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Edicion a cargo de JOSÉ MIGUEL MARINAS CRISTINA SANTAMARINA LA HISTORIA ORAL: MÉTODOS Y EXPERIENCIAS

LA PERSPECTIVA BIOGRÁFICA: VALIDEZ METODOLÓGICA Y POTENCIALIDADES

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Daniel Berraux

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  • Edicion a cargo de JOS MIGUEL MARINAS

    CRISTINA SANTAMARINA

    LA HISTORIA ORAL: MTODOS Y EXPERIENCIAS

  • SUMARIO

    . , lntroduccion ...................................................................................... 9 El compromiso de la historia oral ..................................................... 9 El sntoma biogrfico .................................................................. I I Un objeto de nadie y de todos ....................................................... 12

    DIMENSlONES DE LA HlSTORlA ORAL De la perspectiva de la historia de vida a la transformacin de la

    prbctica sociolgica, Daniel Bertaux ................................... . . . . . 19 Sobre el anlisis de los relatos de vida, Nicole Gagnoii .................... 35 El estudio interaccionista de la organizacin social: una nora meto-

    dolgica, Norrnan K . Denzin ......................................................... 47 Historias de vida en el anlisis del cambio social, Paul Thompson ... 65 Prcticas antropolgicas e historias de vida, Franqoise Morin .......... 8 1 El ritual y la vida cotidiana como fundamentos de las historias de

    vida, Michel Maffesoli .................................................................. 109

    LAS BIOGRAFAS Y SU MTODO Sobre la auronoma del mtodo biogrfico, Franco Ferrarotti ......... 12 1 Los biograjros como instrumento analtico e interpretativo, Franco

    Ferrarotti ....................................................................................... 129 La perspectiva biogrfica: validez metodolgica y potencialidades,

    Daniel Bertaux .............................................................................. 149 Biografa: relato, texto, mtodo, Martin Kholi ................................. 173 Datos autobiogrficos y praxis cultural, Nicole Gagnon ................... 185

  • EL TRABAJO DE CAMPO Historia y trayecloria viral, Glen Elder ........................................ 199 Hislorias de vida del oficio de panadero, Daniel Bertaux e lsabelle Ber-

    taux Wiame ................................................................................... 231 Ot~tologas del yo: la recomposicin mitolgica de la propia historia

    de ilida, Agnes Hankiss ................................................................. 25 1 La Iiistoria de vida social como intercambio oral ritualizado. Mauri-

    zio Catani ..................................................................................... 257 La perspectiva de la historia de vida en el estudio de las migraciones

    itlteriores, lsabelle Bertaux-Wiame 267 l ................................................ Bibliografra ........................................................................................ 283

  • LA PERSPECTIVA BIOGRAFICA: VALIDEZ M E T O D O L ~ G I C A Y POTENCIALIDADES*

    Daniel Berraux

    Algunos trabajos franceses recientes han vuelto a sacar a la luz dos tramos de la historia de la sociologa emprica casi totalmente olvidados: se trata de las investigaciones basadas en relatos de vida (lije slories) y en historias de vida (/fe Aisrories) llevadas a cabo en el periodo de entre- guerras por socilogos de Chicago (Bertaux, 1976), y las realizadas en la misma poca en Polonia a partir de memorias (pamielniki) recogidas en convocatorias publicas entre los campesinos, obreros y parados (Markie- wicz-Lagneau, 1976. 198 1 ; como ejemplo paradigmtico, ver Chalasinski, 1981). Lejos de ser trabajos marginales, estas investigaciones constituan en ese momento una de las principales corrientes de la sociologa emprica tanto en Estados Unidos como en Polonia. Y, sin embargo, durante la segunda guerra mundial esta forma de observacin de los procesos socia- les haba desaparecido de la panoplia metodolgica internacional.

    Esto en cuanto a la sociologa. En antropologa, la utilizacin de las historias de vida es a la vez ms antigua y ms diversificada. Lewis L. Langness recensionaba, en 1965, ms de 400 ejemplos (Langness, 1965). Y sin embargo tambin en este campo, a pesar de algunas obras maestras mundialmente conocidas -entre las aue estn las de Oscar Lewis-, esta forma de investigacin deba permanecer oculta a lo largo de los aos 50 y i 60 (Morin, 1980). 1

    En cada una de estas dos disciplinas se han encontrado investigadores que tratan de establecer un juicio sobre la validez del mtodo y compren- der las razones de su fracaso. Citemos, en cuanto a la antropologa. los ensayos de Kluckhohn (1945), Dampierre ( 1957), Langness (1 965), Man- delbaum (1973). y, en sociologa, los de Blumer (1939), Angell (1945), Becker ( 1966). Denzin ( 1970) 'l.

    L'approche biographique. Sa validitC m~ihodologique, ses potentialits. Daniel Ber- taux. Cahier~ lnternalionaux de Sociologie. vol. LXIX. 1980. Presses Universiiaires de France. Paris.

    U n lugar especial merece el trabajo de Sigrid Paul. que cita. resume y evalua con una gran seguridad de juicio. sin a priori terico. la casi totalidad de las investigaciones que

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    mOnios de 10s prximos, etC. Por SU parte, Lewis L. Langness, autor de un estudio muy completo sobre la utilizaci6n de las historias de vida en an- tropologa (Langness, 1965), confirma que los primeros antroplogos que utilizaron el trmino life hislory pretendan designar con 61 todo 10 que haban podido saber de una persona, sea a travs de ella directamente, sea interrogando a los dems miembros de la comunidad.

    Por 10 dems. la distincin entre life story y life history, relato de vida Y estudio de casos clnicos, me parece que hace referencia a algo ms que a una distincin terminolgica. Denzin consideraba en 1970 que el estudio de casos ( [ve history) era muy superior al simple relato de vida englobado en aqul. De forma inversa, 10 que me llama la atencin es la orientacin implcitamente tecnocrtica (o, segun el caso, fisiocrtica, sociocrtica 0 estatocrtica) de los estudios de casos en los que se despliega plenamente una voluntad de saber incontrolada. La cuestin de la fiabilidad de los datos puede resolverse de modo distinto al de la convergencia de fuentes sobre una persona. que, de todos modos, no podra en ningn caso consti- tuir, como tal. un objeto socio~gico (Bertaux 1981, Introduccin).

    Pero por qu hablar de perspectiva biogrfica y no de mtodo de los relatos de vida))? La expresin perspectiva biogrfica constituye una apuesta de futuro. Expresa efectivamente una hiptesis: el investigador que comienza a recoger relatos de vida, creyendo tal vez que utiliza una nueva tcnica de observacin dentro de unos marcos conceptuales y epis- ternolgicos inmutables. se ver paulatinamente llevado a cuestionar, uno tras otro. dichos marcosJ7. Lo que va a estar en juego no es la mera

    ?7 Esto es exactamente lo que ha ocurrido con el survey research. Su principal promo- tor. Samuel Stouffer. no tena en principio sino objetivos muy pragmticos. Formado en Chicago. con los psiclogos Thurstone y Pearson, mostraba en su tesis doctoral que se podan obtener mediante cuestionarios estandarizados las mismas informaciones especificas que mediante relatos de vida, pero con un coste menor (Stouffer, 1930). En 1939, en una clebre mesa redonda. aport la prueba, segn l decisiva, de la superioridad de los cuestio- narios sobre los relatos de vida: aqullos y no estos eran los que utilizaban ... los grandes bancos. o ms exactamente sus agentes. para evaluar el riesgo especfico de impago de un crdito concedido a tal o cual particular (ver Blumer. 1939; y la traduccin de la interven- cin de Stouffer en Bertaux, 1976). De manera muy rpida. gracias al trabajo de Lazarsfeld. esta nueva tcnica de observacin social deba producir no slo su propia metodologfa de anlisis, sino una manera de concebir la misma teora sociolgica (como sistema de hipte- sis acerca de relaciones entre variables). Por fin. para coronar el edificio. los filsofos neo- positivistas llegaron a conferir a esta nueva perspectiva sus cartas de nobleza epistemolgi- ca. estableciendo un paralelismo -en realidad completamente superficial- entre ciencias fsicas y ciencias sociales, leyes de la materia como relaciones entre magnitudes fsicas y leyes de la sociedad como relaciones entre variables soci6gicas.

    Paralelamente a esto. la prediccin de Stouffer: que otras grandes industrias)) distintas de los bancos se apropiaran de la investigacin por cuestionarios, se cumpla ms all de toda esperanza ... N o podemos sino lamentar que esta historia fascinante no haya sido an objeto de un estudio de sociologia de la ciencia, o. ms exactamente: de sociologa de la sociologa.

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    adopcin de una nueva tcnica, sino la construccin progresiva de una nueva prctica sociolgica; una nueva perspec.tiva que. entre otras caracte- rsticas, permitira reconciliar, de una vez por todas. la observacin Y la reflexin (Bertaux 1977, 1981 b). De ah el trmino perspectiva bio- grfica.

    Quiz 10 ms discutible sea el hecho de poner este trmino en singular. As, en efecto, mientras que en otro momento exista una relacin muy estrecha entre el uso de los relatos de vida y la orientacin hacia el aspecto

  • por el interaccionismo simblico (Denzin) y muchas otras corrientes teri- cas que se inspiran en los trabajos de Max Weber (Camargo), Louis Du- iiioiit (Catani), Fernand Diimont (Gagnon). Pero esta diversidad se enri- cliicce aiin ms con la participacin de los investigadores que utilizan los irlatos de vida en el contexto de otras disciplinas tales como la antro- ~~a log a (Elegoet), la historia social (Thompson, Synge, Bertaux-Wiame), I;i psicologa social (Hankinss), la psicohistoria (Elder).

    Los medios sociales investigados son a su vez mltiples; encontramos i~iimpesinos, trabajadores temporeros, obreros empleados, artesanos, in- iliisii-iales y lites; al igual que jvenes delincuentes, heroinmanos y la cvoccibn de un campo de concentracin. En cada uno de estos medios, el iii'irnero de personas interrogadas va de una a ms de un centenar.

    Por ltimo, los objetos tericos estudiados son muy diversos, puesto qiir van de lo vivido (Gagnon), la imagen de si (Hankinss), los valores (C'iitani), los conflictos de roles (Luchterhand), la historia psicolgica (El- ilri- y I~ockwell), a las trayectorias de vida (Camargo, Martiny, Lefebvre- ( i~iii-ouard, Lomant, Bertaux-Wiame), los modos de vida (Kemeny, Car- piiti) y las estructuras de produccin (Bertaux y Bertaux-Wiam, Denzin).

    En contraste con esta gran variedad de investigaciones enriquecida an i i > i i publicaciones ulteriores (como Hareven, 1978-1979; Rosenmayr, 1978; ( 'liulasinski, 1981; Stepanski, 1981; Faraday y Plummer, 1979), el conjun- 10 de trabajos de la escuela de Chicago aparece de repente como singular- iiwnte monocromo y polarizado. Realmente monocromo, pues los traba- 111s dependen todos de una misma corriente de pensamiento surgida de la c.~~.;eanz.a de George H. Mead, el interaccionismo simblico (el trmino 1 1 ; i llegado ms tarde). Polarizado, pues si estos trabajos se dirigen a po- !,iii~.ioiies diversas, nuevos inmigrantes, jvenes delincuentes, jvenes pros- I ii~itas, vagabundos, toxicmanos, ladrones profesionales, sigue siendo la iiiisina cuestin, el mismo objeto sociolgico el que orienta la reflexin: la . I ~ ~ S I J I ~ C ~ ~ ~ .

    Este punto es esencial, pues lleva a sospechar que lo que a veces se ioiiia como algo constitutivo de los relatos de vida -a saber que su valor i).wticiilar reside en su aptitud para comprender ((des.de el interion) los 111 ocesos de desviacin-, no es ms que una de sus mltiples facetas, que iiiia escuela particular, la de Chicago, ha sabido poner de relieve de forma p;irtictilar.

    ' I trtdiiro de sirbsrruccin ,,Es posible clasificar estos diversos estudios segn una o varias dimen-

    >rones, que, as diferenciadas, contribuiran a hacer aparecer la estructura yiihyacente del campo?

    IJiia de las dimensiones estructurantes me parece estar constituida por

    el tipo de objeto socioidgico estudiado. Se habr notado efectivamente que algunos investigadores han elegido concentrarse en estructuras y pro- cesos ((objetivos, mientras que otros han tomado como objeto las estruc- turas y los procesos ccsubjetivos)).

    Estructuras de produccin, formacin de clases sociales, modos de vida de medios sociales determinados, constituyen otros tantos objetos de tipo socioestructural. Igualmente, las investigaciones llevadas a cabo hoy en da sobre el ((ciclo de vidan y el ciclo de la vida familiar)) (ver por ejemplo Cuisinier, 1977; Hareven, 1978, o Baln y Jelin, 1980) dependen de este primer tipo; as como la escuela britnica de historia oral (Thomp- son, 1980); y los trabajos de antroplogos que intentan describir los aspec- tos materiales de la cultura de un grupo social (Elegoet, 1980). Yo aadira aqu las investigaciones sobre los modos de vida llevados actualmente a cabo en Francia por marxistas (Bleitrach y Chenu, 1979). En las formas particulares de la vida material, produccin y reproduccin, trabajo y con- sumo es donde todos estos investigadores orientados hacia lo socioestruc- tural buscan la fundamentacin de las mltiples regularidades de compor- tamiento y la recurrencia de los procesos que revelan los relatos de vida.

    En oposicin aparente con esta orientacin se sita la que centra su atencin en fenmenos simblicos, y tiende a diferenciar las formas y es- tructuras particulares del nivel sociosimblico. A travs de los relatos de vida y las autobiografas, a travs tanto de sus formas como de sus conte- nidos (Burgos, 1979, 1980; Kohli, 198 1 ; Catani, 198 l), los investigadores tratan en este caso de distinguir complejos de valores y de representacio- nes que existen en primer lugar en el nivel colectivo, antes de apropiarse, ms o menos totalmente, de las subjetividades. Estos trabajos se vinculan con una larga tradicin que recorre la sociologa y la antropologa, y que va desde el estudio de las religiones y los mitos al de la ideologa moderna (Louis Dumont, 1976); el mtodo, por el contrario, es nuevo.

    Es cierto que el estudio de lo socioestructural y el de lo sociosimblico no proceden de la misma manera; y sa es la razn de que su distincin sea aqu pertinente. Sin embargo, conviene matizarla. En primer lugar, la mayor parte de los objetos estudiados constituyen formas ((degradadas)), desde el punto de vista terico, de lo socioestructural (as, los modos de vida) o de lo sociosimblico (as, lo vivido; las actitudes, representaciones y valores individuales): en estas formas degradadas, las particularidades idiosincrticas ocupan an un lugar importante.

    Pero, ante todo, estos dos ((niveles)) de lo socioestructural y de lo so- ciosimblico no son sino dos caras de una misma realidad social. Por eso, todo estudio en profundidad de un conjunto de relaciones sociales ha de considerarlos simultneamente. As Denzin, que comenz a estudiar el consumo de alcohol en los bares, desde el punto de vista de la interaccin simblica, acab investigando sobre las estructuras de produccin de los

  • alcoholes. Mientras que yo, al revs, pasaba de una investigacin sobre las relaciones de produccin del pan a una indagacin sobre los valores y proyectos de vida de quienes lo fabrican.

    Finalmente, lo social no est hecho de cemento; es poltico y ((trabaja)) bajo la presin de fuerzas contrarias y cambiantes. Si estructura el campo de la praxis, es a su vez objeto de ella, es el reto de la praxis. Una sociolo- ga que no se limitara a analizar el orden instituido, sino que tratase de captar las contradicciones que engendra y las transformaciones estructura- les que de l resultan, debera, pues, esforzarse en reunificar el pensamien- to de lo estructural y de lo simblico, y superarlos para llegar a un pensa- miento de la praxis. Algunas obras excepcionales, en las cuales -y no es casualidad- proliferan las descripciones biogrficas de personajes. nos muestran el caminoM.

    Por comparacin con esta primera dimensin que va de lo estructural a lo simblico y a la praxis, la segunda dimensin que subyace a la diver- sidad de formas actuales de la perspectiva biogrfica parecer irrisoria: se trata. en efecto. del nnzero de relatos de vida en el que se basa una inves- tigacin. Me parece, sin embargo, significativa.

    Algunas investigaciones se basan en un nico relato de vida (Catani. 1980, 1981; Houle, 1979; Luchterhand, 1981, o, por ejemplo, Sutherland, 1977). Otras incluyen varios, pero aislados unos de otros. Es el caso de la primera investigacin en Quebec dirigida por Nicole Gagnon, que es ms la yuxtaposicin de ciento cincuenta microencuestas, cada una dirigida a una persona, que una encuesta para ciento cincuenta personas. Esta mis- ma forma atomizada se encuentra en la investigacin dc Paul Thompson y Thea Vigne (Thompson. 1977).

    Por el contrario, hay investigaciones que incluyen varias decenas de relatos de vida recogidos en un medio homogneo, es decir un medio or- ganizado por el t~iismo conjunro de relaciones so

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    firmar la inanidad de una

  • Los relatos de vida orales nunca sern sino una aproximacin; pero dicho esto, son, en la prctica, mucho ms fciles de suscitar '3.

    Como los relatos de vida orales se recogen en situaciones de entrevista. existe la tentacin de remitirse a la inmensa literatura relativa al compor- tamiento en las entrevistas. Sin embargo, hay que ser consciente de la diferencia profunda que existe entre la orientacin general de esta literatu- ra. surgida del campo de la psicologa social, y la orientacin aqu preco- nizada, que tiene que ver mucho ms con el proceso etnogrfico. Los psi- cosocilogos se interesan por las actitudes, por las ideologas encarnadas, y han concebido la entrevista desde este punto de vista. Si, por el contra- rio. uno considera a su interlocutor como un informante, y se interesa no por aquello que ste cree, sino por lo que sabe (por haberlo vivido direc- tamente), la perspectiva cambia. As, una de las condiciones para que un relato de vida se desarrolle plenamente es que el interlocutor sea captado por su deseo de contarse, y que se haga cargo l mismo de la direccin de la entrevista Y que llegue, por consiguiente. a lo que el psicosocilogo menos directivo trata precisamente de evitar.

    Entonces hay que ser no directivo? Si uno se interesa por un objeto del tipo relaciones sociosimblicas~~. es quiz la actitud ms recomenda- ble. Pero yo no tengo experiencia de ese tipo de investigacin (ver Catani. 1980). Si. por el contrario. se trata de conocer las relaciones socioestructu- rales. lo que conviene es una combinacin de escucha atenta y de cuestio- namiento. Pero cul?

    En realidad, la significacin misma de la actitud no directiva cambia a lo largo de la investigacin; y tambin la actitud directiva. Al comienzo de la investigacin se da prioridad a la adquisicin de conocimientos acerca de los marcos s

  • ~jlrtos, bien porque un contexto, despus de muchos preparativos, nos re- ~iili;iha por fin accesible, bien porque estbamos trabajando fuera de nues- iro ambiente y desebamos engranar el mximo de entrevistas posibles. \plazbamos la transcripcin, y consiguientemente el estudio atento de

    I L ; ~ relatos, para ms tarde. Tiempo desputs nos dimos cuenta de que ha- hiamos planteado muchas veces, en entrevistas sucesivas, cuestiones cuya r-cspiizbia nos haba sido dada ya, de forma indirecta, en las primeras en- ii-evistas. Y, por el contrario, no habamos prestado atencin a determina- (los procesos, evocados en las primeras entrevistas pero de manera dema- 3iado tangencia1 como para que nos ditramos cuenta de ello en el riiomento. Si hubiramos planteado de frente, an ms de lo que lo ha- hiamos hecho, la recogida de entrevistas y su esttidio. habramos ganado, a la postre, en todos los sentidos.

    Por eso el camino ideal parece ser la transcripcin inmediata de las entrevistas, su examen en caliente y la totalizacin del saber sociolgico a riiedida que se va acumulando. El nivel de cuestionamiento mejora mucho !; ~wi.inite, sin duda, hacer aparecer .ms pronto la saturacin 45.

    I'nricrer int:ompleto Re los relaros de vida Miichos investigadores, influidos por los relatos de vida publicados,

    ~ lue se presentan casi siempre como relatos autobiogrficos comple~os, que c.libren todos los aspectos de la existencia y toda su duracin, deploran el ~.arcter incompleto de los relatos que ellos mismos recogen. Esto provie- i i c . segn creemos, de una confusin entre el esfuerzo sociolgico y el -sfuerzo literario, que nunca est ausente cuando se trata de una publi- t.aci6n.

    Si el objeto sociolgico explorado es del tipo ((relaciones socioestructu- i.;iles, el segmento de la vida que interesa al socilogo es el que ha sido \ ivido en el marco de tales relaciones. Si un obrero de la panadera aban- dona su oficio para convertirse en guardia, en CRS (se ha dado el caso),

    sale de campo)). Slo la decisin de abandonar el oficio es pertinente 1J;ir;i quien estudia la panadera; por lo dems, se trata de un universo tlihiirito. Lejos de fetichizar la biografa entera como historia nica de un iiitlividuo nico portador de la inefable condicin humana, la perspectiva biogrfica debe criticar la ((ideologa biogrfica)) y reconocer, por el con- irario. que cada vez ms, en las sociedades que anima el movimiento ince- sante del capital. los hombres y las mujeres tienden a ser desplazados como peones, trasladados de una regin a otra de las relaciones de pro- diiccin. del territorio, del medio sociocultural, etc. (Bertaux, 1976).

    45 Redactar notas inmediatamente desputs de la entrevista, as c o m o llevar un diario de campo. no pueden suplir ms que parcialmente la ausencia de transcripciones que permiten la iotalizacin del saber. De todos modos, estas dos prhcticas son muy recomendables.

    Pero si la segmenracin que acta sobre la realidad misma debe ser reconocida como tal, e incluida en el principio mismo de la recogida de los relatos de vida, hay otro proceso (ortogonal a la segmentacin) que tam- bin est actuando: se trata del proceso por el cual. tras la separacin domicilio/trabajo consecutiva al desarrollo del personal asalariado. hay un nmero cada vez ms elevado de personas impelido a vivir vidas para- lelas, una en el trabajo, otra en familia, y a veces una tercera en una actividad correspondiente a una inversin personal. Millones de existen- cias estn, por decirlo as, serradas a lo largo por la destruccin de las comunidades locales y la especializacin de los campos sociales en las me- trpolis 4h.

    Recordar los efectos de los procesos de segmentacin y de ((serrado a lo largo)) no significa que estos procesos resulten, en todo tiempo y liigar, victoriosos. Se puede postular que, en realidad. quienes se ven sometidos a ellos, se resisten. Guy Barbichon y sus colaboradores (1972, 1974) han puesto de relieve que las esferas del trabajo, de la familia y de la residencia (en el sentido de la movilidad geogrfica) se condicionan mutuamente. Uno puede, por ejemplo. mudarse por un trabajo mejor, o cambiar de trabajo para ((volver a su tierra)). Pero no es menos cierto que las diferen- tes formas de movilidad (geogrfica, profesional, movilidad de modo de vida) se acentan. No es necesario intentar abrazar la totalidad de las existencias. A menos que uno las tome precisamente como objeto. Cosa que conduce a la bsqueda de tra.vecrorias, signos de flujos colectivos y relatos de vida que permitan captar las razones de los diferentes tipos de desplazamienros (geogrficos, pero igualmente profesionales, familiares, culturales, sociales), y la emergencia de la praxis individual y sobre todo familiar (Balan y Jelin, 1980; Thompson, 1980).

    Si, por el contrario. el objeto de la investigacin es tal o cual tipo de relaciones sociosimblicas, puede ser esencial conocer la totalidad de la existencia (es el punto de vista de Catani. 1980). Pero precisamente lo que interesa al socilogo. en este caso, no es la vida como totalidad concreta. sino la signifijic.acMn que se le da posteriormente.

    Esta cctotalidado. por lo dems, no es una, fragmentada por completo y dividida como est por el juego de circunstancias. de fuerzas sociales in- controlables, de acontecimientos colectivos que invaden la vida indepen- dientemente de nosotros (guerra o paz, crecimiento o crisis). Por el con-

    46 En este sentido. Jean Peneff (1979) indica muy claramente que los obreros militantes que le han contado su vida apenas han hablado de su vida familiar. N o se trata s lo de un reflejo d e pudor, ni siquiera del aefecto del canal que hemos sealado en otro lugar (Ber- taux y Bertaux-Wiame. 1980) y que hace referencia a que antes de que se produzca el encuentro, el canal a travbs del que el informante ha sido contactado (el sindicato CGT. en el caso de Penef) orienta profundamente el relato de vida. Ms all de estos dos fenme- nos. hay una separacin real que se instaura en la existencia misma.

  • trario, resulta del mximo inters saber cmo cada uno y cada una se esfuerza en contar la historia de una serie de contingencias como historia de un desarrollo unitario. En describir una lnea rota por fuerzas exterio- res como un itinerario querido y elegido desde el interior. En comprender cmo los seres humanos hacen para construir una unidad de sentidos de la que su vida real ha sido desprovista. Sabemos que hacer el relato de la propia vida no es vaciar una crnica de acontecimientos vividos. sino es- forzarse por dar un sentido al pasado, y por ello mismo a la situacin presente, incluso en lo que contiene de proyectos. Los sutiles mecanismos de esta ccsemantizacin)> estn muy poco explorados. Se trata, por regla general, de bricolajes personales que utilizan como materiales de base ele- mentos de sentido. o sernos. tomados del universo sociosimblico que nos rodea 4'.

    La exploracin de este universo, apenas esbozada -ver en particular Dumont (1976), Catani (1980)-, podra proporcionar un gran beneficio a la recopilacin de relatos de vida concebidos como operaciones de seman- tizacin.

    El problen~a del anlisis Todo lo dicho anteriormente converge hacia el rechazo de la concep-

    cin neopositivista del anlisis como data anabsis. como una fase poste- rior a la recopilacin. El procedimiento que se va aplicando progresiva- mente se parece ms al de los antroplogos de campo que al de los socilogos que se sirven de investigaciones mediante cuestionarios. El ctanlisis~ se va haciendo a lo largo de toda la investigacin. y consiste en construir progresivamente una represen~acin del objeto sociolgico. En esto se invierte un mximo de reflexin sociolgica y un mnimo de pro- cedimientos tcnicos. Al elegir a los informantes. al cambiar el cuestiona- miento de un informante a otro (al revs de lo que ocurre con el cuestio- nario estndar), en la habilidad para descubrir los indicios que le encaminan a uno hacia procesos hasta entonces desapercibidos, y al orga- nizar los elementos de informacin en una representacin coherente es donde se juega la calidad del anlisis. Cuando la representacin est esta- bilizada. el anlisis ha terminado.

    Estamos en el polo opuesto a la tradicin hermenutica. en la que uno se aplica, por el contrario. a descubrir. a travs de mltiples lecturas de un mismo texto, significaciones subyacentes (Colin, 1978. 198 1). Pero la con- tradiccin no es sino aparente. Resulta claro que el estudio de lo socio-

    4' Por ejemplo, parece dificil hoy en da construir la significaci0n de toda una existencia en iorno al scnrido d ~ l honor. que, sin embargo, ha tenido un papel tan enorme en la poca feudal. Este valor. que se distingue del sentido de la honestidad. ya no forma parte del universo sociosimbblico contemporneo.

    simblico difcilmente puede prescindir del procedimiento hermenutico. Resulta igualmente claro que cuando se trata, como hacen Maurice Catani ( 1980, 198 1) o Martine Burgos (1979. 1980), de hallar el sentido no en los contenidos manifiestos o latentes, sino en la forma misma de los relatos, el anlisis en profundidad de cada relato es indispensable. Si es exacto, por ejemplo, que muchas mujeres no emplean el ((yo)) (en el sentido de sujeto de un acto conscientemente planteado) para contar su vida, como lo han sealado Noelle Bisseret (1974) e lsabelle Bertaux-Wiame (1979), las con- secuencias potenciales de esto son considerables.

    Concluyamos, pues. que los problemas de anlisis de lo socioestructu- ral y de lo sociosimblico no son los mismos, y que requieren procedi- mientos diferentes. Pero no reifiquemos esta divisin de lo simblico y lo estructural, ya que no son sino dos aspectos del mismo fenmeno social total, que a su vez es tambin totalmente histrico.

    Re

  • ~ic~ne la forma autobiogrfica a lo que no es inicialmente ms que una .i.i.iz de evocaciones de escenas. Se podra avanzar la hiptesis extrema de ,lile la autobiografa es una forma de expresin que no pertenece sino a la \.iiliiira occidental. nica cultura en la historia que ha desgajado el yo, el iiitli\~itlii, del tejido social comunitario, que ha erigido al hombre como iiiCclida de todas las cosas y lo ha puesto como sujeto de su propia existen- ~ . i i i . Esta hiptesis me parece personalmente demasiado esquemtica, y i~i-cfiei-o un examen atento de lo que Althusser llama ((las formas histricas ,Ir lii individuacin)). Pero constituye un excelente punto de partida para i-i~iiiper con la ideologa biogrfica.

    Bastantes antroplogos franceses -Claude Karnooh respecto a Tran- bilvania, Philippe Sagant en cuanto a los limbu del Nepal- han mencio- iiirtlo que la mayora de los campesinos a quienes haban sugerido contar sil vida respondan en otros trminos. Describiendo, por ejemplo la vida del pueblo en otro tiempo. O multiplicando las antcdotas de ste. En la iiar-racin de estas antcdotas ponan adems todo su talento de cuentistas. :llgiinos de estos relatos alcanzan una gran calidad de expresin: no son iclaios de vida, porque esta forma de expresibn, en rigor, no tiene sentido i.11 tales culturas. Por el contrario, contar historias, escenificar caracteres it.on sus particularidades, sus ridculos) produce efectos dramticos. Eso s. Eso lo saben hacer y les gusta hacerlo (Sagant, 1980). Por qu pues iiliponer la forma autobiogrfica? NO es una hereja?

    Se puede ir ms lejos an: hay muchos indicios de que tanto en las sociedades campesinas europeas como incluso entre los obreros. los em- ~'lrados y la mayora de las mujeres, la autobiografa no circula fcilmen- [e. Cuando Armel Huet le pregunta a un viejo campesino bretn por su familia y le pide contar su vida, el hombre describe con un cuidado y una 11i-ecisin extraordinarios la historia de las diferentes casas del pueblo. I l n y personas que pueden contar la guerra del 14, tal como la han vivido, pero contar el resto es como los trabajos y los dias (Elegoet, 1978). Jean I'eiieff (1979) subraya justamente que la mayora de las autobiografas iil>reriis piiblicadas hasta el presente tienen como autor un individualista, a iiiriiiido un anarquista, que ha terminado por salir de la condicin obrera, '. que ya no es obrero en el momento en que escribe. Otro tanto se puede Jccir de la condicin campesina de las hermossimas autobiografas de I'irrre Caesellas (1975) o de Gabino Ledda (1977). A fin de cuentas, no ,,cra la autobiografa una forma no slo occidental. sino ((burguesa)), o, al ii\ciios, una forma que no tiene sentido fuera de la cultura del humanismo ~~Iisico?

    Dejaremos en suspenso esta cuestin. Sin embargo, hay que saber que. pira que tenga estilo (adecuacin de la forma al contenido), una historia iiciie que haber sido contada muchas veces (Sagant, 1980). La cultura lo- ( , i l es la que determina el tipo de historias que se cuentan ... Y para que

    prenda y se desarrolle el relato de vida es necesario que la postura auro- biogrfica haya sido interiorizada. Que uno se tome como objeto, y que se mire a s mismo a distancia, que se forme una conciencia reflexiva que trabaje sobre el recuerdo, que la memoria misma se convierta en accin. Entonces todo es posible.

    Para crear esta conciencia reflexiva no hay nada como el acto de es- cribir y el dilogo ntimo que pone en marcha. Por lo que s de las me- morias)) recogidas en concursos pblicos entre campesinos y obreros pola- cos, creo comprender que es la calidad de esta conciencia reflexiva (y no la calidad del lenguaje o el carcter excepcional de la experiencia vivida) lo que los jueces evalan, al final. como calidad de una autobiografa. Por eso la entrevista de a dos no puede reemplazar el esfuerzo de escritura. Porque no le deja a la conciencia reflexiva el tiempo de formarse. Creo que sta es la razn profunda por la cual los investigadores reescriben Los relatos de vida orales antes de su publicacin. Esta reescritura se suele justificar por la ((supresin de las repeticiones)) y trivialidades de ese tipo.

    Si nuestra tarea fuera suscitar grandes biografas indgenas permane- ciendo fieles al documento recogido, la situacin sera casi desesperada. Pero no es se nuestro objetivo. Si los relatos de vida (y, claro est, las autobiografas) nos interesan, no es porque sean historias personales (con las que no tenemos nada que hacer), sino porque estas historias ((persona- les)) no son sino el pretexto para describir un universo social desconocido. Esto significa que. una vez adquirida, la postura autobiogrfica debe transformarse; que la mirada autobiogrfica)) debe transformarse en mi- rada etnogrfica. Y para eso, paradbjicamente, la interiorizacin de la cul- tura occidental y de su expresin burguesa constituyen un pesado hn- dicap. No hay nada ms aburrido y vaco que esas memorias de personajes que no hablan ms que de ellos mismos (salvo que lo hagan con un arte consumado). A travs de los ojos del narrador, no es a l a quien quere- mos mirar, sino al mundo; o, con ms precisin, a su mundo. Queremos servirnos de l como un periscopio, y que sea lo ms transparente posible. Pero esta metfora no vale sino a medias. No slo mirando, sino ante todo multiplicando las experiencias es como un ser humano aprende a comprender el mundo que le rodea. Para el socilogo, el narrador ideal es aquel que funciona como un periscopio cenestsico.

    Los relatos de vida, por ser al fin y al cabo relaros de experiencia, llevan una carga significante capaz de interesar a un tiempo a los investi- gadores y a los simples lectores. Y como la experiencia es interaccin entre el yo y el mundo, revela a la vez al uno y al otro, al uno por el otro.

    Los investigadores se interesan no por el yo, un yo particular, sino por el mundo (y ste comprende no slo relaciones socioestructurales, sino igualmente, en el plano sociosimblico, una forma de individuacin espe- cifica de ese mundo, que se revela a travs de la formacin de un yo

  • particular). El simple lector, por su parte, incluido el investigador que lee por placer, se compromete en el descubrimiento de otro mundo distinto al suyo en la medida en que es conducido por un gua concreto, el narrador. Que esto dependa de nuestra forma de cultura, en la que toda novela presupone un hroe, o que corresponda a una necesidad mucho ms pro- funda, la de un intercambio simblico entre hermanos humanos, lo inne- gable es que la legibilidad de una autobiografa es mucho mayor, y sobre todo cualitativamente diferente de la de un tratado de etnologa o de so- ciologa sobre tal o cual formacin social.

    Todo est basado en una diferencia de forma. Nada prueba que los contenidos del tratado y los de la gran autobiografa indgena sean sustan- cialmente diferentes. Su diferencia de contenido no es, en todo caso, una diferencia entre lo particular y lo universal. Pues es, y se ha dicho muy a menudo, a travs de lo particular como se encuentra el camino hacia lo universal.

    Pero en descarga de los tratados sesudos conviene aadir que detrs de cada gran autobiografa indgena se encuentra un antroplogo; y que es de l de quien proviene sin duda (pues las pruebas se han borrado antes de la publicacin) la calidad de la mirada etnogrfica de la que hablbamos ms arriba. Leo Simmons conoca la cultura hopi y estaba en contacto conti- nuo con Don Talayesva. Oscar Lewis dijo que haba planteado cccentena- res de preguntas a los hijos de Snchez. P.-J. Helias trabajaba ya en las mltiples formas de la cultura campesina bretona mucho antes de pensar en redactar su autobiografa, que se vio enriquecida con aquella experien- cia. Este trabajo subterrneo de los investigadores, oculto y disimulado en la espontaneidad aparente de las grandes autobiografas publicadas. es sin embargo el que les da su valor etnolgico y sociolgico.

    Desmitificados de esta manera, estos textos magnficos pueden culti- varnos e inspirarnos. Pero no deben servirnos de modelo. Aunque nada ms sea porque arrastran, quirase o no, la ideologa biogrfica. Las for- mas de publicacin correspondientes a la perspectiva biogrfica estn an muy lejos de ser inventadas.

    Valor sociolgico de la experiencia humana

    En la poca del doble imperialismo del estructural-funcionalismo y de la survev research, los relatos de vida eran considerados como carentes de inters sociolgico. Se les conceda una cierta aptitud para captar lo (

  • ,il~i~i-icin de La imaginacin sociolgica (1960), admirable trabajo critico ,lr:I cientificismo en sociologa. As, a contrario, el cientificismo que brota cii ida pgina de ese notabilsimo breviario de sociologa profesional: El ~ ~ / r t i o (le1 sociblogo (Bourdieu y otros, 1968), sntesis lograda de estructu- ialisiiio y positivismo, que por lo dems ha contribuido no poco a mi 1"-opio formacin.

    1' h i n embargo, si la sociologa, a ejemplo de la antropologa, recono- (.era a la experiencia humana -de la que los relatos de vida no son sino tina de las formas posibles de expresin- un valor cognitivo, ganara mu- c . 1 1 0 con ello. Pero esto exigira una revisin desgarradora.

    En primer lugar, la sociologa se aproximara a la etnologa, que desde Iiace mucho tiempo ha admitido que obtena lo esencial de sus saberes cciiicretos, incluso una gran parte de sus interpretaciones, de los informa- (lores hallados sobre el terreno. Si la etnologa puede admitirlo sin poner cii peligro su estatuto cientfico, es porque la distancia entre una disciplina

    sil objeto, que parece ser en la ideologa occidental una dimensin cons- iiiiitiva del estatuto cientfico, le viene en forma de miles de desarrollos tli\,ei-gentes, y de manera accesoria, en miles de kilmetros. Esta distancia t [ ~ ~ i : I B historia encuentra en el alejamiento temporal (incluso en las sospe- ~.Ii;is respecto de la historia inmediata), que la psicologa ha buscado pri- rriero en la experimentacin con animales y despus ha encontrado en el i-oncepto de inconsciente; esta distancia que la economa ex poltica en- c.iientra completamen& dada en la apropiacin por algunos de los medios (Ir. produccin colectivos, en la separacin entre el trabajo que es el lote ~.oiiin y la acurnulacin-inversin que estudia, separacin que ella misma

    S ::iiic.a para perpetuar su propia existencia; esta distancia, la sociologa ha 1,-iiitlo una enorme dificultad en construirla. Pero, al construirla, ha en- x~i~i i -ndo sus fundamentos; por eso se comprende que dude en cuestio-

    ii.irIas. .\si pues, de dnde vienen estos fundamentos, de dnde vienen las

    41it.ic)nes ms ajustadas de nuestros grandes tericos, sino en primer lu- m tlz sil experiencia personal, amplsimamente enriquecida con la expe- ,(:a de sus prximos? De dnde vienen inicialmente los destellos de

    , , to de rin Tocqueville, de un Saint-Simon, de un Proudhon, de un l . \ . . de un Durkheim, de un Gurvitch, sino de los viajes del primero, las : . icines y el compromiso del segundo y del tercero; de la amistad de , , don un industrial, Engels; de la educacin religiosa de Durkheim; de

    ,.~ii.ticipacin en la revolucin rusa de Gurvitch ... ? Haran falta cerebros . : !L> y formados para absorber la quintaesencia de la experiencia vivida,

    6 , i ponerla a una distancia crtica; y sobre todo para darle una forma de a , . , r> in escrita. Pero decididamente apostara, a la espera de que se in-

    , ~ i : clernostrarlo, a que la fuente de los principales conceptos que han Y !iiiiido la fuerza del pensamiento sociolgico desde hace ciento cin-

    cuenta aos es una experiencia humana. Primero vivida, despus reflexio- nada. Ya sea personal o cercana.

    Pero Cste no es ms que uno de los aspectos de la cuestin. E1 otro es que si es cierto que la experiencia humana es portadora de saber sociol- gico (y si no, poca sabidura habra en este bajo mundo), estamos viviendo en medio de un ocano de saberes indgenas, del que sin embargo no que- remos saber nada. No pretendo que sea un conocimiento puro y perfecto (qu socilogo lo tiene?); ni que est repartido por igual, pues se da, precisamente, en funcin de la experiencia. Pero no hay duda de que es- tamos asentados sobre inmensos yacimientos sociolgicos de una riqueza inaudita, y que bastaran mltiples sondeos para hacerlos subir a la super- ficie. Y no es que vayan a poder ser utilizados tal cual, salvo excepcin: tambin el petrleo en bruto pide ser refinado.

    Si fuese se el caso, las tareas de la sociologa se habran transformado. A la captacin por encuesta, totalizacin y expresin concentrada de sabe- res preexistentes se aadira la tarea de reinsertar los procesos sociales locales as explicitados en el conjunto global sociohistrico. Raro es que la experiencia humana sobrepase los lmites locales. Su canipo privilegiado es el de las mediaciones (Sartre, 1960) de todas las cadenas interconectadas de procesos mesosociolgicos, que constituyen la carne de lo social-histb rico. Pero tambin es, o debera ser, el campo de una sociologa historiza- da y concreta. La diferencia proviene de las vas de aproximacin: all donde la experiencia humana se esfuerza en elevarse de lo particular a lo general, la teora sociolgica parte de lo general (historizado) para anali- zar las formas concretas y siempre renovadas de actualizacin. Pero la meta es la misma, es la elucidacin del movimiento social-histrico.

    Finalmente, puesto que la experiencia humana es concreta, es expe- riencia de las contradicciones, de las incertidumbres de la lucha, de la

    1 praxis de la historia; tomarla en serio es situarse en posicin de captar no slo las relaciones sociales (socioestructurales y sociosimblicas) sino igualmente su dinmica o. mejor dicho. su dialctica. Aqu no puedo hacer 1 nada mejor que remitirme a George Gurvitch, quien vivi, comprendi y expres esto mejor que nadie (Gurvitch, 1953-1962; Balandier, 1968-1972, e. igualmente, Verhaegen, 1974). Es sabido que su pensamiento, tan inten- samente dialctico, se ha olvidado en la era de la hegemona estructuralis- ta. Ha llegado el momento de redescubrirlo.

    Todo esto pedira un desarrollo mas amplio. Pues no es asunto peque- o superar hbitos de pensamiento profundamente interiorizados para construir una etnosocio/oga dia/ctica, histrica y concreta, fundado so- bre la riqueza de la experiencia humana. Pero el objeto de este articulo era ms modesto. Trataba simplemente de hacer entrever esta posibilidad.