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Laberintos ::

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Revista enfocada en Valparaíso.

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Noviembre 09

UNA CASA MUY ESPECIAL

La Sebastiana

N° 01

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Subeditora de Diseño: Fernanda Diagorret.

Diseño: Carol Barraza, Carlos Huerta.

Subeditor de Fotografía: Nicolás Abalo.

Fotógrafos: Alejandra González, Jaime Palma, Paola Riffo.

Paola Velásquez.

Correctores de Textos: Natalia Contreras, Catalina Infante.

Subgerente de Ventas de Revistas: Francisco Fuhrer R.

Gerente de Revistas: Felipe Muñoz G.

Subgerenta de Revistas: Daniela Segovia.

Representante Legal: Francisco Sánchez Barros,

Editor General Revista Laberintos: Cristián Bofill Rodriguez.

Subeditora: Loreto Aravena Mori.

Asesor Editorial de Revistas: Rodrigo Gonzáles.

Director Gráfico: Marcelo Godoy.

Editor General de Diseño: Oscar Briceño.

Editor General de Fotografía: Juan Pablo Sierra.

Editora de Secciones: Sofía Beuchat Shaw.

Periodistas: Marianela Pérez.

Colaboradores: Loreto Arancibia, Antonia Busquet,

Bernardita Cofré, Rodrigo González.

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EDITORIAL.

Valparaíso se caracteriza por ser una ‘marca turística’ debido a su historia e infraestruc-tura que todavía perdura. Más allá de ser una ciudad rodeada de mar y de playas existe una fuerte atracción a sus cerros que sigue encantando a turistas que cada año llegan. Se puede observar que no solamente en temporadas altas, tales como verano, los tu-ristas habitan esta ciudad, sino que alrededor de todo el año pero en menor medida.

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ÍNDICE.05 Casino Social J. cruz Martinez07 Entrevista MARCO HERRERA CAMPOS : (‘‘Valparaíso limita con Chile’’.)

08 UNA CASA MUY ESPECIAL: ( La Sebastiana, de Pablo Neruda ).

12 Cerros de Valparaíso : el paréntesis visual de la ciudad.

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CASINO SOCIAL J. CRUZ MARTÍNEZ.

“No hay actitud más galante que a sacar a pasear a la pierna“. Eso debieron pensar los dueños del Casino Social J. Cruz, para implementar las mejores chorrillanas de Valparaíso, en un ambiente sobrecargado de fotos, olor a fritura y estrechez de co-razones. Por: Marianela Pérez

Uno de los rincones más pintorescos y animados de Valparaíso es el Casino Social J. Cruz Martínez. El

local es conocido por la calidad de sus chorrillanas -pla-to típico porteño- y por sus decorados que recuerdan a sus visitantes y parroquianos. J. Cruz es un clásico de Valparaíso, caracterizado por la simpleza de su servicio y lo abundante de su comida, que es el disfrute tanto de locales como extranjeros.

Rodeando las mesas, inmensas vitrinas exhiben los más increíbles objetos y un sinnúmero de figuras de todos los tamaños, placas recordatorias y fotografías familiares que llenan el lugar de historias y le confieren un aire nos-tálgico. Esto le valió a J Cruz el nombramiento de Museo por la Municipalidad de Valparaíso.

Esta picada es conocida por sus seguidores como la propulsora de las papas fritas, con la mezcla de carne, cebolla al vapor y huevos, que puede pedirse aquí para dos o tres personas con un costo de $4.500 y $6.300, res-pectivamente. Sin embargo, el lugar es pequeño, y los lujos escasean. Mesas cubiertas con manteles plásticos, vasitos vineros, servilletas de papel y cubiertos muy sen-

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cillos, son parte del nada elaborado montaje de las me-sas que, por razones de espacio, deben ser compartidas con otros asistentes.

He estado J Cruz en varias ocasiones. Muchas de ellas acompañada de extranjeros que observan maravillados la abundancia, en todo sentido, de aquel lugar. Se sor-prenden gratamente por lo familiar del ambiente, y tie-nen por algunas horas la posibilidad de sumergirse en la historia de la ciudad, de su gente y de sus costumbres. He sido parte de varios romances, discusiones y reen-cuentros, embriagada en esta atmósfera de puerto.

Recomiendo a quienes esperan agilidad y rapidez en el servicio, armarse de paciencia porque la atención es len-ta. Los líquidos son siempre servidos de inmediato, pero para garantizar la salida de un plato humeante y recién cocinado hay que esperar algunos minutos. Mientras tanto, ofrecen como picoteo pan batido y pebre cucha-reado.La música es un punto importante. Cada día en J Cruz es animado por Don Diego Bahamondes y Don Raúl Ramírez, quienes interpretan valses, tonadas, boleros y tangos desde hace 16 años. Su música folclórica latinoa-

mericana es toda una tradición en este restaurante, don-de sus clientes gustosos entregan contribuciones a sus músicos.

J Cruz es una de las picadas más queridas del puerto. Vale la pena visitar este lugar y disfrutar de sus prepara-ciones, distenderse y disfrutar de un plato sabroso. Quie-nes visiten el lugar se sentirán agradados y cómodos en esta picada sin espacio para las formalidades.

Casino J Cruz MartínezCondell 1466, casa 11, Valparaíso

Teléfono: 032-2211225Horario de atención:

jueves a domingo desde el mediodía hasta la 1:30 am y viernes a sábado hasta

las 5:30 am.

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¿Desde cuándo vives en Valpo y por qué decidiste mudarte ahí? Vivo hace 12 años en Valparaíso, con una pequeña interrupción de año y medio en Madrid por temas de estudio; me vine de Santiago porque quería vivir en una ciudad con mar y porque se presentó una oportunidad laboral en el puerto, una vez que terminé de estudiar periodismo y literatura en la Uni-versidad de Chile. No lo pensé dos veces y me vine, y no me equivoqué. Descubrí una ciudad que no tiene comparación con otra del país. ¿Por qué crees que hay tantos artistas en la ciudad? ¿Cuál es su embrujo ? Yo siempre he dicho que Valparaí-so limita con Chile. Es una ciudad muy democrática, no hay barrios segregados ni tantas diferencias sociales como en otra ciudad del país, por ejemplo, Santiago. Por eso creo que este puerto ejerce un influjo fuerte sobre quienes se dedican al arte, no hay tantos pre-juicios, es una ciudad tolerante,

Marco Herrera Campos tiene 39 años. Nació en Santiago pero es porteño “por decisión”. Descubrió Valparaíso gracias a los libros que leyó de pequeño, como “Valparaíso, puerto de nostalgia”, de Salvador Reyes e “Hijo de Ladrón”, de Ma-nuel Rojas.

MARCO HERRERA CAMPOS“VALPARAÍSO LIMITA CON CHILE”.

librepensadora. Esto se debe también a que por su condición de puerto, ha sido una ciudad receptora de muchos inmigrantes, con lo cual los por-teños se han acostumbrado a convivir con todo tipo de ideas. Y está el mar y su gente, amable, conversadora y amiga de la noche, ideal para los espíritus inquietos y creativos. ¿Cuáles son tus cinco imperdi-bles de la ciudad y por qué? Entre mis bares imperdibles están el café Vinilo, en el cerro Alegre, un lugar donde aún se mantiene esa cultura de barrio de reunirse en un lugar a conversar con los amigos y donde se pueden hacer nuevos gracias a la barra de már-mol que invita al diálogo. Antes de ser bar fue una carnicería. Otro es el restaurant Don Carlos, en ave-nida Francia con Colón, donde se puede comer comida chilena muy buena y barata. Imperdible es el arrollado de pernil con borgoña a la chirimoya. Atendido por sus propios dueños. Igual de bueno como éste es el Renato, calle Ro-dríguez con avenida Pedro Montt,

una clásica “picada” porteña: bue-na, bonita y barata. Especialidad: las chorrillanas (plato colectivo a base de papas fritas, huevo re-vuelto, carne, pollo, cebolla, lon-ganiza). Otro clásico es el Dominó, calle Cummings, plaza Aníbal Pinto, es uno de los pocos restoranes que van quedando típicamente porte-ños, atendido por sus dueños, la especialidad son las chorrillanas, las calugas de pescado y las empa-nadas de marisco y pino (carne). Bernardo y Freddy son los garzo-nes que llevan trabajando más de

20 años en el lugar. También im-perdible es ir a comer un plato de merluza con ensalada en la picada Pato Peñaloza, ubicada en la ave-nida Altamirano, sector Playa An-cha, paseo costero que comienza en la caleta El Membrillo y culmina en la playa Las Torpederas. El pa-seo es muy atractivo, ya que fue remodelado hace un par de años. Y si de miradores se trata, el Atkin-son, Gervasoni y Baburiza son los más atractivos, todos ubicados en el cerro Concepción. Para quien visite la ciudad, le re-comiendo hacer el viaje en la micro O, parte en Viña del Mar y recorre todos los cerros de Valparaíso ubicados en la avenida Alemania y camino Cintura, desde el Cerro Mariposa hasta Playa Ancha. Tam-bién viajar en los trolebuses de los años 50 por el plan de la ciudad, y los ascensores Polanco, El Peral, Reina Victoria, Villaseca y Turri.L

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A ‘’LA SEBASTIANA’’YO construí la casa.

La hice primero de aire.Luego subí en el aire la bandera

y la dejé colgadadel firmamento, de la estrella, de

la claridad y de la oscuridad.

Cemento, hierro, vidrio,eran la fábula,

valían más que el trigo y como el oro,había que buscar y que vender,

y así llegó un camión:bajaron sacosy más sacos,

la torre se agarró a la tierra dura-pero, no basta, dijo el constructor,

falta cemento, vidrio, fierro, puertas-,y no dormí en la noche.

Pero crecía,crecían las ventanas

y con poco,con pegarle al papel y trabajar

y arremeterle con rodilla y hombroiba a crecer hasta llegar a ser,

hasta poder mirar por la ventana,y parecía que con tanto sacopudiera tener techo y subiría

y se agarrara, al fin, de la banderaque aún colgaba del cielo sus colores.

Me dediqué a las puertas más baratas,a las que habían muerto

y habían sido echadas de sus casas,puertas sin muro, rotas,

amontonadas en demoliciones,puertas ya sin memoria,

sin recuerdo de llave,y yo dije: “Venid

a mi, puertas perdidas:os daré casa y muroy mano que golpea,

oscilaréis de nuevo abriendo el alma,custodiaréis el sueño de Matilde

con vuestras alas que volaron tanto.”

Entonces la pinturallegó también lamiendo las paredes,

las vistió de celeste y de rosadopara que se pusieran a bailar.

Así la torre baila,cantan las escaleras y las puertas,sube la casa hasta tocar el mástil,

pero falta dinero:faltan clavos,

faltan aldabas, cerraduras, mármol.Sin embargo, la casa

sigue subiendo

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y algo pasa, un latidocircula en sus arterias:

es tal vez un serrucho que navegacomo un pez en el agua de los sueños

o un martillo que picacomo alevoso cóndor carpintero

las tablas del pinar que pisaremos.

Algo pasa y la vida continúa.

La casa crece y habla,se sostiene en sus pies,

tiene ropa colgada en un andamio,y como por el mar la primaveranadando como náyade marina

besa la arena de Valparaíso,

ya no pensemos más: ésta es la casa:

ya todo lo que falta será azul,

lo que ya necesita es florecer.

Y eso es trabajo de la primavera.

Pablo Neruda – fragmento “A La Sebastiana”

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UNA CASAMUY ESPECIAL.

La Sebastiana

Visitamos el museo La Sebastiana, una de las casas en las cua-les vivió el famoso escritor y poeta chileno Pablo Neruda.

Es innegable que la historia contempo-ránea de Valparaíso

esta íntimamente ligada a la figura del reconocido poeta chileno Pablo Neru-da y viceversa. Fue en esta ciudad con ojos al océano Pacífico que el escritor, cansado del bullicio de Santiago, encontró una casa en obra gruesa ubica-da en el cerro Florida con una infinita vista al mar, donde pensó que podría “vivir y escribir tranquilo”. La llamó La Sebastiana en honor a su constructor, Sebastián Collado, un es-pañol que, luego de bus-car un lugar desde donde pudiera abarcar todo Val-paraíso con la mirada, co-menzó a edificar esta casa con la intención de vivir en ella cuando sus hijos se ca-saran. Sebastián falleció. El destino y la búsqueda de Sara Vial – poeta y amiga de Neruda – complotaron para que su próximo due-ño fuera el poeta chileno, quien decidió ponerle ese nombre aduciendo que “si bien don Sebastián no ha-cía versos, era un poeta de la construcción”.

El 18 de septiembre de 1961 Neruda la inauguró e invitó a sus amigos a fes-tejar. Desde entonces la habitó por períodos, en especial en la noche de Año Nuevo. Allí escribió importantes obras que lo consagraron y lo llevaron a ganar el Premio Nobel de Literatura en el año 1971. Con la muerte de Neruda, la casa quedó deshabitada por mucho tiempo, pero gracias a la Fundación Pa-blo Neruda y a la ayuda de Telefónica de España se logró reconstruir la le-gendaria casa del poeta. Se buscó con exactitud el color de cada pared, la ubicación de los cuadros y objetos de Pablo intentan-do encontrar el modo y la forma en que sólo Neruda sabía distribuirlos.

Hoy se puede disfrutar de una visita al pasado dentro de La Sebastiana para ir descubriendo en cada uno de sus cinco pisos la forma de vida y los momentos más gloriosos y absurdos de quien fuera su dueño. Además, se puede revisar la obra del poeta en dife-rentes idiomas en la biblio-teca y realizar un racconto

de la vida de Neruda a tra-vés de una exposición de fotografías biográficas. Al ingresar a La Sebas-tiana se logra percibir que no es una casa cualquiera. Cada sala fue pensada y decorada con una intencio-nalidad que la distingue de otras. El sitio se encuentra colmado de sueños y de esperanzas. La ornamen-tación forma parte de un gran detalle que la hace

Habitación del escritor.

única e irrepetible, como lo fue Neruda.

En el primer piso, por ejemplo, se observa un caballo de madera traído desde París y una colec-

ción de botellas de colores de diferentes formas. En el segundo piso se encuen-tra el bar, detrás del cual sólo Neruda podía pasar para preparar los tragos a sus amigos, en especial el trago “Coquetelón”, una mezcla de sabores con al-cohol que estaba presente en todos sus festejos.

En el cuarto piso se en-cuentra la que fuera la ha-bitación del escritor. Junto

a la cama de bronce, Neru-da instaló veladores y una cómoda de barco. “ Nave-gante de boca soy” decía, porque prefería mirar el mar desde tierra firme a navegar en el océano.

Afuera, junto a la casa, se encuentra el Centro Cultu-ral La Sebastiana, donde se realizan múltiples activida-des tales como exposicio-nes, conferencias, ciclos y recitales de poesía y los talleres de poesía y vitrales que se imparten cada año.En su paso por Valparaíso, recomendamos conocer la casa-museo La Sebastiana, un lugar donde los versos de Neruda permanecen eternos en sus paredes y

la vista se pierde en el hori-zonte infinito que se espía desde cada ventana.

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Vista desde el ventanuco de la planta superior de La Sebastiana.

CÓMO LLEGAR. Desde el centro de Valpa-raíso, aconsejamos tomar el ascensor Florida. La casa-museo La Sebastiana se encuentra en la calle Ferrari 692. Av. Alemania altura 6900.

HORARIO. De martes a domingo de 10.00 a 18.00 horas

PARA TENER EN CUENTA. Al momento de recorrer las habitaciones de La Se-bastiana, aconsejamos leer las descripciones explica-tivas impresas que se en-cuentran en cada sala.

“Siento el cansancio de Santiago, quiero hallar en Val-paraíso una casa para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exce-so. Vecinos ojalá invisibles. No deben verse ni escuchar-

se. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica, lejos de todo. Pero con co-mercio cerca. Además, tiene que ser muy barata. ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?” Carta de Neruda a su amiga y poeta Sara Vial.

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CERROSDEVALPA-RAÍSO.

En el curso de su historia urbana, Valpa-raíso ha visto poblarse sus cerros, copan-do un inmenso anfiteatro que tiene como escenario el mar y la propia ciudad. En sus serranías la arquitectura, vernácula y eru-dita, se inserta y forma parte del paisaje cultural extendido por sus innumerables pliegues.Ce

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El paréntesis visual de la ciudad.

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La curiosa topografía de la ciudad se caracteriza por una reducida exten-

sión de terreno plano rodeado por un paréntesis o herradura de cerros, que le confieren un pintoresco aspecto de anfi-teatro natural. Encumbrados en ellos vive la mayor parte de la población. Sus nombres surgieron a medida que se habitaban sus laderas y que-bradas, primero fueron los ad-yacentes al antiguo barrio del Puerto, luego aquellos que se extienden hacia el Almendral, hasta copar ambos extremos de la ciudad: Cerro Barón y Playa ancha, aunque el pobla-miento ya ha sobrepasado los viejos límites, avanzando en dirección a Viña del Mar, Lagu-na Verde y altos del Puerto.

Como ha planteado el filólo-go y lingüista Leopoldo Sáez , existe una divergencia entre las unidades topográficas y la toponimia con la que se les distingue. Esta translación significativa, como denomi-na el autor, hace en extremo frecuente que un cerro reciba dos denominaciones, es decir, que se designe a un mismo cerro dos nombres distintos o que varios cerros tengan el mismo. Por esta razón se ex-plica que en Valparaíso algu-nos cerros hayan “desapare-cido” y otros “aparecido”; su nomenclatura ha ido variando dinámicamente a lo largo de los años.

Así por ejemplo, Los Chapa-rros, Las Loceras, Atalaya, El Pajonal, Reina Victoria, entre otros, son topónimos que po-cos recuerdan. Esto se debe a que los cerros de crecimiento más dinámico, como Playa An-cha, Cordillera o Barón, des-plazaron los nombres de los cerros vecinos más pequeños, hasta hacerlos desaparecer. También hay que entender que la denominación del terri-torio está estrechamente liga-da a la evolución urbana, así, a medida que Valparaíso crecía surgieron nuevos cerros en la ciudad. Por eso, la cuantifi-

cación de éstos nunca ha sido cabal y es común que haya dis-tintas opiniones al respecto.

Siguiendo el análisis de Leopoldo Sáez, “cerro” es una noción muy poco precisa. En Valparaíso no es una ele-vación de tierra aislada sino una altura separada de otras por quebradas . La noción de cerro geográfico no coincide siempre con el “cerro” pobla-cional. En un cerro físico pue-de haber más de un “cerro” poblacional, o a la inversa, va-rios cerros físicos constituyen un “cerro” poblacional.

Con todo, los cerros de Val-paraíso poseen características urbanísticas y socioeconó-micas diferentes entre uno y otro; sus particularidades definen unidades que pueden considerarse “barrios” pro-piamente tal. En ellos se dis-tinguen sus accesos –muchos tienen o tuvieron su propio ascensor, sistema que res-ponde a la geografía del lugar, que los conecta con el plan-, su equipamiento comunitario, miradores; en otras palabras, son unidades que tienen una

vivencia de totalidad en el es-pacio.

Históricamente el desarrollo de la planta urbana ha respon-dido a un movimiento ascen-dente, a partir de la ocupación de quebradas y laderas, en un paulatino escalonamiento ha-cia las cimas, hasta alcanzar los niveles de densificación que se observan en la actuali-dad. Esto ha determinado que la urbe cuente con un comple-jo sistema de vías que bajan por las quebradas o remontan las cimas, sumado a una vasta red –en ocasiones laberíntica- de callejuelas y escaleras que comunican los principales flu-jos de cada cerro.

La arquitectura de los cerros despliega una variedad de re-cursos para relacionarse con el paisaje próximo y distante. La disposición de corredores, balcones, galerías, miradores y torreones de las viviendas serranas, forman espacios in-termedios que animan su vo-lumetría, juegan con los desni-veles del terreno, y proveen la perspectiva característica de Valparaíso. Como la arquitec-

ta Myriam Waisberg destaca, en el poblamiento de las que-bradas se presentan solucio-nes propias de la creatividad erudita o espontánea de los porteños. Son infinitas las for-mas en que los emplazamien-tos se insertan con propiedad en la geografía ascendente. La edificación, casi siempre se desarrolla en varios niveles siguiendo la gradiente de la ladera, exponiendo una volu-metría escalonada que va afe-rrándose enmarañadamente al terreno.

Los habitantes, con el objeto de crear un terreno horizon-tal, han recurrido a excavacio-nes para ampliar las terrazas naturales, o a la construcción en voladizo sobre la pendien-te y, también, en lo que con-figura uno de los elementos más pintoresco del paisaje, disponen una secuencia de esbeltos pilares que penetran en la quebrada, a manera de palafitos urbanos.

Por último, los paseos y mi-radores que engalanan las al-turas de la ciudad, extienden el nexo de los cerros en el

paisaje urbano. Distribuidos en el anfiteatro, los espacios públicos destacan por su condición de plataformas de observación, generando un efecto de extraordinaria au-tocontemplación del espacio urbano: desde cualquier pun-to de sus pliegues la ciudad se contempla recíprocamente a sí misma. Esto otorga una ex-traordinaria unidad que cobija la diversidad de sus cerros.

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