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HOMENAJES HOMENAJE AL ALMIRANTE ISAAC FRANCISCO ROJAS Acto realizado ante el busto del Almirante Isaac Francisco Rojas, en el Panteón del Centro Naval del cementario de la Chacarita, el 14 de abril de 1998

HOMENAJE AL ALMIRANTE ISAAC FRANCISCO ROJAS · Homenaje Permanente al Almirante Isaac F. Rojas", amigos del señor Almirante: La Comisión de Homenaje que tengo el honor de presidir-y

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Page 1: HOMENAJE AL ALMIRANTE ISAAC FRANCISCO ROJAS · Homenaje Permanente al Almirante Isaac F. Rojas", amigos del señor Almirante: La Comisión de Homenaje que tengo el honor de presidir-y

HOMENAJES

HOMENAJE ALALMIRANTE ISAAC FRANCISCO ROJAS

Acto realizado ante el busto del Almirante Isaac Francisco

Rojas, en el Panteón del Centro Naval del cementario de laChacarita, el 14 de abril de 1998

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Palabras del académico Almte. Carlos A. Sánchez Sañudo

Señores académicos, miembros de la "Comisión deHomenaje Permanente al Almirante Isaac F. Rojas", amigos delseñor Almirante:

La Comisiónde Homenaje que tengo el honor de presidir-y cuyos Vicepresidentes son los doctores Horacio A. GarcíaBelsunce, Alberto Benegas Lynch, Diego J. Ibarbia y el almiranteJorge 1. Palma- ha considerado oportuno realizar este actorecordatorio,en el que el Padre Daniel Armando Zaffaroni rezaráun responso y luego el académico doctor Alberto RodríguezVarela hablará en nuestro nombre. Pero antes, séame permitidopronunciar muy breves palabras acerca de quien fue mi superioren nuestra carrera, y mi amigo durante gran parte de nuestra vida.

Fue sin duda un gran hombre, un brillante oficial deMarina que tuvo el raro privilegio de ejercer el Comando de laMarina de Guerra en Operaciones,y luego, terminada la luchaarmada, ocupó el cargo de Comandante de Operaciones Navalesy Vicepresidente de la Nación en un gobierno que se autotitulómodestamente "provisional". Por ello ha dejado una estela que haguiado por muchos años el pensamiento de sucesivaspromociones de Oficiales de la Armada.

El Almirante fue un hombre de excepción en tiempos deexcepcional gravedad. Fue y es un verdadero ejemplo en unasociedad sedienta de grandes ejemplos, los cuales no abundan,precisamente. Con sus virtudes y sus talentos es una luz

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inextinguibleque marcó el camino de la dignidad y el decoro paramuchos argentinos, aun en tiempos de peligrosa arnnesia.

A continuación pedimos al Padre Zaffaroni tenga a bienrezar el responso, y luego al doctor Rodríguez Varela lesolicitamos quiera hacer uso de la palabra.

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Palabras del académico Dr. Alberto Rodríguez Varela

Los aquí reunidos hemos vivido intensamente los últimoscincuenta años. Sería, por ello, superfluo recordar episodiosfijados para siempre en nuestras retinas. Hemos presenciado elderrumbe argentino, bajo el influjo de ideas que llevaron a lacatástrofe a los países derrotados en la segunda guerra mundial;tenemos muy vivas en nuestro recuerdo las jornadas de junio yseptiembre de 1955; presenciamos con tristeza y asombro losespasmos de nuestra vida institucional; subimos varias veces lamontaña de la esperanza y bajamos otras tantas al valle de losfracasos.Nos ha dolido siempre la Patria, la tradición republicanavapuleada, el manoseo de la Constitución histórica, la decadenciade las instituciones, la corrupción extendida, en fin, el olvido, elmenosprecio o aun la traición a los grandes ideales de loshombres que forjaron la emancipación y la organizaciónconstitucional. Por todo eso estamos aquí, aunque seamos pocos,porque compartimos convicciones a las que no estamosdispuestos a renunciar y que no queremos olvidar ni disimular.

Mis palabras, sin embargo, no tienen el sentido de unreclamo, ni mucho menos el de un ajuste de cuentas. A esta alturade mi vida, y frente a realidades que no puedo desconocer nimodificar, prefiero dejar que el Señor se expida con sabiduríainfinita cuando le llegue el momento de juzgamos. Tal vezpuedan vislumbrar un anticipo de ese juicio definitivo loshistoriadores de los próximos siglos, si es que están encondiciones de pronunciarse con objetividad.

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Lo que sí me atrevo a proclamar en esta fecha, seguro deque no seré desmentido por quienes escriban la Historia, es queen las últimas décadas hemos tenido entre nosotros un hombre

singular, a quien muchos contemporáneos no supieron valorar niescuchar; que no se envanecióen la victoria ni se doblegó ante laadversidad; y que observó siempre una conducta cívicaverdaderamente ejemplar.

Estoy mencionando al Almirante Isaac Francisco Rojas,ante cuyo bronce hoy nos congregamos, para conmemorar sutránsito por este mundo, que recorrió por una senda siemprerectilínea.

No voy a recordar su hora más gloriosa que, más allá delos falsificadores de la Historia, se encuentra definitivamenteincorporada a los grandes fastos nacionales. Quiero referirme, encambio, al hombre que tuve el privilegio de tratar a lo largo devarias décadas, y que me brindó el regalo de su generosa amistad.

En esta breve evocación me referiré, en especial, a dosaspectos de su rica personalidad. En primer lugar, quiero recordarsu coraje sin límites. Fue esta una condición que le reconocierontodos, incluso sus adversarios, y que emergía de su solapresencia, como un resplandor inconfundible. Porque Rojas era,por sobre todo, un hombre valiente. Su personalidad se habíafraguado en la forja de los héroes, de aquéllos que no retrocedenante el peligro ni se inclinan frente a los poderosos.

La fortaleza es una virtud cardinal sin la cual es imposible

ejercer el mando y cuya ausencia esteriliza todas las demásvirtudes cívicas. No niego que el temor es connatural a lanaturaleza humana y que quienes nunca lo han experimentado noson valientes sino temerarios. La virtud de la fortaleza se

adquiere en la primera etapa de la vida, haciendo prevalecer eldeber sobre cualquier escapismo. Y nuestro Almirante habíaasumido desde muy joven la conciencia plena de que siempredebía afrontar los riesgos y mirar de frente al peligro. Esaconciencia, aceptada como un imperativo moral, formaba parte,de manera indivisible, de su modo de ser. No concebía, noimaginaba otra reacción en los momentos críticos, ni ante lasdiarias contingenciasde la vida.

Recuerdo que cuando le preguntaba sobre lo queexperimentaba en los momentos decisivos en los que se enfrentó

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cara a cara con la muerte y adoptó decisiones categóricas, que noadmitían ningún ulterior retroceso, me respondía que en talesencrucijadas de la vida se sentía invadido por una extraña calmaque le movía a despreciar los riesgos y a cumplir con sus deberesa cualquier precio.

Fue un hombre de coraje no sólo en los grandes episodiosnacionales que todos recordamos sino también en los pequeños,en los cotidianos, como cuando debió asumir su condición devíctima potencial de las hordas asesinas que durante una décadaasolaron nuestra Patria. Lo he visto en 1972 negarse a esperaruna razonable protección policial y salir tranquilo, mirando defrente al grupo de activistas que lo observaba paralizado yenmudecido ante su inesperada presencia, y que instantes antesgolpeaban amenazantes la puerta asegurándole que le mataríanigual que al Teniente General Aramburu. Recuerdo mi inquietud,como Decano de la Facultad de Derecho y, en cierto modo, comoresponsable de su seguridad, para que cruzáramos con prisa ellargo patio de pasos perdidos y llegáramos cuanto antes a la Salade Profesores, y la sonrisa con la que me indicó que no teníaapuro ninguno y que, por tanto, era mejor caminardespaciosamente.

La misma serenidad exteriorizó cuando algunoscontingentes extremistaso paraguerrillerosse dirigieron a su casael 25 de mayo de 1973. Bajó de inmediato y se puso en laprimera línea de fuego porque no podía consentir que otros searriesgaran sin participar él, como siempre, del peligro.

Los oficiales de la Armada que se encuentran aquípresentes y que lo secundaron en tiempos gloriosos y en horasdifíciles, lo saben perfectamente:Rojas no le tenía miedo a nadie.y esto es bueno decido en los días en que vivimos, en los queobservamos una crisis de coraje que nos carga de pesimismo,desde la perspectiva institucional, en cuanto al futuro de laRepública.

Las grandes epopeyas de nuestra historia, la guerra de laemancipación, las luchasciviles que precedierona la organizaciónconstitucional de la República, fueron todas expresión de valentíapor parte de los sectores enfrentados. El coraje formaba parte denuestra idiosincrasia. Todos preferían una muerte digna antes queuna vida descalificadapor la cobardía. Ahora, en cambio, vemos

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con dolor que predominan el oportunismo, la obsecuencia, lasagachadas, el mirar para otro lado, el no arriesgar posiciones, elcallar cuando se debe hablar, y esto por parte de quienes nodeberían silenciar su testimonio veraz por fidelidad a su cargo, asu función, o a las instituciones que representan. Impulsada poresta deserción temerosa, la mentira se expande y penetra inclusopor los canales educativos, contribuyendo a distorsionar laHistoria y a confundir a quienes deban escribirla en el próximosiglo.

El contraste entre Rojas y los grandes "veletas" denuestro tiempo, movidos sólo por el viento de sus pequeñasambiciones, medrosos y oportunistas, es verdaderamentenotable. Porque el Almirante no tuvo ambiciones bastardas, viviósus años de retiro sólo por el bien de su Patria, elevando su vozsiempre en defensa de la verdad, el honor, las instituciones y lagenuina libertad de los argentinos. Nunca calló por miedo ni porcálculo mezquino. Es importante proclamarlo hoy cuando eltemor amordaza a tantos medrosos y pusilánimes.

Al finalizar el discurso que pronunció el 16de septiembrede 1987, para evocar la Revolución Libertadora, citó un viejoadagio alemán que, en cierto modo, fue el lema de su vida:"dineroperdido, nada perdido; honor perdido, mucho perdido;corajeperdido, todoperdido".

La segunda virtud de nuestro Almirante, que quiero hoyponer en relieve, es su impresionante austeridad republicana. Ydigo "impresionante" porque es una virtud que entre nosotros seencuentra en vías de extinción. Fue, sin embargo, la virtudesencial de los hombres de Mayo, de San Martín y Belgrano,dequienes ofrendaron sus vidas y sus haciendas en las guerrasciviles, de los proscritos que desde países hermanos prepararonla aurora de Caseros, de Mitre y Alsina, de Sarmiento y Estrada.En fin, de todos los próceres que dieron prioridad a la Repúblicapor sobre cualquier interés mezquino. Vivieron y murieronpobremente, austeramente. El servicio de la República no admitíaotro enfoque. La función pública empobrecía y no era unaoportunidad para enriquecerseni hacer negocios.

Rojas estaba hecho con la madera de estos próceres. Viviósiempre en la modesta casa que muchos conocimos, cuyainterioridad revelaba sin alardes pero con elocuencia la austeridad

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de su ocupante. Recuerdo que en una oportunidad,encontrándose enfenno, me pidió que subiera a su donnitorio.Fue como penetrar a la celda de un monje cartujo. Y en el lechode modesta madera tuve el privilegio de ver y asistir a uno de loshombres más grandes de nuestro tiempo.

Rojas dejó el poder el 10 de mayo de 1958. Desdeentonces, hasta su tránsito a la eternidad, transcurrieron 36 años.Pudo haber dado vuelta la página e incursionar en actividadesciviles o comerciales, como lo han hecho muchos después deretirarse del gobierno. No procedió así. Fue fiel a su estrella quele indicaba que todas sus energías debían estar al servicio de suPatria. No fue un desocupado. Por el contrario. El tiempo no lealcanzaba para prodigarse en múltiples temas de interés público.Le preocupaban la vigencia efectiva de la Constitución histórica,la defensa nacional, los intereses argentinos en la Cuenca delPlata, el problema del Beagle, la guerra civil argentina,el conflictode Malvinas, y muchos otros asuntos de interés público. Fuerontodos temas que lo apasionaron, que lo movieron a pronunciardiscursos, a escribir libros, folletos y artículos, y a darpúblicamente su testimonio, siempre apuntando al bien de laRepública.

Nunca se propuso obtener ninguna canonjía que atenuarasu pobreza y compensara con algún beneficio personal su celoinfatigablepor el bien de su Patria. Pennaneció en el llano, comoun vigía, entristecido por nuestra decadencia institucional perosin dejar de luchar con todas sus energías espirituales. Era elalmirante por antonomasia y se había desempeñado comoVicepresidente de la Nación. Estos cargos cerraron su cursushonorum. Pero no lo apartaron del servicio público. Por elcontrario, a lo largo de 36 años desarrolló un formidablemagisteriocívico, con una autoridad moral que nadie, ni siquierasus enemigos, le podían negar.

Señoras y Señores: Rojas tenía una fuente de energíaespiritual que lo nutrió a lo largo de su vida y que le dio sentidopleno a su parábola vital. Era un hombre de Fe. Sabía que deDios venimos y a Él nos encaminamos.Para seguiral Señor cargósus cruces sin una queja, con su vista puesta en la metadefinitiva, sin claudicarjamás. No se encorvó ante los poderes deturno; fue humilde en su grandeza; supo alternar con hombres de

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quienes se encontraba distante en muchos temas opinables, paracoincidir con ellos en cuestiones de interés nacional; tuvo firmezaen sus convicciones pero no fue sectario ni rencoroso; amó conternura a su mujer, a sus hijos y a sus nietos; fue un defensorinfatigablede la libertad y la justicia; y repudió el totalitarismoen todas sus expresiones. Formado profesionalmente para laguerra, nos demostró con gestos concretos que en definitiva eraun hombre de paz.

Sus restos no están en esta necrópolis porque quiso quequedaran en el mar argentino, al que dedicó amores y desvelos.Al recordarlo, no lo busquemos entre los muertos. Porque elAlmirante Rojas vive en el Señor y también en nosotros, quetenemos el honor de consideramos sus albaceas espirituales y deguardar con unción fidelidada su memoria.

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