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Piketty para dummies Si se estudia bien este resumen podrá presumir frente a sus amigos sobre economía, pelearse con los que opinen diferente o terminar tomando unas cañas con unas olivas impresionantes. Yo me quedo con la última opción. ¡Salut! ¿Qué dice el economista de moda? ¿Y qué dicen de él sus colegas? Después de dedicar un centenar de páginas a los misterios de la ratio capital/renta nacional (en los que en seguida entraremos), Piketty abre un paréntesis en su ensayo para describir qué aspecto tendrá el mundo hacia el que nos empujan “las leyes fundamentales del capitalismo”. No necesita realizar un gran alarde de prospectiva. Le basta con acudir a Papá Goriot, la novela de Honoré de Balzac. En ella, escribe Piketty, se nos cuenta cómo Eugène de Rastignac, vástago de una familia de la aristocracia rural venida a menos, llega a París para cursar Derecho. Rápidamente se enamora de la bella Delphine, pero sus ilusiones se desmoronan en cuanto descubre “el cinismo de una sociedad totalmente corrompida por el dinero”. “El momento más oscuro de la obra”, prosigue Piketty, se produce cuando “el turbio Vautrin” le desvela “que es ilusorio creer que el éxito se puede alcanzar mediante el esfuerzo”. “¿Quiere el barón de Rastignac ser abogado? ¡Perfecto!”, le dice. “Tendrá que pasarlo mal 10 años […], besar el dobladillo de un procurador para lograr pleitos, barrer con la lengua el palacio de justicia. […] No seré yo quien lo disuada, pero ¿puede darme el nombre de cinco abogados que ganen más de 50.000 francos al año?” Por el contrario, esa misma suma podría percibirla fácilmente casándose con la señorita Victorina, fea y sin el menor encanto, pero potencial heredera de una fortuna. Únicamente debe eliminar al hermano que la precede en el testamento… Rastignac se revuelve indignado ante la sugerencia. “¡Silencio, señor, no quiero volver a oír hablar de ello!”, replica. Pero se aleja con la incómoda sensación de que acaba de aprender sobre el mundo más “de lo que todos los hombres y los libros me han dicho”.

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Piketty para dummies

Si se estudia bien este resumen

podrá presumir frente a sus amigos

sobre economía, pelearse con los

que opinen diferente o terminar

tomando unas cañas con unas

olivas impresionantes. Yo me quedo

con la última opción. ¡Salut!

¿Qué dice el economista de moda? ¿Y qué dicen de él sus colegas? Después de dedicar un centenar de páginas a los misterios de la ratio capital/renta nacional (en los que en seguida entraremos), Piketty abre un paréntesis en su ensayo para describir qué aspecto tendrá el mundo hacia el que nos empujan “las leyes fundamentales del capitalismo”. No necesita realizar un gran alarde de prospectiva. Le basta con acudir a Papá Goriot, la novela de Honoré de Balzac. En ella, escribe Piketty, se nos cuenta cómo Eugène de Rastignac, vástago de una familia de la aristocracia rural venida a menos, llega a París para cursar Derecho. Rápidamente se enamora de la bella Delphine, pero sus ilusiones se desmoronan en cuanto descubre “el cinismo de una sociedad totalmente corrompida por el dinero”. “El momento más oscuro de la obra”, prosigue Piketty, se produce cuando “el turbio Vautrin” le desvela “que es ilusorio creer que el éxito se puede alcanzar mediante el esfuerzo”.

“¿Quiere el barón de Rastignac ser abogado? ¡Perfecto!”, le dice. “Tendrá que pasarlo mal 10 años […], besar el dobladillo de un procurador para lograr pleitos, barrer con la lengua el palacio de justicia. […] No seré yo quien lo disuada, pero ¿puede darme el nombre de cinco abogados que ganen más de 50.000 francos al año?”

Por el contrario, esa misma suma podría percibirla fácilmente casándose con la señorita Victorina, fea y sin el menor encanto, pero potencial heredera de una fortuna. Únicamente debe eliminar al hermano que la precede en el testamento…

Rastignac se revuelve indignado ante la sugerencia. “¡Silencio, señor, no quiero volver a oír hablar de ello!”, replica. Pero se aleja con la incómoda sensación de que acaba de aprender sobre el mundo más “de lo que todos los hombres y los libros me han dicho”.

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El dilema que Vautrin le ha planteado es, según Piketty, la consecuencia natural de “la estructura de ingresos” de la Francia de la Restauración, donde el talento era incapaz de “suministrar el mismo bienestar que la riqueza heredada”. La Revolución Industrial había sustituido la mano de obra por máquinas y sus dueños se estaban quedando con un pedazo creciente de la renta nacional en perjuicio de los asalariados.

Este protagonismo del capital en la economía solo se frenaría a partir de la Primera Guerra Mundial. En Francia pasó de suponer siete veces la riqueza total entre 1700 y 1910 a apenas 2,5 en 1950. “El trabajo y el estudio se convirtieron entonces en las vías más seguras hacia el éxito”, escribe Piketty.

Por desgracia, la tendencia se ha invertido y en 2010 el capital sextuplicaba la renta nacional, un nivel próximo al que tenía en la época de Balzac.Simultáneamente, la distancia entre ricos y pobres se ha ido ampliando. Si en la América de Dwight Eisenhower un directivo ganaba 20 veces más que sus empleados, en 2011 Tim Cook cobró 378 millones de dólares, unas 6.000 veces el sueldo medio de Apple.

Se trata de desequilibrios “insostenibles”, según Piketty. Y se pregunta si “los valores meritocráticos en los que una sociedad democrática se basa” podrán resistir.

Pasión infantil. Thomas Piketty (Clichy, 1971) es hijo de una pareja de sesentayochistas que, tras militar en la izquierda trotskista, se retiraron una temporada a criar cabras en el sur de Francia. Este entorno familiar lo orientó desde el principio al estudio de la justicia social. Se doctoró en 1993, con una investigación sobre la redistribución de la riqueza que recibiría el premio a la mejor tesis del año, y empezó a dar clases en el Instituto Tecnológico de Massachussets. Pero la labor de sus colegas americanos no lo convencía del todo. Los veía entregados a “una pasión infantil por las matemáticas”, que les procuraba una reconfortante ilusión de cientificidad “sin tener que responder a las preguntas verdaderamente complejas del mundo en que vivimos”. Su propia tesis doctoral “consistía en unos teoremas relativamente abstractos” sin apenas datos históricos. De hecho, desde que Simon Kuznets publicara en 1953 sus estadísticas de ingresos en Estados Unidos, prácticamente no se había realizado ningún esfuerzo significativo para mejorarlas. Decidió que él se encargaría. Renunció a su plaza en el MIT, regresó a Francia y, a partir de los registros tributarios, empezó a construir lo que Branco Milanovic considera “una impresionante base interactiva”, que incluye series sobre la evolución de la renta de más de 20 países. Este caudal de información sacó a la luz un hecho inquietante. Aunque en general los economistas admitían que las diferencias se habían agudizado desde los años 80, nadie

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era consciente del grado de polarización. Los números de Piketty demostraban que en Estados Unidos el 1% más rico había duplicado su porción del pastel y estaba acaparando el 20% de todas las rentas, como a principios del siglo XX.

Este fenómeno no encajaba con las explicaciones canónicas sobre la desigualdad, que atribuían su aumento a que las empresas modernas demandaban trabajadores muy preparados y, por tanto, habían abierto una brecha entre su remuneración y la de la mano de obra menos cualificada. El 1% más rico no había recibido una educación sustancialmente distinta. ¿Cuál era la fuerza que impulsaba sus abultados ingresos?Ése es el meollo de El capital en el siglo XXI, el libro que causa furor en Estados Unidos.

La fórmula. “Por definición”, escribe Piketty, “la desigualdad […] es el resultado de sumar dos componentes: la desigualdad de las rentas del trabajo y la desigualdad de las rentas del capital”. En principio, es perfectamente plausible una sociedad en la que haya grandes diferencias salariales y el capital esté equitativamente distribuido, pero lo habitual es lo contrario: que el empleo esté muy repartido y el capital se concentre en unas pocas manos (los ciudadanos de a pie no tienen fábricas). Esto significa que cuanto mayor sea la proporción de capital en una economía (la famosa ratio capital/renta nacional), mayor será la desigualdad. Durante décadas, los expertos en desarrollo creyeron que, en el largo plazo, se mantenía un equilibrio entre las rentas del capital y las del trabajo. Es lo que predecían los modelos de Kuznets y de Robert Solow, y es lo que sucedió en el siglo XX. Pero Piketty sostiene que se trató de un efímero paréntesis. La tasa de retorno del capital (r), que determina la velocidad a la que la riqueza se reproduce a sí misma, ha sido históricamente muy superior al crecimiento de la economía general (g): el 5% frente al 2%. Este patrón, que Piketty resume en la expresión “r > g”, hace que el capital tienda a expandirse y sus rentas devoren las de los asalariados. “La reducción de la desigualdad que tuvo lugar en la mayor parte de los países desarrollados entre 1910 y 1950”, escribe, “fue sobre todo el resultado de la guerra y de las políticas adoptadas para gestionarla”. Los bandos combatientes en los dos conflictos mundiales se dedicaron a destruirse mutuamente el stock de capital. Además, los Gobiernos aplicaron a las grandes fortunas una fiscalidad muy progresiva que redujo su rentabilidad. Finalmente, la economía creció vigorosamente como consecuencia de la incorporación masiva de tecnología y delbaby boom. Por eso, durante unas décadas, g superó a r.

Pero las aguas han vuelto a su cauce. La paz y los recortes de impuestos adoptados por Reagan y Thatcher han permitido a los ricos rehacer su patrimonio, que ha recuperado la velocidad de crucero del 5%. A su vez, el crecimiento no solo se ha ralentizado, sino

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que ha caído por debajo de la media histórica debido al desplome de la natalidad. La brecha entre r y g se ha agrandado, empujando ineluctablemente Occidente hacia una de esas sociedades abundantes en capital en las que a los jóvenes ambiciosos les resulta más conveniente dedicarse a cazar herederas que a estudiar. “Mis conclusiones son menos apocalípticas que las de Marx”, dice no obstante Piketty. La acumulación de riqueza no es inexorable. Hay “políticas que neutralizan los efectos de esta lógica implacable”. No es sencillo impulsar el crecimiento, porque depende de variables exógenas como la demografía y la innovación, pero sí podemos reducir el retorno del capital gravando con tipos de hasta el 80% las rentas de la “oligarquía financiera” e implantando una tasa universal del 1% a los patrimonios de entre uno y cinco millones de dólares y del 2% a los que rebasen esa cantidad. (Esto último parece poca cosa, pero empiece a sumar la casa, el pisito de la playa, los ahorros y verá cómo no es tan difícil plantarse en el millón. Y el 1% son 10.000 dólares. Cada año).

Méritos y deméritos. Incluso los más feroces críticos de Piketty reconocen el extraordinario mérito que supone documentar la distribución de la renta a lo largo de 300 años. A la luz de sus datos, habrá que revisar la optimista hipótesis de Kuznets, que preconizaba que las grandes diferencias sociales son características de las fases tempranas de desarrollo y que, a medida que un país progresa, se vuelve más igualitario. Más cuestionable resulta, sin embargo, la asunción de que r superará siempre ag. Piketty aporta una abrumadora evidencia histórica, pero, como cualquier inversor sabe, rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras. “Puede estar desafiando una de las leyes fundamentales de la teoría económica”, advierte Branco Milanovic en su por lo demás entusiasta reseña de El capital en el siglo XXI: “el rendimiento decreciente de los factores de producción”. Un tractor multiplica la cosecha por 10, pero 10 tractores no la multiplican por 100, porque se estorban y porque la tierra no da más de sí. El rendimiento decrece con cada máquina nueva y llega un momento en que no resulta rentable incorporar ninguna más. Otro problema de Piketty es que establece una relación mecánica entre el peso del capital en una economía y el tipo de sociedad que origina. Es posible que en la Francia actual haya tantos rentistas como durante la Restauración, pero es obvio que no hemos regresado al mundo de Rastignac. La riqueza está menos concentrada. Los ciudadanos de a pie no tienen fábricas, pero muchos poseen acciones y un porcentaje todavía mayor es propietario de una vivienda. De hecho, cuando se descuenta el valor de los pisos, “la participación del capital en la renta nacional no varía o sube levemente [desde 1950]”, concluyen Odran Bonnet y otros tres investigadores del Instituto de Ciencias Políticas de París.

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Tampoco hay mucha evidencia de que la casta de los megamillonarios se esté perpetuando gracias a la autorreplicación del capital. “Cuando Forbes comparó sus listas […] de 1982 y 2012”, escribe el exsecretario del Tesoro Lawrence Summers, “comprobó que menos del 10% seguían allí, a pesar de que una significativa mayoría se habría mantenido de haberse limitado a acumular su patrimonio a una tasa del 4%. Han salido debido a la propensión al gasto y la donación o a inversiones desafortunadas. Del mismo modo”, añade, “los datos indican, en contra de Piketty, que los ricos […] por herencia están en franco declive”. Además, como apunta Martin Wolf en Financial Times, “la desigualdad importa menos [cuando] hasta los pobres disfrutan de bienes […] inalcanzables a los ricos hace apenas unas décadas”.

“La población mundial que vive con menos de dos dólares al día ha pasado del 80% al 20% desde 1910”, recuerda Javier Díaz-Giménez, profesor del IESE. “¿Que los ricos son cada vez más ricos? Quizás, pero ¿qué más da lo que gane Bill Gates? ¿Por qué eso es relevante? Los que importan son los que viven en la miseria, y de ésos hay menos”.

Poco que aportar. De todas las reseñas que he analizado para redactar este reportaje, el óscar a las más entusiastas corresponde ex aequo a las de Robert Solow y Paul Krugman. Los dos nobeles se deshacen en elogios. “Thomas Piketty tiene razón”, titula el primero. “El

capital en el siglo XXI es un libro extremadamente importante”, observa el segundo. Pero ni uno ni otro disimulan su decepción ante la incapacidad de Piketty para explicar la concentración de renta en el 1% de la población (que es lo que se suponía que venía a aclararnos). Solow reconoce que “tiene poco que aportar” a la comprensión del fenómeno. Krugman es más directo. Dice que el ascenso de los muy ricos en Estados Unidos “no tiene mucho que ver con la acumulación de capital [sino] con las enormes compensaciones” que perciben los directivos de las grandes compañías, y que son en gran medida consecuencia de que las deciden ellos mismos. “Si Rastignac viviera hoy”, concluye Krugman, “Vautrin no sabría si aconsejarle que se hiciera gestor de un hedge

fund o que se casara por dinero”.

Camino evitable.

Así que Piketty ha hecho un gran trabajo exhumando datos, pero su interpretación presenta lagunas. ¿Y qué tal ha caído la idea del superimpuesto? Él mismo se muestra escéptico sobre su viabilidad, y su sospecha la avala la propia andadura editorial de El

capital en el siglo XXI. Mientras en Estados Unidos arrasa, en Francia ha pasado sin pena ni gloria. ¿Por qué?

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Un posible motivo es que, como subrayó Libération, Piketty no es uno de los nuestros: no habla de “dominación social y cultural, violencia, explotación, alienación laboral, clases, lucha, etcétera”. Pero hay otra razón, y es que sus compatriotas ya saben lo que dan de sí sus propuestas. Piketty está vinculado al Partido Socialista y desempeñó un papel clave en la imposición de un gravamen del 75% a los millonarios. “Muchos otros países seguirán inevitablemente este camino”, proclamó.

Pero hasta a Francia le está costando seguirlo. El tributo ha superado a duras penas el filtro del Constitucional y, mientras su eficacia contra la injusticia está por ver, ya ha desatado una fuga de fortunas: Arnault quiere irse a Bélgica, Dépardieu se ha hecho ruso… Parece que no hay caminos inevitables y que la historia del capital en el siglo XXI está aún por escribirse.

Piketty para dummies 1: una introducción

Es difícil plantearse seriamente hacer una reseña sobre la obra Capital de Piketty sin sentir que uno se está metiendo en un berenjenal del que puede ser muy difícil salir.

Que se metan otros. De hecho, ya más de uno se ha lanzado a la aventura. Solo hace falta googlear a Piketty para encontrar miles de reseñas de su obra.

Mejor seguiré otro camino: intentar reflexionar sobre su libro en clave particular. Esbozar algunas ideas. Intentar comprender a través de algunas preguntas clave. Fáciles. Pensadas para el vago que tenga suficiente interés en la economía pero no la voluntad, el tiempo, el empeño o lo que sea de leer este tocho de más de 600 páginas.

¿Qué necesidad hay? Para eso está el Canguro que intentará de forma directa y sin tecnicismos llevar al lector las principales premisas de esta obra.

El formato de pregunta y respuesta me parece adecuado cuando hay que hablar de temas un poco más áridos y los interrogantes que se plantea este dummy imaginario bien se los podría haber planteado el Canguro en otro momento de su vida. Lo haremos en cuatro entregas por las misma razón: no queremos cansar al lector.

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En definitiva, esta es una guía para inútiles, como lo soy yo en muchos terrenos, que en un lenguaje claro y poco académico intentará responder a las cuestiones clave que plantea Piketty en su libro.

Espero que el lector después de leer esta reseña pueda fanfarronear por ahí de haber leído una de las obras económicas más importantes de los últimos años.

Al fin y al cabo, estoy ayudando al mismo PIketty cuando dice que quiere acercar la economía a todo el mundo. “La economía es algo demasiado serio para dejarlo en manos de los economistas.[1]”

Piketty para dummies intenta dar un paso. En plan callejero y con ejemplos reales intentaremos dar respuesta a todos aquellos planteos que nos hacemos día a día sin ser eruditos. Al fin y al cabo, la filosofía debería estar para eso y no para dejarla en manos del par de académicos de turno.

Vayamos al fango. Puede que sea un camino un poco tortuoso pero sin duda así es el conocimiento y por eso nos gusta. Si fuera fácil, aburriría.

No digan que no les avisé.

¿Qué es lo que hace la obra de Piketty tan interesante para un economista y para el

mundo en general?

Primeramente, pone de relieve uno de los grandes temazos que los economistas solemos estudiar de pasada y que no ocupa mucho tiempo en nuestras cotidianas inquietudes académicas e intelectuales. En concreto, Piketty pone en el centro del análisis económico la cuestión de la distribución del ingreso.

Por otra parte, si te encanta la historia económica y la estadística, este es tu libro. Un relato histórico sustentado en datos es lo que esperábamos muchos de lo que estábamos cansados de oír verdades a medias, prejuicios y creencias sin fundamento acerca de nuestro pasado económico. En ese sentido, Piketty pone un poco de luz en el camino.

¿Y qué es lo novedoso de esta obra?

Primero, que está escrita en un lenguaje llano. Para el público en general. Es una obra didáctica que cualquier lego puede seguir sin problemas con un poco de voluntad. El

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autor nos demuestra que es posible tratar temas complejos sin recurrir a fórmulas matemáticas.

Y para los economistas que teníamos apolillados algunos temas nos viene bien rescatar algunos conceptos que son básicos para entender la desigualdad. En especial, conceptos macroeconómicos, como ingreso, riqueza, tasa de retorno del capital, etc.

Segundo, ¡que su análisis se basa en datos! No hay reflexión, excepto en los capítulos finales. Toda la obra está recorrida por la serie de datos con la que ha estado trabajando en los últimos años.

Y acá está el valor agregado de Piketty: se ha pasado años y años recopilando cifras de los principales países europeos y de Estados Unidos para poder formar una mega serie que va desde mediados del siglo XVIII a la actualidad (lo cual también le permite hacer algunas estimaciones interesantes sobre la desigualdad en el siglo XXI). Como un obsesivo coleccionista de estampillas, ha recopilado dato por dato, país por país con el suficiente detalle que solo un verdadero friki de los números y del pasado puede hacerlo.

Tercero, no solo quiere estudiar el nivel desigualdad de los países. Ese dato es interesante pero mucho más interesante es conocer cuál es la estructura de la desigualdad. Lo veremos más adelante.

Cuarto, su análisis no es de largo plazo, es de larguísimo plazo y esto nos otorga muchas ventajas. Cuando nos alejamos de un hecho concreto y lo vemos en perspectiva su relevancia cambia. Piketty juega mucho con esto y lo veremos a lo largo de su obra.

Quinto, da una gran relevancia a los estudios de población. A menudo, este es un tema del que no se habla con la suficiente profundidad. El autor lo hace y lo ubica en el centro del análisis económico.

Piketty nos hace un relato histórico sobre el capital, nos da referencias literarias y nos cuenta en qué punto estamos. Todo con rigor científico y sin fanatismos.

Y ahora hablando en serio: ¿qué hace exactamente Piketty?

Básicamente, lo que hace es continuar la ya famosa serie empezada por Simon Kuznets para Estados Unidos que lo llevó a escribir su célebre paper “Economic Growth and Income Inequality[2]” en donde se dio nombre a su famosa “curva de Kuznets”. Las conclusiones a las que llegará Piketty serán diametralmente opuestas a las de Kuznets pero antes de continuar…

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¿Qué decía Kuznets?

De acuerdo a sus datos, la desigualdad en las primeras etapas de desarrollo aumenta y luego disminuye a medida que el país se va industrializando. Se supone que en fases avanzadas de desarrollo económico una porción más grande de población es capaz de disfrutar de los frutos del crecimiento económico. De alguna manera, esta teoría podía explicar el desempeño económico de Estados Unidos durante buena parte del siglo XX: una fase de industrialización con gran desigualdad durante las últimas décadas del siglo XIX y un aumento de la igualdad a medida que entramos en el siglo XX, en especial a partir de la posguerra.

Por otra parte, su explicación optimista del capitalismo de entonces servía a los intereses del país que intentaba mostrar la conveniencia de que los países en desarrollo no cayeran en la órbita soviética. Era posible un mundo libre y próspero. La curva de Kuznets era lo que necesitaban muchos economistas para justificar la supremacía de Estados Unidos ante la Unión Soviética. Incluso muchos otros países europeos como Francia parecían haber seguido un camino parecido de prosperidad (“los treinta gloriosos”). Todo cerraba. Pero…entonces…

¿Dónde está el problema según Piketty?

El tema es que este PIketty afirma que la curva de Kuznets fue planteada por la razones equivocadas y con una base empírica muy frágil. ¿Eran los datos lo suficientemente sólidos? Y aquí está lo novedoso, o bueno, lo que algunos veníamos sospechando pero no podíamos poner en palabras.

Básicamente, para Piketty, la enorme disminución de la desigualdad en los países europeos y en Estados Unidos tuvo más que ver con las dos guerras mundiales que lo que hicieron fue destruir grandes cantidades de capital que estaba en pocas manos. Fue una forma de barajar de nuevo. Como una expropiación en masa. De la noche a la mañana una enorme masa de capital se evaporó.

De alguna manera, Piketty nos viene a decir que solo fue un hecho fortuito —y sangriento— el que propició la igualdad que vino después de la guerra. Nada que ver con el alegre y natural proceso que nos planteaba Kuznets. En efecto, una vez la guerra pasó y llegó la paz, solo bastaron un par de décadas para que el capital se volviera a concentrar. Así lo podemos observar en Estados Unidos a partir de 1970 y también en Europa.

Pero… ¿qué fuentes usa Piketty para justificar sus dichos?

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Por un lado, extiende la serie de Kuznets para abarcar las últimas décadas. Es decir, más allá de 1948 que fue el último año que trabajó Kuznets. Por otro lado, realiza un trabajo similar para Francia, país del que tiene más información, no solo por ser él francés sino por ser uno de los primeros países europeos en sistematizar estadísticas.

Asimismo, Piketty ha trabajado en colaboración con otros colegas para obtener información de Reino Unido, Alemania, China, Portugal, Canadá, Japón, etc.

Por último, el World Top Income Database[3], es el lugar de referencia para datos históricos sobre desigualdad de la renta.

¿Y cuáles son las conclusiones a las que llega?

Primero, lo que decíamos antes: la disminución de la desigualdad en el siglo XX fue gracias a las dos guerras mundiales y a las políticas que se llevaron a cabo para poder sortear esa crisis.

Segundo, la dinámica que está siguiendo la distribución de la riqueza en el siglo XXI nos lleva a una divergencia o a un aumento de la desigualdad.

De alguna manera, Piketty cuestiona la feliz idea de que con avances tecnológicos y capital humano los países en desarrollo alcanzaran a los desarrollados en un mundo perfecto en el que el conocimiento y las habilidades será lo que realmente determine la performance de los países.

No señores. Parece haber muy poca evidencia empírica de que este sea el caso. La porción de ingresos de capital que corresponden a rendimientos del trabajo no es significativa y todo parece indicar que el capital “no humano” sigue siendo igual de indispensable ahora que hace un siglo.

Y, como podemos comprobar todos aquellos que se hayan tenido que enfrentar a la tarea de buscar una casa, la desigualdad aumenta con la edad (el capital inmobiliario en España parece estar en manos de personas mayores de 50 años). Y la riqueza heredada sigue siendo ahora igual o más importante que en la época en que Balzac escribió Pere Goriot.

Pero… ¿qué son las fuerzas de divergencia? ¿Por qué no aumenta la igualdad a medida

que avanza el cambio tecnológico?

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Aquí viene el quid de la cuestión que luego Piketty intentará demostrar con datos. Cuando el crecimiento es lento, es decir, cuando hablamos de economías desarrolladas —no de países que están todavía “convergiendo” como China— como puede ser el caso de España, Alemania o Portugal, la tasa de retorno del capital suele ser alta, es decir la remuneración del capital es superior al crecimiento económico. Esto provoca una concentración de la riqueza sin igual.

Para el caso americano, Piketty observa un despegue de los salarios de los mejor pagados que se inicia a fines de la década de los setenta. La explicación optimista nos dice que esos salarios están remunerando a trabajadores altamente productivos y educados. Pero… ¿es realmente así? ¿Cómo medimos la productividad de este colectivo? Esta es tarea difícil, más si tenemos en cuenta que suelen ser ellos mismos los que fijan su salario.

En cuanto a los países con tasas de crecimiento lentas en donde la tasa de retorno del capital es alta, nos resta decir que la riqueza acumulada (pasada) toma un lugar desproporcionadamente alto, ya que con solo unos pocos ahorros se puede incrementar el stock de riqueza de manera considerable.

Vamos, que es más rentable dedicarse a especular con bienes raíces que trabajar de forma productiva. Eso ya lo sabíamos, el problema es que para poder especular se necesita un capital inicial, una herencia, un regalo, riqueza acumulada en el pasado, privilegio de unos pocos. El resto de la humanidad tiene que salir a trabajar.

Piketty plantea que si esta situación se mantiene en el tiempo (su famosa inecuación r>g que nos acompañará durante todo el libro), la desigualdad aumentará en igual medida.

De alguna manera, el mensaje de Piketty es claro. La carrera, los estudios no sirven para prosperar sino el casarte con un buen partido o matar a tus padres sin que nadie se dé cuenta aunque… ya ni siquiera puedes especular con heredar porque el aumento de la esperanza de vida no ha hecho más que aumentar de forma considerable la edad de los herederos.

En palabras del mismo autor: “cuando la tasa de retorno del capital es superior al crecimiento económico (…) la riqueza heredada crece más rápido que la producción y los ingresos del trabajo. (…) Bajo estas condiciones, es casi inevitable que la riqueza heredada sea superior a la riqueza que puedas amasar como producto de tu trabajo por un amplio margen, y la concentración de la riqueza llegará a unos niveles muy altos— niveles incompatibles con los valores meritocráticos y los principios de justicia social que son fundamentales en las sociedades democráticas.” (p.26).

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Vale: entiendo las ideas generales de Piketty pero sigue sin quedarme claro ¿qué es exactamente la desigualdad del ingreso?

Piketty para dummies 2: algunos conceptos clave

Seguimos con este interesante diálogo entre un inútil y un Canguro. Nos adentramos en algunos conceptos clave de la macroeconomía, en plan simple y callejero. Si te perdiste la primera parte, aquí la tienes: Piketty para dummies: una introducción

Vale: entiendo las ideas generales de Piketty pero sigue sin quedarme claro ¿qué es

exactamente la desigualdad del ingreso?

Cuando hablamos de desigualdad del ingreso, podemos estar refiriéndonos a dos cosas. La desigualdad del ingreso proveniente de rendimientos del trabajo (salarios, etc.) o la desigualdad del ingreso proveniente de rendimientos del capital (intereses, dividendos, etc.). Dada la gran concentración del capital, es evidente que la desigualdad del ingreso proveniente del capital suele ser bastante mayor que la que es producto del trabajo. En cualquier caso, lo importante es saber que el ingreso nacional se divide entre ingresos producto del capital e ingresos producto del trabajo. Cuál es el correcto reparto entre estos dos conceptos en una economía de mercado es un tema del que todavía no hay consenso y se han escrito libros y libros sin llegar a un acuerdo. Así es la ciencia económica. La ciencia del disenso.

Pero… ¿Cómo medimos la desigualdad del ingreso? No entiendo cómo es posible

tener esa información…

Vamos por partes. Y esto también es mérito de Piketty. Poner de manifiesto algunos conceptos clave que nos ayuden a entender los datos que nos brinda.

Me parece bien, pero explícame primero qué entiendes por ingreso nacional ¿es la

suma de todos los salarios de la economía?

El ingreso nacional es la suma de todos los ingresos disponibles de los residentes de un país concreto en un año dado, sin tener en cuenta la fiscalidad de esos ingresos.

¿Y qué relación tiene con el PBI de un país?

El PBI de un país para un año concreto mide la producción de bienes y servicios dentro del territorio nacional, sumando la depreciación del capital necesaria para producir esos bienes. Piketty calcula que en los países desarrollados la depreciación puede estimarse

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en el 10% del PBI. El ingreso nacional descuenta la depreciación para hacer su cálculo. A los ingresos nacionales provenientes del mismo país hay que agregar los ingresos provenientes de poseer capital en el extranjero.

Una forma de expresarlo fácilmente:

Ingreso nacional= producto nacional+ ingresos netos provenientes del exterior

Y otra manera de pensar en el ingreso nacional que habíamos apuntado antes

Ingreso nacional= ingresos provenientes del capital+ ingresos provenientes del trabajo

Ok, esto me ha quedado claro pero la obra se llama Capital y yo sigo sin entender qué

es exactamente.

Todo a su tiempo. El capital es la suma de activos “no humanos” que pueden ser poseídos e intercambiados en el mercado. Estamos hablando de bienes raíces, maquinaria, oficinas que puede tener una empresa. Piketty se desmarca de los economistas tradicionales que suelen incluir el “capital humano”. La razón para no incluirlo es que no puede ser poseído por cualquiera e intercambiado en el mercado sino de forma limitada en el tiempo (no era así en los regímenes esclavistas). También dentro del concepto de capital se incluyen las patentes y otras formas de capital intelectual.

Más allá de consideraciones teóricas que no interesan a nadie, Piketty habla de riqueza y capital casi indistintamente. El mismo se puede dividir en:

Capital nacional= capital doméstico+ capital extranjero neto

El capital doméstico es el capital que se encuentra en nuestras fronteras mientras que el capital extranjero neto es la diferencia entre los activos que tienen nuestros ciudadanos en el exterior y los activos de nuestro país en manos de extranjeros.

Espera, me estoy haciendo un lío, ¿qué tiene que ver todo esto con la obra de Piketty?

Uno de los conceptos clave para medir la desigualdad que utiliza Piketty es la ratio capital- ingresos.

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El ingreso es un flujo, concretamente el flujo de ingresos generados en un año y en un país. El capital es un stock. Y este stock es producto de la riqueza apropiada y acumulada en periodos anteriores.

¿Y qué relación hay entre estos dos conceptos?

Una manera de medir el capital (una magnitud complicada de sistematizar en una unidad de medida) es expresarla en términos de ingresos anuales. Piketty utiliza la β para denotar esta ratio que viene a decirnos cuántos años de ingreso nacional son equivalentes al stock de capital de un país (es decir, a la riqueza). Aunque esta magnitud no nos dice nada en concreto de la desigualdad, sí nos cuenta cuán importante es el capital en la economía de un país y éste sí que es un primer paso para comprender la desigualdad entre los habitantes de un país.

Vale, ya me estoy mareando ¿queda mucho más de fórmulas?

Nada más y nada menos que la Primera Ley Fundamental del Capitalismo que vincula el stock de capital con el flujo de ingresos provenientes del capital.

α = r . β

Donde la r es la famosa tasa de retorno del capital. Básicamente, esta identidad viene a decirnos que la ratio de capital en el ingreso nacional es igual al producto de la tasa de rendimiento de ese capital y el stock de riqueza de un país medido en términos de ingresos anuales.

¿Suena complicado? Veamos un ejemplo

Si la tasa de rendimiento del capital de un país, en promedio, es igual a 5% y el stock de riqueza de un país es el equivalente a, digamos, seis veces el ingreso nacional de ese país (600%), entonces, el ratio de ingreso nacional que se destina al capital es del 30%. Este razonamiento nos ayudará a entender por qué la tasa de rendimiento del capital es tan importante para entender la desigualdad de los países.

Pero antes… ¿qué es exactamente la tasa de retorno del capital? ¿Es la tasa de

interés?

Es mucho más que eso. Mide el retorno del capital en el curso de un año independientemente de su forma legal (ganancias, rentas, dividendos, intereses, royalties) y se expresa como un porcentaje del valor de ese mismo capital.

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¿Y por qué es tan importante?

En economía decimos que la productividad marginal del capital decrece cuando aumentamos la cantidad de ese capital. Es decir, si agregamos una unidad adicional de maquinaria a nuestra fabrica la producción total aumentará pero cada vez en menor medida. Esto casi es una ley fundamental en economía pero lo realmente importante, y lo difícil, es determinar, cuán rápido este proceso tiene lugar. Eso dependerá de las dinámicas de los países en cuestión. Pero la premisa es clara: demasiado capital termina matando la tasa de retorno del capital.

Vale. Sigo las ideas principales pero volvamos a las conclusiones de Piketty, decías que cuando la tasa del retorno del capital es superior al crecimiento económico, la riqueza pasada resulta más rentable que la riqueza obtenida como fruto del trabajo. No entiendo por qué se da por sentado ese escenario, ¿en qué se basa?

Piketty lo deja muy claro. En el siglo XXI volveremos a tasas de crecimiento bajas. Es más: es la dinámica que ha seguido la historia económica excepto en periodos concretos de la historia.

Otra manera de entenderlo es a través de la Segunda Ley Fundamental del Capitalismo que relaciona la ratio capital/ ingresos con la tasa de ahorro y el crecimiento económico de la economía.

β = s/g

Veamos otros ejemplo porque las formulas me marean

Pues el mismo que pone Piketty: si un país crece a una tasa del 2% anual y ahorra el 12% de su ingreso nacional, entonces en el largo plazo, ese país habrá acumulado 6 años de ingreso nacional en forma de riqueza (β= 600%). Es decir, un país que ahorra mucho y crece poco acumulará grandes stocks de capital, lo cual, evidentemente tendrá repercusiones sobre la desigualdad. En una sociedad estancada como la que vivimos en el siglo XXI, similar a la del siglo XVIII en donde el crecimiento es lento (en especial, el demográfico) la riqueza acumulada en el pasado, es decir el capital, cobra una gran importancia en la economía. Esta tendencia de crecimiento económico lento se profundizará a medida que transcurra el siglo XXI.

No entiendo. Nos están vendiendo que sin crecimiento económico no hay prosperidad y ahora viene Piketty a decirnos que ya no veremos tasas de crecimiento como las que hemos visto en China, en Argentina o en España hasta el 2007.

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Exactamente. No es que no vaya a haber crecimiento económico pero no lo habrá en las magnitudes que nos quieren vender... pero no solo eso: Piketty viene a decirnos que un crecimiento de, en torno al 1% no está nada mal. Si analizamos periodos de 30 años, estamos hablando de un crecimiento acumulado de, en torno al 30%. En efecto, esa ha sido la tónica en muchos países desarrollados: Europa, Norteamérica y Japón han crecido a esas tasas de crecimiento entre 1980 y la actualidad y el cambio en nuestros estándares de vida han evolucionado radicalmente.

Wait a minute, antes de continuar. Soy un inútil y no soy capaz de entender qué es exactamente el crecimiento económico ¿es el PIB?

El crecimiento económico se descompone en dos magnitudes igualmente importantes pero no siempre igualmente consideradas. Por un lado, hablamos de crecimiento de la población y, por otro, de crecimiento de la producción per cápita.

Muchos dan por sentado que el crecimiento demográfico no cambia en el corto plazo y ponen el foco en el crecimiento de la producción pero ambos componentes son importantes aunque solo el aumento de la producción per cápita puede llevarnos a un aumento del nivel de vida.

Ok. Queda clarísimo. ¿Cómo seguimos?

Piketty nos muestra datos desde el comienzo de los tiempos. No vamos acá a citar demasiadas magnitudes porque cansan y no llevan a nada. Solo diremos que a lo largo de la historia de la humanidad los países se han mantenido en tasas de crecimiento cercanas a cero. Una porquería visto desde el prisma actual en el que consideramos que un país que no supera esa tasa está prácticamente en recesión.

Pues, esa fue la realidad durante siglos hasta que llegó la Revolución Industrial. A partir de 1700 empezamos a ver tasas en torno al 1%. Magnitudes que siguen siendo deprimentes para cualquier ministro de economía, sin embargo comparado con el periodo anterior, estamos hablando de un crecimiento terriblemente veloz para la época.

Pero hay más: de acuerdo a la ley del crecimiento acumulado una tasa del 1% sostenida en el tiempo, es decir, décadas o siglos, conlleva un aumento de población sin igual. De acuerdo a los datos que nos brinda Piketty una tasa de crecimiento económico superior al 1-1,5% no puede ser sostenible sin un crecimiento sostenido de la población.

Pero… ¿qué tiene que ver el crecimiento de la población con la desigualdad? Los

economistas no suelen mostrarnos esa relación

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Piketty para dummies 3: las trampas de la meritocracia y el

crecimiento de la población

Un crecimiento sostenido de la población (manteniendo el resto de variables sin tocar) juega un importante papel a favor de una menor desigualdad. En una sociedad en donde las familias tienen muchos hijos, estos no pueden contar con la riqueza heredada de sus padres ya que hay que repartir entre más miembros de una familia. En un caso extremo, una sociedad de hijos únicos es una sociedad que concentra aún más el capital en pocas manos. Y lo mismo que sucede con el crecimiento de la población, sucede con el crecimiento económico: una sociedad estancada en donde solo se incrementa en torno al 1% tiende a tener una tasa de retorno del capital superior por lo que la riqueza heredada suele ser más rentable que los ingresos del trabajo.

En forma contraria, en sociedades en donde el crecimiento económico es dinámico juega un rol más importante las rentas del trabajo que el capital acumulado en el pasado.

Vale, has dicho que Piketty habla de Estados Unidos y Europa pero… ¿qué diferencias

encontramos en torno a la desigualdad?

La evolución del capital es más estable en Estados Unidos que en Europa que sufrió las dos guerras mundiales en su territorio. Durante los siglos XVIII y XIX la abundancia de tierras en el nuevo mundo hizo que su precio sea bajo y permitiera el acceso fácil a los nuevos inmigrantes que llegaban.

Piketty dice que solo tres años de ingreso nacional equivalía a la riqueza total de Estados Unidos en el siglo XIX en comparación a los siete de Europa. Esto se tradujo en una menor influencia de los rentistas y de los caseros en el Nuevo Mundo que en el Viejo.

Otra gran diferencia que apunta Piketty es que en Estados Unidos, el rol del capital extranjero siempre ha sido testimonial, es decir, el capital de americanos fuera de su territorio nunca ha constituido una parte importante de su ingreso nacional como sí en otras grandes potencias coloniales.

Por último, las tasas de crecimiento demográfico en Estados Unidos son menos lentas que en Europa lo cual en parte puede explicar que el capital tenga un rol menos importante que en Europa.

Por otra parte, en sociedades envejecidas las tasas de ahorro suelen ser altas por lo que se refuerza esta dinámica.

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Ok. Ahora con todos estos conceptos en la cabeza, volvamos a la desigualdad…

Decíamos que puede haber desigualdad del ingreso por rendimientos del trabajo y del capital. Dado que el capital suele estar concentrado en pocas manos, es este segundo tipo de desigualdad mayor que la primera. De acuerdo a Piketty, encontramos esta regularidad en todos los países estudiados.

Y volvamos a una de las preguntas iniciales: ¿cómo medimos la desigualdad?

Para poder hacerlo y poder comparar entre países con realidades muy distintas se suelen usar los centiles, percentiles o milcentiles. En palabras del mismo autor:

“el porcentaje de renta que va al decil o centil más alto constituye un índice para juzgar cuan desigual es una sociedad porque refleja no solo la existencia de ingresos extremadamente altos o fortunas extremadamente altas sino que muestra el número de individuos que disfrutan de este situación.” (p.253)

No hablamos de clases altas, media o bajas. En este contexto, nos interesa estudiar por ejemplo el centil más alto. Por ejemplo, en Francia el centil más alto en una población de 65 millones con 50 millones de ellos adultos, son en torno a 500.000 personas. Medio millón de personas que se encuentran entre los que más renta perciben. Del mismo modo, en Estados Unidos estamos hablando de 2,6 millones de individuos. Un grupo que suele ocupar lugares prominentes en la sociedad. Y este índice no solo nos permite comparar entre países, sino más importante para un historiador, entre diferentes épocas de la historia de un país.

Ok. Dijiste que la desigualdad del ingreso con respecto al capital suele ser más profunda que la desigualdad del ingreso con respecto al trabajo. Me imagino que entonces los que más tienen suelen ser los que más ganan o ¿me equivoco?

No es una relación exacta. A veces coincide pero en muchos casos no. En el siglo XIX muchos ricos no trabajaban por lo que los que más tenían no eran los mismos que los que más ganaban. Hoy en día nos encontramos con un grupo de ricos más heterogéneo…

¿Estás diciendo que la desigualdad del ingreso proveniente del trabajo es menos

aguda? ¿Menos grave?

No lo dice el Canguro, lo dice Piketty aunque eso no significa que no haya desigualdades agudas en las remuneraciones de los trabajadores. En efecto, las hay y son profundas pero comparado con la desigualdad por la propiedad del capital son mucho más leves.

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Y ¿qué sería una sociedad igualitaria? ¿ De qué magnitudes estamos hablando?

Como siempre, los países más igualitarios son los escandinavos donde el 10% más rico posee el 50% del ingreso nacional del país. No está mal ¿no? Pues, imagínate cómo está la situación en el resto del mundo. En Alemania, Francia o el Reino Unido hablamos del 60% del ingreso nacional mientras que el 50% más pobre tiene solo 5% del ingreso nacional. En Estados Unidos las cifras son peores: el 10% más rico tiene el 72% del ingreso nacional mientras que el 50% más pobre solo el 2%.

Vale. Aspiramos a una sociedad más igualitaria. ¿Es eso más justo?

Piketty nos viene a decir que en una sociedad en donde el 10% más rico tiene más del 50% del ingreso nacional puede no sostenerse en el tiempo sin que haya o una revolución como parece haber sucedido en algunos países como en Francia previo a la Revolución francesa o una buena justificación para mantener esa desigualdad.

Piketty parece darle mucha importancia a este asunto. En efecto, si miramos las series históricas que nos ofrece vemos que hay dos maneras claras de aumentar la desigualdad de los países. Una es creando una sociedad de rentistas en donde el capital rinde más que el trabajo y en donde la riqueza pasada juega un rol muy importante dentro del ingreso nacional. Esa fue la sociedad de la Belle Epoque en Europa o la previa a la Revolución francesa. La otra manera de alcanzar una sociedad más desigual es más nueva y fue creada por Estados Unidos. En esta sociedad, la jerarquía de ingresos está dominada por los super salarios y no por riqueza heredada. Es la sociedad que algunos optimistas llama “hiper meritocratica”. Es la sociedad de los súper managers.

Una sociedad meritocrática sería una buena justificación para la desigualdad del

ingreso ¿no?

Bueno, eso es lo que nos han querido vender. O al menos eso insinúa el autor. Volvamos a Estados Unidos ya que es un ejemplo complejo. Si analizamos las series de Piketty desde el siglo XIX hasta el 2010 vemos que Estados Unidos parte de una situación de mayor igualdad que en Francia: el 10% más rico se quedaba con el 40% del ingreso nacional mientras que en Francia esta cifra llegaba al 50%. Sin embargo, si vamos al año 2010 encontramos en Estados Unidos un nivel de desigualdad similar al que había en Europa en la primera década del siglo XX aunque la estructura de esta desigualdad es bastante diferente. ¿Y en el medio? Durante 1950 y 1980 nos encontramos con las tasas de desigualdad más bajas de la historia de Estados Unidos: el 10% más rico solo se quedaba con el 30-35% de la renta nacional. No está mal ¿no?

¿Y qué pasó luego?

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A partir de la década de los ochenta la desigualdad del ingreso “explota” en palabras de Piketty. Para el año 2000, el 10% más rico obtenía en torno al 50% del ingreso nacional y se estima que se llegue al 60% en 2030. Mucha de esta explosión tiene que ver con el gran aumento de los salarios de los super managers. Estamos hablando sobre todo de trabajadores del sector financiero.

Bueno, se está remunerando a los mejores. A los más formados. A los más productivos. ¿No es acaso esa desigualdad más justa que la que proviene del capital heredado? Eso da un poco de esperanza a los miles de pringados que están ahora en la universidad pensando que tendrán una mejor calidad de vida que alguien sin estudios…

Bueno, es una manera de verlo. La teoría económica es a veces un poco naif.

En la economía del libro de texto los salarios son equivalentes a la productividad marginal del trabajo que es la contribución de cada trabajador al producto total de esa empresa. A su vez, su productividad dependerá de sus habilidades y de la demanda y oferta de esa habilidad en el mercado.

¿Y de qué depende la demanda y oferta de una habilidad concreta en el mercado?

Pues, la oferta depende de muchas cosas como por ejemplo del sistema de educación de un país en un momento dado. Es decir, cuanta gente tiene acceso a esa educación, cuan buenos son los profesores, cuantas horas prácticas, etc. Y la demanda de una habilidad concreta depende del estado de la tecnología disponible para producir los bienes y servicios que demanda el mercado.

Ok. Estado del sistema educativo y nivel de tecnología….y eso… ¿de qué depende?

Bueno, el sistema educativo depende de muchas cosas como de los presupuestos públicos, el grado de acceso que tengan los alumnos, la manera en que se financia. Y el nivel de tecnología depende del grado de innovación de un país y la rapidez con se implementan esas nuevas innovaciones. Si la oferta de habilidades no se incrementa al mismo ritmo que su demanda, entonces esos trabajadores con menos cualificación serán relegados a puestos peor pagados y eso hará aumentar la desigualdad. Por eso el sistema educativo debe responder al mismo ritmo de esa demanda para poder satisfacerla y que no se devalúen los salarios. De alguna manera, la inversión en educación e innovación no elimina las desigualdades existentes pero no las profundiza. Piketty pone el ejemplo de Francia y Estados Unidos. En el primer caso, la democratización de la educación permitió que se mantuviera la estructura de desigualdad salarial. El salario medio durante el siglo XX no dejó de subir mientras que la diferencia entre los mejores y los peores pagados se mantuvo. En el segundo caso,

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ocurrió todo lo contrario: la desigualdad salarial se profundizó probablemente debido al alto costo de la educación universitaria en Estados Unidos. Piketty defiende fervientemente la educación pública como vehículo para evitar la profundización de la desigualdad salarial.

Vale, pero volviendo a los super managers y a la explosión de la desigualdad salarial

en Estados Unidos… ¿cómo se fijan esos salarios? ¿Cómo se mide su productividad

marginal?

Ahí está el problema con esta teoría de la productividad marginal que tiene sus limitaciones. No es capaz de explicar la desigualdad salarial que sucedió en Estados Unidos a partir de los años ochenta. De acuerdo con esta teoría, la explosión salarial del 10% más rico se debe a un aumento de la productividad de estos trabajadores. Sus especiales habilidades los hace ganar salarios que crecen mucho más rápido que la media. Pero… ¿es realmente así? ¿Estamos hablando de un grupo de iluminados? Piketty analiza en detalle el “decil más rico”. Dentro del 10% que más gana, encontramos un 9%, aquellos con salarios entre 100.000 y 200.000 dólares al año que lo han visto aumentar a un ritmo apenas superior a la media. Mientras que el restante 1%, aquellos con salarios superiores al medio millón de dólares anuales han visto su remuneración “explotar”. Es decir, observamos una discontinuidad importante y llamativa entre los salarios del 1% y del 9% restante.

¿Y cuando analizamos el nivel de educación y las habilidades de estos trabajadores? ¿Observamos la misma discontinuidad? ¿Tiene este 1% una educación super especial, única, compleja y oscura que los hace ser merecedores de esos super salarios? Pues, parece que no. Se use el criterio que se use no podemos encontrar habilidades especiales ni una educación especial en ese 1%.

Vale, la educación no explica los super salarios, entonces… ¿qué los explica?

A veces las teorías económicas universales no explican las dinámicas que se dan en algunos países es por eso que Piketty, como muchos economistas, apelan al rol institucional. En el caso concreto de los super managers el autor señala que es un fenómeno sobretodo anglosajón. No se da en todos los países y cuando fracasa la teoría de la productividad marginal del trabajo para explicar sus super salarios debemos analizar otros factores menos…económicos.

De acuerdo a las series de Piketty, el auge de los super salarios de los managers se da en países como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia: en todos éstos el aumento de la desigualdad del ingreso se explica por el auge de los super managers tanto en el sector financiero como en otros sectores.

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¿Y en Europa continental?

De acuerdo a las series de Piketty, en las últimas décadas se ha experimentado un aumento de la desigualdad salarial pero a un ritmo mucho más lento que en los países anglosajones. En ese sentido, Europa va por el mismo sendero pero a un ritmo más pausado. Y esto nos debiera hacer pensar sobre las instituciones. Si países que han crecido en las últimas décadas a tasas similares y han avanzado tecnológicamente a ritmos parecidos ¿por qué tienen una estructura de desigualdad salarial tan distinta? Está claro que hay factores no económicos y más institucionales en juego. Al menos en esa línea va Piketty.

Vale. Pero sigue sin quedarme claro… ¿cómo se determinan los salarios de estos super managers? ¿A qué te refirieres con factores institucionales? Viendo los salarios de algunos banqueros en España, ¿podemos estar hablando de corrupción?

Piketty en ningún momento habla del caso español ni de corrupción. O sí. Aunque con otras palabras. En cualquier caso, volviendo a la feliz teoría de la productividad marginal del trabajo, debemos decir que es relativamente fácil de estimarla para un trabajador que realiza un trabajo repetitivo —por ejemplo alguien que está en una cadena de montaje— pero a medida que complejizamos el trabajo esto se hace más difícil ¿cómo medimos el aporte al producto total de una empresa de un analista financiero? Digamos que mientras más distintivo sea ese trabajo más margen de error puede haber en esa medición.

¿Y en la práctica?

Pues pregúntale a tu jefe y si se niega a responder vuelve a Piketty pero la respuesta es la que todos sospechábamos: por cuestiones jerárquicas. Tus superiores fijarán tu salario y sus salarios los decidirán otros que son como ellos y que se sientan en un consejo de administración.

Y si tienes dudas, preguntale a Blesa o a Rato si alguien se ha tomado la molestia de medir su productividad marginal del trabajo. Se te reirán en la cara. Digamos que alguien que es capaz de fijar su propio salario o que tiene un gran poder de negociación por las razones que sea, hará todo lo posible por demostrar que su productividad es muy alta.

Es humano que así sea pero que quede claro. Hablamos de un mercado con información asimétrica e incertidumbre en donde juegan otros factores como las normas sociales de un país. Lo importante es saber que es muy difícil ir en contra de las normas sociales

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de un país y éstas pueden explicar mucho más la disparidad salarial entre países que cualquier teoría económica con ansias de universalidad.

Y hay más, Piketty analiza la performance de algunas empresas que han visto aumentar sus ventas y las ganancias para ver si esos super managers eran decisivos para la performance de esas empresas. Pues parece que no. En palabras del autor:

“De hecho, observamos lo contrario: es cuando aumentan las ventas y las ganancias de una empresa por razones externas que los salarios de los ejecutivos aumentan más rápidamente” (p.335).

En algunas sociedades parece haber más tolerancia a estos super salarios que en otras aunque eso ya es terreno de la sociología pero todo parece apuntar a que se premia “la suerte”.

En cualquier caso, parece claro que el auge de esta clase de supermanagers coincide en los países anglosajones con el auge del conservadurismo en los gobiernos de turno lo cual favoreció por supuesto una bajada de impuestos a los salarios más altos. Está claro que una sub clase, pequeña pero muy importante de trabajadores que son capaces de fijar sus propios salarios están dispuestos a hacer lo imposible para lograr que los impuestos no suban y para pedir subidas salariales más que nunca. Es cuestión de incentivos. Es humano. Hay medidas económicas que incentivan la codicia y esta puede ser una de ellas.

Vale. Ya me han quedado claro los dos conceptos, desigualdad salarial y desigualdad de la riqueza. Parece que, al fin y al cabo, ésta será una sociedad de viejos herederos, de muchos pobres y de unos pocos super managers…es desolador ¿no? Eso significa que ¿debemos decirles a los jóvenes que dejen de estudiar y se dediquen a apostar a los caballos?

Piketty para dummies 4: deudores, acreedores y los dilemas de la deuda

Cuarta y última parte de este diálogo entre un inútil y un Canguro a propósito de Piketty. Hoy discutimos, entre otras cosas, si un poco de inflación es bueno para la economía y si un default de la deuda solucionaría todos los males.

Vale. Ya me han quedado claro los dos conceptos, desigualdad salarial y desigualdad de la riqueza. Parece que, al fin y al cabo, ésta será una sociedad de viejos herederos, de muchos pobres y de unos pocos super managers…parece desolador ¿no? Eso significa que ¿debemos decirles a los jóvenes que dejen de estudiar y se dediquen a apostar a los caballos?

Page 24: Piketty Para Dummies_resumen

Bueno. Siempre viene bien algo de educación. Seas pobre o heredero. Date cuenta que, aunque vayas a ser lo segundo, es probable que lo seas ya muy maduro. La edad media de los herederos ha subido terriblemente conforme envejece la población. Por eso, más vale que te busques la vida mientras tanto. Y si eres pobre, no tienes opción (aunque yo no descartaría del todo a los caballos).

En cualquier caso, volviendo a los dos tipos de desigualdad…Piketty se hace eco de

aquellos que creen que la desigualdad salarial está justificada por la supuesta

meritocracia.

Ya hemos visto que esta teoría puede explicar la estructura salarial de la clase media y alta pero no la de los super ricos pero Piketty nos invita a que agarremos la lista de Forbes: ¿encontramos herederos o emprendedores? Pues, ambos y nos damos cuenta de que las grandes fortunas tienden a crecer más rápidamente que las pequeñas. Digamos que también hay desigualdad en las tasas de rendimiento del capital. Los grandes capitales obtienen economías de escala y, por razones obvias, tienen más recursos para dedicar a rentabilizar su capital que un pequeño ahorrista.

Es decir, el gran capital crece igual de rápido tanto si es heredado como si es “meritocratico”. En definitiva, aunque queramos justificar los super salarios de los banqueros, debemos decir que, tarde o temprano, todos los emprendedores, por más innovadores que hayan sido, terminarán siendo rentistas en donde las grandes fortunas tienden a crecer más y más rapido. Es por eso que Piketty aboga por una presión fiscal progresiva y…global…

Ok, entonces bajo la visión de Piketty, no se salvan ni los emprendedores que tarde o temprano se transforman en rentistas…

En efecto, el autor parece meter en la misma bolsa a Carlos Slim y a Bill Gates probablemente porque, incluso un emprendedor se beneficia del trabajo de otros pero no podemos decir que Piketty esté en contra de la innovación, en efecto, no creo que le interese entrar en cuestiones morales pero el hecho de que desmitifique un poco al emprendedor multimillonario puede gustar a más de uno. En sus propias palabras:

“…el hecho central es que la tasa de retorno del capital normalmente combina elementos de trabajo emprendedor (…), pura suerte (…), y rotundo robo. La arbitrariedad de la acumulación de riqueza es un fenómeno mucho más amplio que la arbitrariedad de la herencia” (p.444).

Esta es una de las virtudes de la obra de Piketty, su afán por entender cuál es la estructura de la riqueza, algo sobre lo que no se suele hablar lo suficiente.

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Pero volvamos a los jóvenes… ¿les decimos que estudien o que se dediquen a jugar a la lotería?

Ya hemos dicho que la inversión en educación pública asegura que la desigualdad salarial no se profundice pero no acaba con la estructura de desigualdad existente. Ese era el caso para Francia y otros países europeos. Tampoco, de acuerdo a los estudios de Piketty, la educación parece ayudar a la movilidad dentro de un mismo sector. Los estudios más serios sobre el tema sitúan a los países nórdicos como en los que más movilidad existe. Los países europeos como Alemania y Francia se encuentran en una franja intermedia y Estados Unidos se encuentra en el otro extremo. La creencia en la gran movilidad laboral americana se basa en otras épocas en las que, como hemos dicho, Estados Unidos era un país bastante más igualitario que Europa por lo menos hasta la Primera Guerra Mundial. Piketty sitúa la explicación en el alto precio de la educación privada en Estados Unidos pero… ¿la educación gratuita, acabaría con este problema? Pues, parece que no, otros mecanismos juegan un rol importante como el dinero público que dedican países como Francia a subvencionar la educación a los más favorecidos. En fin, el debate no está cerrado acerca del modelo de educación pública ideal.

Y hablando de dinero público… ¿Piketty propone una fiscalidad progresiva y global?

¿De qué estamos hablando?

Como siempre, conviene hacer un poco de historia antes de responder. Ya dijimos que entre la posguerra y los años setenta (los treinta gloriosos) los niveles de desigualdad bajaron a un mínimo, en parte por la gran destrucción de capital que hubo tras las dos guerras mundiales y por el auge de una fiscalidad más progresiva en Europa y en Estados Unidos. Las innovaciones más importantes del siglo XX fueron el impuesto a las ganancias y el impuesto a la herencia. Con anterioridad al siglo XX no existían y en parte, su ausencia explica la gran concentración de capital del siglo XVIII y XIX.

A partir de los setenta, la cosa empieza a cambiar y vuelven a bajar los tipos impositivos más progresivos. Justo este periodo coincide con un aumento de la desigualdad tanto en Estados Unidos como en Europa. Asimismo, el libre flujo de capitales hace que los países compitan por los mismos fondos ofreciendo mejores tasas a aquellos que quieran instalarse en el país. Esta es la retórica que está detrás de aquellos que piensan que si gana determinado partido político los capitales se irán. En cualquier caso, no sabemos bien qué es lo mejor pero que los países compiten ya es una realidad y Europa parece no ponerse de acuerdo en una fiscalidad común. Piketty plantea que si se sigue profundizando en la regresividad de los impuestos, la gente dejará de creer en el sistema y la clase media se sentirá más legitimada a dejar de pagar impuestos. En épocas de crecimiento lento y fiscalidad regresiva, el individualismo aflora y muchos

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pueden empezar a preguntarse por qué pagar por los otros. Si a esto le sumamos la ecuación de la corrupción de muchos gobiernos, nos lleva a un estado en que la desconfianza en la democracia tal y como está concebida puede aumentar. Esto parece estar pasando en España y también en otros países corruptos y con crecimiento lento.

De alguna manera, Piketty viene a decirnos que si no aumentamos la progresividad de los impuestos, los menos beneficiados del capitalismo se volverán contra él. Y… ¿por qué no? ¿Cómo no cuestionar aquello que no está dando resultados a la gente? De acuerdo al autor, los impuestos progresivos responden bien a ese balance que necesita toda sociedad entre libertad individual y justicia social.

Pero un impuesto global es imposible ¿Cómo ponemos de acuerdo a los países?

En efecto, no es posible. Piketty lo que hace es plantear un ideal al que hay que intentar acercarse. Algo así como una guía, una hoja de ruta en donde se dan pasos en esa dirección empezando por ejemplo con acuerdos regionales y luego cooperando entre regiones. Pero aparte habría otras ventajas…

¿Qué ventajas?

Pues que un impuesto global a las grandes fortunas promovería la transparencia. Ya el mismo hecho de tener que recaudar obligaría a mejorar las estadísticas sobre riqueza global. ¡Ya no tendríamos que depender de la revista Forbes para tener datos sobre los ricos!

Pero…hay otras maneras de financiarse ¿no? Tener un poco de deuda no me parece una mala opción… ¿no?

Cuéntaselo a Angela Merkel…

No, hablando en serio: hay tres maneras de reducir la deuda: impuestos progresivos, austeridad o inflación. Para él, la primera es la mejor de las opciones. Siempre es mejor poner impuestos al capital que pedir prestado a los más ricos emitiendo más deuda. Además, si dependes excesivamente de la misma para financiarte corres el riesgo de tener que aplicar políticas fiscales que atraigan ese capital…lo cual ya es una contradicción y nos lleva a justificar esas afirmaciones del estilo “si gana cierto partido político, los capitales se irán”.

La austeridad no parece una solución que pueda mantenerse en el tiempo si los países aspiran a crecer y a mantener unos servicios sociales mínimos y la inflación no es una opción para los países europeos, solo para aquellos que estén en una situación de

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recesión y quieran calentar un poco la economía pero en cualquier caso no es una solución de largo plazo como pueden testimoniar países como Venezuela y Argentina. En cualquier caso, estas dos últimas opciones, desde el punto de vista de la justicia, son las menos indicadas. A menudo las medidas de austeridad recaen en los más débiles lo mismo que la inflación.

Sin embargo, para Piketty la austeridad es menos justa que la inflación pero yo como Canguro tengo mis dudas…ya lo veremos mucho más adelante.

¿Queda mucho más? Ya me estoy cansando…

Ya queda poco…decíamos que hay tres maneras de reducir la deuda pública. Piketty aboga por la primera de las medidas, es decir, establecer un impuesto excepcional al capital privado del, digamos, 15%. Piketty considera que para el caso europeo sería suficiente para recaudar 1 año de ingreso nacional, es decir, en este hipotético caso, y siempre, según los números de Piketty, la deuda llegaría a cero ya que calcula que de media la deuda pública es equivalente a 1 año de ingreso nacional.

En efecto, Piketty desaconseja establecer un default sobre la deuda ya que puede desencadenar un pánico financiero con consecuencias inesperables y difíciles de predecir a priori ¿Quiénes serían los ganadores y perdedores de un default? Es difícil de saber de antemano… en cambio estableciendo un impuesto excepcional al capital privado, el Estado se asegura sus bienes sin tener que privatizarlos y soluciona sus problemas de deuda “arreglando las cosas de una manera civilizada”.

Vale ¿y la inflación?

Piketty considera que el impuesto excepcional al capital privado es la solución más justa y eficiente para la economía en su conjunto pero la inflación no es una opción que descarte de forma rotunda. Según sus cálculos…

Espera…explícame cómo la inflación puede hacer reducir la deuda pública…recuerda

que soy un inútil…

Normalmente la deuda se expresa como porcentaje del PIB, si tienes una deuda pero hay inflación, lo normal es que suban los precios de toda la economía, inclusive de los salarios mientras que el precio de la deuda se mantenga igual. Y ya sabes que cuando sube el denominador y el numerador se mantiene constante o sube en menor magnitud, toda la ratio disminuirá (¡matemática elemental!). En criollo: si tenemos una inflación del 10% anual, al cabo de un año nuestro PIB tendrá que ser recalculado en euros teniendo en cuenta este aumento, por lo que la proporción de deuda en relación

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a esta magnitud bajará. Lo mismo pasará con un deudor privado, digamos hipotecario, si debes pagar 1000 euros de hipoteca y tienes un salario de 2000, la mitad de tu sueldo se te irá en pagar la letra pero si, al cabo de dos años, has tenido una inflación del 20% anual, tu salario pasará a ser de 2400, por lo que tu letra solo representará el 40% de tu salario.

La inflación es una buena solución para los grandes deudores pero no tan buena si eres un ahorrista serio y trabajador ya que los rendimientos de tu capital se los comerá la subida de precios. Aunque Europa esté en estos momentos en una campaña anti inflación, la realidad histórica de este continente ha sido muy diferente: durante el siglo XX la inflación de media en Europa ha estado en torno al 13-17%. Fue justamente esta inflación la que permitió en parte la reconstrucción de Europa. Alemania, de lejos, ha sido el país que más ha abusado de este mecanismo de financiación. En cualquier caso, todos los grandes bancos centrales tienen unos objetivos de inflación del orden del 5% con el objetivo de mantener la deuda pública a raya, la única excepción es la Eurozona.

Piketty nos dice que sin impuestos al capital y sin inflación, tardaremos años en bajar los altos niveles de endeudamiento.

Vale, entonces por qué no convencemos al BCE de que se ponga las pilas…

No es tan fácil, no todos los países europeos son grandes deudores como España. Alemania es un país ahorrador y ya sabes: los ahorradores salen perjudicados con la inflación. Además, los bancos, que son los grandes compradores de deuda pública nunca permitirían una inflación ni un poco elevada, sería una ruina para su negocio…

Piketty, en cualquier caso, considera la inflación una solución complicada para terminar con la deuda ya que, en definitiva, es difícil de controlar: un poco de subida de precios puede ser bueno para la deuda pero ¿cómo parar la posible espiral de precios? Por otra parte, el hecho de que la inflación penalice a los pequeños ahorristas puede llevar a la pobreza a miles de personas. En palabras del mismo Piketty:

“La inflación es una herramienta relativamente cruel e imprecisa. Algunas veces redistribuye la riqueza en la buena dirección, otras no.” (p.547)

Vale, pero volviendo a la propuesta estrella de Piketty del impuesto al capital, ¿qué hacemos si no es global?

Si el impuesto no se aplica en forma coordinada en varios países de la región, un solo país que aplique el impuesto no será capaz de atraer capitales. Los ricos se irán a otro país europeo con mejor fiscalidad. Por eso hace falta más cooperación internacional.

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Recordemos el caso de Grecia que ha tenido que recurrir a la privatización para paliar sus problemas de deuda.

Y ya para terminar…

Solo nos queda resumir sus conclusiones por si a alguien se le escapa alguna idea.

1. El pasado se come al futuro. En una economía de mercado hay fuerzas de convergencia como la difusión del conocimiento pero también hay fuerzas divergentes que amenazan la democracia y la justicia social.

2. Esas fuerzas divergentes tienen que ver con que la tasa de rendimiento del capital es superior a la tasa de crecimiento.

3. Eso significa que la riqueza creada en el pasado crece más rápidamente que la producción y los salarios.

4. En este contexto, el emprendedor se convierte en rentista en una posición mucho más dominante que antes ejerciendo un gran poder sobre aquellos que solo tienen su fuerza de trabajo.

5. La tasa de crecimiento será baja en el futuro (excepto para los países que estén convergiendo como China) lo cual acentuará este fenómeno.

6. La solución de Piketty es un impuesto progresivo sobre el capital.

7. El problema con su propuesta es que requiere un gran nivel de cooperación internacional y regional.

8. Europa debe integrarse aún más. Los países aislados son muy pequeños para poder tener una política económica independiente.

Piketty termina el libro con una saludable crítica a la ciencia económica. Aboga por una vuelta a la economía política en donde la pregunta principal es ¿qué instituciones y qué políticas nos lleva a esa sociedad ideal? De alguna manera, nos invita a que la economía no deje de lado otras ciencias sociales como la historia.

Querido lector. Espero que este viaje haya sido atrapante. Y si no ha sido capaz de leerlo todo, lo perdono. He intentado ser didáctico. Contar una historia que pueda interesar a los que no son estudiosos de la economía.