Ignacio Manuel Altamirano. Relatos Escogidos

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    Primera edicin en Clsicos para Hoy: 2013

    Produccin:Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

    Direccin General de Publicaciones

    D.R. 2013 de la presente edicinConsejo Nacional para la Cultura y las Artes

    Direccin General de Publicaciones

    Paseo de la Reforma 175Colonia Cuauhtmoc, C.P. 06500Mxico, D.F.

    Las caractersticas grficas y tipogrficas de esta edicinson propiedad de la Direccin General de Publicaciones del Conaculta

    Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproduccintotal o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,

    comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, lafotocopia o la grabacin, sin la previa autorizacin por

    escrito del Consejo Nacional para la Cultura y lasArtes/Direccin General de Publicaciones

    ISBN 978-607-516-377-2

    Impreso y hecho en Mxico

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    INFLUENCIA MORAL DE LA MSICA*

    Seores:

    Hace algunos aos apenas que en este pas, donde las bellas

    artes deban ser el fruto natural de la tierra, como dice Voltaire de

    la Italia, el divino arte de la msica, contando con numerosos ado-radores, no tena ni un templo ni una escuela.

    El artista, sacerdote de lo bello, colocaba al genio de la meloda

    entre sus penates y le adoraba en el fondo de su hogar, hacindole

    el confidente de sus alegras ntimas, el mstico protector de sus

    amores, y pidindole consuelos en sus horas de tristeza y de pesar.

    Pero la msica no estaba an elevada al rango que deba ocupar

    en una nacin civilizada; su culto no era un culto pblico; faltba-le un altar en que el pueblo pudiese tributarle los homenajes de su

    admiracin y un templo donde una familia de artistas, a semejanza

    * Discurso pronunciado en el acto de distribucin de los premios a los alumnos delConservatorio de Msica en el saln de la ex Universidad, el 8 de enero de 1870. Se pu-blic en El Siglo XIX, 4 de abril de 1870. El texto est tomado de Ignacio Manuel Altami-rano, Obras completas, vol. I, Discursos y brindis, editado y anotado por Catalina Sierra y

    Jess Sotelo Incln, Mxico, Conaculta / Tribunal Superior de Justicia del Distrito Fede-ral, 2011, pp. 248-258. Todas las notas identificadas con asterisco (*) pertenecen a estaedicin. Las numeradas son de las Obras completas.

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    de las antiguas familias sacerdotales, se educase en las mximas de

    lo bello y se encargara de mantener el fuego sagrado de la inspira-

    cin y de ejercer la propaganda.La inf luencia civilizadora del sigloXIX, que ha arrancado de raz

    tantas cosas malas en Mxico y que ha puesto la primera piedra

    de tantos monumentos grandiosos, ha hecho que este plantel se

    levante, ha infundido en el alma de sus fundadores la fuerza bas-

    tante para llevar a cabo la empresa y, despus de algunos aos de

    infancia vacilante y trabajosa, el Conservatorio de Msica se ha

    creado en nuestra primera ciudad; el arte tiene ya un templo que nopodrn destruir ni las preocupaciones sociales, ni los trastornos

    de la poltica, porque est fundado sobre bases indestructibles: la

    simpata y el patriotismo.

    Pero, qu objeto moral tiene una escuela semejante y por qu

    el filsofo y el patriota se detienen en sus dinteles, regocijados al

    escuchar el torrente de armonas que sale de su seno, y orgullososal pensar en las glorias que promete a la patria?

    Antes de resolver tal cuestin, es necesario responder a otra:

    qu influencia moral tiene la msica en las sociedades?

    Pregunta es esta que no puede resolverse de una manera abso-

    luta, ni antes de haberse examinado, siquiera sea someramente, las

    diversas opiniones que desde los antiguos tiempos han dividido a

    los legisladores y a los sabios.Unos han dicho que la msica influye poderosamente en la civili-

    zacin de un pueblo; otros han relegado con fra indiferencia el arte

    musical al rango inferior de las cosas que slo dan placer al hombre.

    Platn, en su famoso libro de La Repblica, al imaginar aquella

    sociedad modelo, donde no deban reinar ms que las virtudes y la

    dicha, proscribe a los poetas, que con sus concepciones seductoras

    dan ideas falsas de la divinidad y afeminan el corazn del hombre.Pero en cuanto a la msica, aunque proscribe tambin y por igual

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    razn las daosas armonas de la lira jnica y de la lira lidia, que

    slo eran aptas para predisponer a los goces sensuales, ensalza y

    eleva la influencia de la lira drica y de la lira frigia, cuyos acentosdan temple al alma para la guerra, la fortalecen en las adversidades

    y peligros y son las ms dignas de la majestad y de la grandeza de

    los dioses. Y concluye diciendo que la msica es la parte principal

    de la educacin, porque el nmero y la armona, insinundose

    temprano en el alma, se apoderan de ella y llevan consigo la gracia

    y el amor a lo bello. Grecia entera, como el gran filsofo, amaba

    la msica, la elev al rango de ciencia, encerr en ella no slo loque llamamos meloda, sino la poesa, la danza, la mmica y el co-

    nocimiento de todas las artes y las ciencias fsicas.

    Grecia se crea deudora a la msica de su civilizacin; y en su

    simbolismo potico nunca recordaba a Cadmo para agradecerle el

    alfabeto, sino considerndolo unido a la fenicia Harmonia cuyos

    cantos haban comenzado por embelesar a las tribus semibrbarasque haban habitado aquel rico suelo.

    El pueblo helnico, esencialmente idlatra de lo bello y que

    acostumbra deificar todas las grandes ideas, se haba apresurado a

    colocar en el Olimpo de sus dioses a Pan el de la flauta y a Apolo

    el de la lira.

    Y como si en efecto hubiese estado sometido a ese yugo miste-

    rioso de la meloda, que tena para l un encanto divino, el pueblogriego conservaba como dogmas las prodigiosas tradiciones del

    poder de la msica.

    Sus acrpolis haban sido construidas bajo la influencia de la

    armona y Tebas, al contemplar las masas granticas de sus ciuda-

    delas, divinizaba en la lira de Anfin el smbolo de la fuerza.

    Sus tribus salvajes haban sido domadas y sus desiertos pobla-

    dos merced al ritmo y a la armona; y la potica fbula de Orfeosimbolizaba la dulzura y la persuasin.

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    Los habitantes de la Arcadia, antes feroces y sanguinarios, se ha-

    ban tornado humanos, dulces y sociables por el poder de la msica.

    Los lacedemonios, divididos en sangrientas facciones, se habanreconciliado gracias a los cantos armoniosos de Terpandro, y ha-

    ban triunfado de sus enemigos siempre llevando a la cabeza de sus

    legiones a sus taedores de flauta.

    Los atenienses encontraban nueva fuerza en los himnos guerre-

    ros de Tirteo o conquistaban la isla de Salamina por los cantos de

    Soln.

    En fin, por dondequiera, en su legislacin, en su historia, en sufilosofa, en los misterios de su religin, se vea siempre asociada la

    influencia de la msica a la idea de su progreso y de sus creencias;

    y los griegos no creyeron que el arte divino era perjudicial o indi-

    ferente a sus glorias, sino cuando se introdujo la afeminacin,

    corrompiendo lo que antes era la voz de los dioses, del patriotismo

    y de la ciencia.Has herido la majestad de la antigua msica, decan los fo-

    ros, condenando a Timoteo de Mileto, el jonio, sobre las mismas

    tablas en que con su lira voluptuosa procuraba corromper a la ju-

    ventud de Esparta.

    Estas tradiciones histricas alegan en su favor los que preconi-

    zan la influencia benfica de la msica en las costumbres de un

    pueblo.Los enemigos de tal opinin acusan de fabulosos los prodigios

    que los poetas atribuyen al arte musical.

    Es intil, dicen ellos, para el progreso humano; es intil para

    dulcificar las costumbres, y slo sirve para entretener el ocio y

    para hacer llevadera con un placer ms la amargura de la vida.

    Los egipcios y los hebreos, que han sido idlatras de la msica,

    han sido tambin los ms feroces y crueles guerreros y han man-chado su historia con los rasgos sangrientos de sus venganzas.

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    Los primeros no salan ms inclinados a la clemencia de los

    templos de Isis, bajo cuyas bvedas resonaban las poderosas armo-

    nas de sus orquestas colosales; y los segundos jams dominaronsus salvajes rencores, ni cuando danzaban al comps de la msica,

    conduciendo en tabernculos por el desierto a sus dioses Renfiam

    y Moloch, ni cuando habindolos sustituido con las tablas de la ley

    escuchaban las armonas de la ctara y del salterio con que sus sa-

    cerdotes acompaaban en el templo los himnos del Dios del Sina.

    Los italianos de la Edad Media, nicos que conservaban en

    aquellos tiempos el fuego del arte, hacan estremecer el mundocon los cuadros de sus guerras civiles, y los pueblos modernos se

    degellan al son de sus canciones y de sus himnos guerreros.

    Nern cantaba acompandose con la lira al contemplar el in-

    cendio de Roma, y Erstrato se preparaba a destruir el templo de

    Diana, improvisando en sus prticos canciones voluptuosas.

    Es, pues, una verdad la eficiencia de la msica como agente decivilizacin?

    Cada uno de nosotros, seores, prescindiendo de esta discusin

    histrica, conoce en su conciencia que el arte divino de la msica,

    si no es por s solo un motor de progreso, s es evidentemente un

    auxiliar muy til, un elemento de asociacin y sobre todo un con-

    suelo y una esperanza.

    Un escritor francs ha dicho con mucha justicia que la msicadirigida por la filosofa es uno de los ms hermosos presentes del

    cielo y una de las ms bellas instituciones humanas; y otro ha

    aadido que la msica nos llama al placer, la filosofa a la virtud;

    pero por el placer y la virtud, la naturaleza nos invita a la dicha.

    En efecto, volvamos la vista a todas partes y encontraremos que

    la msica acompaa al hombre desde la cuna hasta el sepulcro;

    en la cuna con el canto de la madre; en el sepulcro, con los himnosde esperanza que la religin entona a las puertas de la eternidad.

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    La msica nos hace creer, nos hace gozar, nos hace esperar, nos

    hace combatir con aliento. Es acaso por la influencia que ejerce la

    armona en nuestros nervios? Tal vez: pero he aqu que como agen-te fsico sobre la naturaleza humana, ella tiene resultados morales

    de inmensas trascendencias en el mundo.

    La religin pide a la msica el poder de sus acentos para elevar

    el alma a Dios.

    Las religiones paganas no conceban el culto sin la armona, y

    jams en sus hermosos templos de mrmol y granito, rodeados

    de espesos y perfumados bosques, dejaba de orse el divino acen-to del himno sagrado, mezclndose al incienso que se quemaba en

    los altares y al aroma de las flores que adornaban las plantas de la

    deidad.

    Desde los ms remotos tiempos los dioses escuchaban el nomo

    acompaado de la tosca lira de los sacerdotes pastores; y despus,

    en los santos misterios que celebraban los pueblos ms cultos ya,nunca en los sombros alrededores de los templos de Babilonia, de

    Ecbtana, de Chipre, de Amatonte y de Byblos, se dejaban de escu-

    char los dulces acentos de la ctara con que las mujeres antiguas

    celebraban las grandes solemnidades de su culto.

    El templo del Dios de Israel se alegraba con los acordes del sal-

    terio y del arpa sagrada, con que el poeta-rey y las doncellas he-

    breas celebraban las glorias de Jehov.Por ltimo, la religin de Cristo ha santificado la msica.

    Sobre el pesebre mismo en que quiso nacer el Nazareno, funda-

    dor del cristianismo, el genio de la armona hizo, segn las leyen-

    das, brotar en los aires su primer himno. Gloria in excelsisse oy

    cantar en las nubes a los espritus superiores, y la dulce religin de

    Jess fue de esta manera bautizada desde su origen por la poesa

    y por la meloda, esas dos bases del paraso, esos dos consuelosdel alma.

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    Despus, los primeros cristianos celebraban sus misterios o cul-

    tos en sus gapes perseguidos, entonando cantos al Seor, y la

    msica sagrada reson bajo la bveda de las catacumbas y en el si-lencio de las tebaidas.

    Gregorio Magno estableci definitivamente la msica en el tem-

    plo cristiano, instituyendo ese canto solemne y majestuoso que

    hasta hoy hace elevar el alma, resonando en nuestras baslicas, y la

    predispone a los pensamientos augustos de la fe y de la esperanza.

    Lutero y Calvino, al separarse de la comunin catlica, dieron

    a la msica una importancia ms grande que el catolicismo y, con-servando algunas melodas antiguas, crearon otras nuevas, que

    ensearon a sus sociedades corales, dirigidas a veces por ellos mis-

    mos, y cuyos salmos numerossimos, entre los que merecen el

    primer lugar, por la uncin y la fe, los que compuso el padre de la

    nueva iglesia, hoy se escuchan en los templos protestantes y repite

    el agricultor en el campo, el nio en la escuela y la mujer en el si-lencio del hogar.

    El inters que Lutero daba a la msica est expresado en las si-

    guientes palabras, que constan en algunas cartas suyas colecciona-

    das por Walch y por De Wette:

    La msica dice es uno de los dones ms magnficos de Dios.

    Satn la teme, porque ella destierra muchas veces los malos pensa-mientos y eleva con un poder maravilloso a las almas abatidas. Des-

    pus de la teologa, yo concedo a la msica el primer lugar y el ms

    grande honor. Es necesario hacer de ella un ramo de educacin. La

    msica nos da como un sabor anticipado de la vida eterna.

    Y luego, hablando del canto religioso, al que daba la preferencia,

    aade: Yo querra ver la msica al servicio de Aquel que la hacreado.

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    As, pues, no es de extraar que el canto religioso haya tenido

    una inmensa influencia en los destinos de la iglesia reformada.

    Con el canto religioso en los labios, el mrtir hugonote inclinabael cuello al hacha de los asesinos de Catalina de Mdicis; y as

    tambin, ya libre de persecuciones y grande por su poder, entona-

    ba sus himnos de triunfo, como los cristianos de los primeros

    tiempos, bajo la sombra tutelar de su lbaro victorioso.

    As tambin, los primeros colonos europeos de la Amrica del

    Norte, al poner el pie en las playas del Nuevo Mundo, saludaron

    con los cantos de la fe cristiana esas vrgenes florestas, esos roscaudalosos, esas montaas colosales, donde en breves aos iban a

    fundar con sus virtudes y su libre pensamiento uno de los impe-

    rios ms poderosos de la tierra.

    De este modo, el himno religioso fue el primer vagido de ese

    pueblo admirable que hoy atruena el espacio con la voz de sus lo-

    comotoras, que imponen al ocano el yugo de su marina y queasombra al mundo con la grandeza de su poder.

    Si de los pueblos civilizados volvemos nuestras miradas al aduar

    del salvaje, encontraremos all que el adorador del fetiche o el an-

    ciano que busca, a semejanza de los antiguos druidas, la soledad de

    las selvas para adorar en ella al Gran Espritu creador de la natu-

    raleza, acompaa sus plegarias con el ronco acento de sus cantos

    montonos, pero expresivos y tristes.En el Mxico de los aztecas, donde la msica se encontraba en

    singular atraso, ella ocupaba, sin embargo, un lugar importante

    en las ceremonias religiosas; y las tradiciones nos refieren que los

    pontfices mexicanos pasaban das enteros cantando a sus dioses

    en el atrio de sus teocaltin.

    El culto exige el himno. La msica es la lengua del cielo, dice

    el poeta italiano Mazza.Si de la religin pasamos al patriotismo, a la guerra, por donde-

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    quiera encontraremos el canto tirteico; la msica entusiasma a los

    pueblos con los acentos de cien marsellesas y los hace defender a

    la patria o vengar las ofensas hechas al honor.Por todas partes se reproduce el mito bblico de la msica gue-

    rrera, haciendo caer las murallas de Jeric.

    Y en la vida ntima? En la vida ntima, la msica preside todos

    los misterios del corazn. La joven canta esperando al escogido de

    su alma, como si quisiera prevenir el dulce lenguaje de la esperan-

    za y de la lisonja con sus canciones virginales; la esposa arrulla a su

    esposo con las armonas que le inspira su ternura; la madre dulci-fica el carcter del nio abrindole con una meloda las puertas

    de la vida, o identificndose con la patria, enardece el corazn del

    joven con los acentos del triunfo.

    En el saln, la ciencia musical traduce en notas las quejas del

    dolor, de la desesperacin, las imprecaciones de la ira, los delirios

    del amor y los suspiros de la melancola. El canto es lgrima, el can-to es sollozo, el canto es gemido, el canto hiere, consuela, desespera

    o mata.

    De all, de la intimidad del hogar y del fondo sagrado del tem-

    plo, el arte se traslad al teatro y vino desde el coro antiguo a ele-

    varse en el tablado moderno hasta la cspide de la gloria. Hoy, la

    msica es una de las hijas de la gloria, y como el herosmo, como

    la poesa, como las ciencias y como la escultura, la pintura y la ar-quitectura, tiene derecho a los laureles del triunfo y a los homena-

    jes de la humanidad.

    La msica es hoy una gran ciencia, que avanza a pasos agiganta-

    dos, que cada da sorprende con una nueva combinacin, que

    cada vez se espiritualiza y habla ms directamente al alma, pudien-

    do decirse hoy con razn lo que en otro tiempo deca Anxilas:

    que la msica, como Libia, produce cada ao un nuevo mons-truo. El monstruo que hoy nace y que crecer titnico en el por-

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    venir, es lo que se llama en Europa el mesianismo wagneriano, la

    armona que filosofa, la poesa que, dejando la palabra, se apodera

    de la meloda para hacer sentir y pensar. A tal ha llegado la impor-tancia del divino arte en nuestros das.

    En cuanto al msico, al sacerdote de este culto divino, l sirve a

    la patria, dndole honra con su talento y con sus victorias. Quin

    se atrevera a apartar del lado de Dante, de Miguel ngel, de Ra-

    fael, a Guido dArezzo, a Palestrina, a Cimarosa y a Rossini? Quin

    se atrevera a negar la entrada del templo en que estn colocados

    Sobieski y Federico el Grande, Goethe y Schiller, y Alejandro deHumboldt, a Mozart, a Beethoven y a Weber?

    Y quin, seores, no ve en nuestra patria seguir los senderos de

    la inmortalidad que han cruzado Zaragoza y Arteaga, Ocampo y

    Zarco, Gorostiza y Rodrguez Galvn, a Beristin, que han enrique-

    cido con sublimes armonas el cielo del Anhuac, a Baca Ortiz, que

    ha conmovido a la bulliciosa capital de Francia con los tristes acen-tos de suAve Mara, y a Melesio Morales, que ha obligado a la desde-

    osa Europa a aplaudir el genio mexicano en los teatros del Viejo

    Mundo? Y quin no ve tachonarse nuestro firmamento de gloria

    con esas estrellas del arte que se llaman Ortega, Len, Balderas,

    Valle, Paniagua, Meneses, Ituarte, Contreras y todos los jvenes

    maestros a quienes la fama ha aclamado ya como triunfadores, y a

    quienes la gloria ha consagrado ya con el leo santo de los escogidos?He aqu, seores, lo que significa la creacin de este conservato-

    rio mexicano, seminario de notabilidades que honrarn a su pas,

    aurora brillante del porvenir artstico de Mxico. Y no me deten-

    dr en decir que con este plantel, la mujer, la mujer esclava de

    la miseria, del ocio y de la ignorancia en mi patria, encontrar la

    mano que la emancipe de su oscuro destino, porque eso, bien

    lo sabis, es una verdad incontestable. Desde el momento en queel arte y la gloria colocan una corona de laurel sobre la casta frente

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    de una mujer, la fuerza la respeta, la miseria se aleja de ella y la

    virtud la protege. Yo no tengo ms que citar un nombre para auto-

    rizar mis palabras; un nombre que ha resonado ya entre mil bra-vos! en los teatros de Europa; un nombre que es una prueba bri-

    llante del genio de la mujer mexicana; un nombre que pronunciado

    en el mundo de la gloria, es una aureola para la frente de Mxico;

    este nombre es el de ngela Peralta, llamada por antonomasia, en

    el viejo continente, el ruiseor mexicano. La mujer, cuya educa-

    cin estaba viciada aqu por las antiguas costumbres; que se forma-

    ba desde su infancia entre el fraile, que la haca temblar ante eldiablo, y la esclavitud domstica; que la encerraba en la estrechez

    de una vida conventual y mezquina, careca de porvenir, careca de

    ilusiones: el amor, aun el amor era para ella un yugo cuando no un

    abismo, un yugo con la servidumbre domstica a la que la condena-

    ba el despotismo conyugal, un abismo con la prdida de la virtud.

    Hoy, con el arte, la mujer ser, cuando esposa, una compaeraamable, instruida y laboriosa; y si no encuentra apoyo en el mundo

    o rehsa los encantos de la unin conyugal, encontrar en com-

    pensacin la independencia que da la gloria y el amor que inspira

    el talento.

    El artesano tambin encuentra en esta academia una fuente de

    consuelos antes desconocida para l. Antes, la embriaguez era el

    alivio pernicioso de sus penas y de sus miserias; ahora la msica lehar esperar con paciencia en esas horas de fatiga y de trabajo, que

    amagan la morada del pobre menestral.

    Una palabra para concluir. Sera una ingratitud de mi parte

    olvidar, antes de bajar de la tribuna, al modesto y digno presidente

    de la Sociedad Filarmnica, doctor don Gabino Bustamante, y al

    laborioso joven Luis Muoz Ledo, su sucesor en este ao.

    Vosotros, los alumnos del Conservatorio, sabis cunto estacasa debe a los afanes y a la perseverancia de ambos; vosotros, arte-

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    IGNACIOMANUELALTAMIRANO

    sanos agradecidos, como todos los hijos del pueblo humilde, sabis

    cunto sois deudores, a su ternura, de vuestros progresos y de vues-

    tras esperanzas.Bendecidlos, y cuando el divino arte de la msica derrame en

    vuestra alma el blsamo del consuelo, en las horas de un grande

    pesar, recordad que a los directores y profesores que se hallan a la

    cabeza de esta casa y al gobierno de la repblica, que la protege,

    debis vuestro bienestar y vuestra mejora, y entonces consagradles

    un recuerdo, derramad por ellos una lgrima de gratitud. Ese llan-

    to ser el agua que fecunde el rbol tierno que el arte ha plantadoen la Italia del Nuevo Mundo.

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    MORELOS EN TIXTLA*

    I

    Tixtla, hoy Ciudad Guerrero, que fue desde la ereccin del estado

    de este nombre en 1850, hasta 1870, capital del mismo, y que siguesiendo una de las poblaciones ms considerables del sur de Mxi-

    co, era en 1811 solamente un pueblo de cuatro mil habitantes, es-

    casos, consagrados en su mayor parte a la agricultura y a la arrie-

    ra, de que sacaban gran provecho, conduciendo los cargamentos

    de la nao de China desde Acapulco hasta Mxico, en competencia

    con los arrieros de Chilpancingo y de Chilapa.1

    Situada esta poblacin en un valle ameno, rodeada de monta-as por todas partes, regada por varios arroyos, disfrutando de un

    clima templado y benigno, se haba hecho desde siglos anteriores

    1Tixtla tiene una gran relevancia histrica y fue la cuna de grandes figuras naciona-les, como Vicente Guerrero, Ignacio Manuel Altamirano, Vicente Jimnez y AntoniaNava de Cataln. [N. del ed.]

    * Publicado en Liceo Mexicano, 15 de noviembre y l y 15 de diciembre de 1886. Eltexto est tomado de Ignacio Manuel Altamirano, Obras completas, vol. II, Obras histricas,editado, prologado y anotado por Moiss Ochoa Campos, Mxico, Conaculta / TribunalSuperior de Justicia del Distrito Federal, 2011, pp. 184-217.

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    IGNACIOMANUELALTAMIRANO

    uno de los centros ms populosos y productivos del sur de la Inten-

    dencia de Mxico.

    En lo religioso, su parroquia perteneca a la dicesis de Puebla,y en lo poltico, el subdelegado dependa directamente del virrey.

    Este subdelegado era de gran importancia, porque asuma en su

    persona no slo la autoridad civil y poltica de toda aquella comar-

    ca, sino tambin la militar, y estaban por eso sujetos a l todos los

    cuerpos de milicias provinciales que se haban levantado all en

    aos anteriores y que guarnecan aquellas plazas.

    En 1811 era el subdelegado y comandante militar don Joaqunde Guevara, rico hacendado de aquel rumbo, avecindado primero

    en Chilpancingo y dueo de las haciendas de caa de azcar de

    Tepechicotln, Acahuitzotla y San Miguel, situadas a poca distan-

    cia de Tixtla unas, y la ltima en el camino de Acapulco y al pie de

    la hermosa cordillera de los Cajones. Don Joaqun de Guevara,

    por sus opiniones realistas, por su caudal y por su influencia pode-rosa, vena a ser en aquellos rumbos lo mismo que era en la Caa-

    da de Cuernavaca el clebre realista espaol don Gabriel de Yer-

    mo, es decir, el seor feudal y la fuerte columna del gobierno

    espaol en aquella extensa zona, limitada al sur por un ramal de la

    Sierra Madre, y al norte por el ro de Mezcala.

    Desde que Morelos apareci en la costa a fines de 1810, y se acer-

    c a Acapulco, Guevara, siguiendo las rdenes del virrey, se man-tuvo a la expectativa, creyendo siempre que las intentonas de los

    insurgentes acabaran por fracasar all mismo, y aunque los lti-

    mos triunfos obtenidos por aquel caudillo le haban dado en qu

    pensar, no juzg sino remoto el caso de ver invadida la fuerte y

    populosa comarca encomendada a su cuidado.

    Sin embargo, procur desde aquellos meses y ms todava en

    los primeros meses de 1811 poner en buen pie de fuerza los regi-mientos de milicias, encargando su mando y disciplina a entendi-

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    TEXTOSESCOGIDOS

    dos jefes espaoles, fortific la plaza de Tixtla, reuni considerable

    nmero de municiones de guerra, hizo traer ocho piezas de artille-

    ra que coloc en un fortn en una eminencia del lado occidentalde Tixtla, a la izquierda de otra conocida con el nombre del Calva-

    rio y dividida de ella por una calle profunda y por un acueducto, y

    en otros puntos de la poblacin, en que levant fuertes parapetos,

    y una vez as, se dedic a vigilar el camino real de Acapulco y a

    preparar de mil modos a los pueblos para la resistencia.

    En semejante empeo lo ayudaba oficiosamente y con el entu-

    siasmo de un antiguo predicador de las cruzadas, el cura de Tixtla,don Manuel Mayol, clrigo poblano, furibundo realista y que ejer-

    ca un dominio absoluto en la conciencia de sus feligreses.

    Este cura predicaba cada cuatro das en el plpito contra la in-

    dependencia y sus caudillos, a quienes presentaba con odiosos co-

    lores. Pero con particularidad hablando de Morelos, el atrabiliario

    clrigo llegaba hasta el frenes. Al principio lo present solamentecomo un rebelde insignificante, que en breve iba a ser colgado en

    una almena del castillo de Acapulco; pero a medida que Morelos

    fue creciendo en importancia militar, a causa de sus victorias, el

    furor del cura no conoci lmites y lleg en sus diatribas hasta lo

    absurdo y lo grosero. De este modo, el cura Mayol logr exaltar el

    nimo de la gente supersticiosa e ignorante de su feligresa, hacin-

    dole entender que la guerra de los insurgentes era una guerra con-tra Dios y la religin, y que combatir contra ellos era combatir

    contra los poderes infernales. As es que en el pueblo de Tixtla

    haba una especie de furor febril contra Morelos, furor que se ha-

    ba apoderado hasta de las mujeres y los nios, de la gente espao-

    la y mestiza, y hasta de los numerosos habitantes indgenas, que

    profesaban la religin catlica como verdaderos idlatras.

    De modo que cuando el comandante Guevara determin levan-tar fortificaciones en la plaza, la poblacin entera se apresur a

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    ayudarle. Aun las mujeres y los nios cargaban piedras y arena,

    presididos por el cura y sus vicarios, que llevando un crucifijo, los

    estimulaban a la tarea, mientras que las campanas de la parroquiatocaban rogativa.

    En semejante disposicin de nimo, Guevara esper confiada-

    mente. Si los insurgentes se atreviesen a invadir su zona militar, l

    contaba con buenas tropas, con una plaza bien fortificada y con la

    adhesin de las poblaciones.

    Una sola sombra vino a turbar su nimo sereno. Habiendo invi-

    tado a los Bravos, hacendados de Chilpancingo, para que levanta-sen tropas tambin, y se mantuvieran dispuestos a la defensa, esos

    sujetos, los primeros de aquella poblacin por su importancia so-

    cial y su riqueza, pues eran dueos de la gran hacienda de Chichi-

    hualco y de otras fincas, se haban negado con frvolos pretextos,

    pero en realidad porque les era simptica la causa de la indepen-

    dencia proclamada en Dolores y sostenida por Morelos.Desde el da en que tuvo conocimiento de la repulsa de los

    Bravos, el comandante Guevara no ces de vigilarlos, y a pesar de

    que estaba emparentado con ellos, pues su hija doa Antonia

    de Guevara acababa de casarse con el joven don Nicols, hijo de

    don Leonardo Bravo, los persigui tenazmente, obligndolos a

    ocultarse o a andar fugitivos en aquellas comarcas.

    Pero con esta sola excepcin, todos los pueblos de la subdelega-cin de Tixtla se manifestaban decididos sostenedores del gobier-

    no espaol. As es que Guevara, a quien slo inquietaban, de

    cuando en cuando, las excursiones nocturnas de los Bravos a Chil-

    pancingo, que por otra parte no tenan consecuencias serias, nada

    tema respecto de la adhesin popular.

    A mediados del mes de mayo, el coronel realista don Nicols

    Coso, antiguo sargento mayor de dragones de Espaa, y que habasido nombrado comandante general de la divisin del sur, hasta

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    TEXTOSESCOGIDOS

    principios de ese mismo mes en que por orden del virrey fue susti-

    tuido en ese cargo por el coronel espaol Fuentes, fue enviado por

    este ltimo violentamente a la plaza de Tixtla, para tomar el man-do de las tropas y ayudar a Guevara en la defensa de la plaza, pues

    Fuentes previ, con razn, que habiendo salido Morelos del Vela-

    dero el da 3 por el camino de la sierra, no tardara en aparecer en

    la zona militar encomendada a Guevara.

    As, pues, al llegar a unirse a ella, sabiendo que los Bravos reu-

    nan gente en Amojileca, Zitzicazapa y otros lugares cercanos a Chil-

    pancingo, que elaboraban parque en la gruta de Michapan, en quehaban estado ocultos, y que se mostraban ya ms a la luz tanto don

    Leonardo como don Miguel y don Vctor Bravo, determin, de

    acuerdo con Guevara, acabar de una vez con aquellos temibles cons-

    piradores. Al efecto, organiz una divisin compuesta de un piquete

    del regimiento Fijo de Mxico, de algunas compaas de milicianos

    llamados patriotas de Chilapa, Tixtla, Zumpango y Tlapa, y del Fijoy Lanceros de Veracruz, todo en nmero de seiscientos hombres, y

    ponindola bajo el mando del comandante espaol don Lorenzo

    Garrote, uno de los jefes veteranos que haban venido ltimamente

    de la pennsula, dio a ste orden de que pasase a Chichihualco y de

    que se apoderase de los tres hermanos Bravos, vivos o muertos.

    Garrote se puso en marcha con la reserva y rapidez que el caso

    exiga, y mientras que llega a Chichihualco diremos lo que habapasado all.

    Morelos se dirigi, despus de salir del Veladero, a la pequea

    hacienda de La Brea, que est situada ya en las primeras cumbres

    de la Sierra Madre, y all se detuvo, tanto para apoyar a su reta-

    guardia, que fue atacada por el jefe espaol Fuentes, quien logr

    apoderarse de un can casi abandonado a causa de las asperezas

    del camino, como para dar tiempo a los Bravos para que se adelan-tasen y preparasen en Chichihualco a sus tropas.

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    Adelantronse, pues, don Leonardo, don Miguel y don Nicols,

    y tan luego como llegaron a su hacienda, se pusieron de acuerdo

    con don Vctor, y reunieron a todos sus parciales y amigos, a quienesarmaron con las armas que pudieron, organizando tambin una ex-

    celente caballera, compuesta de los mejores jinetes de aquellos luga-

    res. De modo que cuando don Hermenegildo Galeana lleg con

    su regimiento de Guadalupe, se encontr ya con la gente de los

    Bravos dispuestos.2

    Mientras que vena Morelos, que se haba quedado atrs dos

    jornadas, Galeana, obedeciendo las rdenes recibidas, determindar descanso a su tropa, en tanto que los Bravos disponan mejor

    la suya y se procuraban vveres para alimentar a las dos. A esta sa-

    zn, el comandante Garrote, que nada saba, lleg a Chichihualco

    a las doce del da 21 de mayo, y encontrando algunos pelotones de

    gente armada, los atac, logrando arrollarlos, merced a la sorpresa

    que recibieron. Pero avisados los Bravos y Galeana, que se halla-ban en la casa de su hacienda, corrieron a ponerse al frente de

    sus compaas organizadas. Galeana se dirigi al ro, en el que sus

    costeos se baaban y lavaban su ropa, y hacindolos tomar sus ma-

    chetes, as desnudos como estaban, los condujo frente a los realis-

    tas, lanzando su terrible grito de guerra: Galeana! Galeana!

    que deba ser por mucho tiempo el terror de sus enemigos.

    Los realistas, sorprendidos a su vez, aterrados ante el aspecto deaquellos intrpidos combatientes negros, que acometan como fie-

    ras, y flanqueados adems por la caballera de los Bravos, echaron

    a correr despavoridos, dejando en poder de los insurgentes arma-

    2El jefe de la numerosa familia de los Bravo, que en el sur se lanz decidida a la luchapor la Independencia, era don Leonardo, nacido en Chilpancingo en 1764. Despus de

    una brillante actuacin en la insurgencia, especialmente en el sitio de Cuautla, fuehecho prisionero por los realistas y sufri la pena de garrote vil el 13 de septiembre de1812. [N. del ed.]

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    TEXTOSESCOGIDOS

    mento, parque, dinero y cuantas cargas llevaban. El tremendo co-

    mandante Garrote lleg el primero a Chilpancingo a contar el

    caso, y sin detenerse all ms que el tiempo necesario para beberagua, se dirigi a Tixtla, en donde entr la madrugada del da 22 a

    despertar a Coso y a Guevara con la noticia de semejante desastre.

    El pnico y la consternacin que ella produjo, no pueden des-

    cribirse. Era, pues, cierto: los Bravos se haban alzado por fin, y

    haban llamado en su auxilio al poder infernal de Morelos. Los

    demonios pintados por el cura Mayol haban aparecido por fin en

    la zona militar del comandante Guevara, hoy defendida, sin em-bargo, por un militar experto como Coso. Estos jefes llamaron al

    cura Mayol y le comunicaron la fatal nueva.

    El cura, despus de conferenciar con aquellos jefes, se dirigi a

    la iglesia y mand llamar a misa. La dijo temblando, y despus su-

    bi al plpito y excit de nuevo a sus feligreses a defender al rey

    y a la religin.Slo que la muchedumbre observ que en vez del furor de an-

    tes, el terrible cura no tena ahora ms que lgrimas y sollozos, lo

    que no dej de ser comentado desfavorablemente.

    Despus de la misa, Coso mand tocar generala, y el cura ech

    a volar las campanas, tocando a rebato, lo que dur todo el da y

    difundi la alarma hasta en los campos y cuadrillas ms lejanas

    del pueblo.

    II

    En semejante estado de alarma pasronse los das 23 y 24 de mayo

    de 1811. Coso y Guevara reunieron todas las tropas de que pudie-

    ron disponer: el regimiento llamado Fijo de Mxico, cuyos solda-dos eran conocidos popularmente con el nombre de Los Colorados,

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    a causa de un brillante uniforme de pao de grana, el regimiento

    Lanceros de Veracruz, las compaas de milicianos de Tixtla, Chi-

    lapa, Zumpango y Tlapa, que no haban ido a Chichihualco, y losdispersos de esta accin que fue posible reunir. Adems, dieron

    armas a todos los hombres aptos para combatir en Tixtla, entre los

    que se hallaban como cuatrocientos indgenas, a quienes en razn

    de manifestarse decididos en favor del gobierno, se admiti en las

    milicias, confindoles la defensa de algunos puntos importantes,

    siempre bajo el mando de jefes espaoles.

    De modo que todas estas fuerzas formaban un conjunto respe-table de cosa de mil quinientos hombres, teniendo, adems, la

    ventaja de contar con una plaza de guerra con buenas fortificacio-

    nes, con ocho piezas de artillera; bien municionada y provista, y

    con la adhesin del vecindario.

    As las cosas, se supo que Morelos, sin perder tiempo, haba

    llegado a Chilpancingo al anochecer del da 24, al frente de seis-cientos hombres. Coso y Guevara pasaron, pues, el 25, preparn-

    dose a la defensa, pues no dudaron que Morelos atacara la plaza

    en los das prximamente inmediatos, tan pronto como contara

    con mayores fuerzas, supuesto que sera absurdo tal intento con

    las que tena.

    A fin de recibir noticias oportunas, haban enviado numerosos

    emisarios a Chilpancingo, que evitando las avanzadas insurgentes,situadas en el camino, haban estado viniendo cada dos horas a

    dar parte, pues Chilpancingo no dista de Tixtla ms que tres le-

    guas escasas.

    Hasta las cinco de la tarde del da 25, nada se haba sabido de

    particular. Las tropas de Morelos descansaban. El caudillo, aloja-

    do en casa de los Bravos, era festejado con un banquete, al que

    asistan los jefes y oficiales insurgentes. Los soldados fraternizabancon los vecinos, y las hermosas chilpancingueas, afamadas por su

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    belleza y su gracia, lejos de espantarse ante la aparicin de los de-

    monios de Morelos, haban despojado sus lindos huertos moris-

    cos, pomposos y ricos en aquella estacin, a fin de que la casa delgeneral insurgente apareciera al amanecer del da 25 como apare-

    ci, adornada con flores, cortinas y alfombras de bellsimas flores,

    las incomparables flores de la zona templada del sur.

    Semejantes noticias hacan bailar de clera al cura Mayol, quien

    las repeta y exageraba adrede a Coso y a Guevara, para exaspe-

    rarlos, lanzando al mismo tiempo los ms terribles anatemas con-

    tra los chilpancingueos y amenazndolos con que no quedaradentro de poco piedra sobre piedra en su pueblo, nido infame de

    herejes y de rebeldes.

    Coso y Guevara, por su parte, se explicaban aquella conducta

    del vecindario de Chilpancingo, considerando: que los Bravos es-

    taban emparentados con todas las familias de all, lo mismo que

    suceda con sus adictos de Chichihualco, pues esta hacienda yChilpancingo formaban una misma poblacin. Pero aquel recibi-

    miento hecho a Morelos indicaba, de todos modos, que el pueblo

    de Chilpancingo iba a convertirse desde entonces en enemigo del

    gobierno espaol.

    La tarde toda del expresado da 25 se pas sin novedad. A las

    seis y media, las tropas acuarteladas en la casa de comunidad, o

    que vivaqueaban en el cementerio de la parroquia, convertido enfuerte, salieron a formarse para pasar lista, en la plaza bastante

    amplia y que entonces no tena los rboles coposos que hoy la

    adornan.

    La plaza se llen de soldados y de oficiales, pues con excepcin

    de las fuerzas que guarnecan el fortn del Calvario y los parapetos

    levantados en lo que se llamaba entonces Barrio Alto, el costado

    oriental de la poblacin, es decir, del lado de Chilpancingo, todasestaban all.

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    IGNACIOMANUELALTAMIRANO

    Coso y Guevara les pasaron revista, despus de lo cual, y segn

    la costumbre militar de aquel tiempo, los tambores y pfanos toca-

    ron la oracin, que escucharon los soldados con las armas al hom-bro y los oficiales descubierta la cabeza. Luego y al concluir la dia-

    na que segua al toque de oracin, Coso grit con voz fuerte por

    tres veces: Viva el rey!, grito que repiti la tropa y sta se entr

    en sus cuarteles al toque de fajina.

    La plaza qued todava ocupada por los curiosos que haban

    acudido a ver la formacin; pero como comenzaba a oscurecer, y

    las patrullas de caballera y de infantera circulaban despejando lascalles, momentos despus, aquel lugar estaba solo y la poblacin

    entera pareci quedar desierta.

    Slo en la gran casa del subdelegado, recin construida y situa-

    da en el lado meridional de la plaza, junto a la parroquia, pareca

    reinar alguna animacin, y entraban y salan a cada instante por el

    enorme zagun que serva de entrada principal de ella, caballos,mulas, jinetes y soldados de a pie. Adems, las ventanas del saln

    principal que daban a la calle, estaban alumbradas. La casa era

    baja, pero de aspecto seorial. El nico piso se eleva del suelo

    como dos metros, resguardado por un fuerte antepecho rematan-

    do con una magnfica balaustrada de piedra. Esta balaustrada est

    tambin convertida en parapeto, y entre ella y el muro de la casa se

    paseaban varios centinelas guardando el saln y las piezas todas,que daban por un lado a la plaza, y por el otro a la calle real.

    En el saln, bastante lujoso para aquellos tiempos y aquellos

    rumbos, y cuyo techo de magnfico cedro artesonado era digno de

    una mansin regia, y cuya alfombra y canaps de damasco y candi-

    les de cristal revelaban desde luego la riqueza de su dueo, se ha-

    llaban en animada conversacin cuatro personajes, de los cuales

    tres estaban sentados junto a una mesa cubierta con un tapete dedamasco rojo y en la que se vean en revuelta confusin, un gran

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    TEXTOSESCOGIDOS

    tintero, salvadera y braserillo de plata, con su pirmide de ceniza,

    candelabro del mismo metal, en la que ardan cinco velas de esper-

    ma, muchos papeles, pistolas, sables y, por ltimo, un frasco deaguardiente de Espaa, con cuatro copas y vasos de agua puestos

    en una bandeja tambin de plata. Uno de estos personajes, vestido

    con el uniforme de coronel de dragones, hucaro azul con solapas

    blancas y botones de oro, pantaln blanco y botas fuertes, era un

    hombre al parecer alto, como de cuarenta aos, buen mozo y den-

    samente plido, casi amarillo; se conoca luego que padeca de ca-

    lenturas de la costa y que en esos momentos sufra un acceso queen vano procuraba dominar, y que se revelaba en su inquietud, en

    su humor irascible, en el brillo intenso de sus grandes ojos negros

    y en el temblor de sus mandbulas, que pareca sacudir sus po-

    bladas patillas negras. Llevaba el cabello segn la moda introdu-

    cida por el virrey Venegas, es decir, corto y con espesa furia, sobre

    la frente.Era el mayor Coso, el pobre Coso, que destituido del mando

    de la divisin realista del sur por Venegas, a causa del mal xito de

    sus operaciones contra Morelos, y a causa tal vez de ser mexicano

    de origen, se vea ahora subalternado al coronel espaol Fuentes

    quien lo haba enviado quizs con toda malicia a unirse a Guevara

    para que asumiera la responsabilidad de un nuevo desastre.

    Sin embargo, Coso era como todos esos mexicanos que habanabrazado la causa de Espaa contra la insurreccin, como Elorza,

    como Iturbide, como Armijo, realista fiel, exaltado, sumiso hasta

    el servilismo, y aunque lastimado en su dignidad por aquella desti-

    tucin, lejos de manifestar resentimiento, procuraba exagerar su

    adhesin al gobierno, y se alegraba interiormente de hallarse en

    aptitud, defendiendo la plaza de Tixtla, de recobrar su perdido

    crdito. As es que haca todos los esfuerzos posibles por asegurarla victoria.

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    IGNACIOMANUELALTAMIRANO

    Guevara, que tena conocimiento ya de que Coso haba cado

    de la gracia del virrey, no se conformaba con sus disposiciones,

    sino a regaadientes, vindose forzado a dividir con l los laurelesdel triunfo, aunque ceda en consideracin al carcter y experien-

    cia de un jefe como Coso, educado en el servicio militar y que

    disfrutaba de prestigio entre la tropa por su categora y por su

    instruccin.

    Guevara era el segundo personaje del grupo. Corpulento, grue-

    so, como de cincuenta aos, de arrogante presencia, el subdele-

    gado de Tixtla mostraba el tipo del espaol acaudalado, aunqueera tambin mexicano de origen. En su semblante fresco y rubi-

    cundo, rebosando salud, se vea marcado el orgullo del rico, acen-

    tuado todava por una gran nariz aguilea, y que apenas atenuaba

    la sonrisa de unos labios gruesos y desdeosos. Se haba puesto

    tambin el uniforme de coronel de milicianos provinciales, unifor-

    me lujoso y flamante que apenas haba usado dos o tres veces enlos grandes das de parada. Pero l, conservando los usos aejos de

    un ricacho del ao 9, llevaba todava el peinado de coleta, cuidado-

    samente rizado y empolvado, la barba afeitada, los puos y la pe-

    chera con encajes, y no pudiendo soportar las botas fuertes, traa

    calzn corto, ricas medias de seda y chinelas con hebillas de oro.

    Todo l, en fin, respiraba riqueza, una cierta ostentacin un poco

    rstica y de mal tono.El tercer personaje era el comandante Garrote, el derrotado del

    Chichihualco, cuyo aspecto estaba en conformidad con su extrao

    hombre. En efecto, era un sujeto de color cetrino, de ojos peque-

    os, barba espesa e inculta, tambin con el pelo corto, frente estre-

    cha, alto, seco, membrudo y de fisonoma dura y feroz. Desde su

    reciente derrota pareca desconcertado y abochornado, pero al

    travs de esta aparente humillacin se descubra en l una desme-dida soberbia, irritada ahora por el despecho.

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    Por ltimo, el cuarto personaje que se paseaba con agitacin

    por la sala, detenindose de cuando en cuando para contemplar

    distradamente los espejos venecianos que decoraban las paredes,o los santos guatemaltecos que en sus nichos de cristal adornaban

    las rinconeras, era el famoso cura don Manuel Mayol. La figura de

    este clrigo era singular: f laco, largo, rojo como un pavo de Indias,

    peln, con el cuello enorme, embellecido por una nuez pronuncia-

    da, con los ojos saltones e inyectados y la boca grande y provista de

    largos dientes negros.

    Vestido con su sotana y manteo, cuyo extremo recoga en unbrazo, el irascible cura pareca presa de una extraordinaria excita-

    cin y hablaba en voz muy alta.

    Ya sabemos que este cura era enemigo frentico de la indepen-

    dencia: slo agregaremos que sus opiniones exaltadas no le impi-

    dieron despus de 1821 pavonearse con su cruz de Guadalupe, y

    aadir a su nombre en todos los documentos que escriba de supuo, el ttulo de capelln mayor del Ejrcito Independiente del

    Sur, ttulo que mendig del general Guerrero.

    Pero en la noche del 25 de mayo de 1811, todava este prcer ilus-

    tre era capitn insurgente. As es que el cura Mayol trinaba contra l.

    Dicen exclam, encarndose a Guevara que Vicente Gue-

    rrero viene ah de oficial. Semejante pcaro! El que no saba ms

    que jugar gallos y armar pendencias! Siempre dije yo que ese tu-nante parara en ladrn.

    Pero, lo han visto? pregunt Guevara.

    S, lo han visto agreg el comandante Garrote. Viene con

    los negros guadalupes de Galeana.

    Lo que no me explico dijo el subdelegado es el cmo ha

    podido este maldito cura atraerse a don Hermenegildo, que pare-

    ca buen realista y que se prest tan de buena voluntad a pelearcontra los insurgentes cuando lo de Tepango.

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    IGNACIOMANUELALTAMIRANO

    Y cate usted, que sa ha sido una buena adquisicin observ

    Coso, con voz temblorosa. Es lo mejor que tiene Morelos.

    Y sus hermanos vendrn tambin? pregunt Guevara.Segn me escriben de Acapulco, vienen todos, don Jos Anto-

    nio, don Juan Jos y el muchacho don Pablo.

    Yo los vi en Chichihualco aadi otra vez Garrote.

    Segn eso replic con acento burln el cura, usted vio mu-

    cho, seor comandante.

    Pero hace cuatro das nos dijo usted que no haba visto ms

    que negros... con machetes. Todos eran negros y los Galeanas sonblancos.

    Coso frunci las cejas, Guevara sonri, Garrote se levant in-

    dignado.

    Seor cura respondi con acento colrico, si el carcter sa-

    grado de usted no me pusiera un sello en los labios, yo le respon-

    dera como merece. Yo he visto negros, y en efecto, as es; perousted parece indicar que el susto me hizo ver negros a todos; esto

    es decir que yo tengo miedo!

    Yo no digo que haya usted tenido miedo, seor comandante

    Garrote repuso el cura con insolente irona; yo hago solamente

    una observacin. Por lo dems, la accin tuvo mal xito para noso-

    tros... Usted perdi all los caones, el parque, los soldados...

    Seor cura... dijo Garrote, gangoso de clera, sos son aza-res de la guerra. Usted no entiende de milicia.

    S, s, entiendo algo... los azares de la guerra y luego los demo-

    nios negros y encuerados... Pero, en qu consistir que los negros

    guadalupes combaten encuerados?... se ser su uniforme? aa-

    di el cura, con una risa silbante y sarcstica.

    Basta! exclam con tono de mando Coso.

    Las groseras burlas del cura contra el infortunado Garrote lohaban exasperado.

  • 7/25/2019 Ignacio Manuel Altamirano. Relatos Escogidos

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    TEXTOSESCOGIDOS

    Guevara, para dar un giro ms corts a la conversacin, dijo:

    Pues, y que haya arrastrado Morelos a don Hermenegildo, to-

    dava se comprende, puesto que tena ya a los otros hermanos,rancheros rsticos y candorosos; pero, haber trastornado en unas

    cuantas horas a los Bravos! Eso s que no me cabe en el juicio.

    sa es la envidia dijo el cura; sos se meten por envidia.

    Envidia de qu o de quin? pregunt Guevara.

    Envidia de usted, seor don Joaqun.

    Envidia de m? respondi el subdelegado con tono sincero.

    No, seor cura, en esto usted se engaa. Envidia de mi capital?Los Bravos son tan pudientes como yo, y adems, son honrados a

    carta cabal; es preciso hacerles esa justicia. Envidia de mi empleo?

    Si este cargo ms trae congojas que satisfacciones. No, aqu hay

    otra causa, otro secreto; ese cura los ha trastornado completamente.

    Slo as se explica que dejen sus bienes tan saneados, sus fincas de

    campo, todo su bienestar, y se lancen en pos de aventuras. QueVicente Guerrero, que los negros de la costa, que otros como ellos

    se metan en esta empresa descabellada, se comprende, no tienen

    qu perder; pero que sujetos acomodados como los Galeanas, los

    vilas, los Bravos, se comprometan con riesgo de sus vidas y ha-

    ciendas eso s que es extrao. Debe ser un hechicero el tal cura.

    No lo he dicho en la ctedra del Espritu Santo? replic

    Mayol. Es el diablo en persona, el diablo vomitado por los pro-fundos abismos. Por lo menos, el espritu de Satans lo inspira y lo

    anima. Si no fuera as, cmo habra podido convertir en soldados

    a esos negros infelices de la Costa Grande, buenos slo para sem-

    brar algodn y tabaco? Cmo habra podido seducir a esos rsti-

    cos Galeanas y convertirlos de la noche a la maana en generales;

    cmo habra podido resistir a los valientes jefes y en esto lanz

    una mirada oblicua a Coso, experimentados en el arte de laguerra, habilsimos tcticos, l que no ha ledo ms tctica que

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    IGNACIOMANUELALTAMIRANO

    la del misal? Jure usted, seor don Joaqun, que ese mal sacerdote

    trae al demonio en el cuerpo. La historia de la iglesia, por otra

    parte, presenta numerosos ejemplos de hombres de semejante es-pecie. Simn Mago, Arrio, Nestorio, Lutero, Calvino, todos los

    heresiarcas.

    Basta volvi a exclamar Coso con voz irritada y cogindose

    la cabeza entre las manos.

    Le duele a usted la cabeza, mi coronel? pregunt Garrote.

    Algo, ya sabe usted... la calentura. Pero este cura aadi en

    voz baja me marea con su charla.En esto dieron las ocho y comenz a sonar el toque de ni-

    mas, que en la parroquia de Tixtla era prolongado y lgubre en

    extremo.

    El cura aprovech la ocasin para salir del silencio embarazoso

    a que lo obligaba el enfado de Coso, y arrodillndose con la cara

    vuelta a la pared, dijo:Recemos por el alma de los fieles difuntos, especialmente por

    los que murieron en Chichihualco en defensa de la religin y del

    rey... y comenz a murmurar: Requiem aeternam dona eis Domine.

    Et lux perpetua luceat eis[Y la luz perenne luzca para ellos] res-

    pondi Guevara, ponindose tambin de rodillas.

    Garrote, a su pesar, y conteniendo la ira, se levant tambin

    para rezar. Coso se reclin en la mesa, con la cabeza entre lasmanos.

    Despus de los sufragios de costumbre, que el cura multiplic

    adrede, ste se levant, lo mismo que Guevara, mientras que Ga-

    rrote se dirigi a la puerta que daba al interior de la casa, por

    donde se oa ruido de gente.

    A poco volvi diciendo:

    Es don Juan Chiquito con el gigante.Que entren murmur Guevara.

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    TEXTOSESCOGIDOS

    Y entr primero un sujeto pequeo, regordete, cabezn, con

    grandes patillas rojas, vestido con chaquetn de pao oscuro, bo-

    tas de montar, llevando ceido un gran sable y en la mano unsombrero de vicua adornado de toquillas y chapetones de plata.

    Era el comandante don Juan Navarro, llamado generalmente a

    causa de su estatura de enano, don Juan Chiquito, y que despus

    de haber servido para escoltar los convoyes de la nao de China de

    Acapulco a Mxico, y las conductas de plata de Mxico a Acapul-

    co, se haba hecho clebre como guerrillero contra los insurgentes

    de la costa.En pos de l entr, inclinndose para pasar por la puerta, un

    extrao personaje, un gigante de un poco menos de tres varas de

    altura, bien proporcionado, como de treinta y siete aos de edad,

    de aspecto bonachn, trigueo, lampio y vestido de granadero.

    Con casaca y pantaln verdes con vivos rojos y gran shacadorna-

    do de un largo chilillo que casi llegaba al techo.Era Martn Salmern, llamado en el sur vulgarmente Martn de

    Acalco, por haber nacido en el rancho de Acalco, cerca de Chila-

    pa, y que era famoso por haber recorrido casi toda la Nueva Espa-

    a, desde que el virrey Branciforte a quien fue presentado en pri-

    mero de noviembre de 1796, le permiti que se mostrase, por paga,

    como un fenmeno extraordinario.

    Era el mismo a quien conoci el barn de Humboldt y cuyo re-trato, hecho por el pintor Guerrero, tenemos en el Museo Nacional.

    Coso, que no lo haba visto nunca, se qued contemplndolo

    con admiracin; Guevara y Garrote contestaron el saludo humil-

    de que les dirigi, y el petulante cura le alarg una mano flacu-

    cha, que el gigante se inclin a besar, tomndola en una de sus

    manazas.

    Hasta hoy a la oracin pudo llegar de Chilapa dijo don JuanChiquito y ha estado vistindose y tomando algn refrigerio.

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    IGNACIOMANUELALTAMIRANO

    Vea usted qu magnfico granadero, mi coronel! aadi el ena-

    no, con una risa estpida, dirigindose a Coso.

    Muy bien, y, qu va usted a hacer con ese gigante? preguntCoso a Guevara.

    Como qu? respondi ste; no le parece a usted que lo

    pongamos al frente de la lnea de batalla, junto al fortn, o en otra

    parte en que pueda ser visto e infundir pavor en los enemigos?

    Eso es exclam el cura, Sansn contra los filisteos.

    Sera una lstima dijo Coso que en vez de Sansn hiciera

    el papel de Goliat, y que una bala, en vez de una piedra, nos priva-ra de esa maravilla.

    Seor coronel se atrevi a observar el cura, usted parece

    olvidar que el Dios de Israel est con nosotros, y que por eso este

    gigante no puede ser ms que Sansn, y que los insurgentes no

    pueden ser ms que filisteos, enemigos del pueblo escogido, y

    queBasta! grit por tercera vez Coso, pnganlo ustedes don-

    de quieran

    Vaya usted a descansar, don Martn dijo Guevara al gigante,

    y usted, don Juan, encrguese de alojarlo y de tenerlo listo.

    El gigante y el enano salieron.

    A la sazn que se verificaba esta entrevista en la casa del sub-

    delegado, un jinete bajaba apresuradamente por la cuesta que con-duce de Chilpancingo a Tixtla y que termina en el bellsimo bos-

    que de ahuehuetes que se llama de la Alberca, porque, en efecto,

    all hay una alberca antiqusima, cuyas aguas abundantes sirven

    para el riego de las huertas de un barrio entero.

    El jinete, luego que baj el camino llano que flanquean las ca-

    baas y los jardines indgenas, puso su caballo al galope, lleg hasta

    cerca del Santuario que est escondido en otro bosque de ahuehue-tes, y torciendo a la izquierda tom por la calle real, respondiendo

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    TEXTOSESCOGIDOS

    a cada paso a los centinelas que lo detenan; entr en la plaza por

    un portillo del parapeto y se ape en la casa del subdelegado, di-

    ciendo a un oficial de rdenes que lo anunciara.Habla le dijo Guevara, vindolo aparecer en la puerta de la

    sala; qu hay?

    Seor, que Morelos est aqu maana.

    Maana! exclamaron en coro Coso, Guevara y Garrote. En

    cuanto al cura Mayol, se desplom en una silla.

    S, maana continu el emisario, lo s de cierto; la persona

    que usted sabe me lo asegur, dicindome que viniera yo en el actoa avisarlo a usted.

    A qu horas has salido de all?

    Oscureciendo; pero tuve que extraviar camino, y como no se

    puede correr por las cuestas, he tardado...

    Pero, y bien, qu notaste t en las tropas? pregunt Coso.

    En las tropas, nada; todas estn acuarteladas; algunos oficia-les se pasean cantando.

    Y, Morelos? Viste a Morelos?

    Lo vi en la tarde, paseando a caballo con don Leonardo Bravo

    y con otros. Despus ya no volv a verlo.

    Y mi hija, viste a mi hija? pregunt con ansiedad Guevara.

    S, seor; pero no pude hablarle ms que unas palabras. Estaba

    con la nia en los brazos. Me vio entre los mozos, me llam y medijo en voz baja:

    Dile a mi seor padre que no tenga cuidado, que nada le ha-

    rn maana.

    Que nada me harn?

    Que nada le harn a usted? aadi el cura; pero esa gente

    ya da por suya esta plaza.

    Bueno dijo Coso, tiene usted confianza en su amigo deChilpancingo?

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    IGNACIOMANUELALTAMIRANO

    Completa respondi Guevara. Es seguro que maana sere-

    mos atacados.

    Y, a quines viste de Chilpancingo entre los insurgentes?A todos, seor contest el emisario; a los Bravos, a los

    Ruedas, los Aldamas, los Catalanes, los Alarcones, los Salgados

    de Amojileca, a todos; todos estn con ellos en la infantera y la

    caballera.

    Pcaros! exclam Guevara. Y mi yerno Nicols?

    Con ellos; l tambin est en la caballera; toda la tarde ha

    andado a caballo con Vicente Guerrero y con Nicols Cataln.Bueno dijo Coso, ya estamos enterados; ahora es preciso

    tomar nuestras providencias. Morelos, con la gente que tiene, slo

    podra quitarnos la plaza estando dormidos nosotros. Pero lo co-

    nozco; es capaz de intentarlo. As es que vamos a pasar la noche en

    vela. Yo voy a llevarme todo el Fijo y los Lanceros al fortn, para

    presentar batalla, si es posible. Usted, seor don Joaqun, cuide delos puntos de la plaza. Usted, seor cura, deje el cataln y ayde-

    nos en lo que pueda.

    Yo, seor coronel dijo el cura con altanera, con cataln y

    sin cataln, soy un ministro del Altsimo, y mi puesto est junto a

    los altares; all velar por mi grey.

    Venga usted, Garrote dijo Coso, cindose su sable.

    Con este hereje dijo el cura a Guevara, cuando el coronelhubo salido temo que nos suceda una desgracia. Por s o por no,

    despache usted a su familia a Chilapa, hoy, en el silencio de la

    noche. Ponga usted en salvo su vajilla y todo lo que tenga de va-

    lor, porque nadie sabe lo que puede pasar con esos judos. Yo voy

    a ver si puedo conciliar el sueo, aunque lo creo difcil, y al alba

    mandar llamar a misa; desde entonces se tocar rogacin y mis

    vicarios y yo imploraremos el auxilio divino en favor de las armasdel rey.

  • 7/25/2019 Ignacio Manuel Altamirano. Relatos Escogidos

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    TEXTOSESCOGIDOS

    Guevara se qued pensativo un momento, y luego, siguiendo

    los consejos del cura, fue a despachar a su familia y a poner en

    salvo sus tesoros.Al rayar la aurora, Coso haba formado su batalla en una coli-

    na chata y pedregosa cercana al fortn que llamaban del Calvario

    porque estaba del lado de esa capilla, y frente a otra que se llama

    Piedras Altas. Saba, por sus exploradores, que Morelos haba salido

    de Chilpancingo a la una de la maana, y que no tardara en pre-

    sentarse en el camino, justamente frente a la posicin escogida.

    El Fijo de Mxico, apoyando en el fuerte su extrema izquierda,estaba listo para entrar en accin. Los Lanceros de Veracruz, situa-

    dos a retaguardia del Fijo, y las cuatro piezas de grueso calibre

    puestas en batera en el fortn, cargadas a metralla, y con sus arti-

    lleros, mecha en mano. El plan de Coso consista en dejar acercar-

    se a la columna insurgente sin hostilizarla, y tenindola a tiro de

    fusil, cargar sobre ella, apoyndose en todo caso, en el fuerte. Asen un combate rpido y terrible iba a decidir ese primer encuentro,

    quedndole, sin embargo, en caso de un desastre, el poderossimo

    apoyo de la plaza de la ciudad, en cuyas fortificaciones se haban

    colocado otras cuatro piezas, distribuidas en dos bocacalles en el

    cementerio de la parroquia, defendindolo todo las compaas de

    milicianos y los vecinos armados, al mando de Guevara.

    La bandera espaola flameaba orgullosa en el fortn, en la plaza,y en la nica torre de la parroquia. Los tambores y los pfanos aca-

    baban de tocar diana y an resonaban los gritos de Viva el rey!

    que repetan los ecos de las montaas vecinas, cuando al dorar el sol

    los encinares de la cumbre, por la que serpentea el camino de Chil-

    pancingo, apareci la descubierta de caballera de los insurgentes,

    bajando poco a poco. Luego comenz a desfilar tambin la infante-

    ra, el Regimiento de Guadalupe, desplegada al aire la bandera blan-ca y azul. Despus venan tres pequeas piezas cargadas en mulas, el

  • 7/25/2019 Ignacio Manuel Altamirano. Relatos Escogidos

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    IGNACIOMANUELALTAMIRANO

    parque, y a retaguardia la caballera de los Bravos, compuesta de mag-

    nficos jinetes de brillantes mangas rojas y azules con fleco de oro y

    plata. Esa caballera llevaba como ensea un estandarte rojo.Coso y Garrote examinaban atentos este desfile pausado y ma-

    jestuoso.

    De repente reson un Viva! en las filas insurgentes, y en una

    colina ms cercana al fuerte apareci un gran grupo de jinetes,

    llevando en el centro una bandera negra. Ah estaba Morelos!

    III

    En efecto, era el caudillo que haba venido a examinar hasta all

    las posiciones enemigas.

    Despus de que las hubo estudiado con detenimiento, fijando

    alternativamente su anteojo en el fortn y en la parte de la pobla-cin que se vea, sus ayudantes fueron a comunicar las rdenes.

    La columna descendi a la llanura pedregosa de las Piedras Al-

    tas y all hizo alto. Morelos no tard en reunirse a ella.

    El capitn don Vicente Guerrero y don Leonardo Bravo venan

    con l. Como prcticos en el terreno, Morelos los haba llamado

    para informarse acerca de los lugares.3

    Don Hermenegildo Galeana, llamado en seguida, vino a recibirrdenes.

    Seor Galeana le dijo Morelos, dentro de una hora ese

    fortn debe estar en nuestro poder. No podemos emplear mucho

    tiempo, porque inmediatamente despus tenemos que tomar la

    plaza, que a lo que parece est bien fortificada. El Regimiento de

    3Como es sabido, Vicente Guerrero era originario de Tixtla, en donde naci el 9 deagosto de 1783. Por ello conoca perfectamente el terreno. [N. del ed.]

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    TEXTOSESCOGIDOS

    Guadalupe, menos la compaa de mi escolta, bastar para eso. Y

    ya sabe usted, hay que economizar el parque, tanto, que es preciso

    no disparar, sino a quemarropa. No haremos uso de nuestras pie-zas, y pueden quedarse cargadas. En cuanto a los colorados y

    a los verdes aadi, sealando la lnea de batalla de Coso

    corren de mi cuenta.

    Galeana parti a galope y fue a dividir su regimiento en cuatro

    columnas de asalto, cuyo mando encomend a sus hermanos don

    Juan Jos, don Jos Antonio, y a su sobrino don Pablo, quedndo-

    se l con la primera, que llevaba la bandera blanca y azul, la banderade la independencia.

    Luego don Leonardo y don Miguel Bravo fueron a unirse a la

    caballera de don Vctor, que se haba colocado a cierta distancia,

    haciendo frente a los Lanceros de Veracruz y a la guerrilla de cue-

    rudos de don Juan Chiquito, que pareca muy belicosa. La caba-

    llera insurgente se dividi en dos trozos. Don Vctor y don Mi-guel Bravo se pusieron a la cabeza del uno, con el objeto de atacar

    a la caballera realista; don Leonardo y don Nicols, su hijo, al

    frente del otro, vinieron al lado de Morelos, quien form su bata-

    lla con l y con su escolta, para atacar de frente a la infantera de

    los colorados y de los milicianos, a cuya cabeza estaban Coso y

    Garrote.

    En esto y a punto de comenzar el combate, Morelos vio algoraro en las filas enemigas, y llam a Guerrero que se dispona a

    incorporarse a su Regimiento de Guadalupe.

    Qu es eso? le pregunt, sealando a un hombrazo vestido

    de verde, y que blanda una lanza enorme.

    Seor respondi Guerrero, se debe ser Martn de Acalco,

    el gigante que ha andado ensendose en las plazas de toros con

    ese uniforme de granadero. Lo traern para espantarnos!...Morelos se ri de buena gana.

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    IGNACIOMANUELALTAMIRANO

    Qu ocurrencia! dijo. Estas gentes son muy cndidas y nos

    tratan como a chiquillos Hola, colegial! exclam, llamando al

    joven capitn don Luis Pinzn; y cuando ste lleg, caracoleandoen un magnfico caballo que acababa de regalarle don Nicols Bra-

    vo: usted ha estudiado teologa y ha ledo la Sagrada Escritura,

    no es as?

    S, seor contest Pinzn.

    Se acuerda usted de la famosa batalla del valle de Terebinto?

    S, seor, aquella en que David mat al gigante Goliat de una

    pedrada. Eso est en el primer libro de los Reyes.Bueno: pues aqu va a haber algo parecido. Ve usted ah al

    frente de la lnea enemiga aquel figurn vestido de verde, con un

    enorme gorro y una lanza? Tambin es un gigante que se llama

    Martn de qu?

    De Acalco repiti Guerrero.

    Martn de Acalco continu Morelos. Ahora bien, usted vaa ser el David de ese Goliat; pero no un David que lo mate, sino

    que me lo entregue bueno y sano. Es un pobre hombre, y adems

    un fenmeno extraordinario de la naturaleza, y es preciso conser-

    varlo. As es que usted, que tiene ingenio y travesura, ver cmo

    hace para cogerlo vivo y sano, estamos?

    Todos sonrieron. Pinzn pareca consternado.

    Cogerlo vivo! exclam. Pero seor, eso es ms de lo quehizo el rey David.

    No hay excusa: usted me responde del gigante Goliat, chiqui-

    tn, cuidado con matarlo!

    Luego Morelos llam al valiente padre de Talavera, que en su

    calidad de teniente coronel vena muy bien montado y equipado

    militarmente.

    Amigo Talavera le dijo, antes de derramar sangre, es necesa-rio dejar a salvo nuestra responsabilidad. Para m es un caso de con-

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    TEXTOSESCOGIDOS

    ciencia, y me propongo siempre antes de atacar una plaza, intimarle

    rendicin. As es que, ms bien por cumplir con este deber de huma-

    nidad que por llenar las frmulas de la cortesa militar, va usted atomar una bandera blanca y un tambor, y a dirigirse a ese fortn.

    All, en mi nombre, intimar usted al jefe que comande, la rendicin

    del fuerte y de la plaza en el trmino de dos horas, y sin condiciones.

    Si acepta, puede usted ofrecer la garanta de la vida para todos; en

    caso contrario, l ser responsable de las consecuencias.

    Talavera parti con su bandera blanca y su tambor, y como no

    mediaba gran distancia entre la meseta de las Piedras Altas, enque se hallaba formado el pequeo ejrcito insurgente, y la empi-

    nada cumbre del fortn, pronto lleg al pie de esta ltima, y all

    toc parlamento.

    Coso no quiso que se introdujera al parlamentario a la lnea

    realista, sino que sali a caballo, acompaado del comandante Ga-

    rrote, baj rpidamente la quebrada cuesta de la colina y se acerca Talavera.

    Luego que hubo escuchado la intimacin, contest, irguindo-

    se, con una expresin marcada de altanera y desprecio:

    Puede usted contestar al jefe que lo enva, que los soldados

    fieles del rey, como yo, no quieren plticas con los rebeldes, y que

    es ridculo hacer intimaciones con una chusma como la que est

    ah, a una plaza que tiene fuerza regular y tres veces mayor. sa esmi respuesta; y no vuelva usted a presentarse con bandera de par-

    lamento, porque no ser respetada.

    Coso y Garrote se volvieron al fuerte, sin saludar siquiera al

    parlamentario, que regres iracundo a incorporarse a Morelos, a

    quien comunic la desdeosa respuesta de Coso.

    Ah!, conque es ridculo intimarles rendicin con esta chus-

    ma? dijo Morelos sonriendo. Pues todo ese ridculo se les va avenir encima cuando les hayamos tomado la plaza que tiene una

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    IGNACIOMANUELALTAMIRANO

    fuerza regular y tres veces mayor. Me gusta la fanfarronada en el

    enemigo, porque es como salsa que hace ms apetitoso el triunfo.

    Vamos, amigo Talavera, deje usted la bandera blanca, y empue lalanza, que ya es tiempo, y que Dios nos proteja!

    Entonces, dadas las ltimas rdenes, Morelos, que estaba a pie,

    mont en su caballo de batalla, un hermoso caballo negro de la

    hacienda de los Bravos, y que el caudillo refrenaba con destreza.

    Morelos, aunque grueso, era un gran jinete, y en aquel brioso

    corcel, y envuelto en su poncho blanco atado al cuello con una

    cadenilla de oro, pareca verdaderamente majestuoso y terrible.Sus soldados fijaban en l los ojos con idolatra. Don Leonardo y

    don Nicols Bravo, el bizarro Talavera, un grupo de valientes lo

    rodeaba.

    Entonces hizo una sea y tambores tocaron el paso de ataque;

    la bandera negra, la bandera terrible, se despleg a su lado; los

    Galeanas se pusieron en movimiento a la cabeza de sus columnasy en direccin al fortn, en silencio y a paso veloz.

    Como viese don Leonardo Bravo que Morelos se dispona a

    combatir en persona, se acerc a l con solicitud y le dijo:

    Seor, usted no debe exponerse as, como un soldado. Para

    eso estamos aqu nosotros. Usted debe disponer y nosotros ejecu-

    tar. Ruego a usted, en nombre de todos, que no se exponga.

    Amigo Bravo respondi con firmeza Morelos. Hay casos enque toda la tctica consiste en el arrojo y en que la orden del gene-

    ral debe ser el ejemplo. ste es uno de ellos. El enemigo tiene su

    fortn, su plaza, su artillera y mil seiscientos hombres. Nosotros

    no somos ms que seiscientos, y sin artillera. Slo el arrojo puede

    triplicar nuestras fuerzas y hacernos superiores. Lo que vamos a

    hacer es casi un milagro, pero de l depende nuestra suerte futura.

    Es preciso, pues, que demos el ejemplo, y al vernos, todos sernmejores.

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    TEXTOSESCOGIDOS

    Diciendo esto, desenvain el sable, y gritando: Ahora noso-

    tros!, se lanz a galope al frente de su columna sobre la lnea de

    batalla realista.Aquello fue obra de un momento, pero de un momento terri-

    ble. Los Bravos y sus valientes chilpancingueos, que combatan

    por la segunda vez, queriendo rivalizar de nuevo en arrojo con los

    Galeanas, y en esta accin ms empeada que la de Chichihualco,

    se lanzaron como leones y siguiendo el ejemplo de Morelos, sobre

    la infantera de los colorados y de los milicianos, que fue deshecha

    en algunos minutos, rindindose prisioneros los que no murieron,o refugindose en el fuerte con Coso, que se bati desesperada-

    mente, pero que, como los dems, puso su salvacin en la fuga.

    Los Lanceros de Veracruz y los guerrilleros de don Juan Chiquito

    fueron ms obstinados y resistieron ms largo tiempo; pero los cien

    jinetes de don Vctor y don Miguel Bravo, semejantes a los paladi-

    nes de la Edad Media, se abalanzaron hacia ellos sin disparar untiro, se mezclaron entre sus filas y los acuchillaron sin piedad. En

    aquella confusa mezcla de caballeros, en que no se oa ms que el

    sordo rugido de los combatientes y el chasquido de los sables, fcil

    hubiera sido que los partidarios se hubiesen matado entre s, pero

    Morelos haba hecho que todos los suyos pusiesen en sus sombre-

    ros, a guisa de escarapela, una rama de encina. Adems, los solda-

    dos realistas tenan uniforme, y los guerrilleros, su vestido de pielamarilla. As es que los insurgentes no tenan uniforme, no equi-

    vocaban a sus enemigos, ni erraban golpe, derribando a su paso

    cuanto se les opona. Por fin, los pocos lanceros y guerrilleros de

    Chilapa que escaparon de la matanza, se alejaron a todo correr,

    y como pudieron, del campo de accin, y por una hondonada

    que se halla a la derecha del fortn, en cuyo fondo corre el arroyo

    de Cuauhtlapa, se dirigieron unos a la plaza, y otros a la llanura denorte de Tixtla y camino de Chilapa.

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    Entonces la pequea columna de Morelos y la de don Vctor y

    don Miguel Bravo se dirigieron al costado derecho del fortn, para

    apoyar el ataque del Regimiento de Guadalupe, que en estos mo-mentos pareca en todo su furor. El fortn, mandado por Garrote

    y defendido por trescientos hombres y cuatro piezas de grueso ca-

    libre, se vea cubierto por una densa y oscura nube de humo, sobre

    la cual se vea flotar la bandera espaola. De los parapetos de pie-

    dra y adobe del fuerte caa una lluvia de metrallas y de balas sobre

    las columnas de los Galeanas, que trepaban por la cuesta silen-

    ciosas y terribles, diezmadas a cada paso, pero sin retroceder unpalmo, conducidas por aquellos guerreros de la costa, que, como si

    hubieran sido invulnerables, seguan adelante, siempre adelante, a

    pie, con el sable desnudo y el brazo extendido hacia la fortaleza.

    Morelos, al ver esto desde el punto en que marchaba su columna,

    exclam lleno de admiracin, hablando con don Leonardo Bravo:

    Qu hombres, don Leonardo!, qu hombres!Pero van a acabar todos si no llegamos a tiempo respondi

    Bravo.

    Apenas acababa de decir estas palabras, cuando pareci envol-

    ver el fortn un cinturn de fuego, y al estallido de una descarga

    general, sucedi un silencio de muerte.

    Don Leonardo pareci angustiado. Morelos hizo alto lleno de

    confianza, y con el rostro radiante, dijo:El fortn est tomado!

    En efecto, un momento despus, la bandera espaola, que ha-

    ba flameado sobre el fortn, descenda rpidamente, y en su lugar

    se enarbolaba la bandera blanca y azul, la bandera del Regimiento

    de Guadalupe.

    Al verla, la columna de Morelos prorrumpi regocijada y llena

    de entusiasmo en un grito unnime:Viva la Independencia! Viva Morelos! Viva Galeana!

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    Morelos y sus soldados llegaron unos instantes despus al for-

    tn, y don Hermenegildo Galeana, cubierto de sangre y de plvora,

    sali de los parapetos y se adelant respetuosamente a recibir alcaudillo, llevando en las manos la bandera espaola.

    Seor le dijo, descubrindose, aqu tiene usted la bandera

    del enemigo; ah adentro tiene usted trescientos prisioneros. Coso

    y Garrote corrieron.

    Muy bien, seor Galeana contest Morelos, guarde usted

    la bandera; es un trofeo del Regimiento de Guadalupe. Ah tene-

    mos otras en la plaza aadi, sealando las que se vean perfecta-mente sobre la torre de la parroquia y en la plaza de Tixtla.

    Luego Morelos fue a examinar a los prisioneros, que desarma-

    dos y temblando se amontonaban en el glacis del fuerte, lleno de

    cadveres, y rodeados por los soldados vencedores. stos vitorea-

    ron calurosamente a su general, que los felicit por aquella hazaa

    verdaderamente extraordinaria.Pero llamando aparte a Galeana, le dijo, con cierta inquietud:

    Tantos prisioneros van a ser un estorbo para nosotros; tene-

    mos que tomar la plaza, y si dejamos aqu una custodia convenien-

    te, no nos quedan soldados para el asalto. Qu haremos? Matar-

    los no puede ser!

    Galeana reflexion un momento:

    No nos queda ms que un recurso dijo, los haremos entraren ese galern, despus de sacar las municiones que estn ah, y les

    abocaremos una pieza, encargando al oficial, que al menor movi-

    miento de ellos, haga fuego. Esto nada ms mientras dura el asalto.

    Bien pensado dijo Morelos, y sobre todo, no queda otro

    medio. Pngalo usted luego en prctica.

    Mientras que Galeana iba a ejecutar esta orden, se oy una gri-

    tera fuera de los parapetos. Era una mezcla de risotadas y de vivasen la columna de los Bravos, que haba quedado al pie del fortn.

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    Causbala el joven don Luis Pinzn, que conduca al gigante

    Martn de Acalco, bien maniatado y custodiado por cuatro coste-

    itos del Regimiento de Guadalupe.El hombrazo todava con su uniforme verde, su gran gorro de

    granadero, y atadas las manos a la espalda, pareca tan mohno y

    confuso, que daba pena verlo.

    Morelos lo mir con curiosidad y con lstima.

    Seor le dijo Pinzn, aqu est Goliat bueno y sano.

    Bravo colegial! le contest el caudillo, no crea yo que pu-

    diera usted cumplir tan bien mi orden.Me ha costado mucho trabajo, seor replic Pinzn con cier-

    to acento de queja. Adems, me he privado de hacer cosas mejo-

    res con tal de coger vivo este elefante.

    Y cmo? pregunt sonriendo Morelos.

    Ah! hemos trabajado mucho Como que estaba terrible,

    como todos los animales mansos cuando se enfurecen. Ya mero lomatbamos, porque tambin l nos acometa con su lanza. Pero

    vio correr a sus jefes, y ech a correr tambin l. Entonces pude

    manganearlo de un pie, y cay al suelo. Fue cuando estos mucha-

    chos lo amarraron antes de que pudiera levantarse. Pero, seor,

    pude haber estrenado mi caballo en otra cosa.

    Vamos dijo Morelos, fingiendo enfado, no se queje usted;

    qu cosa mejor pudo usted haber hecho? Ha cogido prisioneroal hombre ms grande del ejrcito realista y luego, dirigindo-

    se a Martn Salmern, le dijo: Le perdono a usted la vida, por-

    que es usted un fenmeno extraordinario de la naturaleza, y

    porque s que es usted un hombre pacfico, a quien han obli-

    gado los gachupines a pelear contra nosotros. Quedar usted

    libre luego que hayamos tomado la plaza; pero le prevengo, que

    si vuelvo a encontrarlo en las filas enemigas, no he de ser tanbenigno.

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    El gigante, despus de haber dado las gracias con una gran reve-

    rencia, fue puesto con los dems prisioneros en el galern del fuerte.

    Despus Morelos llam a Guerrero, que estaba tambin cubier-to de sangre, pues fue de los asaltantes del fortn, y llevndolo a un

    lugar desde donde se descubra perfectamente el panorama entero

    del valle y de la poblacin de Tixtla, pues la colina del fortn es la

    altura ms dominante y prxima al casero, comenz a preguntarle

    acerca de los puntos que importaba conocer.

    Abajo del fortn haba otra colina que no estaba dividida de la

    primera, sino por una calle estrecha y profunda. All haba unapequea capilla. Era el Calvario, hasta donde suban las procesio-

    nes en la semana Santa, por una pendiente muy inclinada, que

    descenda a la plaza y que cortaba por en medio el Barrio Alto. Las

    casas de este barrio, as como todas las de la poblacin, se vean

    tan bien, que podan distinguirse a la simple vista hasta las perso-

    nas. El atrio de la parroquia, convertido en fuerte, estaba lleno desoldados, y haba all dos piezas de a ocho. Las bocacalles laterales

    tenan otras dos. Las calles del Empedrado, la Real y la de la Esta-

    cin, que corren de norte a sur de la poblacin, estaban desiertas

    y por los callejones que comunicaban con ellas, slo se vean pasar

    rpidamente y de cuando en cuando, algunos soldados.

    Abajo y a la derecha del fortn estaba el hermoso bosque de ahue-

    huetes de la Alberca; un poco ms all, el bosque, tambin deahuehuetes, del Santuario. Al oriente, ms all del casero, y a orillas

    de un hermoso lago azul que confina con dos cerros elevados y cu-

    biertos de vegetacin, se vea una zona verde hermossima, dividida

    simtricamente, y presentando el aspecto de una alcatifa luciente y

    aterciopelada.

    Qu sembrados son sos? pregunt Morelos a Guerrero.

    Son las huertas, seor, as las llamamos en Tixtla. Son huertasde sandas y melones, muy sabrosas que se siembran en el terreno

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    hmedo que deja la laguna cuando se seca en este tiempo; y slo

    en este mes existen, porque despus viene el tiempo de aguas, y la

    laguna cubre todo ese terreno.Ahora comeremos esos melones dijo Morelos. Y aquellos

    cerros, cmo se llaman?

    El pequeito, que est al norte a orillas de la laguna, se llama

    Texcaltzin y el cerro grande que se ve detrs de la parroquia y arri-

    ba del lago, se llama Tapaxtla; la barranca roja que lo divide del

    otro, se llama Xompito, y este otro cerro que est al sur, Hueyanti-

    pan. Abajo, queda el camino para Mochitln, un pueblo muy frtilque est a cuatro leguas, y ms ac, junto al Santuario, est el ca-

    mino que va a Acapulco.

    Luego, volvindose hacia el noroeste, Guerrero seal los cerros

    por donde se distingue el camino de Chilapa, arriba de una bella y

    dilatada llanura; al norte el camino de Atliaca, que se dirige al ro

    de Mezcala, por la caada de Totoltzintla, y al nordeste el gran cerro deCoyopula, a un lado del cual haba descendido el ejrcito insurgente.

    Qu hermosa es la tierra de usted, Guerrero dijo Morelos,

    por dondequiera sembrados, arroyos, colinas verdes y montaas

    magnficas! Lstima que la poblacin sea tan chaqueta!

    S, seor, es lstima de veras contest Guerrero, pero si

    logramos convertirla, sacaremos de ella buenos soldados.4

    Vamos a verlo concluy Morelos, cerrando su anteojo y lla-mando a los Galeanas y a los Bravos.

    Son las nueve de la maana dijo, mirando su reloj. A las

    doce es preciso que la plaza est en nuestro poder.5Seor Galeana,

    usted con el Regimiento de Guadalupe penetrar por esas calles

    4Tixtla dio una valiosa aportacin de hombres a la causa insurgente y despus a la

    revolucin de Reforma y a la lucha contra el Imperio. [N. del ed.]5A las 12 estaremos comiendo en Tixtla, se dice que fue la famosa frase pronuncia-

    da por Morelos. [N. del ed.]

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    TEXTOSESCOGIDOS

    dijo, sealando las que se llaman del Empedrado y Real. El ca-

    pitn Guerrero, con una compaa, tomar por aquella que se lla-

    ma de la Estacin, y atacar la retaguardia de la parroquia. Losseores don Miguel y don Vctor Bravo atacarn por la parte nor-

    te, y don Leonardo y yo tomaremos por nuestra cuenta la plaza, y

    bajaremos por el costado izquierdo de esta colina. Pero para prepa-

    rar nuestro ataque, empezaremos por caonear la plaza, y ya que

    tenemos piezas de batir, las aprovecharemos.

    Los jefes fueron a disponer su