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DEBARCELONA ... . -~ EN LA SOLEMNE RECEPCION PÚBLICA DEL --=. ~. ~7~~ -- . -. L - ~ ~ -- - , BARCELONA . . .* - IMPRENTA DE LA CASA PROVlNClAL DE CARIDAD CALLE DE MONTALEGRF, NÚM. 5 1916 ..

RECEPCION -- PÚBLICA DEL - boneslletres.cat · su literatura profana, que aunquc exótica para nosotros, ha florccido .en .nuestra mima patria, donde han brillado en~iiicntcs lumbreras

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DEBARCELONA .. . .

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EN LA SOLEMNE RECEPCION PÚBLICA DEL --=. ~. ~7~~ -- . -. ~ L - ~ ~ -- -

,, BARCELONA . . .* -

I M P R E N T A DE L A CASA P R O V l N C l A L DE C A R I D A D C A L L E D E M O N T A L E G R F , N Ú M . 5

1916 ..

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EN LA SOLEMNE RECEPClON PUBLICA DEL . .

- ~ . .

DR. O. FRLWClSCO . . DE P . B I R J A U Y P O N S

EL D ~ A 17 DE DICIEMBRE DE 1 9 1 ~ . .

. . ~. , BARCELONA

- . . I M P R E N T A D E L A CASA PROVINCIAL D E CARIDAD . .

~ ~ . ~. .. ~ ' , . . -CALLE De MONTALECRE! NÚM. 5 . . . .

1916 . . . . . .

, . . t. ~ ~

. . . . . " . . . . .

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R A B I Y E D A I A H H A P E N I N I

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Señores AcadZmicos: -

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. . . . . . ,

Temo no iaber correspondcr al honor con que lrabéis lavorecido a quien jamás hubiera tenido la pretensión dcfranquear los iimbrales de csta ilustre Academia, cuyas puertas tan generosamente. me. habéis abierto. Por lo cual mi primer deber en este solemne acto es manifestaros mi profundo agradecihiiento por.tal merced, que sólo puede ser dcbida- menteapreciada si se coiisidira; por una parte; fa dignidad de quienes laotorgan, y por otra, la falta dejierecimientos cn quien la recibe.

Cuando me vi designado para ocupar la vacante que dejó rn esta Corporación la muerte de D..,Francisco Miquel y'Batlia, mi ánimo sc quedó confuso y como anonadado al ponderar los meritos y trabajos dc mi ilustrc,prcclccesor. Todos recordáis 4 inolvidablc Mique! y Badia: . . aquella sii diccidn clara y concisa; aquella su crítica siempre justa, la buena fe que presidía a su labor educadora como periodista; la gran iiii fluencia que ejerció en el reiiacirniento literario y artístico de Cataluña, patentiza&a en trabajos importantes que revelan no nienos su exquisito gusto que sus vastos conocimientos aiqueológicos, tales como E l Avte , tn Espa?in, L a Iiabitación, El arte en la casa, Historia del mz~ehle, tejido, bordado y tapiz, Nota sohve el eni.plen en ~ s p n i i ~ de . los . tejidos ardbigos. Yo le rindo desde aquí justo tributo de adini.ración.

Para sribstitiiir a tan ilustre ~cad tmico sc os presenta un mero aficio- : nado a las letras hchraicas, dcdicado casi exclusivamcntc a iniciar a jóvenes aliimnos cn los e1ement.b~ de la lengua de Moisés y de los Pro- fetas.1'arece natural, por consiguiente, que cl tema de mi disciirso haya dc vcrsar sobre alguna dc las infinitas'cuestiones que las Sagradas ~ e t r a s - ofrecen ai hebrajzarite relaciohadas ya con la ya con la Crítica "

. . o con la Exegética. Sin embargo, no m c atreví a remontarme hasta las letras divinas: hc preferido descender a las letras humanas que cultivó

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el pueblo judío, liuéspcd cn nuestra propia casa, eligiendo un asunto de su literatura profana, que aunquc exótica para nosotros, ha florccido .en .nuestra m i m a patria, donde han brillado en~iiicntcs lumbreras de saber y de cultura. En .Espana más que en otra nación ninguna lia bro- tado rica y exuberante la literatura judaico-rabínica, que con su hcr- mana la arábiga constituyen dos importantisimas ramas dc la'literatura nacional.

Son innumerables los escritores espaiioles de raza jiid~ica. Rodríguez de Castro llenó un grueso infolio con sólo dar una siiiiple~reseña de los misinos en su Bihlioleca Rabinica Es$a?zola: posterio~mentc Murik. Graetz, Stcinsclineider y otros entre 10s extranjeros dan asimismo tes- 'timonio del número c importancia de las producciones hispano-rabínicas. Entre nosotros no hay que dejar dc hacer mención, entre otros. de García

-. Elanco, Amador de los Ríos y Femández y Gonzilcz. Bajo el nombrc genérico de literatura española van comprendidas

también las literaturas regionales que se caracterizan por las distiiitas lenguas habladas en las regiones donde sc cultivaroii. En este sentido tio puede decirse que la literatura rabínica española oIrezca caiactcrcs de literatura regional en ninguna comarca de la Península, porque la lengua culta empleada en sus produccioncs literarias era la niisma en todas partes. A pesar de esto yo me idclinana a crecr que, viviendo los judíos dcntro dc nacionalidades entre sí independientes en .la misma España, algunas diferencias deberían. de distinguir, por ejemplo, a los

/ judíos de Cataluña y mediodía.de Francia pcrtcnecientes a la Corona de .4i.agón,'de los judíos andaluces sometidos a los reyes moros de Seviiia o de Granada, y también de los judíos súbditos de la Corona de Castilla. Diferencias no seguramente étnicas, ni dc rcligión, ni de lengua literaria; pero sí de lengua vulgar. carácter, clima y medio ambiente. Por csto entiendo quc ofrccc para nosotros mayor interés el estudio de aquellos ingenios que descollaron en nuestra región que tantos y tan insignes produjo, porque no fueron las aljamas catalanas las quc mcnos contri- buyeron al espleiidor de las letras judaicas en los siglos del mayor apogeo de la monarquía aragonesa. .

La figura de uno de estos ingenios pertenecientes al siglo de mayor cultura y actividad literaria de las sinagogas catalanas cs la que me pro- pongo esbozar ligcraiiiente en este modesto trabajo, enumerando las inucliac y variadas obras en las que dió evidentes muestras de su vasto saber y dejó impreso el scUo dc su caricter. Tales la figura dcl famoso polígrafo . w i ~ x O ~ Z N 13 '3.337 i r 'Y 9' '1 (I), Rabí Yedaiah

(1) El nombre propio ;I'Y-r1 sc lee varias veces en el Sagrado Texto (Zacanas. VI, 10, 14; Esdras, 11, 36; Xehemias, VII, 39; XII, G, 7, .. 19, 21, y en 1 Paralip., IX, 10; XXIV, 7): sigiiifica, según Leopold, Jekoiia

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Hapeiiini bcn ;Ibraliam Radrasi o Bedersi ( I ) , llamado por otro nom- bre n72R U'3133~ , Anbonet, o Enbonet. Abram (2). F u i uno de los Kahies de más alto ~enórnbre, coino- l? deinuestran los elogios de s u s contemporáneos que le apellidaban y-snif , Hanirnelitz (esto es: el Orador) y los dc críticos posteriores, entre los cuales se distingue Juan Buutorf, .y sobre todo el converso Felipe de Aquino, quien sin- tetiza su elogio en estos térmiiios: f?ié un varón i l l ~ ~ t r e , dotado ile clarrc intzcicdn. sano criterio. izlicio sereno, emdición nada . uul far y de pande elocuencia. I:.z~é espariol de nacimieito. conao se ve $o? su estilo lleno de agudezas y depcnsanzierbtos fogosos y atrmidos. $ero bien meditados.

La cultura rabinica, que fné influida grandcrncnte por la aráhiga, tuvo en el siglo X su centro principd en el Califate cordobés; pero por electo de persecuciones, de que tan a menudo ha sido victirna la raza judaica, y de la invasión almollade trasládansc siis focoi principales de cultura a los estados cristianos del centro de España 31 también al reino de Aragón. Aquí fui donde floreció una pléyade de ingeniosque llenan los siglos Xl I , XIII 31 XIV liasta el rnonicnto en que con las desgracias que pesan sobre los infcliccs judíos se eclipsan los fulgoresde aquella abundante producciún literaria, que con su raza hubo de emigrar a di- versos paises.

Pertenecieiido R. ~ e d a i a l i a la segurida mitad del siglo XIII y n principios del signicntc, no parecerá fuerade lugar una sucinta indica: ción del ambiente religioso, filosófico y literario en que se ejercitó su actividad. Sabido cs que entre los judíos se desarrolló la afición a los es-

' tudios filosóficos a imitación de los árahes, dibujáiidose opuestas teiideii- cias: la mística y l a racionalista. Tres giiios dentro del jirdaismo reprc- sentnn otros tantos sistemas filosófico-teoló$cos, a saber: Jehudali-Leví que simboliza un trad$ionalismo cahalista, siendo su obra capital el

. .

conouit; pero, según Gcscnins, grlem Jehoua nirnuit, tomando sin duda la raíz Y7' en el sentido usado en Génesis, X S S I X , 6. Es bastante \-aria la ti-anscripción de dicho nombre propio. Los LXX transcriben 'I~Fouk, ' l w 6 ~ k y '1~6ix; la Vulgata, Iduia, Iadrcia, Iodnia, Iedaia, Ie- dei; Sanctcs Pagriino Iada/liah,Iedaiah, 3, iina sola vez Iedalzaialb; Vatablo casi siempre Tedaiak y dos vcccs Iedaniul7.. Dc todas estas transcripciones mc lia parecid.0 la más exacta Iedaiah.

(1) Entre las diversas maneras de designar a R. Ycdaiali, ninguna me tia parecido tan csacta como la de Rodriguez de Castro: Rabí Yedaiah Hapenini ben Abrahani Redersi, esto es : Rabí Ycdaiali Hapenini hijo de Abraham dc Bczicrs.

- (Y) Muchos son.10~ judíos catalanes a cuyo nombre se antepo- ne.. IN A n o E n , loquc iio es otra cosaquc el tratamiento catalán eqni- valcnte al Don castellano. R. Yedaiah se llama a si mismo 7 - 2 1 ~ : tal vez por este motivo R. Salomón bcn Adrct solía dar a nuestro rabí. '

el nornbre familiar de Enbonet. . . .

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Kuzary de carácter religioso: Abeii-Gabirol o Avicebróii que representa la cscuela místico-racionalistü en su olxa priiicipal n " H lipa , ¡;,z~e?t- t e de la vida; filialmente Moisés hen Maimón, o sea, Rlaimónides, llaniado comiinmente en Cataluiia Moisés ZEgipte , el genio más grande, sin duda alguna, de la raza judaica, que funda una cspecie de racionalismo aristotélico, si así cabe llamarlo. Su obra u+3123 ; ivn , Guia de los perplcfos. Dztx perplemrz~m o DZLX d~iliilantiz'm (rj representa un esfuer- zo colosal de la razón aplicada a la interpretación v explicación de las Sagradas Escrituras. Sus tesis, acaso no tan radicales como lasde .&ve- rroes entre los árabes, suscitan recelos entre los ortodoxos, qnienes ven socavados los fundamentos de la divina;revelacióri, inanifestándose bien pronto cn la familia judaica la división en dos contrarios bandos., La contienda entre maimonistas (partidarios del racionalismo esegbtico) y antimaimonistas empieza desde el primer tercio del siglo XIII, poco tiempo después de la niiierte de Illaimónides; y si bien al principio

, los primeros lograron el triunfo, sobrevino liicgo una poderosa reac- ción talmudi5ta que fiit: la que prevaleció en las sinagogas de Cata-

- Iiifia. ,Aquí y en Provenza se llegó hasta a condenar la Guia de los perplejos, porque szt racionnlismo comenzaba a parecer peligroso u los niris a?~to~izados judios ( 2 ) . i io cs este el lugar dc exponer la historia de la contienda que llegó a. su periodo más agudo en el Mediodía de Francia.

Sosegada algún tanto la lucha, reiiovóla más tarde a fines del siglo XIII y principios del XIV, Abba Mari de Luncl, ardiente adversario de las (loctrinas de Moisés de 17gipto y fervoroso defensor de los estudios ' '

talmúdicos, que veía pos~ucstos y aún postergados por los niaimonistas. La expulsión de los-judíos de Francia en 1306 dió fin a las disputas.

A pesar de todo, la afición a los estudios filosóficos, ya que no cl afán dc conciliar a Aristóteles con la Thorali, se había enseñoreado de no pocos espíritus, hasta el punto de que aun los mismos oilodozos Iiubieron de llegar a una transacción, autorizando a los jiidios el estudio de la filo- sofía; con la restricción empero de que no se dedicasen a los estiidios

. . filosólicos antes de la edad de 25 años. Tal decreto fué dado en 1305 Por el sínodo de 13arcelona presidido por el jefe supremo de so sinagoga li. Saloinón ben Addéreth o Adret, quien por espacio de 40 años, scgún Graetz, cjcrció cl supremo inagistcrio para todas las sinagogas, no sólo de España, sino de Europa y aún de hfrica y Asia. Murió dichn rabí en 1310: Abba Mari cnnipuso en el mismo año una elegía cn su honor.

(1) El título de esta obra ha sido traducido de diversa manera. Unos le Uaman Guzíl de los extra?iiados, otros Gz<ia de los qza dzrdan; pero si el participio u->,,, (no D'j7111 como he visto escrito rrró- neameiite), conserva en la ~nctitc de Maimónides la misma significación que en el pasaje de donde lo tomó (Exodo, XIV, 3). es evidente que debe interpretarse por los pt:rplcjns, esto es, Los qi¿e t i t ~ ~ h e a 1 ~ .

(2) hlcnéndez Pelayo, Eslfadios literarios, 11 Scric, páq, 393.

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- Siicedió a Ben Adret cn el sumo pontificado R. Josef ben Jachiia, &ien sigui6 profesando con igual intransigencia las doctrinas de sil antecc-

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sor 11). - ~, - Esta es la época en que floreció nuestro R. Yedaiah, época prccisa-

nienle de fecunda actividad científica y literaria así en el mundo judaico coino en el cristiano y aún en cl musulmán. ella fueron célehr~s las aljainas dc Barce!ona y clc Cerona por el niimero y calidad de doctisimos maestros que produjeroii, haciendo exclamar a Isaac ben Schéschet coi1 amable hipéi-bale: 71'3 n'mn 7 1 1 5 ~ 1.27 X T ' l N , el rcire que . se respira en Barcelona engr? -Era sabios.

(Es R. Ycdaiah ~ a ~ e n i n i naiíirai de Barcelona? No creo que haya pruebas concluyentes para afirmarlo; pero está fuera de 'duda que flo- reció en esta ciudada fines del siglo XIIl y qiie en cUa compuso la mayor parte de sus obras. Casi todos los que de literatura rabínica trataii, dan por supucsto qiie Hapcnirii es espariol y catalin, y no pocos lo tienen por natural de Barcelona (2). El mismo sobrenombre rie En Bonei, con que muchas veces se le designa, claraiiientc demuestra su filiación cata- lana; y si bien es cierto que se le llama a veces Eadrasí, Bedersi o Ee- darsi (que quiere decir natural de Beziers). es porque se aplica al hijo el sobrenombre que al padre se le daba por scr natural de dicha ciudad francesa. Rodriguez de Castro en su obra ya citada ~ibl io ieca Iiabinica Es$a?iolñ dice qiic nuestro rahi era apellidado tainbitn Margarith por

. . ser catalin. Es fácil adivinar q u e ese apellido debe ser la tradi~cciór~ de -1.j9ir , Hafifiei:lni, esto es, $87111, en latín margarita.

Más importante que fijar la pati-ia de nuestro autor seria conorier algún detalle biogidfico del mismo, pero nipor el examen de suspropias obras, ni por el tcstimonin de sus contemporáneos; así correligiona~~ios

. . como cristianos, podemos llegar a afirniacioiies concretas; de tal manera que siguensiendo inseguras 1x5 fechas inismas de su nacimiento: y de sil

' , muerte. 1.a primera dt. Gstas oscila entre los años rzjo (la más probable)'

(1) Scgiin Rodriguez de Castro en su Biblioteca Rabigzica Espa- %ola, los judíos de Esparia empezaron a contar las edades de sus ilfuertros, o sea de sus Rabaninc, descie el fallecimiento de R..Haye, supremo gaán en Pcrsia. Estos Rabanim substituyeron a los antiguos Doctorzs y fueron maestros de !as esciielas de los I<aruílas, Rabanitas y Iiabalislas. Dichas edades, rlcsde el siglo XI liasla fines del XIV, con nueve, que se clistin: guen por el nombrc del Maestro o Jerarca supremo. T:a edad siptima es la que corrcsponde al pontificado, por decirlo así, d e R. Saloinón ben Adrct de Eai-celoiia.

(2) Es opinión casi univcrsalinente aceptada que -nuestro rahi, aiinque oriundo de Beziers, de donde cra s ~ i padre Abrahani bcn Isaac, fuE español de nacimiento y resiclentc en Barcelona. Dc esto último no

'cabe en absoliito la inenor diida. . .

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y 1280; J? la segunda entre 1315 y 1340. &n favor de la opinión quefija el nacimietito en r2j0 iiiilita la razóil de que la época de su mayor acti- vidad literaria fuE a fines de la décima tercera centuria, y sobre todo la de <lueuna de sus ubras más renombradas, la Carla apologélica, liuho de ser escrita en los primeros aiios del siglo XIV y acusa no la plunia de un joven sinocl juicio dc la edad rnadiira.

Dejando a un lado, pues, lo referente alos datos biográficos de R. Ye- diiah, paso a dar una resena sucinta de todas las obras que se le atri- buyen. Son dc tan variada indolc que se hace dificil dar una clasificación de las mismas, pues su vasto tülento abarc6 todas las rarnas dcl humano saber entonces conocidas. Pero la nota simpática que más le caracteriza es la dc cultivador de la filosofía moral; la de ser moralista místico. Mas no por esto cultivó menos las ciencias profanas, y hasta sc constituyó en paladíii de las misinas eii su citada Carta apolo~éeética.

Pasando ya a la cnuincración de las obras de Hapenini. daré cuenta de ellas sigiiicndo un orden mis o menos ~nctódico, pero llamando espe- cialmente la atención sobre las que ofrecen interés universal y humano, porque son fruto del estudio de la natiiraleza del hombre que es la misma en todo' S los tieinpos y lugares.

-1Iay obras que presentan carácter teológico o escripturario y otras caricter científico o lilris6fico.

Entre lns primeras figuran el >i*-1 o , Biur, citada, lca su entre otros, por Rossi, Ziinz y Rodngucz de Castro: Es, como i1i-i.

nombre, una erposicwn o ilz~straci6?z, y lo es del comentario de- Abcn Ezra sobre el Peiitateucb. Otra es un comentario sobre los Salmos, titulado 2 ; r r pw5 , Lengua de oro, i~nprcso cn Vcnccia en 1593 Y 1j99. Existen otros coinentarios a las I fa~ado th y a los Midraschint., de los cualcs, así como dc otro sobre Aboth, hay un manuscrito en la Bi- blioteca del Escorial. En opinión de Reiián, este últiino trabajo aciisa la juventud del autor.

Piidiérasc agregar a estas obras religiosas un poemita acerca dc los trece artículos de l a fc, formulados por Maiinónides al final de su ' Y n (Gz~ia dc los per$lejos,i cn los que se contiene toda la doctrina que ha de creer y profesar el judío, referente a la existencia de Dios, creación del mundo, inmortalidad del alma, resurrecciún dc la carne, ctc.; artículos todos que pucdc subscribir un católico, si se excep- túa el duodécimo,, pues éste contiene la espcranza cn el Mecías que h a de venir. El poeniila sc halla al piincipio de un manuscrito quc existe en el Museo Británico junto con cl Divan o colección de puesiüs de su padre Abraham Bedersi; y sin duda por esta circunstancia se haatr i r buido al hijo. ....i!;i,,

Pero en el canipo de las cieiicias profanas fué donde Hapenini clió muestra de siis mejores talentos, como antes he-inclicaclo. Ningunacieni.

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cia leeradesconocida: la. astronomía,'las matemáticas, la filosofía (que

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comprcndia la lógica, física ymetafísica). hasta la iiiedicina, todas lc . . . ,.

eran iamiliarcs; y si bicn no sc disiinguc por la origiiialidad~en las cicncias teóricas, en camhio imprimió el sello de SU personalidad en las moralis; quc son las que le han granjeado fama perdui-able. Poi- esto nie detendré u11 poco másen la exposición, siempre sucinta y comoen esqiielcto, de las segiindas.

Entrc las ohras más notables de Yedaiah se cita el ny77 Xnz, esto es, Libro del conocimienlo o bien Tratado del intelecto, en la qiic parafrasea o conlenta el libro del filósolo árabc AlzFarabi. Ha sido tradiicidi e impresa; según Bédarride, junto con lasobras filosóficas de Avicena. Ticnc por objcto csaminar las diversas acepciones de la pala- bra intelecto, que, según el autor, son las scis siguientes: acepción vulgár eii sentido dcinteligencia o entendimiento; el intelecto o enten- dimiento quc nos llcva a lo quc dicta la razón; el especulativo por el que distinguimos lo verdadero de lo falso; el práctico ' que -nos hace distinguir el bieii y el mal; el entendimiento activo y el pasivo; final- mcntc la intcligcncia primcra, o sca, Ilios.

Otra de las obras notables de Ilapenini cs la que se refiere cn par- ticUiar ni llaniado intelecto material o pasivo -7nn7 5222 n y ~ 7 esto es, Ci~7tci.a o Cowo~i?~t ie~ t to sobre intelecto ninterinl. Su objeto es di- lucidar la teoría aristotélica accrca de estecntcndimiento, teoría que para él era bastante obscura. Por esto en dicho lil~ro hace la critica de las diversas opiiiiones de los filósofos, que reduce a cinco 'puntos dc vista, a saber: el de Alexander; cl de los comcntadores de Aristóte- lei en general; el de algunos de ellos en particular; el de Averroes; el de

. Al-Farabi. Stcinschncidcr pregunta si el criterio de Hapeninies el mismo el de Alesander segíin la paráfrasis de Averroes; y si es

/ él quien tradujo el fragmento que han comentado Narboni y Josef ben , Schemtob.

Bicn se comprende que todos cstos trabajos cieiitificos y alghi- nos otros de que hablaré luego, no tienen hoy sino un bdor mera- mente histórico; y que cn vano se sacarían del olvido en que yacen en las bibliotecas como no fuera cn interés de los estudios relacionados con la historia de la filosofía. La cnumeración que de todos ellos voy Iiaciendo es para dcmostrar q u e nuestro .rabí fné un verdadero poligralo, 'qiie estuvo a la altura dc los últimos conocimientos dc su ticmpo, siéndole familiares los escritos todos de los autores así árabes como liebreos.

Siguicrido, pues, la reseña dc los trabajos cicntilicos dc Ha- penini, encuntrainos iin libro sobi-e la teoría del movimiento. Intitú- - . '~

lase 7 5 7 ~ 7 '337rl i n ~ n ; r , Trnlado sobre los opuestos en mnte- rin de mouimiento. Versa sobre uii pasaje de los Comcntarioc mayor y . medio de Avcrrocs en su tratado del Cielo; y se examinan en él 19s mo-

-vimientos contrarios en las líneas rectas y curvas. Nuestro autor des-

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arrolla la tesis de que diclios movimientos sólo pueden verificarse en las líneas rectas.

A esta tesis le opusieron algiinas objeciones; y con tal motivo escribió Yedaiah su nin Y ~ n i r 7 231 , o sea, Libro de la confirmación o Li- bro de la corroboraciún.

Existe una disertación acerca de la forma de las especies, en la cual sc cxainiiia si los individuos D'W'N de la misma espccic que se di- ferencian por sus accidentes difieren tambitn por su forma esencial; o bien si dicha forma es inherente a la especie y la comprende toda, no diferenciándose los individuos más que por los accidentes. Conio se vi, esta cuestión es de las mis importantes de' la filosofía. qile va a parar a1 monismo según el sentido eii que se la resuelva. Ploseli bcn Habib tituló esta disertación ny>.n;r ni-,ix;r , Libro de las formas esperi/icas. Bibago hizo un resumen de la misma; y dice que el autor se. hace pesado con discursos inútiles y que no 113 eritendido bien a Aristóteles, pues no lo conoce sino por el Compendiz~nl de Arerroes.

Coineiitó además nuestro rabi partes aisladas de la Geiia du los perplejos, asaber , las zj proposiciones que constituyen la intro- ducciún a . la segunda parte de la obra. Este comentaiio recibió el iionilire de :n?n-rj? , Desierto de Quedamoth, aludiendo a ~ c u t . 11, 26. Steinschneider dice que este trabajo sólo es conocido por una cita del autor mismo.

El ya nombrado Moseli ben 1-Iabib mcncicina otros dos trabajos de Ilapenini, hoy perdidos, sobre Lógica, a saber: 1 1 1 , es decir, Explicaciones de Lngica y n l l i W N l ; , ni-ir7 . esto es, Tratado de lospri?neros principios (o de los seres primeros!.

Bartolocci y De IZossi atribuyen a nuestro autor uiia Carta de co?c- testaciún, ~ y r n n ~ n>l;9 , que sc llalla en vaiios manuscritos; sin embargo no consta de una manera positiva que lo sea.

Tcrmino esta rápida enum-eración de los trabajos científicos de R. Ye- daiah, señalando uno de los libros más notables que salieron clc su pluma, cual es e1 Comentario de una parte del Canon de Medicina de Avicena, en el que, según dice, se esforzó eii comentar en forma de preguntas y respuestas el grande, el conocido libro que con~prende la nzedici- na , 5 $ 1 3 ~ . De él hay un manuscrito en Panna, defectuoso por el fin y difícilmente legible; pero, según Renán, hay otro en la Biblioteca del Escorial, quc empieza con estas palabras: Recorriendo t.! grnn li- bro de ~Lledicina del sabio filósofo Ibn-Sina m i s ofos se iluminaron por una poca de ?niel que de él gusté, y nci a l n ~ a se alegrú con lo poco qfce pude alcanzar de sns dichos maraoillosos ..... Daré principio por las' ctlestiones que ofrece el pri~nero de 10s cinco libros del Canon. y liccgo seguiré con los restantes tratados.

Con la clicho bastaría para dejar fuera de duda que ninguna de las disciplinas de la Edad Xcdia fué descoriocida de niicstro rabi. Falta, sin embargo, echar una ojeada sobre aquellos de sus trabajos en que

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más ha dejado impreso cl scllo de su personalidad, a saber, las obras de doctrina moral que constituyen el legítimo fmidainento de sil - ... . - . . . .~ . .. fama. . ..

Una d i ellas, fruto de sil edad juvenil, es la que se titula b 7137 7 3 a , Libro deL paraiso, dividido en cuatro capítulos. En la niisma se eviden- cian las aficiones del autor y la dirección de su espíritu hacia el lado

. . prictico de la +da humana. Cuenta en el prefacio que hablando dc ética Con sus aiiiigos, éstos le rogaron quecompusiese un tratado de filosofía moral, y para complacerlei escribió el presente, titiilándolo Libro del $ ~ r n i s o , o del jardín; porque, decía, así como iii i i i i jardin no se cultivaii las plantas ordinarias, sino las flores más exquisita, así tainbikn cn este libro no se t ra ta de las acciones coniones de los hombres, sino sólo de las virtudes qiic san como flores escogidas que ciiltiva la huma- nidad.

La obra verdndcranieiite nioiinmental, aurique de pequeño vohmen, la que más nombradía ha dado a su autor,.por la- cual es conocido en todos los ámbitos del ju<!aismo y aún Iucra de él, y que por tanto merece un estudio algo más detenido, es el Examen del mundo, 0 5 7 ' 1 n 3 7 ~ i l

o D ~ Y n11.173 , pcrcgrino libro que enseña cuanta es la vanidad de las ' cosas mundanas y el desprecio que dcbc merecer a todo hombre scnsa- to (1). Sil &sito Iné asombroso, como lo prueba11 los rnuclios maiiuscrit,os que de $1 se hallan cii las bibliotecas y las iiumerosas ediciones que del mismo se han publicado (2).

Sin embargo, no i todos los cnticos lia mcrcciclo censura tan favo- rable, pues Sacy y Renán lo juzgar? c0.n alguna severidad. El primero tacha sil estilo de extravagante y sistcniáticainente hinchado, notando . . adcniás que es ohscu~o por efecto de1 frecuente cinpleo de locuciones temidas de las Sagradas Escrituras, locuciones cuya significación y valor dependen del diverso sentido que les han dado los comentaristas.

(1) E1 Becicinat Olnmrccibc cl noinbre de -r)n '53.~1 517 , -Va- nidad dc las unnidades del mnndo : en muchas crlicioncs - está dividido en catorce libros o tratados con u11 total de cuarentay tres capítulos; en otras se divide en once libros con treinta y sictc capítulos. Unas y Otras van acompañados de dos o más largos comentarios,'entre los que sobresalen el de Elias S-Iochheim, autor del comentario jniii -1z , cl dc R. Moseh bcn Sem Tob hen Chabib, y un anónimo que figura

. e n la edición de Venecia de 1704 titulado Y31 IiU nY77 ylr . (2) He visto citadas cerca de cincuenta ediciones, rle las que poseo

'seis. Ya a iines del siglo XVI Rodrígiicz dc Castro enumera unas diez y seis y ciiatro traducciones; Renán da noticia de cuarenta y tres; Borstei casi de otras tantas. Miantiguo amigo y compañero Dr. Rubió y Lluch conoce hasta sesenta~y siete. Para Rodngue~ de Castro la edición prin- ceps es la dc Soncino en 1484; pcroRenán afirma que liay una anterior en 1476 y1480 en Mantua, impresa por Estellina, esposa de Abraliam Conato, con el auxilio de Jacob Levi. Lo misino viene a decir Borstel en el prólogo de su versión holandesa dc 1855.

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Renán cs más scrcro todavía. Scgún 61,. las ideas de Hapenini. si bien verdaderas en sí, no son otra cosa sino vulgaridades expresadas en un lengiiaje lleno de adornos de mal gusto. No dclicrá extrañ,arnos,csc juicio cle Renáii si tenernos cii cncnta quc sus censuras se ectienden no tan sólo al Icngiiaje de nuestro autor, sino también al que usaron los 'rabies españoles, y en general a la misma lengua rabínica, a la que ca- lifica de bárbara, pedantesca e iiivención dc los siglos medios, que alcan- zó su apogco cn cl siglo XIII. Pero enfrente de tales opiniones, cstán los elogios de todos los siglos, que lo consideran como iin autor clásico. No falta quien afinne qiie R. Yedaiah cxccdc cn cl asunto a Séneca y en cl cslilo a Lactaiicio. Ya sc recordará el elogio autorizado y nada sospe- choso de 1;elipe de Acluino. Lo cierto es que Hapeiiini cnscña en este hermoso libro la vanidad de la vida terrcna, si bien desde el punto de vista clc la filosofía ?ristotélica, scgún frase de Steinsclineider, y 110s da a conocer el valor del conocimiento de la vida religiosa, y por medio de este conocimiento enseña la redención y glorificación dcl pueblo de Dios.

FIe aquí sii coinienzo: ul-os ciclos tienen su límite en las alturas, la ticrra cn las prolundidadcs: pero la extensión del corazón humano es ilimitada. Penetrando los espacios etEreos, aspira al conocimiento de la priiiiera causa donde está su origen. La investigación del hombre, pucs, no conoce iírnitcs, prclciidc cxplorar las causas por las que actúa. -- $1"- clios son los pensamientos que engendra la inente humana: los del justo tienden únicamente a lo verdadero: en su intcrior santifica al Santo de Tsrael, y en sus lahios da Iionra al Dios de la gluria,). Termina el libi? con la cntosiasta admiración de 3himónides, de ciiya obra jaludc al Moré Nebuchirn) dice qiie no se ha visto cosa semejante dcsde la publicación del 'Taliniid.

Críticos dc las ccnturiac XV y XVI han señalado las aliisioncs que cl autor hace de las obras de .4ristóteles, de los comcntarii,s de Averroes, -y hasta el paralelo del Examen del inundo con otras obras de autoi-es árabes y dc escolásticos cristianos, y creo que pudiéramos añadir tam- biéiicon obras de autores místicos. tQiiién duda quc p u ~ d c haber ana- logia entre e l njir n,.nl , Becl~inal Olam y ci libro de la Imitación de Cristo? (Por ventura las ideas del desprecio del mundo y de sus vanidades no se hallan en autores tanto cristianos coino jiiclíos y ára- bcs? ¿No ,se encuentran también entre judíos y gentiies almas en las cuales brilla el dcstcllo dc la luz divina, cuyas inteligencias están libres de prejuicios, en cu-os corazones no fermenta la corrupción (I)? -- -

(1) En prueba de que las rnáxiinas relativas al desprecio del mundo y de sus variidades no son extrañas ni aún a los autorcs musul- manes, copiaré algunos de los aforisinos o sentencias irabes que publicó Toiiiás Erpenio en su Gramática árabe, edición de Leyden, 1GjG. uEl mundo es campo sembrado para la otra vida.# tRctirarse del mundo es propio del que lo desprecia.# E l inundo -es lo más vil de cuanto hay. y el que lo busca el más despreciable.» «El que quiere sacar utilidad

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Por lo que atüñe a nuestro rabí, además de la luz natural de la razón poseía {>afecto conocimieiito d e las Sagradas Letras, manantiales pc- rennes de bondad, de verdad y clchcrmosura. No es extraño; pues, que en su i~bro campeen máximas de la más pura moral, habiéndosele llamado por eso mismo el Yoz~ng ( 1 ) de los hehreos, p todo ello cxprc- sado en estilo poético cnriqiicciclo con las galas dcl buen decir. Gusta, en efecto, de similicadencias y juegos de sinóninios; emplea la alego-

ria, i w n 717 , tan caracteiística del estilo oriental, la que da lugar a coinparaciones. como esta:-<No te coiiiícs a la amistad de niiestros' tiempos, porque se levarita para caer luego con másrapidez que la sombra de la tarde. Serias semejante a aquel joven sin seso que pre- tendiendo coger con la. niaiio los rayos del sol, cuando cree tenerlos se qiicda atónito viendo que nada tiene.*

Pero no son solamente las cualidades poéticas las que esmaltan las páginas del Examen del m~ando, también su elocuencia cn algunos pa- sajcsraya, según Bédarride, a la altura de Bossuet. l'ermitidme, en com- prpbación de este aserto, trasladar un fragmento de la parte 3.', cap. 1 . O

Ilice así: <<?Por qué te jactas de haberte entregado a los placeres,eiitre una muchedumbre de jóvenes vanos? En niedio de prados esmaltados que acarician los templados rayos del sol; confundido allí en niedio de tus fogosos compañeros, o sobre pavimento de ricas piedras ibas a echarte en brazos de la voliiptuosidad. iInscnsatos! iS610 halagan sus pasiones, no hacen caso de su alma, sólo les importa su envoltura corporal, sus vanas grandezas, que iio so11 siiio vanidad, humo, fuegos fatuos! ;Ignorils acaso que hay quien toma nota de todas tus acciones, que por encima de ti hay oidosqiie te escuchan, que hay quien conoce tusi~isaciables apetitos? Cuando tiiinano apartaba la valla que te detiene, la valla qiic plantó el Pastor celestial, jen qut: iundabas'tu esperanza? ¿Es que no hay por encima de ti un Dios que jiizga tus acciones? Piensa que las mudanzas continiias que experiinentai? las cosas humanas iioson de- bidas al azar ni a lacasualidad, si110 que son mcnsajeras de la Providen-

dcl inundo en el miindo, es lo mismo que el que quiere apagar el fuego con paja.* (<Tres sabios hay: el que deja el inundo antes que él lo dele; el que edifica su sepulcroantes de entrar cn él; y cl que coinplace a su Criador antcs dc venir a su presencia.# uAlabn el hombre el mundo, y eso que lo mata:i .Elmundo es dulce para el que iio le conoce; pero amargo para el qiic ciitiende.o <¡Toda obra es de poco provecho para la otra vida, si la acompaña el deseo de las cosas muiidaiias.~ <<Miré al mundo de una ojeada atenta, y no vi en él otra utilidad cine dejarlo.,)

(1)' Young, poeta inglés que tiene varios puntos de semejanza coi1 iiiiestro Hapenipi. Por los años 1742 a 174G publicci sus Pensarnietatos . noclzimos (Niglit tlioughts), dividido. en nueve noches: Es un poema re- ligioso, nioral y novelesco a la vez: sus asuiitos son Ya iinnortalidad..c?d alma, la verdad dc la rcligióii cristiana, la necesidad de una vida re- lisiosa y moi-al, etc.

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- 1 8 - cia, que las envía para castigo de los hombres o de los pucblos: piensa que es la boca del Omnipotente la que pronuncia la sentencia que abate a los sobcrbios y ensalza a los humildes.*

Aun a riesgo de fatigar vuestra beiiévola atención, pcr~i t idme, Señores .4cad&micos. que traslade uno de los pasajes donde se pueden apreciar mejor las cualidades dcl cscritor y sus beliezasde estilo. Es el cap. 1.0 de la parte cuarta. <i;Oli mundo! jOh fuente decorrtipción y de muerte! (Ser6 posible que se pueda esperar de ti lo inmortal e impere- cedero? Ctiatido mepongo a cscudrinar ti1 raíz y tu origen, de dónde proccdcs y có~no lias sido formado, para ver si puedes proporcionar algún bien, he aquí lo que hallo: qtue los clcmcntos quc tc han formado son los mismos que te han dc destruir, que tus propios elementos cons- titutivos scrán la causa de tu destrucción, y que las manos que te for- maron son las misnias que te harán perecer (1). Y después quc me he detenido en coiisiderar tu vileza y dcscubierto tu ignominia y lo innoble de tii origen jandaré todavía tras de tí? ¿volveré a apetecertu aparente hcrmosura, después de haberla despreciado en mi corazón? jcómo, pues. soy tan necio que de tus racirnos amargos o del ajenjo de tus uvas espero sacar sabroso fruto? jacaso dcl hedor de tus llagas purulentas, del ve- neno de scrpientes se puede sacar dulzura? (o destilar niiel del cadáver dc un león? Cuanto inás viendo que te apetcccn los hombres de mala fama y te aborrecen los liombrcs de bien (2). Tú coi-onas el vicio y re- ,

cliazas la virtud; tú reúnes en torno de ti a la gente inás vil e indigna; si los malvados se quieren alejar de ti, tú los llamas, micntras que haccs que de ti se aparten los Iiombres de bien que junto a ti se hallan. Con lo . cual manifiestas tu perfidia tendiendo lazos a tus propios adoradores, t e haccs abominable porque derribas a,los reyes del trono para sentar en él al último de los esclavos; entregas a la de\~astación la casa del justo;

(1) U n comentarista interpreta así estas palabras: «Después que he investigado todo esto, he llegado a cntcnder que aquellas cuatro cosas (es decir, los cuatro elementos) 'que dije eran la causa de tu ser, so11 también por su naturaleza l i causa de tu inuertc; porque cs propio de la materia despojarse de una forma para revestirse de otra.» El co- mentarista entiende, pucs, por hacedores tzryos (condifores tuá) los cuatro clcmcntos que ahnitian los antiguos. que sicndo cntre si antagónicos, van minando con el tiempo cl cdiiicio del cuerpo. Entiende también que por las manos que te formaron quiere significar Ycdaiah los siete círculos planetario5 por cuyo movimicnto e influjo no 5610 s e producen las criaturas, sino quc sc engendran dolores, Dues no Docas dcsmacias e i~ifortutiio~ acaccein, según esto, por influjo dc los astios.

u

(2) Estas palabras glosa un comentarista diciendo: Cuánto in5s viendo que los~hombres -a auienes el mundo ~ r o ~ o r c i o n a riauezas v . . I r n I 1 1 iii;iyt,r p:irte Iioiiil>i.ci <liic c.ircccn (lc l)~ieii;i i..fi., eritrc I:i qtiiti seii.:~ta.> Y f.tro cciii~iit~ri,t:i irit~rprztn. . ( ' i i i i i t .> i i ih? virniio qué son vilcs e infames precisamente aquéllos a quienes el mundo en- salza y desea hacer felices.i)

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tu furor exhala fuego que devora los riiajestuosos cedros del Líbano, mientrasque respeta el zarzal más abyecto; disimulas los crímenes y barYnizas Iosobjetus más repugnantes para ocultar las seña1es.clc su vi- - ~ . -

1eza.o . .. .

Y más abajo: <ti011 mundo falaz! j.4 quién puedes ser provechoso? ¿Acaso a aquellos . ,

a quienes acaricias, para luego chuparles la sangre? 20 'a aquellos a quie- hcs adulas para Iiacerles Iiiego el blanco de tus iras? Te adoi-nas coinn la aurora, brillas u n momento y desapareces al instante: tu rcsplaiidor aparece u11 momento en la cabeza de tus favorecidos, convirtiéndose en-seguida en tinieblas; pai-ecea veces que l a fortuna va uncida a su carro triutifante, y al punto se ven reducidos a cubrirsccle harapos: lioy su frente radiante parece ser cl asiento de la serenidad, )i mañana son presa de la cólera, de la miseria y de la mucrtc.>o

aTc comparo, oh mundo, a una de esas caprichosas cortesanas qiie en 5us brazos ticnen adormecidos a sus esclavos, prodigándoles sus fa- \:ores; pero en un momcnto de capricho estalla el odio y ella no conoce ya ni al hermano ni al amante...>> Y prosigue despiit's:

«iOh fortuna! me sonietes a t u yugo, pero iio podrás eiigañarnie; cuanto más nie halagas, tanto más pongo en guardia a mi corazón para evitar desagradables sorpresas. Semejante al timido cordcro. snfro y callo: me entristece el recuerdo de lo pasado, me llena de inquietud el presente y tiemblo por rl porvenir: me dcjo llevar adonde' me ordena t u imperiosa ley a la que obedezco bien a pesar mío liasta el agota~nieiito de mis Iiicrzas, hasta que se me seque la sangre, con tal de que al fin me vea libre de t u dominio.^ ,

Basteii estos fragmentos para justificar los elogios de que eii todo tiempo ha sido objeto el.Exnnzen del mundo a5i entre los israelitas conlo entre los cristianos.

Eii muchas ediciones del n5iy n y 3 7 r 3 se inscrta a continriación un pequcíio poema que compuso, segiín s'c cree, a la edad de catorce años con el titido d c 3 n , o sea, oraci& o sii$lica. el cual ofrece la particularidad de que las 974palabras de qiie corista empiezan todas con la letra tite+iz. Bartolocci lo titula nWs n57rn ., Tchil-la[

' Leschem que quiere decir Alabanza al Señor. Semejante artificio indica claraineiite que se trata dc jucgos de palabras. parecidos a los dc nuestro Lope de 'iTcga cuando hacia composicioncs literarias cn las .que no en- traba, por Ejemplo, la letra R o la letra e. ~ e i s a dicha oraciónsobre textos . .

de las Sag~adas Escrituras. E1 padre de nuestro autor (que era tanrbibn . poeta, aunque inferioi: en niirito) hizo un elogio en vcrso del poeniita

ile su hcjo, poemita que por otra parte no debe su celebridad más que a la circunstancia de venir 'publicado a contiiiuación de la obra maestra: Cítasc, no obstante, iina edición que pOr separado salió a luz en Leipzig -

en 1662: Análogas a la composición poética acabada de citar existen otras

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dos que vienen a ser como ppcmas litúrgicos, que alguiios han atribuido al padre. 1.látnasc la u n a ]77>a5~r l iWp3 , oración cuyas palabras empiezan toclas por la letra lámed, y la otra y3511 75w , es decir, mil alefs poc la misma circunstancia. Siendo todas ellas de escaso rnérito' no hay por qué llamen especialiiieiite nuestra atención.

Una obrita se descubrió hace poco, según Steiiiscliiicidcr, la que ine- rece especial mención porque no se aviene al carácter serio de los escritos de l-lapenini. Tal es el libro de la defensa d e l n s m?~jeves o $rotección para las mz*jeres:. V'@J 2 7 1 8 . Eii general, los judíos iio eraii aficioiiados a esta clase de escritos; pero Judá beii Schabbetai, dc Barcelona. compuso una diatriba contra ellas, D'W3 N3'w , representadas por su autor bajo uii tipo parecido a la mujer de Súcrates, Jantipa; y es muy posible que Ycdaiah quisiera salir a la defensa de la mujer vilipetidiada. Segiín Reirán es un trabajo entre prosaico y poético, cornpucsto 3 la edad dc diez y ocho aiios, y en El toinó por tema el r3J3 ~ ' c T x , ?%ido de alas de Isaias XVIII, 1.

Dc la mayor importancia es la famosa Carta apologética que se titu- la nl5y,n.;r 2nrisn dirigida al supremo rabí de Barcelona R. Salo- món ben Addércth coii motivo del ya mentado decreto de 130j qiie prohibía dedicarse al cstudio de las cieiicias filosóficas antes de la edad de 25 alios. Esta carta es .uno de los docunientos más curiosos c impor- tantes de la historia de las contiendas suscitadas por el MorJ A7ebuchiw& de hlaimónides: es uiia razonada y sentida protesta contra aquella dis- posicióii, al propio tienipo una apología del célebre cordobés, no menos que dc los estudios cicntificos.

Después de un largo preámbulo, laniéntase el autor de que nohaya entre los judios, liijos de. un misino padre, aquella concordiaque debe reinar entre Iicrmanos, y de qiic una buena parte de ellos ha ck ser ob- jeto de los rigores de la excomunión, por el solo delito dc dedicarse a las ciencias profaiias. Considera coino paternales las reprensiones que Ben Adret dirige a los de su coinuiiidad; pero $e duele de que ellas alcancen hasta los judios de Francia y de Alemania. Se estiendc lucgo en consi- deraciones acerca del sentido alegórico en que eran interpretados muchos pasajes de las Canta; Escrituras (1), y continúa declarando cuán útilcs son a la misma religión los estudios de la lógica, de la física y de la me- tafísica. Eniiniera a tantos y tantos sabios, sobre todo españoles, que han descollado cn filosofia, y de ahí torna pié para Iiacer un elogio caluroso de Maiiiiónidcs. No tennitia aquí la carta. Atrévese R. Yedaiali a pedir esplicaciones de porqué prohibiendo R. Calomóii el estudio de la filosofía, autoriza, sin embargo, los de iiiedicina, astronomia y matemáticas.

(1) Por ejemplo : si los doce liijos de Jacoh sinibolizan los signos del Zodiaco; si Abraliam y Cara son el símbolo de la materia y de la for- ma, etc.

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~ ~. .~ . .

Pues si las ciencias filosóficas se coiisideran pcrjudiciales porque piicdan conducir al liombrc al indifcrentismo y a la impiedad, por análoga razón, dite Hápenini, el estudio de la astronomía puede llevaralculto de los astros, y cldelaniediciiia a poner toda la confianza sólo en los remedios humanos y no -1 Dios.

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Aquí daría fin, Señores. Académicos, a l a reseíia de k ~ s trabijoslite- rarios de R . Yerlaiah, si no existiera11 otras dos obras de relativa impor- tancia que con más o menos. lundamento se atribuyen a nuestro rabí barc.clonés."Una de dkas es la titulada ' D'1'33iI ínan 7 3 b . , Séjcv ~VIibhar Hapeninim; esto es. Colección de pcrlas, libro notal~lc dividido en 42 capítulos con scndos corncntarios marginalcs. E l libro indudablc-, mente.hon;a a su autor, el cual ha coleccionado una porción de dichos y scntcncias filos'ófico-morales tomadas de autoves antiguos hebreos, griegos y árabes. .Sirvan como muestra las siguientcs: ( S I hombrc cs. sabio mientras husca la sabiduria: es necio cuando cree haberla l i d a - do,). ah'o se come nunca miel sin que esté mczclada de venenos. <<T,as riquezas disimulan los defectos de lo5 hombres y justifican sus viciosr. Quien una vez Iia cometido una acción indigna se hace sospechoso para sicmpro (1).

La coincidencia del título de la obra .blibhar H n j e n i n i m con el sobre- n6,nibre.~a@eni?zi de R: Yedaiah puede haber sido el fundamento de atribuir a Éste la paternidad de la obra, adcmás del carácter iiioral de la misma tan cn harinonía con el genio de nuestro autor. E l distinguido profesor de Literatura rabínica de la Cniversidad de Madrid, Drl A. S. Yahuda, opina que no es obra de R. Yedaiali, antes bien sospecha quc sea una traducción dc un libro cscritoen árabe por Salomón bcn Gabirol . titnlado,a&\ 9e 11,lojtar Aldjaráhir que quiere decir Pwlas esco- gidas. Es lo cierto que en una edición que tengo a la vista, impresa cn Amstcrdam en 1887, no consta que I-Iapenini sca cl autor ni el traductor.

Laotraobra atribuida a R. Yedaiali esla titulada 7713 7TYn , De- licias del Rey. Es un tratado acerca del juego del ajedrez, obrita anónima iniprcsa junto con otras dos sobrc la ~nisma materia, una en verso de Aben Ezra y otra en prosa de R. Bonsenior Aben Jacliia. Los tres trata- dos se inipriniieron en un iiiimio voliimen en Oxford con eltítulo: Siaahi- l f ~ d i u m tra<lilum i n lriiins scriplis heliraicis. quae sunl: Rahhi A hraham -4ben E w u e elega?zs $o?ma rl~yth?r~ic~~m: R. Uuiisenior Abben Jachiae jac?r.nda oratio prosaica: Libev ~ e l i c i a c Regzmw prosa @?lo puviore. psr

'innoi?zinalz&m: Pucs bien, este íiltimo tratadoanónimo cs cl que se atri-. buye a Yedaiiih Hapenini fundán<lose en las palabras del prólogo en. . . .

(1) Es curiosa la siguiente aiiCcdota contenida en este libro:.Cn rey h&ía hecho grabaren su anillo las siguientes palabras: molestzcs es, surge, y ciemprc que rccihía una visita in:portrina solía enseliar la ins- cripciiin al visitante. . . . .

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quc el autor toiiiandopor tcina aquellas palabras dcl Talmud que dicen: Siendo yo n%o eru tenido por Ihmnbre; y alzora que soy riiejn seré tenido pou nilzo, declara que desde muy joven se Iiabía entregado al estudio de las Sagradas Letras y frccucntado - las escuelas asi cn calidad de dis- cipulo como cn la dc maestro, enseiiaiido de palabra y por .escrito el . ,

cami'no'de la perfección; y sin.embalgo al cabo de treinta años se ponia a dar reglas sobre el jucgo, siendo así que era uno dc los vicios que más habia rcprcndido cn sus-escritos. Pero reconociendo que los honibres necesitan de algún recreo honesto para descanso de sus fatigas, y para podcr continuar con inás gusto el camino de la virtud, se ponia a dar reglas sobic el juego 'del ajedrez. a fin de apartar a los hombres de los iiinohles de los dados y naipes; pues el juego del ajedrez a inás de dcleitar instruye en las máximas di: sana filosofía, enseñando al hombre i go: bernarse a sí mismo, dirigir a otros y tratar a todos con equidad y jiis- ticia. Sigue luego el desarrollo de la obra, cuyo plan es: excelencia y bc- neficios que trae este jiicgo; su invención; cómo se disponc cl tablero; piezas dc quc sc compoiie el juego; y finalmente sus leyes.

En este prólogo ficilmente se descubre que su autor fué un moralis- ta, cuyos rasgos coincideii exactamente coi1 los de Hapeiiini, confirman- do esta sospecha la a iare~i te cita del titulo g x a m e n 'le1 mzrnilo. He aqiii las palabra-. teituale5 de la \.enión de Tom5s Hyde: Mente pervolvi i n diebus juvcntzt.tis meae, ad explorand14m et inquir~ylduwz eventzis telnporis a b inilio ud finem, ot examinavi illos in cat i i~i~s enunainalionis, EXAMIXE

AETERxO ( n>y nyn3 dice el texto hebreo), lapide prubntionis. Por esta razón Wolf, Rodrigucz de Castro, Zuiiz, Graetz, Neubauer y otros atri- buycn las Delicias del Rey a Hapcnini. Modernamente, sin cmbargo, se ha puesto en diida que la obra sea de nuestro rabí. Zedner observa qiie el estilo iio cs cl' propio del autor, quien además menciona los juegos de naipcs, tal vez aún no conocidos cn su tiempo; Forbec hace notar quc a l filial de la obra se hace referencia a la facultad de enrocar que, según Van der Linde, se practicó niás tarde en Italia. Steinschneider afirma que la obrita pertenece al siglo XVII y que su autor es probahleiiiente Jud:~ de hIddena, pero no alega prueba ninguna.

A pesar de estas últimas razones paréceme que no liay inconveniente en afirmar con las autoridades antes citadas que las Delicias del Rey son de R. I'edaiah, teniendo en cuenta que si bien la primera edición dc Ox- ford es de fines del sigla XVII (161)4), fui tomada, según su editor y tradiictor el ya mencionado Tomás ~ y d e , de manuscritos que pudieran scr bastante ;nás antigiios. Fué precisameiite eii el siglo XIlI cuando el rey Alfonso X orden6 componcr un libro sobrc cl juego clcl ajcclrcz riit«nces niiiy en bi>ga. E l liey Sabio.condenaba en el Libro de las Tu-' fzrreuius el abuso de los. juegos, exceptuando, sin embargo,algunos como este del ajedrez, del cual dicc quc mostraba @cómo los reyes eii el tiempo de las guerras. en que se fazen las huestes, han de guerrear á su; ene- migos, punnando de los vencer, prendiéndolos et matándolos ó echán-

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dol?s.de las tierras; ct otrosy crimo en'el tiempo de las pqes han d e mostrar sus tliesoros et siis riquecas et las cosas que tienen nohles et

. . ~ ...~ cstrafinas>>. Pucs si con tal objeto el rey de Castiilamandaba comfincr . . . -

el Libra del Acedruz et de los dados et de las lablas en 1283 ¿no es verosiinil que con idéntico fin pudo cornponcr iiuestro Hapenini, por ese mismo tiempo, un trataclo seinejante? En 1a Cadeiza de la tradición sc Iiace,el . clogio de otro poema titulado Delicias del Rey, que probablemente es iniitación del que nos ocupa, comptrc&o o tradi~cido iin siglo mis ade- lante, y atribuido a R. 3Iosei1 Acan de %iragua.

He fatigido 'quizás eii demasía vuestra atcncirin abusando de la indulgencia que lile habkis otorgado. Así piies, doy por terminado este ligero esbozo d i un persoiiaje digno dc incjor pluina que la mía, rlecla- rando que mi propósito sólo ha sido por una partc divulgar el conoci- . ~

miento dc la nobilisirna figura dc li. Yedajah Hapenini, la ciial, si 110

piiede dc ser siinpática para todo amante de las buenas lctras, miicho inls debe smlo para iiosotros, porque hablb nuestra. niisnia len- Sua catalana y convivió con nuestros gloriosos antepasados; y por otra parte me lia guiado el deseo de estimular la aficibn al estudio dc las obras de los rabies csyañoles, -aportando siquiera una insignificante contribución al conocimiento de una de las mb importantes inaniies- tacioncs dc la 1itei;atiira patria.

HE DICHO

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D. Juan B. Codina, y .Formosa, Pbro.

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. Señores Académicos : , . .

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Seré breve cn cl desempeño del cometidoreglamentario de contestar al ~iscurso 'del . Dr. Barjau, y habría declinado este honor, y hasta lo habría viva y respetuosamente reciisado, a no sentir que me obligaba a aceptar el encargo mi antigua y sincera amistad con el nuevo Acadé- . mico. . ~.

Tenéis conocida clc sobra la fisonomía literaria del Dr. Barjau; pero en cste solemne dia, bien que no se me oculta que mis palabras alarina- rán su proverbial modestia, debo, por lo menos, hacer mención sumaria de los méritos quc lleva contraídos.

Dedicado a la enseñanza desdelos primeros años d e su juventud, . ganíi en 1895 la Cátedra de Hebreo de 1a.Universida.d de Se\,illa, pasando

a ocuparla dc nuestra~~rii\~ersidad en rgoq por el fallecimiento del Doc- tor Donadiu.

En su Discurso. inauguralde iSgS, fué cl primero en d a r a conocer ..

entre nosotros la importancia de un fragmento hebreo-del libro d e Ben S r a , más comíinmcnte conocido por el nombre de libro del Eclesiás- tico, - cuyo original se liabia perdido, no cxisticndo más quelaversión

.. . de los LXX, - adquirido algunos meses antes por dos viajeras inglesas, en Oriente, las señoras Lewis yGibson; y de otro fragmento más. extenso, d~scuhierto.por SaLce en la gi~enizs del Cairo, - aposcnto subterráneo donde so11 depositados los libros y dociiinentos religiosos ya iiiservi- bles (1), - un ancjo o una suciirsal d e l a célebre sinagoga de Ezra..

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, . . . (1) 1 . Lévi, L'Ec~lÉsiasti~ue. Introd., pág. v;~: Les ~sráélites pieux,

s'interdisant la: destruction de tout 'livre ou document Iikbrcu, surtout quand le nom de Dieu y. est kuit, jettent dans un. local nd hoc, nommé

. ~

gi<eniza (+le d'e?.fouissemenl), t us les textes qui sont hors d'usage. ...

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Profundo conocedor de la lengua santa, consiguió dominar en breve la arábiga, en cuya explicación alterna con la del hebreo, y de la cual escribió en 1911 una Gramática, compendiosa pero completa, a tcnor dc las dc Codcra y de Ayuso, celebradas por todos los quc saben que los tratadosdifusos y sobrecargados dc detalles, son un verdadero calvario, aún para los 'alumnos a'dornados de las mejores prendas y dotes natli- sales para cl ciiltivo de los estudios de esta clase.

No es menor el dominio jue ha obtcnido sobre ecrabínico, pudie?d6' así penetrar con seguro paso y esparcirse bajo la fronda enmarañada y lujuriante de esta literatura. -

Una prueba de lo que vengo dicicndo la tenéis en el Discurso que acabáis de oir, y cuya significación es muy alta.

En cfecto; los materiales de estudio en rabinico son menos numcrosos que en árabe, pero son también muy importantes.

Viscasillas escribe (1): $La ruina de las escuelas judaicas de Oriente, . es decir, las de la región de Babilonia, llevada a cabo por la conquista de los árabes en aquel país, di6 lugar a que en los siglos 1': y X, de la era cristiana, huyeran de allá y buscaran asilo hospitalario en España multitud dc sabios rabbíes, asi como otros se trasladaron al Africa sep- tentrional, trayendo a nuestra querida patria la semilla de la floreciente cultiira y exuberante ciencia que los muslimes. p los judios liabían al- canzado cn aquellos ticmpos, viniendo a ser España el emporio de la ciencia rabbínica, la cual tuvomás tarde, en los siglos XII. XTII, XIV, XV y aún XVI, sapientisimos representantes eii los Abcn-Ezra, Maynió- '

nides, Ou~inijis, Sem-Tob, Josui. dc Lorca, Abarbanel, Ghedaliah, Em- manuel Aboad, etc.a

Antes había dicho Menéndez y Pelayo ( 2 ) : @Con e1 califato cordobés empieza la edad de oro para los judíos peninsulares. Rabí-Moseh y Rabi- Hanoc trasladan a Córdoln las Academias di Oriente: R. Joseph-ben- Hasdai, médico, familiar y-ministro de Ahderrahmaii 111. tiende la mano protectora sobre su piiehlo. Y a la vez qoc éste acrecc sus riquezas y perfecciona sus industrias, brotan filósofos, tálmudistas y poetas, predecesores y maestros de los todavía inás ilustres Gabiroles. Ben- Ezras, Yehudah-1-evi, Ahrahain-ben-David, Maiiónides, e?c.o

Dc sucrtc que aiiii cuando parece indubitable que e11 la orgía dcsan- gre en que se mancharon con indeleble estigma las principales ciudades de la Peninsula en'1391. se perdería buenaparte de este riquísimo tesoro, y que tamaño desastre seria acrcccntado por cl dccrcto d c expulsión de 31 dc Marzo de 1492, en los albores de la imprenta, no es mcnos cierto que ni la destrucción y el saqueo de.los. calls y de las aljamas, ni > las matanzas, ~ i i el destierro piidieron extinguir los fulgores de tan es- pleiidorosa civilización.

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(1) Nueva Gramdtica hebrea. Reseña históriq, p á ~ . xCI.

(2) Historia de los Iieterodoxos españoles, 1.a cdic., tomo 1, pág.625

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Por esta razóii todos convienen,en que la literatura rabinica, al igual que la arábiga, forma partc dc la literatura española; yrcconocen

-que-es-preciso-estudiar-a fondo-y divu1gar~-todas--las-manifestaciónh- . . que el espíritu de aquellos dos pueblos hermanos nos lid legado de los

sidos en que convivieron con nuestros antepasados, comunicándo así un impulso cada día mayor a una tradición reiresentada por la Biblioteca rabinica española de Rodiígiicz dc Castro, a fines del siglo XVIII, Cmula'de la de Rartolocci; tradición que intenumpieroii nuestras'des\~enturas políticas, tales como@ funesta invasión napolcó-

. nica y las no menos aciagas discordias civiles que cnsangrentaion el , suelo hispano.

En la renovación dc~los estudios orientales que se siguió a tan cala- mitosos tiempos; y a pesar de que, en España, la lengua de los dcscen- dientes de Isaac es más cultivada qiic la de los descendientes de 1s- mael(r) . han logrado mayor fortuna los arábigos que los rahinicos.

Bien se p s alcanzan las ciiisas de este, a prime&vist~a, fcnócncno -singular. A lo que dejo indicado acerca del niayor número de materiales en árabe, hay que añadir-que en ningún ~eglamento de Instrucción pública, ni en ningún Plan de Estudios de niiestros Seminarios, figura seriamente, que yo sepa, la enseñaiiza del caldeo y del rabiniho (2) .

Ahora bien, aunque el hcbreo, cl caldco y el rabinico proceden del mismo ' ' tronco semitico, y el hebreo y el rahínico sonademás dos vástagos de la

rama canaiiea; difieren entre sí; por manera quc no todo hcbraizantc capaz d e comeiitar con agudeza de ingcnio la Tora, lo es para tra<ucir co~ i llaneza y lisura, tan siquicra los trozos caldeos de Jeremías, llaniel y Esdras; y un documento rabinico puede resultar un jeroglífico para.

. muchos que son aptos para traducir y comcntar cualquier libro de la Biblia.

. . Esto no obstante, los trabajos de Garcia Hlanto, ~ k a d o r de los Ríos, Fernández. González y otros, figuran dignamente al lado dc los de Si-

. moiiet, Lerchundi, Codera. Almagro, Ribera, .4sin Palacios, Ginitnez Soler, etc. Y la reciente creación de una cátedra de literatura rabinica

. en la Universidad de Fadrid, confiada al Dr. Ahrahain Saloiii Yahuda, -nos pennite esperar frutos abundaiites, sobre todo para cl día cn que sus alumnos cstCn debidamente dispuestosmerced a una buena prepa- ración grdmatical.

Creo que 10 dicho ine dispensa de hablar de lo qucsigiiifica la labor del doctor Barjau. Los que habéis oído su Discurso eii qu&.con maestna ha pussto de realce la notabilisin~a.figura de Kabi Yedaiah Ilapeiiini,

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(1) S o debo hablar aquí de los que, como Renán ! I í t l~des d'l&isti i ie re l ig ieus~ , V ) califican dc leyenda esta fi1iación.de los árabes

(2) En el Kalendarizwa scholare de Tarragona (1916-1917) leemos: Lingua hehraica et notiofzes l i r ~ g u a r u ~ n ovientnlizcw~. El ti tulo nos parece tan i ago como plausible.

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T 30 -

convenís cn que el trabajo dcl nuevo académico es un sillar añadido al grandioso monumento q2e nuestros orientalistas deben y quieren le- vaiitar en honor de los rabinos españoles.

Voy a terminar. Puesto qiic he debido aludir a succsos. dc triste rc- 'cordación, permitidmc. que en pro de. las ciencias y he las artes, haga votos para que plegue a llios conceder a nuestraquerida España, a la '

Europa entera, -a toda la humanidad, días, como 16% que el rabí más elocuente 'de Isracl contemplara- deslizarse debajo del cielo, siempre . luminoso y sonriente, de los tiempos mesiánicos; diris venturosos en que cl profeta no &a voz de llanto ni voz& lamento (1), y veía las lanaus trans- for~nadas e n hoces y las espadas &a rejas de arado (a). El fragor bélico de los dos hijos varones de Ares y de.Citerea desasosiega y ahuyenta a las nueve hijas del próvido Zeus y de Mnemosine, en c ~ y o peclto, como canta IIesiodo, el rinimo estd libre deczcidndos (3). Hoy, como cn ninguna otra época de IaHistoria, sube del corazóri a los labios. pero lúgubre y ansiosa -como un treiio del profeta de Anatot, la tierna exclamación de Tibulo (4):

iAt 720 bis, P a x alvnn, veni!

HE DICHO

(1) Isaías, Profeiin, LXV. 19. (2) Id., 11, 4. (3) i'eogcnia., versos 60-61. . , (4) Elegine, lib. 1, eleg. XI, verso 67