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Marcabru y la hoguera de hielo presentaciã“n

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Aquella noche todos había dormido al raso sobre un lecho de paja. Al día siguiente, íbamos de camino a nuestro siguiente castillo: Rocabruna y Rocablanca para actuar como todos los días, ese es nuestro oficio. El Ciego de Cabrera tanteaba con la punta de su bastón el borde de los caminos e iba con la cabeza levantada.

La mayoría del trayecto el ciego y yo fuimos por delante que el Caballero Salvaje y su Oso artista y la Juglaresa, también llamada Soldadera. El Ciego me iba contando un poco nuestra historia: cómo nos conocimos, de dónde soy, nuestro oficio… etc. Durante el trayecto, se dieron cuenta de que el Imitador de Pájaros no estaba por ninguna parte; ¿qué le habrá pasado? o, mejor dicho, ¿por qué huye? Se supone que él ha escapado debido a que no soporta el que su capacidad de hablar con las aves no sea tan bien valorada como debía ser.

Hablamos de cada uno de nuestros compañeros: La Juglaresa lleva con nosotros un montón de tiempo. Su papel es el de tocar la pandereta y bailar; el Caballero Salvaje tenía como trabajo hacer bailar a su oso del infierno y el ciego y yo acompañábamos con bailes y canciones. Antes de embarcarnos en esta “aventura”, habíamos estado en el castillo de Peguera, donde nos acogieron excelentemente, dándonos comida y joyas tras la actuación. También nos dieron un cofre de oro dedicado a mí. Sin embargo no todo fue perfecto, el vizconde de Peguera dijo una frase muy extraña que conmocionó al ciego y lo dejó preocupado.

De repente, el canto de una abubilla consternó por completo al Ciego. Ese canto… era el mismo que hacía el Imitador de Pájaros… mmm sospechoso, quizá nos quiera advertir o quizá sólo quiera marcar nuestra posición para bienes propios… que extraño… De repente el Ciego se preocupó demasiado, como si ya supiese lo que iba a pasar. Me contó que tendría que huir si los hombres del vizconde nos cogen como prisioneros. Tendría que huir pasados los dos castillos, hacia el monasterio de San Fructuoso.

Finalmente, vimos a los caballeros acercándose peligrosamente desde lo lejos y al final cogieron y rodearon a mis amigos mientras yo veía la escena desde un matorral. Después de ver la escena, corrí hasta un pedregal donde descansé un rato largo llorando.

Finalmente, vimos a los caballeros acercándose peligrosamente desde lo lejos y al final cogieron y rodearon a mis amigos mientras yo veía la escena desde un matorral. Después de ver la escena, corrí hasta un pedregal donde descansé un rato largo llorando.

Un hombre se acercó a mí. Era Roque Trotacaminos, un ladrón bueno, al menos eso decía, que en teoría pensaba ayudarme a llegar al monasterio de San Fructuoso. Resulta que él fue el que hizo el canto de la abubilla. Quería avisarme del peligro que corría. Me contó su infancia y yo escuché atento e intrigado. Roque me contó que su vida de pequeño. Su vida era muy modesta, al principio comían lo que sobraba de la mesa del vizconde, gracias a que su madre traía escondida la comida. Ella trabaja en la cocina real. Roque y su familia vivían en la cuadras, en un rincón que la madre procuraba cuidar y limpiar para que, aunque no fuese mucho, su estancia fuera agradable entre las heces de los cerdos y la paja de los caballos. Un día, un vizconde vecino, le regaló al vizconde un caballo muy bueno que el vizconde mal usó de tan manera que casi lo mata de cansancio. Su padre decidió cuidarlo. El caballo venía siempre ensangrentado a la cuadra, porque el vizconde siempre le maltrataba. Su padre y él se encargaban de cuidarlo y limpiarlo tras semejante animalada. Un día decidió llevárselo consigo para salvarle, pero eso hizo que los caballeros reales le persiguieran.

Tras un rato descansando, Roque sacó el tema de la Paloma de Sangre. La Paloma de Sangre anunciaba el comienzo del ataque a los partidarios del Rey Niño, el rey Don Jaime. Por el camino Marcabrú explicó al ladrón que el objetivo primordial de los juglares era el de correr la voz sobre algo, para que la gente lo recordase. Ese era su trabajo, mostrar alabanza a Don Jaime y correr la voz sobre su existencia. Para ello cantaban canciones sobre su historia. Durante este periodo, Marcabrú se quiso responder a unas preguntas a las que no le habían dado solución cuando estaba con El Ciego. Sin embargo todas las respuestas, según Roque, iban a ser respondidas en el monasterio de San Fructuoso. Por otra parte, se descubrió que los amigos y los enemigos del rio estaban en su búsqueda y cuando llegaron al lugar del siniestro, se encontraron al cadáver del oso del infierno muerto en la calzada...

Tras un largo caminar, llegaron a la cabaña del brujo Rastra, una persona muy especial para Roque. El brujo le cuidó desde que era pequeño y le ayudó a afrontar todas las dificultades de la vida cotidiana. Por otra parte también le enseñó el arte del robo. Pararon a comer allí. El brujo contó a Marcabrú la historia del Caballo Florido. Este caballo perteneció durante muchos años al rey Don Pedro, pero en la batalla de Muret el rey quedó herido y el caballo huyó hasta los andares cercanos a su posición, donde fue cuidado suavemente. Al día siguiente, Roque y Marcabrú se dispusieron a alcanzar a la “manada” de ciudadanos que llegaban a la ciudad. Como decía el plan, tendrían que ir disfrazados ya que todo el reino les estaba buscando. Objetivo: Llegar a la ermita.

Cuando consiguieron llegar, un grupo de peregrinos empezaron a rezar y a cantar. Fue ese el momento en el Marcabrú aprovechó para esconderse tras el bosque. De repente, un peregrino denunció a unos guardias la desaparición de un colgante de oro que según él había sido Marcabrú quién se lo había robado y los guardias decidieron buscarle a caballo por el bosque. No tardó mucho en encontrar el pozo y despistar a los soldados. Esperó ansioso la llegada de Roque Trotacaminos, pero nada, no aparecía. Solo se sobresaltó al ver a un hombre que iba a la fiesta del Caballo Florido. Tras un rato hablando con el hombre, vino Roque y sin parar le cogió y le llevó consigo en su caballo.

Al fin llegaron al monasterio. El monasterio era un conjunto de edificios de color terroso cercados por una muralla que tendría la alzada de un hombre y medio. Se encontraron a un fraile que amablemente que les señaló el caminó hasta el monje don Berenguer de Foix. Al llegar a su morada, Roque fue a buscar a algún monje y al rato trajo consigo a uno, que tras una larga conversación, le condujo hasta adentro, después de despedirse de Roque. Los monjes me encerraron en una celda...

Esa noche durmió genial. Nada más despertarse, el monje de ayer le trajo pan y agua, y comió bastante bien. Al terminar, quería intentar escalar la pared para ver si llegaba a la rendija. Pasaba el tiempo tocando el laúd, recordando los viejos tiempos con el Ciego. Un hombre le iba contando noticias a escondidas, se llamaba Arnaldo de Rocablanca. Decía que dentro de pocos días podría salir. Una noticia muy impactante fue la huída del conde de Provenza, Ramón de Berenguerer, que con solo 11 años, se ha escapado. Tras una angustiosa espera el viejecito vino y en vez de darle comida, le dio unos ropajes y le dijo que no tuviera miedo, que ya pasó todo.

Marcabrú es acogido en el monasterio y conoce a Arnaldo, un chico enamorado de la hija del vizconde que quiere hacerse caballero junto con Marcabrú y luchar junto con el rey Jaime. Marcabrú descubre que los nobles le buscan porque es el hijo de Ramón de Trencavel ,que luchó en la cruzada albigense, o de Aicart de Carcasona ,un trovador de este, los cuales, viéndose rodeados por los franceses decidieron poner a salvo a sus hijos recién nacidos mandándolos al sur con su cuidadora, La Soldadera, con un soldado, El Caballero Salvaje y con un trovador ,El Ciego de Cabrera.

El vizconde se entera de que su hija está enamorada de un caballero llamado el Caballero Deshabitado (Arnaldo) y convoca un concurso de juglares y caballeros pidiendo a tal caballero que se presente. Marcabrú y Arnaldo se fugan de distintas formas y deciden encontrarse en dicho concurso. Marcabrú es el ganador de los juglares y el vizconde le pregunta su nombre. Él le dice sin querer que es Marcabrú y cuando el vizconde se propone matar a Marcabrú Arnaldo se presenta fingiendo ser el escudero del Caballero Deshabitado que llega con su señor (llega con un caballo sobre el cual hay una armadura llena de trapos para hacer creer al vizconde que es el caballero.

El vizconde se lanza contra el falso caballero y al chocar con él y caerse se atraviesa con su propia lanza. Marcabrú libera a sus amigos juglares y se entera de que su padre es Aicart de Carcasona. Al final consigue hacer realidad su sueño, ser un auténtico juglar.

FIN.