Metaforas Que Curan

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    Jos Manuel Pinto Metforas que curan

    METFORAS QUE CURAN: Crear lmites interactivos en un marco democrtico

    Jos Manuel Pinto Abril de 2009

    RESUMEN:Este artculo intenta desarrollar un mtodo para tratar con mayor eficacia los conflictos gravesde lmites.El problema de cmo se debe actuar para poner lmites y ms an cuando intervenimos conmaltratadores- levanta debates apasionados entre partidarios y detractores de estrategiasduras o blandas. Afortunadamente, ms all de la psicoterapia, disponemos de muchaexperiencia en otros campos (la educacin, las relaciones sociales o la poltica). El inventario delas estrategias empleadas ofrece un listado de cuatro experiencias tipo, que se utilizan comometforas en la resolucin de toda clase de conflictos graves de lmites:

    - La guerra (combatir el maltrato, defender nuestras posiciones)- El maternaje (crear un ambiente facilitador)- La negociacin (interaccin entre cesiones y autoafirmaciones)- La democracia (el mejor invento social contra la tirana)

    Al aplicar cada una de estas cuatro metforas a diferentes casos clnicos, los resultadosobtenidos muestran que el uso aislado de una sola metfora no es suficiente. Necesitamosmanejar estas cuatro metforas de forma interconectada, ya que cada metfora como hasealado Lakoff- resalta un campo de experiencia, al tiempo que oculta otros aspectos quepueden ser muy relevantes. Por tanto, slo podemos superar estas limitaciones con otrasnuevas metforas que iluminen las zonas que permanecan anteriormente ocultas.La conclusin final es que poner lmites resulta realmente limitado. Necesitamos ir ms all:crear lmites interactivos en un marco democrtico.Palabras clave: lmites, maltrato, metforas, guerra, maternaje, negociacin, democracia.

    ABSTRACT:This paper tries to develop a method to treat the serious conflicts of limits more efficiently.The problem about how to act in order to put limits and even more when we intervene withabusers- creates passionate debates between people in favour/detractors of hard or softstrategies. Fortunately, beyond psychotherapy, we have a lot of experience in other fields(education, social relationships and politics). The inventory of the strategies, which has beenused, offers a list of four kinds of experiences that are used like metaphors in the resolution ofall kinds of serious conflicts of limits: war (fighting against mistreatment), maternity (create afacilitating environment), negotiation (interaction between making concessions and standingfirm), democracy (the best social invention against tyranny).

    After the application of each one of these four metaphors to different clinical cases, theobtained results show that the isolated use of just one metaphor is not enough. We need touse these metaphors in an interconnected way, because each metaphor, as Lakoff has pointedout, highlights a field of experience, and at the same time it hides other relevant aspects.Therefore, we can only overcome these limitations, with other new metaphors that light up theareas which were previously hidden.The final conclusion is that putting limits is very limited. We need much more: to createinteractive limits inside a democratic frame.Key words: limits, mistreatment, metaphors, war, maternity, negotiation, democracy.

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    INTRODUCCIN: TRATAR EL MALTRATO

    El objetivo del presente artculo es ayudar a psicoterapeutas y a educadores acrear lmites interactivos, como medio de resolucin de situaciones de abuso omaltrato, en donde un sujeto impone a la fuerza sus necesidades en perjuicio

    de otro. Para ello, se analizan con mayor detalle los conflictos de lmitesgenerados en el tratamiento de personalidades borderline con conductasagresivas. Un nuevo subtipo de esta categora -aparecido en los ltimos aos-es el de los hijos tiranos que maltratan a sus propios padres (Garrido V.,2005; Madanes C., 1990). En todos los casos analizados en este artculo, setrata de maltratadores que han podido vincularse emocionalmente conmigo: nodispongo de experiencia clnica con psicpatas antisociales.

    Tanto en la reeducacin como en la psicoterapia, esta clase de conflictossuelen resolverse con mtodos duros o blandos, o con una mezcla de

    ambos procedimientos:

    - Teoras duras. Klein y Kernberg (1984, 2003) confrontan al paciente lmitecon la maldad y destructividad de su narcisismo sin lmite. Combaten lagrandiosidad y la prepotencia como causa de aislamiento y de prdida derelaciones.

    - Teoras blandas. Por el contrario, Winnicott y Kohut consideran que lagrandiosidad es una compensacin defensiva de un concepto debilitado del smismo. Piensan que se trata de un ingrediente indispensable del desarrollo de

    la subjetividad, que ya se ir modulando paulatinamente a travs defrustraciones ptimas.

    Naturalmente, la completa oposicin entre estilos duros y blandos es falsa.Se trata de teoras antagnicas y, tambin, complementarias. Para ilustrar estacomplementariedad he utilizado la metfora de los rumbos de navegacin avela (Pinto JM., 2005) como medio de relacionar teoras contrapuestas.

    A diferencia del coche, el velero tiene una restriccin de movimientos: nopuede entrar en la zona muerta (45 a babor y estribor de la direccin delviento) porque pierde la fuerza motriz. As, si Espaa estuviera cubierta deagua, y quisiramos llegar a Burgos partiendo de Madrid y con viento del norte,tendramos dos rutas: Madrid-Calatayud-Burgos o Madrid-Zamora-Burgos. Elconjunto de rumbos posibles en relacin al viento (rosa de los vientos) puedeservirnos para definir las teoras psicoanalticas segn el grado deconfrontacin con el paciente. Winnicott y, sobre todo Kohut y los analistas delself buscan sistemticamente la comprensin emptica del paciente, creandoas vientos de popa. Por el contrario, los kleinianos y Kernberg son los que msse orientan por la confrontacin, aquellos que escogen rumbos ms peligrososcara al viento.

    Esta metfora resalta la complementariedad entre teoras, ya que losterapeutas y los educadores necesitamos grados diferentes de intervenciones,

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    tanto las que se caracterizan por la bsqueda de confrontacin como laslegitimadoras de la subjetividad del otro. Pero simultneamente, oscurece elantagonismo: parece muy fcil el cambio de una teora a otra distinta, puesslo hara falta un simple giro del timn. El uso nico de esta metforaocultara las diferencias ideolgicas radicales de las teoras psicolgicas,

    educativas y polticas, que producen debates enconados sobre cmo ponerlmites. Estas diferencias ideolgicas se sitan a lo largo de un continuo entredos extremos:

    - La mentalidad conservadora que protege a los padres, profesores, terapeutasy a la sociedad de la invasin de los brbaros. Los conflictos de lmites sonconcebidos con la metfora de una guerra. No permitir que sepasen de laraya, ganar labatalla, no ceder terreno, ni abandonar nuestras posiciones,derrotar el maltrato, etc.

    - La mentalidadprogresista que protege al ms dbil a pesar de sus excesos.Los conflictos de lmites se conciben a travs de la metfora del entornofacilitador. Hay queproveer al individuo de un nuevo hbitatms nutrientequefacilite su crecimiento y lo protejade infecciones causadas por influencias

    patgenas.

    La psicoterapia de pacientes maltratadores, no supone una anomala para losterapeutas que provenimos de una tradicin progresista? En parte, s. Todosestos casos requieren un entrenamiento guerrero contra el maltrato. Y con los

    hijos tiranos, hay que asumir adems el papel de coordinador de un ejrcito:

    padres, asistentes sociales, mediadores, tutores de centros de enseanza y decentros para menores con medidas judiciales.

    Sin embargo, mi tesis de partida es que utilizar slo la guerra resulta ineficaz. En elfondo, algo obvio y de sentido comn. Inmersos dentro de una lgica exclusiva deguerra, tendemos a caer en lo que Benjamin (1988, 2004) ha definido como dualidadcomplementaria: el enredo en la dialctica dominante o dominado, dualidad queaumenta as la espiral de violencia.

    Por tanto, se necesitan nuevas metforas para resolver el maltrato. Para ello, me hanresultado muy tiles las ideas de Lakoff (2004) acerca de las metforas implcitas que

    constituyen las bases de las ideologas, y cmo el cambio de estas metforas implicaun cambio social. Esto es evidente cuando se debate abierta y explcitamente sobre si,por ejemplo, hay que tratar al drogadicto como a un delincuente o como a unenfermo (Gonzlez J.M., (1998). Pero resulta un mecanismo inconsciente en otrosmuchos casos.

    Cuando utilizamos la expresin hay que poner lmites estamos bajo la influencia dedos metforas: la guerra y el sabio (ya sea el educador o el terapeuta). As, seresaltan algunos elementos de la experiencia, como la necesidad de intervenir en eldesarrollo del otro y evitarle algunos peligros, al tiempo que se ocultan otros aspectosrelevantes y que merecen ser tenidos tambin en cuenta. Encontrar lmites no debera

    ser una tarea unidireccional, partidista, sino una creacin conjunta de las partesimplicadas.

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    2. OBJETIVIDAD DE LOS LMITES: LA GUERRA

    El extremo opuesto al ideal de interactividad de los lmites es la situacin deabuso, en la que el maltratador se pasa de la raya sistemticamente.Entonces, la tarea prioritaria es situar el lugar adecuado para esa raya, la

    objetividad de un lmite, a travs de una estrategia de confrontacin y debsqueda de la proteccin legal.

    Hace bastantes aos, mi mujer y yo vivamos en un edificio cuyas plazas degaraje eran muy estrechas, as como el espacio comn de maniobra. A esto seaada la mala suerte de habernos tocado un vecino de aparcamiento queimpona sus propias leyes. Dejaba casi siempre su coche pisando o traspasandola lnea lateral comn. Adems, el morro de su vehculo sobrepasaba cuarentacentmetros la lnea de fondo, debido al gran tamao del coche, y a lacolocacin de una rueda gruesa junto a la pared que serva de tope para evitar

    roces. As, para que l estuviera a sus anchas, nosotros tenamos que sudar yestresarnos para poder aparcar.

    Durante dos o tres aos fuimos vctimas sin conciencia, sin asertividad, nicapacidad de mentalizacin. Suframos al vecino calladamente y,excepcionalmente, nos quejbamos e intentbamos apelar a su empata,presuponiendo que se trataba de una persona razonable. Sus reacciones eransiempre las mismas: negaba la realidad (aparco como todo el mundo),durante una pequea temporada dejaba de invadir el lmite lateral, yenseguida, volva a las andadas. Era como tener un dolor crnico que slo

    desapareca intermitentemente.

    Un buen da nos saltamos nuestras propias reglas de educacin, y dejamos elcoche mal aparcado, como nos cay de primeras. Casualmente, mientrassalamos del garaje, lleg el vecino. Para aparcar su cochazo necesit hacermuchas maniobras, al tiempo que otro coche detrs de l le urga a ceder elpaso: pareca muy agobiado. Al verlo as, a mi mujer y a m nos dio un ataquede risa histrica. Nos resultaba deliciosa esta situacin invertida: ahora era lquien tena que sudar para aparcar.

    Esta escena nos abri los ojos de repente: nos dimos cuenta de la grancantidad de rabia que habamos acumulado. La reaccin vengativa nos sirvipara recuperar una posicin activa despus de mucho tiempo de pasividad. Ypara entender que lo patolgico no es la venganza en s, sino la cegueravengativa que pasa por encima de la ley.

    A la maana siguiente, mi mujer telefone para contarme un nuevoencontronazo con el vecino. Le haba esperado a la salida del portal y lerecrimin con gesto agrio: Yo tambin s rerme de ti. Se asust y aceler elpaso, pero l sigui persiguindola mientras repeta la misma frase como unaletana: Yo tambin s rerme de ti. Por la noche, movido por el suceso, fui a

    ver al vecino al regresar a casa. Y sin contenerme apenas, le amenac, comoun perro furioso: No voy a consentir que vuelva a asustar a mi mujer.

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    Ya estbamos en guerra declarada:ataques y contraataques mediante loscuales asumamos los roles de vctima y de vengador. Antes, suframossumisamente a un vecino que nos chuleaba, mientras que, ahora, ramos lasvctimasconcienciadas de un abuso. Antes, tenamos las manos limpias, ahora,habamos perdido la contencin.

    Era evidente que, para no eternizarnos en este crculo vicioso y poder vencer almaltratador, necesitbamos una nueva estrategia: seguir la guerra, pero pormedios legales. Nos anim el hecho de saber, a travs de un conocido quehaba padecido exactamente el mismo problema, que la actuacin del vecinoera ilegal. As, decidimos llamar por telfono al presidente de la comunidadpara que ejerciera de mediador.

    Dos o tres das despus encontr al enemigoen la calle y le pregunt si habahablado con el presidente. No respondi a la pregunta. En cambio, con gesto

    amargo y crispado, me amenaz con hablar mal de m a todos los vecinos.

    Esta fanfarronada irracional me hizo reflexionar. Era una amenaza irrealizable,porque yo tena buena relacin con los vecinos ms prximos y, por otra parte,ramos ms de cien familias! Por primera vez pude olfatear su miedoproyectado. Deba de haberse sentido humillado por la llamada del presidente.Deba de tener pnico a ser objeto de la crtica masiva del vecindario. Tuve unaintuicin. Baj al garaje. Y victoria! Por fin, haba quitado la rueda ancha!Tena su coche aparcado de forma impecable! Habamos ganado la guerra ypodamos descansar tranquilos!

    En efecto, habamos ganado la batalladecisiva, pero la guerra no termin ah.Ahora tenamos un enemigo declarado. Al pasear por el parque del barrio,girbamos la cabeza peridicamente, no fuera a ornos nuestro fantasma. Y eneste ambiente persecutorio, el azar vino a traer una nueva complicacin. Elsegundo coche del vecino, aparcado en la calle, apareci con el espejoretrovisor roto. Inmediatamente supuse que pensara que se lo habra roto yo.

    Y efectivamente, dos das despus, tambin apareci nuestro segundo cochecon una rotura, la del cristal de una ventanilla. Entonces, no lo dudamos:pusimos una denuncia en la comisara, y envi al vecino una copia por correo.

    Ahora, por fin, gracias a esta segunda fuente de proteccin, se restablecidefinitivamente lapazy nuestro antiguo enemigo adquiri la sana costumbrede aparcar correctsimamente.

    La resolucin de este conflicto ilustra la necesidad de entrar en guerra contrael maltrato. Este pequeo tirano ya estaba instalado en una posicin paranoidey agresiva, de manera que la empata y las buenas formas eran codificadascomo debilidad, como licencia para seguir imponiendo su ley.

    El lector podr recordar muchas guerras de fronteras dentro de la familia, elgrupo de amigos o las instituciones de pertenencia. En todas ellas necesitamos

    manejarnos con una concepcin de los lmites como algo fsico, material yobjetivo: la lnea exacta y precisa de separacin entre tu espacio y el mo.

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    3. SUBJETIVIDAD DE LOS LMITES: EL MATERNAJE

    La relacin con Luca era el polo opuesto a la barbarie y chulera del vecino.Luca era una mujer de algo ms de treinta que practicaba un tratoextremadamente corts. Resultaba una delicia dialogar con ella: tan educada

    en las formas, muy culta, excelente narradora, y capaz de escuchar a los otros.

    Despus de un ao de psicoterapia pudo recuperarse del estado depresivo quearrastraba en los ltimos aos. Aunque lo sustituy por un entusiasmo que mepareca peligroso por varios motivos. En primer lugar, se haba apartadocompletamente de su brillante trayectoria acadmica. Tras licenciarse enHistoria, consigui trabajo en universidades extranjeras durante cinco o seisaos. Pero a la vuelta slo encontr puertas cerradas en la universidadespaola. Una frustracin que se trasformaba en resignacin, no en unaredefinicin de sus metas profesionales.

    En segundo lugar, se volc intensamente en el trabajo que desarrollaba comovoluntaria de una asociacin benfica dedicada al cuidado de enfermosterminales, al punto de pensar en trabajar a tiempo completo en ella comoauxiliar. El hecho de que Luca se comportara como una excelente cuidadora yfuera reconocida por ello, resultaba previsible. Pero estaba ms all de micapacidad emptica el comprender su alegra en el trabajo con moribundos.Pareca estar repitiendo una nueva versin de su historia familiar. Su hermanapequea tuvo un accidente a los dos aos y qued tetrapljica. Y a partir deentonces, la madre abandon su trabajo para dedicarse en exclusividad, da y

    noche, al cuidado de la nia, hasta que pasados unos aos, cay en una largadepresin. A Luca le toc recibir los golpes culpabilizantes por no atenderabnegadamente a la madre encamada, paradjicamente, despus de habersido descuidada por ella, mientras le dur la fiebre del cuidado infinito a lahija minusvlida.

    En tercer lugar, Luca se enamor del director de la asociacin, un hombremucho mayor que ella y casado. Y esta nueva intimidad y reconocimientomutuo la tena embelesada. Por ltimo, propuso reducir el ritmo de sesiones ala mitad y venir cada dos semanas. Propuesta que yo rechazaba.

    Todo esto me alarm y pens que haba que combatirlo: poner un techo alviaje en globo de Luca por la estratosfera del cuidado infinito. Durante variassesiones, fuimos confrontando nuestras posiciones. Y finalmente, decid utilizartodas mis armas. Le interpret esta situacin como un atajo para conseguir elreconocimiento que necesitaba como mujer y como profesional. Trataba deconvencerla de que, en vez de construir un nuevo ideal profesional que guiarasus esfuerzos, se estaba identificando con una madre idealizada, repitiendo asla historia familiar.

    Luca defendi un punto de vista radicalmente distinto. No crea identificarse

    tanto con su madre como yo deca: ni era sobreprotectora, ni viva laadversidad como algo que no tendra que haber pasado. Y en medio de su

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    decepcin, sin perder su buena educacin, me lanz una frase contundente ysencilla que recib como una pedrada: Este no es el dilogo que yo necesito.

    A la sesin siguiente hubo un cese de hostilidades. Me pidi perdn por habersido brusca. Y yo le ped perdn por haber ofrecido una interpretacin

    demasiado parcial. As, la terapia se prorrog durante dos meses ms, en losque pudimos aclarar algunos malentendidos. Pero la alianza de trabajo habaquedado muy daada y Luca se retir del tratamiento.

    Por qu no funcion aqu la metfora de la guerra para poner lmites a laevidente identificacin patolgica con la madre? Porque, como ocurre contodas las metforas, slo pueden cubrir una parte de la realidad, al tiempo queocultan o desatienden otros aspectos esenciales:

    La luchacontra el abandono profesional. En realidad, era una visin alarmista,

    como si Luca fuera una hija joven que hubiera tomado un camino irreversible ydaino, cuando se trataba de un experimento juvenil, intenso, pero transitorio.

    La resistencia contra el trabajo de la asociacin. Es verdad que supona unaidentificacin con la madre y una repeticin de la historia. Pero tambin erauna superacin del estilo materno: poder cuidar sin deprimirse, sin aorardemasiado otra realidad ms favorable.

    Mantenerse firme en el encuadre. Poder reducir a la mitad el nmero desesiones constituye una propuesta aceptable que aprend gracias a Luca.

    Desde hace unos aos la pongo en prctica, con aquellos pacientes que pasanfases en las que necesitan mayor autonoma.

    El uso de la metfora de la guerra era til para poner barreras, fronterasa latica del cuidado infinito. Sin embargo, Luca tena razn en quejarse porque

    no era este el dilogo que necesitaba. Se requera poder acoger lasubjetividad del paciente y superar las propias limitaciones delterapeuta. Una nueva metfora que resaltara la necesidad de ampliar yflexibilizar los lmites del terapeuta para crear un ambiente que permitiera elcrecimiento del paciente, de acuerdo a su nivel de desarrollo. Para este fin, lametfora del maternaje,desarrollada principalmente por Winnicott, parece muyadecuada:

    Untero para concebir un beb. Los lmites del terapeuta se dilatan como elcuerpo de la madre para que pueda crecer el otro.

    Maternaje. El terapeuta, como la madre, se presta a proveer al paciente defunciones que no tiene desarrolladas.

    Un medio nutriente y facilitador. El paciente es un organismo que necesita unentorno que le provea de sus necesidades bsicas.

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    INTERACTIVIDAD DE LOS LMITES: LA NEGOCIACIN

    En medio del impasse con Luca disfrut de unas vacaciones de Semana Santaen el campo. Durante uno de los paseos, me vino a la cabeza la comparacinde este caso con la poca hippy de mi juventud. Por entonces, abandon la

    universidad y viva de trabajos espordicos: descargar camiones, la ventaambulante, y vendimiar y recoger fruta en verano. En realidad me senta muyconfuso, pero defenda la ideologa de la libertad frente al modo de vidaburgus. En completa oposicin, mi padre me recriminaba que estuvieraechando por la borda una brillante trayectoria acadmica, lo que produjo ungran distanciamiento con la familia.

    Por entonces, disfrutaba de charlar con vagabundos y con la gente que meencontraba por la calle: una frmula mixta de conocer a otros y encontrarme am mismo. Pensar en esto y en Luca me ayud a darme cuenta de que el

    proyecto de ser psicoterapeuta surgi gracias a esa poca catica. Lapsicoterapia no ha dejado de ser para m una forma ordenada de disfrutar delantiguo placer de conocer a otros y a uno mismo.

    Una vez que pude asumir mi propio caos, ya pude conectarme emocionalmentecon la rara sensacin que me provocaba el trabajo que Luca ejerca. A lavuelta de vacaciones, reconoc a Luca mi error. Haba repetido la historia,representando con ella el mismo papel que mi padre hiciera conmigo:alarmarme demasiado por los desrdenes de la juventud, creyendo que estasaventuras fueran irreversibles y completamente negativas. Ahora ya poda

    hacer maternaje con Luca, dilatar algunas de las propias limitaciones parapoder contener y legitimar experiencias con aspectos similares.

    Si pude rectificar parte de mis errores, por qu se interrumpi la terapia? Enprimer lugar, porque Luca no pudo recuperar la prdida de confianza en m,no crea ya que su terapeuta fuera capaz de entender y legitimar su mundoemocional. En segundo lugar, porque yo no quera renunciar completamente ala guerra contra el atajo para obtener de ella un concepto valioso de smisma. De hecho, esta guerra tambin result til, aunque ms a largo plazo.Un ao despus de haber terminado la psicoterapia, Luca telefone para teneruna sesin suelta, y me inform de que haba abandonado decepcionada- laasociacin y que haba encontrado un nuevo trabajo ms acorde con supreparacin. En definitiva, la psicoterapia se acab porque no pudimosnegociar: crear un marco adecuado para resolver nuestras diferencias.

    Estamos ante una nueva metfora, o bien la negociacin slo sera unamezcla de guerra y maternaje? En parte, se trata de esto ltimo: negociar esuna combinacin de cesin ante las posiciones del otro y defensa de laspropias. Aunque no podemos olvidar que la alternancia entre guerra ymaternaje podra producir una actitud delpalo y la zanahoria y vivirse comouna relacin inconsistente, a expensas del humor variable del

    educador/terapeuta.

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    En realidad, negociar es algo ms. Requiere una desdramatizacin de laconfrontacin de las posiciones divergentes, y una aceptacin de nuevas reglasdel juego: la interaccin. El resultado de la interaccin es incierto (1+1=menos que 2) si se cae en una relacin de sometimiento. Por tanto, hace faltaarriesgarse y confiar en que el resultado de la interaccin pueda ser positivo

    (1+1= ms que 2).

    Adems, las metforas de la guerra y el maternaje resuelven mal lassituaciones de impasse debido a que funcionan con un modelo sujeto-objeto,de manera que la subjetividad de una de las partes en conflicto queda ensuspenso. Cuando yo atacaba los atajos de Luca no legitimaba su vivencia desuperacin del estilo materno. Y cuando yo reconoca mi error al repetir unmodelo paterno, slo contaba para Luca su propia subjetividad. Es decir, slohaba un sujeto en un momento dado.

    En un giro radical, Stolorow y Atwood (1992) muestran cmo el anlisis delimpassepuede ser la via regia hacia la intersubjetividad, ya que apareceen primer plano la vivencia de una misma situacin de dos formasabsolutamente contrarias, debido a la diferente organizacin de los mundos deexperiencia subjetiva del paciente y el terapeuta. La teora de laintersubjetividad y el psicoanlisis relacional han creado un cambio deparadigma que supera la polaridad sujeto/objeto para tomar como objeto deestudio a dos o ms sujetos en continua interaccin recproca. Ya no seanaliza al paciente, sino al sistema paciente-terapeuta. Los otros ya no son sloobjetos sino sujetos que nos influyen a lo largo de toda la vida y que co-

    determinan nuestra identidad, nuestros deseos y nuestro comportamiento(Mitchell S., 1988, 1993; Benjamn J., 1988, 2004).

    Todos los campos de estudio progresan a partir de cambios de paradigmas queconstituyen nuevas Gestalts ms enriquecedoras (Khun T., 1962; Pinto JM.,2006). Al aplicar este nuevo modelo al problema de la creacin de lmites,aparece inevitablemente la necesidad de negociacin. Una vez que se otorga alotro el estatus de sujeto slo cabe negociar, puesto que admitimos estar enuna situacin de dependencia e interaccin recproca.Es interesante observar que, incluso si no puede alcanzarse una situacin denegociacin plena, siempre se producen interacciones parciales. En el caso deLuca hubo una fuerte y positiva interaccin. Su golpe contundente este no esel dilogo que necesito me incit a pensar en mis errores. Y mi combate por elobjetivo de redefinir un proyecto profesional dio frutos un ao despus del finde la terapia. Tambin en el caso del vecino salvaje hubo una interaccinpositiva. Por ejemplo, podra haber seguido peleando ms y ms. De hecho, seme ocurri la posibilidad de denunciar este maltrato en la junta de vecinos.Pero al sopesarlo lo termin descartando, al tener en cuenta su amenaza demalmeterme en contra del vecindario. Entend que se trataba de un gran miedoproyectado y que no era necesario guerrear ms: ya se haba conseguido la

    paz y ya no sepasaba de la raya.

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    LEY DE LOS LMITES: LA DEMOCRACIA

    En el ideal de negociacin se acepta la dependencia recproca y se alcanzanconsensos que recogen las necesidades de ambas partes. Esto requiere doscapacidades paradjicas. Por una parte, se necesita la valenta de poner en

    juego las propias necesidades resistiendo toda clase de miedos a lareaccin vengativa del otro. Y por otra parte, es preciso aprender a ceder enel sentido que da Ghent (1990) al trmino surrender: abandonarse en losbrazos del otro. Este autor explica brillantemente la diferencia entre ceder ysometerse. Mientras que someterse es una perversin, ceder implica unaampliacin de nuestra conciencia y una apertura a la alteridad, gracias a laexperiencia de vivir una situacin desde la subjetividad del otro.

    Estos ideales como todos- nacen de la insatisfaccin con lo real, sirven pararesistir y reaccionar ante la realidad (Sartori G., 2003). La realidad que

    debemos combatir es el abuso, las situaciones de dominio y sometimiento(Benjamn J., 1988, 2004). Y para evitar el abuso se requiere un marco deproteccin: un mediador, la ley, etc. En el caso del vecino que se pasaba de laraya ya exista esta proteccin disponible para ser usada (el presidente de lacomunidad o la polica misma). Sin embargo, en otras ocasiones, no hay unaley que permita negociar sin abuso: hace falta primero negociar la ley.

    Este era el caso de Isidro, todo un prototipo de paciente lmite, intenso ypolarizado emocionalmente. Hablaba por los codos y, a pesar de salpicar sucharla de un exceso de verdades nada diplomticas, resultaba simptico y muy

    carioso. Simultneamente, era un hombre de armas tomar. Todas susrelaciones terminaban en grandes pollos: unas veces por sobrepasarse concomentarios hirientes y, otras, como reaccin a injusticias, en donde no eracorrespondido en la medida en la que l se haba entregado. Ahora bien, pobredel que intentara humillarle, pues responda con la ley del Oeste. En unaocasin, se neg a pagar indefinidamente una gran deuda a un proveedor quele haba maltratado, llevando una pistola durante aos para defenderse en casonecesario. Verse maltratado -real o imaginariamente- le daba derecho amaltratar. Estaba identificado con una madre brutal que le daba palizas cadavez que traa malas notas a casa. Estos fracasos deban resultarle insoportablesa la madre: tena obsesin por adquirir prestigio social, como compensacin deuna historia de madre soltera muy vergonzante.

    El encuadre de la terapia era de una frecuencia semanal, algo que nuncacumpla por mil motivos diferentes. Luego, la realidad estadstica era que sloconsegua venir una media de dos veces al mes. Pero cuando al fin llegaba,consegua aprovechar las sesiones y vincularse a su manera. Por mi parte,intentaba ceder a sus necesidades realistas y patolgicas. Las realistas eran losviajes de trabajo que tena con frecuencia. Y las patolgicas, su miedo avincularse y a depender de m. Aunque era un vendedor eficaz que trataba conmuchos clientes, estaba muy slo y no saba construir nuevas relaciones, a

    pesar de desearlo intensamente.

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    Me iba encontrando en una zona ambigua entre ceder y ser maltratado. Sehaca evidente en qu consista ser objeto del trato con Isidro: tenerencuentros intensos, para luego quedar borrado del mapa ante su entusiasmoabsorbente por nuevos proyectos de trabajo. Con el paso del tiempo, susnecesidades se fueron imponiendo de manera ms evidente a las mas y al

    tiempo de dedicacin a la terapia. Me estaba convirtiendo en su satlite. En laprctica, ya no se comprometa a venir un da de la semana a una horaconcreta, aunque hubiera flexibilidad para cambiar la cita. Maniobraba paradeshacer esta atadura y consegua anular citas y dejar en el aire el prximoencuentro. As eluda la responsabilidad de pagar las sesiones sin previo aviso,algo que no toleraba y vivenciaba como un maltrato. Llegado a este punto ydado que mis interpretaciones no daban resultado alguno, dije Basta ya!

    Le expliqu que necesitbamos una constitucin democrtica, una ley por laque nos rigiramos, que protegiera simultneamente sus necesidades y las

    mas, y que si no llegbamos a un acuerdo, tendramos que terminar lapsicoterapia. Para este fin, le propuse un periodo de negociaciones que sealarg durante cuatro o cinco sesiones y que result muy estresante para losdos. Pero finalmente, pudimos llegar a un acuerdo de mnimos para continuarla terapia: una frecuencia semanal con tolerancia a un fallo de una sesin almes, y una hora fija de referencia para las sesiones.

    Conseguimos as un consenso procedimental sobre las reglas del juego, querecoga los intereses de ambas partes: las dificultades realistas y patolgicasde Isidro para vincularse (un mnimo de tres sesiones mensuales, pudiendo

    fallar una al mes) y mis propias necesidades de organizacin del tiempo detrabajo (fijacin de un da y una hora). Esto que parece una victoria prrica,resulta un logro importantsimo con pacientes que funcionan fuera de la ley.

    Adems, se trata de una ley democrtica que protege al demos (la parteinferior, literalmente). En la microsociedad paciente-terapeuta, el demos puedealternarse. Unas veces lo representa el terapeuta que necesita proteccinfrente al maltrato, y otras, el paciente, que necesita ser protegido de leyesexternas y fras que prescinden de sus propias necesidades.

    Hace falta aclarar que uso la metfora de la democracia en un sentidomoderno. Es verdad que nunca en la historia ha habido una democracia tandirecta y participativa como la que tuvieron sus inventores, los griegos (ForrestW.G., 1978). Sin embargo, la democracia clsica termin fracasando porque losgriegos no alcanzaron una concepcin del derecho como lmite (Sartori G.,1987), de manera que hacan y deshacan las leyes segn interesescambiantes.

    Cuando se declara que libertad y legalidad son indisolubles, se entiende que slo hay un modopara construir un orden poltico no opresor: el de despersonalizar y vincular lo ms posible elpoder poltico. Lo que tenemos en mente es, en suma, el constitucionalismoy el Estado dederecho que somete al productor de leyes a las leyes que hace. Es en este contexto enel que se sostiene que la libertad en la ley, y no la autonoma, constituye la crcel de las

    sociedades libres (Sartori G. 1987, pg. 246).

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    ACTIVIDAD DE LAS METFORAS

    Hasta ahora he utilizado cuatro metforas (guerra, maternaje, negociacin ydemocracia). Por qu usar metforas para comprender y resolver conflictos de

    lmites? Se trata de una simple forma de ilustracin de los problemastratados?

    En la concepcin clsica, las metforas son meros recursos lingsticos, queconsisten en encajar trminos ajenos al contexto del que estamos tratandocon el objetivo de resaltar un rasgo comn. As en la expresin Juan es unguila para los negocios se asocia una imagen ajena (guila) al contexto delmundo de los negocios, para subrayar una cualidad comn: la agudeza(capacidad de visin a distancia del guila y anticipacin y previsin de Juan).

    A partir del libro Metforas de la vida cotidiana, dos lingistas, Lakoff yJohnson (1980), han revolucionado la comprensin que tenamos sobre lasmetforas. Estos autores definen la funcin principal de la metfora como unmedio de conceptualizar lo que no es fsico en trminos de lo fsico, lo menosclaramente delineado en trminos de lo ms claramente delineado(pg. 99).

    Y demuestran cmo nuestro sistema conceptual est basado principalmente enmetforas mediante las que vivimos: estructuran nuestro lenguaje, nuestropensamiento y nuestras acciones.

    Efectivamente, las metforas estructuran nuestro lenguaje, el marco

    conceptual que manejamos. A partir de un concepto concreto como modelar(formar de cera, barro u otra materia blanda una figura o adorno) se crea unsignificado nuevo figurado y abstracto (modelar, configurar o conformar algono material). Esta estructura metafrica del lenguaje implica una estructurametafrica del pensamiento. Si, por ejemplo, un escultor nos comenta que

    todava tiene que modelar su viaje de vacaciones est utilizando un campo deexperiencia personal, la escultura, para organizar una experiencia nueva, elviaje. Har varios bocetos para elegir cul es el destino ms atractivo parapoder elegir el mejor tema,pasar un tiempo modelando, y terminarpuliendo elproyecto. Es decir, ha trasladado la estructura de la actividad ms conocida aun nuevo contexto. Por tanto, no se trata slo de que la metfora hayaorganizado su pensamiento sino de que la metfora ha producido unaclase de actividad.

    Milln y Narotzky (1986) definen la raz de los mecanismos metafricos comoisomorfismo: el reconocimiento de un conjunto de relaciones comunes en elseno de entidades diferentes, como las que se dan entre un mapa y el territorioque representa o entre una escultura y el modelo que imita. Estas operacionesconfiguran un mapa de la actividad del pensamiento y de la accin que noexistiran de no ser por estas metforas. En nuestro ejemplo, la planificacindel viaje se compondra de los mismos elementos que la realizacin de una

    escultura: bosquejar, elegireltema, modelar ypulir. De esta forma, la

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    experiencia cotidiana de esculpir se ha convertido en el modelo para realizar (yno slo expresar lingsticamente) otra actividad completamente diferente.

    Por estas mismas razones, la negociacin con Isidro modelaba mi actividad deuna forma que no hubiera existido de no ser por esta metfora. En primer

    lugar, cre un marco para la negociacin. Propuse un periodo de negociacinde cuatro o cinco sesiones, para que ambos tuviramos tiempo para reflexionarsobre las ofertas y contraofertas. Abandon la asociacin libre de lapsicoterapia para sustituirla por turnos de palabra alternantes de diez minutospara cada uno, que sirvieran para que los argumentos de ambas partespudieran escucharse sin interrupciones. Y al final, llegamos a un acuerdo detres sesiones al mes como resultado de las mutuaspresiones y cesiones. Esdecir, un regateo: Isidro vena dos veces al mes, yo quera que viniera cuatroveces, y logramos quedar en un punto intermedio, tres.

    La metfora de la democracia produca una ley constitucional que sometera enel futuro a los productores de la ley a las leyes que producen. No slo tenaque someterse Isidro a cumplir el mnimo estipulado de sesiones, sino que elterapeuta tambin estaba obligado a interrumpir la psicoterapia si en el plazode dos meses no se haban recuperado el nmero mnimo de sesiones, yaceptar por tanto, un fracaso y la prdida econmica de tener un pacientemenos.

    La metfora de la guerra desencaden la decisin de no tolerar que sepasarams de la raya. Y la metfora del maternaje produjo el perdn de una deuda

    de una sesin a la que falt sin avisar. Al final, durante este periodo denegociacin utilic cuatro metforas. Por qu hacen falta tantas metforaspara resolver un conflicto de lmites? Se trata de problemas que tienensoluciones relativas a la ideologa utilizada pero sin bases objetivas?Precisamente, porque se busca una mayor objetividady una mayoradecuacin a la prueba de realidad es necesario el uso de varias metforas.

    Pensar un problema bajo una nica metfora implica iluminar y estructurar unaparte de la realidad a costa de oscurecer otras zonas de esa misma realidad.Resulta muy corriente que los padres de adolescentes borderline gravesterminen adoptando una actitud de guerra que llega a impregnar toda larelacin, de manera que el vnculo entre padres e hijos queda muy daado.Llegado a este punto se encuentran en la paradoja de querer influir en alguiensobre quien se ha perdido la capacidad de influencia. Recuperar entonces lametfora del maternaje nos cura del exceso de conflictos blicos. Una nuevametfora cura las limitaciones de otra.

    Estos mismos padres de adolescentes conflictivos suelen decir que no sirve denada negociar porque el adolescente se crece y atribuye el logro alcanzado alas presiones que ha ejercido. Ahora bien, se puede y se debe negociar conadolescentes. En primer lugar, negociar es un juego de mutuas presiones y

    promesas. Por tanto, es lgico que cada participante se sienta orgulloso de sufirmeza. Y en segundo lugar, el agotamiento de la negociacin continua una

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    especie de poltica italiana donde todo es objeto de regateo- se cura con msdemocracia: la obtencin de leyes marco que obligan a ambas partes y queno hay que volver a discutir una y otra vez.

    7. LIMITACIN DE LAS METFORAS

    Daniel era un adolescente de trece aos que fue trado a consulta por maltratoa los padres. Haba sido denunciado a la polica por amenazas con cuchillos einternado, acto seguido, en un reformatorio durante un par de meses. Tena unlema que cumpla a rajatabla: Si me fastidian, yo les fastidio. As, ante unanegativa de los padres a uno de sus deseos, reaccionaba con un estallido deinsultos graves sin control alguno, y si la furia era muy intensa, destrozaba losobjetos que le cayeran a mano.

    Al final del primer curso de psicoterapia, mostr el deseo de ir con sus amigosa comprarse la ropa de estilo rapero que le gustaba. Esperaba que le dejaranir porque haba planeado pedir tickets de compra para evitar que desconfiaran.

    A m me pareci una buena idea y le anim a que lo negociara. Pero no resulttan fcil como pareca, y necesitamos una sesin conjunta -con Daniel y elpadre- para acercar las dos posiciones antagnicas que haban surgido:

    Padre:No vas a ir al pueblo de al lado solo, tienes que coger un autobs y slo tienes treceaos. No puedes salir del pueblo, ese es el lmite. Tu madre y yo tenemos claro que necesitasque te pongamos lmites, y as lo piensan todos los profesionales que te han visto. Para ir alotro pueblo tienes que venir conmigo.

    Daniel:No, no. He ido en autobs muchas veces con mis amigos, no pasa nada y t no te hasenterado. No voy contigo. No. No te enteras de nada. Pero t sabes qu gente hay en esascalles? Te iban a machacar! Payaso! Hay bakalas que son unos armarios! Te iban a dar!...

    A veces, me dan ganas de matarte.

    Afortunadamente, el padre no caa en estas provocaciones. Entre l y yoparbamos los insultos y volvamos a la negociacin. Les propuse una ideaintermedia: que el padre llevara a Daniel y algn amigo suyo en el coche, quelos chicos realizaran la compra a solas, y que el padre les recogiera ms tardeen un punto de encuentro. Esto le pareca bien al padre pero le resultaba

    inaceptable al hijo. Daniel volva a la carga: explic con detalle sus posiciones,y se atrevi a describir algo de su ambiente pandillero. Pero ya al final de lasesin, viendo que no consegua su objetivo, tuvo un ataque de ansiedad. Se lecaan las lgrimas, se le puso la cara roja como el tomate, y empez a respirarcon dificultad haciendo mucho ruido. A m tambin se me ponan los ojosacuosos y le dije que me daba mucha pena que lo estuviera pasando tan malpero que estaban aproximando sus posiciones y podan encontrar un acuerdo.

    En la siguiente sesin, felicit a Daniel por haberse explicado tan bien. Graciasa ello haba podido entender por qu no poda aceptar mi propuesta. Ir con su

    padre a comprar era exponerse a las burlas de sus colegas raperos, era ser

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    un niito que necesita ser acompaado por sus papis: algo incompatiblecon su imagen de duro. Daniel confirm esta interpretacin.

    Y en la siguiente entrevista con los padres, les volv a animar a continuarnegociando. Les expliqu un nuevo sentido que encontraba en todo esto. No

    era una simple compra de ropa: se trataba subjetivamente de militar comorapero, de un verdadero rito de iniciacin adolescente, que le produca muchaexcitacin y, al mismo tiempo, le despertaba nuevos miedos. Ahora, con sunuevo uniforme, quedara identificado como blanco de ataque de las bandasrivales de bakalas. Este miedo estaba negado, aunque reapareca en laproyeccin hacia el padre: si iba a esas tiendas, le daran una paliza los

    armarios enemigos. Desde luego, un temor exagerado e irracional. Adems,pidi permiso, cuando hubiera podido engaar como haca habitualmente.

    Dos semanas despus, los padres encontraron por s mismos una frmula de

    acuerdo que s pudo aceptar Daniel. Le dejaran ir a comprar un sbado por lamaana, acompaado por el que consideraban el menos malote de supandilla.

    Vemos cmo el conflicto de lmites pudo resolverse precisamente por aceptar lainteractividad. Si los padres se hubieran anclado en la lgica de la guerra y dela objetividad de los lmites (no salir del trmino municipal) no habran podidocontener los miedos de Daniel, ni legitimarle en su rito de iniciacin. Adems,le habran devuelto una imagen de niito a la que Daniel hubiera respondidocon hacerse ms el duro y ampliar an ms su clandestinidad. Comprara la

    misma ropa en el mismo sitio, segn fuera teniendo dinero, sin reconocer quesala del pueblo.

    En resumen, el conflicto de Daniel era ser simultneamente un duro y unnio que tiene miedo y llora. Si los padres slo usan la metfora de la guerraslo acogen una parte de la realidad, que es un nio. Y por tanto, Daniel sepolarizara exclusivamente hacia la otra parte de su realidad de duro.

    Las metforas nos permiten entender lo nuevo en trminos de otrasexperiencias ms concretas y conocidas. De esta forma destacan unos aspectosde la realidad al tiempo que dejan de lado otros aspectos que pueden ser muyrelevantes. Por eso, aceptar las limitaciones de las metforascon las quevivimos puede resultar muy difcil, pues implica enfrentarse al miedo a que sedesmorone nuestra slida visin del mundo.

    Por ejemplo, en la polmica sobre la negociacin con ETA, el PSOE utilizaba lametfora de la negociacin, y el PP y las vctimas del terrorismo, la guerra y lademocracia. Probablemente, la mayora de la poblacin hubiera aceptado como en otros procesos similares- el uso de la metfora del maternaje: ciertogrado de perdn a cambio del abandono de las armas. Sin embargo, lanegociacin fracas: ni ETA, ni el gobierno, ni un sector de la sociedad estaban

    todava preparados.

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    Pensemos en la resistencia de las vctimas a asumir esta negociacin (no enmi nombre). En primer lugar la sociedad vasca y espaola ha tardado muchotiempo en darles pleno reconocimiento, e identificarlos como vctimas. Y ensegundo lugar, qu difcil tiene que ser ahora abandonar parcialmente estavisin, sin temer que se aniquile la parte de la realidad de ETA como

    organizacin criminal.

    MS ALL DE LAS LIMITACIONES DE LAS TEORAS-METFORAS

    Si las metforas resaltan una parte de la realidad al tiempo que ocultan otras,cmo logramos superar estas limitaciones? Una forma ya clsica es el modelodel cambio de paradigma para explicar la forma en que progresa la ciencia(Khun 1962), no por la acumulacin del conocimiento, sino por la emergencia

    de una nueva metfora que explica las anomalas que se resisten a serentendidas en el paradigma anterior. Mitchell (1988) sigui este camino alproponer el modelo relacional y abandonar el psicoanlisis clsico basado enlas pulsiones. Para ello, critic la concepcin freudiana del hombre comoanimal motivado por instintos oscuros en lucha contra las restricciones sociales,para sustituirla por una nueva metfora del hombre social en la que el conflictobsico no sera la negociacin entre los deseos y las demandas sociales, sino lalucha constante entre la necesidad de pertenencia al grupo y el deseo deautonoma.

    Naturalmente, lo ideal sera la obtencin de una nueva teora-metfora queintegrara todo el campo de conocimiento de las teoras previas, resolviera lasanomalas recalcitrantes, y promoviera nuevos proyectos de investigacin quehicieran progresar el campo de estudio. Pero este ideal constituye en s mismoun grave obstculo. Implica creer en la idea de Khun por alcanzar unparadigma dominante que unificara todo el campo de estudio, olvidando as larealidad de la psicologa: la coexistencia de una amplsima pluralidad de teorasrivales.

    El problema principal para lograr una integracin terica radica en la evitacinde dos extremos indeseables: la ortodoxia y el eclecticismo (Mitchell S. 1988).La ortodoxia maneja slo una teora-metfora para buscar el mximo decoherencia interna, pero a costa de reducir la amplitud del campo de estudio.Por el contrario, el eclecticismo maneja un conjunto de teoras-metforasdesconectadas entre s, con el objetivo de cubrir la mayor amplitud posible,pero a costa de renunciar a la coherencia interna terica. Por tanto, un idealrealista debera ser la bsqueda de integracin a travs de un sistema deteoras-metforas interconectadas entre s, tal y como han hecho los psiclogoscognitivo-conductuales, por ejemplo.

    Ahora bien, cabe discutir lo siguiente: por qu tendramos que renunciar a la

    bsqueda de una teora de unificacin, cuando se ha hecho realidad en otroscampos como el de la fsica cuntica, que unific la teora corpuscular y

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    ondulatoria de la luz? De hecho, este es el camino que ha sido transitadoactualmente el enfoque modular-transformacional:

    De manera semejante a lo que sucedi con otras disciplinas, como la qumica, por ejemplo, enque primero se describieron entidades sin relacin las unas con las otras y, luego, cuando se

    accedi a comprobar que estaban compuestas por diferentes tomos que podan entrar envarias de ellas, y que lo propio de una sustancia dependa de la forma particular decombinacin de elementos simples, el camino que debe recorrer la psicopatologa consiste enla descripcin de tomos o dimensiones que al articularse originan algo que no estabapreviamente en los componentes aislados, lo que se ha llamado cualidad emergente (Morin,1977) (Bleichmar H., 2000;Aplicacin del enfoque Modular-Transformacional al diagnstico delos trastornos narcisistas. www.aperturas.orgn5; Las negritas son mas).

    La metfora qumica y cientfica en la que se basa el enfoque modular-transformacional resalta la necesidad de ordenar nuestro catico campo deestudio, a travs de la incorporacin de una gran cantidad de desarrollostericos antiguos y contemporneos. Al tiempo, lucha por superar el

    reduccionismo tradicional de las escuelas psicoanalticas que consideran comosuficiente para explicar el psiquismo a las grandes categoras generales talescomo Edipo, deseo posicin esquizo-paranoide o depresiva, intersubjetividad,apego etc., no porque ellas sean prescindibles sino porque aisladamente slodan cuenta de algunas problemticas (Bleichmar H., 2000).

    Sin embargo, este enfoque no tiene en cuenta las limitaciones de su propiametfora generativa. Creer que operamos sobre las dimensiones o los

    tomos del psiquismo oculta el hecho de que el orden obtenido no es el nicoposible y que en realidad no alcanzamos la tabla peridicade los elementos

    psquicos. Por ejemplo, un mdulo motivacional es el narcisismo, a travs delcual nos centramos en un campo de experiencias muy importante en nuestrasociedad individualista y en la prctica clnica. Ahora bien, podramos haberelegido el altruismo como una motivacin esencial para la pervivencia delgrupo. Si no lo hacemos es por sesgos culturales y de gnero que priman elxito por encima de la tica del cuidado.

    Por otra parte, la propuesta clnica de este modelo consiste en disearintervenciones especficas para cada uno de los subtipos psicopatolgicosdefinidos segn las configuraciones de las dimensiones bsicas del psiquismo.

    Vemos cmo maneja una metfora mdica cuyo objetivo es evitar la iatrogeniaderivada de las limitaciones tericas. Es decir, buscar el rgano o elcomponente daado del psiquismo y operar sobre l.

    Lo curioso es que se pretende combatir el reduccionismo de las teoraspsicolgicas mediante dos metforas (la qumica-cientfica y la del mdicoespecialista) que son reduccionistas: intentan comprender los fenmenos atravs de otros de menor complejidad (Orange D., 1995). El paradigmafreudiano de la lucha del sujeto entre los instintos y la conciencia moral, o elparadigma relacional de Mitchell del hombre social, que se debate entreautoafirmarse o no para no perder su vinculacin al grupo, son ambasmetforas que describen el conflicto tipo que pretenden entender y resolver.

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    Por tanto, el intento de unificacin terica del enfoque modular-transformacional requiere nuevas metforas para superar sus limitaciones.Principalmente, las de la negociacin y la democracia, sin las cuales no sepueden resolver conflictos como el del caso de Daniel y sus padres. Tal y como

    est formulado actualmente, este enfoque ofrece una imagen idealizada delterapeuta como sabio de laboratorio y como mdico especialista, que es el queverdaderamente sabe, aunque pueda tratar de modo condescendiente yeducado al paciente.Paradjicamente, la mayor eficacia clnicase obtienecuando podemos trabajar simultneamente con el saber y el no saber.Entonces, aceptamos plenamente la ley democrtica del dilogo como mediode conocimiento y de intervencin en psicoterapia.

    CONCLUSIN: CREACIN DE LMITES INTERACTIVOS DENTRO DE UN

    MARCO DEMOCRTICO

    Si una sola metfora no puede cubrir todo el campo de estudio, salvo que sereduzca el nivel de complejidad, la consecuencia obvia es la necesidad deestablecer un sistema de metforas interconectadas. El conjunto demetforas podr abarcar toda la amplitud del campo, y la interconexinproducir un mnimo aceptable de coherencia interna. En el estudio de losconflictos de lmites, se ha utilizado un sistema de cuatro metforas (guerra,maternaje, negociacin y democracia), de manera que las limitaciones de cadauna de ellas puedan curarse mediante el uso de parte o del resto del sistema.

    As, para salir del crculo vicioso de la guerra contra el vecino que se pasaba dela raya, se necesit introducir la ley democrtica. Por el contrario, el caso deLuca nos mostr la limitacin de la ley-encuadre de la psicoterapia y cmo securaba con la incorporacin de una mentalidad maternal. En el caso de Isidrose necesit construir una constitucin democrtica para poder salir dellaberinto del todo es negociable. Y, finalmente, el caso de Daniel muestracmo salir de la lgica de la guerra y de la rigidez de la ley de los padres atravs del maternaje y la negociacin.

    Se trata de un modelo de metforas jerarquizadas, de manera que las mscomplejas engloban a otras e implican un nivel superior de funcionamientopsquico? En parte, s. La democracia una creacin social de los griegos paracombatir el abuso de poder destaca como la metfora ms amplia, complejay til, al englobar en s misma la necesidad de negociacin entre partidariosrivales, el maternaje con los derechos de las minoras, y la legitimacin de laguerra contra el maltrato. Aunque, por supuesto, hay que aadir que, por otraparte, casos como los de Luca y Daniel muestran la necesidad de superar laslimitaciones de la ley actual mediante un combinado de maternaje ynegociacin: se requieren nuevas leyes para acomodarse mejor a la realidad deun sujeto en crecimiento.

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    Ahora bien, quizs esta forma de teorizar mediante metforas pueda producircierta reticencia. Por qu utilizar trminos ajenos al campo de estudio, envez de los conceptos tcnicos o psicopatolgicos habituales?

    Como se sabe, Freud (1900) distingui el proceso primario del proceso

    secundario. El proceso primario es propio del funcionamiento del inconsciente,los sueos y la psicosis, se basa en los mecanismos de condensacin ydesplazamiento (la funcin metafrica), y puede producir generalizaciones sinfundamento (el pensamiento paranoico, por ejemplo). Por el contrario, elproceso secundario crea sistemas conceptuales de categoras precisas yclaramente diferenciadas: el lenguaje, la ciencia, etc.

    Mara Moliner (1966) explicaba cmo definir un concepto de forma precisa:requiere relacionarlo con otros dos, el trmino genrico o familia depertenencia y el trmino distintivo que lo singulariza. As, cuchara se define

    por su pertenencia a lo que los lingistas denominan campo semntico de losinstrumentos para llevar comida a la boca (trmino genrico), y se diferenciapor la superficie cncava (trmino distintivo).

    Sin embargo, para Lakoff y otros lingistas, un concepto se defineprincipalmente por el parecido familiar a un prototipo gracias a propiedadesinteraccionales, ms que por sus propiedades inherentes. Por ejemplo, sipasamos un da en el monte, podremos construir una cuchara a partir de unasimple hoja de una planta. Esto es el resultado de encontrar un parecido con elprototipo (el sistema antebrazo-mano, origen metforico de la cuchara) y de

    propiedades interaccionales (ahuecar la hoja para crear una superficiecncava).

    El sistema de definicin de conceptos de Mara Moliner (proceso secundario) esun procedimiento deductivo, que puede aplicarse con toda propiedad cuandoya disponemos de un concepto primario (cuchara), y queremos definir losmiembros de su campo semntico: cucharilla, cucharn, cuchara de madera.Entonces, podemos definir con precisin un concepto (cucharilla) porquedisponemos de un ntido trmino genrico (cuchara) y de una caractersticadistintiva (pequea). Por el contrario, el sistema ms general de Lakoff(proceso primario) resulta imprescindible para poder definir las categorasprimarias, las ms bsicas, aquellas que fundan las familias conceptuales(cuchara, narcisismo, transferencia, etc.).

    De ah, que necesitemos dejarnos guiar por la utopa de la ciencia (esto es, labsqueda de precisin conceptual) pero aceptando simultneamente eldesencanto (Magris C., 1999) de que todos nuestros conceptos primarios soninevitablemente imprecisos, ya que se generan por medios metafricos.

    Utilizar un sistema conceptual basado en el parecido familiar a un prototipo(metfora) y en la distincin en funcin de propiedades interaccionales implica

    aceptar que el proceso primario es tambin necesario para el desarrollo delpensamiento racional, y que nuestros sistemas conceptuales son limitados y

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    estn basados en prejuicios. Por tanto, slo pueden superarse con laadquisicin de nuevos prototipos (metforas) con nuevas propiedadesinteraccionales.

    As, el concepto clsico de poner lmites se basa en el prototipo de la accin

    de una persona madura que prohbe o limita una accin peligrosa a otrapersona inconsciente o inmadura. Por ejemplo, la madre que prohbe al niometer los dedos en un enchufe. Ahora bien, generalizar este prototipoequivaldra a pensar todos los conflictos de lmites como situaciones de claraobediencia a una autoridad indiscutible.

    Por el contrario, la mayora de los conflictos de lmites necesitan pensarsecomo un proceso interactivo, en el que los sujetos enfrentados defienden unaparte y desconocen las motivaciones del oponente. Esto implica un prototipodiferente al del sujeto que pone lmites al otro, pues los dos son sujetos de la

    accin, se influencian mutuamente. El resultado no es una puesta de lmites,sino una creacin de un lmite nuevo y emergente. Y para que esta creacinde lmites interactivos pueda ejercerse, se necesita un marco democrtico dereglas del juego que impida la tirana o el abuso de una de las partes.

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