Mitos de La Evangelizacion - Antonio Rubial

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  • 7/27/2019 Mitos de La Evangelizacion - Antonio Rubial

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    ngeles en carne mortal. Viejos y nuevos mitossobre la evangelizacin de Mesoamrica.

    Antonio Rubial GarcaUniversidad Nacional Autnoma de Mxico

    Palabras clave: edad dorada, evangelizacin, frailes mendicantes, humanismonovohispano, reino milenario de los franciscanos

    D

    esde el siglo XVI hasta nuestros das, el tema de la evangelizacin deMesoamrica ha sido uno de los ms historiados y estudiados; consideradocomo hecho fundacional de la nacin, ha sufrido una continua reelaboracin

    y revaloracin. Es en este sentido que se utilizar la palabra mito en este ensayo,como una construccin que convierte la historia en un discurso surgido de losintereses y necesidades de cada poca, grupo o individuo.

    A partir de la premisa de que toda reconstruccin del pasado es tambin histrica,mi inters consiste en aproximar al lector a un complejo proceso cultural cuyos

    postulados se fueron forjando a lo largo de los aos dentro de diversos contextos.Desde su elaboracin original por los cronistas del siglo XVI hasta el XX, en estaconstruccin historiogrfica acerca de un tiempo idealizado se han ido sedimentandouna serie de lugares comunes que, repetidos hasta la saciedad, han llegado a

    formar parte incluso de la conciencia histrica popular. Sobra decir, sin embargo,que el tema es demasiado amplio para ser agotado en tan breve espacio, y esteartculo pretende ser slo un acercamiento a tan vasto problema. Aqu nica-mente se presenta una serie de apuntes para abrir futuros debates.

    Signos histricos, nm. 7, enero-junio, 2002, 19-51

    Recepcin: 29/05/01 19 Aceptacin: 28/11/01

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    LOSMITOSANTIGUOS

    Hasta el siglo XVIII, la historia era considerada un gnero literario y, como partede la retrica, posea un uso mucho ms amplio del que ahora le damos. En su

    papel de maestra de la vida (es decir, portadora de enseanzas morales), tenacomo misin bsica transmitir un deber ser, ms que una verdad objetiva. Loimportante para sus cultivadores era, por tanto, no narrar lo realmente acaecido,sino lo ejemplar. Los hechos histricos servan para extraer de ellos modelos devirtudes heroicas (valenta, fidelidad, justicia, defensa de los dbiles) o de valorescristianos (humildad, castidad, desapego a los bienes materiales, obediencia). Ellostambin eran utilizados como argumentos en favor de la preeminencia de un linaje,grupo social u orden religiosa y como medios para exigir el respeto a sus privilegios.La escritura de la historia tena, por ltimo, la inquietud de salvar la memoria para

    el futuro, y sta (como madre de la prudencia) servira de consejera al buengobierno. Para obtener resultados, la historia como la retrica, deba deleitar conuna narracin amena y mover la emotividad para producir la accin.

    Para cumplir con sus objetivos, haca uso de los varios recursos de la retrica:los topoi o lugares comunes (falsa modestia, ofrecer cosas antes nunca dichas,sacar a luz, etctera); uso del gnero demostrativo por medio de la alabanza de lasvirtudes, el vituperio de los vicios, la digresin, la descripcin de imgenes, laamplificacin y la cita de autoridades. Esta ltima, sobre todo, tena la funcin de

    prueba, pues la Biblia, los autores clsicos y los padres de la Iglesia eran los

    paradigmas de una verdad incuestionable que parta, tanto de la revelacin divi nacomo de la exgesis que la avalaba y la explicaba. Toda construccin histricatena como base este esquema retrico y una tradicin providencialista que vea eldevenir inserto en un plan divino y al mundo y al tiempo como los escenarios de unalucha csmica entre el bien y el mal, lucha que acabara con el triunfo de los segui-dores de Dios en la eternidad, despus de una destruccin apocalptica.

    El nacimiento de una visin optimista de la evangelizacin, 1550-1555.

    Fray Toribio de Benavente Motolina

    El texto ms antiguo que poseemos sobre la evangelizacin fue obra del franciscanofray Toribio de Benavente oMotolina. De su crnica nos ha llegado slo una

    parte, aunque se ha podido reconstruir con bastante precisin su contenido gracias

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    a la labor del erudito historiador Edmundo OGorman. El principal objetivo deMotolina al escribir su obra fue exaltar la labor de los franciscanos como paladinesde una lucha contra el demonio, quien tena sometidos a los pueblos indgenas. Enese panorama, la labor militar de Hernn Corts y de los conquistadores era

    considerada fundamental. Frente a los indios prehispnicos demoniacos,Motolinapresentaba una cristiandad indgena perfecta, practicante y sumisa a los dictmenesde los frailes, una Jerusaln terrena donde todo era armona. Con esos seres seconvertira en realidad la utopa de una sociedad cristiana perfecta, como la de laIglesia original; con ellos se forjara el reino de paz que precedera al Apocalipsisy con esta Iglesia indiana la cristiandad se compensara de las prdidas sufridascon la hereja luterana. El indgena de la crnica se mova de acuerdo a las nece-sidades retricas de la narracin; cuando se trataba de exaltar a los frailes comodestructores de la idolatra se usaba el vituperio contra los vicios indgenas, cuando

    se intentaba amplificar los logros de los evangelizadores se exaltaban las virtudesdel indio cristiano.ParaMotolina, esa cristiandad haba dado incluso sus primeros mrtires, los

    nios Cristbal, Antonio y Juan de Tlaxcala, quienes murieron por su actividadcomo descubridores y denunciantes de la idolatra. AunqueMotolina no dej deremarcar la ayuda que los frailes recibieron de estos jvenes nobles educados ensus conventos, los nicos hroes de la hazaa evangelizadora fueron los religiosos,

    principalmente fray Martn de Valencia, el dirigente de los primeros docefranciscanos fundadores de la misin, entre los que estaba el mismo fray Toribio.

    En su obra, la conversin de los indios apareca como un hecho milagrosopropiciado por la providencia que movi las voluntades de los dirigentes y de sussbditos a aceptar la verdadera fe. De hecho, para l la conversin masiva fueconsecuencia de la irrefutable verdad del cristianismo y de la bondad de susministros. Ahora sabemos, sin embargo, que la actitud de los seores indios conrespecto a los frailes no fue hija del convencimiento sino de la conveniencia.Muchos se bautizaron y continuaron con sus ritos antiguos, los cuales permanecieronvivos hasta el siglo XVIII; otros aprovecharon la aparicin de este nuevo factorsocial que eran los frailes para conseguir poder y prestigio en la regin; con la

    ruptura de los equilibrios tradicionales, los beneficiados fueron aquellos que supieronbuscar la alianza con los religiosos. Las masas, por su parte, recibieron el bautismocomo una imposicin de la conquista armada y como parte del sometimiento desus seores. Pero en el discurso retrico deMotolina nada de esto aparece.

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    Tampoco aparece en el texto de la crnica la violencia que trajo aparejada lacristianizacin. Aunque el autor mostraba la conquista como una de las plagas deEgipto, los frailes se comportan en su crnica como amorosos padres protectoresque amparan a los indios contra la crueldad del conquistador. No se menciona, en

    cambio, el uso de la fuerza que los religiosos avalaron, la persecucin contra lossacerdotes, nobles y hechiceros que continuaban practicando sus ritos antiguos ylos castigos (desde los azotes hasta la hoguera y la horca) que se les impusieroncon su anuencia y su consejo.

    De hecho, el tema de la violencia como medio de evangelizacin fue uno de lospuntos de conflicto entre algunos religiosos, pues mientras unos pocos, como eldominico fray Bartolom de Las Casas, sostenan que el nico medio de cristianizacinera la predicacin pacfica, otros, como el mismoMotolina, justificaban el uso dela fuerza como medio de conversin.

    La edad dorada como defensa de una causa perdida, 1590-1600.

    Fray Jernimo de Mendieta

    A partir de la perspectiva y de los datos aportados por fray Toribio de BenaventeMotolina, y con base en su propia actividad poltica y en su experiencia misionera,su discpulo fray Jernimo de Mendieta elabor una historia del procesoevangelizador desde una perspectiva distinta, bastante cargada de tintes pesimistas.En su tiempo, la poblacin indgena decaa por las epidemias y los trabajos excesivosen tanto que se impona un sistema tributario ms rgido a los indios y un mayorcontrol sobre su mano de obra; los frailes se vean atacados y desplazados de su

    papel rector en las comunidades, el cual les era disputado ahora por los obispos,dirigentes del clero secular. La nueva poltica de Felipe II, que los haba desplazado,afectaba tambin a sus colaboradores inmediatos, los encomenderos y los noblesindgenas, y daba su apoyo a los burcratas y a los mercaderes; la cristianizacinde los indios era muy relativa como lo mostraban las noticias de que los cultos alos dioses antiguos continuaban vivos en todo el territorio.

    Mendieta fue testigo de una poca de profundos cambios en Nueva Espaa.La aparicin de grupos desarraigados como los mestizos, los indios plebeyosenriquecidos, los esclavos negros, los criollos y los emigrantes espaoles, habaroto el esquema tradicional que conceba a la sociedad novohispana formada por

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    La visin de Mendieta estaba ciertamente teida de paternalismo, pues propo-na el regreso a una comunidad indgena aislada de los espaoles, comunidad pura(que de hecho jams existi) que deba mantenerse as para poder cumplir con sumisin de Iglesia primitiva. Para evitar el contagio era necesario controlar la emi-

    gracin y evitar la hispanizacin, prohibiendo el aprendizaje de la lengua y la con-vivencia con los blancos y, sobre todo, con los mestizos y los negros. Esta separacinen dos repblicas, avalada por el Estado y por la Iglesia, deba corresponder a unarenovada poltica de congregacin que agrupara las comunidades dispersasalrededor de los grandes pueblos ya creados para tener una mejor administracinreligiosa y un mayor control sobre las idolatras. Esta posicin paternalistaconsideraba que sin los frailes esos hombres miserables nada podran hacer. A

    pesar de ser seres casi perfectos, los indios eran como nios y si no se les guiabapodan propender a la mentira y al vicio, por lo que deban estar siempre bajo la

    vigilancia y cuidado de los frailes; y aunque haba algunos muy aventajados en elcamino espiritual, no se les deban dar las rdenes sagradas, pues eran ms aptospara obedecer que para mandar.

    La obra de Mendieta, sin embargo, no fue publicada en su tiempo. Su actituddemasiado combativa y detractora de la labor espaola en Amrica era intolerable

    para la nueva poltica imperial de Felipe II; pero sus materiales, y a veces seccionescompletas de ella, fueron ampliamente utilizados por su discpulo fray Juan deTorquemada en la monumental obra: Monarqua indiana, impreso en Sevilla en1615. Este texto hara pblica la idea de una edad dorada sin las marcas de

    pesimismo, de crtica y de amargura que le diera fray Jernimo de Mendieta unosaos atrs.Entre los dominicos, la construccin de la idea de una edad dorada fue obra de

    fray Agustn Dvila Padilla, escritor criollo cuya crnica (editada en Madrid en1596) fue la primera obra impresa de este tipo. Al igual que Mendieta, y siguiendouna larga tradicin de su propia orden, Dvila critica la explotacin de los indios yse duele por su exterminio, pero tambin manifiesta su tristeza y desconsuelo porla supervivencia de idolatras y por las deficiencias en la cristianizacin de losindgenas. A partir de l, la polmica figura de fray Bartolom de Las Casas (de

    quien hace una elogiosa biografa) se inserta en la historiografa mexicana tomandotintes heroicos.

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    Las historias prodigiosas de las crnicas provinciales. La edad dorada

    entre los agustinos y los dominicos, 1600-1750

    Las obras escritas por Mendieta y Torquemada posean un carcter universal. En

    ellas, el proceso evangelizador quedaba inmerso en un panorama ms amplio, elde la historia de la salvacin, por lo que incluan descripciones bastante extensas deritos, dioses y reyes de los pueblos indgenas durante su gentilidad. Esta historio-grafa de corte franciscano estaba avalada, adems, por las profundas inves-tigaciones de esos temas llevados a cabo por fray Andrs de Olmos y frayBernardino de Sahagn y por el dominico fray Diego Durn. Sin embargo, esa posicinse perdi durante el siglo XVII. Las historias generales dieron paso a las crnicasde provincia, que describan el proceso evangelizador en las diversas regionesdonde se haban implantado las rdenes religiosas: Michoacn (la del agustino

    Diego de Basalenque y la del franciscano Alonso de la Rea) Jalisco (la delfranciscano Antonio Tello) Oaxaca (la del dominico Francisco de Burgoa), Yucatn(la del franciscano Diego Lpez de Cogolludo) y el Altiplano y sus valles aleda-os (la del agustino Juan de Grijalva y las de los dominicos Hernando Ojea, AlonsoFranco y Juan Bautista Mndez).

    La crnica provincial mendicante de los siglos XVII y XVIII cumpla con dosnecesidades institucionales: exaltar los dorados orgenes de las provincias religiosasy las virtudes de sus primeros misioneros, en una poca en la que el primitivoespritu decaa entre las generaciones de jvenes frailes criollos; remarcar su

    carcter de fundadores de la Iglesia novohispana, por medio de estas relacionesde mritos, para solicitar privilegios a la Corona y justificar sus derechos sobre lasdoctrinas de indios, disputadas por el clero secular y los obispos. A la narracin delas vidas de lospadres apostlicos, se agregaban regularmente alusiones a losconflictos internos o externos que asolaban a las rdenes en los siglos XVII y XVIII,y la descripcin de sus conventos, de la fundaciones de sus pueblos, de sushospitales, de sus escuelas y de los tesoros artsticos que albergaban sus templos.

    En las crnicas provinciales se acentuaban los rasgos idealizados de losmisioneros; se les presentaba viajando solos, sin ningn apoyo, realizando actos prodi-

    giosos, luchando fsicamente con las fuerzas demonacas y dejando morir suscuerpos incorruptos; estos frailes que apenas conocan las lenguas de los indios,conseguan con su sola presencia sorprendentes conversiones; en las crnicas noaparecan los squitos de cargadores, intrpretes y guas que los llevaban por losmejores caminos y que les facilitaban el contacto con los pueblos aborgenes, ni las

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    alianzas y ayuda que reciban de los seores indgenas y de los encomenderos.La nica forma de presentar a los indios era el estereotipo: los prehispnicos, con lacarga satnica que posea el mundo anterior a la conquista, eran descritos como

    brbaros, canbales, viciosos y sanguinarios; los cristianos, como quien haba reci-

    bido la verdad revelada y con ella la salvacin, aparecan slo como el objeto de lamisin, formaban parte de la escenografa en la que los frailes desplegaban suactividad y sus virtudes; los curanderos y los indios apstatas, eran los ministrosdel demonio que incitaba regresar a la idolatra como manifestacin de su resistenciaa dejar su antiguo poder sobre estos territorios.

    La evangelizacin, piedra de toque en las pugnas entre regulares y

    seculares, 1585-1750

    Uno de los temas centrales que presentan las crnicas sobre la evangelizacin es laausencia de conflictos entre las distintas rdenes y de ellas con los primeros obispos,la mayora de los cuales eran frailes. Aunque ahora sabemos que Vasco de Quirogay fray Juan de Zumrraga escribieron al rey quejndose de la poca sumisin quelos frailes tenan hacia ellos y de sus conflictos de jurisdiccin, el hecho es que,segn todos los cronistas, las relaciones entre ambas partes estuvieron marcadas

    por el entendimiento y por la colaboracin. En contraste con esa idlica convivencia,todas las crnicas insisten en sealar las injustas pretensiones que desde la segundamitad del siglo XVI comenzaron a tener los obispos en torno a las doctrinasadministradas por los frailes.

    Las crnicas reflejan un conflicto real de intereses entre ambas facciones,conflicto que tuvo un punto de alta tensin durante el periodo de gobierno delobispo Juan de Palafox. Este prelado seculariz numerosas parroquias de los mendi-cantes en la dicesis de Puebla en 1641 y siguiendo su ejemplo otros obisposhicieron lo mismo en casi todo el territorio. Inmerso en este conflicto (que terminarahasta mediados del siglo XVIIIcon la secularizacin general) el tema de la evangelizacinfue utilizado como argumento, en uno y otro bando, para justificar posiciones.

    Para el clero secular, uno de los puntos de la controversia se centr en lasupervivencia de la idolatra. Aunque nunca se cuestion la labor de los primerosmisioneros, los seculares consideraban que los indios estaban mal administradosen su tiempo, pues los frailes que continuaron la labor de sus predecesores ignoraban

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    las lenguas indgenas. Sus argumentos se reforzaban con los tratados acerca deidolatras que escribieron los curas Hernando Ruiz de Alarcn y Jacinto de laSerna, en los cuales se haca patente la pervivencia de creencias y ritos antiguos.

    Los frailes, por su parte, argumentaban que los seculares estaban muy mal

    preparados para hacer frente a tan titnica labor y para reforzar sus aseveracionesinsistan en sus crnicas donde los seculares haban sido excluidos en los iniciosdel proceso evangelizador a causa de su ineptitud e inmoralidad. Salvo la mencinespordica que se haca de la labor de Juan Daz, cura castrense que acompa alos ejrcitos de Corts, se dio como un hecho incuestionable que los seculares nohaban participado en la edad dorada de las misiones, lo que se remarcaba anms por la falta de crnicas que dieran razn de su actividad. Hoy sabemos, sinembargo, que esto es cuestionable. Desde fechas tempranas, fray Juan de Zumrragaenvi a varios clrigos a hacerse cargo de curatos en Guatemala, Pnuco, Colima

    y Michoacn. De hecho, el primer arzobispo tena entre sus ms cercanoscolaboradores a 23 seculares, 13 de los cuales fueron enviados a misiones.Por su parte, Vasco de Quiroga tambin se apoy en los seculares para misionar,

    aunque su nmero en Michoacn era escaso. A raz de su visita a Espaa entre1547 y 1554, Vasco de Quiroga trajo a su dicesis a quince clrigos y los coloc ensu cabildo y en algunas parroquias en el Bajo, Colima, Jalisco y la Tierra Calientede Michoacn, muy posiblemente a causa de sus pleitos con los regulares. A sumuerte existan alrededor de 20 curatos seculares que fueron en aumento en lasegunda mitad del siglo llegando a 40 en 1570. Es notable tambin que varios

    encomenderos (como Juan de Villaseor, quien lo era de muchos pueblos al surdel ro Lerma) encargaron a seculares la administracin de sus indiosA mediados del siglo XVIII, en pleno proceso secularizador promovido por los

    borbones, el clero secular comenz a exaltar y a promover por medio de la pinturaa las dos figuras evangelizadoras ms gloriosas de su corporacin: el clrigo JuanDaz y el obispo Vasco de Quiroga.

    Fray Bartolom de Olmedo y el mito mercedario, 1632-1750

    En 1632 sala en Madrid la primera edicin de la Historia verdadera de laconquista de Nueva Espaa, que escribiera Bernal Daz del Castillo 70 aosatrs. La edicin haba estado a cargo del mercedario fray Alonso Remn, quien

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    muri antes de verla concluida y, al parecer, su transcripcin de la obra era bastantefiel al original. Sin embargo, al salir impreso, el texto ya no respetaba exacta-mente el manuscrito que emergi de la pluma del cronista conquistador. El editorque sustituyo a Remn, el tambin fraile de la Merced fray Gabriel Adarzo y

    Santander, introdujo varias interpolaciones en el ltimo momento, muchas de ellasrelacionadas con su hermano de hbito fray Bartolom de Olmedo. En talesagregados (que por supuesto quedaban sacralizados al hacerlos aparecer comosalidos de la autorizada pluma de un testigo presencial como Bernal) el mercedarioera descrito como el primer evangelizador de Nueva Espaa, colaborador yconsejero de Corts, predicador de la fe cristiana a los indios, cura castrense delos ejrcitos que tomaron Mxico-Tenochtitlan y que, tiempo despus, conquistaronGuatemala al mando de Pedro de Alvarado. El hecho real de la participacin deOlmedo en la gesta conquistadora, apenas esbozado en los cronistas, tomaba en la

    versin mercedaria de Bernal un tono heroico y unas dimensiones exorbitantesque lo equiparaban al mismo Corts. Este papel protagnico del fraile y de suactuacin quedaba plasmado desde la portada de la edicin en la cual aparecen elreligioso y el conquistador de la misma talla flanqueando el frontispicio del ttulo.Ellos son la mano y la boca, como dicen los carteles acerca de sus cabezas; ellosson la accin y la palabra, la espada y la cruz. Sus escudos de armas (el delmarquesado y el de la Merced) y sus hazaas descritas en los otros escudos quelos personajes sostienen (el encuentro con Moctezuma y la predicacin a los indios)son los emblemas que pregonan sus glorias y que las hacen complementarias.

    El impacto que este texto tuvo en la literatura y en el arte fue enorme; su con-tenido form parte central de la campaa mercedaria que tena por objeto colocara esta orden en un destacado lugar en los inicios mismos de la Iglesia novohispana.Formar parte de un hecho fundacional de tales magnitudes poda aportar a la

    provincia de la Merced permisos para nuevas fundaciones y limosnas reales,adems de la preeminencia que se manifestaba en la presencia de sus miembrosen lugares destacados en los actos pblicos.

    El mito fue reforzado por el cronista de la provincia de la Merced en NuevaEspaa, fray Francisco de Pareja quien lanz diatribas contra los cronistas de las

    otras rdenes que por envidia no reconocan los mltiples mritos de su correligio-nario Olmedo,El Aarn del Moiss Corts. Aunque la crnica del padre Parejano recibi la luz de la imprenta, circul sin duda entre los medios mercedarios y dioargumentos a la orden para defenderla contra los continuos ataques que recibi acausa de sus pretensiones de ser la primera orden misionera de Nueva Espaa.

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    como una mera continuacin de un proceso que se haba iniciado de manera paralelaal de la cristianizacin del viejo continente, con lo cual Amrica se colocaba al mismonivel que Europa. El pasado prehispnico perda la carga demonaca que le habandado los misioneros del siglo XVI y se converta en una civilizacin equiparable a

    las del viejo continente.En el mito criollo, tal como aparece elaborado despus de 1750 por MarianoVeytia (conocedor de los papeles de Duarte, y de las menciones de Sigenza y deBoturini), se recopilaban muchas pruebas materiales de esa presencia: las cruces

    prehispnicas, como la de Huatulco, demostraban la existencia de una predicacinprimitiva; las huellas de los pies apostlicos plasmadas en algunas rocas; lastradiciones indgenas que hablaban de un sacerdote virtuoso, blanco y barbado, ylas similitudes entre los nombres de santo Toms (llamado tambin dydimus, elmellizo) y el sabio y piadoso Quetzalcatl (tambin conocido como el cuate o

    gemelo divino); la presencia de cdices antiguos y tradiciones que supuestamentecontenan enseanzas de claro raigambre cristiano, como la adoracin de un Dioscreador, la Trinidad, la caridad con los pobres, la monogamia, la veneracin de la cruz,el bautismo, la comunin, la confesin y el celibato sacerdotal.

    El varn santo, que portaba ropa talar blanca sembrada de cruces rojas, habradejado tambin la huella de su presencia en la profeca de la llegada por el mar deoriente de hombres blancos y barbados que se apropiaran de la tierra y traeran laluz del evangelio.

    El mito de santo Toms tuvo su ltimo resplandor en el sermn que el dominico

    fray Servando Teresa de Mier predic el 12 de diciembre de 1794 en la fiesta dela Virgen de Guadalupe. En l se expresaba que el manto donde se haba plasmado laimagen milagrosa no haba sido la tilma de Juan Diego sino la capa del apstolsanto Toms; con ello, Mier remita la evangelizacin a los tiempos apostlicos,antes de la llegada de los frailes espaoles, con lo que quitaba a Espaa la primacade la cristianizacin americana y con ello los derechos de su conquista. Con lasteoras acerca de la evangelizacin primitiva del padre Mier se cierra el ciclo delos mitos virreinales en torno al tema, expresado en los trminos de la retrica ysurgidos como argumentos para justificar posiciones polticas diversas: apreciacin

    de la conquista como un mandato divino, conservacin del control de las parroquiaspor los regulares, exaltacin de la patria criolla, defensa de los derechos de loscaciques indomestizos; liberacin de la tutela mesinica de los espaoles.

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    de instituciones comunales junto con la religin. Ricard cuestiona por ltimo laausencia de clero nativo en esos orgenes de la Iglesia novohispana y expresa susdudas sobre los beneficios de un sistema de tutela (entendido ste como un

    paternalismo y autoritarismo que impide el desarrollo de iglesias autctonas). Este

    problema (que estaba en esos momentos en el candelero eclesiolgico en Europa)lo llev a dedicar muchas pginas de su obra al colegio de Tlatelolco y a las causas desu fracaso como seminario formador de un clero indgena.

    A pesar de estas observaciones crticas y de sus continuas declaraciones deobjetividad, la obra de Ricard (que se bas fundamentalmente en las crnicasvirreinales), no deja de tener una perspectiva eurocentrista y apologtica. Al igualque los misioneros del siglo XVI, el profesor francs ve a los indios prehispnicoscomo viciosos e idlatras y de hecho, la parte que se dedica a describir su sociedades la ms pobre y (por los pocos estudios que haba en su tiempo) la ms cuestio-

    nable. En cuanto a los frailes, aparecen como los actores casi exclusivos del proceso:se les califica de humanistas, etnlogos y lingistas; se les considera introductoresde la civilizacin (es claro que de la occidental, la nica valiosa para Ricard),hroes culturales que ensean a los indios desde vestirse hasta comer. La con-gregacin de los pueblos se describe de una manera simplista y se considera unaconsecuencia de actos voluntarios de frailes e indios. No aparece la compulsin yla violencia que se utiliz a menudo para trasladar a las poblaciones (que fueronobligadas a dejar sus casas, sus tierras y a sus difuntos) ni la colaboracin decaciques, encomenderos y funcionarios en el proceso; tampoco se menciona que

    esas concentraciones fueron una de las causas de la expansin de las epidemias yque, junto a las razones religiosas, tambin hubo otras de tipo econmico, como lanecesidad de concentrar tributarios y mano de obra.

    La obra de Ricard presenta tambin serios problemas de interpretacin encuanto al trabajo constructivo de los conventos, el sincretismo religioso elaborado

    por los indios, la adecuacin que hicieron los frailes de ciertas tradiciones nativasy la fundacin de los pueblos en lugares donde no haba centros ceremoniales

    prehispnicos. La poca sustentacin de varias de sus hiptesis se debe a la faltade estudios suficientes en su tiempo, pero tambin a la ausencia de una periodi-

    zacin precisa de los procesos socioeconmicos del siglo XVI. Aunque Laconquista espiritual de Mxico constituye un gran aporte a los estudios acercadel tema, al convertirse en una referencia obligada para todo aquel que se dediquea l, sus generalizaciones fueron la base para muchos de los mitos actuales entorno a la evangelizacin.

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    Los primeros conventos y templos fundados en esas cabeceras de doctrinafueron fabricados en adobe y techados de madera, o bien, fueron construccionesde mampostera muy sobrias y con escasa decoracin. Los conjuntos conventualesque ahora vemos fueron edificados despus de la segunda mitad del siglo XVI,

    gracias al aumento de mano de obra que trajo consigo la poltica de congregacionesy emergieron en poblados indgenas ya asentados y evangelizados, por lo menosoficialmente. De hecho, su suntuosidad fue causa de numerosas acusaciones deobispos y autoridades contra los frailes por sus abusos en la construccin de talesedificaciones y por el poder que tenan sobre las comunidades indgenas.

    Gracias a la obra de George Kubler (la primera edicin en ingls sali en1948), a su datacin de construcciones y a su insuperable introduccin acerca demateriales y mano de obra sabemos que los conventos y sus pinturas no fueronobras para la conversin, sino para reafirmar las enseanzas en comunidades ya

    cristianizadas, pero cuya religiosidad estaba todava cargada de elementos yprcticas prehispnicas. De esta forma, las aportaciones de Isabel Estrada deGerlero han demostrado que la apariencia de fortaleza que poseen no se debe arazones defensivas (impensables en zonas ya cristianizadas y necesarias slo enla frontera chichimeca como en el convento agustino de Yuriria) sino a unaconcepcin de la Iglesia indiana como la nueva Jerusaln; sus almenas y merlonesrepresentan una ciudad simblica amurallada que se defiende contra las fuerzasdel mal. En todas estas obras, incluidas las cruces atriales y la obra de Sahagn,se ve ms la necesidad de sustituir las viejas idolatras que la de evangelizar a

    comunidades de nefitos.De cualquier forma, lo que se ha hecho hasta ahora son generalizaciones porla falta de estudios regionales. Salvo la notable excepcin del trabajo de StelaMara Gonzlez Cicero acerca de la evangelizacin de Yucatn, no hay trabajosque iluminen las variantes que se dieron entre una regin y otra.

    Los religiosos practicaron una poltica religiosa de tbula rasay los indios

    aceptaron las creencias y prcticas cristianas sin modificarlas

    Robert Ricard fue tambin quien introdujo la idea de que los frailes llevaron acabo la predicacin del cristianismo sin hacer ningn tipo de concesin. A pesarde que habl del eclecticismo de los mtodos franciscanos, neg la posibilidad de

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    que ellos insertaran (en un catolicismo que pretendan purista) elementos de lastradiciones indgenas. Asimismo, el historiador francs considera que el cristianismoindgena popular no pudo realizar sincretismos con las religiones del pasado, dadoel cuidado que pusieron los frailes en su enseanza.

    Esta posicin parte de la idea de los indios como entes pasivos en el procesoevangelizador. La visin vertical que ve la obra de los frailes como una labor civili-zatoria, coloca a los naturales a lo sumo como colaboradores sumisos y obedientesa los dictados de sus maestros los religiosos. Sin embargo, el conocimiento de lostextos indgenas que ha ido en aumento en las ltimas dcadas, las apreciacionesde Miguel Len Portilla y los recientes estudios de James Lockhart, Serge Gruzinski,Pablo Escalante y Federico Navarrete, nos han mostrado una realidad que insistems en el hecho de la recepcin del mensaje cristiano que en su emisin. Losindios educados en los conventos, que quieren hacer pasar su religin como algo

    aceptable a los ojos de los frailes, no slo han cristianizado el pasado indgenaprehispnico, sino que adems indigenizan el cristianismo. Ellos participanactivamente no slo en el proceso de evangelizacin (como colaboradores de losreligiosos), sino tambin en la adaptacin del cristianismo a la propia realidad. Enmuchos textos nahuas se encuentra as tanto el fraile escritor como los informantesy auxiliares. Su colaboracin como informantes, interpretes, catequistas y tlacuiloscre los puentes necesarios para comunicar ambos mundos. Tlatelolco y San Josseran dos de los espacios donde se dieron esos contactos. Gracias a ello, lossantos, las instituciones comunales y las ceremonias cristianas formaron parte de

    manera tan consistente de la realidad cultural indgena que actualmente no sepueden separar.Pero esa imbricacin de elementos cristianos y paganos es tambin una labor

    de los frailes, que conocen el mundo indgena a partir de sus estudios y encuestas,y que buscan conseguir la adhesin a los smbolos cristianos aprovechando sussimilitudes con los indgenas. Ellos conservan temas de su lenguaje simblico,

    pensando en que se puede orientar la vieja religiosidad hacia un nuevo objeto deadoracin que es el verdadero Dios, aunque no pueden equipararlos, pues el pasadoindgena es demonaco. Muy a menudo se usan conceptos (como el trminoMictln

    por infierno) y numerosos smbolos (chalchihuites, vrgulas, plumas, flores) sinmedir las consecuencias. La ambigedad del lenguaje y la supervivencia de suscargas semnticas permiten los sincretismos, ms all de lo que nos dejan ver los

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    partidarios del milenarismo novohispano aducen, pueden entrar perfectamenteen el mbito de la escatologa cristiana ortodoxa de corte agustino que trat deexplicar dentro de los parmetros medievales la aparicin del nuevo mundo. Porsu parte, Josep Saranyana y Ana de Zaballa han demostrado con slidos

    argumentos que las ideas de Joaqun de Fiore tuvieron muy poca presencia entrelos franciscanos espaoles y que no se puede encontrar ninguna filiacin conellas entre los novohispanos.

    Independientemente de los grandes aportes que tiene la obra de Phelan (entreotros haber insistido en las bases doctrinales europeas de los franciscanos), estambin muy discutible su opinin acerca de un Mendieta idealista y utpico queesperaba un cercano reino de paz y justicia. Su obra es ms bien un lamento porla edad dorada perdida, que la propuesta de una sociedad utpica. l mismo se com-

    para con Jeremas que llora sobre esa Jerusaln destruida que es la Iglesia indiana.

    En todo caso, la utopa que l propone es la que ya pas, la que estaba inmersa en elideario de san Francisco de Ass, aquella que predicaba un cristianismo interior,libre de ceremonias excesivas, aquella empapada en la vivencia de la pobrezaabsoluta y en el regreso al ideal evanglico primitivo, por medio de la imitacin deCristo, sus apstoles y sus santos. Mendieta era un pensador cuyo ideario habanacido, ms que de sus lecturas, de sus experiencias y de sus contactos con losindios en el campo misional y de sus enfrentamientos con los colonos y con lasautoridades virreinales como prelado de su orden. El conocimiento que tena delos seres humanos y las vivencias de un mundo en descomposicin lo haban

    convertido en un hombre realista, alejado tanto de los idealismos futuristas de unmilenarismo imposible, como de los sueos de un pasado que nunca haba sidoperfecto. Sin embargo, en ese pasado, que era lo nico que el hombre poda conocer,estaban los modelos y las enseanzas que serviran para reformar las costumbresy los abusos de una poca catica.

    EPLOGO

    Las identidades no se manejan en construcciones complejas y matizadas y, dehecho, el xito de los mitos radica, precisamente, en su carcter generalizador ysimplificador. Uno de los principales problemas al que nos enfrentamos al hablarde la evangelizacin es el de las generalizaciones, siendo la ms grave considerarlacomo un fenmeno compacto, sin cambios ni evolucin, como una especie de

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