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PENSAMIENTO CONTEMPOgANEO ColecciÓn dirigida por Manuel Cruz 1. L. Wittgenstein, COl~/érencia sobre ética 2. J. Derrida, La desconstrucciÓn en las/rontera; de la filosqfia 3. P.K. Feyerabcnd, Lfmites de la ciencia 4. J.F. Lyotard, ('Por qué/ilos(!Iar? 5. A.C. Danto, ¡listoria.r narraciÓn 6. T.S. Kuhn, ¿Qué SOI1 las revoluciones cient[jlcls? 7. M. Foucault, Tecnologfas del.ro 8. N. Luhmann, "Yociedad.r sistema: la ambición de la teoría 9. .l. Rawls, Sobre las libertades 10. G. Vattimo, La sociedad transparente 11. H.. Rorty, El giro lingidstico 12. G. Colli, El libro de nuestra crisis 13. K.-O. Apel, T'corla de la verdad.y ética del dis:lll~<;O 14. J. EIster, Dornar la suerte 15. H.G. Gadamer, La actualidad de lo bello 16. G.E.M. Anscombe, Intención G.E.M. AnSCOlllbe llllcnciÓn IntroducciÓn de .JesÚs Mosterín &\1 ~, 1.'Or/f'''[l.Ul NAqC •••.•••. t A"".,.,.lA r4: ,"\UI'-O Ediciones PaidÓs LC.E. de la Universidad AutÓnoma de Barcelona Barcelona - Buenos Aires - México

Intención. G.E.M. Anscombe

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Análisis y fundamentación de la intención humana

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PENSAMIENTO CONTEMPOgANEO

ColecciÓn dirigida por Manuel Cruz

1. L. Wittgenstein, COl~/érencia sobre ética2. J. Derrida, La desconstrucciÓn en las/rontera;

de la filosqfia3. P.K. Feyerabcnd, Lfmites de la ciencia4. J.F. Lyotard, ('Por qué/ilos(!Iar?5. A.C. Danto, ¡listoria.r narraciÓn6. T.S. Kuhn, ¿Qué SOI1 las revoluciones cient[jlcls?7. M. Foucault, Tecnologfas del.ro8. N. Luhmann, "Yociedad.r sistema:

la ambición de la teoría9 . .l. Rawls, Sobre las libertades

10. G. Vattimo, La sociedad transparente11. H.. Rorty, El giro lingidstico12. G. Colli, El libro de nuestra crisis13. K.-O. Apel, T'corla de la verdad.y ética del dis:lll~<;O14. J. EIster, Dornar la suerte15. H.G. Gadamer, La actualidad de lo bello16. G.E.M. Anscombe, Intención

G.E.M. AnSCOlllbe

llllcnciÓn

IntroducciÓn de .JesÚs Mosterín

&\1~,1.'Or/f'''[l.Ul NAqC •••.•••.t

A"".,.,.lA r4:,"\UI'-O

Ediciones PaidÓsLC.E. de la Universidad AutÓnoma de BarcelonaBarcelona - Buenos Aires - México

Título original: In/en/ionPublicado en inglés por Basil Blackwcll PublislH'r', O· ford

Traducción de Ana Isabel Slcllino

Cubierta de Mario Eskeu;u.i v Pablo Martín

r edición, 199 J

Quedan riguI-OSallll'IlIC prohihidas, sin 1;1ilUlori/,;lciÚn ('s(Tila dt, los lilul;¡n's (1, 1 «CnpYl'ightlt,bajo las sanciones establ(~c'ldas en las Il'.\'es. la reproduccic'lJ\ tolal n parcial di esta ohra porcualquier medio o procedimiento, rompn'tldidos la I"f'prografía .r cllnll;lInipll 1 inforndtico,y la distribuciÓn de ej(~lllp¡ares dt' ella Ilwdian!p alquiler o pr('stélnlO pÚblicos

© by Basil Blackwell Publísher, Oxford© de todas las ediciones en castellano

Ediciones PaidÓs Ibérica, S.A.,Mariano Cubi, 92 - 011021 Barcelona,Universidad Nacional AutÓnoma de México,Ciudad Universitaria, 20 - México, D.F.e Instituto de Ciencias de la EducaciÚn

de la Universidad Aut('JJ1ollla d(' Barcl'lona, (1) I(j) IkllatelTa

ISBN: 84-7509-680-8

Depósito legal: B-30.435/1991

Impreso en Europe, S.A.Recaredo, 2 - 08005 Barcelona

Impreso en EspailH - Printed in Spain

SUMARIO

INTRODUCCIÓN: Acciones e intenciones, JesúsMas/crin

Lo que hacemos y lo que nos pasaAcción voluntaria e involuntaria

Causa como culpaIntención y premeditaciónIntención e intento

Eventos y accionesSilogismo práctico en AristótelesAusencia de moralismoMentalismo tradicionalConductismoFilosofía analítica

Enfoque computacionalEnfoques biológicosRacionalidad y preferencias dadasConflictos interiores

INTENCIÓN

ContenidoIntroducciÓnIntención

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1112l314161919202122242526

313941

1. Con mucha frecuencia, cuando un hombre dice: «Voya hacer tal cosa», decimos que se trata de una expresión deintención. En ocasiones también hablamos de una accióncomo intencional, e incuso podemos preguntar con qué in­tención se ha hecho algo. En cada caso empleamos un con­cepto de {(intención», pero si nos propusiéramos definirlo ytomáramos sólo uno de estos tres tipos de enunciados comosi abarcara todo nuestro tema, es muy probable que dijéra­mos cosas sobre el significado de <<intención» que resulta­rían falsas para cualquiera de los otros casos. Por ejemplo,podríamos afirmar que {(la intención siempre se refiere alfuturo». Pero una acción puede ser intencional sin implicarel futuro en modo alguno. Darnos cuenta de esto podríallevarnos a decir que existen varios sentidos de {(intención»,y quizá que resulta completamente equívoco relacionar altérmino «intencional» con el término «intención», pues unaacción puede ser intencional sin que haya ninguna inten­ción. O por el contrario, podemos sentirnos tentados a pen­sar que sólo las acciones que se realizan con cierta in­tención posterior deberían denominarse intencionales. Y po­demos inclinarnos a afirmar que la <<intención» posee unsentido diferente cuando hablamos de las intenciones deun hombre simpliciler, es decir, lo que intenta hacer, y de laintención c011tenida en su acto o proposición, es decir, suobjetivo. Pero en realidad, resulta poco creíble la afirmaciónde que el término es equívoco según se presenta en estosdistintos casos.

Cuando nos sentimos tentados a hablar de los «dife­rentes sentidos» de una palabra que evidentemente no esequívoca, podemos inferir que, en realidad, nos hallamostotalmente a oscuras en lo que se refiere al carácter del

42 INTENCIÓN INTENCIÓN Y PREDICCIÓN 43

concepto que ella representa. Sin embargo, no e·jste nin­gún impedimento para abordar un tema por p lrtes. Enconsecuencia, comenzaré el estudio con la obscr' ación delas expresiones de intención.

2. Por lo general, nos referimos a la distinc ón cntreuna expresión de intención y una predicción cor la a algoclaro en términos intuitivos. Normalmente, «Me 10Y a po­ner enfermo» es una predicciÓn; «Voy a dar un )asco» espor lo regular una expresión de intcnción. La (istinciÓnseñalada resulta cn efccto intuitivamente clara en ( 1siguien­te sentido: si digo «Vaya suspender este examen», y alguienme replica «Seguro que no desconoces la materia hasta esepunto», puedo aclarar lo que he querido decir e .plicandoque estaba expresando una intención y no una ar reciaciÓnde mis probabilidades de éxito.

No obstante, si en filosofía preguntamos sobl ~ la dife­rencia entre, por ejelnplo, «Me vaya poner enfen }O»en suacepción más usual, y «Vaya dar un paseo» también ensu sentido más habitual, no resulta muy revelad(.r señalarque una constituye una predicción y la otra una I~xpresiónde intención. Pues en realidad estamos preguntan lo qué escada una de ellas. Supongamos que se dijera 'lue «unapredicción es un enunciado acerca del futuro». E to indicaque una expresión de intención no lo es. Constitu re tal vezla descripciÓn, o la expresiÓn, de un estado de á limo pre­sente, un estado de ánimo que posee las propiedai les que locarácterizan como intención. Posiblemente, aún haya quedescubrir cuáles son éstas, pero entonces resulta <lifícil en­tender por qué deben estar relacionadas esencialmente conel futuro, como la intención parece estado. Es pro:)able quenadie crea que se trata de un accidente, un simplt hecho depsicología, el que los estados de ánimo que son iriLencionesse vinculen siempre con el futuro, de la misma forma enque constituye un hecho de la psicología racial como lapodríamos denominar, el que la mayoría de las primerastradiciones históricas se refieran a figuras hero caso y sitratamos de que alguna propiedad definitoria de las inten-

ciones se halle vinculada con el futuro, se nos podría pre­guntar de qué nos sirve distinguir esta vinculación de larelación existente enLre el futuro y la predicción.

Tratemos entonces de explicar la predicción. El siguien­te ejemplo parece prometedor: una persona dice algo utili­zando cierta conjugación verbal en su enuncialilo; poste­riormente, la misma proposición, con sólo un cambio deconjugación, podrá calificarse de verdadera (o falsa) a laluz de lo sucedido.

Ahora bien, según este criterio, las órdenes y las expre­siones de intención también serían predicciones. En vistade las dificultades expuestas más arriba, esto tal vez norepresente una objeción. Recogiendo una sugerencia deWittgenstein (Investigaciones fzlos6ficas, § 629-630), podría­mos dar una primera definiciÓn gener"al de la predicciÓnque se parezca a lo anterior, para después, entre las predic­ciones, diferenciar órdenes, expresiones de intención, apre­ciaciones, profecías duras, etc. La distinción {<intuitivamen­te clara» de la que hablábamos resulta ser una diferencia­ciÓn entre expresiones de intención y apreciaciones. Perouna misma proposición puede funcionar como más de unade estas clases de predicción. Por ejemplo, cuando un mé­dico le dice al paciente, en presencia de la enfermera: {<Laenfermera lo llevará al quirófano», esto puede funcionar ala vez como una expresión de su intención (si con ella que­da expresada su decisión de lo que debe suceder) y comouna orden, además de ser una informaciÓn para el pacien­te; y es esto último, a pesar de que no se trata en modoalguno de una apreciación del futuro basada en hechos, nitampoco una conjetura ni una profecía. Asimismo, el pacien­te no Ú1flere normalmente la información a partir de lodicho por el médico; afirmará que el doctor se lo ha dicho.Este ejemplo muestra que el carácter indicativo (descripti­vo, informativo) no es la marca distintiva de las «prediccio­nes» como opuestas a las <,expresiones de intención», segúnnos hubiéramos inclinado a pensar en un principio.

Un imperativo es la descripción de alguna acciÓn futu­ra, dirigida al agente probable, y expresada de una forma

44 INTENCIÓN INTENCIÓN Y PREDICCIÓN 45

cuya finalidad en el lenguaje consiste en lograr q\ e la per­sona haga lo descrito. Digo que es su finalidad en {[lengua­je y no el propÓsito del hablante, en parte pOIque éstepuede, desde luego, dar una orden con un propÓ ;ito muydistinto al de su cumplimiento (po,- ejemplo, q le /lO secumpla), sin que por ello deje de ser una orden.

Las condiciones de ejecución para las órdenes CL rrespon­den a las condiciones de verdad para las propcsiciones.¿Cuáles son las razones, además de un uso pre~.cindible,para no hacer de las órdenes algo verdadero y fa so segÚnsean o no obedecidas?

Por lo regular, una orden se imparte con cier ~a inten­ción, pero no es en sí misma la expresión de una volición;se trata simplemente de la descripción de una ae ción for­mulada de un modo especial. Esta forma en ocasioJ les adop­ta una inflexión particular y otras veces unliemJ 10 futuroque posee además otros usos.

Generalmente, se evalÚa las órdenes segÚn sea! razona­bles o no, en lugar de calificadas en función de SI' cumpli­miento; pero esto no nos sirve para distinguirl;.s de lasapreciaciones del futuro, ya que lo mismo suele s'~r válidopara estas Últimas cuando son científicas. (Claro está quelas estimaciones no científicas se aprecian por Sl cumpli­miento y no por su fundamentación, pues desconc :emos loque sería una buena fundamentación para este tip:) de con­jeturas, por ejemplo, las políticas.) Sin embargo, e ciste unadiferencia en cuanto a la clase de motivos con la I 'ual cali­ficamos una orden o una apreciación del futuro c')mo fun­damentada. Las razones que justifican una orden y·o son lasque indican la probabilidad o la verosimilitud de un suce­so, sino, por ejemplo, las que sugieren qué suce~ c>habríaque provocar con vistas a lograr un objetivo, o pa -a alcan­zar un objetivo razonable. En este sentido, las órd( nes y lasexpresiones de intención son semejantes.

Es natural sentir cierta reticencia a llamar prediccionestanto a las órdenes como a las expresiones de inte! ción. Enel caso de las primeras, la razón reside en la gmmática'elemental, por lo cual resulta más fácil desecharbs. Por el

contrario, en el caso de las intenciones, la gramática nospredispone a aceptar ese dictamen, ya que una forma co­mÚn de expresar intenciones es mediante el tiempo futurosimple, y de hecho este empleo del tiempo futuro desempe­fía un papel dominante cuando los niños las aprenden. Peronuestras objeciones poseen raíces más profundas.

Si no hago lo que dije que haría no debe suponerse quehaya cometido un error, ni tampoco necesariamente que ha­ya mentido, de modo que en apariencia la verdad de unenunciado de intención no reside en que lleve a cabo lo quehe dicho. Pero, ¿por qué no hemos de pensar que esto sólomuestra que existen otras formas de expresar lo que no esverdad, aparte de mentir y equivocarse?

No obstante, es posible mentir, y si miento, lo que digoes una mentira debido a algo presente, no futuro. Puedoincluso mentir al decir que vaya hacer una cosa, aun cuan­do después termine por realizada. La respuesta a esto con­siste en que una mentira es un enunciado contrario a lo queuno piensa, y lo que uno piensa puede ser una opinión o ladecisión de provocar un suceso. El hecho de que una men­tira constituya un enunciado contrario a lo que uno piensano significa que sea una información falsa sobre el conteni­do de nuestra conciencia, como cuando mentimos en res­puesta al « Dime lo que estás pensando».

Tal vez uno no «piense» llevar a cabo una acción, fuerade expresada con palabras. Pero entonces, como señaló Qui­ne en cierta ocasión (durante un encuentro de filosofía), esposible que se realice para «convertir en sincera proposi­ción» lo que se ha dicho. Pero si no hago lo que he dicho,mi proposición no era cierta (aun cuando no existan razo­nes para cuestionar mi veracidad en el momento de expre­sada). Pero la razón de que el comentario de Quine sea unabroma reside en que tal falsedad no impugna necesariamen­te lo que he dicho. En algunos casos, los hechos son, por asídecido, impugnados a causa de que no coinciden con laspalabras, y no al contrario. En ocasiones, esto ocurre cuan­do cambio de opinión, pero otro caso es cuando, por ejem-

46 INTENCIÓN LA EXPRESIÓN VERBAL DE LA INTENCIÓN 47

plo, escribo algo distinto a lo que creo que estoy es :ribien­do: como señala Teofrasto (Magna Moralia, 1 1189b ':'2) aquíel error es de ejecución, no de juicio. Existen tambi( n oti·oscasos: por ejemplo, san Pedro no cambi6 de opin 611 conrespecto a su negación de Cristo y, sin embargo, 10 seríacorrecto afirmar que hizo una falsa promesa de fe.

Una orden es en esencia un signo (o símbolo), nientrasque una intención puede existir sin el símbolo; 101' ellohablamos de órdenes, no de la expresión de orden, n ientrasque hablamos de la expresiÓn de inIenciÓn. Esta es otrarazón de la idea muy natural de que, con el fin de ccmpren­del' la expresión de intención, debamos tener en cuentaalgo interno, a saber, de qué es expresión. Tal consid ?raciónnos desanima a denominada predicción, es decir, l na des­cripción de algo futuro, aun cuando ésta es precisan lente laapariencia de «Vaya hacer tal cosa», y aun cuando «Tengointenciones de dar un paseo pero no voy a salir» Sllene unpoco contradictorio.

Aparentemente, la intención es algo que podemo expre­sar, pero que también los animales (que, por ejerr'plo, nodan órdenes) pueden poseer, a pesar de que carecen de for­mas para expresada de manera distintiva. Difícilmente po­dríamos decir que los movimientos de un gato al al' ~cho deun pájaro son una expresión de intención. Del mismll modo,podríamos reconocer en el hecho de que un motor falle suexpresión de que está a punto de pararse. En este, entido,la intención difiere de la emoción en que su expn sión espuramente convencional; podríamos calificada de « 'inguís­tica» si se nos permitiera incluir ciertos movimien :os cor­porales con significado convencional dentro del le nguaje.Me parece que Wittgenstein se equivoca al habla r de la«expresión natural de una intención» (lnvesligacio les filo-

-, s6ficas, §647).

1. Suponiendo que fuera cierto que la autoría corre~ ,:Jonde aTeofrasto.

3. Necesitamos una línea de investigación más rica quela consideración exclusiva de la expresión verbal de la in­tención o el intento de comprender de qué es expresión.Pues si consideramos únicamente su expresión verbal, sólollegaremos a la conclusión de que es una especie (rara) depredicción; y si tratamos de descubrir de qué es expresión,probablemente nos topemos con uno u otro de varios calle­jones sin salida: con los psicologismos sobre «pulsiones»,con la reducción de la intención a una especie de deseo, esdecir, a una clase de emoción, o con una intuición irreduc­tible del significado de «Es mi intención».

El análisis de la expresión verbal de intención es enrealidad útil para evitar precisamente estos callejones sinsalida. A todos ellos se llega a causa de que la distinciónentre las apreciaciones del futuro y las expresiones de inten­ción se toma simplemente como algo obvio en el nivel in­tuitivo. Alguien dice: «Vaya dar un paseo», y nosotrosafirmamos que se trata de una expresión de intención, node una predicción. Pero, ¿cómo lo sabemos? Si se lo pregun­táramos a la persona en cuestión, seguramente nos lo diría;pero, ¿qué sabe y cómo lo sabe? Wittgenstein demostró laimposibilidad de responder a esta pregunta cuando dijo:« Reconoce que tiene o ha tenido la intención de dar unpaseo, o que ha empleado las palabras como una expresiónde intención». Si esto fuera correcto, debería existir la po­sibilidad de un reconocimiento erróneo. Es más, cuandorecordamos que quisimos hacer algo, la memoria nos reve­la a lo sumo unas cuantas cosas sueltas de lo que sucedióen nuestra conciencia, las cuales no llegan a integrar esaintención, o sencillamente nos impulsa a emplear palabrascomo «Tenía pensado ...», sin ni siquiera una imagen men­tal que nos sirva para juzgar si las palabras constituyenuna descripción adecuada. La distinción, entonces, no pue­de quedar como algo intuitivamente claro, excepto cuandose emplea para contestar en qué sentido alguien utilizó laspalabras «Vaya ...» en una ocasión determinada.

Podríamos tratar de establecer la distinción diciendoque una expresión de intención es una descripción de algo

48 INTENCIÓN LAS INTENCIONES DE UNA PERSONA 49

futuro, en la cual el hablante es una especie de agen ,e, cuyadescripción se justifica (si llegara a ofrecer una justif'cación)mediante razones para actuar, es decir, razones de )or quésería útil o atractivo que la descripción se llevara él efecto,y no mediante pruebas de su veracidad. Sin emb lrgo, alllegar a este punto, no veo adónde nos conduce esa líneade razonamiento, y nuestro tema sigue siendo toda'ía bas­tante oscuro. Una vez leí unas notas sobre una con' erenciade Wittgenstein, en la cual él imaginaba alguna; hojasarrastradas por el viento que, conforme éste las en) Jujaba,decían: «Ahora iré en esta dirección ... Ahora iré en al luélla».La analogía es insatisfactoria, pues en apariencia n< asignaninguna función a estas predicciones, excepto la de ser unacompañamiento innecesario de los movimientos de las ho­jas. Pero se nos podría replicar: ¿qué significa aco'npaña­miento «innecesario»? Si queremos decir que, en S1: ausen­cia, el movimiento de las hojas sería el mismo, la a 'lalogíaresulta decididamente mala. Pero, ¿cómo sabemos que elmovimiento de las hojas habría sido el mismo si no! lubieraestado acompañado por esos pensamientos? Si qu ~remos

decir que es posible calcular sus movimientos é partirsolamente de la velocidad y la dirección de los viell tos, asícomo del peso y otras propiedades de las hojas, ¿segviremosinsistiendo en que tales cálculos no pueden incluir lo; cálcu­los de sus pensamientos? Cuando se le ocurrió a Wttgens­tein esta analogía, estaba discurriendo acerca del I ¡bre al­bedrío; ahora bien, la objeción no es que asigne Ul \ papelfalso a nuestras intenciones, sino únicamente que no descri­be su papel de ningún modo; sin embargo, éste no era supropósito. Su propósito consistía, evidentemente, en algunanegación del libre albedrío, ya sea que tomemos el vientocomo un símbolo de las fuerzas físicas que nos afecté n, o deDios o del destino. La descripción correcta de la j unciónde la intención en nuestras acciones tal vez no sea impor­tante para la discusión de ese tema; en todo caso, se 5pechoque ésta era la opinión de Wittgenstein, por lo cual, alpresentar este cuadro contra el libre albedrío, se hal 'aba en

libertad de dejar totalmente a oscuras el papel de la in­tención.

Ahora bien, nuestra descripción de las expresiones deintención, en la cual las distinguimos de las apreciacionesdel futuro, nos deja en la misma posición que el cuadro delas hojas arrastradas por el viento. En realidad, las perso­nas explican acontecimientos futuros, para los cuales sonuna especie de agentes, pero no justifican estas explicacio­nes mediante razones que las hagan creíbles, sino medianteuna clase diferente de razones, que con mucha frecuenciason correctas. A esta clase de explicaciones se le llama ex­presión de intención. Esta simplemente ocurre en el lengua­je humano. Si lo que buscamos es el concepto de «inten­ción», nuestro estudio ha arrojado resultados que, aunqueno son realmente falsos, parecen muy confusos.

Obviamente, el sentido de «razón» que aquí empleamosofrece una línea de investigación fructífera, pero prefieroconsiderarla primero en su relación con la noción de acciónintencional.

4. Así pues, comenzaré una nueva línea de reflexión: ¿có­mo sabemos las intenciones de una persona? O también:¿qué clase de juicios verdaderos podemos formular con cer­teza acerca de las intenciones de las personas, y cómo sabemosque son verdaderos? En otras palabras, ¿es posible encon­trar una clase de juicios del tipo «A tiene la intención X»,de la cual podamos afirmar que posee un alto grado decertidumbre? Bien, si queremos decir por lo menos algunascosas verdaderas acerca de las intenciones de un hombre,tendremos grandes probabilidades de éxito si mencionamoslo que hizo o está haciendo. Pues al margen de cualquierotro objetivo que tenga en mente, o de sus intenciones alactuar como actúa, la mayor parte de lo que digamos direc­tamente a partir de lo que un hombre hace o estuvo hacien­do serán cosas que él tiene la intención de realizar.

Estoy refiriéndome a la clase de cosas que diríamos enun juicio si fuéramos testigos y se nos preguntara qué esta­ba haciendo el hombre cuando lo vimos. Es decir, común-

50 INTENCIÓN LAS ACCIONES INTENCIONALES 51

mente, entre la amplia cantidad de juicios verdac eras quepodríamos formular acerca del hombre, nuestra eleccióncoincidiría con lo que él hubiera dicho que hacÍ¡·, tal vezincluso sin pensar en ello, y seguramente sin dar~e cuentade que era observado. Estoy sentada en una silla <. ;¡cribien­do, y cualquier persona de este mundo que teng.l uso derazón lo sabría apenas me viera, y normalmente {sta seríasu primera descripción sobre lo que estoy hacien{ o. Si tu-'viera dificultades para llegar a esta conclusión y e' \ cambiose diera cuenta de inmediato y con exactitud cÓ no estoyafectando a las propiedades acústicas del cuarto (l na infor­mación inasequible para mí), la comunicación en .re noso­tros se vería seriamente obstaculizada.

Así pues, con el fin de mostrar en líneas gen ~rales laclase de cosas que aquí se pone de manifiesto, puedo tomarun atajo y no explicar la forma en que hago mi elecciónentre el gran número de juicios verdaderos que puedo for­mular sobre una persona, ni qué entraña la exis encia dedescripciones directas como «Ella está sentada en una sillay escribe». (Esto no quiere decir que no suscite r I'eguntasinteresantes. Véase Investigaciones filosófzcas, p<g. 59 b:"Veo una foto: muestra a un hombre apoyado en tn bastónque sube un camino empinado. ¿Cómo lo sé? ¿Fa podríaverse de la misma manera si estuviera deslizándo ;e cuestaabajo en esta posición? Quizás un marciano lo de scribiríaasí». El passim.) Todo mi interés radica ahora en destacareste hecho: podemos decir simplemente: "ObseJ ve a esehombre y explique qué está haciendo», o en otras palabras,diga lo que vendría espontáneamente a su mente s' estuvie­ra informando a una persona que no puede ver a' hombrey que quiere saber qué está pasando en ese lug lr. En lamayoría de los casos, lo que puede decirse es lo mis' no que elhombre sabe, y también en la mayoría de ellos, aum ue de he­cho en menos, se estará informando no sÓlo de lo que hacesino además de una de sus intenciones, a saber, 11 realiza­ción de esa acción. Es más, si ésta no fuera su i 'ltención,casi siempre quedará claro aun sin preguntárselo.

Ahora bien, no es difícil que parezca que, por le general,

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la cuestión de cuáles son las intenciones de una personasólo pueda resolverse definitivamente por ella misma. Unarazón de esto consiste en que, comúnmente, no sólo nosinteresa su intención de realizar una acción, sino tambiénsu intenciÓn en la realizaciÓn del acto, y a menudo esto nopuede percibirse a partir de la mera observación de lo quehace. Otra razón es que, por lo regular, no se nos ocurrecuestionar si tiene la intención de hacer lo que hace (por­que la respuesta es obvia), y en el caso de que se nos ocurra,el problema se resuelve frecuentemente preguntándoselo.Por último, existe la posibilidad de que un hombre alber­gue una intención, pero que no haga nada por llevada aefecto, ya sea porque encuentra un impedimento o porqueha cambiado de parecer: no obstante, la intención puedehallarse completa en sí misma, aunque permanezca comoalgo puramente interior. Todo esto nos obliga a pensar quesi deseamos saber las intenciones de una persona debemosbuscar en la sustancia de su pensamiento y sÓlo en ella. Enconsecuencia, si queremos comprender qué es la intencióntendremos que investigar una materia cuya existencia se dapuramente en el ámbito de la mente, y aun cuando la inten­ciÓn desemboca en acciones, y la forma en que esto sllcedepresenta problemas interesantes, lo que ocurre físicamente,es decir, lo que esa persona hace en realidad, es lo últi­mo que necesitamos considerar en nuestra investigación.Aunque quisiera afirmar que es lo primero. Con este preám­bulo, pasaremos al segundo punto de la división que herealizado en el §1: la acción intencional.

5. ¿Qué distingue a las acciones inteIlcionalcs de lasque no lo son? La respuesta que voy a sugerir consisteen que aquéllas comprenden las acciones en las cuales re­sulta aplicable alguno de los sentidos de la pregunta ,,¿Porqué?»; desde luego, el sentido al que nos referimos es el quepresenta en su respuesta, de ser positiva, una razón paraactuar. Sin embargo, esto no basta, pues las preguntas:«¿Cuál es el sentido pertinente de la pregunta "Por qué"?»

52 INTENCIÓN LAS ACCIONES INTENCIONALES 53

y «¿Qué se quiere decir con "razÓn para actuar"?" son unay la misma.

Para comprender las dificultades que lo anteri)r entra­ña, consideramos la pregunta: «¿Por qué has tiralo la tazade la mesa?», cuya respuesta sería: «He creído ha ber vistouna cara en la ventana y me he sobresaltado». Ah·)ra bien,hasta el momento he caracterizado a la razón paa actuarúnicamente en su oposición al hecho para imp ¡ icar quealgo va a ocurrir, pero en este caso la <'razón» n) pruebaque esa persona fuera a tirar la taza de la mesa. fampocopodemos decir que, como menciona algo previo a] l acción,la respuesta es una causa en lugar de una razón. S pregun­tamos, «¿Por qué lo mataste?», y nos responden: «Mató ami padre», se trata sin duda de una razón y nI I de unacausa, aunque el hecho mencionado sea previo a 11 acción.Es cierto que normalmente no pensamos en co~as comosobresaltarse cuando hablamos de razones para a:tuar. Sepodría decir que «sobresaltarse» no es actuar en (1 sentidoque sugiere la expresión «razón para actuar». Por lo tanto,aun cuando estamos dispuestos a decir, por ejem¡: lo, «¿Porqué te has sobresaltado tan bruscamente?», esto e~ comple­tamente distinto a preguntar: «¿Por qué has e, cluido afulano de tu testamento?» o «¿Por qué has Ilam; ldo a untaxi?» Pero, ¿cuál es en realidad la diferencia? La J espuestano es, en ninguno de los casos, factual. ¿Por qué] espingaro sobresaltarse no es una «acción», mientras que llamar aun taxi o cruzar la calle sí lo es? No podemos cont:star que<'se debe a que la respuesta a la pregunta "¿Por qu·~" puedeofrecer una razón en los útlimos casos», pues la ]espuestapuede «dar una razón» en los primeros casos tamb én. Y nopodemos replicar: «Sí, pero no una razón para ac 'uan:, yaque comenzarían10s a movernos en círculos. Deb ~mos en­contrar la diferencia entre ambas clases de «razón .),despo­jada del «actuar»; si lo conseguimos, quizá descub ramos loque quiere decir <,actuap, cuando se utiliza con es e énfasisespecial.

No sería muy revelador decir que en el caso d ~Isobre­salto, la «razón» es una causa. El tema de la causllidad se

halla en un estado de confusión demasiado grande: sabemosque ésta es una de las circunstancias en que se emplea eltérmino <'causa», pero también sabemos que se trata de uncaso bastante extraño de causalidad. El sujeto puede esta­blecer la causa de un pensamiento, de un sentimiento o deun movimiento corporal del mismo modo en que puedelocalizar el lugar de su dolor o la posición de sus miembros.

Tampoco podemos decir: <,Bueno, la "razón" de un mo­vimiento es una causa, y no es una razón en el sentido de"razón para actuar", cuando el movimiento es involuntario;es una razón, en oposición a una causa, cuando el movimien­to es voluntario e intencional ». Esto se debe en parte a que,en última instancia, el objetivo de toda esa reflexión es enrealidad delinear conceptos tales como lo voluntario y lointencional, y en parte porque también se puede dar una«razón» que sea solamente una «causa» de lo que es volun­tario e intencional. Por ejemplo: «¿Por qué caminas de unlado a otro de ese modo?» «Es por la banda militar: meentusiasma». O bien «¿Qué te hizo firmar por fin el docu­mento?» «La idea de que era mi deber no dejaba de reso­nar en mi mente, hasta que me dije: "Es lo único que puedohacer" y firmé».

Con mucha frecuencia escuchamos que talo cual propo­sición es lo que llamamos «razones para actuap, y que es«racional», o «lo que llamamos racional», actuar por razo­nes; pero estos comentarios tienen un sentido fundamental­mente moralista (y el moralismo, según dijo Bradley, esmalo para el pensamiento). Por lo demás, dejan intactosnuestros problemas conceptuales mientras pretenden darrápida cuenta de ellos. En todo caso, esta pretensión no esni siquiera verosímil, ya que tales comentarios no contienenni una vaga sugerencia de qué significa actuar por razones.

6. Para aclarar la solución propuesta de que <,las accio­nes intencionales son aquellas a las que puede aplicarsealgunos de los sentidos de la pregunta "¿Por qué?"», expon­dré este sentido y simultáneamente presentaré casos en queesa pregunta no es aplicable. Vaya emprender la segunda

54 INTENCIÓN «INTENCIONAL», "DESEADO», "VOUJNTARIO» 55

tarea en dos etapas, porque lo exprcsado en la Jrimeracontribuirá a explicar el sentido pertinente de la J: regunta«¿Por qué?»

La respuesta «No estaba pensando cn lo que haCÍa»vuelvc inaplicable la prcgunta, Esa réplica no es ( n reali­dad una prueba (ya que puede ser una mentira), ~ino unaafirmación de que la prcgunta «¿Por qué lo hiciste lo estáshaciendo)?», en el sentido que nos interesa, no tiene aplica­ción. No es creíble una rcspucsta de estc tipo en t lelos loscasos; por ejemplo, si le preguntamos a una pers ma queestá cortando una tabla por qué ]0 hace, y nos re ,ponde:«No sabía quc estuvicra cOI'lando una labia », tcn Iríamosque averiguar qué quiso decir. Es posible que la pet sana noconociera la palabra «tabla» de antemano y deciu iera ex­presado de esta manera. Sin embargo, no sicmpre "enemosque preguntarnos qué quiso decir; por ejemplo, el ando lepreguntamos a alguien por qué está de pie sobre l1J la man­guera y nos contesta: «No sabía que lo esluviera».

Como una sola acción puede tener muchas des:ripcio­nes distintas, por ejemplo, «aserrar una tabla», ,aserrarcaoba», «aserrar una de las tablas de Pérez», «hanr rechi­nar el serrucho», «sacar mucho serrín», y así suces vamen­te, es importantc señalar que un hombre puede saJer queestá haciendo una cosa segÚn una descripción perl' no se­gún otra. No siempre sucede que sabe parte de lo qJe hacey no sabe otra parte (por ejemplo, puede saber uue estáaserrando pero no que está produciendo chirrido~. con elserrucho). Puede saber que está aserrando una tabia, perono que está aserrando una tabla de caoba o de Pén ·Z; aun­que aserrar una tabla de caoba o de Pérez no es un<· accióndiferente a la de estar simplemente aserrando un l tabla.Por esta razón, la afirmación de que una persona slbe quehace X no implica la afirmación de que, en lo concernientea cualquier otro aspecto de su realización de X, la >ersonasepa que lo lleva a cabo. Por lo tanto, decir que un hombresabe que realiza X es dar la descripción de lo que luce COll

la cual él lo reconoce. Así pues, cuando una pers(J"la diceque «no sabía que estaba haciendo X», y en conse,:uencia

afirma que la pregunta «¿Por qué?» es inaplicable, no siem­pre se le puede cuestionar la veracidad de su respuesta porel hecho de que haya prestado atención a los actos que ellamisma estaba ejecutando y que componen la realizaciónde X.

7. También es evidente que negamos la aplicación de lapregunta «¿Por qué?» (en su sentido pertinente) si decimosque «fue involuntario», aun cuando fuéramos conscientesde la acción. Pero no puedo utilizar lo anterior según quedóexpresado, porque resulta demasiado obvio que el conceptode lo involuntario abarca exactamente las nociones del tipoque debería elucidar la investigación filosófica sobre laintención.

En este punto, mediante una digresión momentánea,quisiera refutar la creencia popular de que los términos«voluntario» e «involuntario» se emplean apropiadamentesólo cuando una persona ha realizado un acto ingobernable.Si alguien se siente atraído por esta concepción, deberíapensar que a los fisiólogos les interesa la acción voluntaria,y que no asignan un sentido técnico especial al término. Siles preguntamos cuál es su criterio de diferenciación respon­derán que cuando se trata de un ser humano adulto lointerrogarán, y cuando se trata de un animal consideraránlos movimientos mediante los cuales intenta, por ejemplo,conseguir algo, digamos comida. En otras palabras, el mo­vimiento que hace un perro al erguir las orejas ante unruido repentino no se usaría como ejemplo.

Esto no quiere decir que los fisiólogos se interesen entoda descripción de las acciones en las que se pueda consi­derar la voluntad. Sólo están interesados, desde luego, enlos movimientos corporales.

También es fácil confundirse por el hecho de que <<invo­luntario» no significa simplemente no voluntario, ni tieneuna acepción propia que no presente problemas, En reali­dad, este par de conceptos se presta a muchos equívocos,Consideremos los cuatro ejemplos siguientes sobre lo in­volun tario:

56 INTENCIÓN «INTENCIONAL", «DESEADO", «VOLUNTARIO" 57

a) El movimiento peristáltico de los intestinos.b) El espasmo o sacudida del cuerpo que en oc lsiones

se produce cuando uno está a punto de dormirse.e) «Retiró la mano con un movimiento invohlt11 ario de

repulsión. »d) «El bien involunta¡'io que le hice con el acto '!'ledian­

te el cual pensaba perjudicarlo.»Ante ejemplos como c) y d), ¿de qué manera voy 1 intro­

ducir el «fue involuntario» como una forma de al ular lapregunta «Por qué», empleada en el sentido espe( ial quequiero elucidar, siendo que el propósito de la e1ucid;ción esdar cuenta del concepto «intencional»? Obviamente. no pue­do hacerla. Sin embargo, existe una clase de fenómclOs queestán englobados bajo el concepto « involuntario» ) que esposible introducir sin la formulación de pregunt,'s ni lasuposición de que se comprenden las nociones del t;po queprecisamente me propongo investigar. El ejemplo h) perte­nece a esta clase, la cual abarca los movimientos COIporalesen una descripción puramente física. Otros ejemplos sonlos tics, los reflejos rotulares y el movimiento de brazohacia arriba que se observa después de haberlo pre: ionadocon fuerza contra una pared.

8. Es preciso describir esta clase de fenómenos ,;in uti­lizar nociones con10 <<Íntenciona)", «deseado» o «\ )lunta­río», e «involuntario». Ello puede efectuarse de la sil~uientemanera: primero señalamos una clase particular d,~ cosasque son verdaderas con respecto a un hombre, a s,lber laclase de cosas que esa persona sabe sin obse1Vaá in. Porejemplo, generalmente un hombre conoce la posil iÓn desus miembros sin observados. Lo sabe sin observaci'm por­que nada le muestra la posición de sus miembros no escomo si una especie de comezón le indicara que tiene larodilla Elexionada y no extendida. Cuando podemos hablarde sensaciones que se describen independientement·~ y queen algún sentido constituyen nuestro criterio pan; hacerun comentario, podemos decir que observamos el objetodel comentario. Pero normalmente éste no es el caso) cuan-

do sabemos la posición de nuestros miembros, y no obstan­te, sin pauta alguna, podemos indicarla. Pero digo que lasabemos y no simplemente que podemos indicarla porqueexiste la posibilidad de acertar o equivocarnos: resulta im­portante hablar de conocimiento únicamente cuando se pre­senta un contraste entre «él sabe» y «él (solamente) cree quesabe». De esta forma, a pesar de que hay una similitudentre señalar la posición de nuestros miembros y localizarel sitio de un dolor, quisiera aclarar que ordinariamentesabemos la posiciÓn de nuestros miembros, sin observaciÓn,pero la capacidad de señalar dónde nos duele no es unejemplo de algo sabido. Esto no es así porque la localiza­ciÓn del dolor (la sensación, no el daño) deba ser aceptadapor la persona a quien se la señalo, pues podemos imaginarcircunstancias en que no se acepte, como, por ejemplo, sidigo que es mi pie y no mi mano lo que está muy lastima­do, pero me toco la mano y no temo ni me opongo a que semanipule mi pie con brusquedad, aunque lo sigo señalandocomo la parte lesionada. Pero en este caso diríamos queresulta difícil adivinar qué quiero significar, mientras que sialguien afirma que su pierna está extendida cuando la tieneElexionada, puede ser sorprendente pero no particularmen­te oscuro. La persona se equivoca en lo que dice, pero no esininteligible. Por lo tanto, llamo «conocimiento» a este tipode capacidad de expresión y no solamente «capacidad deexpresión».

Ahora bien, la clase de cosas conocidas sin observaciónes de interés general para nuestro estudio porque las accio­nes intencionales constituyen una subclase de ella. Ya hemencionado que el «No me di cuenta de lo que hacía» esuna negación de la pregunta «¿Por qué?», cuyo sentido es­tamos tratando de establecer; en este punto, puedo añadirque «Sabía lo que estaba haciendo, pero sólo porque loobservaba», también sería una negación de aquélla. Porejemplo, si nos damos cuenta de que accionamos un semá­foro al cruzar la calle.

Pero la clase de cosas conocidas sin observación tambiénposee un interés especial en esta parte de nuestra investiga-

58 INTENCIÓN CAUSA Y RAZÓN 59

Clan porque nos permi te describir la clase p8 ,·ticular de«acciones involuntarias» que hasta aquí sólo I a quedadoindicada mediante unos cuantos ejemplos: ésta~ son accio­nes como el ejemplo h) que presentamos más arr ba, y ntleS­tra tarea consiste en identificar/as sin dar por n sueltas laspreguntas que estamos tratando de responder. Los movi­mientos corporales como el peristaltismo de lo~ intestinosson involuntarios, pero no nos interesan desde e momentoen que un hombre no sabe que su cuerpo los es13.realizan­do, si no es por medio de ]a observación, la infe 'encia, cte.Lo involuntario que nos interesa se limita a 1 a clase decosas conocidas sin observación, como sabríam )s aun conlos ojos cerrados que hemos dado un puntapié cuando elmédico nos ha golpeado ]a rodilla, a pesar de qte no pode­mos identificar una sensación que nos lo indie¡ le. Hablarde «la sensación que experimentamos al dar un punta­pié por reflejo cuando se nos golpea la rodilla" 10 se pare­ce, por ejemplo, a ,da sensación de descender el un ascen­sor». Aun cuando podemos decir «Creí que hab a dado unpuntapié reflejo aunque no me moví", nunca dil íamos, porejemplo, «Las noticias sorprendentes provocan esa sensa­ción»: ésta no es separable, como lo es la se Isación de«descender en un ascensor".

Ahora bien, entre las cosas conocidas sin 01 servación,en ocasiones se incluye la causa dc un movin iento. Porejemplo: «¿Por qué has retrocedido repentinam :ntc?» «Lasacudida y el grito que ha lanzado ese cocodril(, me hicie­ron saltar». (No digo que no haya observado];. conductadel cocodrilo, pero no he observado que eso ne hicierasaltar.) En cambio, en casos como b) ]a causa del novimien­to se sabe solamente a través de la observación.

Entonces, esta clase de acciones involuntari¡¡, es la cla­se de movimientos del cuerpo, en una descripción puramen­te física, que se saben sin observación, y para la ' cuales noexiste una causa conocida sin observación. (Por 1 ) tanto, misobresalto por la sacudida y el grito del coco dril ) 110 perte­nece a esta subclase de acciones involuhtarias.) E ,ta subela­se puede describirse sin necesidad de aclarar ar tes el con-

cepto «involuntario». Asignarle un movimiento equivaldríaa negar la pregunta «¿Por qué?"

9. En un principio, a] considerar las expresiones dc in­tención, ha señalado que se trataban de predicciones justi­ficadas, en todo caso, por razones para actuar, como opues­tas a las razones para creer en su veracidad. De modo queaquí ya he distinguido un sentido de «¿Por qué?», en el cualla respuesta menciona hechos. «Habrá un eclipse mañana.»«¿Por qué?" «Porque ... », y ]a respuesta constituye ]a razónpara creer que así será. O bien: «Aquí hubo un antiguocampamento bretón." «¿Por qué?», y la respuesta constitu­ye la razón para creer que así fue. Pero como ya hemosseñalado, una respuesta a la pregunta «¿Por qué?» que noofrezca razones para creer en la realidad del hecho no pro­porciona por lo tanto una razón para actuar. Puede mencio­nar una causa, y esto no es en modo alguno ]0 que queremos.No obstante, observamos que hay contextos en los cualcsresulta difícil explicar la distinción entre una causa y unarazón; como, por ejemplo, cuando respondemos a la pregun­ta «¿Por qué has tirado la taza de la mesa?» con la frase «Hevisto tal cosa yeso me ha sobresaltado». Ahora bien, podemosver que los casos en que se presenta esta dificultad son pre­cisamente aquellos cn que la causa misma qua causa (o talvez deberíamos más bien decir: la causalidad misma) se en­cuentra en la clase de cosas conocidas sin observación.

10. Llamaré al tipo de causa en cuestión una «causamental". Las causas mentales son posibles no sólo para lasacciones (<< La música marcial me apasiona, por eso caminode un lado a otro»), sino también para sensaciones e inclu­so pensamientos. Al considerar acciones es importante dis­tinguir entre causas mentales y motivos; al considerar sen­timientos, como miedo o enfado, es importante distinguirentre causas mentales y objetos del sentimiento. Para com­prender esto, analicemos los siguientes casos:

Un niño vio algo rojo en un rellano de la escalera y

60 INTENCiÓN MOTIVOS E INTENCIONES 61

preguntó qué era. Creyó que su niñera le decía qve se tra­taba de un pedazo de Satán y sintió un tremencio temor(sin duda, ella dijo que era un pedazo de satén) Estabaasustado por aquel pedazo de material; la causa d( su mie­do fue el comentario de su niñera. El objeto d( 1 temorpuede ser la causa del temor, pero, como comenta v Tittgens­tein,2 no es en cuanto tal la causa del temor. (Un rostrorepugnante que aparece en la ventana sería, des(e luego,tanto causa como objeto, por lo cual ambos se cc nfundenfácilmente.) O también, podemos enfadamos por h acciónde una persona cuando lo que /105 produce el e .fado esacordarnos de esa acción o el que alguien nos L refiera.

Esta clase de causa de un sentimiento o de una !'eacciónpuede ser identificada por el mismo individuo, y I ~conoci­da por otra persona, aun cuando sea distinta a objeto.Observemos que esta clase de causalidad o sentí lo de la«causalidad» se halla tan lejos de adecuarse a las explica­ciones de Hume que quienes creen que éste agotó el temade la causalidad la dejarían completamente fuer:, de susrazonamientos; si se llamara su atención al respc' :to, pro­bablemente insistiría en que la palabra «causa» enl inapro­piada o muy equívoca. O tal vez tratarían de re~olver lacuestión a la manera de Hume en lo que se refiere al reco­nocimiento de la causa por parte de un observador~xterno;pero no desde el punto de vista del agente.

11. Podría pensarse que cuando se responde é la pre­gunÚl «¿Por qué?», presentando la intención con q le actúauna persona, por ejemplo, con ]a menciÓn de Ul hechofuturo, también sc trata de una causa mcntal, p ICS, ¿nopodría acaso repJantearse la respuesta segÚn la fornia: «Por­que quería ... » o «Debido al deseo de ...»? Si me aSéltan de­seos de comer nlanzanas y me levanto y voy a la alacenadonde creo que hay algunas, podría responder a la pregun­ta de qué me condujo a esta acción mencionandc I que el

2. Investigaciones filosÓficas, § 476.

deseo me hizo , etc. Pero no en todos los casos «Hice estocon el fin de » se puede justificar con «sena un deseoque ... ». Por ejemplo, puedo simplemente escuchar que lla­man a la puerta y bajar las escaleras para abrir sin tenerningunas ganas de hacerla. O supongamos que me enfurez­co con una persona y destruyo un mensaje destinado a ella,de modo que faltará a una cita. Si explico mi acción dicien­do: «Quería que faltara a esa cita», no quiero decir necesa­riamente que pensara: «Si hago esto, éL.», y que tal ideasuscitara en mí el deseo de que sucediera, el cual a su vezme condujo a proceder de ese modo. Pudo haber sucedidoasí, pero no necesariamente. Quizá sólo ocurrió lo siguien­te: leí el mensaje, pensé: «¡Ese miserable!», con un senti­miento de rencor, rompí el mensaje y me reí. Entonces, sialguien me preguntara por qué lo hice, dejando claro quequiere que mencione las causas mentales, es decir, qué acon­teció en mi mente que me indujera a esa acción, deberíadarle quizá la explicación anterior, pero normalmente noes ésta la respuesta. No es frecuente que se formule esapregunta. Tampoco me atrevería a decir que, en caso de serformulada, siempre recibe una respuesta. Uno puede enco­gerse de hombros o limitarse a decir: «No sé de qué estáshablando», o «Simplemente se me ocurrió ...»

Desde luego, no es preciso que una «causa mental» serefiera a un hecho mental, es decir, a un pensamiento, unsentimiento o una imagen; puede tratarse de una llamadaa la puerta. Pero aunque no sea un hecho mental, la perso­na afectada debe percibirlo (por ejemplo, la llamada debeser escuchada), de modo que si en este sentido alguien quie­r"e afirmar que se trata siempre de un hecho mental notengo ninguna objeciÓn. Una causa mental es la explicaciÓnque uno daría ante esta pregunta específica: ¿qué te llevó aesta acción, pensamiento o sentimiento, qué viste u oíste osentiste, o qué ideas o imágenes surgieron en tu mente quete indujeron a ello? He aislado esta nociÓn de causa mentalporque existen cosas como esta pregunta con este tipo derespuesta, y porque deseo distinguida de las acepcionesordinarias de «motivo» e «intención», y no porque sea en sí

62 INTENCIÓN MOTIVOS E INTENCIONES 63

misma de gran importancia, pues en realidad c,'eo que essecundaria. No obstante, resulta esencial tenel una ideaclara de ella porque ll/W concepción muy natura: de «moti­vo» consiste en que es aquello que mueve (la pala Ira mismalo sugiere), interpretado como «lo que causa» \;.,3 accionesde los hombres, etc. Y quizá se piense entonces ~n <do quelas causa» como un hecho que produce efecto (aunque laforma en que lo hace, es decir, si debe concebirs'~ como untipo de introducción de un tercero o de alguna ot! a manera,quede desde luego completamente a oscuras).

12. En filosofía, se ha establecido en ocasiol1l s una dis­tinción entrc nuestros motivos y nucstras intenc oncs paraactuar como si fueran cosas muy diferentes. Lo intcnciónde un hombre es aquello que prctcnde o que ~scoge, sumotivo es lo que determina la pretensión o clec :ión, y su­pongo que «determina» debe de ser eÍ1este caso (Itro térmi­no para «causa».

En sentido popular, motivo e intención no •.e utilizancomo si tuvieran un significado tan distinto. Pe - ejemplo,se habla de «motivos para ganar». Algunos fil'lsofos hanpreferido considerar esta expresión como clípt 'ca; ganardebe ser la intención y deseos de ganar, el motivo. \1 pregun­társcle por su motivo, un hombre puede conteé<:ar: «Que­ría ...», lo cual complacería a esos filósofos, o «L...>hice conel fin de ... », lo cual no sería de su agrado. Sin e nbargo, elsignificado de ambas frases es idéntico. Decir qu ~los moti­vos de un hombre son buenos puede ser lo r ¡ismo quellamar buenas a sus intenciones, por ejemplo, «~ólo queríatranquilizar a sus amistades».

No obstante, incluso en sentido popular, exis'e una dis­tinción entre el significado de «motivo» yel de «iltención».Por ejemplo, si un hombre mata a alguien, pUl de decirseque lo hizo por amO!-y piedad, o por rencor. Est<, podría enrealidad formularse como «para Iiberarlo de su 1 ~rrible su­frimiento» o «para deshacerse de ese cerdo». P.Ero aunqueéstas son formas de expresión que indican un ob etivo, qui­zás estén manifestando el espíritu con que el hon bre come-

tió cI asesinato, en lugar de explicar el fin para el cual elcrimen fue un medio, es decir, la situación futura provocadapor el acto de matar. Y esto nos demuestra parte de la dis­tinción que existe entre las acepciones populares de motivoe intención. Poddamos decir que, popularmente, «moti­vo de una acción» posee una aplicación mucho más ampliay diversa que «intención con que se ejecutó el acto».

Cuando un hombre, en su habla común, nos refiere cuálfue su motivo y lo hace de una manera en que «motivo» noes intercambiable con «intención», no está proporcionandouna «causa mental», en el sentido que le he dado a estetérmino. En realidad, la identificación de las causas menta­les puede contribuir a hacer inteligible su afirmación. Porotra parte, aunque la persona manifieste que su motivo fueéste o aquél, sin vacilar ni mentir, esto es, sin decir cosasque sabe o medio sabe que son falsas, es posible, no obstan­te, que la consideración de diversos aspectos, que puedenincluir las causas mentales, provoque que ella misma yquienes la escuchen juzguen como falsa la declaración desu propio motivo. Sin embargo, creo que rara vez las cau­sas mentales constituyen algo más que un aspecto muytrivial entre las cosas que sería razonable analizar. En cuan­to a la importancia de considerar los motivos de una acción,en contraposición al examen de la intención, me alegra noestar escribiendo sobre ética o crítica literaria, áreas a lasque pertenece este problema.

Los motivos pueden explicamos las acciones, pero ellono quiere decir que las «determinen», en el sentido de cau­sarlas. Acostumbramos a decir: «Su amor a la verdad fue lacausa de que ... », y frases semejantes, e indudablemente ta­les expresiones contribuyen a que pensemos que un motivodebe de ser lo que produce o provoca una elección. Peromás bien, esto significa: «Lo hizo porque amaba la verdad»,es decir, interpreta su acción.

Quien observe las confusiones implicadas en la distin­ción radical entre motivos e intenciones y en la definiciónde los motivos, así diferenciados, como los determinantesde la elección, puede sentirse inclinado con facilidad a ne-

64 INTENCIÓN MOTIVOS E INTENCIONES 65

gar que exista algo semejante a la causalidad mental .vque«motivo» signifique algo distinto de intención. Pero ambasnegaciones son erróneas. Generaremos confusiones si noobservamos que: a) existen fenómenos que merecen el nom­bre de causalidad mental, en tanto podemos formular lapregunta «¿Por qué?», solicitando una respuesta del tipo

'que he considerado bajo ese encabezado; b) la causalidadmental no se limita a las elecciones ni a las acciones volun­tarias o intencionales, sino que tiene una aplicación másamplia; se restringe al campo más general de las cosas queel agente sabe pero 110 como observador, por lo cual incluyealgunas acciones involuntarias; e) los motivos no son cau­sas mentales, y ti) existen aplicaciones de «motivo» distin­tas a las aplicaciones de «la intención con que actúa unindividuo».

13. La venganza y la gratitud son motivos. Si mato aalguien como un acto de venganza puedo decir que lo hagopara ser vengado o que mi objetivo es la venganza. Sinembargo, esta última no es algo posterior que se obtiene almatar a una persona, más bien el acto de matarIa es lavenganza. Si me preguntan por qué la maté, contestaré:«Porque asesinó a mi hermano». Podemos comparar estarespuesta, que describe un hecho concreto del pasado, conla respuesta que describe un hecho concreto del futuro yque en ocasiones recibimos como enunciaciones de objeti­vos. Lo mismo sucede con la gratitud, el remordimiento yla piedad aplicados a algo específico. Estos motivos sólodifieren de, pongamos por caso, el amor, la curiosidad o ladesesperación en lo siguiente: se presenta un hecho que haocurrido (o que está ocurriendo en el presente) como funda­mento de una acción o una abstención que resulta buena omala para la persona (que puede ser uno mismo, como enel caso del remordimiento) a quien está dirigida. Y si, porejemplo, quisiéramos explicar la venganza, diríamos que setrata de lastimar a una persona porque nos ha hecho daño;no necesitamos añadir una descripción de los sentimientosque originaron la acción ni de los pensamientos que la

acompañaron. En cambio, no es posible explicar de la mis­ma manera la afirmación de que un individuo hizo algo poramistad. Llamaré a la venganza, la gratitud, el remordi­miento y la piedad motivos retrospectivos, para diferenciar­los de los motivos en general.

Estos últimos constituyen un tema muy escabroso en elque no deseo profundizar. Consideremos la aseveraciónde que uno de los motivos para suscribir cierta solicitudconsistió en la admiración que siento por su promotor, X.Si alguien me preguntara: «¿Por qué la suscribiste?», po­dría contestar: «Bueno, por una parte, X, que la está pro­mocionando, hizo ...», y describir su proceder en términosentusiastas. Podría añadir: «Por supuesto, ya sé que ésta noes razón para suscribida, pero estoy segura de que fue unade las cosas que más influyeron en mí». En realidad, digo«consideremos esto» para poder decir «no lo examinemosaquÍ». Es un problema demasiado complejo.

,~La explicación de «motivo» que popularizó el profesorRyle no parece apropiada. Ryle recomienda que «presumíapor vanidad» se interprete como «presumía ... y al hacerlasatisface la proposición, con carácter de ley, de que siempreque encuentra una oportunidad para granjearse la admira­ción y la envidia de los demás hace todo lo que, según cree,las despertará».3 Este pasaje es más bien curioso y evasivoen su expresión; parece indicar, y soy incapaz de entendersi no quiere decidu, que no se puede decir que un hombreestaba presumiendo por vanidad a menos que siemprese comportara vanidosamente, o que lo hiciera con múchafrecuencia. Pero esto no parece ser cierto.

Presentar un motivo (de la clase que he llamado motivoen general, en contraposición con motivos e intencionesretrospectivos) equivale a decir algo como «Veamos la ac­ción a e<;ta luz». La explicación de nuestras propias accionesindicando un motivo implica colocarlas bajo cierta perspec­tiva. Con frecuencia brindamos este tipo de explicación en

3. The Concept ofMind, pág 89.

66 INTENCIÓN MOTIVOS E INTENCIONES 67

respuesta a la pregunta «¿Por qué?» La cuestión de si la luzcon que iluminamos nuestra acción es verdadera resultaparticularmente difícil de abordar.

Motivos como la admiración, la curiosidad, el desprecio,la amistad, el miedo, el amor a la verdad, la desesperacióny muchos otros pertenecen a esta clase en extremo comple­ja o se encuentran orientados al futuro o se presentan com­binados. Digo que un motivo está orientado al futuro si esuna intención. Por ejemplo, afirmar que una persona hizoalgo por temor a ... equivale frecuentemente a decir que lohizo para que ... o con el objeto de que ... no sucediera.

14. Dejemos el tema de los motivos en general o moti­vos «interpretativos» y regresemos a los motivos retrospec­tivos. ¿Por qué sucede que con la venganza y la gratitud, lapiedad y el remordimiento, el hecho pasado (o la situaciónpresente) es una razón para actuar, y no sólo una causamental?

Observemos que el aspecto más notable de estos cuatromotivos es la forma en que involucran el bien y el mal. Porejemplo, si le estoy agradecida a una persona es porque meha causado algÚn bien, o al menos creo que lo ha hecho, yno puedo mostrar gratitud mediante una acción concebidapara dañarla. Con respecto al remordimiento, siento repul­sión por ciertas cosas que me resultarían buenas; no podríaexpresar remordimiento procurándome diversiones, o conalgo que no considero malo. Si llevo a cabo un acto devenganza que resulte provechoso para mi enemigo en vezdé perjudicial, mi acción, en tanto que provechosa para él,es involuntaria.

Estos hechos constituyen la clave del problema que nosocupa ahora. Si el agente debe concebir la acción comoalgo que produce cierto tipo de bien o mal y el hecho pasa­do como bueno o malo, para que este último se conviertaen una razón para la acción, entonces esta razón no repre­senta una causa mental sino un motivo. Ello se manifestaráen la elaboración de la respuesta que el agente dé a lapregunta «¿Por qué?»

Podría parecer que el punto más importante no fueraéste, sino la posibilidad de cuestionar la acción propuesta yque la réplica haga mención de algo pasado. «Vaya matar­lo». «¿Por qué?» «Mató a mi padre.» Pero con ello demos­traremos que olvidamos el curso de nuestra investigación.Aún no sabemos qué es una acción propuesta; hasta aquísólo podemos describirla como una acción predicha por elagente, ya sea que éste no justifique su predicción o quepara justificada aluda a una razón para actuar; y es preci­samente el significado de la expresión «razón para actuar»lo que de momento estamos tratando de elucidar. ¿No esposible predecir las causas mentales y sus efectos? ¿O inclu­so sus efectos después de que se han producido las causas?Por ejemplo, «Esto va a irritarme». En este punto cabríadestacar que es un error creer que no se puede elegir entreactuar o no actuar por un motivo. Un ejemplo de ello noslo dio Platón cuando le dijo a un esclavo: «Te golpearía sino estuv.iera enfadado». O un individuo puede tener el pro­pósito de no hacer comentarios sobre cierta persona porquees incapaz de referirse a ella sin envidia o sin admiración.

Hemos logrado distinguir entre un motivo retrospectivoy una causa mental y hemos encontrado que, al menos eneste aspecto, lo que el agente dice en respuesta a la pregun­ta «¿Por qué?» es una razón para actuar si al tratarla entanto tal la concibe como algo bueno o malo y consideraque su propia acción causa un bien o un mal. Si, por ejem­plo, pudiéramos mostrar que la acción de la cual se havengado era inofensiva o benéfica, el agente ya no tiene unarazón, excepto si va precedida por un «Yo creía». Si setrata de una venganza propuesta, el agente deberá abando­narla o cambiar de razón. Este descubrimiento no afectaríaa una afirmación de causalidad mental. AúnJalta por de­terminar si el bien y el mal desempeñan, en términos gene­rales, una función esencial dentro del concepto de intención.Hasta aquí, sello los hemos introducido en tanto que esta­blecen una clara diferencia entre motivos retrospectivos ycausas mentales. Cuando la respuesta a la pregunta «¿Porqué?», referida a una acción presente, describe una situa-

68 INTENCIÓN CONCLUSIONES 69

ción futura, se la distingue inmediatamente de una cau­sa mental por el simple hecho de aplicarse al futuro. Por lotanto, hasta el momento no parece existir la necesidad dedecir que la intención como tal es intención de un bien o unmal.

15. Pero consideremos ahora este caso:-¿Por qué lo hiciste?-Porque él me lo dijo.¿Se trata de una causa o de una razón? Aparentemente,

dépende en gran medida de cuál fue la acción o cuálesfueron las circunstancias. Y normalmente nos negaríamos aestablecer una distinción entre la razón y la causa de estetipo de problema, pues hemos explicado que éste es el ob­jetivo que el agente manifiesta cuando le preguntamos quélo impulsó y provocó la acción. Pero el hecho de que lehayan dado una razón para actuar y haberla aceptado po­dria ser lo mismo. ¿ Y cómo vamos a diferenciar entre causay razón en casos como el de haber colgado el sombrero enuna percha porque nuestro anfitrión ha dicho: «Cuelgue susombrero en la percha». Pienso que tampoco sería correctodecir que se trata de una razón y no de una causa mentaldebido a que hemos comprendido las palabras, lo cual nosha llevado a la aceptación de la sugerencia. Ello equivaldríaa tratar de comparar este caso con el de, por ejemplo. dar­nos la vuelta al escuchar que alguien silba. Pero en reali­dad, esto último no se situaría definitivamente de uno uotro lado. Si nos viéramos obligados a elegir entre conside­rar el sonido como razón o como causa, probablementedecidiríamos basándonos en la rapidez de la reacción. Aúnmás, en el siguiente caso no se presenta el problema de lacomprensión de un enunciado: «¿Por qué hiciste girar tusíndices en torno a tus sienes?» «Porque él estaba haciendolo mismo». Esto no es muy diferente de colgar nuestrosombrero porque el anfitrión lo haya indicado. En líneasgenerales, si nos fuerzan a ahondar en la distinción, cuandola acción se explica mejor como una mera respuesta, nosinclinamos más por el término «causa»; en cambio, en la

medida en que se explica mejor como una reaCCIón cuyasignificaciÓn está considerada en la interpretación del agen­te, o una reacciÓn rodeada de pensamientos y preguntas,nos sentiremos más inclinados a emplear el término «ra­zón». Sin embargo, en la mayoría de los casos la distinciónno tendría sentido.

Pero ello no significa que siempre carezca de sentido.Podríamos llamar «completos» a los casos en que fundamosla distinción en un principio, es decir: de un lado, el casode, por ejemplo, la venganza, y del otro, lo que provocó quenos sobresaltáramos y tiráramos la taza de la mesa. Entérminos generales. se establece que algo es una razón sipodemos argumentar en contra de ello; no como cuandoalguien dice: «Los ruidos no deberían sobresaltarte de esemodo; harías bien en consultar a un médico», sino de unamanera que lo vincule con motivos e intenciones: «¿Lo hi­ciste porque te dijo que lo hicieras? Pero, ¿por qué hacer loque él dice?» Respuestas como «Ha hecho tanto por mí»,«Es mi padre», «Me habría ido mal si no lo hubiera hecho»,colocan la respuesta original entre las razones. Desde lue­go, «razones» se une aquí a nuestra explicación general. Asípues, los casos completos son los que se deben considerarpara entender la distinción entre razón y causa. Pero cabedestacar que no es verdad la aseveración tan común de quela razón y la causa son siempre nociones que se diferenciannítidamente.

16. Resultará provechoso resumir en este punto las con­clusiones a las que hemos llegado hasta el momento. Lasacciones intencionales constituyen una subclase de los he­chos en la historia de un hombre que éste conoce no sóloporque los haya observado. En esta clase más amplia seincluye un tipo de acciones involuntarias, caracterizadaspor el hecho de que la causalidad mental queda excluida deellas; y a su vez la causalidad mental se distingue porquese conoce sin observación. Pero las acciones intencionalesno se caracterizan únicamente por estar sujetas a la causa­lidad mental, puesto que hay acciones involuntarias que no

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excluyen a esta última. Por lo tanto. las acciones intencio­nales son aquellas que permiten la aplicación cle la pregun­ta «¿Por qué?», en un sentido especial que hasta aquí seexplica como sigue: la pregunta no tienc csc scntido sila respuesta es factual o presenta una causa, que incluvc lascausas mentales; en caso contrario, la respucsta pucclea) mencionar sencillamente un suceso del pasado, 17) inter­pretar la acción o c) mencionar algo futuro. En los casos b)

y c), la respuesta se caracteriza de inmediato como unarazón para actuar, es decir, como respuesta a la pregunta«¿Por qué?», formulada en el sentido requerido; y en elcaso a), será una respuesta a esa pregunta si las nocionesdel bien y del mal se hallan implicaclas en su significadocomo respuesta, o si la investigación posterior demuestraque está vinculada con un motivo «interpretativo» o unaintención con la cual proceder.

17. Puedo ahora terminar mi exposición sobre los casosen que nuestra pregunta «¿Por qué?» no tiene aplicación.Vimos que resultaba inaplicable cuando la respuesta delagente era «No me he dado cuenta de lo que hacía», ytambién si la respuesta indicaba que «obsenJaba que lo es­taba haciendo». Había además una tercera circunstanciaen la cual esta pregunta resultaba inaplicable, a saber: cuan­do la acción se caracteriza de alguna manera por no darlugar a lo que denomino causalidad mental. Este sería elcaso si, por ejemplo, la única forma de tratar una preguntasobre la causa fuera mediante especulaciones o explicandopor qué habría que considerar un hecho determinado comosu causa. Por ejemplo, si preguntamos: «¿Qué te ha hechosaltar de esa forma?», cuando una persona acaba de sacu­dirse con el espasmo que en ocasiones se produce antes dequedarnos dormidos, el interrogado podría no hacercaso de la pregunta o decir: «Ha sido involuntario; ya sa­bes, a veces uno tiene esos espasmos». Ahora bien, un indi­cio de la negación de esa pregunta particular, «¿Qué te hallevado a hacerla?», consiste en que contestamos cosas como((No sé si alguien conoce la causa» o «¿No tiene algo que

ver con descargas eléctricas?», y que ése es el único sentidoque atribuimos a «causa» en estos casos.

Desde luego, una respuesta posible a la pregunta «¿Porqu~')" es "SÓlo se me ha oCIIITido h;lCerlo". (l "Ha sido 1111

imptIlso". o « PUl' ninguna l'azon parliculan>, o «Ha sidouna acción sin sentido, sólo estaba garabateando». No de­nomino negación de la pregunta a respuestas de este tipo.La pregunta no se vuelve inaplicable porque la respuestaexprese que no hay razón, del mismo modo que la preguntade cuánto dinero tengo en la cartera no resulta inaplicablesi la respuesta es «Nada».

Una respuesta que posee un interés muy peculiar es:«No sé por qué lo he hecho». Esta puede tener un sentidoque no se refiera a que quizás existe una explicación cau­sal que uno desconoce. Se aproxima a «Me he encontradohaciéndolo», «Me he oído decir ...», pero resulta apropiadapara acciones que parecen exigir alguna razón especial, yno tenemos ninguna. Sugiere sorpresa ante nuestras propiasacciones, aunque esto no es una condición suficiente paradarla, pues podemos estar un poco sorprendidos sin necesi­dad de utilizar esa expresión, por ejemplo, cuando hacemosun jueg9 de palabras que no corresponde a nuestro estilohabitual.

.l< No sé por qué lo he hecho» constituye quizás una ex­presión frecuente entre personas a quienes se sorprendecuando cometían un delito trivial, en cuyo caso suele estaracompañada por «Ha sido un impulso». No tendré en cuen­ta este uso porque se ha convertido en un formulismo, yporque en realidad no es extraño sentirse inclinado a come­ter delitos triviales sin necesidad (lo extraño radica única­mente en que no nos disuadan algunas consideraciones ob­vias, y no en que pensemos hacer ese tipo de cosas). Enocasiones, nos podemos preguntar: «¿Y ahora por qué hehecho esto?», por ejemplo, cuando descubrimos que hemoscolocado un objeto en un lugar bastante insólito. En cam­bio, «No sé por qué lo he hecho» puede ser dicho por al­guien que no descubre que lo ha hecho; se da cuenta de ellomientras lo está haciendo, pero acude a esta expresión como

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si quisiera decir: «Es el tipo de acciones que parece exigiruna razón». Como si existiera una razón que debiera saber.Desde luego, en este caso no se trata del sentido pertinente,aunque el psicoanálisis lo convenza de algo como su razón,o de si encuentra la razón en algún plan o inspiración deorigen divino o diabólico, o de una explicación causal en elhecho de haber sido hipnotizado previamente.

Yo misma siempre evito utilizar esas palabras de estaforma, pero ello no me lleva a suponer que carezcan desentido. Se trata de un curioso caso intermedio: la pregun­ta «¿Por qué?» es y, sin embargo, no es aplicable; lo es enel sentido de que se"'la admite como una pregunta apropia­da; no lo es por cuanto la respuesta consiste en que no hayrespuesta. Más adelante discutiré la diferencia entre lo in­tencional y lo voluntario, y una vez establecida esa distin­ción podremos decir: una acción de este tipo es voluntariay no intencional. También veremos (§ 25) que hay otroscasos más comunes en los cuales no se comprueba que lapregunta «¿Por qué?», sea inaplicable y, sin embargo, notiene aplicación.

18. Respuestas como «Por ninguna razón particular» o«Sólo se me ha ocurrido» y otras son con frecuencia total­mente inteligibles, en ocasiones extrañas y a veces ininteli­gibles. Es decir, si alguien tomara todos los libros verdes desu casa y los extendiera cuidadosamente por el techo, yluego diera una de estas respuestas para contestar a lapregunta «¿Por qué?», sus palabras resultarían ininteligi­bles excepto como una broma. Serían ininteligibles no por­que desconozcamos lo que ellas significan, sino porque nopodríamos desentrañar lo que la persona quiso decir alempleadas en ese contexto. Resultará útil abundar un pocosobre estas distintas formas de ininteligibilidad.

Wittgenstein dijo que cuando calificamos algo como unsinsentido, no es que su significación carezca de sentido,sino que una forma de expresión queda excluida del lengua­je. Por ejemplo, «Quizá los ciegos de nacimiento tienenimágenes visuales». Sin embargo, el argumento para «ex-

cluir esta forma de expresión del lenguaje» consiste aparen­temente en que (~susignificado carece de sentido». El argu­mento sigue aproximadamente esta línea: ¿qué significa?Que esas personas perciben lo mismo que yo cuando tengouna, imagen visual. ¿Y qué tengo yo? Algo como esto. Deaquí Wittgenstein pasaba a refutar las definiciones ostensi­bles internas. El paso siguiente consiste en considerar cuáles el juego linguístico que se manifiesta con «tener unaimagen visual» o «ver con los ojos de la mente». No se tratasolamente de decir estas cosas, ni se puede explicar por elhecho de que se formulan con la referencia correcta (estoquedó demostrado mediante la refutación de las definicio­nes ostensibles internas). La conclusión es que el juego lin­guístico de «ver» forma parte necesaria del juego de «vercon los ojos de la mente», o más bien, que sólo podemosidentificar al Último como un juego linguístico si el prime­ro se construye con las mismas palabras. El resultado delargumento, de tener éxito, es que ahora evitaremos decir«Quizá los ciegos ..., etc.» Por ello Wittgenstein habla de«terapias». La «exclusión del lenguaje» no se realiza por lasleyes, sino por la persuasión. El «significado que carece desentido» es el tipo de significado que sugieren nuestras ex­presiones; la sugerencia se origina en una «falsa asimilaciónde lt5sjuegos».

Sin embargo, el caso que nos ocupa es enteramentediferente. Si decimos: «No tiene sentido que este hombrediga que ha hecho esto sin ninguna razón en especia!», noestamos «excluyendo una forma de expresión del lengua­je»; estamos diciendo que «no podemos entender a un hom­bre así». (El interés de Wittgenstein parece haber pasadodel primer tipo de «falta de sentido» al segundo a medidaque desarrollaba sus Investigaciones filosóficas.)

Del mismo modo, «No me he dado cuenta de lo quehacia» es en ocasiones inteligible, a veces extraño y enalgunos casos resultaría ininteligible.

Requeriría bastante destreza emplear el lenguaje fre­cuentemente con este tipo de ininteligibilidad; sería tan

74 INTENCIÓNrt

.ACCIÓN INTENCIONAL 75

. difícil como entrcnarnos para expresar con fluidez rcvolti­jos de palabras largos y espontáneos.

Vemos, pues, que las preguntas que permitcn la aplica­ción de la pregunta «¿Por qué?» pertenecen a una categoríamás amplia que las respuestas que ofrecen razones paraactuar. Ahora podemos definir la pregunta «¿Por qué?»como aquella para la cual se espera una respuesta de esacategoría. y con esto hemos delineado a grandes rRsgos elcampo de las acciones intencionales.

. No añadimos nada relativo a la acciÓn en el momen­to en ue se realiza si la describiínos como intencional.Llamar de ese modo es asignada a la clase de las accionesintenciona es, y por lo tanto indicar que debemos conside­rar pertinen la pregunta «¿Por qué?» en el sentido que yahe explicado, r el momento no vaya inquirir por qué estapregunta puede .plicarse a algunos hechos y no a otros,

El siguiente ra namiento demuestra que una acciÓn nose denomina «in ten 'anal» en virtud de alguna caracterís­tica adicional que ex te cuando se efectúa. Supongamosque encontramos tal ca cterística y que la llamamos «I ».Ahora bien, no se puede a 'rmar el carácter intencional dela acción sin presentar la de ripción según la cual es inten­cional, pues la misma acció puede resultar intencionalsegún una descripción y no inte ional según otra. No obs­tante, si existe una acción inten 'anal, lo intencional esalgo que realmente ocurrió. Sin du a, un hombre contraeciertos músculos para coger un marti o, pero por lo gene­ral sería falso decir que la contracció de sus músculosconstituye el acto intencional que acaba e realizar. Estosignifica que la contracción de sus músculo no sea inten­cional. Vamos a denominada «preintenciona . ¿Debemosafirmar que I. que supuestamente es la carac rística envirtud Adela cual su a.cción resulta intencional, c nstituyeálgo que acompaña a una acción preintendonal, u movi­miento de su cuerpo? De ser así, el movimiento preinten 'onal+ 1 garantiza que se lleve a efecto tUJa acción inten .a­nal; pero ¿cuál? Es evidente que nuestro símbolo «1» de

terpretarse como la descripción, o el portador de unare ación interna con la descripción de una acción. Pero nadaen hombre considerado en sí mismo en el momento de con­traer sus músculos puede determinar el contenido deesa de cripción; y ésta por lo tanto puede ser cualquierdes~ripc'ón, si solamente consideramos lo que se determinacon respe to al hombre en sí mismo durante ese momento.Entonces s trata simplemente de un feliz accidente el queun 1 aplicab ai contexto más amplio y a consecuenciasposteriores sie lpre acompañe a los movimientos preinten­cionales con los cuales el hombre ejecuta una acción in­tencional determ ada. Lo que convierte en verdadero elhecho de que el mo imiento del individuo sea el medio conel cual realiza una cción específica no incide en modoalguno sobre el 1 que t'ene lugar, a menos que supongamosun mecanismo por el cu 1 pueda producirse un 1 apropiadoa la situación en virtud el conocimiento que el hombreposee con respecto a ella ( resupone, por ejemplo, que suscontracciones musculares lo levarán a sujetar el martillo,y de esta manera se produce 1 correcto). Pero no es pro­bable que así suceda, pues un hombre muy difícilmentetendrá alguna conciencia de sus a os preintencionales. Ade­más, queremos sin duda que 1 ten a cierto efecto sobre loque ocurre. ¿Acaso el individuo ob rva que 1 va seguidofrecuent'emcntc por la realización de u descripción, y porello recurre a I? Pero entonces esto con 'erte al mismo actode recurrir a 1 en una acción intenciona , para la cual ten­dremos que buscar un segundo 1. De esta rma, la suposi­ción de que una característica del momento e actuar vuel­ve intencionales las acciones nos conduce a c fusiones in­salvablcs, por lo cual debemos' abandonada.

y cuando describimos acciones intencionale en tantoque tales, sería un error buscar la descripción fun mentalde lo que ocurre, como el movimiento de los múscu s o delas moléculas, para. después pensar en la intención amÓalgo, quizá muy complejo, que la califica. Los Únicos he osque deben considerarse son las acciones intencionales m's­mas, y llamar intencional a una acción significa que e