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    Seccin de Obras de Filosofa

    LA REPBLICA DE PLATN

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    Traduccin deMara del Carmen Rodrguez

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    ALAIN BADIOU

    LA REPBLICA

    DE PLATNDilogo en un prlogo, diecisis captulos

    y un eplogo

    FONDO DE CULTURA ECONMICA

    Mxico - Argentina - Brasil - Colombia - Chile - EspaaEstados Unidos de Amrica - Guatemala - Per - Venezuela

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    Armado de tapa: Juan Pablo FernndezImagen de tapa: Luca della Robbia, Platone e Aristotele o La filosofia. Foto de Sailko

    Ttulo original: La Rpublique de PlatonISBN de la edicin original: 978-2-213-63813-3 2012, Librairie Arthme FayardObra publicada bajo la direccin de Alain Badiou y Barbara Cassin.

    D.R. 2013, Fondo de Cultura Econmica de Argentina, S.A.El Salvador 5665; C1414BQE Buenos Aires, [email protected] / www.fce.com.arCarr. Picacho Ajusco 227; 14738 Mxico D.F.

    ISBN: 978-950-557-983-9

    Comentarios y sugerencias: [email protected]

    Fotocopiar libros est penado por la ley.

    Prohibida su reproduccin total o parcial por cualquiermedio de impresin o digital, en forma idntica, extractadao modificada, en espaol o en cualquier otro idioma,sin autorizacin expresa de la editorial.

    Impreso en Argentina PRINTEDINARGENTINAHecho el depsito que marca la ley 11.723

    Primera edicin en francs, 2012Primera edicin en espaol, 2013

    Badiou, AlainLa Repblica de Platn : dilogo en un prlogo, diecisis

    captulos y un eplogo . - 1a ed. - Buenos Aires : Fondo deCultura Econmica, 2013.

    448 p. ; 23x16 cm. - (Filosofa)

    Traducido por: Mara del Carmen RodrguezISBN 978-950-557-983-9

    1. Filosofa. I. Mara del Carmen Rodrguez, trad. II. Ttulo

    CDD 190

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    Sobre la traduccin................................................................................................. 9

    Prefacio. Cmo escrib este incierto libro........................................................ 15Personajes................................................................................................................... 21Prlogo. Conversacin en la villa del puerto (327a-336b)....................... 23

    I. Reducir al sofista al silencio (336b-357a)........................................... 39II. Preguntas apremiantes de los y las jvenes

    (357a-368d).................................................................................................... 73III. Gnesis de la sociedad y del Estado (368d-376c)............................. 95IV. Disciplinas del espritu: literatura y msica

    (376c-403c)..................................................................................................... 111V. Disciplinas del cuerpo: diettica, medicina y deporte

    (403c-412c)..................................................................................................... 133VI. La justicia objetiva (412c-434d)............................................................. 149

    VII. La justicia subjetiva (434d-449a)........................................................... 177VIII. Mujeres y familias (449a-471c)............................................................... 197IX. Qu es un filsofo? (471c-487b)............................................................. 215X. Filosofa y poltica (487b-502c)............................................................... 241XI. Qu es una Idea? (502c-521c)................................................................ 257XII. De las matemticas a la dialctica (521c-541b)............................... 287XIII. Crtica de las cuatro polticas precomunistas. 1. Timocracia y oligarqua (541b-555b).............................................. 311

    XIV. Crtica de las cuatro polticas precomunistas.2. Democracia y tirana (555b-573b).................................................... 331

    ndice

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    8 LA REPBLICA DE PLATN

    XV. Justicia y felicidad (573b-592b)............................................................... 365XVI. Poesa y pensamiento (592b-608b)........................................................ 395

    Eplogo. Eternidad mvil de los Sujetos (608b-fin)...................................... 419

    ndice de nombres.................................................................................................... 439

    Las indicaciones codificadas en cifras y letras (del tipo 327a) correspondena una divisin del texto en secciones, en general del tamao de una decena de

    lneas, divisin nicamente requerida por los procedimientos antiguos de edi-cin y de paginacin, pero que se volvi tradicional y permite localizar dndese est, tanto en el texto griego como en las traducciones disponibles que inser-tan esa localizacin en el texto francs. Esto ltimo es lo que no he hecho.

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    PrefacioCmo escrib este incierto libro

    Llev seis aos.Pero por qu? Por qu este trabajo casi manitico a partir de Platn? Esque lo necesitamos prioritariamente a l, hoy en da, por una razn precisa:dio el impulso inicial a la conviccin de que gobernarnos en el mundosupone que tengamos abierto algn acceso a lo absoluto. No porque unDios veraz se cierna sobre nosotros (Descartes), ni porque nosotros mismosseamos figuras historiales del devenir-sujeto de ese Absoluto (tanto Hegelcomo Heidegger), sino porque lo sensible que nos teje participa, ms allde la corporeidad individual y de la retrica colectiva, de la construccin delas verdades eternas.

    Este motivo de la participacin, que sabemos constituye un enigma,nos permite ir ms all de las imposiciones de lo que llam el materia-lismo democrtico. O sea, la afirmacin de que no existen ms que indivi-duos y comunidades, con la negociacin, entre ellas, de algunos contratosacerca de los cuales todo lo que los filsofos de hoy en da pretenden

    hacernos esperar es que puedan ser equitativitos. Dado que tal equidadno le ofrece al filsofo, en realidad, otro inters que el de constatar que serealiza en el mundo y, cada vez ms, bajo la forma de una intolerable injus-ticia, es menester llegar a afirmar que, adems de los cuerpos y los lengua-jes, hay verdades eternas. Hay que llegar a pensar que cuerpos y lenguajesparticipan, en el tiempo, en la elaboracin combatiente de esa eternidad.Algo que Platn no dej de intentar hacerles or a los sordos.

    Entonces me dirig a La Repblica, obra central del Maestro, consa-

    grada, precisamente, al problema de la justicia, para hacer brillar su po-tencia contempornea. Part del texto griego de mi viejo ejemplar de la

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    16 LA REPBLICA DE PLATN

    coleccin bilinge Bud (Les Belles Lettres, 1949), restituido por mileChambry, sobre el que trabajaba ya con ardor hace 54 aos, y que, en

    consecuencia, se halla recubierto de considerables estratos de anotacio-nes que vienen de pocas diversas. Me inspir en La Repblica, en efecto,a lo largo de todas mis aventuras filosficas.

    Siempre me pareci aberrante la divisin en diez libros de ese textogriego, divisin que slo tena sentido para los gramticos de Alejandra.Por eso volv a dividirlo, segn lo que pienso es su verdadero ritmo, en unprlogo, algunos captulos y un eplogo. El nmero de captulos fue va-riando durante el trabajo: pas de nueve a diecisis, por razones de cohe-

    rencia interna. Finalmente, trato dieciocho segmentos.Por empezar, no los trato en orden. Para nada. Comienzo (en 2005)

    por el prlogo, contino con lo que termin siendo el captulo xvi, luegovagabundeo, algunas veces ms cerca del final, otras, ms cerca del princi-pio, hasta que, hacia el invierno de 2010-2011, slo me queda por reduciruna suerte de centro compuesto por los captulos vii y viii, que no son losms fciles ni los ms divertidos. Guard lo peor para el final.

    Qu quiere decir tratar el texto?Comienzo por intentar comprenderlo, totalmente, en su lengua. Estoy

    pertrechado con mis queridos estudios clsicos, que incluyen mis lecturasanteriores de muchos pasajes, con el diccionario Bailly (Hachette, decimo-sexta edicin, 1950), con la gramtica de Allard y Feuilltre (Hachette,edicin de 1972) y con tres traducciones en francs fcilmente disponi-bles: la de mile Chambry, que ya he mencionado, la de Lon Robin (col.Bibliothque de la Pliade, 1950) y la de Robert Baccou, en Garnier-Flam-

    marion (1966). Me encarnizo, no dejo pasar nada, quiero que cada frase (yPlatn escribe a veces frases de una longitud y de una complejidad me-morables) tenga sentido para m. Este primer esfuerzo es un enfrenta-miento entre el texto y yo. No escribo nada, slo quiero que el texto mehable sin guardar ningn irnico secreto en sus recovecos.

    Luego escribo lo que libera en m, en forma de pensamientos y de fra-ses, la comprensin adquirida del fragmento de texto griego cuyo domi-nio estimo haber alcanzado. El resultado, aun cuando no sea nunca un

    olvido del texto original, ni siquiera de sus detalles, no es casi nunca unatraduccin en el sentido usual del trmino. Platn est entonces omni-

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    PREFACIO 17

    presente, aunque tal vez ni una sola de sus frases se halle restituida conexactitud. Escribo esta primersima versin en la pgina de la derecha de

    un gran cuaderno de dibujo Canson (utilizar 57 de esos cuadernos). Es unborrador extraordinariamente tachado. Despus, en general al da siguien-te, reviso ese primer esbozo, con la mayor calma posible, y transcribo esarevisin en la pgina de la izquierda del cuaderno que est enfrente delborrador. A menudo, me alejo un pice ms de la literalidad del texto ori-ginal, pero sostengo que ese alejamiento es signo de una fidelidad filosficasuperior. Ese segundo estado manuscrito es transmitido a Isabelle Vodoz,quien lo transforma en archivo informtico y anota en rojo, en el cuerpo

    del documento, lo que le parece oscuro o desacertado. Cuando se me trans-mite el archivo, lo corrijo en funcin de las notas de Isabelle Vodoz y, a lavez, de mis propias observaciones. De lo cual resulta un tercer estado, quese puede llamar final, bajo reserva de la inevitable revisin terminal con elfin de unificar el conjunto.

    Rara vez di en capitular. Algunas frases griegas, por aqu o por all, nome inspiraron. Los eruditos las localizarn y alimentarn as el expedientede mi proceso de apostasa. Es en el captulo viii donde se encuentra lams grave de esas capitulaciones: todo un pasaje es pura y simplementereemplazado por una improvisacin de mi cosecha.

    Poco a poco, mientras avanza ese tratamiento del texto, aparecen pro-cedimientos ms generales que sern aplicados y variados en la secuenciadel trabajo. Algunos ejemplos. Introduccin de un personaje femenino:Adimanto se transforma en Amaranta. Completa libertad de referencias: siuna tesis se sostiene mejor con una cita de Freud que con una alusin a

    Hipcrates, se elegir a Freud, al que se supondr conocido por Scrates,lo cual es lo de menos. Modernizacin cientfica: lo que Platn dice, demodo muy acertado, a partir de la teora de los nmeros irracionales, serevelar tambin acertado si se habla de topologa algebraica. Moderniza-cin de las imgenes: la Caverna del famoso mito se parece tanto a un in-menso cine que, slo con describir ese cine y hacer que los prisioneros dePlatn se vuelvan espectadores-prisioneros de lo meditico contempor-neo, obtendremos lo mismo, pero mejorado. Sobrevuelo de la Historia:

    por qu quedarse en las guerras, revoluciones y tiranas del mundogriego, si son an ms convincentes la guerra de 1914-1918, la Comuna

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    18 LA REPBLICA DE PLATN

    de Pars o Stalin? Mantenimiento constante de un verdadero dilogo, fuer-temente teatralizado: para qu conservar las interminables falsas pregun-

    tas de Scrates, a las que los jvenes, pgina tras pgina, slo respondens, o por supuesto, o evidentemente? Ms vale aceptar un largo dis-curso demostrativo sin interrupcin, o bien confiar una parte del desarro-llo a los interlocutores. Ms vale tambin que, a veces, los interlocutoresde Scrates se muestren reticentes. La tesis antipotica de Scrates es tanincreble que incluso l, uno lo siente bien, deseara que fuera falsa. Queentonces uno de los jvenes resista, que se declare de cabo a rabo no con-vencido, y la divisin ntima que induce la poesa en la filosofa, divisin

    cuyo presentimiento tuvo Platn, ser restituida.El lector descubrir sin dificultades otros procedimientos de este

    gnero.Es evidente que mi propio pensamiento y, de modo ms general, el

    contexto filosfico contemporneo, se infiltran en el tratamiento del textode Platn, tanto ms, sin duda, cuando no soy consciente de ello. Sin em-bargo, fue con plena conciencia como introduje, de modo axiomtico, poras decir, cambios notorios en la traduccin de ciertos conceptos funda-mentales. Cito dos de esas decisiones cuyo alcance es considerable. Cam-bi la famosa Idea del Bien por Idea de lo Verdadero, o incluso sencilla-mente por Verdad. Cambi, asimismo, alma por Sujeto. Es as como,en mi texto, se hablar de la incorporacin de un Sujeto a una Verdad envez de la ascensin del alma hacia el Bien, y de las tres instancias delSujeto en vez de la triparticin del alma. Por lo dems, esas famosas trespartes, a menudo llamadas concupiscencia, corazn y razn, sern

    retomadas, en tanto instancias, como Deseo, Afecto y Pensamiento.Tambin me permit traducir Dios por gran Otro, y a veces, incluso,por Otro a secas.

    Puede suceder que proponga deliberadamente muchas palabras fran-cesas en resonancia con una sola palabra griega. Tal es el caso de la terriblePoliteia que le da el ttulo tradicional al libro de Platn. La traduccin porRepblica no tiene ningn sentido hoy en da, si es que alguna vez lotuvo. En mi texto, empleo al menos cinco palabras, segn el contexto, en

    los diferentes pasajes en que me topo con politeia: pas, Estado, sociedad,ciudad, poltica. Para calificar la empresa misma de Platn, la Ciudad

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    PREFACIO 19

    ideal que l propone, utilizo tres expresiones: poltica verdadera, comu-nismo y quinta poltica. Otras veces introduzco de modo explcito una dis-

    cusin, una vacilacin, a propsito de la palabra adecuada. Es as como, enel largo pasaje sobre la tirana y el hombre tirnico, Scrates emplea conespontaneidad las palabras que provienen del texto griego (tirana, tirano),mientras que Amaranta sugiere con obstinacin que se hable de fascismoy de fascista. Espero haber logrado combinar, as, la proximidad constantecon el texto original y un alejamiento radical, pero al cual el texto, tal comopuede funcionar hoy en da, le confiere generosamente su legitimidad.

    En eso consiste, despus de todo, la eternidad de un texto.

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    Personajes

    Scrates

    Amaranta, hermana de PlatnGlaucn, hermano de PlatnCfalo, anciano rico del PireoPolemarco, ciudadano atenienseTrasmaco, sofista reputadoClitofonte, admirador de Trasmaco

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    PrlogoConversacin en la villa del puerto

    (327a-336b)

    El da en que toda esta inmensa historia comenz, Scrates volva delbarrio del puerto, flanqueado por el hermano ms joven de Platn, unllamado Glaucn.Haban ido a darle unos besitos a la diosa de la Gente delNorte esos marinos borrachos y nada se haban perdido de la fiesta ensu honor, una gran premire! Tena buena pinta, por lo dems, el desfilede los nativos del puerto. Y las carrozas de la Gente del Norte, sobrecarga-das de damas bien descubiertas, tampoco estaban nada mal.

    Entre los innumerables tipos llamados Polemarco, el que es hijo deCfalo los vio de lejos y lanz a un chico tras sus talones. Esprenos!,vocifer el muchachito, tirndole de la chaqueta a Scrates. Pero dndehas dejado a tu patrn?, le pregunt ste. Viene corriendo detrs, esp-renlo!. Est bien, consinti el llamado Glaucn, el joven hermano de Pla-tn. Y quin llega unos minutos ms tarde? Toda una banda! Polemarco,desde luego, el que es hijo de Cfalo, pero tambin Nicrato, el que es hijode Nicias, y un montn de otros, que son hijos de montones de otros, sin

    contar a A que no aciertan! La hermana de Platn, la preciosa Ama-ranta! Toda esa gente, como Scrates y Glaucn, vena de la fiesta.Polemarco, el que etc., le hizo entonces saber a Scrates que l solo,

    para enfrentar a esa banda, no daba el peso, ni siquiera si lo sostena elllamado Glaucn, por ms hermano de Platn que fuera. As, deba acep-tar la apremiante invitacin, que todos venan a comunicarle, de ir a ce-nar a la magnfica villa sobre el puerto en la que viva pap Cfalo. Scra-tes le objet que poda tambin, en lugar de afrontar una trifulca sin

    esperanzas, dialogar tranquilamente y convencer a toda la tropa de que ltena buenas razones para volver a su casa. Polemarco le replic que to-

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    24 LA REPBLICA DE PLATN

    dos iban a taparse los odos y que no iban a escuchar ninguno de susmelosos argumentos.

    En ese momento crtico intervino, melosa por dos, la vivaracha her-mana de Platn, la susodicha Amaranta: No sabe usted acaso que estanoche, como continuacin de las fiestas consagradas a la turbia diosa dela Gente del Norte, los armadores del puerto organizan una carrera de an-torchas a caballo? Y ahora qu me dice?. Rayos y centellas!, exclamaScrates, visiblemente encantado por el bro de la muchacha. Una ca-rrera de relevos a caballo? Quiere decir que los equipos van a correr yganar pasndose las antorchas entre ellos?. Exactamente!, dice Pole-

    marco-el-hijo-de, arremetiendo en la brecha de las defensas de Scrates.Y al final de la carrera, la municipalidad ofrece un gran baile nocturno.Iremos despus de cenar, habr una muchedumbre! Innumerables jve-nes beldades, todas las amigas de Amaranta, con las que charlaremoshasta el alba. Vamos! Djese llevar!

    El joven hermano de Platn, el llamado Glaucn, capitul sin ms de-mora, y Scrates, en secreto, estaba encantado de tener que seguirlo, so-bre todo en un cortejo en que la joven Amaranta, literalmente, resplande-ca. Fue as como toda la banda desembarc en lo de pap Cfalo. Unamasa de gente vagabundeaba ya en la villa del puerto. Estaban Lisias, Eu-tidemo, las hermanas de Eutidemo acompaadas de Trasmaco, el que na-ci en Calcedonia, Carmntides, el que naci en Peania, y tambin el Cli-tofonte que es hijo de Aristnimo. Y por supuesto el viejo pap Cfalo,bien deteriorado, apoltronado en unos cojines, con una corona atravesadaen la cabeza, ya que acababa de degollar un pollo en el patio en guisa de

    sacrificio a la sospechosa diosa de la Gente del Norte.Hicieron respetuosamente un crculo en torno a ese simptico dese-cho. Y he aqu que l amonesta a Scrates:

    Querido Scrates, no se puede decir que usted descienda a menudoa estas afueras portuarias para visitarme! Claro que sera chvere, comoles he odo decir a algunos de los jvenes que lo siguen por todas partes.Si yo tuviera an la fuerza para subir fcilmente al centro de la ciudad, novaldra la pena que usted viniera hasta aqu, ira a verlo. Pero dado el es-

    tado de mis piernas, es necesario que usted venga con ms frecuencia.Tengo que confesarle que si bien, poco a poco, siento que languidecen los

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    PRLOGO 25

    placeres que se pueden obtener del cuerpo, siento que al mismo tiempoaumentan los que se obtienen de la conversacin. No le sera posible, sin

    tener que dejar por ello a esta encantadora juventud, venir aqu a me-nudo, como un amigo, como un husped familiar de esta villa?

    Scrates le responde con elegancia en un periquete:Querido Cfalo, por supuesto que puedo! En realidad, lo deseo. Es

    siempre un placer dialogar con venerables ancianos como usted; estimo,en efecto, que hace falta instruirse con ustedes acerca de la naturalezaexacta de esa ltima porcin del camino de la vida en que nos preceden yque, a nuestro turno, deberemos tomar. Ese camino es pedregoso y hostil?

    O fcil y amistoso? Le pedira de buen grado su parecer, puesto que ustedha llegado al momento preciso del que hablan los poetas, ese que ellosllaman el umbral de la vejez. Es un trance penoso de la vida? Si no, cmolo ve usted?

    Vea, querido Scrates, voy a menudo a reuniones del Crculo de an-cianos, un bello edificio que la municipalidad construy en el sur delpuerto. Evidentemente, all se evocan los buenos viejos tiempos. Casitodos los de mi edad se lamentan, corrodos como estn por el recuerdode los placeres de la juventud, el sexo, el alcohol, los banquetes, todoeso. Se irritan contra el tiempo que pasa como si hubieran perdido for-tunas. Y te digo que antes era la buena vida, y te repito que hoy no es nisiquiera una vida digna de tal nombre Hay algunos que machacancon las vejaciones que sufren en la casa. Los jvenes de su familia seaprovechan de su ancianidad, no hay ms que burlas e insolencias. Des-pus de lo cual insisten en los males de los que la vejez, segn ellos, es

    la causa. Pero en lo que a m concierne, creo que no invocan la verdaderacausa. Porque si fuera la vejez, yo sufrira tambin sus efectos, y conmigotodos aquellos, sin excepcin, que han llegado a la misma edad. Pero heconocido en persona a viejos con una disposicin completamente dife-rente. Un buen ejemplo es el inmenso poeta Sfocles. Yo estaba un daen los parajes en que un periodista que haba ido a entrevistarlo le pre-gunt, de modo debo decir bastante grosero: Pero, vamos, Sfocles, eneso del sexo, qu tal le va? Est an en estado de acostarse con una mu-

    jer?. El poeta le cerr el pico de manera soberbia: Hablas en plata, ciuda-dano!, le respondi. Es maravilloso para m estar sustrado al deseo sexual,

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    liberado, al fin, de las garras de un amo rabioso y salvaje! Tuve el intensosentimiento, entonces, de la belleza de esa respuesta, y su efecto sobre m

    no ha disminuido en modo alguno hasta ahora. Cuando llega la vejez, to-das esas historias de sexo se recubren con una suerte de libertad pacifica-dora. Los deseos se apaciguan, o incluso desaparecen, y la sentencia deSfocles se realiza por completo: uno se encuentra, en efecto, liberado deuna masa de amos tan locos como exigentes. A fin de cuentas, todas esasquejas de los viejos en cuanto a sus tribulaciones domsticas tienen unasola causa, que no es la vejez, sino las costumbres de los hombres. Paraaquellos que son disciplinados y, a la vez, abiertos, la vejez no es real-

    mente penosa. Para los que no son ni una cosa ni la otra, la juventud y lavejez son deplorables por igual.

    Como la cortesa exiga que se aprobara este tipo de parlamento, e in-cluso que se pidiera otro, Scrates, con el nico fin de darle de nuevo lapalabra al viejo, sale con una banalidad:

    Cuando usted dice estas cosas sabias y magnficas, mi querido C-falo, imagino que sus interlocutores no estn de acuerdo. Piensan que esmenos duro envejecer cuando uno est sentado sobre un montn de oro,y a sus consoladoras riquezas, ms que a la grandeza de su alma, atribu-yen esa serenidad suya. No tengo razn?

    Cfalo caza la ocasin al vuelo y recomienza por un rodeo:No me creen, claro est. Por lo dems, no afirmo que esa crtica no

    vale nada, sino que es menos decisiva de lo que ellos imaginan. Piensoen la maravillosa historia que se cuenta a propsito del Gran Almirantede la Flota. Un da, lo colma de injurias un qudam llegado de un pobla-

    cho perdido del norte, de Seriposa, creo. Usted no tiene ningn mrito pro-pio grita el tipo, un republicano furioso. Reducido a usted mismo, noes ms que un aborto! Le debe todo a la potencia de Atenas y a la devo-cin de sus ciudadanos! El Gran Almirante de la Flota, muy calmo, ledice entonces al energmeno: De acuerdo, Seor, si yo fuera de Seriposa,nadie conocera mi nombre. Pero incluso si usted fuera de Atenas, nadieconocera el suyo. Podramos inspirarnos en el Gran Almirante para res-ponderle a la gente de poca fortuna que soporta mal envejecer: Por cierto,

    puede ser que un hombre lleno de sabidura llegue difcilmente a enveje-cer con perfecta serenidad si est desprovisto, adems, de todo recurso,

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    pero es cierto que la vejez de un hombre desprovisto de toda sabidura,por ms que est forrado en oro, no ser menos sombra.

    Scrates quiere formalizar esta historia del humor de los ricos:Dgame, querido Cfalo, es usted un heredero o un self-made man?Ni una cosa ni la otra. Mi abuelo, un Cfalo tambin, era un self-

    made mantpico. Hered una fortuna comparable a la ma y la multiplicpor cinco. Mi padre, Lisanias, era un heredero hecho y derecho. En menosque canta un gallo, dividi por siete lo que haba recibido de mi abuelo,de tal manera que, cuando muri, haba un poco menos de dinero del queyo poseo actualmente. Como usted ve, levant cabeza, pero no tanto. Dado

    que no soy ni mi abuelo ni mi padre, me contento con no dejarles a mishijos ni mucho ms ni menos que lo que hered de mi padre. Un pocoms: tal es mi divisa en todas las cosas.

    Mi pregunta retoma Scrates viene de que no tengo la impresinde que usted adore el dinero. Tal es a menudo el caso de quienes, msbien herederos que self-made men, no tuvieron que hacer fortuna perso-nalmente. Los self-made menestn dos veces ms apegados al dinero quelos herederos. As como los poetas adoran sus versos, o los padres, a sushijos, los negociantes toman muy en serio los negocios, porque son supropia obra, adems de que, como cualquiera, aprecian la buena posicinque les procuran. De ah que esa gente sea pesada en sociedad: slo tieneel dinero en la boca.

    Por desgracia dice Cfalo sa es la pura verdad.Scrates aprovecha la oportunidad que l mismo suscit:Pero si los que hablan siempre de dinero son tan pesados, qu decir

    entonces del dinero mismo? No es el dinero, en realidad, lo insoportable?Segn usted, Cfalo, cul es ese bien superior a cualquier otro que la opi-nin comn discierne en la posesin de una enorme fortuna?

    Debo de ser casi el nico que lo aprecia! Situmonos en el momentoen que alguien comienza a pensar en serio que se va a morir. Es entoncespresa de preocupaciones y temores respecto de ciertas cosas que antes leimportaban poco. Recuerda historias que se cuentan a propsito del In-fierno, en especial, que all se hace justicia por las injusticias cometidas aqu.

    En otros tiempos, en cuanto bon vivant, se burlaba de esas fbulas. Ahora,en cuanto Sujeto, se pregunta si son verdaderas. Debilitado, al fin, por la

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    28 LA REPBLICA DE PLATN

    vejez, nuestro hombre, al imaginarse en el umbral del ms all, escucha conuna atencin aguda todos esos relatos fabulosos. Acosado por la descon-

    fianza y por el pavor, pasa revista a las injusticias que pudo haber cometidodurante su vida. Si encuentra que las hay en gran cantidad, entonces, por lanoche, se despierta bruscamente, aterrorizado como un nio visitado poruna pesadilla, y para l los das ya no son sino una espera envenenada. Si suexamen de conciencia no revela nada injusto, se siente entonces ganadopor una agradable esperanza, aquella a la que el poeta llama la nodriza dela vejez. Usted debe de recordar, querido Scrates, esos versos en los quePndaro describe a aquel cuya existencia fue slo justicia y piedad:

    Nodriza de la vejez,

    fiel compaera que le abriga el corazn,

    dulce esperanza, la nica que calma

    al tan mortal pensador.*

    Pndaro tiene aqu una fuerza y una exactitud sobrecogedoras! Con estosversos en la cabeza, respondo sin vacilar a la pregunta que usted me plan-tea: la riqueza del propietario es muy ventajosa, pero no en general, sinopara el hombre que sabe servirse de ella con el fin de dar pruebas de equi-dad. Equidad quiere decir aqu: no servirse nunca de la mentira ni de laapariencia, ni siquiera involuntariamente; no tener ninguna deuda conquien sea, ni con un hombre a quien se le deba dinero, ni con un diosa quien se le deba un sacrificio. En resumen: no tener ninguna razn porla cual temer la partida hacia el ms all. Es evidente que es mucho ms

    fcil ser equitativo cuando uno es un rico propietario, y sa es una ventajaenorme. La riqueza tiene muchas otras, lo sabemos, pero si las examinouna por una, no veo ninguna que, para un hombre plenamente capaz depensar, sea ms importante.

    Qu hermoso discurso! exclama Scrates. Pero en cuanto a estavirtud de la justicia, cuya importancia usted acaba de subrayar, diremosque la hemos analizado a fondo con las dos propiedades que usted le reco-

    * En el original: Nourrice du grand ge, / Elle est sa vraie compagne et lui chauffe lecur / La suave esprance, la seule qui soulage / Le trop mortel penseur. [N. de la T.]

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    noce: en las palabras, la verdad, y en la vida prctica, la devolucin de loque le han prestado? La dificultad, me parece, es que una accin conforme

    a estas dos propiedades puede ser algunas veces justa, otras, injusta. Tomoun ejemplo: alguien le ha pedido prestadas unas armas a un amigo con mu-cho sentido comn, pero ese amigo se vuelve loco de atar y le reclama susarmas, quin va a afirmar que es justo devolvrselas, o incluso querer atoda costa decirle toda la verdad y nada ms que la verdad a ese enfermomental?

    En todo caso, yo no! dice Cfalo.Ve usted muy bien que con decir la verdad y devolver lo que le

    han prestado no logramos una definicin de la justicia.Polemarco, que an no haba dicho ni po, sale bruscamente de su

    reserva:Si hay que confiar en el inmenso poeta que es Simnides, es, por el

    contrario, una excelente definicin.Veo que no hemos salido del paso retoma el viejo Cfalo. Los dejo

    continuar con el hilo de la discusin. Todava tengo que organizar el sa-crificio de un chivo negro.

    En suma bromea Scrates, Polemarco hereda su conversacinafortunada!

    Eso es! sonre Cfalo.Y desaparece para siempre del debate que nos ocupa y que durar los

    protagonistas no lo sospechan ni por asomo ms de veinte horas!Y bien retoma Scrates, vuelto hacia Polemarco, usted, el here-

    dero de las rplicas, dganos un poco por qu tiene en tan viva estima las

    palabras sobre la justicia de Simnides, el poeta.Cuando Simnides declara que es justo devolverle a cada quien loque le es debido, me digo: ha hablado muy bien.

    Ah, ese Simnides! Sabio, inspirado! Cmo no seguirlo? Dichoesto, cul puede ser el sentido de lo que l cuenta sobre la justicia? Losabe usted, Polemarco? Yo, en todo caso, no tengo ni la ms mnima idea.Est claro, con todo, que l no afirma es el contraejemplo que acabamosde citar que hay que devolverle, a un tipo loco por completo que la re-

    clama, la pistola que l le confi a alguien. Sin embargo, es sin duda algoque se le debe, no?

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    S.Estbamos de acuerdo en que si le han confiado a usted esa pistola,

    no es porque se la reclama su propietario, que se volvi loco de atar, quehay que devolvrsela. Simnides, el sabio poeta, quiere decir entonces otracosa que lo que dice cuando enuncia que es justo devolver lo que se debe.

    Es obvio que lo que tiene en mente es otra cosa. Devolver quieredecir que se les debe devolver a los amigos las pruebas de amistad quenos dan. A los amigos se les hace el bien, y ningn mal.

    Vaya, todo se aclara! Un prestatario que restituye a un prestador eldinero que ste le ha prestado no le devuelve verdaderamente al prestador

    lo que le es debido si esa restitucin, por parte del prestatario, as como suaceptacin por parte del prestador, son perjudiciales para el llamado pres-tador, y si adems prestador y prestatario estn vinculados por la amistad.Uf! Es entonces se, a su parecer, el sentido de la frase de Simnides?

    Exacto.Y a los enemigos mismos, hay que devolverles aquello que, por un

    malvolo azar, uno se encuentra en situacin de deberles?Y cmo! Lo que uno les debe, se lo devuelve! Y lo que se le debe a

    un enemigo, en la medida en que eso es lo que conviene a un enemigo, es:el mal!

    En calidad de verdadero poeta, se dira, Simnides transform en unoscuro enigma la definicin de la justicia. Sostiene si lo sigo bien a us-ted que sera justo restituirle a cada quien lo que le conviene y que lllam, curiosamente, lo que le es debido.

    Y entonces se irrita Polemarco, dnde est el problema?

    A este grado de profundidad potica, slo el gran Otro puede sa-berlo. Supongamos que el gran Otro le pregunta al poeta: Simnides! Elsaber hacer que se llama medicina, a quin le restituye lo que le con-viene o, en tu jerga, lo que le es debido?. Qu respondera nuestro poeta?

    Simple como un cubo! Respondera que la medicina restituye a loscuerpos remedios, alimentos y bebidas.

    Y el cocinero?El cocinero? Qu cocinero? dice Polemarco, enloquecido.

    A quin le da lo que le conviene, o lo debido, si usted prefiere? Enqu consiste ese don?

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    decir. Para esa colocacin, el experto es el hombre justo o el jugador pro-fesional? Vamos con otro ejemplo: usted construye una casa. Para dispo-

    ner como corresponde, segn las reglas, los ladrillos y las piedras, quines ms til, quin es el mejor: el hombre justo o el albail? Vamos todavacon otro: el msico es, con toda seguridad, mejor que el justo para tocarlas cuerdas de una guitarra segn la convencin que rige los acordes. En-tonces, para qu asuntos en que est en juego una regla simblica es eljusto mejor partenaireque el jugador, el albail o el guitarrista?

    Creo que lo es en los asuntos de dinero.Qu asuntos de dinero? Si uno se sirve del dinero, por ejemplo, para

    comprar un caballo, el buen consejero, el hombre de los smbolos eficaces,ser el fino caballero; si uno vende un barco, vale ms que se asocie conun marino que con un justo, que no conoce nada de eso. Se lo vuelvo apreguntar, pues, con insistencia: en qu asuntos en que hay que cobrar ogastar dinero ser el justo ms til que los otros?

    Pienso que cuando se quiere recuperar sin prdida el dinero que seha depositado o prestado.

    En suma, es cuando uno no tiene la intencin de servirse del dineroy lo deja dormir? Eso s que es muy interesante! La justicia sirve en la me-dida misma en que el dinero no sirve para nada

    Me temo que s.Prosigamos en esta va prometedora. Si uno quiere dejar enmohecer

    un ordenador en su armario, la justicia es til; si uno quiere servirse de l,es til el informtico; si hay que guardar en un rincn del desvn un vio-ln polvoriento o un fusil oxidado, es ah donde la justicia es indispensa-

    ble! Porque si uno quiere tocar un concierto o matar un faisn, vale msun violinista o un cazador.No veo bien adnde quiere llegar.A lo siguiente: si seguimos al poeta Simnides, sea cual fuere la

    prctica considerada, la justicia es intil en la accin y til en la inaccin.Extraa conclusin! Qu piensas de ella, amigo Polemarco? se

    mofa Amaranta.Scrates remacha el clavo:

    En suma, para Simnides y para usted, la justicia casi no tiene impor-tancia. Qu vale algo que no es til sino en la medida en que es intil?

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    Pero hay algo todava peor! Usted admite, supongo, que un boxeador pro-fesional cuyo golpe es temible sabe tambin guardarse de los golpes del

    adversario. O bien, que aquel que sabe protegerse de una infeccin sexualtransmisible es tambin el que sabe contaminar a su partenairesin queste o sta tengan la ms mnima sospecha.

    Amigo Scrates! se queja Polemarco. Usted no deja piedra sinremover! Es un delirio! A qu vienen en todo esto la sfilis o el sida?

    Permtame un ltimo ejemplo. El que se muestra como impecabledefensor de un ejrcito en campaa y el que sabe hurtarle al enemigo susproyectos y sus planes de accin, no son un nico y mismo hombre?

    S, s, por supuesto! Sus ejemplos no hacen ms que repetir la mismaidea

    y la idea es la siguiente: si alguien est dotado para la guardia,tambin est dotado para el robo.

    No es eso, en el fondo, una banalidad?Tal vez, tal vez Pero entonces, si el justo est dotado para guardar

    el dinero que le han confiado, est igualmente dotado para robarlo.Es all adonde quera llegar el clebre Scrates?El duelo Scrates-Polemarco toma un sesgo reido. Glaucn y Ama-

    ranta cuentan los puntos:Pues s! replica Scrates. El justo, tal como usted lo ha definido,

    nos aparece de pronto como una especie de ladrn. Y creo que ustedaprendi esa extraa doctrina en Homero. En efecto, nuestro poeta nacio-nal adora al abuelito de Ulises, el llamado Autlico, del que cuenta engo-losinado que, en lo que se refiere al robo y al perjurio, no le tena miedo a

    nadie. De eso deduzco que para Homero, para Simnides y para usted,querido Polemarco, la justicia es el arte del ladrnPero no! Pero para nada! lo interrumpe Polemarco. a condicin de que ese arte contina Scrates, sin perturbarse

    beneficie a los amigos y perjudique a los enemigos. Robarles a los enemi-gos para darles a los amigos, no es sa su definicin de la justicia? O hecomprendido mal?

    Usted me parte la cabeza. Ya no s ni siquiera lo que quera decirle.

    Pero me mantengo con firmeza en un punto: la justicia consiste en bene-ficiar a los amigos y perjudicar a los enemigos.

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    Y a qu llama usted un amigo? Al que le pareceque es un buentipo o al que esverdaderamente un alma bella, incluso si no tiene esa apa-

    riencia? Y le hago la misma pregunta en cuanto al enemigo.Es conveniente amar a aquellos a los que uno juzga que son almas

    bellas y detestar a los canallas.Pero puede ocurrir, como usted bien sabe, que nos equivoquemos: a

    veces vemos almas bellas all donde no hay sino canallas, y canallas dondetodo el mundo es honesto. En tal caso, los buenos son nuestros enemigos,y los malos, nuestros amigos.

    Desgraciadamente s, eso ocurre, es un hecho concede Polemarco.

    Siguiendo esta misma hiptesis, vemos si aceptamos la definicinde Homero, la de Simnides y la suya que es justo beneficiar a los cana-llas y perjudicar a las almas bellas. Como las almas bellas son justas ynunca cometen injusticias, debemos concluir que, segn usted, es justoperjudicar a quienes nunca son injustos.

    Pero qu me est diciendo? Slo un canalla puede pensar as!Entonces, es a los injustos a los que es justo perjudicar y a los justos

    a los que sera injusto no beneficiar?Ah! Eso s que est mucho mejor!Pero ahora, desde el momento en que alguien se equivoc acerca de

    la verdadera naturaleza de la gente, puede ser que sea justo, en lo que leconcierne, perjudicar a sus amigos, que resultan ser canallas, y tambinjusto beneficiar a sus enemigos, que son almas bellas. Eso es exactamentelo contrario del discurso que le atribuimos a Simnides.

    Scrates, contento, se vuelve hacia los jvenes: marc un punto, no?

    Pero Polemarco no se deja torear:Ese bello razonamiento slo muestra una cosa, Scrates, y es quenuestra definicin de los amigos y de los enemigos no es correcta. Hemosdicho que es amigo el que nos pareceun alma bella. Hay que decir: elamigo es aquel que, a la vez, parecey esun alma bella. El que parece serlosin serlo no es un amigo, es slo su apariencia. De la misma manera consi-deraremos el ser y el aparecer en el caso del enemigo.

    Magnfico! El alma bella es entonces el amigo, y el canalla, el ene-

    migo. En consecuencia, tenemos que transformar la definicin de la justi-cia, que era: es justo hacer el bien a un amigo y el mal a un enemigo. En

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    realidad, hay que decir: es justo hacer el bien al amigo que es un almabella, y el mal a un enemigo que es un canalla.

    Creo dice Polemarco, aliviado por este acuerdo aparente que he-mos encontrado la solucin del problema.

    Pero Scrates, con una sonrisa de costado:No tan rpido! Una preguntita todava. La naturaleza del hombre

    justo lo autoriza a perjudicar a su prjimo, sea quien fuere?Por supuesto! Usted acaba de decirlo: hay que perjudicar a todos

    los canallas que son enemigos por aadidura.A propsito de los caballos, se dice

    Los caballos? se sobresalta Polemarco. Por qu los caballos?Ningn caballo fue nunca el canalla enemigo de nadie!

    se dice se obstina Scrates que si se los maltrata, no mejoran.Es archiconocido! Maltratar a un caballo es convertirlo en un caballejo.Y a propsito de los perrosAhora los perros? Pero caracoles! Buscamos a la justicia en un

    zoo!No, slo constato, examino, comparo. Si uno maltrata a los caballos,

    empeoran, en lo que respecta a lo que es la virtud propia del caballo, queconsiste en galopar derechito llevando alegremente a su caballero, la corazade su caballero, su espinillera, su lanza y su equipo completo. Desde luego,la virtud propia del caballo no es la del perro, en absoluto. No es cosa deperros llevar al acorazado con su espinillera. Lo que es cierto es que, si unomaltrata a un perro, se vuelve o bien temeroso, o bien feroz, pero en todoslos casos, muy malo en lo que respecta a su virtud propia de perro doms-

    tico, que no es lo digo de nuevo la del caballo. O sea que es cierto en elcaso de los perros y en el de los caballos.Que es cierto qu, Scrates? Nos est atolondrando.La verdad es que, si uno los maltrata, desnaturaliza su virtud propia.

    Del caballo y del perro al hombre, la consecuencia es buena? Si uno mal-trata a la especie humana, no se vuelve peor, en lo que respecta a su vir-tud propia?

    Comprend! Usted introduce al hombre por el caballo! La conclu-

    sin me parece excelente. Habra que determinar an cul es la virtudpropia del hombre. No es como galopar o ladrar!

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    Pero si es de eso de lo que hablamos desde el inicio de la tarde!Afirmamos que la virtud propia de la especie humana es la justicia!De

    nuestra comparacin resulta entonces que, si se maltrata a los hombres,se los hace ms injustos de lo que eran. O sea que es imposible que unjusto maltrate a quien fuere.

    Espere! Hay algo que me falta aqu, no veo la lgica del razonamiento.Un msico no puede, slo por el efecto de su msica, crear a un

    analfabeto musical, como tampoco un caballero, slo por su arte ecuestre,a un ignorante total del caballo. Y sostendramos que un justo puede,slo por el efecto de su justicia, hacer a alguien ms injusto de lo que es?

    O, para abreviar, que la virtud de los buenos es lo que engendra a los ca-nallas? Es absurdo, tanto como sostener que el efecto del calor es enfriar oel de la sequedad, mojar. No, no puede estar en la naturaleza de un almabella perjudicar a quien fuere. Y como el justo es un alma bella, no est ensu naturaleza perjudicar a su amigo, aunque ste fuera un canalla, ni, porlo dems, perjudicar a quien sea. sa es una propiedad del injusto que, ls, es un canalla.

    Aturdido, Polemarco capitula:Temo que debo rendirme. Usted es demasiado fuerte para m.Scrates remata al interlocutor:Si alguien, incluso Simnides, incluso Homero, sostiene que la justi-

    cia equivale a devolverle a cada uno lo que se le debe, y si su pensamientosubyacente es que el hombre justo debe perjudicar a sus enemigos y be-neficiar a sus amigos, sostendremos con arrojo que esos argumentos sonindignos de un sabio. Porque, sencillamente, no son verdaderos. La ver-

    dad que nos ha aparecido en todo su esplendor en el hilo del di-logo es que nunca es justo perjudicar. Que de Simnides a Nietzsche,pasando por Sade y tantos otros, se haya sostenido lo contrario no nosimpresionar ms, ni a usted ni a m. Amn de eso, mucho ms que alos poetas o a los pensadores, la mxima es justo perjudicar a susenemigos y beneficiar a sus amigos me parece apropiada para los Jer-jes, Alejandro, Anbal, Napolen o Hitler, para todos aquellos en quie-nes la extensin del poder, por un tiempo, provoc una suerte de

    embriaguez.

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    Y Polemarco, conquistado:Es a toda una visin del mundo a la que usted nos convoca! Estoy

    dispuesto a librar batalla a su lado.Entonces, comencemos por el comienzo. Si la justicia no es lo que

    los poetas y los tiranos sostienen que es, qu puede ser?