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BREVIARIOS DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA 427 LA DINÁMICA DEL CAPITALISMO FERNAND BRAUDEL TRADUCCIÓN DE RAFAEL TUSÓN CALATAYUD FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO

La Dinámica Del Capitalismo

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Braudel Fernand

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  • BREVIARIOSDEL

    FONDO DE CULTURA ECONMICA427

    LA DINMICA DEL CAPITALISMOFERNAND BRAUDEL

    TRADUCCIN DERAFAEL TUSN CALATAYUD

    FONDO DE CULTURA ECONMICAMXICO

  • L a d i n m i c a d e l c a p i t a l i s m o F e r n a n d B r a u d e l

    Primera edicin en francs 1985Primera edicin en espaol, 1986

    Primera reimpresin. 1993Ttulo original:

    La Dynamique du capitalisme1985, Les ditions Arthaud, Pars

    D. R. 1986,FONDO DE CULTURA ECONMICA,

    S. A. DE C V. Carretera Picacho Ajusco 227;14200 Mxico, D. F.

    ISBN 968-16-2241-3 (Empastado)ISBN 968-16-4048-9 (Rstica)

    Impreso en Mxico

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    NDICE

    1. REFLEXIONANDOACERCA DE LA VIDA MATERIALY LA VIDA ECONMICA................................................................................................................................................. 52. LOS JUEGOS DEL INTERCAMBIO........................................................................................................................... 143. EL TIEMPO DEL MUNDO.......................................................................................................................................... 24

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    Este breve volumen reproduce el texto de tresconferencias que di en la Universidad de Johns Hopkins,Estados Unidos, en 1977. El texto ha sido traducido alingls con el ttulo de Afterthoughts on MaterialCivilization and Capitalism, y ms tarde al italiano comoLa dinmica del capitalismo. La presente edicin noaade ninguna correccin al texto inicial que, deboadvertirlo al lector, es anterior a la publicacin del libroCivilizacin material, economa y capitalismo, publicadoen 1979 por la Editorial Armand Colin. Al encontrarseesta obra casi completamente escrita por aquelentonces, se me pidi que la presentara en sus lneasgenerales.

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    1. REFLEXIONANDO

    ACERCA DE LA VIDA MATERIAL

    Y LA VIDA ECONMICA

    COMENC a pensar en Civilizacin material, economa y capitalismo, obra larga y ambiciosa,hace ya muchos aos, en 1950. El tema me haba sido propuesto entonces o, mejor dicho,amistosamente impuesto, por Lucien Febvre, que acababa de sentar las bases de una coleccinde historia general, "Destins du Monde", de la cual tuve que asumir la difcil continuacin trasla muerte de su director, en 1956. Lucien Febvre se propona escribir, por su parte, Penses etcroyances d'Occident, du XV au XVIII sicles, libro que deba acompaar y completar el mo,formando pareja con l, y que desgraciadamente no se publicar nunca. Mi obra se ha vistodefinitivamente privada de este acompaamiento.

    Sin embargo, pese a limitarse en general al campo de la economa, esta obra me haplanteado numerosos problemas, debido a la enorme cantidad de documentos que he tenidoque manejar, a las controversias que suscita el tema tratado la economa, en s, es evidenteque no existe y a las incesantes dificultades que suscita una historiografa en constanteevolucin, ya que incorpora necesariamente, aunque con bastante lentitud, de buen o malgrado, las dems ciencias humanas. A esta historiografa en estado de perpetuoalumbramiento, que nunca es la misma de un ao para otro, slo podemos seguirla corriendo ytrastornando nuestros trabajos habituales, adaptndonos mejor o peor a exigencias y ruegossiempre distintos. Yo, por mi parte, siento siempre un gran placer cuando escucho este cantode sirenas. Y los aos van pasando. Habr consagrado veinticinco aos de mi vida a la historiadel Mediterrneo, y casi veinte a la Civilizacin material. Sin duda es mucho, demasiado.

    La llamada historia econmica, que se encuentra todava en proceso de construccin,tropieza con una serie de prejuicios: no es la historia noble. La historia noble es el navo queconstrua Lucien Febvre: no se trataba de Jacob Fugger, sino de Martn Lutero o de FranoisRebelais. Sea o no sea noble, o menos noble que otra, la historia econmica no deja por ello deplantear todos los problemas inherentes a nuestro oficio: es la historia ntegra de los hombres,contemplada desde cierto punto de vista. Es a la vez la historia de los que son consideradoscomo sus grandes actores, por ejemplo: Jacques Coeur o John Law; la historia de los grandesacontecimientos, la historia de la coyuntura y de las crisis y, finalmente, la historia masiva yestructural que evoluciona lentamente a lo largo de amplios periodos. Y en esto resideprecisamente la dificultad, ya que, tratndose de cuatro siglos y del conjunto del mundo,cmo podamos organizar semejante cmulo de hechos y explicaciones? Haba que escoger.En lo que a m respecta, he elegido los equilibrios y desequilibrios profundos que se producen alargo plazo. Lo que me parece primordial en la economa preindustrial es, en efecto, lacoexistencia de las rigideces, inercias y torpezas de una economa an elemental con losmovimientos limitados y minoritarios, aunque vivos y poderosos, de un crecimiento moderno.Por un lado, estn los campesinos en sus pueblos, que viven de forma casi autnoma,prcticamente autrquica; por otro, una economa de mercado y un capitalismo en expansinque se extienden como una mancha de aceite, se van forjando poco a poco y prefiguran yaeste mismo mundo en el que vivimos. Hay, por lo tanto, al menos dos universos, dos gnerosde vida que son ajenos uno al otro, y cuyas masas respectivas encuentran su explicacin, sinembargo, una gracias a la otra.

    Quise empezar por las inercias, a primera vista una historia oscura y fuera de laconciencia clara de los hombres, que en este juego son bastante ms pasivos que activos. Es loque trato de explicar mejor o peor en el primer volumen de mi obra, que yo haba pensadotitular en 1967, con ocasin de su primera edicin, Lo posible y lo imposible: los hombresfrente a su vida cotidiana, ttulo que cambi poco despus por el de Las estructuras de locotidiano. Pero qu ms da el ttulo! El objeto de la investigacin est tan claro como el agua,si bien esta bsqueda resulta aleatoria, plagada de lagunas, trampas y posibles errores. Enefecto, todos los trminos resaltados -inconsciente, cotidianeidad, estructuras, profundidad-resultan oscuros por s mismos. Y no puede tratarse, en este caso, del inconsciente delpsicoanlisis, pese a que ste tambin entra en juego, pese a que quizs haya que descubrir

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    un inconsciente colectivo, cuya realidad tanto atorment a Carl Gustav Jung. Pero es pococorriente que este tema tan amplio sea abordado, a no ser en sus aspectos laterales. An estesperando a su historiador.

    Me he ceido, por mi parte, a unos criterios concretos. He partido de lo cotidiano, deaquello que, en la vida, se hace cargo de nosotros sin que ni siquiera nos demos cuenta deello: la costumbremejor dicho, la rutina, mil ademanes que prosperan y se rematan por s mismos y conrespecto a los cuales a nadie le es preciso tomar una decisin, que suceden sin que seamosplenamente conscientes de ellos. Creo que la humanidad se halla algo ms que semisumergidaen lo cotidiano. Innumerables gestos heredados, acumulados confusamente, repetidos demanera infinita hasta nuestros das, nos ayudan a vivir, nos encierran y deciden por nosotrosdurante toda nuestra existencia. Son incitaciones, pulsiones, modelos, formas u obligacionesde actuar que se remontan a veces, y ms a menudo de lo que suponemos, a la noche de lostiempos. Un pasado multisecular, muy antiguo y muy vivo, desemboca en el tiempo presenteal igual que el Amazonas vierte en el Atlntico la enorme masa de sus turbias aguas.

    Todo esto es lo que he tratado de englobar con el cmodo nombre -aunque inexactocomo todos los trminos de significado demasiado amplio- de vida material. No se trata, claroest, ms que de una parte de la vida activa de los hombres, tan congnitamente inventorescomo rutinarios. Pero al principio, repito, no me preocup de precisar los lmites o lanaturaleza de esta vida ms bien soportada que protagonizada. He querido ver y mostrar esteconjunto de historia -generalmente mal apreciado- vivido de forma mediocre, y sumergirme enl, familiarizarme con l.

    Despus de esto, y slo entonces, habr llegado el momento de salir del mismo. Laimpresin profunda, inmediata, que se obtiene tras esta pesca submarina, es la de que nosencontramos en unas aguas muy antiguas, en medio de una historia que, en cierto modo, notiene edad, que podramos encontrar tal cual dos, tres o diez siglos antes y que, en ocasiones,podemos percibir durante un momento an hoy en da, con nuestros propios Ojos. Esta vidamaterial, tal como yo la entiendo, es lo que la humanidad ha incorporado profundamente a supropia vida a lo largo de su historia anterior, como si formara parte de las mismas entraas delos hombres, para quienes estas intoxicaciones y experiencias de antao se han convertido ennecesidades cotidianas, en banalidades. Y nadie parece prestarles atencin.

    2Tal es el hilo conductor de mi primer volumen; su objetivo: una exploracin. Sus

    captulos se presentan por s mismos, con tan slo enunciar sus ttulos, que coinciden con laenumeracin de las fuerzas oscuras que trabajan e impulsan hacia adelante al conjunto de lavida material y, ms all de la misma o por encima de ella, a la historia entera de los hombres.

    Primer captulo: "El nmero de hombres". Es la potencia biolgica por excelencia la queempuja al hombre, como a todos los seres vivos, a reproducirse; el "tropismo de primavera",como lo llamaba Georges Lefebvre. Pero existen otros tropismos, otros determinismos. Estamateria humana en perpetuo movimiento rige, sin que los individuos sean conscientes de ello,buena parte de los destinos de los distintos grupos de seres vivos. Alternativamente, stos,segn sean las condiciones generales, son demasiado numerosos o demasiado escasos; eljuego demogrfico tiende al equilibrio, pero ste se alcanza en contadas ocasiones. A partir de1450, en Europa, el nmero de hombres aumenta con rapidez, porque entonces resultanecesario y posible compensar las enormes prdidas del siglo anterior, despus de la PesteNegra. Se produce una recuperacin que dura hasta el siguiente reflujo. Sucesivos y como siestuvieran previstos de antemano, en opinin de los historiadores, flujo y reflujo dibujan yrevelan una serie de tendencias generales, de reglas a largo plazo que seguirn presenteshasta el siglo XVIII. Y slo en el siglo XVIII se producir una ruptura de las fronteras de loimposible, la superacin de un techo hasta entonces infranqueable. A partir de entonces, elnmero de hombres no ha cesado de aumentar, no ha habido ya frenazo ni inversin delmovimiento. Podra quizs producirse tal inversin el da de maana?

    En cualquier caso, hasta el siglo XVIII el sistema de vida se encuentra encerrado dentrode un crculo casi intangible. En cuanto se alcanza la circunferencia, se produce casiinmediatamente una retraccin, un retroceso. No faltan las maneras y ocasiones de restablecerel equilibrio: penurias, escaseces, carestas, duras condiciones de la vida diaria, guerras y,finalmente, una larga sucesin de enfermedades. Actualmente an estn presentes; ayer eranautnticas plagas apocalpticas: la peste con sus epidemias regulares, que no abandonar

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    Europa hasta el siglo XVIII el tifus que, con la llegada del invierno, bloquear a Napolen consu ejrcito en pleno corazn de Rusia; la fiebre tifoidea y la viruela, enfermedades endmicas;la tuberculosis, que pronto har acto de presencia en el campo y que, en el siglo XIX, inundalas ciudades y se convierte en el mal romntico por excelencia; y, finalmente, lasenfermedades venreas, la sfilis que renace o, mejor dicho, que se propaga debido a lacombinacin de diferentes especies microbianas tras el descubrimiento de Amrica. Lasdeficiencias de la higiene y la mala calidad del agua potable harn el resto.

    Cmo poda el hombre, desde el momento de su frgil nacimiento, escapar a todas estasagresiones? La mortalidad infantil es enorme, al igual que en ciertos pases subdesarrolladosde ayer y de hoy, y la situacin sanitaria general precaria. Contamos con cientos de informessobre autopsias a partir del siglo xvi. Son alucinantes: la descripcin de las deformaciones, deldeterioro de los cuerpos y de la piel, la anormal poblacin de parsitos alojados en lospulmones y en las entraas asombrara a un mdico actual. Hasta poca reciente, por lo tanto,una realidad biolgica malsana domina implacablemente la historia de los hombres. Debemostenerlo en cuenta cuando nos preguntamos: cmo son? de qu males sufren? pueden acasoconjurar sus males?

    Otras preguntas planteadas en los siguientes captulos: qu es lo que comen? qubeben? cmo visten? dnde se alojan? Preguntas incongruentes, que exigen casi unaexpedicin de descubridores porque, como es sabido, en los libros de historia tradicional, elhombre ni come ni bebe. Se dijo hace tiempo, no obstante, que Der Mensch ist was er isst [elhombre es lo que come], pero quizs fuera tan slo por el gusto de hacer juegos de palabrasque la lengua alemana permite. No creo, sin embargo, que debamos relegar al terreno de loanecdtico la aparicin de tantos productos alimenticios, del azcar, del caf, del t al alcohol.Constituyen de hecho, en cada ocasin, interminables e importantes flujos histricos. Noinsistiremos nunca lo bastante en la importancia de los cereales, plantas dominantes en laalimentacin antigua. El trigo, el arroz y el maz son el resultado de selecciones antiqusimas yde innumerables y sucesivas experiencias que, debido al efecto de "derivas" multiseculares(adoptando el trmino empleado por Pierre Gourou, el ms grande de los gegrafos franceses),se han convertido en opciones de civilizacin. El trigo, que devora a la tierra, que exige questa descanse regularmente implica y posibilita la ganadera: podramos acaso imaginarnos lahistoria de Europa sin sus animales domsticos, sus arados, sus yuntas, sus distintos tipos deacarreo? El arroz nace de cierto tipo de jardinera, de un cultivo intenso en el cual no participanpara nada los animales. El maz es, sin duda, el ms cmodo, el ms fcil de obtener de losalimentos cotidianos: facilita el tiempo libre, y de ah las faenas campesinas y los enormesmonumentos amerindios. Una fuerza de trabajo no utilizada fue confiscada por la sociedad. Ypodramos discutir tambin acerca de las distintas raciones y caloras que representan loscereales, acerca de las insuficiencias y cambios de dieta a travs de los siglos. Acaso no sontemas tan apasionantes como el del destino del Imperio de Carlos V o el de los esplendoresfugaces y discutibles de lo que llamamos la primaca francesa en tiempos de Luis XIV? Y bienes cierto que son asimismo temas cargados de consecuencias, la historia de las drogasantiguas, del alcohol, del tabaco, la manera fulgurante con que el tabaco, especialmente, le hadado la vuelta al mundo, no constituye acaso una advertencia frente a las drogas actuales,mucho ms peligrosas?

    Consideraciones anlogas se imponen con respecto a las tcnicas. Maravillosa historia enverdad, que atae al trabajo de los hombres y a sus lentsimos progresos dentro del marco desu lucha cotidiana contra el mundo exterior y contra s mismos. Todo es tcnica desdesiempre: tanto el esfuerzo violento como el esfuerzo paciente y montono de los hombresmodelando una piedra, un trozo de madera o de hierro para fabricar una herramienta o unarma. Acaso no se trata de una actividad realizada a ras del suelo, esencialmenteconservadora y lenta en transformarse, y a la que la ciencia (que es su superestructura tarda)recubre lentamente, si es que llega a cubrirla? Las grandes concentraciones econmicas traenconsigo la concentracin de medios tcnicos y el desarrollo de una tecnologa: as ocurre con elArsenal de Venecia en el siglo XV con la Holanda del siglo XVII y con la Inglaterra del XVIII. Yen cada ocasin la ciencia, por muy en sus comienzos que est, acudir a la cita, porque se vellevada a ella por la fuerza.

    Desde siempre, todas las tcnicas, todos los elementos de la ciencia, se intercambian yviajan alrededor del mundo; hay una incesante difusin. Pero otra cosa que se difunde, aunquemal, son las asociaciones, las agrupaciones de tcnicas: el timn de codaste, ms el casco detingladillo, ms la artillera naval, ms la navegacin de altura -as como el capitalismo, suma

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    de artificios, procedimientos, costumbres y realizaciones. Acaso fueron la navegacin dealtura y el capitalismo los que forjaron la supremaca de Europa, por el mero hecho de nohaberse difundido en bloque?

    Pero me preguntarn ustedes: por qu estn sus dos ltimos captulos dedicados a lamoneda y a las ciudades? Es verdad que he querido aligerar el volumen siguiente. Pero estarazn por s sola, evidentemente, no es ni Podra ser suficiente. La verdad es que las monedasy las ciudades participan a la vez de la cotidianeidad inmemorial y de la ms recientemodernidad. La moneda es un invento antiqusimo, si entendemos como tal todo medio queagilita los intercambios. Y sin intercambios no hay sociedad. En cuanto a las ciudades, existendesde la Prehistoria. Se trata de estructuras multiseculares que forman parte de la vida mscomn. Pero son asimismo multiplicadores capaces de adaptarse al cambio, de ayudarlepoderosamente. Podramos afirmar que las ciudades y la moneda fabricaron la modernidad;pero tambin, siguiendo la regla de reciprocidad tan cara a Georges Gurvitch, que lamodernidad, la masa en movimiento de la vida de los hombres, impuls la expansin de lamoneda y construy la creciente tirana de las ciudades. Ciudades y monedas son, al mismotiempo, motores e indicadores; provocan y sealan el cambio. Y tambin son su consecuencia.

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    3Digamos que no es fcil delimitar el inmenso terreno de lo habitual, de lo rutinario, "ese

    gran ausente de la historia". En realidad, lo habitual invade el conjunto de la vida de loshombres y se difunde en ella al igual que las sombras del atardecer invaden un paisaje. Peroestas sombras, esta falta de memoria y de lucidez admiten a la vez zonas menos iluminadas yzonas ms iluminadas que otras. Sera necesario establecer el lmite entre sombra y luz, entrerutina y decisin consciente. Una vez establecido, nos sera posible distinguir lo que est a laderecha y lo que est a la izquierda del espectador o, mejor dicho, lo que est por debajo y loque est por encima de l. Pues bien, imagnense ustedes la enorme y mltiple capa querepresentan para una regin determinada todos los mercados elementales con los que cuenta-una nube de puntos-, para ventas a menudo mediocres. Por estas mltiples salidas comienzalo que denominamos la economa de intercambio, tendida entre el enorme campo de laproduccin y el del consumo, igualmente enorme. Durante los siglos del Antiguo Rgimen,entre 1400 y 1800, se trata an de una economa de intercambio llena de imperfecciones. Sinduda, y debido a sus orgenes, esta economa se pierde en la noche de los tiempos, pero nologra asociar toda la produccin a todo el consumo, ya que una inmensa parte de aqulla sepierde en el autoconsumo, de la familia o del pueblo, y no entra en el circuito del mercado.

    Una vez considerada esta imperfeccin, nos queda que la economa de mercado seencuentra en vas de desarrollo, y que enlaza ya un nmero suficiente de burgos y ciudadescomo para poder comenzar a organizar ya la produccin, a orientar y a dirigir el consumo.Habrn de pasar siglos, sin duda, pero entre estos dos universos -la produccin, en la que todonace, y el consumo, en el que todo perece-, la economa de mercado constituye el nexo deunin, el motor, la zona estrecha pero viva en la que surgen las incitaciones, las fuerzas vivas,las novedades, las iniciativas, las mltiples tomas de conciencia, los desarrollos e incluso elprogreso. Me gusta, aunque no la comparto totalmente, la observacin de Carl Brinkman, paraquien la historia econmica se reduce a la historia de la economa de mercado, observadadesde sus orgenes hasta fin. Por eso he observado atentamente, he descrito y he hecho reviviraquellos mercados elementales que se encontraban a mi alcance. Estos marcan una frontera,un lmite inferior de la economa. Todo lo que queda fuera del mercado no tiene sino un valorde uso, mientras que todo lo que traspasa su estrecha puerta adquiere un valor deintercambio. Segn se encuentre a uno o a otro lado del mercado elemental, el individuo, el"agente", se encuentra o no incluido dentro del intercambio, dentro de lo que he llamado lavida econmica, para contraponerla a la vida material, y para distinguirlo tambin -pero vamosa dejar esta discusin para ms adelante- del capitalismo. El artesano itinerante que va depueblo en pueblo ofreciendo sus pobres servicios de reparador de sillas o de deshollinador,pese a ser un mediocre consumidor, pertenece, sin embargo, al mundo del mercado; deberecurrir a l para asegurarse su alimento cotidiano. Si ha conservado unos lazos con su camponatal y, llegado el momento de la siega o de la vendimia, vuelve a su pueblo para convertirsede nuevo en un campesino, cruzar entonces la frontera del mercado, pero en el otro sentido.El campesino que comercializa personalmente con cierta regularidad una parte de su cosecha ycompra regularmente herramientas y ropas formaya parte del mercado. Aquel que slo acudeal pueblo para vender pequeas mercancas, unos huevos o una gallina, con el fin de obtenerlas monedas necesarias para pagar sus impuestos o comprar una reja para el arado, roza tanslo el lmite del mercado. Permanece inmerso en la enorme masa del autoconsumo. Elbuhonero, que vende por las calles y por las campias unas mercancas en pequeascantidades, se halla situado del lado de los intercambios, del clculo, del debe y el haber, pormuy modestos que sean tanto sus intercambios como sus clculos. En cuanto al tendero, esclaramente un agente de la economa de mercado. 0 vende lo que fabrica, entonces es untendero-artesano, o bien vende lo que otros han producido, y pertenece desde ese mismomomento a la escala de los comerciantes. La tienda, siempre abierta, presenta la ventaja deofrecer un intercambio continuo, mientras que el mercado slo est presente uno o dos das ala semana. Ms an, la tienda representa el intercambio acompaado del crdito, ya que eltendero recibe sus mercancas a crdito y las vende a crdito. En este caso, una largasecuencia de deudas y de crditos se tiende a travs del intercambio.

    Por encima de los mercados y de los agentes elementales del intercambio, las ferias y lasbolsas (abiertas estas ltimas todos los das y celebrndose aqullas slo en fechas fijas,durante algunos das, para volver al mismo lugar tras largos intervalos de tiempo)desempean un papel importantsimo. Incluso cuando se da el caso, muy frecuente, de queestn abiertas a los pequeos vendedores y a los comerciantes medianos, las ferias aparecen

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    dominadas, al igual que las bolsas, por los grandes mercaderes, aquellos a los que pronto sedenominar negociantes y que ya apenas se ocupan del comercio detallista.

    En los primeros captulos del volumen II de mi obra, titulado Los juegos del intercambio,he descrito ampliamente estos diversos elementos de la economa de mercado, tratandosiempre de ver las cosas tan de cerca como fuese posible. Quizs lo haya hecho con excesivoentusiasmo y el lector lo encontrar seguramente demasiado largo. Pero, no es bueno acasoque la historia sea ante todo una descripcin, una simple observacin, una clasificacin sinexcesivas ideas preconcebidas? Ver, mostrar, en eso consiste la mitad de nuestra tarea. Y ver,si es posible, con nuestros propios ojos. Porque les puedo asegurar que nada resulta ms fcilen Europa -en Estados Unidos es diferente- que observar todava lo que puede ser un mercadoen la calle de una ciudad, o una tienda de antao, o un buhonero dispuesto a contarnos susviajes, o una feria, o una bolsa. Vayan ustedes a Brasil, tierras adentro de Baha, a Cabilla o alfrica negra, y encontrarn mercados arcaicos que an viven ante nuestros ojos. Adems, si sequiere leerlos, existen mil documentos que nos hablan de los intercambios del pasado:archivos de ciudades, registros notariales, documentos policiales, y tantos y tantos relatos deviajeros, por no hablar ya de los pintores.

    Tomemos, por ejemplo, el caso de Venecia. Al pasearnos por la ciudad, tanmilagrosamente intacta, despus de haber vagado por archivos y museos, podemos reconstruirprcticamente del todo los espectculos del pasado. En Venecia ya no hay ferias o, mejordicho, ya no hay ferias de mercancas. La Sensa, feria de la Ascensin, es una fiesta que tienelugar en la plaza de San Marcos con puestos de mercaderes, mscaras, msica y el espectculoritual de los esponsales del Dux y el mar a la altura de San Nicolo. Algunos mercados seestablecen en la plaza de San Marcos, especialmente los de joyas y pieles no menos valiosas.Pero tanto ayer como hoy, el gran espectculo mercantil es el de la plaza de Rialto, frente alpuente y al Fondaco del Tedeschi, que es actualmente la oficina central de Correos de Venecia.Hacia 1530, el Aretino, que tena una mansin situada sobre el Canal Grande, se entretenaobservando las barcas cargadas de frutas y de montaas de melones procedentes de las islasde la laguna y que acudan a este 19 vientre" de Venecia, ya que la doble plaza de Rialto,Rialto Nuovo y Rialto Vecchio, era el "vientre" y el centro activo de todos los intercambios y detodos los negocios, grandes y pequeos. A dos pasos de los ruidosos escaparates de la dobleplaza se encuentran los grandes negociantes de la ciudad, en su Loggia construida en 1455, ya la que podramos llamar su Bolsa, discutiendo discretamente cada maana acerca de susnegocios, seguros martimos y fletes, y comprando, vendiendo, firmando contratos entre elloso con comerciantes extranjeros. A dos pasos estn los banchieri, en sus estrechas tiendas,dispuestos a arreglar transacciones en el acto mediante transferencias de cuenta a cuenta.Muy cerca tambin, all donde se encuentran todava hoy, estn la Herberia, el mercado deverduras, la Pescheria, el mercado de pescado, y, un poco ms lejos, en la antigua Ca Quarini,las Beccarie, las carniceras, situadas en las cercanas de la iglesia de San Mateo, la iglesia delos carniceros, que no fue destruida hasta finales del siglo XIX.

    Nos sentiramos un poco ms desorientados en medio del estruendo de la Bolsa demsterdam, pongamos en el siglo XVII pero un agente (le Cambio y Bolsa actual que sehubiera entretenido leyendo el curioso libro de Jos de la Vega: Confusin de confusiones(1688), no tendra, me imagino, problemas para desenvolverse en ella, en el juego ya poraquel entonces complicado y sofisticado de las acciones que se compran y se venden sinposeerlas, siguiendo los muy modernos procedimientos de la venta a plazos o con prima. Unviaje a Londres, a los clebres cafs de Change Alley, revelara las mismas marrulleras yacrobacias.

    Pero dejemos estas enumeraciones. Hemos distinguido, para simplificar, dos registros dela economa de mercado: uno inferior, los mercados, tiendas y buhoneros, y otro superior, lasferias y las bolsas. Primera pregunta planteada: en qu nos pueden ayudar estosinstrumentos del intercambio para explicar, grosso modo, las vicisitudes de la economaeuropea del Antiguo Rgimen, del siglo xv al XVIII? Segunda pregunta: cmo puedenesclarecernos, por semejanza o por contraste, los mecanismos de la economa no europea, dela que slo estamos comenzando a saber algunas cosas? Estas son las dos preguntas a las quequisiramos responder para' concluir esta conferencia.

    4En primer lugar, la evolucin de Occidente a lo largo de estos cuatro siglos: XV XVI, XVII

    y XVIII.

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    El siglo XV, sobre todo a partir de 1450, presencia un resurgir general de la economa enbeneficio de las ciudades que, favorecidas por la subida de los precios "industriales", mientrasque los precios agrcolas se estabilizan o bajan, despegan ms rpidamente que el campo. Enese momento, el papel motor corresponde con toda seguridad a las tiendas de artesanos o,mejor an, a los mercados urbanos. Son estos mercados los que dictan las normas. El resurgirse inicia por lo tanto en la base de la vida econmica.

    En el siglo siguiente, cuando la mquina reactivada se complica precisamente a causa desu recobrada velocidad (los siglos xiii y XIV, antes de la Peste Negra, haban sido pocas defranca aceleracin) y debido a la expansin de la economa atlntica, la fuerza motriz delmovimiento se sita en las ferias internacionales: ferias de Amberes, de Berg-op-Zoom, deFrancfort, de Medina del Campo y de Lyon, que fue por un instante el centro de Occidente,sobre todo a partir de las llamadas ferias de "Besancon", sumamente complejas yespecializadas en el trfico de dinero y crditos, que fueron instrumento de dominacindurante al menos cuarenta aos, de 1579 a 1621- de los genoveses, maestros indiscutibles delos movimientos monetarios internacionales. Raymond de Rooker, poco dado a lasgeneralizaciones debido a su innata prudencia, no dudaba en definir el siglo XVI como el delapogeo de las grandes ferias. La expansin caracterstica de este siglo tan activocorrespondera, segn un anlisis reciente, a la exuberancia de un ltimo estadio, de unasuperestructura, y, de resultas, a la proliferacin de esta superestructura, agrandada entoncespor las llegadas de metales preciosos de Amrica y, ms an, por un sistema de cambios yrecambios que permite la circulacin de una gran masa de papel a la venta y de crdito. Estafrgil obra maestra de los banqueros genoveses se derrumbar en la dcada de 1620 por milrazones a la vez.

    La vida activa del siglo XVII, una vez liberada de los sortilegios del Mediterrneo, sedesarrolla a travs de la vasta superficie del Ocano Atlntico. Se ha descrito a menudo estesiglo como una poca de retroceso o de estancamiento econmico. Habra, no obstante, quematizar. Porque si bien el impulso del siglo XVI se ve indudablemente cortado en Italia y enotras partes, la fantstica subida de msterdam no se halla situada, sin embargo, bajo el signodel marasmo econmico. En todo caso, con respecto a este punto, los historiadores estn todosde acuerdo: la actividad que persiste se apoya en un decisivo retorno a la mercanca, a unintercambio de base en definitiva, y todo ello en beneficio de Holanda, de sus flotas y de laBolsa de msterdam. Al mismo tiempo, la feria cede el paso a las Bolsas y a las plazasmercantiles, que son a la feria lo que la tienda normal es al mercado urbano, es decir, un flujocontinuo que sustituye a unos encuentros intermitentes. Se trata en este caso de una historiaarchiconocida y clsica. Pero no slo entra en juego la Bolsa. Los esplendores de msterdamcorren el peligro de ocultarnos ciertas realizaciones ms corrientes. El siglo xvii, de hecho, esasimismo el del florecimiento masivo de las tiendas, otro gran triunfo de lo continuo. stas semultiplican a lo largo de Europa, en donde crean apretadas redes de distribucin. Es Lope deVega (1607) quien dice del Madrid del Siglo de Oro que "todo se ha vuelto tiendas".

    En el XVIII, siglo de aceleracin econmica general, todos los instrumentos delintercambio entran lgicamente en juego: las Bolsas amplan sus actividades; Londres imita ytrata de suplantar a msterdam que tiende a especializarse como la gran plaza de losprstamos internacionales; Ginebra y Gnova participan en este peligroso juego; Pars seanima y empieza a ponerse a tono; el dinero y el crdito fluyen as cada vez ms libremente deuna plaza a otra. Dentro de este ambiente, es natural que las ferias salgan perdiendo: hechaspara activar los intercambios tradicionales, gracias, entre otras cosas, a sus privilegios fiscales,pierden su razn de ser en un periodo de intercambios y de crditos fciles. No obstante, sibien comienzan a declinar all donde la vida se precipita, florecen y se mantienen all dondesubsisten economas an tradicionales. Adems, enumerar las ferias activas durante el sigloXVII supone sealar las regiones marginales de la economa europea: en Francia, la zona delas ferias de Beaucaise; en Italia, la regin de los Alpes (Bolzano) o el Mezziogiorno; ms anen los Balcanes, Polonia, Rusia y hacia el oeste, al otro lado del Atlntico, en el Nuevo Mundo.

    Resulta superfluo decirlo, pero en este periodo de consumo y de crecientes intercambios,los mercados urbanos y las tiendas se hallan ms animados que nunca. Acaso no es entoncescuando stas llegan a los pueblos? Hasta los buhoneros multiplican por dos sus actividades.Finalmente, se desarrollar lo que la historiografa inglesa denomina el private market paraoponerlo al public market, vigilado ste por las altivas autoridades urbanas y fuera aqul deestos controles. Este private market, que comenz a organizar en toda Inglaterra, bastanteantes del siglo xviii, las compras directas y a menudo anticipadas a los productores y la

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    compra a los campesinos -fuera de los circuitos del mercado de lana, trigo, telas, etc., consisteen el montaje -en contra de la reglamentacin tradicional del mercado de cadenas comercialesautnomas y muy largas, con gran libertad de movimiento y que, adems, se aprovechan sinningn escrpulo de dicha libertad. Se impusieron por su eficacia, aprovechando los grandessuministros necesarios al ejrcito o a las grandes capitales. El "vientre" de Londres y el"vientre" de Pars fueron, en definitiva, revolucionarios. En resumen, el siglo XVIII loincrementara todo en Europa, incluido el "contramercado".

    Todo esto es verdad por lo que se refiere a Europa. Hasta ahora slo hemos hablado deella. Y no es porque queramos centrarlo todo en su vida particular, siguiendo una visineurocentrista demasiado cmoda, sino simplemente porque el oficio de historiador se hadesarrollado en Europa y los historiadores se han aferrado a su propio pasado. Desde hacealgunos decenios, se ha producido un profundo cambio; las fuentes documentales en la India,en Japn y en Turqua son explotadas sistemticamente, y empezamos a conocer la historia deestos pases por otra va, que ya no es la de las crnicas de los viajeros o la de los libros dehistoriadores europeos. Sabemos ya lo suficiente como para poder plantearnos la siguientepregunta: si los engranajes del intercambio que acabamos de describir para el caso europeoexisten fuera de Europa -y existen en China, en la India, a lo largo del Islam y en Japn-,podemos acaso utilizarlos para un ensayo de anlisis comparativo? El objetivo sera, en elcaso de ser posible, situar en lneas generales la no-Europa con relacin a la misma Europa,ver si el creciente abismo que entre ellas se abre durante el siglo xix era ya visible antes de laRevolucin industrial, y si Europa se encontraba o no adelantada con respecto al resto delmundo.

    Primera constatacin: en todas partes hay instalados mercados, incluso en aquellassociedades apenas esbozadas, como en frica negra y en las civilizaciones amerindias. Afortiori, en las sociedades ms densas y evolucionadas, que aparecen literalmente acribilladasde mercados elementales Haciendo un pequeo esfuerzo, estos mercados aparecern antenuestros Ojos an vivos y fciles de reconstruir. En los pases islmicos, las ciudades handespojado prcticamente a los pueblos de sus mercados, al igual que en Europa los handevorado. Los ms desarrollados de estos mercados se extienden al pie de las puertasmonumentales de las ciudades, en unos espacios que no son, en definitiva, ni campo ni ciudad,y donde el ciudadano por un lado y el campesino por otro se encuentran en terreno neutral. Enla misma ciudad, de estrechas calles y plazas, algunos mercados de barrio llegan a esbozarse:el cliente encuentra en ellos el pan recin hecho, algunas mercancas y, contrariamente a lacostumbre europea, muchos platos cocinados: albndigas de carne, cabezas de corderoasadas, buuelos, pasteles. Los grandes centros comerciales -a un mismo tiempo mercados,agrupaciones de tiendas y lonjas a la europea- son los fonduks y los bazares, como el Besestnde Estambul.

    En la India, sealaremos una particularidad: no hay pueblo que no cuente con su propiomercado, debido a la necesidad de transformar en l -mediante la intervencin del mercaderbanyan- los censos pagados en especie por la comunidad aldeana en censos en metlico, biensea para el Gran Mogol, bien para los seores de su squito. Hemos de ver, quiz, en estanebulosa de mercados rurales, una imperfeccin del acaparamiento urbano en la India? 0bien. Por el contrario, debemos imaginar que los mercaderes banyan practicaban cierto tipo deprivate market al acaparar la produccin en su origen, en el mismo pueblo?

    La organizacin ms sorprendente, en el nivel de los mercados elementales, esindudablemente la de China, hasta el punto de que su caso nos muestra una geografa exacta,casi matemtica. Tomemos un pueblo o una ciudad pequea Marquen ustedes un punto en unahoja en blanco. Alrededor de ese punto se sitan de seis a diez pueblos, a una distancia tal queel campesino puede ir al pueblo y regresar en un mismo da. Este conjunto geomtrico -unpunto en el centro y diez alrededor- es lo que podramos llamar un cantn, la zona deradiacin de un mercado de pueblo. Prcticamente, este mercado se subdivide siguiendo lascalles y plazas del pueblo y engloba las tiendas de los revendedores, usureros, escribanos ycomerciantes detallistas, las casas de t y sak. W. Skinner tena razn; en este espaciocantonal es donde se sita la matriz de la China campesina, y no en el pueblo. Admitirnustedes tambin sin dificultad que los burgos giran, por su parte, en torno a una ciudad a laque envuelven a distancia conveniente, a la que surten y a travs de la cual estn ligados a lostrficos lejanos y a las mercancas que no se producen in situ. Que todo ello constituye unsistema, lo demuestra claramente el hecho de que el calendario de los mercados en losdistintos pueblos y en la ciudad se establecen de forma que no se superpongan unos y otros.

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    De un mercado a otro, de un pueblo a otro, circulan sin cesar buhoneros y artesanos, pues enChina la tienda M artesano es ambulante, y es en el mercado donde contratan sus servicios;tanto es as que el herrero o el barbero trabajan a domicilio En resumen, la masa china seencuentra atravesada y animada por cadenas de mercados regulares, ligados unos a otros ytodos ellos estrechamente vigilados.

    Las tiendas y los buhoneros tambin son muy numerosos, proliferan- pero las ferias y lasBolsas, engranajes superiores, se echan de menos, S hay algunas ferias, pero marginales, enlas fronteras de Mongolia o en Cantn, para los mercaderes extranjeros, lo cual es tambin unamanera de vigilarlos,

    Por lo tanto, una de dos: o el gobierno es hostil a estas formas superiores deintercambio, o bien la circulacin capilar de los mercados elementales resulta suficiente para laeconoma china: las arterias y venas no les seran, entonces, necesarias. Por una u otra deestas razones, o por ambas al mismo tiempo, el intercambio en China se encuentra, endefinitiva, yugulado, arrasado, y en otra conferencia veremos cmo este hecho ha tenido granimportancia para el no desarrollo del capitalismo chino.

    Los estadios superiores del intercambio aparecen mejor desarrollados en Japn, en dondelas redes de los grandes comerciantes se hallan perfectamente organizadas. Tambin lo estnen Insulindia, vieja encrucijada comercial que cuenta con sus ferias regulares y sus Bolsas, sientendemos por tales, lo mismo que en la Europa de los siglos xv y XVI, e incluso ms tarde,las reuniones cotidianas de los grandes mercaderes de una zona determinada. As en Bantam,en la isla de Java -durante mucho tiempo la ciudad ms activa, incluso despus de lafundacin de Batavia en 1619-, los negociantes se renen todos los das en una de las plazasde la ciudad a la hora en que acaba el mercado.

    La India es, por excelencia, el pas de las ferias, vastas reuniones mercantiles y religiosasa un mismo tiempo, ya que suelen montarse en los lugares de peregrinacin. Toda la pennsulaaparece removida por estas reuniones gigantescas. Admiremos su omnipresencia y suimportancia; pero, no constituan, por otra parte, el signo de una economa tradicional,orientada en cierto modo hacia el pasado? En cambio, en el mundo islmico, pese a que lasferias existan, no eran ni tan numerosas ni tan grandes como las de la India. Excepcionescomo las ferias de La Meca no hacen ms que confirmar la regla. En efecto, las ciudadesmusulmanas, superdesarrolladas y superdinmicas, posean los mecanismos y los instrumentosde los estadios superiores del intercambio. Los pagars circulaban con tanta frecuencia comoen la India e iban a la par con la utilizacin directa del dinero en metlico. Toda una red decrdito relacionaba las ciudades musulmanas con el Extremo Oriente. Un viajero ingls, devuelta de las Indias en 1789, y a punto de pasar de Basora a Constantinopla, al no quererdejar su dinero en depsito en la East India Company, pagaba 2 000 piastras en metlico a unbanquero de Basora, que le entreg una carta redactada en lingua franca para un banquero deAlepo. Debera haber sacado de ello, en teora, algn beneficio, pero no gan tanto como seesperaba. No hay nadie que gane siempre, en todas las ocasiones.

    En resumen, la economa europea, si la comparamos con las del resto del mundo, parecehaber debido su desarrollo ms avanzado a la superioridad de sus instrumentos einstituciones: las Bolsas y las diversas formas de crdito. Pero, sin excepcin alguna, todos losmecanismos y artificios del intercambio pueden encontrarse fuera de Europa, desarrollados yutilizados en grados diversos, y podemos distinguir aqu una jerarqua: en un estadio casisuperior, Japn, tal vez tambin Insulindia y el Islam, y seguramente la India, con su red decrdito desarrollada por sus mercaderes banyan, la prctica de los prstamos monetarios paraempresas arriesgadas y sus seguros martimos; en un estadio inferior y acostumbrada a vivirreplegada sobre s misma, la China; y, para terminar, justo por debajo de ella, miles deeconomas an primitivas.

    El hecho de establecer una clasificacin de las economas del mundo no deja de tener unasignificacin. Tendr en cuenta esta jerarqua en el siguiente captulo, cuando intente evaluarlas posiciones ocupadas por la economa de mercado y el capitalismo. En efecto, estaordenacin en sentido vertical har que el anlisis d sus frutos. Por encima de la enormemasa de la vida material diaria, la economa de mercado ha tendido sus redes y mantenidovivos sus diversos entramados. Y fue, de ordinario, por encima de la economa de mercadopropiamente dicha por donde prosper el capitalismo. Podramos afirmar que la economa delmundo entero se hace visible en un autntico mapa de relieve.

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    2. LOS JUEGOS DEL INTERCAMBIO

    En mi anterior conferencia seal el lugar caracterstico que ocupa, del siglo XV al XVIII,un enorme sector de autoconsumo que permanece en lo esencial completamente al margen dela economa de intercambio. Europa, incluso la ms desarrollada, aparece sembrada, hasta elsiglo xviii e incluso ms adelante, de zonas que participan poco en la vida general y que, en suaislamiento, se obstinan en llevar su propia existencia, casi por completo encerrada en smisma.

    Quisiera abordar hoy o que concierne propiamente al intercambio y que designaremos ala vez como economa de mercado y como capitalismo. Este doble apelativo indica quepensamos diferenciar estos dos sectores que, desde nuestro punto de vista, no se confunden.Repitamos, no obstante, que estos dos grupos de actividad -economa de mercado ycapitalismo minoritarios hasta el siglo XVIII y que la mayora de las acciones de los hombrespermanece encerrada, sumergida, en el inmenso campo de la vida material. Si bien laeconoma de mercado se encuentra en plena expansin, cubre ya vastsimas superficies ycosecha xitos espectaculares, adolece an, con bastante frecuencia, de falta de densidad. Encuanto a aquellas realizaciones del Antiguo Rgimen que llamo -con razn o sin ella-capitalismo, son ndice de un nivel brillante y sofisticado, aunque limitado, que no afecta alconjunto de la vida econmica y no crea -la excepcin confirma la regla- ningn "modo deproduccin" propio y tendente, por s mismo, a generalizarse. Dista mucho, incluso, esecapitalismo al que denominamos mercantil de dominar y dirigir en su totalidad a la economade mercado, aunque sta sea su condicin previa indispensable. Y sin embargo, el papelnacional, internacional y mundial que desempea el capitalismo resulta ya evidente.

    1La economa de mercado, de la que habl en el primer captulo, se nos presenta sin

    excesiva ambigedad. Los historiadores le han otorgado, en verdad, un lugar de favor. Todaslas ensalzan. En comparacin, la produccin y el consumo son an continentes malinvestigados por una bsqueda cuantitativa que todava se encuentra en sus comienzos. No seentiende este universo con facilidad. La economa de mercado, por el contrario, no deja desuscitar opiniones en torno a ella. Llena por s sola pginas y pginas de documentos dearchivos -archivos urbanos, archivos privados de familias de comerciantes, documentosjurdicos y policiales, deliberaciones de las cmaras de comercio, registros de notarios...Entonces, cmo no reparar en ella e interesarse por ella? Est siempre presente.

    El peligro reside, evidentemente, en que slo nos fijemos en ella, en que la describamoscon un lujo de detalles tal que pueda llegar a sugerir una presencia invasora, insistente,cuando en realidad slo es un fragmento de un vasto conjunto, por su propia naturaleza, quela reduce a un papel de lazo entre la produccin y el consumo; y de hecho, antes del siglo xixes una simple capa ms o menos gruesa y resistente, en ocasiones muy fina, situada entre elocano de la vida cotidiana que subyace y los procedimientos del capitalismo que, una vez decada dos, la dirigen desde arriba.

    Pocos historiadores son claramente conscientes de esta limitacin que, al restringirla,define la economa de mercado y seala su verdadero papel. Witold Kula es de los pocos queno se dejan llevar demasiado por el movimiento de los precios del mercado, sus altibajos, suscrisis, sus lejanas correlaciones y sus tendencias al unsono -es decir, todo aquello que tornapalpable el aumento regular del volumen de los intercambios. Para recoger una de susimgenes, es importante mirar siempre al fondo del pozo, hasta llegar a la masa profunda delagua o de la vida material a la que afectan los precios del mercado, pero no calan en ella niconsiguen arrastrarla siempre. Por lo tanto, toda historia econmica que no sea a dobleregistro -a saber, la salida del pozo y el pozo en su profundidad- corre el peligro de quedarterriblemente incompleta.

    Una vez sealado esto, resulta evidente que entre los siglos XV y xvi, la zona ocupadapor esta vida rpida que es la economa de mercado no ha cesado de expandirse. La variacinen cadena de los precios de mercado es, a travs del espacio, la seal que lo anuncia y lodemuestra. Estos precios varan en el mundo entero: en Europa, segn demuestran numerosas

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    informaciones, en Japn y en China, en la India, y a lo largo de los pases del Islam (tambinen el Imperio turco), as como en Amrica, en donde los metales preciosos juegan un papelprecoz -es decir, en Nueva Espaa, en Brasil, en Per. Y todos estos precios se correspondenmejor o peor, se suceden con diferencias ms o menos acusadas, apenas sensibles a travs detoda Europa, donde las economas aparecen ntimamente conectadas unas con otras, pero, encambio, con un retraso de al menos veinte aos con respecto a Europa en la India de fines delsiglo xvi y principios del XVII.

    Resumiendo, cierta economa relaciona entre s, mejor o peor, los distintos mercados delmundo, una economa que no arrastra tras ella ms que algunas mercancas excepcionales,pero tambin los metales preciosos, viajeros privilegiados que estn dando la vuelta al mundo.Las piezas de a ocho espaolas, acuadas con la plata de Amrica, cruzan el Mediterrneo,atraviesan el Imperio turco y Persia, y llegan a la India y China. A partir de 1572, por el enlacede Manila, la plata americana cruza tambin el Pacfico y, al final del viaje, llega de nuevo aChina por esta nueva va.

    Estas conexiones, estas cadenas, trficos y transportes esenciales, cmo no iban allamar la atencin de los historiadores? Estos espectculos les fascinan, como ya fascinaron asus contemporneos. Incluso los primeros economistas, qu estudiaban en realidad si no es laoferta y la demanda en el mbito del mercado? La poltica econmica de las altivas ciudades,qu era sino la vigilancia de sus mercados, de sus suministros y de sus precios? Y cuando unapoltica econmica se esboza en la actuacin del Prncipe, no es acaso a propsito delmercado nacional, de la bandera nacional que hay que defender, de la industria nacional ligadaal mercado interior y exterior y a la que interesa promover? En esta zona estrecha y sensibledel mercado es donde resulta posible y lgico actuar. En ella repercuten las medidas tomadas,como demuestra la prctica diaria. Tanto es as que se ha llegado a creer, con razn o sin ella,que los intercambios juegan por s solos un papel decisivo, equilibrante, que allanan losdesniveles mediante la competencia, ajustan la oferta y la demanda, y que el mercado es undios escondido y benvolo, la "mano invisible" de Adam Smith, el mercado autorregulador delsiglo XIX y la piedra angular de la economa, si nos atenemos al laissez faire, laissez passer.

    Hay en esto una parte de verdad y otra de mala fe, pero tambin de ilusin. Podemosacaso olvidar cuntas veces el mercado fue invertido y falseado, arbitrariamente fijados susprecios por los monopolios de hecho y de derecho? Y sobre todo, si admitimos las virtudescompetidoras del mercado ("el primer ordenador puesto al servicio de los hombres"), esimportante sealar al menos que el mercado no es sino un nexo imperfecto entre produccin yconsumo, aunque slo fuese en la medida en que sigue siendo parcial. Subrayemos esta ltimapalabra: parcial. Creo de hecho en las virtudes y en la importancia de una economa demercado, pero no en su reinado exclusivo. Esto no impide que, hasta una poca relativamentecercana, los economistas razonasen nicamente a partir de sus esquemas y de sus lecciones.Para Turgot, la circulacin se identifica realmente con el conjunto de la vida econmica. Delmismo modo y mucho despus, David Ricardo no ve ms que el ro, estrecho pero vivo, de laeconoma de mercado. Y si bien los economistas, desde hace ms de cincuenta aos einstruidos por la experiencia, ya no defienden las virtudes automticas del lissez faire, el mitosigue an presente en el mbito de la opinin pblica y de las discusiones polticas actuales.

    2Finalmente, si he introducido el trmino capitalismo en el debate, a propsito de una

    poca en la que no siempre se le reconoce carta de naturaleza, ha sido sobre todo porquenecesitaba otra palabra que no fuera economa de mercado para designar aquellas actividadesque se nos revelan como diferentes. Mi intencin no era ciertamente la de "introducir el lobo enla majada" Saba muy bien -los historiadores han insistido tantas veces al respecto!- que estetrmino conflictivo es ambiguo, terriblemente cargado de actualidad y, virtualmente, deanacronismo. Si, con gran imprudencia, le he abierto la puerta, ha sido por mltiples razones.

    En primer lugar, entre los siglos XV y XVIII, hay ciertos procesos que exigen un apelativoespecial. Cuando los observamos de cerca, resulta casi absurdo incluirlos, sin ms, dentro de laeconoma de mercado ordinaria. El trmino que nos viene entonces espontneamente a lacabeza es el de capitalismo. Si lo expulsamos, molestos, por la puerta, vuelve a entrar casiinmediatamente por la ventana. ,Porque no le encontramos un sustituto adecuado, y esto essintomtico. Como dice un economista americano, la mejor razn para emplear el trminocapitalismo, por muy desprestigiado que est, es, a fin de cuentas, que no hemos encontradoningn otro que le sustituya. Es indudable que presenta el inconveniente de arrastrar tras de s

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    innumerables querellas y discusiones; pero estas querellas, las buenas, las menos buenas y lasociosas, son, en verdad, imposibles de evitar; no se puede actuar y discutir como si noexistieran. Otro inconveniente peor es que el trmino aparece cargado de aquellasconnotaciones que le presta la vida actual.

    Porque el trmino capitalismo en su acepcin ms amplia, data de principios del siglo xx.Observo por mi parte, de una forma un poco arbitraria, que su verdadero lanzamiento seproduce con la edicin, en 1902, del famoso libro de Werner Sombart, Der modemeKapitalismus. Este trmino fue prcticamente ignorado por Marx. Henos aqu entoncesdirectamente amenazados por el mayor de los pecados, el de anacronismo. No existe elcapitalismo antes de la Revolucin Industrial, gritaba un joven historiador: "El capital s, peroel capitalismo no!".

    No obstante, nunca se produce entre el pasado, incluso lejano, y el presente rupturatotal, discontinuidad absoluta o -si se prefiere, no-contaminacin. Las experiencias del pasadono dejan de prolongarse en la vida actual, no dejan de incrementarla. As pues, mucho,historiadores -y no de los menores- se dan cuenta actualmente de que la Revolucin industrialse anuncia mucho antes del siglo XVIII. Quizs la mejor razn para persuadirse de ello sea elejemplo que dan ciertos pases subdesarrollados de hoy en da que intentan realizar surevolucin industrial y, aun teniendo, segn dicen, el modelo de xito ante sus ojos, fracasanen el intento.

    Resumiendo, esta dialctica interminable puesta en tela de juicio -pasado, presente;presente, pasado corre el riesgo de ser simplemente el corazn, la razn de ser de la historiamisma.

    No podremos doblegar ni definir el trmino capitalismo, para ponerlo al servicio exclusivode la explicacin histrica, a no ser encuadrndolo seriamente entre las dos palabras quesubyacen y le prestan su sentido: capital y capitalista El capital, como realidad tangible y masade medios fcilmente identificables, y en constante actividad; el capitalista, como persona quepreside o intenta presidir la insercin del capital en el proceso incesante de produccin al cualse ven obligadas todas las sociedades; el capitalismo constituye, grosso modo (y slo grossomodo), la forma en que es llevado -normalmente con fines poco altruistas- este constantejuego de insercin.

    La palabra clave es la de capital. Esta ltima, en los ensayos de los economistas, hatomado el sentido reforzado de bien capital; no slo designa las acumulaciones de dinero, sinotambin los resultados utilizables y utilizados de todo trabajo previamente ejecutado: una casaes un capital, al igual que el trigo almacenado en una granja; un navo o una carreteratambin constituyen capitales. Pero un bien capital slo merece ese nombre si participa en elrenovado proceso de la produccin: el dinero de un tesoro que permanece inactivo ya noconstituye un capital, al igual que un bosque no explotado, etc. Una vez sentado esto, existeacaso alguna sociedad conocida que no haya acumulado o acumule bienes capitales, que no losutilice con regularidad en su trabajo y que, por medio del trabajo, no los reconstituya y hagafructificar? El ms modesto de los pueblos de Occidente, en el siglo XV, posee sus caminos, suscampos desempedrados, sus tierras cultivadas, sus bosques organizados, sus setos vivos, sushuertas, sus ruedas de molino, sus reservas de grano... Ciertos clculos realizados conrespecto a las economas del Antiguo Rgimen arrojan una relacin de uno a tres 0 a cuatroentre el producto bruto de un ao de trabajo y la masa de los bienes capitales (lo que enfrancs llamamos le patrimoine), la misma, en suma, que la aceptada por Keynes para laeconoma de las sociedades actuales. Cada sociedad llevara, pues, tras s el equivalente a treso cuatro aos de trabajo acumulado, en reserva, que utilizara para sacar adelante suproduccin, y el patrimonio slo se moviliza parcialmente con tal fin, nunca en un 100%,desde luego.

    Pero dejemos estos problemas. Los conocen ustedes tan bien como yo. No les debo, enrealidad, ms que una sola explicacin: cmo puedo distinguir aceptablemente el capitalismode la economa de mercado, y viceversa?

    Supongo, desde luego, que no esperarn ustedes de m que lleve a cabo una distincinperentoria del tipo de "el agua debajo y el aceite encima". La realidad econmica no tratanunca de cuerpos simples. Pero aceptarn sin demasiada dificultad que pueda haber al menosdos tipos de economa llamada de mercado (A y B), discernibles s les prestamos un poco deatencin, aunque slo sea por las relaciones humanas, econmicas y sociales que instauran.

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    En la primera categora (A), incluira de buen grado los intercambios cotidianos delmercado, los trficos locales o a corta distancia, como el trigo y la madera que se encaminanhacia la ciudad cercana; e incluso los que tienen lugar en un radio ms amplio, siempre quesean regulares, previsibles, rutinarios y abiertos, tanto a los pequeos, como a los grandescomerciantes: como por ejemplo los envos de grano del Bltico desde Dantzig hastamsterdam en el siglo XVII, o el trfico del aceite y del vino del sur hacia el norte de Europa, yestoy pensando en aquellas "flotillas" de carros alemanes que venan a buscar, cada ao, elvino blanco de Istria.

    El mercado de un pueblo podra constituir un buen ejemplo de estos intercambioscarentes de sorpresas, "transparentes", cuyos pormenores conoce todo el mundo de antemanoy cuyos beneficios siempre moderados podemos calcular aproximadamente. Este rene antetodo a productores -campesinos, campesinas, artesanos- y a clientes, unos del mismo pueblo yotros de los pueblos cercanos. En todo lo dems hay, de vez en cuando, dos o trescomerciantes; es decir, entre el cliente y el productor aparece el intermediario, el tercerhombre. Y este comerciante puede, en ciertas ocasiones, alterar el mercado, dominarlo e influiren los precios por medio de manejos de almacenamiento; incluso un pequeo revendedorpuede, en contra de los reglamentos, salir al encuentro de los campesinos a la entrada delpueblo, comprarles a precio reducido sus gneros y ofrecerlos seguidamente l mismo a loscompradores: es un fraude de tipo elemental, que est presente en todos los pueblos y msan en todas las ciudades y que es capaz, cuando se extiende, de hacer subir los precios. Aspues, incluso en el pueblo ideal que nos estamos imaginando, con su comercio reglamentado,leal y transparente -donde los hombres trabajan "el ojo en el Ojo, la mano con la mano", comodicen los alemanes-, el intercambio perteneciente a la categora B, que huye de latransparencia y del control, no se halla por completo ausente. Asimismo, el comercio regularque anima a los grandes "convoys" de trigo del Bltico es un comercio transparente: las curvasde precios a la salida de Dantzig y a la llegada a msterdam son sincrnicas, y el margen debeneficios es a la vez seguro y moderado. Pero si se produce una caresta en el Mediterrneo,hacia 1590, por ejemplo, veremos a los mercaderes internacionales, representantes deimportantes clientes, desviar de su ruta habitual a barcos enteros, cuyo cargamento,transportado a Liorna o a Gnova, triplica o cuadruplica entonces sus precios. Tambin en estecaso, la economa A puede cederle el paso a la economa B.

    En cuanto nos elevamos en la jerarqua de los intercambios, es el segundo tipo deeconoma el que predomina y dibuja ante nuestros ojos una "esfera de circulacin"evidentemente distinta. Los historiadores ingleses han sealado la creciente importancia, apartir del siglo xv -y junto al mercado pblico tradicional, el public market- de lo que ellosllaman private market, o sea, el mercado privado; yo lo llamara ms bien, para acentuar ladiferencia, el contramercado. Acaso no trata ste, en efecto, de desembarazarse de las reglasdel mercado tradicional, en exceso paralizadoras a veces? Algunos comerciantes itinerantes,recolectores de mercancas, van a buscar a los productores en sus propias casas. Comprandirectamente al campesino la lana, el camo, los animales vivos, los cueros, la avena o eltrigo, las aves de corral, etc. 0 incluso les compran estos productos por adelantado: la lanaantes de que esquilen a las ovejas, el trigo cuando est apuntando. Un simple papel firmadoen la posada del pueblo o en la misma granja cierra el trato. Despus, encauzarn suscompras, por medio de carros, bestias de carga o barcos, hacia las grandes ciudades o hacialos puertos exportadores. Ejemplos como stos se encuentran en el mundo entero, tanto enPars como en Londres; en Segovia para las lanas, en tomo a Npoles para el trigo, en Apulapara el aceite, en Insulindia para la pimienta... Cuando no acude a la misma explotacinagrcola, el comerciante itinerante concierta sus citas junto al mercado, al margen de la plazadonde ste tiene lugar o bien, con mayor frecuencia, se rene en una posada: las posadas sonetapas de la circulacin rodada, oficinas de transporte. Que este tipo de intercambios sustituyelas condiciones normales del mercado colectivo por transacciones individuales cuyos trminosvaran arbitrariamente segn sea la situacin respectiva de los interesados, lo demuestran sinambigedad los numerosos procesos que origina en Inglaterra la interpretacin de lospequeos papeles firmados por los vendedores. Es evidente que se trata de intercambiosdesiguales en los que la competencia -ley esencial de la llamada economa de mercado- nodesempea apenas ningn papel, y en los que el mercader cuenta con dos ventajas: ha rotolas relaciones entre el productor y el destinatario final de la mercanca (l es el nico queconoce las condiciones del mercado a ambos extremos de la cadena, y, por lo tanto, elbeneficio contable) y dispone de dinero en efectivo, lo que constituye su argumento principal.

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    De ah que se tiendan largas cadenas mercantiles entre la produccin y el consumo, y es sinduda su eficacia lo que las hizo imponerse, especialmente en lo que se refiere alabastecimiento de las ciudades, y lo que incit a las autoridades a hacer la vista gorda o, porlo menos, a relajar sus controles.

    Ahora bien, cuanto ms se alargan dichas cadenas, ms escapan a las reglas y controleshabituales y ms claramente emerge el proceso capitalista. Y lo hace de forma brillante en elcomercio, a larga distancia, el Fernhandel, en el que los historiadores alemanes no son losnicos en ver el superlativo de la vida de intercambio. El Fernhandel es, por excelencia, uncampo en el que se maniobra libremente, opera a unas distancias que le ponen a resguardo delos controles ordinarios, o que le permiten sortearlos; actuar, segn los casos, desde lascostas de Coromandel o las riberas de Bengala hasta msterdam; desde msterdam hastacualquier almacn de reventas de Persia, de la China o del Japn. En esta extensa zona deoperaciones, cuenta con la posibilidad de escoger, y escoger aquello que le proporcione losmximos beneficios: el comercio en las Antillas ya slo produce beneficios modestos? Da lomismo, ya que, en ese mismo instante, el comercio de la India y de la China garantiza laobtencin de beneficios dobles. Basta, pues, con cambiar de punto de mira.

    De estos grandes beneficios se derivan considerables acumulaciones de capital, tantoms cuanto que el comercio a larga distancia slo se reparte entre unas pocas manos. No entracualquiera en l. El comercio local, por el contrario, se esparce entre multitud de participantes.En el siglo xvi, por ejemplo, el comercio interior de Portugal, visto en su totalidad y con todosu supuesto valor monetario, es, con mucho, superior al comercio de pimienta, especias ydrogas. Pero este comercio interior se encuentra a menudo bajo el signo del trueque, del valorde uso. El comercio de especias, en cambio, se sita directamente dentro del mbito de laeconoma monetaria. Y son slo los grandes negociantes los que lo practican y concentran ensus manos sus anormales beneficios. El mismo razonamiento valdra para la Inglaterra detiempos de Defoe.

    No es una casualidad que, en todos los pases del mundo, un grupo de grandesnegociantes se destaque claramente por encima de la masa de mercaderes, y que este gruposea ms limitado, por un lado, y aparezca siempre ligado, por otro, al comercio a largadistancia, entre otras actividades. Este fenmeno es visible en Alemania desde el siglo XIV, enPars desde el XIII, en las ciudades italianas desde el XII, e incluso antes. El tayir, en el Islamy antes ya de la aparicin de los primeros negociantes occidentales, es un exportador-importador que, desde su casa (estamos ya ante el comercio fijo), dirige a agentes ycomisionistas. No tiene nada en comn con el hawanli, el tendero del zoco. En Agra, que, hacia1640, es an una enorme ciudad de la India, un viajero anota que con el nombre de " sogador"se designa a "aquel al que llamaramos en Espaa un mercader, pero hay algunos que seadornan con el nombre particular de katari, el ttulo ms eminente para aquellos que profesanen estos pases el arte mercantil y que significa comerciante riqusimo y de gran crdito". EnOccidente, el vocabulario seala unas diferencias anlogas. El ngociant es el kalar francs, yesta palabra aparece en el siglo xvii. En Italia, hay una enorme distancia entre el mercante ataglio y el negoziante; lo mismo en Inglaterra entre el tradesman y el merchant que, en lospuertos ingleses, se ocupa ante todo de la exportacin y del comercio a larga distancia; y enAlemania, entre los Krmer, por un lado, y el Kaufmann o el Kaufherr, por otro.

    Hace falta sealar que estos capitalistas, tanto en el Islam como en la cristiandad, sonlos amigos del prncipe, aliados o explotadores del Estado? Muy pronto, desde el principio,traspasarn los lmites nacionales y se entendern con los mercaderes de otras plazasextranjeras. Poseen mil medios para falsear el juego a su favor, mediante la manipulacin delcrdito y el fructuoso juego de las buenas monedas contra las falsas: las buenas monedas deoro y plata se destinan a las grandes transacciones, al Capital; y las de cobre a los pequeossalarios y a los pagos cotidianos, al Trabajo, en consecuencia. Cuentan con la superioridad dela informacin de la inteligencia y de la cultura. Y se apoderan a su alrededor de lo que esbueno aprehender: la tierra, los edificios, las rentas... Quin pondra en duda que tienen a sudisposicin los monopolios, o simplemente el poder suficiente para anular en un noventa porciento de los casos a la competencia? Al escribir a uno de sus agentes de Burdeos, unmercader holands le recomendaba que mantuviera secretos sus proyectos; si no, aada, "leocurrira a este negocio lo que a tantos otros en los que, en el momento en que surge lacompetencia, ya se acabaron los beneficios! " Finalmente, y gracias a la masa de los capitales,pueden los capitalistas preservar sus privilegios y reservarse los grandes negociosinternacionales de su tiempo. De una parte, porque en esta poca de lentsimos transportes, el

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    gran comercio impone largos plazos a la circulacin de capitales: son necesarios meses, y aveces aos, para que retornen las sumas invertidas, engrosadas por sus beneficios. De otraparte, porque generalmente el gran mercader no utiliza -slo capitales: recurre al crdito, aldinero de los dems. Por ltimo, los capitales se desplazan. Desde finales del siglo XIV, losarchivos de Francesco di Marco Datini, mercader de Prato, cerca de Florencia, nos sealan lasdas y venidas de las letras de cambio entre las ciudades italianas y los puntos lgidos delcapitalismo europeo: Barcelona, Montpellier, Avignon, Pars, Londres, Brujas... Pero se trataaqu de juegos tan ajenos al comn de los mortales, como son las actuales deliberacionesultrasecretas del Banco de Pagos Internacionales, en Basilea.

    As pues, el mundo de la mercanca o del intercambio se encuentra estrictamentejerarquizado, desde los ms humildes oficios -mozos de cuerda, descargadores, buhoneros,carreteros, marineros hasta los cajeros, tenderos, agentes de nombres diversos, usureros y,finalmente, hasta los negociantes. Lo que a primera vista resulta sorprendente es que laespecializacin, la divisin del trabajo, que no hace ms que acentuarse rpidamente alcomps de los progresos de la economa de mercado, afecta a toda esta sociedad mercantilsalvo a su cima, la de los negociantes capitalistas. As este proceso de parcelacin defunciones, esta modernizacin, se manifest ante todo y solamente en la base: los oficios, lostenderos, incluso los buhoneros, se especializan. No ocurre lo mismo en lo alto de la pirmide,ya que, hasta el siglo XIX, el mercader de altos vuelos no se limita, por as decir, a una solaactividad: es comerciante, claro est, pero nunca de un solo ramo, sino que, segn lasocasiones, es a la vez armador, asegurador, prestamista, prestatario, financiero, banquero eincluso empresario industrial o explotador agrcola. En Barcelona, en el siglo XVIII, el tenderodetallista, el botiguer, est siempre especializado: vende telas, o paos, o especias. ... Si algnda se enriquece lo suficiente como para convertirse en negociante, pasa automticamente dela especializacin a la no-especializacin. A partir de ese momento, cualquier buen negocio quese encuentre a su alcance pasar a ser de su competencia.

    Esta anomala ha sido a menudo sealada, pero la explicacin que suele drsele no nospuede satisfacer: el mercader, nos dicen, divide sus actividades entre diversos sectores paralimitar sus riesgos: perder con la cochinilla, pero ganar con las especias; fracasar en unatransaccin comercial, pero ganar al jugar con los cambios o al prestarle dinero a uncampesino para que pueda constituirse una renta... Para resumir, seguira el consejo de unproverbio francs que recomienda "ne pas mettretoussesoeufsdansle mme panier" ["nojugrselo todo a una sola carta"].

    De hecho, yo pienso: o Que el mercader no se especializa porque ninguno de los ramosque se encuentran a su alcance est lo suficientemente desarrollado como para absorber todasu actividad. Se cree con demasiada frecuencia que el capitalismo de antao era menor,debido a la falta de capitales, que le fue preciso ir acumulando durante mucho tiempo paraexpandirse. Sin embargo, la correspondencia mercantil o las memorias de las cmaras decomercio nos muestran bastante a menudo el caso de capitales que buscan intilmente unaforma de inversin. Entonces, el capitalismo se sentir tentado por la adquisicin de tierras,por su valor refugio y su valor social, pero tambin a veces de tierras que pueden explotarsede forma moderna y ser fuente de beneficios sustanciosos, como sucede, por ejemplo, enInglaterra, en Venecia y otros lugares. 0 bien se dejar seducir por las especulacionesinmobiliarias urbanas; o tambin por las incursiones, prudentes pero frecuentes, en el campode la industria, as como por las especulaciones mineras (siglos XV y XVI). Pero resultasignificativo que, salvo en casos excepcionales, no se interese por el sistema de produccin yse contente, mediante el sistema de trabajo a domicilio o putting out, con controlar laproduccin artesanal para asegurarse mejor su comercializacin. Frente al artesano y alsistema del putting out, las manufacturas no representarn, hasta el siglo XIX, ms que unapequea parte de la produccin.

    Que si el gran comerciante cambia tan a menudo de actividad, es porque los grandesbeneficios cambian sin cesar de sector. El capitalismo es de naturaleza coyuntural. Incluso hoyen da, uno de sus grandes valores es su facilidad de adaptacin y de reconversin. O Que unanica especializacin ha mostrado, en ocasiones, tendencia a manifestarse dentro de la vidamercantil: el comercio del dinero. Pero su xito nunca ha sido de larga duracin, como si eledificio econmico no pudiese nutrir suficientemente esta punta culminante de la economa. Labanca florentina, algn tiempo floreciente, se derrumba con los Bardi y los Perucci en el sigloxiv; y ms tarde con los Mdicis, en el siglo XV. A partir de 1579, las ferias genovesas dePiacenza se convierten en el clearing de casi todos los pagos europeos, pero la extraordinaria

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    aventura de los banqueros genoveses durar menos de medio siglo, hasta 1621. En el sigloXVII, msterdam dominar a su vez en forma brillante los circuitos del crdito europeo, y laexperiencia se saldar tambin esta vez con un fracaso en el siglo siguiente. El capitalismofinanciero no triunfar hasta el siglo xix, ms all de los aos 1830-1860, cuando la Banca loacapare todo, industria y mercanca, y cuando la economa, en general, haya adquirido elsuficiente vigor como para sostener definitivamente esta construccin.

    Resumiendo, hay dos tipos de intercambio: uno, elemental y competitivo, ya que estransparente; el otro, superior, sofisticado y dominante. No son ni los mismos mecanismos nilos mismos agentes los que rigen a estos dos tipos de actividad, y no es en el primero, sino enel segundo, donde se sita la esfera del capitalismo. No niego que pueda haber un capitalismorural y disfrazado, astuto y cruel. Lenin, segn me dijo el profesor Dalin de Mosc, sostenaincluso que, en un pas socialista, si se le devolva la libertad a un mercado de pueblo, stepodra reconstruir el rbol entero del capitalismo. No niego tampoco que pueda existir unmicrocapitalismo de los tenderos. Gerschenkron piensa que el verdadero capitalismo surgi deah. La relacin de fuerzas que se halla en la base del capitalismo puede esbozarse yencontrarse en todos los estratos de la vida social. Pero en definitiva, es en lo alto de lasociedad donde se despliega el primer capitalismo, donde afirma su fuerza y se nos revela. Yes a la altura de los Bardi, de los Jacques Coeur, de los Jacob Fugger, de los John Law y de losNecker donde debemos ir a buscarlo y donde ms probabilidades tenemos de descubrirlo.

    Si de ordinario no se hace una distincin entre capitalismo y economa de mercado esporque ambos han progresado a la vez, desde la Edad Media hasta nuestros das, y porque seha presentado a menudo al capitalismo como el motor y la plenitud del desarrollo econmico.En realidad, todo se sostiene sobre los anchos hombros de la vida material: si sta crece, todova hacia adelante; la economa de mercado crece tambin a su costa y ampla sus relaciones.Ahora bien, el que se beneficia siempre de esta expansin es el capitalismo. No creo queJoseph Schumpeter tenga razn cuando hace del empresario el deus ex machina. Creo confirmeza que es el movimiento de conjunto el que resulta determinante, y que todo capitalismoest hecho a la medida, en primer lugar, de las economas que le son subyacentes.

    4Como privilegio de una minora, el capitalismo es impensable sin la complicidad activa de

    la sociedad. Constituye forzosamente una realidad de orden social, una realidad de ordenpoltico e incluso una realidad de civilizacin. Porque hace falta, en cierto modo, que lasociedad entera acepte, ms o menos conscientemente, sus valores. Pero no siempre es ste elcaso.

    Toda sociedad densa se descompone en varios "conjuntos": el econmico, el poltico, elcultura] y el jerrquico- social. El econmico slo podr comprenderse en unin de los dems11 conjuntos", disolvindose en ellos, pero tambin abriendo sus puertas a los prximos a l.Hay accin e interaccin. Esta forma particular y parcial de la economa que es el capitalismono se explicar plenamente sino a la luz de estas proximidades e invasiones; acabaradquiriendo gracias a ella su autntico rostro.

    De ah que el Estado moderno, que no ha creado el capitalismo pero s lo ha heredado,tan pronto lo favorezca como lo desfavorezca; a veces lo deja expandirse y otras le corta suscompetencias. El capitalismo slo triunfa cuando se identifica con el Estado, cuando es elEstado. En su primera gran fase, la de las ciudades-Estado de Italia, en Venecia, en Gnova yen Florencia, la lite del dinero es la que ejerce el poder. En Holanda, en el siglo xviii, laaristocracia de los Regentes gobierna siguiendo el inters e incluso las directrices de loshombres de negocios, negociantes o proveedores de fondos. En Inglaterra, con la revolucin de1688, se llega asimismo a un compromiso semejante al holands. Francia mantiene un retrasode ms de un siglo: slo con la revolucin de julio, en 1830, se instalar por fin cmodamentela burguesa de los negocios en el gobierno.

    As pues, el Estado se muestra favorable u hostil al mundo del dinero segn lo impongasu propio equilibrio y su propia capacidad de resistencia. Lo mismo ocurre con la cultura y conla religin. En un principio, la religin -fuerza de tipo tradicional- dice no a las novedades delmundo, del dinero, de la especulacin y de la usura. Pero existen acomodos con la Iglesia.Aunque sta no cesa de decir no, acabar por decir s a las imperiosas exigencias del siglo.Para decirlo brevemente, aceptar un aggiornamento, un modernismo como hubiramos dichoantao. Agustin Renaudet recordaba que Santo Toms de Aquino (1225-1274) formul elprimer modernismo llamado a tener xito. Pero si la religin y, por lo tanto, la cultura, barri

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    bastante pronto sus obstculos, mantuvo una fuerte oposicin de principio, especialmente enlo que se refiere al prstamo con inters, condenado como usura. Se ha llegado incluso asostener, un poco precipitadamente, es verdad, que estos escrpulos slo desaparecieron conla Reforma y que sta es la razn profunda de la ascensin del capitalismo en los pases delnorte de Europa. Para Max Weber, el capitalismo, en el sentido moderno de la palabra, nohabra sido ni ms ni menos que una creacin del protestantismo o, mejor an, delpuritanismo.

    Todos los historiadores se oponen a una tesis sutil, aunque no logran desembarazarse deella de una vez por todas: vuelve a resurgir ante ellos sin cesar. Y, sin embargo, esmanifiestamente falsa. Los pases del Norte no han hecho ms que tomar el lugar ocupadodurante largo tiempo y con brillantez por los viejos centros capitalistas del Mediterrneo. Noinventaron nada, ni en el campo de la tcnica ni en el del manejo de los negocios. msterdamcopia a Venecia, al igual que Londres copiar a msterdam, y Nueva York a Londres. Lo queentra en juego en cada ocasin es el desplazamiento del centro de gravedad de la economamundial, por razones econmicas, y esto no afecta a la naturaleza propia del capitalismo. Estedeslizamiento definitivo desde el Mediterrneo a los mares del Norte, que se produce muy afinales del siglo xvi, supone el triunfo de un pas nuevo sobre otro viejo. Y supone tambin unamplio cambio de nivel. Gracias a la nueva ascensin del Atlntico, se produce una expansinde la economa en general, de los intercambios, del stock monetario y, nuevamente, el vivoprogreso de la economa de mercado es el que, fiel a la cita de msterdam, llevar sobre susespaldas, las construcciones ampliadas del capitalismo. Finalmente, me parece que el error deMax Weber deriva esencialmente, en su punto de partida, de una exageracin del papeldesempeado por el capitalismo como promotor del mundo moderno.

    Pero ste no es el problema esencial. El verdadero destino del capitalismo se jug, enefecto, de cara a las jerarquas sociales. Toda sociedad evolucionada admite varias jerarquas,digamos varios escalones, que le permiten salir de la planta baja donde vegeta la masa delpueblo que est en la base -el Grundvo1k de Werner Sombart-: jerarqua religiosa, jerarquapoltica, jerarqua militar y jerarquas diversas del dinero. Entre unas y otras, segn losdistintos siglos o lugares, existen oposiciones, compromisos o alianzas; a veces, hay inclusoconfusin. En la Roma del siglo XIII, la jerarqua poltica y la religiosa se confunden pero,alrededor de la ciudad, la tierra y el ganado crean una clase de grandes seores peligrosos,mientras que los banqueros de la Curia -sieneses- ascienden ya muy alto. En Florencia, afinales del siglo XIV, la antigua nobleza feudal y la nueva gran burguesa mercantil forman yaun mismo cuerpo dentro de una lite del dinero, la cual se hace tambin, lgicamente, con elpoder poltico. En otros contextos sociales, por el contrario, una jerarqua poltica puedeaplastar a las dems: es el caso de la China de los Ming y de los Manches. Es tambin elcaso, aunque de forma menos ntida y continua, de la Francia monrquica del AntiguoRgimen, que durante mucho tiempo no deja a los mercaderes, ni siquiera a los ricos, mas queun papel carente de prestigio, y coloca en primera lnea a la decisiva jerarqua de la nobleza.En la Francia de Luis XIII, el camino del poder pasa por acercarse al rey y a la Corte. El primerpaso de la verdadera carrera de Richelieu, titular del insignificante obispado de Lugon, fueconvertirse en capelln de la reina madre, Mara de Mdicis, y poder acceder as a la Corte paraintroducirse en el estrecho crculo de los gobernantes.

    Hay tantos caminos para la ambicin de los individuos como sociedades. Y tantos tiposde xito. En Occidente, aunque no escaseen los xitos de individuos aislados, la historia repiteincesantemente la misma leccin, a saber, que los xitos individuales deben inscribirse casisiempre en el activo de las familias vigilantes, atentas y consagradas a incrementar poco apoco su fortuna y su influencia. Su ambicin aparece surtida de paciencia, se desarrolla a largoplazo. Entonces, es preciso cantar las glorias y mritos de las "largas" familias, de los linajes?Supondra poner en primer plano, en el caso de Occidente, aquello que llamamos, en lneasgenerales y con un trmino que se ha impuesto tardamente, la historia de la burguesa,sustentadora del proceso capitalista, creadora o utilizadora de la slida jerarqua que seconvertir en la espina dorsal del capitalismo. Este ltimo, en efecto, para asentar su fortuna ysu poder, se apoya sucesiva o simultneamente en el comercio, en la usura, en el comercio alarga distancia, en el "cargo" administrativo y en la tierra, valor seguro y que, por aadidura, ymucho ms de lo que se piensa, confiere un evidente prestigio de cara a la misma sociedad. Siatendemos a estas largas cadenas familiares y a la lenta acumulacin de patrimonios yhonores, el paso, en Europa, del rgimen feudal al rgimen capitalista se hace casicomprensible. El rgimen feudal constituye, en beneficio de las familias seoriales, una forma

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    duradera del reparto de la riqueza territorial, riqueza de base -y por lo tanto un orden estableen su textura. La "burguesa", a lo largo de los siglos, vivir como un parsito dentro de estaclase privilegiada, cerca de ella, contra ella y aprovechndose de sus errores, de su lujo, de suociosidad y de su falta de previsin, para acabar apoderndose de sus bienes -con frecuencia atravs de la usura- y para infiltrarse finalmente en sus filas y perderse en ellas. Pero hay otrosburgueses para reanudar el asalto, para reemprender la misma lucha. Parasitismo, en suma,de larga duracin: la burguesa no cesa de destruir a la clase dominante para nutrirse de ella.Pero su ascensin fue lenta, paciente, traspasndose sin cesar la ambicin a hijos y nietos. Yas sucesivamente.

    Una sociedad de este tipo, derivada de la sociedad feudal y que todava sigue siendofeudal a medias, es una sociedad en la cual la propiedad y los privilegios sociales seencuentran relativamente a salvo, en la cual las familias pueden disfrutar de aquellos conrelativa tranquilidad, al ser la propiedad sacrosanta y desear ellos que as sea, y en la cualpermanecen, por lo general, en su sitio. Ahora bien, es preciso que estas aguas sociales estntranquilas o relativamente tranquilas para que se produzca la acumulacin y se mantengan loslinajes, y para que, si la economa monetaria colabora, emerja por fin el capitalismo. stedestruye, con este proceso, ciertos bastiones de la alta sociedad, pero reconstruye, en cambioy para beneficio propio, otros tan slidos y duraderos como aquellos.

    Estas largas gestaciones de fortunas familiares, que desembocan un buen da en un xitoespectacular, nos resultan tan familiares, tanto en el pasado como en el presente, que noscuesta darnos cuenta de que estamos aqu, de hecho, ante una caracterstica esencial de lassociedades de Occidente. No reparamos en ella, en realidad sino distancindonos y observandoel espectculo diferente que nos ofrecen las sociedades extraeuropeas. En estas sociedades, loque llamamos o podemos llamar capitalismo tropieza en general con obstculos sociales nadafciles o imposibles de franquear. Son estos obstculos los que nos sitan, por contraste, en elcamino de una explicacin general.

    Dejemos a un lado la sociedad japonesa, en donde el proceso es el mismo, en lneasgenerales, que en Europa: una sociedad feudal se deteriora lentamente y una sociedadcapitalista acaba liberndose de ella; Japn es el pas en el que las dinastas mercantiles handurado ms tiempo- algunas, nac