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La política de los movimientos sociales en Bolivia Diálogo con Álvaro García Linera “Eres subalterno en tanto has naturalizado la idea de la ausencia de soberanía en tu horizonte” Franklin Ramírez Gallegos* Pablo Stefanoni** C u a t ro meses antes de su elección como Vicepresidente de Bolivia, en diciembre 2005 en binomio con Evo Morales del Movimiento al Socialismo (MAS), Álvaro García Linera (matemático, sociólogo, Premio Agustín Cueva de Ciencias Sociales 2004, UCE-Quito) habló con Iconos. Sus palabras no dejan indicios de lo que el futuro iba a depararle. Son explícitas, eso sí, al enunciar los porosos contornos entre su actividad como investigador social y su implicación política con los movimientos indígenas bolivianos. Álvaro García Linera (AGL) nació en una familia mestiza de clase media en Cochabamba en 1962. Como estudiante de matemáticas en la UNAM en México en los 80s se involucra en las campañas de solidaridad con Centroamérica y comienza a ocuparse del problema indígena. De regreso a Bolivia se vincula con procesos de organización de las comunidades en la zona del altiplano. Posteriormente, forma parte de la dirección ideológica del Ejercito Guerrillero Tupak Katari (EGTK), una de las pocas fuerzas guerrilleras propiamente indígena en América Latina. Sus primeros libros, Crítica de la nación y la nación crítica (1989) y De demonios escondidos y momentos de revolución (1991) aparecen firmados bajo el nombre de guerra Qananchiri, “aquel que clarifica las cosas” en aymara. En 1992 es encarcelado en la prisión de máxima seguridad de Chonchocoro, acusado de sublevación y alzamiento armado. Luego de cinco años de prisión ingresa como docente de sociología en la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz desde donde continúa escribiendo de forma prolífica (ver bibliografía). Tal trayectoria convirtió a AGL en uno de los más importantes teóricos y portavoces de los movimientos indígenas y cam- pesinos bolivianos 1 . La primacía de lo político en su vida intelectual parecería constituirse en el trazo unificador de una importante obra teórica y de sus estudios sobre las transformaciones del proletariado minero y sobre la emergencia de los nuevos movimientos sociales. En la politicidad de su obra reverbera la imagen de la política como un campo de batalla -establecida por Carl Schmitt y lle- vada a su forma más elegante y realista por Pe r ry Anderson-. Figura ésta que puede resultar en exceso austera para designar lo que tienen en mente todos estos autores, a saber, una confro n- Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 25, Quito, mayo 2006, pp. 91-107 © Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador. ISSN: 1390-1249 * Sociólogo. Dr. (c) Ciencias Políticas, Universidad Paris VIII. ** Sociólogo y periodista. Colaborador habitual de Página 12, Argentina. 1 Cf. Forrest Hilton, 2006, “The landslide in Bolivia”, en New Left Review No. 37, enero-febrero, Londres.

La política de los movimientos sociales ... - FLACSO Ecuador · La política de los movimientos sociales en Bolivia. Diálogo con Álvaro García Linera 6 La entrevista se realiza

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La política de los movimientossociales en BoliviaDiálogo con Álvaro García Linera

“Eres subalterno en tanto has naturalizado la idea de la ausencia de soberanía en tu horizonte”

Franklin Ramírez Gallegos*Pablo Stefanoni**

Cu a t ro meses antes de su elección comoVi c e p residente de Bolivia, en diciembre 2005 enbinomio con Evo Morales del Movimiento al

Socialismo (MAS), Álva ro Ga rcía Linera (matemático,sociólogo, Premio Agustín Cu e va de Ciencias So c i a l e s2004, UCE-Quito) habló con Ic o n o s. Sus palabras no dejanindicios de lo que el futuro iba a depararle. Son explícitas,eso sí, al enunciar los porosos contornos entre su actividadcomo investigador social y su implicación política con los movimientos indígenas bolivianos.

Álvaro García Linera (AGL) nació en una familia mestiza de clase media en Cochabambaen 1962. Como estudiante de matemáticas en la UNAM en México en los 80s se involucra enlas campañas de solidaridad con Centroamérica y comienza a ocuparse del problema indígena.De regreso a Bolivia se vincula con procesos de organización de las comunidades en la zona delaltiplano. Posteriormente, forma parte de la dirección ideológica del Ejercito Guerrillero TupakKatari (EGTK), una de las pocas fuerzas guerrilleras propiamente indígena en América Latina.Sus primeros libros, Crítica de la nación y la nación crítica (1989) y De demonios escondidos ymomentos de revolución (1991) aparecen firmados bajo el nombre de guerra Qananchiri, “aquelque clarifica las cosas” en aymara. En 1992 es encarcelado en la prisión de máxima seguridadde Chonchocoro, acusado de sublevación y alzamiento armado. Luego de cinco años de prisióningresa como docente de sociología en la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz desdedonde continúa escribiendo de forma prolífica (ver bibliografía). Tal trayectoria convirtió aAGL en uno de los más importantes teóricos y portavoces de los movimientos indígenas y cam-pesinos bolivianos1.

La primacía de lo político en su vida intelectual parecería constituirse en el trazo unificadorde una importante obra teórica y de sus estudios sobre las transformaciones del pro l e t a r i a d om i n e ro y sobre la emergencia de los nuevos movimientos sociales. En la politicidad de su obrare verbera la imagen de la política como un campo de batalla -establecida por Carl Schmitt y lle-vada a su forma más elegante y realista por Pe r ry Anderson-. Figura ésta que puede resultar ene xceso austera para designar lo que tienen en mente todos estos autores, a saber, una confro n-

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 25, Quito, mayo 2006, pp. 91-107© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

* Sociólogo. Dr. (c) Ciencias Políticas, Universidad Paris VIII. ** Sociólogo y periodista. Colaborador habitual de Página 12, Argentina.1 Cf. Forrest Hilton, 2006, “The landslide in Bolivia”, en New Left Review No. 37, enero-febrero, Londres.

tación directa entre dos polos opuestos2. Nose trata del trazado simple de una topografíapolítica polarizadora/binaria sino, sobre todo,de los lugares en los que AGL inscribe su tra-bajo intelectual, de los auditorios a los quehace re f e rencia y en los que espera encontrarresonancia: el campo plebeyo. Si se toman lasherramientas de la sociología pragmática -ladescripción de las acciones y los juicios e ns i t u a c i ó n, para decirlo de modo muy escueto-es re l a t i vamente fácil ubicar ese lugar deenunciación y de anclaje de su trabajo inte-lectual. Basta observa r, en efecto, a medidaque el diálogo avanza, sus frecuentes pasajesdel yo al n o s o t ro s, o la misma dilución de un yot e n u e en un n o s o t ros extenso, solidario e, inclu-so, re s t r i c t i vo, en que se funden sus filiacionespolíticas, militantes e identitarias.

Proponemos leer ese nosotros en boca deAGL en el contexto del cuestionamientoextremo de las convencionales formas derepresentación política y social -que apuntantambién a la pretensión del intelectual teóri-co como conciencia representativa de unmalestar- y de la emergencia de nuevos nexosentre la vida intelectual y la acción políticac o l e c t i va. Asistiríamos hoy en día a unaextensión de la cooperación y las redes socia-les entre diversos agentes públicos que parti-cipan en común en la vida de la mente (com-parten las mismas aptitudes comunicativas ycognoscitivas)3 y, más que en ningún otromomento histórico, son capaces de advertirlas implicaciones políticas del saber. Esa cer-teza explicaría que AGL haya incursionadoactivamente, en los últimos años, en el espa-cio mediático. Desde el programa televisivo

El pentágono sus análisis críticos del “estado-colonial-neoliberal” boliviano comenzaron aser escuchados por los sectores medios urba-nos en diversas ciudades del país, lo que con-tribuiría a la progresiva legitimación de lanueva izquierda indígena boliviana.

En este punto la pregunta cae por su pro-pio peso. Un intelectual es un personaje bidi-mensional que subsiste como tal si está inves-tido de una autoridad conferida por unmundo intelectual autónomo (independientede los poderes religiosos, políticos y económi-cos), con reglas específicas que se comprome-te a respetar, y si involucra esta autoridadespecífica en las luchas políticas4: Entonces,¿en qué medida el trabajo de AGL ha podidodesarrollarse de modo autónomo a sus vincu-laciones políticas? O para decirlo con M.Walzer, ¿alcanza su obra, acaso, el punto deequilibrio, entre la implicación/anclaje en ununiverso social dado y la capacidad de despla-zamiento normativo, de “mirar desde afuera”,que favorece el efectivo ejercicio de la críticacomo práctica social moderna5?

La sospecha de que en el intelectual com-prometido se diluyen las posibilidades degenerar un conocimiento universal guiadopor los principios de la pureza ética y la polí-tica de la verdad debe despejarse, no en laconsideración de su particular evolución inte-lectual ni en el juicio filológico de sus textos,sino en la observación de las característicasdel campo intelectual/académico local y de lapluralidad de espacios públicos de diálogo yconfrontación no violenta en los que razones,argumentos y demostraciones se sopesan yvalidan, legitimando así a unos actores y dis-cursos y no a otros. En el análisis de tales dis-

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2 El término alemán Kampfplatz, utilizado regularmen-te por P. Anderson en sus artículos de la New LeftReview, aseguraría precisamente esa connotación másradical y dirimente de la vida política (Cfr.: StefanCollins, “Marxism and Form”, The Nation No. 22Noviembre 2005, en www.thenation.com/doc/20051212/collini.

3 P.Virno, 2004, Gramática de la multitud, EditorialMalatesta, La Paz, Bolivia, (p.56-59).

4 P. Bourdieu, 1992, Les règles de l’art. Genèse et structu -re du champ littéraire, Post-scriptum, Éditions duSeuil, Collection Points, Paris.

5 Ver al respecto Michael Walzer, 1996, La critiquesocial au XX siècle, Ed Métailie, Paris (The company ofcritics, social criticism, and political commitment in thetwentieht century, 1988, Basic Books, New York).

positivos podrá reconocerse el carácter histó-rico y social de la razón y, por tanto, la espe-cificidad de las prácticas intelectuales endiversos contextos. La conversación con AGLbrinda pistas ciertas a fin de acometerse entales tareas.

Álvaro, tu trayecto intelectual va del ejerci-cio radical de la política, al oficio de sociólo-go, y ahora a tu trabajo en los medios decomunicación. ¿Cómo ves esta trayectoria,sobre todo, en relación al campo intelectualde las ciencias sociales en Bolivia?

AGL: Complicado, pero intentaré. En princi-pio, soy una persona que vive la adolescenciaen un periodo de ascenso de las movilizacio-nes sociales. Es el fin del ciclo de dictaduras,elecciones, golpes de estado, elecciones, gol-pes, etc. Y todo eso me toca, me llega. Era unambiente cargado de proyectos, de moviliza-ciones, de debates, de discusiones a fines delos años 70s. Y creo que eso influyó en mí.Me legó un tipo de acercamiento personal alas ciencias sociales. Viví el bloqueo de 1979(retorno a la democracia) en La Paz, e influyómucho en mí la presencia de los campesinosque bloquean la ciudad -como ahora6- y que,entonces, era difícil de entender. No se enten-día bien que estaba pasando. En tal ambientebusco la ayuda de las lecturas de las cienciassociales; desde adolescente he sido un autodi-dacta. La sociología me llega en medio de eseambiente, y yo la voy siguiendo con pacien-

cia. Es entonces cuando decido emprenderestudios formales de ciencias duras (matemá-ticas), porque creía que las ciencias socialespodía aprenderlas yo solo… A esos días seremonta mi cercanía a la ciencia social.

¿En ese ambiente cargado de expectativaspolíticas se inicia tu actividad militante?

AGL: No. Me sentía más bien distante de laslecturas partidarias, a pesar de que en esaépoca todos los jóvenes militaban en la uni-versidad. Y no lo hago sobre la base de unadistancia un poco “intelectualista” de la polí-tica. Era un chango (joven) poco formadoque veía como una limitación intelectual eltipo de debate político que se daba en el inte-rior de los pequeños grupos militantes.Decido, entonces, ir al extranjero y continuarcon mis estudios de matemáticas pero, para-lelamente, mantengo mi lectura de temas teó-ricos e históricos concretos. En México influ-ye mucho en mi percepción política la guerri-lla centroamericana en El Salvador, aunqueen Bolivia tenía más influencia una tendenciasindicalista obrera, además de la del indianis-mo, del katarismo7, de las movilizaciones del79. Tenía, entonces, cercanía con temas muyteóricos, pero el acercamiento a las experien-cias en Centroamérica va a modificar mis lec-turas, va a politizarlas: paso de una orienta-ción más filosófica y abstracta de El Capital,de la dialéctica de Hegel, de Kant, a unamirada más práctica. Entonces comienzanmis lecturas más leninistas, digamos así, para

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6 La entrevista se realiza tres semanas después del fin dellevantamiento popular de mayo/junio del 2005 quecontribuyó a la dimisión del entonces PresidenteCarlos Mesa. Si bien distintos puntos del occidenteboliviano fueron ocupados por campesinos, indíge-nas, cocaleros, mineros, etc., durante casi tres sema-nas, fue el bloqueo y cerco de la ciudad de El Alto ala capital política del país, La Paz, el punto más tensode lo que fue calificado como la segunda gran insu-rrección plebeya del siglo XXI (la primera había sidola de octubre 2003 que puso fin al gobierno deGonzalo Sánchez de Lozada).

7 El katarismo, al igual que el indianismo, se desarro-llan como corrientes políticas críticas a principios delos setenta. Ambas colocan al colonialismo y la cues-tión india en el centro de sus preocupaciones y criti-can los límites del mestizaje como ideología revolu-cionaria. El katarismo veía necesario, sin embargo, laarticulación de la conciencia étnica aymara y la con-ciencia de clase campesina; el indianismo poníamayor énfasis en la dominación racial (Ver ForrestMilton y Sinclair Thomas, 2005, “The ChequeredRainbow”, New Left Review No. 35, Nov / Dic).

comprender mejor la gestión de lo político.Esto ya es en los años 80. Al acabar la carre-ra, regresamos a Bolivia pero con una posi-ción de mayor involucramiento político.

¿Cómo influyó el conocimiento de los movi-mientos insurgentes centroamericanos en tuevolución intelectual?

AGL: Habían dos elementos importantes: eltema armado como modo de resolución o deconquista del poder y, en particular, el temaétnico, sobre todo en Guatemala donde escu-cho por primera vez un debate político sobreel tema de la multiculturalidad. Aún cuandoya era el momento de reflujo de la guerrillaguatemalteca, se logró incorporar este ele-mento en el debate a partir de la presencia delos mayas. Esto para mí es en extremo nove-doso. En todo el debate que yo conocía enAmérica Latina, esa cuestión no estaba pre-sente. Con esos bagajes regresamos aquí aBolivia e intentamos construir una estructurapolítica principalmente obrera -porque losmineros eran el eje de la política contestatariaen Bolivia- y en ese proceso de construir for-mas organizativas obreras, se inicia un largodebate, que perdura hasta el día de hoy, con-tra el trotskismo y el estalinismo, representa-do por el POR (Partido Obrero Revolucio-nario) y el PCB (Pa rtido Comunista deBolivia).

Luego conocemos a un grupo de líderesindígenas, jóvenes todavía, que venían de lascorrientes kataristas e indianistas de los años70. Iniciamos así una relectura o, más bien,una ampliación de nuestra mirada, desde loobrero muy centrado en Marx, o al menos enlas obras clásicas de Marx y Lenin, hacia latemática de lo nacional, de lo campesino,hacia la temática de lo que se llama las iden-tidades difusas. Ahí se inicia una etapa -yodiría en torno a 1986- que se mantiene hastahoy, de una preocupación sobre la temáticaindígena y de la construcción de la nación;

ahí existen distintas vertientes: la marxista, ylos proyectos, lecturas y horizontes del india-nismo. Todo el proceso abierto -las influen-cias de la guerrilla, del tema obrero y del temaindígena- lo intentamos siempre teorizar. Esasí que, en los años 80, dedico mi tiempo aescribir varios libros: unos polémicos, endebate, contra la izquierda tradicional predo-minante, y otros que anticipaban trabajos demayor abstracción. Algunos compañeros mereñían por esto: no veían bien que enmomentos de tanta intensidad de la luchapolítica yo estuviera revisando las cartas aVera Zasulich, o lo que dice Marx en ElCapital sobre la nación. Eran momentos enque se venía la “Marcha por la Vida”8, peroera mi manera de aportar desde lo teórico.Desde entonces yo creo que llevo esas líneas,esa temática de lo nacional, de lo étnico, de locampesino.

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8 En 1986, en busca de hacer frente a la incipiente polí-tica de ajuste estructural en Bolivia, sectores obreros,liderados por los mineros, organizaron la Marcha porla Vida. En esta, unos diez mil mineros, junto a otroscinco mil fabriles, estudiantes y ciudadanos de clasemedia, se dirigieron a la ciudad de La Paz. El gobier-no cercó a los marchistas obligándolos a retornar aOruro y a las minas de donde habían partido. Lamovilización popular había sido derrotada. El adveni-miento del neoliberalismo como nuevo modelo eco-nómico no tendría, en adelante, mayores detractores.

¿Teóricamente el principal salto implicabasalir del predominio economicista de las cla-ses para articular el tema étnico? ¿Cuál era eleje de la discusión?

AGL: Por el ambiente que me forma, la temá-tica obrera comienza a atraerme desde un ini-cio en términos tanto de acción política comode interés intelectual. Me apoyo en Marx, enEl Capital, y en Althusser y Gramsci. Dejoven uno lee mucho pero no entiende casinada. Yo, de todos modos, hacía el esfuerzo.Pasar al eje más indígena-nacional es unasumatoria de lo que viví en un bloqueo muyparecido al de ahora, con los mismos miedosde las clases medias, y la formación de gruposde resistencia. Mi cercanía con lo que veníasiendo la guerrilla en Centroamérica y el vín-culo con líderes indígenas, que 20 años des-pués van a ser influyentes en la vida política,hace que tome cierta distancia del eje obrero(al que nunca he perdido de vista en términosdel análisis de la estructura de clases de lasociedad). De todos modos, supe incorporarla temática indígena en un esfuerzo por vol-verla comprensible y entendible a partir de lascategorías que yo tenía (mi autoformación erabásicamente marxista). Ahí comienza unaobsesión, que mantuve durante 10 años, derastrear aquello que había dicho Marx sobreel tema. Comenzamos entonces a escudriñarlos cuadernos, los textos de Marx sobre los“pueblos sin historia” de los años 48 y los tra-bajos de Engels, pero también comenzamos arevisar la lectura de los Grundrïsses así comotambién los textos de la India, de la China,luego las cartas a Vera Zasulich, y luego losmanuscritos etnológicos, y también los otrosmanuscritos, inéditos, que están en Ámster-dam

9. Viajamos hasta allá a buscar un con-

junto de cuadernos que ahí existen sobreAmérica Latina (unos 8 o 10 cuadernos deMarx). Comienza una obsesión, con distintasvariantes, a fin de encontrar el hilo conductorsobre esa temática indígena desde el marxis-

mo, y creyendo que eso era posible. Esoimplicaba múltiples peleas con la izquierdaboliviana para la cual no había indios sinocampesinos o clase media. Se trataba, en todocaso, de una pelea marginal porque éramosun grupo de personas que no influía en nin-guna parte: nos dedicábamos a repartir pan-fletos, textitos, policopiados de unas 50 pági-nas en las marchas, en las minas…

La evolución política de los movimientos hamarcado tu trayectoria intelectual. ¿Puedeshablarnos de esa evolución y de cómo llegas-te a ser arrestado junto a otros dirigentessociales?

AGL: En los años 85 y 86 se da una conjun-ción de intelectuales jóvenes, muy jóvenes,un conglomerado de obreros (mineros espe-cialmente), que están en un proceso de radi-calización y de distancia con los partidos tra-dicionales, y un conglomerado de líderescampesinos e indígenas provenientes de lasfilas del indianismo katarista, que está en susúltimos momentos de apuesta electoral. Enesta primera etapa toda la actividad se centraen el trabajo político en las minas, en lasasambleas, en producir “panfletería”, en pro-ducir crítica a las posiciones de izquierda tra-dicional con una consigna clara: va a haberuna prueba de fuerza, y esa prueba va a diri-mir la nueva época… Esa prueba de fuerzafue la Marcha por la Vida, en 1986, cuandolos obreros salen derrotados políticamente(no militarmente: ni siquiera fue necesariauna salida militar). Entonces se desmorona elmovimiento y comienza el desbande.

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9 En el Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis(IISG) reposan varios documentos que contienen lasNotas Etnológicas de Marx; unos de estos cuadernoscontienen además los extractos de Morgan, Maine,Lubbock y Phear. Para un análisis de dicho materialver el trabajo de Lawrence Krader “Introducción a lasNotas Etnológicas de Marx”, publicado en la RevistaNueva Antropología No, 10, Año III, México, 1979.

A medida que se acercaba la prueba defuerza, se difundió en las asambleas la idea deque había que venir con dinamita (por siacaso), que no cabía únicamente llegar a LaPaz para pedirle al presidente que no cierre lasminas (esa era la petición). Nosotros intui-mos que podía darse algún tipo de enfrenta-miento y corrió entonces la idea de que lagente viniera con dinamita. Sin embargo, lesdecomisaron sus camiones en Patacamaya(como ahora) donde colocaron tanques y ungran resguardo policial. Era en 1986: FelipeQuispe estaba ya ese año en la federacióndepartamental de La Paz, una cartera secun-daria, y lo que hace es movilizar a algunoscampesinos que tenían armas -hay armas enel campo, viejas, pero armas- para acercarse ala marcha y en caso de que hubiera enfrenta-miento contribuir, con sus viejos “máuseres”.Pero no, los cercan las tropas y unos intentanromper el cerco. Entonces, el ejecutivo diceno, hay que parar esto: no podemos ir a unamasacre. Y se repliegan. Desde ese momento,todo ese bloque de intelectuales y minerosnos trasladamos a potenciar el trabajo en elcampo junto con los indianistas. Ahí esdonde se va construyendo este escenario másfuerte de emancipación indígena, de autode-terminación de las nacionalidades indígenas,especialmente la aymara. Hay un fuerte énfa-sis en la posibilidad de una sublevación indí-gena, en la idea de que la emancipación indí-gena pasa obligatoriamente por una subleva-ción de comunidades. Quispe teoriza ahísobre la guerra de los ayllus; tiene la imagende una toma del poder mediante una suble-vación de ayllus y comunidades, es decir, nose estructura un imaginario guerrillero sinoun escenario de emancipación de masas.

Pe ro entonces nosotros, como gru p o ,comenzamos una línea de trabajo para prepa-rar a la gente que algún rato tendrá que suble-varse. Se inicia un proceso de esta organiza-ción que luego va a dar lugar al EGTK(Ejército Guerrillero Tupac Katari) y luego a

un proceso de formación militar en las comu-nidades; primero en el altiplano, con militan-tes del viejo indianismo del 70, luego se enPotosí, en el Chapare, en Sucre. El asuntoprende muy bien en las comunidades deSucre y en Potosí, porque acá en el altiplano,la gente se formaba militarmente de maneraclandestina. Ahí caben entrenamientos, apro-visionamiento de armas, aprender a disparar,aprender a usar dinamita, esas cosas muy sen-cillas. En Sucre y Potosí se hace entrenamien-to en las comunidades. Por ejemplo, unacomunidad me invitó a Puricollo y me decí-an: “aquí vamos a entrenarnos, estamos tra-bajando desde el sábado hasta el siguientemiércoles, y del miércoles al viernes todos,hombres y mujeres, al entrenamiento”. El ejeera la autosuficiencia organizativa, aunque enalgún momento se conversó con otras organi-zaciones de América Latina.

Lo que te cuento pasó en los años 90 o 91y es ahí donde caemos presos. Vivíamos en laciudad, pero comenzaron a caer las estructu-ras organizativas de lo militar; y a partir deeso, a caer los vínculos urbanos más intelec-tuales… Ahí nos agarran como a 36 personas,en el Chapare, en Potosí, en Sucre, en La Pazy en Cochabamba. Jaime Paz (del Movi-miento de Izquierda Revolucionaria, MIR)estaba en ese entonces ya en el poder. Los pre-sos pertenecían al aparato más militar, digá-moslo así, de esta estructura. Aquí en elAltiplano y en Oruro agarran gente de laestructura más política, pero ya los nexosestaban muy claros.

¿Qué pasa con tu actividad intelectual en yluego de los años de encierro?

AGL: Pues al saber que no iba a contar conmuchos libros, que no tendría mi bibliotecadisponible, decido dedicarme sólo a unoscuantos libros y a trabajarlos de un modomucho más profundo. Decido continuar conparte de mis trabajos teóricos; escribo Forma

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valor, forma comunidad, que es una lecturaenteramente dedicada a El Capital bajo laobsesión de trabajar el tema del valor de uso,del valor de cambio y de las lógicas organiza-tivas de la modernidad para hacer un contra-punto con las lógicas organizativas delmundo andino. De tal reflexión derivo lalógica de la forma valor como la lógica de lamodernidad capitalista, y la forma comuni-dad no como movimiento social sino comológica organizativa del mundo andino. Para elefecto, me detengo en el ámbito del estudiode las sociedades de la época colonial, puestoque apenas puedo disponer de algunos textosde los cronistas. Trabajo, a la vez, El Capital ylos textos de los cronistas de la colonia. Ellibro se divide entonces en dos grandes blo-ques: la primera parte centrada en el capita-lismo, donde propongo un esquema interpre-tativo de la obra de Marx sobre la dimensióncivilizatoria del capital y veo como funcionatal organización civilizatoria en una sociedadcolonial, pero -en la segunda parte- me enfo-co en la dimensión de las comunidades. …

Aproveché, además, para completar la his-toria de los cronistas. Intenté leer todo lo queestaba disponible en las bibliotecas y en laspublicaciones que nos llegaban a través deprofesores que nos ayudaban a conseguirlibros difíciles. Fue un curso acelerado deantropología y etnohistoria andina y de eco-nomía agraria. Buena parte de todas las cosasque he hecho y escrito después están basadasen ese curso académico forzado de etnohisto-ria andina. Al mes de salir de la cárcel fui invi-tado por el Dpto. de Sociología de laUniversidad Mayor de San Adrés, donde tra-bajo actualmente, y tracé un plan de investi-gaciones en la perspectiva de darle cuerpo a loque ya venía reflexionando antes. En relacióna lo obrero, desde el año 98 implementamosdos investigaciones con la carrera de sociolo-gía sobre el mundo obrero contemporáneo.La primera sobre el mundo obrero fabril y suscambios organizativos y tecnológicos (Repro-

letarización…); la segunda sobre los mismoscambios pero en el mundo minero, la “nuevaminería” que se había desarrollado en Boliviaen la última década (La condición obrera…).Creo que son investigaciones que ayudan adefinir cierto tipo de posicionamiento inte-lectual en torno al debate del mundo obrero.Las conclusiones generales son que los obre-ros no han desaparecido, ha habido unamodificación de la estructura material de lacondición obrera, de la identidad obrera y dela composición política y cultural de la claseobrera; de allí se deriva una explicación depor qué la COB se extingue como movi-miento social unificador del país

En tus últimos trabajos te dedicas por ente-ro al tema de los movimientos sociales;incorporas, además, a autores como Ch.Tilly, algo de marxismo analítico, la visiónmás racional de la movilización de recur-sos… ¿Cómo ves ese giro en relación al temadel sindicalismo clásico y a tu misma filia-ción marxista anterior?

AGL: El tema de los movimientos sociales fuemuy complicado acá pues cuando surgennuevos actores en el 2000 y en el 2001, eraclaro que no estabas ante una clásica movili-zación de clase obrera. Ya no había la COB(Central Obrera Boliviana), es más, habíamosdecretado su muerte un año antes. Mantengola idea de la muerte de la COB, tal como lahabíamos conocido, como un núcleo unifica-dor del movimiento sindical organizado degran empresa y del obrero artesano de granempresa. Eso ya no existe. Entonces, lo que seveía ya no era una movilización obrera clásicap o rque ahí habían regantes, campesinos,maestros, vecinos, obreros de industria; eraun conglomerado, sin centro hegemónicoúnico, que iba variando en función de lostemas y de los momentos. En un momentopodía ser el núcleo sindical clásico que impo-nía mayor capacidad discursiva pero a los 15

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días podían ser los regantes, con su demandaespecífica, los que articulaban al resto. Habíauna hegemonía variable al interior del bloquesocial en construcción. Eso no entraba en ladefinición clásica de un movimiento clasistaobrero.

Entonces, ¿cuál es la categoría clave paradesignar todo ello? Esa categoría es la demovimiento social. Colocar tal categoría en elcampo intelectual y en la opinión públicacostó mucho, porque cuando inicialmente lapropusimos todos se pusieron en contra.Claro, en el debate que aparece en el periódi-co Pulso del 2001 -con Jorge Lazarte, conRené Mayorga- se dice que no son movi-mientos sociales, que no pueden ser califica-dos como tales, porque un movimiento socialtiene que tener un proyecto de país…

La visión más “tourainiana” de la accióncolectiva…

AGL: Claro… Había que pelear entonces porla significación del concepto. Es un debatepara romper la lectura irracionalista de laacción, como acción esporádica o meramentereivindicativa, que era lo que estaban inten-tando posicionar los intelectuales hegemóni-cos conservadores. Introdujimos la categoríade movimiento social como mov i l i z a c i ó np ro a c t i va de la sociedad, es decir, comoacción fundada en razones, estrategias, tácti-cas… Ahí es cuando hacemos la revisión de loque había trabajado la sociología en estos tér-minos, retomando algo de la sociología nor-teamericana, pero sin posicionarnos específi-camente junto a algún autor en particular ytomando distancia de A. Touraine (que fuemuy influyente en Bolivia a través de los tra-bajos de Fernando Calderón o Sa l va d o rRomero). Desde ahí se habían echado trescruces al movimiento obrero y a la emergen-cia de los nuevos sujetos; ya no había luchapolítica. Se necesita posicionar entonces lalucha política como el eje de lo que está emer-

giendo. No se trataba meramente de actos deprotesta irracionales; había que entender elhorizonte político, las capacidades estratégi-cas y tácticas de los actores colectivos.

En tus descripciones de los movimientossociales planteas, a fin de distinguir sus par-ticulares expresiones, la idea de las “formas”( f o rm a - m u c h e d u m b re, form a - m u l t i t u d ,f o rm a - vecino, forma-comuna, etc.) ¿Dedónde surge esta categoría, cómo funciona,tiene sólo una utilidad clasificatoria?

AGL: La idea de las formas es un intento porhacer una tipología de los movimientos socia-les. Fue René Zavaleta quien inicialmenteplanteó una “forma de movilización” al hacerreferencia al movimiento obrero. Él planteóla “forma sindicato”, aunque nunca logróexplicar bien sus dimensiones técnicas. Yoretomé la idea cuando se dieron las subleva-ciones de Cochabamba y el Altiplano e inten-té encontrar sus diferencias y similitudes encomparación de lo que antes era el movi-miento social en Bolivia. Trabajé la idea de la“forma sindicato” con cinco características: a)sindicalismo de gran empresa, b) trabajadorcon contrato a tiempo indefinido, c) ascensoslaborales concentrados por el saber obrero,administrados por los obreros, d) la ciudada-nía sujeta al derecho sindical, una ciudadaníasindical, y e) un sistema tecnológico subordi-nado a las habilidades organizativas de loobrero. En esos cinco puntos se estructura laforma sindical de la COB en Bolivia. El des-mantelamiento de esos cinco puntos repre-senta el tránsito a la nueva forma de la condi-ción obrera: desparece la gran empresa, sur-gen las empresas descentralizadas, las micro-empresas, desaparece el tiempo de contratoindefinido y surgen los contratos por obra,temporales, eventual, la flexibilización; lossaberes productivos salen de las manos de losobreros y se concentran en la gerencia o en lasmáquinas, tanto en la mina como en la fábri-

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ca; desaparece la ciudadanía sindical, los dere-chos sindicales se separan y la ciudadanía esentendida básicamente como derechos civilesy políticos; desaparece la dimensión social delos derechos, la ciudadanía social desaparece(que es lo que permitía su fusión con el sin-dicalismo) y, en términos de la tecnología,surgen modificaciones técnicas, que en algu-nos casos regresan a una buena parte de losobreros a condiciones tradicionales de trabajo(los llamados cooperativistas). Es el regreso alsiglo XIX en la estructura técnica de la pro-ducción. En otros casos se da un saltomediante la introducción de sistemas compu-tarizados que arrebatan al obrero la organiza-ción y los saberes productivos fundamentalesque antes estaba en el obrero y se transmitíande generación en generación y permitían lafidelidad del más joven hacia al mas viejo (asíse obtenía el reconocimiento y el ascenso enel trabajo). Desaparece esa forma de accióncolectiva o, mejor dicho, desaparece el sus-tento de una forma de la acción colectiva.

En la “forma comunidad”, por su parte,introduzco la idea de los modos de organiza-ción y filiación tradicionales básicamenteandinos-agrarios. Ap a rece la combinaciónentre elementos de deliberación y de coerciónen la toma de decisiones en las asambleas, dedeliberación absoluta y de coerción sobre ladeliberación tomada por todos; aparece el sis-tema de rotación de cargos, la representaciónpor familia en función de la posesión de latierra, la estructura asambleística, la fusión delo ejecutivo con lo legislativo, el derecho a latierra que también es una obligación para laacción política (el no cumplimiento de tusfunciones políticas es el cuestionamiento detu derecho de propiedad, es decir, una fusiónentre lo político y lo social muy característicade las estructuras sociales comunitarias)…

A través de los métodos de lucha, la formacomunidad implica también un específicomodo de ocupación territorial, una ocupa-ción del espacio que entraña un potencial de

ejercicio de soberanía. Cuando las organiza-ciones campesinas e indígenas, los comune-ros, adoptan los cercos como método delucha fundamental ante el mundo urbano yante las clases dominantes, el espacio seexpande, se intercomunican comunidades, seejerce un control político del espacio. Esa esla forma comunidad que vuelve a desplegarseel día de hoy hasta las ciudades; es una formade acción colectiva, de estructura organizati-va, de tradición de identidad.

Hablas también de la “forma multitud” parahacer referencia a un nuevo componente delas acciones de protesta “plebeya” desplega-das en todo el país en el ciclo 2000-2005. ¿Aqué te refieres exactamente con esta descrip-ción de la acción colectiva?

AGL: No aplico la forma multitud en el sen-tido de Toni Negri, sino en el de una asocia-ción de asociaciones de varias clases e identi-dades sociales, sin una hegemonía única en suinterior. Pueden sumarse campesinos, regan-tes, estudiantes, obreros sindicalizados, deso-cupados, intelectuales, individuos sueltos, yla hegemonía se mueve alrededor de temas,

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de circunstancias, movilizaciones temáticas,autonomía de cada organización en funciónde sus repertorios, estructuras y sus manerasde cumplimiento; subsiste, sin embargo, unavoluntad de acción conjunta en torno a untema y a liderazgos móviles y temporales. Esa este conjunto de elementos que yo llamaría“forma multitud” que es, además, la formamás novedosa que surge en Bolivia. La“forma sindicato” existió desde los años cin-cuenta y casi despareció; la “forma comuni-dad” estuvo siempre en la historia de Bolivia,siglos atrás, y se reactiva en los últimos 250años hasta ahora. La “forma multitud” es lamás nueva, y ello tiene que ver con los proce-sos de extinción del mundo obrero, de la pre-carización de la sociedad y de su propia urba-nización. Cuando no hay identidades fijas, nie s t ructuras de movilización muy sólidas,sobre todo en el mundo urbano, la formamultitud se convierte en el escenario funda-mental de la acción colectiva en cuanto agre-gación temporal de múltiples identidades yagregaciones colectivas territoriales.

Luego está la “forma muchedumbre” :designo así a la acción colectiva emprendidapor sujetos desafiliados que han roto concualquier filiación sindical, gremial, comu-nal, vecinal y que no actúan bajo el llamadode los sindicatos o de los vecinos; actúan bajoun llamado personal. Se suman, se agregan deforma temporal, sin liderazgo reconocido entorno a uno o dos temas de oposición. Noresponden a un mando, se organizan comouna sumatoria de individualidades desarrai-gadas de fidelidades tradicionales. Por logeneral se movilizan como actos de rechazo yde tumulto en contra de oficinas públicas omercados y tiendas grandes y pequeñas: laspueden quemar, destrozar; hay mucha ira depor medio. Se construyen liderazgos sobre lamarcha que luego se disuelven y nunca más sevuelven a juntar.

En los momentos insurreccionales de los

últimos años, todas estas formas aparecencombinadas. ¿Acaso la ciudad de El Alto esel foco donde aparece con mayor claridad la“potencia plebeya”, donde se percibe conmayor claridad esa articulación de formas deacción colectiva?

AGL: Claro, en los días de insurrección yrevuelta todas estas formas se combinan, semezclan. Lo que emerge con fuerza en losúltimos años es, sin embargo, su clara baseterritorial a diferencia de la base funcional delmovimiento obrero, siempre más sindical.Puede hablarse de la “forma vecinal”: son lasjuntas de vecinos que abundan en El Alto. Setrata de la agregación de padres y madres defamilia de cada unidad habitacional de unbarrio que se reúnen periódicamente, sema-nal o quincenalmente, para atender sus asun-tos cotidianos, cuestiones como los serviciospúblicos (agua, luz, alcantarillado, escuela,parque) en un país donde el Estado da muypoco a la sociedad y donde las ciudades sonautoconstrucciones de migrantes que, sobrela marcha, han construido sus casas con laayuda de los vecinos… su cordón de aceracon el apoyo familiar, la escuela para el barriocon el cemento de alguna ONG y el esfuerzopersonal, el servicio de agua potable o la elec-tricidad a partir del esfuerzo colectivo... Enfin, es como una especie de fuerza colectivade/en la escasez. De ahí que estas “formas”tienden a desparecer en los barrios donde yahay una satisfacción de servicios básicos.

Estas juntas de vecinos han logrado en losúltimos años, en efecto, crear redes de movi-lización muy amplias en la ciudad de El Altoy sus distritos. Tienen más de 50 años de vidapero recién en los últimos cuatro años hancomenzado a darle una dimensión política asus demandas y a actuar como bloque muchomás compacto. Ello es particularmente inte-resante puesto que las juntas se movieron pri-mero en torno a consignas muy particulares -reivindicaciones locales de servicios- y, muy

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rápidamente, avanzan hacia consignas decarácter nacional: nacionalizar el gas, losrecursos naturales, la conformación de laasamblea constituyente, el juicio de responsa-bilidades al gobierno del Goni por la matan-za de octubre10, etc. La unidad habitacionalaparece así como núcleo organizativo básico;en Bolivia todo funciona a partir de las uni-dades familiares. A la reunión de la junta devecinos o a la marcha puede asistir alguien dela familia, puede ir el hijo, la madre o elpadre, da igual. Importa que esté al menos unrepresentante por familia, tal como en unacomunidad agraria. Y esta “forma vecinal” esuna agregación: son vecinos, no es una clase,son múltiples identidades sociales y múltiplesp rocedencias socioeconómicas. Está elmigrante campesino que vive entre el campoy la ciudad, está el que trabaja como obreroeventual de una microempresa, está el obreroasalariado de una empresa grande, el policía,el estudiante de la universidad, el vendedor.Dependiendo del lugar en que te ubicas sepuede ver una mayor identidad obrera, unamayor identidad indígena, y dentro de ElAlto una identidad más gremial de vendedo-res, ex mineros jubilados de la minería estatal,donde tienen inclusive un monumento alminero en su barrio. Entonces, se trata de unaforma organizativa donde se entremezclanmúltiples identidades sociales dispersas,diversas procedencias socioeconómicas, quesirven como insumos para la construcción deuna nueva identidad urbana llamada vecino.Las juntas de vecinos -cuya fortaleza fue deci-siva en el desenlace de octubre- son una iden-tidad, la “alteñitud” es ya una identidad: “¿de

qué distrito eres?”, “soy del distrito 1, del 2,del 6”. Son identidades emergentes que vandando cuerpo discursivo e incluso simbólicoa cada acción colectiva, a cada protesta. Sonm i c ro identidades y micro pro c e d e n c i a ssociales y culturales, pero ahora actúan comocuerpo social movilizado con un norte políti-co. La novedad de esta forma de movilizaciónno recae en su existencia organizativa sino ensu capacidad de movilización colectiva, en sudiscurso político y en su autonomía. Ello esaún más notable ya que, por lo general, lasjuntas vecinales han actuado bajo redes clien-telares ya sea con los partidos dominantes, ocon la alcaldía; ahora son ya 4 años de auto-nomía política.

Diría, más bien, que clientelismo y autono-mía se combinan. Hay un uso constante delos nexos clientelares con caciques y padri-nos locales. El Alto no es la excepción.

AGL: Claro, nunca desaparecen, ni en el sin-dicalismo, ni en la comunidad, siempre hayuna mezcla de acción colectiva y acción legal.Siempre hay una mezcla entre mantenimien-to de las redes clientelares y avance de la auto-nomía, entre radicalidad movilizada y unagran capacidad pragmática para aceptar loque hay. En todas las formas organizativas seva a encontrar esta mezcla. Lo interesante esque en los últimos 5 años se han convertidoen fuerzas de renovación de la acción política,del ideario social y estratégico de reforma delestado, de demanda de derechos políticos yculturales y, en algunos casos, de comunida-des que se plantean como alternativas depoder. La idea del poder como el escenariofinal donde muchas de sus demandas sepodrán resolver ya no es extraña al horizontepolítico de algunas organizaciones; ha incor-porado una dimensión de disputa por elpoder estatal. Ya no son simplemente accio-nes de resistencia.

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10 La revuelta popular de octubre 2003, que desembocóen la caída del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada(el Goni), dejó más de 60 muertos y 400 heridos,sobre todo, en la ciudad de El Alto. Dos años y mediodespués de la masacre, los responsables no han sidojuzgados. Las organizaciones indígenas y los familiaresde las víctimas han levantado en reiteradas ocasionesla demanda para la apertura del proceso en contra delGoni y sus ministros.

Volvamos sobre el tema de los repertorios deacción, de las tácticas de lucha en los movi-mientos sociales bolivianos. En la idea demultitud que usas se advierte un sentido deespontaneidad y flexibilidad en las accionesde protesta; sin embargo, cuando uno obser-va la configuración de las marchas, pareceríaque, al revés, esos “espontaneísmos” buscanevitarse por distintos medios. Cada marchatiene su trayectoria, cada grupo marca suterritorio, tiene sus símbolos distintivos,existen mecanismos diferenciados de controlinterno para los miembros de cada organiza-ción, distrito o comunidad. La convergencia“en la calle” se hace así muy difícil aún cuan-do las razones del disgusto y las demandassean convergentes. ¿Tal configuración res-ponde acaso a los rasgos faccionalistas de lacomunidad andina? ¿Tiene que ver con lasdinámicas corporativas del país? ¿Cómoafectan a las posibilidades de un bloquesocial y político más compacto?

AGL: Sí, la acción colectiva en Bolivia tienemucho componente de corporativismo tradi-cional. Así era también el sindicalismo obre-ro: si no eras obre ro de una empresa identifi-cada, no podías sumarte a una marcha. Loque hacían los obre ros era convocar a todosdetrás de ellos, no con ellos, y entonces podíavenir quién sea y no se hacían problema. Enel caso de la comunidad eso es también muyestricto y cerrado. La autoidentificación porzona, por territorio, por simbología, estácerrada a cualquier figura externa a las for-mas comunales de movilización, ya sea en elbloqueo o en las marchas. Hay mucha des-confianza a lo que viene de afuera. En lasm a rchas es muy extraño que alguien puedameterse ahí adentro, te c h i c o t e a n (te latigue-an), te pueden agre d i r. En los bloqueos esmás laxo, siempre y cuando pagues el dere-cho de acceso: si vas a un bloqueo campesi-no, organizado por una maquinaria comunalde rotación, tienes acceso si te quedas a cava r

un pedazo de zanja o traes 500 piedras. Ha yque ganarse el derecho a ser aceptado dentrodel movimiento, porque se trata de unam ovilización en función de objetivos y accio-nes colectivas y si tú te sumas al objetivo y ala acción tienes derecho a acceso, seas indio ono seas indio. Te va mejor si sabes aymara,p e ro si no sabes hablar aymara y eres capazde cavar un metro de zanja en el bloqueo ytraer las piedras eres un miembro aceptado,s i e m p re con distancia, pero eres aceptado.Este es un corporativismo de muy larga dataen Bolivia, que limita la adhesión de indivi-duos -no de corporaciones- a la acción colec-t i va y que marca esa dificultad para la coor-dinación o la centralización de la acción endetrimento de la eficacia política. Hace dossemanas (la primera semana de junio 2005)habían 300 mil personas alrededor de Sa nFrancisco, pero como no había un mandoúnico, unas estaban marchando, otras seestaban yendo, otras estaban hablando; habí-an bajado a cercar el parlamento, pero nohabía la orden de tomar el parlamento, ni dequedarse, ni de hacer otra acción, porq u ecomo no se había tomado ninguna decisiónarriba, abajo no era posible unificar una solaacción.

Donde esto sí sucedió, en cierto modo, esen el curso de la “guerra del agua”11 enCochabamba. En esta llamada forma multi-tud, que conserva parte de corporativismo, sea g rupan los regantes, los de la fábricaManaco, pero también el quesero, el profesor,el estudiante, el vecino. En esas acciones del2000 se dio, quizás, el momento de máximahegemonía regional “desde abajo”, porque ahíestaban incluso las clases medias y altas. Fue

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11 Se ha denominado así al levantamiento de las fuerzassociales de la ciudad de Cochabamba que, en abril del2000, manifestaron contra la elevación de los precioslocales del agua potable y la concesión de la empresamunicipal al consorcio transnacional “Aguas delTunari”. Luego de más de una semana de protestas yviolentos enfrentamientos, los movimientos socialeslograron paralizar tales medidas.

la primera y única vez que pude ver en mivida que jovencitas con cuerpo de modelos,de la Universidad Católica, repartían pan,traían piedras, traían muebles viejos de suscasas, al lado de campesinos, de cocaleros.Nunca volví a ver eso, nunca. Ahí estaba unadiversidad de personas, en el casco viejo de laciudad, pintando sus caras para no llorar conel gas lacrimógeno. Ese es un momento enque la corporación deja de ser el núcleo fun-damental de la adherencia y se abre para elque quiera.

¿Cómo todas estas formas organizativas con-dicionan al MAS? ¿Existe en su interior unacierta perspectiva de universalidad, de arti-culación hegemónica, de ir más allá de loparticular?

AGL: Yo creo que el MAS tiene una serie dev i rtudes y limitaciones. Lo que primerollama la atención es que, a su modo, el líderdel MAS (Evo Morales) y los cocaleros inten-t a ron reeditar lo que era propio del mov i-miento obre ro minero (en los 50s y 60s): asícomo los mineros lucharon por el país, losc o c a l e ros se han sumado ahí donde habíanm ovilizaciones y demandas de otros sectore s ,aunque no les competía directamente. Esoles dio un liderazgo nacional. Los cocalero s ,durante mucho tiempo, se organizaron yre s i s t i e ron desde sus demandas específicasp e ro también buscando solidaridad conotras. En las marchas de La Paz en el 95, enel 97, en el 2000, rompen con su implanta-ción territorial y se suman a las marchas. Enel 2000 salen a luchar en la “guerra del agua”en Cocha-bamba. En ese año, el bloquec o c a l e ro fue el más cohesionado y, militar-mente, el más fuerte. El tema del agua no lesafectaba, pero vinieron, y ahí es donde EvoMorales comienza a irradiarse como lídernacional y deja de ser sólo un líder local en elC h a p a re (el núcleo del movimiento cocale-ro). Ahí tienes, entonces, a los cocaleros y a

la estructura naciente del MAS buscandouna presencia nacional a través de la cons-t rucción de una hegemonía al interior de losm ovimientos sociales. Es decir, sí hay unabúsqueda de articulación social. Sí hay unabúsqueda de hegemonía, con el límite queeso funciona como acción de mov i m i e n t o ssociales, y tiene influencia allá donde se estánorganizando como movimientos sociales. Nohay una convocatoria a quienes no actúancomo actor colectivo organizado, lo quere p resenta una buena parte de la ciudad deSanta Cruz, Cochabamba, La Paz (dondeestá casi el 50% del electorado). El MAS,como una confederación negociada y tensade varios movimientos sociales, se asemejamás a la socialdemocracia europea, en susorígenes, que a los partidos políticos enAmérica Latina. En América Latina se for-man partidos y se constru ye mov i m i e n t osocial, aquí en Bolivia se da una confedera-ción de movimientos sociales que, luego,c o n s t ru ye como prolongación un part i d o.Eso le da al MAS una base social de entradamuy fuerte, pero puede tener limitacionespor cuanto la estructura partidaria que sec o n s t ru ye es demasiado restringida.

¿El aparato partidario tiene márgenes deautonomía con relación a las organizacionessociales confederadas que lo sustentan?

AGL: El aparato político partidario está bienc o n t rolado desde las organizaciones perotambién puede quedarse solo. Tú tienes quela acción colectiva parlamentaria se vuelveinferior, débil, casi imperceptible a pesar delrespaldo social que pueda tener. Se trata deun cuerpo gigante pero con una cabeza chi-quita y eso limita incluso la posibilidad depotenciar otros modos de llegar a la pobla-ción, modos más discursivos que permitaninterpelar a sectores urbanos, sectores de opi-nión de clase media que se movilizan a partirde las dimensiones ideales y no desde la con-

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vocatoria a la acción. Ahí el MAS tiene cier-tos límites. Su virtud es que en cierto modoha logrado romper este típico faccionalismoandino -que lo han trabajado ustedes1 2-donde cada región es una patria con su pro-pio líder y donde es difícil encontrar coinci-dencia. El MAS ha logrado ahí expandir múl-tiples alianzas. La otra característica es que lamilitancia de origen (la base campesina coca-lera del partido) juega a favor de una subor-dinación en torno al MAS; ahí hay verticalis-mo. Pero eso no funciona cuando tienesalianzas con otros sectores que no quierensumarse al MAS, ni siquiera bajo la forma deconfederación, sino que quieren sumarse aotra cosa distinta, en la que el MAS sea unomás de los participantes. Ahí, se requiere otrotipo de negociación, de articulación y ese es ellímite que, otra vez, restringe los nexos con elmundo urbano. Ahí se requiere una figura dealianza “frentista” donde disuelves parte de tuidentidad para potenciar otra identidad máscomún.

¿La dicotomía que se presenta en Boliviae n t re un MAS moderado y re f o rmista y otro sm ovimientos sociales autónomos y más radi-cales proviene acaso de la misma disputa porla hegemonía y el liderazgo al interior delcampo plebeyo? ¿Es una dicotomía quef o rma parte de los discursos políticos de lasorganizaciones? ¿Cuál es su fuente?

AGL: Yo creo que tiene varias fuentes. Hayuna diferencia de corte clasista -en el sentidoclásico de Marx- y una de corte identitarioque poco a poco van diferenciando a mode-rados de radicales. El radicalismo al interiordel movimiento social, inicialmente, lo van ap ropugnar sectores de procedencia más

comunal que son los aymaras del altiplanocon Quispe, que desde su emergencia se vandistanciando de aquel otro sector nacientecon mayor capacidad hegemónica nacional,que son los cocaleros, que también provienende comunidades agrarias pero de más recien-te formación y que pertenecen a un nivel decampesinado medio. Es distinto el ingreso de3 mil dólares al año, de uno de 35 dólares quetienes en el altiplano: ahí hay una diferenciaclasista. Ambos son campesinos, unos provie-nen de una estructura campesina sindical delarga data y otros de una estructura de recien-te formación -20 o 30 años- y con condicio-nes de bienestar 5 o 6 veces superior al pro-medio altiplánico. Por otro lado, en el mundoaymara agrario hay una permanente evoca-ción de un pasado idílico de las comunidadesy de caudillos que viene de Katari y de unimaginario de una nación antes de la naciónboliviana. En el caso cocalero no vas a encon-trar eso. Es, más bien, un movimiento cam-pesinista de los años 90 que poco a poco se vaindianizando hacia fines de la década; y lohace de una forma muy instrumental, máscomo mecanismo de defensa de la hoja decoca que como algo ancestral. Pero cuandohablas con los líderes es evidente que, porejemplo, el papel de la wiphala es una inven-ción de reciente data.

En esas diferencias identitarias de compo-sición de clase vas a encontrar lecturas distin-tas de la realidad más allá de las peleas por elliderazgo. A Evo le cuesta mucho acercarse almundo aymara o al mundo alteño. Logracierta influencia en todas partes pero en ElAlto no. Cuando hay problemas él no va a ElAlto; se va a Cochabamba o mejor alChapare. Aunque Evo Morales plantee lanacionalización, y ello es bien visto por algu-nos alteños, siempre hay una distancia, pese aque Evo Morales tiene origen aymara (es unj oven aymara de Oru ro que se va aCochabamba, se quechuiza en Cochabambay se campesiniza allí). Yo creo que estas dife-

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12 Artículos de Pablo Stefanoni y Franklin Ramírez G.publicados en el semanario El Pulso, mayo/junio2005, La Paz; además “Potencia societal, empatecatastrófico y construcción de contrahegemonía enBolivia”, Revista Rodaballo

rencias entre moderados y más radicales,entre una estrategia más insurreccional y unamás electoral, entre un discurso más étnica-mente nacionalista o de nacionalismo indíge-na, y un discurso más de multiculturalidadcon base indígena, tiene que ver con proce-dencias sociales, con historia de acumulacio-nes sociales muy distintas, pero cabe situarlascomo diferencias étnico-clasistas duras, apesar de que ambos sectores forman parte deun bloque emergente que busca protagonis-mo político, distribución de las riquezas y enel que -incluso- se observa el surgimiento deuna nueva elite. Por eso, se puede leer tam-bién esta historia como parte de la lucha entreelites emergentes, con sus respectivas basessociales, y cuyo resultado en el mejor de loscasos va a ser la entronización de una nuevaelite que, ahora, es de procedencia indígena,popular, sindical, y que está usando todas lasposibilidades a su alcance para dar lugar a laentronización de esa nueva elite como parteminoritaria o como parte dominante de laselites políticas del país. La ventaja sería que,como en toda entronización de elites en elmundo, ello da lugar a la consagración denuevos derechos para el bloque social queacompañó a la construcción social de estanueva elite.

¿Cómo ves a estas facciones del campo ple-beyo en un incierto escenario de AsambleaConstituyente?

AGL: Estamos viviendo un momento deemergencia de bloques sociales anteriormentefragmentados que han ido construyendo suunidad en la propia lucha. No es que habíaunión desde el principio y, así, han salidotodos en conjunto a la calle. No. Han idoconstruyendo su unidad, luchando, retroce-diendo, improvisando y son bloques socialesconstruidos en la propia movilización y noantes de ella. Son bloques con gran fuerzapara paralizar el país, con gran fuerza de ocu-

pación territorial, incluso a nivel urbano -ElAlto, en el fondo, ha funcionado como unaespecie de avanzada urbana-, con una lógicamuy campesina y familiar, que es ahora elnúcleo de la movilización en Bolivia, inclusoentre los mineros. Es, así, una sublevación dela unidad familiar frente a los “micro pedaci-tos” de modernidad e individualidad que hayen el país. Esta fuerza de bloqueo no se tra-duce en fuerza para visibilizar y personalizaralternativas de poder. Estas limitaciones sontodavía más fuertes en el contexto del eviden-te faccionalismo interno que hay en Bolivia.Porque puedes tener gran capacidad de resis-tencia pero es distinto tener una capacidad deconducción, de soberanía. Porque ahora tie-nes que pelear contra los opositores que no tedan paso, los conservadores que te ponen cor-tapisas y te bloquean el acceso al poder y tie-nes que pelear también contra los propioslímites internos del mundo subalterno, queha sido subalterno durante décadas y siglosjustamente porque nunca ha podido imagi-narse como soberano, como gobernante. Eres

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subalterno en tanto has naturalizado la ideade la ausencia de soberanía en tu vida, en tuhorizonte. La forma más patética en que ellose evidencia es lo que sucede con los indiosque nunca han votado por indios, porquenunca imaginan a un indio dirigiendo el país.Nunca imaginan a uno de ellos, de sí mismos,dirigiendo el país. Es eso lo que se ha ido que-brando. Ahora, una parte de los indios votapor indios. Pero muchos de los que votan porindios, aún no se imaginan votar por unindio que sea presidente. Votaron por unindio agredido, por un indio que ha sido víc-tima, pero votar por un indio que ejerza lagestión gubernamental todavía cuestamucho. Es una interiorización de la colonia-lidad, de la subalternidad como horizonte.

Lo ideal sería un gran frente que va de losradicales hasta los moderados con un proyec-to creíble, que permita superar las barrerasracistas del mundo urbano, de los sectores declase media y de opinión pública, en torno aun líder que pueda gobernar o que tenga lacapacidad o que esté preparado para ello. Sitú quieres hegemonía, tienes que romper esaherencia colonial que sólo acepta indios paraservir el café, o limpiar las calles o pedirlimosna, pero no para gobernar…

* * *

En marzo de 2006, Luego de tres meses degobierno del MAS en Bolivia, AGL hace unalcance a nuestro último diálogo y brinda suvisión del proceso político en curso:

¿Es un problema ser a la vez sociólogo críti-co y vicepresidente?

AGL: No, al contrario, es una excelente com-binación, porque permite analizar con unafrialdad siberiana lo que está sucediendo y tusacciones. Y como vicepresidente ves algunascosas que jamás verías desde tu gabinete desociólogo.

¿Cómo define el “evismo” al proceso políti-co en curso?

AGL: El “evismo” plantea una ruptura conrespecto a anteriores estrategias de lucha porel poder. Es un proyecto de autorrepresenta-ción de los movimientos sociales, de la socie-dad plebeya. Es un nuevo horizonte que nonace de la teoría sino que se va implementan-do en la práctica y puede aportar una intere-sante veta de análisis a las corrientes neomar-xistas. Un segundo elemento es un indianis-mo flexible capaz de convocar a los sectoresno indígenas, mestizos, sectores medios urba-nos. En términos didácticos podríamos decirque la Revolución Nacional de 1952 despier-ta al indio a la ciudadanía, pero trata dediluirlo en el mestizaje y le bloquea las posi-bilidades de desarrollo político. Cincuentaaños después, el indio se postula como unsujeto político autónomo que propone unnacionalismo expansivo, una nación con“unidad en la diversidad” como lo ha repeti-do tantas veces Evo Morales. La experienciaque estamos viviendo en Bolivia replanteatodo el debate sobre la lucha por el poder,incluso las propuestas de Antonio Negri.¿Qué es un gobierno de los movimientossociales? ¿Es posible? ¿Cómo se operará larelación entre lo político y lo social?

Para visualizar al nuevo gobierno haz habla-do de un “capitalismo andino”. ¿Cómo loentiendes?

AGL: Con esa expresión, más bien teórica,hice referencia a que las estructuras materialesde las rebeliones sociales desde el 2000 son laspequeñas economías familiares, tanto en elcampo como en la ciudad. Son los pequeñosproductores los que se han rebelado: campe-sinos, cocaleros, artesanos, microempresarios,cooperativistas mineros. Y no va a haber revo-lución socialista en una nación de pequeñosproductores. El “evismo” visualiza estas múl-

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107ÍCONOS 25, 2006, pp. 91-107

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tiples modernidades, el pequeño campesinodel Altiplano no va a ser un farmer, peropuede tener tractores o Internet. Siempre lomoderno subsumía lo tradicional, ahora pen-samos en una articulación diferente y nosubordinada entre estas dos plataformas quevan a perdurar en los próximos 50 o 100años. No estamos pensando en el socialismopara el futuro próximo sino en una profundarevolución democrática descolonizadora.

Bibliografía de Álvaro García Linera

Libros

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Sociología de los movimientos sociales enBolivia, Diakonia/Oxfam G.B., Plural, LaPaz, 2004.

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