Juan Pablo II - Laudes

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    Los salmos y cnticos de la

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    Los salmos y cnticos de la Liturgia de las Laudes meditados por S.S. Juan Pablo II

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    IINNTTRROODDUUCCCCIINN

    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 28 de marzo de 2001

    Los salmos en la tradicin de la Iglesia.

    1. En la carta apostlica Novo millennio ineunte expres el deseo de que la Iglesia se distinga cada vezms en el "arte de la oracin", aprendindolo siempre de nuevo de los labios mismos del divinoMaestro (cf. n. 32). Ese compromiso ha de vivirse sobre todo en la liturgia, fuente y cumbre de la vidaeclesial. En esta lnea es importante prestar mayor atencin pastoral a la promocin de la Liturgia de lasHoras, como oracin de todo el pueblo de Dios (cf. ib., 34). En efecto, aunque los sacerdotes y losreligiosos tienen un mandato preciso de celebrarla, tambin a los laicos se les recomiendaencarecidamente. Esta fue la intencin de mi venerado predecesor Pablo VI al publicar, hace poco ms

    de treinta aos, la constitucin Laudis canticum, en la que estableca el modelo vigente de esta oracin,deseando que "el pueblo de Dios acoja con renovado afecto" (cf. AAS 63 [1971] 532) los salmos y loscnticos, estructura fundamental de la Liturgia de las Horas.

    Es un dato esperanzador que muchos laicos, tanto en las parroquias como en las agrupacioneseclesiales, hayan aprendido a valorarla. Con todo, sigue siendo una oracin que supone una adecuadaformacin catequstica y bblica, para poderla gustar a fondo.

    Con esta finalidad comenzamos hoy una serie de catequesis sobre los salmos y los cnticos propuestosen la oracin matutina de las Laudes. De este modo, deseo estimular y ayudar a todos a orar con lasmismas palabras utilizadas por Jess y presentes desde hace milenios en la oracin de Israel y en la de

    la Iglesia.

    2. Podramos introducirnos en la comprensin de los salmos por diversos caminos. El primeroconsistira en presentar su estructura literaria, sus autores, su formacin, los contextos en que surgieron.Tambin sera sugestiva una lectura que pusiera de relieve su carcter potico, que en ocasionesalcanza niveles altsimos de intuicin lrica y de expresin simblica. No menos interesante serarecorrer los salmos considerando los diversos sentimientos del alma humana que manifiestan: alegra,gratitud, accin de gracias, amor, ternura, entusiasmo, pero tambin intenso sufrimiento, recriminacin,solicitud de ayuda y de justicia, que a veces desembocan en rabia e imprecacin. En los salmos el serhumano se descubre plenamente a s mismo.

    Nuestra lectura buscar sobre todo destacar el significado religioso de los salmos, mostrando cmo, aunhabiendo sido escritos hace muchos siglos por creyentes judos, pueden ser usados en la oracin de losdiscpulos de Cristo. Para ello nos serviremos de los resultados de la exgesis, pero a la vez veremos loque nos ensea la Tradicin, y sobre todo escucharemos lo que nos dicen los Padres de la Iglesia.

    3. En efecto, los santos Padres, con profunda penetracin espiritual, supieron discernir y sealar queCristo mismo, en la plenitud de su misterio, es la gran "clave" de lectura de los salmos. Estabanplenamente convencidos de que en los salmos se habla de Cristo. Jess resucitado se aplic a s mismolos salmos, cuando dijo a los discpulos: "Es necesario que se cumpla todo lo que est escrito en la Ley

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    de Moiss, en los Profetas y en los Salmos acerca de m" (Lc 24, 44). Los Padres aaden que en lossalmos se habla de Cristo, o incluso que es Cristo mismo quien habla. Al decir esto, no pensabansolamente en la persona individual de Jess, sino en el Christus totus, en el Cristo total, formado porCristo cabeza y por sus miembros.

    As nace, para el cristiano, la posibilidad de leer el Salterio a la luz de todo el misterio de Cristo.

    Precisamente desde esta perspectiva se descubre tambin la dimensin eclesial, particularmente puestade relieve por el canto coral de los salmos. De este modo se comprende que los salmos hayan sidotomados, desde los primeros siglos, como oracin del pueblo de Dios. Si en algunos perodos histricosprevaleci una tendencia a preferir otras plegarias, fue gran mrito de los monjes el que se mantuvieraen alto la antorcha del Salterio. Uno de ellos, san Romualdo, fundador de la Camldula, en el alba delsegundo milenio cristiano, -como afirma su bigrafo Bruno de Querfurt- lleg a sostener que lossalmos son el nico camino para hacer una oracin realmente profunda: "Una via in psalmis" (Passiosanctorum Benedicti et Johannes ac sociorum eorumdem: MPH VI, 1893, 427).

    4. Con esta afirmacin, a primera vista exagerada, en realidad se remontaba a la mejor tradicin de losprimeros siglos cristianos, cuando el Salterio se haba convertido en el libro por excelencia de la

    oracin eclesial. Esta fue la opcin decisiva frente a las tendencias herticas que continuamente secernan sobre la unidad de fe y de comunin. A este respecto, es interesante una estupenda carta quesan Atanasio escribi a Marcelino, en la primera mitad del siglo IV, mientras la hereja arrianadominaba, atentando contra la fe en la divinidad de Cristo. Frente a los herejes que atraan hacia s a lagente tambin con cantos y plegarias que respondan muy bien a los sentimientos religiosos, el granPadre de la Iglesia se dedic con todas sus fuerzas a ensear el Salterio transmitido por la Escritura (cf.PG 27, 12 ss). As, al "Padre nuestro", la oracin del Seor por antonomasia, se aadi la praxis, quepronto se hizo universal entre los bautizados, de la oracin de los salmos.

    5. Tambin gracias a la oracin comunitaria de los salmos, la conciencia cristiana ha recordado ycomprendido que es imposible dirigirse al Padre que est en los cielos sin una autntica comunin devida con los hermanos y hermanas que estn en la tierra. No slo eso; los cristianos, al insertarsevitalmente en la tradicin orante de los judos, aprendieron a orar cantando las magnalia Dei, es decir,las maravillas realizadas por Dios tanto en la creacin del mundo y de la humanidad, como en lahistoria de Israel y de la Iglesia. Sin embargo, esta forma de oracin, tomada de la Escritura, no excluyeciertamente expresiones ms libres, y estas no slo continuarn caracterizando la oracin personal, sinotambin enriqueciendo la misma oracin litrgica, por ejemplo con himnos y troparios. En cualquiercaso, el libro del Salterio ha de ser la fuente ideal de la oracin cristiana, y en l seguir inspirndose laIglesia en el nuevo milenio.

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    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 4 de abril de 2001

    La Liturgia de las Horas, oracin de la Iglesia.

    1. Antes de comenzar el comentario de los salmos y cnticos de las Laudes, completamos hoy lareflexin introductoria que iniciamos en la anterior catequesis. Y lo hacemos tomando como punto departida un aspecto muy arraigado en la tradicin espiritual: al cantar los salmos, el cristianoexperimenta una especie de sintona entre el Espritu presente en las Escrituras y el Espritu que habita

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    en l por la gracia bautismal. Ms que orar con sus propias palabras, se hace eco de los "gemidosinenarrables" de los que habla san Pablo (cf. Rm 8, 26), con los cuales el Espritu del Seor impulsa alos creyentes a unirse a la invocacin caracterstica de Jess: "Abb, Padre!" (Rm 8, 15; Ga 4, 6).

    Los antiguos monjes estaban tan seguros de esta verdad, que no se preocupaban de cantar los salmos ensu lengua materna, pues les bastaba la conviccin de que eran, de algn modo, "rganos" del Espritu

    Santo. Estaban convencidos de que por su fe los versculos de los salmos les proporcionaban una"energa" particular del Espritu Santo. Esa misma conviccin se manifiesta en la utilizacincaracterstica de los salmos que se llam "oracin jaculatoria" -de la palabra latina iaculum, es decir,dardo- para indicar expresiones salmdicas brevsimas que podan ser "lanzadas", casi como flechasincendiarias, por ejemplo contra las tentaciones. Juan Cassiano, escritor que vivi entre los siglos IV yV, recuerda que algunos monjes haban descubierto la eficacia extraordinaria del brevsimo incipit delsalmo 69: "Dios mo, ven en mi auxilio; Seor, date prisa en socorrerme", que desde entonces seconvirti en el prtico de ingreso de la Liturgia de las Horas (cf. Conlationes 10, 10: CPL 512, 298 ss).

    2. Adems de la presencia del Espritu Santo, otra dimensin importante es la de la accin sacerdotalque Cristo realiza en esta oracin, asociando a s a la Iglesia su esposa. A este respecto, precisamente

    refirindose a la Liturgia de las Horas, el concilio Vaticano II ensea: "El sumo sacerdote de la nuevay eterna Alianza, Jesucristo (...) une a s toda la comunidad humana y la asocia al canto de este divinohimno de alabanza. En efecto, esta funcin sacerdotal se prolonga a travs de su Iglesia, que no slo enla celebracin de la Eucarista, sino tambin de otros modos, sobre todo recitando el Oficio divino,alaba al Seor sin interrupcin e intercede por la salvacin del mundo entero" (SacrosanctumConcilium, 83).

    Tambin la Liturgia de las Horas, por consiguiente, tiene el carcter de oracin pblica, en la que laIglesia est particularmente implicada. As, es iluminador redescubrir cmo la Iglesia fue definiendoprogresivamente este compromiso especfico suyo de oracin realizada de acuerdo con las diversasfases del da. Para ello es preciso remontarse a los primeros tiempos de la comunidad apostlica,cuando an exista un estrecho vnculo entre la oracin cristiana y las as llamadas "plegarias legales" -es decir, prescritas por la Ley de Moiss- que se rezaban en determinadas horas del da en el templo deJerusaln. El libro de los Hechos de los Apstoles dice que "acudan al templo todos los das" (Hch 2,46) o que "suban al templo para la oracin de la hora nona" (Hch 3, 1). Y, por otra parte, sabemostambin que las "plegarias legales" por excelencia eran precisamente la de la maana y la de la tarde.

    3. Gradualmente los discpulos de Jess descubrieron algunos salmos particularmente adecuados paradeterminados momentos del da, de la semana o del ao, viendo en ellos un sentido profundo enrelacin con el misterio cristiano. Un testigo autorizado de este proceso es san Cipriano, que, en laprimera mitad del siglo III, escribe: "Es necesario orar al inicio del da para celebrar con la oracin dela maana la resurreccin del Seor. Eso corresponde a lo que una vez el Espritu Santo indic en losSalmos con estas palabras: "Rey mo y Dios mo. A ti te suplico, Seor, por la maana escuchars mivoz, por la maana te expongo mi causa y me quedo aguardando" (Sal 5, 3-4). (...) Luego, cuando sepone el sol y declina el da, es preciso hacer nuevamente oracin. En efecto, dado que Cristo es elverdadero sol y el verdadero da, en el momento en que declinan el sol y el da del mundo, pidiendo enla oracin que vuelva a brillar sobre nosotros la luz, invocamos que Cristo nos traiga de nuevo la graciade la luz eterna" (De oratione dominica, 35: PL 39, 655).

    4. La tradicin cristiana no se limit a perpetuar la juda, sino que innov algunas cosas, que acabaronpor caracterizar de forma diversa toda la experiencia de oracin que vivieron los discpulos de Jess.En efecto, adems de rezar, por la maana y por la tarde, el padrenuestro, los cristianos escogieron con

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    libertad los salmos para celebrar con ellos su oracin diaria. A lo largo de la historia, este procesosugiri la utilizacin de determinados salmos para algunos momentos de fe particularmentesignificativos. Entre estos ocupaba el primer lugar la oracin de la vigilia, que preparaba para el da delSeor, el domingo, en el cual se celebraba la Pascua de Resurreccin.

    Una caracterstica tpicamente cristiana fue, luego, la doxologa trinitaria, que se aadi al final de cada

    salmo y cntico: "Gloria al Padre y al Hijo y al Espritu Santo". As cada salmo y cntico es iluminadopor la plenitud de Dios.

    5. La oracin cristiana nace, se alimenta y se desarrolla en torno al evento por excelencia de la fe: elmisterio pascual de Cristo. De esta forma, por la maana y por la tarde, al salir y al ponerse el sol, serecordaba la Pascua, el paso del Seor de la muerte a la vida. El smbolo de Cristo "luz del mundo" esla lmpara encendida durante la oracin de Vsperas, que por eso se llama tambin lucernario. Lashoras del da remiten, a su vez al relato de la pasin del Seor, y la hora Tertia tambin a la venida delEspritu Santo en Pentecosts. Por ltimo, la oracin de la noche tiene carcter escatolgico, puesevoca la vigilancia recomendada por Jess en la espera de su vuelta (cf. Mc 13, 35-37).

    Al hacer su oracin con esta cadencia, los cristianos respondieron al mandato del Seor de "orar sincesar" (cf. Lc 18, 1; 21, 36; 1 Ts 5, 17; Ef 6, 18), pero sin olvidar que, de algn modo, toda la vida debeconvertirse en oracin. A este respecto escribe Orgenes: "Ora sin cesar quien une oracin a las obras yobras a la oracin" (Sobre la oracin XII, 2: PG 11, 452 c).

    Este horizonte en su conjunto constituye el hbitat natural del rezo de los salmos. Si se sienten y seviven as, la doxologa trinitaria que corona todo salmo se transforma, para cada creyente en Cristo, enuna continua inmersin, en la ola del Espritu y en comunin con todo el pueblo de Dios, en el ocanode vida y de paz en el que se halla sumergido con el bautismo, o sea, en el misterio del Padre, del Hijoy del Espritu Santo.

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    La Salmodia de las Laudes

    Da / Semana Primer Salmo Cntico Segundo Salmo

    DOMINGO I Salmo 62, 2-9 Dn 3, 57-88. 56 Salmo 149

    LUNES I Salmo 5, 2-10. 12-13 1Cro 29, 10-13 Salmo 28

    MARTES I Salmo 23 Tb 13, 1-10 Salmo 32

    MIERCOLES I Salmo 35 Jdt 16, 2-3. 15-19 Salmo 46

    JUEVES I Salmo 56 Jr 31, 10-14 Salmo 47

    VIERNES I Salmo 50 Is 45, 15-26 Salmo 99

    SABADO I Salmo 118, 145-152 Ex 15, 1-4. 8-13. 17-18 Salmo 116

    DOMINGO II Salmo 117 Dn 3, 52-57 Salmo 150

    LUNES II Salmo 41 Sir 36, 1-7 13-16 Salmo 18 A

    MARTES II Salmo 42 Is 38, 10-14. 17-20 Salmo 64

    MIRCOLES II Salmo 76 1S 2, 1-10 Salmo 96

    JUEVES II Salmo 79 Is 12, 1-6 Salmo 80

    VIERNES II Salmo 50 Ha 3, 2-4 13a. 15-19 Salmo 147

    SABADO II Salmo 91 Dt 32, 1-12 Salmo 8

    DOMINGO III Salmo 92 Dn 3, 57-88. 56 Salmo 148

    LUNES III Salmo 83 Is 2, 2-5 Salmo 95MARTES III Salmo 84 Is 26, 1-4. 7-9. 12 Salmo 66

    MIRCOLES III Salmo 85 Is 33, 13-16 Salmo 97

    JUEVES III Salmo 86 Is 40, 10-17 Salmo 98

    VIERNES III Salmo 50 Jr 14, 17-21 Salmo 99

    SABADO III Salmo 118, 145-152 Sb 9, 1-6. 9-11 Salmo 116

    DOMINGO IV Salmo 117 Dn 3, 52-57 Salmo 150

    LUNES IV Salmo 89 Is 42, 10-16 Salmo 134, 1-12

    MARTES IV Salmo 100 Dn 3, 26-27. 29. 34-41 Salmo 143, 1-10MIRCOLES IV Salmo 107 Is 61, 10 - 62,5 Salmo 145

    JUEVES IV Salmo 142, 1-11 Is 66,10-14a Salmo 146

    VIERNES IV Salmo 50 Tb 13, 10-15. 17-19 Salmo 147

    SABADO IV Salmo 91 Ez 36, 24-28 Salmo 8

    Para todos los das: Benedictus, el Cntico de Zacaras. Lc 1, 68-79

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    DDOOMMIINNGGOO II

    JUAN PABLO II

    AUDIENCIA GENERALMircoles 25 de abril de 2001

    Salmo 62, 2-9El alma sedienta de Dios.

    1. El salmo 62, sobre el que reflexionaremos hoy, es el salmo del amor mstico, que celebra la adhesintotal a Dios, partiendo de un anhelo casi fsico y llegando a su plenitud en un abrazo ntimo y perenne.La oracin se hace deseo, sed y hambre, porque implica el alma y el cuerpo.

    Como escribe santa Teresa de vila, "sed me parece a m quiere decir deseo de una cosa que nos hace

    tan gran falta que, si nos falta, nos mata" (Camino de perfeccin, c. 19). La liturgia nos propone lasprimeras dos estrofas del salmo, centradas precisamente en los smbolos de la sed y del hambre,mientras la tercera estrofa nos presenta un horizonte oscuro, el del juicio divino sobre el mal, encontraste con la luminosidad y la dulzura del resto del salmo.

    2. As pues, comenzamos nuestra meditacin con el primer canto, el de la sed de Dios (cf. versculos 2-4). Es el alba, el sol est surgiendo en el cielo terso de la Tierra Santa y el orante comienza su jornadadirigindose al templo para buscar la luz de Dios. Tiene necesidad de ese encuentro con el Seor demodo casi instintivo, se podra decir "fsico". De la misma manera que la tierra rida est muerta, hastaque la riega la lluvia, y a causa de sus grietas parece una boca sedienta y seca, as el fiel anhela a Diospara ser saciado por l y para poder estar en comunin con l.

    Ya el profeta Jeremas haba proclamado: el Seor es "manantial de aguas vivas", y haba reprendidoal pueblo por haber construido "cisternas agrietadas, que no retienen el agua" (Jr 2, 13). Jess mismoexclamar en voz alta: "Si alguno tiene sed, venga a m, y beba, el que crea en m" (Jn 7, 37-38). Enpleno medioda de una jornada soleada y silenciosa, promete a la samaritana: "El que beba del aguaque yo le d, no tendr sed jams, sino que el agua que yo le d se convertir en l en fuente de aguaque brota para vida eterna" (Jn 4, 14).

    3. Con respecto a este tema, la oracin del salmo 62 se entrelaza con el canto de otro estupendo salmo,el 41: "Como busca la cierva corrientes de agua, as mi alma te busca a ti, Dios mo; tiene sed de Dios,del Dios vivo" (vv. 2-3). Ahora bien, en hebreo, la lengua del Antiguo Testamento, "el alma" se

    expresa con el trmino nefesh, que en algunos textos designa la "garganta" y en muchos otros seextiende para indicar todo el ser de la persona. El vocablo, entendido en estas dimensiones, ayuda acomprender cun esencial y profunda es la necesidad de Dios: sin l falta la respiracin e incluso lavida. Por eso, el salmista llega a poner en segundo plano la misma existencia fsica, cuando no hayunin con Dios: "Tu gracia vale ms que la vida" (Sal 62, 4). Tambin en el salmo 72 el salmistarepite al Seor: "Estando contigo no hallo gusto ya en la tierra. Mi carne y mi corazn se consumen:Roca de mi corazn, mi porcin, Dios por siempre! (...) Para m, mi bien es estar junto a Dios" (vv.25-28).

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    4. Despus del canto de la sed, las palabras del salmista modulan el canto del hambre (cf. Sal 62, 6-9).Probablemente, con las imgenes del "gran banquete" y de la saciedad, el orante remite a uno de lossacrificios que se celebraban en el templo de Sion: el llamado "de comunin", o sea, un banquetesagrado en el que los fieles coman la carne de las vctimas inmoladas. Otra necesidad fundamental dela vida se usa aqu como smbolo de la comunin con Dios: el hambre se sacia cuando se escucha lapalabra divina y se encuentra al Seor. En efecto, "no slo de pan vive el hombre, sino que el hombre

    vive de todo lo que sale de la boca del Seor" (Dt 8, 3; cf. Mt 4, 4). Aqu el cristiano piensa en elbanquete que Cristo prepar la ltima noche de su vida terrena y cuyo valor profundo ya habaexplicado en el discurso de Cafarnam: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en m y yo en l" (Jn 6, 55-56).

    5. A travs del alimento mstico de la comunin con Dios "el alma se une a l", como dice el salmista.Una vez ms, la palabra "alma" evoca a todo el ser humano. No por nada se habla de un abrazo, de unaunin casi fsica: Dios y el hombre estn ya en plena comunin, y en los labios de la criatura no puedemenos de brotar la alabanza gozosa y agradecida. Incluso cuando atravesamos una noche oscura, nossentimos protegidos por las alas de Dios, como el arca de la alianza estaba cubierta por las alas de losquerubines. Y entonces florece la expresin esttica de la alegra: "A la sombra de tus alas canto con

    jbilo" (Sal 62, 8). El miedo desaparece, el abrazo no encuentra el vaco sino a Dios mismo; nuestramano se estrecha con la fuerza de su diestra (cf. Sal 62, 9).

    6. En una lectura de ese salmo a la luz del misterio pascual, la sed y el hambre que nos impulsan haciaDios, se sacian en Cristo crucificado y resucitado, del que nos viene, por el don del Espritu y de lossacramentos, la vida nueva y el alimento que la sostiene.

    Nos lo recuerda san Juan Crisstomo, que, comentando las palabras de san Juan: de su costado "salisangre y agua" (cf. Jn 19, 34), afirma: "Esa sangre y esa agua son smbolos del bautismo y de losmisterios", es decir, de la Eucarista. Y concluye: "Veis cmo Cristo se uni a su esposa? Veis conqu nos alimenta a todos? Con ese mismo alimento hemos sido formados y crecemos. En efecto, comola mujer alimenta al hijo que ha engendrado con su propia sangre y leche, as tambin Cristo alimentacontinuamente con su sangre a aquel que l mismo ha engendrado" (Homila III dirigida a los nefitos,16-19, passim: SC 50 bis, 160-162).

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    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 2 de mayo de 2001

    Dn 3, 57-88. 56Toda criatura alabe al Seor.

    1. "Criaturas todas del Seor, bendecid al Seor" (Dn 3, 57). Este cntico, tomado del libro de Daniel,que la Liturgia de las Horas nos propone para las Laudes del domingo en las semanas primera y tercera,tiene una dimensin csmica. Y esta estupenda plegaria en forma de letana corresponde muy bien aldies Domini, al da del Seor, que en Cristo resucitado nos hace contemplar el culmen del designio deDios sobre el cosmos y sobre la historia. En efecto, en l, alfa y omega, principio y fin de la historia (cf.Ap 22, 13), encuentra su pleno sentido la creacin misma, puesto que, como recuerda san Juan en elprlogo de su evangelio, "todo fue hecho por l" (Jn 1, 3). En la resurreccin de Cristo culmina la

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    Los salmos y cnticos de la Liturgia de las Laudes meditados por S.S. Juan Pablo II

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    historia de la salvacin, abriendo las vicisitudes humanas al don del Espritu y de la adopcin filial, enespera de la vuelta del Esposo divino, que entregar el mundo a Dios Padre (cf. 1 Co 15, 24).

    2. En este pasaje, en forma de letana, se pasa revista a todas las cosas. La mirada se dirige al sol, a laluna, a los astros; se posa sobre la inmensa extensin de las aguas; se eleva hacia los montes; recorrelas ms diversas situaciones atmosfricas; pasa del calor al fro, de la luz a las tinieblas, considera el

    mundo mineral y el vegetal; se detiene en las diversas especies de animales. Luego el llamamiento sehace universal: convoca a los ngeles de Dios, y llega a todos los "hijos de los hombres", pero implicade modo particular al pueblo de Dios, Israel, a sus sacerdotes, a los justos. Es un inmenso coro, unasinfona en la que las diversas voces elevan su canto a Dios, Creador del universo y Seor de lahistoria. Recitado a la luz de la revelacin cristiana, se dirige al Dios trinitario, como la liturgia nosinvita a hacer al aadir al cntico una frmula trinitaria: "Bendigamos al Padre y al Hijo con el EsprituSanto".

    3. En cierto sentido, en este cntico se refleja el alma religiosa universal, que percibe en el mundo lahuella de Dios, y se eleva a la contemplacin del Creador. Pero en el contexto del libro de Daniel, elhimno se presenta como accin de gracias elevada por los tres jvenes israelitas -Ananas, Azaras y

    Misael- condenados a morir en un horno de fuego ardiente, por haberse negado a adorar la estatua deoro de Nabucodonosor, pero milagrosamente preservados de las llamas. En el fondo de este evento sehalla aquella especial historia de salvacin en la que Dios elige a Israel para ser su pueblo y establececon l una alianza. Precisamente a esa alianza quieren permanecer fieles los tres jvenes israelitas, acosta de sufrir el martirio en el horno de fuego ardiente. Su fidelidad se encuentra con la fidelidad deDios, que enva un ngel a alejar de ellos las llamas (cf. Dn 3, 49).

    De ese modo, el cntico se sita en la lnea de los cantos de alabanza de quienes han sido librados de unpeligro, presentes en el Antiguo Testamento. Entre ellos es famoso el canto de victoria recogido en elcaptulo 15 del xodo, donde los antiguos hebreos expresan su accin de gracias al Seor por aquellanoche en la que hubieran sido inevitablemente derrotados por el ejrcito del faran si el Seor no leshubiera abierto un camino entre las aguas, "arrojando en el mar caballo y carro" (Ex 15, 1).

    4. No por casualidad, en la solemne Vigilia pascual, la liturgia nos hace repetir cada ao el himno quecantaron los israelitas en el xodo. Ese camino abierto para ellos anunciaba profticamente la nuevasenda que Cristo resucitado inaugur para la humanidad en la noche santa de su resurreccin de entrelos muertos. Nuestro paso simblico por las aguas del bautismo nos permite revivir una experienciaanloga de paso de la muerte a la vida, gracias a la victoria sobre la muerte que Jess obtuvo enbeneficio de todos nosotros.

    Los discpulos de Cristo, al repetir en la liturgia dominical de las Laudes el cntico de los tres jvenesisraelitas, queremos ponernos en sintona con ellos expresando nuestra gratitud por las maravillas queha realizado Dios tanto en la creacin como, sobre todo, en el misterio pascual.En efecto, el cristiano descubre una relacin entre la liberacin de los tres jvenes, de los que se hablaen el cntico, y la resurreccin de Jess. En esta ltima, los Hechos de los Apstoles ven escuchada laoracin del creyente que, como el salmista, canta confiado: "No abandonars mi alma en el Hades nipermitirs que tu santo experimente la corrupcin" (Hch 2, 27, Sal 15, 10).

    Referir este cntico a la Resurreccin es muy tradicional. Existen testimonios muy antiguos de lapresencia de este himno en la oracin del da del Seor, Pascua semanal de los cristianos. Lascatacumbas romanas conservan vestigios iconogrficos en los que se ven los tres jvenes que oran

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    indemnes entre las llamas, testimoniando as la eficacia de la oracin y la certeza de la intervencin delSeor.

    5. "Bendito el Seor en la bveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos" (Dn 3, 56).Al cantar este himno el domingo por la maana, el cristiano no slo se siente agradecido por el don dela creacin, sino tambin por ser destinatario de la solicitud paterna de Dios, que en Cristo lo ha

    elevado a la dignidad de hijo.Una solicitud paterna que nos hace mirar con ojos nuevos la creacin misma y nos hace gustar subelleza, en la que se vislumbra, como en filigrana, el amor de Dios. Con estos sentimientos sanFrancisco de Ass contemplaba la creacin y elevaba su alabanza a Dios, manantial ltimo de todabelleza. Viene espontneo imaginar que las elevaciones de este texto bblico resonaran en su almacuando, en San Damin, despus de haber alcanzado la cima del sufrimiento en su cuerpo y en suespritu, compuso el "Cntico del hermano sol" (cf. Fuentes Franciscanas, 263).

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    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERALMircoles 23 de mayo de 2001

    Salmo 149Fiesta de los amigos de Dios.

    1. "Que los fieles festejen su gloria, y canten jubilosos en filas". Esta invitacin del salmo 149, que seacaba de proclamar, remite a un alba que est a punto de despuntar y encuentra a los fieles dispuestos aentonar su alabanza matutina. El salmo, con una expresin significativa, define esa alabanza "uncntico nuevo" (v. 1), es decir, un himno solemne y perfecto, adecuado para los ltimos das, en los queel Seor reunir a los justos en un mundo renovado. Todo el salmo est impregnado de un clima defiesta, inaugurado ya con el Aleluya inicial y acompasado luego con cantos, alabanzas, alegra, danzasy el son de tmpanos y ctaras. La oracin que este salmo inspira es la accin de gracias de un coraznlleno de jbilo religioso.

    2. En el original hebreo del himno, a los protagonistas del salmo se les llama con dos trminoscaractersticos de la espiritualidad del Antiguo Testamento. Tres veces se les define ante todo comohasidim (vv. 1, 5 y 9), es decir, "los piadosos, los fieles", los que responden con fidelidad y amor(hesed) al amor paternal del Seor.

    La segunda parte del salmo resulta sorprendente, porque abunda en expresiones blicas. Resultaextrao que, en un mismo versculo, el salmo ponga juntamente "vtores a Dios en la boca" y "espadasde dos filos en las manos" (v. 6). Reflexionando, podemos comprender el porqu: el salmo fuecompuesto para "fieles" que militaban en una guerra de liberacin; combatan para librar a su pueblooprimido y devolverle la posibilidad de servir a Dios. Durante la poca de los Macabeos, en el siglo IIa.C., los que combatan por la libertad y por la fe, sometidos a dura represin por parte del poderhelenstico, se llamaban precisamente hasidim, "los fieles" a la palabra de Dios y a las tradiciones delos padres.

    3. Desde la perspectiva actual de nuestra oracin, esta simbologa blica resulta una imagen de nuestrocompromiso de creyentes que, despus de cantar a Dios la alabanza matutina, andamos por los caminos

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    del mundo, en medio del mal y de la injusticia. Por desgracia, las fuerzas que se oponen al reino deDios son formidables: el salmista habla de "pueblos, naciones, reyes y nobles".

    A pesar de todo, mantiene la confianza, porque sabe que a su lado est el Seor, que es el autntico Reyde la historia (v. 2). Por consiguiente, su victoria sobre el mal es segura y ser el triunfo del amor. Enesta lucha participan todos los hasidim, todos los fieles y los justos, que, con la fuerza del Espritu,

    llevan a trmino la obra admirable llamada reino de Dios.4. San Agustn, tomando como punto de partida el hecho de que el salmo habla de "coro" y de"tmpanos y ctaras", comenta: "Qu es lo que constituye un coro? (...) El coro es un conjunto depersonas que cantan juntas. Si cantamos en coro debemos cantar con armona. Cuando se canta en coro,incluso una sola voz desentonada molesta al que oye y crea confusin en el coro mismo" (Enarr. in Ps.149: CCL 40, 7, 1-4).

    Luego, refirindose a los instrumentos utilizados por el salmista, se pregunta: "Por qu el salmista usael tmpano y el salterio?". Responde: "Para que no slo la voz alabe al Seor, sino tambin las obras.Cuando se utilizan el tmpano y el salterio, las manos se armonizan con la voz. Eso es lo que debes

    hacer t. Cuando cantes el aleluya, debes dar pan al hambriento, vestir al desnudo y acoger alperegrino. Si lo haces, no slo canta la voz, sino que tambin las manos se armonizan con la voz, pueslas palabras concuerdan con las obras" (ib., 8, 1-4).

    5. Hay un segundo vocablo con el que se definen los orantes de este salmo: son los anawim, es decir,"los pobres, los humildes" (v. 4). Esta expresin es muy frecuente en el Salterio y no slo indica a losoprimidos, a los pobres y a los perseguidos por la justicia, sino tambin a los que, siendo fieles a loscompromisos morales de la alianza con Dios, son marginados por los que escogen la violencia, lariqueza y la prepotencia. Desde esta perspectiva se comprende que los "pobres" no slo constituyen unaclase social, sino tambin una opcin espiritual. Este es el sentido de la clebre primerabienaventuranza: "Bienaventurados los pobres de espritu, porque de ellos es el reino de los cielos"(Mt 5, 3). Ya el profeta Sofonas se diriga as a los anawim: "Buscad al Seor, vosotros todos,humildes de la tierra, que cumpls sus normas; buscad la justicia, buscad la humildad; quiz encontriscobijo el da de la clera del Seor" (So 2, 3).

    6. Ahora bien, el "da de la clera del Seor" es precisamente el que se describe en la segunda parte delsalmo, cuando los "pobres" se ponen de parte de Dios para luchar contra el mal. Por s mismos, notienen la fuerza suficiente, ni los medios, ni las estrategias necesarias para oponerse a la irrupcin delmal. Sin embargo, la frase del salmista es categrica: "El Seor ama a su pueblo, y adorna con lavictoria a los humildes (anawim)" (v. 4). Se cumple idealmente lo que el apstol san Pablo declara a losCorintios: "Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nadalo que es" (1 Co 1, 28).

    Con esta confianza "los hijos de Sin" (v. 2), hasidim y anawim, es decir, los fieles y los pobres, sedisponen a vivir su testimonio en el mundo y en la historia. El canto de Mara recogido en el evangeliode san Lucas -el Magnificat- es el eco de los mejores sentimientos de los "hijos de Sin": alabanza jubilosa a Dios Salvador, accin de gracias por las obras grandes que ha hecho por ella elTodopoderoso, lucha contra las fuerzas del mal, solidaridad con los pobres y fidelidad al Dios de laalianza (cf. Lc 1, 46-55).

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    LLUUNNEESS II

    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 30 de mayo de 2001

    Salmo 5, 2-10. 12-13La oracin de la maana para obtener la ayuda del Seor.

    1. "Por la maana escuchars mi voz; por la maana te expongo mi causa y me quedo aguardando".Con estas palabras, el salmo 5 se presenta como una oracin de la maana y, por tanto, se sita muybien en la liturgia de las Laudes, el canto de los fieles al inicio de la jornada. Sin embargo, el tono defondo de esta splica est marcado por la tensin y el ansia ante los peligros y las amargurasinminentes. Pero no pierde la confianza en Dios, que siempre est dispuesto a sostener a sus fieles paraque no tropiecen en el camino de la vida.

    "Nadie, salvo la Iglesia, posee esa confianza" (san Jernimo, Tractatus LIX in psalmos, 5, 27: PL 26,829). Y san Agustn, refirindose al ttulo que se halla al inicio del salmo, un ttulo que en su versinlatina reza: "Para aquella que recibe la herencia", explica: "Se trata, por consiguiente, de la Iglesia,que recibe en herencia la vida eterna por medio de nuestro Seor Jesucristo, de modo que posee a Diosmismo, se adhiere a l, y encuentra en l su felicidad, de acuerdo con lo que est escrito:"Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarn la tierra" (Mt 5, 4)" (Enarrationes in Psalmos, 5:CCL 38, 1, 2-3).

    2. Como acontece a menudo en los salmos de splica dirigidos al Seor para que libre a los fieles delmal, son tres los personajes que entran en escena en este salmo. El primero es Dios (vv. 2-7), el T por

    excelencia del salmo, al que el orante se dirige con confianza. Frente a las pesadillas de una jornadadura y tal vez peligrosa, destaca una certeza. El Seor es un Dios coherente, riguroso en lo querespecta a la injusticia y ajeno a cualquier componenda con el mal: "T no eres un Dios que ame lamaldad" (v. 5).

    Una larga lista de personas malas -el malvado, el arrogante, el malhechor, el mentiroso, el sanguinarioy el traicionero- desfila ante la mirada del Seor. l es el Dios santo y justo, y est siempre de parte dequienes siguen los caminos de la verdad y del amor, mientras que se opone a quienes escogen "lossenderos que llevan al reino de las sombras" (cf. Pr 2, 18). Por eso el fiel no se siente solo yabandonado al afrontar la ciudad, penetrando en la sociedad y en el torbellino de las vicisitudes diarias.

    3. En los versculos 8 y 9 de nuestra oracin matutina, el segundo personaje, el orante, se presenta a smismo con un Yo, revelando que toda su persona est dedicada a Dios y a su "gran misericordia". Estseguro de que las puertas del templo, es decir, el lugar de la comunin y de la intimidad divina,cerradas para los impos, estn abiertas de par en par ante l. l entra en el templo para gozar de laseguridad de la proteccin divina, mientras afuera el mal domina y celebra sus aparentes y efmerostriunfos.

    La oracin matutina en el templo proporciona al fiel una fortaleza interior que le permite afrontar unmundo a menudo hostil. El Seor mismo lo tomar de la mano y lo guiar por las sendas de la ciudad,

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    ms an, le "allanar el camino", como dice el salmista con una imagen sencilla pero sugestiva. En eloriginal hebreo, esta serena confianza se funda en dos trminos (hsed y sedaqh): "misericordia ofidelidad", por una parte, y "justicia o salvacin", por otra. Son las palabras tpicas para celebrar laalianza que une al Seor con su pueblo y con cada uno de sus fieles.

    4. Por ltimo, se perfila en el horizonte la oscura figura del tercer actor de este drama diario: son los

    enemigos, los malvados, que ya se haban insinuado en los versculos anteriores. Despus del "T" deDios y del "Yo" del orante, viene ahora un "Ellos" que alude a una masa hostil, smbolo del mal delmundo (vv. 10 y 11). Su fisonoma se presenta sobre la base de un elemento fundamental en lacomunicacin social: la palabra. Cuatro elementos -boca, corazn, garganta y lengua- expresan laradicalidad de la malicia que encierran sus opciones. En su boca no hay sinceridad, su corazn essiempre perverso, su garganta es un sepulcro abierto, que slo quiere la muerte, y su lengua esseductora, pero "est llena de veneno mortfero" (St 3, 8).

    5. Despus de este retrato crudo y realista del perverso que atenta contra el justo, el salmista invoca lacondena divina en un versculo (v. 11), que la liturgia cristiana omite, queriendo as conformarse a larevelacin neotestamentaria del amor misericordioso, el cual ofrece incluso al malvado la posibilidad

    de conversin.La oracin del salmista culmina en un final lleno de luz y de paz (vv. 12-13), despus del oscuro perfildel pecador que acaba de dibujar. Una gran serenidad y alegra embarga a quien es fiel al Seor. Lajornada que se abre ahora ante el creyente, aun en medio de fatigas y ansias, resplandecer siempre conel sol de la bendicin divina. Al salmista, que conoce a fondo el corazn y el estilo de Dios, no le cabela menor duda: "T, Seor, bendices al justo y como un escudo lo cubre tu favor" (v. 13).

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    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 6 de junio de 2001

    1Cro 29, 10-13Slo a Dios corresponde el honor y la gloria.

    1. "Bendito eres, Seor, Dios de nuestro padre Israel" (1 Cro 29, 10). Este intenso cntico de alabanza,que el primer libro de las Crnicas pone en labios de David, nos hace revivir el gran jbilo con que lacomunidad de la antigua alianza acogi los grandes preparativos realizados con vistas a la construccindel templo, fruto del esfuerzo comn del rey y de tantos que colaboraron con l. Fue una especie decompeticin de generosidad, porque lo exiga una morada que no era "para un hombre, sino para elSeor Dios" (1 Cro 29, 1).

    El Cronista, releyendo despus de siglos aquel acontecimiento, intuye los sentimientos de David y detodo el pueblo, su alegra y admiracin hacia los que haban dado su contribucin: "El pueblo se alegrpor estas ofrendas voluntarias; porque de todo corazn las haban ofrecido espontneamente al Seor.Tambin el rey David tuvo un gran gozo" (1 Cro 29, 9).

    2. En ese contexto brota el cntico. Sin embargo, slo alude brevemente a la satisfaccin humana, paracentrar en seguida la atencin en la gloria de Dios: "Tuyos son, Seor, la grandeza (...) y el reino". Lagran tentacin que acecha siempre, cuando se realizan obras para el Seor, consiste en ponerse a s

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    mismos en el centro, casi sintindose acreedores de Dios. David, por el contrario, lo atribuye todo alSeor. No es el hombre, con su inteligencia y su fuerza, el primer artfice de lo que se ha llevado acabo, sino Dios mismo.

    David expresa as la profunda verdad segn la cual todo es gracia. En cierto sentido, cuanto se entregapara el templo no es ms que una restitucin, por lo dems sumamente escasa, de lo que Israel ha

    recibido en el inestimable don de la alianza sellada por Dios con los padres. En esa misma lnea Davidatribuye al Seor el mrito de todo lo que ha constituido su xito, tanto en el campo militar como en elpoltico y econmico. Todo viene de l.

    3. De aqu brota el espritu contemplativo de estos versculos. Parece que al autor del cntico no lebastan las palabras para proclamar la grandeza y el poder de Dios. Ante todo lo contempla en laespecial paternidad que ha mostrado a Israel, "nuestro padre". Este es el primer ttulo que exigealabanza "por los siglos de los siglos".

    Los cristianos, al recitar estas palabras, no podemos menos de recordar que esa paternidad se revel demodo pleno en la encarnacin del Hijo de Dios. l, y slo l, puede hablar a Dios llamndolo, en

    sentido propio y afectuosamente, "Abb" (Mc 14, 36). Al mismo tiempo, por el don del Espritu, se nosparticipa su filiacin, que nos hace "hijos en el Hijo". La bendicin del antiguo Israel por Dios Padrecobra para nosotros la intensidad que Jess nos manifest al ensearnos a llamar a Dios "Padrenuestro".

    4. Partiendo de la historia de la salvacin, la mirada del autor bblico se ensancha luego hasta eluniverso entero, para contemplar la grandeza de Dios creador: "Tuyo es cuanto hay en cielo y tierra".Y tambin: "T eres (...) soberano de todo". Como en el salmo 8, el orante de nuestro cntico alza lacabeza hacia la ilimitada amplitud de los cielos; luego, asombrado, extiende su mirada hacia lainmensidad de la tierra, y lo ve todo sometido al dominio del Creador. Cmo expresar la gloria deDios? Las palabras se atropellan, en una especie de clmax mstico: grandeza, poder, gloria, esplendor,majestad, y luego tambin poder y fuerza.

    Cuanto de hermoso y grande experimenta el hombre debe referirse a Aquel que es el origen de todo yque lo gobierna todo. El hombre sabe que cuanto posee es don de Dios, como lo subraya David alproseguir en el cntico: "Pues, quin soy yo y quin es mi pueblo para que podamos ofrecerte estosdonativos? Porque todo viene de ti, y de tu mano te lo damos" (1 Cro 29, 14).

    5. Esta conviccin de que la realidad es don de Dios nos ayuda a unir los sentimientos de alabanza y degratitud del cntico con la espiritualidad "oblativa" que la liturgia cristiana nos hace vivir sobre todo enla celebracin eucarstica. Es lo que se desprende de la doble oracin con que el sacerdote ofrece el pany el vino destinados a convertirse en el Cuerpo y la Sangre de Cristo: "Bendito seas Seor, Dios deluniverso, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad yahora te presentamos: l ser para nosotros pan de vida". Esa oracin se repite para el vino. Anlogossentimientos nos sugieren tanto la Divina Liturgia bizantina como el antiguo Canon romano cuando, enla anmnesis eucarstica, expresan la conciencia de ofrecer como don a Dios lo que hemos recibido del.

    6. El cntico, contemplando la experiencia humana de la riqueza y del poder, nos brinda una ltimaaplicacin de esta visin de Dios. Esas dos dimensiones se manifestaron mientras David preparaba todolo necesario para la construccin del templo. Se le presentaba como tentacin lo que constituye una

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    tentacin universal: actuar como si furamos rbitros absolutos de lo que poseemos, enorgullecernospor ello y avasallar a los dems. La oracin de este cntico impulsa al hombre a tomar conciencia de sudimensin de "pobre" que lo recibe todo.

    As pues, los reyes de esta tierra son slo una imagen de la realeza divina: "Tuyo es el reino, Seor".Los ricos no pueden olvidar el origen de sus bienes. "De ti vienen la riqueza y la gloria". Los poderosos

    deben saber reconocer en Dios la fuente del "poder y la fuerza". El cristiano est llamado a leer estasexpresiones contemplando con jbilo a Cristo resucitado, glorificado por Dios "por encima de todoprincipado, potestad, virtud y dominacin" (Ef 1, 21). Cristo es el verdadero Rey del universo.

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    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 13 de junio de 2001

    Salmo 28

    El Seor proclama solemnemente su palabra.1. Algunos estudiosos consideran el salmo 28, que acabamos de proclamar, como uno de los textos msantiguos del Salterio. Es fuerte la imagen que lo sostiene en su desarrollo potico y orante: en efecto,se trata de la descripcin progresiva de una tempestad. Se indica en el original hebraico con unvocablo, qol, que significa simultneamente "voz" y "trueno". Por eso algunos comentaristas titulaneste texto: "el salmo de los siete truenos", a causa del nmero de veces que resuena en l ese vocablo.En efecto, se puede decir que el salmista concibe el trueno como un smbolo de la voz divina que, consu misterio trascendente e inalcanzable, irrumpe en la realidad creada hasta estremecerla y asustarla,pero que en su significado ms ntimo es palabra de paz y armona. El pensamiento va aqu al captulo12 del cuarto evangelio, donde la muchedumbre escucha como un trueno la voz que responde a Jessdesde el cielo (cf. Jn 12, 28-29).

    La Liturgia de las Horas, al proponer el salmo 28 para la plegaria de Laudes, nos invita a tomar unaactitud de profunda y confiada adoracin de la divina Majestad.

    2. Son dos los momentos y los lugares a los que el cantor bblico nos lleva. Ocupa el centro (vv. 3-9) larepresentacin de la tempestad que se desencadena a partir de "las aguas torrenciales" delMediterrneo. Las aguas marinas, a los ojos del hombre de la Biblia, encarnan el caos que atenta contrala belleza y el esplendor de la creacin, hasta corroerla, destruirla y abatirla. As, al observar latempestad que arrecia, se descubre el inmenso poder de Dios. El orante ve que el huracn se desplazahacia el norte y azota la tierra firme. Los altsimos cedros del monte Lbano y del monte Siryn,llamado a veces Hermn, son descuajados por los rayos y parecen saltar bajo los truenos comoanimales asustados. Los truenos se van acercando, atraviesan toda la Tierra Santa y bajan hacia el sur,hasta las estepas desrticas de Cads.

    3. Despus de este cuadro de fuerte movimiento y tensin se nos invita a contemplar, por contraste, otraescena que se representa al inicio y al final del salmo (vv. 1-2 y 9b-11). Al temor y al miedo secontrapone ahora la glorificacin adorante de Dios en el templo de Sin.

    Hay casi un canal de comunicacin que une el santuario de Jerusaln y el santuario celestial: en estosdos mbitos sagrados hay paz y se eleva la alabanza a la gloria divina. Al ruido ensordecedor de los

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    truenos sigue la armona del canto litrgico; el terror da paso a la certeza de la proteccin divina. AhoraDios "se sienta por encima del aguacero (...) como rey eterno" (v. 10), es decir, como el Seor y elSoberano supremo de toda la creacin.

    4. Ante estos dos cuadros antitticos, el orante es invitado a hacer una doble experiencia. En primerlugar, debe descubrir que el hombre no puede comprender y dominar el misterio de Dios, expresado

    con el smbolo de la tempestad. Como canta el profeta Isaas, el Seor, a semejanza del rayo o latempestad, irrumpe en la historia sembrando el pnico en los malvados y en los opresores. Bajo laintervencin de su juicio, los adversarios soberbios son descuajados como rboles azotados por unhuracn o como cedros destrozados por los rayos divinos (cf. Is 14, 7-8).Desde esta perspectiva resulta evidente lo que un pensador moderno, Rudolph Otto, defini lotremendum de Dios, es decir, su trascendencia inefable y su presencia de juez justo en la historia de lahumanidad. Esta cree vanamente que puede oponerse a su poder soberano. Tambin Mara exaltar enel Magnficat este aspecto de la accin de Dios: "l hace proezas con su brazo: dispersa a lossoberbios de corazn, derriba del trono a los poderosos" (Lc 1, 51-52).

    5. Con todo, el salmo nos presenta otro aspecto del rostro de Dios: el que se descubre en la intimidad

    de la oracin y en la celebracin de la liturgia. Segn el pensador citado, es lo fascinosum de Dios, esdecir, la fascinacin que emana de su gracia, el misterio del amor que se derrama sobre el fiel, laseguridad serena de la bendicin reservada al justo. Incluso ante el caos del mal, ante las tempestadesde la historia y ante la misma clera de la justicia divina, el orante se siente en paz, envuelto en elmanto de proteccin que la Providencia ofrece a quien alaba a Dios y sigue sus caminos. En la oracinse conoce que el Seor desea verdaderamente dar la paz.

    En el templo se calma nuestra inquietud y desaparece nuestro terror; participamos en la liturgiacelestial con todos "los hijos de Dios", ngeles y santos. Y por encima de la tempestad, semejante aldiluvio destructor de la maldad humana, se alza el arco iris de la bendicin divina, que recuerda "laalianza perpetua entre Dios y toda alma viviente, toda carne que existe sobre la tierra" (Gn 9, 16).

    Este es el principal mensaje que brota de la relectura "cristiana" del salmo. Si los siete "truenos" denuestro salmo representan la voz de Dios en el cosmos, la expresin ms alta de esta voz es aquella conla cual el Padre, en la teofana del bautismo de Jess, revel su identidad ms profunda de "Hijoamado" (Mc 1, 11 y paralelos). San Basilio escribe: "Tal vez, ms msticamente, "la voz del Seorsobre las aguas" reson cuando vino una voz de las alturas en el bautismo de Jess y dijo: "Este es miHijo amado". En efecto, entonces el Seor aleteaba sobre muchas aguas, santificndolas con elbautismo. El Dios de la gloria tron desde las alturas con la voz alta de su testimonio (...). Y tambin sepuede entender por "trueno" el cambio que, despus del bautismo, se realiza a travs de la gran "voz"del Evangelio" (Homilas sobre los salmos: PG 30, 359).

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    MMAARRTTEESS II

    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 20 de junio de 2001

    Salmo 23El Seor entra en su templo.

    1. El antiguo canto del pueblo de Dios, que acabamos de escuchar, resonaba ante el templo deJerusaln. Para poder descubrir con claridad el hilo conductor que atraviesa este himno es necesariotener muy presentes tres presupuestos fundamentales. El primero atae a la verdad de la creacin: Dioscre el mundo y es su Seor. El segundo se refiere al juicio al que somete a sus criaturas: debemoscomparecer ante su presencia y ser interrogados sobre nuestras obras. El tercero es el misterio de lavenida de Dios: viene en el cosmos y en la historia, y desea tener libre acceso, para entablar con los

    hombres una relacin de profunda comunin. Un comentarista moderno ha escrito: "Se trata de tresformas elementales de la experiencia de Dios y de la relacin con Dios; vivimos por obra de Dios, enpresencia de Dios y podemos vivir con Dios" (G. Ebeling, Sobre los Salmos, Brescia 1973, p. 97).

    2. A estos tres presupuestos corresponden las tres partes del salmo 23, que ahora trataremos deprofundizar, considerndolas como tres paneles de un trptico potico y orante. La primera es una breveaclamacin al Creador, al cual pertenece la tierra, incluidos sus habitantes (vv. 1-2). Es una especie deprofesin de fe en el Seor del cosmos y de la historia. En la antigua visin del mundo, la creacin seconceba como una obra arquitectnica: Dios funda la tierra sobre los mares, smbolo de las aguascaticas y destructoras, signo del lmite de las criaturas, condicionadas por la nada y por el mal. Larealidad creada est suspendida sobre este abismo, y es la obra creadora y providente de Dios la que la

    conserva en el ser y en la vida.

    3. Desde el horizonte csmico la perspectiva del salmista se restringe al microcosmos de Sin, "elmonte del Seor". Nos encontramos ahora en el segundo cuadro del salmo (vv. 3-6). Estamos ante eltemplo de Jerusaln. La procesin de los fieles dirige a los custodios de la puerta santa una pregunta deingreso: "Quin puede subir al monte del Seor? Quin puede estar en el recinto sacro?". Lossacerdotes -como acontece tambin en algunos otros textos bblicos llamados por los estudiosos"liturgias de ingreso" (cf. Sal 14; Is 33, 14-16; Mi 6, 6-8)- responden enumerando las condiciones parapoder acceder a la comunin con el Seor en el culto. No se trata de normas meramente rituales yexteriores, que es preciso observar, sino de compromisos morales y existenciales, que es necesariopracticar. Es casi un examen de conciencia o un acto penitencial que precede la celebracin litrgica.

    4. Son tres las exigencias planteadas por los sacerdotes. Ante todo, es preciso tener "manos inocentes ycorazn puro". "Manos" y "corazn" evocan la accin y la intencin, es decir, todo el ser del hombre,que se ha de orientar radicalmente hacia Dios y su ley. La segunda exigencia es "no mentir", que en ellenguaje bblico no slo remite a la sinceridad, sino sobre todo a la lucha contra la idolatra, pues losdolos son falsos dioses, es decir, "mentira". As se reafirma el primer mandamiento del Declogo, lapureza de la religin y del culto. Por ltimo, se presenta la tercera condicin, que atae a las relacionescon el prjimo: "No jurar contra el prjimo en falso". Como es sabido, en una civilizacin oral como la

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    del antiguo Israel, la palabra no poda ser instrumento de engao; por el contrario, era el smbolo derelaciones sociales inspiradas en la justicia y la rectitud.

    5. As llegamos al tercer cuadro, que describe indirectamente el ingreso festivo de los fieles en eltemplo para encontrarse con el Seor (vv. 7-10). En un sugestivo juego de llamamientos, preguntas yrespuestas, se presenta la revelacin progresiva de Dios, marcada por tres ttulos solemnes: "Rey de la

    gloria; Seor valeroso, hroe de la guerra; y Seor de los ejrcitos". A las puertas del templo de Sin,personificadas, se las invita a alzar los dinteles para acoger al Seor que va a tomar posesin de sucasa.

    El escenario triunfal, descrito por el salmo en este tercer cuadro potico, ha sido utilizado por la liturgiacristiana de Oriente y Occidente para recordar tanto el victorioso descenso de Cristo a los infiernos, delque habla la primera carta de san Pedro (cf. 1 P 3, 19), como la gloriosa ascensin del Seor resucitadoal cielo (cf. Hch 1, 9-10). El mismo salmo se sigue cantando, en coros que se alternan, en la liturgiabizantina la noche de Pascua, tal como lo utilizaba la liturgia romana al final de la procesin de Ramos,el segundo domingo de Pasin. La solemne liturgia de la apertura de la Puerta santa durante lainauguracin del Ao jubilar nos permiti revivir con intensa emocin interior los mismos sentimientos

    que experiment el salmista al cruzar el umbral del antiguo templo de Sin.6. El ltimo ttulo: "Seor de los ejrcitos", no tiene, como podra parecer a primera vista, un carctermarcial, aunque no excluye una referencia a los ejrcitos de Israel. Por el contrario, entraa un valorcsmico: el Seor, que est a punto de encontrarse con la humanidad dentro del espacio restringido delsantuario de Sin, es el Creador, que tiene como ejrcito todas las estrellas del cielo, es decir, todas lascriaturas del universo que le obedecen. En el libro del profeta Baruc se lee: "Brillan las estrellas en supuesto de guardia, llenas de alegra; las llama l y dicen: "Aqu estamos". Y brillan alegres para suHacedor" (Ba 3, 34-35). El Dios infinito, todopoderoso y eterno, se adapta a la criatura humana, se leacerca para encontrarse con ella, escucharla y entrar en comunin con ella. Y la liturgia es la expresinde este encuentro en la fe, en el dilogo y en el amor.

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    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 25 de julio de 2001

    Tb 13, 1-10Dios castiga y salva.

    1. "Ensalzar a mi Dios, rey del cielo" (Tb 13, 9). El que pronuncia estas palabras, en el cntico recinproclamado, es el anciano Tobit, del que el Antiguo Testamento traza una breve historia edificante enel libro que toma el nombre de su hijo, Tobas.

    Para comprender plenamente el sentido de este himno, es preciso tener presentes las pginas narrativasque lo preceden. La historia est ambientada entre los israelitas exiliados en Nnive. En ellos piensa elautor sagrado, que escribe muchos siglos despus, para ponerlos como ejemplo a sus hermanos yhermanas en la fe dispersos en medio de un pueblo extranjero y tentados de abandonar las tradicionesde sus padres. As, el retrato de Tobit y de su familia se ofrece como un programa de vida. l es elhombre que, a pesar de todo, permanece fiel a las normas de la ley y, en particular, a la prctica de lalimosna. Tiene la desgracia de quedarse pobre y ciego, pero no pierde la fe. Y la respuesta de Dios no

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    tarda en llegar, por medio del ngel Rafael, que gua al joven Tobas en un viaje peligroso,procurndole un matrimonio feliz y, por ltimo, curando la ceguera de su padre Tobit.

    El mensaje es claro: quien hace el bien, sobre todo abriendo su corazn a las necesidades del prjimo,agrada al Seor, y, aunque sea probado, experimentar al fin su benevolencia.

    2. En este trasfondo resaltan las palabras de nuestro himno. Invitan a mirar a lo alto, a "Dios que viveeternamente", a su reino que "dura por los siglos". A partir de esta mirada dirigida a Dios se desarrollaun breve esbozo de teologa de la historia, en el que el autor sagrado trata de responder al interroganteque se plantea el pueblo de Dios disperso y probado: por qu Dios nos trata as? La respuesta alude almismo tiempo a la justicia y a la misericordia divina: "l nos azota por nuestros delitos, pero secompadecer de nuevo" (v. 5).

    El castigo aparece as como una especie de pedagoga divina, en la que, sin embargo, la misericordiatiene siempre la ltima palabra: "l azota y se compadece, hunde hasta el abismo y saca de l" (v. 2).Por tanto, podemos fiarnos absolutamente de Dios, que no abandona jams a su criatura. Ms an, laspalabras del himno llevan a una perspectiva que atribuye un significado salvfico incluso a la situacin

    de sufrimiento, convirtiendo el exilio en una ocasin para testimoniar las obras de Dios: "Dadlegracias, israelitas, ante los gentiles, porque l nos dispers entre ellos. Proclamad all su grandeza" (vv.3-4).

    3. Desde esta invitacin a leer el exilio en clave providencial nuestra meditacin puede ensancharsehasta la consideracin del sentido misteriosamente positivo que asume la condicin de sufrimientocuando se vive en el abandono al designio de Dios. Diversos pasajes del Antiguo Testamento yadelinean este tema. Basta pensar en la historia que narra el libro del Gnesis acerca de Jos, vendidopor sus hermanos y destinado a ser en el futuro su salvador (cf. Gn 37, 2-36). Y no podemos olvidar ellibro de Job. Aqu sufre incluso el hombre inocente, el cual slo logra explicarse su drama recurriendoa la grandeza y la sabidura de Dios (cf. Jb 42, 1-6).

    Para nosotros, que leemos desde una perspectiva cristiana estos pasajes del Antiguo Testamento, elnico punto de referencia es la cruz de Cristo, en la que encuentra una respuesta profunda el misteriodel dolor en el mundo.

    4. El himno de Tobit invita a la conversin a los pecadores que han sido castigados por sus delitos (cf.v. 5) y les abre la perspectiva maravillosa de una conversin "recproca" de Dios y del hombre: "Si osconverts a l de todo corazn y con toda el alma, siendo sinceros con l, l se convertir a vosotros yno os ocultar su rostro" (v. 6). Es muy elocuente el uso de la misma palabra -"conversin"- aplicada ala criatura y a Dios, aunque con significado diverso.

    Si el autor del cntico piensa tal vez en los beneficios que acompaan la "vuelta" de Dios, o sea, sufavor renovado al pueblo, nosotros debemos pensar sobre todo, a luz del misterio de Cristo, en el donque consiste en Dios mismo. El hombre tiene necesidad de Dios antes que de sus dones. El pecado esuna tragedia, no tanto porque nos atrae los castigos de Dios, cuanto porque lo aleja de nuestro corazn.

    5. Por tanto, el cntico dirige nuestra mirada al rostro de Dios, considerado como Padre, y nos invita ala bendicin y a la alabanza: "l es nuestro Dios y Seor, nuestro Padre" (v. 4). En estas palabras sealude a la "filiacin" especial que Israel experimenta como don de la alianza y que prepara el misteriode la encarnacin del Hijo de Dios. En Jess resplandecer entonces este rostro del Padre y se revelarsu misericordia sin lmites.

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    Bastara pensar en la parbola del Padre misericordioso narrada por el evangelista san Lucas. A laconversin del hijo prdigo no slo corresponde el perdn del Padre, sino tambin un abrazo de infinitaternura, acompaado por la alegra y la fiesta: "Estando l todava lejos, le vio su padre y, conmovido,corri, se ech a su cuello y le bes" (Lc 15, 20). Las expresiones de nuestro cntico siguen la mismalnea de esta conmovedora imagen evanglica. Y de ah brota la necesidad de alabar y dar gracias a

    Dios: "Veris lo que har con vosotros; le daris gracias a boca llena; bendeciris al Seor de lajusticia y ensalzaris al Rey de los siglos" (v. 7).

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    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 8 de agosto de 2001

    Salmo 32El salmo 32, un himno a la providencia de Dios.

    1. El salmo 32, dividido en 22 versculos, tantos cuantas son las letras del alfabeto hebraico, es un cantode alabanza al Seor del universo y de la historia. Est impregnado de alegra desde sus primeraspalabras: "Aclamad, justos, al Seor, que merece la alabanza de los buenos. Dad gracias al Seor conla ctara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cntico nuevo, acompaando los vtorescon bordones" (vv. 1-3). Por tanto, esta aclamacin (tern'ah) va acompaada de msica y es expresinde una voz interior de fe y esperanza, de felicidad y confianza. El cntico es "nuevo", no slo porquerenueva la certeza en la presencia divina dentro de la creacin y de las situaciones humanas, sinotambin porque anticipa la alabanza perfecta que se entonar el da de la salvacin definitiva, cuando elreino de Dios llegue a su realizacin gloriosa.

    San Basilio, considerando precisamente el cumplimiento final en Cristo, explica as este pasaje:"Habitualmente se llama "nuevo" a lo inslito o a lo que acaba de nacer. Si piensas en el modo de laencarnacin del Seor, admirable y superior a cualquier imaginacin, cantas necesariamente un cnticonuevo e inslito. Y si repasas con la mente la regeneracin y la renovacin de toda la humanidad,envejecida por el pecado, y anuncias los misterios de la resurreccin, tambin entonces cantas uncntico nuevo e inslito" (Homila sobre el salmo 32, 2: PG 29, 327). En resumidas cuentas, segn sanBasilio, la invitacin del salmista, que dice: "Cantad al Seor un cntico nuevo", para los creyentes enCristo significa: "Honrad a Dios, no segn la costumbre antigua de la "letra", sino segn la novedaddel "espritu". En efecto, quien no valora la Ley exteriormente, sino que reconoce su "espritu", cantaun "cntico nuevo"" (ib.).

    2. El cuerpo central del himno est articulado en tres partes, que forman una triloga de alabanza. En laprimera (cf. vv. 6-9) se celebra la palabra creadora de Dios. La arquitectura admirable del universo,semejante a un templo csmico, no surgi y ni se desarroll a consecuencia de una lucha entre dioses,como sugeran ciertas cosmogonas del antiguo Oriente Prximo, sino slo gracias a la eficacia de lapalabra divina. Precisamente como ensea la primera pgina del Gnesis: "Dijo Dios... Y as fue" (cf.Gn 1). En efecto, el salmista repite: "Porque l lo dijo, y existi; l lo mand, y surgi" (Sal 32, 9).El orante atribuye una importancia particular al control de las aguas marinas, porque en la Biblia son elsigno del caos y el mal. El mundo, a pesar de sus lmites, es conservado en el ser por el Creador, que,como recuerda el libro de Job, ordena al mar detenerse en la playa: "Llegars hasta aqu, no ms all;aqu se romper el orgullo de tus olas!" (Jb 38, 11).

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    3. El Seor es tambin el soberano de la historia humana, como se afirma en la segunda parte del salmo32, en los versculos 10-15. Con vigorosa anttesis se oponen los proyectos de las potencias terrenas yel designio admirable que Dios est trazando en la historia. Los programas humanos, cuando quierenser alternativos, introducen injusticia, mal y violencia, en contraposicin con el proyecto divino de justicia y salvacin. Y, a pesar de sus xitos transitorios y aparentes, se reducen a simples

    maquinaciones, condenadas a la disolucin y al fracaso.En el libro bblico de los Proverbios se afirma sintticamente: "Muchos proyectos hay en el corazndel hombre, pero slo el plan de Dios se realiza" (Pr 19, 21). De modo semejante, el salmista nosrecuerda que Dios, desde el cielo, su morada trascendente, sigue todos los itinerarios de la humanidad,incluso los insensatos y absurdos, e intuye todos los secretos del corazn humano.

    "Dondequiera que vayas, hagas lo que hagas, tanto en las tinieblas como a la luz del da, el ojo de Dioste mira", comenta san Basilio (Homila sobre el salmo 32, 8: PG 29, 343). Feliz ser el pueblo que,acogiendo la revelacin divina, siga sus indicaciones de vida, avanzando por sus senderos en el caminode la historia. Al final slo queda una cosa: "El plan del Seor subsiste por siempre; los proyectos de

    su corazn, de edad en edad" (Sal 32, 11).4. La tercera y ltima parte del Salmo (vv. 16-22) vuelve a tratar, desde dos perspectivas nuevas, eltema del seoro nico de Dios sobre la historia humana. Por una parte, invita ante todo a los poderososa no engaarse confiando en la fuerza militar de los ejrcitos y la caballera; por otra, a los fieles, amenudo oprimidos, hambrientos y al borde de la muerte, los exhorta a esperar en el Seor, que nopermitir que caigan en el abismo de la destruccin. As, se revela la funcin tambin "catequstica" deeste salmo. Se transforma en una llamada a la fe en un Dios que no es indiferente a la arrogancia de lospoderosos y se compadece de la debilidad de la humanidad, elevndola y sostenindola si tieneconfianza, si se fa de l, y si eleva a l su splica y su alabanza.

    "La humildad de los que sirven a Dios -explica tambin san Basilio- muestra que esperan en sumisericordia. En efecto, quien no confa en sus grandes empresas, ni espera ser justificado por susobras, tiene como nica esperanza de salvacin la misericordia de Dios" (Homila sobre el salmo 32,10: PG 29, 347).

    5. El Salmo concluye con una antfona que es tambin el final del conocido himno Te Deum: "Que tumisericordia, Seor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti" (v. 22). La gracia divina y laesperanza humana se encuentran y se abrazan. Ms an, la fidelidad amorosa de Dios (segn el valordel vocablo hebraico original usado aqu, hsed), como un manto, nos envuelve, calienta y protege,ofrecindonos serenidad y proporcionando un fundamento seguro a nuestra fe y a nuestra esperanza.

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    MMIIEERRCCOOLLEESS II

    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 22 de agosto de 2001

    Salmo 35Malicia del pecador, bondad del Seor.

    Mircoles 22 de agosto de 2001 - 1. Cada persona, al iniciar una jornada de trabajo y de relacioneshumanas, puede adoptar dos actitudes fundamentales: elegir el bien o ceder al mal. El salmo 35, queacabamos de escuchar, presenta precisamente estas dos posturas antitticas. Algunos, muy temprano,ya desde antes de levantarse, traman proyectos inicuos; otros, por el contrario, buscan la luz de Dios,"fuente de la vida" (cf. v. 10).

    Al abismo de la malicia del malvado se opone el abismo de la bondad de Dios, fuente viva que apaga lased y luz que ilumina al fiel.

    Por eso, son dos los tipos de hombres descritos en la oracin del salmo que acabamos de proclamar yque la Liturgia de las Horas nos propone para las Laudes del mircoles de la primera semana.

    2. El primer retrato que el salmista nos presenta es el del pecador (cf. vv. 2-5). En su interior -comodice el original hebreo- se encuentra el "orculo del pecado" (v. 2). La expresin es fuerte. Hace pensaren una palabra satnica, que, en contraste con la palabra divina, resuena en el corazn y en la lenguadel malvado.

    En l el mal parece tan connatural a su realidad ntima, que aflora en palabras y obras (cf. vv. 3-4). Pasasus jornadas eligiendo "el mal camino", comenzando ya de madrugada, cuando an est "acostado" (v.5), hasta la noche, cuando est a punto de dormirse. Esta eleccin constante del pecador deriva de unaopcin que implica toda su existencia y engendra muerte.

    3. Pero al salmista le interesa sobre todo el otro retrato, en el que desea reflejarse: el del hombre quebusca el rostro de Dios (cf. vv. 6-13). Eleva un autntico himno al amor divino (cf. vv. 6-11), queconcluye pidiendo ser liberado de la atraccin oscura del mal y envuelto para siempre por la luz de lagracia.

    Este canto presenta una verdadera letana de trminos que celebran los rasgos del Dios de amor:

    gracia, fidelidad, justicia, juicio, salvacin, sombra de tus alas, abundancia, delicias, vida y luz.Conviene subrayar, en particular, cuatro de estos rasgos divinos, expresados con trminos hebreos quetienen un valor ms intenso que los correspondientes en las traducciones de las lenguas modernas.

    4. Ante todo est el trmino hsed, "gracia", que es a la vez fidelidad, amor, lealtad y ternura. Es uno delos trminos fundamentales para exaltar la alianza entre el Seor y su pueblo. Y es significativo que serepita 127 veces en el Salterio, ms de la mitad de todas las veces que esta palabra aparece en el restodel Antiguo Testamento.

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    Luego viene el trmino 'emunh, que deriva de la misma raz de amn, la palabra de la fe, y significaestabilidad, seguridad y fidelidad inquebrantable.

    Sigue, a continuacin, el trmino sedaqh, la "justicia", que tiene un significado fundamentalmentesalvfico: es la actitud santa y providente de Dios que, con su intervencin en la historia, libra a sus

    fieles del mal y de la injusticia.Por ltimo, encontramos el trmino mishpt, el "juicio", con el que Dios gobierna sus criaturas,inclinndose hacia los pobres y oprimidos, y doblegando a los arrogantes y prepotentes.

    Se trata de cuatro palabras teolgicas, que el orante repite en su profesin de fe, mientras sale a loscaminos del mundo, con la seguridad de que tiene a su lado al Dios amoroso, fiel, justo y salvador.

    5. Adems de los diversos ttulos con los que exalta a Dios, el salmista utiliza dos imgenes sugestivas.Por una parte, la abundancia de alimento, que hace pensar ante todo en el banquete sagrado que secelebraba en el templo de Sin con la carne de las vctimas de los sacrificios.

    Tambin estn la fuente y el torrente, cuyas aguas no slo apagan la sed de la garganta seca, sinotambin la del alma (cf. vv. 9-10; Sal 41, 2-3; 62, 2-6). El Seor sacia y apaga la sed del orante,hacindolo partcipe de su vida plena e inmortal.

    La otra imagen es la del smbolo de la luz: "tu luz nos hace ver la luz" (v. 10). Es una luminosidad quese irradia, casi "en cascada", y es un signo de la revelacin de Dios a su fiel. As aconteci a Moiss enel Sina (cf. Ex 34, 29-30) y as sucede tambin al cristiano en la medida en que "con el rostrodescubierto, reflejando como en un espejo la gloria del Seor, se va transformando en esa mismaimagen" (cf. 2 Co 3, 18).

    En el lenguaje de los salmos "ver la luz del rostro de Dios" significa concretamente encontrar al Seoren el templo, donde se celebra la plegaria litrgica y se escucha la palabra divina. Tambin el cristianohace esta experiencia cuando celebra las alabanzas del Seor al inicio de la jornada, antes de afrontarlos caminos, no siempre rectos, de la vida diaria.

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    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 29 de agosto de 2001

    Jdt 16, 2-3. 15-19El Seor, creador del mundo, protege a su pueblo.

    Mircoles 29 de agosto de 2001 - 1. El cntico de alabanza que acabamos de proclamar (cf. Jdt 16, 1-17) se atribuye a Judit, una herona que fue el orgullo de todas las mujeres de Israel, porque le tocmanifestar el poder liberador de Dios en un momento dramtico de la vida de su pueblo. La liturgia deLaudes slo nos hace rezar algunos versculos de su cntico, que nos invitan a celebrar, elevandocantos de alabanza con tambores y ctaras, al Seor, "quebrantador de guerras" (v. 2).

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    Esta ltima expresin, que define el autntico rostro de Dios, amante de la paz, nos introduce en elcontexto donde naci el himno. Se trata de una victoria conseguida por los israelitas de un modo muysorprendente, por obra de Dios, que intervino para evitarles una derrota inminente y total.

    2. El autor sagrado reconstruye ese evento varios siglos despus, para dar a sus hermanos y hermanasen la fe, que sentan la tentacin del desaliento en una situacin difcil, un ejemplo que los animara.

    As, refiere lo que aconteci a Israel cuando Nabucodonosor, irritado por la oposicin de este pueblofrente a sus deseos de expansin y a sus pretensiones de idolatra, envi al general Holofernes con laprecisa misin de doblegarlo y aniquilarlo. Nadie deba resistir a l, que reivindicaba los honores de undios. Y su general, compartiendo su presuncin, se haba burlado de la advertencia, que se le habahecho, de no atacar a Israel porque equivaldra a atacar a Dios mismo.

    En el fondo, el autor sagrado quiere reafirmar precisamente este principio, para fortalecer en lafidelidad al Dios de la alianza a los creyentes de su tiempo: hay que confiar en Dios. El autnticoenemigo que Israel debe temer no son los poderosos de esta tierra, sino la infidelidad al Seor. Esta lopriva de la proteccin de Dios y lo hace vulnerable. En cambio, el pueblo, cuando es fiel, puede contarcon el poder mismo de Dios, "admirable en su fuerza, invencible" (v. 13).

    3. Este principio queda esplndidamente ilustrado por toda la historia de Judit. El escenario es unatierra de Israel ya invadida por los enemigos. El cntico refleja el dramatismo de ese momento:"Vinieron los asirios de los montes del norte, vinieron con tropa innumerable; su muchedumbreobstrua los torrentes, y sus caballos cubran las colinas" (v. 3). Se subraya con sarcasmo la efmera jactancia del enemigo: "Hablaba de incendiar mis tierras, de pasar mis jvenes a espada, de estrellarcontra el suelo a los lactantes, de entregar como botn a mis nios y de dar como presa a mis doncellas"(v. 4).

    La situacin descrita en las palabras de Judit se asemeja a otras vividas por Israel, en las que lasalvacin haba llegado cuando pareca todo perdido. No se haba producido as tambin la salvacindel xodo, al atravesar de forma prodigiosa el mar Rojo? Del mismo modo ahora el asedio por obra deun ejrcito numeroso y poderoso elimina toda esperanza. Pero todo ello no hace ms que poner derelieve la fuerza de Dios, que se manifiesta protector invencible de su pueblo.

    4. La obra de Dios resulta tanto ms luminosa cuanto que no recurre a un guerrero o a un ejrcito.Como en otra ocasin, en el tiempo de Dbora, haba eliminado al general cananeo Ssara por medio deYael, una mujer (Jc 4, 17-21), as ahora se sirve de nuevo de una mujer inerme para salir en auxilio desu pueblo en dificultad. Judit, con la fuerza de su fe, se aventura a ir al campamento enemigo,deslumbra con su belleza al caudillo y lo elimina de forma humillante. El cntico subraya fuertementeeste dato: "El Seor omnipotente por mano de mujer los anul. Que no fue derribado su caudillo porjvenes guerreros, ni le hirieron hijos de titanes, ni altivos gigantes le vencieron; le subyug Judit, hijade Merar, con slo la hermosura de su rostro" (Jdt 16, 5-6).

    La figura de Judit se convertir luego en arquetipo que permitir, no slo a la tradicin juda, sinotambin a la cristiana, poner de relieve la predileccin de Dios por lo que se considera frgil y dbil,pero que precisamente por eso es elegido para manifestar la potencia divina. Tambin es una figuraejemplar para expresar la vocacin y la misin de la mujer, llamada, al igual que el hombre, de acuerdocon sus rasgos especficos, a desempear un papel significativo en el plan de Dios.Algunas expresiones del libro de Judit pasarn, ms o menos ntegramente, a la tradicin cristiana, quever en la herona juda una de las prefiguraciones de Mara. No se escucha un eco de las palabras deJudit cuando Mara, en el Magnficat, canta: "Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los

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    humildes" (Lc 1, 52)? As se comprende el hecho de que la tradicin litrgica, familiar tanto a loscristianos de Oriente como a los de Occidente, suele atribuir a la madre de Jess expresiones referidas aJudit, como las siguientes: "T eres la gloria de Jerusaln, t la alegra de Israel, t eres el orgullo denuestra raza" (Jdt 15, 9).

    5. El cntico de Judit, partiendo de la experiencia de la victoria, concluye con una invitacin a elevar a

    Dios un cantar nuevo, reconocindolo "grande y glorioso". Al mismo tiempo, se exhorta a todas lascriaturas a mantenerse sometidas a Aquel que con su palabra ha hecho todas las cosas y con su espritulas ha forjado. Quin puede resistir a la voz de Dios? Judit lo recuerda con gran nfasis: frente alCreador y Seor de la historia, los montes, desde sus cimientos, sern sacudidos; las rocas se fundirncomo cera (cf. Jdt 16, 15). Son metforas eficaces para recordar que todo es "nada" frente al poder deDios. Y, sin embargo, este cntico de victoria no quiere infundir temor, sino consolar. En efecto, Diosutiliza su poder invencible para sostener a sus fieles: "Con aquellos que te temen te muestras tsiempre propicio" (Jdt 16, 15).

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    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERALMircoles 5 de septiembre de 2001

    Salmo 46El Seor, rey del universo.

    Mircoles 5 de septiembre de 2001 - 1. "El Seor, el Altsimo, es rey grande sobre toda la tierra". Estaaclamacin inicial se repite, con diversos matices, a lo largo del salmo 46, que acabamos de escuchar.Se trata de un himno a Dios, Seor del universo y de la historia: "Dios es el rey del mundo (...). Diosreina sobre las naciones" (vv. 8-9).

    Este himno al Seor, rey del mundo y de la humanidad, al igual que otras composiciones semejantesque recoge el Salterio (cf. Sal 92; 95-98), supone un clima de celebracin litrgica. Por eso, nosencontramos en el corazn espiritual de la alabanza de Israel, que se eleva al cielo desde el templo, ellugar en donde el Dios infinito y eterno se revela y se encuentra con su pueblo.

    2. Seguiremos este canto de alabanza gozosa en sus momentos fundamentales, como dos olas queavanzan hacia la playa del mar. Difieren en el modo de considerar la relacin entre Israel y lasnaciones. En la primera parte del salmo la relacin es de dominacin: Dios "nos somete los pueblos ynos sojuzga las naciones" (v. 4); por el contrario, en la segunda parte la relacin es de asociacin: "losprncipes de los gentiles se renen con el pueblo del Dios de Abraham" (v. 10). As pues, se nota ungran progreso.

    En la primera parte (cf. vv. 2-6) se dice: "Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de jbilo" (v. 2). El centro de este aplauso jubiloso es la figura grandiosa del Seor supremo, al que seatribuyen tres ttulos gloriosos: "altsimo, grande y terrible" (v. 3), que exaltan la trascendencia divina,el primado absoluto en el ser y la omnipotencia. Tambin Cristo resucitado exclamar: "Me ha sidodado todo poder en el cielo y en la tierra" (Mt 28, 18).

    3. Dentro del seoro universal de Dios sobre todos los pueblos de la tierra (cf. v. 4), el orante destacasu presencia particular en Israel, el pueblo de la eleccin divina, "el predilecto", la herencia ms valiosa

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    Los salmos y cnticos de la Liturgia de las Laudes meditados por S.S. Juan Pablo II

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    y apreciada por el Seor (cf. v. 5). Por consiguiente, Israel se siente objeto de un amor particular deDios, que se ha manifestado con la victoria obtenida sobre las naciones hostiles.Durante la batalla, la presencia del Arca de la alianza entre las tropas de Israel les garantizaba la ayudade Dios; despus de la victoria, el Arca suba al monte Sin (cf. Sal 67, 19) y todos proclamaban:"Dios asciende entre aclamaciones; el Seor, al son de trompetas" (Sal 46, 6).

    4. El segundo momento del salmo (cf. vv. 7-10) est abierto a otra ola de alabanza y de canto jubiloso:"Tocad para Dios, tocad; tocad para nuestro rey, tocad; (...) tocad con maestra" (vv. 7-8). Tambinaqu se alaba al Seor sentado en el trono en la plenitud de su realeza (cf. v. 9). Este trono se define"sagrado", porque es inaccesible para el hombre limitado y pecador. Pero tambin es trono celestial elArca de la alianza presente en la zona ms sagrada del templo de Sin. De ese modo el Dios lejano ytrascendente, santo e infinito, se hace cercano a sus criaturas, adaptndose al espacio y al tiempo (cf. 1R 8, 27. 30).

    5. El salmo concluye con una nota sorprendente por su apertura universalista: "Los prncipes de losgentiles se renen con el pueblo del Dios de Abraham" (v. 10). Se remonta a Abraham, el patriarca queno slo est en el origen de Israel, sino tambin de otras naciones. Al pueblo elegido que desciende de

    l se le ha encomendado la misin de hacer que todas las naciones y todas las culturas converjan en elSeor, porque l es Dios de la humanidad entera. Proviniendo de oriente y occidente se reunirnentonces en Sin para encontrarse con este rey de paz y amor, de unidad y fraternidad (cf. Mt 8, 11).Como esperaba el profeta Isaas, los pueblos hostiles entre s sern invitados a arrojar a tierra las armasy a convivir bajo el nico seoro divino, bajo un gobierno regido por la justicia y la paz (cf. Is 2, 2-5).Los ojos de todos contemplarn la nueva Jerusaln, a la que el Seor "asciende" para revelarse en lagloria de su divinidad. Ser "una muchedumbre inmensa, que nadie podra contar, de toda nacin,razas, pueblos y lenguas (...). Todos gritaban a gran voz: "La salvacin es de nuestro Dios, que estsentado en el trono, y del Cordero"" (Ap 7, 9-10).

    6. La carta a los Efesios ve la realizacin de esta profeca en el misterio de Cristo redentor cuandoafirma, dirigindose a los cristianos que no provenan del judasmo: "Recordad cmo en otro tiempovosotros, los gentiles segn la carne, (...) estabais a la sazn lejos de Cristo, excluidos de la ciudadanade Israel y extraos a las alianzas de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Mas ahora, enCristo Jess, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habis llegado a estar cerca por la sangrede Cristo. Porque l es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que losseparaba, la enemistad" (Ef 2, 11-14).

    As pues, en Cristo la realeza de Dios, cantada por nuestro salmo, se ha realizado en la tierra conrespecto a todos los pueblos. Una homila annima del siglo VIII comenta as este misterio: "Hasta lavenida del Mesas, esperanza de las naciones, los pueblos gentiles no adoraron a Dios y no conocieronquin era. Y hasta que el Mesas los rescat, Dios no rein en las naciones por medio de su obedienciay de su culto. En cambio, ahora Dios, con su Palabra y su Espritu, reina sobre ellas, porque las hasalvado del engao y se ha ganado su amistad" (Palestino annimo, Homila rabe cristiana del sigloVIII, Roma 1994, p. 100).

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    JJUUEEVVEESS II

    JUAN PABLO IIAUDIENCIA GENERAL

    Mircoles 19 de septiembre de 2001

    Salmo 56Oracin de la maana en el sufrimiento.

    Mircoles 19 de septiembre de 2001 - 1. Es una noche tenebrosa, en la que merodean fieras voraces. Elorante est esperando que despunte el alba, para que la luz venza la oscuridad y los miedos. Este es elteln de fondo del salmo 56, sobre el que hoy vamos a reflexionar: un canto nocturno que prepara alorante para la llegada de la luz de la aurora, esperada con ansia, a fin de poder alabar al Seor conalegra (cf. vv. 9-12). En efecto, el Salmo pasa de la dramtica lamentacin dirigida a Dios a laesperanza serena y a la accin de gracias gozosa, expresada con las palabras que resonarn tambin

    ms adelante, en otro salmo (cf. Sal 107, 2-6).

    En la prctica, se trata del paso del miedo a la alegra, de la noche al da, de una pesadilla a laserenidad, de la splica a la alabanza. Es una experiencia que describe con frecuencia el Salterio:"Cambiaste mi luto en danzas; me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantar mi alma sincallarse. Seor, Dios mo, te dar gracias por siempre" (Sal 29, 12-13).

    2. Por tanto, son dos los momentos del salmo 56 que estamos meditando. El primero se refiere a laexperiencia del miedo ante el asalto del mal que intenta herir al justo (cf. vv. 2-7). En el centro de laescena hay leones preparados para el ataque. Muy pronto esta imagen se transforma en un smboloblico, delineado con lanzas, flechas y espadas. El orante se siente asaltado por una especie de

    escuadrn de la muerte. En torno a l ronda una banda de cazadores, que tiende redes y cava fosas paracapturar a su presa. Pero este clima de tensin desaparece en seguida. En efecto, ya al inicio (cf. v. 2)aparece el smbolo protector de las alas divinas, que aluden concretamente al Arca de la alianza con losquerubines alados, es decir, a la presencia de Dios entre los fieles en el templo santo de Sin.

    3. El orante pide insistentemente a Dios que mande desde el cielo a sus mensajeros, a los cualesatribuye los nombres emblemticos de "Fidelidad" y "Gracia" (v. 4), cualidades propias del amorsalvfico de Dios. Por eso, aunque lo atemorizan el rugido terrible de las fieras y la perfidia de losperseguidores, el fiel en su interior permanece sereno y confiado, como Daniel en la fosa de los leones(cf. Dn 6, 17-25).

    La presencia del Seor no tarda en mostrar su