Maravillas Del Colportaje - Nicolas Chaij

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El presente libro presentará alentadores relatos ofrecerán los siguientes cuatro beneficios: 1. Inspirarán santo entusiasmo y nuevas ideas a los colportores y les ayudarán a perseverar y a tener más éxito en, su divina misión. 2. Proveerán a los directores de buen material de reclutamiento. Porque una experiencia real) contada con brevedad y fervor) puede encender el espíritu misionero en los oyentes más rápidamente que un largo sermón teórico. 3. Proveerán a los pastores ilustraciones para dar vida y fuerza a sus sermones. 4. Animarán a muchos hermanos a consagrar su vida a la sin igual y eficaz obra evangelizadora del colportaje. Dios ha prometido realizar en estos días del fin mayores milagros que los que realizó durante el Pentecostés. Para eso necesita instrumentos consagrados y fervientes. ¿Por qué no puede ser Ud. también uno de ellos?

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  • - ,

    fillJ ~ij@~. alentadores relatos de ~Ivacin

  • NlCOLAS CHAU Autor de El colportor d. bilo

    I:x dlroctor de colportaje de las Divisiones Sudamericana e Interamericana

    MARAvrLLAS DEL

    COLPORTAJE Emocionantes y alentadores

    relatos de salvacin

    PUBUCACIONES INTERAMERICANAS I'l1dlic Press Publishing Association

    MOllnlain View, California 94044 EE. UU. de N. A.

  • Copyright 1973, by Pacific Press Publishing Association

    Spanish-"Wonders 01 the Colporteur Work"

  • Contenido I I J na obra divina .

    .!. (':spcrad milagros!

    11. Cmo ayudan los ngeles .

    ,l. (:olportores que parecen ngeles

    !jo La amante direccin de Dios

    (j. Soarn sueos .

    7. La proteccin celestial

    H. Conversiones rpidas '.

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    30

    44

    50

    62

    72

    82

    9. Triunfos de la verdad. 92

    Milagros que se producen al orar con el cliente 104

    1. Cmo empezaron algunos a colportar . 114

  • Propsito de esta Obra 11 iV /)IA un amigo me pregunt cordialmente: "Esas her-'/m'lIs experiencias de colportaje que Ud. publica, suce-,'('rm/, realmente as como Ud. las cuenta?"

    '.'on la misma franqueza le exPliqu que cada caso de hl' que yo contaba lo haba odo directamente del prota-""nisl.a, lo haba escrito en el acto y haba verificado su saetitud. De esa manera, todos los relatos contados en

    ,',Ir' obra, menos tres o cuatro, son incidentes que recib j, fuente directa; y todos son brillantes ejemPlos del amor , nios y de su gracia salvadora.

    /Jesde el cristalino mar de vidrio, los redimidos canta-,/ht: "Grandes y maravillosas son tus obras, Seor Dios Todopoderoso!" Eso mismo sucede en el colportaje, "gran-It,l' y maravillosas" son las obras que Dios est realizando Itf!diante las publicaciones que anuncian su regreso y me-

    ,liante los mensajeros que las distribuyen. ,as proezas narradas en esta obra, no suce4en todos los . con todos los colportores; han sido seleccionadas a "l. de cuarenta aos de colportaje. I JJ,i c\ lportores que no han tenido experiencias similares

    '1 que van a leer aqu no deben sentirse desanimados, , ,.Imelo que no son buenos obreros o que no tienen el

    "itu Santo. Recuerden que el resultado mayor est en ,'/ ('e'V'cano futuro, y que nuestro honroso privilegio actual 'o ' \'irl(: en apresurar el da en el cual conoceremos todas I,}\ , 'lravillas que el Seor est efectuando ahora.

    "t' obstante, estas experiencias no debieran ser excep-, o, 'O"" s en el bendecido trabajo del colportor, sino frecuen-

    t' ('(nnunes. As acontece con los que salen cada da a '/' ,,,tl)(ljO esperando los milagros de Dios.

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  • Confo que estos alentadores relatos ofrecern los sz-!!,'Ilientes cuatro beneficios:

    1. InsPirarn santo entusiasmo y nuevas ideas a los col-portores) y les ayudarn a perseverar y a tener ms xito en ,su divina misin.

    2. Proveern a los directores de buen material de reclu-tamiento. Porque una experiencia real) contada con bre-vedad y fervor) puede encender el espritu misionero en los oyentes ms rpidamente que un largo sermn terico.

    3. Proveern a los pastores ilustraciones para dar vida y fuerza a sus sermones.

    4. Animarn a muchos hermanos a consagrar su vida a la sin igual y eficaz obra evangelizadora del colportaje.

    Dios ha prometido realizar en estos das del fin mayores milagros que los que realiz durante el Pentecosts. Para eso necesita instrumentos consagrados y fervientes. Por qu no puede ser Ud. tambin uno de ellos?

    Nicols Chaij

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  • 1 Una Obra Divina

    POR QUE la gracia celestial se manifiesta en fonna tan marcada mediante las publicaciones adventistas y los col-portores? Veamos si la respuesta no se halla en los si-guientes dos puntos:

    1. Sen

  • Esa maana, Pea tom un mnibus para ir a su tra-bajo. Despus de algunas cuadras, el bus se detuvo para que subieran otros pasajeros. Entonces Pea pas por un tremendo sobresalto. Vio subir a la misma seora con quien haba soado esa noche. Y lo raro fue que ella lo salud a l, como si lo conociera.

    Despus de sentarse, la seora le pregunt: "Por qu no me da algunos de esos folletos que lleva en su maletn?" Al or este pedido, a Pea se le eriz la piel. Cmo saba esa seora que l llevaba folletos? Le dio algunos a ella y reparti otros entre los pasajeros.

    En seguida de recibirlos, ella le hizo otro pedido, que estremeci an ms a Pea: "V ndame esa Biblia que lle-va all". Quin le dijo a esa seora que l llevaba una Biblia en el maletn?

    Este incidente era ms asombroso an, porque esa ma-ana Pea haba salido a su trabajo, y despus de caminar tres cuadras haba notado que no llevaba la Biblia para la venta, como acostumbraba. Entonces haba regresado a su cuarto, haba puesto la Biblia en su maletn y haba vuelto a salir para tomar el mnibus.

    Con esos extraos sucesos, Pea olvid bajar donde deba, y sigui en el mnibus hasta donde baj la seora. Entonces ella le pidi que fuera hasta su casa para pagarle la Biblia.

    Mientras caminaban juntos, l le habl a la seora acer-ca del amor de Cristo y del perdn del pecado que l nos da. Llena de admiracin, ella le dijo:

    -Qu espritu tiene Ud.! Lo que me est diciendo me conmueve!

    -Bueno -respondi l-, los cristianos vamos acompa-ados por los ngeles de Dios y por el Espritu Santo.

    Entonces ella le cont que era mdium espiritista y que un mal espritu la atacaba continuamente. Y en ese mo-mento repiti las mismas palabras que l haba odo en su sueo: "Necesito que me ayude con sus oraciones a librar-me de unos malos espritus que me atormentan". Y agreg: "Vuelva a visitarme, a ensearme la Biblia y a cantarme algunos de esos cantos que Ud. sabe".

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  • El primer estudio que Pea le' dio fue acerca del estado de los muertos y del espiritismo, que ella acept. Y sigui dndole estudios.

    Casi simultneamente a este caso, Pea tuvo otra bri-llante manifestacin de la gracia de Dios. Vendi varias revistas a un joven bachiller de unos 22 aos de edad, y luego le dijo:

    -Joven, me gustara volver a visitarlo. -Para qu? -Para hablarle de las hermosas promesas de Dios. -No puede ser -respondi el joven-, porque yo soy

    espiritista y tengo otra filosofa. Frente a esta negativa, Pea tuvo este acertado comen-

    tario: -Eso no importa, porque en ese caso, Ud. puede ha-

    blarme de sus ideas. Sorprendido, el joven le pregunt: -Cmo? Su iglesia no le prohbe escuchar a personas

    de otra religin? -De ninguna manera. -Bueno. Entonces venga el mircoles de noche. Ese mircoles, Pea lo escuch por un rato, y luego le

    habl de varias promesas bblicas. Antes de retirarse, el joven le dijo: "Sabe, estoy encantado con lo que Ud. me ha dicho. Por qu no vuelve otro da, para que char-lemos ms?"

    Esas charlas se convirtieron en estudios bblicos. Y ~ste joven y la seora del sueo se bautizaron en un mism~da. Estos triunfos dan sabor a cielo al trabajo del colportor y lo convencen de que esta obra es de Dios.

    El espritu me dice que compre En la ciudad de Manaos, ubicada junto al inmenso Ama-

    zonas, ocurri una experiencia que demuestra la gracia ce-lestial que va con el colportor y le da xito.

    Era un viernes al medioda. Al salir de una reunin, me cruc en la calle con dos colportores que venan muy excitados, porque minutos antes haban tenido una victoria

    9 2-M.D.C.

  • poco comn. Cuando me la contaron, not que ni ellos mismos haban percibido todo su significado.

    Cuando invitaron a cierto seor a encargar sus libros, l les dijo: "Yo no hago nada sin consultar a mi espritu gua. Voy a consultarlo ahora mismo".

    El hombre tom un anillo, lo at con una cinta, y sos-tuvo la cinta del extremo opuesto, de modo que el anillo qued colgando y quieto. Y les dijo: "Ahora voy a pre-guntar a mi gua, si puedo comprar esos libros. Si el anillo queda quieto, quiere decir que no los puedo comprar; si se pone a girar, quiere decir que los puedo comprar".

    Lqego, en alta voz mencion el nombre de su gua y le dijo: "Fulano, estos jvenes me estn ofreciendo estos li-bros. Qu dices t? Son buenos libros? Los puedo com-prar?"

    Los ojos de los colportores estaban fijos en el anillo. Tan pronto como el hombre termin su ltima pregunta, el anillo empez a girar en crculos, y el hombre agreg: "Ven? El espritu me est diciendo que compre los libros. Pueden anotarme".

    Quin era ese espritu gua? Nada menos que un emi-sario de Satans, que engaaba a ese hombre fingiendo ser el espritu de un amigo difunto. Quiere Satans que sus cautivos compren nuestros libros y se libren de su dominio? Todo lo contrario.

    A pesar de su oposicin a Dios, ese invisible mal espritu no pudo resistir el poder superior que obraba con los col-portores. y contra su voluntad, ese espritu recomend a su incauta vctima que comprase esos libros de salvacin. Esto muestra que la obra del colportaje es del- cielo.

    Tendrs que salir Un da, Roque Finco tuvo una seria lucha con el prncipe

    de las tinieblas. En ese tiempo, Finco era subdirector de col-portaje en Paran, Brasil, y estaba ayudando a un colportor.

    Cuando estaba presentando sus libros a una seora, Fin-co mencion el espiritismo. En ese instante, con voz ronca y asustadora, la seora exclam: "Aqu estoy".

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  • Al or esa voz tan rara, Finco sinti que no poda mo-verse y que un calor le suba por todo el cuerpo. En cam-bio, el colportor que iba con l, qued fro y temblando.

    Comprendiendo lo que suceda, Finco or, y haciendo un esfuerzo extendi su brazo hacia su maletn, sac su Biblia, y con autoridad le dijo al mal espritu que dominaba a la seora: "Si aqu ests, tendrs que salir".

    Entonces empez a leer en voz alta el Salmo 91. Antes de terminar la lectura del salmo, la seora recobr la nor-malidad, y con voz natural dijo con alivio: "Ya se fue".

    La orden-promesa que el Seor dio a sus primeros disc-pulos, es tambin para cada colportor: "Echad fuera de-monios; de gracia recibisteis, dad de gracia".

    Estos casos demuestran que el colportaje no ~s una obra humana, sino divina; demuestran que el colportor no va solo, sino que el poder del cielo va con l; demuestran que los ngeles de luz lo acompaan para darle xito en el cum-plimiento de su celestial misin: contribuir a restaurar la justicia de los siglos en el universo de Dios.

    Un lugar peligroso Una alentadora cadena de evidencias de la presencia de

    Dios en su trabajo, tuvo Bienvenido Fortunato cuando col-port en las Minas de Farfn, en la Rep. Dominicana.

    Alguien le aconsej a Fortunato que no fuera a ese apar-tado lugar. "Es un lugar peligroso", le dijeron. Pero el colportor respondi con valenta: "Yo voy en el nombre de Dios, y con l nada es peligroso".

    Al llegar all, Fortunato visit primero la Jefatura de Polica. Y ah el enemigo us al teniente jefe para desani-marlo. Aunque el teniente lo atendi bien, no le compr; y adems le dijo: "Aqu la gente no se interesa en la lec-tura. No le conviene perder tiempo trabajando esta zona".

    Sin embargo, Fortunato no se dej desanimar, y Dios le dio un xito extraordinario, El primer da vendi por valor de 420 dlares, y al fin de esa semana tena ms de 1.700 dlares en pedidos.

    Un da Fortunato visit a una curandera espiritista de

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  • {ama internacional y de mucha clientela. Despus del sa-ludo, ella le dijo:

    -Yo s a qu viene Ud. Anda llevando el bien y la paz a los hogares.

    -Y cmo sabe eso? -pregunt Fortunato. -Yo tengo una luz que me dice todo -le explic ella. Viendo que Dios se le haba adelantado, Fortunato le

    ofreci a esa seora Las bellas histoTias de la Biblia, El con-flicto de los siglos, El guardin de la salud, La clave de la felicidad y El secreto de la dicha conyugal. Y ella no le com-pr ms libros, porque l no le ofreci ms. Despus de la entrega, l le dio algunos estudios.

    Poco despus de su primera entrega, un hombre que le haba comprado El secreto de la dicha conyugal, le dijo a Fortunato: "Ud. ha salvado a mi hogar. Yo haba fraca-sado y ya iba a separarme de mi familia. Ese libro que me vendi, salv a mi hogar". Al contar este caso, Fortunato nos dijo: "Yo pens: qu hermoso es colportar y cuntas alegras nos da! "

    Cuando Fortunato salud a otro seor, este hombre le respondi: "No me llame seor, sino hermano; porque le el folleto Un dilogo con Dios, que Ud. me dej, y decid unirme con Dios y con la Iglesia Adventista".

    En ese lugar, Pedernales, Fortunato organiz una es-cuela sabtica, y poco despus haba all 40 obser-vadores del sbado. El Espritu divino haba hecho una obra gran-de en ese corazn. Ese seor haba sido pastor evanglico en otro tiempo, y ahora era un hombre de buena posicin e influyente. Una noche despert a la una de la madrugada y no pudo seguir durmiendo. Busc el folleto Un dilogo con Dios, lo ley con cuidado, y en ese mismo instante de-cidi.seguir la hermosa luz que acababa de inundar su co-razn.

    Al da siguiente recorri el pueblo, por su cuenta alquil una casa, quit una pared divisoria entre dos cuartos y prepar un saloncito para reuniones. A la entrada de la casa puso un letrero que deca: "Iglesia Adventista". In-vit a la gente y empez a predicarles el mensaje adventista.

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  • Entonces lleg el pastor nuestro, Danilo Rodrguez, y despus de una corta serie de reuniones, bautiz a 25 con-versos, y unos meses despus a otros 10.

    Estas hermosas victorias se hubieran perdido, si el col-portor no hubiera tenido la valenta de ir a ese lugar apa-rentemente peligroso a trabajar con fe, sabiendo que esta obra es de Dios y que l protege y prospera a los que le sirven con amor.

    Un caso singular En la vida del colportor suceden cosas increbles desde

    el punto de vista humano, y explicables slo por la influen-cia divina. As ocurri con el pastor Claudio Ingleton, en Mayagez, Puerto Rico.

    Ingleton visit a un comerciante de buena posicin finan-ciera. Cuando entr a la oficina de ese seor, lo not impre-sionado; al principio con el rostro enrojecido y en seguida plido.

    En ese momento entraron dos jvenes a efectuar una compra, y sealando al pastor, el dueo les dijo: "Vean, jvenes, ste es hombre espiritual. Lo vi entrar, antes que l entrara. Lo vi entrar a l primero, y despus vi entrar su cuerpo".

    Ante esta rara descripcin, los jvenes se pusieron ner-viosos, e Ingleton pidi al dueo que los atendiera a ellos primero. Cuando se fueron, el dueo cerr la puerta de

    . su oficina con llave, y expres su extrao sentir dicindole a " Ingleton:

    -Dgame lo que Ud. quiera, y yo lo har. Nuestro hermano respondi: -Seor Fulano, yo soy ministro de la Iglesia Adventista,

    pero no merezco la reverencia con que me est tratl!lndo. Sin embargo, permtame preguntarle, qu quiso decir con eso de que yo soy un hombre espiritual?

    El seor se explic as: -Yo estaba sentado aqu. Y antes de que Ud. entrara

    fsicamente, yo lo vi entrar en espritu. Vi una sombra con su forma que entr primero, luego lo vi entrar a Ud.

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  • Al or esta explicacin, el colportor qued pasmado. Nunca haba pasado por tal experiencia, y agreg:

    -Seor Fulano, antes de llegar a su oficina, yo or por Ud. y lo que Ud. debe haber visto, sin duda fue el ngel guardin que me acompaa.

    -Debe ser as. Bueno, reverendo, en qu puedo servirle? En ese momento Ingleton le present Las bellas historias

    de la Biblia, y le habl de Cristo y del maravilloso plan de salvacin.

    Entonces ocurri otro incidente extrao. El hombre sa-c su chequera, le mostr a Ingleton su haber de 75.000 dlares en el banco, y dndole la chequera, le hizo este singular pedido:

    -Srvase. Escriba un cheque por la cantidad que Ud. quiera, y yo se lo firmo.

    -No, seor Fulano -respondi el pastor-o La obra vale slo tanto.

    A 10 que el hombre aadi: -Por favor, escriba Ud. el cheque. Yo no soy digno de

    escribirlo. Despus de llenar el cheque, Ingleton le dijo: -Seor Fulano, antes de retirarme, quisiera orar por

    Ud. Despus de la oracin, el hombre exclam: -Jams me he sentido como ahora, con tanta paz y

    tanta felicidad. Y por esto, cunto debo pagarle? -Nada, seor. Esto no se cobra. El pastor Ingleton le pidi que le recomendara algunos

    amigos, y el seor le dio el nombre de cuatro personas. Cuando Ingleton me cont este caso, dijo: "Yo volv a

    mi casa ms feliz de lo que qued ese hombre. Hasta me sent indigno de tanta bendicin y or a Dios pidiendo su perdn". Los cuatro amigos de ese seor tambin compra-ron los libros, y ese hombre empez a asistir a nuestros cultos.

    No demuestra este incidente que esta obra es realmente divina y que Dios est guiando a sus colportores y diri-gentes para darles xito y llevar bendicin a los sinceros?

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  • Le vendi un libro al diablo "Oy Ud. hablar del colportor que le vendi un libro

    al diablo?", me pregunt un da el director cubano Juan Palau. "Cmo es eso?" -respond yo intrigado. Entonces l me cont el siguiente singular acontecimiento.

    El veterano y muy misionero colportor Luis Martnez, estaba trabajando en el Oriente de Cuba. Una tarde lleg a una casa de campo y a travs de la puerta entreabierta, alcanz a ver a muchas personas adentro. Mientras pensaba qu hacer, desde el interior un hombre le hizo seas de que entrara .

    . Una vez adentro, Martnez vio que haba unas veinte personas sentadas. Al frente un hombre de pie, con una expresin rara en su rostro, les estaba hablando. El col-portor no tuvo que esperar mucho. El que estaba de pie detuvo su arenga y le pregunt a Martnez qu quera.

    Con rostro inexpresivo, el hombre oy la presentcin del libro. Al final tom el prospecto, firm y dijo a los dems: "Este es un buen libro'.

    Despus de retirarse, Martnez abri el prospecto para conocer el nombre de su nuevo comprador, y al verlo pens: " Qu curioso! Este hombre tiene el mismo nombre y apellido del general Fulano, el gran prcer cuoano".

    El da de la entrega se despej la incgnita. Martnez encontr al hombre con una expresin natural y agradable. Pero cuando intent entregarle su obra, el hombre le dijo: "Yo no encargu ningn libro". El colportor le mostr el prospecto y su firma, pero qued ms sorprendido cuando el seor le respondi: "Ese no es mi nombre, ni esa es mi letra".

    Cuando Martnez le explic las circunstancias en que l haba firmado, l dijo: "Oh, ahora recuerdo! Aquella tarde estbamos en una sesin espiritista. El espritu de ese general se haba encarnado en m, y l fue quien encarg el libro, no yo". Despus de una pausa, el hombre termin diciendo: "Bueno, en ese caso, no habr problema. Ya que el general encarg el libro, voy a recibirlo". Y pag el importe.

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  • Por la Biblia sabemos que quien se encarn en ese m-dium aquella tarde, no fue el espritu de aquel general cubano, sino uno de los emisarios, de Satans, quien simul ser el general; yen contra de su voluntad, proclam la bon-dad del libro y lo encarg.

    Esta es otra evidencia de que el colportaje es de Dios, de que los colportores son de Dios, y que ni los demonios pueden r.esistir al poder divino que acompaa y ayuda al colportor.

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  • 2 Esperad Milagros!

    SI LOS colportores salieran a su trabajo esperando ms de Dios, haran ms para Dios. Ms fe y mayor fidelidad ayu-daran a vender ms libros y revistas, y ayudaran a ganar ms almas.

    Si al salir cada da a su trabajo, los colportores lo hicie-ran esperando los milagros prometidos por Dios, quedaran fortalecidos al ver los prodigios que el cielo hara por su medio. Luego, esperad milagros! Salid cada da a colpor-tar esperando milagros, y Dios los realizar.

    Las palabras resplandecan Una singular y asombrosa historia ocurri en la isla

    de Vieques, Puerto Rico, con unos libros que resplandecie-ron. Un tiempo despus de este suceso, el director de col-portaje de esa unin, Osear L. Gonzlez, nos dijo: "Al prin-cipio, yo dud de la veracidad de ese relato, hasta que estuve en la isla de Vieques y verifiqu su exactitud".

    La colportora Martina Guadalupe vendi El conflicto de los siglos, El Deseado de todas las gentes y Las bellas historias de la Biblia a un agricultor de unos 35 aos. Cuan-do Martina volvi a cobrar el segundo y ltimo pago, l le comunic algo sobrenatural. Le dijo: "No se lo cont a na-die para que no me tomen por loco. Despus que Ud. me dej los libros, so con ellos. Los vi pasar en procesin ante m, un tomo tras otro; primero cerrados y luego abiertos.

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  • "Y lo raro sucedi cuando empec a leer los libros. Cuan-do fij mis ojos para leer, vi las primeras palabras ilumina-das. Una luz alumbraba las palabras, y esa luz iba bajando de una lnea a otra, a medida que yo avanzaba en la lectura. En una semana le ocho tomos, y durante todo ese tiempo, la luz acompaaba la lectura".

    Entonces l pregunt a la colportora: "Qu le parece, qu significar eso?" La Hna. Martina respondi: "Me pa-rece que ,Dios lo est llamando para que asista a nuestra iglesia y acepte su mensaje".

    Al principio, esa idea no fue del agrado de ese hombre. No obstante, el sbado siguiente asisti a la iglesia con su familia. Al salir del culto le dijo a la colportora: "Hoy ech mi suerte con la Iglesia Adventista, y con la ayuda de Dios, no fumar ms ni tomar ms bebidas alcohlicas". Desde ese da su vida cambi por completo.

    Algunos meses ms tarde tres de sus hijas se bautizaron, y l Y su esposa quedaron preparndose para dar el mismo paso. Mientras tanto, estuvo haciendo circular entre sus vecinos esos libros que haban resplandecido. Prest un to-mo a una seora protestante, que se opona a la fe adven-tista, y cuando la colportora cont este caso, esa seora tambin estaba alistndose para el bautismo.

    Esperad milagros! Salid cada da a colportar esperando milagros, y Dios los realizar.

    Detuvo la lluvia Un modesto colportor nos cont esta reconfortante expe-

    riencia de fe. Mientras el profeta Elas hizo llover, en res-puesta a la oracin de este colportor, Dios detuvo la lluvia.

    Sucedi en Baha, Brasil. El nombre del colportor, Lourivaldo Nascimento. Ese da Lourivaldo baj en pleno campo del mnibus que lo transportaba. Llevaba consigo algunos paquetes de libros para efectuar una entrega. Es-taba nublado y en ese instante empez a llover. Si los li-bros se mojaban, se daaran. Qu hacer? No haba dn-de refugiarse, fuera de Dios.

    Preocupado, Lourivaldo abri su Biblia, le ley un sal-

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  • mo a Dios y a s mismo, y or pidiendo proteccin. El no esperaba que Dios detuviera la lluvia, simplemente le pidi que protegiera los libros.

    Entonces ocurri el asombroso milagro. Despus de la oracin, la lluvia arreci; pero Lourivaldo qued admirado y feliz al ver que llova con ms fuerza a uno y a otro lado de donde l estaba. Llova ms fuerte delante y detrs de l; pero ah donde estaban los libros, quedaba totalmente seco.

    Conmovido por esta rpida respuesta a su oracin, el colportor agradeci a Dios por su oportuna proteccin, y qued en el mismo lugar hasta que escamp. Luego, des-bordando gratitud, fue a entregar sus libros.

    Esperad milagros! Salid cada da a colportar esperando milagros, y Dios los realizar.

    Diez folletos y 25 almas En octubre de, 1962, el estudiante Antenor Santana asisti

    al recital de Los Heraldos del Rey cuando pasaron por Curi-tiba, Brasil. Providencialmente se sent alIado de cierto c91-portor. Por conversar de algo mientras esperaban el comienzo de la funcin, Santana le pregunt al colportor cmo haba conocido la verdad. Entonces oy una de las ms intrigan-tes historias, que al fin. result para l, la ms animadora que jams haba conocido.

    El colportor le cont que tres aos atrs, cierto joven haba estado en Ibait, Estado de Paran, y haba visitado a un anciano agricultor que viva al pie de una colina. Haban hablado de la Biblia, y el jove>;J. hasta haba orado con el hombre, quien haba quedado impresionado.

    Al despedirse, el joven le dijo al agricultor que iba a escalar aquella colina. El hombre lo 'detuvo dicindole: "Espere un momento. Le voy a prestar un pantaln, para que no estropee su buena ropa". El joven acept aquel bondadoso ofrecimiento, hizo su paseo, y a la vuelta, de-volvi agradecido el pantaln y se fue.

    Ms tarde, al revisar el pantaln, el anciano encontr en uno de los bolsillos, diez folletos que hablaban de temas

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  • "'"1 !cOK, dejados por aquel estudiante. Los ley y los fue 1"IHlllldo a sus vecinos. Por esos folletos muchos se interesa-"Olt t:n el mensaje adventista y 25 personas haban sido bau-t.i1.ltdas. "Uno de ellos fui yo", termin explicando el col-portor.

    Mientras el co1portor contaba esa historia, el estudiante senta que su corazn lata con ms fuerza. Al fin le explic al colportor que aquel joven que tres aos antes haba de-jado los folletos en aquel pantaln, era l mismo. En aque-lla vacacin escolar l estaba colportando y en un feriado haba salido a dar aquel paseo.

    He ah el milagro. Un estudio bblico, ms diez folletos dejados silenciosamente en un pantaln, producen 25 con-versos, y uno de ellos est colportando y ganando a otros.

    Esperad milagros! Salid cada da a colportar esperando milagros, y Dios los realizar.

    Los grabados fueron suficientes Cuando Vicente Shand colportaba en Jamaica, ofreci

    el libro Resuelva sus problemas con la Biblia (en ingls) a un agricultor, yel hombre le dijo: "No puedo comprar-lo por dos razones. No s leer y no tengo dinero".

    El colportor respondi: "El Seor proveer el dinero, y los grabados sern suficientes para ayudarle a entender el mensaje. Porque yo quisiera verlo a Ud. salvo en el reino

    . de Dios". Estas palabras tocaron los sentimientos del hombre, y

    , con los ojos humedecidos dijo: "Bueno, voy a procurar". Despus de tomar ese pedido, Shand or con l y se fue.

    Ese agricultor era muy fumador y muy bebedor. El da de la entrega, Shand le explic que para ser un buen cris-tiano deba dejar de fumar y de beber. El hombre respon-di: "Ud. es el nico que me ha hablado al corazn".

    Algunos meses despus, el colportor asisti al congreso de la asociacin. Ah un hombre se le acerc, lo salud efu-sivamente y le dijo: "Hno. Shand, los grabados fueron su-

    .' ficientes. Ahora estoy bautizado en la Iglesia Adventista". Era aquel agricultor.

    20

  • Esperad milagrosl Salid cada da a colportar esperando milagros, y Dios los realizar.

    Encontr un cementerio Armando Silva, de San Pablo, Brasil, nos impresion

    en una asamblea al decir: "Cuando se estaba terminando nuestro territorio, ped al director un nuevo lugar, y al llegar all encontr un cementerio".

    Con esta vigorosa descripcin, Armando se refera ms a la condicin de la iglesia local que a la ciudad. Pero el colportor que tiene vida espiritual, puede hacer revivir hasta a un cementerio.

    Nos dijo que la iglesia de esa ciudad tena un blanco pequeo de almas. Armando le pregunt al pastor:

    -Cmo es eso? Slo veinte almas de blanco? -S -respondi el pastor- y ya estamos en octubre, y

    creo que no alcanzaremos el blanco. -No puede ser, hermano -respondi animadamente

    Armando-. Con la ayuda de Dios, lo alcanzaremos. Vamos a cooperar con Ud.

    Entonces, Armando y su hermano Antonio se pusieron a colportar con todo empeo. Las ventas fueron excelentes, y pronto empezaron a encontrar interesados y a darles es-tudios bblicos de noche. Cuando lleg diciembre fueron bautizados 21 conversos ganados por ellos. Y la iglesia re-vivi.

    Esperad milagros! Salid cada da a colportar esperando. milagros, y Dios los realizar.

    Un abogado eminente He aqu una fascinante y hasta conmovedora historia.

    Un da, en la ciudad de Vitoria, Brasil, el modesto colportor Joaqun Porto visit a un eminente abogado, ministro de finanzas del Estado.

    El abogado discuti con el colportor, sosteniendo que Cristo era tan slo un hombre. El Hno. Porto obr con sa-bidura, no us argumentos humanos. Ms bien le men-cion lo que la Biblia dice de Cristo: l es el Camino, la

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  • Verdad y la Vida, es la Luz verdadera que alumbra a todo ser humano, el Agua viva que satisface la sed del alma, el Pan del cielo que da vida al hombre, el Cordero de Dios que quita nuestro pecado y nos reconcilia con el cielo.

    El abogado sinti el poder de la Palabra de Dios, vio la lgica del colportor, y le compr El conflicto de los siglos y Estudios bblicos.

    El da en que recibi los libros, el abogado cerr su oficina y empez a leer El conflicto. Se olvid de cenar y sigui leyendo toda esa noche. Pas muchos das leyendo el libro, y qued impresionado y con muchos interrogantes.

    Ese abogado no sola orar, pero ahora empez a orar. En una de sus primeras oraciones le dijo a Dios: "Seor, perdname por haber tratado tan mal a ese mensajero tuyo. Mndalo otra vez".

    Varias veces sali a la calle en busca del colportor y no lo encontr. Al fin pens que seguramente no haba sido visitado por un hombre, sino por un ngel.

    Un da, mientras transitaba por una calle, el abogado vio al colportor andando por la acera de en frente. Apresur el paso para alcanzarlo y le pidi que fuera a visitarlo, pues tena muchas preguntas. Esta vez el colportor lo recomend al pastor Enrique Stoehr, entonces presidente de esa misin. El abogado estaba tan vido que vena todas las noches a recibir estudios.

    El Dr. Amrico Coelho lleg a ser un ferviente adven-tista, que ayud mucho a la obra. Por muchos aos, l solo pagaba una estacin de radio para que pasara "A voz da Profeca", como se llama nuestro programa radial en por-tugus. Ese fue otro milagro divino realizado mediante un modesto colportor.

    Esperad milagros! Salid cada da a colportar esperando milagros, y Dios los realizar.

    Un libro que cure mi alma Dios puede efectuar mucho en poco tiempo. As sucedi

    con una joven de Puerto Rico, que apenas pudo colportar una semana, y tuvo que dejar la obra debido a su salud.

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  • En esa sola semana gan a un abogado de fama, a un cons-tructor y a otro matrimonio. Tres milagros en una semana.

    Empez a colportar en San Juan, y cuando present su libro de salud a un conocido abogado, el hombre le dijo con vehemencia:

    -Seorita, lo que yo necesito, no es un libro para curar mi cuerpo, sino un libro que cure mi alma.

    -Tenemos ese libro -contest ella. -Entonces, trigamelo. Cuando ella le llev El Deseado de todas las gentes, l

    le pidi que se lo dejara un da para examinarlo. Aunque los colportores no acostumbran dejar los libros sin cobrar, ella se lo dej. Cuando regres, l abri una gaveta de su escritorio, sac el libro y le dijo con entusiasmo: "Este es el libro que yo necesito". Ella le habl de nuestro mensaje de salvacin. Y sabiendo que no podra seguir colportando, ofreci enviarle la instructora bblica, lo que l acept.

    En poco tiempo el hombre cambi radicalmente. Sus amigos quedaban asombrados, no podan explicarse el fe-nmeno ocurrido en ese abogado, escritor y poeta, antes mundaho y ahora sobrio. Le ofrecan cigarrillos, y l deca: "No, gracias. No fumo ms". Lo invitaban a beber, y l responda: "No, gracias. No bebo ms". Lo invitaban a ir al cine, y l contestaba lo mismo. "Te has vuelto loco?" le preguntaban, y l replicaba: "Al contrario, nunca estuve ms cuerdo que ahora".

    Un da, l le dijo a la instructora bblica: "No me hara un favor? Hace tiempo que mi esposa est separada de m, debido a mi mala vida anterior. No quiere Ud. visitarla y explicarle esto mismo que me est explicando a m? Ella es directora de tal escuela, y all la puede encontrar. Pero no le diga que yo la mand".

    Cuando la instructora visit a la esposa, encontr que haca un ao que ella estaba estudiando la Biblia. "Y estoy orando -le dijo- para que alguien vaya a llevarle el Evan-gelio a mi esposo, no quiere ir Ud.?" Qu maravillas obra el Espritu Santo!

    Esos esposos volvieron a unir sus vidas, y ahora con

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  • Cristo en su corazn y en su hogar, son realmente felices. Un da, despus de una reunin en la Iglesia de Ro Pie-

    dras, mientras el abogado cerraba las ventanas de la iglesia, me dijo: "Quin hubiera dicho que el Dr. Marrero iba a ser dicono para abrir y cerrar las ventanas de la iglesia!"

    La misma semana en que esa col por tora, Hilda Mariani, hall al Dr. Marrero, un constructor le compr unos libros, y ella lo invit a la iglesia. Aun antes de su bautismo, era el que ms diezmo pagaba en la Iglesia de Roosevelt.

    En esos das, otro seor le compr varias revistas, y por su lectura y el estudio que ella le dio, vino a la iglesia y acept la verdad junto con su esposa, que al principio se opona.

    Esperad milagros! Salid cada da a colportar esperando milagros, y Dios los realizar.

    Es tirano Dios? Se nos dice que a muchos intelectuales les agrada ms

    or a una persona sencilla hablarles con naturalidad del amor de Dios, que escuchar a los que alardean de ser sa-bios; y tambin que muchos aceptarn la verdad ms rpi-damente por medio del colportor que mediante otros obre-ros.

    ",El colportor brasileo Jos Garca Negrao ofreci un da un libro de salud a un destacado mdico. A este le pareci impropio que le ofrecieran un libro de uso popular.

    Notando que el colportor era un hombre simple, el m-dico resolvi ponerlo en apuros, para divertirse a sus ex-pensas. As, le dijo: "Voy a hacerle una pregunta que ni los sacerdotes pudieron contestrmela satisfactoriamente. Dgame, saba Dios que el hombre iba a pecar?" COmo la respuesta fue afirmativa, el mdico agreg: "Entonces Dios es un "tirano al exponer al hombre a esa circunstancia. Qu dice Ud.?"

    El colportor respondi: "Doctor, yo soy un hombre sen-cillo que no puedo responder a esa pregunta. Pero tal vez la Biblia tenga alguna respuesta. Aqu en Juan 3:16 dice que Dios am al mundo de tal manera que dio a su Hijo

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  • unignito para salvamos. Entonces Dios no es tirano. Dios es amor".

    Como esta respuesta le pareci incontrovertible, el m-dico le hizo otra, que pensaba que el colportor no podra contestar. Con la misma modestia, el colportor le dijo que l no era capaz de responder, pero que la Biblia tena la respuesta, y ley otro texto de la Biblia. Lo mismo sucedi con una tercera pregunta.

    El mdico sinti la humillacin de verse derrotado por un hombre sin escuela, y se levant para despedirlo. Lo acompa hasta la puerta, pero cuando el colportor iba saliendo, el mdico lo llam y le dijo: "No podra Ud. volver esta noche para estudiar la Biblia- conmigo?"

    Anteriormente un laico adventista instruido haba ha-blado a ese mdico acerca de nuestro mensaje. Sin embargo, aunque el estudio le pareci interesante, el facultativo tena muchas dudas. En cambio, las respuestas del sencillo col-portor lo indujeron a estudiar la Escritura con fe.

    El colportor se alegr por la invitacin. Volvi esa noche y ambos estudiaron la sabidura divina. Con ms estudios, ese mdico, ,el Dr. Galdino Nunes Viera, acept la verdad junto con su familia, y desde entonces ha hecho una valiosa contribucin al progreso de la obra adventista. Coste una escuela misionera, que con el favor de Dios, propici la for-macin de una iglesia, de una escuela y del bautismo de ms de treinta personas. De ellas, algunas llegaron a ser obreros, colportores, profesores y uno contador. Aos des-pus, el hijo del Dr. Nunes fue ordenado al ministerio.

    La humildad, el conocimiento de la Biblia y el favor de Dios pueden alcanzar a muchas almas.

    Esperad milagrosl Salid cada da a colportar esperando milagros, y Dios los realizar.

    Cree Ud. en Cristo? El Dr. Edegar Rodrigues (as se escribe su nombre en

    portugus) era de inclinacin espiritista. Un da, un col-portor le vendi un libro doctrinal y conversaron de reli-gin.

    25 4-M.D.C.

  • El mdico recuerda con admiracin la sutileza del col-portor, al preguntarle: "Doctor, no le gustara que nos reunamos alguna noche para estudiar la Biblia juntos, y aprender el uno del otro?" As, durante un mes tuvieron frecuentes estudios.

    Despus de la partida del colportor, el mdico empez a estudiar el libro. Cuando lleg al captulo del espiritismo, no concord. Cerr el libro y lo guard para no darle ms atencin.

    Ms tarde, cuando el mdico fue alcalde de la ciudad de Alencar, conversando un da con un amigo suyo evan-glico, el mdico le dijo:

    -Yo creo que Satans no existe. -Y Ud. cree en Cristo? -En Cristo, s creo. -Entonces vea lo que Cristo dijo de Satans -y le ley

    Lucas 10:18- "Yo vea a Satans caer del cielo como un rayo". Aqu Cristo lo menciona como un ser real -le ex-plic.

    Desde entonces el Dr. Rodrigues empez a creer en la existencia de Satans. Tom de nuevo el libro que haba archivado para siempre, y lo estudi con ms atencin. Comprendi el mensaje adventista, lo acept y se convirti en un gran misionero. Durante diez aos fue dhector del Hospital Adventista del Pnfigo, que tanto renombre ha trado a la iglesia, por las admirables cm:aciones y la obra generosa que el Dr. Rodrigues realiz all.

    i Esperad milagros! Salid cada da a colportar esperando milagros, y Dios los realizar.

    El premio de la fe Cerca del fin de una vacacin escolar, Carlos Huamn,

    del Per, fue a ayudar a un estudiante que no haba tenido xito. Al llegar, Huamn le pregunt: "En qu ao de estudio se encuentra Ud.?" "En el ltimo de Ministerial", fue la respuesta.

    El director sinti pena que estando al final de su curso de estudio, e~e joven no pudiera volver al colegio, y le dijo:

    26

  • "No cree que Dios puede darle la beca aun esta misma tarde, si l quisiera?" "S, pero no tengo esa esperanza, porque en esta ciudad falta colportar slo dos bancos pe-queos y un comercio".

    Como era da de carnaval y de agua, apenas muy de tardecita pudieron salir a trabajar. Fueron a ese comercio, pero el dueo no se interes en los libros. Entonces Hua-mn guard el prospecto y le habl de la educacin integral de nuestro colegio. El comerciante escuch con atencin, y despus de pensar un momento, pregunt: "Cunto cuestan los estudios de un alumno durante un ao?"

    Cuando Huamn le dio la respuesta, el comerciante agre-g: "Qu le parece si ahora le doy la mitad, ya mediados del ao le mando la otra mitad? y Ud. elija al alumno que quiera para pagarle los estudios".

    Esa rpida respuesta de Dios fue mayor de lo que aun el mismo director esperaba. Ese comerciante les dio el pri-mer cheque, y sigui pagando todos los gastos de ese estu-diante hasta el fin del ao escolar.

    Esperad milagros! Salid cada da a colportar esperando milagros, y Dios los realizar.

    Cmo vendieron por valor de 74 becas Los milagros de Dios, no slo se ven en las conversiones,

    sino tambin en las ventas. Dios quisiera que cada alma de este mundo comprara nuestros libros y revistas, y que cada alma se convirtiera. No obstante, son pocos los que entran por la puerta estrecha.

    En 1959, dos estudiantes, Darc Borba y Enrique Berg, trabajando juntos en algunas industrias del sur de Brasil, hicieron en cinco semanas una enorme venta, cuya ganancia equivali a 22 becas del Colegio de San Pablo.

    El colportor paulista Lauro Lehr, acompaado del sub-director Ermelindo Masson, haciendo presentaciones colec-tivas en un cuartel del ejrcito, vendi 340 libros grandes en un solo da.

    Una maestra de Puerto Rico, la Sra. Ellen Mattison, en 1969 vendi por valor de 14.200 dlares en apenas cinco

    27

  • semanas, trabajando slo de noche, despus de sus horas de clase. Al mismo tiempo dio 158 estudios bblicos, inscribi a 109 personas en el curso bblico, or con 94 clientes, re-conquist para Cristo a tres ex adventistas, uno de ellos mdico, y organiz una clase bblica. Una obra titnica!

    Pero la mayor hazaa que yo conozca en la venta de nuestras publicaciones, fue realizada por cuatro estudiantes chilenos en 1961. En apenas seis semanas de trabajo vendie-ron por valor de 74 becas de su colegio, dejaron a tres fa-milias guardando el sbado y llevaron consigo al colegio a siete alumnos.

    Veamos cmo realizaron esa proeza. Los cuatro colpor-tores fueron designados para colportar en la gigantesca mina de cobre de Chuquicamata, la mayor del mundo. An-tes de ir all, su hbil director de colporta je, Sergio Morales, consigui una valiosa recomendacin del presidente de la Confederacin de Mineros de Chile, que resida en la capi-tal.

    El Hno. Morales haba investigado y llegado a saber muchas cosas buenas acerca de ese hombre. Antes de pedir su recomendacin, lo felicit por un reciente xito en un ajuste de sueldo para los obreros. El hombre respondiq: "Estoy agradecido por sus palabras de aprecio. A esta ofi-cina slo llegan personas con problemas. Sus palabras me han hecho mucho bien".

    Cuando el Hno. Morales le ofreci El nuevo tratado m-dico y El conflicto de los siglos, el presidente los compr sin vacilar. Entonces le explicaron el plan de los cuatro estudiantes de ir a Chuquicamata a ofrecer esos libros. y le dijeron: "No conocemos a nadie all, ni sabemos dn-de alojamos, ni a quin pedir el descuento por planilla. Sin duda Ud. podr recomendamos al presidente del sin-dicato de aquella mina, para que nos oriente". Entonces el seor pidi al Hno. Morales que l mismo dictara la carta de recomendacin a su secretaria y l la firm.

    Lo que lograron con esa cua suena a fbula. Con-siguieron alojamiento gratis por dos meses para los cuatro estudiantes, comida gratis por un mes, a pesar de que lo

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  • mximo que daba la compaa era por tres das. Consi-guieron descuento por planilla en dos cuotas, un auto y un chofer gratis para llevarlos a todos los departamentos de la extensa mina, una oficina y un empleado para ha-cerles las planillas de los compradores.

    Esos estudiantes no vendieron ms, porque no haban llevado ms libros, y el tiempo no daba para pedir otros.

    Adems de esa tremenda venta, predicaron por medio de la radio de la mina y desde el plpito, y dieron estudios bblicos individuales. As, adems de las 74 becas, ganaron a tres familias para la verdad y a siete alumnos para el co-legio.

    Esperad milagros! Salid cada da a colportar esperando milagros, y Dios los realizar.

    Conclusin Jess asegur: "El que en m cree, las obras que yo

    hago, l las har tambin; y aun mayores har, porque yo voy al Padre" (Juan 14:22).

    "Muchos que estn calificados para hacer una obra ex-celente, hacen poco, porque slo intentan poco... Una razn de ello es la baja estima en que se tienen. Cristo pag un precio infinito por nosotros, y desea que nos valo-remos de acuerdo al precio que l pag" (Servicio cristiano, pg. 295).

    Por lo tanto, esperad milagros! Salid cada da a col-portar esperando milagros, y Dios los realizar.

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  • 3 Cmo Ayudan los Angeles

    LA MAS preciosa experiencia del colportor, su mayor ga-lardn y su mayor felicidad, estn en la reconfortante pre-sencia de Dios con l, sin la cual no alcanzara xito real y permanente.

    El colportor goza de este envidiable privilegio de tra-bajar con Dios y de sentir que Dios trabaja con l. A los que salen en su nombre, Jess prometi su todopoderosa presencia, al decir: "Yo estoy con vosotros todos los das, hasta el fin del mundo".

    Esa maravillosa presencia se manifiesta mediante los "ngeles, poderosos en fortaleza" (Salmo 103:20) , que alien-tan e iluminan al fiel colportor, lo protegen en su sagrado trabajo y le dan verdadero xito.

    Oy cantar al ngel El siguiente caso es una de las ms hermosas e inolvida-

    bles apariciones angelicales. Sucedi en el Estado de Goias, Brasil, en la zona del ro Caiap que desemboca en el gran Araguaia. All cerca haba una mina de diamante, pero el Seor tena otros diamantes ms valiosos que extraer.

    Un viernes de tarde, desde el interior de su casa en esa regin, un hombre oy un herm~so canto, nuevo para l, una meloda tan bella y encantadora como nunca antes haba odo en su vida. Al prestar ms atencin not que no era una sola persona la que cantaba. Tan cautivante era el canto que sali a ver quines estaban cantando.

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  • Desde la puerta de su casa en el valle, vio que dos des-conocidos descendan la colina cantando juntos. Como ve-nan hacia su casa, qued afuera esperndolos, mientras contemplaba su atrayente aspecto y los escuchaba delei-tado. Los sigui con la vista hasta que entraron en un bos-quecillo que terminaba exactamente frente a su casa.

    Uno de los que cantaban era el colportor Antonio Mi-randa. Tan feliz se senta en su divino trabajo, que vena cantando en alta voz el himno "Seja o cora~ao alegre", que en espaol es el himno 460 y que empieza diciendo: "Co-razones siempre alegres". Miranda cantaba sin saber que su ngel lo estaba acompaando en su canto y en su feli-cidad.

    Cuando Miranda termin de atravesar ese bosque, sa-lud al seor que lo estaba esperando frente a su casa, quien inmediatamente le dirigi esa pregunta que tantos col por-tores han odo:

    -Dnde ,est su compaero? -Yo vengo solo -contest Miranda. -No puede ser. Yo los vi a los dos bajando juntos la

    colina hasta que entraron en el bosque, y tambin les o cantar ese canto tan bonito.

    En seguida Miranda comprendi y le dio al admirado vecino, la siguiente explicacin:

    -Ud. ha tenido hoy un gran privilegio. Vio al ngel que me acompaa en mi trabajo y hasta lo oy cantar.

    -Ser posible? -exclam el hombre impresionado, y lo invit a su casa.

    Miranda le ley el Salmo 34:7, y cuando le present sus libros, el hombre los encarg sin vacilar. Haba otros dos vecinos cerca. El colportor tuvo tiempo, antes de la puesta del sol, de;visitarlos, tomar sus pedidos y volver a hospe-darse en la primera de esas tres casas.

    Ese sbado Miranda)o pas estudiando la Biblia con esas tres entusiasmadas familias. Cuando volvi a entregar los libros, les dio otros ,estudios. Cuatro aos despus, las tres familias fueron bautizadas por el pastor Pablo Seidl, entonces presidente de esa misin.

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  • En esa ocasin, Antonio Xavier Rodrigues, el hombre que vio al ngel, le cont emocionado esa experiencia al pastor Seidl, y le dijo: "Ese da yo tuve un gran privilegio. Vi al ngel del Seor y lo o cantar".

    Entre dos ngeles En los ocho meses que Joselito Tertulin colport en la

    Repblica Dominicana, gan a diez almas y dej a otras 17 personas guardando el sbado.

    Una de sus ms hermosas experiencias ocurri un do-mingo. Contrariamente a su costumbre, ese da Tertulin sali al trabajo llevando consigo una Biblia para la venta. Mientras se acercaba a su territorio, iba pensando: "Por qu traje esta Biblia conmigo? A quin se la voy a ofre-cer?"

    En la primer,a casa que visit, Tertulin dijo a la seora que 10 atendi: "Seora, no necesita Ud. una Biblia?" Por qu ofreci esa Biblia en esa desacostumbrada forma negativa? Al or esa pregunta, la seora mir al colportor con visible sorpresa, y casi confundida contest: "S".

    El caso pareca sin trascendencia, pero una semana ms tarde, esa seora le cont a una vecina adventista, y sta se lo comunic al colportor: "La noche anterior a la visita de ese joven, yo so con l. Vi que se acercaba hacia mi casa caminando entre dos jvenes bien parecidos, vestidos de blanco. La ropa de ellos resplandeca, y esa luz rodeaba tambin a ese joven. Al llegar cerca de m, me pregunt: 'Seora, no necesita Ud. una Biblia?' Y despus qu se la compr, en el sueo me dijo: 'Convirtase pronto, por-que la hora del juicio ha llegado' ".

    Esa seora nunca antes haba ledo la Biblia, y no co-noca el texto apocalptico, "la hora del juicio, es venida". No obstante, oy esas palabras en su sueo y las record. Ella fue una de las 17 personas que quedaron guardando el sbado y preparndose para unirse a la iglesia.

    No hay experiencia ms tonificante en la vida que tra-bajar en compaa de Dios y ganar almas para su reinol Ojal que ms personas se dedicasen a esta obra.

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  • Un ngel les da xito Gustavo Penagos y su compaero fueron a colportar al

    pueblo de Pitalito, en el Departamento de Huila, Colombia. ljIaca slo cuatro meses que Penagos colportaba, y esa ma-'ana se senta nervioso por ser la primera vez que iba a visitar a las autoridades.

    Primero fueron a visitar al jefe de polica. Cuando se acercaban al cuartel, vieron en la puerta a un cabo y a cinco policas. Los dos colportores se extraaron de que tan pronto como el cabo los vio, entr con sus compaeros al cuartel.

    Al llegar los colportores vieron adentro, en un l:v-go corredor, a unos veinte policas sentados y de mucha jarana. Cuando entraron, los policas guardaron inmediato silencio. Como si grandes personajes hubieran llegado, se pusieron de pie y quedaron mirndolos fijamente.

    Con cierta aprensin, Penagos pens: "Iremos a tener problemas?" Caminaron entre la doble fila de poli-cas hasta el fin del corredor, donde estaba el cabo espe-rndolos, tambin de pie. Cuando pidieron la entrevista con el comandante, por un momento el cabo qued mi-rndolos en silencio, y despus les pregunt:

    -y ese otro seor vestido de blanco que vena con Uds., dnde qued?

    -Nosotros venimos los dos solos -explic Penagos. -No. Yo vi a otro hombre con Uds. y los soldados tam-

    bin lo vieron. Sin comentar ms, el cabo los llev ante el comandante,

    que encarg los libros en seguida. Y el cabo hizo lo mismo. Al salir del cuartel, el compaero de Penagos le dijo:

    "Ese tercer hombre vestido de blanco que vieron los sol-dados, debe haber sido el ngel que nos acompaa". Ante esta explicacin, Penagos sinti tanta emocin que casi le brotan las lgrimas. Al mismo tiempo se sinti con ms nimo y seguridad que nunca.

    En la alcalda tuvieron otra experiencia nueva para ellos: El jefe de polica les haba dicho que el alcalde nunca

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  • compraba libros de nadie. Sin embargo, los encarg sin vacilar. Y en la alcalda, uno tras otro, todos solicitaron los libros.

    En seguida visitaron a un comerciante. Despus de ano-tar su pedido le preguntaron por el vecino. Y l les asegur enfticamente que ese vecino no les comprara, por ser ateo. No obstante, ese hombre tambin cedi al poder que les acompaaba.

    El da de la entrega, este hombre les dijo: "Yo nunca compro libros. Ni aun de mi padre los comprara. Qu me hicieron Uds. aquel da para que yo se los comprara?" Penagos respondi: "Estos libros explican el gran plan de salvacin y lo que Dios pide de Ud.". "Bueno, entonces los voy a leer", les asegur l.

    Aquel da, esos colportores hicieron la mayor venta de su vida. No tomaron ms que 19 pedidos, porque no pu-dieron visitar a ms personas, y todos fueron entregados. Ese es el feliz resultado cuando el colportor trabaja con la fortaleza angelical.

    El da de mayor venta En una de esas hermosas asambleas anuales de colpor-

    taje, Elas Mora nos cont una singular experiencia que le dio el da de mayor xito de su vida.

    Mora estaba colportando en Talcahuano, Chile, con el libro La mayor conquista de la vida. Haba trabajado al-gunos das junto con su compaero, y ahora iba solo, mien-tras el otro colportor trabajaba en la base naval.

    Mora llam a un bonito chalet, y la seora de la casa, en vez de salir por el frente a atenderlo, se asom por una puerta lateral. Cuando Mora lleg hasta donde la seora lo esperaba', ella le pregunt:

    -Y su compaero, dnde qued? Cndidamente, Mora respondi: -Est trabajando en la base naval. La seora lo mir un momento en silencio y compren-

    diendo, ella misma respondi a su propia pregunta dicien-do:

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  • -No, no es eso lo que estoy preguntando. Ahora me doy cuenta de que quien vena con Ud. era un ngel. Los ngeles les acompaan a Uds.

    -Bueno, es verdad -admiti Mora emocionado-o Como traigo un mensaje del cielo para Ud. un ngel de Dios va conmigo.

    Despus, Mora sac el prospecto y quiso presentarle su' libro] pero ella lo interrumpi diciendo: "No necesita ex-plicarme el libro. Trigamelo". Y lo invit a entrar a la sala. Ah Mora le explic que l era adventista y lo que eso significaba. Or con la seora y la invit a la' iglesia.

    Al contar esta experiencia, Mora agreg: "Al saber que un ngel del cielo me acompaaba, me sent tan fortalecido que ese fue el da de mayor venta de mi vida".

    Quin era ese hombre? "De muchas maneras ayuda Dios al que se dedica de

    todo corazn a su obra", nos dijo Segundo Gerena, de qo-lombia. Estaba desbordante de gozo, porque ese ao Dios le haba ayudado a ganar a cinco personas para Cristo. Entonces nos cont el siguiente alentador episodio de su trabajo.

    Estaba colportando en el pueblo de San Jos. De ah a Medelln corra un solo tren al da, a primera hora de la tarde. Si l intentaba visitar todas las casas de ese pueblo, perdera ese tren de regteso. Al fin decidi quedar y visitar cada hogar.

    Ese da termin su trabajo tarde, y no habiendo otra alternativa, decidi pasar la noche en la estacin del ferro-carril. Lleg cansado y con hambre. Estaba oscuro y ya se senta el fro nocturno de la altura. U sando su maletn de almohada, se acost en un banco de la estacin.

    A eso de las diez de la noche, Gerena oy que se acer-caba un tren de carga en direccin a Medelln, pero l saba que no paraba en esa estacin. Oy el estrpito del tren, cuyo paso hizo retemblar la estacin, pero no le prest atencin. Sin embargo, en seguida oy que despus de ale-jarse, el tren frenaba bruscamente y retroceda hacia la es-

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  • tacin. Entonces uno de los maquinistas baj con un farol en la mano, busc por toda la pequea estacin, y al ver a Gerena acostado, le pregunt excitado:

    -Quin era ese hombre que con una linterna roja nos hizo seal de parar?

    -No s -respondi el colportor. -Ud. no vio a alguien por aqu? -insisti el maqui-

    nista. -No. Yo no vi a nadie. Entonces el conductor le explic: "Nosotros vimos a

    un hombre alto, vestido de manto, que con una linterna roja nos hizo seal de parar. Y lo ms raro fue que despus de pasar la estacin, el tren empez a frenar de por s y a parar solo".

    P9r entonces Gerena se haba incorporado. El hombre le pregunt qu haca l ah a esa hora. Y aunque no les era permitido llevar pasajeros, lo invit a viajar con ellos.

    Una vez arriba, Gerena not que todos estaban impre-sionados. Volvieron a contarle el caso del extrao hombre vestido de manto, lo de la luz roja, y la misteriosa frenada del tren.

    Gerena les explic a los asustados conductores que l era misionero adventista, y que "el ngel de Jehov acampa alrededor de los que le temen, y los defiende".

    Uno de ellos le pregunt: "Cmo puedo conseguir una Biblia?" "Aqu la tiene" contest l, y le vendi ese ejemplar extra que llevaba. "Trigame dos para m", le pidi el otro maquinista.

    y mientras el tren segua su viaje, llevando consigo al colportor y a su ngel, Gerena les dio un largo estudio bblico y los invit a nuestra iglesia. Y los dos hombres asistieron.

    No poda hablar Despus de haber colportado un tiempo en Veracruz,

    Mxico, Lorenzo Morales dej la obra. Entonces tuvo un sueo que lo perturb. Vio que el mundo entraba en el

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  • tiempo de angustia, que se desataba una gran tempestad y que mucha gente mora. En la siguiente noche tuvo otro sueo, durante el cual oy una voz que le dijo: "El reino de Dios est cerca. Debes seguir colportando".

    Cuando se reintegr al colportaje, fue con su compaero a visitar primero al jefe de polica. Al entrar en la jefatura, qued sorprendido de que los guardias le rindieran respeto ponindose de pie. Sin reparo, el jefe compr los libros. Cuando Morales le pidi autorizacin para visitar a los subalternos, el jefe no respondi. Guard un largo silencio. El colportor repiti su pedido, y el jefe pareca que no poda hablar. Al fin respondi:

    -Bueno, les voy a dar permiso. Pero antes dgame: Quines venan con Uds. cuando entraron en mi oficina?

    -Pues, nadie vena con nosotros -respondi Morales. Pero el jefe insisti:

    -Yo vi a dos hombres vestidos de blanco, que venan con Uds,. Quines eran? Dnde quedaron?

    -Esos son los ngeles de Dios, que nos acompaan -ex-plic Morales.

    Otra vez el jefe qued sin poder hablar. Cuando se re-puso, les dijo: "Bueno, pueden visitar a los dems".

    Qu hombre tan atrayente! Cerca de Ro de ]aneiro, Walter Silva entreg el libro

    Avenidas da Sade [Los caminos de la salud] y la Biblia a un comprador, en presencia de la esposa. Despus de co-brar el importe, Walter tom una de las revistas que le haba entregado, les seal un artculo y les habl de la fe.

    Desde la ventana de la sala se vea un cementerio. Mi-rando en esa direccin, les dijo: "Los cristianos tenemos una gran esperanza. Aunque tengamos que bajar a la sepul-tura, Dios nos dar de nuevo la vida, si ahora aceptamos a Cristo".

    Entonces Walter or con ellos, y al terminar la oracin tuvo la experiencia ms emotiva de su vida. En ese mo-mento, la seora mir hacia el colportor y vivamente con-movida, le dijo: "Sr. Walter. Quin es ese hombre tan

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  • hermoso que est detrs de Ud.? Qu hombre tan atra-yente, seor Walter! Qu cabello tan bonito tiene! Qu mangas tan anchas viste!" Y con los ojos humedecidos por la emocin, agreg: "Nunca vi a una persona tan her-mosal"

    W alter tambin qued 'conmovido. Mir detrs de s, pero no vio a nadie. No obstante, le explic a la exci-tada seora y a su esposo que el ngel de Dios acompaa a los que trabajan para l.

    Dnde est su iglesia? El dueo de una barraca de lana le encarg a Pedro

    Marcelli, el libro Fuerza y salud y la Biblia. Esto ocurri en Baha Blanca, Argentina.

    Marcelli fue a entregar el libro a la casa particular de este hombre. Cuando llam, sali a recibirlo la seora. Al verlo, se adelant hacia l con alegra y le pregunt: "Es Ud. el hombre de los libros?" Marcelli respondi afir-mativamente y quiso abrir su maletn para entregrselos. Pero ella lo detuvo dicindole:

    -Un momento. Antes de darme los libros, dgame una cosa, pero dgamela con sinceridad. Quin era ese hom-bre que estaba a su lado cuando yo abr la puerta?

    -Seora, yo no vi a nadie. -Cuando abr la puerta -sigui diciendo ella-, vi a su

    lado a un hombre alto, elegante como nunca he visto en mi vida. De qu religin es Ud.?

    -Soy adventista del sptimo da. -Ah! Entonces ya s quin estaba con Ud. -asever

    ella. Reaccionando, Marcelli.le dijo: -Bueno, Ud. sabe que los ngeles acompaan a los que

    hacen la obra de Dios. -As debe ser -asinti ella-o El hombre que yo vi debe

    haber sido un ngel. Dnde est su iglesia? Marcelli le dio la direccin, y cuando le entreg el libro

    y la Biblia, la seora no prest mayor' atencin al libro.

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  • Tom la Biblia, la abraz, y exclam con alegra: "Este es el libro que yo quera tener".

    Los vi a los seis Era antes de Navidad. En el norte de Mxico, dos col-

    portores estaban haciendo su ultima entrega de ese ao, acompaados por el subdirector Rafael Grajeda. Los col-portores eran Eduardo Loera y Macario Tarango. La en-trega se desarrollaba con excelente xito. Empezaron el lunes, siguieron el martes y mircoles, yendo siempre los tres juntos.

    Poco antes del medioda del mircoles, estaban los tres colportores frente a un puesto de fruta, apagando su sed con algunas naranjas, cuando pas un profesor de musica, a, quien dos das antes le haban entregado sus libros. Al verlos, el profesor se detuvo, los salud sonriente, y les dijo: "Saben? Ayer los vi a Uds. seis andando juntos muy felices" .

    Uno de los colportores le contest: "Nosotros somos tres solamente". "No -insisti enfticamente el profesor-, yo los vi andando en grupo. Uds. eran seis, y se vean muy bien".

    Los colportores recordaron entonces las palabras: "A sus ngeles mandar acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos". Esta es otra evidencia de que nada menos que los ngeles de luz acompaan a los colportores, y por alguna razn, a veces se hacen visibles a ciertos ojos.

    Un colportor ve a su ngel Este es un caso unico. Haca apenas cuatro meses que

    J esus Velazco estaba colportando, cuando tuvo la sin igual ocasin de ver l mismo a su ngel acompaante y de orlo hablarle. Ocurri en Cali, Colombia.

    Una maana, antes de empezar su trabajo, Velazco se detuvo a orar en la esquina prxima de donde iba a em-pezar su trabajo del da. Mientras oraba, sinti que una mano se posaba sobre su hombro. Al mirar vio a una per-sona alta, de un aspecto tan atrayente como nunca haba

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  • visto antes, que le dijo: "Ud. est orando a nuestro Seor. El nunca lo desamparar".

    Despus de decir estas animadoras palabras, el descono-cido se retir. Cuando Velazco se repuso de la sorpresa y la admiracin, mir para ver quin sera ese personaje, y no lo vio ms.

    Mientras pensaba en esa extraa experiencia, sigui hasta la casa donde iba a empezar su trabajo, sin saber que le esperaba otra maravilla. Despus de llamar, sali una seora con una taza de caf en la mano. Evidentemente se haba levantado del desayuno para atenderlo. Cuando vio a Velazco, la seora se sobresalt tanto, que se le cay la taza que traa en la mano y se quebr.

    Entonces ella se asom y mir por la calle; primero hacia la derecha, luego hacia la izquierda; y al no ver a nadie, le dirigi a Velazco la pregunta de siempre:

    -A dnde se fue su compaero? -Qu compaero, seora? -pregunt Velazco. -Ese hombre vestido de manto que vena con Ud. y sih esperar 'respuesta, invit a Velazco a entrar. Lla-

    m a su esposo, y en su presencia le dijo al colportor: -Lo ms pronto que pueda, trigame una Biblia. -Pero, seora! Quin le dijo que yo vendo libros?

    -pregunt el colportor. Entonces ella le revel el misterio, al decirle: "Anoche

    so con Ud. Lo vi caminando hacia mi casa, acompaado de un hombre alto, atrayente, vestido de un largo manto. Ud. vena hablando animadamente con l, mostrndole unos libros que lleva en ese maletn".

    Qu grande es la gracia que Dios manifiesta hacia los colportores y las almas! Ese personaje le dijo al colportor: "El Seor nunca lo desamparar". Y el salmista agrega: "Ninguno de cuantos esperan en ti ser confundido" (Sal-mo 25:3).

    Una lucha entre dos ,ngeles

    Escasa idea tenemos de la lucha real que se libra entre los ngeles cados y los ngeles de luz. A veces se descorre

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  • ligeramente el velo y percibimos una vislumbre de esa lu-cha, como en el siguiente caso extraordinario ocurrido en el Uruguay.

    En la ciudad de Florida un colportor haba encontrado un grupo de espiritistas que se interesaron en la verdad. Debido a que l fue trasladado a otro lugar, el director de colportaje mismo sigui atendiendo a esos interesados.

    En la primera ocasin en q~e el director los visit, el jefe espiritista lo invit a que les hablara en su sesin noc-turna. Ese da ocurrieron cuatro claras evidencias de la gracia de Dios.

    Primera evidencia. Cuando el director fue a preparar el estudio para esa noche, or a Dios y recibi inmediata respuesta. El dir,ector estaba todava en oracin, cuando vino a su mente con inusitada claridad, todo el tema que convena presentar. Vio el comienzo del estudio, sus di-versas partes y la forma de presentar a Cristo dentro del tema. As, antes de levantarse de la oracin, agradeci a Dios por su rpida respuesta. Pareca que esa noche algo grande iba a suceder.

    Ese director nunca haba asistido a una sesin espiri-tista, y estaba curioso pero tranquilo, porque confiaba en que los malos espritus nada podran hacer en presencia de un hijo de Dios y de su ngel.

    Cuando el director lleg a la sesin, encontr en un cuarto a media luz, unas veinte personas, sentadas en crcu-lo contra la pared, y el jefe sentado frente a ellas, detrs de una mesa.

    Segunda evidencia. La sesin empez en seguida. El jefe ley media pgina de un libro espiritista e hizo una invocacin llamando a los espritus. Pero ninguno res-pondi. Volvi a leer otro prrafo de su libro y a llamar con ms fervor a los espritus. Repiti esas tentativas du-rante unos veinte minutos, sin que nada "visible" suce-diera.

    Durante todo ese tiempo, el director estaba orando en silencio por esas almas engaadas. Por fin, visiblemente defraudado, el jefe espiritista cerr su libro, lo arroj ner-

    41 6-M.D.C.

  • viosamente sobre la mesa, e invit al director a hablar. As, no hubo ninguna manifestacin de los malos espri-tus.

    Tercera evidencia. En ese momento el director sinti' el poder de Dios en s mismo y en los dems. Sucedi algo notable. Mientras l presentaba el estudio, sinti una cla-ridad mental y una libertad de exposicin, que no le eran naturales y que nunca haba experimentado antes. Y los oyentes se vean sumamente atentos, vidamente interesa-dos, a tal punto que cuando termin el estudio, el jefe le dijo con vehemencia: "Cmo? No nos habla ms? Siga, que queremos conocer ms de la verdad". Entonces el di-rector les dio un segundo estudio improvisado.

    Cuarta evidencia. Cuando el director volvi a su casa al da siguiente, la esposa le pregunt:

    -Dnde estuviste anoche, a eso de las ocho? -En una sesin espiritista, predicando. Por qu? -Porque anoche a esa hora, sent la impresin de que

    estabas en un grave peligro, y me puse a orar por ti. El director sigui asistiendo a esas sesiones espiritistas,

    que desde entonces se convirtieron en reuniones de predi-cacin adventista.

    Despus de la sptima reunin, el director pens que ya era tiempo de explicarles su grave error a esos intere-sados. Para eso visit al jefe en privado. Entonces el jefe le revel al director la sorda lucha espiritual que se haba librado en la primera visita. En aquella ocasin, una seora haba llegado tarde a la sesin, cuando el direc-tor de colportaje ya haba empezado a presentar su estudio. En ese momento ella vio a los dos ngeles en lucha.

    Cuando esa seora lleg a la puerta y quiso entrar, vio agazapada detrs del jefe espiritista, una tenebrosa figura, de rostro feo y malo. Tanto se asust ella, que no se anim a entrar y retrocedi.

    Cuando la seora se repuso del susto, de nuevo se acer-c a la puerta para entrar. Esta vez mir al director que estaba de pie hablando, y vio detrs de l, a un resplande-ciente ngel blanco, con sus alas extendidas sobre el direc-

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  • tor, protegindolo del mal espritu que estaba detrs del jefe espiritista. La seora qued mirando extasiada al ngel de luz, hasta que alguien la invit a entrar.

    Entonces, al or esta explicacin, el director entendi por qu en aquella primera visita no hubo ninguna mani-festacin espiritista, y por qu l haba sentido tanta liber-tad mental y tanto poder para presentar el estudio.

    Alrededor de la mitad de aquellos espiritistas, diez de ellos, se libraron del engao y se unieron a la iglesia rema-nente. Los primeros fueron el jefe espiritista, Longino Pereda y su esposa. El colportor que los encontr fue Cata-lino Paiva, y el director que los sigui instruyendo fue Ni-cols Chaij.

    Conclusin La ayuda de los santos ngeles es tan real e imprescin-

    dible como el aire que respiramos. De igual manera, el xito en la venta de cada libro y (j.e _~ada revista y el xito en la ganancia de almas dependen de- la ayuda angelical.

    La Hna. White explica la razn del xito de los colpor-tores en estas palabras: "Nuestros colportores estn obte-niendo sealado xito. Y por qu no habran de alcan-zarlo? Los ngeles del cielo actan con ellos" (El colportor evanglico, pg. 154).

    "Los colportores que han nacido de nuevo por la obra del Espritu Santo, sern acompaados por los ngeles, que irn delante de ellos a las moradas de la gente, preparn-doles el camino" (Id., pg. 123).

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  • 4 Colportores que Parecen Angeles

    LA ESCRITURA dice de Esteban, que los judos "vieron su rostro como el rostro de un ngel". Hoy tambin muchas personas ven al colportor que los visita, como si .fuera un ngel celestial. Y en realidad, l es un mensajero del cielo, que realiza una obra de bien eterno en favor de las almas.

    Pareca un ngel Se estaba realizando una asamblea de colportaje en Na-

    vojoa, Mxico. El sbado de tarde, ltimo da de la asam-blea, varios colportores haban contado algunas experien-cias, cuando un constructor pidi la palabra y dio el si-guiente hermoso testimonio:

    "Yo era un borracho insoportable, que haca sufrir a mi esposa ya mis hijas. Pero una tarde me visit un joven, y sembr en mi corazn y en mi hogar, la preciosa semilla del Evangelio, mediante una coleccin de libros que me vendi.

    "Era un joven de baja estatura, pero de altos ideales. Para mi hogar fue como un carbn encendido en el altar ge Dios que vino a iluminarnos. N o me rega, sino que me habl cariosamente. Pareca un ngel! Sigui visi-tndonos y dndonos estudios bblicos. En corto tiempo nos dio una visin noble de la vida. Por eso estoy en la

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  • verdad junto con mi familia, y mis dos hijas estudian en este colegio".

    Ese colportor que "pareca un ngel" era el Hno. Jaime Cruz. Qu hermoso y reconfortante! La gente llega a es-timar y admirar tanto al colportor, que lo asemejan a un ngel del cielo.

    Hombres o ngeles? A. R. Haig, que ms tarde lleg a ser un gran director

    de colportaje en las Indias Occidentales, un da termin de colportar cierta aldea de las Bahamas.

    Al atardecer, cuando l y su compaero iban a retirarse, el jefe de la aldea los llam y les dijo: "Caballeros, durante todo este da los hemos estado viendo entrar y salir en nues-tros hogares, y nos hemos preguntado si Uds. eran hom-bres o ngeles que pasaban por nuestra aldea. Han sido una bendicin para nuestra alma y un aliento para nuestro espritu. Estamos contentos de haberlos conocido. Nos da pena que se vayan. Por favor, vuelvan a visitamos".

    Qu hermoso! "Nos hemos estado preguntando si Uds. eran hombres o ngeles que pasaban por nuestra aldea". Qu admirable estela de luz, esperanza y bendicin dejan los colportores-ngeles detrs de s!

    No pareca un hombre Campolino Silva, de Ro Grande, Brasil, fue a entregar

    un ejemplar de Vida de Jess a un hacendado. Cuando se acercaba a su casa, se cruz con el hacendado que vena en un jeep. El hombre se detuvo, pero no pareca bien dis-puesto. En vez de recibir su libro, le dijo al colportor que subiera y lo acompaara hasta la casa de su compadre.

    Llegados all, en presencia del compadre y de la esposa, el hombre le dijo al colportor que no quera el libro, por-que el cura le haba dicho que era protestante, y que los pro-testantes eran la bestia del Apocalipsis.

    Entonces Campolino expres su respeto hacia el hacen-dado, y sacando su Biblia del maletn, le dijo: "Ya que Ud. conoce la Biblia, le voy a pedir un favor. Mustreme

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  • dnde dice que los protestantes son la bestia. Srvase". El hombre tom la Biblia y empez a darla vuelta en

    sus manos. Se puso nervioso, sudaba profusamente, pero ni siquiera la abri. Viendo eso, Campolino tom la Biblia, abri en Apocalipsis 13, y fue leyendo y explicando cada texto y cada smbolo. Terminada la explicacin, el hacen-dado no dijo ni una palabra. Su compadre lo mir, y al fin le pregunt: "Y, compadre, cmo es eso?"

    Pero el hacendado no respondi. Se hizo un largo y molesto silencio. Su amigo insisti: "Y, compadre, cmo es eso? Cmo es eso, compadre?" Por fin el hacendado, abrumado, dijo: "Estamos perdidos. El papado es la bestia".

    Campolino lo felicit porque l reconoci la verdad. Sac el libro del maletn y se lo dio. Sin ms objecin, el hombre recibi su libro.

    Estaba oscureciendo. Campolino intent d

  • De todos modos visit una casa vecina para recabar al-guna informacin. A pesar de ser un desconocido, lo reci-bieron con extrema cordialidad. Cuando les explic que l era un misionero adventista, le dieron esta tremenda sor-presa: "Nosotros tambin estudiamos la Biblia, y hemos estado orando a Dios, pidiendo que nos mande a alguien que nos ensee su Palabra. Y ahora vemos que Ud. es el ngel que el Seor nos envi para que nos explique la Biblia".

    Le contaron tambin que veinte aos antes, alguien les haba regalado El porvenir descifrado, y que por ese libro estaban guardando el sbado, ellos y la otra familia ausente.

    Para los que buscan la verdad, el colportor es un ngel de Dios.

    El ngel Jos Cuando haca dos aos que Jos Salva estaba colpor-

    tando en el norte del Per, fue protagonista del siguiente reconfortante suceso.

    Una maana Jos entr a visitar al director de una es-cuela. Y antes de mencionar siquiera sus libros, el director le cont emocionado que esa noche haba tenido un bonito sueo. Le dijo: "Imagnese que so que un ngel me visi-taba. Y lo raro era que me ofreca algunos libros. Eran li-bros grandes, lindos, con hermosas lminas acerca del re-greso de Cristo a este mundo".

    Al or este relato, el que ahora qued conmovido, fue el colportor. Entonces, cuando sac el prospecto de El con-flicto de los siglos para ofrecer sus libros, el director excla-m sobresaltado: "Este es el libro que vi en mi sueo, pero ms grueso!" Cuando vio el primer grabado, dijo: "Este es uno de los grabados que vi". Y a medida que vea las otras lminas del prospecto, cada vez ms excitado, el hombre repeta lo mismo: "Este grabado tambin lo vi en mi sueo".

    Por fin encarg El conflicto, El nuevo tratado mdico, la Biblia y las revistas. El da de la entrega, despus de re-

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  • cibir contento los libros, mir fijamente a Jos Salva, y como si entonces se le hubieran abierto los ojos, le dijo: "Ahora veo que el ngel que vi en mi sueo era Ud. mis-mo".

    "El ngel era Ud. mismo". Qu emocionado qued el colportor al or estas palabras y ver en ellas la operacin divina! En el acto, el "ngel Jos Salva" le dio al director un estudio bblico, empezando con Juan 14:3 y Apocalipsis 1:7.

    Sucedi como con Abrahn Dos colportores llegaron un viernes de tarde a cierta

    ciudad brasilea donde no haba adventistas. Esa misma tarde consiguieron hospedaje en una casa de familia A la maana siguiente, el dueo de la casa se preocup porque no vea que esos jvenes hicieran preparativos para salir a trabajar, como le haban dicho. Se acerc a ellos, y des-pus del saludo les pregunt:

    -Qu tal, jvenes? No van a trabajar? -No, hoy no trabajamos. Extraado por esta respuesta, el hombre sigui inda-

    gando: -Y por qu no trabajan hoy? -Porque hoyes sbado. -Cmo es eso? -inquiri ms intrigado el hombre. Entonces, uno de los colportores tom su Biblia, le ley

    el cuarto mandamiento y le dio un estudio acerca del s-bado. Para la admiracin de los colportores, ese hombre tampoco fue a trabajar ese da. Llam a su familia, y pasa-ron una buena parte del da estudiando el mensaje adven-tista. Sin ningn problema, esa familia acept la ver-dad.

    Tres meses despus, cuando los colportores se retiraban de la ciudad, esa familia los acompa a la estacin ferro-viaria para despedirlos. Entonces, el padre de la familia les dijo estas significativas y alentadoras palabras: "Con-migo pas como con Abrahn. Yo los hosped sin saber quines eran. Y Uds. llegaron a ser ngeles para mi".

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  • Hasta la Biblia representa a los mensajeros del cielo con el smbolo de un ngel (Apoc. 14:6 y 18:1). Esta sagrada honra de ser considerado como un ngel de Dios, confiere distincin y dignidad al colportor y a su santa misin. Y sin embargo, no lo torna engredo, sino que lo lleva a ser modesto y valiente en su abnegada labor.

    49 7-M.D.C.

  • 5 La Amante Direccin de Dios

    "A VECES creemos que slo en tiempos de Pablo haba lla-mados macednicos y que slo ent0nces Dios realizaba mila-gros", dijo Sebastin Pinto, de Goias, Brasil. Luego nos con-t un impresionante caso de la amante direccin de Dios.

    El y su compaero Julio haban terminado una entrega en el campo, y estaban junto al camino, esperando algn vehculo que los llevara al pueblo. En ese momento se les acerc un hombre, y despus de algunas palabras gene-rales, les pregunt: "Saban Uds. que estamos viviendo en el tiempo del fin del mundo?" Y en seguida empez a predicarles.

    Los colportores lo escucharon por un momento y des-pm.s Sebastin le explic que ellos eran misioneros adven-tistas. Entonces el hombre les dijo ansiosamente: "En ese caso, ensenme Uds. a m". Sebastin sac su Biblia y le dio un estudio.

    Cuando acert a pasar un camin, los colportores qui-sieron despedirse del hombre, pero l les dijo: "No, voy a ir con Uds. para que me enseen ms". Viaj con ellos durante una hora, haciendo preguntas y absorbiendo las respuestas. Al despedirse les dijo: "Espero que algn da vengan a mi casa y me traigan una Biblia. No traigan una sola, traigan muchas, porque donde yo vivo hay muchos

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  • vecinos que quieren la Biblia. Y vengan a predicarnos". Sebastin siempre estuvo pensando visitar a ese hombre,

    pero pasaron dos aos hasta que pudo volver. Cuando lle-g a Terezina, donde ese hombre viva, Sebastin se vio en un serio problema. Explic su dificultad a un vecino del lugar, dicindole: "Vine aqu a visitar a un hombre, y ahora veo que perd el papel con su nombre y su direccin. Es un hombre que cree en la Biblia y me encarg que se la trajera".

    Quin iba a poder decirle quin sera ese hombre? Pero cuando el colportor termin de pronunciar esas pala-bras, oy a su espalda una voz que le dijo: "Seor Sebas-tin, no ser yo ese hombre que Ud. busca?"

    Cuando el colportor se dio vuelta, se llev el asombro de su vida. All ante l estaba el mismo hombre que dos aos antes le haba encargado la Biblia.

    Se saludaron con inmensa alegra, y luego el hombre le revel a Sebastin una admirable intervenciri divina, al decirle: "Yo estaba trabajando en la finca y sent la im-presin de venir al pueblo. No tena nada que hacer aqu, pero vine; y ahora veo que Dios me trajo para encontrarlo a Ud." Entonces le pregunt:

    -Cunto tiempo va a pasar aqu? -Me voy maana -respondi .Sebastin. -No puede ser! Tiene que quedarse por lo menos una

    semana o dos, a predicarnos. -Entonces, voy a hacer unas entregas y vuelvo el mir-

    coles. Ud. invite a los vecinos para una reunin en su casa, el mircoles de noche.

    Ese mircoles Sebastin lleg rendido, con necesidad de descansar. Pero as y todo, dirigi un estudio bblico para el buen nmero de vecinos presentes.

    Aunque tena que seguir colportando, le impresionaba el ansia de esa gente de conocer el mensaje de salvacin. As, qued con ellos una semana; de da los visitaba en sus casas y les daba estudios individuales, y de noche diriga reuniones colectivas.

    Al fin de esos pocos das, hizo un llamado y 55 personas

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  • aceptaron el sbado. Algunos meses ms tarde fueron bau-tizados los primeros 26 de ese grupo.

    Cuando estos dos colportores contaron acerca de esta maravillosa direccin de Dios, Julio, el compaero de Se-bastin, hizo este comentario: "Nunca imagin que Dios tuviera para sus hijos en esta tierra, un trabajo tan feliz y tan asombroso".

    Una voz suave y dulce En la variada gama de sus gratas experiencias, los col-

    portores tienen frecuentes casos emocionantes. Un domingo, Elia Martinez, de Colombia, visit a un

    comerciante y a su esposa en su hogar. Mientras les presen-taba sus libros, los esposos mostraron una inusitada excita-cin, que al principio Elia no pudo comprender. Al fin del relato, el comerciante le pregunt: "Ud. dijo que con esta obra nos traer la Biblia. Entonces, anteme". Luego el hombre agreg:

    - U d. cree en Jess? -Claro que s -respondi la colportora. Entonces l le cont que haca cinco das que l y su

    esposa haban tenido un mismo sueo, a la misma hora. Aquella noche, l haba despertado impresionado, haba

    llamado a su esposa y le haba dicho: "Despierta que te voy a contar algo hermoso". Entonces le cont que l aca-baba de soar con Jess. Lo haba visto amable y atrayente, y haba odo una voz suave y dulce que le haba dicho: "Sigue a Jess. Ten fe en l. Pronto vendr una persona que te explicar ms".

    al or ese relato, la esposa se haba sentido ms emocio-nada que l, y le haba contado que ella tambin acababa de soar con Jess, y que haba odo la misma voz.

    y ahora, la seora agreg otro detalle, que conmovi a la colportora. Le dijo: "Esa voz suave y dulce que o en mi sueo, era la misma voz de Ud." Y la seora le pidi: "Venga a ensearnos la Biblia".

    Esa misma semana, la colportora comenz a darles es-tudios y los dos esposos empezaron a asistir a la iglesia.

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  • Esto es lo que declara la Hna. White: "Dios dar una experiencia admirable a los que digan: 'Creo en tu pro-mesa; no fracasar ni me desanimar''' (El colportor evan-glico, pg. 160).

    La iglesia del sbado Un da Jos Pinto pasaba por el mercado de Goinaia,

    Brasil, justo en el momento en que un campesino pregun-taba a uno de los vendedores: "Sabe Ud. dnde est la iglesia del sbado?"

    Como el vendedor no supo informarle, Pinto intervino y le dijo: "S, aqu cerca est, a tres cuadras de aqu. Yo soy de esa iglesia".

    El campesino se alegr inmensamente. Cuando Pinto le pregunt cmo se haba enterado del sbado, el hombre le hizo esta interesante relacin: "Hace dos aos me visit un mozo llamado Sebastin Pinto; le compr un libro y ah descubr el sbado".

    -Sebastin Pinto? -pregunt Jos. -S. -Pues, Sebastin es mi hermano. Esta coincidencia gener ms alegra y ms simpata

    entre los dos. Y el hombre sigui contndole otras provi-dencias. Le dijo: "Un da, Sebastin pasaba por el camino, y al verlo, mi seora lo llam dicindole: 'Joven, venga. Hemos sabido que Ud. vende libros. Mi esposo quiere ha-blarle. Espere que voy a llamarlo'.

    "Cuando yo llegu, le compr un libro y lo invit a posar en casa. Esa noche hablamos de religin, y l nos ley la Biblia y nos explic muchas cosas. Despus, por ese libro empezamos a guardar el sbado, y ahora hice este viaje a la ciudad para encontrar la iglesia que guarda el sbado".

    j Qu amante la providencia de Dios! La esposa de ese hombre acierta a ver a Sebastin cuando pasaba por el ca-mino. Luego en el mercado, Jos pasa cerca del campesino en el preciso instante en que l preguntaba por la iglesia del sbado. Ciertamente, Dios vela por los suyos y los gua a la verdad.

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  • Mano de Angel La siguiente historia es trgica y conmovedora, y revela

    otra vez el poder del amor de Dios para rescatar a los cados. Por razones evidentes, aparecen slo las iniciales del pro-tagonista.

    S. A. E. lleg a ser un avezado delincuente, de triste fama internacional. Desde nio haba empezado a odiar a su padre, porque maltrataba a su madre. Como el padre gas-taba su jornal en bebidas, desde los doce aos, el nio S. A. E. se haba habituado a robar. Su madre, que era bau-tista, oraba por la conversin del padre, y del hijo, pero falleci sin ver su anhelo satisfecho.

    De los pequeos robos, S. A. E. pas a otros mayores, hasta que lleg a ser un consumado malhechor, un diestro carterista. Llegaron a llamarlo Mano de Angel. Una vez rob 63 autos en dos meses. Pero como sucede casi siempre, un da fue atrapado y condenado a veinte aos de prisin.

    Poco antes, el buen hermano Lefimil, un ex colportor, tal como le sucedi al Jos de la Biblia, fue encarcelado por equivocacin. Cuando se comprob su inocencia fue li-bertado e indemnizado.

    Conmovido por la triste condicin de los presos, Lefimil decidi trabajar por ellos. En sus visitas a la crcel conoci a Mano de Angel. Le llev ropa y alimento, y le habl del amor de Dios. Pero Mano de Angel no quiso saber nada de religin.

    No obstante, con tacto y con amor, Lefimillo sigui vi-sitando. Ms tarde, S. A. E. expres su admiracin y gra-titud por la paciencia y el cario de Lefimil, que durante dos aos seguidos tuvo la constancia de visitarle y hablarle de la esperanza del perdn y la recuperacin.

    Cierta noche, Mano de Angel tuvo un sueo grave. En su sueo oy el texto bblico, que afirma que Dios "humi-llar el orgullo de los extraos". Y oy tambin la refe-rencia, Isaas 25:5.

    Tan pronto como se levant, busc el texto y encontr las penetrantes palabras que haba odo en su sueo. Qued

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  • tan impresionado que decidi humillarse ante Dios. Esa misma maana llev la Biblia y una daga que se haba fa-bricado en la crcel. Y en presencia de varios compaeros de prisin, quebr la daga y les dijo que ahora tena otra arma mucho mejor, la Biblia. Les cont su sueo y les dijo que haba decidido ,cambiar de vida.

    En una ocasin, S. A. E. le dijo a Lefimil que crea que Dios lo libertara en un viernes. Poco despus, justo un viernes de tarde, lo visit su hermana y llorando le dijo: "Hice todo lo que pude, pero los abogados dicen que tu libertad es imposible". El respondi: "No te entristezcas. Si Dios me deja aqu, para algo ser".

    Sin embargo, ese mismo viernes de noche sucedi algo sorprendente y emotivo. Despus que S. A. E. se haba acostado, oy que un guarda lo llamaba por nombre. Ge-neralmente, cuando llamaban a un preso a esa hora, era para aplicarle un severo castigo. As, l no respondi. De nuvo el guarda lo llam por nombre, y cuando S. A. E. contest, el guarda ley su historia y le dijo que quedaba en libertad. Tan increble le pareci la noticia a S., que le pidi al guarda: "Dgamelo de nuevo".

    De esa manera, tal como lo haba presentido, S. sali de la crcel un viernes. Pero el que sali, no fue Mano de Angel, sino un nuevo hombre en Cristo. Por fin, la sentida oracin de su madre fue contestada.

    Inmediatamente, S. A. E. se dedic a col portar. Tra-baj con tal fervor, que su xito fue satisfactorio y a veces espectacular. Pocas semanas antes de asistir a su primera asamblea de colportaje, haba colportado la mina Las Condes, consiguiendo descuento por caja. En esos das estaba colportando con revistas, y haciendo presentaciones individuales y colectivas, tom 856 suscripciones en tres das.

    Estos son algunos de los milagros de la gracia de Dios, que levanta a los cados y los sienta con los prncipes.

    Una luz y una voz Haba sido un da lluvioso en esa zona de J amica. Des-

    pus de un da de duro trabajo, Vicente Shand y su esposa 55

  • se pusieron en camino de regreso a su casa. Pero el Hno. Shand sinti la impresin de que deba llegar a cierta casa. All encontr a un hombre y su esposa, quienes con pronti-tud compraron el libro Solucione sus problemas con la Biblia.

    Algunas semanas despus de entregar ese libro, un s-bado de maana, Shand vio a ese hombre y a su esposa en nuestra iglesia; y tres meses ms tarde ambos fueron bautizados.

    Una tarde despus del bautismo, ese hombre le revel algo interesante a Shand.

    -Hno. Shand -le dijo-, aquella tarde en que Ud. me visit, yo me sent compelido a comprarle el libro.

    -Por qu se sinti compelido? -pregunt Shand. -Porque justo antes de su llegada, yo estaba sentado en

    el portal de mi casa, y de repente una luz pas ante mis ojos y una voz me dijo: "Recibe a esas personas cuando lleguen".

    Cun emocionante es la bendita obra del colportaje y la direccin de Dios en ese trabajo!

    Felizmente perdi el camino Hasta perder el camino puede ser providencial. Col-

    portando en los campos de Baha, Brasil, Pedro Souza se hosped en cierta haciend4. All habl del mensaje a los dueos y les regal una revista. Una semana despus, Pedro volva por la misma zona, y decidi visitar esa hacienda para ver el resultado de la revista.

    Pero perdi el camino y no encontr la hacienda. Al fin dio con otra casa, y al llegar descubri que Dios lo haba estado guiando hasta ella con un gran propsito.

    El dueo de esta casa le compr Vida de Jess, y como atardeca, casi con timidez le pregunt a Pedro: "No quie-re pasar la noche con nosotros?"

    Despus de la cena, el hombre le habl de su preocupa-cin religiosa. Haban estado leyendo la Biblia y haban descubierto el sbado, pero estaban inseguros. Entonces

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  • Pedro les dio un estudio acerca de la ley de Dios, y el hombre y su esposa aceptaron todos los mandamientos. Adems, le hablaron a Pedro de varios ex adventistas de esa zona que haban perdido su' fe.

    Desde entonces, Pedro volvi muchas veces a ese lugar y estudi la verdad con esos vecinos. Al fin invit al pastor, quien bautiz a 19 personas.

    As, gracias a que Pedro Souza perdi el camino, pudo encontrar a esas almas y guiarlas a la verdad.

    Sorprendente direccin divina Francisco Hernndez acababa de llegar a una isla sal-

    vadorea y estaba colportando. Un seor, desconocido para l, salud a Hernndez por su sobrenombre, Paco. El sor-prendido colportor le pregunt cmo conoca su sobrenom-bre, y la respuesta fue ms sorprendente an. El seor l dijo: "Dios me anunci que Ud. vendra a visitarme y a traerme una carta. Me dijo que no la rehusara, porque vala mucho. Adems agreg: 'El Hno. Paco te va a predi-car' ".

    En el acto, el hombre compr el libro Paz en la angustia e invit a Hernndez a volver esa noche a predicarles .. El colportor le expl}:t que tena planes de salir en la lancha de esa tarde y