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San Juan Bautista de la Salle Enciclopedia Católica Fundador del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, reformador educativo y padre de la pedagogía moderna. Nació en Reims, Francia el 30 de abril de 1651 y murió en Saint-Yon, Rouen, el Viernes Santo 7 de abril de 1719. La familia de la Salle tiene sus orígenes en Johan Salla, quien, a principios del siglo IX fue comandante en jefe de las fuerzas reales de Alfonso el Casto de Castilla. No fue, sin embargo, sino hasta alrededor de 1350 que la rama menor de esta familia, de la cual descendió nuestro santo, se mudó a Francia y se estableció en Champagne. Juan Bautista fue el primogénito de Luis de la Salle y Nicolle de Moet de Brouillet. Sus padres fueron muy solícitos con la educación de su hijo, especialmente en lo relativo con su desarrollo moral e intelectual. Después de su preparación inicial, fue enviado al Colegio des Bons Enfants, donde cursó sus estudios superior y, el 10 de julio de 1669, obtuvo el grado de Maestro en Artes. El canónigo Pierre Dozet, canciller de la Universidad de Reims, presidio las sesiones académicas y, aprovechando su puesto, pudo estudiar el carácter de su joven primo, de la Salle, resultando en su decisión de renunciar a su canonjía en su favor. Louis de la Salle, sin embargo, acariciaba la esperanza de que Juan Bautista escogería la carrera de abogado y continuaría con la tradición de la familia. Pero el joven de la Salle insistió en que sentía el llamado de servir a la Iglesia y por lo tanto, recibió la tonsura clerical el 11 de marzo de 1662 y fue instalado solemnemente como canónigo de la Sede Metropolitana de Reims el 7 de enero de 1667. Cuando de la Salle hubo completado sus cursos clásicos, literarios y filosóficos y se graduó, fue enviado a Paris al seminario de San Sulpicio el 18 de octubre de 1670. Durante su residencia en el seminario, asistió a clases de teología en la Sorbona. Allí, bajo la dirección de Louis Tronson, progresó de tal modo en la virtud que M. Lechassier, superior general de la congregación de Sn. Sulpicio, dejó el siguiente testimonio: "De la Salle fue un constante observador de la regla. Su conversación fue

Juan Bautista de La Salle

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San Juan Bautista de la Salle

Enciclopedia Católica

Fundador del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, reformador educativo y padre de la pedagogía

moderna. Nació en Reims, Francia el 30 de abril de 1651 y murió en Saint-Yon, Rouen, el Viernes Santo 7 de abril

de 1719. La familia de la Salle tiene sus orígenes en Johan Salla, quien, a principios del siglo IX fue comandante en

jefe de las fuerzas reales de Alfonso el Casto de Castilla. No fue, sin embargo, sino hasta alrededor de 1350 que la

rama menor de esta familia, de la cual descendió nuestro santo, se mudó a Francia y se estableció en Champagne.

Juan Bautista fue el primogénito de Luis de la Salle y Nicolle de Moet de Brouillet. Sus padres fueron muy solícitos

con la educación de su hijo, especialmente en lo relativo con su desarrollo moral e intelectual. Después de su

preparación inicial, fue enviado al Colegio des Bons Enfants, donde cursó sus estudios superior y, el 10 de julio de

1669, obtuvo el grado de Maestro en Artes. El canónigo Pierre Dozet, canciller de la Universidad de Reims, presidio

las sesiones académicas y, aprovechando su puesto, pudo estudiar el carácter de su joven primo, de la Salle,

resultando en su decisión de renunciar a su canonjía en su favor. Louis de la Salle, sin embargo, acariciaba la

esperanza de que Juan Bautista escogería la carrera de abogado y continuaría con la tradición de la familia. Pero el

joven de la Salle insistió en que sentía el llamado de servir a la Iglesia y por lo tanto, recibió la tonsura clerical el 11

de marzo de 1662 y fue instalado solemnemente como canónigo de la Sede Metropolitana de Reims el 7 de enero

de 1667.

Cuando de la Salle hubo completado sus cursos clásicos, literarios y filosóficos y se graduó, fue enviado a Paris al

seminario de San Sulpicio el 18 de octubre de 1670. Durante su residencia en el seminario, asistió a clases de

teología en la Sorbona. Allí, bajo la dirección de Louis Tronson, progresó de tal modo en la virtud que M.

Lechassier, superior general de la congregación de Sn. Sulpicio, dejó el siguiente testimonio: "De la Salle fue un

constante observador de la regla. Su conversación fue siempre agradable e irreprochable. Parece que nunca ha

ofendido a nadie, ni ha incurrido en censura por parte de nadie." En el seminario, de la Salle se distinguió por su

piedad y por el vigor de su progreso intelectual y la habilidad con la cual manejaba asuntos teológicos. Nueve

meses después de su llegada a Paris, su madre murió el 19 de julio de 1671 y el 9 de abril de 1672, su padre

falleció. Dicha circunstancia lo obligó a dejar San Sulpicio el 19 de abril de 1672. Aún no tenía veintiún años y ya

era el jefe de su familia y por consiguiente tenía la responsabilidad de educar a sus hermanos. Su atención se

dedicó a los asuntos domésticos y mantuvo una administración discreta y casi empresarial. El canónigo Blain decía

que en esta época padeció muchos temores. Desconfiando de su propia inteligencia, de la Salle tenía el recurso de

la oración y de asesores discretos, entre ellos, Nicolas Roland, canónigo y teólogo de Reims, un hombre de gran

discernimiento espiritual. Actuando bajo la dirección del último, el futuro fundador fue ordenado subdiácono en

Cambrai por el Arzobispo Ladislas Jonnart el 2 de junio de 1672.

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Cuando no estaba ocupado con los deberes de su canonjía o con sus estudios teológicos, hacía buenas obras, bajo

la guía de su director espiritual. Después de cuatro años, fue ordenado diácono en París el 21 de marzo de 1676

por Francois Batailler, Obispo de Belén. En esta ocasión, de la Salle obtuvo de Maurice Le Tellier, Arzobispo de

Reims, el permiso para renunciar a su canonjía y dedicarse al trabajo parroquial. Nicolas Roland lo apresuró a dar

este paso, alegando que una rica canonjía no estaba muy en armonía con el celo y la actividad juveniles. Su

arzobispo, sin embargo rechazó su solicitud. Con humilde sumisión, de la Salle aceptó la decisión y regresó a

Reims a proseguir sus estudios y a hacer las preparaciones finales para su ordenación sacerdotal. Fue ordenado

presbítero por el Arzobispo de Reims el sábado santo 9 de abril de 1678. El joven sacerdote fue modelo de piedad y

sus biógrafos dicen que las personas iban a su Misa para edificarse y compartir su piedad. Después de la Misa

había muchos que buscaban su consejo y se colocaban bajo su guía espiritual. De la Salle nunca omitió la Santa

Misa. En junio de 1680, tomó su examen final y se doctoró en teología. En esta etapa de su vida, de la Salle,

demostró una docilidad de espíritu, auto desprecio tales que demostraron el carácter del hombre y del santo. En

apariencia física, era de presencia fuerte, algo más alto que el promedio y bien proporcionado. Tenía grandes y

penetrantes ojos azules y frente amplia. Sus retratos presentan una figura de dulzura y dignidad, con inteligencia y

respirando un aire de modestia y gracia refinada. Una sonrisa juega en los finos labios e ilumina una expresión de

inteligencia y amor.

Durante los pocos años que se sucedieron entre su ordenación al sacerdocio y el establecimiento de su instituto, de

la Salle se ocupó de llevar a cabo el testamento y última voluntad de Nicolas Roland, quien, al morir, le había

confiado la recién establecida Congragación de las Hermanas del Niño Jesús. "Tu celo la hará prosperar," le dijo

Roland. "Completarás el trabajo que he iniciado. En todo esto, el padre Barre será tu modelo y guía." Así fue de la

Salle llevado, imperceptiblemente a su misión en la vida. "La idea nunca se me ocurrió a mí," escribió en una

memoria. " Si alguna vez hubiera pensado que tendría que lo que hice por pura caridad con los maestros pobres iba

a terminar haciendo que viviera con ellos, hubiera renunciado al instante." Este sentimiento lo expresó de nuevo en

el ocaso de su vida en estas enfáticas palabras: "Si Dios me hubiera revelado lo bueno que podría ser logrado por

este instituto, y de la misma manera me hubiera hecho saber las pruebas y los sufrimientos que lo acompañarían,

mi valor habría fallado, y yo nunca lo habría emprendido." En esta época, de la Salle aún cumplía con sus funciones

de canónigo. Sin embargo, se sentía fuertemente atraído a una tarea más importante propiciado por un mensaje de

Madame Maillefer, en marzo de 1679, solicitándole que ayudara a Adrien Nyel a abrir una escuela gratuita en

Reims. Pero apenas había logrado abrir la escuela de St-Maurice cuando calladamente se alejó, como si esa no

fuera su misión. Poco después, la apertura de otra escuela gratuita en St-Jacques lo volvió a sacar de su reclusión,

pero pronto se retiró de nuevo.

A pesar de ser el principal instrumento en la apertura de estas escuelas elementales. Se sentía inconscientemente

atraído al trabajo. Diariamente visitaba a los maestros para animarlos o sugerirles métodos prácticos para obtener

resultados específicos. Pero cuando descubrió que los maestros se desanimaban debido a la falta de guía

adecuada después de las horas en la escuela, procedió a juntarlos para poder dirigirlos y darles lecciones prácticas

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de empleo útil del tiempo y para prevenir golpes y disgustos. No solo los ayudaba en clase y después de clases,

sino que les alivió la vida. Inclusive los admitió a su mesa y después los acogió bajo su propio techo. Por

consiguiente se fueron acercando cada vez más, formando una hermandad íntima con los maestros de los pobres.

"Fue sin duda," decía Mons. Guibert, "el amor lo que indujo a de la Salle a dedicarse a los jóvenes maestros de

Reims. Estaban como ovejas abandonadas sin un pastor. Asumió la responsabilidad de unirlos." Entonces de la

Salle no tenía planes definitivos para el futuro, inclusive en junio de 1682, cuando mudó su pequeña comunidad a la

vecindad de la Rue Nueve. Simplemente se mantuvo listo para seguir la guía de la providencia. Renunció a su

canonjía en julio de 1683 y distribuyó su fortuna entre los pobres en el invierno de 1684, dando pruebas

convincentes de que no dudaría en hacer cualquier sacrificio que fuera necesario para completar el trabajo que

había comenzado. Pere Barre le aconsejó a de la Salle que dejara cualquier cosa que pudiera distraer su atención

de lograr la gloria de Dios. En respuesta a las serias recomendaciones de sus amigos respondió: "Debo hacer el

trabajo de Dios y si lo peor debe pasar roguemos al Señor por fuerza." La confianza en la Providencia Divina fue

algo imprescindible para la fundación de las Escuelas Cristianas.

Hasta este período (1684), el instituto no tenía las características de una organización permanente. De 1694 a

1717, la lucha por la subsistencia fue más que crítica. En 1692 el instituto estaba tan debilitado por las muertes y

renuncias que de la Salle apenas pudo encontrar dos hermanos que estuvieran dispuestos a atarse por medio de

un voto para mantener las escuelas gratuitas. La muerte de Henri L'Heureux en diciembre de 1690, materialmente

afectó las reglas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. De la Salle pretendiendo que este dotado y joven

hermano fuese el futuro superior de la congregación, mantuvo la esperanza de que se ordenara sacerdote, y con

esto en mente, lo envió a París a estudiar teología en la Sorbona. Después de un brillante curso, el Hermano Henri

L'Heureux estaba listo para ordenarse, pero antes de esto, el joven candidato enfermó y murió. La pérdida de este

hermano fue un duro golpe para el fundador. Después de pasar toda la noche en oración, se levantó, no solo

confortado, sino fortalecido e iluminado sobre el carácter de su futuro instituto. Entonces determinó que no debería

haber sacerdotes entre los miembros de su instituto. A pesar de que había sacerdotes y hermanos laicos en casi

todas las órdenes religiosas existentes, de la Salle estaba convencido de que era hora de un cambio en este

sentido en la nueva congregación. El hermano Lucrad, quien fuera analista del instituto, resume el asunto así: "A

partir de la muerte de Henri L'Heureux, de la Salle estuvo convencido de que su instituto se debía fundar en la

simplicidad y la humildad. Ningún hermano podría, siguiendo en la congregación, permitirse distraerse de sus

funciones como maestro, dedicándose a estudios especiales, a la lectura del Oficio Divino o al cumplimiento de las

obligaciones del ministro sagrado." Por lo tanto, ningún hermano puede aspirar al sacerdocio ni realizar ninguna

función sacerdotal y ningún eclesiástico puede ser miembro del instituto. Esta fue la nueva regla que de la Salle

agregó y se encuentra en la Constitución del Instituto.

A partir de 1702, el fundador pasó por un largo período de prueba, agravado por la persecución por parte de ciertas

autoridades eclesiásticas. En noviembre de 1702, fue depuesto por el cardenal de Noailles y sustituido durante

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algún tiempo por el Rev. B. Bricot. En 1703 uno de sus más confiables discípulos, Nicolas Vuvart, lo dejó. Durante

los siguientes diez años el santo fundador se vio envuelto en una serie de dificultades para la preservación de su

instituto, en el curso de los cuales su nombre fue atacado y se le negó justicia en los tribunales civiles. Después de

treinta y cinco años de trabajo duro, su labor parecía estar al borde del fracaso. Su confianza en Dios era tan firme

que en realidad nunca se desanimó. Convocó un capítulo con el propósito de solidificar el trabajo y para elegir a un

superior general. Pretendía tener un hermano ya elegido mientras el vivía y así perfeccionar el gobierno del instituto

de acuerdo con la regla que él había formulado. La elección de los hermanos reunidos recayó en el hermano

Barthelemy, un hombre estimado por todos debido a su sapiencia y virtud. El instituto era ahora un hecho

consumado. Y desde la primera entrevista con Adrien Nyel en 1679, de la Salle pertenecía por completo a los

hermanos, compartiendo con ellos la rigidez de la labor y la observancia de la regla común. Nunca les permitió

dedicarse a otros asuntos.

De la Salle fue siempre prudente y siempre estuvo inspirado por Dios, por ello no cejó en darle a su instituto un

carácter positivo para cumplir su objetivo: la educación cristiana de la juventud y la cultivación del espíritu de fe,

piedad, mortificación y obediencia que debía caracterizar a sus miembros. Su don de ganar almas para Dios y

guiarlas a hacer grandes sacrificios, se complementó con la espléndida habilidad ejecutiva que le permitió fundar un

instituto y supervisarlo y dirigir su desarrollo gradual. Un estudio de las extraordinarias condiciones religiosas,

sociales y educacionales de la época en que de la Salle fundó el instituto muestra el peculiar carácter de las

dificultades que tuvo que enfrentar y sobrellevar. El jansenismo había ganado adeptos en Francia y diseminado sus

perniciosas doctrinas; adoptaba disensiones internas y promovía el galicanismo, con gran detrimento de la fe y de la

lealtad a la Santa Sede. En el orden social, un espíritu de exagerada independencia condenaba la autoridad o la

ignoraba. Cuando tales condiciones prevalecen en las clases privilegiadas, uno se pregunta cuál sería la condición

de las masas. Las interminables guerras internas y externas, con sus correspondientes males, producían un efecto

desastroso en la gente. Las demandas exorbitantes por parte de los oficiales del ejército, la violencia de la

soldadesca, la rapiña de los supervisores, los saqueos, hambrunas y ruina, dejaban a provincias enteras de Francia

bajo el peso de terribles sufrimientos y miseria inenarrable. Aún cuando la oscuridad del caos interno fue

momentáneamente iluminada con las espléndidas victorias en el extranjero, el triste efecto de la Gloria del reinado

de Luis XIV hizo de las quejas en los cotos que fuesen más amargas debido a la pérdida de los seres queridos en

los campos de batalla. Las escuelas estaban pobre y negligentemente atendidas. Los niños y la gente

generalmente eran ignorantes y el vicio, de acuerdo con las autoridades contemporáneas era flagrante en todas las

clases. De la Salle cuidadosamente estudió estas condiciones y, movido por la compasión por los pobres, resolvió

mejorar su estatus moral y social. El fundador analizó la situación y propuso como remedio la creación de escuelas

gratuitas populares adecuadamente equipadas y a cargo de celosos maestros, quienes implantarían en los

corazones de los niños la semilla de aquellas virtudes que tendieran a regenerar tanto a los alumnos como a sus

padres. Vio que una congregación religiosa compuesta por hombres ilustrados, ansiosos de la salvación de las

almas, podría luchar contra la irreligiosidad, el vicio y la ignorancia. Claramente percibió que, en las condiciones

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peculiares que rodean a cualquier instituto en su origen, el trabajo propuesto debería tener como fin los requisitos

especiales de la época en la que se originara. También vio que, mientras el espíritu guiador de dicho instituto debía

permanecer fundamentalmente sin cambios, su objetivo, como organización permanente trabajando en beneficio de

la humanidad, debía tener el carácter de una fuerza social que respondiera a las necesidades de cualquier época y

país.

Las varias reformas educativas introducidas por de la Salle probaron que legislaba sabiamente. Los cursos de

estudio para las primarias gratuitas, escuelas técnicas y colegios evidencian su amplia cultura y gran comprensión

de los problemas educativos. Así pues, si las necesidades de una cierta localidad pedían materias especiales o si

los tiempos y condiciones demandaban ciertos estudios avanzados, de la Salle no tardaba en responder dichas

peticiones y darle a esos asuntos un lugar de acuerdo a la importancia de su valor educativo. Aún más, de la Salle

desarrolló su genio en darle a su instituto un carácter distintivo, el de un cuerpo colegiado consagrado a trabajar en

la educación popular. De este modo, se convirtió en el creador de un sistema de pedagogía psicológica que incluía

los principios esenciales posteriormente adoptados por otros reformadores educativos, especialmente Pestalozzi,

Fröbel y Herbart. Para la elaboración de la base vernácula de toda la instrucción, de la Salle apela a la inteligencia

del niño, preparando el camino para el estudio de una literatura nacional y llevando al hombre adulto a aquellas

avenidas del conocimiento real. Con el enfoque científico percibió lo absurdo de mantener los textos latinos para

enseñar el arte de leer. Para dicho cambio, él dio las siguientes razones:

· La enseñanza del arte de leer en escuelas primarias, por medio de la lengua vernácula, es mucho más útil que

con los textos latinos.

· La lengua vernácula es más fácil de enseñar a los niños, quienes ya tienen algún conocimiento de la misma, que

el latín, del cual son completamente ignorantes.

· Se requiere considerablemente menos tiempo para aprender el arte de leer en vernácula que en una lengua

extranjera.

· Los niños y niñas que asisten a las escuelas primarias, pueden solo permanecer unos pocos años en instrucción.

Ahora, si se les enseña a leer de un texto latino, generalmente dejarán la escuela sin ser capaces de leer en la

lengua vernácula, y con un imperfecto conocimiento de cómo leer en latín. Así pues, pronto olvidarán lo poco que

aprendieron.

· Leer es uno de los métodos más eficaces de adquirir conocimiento. Seleccionando cuidadosamente los libros, los

niños que puedan leer en la lengua vernácula pueden llevar la doctrina cristiana dentro del círculo familiar y, por las

noches, leer algunos libros útiles o instructivos a la familia reunida; si solo pudieran leer latín, sin entenderlo,

resultarían privados de muchos beneficios valiosos resultantes de la lectura inteligente de un buen libro.

· Es imposible para los niños de escuelas primarias dominar la lectura de textos latinos, porque no están

conscientes de la importancia del asunto. Es, por lo tanto, parte de la sabiduría de entrenar a los niños

metódicamente la lectura inteligente de trabajos escritos en la lengua vernácula. Por lo tanto, habiendo dominado el

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arte de leer en vernácula, unos cuantos meses podrían ser suficientes para que lean el latín de forma fluída,

mientras que por el método tradicional, ello requiere de varios años. [Annales de l'Institut, I (1883), pp. 140, 141].

Este hecho prueba que de la Salle era un profundo pensador, un genio de la educación popular. Abarcó a todas las

clases y condiciones de la sociedad. Haciendo las escuelas -populares gratuitas, abarcó las necesidades crecientes

de la sociedad en su tiempo y en todos los tiempos. Ninguna fase del problema educativo escapó a su penetrante

visión.

Debido a que de la Salle está especialmente identificado con el "Método Simultáneo" de enseñanza, una

explicación del métodos y su historia probará el interés del educador. Mediante el "Método Simultáneo," los

alumnos se clasifican de acuerdo a su capacidad, colocando a aquéllos con alcances similares en la misma clase,

dándoles los mismos libros de texto y pidiéndoles que tomen la misma lección con el mismo maestro. Este método

ha pasado la prueba del tiempo y la experiencia, y es el que los hermanos de las escuelas cristianas y la mayoría

de las instituciones educativas siguen utilizando actualmente. Como toda idea fructífera, el "Método Simultáneo" no

es resultado exclusivo de un solo hombre. Difiere notablemente del sistema universitario de la edad media. Los

jesuitas organizaban cada clase en subdivisions; cada division estaba comandada por un alumno avanzado llamado

decurión, a quien los niños repetían sus lecciones cada determinado tiempo, mientras que los maestros corregían

ejercicios u oían las lecciones de alumnos particulares. Después, toda la clase recibía explicaciones del maestro.

Sn. Pedro Fourier (1565-1640) vio en la educación cristiana el remedio para muchos de los desórdenes existentes

entre los pobres y la clase trabajadora. Anticipó más de uno de nuestras modernas mejoras educativas. De hecho,

fue uno de los primeros en aplicar algunos de los principios del "Método Simultáneo." En sus constituciones, se

prescribe que mientras pueda realizarse, todos los alumnos en la misma clase deben tener cada uno el mismo libro,

con el fin de que mientras uno lee la lección en voz alta, todos los demás la están oyendo y siguiéndola en sus

libros al mismo tiempo, puede aprenderse así más pronto, más eficazmente y con mayor perfección. De este modo,

el principio del "Método Simultáneo," queda, por primera vez, claramente establecido. Sin embargo, cuando entra

en detalles prácticos, parece perder la perspectiva del principio que establece. En el siguiente párrafo de las

Constituciones, se indica que la tutora debe llamar a dos alumnos a la vez y colocarlos a ambos lados del escritorio.

El pupilo más avanzado leerá la lección; el otro escuchará; este es el método individual. Para los discípulos más

pequeños, recomienda que cuatro o seis se acerquen a la vez al escritorio y utilicen algunas tarjetas que contengan

letras o sílabas. (Sommaire des Constitutions des Religieuses de la Congrégation de Notre-dame, 1649, 3rd part.)

Cornelius (o Amos Komensky, 1592-1674), en su "didáctica Magna," pide al maestro que instruya a sus pupilos

semel et omnes simul, "todos juntos al mismo tiempo" (edit. 1647, cap. Xix, Probl. I, Col, 102, 103). Mons. De

Nesmond (1629-1715) dividió la clase en cuatro o cinco grupos, cada uno con el mismo libro, "para que todos los

niños del mismo grupo o banca puedan recibir la misma lección y cuando uno empiece a leer, los otros lean en voz

baja al mismo tiempo" (Méthode pour instruire en peu de temps les Enfants, p. 59). Alrededor de 1674, Charles

Démia, de Lyon adoptó el método de Mons. de Nesmond. Dio el mismo libro de lectura a cada grupo, pidiéndoles

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que cada quien siguiera, con su dedo o un marcador las palabras que estaban siendo leídas. El precursor inmediato

de Sn. Juan Bautista de la Salle fue un teórico, el autor anónimo de "Avis touchant les Petites Ecoles" (Bibl. Nat. 40

R. 556). En este pequeño trabajo, el cual es datado por Leopold Delisle anterior a 1680, el autor se queja de la

condición de las escuelas primarias y propone un método por el cual un gran número de alumnos debe ser

enseñado por un maestro, un libro y una voz. La escuela, dice, debe regular que uno y un solo libro, uno y el mismo

maestro, una y una sola lección, una y solo una corrección, deben servir para todos, de modo que cada alumno

tendrá todo el tiempo y cuidaddo del maestro, como si fuera el único alumno ( pp. 14 y 19). Es razonable suponer

que de la Salle frecuentaba las escuelas de la congregación de Notre-Dame, la cual fue fundada en Reims en

11634, y observó el método usado por dicha congregación. En 1682, de la Salle había organizado ya a los

Hermanos de las Escuelas Cristianas y les había enseñado el "Método Simultáneo." El hermano Azarias dice: "Lo

que Sn. Pedro Fourier tocó, que Komensky y Mons. De Nesmond y Charles Démia divisaban, lo que el anónimo

autor no pudo descubrir y pensó realizar, es un hecho ahora." De la Salle aplicó el Método Simultáneo no solo para

lectura como sus predecesores, sino también para catecismo, escritura, ortografía y aritmética en las clases

elementales y entonces a todas las especialidades enseñadas en las escuelas que fundó. Es, por consiguiente, el

genio que introdujo y perfeccionó el método simultáneo en todos sus detalles prácticos. De la Salle definitivamente

apunta el "Método Simultáneo" como aquél que deseaba que sus discípulos siguieran. No más un solo maestro

gobernando a toda la escuela; serán dos o tres, o más, de acuerdo con el número de alumnos, cada uno tomando a

aquellos con la misma capacidad y enseñándoles juntos. Sus instrucciones al respecto son exactas:

Los hermanos prestarán especial atención a tres cosas en clase: (1) Durante las lecciones, corregir cada palabra

que el alumno que está leyendo pronuncie mal; (2) Hacer que todos lean la misma lección; (3) Que haya estricto

silencio en la escuela (Reglas Comunes).

Los alumnos siguen la misma lección, observan estricto silencio, el maestro al corregir a uno, corrige a todos. Esta

es la esencia del "Método Simultáneo." De la Salle generaliza el principio para todas las lecciones, así pues:

En toda lección de tarjetas de alfabeto, silabarios y otros libros, ya sea en francés o en latín, e inclusive durante

aritmética, mientras uno lea, todos los demás de la misma clase deberán seguir, esto es, ellos leerán de sus libros

sin hacer ruido con sus labios, lo que el que está leyendo pronuncie en voz alta de su libro. (Conduite des écoles

chrétiennes, Avignon, 1724)

Con razón ha dicho Matthew Arnold, hablando de este manual del método: "Trabajos posteriores al mismo respecto

poco han mejorado estos preceptos." En la administración de las escuelas cristianas, de la Salle establece

concisamente las siguientes reglas prácticas para ensañar metódicamente:

1. El maestro determina la inteligencia relativa de cada alumno en su clase.

2. Adapta su lenguaje y explicaciones a la capacidad de su clase y tiene cuidado en no ignorar a los pupilos más

lentos.

3. Se asegura de que los alumnos conozcan el significado de las palabras que emplea.

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4. Avanza de lo simple a lo complejo, de lo fácil a lo difícil.

5. Insiste grandemente en la parte elemental de cada material; no avanzando sino hasta que los alumnos tienen

bases firmes...

9. Establecer pocos principios a la vez, pero explicarlos bien...

10. Hablar mucho viendo a los alumnos, utilizando el pizarrón.

11. Preparar con cuidado cada lección.

12. No dar malos ejemplos a los alumnos; siempre hablar con corrección y con claridad y precisión.

13. No emplear sino definiciones exactas y divisions bien fundadas…

18. No asegurar nada a menos que se esté completamente seguro de su veracidad, especialmente hechos

importantes, definiciones o principios.

19. Hacer uso frecuente del sistema de preguntas y respuestas. (Cap. V Art. Ii, pp. 31-33)

Es verdad, que de la Salle, al establecer su instituto, tenía en mente, principalmente la escuela primaria y elemental,

la cual fue la real razón de ser de la existencia de los hermanos de las Escuelas Cristianas. Fue el organizador de la

instrucción pública de su tiempo y ningun maestro de pedagogía le negará esa distinción. Pero, si bien la escuela

primaria fue el principal trabajo de la Salle, hubo aún otro campo de trabajo, el cual revela su gran genio. Al principio

del siglo dieciocho, se enfrentó con condiciones perplejamente singulares. La creciente generación estaba cansada

de glorias pasadas, disgustada con el presente y ansiaba lograr renombre en campos inexplorados de la actividad

humana. Mientras la educación llegaba más a las masas, a la luz de la instrucción llegaron nuevas ideas, nuevas

ocupaciones, nuevas empresas y un parte aguas de la civilización, con el deseo de luchar con problemas que

surgían de las nuevas condiciones. Aún aquellos entrenados en métodos tradicionales se daban cuenta de un gran

cambio en los hombres y las cosas. Sentían que había algo especial en el nuevo sistema de educación. Con sus

hijos experimentaron el espíritu del mundo que respiraba en la moribunda civilización de Luis XIV. El horizonte

político había cambiado, la sociedad se volvió más degenerada, el mundo intelectual despertó y salió de su letargo,

asumiendo una actitud más despierta y aspirando a mayor libertad en el campo del pensamiento y la investigación.

De la Salle había sido golpeado por la seria grieta en la instrucción reservada a los niños acomodados, quienes

eran dedicados a las profesiones liberales. Así, mientras organizaba la escuela primaria, también creó, en 1705 un

establecimiento especial desconocido hasta entonces en el mundo educativo. Esta nueva creación fue el internado

en Saint-Yon, donde inauguró el sistema de la moderna instrucción secundaria. Saint-Yon fue el modelo para

dichos colegios y el de Passy, Paris, se convirtió en el ejemplo moderno de instituciones similares en Francia y en

cualquier otro lugar. M. Drury, en su reporte acerca de la educación técnica, dice que Francia está, indudablemente

en deuda con de la Salle por la instalación y popularización práctica de esa forma de instrucción.

Así, desde la creación del instituto, hubo una adaptación constante de programas dedicados a las necesidades

creadas por las transformaciones sociales que tenían lugar. Esta flexibilidad, que contrastaba con la rigidez de los

programas universitarios, causó sorpresa y no poca oposición entre los representantes de la autoridad académica

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de aquellos días. La instrucción dada en el colegio fundado por de la Salle y sus sucesores se adaptaba

peculiarmente a las necesidades de una clase muy interesante de jóvenes. Las reformas educativas así planeadas

y realizadas por él evidenciaron que la providencia lo había destinado a ser el legislador de la educación elemental,

así como el creador del nuevo sistema de entrenamiento intelectual, combinando la precisión del método tradicional

con el enfoque más amplio del nuevo. Nada más natural que de la Salle, quien había asimilado lo mejor que el siglo

diecisiete pudo dar y quien había notado la ineficiencia del viejo sistema para satisfacer los requisitos de las nuevas

condiciones creara escuelas que fueran entonces y que siguen siendo, la admiración de los educadores. Los

internados fundados por de la Salle para la moderna instrucción secundaria son, una creación distinta. La fecha del

de Saint-Yon es 1705. Después añadió una escuela técnica para desarrollar las habilidades mecánicas de los

estudiantes y también un jardín especial para botánica.

Ya había escuelas dominicales antes del siglo diecisiete. Pero la Academia Cristiana, fundada por de la Salle para

adultos en la parroquia de San Sulpicio, en 1699, era diferente, la primera de su tipo en la historia de la educación.

El programa de esta academia, o escuela dominical, incluía no solo las materias ordinarias enseñadas en las otras

escuelas dominicales, sino que añadía geometría, arquitectura y dibujo.

Alain dice que las primeras escuelas normales fueron los noviciados de las órdenes educativas. Pero no había

escuelas normales para maestros laicos. De la Salle frecuentemente recibía peticiones del clero para que enviara a

un hermano para manejar sus escuelas. Esta solicitud era rechazada, porque había establecido en la regla que no

habría menos de dos hermanos en cada escuela. Por lo tanto, ofreció abrir un seminario para maestros, una

institución en la cual los jóvenes serían entrenados en los principios y prácticas de los nuevos métodos de

enseñanza. La escuela normal fue abierta en Reims en 1684. Sin duda, trece años antes que Francke organizara

su clase para maestros en Halle y cincuenta años antes de que Hecker fundara el colegio normal prusiano en

Stettin, de la Salle había desarrollado un programa el cual es considerado excelente aún hoy en día. El mismo año

estableció, para jóvenes destinados a ser hermanos, una academia cristiana, o noviciado preparatorio, en el cual se

les enseñaba ciencias, literatura y los principios de la pedagogía científica.

De la Salle está considerado el mayor de los educadores avanzados del siglo dieciocho y entre los más grandes

pensadores y reformadores educativos de todos los tiempos. Su sistema abarca lo mejor en métodos educativos

modernos. Dio ímpetu al elevado progreso educativo que distingue a los tiempos modernos, y confirió a sus propios

discípulos y a los educadores en general, un sistema de enseñanza adaptable a los deseos de la juventud

estudiante en cada país. Pero fue especialmente como sacerdote que Juan Bautista de la Salle amó su vocación

como educador. Como San Ignacio de Loyola, quedó probado que tenía el derecho de enseñar la doctrina cristiana.

Reclamando este privilegio, de la Salle actuó guiado por los motivos más puros y elevados. No había nada oculto

en sus planes educativos. Era demasiado sabio como para no darse cuenta de que los más útiles hijos de la Iglesia

deben estar entre los más hábiles en los aspectos humanos. El entrenamiento intelectual estaba complementado

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por un curso completo de moral cristiana. El hombre tenía un destino y el maestro debía inculcar su verdad

cultivando y desarrollando las virtudes teológicas en las almas de los niños.

Este pensamiento parece haber estado constantemente en la mente y el alma de de la Salle, cuando diseñó esos

excelentes programas para sus escuelas, colegios e instituciones técnicas- Su principio pedagógico era que nada

humano debía ser extraño a los estudiantes y que la enseñanza de la ciencia y las letras no le quitaba nada al

maestro de su ministerio como apóstol. En septiembre de 1713, Clemente XI escribió la bula "Unigenitus,"

condenando los errores de Quesnel, escritos en sus "Reflexiones Morales;" M. de Montmartin, Obispo de Grenoble,

promulgó la bula en una circular en febrero de 1714. De la Salle estaba entonces de retiro en Parmenie. Cuando

dejó este lugar, entró a la arena para defender a la Iglesia del jansenismo. Reunió a los hermanos de Grenoble y les

explicó el significado de la bula, con el fin de salvaguardar la pureza de la fe. Insatisfecho con esta manifestación de

lealtad, publicó varios artículos en defensa de la doctrina verdadera. Esto irritó a los jansenistas, pero su oposición

solo sirvió para dar mayor luster a la pureza de su fe y su celo. Era un campeón valiente y desprendido, y parecía

olvidar su habitual calma y reserva cuando era cuestión de la integridad y pureza de la fe. Para mostrar su apego

inviolable a la Iglesia y al Soberano Pontífice, siempre firmaba Sacerdote Romano. "Apéguense a lo que es de fe,"

les escribe a los hermanos; "eviten las novedades; sigan las tradiciones de la Iglesia; reciban solo lo que ella recibe;

condenen lo que condena; aprueben lo que aprueba; ya sea por los Concilios o por los Soberanos Pontífices. En

todas las cosas ríndanle pronta obediencia." Estaba ansioso de ir a Roma a postrarse a los pies del Papa y pedirle

su bendición para el instituto. Sin embargo, incapaz de ir él mismo, envió al hermano Gabriel Drolin a establecer allí

una escuela en 1700. Inclusive el consuelo de ver su regla aprobada por la Santa Sede le fue negado, porque ya

tenía casi seis años de haber muerto cuando, el 26 de febrero de 1725, Benedicto XIII, por bula "In apostolicae

dignitatis solio," puso el sello de aprobación al instituto, dando a los miembros el poder de enseñar y explicar la

doctrina cristiana y constituir una congregación religiosa.

Los últimos años de de la Salle pasaron en retiro en Saint-Yon. Allí revisó la regla antes de dársela al hermano

Barthélemy, el primer superior general. Durante los últimos días de su vida, mostró el mismo espíritu de sacrificio

que marcaron sus primeros años. En la Semana Santa de 1719, dio signos indudables de que el final estaba cerca.

El Jueves Santo, a petición del hermano Barthélemy, bendijo a los hermanos reunidos junto a su lecho y les dijo sus

últimas palabreas de consejo. Sus últimas palabras fueron: "Adoro en todo la voluntad de Dios para conmigo." En la

mañana del Viernes Santo, 7 de abril de 1719, entregó su alma al Creador. Fue beatificado el 19 de febrero de 1888

y canonizado por León XIII el 24 de mayo de 1900. En 1950, a causa de su vida, su obra y sus escritos inspirados,

recibió el título de Santo Patrono de los que trabajan en el ámbito de la educación. Su fiesta es el 15 de mayo.

Los principales escritos que dejó a sus hijos espirituales son: "Conduite des écoles" (1717), un tratado de método

pedagógico, presentando principios fundamentales de manera científica. Es notable que los métodos ahí dados no

han cambiado considerablemente desde el tiempo de su autor y que los principios asentados son tan aplicables hoy

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como lo fueron cuando se escribieron. "Les Règles de la bienséance et de la civilité chrétiennes," es un volumen

escrito en 1695 y se usa como un tratado sobre educación y como un texto para la lectura de manuscritos. El estilo

es sencillo y directo. Contiene excelentes reglas para buenas maneras. "Les devoirs du chrétien," (1713), una

exposición simple y precisa de la doctrina cristiana es notable por su adecuación y por las lecciones prácticas que

inculca. Se pretendió que fuera un libro de lectura y un catecismo. Sigue en uso en algunas escuelas y colegios.

"Recueil de différents petits traités à Pusage des Frères des Ecoles chrétiennes" (1711) es un tratado notable,

estableciendo en términos notablemente sencillos los principios fundamentales de la vida religiosa. Abunda en citas

escriturísticas y es una guía valiosa para aquéllos personas que buscan la perfección. "Explication de la méthode

d'oraison" (1ª Ed. Impresa 1739). En cuanto a claridad y adaptación, este método de oración mental se adecua

perfectamente a las necesidades de los hermanos. Apela a cada grado de capacidad, para que todos puedan

encontrar el alimento espiritual para su condición especial y estado de perfección. "Méditations pour le temps de la

Retraite" (1730), escrito para los ejercicios del retiro anual y, combinando los principios de la vida espiritual con

pedagogía, tiende a promover el apostolado cristiano en la escuela. Estas meditaciones contienen algunos de los

mejores principios de pedagogía jamás enunciados. "Méditations pour tous les Dimanches de Panée, avec les

Evangiles de tous les Dimanches; Méditations pour les principales fêtes de Panée" (Rouen, 1710), es un epítome de

la doctrina espiritual, basado en los Evangelios del año y aplicado a las necesidades de la profesión de enseñan y

los principios de la vida religiosa. Este tratado revela la grandeza de de la Salle y lo muestra como un hombre de

profunda convicción religiosa. Su lenguaje siempre es simple, directo y vigoroso.

Actualmente, el Instituto se encuentra presente en 85 países, contando con más de 750,000 alumnos y 60,000

colaboradores seglares que trabajan con los hermanos; trabajan prácticamente en todos los países de América

Latina. El instituto se divide en regiones y distritos. Ha habido 26 superiores generales a partir del hermano

Barthélemy; el superior general actual, es el hermano Álvaro Rodríguez Echeverría, originario de Costa Rica y

electo en el año 2000.

El espíritu de San Juan Bautista de la Salle incluso ha permeado a otras familias religiosas, ya sea dándoles un

carácter especial o sugiriendo sus reglas. Así pues, los hermanos de San Gabriel, fundados por el Venerable

Grignon de Montfort y M. Deshayes; Los Hermanos de la Instrucción Cristiana de Phöermel, fundados por J. M. de

Lamennais en 1816; los hermanos de la Doctrina Cristiana de Nancy, fundados por el padre Fréchard, en 1817; los

Pequeños Hermanos de María (maristas), fundados por San Marcelino Champagnat, en 1817; los Hermanos del

Sagrado Corazón de Paradis, fundados por el padre Coindre, en 1821; los Hermanos de la Sociedad de María,

fundados por el padre Chaminade, en 1817; los Hermanos de la Sagrada Familia, fundados por el hermano Gabriel

Taborin, en 1821; la Congregación del Espíritu Santo y el Sagrado Corazón de María, fundada por el padre

Liebermann, en 1841; los Hermanos de la Merced, fundados por M. Delamare en 1842; los hermanos Cristianos de

Irlanda, fundados por el hermano Ignatius Rice, en 1805; el instituto de Hermanas de las Escuelas Cristianas de la

Merced, fundado por la Ven. Julie Postel en 1802 y las Hermanas Guadalupanas de La Salle, fundadas en México

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por el hermano Juan Fromental Cayroche en 1962 -todas ejemplifican el carácter de su trabajo en las reglas

adoptadas, una impresionante similitud con los métodos y objetivos propuestos por San Juan Bautista de la Salle al

fundar el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.

BLAIN, Vie de M. Jean-Baptiste de la Salle (Rouen, 1733); CARRON, Une Vie (Paris, 1885); IDEM, L'Esprit et les

Vertus du bienheureux J.-B. de la Salle (Paris, 1890); The Spirit and Virtues of Bl. J.-B. de la Salle (Tours, 1895);

GARREAU, Vie de M. J.-B. de la Salle (Paris, 1875); CARRON, Le Tendre Ami des Enfants du Peuple (Lyons,

1828); L'Ami de l'Enfance (Lille, 1831); Le Veritable Ami de l'Enfance (Paris, 1838); DUROZIER, L'Abbe de la Salle

(Paris, 1842); SALVAN, Vie de M. Ven de la Salle (Toulouse, 1852); AYMA, Vie de M. de la Salle (Aix, 1858);

LUCARD, Vie du Ven. de la Salle (Paris, 1876); RAVELET, Vie du B. J.-B. de la Salle (Paris, 1888); GAVEAU, Vie

de M. de la Salle (Paris, 1883); Life of M. de la Salle (Italian) (Rome, 1888); KREBS, Leben von J.-B. de la Salle

(Ratisbon, 1859); GUIBERT, Histoire de Jean-Baptiste de la Salle (Paris, end ed., 1901); IDEM, Vie et Vertus de S.

J.-B. de la Salle (Tours, 1901); DELAIRE, Saint Jean Baptiste de la Salle (4th ed., Paris, 1902); BAINVEL, Saint

Jean Baptiste de la Salle (Paris, 1901); GUIBERT, Renouvellement religieux (Paris, 1903); IDEM, Doctrine

spirituelle de Saint J.-B. de la Salle (Paris, 1900); BROTHER NOAH, Life and Work of the Ven. J.-B. de la Salle

(New York, 1878); WILSON, The Christian Brothers, their Origin and their Work (London, 1883); DE DONCOURT,

Remarques Historiques (Paris, 1773); FELLER, Dictionnaire Historique (Paris, 1797); CERF, Maison ou dut naitre le

B. J.-B. de la Salle (Reims, 1870); CHEVALIER, Les Freres des ecoles chretiennes (Paris, 1887); RAVELET-

O'MEARA, The Life of Bl. J.-B. de la Salle (Tours, 1888); BONVALLET, Sur la Noblesse de la Salle in La Revue de

Champagne (December, 1888); PIN DE LA GUERIVIERE, Les aieuls maternels du Bienheureux J.-B. de la Salle

(Reims, 1897); KNECHT, Leben von Johan Baptist de la Salle (Freiburg, 1879); SPEH., Der Heilige Johannes

Baptista de la Salle und sine Stiftung (Kaufbeuren, 1907); HUBERT, Leben von Johan Baptist de la Salle (Mainz,

1887); LUCARD, Annales de l'Institut des Freres des Ecoles Chretiennes (Tours, 1883); CONSTANTIUS (M.M.

GRAHAM) in Am. Cath. Review (July, 1900); IDEM, in Cath. World (August, 1900); BEDEL, La Vie du Rev. Pierre

Fourier (Paris, 1666); ARNOLD, The Popular Education of France (London, 1861); SAINT-SIMON, Memoires (Paris,

1886); ALAIN, L'Instruction primaire avant la Revolution (Paris, 1881); ARNOLD, Notes et Documents sur les

Etablissements d'Instruction Primaire de la Ville Reims (Reims, 1848); BABEAU, L'Instruction Primaire dans les

campagnes avant 1789 (Paris, 1896); BUISSON, Dictionnaire de Pedagogie (Paris, 1887); RENDU, De l'Instruction

Publique (Paris, 1819); BARNARD, De l'Enseignement elementaire en France (Paris, 1894); H. BARNARD, Normal

Schools and other Institutions (Hartford); JUSTINUS, The Educational System of the Brothers of the Christian

Schools in France; Report of the Commissioner of Education (Washington, 1898-1899). Sitio Web del Instituto de los

Hermanos de las Escuelas Cristianas http://www.lasalle.org

HERMANO CONSTANTIUS

Traducido y actualizado por Antonio Hernández Baca

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Dedicado a todos los estudiantes lasalianos del mundo

The Catholic Encyclopedia, Volume I

Copyright © 1907 by Robert Appleton Company

Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight

Enciclopedia Católica Copyright © ACI-PRENSA

Nihil Obstat, March 1, 1907. Remy Lafort, S.T.D., Censor Imprimatur +John Cardinal Farley, Archbishop of New York

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Y V E S P O U T E T

O R Í G E N E S Y C A R A C T E R Í S T I C A S

D E L A P E D A G O G Í A

D E L A S A L L E

CAPÍTULO I

Datos biográficos

Desde el punto de vista pedagógico, la biografía de Juan Bautista de La Salle comprende dos etapas: En una primera fase, él no tiene ninguna mira escolar, pero las circunstancias lo preparan a comprometerse en la formación espiritual y luego pedagógica de los maestros. En una segunda fase, se sumerge en el mundo de los pobres y modela una comunidad de Hermanos maestros, adaptados a su misión de educadores cristianos de los hijos del pueblo.

1. Años de formación

Primogénito de una familia de once hijos, cuatro de los cuales mueren en temprana edad, Juan Bautista de La Salle nació en Reims, probablemente en el actual Hôtel de La Salle ( 4bis, calle de l’Arbalète ) el 30 de abril de 1651. Su familia materna desciende de Juan Moét ennoblecido por Carlos VII el 2 de julio de 1446.1 Su familia paterna tiene como lejano antepasado conocido a Menault de La Salle, casado en Soissons en 1484. Dedicada unas veces al comercio y otras a la magistratura, la familia no posee ningún título de nobleza. La partícula “de” que a menudo se califica de “nobiliaria” no tiene por sí misma valor señorial. Aquí, el patronímico “La Salle” no corresponde ni a la calidad de escudero, ni a la posesión de tierra o de un feudo noble. 2 El uso

1 CL 26, p. 164.2 CL 26, p. 164.

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correcto quiere que la partícula , cuando se encuentra separada del patronímico, no se emplee sino después de un nombre o de un título de dignidad como “Señor” o “canónigo” por ejemplo. Es preferible pues seguir la regla más bien que querer transcribir literalmente firmas con frecuencia no del todo esclarecidas. Los La Salle de Reims firmaban unas veces DeLaSalle, otras De Lasalle o De La Salle, o aún con una L, inicial del nombre Luis, entrelazado con la D. Nosotros escribiremos pues Juan Bautista de La Salle y La Salle.

Su madre, Nicolasa Moét de Brouillet, heredera de una tierra noble, perdió su nobleza al desposarse con Luis de La Salle, miembro del Consejo de Reims, es decir magistrado, a menudo calificado de “noble” porque era de alta burguesía Nicolasa contrajo matrimonio en agosto de 1650, cuando aún no tenía diecisiete años y su marido iba a cumplir veinticinco. Su hijo mayor, Juan Bautista, se relaciona pues habitualmente tanto con la nobleza como con magistrados de Reims, burgueses comerciantes y consejeros del rey.

Los estudios de Juan Bautista empiezan en la familia. No lo ponen en contacto directo con los Maestros de las escuelas menores y de pensión, ni con los Maestros calígrafos y menos con las escuelas parroquiales destinadas a los pobres. A los diez años entra al colegio de los Bons- Enfants que depende a la vez de la Ciudad, de la Universidad y del Arzobispo. Sus profesores son eclesiásticos seculares, mientras que el Canciller, que otorga los diplomas universitarios , es un primo lejano, el canónigo Pedro Dozet.

Un año más tarde, manifiesta a sus padres el deseo de consagrarse más intensamente al servicio de Dios. El 11 de marzo de 1662 recibe la tonsura eclesiástica en la capilla del arzobispado. El primero de abril de 1663 su colegio ofrece una representación teatral, El Martirio de San Timoteo, con intermedios amenizados con ballets y música sinfónica. ¿Es él, joven tonsurado, quien representa el papel de Pánfilo como parece indicarlo el cartel que anuncia el espectáculo? No es imposible aunque no esté sino en quinto año, pero si no es él, es Juan Bautista de La Salle (1649 - 1729), dos años mayor que él, hijo de su tío Juan (1624 - 1659), que será mosquetero del rey.3 Sea lo que sea, su futuro director de conciencia , Nicolás Roland, ( 1642 - 1678), hoy beatificado, sobresalía en el colegio de los Jesuitas, más o menos rival de los Bons - Enfants , nueve años antes, en la coronación de Luis XIV (junio 1654) participando con mucho aplomo en un juego escénico honrado con la presencia de la corte.4 Al uno como al otro, este género de ejercicios escolares les enseña la buena elocución y las buenas maneras de la vida en sociedad.

El 12 de abril de 1665, los esfuerzos de Juan Bautista de La Salle en clase de Tercera son coronados por el segundo premio en discurso redactado y un accessit en arte oratorio. Ni el primer premio, ni ninguno de los tres accessits relativos a estudios religiosos le son concedidos: Théodore Bazin, Charles du Mesgnil, Nicolas Mirmin y Francois Caillambault le son considerados superiores. Brillante en los estudios latinos, no sobrepasa todavía en “doctrina cristiana” al conjunto de sus compañeros.5

El jueves 7 de enero de 1667, seis meses después de que el canónigo Dozet había renunciado a su canonjía, Juan Bautista es solemnemente entronizado canónigo en la silla 21 que fue la de san Bruno, fundador de los Cartujos después de haber sido reformador de 3 CL 41, p. 151, n. 2.4 Positio Roland, p. 25.5 Y.POUTET, Le XVIIe siècle et les origines lasalliennes, t. I, p. 149, Documento en CL 41/2, p. 160-161.

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la Universidad de Reims. Dos años más tarde el canónigo de La Salle termina su ciclo de humanidades en los Bons - Enfants con el diploma de Maestro en artes. Emprende luego los estudios de teología, primero en Reims y luego en París.

La Sorbona y el seminario de San Sulpicio son escogidos por su excepcional reputación. Pero La Salle no los aprovecha sino dieciocho meses, lo que le basta sin embargo para crearse relaciones imperecederas con sacerdotes eminentes y medios educativos experimentados.

La muerte de su madre en 1671 y la de su padre en 1672 lo obligan a hacerse responsable de la tutela de sus hermanos y hermanas. Vuelve a Reims y continúa sus estudios con aplicación al mismo tiempo que prepara su licenciatura y doctorado en teología.

Ordenado sacerdote en la catedral de Reims, se ve pronto encargado de la ejecución testamentaria del canónigo Roland, su director espiritual, fallecido el 27 de abril. Éste no pudo terminar la organización de las escuelas gratuitas para niñas de la diócesis de Reims mediante la obtención de las indispensables letras patentes de Luis XIV. En febrero de 1679 La Salle lo consigue. Más de mil niñas en los cuatro barrios de la ciudad de Reims se benefician del nuevo Instituto cuya casa madre, 48 calle Barbâtre, conserva en la cripta de su capilla los preciosos restos de su fundador

Algunos meses más tarde, La Salle encuentra en la casa de las Hermanas del Niño Jesús, al supervisor de las escuelas populares de Ruan, Adriano Nyel, venido a Reims para fundar igualmente escuelas gratuitas para los niños. Juan Bautista le informa de los obstáculos encontrados por el canónigo Roland con los administradores del Hospital General, de manera que Nyel renuncia a acudir a sus buenos oficios y acepta la hospitalidad que le ofrece el canónigo de La Salle. Las escuetas gratuitas para niños se colocan preferentemente, bajo la tutela de los párrocos más bien que al amparo de la Oficina de los pobres. Nyel y el joven de catorce años que lo acompaña se encargan de la escuela parroquial del párroco de San Mauricio que acaba de perder a su maestro. El 2 de octubre una segunda escuela, en parroquia de Santiago, recibe dos nuevos maestros reclutados por Nyel con la aprobación del canónigo de La Salle.

Desde ese momento, la vida de éste se liga a la de los maestros, a quienes hospeda primero en una casa vecina a la suya (Navidad 1679) y luego en su propia mansión a partir del 24 de junio de 1681. En junio de 1682, el alcalde y los magistrados de Cháteau-Porcien (Ardennes) le piden dos maestros. La pequeña comunidad en vía de formación se desarrolla de tal manera que él puede enviarles dos desde el 27 de junio para comenzar clase el martes 30 del mismo mes.6 Sin duda Nyel los acompaña pues proyecta subir más al norte hacia Guisa y Laon. De todas maneras es él quien posee la experiencia pedagógica de más de veinte años de enseñanza con los pobres de Rúan.

Durante el curso de esta negociación, el 24 de junio de 1682, La Salle y la comunidad naciente se instalan en la Calle Nueva, cerca del lugar que actualmente ocupa la escuela de San Juan Bautista de La Salle en la calle de Contrai. Un año más tarde, el 16 de agosto de 1683, para aprovechar mejor su tiempo y compartir más intensamente la vida de los maestros desprovistos de patrimonio, el canónigo de La Salle renuncia a su canonjía que representa un capital de 40,000 libras que producen una renta de dos mil libras anuales, es decir, más de diez veces el salario de un maestro de las escuelas parroquiales. Durante el

6 Les lettres de saint J.-B. de La Salle, París, 1954, p. 367.

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curso del invierno de 1683-1684 particularmente severo, distribuye a los necesitados la mayor parte de sus propios capitales y ofrece así el ejemplo del desprendimiento evangélico de las riquezas.

2. Profundización de la vocación pedagógica

Mientras el equipo inicial de los maestros se transforma poco a poco en una verdadera comunidad con finalidad a la vez pedagógica y cristiana al servicio de los pobres, se alistan nuevos maestros que son formados y enviados a otras escuelas (Rethel Guisa y Laon además de otras parroquias de Reims). Pero el agotamiento físico doblega a los jóvenes maestros. El 24 de marzo de 1684 y el 26 de junio de 1685 La Salle participa en los funerales de jóvenes Hermanos fallecidos prematuramente. (Cosme Boiserins, 29 años y Juan Lozart. 34 años). El aire insalubre de las clases es probablemente el responsable de estas muertes.7

El 20 de agosto de 1685, en Rethel, en las Ardennes, el duque de Mazarino, señor del lugar, firma un contrato por el cual financia a dos miembros de la comunidad de los Hermanos considerados “inteligentes” y capaces de preparar a diecisiete jóvenes para cumplir “todos los deberes de la profesión de maestros de escuela”. Sostenidos por el duque estos jóvenes serán “formados e instruidos en las verdaderas máximas de los pedagogos cristianos, lo mismo que capacitados para leer, escribir y cantar en los oficios litúrgicos”.8 Si este contrato inicial en lo futuro no se ejecutó tal como se había estipulado, los archivos del duque consultados en Monaco permiten comprobar que el contador del duque continuó hasta 1713 sosteniendo financieramente a los Hermanos o las tentativas de J. B. de La Salle para establecer un seminario de maestros para las escuelas parroquiales del campo.9

La preocupación del fundador de los Hermanos de completar su formación pedagógica aprovechando la experiencia de Carlos Demia, sacerdote responsable de la dirección de las escuelas de la diócesis de Lyon, se pone de presente el 4 de diciembre de 1687. La Salle le hace llegar el equivalente del salario mensual de nueve maestros de escuela en pago de un pedido importante de libros destinados, al menos en parte, a la escuela de la parroquia San Sulpicio de París que su director, el abate Compagnon, desea confiar a los Hermanos. El futuro obispo de Chartres, abate Godet de Marais, residente en la Pequeña Comunidad de seminaristas de San Sulpicio, es el encargado de asegurar su recibimiento.10

Habiendo rehusado, por consejo del Padre Barré, fundador de las Hermanas del Niño Jesús de Rúan y de París, a limitar su acción únicamente a la diócesis de Reims, como se lo pedía el arzobispo Le Tellier, La Salle llega a París el 24 de febrero de 1688 en compañía de dos Hermanos para ponerse al servicio de la escuela parroquial de la calle Princesa. En Reims, un Hermano que ha hecho buenos estudios clásicos, el Hermano Enrique L’Heureux, reemplaza al fundador en la formación de los Hermanos jóvenes tanto espiritual como pedagógicamente.

7 CL 40, p. 86-87.8 Bulletin des Frères des écoles chrétiennes, avril 1960, p. 59 e Y. POUTET, Le XVIIe s., op. cit., t. I, p. 700-703.9 Y: POUTET, ibid., p. 704-706.10 CL 40, p. 218.

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En París, la escuela de la calle Princesa, dirigida por el abate Compagnon acompañado de varios maestros y de un contramaestre encargado del taller de bonetería, sirve a la vez de centro de aprendizaje para los alumnos y de fuente de recursos. Su funcionamiento se modifica al poco tiempo: la bonetería se suprime después de algunos meses. La Salle obtiene del cura de San Sulpicio que los niños que asisten a la escuela cesen de ser considerados como clérigos disponibles a todo momento para realzar el brillo de las ceremonias de bautismo, matrimonio y funerales.

La Salle se encarga de otras escuelas, primero en la parroquia de San Sulpicio, más tarde en otros barrios. Los maestros de las escuelas menores y los maestros calígrafos pierden alumnos, se indisponen, intentan procesos ante el gran Chantre de la catedral y en los tribunales de justicia del Parlamento de París para obtener que los alumnos de las escuelas de La Salle provengan siempre de familias inscritas en los registros de limosnas parroquiales. Un sistema educativo que rechaza la discriminación de pobres y ricos no conviene a estas asociaciones de maestros. Llegan a las vías de hecho y saquean el mobiliario escolar. Sin embargo La Salle no cede aunque llueven las multas. Él sostiene que no le corresponde averiguar la fortuna o la pobreza de las familias, pues hacer gratuitamente el bien a todos sin distinción no le parece reprochable. Esta querella continúa a lo largo de toda su vida, ya en una ciudad ya en otra.

3. Expansión de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.

En invierno, a principios del año 1691. los agotadores viajes a pie de París a Reims y el cuidado de las comunidades establecidas en Rethel, Guisa y Laon, obligan a La Salle a seis semanas de dolorosos cuidados con ayuda del célebre Helvetius medico del rey. La muerte del Hermano L’Heureux complica la situación agravada por la escasez de nuevos aspirantes. Por eso se busca una solución en el establecimiento cerca de París, en la localidad de Vaugirard, de un noviciado en edificios rodeados de jardines, hoy desaparecidos, que se hallaban en la esquina de las actuales calles Copreau y Vaugirard.

El miércoles, 21 de noviembre de 1691, en la fiesta de la Presentación de María en el Templo, La Salle se asocia con dos Hermanos, Gabriel Drolin y Nicolás Vuyard, para constituir una sociedad de fundadores comprometidos por voto a llevar a buen término el establecimiento del Instituto de los Hermanos de las escuelas cristianas, de común acuerdo “hasta el último sobreviviente” o hasta la plena realización de esta obra, aun cuando nos fuere necesario “pedir limosna y vivir de solo pan”. Tres años más tarde todo anda mejor. Doce Hermanos emiten, con La Salle, un voto perpetuo de obediencia al Superior del Instituto y al “cuerpo de la sociedad” completado por los de “asociación” y de “estabilidad” para “tener juntos las escuelas gratuitas” aún si ven obligados “para hacerlo, a pedir limosna y vivir de solo pan.”. Evidentemente, Nicolás Vuyard y Gabriel Drolin forman parte del número de los firmantes. No quedan sin embargo libres de su compromiso de 1691 pues les resta por hacer lo necesario para que la nueva congregación religiosa sea reconocida por letras patentes del rey y por el Soberano Pontífice, a fin de poder irradiar no solamente en todas las diócesis de Francia sino también en otras naciones, lo que no sucederá sino en 1724 - 1725.

Durante el año escolar de 1698 - 1699, se estableció en la calle de Lourcine (más tarde calle Broca), no lejos de la iglesia de San Hipólito, un seminario de maestros del campo con una

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escuela de aplicación en provecho de los niños de dos parroquias vecinas. A petición de los sacerdotes de San Sulpicio, un joven llamado Antonio Forget, se formó allí en la enseñanza durante seis meses, con la intención de ser enviado a Montreal, Canadá, para fundar una escuela sulpiciana.11

Los Hermanos están ahora en Chartres, Calais y Troyes. En las vacaciones de septiembre de 1702, con toda probabilidad, La Salle, contra su costumbre, toma la iniciativa de enviar dos Hermanos a Roma, que son también dos hermanos de sangre, Gerardo y Gabriel Drolin, con la misión de fundar en la ciudad del Papa, una escuela gratuita conforme a las exigencias pedagógicas y apostólicas del Instituto. El primero no resiste mucho tiempo el ambiente extraño y regresa a Francia con vagas intenciones de hacerse trapense. Gabriel, por el contrario, antiguo director de la comunidad de Calais, pone todo su empeño en contribuir a la realización del voto de fundación emitido en 1691. Obtendrá finalmente la autorización de enseñar en una “escuela del Papa” y no volverá a Francia sino después de la aprobación pontificia de los Hermanos de las escuelas cristianas y la llegada a Roma, calle Ferrera no 506, del Hermano Fiacre, que lo remplazó en 1728.12

Durante los años 1696 - 1703, La Salle publica la mayor parte de los libros que destina a los niños y a los maestros de sus escuelas. En 1705 se hace necesaria una segunda edición de varias obras, tanto más cuanto que los Hermanos están ahora en una escuela de Calais (para hijos de marineros), en Aviñón, en Dijon, en Rúan y en Darnetal cerca de Ruan, a tiempo que otras ciudades reclaman su presencia. Antonio Chrétien, “primer impresor librero de la Universidad de París” hace relación de un privilegio del rey que menciona la mayor parte de las obras de La Salle que serán objeto de un capítulo especial con la Colección de varios tratados para uso de los Hermanos de las escuelas cristianas aprobado el mismo año en Aviñón.13 Sin embargo, el escaso número de Hermanos, menos de un centenar, no permite en vida de Juan Bautista de La Salle imprimir las Reglas comunes, ni las Reglas para la escuela llamadas más adelante Guía de las escuelas. Permanecen manuscritas en espera de algunas reformas, al mismo tiempo que son objeto de lecturas públicas e individuales. Evidentemente, al abandonar a Francia para ir a Roma Gabriel Drolin las ha llevado consigo. La experiencia de los once Hermanos que con él se comprometieron a perpetuidad el 6 de junio de 1694 no cesa de enriquecer estas obras.

La expansión de los Hermanos continúa durante los años siguientes por varias ciudades de Francia. Gobernadores, intendentes, alcaldes, párrocos y obispos son, según las circunstancias, quienes los llaman. No citamos sino los establecimientos duraderos: Marsella (1706), Mende, Ales, Grenoble (1707), Versalles, Boulogne-sur-Mere, Moulins (1710), Los Vans (Ardéche, 1711), reformatorio en Rúan (1715). Este crecimiento, sin embargo, no se desarrolla sin crisis.

4. Las grandes dificultades después de 1709

11 Y. POUTET, op. cit., t. II, p. 342.12 Gabriel Drolin, nació en la parroquia de Santiago, en Reims, el 22. 7. 1664, murió en Auxonne en 1733.13 Cf. CL 15.

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Los años 1709 -1714 son para La Salle particularmente negros. Empiezan la noche de Reyes, en la mañana del 6 de enero de 1709. Hasta fin de mes la temperatura en París es de 15° C bajo cero, a veces de 20° C bajo cero. Solamente en la capital, en los círculos allegados al rey Luis XIV, se habla de más de veinte mil muertos. El deshielo definitivo solo tiene lugar el 15 de marzo.14 Sin esperar este cambio de temperatura, que no trae la abundancia de víveres, La Salle, cuyo noviciado funciona en la propiedad de San Yon, cerca de Ruan, desde 1705, llama a sus novicios a París , cerca de la calle Sèvres, en la actualidad calle San Juan Bautista de La Salle, donde hoy funciona una importante oficina de correos.

Más tarde, él mismo es llevado ante la justicia. Por una parte los Maestros de las escuelas menores y los Maestros calígrafos han logrado prohibirle, por medio del Chantre como por los jueces civiles, toda posibilidad de dirigir un seminario de maestros en París. Por otra parte, solicitado por Juan Carlos Clement, clérigo menor de edad, hijo de Julián Clement, cirujano de la corte, que se compromete en 1708 a proporcionar los fondos necesarios, funda nuevamente un centro parecido de formación pedagógica en la ciudad de San Dionisio, no lejos de la capital. La denuncia del contrato por el abate Clement, una vez provisto del beneficio de una abadía, ocasiona a La Salle los peores fastidios procesales pues puso en duda su buena fe ante las personas de bien en la corte.

En 1710, año de felices fundaciones en Versalles, Boulogne y Moulins, algunas personalidades de Lyon, persuadidas de que los Hermanos de las escuelas cristianas consagrados al servicio de las escuelas gratuitas serían útiles sucesores de los clérigos del Seminario San Carlos de Demia para dirigir las escuelas parroquiales de la ciudad, llamaron a los Hermanos, pero una fuerte oposición hizo fracasar el proyecto. Al año siguiente, fueron los Hermanos de Macón, llegados a la ciudad en 1709, quienes debieron abandonarla, probablemente porque el canónigo Gorze, que los hizo venir, no tomó la precaución de informar anticipadamente a su obispo Monseñor de Tilladet.15

Los años 1711-1712 señalan una etapa muy importante. La Salle pidió anteriormente repetidas veces a sus Hermanos que eligieran a uno de ellos para reemplazarlo a la cabeza del Instituto. Si no quiere eclesiásticos entre ellos, ni siquiera como Superior, es porque juzga que un maestro de escuela elemental debe consagrarse por completo a la educación de sus alumnos y no distraerse de su oficio por otros “ministerios”. Para él, los superiores no sacerdotes son muy capaces de asegurar una dirección espiritual, pedagógica y apostólica de sus comunidades. Pero las autoridades eclesiásticas de París, por carecer sin duda de ejemplos similares, no piensan lo mismo. Los Hermanos mismos desean conservar a La Salle como superior. En febrero de 1711, La Salle toma pues la decisión de alejarse de París durante varios meses. Visita sus casas alejadas de Aviñón, Marsella, Ales, Los Vans, Mende y Grenoble, donde firma un contrato para una nueva edición de sus Deberes de un cristiano. Al final de septiembre regresa a París.

El 18 de febrero de 1712, después de dar al Hermano Bartolomé, director del noviciado, todas las instrucciones necesarias para reemplazarlo en su ausencia y prepararse así, sin decírselo, a ser el posible sucesor laico del superior de su Instituto, La Salle toma de nuevo el camino en dirección al sur. En Marsella sufre varios fracasos. Piensa reunirse con el Hermano Drolin en Roma y llevarle un compañero para ampliar su escuela, pero Mons.

14 François Bluche, Louis XIV, París, 1986, p. 788.15 Y. POUTET, op. cit., t. II, p. 119.

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Belsunce lo retiene con la esperanza de confiarle la dirección de otras escuelas, proyecto que no se realiza. Algunos bienhechores proponen sostener la creación de un noviciado meridional para que los maestros de la región estén mejor informados de la lengua y de las costumbres del país. El Hermano Timoteo es nombrado director. Pronto, los “bienhechores” queriendo imponer sus miras sobre la manera de vivir de los Hermanos, hacen fracasar la obra.

La Salle piensa que él es la causa de todos estos sinsabores que se acumulan, desde hace varios meses, ante el anuncio de su condena en el negocio Clement, que lleva a la ruina del seminario de maestros de San Dionisio. Se refugia en la soledad de los Montes del Santo Óleo y del monasterio dominicano de San Maximino, donde pasa cuarenta días en los meses de abril y mayo de 1713. Regresa a Marsella, sigue a Mende y se refugia en Grenoble , en una buhardilla de la comunidad que tiene la escuela en el número 40 de la actual calle de san Lorenzo. Su vida es una vida de oración. Dos estadías en la soledad vecina , donde reemplaza durante un tiempo al abate Saléon, futuro obispo de Agen, para animar retiros en Parmenia, lo ponen en contacto con “Sor” Luisa, piadosa pastora consagrada al cuidado de este santuario llamado Nuestra Señora de las Cruces. Una carta de los Hermanos de París y de las comunidades vecinas fechada el primero de abril de 1714 le pide que se ponga a la cabeza de su Instituto en nombre de la obediencia que él mismo prometió “al cuerpo de la sociedad”. La situación es realmente grave pues algunos superiores eclesiásticos han sido nombrados por diferentes obispos para velar por las comunidades de La Salle, mientras los Hermanos se interrogan sobre la oportunidad de someter sus Reglas, una vez modificadas, a la aprobación de los obispos con el fin de obtener su reconocimiento legal por letras patentes. Poco convencido de que la carta del primero de abril represente verdaderamente “el cuerpo de la sociedad”, La Salle vacila, interroga a Sor Luisa, acude a la oración y, a pesar de los amigos que desean conservarlo en Grenoble (el abate de Saléon, cura párroco de San Lorenzo, las religiosas de la Visitación, cuyo convento encierra hoy el Museo del Delfinado), se decide a emprender el camino de Lyon para regresar a París adonde llega el 10 de agosto de 1714.16 Su manera de presentarse al Hermano Bartolomé refleja su firme intención de ver que los Hermanos escojan otro superior distinto de él. Dice sencillamente: “He llegado, ¿qué deseáis de mí?”

Al año siguiente el noviciado vuelve nuevamente a San Yon donde el Hermano Bartolomé continúa siendo su director. La Salle aconseja a los Hermanos, compone Meditaciones para ellos, explica a los novicios su Método de oración, revisa su Guía de las escuelas a la luz de la experiencia personal que ha adquirido al visitar las escuelas, anima a los maestros, escucha sus desiderata, hasta reemplaza a uno de ellos para enviarlo lejos a tratar un asunto confidencial (el caso del director de la escuela de San Lorenzo en Grenoble) o, con más frecuencia, para llenar el vacío ocasionado por la enfermedad de un maestro. La atención prestada a las observaciones de los párrocos y de los obispos ha madurado su reflexión pedagógica. Las variadas costumbres regionales, más pronunciadas que hoy, entre París y las Provincias, lo mismo que entre la Francia del norte y la del sur del Loira, han ampliado su visión al hacerle evidente la necesidad de legar a sus Hermanos una pedagogía abierta, capaz de adaptaciones.

La monotonía de un retiro acompañado de crueles reumatismos se rompe con varias visitas a las escuelas de Reims, Boulogne, Calais y la preparación de un Capítulo general en 1717,

16 CL 8, p. 119.

Page 23: Juan Bautista de La Salle

con el fin de perfeccionar las Reglas destinadas a ser más tarde aprobadas por Roma. Por último, después de dos días de retiro, el domingo y lunes de Pentecostés de 1717, el Capítulo empieza con la elección del Superior general que ha de suceder al Fundador. El Hermano Bartolomé es elegido el 18 de mayo por los dieciséis Hermanos Directores presentes. La Salle continúa siendo el consejero privilegiado. A petición del Capítulo, él contribuye a la actualización de las Reglas de sus comunidades como de las escuelas. Cada vez más debilitado por le enfermedad, muere en San Yon el viernes santo 7 de abril de 1719. Sus restos se guardan en Roma en la capilla de la Casa generalicia de los Hermanos, 476 vía Aurelia. Su congregación será aprobada por letras patentes de Luis XV, firmadas en septiembre de 1724, pero registradas solamente el 2 de marzo de 1725 en el Parlamento de Normandía y por la Bula pontificia de Benedicto XIII del 26 de enero de 1725 registrada en Ruan el 12 de mayo de 1725. Como las letras patentes no conciernen sino a la casa de San Yon , aunque tienen valor para todas las que de ella dependen, los Hermanos de las Escuelas Cristianas fueron llamados Yontains ; haciendo mofa de esta palabra Voltaire fingió ver en ellos Ignorantins en su poema sobre los Hermanos de los grandes sombreros , mientras el intendente de Guayana irá poco después a pedir a uno de sus Superiores que le envíe algunos de sus sabios ignorantones.17

En 1720 aparece la primera edición de la Guía de las escuelas. El Hermano Bernardo empieza a redactar una biografía de J. B. de La Salle y a reunir todos los testimonios posibles. En 1723, el Benedictino Francisco Elias Maillefer, escribe en Reims una biografía inspirada por la familia del difunto y la modifica un poco en 1740. En 1733 el canónigo Juan Bautista Blain publica en Ruan la primera biografía exhaustiva en dos grandes volúmenes in-quarto, con miras a la futura beatificación que no tendrá lugar sino en 1888, mientras que la canonización será objeto de manifestaciones mundiales en 1900. Considerando el valor universal y cristiano de los principios pedagógicos de La Salle, Pío XII proclamará a san Juan Bautista de La Salle “patrono especial de los educadores de la niñez y de la juventud” el 15 de mayo de 1950. Es reconocer que la profunda encarnación de su obra en las realidades de su tiempo no limita su valor a la época de Luis XIV.

17 Archivos HEC, en Talence, Carpeta Burdeos 1743.

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EDGAR HENGEMÜLE, FSC

LA SALLE

Lectura de unas lecturas

3. LA SALLE: PERSONAJE Y

ESCENARIO EDUCATIVO

El personaje: Un itinerario imprevisto

Juan Bautista de la Salle es natural de Reims, capital de la Champaña, Francia. Nació el 30 de

abril de 1651. Su padre era magistrado, hombre culto de la burguesía. Su madre pertenecía a una

familia noble, también de magistrados.

Page 25: Juan Bautista de La Salle

Los libros que a él se refieren, con frecuencia lo designan como abate de La Salle. Esto,

porque en el vocabulario francés del siglo XVII, la palabra abate, entre otras cosas, designaba un

sacerdote que, a diferencia de un párroco, no poseía un “beneficio”, es decir, honorarios ligados a

una función eclesiástica.

El propósito inicial del “abate” de La Salle había sido el de hacerse sacerdote para cuidar de

una parroquia. Con este fin frecuentó el seminario de san Sulpicio, en París, entre octubre de 1670

y abril de 1672. No desistió de este propósito cuando, fallecidos los padres, tuvo que abandonar el

seminario para asumir la tutela de sus hermanos y hermanas en la ciudad natal. Allí continuó la

preparación para el sacerdocio. Ya desde los 16 años era depositario del título, de las obligaciones

y de la remuneración de canónigo. Ordenado sacerdote a los 27 años, se propone cambiar su título

de canónigo por el de párroco de san Pedro de Reims. Mas su obispo se opone. Y nunca fue

párroco. Ni en este comienzo de su vida sacerdotal, ni a lo largo de toda ella. Es que,

paulatinamente, su existencia fue asumiendo otro rumbo.

El canónigo Roland, su amigo y consejero, había fundado la Congregación de las Hermanas

del Niño Jesús de Reims, para la educación de las niñas pobres de esta ciudad. Antes de fallecer,

en 1678, rogó a La Salle que consolidase esta obra que todavía no estaba aprobada oficialmente.

Éste lo hace, consiguiendo de las autoridades locales y del rey el reconocimiento legal de las

Hermanas. Fue su primer compromiso significativo con el mundo de la educación.

En marzo de 1679, llegaba a Reims un maestro llamado Adriano Niel. Traía cartas de una

señora Maillefer, natural de Reims, pero que vivía en Ruan, proponiéndose ayudar a abrir escuelas

para niños pobres de su ciudad natal. La Salle alojó al recién llegado en su casa. Lo acompañó y lo

ayudó en la apertura de una escuela. Pero esa fue seguida por otras en la ciudad. Y Niel,

Page 26: Juan Bautista de La Salle

emprendedor mas no consolidador, paso a iniciar nuevas obras en otras ciudades en vez de

solidificar las primeras y cuidar de los maestros que para ellas había contratado.

Sin que lo hubiese previsto ni deseado, La Salle fue ocupándose de esos maestros y

comprometiéndose con ellos de forma cada vez más total: comenzó alquilando para ellos una casa

próxima a la de su familia. Después, alojó a esa gente modesta en su propia residencia, primero

durante el día y, en seguida, también en la noche. Ante las críticas de la parentela, salió de la

mansión paterna con los maestros y fue a morar en otra casa, también alquilada. Convencido de

que ésta era su misión, renunció al canonicato para entregarse enteramente a la formación de los

maestros y a la dirección de las escuelas. Finalmente, aprovechó la hambruna de 1684 para

distribuir sus bienes a los pobres. Comenzó a trabajar para los maestros del pueblo; pasó a vivir

con ellos, y terminó viviendo como ellos, en la condición de personas sencillas trabajando para los

sencillos.

Al final de su vida, haciendo una relectura en la fe cristiana de ese inicio imprevisto de su

historia, La Salle dijo:

Dios que conduce todas las cosas con sabiduría y dulzura y que tiene por costumbre no

forzar las inclinaciones de los hombres, queriendo comprometerme a tomar el cuidado total de

las escuelas, lo hizo de forma tan imperceptible y en etapas sucesivas, que un compromiso me

conducía a otro sin poder prever nada desde el inicio18.

Comprometido de forma imprevista y, en su lectura, providencial, con la educación y con los

maestros de escuela, fue, con ellos, delineando un nuevo tipo de instituto religioso en la Iglesia,

18 Blain, 1733a, p. 169

Page 27: Juan Bautista de La Salle

una congregación original, constituida únicamente de religiosos laicos19 dedicados exclusivamente

a la educación: los Hermanos de las Escuelas Cristianas, hoy también conocidos en 82 países de

los cinco continentes por Hermanos Lasallistas. Siempre con ellos, La Salle fue igualmente

viviendo y diseñando un proyecto educativo marcado por su tiempo, pero también con

características nuevas.

En 1900, León XIII lo incluyó en el canon de los santos de la Iglesia católica. De esta manera,

reconoció como digno de imitación, por los fieles cristianos, el estilo de vida que él llevó al recorrer

el itinerario imprevisto que fue toda su existencia.

La consideración de su obra educativa y pedagógica y la manera de realizarla llevaron al Papa

Pío XII a proclamarlo, en 1950, patrono de los educadores cristianos, tanto de los que ya ejercen el

ministerio como de los que se están preparando para ello.

Fuentes básicas de información

Informaciones sobre la persona y la vida de La Salle se encuentran en algunos pasajes

autobiográficos (fuentes primarias) y en los biógrafos (fuentes secundarias)

En el dominio autobiográfico, los primeros biógrafos transcriben fragmentos de un texto que

no se conservó y que se acostumbra a designar como Memoria de los Comienzos20. En ellas,

habla de los orígenes de su institución religioso-educativa y particularmente de la forma como él se

19 “Llámase instituto laical aquel que [...] no incluye el ejercicio de orden sagrada” (Juan Pablo II. Código de Derecho Canónico, cánon 588). En otros términos, lasical es aquel instituto religioso que no incluye sacerdotes entre sus miembros.20 cf. Blain, 1733a, p. 169.

Page 28: Juan Bautista de La Salle

fue comprometiendo con la obra escolar y con los maestros populares. Autobiográficas son

también la Reglas que me he impuesto, una especie de proyecto personal de vida de La Salle21.

Las Cartas22 revelan rasgos de su personalidad, de su pensamiento, de sus convicciones y

preocupaciones; proporcionan elementos de su mayor creación, el Instituto de los Hermanos de las

Escuelas Cristianas; y dan testimonio de su pedagogía de iniciador de un grupo humano original en

la historia de la Iglesia católica.

De los biógrafos lasallanos, algunos son de la primera hora; otros, posteriores. Para este

estudio, interesan particularmente los tres de la primera hora, contemporáneos de La Salle y

testimonios vivos de su vida y obra. Son ellos: Bernard, Maillefer y Blain. Bernard era su

discípulo; Maillefer, su sobrino; y Blain, su amigo y confidente. Todos ellos procuraron ser fieles a

los documentos de que disponían, reconociendo, sin embargo, que presentaban lagunas, unas

veces, y hasta contradicciones, otras. De los tres, el más completo fue Blain, “Biógrafo a la antigua,

algunas veces panegirista difuso en demasía, otras veces apologista inhábil...”23. Sin embargo él

“contribuyó con un caudal de informaciones que sería difícil o imposible hallar en otro lugar”24.

Siendo tan próxima de la muerte del santo, esta vida (escrita) por un contemporáneo y un testigo,

que además, ha interrogado a sus familiares, sigue siendo [...] preciosa e igual a una fuente.”25.

Fuentes primarias para el estudio de la obra educativa de La Salle son las referencias que él

hace en las Reglas que me he impuesto y en las Cartas; son sobre todo sus obras

pedagógicas; y son también, parcialmente, sus escritos espirituales.

Las Reglas que me he impuesto, aunque de carácter esencialmente espiritual, se refieren

también a su condición de orientador de sus maestros de escuela transformados en religiosos.

21 cf. Blain, 1733b, p. 318-319.22 Molloy.23 Rayez, p. 29.24 Rigault, p. IV.25 Rayez, p. 31.

Page 29: Juan Bautista de La Salle

Las Cartas revelan algunos rasgos de su experiencia educativa y de su pensamiento

pedagógico: hablan de su preocupación por la asiduidad de los alumnos al salón de clases26; de lo

que él piensa de la forma de actuar del director y de la presencia educativa de éste en la escuela27;

del ejercicio del magisterio por los educadores28; de los contenidos que éste debe enseñar29; de la

fidelidad que deben guardar al “modus” lasallano de enseñar conforme a la Guía de las

Escuelas30; de la manera de administrar los castigos corporales31. Además de eso, también ellas

resaltan la pedagogía personal de La Salle como formador de sus discípulos-maestros.

Las obras didáctico-pedagógicas registran esencialmente los contenidos y las prácticas

usuales en sus instituciones educativas. Están destinadas al estudio o a la orientación pedagógica

de sus maestros y al uso de sus alumnos. Se pueden agrupar en cuatro grupos: 1. Obras de

orientación pedagógica y metodológica: la Guía de las Escuelas, que identifica las prácticas

educativas y las normas de organización escolar lasallanas. 2. Libros de instrucciones: Las

Instrucciones y Oraciones para la santa Misa, la Confesión y la Comunión y los Deberes del

Cristiano. Estos constituyen catecismos, presentados en dos versiones diferentes: una en texto

seguido; otra en forma de preguntas y respuestas. Ambos son completados por un texto de

formación litúrgica: Del Culto exterior y público que los Cristianos deben tributar a Dios. 3.

Textos de estudio: El Pequeño y el Gran Epítome de los Deberes del Cristiano y el Silabario

Francés; y textos de lectura: Las Reglas de Urbanidad y Cortesía, en las cuales La Salle pone a

disposición de la clase popular las normas de urbanidad que él había aprendido en el seno de una

familia bien situada social y económicamente. 4. Manuales de oraciones y cánticos: Ejercicios de

26 Cartas, 11, 54, 56.27 Cartas, 11, 12.28 Cartas, 49.29 Cartas, 55, 57, 69, 100.30 Cartas, 11, 34, 39, 55.31 Cartas, 9, 11, 55, 98, 99.

Page 30: Juan Bautista de La Salle

Piedad que se hacen durante el día en las Escuelas Cristianas; el Salterio de David con el

Oficio de la Virgen y Cánticos Espirituales para uso de las Escuelas Cristianas32.

Lo educativo y lo pedagógico tienen eco también en sus escritos espirituales. En estos trata

de la naturaleza y del fin de la educación cristiana33. En ellos, igualmente, se prescriben elementos

de la vida diaria de la escuela y del salón de clase: períodos de clase y de festivos, horarios,

contenidos para desarrollar, lenguaje que se ha de emplear, modo de relacionarse con los

educandos, medios educativos que se deben emplear, supervisión de los profesores y alumnos,

manera de corregir34.

Entre las fuentes secundarias referentes a su obra educativa, están en primer lugar los

biógrafos, que nos permiten acercarnos a la persona de La Salle que piensa y promueve la

educación: traza el derrotero del origen y evolución de la obra de sus escuelas en favor de los

pobres y de las luchas que tiene que sostener para establecerlas. Describen sus iniciativas en pro

de la formación doctrinal, técnica y espiritual de sus maestros. Se refieren a sus textos didáctico-

pedagógicos. Y hablan de otros medios que puso en juego para que sus escuelas cumplieran su

finalidad y para que marcharan bien35.

3.2 El escenario educativo

En el siglo XVII francés se verifica una creciente atención a la educación, sobre todo del

pueblo36. Pero no con el apoyo irrestricto de todos. Muchas veces, los padres no tenían conciencia

de la necesidad e importancia de enviar los hijos a la escuela. En otros casos, eran las escuelas

32 Poutet, 1980.33 La Salle, 1965a, p. 1-3.34 La Salle, 1965a, p. 5, 12-25, 76-77, 80-82, 84, 103….35 ap. Molloy, p. 37, 144, 147...36 Bluche, 1984, p. 195.

Page 31: Juan Bautista de La Salle

las que no ofrecían atractivo a los niños y a las familias, por no corresponder a las necesidades

reales de preparación para la vida sentidas por las clases populares. Y en ambientes privilegiados

social y económicamente había casos de oposición abierta o velada a la generalización de la

enseñanza y, sobre todo, a la profundización y ampliación de los contenidos más allá de los

rudimentos más elementales.

Generalmente se tiene a Richelieu como padre de dicha posición. Por lo menos, fue el que, por

primera vez, la expuso de manera clara aduciendo, en favor de ella, tres argumentos:

Primero, tal ampliación amenazaría revertir el sacrosanto “equilibrio social”:

Es cierto que el conocimiento de las letras es absolutamente necesario a una

república. Pero también es cierto que no deben ellas ser enseñadas indiscriminadamente a

todos. De la misma forma que un cuerpo que tuviese ojos por todas partes sería

monstruoso, también el Estado lo sería si todos sus miembros fuesen sabios. El orgullo y la

presunción serían cosas corrientes, y la desobediencia sería proporcional a ellas. Las

ciencias llenarían a Francia de contestatarios, más aptos para arruinar las familias y

perturbar la paz pública que para contribuir al mínimo bien del Estado”.

Segundo:

El trato con las letras desterraría completamente el de las mercancías, que es el que

hinche los Estados de riquezas. Arruinaría la agricultura, verdadera madre nutricia de los

pobres.

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Tercero:

El estudio discriminatorio vaciaría, en poco tiempo, el campo de las armas, pues se

prepara mejor a los soldados en la rudeza de la ignorancia que en la finura de las

ciencias37.

A todo eso, el todopoderoso ministro de Luis XIV podría haber agregado un cuarto argumento:

el religioso, esgrimido, por ejemplo, por el párroco François-Léon Réguis aún en el siglo de las

luces: “Los más sencillos, más inocentes, más cristianos (en nuestras parroquias) son los que no

saben leer ni escribir”38. La lectura y el estudio pervierten a las personas.

Esa educación que, a pesar de las resistencias, merecía creciente atención, ¿quién la

promovía y velaba por ella?

La Iglesia era la que dominaba. Sobre todo en el área rural. Ella se afirmaba “como la única

dispensadora de la instrucción”39.

¿Y el Estado? Su posición era de inercia. “El poder real, aunque legislaba con frecuencia en

este campo, no pone en tela de juicio la preeminencia clerical”40. Cuando intervenía, lo hacía para

apoyar a la Iglesia y confirmar sus prerrogativas escolares.

37 Richelieu, p. 104.38 cf. Chartier et al., p. 40.39 Cabourdin y Viard, p. 123.40 Id., lb.

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En el origen de las escuelas estaban, muchas veces, pero siempre a la sombra de la Iglesia,

comunidades urbanas o rurales o “fundadores”, esto es, personajes que establecían un fondo

destinado a financiar su existencia.

¿Cuál era la clientela? La acción educativa atendía a niños y niñas. Pero separadamente,

porque la segregación de los sexos, práctica social común, se reproducía en la escuela. Como

regla general, no existía la enseñanza mixta. El maestro enseñaba a los niños; la maestra, a las

niñas. En locales distintos. Si el mismo maestro atendía a ambos sexos bajo el mismo techo, los

niños y las niñas ocupaban espacios diferentes.

Eso cuando las niñas tenían acceso a los bancos escolares (que en ese tiempo, eran

literalmente bancos, no pupitres ni sillas). Porque había quienes las consideraban limitadas para el

aprendizaje. Y existían los que opinaban que podían ser dispensadas de la instrucción escolar para

que cumplieran su vocación de obedecer al marido y gobernar la casa. No faltaban los que decían

que la instrucción las hacía fútiles y “preciosas ridículas”. Esta exigencia de centros diferentes para

niños y niñas hacía que muchas comunidades, sobre todo rurales, por limitaciones económicas,

terminasen estableciendo un solo centro para niños. En consecuencia, aun al inicio de la

Revolución francesa, como muestra la investigación de Louis Maggiolo, mientras las actas de

matrimonio eran firmadas por el 42% de los novios, apenas 9,49% de las novias firmaban las

actas.

Dentro de ese cuadro, en el siglo XVII, se daba, asimismo, un aumento de la preocupación por la educación de las niñas y se veían iniciativas educacionales concretas en favor de ellas. Grandes congregaciones femeninas, como las Ursulinas, las Visitandinas y la Congregación de Nuestra Señora, unían a la clausura monástica la enseñanza. La Señora de Maintenon estableció en 1686, la casa de educación de Saint-Cyr. En el conjunto de las escuelas destinadas a las niñas y jóvenes, la educación ofrecida era, con todo, menos para desarrollarlas en su condición de mujeres que para prepararlas a ser buenas esposas, madres, amas de casa y cristianas: se les formaba fundamentalmente para la “devoción” y para las labores “domésticas”.

Page 34: Juan Bautista de La Salle

El hecho de ser la educación tarea eminentemente de Iglesia era determinante en la fijación de sus fines, el establecimiento de sus contenidos y el control de las instituciones y del magisterio.

En cuanto a la finalidad, la educación, en síntesis, apuntaba a instruir a las niñas cristianamente y llevarlas a vivir conforme a la fe, si eran católicas; “convertirlas al catolicismo” si eran protestantes; retirarlas del vagabundeo y la ociosidad, si eran pobres41.

En la raíz de la definición y de la persecución de esas finalidades se encontraban motivaciones variadas, muchas veces claramente expuestas. Había gente que promovía la enseñanza popular con intereses “nobles”: la salvación de las personas, la elevación cultural y social de las clases populares. Pero eso no impedía el desarrollo, tras los esfuerzos educativos, de todo un juego de intereses religiosos, políticos, sociales y económicos.

En primer lugar, las escuelas eran arma para un combate religioso-político. La orden real del 13 de diciembre de 1698 –renovada el 14 de mayo de 1724- obligando a que hubiera escuela en todas las parroquias, y obligando a todos los niños hasta los 14 años a frecuentarla, tenía un claro objetivo de proselitismo religioso: la mencionada conversión de los protestantes al catolicismo. En este choque religioso se sitúa también la lucha de dos grupos virulentamente opuestos –los jesuitas y los jansenistas- lucha que, en la visión de Jolibert42 era de búsqueda de influencias, con miras a la dominación ideológica de la sociedad: quien tiene a la juventud, tiene el futuro.

Luego, la enseñanza estaba también ligada a intereses de tipo social. Así, el miedo del pobre como peligro social y que generó el fenómeno de la “gran reclusión”43, produjo también preocupaciones educativas: “Cuando los delegados de las ciudades, del clero, de la nobleza, del Tercer Estado abordaban la cuestión escolar, entre 1679 y 1719, los temas que merecían su atención y justificaban los subsidios aprobados se referían no solo a la conversión al catolicismo de los protestantes, sino también al “vagabundeo y ociosidad de los pobres”44.

En la sociedad jerarquizada y socialmente estable del Antiguo Régimen, también la educación funcionaba como inculcadora de respeto al orden y a las órdenes establecidas. Solamente un ejemplo: Carlos Démia, “inspector” de la diócesis de Lyon, trataba de convencer a los nobles y burgueses de la ciudad de la necesidad de invertir recursos para la educación de los pobres. Ellos alegaban, “a veces, que las escuelas populares prepararían al pueblo para la revuelta y el embrollo, al proporcionarle conocimientos superfluos para los oficios manuales y crearían en él deseos ambiciosos”. Démia contraargumenta: Eso es puro engaño. Los nobles y burgueses “se olvidan [...] de que las escuelas cristianas forman para la obediencia, la humildad y el respeto a las autoridades legítimas”45.

41 Poutet, 1970b, p. 72-7342 p. 11-12.43 Goubert y Roche, p. 88.44 Poutet, 1970b, p. 72-73.45 Poutet, 1971, p. 102.

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Finalmente, mas no en último lugar, había intereses económicos maniobrando en la maquinaria educativa. La “gran reclusión” de los pobres [...] por ejemplo, donde se les enseñaba, se inscribía “en la ambición de producir bienes hasta entonces importados”46.

En el conjunto de las escuelas elementales del tiempo, los contenidos esenciales eran los religiosos, y la enseñanza religiosa era catequística: transmitía un cuerpo de doctrina ortodoxo, inculcaba principios morales y ejercitaba en su aplicación en la vida cotidiana, e iniciaba en la celebración de la fe mediante el culto y la vida sacramental. Áreas diferentes de la enseñanza y de la práctica religiosa se desarrollaban de manera rudimentaria, cuando no se ofrecían como “cebos” para atraer a la “doctrina cristiana”.

Dentro de esas áreas, la que más atención merecía era la lectura. Con la particularidad de que los alumnos aprendían a leer primero en latín y solo después en francés.

La escritura no siempre se la incluía en el currículo. El artículo 9º de la mencionada orden real del 13 de diciembre de 1698, después de prescribir la enseñanza del catecismo, de las oraciones y de la asistencia a la misa, establecía que, en las escuelas se enseñase a leer y “asimismo a escribir a los que puedan necesitarlo”. Es que la escritura, sobretodo en su forma avanzada de caligrafía, para ser ejercitada, exigía espacios entonces, con frecuencia, demasiado exiguos. Demandaba igualmente material variado y complejo: papel, modelos para copiar, plumas de ganso y cortaplumas para prepararlas, adquisición o fabricación de tinta, tinteros para guardarla, polvo o arena para secarla... Y requería toda una disciplina del cuerpo, particularmente del pulso y de los dedos, para ejecutar la coreografía de la pluma produciendo trazos finos y gruesos y diseñando diferentes tipos de letras47. En este campo, había también una peculiaridad, después superada: la escritura, cuando era objeto de aprendizaje, se enseñaba después de que el alumno hubiera dominado la técnica de la lectura. Conviene también anotar que, en algunos casos, ella era ejecutada copiando documentos para acostumbrar al alumno a las prácticas comerciales y a los quehaceres de la vida.

Menos frecuente que la enseñanza de la escritura lo era la de la contabilidad. El canto, cuando era explotado, constituía un apoyo a la enseñanza religiosa. Las “pequeñas escuelas” incluían igualmente, como último nivel, el aprendizaje de elementos de urbanidad, también marcada por el sello de la religiosidad48.

Para desarrollar los contenidos previstos en vista de los fines proyectados, la Iglesia disponía de instituciones propias, las escuelas de caridad, ligadas a la parroquia, destinadas a los niños reconocidamente pobres y administradas por el párroco.

Su influencia también se ejercía sobre la red de escuelas privadas llamadas “pequeñas escuelas”. Estas eran controladas por el obispo a través de una especie de secretario diocesano

46 Cabourdin y Viard, p. 249.47 Grosperrin, p. 93-94.48 Id., p. 113-114.

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de educación llamado “chantre” o “écolâtre” (escolástico). Este concedía autorización para el ejercicio del magisterio, normalmente renovada cada año, controlaba los maestros dependientes de él y cuidaba de su formación.

Otras pequeñas escuelas eran las de Port Royal, también de carácter eminentemente religioso, mantenidas por la disidencia jansenista.

Esa acción educativa conducida por la Iglesia era apoyada por una cantidad significativa de escuelas dirigidas por congregaciones religiosas, antiguas algunas, nacidas en el siglo XVII otras.

Tales instituciones, en general, trabajaban en la enseñanza elemental. Pero entidades religiosas como los jesuitas y los oratorianos también usarán en larga escala los colegios, instituciones consideradas como los más perfectos centros de enseñanza del tiempo. Su clientela inicial provenía especialmente de la capa noble y de la burguesía49. En ellos, los futuros “gens de plume et de discours”, “oficiales de la justicia y de las finanzas, miembros de las profesiones liberales y del clero” estudiaban contenidos de cuño netamente humanístico, cuyo coronamiento era la retórica: el perfecto dominio del discurso50.

La formación profesional en los medos artesanales se hacía dentro de las corporaciones de oficio, que elevaban al alumno a la condición de maestro, después de haber pasado por las fases de aprendiz y oficial.

Característicamente privadas eran las escuelas de los maestros calígrafos. Centros pagos, en ellos se administraba una enseñanza primaria avanzada, que comprendía, además de los rudimentos del leer, escribir y contar, una iniciación en el arte de la caligrafía y en la contabilidad. Y eso con exclusividad. Los maestros de Lyon, por ejemplo, obtuvieron de Colbert, su estatuto propio y, en 1734, consiguieron letras patentes que los reconocían como

únicos expertos juramentados Escribientes, Matemáticos y Contabilistas de la ciudad y suburbios de Lyon, únicos verificadores de escrituras, firmas, cuentas, cálculos, contestaciones judiciales...51

Correspondientes a las diferentes escuelas existentes, había varios tipos de profesores. En las ciudades, sobre todo, estaban los maestros de las “pequeñas escuelas” obligados a poseer diploma de maestro en artes y a preparar a sus alumnos a entrar en el colegio por los nueve años; los maestros calígrafos, o maestros escribientes, “independientes, gracias a las leyes de sus corporaciones”; y los maestros de pensión, además de hoteleros y enseñantes, “comerciantes

cuyas ganancias los colectores de impuestos se empeñan en calcular”52. A ellos se agregaban, en

49 Jolibert, p. 13-14, 128-130.50 Compère, p. 71, 78, 100.51 Grosperrin, p. 92.52 Poutet, 1970b, p. 10. N. 5.

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la ciudad y en el campo, los maestros de escuelas de caridad, “calificados por sus empleadores responsables: párrocos, inspectores, u oficina de los pobres del hospital general.

En cuanto al estado de vida de los profesionales del magisterio, éste era, con frecuencia, ejercido por los sacerdotes. Pero igualmente lo desempeñaban laicos, preferentemente solteros. Progresivamente también lo fueron asumiendo, cada vez más, los miembros de las congregaciones religiosas enseñantes, preferidos, muchas veces, por su condición religiosa y por

ofrecer mayor garantía de continuidad en la obra y de conveniente formación de los maestros53.

A los laicos, la Iglesia los aceptaba para el ejercicio de la profesión, los investía en sus funciones y los controlaba en el cumplimiento de las mismas. Según el inspector de Paris, en el

Reglamento de 1659, los maestros eran “comisionarios [...] anuales, revocables”54. Para esta aceptación, la dignidad del comportamiento era tanto o más importante que la preparación intelectual y las aptitudes pedagógicas. Y las funciones de que se investía al maestro, sobre todo el del campo, eran muy amplias: dependiendo del contrato, le cabía realizar, además de sus funciones pedagógicas, varias tareas paralelas, unas de auxiliar del párroco: ser acólito, sacristán, cantor, organista, campanero, celador del templo...; otras, de carácter profano: hacer las escrituras,

hacer las lecturas públicas, ocuparse del reloj...55

La función de maestro era considerada “decente”. Pero no estaba muy aprestigiada socialmente. La remuneración que recibía lo atestigua: en 1698, por ejemplo, una orden real autorizaba a “las comunidades a imponer a sus habitantes un impuesto para asegurar una renta de 150 libras para los maestros y de 100 libras para las maestras de las pequeñas escuelas, cuando

un trabajador calificado –un albañil, un ebanista- ganaba unas 200 libras anuales56. Esa baja remuneración, unida a los meses (no pagos) en que no había clase, obligaba a numerosos maestros a buscar un empleo paralelo para poder sobrevivir dignamente.

La formación que recibían era precaria. En general, cada uno tenía que aprender de personas más experimentadas. “En algunas diócesis, los maestros debían dirigirse a la sede del obispado en el día señalado para una renovación de las licencias; era la ocasión, a veces, como sucedía en Châlons-sur-Marne, de recibir un día de información sobre los deberes profesionales y la

explicación de los reglamentos, veleidad única e irrisoria de darles una formación”57.

53 Compère, p. 11.54 Grosperrin, p. 57.55 Id., p. 35-38.56 Id., p. 38-42.57 Grosperrin, p. 32-33.

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“No existía el equivalente a lo que llamamos escuela normal, para la formación de profesores

y profesoras, aunque ciertos espíritus hubiesen sentido su necesidad”58. Y aunque otros hiciesen intentos de hacer funcionar semejantes centros, pero sin mayor eficacia ni continuidad.

Escuela y clase se confundían generalmente: es que cada escuela tenía normalmente apenas una clase. En ella, el espacio era estrecho. El material, mínimo. No había tiza ni tablero (negro o verde). En la pared, había cuadros de santos, hojas con el alfabeto y otras con frases generalmente sacadas del salterio. Había clase en la mañana y en la tarde. Los días feriados eran muy numerosos. Y el tiempo de permanencia en la escuela, en los medios populares, giraba alrededor de dos años.

{Falta algo....} imponiéndosela una nueva visión del niño como un ser frágil, mas de una

fragilidad inocente y respetable59. Esa nueva visión justificaba y exigía su acompañamiento

constante, la vigilancia educativa60, así como el ablandamiento de la rígida disciplina en boga61.

Mas no por eso el castigo físico dejaba de ser habitual en la rutina escolar del siglo. Todavía hasta la mitad de 1800, la mayoría de los cuadros pintan al maestro con sus discípulos presentándolo con un haz de varas en la mano.

Las obras pedagógicas de la época tenían el cuidado de indicar las condiciones para que el castigo resultase justo y correctamente aplicado por el maestro, aceptado por el alumno y útil al mismo.

Se encuentran también en esas obras, formas que contrabalancean ese recurso como la práctica estimuladora del amor propio: premio al progreso realizado, cambio del lugar del alumno, promoción a otro grupo, ejercicios de papeles (oficios) jerarquizados dentro del aula.

Continuaba siendo predominante el método individual de enseñanza. Él aislaba, en un intercambio particular, al maestro y a un alumno, mientras los demás permanecían abandonados a

sí mismos y se ocupaban en diversos ejercicios, cada uno por su cuenta o en grupos limitados62. Pero este método ya venía siendo parcialmente sustituido por el método simultáneo, en el cual el profesor se dirige a un conjunto más o menos homogéneo de alumnos. Todo indica que este método, tomado de las lecciones universitarias, lo iniciaron los Hermanos de la Vida Común en los Países Bajos.

58 Fosseyeux, p. 66.59 Jolibert, p. 132, 133, 149.60 Id., p. 138.61 Id., p. 136.62 Compère, p. 24.

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Mientras esa evolución se iba procesando, seguía constante el uso del método socrático, más conocido por catequético, porque era empleado invariablemente en la enseñanza de la religión. Consiste en la secuencia de preguntas y respuestas sobre un tema determinado, con valoración sobretodo de la memoria del alumno.

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