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PSIQUIATRÍA UNIVERSITARIA | 317 TEORÍA CONSIDERACIONES SOBRE LA INTERSUBJETIVIDAD EN SU CONTEXTO FILOSÓFICO, EVOLUTIVO Y CLÍNICO (Rev GPU 2010; 6; 3: 317-327) André Sassenfeld 1 En el marco del reciente vuelco relacional en el campo de la psicoterapia contemporánea, este artícu- lo explora algunos de los significados del concepto de la intersubjetividad en sus contextos filosófico, evolutivo y clínico. Describe las contribuciones de la fenomenología y la filosofía dialógica de Martin Buber, algunos aspectos de la investigación actual de la infancia, y algunos conceptos de la teoría psi- coanalítica de la intersubjetividad. En este sentido, destaca algunas de las diversas definiciones de la intersubjetividad que existen en estas áreas y describe algunas de sus implicancias generales para la psicoterapia. Se establece la existencia de dos líneas temáticas primarias diferentes que definen el concepto de la intersubjetividad. INTERSUBJETIVIDAD. PSICOLOGÍA CLÍNICA. PSICOANÁLISIS RELACIONAL INTERSUBJECTIVITY. CLINICAL PSYCHOLOGY. RELATIONAL PSYCHOANALYSIS A lo largo de las últimas décadas en el campo de la psicoterapia se ha producido un fenómeno lla- mativo de gran alcance y con múltiples implicancias. Trascendiendo los límites identificatorios habituales de muchos de los diversos acercamientos psicoterapéu- ticos, ha cristalizado un novedoso énfasis –que, para algunos, es en realidad un renovado énfasis– sobre la relevancia teórica, clínica y técnica de las relaciones humanas como dimensión central y determinante de la experiencia del individuo 2 . Magnavita (2000) indica que este verdadero “movimiento relacional” surgió como resultado de la creciente convergencia de un conjunto de ideas y prác- ticas que se desarrollaron de manera separada pero paralela en el seno de la psicología. Incluye entre los factores relevantes que contribuyeron a la aparición del acento relacional actual el redescubrimiento re- ciente de la obra de Sándor Ferenczi, el crecimiento generalizado de la aceptación y aplicación de la teoría general de sistemas, la investigación empírica de los últimos años que ha puesto al descubierto la crucial importancia de la alianza terapéutica para el desenlace exitoso de los procesos psicoterapéuticos, y el recono- cimiento de la relevancia de los vínculos afectivos para 1 Psicólogo clínico. Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Contacto: asjorquera@ hotmail.com, www.sassenfeld.cl 2 En el presente artículo nos remitiremos en particular a los desarrollos psicoanalíticos que son relevantes en el contexto que estamos esbozando. No obstante, esta restricción no debe entenderse como indicación de que en otras tradiciones psicotera- péuticas el llamado “vuelco relacional” no ha encontrado expresiones específicas propias.

Intersubjetividad Revista Chile

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    TEORA

    ConsideraCiones sobre la intersubjetividad en su Contexto filosfiCo, evolutivo y ClniCo(Rev GPU 2010; 6; 3: 317-327)

    andr sassenfeld1

    en el marco del reciente vuelco relacional en el campo de la psicoterapia contempornea, este artcu-lo explora algunos de los significados del concepto de la intersubjetividad en sus contextos filosfico, evolutivo y clnico. describe las contribuciones de la fenomenologa y la filosofa dialgica de Martin buber, algunos aspectos de la investigacin actual de la infancia, y algunos conceptos de la teora psi-coanaltica de la intersubjetividad. en este sentido, destaca algunas de las diversas definiciones de la intersubjetividad que existen en estas reas y describe algunas de sus implicancias generales para la psicoterapia. se establece la existencia de dos lneas temticas primarias diferentes que definen el concepto de la intersubjetividad.

    INTERSUBJETIVIDAD. PSICOLOGA CLNICA. PSICOANLISIS RELACIONALINTERSUBJECTIVITY. CLINICAL PSYCHOLOGY. RELATIONAL PSYCHOANALYSIS

    A lo largo de las ltimas dcadas en el campo de la psicoterapia se ha producido un fenmeno lla-mativo de gran alcance y con mltiples implicancias. Trascendiendo los lmites identificatorios habituales de muchos de los diversos acercamientos psicoterapu-ticos, ha cristalizado un novedoso nfasis que, para algunos, es en realidad un renovado nfasis sobre la relevancia terica, clnica y tcnica de las relaciones humanas como dimensin central y determinante de la experiencia del individuo2.

    Magnavita (2000) indica que este verdadero movimiento relacional surgi como resultado de la

    creciente convergencia de un conjunto de ideas y prc-ticas que se desarrollaron de manera separada pero paralela en el seno de la psicologa. Incluye entre los factores relevantes que contribuyeron a la aparicin del acento relacional actual el redescubrimiento re-ciente de la obra de Sndor Ferenczi, el crecimiento generalizado de la aceptacin y aplicacin de la teora general de sistemas, la investigacin emprica de los ltimos aos que ha puesto al descubierto la crucial importancia de la alianza teraputica para el desenlace exitoso de los procesos psicoteraputicos, y el recono-cimiento de la relevancia de los vnculos afectivos para

    1 Psiclogo clnico. Departamento de Psicologa, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Contacto: [email protected], www.sassenfeld.cl

    2 En el presente artculo nos remitiremos en particular a los desarrollos psicoanalticos que son relevantes en el contexto que estamos esbozando. No obstante, esta restriccin no debe entenderse como indicacin de que en otras tradiciones psicotera-puticas el llamado vuelco relacional no ha encontrado expresiones especficas propias.

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    ConsiderACiones sobre lA intersubjetividAd en su Contex to filosfiCo, e volutivo y ClniCo

    la comprensin adecuada de la psicologa femenina. Factores significativos adicionales han sido la conside-rable influencia que las teoras psicoanalticas de las relaciones objetales y la psicologa psicoanaltica del self han tenido en los crculos psicoteraputicos en ge-neral y, por otro lado, el impacto de las ideas de diferen-tes tericas feministas en el campo de la psicoterapia (Aron, 1996; Mitchell & Aron, 1999). Podramos agregar, adems, la progresiva difusin de la teora del apego y sus desarrollos y, en ntima conexin con ello, la inesti-mable significacin de los cada vez ms sistematizados hallazgos de la investigacin emprica de infantes y la observacin directa de la interaccin entre los cuidado-res primarios y los nios pequeos.

    En el contexto esbozado, la nocin relacional de intersubjetividad particularmente en el marco ge-neral del psicoanlisis relacional (Aron, 1996; Berman, 1997; Mitchell & Aron, 1999) aunque sin restringirse a l se ha convertido en un referente terico y prctico fundamental para muchos psicoterapeutas de distin-tas orientaciones. Sin embargo, en muchos sentidos el trmino se ha transformado en una palabra de moda que, por lo comn, pretende caracterizar determinadas teoras o aproximaciones teraputicas como post-car-tesianas y/o post-freudianas aunque sus detalles par-ticulares sean altamente dismiles (Orange, Atwood & Stolorow, 1997). La amplia difusin del concepto, como la de cualquier otro, ha trado consigo una creciente imprecisin y confusin conceptual y ha resultado en que el grado de la variabilidad de su utilizacin sea grande. Tal como indican Beebe, Knoblauch, Rustin y Sorter (2003), a pesar de la importancia del concep-to de la intersubjetividad, estamos impresionados por los mltiples usos del trmino en el discurso actual y una llamativa falta de consenso respecto de su signifi-cado (p. 745). Este artculo parte del supuesto de que, al margen de lo dicho, el concepto de la intersubjetivi-dad es un concepto clnicamente til que puede tanto transformar la concepcin de la psicoterapia de quien lo emplea como clarificar un conjunto importante de fenmenos clnicos especficos.

    Desde esta perspectiva, nos dedicaremos a ex-plorar algunas de las diferencias ms relevantes entre algunas de las definiciones existentes de la intersubje-tividad y, asimismo, a conocer algunas de las implican-cias tericas y clnicas que se pueden derivar de ellas. En concreto, examinaremos la nocin relacional de la intersubjetividad en tres contextos distintos: sus orge-nes en la filosofa fenomenolgica y en la filosofa bu-beriana, algunos de sus usos corrientes en la psicologa contempornea del desarrollo y, por ltimo, algunos de sus mltiples significados en el marco de la psicologa

    clnica. Prestaremos atencin tanto a las diversas defi-niciones del trmino como a algunas de las implican-cias que se desprenden de las definiciones particulares revisadas para la psicoterapia.

    LA INTERSUBJETIVIDAD EN SU CONTEXTO FILOSFICO

    Existe un cierto consenso respecto de que la nocin de la intersubjetividad tiene sus orgenes en la filosofa fe-nomenolgica, especialmente en las contribuciones de Husserl y Merleau-Ponty. No obstante, Benjamin (1990) y Natterson y Friedman (1995) sealan que tambin Hegel, un siglo antes que los fenomenlogos, haba descrito ciertos procesos importantes para compren-der la intersubjetividad en su Fenomenologa del esp-ritu (1807):

    En su discusin acerca del conflicto entre la inde-pendencia y la dependencia de la auto-concien-cia, Hegel mostr de qu manera el deseo de ab-soluta independencia que alberga el self entra en conflicto con la necesidad de reconocimiento que experimenta el self. Al intentar establecerse como entidad independiente, sin embargo, el self tiene que reconocer al otro como sujeto igual a s mismo con la finalidad de ser reconocido por el self, com-prometiendo en el acto el carcter absoluto del self y planteando la problemtica de que el otro pudiese ser igualmente absoluto e independiente. (Benjamin, 1990, pp. 189-190)

    Desde este punto de vista, la intersubjetividad est vinculada, al mismo tiempo, con la posibilidad y con la necesidad del reconocimiento ontolgico del otro como sujeto por derecho propio.

    Husserl, despus de Hegel, estuvo interesado en cuestionar los supuestos cartesianos fundamentales que, a lo largo del trayecto del pensamiento occidental moderno, haban conducido a la institucionalizacin de las dicotomas bsicas entre sujeto y objeto, realidad interna y realidad externa, individuo y mundo, perso-na y otras personas. Con este objetivo, Husserl utiliz la nocin de la intersubjetividad como herramienta para alejarse del imperante nfasis individualista y mondi-co de la filosofa y de la psicologa de su poca, refor-mulando la naturaleza de la existencia humana desde una perspectiva inherentemente relacional (Benjamin, 1990; Diamond & Marrone, 2003; Madison, 2001). As, la idea fenomenolgica de la intersubjetividad surge como alternativa a la concepcin del individuo como entidad aislada y separable de sus relaciones con el

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    mundo y los dems. En este sentido, hace referencia a la irreductibilidad del hecho existencial de la relacin del ser humano con otros seres humanos y explicita que el sujeto no puede existir y, de hecho, no existe con independencia de los otros la existencia es, as, siem-pre co-existencia entre (inter-) sujetos (-subjetividad), con lo cual le es concebida primaca ontolgica a la di-mensin interpersonal por sobre la dimensin personal e individual. Moreno (2000) aclara que, en la obra de Husserl, la intersubjetividad es un planteamiento filo-sfico que trasciende el punto de vista psicolgico; la fenomenologa husserliana considera que el otro, en trminos genricos, es una estructura intrnseca de la experiencia subjetiva. El otro se halla, por as decirlo, incrustado en los fundamentos experienciales de la subjetividad misma.

    Con posterioridad, en la tradicin fenomenolgica hermenutica la nocin de intersubjetividad tambin ha sido empleada como descripcin de un modo de comunicacin entre sujetos. Aqu se refiere a la expe-riencia dialgica que genera significados mediante un lenguaje comn a los sujetos involucrados es decir, mientras ms un sujeto explica e interpreta su propia experiencia al otro, ms llega a saber de s mismo y del otro (Lazar, 2001). Por otro lado, siguiendo a Oran-ge et al. (1997), el trmino ha sido usado en el mbito epistemolgico de manera similar para dar cuenta de una opinin compartida por diversos observadores res-pecto de que un cierto estado de cosas es un hecho, atribuyndose en ocasiones objetividad y neutralidad a los observadores. En este caso, se dice que la facticidad alcanzada descansa sobre un acuerdo o consenso inter-subjetivo. Bunge (1996) clarifica el uso epistemolgico comn del concepto en el rea de las ciencias sociales: una explicacin es intersubjetiva dentro de una comu-nidad determinada si, y slo si, (casi) todos los miem-bros de la comunidad estn de acuerdo con ella (sea cual fuere su valor de verdad) (p. 454). Afirma que, a pesar de que la intersubjetividad en este sentido es un indicador de objetividad, no es del todo confiable de-bido a que un grupo determinado de personas puede percibir o conceptualizar un suceso dado de la misma manera incorrecta.

    Remitindonos a la concepcin fenomenolgica de la intersubjetividad, podemos entonces estable-cer: (1) que sta supone que la separacin tradicional entre lo interno y externo es un vestigio del dualismo cartesiano, estando ambas dimensiones precedidas por la primaca del campo interpersonal o relacional, y (2) que rechaza la existencia de una escisin aprio-rstica en el sentido de previa a la experiencia entre mente y cuerpo e individuo y otro, entendiendo mente

    y cuerpo como fenmenos primariamente interperso-nales (Diamond & Marrone, 2003; Madison, 2001). Tal como aseveran Diamond y Marrone (2003), asumir que el individuo existe desde un comienzo como se-parado del mundo o trazar una lnea divisoria tajante entre los mundos interno y externo es descansar so-bre una divisin metafsica que se supone existente en la realidad con anterioridad a la experiencia (p. 16). Estas ideas implican una problemtica relevante, particularmente para la fenomenologa ya que su fun-damentacin epistemolgica y metodolgica se basa en la experiencia directa e inmediata del individuo: cmo podemos explicar el hecho experiencial de que las personas sean capaces de tener vivencias que ex-perimentan como internas? Desde una perspectiva intersubjetiva, una respuesta significativa a esta inte-rrogante es que toda diferenciacin entre lo interior y lo exterior es una divisin experiencial que no debe ser confundida con una realidad absoluta. Podemos tener una experiencia de un mundo interno, pero esto no debiera llevarnos a una suposicin ontolgica res-pecto de un mundo interior separado de la realidad externa (Madison, 2001, p. 7).

    La concepcin fenomenolgica de la intersubjeti-vidad es, sin lugar a dudas, uno de los orgenes filos-ficos principales del uso contemporneo del concepto. Sin embargo, tal como ya hemos mencionado, tambin existe una segunda fuente histrica importante que, de modo ms implcito puesto que no recurre abierta-mente a la palabra intersubjetividad, se ha anticipado al inters intersubjetivo actual de los psicoterapeutas: la filosofa dialgica de Buber. Desde su obra temprana Yo y t (1923), Buber coloc la relacin y el dilogo en el centro de sus reflexiones filosficas, enfatizando que el individuo, siempre que se experimenta como un yo, no se considera a s mismo de modo separado o aisla-do. Ms bien, de manera invariable se vivencia como un yo en relacin a algo que se diferencia y opone a ese yo. Buber subray que el ser humano slo deviene ver-daderamente humano cuando aquello con lo que el yo se relaciona es un t en el sentido de otro sujeto que es enfrentado en cuanto sujeto (Aron, 1996; Doubrawa & Staemmler, 2003; Friedman, 2002). Desde el punto de vista de la filosofa buberiana, el crecimiento pro-fundo del self no tiene lugar, como supone la gente de hoy, a travs de nuestra relacin con nosotros mismos, sino al ser hechos presente por el otro y al saber que somos hechos presente por l (Buber, cit. en Friedman, 2002, p. 9). En el nfasis sobre la necesidad de un otro que acta como co-creador y confirmador de la expe-riencia individual reconocemos ecos de las reflexiones filosficas de Hegel, mencionadas con anterioridad.

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    Para la psicologa, la reformulacin relacional de la naturaleza de la experiencia humana que introducen tanto la concepcin fenomenolgica de la intersubjeti-vidad como la filosofa dialgica de Buber representan un desafo paradigmtico de gran envergadura y, en efecto, implican un vuelco conceptual general. Firme-mente anclada en la tradicin filosfica cartesiana, al margen de algunas notables excepciones, la psicologa como disciplina del conocimiento ha permanecido muy cercana a la nocin cardinal de un individuo separado del mundo y los dems como fundamento metaterico transversal (Wheeler, 2000). En la tradicin psicoanal-tica contempornea, esta aproximacin a veces ha sido calificada de psicologa unipersonal con la intencin de diferenciarla con claridad de teoras psicolgicas bi-personales o multi-personales que toman en conside-racin y enfatizan diversos aspectos vinculares como elementos conceptuales centrales (Aron, 1996; Dia-mond & Marrone, 2003; Modell, 1984). Concluyendo, podramos afirmar que el surgimiento del movimiento relacional ha trado consigo la necesidad imperiosa de articular sistemas tericos post-cartesianos y, con ello, plenamente contextuales.

    LA INTERSUBJETIVIDAD EN EL CONTEXTO DE LA PSICOLOGA DEL DESARROLLO

    En el contexto de la psicologa del desarrollo, Merleau-Ponty fue probablemente el primero en utilizar el con-cepto de la intersubjetividad3. Tal como sealan Dia-mond y Marrone (2003), Merleau-Ponty consideraba que el nio no nace encerrado en su propia subjetivi-dad y atraviesa un complejo proceso deductivo que lo lleva a descubrir, en algn momento, que existen otras personas con subjetividades propias. Ms bien, en con-cordancia con los supuestos cardinales de la fenomeno-loga, supuso que el nio est primordialmente abierto a los dems y orientado hacia ellos, encontrndose a s mismo en una situacin interpersonal y expuesto a las respuestas del otro. Sugiri que la intersubjetividad, en este sentido, es la experiencia primaria y que la subje-tividad individual se origina en ella el nio comienza su vida de modo intersubjetivo y gradualmente se des-cubre a s mismo a travs del otro (Madison, 2001). Los dems lo tratan como un otro y este hecho le permite empezar a experimentarse como sujeto. Cuando adulto,

    3 Aunque Merleau-Ponty es mejor conocido por sus apor-tes a la filosofa fenomenolgica post-husserliana, du-rante algunos aos fue catedrtico universitario de psi-cologa del desarrollo.

    la intersubjetividad contina siendo el fundamento de su experiencia individual y sostiene su capacidad para vincularse con el mundo y las dems personas.

    Con posterioridad, la nocin de la intersubjetivi-dad vuelve a hacer aparicin, en particular a travs de las investigaciones de Stern (1985) sobre el mundo in-terpersonal del infante. Para Stern, la intersubjetividad, ms que una condicin ontolgica dada, representa un logro del desarrollo infantil que se comienza a produ-cir, en circunstancias normales, entre los siete y nue-ve meses de edad. Entiende la intersubjetividad, por un lado, como capacidad de reconocer a otra persona como centro separado de experiencia subjetiva con el cual se pueden compartir estados subjetivos propios y, por otro lado, como forma especfica de relacin que se genera entre el nio y su madre (Lazar, 2001; Stern, 1985). Desde la primera perspectiva, el logro de la in-tersubjetividad depende, en esencia, de que el nio aprenda a reconocer: (1) que las experiencias subjeti-vas pueden potencialmente ser compartidas con otra persona, y (2) que otras personas diferentes de l mis-mo pueden experimentar estados mentales similares al suyo, lo que lo lleva a formar una teora de las men-tes separadas4. Desde la segunda perspectiva, puede afirmarse que Stern conceptualiza la intersubjetividad como un proceso de regulacin mutua, en el cual cada participante cambia con los cambios del otro (Beebe, Rustin, Sorter & Knoblauch, 2003, p. 830). Stern subraya que estos procesos evolutivamente cruciales para el de-sarrollo del self requieren de la existencia de un marco compartido de significados y medios de comunicacin, incluyendo el gesto, la postura y la expresin facial.

    Benjamin (1990), en una lnea similar, ha desta-cado que durante mucho tiempo la psicologa del de-sarrollo no prest suficiente atencin a la subjetividad de la madre y se centr en comprender la relacin hijo-madre como relacin sujeto-objeto. En este contexto, explicitando an ms las ideas de Stern, conceptualiza la intersubjetividad como meta evolutiva que se carac-teriza, a diferencia del uso del otro como objeto, por la presencia de un reconocimiento pleno de la subjetivi-dad del otro (Berman, 1997; Lazar, 2001). En este sen-tido, Benjamin hace referencia a la intersubjetividad

    4 Desde luego, no se trata de una teora completamente desarrollada, sino ms bien de una idea gua que dice algo as como que lo que est sucediendo en mi mente puede ser lo bastante similar a lo que est sucediendo en la tuya como para que de algn modo podamos co-municarnos esto (sin emplear palabras) y de tal modo experimentar la intersubjetividad (Stern, 1985, p. 157).

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    como zona de la experiencia humana que est vincu-lada a la continua oscilacin entre la negacin y la afir-macin recproca de las subjetividades del nio y de la madre, enfatizando la relevancia de la mutualidad del reconocimiento del otro como sujeto. La teora inter-subjetiva postula que el otro debe ser reconocido como otro sujeto con tal de que el self experimente plena-mente su propia subjetividad en la presencia del otro (Benjamin, 1990, p. 186) y enfatiza, adems, el hecho de que la intersubjetividad en cuanto capacidad de re-conocimiento del otro como sujeto es una capacidad que se desarrolla en el tiempo en relacin a la experien-cia de separacin y diferenciacin respecto del otro. Por ejemplo, un estado afectivo de Estamos sintiendo este sentimiento se tiende a convertir, de manera gradual, en un estado afectivo de S que t sabes lo que siento.

    A partir de las concepciones de Stern y Benjamin, el concepto de la intersubjetividad ha sido utilizado para designar: (1) modalidades de relacin entre madre y nio que involucran sintona afectiva, responsividad ptima y estados afectivos compartidos; (2) el surgi-miento de la posibilidad de reciprocidad en el dilogo temprano entre padres e hijos; (3) la aparicin de la capacidad de reconocer y relacionarse con un otro no como extensin del propio self, sino como sujeto sepa-rado, en el transcurso del desarrollo infantil; (4) la capa-cidad del nio para atribuir estados mentales intencio-nales a otras personas y comprenderlos; y (5) aspectos del mbito de la comunicacin afectiva no-verbal (Dia-mond & Marrone, 2003; Lazar, 2001; Orange et al., 1997; Stolorow, 2004; Stolorow & Atwood, 1992). Todos estos significados del trmino se alejan de las ideas origi-nales de Merleau-Ponty acerca de la intersubjetividad como condicin humana dada con anterioridad a la experiencia subjetiva individual, y la consideran como cualidad relacional o aspecto de las relaciones interper-sonales que es adquirido (o no) en los vnculos iniciales del nio con sus cuidadores primarios. Al hacer hinca-pi en los procesos psicolgicos e intersubjetivos de reconocimiento del otro como sujeto, los significados descritos estn inscritos en la lnea filosfica que parte en Hegel y desemboca en Buber.

    Las ideas de Beebe, Rustin, Sorter y Knoblauch (2003) se encuentran, de algn modo, en una posicin intermedia entre el eje filosfico Hegel/Buber y el eje filosfico fenomenolgico, que engloba las contribu-ciones particulares de Husserl y Merleau-Ponty. Para Beebe et al., las contribuciones de Stern y otros investi-gadores de la infancia que han destacado la intersubje-tividad la han entendido fundamentalmente en trmi-nos de correspondencia no-verbal y mutualidad entre madre e hijo. Con ello, se han enfatizado los procesos

    relacionales de regulacin mutua y se ha omitido en alguna medida la relevancia de los procesos de auto-regulacin, un aspecto que consideran fundamental en una teora de la intersubjetividad5. Ellos, por su parte, prefieren una definicin ms neutral de la intersubje-tividad como concepto de carcter interaccional que hace referencia en trminos generales a aquello que ocurre entre dos subjetividades y sealan que el ran-go completo de patrones de regulacin interactiva [en la relacin madre-hijo] proporciona la definicin ms amplia de los orgenes pre-simblicos de la intersubje-tividad, siendo la correspondencia slo uno de diversos patrones importantes (p. 806). Desde esta perspecti-va, constatan que la intersubjetividad de la infancia, primariamente pre-simblica e implcita, es distinta de la intersubjetividad explcita de la adultez6. Por ejem-plo, la intersubjetividad adulta supone el reconoci-miento consciente y verbalizable del otro como centro autnomo de experiencia e iniciativa, mientras que un nio slo puede experimentar tal reconocimiento de modo pre-verbal y tiene dificultades para articularlo en palabras. En consecuencia, Beebe et al. consideran relevante suponer que existen diferentes formas de intersubjetividad vinculadas con los diferentes niveles del desarrollo cognitivo.

    Stolorow y sus colegas (1987, 1992, 2000, 2002, 2004) y Diamond y Marrone (2003), por su parte, re-presentan en muchos sentidos de manera ms clara la lnea filosfica fenomenolgica. Diamond y Marrone (2003) piensan que los significados del concepto de la intersubjetividad que hemos revisado se alejan de su sentido original como descripcin de la forma funda-mental en la que los seres humanos estn primordial-mente interconectados con los dems desde un inicio. Para ellos, la intersubjetividad existe con independen-cia de la cualidad o las caractersticas especficas que exhiba la relacin del nio con la madre, y la definen, por lo tanto, como el hecho de la vinculacin [related-ness] como tal, la descripcin de la conexin entre el beb y el otro, que existe entre las personas en general

    5 Los estados internos de activacin y excitacin son si-multneamente regulados dentro del organismo y a tra-vs de la interaccin con el otro (Beebe, Rustin, Sorter & Knoblauch, 2003, p. 830).

    6 Implcito se refiere a cosas que sabemos o hacemos au-tomticamente sin experiencia consciente de hacerlas o recordarlas [Explcito] se refiere a cosas que hacemos o recordamos, que pueden ser tradas a la conciencia como recuerdo simblicamente organizado de informacin y eventos (Beebe, Knoblauch, Rustin & Sorter, 2003, p. 748).

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    (p. 14). Creen que el desarrollo slo puede ser enten-dido de modo adecuado cuando es visualizado como enraizado en la interaccin intersubjetiva de influencia recproca entre padres e hijo que es inherente a la exis-tencia humana. En este sentido, haciendo referencia al trabajo del investigador de la infancia Trevarthen, pre-sumen que la intersubjetividad es algo dado que no es necesario aprender o adquirir; es factible suponer que se desarrolla de ciertas maneras, pero como condicin bsica de la experiencia individual est presente desde un comienzo.

    Stolorow et al. son, posiblemente, los tericos ms destacados que han hecho uso de la nocin de la intersubjetividad y examinaremos sus contribuciones con ms detalle en las prximas dos secciones debido a que son ms pertinentes en el contexto de la psico-loga clnica. No obstante, es necesario introducir aqu algunas de sus ideas generales en cuanto estn rela-cionadas con la psicologa del desarrollo. Stolorow y Atwood (1992), al igual que Diamond y Marrone, ase-veran que la intersubjetividad es una condicin prima-ria de la existencia humana. Indican que emplean el trmino intersubjetivo para nombrar todos los campos psicolgicos formados por la interaccin de mundos de experiencia, sea cual sea el nivel [evolutivo] en el que estos mundos estn organizados (p. 30, cursiva del original), y subrayan el inextricable y continuo entre-lazamiento de al menos dos subjetividades como teln de fondo constitutivo de la experiencia individual en todas sus variedades. Para ellos, en consecuencia, los procesos psicolgicos que conforman el desarrollo de la personalidad siempre transcurren insertos en una matriz relacional intersubjetiva especfica que los po-sibilita y contiene, y cuyas caractersticas nicas les confieren los atributos particulares que asumen en un contexto dado.

    Desde este punto de vista, la intersubjetividad no hace referencia a un determinado paso o logro del de-sarrollo; sin embargo, la aplicacin del concepto puede resultar til en el rea de la psicologa evolutiva (Stolo-row & Atwood, 1992; Stolorow et al., 1987; Orange et al., 1997). Stolorow et al. (1987) mostraron hace casi dos dcadas que los conflictos internos siempre se consti-tuyen en el marco de descarrilamientos especficos de la intersubjetividad en el transcurso del desarrollo (p. 120). Asimismo, Brandchaft (2002) recientemente ha especificado que la perspectiva intersubjetiva supone que el desarrollo del sentido del self, incluyendo la cris-talizacin de patrones duraderos de personalidad y psi-copatologa, se desarrolla al interior de y es mantenido por el campo psicolgico continuamente cambiante formado por la interseccin entre el mundo subjetivo

    en vas de estructuracin propio del nio y los mundos subjetivos de sus cuidadores. De esta forma, el desarro-llo se entiende de la mejor manera posible en funcin de los contextos intersubjetivos particulares que dan forma a los procesos ligados al desarrollo del self.

    Las reflexiones previas ya nos sugieren algunos as-pectos de la aplicacin y utilidad clnica de las concep-ciones de la intersubjetividad que han sido formuladas en el marco de la psicologa del desarrollo contribu-yen, entre otras cosas, a una comprensin gentica relacional de la psicopatologa y de la personalidad. Po-dramos agregar, adems, que en la vida actual de los pacientes habitualmente pueden detectarse contextos intersubjetivos similares a los infantiles que sostienen y dan continuidad a interacciones y experiencias insa-tisfactorias que tienen sus races en la infancia. En tr-minos de los procesos psicoteraputicos, Stern (1985) piensa que la interafectividad, una nocin que hace referencia al hecho de que nio y madre comparten estados especficamente afectivos, es de especial im-portancia. La interafectividad incluye la posibilidad de que la madre est entonada [attuned] o desentonada respecto de los afectos de su hijo esto es, que com-parta efectivamente el estado afectivo particular que el nio experimenta en un momento dado o no. Stern relaciona estos procesos, que hemos descrito como cruciales para el desarrollo del self, con las posibilida-des de que, en la psicoterapia de adultos, el terapeuta logre empatizar (entonar) o se produzca un fracaso em-ptico (desentonamiento) respecto de las experiencias afectivas del paciente. Reconoce que esta analoga no debe ser entendida en un sentido demasiado estrecho porque el fenmeno de la empata entre adultos parece ser an ms complejo que la intersubjetividad infantil, pero de todos modos proporciona una metfora intere-sante desde el punto de vista clnico.

    Ms recientemente, Stern et al. (1998) han comen-zado a explorar las implicancias de los procesos rela-cionales implcitos, en el sentido clarificado por Beebe y sus colegas, para la psicoterapia de adultos, aunque no se refieren de modo especfico a la intersubjetivi-dad. Benjamin (1990), por su parte, ha aseverado que la intersubjetividad no slo es una meta y un logro del desarrollo, sino tambin una meta y un logro que se pueden poner de manifiesto en el transcurso de un proceso teraputico exitoso. Puesto que la intersubjeti-vidad en el sentido de la capacidad de reconocimiento del otro como sujeto es aquel factor evolutivo central que posibilita la aparicin y el despliegue de la subjeti-vidad humana como tal, su surgimiento en el contexto psicoteraputico como alternativa al uso del otro como objeto puede eventualmente ser un reflejo de que

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    ciertos procesos evolutivos que no fueron completados en su debido momento por el paciente han podido ser reactivados y puestos en marcha. En total, hasta la fe-cha las implicancias de las concepciones de la intersub-jetividad articuladas desde la perspectiva de la psicolo-ga contempornea del desarrollo para el tratamiento psicoteraputico de pacientes adultos an no han sido aclaradas en profundidad.

    LA INTERSUBJETIVIDAD EN EL CONTEXTO DE LA PSICOTERAPIA (I): ALGUNAS CONSIDERACIONES TERICAS

    Entre las tentativas conceptuales post-cartesianas exis-tentes, la teora psicoanaltica de la intersubjetividad formulada por Stolorow et al. ha tenido un gran im-pacto, tambin fuera de los crculos del psicoanlisis relacional7 (Finlay, 1999; Jacobs, 1992, 1998; Wheeler, 2000). Puesto que es, posiblemente, la propuesta con-ceptual intersubjetiva ms sistemtica y elaborada que se haya planteado hasta la fecha, utilizaremos algunas de sus ideas principales con la finalidad de mostrar cier-tas implicancias nucleares de una aproximacin que se basa en la nocin de la intersubjetividad. Stolorow, Brandchaft y Atwood (1987) redefinieron hace ya casi dos dcadas al psicoanlisis como ciencia de la inter-subjetividad, lo que significa que estudia la interaccin recproca de los mundos subjetivos diferentemente or-ganizados de observador y observado. Asumen en tr-minos epistemolgicos que la posicin del observador siempre se encuentra dentro del campo intersubjetivo conformado, desde una perspectiva clnica, por el psi-coterapeuta y el o los pacientes. Para Lazar (2001), este acercamiento intersubjetivo representa una teora de campo o de sistemas en cuanto busca comprender los fenmenos psicolgicos no como productos de meca-nismos intrapsquicos localizados dentro del individuo, sino como fenmenos que se forman en la interfaz de subjetividades recprocamente interactuantes.

    En este sentido, Stolorow y Atwood (1992) y Stolo-row, Atwood y Orange (2002) han puesto al descubierto lo que denominan el mito de la mente aislada y han enfatizado la importancia terica y clnica de ponerlo en entredicho y de reconocer la intersubjetividad como

    7 De modo interesante, Stolorow et al. han estado fuerte-mente influenciados por la fenomenologa. El subttulo de uno de sus primeros libros anunciaba Exploraciones en fenomenologa psicoanaltica, y tambin en otras con-tribuciones han explicitado su deuda con la filosofa fe-nomenolgica (Orange et al., 1997; Stolorow, 2002).

    condicin humana primaria y previa a la experiencia de individualidad:

    En contraste con el punto de vista de que el hom-bre moderno sufre de una ausencia de mitos [], desafiamos un mito central que impregna la cul-tura occidental contempornea [] El mito de la mente aislada atribuye al hombre un modo de ser en el cual el individuo existe separadamente del mundo de la naturaleza fsica y tambin de la vinculacin con los otros. [] Considerada como smbolo de la experiencia cultural, la imagen de la mente aislada representa la alienacin del hombre moderno con respecto a la naturaleza, la vida so-cial y la subjetividad misma. (Stolorow & Atwood, 1992, pp. 35-36)

    Stolorow et al. advierten que la superacin del mito de la mente aislada no es una empresa exenta de dificultades, debido a que este mito colectivo de la civilizacin occidental cumple determinadas funciones psicodinmicas defensivas entre ellas, proteger al individuo de la posible vivencia de profunda vulnera-bilidad que acompaa la realizacin de su inevitable dependencia respecto de los dems.

    Para Stolorow y Atwood (1992), la teora psicoana-ltica de la intersubjetividad, como intento de trascen-der el mito de la mente aislada, constituye un posicio-namiento epistemolgico y metodolgico muy amplio que hace necesaria la revisin radical de todos los as-pectos del pensamiento psicoanaltico positivista tradi-cional. Desde el punto de vista de la psicoterapia expe-riencial, Madison (2001) concuerda con la necesidad de llevar a cabo numerosas redefiniciones conceptuales ya que, tal como seala, muchos tericos interesados en la intersubjetividad continan empleando nociones como psique, sujeto y evento mental habiendo modificado sustancialmente sus significados sin ex-plicitar estos cambios. As, la teora psicoanaltica de la intersubjetividad ha ido reconceptualizando la gran mayora de las concepciones clsicas del psicoanlisis.

    Entre los conceptos metatericos que tienen gran incidencia en la prctica clnica y cuyos supuestos sub-yacentes han sido examinados y reformulados desde la perspectiva intersubjetiva se encuentra, en especial, la concepcin de la motivacin. Desde la primaca moti-vacional de las pulsiones, el punto de vista relacional ha sufrido una transicin terica radical hacia la pri-maca motivacional del afecto, que es entendido como nexo primario entre lo interno y lo externo y as entre sujeto y otro (Stolorow, 2002; Stolorow et al., 2002). A diferencia de las pulsiones, que se originan en las pro-

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    ConsiderACiones sobre lA intersubjetividAd en su Contex to filosfiCo, e volutivo y ClniCo

    fundidades de la mente cartesiana aislada, los afectos son regulados desde un inicio en sistemas relacionales. Tal como asevera Stolorow (2002), colocar el afecto en el centro de la vida psicolgica automticamente con-duce a una contextualizacin intersubjetiva de la expe-riencia individual.

    Por otro lado, Madison (2001) advierte que las teo-ras que enfatizan los aspectos intersubjetivos tienden a exagerar la relevancia metaterica de la dimensin relacional y a minimizar la dimensin personal. Sin em-bargo, la teora de Stolorow (2004) et al. en particular subraya que la idea central de la intersubjetividad no hace referencia ni a un modo especial de experiencia ni al hecho de poder compartir la experiencia, sino a la precondicin fundamental para poder tener ex-periencias individuales. En este sentido, articula una psicologa contextual que reconoce el rol constitutivo de lo relacional [relatedness] en la generacin de toda experiencia. Supone que los mundos experienciales y los campos intersubjetivos se constituyen mutuamen-te unos a los otros. A diferencia de las mentes carte-sianas aisladas, los mundos experienciales, tal como adquieren forma y evolucionan dentro de un nexo de sistemas relacionales vivos, son vistos como exquisi-tamente sensibles a los contextos y dependientes de stos. La bifurcacin cartesiana se remedia y lo interno y lo externo pasan a entretejerse sin ribetes. (Stolorow, 2000, p. 150)

    Natterson y Friedman (1995), por su parte, pien-san que la nocin de la intersubjetividad tiene ciertas ventajas respecto de las nociones de lo intrapsquico y de lo interpersonal: lo intrapsquico tiende a dejar fue-ra la interpenetracin continua de las experiencias de individuos que siempre estn en relacin y lo interper-sonal tiende a traer consigo una cierta negligencia de lo interno, histrico e inconsciente que caracterizan la experiencia individual.

    LA INTERSUBJETIVIDAD EN EL CONTEXTO DE LA PSICOTERAPIA (II): ALGUNAS CONSIDERACIONES CLNICAS

    Al igual que en los contextos filosfico y evolutivo, en el contexto clnico la nocin de la intersubjetividad es objeto de numerosos usos y refiere a significados diver-gentes. En trminos generales, es empleada para expli-citar la nueva comprensin relacional de un conjunto de fenmenos y/o procesos que se producen en el mar-co de la situacin clnica y la relacin psicoteraputica y para los cuales los conceptos tradicionales de trans-ferencia y contratransferencia incrustados en el mito

    cartesiano de la mente aislada parecen haber dejado de ser principios explicativos suficientes o adecuados (Aron, 1991, 1996; Natterson & Friedman, 1995). En particular, Aron (1991, 1996) ha destacado que reem-plazar los conceptos de transferencia y contratransfe-rencia con el concepto de la intersubjetividad tiene la ventaja de que este ltimo trmino no tiene una con-notacin psicopatolgica y, a diferencia de los primeros trminos, implica una influencia bidireccional y con-tinua entre el psicoterapeuta y el paciente. Siguiendo a Aron, la nocin de contratransferencia en especial minimiza y oscurece el reconocimiento del impacto de la subjetividad del psicoterapeuta sobre la subjetividad del paciente porque es reflejo de la idea de que la ex-periencia del terapeuta es reactiva ms que subjetiva y activa.

    Benjamin (1990) considera que el trmino inter-subjetividad ha sido introducido para definir la situa-cin clnica como campo de interseccin entre subje-tividades en el sentido del interjuego entre diferentes mundos de experiencia. Natterson y Friedman (1995), por su parte, sealan que la psicoterapia es bsicamente una experiencia de intersubjetividad clnica y enfatizan que esto implica que dos o ms individuos co-crean y co-construyen el vnculo teraputico. Agregan que to-dos los psicoterapeutas interesados en la intersubje-tividad estn de acuerdo respecto de que existe en la situacin psicoteraputica una influencia mutua, rec-proca e inter accional de cada uno de los participantes sobre el otro y sobre la relacin establecida entre am-bos. Con ello, subrayan la relevancia de la subjetividad del psicoterapeuta, que afecta de modo continuo el proceso teraputico. Dunn (1995), por otro lado, piensa que el concepto de la intersubjetividad hace referencia al interjuego dinmico entre las experiencias subjeti-vas de terapeuta y paciente en la situacin clnica, un fenmeno cuya importancia para el trabajo teraputico es asumida por las diversas escuelas del psicoanlisis. Afirma que la intersubjetividad significa que la forma-cin y el desarrollo del proceso psicoteraputico deriva de una mezcla inextricablemente entrecruzada de las reacciones subjetivas de terapeuta y paciente. Segn Reeder (1998), la intersubjetividad es aquella dimen-sin [clnica] en la cual no tenemos conocimiento uno del otro, pero sin embargo actuamos sobre el otro y nos influenciamos el uno al otro (p. 66, cursiva del original), y agrega que un modelo intersubjetivo supone que la experiencia teraputica descansa siempre sobre un en-cuentro humano.

    Stolorow, Atwood y Ross (1978) fueron quienes introdujeron originalmente el concepto de la intersub-jetividad en el psicoanlisis clnico norteamericano y,

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    Andr sAssenfeld

    a partir de entonces, en los crculos psicoteraputicos ms amplios (Aron, 1996; Benjamin, 1990; Lazar, 2001). En ese primer momento, Stolorow et al. conceptua-lizaron la interaccin especfica entre transferencia y contratransferencia como proceso intersubjetivo que refleja la interaccin entre los mundos subjetivos di-ferentemente organizados de terapeuta y paciente, tomando en consideracin el impacto de las no recono-cidas correspondencias y disparidades entre los respec-tivos mundos vivenciales de ambos sobre el proceso teraputico. En la actualidad, consideran en trminos ms generales que la intersubjetividad hace referencia a todo sistema que es constituido por el entrecruza-miento e interjuego de dos o ms mundos subjetivos (Orange et al., 1997; Stolorow et al., 2002). As, estn interesados en entender la situacin clnica como cam-po intersubjetivo, centrando su atencin en las subjeti-vidades de terapeuta y paciente dentro del sistema que generan y a partir del cual surgen. Buscan describir la emergencia y modificacin psicoteraputica de la sub-jetividad en contextos intersubjetivos y definen estos procesos como primariamente relacionales. Desde esta perspectiva, Stolorow (2000) redefine la psicoterapia de la siguiente manera:

    la terapia psicoanaltica deja de ser una excavacin arqueolgica de capas cada vez ms profundas de una mente inconsciente aislada. En cambio, es una exploracin dialgica del mundo experiencial de un paciente, conducida con conciencia de la contribu-cin inevitable del mundo experiencial del terapeu-ta a la exploracin en curso. Una indagacin de tales caractersticas busca la comprensin de los princi-pios que organizan pre-reflexivamente el mundo del paciente y que mantienen confinada la expe-riencia del paciente a sus horizontes limitantes. Al esclarecer tales principios en un contexto dialgico, la terapia psicoanaltica apunta a expandir los ho-rizontes experienciales del paciente, abriendo con ello la posibilidad de una vida emocional enriqueci-da, ms compleja y ms flexible (p. 150).

    Para Diamond y Marrone (2003) la nocin de la intersubjetividad alude al hecho de que terapeuta y paciente dan mutuamente forma a la experiencia cons-ciente e inconsciente del otro, con lo cual la idea del psicoterapeuta como observador neutral y desapegado es reemplazada por la concepcin de que ste siempre est involucrado en un interjuego consciente e incons-ciente de comunicaciones afectivas y simblicas. In-dican que otros tericos y clnicos entienden la inter-subjetividad como descripcin del intercambio entre

    las subjetividades de psicoterapeuta y paciente que permite clarificar la dinmica del encuentro terapu-tico desde una perspectiva dialctica. En concordancia con la definicin de la intersubjetividad que Diamond y Marrone utilizan (vase ms arriba), esto conduce a confusiones porque la intersubjetividad no puede cir-cunscribirse a un encuentro dialctico entre dos perso-nas, en el setting analtico o en otra parte. Es inherente a todas las interacciones entre personas, englobando grupos, instituciones y, de hecho, las formas culturales de la vida (p. 14). Para ellos, advertir la intersubjeti-vidad nos permite sentirnos en relacin con un otro o en relacin para un otro, lo cual al psicoterapeuta le posibilita centrarse en proporcionar y construir con el paciente una forma de relacin e interaccin que sea teraputica.

    Cules son, entonces, algunas de las implicancias clnicas del concepto de la intersubjetividad? En primer lugar, la nocin de la intersubjetividad transforma pro-fundamente la comprensin habitual de los fenmenos psicolgicos que se generan en el transcurso de un pro-ceso psicoteraputico. De acuerdo a Stolorow (2000) y Brandchaft (2002), desde el punto de vista intersub-jetivo los fenmenos clnicos dejan de ser entendidos como productos de mecanismos intrapsquicos que se originan en el interior de la mente aislada del pacien-te sin la implicacin del terapeuta (una aproximacin llamada determinismo intrapsquico) y pasan a conce-birse como fenmenos que se forman en la interfaz de los mundos experienciales interactuantes de paciente y psicoterapeuta. En este sentido, invariablemente son propiedades emergentes de un sistema intersubje-tivo y no pueden ser entendidos de modo apropiado sin referencia primaria al papel que le corresponde al psicoterapeuta en trminos de su aparicin con in-dependencia de lo dificultoso que pueda en ocasiones resultar detectar su contribucin.

    Terapeuta y paciente no traen a la situacin tera-putica mundos experienciales separados y privados con el nico resultado de que ambos llegan a com-prender la realidad interna del paciente; ms bien, terapeuta y paciente estn continuamente definin-dose a s mismos y definiendo al otro (Natterson & Friedman, 1995, p. 5) y, en el transcurso de este pro-ceso intersubjetivo, ambos cambian dado que ambos llegan a entender con mayor detalle tanto sus propios mundos internos personales como las caractersticas particulares de la interaccin que se genera entre esos mundos experienciales. Esta comprensin relacional de la psicoterapia trae consigo una radical contextua-lizacin intersubjetiva de fenmenos clnicos tpicos como la alianza teraputica, la resistencia, el impasse o

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    ConsiderACiones sobre lA intersubjetividAd en su Contex to filosfiCo, e volutivo y ClniCo

    el cambio de la personalidad (Stolorow, 2002; Stolorow & Atwood, 1992; Stolorow et al., 1987). Dicho de otro modo, siguiendo a Natterson y Friedman (1995), un entendimiento adecuado de los diferentes fenmenos que surgen en el contexto clnico requiere una continua apreciacin de la importancia del interjuego de las vi-das subjetivas de ambos participantes en trminos de su generacin o construccin. Desde el punto de vista intersubjetivo, a todas las experiencias especficas de psicoterapeuta y paciente en la relacin teraputica subyace un proceso de co-creacin y co-construccin enraizado en la interaccin consciente e inconsciente de sus respectivos mundos experienciales.

    PALABRAS FINALES

    En el marco del vuelco relacional en el campo contem-porneo de la psicoterapia, el concepto de la inter-subjetividad se ha convertido en una nocin terica fundamental para muchos psicoterapeutas de diver-sas orientaciones. Hemos visto que, desde el punto de vista filosfico, existen dos lneas temticas generales que definen la intersubjetividad: la lnea ligada a las reflexiones filosficas de Hegel y Buber la liga a la posi-bilidad del reconocimiento de un otro como sujeto por derecho propio y la lnea fenomenolgica la concep-tualiza como aquella condicin ontolgica del ser hu-mano que lo convierte en un individuo de naturaleza inherentemente relacional. Desde el punto de vista de la psicologa del desarrollo, estas dos lneas temticas encuentran su expresin en la concepcin de la inter-subjetividad como logro evolutivo de la capacidad de reconocer a un otro como sujeto y en la idea de que el self emerge en un contexto intersubjetivo que es previo a la individualidad, respectivamente. Por lti-mo, desde el punto de vista clnico, la intersubjetividad se refiere en trminos amplios al interjuego continuo entre los mundos experienciales del psicoterapeuta y del paciente. En este sentido, al menos en relacin a las definiciones clnicas de la intersubjetividad que hemos revisado, nos encontramos con un predominio de la segunda lnea temtica primaria que hemos descrito.

    La amplia variabilidad de significados que la no-cin de la intersubjetividad implica en sus dimensiones filosfica, evolutiva y clnica trae consigo la necesidad de contar con claridad respecto del significado particu-lar que justifica su utilizacin en un determinado con-texto. Los diferentes usos del concepto en el rea de la psicoterapia, que se desprenden de sus diversas defini-ciones, tienen implicancias distintas para la compren-sin de la interaccin entre terapeuta y paciente y del proceso psicoteraputico. Suponen, ms all, objetivos

    clnicos divergentes y posibilidades dispares de inter-vencin. En consecuencia, el psicoterapeuta que desea integrar el concepto de la intersubjetividad de manera informada y fundamentada en su repertorio terico con la finalidad de ampliar o profundizar su entendi-miento de los procesos caractersticos que conforman la psicoterapia requiere un conocimiento al menos ge-neral de las distinciones bsicas que hemos establecido en el transcurso de este artculo.

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    lA teorA de los sistemAs intersubjetivos: el viA je de unA fAlibilistA

    TEORA

    la teora de los sisteMas intersubjetivos: el viaje de una falibilista1

    (Rev GPU 2010; 6; 3: 328-337)

    donna M. orange2

    la teora de los sistemas intersubjetivos corresponde a la concepcin de que la experiencia personal siempre emerge, se mantiene y se transforma en contextos relacionales. esta concepcin es sosteni-da por inclinaciones personales, creencias filosficas y convicciones clnicas. en cuanto sensibilidad clnica, incluye primariamente un nfasis en las convicciones emocionales o principios organizado-res que sistematizan la experiencia, en el involucramiento personal del analista y en el rechazo a la argumentacin sobre la realidad.

    Honramos a nuestras creencias al llamarlas teoras.(Emmanuel Ghent)

    1 Publicado originalmente como Intersubjective systems theory: A fallibilists journey en Self and Systems: Annual of the New York Academy of Sciences, 1159, 237-248 (2009). La traduccin y re-publicacin se han realizado con el permiso expreso de la editorial Wiley-Blackwell. La traduccin desde el ingls al castellano estuvo a cargo de Andr Sassenfeld.

    2 Institute for the Psychoanalytic Study of Subjectivity New York, New York, USA.

    INTERSUBJETIVO. SISTEMA. PSICOANLISIS. FALIBILISMO. REDUCCIONISMO. FENOMENOLOGA. CONTEXTUALISMO. HERMENUTICAINTERSUBJECTIVE. SYSTEM. PSICHOANALYSIS. FALLIBILITY. REDUCTIONISM. PHENOMENOLOGY. CONTEXTUALISM. HERMENEUTICS

    P or qu es la teora de los sistemas intersubjetivos tan cautivadora para m? En primer lugar, se pro-porcionan algunas palabras sobre este enfoque psicoa-naltico. Esta teora examina el campo dos mundos personales de experiencia en el sistema que crean y a partir del cual emergen en el desarrollo humano y en cualquier forma de tratamiento psicoanaltico. Debido a este foco, la teora de la intersubjetividad a la vez impli-ca una concepcin contextualista del desarrollo y de la patognesis, describe la emergencia y la modificacin de la subjetividad (el mundo experiencial) y define to-dos estos procesos como irreductiblemente relaciona-les. El foco observacional/participatorio corresponde al

    campo psicolgico en evolucin constituido por el inter-juego entre los mundos experienciales con organizacio-nes diferentes del nio y del cuidador, del paciente y del analista, y as sucesivamente. En trminos informales, significa que siempre estoy intentando no slo describir la experiencia (la tuya, la ma y la nuestra) en este con-texto temporal-relacional, sino adems comprender en qu contextos relacionales nos convertimos en las per-sonas que participan y experimentan tal como lo hacen.

    Este uso de los trminos intersubjetivo e inter-subjetividad difiere de algunas ideas relacionadas. En nuestro uso (Atwood & Stolorow, 1984; Stolorow et al., 1987; Stolorow & Atwood, 1992; Orange, 1995; Orange

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    donnA m. orAnge

    et al., 1997; Stolorow et al., 2002), intersubjetivo es un trmino que describe la vinculacin emergente entre dos o ms personas y no se refiere primariamente a un logro del desarrollo. El trabajo anterior de Daniel Stern (1985), por ejemplo, designa como self intersubjetivo a un estadio y proceso de reconocimiento de la subje-tividad de un otro como algo conectado y responsivo respecto de la propia subjetividad. Este reconocimiento mutuo, que tambin fue trado a un primer plano en el trabajo de Benjamin (1995), puede ser un logro tardo en el campo intersubjetivo de un anlisis, en especial con pacientes como aquellos descritos por Guntrip (1969) y Kohut (1971). En consecuencia, la intersubje-tividad del reconocimiento mutuo difiere de nuestra concepcin contextualista de un campo intersubjetivo. En cambio, esta intersubjetividad del reconocimiento mutuo puede producirse en el interior de un mundo intersubjetivo que siempre ya existe (Orange, 2008). Visualizo la teora de los sistemas intersubjetivos como una forma de teora relacional norteamericana una variante ms enraizada en las filosofas continentales de la fenomenologa y la hermenutica.

    Estn al menos tres significados del por qu in-volucrados en la medida en la que intento explicar mi involucramiento con el psicoanlisis de los sistemas intersubjetivos. Primero, puede significar, cmo se produjo en trminos histricos?, similar a la pregunta, cmo ocurri que se construy un tren subterrneo por Broadway en Nueva York y no por la Avenida Am-sterdam?. Esta es una pregunta sobre el contexto y so-bre la historia. La llamar el por qu de la influencia, una interrogante acerca de qu circunstancias evoluti-vas, intelectuales y personales, me llevaron a abrazar la sensibilidad psicoanaltica de la teora de los sistemas intersubjetivos. Aunque en general he considerado que la escritura de autobiografas intelectuales es un ejer-cicio para filsofos de 90 aos, alguien que colabora con los autores de Faces in a Cloud (Atwood & Stolorow, 1993) nunca puede evitar la pregunta por los orgenes personales de las preferencias tericas.

    Un segundo significado del por qu? toca lo concerniente a la pregunta por los fundamentos, o por las razones, para creer en lo que creo. Por favor, ntese que estamos hablando de creencias, no de alegatos de conocimientos inexpugnables. Reconozco que noso-tros los psicoanalistas estamos dedicados al estudio de la vida emocional y que valoramos lo intuitivo y lo imaginativo. An as, creo que nos incumbe adoptar y comunicar creencias razonables sobre nuestro trabajo en el seno de una conversacin en la comunidad de eruditos, tal como habra dicho el filsofo norteame-ricano Charles Sanders Peirce. Por lo tanto, la segunda

    parte de este por qu? tiene que ver con por qu me parece razonable creer lo que creo y no otra cosa. Esto significa que tengo que decirles, al menos de manera breve, sobre qu fundamentos intelectuales prefiero la teora de los sistemas intersubjetivos a otras teoras psi-coanalticas que han sido desarrolladas hasta la fecha. Este es el por qu de las razones.

    Un tercer significado del por qu? es para qu? Por qu importan las diferencias tericas? Por ejemplo, con qu propsito pensamos con tanto cuidado sobre nuestro trabajo? Por supuesto, esta pregunta hace re-ferencia a la interrogante aristotlica acerca de la cau-salidad final, pero asume una cualidad especial cuando el por qu? guarda relacin con el pensamiento. Con independencia de la protesta de Heidegger, creo junto a los pragmatistas norteamericanos y junto a Hans-Georg Gadamer que el pensamiento es inherentemente prctico, que pensamos con la finalidad de estar prepa-rados para actuar. Con posterioridad, reflexionamos de modo que podamos entender mejor cmo actuar o no actuar en el futuro. Este es el por qu del propsito y de la responsabilidad. Esta tercera forma del por qu? es especialmente significativa si uno cree, tal como creo yo, que la negativa de los clnicos a pensar sobre la teora, a examinar y re-examinar nuestras creencias o a escoger entre teoras que compiten entre ellas, signifi-ca mantenerse inconsciente acerca de los presupuestos que efectivamente influencian nuestro trabajo clnico (Orange, 1995). Adems, explicitar nuestras teoras a veces nos permite hacernos conscientes de que la ex-periencia puede estar cuestionndolas.

    Describir el viaje de esta falibilista3 tendr, por ende, tres partes: (1) una historia personal, (2) una serie de argumentos poco precisos, y (3) un breve relato de una sensibilidad clnica y tica.

    EL POR QU DE LA INFLUENCIA

    Por supuesto, la historia personal puede llevarlo a uno en diversas direcciones tericas y no provee una base lgica para desarrollar o sostener una teora, sino que es ms bien sugerente respecto de inclinaciones o tendencias. Relato algo de mi propia historia personal porque mi historia me ha hecho difcil aceptar teoras sobre una agresin innata. Tales teoras me parecen demasiado simples para dar cuenta de la generosidad

    3 El falibilismo corresponde al reconocimiento de que siempre podemos estar equivocados, en especial cuando tomamos nuestro propio punto de vista como la verdad completa.

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    y compasin y adems me parecen desechar la frustra-cin que resulta de la deprivacin y los abusos reales. En consecuencia, en primer lugar me sent atrada por la psicologa del self, que rechaza de forma explcita las teoras de los instintos, y con posterioridad por la teora de los sistemas intersubjetivos, esta ltima debido a su fenomenologa de la experiencia personal, su contex-tualismo relacional profundo y su resistencia contra todas las formas de reduccionismo. Creo que nuestras convicciones ms profundas acerca de nosotros mis-mos crecen primariamente a partir de la forma en la que somos tratados cuando nios y despus y no a par-tir de algo que est inherentemente mal con nosotros. La idea opuesta hubiese confirmado mis principios or-ganizadores ms arraigados y me hubiese conducido a la desesperacin, tanto en trminos personales como en trminos de mi trabajo clnico.

    Nac en una familia con problemas que se hizo muy grande. Siendo la mayor de 10 nios, fui responsable del cuidado de los nios desde mi aos ms tiernos y de mantener un sistema familiar frgil funcionando de muchas formas prcticas: cocinando, lavando, MIL-KING, haciendo fuego, etc. Envidiaba a los nios de fa-milias ms pequeas; al dormir tres, cuatro o cinco en una misma habitacin, no era capaz de imaginarme la soledad que permiti a Descartes desarrollar su filoso-fa de la mente aislada. Adems, me senta responsable de proteger a mis hermanos menores, tanto como fuera posible, respecto de la violencia y la negligencia paren-tal. Cada uno de nosotros tena sobrenombres; los mos eran no vales nada y buena para nada, que se trans-formaron en una edad temprana en mis principios organizadores o convicciones emocionales cargadas de vergenza acerca de quin era yo y acerca de cmo esperar que otros me consideraran y trataran.

    Para sobrevivir a esta situacin, me convert en fantica de los libros y de la iglesia. Desde la librera, mi nico refugio infantil, escap hacia el convento, un sistema an ms rgido, autoritario y moralista que mi familia (Armstrong, 1981). All, sin embargo, conoc a algunas grandes mujeres y encontr una educacin razonablemente buena. Como estudiante de pregrado amaba los lenguajes y la literatura y mi ambicin era ensear en la escuela secundaria. En aquellos das, no obstante, no tenamos ninguna eleccin respecto de nuestra especializacin universitaria. Despus de 5 aos de ensear en educacin media, mi congregacin religiosa me envi a estudiar filosofa porque nuestra universidad necesitaba a alguien en ese campo. Afor-tunadamente, a pesar de mis serias dudas respecto de que yo era lo suficientemente inteligente para la uni-versidad, llegu a amar la filosofa y finalmente escrib

    una tesis en Fordham sobre el desarrollo de las ideas religiosas de C. S. Peirce. De l aprend el pragmatismo, el falibilismo, mi conviccin de que la bsqueda de la verdad es un proyecto inherentemente comunitario y lo que hoy llamara realismo perspectivista. Es probable que los absolutismos de mi familia y de la iglesia catli-ca hicieran del falibilismo de Peirce (y con posterioridad del nfasis falibilista de la psicologa del self en explorar las contribuciones del analista a los impasses clnicos) algo especialmente atractivo para m.

    Durante mis aos de estudio y enseanza de la filo-sofa, haba dejado el convento y me haba involucrado en mi primer curso de psicoterapia. ste concluy con las palabras de mi terapeuta: Lo que sigo sin entender sobre ti es por qu ests perdiendo tu vida en la filoso-fa cuando haras una terapeuta tan maravillosa. En ese momento enseaba filosofa y tena que escribir una tesis, de modo que sus palabras no fueron bienvenidas, por decir lo menos. En el contexto de la predileccin de mi madre por diagnosticar a sus hijos, estas palabras sonaban como una maldicin.

    Pero me intrigaron y, habiendo defendido mi tesis, empec a tomar cursos de counseling por las noches para ver si el zapato me quedaba. Decid que s lo haca y vol-v a Nueva York para estudiar en la Yeshiva Universitys Ferkauf Graduate School, donde me encontr con Bea-trice Beebe, Jim Fosshage, Neil Skolnick y, de la mayor importancia para m, Robert Stolorow. All, mi tesis fue sobre la incoherencia del eclecticismo y de los enfoques de teoras mltiples a la teorizacin psicoanaltica. Des-pus me un a la primera clase en el recin fundado Insti-tute for the Psychoanalytic Study of Subjectivity, donde mi primer supervisor fue George Atwood, un hombre cuya pasin por la comprensin clnica seguramente ha sido la influencia ms importante en mi trabajo psicoa-naltico. George y yo hemos colaborado ahora durante 20 aos como supervisores el uno para el otro, compa-eros de pensamiento y amigos. Durante los primeros aos de mi trabajo con George, su inters intenso y de races profundas en la filosofa me devolvi a m mis-ma a la filosofa. Empec a releer el pragmatismo y la filosofa continental, en especial Verdad y mtodo (1991 [1975]) de Hans-Georg Gadamer, y a escribir artculos que eventualmente se convirtieron en el ncleo de mi Emotional Understanding publicado en 1995.

    Estos artculos evocaron el inters del filsofo que no ha salido del clset Robert Stolorow4, cuyo apoyo

    4 Recientemente, Robert complet su propio doctorado en filosofa con una tesis sobre Heidegger, que form la base de Trauma and Human Existence (2007).

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    me ayud a escribir el libro y el cual, despus de su publicacin, me invit a trabajar con l y George. Bob tambin se ha convertido en un compaero atesorado de conversacin y un buen amigo. Esta colaboracin de tres vas ha hecho mucho por moderar mi auto-expe-riencia de no valer para nada y de no ser buena para nada, aunque por supuesto vuelve varias veces al da para perseguirme.

    En la dcada de 1990 mis intereses filosficos in-cluyeron un estudio extenso de Wittgenstein, cuya concepcin teraputica de la filosofa, de los juegos de lenguaje, de las semejanzas familiares y de las formas de vida se convirti en una importante inspiracin para una serie de artculos (Orange, 2002, 2003a, 2003b) y para un captulo en nuestro ltimo libro colaborati-vo (Stolorow et al., 2002). Junto con mi re-lectura de la hermenutica dialogal de Gadamer, Wittgenstein (2001 [1953]) ha focalizado mi atencin en cuestiones relacionadas con el lenguaje y el significado en el pen-samiento y la prctica psicoanalticos. Recientemente mis estudios filosficos tambin se han enfocado en el trabajo de Martin Buber, Merleau-Ponty y Emmanuel Levinas5.

    Una ltima e ntimamente ligada influencia for-mativa engendrada a travs de colaboraciones y amistades con colegas europeos ha sido mi vuelta al aprendizaje de idiomas. En 1997 empec a estudiar seriamente el alemn, seguido en 2001 del italiano. Como pueden imaginarse, aprender idiomas a fines de los 50 no es una tarea fcil y la fluidez que logran personas ms jvenes nunca llega. No obstante, en esta etapa de la vida, me he encontrado a m misma con frecuencia consciente de que no entiendo lo que pensaba que entenda. Veo que un idioma es un mun-do ms o menos intraducible de experiencia, cultura, literatura, msica y gestualidad. Uno de mis profesores italianos, inquirido por estudiantes, Cmo se dice en italiano?, muchas veces responda, No se dice. Un italiano no dira eso. Entonces ella explicaba lo que un italiano podra decir en una situacin semejante. De forma gradual, esta experiencia de aprender segundos idiomas (el propio idioma materno se aprende de ma-nera muy distinta, por supuesto) ha afectado mi trabajo clnico y me ha impresionado ms profundamente con la inescapabilidad de la influencia del propio mundo de

    5 Estos filsofos, junto a Gadamer y Wittgenstein, estruc-turan mi prximo libro (Orange, 2009). [Publicado como Thinking for Clinicians: Philosophical Resources for Con-temporary Psychoanalysis and the Humanistic Psychothe-rapies, 2010.]

    experiencia sobre las formas en las que uno compren-de. He llegado a entender, con Schleiermacher (1977), que el malentendido es nuestra condicin bsica y que la comprensin tiene que ser deseada y buscada seriamente.

    Lynne Jacobs (Institute for Contemporary Psychoa-nalysis, Los Angeles, California, comunicacin personal, 2003) me hizo una pregunta intrigante sobre el por qu de la influencia. Afirm ms arriba que Schleiermacher, Peirce, Gadamer y Wittgenstein formaron mi pensa-miento y me convencieron del falibilismo, del realismo perspectivista, de la bsqueda dialgica de compren-sin, etc. Ella se pregunt, en cambio, si yo me siento atrada por estos pensadores porque ellos hablaron al anhelo/pasin que tienes por el dilogo genuino, no rechazador, no reduccionista, falibilista. Creo que para un terico de sistemas o para un hermeneuta gadame-riano sta no puede ser una pregunta o esto/o lo otro. Mi sentido de las cosas, mis convicciones personales y filosficas, las creencias que honro al llamarlas teoras, han emergido a partir de un dilogo de toda la vida con los anhelos y las inclinaciones que adquirieron forma a travs de mi historia emocional y relacional, mis lectu-ras y conversaciones con filsofos y psicoanalistas y mi trabajo clnico. No puede haber habido una influencia unidireccional en este sistema. En efecto, he escogido mis influencias intelectuales, aunque las experimento como habiendo venido hacia m como regalos incre-blemente inesperados.

    Por ende, sin presentar una historia ntida, resumi-ra diciendo que mi historia de vida, mis estudios filo-sficos y de idiomas, mi trabajo clnico y mi experien-cia de colaboracin han conspirado en conjunto para conducirme por el camino de la teora de los sistemas intersubjetivos, a cuyas razones y fundamentos ahora llevar mi atencin.

    EL POR QU DE LAS RAZONES

    Para m, explicar por qu la teora de los sistemas inter-subjetivos es mi psicoanlisis no equivale a proporcio-nar un conjunto de evidencias lgicas inexpugnables o irrefutables. Ms bien, intentar mostrar que este pun-to de vista es la continuacin natural de convicciones ms bsicas que me parece razonable sostener. Algu-nas de estas convicciones adoptan la forma de negati-vas a aceptar lo que se me ha impuesto, pero intentar tambin darles a esas ideas una forma positiva. Una nota de cuidado respecto de la interdependencia de estas ideas conforman una red de creencias (Quine, 1978) y por lo tanto pueden sonar circulares.

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    1. Me parece axiomtico, como les parece a todos los tericos relacionales que conozco, que la ex-periencia formal adquiere forma, se mantiene y se transforma en contextos relacionales. Me parece imposible que lo que llamamos experiencia puede llegar a ser experiencia sin su interpretacin por parte de la comunidad explcita o implcita6. Yo me convierto en yo con mis formas caractersti-cas de pensar, sentir, creer y vivir con otros slo en el seno de sistemas complejamente encajados unos en otros y superpuestos: infante-cuidador, familia, cultura, religin, mundos occidentales de vida (Husserl, 1970 [1936]; Merleau-Ponty, 1962 [1945]) y as sucesivamente. Cmo me experimen-to a m mismo y cmo experimento la alteridad del otro depende de estos sistemas. Me parece que, cuando traigo mi organizacin de la experiencia a una situacin relacional, lo que llevo es un rango de expectativas, convicciones emocionales y for-mas en las que estoy preparado para responder o actuar. Este rango puede ser ms estrecho o ms amplio, dependiendo de toda mi historia de vida en contextos relacionales y de qu posibilidades de transformacin teraputica han estado disponi-bles para m hasta ahora. Entonces, esta situacin especfica evoca aspectos particulares de mi expe-riencia organizada con ms o menos intensidad, nuevamente dependiendo de muchos aspectos particulares de la situacin intersubjetiva. Lo que traigo es simplemente un conjunto duradero de posibilidades y tendencias, nada efectivo hasta que me encuentro contigo. Lo que experimente en la situacin contigo no es algo en mi interior, sino ms bien se trata de mi participacin en el mundo que habitamos juntos. Levinas (1969) habra dicho que me convierto en m slo en respuesta al rostro del otro, la viuda, el hurfano, el desconocido, en una palabra, del indigente.

    2. Toda experiencia es interpretativa y, por lo tanto, perspectivista. Esto significa que nadie y ningn grupo de personas puede asumir ms que una vi-sin parcial de cualquier cosa. Nuestros horizontes de posibilidades de experiencia estn limitados, tan-to espacial como temporalmente. Esto quiere decir que no tengo la autoridad del ojo de Dios para afir-mar que el paciente est proyectando o para afirmar que s que se est produciendo una escenificacin.

    6 Esta concepcin de la experiencia no tiene que excluir el tipo de auto-conciencia pre-reflexiva o familiaridad con uno mismo descrita por Zahavi (2003, 2005).

    Incluso la visin de una comunidad, sea freudiana clsica, de la psicologa del yo, kohutiana, kleiniana, sullivaniana o de la teora de sistemas, slo puede proporcionar un acceso parcial a los sistemas com-plejos. Nuestra nica posibilidad es buscar juntos comprensiones, que siempre son provisionales.

    3. La temporalidad inherente a la experiencia sig-nifica que el desarrollo y el cambio a pesar de nuestros anhelos de estabilidad, confiabilidad y certidumbre son tan importantes como aquello que perdura. En la situacin psicoanaltica, por ejemplo, las experiencias mutuamente reguladas conforman sistemas inestables, aunque cargados de pasado. stos siempre se estn organizando y re-organizando, tanto de modo continuo como discontinuo. Estoy en deuda no slo con mis es-tudios filosficos y mis inicios en la psicologa del self, sino adems con los trabajos pioneros de los investigadores del desarrollo temprano (Sander, 1982; Fogel, 1993; Thelen & Smith, 1994; Beebe & Lachmann, 2002) por esta comprensin. Al mismo tiempo, esta conviccin me ubica un tanto aparte de aquellas formas de teorizacin relacional que han tendido a despreciar un nfasis en el desarro-llo en el psicoanlisis. Pensar en trminos del desa-rrollo no requiere de una teora lineal de estadios, ni necesariamente infantiliza. Tan slo rechaza el atomismo del momento nico. En cambio, el pen-samiento en trminos del desarrollo, incluyendo la versin del momento presente de Daniel Stern (2004), puede abrazar la situacin temporal la ur-dimbre del espacio-tiempo personal en la medida en la que emergen significados y se transforman.

    4. El ser humano es espritu encarnado (Merleau-Ponty, 1962 [1945]). Tal como a menudo le digo a mis pacientes y a m misma de m hay slo una. Mi mente cartesiana no saca a mi cuerpo material a pasear en mi bicicleta; ms bien, yo salgo a pasear. Tampoco son mis mecanismos cerebrales los que me impulsan a hacerlo, por mucho que los neuro-cientficos (no slo sus cerebros) pueden, en parte, ser capaces de explicar por qu soy capaz de hacer-lo. (Dicho sea de paso, ste no es un alegato por la primaca del agenciamiento [agency] personal. En cuanto fenomenloga, creo que el agenciamiento es una forma importante de experiencia personal y relacional, pero la receptividad y la responsividad pueden ser an ms bsicas.) El ser humano pue-de describirse en trminos ms mentalistas o ms fisicalistas, pero las teoras de sistemas alientan la inclusividad de las descripciones y se resisten al re-duccionismo en todas sus formas (Orange, 2003a).

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    5. Debido a mi realismo perspectivista (Orange, 1995), visualizo la conciencia y la inconsciencia como cua-lidades de la experiencia personal y relacional, pri-mariamente dependientes de las condiciones de vinculacin tanto para los individuos como para las comunidades (Stolorow et al., 2002). Por lo tan-to, conciencia e inconsciencia no son ubicaciones; tampoco dividen la experiencia de forma tajante. A menudo es una cuestin de ms o menos. A veces, dependiendo de muchas formas de contexto, les puedo contar cosas de m misma, de mis pacien-tes, de mis ms cercanos, que parezco no saber en otros momentos. Incluso el inconsciente dinmico de Freud era accesible en el seno de la conversa-cin psicoanaltica y su concepto de elaboracin es uno de varios que apuntan hacia la incomple-titud de la dicotoma consciente-inconsciente. No obstante, lo que las teoras relaciones y de sistemas sugieren es que ambas son propiedades cambian-tes de procesos relacionales y no de mentes aisla-das o incluso de mentalizaciones (Fonagy, 2001).

    6. Creo en la unicidad e irrepetibilidad de cada ser humano y distingo esto de manera cuidadosa de la concepcin asocial que mis colaboradores y yo he-mos denominado la mente aislada cartesiana. En cada vida existe una combinacin indefinidamen-te amplia de eventos relacionales e implcitamen-te relacionales tanto micro como macro. A partir de esta multitud, cada persona se auto-organiza de modo continuo en una personalidad que nun-ca puede ser reducida a una frmula o categora. Tal como he aseverado con anterioridad (Orange, 2001), habito mi mundo experiencial en la medida en la que ste me habita a m. La mayor parte de lo que es maravilloso y extrao y difcil en la vida y en el arte resulta de esta individualidad siempre emergente mismidad cuando es ma y alteridad cuando es tuya. Afirmar que los individuos son nicos y pueden conocerse a s mismos por una especie de familiaridad ntima o Selbstvertrautheit (Frank, 1991) no es un retorno al monismo de la mente cartesiana.

    7. Creo que una actitud falibilista que sostiene las teoras de modo ligero y que nos advierte nunca estar demasiado seguros nos protege contra la ri-gidez terica y clnica. En cuanto dogma, el falibilis-mo es, tal como George Atwood muchas veces me advierte, imposible de ser sostenido consistente-mente hasta las ltimas consecuencias porque el falibilismo mismo tendra que ser cuestionado. En cuanto actitud, sin embargo, nos puede mantener humildes, no pretenciosos y abiertos al aprendizaje.

    Me parece claro que la teora de los sistemas inter-subjetivos en especial, entendida como una sensibi-lidad intelectual y clnica no slo acomoda, sino que adems expresa en trminos psicoanalticos mis creen-cias filosficas esbozadas ms arriba. Su foco est en el campo relacional constituido por dos o ms mundos subjetivos nicos e irrepetibles de experiencia. Cuida-dor y nio, paciente y analista, trabajador y gerente, amantes, todos ellos constituyen sistemas psicolgicos orgnicos y el individuo nunca puede ser comprendido por separado de estos sistemas.

    Por ltimo, el psicoanlisis de los sistemas inter-subjetivos me acomoda porque parece incluir lo que ms valoro en otras teoras psicoanalticas sin obligar-me a aceptar aquellos aspectos que encuentro inacep-tables. Aqu va un resumen muy breve. Del psicoanlisis freudiano atesoro la bsqueda de significado como for-ma de sanar vidas aproblemadas. Estoy en deuda con las teoras de relaciones objetales por la prioridad de la vinculacin en la formacin de la experiencia perso-nal y por conceptos tales como el ambiente sostenedor y la experiencia transicional. A la psicologa del self agradezco una sensibilidad clnica que coloca la com-prensin emptica y el pensamiento en trminos del desarrollo en el centro de su proceso y de su teora de la eficacia curativa. De la teora relacional norteamericana (Stephen Mitchell fue mi profesor durante un ao en mi entrenamiento psicoanaltico) he aprendido cun completamente inevitable es la participacin mutua en el proceso psicoanaltico y cmo valorar y abrazar esta mutualidad sin dejar al mismo tiempo de vivir una asi-metra tica (Levinas, 1981; Aron, 1996). Para m, todos estos regalos, y sin duda otros ms, pueden ser abar-cados por una sensibilidad de sistemas intersubjetivos.

    Al mismo tiempo, mi pensamiento de sistemas me permite eliminar los aspectos de diversas teoras y prcticas psicoanalticas que me parecen ms proble-mticos. Puedo, por ejemplo, rechazar el reduccionis-mo de todo tipo: teoras demasiado simplificadas de la motivacin humana, tales como las teoras de los ins-tintos, el neuropsicoanlisis y todas las formas autorita-rias de tratamiento basadas en reduccionismos. Puedo rechazar las reificaciones, tales como el self, el ego, representacin, la mente del otro o el objeto malo sin renunciar a las experiencias que estas ideas concre-tizan. A veces, por supuesto, la teora de los sistemas intersubjetivos puede parecer cometer el error opues-to ser demasiado abstracta y filosfica. Entonces re-cuerdo las palabras atribuidas a William James, John Dewey, Kurt Lewin, James Clerk Maxwell y otros: No hay nada ms prctico que una buena teora. Me pa-rece que nuestra teora de los sistemas intersubjetivos

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    me permite buscar de manera inagotable una forma dialgica de comprensin emptica con el paciente, reconocer y explorar nuestra participacin mutua en el campo psicolgico que desarrollamos juntos y, en consecuencia, crear lo que he llamado una segunda oportunidad de desarrollo para personas cuyas vidas tempranas y posteriores las han aplastado y aterroriza-do hacia medios agresivos y/o pasivos de auto-protec-cin. Se me permite ser testigo de sus terrores y luchas y apoyar su esperanza emergente. Esto me lleva a mi tercer por qu, el por qu pragmtico y tico.

    EL POR QU DE LA PRCTICA

    Por sobre todo, la teora de los sistemas intersubjeti-vos informa y resulta de mi experiencia de trabajo y supervisin clnica diaria. Sin embargo, este aspecto es muy difcil de articular sin parecer estar descalificando clnicos que piensan y practican de manera distinta. Probablemente, los analistas y otros psicoterapeutas de cada escuela pueden contar historias de pacientes no tratados o maltratados por clnicos que piensan de forma diferente y que parecen mucho mejor tratados de acuerdo a otro enfoque. Intento recordar que lo que los pacientes me cuentan acerca de sus tratamientos previos es experiencia constituida por la interseccin de al menos tres mundos subjetivos el del paciente, el del terapeuta anterior y el mo pero s que tales histo-rias me han influenciado. Tambin s que, cuando leo o escucho a psicoanalistas describiendo su trabajo, me imagino a m misma siendo su paciente y por ende creo aun otro sistema intersubjetivo virtual. Reconociendo que el estilo clnico vara con el practicante, he inten-tado desarrollar una teora y una sensibilidad que yo misma quisiera como paciente.

    Con este prlogo, aqu van tres historias clnicas breves que ilustran la formacin negativa de mi esp-ritu clnico.

    1. Un paciente joven no haba tenido tratamiento previo pero era hijo de una trabajadora social que haba ocupado terminologa diagnstica y jerga psicoanaltica con sus hijos. Habiendo rellenado el cuestionario de la psicloga en la sala de espera, entr a la consulta para su primera sesin. La tera-peuta tom las hojas y empez a leer. Sin mirar al paciente prospectivo una sola vez, murmur Oh, esto es malo esto es realmente malo. Antes del trmino de la sesin, la psicloga ofreci a este hombre joven la opcin de trabajar con ella o de ser derivado con otra persona. El paciente, pensan-do en ese momento que al menos ella es alguien

    que parece saber algo, se qued durante un ao. A lo largo de ese tiempo, repetidamente fue tra-tado como caso de una cosa tras otra a pesar de sus objeciones a las interpretaciones y prediccio-nes sabelotodo (o, en alemn, Besserwisser) de la terapeuta. Cuando dej el tratamiento, su estado traumatizado de shock y confusin haba empeo-rado de forma exponencial y l se senta seriamen-te suicida.

    2. Otra paciente ms joven acudi a m con proble-mas complejos: obsesiones, sentimientos abruma-dores de tener que hacerse dao de modo inme-diato y escuchar voces. Le pareca casi imposible confiar en alguien, menos en s misma. Comprend desde el comienzo que yo era una persona atemo-rizante, pero slo gradualmente entend por qu. Ms o menos en la sexta sesin, confes: Tengo tanto miedo de que usted dir que soy limtrofe. Por qu podra yo hacer eso?, pregunt. Porque eso es lo que los trabajadores sociales en el hospi-tal dijeron a mis padres, respondi. Y qu crees que quisieron decir con eso?, pregunt. No s, dijo, pero pienso que es algo muy malo y quiero saber si usted piensa que lo tengo y si es algo que puede mejorarse.

    3. Una tercera paciente estaba siendo tratada por una candidata en entrenamiento en un instituto psicoanaltico prestigioso, con divn, varios das a la semana. Su madre haba fallecido de cncer cuando ella tena 11 aos y nadie le haba dicho. No tuvo la oportunidad de despedirse y descubri que su madre haba muerto recin cuando por casualidad escuch que integrantes de la familia estaban discutiendo arreglos del funeral. sta era una en una larga serie de experiencias relaciona-les traumticas que la haban dejado ansiosa y cauta. Despus de un par de meses de anlisis con esta candidata, la paciente empez a preguntarse cun profundamente esta analista sera capaz de entender su experiencia y le pregunt si acaso ella tambin haba perdido a uno de sus padres en la niez. La analista firmemente se neg a responder y slo estaba dispuesta a involucrarse en el anlisis de la pregunta. Se neg a considerar juntas la po-sibilidad de que la pregunta de su paciente poda ser razonable y merecer una respuesta. La pacien-te sinti que estaba siendo tratada como ejemplo de una regla. Despus de algunos meses de este impasse y en desesperacin, dej el anlisis. Sien-do ahora una artista, se percibe a s misma como extremadamente cauta e incapaz de confiar en sus propias percepciones.

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    Todos estos pacientes, y muchos otros, me han en-trenado para pensar y practicar como psicoanalista de sistemas intersubjetivos. Lo que estas historias tienen en comn, desde mi punto de vista, es su reduccionis-mo. Cada una reduce al paciente a un caso de algo o a un ejemplo de una teora o regla. Cada terapia es inade-cuada de una manera particular falla a la hora de reco-nocer la unicidad del mundo experiencial del paciente y la complejidad de la influencia de la denominada participacin del observador en el sistema psicolgico.

    Desde nuestra perspectiva, no existe un conjunto distintivo de teora clnica o recomendaciones tcni-cas que pueda derivarse de la teora de la intersubjeti-vidad. Ms bien, la perspectiva intersubjetiva introduce una caracterizacin ms general de todo trabajo psi-coanaltico desde el interior de cualquier teora clnica. Debido a que cada tratamiento incluye a un analista con un punto de vista, diferentes tipos de campos intersub-jetivos se desarrollan en tratamientos clsicos, inter-personales o basados en la psicologa del self (Orange, 1995) as como en cada da