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Monólogo interior Veo a través de mi balcón a la inmensa luna que ilumina mi habitación a oscuras. Deseo volver a México. Muchas veces me he imaginado cruzando el mar sobre el lomo de una gran tortuga. Pero esa no es la solución. Mi padre aún sigue perturbado por la muerte de mi madre. Aquel hombre fuerte y moreno ahora parece desmoronarse. Recuerdo perfectamente ese día fatídico… El mercado. Un grito a lo lejos. Mientras una jícama rodaba por mis manos vi como mi madre saltaba de la torre para terminar tendida en la plaza mientras el Sol la envolvía en su cálido abrazo. Memorias, México está lleno de memorias. Flash back Algodón, algodón y más algodón, pensaba aquel joven negro apartado en la última hectárea de aquellos campos sembrados de suaves copos de nieve. Desde hacía dos años que lo habían enviado allí después de haber sido apartado de sus hermanas. Pasaba sus días llenando canasta y canastas de aquellas esponjosas bolas blancas. Aquél día el cielo estaba despejado, el clima era bueno. El joven sostenía entre sus manos un racimo de algodones casi con dulzura. -Mira hermano, encontré un pequeño conejito, tómalo. Iré a buscarle un poco de agua. -¡EH! ¡Tomás! Deja ya de acariciar esas bolas de algodón y ocúpate de llenar esos canastos. No querrás dormir de nuevo con los cerdos ¿o sí? -Lo siento señor. -Bien así, sigue trabajando. El capataz a pesar de ser un hombre fuerte y recio no era tan bestia como la mayoría de los hombres blancos.

Historias cortas: Monólogo Interior - Flash Back

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Par de historias cortas escritas con las técnicas narrativas de Monólogo interior y Flash Back para un trabajo escolar.Útiles para darse un idea de dichas técnicas.

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Page 1: Historias cortas: Monólogo Interior - Flash Back

Monólogo interior

Veo a través de mi balcón a la inmensa luna que ilumina mi habitación a oscuras. Deseo volver a México. Muchas veces me he imaginado cruzando el mar sobre el lomo de una gran tortuga. Pero esa no es la solución.Mi padre aún sigue perturbado por la muerte de mi madre. Aquel hombre fuerte y moreno ahora parece desmoronarse.

Recuerdo perfectamente ese día fatídico… El mercado. Un grito a lo lejos. Mientras una jícama rodaba por mis manos vi como mi madre saltaba de la torre para terminar tendida en la plaza mientras el Sol la envolvía en su cálido abrazo.

Memorias, México está lleno de memorias.

Flash back

Algodón, algodón y más algodón, pensaba aquel joven negro apartado en la última hectárea de aquellos campos sembrados de suaves copos de nieve. Desde hacía dos años que lo habían enviado allí después de haber sido apartado de sus hermanas. Pasaba sus días llenando canasta y canastas de aquellas esponjosas bolas blancas.

Aquél día el cielo estaba despejado, el clima era bueno.El joven sostenía entre sus manos un racimo de algodones casi con dulzura.

-Mira hermano, encontré un pequeño conejito, tómalo. Iré a buscarle un poco de agua.

-¡EH! ¡Tomás! Deja ya de acariciar esas bolas de algodón y ocúpate de llenar esos canastos. No querrás dormir de nuevo con los cerdos ¿o sí?-Lo siento señor.-Bien así, sigue trabajando.

El capataz a pesar de ser un hombre fuerte y recio no era tan bestia como la mayoría de los hombres blancos. Tomás lo miraba alejarse en su caballo rumbo a las cuadras mientras se proponía continuar con su trabajo.

Pasaron unas horas cuando de pronto algo llamó su atención. Cerca de donde comenzaba su área de trabajo apareció una mujer blanca que corría con dificultad entre los campos apretando contra su cuerpo un pequeño bulto. Estaba ya a solo unos metros de Tomás y éste no podía dejar de mirarla con asombro. La mujer siguió acercándose a él más y más con desesperación. Cuando hubo estado a solo unos pasos del joven se detuvo. Lo miró angustiosamente un momento y le entregó en brazos la carga que llevaba.

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-No dejes que nada le pase.- dijo la mujer llorando mientras Tomás sujetaba al bulto totalmente confundido. Habiendo dicho esto se alejó con la misma rapidez con la que había llegado.-¡Oye! ¡Espera!.-gritó el joven. Tomás la observo perderse en los campos tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir. Miró al bulto, estaba envuelto en mantas, las separó cuidadosamente para descubrir lo que jamás se hubiera esperado. Una niña de apenas unos meses yacía dormida en sus brazos. Miró asustado a su alrededor pero no había nadie. Se encontraba totalmente solo.

Se apresuró a colocarla en el canasto sobre la suave cama de algodón.-Al menos todo esto servirá de algo.- dijo Tomás para sí mientras se apresuraba a terminar de llenar sus demás canastos al mismo tiempo que pensaba angustiado la forma en la ocultaría a la niña de los capataces. No podía abandonarla.

-¡Tomás! No, por favor no te vayas. No nos dejes solas...-

No permitiría una vez más que alguien lo separara de aquellos que necesitaban su ayuda. En ese momento esa pequeña niña dependía de él. Pero, ¿quién era esa extraña mujer que había tenido extrema necesidad de abandonar a su hija a un hombre negro que le era completamente extraño?

El sol estaba a punto de ocultarse por el horizonte. Ya casi era la hora de volver al almacén. La pequeña había despertado pero para el asombro de Tomás ésta no había llorado al verle. Se había quedado tranquila y entretenida jugando con las bolitas del algodón que la rodeaban mientras Tomás la miraba sonriente. Era una niña realmente bella. Ya tenía planeado lo que haría para pasar a los hombres blancos sin levantar sospechas, era algo simple pero esperaba que funcionara.

Vació uno de los canastos dejando una capa de algodón al fondo, luego colocó a la niña sobre la capa recién puesta y después la cubrió con el algodón restante hasta volver a llenar el canasto. Tenía miedo de que se ahogara por lo que trató de no presionar los algodones para que quedaran lo suficiente mente espaciados para que dejaran pasar el aire. Levantó el canasto, estaba bastante más pesado lo normal. Tendría que cuidar no hacer ninguna expresión de esfuerzo para no delatarse.No quería ni imaginarse lo que le harían al encontrar a una niña blanca con un hombre negro. Era de los mayores delitos.

El ocaso había llegado. Una carreta jalada por un par de caballos se acercó a su área para recoger los canastos de algodón.

-Buenas noches Tomás, ha sido una larga tarde, ¿cierto?- dijo amablemente un señor anciano que llevaba en los campos casi medio siglo. Su nombre era Simón.-Buenas noches señor Simón, lo ha sido pero prefiero no quejarme demasiado.

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El roce suave de una mano sobre sus cabellos. -No debes quejarte mucho Tomás, es mejor agradecer lo se tiene y encontrarle la parte buena a cada situación hijo mío.-

Amaba a esa mujer.

-¿No subirás todos los canastos?- preguntó extrañado el anciano.

-No, prefiero llevarme este. No quiero sentir que no hago nada mientras usted se los lleva todos.-dijo Tomás.

-Está bien muchacho.-rió Simón y echó a andar a los caballos.

Dentro del canasto que llevaba Tomás un pequeño gemido rompió el silencio que acompañaba a ambos hombres. Simón detuvo a los caballos.

-¿Qué fue ese ruido?

-¿Qué ruido?- preguntó nervioso el joven.

-Ese que vino de tu lado del camino.

Tomás sentía que el sudor comenzaba a brotar por su frente.

-Seguramente fue uno de esos animales del campo. Abundan en estas áreas.- dijo Tomás apresuradamente.

-Mmm tienes razón chico. Ya estoy viejo, comienzo a olvidar las cosas.-aceptó el viejo mientras Tomás soltaba un suspiro de alivio.

Estaban llegando al almacén. Solo estaba ahí un hombre blanco que se divertía gritándoles a todos los demás. Un tal Richmond, ese era un hombre realmente detestable.

Pasaron justo frente a él. Tomás oraba porque no los notara entre los demás campesinos que llegaban a vaciar sus canastos.

-Hey tú, no trates de esconderte basura. Ve y ayuda a tu anciano abuelo a dejar estas cosas.- dijo al punto que hacía un ademán de tirarle el canasto que Tomás llevaba.

Detrás de él, un hombre se tropezó con una rama cayendo y regando por el suelo de tierra cientos de algodones. Richmond se volteo con violencia para lanzarle una serie de berridos e insultos al hombre tirado en el suelo. Aprovechando la situación Tomás corrió para meter su canasto al fondo del almacén, estaba bastante preocupado. Después del gemido que había salido del canasto durante el camino todo se había quedado completamente inmóvil dentro de éste. Temía lo peor.

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Llegó a una sección donde nadie podía verlo y ahí comenzó a vaciar el canasto angustiosamente. La pequeña tenía los ojos cerrados. Estaba dormida.

Para Tomás fue como haber encontrado un tesoro al ver que solo estaba dormida. Con mucho cuidado la sacó de su escondite y la acostó sobre toda una reja repleta de algodones asegurándose de que estuviera cómoda y oculta a la vista. La miró durante unos minutos contemplando su belleza y fragilidad.

-Mamá, ¿ella es mi nueva hermanita?

-Así es hijo.-

-Es hermosa.

Hasta que se alejó de ahí.

Iría a los comedores y escondería todo lo que pudiera para tratar de alimentar a la niña. No sería nada fácil.

Mientras caminaba Tomás sabía que acababa de cometer lo que para todo hombre negro sería el peor error de su vida. Pero por alguna razón no le importaba.

Desde aquél momento nada volvería a ser igual.