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» Edición 07 Mayo 2014 L. 35.00 Mensual - 12 Páginas »Edición Honduras-UNAH García Márquez; el último encuentro » Pág. 12 Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel Conversación en La Habana Veneno por radio y televisión Págs. 6 y 7 Por Rodney Benson Págs. 8 y 9 Por Corentin Léotard Págs. 10 y 11 Por Ignacio Ramonet Págs. 4 y 5 Por Alexander Main E l 2 de febrero último, William (Bill) O’Reilly, uno de los presentadores más conspicuos de la cadena ultraconservadora Fox News, entrevistaba al presidente Barack Obama. En dicha ocasión reiteró la acusación tan cara a su público, según la cual la Casa Blanca habría mentido sobre el asalto sangriento de septiembre de 2012 contra la embajada estadounidense de Benghazi, en Libia: “Sus detractores sostienen que usted ha ocultado el hecho de que se trataba de un ataque terrorista al servicio de las necesidades de su campaña electoral. A lo cual el presidente replicó: “Y lo piensan porque se lo dice gente como usted”. E l Parlamento Europeo “trata de hacer presión sobre nuestro país en interés de las grandes empresas privadas”. En ocasión del aniversario del levanta- miento de 1956 contra el Ejército Rojo, el 23 de octubre último en la plaza de los Héroes de Budapest, el primer ministro Viktor Orbán, escoltado por soldados, movilizó a miles de simpatizantes: “El combate de los húngaros por la li- bertad tuvo sus héroes, pero también sus traidores. Todas nuestras guerras de indepen- dencia fueron desarticuladas desde el extranjero. Sabemos que siempre hubo personas que ayudaron a nuestros enemigos. U na cosa es segura: las elecciones europeas de fines de mayo se traducirán en un aumento notable del voto de extrema derecha. Y en la incorpo- ración al Parlamento Europeo de una considerable bancada de nuevos diputados ultraderechistas. […] Lo cierto es que, desde hace varios años y en particular desde que se agudizó la crisis social y la desconfianza hacia la UE, casi todas las elecciones en los Estados de la UE se traducen en un irresistible ascenso de las extremas derechas. E l 12 de febrero pasado, tres jóvenes venezolanos resultaron muertos en una manifestación antigubernamental en Caracas. Esa jornada sangrienta fue el puntapié inicial para una avalancha de artículos y editoriales con títulos dramáticos: “La violencia hace tambalear a Venezuela” (The Wall Street Journal, 12 de febrero); “Venezuela en crisis, es la Ucrania de América Latina” (Le Figaro, 1 y 2 de marzo) ; “Los venezolanos en el atolladero del ‘chavismo’” (Le Monde, 12 de marzo). Un Conservador contra las multinacionales La demagogia de la ultra derecha europea El estallido venezolano

Le Monde Diplomatique

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Edición Mayo 2014

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Mayo 2014 Edición N°7 01

» Edición 07 Mayo 2014L. 35.00 Mensual - 12 Páginas

»Edición Honduras-UNAH

García Márquez;el último encuentro

» Pág. 12

Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel

Conversación en La Habana

Veneno por radio y televisión

Págs. 6 y 7Por Rodney Benson

Págs. 8 y 9Por Corentin Léotard

Págs. 10 y 11Por Ignacio Ramonet

Págs. 4 y 5Por Alexander Main

El 2 de febrero último, William (Bill) O’Reilly, uno de los presentadores más conspicuos de la cadena ultraconservadora Fox News, entrevistaba al presidente Barack Obama. En dicha ocasión reiteró la acusación tan cara a su público, según la cual la Casa Blanca habría mentido sobre el asalto

sangriento de septiembre de 2012 contra la embajada estadounidense de Benghazi, en Libia: “Sus detractores sostienen que usted ha ocultado el hecho de que se trataba de un ataque terrorista al servicio de las necesidades de su campaña electoral. A lo cual el presidente replicó: “Y lo piensan porque se lo dice gente como usted”.

El Parlamento Europeo “trata de hacer presión sobre nuestro país en interés de las grandes empresas privadas”. En ocasión del aniversario del levanta-miento de 1956 contra el Ejército Rojo, el 23 de octubre último en la plaza de los Héroes de Budapest, el primer ministro Viktor Orbán, escoltado por

soldados, movilizó a miles de simpatizantes: “El combate de los húngaros por la li-bertad tuvo sus héroes, pero también sus traidores. Todas nuestras guerras de indepen-dencia fueron desarticuladas desde el extranjero. Sabemos que siempre hubo personas que ayudaron a nuestros enemigos.

Una cosa es segura: las elecciones europeas de fines de mayo se traducirán en un aumento notable del voto de extrema derecha. Y en la incorpo-ración al Parlamento Europeo de una considerable bancada de nuevos diputados ultraderechistas. […] Lo cierto es que, desde hace varios años

y en particular desde que se agudizó la crisis social y la desconfianza hacia la UE, casi todas las elecciones en los Estados de la UE se traducen en un irresistible ascenso de las extremas derechas.

E l 12 de febrero pasado, tres jóvenes venezolanos resultaron muertos en una manifestación antigubernamental en Caracas. Esa jornada sangrienta fue el puntapié inicial para una avalancha de artículos y editoriales con títulos dramáticos: “La violencia hace tambalear a Venezuela” (The Wall Street

Journal, 12 de febrero); “Venezuela en crisis, es la Ucrania de América Latina” (Le Figaro, 1 y 2 de marzo) ; “Los venezolanos en el atolladero del ‘chavismo’” (Le Monde, 12 de marzo).

Un Conservador contra las multinacionales

La demagogia de la ultra derecha europea

El estallido venezolano

02 Mayo 2014 Edición N°7

Editorial

Correo electrónico: [email protected]

La máquina de castigar

Por Serge Halimi*

La utopía eu-ropea se está transforman-do en una má-quina de cas-tigar. A me-

dida que esta maquinaria afina su funcionamiento, se va insta-lando el sentimiento de que hay elites intercambiables que apro-vechan cada crisis para endure-cer sus políticas de austeridad e imponer su quimera federal (1). Este doble objetivo despierta la adhesión de los consejos de ad-ministración y de las salas de redacción. Pero ni siquiera su-mando a este magro equipo a los rentistas alemanes, a algunos testaferros luxemburgueses y a la mayoría de los líderes socia-listas franceses, podremos am-pliar demasiado la base popular del actual “proyecto europeo”.

La Unión Europea no deja de amonestar a los Estados que no tengan como preocupación primera la reducción del défi-cit presupuestario, ni siquiera cuando se dispara la desocupa-ción. Como en general obede-cen sin hacerse rogar, enseguida les impone un programa de rec-tificación con objetivos cifrados en decimales y acompañado de un calendario de ejecución. En cambio, cuando un número ca-da vez mayor de pacientes eu-ropeos tiene que renunciar a los servicios de salud por falta de re-cursos, cuando la mortalidad in-fantil crece y el paludismo vuel-ve a aparecer, como en Grecia, los gobiernos nacionales no tie-nen razones para temer las iras de la Comisión de Bruselas. In-flexibles cuando se trata de défi-cits y endeudamiento, los “crite-rios de convergencia” no existen cuando se trata de empleo, edu-cación y salud. Sin embargo, to-do tiene que ver con todo: am-putar el gasto público significa casi siempre reducir el número de médicos en los hospitales y racionar el acceso a la salud.

Más que “Bruselas”, cana-lizador habitual de todos los descontentos, son dos fuerzas políticas las que han promovi-do –voluntariamente serviles–

la metamorfosis de los dogmas monetaristas. En efecto, desde hace décadas, socialistas y libe-rales se reparten el poder y los cargos en el Parlamento Euro-peo, en la Comisión y en la ma-yoría de las capitales del Vie-jo Continente (2). Hace cinco años, el ultra liberal y partidario de la guerra de Irak José Manuel Barroso fue reelecto presidente de la Comisión Europea por pe-dido unánime de los veintisiete jefes de Estado y de gobierno de la Unión, incluidos los socialis-tas, aunque en ese entonces to-dos reconocieran la pasmosa mediocridad de su balance.

Actualmente compiten pa-ra sucederlo un socialdemócra-ta alemán, Martin Schulz, y un

demócrata cristiano luxembur-gués, Jean-Claude Juncker. El pasado 9 de abril, un debate te-levisado los “enfrentó”. ¿Cuál de los dos consideró que “el ri-gor es necesario para recuperar la confianza”? ¿Y quién le res-pondió que “la disciplina presu-puestaria es inevitable”? Al pun-to incluso de que el primero, pa-ra quien las impiadosas “refor-mas” de su compañero Gerhard Schröder constituyen “exacta-mente el modelo” a seguir, de-jó escapar: “Yo realmente no sé qué es lo que nos distingue”. Seguramente no la voluntad de cerrar los cuarteles económicos europeos.

1. Véase Serge Halimi, “Fe-deralismo con fórceps”, Le

Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2012.

2. El 7 de julio de 2009, el Partido Popular Europeo (PPE, de derecha) y los socialistas fir-maron un “acuerdo técnico”, tras el cual el ultra conservador polaco, Jerzy Buzek, presidió el Parlamento Europeo entre julio de 2009 y enero de 2012. Lo su-cedió el social-demócrata ale-mán Martin Schulz.

*Director de Le Monde di-plomatique.

Traducción: Gabriela Villal-ba

Staff

Sumario

Serge HALIMI, Presidente, Director de Publicación

Alain GRESH, Director Adjunto

Bruno LOMBARD Director Gestión

Anne-Cécile ROBERTResponsable de Ediciones Internacionales y Desarrollo

Entidad EditoraUniversidad Nacional Autónoma de Honduras

Julieta Castellanos RuízRectora

Armando SarmientoCoordinador de Medios UNAH

Gerardo Torres ZelayaDirector Honduras

Lisa Marie SheranDiseño y Diagramación

Allan McDonaldIlustraciones

Francia

Honduras

Redacción:1, Avenida Stephen Pichon 75013 PARIS CEDEXTeléfono: 33.1 53-94-96-01Fax: 33.1 53-94-96-26

Blv. Suyapa, Ciudad Universitaria, Edificio Administrativo tercer piso Dirección de Comunicación Interna (DIRCOM) F.M. Tegucigalpa, M.D.C. Teléfono: (504)2232-2110

Correo electrónico : [email protected]

Contenido

La máquina de castigar

El estallido venezolano

Juventud y desempleo

Págs. 2

Págs. 4 y 5

Págs. 3

Págs. 6 y 7

Págs. 8 y 9

Págs. 10 y 11

Págs. 12

Veneno por radio y televisión

Un conservador contra las multinacionales

La demagogia de la ultra derecha europea

García Márquez, el último encuentro

Mayo 2014 Edición N°7 03

Juventud y desempleo

Norte y Sur, dos mundos diferentes

Por Pierre Daum*, en-viado especial Ouargla, desierto triste.

El antiguo cine “Le Se-drata” ya no proyecta películas desde hace más de veinte años. Ninguna sala de tea-tro ni de espectáculos,

ningún centro cultural ni biblioteca mu-nicipal, ningún espacio verde ni cancha de fútbol.

Ningún café de mala muerte, ni si-quiera sórdido y destartalado, donde to-mar una cerveza o un mal whisky, como en Argel o en Orán. Sólo veredas des-truidas, un viejo ksar (fortaleza) desha-ciéndose en pedazos, y casas desprovis-tas de todo encanto, con fachadas y te-chos cubiertos de antenas parabólicas, que se extienden hasta el infinito. Los únicos lugares con vida, los cibercafés, son el refugio de jóvenes originarios de otros lugares, caídos en desgracia. Hasta el Frente de Liberación Nacio-nal (FLN), el viejo partido conservador, instaló uno de sus locales.

¿Cuándo Argel se preocupó por últi-ma vez de esta gran ciudad de doscien-tos mil habitantes, capital de un vasto departamento, pero perdida a ochocien-tos kilómetros en el Sur del país?

Hace mucho, mucho tiempo, segu-ramente. Únicamente la arteria princi-pal y algunas calles adyacentes tuvieron derecho al asfalto, agrietado por todas partes. Por lo demás, los ciudadanos tienen que conformarse con una tierra hundida y polvorienta. “¡Nos hacen re-ventar aquí, cuando justo al lado está el petróleo, que les da miles de millones ! ”, declara Mabrouk atragantado por la rabia.

A los 29 años, este joven que luce la piel negra de los argelinos del Sur “nun-ca trabajó”. Mejor dicho, jamás consi-guió un puesto estable y permanente. Tras abandonar la escuela antes de ter-minar su educación secundaria, siguió un modesto curso de formación de me-cánica, y luego se casó. La pareja dis-pone de una habitación en la casa de los padres de él. ¿Trabaja tu esposa ? “No.” Al insistir: ¿Busca trabajo ? Silencio. “No. Si yo no trabajo, ella tampoco. El valor del hombre queda menoscabado cuando tu mujer trabaja.” Mabrouk so-brevive gracias a sus padres y a algunas jornadas de penoso trabajo por mes co-mo mano de obra barata en algún gal-pón o fábrica o como vendedor en el mercado.

¿La tarifa ? Quinientos dinares por día (es decir, 5 euros) (1).

Una realidad velada Todas las mañanas, salvo los vier-

nes, Mabrouk, Omar, Tahar, Abdelma-lek, Tarek, Khaled, Hamza y otros diez amigos más se reúnen alrededor de las mesas de plástico de la cafetería “Se-drata”, delante del cine cerrado. Toman café, fuman cigarrillos y discuten du-rante horas acerca de su situación. Nin-guno de ellos tiene trabajo; todos aban-donaron la escuela antes de terminar el secundario, y todos sueñan con una sola cosa: conseguir un puesto fijo en una empresa estatal instalada en Has-si Messaoud, el inmenso complejo de extracción petrolera, a ochenta kilóme-tros de Ouargla (2). Con el 71% de las reservas de petróleo bruto, Hassi Mes-saoud constituye el sitio de extracción petrolera más importante de Argelia. La producción allí es de cuatrocientos mil barriles por día, lo cual representa un in-greso de 16.000 millones de dólares por año (3).

“No quiero trabajar para una em-presa extranjera –aclara Omar–. Pagan mal, y pueden echarlo a uno después de tres o seis meses o incluso después de tres años, sin ninguna rendición de cuentas, indemnización o seguro de desempleo.” ¿Qué son ochenta kilóme-tros cuando se vive en el desierto? Un puñado de arena. “Allá”, en ese sitio ultrasecurizado prohibido a los extran-jeros, saben que el trabajo es duro: jor-nadas de doce horas con una tempera-tura que fácilmente puede alcanzar los 50º C.

En principio los sueldos son muy altos: “Como soldador de barriles, ¡se puede sacar fácilmente 8 millones!”, exclama Khaled, con ojos brillosos. Ocho millones de centavos, es decir 80.000 dinares, o sea 800 euros por mes. “¡Y conozco un simple ayudante que saca 12 millones [1.200 euros]!” Hamza, por su lado, trabajó tres años en Hassi Messaoud, como panadero en una sociedad tercerizada. “Ganaba 3 millones [300 euros], y no me alcan-zaba, así que me fui.” Mabrouk, Kha-led, Hamza y sus amigos forman parte de los millones de jóvenes sin empleo de los que los responsables políticos y los medios de comunicación hablan todo el día. El país cuenta con treinta y ocho millones de habitantes; el 57% tie-ne menos de 30 años (contra el 36% en Francia).

Según la Oficina Nacional de Esta-dísticas (ONS), sólo habría 1,2 millones de desempleados, –es decir una tasa de desempleo oficial del 9,8%, equivalen-te a la de Francia– de los que el 70% tie-ne menos de 30 años. Esta cifra parece llamativamente baja. Dehecho, enmas-

cara una realidad de escasez de empleo mucho más importante. En Argelia, el 83% de las mujeres declara no buscar un empleo (contra el 34% en Francia). Por ende, no entran en las estadísticas de desempleo.

Tampoco entran los estudiantes, cu-ya cantidad ha aumentado considera-blemente en los últimos diez años (se-rían 1,5 millones) gracias a una política de construcción desenfrenada de nue-vas universidades, en detrimento de la calidad de la enseñanza.

Para estos jóvenes diplomados que tienen una formación bastante medio-cre, y a los que les cuesta encontrar tra-bajo, el Estado instauró en 1998 el siste-ma de “pre-empleo”: todos los estable-cimientos públicos (municipios, pre-fecturas, etc.) quedan invitados a darles cualquier trabajo, a cambio de un suel-do, pagado por el presupuesto nacional, de 15.000 dinares por mes (es decir, 150 euros). “Yo, explica Mourad, conozco al jefe de la municipalidad. Vengo por la mañana, y me deja irme una hora más tarde.

De cualquier modo, no hay nada pa-ra hacer, y embolso los 15.000 dinares a fin de mes. Tengo 28 años, todavía vi-vo con mis padres y no necesito nada.” En definitiva, para hacerse una idea más precisa del desempleo en Argelia alcan-za considerar la cantidad de personas que realmente ocupan un empleo: 10,8 millones, es decir el 28% de la pobla-ción total (contra el 40% en Francia). Si no se cuentan los jóvenes en estado de “preempleo”, la cifra cae al 25%.

El desprecio del EstadoEn febrero de 2011, en la oleada de

la “primavera árabe”, Mabrouk y sus amigos fundaron el primer movimien-to de desempleados realmente indepen-diente del “sistema”: la Coordinación Nacional para la Defensa de los Dere-chos de los Desempleados (CNDDC), del que Tahar fue durante mucho tiem-po el portavoz y Abdelkader, el presi-dente (4). Su momento de gloria tuvo lugar el 14 de marzo de 2013, cuando consiguieron reunir a varios miles de personas –diez mil, según ellos– ante las rejas de la wilaya (prefectura). Al mismo tiempo, ilustres y notables loca-les se movilizaban para quebrar al mo-vimiento, acusando públicamente a los dirigentes de trabajar a favor de intere-ses extranjeros y llamando a los jóvenes a quedarse en su casa.

El 28 de septiembre de 2013, cuando el CNDDC llamaba a una nueva “jorna-da de cólera” los que salieron a la calle ya no eran más que unos pocos cente-nares de personas. La policía los estaba

esperando, con cachiporras y capuchas. En cuanto al wali (prefecto) de Ouargla, Ali Bouguerra, se dirigió a los manifes-tantes a través de la prensa: “Los hijos de la wilaya son nuestros hijos . Los desempleados encontrarán respuestas a sus preguntas gracias a los proyectos grandiosos que cambiarán la imagen de su ciudad” (5). Reacción de Tahar: “¡Estamos hartos de ese tono paterna-lista y de esas promesas que no tienen ningún sentido! Lo que nosotros quere-mos es una distribución justa de las ri-quezas del país. Y también que se res-pete la ley sobre el derecho al empleo de los habitantes de Ouargla”.

En efecto, desde 2004, la ley obliga a toda empresa que propone un pues-to cualquiera pasar primero por la ofi-cina local de la Agencia Nacional del Empleo (ANEM), la que se fija en sus ficheros si alguna persona de la región corresponde a esa oferta de trabajo. “Pero aquí, confiesa un empleado de la ANEM de Ouargla que, en ausencia de su jefe se suelta, los archivos se falsean: por culpa de Hassi Messaoud y sus sa-larios elevados, miles de desempleados del Norte encuentran direcciones falsas en Ouargla para inscribirse en nuestra agencia. E incluso si algunas empresas toman a tipos del Norte sin pasar por nosotros; no pasan por los controles... ”. Por lo demás, ¿cómo confiar en los servicios del Estado? Una visita a las oficinas de la dirección regional de la ANEM en Ouargla, completamente abandonada, permite tener una medida del desprecio del Estado por sus ciuda-danos. Resultado: todo el mundo en Ar-gelia está convencido de que las leyes no cuentan, de que todo no es más que una cuestión de maârifa (es decir, de pa-lanca). “¿Uno necesita una dirección en Ouargla? ¿Uno quiere un trabajo en Hassi Messaoud? ¿Uno recibe un prés-tamo del Estado y no puede pagarlo? (6) ¡No hay problema! Si uno conoce a la persona adecuada, todo es posible”, afirma hastiado Farid, estudiante de pe-troquímica.

Todos sus amigos, a su alrededor, aprueban y citan otros ejemplos. En su última investigación sobre el empleo, la ONS da cuenta de que “entre los des-empleados, el 73,8% ha declarado ha-ber recurrido a sus relaciones persona-les para encontrar un empleo”.

Otro punto crucial: la capacitación de los jóvenes. Desde hace décadas, los centros de aprendizaje de los oficios del petróleo se encuentran en el Norte del país, en Boumedès, Skikda u Orán, lo cual refuerza el sentimiento de los “su-distas” de ser despreciados en provecho de los “nordistas”. Una discriminación basada en el color de la piel –los negros

son víctimas de un fuerte racismo en Argelia– y en su historia: sospechados de no haber sido “verdaderos naciona-listas” durante la guerra de liberación, los habitantes del Sur siempre se sien-ten obligados, cincuenta años después de la independencia, a afirmar perma-nentemente su compromiso con la na-ción.

Hace un año, la Sonatrach, la pode-rosa sociedad petrolera estatal, estable-ció en Hassi Messaoud dos centros de formación para soldadores y especia-listas en perforaciones, con capacidad para ciento noventa personas. Una go-ta de agua en el océano. Finalmente, la medida más importante tomada por el Estado para responder a las reivindica-ciones de la juventud del Sur habrá sido la apertura... de nuevas escuelas de poli-cía en varias ciudades. En abril de 2013, en una conferencia celebrada en la uni-versidad de Ouargla bajo el eslogan “El empleo local, una realidad concreta”, el teniente coronel Mohamed Benaire, di-rector de recursos humanos en la Direc-ción General de la Seguridad Nacional (DGSN) anunciaba “dieciséis mil re-clutamientos por año” (7): “¡Queremos trabajo, y lo único que nos proponen es que seamos canas!”, se indigna Tarek. “¡Francamente, es repulsivo!”. Ningu-na mujer participa jamás en las reunio-nes matutinas en “Sedrata”. Ninguna, por lo demás, se sienta jamás en la terra-za de un café de la ciudad. En Ouargla, más que en otros lugares, las calles só-lo pertenecen a los hombres. “Mi novia, yo sé que me apoya, desliza Abdelma-lek. Pero no puedo imaginármela aquí, con nosotros, en ‘Sedrata’.

Todos los amigos se pondrían a mi-rarla con ojos que no me gustarían na-da.” Toufik intenta justificarse: “Pero no importa, porque nosotros estamos con ellas”. Cuando la conversación lan-guidece, se ponen a fumar. Un consu-mo de al menos dos paquetes por día, es decir un presupuesto mínimo de 4.000 dinares (40 euros) por mes. “¡Para los desempleados, es cierto que es mu-cho!”, reconoce Abdelmalek, riéndose a carcajadas.

1. El salario mínimo legal en Argelia asciende a 18.000 dinares por mes (180 euros al cambio oficial), es decir 720 dinares por día (7,20 euros). El salario promedio es de 30.000 dinares (300 eu-ros). Un profesor universitario cobra al-rededor de 80.000 dinares (800 euros).

2. Véase Ghania Mouffok, “Fem-mes émancipées dans le piège de Hassi Messaoud”, Le Monde

diplomatique, París, junio de 2010.3. En total, Argelia produce 1,6 mi-

llones de barriles diarios, ubicándose en el puesto 17 de los países productores de petróleo. Sus ingresos de los hidro-carburos representan el 70% de las ga-nancias presupuestarias y el 97% de las exportaciones.

4. Adlène Meddi y Mélanie Ma-tarèse, “Chômeurs: le régime fantasme sur un scénario à la arouch”, El Watan Week-end, Argel, 22-3-13.

5. El Watan Week-end, 27-9-13.6. Desde 1998, funciona un sistema

de crédito que les permite a los jóvenes desempleados portadores de un pro-yecto empresarial recibir hasta 50.000 euros.

7. Liberté, Argel, 25-4-13.*Periodista.Traducción: Viviana Ackerman

Reacción de Tahar: “¡Estamos hartos de ese tono paternalista y de esas promesas que no tienen ningún sentido! Lo que nosotros queremos es una distribución justa de las riquezas del país.

04 Mayo 2014 Edición N°7

El 12 de febrero pasa-do, tres jóvenes ve-nezolanos resultaron muertos en una mani-festación antiguber-namental en Caracas.

Esa jornada sangrienta fue el puntapié inicial para una avalancha de artículos y editoriales con títulos dramáticos: “La violencia hace tambalear a Venezuela” (The Wall Street Journal, 12 de febre-ro); “Venezuela en crisis, es la Ucrania de América Latina” (Le Figaro, 1 y 2 de marzo) ; “Los venezolanos en el atolla-dero del ‘chavismo’” (Le Monde, 12 de marzo).

El gobierno estadounidense no tar-dó en unirse al coro de Casandras. El 21 de febrero de 2014, el secretario de Estado John Kerry denunció una “ten-tativa tendiente a ahogar la protesta”. Para quienes observan la situación a través del prisma de los grandes me-dios y las declaraciones de Washington, es como si una juventud que anhela la paz y la democracia chocara contra la brutal represión de un Estado petrolero cuyos dirigentes han perdido contacto con el pueblo real. Un año después de la muerte de Hugo Chávez, las cartas están echadas. El historiador mexicano Enrique Krauze condensa esta visión en una columna de opinión publicada por El País (26 de febrero) y The New York Times (28 de febrero): “Venezuela se desliza claramente hacia la dictadura”. ¿Pero esa representación del presidente Nicolás Maduro como el Ceausescu de los Trópicos refleja realmente la crisis que atraviesa el país?

No todas las recriminaciones que se dirigen al régimen bolivariano son in-merecidas. El índice de homicidios de Venezuela sigue siendo uno de los más altos del mundo (1). Y pese a las con-quistas sociales de los diez últimos años –entre ellas, una caída del índice de po-breza del 50% (2)–, la economía pre-senta serios problemas: una inflación galopante, un mercado negro del dólar fuera de control, que acelera la subida

El Estallido Venezolano

Los venezolanos tienen, sin lugar a dudas, buenas razones para expresar su descontento frente a un poder al que le cuesta transformar las estructuras del país (aparato productivo, fiscal...). Pero la protesta padece de la manipulación de

una franja de la oposición.

Maduro cercado por la Derecha y la Economía

Por Alexander Main*

de los precios, así como penurias reite-radas que no exceptúan a los bienes de consumo masivo (3).

Si bien es cierto que la delincuencia, la inflación y el desabastecimiento in-centivan la revuelta antigubernamental, gran parte de las manifestaciones fue-ron organizadas por el sector más radi-cal de la oposición. Cuyo objetivo polí-

tico no es otro que la salida, el derroca-miento de Maduro y de “todos aquellos que dirigen las instituciones públicas” (4), como exige Leopoldo López, ex al-calde de Chacao, el municipio más rico de Venezuela.

Pero no todos los opositores adhie-ren a esa línea autoritaria. En abril de 2013, Maduro ganó la elección pre-

sidencial por una mínima ventaja de 1,49%. En diciembre, la oposición in-tentó transformar las elecciones muni-cipales en un “referéndum anti Madu-ro”; pero con su votación diez puntos inferior a la del bando bolivariano, fra-casó estrepitosamente. Henrique Capri-les, ex candidato a la elección presiden-cial, renunció a calificar al presidente como “ilegítimo”; aceptó incluso parti-

cipar en una serie de discusiones sobre la delincuencia en Venezuela. Y cuando se oyeron los primeros llamados a ma-nifestar, se negó a participar en ellos.

Nada garantizaba entonces el éxito de la manifestación organizada el 12 de febrero, jornada nacional de la juven-tud. No se contaba con los grupos de jóvenes y estudiantes anti Maduro, que empezaron a movilizarse en los cuatro rincones del país, con varios días de an-ticipación. Ya el 6 de febrero, un movi-miento de protesta estudiantil del Esta-do de Táchira, sembrado de violencias, desembocó en varios arrestos. En los días siguientes, los estudiantes salieron a la calle en Caracas y en cuatro Esta-dos, en reclamo de la liberación de sus compañeros y la renuncia del gobierno.

El 12 de febrero, cortejos compues-tos fundamentalmente por jóvenes mar-charon por varias ciudades. En la capi-tal, una parte de la manifestación dege-neró en un motín. Se incendiaron auto-móviles, las fuerzas policiales recibie-ron pedradas, y algunas instituciones públicas fueron blanco de ataques, en-tre ellas, el edificio del canal de televi-sión estatal, donde un periodista resul-tó herido de bala. En medio del caos, se multiplicaron los disparos –cuyo origen aún no fueron esclarecidos por la justi-cia–, matando a dos simpatizantes de la oposición y a un militante chavista. Esa tarde, la fiscal general ordenó la encar-celación de López, por incitación a la violencia. El gobierno debió pensarlo dos veces: la rendición teatral de este jo-ven y ambicioso líder de la derecha ve-nezolana en la Guardia Nacional, el 18 de febrero, lo elevó instantáneamente al rango de mártir. La mayoría de los diri-gentes de la oposición, exaltados, logra-ron entonces silenciar temporariamente sus divisiones y unirse al movimiento de protesta.

En los días y las semanas siguientes, se sucedieron manifestaciones convo-cadas por la derecha. Al atardecer, las calles se llenaban de jóvenes venezo-lanos armados con piedras y cócteles Molotov, que levantaban barricadas, desplegaban alambradas y prendían

Mayo 2014 Edición N°7 05

fuego a los edificios públicos. Las fuer-zas antimotines respondieron en ciertos casos con violencia, causando decenas de heridos y varios muertos. El gobier-no ordenó el arresto de quince policías sospechados de haber infringido la ley. La fiscal general Luisa Ortega Díaz dio a conocer varios reportes que daban cuenta de las muertes, los heridos y los arrestos arbitrarios, y recibió a la orga-nización de defensa de derechos huma-nos Provea, pese a que se la considera cercana a la oposición (5).

Rápidamente, varios testimonios, tanto de los medios privados como del gobierno, establecieron que una parte de las violencias mortales cometidas en las marchas provenían de los propios opositores. Algunos, como una mujer de origen chileno (el 10 de marzo), fue-ron ultimados a balazos mientras inten-taban desmontar barricadas. Tres moto-ciclistas murieron al llevarse por delan-te un cable metálico tendido sobre la ru-ta por los manifestantes, y un cuarto, al caerse en un charco de aceite que ellos habían vertido deliberadamente. El 6 de marzo, las cifras oficiales dieron cuenta de veintiún venezolanos muertos. Solo siete de ellos habían formado parte de los cortejos de la oposición.

“Los participantes en las protestas son mayoritariamente pobres”: la afir-mación de Thor Halvorssen (6), presi-dente de la Fundación de Derechos Hu-manos, con sede en Nueva York, se ha-ce eco de un estereotipo difundido por los medios. Su relación con la realidad es muy lejana: durante las semanas de violencias, fue impactante el contraste entre los distritos burgueses de la capi-tal, presa del caos, y los barrios, donde los habitantes cumplían tranquilamente sus tareas cotidianas. “¿Manifestacio-nes? ¿Qué manifestaciones?, preguntan los habitantes de los barrios populares”, así tituló The New York Times el 28 de febrero, sugiriendo que los jóvenes re-beldes pertenecían mayoritariamente a las clases superiores (7).

Para muchos venezolanos, los acon-tecimientos eran historia conocida. En 2002, una gran manifestación de las clases acomodadas desembocó en una explosión de violencia. La oposición aprovechó para perpetrar, con ayuda de algunos generales, un golpe de Estado contra Chávez, que duró apenas cua-renta y ocho horas (8). Otros disturbios acompañaron el lock-out, huelga patro-nal de tres meses decretada en diciem-bre de ese mismo año, con la expecta-tiva de provocar una crisis económi-ca y social y derribar al presidente. En ese período, el producto interno bruto (PIB) cayó cerca de un 25% (9).

Pero los acontecimientos de febre-ro y marzo de 2014 recuerdan sobre todo la “guarimba” de 2004, cuan-do militantes de derecha –en su gran mayoría también jóvenes y de bue-na familia– bloquearon las rutas con barricadas y artefactos incendiarios. El objetivo de la “guarimba” era, en palabras de uno de sus propios jefes, Roberto Alonso, crear un “caos a es-cala nacional, con ayuda de todos los ciudadanos y de todas las ciudades de Venezuela, para obligar al régimen castrista y comunista (…) a dejar el poder y tomarse un avión, como lo hi-zo en el [golpe de Estado fallido del] 11 de abril de 2002” (10).

Los gobiernos de América del Sur, contrariamente a Estados Unidos, se abstuvieron de apoyar a los mani-

festantes. El 16 de febrero, los Estados miembros del Mercado común del Sur (Mercosur, compuesto por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezue-la) condenaron las “acciones criminales de los grupos violentos que desean uti-lizar la intolerancia y el odio como he-rramienta política en la República boli-variana”. La Unión de naciones suda-mericanas (Unasur) adoptó ese mismo día una resolución similar, afirmando su “apoyo al orden democrático” y su “convicción de que todo reclamo debe expresarse (…) por la vía democráti-ca”.

El 27 de febrero, el departamen-to de Estado estadounidense publicó su informe anual sobre la situación de los derechos humanos en el mundo. En esa oportunidad, Kerry no tuvo nada que decir sobre la situación en Egipto o en Colombia (donde al menos vein-tiséis sindicalistas fueron asesinados en 2013), sino que reservó sus repri-mendas para Maduro: “El gobierno reprimió a manifestantes pacíficos, desplegando a hombres armados, en-carcelando a estudiantes y limitando drásticamente la libertad de expresión y asociación. La solución a los problemas de Venezuela no reside en la violencia, sino en el diálogo.”

El equipo del presidente estadouni-dense Barack Obama juzgó oportuno orquestar una ofensiva contra Venezue-la en el seno de la Organización de Es-tados Americanos (OEA). El departa-mento de Estado invocó la necesidad de una acción común, y luego, según un el procedimiento habitual, delegó en uno de sus vasallos de América Central, en este caso a Panamá, la convocatoria de una reunión del Consejo permanente de la OEA, para debatirlo. Caracas sus-pendió de inmediato sus relaciones di-plomáticas con Panamá.

Pero la maniobra estadouniden-se –que apuntaba a una mediación del “conflicto”– no tuvo el efecto espe-rado. El 7 de marzo, el Consejo permanente de la OEA difun-dió una declaración don-de señalaba su “solida-ridad” y “apoyo” a las “instituciones democráticas” de Venezuela, e invitaba al gobierno a “avanzar en el proceso d e d i á -logo

nacional”. Solo Estados Unidos, Pa-namá y Canadá se negaron a firmar el texto. Días después, los ministros de Relaciones Exteriores de Unasur de-cidieron enviar a una delegación para acompañar el diálogo nacional puesto en marcha por Maduro el 26 de febrero, en reemplazo de los diplomáticos esta-dounidenses.

El apoyo de Estados Unidos a la derecha venezolana no es solo diplo-mático. De Clinton a Obama, pasando por George W. Bush, hace veinte años que el gobierno estadounidense apoya de continuo a la oposición, y le entrega anualmente millones de dólares. Si bien las vías por las cuales transitan los fon-dos siguen siendo en gran medida oscu-ras, está demostrado que en los últimos años, Washington entregó cientos de miles de dólares a programas destina-dos a los jóvenes y estudiantes por in-termediación de la Fundación nacional para la democracia (NED), organismo paraestatal financiado por el departa-mento de Estado (11). Los telegramas de diplomáticos, divulgados por Wiki-Leaks, no solo sacaron a luz su estrecha vinculación con los grupos de estudian-tes cercanos a la oposición, sino tam-bién sus maniobras para la acción del gobierno bolivariano, como la “infiltra-ción de la base política de Chávez”, la “división de los chavistas” o el “aisla-miento de Chávez en la escena interna-cional” (12).

Este firme apoyo estadounidense a los manifestantes de Caracas confir-mó a los sectores más radicales de la derecha venezolana en su es-trategia de desestabilización, facilitando lo

que el sociólogo Gregory Wilpert cali-fica de “golpe de Estado en el seno de la oposición” (13): se trata de disputar la hegemonía a Capriles y de romper con su estrategia, que consideran demasia-do conciliadora. Y esto en el momento más crítico, cuando a Maduro le urge tomar medidas radicales y potencial-mente impopulares, como una nueva devaluación del bolívar o un aumento del precio del combustible. La perspec-tiva de dos años sin comicios electora-les dejaba al gobierno en total libertad para volver a encarrilar la economía; esta es efectivamente excepcional, en un país que, lejos de seguir –como su-gería el editorial de Le Monde del 12 de marzo– el modelo cubano, vivió dieci-nueve escrutinios en quince años. Pero las irrupciones de violencia y la sed de enfrentamiento de la oposición podrían conducir a Maduro a aplazar otra vez las decisiones espinosas que le incum-ben. Lo cual no mejora las probabili-dades de su bando de ganar las futuras elecciones.

1. Véase Maurice Lemoine, “Cara-cas brûle-t-elle?”, Le Monde diploma-tique, París, agosto de 2010.

2. Véase Renaud Lambert, “Ce que Chávez a rappelé à la gauche”, Le Monde diplomatique, París, Abril de 2013.

3.

Véase Gregory Wilpert, “Venezuela se ahoga en su petróleo”, Le Monde diplo-matique, edición Cono Sur, Buenos Ai-res, noviembre de 2013.

4. “Parte de la oposición venezolana acuerda una marcha en Caracas el 12 de febrero”, 2-2-14, www.lainformacion.com

5. “Provea sostuvo reunión con Fis-cal General para tratar casos de viola-ciones a DDHH en el país”, Provea, 6-3-14, www.derechos.org.ve

6. Thor Halvorssen, “Chavismo thrives on mistrust”, 27-2-14, www.nytimes.com

7. William Neumanfeb, “Slum dwe-llers in Caracas ask, what protests?”, The New York Times, 28-2-14.

8. Maurice Lemoine, “Golpe de Es-tado abortado en Venezuela”, Le Mon-de diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, mayo de 2002.

9. Maurice Lemoine, “La batalla del referéndum”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2004.

10. “Sobre la Guarimba”, www.ve-nezuelanet.org

11. Informes 2010 y 2012 de la NED.

12. www.wikileaks.org13. “Venezuela protests reveal rival-

ry in opposition leadership”, The Real News Network, 23-

2-14, www.thereal-news.com

06 Mayo 2014 Edición N°7

Veneno por radio y televisión

La multiplicación de los canales de cable y de internet conllevó en Estados Unidos el apogeo de medios seudoinformativos totalmente ideologiza-dos –en particular, ul-traconservadores– que utilizan un lenguaje insultante, maniqueo y exacerbado. ¿Cuál es su efecto sobre la vida política?

Por Rodney Benson*

El 2 de febrero último, William (Bill) O’Rei-lly, uno de los presen-tadores más conspi-cuos de la cadena ul-traconservadora Fox

News, entrevistaba al presidente Ba-rack Obama. En dicha ocasión reiteró la acusación tan cara a su público, según la cual la Casa Blanca habría mentido sobre el asalto sangriento de septiembre de 2012 contra la embajada estadouni-dense de Benghazi, en Libia: “Sus de-tractores sostienen que usted ha ocul-tado el hecho de que se trataba de un ataque terrorista al servicio de las ne-cesidades de su campaña electoral. Es lo que piensan”. A lo cual el presidente replicó: “Y lo piensan porque se lo dice gente como usted”.

Este breve intercambio ilustra el po-der de los medios abiertamente partida-rios en Estados Unidos, poder que apa-rentemente no le deja a Obama más op-ción que prestarse al interrogatorio de un militante neoconservador. Pero tam-bién da pruebas de su influencia sobre la opinión. Según el escritor Gabriel Sher-man, se han vuelto “la voz más ruidosa de la casa” (1), lo que los investigadores Jeffrey M. Berry y Sarah Sobieraj lla-man una “industria del ultraje” (2), que volvió obsoletas las reglas de civilidad que en antiguos tiempos regulaban el debate público en democracia.

Para desacreditar al adversario son lícitos todos los golpes. La referencia al nazismo es uno de los más apreciados. En la cadena MSNBC, de tendencia so-cialdemócrata y ferozmente opositora a Fox News, Edward (“Ed”) Schultz afir-ma que “si uno mira [al periodista con-servador Rush] Limbaugh, pero anu-lando el sonido, se parece a Adolf Hit-ler” (2 de marzo de 2009).

En cuanto al presentador de Fox News Glenn Beck, ha considerado que la gira de Albert (“Al”) Gore para sensi-bilizar a los alumnos del país frente a la protección del medio ambiente llevaba al mundo “a los tiempos de las juventu-des hitlerianas” (5 de marzo de 2010).

El ultraje también invade las ondas radiales. Un ejemplo entre otros tuvo lugar en el programa de Rush Limbau-gh –el más escuchado del país– quien, el 29 de febrero de 2012, vociferaba contra una estudiante, militante por el

reembolso de los gastos para comprar anticonceptivos: “Se acuesta tan segui-do que ya no tiene los medios para pa-garse la anticoncepción, así que ahora se le ocurre que usted, yo y los contri-buyentes metamos la mano en el bolsi-llo… ¡para echarse sus buenos polvos! ¿En qué nos convierte esta actitud? ¡En rufianes!”.

¿Los medios y sus “voces ruidosas” aceleran la fragmentación política o se conforman con integrarla a su estrategia

editorial? En todo caso, el fenómeno no data de ayer. Ha dominado la expresión pública estadounidense desde comien-zos del siglo XIX hasta la segunda mi-tad del siglo

XX. En consecuencia, ha venido marcando el ritmo. El financiamiento creciente de la prensa escrita por la pu-blicidad y el aumento del poder de un sector audiovisual estrechamente re-gulado, dominado por las tres grandes

redes de televisión nacionales, ABC, CBS y NBC, impusieron efectivamen-te un tono más neutro y la primacía de los hechos sobre el comentario. Consi-derado capaz de maximizar la audien-cia, el mito de la objetividad periodísti-ca prohíbe toda apariencia de polémica partidaria.

Monopolio neoconservador

A partir de los años 1980, la difusión de las cadenas de cable pone fin a esta

Mayo 2014 Edición N°7 07

cómodos beneficios generados por sus excesos. News Corporation le debía a Fox News el 61% de los beneficios que embolsó en 2012. Pero estas perfor-mances económicas no garantizan un éxito político. En caso de nueva derro-ta republicana en las elecciones presi-denciales de 2016, los dirigentes con-servadores y los medios empresariales podrían replantear sus relaciones con la vaca lechera de Murdoch.

1. Gabriel Sherman, The Loudest Voice in the Room, Random House, Nueva York, 2014.

2. Jeffrey M. Berry y Sarah Sobieraj, The Outrage Industry: Political Opi-nion Media and the New

Incivility, Oxford University Press, Nueva York, 2014.

3. Markus Prior, Post-Broadcast News: How Media Choice Increases Inequality in Political Involvement and Polarizes Elections, Cambridge Uni-versity Press, Nueva York, 2007.

4. Alan I. Abramovitz, The Pola-rized Public? Why American Gover-nment is so Dysfunctional, Pearson, Londres, 2013.

5. Tamar Liebes y Elihu Katz, The Export of Meaning: Cross-Cultural Readings of “Dallas”, Polity, Cambri-dge (Gran Bretaña), 1994.

6. Kevin Arceneaux, “Why you shouldn’t blame polarization on parti-san news”, The Washington Post, 4 -2-14.

7. David Brock, Ari Rabin-Havt y Media Matters for America, The Fox Effect. How Roger Ailes Turned a Ne-twork into a Propaganda Machine, An-chor Books, Nueva York, 2012.

8. Matthew Levendusky, How Parti-san Media Polarize America, Universi-ty of Chicago Press, 2013.

*Profesor de Sociología en New York University. Autor de Shaping Im-migration News: A French-American Comparison, Cambridge University Press, 2013.

Traducción: Viviana Ackerman

tregua. Mientras que sólo el 8% de los hogares estadounidenses tenían acce-so a éstas en los años 1970, su propor-ción alcanza el 50% en 1989 y el 85% en 2004 (3). Paulatinamente, el paquete hertziano de oferta limitada va cedien-do el lugar a una cantidad casi infinita de surtidores de imágenes –primero gracias al cable, luego al satélite y por último a internet–.

El comportamiento del público se va modificando. Antes, a falta de progra-mas más atractivos, todos los telespec-tadores poco politizados, miraban el noticiero de la noche. En un medio que los solicita por todas partes, se dirigen a programas de entretenimiento.

Los aficionados a la información, más escasos, se encuentran sobre to-do entre los ciudadanos políticamente comprometidos, que también son los que están más en busca de un tratamien-to ideológico de la actualidad.

Por lo demás, en 1987, el rechazo por parte de la administración Reagan de la “doctrina de la imparcialidad” (fairness doctrine) puso término a la obligación para los difusores de los me-dios audiovisuales de difundir equita-tivamente las diferentes sensibilidades políticas. La concentración acrecenta-da de los grupos de medios y la presión creciente del lucro hicieron el resto: los “nichos” militantes, en particular los de derecha, atraen a los inversores y les ga-rantizan una tasa elevada de rentabili-dad.

Y la regla que vale para la radio a partir de los años 1980 se traslada a la televisión durante la década siguiente, para invadir finalmente la Web.

En la actualidad, en las ondas ra-diales, los programas que machacan la doxa neoconservadora prácticamen-te hicieron desaparecer las emisiones de izquierda. El grupo Clear Channel Communications ejerce un monopolio de hecho en la palabra radiofónica, en-carnada por representantes como Limb-augh o Sean Hannity (también activo en Fox News), cada uno de los cuales atrae una audiencia semanal de alrededor de quince millones de personas.

En el cable, la información está do-minada por Fox News, la criatura de Rupert Murdoch y de su grupo News Corporation. Dirigida con mano de hie-rro por Roger Ailes desde su lanzamien-to en 1995, la cadena acoge algunos de los programas de debates más vistos del país, en particular los de O’Reilly (tres millones de telespectadores por noche). La segunda cadena de cable más mira-da, MSNBC, es el fruto de una asocia-ción entre Microsoft (que revendió sus acciones en 2012) y NBC Corporation, propiedad de General Electric. Tam-bién creada en 1995, en el curso de los años 2000 se forjó una imagen de cade-na “de izquierda”, por oposición a Fox.

Sus talk-shows –como el Rached Ma-ddow Show (un millón de telespecta-dores) o Hardball with Chris Matthews (setecientos cincuenta mil)–, que no siempre justifican esta reputación, reú-nen una audiencia muy inferior a la de su competencia. CNN, menos abierta-mente partidaria, difunde pocos deba-tes y prefiere la información “caliente” y los documentales.

Enfervorizar al convencido

En la Web, el mercado de la opinión se divide entre sitios de izquierda mo-derada, como el Huffington Post, com-prado en 2011 por el grupo AOL, Daily Kos o Talking Points Memo, y una pro-fusión de blogs neo o ultraconservado-res como el Drudge Report, Michelle Malkin o Hot Air. Su audiencia, del or-den de los dos millones de páginas con-sultadas por día, está lejos aún de igua-lar la del cable o la de la radio.

¿De qué capacidad armada dispo-nen estos forjadores de opinión públi-ca? Según Berry y Sobieraj, su audien-cia acumulada se aproximaría a los cua-renta y siete millones de personas; pe-ro un mismo individuo puede nutrirse en varias fuentes. Otros observadores, como Markus Prior, destacan que los usuarios de los medios de opinión son ampliamente menos numerosos que los de las grandes cadenas de televisión hertziana: los noticieros vespertinos de ABC, de CBS y de NBC absorben a un público dos veces más importante que el del O’Reilly Factor, el programa más popular del cable. Incluso las informa-ciones nocturnas de la pequeña cadena pública PBS atraen a más especta-dores (dos millones cuatrocientos mil) que la mayor parte de las emisiones por cable.

El público de los medios militantes se caracteriza por una creciente polari-zación. Un estudio publicado en 2012 por el Pew Research Center indica que los televidentes de Hannity y de O’Rei-lly en Fox News son dos veces más nu-merosos en definirse como conserva-dores que el promedio de la población (respectivamente, el 78% y el 68%, contra el 35% de los estadounidenses en general). En MSNBC, el programa

de Rachel Maddow seduce a un público compuesto en un 57% de simpatizantes de izquierda (los cuales sólo represen-tan el 22% de la población).

Al mismo tiempo, el posiciona-miento político de los electores se en-dureció en todo el país. Las filas de los “republicanos progresistas” y las de los “demócratas conservadores” se despo-blaron; el abismo entre electores – entre los religiosos y los seculares, entre los habitantes del Sur profundo y los de la costa Este, entre blancos y negros– no cesa de profundizarse (4).

Los medios de opinión seguramente siguieron esta evolución más de lo que la antecedieron. Más que haber radica-lizado a los estadounidenses, permitie-ron a los más politizados de ellos recon-fortarse en su visión del mundo. Visión que no se nutre solamente con produc-tos mediáticos ideológicamente cali-brados: un estudio sobre la recepción de la serie Dallas en los años 1980 mostró que la interpretación de cada episodio difería sensiblemente en función de la orientación política de los telespecta-dores (5).

Más recientemente, los politólogos Kevin Arceneaux y Martin Johnson expusieron a sujetos de izquierda y de derecha a diferentes fuentes de infor-mación acerca de un asunto que cues-tionaba la administración de Obama. La conclusión fue que los grandes telenoti-cieros de la red hertziana producían los mismos efectos de polarización que los comentarios militantes de las cadenas de cable (6).

En otros términos, ya esté relatada de manera neutra o tendenciosa, una información es recibida en la misma dirección. Pero los medios comprome-tidos no se limitan a poner un espejo a sus respectivas clientelas: los alientan a reformular sus ideas en un lenguaje más virulento, más liberado.

En este efecto de intensificación es donde reside su poder. Barry y Sobieraj documentaron la ola de insultos, de sar-casmos y de términos vulgares o “ideo-

lógicamente extremos” en los cuales se enuncia la representación del enemigo político.

De ello surge no sólo que los conser-vadores se expresan de manera más ex-trema que sus adversarios de izquierda, sino también que dudan menos en llevar adelante campañas de desinformación. Después de las elecciones de 2010, los televidentes de Fox News mostrarían una nítida propensión –con una distan-cia del 31% en relación con el público de las otras cadenas– a compartir la idea fantasiosa según la cual Obama no ha-bría nacido en Estados Unidos (7).

En el arte de la denigración sistemá-tica, los medios militantes funcionan como una vanguardia. Su rol no consis-te en metamorfosear a los moderados en extremistas, sino en volver a estos últimos “más extremistas aun”, persua-diéndolos de la validez de sus creencias (8). Estos consumidores fieles y alta-mente receptivos – particularmente mi-mados por la clase política– citarán lue-go sus fuentes favoritas en las redes so-ciales. Así pues, permitirán que algunas ideas se reproduzcan en el seno de una población más amplia, contribuyendo a definir la actualidad política y a movili-zar a los electores.

Por su celebración del Tea Party, Fox News acrecentó la movilización ultraconservadora en la misma medida en que la cubrió, acentuando el retorno del péndulo del lado que les permitió a los republicanos reconquistar la Cáma-ra de Representantes en las elecciones de medio término de 2010. Por su lado, MSNBC se apropió, sin agotar elogios, de los más mínimos detalles de los mili-tantes de Occupy Wall Street, contribu-yendo a la popularidad del movimiento.

Contrariamente a los medios “clási-cos”, los medios partidarios suscitan la participación. ¿Cómo restaurar un nivel mínimo de civilidad y de respeto de los hechos en el debate público, sin por ello desactivar la potencia movilizadora de los medios de opinión?

No se percibe que la “industria del ultraje” renuncie de buena gana a los

08 Mayo 2014 Edición N°7

Un conservador contra las

multinacionales

Peculiar nacionalismo de Orbán, primer ministro de Hungría

El Parlamento Euro-peo “trata de hacer presión sobre nuestro país en interés de las grandes empresas pri-vadas”.

En ocasión del aniversario del le-vantamiento de 1956 contra el Ejército Rojo, el 23 de octubre último en la pla-za de los Héroes de Budapest, el primer ministro Viktor Orbán, escoltado por soldados, movilizó a miles de simpati-zantes: “El combate de los húngaros por la libertad tuvo sus héroes, pero tam-bién sus traidores. Todas nuestras gue-rras de independencia fueron desarticu-ladas desde el extranjero. Sabemos que siempre hubo personas que ayudaron a nuestros enemigos. […] Los comunis-tas vendieron Hungría y el pueblo hún-garo a los financistas y especuladores internacionales. Sabemos que todavía están prontos a vender Hungría a los co-lonizadores.

[…] Vemos que se organizan de nuevo, que se unen de nuevo a los ex-tranjeros contra nosotros, que siembran de nuevo la semilla del odio, de la dis-cordia y de la violencia. […] Debemos poner nuestras tropas en pie de guerra,

como lo hicimos en 2010. Vamos a ter-minar lo que empezamos en 1956. Si no nos liberamos, no seremos jamás li-bres”.

El jefe del Fidesz-Unión Cívica Húngara, llegado al poder en 2010 (1), llama enemigos tanto a las izquierdas li-berales húngaras y europeas como a las multinacionales.

El gobierno esgrime como prueba el informe Tavares, adoptado por el Par-lamento Europeo en julio de 2012, que denuncia el debilitamiento del Estado de Derecho en el país. Para el Fidesz, se trata de un pretexto para atentar contra la soberanía de Hungría, instigado por los lobbies financieros de Bruselas y

del Partido Socialista Húngaro –el he-redero del antiguo Partido Comunista (Partido Socialista Obrero Húngaro), que se inclinó fuertemente hacia el li-beralismo.

En una resolución adoptada la mis-ma semana, los diputados consideran “inaceptable” que el Parlamento Euro-peo “trate de hacer presión sobre nues-tro país en interés de las grandes empre-sas privadas”.

La resolución precisa que, con el ob-jetivo de reducir el precio de la energía para las familias, Hungría debe ir, nece-sariamente, en contra de los intereses y beneficios excesivos de muchas de las grandes empresas europeas en situa-ción de monopolio.

El primer ministro suma enemigos. Partidario de la primacía de la política sobre la economía, y del Estado sobre los mercados, dotado de una concep-ción autoritaria del poder, tomó una serie de medidas económicas no orto-doxas: aplicación de impuestos excep-cionales a sectores enteros de la econo-mía controlados por multinacionales (energía, bancos, comunicación, hiper mercados), nacionalización de los fon-dos de pensión privados por un valor de 10 mil millones de euros, prohibición, de hecho, de préstamos en divisas, re-ducción de la independencia del Banco Central, todo lo cual significa sacrile-gios para la Unión Europea.

Contra bancos y gigantes energéticos

En su discurso a la nación del 16 de febrero, Orbán afirmaba: “Cuando asu-mimos el poder, la guerra entre las mul-tinacionales y los consumidores, entre los bancos y sus deudores en divisas ex-tranjeras, entre los monopolios y las fa-milias estaba en su apogeo. Perdíamos en todos los frentes.

La relación de fuerzas cambió mu-cho desde entonces; hemos ganado varios rounds, pero el combate no ter-minó”. En el curso de este último año de mandato, dos luchas prioritarias se inscribieron en la agenda política: con-tra los bancos y contra las empresas de energía. El Estado, empobrecido como consecuencia de las privatizaciones de los años 1990, trata de intervenir en es-tos dos sectores que, en un 80% apro-ximadamente, se encuentran en manos de filiales de sociedades del Oeste eu-ropeo. Desde principios del año 2013, el gobierno impuso a los gigantes de la energía –la alemana E.ON, la italia-na Ente Nazionale Idrocarburi (ENI), Electricité de France (EDF), GDF-Suez, etc.– una rebaja del 20% en los precios del gas, de la electricidad y de la calefacción urbana para los hogares. Queda clara su voluntad de crear un sector sin fines de lucro bajo el control del Estado y el deseo, incluso, de prepa rar un soporte jurídico para su naciona-lización después de las elecciones del 6 de abril. Por fin, este gobierno trata también de hacer pagar a los bancos las consecuencias del endeudamiento en francos suizos de cientos de miles de familias que suscribieron “préstamos podridos” a mediados de los años 2000.

Sin embargo, lo que ilustra mejor su voluntad de independencia nacional es la mano férrea para con el Fondo Mo-netario Internacional (FMI). En 2010, el primer ministro rechazó los últimos segmentos de un conjunto de préstamos de 20 mil millones de euros contratados en octubre de 2008 con el FMI, el Ban-co Mundial y la Unión Europea. Al ca-bo de largos meses de negociaciones, a fines de 2012 declinó una segunda ofer-ta. Se desplegó una retórica soberanista en todo el país por medio de una vasta campaña de afiches: “¡No a la baja de los subsidios familiares! ¡No a la dismi-nución de las jubilaciones! ¡No cedere-mos frente al FMI! ¡No renunciaremos a la independencia de Hungría!.” Lo que no impidió que el gobierno conti-nuase con una política de austeridad por medio de la rebaja de otros subsidios

Al enfrentar al FMI y a los grupos privados extranjeros, el primer ministro Viktor Orbán se asegura una sólida popularidad de cara a las elecciones del 6 de abril. Su heterodoxia económica, matizada con un conservaduris-mo social, saca par-tido del apoyo de una nueva generación de empresarios naciona-les cercanos al poder.

Por Corentin Léotard*

Mayo 2014 Edición N°7 09

sociales o por recortes presupuestarios en los sectores de la salud y de la edu-cación.

Sus adversarios comparan a Orbán, a veces, con el difunto presidente vene-zolano Hugo Chávez, por su antilibera-lismo unido a un “clientelismo popu-lista”; otras, con Vladimir Putin, por su autoritarismo, y, por momentos, con el extinto dirigente comunista rumano Ni-colae Ceausescu, por el culto de la per-sonalidad.

Más razonablemente, el economis-ta Zoltán Pogatsa ve, en el modelo de desarrollo que promueve, una “combi-nación de gaullismo y de reaganismo”.

Sus medidas económicas no están destinadas a financiar lo que queda del Estado social: el primer ministro pro-clama la salida de “la impasse que re-presenta el modelo occidental europeo de Estado-providencia” a favor de una sociedad fundada sobre el trabajo. Así, el Parlamento votó en julio de 2012 una ley que obliga a los beneficiarios de la ayuda social a trabajos de utilidad pú-blica. Esta política apunta ante todo a pagar a los acreedores (FMI, Unión Europea y Banco Mundial), a llevar el déficit público por debajo del 3% del producto interno bruto (PIB), conforme a la doctrina europea, y a estabilizar la deuda en alrededor del 80% del PIB.

El impuesto progresivo sobre el in-greso fue reemplazado por una tasa úni-ca del 16%. El ministro de Economía, Mihály Varga, se plantea incluso que llegue al 9% en 2015

(2). Los favores del gobierno se di-rigen sobre todo a las clases medias, mientras que la pobreza no para de ga-nar terreno: sobre una población total de diez millones de habitantes, el núme-ro de personas que viven bajo el umbral de pobreza (220 euros por mes) pasó de tres millones a principios de los años 2000 a cuatro millones en la actualidad, según el sociólogo Zsuzsa Ferge.

Detrás de la pantalla del interés na-cional se vislumbran nuevas preben-das a favor de algunos fieles al Fidesz: Lajos Simicska, Zsolt Nyerges y algu-nos grandes empresarios obtienen los mercados públicos más jugosos. Una oligarquía ha reemplazado a la otra. Se sostiene esta vez sobre un sistema clien-telista que se propaga en todos los nive-les de la sociedad a través del miedo y de la indiferencia.

La socióloga Mária Vásárhelyi con-sidera así que el “orbanismo” ha provo-cado el “renacimiento del Homo Kada-ricus” (3), es decir, la reaparición de la conducta de sumisión que dominaba bajo el dirigente comunista János Ká-dár, primer secretario del Partido Socia-lista Obrero Húngaro de 1956 a 1988.

Dominadores extranjeros

De acuerdo con el documental Gue-rra contra la nación, difundido repetidas veces en el canal público Duna Televi-zió, Hungría estaría prácticamente bajo estado de sitio. Se pueden apreciar en el film análisis serios sobre el desliza-miento de las riquezas nacionales desde el dominio público hacia la esfera pri-vada internacional, mezclados con co-mentarios más oscurantistas sobre las ambiciones de las grandes potencias. Su realizador, István Jelenczki, expli-ca que Guerra contra la nación fue con-cebida como reacción a la intervención del FMI en 2008: “Consideré que el préstamo del FMI terminaba práctica-mente con nuestro tesoro nacional y que había llegado el momento de realizar un

film que aclarara a los húngaros la gue-rra mantenida desde hace siglos por este tesoro” (4).

Sociólogo en el Instituto de Investi-gaciones Sociales Tárki, Endri Sik ana-liza este resentimiento: “La población considera que siempre estuvo coloniza-da y explotada: primero por los turcos, luego por los alemanes, por los rusos, y en la actualidad por la Unión Euro-pea. En política, hay siempre una pro-pensión a considerar a los extranjeros como los instigadores de una conspi-ración internacional. La opinión públi-ca tiene tendencia a pensar en términos de complots. […] Todo eso forma par-te de un complejo general, y los judíos, los zíngaros o la Unión Europea son to-dos chivos emisarios potenciales. Los políticos juegan alternativamente una u otra de estas cartas”, explica. Para el historiador estadounidense William M. Johnston, “la capacidad de soñar de los magiares hizo de ellos un pueblo de guardianes, siempre listos a defender Hungría como una excepción entre las naciones”(5).

Aunque el primer ministro admite que no fue promovido complot algu-no contra él, afirma sin embargo haber frustrado un “golpe” gracias a la movi-lización de cientos de miles de personas a principios del año 2012. Esta “marcha de la paz” hizo converger hacia Buda-pest a sus partidarios llegados de todo el país, e incluso de algunas provincias del antiguo reino situadas hoy en Ru-mania o en Eslovaquia, donde las mi-norías húngaras pudieron obtener pasa-portes de su país de origen (6). “¡No se-remos una colonia!”, “Unión Europea = Unión Soviética”, entonaba la multitud para defender la nueva Constitución, que entró en vigencia el 1º de enero de 2012. Las restricciones impuestas por el nuevo texto a los poderes de la Cor-te Constitucional, a la autoridad de los jueces y a la independencia del Banco Central condujeron a la prensa extranje-ra a denunciar una corriente autoritaria, mientras que la Comisión Europea ob-tenía varias modificaciones al lanzar un procedimiento judicial por infracción al derecho europeo.

El rumor de una dimisión del primer ministro corrió en la prensa local e in-ternacional. Este momento de fluctua-ción animó al jefe de la oposición so-cialista Attila Mesterhazy, a afirmar que Orbán –elegido menos de dos años an-tes con la mayoría absoluta de los votos (52%)– debía abandonar su puesto.

La tesis de una tentativa de deses-tabilización fue defendida en un libro que, cuando apareció, en el verano de 2012, contó durante varias semanas con una gran campaña de promoción, por medio de grandes afiches en los pasi-llos del metro. El título, ¿Quién ataca a Hungría y por qué?, es explícito, lo mis-mo que la imagen de tapa: aviones de caza que sobrevuelan la cuenca de los Cárpatos, refugio del pueblo magiar (7). Según los autores, la tentativa de desestabilización habría sido conduci-da a la vez por diplomáticos y políticos húngaros y estadounidenses, por inte-lectuales de la izquierda liberal y por el FMI.

Impotente para obstaculizar la re-volución conservadora dirigida a toda marcha por el Fidesz desde su llegada al poder, la izquierda se volvió en re-petidas ocasiones hacia Bruselas. Para el gobierno, quedó demostrada su trai-ción al ampararse en las columnas de la prensa extranjera. Según un clivaje so-ciopolítico anticuado, el nacionalismo y hasta el patriotismo siguen siendo de dominio exclusivo de la derecha, mien-tras que la izquierda sería cosmopolita. “La izquierda trata de no parecer de-masiado ‘internacionalista’, pero no lo consigue”, confiesa Sik.

El fantasma de George Soros El ene-migo extranjero asume a menudo los rasgos de George Soros.

El millonario y filántropo estadou-nidense, judío de origen húngaro, se ha vuelto el blanco preferido de la prensa progubernamental, y más aun para la de la extrema derecha. A fines de los años 1980, este apóstol de la “sociedad abierta” (8) contribuyó al surgimiento de movimientos democráticos, como la Federación de Jóvenes

Demócratas (Fidesz), embrión del partido que hoy está en el poder. Tres personajes de primera plana, Orbán, László Kövér –el actual presidente del Parlamento–, e István Stumpf, miem-bro de la Corte Constitucional, recibie-ron becas de estudios de su fundación. Ahora Soros apoya a sus adversarios.

Su red, Open Society Foundations, mantiene numerosas organizaciones no gubernamentales (ONG) locales, progresistas o liberales, que suminis-tran informes críticos a los opositores a Orbán y contribuyen a forjar la imagen internacional de Hungría. El thin tank estadounidense Center for American Progress, al cual Soros es afín, financia también la fundación Haza és Haladás (“Patria y Progreso”), rampa de lanza-miento del candidato anti-Orbán, Gor-don Bajnai. El semanario de centro de-recha Héti Valasz estima que, en 2012, se pagaron 1,7 millones de euros a estos opositores.

Los detractores extranjeros del pri-mer ministro fueron útiles a sus partida-rios en el país. Con demasiada frecuen-cia, la prensa internacional denunció su política en bloque, sin preguntarse so-bre lo que los húngaros habían recha-zado masivamente eligiéndolo: “La incompetencia, las querellas internas y la corrupción de los precedentes go-biernos socialistas”, como lo sintetiza el periodista austríaco de origen húnga-ro Paul Lendvai, quien, sin embargo, es poco simpatizante del gobierno actual. Al devolverle a Hungría una imagen poco halagadora, la de un país periféri-co condenado al despotismo oriental y a la barbarie, las elites de Europa Occi-dental refuerzan sus complejos, su ten-dencia a la paranoia y al aislamiento.

La frágil coalición socialista-liberal conducida por los ex primeros minis-tros Ferenc Gyurcsany y Gordon Baj-nai no consigue hacer olvidar sus fraca-sos pasados, mientras que el pequeño partido ecologista (7,5% de los votos en 2010) rechaza toda alianza y juega su supervivencia parlamentaria hacien-do campaña contra la corrupción. En la otra punta del espectro, el partido de ex-trema derecha Jobbik (16,7% en 2010)

sofocado por la retórica soberanista del Fidesz, no ha ganado mucho terreno desde su entrada en el Parlamento en 2010.

El recelo general respecto de Occi-dente se acrecentó aun más con el apre-suramiento con que algunos medios occidentales saludaron la llegada a la escena política, a fines de 2012, de un rival de Orbán: el ex primer ministro tecnócrata Bajnai. Pues si los resultados macroeconómicos espectaculares obte-nidos por este ex hombre de negocios durante su paso relámpago por el poder, de abril de 2009 a mayo de 2010,deja-ron un excelente recuerdo en Bruselas y en Washington, en los bordes del Danu-bio la nostalgia no es tan intensa.

Es verdad que Bajnai redujo el dé-ficit público y lo llevó al 4% del PIB en 2010, contra el 9% en 2006. Pero lo logró a costa de una cura de austeridad como no había conocido el país desde 1995: recortes en los gastos sociales, supresión del aguinaldo para los jubila-dos y para los empleados, congelamien-to de los salarios en la función pública, aumento de la edad para el acceso a la jubilación (de 62 a 65 años) y aumen-to del impuesto sobre el valor agrega-do (IVA), que pasó del 20% al 25%. La tasa del 27% que alcanzó este impues-to directo se volvió bajo el gobierno de Orbán la más elevada de Europa. El fo-rinto [o florín, la moneda húngara] se fortaleció mucho; a la gestión de la cri-sis se la consideró admirable. Se la opu-so a la de Grecia, rebelde e irresponsa-ble: “Lecciones potenciales para Grecia en Hungría,”, titulaba The New York Times (9). La Unión Europea, el presi-dente estadounidense Barack Obama y el FMI felicitaron al joven empresario que en ese momento no se consideraba un hombre político, puesto que, asegu-raba, su gestión de la crisis había sido la única posible.

Así se abrió un camino que Orbán se apuró a emprender, y que no está próximo a cerrarse, pues, cuatro años más tarde, parece como si los húngaros no tuvieran más elección que entre una gestión tecnócrata sometida a los inte-reses de las multinacionales y el replie-gue nacionalista.

1. Véase G. M. Tamas, “Una nueva derecha en Hungría”, febrero de 2012, www.eldiplo.org

2. Figyelö, Budapest, 19-12-14.3. Elet Es Irodalom, Budapest, di-

ciembre de 2013.4. Magyar Hírlap, Budapest, 3 -5-

12.5. Citado por Paul Lendvai, Hun-

gary: Between Democracy and Au-thoritarianism, Columbia University Press, Nueva York, 2012.

6. Véase Laurent Geslin y Sébastien Gobert, “Voyage aux marges de Schen-gen”, Le Monde diplomatique, París, abril de 2013.

7. Zárug Péter Farkas, Lentner Csa-ba y Tóth Gy. László, Kik támadják Magyarországot és miért?, Kairosz Kiadó, Budapest, 2012.

8. La red Open Society Founda-tions, creada por George Soros, debe su nombre a la obra de Karl Popper La so-ciedad abierta y sus enemigos, (1ª ed.: 1945).

9. Judy Dempsey, “In Hungary, po-tential lessons for Greece”, The New York Times, 19 -2-10.

*Periodista.Traducción: Florencia Giménez Zapiola

010 Mayo 2014 Edición N°7

La demagogia de la ultra derecha

europea

De cara a la crisis económica y social

Por Ignacio Ramonet*

Una cosa es segura: las elecciones eu-ropeas de fines de mayo se traduci-rán en un aumento notable del voto de

extrema derecha. Y en la incorporación al Parlamento Europeo de una conside-rable bancada de nuevos diputados ul-traderechistas.

Actualmente, éstos se concentran en dos grupos: el Movimiento para la Europa de las Libertades y de la Demo-cracia (MELD) y la Alianza Europea de los Movimientos Nacionales (AEMN). Entre ambos suman 47 eurodiputados, apenas el 6% de los 766 euroescaños (1). ¿Cuántos serán después del 25 de mayo? ¿El doble? ¿Serán suficientes para bloquear las decisiones del Parla-mento Europeo y, por consiguiente, el funcionamiento de la Unión Europea (UE)? (2).

Lo cierto es que, desde hace varios años y en particular desde que se agudi-zó la crisis social y la desconfianza ha-cia la UE, casi todas las elecciones en los Estados de la UE se traducen en un irresistible ascenso de las extremas de-rechas.

Las recientes encuestas de opinión confirman que en los comicios euro-peos que se avecinan, podría aumen-tar considerablemente el número de los representantes de los partidos ultras: Partido por la Independencia del Reino Unido, UKIP (Reino Unido) (3); Parti-do de la Libertad, FPÖ (Austria); Job-bik (Hungría); Amanecer Dorado (Gre-cia); Liga Norte (Italia); Verdaderos Finlandeses (Finlandia); Vlaams Be-lang (Bélgica); Partido por la Libertad, PVV (Países Bajos); Partido del Pueblo Danés, DF (Dinamarca); Demócratas Suecos, DS (Suecia); Partido Nacional Eslovaco, SNS (Eslovaquia); Partido del Orden y la Justicia, TT (Lituania); Ataka (Bulgaria); Partido de la Gran Rumania, PRM (Rumania), y Partido Nacional Demócrata, NPD (Alemania) . En España, donde la extrema derecha estuvo en el poder más tiempo que en ningún otro país europeo (de 1939 a 1975), esta corriente tiene hoy poca re-presentatividad.

En las elecciones del Parlamento Europeo de 2009, sólo obtuvo 69.164 votos (0,43% de los sufragios válidos). Aunque, normalmente, alrededor del 2% de los españoles se declaran de ex-trema derecha. Lo que equivale a unos 650.000 ciudadanos. En enero pasado, los disidentes del Partido Popular (PP, conservador) fundaron Vox, un parti-do ubicado a “la derecha de la derecha” que, con jerga arqueológica franquista, rechaza el “Estado partidocrático”, de-fiende el patriotismo, exige “el fin del Estado de las autonomías” y la prohibi-ción del aborto. Asumiéndose como la extrema derecha agutradicional, cuatro formaciones ultras –Democracia Na-cional, La Falange, Alianza Nacional y Nudo Patriota– reunidas en la plata-forma “España en Marcha”, firmaron un acuerdo, en diciembre de 2013, para presentarse a las elecciones europeas. Aspiran a conseguir un eurodiputado. Pero el movimiento de extrema derecha más importante de España es Platafor-ma per Catalunya (PxC) que cuenta con 67 concejales. Su líder, Josep Anglada, define a PxC como “un partido identi-tario, transversal y de fuerte contenido social” pero con una fuerte posición an-tiinmigrantes: “En España –afirma An-glada– aumenta día a día la inseguridad ciudadana y gran parte de ese aumento de la inseguridad y del crimen es cul-pa de los inmigrantes. Defendemos que cada pueblo tiene el derecho a vivir se-gún sus costumbres e identidad en sus propios países. Precisamente por eso,

Golpeada por el des-moronamiento social que siguió a la crisis económica, Europa hoy asiste a un irre-sistible ascenso de la extrema derecha. Con un discurso que cauti-va cada vez más a las masas, en un contexto de crisis de represen-tación política, hoy arremete ante el vacío programático tanto de la izquierda como de la derecha liberal.

Mayo 2014 Edición N°7 011

nos oponemos a la llegada de inmigra-ción islámica o de cualquier otro lugar extraeuropeo”.

En cuanto a Francia, en los comicios municipales de marzo pasado, el Fren-te Nacional (FN), presidido por Ma-rine Le Pen, ganó las alcaldías de una docena de grandes ciudades (entre ellas Béziers, Hénin- Beaumont y Fréjus). Y a escala nacional, consiguió más de 1.600 escaños de consejeros munici-pales. Algo sin precedentes. Aunque lo más insólito está quizás por venir. Las encuestas indican que, en los comicios del 25 de mayo, el FN obtendría entre el 20% y el 25% de los votos (4). Lo cual, de confirmarse, lo convertiría en el pri-mer partido de Francia, delante de la conservadora Unión por un Movimien-to Popular (UMP), y muy por delan-te del Partido Socialista del presidente François Hollande. Una auténtica bom-ba. “Desdiabolizar” la imagen El recha-zo a la UE y la salida del euro son dos de los grandes temas comunes de las extremas derechas europeas. Y, en este momento, encuentran un eco muy fa-vorable en el ánimo de tantos europeos violentamente golpeados por la crisis.

Una crisis que Bruselas ha agrava-do con el “Pacto de Estabilidad” (5) y sus crueles políticas de austeridad y de recortes, causas de enormes desastres sociales. Hay 26 millones de desem-pleados, y el porcentaje de jóvenes de menos de 25 años desempleados alcan-za cifras espeluznantes (61,5% en Gre-cia, 56% en España, 52% en Portugal). Exasperados, muchos ciudadanos repu-dian la UE (6). Crece el euroescepticis-mo, la eurofobia. Y el rechazo conduce en muchos casos a la convergencia con los partidos ultras.

Pero hay que decir también que la extrema derecha europea ha cambiado. Durante mucho tiempo se repudiaron su ideología nazi-fascista de los años

30, su parafernalia nostálgica y sinies-tra (uniformes paramilitares, saludo ro-mano, odio antisemita, violencia racis-ta...). Esos aspectos –que aún persisten, por ejemplo, en el Jobbik húngaro y el Amanecer Dorado griego– han ido des-apareciendo progresivamente. En su lu-gar han ido surgiendo movimientos que han aprendido a disimular esas facetas detestables, responsables de sus cons-tantes fracasos electorales. Atrás quedó el antisemitismo que caracterizaba a la extrema derecha.

En su lugar, los nuevos ultras han hecho énfasis en la cultura, la identidad y los valores, en oposición al incremen-to de la inmigración y la “amenaza” percibida del islam.

Con la intención de “desdiabolizar” su imagen, ahora abandonan también la ideología del odio y adoptan un dis-curso variopinto y radical de rechazo del sistema, de crítica (más o menos) argumentada de la inmigración (en par-ticular musulmana y rumano-gitana) y de defensa de los “blancos pobres”. Su objetivo declarado es alcanzar el poder.

Usan intensivamente internet y las redes sociales para convocar a manifes-taciones y reclutar nuevos miembros.

Y sus argumentos, como hemos di-cho, cada vez encuentran mayor eco en los millones de europeos destrozados por el desempleo masivo y las políticas de austeridad.

En Francia, por ejemplo, Marine Le Pen ataca con mayor radicalidad que cualquier otro dirigente político de iz-quierda, el “capitalismo salvaje”, la “Europa ultraliberal”, los “destrozos de la globalización” y el “imperialismo económico de Estados Unidos” (7). Sus discursos seducen a amplios fragmen-tos de las clases sociales trabajadoras azotadas por la desindustrialización y las deslocalizaciones, que aplauden a la líder del FN cuando declara, citando a un ex secretario general del Partido Co-

munista francés que “hay detener la in-migración; de lo contrario se condena-rá a más trabajadores al desempleo”. O cuando defiende el “proteccionismo se-lectivo” y reclama que se le ponga freno al librecomercio porque “pone en com-petencia a los trabajadores franceses con todos los trabajadores del planeta”. O cuando reclama la “pertenencia na-cional” en materia de acceso a los ser-vicios de la seguridad social que, según ella, “deben estar reservados a las fami-lias en las cuales por lo menos uno de los padres sea francés o europeo”. To-dos estos argumentos encuentran apoyo y simpatía en las áreas sociales más cas-tigadas por el desastre industrial, donde durante décadas el voto a las izquierdas era la norma (8). Pero el nuevo discurso de la extrema derecha tiene un alcance que va más allá de las víctimas directas de la crisis. Toca de alguna manera ese “desarraigo identitario” que muchos europeos sienten confusamente. Res-ponde al sentimiento de “desestabiliza-ción existencial” de innumerables ciu-dadanos golpeados por el doble mazazo de la globalización y de una Unión Eu-ropea que no cesa de ampliarse.

Crisis de representación

Tantas certidumbres en diferentes campos como la familia, la sociedad, la nación, la religión y el trabajo han vaci-lado estos últimos tiempos, que mucha gente se siente desorientada. En parti-cular las clases medias, garantes has-ta ahora del equilibrio político de las sociedades europeas, las cuales están viendo cómo su situación se desmorona sin remedio. Corren peligro de descla-samiento. De caer en el tobogán que las conduce a reintegrar las clases pobres, de donde pensaban (por fe en el Progre-so) haber salido para siempre. Viven en estado de pánico.

Ni la derecha liberal, ni las izquier-das han sabido responder a todas estas

nuevas angustias. Y el vacío lo llenan las extremas derechas. Como afirma Dominique Reynié, especialista de los nuevos populismos en Europa : “Las extremas derechas han sido las únicas que han tomado en cuenta el desarrai-go de las poblaciones afectadas por la erosión de su patrimonio material des-empleo, poder adquisitivo– y de su pa-trimonio inmaterial, es decir su estilo de vida amenazado por la globalización, la inmigración y la Unión Europea” (9).

Mientras en las últimas dos décadas, las izquierdas europeas consagraban to-da su atención y energía a –legítimas– cuestiones sociales (divorcio, matrimo-nio homosexual, aborto, derechos mi-gratorios, ecología), al mismo tiempo algunas capas de la población trabaja-dora y campesina eran abandonadas a su (mala) suerte. Sin tan siquiera unas palabras de compasión. Sacrificadas en nombre de los “imperativos” de la cons-trucción europea y de la globalización. A esas capas huérfanas, la extrema de-recha ha sabido hablarles, identificar sus desdichas y prometerles soluciones. No sin demagogia. Pero con eficacia.

Consecuencia: la Unión Europea se dispone a lidiar con la extrema derecha más poderosa que el Viejo Continente haya conocido jamás desde la década de 1930. Sabemos como acabó aque-llo. ¿Qué esperan los demócratas para despertar?

1. En las elecciones europeas de 2009, los partidos de extrema derecha obtuvieron el 6,6% de los votos.

2. Las encuestas más serias indican que después del 25 de mayo, el núme-ro de eurodiputados de extrema derecha pasaría de 47 a 71. Véase : “Elections européennes 2014: vers ‘une’ extreme droite européenne ?”, Fundación Ro-bert Schuman, www.robert-schuman.eu/fr/questions-deurope/0309-elec-tions-europeennes-2014-vers-une-ex-

treme-droite-europeenne3. Un sondeo realizado por la firma

YouGov el 6 de abril de 2014 en Reino Unido le atribuye al Partido por la Inde-pendencia del Reino Unido (UKIP), un 40% de las intenciones de voto y al me-nos 20 diputados europeos.

4. Según un barómetro de la imagen del FN realizado en febrero de 2014 por el Instituto TNS Sofres, el número de franceses que adhieren a las ideas del FN es de 34%.

5. El “Pacto de Estabilidad y de Cre-cimiento” prohíbe a los gobiernos eu-ropeos de la zona euro tener un déficit presupuestario superior al 3% del PIB.

6. El último estudio Eurobarómetro, publicado en diciembre de 2013, revela que sólo el 31% de los europeos tiene una imagen positiva de la UE (contra el 48% en marzo de 2008).

7. Véase “Nouveaux visages des extrêmes droites”, Manière de voir, N° 134, París, abril-mayo de 2014.

8. Según un sondeo publicado por Le Monde, la imagen de la presidenta del FN recibe cada vez más opiniones favorables: el 56% de los encuestados cree que “entiende los problemas coti-dianos de los franceses” y el 40% que “tiene nuevas ideas para resolver los problemas de Francia”.

9. Dominique Reynié, “Populisme: la pensée fatale”, Plon, París, 2011.

*Director de Le Monde diplomati-que, edición española.

© Le Monde diplomatique, edición española

012 Mayo 2014 Edición N°7

Me habían dicho que es-taba en La Habana pero que, como estaba enfer-mo, no quería ver a na-die. Yo sabía dónde solía alojarse: en una magnífi-

ca casa de campo, lejos del centro. Llamé por telé-fono y Mercedes, su esposa, disipó mis escrúpulos. Con calidez me dijo: “Para nada, es para alejar a los pesados. Ven, ‘Gabo’ se alegrará de verte”.

A la mañana siguiente, bajo un calor húmedo, remonté una alameda de palmeras y me presenté ante la puerta de su quinta tropical. No ignoraba que sufría de un cáncer linfático y que se some-tía a una agotadora quimioterapia. Decían que su estado era delicado. Incluso le atribuían una des-garradora carta de adiós a sus amigos y a la vida... Temía encontrarme con un moribundo. Mercedes vino a abrirme y, para mi sorpresa, me dijo con una sonrisa: “Entra. Gabo ya viene... Está terminando su partido de tenis”.

Poco después, bajo la tibia luz del salón, sen-tado en un sofá blanco, lo vi acercarse, en plena forma –efectivamente–, con el pelo rizado todavía mojado de la ducha y el bigote desgreñado. Tenía puesta una guayabera amarilla, un pantalón blanco muy ancho y zapatos de lona. Un verdadero per-sonaje de Visconti. Mientras bebía un café helado, me explicó que se sentía “como un ave silvestre que se escapó de la jaula. En todo caso, mucho más joven de lo que aparento”. Y agregó, “con la edad, compruebo que el cuerpo no está hecho para du-rar tantos años como nos gustaría vivir”. Acto se-guido, me propuso “hacer como los ingleses, que nunca hablan de problemas de salud. Es de mala educación”.

La brisa levantaba muy alto las cortinas de las inmensas ventanas y el espacio empezó a parecer-se a un barco flotante. Le comento cuánto me gustó el primer tomo de su autobiografía, Vivir para con-tarla (1): “Es tu mejor novela”. Sonríe y se ajusta los anteojos de armazón gruesa. “Sin un poco de imaginación es imposible reconstruir la increíble historia de amor de mis padres. O mis recuerdos de bebé... No olvides que sólo la imaginación es cla-rividente. A veces es más verdadera que la verdad. Basta con pensar en Kafka o Faulkner, o simple-mente en Cervantes”, afirma. Cual trasfondo so-noro, las notas de la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Antonin Dvorak, inundaban la sala con una atmós-fera a la vez alegre y dramática.

Pasión por el periodismo

Había conocido a Gabo unos cuarenta años atrás, hacia 1979, en París. Él había sido invitado por la Unesco y, junto con Hubert Beuve-Méry, el fundador de Le Monde diplomatique, formaba parte de una comisión presidida por el Premio No-bel Sean McBride, que estaba encargada de ela-borar un informe sobre el desequilibrio norte-sur en materia de comunicación de masas. En aquella época, había dejado de escribir novelas, por una prohibición autoimpuesta que duraría mientras

Augusto Pinochet estuviera en el poder en Chile. Todavía no había recibido el Premio Nobel de li-teratura, pero ya era una gran celebridad. El éxito de Cien años de soledad (1967) lo había converti-do en el escritor de lengua española más univer-sal desde Cervantes. Recuerdo haber quedado sor-prendido por su baja estatura e impresionado por su gravedad y seriedad. Vivía como un anacoreta y sólo abandonaba su habitación, transformada en celda de trabajo, para dirigirse a la Unesco.

En cuanto al periodismo, su otra gran pasión, acababa de publicar una crónica donde describía el asalto de un comando sandinista al Palacio Na-cional de Managua, en Nicaragua, que había preci-pitado la caída del dictador Anastasio Somoza (2). Allí aportaba detalles prodigiosos, dando la im-presión de haber participado él mismo del hecho. Yo quería saber cómo lo había logrado. Me cuen-ta: “Estaba en Bogotá en el momento del asalto. Llamé al general Omar Torrijos, el presidente de Panamá. El comando acababa de encontrar refu-gio en su país y todavía no había hablado con los medios. Le pedí que avisara a los muchachos que desconfiaran de la prensa, porque podían deformar sus palabras. Me respondió: ‘Tienes que venir. Só-lo hablarán contigo’. Fui y junto con los jefes del comando, Edén Pastora, Dora María y Hugo To-rres, nos encerramos en un cuartel. Reconstruimos el acontecimiento minuto a minuto, desde su pre-paración hasta el desenlace. Pasamos la noche allí. Agotados, Pastora y Torres se quedaron dormidos. Yo seguí con Dora María hasta el amanecer. Volví al hotel para escribir el reportaje. Luego, regresé para leérselos. Corrigieron algunos términos téc-nicos, el nombre de las armas, la estructura de los grupos, etc. El reportaje se publicó menos de una semana después del asalto. Hizo que la causa san-

dinista se conociera en el mundo entero”.Volví a ver a Gabo muchas veces, en París, La

Habana o México. Teníamos un desacuerdo per-manente acerca de Hugo Chávez. No creía en él. Para mí, en cambio, el comandante venezolano era el hombre que iba a hacer que América Latina entrara en un nuevo ciclo histórico. Aparte de eso, nuestras conversaciones siempre eran muy (¿de-masiado?) serias: el destino del mundo, el futuro de América Latina, Cuba...

Sin embargo, recuerdo que una vez me reí has-ta las lágrimas. Yo volvía de Cartagena de Indias, suntuosa ciudad colonial colombiana; había divi-sado su casona tras los muros y había hablado con él al respecto. Me preguntó: “¿Sabes cómo hice para tener esa casa?”. Ni idea. “Siempre quise vivir en Cartagena –me contó–. Y cuando tuve el dine-ro, busqué una casa aquí. Seguía siendo demasiado caro. Un amigo abogado me explicó: ‘Creen que eres millonario y te aumentan el precio. Déjame buscar por ti’. Unas semanas después, encuentra la casa, que en ese entonces era una vieja imprenta casi en ruinas. Habla con el propietario, un ciego, y entre ambos acuerdan un precio. Pero el anciano pone una exigencia: quiere conocer al comprador. Viene mi amigo y me dice: ‘Tenemos que ir a ver-lo, pero no tienes que hablar. Si no, en cuanto reco-nozca tu voz, va a triplicar el precio... Él es ciego, tu serás mudo’. Llega el día del encuentro. El cie-go empieza a hacerme preguntas. Le respondo con una pronunciación imprecisa... Pero, en un mo-mento, cometo la imprudencia de responder con un sonoro: ‘Sí’. ‘¡Ah! –exclama–, yo conozco esa voz. ¡Usted es Gabriel García Márquez!’. Me ha-bía desenmascarado... Enseguida agrega: ‘Vamos a tener que revisar el precio. Ahora, la cosa es di-ferente’. Mi amigo intenta negociar. Pero el cie-

go repite: ‘No. No puede ser el mismo precio. De ninguna manera’. ‘Bueno, ¿cuánto, entonces?’ –le preguntamos, resignados–. El anciano reflexiona un instante y dice: ‘La mitad’. No entendíamos nada... Entonces, nos explica: ‘Ustedes saben que tengo una imprenta. ¿De qué creen que viví hasta ahora? ¡De las ediciones piratas de las novelas de García Márquez!’”.

Aquel ataque de risa todavía resonaba en mi memoria cuando, en la casa de La Habana, seguía mi conversación con un Gabo envejecido, pero aún intelectualmente despierto como siempre. Me hablaba de mi libro de entrevistas con Fidel Castro (3). “Estoy muy celoso –me decía, riendo–, tuviste la suerte de pasar más de cien horas con él.”. “Soy yo el que está impaciente por leer la segunda par-te de tus memorias –le respondí–. Por fin podrás hablar de tus encuentros con Fidel, a quien cono-ces desde hace mucho más tiempo. Tú y él son co-mo dos gigantes del mundo hispano. Si se com-para con Francia, sería algo así como que Victor Hugo hubiera conocido a Napoleón..”. Lanzó una carcajada, al tiempo que alisaba sus espesas cejas. “Tienes demasiada imaginación... Pero te voy a decepcionar: no habrá segunda parte... Sé que mu-cha gente, amigos y adversarios, de alguna mane-ra esperan mi ‘veredicto histórico’ sobre Fidel. Es absurdo. Ya escribí lo que tenía que escribir sobre él (4). Fidel es mi amigo y siempre lo será. Hasta la tumba”.

El cielo se había oscurecido y la sala, en pleno mediodía, estaba ahora sumida en la penumbra. La conversación se había vuelto más lenta, más apa-gada. Gabo meditaba con la mirada perdida y yo me preguntaba: “¿es posible que no deje ningún testimonio escrito de tantas confidencias compar-tidas en amistosa complicidad con Fidel? ¿Lo ha-brá dejado para una publicación póstuma cuando ya ninguno de los dos esté en este mundo?”.

Afuera, una lluvia torrencial se precipitaba des-de el cielo con la fuerza de las borrascas tropicales. La música se había apagado. Un fuerte perfume a orquídeas invadía el salón. De pronto, Gabo tenía el aspecto agotado de un viejo guepardo colom-biano. Permanecía allí, silencioso y meditativo, mirando fijamente la lluvia inagotable, compañía permanente de todas sus soledades. Me escabullí en silencio. Sin saber que esa era la última vez que lo vería.

1. Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, Barcelona, Mondadori, 2003.

2. Gabriel García Márquez, “Asalto al Pala-cio”, Bogotá, Alternativa, 1978.

3. Ignacio Ramonet, Fidel Castro. Biografía a dos voces, Madrid, Debate, 2006.

4. Gabriel García Márquez, “El Fidel que creo conocer”, prefacio al libro de Gianni Minà, Habla Fidel, México, Edivisión, 1988, y “El Fidel que yo conozco”, Cubadebate, La Habana, 13-08-09.

PIE DE AUTOR:*Director de Le Monde diplomatique entre

1990 y 2008.

TRADUCCIÓN / COPYRIGHT:Traducción: Gabriela Villalba

García Márquez, el último encuentro

Conversación en La Habana

Por Ignacio Ramonet*