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Libro_mujeres Puente Genil

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Mujeres importantes de Puente Genil.

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Delegación

de

la MUJER

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Edita: Ayuntamiento de Puente Genil. Instituto Municipal de Servicios Comunitarios. Delegación de la Mujer.Equipo: María José Rodríguez Hidalgo ( redactora), Margarita Villegas Torres (coordina).Apuntes Biográficos: Grupo de trabajo del "Taller para la recuperación histórica de la mujer pontana".Fotografía: Imágenes fotográficas cedidas por familiares. Fotografías de Puente Genil: Juan Leiva.Promueve: Equipo Ágora.Diseño y maquetación: Eva López para Equipo Ágora.Imprime: Imprenta Municipal.Depósito Legal: CO-1314-04.Foto portada: Autorretrato de María González "Marycel".Foto índice: Monumento a la Unión del Pontón Don Gonzalo con Miragenil, 1834-1984.

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ÍNDICE

PÁG. 6 ~ PRESENTACIÓN

PÁG. 7 ~ INTRODUCCIÓN

PÁG.12 -29 ~ CAPÍTULO I:LA MUJER EN EL MARCO PRE Y POS REVOLUCIONARIO

(SIGLOS XVII Y XIX)I.- LA SITUACIÓN EUROPEA

II.- LA SITUACIÓN ESPAÑOLAIII.- BIOGRAFÍAS

Doña María de la Encarnación Parejo y CañeroDoña María de la Concepción Cosano Pino

Doña Concepción Mancha y MadrigalDoña Adriana Morales SolísDoña María Marín Navarro

Doña Susana Benítez de Lugo y Pérez de Abreu

PÁG. 30-50 ~ CAPÍTULO II:LA MUJER EN EL AMBIENTE DE ENTREGUERRAS.

LOS ALBORES DEL SIGLO XXI.- LOS MOVIMIENTOS SUFRAGISTAS Y LAS DEMOCRACIAS

II.- LA CONCEPCIÓN DE LA EDUCACIÓN FEMENINAIII.- BIOGRAFÍAS

Doña María Górriz PérezDoña Concepción Ruiz Montero, “La Maestra”

Doña Dolores Reyes Porras, “La Canija”Doña Dominga Valdecañas y Ávila

PÁG. 51-69~ CAPÍTULO III:LA LENTA INCORPORACIÓN DE LA MUJER A LA VIDA PÚBLICA

I.- EL PERÍODO DE ENTREGUERRAS EN EUROPA: LA MUJER EN LA VIDA PÚBLICAII.- LOS PERÍODOS REPUBLICANOS EN ESPAÑA (1873 - 1936)

III.- BIOGRAFÍASDoña Carmen Dorado Tenllado

Doña María Antonia Estrada MolinaDoña Balbina Cerdeño DelgadoDoña Concepción Cáceres Jurado

Doña María González Gallegos, “Marycel”

PÁG. 70-82 ~ CAPÍTULO IV:LA MUJER ESPAÑOLA DURANTE LA DICTADURA

I.- LA INSTALACIÓN DEL FRANQUISMOII.- CONSECUENCIAS DEL FRANQUISMO: LA MUJER ESPAÑOLA DE 1936 A 1977

III.- BIOGRAFÍASDoña María Josefa Martí Melgar

“Las Monteras”Doña Matilde Aguilar Montero

Doña Ángela Martín Flores

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6 - PRESENTACIÓN

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

Vaya por delante mi gratitud y enhorabuena a la colaboración de cuantaspersonas habéis hecho posible dar a luz esta publicación.

Somos muchas personas las que estamos empeñadas en que la igualdad realsea posible, que todas las personas, sin distinción alguna, podamos

vivirla y compartirla.

Para que esta realidad sea posible necesitamos útiles que nos permitanevidenciar lo que está hecho y lo que queda por hacer para lograrla.

Desde esta tribuna estamos en la posición de aunar esfuerzos con la esperanza de conseguirla.

Ante este reto podemos tomar esta iniciativa como:

una puerta abierta a la igualdad.una senda para abrir rutas inexploradas

una experiencia para encontrarnosuna crítica, reflexiva en las diferencias

una perspectiva para ver otros enfoquesuna mano para la solidaridad

una invitación a quienes se quieran sumar

Para que esta tarea de construcción y reconstrucción de nuestrahistoria sea posible.

Charo Prieto Escalera

PRESENTACIÓN

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INTRODUCCIÓN - 7

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

C uando el Fondo Documental de Literatura de la Delegación de laMujer del Ayuntamiento de Puente Genil decide recuperar y poner derelieve la aportación de la mujer a la Historia de esta localidad, consi-

derando que es notorio y público que las mujeres han contribuido a la construc-ción social de la villa y que nos motiva el hecho de la ausencia de documentosque proclamen estos hechos, se decide llevar a cabo el proyecto de reunir en unlibro la vida y obra, la puesta en valor de aquellas mujeres que en su lucha pordesarrollar un papel diferente al que como mujeres les había asignado la sociedad,y que en su quehacer han dejado una señal en Puente Genil que el paso de losaños no ha conseguido borrar.

El desempeño de esta tarea resultó arduo, ya que la labor de búsqueda de datosexclusivamente referidos a mujeres se puede calificar de arqueológica. Por mucho quenuestro empeño fuera orientado a seleccionar biografías femeninas, éstas siempre seencontraban soterradas, (más o menos) entre cientos de palabras que laudaban lalabor de un hombre vinculado a ellas, léase padre, hermano, marido, hijo…

No dudábamos de la valía de estos varones, pero sí echábamos en falta encon-trar referencias a las mujeres pontanas que las estimara por su propia labor.Tampoco dudábamos de que existían estas preclaras féminas, ya que la HistoriaOral, la no oficial de la localidad, las incluía y las destacaba por sus hechos.

Ante esta sangrante realidad, la de que habría que interpretar los datos obteni-dos fuera del contexto patriarcal de la Historia Oficial, queremos poner de mani-fiesto que nuestra labor de historiadoras pasa por la relectura, la reconstrucción deuna Historia de Puente Genil donde la mujer sea sujeto activo y no pasivo en eldevenir de los tiempos. Pero no pensemos que esto ocurre sólo cuando habla-mos de historia local; por el contrario, toda la Historia del mundo occidentalpasa por la misma óptica patriarcal que selecciona y pondera hechos y nombresque contribuyen a mantener y perpetuar este sistema cultural.

A lo largo de los siglos las mujeres han estado situadas en el silencio, excluidasde los centros donde se tomaban decisiones, de los espacios del saber, de la ciu-dad entendida como el lugar de la palabra, de la reflexión, en suma, de la igualdad.Es este el motivo de los escasos testimonios escritos por propias mujeres, y porconsiguiente, sus sentimientos, vivencias y reflexiones se han perdido aplastadaspor la óptica masculina de la Historia.

INTRODUCCIÓN

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Las crónicas oficiales sólo se ocupan de las instituciones, la política, la eco-nomía, la religión y su devenir en el tiempo. Se olvidaron de los grupos margi-nales, y también de las mujeres: es una historia de los fuertes. Esto resulta para-dójico porque las mujeres han supuesto siempre la mitad de la población, y sehan convertido, sin embargo, en invisibles.

Cabe preguntarse cómo serían esas mujeres silenciadas, cómo percibían la reali-dad que las rodeaba, cómo usaban los lugares públicos, cuáles eran sus espaciossociales, qué importancia se daba a su trabajo, cómo entendían la casa y la ciudad,cómo se relacionaban entre ellas y con los hombres... La respuesta es aún descono-cida, ya que las fuentes más numerosas no se ocuparon de recoger estos aspectos,considerados sin importancia para los cronistas.

Las mujeres carecían de historia; eso se nos dijo y eso creímos, y un grupo quecarece de historia no puede planificar su futuro. De aquí deriva el interés de algu-nas de las pocas que pudieron instalarse en el poder intelectual, por recuperar elpasado, por nombrar en sus escritos a monjas, poetisas, reinas, científicas, filóso-fas, en un intento de buscar su pasado, de encontrar su genealogía, mucho tiempoantes de que existiera la Historia de las Mujeres. De ahí el intento de algunas comoChristine de Pizan, allá en la Edad Media, al escribir su obra “La Ciudad de lasDamas”, o la avidez de muchas escritoras de los siglos XVIII y XIX por recupe-rar a otras escritoras anteriores, por leer vidas de mujeres, o esas primeras recopi-laciones de heroínas que salpicaron varias etapas de la historia, dentro más delmito que de la ciencia.

PUENTE SOBRE EL RIO GENIL

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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INTRODUCCIÓN - 9

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

La hegemonía masculina ha sido la culpable de la invisibilización de la mujer, através de la privación de la educación a las mujeres, y el monopolio masculino delas definiciones. Pero mientras la educación no fue del todo vetada a las mujeres,ya que algunas de la elite accedían a ella, el terreno de las definiciones ha sido siem-pre un coto privado para lo femenino: así, la cultura que aprendían las mujeres erala que los varones habían, previamente, seleccionado siendo ésta la única que podí-an transmitir. Los hombres se encargaron de dar nombres a las cosas, de definir elmundo, lo que es importante y lo que no, y en esas definiciones han presentado alvarón como un ser completo y con poder, y a la mujer como un ser inacabado,mutilado sin esencia propia.

Conforme a estas representaciones simbólicas, los hombres han explicado el mundocon sus propios términos, y han definido cuáles eran las cuestiones de importancia paraconvertirse en el centro de cualquier discurso. Por esto la Historia ha estado vista conojos masculinos, su medida ha sido la masculina, y las mujeres han sido consideradasdentro del mundo de los varones sin espacio propio. Así, cuando se habla de Historiade la Humanidad, se sobreentiende que es la de todos sus miembros, pero únicamentese refieren las conductas y comportamientos masculinos. La han denominado Historiay la declaran Universal, pero lo que las mujeres han hecho y han experimentado quedaexcluido de ella.

La negación a las mujeres de su propia historia las ha obligado a aceptar los supues-tos patriarcales, ya que no existía otro modelo, y a resignarse a una falta de autoestima.La versión masculina de la Historia, legitimada en el concepto de verdad universal, lasha representado al margen de la civilización y como víctimas del proceso histórico. Lasmujeres como parte importante de la población que son, han hecho historia, aunque seles haya impedido conocerla, escribirla e interpretarla. Las mujeres necesitaban y nece-sitan conocer su propia huella en el devenir de los tiempos para poder reconocersecomo sector poblacional, pudiendo crear así alternativas a las condiciones existentes.

Las concepciones y metodologías tradicionales reproducían sólo la tópica imagendual que arranca de la Antigüedad: o mujeres honorables y explotadas, (madres yesposas), o mujeres sin honra y repudiadas, (las rameras). Podían optar por tanto porpasar su vida cuidando de marido e hijos/as, o consumir su tiempo dentro de un bur-del. Como excepción existían mujeres célebres, que lo eran por acercarse a compor-tamientos masculinos, (escritoras, guerreras, reinas), y alejarse de los femeninos. Estadicotomía de la función social de las mujeres, argumentada por filósofos a lo largodel tiempo, ha hecho que se nos integre en la Historia a partir de nuestra biología, y,en consecuencia, por su relación virtuosa o no con la institución familiar: madre yesposa fiel o prostituta.

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10 - INTRODUCCIÓN

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

En las últimas décadas, de la mano de la Historia de las Mujeres, se han critica-do estos supuestos y se han abierto nuevos campos de análisis. Ha sido, sobretodo, el desarrollo del movimiento feminista desde los años sesenta el que estenuevo tipo de historia se consolide, teniendo en cuenta las siguientes premisas:

1Las mujeres son parte esencial en la creación de la sociedad; son yhan sido siempre actoras y agentes de la Historia con su trabajo, conla crianza de hijos/as, a través de su comportamiento con respectoa la comunidad, con su elaboración y transmisión de elementos cul-turales, etc. La mitad de la Historia pertenece a las mujeres, aunquesiempre aparecen como contribuyentes marginales al desarrollohumano. Los valores patriarcales que dominan y ordenan el registrohistórico han presentado las actividades de los varones como másimportantes para las sociedades que los de las mujeres, por eso, sonmás importantes las guerras que la crianza de la prole.

2Las mujeres tienen una historia propia diferente a la de los hombres:reconocer esa historia supone preguntarse en qué difieren sus expe-riencias sobre los acontecimientos particulares. Cómo han vividolas mujeres las guerras, las invasiones, cómo han usado los espaciospúblicos y los privados, cómo los transforman, los mantienen o lostransgreden, cuáles han sido sus símbolos, cómo han contribuido aldesarrollo de las comunidades, si han sido o no agentes de paz...Sobre todo, distinguir la naturaleza de su subordinación, conocer lasrazones profundas de la misma.

3Las mujeres son una mayoría social, están distribuidas, por ello, en cla-ses, razas, etnias, grupos... Son mayoría aunque se consideren comominoría; están en toda la trama social, en todos los pueblos, países, reli-giones... Aún esto, sólo se las cataloga históricamente como dueñas oesclavas: se hace necesario introducir nuevas categorías de análisis quepermitan comprender la experiencia global de la mujer, contemplandolas diferencias entre ellas. Así surgen nuevos conceptos como géne-ro, relaciones sociales de sexo, etc., que sirven para reinterpretar lanaturaleza de la relación entre hombres y mujeres.

4Existen abundantes fuentes históricas para conocer la historia de lasmujeres: desde los propios textos de mujeres, a su producción mate-rial, a su papel primordial como fuente de transmisión oral denumerosas formas de expresión, hasta los espacios que habitaban,

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

los vestidos y adornos que lucían, los instrumentos de trabajo queusaban. Desde lo que sobre ellas pensaban y escribían los filósofos,literatos y científicos, hasta las leyes con que se regían, las costum-bres que marcaban, las maneras de representarlas artísticamente...,incluso la ausencia de las mujeres en las fuentes ha de ser objeto deinterpretación histórica.

5La Historia de las Mujeres niega el supuesto de que los hombres sonla medida de todo lo significativo, y de que las actividades desempe-ñadas por mujeres sean subordinadas y sin importancia. El ejemplomás evidente está en el no reconocimiento de la actividad productivade la mujer como trabajo: su nulo valor social, y en la no considera-ción de la vida material y social como un elemento fundamental queha permitido la perpetuación y el mantenimiento de las sociedades.

6La Historia de las Mujeres afirma que la civilización consiste en la acti-vidad integrada de mujeres y hombres, basada en la división de pape-les en función del sexo. Niega, por tanto, la noción de que la civiliza-ción es la que el hombre ha creado y definido, mientras que la mujerpermanecía ligada a su propia naturaleza sin interés para el progreso.

7La Historia de la Mujeres, por tanto, exige un cambio de para-digmas, una evaluación de los supuestos, de la metodología y elpensamiento tradicional.

Sólo una Historia basada en el reconocimiento de las mujeres como sujetosesenciales de la Historia, y de los hombres y las mujeres como medida de lo sig-nificativo, será una auténtica Historia. Algo parecido a esta pretensión es lo queintentamos alcanzar con la inclusión de estas mujeres relevantes en la historia dela localidad de Puente Genil.

Como contamos con mujeres de distintas épocas, creímos conveniente hacercapítulos separados según las cronologías donde se enmarcan cada una de lasdistintas biografías. Para cada capítulo seleccionamos un contexto histórico quenos sirve como preámbulo a las biografías, y que se estipula en comparación dela realidad histórica global con otra más cercana, la de nuestro país.

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12 - CAPÍTULO I

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

CAPÍTULO I:LA MUJER EN EL MARCO PRE Y POS REVOLUCIONARIO

(SIGLOS XVII Y XIX)LA SITUACIÓN EUROPEA

Y a advertimos sobre nuestra intención de hacer una breve pero esclarece-dora comparación entre las situaciones sociales que venían dándosetanto en la Europa de la Revolución Industrial y la Francesa, como en la

España coetánea a estos sucesos. Partiendo de la primera mención, contemplare-mos el hecho de que el cambio de situación y actividad para las mujeres, desde suvinculación con el mundo rural al drástico paso hacia la vida urbana, supuso unretroceso en cuanto a su calidad de vida.

Conviene recordar que durante muchos siglos la mujer trabajó en las laboresdomésticas que, desde su ubicación en viviendas rurales, implicaban todo tipo detareas que posibilitaban la autarquía para la familia desde su propio hogar. La mujerera la encargada de atender las necesidades domésticas tales como el cuidado de lafamilia, pero a esto se añadía su responsabilidad sobre la generación de una minieconomía a través de actividades agrícolas, ganaderas y artesanales que garantizabanla subsistencia de la familia. Esta situación dotaba a la mujer de un cierto prestigiodentro de sus comunidades: resultaba valiosa en ellas.

LA LIBERTAD GUIANDO A LOS REVOLUCIONARIOS FRANCESES

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La irrupción de la cultura mercantilista que implicó la aparición de los prime-ros grandes núcleos fabriles, y su ubicación en las ciudades, hizo que las mujeresperdieran su poder, que emanaba de lo íntimo y reducido de las comunidades enque se daba. Con el traslado a la ciudad vio cómo los gremios artesanales con losque ella estaba acostumbrada a competir, se convertían en grandes zonas de pro-ducción manufacturera donde primaba la especialización del trabajo que la relegóa los peores puestos en la cadena de producción.

El siguiente paso sería el del trabajo en las fábricas: el hacinamiento de lapoblación en las grandes ciudades como consecuencia de la masiva inmigracióndesde el campo, hizo que las clases bajas aumentaran en número, incrementándo-se la cantidad de mano de obra, que acarreaba el abaratamiento progresivo de lossueldos. Todos los miembros de la familia se veían obligados a trabajar, ya que lossalarios eran ridículos, y no así el precio de los productos básicos para la super-vivencia. Los más tradicionalmente desfavorecidos, mujeres y niños, fuerondoblemente agraviados: el hombre sufría el oprobio de ser pobre; la mujer el deser pobre y mujer.

No es de extrañar que esta situación social ocasionara continuas revueltas máso menos organizadas contra las estructuras opresoras en el poder. Estas voces notardarán en llegar desde las clases desfavorecidas hasta la burguesía y la aristocra-cia: tanto en las primeras como en las segundas, la mujer encabeza movimientosde protesta que tendrán no poca repercusión.

Fueron especialmente activas en las etapas iniciales de las revoluciones, vincu-ladas a organizaciones subversivas que pedían, casi siempre, la mejora de las con-diciones básicas de vida: revueltas campesinas, urbanas, guerras del pan o de otrosproductos básicos excesiva e injustamente encarecidos. En definitiva, en lasrevueltas y manifestaciones de la grandes revoluciones de los siglos XVIII y XIX,las ciudadanas de la clase trabajadora se unían a todo tipo de protestas y muchasveces las encabezaban. En las clases altas ocurría de igual modo.

Pondremos algunos ejemplos del ardor revolucionario que afectó a nuestraspredecesoras: las mujeres organizaron muchos de los acontecimientos que darí-an paso a la Revolución Francesa (1789 a 1795), la Revolución de 1848 y laComuna de París de 1871. En concreto, dentro de la Revolución Francesa lasmujeres firmaron peticiones donde expresaban sus problemas específicos como

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sector poblacional y proponían una serie de soluciones a los mismos; tomaronparte activa en la toma de la Bastilla; se unieron a los luchadores de la clase másbaja, los llamados “sans culotes”, y se autodenominaron “El Tercer Estado delTercer Estado”. Vencieron, y tras instalarse la República fueron obviadas sus peti-ciones y anulados los derechos que les concedió la Revolución; muchas fueronejecutadas por sus propios compañeros de filas, como es el caso de la insigneOlympe de Gouges.

Más adelante, en la Revoluciones Ciudadanas de 1848 queestallaron en París, Viena, Milán, Roma, Berlín y otras pobla-ciones europeas, las mujeres siguieron iniciando y uniéndo-se a manifestaciones y luchas. Defendieron estas brevesrepúblicas, se vistieron con improvisados uniformes yllevaron armas. También hay constancia del papelprotagonista de la mujer en otras numerosas revo-luciones armadas del XIX, como el mencionadolevantamiento de la Comuna de París. Estosmovimientos subversivos dieron como frutola creación de numerosos clubesrevolucionarios o asociacionesfemeninas que derivarían en elinminente movimiento sufragista.

Estos datos nos sirven paraconfirmar que, a pesar de la situa-ción de opresión en que vivía lamujer ( sin derecho a la educación,al acceso a la vida pública, a unsalario digno e igual al de los hom-bres, a derechos fundamentalescomo la herencia, la ciudadanía, elvoto o la propiedad), logró con muy pocos recursos y una altísima dosis de cora-je hacer valer su opinión, muchas veces a costa de la propia vida. Como vemos, lamujer de los siglos XVIII y XIX destaca por su empeño en alcanzar los centrosde poder y de toma de decisiones, a través de la organización en pequeñas asocia-ciones de trabajadoras o mujeres nobles, pero siempre con un alto grado de rei-vindicación e inconformismo con respecto a las normas que las coartaban en sucondición de seres humanos. Son los siglos de la mujer revolucionaria que no seresigna a su infame destino.

14 - CAPÍTULO I

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LA SITUACIÓN ESPAÑOLA

A finales del siglo XVIII la situación de la mujer española puede descri-birse del siguiente modo: tiene un gran peso en la vida privada, es lamatriarca en su hogar, estando presente en todas las decisiones que

afectan a la vida doméstica, pero también extendiendo su influencia a las que afec-tan a la vida política y pública, ya que las mujeres cultivadas eran bien considera-das por los hombres que aceptaban sus opiniones, pero nunca podían hacerlasvaler por sí mismas en la vida pública; su poder permanecía escondido de cara ala oficialidad, desarrollándose de puertas para adentro. La mujer, tras grandesluchas, había conseguido el acceso a la educación y la cultura en las clases másaltas, sin duda, ayudadas por la corriente ilustrada que imbuía a los gobiernos deeste siglo y a la influencia revolucionaria europea.

Se vive en una gran contradicción: las mujeres que acceden al conocimientoson muy cultivadas, pero en sociedad han de representar el eterno papel de per-fecta casada, sumisa y callada que con tanto empeño había creado el fundamenta-lista catolicismo español. Estas “privilegiadas” mujeres pusieron su mayor empe-ño en lograr para el resto el acceso a la educación, diferenciándose así de sus coe-táneas europeas, sometidas a un estado económico y laboral determinado por lasgrandes industrias y muy distinto al nuestro, anclado en las grandes fortunas y conuna burguesía sin demasiado peso.

A través de la educación de la analfabeta población femenina se pensaba obte-ner un nivel de concienciación que las sacara de la superstición, de los arquetiposy las dotara de conocimientos nuevos con los que definir el nuevo papel social quela mujer habría de desempeñar en el futuro. Carlos III sería el primer gobernanteque se hizo eco de esta idea, permitiendo la entrada de socias en relevantes orga-nizaciones como la Sociedad de Amigos del País, e incluso, la formación en 1787de la Junta de Damas de Honor y Mérito, donde ilustradas mujeres como JosefaAmar o la Condesa de Montijo encontraron cabida. Cabe hacerse notar que todasestas acciones se hicieron posibles gracias a los llamados “amigos de las mujeres”,hombres ilustrados como Jovellanos o Campomanes que apoyaban la causa y eranlos únicos que podían llevarla a cabo debido a su poder político.

Queda claro que la felicidad pública del sueño ilustrado español pasa por la edu-cación de todos y todas. Es así como en 1783 Carlos III establece las Escuelas deNiñas del País, claro está, con labores diferenciadas de las escuelas masculinas. Sóloen escasísimas escuelas de niñas se enseñaba a leer y escribir, el resto de “saberes”se basaban en el rezo y las labores domésticas e industriales, relacionadas con la

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confección y la fabricación de tejidos, actividades que las ayudarían a ganarse la vidapor sí mismas en los incipientes núcleos fabriles del país.

En cuanto a las nobles y burguesas cabe decir que en su mayor parte no seapuntaron a las tendencias de renovación para la mujer, y que no sólo no acepta-ban el trabajo como opción, sino que dedicaban la mayor esfuerzo al ocio y al des-pilfarro, sin interesarse por la cultura, la política o la economía de su momento. Esasí como ganó cuerpo la extendidísima fama de frívola de la mujer española, quenos hizo tanto mal y que sirvió como justificación de la inferioridad que se nosachacaba desde los sectores conservadores.

Como vemos, la situación española nada tiene que ver con la europea. EnEspaña seguía pesando mucho el papel de la Iglesia: el pueblo es supersticioso yestá muy aferrado a la tradición, debido a su ignorancia y falta de formación. Estohizo que los levantamientos obreros durante los siglos XVIII y XIX fueran pro-tagonizados por hombres, ya que la mujer de clase baja seguía aceptando su roltradicional de esposa y madre. Así, cuando alguna ventaja social era obtenida nose hacía directamente por la mujer, con lo cual, se le concedía las migajas de lospocos avances sociales arañados durante estos siglos a los gobiernos.

Habremos de esperar al XX para asistir, durante los breves períodos republicanos,a la consecución de derechos igualatorios como el del voto o el de la educación, obte-

nidos gracias a insignes mujeres como Clara Campoamor oVictoria Kent. Pero no olvidemos que la mujer del pue-

blo sigue organizando su vida en torno a la tradi-ción patriarcal, y que los logros comentados

tuvieron un mínimo período de vigencia, insig-nificante si lo comparamos con la gran lacraque supuso la dictadura de Francisco Franco.

Sabido esto, hemos de valorar con másjusticia a aquellas mujeres que se revelaroncontra lo establecido e hicieron de su vidaalgo más de lo que la sociedad tenía reserva-do para ellas: hogar, marido e hijos. Es porello que, aunque algunas de nuestras biogra-

fías nos parezcan de poco interés por la apa-rentemente humilde labor de su protagonista,

debemos añadirle la enorme valía de darse en lascircunstancias arriba descritas.

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16 - CAPÍTULO I

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BIOGRAFÍAS

Doña María de la Encarnación Parejo y Cañero

N uestra primera biografiada nace en 1796 en Puente Genil, en el seno deuna familia de clase alta, ya que su padre era Maestrante de la Real

Ronda. Heredó de sus familia ciertas posesiones, que al unirse a las de su mari-do cuando contrajo matrimonio, formaron un patrimonio de los más grandes enla localidad. Dª Encarnación supo siempre administrar estas riquezas con graninteligencia, y, apoyada por su marido, D. Francisco de Borja Fernández Padilla,logró hacer que sus posesiones aumentaran, dotando a su familia de una muyholgada posición económica.

Esta habilidad para la administración de sus bienes le reparó una ventajosaposición con respecto a las mujeres de posición más humilde, que le permitiódesarrollar algunas de las inquietudes que su espíritu valiente y emprendedor leconferían. Decidió encaminar sus pasos hacia la vida pública, concretamente,puso sus miras en el ámbito de la política, que ejercía desde su privilegiada situa-ción de mujer culta, interesada por estar al día de las tendencias políticas másavanzadas del momento. No dudó en apuntarse al pensamiento ilustrado, opciónreformista influenciada por el movimiento político francés que estaba en boga entoda Europa, y que en España se llevó a la práctica, fundamentalmente, de manosdel monarca Carlos III.

Su dedicación a la política abarcó el período que va desde 1840 a 1866,labor que siempre hubo de realizar auspiciada por su marido, también ocupa-do en estos menesteres. Sus decisiones y su buen criterio gozaron de ciertoprestigio y valía, no sólo en los asuntos de su villa, sino también en otros pro-vinciales. A este respecto, comentan las crónicas que durante la epidemia depeste que azotó Puente Genil en 1854, los gobernantes de la localidad some-tieron a su criterio algunas de las decisiones que hicieron paliar los estragos dela enfermedad, prueba de la buena reputación que tenía Dª Encarnación en loscírculos políticos de su momento.

No debemos perder de vista el hecho de que el panorama político del momen-to estaba copado por hombres, quedando las mujeres excluidas del mismo. Es poresto que Dª Encarnación tuvo que desarrollar toda su actividad política a la som-bra de su marido. Esta afirmación se comprueba con el hecho de que D. Franciscode Borja obtuvo la Cruz de Primera Clase de la Orden Civil de Beneficencia porsu actuación durante la epidemia de peste antes mencionada, en la que su esposa

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también contribuyó en gran medida. Queda de manifiesto que el reconocimientooficial de la mujer en la vida pública era algo inconcebible, aunque el prestigio síestuviera más que refrendado de manera extraoficial. En este mismo sentido, cabedestacar que la carrera política de D. Francisco de Borja fue cada vez más brillante,sin duda, en buena parte debido a los acertados consejos de su mujer. De este modo,y hacia el final de sus días, la Reina Isabel II concedió al matrimonio el título deCondes de Casa Padilla.

Ante tan brillante trayectoria política del matrimonio, la pareja decidió retirar-se a disfrutar de las mieles de su éxito en la vida pública, y en 1866 la dejaron paradedicarse en exclusiva a la administración de sus cuantiosos bienes y al disfrute delos mismos. Murió Dª María de la Encarnación Parejo y Cañero el 6 de noviem-bre de 1868; poco después lo haría su marido, sin duda, apenado ante la pérdidade tan valiosa compañera.

Podemos concluir afirmando el tópico: “detrás de un gran hombre siempre hayuna gran mujer”; añadiremos al mismo una gran verdad: si la mujer está detrás noes por decisión propia, sino por una imposición social tan absurda y obsoleta quenos ha llevado a estar veladas e invisibilizadas durante miles de años. En cualquiercaso, conviene destacar que a pesar de todas las circunstancias adversas, siemprehay grandes luchadoras, mujeres seguras y valientes que optan por asumir al papelque han decidido para ellas, sin que las desaliente las trabas y obstáculos que lasociedad les pone.

Doña María de la Concepción Cosano Pino

E n circunstancias sociales idénticas viene al mundo otra poderosa vecina denuestra localidad, Doña María de la Concepción Cosano Pino, hacia 1750.

Perteneciente a la nobleza pontana, aumenta su status al contraer matrimonio conel Mayorazgo de la Villa, título que poseía la familia del mismo y que había pasa-do de padre a hijo desde los tiempos de los Reyes Católicos. Este privilegio impli-caba, entre otras, prebendas como el derecho a no tener que pechar, es decir, ano pagar ninguno de los impuestos a los que estaban obligados los villanos; a esto,el Mayorazgo sumaba el muy honorable derecho a usar la seda, alhajas de plata yoro, así como la ostentación de los blasones y escudos que distinguían a la fami-lia. En definitiva, el Mayorazgo concedía a Dª María de la Concepción y a su fami-lia la posibilidad de ser distinguida dentro de la nobleza del momento.

Son estos privilegios los que nos van a demostrar la valía y valentía de nuestrabiografiada, mejor dicho, la defensa de todos ellos. Al morir su marido se le niega,

18 - CAPÍTULO I

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

como a cualquier otra mujer de su tiempo, todo tipo de derecho de herencia con res-pecto a los que le otorgó durante su vida matrimonial el título de Mayorazgo. Tantolos bienes materiales como las distinciones pasaban por ley al hijo primogénitovarón, quedando la madre a expensas del buen o mal criterio de éste. Esta injustasituación fue vista como tal por Dª María Inmaculada, y el hecho de intentar com-batirla es lo que nos lleva, entre otras razones, a incluirla dentro de este homenaje alas olvidadas e importante mujeres de Puente Genil.

Así pues, las fuentes documentales nos cuentan que en vez de aceptar abnega-da esta humillante ley, como hubiera sido propio en cualquier mujer “correcta” dela época, Dª María Concepción consigue ostentar los privilegios del cargo de sudifunto marido, y nos la encontramos administrando personalmente algunasalmonas de jabón, varias fincas rústicas y más de 3000 cabezas de ganado queheredó de su matrimonio, negándose a que sus bienes fuesen dejados en manosde terceros. A su cargo, todos estos bienes aumentaron considerablemente, con-siguiendo así ser reconocida por los poderosos de su tiempo. Tanto fue así queesta luchadora nata logró reunir exorbitantes dotes para casar a sus dos hijas conlo más granado de la nobleza española; se habla de sumas enormes para la época,que rondaban el medio millón de reales. No es que alabemos el objetivo que per-seguía nuestra compañera: el de perpetuar la la tradición patriarcal del matrimo-nio como única salida digna para la mujer, pero sí debe sorprendernos la anor-mal capacidad de resolución, inteligencia y valor que poseía esta mujer, ya quepodemos asegurar, no resultaba cómodo ni fácil moverse con éxito en un mundodominado por las tradiciones sexistas y salir airosa de ello.

Esta fuerza y buen tino fue visto y reconocido por sus coetáneos, tanto quela Cofradía de Jesús Nazareno de Puente Genil la aceptó como miembro, y aúnmás allá, la eligió como la más apta para enfrentarse al obispo, que en aquellostiempos andaba a mal con las cofradías por considerar demasiado extravagantese impropias las representaciones de Semana Santa. Ella sirvió de mediadora paraque la relación entre ambas partes fuese más amable.

En reconocimiento a su labor por la sociedad pontana, hoy día podemosobservar en la iglesia del antiguo convento de San Franciscode la Asunción, convertido en Residencia Municipal, un enor-me cuadro barroco que representa un Santo Entierro y queposee una cartela con frases laudatorias a Dª María de laConcepción. No es mucho, y como en numerosas ocasiones,el recuerdo a una mujer queda circunscrito a lo religioso, peroesto nos sirve para rastrear pistas que nos pueden llevar aconfigurar un retrato histórico más completo y certero.

CAPÍTULO I - 19PARROQUIA DE JESÚS NAZARENO

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20 - CAPÍTULO I

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

Doña Concepción Mancha Madrigal

A vanzamos un tanto en nuestro recorrido,exactamente hasta el 13 de diciembre de

1873 para acercarnos a la vida de DoñaConcepción Mancha Madrigal, hija y vecina dePuente Genil que nos regala otra inusual histo-ria de mujer. Tuvo la suerte de nacer en el senode una familia un tanto atípica, ya que su madre,Dolores Madrigal Rivas, poseía el título demaestra académica y ejercía su profesión envarios pueblos de la comarca, lo que nos hacesuponer que Concepción recibió una privilegia-da educación y forma de ver la vida de manos desu madre. En su periplo por las localidades vecinasconoció al que iba a ser su esposo y padre de Doña Concepción, José SantosGalán. El matrimonio fue prolífico en hijos, dando al mundo un total de seis,hecho que quizá acarreara la pronta muerte de Doña Dolores, a los cuarenta y dos.

Doña Concepción quedó pronto huérfana, por lo que siendo aún niña fueentregada al cuidado de su tía Carmen Madrigal, hermana de su madre que se hizocargo de su crianza y educación. Es digno de resaltar la frecuencia con que ocurrí-an estas “donaciones” de huérfanos y huérfanas a mujeres cercanas, de la familia;este hecho nos demuestra cómo de vigentes estaban los esquemas del reparto deroles sexistas, tanto que los hombres prescindían del goce de la paternidad, al noconsiderarse dotados para tal tarea, y de igual modo, las mujeres se veían avocadasa asumir la responsabilidad del cuidado y sostén de la progenie propia o ajena.

Cerca de donde vivió con su tía, en la Calle Madre de Dios número 9, cono-ció al que habría de ser su futuro marido, Manuel, que tenía como profesión la deconfitero. Contrajeron matrimonio en 1892, y establecen su hogar en la casa con-tigua a la que poseía su tía en la calle mencionada, donde también montaron unnegocio de pastelería.

Concepción se coloca al frente del negocio, y en poco tiempo éste se quedapequeño, y se opta por ampliarlo, comprando la casa que perteneció a su tía. Conesta ampliación la pastelería gana en calidad y producción; nace el muy popular esta-blecimiento Confitería de Concha Galán. Dotada de unas excepcionales dotes de orga-nización y visión de futuro, Conchita no tuvo problema alguno en convencer a sumarido para quedarse al frente del negocio. Su acertado criterio, arrojo y espíritu

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CAPÍTULO I - 21

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

emprendedor le reportaron unos muy buenos resultados, convirtiendo lo que empe-zó siendo como un humilde negocio familiar en una fuente de ingresos y trabajomás que considerable.

Al narrar de propia voz Conchita su historia, decía que toda su buena suerte enlos negocios comenzó con un fabuloso encargo que un preclaro personaje de la villale había hecho para un bautizo; a partir de ahí se sucedieron más y mejores clientesque le reportarían el dinero suficiente para comprar la casa de su tías y relanzar elnegocio de manera más ambiciosa, con más capacidad de producción. De igualmodo, relataba que además de aceptar pedidos de confitería, durante algún tiempo, ycon no poca astucia comercial, se dedicó a suministrar carnes y guisos a lasCorporaciones de Semana Santa durante las comidas de cuartel, que agradecíansobremanera la capacidad para organizar menús que nuestra protagonista tenía. Enesta actitud vemos reflejada su dinamismo a la hora de conseguir mejoras para elnegocio; este hecho también queda reflejada en el fuerte empeño que puso en quecada uno de sus hijos se convirtieran en profesionales de la confitería, asegurándolesasí un futuro laboral. Lo hizo, además, insistiendo en cada uno de ellos se especiali-zara en un tipo concreto de dulce, que producían con maestría y que eran reclama-dos como los mejores de la localidad. Todo el mundo en el pueblo recuerda por susmayores los Bizcochos de Génova hechos de almendra, las Merengas de Café, lasBlancas, las Tortas de aceite y las Magdalenas que se tomaban casi como tradición enel desayuno del Viernes Santo, los Refrescos de Almendra envasados en sobres depapel, los Mazapanes en forma de serpientes y peces que se elaboraban para el Díadel Señor, los Mostachones, los Roscos de Lustre, los Hojaldres y un sinfín de rece-tas retomadas de la cocina popular y convertidos en auténticos manjares con las rece-tas de Doña Concepción . Todos eran productos elaborados artesanalmente, conse-guidos con fórmulas tradicionales que les conferían unos sabores hoy casi inalcanza-bles y que poseían una gran calidad. Mención especial merecen los muy afamadosCastillos de Boda, que decoraba su hijo Antonio, y de cuya elaboración aportamosfotografías de la época

En definitiva, Doña Concepción Mancha Madrigal fue un ejemplo de mujer ejem-plar, que supo luchar por ser autosuficiente, independiente económicamente y soste-nedora del futuro económico propio y de toda su familia, hecho no poco encomiablesi recordamos la casi nula opción que tenía la mujer del siglo pasado para salir adelan-te por sus propios medios, más aún cuando se trataba de hacerlo a través del trabajoy el esfuerzo, sin bienes heredados ni ayudas externas. Pensamos que Conchita es unamujer muy actual, dinámica, emprendedora, con poder para conducir su vida y la desus seres más queridos, sabedora de su propia valía y con voluntad suficiente parallevarla a la práctica sin hacer caso de lo que la sociedad hubiera estipulado para ella.

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Doña Adriana Morales Solís

A.

lgunos años más, a finales del siglo XIX, son los que nos transportan haciala biografía de Doña Adriana Morales Solís. Nace en 1870, por lo que su

vida discurrirá a caballo entre los dos siglos, en una época de marasmo social y con-tinuos cambios, en el seno de una familia de clase media que poseía ciertas propie-dades que les proporcionaban una cómoda vida. Como en el caso de nuestra ante-rior compañera, Doña Adriana queda huérfana a edad temprana y es entregada asu tía materna, Petra Solís, que se encargará de su crianza y educación.

Como muchas mujeres de la época y ante la falta de ganas o posibilidades decontraer matrimonio, Adriana se ve forzada a ingresar en un convento, comoúnica alternativa al matrimonio. Pronto, y dicen que debido a su gran porte físi-co y fuerte carácter, (características que podemos atisbar en la foto que adjunta-mos), se da cuenta de que la vida conventual no está hecha para ella, y abandonala vocación. Otra opción era la de formar parte de las llamadas Órdenes Terceras,instituciones a medio camino entre lo laico y lo seglar que permitían estar vincu-lada a una congregación religiosa sin tomas los hábitos, y así es como entra en laOrden Tercera Franciscana. Este estado, y siendo como era mujer soltera, le con-fería una cierta protección con respecto a las malas lenguas y a las habladurías a

que se exponía una mujer “sola en la vida”.

Cubiertas así sus espaldas, Doña Adriana optapor montar un negocio propio de ultramarinospara ganarse la vida, en la Calle Aguilar de lalocalidad pontana. Su acertada visión comercialhizo que no se conformase con un negocioestancado en la venta de una serie concreta deproductos, sino que siempre optó por laampliación de los mismos, que, a su vez, supu-so la del propio establecimiento. La ampliagama de productos que ofrecía iba desde losalimenticios de todo tipo, hasta otros comoloza, cristal, calzado, textil, etc.

Los beneficios que obtuvo de esteboyante establecimiento le hicieron pensaren la posibilidad de seguir por otros derro-teros dentro del mundo del comercio. Asífue como se decidió por comprar un local

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en la calle que hoy lleva su nombre, e instalar en él una fábrica de dulce de mem-brillo, a la que se llamó de Nuestra Señora de las Mercedes, la cual gestionó per-sonalmente con absoluta eficacia. Escogió dotarla con una plantilla exclusiva-mente formada por mujeres, a las cual se les pagaba a diario, tal y como era lacostumbre entonces, seis reales por jornada.

Como tantas otras mujeres, Doña Adriana sintió una profunda solidaridad porlos más desfavorecidos de su sociedad; esta inquietud por el cuidado que carac-teriza a tantas féminas, no tenía por aquella época otra opción que darse a ver enobras pías, relacionadas con órdenes religiosas de caridad. Así es como vemos anuestra protagonista colaborando con todo tipo de actos benéficos organizadospor el Hospital Municipal o por el Asilo de Nuestra Señora de los Desamparados.A fin de paliar el hambre de los más necesitados.

El final de la vida de esta mujer nos lleva hasta un momento que trataremoscon más profundidad en nuestro siguiente capítulo, la Guerra Civil, execrableetapa de nuestra historia que fue la responsable de la pérdida de demasiadasvidas. Doña Adriana murió tras sufrir tortura durante este conflicto, víctima, sinduda, del feroz odio que caracterizó los primeros momentos del enfrentamientoen uno y otro bando.

Su injusta muerte no consiguió hacer borrar de la memoria de los pontanos ylas pontanas las buenas obras que realizó en vida: se dio su nombre a la calledonde se ubicó su fábrica de dulce de membrillo, y más allá, una fotografía quela presenta junto a sus empleadas luce hoy en la Casa Ciudadana de la Villa, des-tacándola así como miembro ilustre de la sociedad y la historia de la localidad. Denuevo hemos asistido a la narración de una vida en la que cabe destacar el afánde superación, la entrega y la no subordinación a los patrones de vida femeninosrestringidos y sexistas; de nuevo también, vemos cómo para lograr ser aceptadafuera de estos presupuestos, la mujer sigue teniendo que ajustarse a las normasno escritas que la limitan a un campo concreto de actuación: Doña Adriana lograelegir la soltería como opción de vida, pero ha de hacerlo pasando antes y vincu-lándose durante el resto de su vida a obras religiosas, que también le sirven comoválvula de escape a su afición por el trabajo y la ayuda social. Concluimos así elrelato de otra vida marcada por la diferencia, por lo alternativo a la convención,pero, eso sí, llevado a cabo de una manera bien vista socialmente, sin alardes deliberalidad ni de clara rebeldía.

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Doña María Marín Navarro

S ólo una década separa las fechas de nacimiento de Doña María MarínNavarro y su anterior compañera. Nace María en 1880, en la ciudad de

Málaga, hecho que no afectará para considerar el relato de la vida de DoñaMaría como la crónica del Puente Genil de su época, ya que dedicará su vida aregentar en nuestra localidad uno de los negocios más vinculados a la vidasocial de la misma.

La primera reseña de su vida nos lleva a situar a María en Málaga, ya adulta ycasada con Juan Urbaneja, y nos la describe como una mujer con profesión: esmodista de categoría y con su trabajo mantiene a su marido y los tres hijos quetiene con él. Los avatares de la vida hicieron que Juan no pudiera conseguir untrabajo tan digno como el de María en la capital malagueña, por lo que se deci-de a probar fortuna en otra provincia. Es entonces cuando decide el traslado aPuente Genil, ya que allí tenía la posibilidad de quedarse con el traspaso de unafonda, la de Santa Ana, que Juan creyó ideal para su futuro laboral y el de todasu familia. Entonces, (y también ahora, desafortunadamente), no cabía la menorduda ante la resolución de este tipo de conflictos laborales-familiares: si el mari-do no tenía un buen trabajo la familia había de seguirlo en la búsqueda de otromejor, aunque eso supusiese el abandono de los planes individuales del resto demiembros de la familia. Queremos decir que cuando Juan decide emigrara aPuente Genil, María era una profesional reputada y con gran futuro, y la mayorde sus hijas, Rafaela, tenía mediada la carrera de magisterio, pero eso no supusomotivo de peso para que la familia Urbaneja Marín contradijese los planes queel patriarca había trazado para ella.

Es así como María llega a la villa pontana, no con demasiada suerte, o almenos, eso parecen decirnos los hechos que marcaron los primeros años de sutraslado: aunque la fonda resultó un negocio muy rentable, necesitaba de muchamano de obra para ofrecer buen servicio, por lo que todos los miembros de lafamilia se vieron obligados a entregarse en cuerpo y alma al sostenimiento delnegocio, excepto Juan, el padre, que creyó ver una buena opción en la compra deun puesto de pescado del vecino mercado y que se dedicó a regentar. Rafaela tuvoque abandonar definitivamente sus estudios; Antonio, otro de los hijos del matri-monio, muere de septicemia al año de la mudanza, y María se ve sobrepasada conel duro trabajo que le acarrea la dirección de la fonda.

Pasados estos primeros duros momentos, María fue acostumbrándose alnegocio hasta conseguir dirigirlo con una gran inteligencia que le proporcionó

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

fama y prestigio al establecimiento. En los pocos ratos libres que le permitía sunueva vida, su hija y su nieta la recuerdan siempre leyendo, sobre todo periódi-cos y revistas que al mantenían informada de la actualidad de su momento. Ladescriben como una mujer curiosa, moderna, interesada por lo que sucedía a sualrededor y por ayudar a quienes la rodeaban.

Así la recuerdan cuando acogió como parte de su familia a Braulio, un emi-grante gallego que llegó al pueblo sólo y sin demasiada fortuna; igual hizo con elluego afamado pintor malagueño Salvador Rubio, ayudado por María cuandoestaba pasando por una mala racha; tampoco se olvidó de mantener siem-pre a su lado a su hermana Antonia, a la que protegió y con la queconvivió hasta que ésta se casó con el ajuar que María le habíaayudado a reunir.

Responsable y protectora se ocupó también de buscaropciones laborales para sus hijos, para los que quería algomejor que el duro trabajo de la fonda. A su hijo Paco lecompró, ya en 1930, un coche con el que ejerció eloficio de taxista. Sin embargo, fue otra mujer dela familia, su hija Rafaela, la que hereda de sumadre la regencia de la fonda, cuando Maríafallece de una arritmia al corazón en 1949.En manos de Rafaela el negocio vive bue-nos momentos, tanto que la convierte enparador, ganando así en prestigio y calidadel servicio ofrecido: Rafaela siguió coneste negocio hasta 1960, año en que lotraspasa tras sufrir la pérdida de su únicohijo varón.

Dijimos al comienzo que elrelato de la vida de Maríallevaba parejo el de lapropia vida del puebloen los primeros años delsiglo XX. Esto es posi-ble porque ella comoencargada de un nego-cio de hostelería, viodesfilar por el mismo a

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todo tipo de personajes que componían la vida social del momento. La fonda deSanta Ana pasó a manos de María en 1919, y en ellas permaneció hasta el año desu muerte. En todos estos años muchas fueron las vivencias y anécdotas que acu-muló María; no hay que olvidar que el establecimiento se situaba en pleno centroneurálgico de la villa, rodeada de otros populosos negocio, en la Calle Postigos.

Sobre todo, dotaba de gran vida a la fonda el hecho de ubicarse en el localcontiguo a la famosa Taberna de la Rana, lugar de gran trasiego, ya que en él secerraban la mayor parte de los tratos sobre las mercancías que llenaban el veci-no Mercado de Abastos; acudían a La Rana tratantes que pernoctaban en lafonda y la dotaban de una constante clientela.

A su vez, la fonda se comunicaba con el Bar X, reseñado por los cronistas delpueblo y que era también llevado por la familia de María. Aparte de la vida que ledaban estas tabernas, la fonda era suficiente reclamo para atraer a todo tipo deilustres huéspedes: se recuerda el paso por la misma de Diego, “El Cosario”, hos-pedado en ella durante largas temporadas en el desempeño de su trabajo; un per-sonaje referido frecuentemente por los mayores del pueblo era “Zampabollos”,buhonero que pasaba de vez en cuando por Puente Genil y que paraba en elnegocio de María; sirvió ésta también como alojamiento a la maestra DoñaAntonia, “La de España Lobos”, y a Don Vicente, Secretario del juzgado.

Hemos de entender el negocio de fonda no sólo como de hospedaje al estilode los hoteles y hostales que hoy conocemos: las fondas eran un centro de acogi-da a todos y todas los viajeros y viajeras, sino también como el lugar donde llega-ban las novedades del momento, a través de las personas foráneas que las conocí-an de otros lugares y que eran acogidas en estos establecimientos. La fonda se veíacomplementada con una serie de servicios que la convertían en un negocio desti-nado a que el viajero se sintiera como en casa, en un ambiente familiar y cercano,no provisional y excepcional al tipo de los negocios hosteleros actuales. Suponíala regencia del negocio poseer una serie de habilidades sociales, como la toleran-cia, el buen humor, la generosidad, el don de gentes, etc. Sin duda se requeríanestas características, que María poseía para llevar la fonda, pero a ellas había quesumar el ingente trabajo físico que acarrea la calidad en el servicio al cliente, en unnegocio abierto las 24 horas del día. En las 12 habitaciones de la fonda había tam-bién cabida para un negocio ajeno a la familia Urbanejo Marín: hablamos de laconsulta del médico Don Leonardo Velasco, que operaba en los cuartos 4 y 5 deamigdalitis y cataratas, además de ofrecer en la misma fonda reposo en los prime-ros días de convalecencia de los pacientes, lo que nos habla del grado de higieney buen servicio que debía ofrecer María en su establecimiento.

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

Todos estos datos nos hablan de la gran capacidad de organización y mandoque debía poseer María como responsable de la fonda, ya que, como dijimos ante-riormente, Juan, su marido, se dedicó a regentar un puesto de pescado en elMercado de Abastos. Es así que debemos intuir en María grandes dotes para ladirección, ya que debía acoplar el trabajo de numerosas personas que trabajaban asu cargo; que se sepa, toda su familia más su hermana, el mozo Ricardo Luque,Josefa Chaparro y Ángela.

Todos y todas a las órdenes de María, ofreciendo un esmerado servicio a laclientela, que además debía ser estrictamente llevada ya que el negocio se veíaconstantemente sometido a supervisión por las autoridades, que querían evitar elasilo en la fonda para las personas consideradas como peligrosas por el régimenfranquista, durante el período de la dictadura que le tocó vivir a María.

Terminamos perfilando el carácter de María, afirmando del mismo que, sinduda, nos hemos estado refiriendo a una mujer con una enorme capacidad deresolución, que sometida a una situación adversa en su vida, (la del abandono desu propio futuro laboral y su lugar de nacimiento), por culpa de los presupuestossexistas de género, es capaz de dominarla y convertirla en la solución más acerta-da para llevar las riendas de su vida y las de todos los miembros de su familia, a laque, además, cuidó y mantuvo unida más allá de lo que exigía el papel que se lehabía adjudicado, el de ama de casa.

Doña Susana Benítez de Lugo y Pérez de Abreu

Volvemos hasta 1885 para hablar de nuestra siguiente protagonista, DoñaSusana Benítez de Lugo y Pérez de Abreu, pero no será ésta su fecha de

nacimiento, sino la de su muerte, momento en el que Doña Susana entra a formarparte de la historia de Puente Genil, debido a que en su testamento dejaba expre-sado el deseo de realizar unas ambiciosas y necesarias obras piadosas en la villa. Lafigura de Doña Susana nos servirá para esbozar la de otras muchas mujeres anóni-mas que deben considerarse como auténticas pioneras y aventureras: aquéllas quetuvieron su sitio en países muy lejanos, que eligieron la emigración como soluciónpara lograr un futuro mejor. No es que este sea el caso exacto de Doña Susana,pero sí se vincula su vida a la de las mujeres emigrantes y viajeras a lo largo de lahistoria.

Era Doña Susana natural de Bejucal, un pueblecito de La Habana, Cuba, y des-cendiente de familia española que emigró a aquel exótico país en busca de mejor

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fortuna. Su vinculación con Puente Genil viene dada por haber sido esposa de DonAntonio Juan Parejo Cañero, vecino de la villa que emigró a Cuba. Tal y como hizoDon Antonio, harían en fechas anteriores los familiares de Doña Susana: emigrar auna tierra lejana llena de nuevas oportunidades. Tendemos siempre a pensar queestos hechos, los vinculados con la colonización y la emigración a nuevos territo-rios, son exclusivamente realizados por hombres, hombres arriesgados, valientes, degran coraje, intrépidos. Apoyan esta creencia las crónicas seleccionadas comoconstitutivas de la Historia de la Humanidad, pero no hemos de olvidar que éstasson sólo una ínfima parte de los relatos y fuentes que se poseen sobre nuestramemoria histórica.

Es decir, que lo que conocemos como Historia no es más que una selección de lainfinidad de datos existentes sobre el pasado que se han ocultado y olvidado, y quese refieren a las mujeres como protagonistas de episodios claves para la Humanidad.

Doña Susana nos va a servir con su vida de indiana como homenaje para todasaquellas numerosas mujeres que coprotagonizaron la conquista del continente ame-ricano. Tradicionalmente el ser pionero ha sido una labor peligrosa reservada en

exclusiva a los hombres: no había espacio para las mujeres en lasgaleras, en las guerras ni en las caravanas que partían en

busca de mejor fortuna. Aún esto, cuando rastreamos enla Historia encontramos mujeres sorprendentes, guerre-ras, piratas, conquistadoras y hasta almirantas. No esdemasiado lo que se ha escrito sobre las colonas espa-ñolas que partieron hacia las recién descubiertas tierrasamericanas, pero sí hay constancia por los numerosos

archivos de la época de que nuestras aventureras fueronmujeres de todas las clases y condiciones sociales: jóve-

nes, valientes, maduras, inexpertas, unas huyendodel hambre y de un aciago futuro, otras buscan-

do aventuras. Muchas mujeres solteras, casa-das y viudas embarcaron con la esperanzade una mejor vida.

Es seguro que estas arriesgadas fémi-nas no imaginaban al embarcar que ten-

drían que soportar viajes de meses deduración, en condiciones límite,rodeadas de peligros y amenazas,expuestas a enfermedades, motines,

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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hambre y violaciones. No sólo consiguieron soportar estas durísimas condiciones,sino que al llegar a tierra firme lucharon, construyeron ciudades y fundaron igle-sias y hospitales. Nos parece digna de mención la labor que estas mujeres hicieron,ya que la repoblación de América fue el primer hecho que revolucionó la tradicio-nal inamovilidad y sumisión de la mujer: es la primera vez en la Historia de nues-tro país en que las mujeres son parte activa, aunque, no nos engañemos: una vezque el trabajo de repoblación se ve acabado y las mujeres ya no son necesarias paraestablecer las bases del nuevo tipo de orden social que sustituyó al indígena, seprescinde de ellas en los puestos de mando y de poder y vuelven a ocupar el papeltradicional que les atribuye la sociedad patriarcal, alejado de la vida pública. Contodo, las mujeres indianas siempre gozaron de una mayor libertad y autonomía quelas que permanecieron en la Península, pero la tradición religiosa y social pudomás que cualquier actitud de cambio. Nos parece importante reseñar que la mujersiempre ha participado activamente en todos los grandes procesos de cambiosociales y culturales de la Humanidad, pero una vez que éstos han sido llevados acabo e institucionalizados, las misma sociedad que ha ayudado a cambiar, ha vuel-to a relegar al plano de lo íntimo, lo doméstico y lo no público a las mujeres, paradejar en el poder a quienes siempre lo ostentaron, los hombres.

Hecho este breve paréntesis, retomamos de nuevo la vida de Doña Susana,quien quiso a su muerte ser benefactora de una localidad que nunca había conoci-do, pero que fue la cuna de quien compartió la vida con ella, su esposo. Dispuso ensu testamento que una importante suma de dinero se dedicara a la realización dediversas obras pías o sociales, que diríamos hoy día, entre las que se encontraba laconstrucción de un Hospital Asilo de Ancianos y Enfermos, sector poblacionalabocado al peor de los destinos, ya que no contaba con tipo alguno de ayuda insti-tucional. Encomendó la tarea de levantar y dirigir el establecimiento a lasHermanitas de los Pobres, a las que dotó para tal labor de 30.000 pesos. La inaugu-ración del Hospital Asilo tuvo lugar el 4 de mayo de 1889, (cuatro años después delfallecimiento de Doña Susana), en el lugar llamado paraje de la Matallana donde sehabía iniciado la construcción de una nueva calle que llevó como nombre de SusanaBenítez, y que hoy sigue con igual nomenclatura.

De este modo terminamos el relato dedicado a la memoria de Doña SusanaBenítez de Lugo y Pérez de Abreu, no sin antes volver a señalar que ella, comootras muchas mujeres fueron las únicas preocupadas por el bienestar de aquéllosmás desfavorecidos. Fueron auténticas fundadoras de O.N.G., en un mundo inso-lidario donde personas pobres, ancianas, enfermas, huérfanas, ... eran un estorbosocial y una lacra para los estados.

CAPÍTULO I - 29

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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30 - CAPÍTULO II

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

CAPÍTULO II:LA MUJER EN EL AMBIENTE DE ENTREGUERRAS.

LOS ALBORES DEL SIGLO XX

ANTIGUO CARTEL QUE CONVOCABA ALAS MUJERES A EXIGIR SUS DERECHOS

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CAPÍTULO II - 31

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

P uestos a tratar momentos significativos para la evolución social de lamujer en Occidente, es ineludible hablar de los primeros movimientospolítico-sociales surgidos en los últimos años del siglo XIX y que culmi-

naron a primeros del siglo XX. Nos referimos a los movimientos en pos de la con-secución del voto femenino, que sin duda, arrancan, como todos los grandesavances de la sociedad contemporánea, de la Revolución Francesa (1789).

Fue justo tras la victoria de la Revolución, cuando una de sus más fervoro-sas instigadoras y protagonistas, Olympe de Gouges, hace la propuesta de “LaDeclaración de los derechos de la mujer y la ciudadana”, en la que reivindica elderecho de las mujeres a disfrutar de igualdad política y jurídica absoluta.Tristemente, sabemos que su propuesta fue rechazada por los revolucionariosrecién llegados al poder, pero a partir de entonces, las mujeres supieron conmás claridad que su vida transcurría en una continua injusticia y que la solucióntenía que ser reclamada.

Adelantándonos un tanto en el tiempo, llegamos al siglo XIX, cuando el reco-nocimiento de los derechos políticos y jurídicos del hombre que antes carecía deellos, tuvo como consecuencia lógica el que se planteara la cuestión del reconoci-miento de esos mismos derechos para las mujeres. La obvia discriminación sexistaque privaba a las mujeres de derechos fundamentales para el ser humano, hizo quelas mujeres, sobre todo de las clases medias que habían visto como sus compañe-ros varones obtenía privilegios que a ellas les eran negados, se organizaran en movi-mientos sociopolíticos para exigir la igualdad. Por supuesto, que uno de los másbásicos derechos para llegar a ella era el del sufragio universal, es decir, la democra-cia absoluta, el derecho al voto para las mujeres. No es de extrañar que el más gran-de y famoso movimiento por los derechos de la mujer surgiera en Inglaterra, ya queallí el avance del industrialismo había hecho crecer una numerosa clase media que,además, empezaba a tener no poco poder político.

El movimiento inglés por los derechos de la mujer puede fecharse en el perí-odo que va desde 1850 hasta 1928, fecha de obtención del sufragio femenino.Su manera de actuar fue el modelo a seguir por el resto de movimientos femi-nistas europeos, ya que se consideró a las mujeres inglesas como ejemplo delucha y perseverancia: su reivindicación duró más de setenta años, y fue enmuchas ocasiones violenta.

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32 - CAPÍTULO II

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

En el modelo inglés encontramos todas las peticiones, que, de manera casi idén-tica, adoptarán los distintos movimientos sufragistas femeninos: trabajaron porconseguir el voto y, con él, leyes más justas en lo referente a la custodia de los hijosy al divorcio, leyes que permitieran a las mujeres casadas controlar sus propiosingresos y propiedades, leyes para el acceso a la educación superior, leyes para suparticipación política y leyes para obtener condiciones más favorables. En estoslargos sesenta años de lucha las mujeres inglesas pasaron por todo tipo de incon-venientes: tuvieron que organizarse para hacer oír su voz y su medio más usado erael de la manifestación callejera, siendo las precursoras de este tipo de protesta; orga-nizaron también “atentados”, considerados así por las fuerzas del orden, aunque nopensemos que lanzar piedras contra escaparates de entidades públicas lo sea.

Esto en cuanto a la lucha de base, ya que más allá, tuvieron la suficiente inte-ligencia como para conseguir ganarse al sector progresista de la política de sumomento. Fue este hecho el que las hizo triunfar: haciéndose oír en el parlamen-to a través de la voz de políticos liberales varones, tuvieron oportunidad de entrara formar parte de los debates que ocupaban la actualidad política de la nación y,poco a poco, se empezó a considerar a estas mujeres como capaces para entrar aformar parte de la vida pública y política de Inglaterra.

Es cierto que las feministas ganaron en prestigio político, pero parejo a estehecho, se dio el del surgimiento de una corriente cultural compuesta por mujeresde talante liberal, que fue determinante para el calado de las reivindicaciones femi-nistas en la sociedad, en el pueblo. Aunque, es conveniente que no pequemos deingenuidad: cierto que todo esto ocurrió, que las mujeres ganaron en prestigiotanto a nivel social, político y cultural, pero no fue esto lo que les concedió su dere-cho más añorado. La concesión del derecho al voto para las mujeres tiene su causaen la Primera Guerra Mundial, mejor dicho, en las consecuencias que se derivaronde su finalización. Tras la guerra, millones de europeos varones perdieron la vida:la política se quedaba sin sus grandes hombres, las finanzas, la cultura... todos lossectores de actividad estaban casi desiertos debido a que muchos de sus protago-nistas habían fallecido. La única opción que quedaba era aceptar a la mujer de unamanera activa en todos los campos de la sociedad; se requería sin remedio “manode obra” para volver a levantar la sociedad europea, y ese fue un trabajo que hici-mos las mujeres. De nuevo, volvemos a servir como salvación a la sociedad, peroesta vez, la mujer no volvió a aceptar situaciones de injusticia, al menos en elmundo occidental.

Un proceso parecido, aunque más corto en el resto de los casos, fue el queconsiguió lentamente que la mayoría de los países europeos fueran devolviendo el

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derecho al voto a sus mujeres. La irrupción de la mujer en la escena de lo público,nos deja momentos de nuestra historia más reciente cargados de una enormeinnovación y modernidad, de un despliegue de imaginación en todas las discipli-nas artísticas y de una liberalidad que no se habían conocido hasta el momento. Esel tiempo de los cabarets, del cinematógrafo, de las vanguardias artísticas, de la libe-ración femenina...cierto es que siempre se nos ha intentado explicar este momentoliberador en la historia argumentando que el terror y la catástrofe que supuso laGuerra, hizo que se instalase en los/as europeos/as la filosofía del Carpe Diem,pero nosotras creemos que tiene mucho que ver con que las mujeres fueran, porprimera vez en la historia, protagonistas en la vida pública.

Fuera del continente europeo, también se dieron movimientos sufragistas,como es el caso de Estados Unidos. Allí las mujeres se organizaron a partir de lareivindicación de los derechos básicos del ser humano, es decir, se empezaron aagrupar para pedir la derogación de situaciones tan denigrantes como la de laesclavitud. Es así como el movimiento antiesclavista derivó en el sufragista-femi-nista: al reclamar derechos para los individuos de raza negra, se dieron cuenta deque ellas mismas poseían tantos derechos como estos varones, claro está, ningu-no. También fue un proceso largo el de la obtención del voto para las mujeres enEstados Unidos, desde la Declaración de Séneca Falls, primer pueblo en el que seadmitió el sufragio femenino, la reclamación ante los parlamentos de los distintosestados de la nación, concluiría casi ochenta años después del inicio.

Concluiremos este capítulo dedicado a la lucha femenina por la obtención delderecho al voto, refiriéndonos al caso español. Hay que aclarar que debido a la enor-me influencia de la tradición en nuestro país y el peso social que seguía teniendo laIglesia, el movimiento feminista español nunca fue demasiado fuerte. Las mujeres

"La historia de la humanidad es la histo-ria de las repetidas vejaciones y usurpacio-nes por parte del hombre con respecto a lamujer, y cuyo objetivo directo es el estable-cimiento de una tiranía absoluta sobre ella.Para demostrar esto, someteremos loshechos a un mundo confiado. El hombrenunca le ha permitido que ella disfrute delderecho inalienable del voto. La ha obligadoa someterse a unas leyes en cuya elabora-ción no tiene voz.Le ha negado derechos que se conceden a loshombres más ignorantes e indignos, tantoindígenas como extranjeros. Habiéndola

privado de este primer derecho de todo ciu-dadano, el del sufragio, dejándola así sinrepresentación en las asambleas legislati-vas, la ha oprimido desde todos los ángulos.Si está casada la ha dejado civilmentemuerta ante la ley.La ha despojado de todo derecho de propie-dad, incluso sobre el jornal que ella mismagana.Moralmente la ha convertido en un ser irres-ponsable, ya que puede cometer toda clase dedelitos con impunidad, con tal de que seancometidos en presencia de su marido".

Declaración de Seneca Falls (1848)

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que creían en la igualdad en los años finales del XIX y finales del XX se encontra-ban bastantes solas y, en su mayoría, eran criticadas por el resto de mujeres quedefendían el papel tradicional que la sociedad patriarcal les otorgaba.

Nuestra lucha se empieza a fraguar cuando un hecho nos pone en evidencianuestra desigualdad jurídica y social con respecto a los hombres: en 1890, elgobierno del llamado Sexenio Liberal concede el derecho al voto a los varonesespañoles, marcando una clara discriminación en cuanto a la concepción misma dela mujer como ser humano con respecto al hombre. A partir de este momento laspocas mujeres que tenían el privilegio de haberse formado y de participar en deba-tes y tertulias políticas a nivel privado, empezaron a reclamar la finalización de estainjusticia reivindicando el derecho al voto femenino. Tuvieron que pasar aún variastormentas políticas como el golpe de estado de Primo de Rivera que acabó con laPrimera República, y el advenimiento de la Segunda República tras la abdicaciónde Alfonso XIII en 1931. Fue en este último período cuando se concedió el dere-cho al voto femenino, y no sin una fuerte lucha entre dos parlamentarias liberales:la moderada Victoria Kent y la radical Clara Campoamor. Kent se negaba a la con-cesión del voto a las mujeres argumentando que las españolas era en su enormemayoría analfabetas y, así, fácilmente manipulables por los partidos tradicionales yla Iglesia, con lo cual, si accedían al voto lo harían para votar a los conservadoresque acabarían con la República; consideraba que antes de concedérsele elvoto a las españolas había que realizar una importante labor edu-cacional entre ellas. Por el contrario, la tesis de Campoamorconsistía en afirmar que las mujeres habían luchado deforma muy activa para la consecución de la República, yque ésta debía reconocer su lucha concediéndoles el

derecho a votar. Fue finalmenteesta postura la que venció,pero, lamentablemente, ladrástica Guerra Civil espa-ñola y la victoria de los“nacionales”, hizo que lasvotaciones de 1936, pri-meras en las que participa-

ron las españolas, tuvieranuna vigencia mínima que se

truncó con la proclamación dela dictadura del general Franco.

VICTORIA KENTCLARACAMPOAMOR

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CAPÍTULO II - 35

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

LA CONCEPCIÓN DE LA EDUCACIÓN FEMENINA

H emos mencionado en repetidas ocasiones la fundamental importanciaque para la perpetuación o la ruptura de los roles de género tiene la edu-cación. En el capítulo anterior hablábamos de una mujer dispuesta a

incorporarse a la vida pública tras la participación en las principales revolucionesmundiales que tenían como objetivo la mejora para los ciudadanos y ciudadanas delas condiciones básicas de vida y trabajo. También habíamos reseñado cómo lamujer quedó desplazada de los principales puestos de poder y de la vida públicatras haber luchado por la victoria de la revolución, casi de una manera idéntica acómo ocurrió antes de esos procesos revolucionarios.

A pesar de esta derrota, las mujeres habían avanzado un tanto: habían conoci-do su propio poder como sector poblacional, sabían que su organización en gru-pos de lucha era efectiva y que sus reivindicaciones podían pasar a convertirse enintereses públicos; la mujer es consciente por primera vez en la Historia de suvalía, de la necesidad que de ella tiene la sociedad.

Los ideales revolucionarios de mejora en la vida de los ciudadanos y ciudada-nas no habían perdido todo su brillo, y casi todos los países europeos ya habíanasumido que el adelanto en las condiciones de higiene, salud y educación de supoblación iba a repercutir positivamente en la mejora global de la economía, reciénentrada en el capitalismo. Fue así como la mujer consiguió arañar algunos dere-chos, sobre todo laborales que la hacían más efectiva en la realización de su traba-jo dentro y fuera del hogar. No se quería eliminar del mercado de trabajo a unamano de obra tan barata y efectiva como la que proporcionaba la mujer, pero tam-poco se quería que ésta dejase de ejercer su papel de sostén de la familia en elámbito doméstico, por lo que algunas mejoras como el derecho al tiempo de lac-tancia consiguieron obtener las trabajadoras del recién nacido siglo veinte. Otracosa fue la consecución de alguna mejoría en el plano de los derechos civiles, queaún quedaban un poco lejos, pero que también conseguirán abrirse paso de manosde los movimientos de lucha por la obtención del voto femenino.

En todo este lento proceso de cambio tuvo una gran importancia la educa-ción; el sistema educativo de la gran mayoría de los países occidentales fue revi-sada para incluir en él a las mujeres. Sobre todo, se adoptarían premisas hereda-das de la Revolución Francesa, que tampoco hizo demasiadas reflexiones sobrela educación femenina, y aún menos legislación al respecto. Sin embargo, es dedestacar la concienciación de los Estados al aceptar la necesidad de formaciónpara las mujeres, eso sí dentro del tradicional reparto de tareas establecido por la

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sociedad patriarcal. Los varones tienen como destino la vida pública, los trabajosde las armas y las leyes.

A las niñas se las educa para el hogar y la vida conyugal, dotándolas tambiénde formación para ocupar trabajos de baja categoría dentro del incipiente siste-ma capitalista y otros que se presuponen como innatos a la condición femenina,como el de educadora o cuidadora.

En definitiva, desde el triunfo de la Revolución Francesa, (1789), hasta aproxi-madamente el último tercio del XIX, (1870-1900), ningún estado europeo legislósobre la obligatoriedad de establecer enseñanza para las niñas, y sólo se consiguióhacer a partir de la enorme presión que los estados sufrían de manos de las insti-tuciones religiosas, empeñadas en formar a las féminas de los distintos países euro-peos, ganándolas así para sus causas. Los Estados que cada vez avanzaban máshacia el modelo laico no creyeron conveniente dejar en manos de la Iglesia la ins-trucción de sus ciudadanas, y tuvieron que crear leyes para solventar este conflic-to . Fue en las postrimerías del siglo XIX, y, sobre todo en Inglaterra, cuandoempiezan a elaborarse decretos y leyes encaminados a dotar al país de una serie deinfraestructuras para garantizar la educación primaria para niños y niñas; a partirde esta fase de educación primaria, las mujeres seguirían con un vacío en su for-mación y se las encaminaba hacia las labores tradicionales de su sexo que norequerían demasiados conocimientos técnicos. Estamos hablando de los paísesmás avanzados y liberales de Europa, Francia, Inglaterra y Bélgica; ni que decirtiene que el resto, en el que se incluye nuestro país, seguirán estos modelos educa-tivos que excluían a la mujer de la educación secundaria o especializada, y, ademáslo harán de una manera más tardía y desvirtuada.

Mientras que en estas naciones se mantiene un constante debate, una luchaentre instituciones públicas y privadas, laicas y religiosas, progresistas y conserva-doras por establecer el modelo educativo más correcto para la mujer, ésta sigue sintener acceso a una educación superior o secundaria, y mucho menos universitaria,que la dote de los conocimientos necesarios para obtener un puesto en la vidapública. Por ejemplo, en Francia la cuestión no terminó de estar zanjada hasta1905, año en que se plantea el acceso de las niñas a la enseñanza secundaria y ,posteriormente, a la universidad. La solución a la igualdad de acceso a la educa-ción para hombres y mujeres no llegaría hasta los años veinte del siglo XX, en lospaíses más desarrollados.

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Si esto ocurría en estas naciones, hemos de imaginar cuán catastrófica era lasituación en un país como el nuestro, donde ni siquiera los pensamientos inspira-dores de los movimientos revolucionarios europeos habían llegado a cuajar, dondela religión era el pilar básico del estado, donde la tradición tenía un enorme peso,donde el ochenta por ciento de la población seguía viviendo de la actividad agrí-cola y era analfabeta. España no se había apuntado a los avances económicos ysociales que supuso el proceso de conversión hacia el capitalismo, por lo que laclase burguesa, motor impulsor de la mayoría de las reformas liberales, seguía sien-do escasa y una oligarquía rancia y obsoleta dominaba la vida política, económicay social, aferrándose a la tradición. No quiere decir esto que no existieran minorí-as que intentaban hacer calar dentro de nuestra sociedad los nuevos presupuestosde pensamiento liberal y revolucionario, pero fue lento el proceso de introducciónde estos pequeños cambios, que además, se frenaban por la constante alternanciaen el poder de gobernantes inclinados hacia tendencias conservadoras y liberales.Cuando algún avance era introducido en las leyes españolas, se veía frenado brus-camente por la proclamación de un gobierno conservador, y así casi a lo largo deun siglo. Los dos últimos casos a este respecto fueron los períodos republicanos;al primero le siguió una reacción dictatorial protagonizada en 1923 por Primo deRivera; al segundo lo aniquiló de cuajo en 1936 la lacra de la dictadura franquista.

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Es así como en España el acceso a la educación de la mujer fue una de las cues-tiones que más preocuparon a intelectuales y librepensadores/as. Se considerabaque por encima del acceso a derechos civiles como el del sufragio universal, la mujerdebía ser previamente educada, ya que su generalizada incultura llevaría a los parti-dos políticos a manipular a esta enorme mina de votos a través de mensajes popu-listas y aferrados a la tradición-religión que llevarían a nuestro país a un continuoestancamiento en la política conservadora.

Hemos elegido para clarificar cuál era la situación de la mujer en las décadasfinales del siglo XIX y las primeras del XX, el campo de la educación, ya que con-sideramos que analizando este aspecto se pueden derivar y explicar muchas otrassituaciones. Centrándonos en España ya hemos dicho que la mujer se instruía enescuelas hasta muy temprana edad, aproximadamente los ocho años, y tras haberaprendido algo de caligrafía y aritmética se la consideraba suficientemente forma-da; el resto, quedaría en manos de instituciones religiosas o civiles no institucio-nales que se encargarían de enseñar a las adolescentes a ser buenas amas de casa,piadosas, sumisas y recatadas. No fue hasta la instauración del período democrá-tico tras la dictadura que las escuelas se concibieran como mixtas, es decir, quedispensaran los mismos contenidos a niños y niñas. Con anterioridad a estehecho, los niños proseguían sus estudios de enseñanza secundaria tras los quepasaban a la universidad, y las niñas eran llevadas a las llamadas Amigas, que noeran otra cosa que pequeños establecimientos privados en los que una maestra,instruida del mismo modo arriba reseñado, se encargaba de enseñar a leer, escri-bir, cuentas, rezos y labores domésticas a las niñas, tal y como se consideraba quedebía hacer una madre con sus hijas, pero a través de estas “madres” que eran lasmaestras de las Amigas. Vemos pues cómo la situación de la mujer en la sociedadespañola seguía siendo desfavorecedora, ya que se la privaba de derechos básicosy se la manipulaba para seguir aceptando las premisas que la reducían al ámbitodel trabajo doméstico.

Como antes dijimos, la única formación específica más allá de la enseñanzabásica para niñas, era aquella destinada a formar a maestras y enfermeras a travésde las conocidas Escuelas Normales para Maestras y Escuelas de Enfermería,donde las mujeres aprendían oficios que se consideraban como propios de susexo. El resto de mujeres que se atrevieron a romper con las normas sociales,accediendo a la enseñanza universitaria a partir de 1910, puede calificarse casi deheroica, ya que si bien no era vetado su derecho a matricularse, sí que teníangrandes problemas para pasar el examen de acceso, ya que no habían podidorecibir una enseñanza secundaria reglada.

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Prueba de la vigencia quetenían estos oficios dentro delsector poblacional femeninoen la etapa reseñada, es lanumerosa dedicación a estosoficios por parte de nuestrasbiografiadas. Queremos asídemostrar que siempre, a lolargo de todos los períodoshistóricos, la mujer ha aprove-chado con entusiasmo aquéllaspocas libertades que la socie-dad les concedía para intentardesarrollar actitudes de su per-sonalidad más allá de lasopciones que ofrecían el des-empeño de su labor como amade casa. La posibilidad de salira la vida pública y ganarse allíla independencia económica ypersonal pasaba para lasmujeres de la época por elegirentre estos oficios “femeni-nos” respetables o el ejercicio,muy extendido de la prostitu-ción, prueba de las ansias deemancipación de las mujeres.

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LA ENFERMERÍA. UNA DE LAS POCAS FORMACIONESA LAS QUE PODÍA ACCEDER LA MUJER

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BIOGRAFÍAS

Doña María Górriz Pérez

I niciamos nuestro segundo capítulo con la biografía de Doña María GórrizPérez, que tuvo como dedicación profesional la de la de la enseñanza.

Nace Doña María el 15 de septiembre de 1896, en Córdoba, siendo la mayor dedos hermanas y un hermano. La vocación por la docencia le vendría de manosde su padre, D. José Górriz Barrionuevo, entregado a la carrera de profesordurante toda su vida.

Como ya apuntamos en la introducción de este capítulo, Doña María cursó susestudios en la Escuela Normal para Maestras, sólo hasta los 18 años, mientras quelos profesores recibían formación universitaria. Estos años de estudios le sirvie-ron para acceder, en principio, al puesto de secretaria en la misma Escuela dondehabía recibido su formación, pero pronto aprobó la oposición a maestra siendodestinada a una escuela de un pueblecito malagueño llamado Ardales.

No eran pocos los inconvenientes que tenían que sufrir las mujeres que se dedi-caban a esta labor; a la dificultad para acceder a los estudios había que añadir quetras ellos, la interesada tenía que sufrir una serie de destinos inapropiados para unamujer sola, ya que en aquellos tiempos no estaba bien visto que las mujeres fueranindependientes y viajaran de un destino a otro sin más armas que su propia inte-ligencia y valía. Esto fue lo que tuvo que pasar Doña María: además de tener quedesenvolverse en un lugar desconocido para ella, tenía que llegar al lugar de su tra-bajo tras un penoso viaje que la llevaba cada día a tener que tomar un tren, luegoun carro y finalmente, llegaba a su escuela a lomos de un burro. No es mérito des-estimable, sobre todo cuando estamos hablando de una jovencita de 19 años quejamás antes había salido del seno familiar. Estas circunstancias nos hablan de laenorme vocación que Doña María tenía por su trabajo.

Como el seguir sola en aquellas complicadas circunstancias no era muy acon-sejable, según las normas sociales del momento, Doña María encuentra pareja y secasa con un hombre de Ardales, al que sólo la unieron 11 años de matrimonio, yaque su esposo murió, como tantos otros, en los primeros enfrentamientos de laGuerra Civil, allá por 1936. Su permanencia en el pueblecito dejó de tener senti-do tras enviudar, por lo que decide pedir traslado a Puente Genil, donde se habíamudado su familia. En la localidad pontana encuentra buen acomodo, respaldadapor la cercanía de sus familiares, permaneció en la villa hasta su muerte el día 27de abril de 1994, a los 97 años de edad.

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Tan longeva existencia hizo que pudiera dedicarse a su profesión durantemuchísimos años, durante los que logró no pocos reconocimientos. Al llegar aPuente Genil ocupa plaza de profesora en el Ramiro de Maetzu, del que con eltiempo llegó a ser directora y en el que permaneció hasta su jubilación. Tantosaños de maestría dentro del mismo centro hicieron que llegara a conocerlo a laperfección, de tal manera que advirtió la enorme necesidad de dotar al colegio deun comedor para los alumnos, el primero que se abrió en la villa pontana.

En los muchos años de ejercicio de su profesión, Doña María vio desfilar porsus pupitres a infinidad de generaciones de niños y niñas de la localidad, que larecuerdan aún en nuestros días y que nos cuentan numerosas anécdotas sobre sumanera de entender la educación. Se dice de Doña María que, además de enseñarlas disciplinas obligatorias, ponía gran empeño en el aprendizaje de otras no curri-culares como labores, canto y, sobre todo, modales. Esto nos hace corroborar laafirmación que se incluye en el apartado sobre la educación que reseñábamos alcomienzo de estas biografías: las niñas recibían una formación encaminada a per-petuar su papel como ama de casa eficiente, correcta y sumisa socialmente; esta-mos convencidas de que estas tres “especialidades” que dominaba Doña Maríaeran aplicadas a la educación de las niñas, mientras que, con toda seguridad, losniños del mismo centro ampliaban sus conocimientos sobre otras disciplinas másprácticas para sus futuras vidas en el mundo laboral y social. Cuentan de DoñaMaría que aparte de estas tareas exclusivas para las niñas, no descuidaba la ense-ñanza de normas de educación tan refinadas como la de “cómo comportarse a lamesa”, “cómo caminar erguida y elegantemente”, etc.

Con el paso a la educación mixta, Doña María puso un gran empeño enhacer que sus enseñanzas fueran más allá de las aulas, formando grupos decanto entre sus alumnas y alumnos más aventajados, así como organizandoexposiciones con los trabajos plásticos de quienes mejor dotados y dotadasestaban para las disciplinas artísticas.

Aunque el esbozo de sus preferencias nos puedan hacer pensar de ella que erauna mujer rígida, todos y todas las que la conocieron afirman que su carácter eraciertamente fuerte y que estaba muy segura de sí misma, pero que se caracteriza-ba por su buen humor, su afabilidad, su espíritu servicial y su enorme amor porlos niños y niñas. También nos dicen de ella que quienes aprendieron en sus cla-ses se sentían como sus hijos/as, hecho derivado de que Doña María nunca tuvodescendencia y de su gran amor hacia la infancia. La gran humanidad con que tra-taba a su alumnado se veía reflejada en el hecho de que cuando los niños y niñasque estudiaban con ella dejaban el colegio y se hacían mayores, seguían acudiendo

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a buscarla para consultarle sobres cuestiones referentes a su vida de adultos. Maríasabía calar hondo en el corazón de “sus niños”, tanto que, más allá de su laborcomo maestra seguía estando presente en las vidas de quienes se formaron con susenseñanzas.

Otro dato que se nos revela de su vida y que noshabla de su gran solidaridad con los demás y su entra-ñable manera de entender la relación con los mismos,es el que tuviese completamente regularizada a quien la

ayudaba el las labores domésticas de su hogar, DoñaConcha, en un tiempo en el que la inscripción como

trabajadora doméstica aún no existía en la Seguridadsocial; lo hacía para intentar que la comodidad y elbienestar de quien la había ayudado y acompaña-do a lo largo de tantos años estuviesen asegura-dos en los últimos años de su vida. Tampoco seolvidaría de Concha en su testamento, proban-do de nuevo su agradecimiento para esta fielcompañera, más allá de considerarla a travésde una relación meramente laboral.

No olvidamos mencionar que el reconoci-miento de su labor profesional se dio tanto anivel personal como institucional, ya que se leconcedió la Medalla de Alfonso X El Sabio el20 de junio de 1970, concedida por elPresidente de la Real Academia de Córdoba,Don Rafael Castejón en honor al buen ejerci-cio de su profesión. También el Ayuntamientode Puente Genil hizo quiso encomiar su tra-yectoria profesional entregándole la Insigniade la villa en un acto público.

De nuevo nos encontramos con unamujer que, más allá de lo que se espera deella como tal, se implica en las vidas de quie-nes la rodean para ayudar y mejorar sus cir-cunstancias vitales. De nuevo, una mujer

con vocación por ayudar y ser útil a través de sutrabajo y de su manera de entender la vida y lasrelaciones humanas.

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Doña Concepción Ruiz Montero, "La Maestra"

N ace Doña Concepción en 1898 en Puente Genil, y su biografía es otroejemplo más de la dedicación y el esfuerzo de una mujer por mejorar su

propia vida y la de los que la rodean, sin esperar por ello recompensa alguna másallá de la propia de ver realizadas sus metas personales.

Fue pronto cuando Doña Concepción se marcha a la aldea de Sotogordo,pedanía de Puente Genil de donde era natural su esposo. El matrimonio se pro-dujo en unas circunstancias muy comunes en la época, pero que actualmente pue-den parecernos fuera de lugar: el padre de Doña Concepción había fallecido unpoco antes de la boda, hecho por el que la ceremonia se celebró de luto riguroso,sin mucho festejo, de negro y en el interior de la casa familiar de la novia.

De este matrimonio nacerían seis hijos, pero uno de ellos falleció a tempranaedad. Esta desgracia no minó el ánimo de Concepción que, a pesar del muchotiempo que pasaba en la soledad de su hogar, decidió ampliar su horizonte y salirde la monotonía de las tareas domésticas. Decimos que pasaba mucho tiempo solaporque su marido trabajaba de guarda en una hacienda agrícola y además comple-taba los ingresos familiares con el oficio de hortelano. Mientras, Concepción pasa-ba los días realizando las interminables tareas que se requieren para tener atendi-do un hogar con hijos pequeños. En estos días, conoció a sus vecinos y vecinas yadvirtió que casi todos eran analfabetos, y que así seguirían siendo sus hijos e hijasque no tenían acceso a la educación básica, por no haber colegio en la localidad.

Esta fue su tabla de salvación, el motor que la impulsaría para llenar su vida contareas más satisfactorias que las de ama de casa. Decidida, improvisa un aula en supropia casa y allí atiende a los niños y niñas en dos turnos: algunos iban por lamañana, y otros, que no podían asistir antes por tener que ayudar laboralmente asu familia, por la noche. Les enseñaba sólo lo que ella había aprendido en el cole-gio; suponemos que estos saberes serían los de leer, escribir y aritmética básica,suficiente para crear cierta inquietud por el conocimiento en unos niños y niñasque, de otro modo, nunca hubieran podido acceder a los mismos. Todos queda-ban beneficiados, ya que Doña Concepción cobraba algún dinero por esta tarea,ayudando así a la economía familiar y a satisfacer su inquietud por sentirse capazde contribuir a la misma.

La tarea de Doña Concepción era muy felicitada y pronto llegó a oídos de lasautoridades de Puente Genil, hecho que desembocó en el ofrecimiento de unaplaza de maestra para Concepción. Aceptó, y pasó a ser Maestra Municipal

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cobrando unos honorarios de 18 pesetas mensuales, cifra nada despreciable con laque veía colmadas sus aspiraciones de ser parte del sostén económico para sufamilia. Le sirvió de estímulo esta nueva situación, y amplió sus enseñanzas paradedicarse también a dar clases de costura a niñas y mujeres en la aldea deSotogordo: nos cuentan que eran famosos los trajes de carnaval que sus alumnasconfeccionaban en papel para celebrara estos festejos.

Pero, no pensemos que aquí acaba el afán por mejorar y animar la vida de susvecinos y vecinas, por el contrario, su carácter seguro y luchador la llevó a idearuna nueva vía con la que mejorar la calidad de vida de su aldea: carecían allí dedispensario médico, y cada vez que alguien enfermaba se veían en la necesidad detrasladarse hasta Puente Genil para ser atendido. Para paliar esta situación, DoñaConcepción, con gran empeño, logra convencer al médico de la villa para queatienda en su propia casa a sus vecino y vecinas enfermos, encargándose de tenersiempre dispuesto un burro con el que llegar hasta Puente Genil y traer al doctora la improvisada consulta. Además de esto, Doña Concepción tuvo el ahínco deadiestrarse junto al médico Don Francisco Lázaro para atender casos de primeranecesidad, tales como poner inyecciones, curar heridas leves y asistir comomatrona a las parturientas. Fue tanta su habilidad para aprender el oficio quemuchos acudían a ella para ser curados; es digno de mención el caso de AntonioEstepa Aguilar, quien dice que la hizo llamar para ver si podía aliviar un sagradode garganta que venía padeciendo y que no habían sabido solucionar varios médi-cos a los que había consultado. Dicen que Doña Concepción advirtió con rapi-dez que el mal estaba causado por una sanguijuela que se alojaba en su gargantay que, ni corta ni perezosa, agarró unos alicates y la sacó, terminando así con losmales de Don Antonio.

Cabe aquí hacer un paréntesis para hacer una reseña sobre el oficio de curan-dera. Hemos de saber que durante miles de años de humanidad, la curación era unsecreto dominado por las mujeres: ellas se encargaban de la mayoría de trabajos derecolección y de agricultura, hecho que las hizo poseedoras de todos los secretosde las plantas y de su aplicación para curar enfermedades. Esto fue así durantesiglos y siglos, y aún lo sigue siendo en sociedades primitivas, pero en Occidente,pronto se dieron cuenta del enorme poder que suponía manejar la medicina, ydecidieron, a través de la persecución de estas curanderas a las que se pasó a lla-mar brujas, y de la creación de universidades donde se enseñaban las disciplinasmédicas a las que por supuesto no podían acceder mujeres, despojar de este podera las mismas. La creación de las Universidades en Europa fue un hecho definitivopara despojar a las mujeres medievales de la valía y el poder que poseían en suscomunidades, ya que se las apartó de lo que llamaron las ciencias y se las acusó de

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practicar brujerías y ritos demoníacos. Nadamás lejos de la realidad, porque, a pesar deesta lacra que las mujeres sabias tuvieronque soportar durante varios siglos, siguie-ron con posterioridad practicando la medi-cina tradicional y ocupándose de la saludde todas y todos los componentes decomunidades pequeñas o aisladas. Esto hasido así casi hasta nuestros días: quién norecuerda los remedios caseros de nuestrasabuelas para aliviar las enfermedadescomunes, o las célebres curanderas quecuran con sortilegios enfermedades de lapiel, o a las matronas que ayudaron anuestras madres a traernos al mundo ennuestra propia casa?. Estos casos son sólo un pequeñoejemplo de lo que muy importante que fue en otros tiempos el mujer de la mujercomo cuidadora y sanadora.

Volviendo a Doña Concepción, diremos que un hecho cambió definitivamen-te el curso de su vida: el estallido de la Guerra Civil hizo que se trasladara juntocon su familia a Puente Genil, dejando su querida aldea de Sotogordo. Pero nosignificó esto que se desvinculara de sus queridas vecinas, que seguían asistiendo,aun a pesar de tener que llegar a pie, a las clases de costura que Doña Concepciónimpartía para ellas y para las nuevas alumnas de su recién estrenado barrio deMiragenil. Esta tarea y la de coser para otros fueron a partir de entonces su fuen-te de ingresos, ya que tuvo que abandonar la plaza de maestra que tenía en el cole-gio. Pero eso era para ella más que suficiente, porque la gran mayoría de lospagos por sus servicios se los hacían en productos alimenticios; cuentan que sudespensa estaba siempre a rebosar, en una época en la que obtener comida adiario era casi una aventura.

Doña Concepción Ruiz Montero permaneció en Puente Genil hasta el día desu muerte, el 20 de marzo de 1969, a los 71 años de edad, rodeada del cariño yel agradecimiento de todos y todas sus vecinos, tanto pontanos como deSotogordo, con los que siempre siguió manteniendo contacto, ya que se resistióa vender la casita que allí poseía. Como decíamos al principio, de nuevo el afánde superación y de ayuda a los demás sobresalen de entre las muchas vivenciasde una mujer que amaba la vida y la de sus congéneres.

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Doña Dolores Reyes Porras, "La Canija"

L a vida de nuestra siguiente protagonista, Doña Dolores Reyes Porras, va ailustrarnos en el mismo sentido que las anteriores, sobre las vivencias

extraordinarias de mujeres de una época en la que ser distinta significaba estarmarcada, hecho que no las detuvo en su afán por abrir para ellas y quienes lasconocían nuevos horizontes, perspectivas de vida distinta. Además de enseñarnostodo esto con su vida, la de Dolores será una biografía marcada por un hecho cru-cial: el de pertenecer a la raza gitana. Si ya era complicado distinguirse por vivir deuna manera distinta a la que se había marcado para las mujeres, esta tradicióncobra doble fuerza si la entendemos dentro de la incomprendida manera de ver devida de la raza gitana.

Nace Dolores en el pueblo cordobés de Cabra, en 1903, quedando huérfana demadre a muy temprana edad. Como ya vimos en biografías anteriores, eran muycomunes las encomiendas de niños o niñas huérfanos a alguna pariente cercana,debido a la supuesta incapacidad de los padres para ocuparse de sus vástagos, puesbien, en el caso de Dolores la tarea de su crianza y educación fue responsabilidad

de su abuela Sofía. Fue esta señora un ejemplo demujer que vive sin atarse a los convenciona-

lismos de género, y consideró que lomejor para su nieta era tener una buenaeducación, para lo que la mandó a estu-diar al Colegio de los Escolapios, ins-titución que le proporcionó aDolores una cultura y educaciónmuy por encima de lo que era nor-mal para una niña de su tiempo. Estehecho sería determinante para losacontecimientos que se sucederán alo largo de su vida.

Aunque ya hemos advertido que lafamilia y las circunstancias de Dolores

escapaban un tanto a las tradicionesvigentes, no es así del todo, ya que

siguiendo las normas de su tradición gita-na se casa a la temprana edad de 17 añoscon Luis Cortés, natural de Puente Genil,y con él se traslada a vivir a esta localidad.

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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Nacerían del matrimonio 12 hijos e hijas, pero murieron cinco; los siete restantessiguen viviendo en la actualidad, y por ellos sabemos que su madre, tal y comohizo con ella su abuela, se esmeró porque recibieran una buena educación, tantohijos como hijas, hecho poco habitual en el pueblo gitano.

Con el matrimonio, Dolores pasa a depender económicamente de su marido,dedicado a las labores de compra y venta de ganado. Pero ya dijimos que su edu-cación jugará un papel fundamental en el transcurso de su vida: Luis era unbuen tratante, pero no sabía leer ni escribir, por lo que Dolores entró a formarparte del negocio inicialmente, encargándose de llevar la contabilidad y deredactar los documentos requeridos para los tratos, así como de verificar que ladocumentación aportada por la otra parte del trato fuese la corriente. Pronto sehizo indispensable en el negocio que ya no sólo era cuestión de su marido, sinoque ella se consideraba parte de la “empresa”.

Pero esto no era suficiente para una mente despierta e inquieta como la deDolores. La afición por el estudio y la cultura que aprendió de pequeña la llevóa tomar la iniciativa de enseñar a leer y escribir a niños y niñas de raza gitana, asícomo a algunos y algunas payos necesitados que no tenían otro modo de acce-der a estos conocimientos, bien por discriminación, por falta de costumbre en lacostumbre o por problemas económicos.

De nuevo el amor hacia los demás caracterizando a una mujer, y de nuevo laafición por hacer que la vida de quienes la rodean mejoren, sin esperar preben-das económicas a cambio. No queremos decir con esto que las mujeres seamosabnegadas y generosas por naturaleza, pero sí entendemos que se nos ha educa-do para cuidar y entregar y este hecho nos convierte en seres más adaptados acompartir y amar que los hombres. Nuestra pretensión con este libro es hacer vercómo tanto mujeres como hombres nos hallamos condicionados por nuestraeducación, y tras ser puesto de manifiesto, queremos que sirva para distinguircuáles son las cosas positivas y las negativas de los supuestos de género, para asíeliminar todo aquello que resulta perjudicial socialmente y quedarnos con lo váli-do para nosotras y nosotros a la hora de crecer como seres libres. En definitiva:queda demostrado que la tradición sexista encamina a la mujer hacia la sumisión,la aceptación, la generosidad, la abnegación y el cuidado de los demás; esto nosiempre es positivo porque, en el camino, muchas mujeres quedan anuladas enpos de obtener la felicidad sólo a través de los demás. La mayor parte de las vecesestas “obligaciones femeninas” son trampas para llevarnos a la dependencia y laesclavitud, pero en otras ocasiones, cuando hemos sido capaces de entender queestas características que se nos adjudican son sólo una opción que podemos o no

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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elegir, podemos hacerlas nuestras y comprobaremos que estamos más preparadaspara realizarlas que los varones. La conclusión es que las mujeres somos muy capa-ces de cambiar todo lo que nos rodea, pero a veces, la mayor revolución es llevar acabo todo aquello que se nos ha encomendado de una manera consciente y libre.

Es de este modo como Doña Dolores decide vivir su vida, regalando sus sabi-duría a los demás, pero también ayudándolos. No conforme con su labor educa-dora, nos cuentan de ella que era una mujer siempre dispuesta a echar una manoa quien se la pidiera; gustaba de hacer favores tales como leer y redactar las cartasde todos aquellos que se lo solicitaran, incluso una vez se ofreció para amamantaral hijo de una amiga suya. Todas estas cosas hicieron que su persona fuera muyrespetada y valorada, incluso entre la Guardia Civil, enemigo encarnizado de laraza gitana durante los oscuros días de la dictadura. De su relación con este cuer-po militar se guardan varias anécdotas: El cabo Blas del puesto de la Guardia Civilde Puente Genil, tenía que ausentarse con frecuencia del pueblo y, en estas ocasio-nes, no encontraba mejor compañía para sus hijos que la de Dolores, que se encar-gaba de su cuidado durante estas ausencias. En otra ocasión, el marido de Doloresfue a un pueblo cercano a comprar ganado, y cuando la Guardia Civil le requirióla documentación sobre las bestias que llevaba vieron que una de ellas no corres-pondía a la descripción que daban los papeles, y lo encarcelaron acusado deladrón; cuando Dolores se enteró de lo ocurrido fue hasta donde estaba arrestadosu esposo y explicó al Comandante del puesto que, según el Diccionario de la RealLengua Española, el tipo de pelo que poseía la bestia en cuestión podía denomi-narse de varias maneras, y una de ellas era la que recogía los documentos que teníasu marido...,no hubo que decir más, cogidos en su ignorancia los números de laGuardia Civil se disculparon y dejaron en libertad a Luis.

A grandes rasgos, esta fue la vida de Doña Dolores Reyes, “La Canija”, quemurió en Puente Genil en 1989, a la edad de 86 años. No habría de quedar tanextraordinaria mujer en el olvido y así, en el Pleno Extraordinario celebrado el 8de marzo, día de la Mujer Trabajadora, de 2000, el Ayuntamiento de Puente Genilhizo un Reconocimiento al Colectivo de Mujeres Gitanas de la villa, y en él tuvomención especial Dolores, “La Canija”, merecedora de que la memoria históricade su villa cuente con ella entre otros muchos nombres ilustres, tanto que se leconcedió el honor de poner su nombre a una calle de la ciudad.

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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Doña Dominga Valdecañas y Ávila

E l siguiente caso es el de una mujer noble de cuna que, convencida por moti-vos religiosos y por íntimas creencias de que entregar a quien no tiene es la

base de la felicidad, se dedicó a cuidar a sus vecinas y vecinos en todo aquello quesus propiedades materiales pudieran solucionar y a cultivar un carácter afable ycampechano que la hicieron ganarse el corazón de los pontanos y pontanas.

Nace Doña Dominga a principios del siglo veinte y quedando pronto huérfa-na es entregada a sus tíos, Magdalena de Valdecañas y Elio Bernaldo de Quirós yPadilla, de quienes heredará una enorme fortuna y el título de Condesa deValdecañas. Casó Doña Dominga con el militar Ignacio González de Aguilar ySoto, también de familia noble, pero de este matrimonio nunca nacerían hijosnaturales. Ante tal desventura, decidieron adoptar a Juan Pedro, que se convertiríaen su amado hijo y heredero de todos los bienes familiares.

Vistas las característicassociales de Doña Dominga,podríamos imaginárnoslacomo una mujer estirada, cla-sista y alejada de la realidadsocial de su momento. Por elcontrario, Dominga es recorda-da aún hoy por su afabilidad ysu enorme generosidad, susimpatía y su inclinación porayudar y aprender de los másnecesitados. En esta altruistalabor gastó Dominga la mayorparte de su fortuna: nos dicenlas fuentes que no dudaba enceder el dinero necesario pararealizar una operación quirúr-gica en Madrid a un enfermoque no podía costearla, o enotras cuestiones médicas demenos cuantía que necesitaraalguien que había llegado hastaella pidiendo el favor. En otrocontexto, tampoco dudaba en

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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recomendar para trabajos en Madrid a quienes no tenían la fortuna de ganarseel sustento en la villa pontana. Con esto vemos que no sólo hacía favores eco-nómicos, que podríamos pensar eran de fácil realización para una mujer de sufortuna, sino que también procuraba usar sus influencias y contactos socialespara beneficiar a quienes lo requerían.

Con respecto a su carácter campechano nos hablan anécdotas como aquéllaque recuerda a Doña Dominga comiendo en casa de sus vecinos menos privile-giados, si la hora del almuerzo le daba andando por aquellos lugares mientrasintentaba arreglar algún problema del que se hubiera enterado; dicen que leencantaba conocer a la gente y que no dudaba en acercarse a ellos y conversarpara saber mejor de sus vidas y sus circunstancias. Otra anécdota nos dice que,debido a su afición por la charla, entabló conversación con un taxista mientraséste le prestaba un servicio, y con la charla Doña Dominga se enteró de que eltaxista tenía un proyecto de mejora que no podía llevar a cabo por falta de recur-sos económicos; así fue que Dominga decidió tomar partido por aquel descono-cido, y haciendo uso de sus influencias habló con las personas pertinentes paraque los proyectos del taxista se pudiesen llevar a cabo, sin que éste supiera nuncaquién había sido su mentora. Tal era el grado de confianza en las personas quecultivaba Doña Dominga.

Su educación le había inculcado una profunda religiosidad que, dado su gene-roso carácter, terminó derivando en numerosas obras pías. Cedió gran parte de lapropiedad que tenía en La Victoria para que se construyera en ella una amplia-ción del Colegio San Antonio, en la que se harían viviendas para albergar a sustrabajadores, convirtiéndose en la calle que hoy lleva su nombre. También fue laresponsable de la donación a la Parroquia de San José de una de sus campanas.

En definitiva, Doña Dominga era una mujer generosa, que consideraba queayudar a los demás estaba por encima de cualquier otra aspiración; por ello, nodudó en escatimar su fortuna haciendo todo tipo de favores. Nos cuentan quevendió muchísimas de sus propiedades en vida, con el fin de financiar obras decaridad. Es por esto que es recordada por muchos vecinos y vecinas de PuenteGenil aún hoy. Debido al gran respeto y cariño que se le tenía a Doña Domingaen el pueblo, se recuerdan con cierta tristeza las circunstancias de su muerte: murióen 1973 en un accidente de coche.

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

CAPÍTULO III:LA LENTA INCORPORACIÓN DE LA MUJER

A LA VIDA PÚBLICA

KAISER GUILLERMO HA OLVIDADO VUESTRA SIMPATIA POR LOSPOBRES ALEMANES POR NO PODER GOBERNARSE A SI MISMOS

20.000.000 DE MUJERES NORTEAMERICANAS NO PUEDEN AUTOGOBERNARSE

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

EL PERÍODO DE ENTREGUERRAS EN EUROPA: LA MUJER EN LA VIDA PÚBLICA

H abíamos apuntado en el capítulo anterior cómo la Primera GuerraMundial había supuesto la incorporación de la mujer al trabajo“masculino”, debido al descenso de mano de obra producido por

las muerte en el frente de batalla. Fue así como todos los gobiernos de los paí-ses europeos en conflicto exhortaron a las mujeres de las clases obreras a tra-bajar en las fábricas, ocupando los lugares de los hombres que se habían unidoa las fuerzas armadas. Atraídas por los altos salarios y por la llamada al patrio-tismo, las mujeres acudieron masivamente a desempeñar estos nuevos trabajos,previamente reservados a los hombres.

La incorporación laboral de la mujer era, a menudo, difícil: los trabajadores varo-nes se oponían a que las mujeres ganaran el mismo salario que ellos, y les hicieronprometer que dejarían su trabajo cuando ellos regresaran de la guerra. Observamosque no fue demasiado fácil el desempeño de estas primeras tareas “relevantes” de lamujer en la industria: en la mayoría de los casos, los gobiernos no apostaban por laconsecución de igual salario para mujeres y hombres, y los empresarios se escabullí-an del hecho subdividiendo el trabajo en “categorías menores” que se asignaban alas mujeres y que suponían un menor sueldo. A esto hay que sumar que todos losEstados implicados se apresuraron en apartar a las mujeres de los “trabajos de loshombres” en cuanto terminó la Guerra, haciéndolo a través de despidos masivos.

Como ocurrió en otros períodos históricos, ya no cabía marcha atrás: denuevo se trata a la mujer como salvavidas de la sociedad entera, pero eso les sir-vió para alcanzar ciertos derechos, mejoras en la calidad de vida, aumento de suindependencia económica, y ya no estaba dispuesta a retroceder, a perder lo quetan meritoriamente obtuvo. Las conquistas obtenidas por las mujeres a partir delfinal de la Primera Guerra Mundial (1918), eran irrenunciables: la más obvia fuela de la libertad de movimiento y de actitud que aprendieron en la soledad y elejercicio de responsabilidades.

Conocemos a la mujer de esta época como distinta a lo que hemos visto enfases anteriores, hecho que se refleja en la estética femenina: libre del corsé, delos vestidos largos y ajustados, de los sombreros molestos, de los moños ahorareemplazados por peinados masculinizados, un cuerpo femenino que por finpuede moverse.

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Son los años de la Belle Epoque, los “Años Locos”, en los que las mujeres hanlogrado la revolución de lo cotidiano que implica otra relación con el cuerpo yconsigo mismas. Independientes económicamente, ahora pueden practicardeporte, bailar alocados ritmos americanos, salir solas, explorar su sexualidad y, aveces, decidir sobre su propio futuro

Pero no todo fueron circunstancias favorables en el camino hacia la igualdadentre mujeres y hombres. El espíritu posbélico traía además de esta ola de pensa-miento liberador otra pareja que soplaba con vientos de tradición y convenciona-lismos: la guerra reafirmó a ciertos sectores sociales en la creencia de que la tra-dicional separación de roles femeninos y masculinos era la única opción para vol-ver a construir la deshecha sociedad. La mujer debía traer al mundo y cuidar a unanumerosa prole que paliara el descenso demográfico, y debía hacerlo con totalentrega y amor evitando así antiguos errores. El hombre, por su parte, debía man-tenerse alerta para evitar al enemigo y combatirlo. Es el caldo de cultivo del quenacieron los movimientos fascistas y nacionalistas; ni qué decir tiene que éstosterminarían venciendo con el inicio de la Segunda Guerra Mundial en 1939.

En cualquier caso, el avance obtenido por la mujer en los años de entreguerras,su paso a la vida política, cultural y sobre todo económica . La presión de las muje-res para que su trabajo se equiparase al del hombre las lleva a exigir formación espe-cífica en terrenos antes vedados. Es así como se empiezan a normalizar la situaciónpara el acceso de la mujer a estudios superiores, que la llevarían a un mayo recono-cimiento social. No hemos de olvidar el parón que supuso la Segunda GuerraMundial (1949-1945), aunque todas estas reivindicaciones seguirían presentes en laspolíticas de la Europa de los cincuenta, y ganarían cada vez más peso y respaldosocial, estando muy presentes en las cuestiones estatales. Así hasta nuestros días;pero no deben dudar de que éste es un brevísimo resumen de un camino largo,denso y lleno de avatares.

CAPÍTULO III - 53

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

GRUPO DE MUJERES JUGANDO ALA PELOTA VASCA

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LOS PERÍODOS REPUBLICANOS EN ESPAÑA ( 1873 - 11936 )

D urante todo el siglo XIX y las primeras décadas del XX, la mayor parte dela población española seguía dedicándose a la agricultura y la ganadería.

La aceptación de principios renovadores política y económicamente supondría uncambió en cuanto a la concepción del ciudadano y su relación con el Estado a tra-vés del trabajo. El inicio de la economía basada en la producción a gran escala dalugar a los primeros núcleos urbanos industriales, en los que la mujer se hace nece-saria, sobre todo, como mano de obra barata. Asistimos en este período a la caídade los derechos nobiliarios y al ascenso social de una nueva clase, la burguesía, queentiende la economía bajo criterios capitalistas de máximo beneficio, para los quela sociedad española aún no estaba preparada.

El avance de la revolución burguesa se manifestará en el campo español en laconversión de los antiguos señoríos nobiliarios, a través de los procesos de des-amortización, en propiedades privadas particulares en las que se concebía laexplotación agrícola bajo un punto de vista que buscaba el mayor rendimientoeconómico: se subían los arriendos de la tierra a los campesinos y se especulabacon el precio de los terrenos, por lo que los campesinos no podían optar a sucompra. Esto hizo que los ingresos de las economías familiares tuvieran quecomplementarse con actividades semindustriales complementarias que se realiza-ban dentro del mismo hogar y que casi siempre eran realizadas por mujeres a muybajo coste: por ejemplo, a finales del XIX había en Almagro y sus alrededoresunas 6000 encajeras. Este tipo de actividad doméstica ocupaba a infinidad dehilanderas, calceteras, bordadoras, modistas, sastras, guarnecedoras, zapateras,esparteras que se distribuían en unas 3000 localidades españolas.

Con la entrada en el XX, lasituación no es más halagüeña paralas trabajadoras de las fábricas. Laindustria española ha adaptadopuestos específicos para mujeresen algunos de sus procesos de pro-ducción: la fabricación de conser-vas en la ciudad de Vigo ocupa en1907 a 4000 mujeres; igual de con-siderable era el caso de las cigarre-ras, que llegaron a ser en Sevilla enel mismo centro de trabajo hasta4000 mujeres; en las ciudades, el

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

CIGARRERAS DE TRIANA ( SEVILLA )CRUZANDO EL GUADALQUIVIR

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sector de la confección se nutre básicamente de trabajo femenino a domicilio,ocupando a casi 100.000 mujeres; el servicio doméstico era la actividad que másmujeres ocupaba, casi todas provenientes del éxodo rural, nutriéndose de unnúmero aproximado de 400.000 trabajadoras. Lamentablemente, huelga decirque estas trabajadoras tenían que soportar jornadas medias de 12 horas, y care-cían de cualquier derecho laboral que las amparase. Otra grave consecuencia dela emigración desde los núcleos rurales fue la del aumento de la prostitución, alque contribuyó la ya mencionada necesidad de complementar los ingresos obte-nidos con el “trabajo honrado”, con otras actividades alternativas, ya que lossueldos resultaban del todo insuficientes para el sustento familiar o individual.

Avanzado el siglo, dentro del reinado de Alfonso XIII y con la redacción delEstatuto de Funcionarios en 1918, se facilita el acceso de la mujer a trabajosmenos duros que los citados, aunque siempre con menor reconocimiento ysueldo: se abren para la mujer las puertas del trabajo en la Administración en laescala de auxiliar, eso sí. Son años de importantes transformaciones también enel comercio: aparecen algunos grandes almacenes y aumentan los estableci-mientos que emplean a una numerosa plantilla, en gran parte compuesta pormujeres. La modernización del sector terciario no afectará demasiado al incre-mento del número de maestras, ya que este sector ya era considerado comopropiamente femenino desde tiempo atrás, pero sí que influye en la creación denuevas ocupaciones para la mujer, relacionadas siempre con el trabajo de ofici-na. La enfermería gana en prestigio, ya que se implantan estudios específicos alrespecto que son considerados como exclusivamente femeninos.

Este salto de la mujer a la escena del trabajo llamado productivo, a la vidaeconómica, a lo público, hizo que esta estuviera más en contacto con la actuali-dad de su momento, incluida la política. En la primera década del XX, empeza-mos a observar cómo crece la participación femenina en el movimiento obrero,tal y como ocurre en el sector textil catalán, donde las huelgas y movilizacionesfemeninas se suceden ante el agravamiento de las condiciones laborales que serelacionaron con la coyuntura generada por la Primera Guerra Mundial. Estoreferido al sector más liberal y radical, ya que, por su parte, el sindicalismo cató-lico encontrará su público, especialmente, entre las trabajadoras a domicilio. Deeste modo y de una manera muy general, podríamos decir que las trabajadorasde las fábricas tenían una postura más avanzada políticamente, ya que al trabajarcon varones, veían con mayor claridad los derechos que les eran negados y sufrí-an más de cerca la discriminación. Por el contrario, las trabajadoras que realiza-ban su labor en el propio domicilio, entendían esta actividad como un extra, unaprolongación del trabajo doméstico diario, y su remuneración les parecía como

CAPÍTULO III - 55

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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un regalo; es decir, les resultaba grato el percibir dinero por las labores que nor-malmente realizaban gratis, y por ello las reivindicaciones de salario y de mejorade las condiciones legales no tenían mucho sentido para ellas.

La caída de la dictadura de Primo de Rivera y el advenimiento de la Repúblicaen 1931, supuso un gran cambio hacia la democracia para la vida de nuestro país.La democratización llevaba implícito el reconocimiento de la mujer como ciuda-dana de pleno derecho, y así se tuvieron que conceder a las mujeres derechos bási-cos antes negados. La nueva Constitución de 1931 declaraba que el sexo no podíaser fundamento de privilegio jurídico en su artículo 25; el artículo 40 trataba de laadmisión de todos los ciudadanos, sin distinción de sexo, en los empleos y cargospúblicos; el artículo 46 señalaba la obligación del Estado de regular el trabajo delas mujeres y proteger la maternidad. Meses más tarde llegaría el tan deseado dere-cho al voto para las mujeres, que se obtuvo tras un encarnizado debate políticoentre las distintas corrientes feministas y que ya esbozamos en el capítulo anterior.

El nuevo marco legal republicano cambió un tanto la vida de las mujeres.Aunque tenían pleno derecho para acceder a la vida laboral, aún seguía habien-do mujeres con mucha menos formación que los hombres al no existir una ense-ñanza superior para ellas que abarcara cualquier campo de conocimiento, sólolos ya mencionados como “femeninos”. A esto, había que añadir la carga de lavida familiar, que seguía recayendo sobre las mujeres, responsables casi en soli-tario de todas las tareas domésticas y de cuidado de la familia. Así, durante elperíodo de la Segunda República las mujeres “activas” fuera del hogar eran unaminoría: el 14% del total de las potencialmente activas. Se trataba en su mayoríade mujeres jóvenes, menores de treinta años y solteras; el matrimonio seguíasiendo una barrera para el acceso a un trabajo remunerado, a lo que había queañadir la crisis económica que afectaba a Europa en estos años, y que frenabala creación de nuevos puestos de trabajo.

Mencionar también que en la España de los años treinta la actividad política eraconsiderada una ocupación exclusivamente masculina, sin embargo, y por prime-ra vez de forma significativa, las mujeres formaron parte de los movimientossociales, sobre todo del sindicalismo y el asociacionismo. También es relevanteseñalar que el número de diputadas fue creciendo paulatinamente, con nombrestan relevantes como el de Margarita Nelken , Victoria Kent, Matilde de la Torre,Veranda García Manzano, María Martínez Sierra o Clara Campoamor, que obtu-vieron sus escaños entre 1931 y 1933. Tras las elecciones de 1936, primeras en lasque participa la mujer, salió victorioso el Frente Popular que contaba entre susdiputadas con mujeres de gran talla como Dolores Ibarruri; esto sirvió para

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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demostrar que el voto femenino no supuso el aumento del poder de los partidosconservadores y de la Iglesia, tal y como pronosticaban los y las que se oponían aconceder el derecho al voto a la mujer.

El levantamiento militar de 1936 y la Guerra Civil que trajo consigo supusie-ron años de liberación para la mujer, liberación entendida como ruptura de rolestradicionales, ya que las mujeres españolas participaron activamente en ella. Seincorporaron al trabajo por la falta de mano de obra masculina, se alistaron en elejército, lucharon en el frente, organizaron y encabezaron batallas, y, sobre todo,mostraron cuáles eran sus ideas y exigieron lo que preferían para sus vidas.

Lamentablemente, lavictoria del bando nacio-nal eliminaría de raíztodas estas iniciativas: lamujer tomó con másfuerza que nunca suspapeles tradicionales, fuede nuevo recluida, relega-da a lo doméstico yentendida válidamentesólo como madre y espo-sa. Pero antes de que esoocurriera, hemos vistocómo las mujeres durantelos años de los dos perío-dos republicanos tuvie-ron acceso al mundo deltrabajo y de la vida públi-ca. Fiel reflejo de todoello son las biografías denuestras siguientes prota-gonistas, que desempeña-ron diversas tareas profe-sionales casi hasta nues-tros días, gracias a losavances sociales que seobtuvieron para y por lasmujeres en estos años.

CAPÍTULO III - 57

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

RUBÉN RUIZ IBÁRRURI Y DOLORES IBÁRRURI EN EL EXILIO SOVIÉTICO

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Doña Carmen Dorado Tenllado

N ace en Puente Genil, el mismo año en que estalla la Primera GuerraMundial, 1914. Su familia era de clase media, y seguía el espíritu de la

época de procurar a sus hijos e hijas la mejor educación posible. Para ello, en elpropio hogar familiar se enseñó a Doña Carmen a leer y escribir a edad muy tem-prana. Luego ingresaría en las Escuelas Parroquiales donde estuvo en educaciónprimaria hasta los diez años, para pasar con posterioridad al colegio de laCompañía de María, institución en la que finaliza su educación primaria antes decursar el bachillerato en la vecina localidad de Cabra.

Ya vemos cómo la tendencia de estos tiempos era la de apostar por una buenaeducación como seguro para un buen futuro laboral. Durante los períodosdemocráticos, comentamos que se dio un aumento de la clase media o burgue-sa como consecuencia de la derogación de los derechos que venían privilegian-do a la nobleza durante miles de años. La mejora en la consideración de la clasemedia hizo que los hijos e hijas de ésta tuvieran ante sí un horizonte con másposibilidades que el que vivieron sus generaciones precedentes. Podríamos esta-blecer un símil entre lo que ocurría entonces y lo que aún sigue ocurriendo en

nuestros días: actualmente, los y las quesomos componentes de edad media

de la clase media, provenimos,casi mayoritariamente, de

familias que habían tenidoque sufrir en la dictadura laemigración desde núcleosrurales a otros urbanos;somos hijos e hijas de laclase trabajadora que tuvoque dejarse la piel en elintento de sacarnos adelante,y que por ello no pudo acce-

der a la educación, en muchoscasos, ni siquiera a la más ele-

mental. De esta situación se deri-vó el ferviente empeño de nuestros

progenitores por que tuviéramos loque ellos y ellas no habían podido

lograr: una buena educación.Pues saltando atrás en el

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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tiempo, no sería descabellado imaginar a la familia de Doña Carmen en circuns-tancias similares, pensando y apostando por una buena formación como solu-ción a las adversidades que el futuro pudiera deparar a su progenie. Ya se sabe,que tendemos a aspirar a aquellas cosas que nos han sido negadas, y la educación,con anterioridad al siglo XX, era un lujo exclusivo de las clases altas.

Es de este modo como Doña Carmen, favorecida por el apoyo familiar, se con-virtió en una joven inclinada hacia el estudio, con una notable afición por el cono-cimiento y el saber. Pero esto no sólo le pasaba a Doña Carmen: el buen hacer desus padres había logrado que todos sus hermanos cursaran con éxito estudiossuperiores. Su hermana estudió y ejerció la profesión de matrona, y su hermano,como ella misma, encontró en la enfermería su vocación. Doña Carmen, antes deejercer el ejercicio de su especialidad, practicanta, tuvo que terminar las prácticasde sus estudios en el Hospital Provincial de Málaga, donde encontraría al que seríasu futuro compañero de trabajo y sentimental. Francisco Cejas Montero.

Al tiempo contraen matrimonio, cuando Doña Carmen tenía la edad de 27años naciendo del matrimonio cinco vástagos, de los que viven sólo dos en laactualidad, Agustín y María del Carmen. Vemos cómo ha variado la edad de casa-miento entre esta compañera y las mencionadas con anterioridad. De este datopodemos interpretar que cuando una sociedad vive en un estado político más pró-ximo a la igualdad, la libertad y la democracia, como fueron los gobiernos repu-blicanos en nuestro país, las personas se muestran más reticentes a repetir esque-mas tradicionales por el mero hecho de la imposición social. Queremos decir que,tanto en estos años como en la actualidad, mujeres y hombres tienen más oportu-nidades para elegir sobre su vida y su futuro, tienen más opciones que la impues-ta por la tradición: podían y podemos reflexionar, probar distintas maneras devivir, y tras ello, elegir. Es así como Doña Carmen decide compartir su vida conFrancisco a una edad razonable, no apremiada por la imposición que obligaba a lamujer a casarse muy pronto para así poder ser mantenida fuera del núcleo fami-liar, ya que no se le permitía el acceso a un puesto de trabajo que le procurara laindependencia económica. Doña Carmen es autosuficiente, tiene una profesión ydecide compartir su vida con otra persona en el momento que ella consideraoportuno. Tan sencillo como eso, y tan difícil de conseguir para la mujer a lo largode la historia, tanto que aún hoy estamos muy lejos de haberlo logrado, sobre todosi analizamos la situación de los países menos favorecidos.

Podría parecer por lo hasta ahora narrado que la vida de Doña Carmen fuefácil, casi envidiable, pero no fue así: el ejercicio de su labor como enfermera noresultó precisamente cómodo, ya que su trabajo estaba habitualmente realizado

CAPÍTULO III - 59

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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por hombres que la veían más como a una intrusa que como a una compañera.Pero no fue éste acicate para desanimar a Doña Carmen, por el contrario, seesforzó más en su trabajo para que todos vieran que era eficiente en él y nopudiesen recriminarla por estar desempeñándolo: es el handicap que siemprehemos sufrido y sufrimos las mujeres, tener que demostrar nuestra valía constan-temente para que no se nos tache de ineptas. Describiremos un tanto cómo fueel desempeño del trabajo de Doña Concha: inicia su actividad en la Cruz Roja yen el Hospital Provincial de Málaga, consistiendo su labor no sólo en atenderpacientes en los recintos médicos, sino que tras ello, había de atender a los enfer-mos y enfermas de las aldeas cercanas, por lo que su horario de actividad era,prácticamente, de 24 horas. Nunca faltó a sus obligaciones durante estos prime-ros duros años de trabajo, lo que le valió un rápido reconocimiento que la hizomejorar sus condiciones laborales.

Hemos de recordar que estamos hablando de los años treinta, y que en estasfechas los medios de transporte no existían, a excepción de los desvencijados tre-nes que sólo unían localidades grandes, por lo que había que buscar medios delocomoción alternativos. Para sus desplazamientos en estos tiempos escogióDoña Carmen la bicicleta, elección escandalosa, ya que montar en bici era dere-cho reservado para los hombres. Aquí tenemos a Doña Carmen, en un mundolaboral dominado por hombres usando un transporte exclusivo para hombres:podemos imaginar que Doña Carmen era una mujer muy fuerte a la que no leafectaban las críticas necias, porque sin duda, hubo de tener muchas de éstas.Quizá sea este el motivo por el que algunas de sus coetáneas la describen comouna mujer rara, diferente.

Ya dijimos que la situación laboral de Doña Carmen mejoraría con el tiempo,y así su salario, lo que le permitió seguir avanzando y adquiriendo algunos lujosde la época: en cuanto pudo cambió la bici por una moto Vespa, que más tardecambiaría por un Seiscientos con los que realizó con más celeridad y eficacia losdesplazamientos para atender a sus pacientes. Logra una plaza en la Casa deSocorro de Puente Genil, lo que le permite tener un lugar fijo de trabajo y unamejor remuneración, que no le vino nada mal, ya que en estos años, la salud de sumarido que siempre fue débil, empeoró, y el sostén económico de la familia pasóa ser responsabilidad exclusiva de Doña Carmen. Lo logró, pero haciendo unenorme esfuerzo dentro de su trabajo por mejorar y conseguir responsabilidad yascensos dentro del mismo.

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Afortunadamente, podemos hablar de Doña Carmen en presente, ya que aúngoza de una excelente salud y está rodeada del cariño de familiares y amigos.

Nada más merecido para esta mujer, ejemplo de valentía y fuerza, espejo dondemirar para hallar la referencia de lo que debemos ser todas las mujeres, todos los sereshumanos: aquello que hemos elegido libremente y que mantenemos con esfuerzo.

Por último, y ya que es algo muy conocido en el pueblo, cabe hacer men-ción de un hecho en el que Carmen fue testigo de un hecho milagroso que se pro-dujo en uno de sus pacientes. Se trata de un milagro acaecido en Puente-Genil yatribuido a la madre Teresa de Jesús Jornet, y que entre otros milagros sirviócomo documentación en la causa de canonización. El hecho al que nos referimosacaeció en marzo del año 1950, DoñaEncarnación Reyes Gutiérrez, que así se lla-maba la paciente, yacía en la cama hacía unoscinco meses con una pierna ulcerada y mora-da, causa por la que había sido desahuciadapor médicos. Fue entonces cuando la visita-ron unas Hermanas de la Orden de SantaTeresa de Jesús Jornal, y le entregaron unaestampita con la imagen de la misma. Se diceque a los pocos días de recibir la imagen,Encarnación sanó de su mal, ante los ojos delmédico que la atendía y el estupor de DoñaCarmen, que era la enfermera encargada desu cuidado. Cuando se produjo la canoniza-ción de la santa, Doña Carmen asistió a lamisma en calidad de testigo.

En la actualidad, Dª Carmen vive en laplaza de Santiago junto a la iglesia del mismo nombre, disfruta de una envidiablesalud y pasa sus días realizando bellísimas labores manuales rodeada del amor y cari-ño de su familia, vecinos y amigos.

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

FACHADA IGLESIA DE SANTIAGO ( NOCTURNO )

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Doña María Antonia Estrada Molina

O tra pionera en el ámbito laboral en Puente Genil fue Doña AntoniaEstrada Molina, que viene al mundo en el año 1919. Como la anterior

protagonista procedía de una familia de clase media, y también como ella, cursasus estudios primarios en el colegio de la Compañía de María, donde tambiénfinalizará los de mecanografía.

Termina su formación en 1938, cuando tenía vein-tiuno, y decide pedir trabajo en el propio ayuntamien-to de Puente Genil. Reunía todos los requisitos paraser aceptada como mecanógrafa, y así fue como pasó aformar parte de la plantilla laboral del consistorio, sien-do la única mujer en el mismo desde 1938 hasta 1978.Suponemos que estos cuarenta años no debieron ser, almenos en principio, un camino de rosas para DoñaAntonia: imaginémosla en su trabajo, rodeada porhombres que aún no conciben a la mujer más que den-tro del hogar realizando labores domésticas. No es difí-cil suponer que Doña Antonia tuviera que ganarse elrespeto de sus compañeros, que sin duda obtuvo, abase de una muy eficiente realización de su trabajo.

Como ya hemos visto en biografías anteriores suelen ser siempre las mujereslas encargadas de hacer labor social entre quienes las rodean, y no fue menos elcaso de Doña Antonia: advirtiendo que muchos de los usuarios y usuarias querequerían documentación al ayuntamiento había un alto grado de analfabetismo,se prestó siempre para resolver casos de tramitación de documentos a personasque no podían cumplimentarlos por sí mismas; así fue como ayudó a formalizarnumerosos documentos para aclarar la situación de huérfanos y huérfanas de laguerra, así como de enfermos y desaparecidos. También se prestó para conseguirel acceso de muchos ancianos y ancianas al Asilo de Ancianos Desamparados.No conforme con esto, sacó tiempo para dar clases a niños y niñas de familiasdesfavorecidas, enseñándoles mecanografía, ya que no podían acceder a este tipode formación que entonces era “de pago”.

A todas estas actividades añadió la de ser secretaria en las parroquias deSantiago, de La Purificación y del Carmen, llevando a cabo en ellas la ingente laborde ordenar sus archivos, que suponen buena parte de las fuentes documentalespara reconstruir la historia de la villa de Puente Genil. También hizo mucho por

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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el asociacionismo en la villa, promoviendo la creación de un asociación de amasde casa que fue la responsable de la creación de la conocida Expo-Genil, feria quese mantiene en la actualidad y que se encarga de mostrar los avances dados en lalocalidad así como todo lo relacionada con el desarrollo económico de la misma.

En la actualidad, Doña Antonia tiene 84 años y vive en la residencia deancianos a la que tanto ayudó. Sigue siendo una mujer alegre y pacífica, carác-ter que sin duda es fruto de una vida plena, en la que compaginó una magnífi-ca labor profesional con el servicio a lo demás: es la historia de una mujer rom-pedora y solidaria que abrió el camino para que sus sucesoras en el ámbitolaboral fueran respetadas.

Tuvo a bien también Doña Antonia cultivar la poesía, como muestra incluimosdos de sus poemas:

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

JESÚS, TÚ ERES LA VIDA

Yo sé, que eres la viday el camino a seguir,yo sé, que eres AMOR,por amor quiero morir.

Esta muerte que deseono es para dejar la vida,porque en sufrir me gozoy al morir no sufriría.

Moriré, sí, a mí misma,y a todo lo que me halagaporque me aleja de Ti,

¡Qué eres vida de mi alma!

No quiero gustar amoressólo los tuyos Señor.

Quiero ser una estrujadaen los lagares de amorcuando dejare la vida

y me encuentre junto a Ti.

¡YO SERÉ LA MÁS DICHOSA,YO SERÉ LA MÁS FELIZ!

POESÍA A LA MADRE

¡Qué buena eres mamá!¡Qué dulce tu regalo!

Déjame madre querida, darte,darte muchos abrazos.

Con cariño hoy te doylo que mi alma reboza,alegría, amor inmenso.`Porqué eres cariñosa!

Todos tus hijos te quierenjunto con abuelos y papi,porque después de la Virgen.¡Eres muy buena mamá!

Quiero que me perdonesmis travesuras de niña,

en adelante prometoser la mejor de tus hijas.

En la E. D. E. J. se aprendea querer de verdad,

a los padres y familia,y también a los demás.

Te doy las gracias mamáporque me dejas asistira la escuela de Jesús,

donde me encuentro feliz.

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Doña Balbina Cerdeño Delgado

H ablamos ahora de Doña Balbina Cerdeño Delgado, otra ilustre profesio-nal de Puente Genil que vino al mundo en esta localidad en el año 1923,

en el seno de una familia humilde. Aún esto, su gran facilidad para aprender llevaa sus padres a matricularla en el ya mencionado colegio de la Compañía de María,donde debido a su buena disposición para los estudios, continua su formación debachillerato, aunque ahora en la vecina localidad de Cabra.

También fueron exitosos sus años de bachillera, por lo que deciden trasladar-la a Córdoba, a la institución teresiana donde terminará en calidad de interna susestudios de Magisterio. Su facilidad para estudiar la llevó a terminar la carrera enmenos tiempo del reglamentario, y se dispone a preparar oposiciones para obte-ner plaza de maestra. Vista la trayectoria de Doña Balbina, no es de extrañar quelas oposiciones fueran pan comido para ella, y con rapidez consigue su primerdestino en una pequeña aldeallamada Golosalvo, en la Sierrade Málaga. Ya hemos visto cómolos medios de transporte eranaún una utopía en la época, porlo que el acceso a su puesto detrabajo no fue tarea fácil: cadamañana llegaba a su escuela alomos de un burro, pero nuncase desanimó por ello. Ejerció bri-llantemente su labor en estaaldea y pronto la trasladaron aotra de mejor acceso, Corcoya,en la provincia de Sevilla. Traspasar allí algún tiempo, consiguióal fin la plaza que tanto añoraba.Puente Genil.

Su primer destino en la locali-dad pontana fue el colegioRamiro de Maetzu; pasó despuésa El Carmen, donde su labor secomplicó ya que tenía que aten-der a niños de distintas edadeshasta en cinco cursos diferentes.

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De aquí pasó al colegio José Luis Arrese, y por último al Agustín Rodríguezdonde permaneció hasta su jubilación.

Tan dilatado periplo sirvió para que Doña Balbina hiciera gala de su impecablelabor en la comunidad docente, que reconoció y admiró su labor casi tanto comolo hicieron la infinidad de alumnos y alumnas que pasaron por sus aulas.

Pero no sólo nos interesa recordar a Doña Balbina como una mujer con unainteligencia y capacidad de trabajo fuera de lo normal, sino que sus muchos añosde carrera profesional le brindaron ocasiones de destacar por otras acciones, aun-que estuvieran vinculadas a la docencia. Una de ellas la constituye el hecho de quemientras duró la estancia de Doña Balbina en el colegio Agustín Rodríguez, tuvoacceso a informarse de cómo funcionaban la fundaciones, especie de obras socialesque protegen a determinado colectivo social y que se vinculan a la cultura.

Pues bien, quedó Doña Balbina muy interesada en el tema, y como su carác-ter era inquieto y emprendedor se decidió a poner en marcha una fundación quetuviese como objetivo ayudar a los niños y niñas con dificultades para acceder a laenseñanza. Así fue como el día 10 de junio de 1978 se pone en marcha laFundación Docente Balbina Cerdeño Delgado, que desde entonces está dedicadaa la educación de jóvenes de Puente Genil que no pueden acceder a la enseñanza,bien por su situación económico o por las circunstancias familiares adversas. LaFundación, en estos casos, se hace responsable de los gastos que se derivan de laformación integral de los jóvenes que se acogen a esta especie de beca.

Para que la Fundación gozara siempre de transparencia económica y apoyosinstitucionales, Doña Balbina designa a un Patronato en el que se incluyenreputados miembros de la vida política, económica, cultural y religiosa de lavilla. El buen hacer y el acierto en sus objetivos han hecho posible que laFundación aún siga en marcha.

Doña Balbina murió en 1999, a la edad de 76 años arropada por el cariño delos muchos a los que ayudó y con el reconocimiento de sus compañeros y compa-ñeras. De nuevo, la inquietud y valentía de una mujer volcadas en la labor social;la inteligencia y la eficacia al servicio de los demás. ¡Qué distinto sería el mundo simujeres como las que nos toca recordar lo hubieran gobernado!

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Doña Concepción Cáceres Jurado

S obre Doña Concepción Cáceres Jurado no guardamos datos documenta-les que nos hablen de esta insigne mujer, aunque su memoria perdura aún

hoy en la villa de Puente Genil. Sabemos de ella que nació a finales del sigloXIX, en una familia de talante liberal que le inculcó principios de tolerancia ysolidaridad a nuestra biografiada.

Estudió y ejerció la carrera de matrona, y fue muy reconocida en su profe-sión. Pero, sin duda, su memoria nos llega por la actividad política que llevó acabo: mujer de izquierda, estuvo muy vinculada a los movimientos obreros quese protagonizaron en la localidad pontana. Su formación y cultura, unidas a unainnegable capacidad de liderazgo y de comunicación, nos la sitúan como unahábil oradora, protagonizando mítines en los que arengaba a los más desfavore-cidos para que lucharan por sus derechos. Este hecho le valió el apelativo de “LaPasionaria” de Puente Genil, por el parecido carácter y tono que usaban ambasmujeres en sus discursos políticos.

Cuentan que cuando salió victoriosa la Segunda República en 1931, DoñaConcepción no dudó en vestirse con la bandera republicana y salir por el puebloa proclamar su alegría por el triunfo de la democracia y la igualdad. Durante elmencionado período republicado, su marido, Don Marcos Deza Montero, sale ele-gido concejal de la villa, hecho que le facilita la relación con la actividad política.A pesar de estar tratando de una mujer liberal, de la que presumimos cierta inde-pendencia y capacidad para obrar públicamente, los actos a los que la mencionanvinculada no dejan de ser los siguientes: bordar la bandera con la que desfilaba elGremio de Albañiles el día del Trabajo, o el ya mencionado desfile por todo el pue-blo adornada con la bandera republicana. Seguramente estas menciones obtenidaspor vía oral, no hace más que deslucir la memoria de una mujer que, con todaseguridad, aportó muchas más cosas a la vida política de su localidad. Pero yahemos visto cómo la justicia histórica con las mujeres es algo inexistente.

Aparte de estos datos anecdóticos, sabemos que Doña Concepción practicósu espíritu socialista con los vecinas y vecinas de su pueblo. Su convicción enque todos somos iguales y merecemos los mismos derechos la llevó a intentarllevar esta idea a la práctica: ya hemos mencionado que tenía por profesión la dematrona, que desempeñaba con gran profesionalidad, habiéndose ganado el res-peto de la más distinguida clientela. A estas señoras acomodadas les requería unabuena suma por sus servicios, y así, podía permitirse no cobrar a las mujeres másdesfavorecidas, a las que incluso les regalaba la canastilla para el bebé.

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Sus ideales de socialista también la llevaron a ejercer de “trabajadora social”,contándose que su casa, situada en la Plazuela de Lara, se convirtió en el centropara las reuniones políticas del momento, así como en lugar donde peregrinabanlos más necesitados para obtener raciones de alimentos que Doña Concepciónrepartía equitativamente.

En esta misma casa de la Plazuela de Lara fue arrestada por las tropas nacio-nales, que la buscaban acusándola de estar íntimamente vinculada con el movi-miento socialista. Por este motivo fue condenada a muerte y fusilada, al igual queocurrió con miles de personas en toda España: aún hoy resulta difícil de conce-bir que tantos seres humanos perdieran la vida sólo por defender una posturapolítica diferente a la que está en el poder.

Este es el trágico final de una mujer entregada a la lucha y a la creencia en lamejora social. Doña Concepción nos recuerda los que ya nos parecen grandes yviejos ideales: la justicia social, la igualdad entre las clases, la libertad de pensa-miento... todos conceptos que ya nos parecen superados y obtenidos, pero quedeberían seguir siendo motor de muchas más políticas estatales. De todo ello noshabla su vida, pero también es importante recordar lo que nos recuerda su muerte:la intolerancia, la violencia, la venganza, la represión... palabras que también nosparecen de tiempos pasados, pero que debemos tener siempre presentes para novolver a cometer pasados errores.

Doña María González Gallegos, “Marycel“

D e enigmática y apasionante podíamos calificar aDoña María. Poco sabemos de su infancia,

pero nos consta que nació en 1897, en la localidad deCarratraca, provincia de Málaga. Nada más pode-mos añadir a su etapa de juventud, ya que nos lavolvemos a encontrar ya instalada en PuenteGenil, hacia 1925, cuando contaba con 28 años deedad. De su carácter cabe decir que estamos tra-tando de una mujer de convicciones muy ade-lantadas a las de su época: era independiente,tenía una profesión liberal y no se atenía a lasconvenciones que relegaban a la mujer al ámbitodel hogar y el matrimonio.

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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Llega a la localidad pontana ya convertida en una afamada profesional y paraabrir negocio propio, el estudio fotográfico que la haría célebre y por la que todoel pueblo la recuerda. Estuvo el establecimiento ubicado en principio en la calleAntonio Baena nº32, para pasar posteriormente a la calle Madre de Dios nº22, yera conocido como la “Casa de la Cultura”, ya que además de estudio fotográficoera academia donde trabajaba su esposo, D. Agustín.

La elección de la villa por Doña María para instalar en ella su negocio, pasabapor el talante liberal y abierto de sus habitantes, a lo que había que añadir una granriqueza plástica prontamente captada por el ojo artístico de Doña María, quequedó maravillada con su Semana Santa, entre otras cosas.

Enseguida consiguió una buena clientela: sus fotografías eran de una gran cali-dad, centradas en captar la personalidad de sus clientes, pero sin olvidar los exqui-sitos detalles del fondo que matizaba a los retratos y les confería personalidad pro-pia. Dominaba todos los tipos: fotos de boda, retratos familiares, grupos deSemana Santa, todos recreados en el ambiente más adecuado. Muchas veces usabacomo fondo su patio, con el inconfundible cierre de madera blanca acristalado,adornado con macetas.

Le iban bien las cosas a Marycel, tanto en el plano profesional como en el sen-timental, ya que en 1932 contrae matrimonio canónico con el que fue el granamor de su vida, Don Agustín Rodríguez Jiménez, hombre culto y de gran for-mación, dedicado a la abogacía, a la dirección de un periódico local, a la poesíay a la docencia: sin duda, todo un humanista. Marycel y Agustín formaron unade las parejas más célebres y mejor avenidas que hubo en la localidad; prontoconvierten el hogar conyugal en centro de referencia cultural donde se celebrantertulias y debates de toda índole.

Por lo que hemos visto, es sin duda su carácter liberal y progresista lo que defi-ne a Marycel, y fue eso lo que le acarreó mayores conflictos cuando llegaron lostiempos de represión a nuestro país. No le importó nunca ser criticada por ser laúnica mujer que dejaba su melena, dato que demuestra el grado de represión quesufría la mujer en aquellos años. Fue insultada y recriminada por los que ostenta-ban el poder en los momentos más duros de la dictadura franquista, pero ellasiempre supo salir airosa de estas situaciones, demostrando que la inteligencia y elsentido común están más allá de la necedad y la intransigencia. La coherencia conestos ideales le costó el encarcelamiento, que también hubo de padecer su marido.Se nos dice en una anécdota que cuando la derecha se hizo cargo del poder enPuente Genil, una de sus primeras y más inteligentes medidas fue la de hacer rapar

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a todas las mujeres acusadas de haber estado vinculadas a la izquierda; cuandoMarycel salió de la sede de la Falange con un pañuelo cubriendo su cabeza, ungrupo de facciosos la increpaban y se burlaban de ella, a lo que respondió: “¿que-réis ver lo que habéis hecho?”, y quitó de su cabeza el pañuelo dejándoles ver sucráneo rapado y diciéndoles: “¿y vosotros lleváis medalla al pecho y frecuentáis laiglesia?, espero que no sea cierto que sois descendientes del Cid Campeador. Ydando media vuelta se marchó orgullosa. Marycel siempre supo usar muy bien suinteligencia y por ello pudo seguir con vida en estos difíciles tiempos, aún cuandoseguía viviendo según sus principios de socialismo y justicia social.

Sin duda, marcó una época en Puente Genil, tanto por su faceta artística comopor su manera de entender la vida. Murió el 31 de diciembre de 1982 en Málaga, yen su testamento dejó una cláusula que nos habla del profundo amor que sintió porsu compañero, y que se plasma en la donación de los medios económicos suficien-tes para dar vida a la Fundación Agustín Rodríguez, con la que se promociona lacarrera de estudios de los jóvenes pontanos, a la vez que se perpetúa la memoria delhombre que tanto hizo por la cultura de esa localidad. Además de esta donación,lega otras sumas de dinero para las distintas instituciones benéficas de Puente Genil,como no podía ser menos en una mujer siempre preocupada por favorecer a los másnecesitados y procurarles los medios para mejorar, más allá de la mera limosna.

Hemos de suponer que fueron estos los motivos por los que el Ayuntamientode Puente Genil, cuarenta días después del fallecimiento de Doña María, acuerda latramitación necesaria para nombrarla Hija Adoptiva de la Villa, además de colocaruna placa a su memoria en el busto erigido a su esposo y rotular una calle con elnombre de Esposos Rodríguez González .

Pero no sólo fueron reconocimientos institucionales los que recibió Doña MaríaGonzález Gallego: en los años noventa, se constituye la Asociación Marycel, forma-da por un grupo de personas que tenían como objetivo común el de dar a conocerla vida y obra de la misma; lo hicieron a través de muchas actividades culturales, ysobre todo, a través de una ardua compilación de obras fotográficas de Marycel quese encontraban repartidas por todo el pueblo, y que mostramos en parte.

Ya habíamos conocido a damas inspiradas por la labor social y de beneficencia,a mujeres cultas y rebeldes, a luchadoras natas y trabajadoras infatigables, incluso amecenas, pues todo esto y más fue Marycel, ya que añadió a estas facetas la de lacreación artística. De nuevo, un ejemplo de mujer a seguir que no debe quedar en elolvido y que hemos intentado recuperar en estas páginas.

CAPÍTULO III - 69

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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LA INSTALACIÓN DEL FRANQUISMO

H emos analizado brevemente en el capítulo anterior, la situación “favo-rable” a las corrientes igualitarias y feministas dentro, sobre todo, delsegundo período republicano (1931-1939). Pero también advertíamos

de cómo la llegada del franquismo haría que todo lo conseguido se anulara paravolver a situaciones de discriminación y desigualdad equiparables a las dadas másde un siglo antes.

Aunque nos hemos referidos a los avances del feminismo durante el anteriorperíodo, obviamos mencionar la reacción adversa, la del surgimiento de unacorriente de intolerancia y conservadurismo paralela, y que creímos más conve-niente incluir en este capítulo. El inicio del franquismo debe situarse un pocoantes del golpe de estado de 1936: en 1934, y como reacción a los avances libe-rales que sitúan a la mujer en un plano casi igualitario al del hombre, se crea laFalange Femenina, a la par que se empiezan a recuperar publicaciones vinculadascon la iglesia y que califican de frivolidad y escándalo la aparición de la mujer enla vida pública.

Desde 1934, la Falangeserá la encargada de instigaral sector femenino más con-servador mediante misionesde propaganda que las insta-ba a organizarse para cons-truir una “España grande eimperial”, mensaje quecobrará toda su fuerza duran-te el desarrollo del conflictoarmado, pero ya no con estetono fascista propio de laFalange, sino con otro proce-dente del franquismo y quehunde sus raíces en el nacio-nalcatolicismo. Este movi-miento femenino tendrámucha importancia durante

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

CAPÍTULO IV:LA MUJER ESPAÑOLA DURANTE LA DICTADURA

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la guerra, cuando la Falange Femenina será la encargada de alimentar a los soldados,fabricar uniformes para ellos y realizar todo tipo de misiones educativas y de propa-ganda para captar adeptas que engrosen el bando llamado nacional. Como modelofemenino a seguir proponen a Isabel la Católica y Santa Teresa de Ávila, cuyas histo-rias, desvirtuadas, se dedican a recrear constantemente. Como vemos, nada que vercon las propuestas más avanzadas que se están dando en el resto de Europa y que seempezaban a dar en la España republicana: de nuevo, un paso adelante y cinco deretroceso en la historia de las mujeres.

Cuando el bando nacional se proclama victorioso en 1939, Pilar Primo deRivera, presidenta de la Falange Femenina, se dirige a un auditorio de 100.000 per-sonas para proclamar que “la única misión que la Patria asigna a las mujeres es elhogar”. Esta aseveración es llevada a cabo durante todo el período franquista, nosólo como ideología, sino también a través de la legislación, que elimina algunosde los avances conseguidos durante el período democrático, volviendo a anular ala mujer como sujeto legislativo, ya que ninguna ley la ampara. La mujer cobra denuevo, como ocurría en siglos anteriores, valor únicamente si se ajusta al modelode María (madre, sumisa, abnegada), o al de esposa.

Refiriéndonos al retroceso en las leyes que afectan a la mujer, daremos algunosdatos que lo ilustran: se redacta un Decreto que suprime la escolaridad mixta; sehace un a Ley que “libera” a la mujer del taller y del trabajo, a través de una primapor maternidad y la prohibición de ejercer profesiones liberales; se deroga la Leysobre el matrimonio civil y, de manera retroactiva, la Ley sobre el divorcio; se vuel-ven a considerar como muy graves y delictivos el aborto, el adulterio, el concubi-nato, siempre y cuando sean protagonizados por mujeres; la enseñanza de las niñasvuelve a ser tarea exclusiva de la Iglesia, y se distingue de la de los varones, ya quese encamina a formar a “madres y honestas amas de casa, adaptadas al dogma y ala moral católica”. Como vemos, ningún resquicio queda abierto por el que lasmujeres puedan respirar un poco de libertad.

Por si todas estas medidas para acabar con los “aires de pecado, modernidady frivolidad” de las mujeres que apostaron por un cambio que mejorase su condi-ción como ciudadanas y seres humanos durante la República, no fueran pocas, hayque sumarles la feroz batalla propagandística que las mujeres de derecha empren-dieron contra las republicanas, fomentando el odio hacia ellas, culpándolas de lapenosa situación económica del país por quitar el trabajo a los hombres, y acha-cándoles todos los males de la nación: es algo así como el proceso inquisitorial queculpabilizaba a la mujer “liberada”, la demonizaba y la responsabilizaba de todo lomalo y negativo de la Humanidad. En revistas del bando nacional, hay referencias

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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a las mujeres republicanas que las describen en los siguientes términos: viragos,monstruos hambrientos de sangre, guarras, destructoras del hogar cristiano, res-ponsables de la catástrofe, rojas meretrices... todo un sinfín de calificativos queindican el grado de ensañamiento con el que el nuevo régimen estaba dispuesto atratar a toda insensata que osara desviarse del “camino recto”.

La crónica de la represión que se ejerció sobre las mujeres liberales se dife-rencia sólo parcialmente de la que sufrieron sus compañeros de filas: al exilio, lasejecuciones, la prisión, la delación, la persecución, las interdicciones profesiona-les, etc., habría que añadir las violaciones, el corte de cabello, la reeducación desus hijos y las prisiones religiosas. Sin duda, una ardua y casi imposible labor lade las mujeres que persistían en seguir luchando por la igualdad y la libertad,tanto que quedó aniquilado cualquier movimiento social al respecto. Nos hemosreferido hasta aquí a los primeros años de implantación del régimen franquista;pasamos pues a analizar globalmente la situación de la mujer durante el períododictatorial completo.

CONSECUENCIAS DEL FRANQUISMO:LA MUJER ESPAÑOLA DE 1936 A 1977

E l Estado franquista se generó y desarrolló en una guerra, y como conse-cuencia fue un Estado dictatorial basado en principios ideológicos con-servadores y reaccionarios, que llevaban implícitos los principios de auto-

ridad y jearquía, de dominación y subordinación. Sin duda, estamos hablando deun sistema patriarcal y androcéntrico en el que las mujeres son utilizadas comopieza clave para su política de dominio social y económico.

Durante los primeros años de la dictadura, que estuvieron marcados por elhambre, la miseria y la carencia, el gobierno optó por la opción económica de laautarquía: había poco que repartir y muchos que pedía, por ello, la primera deci-sión es la de apartar a la mujer del ámbito laboral mediante la redacción del yamencionada Fuero del Trabajo, que rezaba: “El Estado...en especial prohibirá eltrabajo nocturno de las mujeres y niños, regulará el trabajo a domicilio y libertaráa la mujer casada del taller y de la fábrica”. La argucia para convencer a la mujerde que su liberación reside en encerrarse en el hogar no fue demasiado inteligen-te, pero nadie dijo nunca que el gobierno franquista lo fuera. Esta primera estra-tegia tenía como fin centrar a la mujer en las tareas de reproducción social en elseno del hogar, ya que se “reconoce a la familia como célula primaria natural y

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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fundamento de la sociedad, y al mismo tiempo, como una institución moral dota-da de derecho inalienable y superior a toda ley positiva”. En resumen, lo expues-to son los principios básicos del patriarcado que tienen como fin reforzar la auto-ridad paterna y marital implícita en el modelo de familia tradicional. La mujerqueda definitivamente relegada a lo doméstico, hecho que se completa con laredacción de leyes protectoras de la familia y la natalidad.

Avanzado el franquismo, en los años sesenta, cuando España se ve abocada alproceso globalizador de conversión al capitalismo, el país se ve necesitado demano de obra para sus incipientes macroindustrias. Por supuesto, contaría con lamujer como recurso, como mano de obra barata y la llamó a incorporarse al tra-bajo, eso sí, recordándole que su misión fundamental era la de ser madre y espo-sa. Todo esto se llevó a cabo con la Ley sobre derechos políticos, profesionales y labora-les de la mujer, del 22 de julio de 1961. Lo expresado en estos dos párrafos es unejemplo del sistema legal controlador y dominador que desde 1939 hasta 1977sometió a la mujer al represor sistema político del franquismo.

CAPÍTULO IV - 73

LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

PILAR PRIMO DE RIVERA PRESENTA A LAS CORTES EL PROYECTO DE LEY DE DERECHOS POLÍTICOS, PROFESIONALES YDE TRABAJO DE LA MUJER EN 1961

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Pero no debemos pensar que esta política uniformadora y dominadora logróreducir a las mujeres a un bloque homogéneo de pensamiento. Las mujeres sonun sector poblacional y, como tal, posee diferencias de clase, económicas, cul-turales y políticas. Según lo expresado por Mª Carmen García-Nieto París,podemos distinguir tres grandes grupos de mujeres durante el franquismo, ysegún su respuesta a la política del Estado:

Integración y consenso : grupo compuesto por aquéllas que sintieron que elEstado y su tutela las llevaba hacia un bienestar material cada vez mayor. Sonlas mujeres que con un sí al sistema franquista, asumieron el papel de esposa-madre que satisfacía a la organización patriarcal, androcéntrica y masculina dela sociedad franquista.

Independencia y presencia en la sociedad : mujeres que, sin abandonar ese sí al siste-ma, intentaron otros caminos y buscaron pautas de comportamiento que les dieroncierta independencia y les permitieron salir de casa. Son las conocidas chicas declase media alta que siguen el modelo de mujer americano llegado con el cine, o queencuentran en la Iglesia plataforma para tener presencia pública a través de organi-zaciones como la JOC y VO, o las que en los años sesenta y setenta consiguen untrabajo y con él un medio de independencia y afirmación de su identidad.

Las “otras” mujeres : aquí se incluyen las del bando perdedor, identificadas conla República y que fueron víctimas de una cruel represión. No sólo pagaron porsus ideas, sino también por las de los hombres de su familia. Fueron mujeres cuyavida estuvo marcada por el hambre, la miseria y el miedo, mujeres de clase obre-ra y capas populares para quienes el trabajo fue una estrategia de integración enla sociedad. También en este grupo están las que desde la clandestinidad partici-paron en la resistencia, y desde una acción de solidaridad pasaron a defender lalibertad para las mujeres desde los partidos políticos, organizaciones sindicales ymovimientos de mujeres.

En este capítulo final de nuestro periplo por la vida de las mujeres de PuenteGenil, hemos incluido biografías de quienes desarrollaron su trayectoria durante elperíodo franquista, y creemos que las tres categorías arriba propuestas engloban anuestras siguientes protagonistas.

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LA HUELLA de las MUJERES en Puente Genil

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Doña María Josefa Martí Melgar

Y a hemos visto dentro de la introducción a esta serie de biografías cómo lamujer dentro del franquismo pierde su peso e influencia pública, y también

cómo la única manera de salir a la palestra de lo social pasaba por aceptar las reglasdel régimen. En este sentido, apuntábamos que resultaron de vital importancia losmovimientos asociacionistas, y Doña María Josefa tuvo un relevante papel dentrode este tipo de organizaciones en la localidad de Puente Genil.

Nació en 1928, en la villa pontana y dentro de una relevante familia, hecho porel que pudo acceder a unos estudios de calidad. Cursó primaria en el colegio de laCompañía de María, pasando después a formarse como mecanógrafa a la par queestudiaba pintura al óleo y era miembro activo de la Sección Femenina de laFalange Española; sin duda, todos signos de una mujer inquieta y con interés porexpresar sus ideas más allá del ámbito familiar.

Pronto llegó a ser monitora de la Sección Femenina, impartiendo clases debaile, trabajos manuales y gimnasia, hecho que le serviría paraponer en práctica su don de gentes y sus grandes habi-lidades sociales. Es así como en el 1970 laencontramos formando una Asociación deAmas de Casa de la que es Secretaria. Fueéste el primer paso para el comienzo de lasandaduras de las asociaciones femeninasen Puente Genil.

Existe un cierto prejuicio por partede las formaciones feministas másactivas en contra de las asociaciones deamas de casa, ya que se piensa que sonun bastión donde se asientan los rolesmás tradicionales de la mujer, donde éstase reúne para realizar “manualidades”que no sirven más que para seguirrecordándole su papel pasivo ante losproblemas sociales. Sabemos queesto ocurre, pero nos gustaríaromper una lanza a favor de lasasociaciones de ama de casa:nuestra experiencia dentro de

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ellas nos dice que, efectivamente, muchas veces las actividades realizadas desdeestas asociaciones no son demasiado reivindicativas ni tienen demasiado carác-ter social, pero también sabemos que sin este tipo de reunión extradoméstica,muchas mujeres se verían aún más encerradas y reducidas a su papel de ama decasa. En estas asociaciones, las mujeres se sienten distintas, dejan de ser madresy esposas durante un tiempo para convertirse en amigas y compañeras.

No pensemos que esto es poco: a partir de esta conciencia de poder ser algomás, de poder relacionarse de manera distinta a la de madre y esposa, de saberseparte de un conjunto, surgen muchas ideas en las que las mujeres se comprome-ten con su realidad social e intentan cambiarla. Con esto queremos decir que elmovimiento asociacionista es fundamental para hacer valer a las mujeres, que sinpretender grandes revoluciones políticas, participando en algunas de las decisionesque afectan a su localidad.

Volviendo a nuestra protagonista, decir que la Asociación confirió a sus sociasun carácter más independiente y autónomo; con estos nuevos ánimos DoñaMaría Josefa y sus compañeras fueron puerta por puerta animando a otras a for-mar parte de su asociación para conseguir juntas cambiar algunos aspectos de larealidad de su pueblo. María Josefa, al estar soltera, disponía de más tiempo libreque sus compañeras y por ello dedicaba más trabajo a la asociación, ocupándosede la afiliación, la organización de viajes, las visitas a las socias, etc. Gracias a estadedicación, la Asociación pudo llegar a ser importante y a formar parte de otrasplataformas asociativas.

Actualmente, Doña María Josefa Martí Melgar es usuaria de la Residencia delos Desamparados, donde es visitada por numerosos amigos y familiares, hacien-do gala de su innegable don de gentes. Debemos agradecer a esta mujer el haberpuesto las bases para que el tejido asociativo de Puente Genil fuese variado ydinámico en la actualidad, tarea no poco difícil y muy elogiable.

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“ Las Monteras ”

L os siguientes apuntes históricos van dirigidos a un grupo de mujeres, quefueron enormemente populares en Puente Genil y que eran popularmente

llamadas “Las Monteras”, por el apellido común a todas. La matriarca del clanera Doña Francisca Montero Merino, que junto con su hermana María MonteroMerino y sus hijas Pepa Romero Montero y Rosario Romero Montero, formaronuna saga de maestras aún reconocida en la localidad.

Desde 1916 se instalan en Puente Genil, y en ese mismo año ponen en mar-cha una Amiga, o escuela de párvulos ya mencionada en el apartado que dedica-mos a la educación, para salir adelante económicamente, ya que la muerte delesposo de Doña Francisca había dejado a todas las féminas de la familia sin sus-tento alguno. Sin previa experiencia, pero confiadas en su buena formación ysabiéndose con capacidad suficiente, ponen en marcha el pequeño negocio quepronto se convertiría en la “Academia de las Monteras”.

Nunca les faltaba clientela ya que pasaron a atender no sólo a párvulos, sinotambién a adultos que requiriesen sus servicios por tener que ponerse al día en lasdisciplinas básicas del conocimiento humano. Sabedoras de su capacidad comodocentes, no dudaron e sacar rendimiento a otros conocimientos que poseían, yasí fue cómo pusieron en marcha otra academia, en este caso de bordado, de laque saldría obras reconocidas a nivel regional.

Al ser mujeres de hondas raícescatólicas, de sus manos salieron algu-nos de los más preciosos bordadosque adornaron a las imágenes conmás devoción de la villa. Esta marca-da religiosidad hizo que también fue-ran unas fervorosas practicantes dela caridad, hecho por el que tambiénse las recuerda en el pueblo.

Con excepción de la matriarca,todas las demás componentes del clan permanecieron solteras y no tuvieron des-cendencia, hecho por el que siempre consideraron a sus alumnas como hijaspropias, tanto que éstas fueron las encargadas de cuidar a las Monteras cuandoles llegó la vejez.

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Todas permanecieron en Puente Genil hasta su muerte, recibiendo múlti-ples muestras de cariño por parte de quienes las conocieron y que aún siguenrecordando a estas mujeres llenas de ganas por dar su mayor tesoro, todoaquello que sabían. Prueba del afecto que recibían de las gentes de su puebloes este poema escrito por Miguel Romero Carmona y que está inspirado enesta ejemplar saga de mujeres:

Ensueño de mi vida,

mi ardiente y vivo anhelo

morir tierra querida,

morir bajo tu cielo,

y al pie del Nazareno

la eternidad dormir.

Miguel Romero Carmona

Doña Matilde Aguilar Montero

E n Doña Matilde volvemos a encontrar un caso de mecenazgo, vinculado ala Iglesia, y de devoción por la docencia. De nuevo, la educación determi-

na a una mujer, que aunque fiel seguidora de los preceptos que definen a la “mujerhonrada” de su época, se empeña en salir de lo normal y realizarse también fueradel papel de esposa.

Nace en 1919, en el seno de una familia de la alta burguesía de Puente Genil.Sus padres poseen ambos buena formación, pero su madre ejerce de ama de casa,no así su padre, profesional liberal dedicado a la medicina. Crece rodeada de todaslas comodidades, y en concordancia con su nivel de vida, recibe educación en elcolegio de la Compañía de María.

Su adolescencia, plena de alegría y sin preocupaciones, se ve truncada por elcomienzo de la Guerra Civil; en 1936 mueren asesinados en el frente su padre y su

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hermano, quedándose sola con su madre. Cuando acaba la guerra, decide buscar unmedio de ganarse la vida y comienza a dar clases en las Escuelas Dominicales. Estasclases no eran para niñas, sino que las impartía con la labor de alfabetizar a muje-res adultas. Igual labor realiza en la aldea de La Mina, donde pasaba mucho tiem-po por estar allí ubicada la finca de recreo familiar; en esta aldea es aún recordadacon mucho cariño, ya que ayudó a muchas mujeres y niñas a iniciarse a la lectura,y también por haber cedido los terrenos donde hoy se levanta la iglesia de NuestraSeñora de los Desamparados de La Mina.

En 1953 contrae matrimonio con el farmacéutico Don Rafael Reina Estrada, queposee su negocio en Málaga, trasladándose allí Doña Matilde. No hubo descenden-cia de este matrimonio, y puesto que ambos cónyuges tenían una fuerte educacióncristiana, no dudaron en dedicar gran parte de su fortuna y su tiempo a realizar obrasde caridad, sobre todo, de carácter religioso; por ejemplo, hicieron donaciones deimágenes y joyas para distintas parroquias y cofradías de Puente Genil.

Quizá lo más destacable, en cuanto a donaciones, que hizo Doña Matilde, fuela recolección de fondos para restaurar el notable edificio barroco del Santuario deNuestra Patrona: la labor no fue nada cómoda, ya que había que levan-tarlo casi en su totalidad, y el presupuesto era elevadísi-mo. Doña Matilde no dudó en llamar a todas laspuertas hasta lograr reunir la no desdeñable sumade ocho millones de pesetas de la época. Nocabe duda de que estamos tratando de unamujer decidida y segura, con las ideas clarasy con bastante fuerza para llevarlas a cabo,algo nada desdeñable para la cultura de laépoca, en la que la mujer correcta debíaser resignada y sumisa.

Siguiendo con su afán por las obras pías,cuando muere en 1999, deja gran parte desu fortuna a la Residencia de AncianosSanta Susana. Repetimos lo ya tantas vecesvisto en estas páginas: una mujer, indepen-dientemente de la formación cultural y lasideas políticas, preocupada por el bienes-tar de los demás, empeñada en la labor detrabajo social que por tanto tiempo hasido descuidada por los hombres.

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Doña Ángela Martín Flores

C onocida como Angelita, Doña Ángela Martín Flores nace en Puente Genilen 1935, y se vincula con Las Monteras al haber permanecido formándo-

se en la academia de éstas durante dos años. Tras ello, ingresa en el colegio de laCompañía de María, y no pensemos que lo hizo porque sus padres tuvieran lossuficientes ingresos como para costear los estudios de Angelita en esta institución,sino que ella consiguió con sus zalamerías conquistar a una monja con la que hacíala catequesis y que trabajaba en la Orden, para así poder entrar a estudiar en elcurso gratuito que había en dicho colegio.

Para Angelita, los estudios siempre fueron algo muy importante, pero no depen-día de ella, de su voluntad el obtener la formación deseada: tras tres cursos en laCompañía de María, sus padres decidieron quitarla del colegio, ya que había nacidosu nuevo hermano y se requería su ayuda en el domicilio familiar. Esto era algo muycomún en la época: el estudio para las niñas era siempre un lujo, por lo que cual-quier circunstancia era excusa para retirar a las niñas de esta “pérdida de tiempo” yencaminarlas hacia las labores que se les requería dentro de sus sociedad: aprendera ser madre y esposa.

Intentando paliar su frustración por no poder seguir estudiando, encontróAngelita su desfogue en la Sección Femenina de la Falange, que se ubicaba muy cercade su casa y donde podía realizar una serie de actividades que escapaban a la rutinadel trabajo doméstico. En esta institución empieza la “liberación” de Angelita, que nodesdeña apuntarse a cualquier actividad incluida en la programación, haciendo teatro,baile, deporte...

En este momento encuentra Angelita la oportunidadideal para ver cumplido su objetivo de tener una profe-

sión: una monitora de la Sección Femenina contraematrimonio y abandona su labor, por lo que se propo-ne a nuestra protagonista ocupar su puesto; sin duda,Angelita aceptó encantada. Para estar a la altura de tanmagnífica ocasión no duda en formarse con más pro-fundidad en las disciplinas que se le habían encomen-

dado como monitora, y así viaja a otras provincias paratomar cursos especializados dentro de la Falange. Fueasí, como esta inconformista innata consigue una buena

formación en educación física, deporte y danza.

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En el ejercicio de su labor como monitora consiguió una excelente reputaciónque la llevó a se requerida como monitora en de deporte en todos los colegios dePuente Genil. El empeño y la eficaz realización de su trabajo dieron como resul-tado una cantera de jóvenes deportistas de todas las categorías que ganaronnumerosos campeonatos nacionales. Prueba de todos éxitos es la ingente cantidadde trofeos que Angelita guarda en su casa, y que pudimos observar al visitarla parahacer esta entrevista.

Pero no sólo el deporte fue la ocupación de Angelita; paralelamente, se formóa sí misma en esta disciplina y la impartió con gran maestría; pero no sólo eso, sinoque su pasión por el baile la llevó a investigar y dar a conocer los bailes típicos dela localidad, poniéndolos así de actualidad y evitando que desapareciesen. Conestos bailes, recorrió gran parte de la geografía española.

Para no abordar tan sólo el aspecto profesional dela vida de esta mujer, y pues-to que hemos podido conocerla y charlar con ella con profundidad, nos gustaríaañadir alguno datos que nos la describen como persona. Sin duda, Angelita es unamujer fuerte, de carácter, con muchas inquietudes, con una marcada valentía ymarcada por un continuo afán de superación. Se enorgullece de haber llegado aocupar un puesto para el que se requerían estudios universitarios sin haberlos rea-lizado, por propio mérito y con un gran esfuerzo. No dudamos de que si las cir-cunstancias de Angelita hubieran sido más favorables, hubiera llegado aún máslejos, y quizá podría haber elegido con más libertad aún su manera de vivir la vida.En cualquier caso, hablar con ella es hablar con una mujer que ha conseguido loque quería en la vida, y por eso es tan vital y tan amena su presencia, hecho quese ve reflejado en las muchas muestras de cariño y reconocimiento que recibe desus compañeros/as y alumnos/as.

Para ilustrar la brillante carrera de Angelita, daremos una serie de títulos ytrofeos que tanto ella misma, como sus discípulos y discípulas obtuvieron:

1971: Homenaje en reconocimiento de su tarea para dar a conocer PuenteGenil a través del baile y el deporte en toda España, realizado por el Excmo.Ayuntamiento de Puente Genil.

1973: Premio Nacional de Educación Física, otorgado por la Junta Nacionalde Educación Física en Madrid.

1976: Homenaje Público para el reconocimiento de su labor a favor del fomen-to de los buenos valores en la juventud, realizado por el Ayuntamiento y el pueblode Puente Genil.

1979: la Asociación “El Corral Andaluz” le concede el premio por su dedicaciónal Arte Flamenco de Puente Genil.

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A estos homenajes institucionales,habría que añadir el que quizá sea másemotivo para Angelita. En 1986, se orga-nizó un acto para rendirle homenaje; a talevento asistieron unas quinientas perso-nas y numerosos representantes de enti-dades ligadas al folclore y la cultura, parahacerle entrega a Angelita de obsequiosque expresaban su agradecimiento comodocente y difusora del folclore de su pue-blo. Unos meses más tarde recibiría otroemotivo homenaje, esta vez organizadopor sus antiguas alumnas: se reunieronen número de 150, procedentes de toda España para entregarle una placa en la quehablaban del enorme agradecimiento que “sus niñas” tenían con la labor que habíarealizado. Sin duda, Angelita guarda este homenaje en un lugar privilegiado de sucorazón, y lo reconoce como el verdadero sentido de todo el esfuerzo y trabajorealizado a lo largo de toda su vida.

Actualmente, la salud de Angelita no es del todo buena: sufre una invalidezfruto del enorme esfuerzo físico que llevaba implícita su profesión, pero no porello ha perdido su vitalidad y su alegría. Aún esto, sigue siendo requerida por elgrupo “El Zángano” que ella misma formó, para organizar y planificar activida-des, y ya que no puede realizarlas personalmente, ha dejado personal al mandoque se encarga de continuar con su labor de seguir rescatando y actualizando losbailes autóctonos de su localidad, Puente Genil.

Sin duda, Angelita es un excelente colofón para esta serie de biografías, en lasque hemos tratado de poner en valor y rescatar las vidas de mujeres que hicierongrandes y pequeñas cosas por su localidad. Todas han tenido en común la capaci-dad para convertir sus vidas en algo parecido a lo que querían, venciendo incon-venientes y rompiendo, a veces, con tradiciones y roles que las apartaban de susverdaderos deseos como seres humanos. No nos cabe duda de que todas hanhecho más fácil el camino para aquéllas que en la actualidad pretenden decidirsobre sus destinos, y de que su presencia en la memoria histórica es necesaria paraconseguir un tipo de vida en el que la mujer sea plenamente libre y capaz deaportar su visión de las cosas a la sociedad. A todas ellas, gracias por darnosvuestra sabiduría y hacernos más seres humanos.

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Este libro no hubiese sido posible sin la voluntad y el bien hacer de lassiguientes COLABORACIONES, en la búsqueda y recopilación de datos:

Alicia Baena PulidoRafael Benjumea García

Mª Ángeles Delgado GómezConcepción García FloresAntonio Illanes VelascoAmparo Luque Estrada

Mª Ángeles Ortiz JiménezRosa María Pérez Ruiz

Rosa María Quero Arroyo.Juan Antonio Velasco Solano

Antonio Balaguer Rodríguez. ( Narrador )Mari Carmen Guerrero Cosano.

(Coordina el taller "Memoria de la Mujer Pontana")

El Taller "Apuntes de la Memoria de la Mujer Pontana" agradece a particularese Instituciones de la Villa, las facilidades dadas en la obtención de datos.

Todas las personas que han trabajado en la elaboración de esta memoria a lasmujeres pontanas quieren agradecer a “ELLAS” y a todas las responsables y

los responsables de esta publicación su decicación, paciencia y docencia.Nuestro destino en breve es ese caldo de cultivo de tolerancia:

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