y biológica, se hayan enriquecido más aún con el aporte de razas, lenguas, tradiciones, reli-giones, filosofías, modelos económicos e ideales políticos llegados de otras partes.

Pienso en mi país, Colombia, por ejemplo, donde no somos ma-yoritariamente blancos europeos, ni indios americanos ni negros africanos sino uno de los países más mestizos del continente, en una región que es a la vez caribeña, de la cuenca del pa-cífico, andina y amazónica, que habla

una lengua que es hija ilustre del latín y del griego, que profesa una religión de origen hebreo, griego y romano, que ha adoptado unas instituciones nacidas de la Ilustración y de la revo-lución francesa, que fue incorporada al orden de la sociedad mercantil y a la dinámica de la globalización hace ya cinco siglos, y siento que estamos amasados verdaderamente de la arci-lla planetaria; pienso en esta América Latina, que produjo buena parte de

las riquezas con las que se construyó la moderna civilización europea, y me digo que es apenas comprensible que el arte y la literatura que surgen de esa colorida complejidad estén más llenos de fusiones de lo que uno pueda imaginar, y que esas fusiones pueden alcanzar por momentos apasionantes síntesis de la cultura planetaria.

Uno de los fenómenos más inte-resantes de nuestro mundo americano y en especial de la región equinoccial es el modo como participamos de la franja ecuatorial, del paralelo cuatro que produce no solo la mayor diver-sidad biológica sino buena parte del oxígeno que respira el planeta. Es la región donde no hay estaciones, es decir, donde la naturaleza no des-cansa, donde el suelo no duerme, donde el sol y el agua mantienen, por

decirlo de ese modo, en un insomnio per-manente. Se diría que es la región perfecta para que los sueños broten de la vigilia. La luz produce otro colorido, el cielo está aborrascado de nubes gigantescas, la lluvia a veces produce dilu-vios interminables, es región de fantásticas tormentas eléctricas, de truenos ensorde-cedores, de inundacio-nes y avalanchas. Los ríos cambian de cauce y la superficie de la tierra se estremece a veces, acomodándo-se a la actividad de las profundidades. No somos plenamen-te indígenas, ni eu-ropeos, ni africanos, pero nos nutrimos sin cesar de esos orígenes para al mismo tiem-po diferenciarnos de ellos. No hace mucho,

un escritor amigo mío, de una pobla-ción que se afirma cada vez más como afrocolombiana, tuvo la oportunidad de encontrarse con un escritor de África, y le expresó su alegría de estar hablando con alguien con quien podía identificarse plenamente. El otro, con gran cortesía y sabiduría a la vez, le dijo que ellos dos no eran muy semejantes. Y claro que se lo decía sobre todo

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para formular un desafío tácito. “En realidad somos distintos —le dijo—, nosotros somos africanos, ustedes son negros”. Mi amigo lo escuchó con extrañeza. Y el hombre de África aña-dió: “Ustedes descienden de esclavos. Nosotros nunca hemos sido esclavos”. Es evidente que los negros america-nos tienen que afirmarse en algo más que en su común origen africano; sin negarlo, tienen que sentirse más decididamente parte mitológica del mundo americano, y luchar por su originalidad aquí, en diálogo con este mundo en el que viven hace ya cinco siglos. También para ellos son esos versos de Leopoldo Lugones:

Que nuestra tierra quie-ra salvarnos del olvido, Por estos cuatro siglos que en ella hemos servido.

Y al mismo tiempo, hay que saber que sin esa savia vital que llegó de África, nadie en América Latina sería lo que es. Todos tene-mos derecho a reclamar “la parte de África” en nuestro ritmo, en nuestra carne y en nuestra imaginación. Todo es cuestión de ver bien los matices. Y lo mismo puede decirse de “la parte de Europa” y de “la parte de América”. Los hispanoamericanos podemos sentirnos españoles solo hasta el día en que vamos a España, ese día comprendemos para siempre que somos otra cosa, y ese descubri-miento puede ayudarnos incluso a amar a España, a admirar a España, a descubrir España.

Ahora bien, el modo como está lo indígena en nuestra cultura mestiza me resulta más fácil pensarlo recu-rriendo a la literatura. Siento que hay,

por ejemplo, en la obra de Gabriel García Márquez, una manera de dis-currir que no es en rigor occidental, que se resuelve en imágenes y en variaciones, como aureola o resplan-dor de los hechos centrales. Se diría que hay algo de estirpe indígena en cierto modo de presentar los hechos y de no resolverlos mediante argu-mentaciones, digresiones y teorías, sino mediante trazos y figuras que satisfacen a un tiempo al sentimiento y a la imaginación.

García Márquez pertenece a un mundo profundamente influenciado por ese pensamiento mágico, pero suele repetir que a pesar de saber muy bien cómo era la historia, o el río de historias, que pensaba narrar, encontró con claridad su tono y la certidumbre de sus recursos cuando leyó la novela Pedro Páramo, del

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mexicano Juan Rulfo. Tal vez lo afec-tó la libertad con que Rulfo se deja influir por el viento de las voces in-dígenas, por el modo de estos sueños americanos, por la persistencia en la vida cotidiana de los mitos profundos de su pueblo.

Así, en la novela Cien años de soledad nada sabemos de la singular relación que hay entre la madre, Úr-sula Iguarán, y su hijo mayor, José Arcadio, hasta el día en que este de-cide abandonar el pueblo, enrolado en la tropa de los gitanos. En cuanto se da cuenta de su ausencia, Úrsula sale en su búsqueda abandonando todo lo demás, su marido, su casa, sus otros hijos, dejando de ser el cen-tro de gravedad de su mundo. José Arcadio es el primer nativo que abandona el pue-blo y se aleja por el mundo distante con el que su padre siem-pre ha soñado. Yendo tras él, Úrsula llega a sentirse tan lejos que ya ni piensa en regresar, y encuentra al fin el camino hacia el mundo que todos los hombres del pue-blo habían buscado en vano.

Años después el hijo regresa, transformado por la ausencia, cruza el pueblo y la casa y avanza sin detenerse por los pasillos y los cuartos saludando con un gesto a quienes ve, pero solo llega al final de su viaje cuando encuentra a Úrsu-la. Está desandando el camino de su fuga, el camino por el cual su madre lo había seguido, y solo se detiene al llegar nuevamente junto a ella. Ese doble movimiento que primero nos revela la importancia que tiene para ella el hijo, y después la importancia que la madre tiene para él, muestra el lazo invisible que los une y que nunca delataron sus diálogos.

Y es por este dibujo secreto, intensamente trazado en nosotros por el relato, es por ese surco entre ambos que, sin saberlo, estamos dispuestos a creer uno de los episodios fantásticos más poderosos de la novela, aquel en que un hilo de sangre sale del hijo muerto, va recorriendo pasillos y calles y andenes, y no se detiene hasta encontrar a Úrsula y llevarle el men-saje de la muerte. De nuevo vemos el movimiento contrario, y es ella ahora quien siguiendo el hilo encuentra al final el cadáver de su hijo. Este dibujo ancestral del hilo de sangre que busca su fuente es una de las imágenes más bellas y memorables de la novela, y

sospecho que nuestra mente la hos-peda con tanta facilidad y gratitud porque no es un trazo arbitrario sino una necesidad de la historia; nos muestra poderosamente, con el poder de la poesía y del mito, la inexpresada relación del hijo con la madre, el lazo de la sangre materna convertida en camino del hijo, sendero de sus fugas y de sus retornos, de su soledad y de su muerte.

Algo en la moderna novela occidental ha tendido a abandonar los juegos libres de la imaginación, a subordinar las historias a las ideas y a abundar en tesis y en teorías.

Desde las minuciosas reflexiones de Dostoievski sobre los motivos de la conducta humana, pasando por la sobreabundancia de propósitos inte-lectuales del infinito Ulises de James Joyce, hasta el tono ensayístico de muchas novelas de Thomas Mann, la narrativa procuró a menudo aban-donar el viejo hábito de soñar libre-mente, de dar vuelo a la imaginación y de permitir que lo fantástico y lo real se combinaran a su antojo. Ese había sido el espíritu de las epopeyas clásicas, de las historias del ciclo de Bretaña, del Nibelungenlied, de la Comedia dantesca y del Orlando Furioso. Y por supuesto ese es el

espíritu de las dos obras orientales que más han influido en nuestra civilización: la Biblia y las Mil y una Noches.

Lo que más a s o m b r ó a l b a -rón Alexander von Humbold t en su viaje por la Améri-ca equinoccial fue la imposibilidad de encontrar como en Europa bosques de una sola especie, por-que en cada pequeño espacio proliferaban decenas de especies distintas. Lo que me-

jor ilustra la correspondencia de nuestra literatura a este mundo es la abundancia febril de las formas de su imaginación; no solo la vivacidad de los elementos y la intensidad del color, eso que Chesterton llamaría, hablando del posible origen criollo de Robert Browning, “una teoría de orquídeas y de cacatúas”, sino inclu-so la tendencia continua a contrastar distintas etapas de la metamorfosis de los hechos y de las cosas.

En nuestro continente el tiempo fluye de un modo vertiginoso. Hemos tenido que pasar en cinco siglos de

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los altos imperios comunitarios a las disgregaciones de la posmoder-nidad, de la vasta e indemne selva continental a las paredes apocalíp-ticas de los incendios que cercan y carcomen la selva amazónica para sembrar soya, de las praderas del bisonte y del indio a los aviones estrellándose contra los acantilados de cristal de las torres gemelas. Durante mucho tiempo, la América Latina se gastó en el esfuerzo de alcanzar una lengua propia, de con-vertir las arrogantes y rígidas lenguas que llegaron de Europa en lenguas nutridas por la savia del mundo nue-vo. Solo a fines del siglo XIX, con la labor de los extraordinarios poetas y narradores a los que llamamos mo-dernistas, simbolizados por el más melodioso de ellos, el nicaragüense Rubén Darío, conquistamos por fin unos recursos literarios capaces de

enfrentar el desafío de nombrar ple-namente nuestro mundo, y de dialogar con las otras literaturas del planeta. El siglo XX nos ha visto emprender esa tarea: las obras de los modernis-tas, de Rubén Darío, del mexicano Alfonso Reyes, de tantos autores en todo el continente, han madurado esos recursos. Y después, entre los numerosos autores del medio siglo y del llamado “realismo mágico”, surgieron muchas voces que de algún modo resumen la pluralidad de ese clamor continental. Entre ellas es ne-cesario mencionar a Juan Rulfo, cuya obra breve e inagotable muestra los viajes de la lengua española en la pro-fundidad de la memoria mexicana, a Pablo Neruda, cuyo canto de piedra y de selvas explora y celebra por igual naturaleza y la historia, a Gabriel García Márquez, cuya Biblia pagana del Caribe condensa la elocuencia de

la lengua de Cervantes, el pensamien-to mágico de los pueblos indígenas y la alegría, el colorido y la sensualidad de los hijos de África, y a Jorge Luis Borges, quien, interesado por la poe-sía gauchesca y por la cábala judía, por el Islam y por el budismo, por las mitologías del Indostán y por las sagas nórdicas, en el mayor país de inmigrantes, supo recoger la memoria de todas las bibliotecas y sentir el rumor del planeta entero mezclado en nuestras venas y en nuestras almas. Todavía estamos en el deber de in-terrogar cómo puede ser ese diálogo nuestro de lo uno con lo diverso, pero yo diría que no lograremos integrar a la América Latina mientras nos neguemos a ver la infinidad de sus matices, la riqueza sutil de sus di-ferencias. Es urgente abandonar los nefastos conceptos de subdesarrollo y de Tercer Mundo, que pretendían

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hacer del desarrollo un camino pre-fijado y exterior. Hijos de la edad de los descubrimientos, engendrados en las primeras avanzadas del mer-cantilismo, herederos de las lenguas, las religiones y las instituciones de Europa, nosotros somos el pri-mer gran fruto de la globalización. Pero ahora se hace evidente que el énfasis en lo universal despierta ense-guida la necesidad y la defensa de lo local. Desde que comenzó la prédica imperativa de la globalización ya no nos bastan las naciones, cada región del globo, cada aldea, cada tradición pugna por hablar, por diferenciarse, por existir. Hay un verso del poeta León de Greiff, al que él traviesa-mente llamó: “la fórmula definitiva y paradojal”. Esa fórmula dice: “Todo no vale nada si el resto vale menos”. Es paradójico que alguien hable del todo y del resto, pero en términos

lógicos es comprensible. El todo no solo es la suma de las partes, es tam-bién diferente de las partes. Y no se puede hablar del todo, del amor por la totalidad, para predicar el descuido de lo particular y de lo fragmentario. Creo que esa fórmula significa: el bosque no vale nada si el árbol vale menos, la especie no vale nada si el individuo vale menos, el universo no vale nada si cada lugar en él es deleznable. Las naciones son impor-tantes, pero necesitamos con urgencia un diálogo nuevo, de cada lugar con todos los otros y de lo local con el universo. Se diría que necesitamos un diálogo de los dioses del lugar con el omnipresente y disperso dios de Spinoza, y ello supone no solo el respeto por el universo como un todo, por el planeta como un todo, sino la recuperación del sentido sagrado de cada arroyo y de cada peñasco,

de cada árbol y de cada criatura. Y creo que no es la política sino el arte quien sabe ver a la vez el conjunto y el detalle.

Es verdad que los seres hu-manos no podemos sobrevivir sin perturbar, pero ya empezamos a com-prender que tampoco sobreviviremos si perturbamos demasiado. Hoy el mundo siente el peso oneroso de la especie humana, advierte demasiado su presencia, siente la rudeza y la torpeza de nuestra relación con las cosas, y es evidente que se hace ne-cesario el aprendizaje de la levedad, de no pesar mucho, el aprendizaje de cierta invisibilidad, tan contraria a esta manía moderna de lo que es excesivamente visible y estridente, el aprendizaje de la delicadeza, y el aprendizaje de la sutileza. Lo que adivinaron los primeros críticos de la modernidad: que Dios está en los

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detalles, que lo importante es el ma-tiz más que el color, que frente a la excesiva pretensión de conocimiento no necesitamos entender todo sino comprenderlo, y que no necesita-mos saber todo para disfrutarlo y agradecerlo.

De la América Latina podemos decir que es uno de los pocos sitios del planeta donde todavía queda la naturaleza, muy vulnerada pero todavía cargada de sus atributos ori-ginales. Nosotros somos, además, la Europa que se fue y que se mezcló de lo distinto, y mucho tenemos que enseñarle a esa Europa que solo ahora está sintiendo la vecindad física del resto del mundo. Nuestra rica cultura continental ha experimentado las fusiones y ha alcanzado poderosas

síntesis. Los males del mundo se ven mejor desde las orillas que desde el centro, porque los viejos centros estu-vieron siempre demasiado engreídos de su importancia y no veían más allá de su horizonte, y en cambio los nue-vos centros de la esfera participan de los atributos del centro y de la orilla. En esa medida es verdad que en los sótanos de nuestras ciudades está el Aleph, está el universo.

Tenemos un mundo a medias conquistado, y a medias demora-do, por fortuna, en sus atributos originales. La modernidad, la era tecnológica, el prodigio científico han hechizado nuestra realidad de un modo fascinante y peligroso. Estamos, como dice el poeta Aurelio Arturo, “con un pie en una cámara

hechizada y el otro a la orilla del va-lle, donde hierve la noche estrellada”. Y ya nada es tan importante como encontrar un equilibrio entre nuestra capacidad de modificar el mundo y nuestra necesidad de conservarlo, entre la tarea de construir una mo-rada humana y el deber profundo de respetar el universo natural.

Si nuestras naciones fueron los primeros frutos modernos de la glo-balización, son escenarios propicios para que encontremos también sus límites. Porque la especie humana, envanecida de sus derechos, ha ol-vidado la pregunta por sus límites y necesita con urgencia un sentido responsable y nítido de esos límites. De esa delicada tarea, bien podría depender el destino del mundo.

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El teórico de la comunicación Jesús Martín Barbero argumenta que, “si un turista quiere co-nocer el alma de un pueblo debe visitar primero las plazas de mercado y los cementerios”.

“Estos espacios dan a entender un poco de quiénes somos ante el visitante”, afirma el antropólogo Gregorio Henríquez Gómez, asesor del Museo Cementerio San Pedro, de Medellín. Tanto en uno como en otro lugar, la vida no se detiene y, por el contrario, son testigos de las transformaciones de las ciudades.

“Y es que si algo nos remite al corazón de los pueblos es el olor a tierra buena que tienen los mercados dominicales, los bultos de panela, papa y fríjol que, como trincheras, rodean cada toldo; los chorizos que cuelgan de los soportes al igual que las canastas con huevos criollos, quesitos, morcilla y el tamal, envuelto en hojas de viao que abre el apetito a más de uno”.

Este fragmento del artículo publicado en El Colombiano por el periodista Juan Carlos Sepúlveda, describe en pocas palabras la esencia de la Plaza de Mercado como institución y se complementa con el siguiente escrito:

“ La Institución de la Plaza de Mercado con todo su color, su presentación regional, sus obje-

tos típicos, etc., empieza a desaparecer arrollado por sistemas más mecanizados e inhumanos, en donde la actividad de comprar no es ya un acon-tecimiento semanal de alguna trascendencia, sino una acción mecánica sin ninguna implicación de intercambio humano y comunicación. Este pro-ceso de universalización que se está operando en ésta y otras actividades, amenaza en convertir a poblados, pueblos y ciudades en conglomerados anónimos e indiferenciados”.

Múltiples autores coinciden en afirmar la importancia de las plazas como lugar de encuen-tro e intercambio, las cuales poseen profundas raíces en la cultura de nuestros pueblos, un ejem-plo de ello nos lo da Jesús M. Barbero cuando cita “Vender o comprar en la plaza de mercado es algo más que una operación comercial. Aun-que deformado por la prisa y la impersonalidad de las relaciones urbanas, el puesto de la plaza recuerda sin embargo esas tiendas de los pueblos en las que el tendero no sólo vende cosas, sino que presta una buena cantidad de servicios a la comunidad. La tienda de pueblo es un lugar de verdadera comunicación, de encuentro, donde se dejan razones, recados, cartas, dinero, y donde la gente se da cita para hablar, para contarse la vida.”

Las plazas de mercado, pasado y futuroEspacios con alma

Por: César Augusto Simbaqueba Muñoz

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(“Prácticas de comunicación en la cultura popular” pág. 10).

Ahora bien, así como las plazas tienen un legado histórico hecho a pulso, convirtiéndola en una institución que ha aportado al desarrollo del país, también lo es que han acumulado una larga deuda con la sociedad, principalmente por algunas de las actividades propias de su devenir. En el inconsciente colectivo de nuestra sociedad, se mantiene la asociación directa entre plaza con desorden, algarabía, falta de higiene, y otros no gratos sinónimos, algo que obviamente respon-de a la imagen que por muchos años las plazas proyectaban a su entorno. Pero así como hay una asociación a conductas negativas, las plazas también poseen elementos que siguen siendo atractivos: el contacto directo cliente - comer-ciante, la posibilidad de escogencia y regateo, la informalidad y tal vez el mas importante, las plazas mantienen la imagen de ser centros de abastecimiento de productos económicos.

Si bien cada “PLAZA DE MERCADO” presenta su propia dinámica y por tanto obedece a una naturaleza individual propia de su entorno y de la comunidad que la compone, lo cual se refleja en problemáticas particulares, no es me-nos cierto que como institución presente en la mayoría de los municipios de nuestro país, hay

elementos que les son comunes, y que bien vale la pena identificar claramente, de tal forma que conduzca al planteamiento de respuestas efecti-vas y eficaces para cada una de las necesidades que le aquejan en cuatro aspectos fundamentales: administración, infraestructura, socio ambiental y comercialización.

Administración.

Históricamente el manejo de las plazas, en su gran mayoría, han recaído en las mismas administraciones municipales, que las han perci-bido más como una carga, que como una oportu-nidad, la falta de políticas claras, la temporalidad de las administraciones y el “paternalismo” con que se ha administrado, han contribuido a ge-nerar y mantener una serie de comportamientos que impiden una rápida adaptación a un esque-ma de libre mercado, donde la productividad y competitividad como factores de diferenciación y desarrollo, no han sido tenidos en cuenta, ni tampoco han sido estimulados.

La promulgación de la ley 142 de 1994, posibilitó la adopción de nuevos modelos de ad-ministración para las plazas en algunas regiones del país, que hasta ese momento eran administra-das por las empresas prestadoras del servicio de aseo, con lo que se imprimió una nueva dinámica

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a estos centros, especialmente el rom-pimiento con el “paternalismo” tradi-cional, que tanto daño causó. A este respecto cabe mencionar, que si bien el cooperativismo le imprimió un carácter democrático y participativo a las organizaciones, especialmente a las plazas del departamento de An-tioquia, se deben hacer esfuerzos en la capacitación y profesionalización de los cuadros directivos que permita una mejor gestión por parte de estos organismos asocia-tivos que administran plazas de mercado. A pesar de las limitantes, el modelo aso-ciativo se convierte en una buena opción como esquema administrativo, principal-mente por el gran sentido de pertenencia que genera al interior de las organizaciones y son más las bondades que las falencias.

Infraestructura

Gran parte de las pla-zas cubiertas en nuestro país fueron construidas hace más de 20 años, y en su momento, obedecieron a una normati-vidad en materia ambiental y de salud menos exigente y a una realidad comercial donde la competencia era menor; hoy en día, frente a leyes más estrictas y un alto nivel de competencia, se han ido quedando cortas con el agravante que como espa-cios alquilados en su gran mayoría, las inversiones para el mejoramiento de infraestructura, el cual debería ser asumido por los propietarios de las plazas, en esta caso las municipalidades, no siempre son llevadas a cabo por su alto costo. Así mismo el deterioro acumulado y la falta de mantenimiento de las instalaciones físicas, han hecho que muchas se conviertan en lugares des-agradables, pesados y fríos, que antes que invitar a ingresar, repelen al usua-

rio, el cual hoy en día tiene múltiples opciones de compra, y para quien el confort y la comodidad al momento de mercar, se han convertido en fac-tores cada vez más relevantes

A lo anterior se suma el hecho de que históricamente se ha concebi-do el diseño de las plazas por parte de los arquitectos como un ejercicio de “parcelación homogénea”, el cual se concibe bajo un sistema modular

uniforme, donde posteriormente se ubican todo tipo de negocios sin tener en cuenta las particularidades de cada sector comercial presentes en las plazas, los cuales obedecen a dinámicas diferentes, y por lo tanto, deben presentar respuestas diferen-tes, espacialmente hablando, siendo así, como no es raro encontrar un mismo diseño de plaza, concebido bajo este modelo en lugares con

entornos fiscos, sociales, climáticos y ambientales totalmente opuestos.

Socioambiental

La dimensión socioambiental ha ido adquiriendo cada vez más un mayor peso en todas las orga-nizaciones productivas del mundo. Es claro que las plazas de mercado han acumulado una gran deuda “so-cioambiental” con sus comunidades

vecinas, representada en el gran impacto que a lo largo de los años han causado, en lo ambiental, principalmente por la generación de grandes volúmenes de residuos, que sin ningún tipo de tratamien-to van a parar a basureros y rellenos sanitarios. Otro elemento perturbador, se refleja en los fenómenos sociales que se producen en torno a las plazas, ventas informales sin ningún con-trol, delincuencia camuflada, prácticas deshonestas y otras más, han incidido en arraigar en la mente de gran parte de la sociedad esa imagen negativa que las plazas y la comunidad que hacen parte de ellas, proyectan a su entorno.

Uno de los principales problemas es la propia con-cepción que los comerciantes tienen sobre la plaza y su papel dentro de ella, donde se dan por sentados ciertos comportamientos negativos históricos (desaseo, desor-

den, algarabía, conflictividad), asimi-lando éstos como elementos distinti-vos de la condición de comerciante de plaza de mercado. Así mismo, el pensamiento individual que prima entre los comerciantes, sumado al poco interés hacia las capacitaciones, única forma de cambiar paradigmas, hace que las transformaciones reque-ridas se den de forma paquidérmica,

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con la perdida de las oportunidades que ello genera.

Comercialización

Tal vez el principal problema al que se ven enfrentadas las plazas hoy en día es el alejamiento paulatino de los jóvenes, que no encuentran en ellas elementos atractivos que les in-vite a visitarlas. En una sociedad que exalta la belleza y la estética como valores dignos de imitar, las plazas con sus actitudes relajadas en temas de aseo, de asepsia y orden, deben ha-cer un gran esfuerzo en estos temas, y si bien es claro que se deben diseñar estrategias que inviten a la sociedad a retornar a las plazas , entre ellos a los jóvenes, otra gran dificultad está en el hecho de ser espacios donde no hay un criterio unificado, ya que las pla-zas son la sumatoria de una cantidad de intereses individuales congregados en un mismo espacio, don-de las falencias de unos pocos, son generalizadas, con las consecuencias que de esto se desprenden.

De otro lado, se debe tener en cuenta que uno de los princi-pales activos con que cuenta la plaza, es la imagen de economía que pro-yectan cuando se les nombra como alternativas de compra; ésto ligado a la posibilidad de “regateo”, productos frescos y atención personalizada, son aspectos sobre los cuales se deben construir estrategias de mercadeo.

La plaza del siglo XXI

Con base en el análisis anterior es indudable que las plazas de mer-cado, con las variantes de ellas, están en la necesidad de hacer un replantea-miento y asumir una transformación paulatina ajustada a los tiempos mo-dernos, conservando todos los aspec-

tos buenos y trabajar decididamente para subsanar los malos, como única alternativa viable en un mercado cada vez más competido, con un consumi-dor mucho más exigente y conocedor y con una sociedad más atenta a la responsabilidad ambiental de todas las instituciones, que exalta nuevos valores en sus nuevas generaciones.

No existe una receta mágica que permita establecer el camino a seguir; lo que sí es claro, es que las plazas de mercado y sus administra-ciones deben hacer un gran esfuerzo, aplicando una alta dosis de innova-

ción, proponiendo nuevos esquemas de relación, a partir de un ejercicio contante de mejoramiento interno apoyado desde las administraciones municipales.

En lo social, se debe redefinir el papel del ser humano como eje central de todo cambio, sin duda es en este punto, donde se presenta la mayor dificultad; son generaciones enteras las que han incidido en unas formas de comportamiento y en una cultura reticente al cambio. Ante este cuadro, la sensibilización y la capacitación bajo metodologías aplicadas para todos los que ejercen labores productivas en las plazas se convierten en tareas prioritarias.

En cuanto al componente am-biental, se debe mirar desde una perspectiva amplia, de tal forma que su aplicación permita permear todas las actividades de la organización. La gestión ambiental se debe percibir en-tonces como una valiosa herramienta para las administraciones; ante un panorama marcado por los recursos limitados y poca ayuda estatal, la misma posibilita la obtención de nuevas fuentes de ingresos, que se traducen en diversos proyectos y por ende en mejoramiento de la calidad de vida.

Una plaza de mercado que se ajus-te a los ordenamien-tos de ley en materia ambiental y de salud, con unas condiciones estéticas y de servicio óptimas, convertida en sitio de encuen-tro familiar y social, como lugar de apren-dizaje, de intercambio cultural, de concien-tización en valores, de respeto hacia el medio ambiente, de transferencia de cono-cimiento, de práctica

en artes y oficios, y por supuesto de intercambio comercial, integrada a circuitos y programas del municipio en un trabajo asociativo, es prenda de garantía para que las plazas de mercado sigan haciendo parte activa en el futuro de nuestros pueblos y ciudades.

Por: César Augusto Simbaqueba Muñoz

Arquitecto Universidad Na-cional

Director Ejecutivo Asoplazas Antioquia (2005 a la fecha)

Gerente Cooperativa Coplaza ( 2004 a la fecha)

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