psicologia de la liberación baró

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    con aquello que en lenguaje pseudotecnocrtico suele llamarse resiliencia, es decir, en este

    caso, los recursos, las tcticas, las astucias con que sectores excluidos, marginados, explotados,

    logran salir adelante con sus vidas, en condiciones difciles.

    Cursa la licenciatura en psicologa en la UCA en San Salvador. En 1979 obtiene el doctorado en

    psicologa social y organizacional en la Universidad de Chicago, recinto de importancia crucial

    para la psicologa social hegemnica en EEUU, y en general, para la elaboracin y puesta en

    prctica de estrategias conceptuales de largo alcance en campos como la economa, la poltica y

    la filosofa. En los dos tomos de Accin e Ideologa (1983 y 1989), sus textos ms importantes,

    hace una crtica y revisin a fondo de esta psicologa social tradicional, individualista y

    mayoritariamente acrtica, legitimadora de un sistema de dominacin.

    Es interesante que en este proceso de revisin y redefinicin, el autor no se ubica en posiciones

    hipercrticas, que desvalorizan todo el caudal de experiencias y conocimientos habidos hasta ese

    momento en el campo disciplinario, sino que lo que hizo, en lo fundamental, como ocurra

    tambin en otros lugares en esta poca de crisis de una psicologa social hegemnica, fue

    examinar lo existente desde otra perspectiva, en este caso, desde una lectura de las aspiraciones

    y las necesidades de las mayoras populares latinoamericanas. La propuesta no es provinciana, ni

    se encierra en regionalismos absurdos: es una psicologa social desde Centroamrica, no unapsicologa social de Centroamrica. Dicho sea de paso, sigue siendo, hasta el da de hoy, uno

    de los aportes ms significativos que se ha hecho desde una psicologa elaborada en Amrica

    Latina.

    Se autodefina, en 1989, en Chile, con su caracterstica modestia, de la siguiente manera:

    Quin soy yo? un psiclogo social, salvadoreo, centrado en los problemas de El

    Salvador, desde una perspectiva y un abordaje psicosocial, cuyo esfuerzo ha sido no

    solamente tratar de entender estos problemas psicosocialmente, sino teorizar un poco y

    lograr replantear estos modelos, estas mini teoras, en un enfoque ms

    abarcador.(1989,51)

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    Encontramos un claro ejemplo de esta perspectiva en el captulo seis de Accin e ideologa, al

    discutir el tema de las actitudes. Posicionndose en uno de los mbitos problemticos

    privilegiados por la psicologa social experimentalista, se ubica en las polmicas existentes paraelaborar una crtica desde la ideologa, que no deshecha los mltiples hallazgos empricos

    existentes, sino que los revaloriza desde una perspectiva, como menciona en la entrevista citada,

    ms abarcadora, recurriendo a la categora de ideologa. Es decir, ms que preocuparse por la

    correspondencia entre actitudes especficas y comportamientos concretos, la importancia de una

    categora metodolgica-conceptual como la actitud radica en la manera en que devela visiones

    de mundo, es decir, ideologas.

    Martn Bar se ubica, desde etapas muy tempranas de su produccin, en la problemtica delpoder y de la dominacin. No es que el tema de la dominacin social, fundamental en su obra

    haya sido ajeno a la psicologa latinoamericana. Tenemos, para citar algunos ejemplos, a Marie

    Langer, psicoanalista que fuera expulsada de Austria por los nazis en los aos treinta y

    perseguida por la dictadura militar en Argentina en los setenta, Jos Bleger y Pichn Riviere en

    la misma Argentina, Marcelo Viar, preso en Uruguay por atender a vctimas de la represin,

    Alfredo Moffat causando conmocin en la Argentina de los aos setenta con la publicacin de un

    libro titulado psicoterapia del oprimido y, por otro lado, la influencia tan decisiva para

    Martn Bar de Paolo Freire en Brasil, o de Orlando Fals Borda en Colombia, y los trabajos

    pioneros sobre nacionalismo, ideologa y dependencia de Jos Miguel Salazar en Venezuela, as

    como las bsquedas alternativas de los anti psiquiatras, en Mxico y otros lugares, y, la

    emergencia en medio de una crisis de la psicologa social hegemnica de la psicologa

    comunitaria latinoamericana. (Montero, 2006)

    Ni que decir, tambin, de los esfuerzos desplegados, a veces a costa de crcel o de la propia vida,

    contra la represin y sus efectos individuales y sociales en Chile, Uruguay, Argentina, Brasil o

    Colombia. El Instituto Latinoamericano de Salud Mental en Chile, el grupo Kairos en Uruguay

    o el movimiento solidario de Salud Mental y el Centro de Estudios Legales y Sociales en

    Argentina (Caro Hollander,1997), entre otros.

    Sin embargo, el surgimiento de una propuesta de psicologa de la liberacin esbozada desde la

    Centroamrica de los aos ochenta, tena, un significado y un impacto particular, ayudado

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    tambin por el paciente y muy constructivo trabajo de creacin de redes desplegado por

    Ignacio Martn Bar en los aos ochenta, que logr frutos importantes en campos como la re

    conceptualizacin de la salud mental, los estudios de opinin pblica, y las investigacionessobre niez y guerra, entre otros.

    Es bien sabido que la obra de Martn Bar se desarroll en condiciones difciles, lejos de la

    tranquilidad y serenidad que asociamos usualmente con la vida acadmica. En una carta del

    23 de agosto de 1989, en que agradeca al Consejo Acadmico de la Escuela de Psicologa de la

    Universidad de Costa Rica una muestra de solidaridad ante la bomba que explotara en la

    imprenta de la Universidad Centroamericana Jos Simen Caas, donde trabajaba. Escriba:

    Las bombas contra nuestras instalaciones afectan muy gravemente nuestras ya difciles

    finanzas, pero nos confirman tambin que representamos una voz significativa en el

    quehacer del pas, y que nuestro trabajo acadmico en favor de los intereses

    mayoritarios de nuestro pueblo sigue teniendo un impacto.Por ello, estn seguros que la

    UCA seguir firme en su trabajouniversitario con el pueblo salvadoreo en favor de un

    futuro ms justo y libre.

    Estas amenazas eran frecuentes en el trabajo cotidiano. Es impresionante, por lo tanto, como en

    un contexto tan adverso se lograron hacer tantas contribuciones valiosas. El ejemplo que se

    puede traer a colacin de inmediato es la experiencia del Instituto Universitario de Opinin

    Pblica de la UCA, el IUDOP, un verdadero esfuerzo institucionalizado de Psicologa Social

    aplicada que se desarroll en medio de una guerra, en el que Martin Bar concibi y ejecut,

    con sus colaboradores, unos veintitrs estudios de alcance nacional, enfrentando todo tipo de

    dificultades practicas, como la detencin y el hostigamiento a encuestadores, o el secuestro de

    materiales. (Dobles, 1990). De esta manera incursionaba, dicho sea de paso, en uno de los

    mbitos privilegiados de la accin psicosocial empirista, el de las encuestas de opinin pblica,redefinindolo, sin embargo, en su conceptualizacin y ubicacin social, y ponindolo al servicio

    de una las tareas que vislumbraba de mayor importancia para la psicologa social: la de la

    desideologizacin, que implica desnaturalizar operacin no problemtica de esquemas y

    mecanismos de poder. (Martn-Bar, 1985)

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    2.tica de la liberacin

    Estamos ante una obra que tiene un componente tico fuertsimo, inspirndose, como lo hace

    tambin la Teologa de la Liberacin, en el principio liberacin, en estrecha vinculacin con

    los vaivenes y las suertes de movimientos sociales organizados. Se apuesta a este Principio

    Liberacin (Dobles, 2007) como una manera, en nuestro mbito de accin, de afirmar una tica

    de vida, una tica de la liberacin que implica, como principio fundamental, contribuir a

    producir y reproducir la vida humana, en su corporeidad, en lo simblico y pulsional, en

    sus caractersticas especficas y diversas, y en comunidad. En mi lectura, es un hecho de

    fundamental relevancia que Martn-Bar desarroll una produccin acadmica vinculada

    directamente con las problemticas de los movimientos sociales, sindicales y populares de sutiempo, y nutrindose de la valoracin crtica de su praxis. Esto es muy evidente en una de las

    contribuciones que, por su importancia, comentar e luego en algn detalle: su propuesta de una

    Teora de Grupos con historia.

    Podemos vincular su produccin con el desarrollo de una tica de la Liberacin, pensada,

    tambin ,desde Amrica Latina, que implica discernir sistemas de opresin y trabajarjunto a las

    vctimas, constituyendo, en un proceso complejo, y muchas veces contradictorio, comunidades

    crticas para lograr transformaciones sistmicas (Dussell, 1999). Una tica de la Liberacin,que se aleja de proyecciones individualistas, hedonistas o represivas y autoritarias, busca perfilar

    proyectos que avancen el principio de reproduccin de la vida (incluyendo lo pulsional), la

    participacin democrtica y que tomen en cuenta el principio de factibilidad(el ms difcil de

    discernir) ya que el camino al infierno est plagado de buenas intenciones. En una entrevista

    realizada en 1986, que probablemente escandalizara hoy en da a quienes se han alejado de los

    compromisos concretos, se refiri a la obligacin del cientfico social con las tareas de su poca:

    Yo creo que el compromiso del cientfico social en Centroamrica hoy tiene que ser con

    las aspiraciones y luchas de las mayoras populares, y ello tanto por un imperativo de

    lgica cientfica. ellas tienen ms razn-cuanto por un imperativo tico: ellas tienen

    mejor razn.(Citado en Dobles, 1986)

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    Lo anterior implica, asemejndose en mucho a las contribuciones mas recientes en psicologa de

    autores como Prillieltensky (1994), que un psiclogo o una psicloga, para sustentar ticamente

    un proyecto de intervencin o accin, debe explicitar sus valores-gua, e involucrar al grupo o alos grupos con que trabaja, mediante mecanismos participativos, verdaderamente democrticos,

    y no manipulados, mediante los cuales sean los propios pobladores quienes definan los rumbos

    de accin, y por ltimo, estara obligado (a) a discernir o anticipar las posibles consecuencias del

    rumbo a seguir. No cabe en este posicionamiento, apelar a la asepsia o una supuesta neutralidad,

    ni pretender afianzar prcticas profesionales que faciliten recetas desde la posicin de

    expertos. Ms que imposicin, requiere de dilogos participativos.

    Esto constituye un posicionamiento que sigue produciendo resistencias, ya que pone en un

    primer plano la discusin acerca del papel de los intelectuales, y sus relaciones con los sectores

    populares. El concepto clave aqu es el de compromiso crtico. Estimo que la mirada puesta en

    la criticidad que destaca Martn Bar (De La Corte, 2000:76) no puede convertir al otro

    concepto, el del compromiso, en un punto ciego. La independencia del intelectual, y su

    criticidad, para Martn Bar, se dirime sobre este eje de compromiso. No puede entenderse fuera

    del lugar social que ocupa el intelectual o profesional en sus relaciones concretas, y su

    posicionamiento ante las relaciones depoder existentes.

    El compromiso crtico implica la criticidad ante los proyectos populares (movimientos,

    partidos, programas), pero desde una perspectiva situada, de compromiso con las vctimas.

    Podemos escamotear cualquiera de los dos polos y no hacerle justicia a su planteamiento.

    Bordieu, un convencido de la necesaria articulacin entre intelectuales y sectores populares,

    escriba en 1995:

    Se ha vuelto de buen tono considerar con condescendencia sino con conmiseracin

    todo lo que puede evocar cualquier forma de compromiso y por todas partes se

    concede la misma indulgencia a todas las trayectorias que han conducido a tantos

    revolucionarios intransigentes a posiciones envidiables del establishment literario,

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    poltico o periodstico, y a las tomas de posicin tranquilamente conservadoras que van

    de la mano. (Bordieu, 1995: 282)

    La funcin de la psicologa, no sera, por lo tanto, la de predecir y controlar la conducta, y mucho

    menos la de pretender ofrecer soluciones fciles a los dilemas de la existencia, sino "liberar" al

    ser humano, brindndole mayor autonoma y posibilidades reales de eleccin, superando

    esquemas alienados de conducta (Martn Bar, 2003). La deuda con los escritos de Paulo Freire

    acerca de la relacin opresor/oprimido es enorme.

    Se procura que las personas tengan mayores mbitos individuales y grupales, de libertad y

    autonoma, de posibilidades de subjetivizacin (Kozlarek, 1998) y de asociar la bsqueda dela liberacin de la propia psicologa con la liberacin de las masas populares, ya que una

    psicologa que no responda a las necesidades y a los anhelos de esas mayoras, que se encuentran

    expectantes, a la vera del camino, es una psicologa tambin encadenada, alejada de su

    potencial histrico (Martin-Bar, 1989). Al escribir acerca de la Psicologa Poltica,insista en

    la necesidad de trabajar tanto la psicologa de la poltica (la incidencia de los procesos

    psquicos en los actos polticos) como la poltica de la psicologa, limando los supuestos

    hednicos, individualistas, conformistas de la disciplina.

    En un artculo clave (Martin Baro, 1986, destaca tres desafos de esta "Psicologa de la

    Liberacin":

    1-Tendra que implicar un descentramiento de la Psicologa de la atencin a s misma,

    disminuyendo preocupaciones por su status cientfico y profesional, y social, y

    concentrndose en el abordaje de problemas cruciales para las mayoras.

    2-Tendra que propiciar una nueva "bsqueda de la verdad", desde las mayoras

    populares.

    3-Implicara una nueva praxis psicolgica, que permita no slo conocer la realidad que

    es, sino tambin potenciar lo negado por el ordenamiento social.

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    Seala, asimismo, los vicios intrnsecos a ciertas maneras de entender la psicologa: la

    suposicin de que existe una homogeneidad de valores en la sociedad, el tener al individuo

    como punto de anlisis y referente, el llamado individualismo metodolgico, la resistencia aconsiderar lo social y estructural como algo ms que una variable por considerar, y la

    definicin desde el poder que impide ver ciertos tipos de problemas (por ejemplo las huelgas,

    los conflictos sociales, el desempleo), lo que arrastra al psiclogo a una autodefinicin que lo

    aleja de las mayoras populares. Podemos mencionar, tambin, la afirmacin positivista del dato

    presente en detrimento de lo que el presente niega y que puede llegar a ser posible en otras

    condiciones.

    El poder de la razn, o la razn del poder? La pregunta de los movimientos sociales y polticoscontestatarios de su tiempo se filtra, de esta manera, en los espacios del campo psi.

    Lo interesante de estos tres retos de una la psicologa de la liberacin que nos propone Martn

    Bar es que acercan a la disciplina a la problemtica, anhelos, las esperanzas y desilusiones de

    las mayoras populares., y sacuden a la disciplina de la autocomplacencia y el conformismo.

    Evidentemente, la idea de una psicologa de la liberacin, as planteada, no es un rea o

    parcela acabada de la psicologa, o de la psicologa social (de paso sealo que no encontramos

    en la obra de Martn Bar referencias a un psicologa social de la liberacin, sino a unapsicologa de la liberacin), no es un conjunto de recetas para ser empaquetadas en la prxima

    novedad editorial, y tampoco es un alarde de protagonismo o vanguardismo de sectores

    ilustrados, sino que se trata de un horizonte, utpico si se quiere (pero no irrealizable) de

    apertura de nuevas maneras de pensar, articular y trabajar la psicologa, en intima conexin con

    las necesidades de la gente, particularmente la que sufre las iniquidades de sistemas injustos.

    Los retos, como seala el autor, para quienes apuesten a esta articulacin de sensibilidades, son

    ticos, prxicos y epistemolgicos, y no pueden estar exentos de contradicciones y limitaciones.

    Tengo la impresin, al escribir este texto, a casi veinte aos de la desaparicin fsica de Ignacio

    Martn Bar, asesinado por un escuadrn elite del ejrcito salvadoreo, como mencion al

    inicio, de que es fcil apreciar el vigor de esta perspectiva, ya que es un horizonte que ha

    permitido sumar voluntades y sensibilidades, encuentros y esfuerzos, principalmente en Amrica

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    dudas y un sano escepticismo hacia los intentos de negociacin entre sectores golpistas y el

    gobierno legitimo de Mel Zelaya en Honduras en 2009, dados los enormes intereses en juego

    para quienes recurrieron al recurso de las armas.

    Ofrece, en el captulo ocho de Accin e Ideologa, un acercamiento integrador al tema de la

    violencia, lo que implica cuestionar aquellas definiciones marcadas desde el poder establecido.

    Poco temas hay, por otro lado, tan ideologizados como el de la violencia, que se identificar de

    inmediato en el accionar de los otros negndolo en el propio grupo, aunque se haga algo muy

    parecido.

    Destaca la dimensin histrica de la violencia, su particular significado psicosocial, que no

    puede disociarse de su contexto histrico y cultural. Sin ingenuidades, alerta acerca del corto

    lapso histrico que puede existir entre momentos de normalidad y momentos de violencia

    excesiva. Reconoce la existencia de sus diversas formas (la violencia siempre con apellidos), y

    la tendencia a legitimarla o ideologizarla. El papel de las estructuras de poder en estos

    mecanismos de legitimacin y de ideologizacin es determinante. En un trabajo presentado en

    Berkeley en 1989, sealaba que el problema fundamental del terrorismo no lo configuran las

    acciones aisladas de personas o grupos, sino aquel que proviene del Estado. Lo ms abarcador,

    lo ms violento sera:

    La prohibicin sistemtica de ciertas cosas que al gobierno no le gusta , el

    etiquetamiento sistemtico, a travs de los medios de difusin masiva, de toda la

    oposicin como subversiva -como terrorista- un etiquetamiento que de alguna manera

    desencadena una consecuencia, una venganza, una amenaza de muerte a quienes han

    sido sealados. (Martn Bar, 1989a: 3)

    Algo de profeca haba en esas palabras: en noviembre de 1989 el asesinato de Ignacio y sus

    compaeros por un cuerpo elite del ejrcito salvadoreo fue precedido por una campaa de

    acusaciones en la radio de las fuerzas armadas en que se sealaba a los jesuitas como

    terroristas y comunistas.

    significa que haya necesariamente disminuido el nivel de violencia, que adopta otras expresiones, y la paradoja de

    fondo sigue siendo la institucionalizacin de la poltica con unos factores estructurales que fueron la base real de

    los conflictos, y que se han agravado.

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    El paso previo a la aplicacin de la violencia es la deshumanizacin de la vctima. Esta ausencia

    de humanidad legitima, as, el sacrificio humano. Evidentemente, es relativamente fcil

    utilizar un trmino tan cargado como el de terrorismo para caracterizar las acciones depersonas o pequeos grupos, pero es mucho ms difcil y riesgoso hacer el sealamiento de las

    acciones sistmicas de estados que utilizan el terror como arma poltica.

    Al anclar su anlisis de la violencia en las contradicciones reales existentes en la sociedad,

    Martn Bar cuestiona repetidas veces el supuesto de que la violencia hay que condenarla por

    igual venga de donde venga, haciendo caso omiso de su procedencia, significado y

    consecuencias. Esto lo caracteriza como un mecanismo ideolgico que ignora el enraizamiento

    y naturaleza histrica de los actos de violencia. Evitaba as la posicin cmoda eintelectualmente floja de poner signo de igualdad a la violencia que emana del poder dominante

    en el orden social y la violencia de los que se oponen a la dominacin. No se trata, claro est, de

    justificar la violencia, sino de comprender mejor sus orgenes y su funcionamiento.

    Es caracterstico, en la produccin de Martn Bar, abordar los problemas a partir del anlisis de

    los actos. Esto se evidencia, por ejemplo, en sus escritos acerca de la Psicologa Poltica y, en el

    caso que nos ocupa, en su propuesta de cuatro factores constitutivos, a ser analizados en todo

    acto de violencia, a saber:

    A. La estructura formal del acto, referente a la formalidad del acto como totalidad de

    sentido.

    Se refiere, en este rubro, a las caractersticas especficas que adopta un acto de violencia:

    reprimir a una manifestacin utilizando personal de seguridad no identificado, por ejemplo,

    agredir a su cnyuge con arma blanca, o destrozando objetos personales valiosos, agredir

    verbalmente a otros conductores en horas de mucho trfico vehicular en las calles, etc. Siendo el

    acto de violencia una especie de estructura que adopta una totalidad de sentido, podr

    tratarse de un acto que busca lograr alguna ventaja (violencia instrumental) o que tendr el dao

    producido como objetivo inmediato (violencia terminal), podr presentarse como violencia

    originaria o como violencia reactiva, etc. En 1987, en una conferencia dictada en la Universidad

    de Costa Rica, se preguntaba porque haba tanta violencia en los pases centroamericanos. La

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    respuesta la articul en torno a la idea de que hay tanta violencia porque funciona, tiene un valor

    instrumental para quien la ejerce. La tarea que se impone, monumental, es la de hacer que la

    violencia sea menos efectiva, cobrando una importancia fundamental, estratgica, la educacin.

    B. La ecuacin personal: que se refiere a los elementos del acto de violencia explicables

    solamente por las caractersticas particulares de las personas que lo llevan a cabo.

    Este es el factor que suele predominar en los anlisis psicolgicos de actos de violencia. As, el

    torturador, por ejemplo, se concebir como alguien que no puede sino presentar rasgos

    psicopatolgicos, o el cometer actos delictivos violentos ser explicado primordialmente por el

    egosmo del actor. Esto deja en un segundo plano, por supuesto, a la violencia

    institucionalizada, o a la rutina de terror, o, al decir de Hannah Arendt, la banalidad del mal, es

    decir que la trivialidad puede marcar las situaciones en que se desatan actos de crueldad. Un

    episodio de violencia conyugal ser visto as, primordialmente, como consecuencia de las

    caractersticas psicolgicas del agresor. La posicin de Martn Bar lleva a darle su lugar a este

    factor explicativo, que sin duda puede jugar un papel importante, pero no a valorizarlo aislado de

    los otros factores constitutivos de los actos de violencia.

    C. El contexto posibilitador: que se refiere a la situacin mediata o inmediata que

    facilita la aparicin de actos de violencia.

    Los actos de violencia se llevan a cabo en contextos especficos, que posibilitan su aparicin. De

    esta manera, parte del asunto es que se cometen actos de violencia porque se puede. Un represor,

    al servicio de un estado que convierte la tortura en prctica poltica, puede tener, por ejemplo,

    bastante seguridad, en recintos apartados de la mirada pblica y protegidos, de una impunidad

    casi absoluta en su labor de destruccin del cuerpo y de la integridad de otra persona. Ante

    cambios en el contexto poltico-social que le son adversos, como ha pasado en pases como

    Argentina, puede incluso, verse amparado por pactos de silencio entre quienes cumplan dichas

    labores. Un hombre abusador puede estar convencido de que su casa es su finca.

    Los contextos especficos cuentan, tambin, con recursos e instrumentos para la violencia. No es

    lo mismo, por ejemplo, tener armas de fuego en la casa que no tenerlas.

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    A lo que invita Martn Bar, al sealar este factor, es a examinar concuidado las condiciones, el

    mbito relacional, las relaciones de poder, en las que se llevan a cabo los actos violentos.

    CH. El fondo ideolgico del acto: referido en ltima instancia a una realidad social

    configurada por unos intereses de clase.

    Este ltimo factor es de cardinal importancia, y al identificarlo Martin Bar vincula al tema de la

    violencia con una de sus categoras tericas fundamentales, ya mencionadas: la ideologa. Los

    actos de violencia, as, no pueden entenderse psicolgicamente ubicndose exclusivamente

    dentro de la piel de las personas, o en sus contextos fsicos y relacionales inmediatos, sino que

    deben analizarse a la luz de los marcos ideolgicos en juego en un contexto determinado, como

    expresin de intereses, objetivos y conflictos. As, el fondo ideolgico del hombre agresor, con

    su casa como finca y su arbitrariedad ante su cnyuge, tiene que ver con un orden patriarcal

    en que se destaca la supuesta superioridad de lo masculino. La concentracin de los medios de

    fuerza en el estado, por otro lado, se asienta sobre una legalidad y una concepcin determinada,

    que por ejemplo, puede privilegiar el custodio de la propiedad privada. La dureza de la

    represin contra obreros en huelga, por ltimo, puede asentarse sobre una visin instrumentalista

    y cosificada del trabajador, en la que no se reconoce su derecho a la organizacin y la accin

    colectiva, lo que por supuesto corresponde, tambin, a intereses econmicos y socialesespecficos.

    La importancia del aporte terico de Martin Bar en el campo de los estudios sobre la violencia,

    radica, a mi juicio, en su visin integradora, que no parcializa la visin sobre hechos violentos y

    no le hace fciles concesiones a lo que en ltima instancia son consideraciones ideolgicas

    acerca de los fenmenos. Brinda particular importancia, por otro lado, a un tema psicosocial por

    excelencia: el de la legitimidad de la violencia, que aunque ha sido muy estudiado, no suele

    integrarse en una discusin dialctica-histrica del tema.

    4. Una teora de los grupos con historia

    En el captulo tres de Sistema, Grupo y Poder (1989) encontramos una teora general de los

    grupos con historia, que rompe con algunas de las tendencias dominantes en el campo de la

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    psicologa social de los grupos, insistiendo, una vez ms, en una perspectiva integradora y

    dialctica. Es claro que buena parte de lo que ocupa la atencin de la psicologa social se dirime

    en lo grupal, y que buena parte de la teora tiende a ser demasiado estrecha y parcial, cuando noinsoportablemente crptica o positivista. El primer objetivo de su planteamiento es rechazar lo

    que una muy buena parte de la produccin psicosocial ha hecho: medir, trabajar meticulosamente

    lo que se hace en grupos sin historia, creados artificialmente para, por ejemplo, llevar a cabo un

    experimento en una universidad.

    4.1 Creacin de una propuesta

    Martn Bar presenta su propuesta. Preguntmonos: Cmo es que se puede construir una teora

    sobre lo grupal en Psicologa?

    Creo que hay varias formas de hacerlo:

    1. Aplicando principios y categoras psicolgicas individuales a los fenmenos grupales (como

    lo hicieron, por supuesto que con un grado de complejidad y alcances muy diferentes,

    Skinner y Freud).

    2. Se podra intentar hacer, como lo ha hecho Robert Bales en la Psicologa Social

    Experimental, efectuando una gran cantidad de experimentos en que se midan diversascaractersticas de las interacciones grupales, para intentar llegar a leyes generales empricas.

    3. Podramos aadirle a lo anterior un componente psicomtrico, y con la aplicacin de, por

    ejemplo, escalas observacionales, utilizar estadstica multivariada para identificar

    dimensiones subyacentes al comportamiento en grupo.

    Martn Bar lo hizo desde la observacin y el anlisis, con un marco terico dialctico,

    inspirado, segn el mismo lo expresara, en el anlisis de los vaivenes, de los flujos y reflujos de

    los grupos y movimientos sociales salvadoreos en el marco de la guerra en ese pas,

    evidenciando, de esta manera, ese vnculo ntimo entre el desarrollo del pensamiento social y las

    valoraciones crticas de las acciones de movimientos sociales y populares que ya he mencionado.

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    Dobles Oropeza, Ignacio. Noviembre de 2009. 15 De 30

    Su perspectiva dialctica lo alej de esquemas positivistas, que enfatizan, por ejemplo, solo el

    presente empricamente constatable de los grupos, y no, a la manera de Vygotski, sus

    posibilidades en circunstancias diferentes. No es casual que uno de sus temas privilegiados fueseel fatalismo.

    Tambin se alej, haciendo justicia a la categora de praxis, de aquellas corrientes que se

    detienen casi exclusivamente en las formas de los que ocurre en los grupos (como se comunican,

    como se ejerce influencia social, como se construye una memoria grupal, por ejemplo) y no al

    contenido de las acciones grupales. Martn Bar destac la importancia del contenido, lo que

    los grupos, efectivamente, hacen, ya que contribuye a delimitar la totalidad de sentido de lo

    grupal.

    El otro aspecto importantsimo que destaca Martn-Bar es, una vez ms, el histrico, que

    implica no hacer un recuento cronolgico de eventos en el devenir grupal, sino entenderlo, como

    planteara Vigotsky, en sus procesos de cambio. En su tratamiento de las diferentes teoras

    grupales: freudiana, lewiniana , entre otras, y su paso por la discusin acerca de la solidaridad

    mecnica y la solidaridad orgnica de Durkheim, postula las siguientes crticas centrales a la

    teorizacin sobre grupos en la PsicologaSocial:

    a. Su parcialidad paradigmtica (modelo de la familia, de los pequeos grupos).

    b. Su individualismo.

    c. Y, sobre todo, su ahistoricismo.

    Para l, una teora sobre los grupos tendra que considerar, a la manera lewiniana, los aspectos

    grupales, pero tambin los personales, abarcar todo tipo de grupo, y rescatar el carcter histrico

    de los grupos humanos.

    Su definicin del grupo es robusta: Aquella estructura de vnculos y relaciones entre personas

    que canaliza en cada circunstancia sus necesidades individuales y /o los intereses colectivos

    (Martn-Bar, 1989, 206)

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    Dobles Oropeza, Ignacio. Noviembre de 2009. 16 De 30

    Se seala al grupo como conducto para canalizar intereses individuales y colectivos. No se

    olvida el autor, como se ha hecho tantas veces, que en la dinmica grupal se estn canalizando

    siempre, tambin, necesidades personales, individuales.

    4.2. Dimensiones de los Grupos con Historia

    El modelo de grupos con historia, es decir, con existencia cotidiana real, con relaciones

    naturales (y no los grupos improvisados, sin sentido histrico, que pueblan los experimentos

    grupales y las teoras del aqu y ahora) establece que para dar cuenta de cualquier grupo

    tenemos que contemplar y analizar tres dimensiones: La identidad grupal, la actividad grupal, y

    el poder grupal. Son dimensiones interdependientes, pero que, de ser vlida la teora, habra que

    contemplar en cualquier anlisis o intervencin.

    Examinmoslas ms de cerca:

    La Identidad Grupal

    Sera lo que da sentido de totalidad y a la vez de especificidad al grupo, y dado que no hay

    conceptualizacin posible de grupo que no lo ubique frente a otros grupos, es lo que definira

    para el grupo la alteridad.

    Consistira de tres aspectos:

    1. Su formalizacin organizativa: estructuracin interna, normas de pertenencia, de

    exclusin, funciones.

    2. Sus relaciones con otros grupos incluyendo su nivel ms estructurante: la conciencia de

    clase, y los fenmenos de grupo en s, grupo para s,

    3. La conciencia de sus miembros (implica aspectos de pertenencia y de identificacin con

    el grupo.

    El Poder Grupal

    Martn Bar (1989) se fundamenta en Foucault para discutir el aspecto estratgico y relacional

    del poder. Hay que examinarlo en la situacin y el contexto especfico. Aunque los recursos

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    Dobles Oropeza, Ignacio. Noviembre de 2009. 17 De 30

    posibilitan el ejercicio del poder, su eficacia depende de la relacin y de la situacin (un grupo

    grande de personas, por ejemplo, puede ser un recurso a favor, pero tambin puede actuar en

    contra), aunque, por supuesto, hay recursos que tienen alcances ms universales. La autonomadel grupo es aqu un aspecto por considerar.

    Al basarse en Foucault, hay un reconocimiento, por otro lado, de que no hay poderes absolutos y

    que no hay poder sin contrapoder.

    La Actividad Grupal

    Por ltimo, como ya he mencionado, est la dimensin concreta de la actividad grupal: qu es lo

    que el grupo hace? Cules son sus proyectos y metas? Cul es su eficacia real? Los efectos dela accin grupal tienen enormes efectos sobre la identidad grupal, y son efecto de su poder, a la

    vez que condicionan sus posibilidades futuras, de ah la importancia de todo aquello que lo

    anima, que lo fortalece, que genera flujos en vez de reflujos.

    Lo que tendramos que preguntarnos, en este repaso de una contribucin tan significativa, es si

    hay otras dimensiones de la actividad grupal que habra que incorporar al modelo para lograr

    mayor comprensin de los fenmenos grupales. Yo quisiera, ya ubicndome en el plano de la

    accin o la intervencin en escenarios grupales, esbozar un par de elementos adicionales.

    Por un lado, me parece crucial, si estamos desarrollando actividades, acompaando, investigando

    a grupos especficos, discernir, en relacin con el aspecto histrico del proceso grupal, el

    momento por el que atraviesa el grupo: no es lo mismo actuar con un grupo que se acaba de

    formar que con uno ya consolidado, y no es lo mismo, definitivamente, hacerlo en momentos de

    flujo grupal: de desarrollo, de potenciacin, de crecimiento, que en momentos de reflujo,

    causados por deserciones, conflictos, agotamientos de metas, disensos internos, etc. Creo que es

    crucial no equivocarse en esta apreciacin.

    Por otro lado, hay que discernir el lugar de la comunicacin, intragrupo e intergrupos, en el

    esquema. El otro tema por tratar, a discutir, es qu lugar puede ocupar en un esquema o teora

    grupal lo que sera el inconsciente, privilegiado, por supuesto, por la llamada psicologa social

    psicoanaltica, con asuntos como los emergentes en la dinmica grupal, lo pulsional, etctera.

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    Por ltimo, la propuesta nos llevara a examinar la actividad grupal concreta, y sus efectos. Cul

    era el contenido de las acciones de los Comits? Por qu estos contenidos facilitaban hacer

    ciertas cosas en otras coyunturas, y otras no? Cules fueron los efectos de las actividadesrealizadas por los comits, por ejemplo al organizar un festival cultural en su localidad?

    Cundo se animaban y cuando se desilusionaban los protagonistas?

    Estos son algunos de los temas que se podran tratar, tomando en cuenta que en el modelo

    propuesto las dimensiones se relacionan entre s. Una actividad grupal exitosa, por ejemplo, o de

    mayor alcance, contribuye a fortalecer la identidad grupal, y una identidad grupal debilitada, por

    ltimo, incide en los recursos con que cuenta un grupo para enfrentar situaciones.

    5 .Perspectivas actuales de una psicologa de la liberacin

    Hasta aqu he caracterizado la contribucin decisiva de Martin Bar a la construccin de una

    Psicologa de la Liberacin, detenindome en el examen de dos contribuciones especificas. Hay

    por supuesto, muchas ms. En la ltima parte del texto quisiera esbozar algunas ideas sobre los

    desafos que enfrenta esta perspectiva. A continuacin esbozo algunas orientaciones generales

    que creo pertinentes.

    5. En primer lugar, una Psicologa de la Liberacin debe procurar espacios para elencuentro con sectores populares organizados, con movimientos sociales, nutrindose

    de sus experiencias y a la vez convirtindolos en interlocutores vlidos, como una

    manera de historizar la propia praxis.

    6.

    Este es un reto difcil, pero de enorme importancia. A lo largo del escrito he insistido en el

    vnculo de la obra de Martn Bar con las acciones de los movimientos sociales organizados de

    su tiempo y contexto. Entre otras cosas, esto permite sacar a la psicologa de su

    autocomplacencia disciplinaria. Un ejemplo interesante de este tipo de encuentro se dio en el

    Noveno Congreso Internacional de Psicologa Social de la Liberacin en San Cristbal de Las

    Casas, Chiapas, en noviembre del 2008. En un seminario sobre medio ambiente y Psicologa de

    la Liberacin, realizado tambin en el 2008, organizado por el Colectivo Costarricense de

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    Dobles Oropeza, Ignacio. Noviembre de 2009. 20 De 30

    Psicologa de la Liberacin, se evidenci la importancia del dialogo con activistas ecologistas en

    nuestro pas, explorando juntos alternativas de accin desde posiciones liberadoras.

    5.2. Debe ser, necesariamente, un esfuerzo colectivo, que involucre los esfuerzos de

    psiclogas y psiclogos de diversos pases en intercambio y dilogo continuo, con los medios

    a su alcance.

    Considero de enorme importancia que en la entrevista que le pude realizar en 1987 Ignacio se

    definiera como parte de un movimiento. Esta articulacin incipiente, sin duda, recibi un

    fuerte golpe con su asesinato en 1989, pero hoy en da existen, afortunadamente, esfuerzos

    importantes por cristalizarla.

    5.3. Debe oponerse a las lgicas y estructuras de dominacin, abordando no slo las

    consecuencias de las estructuras de poder y de dominacin, sino la articulacin misma de

    las estructuras de dominacin.

    Este parece ser otro asunto crucial. No solo identificar el dao producido por estructuras de

    poder y de dominacin, por ejemplo la pobreza, sino examinar la forma en que se articulan lasestructuras de dominacin, y las maneras de enfrentarlas.

    5.4. Debe evitar caer en falsas dicotomas: la contraposicin de lo clnico a lo social, de lo

    cualitativo a lo cuantitativo. Lo fundamental es encausarse en la direccin de ir

    construyendo esa nueva praxis.

    Sin ignorar las tensiones existentes, que no deben colocarse en un primer plano, como

    obstculos para pensar y actuar juntos. Es, a mi juicio, pertinente e importante, por ejemplo,

    desarrollar perspectivas clnicas liberadoras, trabajando con individuos, pero con perspectivas

    ticas y sociales liberadoras. Mucha tinta se gasta, a mi juicio, en discusiones estriles al

    respecto.

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    Dobles Oropeza, Ignacio. Noviembre de 2009. 21 De 30

    5.5. Debe evitar regionalismos estrechos. Ms bien es necesario explorar los esfuerzos de

    psiclogas y psiclogos de los pases del mundo desarrollado capitalista que tambin hacen

    y han hecho su propia historia de oposicin a estructuras y lgicas de dominacin. Esteencuentro no est exento de contradicciones, como he sealado en otra parte. (Dobles,

    2000)

    5.6. Debe ser un esfuerzo que no se acomode, acadmica, institucional o culturalmente en

    posturas defensivas instalndose complaciente en espacios marginales sino que debe actuar

    en diversos escenarios en que se diriman asuntos cruciales de la vida de nuestros pueblos o

    de consecuencias de acciones de la propia psicologa.

    5.7. Debe explicitar y promover una tica social para la Psicologa, actuando a contrapelo

    de todos los mecanismos que se utilizan para delimitar la discusin tica en lo individual, o,

    peor an, enfocarlo exclusivamente como un auto- cuido hedonista del profesional en

    psicologa.

    En este rubro hay mucha tela que cortar. Basta con sealar mi convencimiento de que una

    Psicologa de la Liberacin no puede estar ausente de los mbitos en que se definen estascuestiones.

    5.8.Ambitos problemticos actuales en Amrica Latina

    Nuestro continente atraviesa en la actualidad una coyuntura sumamente compleja, llena de

    peligros. En su tiempo, Martin-Baro destacaba la urgencia de la contribucin de una psicologa

    social latinoamericana a la construccin de la democracia en pases plagados de dictaduras

    militares. Hemos sugerido, en otros espacios (Dobles, 2006), cuatro mbitos problemticos de

    particular urgencia que se nos presentan en la actualidad:

    -El avance de dispositivos de seguridad nacional a escala planetaria, con el deterioro de la

    institucionalidad internacional de los derechos humanos, y, tambin, la consecuente

    criminalizacin de las luchas sociales y la consideracin de la migracin como asunto de

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    Dobles Oropeza, Ignacio. Noviembre de 2009. 22 De 30

    seguridad nacional, lo que se evidencia fcilmente en la forma en que se ha tratado en

    diferentes momentos el tema en nuestro pas, especialmente con la ley aprobada en el 2005, que

    rigi hasta el 2009.

    -Las implicaciones del fundamentalismo de mercado y sus expresiones ideolgicas y

    psicosociales. Esto sigue ms vigente que nunca, e inunda los ms variados espacios, macros y

    micros de nuestro quehacer, en lo educativo, lo laboral, lo gremial, lo publicitario

    (evidentemente), etctera.

    -Las necesidades de trascender un esquema formalista y procedimental de la democracia para

    avanzar hacia democracias sustantivas, participativas. Este es un tema muy ideologizado. Ya

    Martn Bar sealaba que no hay nada mas seductivo en el mundo occidental que la democracia

    formal. (1987: 8). Con las instituciones vaciadas, colapsadas, con mecanismos participativos

    como el referndum mediatizados o manipulados, o afectados con estrategias del miedo, se nos

    presenta un serio reto, hacia adentro y hacia afuera, de cmo fomentar el desarrollo de

    verdaderos espacios democrticos, desde la base, que permitan potenciar a grupos y

    comunidades. Ni siquiera la democracia formal est asegurada, como lo demuestra el golpe de

    estado en Honduras en el 2009.

    - La creciente vulnerabilidad ante fenmenos naturales, en el saqueo voraz de nuestro planeta, el

    despilfarro y la contaminacin, con desastres naturales que son tambin sociales. Esto,

    evidentemente, se vincula con la depredacin poltica y econmica, y muy a la vista estn las

    luchas contra la minera a cielo abierto, la exploracin petrolera, la defensa de las costas y, por

    supuesto, la defensa, como derechos humanos, de recursos como el agua y la energa.

    5.8.1 Seguridad nacional globalizada

    Para lo primero podemos retomar las tesis de Franz Hinkelammert, de una tendencia crecientehacia la creacin de dispositivos de seguridad nacional, pero ahora a escala planetaria . Esto

    tiene que ver con una avanzada en contra de las conquistas y los logros de los movimientos

    obreros y sociales de los ltimos dos siglos, y con una regresin al esqueleto bsico de una

    doctrina de derechos humanos, que corresponde a la propiedad privada, al derecho contractual.

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    Dobles Oropeza, Ignacio. Noviembre de 2009. 23 De 30

    Los dems derechos, como aquellas conquistas de movimientos sociales y polticos relativas a la

    estabilidad laboral y las garantas sociales, fueron ramas bastardas, que han sido podadas

    sistemticamente por las fuerzas del capital en su ofensiva neoliberal.

    Basta citar la existencia de Guantnamo, que no ha sido condenada por comisiones de las

    Naciones Unidas que enmudecen cuando se trata de los poderosos, o las crceles clandestinas o

    maltratos por encargo, por no hablar del extrao concepto de las intervenciones humanitarias

    que hacen humanismo matando, de Abu Ghraib, o de los recurrentes y sospechosos daos

    colaterales. Se alteran e ignoran las normativas internacionales de la guerra, la prohibicin de

    maltratos y torturas, se utilizan armas qumicas en Fallujah, y todo se hace en nombre de la

    civilizacin y una indefinida y movediza guerra contra el terrorismo en que se esgrimeprecisamente el terrorismo de estadocomo arma principal. La construccin del enemigo se

    lleva a su ms alta expresin y letalidad.

    Si antes se torturaba creando tecnologas del infierno en estructuras clandestinas y ocultas, y se

    reprima al margen de la legalidad, hoy se redefinen los trminos de tortura y maltrato para

    efectuar los mismos procedimientosdentro de la ley, de la misma manera en que se pretende,

    como lo demuestra Honduras, efectuar golpes de estado dentro de la ley, con la participacin de

    algunos poderes. Y adems, si bien se han formado torturadores y refinado sus procedimientosdesde hace decenios, es hasta hoy en da que la tortura es reivindicada en el debate pblico.

    Tenemos, hoy en da, el fuerte debate dentro del gremio de psiclogos estadounidenses,2 que,

    como se sabe, son los profesionales preferidos por el Pentgono y la CIA, con sus biscuits

    (Behavioral Science Consultation Teams) para acompaar, asesorar y hasta conducir los

    interrogatorios de la llamada Guerra contra el terrorismo (Dobles, 2007). En esta lgica

    perversa se trata, en lo sustancial, de violentar los derechos humanos respetando los derechos

    humanos. Es decir, con el beneplcito de las cortes, y ojal, tambin, con la legitimidad

    otorgada por ciudadanas pasivas, atemorizadas. Mutatis mutandis, esta tendencia se expresa,

    tambin, en la creciente criminalizacin de las luchas sociales. Si el luchador social era antes un

    2 Ver, por ejemplo, el artculo en Counterpunch del 6 de septiembre del 2006 de Stephen Soldz: Bad faith anddistortions from the American Psychological Association , o los pronunciamientos de Psychologists for SocialResponsability, en www.psysr.org.

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    rebelde, un desadaptado, ahora es, simple y sencillamente, un criminal, cuando no un

    terrorista.

    Este ambiente autoritario ha afectado tambin la situacin de uno de los sectores ms

    vulnerables en el vendaval globalizador neoliberal: los migrantes, vistos, sobre todo, como lo

    evidencian muros y tambin las leyes como problemas de seguridad nacional. Lo ha dicho

    Mrmora (2004): Estados Unidos y los pases europeos parecen haber recibido el siglo en una

    carrera loca para ver quin est ms amurallado.La imagen de la amenaza se desplaza: ya no

    prevalece la de hambrientos y desesperados acudiendo sin invitacin a la mesa de la abundancia

    sino la de solapados agentes del terror.

    5.8.2. Fundamentalismo de mercado

    En segundo lugar, nuestros pueblos latinoamericanos encaran el dilema de seguir recetas

    neoliberales de confianza ciega en el mal llamado libre comercio, que si algo hace es

    encadenar a los pueblos, con polticas impuestas de simetras falsas y de desmantelamiento de

    instituciones estatales y bienes pblicos, o apostar a esfuerzos integradores regionales en los

    cuales la ltima palabra no la tenga, necesariamente, el fundamentalismo del mercado, y en que

    se vislumbren nuevas modalidades de organizacin social y econmica. Modalidades alternativas

    que tenemos el derecho y el deber de vislumbrar y discutir.

    La vida humana, la de todos, debe ser nuestro horizonte, ante polticas de exclusin, desigualdad

    y de hambre. En Amrica Latina, sealaba recientemente la FAO, 52 millones de personas sufren

    desnutricin.3 La diferencia es que en la actualidad los pobres son culpables de su suerte.

    En el Sptimo Congreso Internacional de Psicologa Social de la Liberacin, congregado en

    Liberia en noviembre del 2005, precisamente en das en que se realizaban manifestaciones, los

    participantes suscriban un pronunciamiento en que especificaban que en Costa Rica:

    La existencia de una banca nacionalizada, el monopolio estatal de los seguros, la

    generacin elctrica, la telefona y el procesamiento de datos entre otras reas

    estratgicas del desarrollo en manos del estado, por decisin soberana de los y las

    3 La Nacin, 17 de octubre, 2006, p. 19A.

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    costarricenses, ha sido de capital importancia para alcanzar las metas y logros sociales

    que todava hoy exhibe el pas, conquistas que se encuentran gravemente amenazados

    por la arremetida neoliberal del cual el TLC es su punta de lanza.

    Trabajar en torno a los desafos planteados por el fundamentalismo de mercado tienes serias

    implicaciones, es claro, en campos como la psicologa educativa, en que habra que esbozar

    alternativas y procedimientos que no sucumban a su lgica, en la psicologa que tiene que ver

    con el trabajo, en la afirmacin de proyectos de vida y proyectos sociales, por mencionar algunos

    mbitos. Deberamos precisar, tambin, el lugar que ocupa un discurso psicolgico en las

    propuestas de los economistas neoliberales, y los supuestos enraizados en la conciencia popular

    acerca de la naturaleza humana o el fatalismo que dificultan la organizacin y la lucha porun mundo ms justo, en que la ley no aplaste al sujeto.

    5.8.3.Democracia formal y democracia sustantiva

    No hay duda de que los temas de la democracia y la participacin siguen siendo de una enorme

    importancia para una psicologa que se pretenda liberadora. Se trata, como ha insistido

    histricamente la psicologa comunitaria latinoamericana, de propiciar la participacin activa de

    los pobladores en la definicin de asuntos de inters. Esto tiene, a la vez, un alto componente

    educativo, a la manera freiriana, ya que en estos procesos las personas crean conocimiento, y lo

    comparten. Podemos ubicar aqu los esfuerzos de articular modos de vida y estilos de consumo

    alternativos, esfuerzos educativos en los medios de comunicacin y, por supuesto, procesos

    comunitarios y grupales de afirmacin, resistencia y lucha.

    En este mbito, no podemos, sin embargo, menospreciar la democracia representativa y sus

    laberintos. Estamos ante nuevos fenmenos, que afloran cuando los procesos electorales

    desembocan en entuertos institucionales que no pueden ser disimulados, y creo que esto abre una

    perspectiva interesante acerca de cul debe ser la implicacin ciudadana en estas disputas, es

    decir, como y de qu manera ejercer control y vigilancia sobre los organismos estatales que a fin

    de cuentas concentran decisiones trascendentales en unos pocos individuos, como se ha

    evidenciado, en pocas recientes, en estados Unidos, Mxico, Costa Rica, y Honduras , entre

    otros lugares.

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    Trascendiendo el acto definitorio de la democracia representativa, que es la eleccin, queda

    abierto el espectro de todas las posibilidades existentes y por existir para que las personas

    influyan sobre los asuntos pblicos que le ataen: mecanismos de referendos, participacin enorganizaciones comunales, estudiantiles, sindicales, peticiones, propuestas de educacin cvica y

    cultural, protestas, experiencias alternativas de comunicacin, afirmaciones antihegemnicas en

    sus diversas expresiones. Es un mbito de estudio, investigacin, y tambin de accin, de una

    psicologa liberadora. Est por definirse, por ejemplo, el anlisis psicosocial del proceso

    referendario del TLC en Costa Rica, ya mencionado.

    5.8.4. Lo ecolgico

    La experiencia reciente demuestra, en Amrica Central y otras latitudes, la urgencia y la

    posibilidad de trabajar con comunidades, inspirndose en principios democrticos y

    participativos, para enfrentar situaciones que estn lejos de ser meros desastres naturales, pues

    tambin obedecen a relaciones sociales y de poder, como lo demuestra el calentamiento global,

    Katrina, y muchos otros ejemplos.

    En elManifiesto de Liberia, producido en dicho encuentro, se estableca lo siguiente:

    Reconocemos el impacto de las condiciones de pobreza, exclusin, imposicin y falta deoportunidades en estos escenarios, y la necesidad de fomentar una informacin real, polticas

    de inclusin de comunidades, de respeto a la autogestin comunitaria, partiendo de la tica y el

    respeto a los derechos humanos. Se deben desarrollar estructuras para garantizar la

    formacin, accin, investigacin y participacin en el afrontamiento de situaciones de desastre.

    Condenamos, tambin, la victimizacin de la poblacin por parte de medios de comunicacin de

    masas, sealando la necesidad de desarrollar y revisar planteamientos conceptuales sobre esta

    problemtica. (2005: 1)

    Estos son mbitos problemticos que se expresan de diferentes formas en diferentes contextos,

    pero que exigen, a mi juicio, un abordaje desde una psicologa que se pretenda liberadora.

    Habrn otras urgencias por definir. Lo importante es que el horizonte trazado por Martn Bar,

    en su fecunda obra, concentrada en tan pocos aos, y su llamado a construir una psicologa de la

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    liberacin como la que he venido comentando, estimulan a enfrentar problemas como estos, de

    largo alcance, de efectos muy concretos, de forma crtica y en consonancia con las practicas de

    resistencia y de afirmacin de nuestros pueblos.

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