Parte Maldita

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Bataille

Citation preview

  • 57LA PARTE MALDITA

    3. LOS SACRIFICIOS HUMANOS DE MJICO

    2 Historia de los Mexicano]" por sus pinturas, cap. VI.

    ''Alrededor de la Pascua de Resurreccin" se proceda a la inmo-lacin de un hombre joven y de una belleza perfecta. Un ao antesera elegido entre los cautivos: desde entonces, viva como un granseor. "Recorra el pueblo llevando flores en la mano en medio de lagente que lo acompaaba. Saludaba con gracia a todas las personascon las que se encontraba y ellas, por su parte, lo tomaban por la

    Conocemos, de una manera ms completa y viva, en compara-cin con aquellos de tiempos ms antiguos, los sacrificios humanosde Mjico, que se elevan sin duda al pice de horror en la cadenacruel de los ritos religiosos.

    Los sacerdotes mataban a sus vctimas en lo alto de las pirmides.Las extendan sobre un altar de piedra y les clavaban un cuchillo deobsidiana en el pecho. Les arrancaban el corazn y, mientras lata, loalzaban hacia el sol. La mayora de las vctimas eran prisioneros deguerra, esto justificaba la idea de la necesidad de las guerras para lavida del sol: las guerras tenan el sentido del consumo [consumation],no de la conquista. Los mejicanos pensaban que, si las guerras cesa-sen, el sol dejara de brillar.

    Es necesario acercarse a la creencia de este mito segn la cual loshombres, y no slo los hombres, tambin las guerras fueron creadas"para que hubiera gente de la cual se obtuviera el corazn y la sangrepara que el sol pudiera comer"2. gsta creen_cia no tiene, evidentemen-t~,~S que el mito el sentidoQe un valor extr~JJ1-Q.JXXIV'] delc2!1sumo_[collsumation]. _Cada ao los mejicanos observab;n e~honor al sol los cuatro das de ayuno prescriptos por los dioses.Luego inmolaban leprosos enfermos de la piel como el buboso. Elpensamiento no era para ellos ms que la exposicin de sus actos.

    GEORGES BATAILLE56

    che, todos los dioses se acomodaron alrededor de la houuera llamadat>Teotexcalli, donde el fuego ardi durante cuatro das.

    "Se dividieron en dos filas que se colocaron separadamente a losdos costados del fuego. Los dos elegidos tomaron lugar cerca de lahoguera con sus figuras giradas hacia el fuego entre las dos lneas dedioses que permanecan de pie y que, dirigindose a Tecuciztecad, ledijeron: "Vamos, Tecuciztecad, arrjate a la hoguera!" l trat de lan-zarse hacia ella pero, como la hoguera era grande y arda mucho, loinvadi el miedo y, sintiendo el calor, retrocedi. Tom coraje porsegunda vez e intent arrojarse al fuego, pero se detuvo al acercarse yno se atrevi a seguir. Vanamente retom la tentativa cuatro vecesms. Sin embargo, se haba ordenado que nadie podra intentarlo msde cuatro veces. Entonces, luego de los cuatro intentos realizados, losdioses se dirigieron a Nanauatzin y le dijeron: "Vamos, Nanauatzin,es tu turno!" Apenas le dijeron estas palabras, l reuni sus fuerzas,cerr los ojos, y precipitadamente se arroj al fuego. Comenz ense-guida a crepitar como lo hace un objeto asado. Tecuciztecatl, al verque se haba arrojado a la hoguera y que se quemaba, tom de inme-diato impulso y se precipit a las brasas. Se dice que, en el mismomomento, un guila entr a la hoguera y se quem, y que por esoahora esta ave tiene las plumas negruzcas. Un tigre la sigui y sin que-marse, slo por arder qued manchado de blanco y negro l ."

    Un poco despus, los dioses puestos de rodillas, vieron aNanautzin "convertido en sol" salir por el oriente. "Apareci al rojovivo balancendose de un lado para el otro. Nadie poda fijar sumirada sobre l porque encegueca, era tan resplandeciente por laemanacin de sus rayos que se expandan por todo lados." A suturno, la luna se elev sobre el horizonte. Tecuciztecad, por haberdudado, tena menos brillo. A continuacin, los dioses debieronmorir, el viento, Quetzalcoatl, mat a todos: el viento les arranc elcorazn con el que anim a los astros recin nacidos."

    I Bernardino de Sahagn, Histoire des choses de la Nouvelle Espagne, trad. [francesa] Jourdanerer Simon, 1880, libro VII, cap. Ir.

  • 59LA PARTE MALDITA

    8 Sahagn, libro lI, cap. XXIV

    9 Ibid, libro lI, cap. XXI.

    Los aztecas prescriban una conducta singular con aquellos quedeban morir y trataban humanamente a estos prisioneros, les dabanla comida y la bebida que pedan. De un guerrero, que atrapaba a uncautivo de guerra y luego lo ofreca en sacrificio, se deca que lo haba"tenido por hijo, mientras que ste lo tena por su padre"9. Las vcti-mas danzaban y cantaban con aquellos que las conducan a la muer-te. A menudo se deseaba atenuar su angustia. Una mujer que encar-naba a la "madre de los dioses" era consolada por los curanderos y lascomadronas que le decan: "No se aflija ms, querida amiga; pasaresta noche con el rey; algrese, pues." No se le deba dar a entender,en absoluto, que se la iba a matar porque, para ella, su muerte debaser repentina e inesperada. Los condenados, habitualmente, no igno-raban nada de su destino y con esfuerzo deban velar, cantando ydanzando, la ltima noche. Sola suceder que se los emborrachaba o,

    4. INTIMIDAD ENTRE LOS VERDUGOS Y LAS VCTIMAS

    hecho, y le arrancaba el corazn que, inmediatamente, ofreca al

    so1.8"Se tena respeto por el cuerpo del joven: se lo descenda lenta-

    mente al patio del templo. Las vctimas comunes eran lanzadas haciaabajo por los escalones. La ms grande violencia era corriente. Se des-pellejaba al muerto y, al instante, el sacerdote se cubra con la pielensangrentada. Haba hombres en una hoguera de la que se los saca-ba todava vivos con un gancho para colocarlos sobre el tajo.Comnmente, se coman las carnes consagradas en la inmolacin.Las fiestas continuaban sin descanso y cada ao el servicio divino exi-ga innombrables sacrificios: un nmero entorno a los veinte mil.Uno de los azotados encarnaba un dios, se diriga al sacrificio rodea-do, como un dios, por un pblico que lo acompaaba en la muerte.

    GEORGES BATAlLLE

    3 Sahagn, libro lI, cap. V

    4 Ibid, apndice del libro lI.

    5 Ibid, libro lI, cap. XXIV

    6 Ibid, libro lI, cap. XXIV

    1 Ibid, libro lI, cap.V

    imagen de Tezcatlipoca (uno de los ms grandes dioses) y se arrodi-llaban delante de l para adorarl03." Algunas veces, se lo vea en eltemplo en lo alto de la pirmide Quautixicalco: "De da o de noche,tocaba la flauta cuando le placa abandonatse all, y, despus de habertocado, incensaba hacia las dems partes del mundo, luego, regresa-ba a su morada4." No exista cuidado que no se tomar para la ele-gancia y la distincin principesca de su vida. "Se le daba a beber aguasalada, si engordaba, para que mantuviera sus dimensiones delica-das5. Veinte das antes de la fiesta del sacrificio, le daban a este jovenhombre cuatro bellas jvenes, con las que mantena encuentros car-nales durante estos veinte das. Estas cuatro jvenes que le destina-ban eran delicadamente criadas para este fin. Se las llamaba con losnombres de cuatro diosas (... ). Cinco das antes de la fiesta, en la quela vctima deba ser sacrificada, se le rendan los honores de un dios.El rey permaneca en su palacio mientras que la corte segua aljoven6. Se le ofrecan fiestas en lugares frescos y agradables (... ). Alllegar el da de su muerte, se lo conduca a un oratorio llamadoTlacochcalco; pero, antes de arribar, en un lugar llamadoTlapitzanayan, sus mujeres se separaban de l y lo abandonaban.Cuando llegaba al lugar donde se le deba dar muerte, suba, lmismo, los escalones del templo y, en cada uno de ellos, rompa cadauna de las flautas que le haban servido para hacer msica durantetodo el aal. Al alcanzar la cima, los strapas (los sacerdotes) prepa-rados para darle muerte se adueaban de l, lo arrojaban sobre el tajode piedra y, mientras lo mantenan acostado por la espalda fuerte-mente agarrado por los pies, las manos y la cabeza, el que tena elcuchillo de obsidiana se lo clavaba con un golpe en el pecho. Despusde sacar el cuchillo, introduca la mano en el orificio que haba

    58

    s

  • 61LA PARTE MALDITA

    ]3 Sahagn, libro VI, cap. XXXI.

    "Corto tu ombligo en medio de tu cuerpo. Sabe bien y compren-de que la casa donde naciste no es tu morada (... ). Es tu cuna el lugardonde reposas tu cabeza (... ). Tu verdadera patria est en otra parte;fuiste prometido a otros lugares. Perteneces a los campos rasos dondese libran los combates y para los cuales has sido enviado. Tu arte y tuciencia son la guerra. Tu deber es dar de beber al solla sangre de tusenemigos y de proveer a la tierra con los cuerpos de tus adversariospara que los devore. Tu patria, tu herencia y tu felicidad, las encon-trars en el cielo, en el palacio del sol (00 .). Ser, para ti, un destinofeliz el de ser digno de terminar tu vida en los lugares de combate yde recibir all una muerte florida. Lo que ahora corto de tu cuerpo ydel centro de tu vientre es la propiedad de Tlaltecultli que es la tie-rra y el sol. Cuando llegue el fervor de la guerra y los soldados se re-nan, confiaremos este ombligo a los soldados valientes para que loofrenden a tu padre y a tu madre, el sol y la tierra. Lo enterrarn enmedio del campo donde se libran las acciones de guerra: esto ser laprueba de que eres ofrecido a la tierra y al sol; esto ser el signo de lapromesa de librarte al arte de la guerra. Tu nombre se escribir sobrelos campos de batalla para que, junto con tu persona, nunca se olvi-den. Esta ofrenda preciosa que se toma de tu cuerpo es como unaofrenda de una espina de maguey, de caas para fumar, y de ramosde axcoyalt. Por ella se confirma tu promesa y tu sacrificio l3 (. 00)"

    Quien consegua un prisionero no era menos importante en eljuego sagrado que el sacerdote. Una primera escudilla de sangre quemanaba de la herida era ofrecida por los sacerdotes al sol. Una segun-da escudilla era recogida por el sacrificante. ste renda delante de lasimgenes de los dioses y embeba sus labios de sangre caliente. Elcuerpo del sacrificado le perteneca: lo llevaba a su casa, conservaba

    Tenan conciencia de este encadenamiento de la guerra con elsacrificio. Cuando la comadrona le cortaba el cordn umbilical alrecin nacido le deca:

    GEORGES BATAlLLE

    10 Sahagn, libro I1, cap. XXXIV

    11 bid, libro n, cap. XXXVI.12 bid, libro ll, cap. XXXIII.

    5. CARCTER RELIGIOSO DE LAS GUERRAS

    Estos sacrificios de prisioneros no puede~ separarse de las condi-ciones que los hacan posibles: de las guerras y del riesgo asumido dela muerte. Los mejicanos no derramaron sangre ms que a condicinde exponerse a la muerte.

    para alejarlos de la idea de la muerte cercana, se les entregaba unaprostituta. Esta ardua espera de la muerte era soportada por las vc-timas de manera desigual. Sobre algunos esclavos, que deban morirdurante una de las fiestas de noviembre, se nos dice que "se dirigan,precedidos por un hombre que llevaba una vasija llena de tinta, a lode sus amos para decirles adis. Cantaban a gritos reventndose elpecho y, llegando a las casas de sus patrones, mojaban sus manos enla vasija para luego posarlas en el umbral de las puertas y sobre lospilares en los que quedaba su huella. Lo mismo iban a hacer a la casade sus padres. Algunos de ellos, los ms valientes, tenan la fortalezade comer; pero otros, pensando en la muerte que iban a padecer notenan valor para ingerirlO. Una esclava, que representaba a la diosaInamatecultli, estaba vestida completamente de blanco, adornadacon plumas blancas y negras; el rostro pintado mitad negro, mitadamarillo. "Antes de matar a esta mujer se la haca danzar al son de losinstrumentos que tocaban los viejos, mezclndose con la msica delos cantantes. Ella danzaba llorando, suspirando, oprimida por laangustia pensando en la muerte cercana11." En el otoo, algunasmujeres eran sacrificadas en un templo llamado Coatlan. "Cuandolas desgraciadas suban los peldaos, algunas cantaban y otras grita-ban; otras, incluso, derramaban lgrimas12."

    60

  • 6. DEL PRIMADO DE LA RELIGIN AL PRIMADO DELA EFICACIA MILITAR

    "En verdad, usted, no est equivocado al querer que mueran enlos combates: porque no los envi a este mundo para ningn otro finque para servir de alimento al sol y a la tierra, con su sangre y con sucarne i4 ."

    63LA PARTE MALDiTA

    la clave de estos juegos. Si es necesario situar a los aztecas hay quehacerlo del lado de las sociedades guerreras en las que se ejerca lapura violencia sin clculo y las formas ostentosas del combate. Noconocieron la organizacin racional de la guerra y de la conquista.Una sociedad verdaderamente miLitar es una sociedad de empresapor la cual la guerra adquiere el sentido de un despliegue de poder,de un avance ordenado del imperio l5 . Una sociedad relativamentedcil introduce en las costumbres los principios razonables de laempresa, cuyo fin est dado en el porvenir y excluye la locura delsacrificio. Nada ms opuesto a la organizacin militar que las dilapi-daciones de la riqueza representadas por las hecatombes de esclavos.

    Sin embargo, para los aztecas, la extrema importancia de la acti-vidad guerrera haba provocado un cambio significativo que iba en elsentido de la razn de empresa (que, junto con la preocupacin porlos resultados y la fuerza eficaz, introduce un inicio de la humanidad)opuesta a la cruel vioLencia del consumo [consumation]. Mientras que"el rey estaba en su palacio", la corte rodeaba a la vctima (a la cualse le haban rendido "los honores de un dios") del sacrificio mssolemne del ao. No debemos confundirnos: era un sacrificio de sus-titucin. Un apaciguamiento haba arrojado sobre un otro la violen-cia interior que es el principio moral del consumo [consumation].Naturalmente, el movimiento de violencia que animaba a las socie-dades aztecas nunca estuvo ms dirigido hacia dentro que haciafuera. Pero las violencias interior y exterior se componan en una eco-noma que no se reservaba nada. Los sacrificios rituales de los prisio-neros exigan sacrificios de guerreros. Las vctimas sacrificadas repre-sentaban, al menos, el gasto suntuario del sacrificante. La sustitucindel rey por un prisionero no es una atenuacin evidente, sino conse-cuente, de esta ebriedad del sacrificio.

    GEORGES BATAILLE

    [XXV] El sol, saciado de sangre y de carne, ofreca la gloria alalma en su palacio: ah los muertos de la guerra se mezclaban con losprisioneros inmolados. El sentido de la muerte en el combate se reve-laba en la misma plegaria.

    "Hgalo, deca, que sean audaces y valientes, retire de su corazntoda debilidad para que no slo reciban gozosamente la muerte, sinoque la deseen y encuentren en ella encanto y dulzura; que no temanni a las flechas ni a las espadas y que, por el contrario, las tomen porcosas agradables como si fueran flores y comidas exquisitas."

    su cabeza y el resto era comido en un banquete, cocido sin sal y sinpimienta. Pero slo para los invitados, no para el sacrificante quetomaba su vctima como un hijo: como otro s mismo. En la danzacon la que terminaba la fiesta, el guerrero tena la cabeza en la mano.

    Si el guerrero hubiera sucumbido, en lugar de volverse vencedor,su muerte en el campo de batalla habra tenido el mismo sentido queel sacrifico ritual de su prisionero: la muerte habra saciado igual-mente a los dioses vidos de comida.

    En la plegaria de los soldados a Tezcatlipoca se deca:

    62

    El valor de la guerra en las sociedades mejicanas no debe confun-dirnos: no eta una sociedad militar. La religin era, evidentemente,

    i4 Sahagn, libro VI, cap. IlI. 15 Me baso en las consideraciones de Marce! Granet y Georges Dumzil.

  • Este apaciguamiento termina de hacer sensible un movimiento alque respondan los ritos de inmolacin. Este movimiento se nosmanifiesta por su sola necesidad lgica y no podemos saber si el enca-denamiento de hechos se armonizaba detalladamente en l: de cual-quier modo la coherencia estaba dada.

    El sacrificio restituye al mundo sagrado lo que e! uso servil degra-d y volvi profano. El uso servil hizo una cosa (un objeto) de aque-llo que, profundamente, es de la misma naturaleza que el sujeto, quese encuentra con el sujeto en una relacin de ntima participacin.No es necesario que el sacrificio destruya, hablando propiamente, elanimal o la planta que el hombre tuvo que transformar en una cosapara su uso. Al menos hay que destruirlas en tanto que cosas, en tantoque se convirtieron en cosas. La destruccin es el mejor medio paranegar una relacin utilitaria entre el hombre y el animal o la planta,pero raramente llega hasta el holocausto. Basta que el consumo deofrendas, o la comunin, tenga un sentido irreductible a la absorcincomn del alimento. La vctima del sacrificio no puede ser consumi-da de la misma manera que un motor utiliza un carburante. El ritotiene la virtud de reencontrar la participacin ntima del sacrificanteen la vctima, a la que un uso servil le haba puesto fin. El esclavosometido al trabajo se convierte en la propiedad de otro, es una cosadel mismo modo que una bestia de carga. Quien emplea el trabajode su prisionero, traza un lazo que lo une con su semejante. Se acer-ca el momento en que lo vender. Pero el propietario no slo hizouna cosa, una mercanca, de esta propiedad: nadie puede hacer unacosa del otro s mismo, que es el esclavo, sin distanciarse al mismotiempo de lo que l mismo es ntimamente, sin darse a s mismo loslmites de la cosa.

    Esto no puede considerarse estrechamente: no hay operacinperfecta y ni el esclavo ni el amo son perftctamente reducidos alorden de las cosas. El esclavo es una cosa para el propietario, aceptaesta situacin preferible antes que la muerte. Efectivamente, pierdepara s mismo una parte de su valor ntimo, no basta con ser esto o

    65LA PARTE MALDITA

    aquello: hace falta, al mismo tiempo, serlo para otro. Del mismomodo, e! propietario dej de ser, para el esclavo, su semejante, seencuentra profundamente separado de l: aunque sus pares contin-en viendo un hombre en l, y sea siempre un hombre para otro,desde entonces est en un mundo en el que un hombre slo puedeser una cosa. La misma pobreza se extiende sobre la vida humanacomo cuando se nubla sobre el campo. El tiempo cubierto, en e!momento en que el sol se tamiza completamente por las nubes y losjuegos de luz se apagan, parece "reducir las cosas a lo que son." Elerror es evidente: delante de m slo est el universo, el universo noes una cosa y no me equivoco, en absoluto, si veo su esplendor al sol.Pero, cuando el sol se oculta, veo ms distintamente la granja, e!campo, la cerca. No veo ya el esplendor de la luz que se proyectabasobre la granja, pero s esta granja, o esta cerca, como una pantallaentre el universo y yo.

    Del mismo modo, la esclavitud introduce la ausencia de luz enel mundo, que es la posicin separada de cada cosa, reducida al usoque de ella se tiene. La luz o el esplendor dan la intimidad de la vida,lo que ella es profundamente, que el sujeto percibe como igual a smismo y como la transparencia del universo.

    Pero la reduccin de "lo que es" al orden de las cosas no se limitaa la esclavitud. Aunque la esclavitud est suprimida, nosotros mismosconocemos los aspectos de la vida social en los que el hombre se reba-ja a las cosas, y debemos saber que el rebajamiento no esper a laesclavitud. El ingreso de! trabajo en el mundo sustituy, desde el ini-cio, la intimidad, la profundidad del deseo y sus libres desencadena-mientos, por el encadenamiento razonable donde la verdad del ins-tante presente ya no importa, sino que importa el resultado ulteriorde las operaciones. El primer trabajo fund el mundo de las cosas, alcual responde generalmente el mundo profano de los antiguos. Apartir de la posicin del mundo de las cosas, el hombre se convirtien una de las cosas de este mundo, al menos durante el tiempo quetrabajaba. El hombre de todos los tiempos se esfuerza por escapar aesta degradacin. En sus mitos extraos, en sus ritos crueles, el hom-bre est, desde siempre, en la bsqueda de una intimidadperdida.

    GEORGES BATAJLLE

    7. EL SACRIFICIO O EL CONSUMO [consumation]

    64

  • 67LA PARTE MALDITA

    8. LA VCTIMA MALDITA Y SAGRADA

    La vctima es un excedente tomado de la masa de la riqueza til,y no puede extraerse ms que para ser consumida sin provecho, enconsecuencia, destruida para siempre. Desde que es elegida es la

    que se comunican los seres separados1 6. Todo se muestra, todo estabierto y todo es infinito, entre quienes consumen intensamente.Pero en ese momento ya nada importa, la violencia se libera y se des-encadena sin lmites en la medida en que aumenta la pasin.

    Lo que garantiza el retorno de la cosa al orden ntimo es su entra-da en esta hoguera de consumo [consumation] donde la violencia estlimitada, sin duda, con gran esfuerzo. Siempre la cuestin del sacri-ficio es tener en cuenta la ruina, preservar el resto de un peligro mor-tal de contagio. Todos los que estn en contacto con el sacrificioestn en peligro pero su forma ritual limitada, regularmente, tienecomo efecto preservar a aquellos que lo ofrecen.

    El sacrificio es la pasin donde se reencuentra la intimidad deaquellos que componen el sistema de las obras comunes. La violen-cia es su principio, pero las obras la limitan en el tiempo y en el espa-cio; se subordina al cuidado de unir y conservar la cosa comn. Losindividuos se desencadenan, pero este desenfreno que los funde y losmezcla indistintamente con sus semejantes, contribuye a encadenar-los en las obras del tiempo profano. Tampoco se trata de la empresaque absorbe el exceso de las fuerzas con vistas a un desarrollo ilimi-tado de la riqueza. Las obras slo tienen en vista el sostn y no hacenms que dar de antemano los lmites de la fiesta (cuya fecundidadasegura el retorno y es su origen). Pero slo la comunidad est pre-servada de la ruina. La vctima es abandonada a la violencia.

    16 Insisto sobre un dato fundamental: la separacin de los seres est limitada al orden real.Solamente si permanezco en el orden de las cosas, la separacin es real. Ella es, en 'efecto, real,pero lo que es real es exterior. "Todos los hombres, ntimamente, no son ms que uno".

    GEORGES BATAILLE

    La religin es este largo esfuerzo y esta indagacin angustiosa: setrata siempre de arrancar del orden real la pobreza de las cosas ydevolverlas al orden divino; el animal o la planta de los que el hom-bre se sirve (como si slo tuvieran valor para l y ninguno para smismos) es devuelto a la verdad del mundo ntimo donde recibe unacomunicacin sagrada que lo devuelve, a su vez, a la libertad inte-

    flor.El sentido de esta profunda libertad est dada en la destruccin

    cuya esencia es la de consumir sin provecho aquello que podra per-manecer en el encadenamiento de las obras tiles. El sacrificio des-truye lo que consagra. No est obligado a destruir como el fuego;slo est roto el lazo que una la ofrenda con el mundo de la activi-dad provechosa, pero esta separacin tiene el sentido de un consu-mo [consumation] definitivo; la ofrenda consagrada no puede serdevuelta al orden real. Este principio abre la va al desencadena-miento, libera la violencia reservndole el mbito donde reina sin

    restricciones.El mundo ntimo se opone al real como la desmesura a la mode-

    racin, la locura a la razn, la embriaguez a la lucidez. Slo haymoderacin en el objeto, razn en la identidad del objeto consigomismo, y lucidez en el conocimiento distinto de los objetos. Elmundo del sujeto es la noche: esta noche activa, infinitamente sospe-chosa que, en la inercia de la razn, engendra monstruos. Propongo, enprincipio, que incluso la locura da una idea atenuada del "sujeto" libre,en absoluto subordinado al orden "real"y preocupado slo por elpresen-te. El sujeto abandona su propio mbito y se subordina a los objetosdel orden real ni bien se preocupa del tiempo por venir. El sujeto esconsumo [consumation] en la medida en que no est obligado al tra-bajo. Si no me preocupo ms por "lo que ser" sino por "lo que es",qu razn tengo para guardar nada como reserva? Puedo, ahora,hacer desordenadamente de la totalidad de los bienes que dispongoun consumo [consumation] inmediato. Este consumo [consumation]intil es lo que me place, apenas desaparecida la preocupacin por elmaana. Si consumo, as, sin medida les revelo a mis semejantes loque soy ntimamente: el consumo [consumation] es el medio por el

    66

  • 69LA PARTE MALDITA

    est claro que, desde los tiempos de los informantes de Sahagnestas orgas de muerte eran toleradas porque golpeaban a los extran~jeros. Los mejicanos inmolaban nios que se elegan entre los suyosaunque se debi~ prever penas severas contra aquellos que se aparta~ban de su cortejO cuando se sometan en los altares. El sacrificio esthecho con una me~cla de angustia y frenes. El frenes es ms pode-roso que la angustia a condicin de desviar sus efectos hacia afuerasobre un prisionero extranjero. Basta que el sacrificante renuncie a lariqueza que hubiera podido ser, para l, la vctima.

    A pesar de esta explicable ausencia de rigor, el sentido del rito nocambia. Slo era.valioso un exceso que pasaba los lmites y cuyo con-sumo [consumatzon] pareca digno de dioses. A este precio, los hom-~res esc~paban de su degradacin; a este precio quitaban el pesomtroduCldo en ellos por la avaricia y el fro clculo del orden real[XXVIII].

    GEORGES BATAlLLE

    17 En el simple sentido del conocimiento de lo divino. Se pens que los textos a los que hagoalusin manifestaban una influencia ctistiana. Esta hiptesis me patece vana. El mIsmo fondode las creencias cristianas es extrado de la experiencia religiosa anterior y el mundo que repre-sentan los informantes de Sahagn tiene una coherencia cuya necesidad se impone. En rigor,la pobreza voluntaria de Nanauatn podra pasar por una cristianizacin. Pero esta ~ptnln meparece que reposa sobre un desprecio de los aztecas, el cual, hace falta deCIr, Sahagun no pare-

    ce haberlo compartido.

    parte maldita prometida al consumo [consumation] violento. Pero ~amaldicin arranca a la vctima del orden de las cosas y hace reconoCI-ble su figura que ilumina, desde entonces, la intimidad, la angustia y

    la ptofundidad de los seres vivos.Nada es ms impactante que los cuidados de los que se la rodea.

    Como cosa, verdaderamente, no se la puede retirar del orden real quela amarra, ms que si la destruccin le quita el carcter de cosa ysuprime para siempre su utilidad. A partir de que la vctima es con-sagrada, y durante el intervalo que separa la consagracin de la muer-te, entra en la intimidad de los sacrificantes y participa en sus consu-mos [consumations] [XXVI]: es uno de ellos y en la fiesta donde pere-cer, canta, danza y goza de todos los placeres con ellos. En ella nohay ms servidumbre, incluso puede recibir armas y combatir. Estperdida en la inmensa confusin de la fiesta; es eso, justamente, lo

    que la pierde.La vctima, en efecto, ser la nica en salir completamente del

    orden real en tanto que ella sola es llevada hasta el final por el movi-miento de la fiesta. El sacrificador slo es divino con algunas reticen-cias. El porvenir es en l aguardado pesadamente, el porvenir es supeso de cosa [XXVII]. Los autnticos telogos l7 , cuya trad~ci~nSahagn ha retomado, lo perciban muy bien, colocaban el sacnficlOvoluntario de Nanauatzin por encima de los otros, glorificaban a losguerreros al ser consumidos por los dioses y daban a la divinidad elsentido del consumo [consumation]. No podemos saber en qu medi-da los sacrificados en Mjico aceptaban su suerte. Es posible que, enalgn sentido, algunos de ellos se hayan "entregado por honor" a serofrecidos a los dioses; pero su inmolacin no era voluntaria. Tambin

    68