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LLOOSS OORRÍÍGGEENNEESS DDEE TTUUDDMMØØRR YY EELL TTOOLLMMOO DDEE MMIINNAATTEEDDAA((SSSS.. VVII--XX))TTHHEE OORRIIGGIINNSS OOFF TTUUDDMMĪĪRR:: TTHHEE TTOOLLMMOO DDEE MMIINNAATTEEDDAA ((VVII--XX CCEENNTTUURRIIEESS))

RESUMEN

El presente trabajo analiza los orígenes de Tudmīr como re-alidad histórica a partir de la figura de Teodomiro y el marcogeopolítico establecido por el famoso tratado firmado entreeste noble visigodo y los conquistadores musulmanes. En se-gundo lugar, repasa algunos datos arqueológicos nuevosdesde la perspectiva del territorio y el poblamiento y, por fin,analiza las principales aportaciones al debate histórico entorno a la islamización de la región y los orígenes de Murciaa la luz de los resultados obtenidos en el Tolmo de Minateda(Hellín Albacete).

ABSTRACT

This paper analyzes Tudmīr origins as a historical reality, star-ting from the figure of Theodemir and the geopolitical frameestablished by the famous treaty which was signed betweenthis noble Visigoth and the Muslim conquerors. Secondly itrevises some new arqueological data from the territory and set-tlement along with the main contributions to the historical de-bate regarding the province islamization and Murcia originsin light of the results obtained in Tolmo de Minateda. (HellínAlbacete)

SSoonniiaa GGuuttiiéérrrreezz LLlloorreettUUnniivveerrssiiddaadd ddee AAlliiccaannttee

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11.. LLOOSS OORRÍÍGGEENNEESS DDEE TTUUDDMMĪĪRR:: DDEELLCCOONNVVEENNTTUUSS CCAARRTTAAGGIINNEENNSSEE AA LLAACCOORRAA DDEE TTUUDDMMĪĪRR

Tudmīr designó en árabe tanto un terri-torio como el personaje histórico que ledio nombre y ambas realidades -espacioe individuo- están inexorablemente li-gadas al proceso de formación de unasociedad islámica en una región perifé-rica al Estado cordobés: el sudeste de laCartaginense devenido en la Cora deTudmīr. El término “Cora” (Kūra enárabe, del griego Chóra) designa en elIslam temprano una unidad político-ad-ministrativa y procede de la terminolo-

gía administrativa del Oriente musul-mán. Se empleó en al-Andalus por vezprimera a mediados del siglo VIII, enreferencia a la distribución de las tropassirias realizada por el emir Abū al-Ja££ārentre diversas provincias del sur de al-Andalus, donde se menciona igual-mente el territorio de Tudmīr, pero nocomo Cora, ya que en aquel entoncesdebía ser todavía una región adminis-trada por un gobernador cristiano, elpropio Teodomiro o bien su sucesorAtanagildo. De otro lado, Tudmīr era elnombre con el que los geógrafos árabesdenominaron las tierras del sudeste deal-Andalus desde el momento mismo de

su conquista; precisamente este nombreestá ligado a la propia incorporación dedicho territorio al Islam y a la figura deTeodomiro o Theudimer, miembro de laaristocracia visigoda que suscribió unode los pocos pactos entre conquistadosy conquistadores que se ha conservadopara la historia de al-Andalus, apenasdos años después de su desembarco enHispania. Esta denominación, que no essino la trascripción al árabe del nombrede Teodomiro, fue primero el referentede un dominio impreciso, sometido porcapitulación acordada, y acabó desig-nando desde época de cAbd al-Ra¬mānI una división administrativa de al-An-dalus, la Cora de Tudmīr, hasta almenos la caída del Califato.El famoso tratado de capitulación fueacordado entre Teodomiro y cAbd al-cAzīz Ibn Mūsā, hijo del conquistadorMūsā, en abril del año 713, adquiriendopara él y los suyos la condición de ©im-mies o protegidos del Islam. Dicha con-dición suponía la libertad de culto y elrespeto de vidas y haciendas a cambiodel pago de un impuesto de capitaciónen dinero y especie (trigo, cebada, vina-gre, miel y aceite) según la condiciónlibre o esclava de los cristianos someti-dos. Se ha discutido mucho sobre la bio-grafía del citado personaje, al que sereconoce una capacidad efectiva de con-trol territorial independiente de la delEstado visigodo, cuyo aparato políticoya había sido sometido con anterioridada la firma del tratado (ACIÉN, 1994:111). Esta capacidad podría emanar desu condición de dux1 de la región levan-tina en el momento anterior y coetáneo

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1.- Principales ciudades del sudeste.

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a la conquista árabe, cargo que debió de-tentar en razón de su íntima relación –quizá familiar—con el círculo del reyWitiza 2 La expresa mención en dichacapitulación de siete ciudades del sud-este peninsular -Auryūla, Mūla, Lūrqa,B.l.nt.la, Laqant, Iyih e Ilš o Buq.sr.h,según versiones- constituye el refrendoespacial del dominio de Teodomiro y fo-siliza un territorio que con el tiempo de-vino en una unidad administrativaintegrada en el Estado islámico, la Corade Tudmīr. De otro lado, el tratado de-muestra el temprano intento de los con-quistadores de adaptar la estructuraadministrativa municipal romana, toda-vía vigente en época visigoda bajo la or-ganización eclesiástica, a la nuevafiscalidad musulmana, con la conniven-cia de ciertos personajes de la aristocra-cia indígena que, como Teodomiro,gozaban de autoridad fiscal sobre los te-rritorios bajo su control, y que se erigíanasí en los garantes de la recaudación delnuevo impuesto que debía pagar elgrupo social al que representaba en elTratado, así como sus siervos. La instalación de los ŷundíes de origenegipcio -contingentes militares encarga-dos de la recaudación de tributos- enTudmīr hacia el año 743-744 pone enevidencia la inoperancia del anteriorsistema de control territorial basado enla ciudad preislámica, explicando su de-finitivo periclitar, al tiempo que indicaun cambio de estatuto jurídico de la re-gión. Se produjo entonces la alianza deambas fuerzas, formalizada en un em-blemático matrimonio mixto: el delŷundí cAbd al-Ŷabbār b. Nadīr con la

hija de Teodomiro, quien otorgó dos al-querías en concepto de dote matrimo-nial: la de Tarsa cerca de Elche y la deTall al-JaÐÐāb, el Cerro o colina deJaÐÐāb, probablemente identificada conel despoblado del Cabezo de las Fuen-tes, en Albatera, que debe su nombre aJaţţāb b. cAbd al-Ŷabbār, epónimo deun importante linaje murciano y proba-blemente hijo del matrimonio mixto -yen tal caso nieto de Teodomiro o quizásmarido de su hija- y, por tanto, yernodel terrateniente visigodo. Sin embargo,la disolución del linaje de Teodomiro,absorbido por este matrimonio proba-blemente junto con su patrimonio fun-diario, no supuso la renuncia inmediatade otros sectores de la aristocracia visi-goda a sus aspiraciones, igualmentealiados con los ŷundíes. Según la Cró-nica del 754 Atanagildo -el señor másrico y generoso- sucedió a Teodomiro,sin que se indique ninguna relación deparentesco directo entre ambos perso-najes, que por otro lado es injustificadosuponer 3, ya que base del nuevo domi-nio de Atanagildo parece derivar exclu-sivamente de su poder económico. Estestatu quo terminará en época de ‘Abdal-Ra¬mān I con la incorporación defi-nitiva al Estado islámico de los domi-nios del Pacto configurado una de lasCoras de al-Andalus, la de Tudmīr(GUTIÉRREZ LLORET, 1998: 150).Las coras solían designar demarcacio-nes administrativas vinculadas a terri-torios urbanos, tomando a menudo sudenominación de la de su capital (comoocurre, por ejemplo, con las Coras deJaén o Sevilla), pero no fue éste el caso

1 En contra de la opinión de E. Lobregat que conside-raba a Teodomiro un gardingo convertido en Comesciuitatis de una ciudad levantina indeterminada, a raízde su probable matrimonio con una heredera hispano-rromana (1973, 75), E. Manzano sugiere su condiciónde dux al frente de una región ya definida como uni-dad administrativa en época visigoda y que proponerelacionar con la prouincia Aurariola mencionada enel Cosmógrafo de Ravena. El propio Llobregat, por suparte, cuestionaba la existencia de esa supuesta unidadadministrativa que en su opinión era un calco de la ex-presión Cora de Tudm÷r, tomada de alguna fuenteárabe (Llobregat, 1983).

2 En la base de esa suposición se encuentran las refle-xiones de A. Isla (1989) y de E. Manzano (2000); elprimero relaciona la presencia en Tuy de Witiza, aso-ciado al trono por su padre Egica, con la mención de unobispo en dicha sede, llamado Oppa, que firmó lasactas del XIII Concilio de Toledo del 683 y que segúnM. Barceló podría ser otro hijo de Egica, lo que denotauna política de asociar al frente de unidades territoria-les a miembros del entorno familiar. El segundo des-arrolla el argumento al señalar que este Oppaposiblemente sería el mismo que estaba al frente de lasede Ilicitana en la época del XVI concilio del 693, enla época en que Teodomiro ya era dux de esta región,siendo este último un miembro destacado del entornoregio; para afirmar dicha proximidad, Manzano (2000:402) identifica el personaje levantino con el Teodomiroque se tenía previsto asesinar junto con el propio rey yotros personajes en la revuelta de Sisberto denunciadaen el XVI Congreso de Toledo. E. Llobregat (1973:70 ss.) y L. García Moreno (1974:80, nº 152) tambiénrelacionaron ambos personajes, identificándolos conel Teodomiro que rechazó un desembarco bizantino enépoca de Egica. Respecto a la identificación del Oppailicitano con el obispo de Tuy del mismo nombre, laúnica cuestión objetable es que en tal caso debió asu-mir un obispado intermedio que nos es desconocido,ya que en el XV Concilio (688) Oppa ya no era obispode Tuy (firma como tal Adelfus) ni todavía de Illici,donde Emmila había sustituido a Leander.

3 Un análisis del supuesto parentesco entre ambos per-sonajes puede verse en S. Gutiérrez Lloret (1998: 147,nota 44). Recientemente E. Manzano (2006: 107) re-toma el argumento de la relación filial por lógico conlas debidas precauciones, pero en mi opinión resultasorprendente que ninguna fuente aluda a una eventuallínea de descendencia masculina de tan famoso linaje,cuando por ejemplo al-‘Ud¬rī menciona expresamentela línea femenina.

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de la de Tudmīr, por el peculiar origende su nombre; la capitalidad de nuestracora se vincula a la reestructuración ad-ministrativa del emir cAbd al-Ra¬mānII, con la fundación en el año 825 deuna nueva sede urbana creada para ins-talar a gobernadores y jefes militares, ypor tanto, destinada a convertirse en lacapital de ese territorio, Murcia. En cuanto a sus límites, la Cora de Tud-mīr comprendía en líneas generales lasactuales provincias de Murcia, sur deAlicante, sudeste de Albacete y norte deAlmería, limitando de norte a sur conlas vecinas Coras de Valencia, Santaver,Toledo, Jaén e Ilbīra. Su extensión pri-mitiva se establece en base a la escuetamención de al-Rāzī, que se limita anombrar sus principales ciudades(Lorca, Morata(¿), Orihuela, Alicante,Cartagena y el puerto de Donia oDenia) y a la detallada descripción deal-cU²rī, que enumera todos sus distri-tos (Lorca, Murcia, al-cAskar, Chinchi-lla, Elche, Iyyuh al-Sahl, ¤abalBuqa½ra, al-Qalca, Êabaliya, T¤tiya,Ibn al-¤āyc, otro Buqa½ra, Mawra, Bālišy Bayra).

Todos los autores están de acuerdo enincluir en la Cora de Tudmīr el pasilloalbaceteño que partiendo de Hellín yTobarra, llega hasta Chinchilla, Alba-cete y Balazote. Por el sur se incluyeuna amplia franja territorial del norte deAlmería, desde Vera en la costa hastalos Vélez en el interior. Por el contrarioexisten discrepancias a la hora de in-cluir la zona de Huéscar y Galera, en laactual Granada, y la Sierra de Segura enJaén. Uno de los límites más conflicti-vos es el de su contacto con la Cora deValencia, donde se observa una evi-dente indecisión a la hora de incluir elnorte montañoso de la actual provinciade Alicante —la llamada ¤ibāl Balan-siya o montaña de Valencia- en una uotra cora. Según al-Rāzī, Denia es unaciudad de la Cora de Tudmīr, mientrasque al-cU²rī la incluye indistintamenteen una u otra; este titubeo geográficofue interpretado por Joaquín Vallvécomo una consecuencia de las variacio-nes fronterizas creadas en al-Andalustras la caída del Califato. Por su parte,Pierre Guichard concluye que la mon-taña alicantina formó parte administra-

tivamente de la Cora de Tudmīr y no dela de Valencia, si bien siempre se tratóde una frontera incierta, mientras quedesde una perspectiva arqueológica, sucultura material de época islámica tem-prana corresponde, hoy por hoy, al ám-bito valenciano, con independencia desu adscripción administrativa.

22.. EELL TTEERRRRIITTOORRIIOO YY EELL PPOOBBLLAA--MMIIEENNTTOO

El trabajo sobre la Cora de Tudmīr pu-blicado hace algo más de una década(GUTIÉRREZ LLORET, 1996) utilizó,además de las escasas, parcas y conoci-das fuentes escritas, las entonces nove-dosas fuentes históricas materialesderivadas de la metodología arqueoló-gica, para formular diversas hipótesissobre el proceso de transformación so-cial que supuso la islamización de la re-gión. Dicho estudio condujo alreconocimiento de ciertos patrones deasentamiento rural y al estudio arqueo-lógico del ambiente urbano altomedie-val de la región, que permitió entreotras cosas la identificación material delas ciudades del famoso Pacto de Teo-domiro, más allá de cualquier especula-ción derivada de las eventuales lecturasde los topónimos transmitidos por lasfuentes escritas. Sin ánimo de repetirlos argumentos que sostienen esta iden-tificación y que han sido desarrolladospor extenso en otros trabajos previos,conviene recordar aquí que las ciudadesreconocibles como tales en las diversasversiones se reducen a seis: Auryūla,Mūla, Lūrqa, B.l.nt.la, Laqant e Iyyuh,

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2. Ciudades en las distintas versiones del Pacto de Teodomiro.

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a las que hay que añadir como séptimaa Ilš o a Buq.sr.h, que aparecen alterna-tivamente según versiones. Mientrasque la eventual localización de algunasde las ciudades mencionadas -casos deB.l.nt.la, Iyyuh o Buq.sr.h- había susci-tado enconados debates durante más deuna centuria, en los ejemplos de Aur-yūla, Mūla, Lūrqa, Laqant o Ilš su iden-tificación respectiva con Orihuela,Lorca, Alicante y Elche se considerabatoponímicamente probada. La contrastación material ha permitidomatizar algunas de las identificacionespropuestas y sugerir probables emplaza-mientos para las más dudosas, de formaque en la actualidad se han consensuadolas identificaciones de Auryūla con Ori-huela, Mūla con el Cerro de La Almagra(despoblado próximo a Mula), Lūrqacon Lorca, Laqant con Alicante, Iyyuhcon el despoblado de El Tolmo de Mina-teda en Hellín (Albacete), Ilš con la Co-lonia romana Iulia Ilici Augusta,posterior Sede episcopal visigoda, si-tuada en las próximades de Elche yBuq.sr.h con la ciudad romana de Be-gastri en Cehegín, mientras que la loca-lización de B.l.nt.la sigue siendo unarcano indescifrable, toda vez que la po-sibilidad de Villena defendida por algu-nos autores es insostenible desde unaperspectiva arqueológica4 y la reciente-mente retomada de Valencia5 con sersostenible desde una perspectiva mate-rial, se aleja tanto del espacio geográficodel Pacto de Teodomiro primero y de lapropia Cora de Tudmīr después, que per-sonalmente la considero improbable.Como señalaba recientemente el proceso

de islamización en el medio urbanodebía comprenderse a través de la inves-tigación sistemática en las ciudades iden-tificadas del famoso Pacto decapitulación del año 713, pero ésta no haestado exenta de dificultades. Las ciuda-des que han continuado secularmenteocupadas, como Lorca, Alicante u Ori-huela plantean obvios problemas de re-conocimiento y conservación de loscontextos visigodos y emirales, toda vezque continua resultando muy difícil in-dividualizar contextos anteriores al sigloX en el interior del solar intramuros delas futuras medinas, mientras que éstossalpican con mayor o menor entidadáreas exteriores donde se identificancomo asentamientos rústicos o periurba-nos (GUTIÉRREZ LLORET, 2007).Quizá uno de los ejemplos más llamati-vos y singulares sea el de Alicante,donde los hallazgos tardoantiguos o emi-rales en el centro histórico, incluida la la-dera de su fortaleza, son muy escasos yesporádicos mientras que se han recono-cido restos de poblamiento de los siglosVII y VIII en puntos alejados de su terri-torio periurbano como el área de Bena-lúa, el despoblado de Fontcalent, al piede la Sierra de ese nombre, y más recien-temente en el espectacular conjunto delCerro de las Balsas, en la zona de la Al-bufereta, frente al solar de la ciudad ro-mana de Lucentum (el Tossal deManises), cuando ésta ya había desapa-recido indiscutiblemente como realidadurbana y topográfica. Los indicios de un poblamiento tardo-antiguo de magnitud y complejidad in-sospechada hace apenas una década, en

4 Lo han propuesto M. J. Rubiera (1985) y F. Franco(1995) en un intento de reubicar todas las ciudades delPacto de Teodomiro en el valle del Vinalopó, a lo largode la vía Augusta, definiendo una frontera visigodo-bizantina primero y emiral más tarde insostenibledesde un punto de vista arqueológico (GUTIÉRREZLLORET, 1996: 291-2).

5 A. V. Ribera y M. Rosselló (2007: 358) han propuestola identificación de Balantala con Valencia, conside-rando a Teodomiro un dux provincial con poder sobreuna provincia coincidente con los límites del litoral dela Provincia Carthaginense y que identifican con laProvincia Aurariola, siendo el edificio del Plá de Nadalsu residencia. Si como parece la Cora de Tudmīr es, almenos en nombre y núcleo geográfico originario, untrasunto del dominio efectivo y coherente del “dux”Teodomiro, resulta cuanto menos problemático incluiren dicho territorio un centro urbano y episcopal quedevendrá en capital de la vecina y limítrofe Cora deValencia, cuya incierta frontera titubea en torno a lazona montañosa situada entre Alcoy y Denia, pero quenunca incluye el territorio de la ciudad de Valencia.

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todo el territorio que se extendía aambos lados del humedal de la Albufe-reta y en particular la espectacular con-centración funeraria que se intuye al piede la Serra Grossa, en la zona del Cerrode las Balsas, aún en curso de estudio6,han conducido a plantear la eventualexistencia de un núcleo de poblacióndestacado, de rasgos urbanos, desarro-llado a partir del siglo VI y sobre tododel VII, con un área de culto cristianoque podría deducirse de la inusual con-centración funeraria de la zona y deciertas manifestaciones arquitectónicasy decorativas aisladas, para el que se hasugerido incluso, con las lógicas pre-cauciones, recuperar el topónimo La-qant del Pacto de Teodomiro(TENDERO, GUILABERT y OL-CINA, e. p.); este nuevo hallazgo y suseventuales consecuencias -por el mo-mento formuladas como sugerentes yquizá prematuras hipótesis- demuestranel potencial explicativo que emana delos restos materiales y que convierte ala investigación arqueológica en la prin-cipal fuente de conocimiento históricopara estos periodos. En mi opinión, escierto que la ciudad de Alicante ha pro-porcionado hasta el momento pocosrestos de época emiral, pero no lo esmenos que, como se ha señalado conanterioridad, éste es un problema quecomparte con la mayoría de ciudadesdel Pacto que continuaron habitadas du-rante el medioevo, como Lorca u Ori-huela. El horizonte emiral tempranosólo parece reconocerse en yacimientosque perdieron su condición urbana pre-cisamente en un contexto precalifal,

como el propio Tolmo de Minateda, Be-gastri, El cerro de la Almagra y enmenor medida Ilici, transformándosedefinitivamente en despoblados.Los trabajos arqueológicos desarrolladosen el Cerro de la Almagra han permitidodocumentar parte de la muralla torreadaque bordea el asentamiento, así como losrestos de un posible edificio de culto yparte de una necrópolis intramuros, fe-chable hacia mediados del siglo VII(GONZÁLEZ FERNÁNDEZ et alii,2004 y 2005); datación acorde por otrolado con los distintos elementos de cul-tura material dados a conocer, en espe-cial la toréutica y la cerámica(GONZÁLEZ FERNÁNDEZ et alii,1997 y 1994), que parece corroborar suidentificación con la ciudad de Mūla. Elcaso de Begastri es más complejo puessi bien viene siendo excavada con conti-nuidad desde 1980 y nadie duda de suidentificación con la ciudad del Pacto,los planteamientos metodológicos y cier-tas interpretaciones de algunos restosmateriales son cuanto menos discutibles;es el caso de la supuesta basílica cristianahallada en la parte alta del cerro, cuyarestitución nos parece, a la luz de losdatos publicados, difícilmente sostenible(GONZÁLEZ BLANCO et alii, 1998-99). No obstante, ciertos materiales des-contextualizados estudiados hace unadécada parecían sugerir una continuidadde la sede episcopal visigoda durante losprimeros siglos islámicos sin que a fechade hoy se haya presentado ningún nuevodato estratigráfico fiable que confirme omatice dicha sugerencia (GUTIÉRREZLLORET, 1996: 356-7), a excepción del

hallazgo de un tesorillo mayoritaria-mente fatimí del primer tercio del sigloXI, quizá consecuencia de una oculta-ción circunstancial (DOMÉNECHBELDA, 2006).Por último, el escaso rigor y las caren-cias metodológicas de la mayoría de in-tervenciones arqueológicas efectuadastradicionalmente en La Alcudia han ve-nido impidiendo el reconocimiento delas secuencias estratigráficas reales, di-luidas en una periodización ideal defi-nida en los años cincuenta comoestratigrafía, y que terminó por hacerinvisibles las fases tardoantiguas y alto-medievales de la ciudad, poblándolas depericlitados clichés historiográficos.Los recientes trabajos de la FundaciónUniversitaria de La Alcudia han permi-tido reestudiar y datar correctamentesupuestos restos tardoantiguos, hastaahora descontextualizados e idealiza-dos, al tiempo que ha amparado diver-sos trabajos de investigaciónconducentes a poner las bases de unafutura investigación rigurosa (LO-RENZO DE SAN ROMÁN, 2006).Respecto a la problemática de su isla-mización y eventual continuidad enépoca emiral, parece plausible una per-duración del asentamiento durante almenos una parte del siglo VIII, habidacuenta del cada vez más preciso reco-nocimiento de los contextos materialesde dicha centuria, a más de la localiza-ción de algún material plenamente emi-ral que hoy parece más bienconsecuencia de una frecuentación es-porádica (GUTIÉRREZ LLORET,2004).

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En el caso del poblamiento urbano y almargen de las ciudades del famosoPacto de Teodomiro, el estudio de laCartagena altomedieval constituye unaexcepción rigurosa. Los trabajos siste-máticos en el proyecto del teatro, dirigi-dos por Sebastián Ramallo y Elena Ruiz(1998), han permitido exhumar una se-cuencia ininterrumpida de ocupaciónsobre los restos del teatro augusteo,transformado en un sector urbano denaturaleza comercial en época tardoan-tigua y bizantina, reconociéndose porvez primera contextos emirales en la se-cuencia, que cuestionan el tradicionalhiato material postvisigodo y abrennuevas posibilidades de estudio del pro-ceso de islamización (MURCIA YGUILLERMO, 2003) Al margen del singular conjunto ceno-bítico del Ribāt de Guardamar, del querecientemente se ha publicado la me-moria de los últimos trabajos (AZUAR,2004), no se han desarrollado proyectosde investigación sistemáticos, que afec-ten a ciertos patrones de poblamientodocumentados hace una década, comopor ejemplo los asentamientos de alturaocupados en el Emirato, si bien los tra-bajos iniciados en el Castellar de la Mo-rera en Elche (Alicante), han permitidodocumentar un extenso recinto amura-llado de más de 11 hectáreas con adar-ves perimetrales y al menos tresconjuntos edificados en la acrópolis ynumerosos restos cerámicos y construc-tivos datables entre los siglos VIII y X,que obligan a materializar un lugarhasta ahora invisible y plantean la pro-blemática del asentamiento temprano

musulmán en la región de Elche. Algosimilar ocurre en el caso de los asenta-mientos en marjales y pantanos, biendocumentados en trabajos de prospec-ción (Gutiérrez Lloret et alii, 2000),pero nunca excavados sistemáticamentecon excepción del también reciente pro-yecto desarrollado en el Cabezo Pardo;un interesante yacimiento de cronologíaemiral, a más de un importante asenta-miento argárico, que se ha identificadocon la alquería de Tall al-JaÐÐāb, men-cionada por el geógrafo andalusí al-cU²rī como una de las dos otorgadas porTeodomiro al ŷundī JaÐÐāb b. cAbd al-Ŷabbār en concepto de dote por el ma-trimonio con su hija (GUTIÉRREZLLORET, 1995)7. De otro lado, comienza a perfilarsecomo una futura línea de investigaciónel reconocimiento de algunas modalida-des de poblamiento altomedieval rural;en el territorium de la ciuitas visigodadel Tolmo de Minateda se han docu-mentado varias aldeas de reducido ta-maño y algunas áreas funerariasaisladas, situadas en suaves colinas enzonas muy fértiles, cerca de arroyos omanantiales y de antiguas instalacionesrústicas romanas (RICO, 1996; RICO etalii, 1997; GAMO, 1998). Todas pre-sentan materiales altomedievales en su-perficie, que permitieron una primeradatación en época visigoda, confirmadamás tarde por una intervención de ur-gencia realizada en 1995 en la necrópo-lis del asentamiento de Loma Eugenia,en la que se exhumaron casi una trein-tena de cistas con diversos ajuares me-tálicos, fechables respectivamente entre

6 El Yacimiento arqueológico del Tossal de les Bases.Seis mil años de historia de Alicante, catálogo de laexposición editado por el Patronato Municipal de Cul-tura. Ayuntamiento de Alicante, 2007.

7 Tanto el proyecto del Cabezo Pardo, iniciado en 2006bajo la dirección de Juan López Padilla -a quien agra-dezco los datos sobre el mismo-, como el del Castellarde la Morera, iniciado en el 2007, bajo la dirección deJosé Luis Menéndez Fuello, Pierre Guichard y yomisma, están en fase inicial y no se han publicado to-davía resultados científicos.

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fines del s. VI y principios del VII o yaen pleno siglo VII (GAMO PARRA,1998: 162-4). Quizá algunos asenta-mientos documentados recientementeen el entorno de la ciudad de Murcia,como los restos de Senda de Granada,respondan a patrones rurales de simila-res características, que nos permitancon el tiempo reconocer algunos de lostipos de hábitats rurales que recogen lasfuentes escritas de época visigoda,como el uicus, el pagus, la uilla o la ui-llula (ISLA, 2001).

33.. EELL TTOOLLMMOO DDEE MMIINNAATTEEDDAA YYMMUURRCCIIAA:: IIDDEENNTTIIFFIICCAACCIIOONNEESS,,PPRROOBBLLEEMMAASS YY PPEERRSSPPEECCTTIIVVAASS

En este panorama investigador queacabo de trazar, sin pretender ser ex-haustivo, se sitúa un proyecto de exca-vación sistemático y dilatado en eltiempo, que ha ido sacando a la luz unaciudad altomedieval de singular impor-tancia geohistórica en la región deTudm÷r. Los datos arqueológicos hanpuesto en evidencia que el planea-miento edilicio altomedieval del núcleourbano, lejos de improvisarse, fue con-secuencia de un diseño unitario, cuida-dosamente concebido y seguramenteejecutado en sus directrices maestras enplena época visigoda, lo que lo con-vierte, junto con Recópolis, en uno delos escasos proyectos urbanísticos exnouo de dicho periodo. Esta cuidadosaplanificación se materializa nítidamenteen la arquitectura monumental, en con-creto en la fortificación del acceso prin-cipal de la ciudad, situado en la únicavaguada que permite la ascensión deltráfico rodado a la meseta, y sobre todoen la creación de un área monumentalde carácter religioso en la parte alta dela misma.Este conjunto monumental está for-mado por una basílica con baptisterio yun edificio frontero, articulados entorno a un espacio abierto presidido porun pórtico. La sola ubicación del com-plejo, canónicamente orientado de Estea Oeste, en el centro de la meseta, visi-ble desde todos los puntos del entornourbano y únicamente dominado por elrecinto fortificado de la acrópolis, daidea de la intencionalidad de la obra ysu significado simbólico, comparable aldel propio diseño regio de Recópolis. A

esto se suma la propia magnitud de laintervención, cuyo diseño se hizo a fun-damentis ignorando cualquier subsis-tencia de vestigios anteriores, y cuyaejecución implicó la destrucción de losmismos, y produjo la completa transfor-mación de la topografía urbana en estesector de la ciudad, llegando a tallar lapropia roca madre. La iglesia es un edificio de planta basi-lical de grandes proporciones con tresnaves separadas por arquerías sobre co-lumnas a cuyos pies se encuentra unbaptisterio con la misma disposición tri-partita, ahora con pilares en vez de co-lumnas, que contiene la piscinabautismal tallada en la roca. Ambos am-bientes sufrieron a lo largo del tiemponumerosas refacciones que conllevaron,entre otras cosas, la reestructuración dela zona del sanctuarium, la construcciónde un contracoro en el último interco-lumnio de la nave central y las sucesi-vas remodelaciones de la piscinabautismal (ABAD et alii, 2000 y 2004;GUTIÉRREZ et alii, 2004). El edificiofue levantado reempleando elementosprocedentes de las anteriores edificacio-nes romanas, tales como basas, fustes ycapiteles -de diversos materiales y ta-maños- en la columnata, sillares en losmuros, o estelas funerarias en bancos,escalones y cimentaciones. No obs-tante, junto al reempleo también seconstatan trabajos de talla realizados exprofeso, como son las lajas empleadasen el ábside o las numerosas ventanasarqueadas monolíticas, algunas gemina-das (ajimeces en sentido estricto, aun-que este término se extienda a todas

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3.- Situación del Tolmo de Minateda.

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ellas), que formaron parte de la fábricaoriginal y que han sido encontradas tantoen estratos de destrucción del edificio,como reempleadas en viviendas islámi-cas posteriores (GUTIÉRREZ Y SARA-BIA, 2007). Finalmente el conjuntoreligioso se completa con una extensazona cementerial ad sanctos distribuidatanto en el interior como en el entorno dela iglesia: bien en la cercanía del ábsidebien en las proximidades del baptisterio.Las excavaciones recientes han puestoen evidencia que iglesia y baptisterio

anejo no eran construcciones aisladas,sino que formaban parte de un pro-grama constructivo unitario que incluíaun gran edificio dispuesto al norte de laiglesia, diseñado y construido ex nouoen un momento avanzado del siglo VI,si no ya de principios del VII, a conse-cuencia de una decisión política quepudo emanar directamente de la autori-dad toledana. Este edificio frontero esuna obra de planta compleja, formadapor diversas estancias comunicadasentre sí y amplios espacios que por sus

dimensiones debieron funcionar comopatios, e incluye también una sala basi-lical de grandes dimensiones, dispuestaen dirección Norte-Sur, y dividida endos naves separadas por una columnatacentral, de la que se conservan las hue-llas de las basas talladas en la roca, queinterpretamos como el aula palatina olugar principal de representación.La funcionalidad de esta estructura,identificada como palatium, parece vin-cularse al edificio religioso con el queclaramente se relaciona, ya que aunque

4. Vista aérea.

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poseen entradas independientes desdeel exterior (la iglesia por sus lados nortey sur y por la cabecera oriental y el pa-lacio, al oeste y probablemente al nor-este), ambos abren a un espacio comúncentral al que se accede por un pórticomonumental situado al Este del com-plejo y coronado por sendas cruces pa-tadas. En este caso el palatium podríatener una función de representación, ad-ministración y residencia, semejante alos complejos palatinos de naturalezaepiscopal que conocemos en Barcelona,o regia en Falperra, Braga, sede de lacorte Sueva en los siglos V y VI, conparalelos constructivos en algunos edi-ficios de Mérida, ya de época islámica,por citar algunos ejemplos. Su caráctermonumental confirma esta hipótesis, ysu estrecha vinculación con la basílicasugiere que podría tratarse del palacioepiscopal de una nueva sede creada a fi-nales del siglo VI: la Eiotana o Elotana. Por ello, el estudio global de todo el

conjunto permite entender el signifi-cado histórico de su erección, tanto porlo que supone de planificación arquitec-tónica, como sobre todo por su dimen-sión política y simbólica. Ladisposición orgánica en un espacio ur-bano privilegiado de lo que hemos iden-tificado como los tres elementos de latríada episcopal: catedral, baptisterio yepiscopio, siendo este último el espaciode representación y residencia de la má-xima dignidad eclesiástica, evidencianla voluntad de construir un escenarioque dignifica y señala el lugar más im-portante de la ciuitas, donde se aúnantodos los poderes, realzado por el pór-tico de acceso que organiza los espa-cios y la circulación interna. El complejo se utiliza a lo largo delsiglo VII, como demuestran los ajuares,los elementos litúrgicos, los graffiti enletra cursiva visigoda hallados sobre losenlucidos, la decoración arquitectónica,la datación por C14 de uno de los ente-rramientos del interior de la iglesia o los

hallazgos numismáticos (una monedade Ervigio da el límite post quem parala reforma de un pavimento del pór-tico). Debía estar en uso todavía a prin-cipios del siglo VIII si bien en unmomento indeterminado de dicha cen-turia debió iniciarse un proceso de des-afección que condujo al uso domésticode ciertas estancias menores de basílicay palacio8 y al expolio sistemático delos grandes ambientes, hasta ser com-pletamente obliterado por la erección deun arrabal emiral sobre sus ruinas; dicharemodelación se prolongó a lo largo de lasiguiente centuria, atestiguando la pervi-vencia de la ciudad hasta su abandono de-finitivo en un momento avanzado delemirato al que corresponde el grueso delos ajuares domésticos fechados en unsentido laxo en la segunda mitad del sigloIX (GUTIÉRREZ, GAMO Y AMO-RÓS, 2003). En la actualidad parece probada la iden-tificación de la ciudad altomedieval delTolmo de Minateda con una de las ciu-

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5.- Plano simplificado del conjunto monumen-tal visigodo (basílica y palatium).

6. Vista de la basílica desde el ábside.

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dades mencionadas en el Pacto de Teo-domiro del año 713, Madīnat Iyyuh9,probable trasunto en época islámica dela sede episcopal Eiotana o Elotana,creada junto con Begastri a finales delsiglo VI para integrar los territorios de-pendientes de los obispados de Ilici yCarthago Noua, todavía en manos im-periales. Como madīna aparece citadaen las versiones el Pacto de Teodomirotrasmitidas por al-cU²rī, al-Rušātī segúncompendio de Ibn al-Jarrāŷ, al-¾abbī yquizás en la de al-©imyarī, mientrasque el geógrafo al-Zuhrī se refiere a ellaen este mismo sentido al describir elcurso del río Segura10. El geógrafo al-cU²rī también menciona una ciudad deIyih en la vía de Cartagena a Toledo,entre Cieza y Tobarra, y un distrito(iqlim) agrícola con el epíteto de “al-

sahl“, es decir Iyih “del Llano” en laCora de Tudmīr 11. Por último, la des-trucción de una ciudad de ese nombrese menciona en diversas fuentes árabes(al-cU²rī, Ibn cI²ārī, al-©imyarī e Ibn·ayyān) en relación al célebre episodiode la fundación de Murcia por parte delemir cAbd al-Ra¬mān II como nuevacapital del territorio de Tudmīr alrede-dor del año 82512. La localización deMadīnat Iyyuh en las tierras hellinerasse produjo a partir de la divulgación deltexto de al-cU²rī 13, ya que dicha fuente,además de la mención ya conocida delPacto, contenía una inequívoca locali-zación de la ciudad en el itinerario deCartagena a Toledo, entre Siyāsa(Cieza) y Æubarra (Tobarra), en con-creto a 30 millas de la primera y a 10 dela segunda, si bien la relación directacon el Tolmo de Minateda fue intuidamás tarde descartando definitivamentelos emplazamientos de Hellín, Isso uotros aledaños. La relación fue sugeridainicialmente desde una perspectiva te-rritorial y vial por Pierre Sillières en suestudio sobre la vía Saltigi-CarthagoNoua (1982, 257) y se vió confirmadapor la argumentación toponímica delarabista Alfonso Carmona, que defen-día la perduración del topónimo Madī-nat Iyyuh en la denominación de laaldea actual que da nombre al cerro,Minateda, con el paso intermedio deMedina Tea, atestiguado en diversosdocumentos14.

Así pues, la toponimia y la evoluciónfonética que refleja, no deja dudas a lahora de situar Madīnat Iyih o Iyyuh -Iyyah en probable pronunciación ro-

8 Según se desprende de los cuatro trientes acuñados anombre de Witiza que aparecieron juntos en el espacioabierto situado entre el palatium y la basílica, en unafase posterior a la construcción y uso original de losmismos, pero previa al urbanismo islámico propia-mente dicho, que parece relacionarse con otros usosdel siglo VIII que ocupan ciertos ambientes del edifi-cio palatino todavía en pie, en uno de los cuales apa-reció un felús de estilo norteafricano.

9 Con discrepancias en la transcripción de su nombresegún autores: “Iyih” en al-cU²rī, “Ānah” en Ibn©ayyān e “Il.h” en Ibn cI²ārī y al-©imyarī (Makkī yCorriente, 2001: 284, n.590). Estas discrepancias hantenido como resultado que cada autor se haya decan-tado por una u otra según sus preferencias; hasta ahorael equipo se había inclinado por la versión del autormás antiguo, al-cU²rī, que vocalizaba el topónimo conkasra (i). Sin embargo, la autorizada opinión de Fede-rico Corriente nos ha obligado a reconsiderar esa trans-cripción, teniendo en cuenta que en la recientetraducción del Almuqtabis II-1, M. A. Makkī y el pro-pio F. Corriente han preferido la transcripción Iyyuh,acorde con la clásica del propio traductor de al-cU²rī(MOLINA LÓPEZ, 1972).

10 Al-cU²rī (Al-Ahwānī, 1965: 5; Molina, 1972: 58-9);Ibn al-Jarrāŷ (Molina y Bosch, 1990: 33): al-¾abbı(ms. 1676, fol. 84 v, Biblioteca del Escorial; Molina yPezzi, 1975-76: 111); al-©imyarī (Lévi Provençal,1938: 62-3; I¬sān cAbbās, 1980: 132); Al-Zuhrī (Hadj-Sadok, 1968: 207). Una recopilación de las diversasmenciones en Molina y Pezzi (1975-76) y en Pockling-ton (1987).

11 Al-cU²rī (Al-Ahwānī, 1965, 3-4; Molina, 1972, 51 yss.).

12 A las noticias clásicas de Al-cU²rī (AL-AHWĀNĪ,1965: 6; MOLINA, 1972: 62 y ss.); Ibn cI²ārī (DOZY,1851: 84-5) y al-©imyarī (LÉVI PROVENÇAL, 1938:181 y 218), se añade recientemente la de Ibn ©ayyāndel segundo volumen de Almuqtabis, cuyo manuscritooriginal localizado por E. Lévi-Provençal en los añostreinta ha sido objeto de una edición facsímil(VALLVÉ, 1999) y una traducción a cuyas páginas re-mitimos (MAKKI y CORRIENTES, 2001: 284).Todoslos textos pueden verse en Pocklington (1987) y enCarmona (1989 b). Una discusión sobre el problemaen Gutiérrez Lloret (1996 a, 271-4) y en Gutiérrez etalii (2005).

13 Editado en 1965 por al-Ahwānī y traducido por E.Molina en 1972, que un año antes había publicado unestudio específico sobre Iyyu(h) (MOLINA LÓPEZ,1971).

7. Vista de la basílica desde el baptisterio.

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mandalusí-, en el yacimiento arqueoló-gico del Tolmo de Minateda; localiza-ción acorde además con las únicasubicaciones geográficas precisas, trans-mitidas por los geógrafos al-cU²rī y al-Zuhrī. En este estado de cosas, laidentificación arqueológica de nuestrodespoblado con la ciudad del Pacto deTeodomiro, cabeza de un distrito deTudmīr, y quizá protagonista indirectade los conflictos tribales que conduje-ron a la fundación de Murcia, se imponeen la investigación frente al resto de lascandidaturas: de un lado, como aceptael propio director de los trabajos en elMonastil (POVEDA, 1991, 612 ), sedescarta la relación con este yacimientoeldense, defendida en su día por E. A.Llobregat (1973, 1983); de otro, seabandona la forzada hipótesis de R.Pocklington (1987), que al situarla en

Algezares, junto a Murcia, se veía obli-gado a suponer la existencia de dos ciu-dades homónimas, a fin de conciliar laprecisa localización de al-cU²rī en elTolmo, que consideraba una simple ca-beza de distrito, con su candidaturamurciana, donde situaba la ciudad delPacto destruida para fundar Murcia.Este último aspecto ha sido sin dudauno de los más polémicos en la histo-riografía murciana, al suponer en el en-cadenamiento de ambas noticias-fundación de Murcia y destrucción deIyyuh- una inmediatez física que enningún lugar se señala. El texto de Ibn©ayyān del segundo volumen de Al-muqtabis recientemente editado arrojanueva luz sobre las confusas referenciasa la fundación de Murcia y a la destruc-ción de Iyyuh, que se relatan ahoracomo fenómenos no contemporáneos

sino sucesivos, ordenados en dos misi-vas diferentes: la primera, fechada el 25de junio del año 825, instando a ¤abirb. Mālik a instalarse en Murcia y con-vertirla en sede de los gobernadores, yla segunda, del 27 de febrero de 826, or-denando la destrucción de Iyyuh en lacora de Tudmīr (Ibn ©ayyān, Crónicade los emires, 284). De esta forma sepone en entredicho la tradicional con-catenación de ambos fenómenos, quesugería una ubicación próxima a la ciu-dad de Murcia, basada en el trasvase dela población de una a otra, y en detri-mento de su emplazamiento en elTolmo de Minateda, atestiguado por lareferencia de al-cU²rī y la pervivenciatoponímica. Los niveles emirales de laciudad y su desaparición antes del cali-fato como núcleo urbano confirman ar-queológicamente la identificaciónderivada de la toponimia y las fuentesescritas15

No obstante, la discusión más candenteha venido de la mano de un problemaparalelo, que en la tradición historiográ-fica siempre había estado unido a la lo-calización de Iyyuh: la identificación dela sede episcopal visigoda Eiotana oElotana, cuyos obispos firmaron lasactas de diversos concilios del siglo VIIsolos o asociados a la cátedra de Ilici.Dicha sede aparece por vez primera enla Constitutio Carthaginensium sacer-dotum —un concilio provincial de laCartaginense celebrado en Toledo el 23de octubre del 610— que supuesta-mente refrenda el Decretum de Gunde-maro dado en confirmación de losderechos metropolitanos de la sede tole-

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8. Reconstrucción de la basílica.

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dana sobre la provincia cartaginenese;este controvertido Sínodo de Gunde-maro contiene la mención del primerobispo de dicha sede, Sanabilis “sanctaeecclesiae Elotanae episcopus” (VIVES,1963: 409), que a lo largo del siglo VIIvuelve a mencionarse con ocasión de almenos dos concilios, el VII Concilio deToledo (646) y el XI de la misma ciu-dad (675), a los que se puede añadirquizá el XV (688); en todos ellos figuraya siempre asociada al obispado de Ilici-con los obispos Vinibal, Leander y po-siblemente Emmila-, que debió absor-ber la sede Elotana (VIVES, 1963: 257,368 y 472). El problema de Iyyuh y Eioo Elo es antiguo y se remonta a finalesdel siglo pasado, cuando Aureliano Fer-nández- Guerra (1875, 146) y FranciscoJavier Simonet (1897-1903, I, 56) pro-pusieron la identificación ambas men-ciones. Desde entonces esta identidad-sede episcopal visigoda y posteriorciudad del Pacto, destruida para fundar

Murcia- ha sido mantenida por todoslos investigadores que se han ocupadodel tema, de forma que, una vez identi-ficada una, se suponía idéntica situaciónpara la otra. Así lo hicieron EnriqueLlobregat y Robert Pocklington, par-tiendo respectivamente de la ubicaciónde la sede episcopal, supuestamente enel Monastil, el primero y de la ciudadislámica, en Algezares, el segundo.Es sabido que en los últimos años y unavez establecida la identificación de Ma-dīnat Iyyuh con el Tolmo de Minateda ycomprobada arqueológicamente lamagnitud de su fenómeno de revivis-cencia urbana en época visigoda, elequipo que trabaja en este yacimientoha reconsiderado el problema de laidentificación de ciuitas y madīna.Hasta el momento la discusión sobre lalocalización de la ciudad episcopalhabía sido puramente filológica y portanto especulativa, ya que incluso en loscasos de Elda y Algezares, donde se

14 Esta reflexión, dada a conocer por A. Carmona enuna reunión, fue incluida como apéndice en un texto deA. Selva y J. F. Jordán (1988: 89), divulgada por R.Pocklington (1987) y posteriormente desarrollada porel propio Carmona (1989 a: 157), que en la actualidadprepara un trabajo extenso sobre el mismo argumentopara la revista Al-BasīÐ, cuya versión preliminar hatenido la amabilidad de mostrarme .La identificaciónha sido además aceptada en la reciente traducción delAlmuqtabis II-1 a M. A. Makkī y F. Corriente (2001:284, n. 590).

15 La moneda emiral y los vidriados monocromos detipo ba¥¥anī hallados en las fases finales de la ciudadparecen alargar la cronología de su abandono hasta lasegunda mitad del siglo IX, retrasándola respecto a lapretendida destrucción ordenada en la carta del 27 defebrero del año 826, después de hacer de Murcia lasede de los gobernadores. Como ya hemos señalado(DOMÉNECH Y GUTIÉRREZ, 2007), esta aparentecontradicción emana seguramente de la distinta natu-raleza de ambos registros documentales y parece deno-tar que el dato textual indica únicamente la voluntadpolítica de restar importancia administrativa y proba-blemente fiscal a un centro urbano rebelde, marcandoel inicio de un proceso de abandono que culminará yamuy avanzada la centuria. Esta disparidad se observaen otros ejemplos de aparentes «destrucciones» trans-mitidas por las fuentes escritas, como es el caso de laCartagena bizantina a manos de los visigodos, dondelos contextos cerámicos correspondientes a la destruc-ción del barrio del Teatro sugieren, a la luz de los ha-llazgos más recientes de Crypta Balbi y El Mahrine,fechas ligeramente más avanzadas que las estricta-mente históricas (RAMALLO Y RUIZ, 2000: 312-313).

9. Cadena toponímica.

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buscó el apoyo de las fuentes materia-les, el origen de la cadena radicaba en elargumento fonético y documental,siendo el recurso a la arqueología-como desgraciadamente suele ocurrir-meramente probatorio y las más de lasveces con endebles cañamazos. Cree-mos que por una vez, el proceso se haabordado a la inversa: primero fue eltrabajo arqueológico, y sólo los resulta-dos del mismo nos empujaron a abordarun problema que a priori era secundarioen la estrategia inicial de investigación:identificar la ciudad. Lo limitado deestas páginas y la reciente publicaciónde los argumentos arqueológicos queapoyan nuestra propuesta y las posibili-dades de interpretación histórica que deella se desprenden, me eximen de des-arrollarlos aquí nuevamente (GUTIÉ-RREZ et alii, 2005). En el estado actual de la investigación,parece que la elección del Tolmo comoobispado explica el relanzamiento ur-bano de un centro prácticamente despo-blado en el siglo VI, al tiempo quejustifica la magnitud del proyecto ur-

bano emprendido y su carácter ex nouo,consecuencia de la voluntad fundacio-nal regia. De otro lado, el manteni-miento de la sede y el caráctercatedralicio de la iglesia Eiotana des-pués de la unificación con Ilici (hastafines del VII), explica la peculiar se-cuencia estratigráfica del palatium y dela iglesia, en uso y remodelada repeti-das veces hasta un momento avanzadode mediados del siglo VIII. Por fin, enel caso del Tolmo se constata un mante-nimiento de su condición urbana hastala época islámica, patente en el papelque jugará en el momento de la con-quista islámica y en su evolución poste-rior, acorde a las de Begastri o Ilici. Porello pensamos que hemos documentadolas fortificaciones de la ciuitas visigodade Eio y que estamos excavando elcomplejo episcopal de esta cabeza dio-cesana; de la misma forma, se puedeafirmar que el Tolmo -Madīnat Iyyuhen árabe- fue igualmente una de las ciu-dades que representaban la extensiónmaterial del poder de un notable visi-

godo, Teodomiro, y que se transformóen una madīna -el único caso bien ates-tiguado arqueológicamente, no con-viene olvidarlo- que se abandonadefinitivamente antes del Califato, enun momento avanzado del siglo IX, sinque se reocupe ya durante la época islá-mica cuando surgen nuevos asenta-mientos como Falyan, origen del actualHellín, y cuando ya el territorio quetomó su nombre de Teodomiro contabacon una nueva capital, Murcia, fundadapor el Estado islámico cordobés. No obstante, y a pesar de ese convenci-miento, es imposible pasar por alto elespectacular hallazgo reciente de unedificio monumental de aparente natu-raleza representativa en las proximida-des de la basílica de Algezares y que hasido interpretado como un atrium pale-ocristiano, cuyo hallazgo conozco gra-cias a la gentileza de sus excavadores,que quiero agradecer desde aquí16. Essin duda un hallazgo sugerente quepuede reabrir -quizá en estas mismaspáginas- la polemica de la sede más via-

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10. Superposición de la trama emiral.

11.- conjunto de cerámicas emirales del abandono.

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jera de Tudmīr y con ella la de la su-puesta Iyyuh de Murcia. En Algezaresse vislumbra, hoy por hoy, un edificiocomplejo, con fases de uso diversas,cuyo origen -quizá siglo V- e inclusouso -siglo VI- parecen más tempranosque la datación que evidencia el pro-grama decorativo de la basílica, recien-temente fechado en el siglo VII(RAMALLO et alii, 2007: 385-6), yque sería sorprendentemente contempo-ránea al abandono del edificio de repre-sentación que con ella se vincula, lo queno es óbice para afirmar que nos encon-tramos ante los espectaculares restos deun importante dominio tardoantiguo Aesto se suman los problemas funciona-les que plantean tanto la restitución delas gradas de acceso al espacio de repre-sentación, como la articulación de losdos niveles del edificio y que recomien-dan prudencia en tanto no se acometaun riguroso estudio en extensión por

parte del equipo que ha iniciado los tra-bajos; los restos de Algezares merecendicho proyecto con independencia de sueventual naturaleza episcopal o urbana,y sólo la argumentación arqueológicarigurosa, más allá de cualquier especu-lación sobre míticos orígenes, haráavanzar de verdad una discusión queúnicamente puede ser científica.

16 El trabajo de L. A. García Blánquez (2006) que hadado a conocer el edificio de forma preliminar, es unejemplo de rigor en la presentación de datos y pruden-cia en la expresión de hipótesis.

12. Vivienda emiral.