Domingo 27 de Noviembre de 2016

Este domingo iniciamos el adviento. Que es en rigor el primer domingo después que el Papa Francisco ha clausurado el Año de la Misericordia. Por tanto, este adviento es claramente diferente a otros años. Ya que en palabras del Papa, si bien es cierto se ha cerrado la puerta del Año Jubilar de la Misericordia, no estamos llamados a cerrarle nuestro corazón a la acción misericordiosa del Señor. El Santo Padre nos ha invitado a poder vivir ahora, como actitud permanente, la Misericordia Encarnada a nivel personal y comunitaria, haciendo presente con nuestro testimonio el Amor misericordioso del Padre. En este contexto llega el adviento en este nuevo año litúrgico, más aún, cuando pudiera parecer que en el mundo hay voces de alerta, de peligro o de incertidumbre, hoy encendemos con esperanza la primera y necesaria flama de la fe, expresada en este signo que hacemos al encender la primera vela de nuestra corona de adviento. Con ello renovamos la esperanza y la confianza. Dios no se muda, Dios no se esconde, Dios sigue actuando en nuestra vida y en la vida del mundo, provocando lo que sea necesario para que cada uno de nosotros se convierta y vuelva a tener a Dios como centro y eje de la existencia. En este sentido se equivocan y se seguirán equivocamos todos aquellos que pretendan

construir una vida sin Dios, excluyendo igualmente al prójimo del cotidiano vivir. Esto porque la presencia de Dios sigue siendo real, y, precisamente, lo que afirma este tiempo litúrgico es la certeza de la presencia de Dios en nuestra historia. Dios es fiel. Por este motivo y para

Primer Domingo de Adviento

Que este Adviento inaugure en nosotros un itinerario de fe, que podamos iniciar una preparación seria a la venida del Señor.

HOY ENCENDEMOS UNA LUZ DE ESPERANZA

Ante los desafíos que nos presenta el mundo actual, desde la fe, podemos aguardar la renovación de todo cuanto existe.

Domingo 27 de Noviembre de 2016

evitar todo olvido nuestra Iglesia nos presenta este tiempo litúrgico con una doble función: recordarle a todos los cristianos que Dios sigue estando presente, de manera activa y constante. Y, por otro lado, recordarnos que nuestra vida está llamada a ser consecuente con esta buena noticia. Un cristiano, más que nunca, está llamado a estar vigilante, ya que en el horizonte de nuestro diario vivir podemos estar experimentando situaciones que son merecedoras de cuidado y atención. Un cristiano vive, en este sentido, una constante tensión. Por un lado, vive en este mundo, pero no se acomoda a las realidades mundanas, ni menos se beneficia egoístamente, manipulando la justicia a su favor. Hay una razón cierta: el Señor no tardará en volver. Dios no se ha ido, pero es más, Cristo el Señor vendrá nuevamente. Y pagará a cada uno según sus obras. Por ello es que el cristiano vive cada día como el último, porque sabe que en cualquier minuto Dios me puede llamar a su presencia y tendremos que responder por cada acción realizada. La liturgia de la Iglesia nos señala este domingo que esta tensión la experimentó anteriormente el Pueblo de Israel, Isaías, en la PRIMERA LECTURA nos habla de esto, refiriendo al final de los tiempos, a la realidad de un futuro próximo donde de Sion saldrá una enseñanza que alimentará a toda la humanidad. Esto se cumple plenamente en la persona De Jesucristo. Por otro lado, el EVANGELIO nos habla de la irrupción del plan divino en medio de las realidades cotidianas. Dios acontece potentemente y para reconocer su presencia, estamos llamados a tener una constante actitud y tensión de espera. Dios en cualquier momento puede acontecer en nuestra vida. Por último, LA SEGUNDA LECTURA nos invita a trabajar una muy especial actitud, revestirnos de las armas de la luz para sacudirnos el sueño que embota el alma y le quita el anhelo de seguir al Señor y esperarlo con agrado. Y nos invita a prevenir cualquier exceso que nos aparte de la voluntad de Dios.

CONCLUSIÓN: En este primer domingo de adviento, la Iglesia nos invita a poner por obra la añoranza de la presencia cierta del Señor, con una actitud fundamental de alerta. Cuidado que no seamos capaces de reconocer al Señor en los acontecimientos presentes, y caigamos en el error de pensar que a Dios no existe, o peor, que no lo le interesamos; y que, por tanto, cada uno puede hacer lo que se le antoje. Creer que él permanece y que más encima va a venir nuevamente supone una forma de vida, la cual no pasa por ser un vividor, o ser una persona superficial (light), no. Supone estar constantemente en guardia, ya que tenemos la certeza absoluta que necesitamos construir nuestra vida sobre la roca firme, que es Cristo el Señor, ayer, hoy y siempre.

Primer Domingo de Adviento

El tiempo es donde se verifica nuestras

opciones fundamentales, donde

podemos empíricamente dar

testimonio de fidelidad