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MEMORIAR E V I S TA S O B R E C U LT U R A , D E M O C R A C I A Y D E R E C H O S H U M A N O S

N.º 5, 2 0 0 9

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Editora ResponsableIris Jave

Comité EditorialWalter Albán Peralta, Rolando Ames, Javier Ciurlizza, Carlos Iván Degregori,Miguel Giusti, Iris Jave, Salomón Lerner Febres, Félix Reátegui, Elizabeth Salmón

Cuidado de la ediciónRocío Reátegui

Diseño de cubierta e interioresRenzo Espinel y Luis de la Lama

ImpresiónGráfica Delvi

Memoria. Revista sobre cultura, democracia y derechos humanos es una publicacióncuatrimestral del IDEHPUCP.El IDEHPUCP, creado en el 2004, es el Instituto de Democracia y Derechos Humanosde la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Asamblea de MiembrosSalomón Lerner Febres, Walter Albán Peralta, Rolando Ames, Enrique Bernales,Javier Ciurlizza, Carlos Iván Degregori, Miguel Giusti, Pepi Patrón, GonzaloPortocarrero, Félix Reátegui, Catalina Romero, Marcial Rubio, Elizabeth Salmón,Máximo Vega Centeno

Gonzalo Gamio, Iris Jave, Ivan Meini, Yvan Montoya.

© Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia UniversidadCatólica del Perú, 2009

Calle Tomás Ramsey 925, Lima 17 - PerúTeléfonos: (51 1) 626-2000, anexos 7500 y 7501; 462-0538 y 261-5859Fax: [email protected]/idehpucp

Derechos reservados. Prohibida la reproducción de esta revista por cualquier medio, total oparcialmente, sin permiso expreso de los editores.

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.o 2007-06413ISSN 1995-1582

Impreso en el Perú - Printed in Peru

MEMORIAREVISTA SOBRE CULTURA , DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOSN.º 5, 2009

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5 PRESENTACIÓN

ENSAYOS Y ANÁLISIS 9 Los trabajos de la memoria: reflexiones y prácticas

JULIÁN BONDER

27 Esfera pública y derechos culturales: la cultura como acciónGISELA CÁNEPA

OBSERVATORIO INTERNACIONAL41 La paz en Colombia: más allá de vencedores y vencidos

HERNANDO LLANO

PORTAFOLIO GRÁFICO52 Si no vuelvo, búsquenme en Putis

DOMINGO GIRIBALDI

REPORTAJE EN PROFUNDIDAD61 Diálogos sobre memoriales: el recuerdo que se hereda

JACQUELINE FOWKS

JUSTICIA Y SOCIEDAD69 Las «verdades jurídicas» del juicio a Alberto Fujimori

JO-MARIE BURT

INTERSECCIONES75 Reexaminando la teoría de los derechos humanos de Habermas

en una época de globalizaciónDAVID INGRAM

MEMORIA CVR91 Avances y retrocesos

IRIS JAVE Y JOSÉ ALEJANDO GODOY

RESEÑAS Y CRÍTICAS101 Miguel Giusti. El soñado bien, el mal presente: rumores de la ética

FIDEL TUBINO

105 COLABORADORES

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El debate en torno al museo de la memoria; primero y; luego, alrededor de lasentencia dada al ex presidente Alberto Fujimori, pone en evidencia nuevamentela fuerte polarización en torno a las memorias que sobre el conflicto armado inter-no subsisten en el país; la disputa por el discurso público adopta varias formas,algunas desde los propios medios de comunicación interesados en sostener laversión exitosa de la lucha contrasubversiva y, otras formas, diversas, que seexpresan en instalaciones artísticas, ensayos, publicaciones y hasta colectivos depersonas de diversa índole, que ya sea de forma física o virtual, buscan hacer oírsu voz en este gran debate. Lo más valioso es que el debate se produzca y queencuentre nuevos caminos para canalizar las demandas, los consensos y los di-sensos, las propuestas, las diversas alternativas que hoy ofrece la posibilidad dehacer memoria en el país. Es un proceso intenso y no exento de dificultades, que vadesde la diatriba hasta los formalismos legales, pero que tiene un valor en símismo: como sociedad estamos aprendiendo a dialogar, a escuchar al otro, aencontrar nuevas miradas y nuevas posibilidades de abordar nuestros conflic-tos. Aunque es incipiente, vale la pena animar el debate, fortalecerlo, dotarlo deargumentos.

A ello quiere aportar esta edición de Memoria. Revista sobre cultura, democracia yderechos humanos que hoy llega a sus manos. Hemos convocado a diversos especia-listas para abordar estos temas y ayudar en la elaboración de nuevas perspecti-vas que permitan el debate.

El texto que nos presenta Julián Bonder, arquitecto especializado en temas dememoria, quien nos visitó el año pasado y ha seguido muy de cerca todo el debatereciente en relación con el museo de la memoria, desarrolla el sentido de los me-moriales, en tanto espacio público, como un proceso de construcción social y éticoque viene de la ciudadanía y confluye en un escenario de encuentro, intercambioy reflexión. A partir de su experiencia en el diseño y ejecución de memoriales enArgentina, Alemania y Estados Unidos, Bonder analiza el espacio público comolugar para la memoria, para la historia y para la construcción del futuro de unasociedad.

En la misma perspectiva, la antropóloga Gisela Cánepa, afirma que el museode la memoria ya empezó a construirse desde que se inició el debate en torno a sugestación. En su artículo «Esfera pública y derechos culturales: la cultura comoacción», la autora propicia una reflexión para entender la esfera pública y lacultura, desde el ejercicio de los derechos y la ciudadanía. Así afirma: «Consideroque tiene la misma importancia seguir abogando porque el proyecto se haga efec-tivo, así como por mantener abierto el debate. Esto último ciertamente puederesultar mucho más difícil que la edificación del museo, ya que requiere de la

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implementación de un proyecto a largo plazo, que esté atento a la inclusión de las sensibilidades,demandas y formas de acción cultural de distintos actores, así como de la revisión crítica de nuestrossentidos comunes; y este es un reto mayor».

En la sección «Observatorio internacional», presentamos un artículo de Hernando Llano, abogadoy politólogo colombiano de la Universidad Javeriana, quien ofrece un conjunto de reflexiones sobre elcomplejo proceso de paz en Colombia; la dificultad del diálogo entre los actores involucrados y lainstitucionalidad que se va abriendo paso en medio de la violencia y el conflicto.

El «Portafolio gráfico» presenta una selección –con algunas fotos inéditas– del proceso de exhuma-ción en Putis (Ayacucho), el contexto histórico y el impacto en la vida de los pobladores; el rol del equipode antropólogos forenses a cargo de la exhumación y la necesidad de entender por qué la justicia estáestrechamente vinculada a la memoria.

La diversidad de opiniones de los actores entrevistados por Jacqueline Fowks para este «Reportajeen profundidad» puede ayudar a enriquecer –o a complejizar– los caminos por donde debe discurrir lamemoria. Entre dichos actores tenemos a: Alicia Retto, hija de Willy Retto, fotógrafo asesinado enUchuraccay; Otto Guibovich, comandante general del Ejército; Ricardo Wiesse, artista plástico; RosaVillarán, coordinadora del movimiento Para que no se Repita; así como los sociólogos Ricardo Caro yDaniel Ramírez Corzo y Víctor Vich, experto en temas de arte y memoria. ¿Son los memoriales fruto delconsenso o del momento?, se plantea como interrogante la autora.

Al cierre de esta edición, se leía la sentencia a Alberto Fujimori, por lo que en nuestra sección«Justicia y sociedad», incluimos un artículo de Jo-Marie Burt, politóloga norteamericana que ademásha asistido al juicio del ex mandatario en calidad de observadora internacional. Su impresión, aúnfresca por la reciente sentencia, nos proporciona algunas claves para entender la histórica sentencia.«El fallo establece ciertas “verdades jurídicas” que ahora constituyen parte del récord legal e históri-co», en palabras de la autora.

En la sección «Intersecciones», el profesor David Ingram, reconocido filósofo y profesor de la Uni-versidad Loyola de Chicago (Estados Unidos), realiza un análisis de la teoría de los derechos humanos,poniendo en cuestión el enfoque de Jürgen Habermas. Una interesante entrada para comprender lainterconexión y la institucionalidad de los derechos humanos en el contexto actual.

Fidel Tubino nos ofrece una lectura crítica del libro El soñado bien, el mal presente: rumores de la éticapublicado por Miguel Giusti a fines del año pasado, en la que recoge la noción de cultura del reconoci-miento que plantea el autor.

Finalmente, en nuestra acostumbrada sección «Memoria CVR», incluimos un recuento de las accio-nes realizadas en torno a los avances y recomendaciones dejadas por la CVR en el período agosto de 2008a marzo de 2009. Lo más importante que destacar lo constituye la pulcritud con que fue conducido eljuicio por los casos La Cantuta y Barrios Altos seguido al ex presidente Fujimori, donde se destaca laintegralidad del conjunto de pruebas que dio lugar a la histórica sentencia; el reconocimiento públicoal Informe Final de la CVR y el reconocimiento a la inocencia de las víctimas de ambos casos.

Por otro lado, sigue siendo el mundo de la cultura, donde se alberga la mayor cantidad de expresio-nes diversas en torno al conflicto armado interno. El arte sigue convocando de forma amplia e inclusivalas distintas visiones y sensibilidades acerca del impacto que la violencia ha dejado en todos nosotros.

LA EDITORA

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E n s a y o s y a n á l i s i s

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MEMORIARevista sobre cultura, democracia y derechos humanos 9MEMORIARevista sobre cultura, democracia y derechos humanos 9

ENSAYOS Y ANÁLISIS

Sobre memoria, trauma, espacio público, monumentosy memoriales

LOS TRABAJOS DE LA MEMORIA: REFLEXIONESY PRÁCTICAS

JULIÁN BONDER

Me dijo: más recuerdos tengo yo solo quelos que habrán tenido todos los hombresdesde que el mundo es mundo. Y también:mis sueños son como la vigilia de ustedes. Ytambién, hacia el alba: mi memoria, señor,es como un vaciadero de basuras.

JORGE LUIS BORGES. Funes el memorioso.

La sociedad es el milagro de salir de unomismo.

EMMANUEL LEVINAS

El Acto de Recordar es siempre en y del Pre-sente, mientras que su Referente es del Pa-sado y por consiguiente Ausente.

ANDREAS HUYSSEN

En tanto que eventos y circunstancias se desarro-llan en tiempo presente, el destino histórico de losmemoriales es preservar la memoria del pasado yproveer condiciones para nuevas respuestas.Como acompañantes psicopolíticos y éticos, losmemoriales debieran funcionar como ambientespara pensar a través de traumas pasados y pre-sentes y re-actualizar el pasado en tiempo presen-te. Los memoriales deberían fomentar la aparición

de nuevas formas de consciencia crítica a travésde un comprometido «trabajo de memoria»,abriendo caminos hacia un mundo mejor; unmundo en el cual debería haber menos y última-mente ninguna «razón» u «ocasión» para la cons-trucción de memoriales trágicos.

La palabra «memorial» se corresponde con«conmemoración» –«algo que sirve para preser-var la memoria o conocimiento de individuos oeventos»– así como también con la palabra «me-mento», que es algo que sirve para advertirnos yrecordarnos acerca de conductas o eventos futu-ros. La palabra «monumento» viene de «mone-re», del latín: recordar, advertir. Los «sitios de memo-ria», como entes paradigmáticos de la cultura oc-cidental contemporánea, pueden y deben actuarcomo recuerdo y como advertencia. Establecien-do diálogos significativos con eventos del pasa-do cercano y lejano, estos «sitios de memoria»pueden enmarcar acciones transformativas yasistir al «trabajo de memoria» en la «esfera pú-blica». ¿Es posible entonces concebir memoriales,monumentos, que estén enfocados en ese «adver-tir» como elemento clave que dispara nuestro pen-samiento acerca del pasado y futuro? ¿Podríamospensar y construir memoriales que, al mismo tiem-

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MEMORIA Revista sobre cultura, democracia y derechos humanos10

ENSAYOS Y ANÁLISIS

po de dirigirse o referirse a eventos y honrar víc-timas y sobrevivientes, contribuyan a enmarcaractos de recordación colectivos y espontáneos,demanden compromiso pro-activo, inviten a ge-neraciones presentes y futuras a involucrarse enprácticas transformativas y contribuyan a ima-ginar un mundo mejor?

1. CULTURAS DE LA MEMORIA

Recordar es una actividad vital que da identidada nuestro pasado y define nuestro presente. Lamemoria es selectiva y está construida de formadialéctica entre el olvido y el recuerdo. Las me-morias personales y las memorias sociales estánsiempre sujetas a construcción, a distorsión, anegación, a represión. Son borrosas, texturadas,imperfectas; no permanentes.

En tiempos cercanos y lejanos, antiguos ymodernos, la «arquitectura», el «paisaje» y el«arte» han servido como medios a través de loscuales culturas diversas intentaron enmarcar,preservar –así como también aprehender la me-moria de eventos gloriosos y catastróficos–. En lassociedades modernas, la memoria colectiva se ne-gocia en las creencias y valores del cuerpo social,los rituales y las instituciones y los lugares públi-cos de memoria, tales como los «museos», los «mo-numentos» y los «memoriales».

Desde los años ochenta, las sociedades occi-dentales y no occidentales han desarrollado unabúsqueda obsesiva de la memoria. Si la moderni-dad de alguna forma «liberó» a Occidente de laconstricción de la memoria, la llamada «posmo-

dernidad» parece estar luchando entre la amne-sia y una obsesión un tanto enfermiza por el pa-sado. En sus diferentes formas, la memoria se haconvertido en una marca clave de la cultura glo-bal contemporánea del fin de siglo XX y comienzodel siglo XXI, impactando áreas tales como la his-toriografía, psicoanálisis, artes visuales y perfor-mativos, los estudios urbanos, el arte, paisaje yarquitectura. Como ejemplos, se puede notar laproliferación de centros históricos para el turis-mo, la recuperación de todo tipo de objetos o edi-ficios antiguos (muchos sin valor arquitectónico),modas retro, el kistch, el entusiasmo por las bio-grafías, las colecciones de fotos, las nuevas tec-nologías que permiten recolección y difusióninstantáneas, etcétera.

Esta búsqueda obsesiva está presente en las for-mas y en las maneras bajo las cuales los pasadosreales y los pasados míticos se re-presentan, se re-cuerdan y se olvidan. Esta fascinación por el pasa-do, marcada por una sensibilidad que TheodorAdorno llamó «museal», puede pensarse como unaforma compensatoria de olvido y como signo de latransformación radical en el habitar la temporali-dad contemporánea.

En un pasado no muy distante, el discurso dela historia se establecía para «garantizar» la es-tabilidad relativa del pasado en su carácter depasado. El espacio construido –los memoriales,monumentos y museos– representaban trazosmateriales del pasado histórico en el presente y lahistoria funcionaba como fondo del presente. Talvez, como sugirió Andreas Huyssen: «la búsque-da obsesiva de la memoria puede entenderse comoun indicador de que nuestro pensar y nuestro ha-

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MEMORIARevista sobre cultura, democracia y derechos humanos 11MEMORIARevista sobre cultura, democracia y derechos humanos 11

ENSAYOS Y ANÁLISIS

bitar la temporalidad están siendo atravesadospor un cambio significativo, dado que la moder-nidad conlleva una compresión real del tiempo yel espacio, asimismo expandiendo los horizontestemporo-espaciales más allá de lo local».1

De hecho, hoy pensamos en el pasado comomemoria sin fronteras, no solo como historiasnacionales dentro de fronteras, dado que la me-moria puede entenderse como un modo significa-tivo de re-presentación y pertenencia al presente.Un aspecto importante de la cultura de la memo-ria, como el que nos convocó durante el IV Encuen-tro de Derechos Humanos: «Memoria y EspacioPúblico» realizado en Lima, en septiembre de 2008,puede hallarse en las formas en que la lucha por lajusticia y los derechos humanos y el recordar even-tos traumáticos han sido y son entrelazados ennaciones que buscan re-construir presentes de-mocráticos en el borde y a la sombra de los ex-terminios en masa, genocidios, el Holocausto,desapariciones, segregación apartheid, dictadurasmilitares y gobiernos totalitarios.

La construcción de espacios públicos, memo-riales y museos, que marcan la «piel» de la Tierracon expectativas de actos de recordación en tiem-po presente, es significativa, no solo en su magni-tud y vastedad, sino precisamente en la significa-ción y sentido que estos sitios de memoria tienenen y para las comunidades afectadas. Como ejem-plos se puede pensar en la creación de nuevos me-moriales oficiales y comunitarios, en memorialesespontáneos que emergen en lugares donde trage-

dias recientes han ocurrido, en peregrinajes a si-tios de memoria, y multitud de formas y/o prácti-cas conmemorativas.

Si bien las culturas de la memoria se han glo-balizado en el mundo, y los usos políticos de lamemoria son variados, en su centro, estos usos (oa veces abusos) se mantienen conectados a las his-torias específicas de comunidades afectadas. Es asíque mientras que los residuos de meta-narrativasmíticas, de historias de los victoriosos y los «gran-des» monumentos auto-referenciales –que duranteel siglo XIX han servido para legitimizar las Nacio-nes-Estados– están presentes en culturas localesy globales, estas culturas se ven «infiltradas» pormemorias «reprimidas» (locales o grupales), sub-vertidas por micro-historias «olvidadas», por laaparición de aquellos «otros desplazados», poraquellos que prestan testimonio a los traumaspersonales e históricos, y por la transformaciónde los monumentos en «monumentos otros».

2. ARQUITECTURA, PAISAJE, MEMORIA

La relaciones entre memoria y el espacio, entrepaisaje, memoria, arquitectura no son novedosas.Sitios de memoria, desde ruinas, jardines míticos,ciudades en diversas culturas y civilizaciones,fueron y siguen siendo vehículos para la memo-ria. En su libro The Art of Memory,2 Frances Yates hademostrado que el recuerdo no solo ocurre sinoque está atado a espacio y lugar. De acuerdo con

1 HUYSSEN, Andreas. Present Pasts: Urban Palimpsests and the Politics of Memory. Stanford: Stanford University Press, 2003, Introduction, p. XX.2 Véase YATES, Frances. The Art of Memory. Londres: Routledge & Kegan Paul, 1966. Véase VIDLER, Tony. The Architectural Uncanny. Cambridge: MIT

Press, 1992, cap. «Posturbanism».

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MEMORIA Revista sobre cultura, democracia y derechos humanos12

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Yates, los «mapas mentales» usados por los retó-ricos del tiempo de Cicerón, o los «mapas y tea-tros de memoria» del Renacimiento fueron ins-trumentos tanto para el recuerdo como para eldiscurso. La casa, el palacio, la ciudad se utiliza-ban como cámaras de la memoria, como teatrosde la memoria, en los cuales habitaciones y obje-tos se ponían al servicio del discurso. La memoriay la palabra en público estaban conectadas con elespacio construido o imaginado. Lugares reales oimaginarios, dentro o fuera de la ciudad, servíana la construcción de aquellos mapas mentales queincluían lo real con el objeto de imaginar lo «noreal», lo «ideal» o aquello que iba a ser rememora-do. La metáfora del espacio es también muy cer-cana a descripciones en el presente de los proce-sos mentales. La psicología contemporánea noshabla de «trazos mnésticos», la construcción de«rutas mnemónicas», de lazos y vínculos entre«centros cerebrales». Como aptamente sugiereUmberto Eco: «Recordar es como construir y via-jar nuevamente a través del espacio (tiempo)».3

Desde el Renacimiento, los arquitectos dieroncuenta de la posibilidad de transferir al mundo delo real aquello que se imaginaban en la memoria,recortando del tejido de la ciudad real, las secuen-cias, espacios y lugares que constituían sus ma-pas mentales, creando así aquellos lugares de ex-cepción que tenían en las mentes. De hecho, esto

dio lugar a una nueva forma de concebir el urba-nismo, presentando una nueva aproximación alos monumentos y la monumentalidad: la ciudaddevino un teatro de la memoria, tal vez un memo-rial a sí misma. La Modernidad produjo un cam-bio radical en relación con los mapas de memoriay los monumentos, a través de una actitud dia-metralmente opuesta, donde el «olvidar» la ciu-dad antigua, los monumentos del pasado, tomó laforma de demolición y tabula rasa.4

El advenimiento de la escritura, según el his-toriador de arquitectura, Stanford Anderson, in-vita a una distinción incremental entre sistemasde memoria. Anderson propone una interesantedistinción entre «Memoria a través de Arquitec-tura» y «Memoria en Arquitectura».5 La distin-ción se puede pensar como la «memoria socialenmarcada por la Arquitectura», que refiere a usosy repetición de formas construidas, en su diferen-cia con la «operación de la memoria dentro de ladisciplina arquitectónica». Ejemplos de «Arqui-tectura como marco para la memoria social» sepueden encontrar en la repetición de capillas,monumentos, espacios sagrados y arquitecturadoméstica, cuyas formas (me refiero a sus formasintrínsecas como instituciones humanas, no sudiseño específico) se ven legitimados por usos ycontinuidad histórica. Mientras que las tradicio-nes vernáculas (arquitectura sin arquitectos, histo-

3 ECO, Umberto. Memory and Architecture, Via 8.4 Arquitectos modernos basaron su aproximación al espacio público sobre el concepto de espacio universal. El espacio para el hombre universal como un

espacio limpio y homogéneo, colectivo en su uso, común en términos de propiedad y libremente accesible. Es importante notar que, aun cuando estaidea se origina en polos ideológicos diametralmente opuestos, la utopía del espacio vital limpio y homogéneo fue utilizada por muchos regímenestotalitarios como objetivo y raciocinio para el genocidio, exterminio en masa, segregación, etcétera. Veáse VIDLER, Tony. The Architectural Uncanny,cap. «Posturbanism».

5 Véase ANDERSON, Stanford. «Memory and Architecture». Daidalos, 58, 1995.

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MEMORIARevista sobre cultura, democracia y derechos humanos 13MEMORIARevista sobre cultura, democracia y derechos humanos 13

ENSAYOS Y ANÁLISIS

ria sin historiadores, arte sin artistas) representanuna cohesión social mayor entre memoria social ymemorial disciplinar, la «Memoria en Arquitectu-ra» refiere a la concepción, creación y traducción deideas arquitectónicas en hechos arquitectónicos. Estoes, las formas en las que la Arquitectura como disci-plina hace «uso» de la historia, se re-define, y trans-forma la manera de concebir, diseñar y construiredificios, espacio públicos, ciudades.6

3.ARQUITECTURA - ARQUITECTURAS

La arquitectura se produce en el punto de contac-to entre mente y sitio. Ocurre en el horizonte, comotransformación de la topografía. La arquitecturase genera a través de necesidad y aspiración. Ope-ra primero como deseo, luego como intuición, lue-go como anticipación, antes de ser transformadaen presencia.

El trabajo del arquitecto es hacer presente ellímite. Lo que los griegos dicen con la palabra «pe-ras» es que el límite no es el lugar en el cual algo sedetiene, sino el lugar en el que algo nuevo comien-za a hacerse presente. Para que la arquitectura sehaga presente, debe haber una reorganizaciónpoética de la materia con el propósito de enmar-car la vida. Esta reorganización material conlle-va una violenta transformación de preexistencias,de energía en materia, de imágenes en forma cons-truida y de sitio en lugar. El trabajo artístico en laarquitectura nos obliga entonces a mirar el mun-do empírico para abrir con él un diálogo crítico.

Este diálogo con la geografía histórica del contex-to ancla los sitios en una forma literal, dotando alos lugares y al trabajo de una percepción de pro-fundidad histórica. Es una especie de re-dibujarel paisaje en contra de su contexto. Este dibujares siempre foráneo, tiene que ver con el exilio y lotemporal. Edificios, proyectos, y paisajes, comodisparadores de los procesos de memoria, traenal presente la profundidad de la continuidad his-tórica y también el deseo de transformación éti-ca. De alguna manera, nos permiten habitar ladistancia que existe entre el acto y el recuerdo. Loque el arquitecto hace al diseñar es recordar lasformas anteriores de pensar, lo que vio, lo quesabe, lo que es: un bagaje coleccionado que sirvede cajón de herramientas para las próximas cons-trucciones. Como a Funes, todo el pasado nosacompaña.

4. EL SEPULCRO Y EL MONUMENTO

Cuando encontramos un montículo en elbosque, de uno por dos metros, en forma depirámide aplanada, nos ponemos serios yalgo dentro nuestro dice, alguien fue aquíenterrado… Esto es arquitectura.

ADOLF LOOS

El arquitecto vienés Adolf Loos planteó, a princi-pios del siglo XX, que solo una pequeña parte de laarquitectura pertenece al mundo del arte: el se-pulcro y el monumento. Lo que Loos quiso decir-

6 Véase ib.

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nos, de acuerdo con Massimo Cacciari,7 es que elarte tiene lugar cuando está implícita la idea desepulcro y monumento, esto es la idea de un lugar deexcepción al cual nos ha llevado la vida, que trasciende oreabre la función real de la vida. Si bien la existenciahumana siempre fue coleccionada en el sepulcro,el punto central frente a una tumba es, según Loos,la función ética: la confrontación con la muertenos detiene y previene el seguir con nuestro cami-no habitual. Lo que importa, entonces, en el sepul-cro, no es quién está allí, sino saber que allí hay unser humano. El arte genuino, en ese sentido, nosinvita a dejar el lugar al que nosotros denomina-mos realidad, y retornar a un concepto y lugaríntimo en el cual nuestra humanidad yace.

En el caso del monumento, la dimensión éticaderiva de establecer diálogos con el pasado. Res-pecto del monumento, Alois Riegl planteaba: «Elmonumento en su forma original y más antiguaes una creación humana erigida con el propósitoespecífico de mantener hechos o eventos huma-nos en la mente de generaciones futuras».8 La pa-labra «monumento» viene de «monere», del latín:recordar, advertir. En alemán, la palabra «monumen-to» se dice «denkmal» y significa pensar en el tiempo.Podemos entonces percibir que, más que una for-ma o una imagen, la monumentalidad podríaentenderse como una cualidad. La cualidad quelugares y objetos tienen de hacernos recordar,evocar, pensar o percibir algo que está más allá desí mismos. La monumentalidad, así entendida, no

se refiere primordialmente al tamaño, a la escala,sino a la capacidad evocativa, a la capacidad deirrumpir en el presente generando preguntas ypensamientos.

Como combinación de lugar de memoria y re-cordación, estos sitios de memoria se producenpara ser históricamente referenciales.9 Su presen-cia y materialidad están destinadas a tornarse«invisibles», «transparentes», funcionando comopuente entre visitantes y eventos o individuos queestos sitios invitan a recordar. En tanto corpori-zación de memoria a través de arte en el espaciopúblico, su valor no está basado en el arte o laarquitectura, sino en un punto más allá de sí mis-mos. Su valor yace en el carácter dialógico del es-pacio memorial, como James Young aptamentenotara. Esto es, el espacio que existe entre las his-torias narradas, los eventos recordados y los ac-tos de memoria (el trabajo de memoria) que estosmemoriales pueden contribuir a enmarcar.

Los sitios de memoria, en tanto lugares de ex-cepción, pueden funcionar como sitios de duelo,como es el caso en y cuando los rastros de la catás-trofe se hacen presentes, o cuando los sepulcrosestán ausentes. Esta función es esencial pensandoen todos aquellos que no pudieron ser enterradosdignamente. Como la joven Liz Flores dijo tandolorosamente en su testimonio ante la CVR : «enAyacucho, en el día de los muertos no tengo ni adonde ir a poner flores, porque ni los huesos de mimadre se han encontrado».

7 Véase CACCIARI, Massimo. Architecture and Nihilism: On the Philosophy of Modern Architecture. New Haven: Yale University Press, 1993, cap. 19,pp. 195-198.

8 RIEGL, Alois. «The Modern Cult of Monuments: Its Character and Origin». Traducción de Kurt Foster y Diane Ghirardo. En Oppositions 25.9 Véase YOUNG, James E. The Texture of Memory. New Haven: Yale University Press, 1993, p. 12.

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ENSAYOS Y ANÁLISIS

El trabajo sobre proyectos memoriales y si-tios de memoria presenta, entonces, cuestiones ycomplejidades que no son solamente arquitectó-nicas sino fundamentalmente éticas, políticas yfilosóficas. Entre ellas, las formas en las que la his-toria y las historias, la memoria y las memorias,el trauma y los traumas van a ser «apropiados»,«re-presentados» e «inhabitados». Al mismotiempo, al generar y concebir estos proyectos (mo-numentos, museos y memoriales) debemos serconscientes de riesgos, no menores, tales como laobjetivación de la memoria, la estetización delsufrimiento o, peor aún, su banalización. Pero sonriesgos que debemos correr, con cuidado y respe-to, a fin de que la memoria no quede relegada alfuero interno y que sea afirmada en el ámbito delo público. Para esto la estética debería poder po-nerse al servicio de la ética. El tiempo es el mate-rial a trabajarse, pensarse, elaborarse, dado quees en la capacidad de establecer diálogos signifi-cativos con y presentar preguntas acerca del pa-sado (y futuro), que encontramos el valor y la fun-ción ética de los memoriales en el espacio público.

5.ESPACIO PÚBLICO: DEMOCRACIAY MEMORIA

Al pensar el carácter dialógico del espacio públicoy el espacio memorial debemos cuestionar: ¿cómopodemos contribuir a elaborar las implicanciaséticas de la descripción que hizo en 1958 Hanna

Arendt de la esfera pública: el espacio para el ha-cerse presente (the space of appearance), en el másamplio sentido? Esto es, el espacio donde yo mehago presente a otros en tanto otros se hacen pre-sentes a mí. Como Hanna Arendt describe:

La polis, propiamente hablando, no es el es-tado-ciudad en su lugar físico; es la organiza-ción del pueblo emergiendo del hablar y ac-tuar en forma colectiva, y su espacio real yaceentre la gente viviendo junto con este propó-sito, no importa en donde se encuentren […]Es el Espacio para el hacerse presente en elsentido más amplio de la palabra, el espacioen el cual Yo me hago presente a los otros ylos otros a mí, en donde los hombres existenno meramente como otros, sino que se ha-cen presentes de manera explícita.10

Esta definición de la esfera pública como el«espacio para el hacerse presente» puede ayudara imaginar formas a través de las cuales el campode lo visual y lo político se intersecan, generandooportunidades importantes (no sin conflicto), tan-to para el arte como para la arquitectura, de con-tribuir a profundizar la democracia. Ahora bien,recordemos que la democracia, como dice ClaudeLefort, «se ve constituida y sostenida por la diso-lución de las marcas de la certidumbre. Inaugurauna historia en la cual el Pueblo experimenta unaindeterminación fundamental en relación al po-der, la ley y el conocimiento, y a uno en relación a

10 ARENDT, Hannah. The Human Condition. Chicago y Londres: University of Chicago Press, 1958, pp. 198-199.

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aquellos otros».11 La democracia da lugar al espa-cio público, un tipo de espacio para la interacciónpolítica, que se hace presente, cuando, en ausenciade una base predeterminada, el significado y launidad del orden social a la vez se constituyen yse ponen en riesgo. El espacio público expresa, enpalabras de Étienne Balibar, «la falta de límitesque caracteriza a la democracia».12 Instituido porla Declaración de los Derechos del Hombre, el es-pacio público hace extensible a todos los sereshumanos la libertad que Hannah Arendt llama«un derecho a tener derechos».13 Es así que la ha-bilidad de hacerse presente está atada a la decla-ración de derechos, esto es, el derecho a declarar, ahablar en el espacio público. Este hacerse presen-te, dada la incertidumbre, tiene por fuente la pa-labra y la interacción social implícita en la pala-bra (que se dirige al «otro» y viene desde el «otro»).En ese sentido, a través de la declaración, es queaquellos que no tienen posición en la comunidadpolítica pueden hacerse presentes, siguiendo aWalter Benjamin cuando habla de la «tradiciónde los oprimidos», de la lucha contra la opresión.14

El espacio público democrático es un tipo deespacio vacío, no homogéneo, texturado. Es untipo de espacio complejo, está basado en la dis-puta, la incertidumbre, el debate. Recordemosque el totalitarismo intenta homogeneizar, supri-mir el disenso, el debate, llenar ese vacío con cer-

tidumbres, eliminar la indeterminación de lo so-cial, dotando «al pueblo» de una «unicidad» conla que se identifica al propio Estado. Relegar elpluralismo, la división y la diferencia al ámbitode lo privado y asociar el espacio público y lademocracia con metas –loables por cierto– comocrear consenso, consolidar comunidades, pacifi-car conflictos, es una forma, a veces riesgosa, deintentar llenar el vacío creado por la democra-cia. El debate, el hablar, el decir en el espacio pú-blico democrático conlleva, por sobre todo, laobligación de escuchar a aquellos «otros», espe-cialmente aquellos «otros» que por lo general notienen voz; aquellos «otros», con frecuencia invi-sibles, que a pesar de todo, siguen esperando unarespuesta ética.

6.ÉTICA Y MEMORIA

¿Y los que nunca fueron fotografiados? ¿Ylos olvidados? Está en nuestras manos lo-grar que todo eso no se repita.

JAVIER V. Yuyanapaq. Para recordar, sin fecha.

¿Quiénes son aquellos «otros», aquellos que cla-man ser vistos, oídos, escuchados? Si el espaciopúblico y el estar en público significa estar ex-puesto a aquellos otros, ¿cómo pueden el arte y la

11 LEFORT, Claude. «The Question of Democracy». En Democracy and Political Theory. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1988, p. 19.12 BALIBAR, Étienne. «What Is a Politics of the Rights of Man?». Masses, Classes, Ideas: Studies on Politics and Philosophy Before and After Marx. Nueva

York: Routledge, 1994, p. 211. (En esta línea, véase en castellano, de Balibar, escrito con Immanuel Wallerstein, Raza, nación y clase. Madrid: Iepala,1991).

13 ARENDT, Hannah. The Origins of Totalitarianism. San Diego: Harcourt Brace & Company, 1948, p. 296. (Versión en español: Los orígenes del totalitarismo.Madrid: Taurus, Madrid, 1974).

14 BENJAMIN, Walter. «Theses on the Philosophy of History». En Illuminations. Traducción de Harry Zohn. Nueva York: Schocken Books, 1969, p. 257.

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arquitectura contribuir a desarrollar nuestra ca-pacidad, no solo para aceptar dicho tipo de expo-sición a aquellos, sino para también darles unabienvenida ética?

La ética, para el filósofo Emmanuel Levinas, esuna experiencia que remite a una situación con-creta: la de encontrarse, aunque sea por un ins-tante, con el «rostro» del otro. El rostro, al decir deLevinas, no es simplemente una nariz, unos ojos,una boca, sino el punto en el que el «infinito» semanifiesta. Dado que el rostro «habla», declara,dice y se desdice, permanentemente, no se dejaencerrar en una imagen o en un concepto. El otro,entonces, no sería un objeto de comprensión quepuede ser reducido a contenido, sino un rostro, unenigma que nos llama y cuyo hacerse presente nospone en cuestión,15 cuyo hacerse presente estáacompañado por un «tercero» que nos hace to-mar conciencia de la posibilidad de todos aque-llos «otros».16

Manuel Mauer, joven filósofo argentino,17 nosdice:

A esta infinitud del rostro (que lo vuelve, enrigor, irrepresentable) se le suma, en losanálisis que propone Levinas, otro rasgodistintivo: su fragilidad desoladora. «Hay enel rostro una pobreza esencial». Todo rostroes, en ese sentido, «rostro del pobre, de la

viuda, del huérfano, del extranjero». La pieldel rostro es la que se mantiene más desnu-da, más desprotegida, más expuesta a laviolencia. Pero en virtud de esta doble va-lencia, es decir, de su infinitud y su desvali-miento, el rostro es lo que prohíbe matar. Susentido consiste en decir: «no matarás». Es-tar frente a un rostro es, por lo tanto,escuchar su llamado –su mandato– a unaresponsabilidad infinita. Habitualmente sedice que uno es responsable de lo que unomismo hace, sin embargo ante el rostro soyresponsable por el otro, es decir aún por loque no hice, «aún por los crímenes que nocometí». (Esta última idea es fundamentalpara toda reflexión sobre la memoria). Laética, entonces, no sería sino la respuesta–inagotable, siempre insuficiente– a ese lla-mado, a esa orden, a esa interpelación.

¿Cómo podemos entender y pensar acerca deese mandato ético, ese «deber de memoria», quenos responsabiliza de manera infinita y nos llamaa recordar con fidelidad a aquellos otros, aquellosrostros ausentes, a aquellas «víctimas del odio delhombre» en pasados tan difíciles y traumáticos?

Como hemos visto en nuestros países, testifi-car y declarar sobre la «verdad» tiene un aspectopúblico que es político y judicial, y tiene asimis-

15 Véase DAVIS, Colin. Levinas: an Introduction. Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1996, p. 83.16 Véase ib., p. 83.17 Notas para una conversación pública sobre arquitectura, memoria, ética y espacio público entre Manuel Mauer (licenciado y máster en Filosofía por la

Universidad París I, Pantheon-Sorbonne) y Julián Bonder, en el Museo de Arquitectura de Buenos Aires, agosto de 2007. Manuel Mauer realizaactualmente un doctorado en Filosofía acerca del concepto de vida en la obra de Michel Foucault en la Universidad París XII y en la Universidad deBuenos Aires, y tradujo al español El más allá del versículo y Difícil libertad, ambos de Emmanuel Levinas, publicados en Buenos Aires por la editorialLilmod en el 2007 y 2008, respectivamente.

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mo una dimensión privada –confesional, espiri-tual y terapéutica–. El esfuerzo para la recupera-ción y curación del trauma y del trauma público–encontrar la voz narrativa a través de prestar tes-timonio– tiene una oportunidad mayor de sucesocuando esta voz se da en actos de palabra públicos,más aún cuando se dirige como palabra pública alos otros y por los otros. Como indica el significa-tivo Informe de la Comisión de la Verdad y Recon-ciliación: «Habiendo prestado especial atención alas voces de las víctimas, y habiendo recogido lostestimonios de muchos peruanos y peruanas de-seosos de contribuir a la recomposición de nues-tra nación, la CVR confía en estar proponiendo unamanera inédita de narrar nuestra memoria colec-tiva».

Ahora bien, si como sugiere Pierre Janet, «Lamemoria, como las creencias […] como todo fenó-meno psicológico es una acción […] esencialmente,es la acción de contar una historia», y si el estadode trauma a menudo imposibilita a los sobrevi-vientes de conectarse con lo que Janet llama «reali-dades y experiencias del presente», ¿como podríaentonces entenderse ese «deber de memoria»? ¿Po-dría acaso ser pensado como un deber que nos con-mina a buscar nuevos métodos para acercarnosética y responsablemente a aquellos «otros», tra-bajando para su recuperación, escuchando su pa-labra, asumiendo, al mismo tiempo, que la plurali-dad de voces hace imposible buscar y construiruna narrativa única y completa?

De hecho, creo que la complejidad de los pro-yectos de recuperación de memoria histórica nopermitirían pensar en la memoria, en el deber dela memoria, de manera unívoca, de manera cerra-da. El deber de la memoria no debería, entonces,pensarse solamente como difusión de un «saber»acerca del pasado (no es historia, que como todosaber es un intento de asimilar aquello que escapaa la presencia), como consolidación de «identidad»(nacional, étnica o partidaria), o como herramien-ta de cohesión social (activadora de sentimientosde pertenencia a partir de la evocación de un pa-sado común de victorias o derrotas). La memoria,entonces, no debería pensarse únicamente comosoporte para la acción judicial y legal, porqueluego de los juicios, tan importantes para la so-ciedad, una vez que victimarios hayan sido juz-gados, es importante generar espacios, museos,memoriales, para que la memoria, «la acción decontar una historia» y las voces de las víctimas–cuyo dolor es imprescriptible– no sean barridasde la esfera pública.

Manuel Mauer18 nuevamente:

Si hay una alianza posible entre ética y me-moria, esta consiste en hacer que el llama-do de esas víctimas inocentes «de aquel odiodel otro hombre» –cuyas voces han sido si-lenciadas y de cuyos rostros han sido desfi-gurados– que su llamado, vuelva a retum-bar. No es una historia de los vencedores,

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18 Notas para una conversación pública sobre arquitectura, memoria, ética y espacio público entre Manuel Mauer y Julián Bonder en el Museo deArquitectura de Buenos Aires, agosto de 2007.

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sino una memoria de las víctimas. No –comoen la historiografía– hacer presente aquelloque escapa a la presencia (las vidas pasa-das), sino, precisamente, interrumpir la pre-sencia, abrir una fisura en el presente ha-ciendo resonar el llamado (irrepresentable,inmemorial) de los vencidos. No hablar des-de el presente sobre el pasado, sino dejarque el pasado hable en el presente.

7. TRAUMA Y RE-PRESENTACIÓN

A la luz de estas ideas, a la sombra de tantos even-tos traumáticos –en el Perú, en nuestros países la-tinoamericanos, y en tantos otros lugares en elmundo– permítanme formular algunas preguntas.

¿Pueden el arte y la arquitectura ayudar a es-tablecer modos de ver, testificar, habitar, que acom-pañen y fomenten el interrumpir, el abrir una fi-sura en el presente haciendo resonar el llamado(irrepresentable, inmemorial) de los olvidados, losvencidos, los sin voz? ¿Cómo podríamos abrir elespacio público para que aquellas voces que se di-rigen a nosotros desde los pozos profundos y pa-sados de la historia, desde los pozos profundos ypresentes de la memoria, se hagan presentes ennuestras sociedades democráticas? ¿Cómo invi-tar a aquellos otros, que pueden hablar, aquellosque pueden prestar testimonios, a hacerlo sin te-mor? ¿Qué es de aquellos rostros, tal vez desfigu-rados, que no tienen la posibilidad de hacerse pre-

sentes y qué es de aquellos que sabemos, doloro-samente, que no van a «re-aparecer»?

¿Cómo podemos concebir y diseñar espaciospúblicos democráticos, museos, memoriales, querespondan a aquel llamado y contribuyan al de-bate y la discusión pública? En el proceso de pen-sar y construir estos espacios, ¿cómo podemosmantener nuestra posición como «testigos» desufrimientos e historias (propias o ajenas) sin pre-tender representarlas?

Filósofos como Giorgio Agamben han teorizadola posición del «testigo» como la base de las relacio-nes ético-políticas, en tanto el testigo responde alsufrimiento del «otro», sin pretender usurpar el lu-gar del «otro». Posicionarse como «testigos», como«testigos profundamente comprometidos con el su-frimiento de aquellos otros», es una forma de ver,mirar y escuchar que requiere aceptar la propia vul-nerabilidad. Esta posición requiere una explícita re-nuncia al deseo de dominar, o incluso conocer, dadoque, como nos sugiere la teórica del trauma, CathyCaruth, prestar testimonio a la verdad del sufri-miento y el dolor originados en eventos traumáti-cos es prestar testimonio a la imposibilidad de com-prender dichos eventos.19 Dado que, en general, laenormidad de eventos causantes de trauma psíqui-co –una herida acuñada en la mente– es tan grande,dichos eventos no pueden reconstruirse o conocerseen su totalidad o magnitud, y generan en víctimas ysobrevivientes una incomprensión profunda.

La imposibilidad de comprender o de accederal corazón de las historias y memorias, de alguna

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19 Véase CARUTH, Cathy. «Recapturing the Past: Introduction». En Trauma: Explorations in Memory. Baltimore y Londres: The Johns Hopkins UniversityPress, 1995.

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forma, pone en cuestión la posición del testigocomo «conocedor» de experiencias traumáticasajenas, dado que «conocer» la experiencia impli-caría pretender entender demasiado, saber inclu-so aún más que la víctima, traicionándola. Esogenera problemas serios para formas de repre-sentación que intentan responder al sufrimientode los otros. Mientras que el sufrimiento trau-mático llama a ser observado, escuchado y pre-sentado, al mismo tiempo crea un vacío y unanecesidad, una nueva forma de testimoniar y vi-sualizar. Una forma de prestar testimonio a la queCathy Caruth llama «testificar una imposibilidad,la imposibilidad de comprender el trauma».20

¿Cómo podemos, entonces, posicionarnoscomo arquitectos, artistas, miembros de la socie-dad frente a esta imposibilidad?

8.ACTITUDES, POSICIONES Y PROYECTOS

El rol histórico del arquitecto siempre ha sido crearun «teatro de acción». Diagramar y marcar loslímites para una acción determinada, creando asíun contenedor de memoria. El objetivo es permi-tirle a la humanidad la continuidad de la vida y laposibilidad de un futuro mejor. Al tiempo que comoarquitectos nos embarcamos en proyectos, nues-tro trabajo a menudo consiste en develar, descu-brir, a la vez que anclar, historias y memorias ensitios, territorios y ciudades. Es frente a las catás-trofes, los traumas históricos, los genocidios y las

injusticias que este rol en la esfera pública devie-ne altamente complejo, problemático, riesgoso, ytambién, esperamos, necesario.

Dicha complejidad se ve magnificada dado que,a menudo, y especialmente tras desgracias o catás-trofes, se puede encontrar que un tipo de «estéticaredentora o redentiva» emerge en las comunidadesafectadas. Este tipo de «estética redentora» nos pideconsiderar al arte (o la arquitectura) como «co-rrección de la vida», asumiendo que cierto tipo derepetición de experiencia a través del arte puedereparar aquel tipo de experiencia, al decir de teó-ricos del trauma, «dañada, o no, tal vez, repara-ble». Leo Bersani aptamente nos recuerda que «lasCatástrofes de la Historia parecen importar me-nos si están de alguna forma compensadas a tra-vés de Arte».21

Es entonces importante permitirnos recordar –comoarquitectos, diseñadores, y artistas, como políticos, pensa-dores y participantes de la sociedad– que ni el arte, ni laarquitectura pueden ni deben intentar compensar las ma-sacres, el genocidio y el trauma publico. Lo que sí pue-den intentar nuestras prácticas, artísticas y ar-quitectónicas, es establecer una relación dialógicacon aquellos eventos y colaborar enmarcando losprocesos hacia el entendimiento. Es entonces cru-cial concebir estos proyectos y trabajos sobre lamemoria como mapas, como topografías espacia-les, condensando voces, abriendo espacios para elestudio, la re-presentación y el diálogo con unamedida de claridad espacial y profundidad arqui-tectónica. Es asimismo crucial intentar habitar la

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20 Ib., p. 10.21 Citado por Sidra DeKoven Ezrahi en Booking Passage, Exile and Homecoming in the Jewish Modern Imagination. Berkeley: University of California

Press, 2000, p. 144.

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distancia inhabitable entre nosotros y aquellos eventos–entendidos como preguntas que nos ponen en cuestión–ofreciendo la prospectiva de que el limbo cronoló-gico, la tierra de nadie, el espacio entre la tumbade la memoria y vientre de la historia pueda seratravesado con cuidado generacional, honestidadintelectual y respeto ético.

Para las generaciones recientes y futuras, luegode una significativa «erupción» de manifestacionesartísticas y arquitectónicas basadas en representa-ciones figurativas o abstractas de la «muerte», la«destrucción», la «desesperanza», el «dolor» y el«horror», nuevas actitudes son posibles y necesa-rias. Actitudes que, atentas y recelosas de expectati-vas e intentos de construir significados inmediatos,reconocen la imposibilidad de representar experien-cias traumáticas, los límites de nuestras prácticas ynuestra incapacidad para proponer respuestassignificativas. Estas actitudes se basan en inten-tar sostener los dilemas para la representación, lanecesidad de generar más preguntas y la resisten-cia a la «clausura». Es así que trabajar-a-través ysobre proyectos en relación con el «trauma», el«espacio» y la «memoria», requiere un persis-tente intento de generar transformaciones en laesfera pública, y conlleva establecer marcos crí-ticos/éticos para posicionarnos como «testigoscomprometidos». Dichas posiciones demandan anuestras obras y proyectos mantener actitudes muyprecisas, dialógicas y comprometidas en relacióncon el «diseño», a «técnicas» y «materiales», a los«sitios de memoria», a la «historia», y especialmen-te en relación con las «voces y los rostros de otros».

Este es el tipo de actitudes y posiciones que hetratado de traer a mis prácticas y proyectos. Enmi trabajo profesional y académico y en nuestrotrabajo de colaboración con el artista, profesor ydirector del Centro de Estudios Visuales Avanza-dos del MIT, Krzysztof Wodiczko, sostenemos yenfatizamos una aproximación humilde y cons-ciente entendida como «diferimiento ético». Estaaproximación al trabajo, a los proyectos, involu-cra «habitar la distancia como lugar de acción»;habitar la distancia entre acto y recuerdo, entremundos recordados y mundos a ser transforma-dos. Esta posición conlleva reafirmar la «presen-cia» y la «autoría» a través de una interacción eimbricación dinámica de mundos conceptuales ymateriales por dentro y por fuera del trabajo, conel objetivo último de auto-removerse, de borrar-se, de retirarse y desaparecer de la escena. Estaaproximación se funda en intentar enmarcar «pre-sencias» a través de materiales más allá de la materialidad,a través del lenguaje más allá de la representación, a tra-vés del espacio más allá del espacio. Esta aproximaciónse basa en un entendimiento del arte, la «arqui-tectura» y el «paisaje» como medios no represen-tacionales, pero sí medios capaces de presentar eiluminar un preciso y limitado número de verda-des y valores en el espacio localizado entre laspreguntas, los públicos y los instrumentos denuestras prácticas y artes.

Este tipo de aproximación conlleva a contri-buir a la construcción de una sociedad agonista22

y democrática –en tanto autores, diseñadores, ar-quitectos y sujetos ético-sensibles– a través de una

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22 El objetivo de la política democrática verdadera, dice Chantal Mouffe, es trasformar antagonismo en agonismo… Una diferencia importante con elmodelo de democracia deliberativa es que para el «pluralismo agonista» el primer objetivo de la política democrática no es eliminar las pasiones de laesfera pública a fin de adquirir un consenso racional, sino movilizar las pasiones a fin de crear diseños políticos democráticos.

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ética de deferencia al «otro»; conlleva un cons-ciente «salir de uno mismo» (como nos sugiereLevinas), como una base necesaria, y espero bien-venida, para un trabajo comprometido y trans-formador, en términos políticos, culturales yarquitectónicos en la esfera pública.

9.CONCLUSIÓN: «TRABAJOS DE (SOBRE)MEMORIA»

Memorial, memento, monumento, como «moni-tor» o guía, sugieren no solo conmemoración sinotambién estar atentos, advertir, remembrar y re-cordar, aconsejar, y llamar a la acción. Entende-mos estos «trabajos de (sobre) memoria» –talescomo el Memorial para la AMIA; el Cento de Estu-dios para el Holocausto y Genocidio en Clark Uni-versity; el Museo de la Shoa en Buenos Aires; elproyecto memorial para los Desaparecidos; el CivilWar Memorial en Boston y proyectos realizados conKrzysztof Wodiczko como Hoboken September 11Memorial en New Jersey, el WTC y Mémorial àl’Abolition de l’Esclavage (Memorial a la Aboli-ción de la Esclavitud) en Nantes (Francia) que seráconstruido en el 2011; o el Babi Yar Memorial Park,en Denver– como memoriales que trabajan, queen conceptos, diseño y formas que evolucionanpueden invitar al compromiso y participacióncolectivas y a la capacidad de responder.

Creo que los sitios de memoria no deberíanpensarse como lugares silenciosos, sino como agen-tes para la cultura y el diálogo, activados a travésde programación e interacción. La premisa es que

los memoriales que pueden realmente hablar acer-ca y sobre memorias traumáticas –no solo delpasado, sino también del presente– deben surgira través de un proceso participativo con gente ycomunidades que comparten un interés vital ensu realización y continuidad. Dado que los monu-mentos y los memoriales deben dirigirse a unapluralidad de públicos y generaciones, su deveniren vehículos para «testimonios», para emoción ypensamiento, para discursos democráticos y pe-dagógicos, para un trabajo trasformativo, para elentendimiento, para la razón, es esencial. Es asíque desarrollar su «palabra», su «discurso», y dis-parar su potencial terapéutico y de cuestionamien-to va a ser central para su efectividad.

Es importante notar que, incluso cuando seconstruye sin dicha intención consciente, los me-moriales deberían entenderse como poseedoresde esta función de monitoreo y cuestionamiento–monitores y críticos del y en el presente–. Pero,en contra de esta demanda y expectativa, la ma-yor parte de los memoriales se ven inactivos eincapacitados. Como dice Krzyzstof Wodiczko:

Los monumentos y memoriales, en su quie-tud, se ven extrañamante humanos, mien-tras que los humanos traumatizados, en suinmovilidad y silencio, aparecen extraña-mente monumentales. Los sobrevivientessilenciosos, viviendo en sus sombras, seenfrentan a las fachadas mudas y a los ojosciegos de nuestros edificios públicos y me-moriales, los testigos silenciosos de las in-justicias del presente.23

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23 De conversaciones con Krzysztof Wodiczko durante nuestro trabajo sobre el Hoboken September 11 Memorial, el Memorial a la Abolición de la

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Con el fin de encontrar caminos, frente a dichaincapacidad e inmovilidad, un trabajo ético, polí-tico, terapéutico, así como también espacial ymonumental, debe ser elaborado. Un trabajo que,a un tiempo necesario e imposible, intenta enmar-car la presencia de aquellos rostros, de aquellasvoces; un trabajo que intenta hacer audible un lla-mado moribundo pero infinito. Este trabajo, quere-actualiza los espacios memoriales, monu-mentos y museos en acción cultural y política,demanda responsabilidad y fomenta «respon-se-habilidad» (esto es: habilidad de responder) enrelación con el pasado y el futuro.

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Los sitios de memoria concebidos, diseñados yconstruidos como vehículos activos y éticospueden y deben funcionar como ambientes para elpensar a través de traumas pasados y presentes yre-actualizar el pasado en tiempo presente. Puedeny deben servir para recordar, advertir, iluminar,fomentando la aparición de nuevas formas deconciencia crítica e invitando a visitantes, habi-tantes, y actores de presente, a construir un mundomejor a través de un comprometido trabajo de lamemoria: «trabajos de (sobre) memoria».

Esclavitud en Nantes (Francia), y Babi Yar Park en Denver, Colorado (Estados Unidos).

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APÉNDICE: PROYECTOS

PROYECTO N.O 1Julián Bonder. Museo del Holocausto, Buenos Aires (Argentina)

Este proyecto comprende la transformación de un edificio industrial en un museo del Holocausto ycentro educativo. En tanto museo que debe contar una historia, este proyecto (diseño y exhibición) estábasado en la historia del Holocausto como narrativa contextualizada en la realidad de pre guerraintegrada al ethos de la sociedad contemporánea. Es sobre la base de esta historia que artefactos, foto-grafías, y media diversa como films, vídeos, narración, textos serían seleccionados.

El proyecto incluye la creación de espacios en donde encontrarse con esta historia trágica y suirrepresentable horror –una memoria siniestra frente a la cual nunca debiéramos sentirnos cómodos–. Dado que no existe un modo único de re-presentación que pueda abarcar la historia del Holocausto,nuestro proyecto sugiere y se basa en la coexistencia, interjuego e integración de diversos modosnarrativos. Dichos modos incluyen narrativas históricas, testimonios y un archivo de la memoria.Narración mediada por las voces de historiadores; objetos y artefactos, removidos de sus contextosoriginales participan de un nuevo archivo: una colección acerca del Holocausto. Los testimonios en elcentro del proyecto –como retrato de primera mano– permiten un proceso transactivo y dialógicoentre testigo y visitante, durante el cual la subjetividad del individuo se reestablece, reintegrandotestigo y presente.

Este proyecto fuedesarrollado por JuliánBonder + Associates ensociedad con MichaelBerenbaum (director del USHolocaust Museum,Washington, D. C. y CEO de laShoah Foundation en LosÁngeles) y con YtzchakMais (director de exhibición,Museum of Jewish Heritage,Nueva York).

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PROYECTO N.O 2Wodiczko & Bonder. Hoboken September 11 Memorial, Hoboken, New Jersey (Estados Unidos)

Este proyecto implica trabajar sobre el Pier A Park, sobre el Hudson, al otro lado de Manhattan. Estapropuesta fue concebida como un refuerzo simbólico del borde sur del parque, el lado más expuesto altrauma del 11 de septiembre. Es este borde la zona que más fuertemente sintió el evento del 11 deseptiembre y en nuestra propuesta revela los trazos de una memoria traumática sobre el agua del ríoHudson. Este proyecto opera, entonces, sobre la dinámica relación con el Lower Manhattan.

El proyecto enfatiza el fluir de cuerpos, aquel día y todos los días, el fluir de la memoria y lacuración. El elemento central es un camino conmemorativo que entreteje conmemoración, contempla-ción, conocimiento y silencio, y se extiende a lo largo de 200 metros del borde del parque. El proyectoincluye espacios contemplativos y de encuentro, y una superficie de respuesta que reacciona frente aeventos relacionados con el terror que se dan en el mundo.

Este proyecto estuvo entre los cuatro finalistas (entre cien propuestas originales y diez semifinalistas) en el HobokenSeptember 11 Memorial Competition.

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PROYECTO N.O 3Wodiczko + Bonder. Memorial a la Abolición de la Esclavitud, Nantes (Francia)

El proyecto es una evocación metafórica y emocional sobre la lucha por la abolición de la esclavitud,sobre todo histórica, pero que continúa en el presente, realizada a través de la transformación física yla adaptación simbólica de 350 metros de la costa del río Loire en el centro de Nantes (capital deltráfico francés de esclavos). Es el primer memorial de esta magnitud y escala en toda Europa.

El proyecto incluye la transformación de espacios existentes bajo la superficie actual de la ciudad.Dichos espacios –residuos de los malecones portuarios construidos a través de los siglos XVIII, XIX, XX–son trasformados en un «pasaje» conmemorativo. El proyecto incluye la transformación de la superfi-cie de la ciudad en un terreno conmemorativo así como también espacios de información y exhibición.

Más allá de su carácter simbólico, el proyecto va a ser utilizado como espacio para testimonios ycomo centro del fórum anual por los derechos del hombre en la ciudad de Nantes. Este y otros eventosprogramados reafirmarán la especificidad de este sitio como lugar responsable de memoria, respuestay lucha. Marcar la lucha contemporánea por la liberación de esclavos en el presente puede servir pararecordarnos que la abolición de 1848 no fue en vano.

Este proyecto sobre la costa del río Loire en el centro de Nantes fue comisionado por la ciudad, su consejo municipal ysu intendente, Jean Marc Ayrault, por concurso internacional. Se encuentra en desarrollo y su apertura está prevista parafines del 2011.El proyecto recibió el premio 2007 de la Association of Collegiate Schools of Architecture (ACSA) / Asociación deEscuelas de Arquitectura de Estados Unidos; el 2001 Faculty Design Award / Diseño de profesores «por trabajo queavanza la naturaleza reflexiva de la práctica y la enseñanza».

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ESFERA PÚBLICA Y DERECHOS CULTURALES:LA CULTURA COMO ACCIÓN

GISELA CÁNEPA

1. EL MUSEO DE LA MEMORIA Y DE CÓMOENTENDEMOS LA CULTURA

A propósito del ofrecimiento del Gobierno alemánde dos millones de dólares para la construcciónde un museo de la memoria, un proyecto reco-mendado por la Comisión de la Verdad y Reconci-liación (CVR) en el marco de las acciones simbóli-cas dirigidas a lograr la reconciliación así comogenerar consciencia de lo ocurrido en los años deviolencia, se ha abierto un debate público acercade su pertinencia. Más allá de la importancia depoder concretar la realización de un museo de estanaturaleza, considero que visto desde una pers-pectiva que entiende los museos como arenas dedeliberación pública en vez de edificios inanima-dos,1 este ya empezó a construirse.

La sola posibilidad del museo de la memoriaha abierto un debate necesario, si se desea cons-truir una cultura ciudadana saludable y democrá-tica. Por esa razón, considero que tiene la mismaimportancia seguir abogando porque el proyectose haga efectivo, así como por mantener abierto eldebate. Esto último, ciertamente, puede resultar

mucho más difícil que la edificación del museo, yaque requiere de la implementación de un proyectoa largo plazo que esté atento a la inclusión de lassensibilidades, demandas y formas de acción cul-tural de distintos actores, así como de la revisióncrítica de nuestros sentidos comunes; y este es unreto mayor.

Por otro lado, el debate en cuestión está con-tribuyendo a explicitar concepciones acerca de lamemoria y la reconciliación, así como intereses ylugares de enunciación, implícitos en los argumen-tos esgrimidos y que requieren ser críticamenterevisados. Si bien el debate es ciertamente políti-co e ideológico, propongo que también vale la penaabrirlo a un debate académico en el que se reflexio-ne críticamente acerca de nociones como cultura,museo y lo público, que enmarcan el modo en quese conceptualizan y llevan a cabo las políticaspúblicas de la cultura.

Entre los argumentos que han sido esgrimidosen contra del museo de la memoria se encuentran,por ejemplo, aquellos según los cuales las políticasde Estado de un país pobre como el Perú deben prio-rizar la inversión en la producción ya que la cultu-

ENSAYOS Y ANÁLISIS

1 Al respecto, sería necesario hacer un balance y reflexión crítica en torno a los distintos lugares de memoria edificados a los que no se les da uso algunoy que por lo tanto pierden poder preformativo para hacer efectivos los objetivos por los cuales fueron construidos. Como ejemplos se puede mencionarel Parque de la Memoria de Abancay, promovido por organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y el gobierno regional; o la efigie a lapaz levantada por la CVR y la Defensoría del Pueblo en Huamanga. En ambos casos se trata de edificaciones deterioradas y que la población no utiliza.(Conversación personal con Ricardo Caro).

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ra constituye algo accesorio,2 o que este no es elmomento pertinente para unmuseo de la memoriaporque tal museo no va a contribuir a la reconcilia-ción.3 Por otro lado, entre los argumentos a favor,destaca aquel según el cual los museos son necesa-rios porque educan, sensibilizan y curan.4

Si bien estos argumentos son expuestos desdeposiciones ideológicas distintas, coinciden con res-pecto a una cierta manera de entender la cultura,según la cual esta se identifica con la alta culturay los valores universales. Tal aproximación a lacultura no solo es excluyente y discriminatoria,sino que implica una noción estática y cosificado-ra de ella, según la cual esta es una cosa que «setiene», de la que «se carece» o que eventualmente«se adquiere». Dentro de esta misma lógica, tam-bién la memoria es vista como una cosa encarna-da en una colección de objetos ilustrativos que seencuentra depositada en un museo y que puedeser adquirida por aquel que tiene acceso a él. Des-de tales perspectivas, la cultura, el museo, la me-moria y lo público se conciben como realidadescuyos contenidos se dan por sentados, corriéndo-

se el riesgo de reproducir formas de exclusión ydiscriminación social, cultural y política.

Dar por sentada la memoria o creer que sepuede encontrar una única verdad de lo sucedido,implica manejar la idea de que existe una solamemoria posible. De ese modo se es excluyente delos múltiples actores que estuvieron involucra-dos en los años de violencia y que la ejercieron osufrieron desde distintas posiciones. Pasar poralto la existencia de múltiples memorias conllevaademás a desconocer la diversidad de formas derecordar, así como las formas culturalmente es-pecíficas de lidiar con el dolor y que a su vez estánrelacionadas con nociones acerca de lo que perte-nece al ámbito de lo público y de lo privado, comoqueda expresado en la recientemente estrenadapelícula de Claudia Llosa, La teta asustada.5

Un museo de la memoria, su diseño e imple-mentación no se restringen al tema de la memo-ria, sino que implican asuntos más generales depolíticas culturales en torno a la diversidad y lasciudadanías culturales. El museo de la memoriano es el único proyecto que se ocupa de la memo-

2 «Si yo tengo personas que quieren ir al museo, pero no comen, van a morir de inanición. […] Hay prioridades», apuntó el titular de Defensa. Este tambiénafirmó que de tener a la canciller alemana, Ángela Merkel, frente a frente, «le agradecería» por el ofrecimiento pero le haría otra propuesta: «Le diría:qué te parece si empleamos esto en algo más necesario para el país». <http://www.rpp.com.pe/2009-02-26-flores-araoz—crear-museo-de-la-memoria-no-es-prioridad-para-el-peru-noticia_166846.html>.

3 «La posición del Gobierno Peruano que expresó la Cancillería (al Gobierno de Alemania) es que no creemos que el Informe de la Comisión de la Verdady Reconciliación (CVR) haya servido a la reconciliación, por ello creemos que no es el momento ni la oportunidad para crear un museo que va a mantenerabiertas las heridas». <http://www.elcomercio.com.pe/impresa/notas/no-momento-museo memoria/20090310/256782>.

4 «Los museos son tan necesarios para los países como las escuelas y los hospitales. Ellos educan tanto y a veces más que las aulas y sobre todo de una maneramás sutil, privada y permanente que como lo hacen los maestros. Ellos también curan, no los cuerpos, pero sí las mentes, de la tiniebla que es la ignorancia,el prejuicio, la superstición y todas las taras que incomunican a los seres humanos entre sí y los enconan y empujan a matarse. Los museos reemplazan lavisión pequeñita, provinciana, mezquina, unilateral, de campanario, de la vida y las cosas por una visión ancha, generosa, plural. Afinan la sensibilidad,estimulan la imaginación, refinan los sentimientos y despiertan en las personas un espíritu crítico y autocrítico». <http://www.elcomercio.com.pe/impresa/notas/peru-no-necesita-museos/20090308/256015>.

5 Al respecto, es interesante cómo se trata en la película el asunto del miedo y el dolor. El quechua, el canto y las prácticas culturales y rituales relacionadascon la muerte funcionan allí como los lenguajes apropiados para darles expresión, así como los medios a través de los cuales se delimitan los entornossociales dentro de los cuales estos son comentados y compartidos.

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ria y de la reconciliación. Existen muchas otrasprácticas en torno a esta problemática que se lle-van a nivel local, como aquellas vinculadas a lasestrategias de mujeres quechuas para lidiar con elmiedo y el dolor de la experiencia de las violacio-nes y cuyo carácter público es relativo a audien-cias específicas.6 Lo que una población local nece-sita publicitar con el fin de generar respuestascolectivas, no necesariamente requiere ser publi-citado en entornos más grandes; existen inclusoformas cuya eficacia depende del hecho de mante-nerse en el plano individual o familiar y que tam-bién requieren ser reconocidas y facilitadas. Lareconciliación que se busca con un museo de lamemoria, por lo tanto, no se logra de maneramágica, sino que implica dar cabida a distintasmemorias, formas de recordar y de publicitar,garantizando así la inclusión y respetando la di-versidad cultural. En otras palabras, de lo que setrata es de garantizar la fuerza performativa decualquier forma de memoria. La reconciliaciónno tiene que ver con el perdón y la culpa, sino másbien con la posibilidad de que la víctima se con-vierta en actor del proceso de reconstrucción so-cial. Y esto último implica una política culturalque reconozca la diversidad cultural y que sea in-clusiva de prácticas alternativas de recordar ygenerar consensos y pactos sociales.

En tal sentido, un museo de la memoria debeimaginarse más allá de su materialidad y de susparticulares formas expositivas y comunicativaspara acoger y hacer visible de manera contextuali-zada las memorias de los distintos actores impli-cados. Resulta necesario que en toda exposiciónmuseográfica se problematice acerca de quién re-cuerda, qué se recuerda, cómo se recuerda, paraqué se recuerda y a quién se comunica tal recuerdo.

Además, un museo de la memoria deberíamediar y promover de manera descentrada otrasformas de hacer memoria. El lenguaje museográ-fico no es el único mecanismo para poner en esce-na la memoria. Existen otros como la literatura, elcine, las artes plásticas, la música y la etnografíaque han venido tematizando experiencias diver-sas de los años de violencia y que incluso se en-cuentran en diálogo entre sí. Estos son los casos dela etnografía de Kimberly Theidon, titulada Entreprójimos, que da inspiración a la película de Clau-dia Llosa, La teta asustada,7 pero también de la pelí-cula Vidas paralelas de Rocío Lladó8 y la novela Deamor y de guerra de Víctor Andrés Ponce,9 las cualesconfrontan la versión del Informe Final de la CVR.10

Habría que agregar otras formas de recordar o delidiar con el dolor como son la música, la imagine-ría, la tradición oral, el ritual.11 En otras palabras,el trabajo de la memoria no tiene por qué reducir-

6 Véase THEIDON, Kimberly. «La micropolítica de la reconciliación: práctica de la justicia en comunidades rurales ayacuchanas». Allpanchis, n.o 60, 2002.7 Al respecto, se puede leer la entrevista a Kimberly Theidon alojada en <http://www.reportajealperu.com/noticias/con-ustedes-kimberly-theidon-la-

autora-intelectual-de-la-teta-asustada/>.8 Véase <http://www.cinencuentro.com/2008/09/30/vidas-paralelas-2008/>.9 Véase <http://www.librosperuanos.com/autores/va-ponce.html>.10 Véase <http://www.comisiondelaverdad.galeon.com/>.11 Al respecto, se puede mencionar las investigaciones de María Eugenia Ulfe sobre los retablos ayacuchanos, de Johnathan Ritter sobre el género del Pun

Pin, y de Ricardo Caro sobre la conmemoración a los muertos durante los años de conflicto en Sacsamarca.

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se a los lenguajes documentalistas y etnográficos,también la ficción y la imaginación pueden con-tribuir con esa labor, así como es necesario tam-bién pensar la publicidad de la memoria en tér-minos relativos a públicos diversos y temáticasparticulares.

Reducir la idea de museo, de memoria y de lopúblico, ya sea a un edificio y a un conjunto deobjetos materiales, o a una realidad fija y preesta-blecida, en vez de comprenderlos como mediosheurísticos para enunciar, debatir y consensuaracerca de temas de interés, no solo implica unaaproximación pobre en términos conceptuales,sino que limita las posibilidades de hacer de losmuseos, así como de otras formas culturales, unmecanismo efectivo para la inclusión social y laconstrucción de ciudadanías responsables que for-talezcan modelos democráticos participativos.Dentro de esta perspectiva, la reconciliación, quees uno de los objetivos del museo de la memoria,tampoco debe entenderse como una transforma-ción mágica que se vaya a lograr recorriendo losrecintos del museo. Esta, por el contrario, se lo-grará en la medida en que museo, memoria y lopúblico estén abiertos a un debate y a su redefini-ción con la participación del conjunto de actoresinvolucrados y a través de prácticas culturalmen-te específicas.

Como he indicado líneas arriba, resulta nece-sario realizar un debate académico en torno a ladefinición de un conjunto de conceptos que se en-

cuentran implicados en la discusión sobre el mu-seo de la memoria, precisamente porque nos per-miten proponer marcos conceptuales más ampliospara pensar las políticas culturales en el país. Deeste modo, el propio museo de la memoria podríadiseñarse e implementarse como parte de políti-cas más generales. En tal sentido, propongo conti-nuar con una discusión acerca de esfera pública yde derechos culturales.

2. ESFERA PÚBLICA: EXCLUSIÓN Y DERECHOSCULTURALES

La discusión sobre esfera pública sin duda se con-figura en torno a la definición que hiciera Haber-mas12 de ella como un espacio institucionalizadode asociación libre y acción discursiva, cuyo sen-tido político se deriva de su función crítica y sucapacidad de generar una opinión pública. Comoha sido ya discutido, el desarrollo de la esfera pú-blica estuvo asociado a la configuración de unacultura distintiva, propia de la burguesía emer-gente del siglo XVIII y XIX. Esta consistía de formasde expresión y de comportamiento público que secaracterizaron por un estilo virtuoso, viril y ra-cional. A través de estas, la burguesía emergentelograba distinguirse tanto de las élites aristocrá-ticas que buscaba desplazar como de los diversosestratos populares y plebeyos a los que aspirabagobernar.13 La legitimación de una retórica basa-

12 HABERMAS, Jürgen. The Structural Transformation of The Public Sphere: An Inquiry into a Category of Bourgeois Society. Cambridge, Mass: MIT Press,1989.

13 FRASER, Nancy. Iustitia interrupta: reflexiones desde la posición postsocialista. Bogotá: Universidad de los Andes, 1997, p. 102.

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da en la argumentación racional como la garantíapara una discusión y reflexión crítica, racional eindependiente de la identidad social de los sujetosdeliberantes, permitió a la burguesía, depositariade tal estilo retórico, constituirse en la clase mo-ralmente solvente para el ejercicio público, a lavez que otras formas culturales para argumentar,debatir y llegar a consensos fueron deslegitima-das. El dominio de las normas de expresión de ungrupo sobre las de otros, implicado en este proce-so, se convierte en la condición no solo para parti-cipar legítimamente de la esfera pública, sino ade-más para encarnar la voz representativa de lo quees de interés general.

Una consideración de este tipo lleva a identifi-car dos puntos centrales de la discusión en tornoa la esfera pública: a) el carácter excluyente de estay b) el hecho de que tal exclusión no solamente seda en términos del acceso a ella, sino que ademásse lleva a cabo a través de los repertorios y com-petencias culturales que la distinguen. En conse-cuencia, para dar cuenta del carácter excluyentede la esfera pública hay que considerar tanto lasdiferencias estructurales que determinan el acce-so al espacio público hegemónico, y a los mediosde producción y circulación de discursos, como alas diferencias culturales que se encuentran codi-ficadas en los estilos y repertorios deliberativospropios de públicos distintos. De este modo, por

ejemplo en el Perú, individuos de origen social ét-nico son admitidos como congresistas, siempre ycuando se delibere en español. El quechua –sinmencionar las formas de argumentación y legiti-mación propias del mundo campesino quechua–no es un lenguaje aceptado como válido en elámbito de la política formal, reconociéndose suvalidez solo en el campo de la cultura (tradiciónoral, poesía, canto).

Por otro lado, la exclusión de otras formas dis-cursivas públicas en el plano político e ideológicose traduce en el poco interés que la investigaciónacadémica ha mostrado en estudiar el potencialcrítico y político de repertorios deliberativos yde acción pública alternativos, así como en lasubestimación de lo que se juega en el campo de lacultura, de los medios y de las industrias cultura-les.14 Este sesgo está fundado en una tradiciónideológica y teórica, según la cual la capacidadde reflexión y argumentación solo se desarrolla através de la palabra, y mejor aún la palabra escri-ta, dejando fuera otras formas de generación deconocimiento, de diálogo intersubjetivo y de con-senso, a las que se les ha atribuido además un ca-rácter prepolítico.

En tal sentido, el interés general de la antro-pología por la diversidad de formas de culturaexpresiva y escénica que comprometen tanto lapalabra como la acción corporal, así como su re-

14 Solo recientemente, en el Perú se ha empezado a explorar la eficacia que prácticas que pertenecen al campo de la cultura pueden tener en la deliberaciónde asuntos de interés público, la generación de memoria, de sentidos de colectividad y de responsabilidad social, así como en la canalización de la acciónpública. Al respecto, se puede ver CÁNEPA, Gisela y María Eugenia ULFE (eds.). Mirando la esfera pública desde la cultura en el Perú. Lima: CONCYTEC,2006. ALFARO, Santiago. «Las industrias culturales e identidades étnicas del huayno». En Carmen María Pinilla (ed.). Arguedas y el Perú de hoy. Lima:SUR, 2005. RITTER, Johnathan. «Siren Songs: Ritual and Revolution in the Peruvian Andes». British Journal of Ethnomusicology, vol. 11, n.o 1, 2002.FELDMAN, Heidi. Ritmos negros del Perú: reconstruyendo la herencia musical africana. Lima: Instituto de Etnomusicología de la Pontificia UniversidadCatólica del Perú e Instituto de Estudios Peruanos, 2009.

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flexión más específica sobre el carácter reflexivo,argumentativo y consensual del ritual, el teatro,la danza y las expresiones visuales pueden ser unaporte para una revisión crítica del concepto deesfera pública. Por otro lado, la vieja vocación de laantropología por explorar la relación entre cultu-ra y política ha sido en gran parte investigadaprecisamente a través del estudio de las formasde cultura expresiva. A propósito de este interés,hay que precisar que este no se reduce al estudiode repertorios culturales que pueden ser califica-dos de performativos en el sentido de que com-prometen una puesta en escena y al cuerpo en ac-ción, sino que implica además el estudio de talesrepertorios desde un enfoque preformativo. Talenfoque implica tomar toda expresión culturalcomo una puesta en escena, es decir, tomar encuenta la acción de los individuos o grupos invo-lucrados en ella, así como el contexto del cual es-tos extraen y encauzan significados posibles. Talenfoque ha permitido argumentar por el poderconstitutivo de las expresiones culturales, siendoeste precisamente el que le otorga eficacia política.

Problematizar la esfera pública a partir de losestudios sobre política y cultura expresiva en es-tos términos es importante no solo porque amplíael espectro de posibles formas de acción pública,sino porque plantea la necesidad de pensar la di-versidad de formas de acción pública en el marcode la transformación del propio campo político y,por lo tanto, de las formas de hacer política.

Desde la antropología, el concepto de ciudada-nía cultural discute precisamente el derecho de gru-pos específicos a no ser excluidos de participar enla esfera pública sobre la base de marcas cultura-les, raciales, de género o físicas que los distingandel modelo universalista implicado en las defini-ciones convencionales de ciudadanía. Sería, preci-samente, la aceptación de formas de participaciónculturalmente específicas la base para lograr unainclusión efectiva y una ciudadanía plena.15

Al respecto, es importante señalar que el re-clamo por los derechos culturales y la constitu-ción de una esfera pública más democrática noimplica solo un asunto de representación, es decirde tener voz, sino que debe estar centrado en ga-rantizar a cada grupo la producción y gestión desu diferencia. Es, en tal sentido, que quiero argu-mentar precisamente que la constitución de unaesfera pública más inclusiva y respetuosa de losderechos culturales se mide por las posibilidadesde participación; en otras palabras, tiene que vercon un asunto de performatividad. Esto es, la po-sibilidad de que la iteración –la puesta en acción–de una práctica cultural específica, ya sea esta unaforma de cultura expresiva o una práctica coti-diana, realizada en el marco de una constelacióninstitucional e histórica particular tenga eficaciapolítica; es decir, capacidad constitutiva y trans-formativa de la realidad que enuncia o expresa.En otras palabras, una esfera pública más demo-crática y participativa sería aquella en la que la

15 Véase ROSALDO, Renato. «Cultural Citizenship, Inequality, and Multiculturalism». En William V. Flores y Rina Benmayor (eds.). Latino CulturalCitizenship: Claiming Identity, Space and Rights. Boston: Beacon, 1997.

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acción pública no solo tuviera un sentido delibera-tivo, sino además fuerza práctica; es decir, capaci-dad de intervención directa en la configuración dela vida y el orden social, de modo que opinión yacción se complementen de manera eficaz.

Hay que señalar que este asunto está vinculadoa uno de los temas que preocupa a Nancy Frasercuando distingue entre públicos fuertes y públicosdébiles. A través de tal distinción, la autora llamala atención sobre la posibilidad de que la opiniónno se traduzca en decisión y que, por lo tanto, laopinión pública quede despojada de su fuerza prác-tica. Es precisamente este problema el que exigepasar de un modelo representacional a uno parti-cipativo, tanto para pensar lo cultural como paraactuar a través de él.

Para ampliar mi argumento sobre acción pú-blica y performatividad quiero introducir unadiscusión en torno a la relevancia de tomar encuenta formas expresivas culturalmente distin-tas o incluso formas cotidianas como mecanismosde acción pública. Desde una perspectiva antro-pológica, estas prácticas son de interés no solo porsu particularismo cultual, sino por a) el hecho deque muchas de estas formas son de naturalezaperformativa, es decir, que involucran una puestaen escena, y por b) el hecho de que en la coyunturaactual la cultura y sus formas expresivas han po-tenciado su fuerza performativa.

3.CULTURA PÚBLICA: DEL DISCURSOA LA ACCIÓN

Con respecto a la naturaleza performativa de cier-tas formas de acción pública, quisiera tomar como

ejemplo el caso de las fiestas religiosas que comu-nidades de devotos de origen andino realizan enhonor a los santos patrones de sus pueblos de pro-cedencia. Son de especial interés aquellas que serealizan en el centro histórico, ya que las activida-des implicadas en su realización suponen el accesoy uso tanto de espacios de culto –templos y alta-res– como de espacios públicos –las calles y plazasdel Centro de Lima– que son emblemáticos de unatradición limeña criolla. En tal sentido, es impor-tante señalar que los devotos de las imágenes an-dinas celebradas en el centro de la ciudad no vi-ven allí. Sin embargo, no escatiman esfuerzos encolocar sus imágenes en los templos ubicados en lazona. Mi argumento es que en el contexto de la de-claración del centro histórico como patrimoniocultural de la humanidad por la UNESCO, la puestaen acción de un repertorio cultual como son las fies-tas, adquiere un carácter político. A través de él,grupos diversos y de origen distinto luchan porocupar, administrar y custodiar legítimamente elespacio público de la ciudad así como su patrimo-nio cultural.

Para que una imagen pueda ser albergada enuna iglesia, la comunidad devota debe haber lleva-do a cabo complejas negociaciones con las autori-dades religiosas de la parroquia. Estas otorgan unaurna lateral donde la imagen en cuestión es colo-cada, comprometiendo la participación de una fe-ligresía importante en las actividades litúrgicas ysociales a lo largo del año. La hermandad devotase hace cargo de los cuidados de la imagen, lo quecomprende trabajos de limpieza y mantenimien-to, así como de restauración y tallado. La realiza-ción de la fiesta exige adicionalmente negociacio-nes con el municipio y el Instituto Nacional de

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Cultura (INC). En el marco de la declaración de Limacomo patrimonio cultural y del proyecto Recupe-ración del Centro Histórico, tales negociacionesse tornan polémicas. En el primer caso, porque sedecreta una ordenanza municipal –la 062-1994–según la cual, en el Centro de Lima solo puedenrealizarse las celebraciones religiosas y cívicastradicionales como la fiesta de la Virgen del Car-men de Barrios Altos, la fiesta del Señor de losMilagros, el Corpus Christi y el aniversario deLima. Por otro lado, la implementación del pro-yecto de recuperación en su aspecto de restau-ración arquitectónica cuenta con la supervisióndel INC que cuida que los trabajos se realicen deacuerdo con criterios arquitectónicos, históri-cos y estéticos que respeten el carácter colonialy republicano de las edificaciones y plazas.

En tal sentido, el acceso y uso de los espaciospúblicos, así como los trabajos de restauración yarreglo de los templos comprometidos en la rea-lización de las fiestas religiosas andinas constitu-yen formas de acción estratégicas a través de lasque distintos grupos de migrantes interactúan conla Iglesia y el Estado, e intervienen en y sobre ca-lles, plazas y templos para reclamar el reconoci-miento e inclusión de sus miembros como resi-dentes legítimos de la ciudad, al mismo tiempoque negociar su participación en el proyecto Re-cuperación del Centro Histórico, implementadoprecisamente en el marco de la Declaración delCentro como Patrimonio Histórico y Cultural, ylas políticas de promoción de la cultura y el turis-mo a favor del desarrollo.

Por lo tanto, la fiesta no debe reducirse a sufunción representacional, como un espacio de ex-presión y argumentación en el que grupos de mi-

grantes de origen andino dan expresión a sus iden-tidades regionales y locales, e incluso contestan lasimágenes públicas que vinculan a los migrantes almundo de la informalidad, el caos y los problemasde la ciudad, o en el mejor de los casos a la figura delprovinciano emergente, que los sitúa en el ámbitoproductivo, pero no les confiere valor cultural ymoral. La fiesta es sobre todo acción y, en tal senti-do, no se agota en el reclamo por la inclusión, sinoque le otorga fuerza práctica a este en la medida enque la realización progresiva en el tiempo de lasfiestas y las actividades vinculadas a ella puedellegar a transformar el calendario festivo y lossitios de culto, y la propia naturaleza del cultoreligioso. Hay que anotar que a pesar de las re-sistencias del municipio y la Iglesia a permitir lasfiestas de origen andino en el centro histórico, es-tas empiezan a ser de interés para varios párrocosque ven en ellas una posibilidad de trabajo pasto-ral, y para las agencias de turismo que incluyen lascelebraciones más vistosas en su oferta turística.

En otras palabras, se trata de la posibilidad derefundar la tradición religiosa y festiva limeña ytransformar el propio centro histórico como lu-gar. En un sentido político, esto se traduce en laposibilidad de que las comunidades de devotos deorigen migrante adquieran agencia cultural, cons-tituyéndose en los legítimos intérpretes y custo-dios de las tradiciones y monumentos del centrohistórico. De tal manera, la acción festiva comouna forma de acción pública no solo avanza unargumento dirigido al reconocimiento cultural,sino que puede hacer efectivo tal reclamo al cons-tituir a los devotos de origen migrante en los legí-timos intérpretes y custodios de las tradiciones ymonumentos del centro histórico.

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En resumen, es a través de la iteración de unatradición y repertorios festivos, en el marco de uncontexto particular, que una forma de cultura ex-presiva se convierte en acción pública. Es bajoestas condiciones que el reclamo por el reconoci-miento adquiere fuerza performativa y puedetraducirse en participación efectiva.

4. LA FUERZA PERFORMATIVA DE LA CULTURAEN LA COYUNTURA ACTUAL

Quiero referirme a continuación al hecho de quela eficacia de ciertas prácticas culturales no solose debe a su naturaleza preformativa, sino a que enel orden actual los puntos de intersección entrecultura, economía y política se ven multiplicadosde modo que, más que nunca, una variedad de prác-ticas culturales adquieren fuerza performativa.

El momento actual que ha sido definido comola «coyuntura culturalista»16 se explica por el im-pacto que los procesos económicos, tecnológicos ycomunicacionales contemporáneos tienen sobreel campo de la producción y práctica culturales.Esta «coyuntura culturalista» ha traído consigola definición y puesta en práctica de la culturacomo diferencia,17 así como su instrumentalizacióncomo recurso.18 Según Turner,19 en el marco de losdesarrollos económicos de la globalización, la cri-

sis del Estado-nación y de la emergencia de unaclase media que se caracteriza, distingue y repro-duce a sí misma a través de estilos de vida querequieren de un consumo cada vez más sofistica-do, la cultura y más específicamente la «diferen-cia cultural», emergen como un campo para laautorreproducción y acción política. Las identi-dades «culturales» como etnicidad, religión, gé-nero o indigeneidad se han convertido en el medioprivilegiado para asegurar poder social, deman-dar derechos, y reclamar reconocimiento e inclu-sión. La consecuencia ha sido la politización delas luchas por la autorrepresentación cultural.

Por otro lado, una economía basada en la pro-ducción de servicios y bienes de consumo imponea los grupos que luchan por la autorrepresenta-ción el reto de tener que lidiar con el hecho de queel Estado se está apropiando y mercantilizandosus bienes y repertorios culturales, los medios decomunicación y el mercado, cada uno de los cualestiene sus propias agendas para promocionarlos,publicitarlos o comercializarlos. La representacióncultural y la lucha por la autorrepresentación su-cede pues en el marco de una cultura pública, en lacual se entretejen de manera compleja y a vecescontradictoria agendas políticas, sociales y cultu-rales con entretenimiento y consumo. Por estamisma razón, movimientos sociales de reivindi-cación étnica dan lugar a una diversidad de agen-

16 Véase TURNER, Terence. «Indigenous and Culturalist Movements in the Contemporary Global Conjuncture». En Federación de Asociaciones deAntropología del Estado Español y Asociación Galega de Antropoloxia (eds.). Globalización, fronteras culturales y política y ciudadanía. (Actas delVIII Congreso de Antropología). Santiago de Compostela: Federación de Asociaciones de Antropología del Estado Español y Asociación Galega deAntropoloxia, 1999.

17 Véase ib.18 Véase YÚDICE, George.El recurso de la cultura: usos de la cultura en la era global. Barcelona: Gedisa, 2002.19 Véase TURNER, Terence. Ob. cit.

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das y formas de intervención que incluyen mo-vimientos como el de los zapatistas en México,20

quienes han instrumentalizado los medios parael activismo político, o iniciativas como la de losasháninkas en el Perú que diseñan sus reclamospor el derecho a la tierra y la protección de suentorno a través del ecoturismo, actividad a tra-vés de la cual instrumentalizan los discursos deldesarrollo a favor de intereses políticos locales.21

Es precisamente, en esta línea, que autorescomo Appadurai y Breckendrige22 proponen rom-per con la correlación entre lo público y la sociedadcivil europea, así como entre literacidad, comuni-dad pública y política que la definición original deesfera pública implica. Para ellos la producciónde lo público y la acción pública sucede más bienen el marco de un conjunto de arenas que surgen enuna variedad de condiciones históricas, y en lasque se «articulan el espacio entre la vida domésti-ca y los proyectos del estado nación donde distin-tos grupos sociales (clase, etnicidad y género) cons-tituyen sus identidades a través de la experienciade formas mass-mediaticas en relación con lasprácticas de la vida cotidiana. El público en estecaso deja de tener una relación necesaria o prede-terminada con la política formal, acción comuni-cativa racional, capitalismo impreso o las diná-micas de emergencia de la burguesía letrada».23

Estos autores definen la cultura pública como una«zona de debate cultural» donde los repertoriosde la cultura nacional, la cultura de masa y la cul-tura folk son los recursos de tal interacción dis-cursiva, y cuya economía política se encuentratriangulada por la acción entre públicos diversos,las industrias culturales y el Estado.

Desde tal perspectiva, lo público se configuraa través de un arreglo de textos y experiencias delos que a la vez emergen contextos particulares,de tal modo que la «vida cotidiana entreteje demanera compleja las prácticas y experiencias do-mésticas e íntimas de los sujetos con los discur-sos, prácticas y eventos compartidas que provie-nen de la cultura pública».24 La reflexión en torno ala producción de lo público trasciende aquí la con-cepción espacializada de la esfera pública que hapredominado en la literatura,25 y recupera el sen-tido de Öffentlichkeit, que alude más exactamente auna condición o circunstancia que a un espaciodelimitado y definido por estructuras propias yseparadas de los dominios privados y domésti-cos, del cual se puede entrar y salir.

El concepto de cultura pública borra las fronte-ras entre lo privado y lo público; admite otros len-guajes, corporales, visuales, escénicos, como for-mas de argumentación y reflexión discursiva parala creación de opinión, y propone un sujeto públi-

20 Véase YÚDICE, George.Ob.cit.21 Véase ESPINOSA, Óscar. «El collage de las identidades. Una comunidad asháninka en internet». Ponencia presentada en el Primer Encuentro de Estudios

Visuales realizado en Lima por la Especialidad de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales de la PUCP, del 17-21 de agosto de 2005. CORREA, Norma.«Asháninka online: ¿nuevas tecnologías, nuevas identidades, nuevos liderazgos? Una aproximación antropológica a la relación de la comunidad indígenaMarankiari Bajo con las tecnologías de la información y de la comunicación». Tesis de licenciatura. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2006.

22 Véase APPADURAI, Arjun y Carol BRECKENRIDGE. «Introduction: Public Culture in India». En Carol Breckendrige (ed.). Consuming Modernity. PublicCulture in a South Asian World. Nueva York: Mounton de Gruyter, 1995.

23 APPADURAI, Arjun y Carol BRECKENRIDGE. Ob. cit., pp. 4-5. La traducción es nuestra.24 Ib., p. 13.25 Véase MAH, Harold. «Phantasies of the Public Sphere: Rethinking the Habermas of Historians». The Journal of Modern History, vol. 72, n.o 1, 2000.

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co siempre situado, tanto en términos de su lugaren la estructura social como con respecto a la pro-ducción, distribución y legitimación de formacio-nes discursivas, pero también en relación con losafectos implicados en su vínculo con distintas co-munidades de opinión (la familia, los amigos, elmundo laboral y profesional, el barrio, el gruporeligioso, etcétera), y cuyas agendas y formas deacción discursiva dan lugar a complejas y a vecescontradictorias formaciones de identidad.

Tal perspectiva se encuentra alineada con unaserie de estudios que se han ocupado en estudiardistintas formas de recepción, interpretación,apropiación y resignificación de contenidos tras-mitidos a través de una variedad de formas dis-cursivas que incluyen desde las académicas, lasliterarias, las visuales, las espectaculares y expe-rienciales, considerando al consumidor de estas,no como un lector, espectador o participante abs-tracto, es decir como un consumidor pasivo, sinocomo un actor. García Canclini,26 particularmen-te, han argumentado que el campo del consumoconstituye en la coyuntura actual un campo deacción ciudadana fundamental.

Es precisamente en el marco de la coyunturaculturalista que prácticas culturalmente específi-cas –no solamente las que caen bajo la clasifica-ción de géneros performativos del tipo que hemosdescrito más arriba, sino también prácticas coti-dianas– pueden en contextos específicos adquirireficacia política y constituirse en acciones públi-cas para la demanda de derechos culturales, eco-nómicos y políticos. Ejemplos de esto son acciones

como lava la bandera, a través de la cual, una accióncotidiana se buscaba explicitar la necesidad dereflexionar y tomar posición con respecto al pro-blema de la corrupción; o como la campaña anti-minera en el caso de Tambogrande, donde partede la campaña se organizó en torno a slogans que através de la reivindicación de derechos culturalesplantearon un debate acerca de dos modelos dedesarrollo, uno basado en la economía agroexpor-tadora –específicamente de limón– y el otro basa-do en la explotación minera.

En la línea de lo expuesto hasta aquí y en elcontexto de la celebración de la multiculturalidad,sería necesario, por ejemplo, estudiar el boom de lamúsica tropical, de la gastronomía, de la modaétnica, de las series de televisión que se ocupan depersonajes de la cultura popular urbana, y la in-corporación de figuras del folclore en las propues-tas publicitarias y de marketing, con el fin de explo-rar los procesos y los términos de reconocimientode la diversidad cultural que están en juego, lasmúltiples interpretaciones, apropiaciones y re-contextualizaciones de las que son objeto reperto-rios culturales específicos, así como la economíapolítica que ordena la producción y distribuciónde la cultura. Es central comprender con respectoa casos específicos y adecuadamente contextua-lizados, cómo se entrelazan política, mercado ycultura, de modo que se puedan diseñar políticasculturales adecuadas que instrumentalicen lasposibilidades que ofrece el mercado, al mismotiempo que evite la incorporación de la diversi-dad cultural en términos puramente mercantiles.

26 Véase GARCÍA CANCLINI, Néstor. Consumidores y ciudadanos: conflictos multiculturales de la globalización. México D F.: Grijalbo, 1995.

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5.REFLEXIONES FINALES

Para finalizar quiero enumerar algunos puntosconclusivos con respecto al tema más general delos derechos culturales y la esfera pública, asícomo al tema más específico de la memoria.

– Con respecto a los derechos culturales es im-portante señalar que el reclamo por el derechoa la diferencia no implica solo un asunto derepresentación, sino que debe estar centradoen garantizar a cada grupo la producción ygestión de su diferencia; en otras palabras, setrata de garantizar la participación.

– Propongo una mirada menos idealizada de laesfera pública, lo cual obliga a considerar quesu espectacularización y mercantilización nonecesariamente implica su debilitamiento,sino eventualmente su ampliación a una di-versidad de formas culturales de deliberacióny de generación de opinión, así como su aco-modo a condiciones económicas y tecnológi-cas especificas que determinan la produccióny distribución de las interacciones discursi-vas en la actualidad.

– Considero que la agenda democrática no sedebe limitar a introducir temas y agentes nue-vos, sino que debe estar dirigida al diseño depolíticas culturales que promuevan la inclu-sión como una práctica y experiencia de la vidacotidiana. La idea es intervenir en la configu-ración de una cultura pública –y esto implicaintervenir sobre las condiciones y recursos deproducción y distribución de los repertoriosque la integran– de modo que cada individuoy colectividad se encuentre en la capacidad de

poner en acción su identidad ciudadana, lo-cal, de género, étnica, religiosa o generacional,de manera continua y consistente, y en diálo-go con los marcos discursivos y prácticos querigen el orden instituido, de modo que puedaparticipar en la generación de nuevos contex-tos y significados, así como en su reencauza-miento hacia la consolidación democrática.Una verdadera democratización de la políticaimplica crear las condiciones para que el ejer-cicio político se realice de manera cotidiana,de modo que el poder no esté únicamente enmanos de los políticos ni en el campo exclusi-vo de la política.

– Por último, y en la línea de lo que he argumen-tado líneas arriba, la memoria es un procesoen curso y, por lo tanto, debe entenderse comouna verdad culturalmente específica y contex-tualmente constituida. En tal sentido, el mu-seo de la memoria debe ser pensado más alláde una edificación levantada en Lima y de unconcepto museográfico acorde con las más ac-tuales tendencias. Este debe concebirse másbien como una oportunidad para poner enacción las memorias sobre los años de violen-cia de manera descentralizada e inclusiva. Talposibilidad requiere, por ejemplo, realizar unregistro de las diversas formas culturalmentedeterminadas de lidiar con el dolor y el miedoque están en curso, así como de una reflexióncrítica de los alcances y límites de estas encontextos sociales específicos, de modo quese pueda diseñar una estrategia inclusiva yque garantice la viabilidad y replicabilidadde aquellas experiencias que están dando re-sultados efectivos.

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OBSERVATORIO INTERNACIONAL

Víctimas y vengadores

LA PAZ EN COLOMBIA: MÁS ALLÁDE VENCEDORES Y VENCIDOS

HERNANDO LLANO*

El que vence engendra odio, el que esvencido sufre; con serenidad y alegría se

vive si se superan victoria y derrota.RAIMON PANIKKAR. Paz y desarme y cultural,

Dhamapada XV, 5 (201).

1. PRESENTACIÓN

Estas reflexiones sobre la paz en Colombia van encontravía de la realidad y la dinámica política queprevalece en la actualidad frente a la caracteriza-ción del conflicto, su tratamiento y eventual reso-lución. Por lo tanto, tienen un propósito másheurístico que propositivo y postulan de entradaque en la presente coyuntura no se divisa un hori-zonte de paz política para Colombia, pues ella estádescartada en los cálculos estratégicos del gobier-no presidido por Álvaro Uribe Vélez y los co-mandantes guerrilleros de las Fuerzas ArmadasRevolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejércitode Liberación Nacional (ELN).

En efecto, ambas partes están enfrentadas enun pulso a muerte por la derrota militar de sucontrario o la imposición de una pax romana quedicte e imponga al adversario las condiciones desu rendición o eventual reinserción a la vida polí-tica institucional, sin tener en cuenta los costosque ello implique para el conjunto de la sociedadcolombiana y sus futuras generaciones. Costos quede por sí ya constituyen un pesado fardo de vícti-mas, imposible de negar y mucho menos olvidar,en tanto ellas mismas son la memoria y el doloro-so legado de un pasado que se pretende superarmediante la aplicación de la controvertida ley 975,oficialmente denominada de Justicia y Paz, o lainvocación recurrente a una reconciliación idílicasin verdad ni reparación para las víctimas.

Justamente, en desarrollo de la citada ley seconstituyó el Grupo de Memoria Histórica de laComisión de Reparación y Reconciliación Nacio-nal que, desde 1982 hasta el 2007, ha documenta-do 14.660 colombianos asesinados mediante la eje-cución de 2.505 masacres. No obstante el rigor con

* Agradezco a la politóloga Alejandra Vargas Madrid por su valiosa colaboración en la investigación y sistematización de la información para este artículo.

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que el Grupo de Memoria Histórica ha adelantadosu trabajo, está en discusión la precisión de estaestadística del terror,1 cuya magnitud es materiapropia del conflicto, pues la degradación de todoslos victimarios dificulta en muchos casos la iden-tidad y contabilidad de las víctimas.

Uno de los aspectos más dramático y evasivoen su aprehensión y delimitación es el relaciona-do con las desapariciones forzadas y la respon-sabilidad de sus ejecutores, pues este crimen so-brepasa el límite del terror de las masacres y lasevicia de las ejecuciones públicas, en tanto lasvíctimas son desvanecidas en el limbo de lamuerte y sus familiares condenados a una an-gustia eterna al serles negada la certeza del dueloque proporciona la ceremonia final de su inhuma-ción. De allí la enorme importancia de la recien-te entrega de 112 restos de personas desapare-cidas, como resultado de las investigaciones dela Unidad Nacional para la Justicia y la Paz de laFiscalía General de la Nación, completando así86 jornadas de exhumación para un total de 503restos óseos devueltos a los familiares de las víc-timas.

De estos últimos 112 restos, 104 pertenecían ahombres y 8 a mujeres, y fueron hallados entre

febrero de 2007 y diciembre de 2008 en los depar-tamentos de Antioquia, Córdoba y Magdalena. Delos cerca de 2.000 restos correspondientes a per-sonas denunciadas como desaparecidas, la Uni-dad de la Fiscalía ha identificado 1.930, la inmen-sa mayoría pertenecientes a campesinos pobres.Por ello, el fiscal general, Mario Iguarán Arana, hadicho en la ceremonia de entrega de los restos delas víctimas a sus familiares: «el conflicto armadoen Colombia provocó un genocidio que “toca acep-tarlo y decirlo” y que las víctimas fueron campe-sinos pobres y marginados».2

Pero más allá de la precisión de dichas cifrasmacabras, que pretenden afirmar la superioridadmilitar incontestable de una de las partes, se en-cuentra una realidad de tal raigambre histórica,complejidad socioeconómica y densidad políticaque no es posible ignorar, como es justamente ladefinición y caracterización del conflicto. Por elloes imprescindible comenzar reconociendo la ma-yor paradoja de este, que estriba precisamenteen la negación política de su existencia por partedel presidente Uribe3 y la imposibilidad de sucabal caracterización en el ámbito académico,4

como una de las claves para comprender su ac-tual degradación.

1 «Según los cálculos del Sistema Georreferenciado del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), entre los años 1990 y 2000, los asesinatosde personas civiles relacionados con el conflicto armado llegaron a 26.985 mientras que los muertos en acciones bélicas propiamente tales fueron sólo12.887». Véase GONZÁLEZ, Fernán, S. J en: «Conflicto violento en Colombia: una perspectiva de largo plazo».

2 <eltiempo.com/caribe>, sábado 28 de marzo de 2009.3 El presidente Uribe sostiene reiteradamente en sus discursos que en «Colombia no hay un conflicto armado sino una amenaza terrorista contra una

democracia profunda».4 El Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia, publicó en el 2006 un libro dedicado

al conflicto colombiano, con la participación de los más reconocidos investigadores sociales de este, bajo el significativo título de Nuestra guerra sinnombre. Bogotá: Norma, 2006.

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2.CARÁCTER DEL CONFLICTOY SUS PRINCIPALES ACTORES

Esta encrucijada de destinos haforjado una patria densa e indescifrabledonde lo inverosímil es la única medida

de la realidad.5

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Dicha encrucijada –a la que alude García Márquezen su célebre prólogo del informe Colombia al filo dela oportunidad– permite comprender el carácter delconflicto colombiano, que es tanto de raigambrehistórica como de acelerada degradación coyun-tural. Histórica, puesto que el conflicto se ha veni-do amalgamando como una especie de síntesisinextricable de la violencia con la política, propiade un mundo rural premoderno, con la tecnologíade punta de una economía capitalista y el hedo-nismo individualista de la posmodernidad, me-diante las más inverosímiles ramificaciones delnarcotráfico en todos los ámbitos de la economíanacional y global.

Y un conflicto con una acelerada degradacióncoyuntural, en tanto la institucionalidad estatalhoy se debate en la encrucijada formada por lasimbiosis de la política con el crimen, como cadadía lo revela la Sala Penal de la Corte Suprema deJusticia al investigar un número creciente de con-gresistas,6 en su mayoría pertenecientes a la coa-lición gubernamental uribista, por sus relaciones

con las desmovilizadas Autodefensas Unidas deColombia (AUC). Las AUC conformaron una temibleconfederación de grupos paramilitares de extre-ma derecha en virtud de la coincidencia estra-tégica de los intereses de grandes hacendados,empresas multinacionales (Chiquita Brands) ynarcotraficantes en su lucha contra las extorsio-nes, secuestros y asesinatos de grupos guerrille-ros como las FARC y el ELN, transados a su vez enuna violenta disputa con la fuerza pública en suintento por reducir, mediante el Plan Colombia, laexpoliación y el control del territorio por la eco-nomía ilegal del narcotráfico, convertido así enuna fuente ilimitada para la financiación de laguerra.

Pero detrás de esta amalgama de procesos,circunstancias y multiplicidad de actores, estála trama de los conflictos políticos, sociales yeconómicos sin resolver que comprometen laconstrucción del Estado en todo el territorio dela nación, claramente puesto de presente por elex presidente Andrés Pastrana Arango en sudiscurso de posesión presidencial el 7 de agostode 1998 en los siguientes términos:

La primera cuestión es de identidad. ¿Quées Colombia y que queremos que sea? His-tóricamente la Nación buscaba su identidaden una homogeneidad excluyente, que des-preciaba la diversidad o la anulaba. Unapatria exigía una religión, una lengua, inclu-

5 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. «Por un país al alcance de los niños». Prólogo a Colombia al filo de la oportunidad. Bogotá: Presidencia de la República,Consejería para el Desarrollo Social, 1995.

6 En total, se han iniciado investigaciones contra 77 congresistas en ejercicio y 22 ex congresistas. <http://www.nuevoarcoiris.org.co/sac/files/oca/anali-sis/radiografia_parapolitica_legislativa_febrero_2009.pdf>.

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so una etnia dominante. Desde posicionesdictatoriales o desde pactos republicanos seiban imponiendo estas condiciones de iden-tidad durante tiempo indefinido para confi-gurar otros sistemas de poder. La evoluciónposterior, en particular la actual, demues-tra que los excluidos de cualquier tipo recla-man con gran violencia el reconocimientode su existencia y de su derecho a partici-par. La gracia es que la identidad de la Nue-va Colombia, que encare los desafíos delsiglo XXI y se ofrezca a las nuevas genera-ciones, tiene que ser incluyente de la diver-sidad colombiana, y no excluyente, como hasido hasta ahora para una parte importantede los colombianos. Mantener la unidad dela Nación tiene que estar en el origen y fina-lidad de esta determinación histórica en fa-vor de la paz.

Basado en esta esclarecedora proclama por laidentidad y la unidad de Colombia, Pastrana em-prendió un nuevo proceso de paz con las FARC quefracaso estruendosamente al subordinar ambaspartes esa incipiente dinámica de negociación po-lítica a los avatares de una acumulación estraté-gica de fuerza militar con la intención de llevar ala contraparte a la mesa de negociación en los tér-minos impuestos por el más fuerte.

Pastrana lo hizo con éxito a través del llama-do Plan Colombia que permitió un fortalecimien-to militar y tecnológico de la fuerza pública, vigo-rosamente respaldado por los Estados Unidos, sinsubestimar el apoyo del crecimiento exponencialde las AUC y su atroz secuela de masacres contra la

población campesina en zonas de presencia y con-trol de las FARC (entre 1999 y 2002, período del fallidoproceso de paz, las AUC cometieron nacionalmentealrededor de 4.958 asesinatos y 971 desaparicionesforzadas, según el Banco de Datos del CINEP).

Por su parte, las FARC continuaron sus accio-nes de hostigamiento contra la fuerza pública porfuera de la zona de distensión y cometieron gravesinfracciones al derecho internacional humanitario,mediante asesinatos y secuestros de civiles, quedespués de los atentados del 11 de septiembre de2001 las condujo a ser catalogadas como grupoterrorista. El único resultado tangible de esta tra-gicomedia de la paz fue la «Agenda común por elcambio hacia una nueva Colombia», que contieneen 12 puntos el temario que debería empezarse anegociar para alcanzar la paz política en Colom-bia, pero que jamás fue abordado por la nueva iden-tidad como grupo terrorista de las FARC.

Es en este contexto que el presidente Pastranapone fin a la zona de distensión y prepara así lascondiciones para el triunfo presidencial de Álva-ro Uribe Vélez, catapultado por las acciones delas FARC contra la población civil al pedestal de unhombre providencial, pues ofrecía al electoradoseguridad y lucha contra la corrupción y la politi-quería. En efecto, Uribe gana en primera vuelta lapresidencia de la República y obtiene un ampliorespaldo en su lucha contra las FARC, ya tratadascomo agrupación terrorista.

A partir del 2002, el esfuerzo gubernamentalserá puesto en la política de «seguridad democrá-tica», cuyo principal objetivo es doblegar militar-mente a las FARC, sin reconocerle ninguna capaci-dad de interlocución política, como bien lo expresa

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el punto 41 del «Manifiesto Democrático»7 en lossiguientes términos: «La agenda temática de lademocracia no se debe negociar bajo la presión delos fusiles, pero a quienes los portan se debe ofre-cer condiciones para que los abandonen y haganvaler sus ideas en los escenarios de la democra-cia». Es decir, se descarta de entrada un procesode negociación sin previo «abandono del terroris-mo y cese de hostilidades» y se ofrece para «eldesarme y la desmovilización todo el plazo que serequiera». Esta oferta es rechazada de plano porlas FARC, pero es acogida por las AUC, con quienes sediseña la ley 975 del 2005, que conduce a su des-movilización y sometimiento judicial a esta.

Así las cosas, desde el 2002 hasta la fecha, Co-lombia está viviendo una auténtica coyunturahistórica de revelación, que está develando la ver-dadera matriz del sistema político: la simbiosisentre la política y el crimen. Esta simbiosis se en-cuentra incluso en el origen del actual orden cons-titucional y se ha convertido en el hilo conductorde sus principales transformaciones y crisis. Así,como hace dieciocho años, la Asamblea NacionalConstituyente fue catalizada por la violencia mag-nicida y terrorista de Pablo Escobar, hoy se asistea la consolidación de un proyecto político hege-mónico que, bajo el espejismo de la «seguridaddemocrática» y como respuesta al miedo ciuda-dano, ha sido capaz de capitalizar los resultadosde la lucha contrainsurgente de las AUC y la defen-sa cerrada del statu quo, todo ello en nombre de laguerra contra el terrorismo.

No solo se trata de una alianza entre el plomoy la plata, sino también de un sincretismoideológico y cultural entre un pasado anacrónico,provincial, neofeudal y violento (cuya mejorexpresión son las AUC) con la tecnocracia delPowerPoint, internet y la formación académicainternacional, bien reflejada en la personalidadultramontana y también ultramoderna delpresidente Uribe, rodeado de jóvenes tecnócratasy asesores que añoran el regreso de esa autoridadpatriarcal providente, protectora e infalible queencarnaban los abuelos y viejos «paisas».8

Para ejemplificar esta alianza neoconservado-ra, basta citar un par de testimonios de quien esconsiderado el máximo estratega de las autode-fensas, José Vicente Castaño, en entrevista conce-dida a la revista Semana en el 2005:

La seguridad democrática funcionó y se nosha terminado la razón de existir. Las auto-defensas nacieron porque el Estado no po-día defendernos pero en este momento elEstado está en capacidad de defender a losciudadanos.9

Y en cuanto a la forma como se ha venido con-solidando esa nueva alianza en territorios ubé-rrimos, declaró:

En Urabá tenemos cultivo de palma. Yo mis-mo conseguí los empresarios para invertiren esos proyectos que son duraderos y pro-

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7 El «Manifiesto Democrático» contiene en 100 puntos el programa de gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez.8 Regionalismo del gentilicio de los antioqueños y su capital Medellín.9 Revista Semana, n.o 1205, junio, 2005, p. 32.

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ductivos. La idea es llevar a los ricos a in-vertir en ese tipo de proyectos en diferen-tes zonas del país. Al llevar a los ricos a esaszonas llegan las instituciones del Estado.Desafortunadamente las instituciones delEstado sólo le caminan a esas cosas cuandoestán los ricos. Hay que llevar ricos a todaslas regiones del país y esa es una de las mi-siones que tienen todos los comandantes.10

Es este común denominador de la violencia enel ejercicio de la dominación y la gobernabilidadlo que precisamente confiere a todos los actoresuna identidad mutante. Identidad mutante, pues-to que integran en su estrategia y acciones la vio-lencia criminal con el poder estatal (en el caso delas AUC), los recursos ilegales con los legales (espe-cialmente el narcotráfico) y el crimen con la polí-tica (en el caso de la guerrilla). De allí la ambigüe-dad de la política gubernamental frente a las AUC,tratándolos; primero, como actores delincuencia-les comunes y; luego, graduándoles como delin-cuentes políticos, justamente para cooptarlosgracias al éxito de la política de «seguridad de-mocrática».

Por todo lo anterior, nada hay más urgente enla Colombia de hoy que propugnar por el rescatede la política desde una perspectiva ciudadana,ajena por completo a la obcecación de los venga-dores, solo obsesionados con la derrota y la humi-llación de su enemigo, así utilicen como coartadasla «seguridad democrática» (gubernamental), la

«revolución social» (insurgencia) o la «refunda-ción de la patria» (paramilitarismo).

Es decir, una política democrática que supereel falso dilema de la existencia inevitable de ven-cedores y vencidos, y lo reemplace por el de ciu-dadanos responsables que rotundamente repudiancualquier actor que despliega la violencia contraciviles como título de legitimidad o estrategia degobernabilidad, independientemente de los argu-mentos que esgrima para su ejercicio.

3. EL PODER DE LA AUTONOMÍA CIVIL FRENTEA LA REVANCHA DE LOS VENGADORES

Una perspectiva profundamente civilista, situa-da más allá de todo cálculo estratégico, bien seaque este se despliegue en la arena electoral paravencer a un adversario en las urnas o en el campode batalla para derrotar a un enemigo en la guerra.Esta apuesta parte de una concepción de la ciuda-danía en clave republicana, pues considera que solomerecerá el título de ciudadano y ciudadana11 quiensea capaz de construir con otros, diferentes a él, notanto por su alteridad existencial sino sobre todopor su pluralidad de identidades, un orden políti-co y social que respeta y promueve la dignidadhumana mediante relaciones sociales estimuladaspor la deliberación, el debate y la cooperación, enun horizonte normativo agonal que excluye la vio-lencia como fuente o instrumento capaz de forjarlegitimidad política.

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10 Ib., p. 34.11 Esta concepción ha sido planteada por Bernardo Toro en su texto Principios de la democracia.

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Dicha ciudadanía es aquella capaz de forjaruna práctica del poder político cuya matriz gene-radora se encuentra en la civilidad de la palabra,el debate público y la concertación autónoma dela acción social, como lúcidamente lo definieraHannah Arendt en su libro La condición humana, enlos siguientes términos:

El poder sólo es realidad donde palabra yacto no se han separado, donde las pala-bras no están vacías y los hechos no sonbrutales, donde las palabras no se empleanpara velar intenciones sino para descubrirrealidades, y los hechos no se usan paraviolar y destruir sino para establecer rela-ciones y crear nuevas realidades.12

Porque es justamente cuando se da este divor-cio entre la palabra y la acción que surge el espaciopara la aparición de las víctimas, condenadas alsilencio del miedo y los gritos de espanto y dolorcomo preámbulos de su muerte o desapariciónforzada por la acción devastadora y arrasadorade los actos violentos de sus verdugos, que hansustituido las palabras por proyectiles y los ar-gumentos por golpes.

Tal es el escenario que predomina en Colom-bia desde hace más de medio siglo, con el agra-vante de que las palabras y el discurso han servi-do como coartada para el ejercicio de la violenciapor parte de todos los actores, hasta llegar hoy alparadójico extremo de pretender negar mediante

la palabra y las leyes la existencia de la mismaviolencia, como sucede con la postura oficial delpresidente Uribe al no reconocer el conflicto ar-mado interno en Colombia, para así soslayar la-dinamente la plena aplicación de los principios ynormas del derecho internacional humanitario,cuyo fin primordial es evitar o aminorar al máxi-mo el sufrimiento de las víctimas.

Por su obstinación en desconocerlo, es quecada día el conflicto se degrada más y aumenta elnúmero de víctimas civiles, al punto que hoy Co-lombia tiene un promedio de dos personas despe-dazadas por las minas «quiebrapatas»; la mayorpoblación desplazada en el continente americano,con más de 3 millones de personas y el año pasadoalcanzó el ignominioso récord del mayor númerode sindicalistas asesinados, con 39 víctimas.

De allí la importancia de ese principio funda-cional sobre el cual descansa todo el edificio hu-manitario, como es la distinción meridiana entrepoblación civil y combatiente, que la denomina-da política de «seguridad democrática» se niegaa reconocer en la práctica mediante el impulsode estrategias como la red de civiles cooperantescon la fuerza pública y el pago de cuantiosas re-compensas por informaciones que conduzcan ala captura, desarticulación, descuartizamiento omuerte de terroristas. Los resultados saltan a lavista, aunque se trate de banalizarlos con eufe-mismos como los llamados falsos positivos enlugar de llamarlos por su nombre: asesinatos oejecuciones sumarias.

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12 ARENDT, Hannah. La condición humana. Barcelona: Paidós, 1993, p. 223.

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4.VICTIMIZACIÓN RECÍPROCA U HORIZONTAL

No obstante lo grave de tan alto número de víctimas,derivadas en gran parte por la aplicación exitosa dela «seguridad democrática», hay que reconocer queel número es tan escandaloso y escabroso enColombia porque las víctimas del pasado suelenconvertirse en los victimarios del presente, a talextremo que sus identidades y roles se intercam-bian, pues cada actor violento se reconoce ante todocomo víctima y casi nunca como victimario. Razóntenía Simone Weil, en su libro La verdad y la Gracia,cuando señaló:

La ilusión constante de la revolución consis-te en creer que las víctimas de la fuerza, porser inocentes de las violencias que se pro-ducen, si se pone en las manos su fuerza lamanejarán con justicia. Pero –salvo las al-mas que están muy próximas a la santidad–las víctimas están manchadas por la fuerzade los verdugos.El mal que está en la empuñadora de la es-pada se transmite por la punta. Y las vícti-mas, así colocadas en la cumbre y embria-gadas por el cambio, hacen tanto mal o aúnmás y luego vuelven a caer rápidamente.

Tal podría ser la parábola trágica de la guerri-lla colombiana, especialmente de las FARC, cuandohoy se ensaña cruelmente contra miembros de lacomunidad indígena AWÁ, o cuando pretende hacerdel secuestro prolongado de civiles y miembros dela fuerza pública, cautivos en condiciones más de-gradantes que las de la cárcel de Guantánamo, unasupuesta táctica de lucha revolucionaria.

De esta forma, se ha venido configurando enColombia lo que el investigador Iván Orozco Abaden su libro Sobre los límites de la conciencia humanitaria:dilemas de la paz y la justicia en América Latina, denominaacertadamente «la victimización horizontalbidireccional» para referirse a aquellos procesosdonde dos o más partes de un conflicto armado sevictimizan recíprocamente bajo condicionescarentes de claridad en lo relacionado con lajusticia, no solo desde el punto de vista del ius inbello, sino también del ius ad bellum.

Derecho a la guerra que ambas o todas laspartes tratan de legitimar y justificar ante lasociedad, en unos casos por la intolerablepresencia de un Estado protector de aberrantesprivilegios sociales («en Colombia el 10% más ricode la población concentra el 46,5% de los ingresosdel país, al mismo tiempo dicho ingreso es tresveces superior al obtenido por el segundo 10% delas personas catalogadas como ricas, con lo que seconcluye que un estruendoso 62,3% del ingresoestá en manos del 20% de la población colombia-na») Y en otros casos, por la ausencia o ineficaciadel Estado para garantizar la vida y la libertad deese 20% de la población, que es víctima frecuentede extorsiones y secuestros, al punto de situar aColombia en el deshonroso primer puesto delmundo con civiles secuestrados.

Semejante panorama de injusticias e iniqui-dades es lo que ha venido retroalimentado esasimbiosis perversa entre el crimen y la política,que como bien lo dejara planteado AlbertCamus en su controvertido ensayo El hombrerebelde, hoy sirve perfectamente para com-prender la encrucijada histórica que vive Co-lombia:

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[…] A partir del momento en que por faltade carácter corre uno a darse una doctrina,desde el instante en que se razona el cri-men, éste prolifera como la misma razón,toma todas las figuras del silogismo. Erasolitario como el grito; helo ahí universalcomo la ciencia. Ayer juzgado, hoy legisla.

En efecto, hoy en Colombia no solo legisla, sinoque incluso gobierna esa simbiosis entre el cri-men y la política, como lo ponen cada día de pre-sente una serie de escándalos e investigacionesmacabras, como la de los llamados «falsos posi-tivos» y ahora las ilegales interceptaciones te-lefónicas del Departamento Administrativo deSeguridad (DAS), adscrito directamente a laPresidencia de la República, en gran parte reali-zadas a magistrados de la Corte Suprema de Jus-ticia que investigan numerosos políticos de lacoalición de gobierno relacionados con el para-militarismo y las Autodefensas Unidas de Co-lombia y a periodistas que han venido desentra-ñando tan macabra maraña, como es el caso deHollman Morris y sus investigaciones sobre losasesinatos de líderes de la Comunidad de Paz deSan José de Apartado.

Para comprender la forma como se ha tejidola urdimbre de esa trama de gobernabilidad eimpunidad, es pertinente recordar la declaracióndel ex comandante de las AUC, Salvatore Mancuso,en el noticiero de televisión de la Radio CadenaNacional (RCN), donde relató la reunión sostenidacon el senador Mario Uribe en el 2002 para pro-mover una estrategia de paz con el Gobierno cen-tral. Una semana después el presidente Uribe or-

denó la extradición de Mancuso a Estados Unidospara que fuera juzgado por narcotraficante, y nocontinuara desenredando esa madeja de la alian-za estratégica del crimen con la política en que seha convertido la gobernabilidad de Colombia.

Según la anterior declaración, Mancuso con-tactó al senador Mario Uribe, primo segundo delpresidente Álvaro Uribe, para iniciar los trámitesde la que posteriormente se conocería como la leyde Justicia y Paz. Una ley que no es de justicia ytampoco de paz, producto de una compleja y difí-cil negociación entre los cabecillas de las AUC y elEjecutivo, que ha terminado por dejar insatisfe-chas a todas las partes, pero especialmente a lasvíctimas, en la medida en que no cumple con lostres criterios universalmente reconocidos de ver-dad, justicia y reparación.

Hoy la verdad está casi totalmente extradita-da, pues 14 de los máximos cabecillas de las AUC

fueron enviados a los Estados Unidos, donde sonprocesados por narcotráfico y no por sus críme-nes de lesa humanidad. Así se escamotea el cono-cimiento de quienes, desde sus posiciones de pri-vilegio económico y social o de responsabilidadgubernamental, auspiciaron económicamente ofomentaron por omisión de sus deberes oficialesel crecimiento del paramilitarismo y su desenfre-nada acción criminal.

Mucho menos hay justicia, pues además de labenignidad de las penas, que oscilan entre cinco yocho años de cárcel, para crímenes de lesa huma-nidad, el mismo presidente Uribe se enfrentó a lasaltas Cortes cuando estas dejaron sin fundamen-to y aplicación legal la tipificación del delito polí-tico de sedición a quienes hubiesen cometido tales

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crímenes, desafiando así el consejo del presidentesobre el alcance de la ley 975 de 2005 de buscar:«tanta justicia como fuere posible, y tanta impu-nidad como fuera necesaria». Por último, sin ver-dad y sin justicia nunca habrá reparación, porcuantiosa que sea la indemnización económica afavor de los sobrevivientes de la víctima.

Por todo lo anterior, es que no cabe hablar deuna justicia transicional en Colombia, sino másbien de una justicia transaccional. Una justiciaque transa penas benignas a favor de criminalesde lesa humanidad, con el propósito central desimular justicia, pretendiendo así evadir una fu-tura intervención de la Corte Penal Internacional,que todo parece indicar se dará inevitablementeal cabo de los años, pues ninguna realidad judi-cial y mucho menos política puede soportar tanelevados niveles de impunidad e ilegitimidad.

De allí que sea un disparate total comparar elproceso actual de la mal llamada ley de Justicia yPaz con lo sucedido en Sudáfrica, donde la recon-ciliación eliminó el apartheid, fuente de discrimina-

ción y victimización de la mayoría de la pobla-ción negra, reconociéndole así sus plenos derechosy el poder de gobernar. En Colombia está suce-diendo todo lo contrario, pues bajo la ley 975 –queno puede denominarse de «justicia y paz»– esta-mos asistiendo a un tratamiento benevolentedado a criminales privilegiados para afianzar aúnmás un régimen económico y social al servicio deprivilegios criminales que requieren para su de-fensa y sostenimiento incluso de la legitimaciónpolítica del crimen. En palabras concluyentes deIván Orozco Abad, se trataría de la «legalizaciónde una brutal contrarrevolución narcoconser-vadora. Ironía de la historia»,13 pues esta fue pro-piciada y afianzada por los excesos y el desco-nocimiento flagrante del derecho internacionalhumanitario por parte de quienes pretendieronhacer la revolución en Colombia.

13 Entrevista a Iván Orozco Abad realizada por la periodista Juanita León, publicada por <semana.com>.

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P o r t a f o l i o g r á f i c o

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Un encuentro casual con José Pablo Baraybar, fun-dador y director del EPAF (Equipo Peruano de An-tropología Forense) determinó mi colaboracióncomo fotógrafo en el viaje a Putis. Los miembrosdel EPAF, impulsados por un profundo sentido dejusticia, solidaridad y verdad, les devuelven a losdeudos de los lugares más olvidados del país laposibilidad de recuperar a sus muertos y realizar,por fin, una ceremonia del adiós.

Viajar a Ayacucho en esta oportunidad simbo-lizaba el retorno a los orígenes del conflicto y, en lopersonal, la posibilidad de realizar una ofrenda.

El 2 de septiembre de 2008, a las 5:00 horas, enSan José de Santillana, despertamos viendo la cruzdel sur que nos acompañó durante la noche. To-mamos un desayuno muy ligero y emprendemosla ruta en la combi asignada. El camino de tierra ypiedras, afirmado y de una sola vía, nos conducehasta el destino final del viaje, el poblado despo-blado de Putis.

En la combi nos encontramos José Pablo Bara-ybar, director del EPAF; Franco Mora, asistente fo-rense; Telésforo Huashuayo, asistente y encuesta-dor; el chofer huamanguino y su novia selváticade 16 años; y quien suscribe este texto.

La ruta de cinco horas nos muestra un paisajeserrano deslumbrante. Poblados rurales con es-tablos vacíos, rodeados por bosques de piedras e

SI NO VUELVO, BÚSQUENME EN PUTISDOMINGO GIRIBALDI

infinitas curvas de llanuras y praderas desiertasde ganados. Decenas de escolares bajan corrien-do, desaliñados y apurados por llegar a la escuelaubicada a más de dos horas a pie.

En el trayecto, solo pienso que debo afinar missentidos y aprovechar la única hora que me danpara realizar los retratos de este pueblo víctimade la guerra.

Al final de la ruta, desde el mirador de Putis ycon un paisaje semejante al mapa del Perú, menarran la historia completa de la matanza. Con-mocionados, vamos entrando en el corazón delpueblo, todo el tiempo tengo la sensación de estaracompañado pero no solo por los compañeros delequipo.

Nunca antes tuve tanta conciencia de lo quesignifica la labor de un fotógrafo documental. Ha-cer un registro imparcial resulta difícil en momen-tos como este. Mi intención es registrar el vacío, eldolor, el duelo y el silencio pero también el reen-cuentro, la reconciliación, la esperanza y el espíri-tu inquebrantable. A medida que avanzo por estepueblo casi fantasmal, mil y una historias desfi-lan por cada escena que registro: los amaneceres,las familias, las jornadas de trabajo, el final deldía. Una neblina espesa comienza a esconder Pu-tis, todavía me falta el encuentro con los deudos.El viaje recién ha comenzado.

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Amanecer serrano, en medio del bosque de piedras, camino a Putis.El frío protege esas piedras gigantes y el sol se vuelve invisible.

Compañeros de viaje. De izquierda a derecha: TelésforoHuayshuayo Ramos, colaborador de EPAF y músico de afición; José

Pablo Baraybar, director de EPAF; y Franco Mora, colaborador deEPAF y estudiante de Antropología en la Universidad Católica.

Telésforo escribió un huayno esa misma tarde.

Si no vuelvo, búsquenme en Putis

Me estoy yendo al pueblo de Putis, para ver a mis hermanos yhermanas. Regresaré, ¿como será? volveré, ¿cómo será? Todavía no

lo sé. Todavía no lo presiento. / Si ya no regreso, si ya no vuelvo,búscame en el pueblo de Putis. Búscame debajo de la flor de cantuta,

tras el campanario, tras de la iglesia. / Si ya no me encuentras, si yano me encuentras, abre el corazón de la tierra, búscame debajo de la

tierra. / Hermano mío no me vayas a olvidar, hermano y hermananunca me olviden. En el fondo de tu corazón siempre me vas a

guardar, estés donde estés guárdame en tu memoria.

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Desde el cerro de bajada a Putis, las pistas y los cerros delineanuna especie de mapa del Perú. Putis es el Perú. Este pueblo es elgran ejemplo de lo que pasó en el Perú en los años ochenta.

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Punqu Putis. «Puerta dePutis», traducido al

español. Ese arco queservía de puerta y daba

la bienvenida a una granfiesta o celebración en

el pueblo continúaintacto, y nos recibió

con el mismo brillo desiempre. Fue increíble

entrar y muy penososalir.

La iglesia y la flor de lacantuta. Dos elementos que,

como dice el huayno deTelésforo Huayshuayo,

servían para albergar a losmuertos.

Piscigranja de la muerte. Sellamó así a este lugar porque

los soldados que tenían su baseen Putis congregaron a la

comunidad para que excavaranuna supuesta piscigranja que

los beneficiaría. Todo ello solofue una excusa que dieron los

soldados para no tener queexcavar ellos mismos.

Toro de Putis. Es casiel único ser vivo en

este pueblo. Causaextrañeza verlo con lavaca solos en la Puna.

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El juego de la vida. El juego de sapo, sobreviviente solitario ytestigo al mismo tiempo de que en Putis alguna vez hubo vida.

Fogón en casa. Refleja la cotidianeidad en Putis.

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Partido sin final. La cancha de fútbol del pueblo vacía,pareciera que espera que se juegue un partido más en ella;

o la revancha contra el equipo visitante.

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Herederos de la historia. Y la vida continúa… Hijos de quienes fueron asesinados. Actualmentecrecen en Mashuacancha, a unos cuantos kilómetros de Putis. Son almas desesperadas, inquietas pordar a conocer su historia para que esta no se vuelva a repetir nunca más.

La salida de Putisestá marcada justo al

centro del arco defútbol. El recorrido

llegaba a su fin.

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R e p o r t a j e e n p r o f u n d i d a d

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REPORTAJE EN PROFUNDIDAD

En el país hay –desde fines de los años ochenta–espacios públicos destinados a recordar la vio-lencia producida durante el período 1980-2000 ya quienes la sufrieron. Sin embargo, algunas deesas edificaciones han sido desmanteladas, otrasexisten sin vida; mientras que un número menores producto del diálogo de una comunidad. Va-rios entrevistados para este reportaje coincidenen que se requiere un esfuerzo estatal, especialmenteen el sector educación, para que los más jóvenesvisiten dichos memoriales y conozcan esa parte dela historia contemporánea de nuestro país.

Para la elaboración de este texto dialogamoscon Alicia Retto, periodista e hija de uno de loshombres de prensa asesinados en Uchuraccay;Otto Guibovich, comandante general del Ejército;Ricardo Wiesse, artista plástico que realizó un tra-bajo acerca del caso La Cantuta; y Rosa Villarán,fundadora del movimiento Para que no se Repita.Además, aportaron significativamente al diálo-go los sociólogos Ricardo Caro y Daniel RamírezCorzo, así como Víctor Vich, doctor en literaturahispanoamericana.

La discusión acerca de la construcción de unmuseo de la memoria está permitiendo conocer laopinión más clara de sectores que anteriormenterepetían clichés sobre el Informe Final de la Comi-sión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Hay aúndemasiadas visiones y versiones en disputa, e his-torias que no se han contado. El tiempo ayudará.

1. SENTIDO DE LOS MEMORIALES

Ricardo Wiesse realizó una intervención plásticaen los cerros donde exhumaron los restos de nue-ve estudiantes y un profesor de La Cantuta. Sobrelos memoriales indica que «son una expresión irre-frenable y la huella que ha dejado en la vida demuchos peruanos y comunidades, quienes requie-ren de estos espacios para procesar traumas. Te-ner un memorial es terapéutico y profundamentehumano, como buscar tumbas o tocar la puertade un cuartel».

El artista destaca que aquí «a diferencia de otrospaíses, como Argentina o Chile, no hay una mo-numentalística importante, con sujetos y deba-te». Conocido por sus representaciones del desiertoy sus murales, está convencido de que «se va a darel museo de la memoria: no es una empresa irrea-lizable, la necesidad va a llevar a juntarnos por-que hay un divorcio entre lo vivido por las perso-nas y lo ideologizado: lo básico es enterrar a susmuertos y pedirse perdón. Lo gran ausente en estetiempo de vileza ha sido el perdón».

Para Rosa Villarán, estos espacios son la ex-presión cultural de un duelo y de dignificación. Elmovimiento nacional que coordina inició en el 2007un registro de lugares de memoria e identificóquince en Lima y casi treinta en otros trece depar-tamentos. Dicha iniciativa se realizó sin recursosy quedó inconclusa debido a otros pendientes en

DIÁLOGOS SOBRE MEMORIALES:EL RECUERDO QUE SE HEREDA

JACQUELINE FOWKS

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MEMORIA Revista sobre cultura, democracia y derechos humanos62

REPORTAJE EN PROFUNDIDAD

la agenda de quienes sufrieron la violencia del con-flicto armado interno.

Villarán destaca algunas expresiones como enPajarillo (San Martín), el Óvalo de la Paz en ElAgustino, el árbol desenraizado en Villa María delTriunfo, placas en la Universidad Hermilio Valdi-zán (Huánuco) y en la de Huancavelica, una estelaen Huarmaca (Piura), entre otras. «Nos importanmucho los memoriales pero el momento es muydifícil, estos lugares favorecerán procesos que de-ben tener un momento culminante en el período2009-2010 con respecto a las reparaciones paralas víctimas», agrega.

En la Comandancia General del Ejército (co-nocida como el Pentagonito), un monumento fu-nerario lleva inscritos los nombres de quienesmurieron durante el combate contra la subver-sión. Tienen espacio para agregar los nombresde los caídos en los alrededores de Vizcatán re-cientemente. En el 2007, el Estado iba a gastarcasi diez mil soles en el mantenimiento de laspiletas y la red de agua de dicho cenotafio. Estelugar de memoria no es público, pero puedenverlo los empleados civiles del instituto arma-do que trabajan allí, comenta el general OttoGuibovich. Otro espacio de memoria –que even-tualmente abre el Ejército para visitas– es el de-nominado Museo Chavín de Huántar en Cho-rrillos.

Guibovich recuerda que en el 2007, cuandoestuvo a cargo de la Región Centro, trabajó con elalcalde de Pueblo Libre, Rafael Santos, «la posibi-lidad de hacer un parque de la pacificación, estábastante avanzado el diseño, incluso nos ofrecióun parque cercano a la Plaza de la Bandera, es unbuen intento orientado a eso», sostiene.

El ministro de Defensa, Ántero Flores Aráoz,inauguró en noviembre pasado el parque Héroesde la Pacificación, «obra de la Municipalidad deSan Borja y del Ejército», según informó su despa-cho, era la continuación de una obra iniciada porLuisa Cuculiza en 1999 cuando fue alcaldesa y quedenominó Obelisco de los Héroes de la Pacifica-ción. La placa de dicho obelisco fue arrancada yno es posible verificar, como indica la versión ofi-cial, que aludía a la guerra del Cenepa y no al con-flicto armado interno. Guibovich precisó que soloparticipan de actividades allí cuando la munici-palidad los invita.

«Deberíamos avanzar un poquito más, no he-mos sido buenos comunicadores, no hemos ex-plicado el fenómeno desde nuestra perspectiva,las generaciones nuevas podrían percibir que lasFuerzas Armadas han sido nocivas, creo que hahabido exageración en algunos niveles: no ayu-dan en este proceso de integración nacional. Nosuena bien que pongan a las instituciones cas-trenses como violadoras sistemáticas de los de-rechos humanos», expresó el alto jefe militarconsultado sobre el museo de la memoria y so-bre una posible exposición fotográfica con laversión de los institutos armados, como anun-ció Flores Aráoz.

2. UNA GENERACIÓN NO PUEDE RECORDARPERO DEBE CONOCER LO OCURRIDO

El investigador Víctor Vich archiva y estudiaimágenes vinculadas con el conflicto armado in-terno: sean de espacios públicos o manifestacio-nes artísticas.

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REPORTAJE EN PROFUNDIDAD

«Los actores de la violencia tienen que ser su-ficientemente autocríticos para decir “hicimos estopero no lo podemos volver a hacer”. Ese es el sen-tido de un memorial y de un museo de la memo-ria. Hablar sobre la violencia implica producir undiscurso sobre el país, muestra las fracturas delpaís. La discusión sobre la violencia es sobre quétipo de país tuvimos y qué tipo de país queremostener. No hay nadie que no supiera que SenderoLuminoso era una organización criminal y terro-rista, después de la CVR accedemos a otra verdad:en determinados momentos el Estado se compor-tó igual que los senderistas», argumenta.

Vich asegura que a partir de lo vivido en laépoca de la violencia tenemos algo que aprender:«reconocer la ideologización extrema de un fana-tismo político, unas fuerzas armadas marcadaspor una formación al margen de los derechos hu-manos y por un racismo histórico, una sociedadcivil limeña centralista que se desinteresó del pro-blema y una clase política que le entregó toda laresponsabilidad a los militares: esos errores tie-nen que estar bien simbolizados».

Según el investigador, los memoriales no ter-minan cuando se construyen: «necesitan la arti-culación de un discurso que los acompañe, no solodeben hacernos recordar lo que pasó sino que de-ben interpretar y explicar lo que pasó. Los pocosmemoriales que hay son un ejemplo más de laausencia de una política cultural en el país. Nohay quién guíe, difunda interpretaciones, senti-dos. El memorial del Banco de la Nación (Centrode Lima) no va acompañado de nada. Tienen queser instancias de formación de ciudadanía, tienenque ser lugares para constituir nuevos ciudada-nos y creo que fundamentalmente están dirigidos

a los jóvenes, con una verdadera política culturalorientada desde el Ministerio, los sectores educa-tivos. Para estudiantes de cuarto de media dondeles expliquen qué pasó».

Alicia Retto tiene su vida enlazada a tres me-moriales que recuerdan a los mártires de Uchu-raccay. La fugacidad de la historia ante la falta deun relato o memoria que se difunda a otras gene-raciones se nota en sus palabras.

El monumento en el cementerio El Ángelfue producto de una conversación triple enla cual estaba el arquitecto, los familiaresy la Municipalidad de Lima –en ese enton-ces a cargo de Jorge del Castillo–. Los fami-liares tenían claro que esto quedaría para laposteridad al lado de los restos, fue cuatroaños después, tenía que ser algo imponen-te y con mucho significado. Todo fue por con-senso, la Municipalidad cooperó mucho, losmedios de comunicación también. Hastahoy, cuando vamos al cementerio a ponerflores, pasan las personas y se quedan mi-rando. Dicen «¿Te acuerdas?», comentanel caso porque ha marcado tanto que no seolvidan, algunos que tienen flores en lamano, se acercan y las ponen.Muchas veces hemos llegado y hay florespuestas por otros, hay un sentimiento y unasolidaridad a pesar de que han pasado vein-ticinco años. ¿Pero cuál es el perfil de quie-nes tienen ese recuerdo? Pasan los 30 ó 40años. Lamentablemente, mi generación nolo recuerda porque no lo ha vivido, no se lohan enseñado, recién estaban naciendo yno conocen la magnitud de lo que esto signi-

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REPORTAJE EN PROFUNDIDAD

fica. Lamentablemente, mi generación nosolo no conoce el caso Uchuraccay, sino quetampoco conoce otros casos. Conforme va-yan pasando las generaciones se van a se-guir olvidando.

Víctor Vich ofrece algunas claves del signifi-cado de los memoriales de Uchuraccay: «Hay queleerlos en el tiempo largo, como alegoría de todo yno solo de un caso. Ese caso pone en escena todo elproblema: la ausencia de Estado en ese lugar, lapresencia de militares que azuzaron, el aislamien-to de la comunidad, la búsqueda de la verdad delos periodistas de lo ocurrido en Huaychao, Limaque no sabían nada y que tenían que ir hasta allá:pone en escena la Colonia, todo el país. Tiene queestar articulado con una política cultural, a partirde guías y líderes locales que le den un discurso almemorial», explica.

Alicia Retto comenta además que el memorialEl Ojo que Llora –ubicado en Jesús María– le per-mite encontrarse con una dimensión mayor, nofamiliar: «Es una muestra colectiva de todas lasvíctimas por la época del terrorismo, se leían cla-ramente los nombres de los periodistas en mediode las miles de piedras, y para nosotros era unaexpresión no solo visitada por nosotros, sino pordiferentes personas que tienen un familiar y/o quequizá sintieron la violencia de esas décadas, nosolo tiene significado para nosotros, sino para lasociedad y la colectividad: de esta manera hay unnexo».

Vich reafirma que estos espacios se volveránmás fértiles si son parte del engranaje educativo:«Estos memoriales para algunos sectores de la

sociedad no hablan. Efectivamente, quizá no es unmomento para construir el museo de la memoriaporque falta que la clase política reconozca que sedesentendió del asunto, que los militares violaronlos derechos humanos y no lo quieren volver ahacer». Quizá falta un recambio generacional paraque pase la sensibilidad y tengan la tranquilidadde reconocerlo.

3. ¿SON LOS MEMORIALES FRUTODEL CONSENSO O DEL MOMENTO?

Ricardo Caro ha estudiado la violencia en algu-nas provincias y comunidades a donde no pudollegar la CVR. Se sorprende de que haya aún restosabandonados de escuelas que fueron bases mili-tares, como en Chincho (Huancavelica). «En cier-tas ocasiones, cuando el Ejército ocupó los centroseducativos, las clases se suspendieron o tiempodespués se retomaron en otro local. Sendero Lu-minoso también llegaba a los colegios en abril odiciembre a reclutar adolescentes. Ahora, esos es-pacios públicos están en ruinas y nadie hace nidice nada», reclama.

El investigador también llama la atención so-bre, por ejemplo, que en La Mar (Ayacucho), lamemoria de los actores de aquella época puede serla de su acción como ciudadanos para defenderse,no solo la voz de una víctima. «Quienes convivencon estas comunidades amuralladas hasta ahorano pueden darle un valor o un significado simbó-lico a esas huellas de una historia que los afectótanto, eso es grave porque no hay un sentido de porqué se derramó tanta sangre, en nombre de qué,

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más allá de sus propias vidas. Entonces esos espa-cios no tienen un sentido en la historia inmediatade las personas, por un sentido práctico los dejan,pues hay cosas más importantes en el día a díaque pensar en el mediano plazo. La sociedad civildebiera pensar cómo poner en valor estos luga-res, no es extraño hacerlo con el patrimonio anti-guo, incaico, o restaurar una iglesia. Hay un senti-do político en esta voluntad de revitalizar memo-rias, pero nadie lo quiere encarnar en la sociedadpolítica del país», opina el sociólogo.

Semanas más tarde, como parte del debatepúblico del museo de la memoria, el alcalde deSan Miguel, Salvador Heresi, y la líder socialcris-tiana, Lourdes Flores, se pronunciaron a favor deun museo de la memoria. «Son intentos por con-servar presente la evidencia de lo que puede suce-derle a un pueblo cuando lo envuelve la violencia.Por eso, la tragedia que vivió nuestro país en lasdécadas de los ochenta y noventa necesita tam-bién un museo donde se cuente lo que ocurrió paraque no nos vuelva a pasar», expresó Heresi en ElComercio.

Caro señala que hay un descuido –por partede las organizaciones de derechos humanos y laacademia– con lo ocurrido fuera de la capital. «Sedebe hacer un registro de estos lugares y de lo quepasó en ellos, a muchos puntos no llegó la CVR. Hayinfinidad de municipalidades incendiadas. Es con-tradictorio el descuido de estos espacios (en rui-nas) y el empeño por construir y recordar en me-moriales. Se gastaría mucho dinero en el proyectode la alameda de El Ojo que Llora, pero las lluviassiguen destruyendo las ruinas en las aldeas de lasagrupaciones de autodefensa como en Tranca (La

Mar, Ayacucho). Y con ello se llevan la memoriade la gente, como en Iscahuaca».

«Están, además, las escuelas y espacios públi-cos municipales que se convirtieron en bases detortura y asesinato. Las ruinas de la antigua basede Huancapi –creada sobre el ex colegio– se po-dían ver en un barranco en el 2005, se notaban lasropas de las personas asesinadas, las marcas delhorno donde las quemaron. Igual en Churcampa(Huancavelica), el Ejercito tomó la escuela, añosdespués quedó vacía, allí mataron. Lo mismo enIscahuaca: están las aulas, las pizarras. ¿Qué ha-cen los colegios actuales para usar esa experienciacolectiva de la unidad escolar e instalarla en lamemoria con un sentido cívico de formación?»,cuestiona el investigador de la violencia en Aya-cucho, Apurímac y Huancavelica.

Hay memoriales construidos –indica– que nohan sido producto de un diálogo o un proceso lo-cal, como por ejemplo El Ojo que Llora de Torata(Apurímac), en cierto modo una copia del limeño.«Lo hicieron aprovechando una feria agropecua-ria, habrá que ver si tiene una función cívica másallá de la meramente ornamental», anota. Tam-bién recuerda una estela erigida, siendo Del Casti-llo alcalde de Lima, en homenaje a las autoridadesciviles asesinadas por el terrorismo. El memorialse convirtió años más tarde en un muro de bien-venida al distrito de Jesús María (en la esquina deSalaverry con Rebagliati).

Según Ricardo Caro, el único memorial que ala fecha ha logrado consenso de todas las partesha sido el de Tarata (Miraflores, Lima): «Hay unconsenso sobre el pasado que motivó una volun-tad emocional, es reivindicado por la Municipali-

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dad, las organizaciones de derechos humanos, laIglesia, los agentes del orden y los vecinos, hay undiscurso oficial (del poder) que se vincula con el delos miraflorinos. Por el contrario, uno se preguntapor qué monumentos que se hicieron en Huaman-ga no participan de la vida cívica, tienen las esta-tuas rotas o les han robado las placas, son solomonumentos al cemento: como instrumentos dememoria han muerto».

Un caso opuesto –de orgullo– que menciona esel de Acobambilla (Huancavelica). En la plaza deldistrito, Sendero Luminoso asesinó en 1989 a vein-te autoridades comunales y líderes y arrojó loscadáveres al lado de un monolito considerado lapiedra de los ancestros. Cuando en el 2006 se re-modeló la plaza, la comunidad decidió no retirarel monolito debido a la doble memoria (la ances-tral y la de la violencia reciente) e inscribir losnombres de los mártires en la nueva placa. «Lacomunidad reorganizó el espacio adaptándolo, fueun proceso autónomo», añade.

El investigador Daniel Ramírez Corzo ha he-cho la geolocalización de memoriales de Lima uti-lizando mapas del buscador Google y refiere quela mayoría se han construido con apoyo o al menosanuencia de las municipalidades. «No han sidopromotores (lo que no está mal), pero sí se han su-bido al proyecto una vez que la sociedad civil lo haimpulsado. Lo mismo en el caso del memorial de laUniversidad La Cantuta», sostiene.

El sociólogo pide marcar la diferencia entre elEstado y el gobierno con respecto al discurso so-bre la memoria. «Yuyanapaq está en el Museo de laNación y la Defensoría mantiene el Centro de In-formación sobre derechos humanos. No debemoscaer en el simplismo de ver al Estado como uncuerpo único. Muchos municipios distritales, go-biernos regionales y universidades nacionales hanapoyado y se han comprometido con la construc-ción de memoriales. Por otro lado, no podemosperder de vista los matices entre ellos, finalmenteun monumento o placa es solo la huella física deun proceso social alrededor de él. En ellos se cons-truyen y negocian las memorias», acota.

Al cierre de este reportaje, el Ejecutivo dio aconocer la conformación de una comisión encabe-zada por el escritor Mario Vargas Llosa para con-cretar el museo de la memoria con la cooperacióndel Gobierno Federal de Alemania. Luego de unosminutos en el memorial de Jesús María, aún vul-nerable y descuidado, es claro que la memoria tie-ne esos mismos rasgos y continuará la disputapor lo que se quiere recordar.

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JUSTICIA Y SOCIEDAD

LAS «VERDADES JURÍDICAS» DEL JUICIOA ALBERTO FUJIMORI

JO-MARIE BURT

El documental El juez y el general narra la historiadel juez chileno Juan Guzmán y cómo llegó a pro-cesar al ex dictator chileno, general Augusto Pi-nochet, por graves violaciones de los derechoshumanos durante la dictadura militar que esteinstaló y lideró entre 1973 y 1990.1

Al inicio del film, el juez Guzmán cuenta quecuando se dio el golpe de Estado en 1973 lideradopor Pinochet en contra del gobierno constitucio-nal del presidente Salvador Allende, él y sus ami-gos celebraron el hecho con champán; para él,Allende y sus propuestas representaban una ame-naza para la sociedad chilena, y sentía que un go-bierno militar podría reponer el orden social que,estimaba, Chile necesitaba.

Cuando, casi veinticinco años después, siendojuez le tocó asumir el primer caso de violación delos derechos humanos en el que Pinochet fue acu-sado de ser el responsable intelectual, Guzmánnarra que varias personalidades de la derechachilena se mostraron satisfechas, convencidas deque, con un juez conservador como él a cargo, nohabría mayor peligro de que la causa contra Pino-chet tuviera mayor trascendencia.

En el trascurso de su investigación, sin em-bargo, algo cambió. «No cambié en mi interior, enmi modo de ver y pensar sobre el mundo», explicóel juez Guzmán. «Lo que cambió fue mi percep-ción sobre los crímenes perpetrados durante ladictadura militar, y sobre quien era el responsa-ble: el general Pinochet».2

Eso, según el juez Guzmán, es lo importantede un juicio: a través de un proceso imparcial yjusto, y vía una rigurosa revisión de hechos e in-dicios, un juicio puede establecer lo que el juezGuzmán llama «la verdad jurídica» sobre quépasó, por qué pasó, y quién es el responsable. Laverdad jurídica tiene la capacidad de trasformarcómo se perciben tanto los hechos como las accio-nes de la(s) persona(s) bajo juzgamiento.

Ese cambio llevó al juez Guzmán a procesar aPinochet tres veces. Llegó incluso a interrogarlopero murió antes de ser juzgado, en diciembre de2006. Sin embargo, los procesos judiciales en sucontra demostraron al país y al mundo entero lasdimensiones de las atrocidades cometidas duran-te su régimen. Fue un golpe medular al muro deimpunidad que protegía a los responsables de gra-

1 El documental El juez y el general se estrenó en el 2008, y fue producido por Elizabeth Farnsworth y Patricio Lanfranco.2 GUZMÁN TAPIA, Juan. «La responsabilidad de los Jefes de Estado: de Pinochet a Fujimori». Palabras pronunciadas en el evento organizado por la

Coordinadora Nacional de Derechos Humanos en Lima, el 18 de agosto de 2008.

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ves violaciones de los derechos humanos en Chile.Hoy en día, hay más de 600 juicios por casos deviolaciones de los derechos humanos en Chile encurso, y más de 250 oficiales policiales y militareshan sido condenados.3

Este pequeño relato sobre el juez Guzmánpuede ayudar a reflexionar sobre el fallo conde-natorio y unánime que emitió, el 7 de abril, laSala Penal Especial de la Corte Suprema peruanaen contra de otro ex jefe de Estado acusado de co-meter graves violaciones de los derechos huma-nos: Alberto Fujimori.

Fujimori ha sido hallado culpable como autormediato en los cuatro casos de violaciones de losderechos humanos por los cuales fue extraditadoy ha sido juzgado: la masacre de Barrios Altos(noviembre de 1991), donde murieron 15 perso-nas, incluso 1 niño de 8 años; la masacre de LaCantuta (junio de 1992), donde fueron secuestra-dos y luego asesinados, probablemente luego deser torturados, 9 estudiantes y 1 profesor; y lossecuestros en los sótanos del Servicio de Inteli-gencia del Ejercito (SIE) del periodista GustavoGorriti y el empresario Samuel Dyer tras el golpe

de Estado perpetrado por Fujimori el 5 de abril de1992 con el apoyo de las fuerzas armadas (abril yjulio de 1992, respectivamente).4 El tribunal lo sen-tenció a la pena máxima de veinticinco años de pri-sión y ordenó una serie de medidas de reparación alas víctimas y sus familiares.5 A su vez, la sentenciaestablece que las matanzas de Barrios Altos y LaCantuta constituyen crímenes de lesa humanidad.Según el derecho internacional, los crímenes de lesahumanidad no prescriben y, por tanto, no se puedeaplicar ni la amnistía ni el indulto.

¿Qué significa esa sentencia para el Perú? Yahan comenzado las reflexiones y, seguramente,será largamente debatida en los meses que vie-nen, tanto por sus implicancias jurídicas comopolíticas. A pocos días de haberse concluido el jui-cio a Fujimori, me parece evidente que el fallo es-tablece ciertas «verdades jurídicas» que ahoraconstituyen parte del récord legal e histórico. ¿Cuá-les son esas «verdades jurídicas»?

El fallo del tribunal establece que Fujimori,poco después de asumir el poder, creó, junto consu principal asesor, Vladimiro Montesinos, unaestructura de poder cuya misión fue combatir la

3 Cath Collins, catedrática en ciencia política en la Universidad Diego Portales, analizó la evolución de la judicialización de casos de derechos humanosen Chile durante un simposio organizado por George Mason University, the Washington Office on Latin America (WOLA), y el Instituto de DefensalLegal (IDL) en Washington, D. C. el 2 de octubre de 2008. Su ponencia se encuentra resumida en el informe del relator del simposio, Tribunales a losderechos humanos en América Latina: el juicio a Fujimori en perspectiva comparada, el cual se encuentra alojado en <http://cgs.gmu.edu/publications/hjd/OSI2009RappReportSpan.pdf>.

4 Fujimori solo puede ser enjuiciado por los crímenes por los cuales fue concedida la extradición. Sin embargo, el Estado peruano puede solicitar a la CorteSuprema chilena la aprobación de su procesamiento bajo otros cargos. El Estado peruano estaría preparando una solicitud de ampliación de los casos encontra de Alberto Fujimori en por lo menos tres de ellos: la masacre del penal Castro Castro (1992); Chavín de Huantar (1997); y la venta de armas a lasFuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) («Nuevo paquete de extradición de Fujimori». La República, 11 de abril de 2009).

5 Este es el segundo fallo condenatorio que ha recibido Fujimori. Su primera condena, de seis años de prisión efectiva, fue emitida el 11 de diciembrede 2007, por usurpación de funciones en el caso del allanamiento ilegal de la casa de la señora Trinidad Morán, esposa de Vladimiro Montesinos Torres,asesor de Fujimori, que le permitió extraer vídeos probablemente incriminatorios y cuyo destino aún se desconoce. A partir del 11 de mayo comenzaráel juicio por el caso del pago ilícito de 15 millones de dólares a Montesinos por «servicios prestados» luego de que este también se fugó del país enseptiembre de 2000, seguido por un proceso por tres otros casos de corrupción (espionaje telefónico; congresistas «trasfugas»; y compra de tractoreschinos).

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subversión eliminando a personas sospechosas deser miembros de Sendero Luminoso o el Movi-miento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). El fa-llo establece que Fujimori delegó poder a Montesi-nos, su principal asesor en temas de terrorismo,narcotráfico, y seguridad nacional, y quien se con-virtió en el jefe de facto del Servicio de InteligenciaNacional (SIN) para poner en funcionamiento esteaparato de poder, lo cual luego devino en la crea-ción del Destacamento Colina, autor material delos crímenes de Barrios Altos y La Cantuta. El fa-llo establece que el general Nicolás Hermoza Ríostambién formó parte de esa estructura de poder yparticipó, junto con Fujimori y Montesinos, en latoma de decisión de eliminar presuntos terroris-tas; pero que el gestor y conductor de ello fue Al-berto Fujimori. También establece que Fujimorisiempre protegió a Montesinos y Hermoza Ríos,así como a los autores materiales de estos horren-dos crímenes.

El tribunal reconoce en su fallo una serie deotros crímenes perpetrados por el DestacamentoColina, lo cual pone en un contexto mayor lasmasacres de Barrios Altos y La Cantuta. Recono-ce por lo menos 35 asesinatos extrajudiciales máscometidos por el Destacamento Colina: la masacrede campesinos del Santa (10 personas); el asesina-to de la Familia Ventocilla (6 personas); asesina-tos en la comunidad de Pativilca (6 personas); ylos asesinatos de Pedro Yauri y de 2 personas aúnno identificadas en la Carretera Central y en Pam-plona Alta.6

Eso lleva a los magistrados a reconocer en sufallo que los crímenes de Barrios Altos y La Can-tuta responden a una política de Estado que semanifiesta en la violación sistemática y generali-zada de los derechos humanos. Para llegar a talconclusión, los jueces resaltan el fundamentalaporte del Informe Final de la Comisión de la Ver-dad y Reconciliación (CVR), que establece fidedig-namente el contexto mayor en el cual se dan estoscrímenes.

A su vez, es importante destacar que el día dela lectura de la sentencia, cuando los ojos del país–y del mundo entero– estaban viendo el juicio, eltribunal hizo una exposición sumamente didácti-ca que explicaba, de manera clara y directa, el ra-zonamiento que hay detrás del fallo. No cayeronen legalismos ni en abstracciones, sino que expli-caron cómo llegaron a la conclusión condenato-ria. A su vez, explicaron con mucho detalle porqué los argumentos de la defensa no fueron con-vincentes sino abiertamente incoherentes.

La Sala Penal Nacional establece, vía su fallocondenatorio, la verdad jurídica sobre la respon-sabilidad penal de Fujimori en la comisión de loscrímenes de Barrios Altos y La Cantuta y en elsecuestro de Gustavo Gorriti y Samuel Dyer.Cuando el juez chileno Juan Guzmán dice que elproceso que llevó contra Pinochet cambió su per-cepción sobre el pasado —dice que «abrió los ojosde mi alma»7— está afirmando que la verdad ju-rídica tiene una capacidad trasformadora, tal vezinesperada. Permite entender la magnitud de los

6 Véase La República, 8 de abril de 2009, p. 4.7 Palabras del juez Juan Guzmán Tapia pronunciadas en el documental El juez y el general.

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crímenes cometidos; reconoce el daño causado alas víctimas y sus familias, pero también el temorque generaron estas prácticas entre la sociedadentera; y va destejiendo los argumentos del auto-ritarismo sobre la necesidad de la violencia, el ase-sinato y la tortura para hacer frente a amenazas ala sociedad como Sendero Luminoso. En el casodel juicio a Fujimori, nos encontramos ante unaoportunidad de reevaluar –como lo hizo el juezGuzmán cuando investigaba los crímenes de Pi-nochet– nuestra percepción sobre el pasado y so-bre el actuar de Fujimori y de todos aquellos queapoyaron dicho régimen.

El fallo será analizado con mayor detenimien-to en los meses que vienen. Pero establece hechosincontrovertibles —verdades jurídicas— que na-die puede negar. No es posible ya negar que elEstado peruano fue responsable de graves vio-laciones de los derechos humanos en el Perú. Noes posible negar que Fujimori es el responsable delas masacres de Barrios Altos y La Cantuta. No esposible negar que utilizó todos los poderes del Es-tado para encubrir los crímenes y proteger a Mon-

tesinos, Hermoza Ríos, y los autores materialesde los asesinatos. Y no es posible negar que du-rante años las víctimas y sus familiares fueronestigmatizados erróneamente con el título de «te-rroristas», justamente, para deslegitimar sus de-nuncias e infundir el miedo en la sociedad en suconjunto.

El juez de la Corte Suprema de los EstadosUnidos, Louis Brandeis, habría dicho que «la luzdel sol es el mejor desinfectante». El proceso judi-cial que acaba de concluirse en el caso del ex presi-dente Alberto Fujimori ha hecho brillar la luz delsol sobre los crímenes más horrendos y oscuroscometidos durante su régimen. La condena máxi-ma de veinticinco años para quien es el máximoresponsable de tales crímenes constituye un hitoen la lucha contra la impunidad no solo en el Perúsino en el mundo entero.

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INTERSECCIONES

¿Existe un derecho humano a la subsistencia?

REEXAMINANDO LA TEORÍA DE LOS DERECHOSHUMANOS DE HABERMAS EN UNA ÉPOCADE GLOBALIZACIÓN*

DAVID INGRAM**

Cada año, dieciocho millones de los seis billonesde habitantes que tiene la Tierra mueren por faltade medios de subsistencia. Los que vivimos en na-ciones desarrolladas típicamente culpamos de estacatástrofe a las sequías, a la sobrepoblación, al malmanejo de los recursos, a gobiernos corruptos y aotros factores locales, liberándonos de toda res-ponsabilidad en este crimen. A la vez, no duda-mos en invocar el lenguaje de los derechos huma-nos al condenar este estado de cosas. Lo hacemosen nombre del progreso moral –como cuando de-cimos, siguiendo la Declaración Universal de losDerechos Humanos de las Naciones Unidas, que elmundo se ha quedado corto en alcanzar una aspi-ración esencial para la humanidad civilizada– olo hacemos en nombre de una ofensa moral, comocuando condenamos a determinados oficiales delEstado de haber cometido actos de genocidio, lim-piezas étnicas y otros similares. Uno podría con-siderar si alguno de estos dos sentidos de los dere-

chos humanos –como aspiraciones para medir elprogreso moral o como reclamos hacia las entida-des gubernamentales por haber faltado a sus de-beres para con sus ciudadanos– genera un dis-curso moral suficiente como para conformarse conla globalización. En particular, uno se pregunta siresponden adecuadamente al hecho de que esta-mos tratando con la imposición de estructurassociales impersonales e instituciones que le impi-den al pobre acceder libremente a los medios desu subsistencia.

Al responder a este reto, me vuelco hacia laexplicación de la teoría discursiva de los derechoshumanos desarrollada por Jürgen Habermas. Auncuando Habermas no habla de un derecho huma-no a la subsistencia como tal, su crítica a los regí-menes neoliberales de los derechos humanos querestringuen estos derechos a «las libertades nega-tivas de los ciudadanos que adquieren un status‘inmediato’ con respecto a la economía global»,1

* Dado que la traducción del artículo se realizó en los Estados Unidos, no ha sido posible contar con las ediciones en español. De ahí que cuando se hacereferencia a una página exacta, se ha mantenido luego la edición en inglés. Asimismo, y para efectos de orden, se ha mantenido la sigla del libro tal comofigura en el texto original.

** Quisiera agradecer a la profesora Gisèle Velarde por haber traducido este ensayo al español.1 HABERMAS, Jürgen. El Occidente escindido. Madrid: Trotta, 2006. De aquí en adelante DW. (The Divided West. Cambridge: Polity Press, 2006, p. 186).

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combinado con su crítica mordaz hacia la po-breza global y a la desigualdad, nos obliga a con-siderar el reconocimiento de este derecho en al-gún lugar de su teoría. Y así es, él menciona comobásicos «los derechos a la provision de condicio-nes de vida que son asegurados social, tecnológicay ecológicamente».2 Pero, como él mismo explicaen otro lado, estos derechos han de ser entendidoscomo (derechos) derivados de los derechos libera-les y políticos clásicos.

En otras palabras, un derecho que exija la pro-vision de condiciones de vida que estén socialmen-te garantizadas, debe entenderse como el derechoque las personas que viven en un orden liberal ydemocrático pueden exigir de la sociedad comouna condición necesaria para ejercer igualdad dederechos civiles y políticos. Como tal, el derecho ala subsistencia tal como se presenta aquí no debeentenderse como un derecho humano universalque se aplica a todos sin más, al margen de la so-ciedad en que uno viva; más bien, debe entender-se como un derecho político menos universal ysubsidiario previsto para garantizar la igualdadsolidaria, sin la cual sería impensable la ciudada-nía en cualquier sociedad liberal, democrática.

Argumentaré que hay diversas dificultades enconcebir un derecho a la subsistencia derivado delos derechos liberales democráticos en este senti-do. En primer lugar, dicho derecho solo imponeun deber positivo a la sociedad en relación con elsuministro de asistencia, derecho que usualmen-te se considera como más débil comparado con un

deber negativo cuyo sentido es abstenernos de cau-sar daño alguno. Pero la injusticia de un sistemaque priva a personas de un libre acceso a la sub-sistencia acusa a ese mismo sistema y a aquellosque contribuyen con él por faltar en sus deberesnegativos hacia esas personas. En segundo lugar,la fuerza de los derechos positivos varía en pro-porción a la solidaridad (que tenemos) con quie-nes nos sentimos unidos vía el deber. Aunque losvínculos de amistad global pueden extendersehasta el punto donde sintamos un deber positivode asistir a las «sociedades cargadas» (como sos-tiene John Rawls), Habermas mismo hace notarque nuestra solidaridad hacia extraños es básica-mente iniciada con las violaciones de su libertadnegativa. Sentimos indignación –y por ello pedi-mos intervención internacional– cuando un go-bierno deliberadamente deja morir de hambre auna parte significativa de sus ciudadanos. (Pero)solo sentimos malestar y resignación cuando lagente pasa hambre por falta de asistencia, si ellose debe a que los costos resultan no afrontablespara darla.

Habiendo dicho esto, argumentaré que la co-rrelación que establece Habermas entre un dere-cho básico a la subsistencia y un deber positivode asistir vía la redistribución de riqueza, no ago-ta los recursos dentro de la explicación de su teo-ría discursiva, lo cual podría usarse para desa-rrollar un deber más fuerte, el deber negativo dedesistir de hacer daño. Estos recursos incluyen;primero, una versión institucional de los derechos

2 HABERMAS, Jürgen. Facticidad y validez: sobre el derecho y el estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso. 5.a ed. Madrid: Trotta, 1998.De aquí en adelante BFN. (Between Facts and Norms: Contributions to a Discourse Theory of Law and Democracy. Cambridge, MA: MIT Press, 1996, p. 123).

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humanos que conciba los derechos humanos comoreclamos hacia las estructuras que son impuestasa las personas contra su voluntad; en segundo lu-gar, una versión de los derechos liberales clásicos,incluyendo el derecho a la propiedad, que tienen«valor intrínseco» al margen de «su valor instru-mental en la formación de la voluntad democráti-ca» y; en tercer lugar, una deconstrucción de ladiferencia entre deberes negativos y positivos queconciba algunos deberes positivos de justicia dis-tributiva como emergentes de los deberes negati-vos. Habiéndonos apropiado de estos recursospara desarrollar un derecho a la subsistencia mássólido, todavía queda abierta la cuestión de si, ycontrariamente a Habermas, debemos tambiénconcebir los derechos humanos desde una visiónno jurídica, como aspiraciones morales y reclamosdirigidos hacia estructuras inhumanas al margende cuál sea su estatus legal. De acuerdo con la con-cepción dialéctica del pensamiento y de la reali-dad social elaborada por los teóricos críticos, nopropongo un concepto pleno y coherente de losderechos humanos, tampoco sugiero una serie deusos no relacionados entre sí ni superpuestos paradicha expresión. Sin embargo, sí propongo quenuestra comprensión de los derechos humanosabarca un número de ideas diferentes que debenincluirse en dicho concepto, tanto institucionalcomo interaccionalmente, tanto judicial comomoralmente, tanto de manera minimalista comode manera maximalista.

1. TEORÍAS DE LOS DERECHOS HUMANOSINTERACCIONALES CONTRALOS INSTITUCIONALES

Uno de los rasgos distintivos de la teoría discursi-va de Habermas sobre los derechos humanos esque concibe los derechos humanos en términosinstitucionales y no fundamentalmente interac-cionales. Siguiendo la definición de Thomas Pogge,decimos que los derechos humanos concebidos in-teraccionalmente son reclamos hechos de unapersona hacia otra persona –contra otra perso-na–.3 Como tales, imponen deberes correlativos alas personas, sea el deber positivo de asistencia oel deber negativo de abstenerse de dañar a otros.

En un extremo del espectro de los derechosinteraccionales, una teoría libertaria de los derechoshumanos afirma que un oficial público P no estáfaltando a su deber negativo hacia la persona Qbajo su autoridad, mientras que la conducta ofi-cial de P no cause daño alguno a Q violando inten-cionalmente el derecho moral o legal que tiene Qde acceder a algún bien básico. De P actuar de otramanera, P estaría faltando a su deber al violar elderecho de Q. Supongamos que el líder de unamilicia local de Janjaweed en Darfur evita que unresidente tenga libre acceso a su correspondienteración de agua robándole su agua. El líder de lamilicia y el Gobierno de Sudán que sanciona di-cho comportamiento faltan en su deber negativohacia dicho residente: se puede decir que están

3 POGGE, Thomas. La pobreza en el mundo y los derechos humanos. Barcelona: Paidós Ibérica, 2005. (World Poverty and Human Rights. Cambridge: PolityPress, 2002, p. 64 y ss.).

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violando su derecho a la subsistencia. Por el con-trario, si una estructura económica impersonalle permite al Banco Mundial prestarle dinero aBolivia a condición de que Bolivia venda su de-recho público al agua a multinacionales priva-das, de modo que amenace con privar a los residen-tes de Cochabamba y de El Alto al libre acceso alagua, no hay daño personal hecho a estos resi-dentes y no podemos decir que su derecho a lasubsistencia ha sido violado.4

Siguiendo la concepción libertaria de los dere-chos humanos, la estructura económica no sería res-ponsable de dañar a estos residentes, ya que estaconcepción contempla la responsabilidad en térmi-nos de un modelo de responsabilidad personal. Este mode-lo define los daños como desviaciones de un patrónnormal de peligros convencionalmente sancionados queson causalmente remitibles a las diferentes accio-nes de malhechores individuales. Sin embargo, en elcaso de la privatización del agua, el daño no es cau-sado por las acciones desviadas de distintas clasesde personas; es más bien causado por los muy nor-males peligros generados por estas convenciones.

En el otro extremo del espectro de los derechosinteraccionales, una teoría utilitaria de los derechos

humanos afirma que el oficial público P no estáfaltando a su deber positivo hacia Q, mientras quela ayuda que P le da a Q para tener acceso a suagua no sacrifique recursos de igual valor que elque conlleva que Q acceda a su agua. Supongamosque el oficial P ayuda a Q al punto en que P co-mienza a sacrificar recursos de igual valor, por lotanto, exponiéndose a sí mismo y a sus subordi-nados a una vida ampliamente disminuida. P debehacer esto si no quiere violar el derecho a la sub-sistencia de Q. Contrariamente, supongamos queP simplemente no tiene recursos para ayudar a Qa acceder a su agua porque ha usado sus recursosen ayudar a R a acceder a su propia agua. Ahoraimaginemos una vez más que un préstamo delBanco Mundial que requiere la privatización delderecho al agua es la fuente de que Q no tengaagua. Aunque el acceso al agua por parte de Q hasido negado por el préstamo anteriormente men-cionado, su derecho humano a la subsistencia noha sido violado por nada que el oficial P o algúnotro oficial del Estado haya hecho, ya que ellosestaban simplemente cumpliendo con su oficio deacuerdo con leyes domésticas y convenciones in-ternacionales.

4 Sucumbiendo a la presión del Banco Mundial para refinanciar una deuda antigua a fin de poder recibir nuevos préstamos, Bolivia le vendió a Bechtellos derechos de sumistro y distribución del agua pertenecientes a Cochabamba y estableció leyes que requerían la compra previa de licencias paracolectar agua de lluvia. Betchel comenzó entonces a incrementar el precio del agua hasta en un 200% (lo que equivale a 1/5 del ingreso familiarpromedio). Esta acción desató cinco meses de disturbios que llevaron a la cancelación del contrato un poco más de seis meses luego de su renovaciónen 1999. Una nueva ley (ley 2878) fue dada en el 2004 donde se reconocían los derechos al agua tradicionales, garantizando la tenencia de derechosal agua para la irrigación y para las comunidades agrícolas indígenas. Sin embargo, en ese mismo año una segunda «guerra por el agua» irrumpió en ElAlto, que había vendido sus derechos al agua a la multinacional francesa Suez en 1997. Estando las tasas sujetas al dólar, el precio del agua subió en un35%. Aguas del Illimani, el consorcio privado perteneciente a Suez, estableció la suma de $ 445 como tarifa familiar para la instalación del servicio deagua y terminó dejando a 200.000 personas sin dicho servicio. El servicio de agua es crucial, desde luego, ya que la falta de agua limpia es la causaprincipal de enfermedad infantil y mortalidad en Bolivia. En el 2002, la Comisión de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las NacionesUnidas declaró que «El derecho humano al agua es indispensable para llevar una vida humana digna. El agua y la facilidad al agua deben ser asequiblespara todos».

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Las teorías libertarias y utilitarias de los de-rechos humanos nos presentan dos visionesopuestas de nuestras responsabilidades moralesy legales respecto del mantenimiento de los dere-chos humanos. La teoría libertaria nos presentauna visión minimalista, que le asigna a los oficialesdel Estado una única responsabilidad en el man-tenimiento de los derechos humanos, responsabi-lidad que llevan a cabo en la medida en que noobstruyen su ejercicio. Por otro lado, la teoría uti-litaria presenta una visión maximalista que asignaresponsabilidad en el mantenimiento de los dere-chos humanos a todo aquel que tenga el poder ylos medios para hacerlo. Como señala Peter Singeren su famoso ensayo sobre el alivio de la ham-bruna, este tipo de responsabilidad puede reque-rir que aquellos que son modestamente adinera-dos transfieran parte de su riqueza a los menosadinerados de acuerdo con cálculos de utilidadmarginal.5

A pesar de sus diferencias, las versiones liber-taria y utilitaria de la teoría interaccional de losderechos humanos tienen ciertos rasgos en co-mún. En primer lugar, ambas evidencian el errorde sostener derechos humanos como directamen-te provenientes de la acción o de la omisión de la ac-ción personal. En segundo lugar, evidencian esteerror como una violación de derechos; es decir,como una privación real de algún bien básico paraalguna persona. La debilidad fundamental delenfoque interaccional se debe a estos dos rasgos.La privación de los recursos básicos, lejos de ser

personal, está cimentada en estructuras globalesinstitucionales, y, más específicamente, en los efec-tos colaterales no intencionales de estas estructu-ras. Más aún, estos efectos dañan a la gente endistintos grados. Lo importante no es en realidadque una persona haya sido privada de su acceso aun bien básico, sino que su acceso a dicho bien seha vuelto inseguro. En el caso de la privatizacióndel agua, tendríamos que decir que el acceso de Qa su agua –a su derecho humano al agua– no co-rresponde ya más a una exigencia socialmente ga-rantizada. Puede que la privatización no hayaprivado directamente a Q del agua. Quizá Q erauna de las personas afortunadas que podía pagarel alza de las tarifas –al menos en el tiempo en queocurrió–. Sin embargo, el ejercicio de Q a la sub-sistencia no está ya más asegurado; puede que nohaya sido violado, pero tampoco ha sido respeta-do ni protegido.

¿Quién es responsable de esta falta de respeto?Definitivamente, los líderes de Bolivia y los oficia-les de Betchel y de Suez. Pero también es respon-sable todo aquel que contribuye manteniendo lasestructuras de fondo, las instituciones globaleseconómicas, que permitieron la privatización deun recurso humano básico por parte de los men-cionados actores. Desgraciadamente, la nocióninteraccional de los derechos humanos no puedeconcebir la responsabilidad por daños en el senti-do de lo que Iris Young llama conectividad social. Encontraste con el modelo de responsabilidad per-sonal, la responsabilidad que brota de la con-

5 Véase SINGER, Peter. «Famine, Affluence, and Morality». Philosophy and Public Affairs, 1, 1972, pp. 229-243.

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nexión social también engloba a las personas queviven en países desarrollados, quienes se benefi-cian de, dependen de y contribuyen en mantener(aunque no intencionalmente) las institucioneseconómicas globales que dañan al pobre.6

Por el contrario, una visión institucional de losderechos humanos puede concebir que el derechode Q a la subsistencia ha sido no intencionado eindirectamente reducido de este modo. El derechode Q a la subsistencia ha sido disminuido por lasinstituciones del capitalismo global: por los acuer-dos de intercambio y por las instituciones quehacen préstamos internacionales, las cuales refle-jan el injusto nivel de negociación de las multina-cionales, bancos y naciones adineradas; los injus-tos monopolios existentes sobre los recursos, y lascoacciones estructurales –y las convenciones quelo permiten– que obligan a los oficiales del Estadoa vender los recursos de sus naciones.7

Desde luego que un derecho humano a la sub-sistencia de carácter institucional puede tambiéntomar la forma de una exigencia o reclamo contralas instituciones globales encargadas de proveeruna asistencia positiva. Sin embargo, dicho recla-mo sería comparativamente débil, especialmente

si aquellos a quienes se debe asistir son vistos conel mismo nivel de conexión social que se tendríacon extraterrestres que viven en otro planeta. Elpobre puede con justicia exigir subsistencia porparte de su gobierno, pero si su gobierno es pobreo no fuciona, ¿a qué instituciones globales podríadirigirse para pedir asistencia? Sin duda, surge lasiguiente pregunta: ¿por qué deberían siquieraexistir instituciones que ayudan a quienes vivenen el extranjero cuando nuestra primera obliga-ción es asistir a nuestros compatriotas?

Un derecho humano institucional a la subsis-tencia que tenga un carácter más sólido debe en-tonces comenzar por el hecho de la conectividadglobal y por la idea correspondiente de que lospaíses afluentes se están beneficiando por institu-ciones que dañan al pobre. El derecho a la subsis-tencia es antes que nada una exigencia hacia lasinstituciones globales de no dañar al pobre (o deno interferir) en su libre búsqueda de subsisten-cia; ya que nuestros deberes negativos hacia losextranjeros tienen al menos el mismo peso quelos deberes negativos que tenemos hacia nuestroscompatriotas. Si se puede demostrar que institu-ciones globales como las anteriormente mencio-

6 Young esclarece la diferencia entre los modelos de responsabilidad y de conectividad social en relación con el fenómeno de las injusticias estructurales,que aparecen cuando el efecto no intencional y conjunto de acciones que sí fueron intencionales produce estructuras impersonales, tales como lossistemas de mercado globales y sus instituciones filiales, que imposibilitan la igualdad de oportunidades para ejercer y desarrollar capacidades humanasentre grupos de personas diferencialmente posicionadas. Dentro de la institucionalidad de las maquilas que han emergido como parte del capitalismoglobal, se puede distinguir entre la violación de los derechos de los trabajadores directamente causada por el desdén individual en relación con el salariomínimo, la seguridad del centro laboral y las leyes de negociación colectiva —a menudo amparadas por oficiales estatales— y la violación del derechoa la subsistencia causada por la operatividad legal y ordinaria de una economía de mercado en donde las maquilas están obligadas a operar con un margende ganancia precariamente reducido a fin de poder cumplir con las exigencias de los minoristas multinacionales y de sus clientes adinerados. VéaseYOUNG, Iris. «Responsibility, Connection, and Global Labor Justice». En Global Challenges: War, Self-Determination, and Responsibility For Justice.Cambridge: Polity Press, 2007, pp. 159-186.

7 Las razones por las cuales se venden los recursos de una nación no suelen ser inocentes ni pensadas para el bien del país. Países ricos en recursos comoNigeria parecen destinados a estar bajo el mando de gobernantes corruptos que encuentran en los países desarrollados disponibles compradores derecursos a un precio reducido, quienes, a su vez, están dispuestos a financiar préstamos a esos mismos gobernantes para que puedan comprar las armas quelos mantienen en el poder.

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nadas son la causa principal de la desigualdadradical y de la pobreza, entonces los que vivimosen democracias ricas y poderosas que mantieneny se benefician de dichas instituciones, estamosfaltando a nuestro deber negativo de abstenersede dañar al otro. Nuestro deber de evitar dañar alotro va más allá del deber libertario mínimo, entanto requiere de nosotros entrar en acción políti-ca para cambiar el orden económico global; po-dría eventualmente también requerir accionescompensatorias de justicia redistributiva tantopúblicas como privadas. Estos actos de repara-ción podrían ser considerables, pero muy posi-blemente menores que los costos que las personasadineradas asumirían bajo un enfoque utilitario.

Habermas no duda de que las institucionesglobales son injustas en este sentido. Más aún, ycomo veremos ahora, su teoría discursiva que dacuenta de los derechos humanos es más bien ins-titucional y no interaccional. La única cuestiónpendiente es ver si él considera que el derechohumano a la subsistencia conlleva el deber insti-tucional correspondiente de asistir proveyendoayuda o de desistir en causar daño. Solo si concibeque (el derecho humano a la subsistencia) conlle-va el deber negativo correspondiente de abstener-

se de causar daño, puede él sostener que las insti-tuciones globales injustas reducen los derechoshumanos hasta el punto de que una intervenciónglobal sea requerida.8

2. LA TEORÍA DISCURSIVA DE LOS DERECHOSHUMANOS DE HABERMAS

Varios rasgos soprendentes destacan en la expli-cación habermasiana de los derechos humanos.En primer lugar, a diferencia de la mayoría de losfilósofos, Habermas rechaza la idea de que los de-rechos humanos son una subespecie de los dere-chos morales. En su opinión, son derechos legales,aunque poseen validez universal. En segundo lu-gar, y relacionado con lo primero, Habermas nie-ga que los derechos humanos necesiten un aside-ro moral en la naturaleza humana o en la razón.En vez de ello, insiste en que están esencialmenteligados a los prerrequisitos formales y funciona-les de los sistemas legales modernos. Esto no sig-nifica que su razón de ser sea exclusivamente fun-cional, en tanto estos se desarrollaron en respues-ta a experiencias de opresión universales.9 En esamedida ellos poseen, sin duda, una base moral

8 Habermas, al igual que Rawls, estaría tentado en mantener una posición minimalista en relación con los derechos humanos, al menos en dos sentidos. Enprimer lugar, está inclinado a concebir los derechos humanos como reclamos legalmente procesables o como garantías potenciales para la sanción ointervención externa. Como dicha sanción e intervención deben evitarse en todo sentido, menos en las violaciones más extremas de los derechos, la listade derechos que se establezca debe ser relativamente pequeña en número e importancia. Por consiguiente, Habermas incluye el genocidio (la violaciónmasiva del derecho a la vida llevada a cabo por un gobierno hacia algunos de sus ciudadanos), pero no la inanición causada por el sistema económicoglobal. Juntamente con este minimalismo aplicado encontramos un minimalismo justificatorio o la exclusion de derechos que no pueden ser, enprincipio, justificados ni aun apelando al consenso universal. Una vez más, la insistencia principista de Habermas en que los derechos humanos seanformalmente derivados de la gramática de las instituciones legales modernas le lleva a priorizar los derechos clásicos, civiles y políticos por encima deun derecho a la subsistencia, a tal punto que queda algo incierto el que pueda darle cabida a un derecho a la subsistencia dentro de los derechos humanosbásicos. Para una mayor discusión respecto del minimalismo de los derechos humanos, véase MACLEOD, Alistair. «Rawls’s Narrow Doctrine of HumanRights». En R. Martin y D. Reidy (eds.). Rawls’s Law of Peoples: A Realistic Utopia? Maldon, MA: Blackwell, 2006, pp. 134-149.

9 HABERMAS, Jürgen. BFN, p. 191.

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única. En tercer lugar, como todo derecho legal,los derechos humanos deben ser el resultado deprocesos políticos democráticos, lo que les da laforma cuasi legal asociada con leyes relativamen-te bien definidas que permiten guiar el comporta-miento de modo predecible. La teoría discursivade Habermas sobre la legalidad y la democraciaexplica cómo el contenido específico de estos dere-chos debe ser políticamente negociado en un diálo-go transparente y totalmente inclusivo, de maneratal que todos los afectados por dichos derechospuedan consentir a ellos de manera libre y racio-nal (y) en tanto son de interés de todos.

Aunque ahora solo estamos desarrollando lasinstituciones legales internacionales que podríanalgún día evolucionar hacia un régimen global ydemocrático de los derechos humanos, Habermasconsidera que los lineamientos de dicha evoluciónson perceptibles en las tradiciones constituciona-les inglesa y norteamericana. Revisando estas tra-diciones Habermas nota que algunos de nuestrosderechos humanos se remontan, en cuanto a sugenealogía y justificación, a esas libertades civilesque garantizan las libertades mismas de expre-sión y de asociación, sin las cuales las leyes bási-cas y constituciones que fundamentan las institu-ciones democráticas no podrían a su vez haberadquirido legitimidad. En otras palabras, dichosderechos humanos están funcionalmente justifi-cados por la necesidad moral, dentro de la socie-

dad moderna, de unir la legalidad con la legitimi-dad democrática tanto como lo están por la nece-sidad funcional de garantizar la democracia a tra-vés del derecho legal. En resumen, ellos establecenlas condiciones comunicativas necesarias para la«formación de una volutad» progresiva.

Sin embargo, este argumento funcional solopuede explicar aquellos derechos humanos queestán directamente relacionados con la preserva-ción de la vida política democrática, construidaampliamente. Según Habermas, los derechos hu-manos de propiedad privada, de seguridad per-sonal, de libertad de movimiento y, sin duda al-guna, todos los derechos humanos clásicos queoriginalmente ocuparon la atención de los teóri-cos del contrato social liberal durante el períodode la monarquía, están más directamente vincu-lados a la «gramática del código legal».10 Aquí ve-mos, una vez más, a Habermas apartándose cla-ramente de la moralidad de la ley natural que guióa estos teóricos. Estos derechos humanos clásicos,nos dice Habermas, no «tienen [su] origen en lamoralidad, sino que cargan con la huella de laslibertades individuales, por lo tanto de un concep-to específicamente jurídico».11 Más precisamente,dichos derechos funcionan ante todo como permi-sos para actuar sin miedo a restricción guberna-mental alguna. Los deberes que imponen recaen,en primer lugar, en los responsables de ejercer laley y no en los ciudadanos particulares.

10 HABERMAS, Jürgen. La constelación posnacional: ensayos políticos. Barcelona: Paidós, 2000. De aquí en adelante PC. (The Postnacional Constellation.Political Essays. Cambridge, Mass: MIT Press, 2001, pp. 117-118).

11 HABERMAS, Jürgen. La inclusión del otro: estudios de teoría política. Barcelona: Paidós Ibérica, 1999. De aquí en adelante IO. (The Inclusion of the Other:Studies in Political Theory. Cambridge, MA: MIT Press, 1998, p. 191).

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3. LA SUBSISTENCIA COMO DERECHO HUMANO

¿Cómo podría la teoría institucional de los dere-chos humanos de Habermas concebir la subsis-tencia como un derecho humano? Para dar res-puesta a esta pregunta comenzaremos revisandosu concepción derivada de los derechos humanosy veremos cuán importante es el suministro delbienestar material en la totalidad de su teoría le-gal. Habermas comienza deduciendo cuatro cate-gorías de derechos básicos que son esenciales paracualquier código legal moderno que sea legítimo.En primer lugar, en los sistemas legales modernoslos derechos deben tomar la forma de libertadesindividuales. La segunda categoría de derechosciudadanos se sigue conceptualmente, una vezmás, del hecho de que los derechos de libertad sonexigencias reconocidas por una comunidad legal.La tercera categoría de los derechos debidamenteprocesados acoge el hecho de que los derechos le-gales son exigencias que pueden decidirse y ha-cerse cumplir a través de procesos legales recono-cibles. Una cuarta categoría de derechos políticoses requerida para poder establecer la legitimidaddemocrática en nuestra interpretación particularde estos derechos abstractos en la forma de dere-chos constitucionales y legales. Un derecho básicoa la subsistencia sería incluido en la quinta y últi-ma categoría de los derechos básicos de Haber-mas que alude a la «provisión de las condicionesde vida que están aseguradas social, tecnológica yecológicamente, en la medida en que las circuns-

tancias vigentes lo hacen necesario (y) si es que losciudadanos han de tener igualdad de oportunida-des en la utilización de los derechos civiles ya men-cionados [en las cuatro categorías precedentes dederechos]».12 Mientras que Habermas insiste enque las cuatro primeras categorías de derechosestán «absolutamente justificadas» en relación conel concepto moderno de ley, observa que la últimacategoría de derechos de bienestar –en la cual po-dríamos nosotros incluir la subsistencia– está solojustificada de manera «relativa» y contingente.La naturaleza no fundamental del derecho hu-mano a la subsistencia es reiterada en un ensayoposterior en el que Habermas presta atención a laqueja hecha por los firmantes de la Declaraciónde Bangkok de 1993, quienes critican que Occi-dente privilegie los derechos civiles y políticossobre los derechos sociales: «desde un punto devista normativo, el darle ‘prioridad’ a los dere-chos sociales y culturales básicos no tiene senti-do por la sencilla razón de que esos derechos solosirven para asegurar el ‘justo valor’ (Rawls) delos derechos liberales y políticos básicos; es decir,los presupuestos fácticos para la igualdad deoportunidades en el ejercicio de los derechos in-dividuales».13

Hay cuatros aspectos que resaltar en esta ca-racterización del derecho a la subsistencia. Lo pri-mero es que el derecho a la subsistencia está justi-ficado instrumentalmente, debido a la necesidadde mantener la solidaridad social igualitaria quees (a su vez) un requisito para el mantenimiento

12 HABERMAS, Jürgen. BFN, p. 123.13 HABERMAS, Jürgen. PC, p. 125.

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de la democracia liberal. Por lo tanto, no está pen-sado para asegurar un umbral básico de humani-dad floreciente aplicable a cualquiera al margende su estatus politico. Está, más bien, previstocomo un principio de justicia distributiva básica-mente en el mismo sentido en que el principio dela diferencia de Rawls lo está. En ambos casos, laidea contractualista de «raciones iguales para co-laboraciones aproximadamente iguales» es la ideadirectriz y no la idea de una necesidad humana básica.Lo segundo es que, en tanto el derecho legal, elderecho a la subsistencia es un reclamo hecho alas instituciones jurídicas. No es un reclamo con-tra las estructuras económicas opresivas ni con-tra los sistemas patriarcales y de casta racial tra-dicionales que han sido impuestos al pobre porconvención. Dichas estructuras y sistemas no solopueden prosperar en medio de instituciones lega-les modernas que las prohíben –de modo que diri-gir una queja de derechos humanos al sistema le-gal resulta inútil–, sino que cuando la causa de laopresión es la tradición, el mejor remedio no resul-taría ser uno de carácter legal sino uno de carácterpedagógico, a través del fomento de la conciencia.En tercer lugar, el derecho a la subsistencia es con-tingente. En una sociedad adinerada donde la ri-queza está ya distribuida de manera uniforme, unagarantía legal de esta naturaleza sería innecesa-ria. En cuarto y último lugar, el derecho a la sub-sistencia es entendido como el cumplimiento deun deber positivo. Más precisamente, es el deberde ayudar a aquellos a quienes reconocemos comonuestros compatriotas en solidaridad. Como tal,

su aplicación no puede estar subsumida bajo elcontrol centralizado de una agencia global de de-rechos humanos, cuyos miembros participantesno están unidos en solidaridad democrática al-guna. En palabras de Habermas, sentimos unasolidaridad «negativa» con los extranjeros cuan-do sufren violaciones extremas de sus derechoshumanos negativos durante genocidios, limpie-zas étnicas y opresión política de amplia escala.Por el contrario, nuestra solidaridad positiva ha-cia ellos no es el tipo de solidaridad que nos obli-garía a transferir nuestra riqueza hacia ellos.14

Por consiguiente, Habermas aprueba la interven-ción internacional agresiva en casos de genoci-dio pero no en casos de pobreza, cuyas causasson menos seguras y cuyos remedios son máscontroversiales.

4. EL DEBER NEGATIVO DE ABSTENERSEDE DAÑAR AL OTRO Y EL DERECHOA LA SUBSISTENCIA

En suma, Habermas no tiene lugar en su teoríapara un derecho humano a la subsistencia que seaaplicable a las personas al margen de cuál sea suestatus político y legal. En el mejor de los casos,puede él insistir en este derecho de manera deri-vada, como cuando critica la idea de los regíme-nes neoliberales de los derechos humanos que res-tringen los derechos humanos a «las libertadesnegativas de los ciudadanos que adquieren un sta-tus ‘immediato’ con respecto a la economía glo-

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14 Véase HABERMAS, Jürgen. DW, pp. 79-80, 177-178, 139-143.

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bal».15 Esta crítica, es verdad, asume que los dere-chos políticos positivos a la autodeterminacióndemocrática deben considerarse derechos huma-nos básicos, de lo cual luego se sigue que un dere-cho positivo a la subsistencia debe también seracogido «como un asunto de justicia». Pero nue-vamente esto no toma en consideración el dere-cho humano a la subsistencia de las personas queno viven en una democracia liberal –y por lo quesabemos, es posible que nunca vivirán en ella–. Enel mejor de los casos, su derecho a la subsistenciasolo puede ser tomado en consideración por nues-tro derecho positivo más frágil de asistir a aque-llos en necesidad.

Derivar un derecho a la subsistencia de losderechos liberales y democráticos es una empre-sa riesgosa mientras que el estatus de derechoshumanos de estos derechos siga siendo un asuntodiscutible. Por lo tanto, no es de sorprender quemuchos teóricos de los derechos humanos hayanevitado concebirlo así.16 Igualmente riesgoso esderivar un derecho a la subsistencia de nuestrofrágil deber positivo de asistir a aquellos en nece-sidad, dado que tanto los beneficiarios como lasuma de beneficios otorgada estaría librada anuestra discresión y preocupación solidaria. Senecesita otra estrategia para hacer frente a las con-secuencias de la subsistencia negada por parte delas instituciones globales. Esta estrategia, a miparecer, está implícita en el «derecho a la vida»

incluido por Habermas dentro de los derechoshumanos básicos.17 Este derecho, en tanto nos pro-híbe dañar a otros en su libre búsqueda de vida,no hace distinción alguna entre extranjeros y com-patriotas.

Dos consecuencias resultan de concebir underecho humano a la subsistencia como un dere-cho lockeano a la vida. En primer lugar, las perso-nas tienen un reclamo hacia los otros para accederlibremente a medios de subsistencia cuya exis-tencia abunda de manera suficiente. En segundolugar, los déficits de subsistencia deben ser ma-yormente atribuidos a las limitaciones impues-tas por personas e instituciones. Una vez que su-ponemos que las personas tienen una igualdad departicipación en el acceso a los abundantes re-cursos de la tierra, las estructuras de propiedadaceptables deben quedar limitadas a aquellos que«dejan suficiente y también para los otros», demanera proporcional a la satisfacción de las ne-cesidades básicas de todos. Cualquier estructuraeconómica que se desvíe de este originario dere-cho igualitario a la propiedad debe considerarsepor todos los afectados como un avance igualita-rio de sus intereses individuales, de acuerdo conlas exigencias de la ética discursiva.

Locke justificó una economía capitalista decarácter monetario con posesiones de propiedadampliamente desiguales, sobre la base de que aunaquellos que no tenían nada sino su cuerpo prefe-

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15 HABERMAS, Jürgen. DW, p. 186.16 Véase, por ejemplo, RAWLS, John. El derecho de gentes. Barcelona: Paidós Ibérica, 2001; NUSSBAUM, Martha. Las mujeres y el desarrollo humano: el enfoque

de las capacidades. Barcelona: Herder, 2002; SHUE, Henry. Basic Rights, Subsistence, Affluence, and U.S. Foreign Policy. 2.a ed. Princeton: PrincetonUniversity Press, 1996; y POGGE, Thomas. Ob. cit.

17 Véase HABERMAS, Jürgen. PC, p. 125.

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rirían el nivel de vida relativamente más alto quegozarían como meros asalariados en comparacióncon la precaria subsistencia que tendrían dentrode condiciones más igualitarias. A la luz de la po-breza devastadora y la desigualdad desencade-nadas por el capitalismo global contemporáneo,la justificación de Locke resulta refutable. Comoseñala Habermas, los acuerdos de intercambioneoliberales; las zonas de trabajo no reguladas;las políticas de inversión en el desarrollo; y losprogramas de reajuste estructurales que hacen lasinstituciones capitalistas globales de hoy en díason impuestos a los pobres sin su consentimiento.Más aún, la extrema desventaja que tienen lospobres en la negociación de mejoras refleja unalarga historia de desventajas acumuladas que bro-ta de un pasado histórico de colonización brutal,de imperialismo, de explotación, de expropiacióny de esclavitud. Esta injusticia –quizá la violaciónsistemática más sostenida de un deber negativojamás registrada en la historia de la humanidad–es además amparada, como Pogge y otros hanseñalado, por convenciones internacionales quepermiten a los líderes autoritarios de países endesarrollo el privilegio de vender los recursos desus naciones a cambio de armas y de gananciaspersonales, así como usar estos mismos recursosa manera de aval para prestarse dinero de bancosinternacionales. No es necesario decir que todoesto funciona en provecho de todos aquellos quesubsidian sus extravagantes estilos de vida com-

prando productos a precios reducidos apoyadospor las agencias proteccionistas de bancos y decompañías multinacionales.

5. CONCLUSIÓN

En conclusion, al interpretar un derecho humanoa la subsistencia como un derecho a la vida liberalclásico en el sentido lockeano, perdemos las sóli-das asunciones igualitarias asociadas con un de-ber positivo de proveer las condiciones materia-les que son un requisito para garantizar el «justovalor» de la libertad política. A la vez, obtenemosla fuerza incondicional de un deber negativo quepuede autorizar las intervenciones internaciona-les de derechos humanos en los casos donde laspersonas están negadas a la subsistencia segura,sea a través de la conducta personal de oficialesdel Estado o de los efectos impersonales de las ins-tituciones.18 El desarrollo de una comprensiónadecuada del derecho humano a la subsistenciapuede requerir que rechacemos la comprensiónexclusivamente jurídica propuesta por Habermasde los derechos humanos. Sin duda, una compren-sión jurídica capta un aspecto importante de losderechos humanos que ha salido a la luz en inter-venciones internacionales recientes contra Esta-dos que han cometido violaciones de los derechoshumanos (las intervenciones en Dafur y Kosovoilustran solo algunos ejemplos que dan cuenta de

18 Esto no excluye el que la pobreza pueda a veces ser en parte causada por el comportamiento de las propias víctimas de la pobreza. Sin embargo, auncuando esas causas locales son registradas en explicaciones concernientes a las tasas diferenciales de pobreza entre regiones y poblaciones, las institu-ciones de fondo que condicionan y exacerban la pobreza son globales.

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esta comprensión). Estas intervenciones legales nosrecuerdan que la defensa de los derechos huma-nos es una obligación política y no meramentemoral (o personal). Por otro lado, algunas inter-venciones reflejan un aspecto no jurídico –y enocasiones no institucional–. Los esfuezos políti-cos para transformar patrones tradicionales dediscriminación de género a través de la educaciónen vez de vía el mandato legal constituyen unaforma no jurídica de intervención institucional.Sin embargo, otras intervenciones manifiestanuna noción interactiva de los derechos humanos,como cuando el líder de una nación (probablemen-te en coalición con líderes de otras naciones deigual idiosincracia) asume contener al líder de otropaís que ha licenciosamente dejado de lado las le-yes humanas y convenciones de su propio país.Incluso una comprensión interactiva de los dere-chos humanos, con sustento moral, no debe de-jarse de lado, ya que hay ocasiones, como cuandohay catástrofes naturales, donde personas indi-viduales tienen un deber positivo de asistir a otrosque están en necesidad a través de la donación desus propios recursos.

Otra razón para reconocer una comprensiónmoral –y en este sentido, no jurídica– de los dere-chos humanos es que los derechos humanos fun-cionan como ideales, como aspiraciones «máxi-mas», o como estándares evolutivos de civilización,

progreso y crítica, independientemente del esta-tus que tienen como reclamos «mínimos».19 Estesentido último de los derechos humanos, que serefiere esencialmente a una concepción moral com-prehensiva de la naturaleza humana y a sus nor-mas adjuntas de florecimiento humano y deautorrealización, resuena profundamente en la tra-dición aristotélico-marxista.20 Aun si esta tradiciónno puede ser ya aceptada para proveer una justifi-cación (o fundación) categórica de los derechos hu-manos en el sentido metafísico de la palabra (esdecir, como deducidos o intuidos por la «razónpura»), ella puede especificar de qué tratan los de-rechos humanos y por qué son importantes. Dichode manera simple, los derechos humanos se ocu-pan tanto de garantizar la satisfacción de las nece-sidades humanas más básicas como de realizar lascapacidades humanas más importantes.

Probablemente, Habermas objetaría que cual-quier concepción de los derechos humanos basadaen una concepción moral de la naturaleza humanaviola los principios pluralistas del liberalismo po-litico por escabullirse en una concepción compre-hensiva, metafísica del bien humano. En su opi-nión, tal concepción teleológica de la naturalezahumana no sería convincente de modo universalpara todos los seres humanos. De ahí que apelar aeste estándar de florecimiento humano como basepara la acción legal, para la crítica y la reforma,

19 Nussbaum comprende la distinción entre derechos como reclamos para un trato mímamente decente y derechos como aspiraciones en la distinción quehace entre capacidades básicas y capacidades combinadas. Las primeras son entendidas como habilidades innatas, mientras que las segundas seríancapacidades totalmente maduras, las cuales cuentan con los soportes ambientalistas adicionales y la «base social» para seguir desarrollándose. VéaseNUSSBAUM, Martha. Ob. cit., p. 96 y ss.

20 Véase POGGE, Thomas. Ob. cit.; NUSSBAUM, Martha. Ob. cit y LUBAN, David. «Intervention and Civilization: Some Unhappy Lessons of the Kosovo War».En Pablo de Greiff y Ciaran Cronin (eds.). Global Justice and Transnational Politics. Cambridge, MA: MIT Press, 2002.

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significaría la imposición de un ideal particular,no susceptible de ser compartido al resto del mun-do. Este me parece un argumento extraño para unfilósofo que está tan convencido de que las cultu-ras están coloquialmente abiertas unas a otras yque son capaces de convergir en el requerimientode valores morales universales. No hay razón paraesperar que los seres humanos llegarán a un con-senso universal sobre intereses generales a me-nos que ellos asuman, a modo de idea reguladora,que ellos comparten una naturaleza común. Enese caso, la confianza en aumento de las NacionesUnidas sobre una lista de capacidades revisable y

transculturalmente negociada para evaluar elprogreso en la realización de los derechos huma-nos, en vez del producto nacional bruto (PNB) o lautilidad promedio, demuestra un respeto saluda-ble por el realismo moral, el cual también fue com-partido por la primera generación de teóricos crí-ticos, aunque no sin criticismo, y que Habermasestaría de igual manera dispuesto a reconocer.

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Balance de las acciones realizadas por el Estado a partir de lasrecomendaciones de la CVR entre junio de 2008 y marzo de 2009*

AVANCES Y RETROCESOSIRIS JAVE Y JOSÉ ALEJANDRO GODOY

A continuación se presenta el quinto balance delas acciones realizadas por el Estado peruano en-tre junio de 2008 y marzo de 2009, relacionadascon las recomendaciones de la Comisión de la Ver-dad y Reconciliación (CVR). Las acciones han sidoordenadas en seis ejes temáticos: instituciones deemergencia para la reconciliación, Plan Integralde Reparaciones, difusión del Informe Final, judi-cialización, reformas institucionales y expresio-nes artísticas y culturales.

1. INSTITUCIONES DE EMERGENCIAPARA LA RECONCILIACIÓN

Las acciones vinculadas con la creación de unainstitucionalidad orientada hacia las tareas dereconciliación propuestas por la CVR se concentra-ron en la implementación de las distintas instan-cias y acciones del Consejo de Reparaciones, enti-dad encargada del Registro Único de Víctimas.

Así, se han creado sedes descentralizadas delConsejo en Satipo, Huamanga, Huanta, San Mar-

tín y Lima Sur, que permiten que se recoja de modomás completo la información de cada una de lasvíctimas del conflicto.

Desde noviembre de 2008, se ha iniciado laentrega de los certificados que acreditan a las víc-timas del conflicto, documentos que serán necesa-rios para acceder a los programas de reparacio-nes que elabore la Comisión Multisectorial de AltoNivel (CMAN) y que serán implementados en lospróximos meses.

Hasta marzo de 2009, el Consejo de Repara-ciones cuenta con 31.761 personas inscritas en elLibro de víctimas individuales y 3.648 personasinscritas en el Libro de beneficiarios colectivos.

Aunque el trabajo del Consejo está pasandocasi inadvertido en los medios nacionales, al inte-rior del país hay mayor expectativa acerca de sutrabajo, en parte porque allí se encuentra concen-trada la mayor cantidad de víctimas pero, por otrolado, también porque la agenda pública regionalestá más involucrada con una demanda por repa-raciones individuales. Y el registro único de vícti-mas es el paso previo.

* Un cuadro completo con las acciones realizadas en ese período se puede ver en <http://www.pucp.edu.pe/idehpuco//index.php>.

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2.PLAN INTEGRAL DE REPARACIONES

Los avances en esta materia se han concentradoen el Programa de Reparaciones Colectivas, hastael momento la única parte del Programa Integralde Reparaciones (PIR), que ha sido implementadapor la CMAN.

Durante el 2008, la Presidencia del Consejo deMinistros realizó dos transferencias de presu-puesto para reparaciones colectivas: la primera,en octubre, por S/. 8.387.934,81 para 85 proyectos;mientras que la segunda, en noviembre, fue porS/. 4.396.788,28 para 44 proyectos.

También se han realizado acciones de repara-ciones colectivas en Chuschi, primera comunidadafectada por el conflicto armado interno y en elvalle del río Apurímac y Ene, zona que hasta el díade hoy sufre los embates de los remanentes de Sen-dero Luminoso.

3.DIFUSIÓN DEL INFORME FINAL

Durante el período que analizamos, además de lacontinuidad de la exposición fotográfica Yuyana-paq. Para recordar, ubicada en el sexto piso del Mu-seo de la Nación –solo interrumpida por la reali-zación de dos cumbres internacionales en mayo ynoviembre de 2008–, se han producido dos deba-tes públicos acerca del Informe Final de la CVR y sudifusión.

El primero de ellos se produjo en agosto de2008: se puso en cuestión la forma en que los tex-tos escolares dirigidos a estudiantes de los últi-mos años de secundaria presentaban el conflictoarmado interno. La discusión incluso motivó una

investigación policial que buscaba determinar siexistía apología al terrorismo en estos textos, lue-go el propio ministro de Educación respaldó la fi-nalidad educativa de los textos escolares.

El segundo debate giró, durante febrero y mar-zo de 2009, alrededor de la propuesta del Gobier-no alemán de donar dos millones de dólares parala construcción de un museo de la memoria, quetendría como base la exposición fotográfica Yuya-napaq. Para recordar. La discusión nuevamente rea-vivó las posiciones sobre los distintos tipos dememoria contrapuestos sobre el conflicto arma-do interno. Finalmente, se conoció que el Gobier-no peruano aceptó la edificación del museo y nom-bró una comisión especial de alto nivel para laformulación del proyecto, presidida por el escri-tor Mario Vargas Llosa e integrada por SalomónLerner Febres, Fernando de Szyszlo, FrederickCooper, Juan Ossio y monseñor Luis Bambarén.

En ambos casos, se pone en evidencia la fuer-te polarización en torno a las memorias que so-bre el conflicto armado interno subsisten en elpaís; el debate se produce cuando, a partir de unaacción del Estado (museo de la memoria o un textoescolar), se pone en juego la disputa por el discursopolítico-público, pues ello implica legitimar el dis-curso y hacerlo prevalecer en ese hecho. Los acto-res políticos y sociales involucrados reconocen–de algún modo– el valor de la institucionalidadestatal, y ello la fortalece.

4. JUSTICIA Y JUDICIALIZACIÓN

En el marco de una sesión de la Comisión Intera-mericana de Derechos Humanos sobre los casospresentados por la CVR para su procesamiento pe-

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nal, realizada en marzo de 2009, el presidente delPoder Judicial anunció la creación de dos juzga-dos especializados en derechos humanos, en losdistritos judiciales de Huánuco y Junín, así comola formación de dos colegiados dentro de la SalaPenal Nacional dedicados exclusivamente a estamateria y destinados a acelerar estos procesos.

Meses atrás, en noviembre de 2008, los con-gresistas Edgar Núñez y Mercedes Cabanillas pre-sentaron proyectos de ley destinados a dar am-nistía e indulto, respectivamente, a miembros delas fuerzas armadas y policiales procesados porviolaciones de los derechos humanos. Ambas pro-puestas están pendientes de debate en la Comi-sión de Justicia del Congreso de la República.

Asimismo, en octubre de 2008, se reguló, me-diante decreto supremo 022-2008-DE/SG, la defensalegal del personal militar y policial involucrado eninvestigaciones en el Poder Judicial por presuntacomisión de delitos contra los derechos humanos,en el ejercicio regular de sus funciones. Se incluyepersonal de tropa y se señala que, en caso de de-claración de culpabilidad, deberá reintegrarse alEstado la suma empleada en la defensa.

También se han registrado sentencias en lossiguientes casos: a) Caso Cúpula del MRTA: se dio aconocer la sentencia en segunda instancia, que ele-va las penas de Víctor Polay Campos a treinta ycinco años de prisión; Miguel Rincón a treinta ycinco años; Lucero Cumpa a treinta años y Alber-to Gálvez Olaechea a veinticuatro años. b) CasoErnesto Castillo Páez: la Corte Suprema confirmó elfallo que condena a Juan Carlos Mejía León a die-

ciséis años de prisión y señala que la desapariciónforzada es un delito de carácter permanente mien-tras no se establezca el destino o paradero de lavíctima. c) Caso Hugo Bustíos: se confirmó el fallocondenatorio contra Víctor La Vera Hernández yAmador Vidal Sanbento, por asesinato de perio-dista ocurrido en 1988. d) Caso Indalecio Pomatanta:en primera instancia, la Sala Penal Nacional con-denó a Andrés Egoachaga, oficial de la Marina, aveinte años de prisión por homicidio calificado dejoven de 17 años ocurrido en Ucayali, mientrasque otros tres acusados fueron absueltos.

De los procesos desarrollados, el que ha conci-tado mayor atención es el Caso Alberto Fujimori, cuyasentencia fue dada a conocer el 7 de abril de 2009por la Sala Penal Especial de la Corte Suprema,obteniendo la pena de veinticinco años de prisiónpor su responsabilidad en los delitos de homici-dio calificado con alevosía, por las matanzas deBarrios Altos y de La Cantuta, y de secuestro agra-vado bajo circunstancia agravante de trato cruel,por las detenciones del periodista Gustavo Gorri-ti y el empresario Samuel Dyer; lo que en palabrasdel presidente de la Sala, el vocal supremo CésarSan Martín, constituyen crímenes contra la hu-manidad.1 Asimismo, el Tribunal, reconoció elvalor del Informe Final de la CVR como un documen-to de referencia trascendental en la valoración depruebas.

El proceso que ha sido calificado de históricopor observadores internacionales de todo el mun-do, pues es la primera vez que un jefe de Estado esjuzgado y sentenciado en su propio país por un

1 Véase la sentencia completa en <http://www.pj.gob.pe/CorteSuprema/spe/index.asp?opcion=detalle_noticia&codigo=10409>.

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tribunal enteramente nacional, ha demandadouna nutrida concurrencia de testigos y documen-tos. Durante junio y julio de 2008, se presentaronlos últimos testigos, destacando los testimoniosde Nicolás Hermoza Ríos, quien reconoció que elex presidente fue informado del caso La Cantuta aldía siguiente de ocurridos los hechos; Máximo SanRomán, quien entregó notas de inteligencia quehabía proporcionado a Fujimori sobre el caso Ba-rrios Altos y Rafael Merino Bartet, quien reconocióque Vladimiro Montesinos era el jefe real del Ser-vicio de Inteligencia Nacional (SIN) y que guardódocumentos de inteligencia que iban a ser incine-rados. También se presentaron los testimonios deVladimiro Montesinos y Jesús Sosa Saavedra,quienes procuraron exculpar al ex presidente. Enlos meses de agosto y septiembre se presentaronlos peritos nacionales e internacionales, que pro-curaron realizar aclaraciones sobre temas jurídi-cos, antropológico-forenses, documentos descla-sificados por el Gobierno de los Estados Unidos yel Informe Final de la CVR. Entre octubre y diciembrese realizó la presentación de la prueba documen-taria; mientras que enero, febrero y marzo fueronmeses destinados a la presentación de los alega-tos finales de cada una de las partes. El conjuntode pruebas ha dado lugar no solo a la históricasentencia, sino también a un nuevo debate públi-co que ha reavivado la importancia del Informe Fi-nal de la CVR y ha puesto nuevamente en evidenciala polarización del país en torno al conflicto ar-mado interno.2

Otros casos en los que se han registrado avan-ces han sido los siguientes: a) Caso El Frontón: el Tri-bunal Constitucional declaró improcedente el re-curso de agravio constitucional interpuesto porel Instituto de Defensa Legal contra la resoluciónjudicial que aceptó el hábeas corpus del marinoTeodorico Bernabé Montoya, quien solicitó la pres-cripción de este caso. Con ello, el Tribunal Consti-tucional no se pronunció sobre el tema de fondo,que queda a determinación del Poder Judicial. Pos-teriormente, abre proceso a 22 marinos por estecaso y se les declara impedimento de salida delpaís, pero a causa del fallo del Tribunal Constitu-cional, el abogado de los procesados ha solicitadola prescripción del caso. b) Caso Los Cabitos: la SalaPenal Nacional emitió una resolución que declaraeste caso como imprescriptible, mientras que elMinisterio Público solicitó la pena de treinta añosde prisión para 7 ex miembros del Ejército a quie-nes acusó de autores de las desapariciones for-zadas de 54 personas en esta instalación militar.c) Caso La Cantuta: en el proceso llevado ante el Quin-to Juzgado Penal Especial Anticorrupción, se emiteresolución que abre proceso penal contra el gene-ral EP (r) Juan Rivero Lazo, el coronel EP (r) FedericoNavarro, los mayores EP (r) Santiago Martin yCarlos Pichilingüe y los sub oficiales EP Jesús SosaSaavedra, Julio Chuqui y Nelson Carvajal, anu-lándose, además, la sentencia del Fuero Militarsobre este caso. Mientras que en el proceso segui-do contra Julio Salazar Monroe por este mismocaso, que se encuentra en etapa de apelación, el

2 En esta edición de Memoria incluimos un artículo de análisis de Jo-Marie Burt sobre la sentencia aplicada a Alberto Fujimori.

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Ministerio Público solicitó confirmar la culpabili-dad del ex jefe del SIN, pero rebajando su pena aveinticinco años de prisión. d) Caso Comando Rodri-go Franco: Agustín Mantilla prestó su declaraciónen el proceso que se le sigue por ejecuciones extra-judiciales. e) Caso Samuel Dyer: el Ministerio Públi-co denunció a Vladimiro Montesinos, Alberto Pin-to Cárdenas y Santiago Zegarra por el secuestrode un empresario, ocurrido en 1992, pero el TercerJuzgado Penal Especial desestimó la denuncia, porconsiderar que el caso no se encuentra inmerso enel delito de secuestro agravado. f) Caso Matanza deChumbivilcas: el Primer Juzgado Penal Supra pro-vincial de Lima inició investigaciones por el ase-sinato de más de 20 personas en la localidad deCusco, adjudicada a miembros del Ejército perua-no. g) Caso Cúpula de Sendero Luminoso: AbimaelGuzmán demandó al Perú ante la Comisión Inte-ramericana de Derechos Humanos (CIDH) por con-siderar que se violaron sus derechos durante eljuicio que lo condenó a cadena perpetua.

5.REFORMAS INSTITUCIONALES

Dentro de sus recomendaciones, la CVR planteó unaserie de reformas institucionales destinadas a crearlas bases de un nuevo pacto social que impida quelos hechos de violencia producidos se repitan. Es-tas recomendaciones se formularon para mejorarla presencia del Estado y la autoridad democráti-ca, así como para complementar las reformas quedeben hacerse en los campos de defensa y ordeninterno, sistema de justicia y sistema educativo.

En este campo, al igual que en el reporte ante-rior, nos ocuparemos solo de los sectores de defen-

sa y orden interno y justicia, dado que son losúnicos en los que se han registrado avances. Conello se confirma la conclusión de nuestros repor-tes anteriores: los pocos avances consignados des-de el 2003 en estas materias no se deben a unapolítica de reforma institucional, sino a iniciati-vas desarticuladas y sin continuidad que no seenmarcan en una orientación general de política.

5.1. REFORMA DEL SISTEMA DE DEFENSA

En junio de 2008, se emitió la ley 29428, Ley delServicio Militar, norma que prohíbe el recluta-miento forzado y especifica una serie de incenti-vos para el servicio militar, que se mantiene comode carácter voluntario. En cuanto al Registro Mi-litar, se indica que la inscripción como ciudadanoestará a cargo del Registro Nacional de Identifica-ción y Estado Civil (RENIEC) a los 17 años pero que,a los noventa días de realizada esta inscripción, elciudadano deberá acudir a inscribirse en el insti-tuto armado de su elección. La libreta militar seemitirá solo para quienes opten por el serviciomilitar voluntario.

El reciente atentado contra una patrulla mili-tar en el valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAE)pone en evidencia la necesidad de verificar la eje-cución de esta ley, pues la propia Defensoría delPueblo ha denunciado la incorporación de meno-res de edad en el servicio militar voluntario.

Posteriormente, en julio de 2008, se emitierondos reglamentos. Se reglamentó la Ley de Ascen-sos de las Fuerzas Armadas, estableciendo crite-rios para los ascensos. También se reglamentó lacontrovertida Ley del Uso de la Fuerza por partede las fuerzas armadas, dado que se incluyen los

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casos en los que no se haya declarado el estado deemergencia, cuestión que contraviene la Consti-tución. En ese mismo mes, se reactivó el Arma deInteligencia en el Ejército peruano.

En agosto se activó una comisión interinstitu-cional para revisar y proponer las políticas deeducación en los institutos armados, en la que in-tervienen funcionarios del Ministerio de Defensay de las fuerzas armadas.

Finalmente, en septiembre, se modificó el Re-glamento de la Ley de Situación Militar de los Ofi-ciales de las Fuerzas Armadas para ampliar eltiempo de servicio de los más altos oficiales de losinstitutos armados de treinta y cinco a treinta yocho años.

5.2. REFORMA DEL SISTEMA DE JUSTICIA

La justicia militar ha sido el tema en el que se hancentrado los avances y retrocesos en este campo.En julio de 2008, entró en vigencia la ley 29182,Ley de Organización y Funciones del Fuero Mili-tar-Policial. La ley es cuestionada por contenernormas que anteriormente han sido declaradasinconstitucionales por el Tribunal Constitucional.Este mismo organismo, en septiembre de 2008, araíz de un proceso de hábeas corpus, se pronun-ció sobre esta ley, indicando que los magistradosde la justicia militar deben ser personas que no seencuentren en situación de actividad en las fuer-zas armadas y que no pueden procesarse delitoscomunes en este fuero. Posteriormente, en diciem-bre de 2008, el Poder Ejecutivo nombró a los ma-gistrados de la justicia militar policial. En marzode 2009, el Colegio de Abogados de Lima presentó

la demanda de inconstitucionalidad contra la Leyde Organización y Funciones del Fuero Militar-Policial, mientras que en la CIDH se realizó una au-diencia sobre esta materia.

Otro punto que cabe resaltar es la promulga-ción, en noviembre de 2008, de la ley 29777, Ley deCarrera Judicial. Esta norma tiene por objeto la re-gulación del ingreso, permanencia, ascenso y cul-minación del cargo de juez, así como la responsa-bilidad disciplinaria de los magistrados, junto conlos derechos y obligaciones necesarios para el ejer-cicio de la función jurisdiccional.

6.EXPRESIONES ARTÍSTICAS Y CULTURALES

Durante este período, la producción cultural a tra-vés de iniciativas estatales solo se ha traducido através de la exposición Yuyanapaq. Para recordar, quepermanece expuesta en el Museo de la Nación des-de el 2006 –por un período de cinco años– a inicia-tiva de la Defensoría del Pueblo.

En cuanto a las iniciativas privadas, el acon-tecimiento más importante es la exhibición de lapelícula La teta asustada, de Claudia Llosa, que seacerca a través del personaje de Fausta, a las se-cuelas que el conflicto armado interno dejó en lasalud mental de las mujeres. En el 2009, esta cintaha ganado el Oso de Oro y el Premio de la Críticaen el Festival de Cine de Berlín, así como el premioa mejor película y mejor actriz en el Festival deCine de Guadalajara.

También en el ámbito del cine, se destaca Luca-namarca, documental de los directores Carlos Cár-denas y Héctor Gálvez, que narra la muerte de 69

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campesinos en 1983 a manos de Sendero Lumino-so, así como el proceso de exhumación y el aban-dono en que tiene el Estado a esta comunidad.

Se han realizado cuatro exposiciones de arte:Historia gráfica de Lima y sus desastres: muestra de San-tiago Quintanilla en la que presenta un conjuntode imágenes de primeras planas de diarios localesintervenidas con estética de cómic, sobre sucesosviolentos que incluyen al conflicto armado inter-no. Las imágenes exponen los diferentes hechosviolentos vividos en la ciudad en los mismos añosque el artista tiene de vida (1983-2007), incluyen-do los sucesos vinculados al conflicto armado in-terno. Desaparecida: instalación realizada por lapoeta Cecilia Podestá, a partir de la historia deuna poeta desparecida en 1981 en un país imagi-nario gobernado por una dictadura. Memoria delolvido: calle Tarata-16 de junio de 1992: exposición deAna María McCarthy con fotografías y vídeo to-mados a los pocos días de ocurrido el atentado enesta calle de Miraflores, que costó la vida de 30personas. Canuta: Cieneguilla: 27 de junio de 1995:muestra de fotografía y vídeo que recoge la inter-vención artística hecha por Ricardo Wiesse en ellugar donde se enterró clandestinamente a 9 estu-diantes y 1 profesor de la Universidad Nacionalde Educación Enrique Guzmán y Valle.

También destaca la exposición de fotografía Sino vuelvo, búsquenme en Putis, de Domingo Giribaldi,que aborda el drama vivido por los pobladores de

esta comunidad y que se revive hoy a raíz del pro-ceso de exhumación de los restos de sus víctimas.3

En el campo de las obras de teatro, se presentóLos número seis, puesta en escena de Gino LuqueBedregal, que ganó el concurso de dramaturgiaorganizado por el Centro Cultural Peruano Britá-nico y que aborda el tema de la violencia.

Finalmente, en el campo de la investigaciónacadémica, aparecieron dos obras. Contra el sueñode los justos: la literatura peruana ante la violencia políti-ca: Juan Carlos Ubilluz, Alexandra Hibbett y Víc-tor Vich analizan, desde los estudios culturales, elsignificado de las obras literarias que han venidotratando el tema del conflicto armado interno. YViolencia y autoritarismo en el Perú: bajo la sombra deSendero y la dictadura de Fujimori: Jo-Marie Burt ana-liza el conflicto armado interno, su vinculacióncon el deterioro de la democracia y con el autori-tarismo de Sendero Luminoso y Alberto Fujimo-ri. Ambos textos invitan a profundizar nuevosaspectos de la necesaria discusión en torno a lamemoria y el conflicto armado interno en el Perú.

Como se aprecia, es en el mundo de la produc-ción cultural donde más fluye la necesidad de ex-presar y poner en debate las visiones acerca delconflicto armado interno. En parte, porque el artepuede expresar de forma más amplia e inclusivalas distintas visiones, pero también por su capa-cidad de comunicar y albergar las más distintassensibilidades.

3 Véase el Portafolio Gráfico publicado en este número de Memoria.

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Después de releer el poema de Francisco de Que-vedo que le ha servido a Miguel Giusti como fuen-te de inspiración para el título del libro que nospresenta, no puedo evitar expresarles la sensa-ción de desconcierto que el título del poema pro-duce. «La definición del amor» es un título con-tradictorio pues si hay algo más indefinible queel ser, es el sentimiento insondable del amor queQuevedo evoca en su poema. Pero así como elser, el amor también se dice de muchas maneras;de allí su ambigüedad y ambivalencia. El amorreúne lo antagónico, «es hielo abrasador, es fuegohelado... es un descuido que nos da cuidado... uncobarde con nombre de valiente... es un soñadobien, un mal presente». El amor –lo sabemos– esun sentimiento tan bello y tan trágico al mismotiempo que se escurre cuando intentamos definir-lo, no es posible determinarlo. En filosofía sole-mos decir –siguiendo al viejo Aristóteles– quepara definir algo debemos empezar por determi-nar el género próximo al que pertenece lo que es-tamos definiendo, para, desde allí, determinar sudiferencia específica. Pero el amor no tiene ni gé-nero próximo ni diferencia específica definible. Sihay algo que no se puede determinar, es decir, sub-sumir bajo un concepto para hacerse inteligible,entonces lo coherente es afirmar que estamos antealgo indefinible. Si el amor es indetermimable y si

MIGUEL GIUSTI. El soñado bien, el mal presente: rumores de la ética. Lima: Pontificia UniversidadCatólica del Perú, 2008, 246 pp.

además –como al parecer creía Hegel– involucrafusión y diferenciación, reconocimiento y autono-mía, es por definición un indefinible. Pero que seaindefinible no quiere decir que no dejemos de in-tentar nombrarlo para encontrarle sentido y porello solo lo evocamos cuando lo nombramos dediferentes formas.

Miguel Giusti saca de su contexto un verso delpoema de Quevedo para darle título a su últimolibro El soñado bien, el mal presente en el que nos ponede manifiesto desde diversas entradas la tensiónirresoluble que hay entre lo que el ser humanohace de sí y lo que anhela ser, entre aquello a lo queaspira y aquello con lo que tiene que contentarse,entre el bien perdido –o tal vez jamás encontra-do– y el mal banal con el que inexorablemente con-vivimos cotidianamente.

El subtítulo del libro rumores de la ética poseeconnotaciones sugerentes. Los rumores son, comobien señala Miguel Giusti siguiendo las indicacio-nes del Diccionario de la Real Academia Española,«voces que corren en el público». Pero hay vocesque no tienen consistencia y otras que sí la tienen.Cuando Giusti habla de los «rumores de la ética»vuelve a sacar de su contexto, esta vez la defini-ción de la Real Academia Española, para hacerledecir lo que no contempló como significación po-sible. «Rumores de la ética» es una expresión que

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se refiere a aquellas opiniones plausibles que cir-culan en la academia sobre asuntos éticos que nosincumben, pero de las que no se puede llegar atener certeza. Se trata de conjeturas elaboradasfilosóficamente, es decir, de opiniones sustenta-das en razones que las hacen plausibles y por lomismo convincentes. En filosofía práctica asisti-mos en el presente a un debate muy dinámico en-tre una pluralidad de posiciones racionalmentemuy bien estructuradas y sustentadas sobre losgrandes éticos problemas de la convivencia. «¿Esel “reconocimiento” que demandan los gruposculturales contrario a la “justicia distributiva”?,¿es la libertad individual conciliable con los re-querimientos de una vida humana solidaria?, ¿pue-de la tolerancia considerarse verdaderamente unideal moral, o necesita de alguna convicción máspositiva para hacerse comprensible y persuasi-va?» (p. 12). Estas son algunas de las grandes inte-rrogantes que nos plantea el mal presente sobre elcual soñamos el bien ausente para elaborarlo dediversas formas. «Porque –como dice el autor– hasido precisamente la experiencia de la violencia,del dolor, del mal, la que ha motivado en la histo-ria humana, por lo general, la necesidad de recor-dar, de reconstruir la memoria, de buscar el bienque hemos perdido» (p. 109).

Pudiendo el libro estar compuesto de dos par-tes, contiene inevitablementes tres. La primeratrata de lo que deseamos ser, es decir, de la mejormanera de vivir, a partir de una crítica de las di-versas formas de representarnos la vida buenaque se hallan ligadas a la ética del individualismoy de la desintegración social (p. 52) que está a labase del liberalismo actual. El liberalismo –sos-

tiene Giusti en esta parte– es «éticamente inces-tuoso porque se ha acostumbrado a vivir violan-do los principios que le sirven de fundamentoy que le dan legitimidad. [...] los viola por exceso ylos viola también por defecto de sus reformas li-berales» (p. 56).

Necesitamos construir una cultura del reco-nocimiento que sustituya a la cultura del narci-simo. En clave política, de lo que se trataría seríade recrear, tanto en la teoría como en la práctica,y de acuerdo con cada contexto, el modelo repu-blicano de democracia tomando como referentestanto el principio liberal del respecto irrestrictode los derechos individuales como el principiocomunitarista de la importancia «del cultivo delos múltiples vínculos comunitarios entre los se-res humanos» (p. 61) como fundantes de la iden-tidad.

La segunda parte trata de lo que está a la basede la reflexión sobre el bien, es decir, de aquelloque engendra la desmesura, del origen del daño,de aquello que nos rebela, en otras palabras, delmal que se hace patente en la convivencia huma-na. Así, por ejemplo, la situación de pobreza delas grandes mayorías en un mundo como el ac-tual que posee todos los recursos necesarios paraextinguirla y que «es una verdadera violación delos derechos humanos» no tiene su origen en la desi-dia de los pobres, sino en la desmesura «de la acu-mulación originaria y de una igualmente origina-ria relación de desigualdad y de poder» (p. 143).Sin embargo, la lógica de la globalización del ca-pitalismo es la lógica de la acumulación del capi-tal. Por ello, «no solo es injusta la situación o laacumulación originaria, sino que también lo es el

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orden institucional contemporáneo a nivel inter-nacional» que dicha acumulación ha generado yque cada día se hace más evidente que es incapazde resolver las inevitables tensiones y los grandeslitigios que origina.

La tercera parte no vayamos a pensar que, porlas reconocidas simpatías hegelianas de MiguelGiusti, constituye la síntesis esperada. Se tratamás bien de esbozos, retazos, fragmentos sueltosde una potencial futura síntesis. Él la ha titulado«Rumores de reconocimiento», es decir, de «vocesque corren en el público» sobre la necesidad y laexigencia ética que tenemos los seres humanos dereconocer y ser reconocidos como valiosos. El pa-radigma del reconocimiento es un lugar de en-cuentro en el que confluyen tanto la ética de lafelicidad como la ética de la autonomía. En primerlugar, porque el reconocimiento es necesario paradesarrollar y poner en funcionamiento aquellascapacidades que tenemos, razones para valorary; en segundo lugar porque «mientras más exito-sa sea la experiencia del reconocimiento, es decir,mientras más sólidos sean los lazos que unen alindividuo con su comunidad, más posibilidades

tiene él mismo de diferenciarse y de adquirir con-ciencia de su particularidad» (p. 188). Quizá elreconocimiento, más allá del joven Hegel, sea in-determinable como el amor, que es una de susformas. Quizá por ello estemos en la actualidaden un momento en el que las elaboraciones teóri-cas sobre el reconocimiento no dejan de ser aúnun «ruido confuso de voces» –segunda acepción,según el Diccionario de la Real Academia Españo-la de la palabra «rumor»–.

O quizá el reconocimiento y la tolerancia seanformas insuficientes de ensoñar el bien ausente.«La cultura del reconocimiento –sostiene Giusti–necesita, pues, como base una ética de la solidari-dad» (p. 63) y de la participación ciudadana.

Pero para ello debemos aprender a evitar tan-to la desmesura como las polarizaciones y de unavez por todas dejar por sentado que la conviven-cia es el lugar donde inevitablemente se cruzan elmal presente y el soñado bien del que nos hablaMiguel Giusti y del que nos habló hace siglos Fran-cisco de Quevedo.

FIDEL TUBINO

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COLABORADORES

COLABORADORES

JULIÁN BONDER

Magíster en Estudios de Diseño por la Escuela deDiseño de la Universidad de Harvard (EstadosUnidos). Arquitecto por la Universidad de BuenosAires (Argentina). Es profesor asociado deArquitectura en Roger Williams University enRhode Island, (Estados Unidos). Es uno de losprincipales contribuyentes a los debates nacionalese internacionales sobre memoria, espacio y artepúblico, representación y trauma histórico, ydiseño de monumentos y memoriales. Actualmentees director de Julián Bonder and Associates y socioprincipal de Wodiczko & Bonder en Cambridge,Massachusetts (Estados Unidos).

JO-MARIE BURT

Doctora en Ciencia Política por la ColumbiaUniversity. Profesora de Ciencia Política en GeorgeMason University, en Fairfax, Virginia (EstadosUnidos). Es autora de Silencing Civil Society: PoliticalViolence and the Authoritarian State in Peru. Fueinvestigadora para la Comisión de la Verdad yReconciliación del Perú. Actualmente es observadorainternacional para la Oficina en Washington paraAsuntos Latinoamericanos (WOLA) del juicio del expresidente del Perú Alberto Fujimori.

GISELA CÁNEPA

Licenciada en Antropología por la PontificiaUniversidad Católica del Perú (PUCP). Doctora en

Antropología por la Universidad de Chicago,Illinois (Estados Unidos). Actualmente escoordinadora de la Maestría en AntropologíaVisual y profesora asociada en el área deAntropología, Facultad de Ciencias Sociales de laPUCP. Es miembro del Comité Ejecutivo del InstitutoHemisférico de Performance y Política de laUniversidad de Nueva York (Estados Unidos).

JACQUELINE FOWKS

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por laUniversidad de Lima y egresada de la Maestría enCiencias de la Comunicación de la UniversidadNacional Autónoma de México. Autora del libroSuma y resta de la realidad. Medios de comunicación yelecciones generales 2000 en el Perú, editado por laFundación Friedrich Ebert. Actualmente esprofesora asociada de la Pontificia UniversidadCatólica del Perú en la Facultad de Ciencias y Artesde la Comunicación, y en la Facultad de Cienciasde la Comunicación de la Universidad de Lima.

DOMINGO GIRIBALDI

Fotógrafo profesional con más de dieciocho añosde experiencia en el campo de la fotografía do-cumental y periodística. Su cámara ha registradolos acontecimientos más importantes ocurridosen el país en las últimas dos décadas. Desde elretrato político hasta la marcha callejera, la vidacotidiana de los diversos sectores de la ciudad ha

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COLABORADORES

sido capturada por su lente. Sus fotografías hansido expuestas en diversas muestras colectivas yhan sido publicadas en casi todos los mediosimpresos del país.

JOSÉ ALEJANDRO GODOY

Bachiller en Derecho por la Pontificia UniversidadCatólica del Perú. Tiene un diplomado en PeriodismoPolítico y Análisis Cultural por la UniversidadAntonio Ruiz de Montoya. Actualmente esinvestigador del proyecto «Justicia y derechoshumanos en el Perú: asesoría, capacitación yseguimiento para una eficaz judicialización de lasviolaciones de derechos fundamentales» delIDEHPUCP.

DAVID INGRAM

Profesor del Departamento de Filosofía de laUniversidad Loyola de Chicago (Estados Unidos).Sus áreas de especialización son filosofía social,filosofía política, filosofía del derecho, teoríacrítica, filosofía contemporánea alemana yfrancesa. Además de numerosos artículos, cuentacon las siguientes publicaciones: Habermas y ladialéctica de la razón; Teoría crítica y filosofía; Antologíade la teoría crítica: lecturas esenciales; Razón, historia ypolítica; Derechos de grupo: reconciliando la equidad y ladiferencia; entre otros.

IRIS JAVE

Comunicadora social por la Universidad NacionalMayor de San Marcos y egresada de la Maestríaen Ciencia Política de la Pontificia UniversidadCatólica del Perú. Se ha desempeñado comoperiodista en varios diarios y revistas de circu-

lación nacional e internacional. Fue directora decomunicaciones de la Comisión de la Verdad yReconciliación del Perú. Se ha especializado encomunicación política y ha trabajado en variosorganismos del Estado, organizaciones nogubernamentales y organismos de cooperacióninternacional. Actualmente dirige el área deComunicaciones e Impacto Público del IDEHPUCP.

HERNANDO LLANO

Abogado por la Universidad Santiago de Cali, Valle(Colombia). Máster en Estudios Políticos por laPontificia Universidad Javeriana de Bogotá(Colombia). Máster en Comunidades Europeas porla Universidad Pontificia Comillas (España).Doctor en Procesos de Cambio y Transición Políticapor la Universidad Complutense de Madrid(España). Ha publicado numerosos artículos yrealizado ponencias sobre ciencia política,procesos de transición democrática, procesos dereconciliación política, entre otros. Actualmentees profesor de la Pontificia Universidad Javerianade Bogotá (Colombia).

FIDEL TUBINO

Doctor en Filosofía por la Universidad Católica deLovaina (Bélgica). Actual decano de la Facultadde Estudios Generales Letras y profesor principaldel Departamento de Humanidades de la PontificiaUniversidad Católica del Perú (PUCP). Es tambiéncoordinador de la Red Internacional de EstudiosInterculturales (RIDEI). Ha sido coordinador delDoctorado en Filosofía de la PUCP. Miembrofundador de Foro Educativo y experto en educaciónintercultural.

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