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Quintiliano - Instituciones Oratorias II

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  • BIBLIOTECA CLASICA TOMO CL

    INSTITUCIONES

    ORATORIASPOR

    M. FABIO QUINTILIANO"TRADUCCIN DIRECTA DEL LATIN

    D OR LOS PADRES DE LAS ESCUELAS PAS

    IGNACIO RODRGUEZ PEDRO SANDIER. Biblioteca PixeLegis. Universidad de Sevilla.

    TOMO I

    MADRIDIMPRENTA DE PERLADO PEZ Y COMPAA

    (Sucesores de Hernando)Quintana, 31 y 33.

    19 16

  • -.- _-_-_- .

    Imp. de Perlado, Pez y C.a, Sucesores de Hernatadof gu~

  • PRLOGO.

    hemos de negar la necesidad del estudio delas buenas letra, desterrando de la humana so-ciedad los conocimientos que ms nos adornan,

    es preciso confesar que todo hombre de buengusto es punto menos que indispensable el de lasINSTITUCIONES ORATORIAS de M. Fabio Quintiliano.En todos tiempos los hombres sabios, no comoquiera las han leido, sino que, mirndolas comouna mina rica inagotable de los conocimientosms slidos que contribuyen formar el juiciodel hombre, les hicieron el debido honor de co-locrlas en la clase de aquellos libros que no bas-tando l&erlos una sola vez y de galope, es nece-sario 4rehl d i arios con la m s 'profundra lueditaciny de continuo. Quintiliano trat contanto acier-to de la oratoria, que su. autoridad en este pura()es decisiva y corre parejas con la del mismo Ci-cern: y con tanta dignidad, y tan de propsito(en lo que tal vez le saca alguna ventaja), que dPlos preceptos que prescribe para formar un ora-dor perfecto, claramente se colige que el que as-pire serlo debe estar abastecido del conocimien-to de todas las ciencias. Las INSTITUCIONES deQuintiliano son como un lienzo, donde con loscolores ms vivos retrata al orador, no como vul-garmente se le concibe, sino con toda la perfec-

  • PRLOGO.vrcin de que es capaz. Desvanecien do la idea co-mn de que el oficio del orador solo se reduce ahablar en pblico, ayudado de ciertas reglas pue-riles, nos le pinta tan recomendable por su cien-cia y conducta, que no menos triunfe del coraznhumano por la persuasiva de las costumbres, queuor el nervio de las razones. Miradas por este lado,Lallamos en ellas una cosa que, cierto, arrebata la:eirniracin de cualquiera; al ver que un hombre

    en el. seno del paganismo prescriba reglas1:tn acertadas, que no menos cfladran. al que had ( ! :)-u par dignamente la ctedra del Espritu San-

    ore al qu ha de manejar con loa la elocuenciaforenses. Los primeros hallarn en

    -;.InHile..1.9 unos preceptos tan ajustados para el(i. , seletpeii o rie tan atto ministerio, como si paraeitos ':-4)108` se enderezasen: lo que no tendr repa-'ro en conceder el que vaya careando la doctrinacle nuestro paisano con la del padre de la elocuen-ia espaola Fr. Luis de Granada en su Retrica

    eclesistica. Por lo que hace los abogados, ocio-so parece el decirles que no pueden ejercer la ora-toria forense sin. la doctrina de tan sabio maestro:puesto caso que para ellos principalmente enca-min sus preceptos.

    Quintiliano, como que, tena bastante prcticaen las contiendas del foro, hace ver cunto se dis-tingue el abogado perfecto del mediano; el queposee una elocuencia nerviosa y varonil del que vafiado en una retrica pueril, y que no pasa de lacorteza de las palabras; el que defiende al reo concierta no mal fundada esperanza de enseorearsedel corazn del juez, del que fra y secamente hacesu oficio, granjendole su misma ineptitud eldesprecio y la risa; finalmente, el que sabe . valer-

    ..

  • PRLOGO. VII

    se de las riquezas del arte para vencer con unafuerza irresistible la repugnancia de la humanavoluntad, del que por falta de , caudal no puedesacar salvo al reo, si ya no empeora la causa. Ycomo en estos choques de los tribunales es dondems campa y luce la destreza del abogado (tra-tndose, no ya de un asunto poltico, no del me-jor acierto en una deliberacin, sino de los inte-reses, honor y vida de un hombre), por tanto Quin-tiliano adiestra y provee, digamos as, de todognero de armas defensivas y ofensivas su ora-dor, no para 'un lance solo, sino para cuantos sonimaginables; y la manera que un astuto gene-ral, desvindose tal vez de la especulativa de latctica militar, ordena su gente segn las circuns-tancias que le rodean para salir con la victoria,as nuestro insigne maestro advierte al abogadolos lances en que, con alabanza suya y utilidaddel reo, debe apartarse de los preceptos del arte,disimular el artificio y caminar con cierta senci-Hez, que teniendo tanto ms de astucia cuantomenos lo aparenta, le conduce al vencimiento porlos mismos pasos que al parecer le apartan del finprincipal.

    Para esto no solamente se vare de las observa-ciones y prctica de los ms hbiles oradores yabogados griegos ,

    y romanos acomodadas todoslos gneros de elocuencia, sino de innumerableslances y ejemplos particulares : haciendo vercmo se manejaron para vencer dificultades in-superables; cundo negaban, el hecho sobre que selitiqc4ba; cundo lo confesaban llanamente, pero con,

    ,mayor ventaja,- cundo convenan con el contraroen ciertas menudencias, para merecer el crdito deljuez en el punto cardinal de la causa; cundo com-

  • PRLOGO.VIIIbatan abielitamente al adversario, y cundo con es-tratagemas y medios disimulados; cundo manifes.-tabau ciertaflaqueza y falta de fuerzas para hacerms odiosa la _prepotencia y presuncin de la parte

    raria, y cundo asestaban contra ella toda lacont artillera' de la oratoria; finalmente, cundo conve-nia usar de cierto disimulo con aqulla, y cundomanifestar que calaban sus ms secretas

  • PRLOGO. IX

    que con los estmagos estragados, que para nadatienen ms despierto el apetito que para lo queles daa. Anim muchos este buen suceso parallevar adelante su corrompido sistema. Formseen poco tiempo una como secta de corrompedoresde la verdadera elocuencia, mancomunndose,,al parecer, para destruirla del todo.

    Lo hubieran lograda, muy su placer, segnel squito que tenan, y segn esta facultad sehallaba ya debilitada y sin fuerzas; pero prevale-ci la razn contra el error, como es justo queas suceda. Y si bien Sneca, espaol, fu, comoquiere Rollin, el corifeo de esta corrompida es-cuela, tenernos la gloria de que otro espaol (dis-puten lo que quieran en este punto los extranje-ros), manteniendo los fueros de la elocuencia, noslo la libr de su total ruina, sino que resarcimuy cumplidamente los daos que haba recibi-do. As fu: levant la cabeza por los esfuerzosde Quintiliano, respir y logr por fin, valindo-se de sus armas naturales, enseorearse de susmismos enemigos.

    Esta fu la utilidad que por el pronto result la elocuencia romana de las INSTITUCIONES 0112.-TOMAS del espaol Quintiliano. Digo por el pron-to, porque las que resultaron en lo sucesivo lasbellas letras de' este precioso monumento de laantigedad, no hay para qu decirlo, constandopor el unnime consentimiento de todos los siglosel aprecio que de l hicieron todos los sabios. So-lamente digo que aun cuando no nos ofrecierams que unos preceptos slidos de la oratoria,eran muy dignos de recomendacin; pero comopara ser perfecto orador se necesitan otros mu-chos agregados de educacin y conocimientos de

  • PRLOGO.

    todas facultades, se propuso Quintiliano sealarel camino para conseguir todo esto.

    Mirados por este lado sus escritos, son el mto-do de estudios ms completo que pueden desearlos que se ocupan en ensear la juventud; y aunme atrevo ti decir que encierran las mximas, dela ms cristiana educacin' de la primera edad.-E!:. p rueba de ello, adyirt-Ise que Quintilianotorna la instruccin de su orador nada menos quedesde la cuna. Y para conseguirlo, qu medios'no practica de los que conducen al fin deseado,va tocante al conocimiento de las ciencias, ya las buenas cstumbres? Qu defecto, ya natural,

    adquirido, puede impedir el ser orador consu-mado, q ue no aplique los remedios ms oportu-nos? .;(1:,-

    cosa hay, por menuda que nos parez-.ca, en no prescriba las reglas ms acertadas'?Qu padre se muestra tan vigilante en la educa-cin de su hijo como l lo es en la de todos? Que.11. hay tan tierna que l no consrve de todocontagio? Por ventura se olvida de ella aun enlos juegos ms inocentes? Aun en los mismos en,tretenimientos quiere que sin perjuicio

    - del des-ahogo que es natural, encuentre el nio instruc-cin y pasto del nimo. y .si no, no le aparta cienleguas de las truhaneras y dichos pegadizos delos criados? No le pone al lado un ayo (no deaquellos que acompaan al nio como la sombraal cuerpo, sino un ayo instruido, virtuoso, dili-gente e industrioso), para indagar el ingenio delos aos ms tiernos? En el juntarse con sus igua-les, ?,no usa de las mayores precauciones? llot; esevidente, que en materia de educacin, ni dospadres ni los maestros les queda ms ,que' de-sear si se proponen el mtodo deQuintilano.

  • PRLOGO. XI

    Pasemos ms adelante, cuando la edad comien-za ser capaz de mayor instruccin. Aqu es don-de Quintiliano se interesa tanto en el aprovecha-miento de unos aos tan capaces de todo, comol mismo demuestra, que no quiere que se pierdainstante. Porque, si bien dirigida esta edad es in-decible cuntos conocimientos tiles puede apren-der, por tener entonces las potencias (digamosas) nuevas y desembarazadas de cualquiera otraidea; as malograda, adquiere resabios que duran'toda la vida. Por tanto, encarga los padres ymaestros que los primeros conocimientos seanutiles, slidos y relativos al fin adonde aspiran;y para lograrlo, les dice qu libros han de leer ycon qu orden; qu distribuciones han de hacerde ejercicios y tareas; cmo los han de acostum-brar desde el principio una pronunciacin finay delicada, evitando aquellos resabios que pocacosta se corrigen; y dejndolos tomar cuerpo van decir no poco para..impedir el fin de la oratoria.En todo esto y en otras cosas este tenor Quinti-liano es nimio y prolijo; si puede haber nimiedadcuando se trata de guiar sin torcimiento ni vicioestas plantas racionales: las cuales, cuanto mstiernas, tanta mayor delicadeza requieren en losque las manejan. Por tanto, desterrando Quinti-1 iano de la educacin todo terror y encogimientoque los haga apocados y rastreros en el modo depensar, encarga el mayor cuidado en inspirarlosla emulacin, l honor, el deseo de la verdaderaalabanza y la hidalgua en los pensamientos.

    Por este, camino ameno, y sembrado de conoci-mientos tiles, va conduciendo como por la manoal. nio al estudio de la gramtica, de la geome-tria, de la msica, de la historia, de los autores

  • XI/ PRLOGO.

    ms clsicos, y de todas las bellas artes. Aqu ledice cmo ha de entender al poeta; all, cmo hade leer al historiador.. Por una parte le muestralas bellezas que ofrece la gustosa leccin; porotra los tropiezos de que debe apartarle la luz dela crtica. Con esta gustosa enseanza y til re-creo le pone en estado de poder ya caminar sinandadores, aunque acompaado del sabio maes-.tro: quiero decir, capaz de componer por s algu-na pieza, pero mirando el modelo, que tendr de-lante. Aqu encarga mucho Quintiliano la con-ducta que debe observarse con el discpulo. Como.es forzoso que al principio sean ms los yerrosque los aciertos, la prudencia del que le gua, dicel, debe disimular mucho y alabar aquellas pri-meras producciones, aunqe defectuosas, de susingenios tiernecitos, para animarlos cosas ma-yores.

    Nunca desampara Quintiliano su orador, porms adelantamientos que haya hecho; antes estole mueve ensearle siempre cosas nuevas, y pormucho camino que haya andado, le muestra serms lo que queda. Aun cuando ya est ejerciendola oratoria, en los razonamientos hechos al pue-blo, en los tribunales, Je corrige los defectos,ya naturales, ya adquiridos; le anima cuandoderecho; si se desmanda, le trae suavemente al,camino recto; le inspira pensamientos sublimes,y sentencias que hagan mella en los nimos; lecomunica cuantos medios hay para enseorearsede la voluntad ajena; le reviste . de todds los afec-tos de la naturaleza con tanta viveza y prppiedadque pueda su arbitrio despertarlos en el nimode los jueces - oyentes sin que puedan resistirse.-Tanta es la fuerza y valenta de la elocuencia

  • PRLOGO. XIII

    para excitarlos. Le comunica sobre lo dicho ener-ga' en el decir, y estilo agraciado para ser odocon gusto; le arregla la voz y se la entona; lecompone el ademn y todos los movimientos decabeza, ojos, manos, pies; y para decirlo de unavez, no puede imaginarse hombre tan bronco ypoco favorecido de la naturaleza para la oratoria,que ayudado de las reglas de Quintiliano no secivilice y corrija.

    He aqu una idea muy por encima de las INSTI-TUCIONES de Quintiliano, y una centsima partede los infinitos conocimientos que nos ofrecen;de las cuales se han tomado todas las reglas deque estn llenos los innumerables artes de ret-rica y mtodos de estudios que andan impresos.Pero cualquiera que vaya cotejando estas reglascon la doctrina de ste, conocer que, contentn-dose sus autores con aquellos preceptos que mi-ran dar la juventud alguna idea del artificioretrico, escasean lo principal, que son los mediospara convencer al entendimiento y mover la vo-luntad: en lo que consiste la verdadera elocuen-cia de griegos y romanos. Las dems artes, tra-tando por lo comn de tropos y figuras, que, ensentir de todos, es la parte ms dbil de esta fa-cultad, tocan muy por encima la invencin, quees el alma, y la que da valor todo lo dems; ha-ciendo por otra parte poco caudal de otros requi-sitos, en que Quintiliano hace tanto hincapi.

    No permiten los reducidos lmites de un prlo-go dilatarnos ms, para declarar lo mucho queofrecen las INSTITUCIONES de M. Fabio Quintilla-no; pero no podemos menos de condolernos contodos los sabios, de que habiendo tenido nuestranacin la gloria, que nos envidian, de haber sido

  • XIV PRLOGO.

    este espaol el primero que expensas del erarioense en Roma la elocuencia, y despus lossobrinos de un emperador, haya sido ms cono-cido y apreciado de los extraos que de los nues-tros. As es que habindose hecho traduccin deel en varias lenguas, sola su patria (y con bastan-te sentimiento de los amantes de las letras), porno s qu mala estrella, ha carecido de este bien,sin atrevemos determinar el motivo de estaomi-sicn, cuando apenas hiy autor griego y latino

    no haya merecido esta honra, DO en una, sinorepetidas traducciones. Quien ms ha dado .

    .',,nocer nuestro espaol, ha sido M. Rollin enedicin que public para el uso de la universi

    de Pars, adoptada por las universidades y se-de Francia, Italia y Portugal; la misma

    no sotros; hemos seguido, por las razones queinsi-duaremos.

    do este sabio extranjero pens entablar enuniversidad las INSTITUCIONES de Quanti-

    ,s irti que entre las tiles -materias quea,a, haba algunas de ninguna manera adapta-

    nes nuestros tiempos, y que sera impertinenciadigna de risa el tratarlas, por ms que en tiempode Quin tiliano trajese alguna ventaja su conoci-miento. Porque como entonces se enseaba la elo-cuenca al estilo de escuela, como ahora la filo-sofa, se introdujeron (porque as lo p3dian lascircunstancias que entonces reinaban) no pocascuestiones sobre cosas frvolas, que el reprodu-cirlas al presente, el menos mirado lo graduara,y no sin razn, de afectada antigedad extra-vagancia. Otras cosas de las que omiti, miranprecisamente la; ortografa antigua del idiomalatino, y que no tienen la menor relacin d paren-

  • PRLOGO. xvtesco con un tratado de elocuencia. Otras, final-mente las escribi Quintiliano por acomodarse la prctica de sus tribunales, de sus leyes y jue-ces. Y qu diremos de aquellas que miran preci-samente la manera y forma de los panegricosde los hroes y dioses del paganismo y otrasnecedades que' constituan una gran parte de su.teologa' Cualquiera se reira del que en circuns-tancias tan contrarias se pusiese escribir seme-jantes cavilaciones en una obra seria; porque esregla de prudencia el acomodarse al uso presente,como lo hara / Quintiliano si ahora escribiese.Todo esto cercen juiciosamente Rollin en su edi-cin, que hemos seguido: de forma, que supri-miendo todo lo que serva para abultar, escogila nata de este precioso monumento. Y este mis-mo pensamiento tena proyectado una persona delas ms ilustres y eruditas de nuestra nacin, em-pleada, por nuestro catlico monarca en su servi-cio en una de las repblicas extranjeras. Con estoqued la obra ms cmoda para todos (si es queno nos engaa la pasin), sin echarse menos enella cuanto puede contribuir al perfecto y cabalconocimiento de la verdadera elocuencia.

  • M. FABIO N'IMANOAL LIBRERO TRIPHN.

    Me andabas importunando todos los das, para que die-:se principio la publicacin de mis libros sobre la ins-truccin del orador, que haba dirigido mi amiga Marce-lo. Por lo que m tcica, no pensaba estar la obra en sazn,habiendo empleado en trabajarla (como eres buen testigo)poco ms de dos arios, pero embarazado en varias ocupa-ciones; tiempo que por la mayor parte he gastado en dis-currir sobre esta materia casi infinita, y en la leccin deiinnumerables autores, ms que en escribir. Siguiendo protra parte el precepto de Horacio en su Arte Potica, queaconseja no apresuremos la publicacin de nuestro traba-jo, sino que le tengamos reservado por el discurso de nue-ve aos, dejaba descansar la- obra, para que, calmandoaquel amor que tenemos lo que es parto de nuestro en-iendliniento, la pudiese yo examinar con menos pasin,leyndola como si no fuese cosa ma. Pero si es tan desea-da su publicacin como me aseguras, salga enhorabuenaal pblico, y deseemos que tenga buena ventura, pues.con,fo que por tu cuidado y diligencia llegue sus manos muyenmendada.

  • INSTITUCIONES ORATORIAS

    DE FABIO QUINTILIANOi MARCO MARCELO VICTORIO.

    PROEMIO.

    1. El motivo de haber escrito estas Instituciones oratorias y de-dicarlas Marcelo Victorio.II. Pretende en ellas formar unorador consumado ya en las costumbres, ya en la ciencia, ha-ciendo ver que los antiguos no distinguieron sta de la sabi-,durf a.III. Divisin de toda la obra.IV. Estilo que observaen estos preceptos y quines podrn aprovechar.

    Conseguido que hube el descanso de mis tareas lite-rarias, empleadas por el espacio de veinte aos en instruirla juventud, pidindome algunos amistosamente, que tra-bajase algo sobre la oratoria, por largo tiempo lo rehus,por saber que autores' de grande reputacin en ambaslenguas (1) dejaron la posteridad mucho trabajado este propsito, y con el mayor esmero. Pero lo que me mo-va m ms para desenredarme de este encargo, eso mis-mo los empeaba ellos ms en su demanda ; y era, que,entre tanta variedad de opiniones de los antiguos, y Ve-ces encontradas unas con otras, era difcil la eleccin; por

    ti) Los principales que, escribieron de retrica antes de Quin-tilian.o, fueron:, en la latina Cicern ) y en la griega Gorgias,.Corax, Tysias, Aristteles; pero ninguno mejor que Quintilianoredujo, arte las observaciones sobre la elocuencia, por cuyonaaodo Rollin le prefiere al mismo cicern:

    Tomo I.

  • M. FABIO QUINTILIANO.

    que ( lo que yo llegu entender) me pedan, no que es-cribiese algo de nuevo, sino que lo menos diese mi votosobre lo que escribieron los antiguos. Y aunque no tantome mova la dificultad de la empresa, cuanto tena reparoen excusarme sus ruegos; descubriendo despus mscampo del que presentaba la materia, voluntariamente metom ms trabajo del que me encomendaban: ya para ga-narme ms mis amigos con este nuevo obsequio, ya porno seguir ajenas huellas en camino trillado. Porque cuan-tos escribieron en materia de elocuencia, trataron de ellacon tanto primor, como si escribiesen para gente instruidazi fondo en todas las dems ciencias: ya porque desprecia-

    " como cosa de poco valor , los primeros estudios del,e ,xbre,; ya porque no tenan por obligacin suya tratar

    siendo distintos, y diversos entre s, los objetos deir es ya fuese (y esto es lo ms verosmil) porque no

    espz:raLn ninguna reputacin de un trabajo, que aunqueilee'esrio, est muy apartado de la alabanza y lucimien-W; sucediendo aqu lo que en los edificios,que sepultados

    nicamente luce lo que descuella sobre . laMas yo, que ninguna cosa tengo por ajena de la

    c.ratoria (sin lo que es preciso confesar que no puede dar-se; orador), y. que estoy en la persuasin de que en ningunamaria puede aspirarse la perfeccin, sino pasando porlos principios, no me desdear de descender estas me-nudencias, sin las que no se pueden conseguir otras cosasIII; mayor importancia. Comenzar, pues, por los estudiosque, deben formar un orador desde la infancia, no deotra manera que si se me hubiese encomendado su edu-cacin.

    El cual trabajo te lo dedico, Marcelo Victorio , por juz-garte digno de este don y prenda de nuestra amistad reci-p,roca, no slo en atencin tila estrecha ,

    que hay entre losdps y al, encendido amor que tienes . las letras (motivosque por s solos bastaban)) sino porque estos libros me pa-

  • INsrirecromts ORA/ORLAS. 3

    recen muy del caso' para la instruccin de tu hijo, cuyosprimeros aos dan claro indicio de que ha de lucir su in-genio (4),. los cuales tena intencin de dar principio porlos primeros rudimentos de la oratoria , continuando poraquellas artes, que pueden contribuir algo al que ha deseguir esta carrera hasta llegar la perfeccin y comple-mento de esta obra.

    Me he determinado tomar este trabajo con tanta msrazn, por ver que andaban ya en mi nombre dos librosde retrica, los que ni yo d luz ni los trabaj con, estefin; porque el primero contena aquellas instruccionesprivadas que d mis discpulos en dos das que ellosescribieron; y habiendo copiado el segundo en muchosms fuerza de cifras (2), otros jvenes aficionados mosinconsideradamente les hicieron el honor de publicarlos.Por donde en estos libros habr muchas cosas de aqullosrepetidas, otras muchas mudadas , muchsimas aadidas,pero todas mejoradas y dispuestas en el mejor ordenposible.

    (1) A este propsito dice Cicern in Bruto: Asi como es honradel hombre tener ingenio, as la elocuencia es donde luce el ingenio.

    (2) El que considere que esto mismo de que disimuladamen-te se queja Quintiliano acaeci casi todos los escritos de losantiguos, no pondr, duda en que muchas de las que tenemospor autoridades suyas, no lo son, sino lo que pusieron los co-piantes y notarios que tenan este oficio. A esto se junta, queincorporando en el texto varias acotaciones que encontraban enlas mrgenes puestas por otros, nos lo hicieron admitir,, repug-nndolo el sentido como cosa uniforme-con la doctrina, dondehicieron entrar estos lunares, pequeos en si, pero muy grandespara obscurecer el sentido genuino de los escritores. No s si laPotica de Aristteles, entre otras obras suyas, pad r ci semejan-te alteracin; lo cierto es que, como -bserva Luzn, Trl algunoslugares no sabemos lo que quiso decir. Y de dnde provienen.algunos modos de hablar en la lengua latina Qontrarios suanaloga, sino tal vez de semejantes abreviaturas y cifras? Entreotros tenemos el adverbio impraPs ,ntiorum, que no encuentrananaloga los gramticos, y sin duda se dira in praesentia

  • M. FABIO QUINTILIANO.

    II. Formamos en ellos un orador perfecto (4),e1 que nopuede serlo no acompandole las buenas costumbres:por donde no slo quiero que en el decir sea aventajado,sino en todas las prendas del alma; porque nunca conce-der que eso de vivir bien y honestamente se ha de de-jar, como algunos pretenden, para los filsofos; como seacosa cierta que el hombre verdaderamente poltico , aco-modado para el gobierno pblico y particular, capaz degobernar con sus consejos las ciudades, fundarlas con le-ves y enmendarlas con los juicios, no es otro que el ora-dor (2). Y as, aunque confieso que me valdr de algunassentencias que se encuentran en los libros de los filsofos,rc-sueltamente digo que estas son obras nuestras y quepertenecen la oratoria: porque ocurriendo muchas veceshablar de la justicia, fortaleza, templanza y otras virtudese iiiejantes, y tanto que apenas habr causa alguna en que

    no se ofrezca alguna cuestin de stas; debindose expli-car todo esto en la invencin y elocucin, dudar algunoque los oficios del orador consisten en todo aquello paralo que se requiere la fuerza del ingenio y la facundia en(,1 decir?

    Y as como estas cosas se hallan juntas en la naturalezansi tambin se hallan en las obligaciones del orador, cornolo colige muy claramente Cicern (3): de forma que los

    (1) Orador perfecto ni le hay, ni puede haberle sino ideal;as como no puede haber repblica ordenada, como la que seide Platn. Va Quintiliano formar y trazar este perfecto ora-dor para que cada uno procure acercarse lo posible este mo-delo; y cuanto ms lo logre, tanto mejores disposiciones tendrpara la elocuencia.

    (2) Pretende aqu Quintiliano reformar la opinin de muchosantiguos, de que al orador slo tocaba tratar y defender SUScausas con habilidad y destreza, y no el vivir honesta y arre-gladamente. En vano pretende mover otro' la virtud, quien n.ola conoce: Si vis me flere, dolendum est primum ipsi tibi.ilo-RAT. 1 Art. Pot.

    (3) Toda esta doctrina de Quintiliano la trata clon mucha

  • INSTITUCIONES ORATORIAS. 5

    que fuesen tenidos por sabios igualmente fuesen repu-tados poi- elocuentes. Dividise despus esta facultady ha-ciendo la pereza que aparecieseno una, sino muchas: por-

    * que luego que se hizo comercio del arte de hablar y secomenz abusar de los bienes de la elocuencia, los queeran tenidos por elocuentes abandonaron el cuidado delas costumbres; y abandonado ste, fu como presa de losmalos ingenios. De aqu result que stos, despreciandoel, trabajo de bien decir, y aplicndose formar los cora-zones y dar leyes para vivir, conservaron la mejor parte(si es que esta facultad admita divisin), y se apropiaronun ttulo lleno de arrogancia; de forma que ellos solos vi-nieron llamarse amantes de la sabidura, ttulo que ja-ms tuvieron la osada de atribuirse ni los emperadoresms grandes, ni los que con el mayor lucimiento se em-plearon en la consulta de asuntos de la mayor importan-cia y en el gobierno de toda la repblica, pues antes qui-sieron hacer cosas muy buenas que prometerlas. Y vengobien en que entre los que antiguamente hicieron profesinde sabios, muchos no solamente dieron buenos preceptos,.sino que vivieron conforme lo que ensearon; mas ennuestros das, bajo la capa de este nombre de sabios, seencubrieron vicios muy enormes en la mayor parte de losprofesores; porque no procuraban ser tenidos por filsofospor la virtud y letras, sino que con el velo de un semblantettrico y vestido diferente de los dems (1), encubran suscostumbres muy estragadas (2).extensin Cicern: De Oratore, caps. 56, 62, 71, 73, 107, 108, 122, 123.

    (.1) Llegse en cierta ocasin herodes ateniense, miembrodel Arepago, . pedirle una limosna un cierto hombre en trajey aspecto venerable, barba larga hasta la cintura y con capa defilsofo. Quin eres? pregunt Herodes. Mucho extrao, respon-di el pobre con voz grave y en tono de reprehensin, que pre-guntes lo mismo que ves. Herodes replic: Lo que veo es la barba yla capa; pero no veo nada de filsofo.--Auto GELIO I lib. IX., cap. 2.

    (2) Aunque hubo filsofos que bajo el nombre y capa, da

  • FAI310 QU'ENTUMAN-O:

    Mas al presente todos los das nos ponemos tratar deaquella materias que son peculiares de la filosofa. Porquequin, por malo que sea, no habla ahora de lo bueno yjusto? Quin, aun de los hombres del campo, no disputa'sobre las causas naturales? La propiedad y diferencia delos trminos debe sin duda ser comn todos los quecuidan del lenguaje; pero el orador las debe saber y-ha-blar con mucha perfeccin; el cual, si en algn tiempohubiera sido consumado, nunca se mendigaran de las es-cuelas de los filsofos los preceptos de la virtud. Ahora sehace preciso recurrir alguna vez aquellos autores'que seapropiaron, como llevo dicho, una parte de la oratoria, yla mejor, que estaba abandonada, y pedirles lo que encierto modo es nuestro: esto no para valernos de lo queinventaron., sino para hacer ver que se aprovecharon deinvenciones ajenas (4).

    Sea, pues, tal el orador que pueda con verdad llamarsesabio; y no solamente consumado en las costumbres (por-que esto no basta, segn mi alcance, aunque hay quiensienta lo contrario), sino en la ciencia y facultad de decir,cual quiz no ha habido ninguno hasta el da de 'hoy M.Mas no por eso hemos de trabajar menos por llegar /latales vivan ms licenciosamente de lo que su profesin reque-ra, con todo esto, no s si Quintiliano dej correr la pluma li-sonjeando al emperador Domiciano, que desterr de Roma todoslos filsofos; entendindose sin duda por este nombre en aque-llos tiempos los profesores de la cristiana religihn; pero en de-fensa de estos mismos no tuvo reparo en. perorar en presencia deTrajano un discpulo de Quintiliano, que fu Plinio el. Joven..

    (1) Insina en este lugar lo mismo que apunt arriba, 'quela moral y aun todas las dems facultades te ineluian en lo su.tiguo en el estudio de la elocuencia. Este es el mismo pensa-miento de Cicern: El fwaJor, de cualquiera cosa que trate, relode materia propia s ,aire

    De Oral. perf.(2) Ya dijhnos

    -NrrC,a, que no puede haber orador perfore.porque hablando con todo rigor, debe abarcar nada 014310.00V411bla enciclopedia d todas las ciencias y artes. En elperfregaiwa-

  • 1 MIT tretOlVES OS &TOM AS.

    perfecei" como muchos de los antiguos lo practicareit,loscuales, dado raso que rolan no haberse encOnttatleningn hombre perfectamente sabio, no obstante dieronpreceptos de sabidura; porque la elocuencia consumadaes ciertamente una cosa real, que puede arribar el inge-nio del hombre; y dado caso que no lo consiga, con todo,los que se esfuercen para llegar lo sumo se remoInta-rn mucho ms que aqullos, que, -desesperanzados dellegar donde pretenden, no se leyantan un palmo sobretierra.

    IlI. Por donde con mayor razn se me disimulr , sino paso en silencio ni aun las cosas ms menudas, peronecesarias la obra que hemos emprendido. Atento que,el primer libro contendr lo que antecede al oficio del.orador. En el segundo trataremos de los primeros elemen-tos y cuestiones de lo sustancial de la retrica. Despuemplearemos cinco libros en la invencin, la que sigue laDisposicin: cuatro en la Elocucin, donde entra la Pronti-m'acin y Memoria. A stos se aadir uno, en el que for-maremos el orador; tratando, en quanto lo permitan rumb-eas cortas fuerzas, qu tales han de ser sus costumbres,qu regla debe guardar en encargarse de las causas, enaprenderlas y defenderlas, qu gnero'de elocuencia debeseguir, y qu fin sea el de la oratoria y cules sus es-tudios.

    IV. A todo lo dicho se juntar, como lo pidiere la oca,Sin, la manera de perorar, que no solamente instruya los aficionados en el conocimiento de aquellas cosas, lasque nicamente dieron algunos el nombre de arte, inter-prete el derecho (1) de la retrica (para explicarme en estosdor se halla toda la ciencia de los filsofo ,---CicEits "en el ans-:no lugar.

    (I.) Entiende los preceptos necesarios de la rt6rica, aludien-do al estilo de aquellos abogados que no hacen ms qu'e intr-pretar las leyes fra y secamente.:toLLIN.

  • M. FA 131,0 QUINTIL/NO.

    trminos), sino que asimismo pueda fomentar la facundiay aumentar las fuerzas de la oratoria. Porque de ordinri )los preceptos por si solos, afectando demasiada sutileza,destruyen y despedazan cuanto hay de ms noble en eldiscurso) se llevan todo el jugo del ingenio y le dejan enlos huesos: los cuales, as, como debe haberlos y estar su-jetos con los nervios, as deben estar cubiertos con la car-ne. Por tanto en estos doce libros no hemos formado uncompendio (1), como han hecho los ms, sino cuanto pue-de servir para instruir al orador, haciendo una breve de-rnostradn de todo.; porque si hubiramos de decir cuan-to se ofrece en cada cosa, sera nunca acabar.

    Pero una cosa se debe afirmar sobre todo, y es que denada aprovecha el arte y los preceptos cuando no ayudala- naturaleza (2). Por donde el que no tiene ingenio en-l'enda, que de tanto le aprovechar lo que hemos escritocuanto los campos naturalmente estriles el cultivo y lal abranza. Hay tambin algunas cosas con que ayuda lanaturaleza, como la voz, el pecho de aguante, robustez,flrfneza de cuerpo y gracia: en todo lo cual si la naturale-

    (1) Aquella parte de retrica que slo consiste en regla-s y7receptillos, que podemos llamar oratoria pueril.

    (2) Esta observacin tiene lugar en todas las artes, tanto me-cnicaS como liberales. En vano se afana el que va contra la in-clinacin natural en alguna facultad. Horacio dice lo mismo,Art. Pot. vers. 408. Y hablando de lo mismo Cicern, quiere, queen caso de fallar una de las dos cosas, es menos falta la de los 'pre-ceptos que la del ingenio; aunque si por dicha llegan juntarseambas cosas en uno, entonces hace prodigios la naturaleza.Proaja, m'Ira 8.---Pero contemos siempre que nadie sta le criigualmente grande para todo, antes dice Salustio, que en medide tantos caminos para serlo ti cada cual muestra ell suyo. Cat. be/1. 2.Naturae sequitur, semina quisque sua. Pro.Truquense las Oarri3rae y profesiones de los hombres; oblignese llorado y Garcillaso , componer poemas picos, y Virgilio y Ervilla inane-jay lira, y ninguno ser, nada. Vase la elega lib. 3 de Pro.Mana eram, etc.

  • INSTITUCIONES ORATORIAS. 9za nos fu escasa, la razn lo puede aumentar (4 ); perola falta de esto veces viene destruir las prendas del in-genio y del estudio; as como aun teniendo estas cosas, pors nada aprovechan sin un sabio maestro, sin estudio em-prendido con tesn y sin el ejercicio continuo de escribir,leer y declamar.

    (1) Habla de aquellos dotes corporales del ademn, en losque estriba la pronunciacin, y cuyos defectos, aunque sean sa-cados de la naturaleza, los puede enmendar el ejercicio ayudadode la razn. Parece tuvo presentes Demstenes y Cicern; delos cuales el primero tena muy poca fuerza del pulmn, dbilvoz, y tan tartamudo, que le afeaba toda la pronunciacin; perollevando una piedrecita en la boca para gastar y limar la len-gua, afin la voz; y para darla ms corpulencia iba con frecuen-cia la playa del mar, donde se estrellaban las olas en los pe-ascos, y la esforzaba hasta tanto que se sintiese entre su ruidoy bramido. Cicern cuenta de si mismo, que era tambin algodesairado en la accin, y de voz lnguida y afeminada; pero conel trabajo venci estos defectos naturales.

  • r1

    w

  • LIBRO PRIMERO.

    CAPITULO PRIMERO.

    DE LA EDUCACIN DEL QUE HA DE SER ORADOR.

    A la mayor parte de los nios no les falta ingenio, sino apli-cacin.II. Qu tales deben ser las nodrizas, padres, ayos ycompaeros que han de tener los Se debe comen-zar por el estudio de la lengua griega.IV. Los nios antesde los siete aos son capaces' de instruccin sta no se debeanticipar mucho Por qu desciende estas menudencias.V. Del leer y escribir.

    1. Nacido el hijo, conciba el padre las mayores espe-ranzas de l, pues as pondr mayor esmero desde el prin-cipio. Porque es falsa la queja de que son muy raros losque pueden aprender lo que se les ensea y que la ma-yor parte por su rudeza pierden tiempo y trabajo; pueshallaremos por el contrario en los ms facilidad para dis-currir y aprender de memoria, como que estas dos cosasle son al hombre naturales. A la manera que la naturale-za cri para volar las aves, los caballos para la carre-ra y para embravecerse las fieras, no de otra suerte noses peculiar los hombres el ejercicio y perspicacia delentendimiento, por donde tenemos al origen del alma porcelestial. El nacer algunos rudos incapaces de enseanza,tan contra lo natural es como lo son los cuerpos gigan-

  • 12 FAB(0 QIIINTILIANO.tescos y monstruosos, que son muy raros. Prueba es queen los nios asoman esperanzas de muchsimas cosas; lasque si se apagan con la edad, s claro que falt el cuida-do, no el ingenio. Vengo bien en que uno aventaje en elingenio otro; pero esto ser para hacer ms menos;mas no se encontrar ni uno solo en quien no se consigaalgo fuerza de estudio. El padre que reflexione esto muybien, ya desde el principio aplicar el mayor cuidado paralograr las esperanzas del que s va proporcionando parala oratoria.

    Ante, todas cosas, no sea viciosa la conversacin delas ayas, las que quiere Crysipo que sean sabias, si serpuede; pero lo menos que se escojan las mejores. Enellas sin duda alguna debe cuidarse sobre tdo de ls bue-nas costumbres y de que hablen bien : pues ellas son lasprimeras quines oirn los nios, ,y cuyas palabras seesforzarn expresar por la imitacin. Porque natural-mente conservamos lo que aprendimos en los primerosaos, corno las vasijas nuevas (1) el primer .olor del licorque recibieron, y la manera que no se puede deste-ir el primer, color de las lanas. Y cuanto estos resabiosson peores, tanto ms fuertemente se nos imprimen., Lobueno fcil cosa es que se mude en vicio, pero el viciocundo lo mudars en virtud? N se acostumbre, pues,ni aun en la.

    infancia un lenguaje que haya que desense-arle.

    Los padres quisiera yo que tuvieran muchsima erudi-cin, aunque no trato solamente de ellos._ Sabemos, quepara la . elocuencia de los Gracos contribuy no ,poco sumadre Cornelia (2), cuya doctsima conversacin lleg

    (1) Es pensamiento de Horacio:Quo semel est imbua reeens, servabit odoremTesta diu.Lib. I, Epistol. 2.

    (2) Vase sobre este punto Cicern in Bruto, 211.

  • INSTITUOIONES ORATORIAS. 43la posteridad por sus cartas. De la hija de Lelio se diceque imitaba en el- lenguaje la elocuencia del padre; ydel razonamiento que hizo los triunviros la de Q. Hor-tensio leemos qup aun en boca de un hombre le harahonor (4). Ni deben tener menor empeo en la educacinde los hijos aquellos que no tuvieron la dicha de apren-der, antes mayor por lo mismo en todo lo dems.

    Lo mismo que de las ayas decirnos de los nios, entrequienes se ha de criar el que est destinado este fin. Delos ayos con tanta ms razn se debe cuidar que, seansabios, en lo que se debe poner el mayor empeo, queno presuman que lo son: pues no hay cosa ms perjudi-cial que aquellos que, no habiendo pasado de las prime-ras letras, estn persuadidos que son sabios. Los tales lle-van mal el ceder los que lo son, y con un cierto dere-cho de autoridad que hace hinchada esta clase de hom-bres, por lo comn imperiosos, y veces crueles, ensean los alumnos sus necedades. Sus errores perjudican nomenos las costumbres. De Leonides, ayo de Alejandro,cuenta Digenes Babilonio haberle enseado ciertos vi-cios, que le fueron acompaando siendo adulto, y hasta eltrono, desde la educacin en su niez.

    Si alguno le parece que pido mucho, atienda queel formar un orador es ardua empresa; y que aun cuandonada se omita para esto, es mucho ms y lo ms dificul-toso lo que queda por hacer. Porque se necesita de un es-tudio sin intermisin, de maestros los ms excelentes y demuchas ciencias. Por donde se ha de ensear lo mejor, locual si alguno rehusare el hacerlo, el defecto estar en elhombre, no en el talento.

    Pero si no se lograsen las ayas, ayos, y compaas cua-les yo quiero, lo menos haya un maestro continuo, quesea de buena pronunciacin, y corrija al punto lo que en

    (1) Esta historia la trae Valerio Mximo, lib. 8, cap. 8.

  • 4 4 FABIO QUTTITILIANO.

    presencia del discpulo pronunciaron viciosamente aqu-llos, no permitiendo que haga vicio; pero con tal que sellegue entender que el consejo que primero di es loacertado y esto un remedia.

    III. Me inclino ms que el nio comience por la len-gua griega ('1); pues la latina, que est ms en uso, la apren-demos aunque no queramos: y tambin porque primera-mente debe ser instruido en las letras y ciencias griegas,de donde tuvo origen nuestra lengua. Mas no quiero queen esto se proceda tan escrupulosamente, que hable yaprenda por mucho tiempo sola la lengua griega, comoalgunos lo practican; pues de aqu dimanan muchsimosdefectos, ya en la pronunciacin extraa, ya en el lenguaje,!os cuales, pegndoseles por la larga costumbre del idia-rq a griego, vienen tambin endurecerse en un modo `dehablar diverso de los dems. Y as la lengua griega debeseguir la latina, para aprenderlas un mismo tiempo. Assuceder, que conservando con igual cuidado el estudiode arribas, ninguna daar la otra.

    TV. Pensaron algunos que no deban aprender letraslos nios antes de siete aos, por no ser aquella edad ca-paz de instruccin ni apta para el trabajo, la cual opininsigui Hesiodo, segn dicen muchsimos anteriores al gra-mtico Aristfanes, pues ste fu el primero que neg serde este poeta el libro de los Preceptos, donde esto se en-cuentra. Pero otros, y entre ellos Eratstenes, ensearonlo mismo. Mejor fundados van los que quieren que fin-

    (1) Infirese de la autoridad de Quintiliano que, siendo paralos romanos, para quienes escriba, la lengua griega lo mismoque para nosotros ht latina, cuando aprenden sta nuestros' ni-os, no deben olvidarse de la lengua patria: antes ensea la, ex-periencia, que yendo ambas 11 dos pareadas, sota ms sazonadosy anticipados los conocimientos del latn. Por otra parte, es unacuriosidad impertinente empearse en aprender idiomas extra-os y olvidarse del propio.

  • INSVTUCIOJIES O ATORIAA.

    gana edad est ociosa, como Crysipo: pues aungtWeonce-de tres aos para el cuidado de las ayas, pero, para eso diceque stas deben ir formando el entendimiento del niocon los mejores conocimientos. Y por qu no ha de sercapaz de instruccin una edad qu lo es para irse forman-do en las costumbres? Bien Me hago cargo que en todo eltiempo de que hablamos apenas se podr adelantar tanto,como ms adelante en un solo ao; pero con todo eso meparece que los 'que as sintieron, atendieron en esta partems los maestros que los discpulos. Por otra partequ otra cosa mejor podrn hacer luego que sepan ha-blar? Porque es preciso que en algo se empleen. O porqu hemos de despreciar hasta los siete aos esto poqui-Ha que se puede adelantar? Pues dado caso que sea poco,se va lograr el que aprenda cosas de mayor entidad enaquel mismo ao, en que tendra que aprender estas me-nudencias. Esta que se va dilatando todos los aos, al finde la cuenta va decir mucho; y todo el tiempo que segan en la infancia, aprovecha para la juventud. Lo mis-mo debe entenderse de los aos adelante, para que la quese ha de aprender, no se aprenda tarde. No perdamos, pues,el tiempo al principio , y con tanta ms razn , cuanto losprimeros rudimentos dependen de la memoria, la que nosolamente se encuentra en los nios, sino que la tienenmuy firme.

    Ni estoy tan ignorante de lo que son las edades, quejuzgue que se debe apremiar y pedir un trabajo formalen los primeros aos. De esto debemos guardarnos mucho,para que no aborrezca el estudio el que aun no puede te-nerle aficin, y le tenga despus el odio que una vez lelleg cobrar. Esto ha de ser como cosa de juego: ru-guesele al nio, albesele, y las veces algrese de lo quesabe. Ensese veces otro, aunque l lo repugne, paraque tenga emulacin; otras vaya competencia con l, yhgasele creer las ms veces que l lleva la victoria : es-

  • 46FABIO QUINTILIANO,'

    tinullesele tambin con aquellos premios que son propiol:

    de la edad O).Menudas son las cosas que enseas (dir alguno) habien,

    do prometido formar un orador; pero entienda que aun.en.las letras hay su infancia, y la manera que la forinacin

    de los cuerpos que han de ser muy robustos comienza.en la 'leche y la cuna, as el que ha de ser con el tiempoun orador elocuentisimo hizo, para explicarme en estostlSrminos, sus pucheritos, fu balbuciente hizo garaba.tos en la formacin de las letras. Y no, porque no.baste.elsaber una cosa, diremos que no es necesaria. Y si ninguna:reprende un padre que tiene por preciso ensear 'ele, su hijo, por qu se condenar el hacer comn lo queuno practicara en su casa? Tanto ms cuanta es la facilPdad con que los nios aprenden las cosas pequeas; y ascomo hay ciertos movimientos, los que slo puede ha,cense el cuerpo tierno, as tambin sucede con los nimos,que endurecidos se inhabilitan para la enseanza. Hti-hiera querido por ventura l'Hipo que su hijo Alejandrafuese instruido por Aristteles, el filsofo ms consumadode aquellos tiempos, ste hubiera tomado este cargo, no entender que convena que los principios lbs enseasetambin un maestro el ms diestro? Hagmonos,: pues,cuenta que se nos confa un Alejandro desde su infanciapara que le enseemos, empeo que merece tanto cuidado(aunque para cualquiera padre la enseanza de su hijo esde igual aprecio); en este caso me avergonzara yo-de

    (1) Esta observacin de Quintiliano comprobada con la prc-tica que l tenia, y con la experiencia de todos los dial, nos en-sea que el castigo y rigor del maestro slo sirve para inspirarhorror a las le gras en el nimo de quien Maxia no puede cono-cer sus ventajas. Entiendan los ayos, maestros y preceptores,que su oficio no es domar potros ni domesticar tigres, Sino for-mar el corazn y el nimo de una maturaleza racional:. arte;,,queen sentir do San Juan Crisstomo, 'es mayor que

    . z.1, de todos losestatuarios.

    . 7

  • INSTITUCIONES ORATORIAS.

    darle el ms breve camino para instruirle aun en la car-tilla?

    V. Por lo menos m no me agrada lo que veo prac-ticar con muchsimos, y es el aprender el nombre y ordende las letras antes de aprender su figura. Embaraza estoel conocimient de ellas, pues siguiendo despus el soni-do que de ellas tienen, no aplican la atencin su forma.Esta es la causa de que los maestros, cuando pensaban ha-berlas fijado en la memoria de los nios, siguiendo el or-den que tienen en el alfabeto, vuelvan atrs, y ordenn-dolas de otra manera, les hagan conocer las letras por sufigura, no por su orden natural. Por tanto, se les ensear conocer su figura y nombre como conocen las personasePero lo que daa en el conocimiento de las letras no da--dar en el de las slabas.

    Para estimular la infancia aprender no desapruebo.aquel mtodo sabido de formar un juego con las figurasde las letras hechas de marfil, algn otro medio quese aficione ms la edad, y por el cual hallen gusto en ma-nejarlas, mirarlas y sealarlas por su nombre.

    Pero cuando comience escribir no ser malo grabarlas letras muy bien en una tabla, para que lleve la plumapor los trazos sulcos que hacen. De este modo ni errarcomo en la cera (porque por una y otra parte le conten-drn las mrgenes), ni podr salirse de la forma que leponen; y por otra parte, siguiendo con velocidad y continuacin huellas fijas, afirmar los dedos, no necesitandode poner una mano sobre otra para afianzarla (4). El es-

    (1) Esta regla servia para los antiguos, que escriban en ta-blas y otras materias duras, y con punzones; pero siempre 054muy til para tomar pronta 'y fcilmente cualquiera carcter doletra. Y adaptndola . nuestra manera de escribir, es lo mismo,que si disemos , un nio ua muestra de letra gruesa calada,y prinieramente le obligsemos por algunos das seguir porencuna, de los mismos trazos, pero con la Diatn a seca, y despus

    Tomo I. 2

  • M. FABIO QUINTILIANO.

    cribir bien y con velocidad es cosa digna de atencin,aunque comunmente olvidada de la gente de convenien-cias (4): porque siendo el principal ejercicio en gente deletras (2) el escribir, con lo cual slo se consiguen los pro-gresos verdaderos y slidos, si la pluma anda lerda sirvede rmora la imaginacin , y si la letra es imperfecta yde mala formacin no se entiende despus , y de aqu re-sulta el trabajo de dictarlo cuando se haya de trasladarPor lo cual siempre y en todas partes nos dar gusto elno habernos olvidado de esto, pero especialmente cuandoescribamos una carta de cosas que no conviene que otrosepa bien algn amigo.

    En las slabas no cabe compendio, sino que todas se de_leen aprender, y no se debe' dilatar el conocimiento de lasms dificultosas, como hacen comunmente, para que cuan-do las escriban, las puedan distinguir (3). Adems de lodicho, no se ha de fiar mucho de lo que aprendieron losnios la primera vez; antes ser ms til repetirlo muchasveces, y no apresurarlos, para que al principio lean de co-

    qu la pasase con tinta llenando el calado de la letra. EA m-todo, que no es nuevo, hara al nio en pocas semanas tomarcualquiera carcter de letra.

    (1) Ya es muy antigua la dolencia de que escriba mal la gen-te de la alta esfera. Esta mala costumbre haba cundido tanto,que ya se haba tomado por un distintivo nada equvoco de hom-llres acomodados el escribir mal; pero ya en nuestro tiempo seha llegado conocer que uno de los principales adornos delhombre instruido es la caligrafa, habiendo innumerables cole-gios y escuelas, donde se ensea con el mejor gusto.

    (2) Porque uno de los medios de aprender algo en medio detanto como se nos olvida, es leer con la pluma en la mano, paraapuntar lo que sea ms digno de observacin; y si estas apunta-ciones se hacen en letra confusa y mal formada, no se entien-den despus, causa fastidio el leerlas.

    (3) Por este lugar parece que los antiguos primeramenteaprendan conocer las letras, y despus escribirlas. Apren-didas stas, juntaban las slabas y toda la palabra, y luego la

  • INSTITUCIONES ORATORIAS. 4 4

    rrido, sino slo cuando junten ya las letras sin tropezar,sin detenerse, ni pensarlo mucho; y entonces, uniendo lasslabas, tomarn toda la palabra, y despus comenzarncon ellas formar oracin (1); porque es increble cuntadetencin en el leer ocasiona este apresuramiento. Deaqu nace el titubear, el pararse, y repetir los vocablos,cuando se atreven ms de lo que pueden, desconfiandoaun de lo mismo que saben, si en algo llegaron errar.Ante todas cosas lean correctamente y sin interrupcin;pero por mucho tiempo con despacio, hasta que con elejercicio adquieran leer con enmienda y velocidad. Por-que el mirar adelante, y echar la vista la palabra quesigue (regla que dan todos los maestros) no solamente loensea el mtodo, sino la prctica, - porque al tiempo demirar lo que sigue, se ha de pronunciar lo, primero, y seha de dividir la atencin del alma, cosa muy dificultosa,de modo que una cosa hagan los ojos y otra la voz.

    En una cosa no nos ha de pesar el cuidado que ponga-mos, cuando el nio comience, como es de costumbre, escribir los vocablos, y es, que no pierda el trabajo enaquellos que Ton vulgares, y que ocurren todos los das.Puede al punto ir aprendiendo, mientras se ocupa en otracosa, la interpretacin de las palabras ms recnditas dela lengua, que llaman los griegos glossas, y conseguir en

    (1) De esta autoridad se valen algunos para decir que losantiguos no observaban el mismo mtodo que nosotros para en-sear . leer, que es tomando cada letra por s, deletreando, comodecimos comunmente; sino que ellos tomaban toda la slaba en-tera, juntando todas las que forman vocablo, en esta forma: con-su-la-do. Este mtodo seguramente es ms compendioso y ocupamenos tiempo, pero como el odo del nio slo percibe el soni-do de la slaba, v. gr. con, viene olvidarse del de las letras,como yo mismo he tocado por la experiencia: como quiera quees muy distinto el sonido de la letra del de la slaba. As haymuchas cosas que primera vista son buenas; pero tocadas porla experiencia, ofrecen inconvenientes.

  • tO M. FABIO QUINTILIANO.

    estos primeros elementos lo que despus les ha de llevaralgn tiempo. Y supuesto que me paro en menudencias,deseara que los versos que se les ponen por muestra de:escribir, no contengan intiles sentencias, sino algn buenaviso (1), porque la memoria de esto dura hasta la vejez.Y fijndose en un nimo desocupado de otras ideas, apro-vecha para formar las costumbres. Pueden tambin poreste gnero de diversin aprender las sentencias de hom-bres ilustres, y lugares escogidos principalmente de lospoetas, cosas que agradan la edad pequea. Porque, co-mo dir en su lugar, la memoria es muy conducente alorador, y sta se cultiva y afirma con el ejercicio. Y en lasedades de que vamos hablando, en que el nio no puedeinventar nada, es la nica manera de ingenio que puedesacar algn provecho del cuidado del maestro.

    No ser intil, para que logren una pronunciacin claray expedita, el hacerlos repetir palabras dificultosas busca-

    . das para este intento, y versos compuestos de slabas s-peras y que tropiecen (2) entre s (que los griegos llamanenredosos), obligndolos que los pronuncien muy depi iesa. Esto es cosa pequea primera vista; pero omiti-do, cobrarn malos resabios en la pronunciacin, viciosque, no enmendarlos en los primeros aos, durarnsiempre.

    (1) Favorece tanto la experiencia esta observacin, -quealgunos , los sesenta aos tienen muy presentes aquellas prime-ras sentencias que contenan los modelos muestras co'a queaprendieron en la primera edad.

    (2) Como aquel verso antiguo: Fraximus) ,fixa, feroz', infesta in-f unditur oasis.CAMERABIO.

  • INSTITUCIONES ORATORIAS

    CAPTULO II.SI ES MS TIL LA INSTRITCCIU DOMSTICA

    QUE LA PBLICA.

    L Refuta las objeciones que se ponen contra las escuelas pbli-`cas, y hace ver: 1. Que stas nada daan las costumbresdando al mismo tiempo contra la perniciosa indulgencia de los'padres. 2. Que no dallan al aprovechamiento en las letras.---;,II. Alega varias razones de las ventajas de las escuelas p-blicas.

    Vaya nuestro nio poco poco creciendo, salga del re-gazo de la madre, y comience aprender con seriedad.Lo que principalmente debemos tratar en este lugar, es:si es ms til tenerle dentro de casa, enviarle la escue-la pblica, y encomendar su enseanza los maestros; loque hallo haber sido de la aprobacin de los que refor-maron las costumbres de las ciudades ms grandes y delos autores ms consumados.

    I. Debo decir que hubo algunos que estuvieron contrala pblica enseanza, los que les mueven dos razones.La primera, el atender ms las costumbres, evitando elque se junten los nios con aquella multitud de otros susiguales, que son ms propensos al vicio; y ojal que fue-se vana la queja, de que ste fu muchas veces el origende ruines procedimientos! La segunda es, que cualquieraque sea el maestro, ste ha de emplear ms tiempo conuno solo que con muchos. La primera razn es ms bienfundada; porque en el caso de aprovechar las escuelaspara el adelantamiento y daar las costumbres, tendrapor mejor el vivir bien que el salir muy consumado ora-dor. Estas dos cosas, segn mi juicio, andan unidas y soninseparables la una de la otra. Porque ni yo tengo por

  • S2 M. FABIO QUINTILIANO.buen orador al que no sea hombre de buena vida, ni loaprobara aun cuando pudiese lograrse lo contrario. Trate-mos, pues, primeramente sobre esto.

    1. Piensan que las costumbres se vician en las escue-las pblicas, porque algunas veces sucede; pero lo mismosucede en sus casas; y hay mil ejemplares, tanto de haber-se perdido la fama, como de haberse conservado con lamayor pureza en una y otra enseanza. Toda la diferenciaest en la ndole de cada uno, y en el cuidado. Dame unnio inclinado lo peor y un padre, omiso en inspirar yconservar la vergenza en los primeros aos, y aunqueest solo tendr ocasin de ser malo. Porque no slo pue-de suceder que el maestro privado sea vicioso, sino queno es menos arriesgado el trato con criados y esclavosmalos que con gente de noble condicin, pero de poco re-cato. Pero si es de buena ndole, y el padre es vigilante yno se duerme en su obligacin, se puede elegir para maes-tro el de mejores costumbres (en lo que la prudencia debeponer el mayor empeo) y la mejor escuela, y poner ade-ms de lo dicho por ayo del nio un hombre amigo y degravedad, un liberto fiel, cuya inseparable compaahaga mejores los que temamos . se perdiesen.

    Fcil cosa era el remedio 'de esto; pero ojal no corrom-piramos nosotros las costumbres de nuestros hijos! Des-de el principio hacemos muelle la infancia con regalos...Aquella educacin afeminada, que llamamos condescen-dencia, debilita el alma y el cuerpo. Qu mal deseo notendr cuando grande, el que no sabe aun andar y se veya vestido de prpura? An no comienza hablar, y yaentiende lo que es gala y pide vestido de grana. Les ense-amos el buen gusto del paladar antes de ensearlos hablar. Crecen en sillas de manos, y si tocan eh tierra, porambos lados hay criados que los levanten en los brezos.Si prorrumpen en alguna desenvoltura mostramos Conten-to de ello. Aprobamos con nuestra risa, y aun besndo-

    ..

  • INSTITUCIONES ORATORIAS. 23los (4 ), varias expresiones que se les sueltan, que aun enmedio de la licencia de Alejandra seran intolerables (2).No es extrao: nosotros se las enseamos y nosotros noslas oyeron. Resuenan en los convites cantares obscenos,y se ve lo- que no se puede mentar. Hcese costumbre deesto, y despus, naturaleza. Aprenden esto los infelices an-tes de saber que es malo. As es, que siendo ya disolutosy viciosos, no aprenden el vicio en las escuelas, sino quelo llevan de sus casas.

    2. Pero en el estudio, dicen los contrarios, har msun maestro con un solo discpulo. Ante todas cosas nadaimpide que este nio (sea quien sea) aprenda tambin enla escuela pblica. Pero aun cuando ambas cosas no se pu-diese n lograr, siempre antepondra la luz de una junta denios buenos y honrados la obscuridad de una ensean-za clandestina y domstica. Porque el maestro, cuanto msexcelente, gusta de muchos discpulos, y tiene su trabajopor digno de lucir en mayor teatro. Si el maestro es limi-tado, no lleva mal emplear su trabajo con un solo dis--cpulo, haciendo oficio de ayo, porque conoce su insufi-ciencia (3). Pero demos que alguno por favor, por amis-

    (1) Pngase el hombre ms sabio del mundo, y de mejormodo de pensar, formar un plan de cristiana educacin, y vea-mos si puede dar reglas ms adecuadas que este hombre paga-no, para un punto de tanta consideracin. No se ocult la ob-servacin de este hombre tan amante de la niez, Y versado enmanejar la tierna edad, ninguno de aquellos vicios que, siendofruto de una crianza libre y disoluta, se achacan comunmenteal trato con los dems nios; siendo innumerables los ejemplosque tenemos, de malograrse la buena doctrina de las escuelascon los malos ejemplos que sin ningn recato ofrecen los, pa-dres los hijos.

    r2) El regalo, lujo y desenvoltura de Alejandra, ciudadasentada junto al delicioso Nilo, era tanto, como dice Julio C-sar (Guerra civil, lib. 3. cap. 110), que qued como en proverbiola disolucin alejandrina.

    (8) Los mayores patronos de la enseanza privada, y enenii-

  • 124 FABIO QUINTILIANO.1

    'tad, porque tiene posibles para ello, tome paraynaestropeculiar de su hijo al hombre ms sabio del mundo; porventura ha de emplear con l todo el da? puede ser'tanta la atencin del discpulo, que no se canse, como su-cede con la vista, de mirar un solo objeto? mucho mscuando el estudio requiere mayor retiro. Y no siempre que el discpulo aprende de memoria, escribe compone,est presente el preceptor, antes suele impedir estas tareasla presencia de otro. Y no todas las tareas del discpulonecesitan de la explicacin y gua del maestro, pues deeste modo cundo lograran el conocimiento de tantoscitores? Y as hay ocasiones en que se les echa tarea para

    todo el da, en lo que se gasta poco tiempo; pues lo quese ensea cada uno, aprovecha tambin muchos. Lamayor parte son de tal naturaleza, que todos las aprenden una vez. Paso en silencio la distribucin de la materiapara /as composiciones y las declamaciones de los que es-tudian retrica, en las que el fruto que todos sacan esigual, por muchos que sean los discpulos. Porque no su-cede con la voz del maestro lo que en un convite, quecuantos ms son los convidados tocan menos; sino comoel sol, que siendo uno solo, todos alumbra y calientaigualmente. De la misma manera cuando un maestro degramtica haga una disertacin sobre la manera de hablar,cuando trata una cuestin, expone un historiador, expli-ca algn poeta, aprendern tantos cuantos oigan.

    Pero lo menos, dirn, el mucho nmero impedir co-rregir las composiciones y la explicacin del maestro. H-

    gos declarados por comodidad propia de las escuelas pblicas,son cierta clase de maestros, cuya ciencia, limitndose por locomn saber mal escribir su nombre, voltear de siete modosuna oracin gramatical, estn bien hallados en los rincones deUna enseanza privada, porque su corta vista n aguanta el res-plandor de pblicas concurrencias. Esta secta ya enenta-intithos.kilos de antigedad. en. el mundo.

  • leTSTITUCIONES ORATORIAS. 25

    ya enhorabuena en esto algn inconveniente ( porquednde no le habr?) pero este dao se recompensa conotras ventajas que luego diremos: porque no quiero yoque se enve al nio donde est abandonado. Ni tampocoel maestro, si quiere cumplir con su obligacin, se carga-r de ms discpulos que los que puede ensear, y lo pri-mero que se deber cuidar es el tener amistad y trato conl, y que no tome la enseanza por oficio, sino por aficin.De este modo nunca habr confusin. Ni dejar el maes-tro, si lene alguna instruccin, de fomentar por honorsuyo quien ve que es estudioso y de talento. Pero ascomo se han de evitar las escuelas muy numerosas ( loclec no me inclino, si hay razn para que acudan tantos ella), as tampoco prueba esto que deba huirse de la en-seanza pblica, porque una cosa es huir de ellas y otrahacer eleccin de la mejor.

    II. Ya que hemos refutado las opiniones contrarias, pon-gamos la nuestra. Lo primero de todo, el que ha de seguirla elocuencia, y ha de vivir en medio de grandes concu-rrencias, y la vista de la repblica, acostmbrese desdepequeito no asustarse de ver los hombres, y no serencogido con una vida oculta y retirada. Ha de explayar ylevantar el nimo , el cual con el retiro, se debilita y seamohece (para decirlo as), se hincha y engre por unafalsa persuasin. Preciso es que se tenga por muy grandehombre el que no se compara con nadie. Adems de esto,cuando se ha de manifestar lo que se sabe, se ofusca la vis-ta con tanta luz, y todo se le hace nuevo; como que apren-di solo y retirado lo que ha de hacer entre muchos.

    Dejo un lado las amistades, gut trabadas como con la-zos de religin, duran hasta la vejez; porque el tener unosmismos estudios no es menos estrecho vnculo que profe-sar una misma religin.

    Pues si se le aparta de la sociedad, que es natural no so-lamente los hombres, sino las mismas bestias mudas,

  • 28 M. FABIO QUINTILIANO.

    dnde ha de aprender aquel conocimiento que se llamacomn (4)?

    Juntemos lo dicho, que en sus casas slo aprendernlo que se les ensee ellos; pero en las escuelas lo que otros. Todos los das oir aprobar unas cosas, y corregirotras. Aprovechar con ver reprender' la pereza de unos,y alabar la aplicacin de otros: con las alabanzas cobraremulacin; tendr por cosa vergonzosa quedar atrs de losiguales, y por honra exceder los mayores. Todo esto sir-ve de espuela los nimos, y aunque nunca es buena laambicin, ordinariamente es origen de cosas buenas. Hallo,que mis maestros no en vano observaban una costumbre,cuando repartan los discpulos en varias clases (2); y erael mandar decir cada uno por su orden, y segn la gra-duacin de sus talentos, declamando cada cual en puestoms honroso, segn la ventaja que llevaba los dems. Sedaban sobre esto sus sentencias, y cada uno se empeabapor lograr la palma; pero el ser la cabeza de una clase era!a mayor honra. Ni este juicio est irrevocable, sino queen el ltimo da del mes los vencidos tenan facultad deaspirar al mismo puesto. De este modo el superior no aflo-jiiba en el cuidado con la victoria, y el sentimiento esti-mulaba al vencido librarse de la afrenta. Y en cuanto yo

    (1) Entiende Quintiliano por conocimiento comn, lo quepor otro nombre llamamos prudencia: y es aquel modo de atinaren cuanto ponemos la mano. Conocimiento y tir, que apren-dindose ms con el trato que en los libros, ea vano le buscare-mos en. el que, por mucha especulativa que tenga, carece de laprctica, que se adquiere tratando con nuestros semejantes.

    (2) No s si de esta doctrina de Quintiliano ha tenido prin-cipio aquella distribucin de clases y puestos que observan mu-chos maestros celosos en sus escuelas. Lo cierto es, que este g-nero de honorcllo y premio proporcionado la edad de los ni-17143r la - natural inclinacin del hombre de sobresalir entre

    'otros, estimula ms para el estudio que los castigos inconside-Tacie1 . inhumanos, que ha dictado aquel dicho antiguo Si- bar-

    letra con sangre entra.

  • INSTITUCIONES OR ATOR AS. 21,

    puedo acordarme, digo que todo esto nos sirvi de mayorespuela para el estudio de la oratoria, que las exhortacio-nes de los maestros, el cuidado de los ayos, y deseos delos padres.

    Pero as como la emulacin causa progresos mayores enel estudio, as los principiantes y tiernos les es ms gus-toso, por lo mismo que es ms fcil, imitar los condisc-pulos que los maestros. Pues los que estn en los prime-ros rudimentos apenas tendrn valor para aspirar unaelocuencia, que ellos consideran muy superior sus fder-zas; abrazando ms fcilmente lo que est cerca de s,como acaece las vides, que enlazndose con las prime-ras ramas de los rboles, suben hasta la copa. Lo cual estan cierto, que aun el mismo maestro, si es que prefiere lautilidad la ambicin, debe cuidar, cuando maneja talen-tos principiantes, de no agobiar con tareas la debilidad delos' discpulos, sino tener consideracin sus fuerzas, yacomodarse su capacidad. Porque la manera que losvasos de boca angosta no reciben nada del licor que se lesenva de golpe, pero se llenan, cuando se les echa poco poco y gota gota, as se ha de tener cuenta con lo quepuede cl talento de los nios. Porque si son cosas que ex-ceden su capacidad, no aprendern nada, como que no al-canzan tanto. Ser til, pues, tener algunos discpulos quienes los otros imiten al principio, y despus los exce-dan. As se irn poco poco concibiendo esperanzas decosas mayores.

    Aado lo dicho, que los maestros no pueden hablarcon el mismo espritu y eficacia, cuando oye uno solo, quecuando les anima la concurrencia de discpulos (1): pues

    51; -,1,,`(1) Por esta razn dice Tulio en la oracin en elgi47,4j

    Deyotaro, que dijo- en casa de Csar: Hablo dentro ckriinta > ala

    particular y fuera de aquella concurrencia y nmero de oSieMplit -suele apoyarse el empello de un orador.

    -sboi

  • t8 FABIO QIIINTILIANO.la elocuencia por la mayor parte consiste en el fuego delnimo. Este es preciso se impresione, y conciba las imge-nes de las cosas, y se transforme en cierto modo en la na-turaleza de lo que tratamos. Finalmente, cuanto ste esms generoso y grande, mayores son, digamos as, los r-ganos (4) que le mueven. Por donde crece con la alabanza,se aumenta con el esfuerzo, y gusta emplearse en cosasgrandes; se desdea en cierto modo de bajar el estilo deldecir, que tanto le ha costado el formar, para acomodarse un solo discpulo; y por otra parte, levantar el estilo fa-miliar le causa rubor. Y ciertamente, imagnese cualquie-ra que est viendo un maestro declamar perorar de-lante de un solo discipulo; figrese aquella disposicin, lavoz, el modo de andar, la pronunciacin, y por ltimoaqul ardor y movimiento de cuerpo y alma, y (para norecorrerlo todo) aqul sudar y afanarse cuando habla, nodiramos que padeca algn ramo de locura? Si el hombreno tuviera sino otro hombre con quien comunicar, no ha-bra elocuencia en el mundo (2).

    (1) Metafricamente dicho, y tomado de las artes mecnicas;donde cuanto mayor es el peso necesita de mayores fuerzas paramoverle, y entonces con mayor dificultad.Romax.

    (2) Concluye Quintiliano este excelen!te capitulo, segncostumbre, con una fuerte y expresiva sentencia, dejando comopunzados los nimos.Itoma.N.

  • IINSTITCIONES ORATORIAS.

    CAPITULO III.

    L Seales para conocer el talento.II. Cmo se ha de manejarel ingenio del discpulo.III. De las diversiones.IV. No seles debe azotar.

    I. El maestro diestro encargado ya del nio, lo prime-ro de todo tantee sus talentos ndole. La principal sealde talento en los nios es la memoria (4); la que tiene dosoficios que son: aprender con facilidad, y retener fielmen-te lo que aprendi. La segunda seal es la habilidad enimitar, por ser seal de docilidad; pero de manera queesta imitacin sea de lo que aprende, y no para remedarel aire y modo de andar de las personas, algn otro de-fecto que llame la atencin. Pues el que as pretende hacer,reir, para mi modo de pensar, no indica buena ndole. So--bre todo, el nio bueno ser verdaderamente ingenioso:porque no tengo por tan malo el ser de poco talento, comoel ser de ndole perversa. El nio bueno estar muy dis-tante de ser perezoso y dejado como otros: oir sin repug-nancia lo que se le ensee: har algunas preguntas: segui-r por donde se le lleve, pero no se adelantar (2). Aquella

    (1) No pretende que la memoria sea seal de tener el hom-bre entendimiento otras disposiciones ingenios para otrasartes, sino que el nio que tenga memoria, tiene mucho ade-lantado para aprender lo que pide su edad , pues por la mayorparte depende de esta potencia.

    (2) La mejor seal de ser un nio de talento, es aprende/prontamente y sin repugnancia lo que se le ensea; ir con lapenetracin acompaando y siguiendo, digamos as, los pasosde la doctrina del maestro; pero no es bueno que se adelante enciertas ocurrencias, preguntas y reflexin sobre su edad: porqueaunque esto prueba talento, pero al cabo es fuera de tiempo, ycomo dice despus, no suele llear4 sazn.

  • 30 M. FABIO QUINTILLANO.

    especie de ingenios, que manera de frutas se anticipan,nunca llegan sazn. Estos hacen con facilidad cosas pe-queas, impelidos de su mismo mpetu, al punto mani-fiestan lo que pueden en ellas; pero finalmente no puedensino lo que no tiene dificultad: hablan mucho, y sin cor-tarse: no hacen mucho, sino pronto: cuanto dicen, es cosasin solidez y muy superficial: son muy semejantes lassemillas que quedaron encima de la tierra, que al puntonacen; y como la hierba que, echando la espiga, se agostaantes de granar (1). Causa gusto, es cierto, el ver estos ade-lantamientos en aos tan cortos, pero paran despus, ycesa la admiracin.

    II. Cuando esto se note, vase cmo se han de manejaren lo sucesivo los talentos del discpulo. Hay algunos flo-jos, si no los aprietan: algunos enjanse de que los man-den. A unos el miedo los contiene, otros los hace encogi-dos, Hay talentos, que si algo aprovechan, es fuerza demachacar en algunas cosas; otros hay que dan el fruto depronto. A m denme un nio, quien mueva la alabanza,la gloria le estimule, y que llore cuando es vencido. stela emulacin le servir de fomento, la reprensin le har.Mella, el honor le servir de espuela, y nunca temeremosque d en la pereza.

    III. Pero todos se les debe conceder algn desahogo,no solamente porque no hay cosa ninguna que pueda su-frir un continuo trabajo (pues aun las mismas cosas insen-sibles inanimadas aflojan alguna vez, para no perder sufuerza) sino porque el deseo de aprender depende de la

    (1) Semejantes talentos muy adelantados dan todo el frutoen la niez; pero al tiempo en que deban ser ms tiles, ircomo en aumento, paran del todo dan en fatuidad. Y la mis-ma experiencia acredita, que los que as se adelantan en losprimeros aos, viven muy poco. Comparables aquellas vides,que si dan el fruto dos meses antes que otras fuerza de rie-gos violentos, se inutilizan para siempre.

  • INSTITUCIONES ORATORIAS. 34voluntad, dode no cabe violencia. Y as vuelven despus la tarea con mayor empeo, despus de tomar nimocon la diversin, y aun con ms gusto; lo que no sucedeen lo que hacemos por necesidad. No llevo mal el juegoen los nios, porque esto es tambin seal de viveza; nipuedo esperar que estando siempre tristes y melanclicos,puedan levantar el espritu para el estudio, cuando lo tie-ne cado en cosa tan natural aquellos aos. Haya sin em-bargo tasa en la diversin; de manera, que ni el negarleseste desahogo engendre en ellos fastidio en el estudio, nisiendo demasiado los habite al ocio. Hay tambin algu-nos juegos, que sirven para aguzar el ingenio de los nios,ponindose unos otros para emulacin suya algunas du-das sobre cualquiera materia. Descubren tambin ellossencillamente en el juego sus inclinaciones, para que se-pamos que no hay edad tan tierna que no aprenda al pun-to lo que es bueno y malo; y que entonces se le ha de irformando, cuando no sabiendo fingir, muestra docilidadpara aprender. Lo que lleg endurecerse con algn tor-cimiento ms fcil es romperlo, que enderezarlo. Desde elprincipio se le ha de ensear al nio no obrar con pa-sin, con torcimiento desenfreno, teniendo siempre pre-sente aquello de Virgilio, Georg., 2.272:

    Tanto vale en los nios la costumbre.IV. El azotar los discpulos, aunque

    est recibidopor las costumbres, y Crisipo no lo desaprueba, de ningu-na manera lo tengo por conveniente. Primeramente por-que es cosa fea y de esclavos, y ciertamente injuriosa sifuera en otra edad, en lo que convienen todos. En segun-do lugar, porque si hay alguno de tan run modo de pen-sar que no se corrija con la reprensin, ste tambin harcallo con los azotes, como los ms infames esclavos. Ulti-mamente, porque no se necesitar de este castigo, si hayquien les tome cuenta estrecha de sus tareas. Mas ahora

  • 32 FABIO QUINTILIANO.parece que de tal suerte se corrigen las faltas de los nioscometidas por el descuido de sus ayos, que no se les obli-ga hacer su deber, sino que se les castiga por no haber-lo hecho. En conclusin, si un nio pequeito se le cas-tiga con azotes, qu hars con un joven, quien ni se lepuede aterrar de este modo, y tiene que aprender cosasmayores? Aadamos esto, que el acto de azotar trae con-sigo muchas veces causa del dolor y miedo cosas feas dedecirse, que despus causan rubor: la cual vergenza que-branta y abate al alma, inspirndola hasto y tedio lamisma luz. Adems de lo dicho, si se cuida poco de esco-ger ayos y maestros de buenas costumbres, no se puededecir sin vergenza, para qu infamias abusan del dere--cho y facultad de castigar en esta forma los hombres malinclinados: y cun ocasionado es veces otros este miefdo de los miserables discpulos. No me detendr muchoen esto: demasiado es lo que se deja entender. Por lo quebaste el haber dicho, que ninguno se le debe permitirdemasiado contra una edad dbil, y expuesta la injuria.

    Ahora comenzar tratar de las artes, en que se ie debeinstruir al que se le va formando de este modo para laoratoria: y por dnde se debe comenzar en cada edad.

  • I:ZSTITUCIONIS OILITORIAS. 38

    CAPITULO IV.

    DE LA GRAMTICA.

    1. Alabanzas de la gramtica. II. Tres propiedades del lengua-je: correccin, claridad y elegancia.--III. Para el lenguaje soatiende la razn, la autoridad, la antigedad y la cos-tumbre.IV. De la ortografa.

    ,,E1 nio que aprendi ya leer y escribir, lo primeroque debe aprender es la gramtica, bien entendamos lagriega la latina, aunque yo gustara que primero se es-tudiase la griega. El mismo mtodo hay para la una quepara la otra. Reducindose, pues, este estudio dos cosastan solas, que son: saber hablar y "explicar los poetas, mses lo que encierra en el fondo, que lo que manifiesta. Por-que el escribir va includo en, el hablar, y la explicacinde los poetas supone ya el leer correctamente, en lo cualse incluye la crtica. De ella usaron los gramticos anti-guos con tanto rigor que, no solamente censuraban losversos y libros de ttulos supuestos, tomndose la licenciade quitarles el nombre del autor que, su parecer, falsa-mente llevaban, sino que otros autores los redujeron ciertas clases, quitando otros de este n-Inero (1). Ni bas-ta el haber ledo los poetas. Se han de revolver todos losescritores, no solamente por las historias que contienen,sino tambin por las palabras que reciben autoridad deaquellos que las usaron. Ni puede ser uno perfecto gra-mtico sin la msica, pues ha de tratar del metro y rit-

    (1) Habla sin duda de la critica con que fueron reduciendolos autores las edades de la lengua latina, dejando para la dehierro y barro los de peor nota.

    Tomo I.

  • M. FABIO QUINTILIANO.

    1110 (4). Ni podr entender los poetas sin algn conoc -miento de la esfera celeste, los cuales para la explicacin(b los tiempos (dejando un lado otras materias) hacentanto uso del nacimiento y ocaso de los astros. No debetampoco ignorar la filosofa, ya para entender muchsimospasajes de los poetas, tomados de lo ms recndito de lascuestiones naturales, ya para interpretar Empedocles en-tre los griegos, Varrn y Lucrecio entre los latinos, quedejaron escrita en verso la filosofa. Se necesita tambinde ms que mediana elocuencia para hablar con propie-dad y afluencia en cada una de las cosas que llevamosdichas. Por donde no se puede sufrir los:que neciamen-e dicen ser esta arte de poco momento y cosa excusada.

    la que si no echare firmes cimientos el que ha de seraai:lor, cuanto sobre ello edifique ir en falso. Esta es:t1:co.ella arte necesaria los nios, gustosa los ancianos,dulce compaera en la soledad, y ella sola entre todos losestidios tiene ms de trabajo que de lucimiento.

    11. Ahora bien, siendo tres las propiedades del lengua-je, correccin, claridad y elegancia (porque el hablar i-iropsito, que es la principal, los ms la ponen en el or-nato), examinaremos con las reglas de hablar bien, que eslo ms esencial de la gramtica, otros tantos vicios opues-tos las virtudes dichas.

    III. Hay reglas para hablar y para escribir. En las pa-Labras atendemos la razn, antigedad, autoridad y uso.La razn nace principalmente de la analoga, y veces dela etimologa. La antigedad concilia majestad, y (por de-cirlo as) cierta veneracin las voces. La autoridad t-triase de los oradores historiadores; porque los poetas seexcusan con el metro; sino tal cual vez, en que pudiendo

    (1) Metro se dice de la medida y cadencia del verso; ritlitnode la concinidad, armona y nmero oratorio, para el cual elOdo y delicada pronunciacin de los antiguos, admita su difereacia de pita.

  • INSTITUCIONES ORATORIAS. 35por razn del metro usar de dos expresiones, usan mssta que aqulla, como: Imo de stirpe recisum. Aen., 12, 208.Ariae, quo congessere palumbes. Eclog. 3. 69. Silice in nada.Eclog. 4, 45, y otros semejantes modos de hablar, en losque el juicio de los oradores ms consumados sirve de re-gla, y veces se tiene por bueno el error, por seguir loshombres de grande autoridad. La costumbre es la maestra

    .ms segura de hablar, y hemos de usar de las voces comode la moneda, que slo es corriente la que tiene el curiodel da.

    Las palabras antiguas no solamente tienen grandes pa-tronos, sino que concilian cierta majestad y gusto laoracin; porque por una parte tienen la autoridad de anti-guas, y por otra, habindose dejado su uso por algn tiem-po parecen corno nuevas. Pero se necesita de moderacin,de modo que ni sea frecuente su uso, ni manifiesto; porqueno hay cosa ms odiosa que la afectacin, ni las vocessean tornadas de tiempo inmemorial y desconocido, comotopper, antigerio, exantlare prosapia (1 ), y los versos de losSalios, entendidos apenas de sus sacerdotes. Pero stoslos mantiene en uso la religin y debernos mirarlos comosagrados. Cun viciosa ser la oracin, cuya principal vir-tud es la claridad, si necesita de intrprete! Con que ascomo entre las palabras nuevas las mejores sern las msantiguas, as entre las antiguas las ms nuevas.

    Lo mismo decimos de la autoridad. Porque si puede ha-ber alguna razn para creer que no falta ninguna reglael que usa de estas voces, que se hallan en autores muy

    (1) Y en castellano ca, cata aqui, me3turgo, me8turgar,emparanza, atonimiento, favilla, y otras innumerables voces queel que las usase, hara reir; aunque se necesita de mucho tinopara discernir por cunto tiempo debe desusarse una voz paratenerla por anticuada, y si los que no la usan son hombros in-teligentes en la lengua, slo el vulgo. En este caso, ms valeerrar con los sabios, que acertar con los ignorantes.

  • M. FA 13I0 QU'INTIMAN.autorizados, pero importa mucho saber qu dijeron y qupersuadieron. Porque ninguno podr sufrir aquellas vocesde tuburcinabundum y lurcabundum, aunque las usa Catn;ni el decir hos lodices, aunque lo usa Polin; ni la voz gla-diola, aunque la us Mesala; ni la de parrcidatum, queaun en Celio apenas es tolerable; ni Calvo me persuadir decir coitos; palabras que no usaran al presente sus au-tores.

    Resta que hablemos de la costumbre, porque sera ridi-culez anteponer el lenguaje que se us antes al que ahorausamos. Pues qu otra cosa es el lenguaje antiguo que laantigua costumbre de hablar? Aunque para esto se nece-sita de discernimiento, y examinar qu es lo que enten-demos por costumbre. Porque, si toma el nombre de loque siguen los ms, sacaremos una regla muy peligrosa,no digo para la oracin, sino, lo que es ms, para vivir.Pues de dnde nace este tan grande bien, de que nosagrade lo que los ms tienen por bueno? Porque, as comoel arrancarse el vello, el enrizar el cabello, y el beber conexceso en los baos, no har costumbre, por ms que seintroduzca en un pas, porque todo es vituperable, y contodo eso nos baarnos, nos' esquilamos y banqueteamospor costumbre; as en el hablar n'o se ha de tener por usouna cosa porque la sigan muchos. Porque, dejando unlado el lenguaje que usa el vulgo ignorante, vemos queaun los teatros y el circo resuenan con un lenguaje br-baro (I). Segn lo dicho, llamar costumbre y uso del len-guaje al consentimiento de los sabios, la manera que

    (1) Muestra cmo el vulgo literario no es lo mismo que elvulgo civil. Si ste le constituye el nacimiento 15 la falta, dehaberes, y . aqul otro la ignorancia y mal gusto en.'la litera-tura, es preciso conceder , Quintiliano que son mucho ms an-chos los trminos del primero, y que l pertenecen muchospor otra parte visibles por la seda y prpura. Pero el exteriorhace errar en la graduacin de las personas.

  • INSTITUCIONES ORATORIAS.

    llamamos costumbre de vivir al consentimiento de losbuenos.

    IV. Ya que queda dicho cul es la regla de, hablar, di-gamos qu reglas hay para escribir. Lo que en griego sellama ortografa llamemos nosotros ciencia de escribirbien. Yo juzgo que se debe escribir cada palabra como'suena, si no lo repugna la costumbre. Porque el oficio delas letras parece ser ste, conservar las voces, y restituir,digamos as, al que lee lo que se les encomend; y as de-ben declarar lo que nosotros hemos de decir.

    Estas son las reglas comunes de hablar y escribir bien.Las otras dos, que son el hablar con palabras propias yelegantes, no se las quito los gramticos, sino que lasguardo para mejor ocasin, cuando hablemos de los ofi-cios del orador.-

    Me ocurre ahora que tendr alguno por menudenciascuanto habemos dicho, y por embarazo de cosas mayores.Digo que no pretendo yo que se gaste el tiempo en cosasdemasiado mecnicas, y en necias disputas con las que searruine y gaste el talento. Pero en la gramtica nada daasino lo superfluo. Es por ventura menor Cicern en laoratoria por haber sido muy exacto en esta arte, y muyriguroso en la enseanza de su hijo, como consta de suscartas? O disminuye un punto el mrito de Csar el ha-ber escrito de analoga? O fu menos puro Mesala por ha-ber hecho libros enteros, no digo de cada una de las pa-labras, sino de las letras? Que no embarazan estas artes alos que pasan por ellas, sino los que no pasan de ah.

  • 38 FA BIO QUINTILIANO.

    CAPITULO V.

    LIBROS DEBEN LEER PRIMERAMENTE LOS NIOS,Y DE QU MANERA.

    Rstanos hablar del modo de leer; en lo cual no se lepuede ensear al nio menos que con la prctica, dnde

    de suspender el aliento, dnde distinguir el verso, dn-de hacer sentido, y dnde comienza ste; cundo debe le-untar la voz, cundo bajarla; qu tono debe dar cada

    ( osa; dnde debe leer con pausa, dnde con ligereza; qupz13,ajos se han de leer con vehemencia, y cules con dul-iTa. 7ena cosa encargar en esto, y es, que entienda lo

    que lee, para lograr todo esto. Sea ante todas cosas el mo-do de leer varonil, 'acompaado de suavidad y gravedad,y lo que es verso no se lea en el mismo tono que la pro-sa; pues aun los mismos poetas dicen que cantan. No seha de entender por esto un canto material, ni adelgazan-(io la voz, como muchos, afeminadamente (1). De este mo-do de leer dicen habl Csar, siendo an nio, cuando di-jo: Si cantas, cantas mal; si lees, cantas. Ni quiero que lasprosopopeyas se pronuncien, como quieren algunos, conaire cmico; pero hganse sus inflexiones, para distinguir-las de lo que el poeta dice por s.

    En todo lo dems es necesario advertirmuy mucho quelos entendimientos tiernos, y que han de llevar adelantelos conocimientos que se les imprimieron al principio,cuando estaban vacos de toda idea, no slo aprendan loque les instruye, sino mucho ms lo bueno. Por donde estbien entablado que se comience leer por Hornero y Vir-

    (1) Voceen eliquat, et tenero supplantat verba palato.PER..,

  • INSTITNCIONES OTATORTA s. 39

    ;cilio; bien que para entender sus bellezas era menestermayor discernimiento; pero para esto tiempo les queda,puesto que no los han de leer una sola vez. Entretantovayan levantando el espritu con la grandeza del versoheroico, y ensanchando el alma con la de las materias ybebiendo ideas nobles.

    Las tragedias son tiles. Los lricos tambin fomentan elespritu, si se hace eleccin, no solamente de los autores,sino tambin de sus partes. Los griegos escribieron condesenvoltura, y Horacio tiene lugares que no quisiera ex-plicarlos los nios. Las elegas amatorias y los endecas-labos, que tienen algunos incisos de versos sotadeos (1)(porque estos versos ni mentarlos), destirrense, si es po-sible; e) lo menos resrvense para cuando los nios seanmayores. En su lugar diremos qu uso pueden hacer dela comedia, que contribuye mucho para la elocuencia poremplearse toda ella en personas y afectos; porque sta serla principal leccin, cuando no se siga dao las costum-bres. Hablo de Menandro, aunque no excluyo otros; pueslos latinos podrn tambin ser tiles. Pero los nios debenleer 'sobre todo lo que les fomente el ingenio y aumentelas ideas; para lo dems que sirve la erudicin, les que-da mucho tiempo.

    Los poetas latinos son tiles (aunque en los ms de ellosms brilla el ingenio que el arte) por la abundancia depalabras, en cuyas tragedias puede encontrarse muchagravedad, en las comedias mucha elegancia y cierto ati-cismo. La economa en stos es ms exacta que en la ma-yor parte de los modernos, los que pusieron la nica per-feccin de sus obras en los pensamientos. De stos hemosde aprender la pureza y el carcter (por decirlo as) va-

    (1) Versos sotadeos eran entre los antiguos un gnero depoema, cuyo asunto era de cosas amorosas y obscenas. Su com-posicin era de cinco pies; los dos primeros jnicos grandes ylos tres ltimos trocheos.

  • O M. FABIO QUINTILIANO.ronil, ya que en el modo de decir hemos cado en todognero de delicadeza y vicio. Finalmente, creamos losoradores consumados, los que se valen de los poetas an-tiguos, para lograr el fin de las causas, para adorno dela oratoria. Porque veo que sobre todos Cicern, y con al-guna frecuencia Asinio y los dems cercanos nuestrostiempos, citan versos enteros de Enio, Accio, Pacuvio, Lu-cilio, Terencio, Cecilio y otros, no slo con muchsima gra-cia y erudicin, sino tambin causando deleite; recrendo-se con el deleite potico los odos cansados con el ruidodel foro (1). Los cuales acarrean no poca utilidad cuandose prueba el asunto con sentencias suyas, como con cier-tos testimonios. Aunque aquello primero toca ms los151Sos y lo segundo los adultos; como quiera que debantener aficin la gramtica y la lectura, no slo mien-tras estn en las escuelas, sino por toda la vida.

    En la explicacin de los poetas, el maestro de gram-tica deber cuidar que el discpulo, desenlazando el verso,le d cuenta de las partes de la oracin y de las propieda-des de los pies: cosa muy importante en el verso, de quedeben carecer las composiciones en prosa. Dle conocerlas palabras brbaras, las impropias, y las palabras com-puestas contra las leyes del lenguaje; todo esto no paravituperar los poetas (con los cuales se disimula tanto porrazn del metro, que aun los mismos vicios que cometenen el verso se bautizan con el nombre de metaplasmo yfiguras; dando el nombre de gala lo que ellos hicieronpor necesidad), sino para advertirles las licencias poticasy ejercitarles la memoria.

    No daar ensearlos en los primeros rudimentos lasdiversas significaciones de las voces, y el maestro de estaclase no cuidar menos de aquellas que son menos usadas.

    (1) Con estas palabras lo dice el mismo Cicern en la ora-cin Pro Archia, nm. 6.

  • INSTITUCIONES ORATORIAS. 44Pero pongamos todo su esmero en ensear todos los troposque sirven de especial adorno, no slo en el verso, sinotambin,en un discurso; las dos maneras de figuras, depalabra y de sentencia, cuyo tratado y el de los tropos re-servo para cuando hable del adorno.

    Hgales conocer sobre todo de cunto sirve la economade un discurso; la correspondencia de unas cosas con otras;lo que conviene cada persona; qu se ha de alabar enlos pensamientos, y qu 'en las palabras; dnde cae bienla afluencia, y dnde la concisin.

    Se ha de juntar todo esto la explicacin de las histo-rias, que debe hacerse con esmero, pero no tanto que seocupe en explicar bagatelas. Basta el exponer las que estn'recibidas, lo menos estn referidas por clebres auto-res. Porque el referir lo que dicen los autores ms des-preciables, es demasiada pobreza una glori