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435 La Santa Caridad de Sanlúcar de Barrameda. Aproximación a su historia y patrimonio artístico. LA SANTA CARIDAD DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA. APROXIMACIÓN A SU HISTORIA Y PATRIMONIO ARTÍSTICO Fernando Cruz Isidoro Profesor Titular. Departamento de Historia del Arte Universidad de Sevilla Resumen: Esta comunicación recoge una aproximación histórica y al patrimonio arquitectónico y artístico de la Hdad. de la Santa Caridad de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), con sede en su iglesia de Ntra. Sra. de los Desamparados. Abarca su fundación a mediados del XV como institución de beneficencia para los marinos y conquistadores que regresaban de las Canarias, en la iglesia y hospital de la Sma. Trinidad; su transformación a lo largo del XVII como institución afín a la Hermandad hispalense que templara Miguel Mañara, con la Regla de 1643, que amplió su labor de enterrar a los ahogados y fallecidos pobres a las otras obras de misericordia: dar de comer y de vestir, posada, redención de presos y sanidad; el proceso constructivo de su actual iglesia dieciochesca y el patrimonio artístico acumulado; y finalmente su desamortización decimonónica. Palabras clave: Hdad. de la Santa Caridad de Sanlúcar de Barrameda. Iglesia y hospital de Ntra. Sra. de los Desamparados. Iglesia de la Sma. Trinidad. Patrimonio arquitectónico y artístico. Regla de 1643. Desamortización decimonónica. Abstract: This communication retakes a historical approach and to the architectural and artistic patrimony of the Brotherhood of the Holy Charity of Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), in the church of Our Lady of the Forsaken. The study covers its founding in the mid-fifteenth century as a charity institution, for sailors and conquerors returning from the Canary Islands, in the church and hospital of the Holy Trinity, that it built; his transformation over the XVII as related institution to the Brotherhood Hispalensis that Miguel Mañara inspired; with the Rule of 1643, which extended its work to bury the poor dead drowned and the other works of mercy: feeding and clothing, lodging, redemption of prisoners and sanitation, the construction process eighteenth-century church of its current and accumulated artistic heritage, and finally its confiscation nineteenth.

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La Santa Caridad de Sanlúcar de Barrameda. Aproximación a su historia y patrimonio artístico.

LA SANTA CARIDAD DE SANLúCAR

DE BARRAMEDA. APROxIMACIÓN A SU

HISTORIA Y PATRIMONIO ARTÍSTICO

Fernando Cruz IsidoroProfesor Titular. Departamento de Historia del Arte

Universidad de Sevilla

Resumen: Esta comunicación recoge una aproximación histórica y al patrimonio

arquitectónico y artístico de la Hdad. de la Santa Caridad de Sanlúcar de Barrameda

(Cádiz), con sede en su iglesia de Ntra. Sra. de los Desamparados. Abarca su fundación a

mediados del XV como institución de beneficencia para los marinos y conquistadores que

regresaban de las Canarias, en la iglesia y hospital de la Sma. Trinidad; su transformación

a lo largo del XVII como institución afín a la Hermandad hispalense que templara Miguel

Mañara, con la Regla de 1643, que amplió su labor de enterrar a los ahogados y fallecidos

pobres a las otras obras de misericordia: dar de comer y de vestir, posada, redención de

presos y sanidad; el proceso constructivo de su actual iglesia dieciochesca y el patrimonio

artístico acumulado; y finalmente su desamortización decimonónica.

Palabras clave: Hdad. de la Santa Caridad de Sanlúcar de Barrameda. Iglesia y hospital

de Ntra. Sra. de los Desamparados. Iglesia de la Sma. Trinidad. Patrimonio arquitectónico

y artístico. Regla de 1643. Desamortización decimonónica.

Abstract: This communication retakes a historical approach and to the architectural and

artistic patrimony of the Brotherhood of the Holy Charity of Sanlúcar de Barrameda

(Cádiz), in the church of Our Lady of the Forsaken. The study covers its founding in

the mid-fifteenth century as a charity institution, for sailors and conquerors returning

from the Canary Islands, in the church and hospital of the Holy Trinity, that it built; his

transformation over the XVII as related institution to the Brotherhood Hispalensis that

Miguel Mañara inspired; with the Rule of 1643, which extended its work to bury the poor

dead drowned and the other works of mercy: feeding and clothing, lodging, redemption

of prisoners and sanitation, the construction process eighteenth-century church of its

current and accumulated artistic heritage, and finally its confiscation nineteenth.

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Key words: Brotherhood of the Holy Charity of Sanlúcar de Barrameda (Cádiz. Church of

Our Lady of the Forsaken. Church and hospital of the Holy Trinity. Architectural and artistic

patrimony. Rule of 1643. Confiscation nineteenth.

La labor asistencial y hospitalaria de Miguel Mañara refleja un inflamado amor cristiano hacia el prójimo que, aún siendo de extraordinaria fuerza individual, motor de arranque de una hermandad, la sevillana, y de sus filiales, que han prolongado su misión hasta el día de hoy, tuvo y tiene, correlatos en otras personas e instituciones que desarrollaron similares fines caritativos, aunque no con tan excelsa inspiración divina. Una corporación, de análoga antigüedad a la hispalense y meritoria labor, es la Hermandad de la Santa Caridad de Sanlúcar de Barrameda, que arranca en su historia a mediados del siglo XV para llegar a la actualidad, con mayores o menores vaivenes, en un rico devenir de ayuda al necesitado.

Con esta comunicación se pretende difundir su pasado, conocido gracias a la labor del historiador dieciochesco Juan Pedro Velázquez Gaztelu, su Regla, y su aún rico patrimonio arquitectónico y artístico, poniendo por límite el duro trance de la desamortización decimonónica, que nos permite conocerlo con fidelidad, gracias a los inventarios efectuados.

I. LOS ORÍGENES: LA PRIMITIVA FUNDACIÓN DEL HOSPITAL DE LA SMA. TRINIDAD EN 1441

Una nueva institución va a surgir en la Sanlúcar de mediados del siglo XV gracias a la familia de los Lugo, concretamente al gallego Alonso Fernández de Lugo y su esposa Catalina Martínez de Luna que, al principio avecindados en Sevilla, se instalaron en la ciudad, jugando su hijo un papel destacado en la conquista de las Islas Canarias1. En el arrabal de chozas y pequeñas cabañas que iban surgiendo en el arenal, que con el tiempo formarían el Barrio Bajo, bajando la cuesta de Belén y dejando atrás la Puerta de la Mar, a la sombra de la barranca coronada por el palacio de los Guzmanes, inmerso en el trapicheo comercial y artesanal de un babilónico gentío de nacionalidades y religiones de bretones, ingleses, italianos y norteafricanos, fundarán el 11 de junio de 1441 una iglesia y hospital anexo bajo la advocación de la Sma. Trinidad, que será el primer edificio religioso de la zona, para aliviar las necesidades de los aventureros y veteranos que volvían de las Islas Afortunadas, y una hermandad constituida por veinticuatro hermanos que ejercieran todas las obras de Misericordia con los pobres desamparados. A cambio

1 VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., Catálogo de todas las personas ilustres y notables de esta ciudad de Sanlúcar de Barrameda, desde la mayor antigüedad que se ha podido encontrar en lo escrito, hasta este año de 1760. Estudio preliminar, trascripción y edición literaria de Fernando Cruz Isidoro, Sanlúcar de Barrameda, 1996, p. 294.

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se reservaron su patronazgo, con derecho a entierro en la capilla mayor, conservándose la lauda funeraria de Alonso, arrimada al muro del Evangelio, de mármol azulado y en bajorrelieve, de las pocas góticas que subsisten en la provincia, con el personaje de cuerpo entero y frontal, a tamaño natural y aspecto aburguesado, con larga túnica de caídas verticales, anchas mangas recogidas en las muñecas, manos en oración, tocado con sombrero de copete, pies descansando en dos pequeños leones, y la inscripción por orla: “Señor aved merced de tu siervo Alonso de Lugo, que pide se alvergue, entre los que desechan el mundo. Pasó año de 1450” (fig. 1). En cuanto a la capilla, de reducidas proporciones, es de fábrica mudéjar de ladrillo, nave rectangular horadada por nichos para encajar retablos, y capilla mayor resaltada por severo arco de triunfo de medio punto sobre pilastras y cartabones en las enjutas, destacando las dos cubiertas de tradición mudéjar, especialmente la de la cabecera, de lima-bordón y decoración de lacerías y estrellas (fig. 2).

Fig. 1. Lauda funeraria de Alonso de Lugo. Iglesia de la Santísima Trinidad.

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Fig. 2. Iglesia de la Santísima Trinidad.

Esta Hermandad de Obras de Misericordia, gracias a las rentas que fue incorporando y a las limosnas, amplió en los años siguientes sus expectativas, mezclando la curación de enfermos con la asistencia al menesteroso, dotación de huérfanas, redención de cautivos y entierro y misas en sufragio de ahogados y ajusticiados, dejando huella documental en el archivo municipal desde 1515. Sobre la capilla, y ante el aumento del vecindario del nuevo barrio, instituirá el VIII duque de Medina Sidonia don Manuel Alonso Pérez de Guzmán una ayudantía de parroquia en 1627/28, pues la única existente por entonces era la de Ntra. Sra. de la O, en el Barrio Alto, junto a su palacio, y arrimada a ella, en una casa de la hermandad, un colegio para los Niños de la Doctrina que servirían al culto del Santísimo, sufragando la reforma y el ajuar. Esta disposición, que provocó suspender la labor sanitaria y reanudarla en precario en una casa contigua, durante unos 17 años, disgustó enormemente a la Hermandad de las Obras de Misericordia, llamada de la Beatísima Trinidad, obligada a compartir el inmueble, pues aunque contribuyó a la mejora de su patrimonio con altares, como el mayor, disensiones internas provocaron su desintegración al dividirse sus componentes en tres cofradías distintas: la que siguió empleando tal titulación, la del Santísimo Sacramento, creada para honrar la Sgda. Forma, llamada Esclavos del Santísimo, y la de Ntra. Sra. de los Desamparados, mal avenidas entre sí y peor con el rector impuesto, el párroco, lo que provocó la pérdida de la labor asistencial y de parte del patrimonio. La de la Trinidad se extinguió en 1749;

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la Sacramental continuaba con inusitada fuerza en 1758, y la que nos interesa, la de los Desamparados, dejó su capilla en 1645 para trasladarse a la nueva iglesia y hospital que levantó en la calle de San Juan2.

II. LA PRIMITIVA CAPILLA Y HOSPITAL DE LOS DESAMPARADOS

Para el nuevo edificio, hoy desaparecido por la reedificación dieciochesca de la actual plaza de San Roque, recibieron el apoyo de la Casa Ducal, en concreto del Patriarca de las Indias y arzobispo de Tiro don Alonso Pérez de Guzmán, hermano del VIII duque don Manuel, que les cedió ese año de 1645 para dar cobijo de noche a los pobres y transeúntes, una casa que había sido burdel público, “la Casa de la Mancebía o de la Ramería”, propiedad en la calle San Juan, que rentaba una curiosa suma, recogida en libranzas al menos desde 1566, aunque el establecimiento existía al menos desde 1502 en distintas ubicaciones sobre el vecindario del Barrio Bajo, primero en la calle Alcoba y luego en la Tenería, bajo control municipal, pues el ayuntamiento proporcionaba personal sanitario, corriendo desde 1591 con el gasto de un cirujano, siendo clausurado por orden de una pragmática de Felipe IV en 1623. El Patriarca entregó el inmueble en propiedad por escritura dada en Madrid ante el escribano público Juan de Burgos de 31 de mayo de 1661. Como el 22 de julio de 1631 el duque don Manuel, que había forzado el traslado, les había entregado 4.000 reales por escritura pasada ante el notario Luís Díaz Palomino, en compensación por su propiedad, ahora se usaron en parte para acondicionar la nueva, quedando obligada la hermandad a decir en la capilla 50 misas anuales en sufragio por los fallecidos en pobreza. Además, el duque en la cláusula 105 de su testamento dejó una renta anual de 200 reales para comprar dos vestidos a los dos hermanos que se dedicasen a recoger de ordinario los cuerpos de los fallecidos por el arenal y las calles sanluqueñas. A pesar del traslado, la hermandad siguió manteniendo la propiedad de la iglesia de la Trinidad, donde siguieron celebrando sus funciones anuales, cabildos y otros ejercicios religiosos hasta 1672, siempre con roces con los párrocos, hasta que ese año decidieron el “traslado” legal e irrevocable, solicitando permiso al provisor arzobispal Antonio Bastán y Arostegui3.

III. LA HERMANDAD DE LAS SANTAS OBRAS DE MISERICORDIA Y NTRA. SRA. DE LOS DESAMPARADOS: LA REGLA DE 1643.

Heredera de la primitiva hermandad de Misericordia, sus reglas fueron renovadas en 1643, terminándose de escribir el 6 de junio y confirmadas el

2 VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., Fundaciones de todas las iglesias, conventos y ermitas de Sanlúcar de Barrameda, (año 1758). Estudio preliminar y transcripción de Manuel Romero Tallafigo, Sanlúcar de Barrameda, 1995, pp. 109-117, 487. Del mismo autor: “Relación historial del principio, origen y progresos de la muy humilde Hermandad de la Santa Caridad, sita en el Hospicio de Desamparados de esta ciudad (1759) “, transcripción de Manuel Toribio García, en Hermandad de la Santa Caridad y Pobres Desamparados de Sanlúcar de Barrameda, Sanlúcar de Barrameda, 1991, pp. 84-88, 90.3 VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., Fundaciones de todas las iglesias... op. cit. pp. 487-488. Del mismo autor: “Relación historial del principio... op. cit. pp. 89, 90-92.

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25 por el doctor Jacinto de Sevilla, provisor y vicario general del arzobispado hispalense, en nombre del cardenal Gaspar de Borja y Velasco, obispo de Albano y arzobispo de Sevilla, y refrendada por el licenciado Bartolomé de Lisbona, notario apostólico. Eran hermanos mayores el licenciado Juan de Portocarrero y el caballero de Santiago José Bracamonte; mayordomo Juan González Mirguete; y diputados los licenciados Luís Parrilla, Francisco Gordillo, Diego Gallardo de Ormandía, Andrés de Alvarado, Antonio de Moya, Ricardo Birtiel, los alféreces Andrés Rangel y Marcos de Olibera, y los señores Jacinto Pacheco, Pedro Trugillo, José de Escobar, Domingo Jácome, Ignacio de Acosta, Féliz de Orillo, Cristóbal Deza, el capitán Ruiz Gómez Dávila, Simón del Valle, Juan de Campos, Manuel Carrillo, Jorge Rodríguez, Manuel de Silva, Francisco Carvallo y Manuel Duarte Zamudio.

El documento se abre con la titulación “Muy Humilde e Ilustre Hermandad de la Santa Caridad de Ntro. Sr. Jesucristo”, el visto bueno del fiscal licenciado Jerónimo de Almenayer Espínola, que sólo impone la obligación de estar siempre los hermanos sujetos a la visita del ordinario y no perjudicar los derechos parroquiales, y la subsiguiente aprobación. Tras la invocación a Jesús, María y José y el principio fundamental de la Regla, prosigue la exhortación a los hermanos, de enorme interés, pues recoge el ideario de exaltado amor al prójimo propio de esta asociación, intentando que la Regla permitiese “despertar la caridad ardentísima de Dios y del prójimo en nuestros corazones, inflamándolos en el amor de nuestro Creador...”, pues hace notar lo vacío y falso de “la fe sin obras”, y la necesidad de realizar con el prójimo todas las obras de Misericordia con verdadero amor. Es significativo, en la trascendencia del mensaje, aclarar que sus componentes debían ejercer personalmente la labor caritativa sin delegar en nadie, lo que podría ocurrir con los nobles que viesen en tal cometido menoscabo de su posición social, empleando para asentar ese deber el ejemplo: “Nuestro padre Abraham, rico y poderoso era, y pudiendo mandar a sus criados cuidasen de los pobres peregrinos, no lo hacía; sino en sus hombros traía el venerable padre las terneras para regalarlos; porque no sabía si Dios, nuestro Señor, se agradaría más del dolor de sus hombros que del regalo del hospedaje”. Continúa con las obras de misericordia a ejercer y la actitud a seguir: “Bueno es hospedar los peregrinos, y cuidar del regalo y alivio de los enfermos; pero servirles con humildad en público y en secreto es de mayor estima delante de Dios”, añadiendo que la humildad era la única base para ejercerla, advirtiendo al componente nobiliario que al entrar en la Hermandad debía abandonar toda altivez: “A esto responden los vanos amadores del mundo y su mentirosa farsa, que no es decente a la nobleza estas bajezas: ¿Y quién ha hecho que sean bajezas obras tan agradables a Dios, sino la soberbia, que ha distinguido tanto los hombres unos de otros, que parecen de diferentes naturalezas, siendo hijos de un padre y de una madre?”. Un claro mensaje, incluso de carácter social, que refuerza con el temor al castigo de las penas infernales: “id malditos de mi Padre al fuego eterno con Satanás y sus ángeles, porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, estuve desnudo y no me vestisteis. Parece

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que no se acuerda, nuestro Señor, de otros pecados; porque el que no tiene caridad, está expuesto a tenerlos todos”4.

Tras una nueva invocación a la Trinidad, y en reverencia a la Virgen de los Desamparados, elegida como abogada e intercesora ante Cristo, se despliega el tenor del reglamento en 49 capítulos y 2 adiciones finales. El I vuelve a recoger su finalidad caritativa, similar al ideario de la Hermandad sevillana con antelación a la reforma de Miguel Mañara, la de enterrar a los muertos que nadie recogía, y la asistencia a los condenados en la cárcel: “y porque a los pobres ahogados en el mar y los que se quedan muertos por las calles y otros imposibilitados y desamparados, no hay quien les entierre como era razón, y Dios manda. Y así mismo, los pobres desamparados de la cárcel no hay quien hable por ellos, ni acuda a sus negocios por no tener con qué, y otras muchas necesidades que hay en esta ciudad, sin haber quien las socorra, para esto fundamos esta nuestra Santa Hermandad, para asistirles y favorecerles conforme a nuestro posible”5. El II capítulo limita a 300 el número de hermanos seculares, “para que los dichos sirvan a los pobres y pidan por las calles limosnas para enterrarlos y favorecer demás necesidades”, y el III permite que puedan formar parte todos los sacerdotes y clérigos que quisieran, sin pagar cuota de entrada ni luminaria, aceptando la condición de “acudir con sus sobrepellices a los entierros de los pobres desamparados y ajusticiados y demás hermanos de nuestra santa hermandad”6. La cuota se establece en el capitulo IV en tres ducados de ingreso, si fueran solteros, y seis si casados, recogiendo en el V que siempre con aprobación de los hermanos mayores, diputados del mes y mayordomo, no siendo inconveniente no tener esa cantidad, pues podrían pagar poco a poco. Además, cada año tendrían que dar de limosna un real, dos si eran casados. Como se establece un cupo, el capítulo VI recuerda que sólo podría recibirse un nuevo hermano cuando otro falleciera o hubiese dejado la ciudad, y el VII, que pudiesen ingresar los justicias mayores de tres en tres años, o cuando quisieran, sin pagar entrada “para que nos favorezcan y ayuden en favor de los pobres”. Como hacían falta criados para las labores de esfuerzo físico, por muy buenas intenciones que se pretendieran, el capítulo VIII permite admitir por muñidores y para servir de porteadores hasta una docena de “pobres mozos y de buena vida”, para que “vayan por los ahogados y difuntos, y lleven los pobres al hospital”, descargando de tan pesada tarea a los hermanos, y a cambio se les ayudaría “en sus adversidades” y enterraría. El IX deja entrada libre a cuantos médicos y cirujanos quisieran, sin cuota alguna, para que tratasen bien a los pobres en los hospitales donde trabajasen y visitaran a los enfermos indigentes de la ciudad7.

4 “Regla de la Muy Humilde e Ilustre Hermandad de la Santa Caridad de Ntro. Sr. Jesucristo”. Sevilla, 25 de junio de 1646, reimp. Sanlúcar, Miguel Salido de la Cal, 1892. En Hermandad de la Santa Caridad y Pobres Desamparados... op. cit. pp. 99-110.5 Ibídem p. 111.6 Ibídem. pp. 111-112.7 Ibídem. pp. 112-113.

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La forma de enterrar a los ahogados o fallecidos en las calles se recoge en el capítulo X, anotando que habría que trasladarlos con sus ropas desde ese sitio “al lugar donde se ponen”, para desde allí efectuar la ceremonia, acompañando una docena de hermanos con velas decoradas con la insignia del Santo Cristo y de Ntra. Sra. de los Desamparados, presididos por el capellán, y seguidos por seis pobres con hachas de cera. Si se incorporaba la cruz parroquial con los beneficiados y sacerdotes, la hermandad sacaría su estandarte, y la docena de hermanos cogería otros tantos hachones encendidos y el resto velas. Quién incumpliere este deber tendría de multa una libra de cera. En el capítulo XI se anota que para enterrar pobres de solemnidad, se daría cuenta a los beneficiados de la parroquia, por si ellos quisieran efectuar el sepelio, lo que no era habitual a tenor de la expresión “y si gustaren que los enterremos nosotros, como cada día hacen”, se depositarían primero en el lugar acostumbrado y luego la habitual ceremonia. La forma de proceder con los ajusticiados se declara en el cap. XII. Se debía ir a la cárcel para acompañarles con el estandarte, insignias y cera hasta el lugar del ajusticiamiento, y se recogería su cadáver. Por cada pobre, se establece en el XIII una misa cantada de cuerpo presente, trasladándose al día siguiente si el óbito fuera por la tarde8.

En el capítulo XIV aprueba el uso de una silla de manos para trasladar los enfermos al hospital, y un uniforme azul con sombrero para cuatro porteadores, acompañando el hermano mayor, diputado del mes y mayordomo. Dos procuradores acudirían a la cárcel para intervenir a favor de los pleitos de los pobres, y el día de visita acudiría el hermano mayor para consolarlos y rogar a la justicia por ellos, ayudándoles en lo posible, según establece el cap. XV. Esa ayuda se amplía en el XVI a los pobres enfermos pasajeros o transeúntes a Sevilla o Cádiz, a los que se buscaría embarcación, se les daría comida para el camino, y unas mantas para abrigarse, que debían devolver al arraez o capitán del barco para que pudieran servir de nuevo. Mientras que en el XVII la obligación de buscar cabalgadura a aquellos que fuesen de camino a Jerez, El Puerto de Sta. María u otros lugares9.

El capítulo XVIII establece que los diputados del mes debían acudir al hospital y al albergue de pobres al menos tres días a la semana para comprobar sus necesidades, y todas las veces que fueran requeridos al hospital; mientras que en el XIX el rondar todas las noches por las calles para recoger pobres enfermos o forasteros y llevarlos al albergue hospitalario. De todos sería inexcusable, según el cap. XX, el recoger a cualquier muerto de la calle o enfermo de peligro, o mandar llamar al hermano mayor, diputado o mayordomo, con pena de seis libras de cera “y lo borraremos de nuestro libro de hermandad, porque no cumplió con su obligación”. Y según el XXI, pedir para los indigentes, visitarlos y ayudarlos

8 Ibídem. pp. 114-115.9 Ibídem. pp. 115-116

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en sus posibilidades; lo que se hace obligación en el cap. XXII cuando recibiera mandato de los oficiales para velarlo y cuidarlo10.

Establece la voluntad de decir cuantas misas se pudieran por difuntos, hermanos y bienhechores en el altar de Ntra. Sra. de los Desamparados (cap. XXIII), y sacar con cada una un ánima, para lo que sería necesario bula papal (XXIV). De entre los hermanos sacerdotes, cada año se elegirían dos capellanes de pobres, con el deber de ir hasta donde fallecieran y hacerles enterrar (XXV). Se preveía que la hermandad aumentara en un futuro, por ello se recoge en el cap. XXVI la posibilidad de dar de comer a los pobres de la cárcel, redimir cautivos y casar huérfanas11.

En los tres capítulos siguientes se establece la forma de los entierros. En el XXVII que tras conocer el mayordomo la muerte de un hermano, debía avisar al muñidor mayor para que pregonase por las calles como esa persona había fallecido y vivía en tal sitio, debiendo acudir al sepelio todos los miembros de la hermandad que estuvieran en la ciudad, bajo pena de una libra de cera, salvo los impedidos o enfermos. Se sacaría el estandarte precedido de los cinco muñidores “como van por los pobres”, y antecederían a la cruz parroquial veinticuatro hermanos con hachas de cera, siguiendo tras el féretro el resto con velas, siendo llevado el finado en hombros hasta la iglesia donde se enterrare, y asistir al oficio. La procesión regresaría a su templo y el resto de hermanos iría hasta la casa del fallecido para acompañar en el duelo. A esta labor asistencial de entierro quedaban adscritas las mujeres de los hermanos, si habían pagado el ingreso en la corporación, con misa cantada de cuerpo presente, con diácono y subdiácono. Si era un hijo de hermano se enviarían seis hachones, y si el hermano daba una limosna para los pobres, debían acudir todos los miembros de la cofradía (XXVIII); beneficio que se ampliaba a cualquiera que quisiera ser enterrado por la hermandad y no fuera pobre, ya que sólo debía entregar limosna suficiente para los pobres, “al parecer de nuestro hermano mayor, diputado del mes y mayordomo”, con la misma pompa que tendría un miembro (XXIX)12.

En cuanto a la liturgia de misas, establece honras el día de difuntos con misa cantada y sermón por las ánimas de los pobres, hermanos y bienhechores, a la que debían acudir todos para ganar el jubileo concedido por Paulo V (XXX); que también se ganaba en la misa cantada de la Inmaculada (XXXI); de la Sma. Trinidad, titular inicial de la corporación, a celebrar en la Santa Casa (XXXII); de San Andrés (XXXIII); y en la de San Diego, ampliado con otras gracias e indulgencias (XXXIV)13.

10 Ibídem. pp. 116-11711 Ibídem. pp. 117-11812 Ibídem. pp. 119-12013 Ibídem. pp. 120-121.

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El XXXV recoge cómo los integrantes debían obedecer al hermano mayor, mayordomo y diputados en todo lo referido a los pobres; mientras que el XXXVI el recibir cuantas limosnas se entregaren, velando porque no se malgastara un maravedí, y el XXXVII cumplir la voluntad del hermano que dejase una cantidad para dotar a hijas de miembros fallecidos. De todos los bienes se haría inventario por el mayordomo, que tendría siempre las cuentas al día para justificar cualquier movimiento (XXXVIII); porque no se podría gastar ninguna limosna ni manda sino en obras de misericordia en servicio de los pobres (XXXIX), por lo que el mayordomo tendría prohibido gastar, vender o enajenar sin la aprobación del proveedor, hermano mayor y diputados (XL)14.

Para llevar a cabo sus altos fines, se debían establecer lazos de cariño entre los hermanos, debiéndose amonestar y corregir en secreto a quién tuviese mala conducta, y si no cambiaba, se debía comunicar al hermano mayor para que lo amonestase o lo borrase de hermano (XLI). Para tratar del buen gobierno, fija en el capítulo XLII un cabildo anual de elecciones para nombrar los oficios de proveedor, hermano mayor, mayordomo, tesorero, escribano y veinticuatro diputados, precediendo el juramento que lo harían en conciencia y acudirían a los cabildos ordinarios, sin tener en cuenta amistad, parentesco, odio ni obligación a ninguna persona, “sino a aquellos que fueran aptos y suficientes”. Los oficiales, tras ser elegidos, harían otro juramento ante el proveedor del año anterior, que los llamaría uno a uno, reiterando que velarían por los pobres y respetarían la Regla, guardando el orden y secreto de la mesa, y comprometiéndose por un año (XLIII). Para evitar abusos, los oficiales no podrían volver a ser reelegidos en dos años (XLIV), aunque en el capítulo XLVII se prevé la posibilidad de reelección por alguna conveniencia; y podrían ser oficiales los seglares y sacerdotes, con la única salvedad que mayordomo y tesorero fueran de buena reputación y tuvieran suficientes medios económicos, “hombres de hacienda” (XLV)15. A ambos, los diputados les podrían pedir cuentas siempre que “vieren corren detrimento los bienes de la cofradía y de los pobres” (XLVI), y si alguno de los oficiales abandonaba la ciudad más de un día, debía dejar sustituto (XLVIII)16. El capítulo XLIX cierra la Regla ordenando no variarla en el futuro si no era con aprobación de cabildo pleno a campana tañida y con escribano que diese fe, y sólo cuando fuese en provecho de los pobres. Cumpliendo ese espíritu, se añadieron dos adiciones para ampliar los fines caritativos y la reglamentación interna. En la primera la necesidad de recoger a los muchachos que estuvieren vagabundeando por las calles para evitar que cayesen en delitos, llevándolos junto a sus padres, y si éstos los hubiesen abandonado “e ídose a otras tierras, como suelen hacer”, buscarles casa como criados donde los cuidaran con amor. En la adición segunda que las madres de los sacerdotes hermanos no debían pagar al ingresar, gozando ellas y sus

14 Ibídem. pp. 121-122.15 Ibídem. pp. 122-124.16 Ibídem. pp. 124-125.

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maridos de entierro, si ese sacerdote daba dinero para los pobres, y si no tenía madre, que ese privilegio se pasara al hermano o hermana que viviera con él. Se añade la coletilla de que si asistían a entierro de pobre por obligación, ajena a la hermandad, no había que entregarles nada. En cuanto a la reglamentación interna, que los cabildos quedaran presididos por el proveedor y hermano mayor, y si ambos faltaren, los que hubiesen ejercido los cargos el año antes, o en su defecto, el sacerdote decano. A su mano derecha se sentarían los clérigos según llegaran, prevaleciendo los que ocupasen cargo en la hermandad, y en el izquierdo los seglares, presididos por los oficiales. El proveedor asistiría a las juntas generales y particulares, con obligación de proponer lo más conveniente, dirigiendo los cabildos, y firmar los decretos, libranzas y todo lo escrito de importancia, debiendo controlar las cuentas y diputar hermanos para las diferentes necesidades. El hermano mayor podría sustituirlo en esos cometidos. El mayordomo tendría el control de los bienes y de cualquier gasto, y ordenaría al muñidor llamar a los hermanos para acudir a los entierros y al hermano mayor para todo lo necesario. El tesorero se haría cargo de las cuentas del día, anotando cada maravedí, y de guardar las cartas de pago que controlarían el proveedor, hermano mayor, mayordomo y diputados del mes. Los diputados acudirían a las juntas generales y a las ordinarias, celebradas cada quince días, y asistirían en todo; el escribano pondría por escrito lo acontecido en esas reuniones y rubricaría los documentos emitidos, como memoriales, cartas, mandas y obras pías, llevando un libro callejero de hermanos para su control. Finalmente, recoge que debía haber cuatro camas en el hospital para refugio de pobres transeúntes y enfermos recogidos por las calles, que sólo podrían permanecer hasta tres días, tiempo establecido para llevarlos al hospital más conveniente. Cierra con la ordenanza de que si algún hermano desobedecía en dos ocasiones el mandato de los oficiales sería expulsado.

La Regla se reimprimió en 1744, siendo hermano mayor proveedor el regidor perpetuo Gaspar de San Miguel y Perea, y hermano mayor acompañado, o sea su ayudante, Félix Martínez de Espinosa, regidor y contador público. Una 3ª edición se hizo en 1815, con Ramón Trapero como hermano mayor proveedor, que era teniente de fragata retirado de la Real Armada, y hermano mayor acompañado Justo de Arizón, teniente de navío. Finalmente una cuarta, en 1892, que ha sido la utilizada, impresa en Sanlúcar por Miguel Salido la Cal. Era hermano mayor en esa fecha Francisco de Fuentes y Merino; proveedor el conde de Aldama; mayordomo Rodrigo de la Peña; tesorero Francisco Colóm y Víctor; diputados José Sánchez Marcos, Esteban Ruiz de la Cruz, Francisco Fernández Río y Servando Repetto; capellán Francisco Sánchez Ruiz; muñidores José Rodríguez Pozo y Manuel Pérez Ruiz; y secretario Rafael de la Cruz Moyano17.

17 Ibídem. pp. 127-130.

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IV. EL APOYO DE LA FAMILIA EÓN DEL PORTE Y EL GOBIERNO

Desde el traslado definitivo de 1672, la hermandad cambió su titulación a Casa de la Caridad de Ntra. Sra. de los Desamparados, aunque no pudo celebrar misa hasta mayo de 1686, en que recibió facultad del arzobispo hispalense, sucediéndose diversas gracias, como en 1694 por el arzobispo Jaime de Palafox y Cardona para enterrarse allí el que lo deseara; el 3 de agosto de 1695 poder levantar campanario, capilla y retablo mayor con uso público; o en 1703 que los pobres que se llevasen a enterrar a la parroquia gozaran del privilegio de la Cruz alta, por “los mismos moderados derechos que se exigían en la Santa Caridad de Sevilla, con quién ésta ha estado siempre hermanada”. Ya tenemos, junto a la propia Regla, otra afirmación temprana de vinculación con la hispalense18.

La fuerte presencia del clero sanluqueño en esta hermandad, que demuestra el Libro ocurrente de elecciones de oficiales de la cofradía, principiado en 1689, garantizó por años su labor asistencial, pero discordias internas de funcionamiento provocaron la espantada de ese estamento en los primeros años del siglo XVIII, quedando sólo los hermanos seculares, y además en corto número, por lo que estuvo a punto de extinguirse, hasta encontrar apoyo decidido en la familia Romero Eón del Porte19. El capitán Juan Eón del Porte, de familia francesa avecindada en la ciudad a mediados del siglo XVII, regidor desde 1682, instituyó en 1686 un mayorazgo de crecidas rentas en beneficio de la institución sobre 300 aranzadas de tierra y diversas casas, como la propia principal de la calle Bolsa, con la que sufragar seis camas de incurables en su hospital y la asistencia básica de los mendigos que se acogiesen temporalmente a su asilo, y regaló obras de arte, como recoge el marco del lienzo de la Presentación de Jesús al pueblo o Ecce-Homo: Año de 1694 / dio esta / moldura / de li / mosna / a la Casa / Don Juan / Eón / Porte. (fig. 3) Como no tuvo descendencia, al fallecer en 1696 el mayorazgo lo disfrutaron tres sobrinos, hijos de su hermana Ana, que estuvo casada con el capitán Juan Díaz Romero: el caballero santiaguista Jerónimo Díaz Romero Eón del Porte, regidor desde 1705 y castellano del fuerte de San Salvador desde 1712, el presbítero licenciado Francisco Romero, predicador de Su Majestad, y Catalina Díaz Romero Eón del Porte, quienes beneficiaron continuamente a la hermandad, como su otro hermano Juan José Díaz, regidor también desde 1705, que debió entregar en 1694 el cuadro del Beso de Judas, pues en el marco se lee: Año de 1694 / dio esta / moldura / de li / mosna / a la Casa / Don Joseph/ Romero / Porte. (fig. 4) Jerónimo, a la hora de testar en 1713, dejó limosna de 1.250 reales para 50 misas a celebrar en la Santa Casa para los pobres que allí se acogían, y la Virgen de los Desamparados con su ajuar, titular de la hermandad: “por cuia hechura dio dicho capitán don Gerónimo Díaz Romero cien pesos y para una

18 VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., Fundaciones de todas las iglesias...op. cit, pp. 44, 488. Del mismo autor: “Relación historial del principio... op. cit. pp. 89-9219 VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., Fundaciones de todas las iglesias...op. cit, pp. 488-489. Del mismo autor: “Relación historial del principio... op. cit. pp. 92-93.

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corona de filigranas que tiene costó ochenta pesos” (fig. 5); el presbítero Francisco 4.322 reales en 1717 y diversas obras de arte cuando ejerció de hermano mayor, como el lienzo con el Emblema de la Santa Caridad, donde se representa una cruz arbórea latina sobre un corazón inflamado cargado con la paloma del Espíritu Santo, emitiendo fortísima luz, entre lambrequines de cortezas con los atributos de la pasión de Cristo y abajo las Cinco Llagas franciscanas, pues el marco lleva la inscripción: Dio esta / moldura / de limosna / a la Casa / siendo / Hermano Mayor / el doctor Don Francisco / Romero Porte. (fig. 6) Cuando Catalina falleció en 1744, el mayorazgo recayó por entero en la Santa Caridad, en parte gracias a la labor de mediación del regidor e historiador Juan Pedro Velázquez Gaztelu, que pertenecía a la hermandad, por todo lo cual el escudo de los Romero Eón del Porte campea con orgullo en la bóveda de la sacristía20.

Fig. 3. Anónimo. Presentación de Jesús al pueblo. Hacia 1694. Óleo sobre lienzo. Iglesia de Ntra. Sra. de los Desamparados.

20 TORIBIO GARCÍA, M., “Los Eón del Porte y la Santa Caridad de Sanlúcar” en Sanlúcar de Barrameda nº 34, 1998, s./p. Sobre esta familia véase además: VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., Catálogo de todas las personas ilustres... op. cit., pp. 174, 433.

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Fig. 4. Anónimo. Beso de Judas. Hacia 1694 Óleo sobre lienzo.Iglesia de Ntra. Sra. de los Desamparados.

Fig. 5. Anónima. Ntra. Sra. de los Desamparados. Escultura en madera policromada anterior a 1713, policromía de Francisco Alanís, 1762. Iglesia de Ntra. Sra. de los Desamparados.

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Fig. 6. Anónimo. Emblema de la Santa Caridad. Hacia 1717. Óleo sobre lienzo.Iglesia de Ntra. Sra. de los Desamparados.

V. LA CONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA DE LOS DESAMPARADOS, EL HOSPITAL DE LA CARIDAD, Y LA LABOR DEL HERMANO MAYOR GASPAR DE SAN MIGUEL Y PEREA

La idea de levantar iglesia propia, con su anexo hospitalario, empezó a fraguarse tras el privilegio concedido por el arzobispo Palafox en agosto de 1695, que intentó llevar a la práctica el presbítero Francisco Romero cuando fue Hermano mayor, y para ello cumpliendo su voluntad, tras su fallecimiento, su albacea testamentario el presbítero Luís Muñoz entregó cuantiosa limosna. Gracias a ese legado y al mayorazgo de su tío, la empresa se retomó en 1724 tras la oportuna licencia del arzobispo de Sevilla Don Luís de Salcedo, que pudo comprobar la labor asistencial de la hermandad en su visita a Sanlúcar, que además ordenó diesen traza y condiciones los arquitectos Ignacio Díaz de los Reyes (fallecido en 1748) y Juan Rodríguez (fallecido en 174921). El primero era hermano del Maestro de fábricas del Arzobispado Diego Antonio Díaz, a quién el prelado encomendó importantes obras en Jerez, donde ejercía la plaza de Maestro de obras de su Colegial (al menos entre 1727-43), y en Trebujena22; mientras que Juan Rodríguez, natural de Morón

21 TORIBIO GARCÍA, M., “Arte y Artistas en la iglesia de los Desamparados de Sanlúcar de Barrameda siglo XVIII”, en Sanlúcar de Barrameda nº 28, 1992, s./p. SANLÚCAR DE BARRAMEDA 1752. SEGÚN LAS RESPUESTAS GENERALES DEL CATASTRO DE ENSENADA. Madrid, 1995, pp. 413-414. 22 AROCA VICENTI, F., “La Historia del Arte en Jerez en los siglos XVIII, XIX y XX”, en Historia de Jerez de la Frontera, t. 3 El Arte en Jerez, Cádiz, 1999, pp. 112-113. De ese autor, Arquitectura y Urbanismo en el Jerez del siglo XVIII. Jerez, 2002, pp. 188-190, 204-205, 213. SANCHO CORBACHO, A., Arquitectura Barroca Sevillana del Siglo XVIII. Madrid, 1984, pp. 149, 177-178. FALCÓN MÁRQUEZ, T., Arquitectura Barroca en Jerez, Jerez, 1993, p. 52.

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y vecino de Sanlúcar, era un constructor de fama consolidada en la ciudad, autor de importantes casas principales y futuro tracista, hacia 1728, de la iglesia de San Francisco “el Nuevo”, que levantó con ayuda de sus hijos Antonio y Lázaro Rodríguez, que la concluyó por su muerte23. Como era lógico, Ignacio Díaz sólo participó en el diseño, ocupado como estaba en Jerez, y Rodríguez quedó como su constructor, con título de Maestro de obras de albañilería de la Santa Casa de la Caridad. El inicio se demoró aún unos años, pues en 1727 cuando el arzobispo realiza su visita pastoral, señala que “la iglesia ha de construirse en la Plazuela de la Panadería”, abriéndose los cimientos al año siguiente24, y la obra tardaría aún más en arrancar, pues la actividad se concentró primero en levantar una nueva y espaciosa enfermería a partir de 1732 por el hermano mayor Pedro Manuel Durán y Tendilla, con el legado del presbítero, ya que había que demoler la que pocos años antes había labrado el sacerdote, contigua a la panadería baja (actual Biblioteca Rafael de Pablos) y con puerta a la plazuela de San Roque, pues su espacio se necesitaba para el nuevo templo25. En 1745 la iglesia, de fábrica de ladrillo de nave única, había llegado a la altura de cornisas, aunque cubierta de forma tosca por falta de medios, como se desprende del informe del maestro Juan Rodríguez: “sacar de cimientos y criar yglesia, sachristía, caxa de escalera con otra piesa destinada para recoxer sacerdotes, cuya piesas, cuando don Luís Muñoz murió, quedaron envaradas para recibir las primeras maderas y el cuerpo de yglesia en el cerramiento del cuerpo de luces, las que después se siguió hasta envararla, enmaderarla, y coserle las aguas, de orden del señor don Pedro Guerrero, vicario de las yglesias desta ciudad”26.

Desde 1741 o 1742, ocupó el cargo de hermano mayor proveedor el regidor de la ciudad Gaspar de San Miguel y Perea27, reelegido sucesivamente hasta ser nombrado a perpetuidad pero con la ayuda de un acompañado, que dio un rumbo más firme a la corporación según palabras del historiador Velázquez Gaztelu, que quizás movido por subjetividad al ser familiar, primo y cuñado, lo exalta vivamente: “Este insigne hermano mayor, caminando por las huellas del famoso Miguel de Mañara, fundador de la Santa Caridad de Sevilla, si no le excede, le iguala, pues ocupa todo su tiempo en el aumento y prosperidad de su encargo”. Abona esa afirmación enumerando sus logros, como “resucitar la cofradía, y alistar en ella todo lo ilustre y bien acondicionado del pueblo”; la recuperación de rentas, legados y arreglo de las fincas del mayorazgo; el aumento de la caridad ejercida, elevando de 500 a 2.000 las raciones de pan que repartía el Miércoles Santo; o el interés por la terminación del edificio28.

23 VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., Fundaciones de todas las iglesias...op. cit, pp. 162-163.24 TORIBIO GARCÍA, M., “Arte y Artistas en la iglesia de los Desamparados .. op. cit, s./p. 25 VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., Fundaciones de todas las iglesias...op. cit, p. 489. Del mismo autor; “Relación historial del principio... op. cit. p. 93 26 TORIBIO GARCÍA, M., “Arte y Artistas en la iglesia de los Desamparados .. op. cit, s./p.27 Fue hijo único del capitán Gaspar de San Miguel y Morales y de Juana de Perea y Castillejo. Capitán de una de las compañías del tercio de milicias sanluqueña desde 1723 y regidor perpetuo desde 1741, casó con Margarita Velázquez Gaztelu, con la que tuvo tres hijos (Juan, Juana y Ana). VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., Catálogo de todas las personas ilustres... op. cit., p. 452.28 VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., Fundaciones de todas las iglesias...op. cit, p. 489. Del mismo autor; “Relación historial del principio... op. cit. p. 93

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Tras la muerte de Juan Rodríguez en 1749, su hijo Lázaro Rodríguez Portillo fue nombrado el 23 de junio maestro mayor de la obra. La demora en el cerramiento afectó a la solidez del templo, como se puso de manifiesto en la reunión capitular del 18 de febrero de 1757, donde se acordó “favorecer la obra de la yglesia nueva, así porque la iglesia amenaza ruina, como por la proporción que existe de caudal para dicho fin”, ordenando librar 4.000 reales para los 12.000 ladrillos y 600 quintales “de ambas especies”, refiriéndose a cal y yeso, con los que “principiar las bóvedas”. Se conserva un cuaderno de gastos que arranca el 27 de febrero de 1758, donde se anota desde esa fecha hasta el 1º de septiembre de 1759 un gasto de 29.948 reales y 47 maravedíes, y en una segunda fase entre el 15 de mayo de 1761 y el 30 de junio de 1762, 43.703 reales, que suman 76.201 reales y 47 maravedíes. En esos años, se reforzó la caja de muros, ya construidos, y se cubrió la nave con un cañón, articulado en tres tramos por arcos fajones y lunetos, media naranja rebajada en el crucero, y de nuevo cañón en la capilla mayor, elevando el coro a los pies. Se puede puntualizar algo la secuencia constructiva con algunos apuntes. En 1761 Lázaro Rodríguez recibió 179 reales por el “derribo y descombro de la yglesia vieja desta Santa Casa”, lo que implica que ya no era necesaria la capilla del XVII y la inminente terminación; y el cabildo de 30 de marzo recoge que sólo faltaba la “solería, puerta y un pedazo de sachristía”. Por esa estancia, el albañil cobró 1.500 reales.

En cuanto a los materiales, a Felipe de Osorio se compraron 9.000 ladrillos de Coria por 941 reales y a Fernando Prieto 12.000 por 765; el calero Francisco Gómez entregó 38 cahíces y medio de cal por 697 reales; Manuel del Villar 1.231 quintales y medio de yeso por 420 reales; y al cantero Manuel del Villar y Martínez se pagaron 200 pesos por la piedra y obra del presbiterio. Para levantar las bóvedas hicieron falta cerchas de madera, a cargo del carpintero Agustín Mateos por 307 reales; interviniendo en la decoración el escultor Pedro de Asensio y el dorador Antonio Espejo que recibieron 1.010 reales por “los cinco florones de la media naranja y bóvedas de la yglesia”. Las vidrieras las hizo Juan de Vargas Machuca por 1.112 reales, y sus marcos el cerrajero Manuel Rodríguez por 704 reales. Francisco Alanís policromó el portal de ingreso por 85 reales29.

El interior recibió una completa articulación, de prolija ornamentación barroca de yeserías con labores de lazo, quedando compartimentados los muros con suaves pilastras jónicas que reciben el entablamento, de moldurado arquitrabe, liso friso abombado y cornisa muy volada sobre pequeñas ménsulas espaciadas, donde cargan a plomo los fajones, decorados con lacerías de cadenetas de eslabones hexagonales con cajas cuadradas en posición romboidal, alternando las lisas y con roseta en su interior, salvo el fajón de los pies, que al desarrollarse en sólo la mitad de su anchura por encastrarse en la fachada, queda ornamentado por un juego de molduras de ángulos rectos al

29 TORIBIO GARCÍA, M., “Arte y Artistas en la iglesia de los Desamparados .. op. cit, s./p.

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modo de dobles dientes de sierra complementados. Destacan por su volumen, las cuatro grandes pilastras toscanas, con sus retropilastras jónicas del crucero, y la ornamentación de la media naranja rebajada sobre pechinas aveneradas, de nuevo enmascarada por una prolija labor de lacerías barrocas de yeso, donde combinan en alternancia ocho pilastras de cadenetas de ocho eslabones, con otros tantos triángulos truncados en su cúspide, cargados de elipse y diez cajas, que encajonan una clave en forma de disco con cuatro elipses entrelazadas y abiertas en forma de Ces, que se completa con una piña de madera dorada y policromada, recordándonos composiciones mixtilíneas del tratadista fray Laurencio de San Nicolás, recogidas en su Arte y Uso de la Architectura (Madrid, 1639, 1664), pues utiliza, combinándolas con libertad, las láminas que aparecen en el volumen I, cap. LIX, donde Trata de las labores con que se suelen adornar las bóbedas, en los folios 106 recto, 106 vuelto, 107 vuelto y 108 recto30. (fig. 7)

Fig. 7. Bóvedas de la Iglesia de Ntra. Sra. de los Desamparados.

De igual interés resulta el tratamiento del coro, apoyado sobre tres arcos fajones, más potente el que recibe el peso del ondulante y caprichoso pretil moldurado y dentellado, que apoya en saledizos gallonados en forma de medias copas. La fachada de los pies resulta demasiado inarticulada, contrastando su

30 Facsímil editado por Albatros, 1989.

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liso paramento rectangular vertical, con la portada de ingreso, un vano adintelado de sencillo recerco y enmarque de pilastras toscanas que soportan trozos de entablamento, friso cajeado horizontal, y cornisa de cierto vuelo dentellada con las aletas curvas de un frontón roto que lanza pequeños pináculos bulbosos con bolas. Al centro, el escudo pétreo policromado de la Santa Caridad, la cruz arbórea latina sobre corazón inflamado, cargado con el anagrama de María y el Inri, dentro de una elipse, coronada y con recerco mixtilíneo. Completa la inscripción COLLEGISTISME. Sobre el ángulo derecho carga sencilla torre de vano único para campana, abierto a la plaza con balcón metálico, de marcada imposta, clave y moldura, entre pilastras toscanas, movido entablamento de volada cornisa, y fachada lateral articulada por parejas de pilastras como las citadas, rematando el conjunto amplio basamento y tres pedestales. (fig. 8)

Fig. 8. Fachada de la Iglesia de Ntra. Sra. de los Desamparados.

La obra la concluyó el hermano mayo Gaspar de San Miguel para el 15 de mayo de 1762, “a toda costa y con el mayor pulimento”, venerando entretanto a la titular, Ntra. Sra. de los Desamparados, en la antigua capilla, “que se miró siempre como de prestado”, cuyas paredes estaban “cubiertas de elegantes pinturas de la Pasión de Nuestro Señor Jesuchristo, dádiva también de los caballeros Romeros, incansables bienhechores de esta Santa Casa”, espacio que aunque se previno para

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ampliar el alojamiento de los pobres, se demolió para levantar la sacristía actual, declarando Velázquez Gaztelu cómo la hermandad gastó en cuatro años, dos meses y dieciocho días la suma de 7.000 ducados de vellón.

La consagración del templo fue de lujo y muy solemne, ya que se aprovechó la presencia del arzobispo sevillano don Francisco de Solís Folch de Cardona, que lo bendijo el sábado 11 de septiembre acompañado de todo el Clero sanluqueño. La ceremonia continuó esa noche, cuando de forma teatral se iluminó el interior del templo, la calle San Juan y la Plaza mayor, actual del Cabildo, elevando un castillo de fuegos artificiales “que figuraban una fuerte batalla de cuatro galeras de fuego, con sus chalupas, contra un almenado y fuerte castillo”, al son de clarines y dulzainas, y durante toda una hora. Al día siguiente, se celebró función a Ntra. Sra. de los Desamparados, titular de la iglesia, con la presencia del cardenal, canónigos, ayuntamiento y devotos, y finalmente el día 13 otras misas y corrida de toros por la tarde en la plaza mayor31. (fig. 9)

Fig. 9. Tabla de la bendición de la Iglesia de Ntra. Stra. de los Desamparados.

31 VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., “Relación historial del principio... op. cit. p. 94-96

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Para la ocasión, la sacristía se enjalbegó por 12 reales y se colocó una vidriera por el farolero Juan de Vargas por 208 reales. Y quizás se amplió el grupo de la Virgen de los Desamparados, que se ha visto es una talla anterior a 1713, que en esos momentos el pintor Francisco Alanís encarnó y estofó por 738 reales. Responde a la vieja iconografía bajo medieval, de origen germana, puesta de moda con la Contrarreforma trentina, de Virgen de Misericordia, de pie y en actitud frontal, sobre peana que sirve de reclinatorio a los suplicantes, elevando las manos en actitud orante al tiempo que con su manto los acoge protectoramente, impidiendo, según la vieja iconografía, que sobre ellos se claven los dardos de la ira de su Hijo por el mal hacer de la humanidad. Abajo se dispone arrodillada una pareja de pobres, suplicando su protección, a la izquierda una mujer que cruza sus brazos sobre el pecho aceptando su voluntad, y a la derecha un varón, de incipiente barba y rudeza, que cruza sus manos pidiendo auxilio. (Ver fig. 5) El escultor Pedro Asensio ensambló el púlpito por 495 reales; el alfarero jerezano Miguel de Segura adornó el altar y otras zonas del templo por 316 reales; el platero Francisco Garzón arregló la plata por 21 reales; el cerrajero Juan González llevó 2.677 reales por diversas rejas, picaportes y cerraduras; y Francisco González fundió dos campanas por 1.645 reales. Obra documentada es la custodia de plata, por llevar inscripción de pertenencia a la Santa Casa y el año 1762, que complementan otras piezas, como un incensario, vinajeras, portapaz, bola pequeña, corazón, cruz, y plato petitorio, con la inscripción: fue donada a la hermandad en 1735 por un devoto. Enriquecían este ajuar los cuadros de la Pasión de Cristo de finales del siglo XVII, actualmente en la iglesia.

Años más tarde, en 1774, el ensamblador Andrés Marín concertó la hechura de su retablo mayor por 9.000 reales, el camarín de la Virgen en 1.500, y la pareja de ángeles lampareros en 600, que se conservan. El retablo, de dos cuerpos y ático, permanece en su color sin dorar, completando su iconografía un San Juan Bautista y un San Francisco de Asís en sendas hornacinas, y un remate con Dios Padre y el Espíritu Santo con su aureola. (fig. 10) Por estilo y coste, Marín debió realizar también los dos retablos-hornacinas del transepto, igualmente sin dorar, de un solo cuerpo central destacado, con camarín cerrado por cristal, donde hoy se veneran un San Francisco de Paula (evangelio) y una Inmaculada (epístola), sobremontados por grandes soles para el Espíritu Santo representado por una paloma, y planas alas flanqueadas por columnas corintias y pequeñas hornacinas en los intercolumnios, todas sobre ménsulas, bordeando el perfil golpes de tallas32.

En cuanto al hospicio-hospital, servía para que pasaran la noche los pobres y transeúntes de ambos sexos en “camas de eneas”, donde en invierno se les permitía estar más horas, dándoles calor y “los avíos para hacer sus cenas calientes”, sin olvidar la esencia religiosa que impulsaba lo que se consideraba un acto de

32 TORIBIO GARCÍA, M., “Arte y Artistas en la iglesia de los Desamparados... op. cit, s./p.

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caridad y no de solidaridad, por lo que la comida iba precedida de “rezos en comunidad delante de la Santa Imagen, su rosario y letanía, a que se añaden en tiempo de Cuaresma sus pláticas doctrinales las más noches”. El Miércoles Santo se les confesaba, y los que allí morían recibían auxilio espiritual y corporal, pues Catalina Romero Eón del Porte, fallecida en 1744, dejó rentas para sufragar seis camas de incurables, con preferencia sanluqueños, terminando la labor de misericordia cuando se les enterraba cristianamente, diciendo por su alma los sufragios necesarios. También servía de enfermería precaria, acogiendo temporalmente a los enfermos o convalecientes transeúntes que, según patologías, se mandaban curar a los “hospitales de Sevilla o Santas Caridades de aquella ciudad, la de Jerez o Puerto de Santa María”, sufragando “el pasaje del río”. Finalmente, los hermanos tenían la obligación de “sepultar a cuantos desvalidos mueren en esta ciudad, su término y mar”, sin hacer distingos, “trágica o naturalmente”, para lo que tenían que estar informados de esos sucesos y de transportar los cadáveres33.

Fig. 10. Andrés Marín. Retablo mayor de la Iglesia de Ntra. Sra. de los Desamparados. 1774. Madera en su color.

33 VELÁZQUEZ GAZTELU, J. P., “Relación historial del principio... op. cit. p. 94

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VI. LAS SUCESIVAS DESAMORTIZACIONES DECIMONÓNICAS

El devenir del hospital y de su hermandad se vio trastocado a principios del segundo tercio del siglo XIX cuando su labor asistencial quedó interrumpida por el deseo estatal de secularización de instituciones como conventos, monasterios y hospitales religiosos, que provocaron su adhesión a la Beneficencia Pública en 1837, la incautación de sus bienes y finalmente la venta del edificio hospitalario para aplicar su importe en los valores públicos determinados por el Estado. Al parecer la iglesia fue cerrada y años después vuelta a abrir al culto por la Hermandad de la Santa Caridad, que repetidamente había solicitado la devolución de aquellos bienes que todavía se hallaban sin enajenar, logrando finalmente mediante contrato con el Ayuntamiento que se mantuviesen cuatro pobres en el hospital municipal con las rentas que producían aquellos valores34.

Con antelación se realizaron diversos inventarios que resultan de gran interés, pues recogen por menor su patrimonio artístico, litúrgico y asistencial, y la enumeración de las salas nos permite hacernos una idea de la distribución espacial del hospital. El primero, realizado en varias jornadas, 10 de agosto y 31 de diciembre de 1834 y 2 de enero de 1835, a vista de su capellán el presbítero Pedro Palomares, cuando el mayordomo saliente Ildefonso María Álvarez de Barrios hizo acto de entrega al nuevo Francisco Romero. El segundo se efectuó sólo dos años más tarde, el 6 de febrero de 1837, cuando lo sustituyó Francisco Pérez Castellanos, que adjuntó el anterior por considerarlo plenamente válido, ya que sólo actualizó el de la plata.

VI.1. La iglesia Se destaca el Retablo Mayor e imágenes, con la Virgen de los Desamparados

con su corona de plata, advirtiendo que sus vestidos habían sido donados por las hermanas de la Escuela de María, y que las esculturas de San Juan Bautista y San Cayetano habían pertenecido a la antigua Hermandad de San Juan. Pasa luego a los otros altares, de San José, Santo Domingo y San Miguel, con insignia de plata, que suponemos lanza, disponiéndose en hornacina un Calvario, de pequeño formato y de candelero, de estilo barroco italiano, donado por la Congregación de la Adoración Nocturna, un San Antonio y un San Joaquín. Propiedad del Cabildo Municipal era la imagen de San Roque; de la Orden Tercera de los Mínimos el San Francisco de Paula y el cuadro de la Virgen de los Dolores con su cristal dispuesto sobre la mesa de altar; y de la Escuela de María la urna con repisa de caoba y cristales que custodiaba la magnífica talla de la Inmaculada Concepción, con su corona de plata sobredorada. En los muros colgaban cinco cuadros con las Santas obras de Misericordia, uno sobre lámina de cobre. Completaban el conjunto una lámpara de plata sobre un colateral del presbiterio, que se alfombraba con estera fina, cuatro bancos sin respaldar donados por la Congregación Nocturna

34 BARBADILLO DELGADO, P., Historia de la cuidad de Sanlúcar de Barrameda. Cádiz, 1942, reprod. facs: Sanlúcar de Barrameda, 1989, pp. 358, 707-708.

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para sus ejercicios, y otros dos con respaldar y adornos de herraje, una alfombra de la Escuela de María, una mesa de pino con su tarima para el pie con el que se ensanchaba el altar mayor, y un reloj de caja en buen uso.

VI.2. La sacristía Era riquísimo el ajuar de orfebrería, tejidos y enseres litúrgicos. De plata, una

custodia pequeña; tres cálices con sus patenas y cucharitas; una taza para la reserva del Sagrario; campanilla; taza para la demanda de limosnas; la llave del Sagrario bajo y su cadena; la cruz del guión y los canutos de su asta, estandarte de terciopelo azul y escudo de la hermandad bordado; dos broches de capa; incensario con naveta y cucharita que pertenecían por mitad a la Santa Casa y a la Escuela de María; y un asperge nuevo. La caja para reservar el Santísimo era de caoba, con sobrepuertas de plata y llave dorada con cordón de oro; siendo de metal dorado un Santo Cristo sin cruz; de hierro las dos llaves del Sagrario del Retablo Mayor; y de metal un sello con el escudo de la Santa Casa.

La ropa litúrgica era de calidad por sus tejidos y bordados. Se inventarían cuatro casullas encarnadas, tres negras, dos moradas, dos verdes y seis blancas; siete albas; doce amitos; trece cíngulos; una capa pluvial blanca; dos estolas; ocho corporales y siete hijuelas. Cuatro estuches para el copón, y tres pares de cortinitas para el Sagrario; un paño de seda blanca y otro negro de hombros para cubrir la atrilera, y dos de mano con su percha para colgarlos. Cincuenta purificadores; once pañitos de mano para el lavatorio de las misas; un paño blanco de púlpito; dos frontales blancos, uno encarnado, otro morado, uno negro y otro verde sin forro; dos cortinas de “felipechín” de los santos del Retablo mayor, y una con guarnición de plata falsa para el Sagrario alto, con un paño para comulgar propio de la Escuela de María. Además diecisiete manteles de altar, de ellos cuatro puestos en los altares de la iglesia; dos pabellones para el Sagrario con sus cordones; tres cortinas encarnadas, una amarilla y su guardapiés también encarnado, otra encarnada con listas amarillas, y dos pedazos de gasa blanca. La manguilla del Santo Crucifijo; una bolsa de corporales; dos estolas blancas para la Comunión; y dos aras además de las que tenían los altares.

Entre los enseres, cuatro blandones grandes nuevos de madera policromada con el escudo de la Santa Casa, seis blandoncitos dorados para el Altar mayor y otros cuatro pintados de caoba y oro; diez candeleros de metal regulares, seis menores y ocho pequeños; doce pies plateados con sus arandelas de lata para poner cera, y otros seis amarillos; y treinta y ocho arandelas de lata para cirios y velas. Dos atriles dorados y varios adornos del Altar mayor; una atrilera y una caldereta con su hisopo; tres cojines de damasco rellenos de paja; tres pares de vinajeras de cristal; un hostiario de estaño y otro de lata; un cajoncito para llevar la Sagrada Forma; una alcancía de lata; un platillo petitorio, dos escaleras de mano, una tinaja, y ocho cortinas de damasco muy usadas.

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La Santa Caridad de Sanlúcar de Barrameda. Aproximación a su historia y patrimonio artístico.

Para acompañar a los ajusticiados, un crucifijo con su asta, seis esportillas y seis campanillas; y un canasto para llevar la cera a los entierros. Como mobiliario una mesa con su estante de pino de color caoba, un banco con respaldo de esa madera afianzado con herrajes, tres sillones de caoba con asiento de rejilla y fundas de crudo en el presbiterio, una cómoda de pino con cuatro cajones, una mesa pintada de negro y sobre ella un estante para los objetos de plata, y dos cajones para revestirse los sacerdotes. Además, un crucifijo sobre nube encima de esos cajones con dos espejos a los lados, una cruz grande de madera sobre un estante, y un dosel de “felipuchín” con media caña dorada que resguardaba una cruz con su peana. Sobre los muros diversos cuadros: la Multiplicación de los panes y los peces; el escudo de la Santa Casa; y seis con varias poesías relativas a la institución. Para la lectura seis misales y un breviario; y para uso del capellán un sillón de caoba con asiento de damasco carmesí que se hallaba en su habitación, donado por don Manuel Pérez, mientras que el piano que se hallaba en el coro de la iglesia, lo tenía prestado la señora María Dolores Hinestrosa de Cortázar a la Escuela de María Santísima.

VI.3. El hospital Casa-puerta

La adornaba un cuadro grande con las Virtudes Teologales, y daba luz un farol de cristal puesto en la pared.

Sala baja de rentas

Servía al mayordomo, una mesa grande de caoba con herrajes, otra de pino, y dos estantes con tableros de cedro.

Capilla de Depósitos

Destinado para honrar a los ajusticiados y difuntos, lo presidía un retablo con el lienzo grande de la Crucifixión, disponiéndose otros cuatro de la Pasión sobre los muros. Allí se guardaba una camilla cubierta con colchón y almohada de lana para conducir a los pobres al hospital, y un féretro con su tapa y paños para velar a los fallecidos. Cuatro farolas de pie con asta de madera servían para el acompañamiento, y se conservaban otras dos viejas, una de mano ya rota y otra pequeña colgada. Un banquito con caja servía para pedir limosna.

Despensa y cocina

En la primera se hallaba un barril de cuatro arrobas, una tinaja grande y otra pequeña, una escalera de cinco pasos algo rota, un velón de metal, y algunas piezas de loza de Sevilla para el menaje, y en la cocina sólo una mesa vieja, un almirez, un jarro de lata y “otras menudencias”.

Cotarro de hombres

Sala de tránsito, con una cruz de madera, seis felpudos “de media vida”, un carrillo, cubo y cubeta para el pozo, y una escalera grande de mano.

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Fernando Cruz Isidoro

Cotarro alto de hombres

Presidido por una imagen de San Fabián, que había sido de la ermita de San Sebastián, se disponían en la sala una rejilla por confesionario, un cuadro de San Francisco de Paula, dos peanas de madera, dos palos para cirios y cuatro almohadillas para el féretro.

Corredor antesacristía

Espacio longitudinal que se conserva, lo iluminaba un farol con su arbotante de hierro, con dos piernas de cortina con su vara de hierro, y un sillón de mano para conducir a los enfermos.

Escalera principal

Aquí se disponía el escudo de la Santa Casa, alumbrando los pasos una farola.

Salón alto de los pobres

Lugar de reposo para los seis pobres que podía acoger la institución, contaba con igual número de camas de tablas y banquillos de hierro y otras tantas sillas al lado y seis sillones de brazos, dando luz una farola. En un rincón se alzaba un crucifijo grande de cartón sobre un altar, completando este lugar de alivio del dolor un cuadro del Ecce Homo, tres de la Pasión, y otro de San José. Para su servicio seis colchones de lana y seis jergones de paja, seis cobertores, doce almohadas, ocho colchas, once fundas de almohadas, catorce sábanas, dos bandas y una toalla para sangrías, cuatro manteles de crea, y doce servilletas de lienzo. La ropa de uso de los acogidos la formaban doce camisas, once calzoncillos blancos, doce pares de calcetas, seis vestidos de mahón inservibles, seis capotes de paño azul, seis uniformes de paño con chaquetas, pantalones y chalecos, amén de otras tres chaquetas, dos pantalones y un chaleco de paño que necesitaban de remiendos.

Ante salón alto

Sólo contaba con una sarteneja de cobre con su rueda de pino.

Comedor

Lo alumbraba en el centro una farola, con dos mesas de pino unidas para comer, y una tercera para repartir las viandas. Un palanganero permitía lavarse las manos, completando un perchero.

Cuarto del capellán

Aquí se encontraba el Archivo de la institución, en estante de cedro con rejillas de alambre.

En el inventario de la plata de 1837 sólo se recoge la custodia pequeña, los tres cálices con sus patenas y cucharitas, la taza del Sagrario, la llave del Sagrario bajo y su cadena, un incensario con su naveta, y la cajita de caoba para la reserva del Santísimo del Jueves Santo con sus sobrepuertas de plata y llave

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La Santa Caridad de Sanlúcar de Barrameda. Aproximación a su historia y patrimonio artístico.

sobredorada con cordón de oro. Hace constar el mayordomo saliente que todo lo entrega menos la imagen de San Joaquín que se veneraba en la iglesia, rota por una caída35.Comedor

Lo alumbraba en el centro una farola, con dos mesas de pino unidas para comer, y una tercera para repartir las viandas. Un palanganero permitía lavarse las manos, completando un perchero.

Cuarto del capellán

Aquí se encontraba el Archivo de la institución, en estante de cedro con rejillas de alambre.

En el inventario de la plata de 1837 sólo se recoge la custodia pequeña, los tres cálices con sus patenas y cucharitas, la taza del Sagrario, la llave del Sagrario bajo y su cadena, un incensario con su naveta, y la cajita de caoba para la reserva del Santísimo del Jueves Santo con sus sobrepuertas de plata y llave sobredorada con cordón de oro. Hace constar el mayordomo saliente que todo lo entrega menos la imagen de San Joaquín que se veneraba en la iglesia, rota por una caída36.

35 Archivo del Santuario y Hermandad de Ntra. Sra. de la Caridad de Sanlúcar de Barrameda, leg. 24 n° 17.36 Archivo del Santuario y Hermandad de Ntra. Sra. de la Caridad de Sanlúcar de Barrameda, leg. 24 n° 17.