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E xisten evidencias de actividad comercial en la zona del Stelvio desde aproxima- damente 2000 años a.c. Se sabe también que ya desde la época romana, exis- tía una senda mulera por donde hoy se sitúa el Passo Umbrail, uniendo Bormio con el valle de Münster, hoy territorio suizo. Recordamos que, para entendernos, el Passo Umbrail por Bormio es simplemente el Stelvio menos los 3 últimos kilómetros. Vamos directamente al año 1818, en el que el emperador Francisco I de Austria firma un decreto para “la construcción de una ruta militar para atravesar los Alpes Réticos, necesaria por consideraciones de carácter militar”. Se constituye una comisión com- puesta por militares de alto rango y funcionarios civiles, bajo la dirección del ingeniero de Brescia Carlo Donegani. El proyecto es aprobado en 1820, y la constructora lombar- da de Pietro Poli y Antonio Talacchini se encarga de la construcción, que se realiza en un tiempo record de 5 años, con un número de obreros que no bajó de 1000, llegando incluso a 2000 en algunos momentos. Sólo se podía trabajar entre los meses de junio y noviembre, y se hizo a ritmo de 10 km por año. La longitud total entre Spondigna y Bormio es de 49,24 km, con 48 curvas (los famosos 48 “tornanti”) por la vertiente de Spondigna y 34 por la de Bormio. Esos 82 “tornanti” son los responsables de que la pendiente máxima en las 2 vertientes no sobrepase el 11,3%, una proeza teniendo en cuenta la orografía de la zona y los instrumentos de diseño disponibles en esa época. El primero en “coronar” el paso fue, como no podía ser de otra forma, un príncipe. El príncipe Metternich, canciller del imperio austríaco, el 6 de julio de 1825, a bordo de su carruaje tirado por 6 caballos. Subió por la vertiente de Spondigma (más conocida por la de Prato allo Stelvio) hacia Bormio. Podríamos decir que fue el primer vencedor en la “cima Coppi”, precediendo a los Fausto Coppi, Jose Manuel Fuente, Paco Galdós, Jean René Bernaudau, Franco Vona y José Rujano. 92 Una obra de ingeniería única L a etapa estaba siendo dura, habíamos salido de Egna en el corazón del Alto Adige, Trentino, y 20 km más adelante nos encontramos con Frassineto, un puerto no excesivamente duro en comparación con el monstruo que venía después: “Lo stelvio”. Era el Giro del 2005 en su 14ª etapa. El día anterior habíamos tenido el primero de los “tappone” dolomíticos y nos tocó as- cender Passo Costalunga, Passo Sella, Passo Gardena, Pas- so Delle Erbe y final en Ortisei. El Giro iba apretado y sabíamos que ese día iba a ser crucial para el desenlace final. Por la mañana en el autobús del equipo las órdenes eran claras, ha- bía que intentar sacar tiempo a Salvodelli y Di Luca. Simoni añadió, “no me importa mucho cuanto tiempo pierdan, quiero que lleguen muertos, que esto les pase factura la última sema- na”. “Tenemos que subir Stelvio a un ritmo fuerte pero que no se queden, que sufran”. Martinelli, nuestro director, nos miró a Evgeni Petrov y a mí y fue claro: “os toca a vosotros”. De salida iba mal, me parecía que la bici pesaba, que las pier- nas no giraban, sentía todas y cada una de las pedaladas… mal presagio. El primer puerto lo subí sufriendo, sin poder en- contrar desarrollo, a pesar de que hacía frío sudaba mucho. En un momento sentí que el pánico se apoderaba de mí, sen- La cabaña blanca Por Patxi Vila RINCONES/MOMENTOS.indd 92 5/9/08 17:32:33

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Reportaje del 2008

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Existen evidencias de actividad comercial en la zona del Stelvio desde aproxima-damente 2000 años a.c. Se sabe también que ya desde la época romana, exis-tía una senda mulera por donde hoy se sitúa el Passo Umbrail, uniendo Bormio

con el valle de Münster, hoy territorio suizo. Recordamos que, para entendernos, el Passo Umbrail por Bormio es simplemente el Stelvio menos los 3 últimos kilómetros.Vamos directamente al año 1818, en el que el emperador Francisco I de Austria firma un decreto para “la construcción de una ruta militar para atravesar los Alpes Réticos, necesaria por consideraciones de carácter militar”. Se constituye una comisión com-puesta por militares de alto rango y funcionarios civiles, bajo la dirección del ingeniero de Brescia Carlo Donegani. El proyecto es aprobado en 1820, y la constructora lombar-da de Pietro Poli y Antonio Talacchini se encarga de la construcción, que se realiza en un tiempo record de 5 años, con un número de obreros que no bajó de 1000, llegando incluso a 2000 en algunos momentos. Sólo se podía trabajar entre los meses de junio y noviembre, y se hizo a ritmo de 10 km por año. La longitud total entre Spondigna y Bormio es de 49,24 km, con 48 curvas (los famosos 48 “tornanti”) por la vertiente de Spondigna y 34 por la de Bormio. Esos 82 “tornanti” son los responsables de que la pendiente máxima en las 2 vertientes no sobrepase el 11,3%, una proeza teniendo en cuenta la orografía de la zona y los instrumentos de diseño disponibles en esa época. El primero en “coronar” el paso fue, como no podía ser de otra forma, un príncipe. El príncipe Metternich, canciller del imperio austríaco, el 6 de julio de 1825, a bordo de su carruaje tirado por 6 caballos. Subió por la vertiente de Spondigma (más conocida por la de Prato allo Stelvio) hacia Bormio. Podríamos decir que fue el primer vencedor en la “cima Coppi”, precediendo a los Fausto Coppi, Jose Manuel Fuente, Paco Galdós, Jean René Bernaudau, Franco Vona y José Rujano.

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Una obra de ingeniería única

La etapa estaba siendo dura, habíamos salido de Egna en el corazón del Alto Adige, Trentino, y 20 km más adelante

nos encontramos con Frassineto, un puerto no excesivamente duro en comparación con el monstruo que venía después: “Lo stelvio”. Era el Giro del 2005 en su 14ª etapa. El día anterior habíamos tenido el primero de los “tappone” dolomíticos y nos tocó as-cender Passo Costalunga, Passo Sella, Passo Gardena, Pas-so Delle Erbe y final en Ortisei. El Giro iba apretado y sabíamos que ese día iba a ser crucial para el desenlace final. Por la mañana en el autobús del equipo las órdenes eran claras, ha-bía que intentar sacar tiempo a Salvodelli y Di Luca. Simoni añadió, “no me importa mucho cuanto tiempo pierdan, quiero que lleguen muertos, que esto les pase factura la última sema-na”. “Tenemos que subir Stelvio a un ritmo fuerte pero que no se queden, que sufran”. Martinelli, nuestro director, nos miró a Evgeni Petrov y a mí y fue claro: “os toca a vosotros”. De salida iba mal, me parecía que la bici pesaba, que las pier-nas no giraban, sentía todas y cada una de las pedaladas… mal presagio. El primer puerto lo subí sufriendo, sin poder en-contrar desarrollo, a pesar de que hacía frío sudaba mucho. En un momento sentí que el pánico se apoderaba de mí, sen-

La cabaña blanca Por Patxi Vila

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Tesoros ciclistas Por GinobartaliFotos: T. de Waele/A. Epelde

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tía que no iba a poder hacer frente al trabajo que me habían encomendado, tirar todo el Stelvio a medias con Evgeni. Decidí jugármela, me abrí y espere a la grupeta que venía 20” más atrás. Quedaban 200 km a meta y era imposible que la cabeza del grupo aguantara a ese ritmo. Me recuperé y entramos 15 km más adelante. Calma. Poco a poco fui mejorando y sintiéndome mejor, recuperé la confianza y em-pecé a pensar en los 48 tornantis. Llegamos al valle que conduce al inicio del puerto, pasamos Silandro, Laas… La tensión iba creciendo y las moles dolomíticas iban tomando forma y sobre todo altura. Prato allo Stelvio, ya empieza. Pongo a cero el SRM, quiero tener esa información. Ante mí un valle interminable, veo los zig-zag de la carretera y allí lejos, 24,7 Km más adelante y 1.851 metros más arriba una pequeña cabaña blanca. “Non guardare sú” (no mires arriba), me dice Simoni. Marius Sabaliauskas pone un ritmo infernal, nos lleva a tope, a su rueda Petrov y a rueda suya yo. Detrás mío Simoni y Cunego en ese orden. Sabas se aparta 2 km más arriba, le toca a Petrov, tira dos curvas más y se aparta. Me quedo helado, miro el cartel que indica el número de curvas que quedan para llegar a la cima, ¡30! Acabábamos de salir de la zona arbolada y ante mí la parte más dura, más desarbolada, más mítica, más heróica. “Toca a té Paccione” (te toca atí Patxi). “Dai, su duro che cé la fai” (Vamos duro, que tú puedes). Respiré dos veces y pensé que tenía que disfrutar de aquello. Miré hacia atrás y me encontré con la mirada cómplice de mi amigo Juanma, me reconfortó, quedábamos unos 30. Pensé en un refrán que me dijo mi padre una vez “las más largas caminatas empiezan con un paso”. Aquel día fue uno de los que más he disfrutado sobre la bicicleta, empecé

a pasar curvas y a “disfrutar” de ellas. Cada vez hacía más frío, de vez en cuando miraba a la pequeña cabaña blanca que cada vez era más grande. El viento de cara cada vez era mayor y las camisetas de tiras y los pantalones cortos de los espectadores de la parte baja, dejaron paso a los chubasque-ros y pantalones largos. Miré para atrás, unos 20 y quedaban 15 curvas. Una larga recta nos llevará a la 14 donde empieza la última sucesión de curvas, las más famosas. Desde la parte alta de la curva veo a Marzio Bruseghin sufrien-do… lo siento amigo. Me concentro. “Sei grande” me incita Martino desde el coche “Dai cosí fino in cima” (Vamos, así hasta la cima). En ese momento sé que a ese ritmo llegaré hasta arriba, allí acaba mi etapa, me crezco pero el viento de cara se encarga de ponerme en mi sitio, la guerra no ha acabado, el puerto siempre gana. Me cuesta horrores llegar a la 14 donde el cambio de dirección hace que el viento de culo me de un poco de respiro.Llega el momento crucial, Simoni me pide un poco más de ritmo, ¡más! Bajo un piñón e intento acelerar un poco, siento que me falta el aire, hace ya un rato que estamos por encima de los 2000 metros. Consigo que el SRM marque algún watio más, pero siento que empiezo a acumular demasiado lactato en las piernas. 6 curvas, ¡vamos que ya estás!, “bravísimo! falli morire” me incita Gibo. Doy todo lo que tengo en las últimas 5 herraduras, me fijo en el gran hotel blanco que queda a mi izquierda y que en realidad es aquella cabaña. 1h15´de subida, 375 watios de media, 164 ppm, 19,76 km/h, 84 rpm, 1300 kj. Los números de uno de los sitios más impresionantes por donde yo he pasado, uno de los sitios donde mejor he estado y donde espero volver mu-chas veces más.

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GRAN PREMIO DE LAS NACIONESEl Gran Premio de las Naciones era una prueba contrarreloj considerada duran-te décadas como el campeonato del mundo oficioso de la modalidad. No hay más que dar un vistazo al palmarés para comprobarlo. Ahí están Fausto Cop-pi, Hugo Koblet, Louison Bobet, Jacques Anquetil, Felice Gimondi, Luis Ocaña, Eddy Merckx, Bernard Hinault, Laurent Fignon, Lance Armstrong,... Se disputaba hacia el final de la temporada, allá por el mes de septiembre. Lo cual explica también que un contrarrelojista excepcional como Miguel Indurain no figure en el palmarés.Aunque la distancia de la prueba fue reduciéndose a lo largo de los años, en esa época eran nada menos que ¡140 km! ¿Quién imagina hoy una contrarreloj sobre esa distancia? Además, el recorrido incluía 3 pequeñas cotas y una parte final sinuosa por el valle de Chevreuse.Anquetil tiene el récord absoluto de victorias, con nada menos que 9 triunfos entre 1953 y 1966, pero sin duda su triunfo más espectacular fue el primero, en 1953, por haberlo conseguido con sólo 19 añitos. Una precocidad más propia del tenis o la gimnasia rítmica, pero muy poco habitual en el ciclismo de élite.Cuando se cumplen 55 años del evento, os mostramos cómo se vivió ese mo-mento.

Jacques Anquetil y la gloria antes de los 20 años

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Momentos de Gloria Texto: “Ginobartali”Fotos: Archivo Miroir-Sprint / Le Miroir des Sports

En este número dedicamos esta sección a una gesta espectacular protagoni-zada hace 55 años, allá por septiembre de 1953, por uno de los ciclistas más legendarios de la historia de nuestro deporte: Jacques Anquetil. En su época, no fue quizás el ciclista más popular, como pasa a menudo con quienes so-bresalen mucho. Tampoco le ayudó el hecho de que su estilo fuera tan per-fecto sobre la bicicleta ya que daba la impresión de no sufrir como los demás, cuando la realidad era muy distinta.

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PRECEDENTESAnquetil era neoprofesional en ese año de 1953, pero en esos pocos meses ya se había impuesto nada menos que en 17 pruebas, eso sí, no de primer ni-vel. Aunque algunos se atrevían a presentarlo como favorito para esta prueba, otros sonreían sarcásticamente. Había un precedente ese mismo año de una contrarreloj similar en Normandía (la etapa final del maillot París - Normandía), en la que Anquetil había volado en un recorrido sinuoso de nada menos que 122 km, a la velocidad media de, ¡agárrense que hay curvas!, 42,050 km/hora, sacando más de 9 minutos al segundo clasificado. Sin embargo, y no es de extrañar, algunos dudaban de que fuera cierto. Louison Bobet, el gran campeón francés de la época, había declarado: “tiene que haber habido un error de cronometraje”. Jacques Anquetil mantuvo siempre a lo largo de su extensa carrera, llena de triunfos en esfuerzos en solitario, que aquella fue su mejor contrarreloj.

EL GRAN MOMENTOEste Gran Premio de las Naciones iba a disipar las dudas de Louison Bobet y demás especialistas. Anquetil recorrió los 140,300 km de la prueba a la velo-

cidad media de 39,650 km / hora, sacando una diferencia de casi 7 minutos al segundo clasificado. Y eso a pesar de sufrir un pinchazo, 2 cambios de bicicleta, y un viento en contra importante en la primera parte del recorrido. A pesar de ir en cabeza desde el principio, se esperaba que flaqueara en la difícil parte final, pero el joven prodigio siguió aumentando su ventaja hasta la meta. Utilizó una bicicleta de un sólo plato de 52 dientes, como se puede apreciar en las fotos, con un juego de 5 piñones de 14, 15, 16, 17 y 18 dientes.Curiosas, sencillas y sentidas sus declaraciones al acabar la prueba: “He an-dado bien y cómo podría no estar contento de haber ganado. Pero anduve mejor aún en la final del maillot París - Normandía. Este gran triunfo va a ha-cerles ilusión a mis padres, que cultivan fresas en Quincampoix. Los sacrificios que han hecho por mí no han sido en vano. Mi padre me ha permitido que me dedique al ciclismo. Soy tornero de oficio, pero sólo he trabajado un mes en ello.”A pesar del éxito conseguido, su entorno decidió “protegerle”, dosificando sus participaciones en las pruebas más exigentes, si es que puede haber muchas pruebas más exigentes que una contrarreloj de 140km, claro. No corrió su primera vuelta grande hasta el año 1957. Fue el Tour de Francia, en el que consiguió con 23 años la primera de sus 5 victorias.

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