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Inmanencia. Florentino Díaz

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Este archivo corresponde a mi publicación con el grupo Inmanencia en el libro del mismo nombre. A continuación un texto de Enrique Bernales sobre el grupo, surgido a fines del año 1996, y cuya primera publicación es de 1998.DE: http://www.omni-bus.com/n13/bernales.html"A principios de la década de los noventa el escenario poético limeño era muy activo, así surgieron voces importantes dentro de la poesía peruana como Monserrat Álvarez con su libro Zona Dark, Victoria Guerrero con De este reino, colectivos poéticos como Neón que incluía a poetas como Miguel Ildefonso, Carlos Oliva, Paolo de Lima y otros grupos como Noble Caterva donde participó Roxana Crisólogo. Sin embargo lo que siguió fue un gran vacío. Ya no había recitales, ni grupos, todo se paralizó. De lo que fue la joven movida poética en Lima no quedaba nada, consecuencia también del miedo que desencadenó la represión brutal del régimen fujimorista durante la Guerra Civil que atravesaba por sus momentos definitivos. Ese vacío, sin lugar dudas, lo llena Inmanencia en 1998. Asimismo su aparición es simultánea al despliegue de la sociedad civil contra el autoritarismo fujimorista. Es en ese contexto que surge Inmanencia en la poesía peruana. Fue un momento muy especial, ya los grupos de poesía estaban en plena retirada, y de repente, reaparece una propuesta colectiva, esta vez con una nueva consigna "la sangre pagana ha vuelto", es decir, la poesía misma. Un libro rojo y misterioso que proponía como tesis principal un regreso al espíritu mágico del lenguaje poético inundó las calles de la capital y causó una amplia recepción en diferentes medios de comunicación, como por ejemplo: El Comercio, La República, el ya desaparecido Cambio, La Industria de Trujillo, la revista Caretas, entre otros. Inmanencia se caracterizaba, asimismo, por mezclar sus textos con la performance y con la creación de un concepto artístico denominado recital/ritual. Además para el grupo era muy importante la interacción que se podía generar con el público que acudía a los eventos que realizaba."

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“Sustancia primordial” Florentino Díaz

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La sangre pagana vuelve…

Rimbaud

Este aire nocturno desplaza la mente

E inusitadas hojas descienden

Del silencio inexplicable

A los arrojadizos bordes

Del sueño

Como lejanos cantos

De ausencia inconfundible

Llenos de rojizo letargo

Flotan creándose a sí mismas

Y se alza suprema

La última visión.

Invoco la aparición

Del sueño eterno

He de deshacerme

De lo sucio de estas alas

Y sumarme a las cenizas

Ahogadas del universo

Y he de convertirme

En la nada de mi origen.

Carecer de la conciencia de acción

Carecer de la conciencia misma.

Llévame, llévame

Sueño eterno

Cae sobre mis ojos

Page 5: Inmanencia. Florentino Díaz

Como cielo infinito

Solve et coagula

El disolver de la conciencia

El disolver de mí mismo

El disolver del Todo

El disolver del tiempo y del espacio

El disolver de lo lejano y lo pasado

El disolver de la disolución

En un espasmo

Coagularse como universo

En un frenético ritmo

A los ojos de los no creyentes

Solve et coagula

Abrazar la conciencia

Abrazar todas las conciencias

Abrazar la conciencia del Cosmos

La congelada muerte

Mirará de soslayo

Los gritos de mi furiosa agonía

Intuyo la tumefacción

De mis respiros entrecortados

Solve et coagula

Isis sin velo ha clavado

Sus estacas púrpuras

En mi alma estacionaria

Luminosa incineración la de mis restos

Llama fortuita elevándose en desconocida gloria

El camino es agobiante

El oro eterno ha muerto

Page 6: Inmanencia. Florentino Díaz

El aire eterno ha muerto

El agua eterna ha muerto

La tierra eterna ha muerto

El fuego

El fuego ha declarado imperioso

La quinta esencia

De su salvación.

El fuego ha muerto eterno.

Lo eterno ha muerto.

El tiempo es sutil trampa que cercena

Pies cerosos en las puertas del infierno.

El infierno es una pálida burbuja.

Disolver cielo e infierno

En su magnificencia

Castigar la locura de la soberbia

Convertidos en polvo

Infames monolitos de silencio

Aplastan los deseos.

Llamen al sueño eterno

Que ha fugado presuroso

Y el dorado cruel de la verdad

Me asista con su inevitable presencia,

Y me destruya.

Solve et coagula

Page 7: Inmanencia. Florentino Díaz

Para que la luz se haga en tu sendero

camina despacio…

No es éste un libro más

Merece que tus oídos oigan y tus ojos vean.

Krumm-Heller

I

Todos aquellos se han marchado. Sus rostros han

desaparecido. Como si de un leve despertar hubiesen

percibido el temor de no querer moverse. Veo que la estrella

se levanta y en su luz no hay peligro de tinieblas, aunque el

estruendo atemorice los latidos de un corazón que espera en

silencio la dulce voz de eternidad. Entonces me estrecha

contra el cielo el sonido inefable del canto más puro. Pero aún

no reconocen las formas maravillosas que tras éste se

esconden y se yerguen sobre toda inercia, sobre toda angustia

y pena.

Me embarga la extraña melancolía del silencio,

donde el trecho hermoso de un querer imaginar aún se adentra

en mi espíritu para ofrecerme el destello de la

contemplación. Se hace extraño sentir el frío de la noche y a

la vez sentir que no se pertenece a nada, que vagamos en un

lugar que no es espacio y en un tiempo que no es tiempo.

Al fin me he desprendido de todo lo que a los

sentidos ata en la extrema carencia, pero la embestida es

fuerte, extraño licor de las manos del insospechable. Mas,

qué poder hacer con este peso enorme como las fauces de un

tifón negro que a dentelladas pretende destruirme en el límite

mismo de la franja por donde apenas se intuye la sutil

luminosidad de tu esplendor.

Quién por tu voz habla a mis oídos. Para sumirme

en la quietud de estos colores, de este aire como sueño de la

lluvia susurrando el temblor de las hojas que desprendidas

Page 8: Inmanencia. Florentino Díaz

caen cual trozos envueltos en noche. Por qué todo ha de

revelarse así de repente. Cuánta oscuridad en el alma del que

no ha sido tocado por el rayo de la gracia, cuyo anhelo hacia

la luz no se incline.

Cuan tangible se hace esta busqueda. Aprendido

pensé que más allá de los sentidos se encontraban las cosas,

que más allá de las cosas se encontraba la mente, que más allá

de la mente se encontraba el intelecto y más allá de éste

estaba el deleite de la quietud suprema. Extraño, ver que el

verdadero letargo es esta vigilia aparente. Cómo negarse al

llamado de los cielos cuando de las voces más profundas se

deslizan las palabras que encierran en su signo el secreto de

todo el universo. Habré de encontrarlo para beber del vaso

cósmico la sustancia primordial que todo lo engendra. Sea mi

deseo liberado de soberbia, sea mi rostro inalterable en la

tentación del que posee las llaves de lo incierto.

No habrá vértigo pasada la tormenta.

Vuelvo al hombre, vuelvo a mi mundo.

Sino crees en tu razón habrás de calcinarte en la

miseria de tu ignorancia, alentadora excusa para internarse

en los infiernos, para deshacer de los cerebros todo deseo de

sabiduría. Y el insoportable carpe diem flagelando el espíritu.

Tiempos difíciles aquellos. Abrirse un agujero para sacarse

las entrañas y que vengan los perros con su hambre voraz,

sus ojos hinchados de codicia, fieles aprendices de sus amos

bípedos. Qué misterioso encantamiento me habría separado

de todo este gozo, sacarse las vértebras daba lo mismo,

sacarse el alma daba lo mismo, pensarse en la nada, eso era

todo. Cuán distante se me hace esta palabra, cuán indefinible

su pronunciación. Millones de cráneos se han regado sobre la

hierba, el tiempo de los asesinos como una estaca clavada en

el centro del mundo, como la herida abierta en el cuerpo del

hombre, la ensoñación de la sangre que caída en la tierra

apaga el brillo en los ojos de la madre.

Diversas se han hecho las líneas de la vida, trazos

que se extienden sobre el aire para unirse en la agitación de la

tormenta o en la serenidad del cielo al amanecer, cual sendas

o límites de montañas, lo que aquí somos allá un dios habría

Page 9: Inmanencia. Florentino Díaz

de ampliarlo con armonía y eterna paz y recompensa.

Aunque la sangre estalle y todo haya sido ya olvidado.

Es el ensombrecimiento a cada instante. Oscuridad

que se inyecta en el aire para cubrirlo todo. Para rodear con

sus manos el desconocido rincón de cada gesto. Imaginar las

formas a capricho, colapsar los vestigios de aquel estado del

alma en que las sensaciones son llevadas por el oculto ser

que fluye. Aquél que observa a los espíritus caer como frutos

azules entre la podredumbre de los metales.

Si tan sólo de sus labios pudiésemos robar el amanecer de lo

eterno.

Portaríamos la luz, el fuego que no quema entre las manos,

Prometeo danzaría ebrio dando pasos gigantescos. Y a la

mañana siguiente borracho entre las piedras se marcharía

enorme hacia la orilla de una playa.

De qué dependía, el atardecer, la niebla, el estruendo benigno

de una cuantas olas, qué. Imaginaba gritar a los astros

posibles respuestas. Hasta qué punto podíamos dolernos de la

salida o puesta del sol en los ojos de los hombres. Qué terrible

perdida, qué maravillosa regeneración. El cielo se partía como

un río furioso. Las voces nuevamente temblaban. He de

sentarme al pie de este árbol hasta volverme un guijarro de

piedra. Todos se han marchado. No recuerdo sus rostros, sin

embargo los recuerdo a todos muy bien.

Todo es extraño ahora

las luces dando vueltas

de estrellas en los hombres

Una figura dorada se asoma

En la penumbra tiemblan los murmullos.

De una forma obscura precipita

el ángel sus ojos de hierro

al clamor dormido de unas pieles

quietud inmensa que asesina recuerdos.

El rostro dorado se vuelve hacia atrás.

Page 10: Inmanencia. Florentino Díaz

Las llamas del cielo descienden

sobre la tierra desnuda de espuma.

Vacían las sombras gestos mudos.

II

Anduve sonámbulo, pero todo ha sido inútil. No he

podido fijar mi mente en el sueño completo donde las

criaturas puedan al fin hablarme sin que la vaga interferencia

del aire sacuda sus voces. Dónde podría estar. El sueño me

ha abandonado. La extraña presencia de lo maravilloso parece

no querer tocarme ahora.

He cometido una falta. En mi conciencia llevo actos

jamás repetidos y no sé por qué razón siento como si mis

manos hubieran arrancado un corazón para sacrificarlo ante

un dios tumefacto.

Se han tragado la luz los lagartos

en el frío sonido de sus pieles.

Sobre una esfera juegan los cerebros.

Dioses de una memoria indescriptible

Tiemblan las alas de la última palabra.

En el sueño sólo vibran las caricias,

voces de un desnudo cuerpo en la penumbra.

Acumulan los deseos unos hilos

vueltos al fuego de la noche.

Paz regresa amada al corazón

no te pierdas en las huellas serpenteantes.

Es como no seguir deseando los deseos. Salir y

encontrarse con los motivos más sublimes de la flagelación,

condenados a espectar los ojos adormecidos de nuestros

hermanos entre construcciones inmensas y luces paranoicas.

Page 11: Inmanencia. Florentino Díaz

Sólo puedo asistir a esta hoguera de espíritus, donde los

clamores han enmudecido, donde las furias han enmudecido,

donde la fuerza de los brazos, corazones y mentes se bifurcan

y se pierden.

Nos han negado una divina bendición, han

arrodillado a los ancianos ante bocas laceradas de fuego y

gritos torturantes los empujan a arrojarse con locura a las

cenizas del olvido.

Son las matanzas silenciosas que no aturden ya sino al

subconsciente, qué terrible invento. Nos hemos acostado en

estanques cubiertos de noche para no reconocer nuestros

rostros en sus aguas.

Los hombres ya no danzan, esperan cautivos la

liberación de la muerte. Quién ha inoculado en nuestra sangre

tan horrendo estigma, quién deforma nuestros gestos en

patéticas miradas de piedad.

Bebemos del esputo de algún temible ser, la

revelación de su nombre nos lleva a la condena, son sus hilos

oscuros, misteriosos, de un poder no imaginado.

Oh gran malignidad que nos devoras con saña, ante

quién te enorgulleces de tu obra gigantesca. Grande tu

poder, grande tu ira, grande tu malsana sed de sangre, grande

tu angustia, tu inmutable y poderosa angustia.

Cómo saber yo que esto no es un pálido reflejo. A

nadie afirmas nada, con nadie osas conmoverte, y yo con la

voz fija en el estiércol lanzo preguntas que sólo se las lleva el

que esconde la mirada bajo la huella de sus manos. Cómo

podré hacer que te afligas mientras las causas más profundas

de nuestro dolor nos son aún desconocidas. Te había hablado

de angustia y hasta hoy no había comprendido lo intolerable

que se vuelve repetir una y otra vez el mismo tema. Mis

nervios ya no se aferran a nada , vivo sintiendo el conflicto en

cada una de las células de mi carne. Y me han llegado

noticias de que la dicha ya no engendra . Que las ilusiones

más patentes de lo que nos haces creer como amor o

esperanza es el débil resplandor de una antorcha en la ruta

equivocada. Y confundes en mi mente cualquier tipo de

reclamo, lo confundes totalmente, pero ya no quiero

Page 12: Inmanencia. Florentino Díaz

aferrarme a nada y tal vez ese sea un buen comienzo para

empezar con tu destierro. Si tus manos estrechan mi cuello

para arrancármelo al fin, entonces te habrás dignado a

contemplarme antes.

Y habré de leer tu pensamiento como poseído por la

magia de los antiguos videntes, y me enteraré, sin que puedas

impedirlo, de la única forma de vencerte.

De la penumbra no saltan más los hilos vivos

de aquellos los dormidos rostros

a la espera esplendorosa de una voz

murmullo de corazones que en las aguas

cantan la virtud plena

de un clamor doloroso

Los bosques se han ahogado y sumergido

en tinieblas que exhalan caricias

La amante perdida ha tornado

sus labios a la piedra.

Y en sus ojos se tiende

acariciado el silencio.

Por doquier el gemido de la peste

a saciar de sus metales esa angustia

De las flores la advertencia en sus capullos grises

el fuego que cruje al pie de puertas cerradas.

Sobre un campanario el sol es contemplado

y al caer la noche

ilumina el bosque

un cuerpo de luz que honra a las almas

y calla, calla por tres veces le dice

antes del amanecer

a la muerte.

Page 13: Inmanencia. Florentino Díaz

III

Al menos por ahora, una extraña emoción intenta

sacudirme desde lo más profundo, como si empezaran ya a

moverse secretos filamentos en direcciones previstas, y por

quién, no deja de atormentarme la idea espeluznante de un ser

superior, dónde el bien, dónde el mal, dónde habrá de sentarse

el Eterno. Y si el Eterno soy yo, jamás mi locura habría

llegado tan lejos, jamás los resplandores débiles se habrían

hecho tan intensos como llamas de un millón de estrellas. El

mar trémulo y la conciencia de cada grano de arena, la dorada

luz solar, la vida, la vida, la vida… He llegado hasta el

límite de este no entendimiento, de un querer capturar lo

indefinible he terminado por volcarme al vacío de mi alma,

he terminado por sepultar en mi textura cualquier

correspondencia con las tibias agitaciones del aire o el

zumbido arrullador de las criaturas aladas. Entonces yo no

soy yo, y sino quién, qué es lo que a través de mí se desplaza,

silencioso, sin mostrarse ante los ojos de nadie, como si una

terrible carencia lo asediara, cuál será el rostro de aquella

manifestación. Pasan desapercibidos sus signos en cualquiera

de mis actos, y si sucediera que de sus más secretos cambios

se alzara delirante un estruendoso clamor, y lo irrepetible de

la angustia se tornara un instante inmóvil, cincelado en los

rostros ajenos, abrazaría el temor para no volver a huir,

abrazaría sus miedos.

La ausencia más dolorosa sería un terrible despertar,

pero no ubico aún su esencia, su cuerpo se desprende de mi

ser en medio de las tinieblas.

Lo humano me es aún indefinible. Lo bello me

confunde, tanta tristeza provocan sus ojos.

Bello es el rostro de la muerte, si de la otra orilla el

marfil brillo de sus dedos nos invita a la certeza de estar

libres. Sólo del vacío negro de sus ojos se desprende la

extensión infinita del momento.

Page 14: Inmanencia. Florentino Díaz

El dolor inubicable, ya no físico, asciende. Se eleva

desde el centro del espíritu encarnado para tocarse a sí mismo

en su profundidad donde el pequeño resplandor está a punto

de extinguirse.

Y abandonado en la completa soledad distingue las

sombras de quienes como él se arrastran sin luces entre

sonidos ininteligibles, gruñidos y llantos. Sólo la proyección

de un brillo tenebroso. El sol negro del abismo.

Un corazón apagándose bajo el cielo plagado de

estrellas inspiraría a más de una mente el rescate urgente de

los leños al rojo, para observar en lo alto y coger la vaga idea

de que el manto de la noche nos cubre de un fuego terrible

por cuyos agujeros se filtran a lo lejos esas luces de fría

resonancia.

Sobre un sauce la sombra, el ojo del gigante se

contrae en un estertor.

No existen torres de marfil .

Los hombres se bañan en las aguas del limbo.

Sus cuerpos se han tornado envolturas crepitantes.

Un mar de fuego se agita , truenan los metales

El rugido ardiente del cielo estremece enormes

gargantas.

La materia se revela en su misterio y sucumbe.

Brota la energía de túneles profundos.

Cada quien se queja y le susurra palabras santas a

lo inconcebible. Se abstraen, se apegan, se arrodillan.

Letanías de hielo enervan sus sentidos.

El clamor de lo dorado. La putrefacción del

comienzo.

Altares llenos de piedad regocijan la esperanza

imposible. Una y dos veces sus corazones tiemblan.

De la cruz la sangre se derrama, marcha la Luna a

sembrar la noche.

Invocan misericordia al espíritu del mundo. Pero en

ellos se clavan aguijones de hierro.

Los cuatro mundos se confunden.

Page 15: Inmanencia. Florentino Díaz

De piedra humana más alta descienden negros

dragones.

El mar reclama la sangre de sus fieles.

Una tormenta que cruje aceros derrotados, el

estruendo caído de la sangre. Todo se vuelve como un trazo

envolvente de rostros circulares. La guerra, el amor, la

estúpida miseria de las almas caminantes. Es como si en un

enorme barco nos situáramos a merced del movimiento de las

olas, y el cielo completamente oscurecido nos regalara desde

su más absoluta profundidad el brillo de la estrella que

despunta inalcanzable. Las mentes más sabias se deleitan en

su contemplación, se alzan los ritos de ofrenda, las antorchas

sucumben, pues la noche no debe ser interrumpida, luz en las

tinieblas y tinieblas en la luz. Las exhalaciones son

concebidas al unísono, nadie entrecorta los respiros. El

hierofante se sumerge en un largo éxtasis tratando de abrazar

todas las conciencias. Fijando sus alterados ojos en la estrella

que apenas distingue, pero el brillo crece, se contrasta, vibran

los latidos en cada cerebro, y él eleva sus brazos al cielo, la

danza de los vientos empieza, sacuden a golpes el mástil de

los cuerpos. Nadie intenta regresar. Nadie sumerge su rostro.

Nadie expira en el vacío.

Y es desde el fondo de la noche

donde él despierta.

Y una enorme ola

como rugido de bestias

se clava en la cara opuesta

de las almas.

El hierofante cae desvanecido. Todos anuncian un

ardor sin freno. Ahora el barco conoce su rumbo. Nadie se

inmuta a las puertas del abismo.

El ave alza su vuelo, los brazos se tienden al

crepúsculo.

Page 16: Inmanencia. Florentino Díaz

IV

Con un ímpetu vertiginoso, esa es la expresión correcta, va

más allá de la dialéctica más simple y obstinada. Superar

todos los extremos en la elaboración de un nuevo estigma que

en determinado instante se esfumaría de las frentes humanas.

El vuelo habría sido inconstante ante una disolución tan

engañosa, la realidad no tiene límites, tanto nos cuesta

creerlo. Pretendemos ocultar los ritmos violentos del aire a

nuestro alrededor, el mediador supremo descansa preso de un

sueño voluptuoso y la mayor de las glorias será pasear la

Luna entre los dedos de mil manos. Las diez mil esencias se

descubrirán. Cuántos espíritus aletargados bajo el peso

imaginario de un reptil gigante. La extrema percepción de lo

inacabable, de lo que se transforma. Diversas manifestaciones

se han provisto de conciencia. Diversos los rostros que en el

umbral persisten en seguir al espíritu de la oscuridad. Cuánta

la carga del que por suaves manos deja estrechar la memoria

de los hombres. Esperamos el descenso del círculo. El fuego

está presente y tres veces lo negamos aturdidos por la larga

noche de los cuerpos fulminados. Paciencia de montañas.

Nuestras vidas han sido moduladas en el desquebrajamiento

total. Es el delirio más grande en el que se haya acostado el

hombre moderno en su afán materialista de triunfo. No

desprendemos frutos gratuitos, no peleamos castigados de

exceso. El crepitar de nuestros rostros es el signo evidente de

la más oculta flagelación.

Es la contemplación total de lo impredecible, la

última degeneración, el hedor suntuoso de las caídas

múltiples, la piel desprendida de olvido, la mutilación del

cuerpo sacro. Es la vida que en apariencia regala a nuestros

ojos bendiciones efímeras. La transformación del tedio que

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arremolina a las almas en cargados vagones. Está aquí el

tiempo de los asesinos, de golpe darse cuenta que tal vez

siempre lo estuvo.

Es el canto de una herida siempre abierta que exhala

el misterio, donde el espíritu oculto danza como un terrible

ángel.

Los Luminosos, los Engendradores, los grandes

maestros se ausentan. Se han marchado al desierto en busca

del ritual infinito. Se han llevado nuestros sueños y por

primera vez la pesadumbre del insomne es el ídolo que nos

desata de la angustia.

El temor se vuelve consuelo de los justos. Los flujos

subterráneos de las mentes acaban por ahogar el impulso

tierno del alma ajena. Y nada se inscribe sino en sus propios

bordes. Ahora nos llenamos de inmundo placer.

Se ha colmado de gestos el vacío espacio, pero el

horror se ha instalado en nuestros ojos.

La muerte habrá de terminar.

Consiste el gran convencimiento en la fuerza

demoledora del sueño sobre nuestras mentes o los hielos de

nuestras conciencias. No hay sustancia espiritual que nos

libere de esta prisión, cualquier imposición, acto o disciplina

habrá de ser transgredida y alterada. En la noche sólo las

visones fluyen como licor fuerte. Repica el llanto en las

columnas olvidadas de los templos y juega la locura con el

placer de las antorchas. ¡ Libres ya, libres al fin de todas las

murallas! Que no importen ni el odio naciente ni la muerte

envejecida. Ciérnanse sobre nuestras cabezas constelaciones

enteras.

¡Que venga ya el estallido profundo! ¡En luces

nuevas el vahído humeante de respiros melodiosos!

¡Que venga ya el estallido profundo!

El vacío ha venido agravándose en un petrificante

internamiento del espíritu. Los síntomas de esta gelidez se

manifiesta a través de una contracción nerviosa,

incrementándose la sólida pulsación de los latidos en cada

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chorro de sangre que circula entre el abanico de las imágenes

y las reminiscencias. Percibo al alma abatida en el camino

de las piedras. Se transmutan los recuerdos en expresiones

oscuras donde aquél, cuyo nombre encierra la iluminación,

pretende ser olvidado aunque esté guardada su esencia en el

todo.

Al parecer existe dentro de toda esta maraña de

acontecimientos un fondo escondido. Mi estado físico me

lleva a pensar que estoy al borde de una crisis estupenda de

letargo, incluso al escribir esto hay una manifiesta debilidad

en mi atención, es un cansancio. Busco los motivos de éste,

pero no hallo en mi memoria alguna situación de

sobresfuerzo. Mi cuerpo se alimenta de una forma distinta a

mi espíritu y es esta forma la que se me ha vuelto misteriosa,

a la vez experimento la necesidad de no indagar más en lo que

a ella concierne puesto que algo me dice que todo habrá de

darse por sí solo. Me es imposible reconocer ahora la luz, sólo

pequeños destellos parecieran querer manifestarse, cuánta ha

de ser mi soberbia por querer aprehenderla que la razón más

simple es la abertura más negra por donde mi alma tropieza

para hallarse al fin en la hiriente visión de un paisaje

desolador, pero aún así, no me deshago del deleite, no me

abandona aquella fuerza suprema de un atisbo del gozo. Es el

palpar má cercano de mi ser en medio de esta incomprensión.

A no más gestos delicados los hombres han optado por la

partición gradual de su cortesía, es la abolición de la pureza.

El revestimiento estúpido de los modales en una sociedad

donde la alteridad es una consecuencia de la dialéctica.

Habremos de estudiar a Platón para empezar a querer, y

Levinas con tono melodioso posará la mágica palabra sobre

nuestros cansados hombros, ¡qué gusto me da!, saberse un

cerdo y volverse a la erudición para convencerse de lo mismo,

pero hay almas grandes y hay almas enormes, seres en los que

la serenidad no se haya vuelto una exploración de su lenguaje,

en los que por viva voz , y sólo por la voz, como un hechizo

aprendido y al instante olvidado, deslicen en sus palabras el

afecto más amplio, la sencillez más brillante, y sus ojos como

un cielo sublime gesten en nuestros corazones la belleza de su

espacio prístino. Y si acomodara mi voz a los oídos de

Page 19: Inmanencia. Florentino Díaz

aquellos que a la diestra han de contemplarnos, podrían

entonces sentir desde su más hondo misterio la armonía de un

sonido hecho música de la más pura conciencia. O traería ante

mí centenares de espíritus que por ambigua invocación

habrían llegado sin despertar silenciosos envueltos en la

noche a quienes duermen aún el sueño largo de sus vidas

presentes, ¿podría pasar? , gasto ingenuidad en tantas

preguntas. El regocijo se marcha.

En un antiguo coliseo de madrugada tensa apenas el viento

mueve el polvo que por todas partes cubre las gradas y

estatuillas, La noche cierne grandes nubes negras sobre las

cabezas del curioso, del artífice y el contemplador, al centro

del centro de aquel enorme círculo. Se alistan los elementos

como vinculados a la mente e intuyen el llamado de los que

hacia ellos acuden con fervor ardoroso.

El libro es abierto, reverenciado en el estupor sereno del que

lo sostiene. Las llaves ocultas cuyas señas son el fragor de la

locura de siglos, él cuya letra revela la voz jamás oída. La

invocación sea iniciada.

V

La gracia es contemplada

Dolorosas las estacas en pieles de gigantes

Salientes de la arena los huesos puesta la mirada

En el insomnio del aire.

Se vuelven los amantes al rostro del viento

En el cielo derramado.

Y los invita

A beber del labio negro de la tierra

La savia exquisita regalo de la noche

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El insecto en sus alas muestra el zumbido luminoso

Del deseo infinito

Se parte el cuerpo y no llega a contenerlo

Se parte el alma en el deleite al fuego

Un crujir de espadas delatan surcos en el tiempo

Sobre la Luna, mármol pendiente el seno de la amada

Clama el corazón camino entero

Al sino radiante del cósmico vientre

Un aullido de estrellas dibujan sombras

En las espaldas de hojas como cuerpos extendidas

Del bosque tupidas ramas se enlazan

Dádivas de brillo en las entrañas

En pleno centro el corazón respira sueños

Que en sueños despierta la voz viva del mundo

Calladas ondas de la raíz oculta

acuestan líquida desconocida música

Los cuerpos fuego, las pupilas noche honda

Noche de la noche destellan los espíritus

Y como espigas

Crece la penumbra del temblor

Divino de la tierra.

Y todo lo que ata el dolor se va alejando, para luego

sacudirme desde adentro como si la especulación de lo real

se acabase y se volatilizara en el instante en que la sombra es

contemplada y la sombra de aquél que se dirige hacia ti

también es contemplada, entonces todo se confunde, colinas

enteras se vislumbran como en un chispazo, torrente de

imágenes, bosques, ríos, árboles ardiendo, las puñaladas se

concentran y abren con mayor profundidad las entrañas

donde descansa solitario el corazón de la tierra y los seres

desconocidos despiertan y vienen a reclamarte y tú no sabes

Page 21: Inmanencia. Florentino Díaz

qué hacer, cómo rogar, a quién acudir si todo está

desmoronándose, al fin las caras se retraen, los gestos se

impiden, hay mentidas sonrisas que por doquier se alzan para

coronar la muerte, para vagar en la ilusión de querer tenerlo

todo y el mundo se desliza como agua entre las manos, las

aves en el cielo como relámpagos , las marejadas cálidas, los

hilos sean descubiertos, las alcantarillas abandonadas por

lazos de tiempo que se encajan en las médulas.Y hacer que de

los labios se desprenda la palabra hecha gracia, inmutable

percepción del rostro infinito. Emanan los seres de tu divina

luz, alegre el corazón de los hombres por encontrar en las

formas la perfección de tu esencia. La piel se siente fría, en

las mejillas refulge el verano, océanos de niños andando tras

la fortuna que perseguida huye por sendas misteriosas, los

duendes silban, miles de arcabuces truenan a la vez para

adelantar la venida de ángeles que desde el origen se

transforman. Cómo es que puedo encajar en este cuerpo, qué

altísima prisión habrás de imponerme, reo de esta materia

cruel y pereces, pereces oh inmortalidad cómo tú has de

perecer, y no me resigno, mi espíritu se ata a las orillas del

volcán para deslumbrarse en un estertor. Las manos asidas

como pretendiendo encontrar en el no tiempo la respuesta

absoluta y el sentido absoluto y vienes y sigues viniendo para

perderte sin apenas mirarte, donde, donde reconocerán los

gruñidos de la oscuridad que sumerge a los espíritus,

reclamo las fornicaciones de mil cuerpos, la cópula divina, la

excusa de los bárbaros en los fuegos antiguos, la inmolación

de las vísceras palpitantes caminan, se desplazan, Pobre de ti

que aún sobre el pie infinito de aquella piedra mueves ojos y

rostro para captar en la aurora la estela purpurea de las alas

ocultas del ser que ha caído hacía milenios, no intentas

descansar en tu reposo y el reposo no se ofrece más a los

mortales, pero cuánto de ironía hay en todo lo que las

palabras afirman, Quién estremece los ritmos de las pieles

que convergen en el latido ausente, en el gran latido ausente,

en la enorme criatura ausente que como un tigre cósmico,

que pareciera moverse por entre las líneas de los universos

por crear, se manifestara en los guijarros absurdos de la

arena y cuánto amor hacia las luces del fuego escondido bajo

Page 22: Inmanencia. Florentino Díaz

el negro del cielo que se oculta y une entre las tinieblas el

dolor impenetrable de los cuerpos que aún no cesan de

amarse de entregarse en un respiro el suplicio más grande de

todo su aislamiento, de toda su soledad, dónde pueden

tocarse, en los bordes teñidos por la espuma de los mares que

los alcanzan y los sorbe como en si en la penumbra el vuelo

del pájaro que por las tardes se tragase el crepúsculo se

volviese en un instante el largo recorrido de todos los seres

que al final extienden ambas pupilas alertas a todo lo que

en el aire pueda acontecer y de un pálido soplido el eje

escondido de la parálisis divina se tornase el consuelo eterno

de los que al cerrar los ojos sienten desesperarse y quedar

petrificados como la mirada muerta del lagarto.

Estremecido estoy.

La amplitud de un abrazo ha colmado mi dicha. Pleno de ti,

mi lecho es blando y mi rostro no hace ya sino esperar…

La voz se hace espíritu en el brillo

Todo temblor cesa

La energía emana de inagotables ríos

para dar vida al contemplador

El ser que descansa

se rodea de viento

Deja caer el gran círculo

la sombra

para empezar el rito de los cuerpos

Abre nuestros ojos para verte

florecer

En cada pétalo tu gloria

Sobre toda tierra, toda porción de tiempo

de la raíz más profunda

al cielo limpio

Abre nuestros ojos para verte florecer

Page 23: Inmanencia. Florentino Díaz

VI

Contemplado en todos los seres manifiesto está como la

flor infinita, ¡Oh luz radiante! ¡Gloria interminable!

Muéstrame el camino de tu sabiduría para apagar en mis

labios la sed de este vacío. Muéstrame el recinto donde la

forma esencial reside. Y dispón el espíritu para recibir

los ritmos penetrantes de tu aliento, para captar la belleza

en poesía de tu nombre.

Pensar que los hombres ligados están por la inercia del

sueño a las apariencias de este mundo. Pero es el sueño

que se hiere a sí mismo, cultivo del deleite en el sufrir.

Donde la caricia reposa en palabras de consuelo

En virtud de él se vuelve en la conciencia de lo

indestructible. Cubre el cielo los pilares de la tierra. El

espíritu de la noche se ha levantado. De vuelta se hace

hermosa como la piel de la serpiente que ha de revelarse

en la extraña penumbra de la arena, de aquella tierra que

abandonada al crujir del viento guarda en su aridez los

mensajes de los primeros maestros.

Quién cuyo anhelo no haya penetrado en los misterios del

amor no ha sentido su corazón colmarse de dicha para

fundirse en lazo eterno con la voz del supremo nombre.

No es el silencio el ardor descifrado de su verbo.

Se elevan sus ojos por encima del cielo y se abre la

corteza del viento para derramar en nosotros la semilla

Sólo el amor nos hace aspirar a lo eterno. Sin él nada

tiene sentido, sólo el vacío se presenta. Quedan los trazos

sobre el aire, escritas las palabras sobre el agua en su fluir

sereno, lleno de paz.

Page 24: Inmanencia. Florentino Díaz

VII

Entonces el rostro de Dios es visto

Para deshacer en el hombre toda oscuridad

En sus corazones habita

Inmutable

Hasta ser escuchado.