Lo Impolitico Esposito

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  • 8/13/2019 Lo Impolitico Esposito

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    perspectiv de lo impolticoRoberto sposito

    1. Buscar concentrar esta intervencin en torno a la categora que desde hace algn tiempo estoy volviendo a proponer al debate filosfico-poltico italiano, esto es la categora de lo impoltico . Una categora que, como se sabe, tiene ya una historia no breve, pero que considero legtimo someter a un significado diferente del que tena originalmente: podemos decir que todas las categoras filosficas han sido ya pensadas y el trabajo filosfico no puede tener hoy otra tarea que la de repensarlas en el interiorde una red de significaciones semnticas. Hago esta precisin preliminarpara sealar la distancia radical del significado que atribuyo a la expresinimpoltico con respecto al uso que de ella hizo por ejemplo ThomasMann en sus onsideraciones homnimas u uso que, como MassimoCacciari pona de relieve en un importante ensayo sobre Nietzsche, confiere al trmino el sentido reductivo de no-poltico , o, ms precisamentean, de valor opuesto en cuanto tal a la esfera de lo poltico M Cacciari,en Nietzsche, 1978, pp. 105-120). Pero igualmente lejana de mi intencin es la interpretacin de lo impoltico que recientemente ha dado JulienFreund en cuanto modo subrepticio de hacer poltica rechazando y desconociendo toda forma poltica de organizacin de la sociedad: lo impolticoconcernira a la ideologa organicista y a la vez desestabilizante contra laque arremete l s de manera ideolgica) Freund J. Freund, 1987).En este punto, despejado el campo de posibles equvocos, me toca la ingrata tarea de intentar especificar el significado que yo mismo le atribuyo ala expresin en cuestin. Ingrato en un doble sentido: en primer lugar en elplano subjetivo: porque no es fcil condensar en el espacio de pocas pginas lo que desde hace algunos aos ha sido el objeto principal de un extenso trabajo ver R. Esposito, 1988). Y luego porque la de impoltico es unacategora o mejor: un horizonte categorial) esencialmente negativa, crtica;y a tal negatividad, a su inexpresabilidad positiva, se halla necesariamenteligada bajo pena de invertirse en su propio opuesto, esto es en la categorade lo poltico. Esto no quiere decir, desde luego, que de lo impoltico no

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    pueda decirse nada. Pero se puede decir a partir de que l no representa. ms intensamente an, de su oposicin constitutiva a las modalidades dela representacin , entendiendo por esta, justamente, la categora de poltico en la poca de su incipiente crisis pero tambin, en un sentido msgeneral que ser precisado, como la categora de la filosofa poltica , o almenos de que la tradicin entiende por filosofa poltica). Es esto quequiere decir Car1Schmitt que usar en el plano analtico slo hasta un cierto punto, ms all del cual me distanciar radicalmente de l: tanto que sepuede decir que mi discurso nace all donde se interrumpe el discurso schmittiano, de su ulterioridad o de su inversin) en ese fragmento, nunca suficientemente valorado, que se titula Catolicismo romano y forma polticaC. Schmitt, 1986), cuyo objeto fundamental es el carcter constitutivamente despolitizador de la Modernidad; y, ms precisamente, la tesis de que taldespolitizacin se halla determinada por el rechazo de la representacin ,como aquello que liga la decisin poltica a la idea o que, en otros trminos, consiente un trnsito, una relacin positiva, entre Bien y poder.En este punto se hace necesaria una precisin: cuando Schmitt comopor otra parte tambin Foucault y de manera diversa que Heidegger) ve en10Moderno la muerte de la representacin rappresentazione , no buscanegar -e incluso explcitamente afirma- que es justamente 10Moderno, ensu origen hobbesiano, que abre la historia moderna) de la representacin rappresentanzay; pero de una representacin rappresentanzacompletamente inmanentizada -vaca, sin contenido sustancial-, que constituye la ms radical negacin de la representacin rappresentazione dela idea. Lo que de esta ltima se oculta en una pura imagen de un fundamento de ahora en adelante ausente) es precisamente la referencia a unaalteridad que era a la vez virtus formativa y telos ltimo de poltico. Eseste hilo vertical que Moderno corta con una decisin que excluyecualquier otro diferente de s mismo. No es que se vuelva simple proliferacin de intereses contrapuestos y que no anhele continuamente la formade la unidad: sino que la busca como unidad funcional y autorreferencial.Es decir como sistema capaz de autogobernarse prescindiendo de cualquier finalidad externa el Bien) o de cualquier vinculacin interna a la l-

    La lengua italiana posee dos palabras donde en espaol slo tenemos una; rappresen-tanza es el trmino que designa los sistemas polticos representativos donde hay representantes y representados), en tanto rappresentazione es representacin en el sentido defigura imagen o idea que sustituye a la realidad [N del T.].

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    gica de los contenidos los sujetos , de ahora en ms fuera de escena, almenos en el sentido clsico de la expresin, como ha sido demostrado enabundancia a partir de Nietzsche) que lo habitan. a misma organizacinen subsistemas se hizo de tal modo de no exigir convergencias ideales .Lo poltico constituye justamente uno de estos subsistemas: en esto radica su conquistada autonoma-respecto al resto del cuadro. Pero tambin,contemporneamente, el vaciamiento entrpico del que se haca mencin.Que no todas las filosofas polticas modernas sean reconducibles a este desenlace autodisolutivo; que existan frente a ellas puntos de resistencia y de contraste -de Maquiavelo, que constituye su alternativa originaria pero derrotada) a Spinoza, a Vico, y en ciertos aspectos a Hegel y aMarx- no quita que el paradigma hobbesiano del orden sea la lnea vencedora y todava hoy largamente hegemnica, desde el funcionalismo deParsons hasta la sistmica de Luhmann.

    2. A esto reacciona la repr esent tio catlica como un zurcido delnexo interno entre Bien y poder: en el doble sentido de que el Bien es r p-present bile por el poder y que el poder puede pro u ir Bien e incluso,dialcticamente, transformar el mal en bien). Es esto lo que entiendo conla expresin teologa poltica .qu es necesaria una segunda precisin:el uso que hago de ella tiende a diferenciarse claramente del que haceSchmitt. Es evidente cmo ste, al menos en la etapa madura de su produccin -y salvo ulteriores distinciones internas que aqu no tengo espacio para sealar- denomina teologa poltica al proceso de transvaluacin que en la Modernidad transforma algunos conceptos de matriz teolgica en categoras jurdico-polticas, coincidiendo de hecho con el movimiento de secularizacin aunque no de laicizacin absoluta sin restos mtico-teolgicos). Respecto a esta acepcin politesta conforme ala ntseelung weberiana), propongo una mutacin y en ciertos aspectosuna restauracin de significado relativa a una acepcin ms originaria,que procede ya de Ambrogio y de Agustn, y que hicieron propia Erik:Peterson E. Peterson, 1983) y Eric Voegelin E. Voegelin, 1968) justamente en polmica con Schmitt, segn la cual el de teologa poltica es unconcepto esencialmente ligado al de monotesmo.Sin poder seguir a Peterson a lo largo de su compleja argumentacin,nos detenemos en el punto que nos interesa: teologa poltica es esa suertede circuito lgico-histrico que introduce una terminologa poltica el mo-

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    notesmo) en el interior del lxico religioso en funcin de una justificacinteolgica del orden existente. de manera ms simple, la representacinrappresentazione teolgica del poder. Es exactamente lo que el catolicismo poltico opone a la deriva despolitizadora de lo Moderno. Esta contraposicin no es necesariamente un punto de vista antimoderno. El mismoSchmitt, por lo dems -pero tambin Romano Guardini, el gran telogo catlico alemn, autor de un libro sobre El fin de la poca moderna R. Guardini, 1984), parece adoptar, a su manera, un punto de vista postmoderno-,recuerda cmo la complexio catlica no se postula en modo antittico mundo de la tcnica, ni hace propios los mitos irracionalistas y las nostalgias pasatistas de la cultura romntica: tanto es as que su teologa expresauna lgica de tipo estrictamente jurdico. Lo que sin embargo constituye ladiferencia es que esta lgica no se agota en un conjunto de procedimientostcnicos, sino que comprende el momento alogo de la decisin. Y no slo esto, sino que tal decisin incorporauna dimensin esencialmente representativa rappresentativa : representativa de la esencia.Es esta dimensin la que la salva de lo infundado de la decisin moderna; la que vuelve a reunir los polos que sta separaba: inmanencia y trascendencia, historia e idea, fuerza y autoridad, poder y Bien. El sentido mspregnante de la teologa poltica catlica se constituye justamente por estavaloracin del poder: en cuanto potencia, el poder es una determinacin delser, y por consiguiente del bien. De aqu el deber del poder. El hombre debe ejercitar el poder para obedecer a Dios, en el sentido de que es Diosquien impone al hombre el ejercicio del poder. En este sentido, el poder esbien: su traduccin poltica. La poltica vive de esta relacin. Por lo que loModerno, al romperla, se condena a la despolitizacin, debe ceder a la secularizacin, condenarse al siglo : porque el monopolio de lo poltico, enla Modemidad, pertenece a la Iglesia de Roma, ltima isla poltica en elgran mar de la depolitizacin moderna. Pero justamente esa insularidadindica cmo este monopolio -la tarea de representar lo poltico en el tiempo de la despolitizacin- es, para el catolicismo poltico, pura utopa: cmoel rol de centralidad asignado por l a la Europa cristiana es irremediablemente utpico. Monopolio que es a la vez tarea y tragedia: tarea de defender lo poltico de los ataques desarraigadores de fuerzas opuestas y complementarias capitalismo y socialismo). Y tragedia porque est sustrado acualquier posibilidad de realizacin. El destino trgico del catolicismo poltico parece en lo sucesivo abandonar a lo poltico a una alternativa sin sa-

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    lida: la isla de la representacin romana o el ocano de la despolitizacinoderna. Teologa o secularizacin, utopa o entropa, mito o nihilismo.3. En realidad, lo que parece una alternativa bloqueada por hiptesis

    contrapuestas abre histricamente otra direccin, que es la adoptada dehecho por la forma-Estado contempornea: a la vez teologizada y desolitizada. Es este el arcano de la filosoffa polticamoderna que la contraposicin schmittiana no parece aferrar del todo. La anttesis entre representacin poltica y neutralizacin despolitizadora es en realidad una copresencia, como lo demuestra el trnsito histrico-semntico que seculariza la representacin rappresentazione catlica en la moderna representacin rappresentanza gubernativo-parlamentaria).Para darse cuenta basta reconstruir, aunque sea esquemticamente, ladialctica que inviste la figura del Estado. Este -ya desde el fmal de lasguerras de religin- nace de ese proceso de desteologizacin en el que consiste la laicizacin moderna; y, por eso mismo, del vaciamiento de todasustancia poltica: ruptura de la unidad poltica en poderes diferentes y suneutralizacin acordada. Sin embargo, esta neutralizacin, para funcionar,para recomponer aunque sea artificialmente las partes, tiene necesidad deuna forma poltica. El poder de las partes -de su negociado- es organizadopolticamente. La misma desfundamentacin de la vieja representacinproduce una nueva demanda representativa. Los intereses aparecen comounitariamente irrepresentables: pero esa situacin, de nuevo, es ella mismarepresentada. Es as justamente lo infundado, el desarraigo, lo que va a reclamar una nueva raz. As como es la Tcnica, que expresa lo ilimitado dela voluntad de poder, la que provoca una nueva forma. Esta misma dialctica entre despolitizacin y gobierno poltico de la despolitizacin es visible en las modalidades especficas en las que en las sociedades de mercado es decir en todas las sociedades) se realiza lo que ha sido llamado laautonoma de lo econmico : que no se desarrolla autnomamente sinoque tiene necesidad de una fuerza poltica) capaz de instituir y conservarlas condiciones generales dentro de las que funcionar: hasta tal punto ~podra decirse que la despolitizacin es la forma poltica a travs de la quese determina la autonoma de lo econmico. Es el mismo problema que, enotro nivel, concierne a la reproduccin del aparato jurdico, sustrado dehecho a toda obligacin de verdad que inevitablemente lo reconducira aun encuentro con los valores ltimos, mitigado por el politesmo moder-

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    no: por tanto constitutivamente arbitrario, injustificado, mutable; sinembargo, al mismo tiempo vinculado a una Ley que, para valer efectivamente, debe presentarse como universal, inmutable, trascendente.Desde luego, esta nueva forma deducida de 1 que ha despedazado lavieja unidad sustancial de la comunidad transformndola en mera socie-tas no puede ser sino mito. Es teolgica, por as decir, a la segunda potencia: en cuanto nacida de la desteologizacinmoderna. Teologa de la laicizacin, podramos decir. Se trata de la teologa poltica hobbesiano-schmittiana. Teologa poltica pero poltica de la despolitizacin. Contradiccin o paradoja insoluble que teologiza la despolitizacin en una nuevaforma poltica. Copresencia de los opuestos que transforma a cada uno enla sombra contrahecha del otro. Tcnica en Etica, derecho en Justicia, poder en Bien.

    4. Es contra esta copresencia de despolitizacin teologa, de tcnicay mito, de nihilismo y apologa que surge 1 impoltico. Su espacio deeleccin -espacio rigurosamente negativo, como se ha dicho, intraducibleen trminos propositivos- es ese confn situado a la misma distancia crtica de la despolitizacin moderna y la teologa poltica. aactitud mental,la modalidad de pensamiento que, an refutando la despolitizacin moderna, la Modernidad como despolitizacin, situndose as en sus antpodas, rechaza al mismo tiempo cualquier retorno a la vieja representacin teolgico-poltica, cualquier declinacin de 1 poltico en trminos devalor, cualquier lugar trascendente de fundacin de 1 poltico nada -digo esto para prevenir posibles equvocos que siento surgir aqu all- est ms alejado de mi posicin que la metafsica reaccionaria antimoderna de un eoStrauss o de un Augusto del Noce, pero tambin que elaristotelismo dbil de la filosofa prctica).

    Pero veamos mejor. Partamos del primer lado de la cuestin. Lo impoltico es 1 otro 1 contrario- de la despolitizacin o de cualquier actitudapoltica. adistancia que 1 connota no coincide en absoluto con una negacin de 1 poltico, de su lenguaje, que sigue siendo el nico lenguaje dela realidad, el nico que la realidad sabe hablar. Lo impoltico no es la negacin sino el negativo de 1 poltico. Es 1 poltico mismo mirado desdesu confn externo. Pero no de una realidad externa, inexistente como tal.Entonces: 1 impoltico no contrapone a 1 poltico otra realidad. Ni tampoco -menos an- un valor, el valor que 1 poltico habra traicionado, ca

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    mo crea Thomas Mann. Lo impoltico no contrapone a lo poltico ningnvalor. E incluso es lo que lo libera definitivamente del valor, lo que criticatoda asuncin de lo poltico en trminos de valor, toda valoracin de lo poltico. La valoracin de lo poltico -su constitucin en Absoluto - es lo quelo impoltico critica como teologa poltica: vale decir como confusin ysuperposicin de nivel del plano del Bien o de la Verdad) con el del poder. Para lo impoltico el Bien es irrepresentable por el poder, as como elpoder no tiene la posibilidad de traducir dialcticamente el mal en bien.Para lo impoltico, el Bien es lo Irrepresentable. Por ello no se confunde teolgicamente con el poder, pero tampoco se opone a l como una alternativa practicable. Lo impoltico asume el punto de vista mximamenterealista de la inexistencia de cualquier realidad sustrada a las relaciones defuerza y de poder. Por eso, la extensin del poder coincide con la extensinde la realidad. Es esto lo que impide cualquier acepcin dualista de lo impoltico: como si se tratara de algo positivo que se contrapone desde el exterior al lenguaje del poder. El lenguaje del poder es el lenguaje de la realidad, en el sentido de que la realidad no habla lenguajes diferentes del lenguaje del poder. Desde este punto de vista, la actitud impoltica se identifica con la del gran realismo poltico a partir de Maquiavelo, o, antes an, deTucdides. Y en efecto Maquiavelo ha sido ledo por la gran tradicin interpretativa tambin como un pensador de lo impoltico: Si el hombre fuese bueno ... ; pero, puesto que no lo es, no queda ms que el lenguaje o lascategoras de lo poltico, no queda ms que la re lid d de lo poltico, circundada por lo otro que ella no es. Podemos escuchar en el lenguaje deMaquiavelo, o en el dilogo tucidideo entre atenienses y meleos, el silencio a partir del cual ese lenguaje llega a la presencia. Por eso lo impolticocoincide con el realismo poltico, aunque mirado del lado inverso: no hayms realidad que la realidad. Pero esto no significa que la realidad sea depor s un valor. Lo impoltico es en este sentido el cumplimiento del realismo poltico, la abolicin de todo residuo teolgico, de toda consolacindialctica, de toda perspectiva utpica.Pero tambin de tod filosofi poltic Toco apenas este punto, que hetratado en forma extensa en otra ocasin R. Espsito, 1989 Lo impoltico niega la filosofa poltica como determinacin filosfica) de la polticapor parte de la filosoffa, La niega en el doble sentido de que la consideraperjudicial y mismo tiempo imposible. Perjudicial, porque todas las veces que se ha intentado deducir una poltica en base a las exigencias in-

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    ternas, a las necesidades de una filosofa dada, las consecuencias han sido siempre inaceptables, y algunas veces catastrficas, como este siglo nossigue enseando todava. Imposible, porque la poltica tiene en su centroun elemento -el conflicto de poder- absolutamente irreductible a las exigencias representativas de la filosofa poltica. La filosofa puede comprender este ncleo conflictivo slo ordenndolo a la unidad, presuponiendo su conciliacin, y por consiguiente negndolo como tal. Cicatrizando simblic mente el conflicto; o reconocindolo slo en vista de un ordenpotencial. Por esto la filosofa poltica niega l f cticid d de lo poltico\Ypor esto, a su vez, lo poltico niega la filosofa poltica. Uno puede crecrnicamente sobre la hiptesis del in del otro. La filosofa poltica es filosofa del fin de la poltica. Pero la poltica es el in -O la imposibilidad- dela filosofa poltica. Lo que, en cambio, resulta posible y necesario es elpens miento sobre la poltica. Pensar la poltica en lo que tiene de irreductible a la filosofa poltica es precisamente la tarea de lo impoltico. Quepuede ser conducido por la filosofa poltica a condicin de autoproblematizarse como tal, de deconstruirse en cuanto filosofa poltica, de volversefilosofa de lo impoltico. Esto es, determin cin extrema de lo poltico enel sentido lateral de delinear los trminos ms all de los cules no hay nada: el silencio del poder. O su impensado. Tal vez sea este silencio -lo impensado del poder- el espacio de responsabilidad del pensamiento.

    5. Para terminar, quisiera evocar este espacio -la responsabilidad delpensamiento- haciendo una referencia a tres textos que constituyen unaexpresin intensa de lo impoltico. El primero es el discurso de Elias Canetti por el quincuagsimo cumpleaos de Hermann Broch; all, precisamente, Canetti se interroga sobre la responsabilidad del escritor en nuestro tiempo. Cules son -se pregunta Canetti- las cualidades que vuelvena un escritor, y tambin a un pensador, representativos de la propia poca? Son esencialmente dos, extremadamente contradictorias E. Canetti, 1986, p. 21). La primera se defme por el vnculo estrechsimo que debe ligar a quien escribe, o a quien piensa, con el propio tiempo. Existe unaidea difusa -advierte Canetti-, que debe ser refutada de inmediato, segnla cual el verdadero escritor es el que se pone por encima de su propiotiempo. Por el contrario, para Canetti el verdadero escritor est sujeto asu tiempo en todo y por todo, es su humilde y devotsimo esclavo. Est ligado a l por un vnculo estrechsimo, por una cadena breve imposible de

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    ibid. p. 22). Hay asimismo otra imagen, todava ms fuerte, a laue recurre Canetti: el verdadero escritor, su pensamiento, es el perro delropio tiempo; en el sentido de que tiene el vicio de seguirlo con una teacidad inquietante y famlica, sin perder nada suyo, sin descuidar nada.s otra manera de decir lo que antes habamos llamado el rechazo de toa solucin consolatoria, de toda fuga utpica. Si hay un autor que hacea de antiutopa un verdadero y propio punto de vista, que no aleja ni porn minuto su mirada de la realidad, que interpreta toda la realidad en trinos de poder, este autor es justamente Canetti.Pero existe otra cualidad, siempre para Canetti, que hace que un escritor sea verdadero y su pensamiento fiel a s mismo: la cualidad de ponerse en contra de su tiempo. Contra todo su tiempo, no slo contra uno

    o ms aspectos particulares suyos, contra la imagen comprensiva y unitaria que slo l ha logrado formarse, contra su olor especfico, contra su aspecto, contra su ley ibid. p. 26). El verdadero escritor -contina Canetti- an cuando anhela el sueo, nunca debe poder dormir ibid., p. 27),donde dormir significa fuga, pero tambin adhesin inmediata a lo existente, lo que existe porque tiene la fuerza de suprimir todas las otras potencialidades irrealizadas: as como la historia es la que es en la medidaen que ha anulado todas las historias posibles. Esta contradiccin -estapretensin cruel y radical ibidem. puesto que se halla en contraste consigo misma: ser el perro y a la vez el acrrimo enemigo del propio tiempo- constituye el lugar del pensamiento y la medida de su responsabilidad.Tambin aqu esta es definida en negativo. En trminos impolticos -unapresencia ausente o una distancia de la propia presencia-, y est constitutivamente ligada a esta negatividad para no caer en su opuesto: en lengua poltico, en proyecto operativo, en inters, y por eso mismo en traicinde ese compromiso de lucha contra el tiempo que sigue siendo su tiempo.Por consiguiente, la fidelidad del pensamiento con su propio tiempo consiste en la distancia que toma de l.Tambin a esta distancia alude el segundo texto, esta vez de HannahArendt, precisamente en la seccin de La vida del espritu dedicada alpensamiento: ...) Lo que es prximo y aparece directamente a los sentidos est ahora distante, lo que es lejano est efectivamente presente. En elacto de pensar no estoy donde en realidad estoy: no me circundan objetossensibles sino imgenes invisibles a cualquier otro. Es como si me hubiese retirado en una especie de tierra de nadie, de tierra de lo invisible... H.

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    Arendt, 1987, p. 169). Como 1 aclara la invocacin sucesiva del concepto jasperiano de situacin-lmite ibid. p. 187), la tierra de 1 invisible-la tierra del fin de la representacin- alude aqu a un ausencia que sevuelve presencia o a un presencia que resuena (silenciosamente) en unausencia; que, mejor an, se trasciende en un ausencia. Y, en efecto, justamente a una operacin de trascendimiento (trascendimento) -atencin,no de trascendencia, no de hipstasis metafsica del acto de trascender es1 que pensaba Jaspers con aquella expresin: Esta ltima expresin fueacuada por Jaspers (...) pera indicar la experiencia de algo inmanenteque remite a la trascendencia y que, si obtiene un respuesta de nosotros,nos conducir a llegar a ser la existencia que somos potencialmente(ibidem.). Es esta inmanencia que remite a la trascendencia , una inmanencia trascendente o un trascendencia excavada en inmanencia, lamodalidad de 1 impoltico. No un espacio, ni, menos todava, un valor situado fuera de lo poltico e indiferente a l, sino el trascendimiento interior a 1 poltico en cuanto categora afirmativa. El vaco, la ausencia, quelo poltico abre cuando pone en juego la propia dimensin de presencia (esdecir de representacin). Cul sea esta politicidad de la ausencia respectoa 1 (dal) poltico (y tambin de lo del poltico) haba sido precedentemente explicado porArendt a partir de un proposicin de Scrates segnla cual sufrir un agravio es mejor que cometerlo (ibid., p. 275). Dichaproposicin no es comprensible en el lenguaje de 1 poltico. Un ciudadano no puede comprenderla porque ella contradice esencialmente la lgicade lo poltico, que es la de la voluntad de poder. Pero Scrates -concluyeArendt- no est hablando aqu a modo de ciudadano . El habla, en cambio, en cuanto hombre vuelto esencialmente hacia el pensamiento. Es como si dijese a Calicles: si fueras como yo, amante de la sabidura, ansioso por pensar cada cosa, por someter a examen todas las cosas, sabrasque si el mundo fuera como te lo figuras, dividido en dbiles y en fuertes, donde los fuertes hacen lo que est en su poder y los dbiles sufrenlo que deben (Tucdides), de manera que no hay alternativa entre sufrirun agravio o cometerlo, si as fuera entonces es mejor sufrirlo que cometerlo. Pero, bien entendido, el presupuesto es este: si amas la sabidura yel filosofar; si sabes qu significan la actividad de reflexionar y de examinar (ibid., p. 277). Slo desde este presupuesto lo poltico aparece comoel nico lenguaje del mundo: pero justamente por eso subordinado, porparte de un pensamiento que quiere seguir siendo tal, a un proceso de tras-

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    endirniento interior capaz de invertir las relaciones ordinarias ; es decirordenarlas hacia lo que no se ve. Hacia lo invisible a lo que antes seluda como al objeto ausente del pensamiento.Es a este mismo problema de la relacin entre fuerza y Justicia, entreisible e invisible, que remite el tercer texto que quisiera invocar. Es, t -in l, de una mujer, SimoneWeil, Se trata de una proposicin de su l-ma obra, L enracinement que quiero leer descompuesta en sus dos par-es constitutivas. La primera dice: Sobre esta tierra no hay ms fuerzaue la fuerza S Weil, 1980, p. 191). Sera necesario referir los aconte-imientos que han sacudido al mundo en el ltimo siglo; pero sera unaeguera o una ilusin no ver que se trata de un dato fctico que pertenecela realidad de todos los tiempos. Basta con pensar en la apertura de otroran ensayo weiliano sobre la Iliada: El verdadero hroe, el verdaderorgumento, el centro de la Iliada es la fuerza. La fuerza empleada por losombres, la fuerza que doblega a los hombres, la fuerza frente a la que seetrae la carne de los hombres S Weil, 1974, p. 11).Frente a la lucidez de esta mirada del mundo, todas las utopas cons-uidas con el balancn del igual derecho se convierten en fbulas de do-ingo. Fbulas no porque la sociedad no pueda ser gobernada por el de-echo, sino porque el derecho es l mismo expresin de determinadas re-aciones de fuerza, como lo sostienen Nietzsche y Freud an antes que Si-one Weil. El derecho sin la fuerza es ridculo S Weil, 1957, p. 23),scribir sta en otro lado. Quien imagina algo exterior a la fuerza queueda impedir su actuacin, quien imagina otra fuerza, humana o divina,xterior a la fuerza de este mundo, traiciona la realidad, rompe el espejoursimo en el que ella aparece a quien la mira sin el reparo desviante deesperanza.y sin embargo, este todo que es la fuerza no es en verdad el todo. Exis-e una nada que, como un lmite invisible dentro de la ptica de lo pol-co), lo circunda y lo mantiene en sus confines. Lo clausura en su reali-ad. Es este el sentido de la segunda parte de la frase citada: Sobre estaierra no hay ms fuerza que la fuerza. Esto podra ser un axioma. Enuanto a la fuerza que no es de esta tierra, el contacto con ella se paga conl precio de un trnsito a travs de algo que asemeja a la muerte S Weil,980, p. 191). Este algo que asemeja a la muerte es la Justicia. Aseme-a la muerte porque no es de este mundo. En este mundo es irreal. Perola vez es real. Es irreal si se mira dentro de las categoras de lo poltico.

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    Real si se mira desde su exterior. Desde lo impoltico. Desde lo impoltico la Justicia parece esa lnea infmita que la fuerza no puede superar porque coincide con su lmite mismo: Toda fuerza invisible y palpable estsometida a un lmite invisible que no superar jams. En el mar, una olasube, sube y sube todava; pero un punto, en el que slo existe el vaco, ladetiene y la hace descender.As se ha detenido el oleaje alemn, sin quenadie haya sabido por qu, en la ribera de la Manica tbid., p. 246). Unpunto que no es otra fuerza que la fuerza. Que es la fuerza misma que hallegado al lmite de s. Ninguna otra fuerza puede oponerse, desde el exterior, a la fuerza: a no ser ese lmite intrnseco, y por eso invisible, que ladetermina como las barreras insuperables que impiden al agua inundar latierra. Como esos lmites inmateriales, pero ms duros que cualquier diamante ibid., p. 247), que son el rostro invisible de la Necesidad.

    Traduccin de Diego Tatin

    bras itadas-H. Arendt (1987), La vita della mente, Bologna, Mulino.-M. Cacciari (1978), L impolitico nietzschiano , en F Nietzsche, Illibrodel filosofo, Roma, Savelli.-E. Canetti (1984), La coscienza delle parole, Milano, Adelphi.-R. Esposito (1988), Categorie dell impolitico, Bologna, Mulino.R Esposito (1989), Filosofa politica o pensiero della politica , Filoso-i politica, n 1.-J. Freund (1987), Politique et impolitique, Paris, Sirey.R Guardini (1984), La fine dell et moderna, Brescia, Morcelliana.-E. Peterson (1983), Il monoteismo come problema politico, Brescia, Que-riniana.-C. Schmitt (1986), Cattolicesimo romano e forma politica, Milano, Giuffr.-E. Voegelin (1968), La nuova scienza della politica, Torlno, Borla.-S. Weil (1957), Ecrits de Londres et dernires lettres, Paris, Gallimard.-S. Weil (1974), La Grecia e le intuizioni precristiane, Milano, Rusconi.-S. Weil (1980), La prima radice, Milano, Comunita.

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