59
OSCAR CAMPANA JESÚS DE NAZARET, SU HISTORIA Y LA NUESTRA. CRISTOLOGÍA "Es necesario meditar en nuestra oración, reflexionar en el quehacer teológico, y elaborar a nivel de predicación y catequesis, de manera coherente este tema cristológico. Debe quedar de manifiesta la conexión y unidad entre la dimensión divina de la fe cristológica y su dimensión humana. O sea, mos- trar la confesión de Cristo como fe en Dios que al hacerse hombre, le descubre lo más profundo de su propia dignidad, a la vez que la renueva y la sostiene." (Conferencia Episcopal Argentina, Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización, nº 24) -------------

JesusdeNazareth Campana

Embed Size (px)

DESCRIPTION

CRISTOLOGIA

Citation preview

  • OSCAR CAMPANA

    JESS DE NAZARET, SU HISTORIA Y LA NUESTRA.

    CRISTOLOGA

    "Es necesario meditar en nuestra oracin, reflexionar en el quehacer teolgico, y elaborar a nivel de

    predicacin y catequesis, de manera coherente este tema cristolgico. Debe quedar de manifiesta la

    conexin y unidad entre la dimensin divina de la fe cristolgica y su dimensin humana. O sea, mos-

    trar la confesin de Cristo como fe en Dios que al hacerse hombre, le descubre lo ms profundo de su

    propia dignidad, a la vez que la renueva y la sostiene."

    (Conferencia Episcopal Argentina, Lneas Pastorales para la Nueva Evangelizacin, n 24)

    -------------

  • 2

    PRESENTACIN

    Resulta pretensioso y casi desproporcionado escribir una obra titulada "cristologa". Puede llevar al

    lector al engao y, luego, al desconsuelo. Por eso se hace necesario aclarar, de antemano, sus alcances.

    Dado que en el centro de nuestra fe est la confesin en la salvacin que nos ha sido dada por Dios

    en Cristo, el corazn de la teologa ser aquel discurso que intente profundizar en dicha profesin.

    Constituye el tratado central de la dogmtica. Su contenido son la persona, la misin y destino de Je-

    sucristo, el Hijo de Dios encarnado, empezando por la proclamacin del Reino de Dios, pasando por la

    cruz, la resurreccin, la ascensin al cielo y el envo del Espritu, hasta su regreso al final del tiempo.1

    De all que lo que intentaremos es presentar al lector, aunque ms no sea de una forma sucinta, lo

    que la teologa reflexiona hoy sobre Jess de Nazaret, el Cristo, en quien los cristianos afirman que Dios

    obr la salvacin de los hombres y el mundo.

    Dicha presentacin nos llevar, obligadamente, a caminar el testimonio de la Iglesia apostlica en

    torno a su persona y a su obra. Para lo cual ser necesario adentrarnos en su poca y su entorno para des-

    cubrir la relevancia de sus palabras y sus gestos y comprender, desde la propia expectativa juda, el signifi-

    cado de lo que la primitiva Iglesia confes de l.

    Slo as ser posible, en una segunda instancia, esbozar, en la identidad a la fe de la Iglesia, la rele-

    vancia del anuncio de la salvacin de Cristo a los hombres de nuestro tiempo.

    No es otra la tarea y la misin del cristiano: confesar a Cristo ante los hombres, y redescubrir cons-

    tantemente el sentido que su historia otorga al devenir y al destino de los hombres. Al servicio de esta confe-

    sin aparece este librito, en la perspectiva de una teologa en dilogo que d testimonio del dilogo que

    Dios mismo ha entablado con los hombres y cuya plenitud es Cristo, la Palabra de Dios.

    Buenos Aires, marzo de 1994

    1 MLLER, G., Cristologa, en Diccionario de teologa dogmtica, Barcelona, Herder, 1990, 163.

  • 3

    INTRODUCCION

    El cristianismo no es, en ltimo trmino, ni una doctrina de la verdad ni una interpretacin de la vida.

    Es esto tambin, pero nada de ello constituye su esencia nuclear. Su esencia est constituida por Jess

    de Nazaret, por su existencia, su obra y su destino concretos; es decir, por una personalidad histri-

    ca.2

    Exponer de una forma sistemtica "su existencia, su obra y su destino concretos", desde y para los cre-

    yentes en El, es lo que constituye, a su vez, una cristologa. Y decimos una y no la cristologa, porque toda

    exposicin de la fe es ya interpretacin de la misma, en la medida en que est signada por un tiempo, un

    lugar y una subjetividad.

    Cuando los cristianos afirman que Jess es el Seor, el Mesas esperado, el salvador de los hombres,

    estn afirmando la relacin salvfica, mstica, y a la vez histrica, entre la suerte de Jess de Nazaret y la de

    todos los hombres.

    Por eso es que toda cristologa debe interrogarse constantemente por la relevancia que adquiere para el

    destino de los hombres y de los pueblos lo que la Iglesia confiesa de Cristo, de "su existencia, su obra y su

    destino concretos", tratando de deshenebrar el misterio que une a su existencia singular con el destino de

    todo hombre.

    Al decir de Romano Guardini, el cristianismo tiene que ver con "una personalidad histrica". La Igle-

    sia ha confesado siempre que a ese Jess de Nazaret, cuyos das acabaron en la tragedia de la cruz, "Dios lo

    ha hecho Seor y Mesas" (Hech 2, 36).

    Bipolaridades

    La confesin de fe en Jess se establece desde una cudruple bipolaridad (ver el Grfico 1).

    En la primera de ellas nos encontramos, por un lado, con el destino singular de Jess de Nazaret y,

    por el otro, con lo que la primitiva Iglesia, movida por el Espritu, ha confesado de l: l es el Cristo.

    Esto nos abre a la segunda bipolaridad: la que establece la relacin entre Jess, el Cristo, y el des-

    tino de los hombres. Esta relacin, expresada por la Iglesia antigua en innumerables imgenes y categoras,

    aparece englobada en el concepto de "salvacin".

    La idea de salvacin supone la tercera bipolaridad: la que establece la relacin entre Jess, el Cris-

    to, y el Dios de Israel.

    Por ltimo, la cuarta bipolaridad nos habla de la tensin entre el presente y el futuro, entre la historia

    y la escatologa, entre Jess y el Reino que siempre est viniendo.

    La afirmacin "Jess es el Cristo" engloba, entonces, a estas cuatro bipolaridades, que son, en ltima

    instancia, las claves en las que la cristologa quiere ahondar.

    Teologa, historia y salvacin

    La teologa ha venido a descubrir, en la poca moderna, el sentido y la relevancia de la historia. Y uno

    de las puertas por la que se abri paso la irrupcin de la historia en la teologa fue, precisamente, la cristolo-

    ga.3

    En torno a los interrogantes lanzados a fines del siglo XVIII por Reimarus4, la cuestin de la histori-

    cidad de Jess de Nazaret no ha dejado de inquietar a la cristologa, no slo en el sentido de la verificacin

    historicista de una existencia particular, sino, mucho ms amplia y seriamente, en la clave histrico-salvfica

    que muestra la ntima relacin entre la historia de Jess de Nazaret y la nuestra.

    El movimiento del "retorno a Jess", unido a la emergencia juvenil de los aos '60, contribuy, desde

    afuera de las iglesias, a profundizar en esta cuestin.5

    La confirmacin de la teologa en clave histrico-salvfica acontecida en el Concilio Vaticano II vino a

    consagrar una perspectiva teolgica ya presente en la teologa preconciliar, particularmente en la nouvelle

    thoelogie6.

    2 GUARDINI, R., La esencia del cristianismo, Madrid, Cristiandad, 31977, 19.

    3 Cf. FORTE, B., Cristologa del Novecento, Brescia, Queriniana, 21985, 9-62.

    4 Cf. el anexo La fe en Cristo en la historia de la teologa, apartado 2: La cristologa en los siglos XIX y XX, donde se aborda esta

    cuestin.

    5 BOFF, L., Jesucristo el liberador, en BOFF, L., Jesucristo y la liberacin del hombre, Madrid, Cristiandad, 1981, 66-68.

  • 4

    Las distintas corrientes teolgicas que directa o indirectamente se inspiraron en esta perspectiva7, y

    cuyo fruto ms maduro y cercano es la teologa latinoamericana de la liberacin, hicieron de la cuestin

    historia-salvacin su eje central.

    Una cristologa en clave histrico-salvfica

    Las lneas que siguen tratan de dar testimonio de esta sensibilidad de la teologa contempornea. Por

    eso es que comenzaremos tratando de desentraar el tiempo y el espacio habitados por Jess de Nazaret (I y

    II) para escuchar la resonancia que en ellos adquieren su palabra y su obra como anuncio de la proximidad

    del Reino de Dios (III).

    Desde all ser posible comprender la confesin de la primera Iglesia a la luz del misterio pascual de

    su muerte y su resurreccin (IV y V).

    Especial atencin dedicaremos a los "ttulos" que el Nuevo Testamento aplica a Jess, particularmente

    al de Mesas (VI).

    Luego trataremos de andar el camino que llev desde la confesin neotestamentaria de la fe en Cristo a

    su formulacin autoritativa por parte de la Iglesia en los primeros siglos (VII)

    Finalizando el desarrollo sistemtico profundizaremos en la cuestin clave: la de la relacin entre cris-

    tologa y soteriologa (VIII). De esta manera quedan abarcadas las bipolaridades a las que hacamos mencin

    ms arriba.

    Por ltimo, presentaremos la historia de la cristologa desde el medioevo a nuestros das (Anexo).

    Completamos la obra con un glosario -cuya consulta aconsejamos a lo largo de la lectura de la obra- y una

    bibliografa fundamental que pueda servir de apoyo y referencia para la temtica.

    6 Cf. CAMPANA O. - DAmico, J. L., Introduccin al pensamiento teolgico. Teologa y Biblia, Buenos Aires, San Pablo, 1993, 35-38.

    7 Las teologas de las realidades temporales, de la secularizacin, del desarrollo, de la esperanza, de lo poltico.

  • 5

    I. JESS DE NAZARET Y LA HISTORIA

    1. JESS Y LA HISTORIA8

    La "escuela liberal" intent, durante un siglo, reconstruir con certeza cientfica la historia de Jess. Se-

    r A. Schweitzer quien muestre el fracaso estruendoso de esta "bsqueda de Jess de Nazaret" y R. Bult-

    mann quien radicalice la postura contraria: la de la imposibilidad -e inutilidad- de alcanzar al "Jess histri-

    co".

    Tras lustros dominadas por el pensamiento bultmanniano, habr que esperar a los aos cincuenta para

    encontrarse con una postura matizada: los evangelios nos transmiten mucha ms tradicin verdadera de la

    que suponemos. De lo que se trata es de reconstruir el "crculo hermenutico" que se establece entre el Jess

    histrico y lo que la Iglesia naciente testifica que Dios obr en l.

    Toda esta discusin, de la que daremos cuenta en otra parte de la obra9, sirvi, entre otras cosas, para

    que hoy contemos con frondosos estudios que abordan la cuestin y que nos permiten reconstruir con bastan-

    te certeza si no una historia de Jess si al menos el contexto histrico de su actividad, elemento indispensable

    para aproximarnos a la resonancia que su palabra y su praxis provocaron en la lejana Palestina del ao 30.

    No nos mueve a esto una mera curiosidad histrica. La confesin de fe que da testimonio de Jess co-

    mo revelador y salvador, no se circunscribe a su muerte y su resurreccin, como hechos aislados, sino que

    supone toda su existencia como reveladora y salvadora. Slo aproximndose a su singularidad histrica se

    hace posible captar, en todo su dinamismo, la relevancia del misterio proclamado en l.

    El misterio de la encarnacin del Verbo de Dios no nos habla solamente de un individuo. La encarna-

    cin nos habla, tambin, de una geografa y una poca determinadas, es decir, de un determinado "drama"

    histrico, slo desde el cual se accede al carcter universal del destino de Jess de Nazaret.

    Una cristologa que prescinda del Jess histrico corre el riesgo, al menos, de convertirse en un mero

    idealismo o, incluso, en un juego intelectual. Sin negar otros caminos posibles para aproximarse al misterio

    de Jess, el Cristo, puede considerarse que el recorrido por gran parte de la teologa del posconcilio es el que

    sigue siendo el ms apropiado.10

    Slo desde Jess de Nazaret se salvaguarda a Cristo del mito. As como slo desde Cristo se percibe

    en su verdadera dimensin el sentido ltimo del destino histrico de Jess de Nazaret.

    2. EL PROBLEMA DE LAS FUENTES

    La pregunta que asoma es la siguiente: de qu "fuentes" disponemos a la hora de hablar de Jess de

    Nazaret? Pero sobre todo, cul es el carcter y el valor de tales fuentes?

    La respuesta a la primera pregunta parece obvia: el Nuevo Testamento, particularmente los cuatro

    evangelios. La respuesta a la segunda no lo es tanto, ya que supone desandar, aunque ms no sea brevemen-

    te, la historia de la redaccin de los evangelios y la cuestin del gnero literario de los mismos. Deben valo-

    rarse, adems, los datos -ciertamente escasos- que provienen de escritores no cristianos contemporneos al

    Nuevo Testamento.

    El carcter kerygmtico de los evangelios11

    Los evangelios no son biografas de Jess. No parten del afn, ms propio de los tiempos modernos,

    de abarcar cronolgicamente todas las palabras y acciones de un personaje histrico. Los evangelios son,

    8 Conviene hacer aqu una aclaracin. el concepto de "historia" es equvoco, es decir, admite distintos significados. Puede denomi-

    nar, por ejemplo, a la investigacin histrica, a la exposicin histrica, etctera. Pero ms profundamente, "historia" hace referencia

    "al acontecer humano que tiene sus races en la libre autorrealizacin y decisin del espritu" (BRUGGER, W., Historia, en IB.,

    Diccionario de filosofa, Herder, Barcelona, 1988). En este ltimo sentido -ms cualitativo que cuantitativo- utilizamos aqu el con-

    cepto de historia.

    9 Anexo. La fe en Cristo en la historia de la teologa, apartado 2: La cristologa en los siglos XIX y XX.

    10 Pensamos, sobre todo, en autores como Schilleebeckx, Duquoc, Mooltmann, Kasper, Gonzlez Faus, Forte, Sobrino, Boff.

    11 Cf., para lo que sigue, CAMPANA O. - DAmico, J. L., Introduccin..., 157-174; HERRANZ MARCO, M., Los evangelios y la crtica histrica, Madrid, Cristiandad, 1978; LEON-DUFOUR, X., Los evangelios sinpticos, en GEORGE, A. - GRELOT, P., In-

    troduccin crtica al Nuevo Testamento, Barcelona, Herder, 1983, T. I, 237-450; RIVAS, L., Qu es un Evangelio, Buenos Aires,

    1981; ROGUET, A. M., Iniciacin al Evangelio, Buenos Aires, Paulinas, 21982.

  • 6

    ante todo, predicacin. Por eso se habla del carcter kerygmtico de los mismos, es decir, del lugar que

    ocuparon en la misin de la Iglesia apostlica como proclamacin de su fe.

    Para comprender lo anterior es necesario sumergirse en la vida de las primeras comunidades cristianas,

    dentro de las cuales se va abriendo paso la tradicin que desembocar, finalmente, en los evangelios.

    La distancia que media entre la Pascua (ao 30) y la redaccin de los evangelios sinpticos (entre el 70

    y el 80) es de aproximadamente medio siglo. Durante esos 50 aos fundantes, no hubo evangelios? No en la

    forma en que hoy los conocemos. Pero s hubo una Iglesia que celebraba su fe y que misionaba y catequizaba

    tanto entre los judos como entre los gentiles. Es decir, haba una comunidad misionera.

    En funcin de la misin y de la vida de las comunidades es que se haca memoria de los hechos y di-

    chos de Jess. Nos encontramos, entonces, ante un evangelio narrado, fundamentalmente por los Apsto-

    les -y quienes estuvieron ms cercanos a Jess en su vida pblica- y luego por los "profetas" o predicadores

    itinerantes de la primera Iglesia.

    Muy probablemente estos relatos de la tradicin oral comenzaron a fijarse en escritos que colecciona-

    ban los dichos y los hechos de Jess de Nazaret, dando origen a una tradicin textual.

    Todo este "trabajo" no surga del inters historiogrfico sino de las necesidades surgidas en la tarea

    evangelizadora y en la vida de las comunidades. Esto har que con los evangelistas12 cristalicen escritos

    considerados cannicos por la Iglesia desde bien temprano.

    Al redactar los evangelios, los autores seleccionaron13, del material recibido, aquellos pasajes que ad-

    quiran una particular relevancia en funcin de sus destinatarios. A su vez, la construccin literaria la efec-

    tuaron desde su propia teologa y con su peculiar estilo.

    El texto que hoy llega a nuestras manos es el resultado final de una larga historia en cuya reconstruc-

    cin an trabajan los especialistas sin ponerse del todo de acuerdo. Lo cierto es que los evangelios nos

    transmiten la predicacin de la primitiva Iglesia con toda su variedad y su riqueza, pero, adems, con su pro-

    pio horizonte de preocupaciones.

    Como punto final de una historia que nadie ha podido escribir con detalle ni de manera convincente,

    se encuentra el evangelio. (...) En nuestros das, la mayora de los crticos se niegan a reducir el pa-

    pel de los evangelistas al de meros compiladores. Y ello tanto ms cuanto que el "gnero literario" de

    los evangelios es una creacin cristiana original. Su particularidad descansa en el carcter nico de

    la predicacin cristiana que anuncia que este hombre es el Seor... No puede compararse el gnero li-

    terario de los evangelios al de las obras de la antigua historiografa (...). Y es que, en efecto, lo que

    los evangelios pretenden directamente no es trazar la biografa de un hroe, sino suscitar en el lector

    la fe en Jess.14

    Si muchos de los relatos evanglicos son construcciones de los evangelistas, en qu sentido pueden

    considerarse "verdaderos"? En el sentido de la fidelidad a lo que queran transmitir: En Jess, el Cristo, Dios

    ha manifestado y actuado su salvacin para los hombres15. Este es el mensaje central del que dan testimonio

    "los cuatro" evangelios y que nos permite hablar de "el" Evangelio.

    Los otros escritos neotestamentarios

    No fueron los evangelios los escritos ms antiguos que hoy integran el Nuevo Testamento. Antes de la

    redaccin de aquellos nos encontramos con las cartas de Pablo, al menos las siete consideradas autnticas,

    ubicadas entre los aos 50 y 64 (o 68)16. Sin embargo en ellas no abundan los reportes biogrficos acerca de

    Jess.

    12 No entramos aqu en la ardua cuestin de la autora de los evangelios. S apuntamos que Mateo, Marcos, Lucas y Juan no pueden

    ser considerados como meros recopiladores individuales sino como referentes autorizados de distintas comunidades cristianas. Para

    un anlisis ms exhaustivo remitimos a la bibliografa referida en la nota 11.

    13 Trabajo de seleccin que, en algunos casos, fue previo al de la redaccin: "Las comunidades cristianas primitivas no conservaron

    ni transmitieron ms que los gestos y las palabras del maestro que tenan un inters para ellas. Cada vez que transmitan lo que haban

    recibido, es porque tenan un motivo para obrar as; es porque se sentan afectadas, de una manera o de otra, por tal frase o por tal

    acto de Jess": COUSIN, H., Los textos evanglicos de la pasin, Estella, Verbo Divino, 1981, 27.

    14 LEON-DUFOUR, X., obra citada, 421.

    15 "El relato histrico no es el nico gnero literario al que pertenecen los evangelios; nos encontramos en ellos, no solamente con

    parbolas o con poemas como las bienaventuranzas -esto es claro para todos-, sino tambin con una profusin de imgenes y de

    pequeas novelas teolgicas, que nos guardaremos mucho de entender 'al pie de la letra'. Pero esto no impide ni mucho menos que

    esa forma literaria 'novelada' exprese en verdad el misterio profundo de Jess el Cristo": COUSIN, H., obra citada, 30.

    16 1 Tes, Gl, Flp, 1-2 Cor, Rom y Film. Cf. CAMPANA O. - DAmico, J. L., obra citada, 146-148.

  • 7

    Las cartas de Pablo, as como el resto de los escritos neotestamentarios, se entroncan en una motiva-

    cin similar a la de los evangelios. El escribe a comunidades ya existentes y que, por lo tanto, haban recibi-

    do el "primer anuncio" e incluso gozaban de una activa vida litrgica, como lo refleja 1 Cor. Entre esas co-

    munidades, que conocan a prominentes figuras de la Iglesia apostlica como Pedro, Lucas, Bernab, Mar-

    cos, Apolo y, por supuesto, al propio Pablo, debemos suponer presente al menos a la tradicin oral por la

    cual saban de la actividad de Jess. Estas comunidades son las protagonistas de aquel proceso que descri-

    bamos al hablar de la redaccin de los evangelios.

    Pablo se dirige a ellas para ahondar en el misterio que les fue anunciado, para exhortarlas a la perseve-

    rancia en la fe, para hacer or su voz en los conflictos y para llamarlas a una vida digna de la fe que recibie-

    ron. Por eso es que en sus cartas aparecen, segn los casos, la alegra y la tristeza, el enojo y la ternura, la

    exposicin serena y el relato apasionado. Pablo es como un padre hablndole a los hijos que engendr para la

    fe en Cristo.

    "Y dejando de lado otras cosas, est mi preocupacin cotidiana, el cuidado de todas las iglesias" (2

    Cor 11,28): es este cuidado por las comunidades, esta preocupacin, la que motiva a Pablo a escribir. Y si

    sus escritos no nos acercan elementos sobre el acontecer histrico de Jess, s testifican lo que la palabra y la

    praxis del Nazareno, en el movimiento del Espritu, han suscitado.

    Las fuentes no-cristianas17

    Entre las fuentes no-cristianas que mencionan a Jess, pueden distinguirse entre las judas y las paga-

    nas.

    Entre estas ltimas, mencionamos a Tcito (55-120), Suetonio (75-155) y Plinio el Joven (61-115).

    Son menciones indirectas, ya que de lo que tratan estos autores es de describir la "abominable supersticin"

    (Tcito) del cristianismo.

    Entre las fuentes judas pueden mencionarse el Talmud y sobre todo a Flavio Josefo (37-100). Este

    ltimo, a travs de su dos obras fundamentales18, es quien ms datos aporta sobre la Palestina de los tiempos

    de Jess. Un texto de Las antigedades judas hace referencia a Jess. Texto problemtico, ya que existe en

    cuatro versiones distintas desde las que no resulta sencillo reconstruir la original. reproducimos la que apare-

    ce en la historia universal de Agapio:

    Por esta poca, hubo un hombre sabio llamado Jess, de buena conducta; sus virtudes fueron recono-

    cidas, y muchos judos y de otras naciones se hicieron discpulos suyos. Y Pilato lo conden a ser cru-

    cificado y a morir. Pero los que se haban hecho discpulos suyos predicaron su doctrina. Contaron

    que se les haba aparecido tres das despus de su crucifixin y que estaba vivo. Quizs era el Cristo

    sobre el que haban dicho cosas prodigiosas los profetas.19

    Es innegable que esta cita, an remitiendo a un ncleo indiscutido de autenticidad, recibi algn "reto-

    que" cristiano.

    En lneas generales, las menciones extra-cristianas acerca de Jess son escasas y poco relevantes. Para

    un juicio global sobre ellas, conserva toda su actualidad la afirmacin de G. Bornkamm:

    Estas fuentes paganas y judas son importantes nicamente en cuanto confirman el hecho -evidente ya

    por otra parte- de que, en la antigedad, ni el ms acerbo enemigo del cristianismo se le ocurri po-

    ner en duda la historicidad de Jess. Esto qued reservado tan slo para la crtica desenfrenada y

    tendenciosa de los tiempos modernos, y sobre la que no vale la pena entrar aqu en detalles. Pero a

    nuestro conocimiento de la historia de Jess, los mencionados pasajes no aportan prcticamente na-

    da. Lo que vemos por ellos es que, para la historiografa contempornea, la aparicin de Jess, supo-

    niendo que se enterara de ella, dist mucho de ser un acontecimiento sensacional.20

    Aproximacin cronolgica a la vida de Jess21

    Es posible reconstruir una cronologa de la vida de Jess? Tan slo aproximativamente. Para ello de-

    ben tenerse en cuenta algunos datos aportados por los evangelios.

    17 Cf. BEAUDE, P. M., Jess de Nazaret, Estella, Verbo Divino, 1988, 9-19; TRILLING, W., Jess y los problemas de su historici-

    dad, Barcelona, Herder, 1985, 60-72.

    18 La guerra de los judos y Las antigedades judas.

    19 Citado de BEAUDE, P. M., obra citada, 16.

    20 Citado por TRILLING, W., obra citada, 72.

    21 No vamos a desarrollar aqu los caminos por los cuales la investigacin arriba a estos datos tentativos. Tan slo ofrecemos los

    resultados, teniendo en cuenta que muchos de ellos dan lugar a distintas hiptesis explicativas.

  • 8

    Jess naci, segn Mt 2,1, en tiempos de Herodes el Grande (37 - 4 a. C.), cuando Quirino era lega-

    do del imperio romano en Siria. Sabemos por Tcito que Quirino fue hecho cnsul en el ao 12 a. C. y lo

    encontramos con algn tipo de responsabilidad poltica en Siria (y Judea) an en el ao 6 d. C. Esta ltima

    referencia, aportada por Lc 2,1-2, resulta poco clara en funcin de los datos que, con algunas lagunas, mane-

    ja la historiografa actual. En esa misma cita se nos dice que el emperador de Roma era Augusto (63 a. C. -

    14 d. C.)

    Segn Lc 3,1 Jess desarroll su actividad siendo Tiberio emperador romano (14 - 37 d. C.), Herodes

    Antipas (Mc 6,14) el tetrarca de Galilea (4 a. C. - 39 d. C) y Poncio Pilatos (Mc 15,1) el procurador de Ju-

    dea (26 - 36 d. C.). En lo que hace al sumo sacerdocio, este fue ejercido, en vida de Jess, por Ans (6 - 15

    d. C.) y por Caifs (18-38).

    Cundo naci Jess? Dionisio el exiguo, el monje al que en el siglo VI d. C. le encomendaron la ta-

    rea de construir un calendario cristiano en reemplazo del romano, cometi un error al calcular el ao cero de

    nuestra era, el del nacimiento de Jess. Al parecer Jess habra nacido entre los aos 7 y 4 a. C.

    Cundo empez y cunto dur su actividad proftica? La investigacin ubica el comienzo de su vida

    pblica en torno al ao 2822. Todos los evangelistas coinciden en referir el bautismo de Juan (o su testimo-

    nio, como Jn 2) en el inicio de su actuacin. En lo que hace a su duracin, las divergencias aparecen desde

    los propios evangelios: los sinpticos mencionan una fiesta de Pascua (Mc 14,1), mientras que Juan hace

    referencia a tres (Jn 2,13; 6,4; 11,55). La vida pblica de Jess habra durado entre dos y tres aos.

    Los sinpticos nos muestran a Jess actuando en Galilea. Tras el rechazo de sus paisanos, Jess sube a

    Jerusaln, donde es condenado y ajusticiado. Lucas nos agrega un largo relato que acompaa la marcha hacia

    la capital de Judea. Juan pone a Jerusaln como sede principal de la actividad de Jess. Es probable que Je-

    ss, durante su vida pblica, haya subido ms de una vez a Jerusaln, mientras que la mayor parte de su acti-

    vidad la desarroll en las tierras de Galilea.

    Cundo muri?23 Distintos clculos apuntan a datar la muerte de Jess en el da anterior a la pascua

    del ao 30: el 14 de Nisn del calendario judo. Trasladado a nuestro calendario, el 7 de abril. Jess tena,

    entonces, entre 34 y 37 aos.

    Excurso: los "evangelios de la infancia"

    Un caso paradigmtico de los relatos evanglicos lo constituyen los llamados "evangelios de la infan-

    cia" (de Mateo y Lucas (cf. Mt 1-2 y Lc 1-2). Se tratan de construcciones teolgicas en formas de historia

    que narran la "prehistoria" de Jess en base a modelos veterotestamentarios. Esto se expresa en el concep-

    cin, en el anuncio del nacimiento, en la imposicin del nombre, etctera (cf. Gen 21,1-7; 25,25-26; Ex 2,1-

    10).

    En Mateo, la figura central es Jos. Jess aparece como el Mesas davdico y el nuevo Moiss. Ante el

    rechazo de los judos, es aceptado por los gentiles en la persona de los magos de Oriente. En Lucas, el perso-

    naje central es el de Mara, que juega en paralelo con Zacaras, el padre de Juan Bautista. Al emparentar

    Mara con la familia de Aarn (a travs de su prima Isabel) Jess rene la ascendencia davdica y sacerdotal.

    Jess es adorado por los pastores, considerados malditos por los fariseos.

    La importancia de los evangelios de la infancia estriba en que son los nicos testimonios de la concep-

    cin virginal de Jess. El nuevo Adn no procede de la tierra sino de la libertad y la gratuidad absoluta de

    Dios. El es fruto del Espritu, "como lo haba prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su des-

    cendencia para siempre" (Lc 1,55).

    22 El ao 15 del emperador Tiberio (cf. Lc 3,1) e inmediatamente despus de finalizado el grueso de la construccin del Templo (Jn

    2,20).

    23 La cuestin del carcter (y la fecha) de la "ltima cena" la desarrollaremos, llegados a ese punto, en el captulo IV.

  • 9

    II. JESS DE NAZARET Y SU HISTORIA

    1. MARCO GENERAL: LA EXPECTATIVA ESCATOLGICA

    La experiencia creyente de Israel tiene que ver con la accin de Yav en medio de su pueblo. Su credo

    es el relato de una historia de salvacin.

    Nosotros fuimos esclavos del Faran en Egipto,

    pero el Seor nos hizo salir de all con mano poderosa.

    El realiz ante nuestros mismos ojos,

    grandes signos y tremendos prodigios contra Egipto,

    contra el faran y contra toda su casa.

    El nos hizo salir de all y nos condujo

    para darnos la tierra

    que haba prometido a nuestros padres con un juramento.

    (Dt 6, 20-25).

    Sin embargo Israel, a lo largo del tiempo, fue conociendo el fracaso histrico. Asiria, Babilonia, Per-

    sia, Grecia y Roma son los nombres de los imperios que se fueron sucediendo en el dominio del pas. Pero la

    propia experiencia de opresin fue madurando su fe.

    El exilio en Babilonia fue el punto de inflexin de esta maduracin. "Cmo podamos cantar un canto

    del Seor en tierra extranjera?", se interroga el salmista (Sal 137,4).

    Seor, hemos llegado a ser ms pequeos

    que todas las naciones,

    y hoy somos humillados en toda la tierra

    a causa de nuestros pecados.

    Ya no hay ms en este tiempo

    ni jefe, ni profeta,

    ni prncipe, ni holocausto,

    ni sacrificio, ni oblacin,

    ni incienso, ni lugar donde ofrecer las primicias

    y as alcanzar tu favor. (Dn 3,37-39)

    En la desnudez absoluta aparece la tentacin de abandonar la fe de los padres. Pero tambin aparece la

    ocasin para purificar esa misma fe.

    El presente de opresin y aquel pasado prdigo de gloria y de promesas aparecen enfrentados. Este se-

    r el suelo en el que germine un proceso de escatologizacin de la fe de Israel que podramos formular as:

    "Yav, que en un tiempo actu en favor de su pueblo, y que es fiel a sus promesas, volver a manifestarse en

    favor de Israel".

    Dicho proceso va madurando en el pos-exilio y tomar forma en la poca de la dominacin helenstica.

    Surgen en Israel grupos y partidos que se ubican de distintas maneras frente a esta expectativa. Hace su apa-

    ricin la literatura apocalptica (cf., fundamentalmente, el libro de Daniel y la literatura intertestamentaria).

    Aparecen las primeras manifestaciones de la creencia en una resurreccin de los muertos. Se habla de "el da

    de Yav" para referirse a su manifestacin futura en la que se inaugurar el nuevo "en" (nuevo tiempo) que

    reemplace al en presente.

    Podra decirse, sintticamente, que en la poca de Jess de Nazaret, la expresin que englobaba a esta

    expectativa era la de "reino de Dios", o tambin, "reino de los cielos", entendido no como una cosa sino co-

    mo una accin de Dios: la de su reinado. La figura del inaugurador del reino reciba distintos nombres: "hijo

    del hombre", "Mesas" y "el que ha de venir" son las que ms se destacan.

    En esta expectativa -que desarrollaremos al hablar del mensaje de Jess- coincidan prcticamente to-

    dos los contemporneos de Jess, no obstante lo cual nos encontramos con importantes diferencias y matices

    a la hora de hablar del advenimiento o de la representacin de este reino.

    El tema nos lleva a presentar el panorama socio-religioso de Palestina en la primera mitad del siglo I

    de nuestra era.

  • 10

    2. MARCO SOCIO-RELIGIOSO: GRUPOS, TENDENCIAS E INSTITUCIONES24

    Cuando leemos los evangelios nos encontramos no slo con personajes aislados sino con grupos -los

    fariseos, los escribas, los maestros de la ley, los saduceos, los herodianos, los que reciben el apodo de "zelo-

    te", etc.-, que reflejaban distintas tendencias25, y con instituciones -el sanedrn, la sinagoga.

    Adems de los evangelios, otras fuentes atestiguan la existencia y las particularidades de estas expre-

    siones que dibujan el paisaje social y religioso de la Palestina de los tiempos de Jess de Nazaret.

    Los fariseos

    Aparece como el grupo ms estructurado y numeroso. Fariseo quiere decir "separado". Sus orgenes se

    remontan a la poca de los macabeos y a la resistencia al intento de helenizacin del judasmo (cf. 1 y 2

    Mac).

    Practican la pureza en el cumplimiento de la ley. Sus escribas y doctores predican en medio del pue-

    blo -por eso la frecuencia de sus encuentros con Jess- para dar a conocer las reglas que se haban ido for-

    jando a lo largo de la tradicin oral, a la que le adjudicaban un lugar privilegiado al punto de equipararla a la

    ley escrita. Confianza en la providencia, fe en la resurreccin de los muertos y cierta universalidad comple-

    taban su "credo".

    Ser judo y piadoso consiste en practicar la ley. Por eso es que los preceptos apuntan a "cubrir" toda la

    existencia y la cotidianeidad de la vida del israelita. Esperan el Reino, pero es el cumplimiento de la ley el

    que lo acerca.

    La lectura de los evangelios puede llevar a un juicio excesivamente severo hacia los fariseos. Esto res-

    ponde a muchos factores y no es el menor el hecho de que en la poca de la redaccin de los sinpticos fuera

    el nico grupo que haba sobrevivido con holgura a la catstrofe del ao 70.

    Pero el propio Nuevo Testamento nos ensea que entre ellos haba algunos seguidores de Jess (cf.

    Mc 15,43; Jn 3,1). Intervienen en su favor en algunas controversias, como lo harn despus con los apstoles

    y con Pablo (cf. Hech 5,34-39; 23,6-9). Incluso le advierten de que Herodes lo quiere matar (cf. 13,31). Pa-

    blo mismo se confiesa fariseo (cf. Flp 3,5). De hecho, la responsabilidad en la muerte de Jess les cabe, ms

    que a ellos , a los saduceos y a los sumos sacerdotes (cf. Jn 11, 49-50).

    Despus de la destruccin del Templo de Jerusaln en el ao 70, pasan a ser los grandes organizadores

    y lderes del pueblo. Son, por as decirlo, los creadores del "judasmo" como hecho cultural.26

    Los saduceos

    Surgidos en la misma poca que los fariseos, el poder de los saduceos aparece ligado a una institucin

    clave de la vida del pueblo: el Templo de Jerusaln. Esto se debe a que pertenecen al alto clero: las familias

    de los sumos sacerdotes son miembros de este partido.

    Su nombre deriva, probablemente, de Sadok, sumo sacerdote del tiempo de Salomn (cf. 1 Re 2,35),

    de quien los saduceos se consideran herederos. Tan fieles a la dinasta herodiana como distanciados del pue-

    blo, integraban un partido aristocrtico que mantena buenas relaciones con el ocupante romano y ejercan su

    influencia en el Sanedrn.

    Si bien posean, como los fariseos, una tradicin oral, no la equiparaban a la ley escrita. Mantenan

    distancia del pensamiento apocalptico y un bajo perfil ante las expectativas mesinicas. Asimismo, negaban

    la resurreccin de los muertos.

    Destruido el Templo en el ao 70, ya nada queda de ellos. La escena pasa a ser dominada por los fari-

    seos.

    Los zelotes

    El espritu nacionalista expresado, desde lo religioso, por los fariseos, adquiere en los zelotes un matiz

    claramente poltico y militar.

    24 Cf., para lo que sigue, BEAUDE, P., obra citada, 51-104; AA.VV., Los grupos religiosos y el pensamiento judaico, en GEORGE,

    A. - GRELOT, P., Introduccin crtica al Nuevo Testamento, Barcelona, Herder, 1983, T. I, 150-215; THEISSEN, G., Estudios de

    sociologa del cristianismo antiguo, Salamanca, Sgueme, 1985, 41-78.

    25 Como lo muestra, por ejemplo, Hech 23,6-9.

    26 Aunque parezca exagerado, cabra preguntarse por la supervivencia del pueblo de Israel en la poca de su "errancia" (entre los

    aos 135 y 1948 de nuestra era), sin el legado de los fariseos. Su actividad y su doctrina le dan al pueblo una identidad capaz de

    sobrevivir a la destruccin de su patria y a la desorganizacin poltica.

  • 11

    No se trata, para ellos, meramente de preservar la identidad juda, sino de luchar por la libertad de Is-

    rael desalojando al invasor y a la dinasta herodiana: el Reino se conquista por la lucha armada.

    No resulta tan sencillo circunscribirlos socialmente. De hecho, el iniciador de la revuelta del ao 66 es

    Eleazar, hijo del sumo sacerdote Ananas. Ms bien aparecen en torno a un lder, como Judas Galileo, ini-

    ciador de la revuelta con ocasin del censo del ao 6 d. C. (cf. Hech 5,37), quien dej su impronta al movi-

    miento.

    Flavio Josefo los identifica con el grupo de los llamados "bandoleros", conformado por aquellos hom-

    bres, muchas veces jvenes, que huyeron de sus hogares antes de ser vendidos como esclavos a causa de la

    pobreza, los impuestos y las deudas, y entre quienes no faltaban delincuentes comunes y sicarios.

    Entre los seguidores de Jess se mencionan, sin mucha precisin, algunos zelotes (cf. Lc 6,15; Hech

    1,13). Sin embargo, an siendo una poca turbulenta, los aos de la actividad de Jess fueron relativamente

    tranquilos. Parece claro, por lo menos, que no puede trasladarse al ao 30 el clima de agitacin que se vivi

    en la revuelta del ao 66 y que concluy con la destruccin del Templo a mano de las tropas de Tito en el

    ao 70.

    Los esenios

    El descubrimiento casual de los papiros en una cueva cercana al Mar Muerto, acontecido en 1947, as

    como la avalancha de estudios sobre los mismos, nos permiten tener una idea bastante acabada de este mo-

    vimiento, o por lo menos de alguna de sus comunidades27. Al igual que los otros grupos, se suele ubicar su

    origen en la poca de los macabeos, pareciendo cierto que no sobrevivieron a la guerra del 66-70.

    Fuertemente estructurados, la jerarqua de esta especie de movimiento "monstico" se iniciaba con los

    sacerdotes, a quienes seguan los levitas, los jefes laicos y, por ltimos, los simples miembros. Viven en co-

    munidad de bienes. Aquellos que eran postulados para integrar las comunidades deban pasar por una especie

    de noviciado. El afn de pureza llevar a la prctica de una estricta castidad y a poner distancia de las ciuda-

    des y del resto del pueblo.

    Tambin ellos se consideraban los herederos legtimos del sumo sacerdote Sadoq, lo cual los enfren-

    taba a los saduceos y al culto oficial del Templo. Los acercaba a los fariseos el rigor absoluto con el cual

    practicaban la ley. El deseo de pureza religiosa los muestra dispuestos, incluso, a la lucha armada contra los

    ocupantes.

    Son portadores de un doble mesianismo: el del descendiente de David (rey) y el del descendiente de

    Aarn (sacerdote), al cual el primero estar subordinado. Imaginan un futuro "paradisaco" donde ya no

    existan ni gentiles ni judos pecadores.

    Los bautistas

    En las primeras pginas de los evangelios, junto a Jess de Nazaret se destaca la figura de Juan Bau-

    tista. El inicio de la vida pblica del primero parece estar ligado, de alguna manera, al segundo. Juan Bautis-

    ta y Jess formaban parte de un movimiento mucho ms amplio y difuso que, por la prctica de un bautismo

    de conversin, recibieron el nombre de bautistas.

    Lejos del casuismo fariseo y del purismo esenio, estos grupos aparecen como los ms cercanos al

    pueblo sencillo y encabezando una renovacin religiosa de carcter popular. Anuncian que la salvacin es

    para todos, incluso para los no-judos (cf. Lc 3,7-14) y hacen un llamado a la conversin de la cual el bau-

    tismo es un smbolo.

    En el caso concreto de Juan Bautista, sabemos, por los evangelios y por Flavio Josefo, del entusiasmo

    que despert entre la gente. Al punto de llegar a ser encarcelado y ajusticiado por Herodes Antipas. Su bau-

    tismo era un bautismo de conversin ante la llegada del Reino de Dios a quien l vea como el da del juicio

    amenazador. Por eso es que hay que cambiar de vida. Su mensaje tena un profundo contenido salvfico y

    escatolgico.

    Tuvo discpulos antes y despus de su muerte. Por la polmica que trasunta el evangelio de Juan -sus

    seguidores lo consideraban un Mesas-, an los encontramos hacia fines del siglo primero.

    La sinagoga

    Nacida, probablemente, en la poca del exilio babilnico, la sinagoga ("asamblea") era el lugar de las

    reuniones cultuales de los judos. Esparcidas por todo el territorio palestino, se hallaban presentes, tambin,

    en el territorio del imperio romano, fundamentalmente en las grandes ciudades.

    27 Cf. JIMENEZ, F. BONHOMME, M., Los documentos de Qumrn, Madrid, Cristiandad, 1976.

  • 12

    El culto sinagogal se basaba en la lectura de la Tor y en su comentario posterior a cambio de los doc-

    tores de la ley, dato que remite la institucin al partido de los fariseos (cf Lc 4). La reunin se abra con el

    rezo del Shema' (Dt 6,4-5) y se cerraba con la oracin sacerdotal (Nm. 6,22-26). Llega a convertirse en una

    de las ms importantes instituciones del judasmo y en la nica que logre sobrevivir al siglo II de nuestra era.

    El Templo, el clero y los levitas

    Reconstruido en todo su esplendor por Herodes28, el templo de Jerusaln fue devastado por las tropas

    de Tito en el ao 70. El inicio de la revuelta del 66 haba sido, precisamente, la negativa a continuar con los

    sacrificios por el emperador y por el imperio.

    En la poca de Jess estaba en su esplendor y era causa del orgullo de los judos y de la admiracin de

    todos los que lo visitaban. En l se ofreca el sacrificio diario y a l acudan los judos cuando la Tor as lo

    prescriba. A l peregrinaban para las tres grandes fiestas: pascua, pentecosts y tabernculos.

    El corazn del Templo era el "santo de los santos", habitculo del arca de la alianza, aunque vaco, a

    esta altura, por la desaparicin de la misma en el 587 a. C. En l ingresaba una vez al ao el Sumo Sacerdote

    para expiar por los pecados de todo el pueblo.

    Un templo de estas caractersticas supona la existencia de un clero y de una casta sacerdotal. Podra-

    mos dividirla en el alto clero -los sacerdotes descendientes de Aarn- y el bajo clero -los levitas, descen-

    dientes de la tribu de Lev, al servicio de los sacerdotes.

    El sumo sacerdote era el jefe de la clase sacerdotal a la vez que presidente del Sanedrn, lo que lo con-

    verta en una figura preponderante de la vida poltica y religiosa de Israel. A su servicio se encontraba el jefe

    de la guardia, encargado de la polica del templo. Luego venan los sacerdotes y, por ltimo, los miembros

    del bajo clero: los levitas. El nmero del personal afectado al Templo se calcula en 20.000 personas.

    Los am ha-aretz: "la gente del pas"

    Alejado de las discusiones leguleyas y de los ideales de pureza extrema, teniendo que pagar el duro

    impuesto a Roma y el bolo para el Templo, nos encontramos con los am ha-aretz, la "gente del pas", el

    pueblo.

    Dedicados principalmente al campo, al artesanado y al comercio, entre los habitantes de Palestina ha-

    ba quienes ejercan profesiones consideradas impuras: curtidores, tejedores y recaudadores de impuestos

    (publicanos), identificados muchas veces como ladrones y pecadores. Dos hambrunas asolaron la poca.

    Situacin que llevo a muchos a emigrar a otras tierras.

    Los pobres eran numerosos, sobre todo en el campo, no pocas veces enfrentado a la ciudad. Son los

    anawim, aquellos que nada poseen ms que la esperanza mesinica. Ser a ellos, fundamentalmente, a quie-

    nes Jess de Nazaret dedique su mensaje: a ellos pertenece el Reino (cf. Lc 6,20).

    3. MARCO SOCIO-POLTICO: EL TRPODE DEL PODER EN ISRAEL

    El trpode del poder en la Palestina de la poca de Jess estaba constituido por Roma -a travs del go-

    bierno de los procuradores-, la dinasta herodiana (pro-romana) y el Gran Sanedrn de Jerusaln.

    La dominacin romana

    Conquistada por Pompeyo en el 63 a. C., Palestina se integr a la provincia romana de Siria. Junto a

    una dinasta pro-romana (la herodiana), con el correr del tiempo la regin de Judea fue administrada directa-

    mente por Roma a travs de los procuradores o prefectos que residan en Cesarea. Del procurador dependan

    las cuestiones financieras, judiciales y militares.

    Israel goz de algunos de los privilegios de la pax romana. Junto a una cierta autonoma en sus asun-

    tos internos, la ley juda fue reconocida como ley de Estado para todos los judos del imperio, lo que impli-

    caba ceder funciones en manos del Sanedrn. Se respetaba la prohibicin juda a las imgenes, por lo que no

    28 El templo de Salomn haba sido destruido en 587 a. C. Su parcial reconstruccin sufri la profanacin de los griegos en 167 a. C.

    Por eso es que el templo de Herodes era conocido como "el segundo Templo".

  • 13

    se introdujeron en el territorio los estandartes del emperador.29 Adems, los judos estaban exceptuados del

    servicio militar.

    El yugo romano se haca sentir, fundamentalmente, a travs de los diversos impuestos -imperial, de

    peaje, de aduana-, as como por la presencia militar, concentrada en Cesarea y esparcida en el resto del terri-

    torio. Las fiestas judas solan ser ocasin de revueltas populares, por lo que el procurador se trasladaba a

    Jerusaln para alojarse, con sus tropas, en la Torre Antonia, en el ngulo noroeste del Templo.

    Poncio Pilatos fue, sin duda, el ms cnico e impopular de los procuradores romanos, que pareca go-

    zar irritando a los judos con prcticas que sus antecesores se haban cuidado de evitar. Entre otras hechos,

    hizo tomar del tesoro del Templo el dinero necesario para la construccin de un acueducto en Jerusaln. El

    pueblo se opuso con violencia y muchos judos fueron muertos por sus tropas. Tras las crticas llegadas a

    Roma por una matanza de samaritanos por l ordenada, fue suspendido en sus funciones y condenado por

    Calgula, en el ao 37, a suicidarse o exiliarse.

    Entre los aos 41 al 44 la provincia de Judea pas a la rbita de Herodes Agripa, amigo del empera-

    dor Claudio, por lo que desaparece transitoriamente el cargo de procurador. Los procuradores vuelven a

    entrar en escena entre el 44 y el 66. Durante esos aos, el pas se ve ganado por el descontento y las cada vez

    ms frecuentes insurrecciones antiromanas, que culminarn con la guerra general iniciada en junio del 66.

    La dinasta herodiana

    El Sumo Sacerdote Hircano II fue, en los hechos, el ltimo rey de la dinasta asmonea, la descenden-

    cia de Judas Macabeo. Su sucesor, Antgono, fue derrocado por Herodes en el 37 a. C., quien en el 40 a. C.

    haba sido reconocido como rey por el Senado romano.

    Quien pas a la historia como Herodes el Grande, siendo de padre idumeo y madre nabatea, nunca fue

    reconocido como judo por sus compatriotas. Hbil diplomtico, supo siempre cmo ganarse el favor de Ro-

    ma. En su esfuerzo por acercarse al pueblo mand reconstruir el Templo, convirtindose en la mayor de sus

    muchas obras.

    Con un turbulenta vida familiar, plagada de esposas y asesinatos, tras su muerte, en el ao 4 a. C., el

    reino qued dividido entre sus tres hijos: Arquelao (tetrarca de Idumea, Judea y Samara, muerto en el 18 d.

    C.)30, Filipo (tetrarca de Betanea, Tracontide y Aurantide, muerto en el 34) y Herodes Antipas (tetrarca

    de Galilea y Perea, muerto en el 39), de quien dependa Jess de Nazaret en su condicin de Galileo.

    Herodes Agripa I, quien era nieto de Herodes el Grande, hered los territorios de Antipas y de Filipo.

    Entre el 41 y el 44, ao de su muerte, volvi a tener, como su abuelo, el control de todo el territorio pales-

    tino. Su hijo, Herodes Agripa II, es el ltimo representante de la dinasta herodiana.

    La dinasta de Herodes, en los hechos una familia pagana e incondicionalmente pro-romana, nada te-

    na que ver con lo que los judos consideraban, en su expectativa mesinica, como "el rey de Israel" en la

    lnea davdica. No obstante contaba con partidarios entre el partido de los saduceos. No debe dejarse pasar

    por alto que estos reyes eran los encargados del nombramiento de los sumos sacerdotes. por lo cual podan

    hacer sentir su influencia en el Templo y en Sanedrn.

    El Sanedrn

    Tambin llamado "senado", "consejo" o "presbiterio", el Sanedrn ejerca la administracin de justicia

    y, parcialmente, el gobierno en los asuntos internos de Israel. Su poder no se mantuvo siempre idntico, pero

    en la poca de Jess, cuando Judea no dependa del poder de Herodes sino directamente del procurador ro-

    mano, conoci una ampliacin de sus atribuciones.

    Legislaba en todo lo que se refera a la vida de Israel, y era acatado por todos -incluso con el auxilio de

    Roma, reacia a inmiscuirse en las cuestiones religiosas del pueblo- como la autoridad legtima.

    Lo presida el sumo sacerdote. El resto de sus setenta miembros pertenecan al alto clero, por un lado,

    y a los escribas y doctores de la ley los restantes. Estos eran mayoritariamente fariseos. En los primeros pre-

    dominaba la ideologa saducea. Sus reuniones se desarrollaban en el Templo. Despus del ao setenta, fue

    integrado con exclusividad por escribas fariseos.

    Existan, tambin, pequeos tribunales locales (cf. Mt 10,17), encargados de recibir las causas y trans-

    ferirlas, si fuera el caso, al gran Sanedrn de Jerusaln.

    29 Cuando Pilatos los hizo, en el ao 26, debi enfrentar la resistencia del pueblo y ceder en su intento.

    30 En el ao 6 d. C. los territorios de Arquelao pasaron a manos de los procuradores romanos.

  • 14

    4. JESS Y SU TIEMPO31

    Cuando leemos los evangelios los cristianos podemos llegar a equivocarnos al imaginarnos un siglo I

    y una Palestina ocupados totalmente por la figura y la accin de Jess de Nazaret. Puede afirmarse, sin em-

    bargo, que el lugar ocupado por su actividad fue, para sus contemporneos, anecdtico. Como afirma G.

    Theissen32,

    Los evangelios sugieren que Jess ocup entonces el centro de la historia de Palestina. Ahora bien,

    desde el punto de vista histrico, Jess fue slo un fenmeno marginal. No se encuentra inmediata-

    mente sus huella, cuando uno estudia la Palestina del siglo I de nuestra era.

    En los suburbios del imperio, en una de las provincias ms alejada de Jerusaln, en el casero de Naza-

    ret, nos encontramos con Jess, hijo de Mara, carpintero (cf. Mc 6,3), "hijo del carpintero" (Mt 13,55).

    Desde su origen bautista, junto a Juan, su palabra y su obra ponen distancia con todas las expresiones

    religiosas e ideolgicas de la Palestina de su tiempo.

    Pero su palabra y su obra resuenan en lo ms profundo del corazn de sus contemporneos, por apelar

    a la expectativa religiosa de su pueblo: l anuncia que el Reino de Dios ha llegado (cf. Mc 1,14-15).

    Entroncado en la tradicin proftica de Israel (cf. Mc 6,15), su palabra aparece con una autoridad que

    los maestros de la ley no poseen (cf. Mc 1,22). Con el tiempo sabr que su destino no ser distinto al de otros

    profetas en Israel (cf. Mt 23,27).

    Cercano a los pecadores, a los humillados y despreciados, su mensaje se presenta como el advenimien-

    to del da del perdn y la salvacin

    Sus propios familiares y discpulos aparecen desconcertados ante su actuacin (cf. Mc 3,21). Sabin-

    dose rechazado entre los suyos (cf. Mc 6,4), sube a Jerusaln donde el enfrentamiento en el Templo termina

    sellando su suerte (cf. Mc 11,15-18). Muere crucificado, condenado por el Sanedrn y por el procurador ro-

    mano.

    Paradjicamente en su cruz se lee: "Jess de Nazaret, rey de los judos" (cf. Mc 15,26), ttulo lejano a

    sus intenciones y a su drama histrico. Este Jess de Nazaret, muerto en la Pascua del ao 30, es testimonia-

    do por los discpulos, en la fuerza del Espritu, como Seor y Cristo.

    En conclusin,

    Jess no encaja en ningn esquema. Para comprenderlo no son suficientes categoras antiguas ni mo-

    dernas; ni siquiera bastan las veterotestamentarias. Representa un fenmeno extremadamente seero.

    Es y contina siendo un misterio. El mismo hace bien poco por aclarar este misterio. No le importa su

    propia persona. Slo le interesa una cosa, pero sta desde luego total y exclusivamente: el venidero

    reino de Dios en el amor. Lo que le importa es Dios y los hombres, la historia de Dios con los hom-

    bres. Este es su asunto. Slo preguntando por esto es como podemos acercarnos ms al misterio de su

    persona. La perspectiva teo-lgica es la nica justa al enfrentarse con la persona y la causa de Je-

    ss.33

    31 Para este punto puede consultarse la excelente y amena obra de THEISSEN, G., La sombra del Galileo, Salamanca, Sgueme,

    1990, donde, bajo la forma de un relato, se vuelca el estado actual de la investigacin sobre la poca de Jess. Adems de la biblio-

    grafa indicada ms arriba, cf. JEREMIAS, J., Jerusaln den tiempos de Jess, Madrid, Cristiandad, 1977; y, desde el punto de vista

    judo, FLUSSER, D., Jess en sus palabras y en su tiempo, Madrid, Cristiandad, 1975.

    32 Obra cita, 20.

    33 KASPER, W., Jess, el Cristo, Salamanca, Sgueme, 61986, 85.

  • 15

    III. EL MENSAJE DE JESS DE NAZARET:

    "EL REINO DE DIOS ESTA CERCA"

    1. JESS DE NAZARET: UN PREDICADOR ITINERANTE

    El predicador del desierto

    Que el inicio de la actividad pblica de Jess de Nazaret estuvo ligado al movimiento bautista de Juan

    parece un hecho difcil de rebatir. Los evangelios dan cuenta de ello al ubicar el bautismo de Jess por Juan

    en sus primeras pginas (cf. Mt 3,13-17; Mc 1,9-11 y Lc 3,21-22).

    Pocos dudan que Jess integr el grupo de los discpulos de Juan para luego bautizar por su cuenta en

    Judea y reunir a su propio discipulado (cf. Jn 3, 22-24; 4,1-3). Jess dara comienzo a su actividad en Galilea

    slo tras saber del arresto de Juan por parte de Herodes (cf. Mc 1,14; Mt 4,12).

    Juan bautizaba en el desierto y la gente acuda a l para recibir el bautismo (cf. Mt 3,1-6). Su figura se

    ubica en la tradicin proftica de Israel. En la poca se afirmaba que el espritu proftico se haba extinguido

    y que resurgira en los ltimos tiempos, en el da de Yav:

    Despus de esto,

    yo derramar mi espritu sobre todos los hombres:

    sus hijos y sus hijas profetizarn,

    sus ancianos tendrn sueos profticos

    y sus jvenes vern visiones. (Jl 3,1).

    Para muchos Juan apareca como Elas34 o como el profeta escatolgico, cosa que, segn Jn 1,19-21,

    l mismo se encarga de negar. Su imagen austera, su llamado a la conversin por la cercana del juicio y su

    distanciamiento con los grupos tradicionales pronto harn de Juan una personalidad respetada por muchos y

    temida por algunos. Cumpliendo el destino trgico de los profetas, Juan muere asesinado por el rey Herodes

    (cf. Mt 14,10).

    A esta altura, Jess de Nazaret ya haba tomado cierta distancia de la prctica de Juan Bautista.

    El profeta itinerante

    A diferencia de Juan, es Jess quien acude a la gente en sus propios lugares de reunin. Recorre todas

    las sinagogas de su Galilea natal (cf. Mc 1,39). Eso hizo que su fama se extendiera "rpidamente por todas

    partes, en toda la regin de Galilea" (Mc 1,18).

    Su actividad pasa del bautismo al anuncio proftico de la llegada del Reino y a las curaciones:

    Jess recorra todas las ciudades y los pueblos,

    enseando en las sinagogas,

    proclamando la Buena Noticia del Reino

    y curando todas las enfermedades y dolencias. (Mt 9,35).

    En este ir y venir, Jess renuncia a un domicilio estable. Al ser consultado por un escriba, Jess res-

    ponde:

    Los zorros tienen sus cuevas

    y las aves del cielo sus nidos;

    pero el Hijo del hombre

    no tiene dnde reclinar la cabeza. (Mt 8,20).

    Su camino lo llevar a Jerusaln donde se hospedar en casa de sus amigos: Simn, el leproso (cf. Mc

    14,3) y los hermanos Lzaro, Marta y Mara (cf. Jn 12,1). Su estilo contrastaba con la austeridad de Juan, al

    punto de ser considerado por muchos "comiln y borracho" (cf. Mt 11,18-19).

    Tambin l, como Juan, suscitar muchas esperanzas. Ser un profeta? Jeremas o Elas que han

    vuelto? Juan Bautista que ha resucitado? (Cf. Mt 16,13-14). Su persona, su palabra y su obra plantean la

    pregunta: quin es este hombre? Para responderla, ser necesario recorrer el itinerario de aquello que lo

    ocupa totalmente: el Reino de Dios que viene.

    34 "Algunas corrientes mesinicas del Judasmo -segn la profeca de Malaquas (3,23-24)- esperaban la venida de Elas como pre-

    cursor del Mesas. Conforme a la tradicin basada en la Escritura, Elas haba sido arrebatado al cielo con vida (II Rey 2,11-12)":

    nota de El libro del Pueblo de Dios a Mt 11,14.

  • 16

    2. LA "CAUSA" DE JESS: LA CERCANA DEL REINO

    Jess y el Reino

    Jess aparece ante sus contemporneos anunciando la cercana de aquello que habita en lo ms pro-

    fundo del corazn y la mente de cada israelita: el Reino de Dios.

    El tiempo se ha cumplido:

    el Reino de Dios est cerca.

    Convirtanse y crean en la Buena Noticia. (Mc 1,15)

    Tal mensaje no poda pasar desapercibido. Jess se inserta en la esperanza juda puesta en la promesa

    hecha por Dios. El anuncia que "el da de Yav" est prximo. Esta proximidad es "Buena Noticia de Dios"

    (Mc 1,14), ante la cual se exige el cambio y la fe, porque ella misma es cambio, transformacin, para la vida

    del pueblo creyente.

    Pero entre Jess y el Reino que anunciaba, entre el predicador y el predicado, apareca, cuando me-

    nos, una gran desproporcin. En la medida en que el Reino apelaba a la memoria colectiva de grandeza,

    gloria, poder y libertad y la lanzaba hacia el futuro como promesa que Dios cumplira, apareca la duda ante

    el anuncio que provena de un predicador galileo itinerante y pobre de quien se dudaba tanto entre sus cono-

    cidos de Nazaret como entre los desconocidos de Jerusaln:

    "De dnde saca todo esto?

    Qu sabidura es esa que le ha sido dada

    y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?

    No es acaso el carpintero, el hijo de Mara,

    hermano de Santiago, de Jos, de Judas y de Simn?

    Y sus hermanas no viven aqu entre nosotros?"

    Y Jess era para ellos un motivo de escndalo.

    (Mc 6,2-3).

    "Acaso el Mesas vendr de Galilea?"

    "Examina las escrituras

    y vers que de Galilea no surge ningn profeta".

    Y por causa de l

    se produjo una divisin entre la gente. (Jn, 7,41.52.43)

    Jess llama a la conversin y a la fe. Como respuesta recibe el escndalo y la divisin. Las palabras

    del anciano Simen en el Templo resuenan ahora de un modo dramtico y premonitorio:

    "Este nio ser causa de cada y de elevacin

    para muchos en Israel;

    ser signo de contradiccin..." (Lc 2,34)

    La pretensin de Jess

    Es que Jess tena una pretensin. No slo anunciaba el Reino, sino que afirmaba que ste vena en su

    persona y su obra.

    Pero si expulso a los demonios

    con el poder del Espritu de Dios

    quiere decir que el Reino de Dios

    ha llegado a ustedes (Mt 12,28)

    Por eso es que su palabra era un llamado a una decisin en el aqu y el ahora:

    El que no est conmigo,

    est contra m;

    y el que no recoge conmigo,

    desparrama. (Lc 11,23)

    Qu sentiran sus compatriotas al orlo? Al leer los evangelios, los cristianos solemos ser duros con

    los contemporneos de Jess, como si aquellos hombres fueran incapaces de darse cuenta de ante quin es-

  • 17

    taban. Muchas veces esta severidad fue alimentada, indirectamente, por la iconografa religiosa que nos pre-

    sentaba a un Jess de Nazaret celestial, desencarnado o superhombre.35 Esto nos impide captar, en parte, el

    realismo de aquel escndalo y aquella desproporcin.

    Los evangelistas nos hablan de la "pretensin" de Jess al mostrarlo como nuevo legislador y como un

    plus con respecto a la tradicin:

    "Ustedes han odo que se dijo (...) Pero yo les digo..."

    "Aqu hay alguien que es ms que Jons"

    "Aqu hay alguien que es ms que Salomn"

    (Mt 5, 21-22; 12,41-42).

    El llamado de Jess a la fe era una invitacin a abrirse al Reino. El Reino llegaba en su persona, en su

    palabra y en su praxis, pero llegaba en el ocultamiento, y esto slo la fe poda percibirlo. Dios no era eviden-

    te en Jess.

    Jess es la llegada del reino de Dios en la figura del ocultamiento, la humillacin y la pobreza. En l

    se hace concretamente palpable lo que quiere decir su reino; en l se revela lo que es el reino de

    Dios. En su pobreza, obediencia y carencia de patria se ve la explicacin concreta de la voluntad de

    Dios.36

    Se hace necesario, entonces, recorrer el corazn de su mensaje: "el Reino de Dios ha llegado a uste-

    des".37

    El Reino de Dios como anuncio de lo definitivo

    En el inicio de la vida pblica de Jess de Nazaret nos encontramos con varios hitos de profunda signi-

    ficacin. Uno de ellos es el episodio de la sinagoga de su pueblo, Nazaret:

    Le presentaron el libro del profeta Isaas y, abrindolo, encontr el pasaje donde estaba escrito:

    "El Espritu del Seor est sobre m,

    porque me ha consagrado por la uncin.

    El me ha enviado a llevar la Buena Noticia a los pobres,

    a anunciar la liberacin a los cautivos

    y la vista a los ciegos,

    a dar la libertad a los oprimidos

    y proclamar un ao de gracia del Seor."

    (...) Todos en la sinagoga tenan los ojos fijos en l.

    Entonces comenz a decirles:

    "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura

    que acaban de or". (Lc 4,17-21)

    Jess inaugura el tiempo del cumplimiento de las promesas. Lo hace aplicndose a s mismo este texto

    de Isaas de profunda implicancia escatolgica. Lo definitivo ha comenzado en l.

    Pero en Jess, la llegada del Reino de Dios se da en la humillacin. El Reino que Jess anuncia desco-

    loca a sus oyentes. Dnde est ese Reino, el nuevo en que desplaza al presente?38

    35 Es interesante notar cmo una novela de ciencia-ficcin que trata de reconstruir con gran erudicin los ltimos das de la vida de

    Jess no logra escapar de cierta caracterizacin "clsica": "Su extraordinaria talla lo converta, al lado de la totalidad de los all

    reunidos, en un gigante. (...) Era, sin duda, un hombre blanco, de rostro alto y estrecho, propio de los pueblos caucsicos. El cabello,

    lacio y de una tonalidad acaramelada, le caa sobre los hombros. (...) comprob que se peinaba con raya en medio. Presentaba un

    bigote y una fina barba, partida en dos (...). El bigote, aunque pronunciado, no llegaba a ocultar los labios, relativamente finos. La

    nariz (...) era larga y ligeramente prominente. (...) ... no haba dejado de sonrer, mostrando una dentadura blanca e impecable, muy

    distinta a la que padeca la mayora de los hebreos. (...) El contraste con aquellas caras endurecidas, sembradas de arrugas y ave-

    jentadas de sus amigos y seguidores, era sencillamente admirable. Su piel apareca curtida y bronceada. (...) Unas pestaas largas y

    tupidas le proporcionaban un especial atractivo" (BENITEZ, J. J., Caballo de Troya, Barcelona, Planeta, 1984, 118-119; el subraya-

    do es nuestro).

    36 KASPER, W., obra citada, 123.

    37 Para lo que sigue cf. KASPER, W., obra citada, 86-107.

  • 18

    Mucho ha discutido la teologa sobre cmo entender la tensin presente-futuro de la dimensin escato-

    lgica del mensaje de Jess39. Al pensar lo escatolgico slo como lo ltimo o lo por venir, se tiende a des-

    preciar el presente y a no percibir en l la presencia ya actual del Reino que Jess anuncia.

    Desde la historia de la salvacin, la temporalidad debe ser pensada no desde lo cuantitativo sino desde

    lo cualitativo. La escatologa, ms que hablar del futuro, habla de la tensin que se establece desde el presen-

    te hacia ese futuro. Una tensin que puede percibirse como contraste y desproporcin. As lo hace entender

    Jess en la parbola del grano de mostaza: la pequeez del inicio (el grano pequeo) contrasta con la gran-

    deza del fin (el rbol frondoso) (cf. Mc 4,30-32).

    Puesto que el Reino de Dios y sus medios de salvacin estn presentes en Jess y en su obra, su pr-

    xima y plena manifestacin es cosa cierta; sta, empero, sigue siendo todava un bien esperado y todo

    el acontecer actual de salvacin es slo barrunto y principio, inicio y anticipo de lo venidero.40

    El Reino que Jess anuncia es el futuro de Dios para el presente de los hombres.

    Ante ese futuro que se le ofrece, el hombre debe tomar una decisin en el hoy de su existencia, deci-

    sin que puede abrirlo a esa definitividad de salvacin.

    Pablo y Juan muestran esta tensin salvfica en muchas expresiones que conjugan simultneamente el

    presente y el futuro41. As Pablo:

    Mucho ms ahora que estamos reconciliados,

    seremos salvados por su vida. (Rm 5,10)

    Por eso, mientras esperan la Revelacin

    de nuestro Seor Jesucristo,

    no les falta ningn don de la gracia. (1 Cor 1,7)

    Y Juan, quien reinterpreta la temtica del Reino de Dios desde la expresin vida (eterna):

    Les aseguro que el que escucha mi palabra

    y cree en aquel que me ha enviado,

    tiene vida eterna. (Jn 5,24)

    Les aseguro que el que cree,

    tiene vida eterna. (Jn 6,47)

    Es la tensin indisoluble entre el "ya" y el "todava no". El Reino de Dios anunciado por Jess es un

    ofrecimiento al presente que en l exige una decisin por parte del hombre. Por eso el hoy se abre al absoluto

    de Dios y su reinado, como presencia ya definitiva de la vida nueva para los hombres.

    Jess tiene la audacia de proclamar el desenlace del drama de la historia, la superacin, por fin, del

    antirreino, la venida inequvocamente salvfica de Dios. Y los signos que acompaan a sus palabras

    mantienen esa esperanza.42

    El Reino de Dios como revelacin del Padre

    Si la llegada del Reino de Dios es llamada "el da de Yav" es porque se trata de la llegada de Dios

    mismo. En Jess es Dios que viene a los hombres. Por eso l es el "Emmanuel", el Dios-con-nosotros (cf. Mt

    1,23). Su mensaje sobre el Reino de Dios que viene, como anuncio e inicio de lo definitivo es tambin, en-

    tonces, revelacin del verdadero rostro de Dios a los humildes y sencillos:

    "Te alabo, Padre, Seor del cielo y de la tierra,

    por haber ocultado estas cosas

    a los sabios y a los prudentes

    y haberla revelado a los pequeos.

    S, Padre, porque as lo has querido.

    Todo me ha sido dado por mi Padre,

    y nadie conoce al Hijo sino el Padre,

    38 Cf. POLITI, S., Una msica infinita. Escatologa cristiana, Buenos Aires, San Pablo, 1993, 127-134.

    39 R. Schnackenburg menciona las distintas soluciones: escatologa consecuente, escatologa realizada, escatologa preoperante,

    interpretacin progresiva, interpretacin dialctica e interpretacin dinmica. Cf. SCHNACKENBURG, R., Reino de Dios, en

    BAUER, J. B., Diccionario de teologa bblica (DTB), Barcelona, Herder, 1967, 888-901.

    40 SCHNACKENBURG, R., obra citada, 896.

    41 Cf. POLITI, S., obra citada, 137-145.

    42 SOBRINO, J., Jesucristo liberador. Lectura histrico-teolgica de Jess de Nazaret, Madrid, Trotta, 1991, 107.

  • 19

    as como nadie conoce al Padre sino el Hijo

    y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".

    (Mt 11,25-27; cf. Jn 1,18)

    Jess dir que Dios viene a los hombres como Abba-Padre (cf. Mc 14,36)43. La expresin aramea ab-

    ba es la voz familiar e infantil para dirigirse al padre. Casi como un balbuceo, podra traducirse al castellano

    como pa, papi, pap o papito. As sonaba -con toda su cuota de escndalo y de aparente falta de respeto- en

    los odos de los contemporneos de Jess.44

    El ser Padre de Dios se manifiesta en la amor providencial y el perdn de los pecados45. El Dios que

    es Padre y que viste a los lirios del campo y alimenta a los pjaros del cielo sabe lo que sus hijos necesitan

    (cf. Mt 6,8.25-32). El mensaje de Jess es "buena nueva" porque anuncia el perdn paternal para los pecado-

    res e invita a los hombres a una nueva forma de vida (cf. Mt 6,12.14).

    Ante el Dios lejano de la ley, ante el Dios terrible del juicio, ante el Dios cruel de la violencia, Jess

    anuncia al Dios-Abba que en su cercana prodiga a sus hijos la ternura de la fiesta y el perdn, como lo

    muestra la parbola del "hijo prdigo", la que quizs mejor exprese este aspecto central del anuncio de Jess

    (cf. Lc 15, 11-32).

    Dios, como Padre, ve en lo secreto de los corazones de sus hijos lejos de toda hipocresa (cf. Mt 6,3-

    6.18). El nico Padre de los hombre (cf. Mt 23,9) es compasivo con sus hijos (cf. Lc 6,36), y cumplir su

    voluntad transforma al hombre en pariente de Jess (cf. Mt 12,50). Por eso los creyentes se dirigen a l en la

    oracin cotidiana pidindole que llegue su Reino (cf. Mt 6,9-13).

    Pero el Dios-Abba no slo nos dice quin es Dios. Tambin nos revela quin es Jess de Nazaret. Se

    dirige al Padre con una confianza nica, como que es nica la relacin que como hijo tiene con l.46 Por eso

    es que Jess puede interceder ante el Padre (cf. Mt 10,32) y es el Padre quien da a conocer la condicin me-

    sinica de su Hijo (cf. Mt 16,17). Al Hijo le ha sido entregado el juicio, porque el Padre y el Hijo trabajan

    juntos, y el Hijo no tiene otra comida y otra bebida que hacer la voluntad del Padre que lo envi (cf. Jn

    5,22.17; 4,34).

    Esa voluntad es dar el Reino (cf. 12,32). Reino que es de Dios y que por lo tanto no se merece por el

    esfuerzo tico-religioso, ni se conquista por la lucha armada, ni se administra, ni se calcula, ni se mide, ni se

    puede localizar (cf. Lc 17,23). Slo puede recibirse en herencia (cf. Mt 25,34). Por eso es que la principal

    actitud ante el Reino de Dios que llega es la esperanza, alimentada en la fe en el Dios-Abba que Jess da a

    conocer.

    Lejos del juicio y del castigo inminente y cerca del cumplimiento de las promesas que supera todo lo

    que poda esperarse, El Dios-Abba de Jess nos dice, en ltima instancia, que el ser de Dios es el amor (cf

    1Jn 4,8). Y nunca muestra tanto su de ser de Dios como cuando el anuncio del Reino que viene a los hom-

    bres se hace mensaje y prctica de la salvacin.

    El Reino de Dios como llegada de la salvacin

    El anuncio de Jess de es evangelio, es decir, buena nueva. Su mensaje es de alegra porque la salva-

    cin est cerca. Lo que llega con el Reino es la salvacin para su pueblo.

    Para Juan Bautista la llegada del Reino es la llegada del juicio amenazador y del castigo inminente:

    "El hacha ya est puesta a la raz de los rboles:

    el rbol que no produce buen fruto

    ser cortado y arrojado al fuego.

    (...) Aquel que viene detrs de m

    (...) tiene en su mano la horquilla y limpiara su era:

    recoger su trigo en el granero

    y quemar la paja en un fuego inextinguible"

    (Mt 3,10-12)

    43 Cf. JEREMIAS, J., Abba-Padre. El mensaje central del Nuevo Testamento, Salamanca, Sgueme, 1980.

    44 La fuerza de esta expresin en labios de Jess puede percibirse en el hecho de que las comunidades cristianas de habla griega

    conservaron esta expresin aramea. Cf. Rm 8,15; Gl 6,4.

    45 Cf. STGER, A., Padre, en DTB 737-743.

    46 Los evangelios tienden a distinguir la filiacin de Jess de la filiacin de los creyentes. Juan elabora esto utilizando dos trminos

    distintos para decir "hijo" segn se refiera a Jess o a los dems hombres. A falta de dos trminos para decir "padre", Juan mantendr

    de alguna manera la distincin. As en el dilogo con Mara Magdalena, tras la resurreccin, Jess dir: "Subo a mi Padre, el Padre de

    ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes" (Jn 20,17).

  • 20

    Pero en Jess, la llegada del Reino de Dios es anuncio de la dicha y la bienaventuranza para los hom-

    bres:

    Felices ustedes, los pobres,

    porque el Reino de Dios les pertenece!

    Felices ustedes, los que ahora tienen hambre,

    porque sern saciados!

    Felices ustedes, los que ahora lloran,

    porque reirn!

    Felices ustedes, cuando los hombres los odien,

    los excluyan, los insulten y los proscriban,

    considerndolos infames a causa del Hijo del hombre!

    Algrense y llnense de gozo en ese da,

    porque la recompensa de ustedes ser grande en el cielo!

    (Lc 6,20-23; cf. Mt 5,1-12)

    Los cristianos a veces leemos con cierto "romanticismo" las bienaventuranzas que inauguran el "ser-

    mn de la montaa"47. Deja de percibirse, as, todo el escndalo y alteracin de los valores que en ellas se

    encuentran. Jess proclama dichosos y felices a los que la sociedad de su poca considera desdichados e infe-

    lices: los pobres, los hambrientos y sedientos, los que lloran, los perseguidos y calumniados, los afligidos.

    Los que no cuentan. Los que no suman ni restan ms que para las estadsticas. De ellos es el Reino de Dios.

    Ese el motivo de la dicha y la felicidad. Por eso el "evangelio" es "novedad".

    La llegada del Reino se constituye en una especie de "revolucin axiomtica" que desconcierta a sus

    propios destinatarios. Jess confirma una vez ms que Dios est donde menos se los espera, sobre todo don-

    de menos lo espera el establishment religioso y cultual de la Palestina de su poca.

    Dios se manifiesta en Jess como una constante sorpresa que obliga por lo menos a la pregunta sobre

    sus designios. Las bienaventuranzas muestran el punto de vista de Dios. Slo desde ah puede verse que el

    Reino est llegando. Dios no mira a los hombres desde el pinculo del Templo ni desde la preceptiva legal.

    Dios los mira desde el margen e invita a los que esperan en l a buscar en otra parte.

    As lo hace Jess ante la pregunta de los discpulos de Juan Bautista sobre su identidad. Juan, en la

    crcel, oyendo hablar de la actividad de Jess, aparentemente desconcertado, le manda a preguntar:

    "Eres t el que ha de venir o debemos esperar a otro?"

    Jess les respondi:

    "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:

    los ciegos ven y los paralticos caminan;

    los leprosos son purificados y los sordos oyen;

    los muertos resucitan

    y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.

    Y feliz aquel

    para quien yo no ser ocasin de escndalo!" (Mt 11,2-6)

    Jess hace referencia en este pasaje a los signos que acompaan el anuncio a los pobres de la Buena

    Noticia. Su predileccin por ellos est en la lnea del Antiguo Testamento, aunque en Jess parece radicali-

    zarse: mientras que en las otras bienaventuranzas el don del Reino de Dios se proyecta al futuro, en el caso

    de los pobres se habla del presente: "el Reino de Dios les pertenece" (Lc 6,20), "a ellos les pertenece el

    Reino de los Cielos" (Mt 5,3).48

    Slo aquellos que han desesperado de este mundo son capaces de abrirse al Reino de Dios -que viene

    como don, no como mrito- y de pertenecer a l. Slo aquellos que se saben con las manos vacas ante Dios

    son capaces de percibir la inmensa gratuidad del Reino que viene de la amorosa libertad divina. Dios, en

    Jess, mira la historia desde el lugar de los desheredados e invita a quienes lo escuchan a convertirse, a

    cambiar de ptica.

    47 En Mateo. En Lucas parecera tratarse del "sermn de la llanura". Cf. Lc 6,17.

    48 Mateo agrega en este presente a los "perseguidos por practicar la justicia" (5,10). Cf. LONA, H., La bienaventuranza a los pobres,

    en Proyecto 1 (1989) 7-39; SOBRINO, J., obra citada, 168-171.

  • 21

    Por eso Jess se presenta como alivio de los afligidos y agobiados (cf. Mt 11,28-30). Por eso se acerca

    a los considerados castigados por Dios para llamarlos "dichosos". La salvacin ha llegado: los pobres son

    invitados a participar del Reino que ahora se manifiesta.

    En el Reino que llega como accin de Dios en la fe de los que en l creen, se inicia el tiempo del per-

    dn de la culpa y el reencuentro de lo perdido (cf. Lc 15). Se abre la historia al tiempo del amor que en Jess

    Dios inaugura para los hombres. Se abre el espacio para un nuevo y definitivo comienzo de fraternidad. El

    nuevo en esperado ha llegado.

    La salvacin del reino de Dios consiste en que llega a imperar en el hombre y por el hombre el amor

    de Dios que se autocomunica. El amor se manifiesta como el sentido del ser. Unicamente en el amor

    encuentran su plenitud mundo y hombre. (...) El mensaje de la llegada del seoro de Dios representa,

    pues, una promesa para todo lo que se hace por amor en el mundo: lo que se hace por amor tendr

    consistencia para siempre contra toda apariencia; an ms, es lo nico que existe para siempre.49

    La salvacin del Reino es la vida para los hombres:

    Pero yo he venido para que las ovejas tengan vida

    y la tengan en abundancia (Jn 10,10)

    Y la vida que Jess ha trado para los hombres es su propia vida, en su entrega servicial:

    (...) Como el Hijo del hombre,

    que no vino para ser servido,

    sino para servir

    y dar su vida en rescate por una multitud (Mt 21,28)

    La vida y el amor de Dios llegan en Jess a travs de sus palabras, de sus signos de salvacin y de su

    propia persona. Vale la pena detenerse con ms detalles en los caminos del anuncio del Reino.

    3. LOS CAMINOS DEL ANUNCIO DEL REINO

    El Reino en parbolas50

    Todo esto lo deca Jess a la muchedumbre

    por medio de parbolas,

    y no les hablaba sin parbolas.

    Para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:

    "Hablar en parbolas,

    anunciar cosas que estaban ocultas

    desde la creacin del mundo"

    (Mt 4,34-35; cf. Sal 78,2)

    "No les hablaba sin parbolas". Las parbolas slo pueden ser comprendidas desde una cultura como

    la semita, ms narrativa que conceptual. Pero en Jess este estilo literario adquiere otra dimensin. Es la

    forma privilegiada para hablar del Reino de Dios que viene.

    Entrecruzando hechos de la vida cotidiana con elementos sorpresivos y paradojales, las parbolas de

    Jess invitan a mirar la realidad desde otra perspectiva. Tambin las parbolas participan del modo oculto de

    la manifestacin del Reino. Son un llamado al oyente. Apuntan a su decisin. Se entroncan, as, en toda la

    praxis de Jess y en el corazn de su mensaje. El Reino llega. Las palabras no alcanzan.

    Desde este lenguaje potico, nutrido de la contemplacin de lo cotidiano, Jess nunca dice qu es el

    Reino de Dios, sino tan slo a qu se parece. El "tesoro escondido en el campo" (cf Mt 13,44) no es una

    definicin del Reino de Dios, es tan slo una metfora. Por eso se hace necesario la multiplicacin de las

    parbolas y las imgenes para aproximarse al objeto del mensaje, el Reino, desde los ms distintos ngulos.

    Jess, por las parbolas, revela el misterio del Reino de Dios, invita a una decisin, insiste en el en-

    cuentro que Dios ofrece en la historia, exige la conversin y la fe. Anuncia que ha llegado la hora (Mc

    14,41; Jn 12,23), que la oveja perdida ha sido encontrada (cf. Lc 15,3-7), que todos estn invitados al ban-

    quete (cf. Mt 22,1-14) y que la puerta del Padre est siempre abierta (cf. Lc 15,11-32).

    Jess: taumaturgo y exorcista51

    49 KASPER, W., obra citada, 106.

    50 Para lo que sigue cf. JEREMIAS, J., Las parbolas de Jess, Estella, verbo Divino, 1979.

  • 22

    Si bien muchos milagros fueron redactados por los evangelistas a la luz de la experiencia de la resu-

    rreccin, la tradicin presente en los evangelios sobre los milagros de Jess se nutren de la prctica histrica

    del Nazareno.

    La cuestin radica en comprender el significado de su accin taumatrgica en el contexto de su anun-

    cio del Reino de Dios que llega. Slo as el milagro pasa de ser un prodigio a ser un signo del Reino.

    Muchas veces los milagros fueron ledos desde perspectivas ajenas tanto a la Biblia como al anuncio

    de Jess. Por ejemplo, desde una cristologa ontolgica, para probar la divinidad de Jess. Cuando se define

    al milagro como aquel hecho que supera, quebranta o elude las leyes naturales, se olvida, en primer lugar,

    que para el judo el mundo no es naturaleza, sino creacin. Por otro lado, un milagro podra ser tal en la

    medida en que se conozcan acabadamente y en su totalidad las leyes naturales. Por ltimo, un milagro de

    esta naturaleza estara, prcticamente, forzando a la fe.

    Esta perspectiva es extraa a los evangelios. Los conceptos ms utilizados en ellos para referirse al mi-

    lagro son dinmeis (portento) y semeia (signo, seal); trata (prodigio, hecho extraordinario), nunca es utili-

    zado solo sino acompaado por semeia. El milagro, ms bien, aparece como algo extraordinario e inespera-

    do que causa la sorpresa y el asombro en los hombres. Dirigen la mirada del hombre hacia Dios, no hacia

    las leyes de la naturaleza. Suscitan la pregunta: quin es este? (cf. Mc 4,41).

    Los milagros de Jess son ambiguos. Slo la predicacin les otorga su sentido. Palabra y milagro van

    indisolublemente unidos. Y slo en la fe son percibidos como accin de Dios. Jess no andaba, por ah, re-

    partiendo milagros para convencer a sus oyentes, como si la accin de Dios en l fuera imponerse indiscuti-

    blemente, como si los milagros fueran una especie de "soborno" para la fe. La ambigedad del milagro tiene

    que ver con la discrecin de Dios. El milagro no deja de ser una invitacin al creyente, no un empujn para

    que crea.

    Segn Mt 11,2-652, los milagros aparecen como los signos que acompaan la Buena Nueva a los po-

    bres y la llegada del Reino. Signos de que esta salvacin que llega toca todas las dimensiones de la existen-

    cia, y no queda encajonada en lo meramente "interior" y "espiritual".

    La predicacin del Reino, entonces, es acompaada por estos signos de su cercana. Cuando Jess en-

    va a sus discpulos les dice:

    "Por el camino,

    proclamen que el Reino de los Cielos est cerca.

    Curen a los enfermos, resuciten a los muertos,

    purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios."

    (Mt 10,7-8)

    En los relatos de milagros se destacan, junto a las curaciones, las expulsiones de demonios o exorcis-

    mos. La llegada del Reino en Jess es el punto final para los poderes del mal presentes en el mundo. Por eso

    Jess exclamar:

    "Yo vea a Satans

    caer del cielo como un rayo!" (Mt 10,18)

    En los milagros de Jess encontramos nuevamente la predileccin de Dios por los pobres y afligidos,

    los sencillos y sufridos, los enfermos y despreciados a causa de su condicin.

    Los milagros nos vuelven a hablar del carcter escatolgico del mensaje de Jess. Nos dicen que la

    nueva creacin ha comenzado. En ella se manifiesta la misericordia de Dios que no abandona a los abando-

    nados, porque Jess, que "pas haciendo el bien y curando a todos los que haban cado bajo el poder del

    demonio, porque Dios estaba con l" (Hech 10,38), vino a "anunciar la liberacin a los cautivos y la vista a

    los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un ao de gracia del Seor" (Lc 4,18-19)53.

    Por eso los milagros suponen la fe y mueven a la fe. Pero no la imponen. Es la fe la que salva en la

    medida en que es apertura a este Reino que viene en la accin y la palabra de Jess: "Ten confianza, hija, tu

    fe te ha salvado" (Mt 9,22).54

    51 Cf. DUQUOC, C., Cristologa. Ensayo dogmtico sobre Jess de Nazaret, el Mesas, Salamanca, Sgueme, 41981, 114-120;

    KASPER, W., obra citada, 108-121; SOBRINO, J., obra citada, 122-135

    52 El episodio de los discpulos de Juan Bautista comentado ms arriba.

    53 El ao de gracia del Seor hace referencia al ao del jubileo, institucin de la Tor (Lv 25) por la cual, cada cincuenta aos, los

    esclavos recuperaban su libertad y cada uno volva a poseer la tierra que le perteneca.

    54 "T fe te ha salvado" es, al decir de J. Sobrino, expresin de la "delicadeza de Dios". Obra citada, 135.

  • 23

    Jess no hace con los milagros el montaje de un show, como querra Herodes (cf. Lc 23,8-9), ni res-

    ponde con ellos a los pedidos de seales prodigiosas que le exigen algunos contemporneos para creer en l.

    A ellos les dice que no les dar otra seal que la de Jons: la predicacin (cf. Lc 11,29-30).

    Quizs el pasaje que mejor muestre la dinmica -y la ambigedad- del milagro sea la curacin del cie-

    go de nacimiento de Jn 9. El ciego que ha sido curado va como en una constante progresin en la confesin

    de Jess:

    "Ese hombre que se llama Jess ..." (v. 11)

    "Es un profeta" (v. 17)

    Viene de Dios (cf. v. 33)

    "Creo, Seor [que eres el hijo del Hombre]" (v. 36-37)

    En un movimiento inverso, los fariseos van creciendo en su rechazo de Jess:

    "Ese hombre no viene de Dios ..." (v. 16)

    "... ese hombre es un pecador" (v. 24)

    "... no sabemos de dnde es este" (v. 29)

    Ante el mismo signo las respuestas son distintas. Tambin los milagros, signos del Reino de Dios que

    ha llegado, son, en Jess, signo de contradiccin.

    El comportamiento de Jess

    La palabra y la accin de Jess se expresan en lo que podramos llamar su "comportamiento". De la

    lectura de los evangelios salta a la vista que Jess rompe con muchos moldes preestablecidos. Pero Jess no

    es un snob o un liberal. Su forma de ser y hacer brota de la profunda autenticidad de su misin.

    Escandaliza a los discpulos de Juan Bautista porque l y sus discpulos no ayunan (cf. Mt 9,14-15).

    Jess escandaliza a los maestros de la ley: come con publicanos y pecadores (cf. Mt 9,10-3). Por eso recibe

    el mote de "comiln y borracho", "amigo de publicanos y pecadores" (Mt 11,19). Escandaliza a sus parien-

    tes, quienes lo tienen por loco (cf. Mc 3,21). Escandaliza a sus discpulos porque habla con una mujer, y

    encima samaritana (cf. Jn 4,27).

    Tiene el atrevimiento de contar con mujeres entre sus seguidores y amigos (cf. Lc 8,2-3) Y se anima a

    afirmar que "los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios" (Mt 21,31).

    Hay