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INTRODUCCIÓN Esta asignatura tiene su antecedente inmediato en El conocimiento histórico I. Finalidades y características, materia en la cual el estudiante normalista debió haber comprendido que el conocimiento histórico se construye mediante aproximaciones sucesivas, que está sujeto a polémica y a reelaboración según aparecen nuevas necesidades, intereses y nuevas fuentes y recursos para la investigación. El conocimiento histórico II, encamina su propósito fundamental hacia que el normalista analice en la primera parte del curso la diversificación de los objetos y métodos de estudio para la construcción de la historia. En la segunda parte del curso se pretende que el estudiante lleve a la práctica, al terreno de lo concreto, lo que teóricamente haya aprendido hasta aquí con los cursos de la especialidad. Para ello lo idóneo es que el normalista elabore su propia historia (microhistoria) a través de la investigación más profunda de su árbol genealógico y que construya o reconstruya con la ayuda de técnicas de investigación un hecho histórico de su comunidad. Este curso tiene como antecedente la asignatura Introducción a la Enseñanza de la Historia, segundo semestre, y tiene estrecha relación con la Enseñanza de la Historia I. Enfoque didáctico, del tercer semestre además es la continuidad de la materia señalada en los primeros renglones de esta introducción. Por lo tanto conviene que los profesores de la escuela normal conozcan los programas de estos cursos, de esta manera podrán conocer los temas afines y adecuar la enseñanza a las necesidades de sus alumnos. ORGANIZACIÓN DE LOS CONTENIDOS Los contenidos del curso se organizan en dos bloques temáticos, cada uno de ellos incluye los propósitos específicos, los temas, la bibliografía básica y complementaria, así como las propuestas de actividades que pueden contribuir al logro de los propósitos del curso. Conviene que para tener una idea general de lo que se espera obtener al final al final del semestre se revisen y comenten los propósitos del curso, la estructura del programa y el contenido de los materiales de apoyo para el estudio. Antes de iniciar el estudio de los temas específicos del programa se sugiere realizar algunas actividades para promover el interés de los alumnos y conocer sus ideas previas acerca de los temas que serán motivo de estudio, de esta manera el profesor de la escuela normal podrá advertir en cuáles aspectos deberá poner mayor atención para que los alumnos logren los propósitos generales de esta asignatura. Los temas del bloque I, “Historiografía moderna y contemporánea: tendencias de cambio”, tienen la finalidad de que los estudiantes reflexionen acerca de los cambios fundamentales de la historia de los acontecimientos a la historia de la sociedad. Se pretende también que el estudiante elabore una explicación de cómo a través del tiempo han variado el objeto y el método de estudio para explicar la historia, hasta llegar a la actualidad, en donde los aspectos de la vida privada, las mentalidades y la cultura popular ocupan un lugar preponderante. Los temas del bloque II, “La elaboración del conocimiento histórico” tienen el propósito de que los estudiantes construyan su propia historia por medio de diferentes actividades, tal como una búsqueda a profundidad de su árbol genealógico, así como la investigación sustentada en técnicas científicas de un hecho histórico que considere trascendente ocurrido en su comunidad, en donde se plantee un problema, haga uso de diferentes fuentes e interprete información. SUGERENCIAS DIDÁCTICAS En este apartado se presentan sugerencias para el tratamiento de los contenidos, así como estrategias y actividades que contribuyen al logro de los propósitos generales del curso.

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INTRODUCCIÓN Esta asignatura tiene su antecedente inmediato en El conocimiento histórico I. Finalidades y características, materia en la cual el estudiante normalista debió haber comprendido que el conocimiento histórico se construye mediante aproximaciones sucesivas, que está sujeto a polémica y a reelaboración según aparecen nuevas necesidades, intereses y nuevas fuentes y recursos para la investigación. El conocimiento histórico II, encamina su propósito fundamental hacia que el normalista analice en la primera parte del curso la diversificación de los objetos y métodos de estudio para la construcción de la historia. En la segunda parte del curso se pretende que el estudiante lleve a la práctica, al terreno de lo concreto, lo que teóricamente haya aprendido hasta aquí con los cursos de la especialidad. Para ello lo idóneo es que el normalista elabore su propia historia (microhistoria) a través de la investigación más profunda de su árbol genealógico y que construya o reconstruya con la ayuda de técnicas de investigación un hecho histórico de su comunidad. Este curso tiene como antecedente la asignatura Introducción a la Enseñanza de la Historia, segundo semestre, y tiene estrecha relación con la Enseñanza de la Historia I. Enfoque didáctico, del tercer semestre además es la continuidad de la materia señalada en los primeros renglones de esta introducción. Por lo tanto conviene que los profesores de la escuela normal conozcan los programas de estos cursos, de esta manera podrán conocer los temas afines y adecuar la enseñanza a las necesidades de sus alumnos.

ORGANIZACIÓN DE LOS CONTENIDOS Los contenidos del curso se organizan en dos bloques temáticos, cada uno de ellos incluye los propósitos específicos, los temas, la bibliografía básica y complementaria, así como las propuestas de actividades que pueden contribuir al logro de los propósitos del curso. Conviene que para tener una idea general de lo que se espera obtener al final al final del semestre se revisen y comenten los propósitos del curso, la estructura del programa y el contenido de los materiales de apoyo para el estudio. Antes de iniciar el estudio de los temas específicos del programa se sugiere realizar algunas actividades para promover el interés de los alumnos y conocer sus ideas previas acerca de los temas que serán motivo de estudio, de esta manera el profesor de la escuela normal podrá advertir en cuáles aspectos deberá poner mayor atención para que los alumnos logren los propósitos generales de esta asignatura. Los temas del bloque I, “Historiografía moderna y contemporánea: tendencias de cambio”, tienen la finalidad de que los estudiantes reflexionen acerca de los cambios fundamentales de la historia de los acontecimientos a la historia de la sociedad. Se pretende también que el estudiante elabore una explicación de cómo a través del tiempo han variado el objeto y el método de estudio para explicar la historia, hasta llegar a la actualidad, en donde los aspectos de la vida privada, las mentalidades y la cultura popular ocupan un lugar preponderante. Los temas del bloque II, “La elaboración del conocimiento histórico” tienen el propósito de que los estudiantes construyan su propia historia por medio de diferentes actividades, tal como una búsqueda a profundidad de su árbol genealógico, así como la investigación sustentada en técnicas científicas de un hecho histórico que considere trascendente ocurrido en su comunidad, en donde se plantee un problema, haga uso de diferentes fuentes e interprete información.

SUGERENCIAS DIDÁCTICAS En este apartado se presentan sugerencias para el tratamiento de los contenidos, así como estrategias y actividades que contribuyen al logro de los propósitos generales del curso.

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Para lograr los propósitos del curso es necesario que los estudiantes realicen actividades que favorezcan el desarrollo y la aplicación permanente de sus habilidades intelectuales básicas, por eso se sugiere que el desarrollo del curso, sin menoscabo de la acción del profesor, funcione como un taller en el que los alumnos lean e interpreten textos, identifiquen y analicen tesis de los autores, resuelvan problemas, plantee hipótesis, redacten conclusiones y opiniones personales, etcétera. A continuación se proponen algunas actividades generales que pueden ser útiles para el desarrollo del curso. Además, en cada bloque se incluyen sugerencias de actividades específicas que no constituyen secuencias didácticas rígidas ni completas, los maestros y alumnos podrán seleccionar o agregar las que consideren convenientes, de acuerdo con los propósitos del curso y las características del grupo. a) Análisis de las experiencias personales de los alumnos. Los estudiantes han tenido varios cursos

de historia a lo largo de su escolaridad, esto les ha permitido conocer diversos estilos de enseñanza y experimentar distintas actividades de aprendizaje, que han influido en sus actitudes sobre el conocimiento histórico desde aquí se puede favorecer la confrontación de opiniones, las discusiones, etcétera, a fin de que el análisis sea lo más completo posible.

b) Lectura y análisis de textos. Para el desarrollo de este curso la lectura es una actividad fundamental. A partir de los textos leídos pueden proponerse ejercicios para identificar y comentar las hipótesis de un autor, elaborar resúmenes y comprender las ideas principales de un texto, compara argumentos de diversos autores, etcétera. De esta manera, los futuros maestros conocerán diferentes estrategias que podrán utilizar en la escuela secundaria y tendrán más opciones para utilizar adecuadamente los libros de texto y otros materiales escritos.

c) Planteamiento y solución de problemas. Una forma de contribuir al desarrollo de habilidades intelectuales es resolviendo problemas que impliquen el análisis, la reflexión y la toma de decisiones a partir de información específica. La principal característica de un problema es que para su solución no existen rutas o procedimientos establecidos de antemano sino que se trata de situaciones cuya respuesta debe ser explorada creativamente por los alumnos. Pueden plantearse problemas que impliquen análisis crítico de textos, interpretación de información, síntesis de datos obtenidos de varias fuentes, respuesta a preguntas específicas, argumentación para un debate, etcétera. Es importante que una vez resuelto el problema planteado se realice una valoración colectiva de los resultados obtenidos por cada persona o equipo; ésta será la mejor manera de comunicar a los estudiantes que gran parte del conocimiento social se elabora a partir de interpretaciones e hipótesis propuestas que son aceptadas provisionalmente, mientras se crean otras que las corrigen.

SUGERENCIAS PARA LA EVALUACIÓN Es pertinente que el maestro de la asignatura acuerde con sus alumnos desde el inicio del curso las formas de evaluar; de esta manera, todos podrán orientar su desempeño según los compromisos establecidos. La evaluación tiene que ser congruente con el enfoque del programa, los propósitos educativos y las actividades de enseñanza. Por ejemplo, si de acuerdo con el enfoque de esta asignatura, durante la clase se promueve la realización frecuente de actividades en las que los estudiantes leen individualmente y discuten en pequeños equipos, interpretan información, proponen hipótesis, etcétera, sería poco acertado evaluar sólo con un instrumento que midiera la cantidad de datos que fueron capaces de memorizar. En este caso, el examen elegido debe conciliar tanto el enfoque del programa como el proceso de enseñanza empleado en el aula. Para evaluar puede aprovecharse la valoración de los argumentos que los alumnos expresan en clase, las preguntas que formulan, su intervención efectiva en los trabajos de equipo, así como los trabajos (ensayos, registros de lectura) e investigaciones realizadas. Antes de iniciar el curso, el maestro pude plantear los momentos en que realizará actividades específicas de evaluación, así podrá dosificar los contenidos y prever el tiempo y los recursos que se requieran. Lo importante es que la evaluación se realice de manera permanente, se asuma como una extensión de las actividades de enseñanza y sea formativa para estudiantes y maestros, es decir, que aporte información para mejorar los resultados del proceso educativo.

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PROPÓSITOS GENERALES Al desarrollar este curso se pretende que el estudiante normalista: 1. Comprenda y establezca diferencias en los cambios fundamentales de la historia de los

acontecimientos a la historia de la sociedad. 2. Reconozca la diversificación de los objetos y métodos de estudio de la historia. 3. Se plantee problemas relacionados con el conocimiento histórico. 4. Haga uso de diferentes tipos de fuentes relacionadas con el objeto de estudio. Confronte la

información obtenida. 5. Plantee hipótesis sobre el por qué ocurrieron determinados hechos históricos. 6. Organice la información y redacte conclusiones.

BLOQUE I HISTORIOGRAFÍA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA

TENDENCIAS DE CAMBIO PROPÓSITOS: Al estudiar los temas y realizar las actividades propuestas se espera que los estudiantes: 1. Reflexionen acerca de cómo las diferentes culturas han abordado el estudio de la historia. 2. Analicen cómo ha evolucionado el estudio de la historia a través de los tiempos. 3. Expliquen cómo lo vivido por cada una de las culturas merece respeto por parte del historiador. TEMAS: Tema 1. Cambios fundamentales: de la historia de los acontecimientos a la historia de la sociedad. Actividades: 1. En equipo analizar los siguientes puntos de la lectura: “Pensar la historia” de Jaque Legoff. pp.

58 a 75. 2. En la pág. 58 se habla de tres velocidades históricas:

a) Tiempo individual b) Tiempo social c) Tiempo geográfico Elaborar en equipo, una interpretación sobre un hecho histórico aplicando esas tres velocidades.

3. Repetir el ejercicio pero aplicado al tiempo rápido y agitado de los político, al tiempo intermedio

de lo económico y al tiempo casi inmóvil de las estructuras socio-económicas. 4. En plenaria, compartir los resultados del ejercicio. Llegar a conclusiones generales. 5. En equipo, analizar que una de las tendencias actuales del estudio de la historia es la que se

preocupa por la historia de lo vivido. Contestar lo siguiente: a) Para nosotros, los occidentales, la historia fue creada por los griegos, por lo tanto ¿cuáles

serán las características de la historia occidental? (revisar a partir de la pág. 65). b) ¿Cuáles son las preocupaciones históricas en el Oriente Medio? ¿por qué? c) ¿Cuáles son las características de la historia de los hebreos y porqué? d) Describa los cuestionamientos al sentido precoz de la historia china. e) ¿Qué gestos constitutivos del procedimiento histórico realizaron los chinos y qué lugar ocupa

la escritura? f) ¿Y la historia para el pueblo árabe? g) ¿La historia para los romanos?

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h) ¿Por qué el autor considera el cristianismo como una ruptura? 6. 7. Comparar, con la ayuda de un organizador de ideas, las diferentes historicidades que plantea

LeGoff: ¿Cuáles fueron las preocupaciones históricas en…

GRECIA ORIENTE MEDIO

HEBREOS CHINOS ARABES ROMANOS

8. Continuando con la misma lectura, analizar las dos grandes estructuras sociales y políticas de la

Edad Media, a las cuales se refiere el autor. 9. Reflexionar sobre los cambios cualitativos en cuanto a la visión histórica que se da en el

Renacimiento. 10. ¿Qué sucede con la historia en la Revolución Francesa? 11. Describa la corriente burguesa llamada historicismo. 12. Describa la corriente histórica conocida como el sentimiento nacional. Tema 2. Diversificación de los objetos y métodos de estudio. Propósitos 1. El estudiante reflexionará sobre los diferentes objetos y métodos de la historia en el discurrir de

los tiempos. 2. Distinguirá las semejanzas y diferencias entre: historia de las mentalidades, microhistoria,

prosopografía, historia regional e historia política. Actividades 1. Individualmente dar lectura a los dos documentos en donde se conceptualiza qué es la

microhistoria: “Qué es la microhistoria” y “Qué es microhistoria? Su evolución histórica?” 2. Rescatar en su cuaderno las ideas principales a través de un resumen. 3. Analizar en un escrito en qué consisten los seis elementos centrales o recurrentes de la

microhistoria italiana, según James Amelang. 4. Elaborar una conclusión en donde se indique el objeto de estudio de la microhistoria y por qué

se afirma tal dato. 5. En equipo analizar los documentos:”Retos y posibilidades de una historia conjunta de las

sociedades caribeñas” y “Fernando Braudel o la historia total”. Responder el siguiente cuestionario, el cual de antemano se entregará en fotocopia: • ¿Por qué es notable la tesis doctoral de Braudel, llamada “El mundo mediterráneo en tiempo

de Felipe II”? • En la historia a tres tiempos (rápida, intermedia y casi inmóvil) Braudel establece prioridades

¿cuáles son? • El autor del artículo, Fernando Picó, hace una comparación entre la Europa de Braudel y el

Caribe actual. Emita el equipo una opinión sobre el tema. • Haga una descripción de Braudel y un dibujo de un Braudel europeo y un Braudel caribeño. • En el artículo de Ciencias Humanas de Eric Maulin se dice cómo se organiza la historia

tradicional, descríbalo. • ¿A qué obedece el término Historia total? • ¿Cuál es el enfoque del estudio de la historia de Braudel?

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6. En equipo, leer el documento “La contribución de los Terceros Annales y la historia de las mentalidades”.

7. Contestar las tres preguntas que se enumeran y que el mismo autor del artículo plantea. 8. En la última hoja del artículo, en el antepenúltimo párrafo se indica la disyuntiva actual para el

estudio de la historia. Describa esa disyuntiva. 9. En equipo y en plenaria determinar cuál es el objeto de estudio de la historia de las

mentalidades. * Nota. Se recomienda que por los menos dos sesiones sean empleadas para invitar a historiadores de la comunidad para que brinde una charla sobre cómo realizan sus investigaciones y escuchar sus opiniones sobre la microhistoria. En el caso de la Sede Chihuahua, se ha invitado a los profesores Jesús Vargas y Minerva Armendáriz. Productos (Todos individuales y por escrito) • Opinión personal acerca de las diferentes interpretaciones históricas de lo social. • ¿Por qué Aristóteles descartó la historia del conjunto de ciencias? • Tomando en cuenta el Plan y Programas de Secundaria y la lectura del autor Le Goff ¿Cuál es la

historia que enseñamos en México? • Elaborar un cuadro de doble entrada, en donde se contemplen los diferentes objetos de la

historia y las características de la microhistoria, la historia total y la historia de las mentalidades. BIBLIOGRAFIA BÁSICA: • Le Goff, Charles. 1997. Pensar la historia. • Plan y Programas de Secundaria. SEP. • Toda de Internet, consultando Google.com.mx consultando los siguientes temas:

- Historia de las mentalidades. - Microhistoria. - Prosopografía. - Fernando Braudel y la historia total.

BLOQUE II LA ELABORACION DEL CONOCIMIENTO HISTÓRICO

PROPÓSITO GENERAL: Los estudiantes conocerán los pasos necesarios para llevar a cabo una investigación sobre acontecimientos históricos que sean de su interés por algún motivo en particular. PROPÓSITOS ESPECÍFICOS: • El estudiante llevará a cabo una investigación sobre un tema histórico, la cual formará parte

muy importante de la evaluación final. • El estudiante publicará su árbol genealógico familiar realizado a través de un estudio

microhistórico.

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TEMAS: 1. El planteamiento de problemas. La influencia de los estudios previos. Necesidades y

circunstancias del mundo actual como fuente de preguntas. El papel de los intereses y la curiosidad personal.

2. El uso de fuentes. Los tipos de fuentes y su relación con el objeto de estudio. Autenticidad y confiabilidad de las fuentes. Organización y confrontación de la información con la de otras fuentes.

3. La interpretación. El tratamiento de la información. El uso de conceptos y el papel de las hipótesis: el marco explicativo. El rigor académico en la explicación histórica.

ACTIVIDADES: 1. En forma individual, dar lectura a la recopilación de documentos de “Técnicas de Investigación”.

Subrayar lo que se considere más importante o se tengan dudas. 2. Individualmente, plantearse un problema sobre alguna situación histórica que se desee

investigar. 3. En equipo, compartir el problema que haya sido de su elección, cuestionarse sobre cuáles son

los tipos de fuentes de información y su relación con el objeto de estudio, así como la importancia de confrontar la información proveniente de diferentes fuentes. Llegar a conclusiones.

4. De igual manera, en equipo, plantearse hipótesis sobre el acontecimiento histórico que se vaya a investigar, a través de la dinámica del “Sillón del escritor” que consiste que cada uno de los integrantes del equipo entregue su trabajo a otros integrantes del equipo y que le sea devuelto su “borrador” con correcciones ortográficas, sintácticas, etc., o bien con sugerencias que sean útiles para enriquecer el texto. El estudiante deberá corregir su escrito y deberá pasarlo a otros integrantes del equipo hasta que esté listo para ser pasado en limpio y poder ser publicado en plenaria.

5. Discutir en equipo la importancia del rigor académico para la explicación histórica y lo cuidadoso que debe ser el investigador con el empleo de conceptos. Llegar a conclusiones.

6. En plenaria, llegar a conclusiones grupales en cuanto al planteamiento de problemas e hipótesis, el empleo de fuentes y el tratamiento de la información.

NOTA: A partir de que cada uno de los estudiantes haya seleccionado un tema y avance en la investigación del mismo, la materia se torna práctica y adquiere un carácter de atención personalizada por parte del asesor, para realizar una revisión con el estudiante acerca de lo que haya investigado, cómo está planteado el problema, las hipótesis, cómo está manejando las fuentes de información, etc. Este proceso es largo, por lo que tomará aproximadamente ocho sesiones previas al término del curso. El Producto final serán las publicaciones de sus trabajos a través de foros, exposiciones, proyecciones, etc. Este trabajo de investigación deberá contar con los siguientes aspectos o puntos: • Portada • Índice • Introducción • Justificación • Cuerpo de la investigación • Conclusiones • Bibliografía • Anexos El otro producto final consistirá en la presentación del árbol genealógico del estudiante, desarrollado bajo un enfoque microhistórico.

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BIBLIOGRAFIA BÁSICA: • García, Laguardia Jorge Mario y Jorge Muñoz; “Guía de Técnicas de Investigación”. • Cadena, Jesús; “Técnicas de la investigación educativa” • “Técnicas y recursos de investigación”, Tomos I, II, III y IV de la Universidad Pedagógica

Nacional, Plan 1989. • Traducción de diferentes fuentes en Inglés hecha por el Profr. Carlos Urquidi Gaytán. • Recopilación de documentos realizada por la Profra. Carmen Raquel Monares Fierro a partir de

diferentes fuentes.

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MATERIAL

DE

APOYO

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Pensar la historia

Jacques Le Goff

MODERNIDAD, PRESENTE, PROGRESO La mentalidad histórica: los hombres y el pasado Ya proporcionamos algunos ejemplos del modo como los hombres construyen y reconstruyen su pasado. Más generalmente, ahora interesa el lugar del pasado en las sociedades. Acogemos aquí la expresión “cultura histórica” empleada por Bernard Gene (1980). Con éste término Gene designa varias cosas: por una parte el bagaje profesional de los historiadores, su biblioteca de obras históricas; por otra, el público y el auditorio de los historiadores. Hay que añadir la relación que mantiene una sociedad en su psicología colectiva con su pasado. La concepción de quien escribe no está muy lejos de lo que los anglosajones llaman historical mindedness. Los riesgos de esta reflexión son conocidos: considerar como unidad una realidad compleja y estructurada, si no en clases al menos en categorías sociales diferentes por sus intereses y su cultura, suponer un “espíritu del tiempo” (zeitgeist), esto es, un inconsciente colectivo; se trata de peligrosas abstracciones. Sin embargo, las indagaciones y cuestionarios empleados en las sociedades “desarrolladas” de hoy muestran que es posible acercarse al modo de sentir de la opinión pública de un país respecto de su pasado y de otros fenómenos y problemas (véase Lecuir, 1981). Dado que estas encuestas son imposibles de aplicar al pasado, nos esforzaremos por caracterizar –sin disimular la dosis de arbitrariedad y simplificación que hay en la pregunta- la actitud dominante de cierto número de sociedades históricas frente a su pasado y a la historia. Los intérpretes de esta opinión colectiva serán sobre todo los historiadores, que se esforzarán por distinguir entre lo que en ellos deriva de ideas personales y lo que proviene de la mentalidad común. Quien escribe sabe bien que todavía confunde pasado e historia en la memoria colectiva, y por consiguiente tiene que añadir alguna explicación suplementaria que precise sus ideas sobre la historia. La historia de la historia debiera preocuparse no sólo de la producción histórica profesional, sino de todo un conjunto de fenómenos que

constituyen la cultura, o mejor dicho la mentalidad histórica de un época. Un estudio de los manuales escolares de historia es uno de sus aspector privilegiados, pero estos manuales s´´olo existen a partir del siglo XIX. El estudio de la literatura y del arte puede ser esclarecedor a propósito de esto. El lugar de Carlomagno en las chansons de geste, el nacimiento se haya producido bajo la forma de novela histórica (argumento antiguo: véase el No. 238 de la Nouvelle Revue Francaise, “Le roman historique”, 1972), la importancia de las obras históricas en el teatro de Shakespeare (Driver, 1960), atestiguan el gusto de algunas sociedades históricas por su pasado. En el marco de una reciente exposición de un gran pintor del siglo XV, jean Fouquet, Nicole Reynaud mostró (1981) cómo, al lado del interés por la historia antigua, signo del Renacimiento (miniaturas de las Antiquités judaiques, de la Histoire ancienne, del Tite-Live), fouquet manifiesta un acentuado gusto por la historia moderna (Heures de Etienne Chevalier, Tapisserie de Tomisuy, grandes Chroniques de France, etc.). Habría que añadir el estudio de los nombres, de las guías de peregrinos y turistas, los grabados, la literatura de divulgación, los monumentos, etc. Marc Ferro (1977) mostró cómo el cine añadió una nueva fuente capital para la historia, el filme, precisando por otra parte que el cine es “agente y fuente de la historia”. Esto es verdad para el conjunto de los media, lo que basta para explicar cómo la relación de los hombres con la historia dio con la prensa de masas, el cine, la radio, la TV, un salto considerable. Este ensanchamiento de la noción de historia (en el sentido de historiografía) es lo que Santo Mazzarino busca preferentemente la mentalidad histórica en los elementos étnicos, religiosos, irracionales, en los mitos, en las fantasías poéticas, en las historias cosmogónicas, etc. De ello resulta una nueva concepción del historiador, que Arnaldo Momigliano definió muy bien: “El historiador no es para Mazzarino esencialmente un profesional que busca la verdad sobre el pasado, sino más bien un adivino, un “profético” intérprete del pasado condicionado por sus opiniones políticas, por su fe religiosa, por sus características étnicas y por último, aunque no exclusivamente, por la situación social.

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Toda revocación poética o mítica o utópica o fantástica del pasado reingresa en la historiografía” (1967, ed. 1969, pág. 61) También en este caso hay que distinguir. El objeto de la historia de la historia es por cierto este sentido difuso del pasado, que reconoce en las producciones de lo imaginario una de las principales expresiones de la realidad histórica, y especialmente su modo de reaccionar frente a su pasado. Pero esta historia indirecta no es la historia de los historiadores, la única con vocación científica. Dígase lo mismo de la memoria. Así como el pasado no es la historia, sino su objeto, la memoria no es la historia, sino al mismo tiempo uno de sus objetos y un nivel elemental de elaboración histórica. La revista Dialectiques publicó (1980) un número especial dedicado a las relaciones entre la historia y la memoria: Sous I’histoire, la mémoire. El historiador inglés Ralph Samuel, uno de los principales iniciadores de los “History Workshop”, de los que hablaremos después, expone consideracions ambiguas bajo un título igualmente ambiguo: Déprofessionnaliser I’histoire (1980). Si con esto quiere decir que el recurso a la historia oral, a las autobiografías, a la historia subjetiva, ensancha la base del trabajo científico, modifica la imagen del pasado, da la palabra a los olvidados de la historia, entonces tiene toda la razón, y subraya uno de los grandes progresos de la producción histórica contemporánea. Si en cambio quiere poner en el mismo plano “producción autobiográfica” y “producción profesional”, cuando añade que “la práctica profesional no constituye ni un monopolio ni una garantía” (ibidem, pág. 16), entonces el peligro me parece digno de destacarse, lo que es cierto –y sobre esto volveremos-es que las fuentes tradicionales del historiador no son más “objetivas” –en todo caso no son más “históricas”-de los que cree el historiador. La crítica de las fuentes tradicionales es insuficiente, pero el trabajo del historiador ha de ejercerse sobre unas y otras. Una ciencia histórica autogestionada no sólo sería un desastre sino que carecería de sentido. Esto porque la historia, aunque accedamos a ella sólo aproximativamente, es una ciencia y depende de un saber que se adquiere profesionalmente. Cierto que la historia no ha alcanzado el grado de tecnicismo de las ciencias de la naturaleza o la vida. Y no aspiro a que lo alcance, para que pueda seguir siendo más fácilmente comprensible y también controlable para la mayor cantidad posible de gente. La historia-¿la única entre las ciencias?-ya tiene la fortuna (o la

desdicha) de que los aficionados puedan hacerla dignamente. En efecto, necesita divulgadores, y los historiadores profesionales no siempre se dignan acceder a esta función esencial y digna, de la que se sienten incapaces; pero la era de los nuevos medios de comunicación de masas multiplica la necesidad y las ocasiones de mediadores semiprofesionales. No es el caso de añadir que a quien escribe le gusta leer novelas históricas cuando están bien escritas y bien hechas, y que reconoce a los autores la libertad de fantasía que les pertenece. Sí en cambio, si se le pide opinión al historiador, señalar las libertades que se toman con la historia. ¿Por qué no un sector literario de historia-ficción donde, respetando los datos de base de la historia-costumbres, instituciones, mentalidades-, se pudiera recrearla jugando sobre el azar y lo événementiel? Tendría el doble placer de la sorpresa y el respeto por lo que hay de más importante en la historia. Por eso me gustó la novela de Jean d’Ormesson La gloire de I’empire, que rescribe con talento y saber la historia bizantina. No una intriga que se deslice por los intersticios de la historia –como Ivanhoe, Los últimos días de Pompeya, Quo vadis? Los tres mosqueteros, etc.sino la invención de un nuevo curso de los acontecimientos políticos a partir de las estructuras fundamentales de la sociedad. ¿Pero todos tienen que convertirse en historiadores? No se trata de darles el poder a los historiadores fuera de su territorio, es decir, el trabajo histórico y sus repercusiones en la sociedad global, especialmente la enseñanza. Lo que hay que superar es el imperialismo de la historia en los campos de la ciencia y la política. A principios del siglo XIX la historia no contaba casi. El historicismo en sus diversas formas quiso hacer de ella el todo. La historia no tiene que regir a las demás ciencias, y menos a la sociedad. Pero lo mismo que el físico, el matemático, el biólogo-y de otro modo los especialistas en ciencias humanas y sociales- el historiador debe ser escuchado en su especialidad que es una de las ramas fundamentales del saber. Como las relaciones entre la memoria y la historia, así también las relaciones entre pasado y presente no tienen que llevar a la confusión o al escepticismo. Ahora se sabe que el pasado depende parcialmente del presente. Toda historia es contemporánea en la medida en que el pasado es captado desde el presente y responde a sus intereses. Esto no es sólo inevitable, sino también legítimo. Como la historia es duración, el pasado es al mismo tiempo pasado y presente.

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Corresponde al historiador hacer un estudio “objetivo” del pasado en su doble forma. Cierto, comprometido como está en la historia, no podrá alcanzar una verdadera objetividad, pero no es posible ningún otro tipo de historia. El historiador realizará progresos en la comprensión de la historia, esforzándose por ponerse en discusión a sí mismo, precisamente como un observador científico tiene en cuenta las modificaciones que eventualmente aporta al objeto en observación. Se sabe, por ejemplo, que los progresos de la democracia inducen a buscar cada vez más el lugar de los “humildes” en la historia, a colocarse al nivel de la vida cotidiana, y esto se impone a todos los historiadores según modalidades diversas. También se sabe que la evolución del mundo lleva a plantear el análisis de las sociedades en términos de poder, y esta problemática entró así en la historia. También se sabe que la historia se hace más o menos del mismo modo en los tres grandes grupos de países que hoy existen en el mundo: el mundo occidental, el mundo comunista, el Tercer Mundo. Las relaciones entre las las producciones históricas de estos tres conjuntos dependen de las relaciones de fuerza y las estrategias políticas internacionales, pero se desarrollan también en una perspectiva científica común, un diálogo entre especialistas, entre hombres del oficio. Este marco profesional no es puramente científico o mejor dicho, como sucede con todos los hombres de ciencia, exige un código moral, lo que Georges Duby denomina una ética (Duby y Lardreau, 1980, pags. 15-16), y quien escribe, más “objetivamente”, una deontología. En este punto no hace falta insistir, aún considerándolo esencial: basta constatar que, a pesar de algunas desviaciones, esta deontología existe, y bien que mal funciona. La cultura (o la mentalidad) histórica no depende solamente de las relaciones memoria-historia, presente-pasado. La historia es una ciencia del tiempo. Está estrechamente vinculada con las diferentes concepciones del tiempo que existen en una sociedad, y son el elemento esencial del aparato mental de sus historiadores. Vamos a volver sobre la concepción de un contraste en la antigüedad,, y en el pensamiento mismo de los historiadores, entre una noción circular y una noción lineal del tiempo. Se les ha recordado con exactitud a los historiadores que su tendencia a no considerar más que un tiempo “cronológico” debiera dar lugar a mayores inquietudes, si tuvieran en cuenta los interrogantes filosóficos sobre el tiempo. Es

representativo el reconocimiento que de eso hace san Agustín: “¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé; si quisiera explicarlo a quien me pregunta, no lo sé” (Confesiones,XI, 14, 17; véase Starr, 1966). Elizabeth Eisenstein (1966), reflexionando sobre el famoso libro de Marshall McLuhan The Gutenberg Galaxy (1962), insiste en que las concepciones del tiempo dependen de la relación con los medios técnicos de registro y transmisión de los hechos históricos. Ella ve ne la imprenta el nacimiento de una era nueva, la de los libreos, que signaría la ruptura de relaciones entre Clío y Cronos. Esta concepción descansa sobre la oposición entre lo oral y lo escrito. Historiadores y etnólogos dirigieron su atención a la importancia del tránsito de lo escrito a lo oral. También Jack Godoy (1977) mostró cómo las culturas dependen de sus medios de traducción, y cómo el advenimiento de la literacy está vinculado con un cambio profundo de la sociedad. Por otra parte rectificó algunos lugares comunes sobre el “progreso” que sigue al pasaje de lo oral a lo escrito. Lo escrito aportaría una mayor libertad, mientras que lo oral conduciría a un saber mecánico, mnemónico, intangible. Ahora bien, el estudio de la tradición en un ambiente oral muestra que los especialistas de esta tradición en un ambiente oral muestra que los especialistas de esta tradición pueden introducir innovaciones, mientras que por el contrario la escritura puede presentarse con un carácter “mágico” que lo vuelve más o menos intocable. Así que no hay que oponer una historia oral, entendida como historia de la fidelidad y el inmovilismo, a una historia escrita identificada con lo maleable y perfectible. Al estudiar el tránsito del recuerdo memorizado al documento escrito en la Inglaterra medieval. Clanchy (1979) puso en evidencia que lo esencial no es tanto el recurso de lo escrito como el cambio de la naturaleza y la función de lo escrito, la transformación de lo escrito de técnica sagrada en práctica utilitaria, la conversión de una producción escrita de elite y memorizada en una producción escrita de masa, fenómeno que se generalizó en Occidente sólo en el siglo XII y XIII. A propósito del par oral-escrito, también fundamental para la historia, haremos dos consideraciones. Está claro que el tránsito de lo oral a lo escrito es importante tanto para la memoria como para la historia. Pero no hay que olvidar 1) que oralidad y escritura coexisten en general en la sociedad y que esta coexistencia es bastante importante para la historia; 2) que la historia, aunque conoció

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con la escritura una etapa decisiva,, no nació con ella, dado que no hay sociedad sin historia. En cuanto a “las sociedades sin historia”, daremos dos ejemplos. Por una parte el de una sociedad “histórica” que algunos consideran refractaria al tiempo y no susceptible de ser analizada y comprendida en términos históricos: la India. Por otra, el de las sociedades “prehistóricas” o “primitivas”. La tesis histórica sobre la India fue sostenida brillantemente por Louis Dumont (1962). Recuerda que Hegel y Marrx consideraron la historia de la India como un caso en sí mismo, prácticamente la pusieron fuera de la historia. Hegel juzgaba a la castas hindúes como el fundamento de una “diferenciación indestructible”; Marx consideraba que a diferencia del desarrollo occidental. La India se caracterizaba por un “estancamiento”, estancamiento de una economía natural-en oposición a la economía mercantil-a la que se superponía un “despotismo”. El análisis de Dumont lleva a conclusiones muy cercanas a las de Marx, pero a través de consideraciones diferentes y más precisas. Después de rechazar la opinión de los marxistas vulgares que quieren remitir el caso de la India a la imagen simplista de un evolución milenaria, Dumonto demuestra que “el desarrollo indio, extraordinariamente precoz, se detiene enseguida y no hace estallar su propio marco, la forma de integración no es la que, con razón o sin ella, identificamos con nuestra historia” (ibidem, pág. 64). Louis Dumont percibe la causa de este bloqueo en dos fenómenos del pasado lejano de la India: la secularización precoz de la función real y la afirmación igualmente precoz del individuo. Así es como “la esfera político-económica, privada de los valores para la secularización inicial de la función real, quedó subordinada a la religión” (ibidem). De este modo la India se detuvo en una estructura inmóvil de castas, donde el hombre jerárquico (véase Dumont, 1966) se diferencia radicalmente del hombre de las sociedades occidentales, que por contraste podría denominarse hombre histórico. Por último, Dumont considera “la transformación contemporánea de la India”, diciendo que no puede descifrarse a la luz de conceptos válidos para Occidente, y subraya especialmente el hecho de que la India logró liberarse del dominio extranjero “con un mínimo de modernización” (1962). Quien escribe no tiene la competencia necesaria para discutir las ideas de Dumont; se conforma con señalar que su tesis no niega la existencia de una historia india, sino que

reivindica su especificidad. De ello rescatamos aquí, más que el rechazo, que se ha vuelto trivial, de un concepción unilineal, de la historia, la puesta en evidencia de prolongadas fases temporales sin evolución significativa de algunas sociedades, y su resistencia al cambio. Lo mismo parece poder decirse de las sociedades prehistóricas y “primitivas”. En cuanto a las primeras, un gran especialista como André Leroi-Gourhan (1974) subrayó que las incertidumbres relativas a su historia derivan especialmente de la insuficiencia de las investigaciones: “Es evidente que si en los últimos cincuenta años se practicara un análisis exhaustivo de cincuenta localidades bien elegidas, hoy dispondríamos de los materiales de una historia sustancial para cierta cantidad de las etapas de la evolución cultural de la humanidad”. Henri Moniot (1974) advertía: “Toda la historia era Europa. A lo lejos, algunas “grandes civilizaciones”, cuyos manuscritos, ruinas, a veces sus vínculos de parentesco, intercambio o herencia con la antigüedad clásica, nuestra madre, o la amplitud de las masas humanas que habían opuesto a los poderes y a la mirada europea, les permitían acceder a los confines del imperio de Clío. El resto eran tribus sin historia, según el juicio unánime del hombre de la calle, de las manuales y la universidad”. Y añadía: “Las cosas cambiaron. En los últimos diez o quince años, por ejemplo, el Africa negra entra a la fuerza en el campo de los historiadores”. Henri Moniot explica y define esta historia africana que queda por hacer. La descolonización lo permite porque las nuevas relaciones de desigualdad entre ex colonizadores y ex colonizados “no anulan ya la historia”, y las sociedades antes dominadas se aplican a un “intento de retomar posesión de sí” que “lleva a reconocer las herencias”. Historia Que se beneficia de los nuevos métodos de las ciencias humanas (historia que se beneficia de los nuevos métodos de las ciencias humanas (historia, etnología, sociología) y que tiene la ventaja de ser “una ciencia sobre el terreno”, que utiliza todo tipo de documentos y especialmente el oral. Una última oposición se presenta en el campo de la cultura histórica que me esfuerzo por iluminar, y es la oposición entre mito e historia. Es útil distinguir dos casos. Se pueden estudiar en las sociedades históricas el nacimiento de nuevas curiosidades históricas cuyos orígenes suelen recurrir al mito. Así en el occidente medieval, cuando los linajes nobles, las naciones o las comunidades

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urbanas se preocupan por darse una historia, suelen empezar por antepasados míticos para inaugurar las genealogías, por héroes fundadores legendarios: los francos pretenden descender de los troyanos, la familia de los Luisignano del hada Melusina, los monjes de Saint-Denis atribuyen la fundación de su abadía a Dionisio el Aeropagita, el ateniense convertido por San Pablo. En estos casos se ve bien en qué condiciones históricas nacieron estos mitos y forman parte de la historia. El problema es más difícil cuando se trata de los orígenes de las sociedades humanas o de las sociedades llamadas “primitivas”. La mayor parte de estas sociedades explicó su propio origen con mitos, y en general se consideró que una fase decisiva de la evolución de estas sociedades consistía en el paso del mito a la historia. Daniel Fabre (1978) mostró cómo el mito, en apariencia “refractario al análisis histórico”, es recuperable para la historia, porque “se constituyó en un período histórico preciso”. O bien, como dice Lévi-Strauss, el mito recupera y reestructura las supervivencias en desuso de “sistemas sociales antiguos”, o su larga vida cultural permite hacer de ellos a través de la literatura una “presa de caza para el historiador”, como por ejemplo hicieron Vernant y Vidal-Naquet (1972) con los mitos helénicos a través del teatro trágico de la antigua Grecia. Como dice Marcel Detienne: “A la historia événementielle del anticuario y el ropavejero que atraviesan la mitología con un gancho en la mano, felices de descubrir aquí o allá un trozo de arcaísmo o el recuerdo fosilizado de algún acontecimiento “real”, el análisis estructural de los mitos –delineando algunas formas invariables a través de contenidos diferentes- opone una historia global que se inscribe en la larga duración, recoge información por debajo de las expresiones conscientes y descubre bajo el movimiento aparente de las cosas las grandes corrientes inertes que la atraviesan en silencio (...)” (1974, pág. 74). Así el mito, en la perspectiva de la nueva problemática histórica, no es solamente objeto de historia, sino que alarga hacia los orígenes el tiempo de la historia, enriquece los métodos del historiador y alimenta un nuevo nivel de la historia, la historia lenta. Se han subrayado con exactitud las relaciones que existen entre la expresión del tiempo en los sistemas lingüísticos y la concepción, más allá del tiempo de la historia, que tenía, o tienen, los pueblos que emplean esas lógicas.

Un estudio ejemplar de ese problema es el del Emile Benveniste titulado Les relations de temps dans le verbe frangais (1959). Un estudio preciso de la expresión gramatical del tiempo en los documentos utilizados por historiador y en el relato histórico mismo ofrece informaciones preciosas al análisis histórico. André Miguel (1977) ofreció un ejemplo notable de ello en el estudio de un cuento de Las mil y una noches, donde pudo encontrar, como elemento subyacente al cuento, la nostalgia de los orígenes del Islam árabe. Sigue en pie el hecho de que la evolución de las concepciones del tiempo es de gran importancia para la historia. El cristianismo selló un vuelco en la historia y en el modo de escribirla, porque combinó al menos tres tiempos: el tiempo circular de la liturgia, vinculada con las estaciones y que recuperaba el calendario pagano, el tiempo cronológico lineal, homogéneo y neutro, calculado matemáticamente, y el tiempo lineal teleológico, o tiempo escatológico. El iluminismo y el evolucionismo construyeron la idea de un progreso irreversible que tuvo su máxima influencia sobre la ciencia histórica del siglo XIX, especialmente el historicismo. Los trabajos de los sociólogos, los filósofos, los artistas, los críticos literarios, tuvieron en el siglo XX un impacto considerable sobre las nuevas concepciones del tiempo que la ciencia histórica acepta. Así, la idea de la multiplicidad de los tiempos sociales, elaborada por Maurice Halbwachs (1925); 1950), fue el punto de partida de la reflexión de Fernand Braudel (1958) expresada en el artículo fundamental sobre la “larga duración”, que propone al historiador distinguir entre tres velocidades históricas, la del “tiempo individual”, la del “tiempo social” y la del “tiempo geográfico”. Tiempo rápido y agitado de lo événementiel o lo político, tiempo intermedio de los ciclos económicos que pautan la evolución de la sociedad, tiempo muy lento, “casi inmóvil”, de las estructuras. O aún el sentido de la duración manifiesto en una obra literaria como la de Marcel Proust y que algunos filósofos y críticos proponen a la reflexión de los historiadores (Jauss, 1955; Kracauer, 1966). Esta última orientación subtiende una de las tendencias actuales de la historia, la que se preocupa por la historia de lo vivido. Como dijo Georges Lefebvre (1945-661), “para nosotros que somos occidentales, la historia, como casi todo nuestro pensamiento, fue creada por los griegos”.

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Sin embargo, para limitarnos a la documentación escrita, las huellas más antiguas de la preocupación por dejar a la posterioridad testimonio del pasado se escalonan desde comienzos del IV a comienzos del I milenio a.C. y conciernen por una parte al Oriente Medio (Irán, Mesopotamia, Asia Menor) y por otra a China. En Oriente Medio las preocupaciones por perpetuar acontecimientos con fecha parece sobre todo vinculada con las estructuras políticas: con la existencia de un Estado, y especialmente de un Estado monárquico. Inscripciones que describen las campañas militares y las victorias de los reyes, lista real sumeria (cerca del 2000 a.C), los anales de los reyes asirios, la gesta de los reyes del Irán antiguo que se encuentran en las leyendas reales de la tradición médico-persa antigua (véase Christensen, 1936), archivos reales de Mari (siglo XIX a.C.), de Ugarit a Ras Samra, de Hattusa A Bogazkoy (siglos XV-XIII a.C.). Así el tema de la gloria real y del modelo real cumplieron a menudo una función decisiva en los orígenes de las historias de los diferentes pueblos y civilizaciones. Pierre Gilbert (1979) sostuvo que en la Biblia la historia aparece junto con la dignidad real, dejando entrever por otra parte alrededor de los personajes, de Samuel, Saúl y David, una corriente promonárquica y otra antimonárquica (véase Holscher, 1942). Cuando lo cristianos creen una historia cristiana insistirán en la imagen de un rey modelo, el emperador Teodosio el Joven, cuyos tottos se impondrán en el medioevo, por ejemplo a los personajes de Eduardo el Confesor y de San Luis (Chesnut, 1978, págs. 223-41). Más generalmente, la idea de la historia va a estar unida a menudo con la estructura del Estado y su imagen, idea a la cual se opondrá positiva o negativamente la idea de una sociedad sin Estado y sin historia. ¿No hay acaso una manifestación de esta historia vinculada con el Estado en la novela autobiográfica de Carlo Levi Cristo se detuvo en Eboli? El intelectual antifascista piamontés en su exilio en el Sur descubre que su odio por Roma es común al de los campesinos abandonados por el Estado, y se desliza a una condición de ahistoricismo, de memoria inmóvil: “Recluido en una habitación, en un mundo cerrado – recuerda desde las primeras páginas- me es grato volver a caminar con la memoria por ese otro mundo, encerrado en el dolor y las costumbres, negado a la Historia y al Estado, eternamente paciente; por esa tierra mía sin consuelo y sin dulzura, donde el campesino vive en la miseria y en la lejanía su

civilización inmóvil, sobre un suelo árido, y en presencia de la muerte”. De las mentalidades históricas no occidentales diremos muy poco; no quisiera reducirlas a estereotipos ni hacer creer que, como en el caso de la India (entre otras cosas habría que ponerse de acuerdo sobre la idea de una civilización india “fuera de la historia”), se encerraron en una tradición esclerosada, poco permeable al espíritu histórico. Consideremos el caso hebreo. Está claro que por razones históricas ningún pueblo sintió la historia como destino más que ellos, ninguno como ellos vivió la historia como drama de identidad colectiva. Sin embargo el sentido de la historia conoció en el pasado entre los hebreos importantes vicisitudes y la creación del Estado de Israel llevó a los hebreos a una revalorización de su historia (Ferro, 1981). Para limitarse al pasado, Butterfield afirma: “Ninguna nación, ni siquiera Inglaterra con su Carta Magna, estuvo tan obsesionada por la historia, y no es raro que los antiguos hebreos hayan ostentado poderosas dotes narrativas, hayan sido los primeros en producir una especie de historia nacional, los primeros en trazar la historia de la humanidad desde el tiempo de su creación. Alcanzaron una alta calidad en la construcción del puro relato, especialmente en el relato de acontecimientos relativamente recientes, como en el caso de la muerte de David y la sucesión de si trono. Después del éxodo se concentraron más en la Ley que en la historia, volvieron su atención a especular sobre el futuro, y especialmente sobre el fin del orden terrestre. En cierto sentido perdieron el contacto con la tierra. Pero sólo lentamente extraviaron su talento para la narración histórica, como se ve por el primer libro de los Macabeos, antes de la era cristiana, y por los escritos de Flavio José del siglo I d.C.” (1973, pág. 466). Pero si esta fuga hacia el derecho y la escatología no fueron inútiles, es necesario introducir matices. Esto dice Robert R. Geis de la imagen de la historia en el Talmud: “El siglo III sella un vuelco en la enseñanza de la historia. Causa de ese vuelco es, por una parte, el mejoramiento de la situación de los hebreos gracias a la concesión del derecho de ciudadanía romana en el 212, y la pacificación que a ello siguió; por otra la influencia cada vez más acentuada de las escuelas de Babilonia, a través de las cuales la prestación del fin último de la historia se aleja notablemente de una actitud de interés hacia las cosas terrenas. Pero como la creencia bíblica en el más acá se mantiene reconocible a pesar de todos los desarrollos posteriores,

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también permaneció la imagen de la historia de los primeros maestros, los tannaím. La renuncia a la historia no será definitiva. Lo que dice el rabino Meir (130-160) en su interpretación de Roma nunca fue abandonado: “Vendrá el día en que la supremacía será entregada a su poseedor para el cumplimiento del reino de Dios en la tierra”. (1955,pág. 124). Como en India, como el pueblo hebreo, y –lo veremos más adelante-como el Islam, también China parece haber tenido una suerte de sentido precoz de la historia, después rápidamente bloqueado. Pero Jacques Gernet ha refutado que los fenómentos culturales que han hecho creer en una cultura histórica muy antigua puedan considerarse sentido de la historia. Desde la primera mitad del primer milenio a.C. aparecen colecciones de documentos clasificados por orden cronológico como los Anales de Lou y el Chou King. A partir de Ssu-ma Ch’ien, apodado “el Herodoto chino”, se desarrollan historias dinásticas de acuerdo con el mismo esquema: se trata de colecciones de actos solemnes reunidos en orden cronológico: “La historia china es un mosaico de documentos” (Gernet, 1959, pág. 32). La impresión es, pues, que muy pronto los chinos realizaron dos gestos constitutivos del procedimiento histórico: recoger archivos, fechar documentos. Sin embargo, si analizamos la naturaleza y las funciones de estos textos y las atribuciones de los personajes que son sus productores y custodios, aparece otra imagen. La historia en China está estrechamente vinculada con la escritura: “No hay historia, en el sentido chino del término, sino de lo que está escrito” (ibidem). Pero estos escritos no tienen una función de memoria, sino una función ritual, sagrada, mágica. Son medios de comunicación con las potencias divinas. Se exponen “para que los dioses los observen” y así se vuelven eficaces, en un eterno presente. El documento no está hecho para servir de prueba, sino para convertirse en objeto mágico, en talismán. No es un producto destinado a los hombres, sino a los dioses. La fecha no tiene otra finalidad que la de indicar el carácter fasto o nefasto del tiempo de la producción del documento: “No signa un momento, sino un aspecto del tiempo” (ibidem, pág. 40). Los anales no son documentos históricos, sino escritos rituales, “lejos de implicar la noción de un devenir humano, señalan correspondencias válidas para siempre” (ibidem). El Gran Escriba que los conserva no es un archivista, sino un sacerdote del tiempo simbólico, que también se ocupa del calendario. En la época de los

Han el historiador de la corte es un magno, un astrónomo, que establece el calendario con precisión. Sin embargo la utilización por parte de los historiadores actuales de estos falsos archivos no es sólo una astucia de la historia, que muestra hasta qué punto el pasado es una creación suya constante. Los documentos chinos revelan un sentido y una función diferente de la historia según la civilización, y la evolución de la historiografía china, por ejemplo bajo los Sung, y su renovación con el reino de Ch’ien Lung –del que es testimonio la obra bastante original de Chang Hsueh-ch’eng- muestra que la cultura histórica china no fue inmóvil (véase Gardner, 1938; Holscher, 1942). El Islam favoreció en un principio un tipo de historia fuertemente vinculado con la religión, y más especialmente con la época de su fundador Mahoma y con el Corán. La historia árabe tiene como cuna a Medina, y como motivación la reunión de recuerdos de los orígenes destinados a convertirse en “depósito sagrado e intangible”. Con la conquista, la historia asume un doble carácter: el de una historia del califato, de naturaleza analítica, y el de una historia universal, cuyo gran ejemplo es la historia de at-Tabari y de al-Mas’di, escrita en árabe y de inspiración chiíta (Miguel, 1968). Sin embargo, en la gran colección de obras de las viejas culturas (india, iraní, griega) en Bagdad, en tiempo de los Abásidas, los historiadores griegos fueron olvidados. En los territorios de los zeugitas y los ayyubitas (Siria, Palestina, Egipto), en el siglo XII, la historia domina la producción literaria, especialmente con la biografía. La historia florece también en la corte mongol, entre los mamelucos, bajo el dominio turco. Hablaremos aparte de la personalidad de Ibn Khaldún (véase pág. 79). Si Ibn Khaldún domina con su genio a los historiadores y geógrafos musulmanes de la baja Edad Media, su filosofía de la historia es fundamentalmente la de sus contemporáneos, signada por la nostalgia de la unidad del Islam, por la obsesión de la decadencia. Sin embargo, la historia no ocupó nunca en el mundo musulmán el puesto privilegiado que conquistó en Europa y Occidente. Permaneció “fuertemente centrada en el fenómeno de la revelación coránica, de su aventura en el curso de los siglos y los innumerables problemas que plantea, hasta el punto de que hoy parece no abrirse sino con dificultad, o aun con reticencia, a un tipo de estudios y de métodos históricos inspirados en Occidente” (Miguel, 1967, pág. 461). Si para los hebreos

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la historia cumplió un papel de factor esencial para la identidad colectiva –función que en el Islam cumple la religión-, para los árabes y musulmanes la historia fue sobre todo “nostalgia del pasado”, el arte y la ciencia del lamento (véase Rosenthal, 1952 y los textos que presenta). Queda en pie el hecho de que el Islam tuvo otro sentido de la historia respecto de Occidente, no conoció los mismos desarrollos metodológicos en historia, ey el caso de Ibn Khaldun es especial (véase Spuler, 1955). El saber occidental considera que la historia surgió con los griegos. Está vinculada con dos motivaciones principales. Una es de orden étnico, se trata de distinguir a los griegos de los bárbaros. A la concepción de la historia se une la idea de civilización. Herodoto tiene en cuenta a los libios, los egipcios y sobre todo a los chiítas y a los persas, y lanza sobre ellos una mirada de etnógrafo. Por ejemplo, los chiítas son nómades y el nomadismo es difícil de pensar. En el centro de esta geohistoria está la noción de frontera: la civilización está de este lado, la barbarie del otro. Los chiítas que atravesaron la frontera y quisieron helenizarse –civilizarse- fueron asesinados por los suyos, porque los dos mundos no pueden mezclarse. Los chiítas son sólo un espejo donde los griegos se ven invertidos (Hartog, 1980). El otro estímulo de la historia griega es la política vinculada con las estructuras sociales. Finley detecta que no hay historia en Grecia antes del siglo V a.C. No hay anales comparables con los de los reyes de Asiria, no hay interés por parte de poetas y filósofos, no hay archivos. Es la época de los mitos, fuera del tiempo, transmitidos oralmente. En el siglo V la memoria nace del interés de las familias nobles (y reales) y de los sacerdotes de los templos como los de Delfos, Eleusis y Delos. Por su parte, Santo Mazzarino considera que el pensamiento histórico nació en Atenas en los ambientes del ofismo, en el marco de una reacción democrática contra la antigua aristocracia, especialmente la familia de los Alcmeónides, y que “la historiografía nació dentro de una secta religiosa, en Atenas, y no entre los librepensadores de Jonia” (Momigliano, 1967, ec. 1969, pág. 63). “El orfismo había (...) exaltado, a través de la figura de Filos, el ghenos por excelencia adverso a los Alcmeónidas:el ghenos del que después nació Temístocles, el hombre de la flota ateniense (...) La revolución ateniense contra la parte conservadora de la antigua aristocracia de tierras partío por cierto hacia el

630 a.C. de las nuevas exigencias del mundo comercial y marino que dominaba la ciudad(...) La “profecía sobre el pasado” era el arma principal de la lucha política” (Mazzarino, 1966, I, págs. 32-33). La historia, arma política. Esta motivación, en fin, absorbe la cultura histórica griega, dado que la oposición a los bárbaros no es sino otro modo de exaltar la ciudad; elogio de la ciudad que sugiere por otra parte a los griegos la idea de cierto progreso técnico: “El orfismo, que dio el primer impulso al pensamiento histórico, había “descubierto” también la idea misma de progreso técnico, al modo como la concibieron los griegos. De los enenos de Ida, descubridores de la metalurgia o “arte (techne) de Efesto”, ya había hablado la poesía épica de espíritus más o menos órficos (la Foronide)” (ibidem, pág. 240). Así cuando desaparece la idea de la ciudad desaparece también la conciencia de la historicidad. Los sofistas, conservando la idea del progreso técnico, rechazaron toda noción de progreso moral, redujeron el devenir histórico a la violencia individual, lo desmenuzaron en un aglomerado de “anécdotas escabrosas”. Es la afirmación de una antihistoria que ya no considera el devenir como una historia, como una sucesión inteligible de acontecimientos, sino como un conjunto de actos contingentes, obra de individuos o de grupos aislados (Chatelet, 1k962). La mentalidad histórica romana no se presenta muy diferente de la griega, que por otra parte la formó. Polibio, el griego que inició a los romanos en el pensamiento histórico, ve en el espíritu romano la dilatación del espíritu de la ciudad, y frente a los bárbaros los historiadores romanos exaltarán la civilización encarnada por Roma, la misma que Salustio exalta frente a Yugurta, el africano que tomó de roma sólo los medios para combatirla; la misma que Livio ilustra frente a los pueblos salvajes de Italia y a los cartagineses, esos extranjeros que trataron de reducir a los romanos a la esclavitud, como hicieron los persas con los griegos; que César encarna contra los galos; que Tácito parece abandonar en su resentimiento antiimperial para admirar a los buenos salvajes bretones y germanos, a quienes ve en definitiva con los rasgos de los antiguos y virtuosos romanos de antes de la decadencia. La mentalidad histórica romana está, en efecto-como la estará más tarde la islámica-, dominada por el lamento por los orígenes, el mito de la virtud de los antiguos, la nostalgia de las costumbres

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ancestrales, de mos mairum. La identificación de la historia con la civilización grecorromana sólo está amortiguada por la creencia en la declinación, de la que Polibio hace una teoría fundada en la similitud entre las sociedades humanas y los individuos. Las instituciones se desarrollan, declinan y mueren como los individuos, porque ellas también están sometidas a las “leyes de la naturaleza”; así también la grandeza romana morirá. De esta teoría se acordará Montesquieu. La lección de la historia para los antiguos se sintetiza en definitiva en una negación de la historia. Lo que deja de positivo son los ejemplos de los antepasados, héroes y grandes hombres. Hay que combatir la decadencia reproduciendo individualmente las grandes gestas de los antepasados, repitiendo los modelos eternos del pasado. La historia, fuente de ejemplos, no está lejos de la retórica, de las técnicas de persuasión. Recurre pues de buena gana a las arengas, a los discursos. Ammiano Marcellino, a finales del siglo IV, resume en su estilo barroco y con su gusto por lo trágico y lo extravagante, los rasgos esenciales de la mentalidad histórica antigua. Este sirio idealiza el pasado, evoca la historia romana a través de ejemplos literarios y tiene como único horizonte-aunque haya viajado por gran parte del imperio, con excepción de Bretaña, España y el norte de Africa al oeste de Egipto-a Roma aeterna (véase Momigliano, 1974). Se ha visto el cristianismo como una ruptura, una revolución en la mentalidad histórica. Al dar a la historia tres puntos fijos –la creación, inicio absoluto de la historia; la encarnación, inicio de la historia cristiana y de la historia de la salvación; el juicio universal, el fin de la historia-. El cristianismo habría sustituido las concepciones antiguas de un tiempo circular por la noción de un tiempo lineal, habría orientado a la historia y le habría otorgado un sentido. Sensible a las fechas, trata de fechar la creación, los principales puntos de referencia del Antiguo Testamento, fecha con la mayor precisión posible del nacimiento y la muerte de Jesús. Religión histórica, anclada en la historia, el cristianismo habría impreso a la historia en Occidente un impulso decisivo. Guy Lardreau y Georges Duby insistieron recientemente en el víndulo entre el cristianismo y el desarrollo de la historia en Occidente. Guy Lardreau recuerda las palabras de Marc Bloch: “El cristianismo es una religión de historiadores”, y añadió: “Estoy convencido, sencillamente, de que hacemos historia porque somos cristianos”. A lo cual Georges Duby responde: “Tienen razón, hay una manera cristiana de pensar, que es la historia. ¿La ciencia histórica no es

acaso occidental? ¿Qué es la historia en la China, en la India, en Africa negra? El Islam tuvo geógrafos admirables, ¿Pero dónde están sus historiadores?” (Duby y Lardreau 1980, págs. 138-9). El cristianismo favoreció seguramente cierta propensión a razonar en términos históricos, característicos de los hábitos de pensamiento occidental, pero la estrecha relación entre el cristianismo y la historia parece haberse desvanecido. Aún más, estudios recientes muestran que no hay que reducir la mentalidad histórica antigua-sobre todo griega- a la idea de un tiempo circular (Momigliano, 1966b; Vidal-Naquet, 1960). Por su parte, el cristianismo no puede reducirse a la concepción de un tiempo lineal: un tipo de tiempo circular, el tiempo litúrgico, cumple en él un papel primordial. La supremacía de ese tiempo litúrgico redujo al cristianismo a fechar solamente días y meses, sin mencionar el año, para integrar el acontecimiento en el calendario litúrgico. Por otra parte el tiempo teleológico, escatológico, no lleva necesariamente a una valorización de la historia. Se puede considerar que la salvación tiene lugar tanto afuera de la historia, con su negación, como a través y por la historia. Las dos tendencias existieron y existen todavía en el cristianismo (véase también Le Goff, ob. Cit., cap. II). Si Occidente otorgó a la historia una atención especial, si desarrolló especialmente la mentalidad histórica y atribuyó un lugar importante a la ciencia histórica fue en razón de la evolución social y política. Bastante pronto algunos grupos sociales y políticos y los ideólogos de los sistemas políticos tuvieron interés en pensarse históricamente y en imponerse marcos de pensamiento histórico. Como hemos visto, este interés apareció primero en el Oriente Medio y en Egipto, entre los hebreos y después entre los griegos. Sólo en la medida en que fue la ideología ampliamente dominante en Occidente, el cristianismo asumió algunas formas de pensamiento histórico. En cuanto a otras civilizaciones, si parecen dar un lugar menos al espíritu histórico es por una parte por que se reserva el nombre de historia a concepciones accidentales, y no se reconocen como tal otros modelos de pensar la historia; y por otra, porque las condiciones sociales y políticas que favorecieron el desarrollo de la historia en Occidente no siempre se dieron fuera de él. Queda en pie el hecho de que el cristianismo dio importantes elementos a la mentalidad histórica, aun fuera de lo concepción agustiniana de la historia ( véase la Pág. 78), que influyó mucho en la Edad Media y mas

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tarde. También historiadores cristianos orientales tuvieron una importante influencia sobre la mentalidad histórica, no sólo en Oriente sino también indirectamente en Occidente. Es el caso de Eusebio de Cesárea, de Sócrates en Escolástico de Evagrio, de Sozomeno, de Teodoreto de Ciro. Creían en el libre albedrío (Eusebio y Sócrates eran también origenistas) y pensaban que el ciego destino, el fatum, no cumplía una función en la historia, a diferencia de lo que creían los historidores grecorromanos. Para ellos el mundo era gobernado por el aoyo o razón divina (denominada también Providencia), que delineaba la estructura de toda la naturaleza y de toda la historia: “Así que se podía analizar la historia y considerar la lógica interna en la concatenación de sus acontecimientos” (Chesnut, 1978, pág. 244). Nutrido de cultura antigua, este humanismo histórico cristiano acogió la noción de la fortuna para explicar los “accidentes” de la historia y daba origen a la idea de la rueda de la fortuna, tan popular en el medioevo, y que introducía otro elemento circular en la concepción de la historia. Los cristianos conservaron así dos ideas esenciales del pensamiento histórico pagano, pero transformándolas profundamente: la idea del emperador, pero según el modelo de Teodosio el Joven fue la imagen de un emperador mitad guerrero y mitad monje; la idea de Roma, pero rechazando tanto la idea de la decadencia de Roma como la de Roma eterna. El tema de Roma se convirtió en la Edad Media tanto en el concepto de un imperio romano sagrado al mismo tiempo cristiano y universal (véase Falco, 1942), como en la utopía de una Europa de los Ultimos Días, los sueños milenaristas de un emperador del final de los tiempos. Además Occidente debe al pensamiento histórico cristiano dos ideas que tuvieron fortuna en la Edad Media; el marco, intercambiado a los judíos., de una crónica universal (véase Brincken, 1957; Kruger, 1976); la idea de tipos privilegiados de historia: bíblica (véase Historia scholastica de Pietro Mangiadore, c. 1170) y eclesiástica. Vamos a hablar ahora de algunos tipos de mentalidad y de práctica histórica vinculados con algunos intereses sociales y políticos en diversos períodos de la historia occidental. A las dos grandes estructuras sociales y políticas de la Edad Media, el feudalismo y la ciudad, están vinculados dos fenómenos de mentalidad histórica: las genealogías y la historiografía urbana. A esto hay que añadir-en la perspectiva de una historia nacional

monárquica- las crónicas reales, entre la cuales las más importantes después del final del siglo XII fueron las Grandes Chroniques de France, “en las que los franceses creyeron como en la Biblia” (Gene, 1980, pág. 339). El interés que tienen las grandes familias de una sociedad por establecer sus genealogías cuando las estructuras sociales y políticas han alcanzado cierto estadio es cosa sabida. Ya las primeras líneas de la Biblia desarrollan la letanía de las genealogías de los patriarcas. En las sociedades llamadas “primitivas” las genealogías suelen ser la primera forma de historia, el producto del momento en que la memoria muestra la tendencia a organizarse en series cronológicas. Georges Duby ha mostrado cómo en el siglo XI-y sobre todo en el XII- los señores, grandes y pequeños, patrocinaron en Occidente, sobre todo en Francia, una abundante bibliografía genealógica “para exaltar la reputación de su linaje, más precisamente para apoyar su estrategia matrimonial y poder así contraer alianzas más ventajosas” (ibidem, pág. 64; véase también Duby, 1967). Con mayor razón las dinastías reinantes hicieron establecer genealogías imaginarias o manipuladas para afirmar su prestigio y su autoridad. Así los Capetos lograron en el siglo XII aliarse con los Carolingios (Gene, 1978). Así el interés de los príncipes y nobles produjo una memoria organizada alrededor de la historia. Un caso particular es el del papado, que cuando se afirma la monarquía pontificia siente la necesidad de tener una historia suya, que evidentemente no puede ser dinástica, pero quiere distinguirse de la historia de la Iglesia (Paravicini-Bagliani, 1976). Por su parte, las ciudades, una vez constituidas en organismos políticos conscientes de su fuerza y su prestigio, también quisieron elevar ese prestigio exaltando su antigüedad, la gloria de sus orígenes y de sus fundadores, las gestas de sus antiguos hijos, los momentos excepcionales en que fueron favorecidas por la protección de Dios y la Virgen, de sus santos patrones. Algunas de estas historias cobraron un carácter oficial, auténtico. Así, el 3 de abril de 1262, la crónica del notario Rolandino, leída en público en el claustro de San Urbano de Padua ante los maestros y estudiantes de la universidad, asumió el carácter de verdadera historia de la ciudad y de la comunidad urbana (Arnaldi, 1963, págs. 85-107). Florencia da lustre a su fundación atribuyéndola a Julio César (Rubinstein, 1942; Del Monte, 1950). Génova poseía una historia auténtica desde el siglo XII (Balbi, 1974). Es

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natural que Lombardía, zona de importantes ciudades, conociera una historiografía urbana floreciente (Martín, 1970). Es natural que ninguna ciudad de la Edad Media tenga mayor interés que Venecia por su historia. Pero la autohistoriografía veneciana medieval pasó por muchas vicisitudes reveladoras. En primer lugar, se registra un nítido contraste con la historiografía antigua, que refleja más las divisiones y luchas internas de la ciudad que la unidad y serenidad finalmente conquistadas: “La historiografía (...) reflejará una realidad en movimiento, las luchas y conquistas parciales que la signan, una o varias fuerzas que actúan en ella; y no con la serenidad satisfecha de quien contempla un proceso acabado” (Cracco, 1970, págs. 45-6). Por otra parte, los añales del dux Andrea Dándolo a mediados del siglo XIV conquistaron una fama tal que hicieron olvidar la historiografía veneciana anterior (Fasoli, 1970, págs. 11-12). Es el comienzo de la “historiografía pública” o “historiografía comandada”, que culmina a comienzos del siglo XVI con los diarios de Marin Sanudo el Joven. El Renacimiento es una gran época para la mentalidad histórica. Lo signan la idea de una historia nueva, global, la historia perfecta, y los importantes progresos metodológicos de la crítica histórica. A partir de sus ambiguas relaciones con la antigüedad (al mismo tiempo modelo paralizante y pretexto inspirador), la historia del humanismo y el Renacimiento asume una doble y contradictoria actitud ante la historia. Por una parte, el sentido de las diferencias y del pasado, de la relatividad de las civilizaciones, pero también la búsqueda del hombre, de un humanismo y una ética donde paradójicamente la historia se vuelve magistra vitae , negándose a sí misma, proporcionando ejemplos y lecciones de validez atemporal (véase Landfester, 1972). Nadie mejor que Montaigne (1580-92) supo expresar este punto ambiguo para la historia: “Los historiadores son los que más me gustan: son agradables y fáciles; ... el hombre en general, a quien trato de conocer, aparece más vivo y completo que en cualquier otro lugar, la variedad y verdad de sus tendencias interiores a grandes rasgos y en detalle, la diversidad de los modos de su complexión y los accidentes que lo amenazan”. No es de extrañar entonces que Montaigne declare que en el terreno de la historia “su hombre” es Plutarco, hoy considerado un moralista más bien que un historiador.

Por otra parte, la historia se alía en este período con el derecho, y esta tendencia culmina con la obra del protestante Francois Baudoin, discípulo del gran jurista Dumoulin, De institutione historiae universae et eius cum jurisprudentia conjunctione (1561). El objetivo de esta alianza es la unión de lo real con lo ideal, de las costumbres con la moralidad. Baudoin acompañará a los teóricos que sueñan una historia “integral”, pero la visión de la historia sigue siendo “utilitaria” (Kelley, 1970). Es útil recordar aquí las repercusiones,, en el siglo XVI y comienzo del siglo XVII, de uno de los fenómenos más importantes de este período: el descubrimiento y colonización del Nuevo Mundo. Vamos a mencionar sólo dos ejemplos, uno referido a los colonizados y otro a los colonizadores. En un libro pionero, La visión des vaincus. Nathan Wachtel estudió (1971) la reacción de la memoria indígena a la conquista española del Perú. Wachtel recuerda ante todo que la conquista no afecta a una sociedad sin historia: “No se puede pensar en los malos genios en la historia; cada acontecimiento se produce en un campo ya constituido, hecho de instituciones, costumbres, significados y huellas múltiples, que resisten y al mismo tiempo proporcionan asidero a la acción humana”. El resultado de la conquiusta parece ser por parte de los indígenas la pérdida de identidad. La muerte de los dioses y del indio, la destrucción de los ídolos, constituyen p ara los indígenas un “trauma colectivo”, noción muy importante en la historia, que en opinión de quien escribe debe ocupar un lugar entre las principales formas de discontinuidad histórica: los grandes acontecimientos- revoluciones, conquistas, derrotas-se viven como “traumas colectivos”. A esta desestructuración los vencidos reaccionan inventando “una praxis de reestructuración”, cuya principal expresión es en este caso “la Danza de la Conquista”; se trata de una “reestructuración bailada, a través de imágenes, porque las otras formas de praxis fallan” (ibidem). Wachtel hace aquí una importante reflexión sobre la racionalidad histórica: “Cuando hablamos de una lógica o de una racionalidad de la historia eso no significa que pretendamos definir leyes matemáticas, necesarias, válidas para la sociedad, como si la historia obedeciera a un determinismo natural, pero la combinación de los factores que constituyen lo no cronístico del acontecimiento dibuja un paisaje original, diverso, sostenido por un cojunto de mecanismos y regularidades, en suma una coherencia- de la que los contemporáneos no suelen ser conscientes-cuya restitución resulta

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indispensable para la comprensión del acontecimiento” (ibidem). Esta concepción permite entonces a Wachtel definir la conciencia histórica de vencedores y vencidos: “La historia parece entonces racional sólo a los vencedores, mientras que los vencidos la viven como irracionalidad y alineación” (ibidem). Pero se pone de manifiesto una última astucia de la historia; en el lugar de una verdadera historia, los vencidos se constituyen una tradición como “medio de rechazo”. Así, una historia lenta de los vencidos es una forma de oposición, de resistencia, a la historia rápida de los vencedores, y paradójicamente, “en la medida en que los restos de la antigua civilización inca atravesaron los siglos para llegar a nuestros días, cabe decir que también este tipo de revueltas, esta praxis imposible, en cierto sentido ha triunfado” (ibidem). Doble lección para el historiador: por una parte la tradición es historia; a menudo , aun cuando elige residuos de un pasado lejano, es una construcción histórica relativamente reciente, reacción a un traumatismo político y cultural y más a menudo a ambos a la vez; por otra, esta historia lenta, que se encuentra en la cultura “popular” es, en efecto, una especie de antihistoria en la medida en que se opone a la historia que ostentan y animan los dominadores. Bernadette Bucher, a través del estudio de la iconografía de la colección Les Grands Voyages, publicada e ilustrada por la familia De Bry entre 1590 y 1634, definió las relaciones que los occidentales establecieron entre la historia y el simbolismo ritual sobre cuya base han representado e interpretado la sociedad indígena que descubrieron. Transformaron sus ideas y sus valores de europeos y protestantes en las estructuras simbólicas de las imágenes de los indígenas. Así es como las diferencias culturales entre indígenas y europeos-especialmente en lo que atañe a costumbres culinarias-aparecen en un momento dado a De Bry “como la señal de que el indígena es rechazado por Dios” (Bucher, 1977, págs. 227-8). La conclusión es que “las estructuras simbólicas son obra d euna combinatoria en la cual la adaptación al ambiente, a los acontecimientos, y por consiguiente la iniciativa humana, entran en juego constantemente por medio de una dialéctica entre estructura y acontecimiento” (ibidem, págs. 229-30). Así los europeos del Renacimiento rescatan el modo de proceder de Herodoto y hacen que los indígenas les tiendan un espejo donde se reflejan ellos mismos. Así, los encuentros de culturas hacen

nacer respuestas historiográficas diferentes ante el mismo acontecimiento. Queda en pie el hecho de que-a pesar de sus esfuerzos hacia una historia nueva, independiente, erudita- la historia del Renacimiento depende estrechamente de los intereses sociales y políticos dominantes, en este caso del Estado. Desde el siglo XII al XIV el protagonista de la producción historiográfica había sido en el ambiente señorial y monárquico el protegido de los grandes (Godofredo de Monmouth o Guillermo de Malmesbury dedican sus obras a Roberto de Gloucester, los monjes de Saint-Denis trabajan para la gloria del rey de Francia, protector de su abadía, Froissart escribe para Filippa de Hainaut, reina de Inglaterra, etc.), o bien, en los ámbitos urbanos, es cronista notario (Arnaldi, 1966). En un ambiente urbano el historiador es miembro de la alta burguesía en el poder, como Leonardo Bruni, canciller de Florencia de 1427 a 1444, o un alto funcionario del Estado; los dos ejemplos principales en cuanto a esto son, siempre en Florencia, Maquiavelo, secretario de la chancillería florentina (aun cuando escribió sus grandes obras después de 1512, año en que fue expulsado de la chancillería por el retorno de los Medici) y Guicciardini, embajador de la república florentina, después al servicio sucesivamente del papa León X y del duque de Toscana Alejandro. Fue en Francia donde mejor se pudo seguir el intento, por parte de la monarquía, de domesticar la historia, especialmente en el siglo XVII, durante el cual los defensores de ortodoxia católica y los partidarios del absolutismo real condenaron como “libertina” la crítica histórica de los historiadores del siglo XVI y del reino de Enrique IV (Huppert, 1970). Este intento se expresó mediante el hecho de pagar estipendios a los historiógrafos oficiales, desde el siglo XVI a la revolución. Aun cuando el término fue empleado por primera vez por Alain Chartier en la corte de Carlos, se trataba “de una distinción más bien que de un cargo preciso”. El primer historiógrafo verdadero es Pierre de Paschal en 1554. El historiógrafo es un apologista. Sólo ocupa un puesto modesto, aun cuando Charles Sorel trató de delinear, en 1646, en el Avertissement a I’Histoire du roy Louis XIII de Charles Bernard, el puesto de historiógrafo de Francia con el fin de atribuirle importancia y prestigio. Valoriza su habilidad y su función: probar los derechos del rey y el reino, alabar

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las buenas acciones, dar ejemplos a la posteridad, todo ello para gloria del rey y el reino. Sin embargo, el puesto seguirá siendo relativamente oscuro, y el intento de Boileau y Racine en 1677 fracasará. Los philosophes criticarán vivamente a la institución, y el programa de reforma de la función expuesto por Jacob-Nicolas Moreau, en una carta del 22 de agosto de 1774, al primer presidente de la Corte de Cuentas de Provenza, J.b. d’Albertas, va a llegar demasiado tarde. La revolución suprimirá el cargo de historiógrafo (Forrier, 1977) El espíritu de las luces, un poco como el del Renacimiento, tendrá una actitud ambigua respecto de la historia. Cierto que la historia filosófica-sobre todo con Voltaire (principalmente en el Essai sur les maeurs et I’esprit des nations, concebida en 1740 y cuya edición definitiva es de 1769)- aporta al desarrollo de la historia “un ensanchamiento considerable de la curiosidad y sobre todo los progresos del espíritu crítico” (Ehrard y Palmade, 1964, pág. 37). Pero “el racionalismo de los filósofos obstaculiza el desarrollo del sentido histórico. ¿Es mejor racionalizar lo irracional, como trata de hacer Montesquieu, o cubrirlo de sarcasmos al modo de Voltaire? En uno y otro caso la historia pasa por el tamiz de una razón atemporal” (ibidem, pág. 36) La historia es un arma contra el “fanatismo” y las épocas en que éste reinó, especialmente la Edad Media, sólo son dignas de desprecio o de olvido: “No hay que conocer la historia de ese tiempo sino para despreciarla” (Voltaire, 1756, cap. Xciv). En víspera de la revolución francesa la Histoire philosophique et politique des établissements et du comerse des Européens dans les deux Indes (1770), del abad Raynal, tuvo un gran éxito: “Para Raynal, como para todo el partido filosófico, la historia es el campo cerrado donde se enfrentan la razón y los prejuicios” (Ehrard y Palmade, 1964, pág. 36). Paradójicamente, la revolución francesa no estimuló en su tiempo la reflexión histórica. Georges Lefebvre (1945-1946) vio múltiples rezones para esta indiferencia: los revolucionarios no se interesaban por la historia, la hacían; querían destruir un pasado aborrecido, y no pensaban en dedicarle el tiempo que podía emplearse mejor en tareas creativas. Así como a la juventud le atraían el presente y el futuro, “el público que durante el Antiguo Régimen se había interesado por la historia se había dispersado, había desaparecido o estaba económicamente arruinado” (ibidem).

Sin embargo, Jean Ehrard y Guy Palmade recordaron con acierto la obra de la revolución francesa a favor de la historia, en el campo de las instituciones, del aparato documental y de la enseñanza. Sobre este punto hemos de volver más adelante. Así, si Napoleón quiso poner la historia a su servicio, continuó y desarrolló, en este como en muchos otros campos, lo que había hecho la revolución. La obra principal de la revolución el el campo de la mentalidad histórica fue constituir una ruptura y dar a muchos, en Francia y en Europa, la sensación de que ella no solamente selló el comienzo de una nueva era, sino de que la historia, al menos la historia de Francia, empezaba con ella: “Hablando con propiedad, sólo tenemos historia de Francia a partir de la revolución”, dice en el germinal del año X el diario La Décade philosophique. Y Michelet escribiría: “Sabedlo, frente a Europa, Francia no tendrá más que un nombre, inexpiable, que es su verdadero nombre eterno: la revolución” (mencionado en Ehrard y palmade, 1964, pág. 62). Se establece así, positivo para unos y negativo para otros (contrarrevolucionarios y reaccionarios: véase más adelante el parágrafo dedicado a “Progreso/reacción”) un gran traumatismo histórico: el mito de la revolución francesa. Más adelante hemos de recordar el clima ideológico y la atmósfera de sensibilidad romántica donde nació y se desarrolló la hipertrofia del sentido histórico que fue el historicismo. Aquí mencionamos solamente dos corrientes, dos ideas que contribuyeron primordialmente a promover la pasión de la historia durante el siglo XIX: La inspiración burguesa a la que siguen vinculadas las nociones de clase y democracia, y el sentimiento nacional. El gran historiador de la burguesía es Guizot. En el movimiento comunal del siglo XII ya ve la victoria de los burgueses y el nacimiento de la burguesía: “La formación de una gran clase social, de la burguesía, era el resultado necesario del franqueamiento local de los burgueses” (1829). De allí el origen de la lucha de clases, motor de la historia: “El tercer gran resultado del franqueamiento de los Comunes fue la lucha de clases: lucha que llena la historia moderna. La Europa moderna nació de las luchas de las diferentes clases de la sociedad” (ibidem). Guizot y Augustin Thierry (sobre todo Thierry en Essai sur I’histoire de la formation et des progres du Tires Etat, 1850) tuvieron un lector atento, Karl Marx (1852): “Mucho antes que yo, historiógrafos burgueses describieron el desarrollo histórico de esta lucha de clases y economistas burgueses su anatomía económica”. La

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democracia surgida de las victorias burguesas tiene un observador agudo en la persona del conde de Tocqueville: “Se diría que tengo una predilección racional por las instituciones democráticas, pero soy aristócrata por instinto, vale decir, desprecio y temo a la multitud. Amo con pasión la libertad, la legalidad, el respeto a los derechos, pero no la democracia” (citado en Ehrard y Palmade, 1964, pág. 61). Estudia los progresos de la democracia en la Francia del antiguo régimen, durante el cual avanza hasta estallar en la revolución (que por consiguiente no es ya cataclismo, una novedad perturbadora, sino la culminación de una larga historia), y el la América de comienzos del siglo XIX, con una mezcla de avances y retrocesos. Sin embargo, Tocqueville tiene fórmulas que casi superan a las de Guizot: “Ante todo se es de la propia clase antes de tener una opinión propia”, o bien, “Indudablemente se me pueden oponer los individuos; yo hablo de clases; sólo ellas deben ocupar la historia” (mencionado en ibidem). La otra corriente es el sentimiento nacional, que se difunde en Europa en el siglo XIX y contribuye poderosamente a difundir el sentido histórico. Michelet escribe: “Franceses de toda condición, de todas las clases y partidos, recuerden una cosa, en esta tierra sólo tienen un amigo seguro, Francia” (mencionado en ibidem, pág. 62). Chabod recuerda que si la idea de lo nacional se remonta a la Edad Media, la novedad reside en la religión de la patria, que data de la revolución francesa: “La nación se convierte en la patria, y la patria se convierte en la nueva divinidad del mundo moderno. Nueva divinidad, y como tal sagrada. Esta es la gran novedad que se desprende de la época de la Revolución Francesa y del Imperio. El primero en decirlo es Rouget de Lisle en la penúltima estrofa de La Marsellesa: Amour sacré de la patrie / conduis, soutiens nos bras vengeurs. Y quince años más tarde lo repite Foscolo, precisamente al final de los Sepulcros: “Ove fia santo e lagrimato il sangue / per la patria versato” (1943-1947, págs. 61-62). Y agrega que este sentimiento está vivo sobre todo en las naciones, en los pueblos que todavía no habían podido realizar su unidad nacional: “Como es obvio, la idea de nación será particularmente cara a los pueblos que no están todavía políticamente unidos... así que sobre todo en Italia y Alemania la idea nacional encontrará partidarios entusiastas y constantes; después de ellos, en los otros pueblos divididos y dispersos, en primer lugar los polacos” (ibidem, págs. 65-66). De hecho,

Francia no está menos afectada por esta influencia del nacionalismo sobre la historia. El sentimiento nacional inspira una gran obra cásica, L’Histoire de France, publicada bajo la dirección de Ernest Lavisse entre 1900 y 1912, en víspera de la primera guerra mundial. Este es el programa que Lavisse asignaba a la enseñanza de la historia: “A la enseñanza histórica le incumbe el glorioso deber de hacer amar y comprender a la patria (...) nuestros antepasados galos y los bosques de los druidas, Carlos Martel y Poitiers, Rolando a Roncesvalles, Godofredo de Bouillon a Jerusalén, Juana de Arco, todos nuestros héroes del pasado, aureolados de leyenda (...) Si el escolar no lleva consigo el vivo recuerdo de nuestras glorias nacionales, si no se sabe que nuestros antepasados combatieron en mil campos de batalla por causas nobles, si no aprende la sangre y el esfuerzo que costaron lograr la unidad de la patria y hacer surgir del caos de nuestras instituciones envejecidas las leyes sagradas que nos hicieron libres, si no se convierte en un ciudadano compenetrado de sus deberes y un soldado que ama la bandera, el maestro habrá perdido su tiempo” (mencionando en Nora, 1962, págs. 102-3). Todavía no se ha puesto en evidencia que hasta el siglo XIX falta un elemento esencial para la formación de una mentalidad histórica. La historia no es objeto de enseñanza. Se ha dicho que Aristóteles la descartó del conjunto de las ciencias. No se contaba entre las disciplinas que se enseñaban en las universidades medievales (véase Grundmann, 1965). Los jesuitas y los oratorianos le dieron un poco de espacio en los colegios (véase Dainville, 1954). Pero fue la revolución francesa la que dio el impulso, y los progresos de la enseñanza escolar, a nivel primario, medio y superior en el siglo XIX, los que aseguraron la difusión masiva de una cultura histórica. A partir de entonces, uno de los mejores observatorios para el estudio de la mentalidad histórica son los manuales escolares de historia (véase más adelante).

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¿QUÉ ES LA MICROHISTORIA?

Carlo Ginzburg

En esta página recogemos algunas ideas que pueden servir de aliciente a otros para iniciar o proseguir una investigación como la que hemos ido haciendo en estos últimos años, con el objeto de “volver a dar vida” a muchos antepasados cuya memoria se había perdido casi totalmente para la generación actual. Nuestra época es testigo de un resurgir del interés por esta tarea cultural de primera magnitud. Un pueblo sin la conciencia de sus raíces pierde identidad. Una persona que no tiene interés por conocer quienes fueron sus antepasados, dónde vivían, qué tipo de vida llevaban, etc., pierde la memoria de su pasado y, con ello, un gran tesoro de valores y realidades humanas que trasmitir a sus sucesores. La microhistoria, no es historia crítica o monumental. Su cometido es mucho más humilde y sencillo. Como afirma Luis González y González “es la versión popular de la historia, obra de aficionados de tiempo parcial. La mueve una intención piadosa: salvar del olvido aquella parte del pasado propio que ya está fuera de ejercicio. Busca mantener al árbol ligado a sus raíces. Es la historia que nos cuenta el pasado de nuestra propia existencia, nuestra familia, nuestro terruño, de la pequeña comunidad” (cfr. Hacia una teoría de la microhistoria. Discurso de recepción del doctor Luis González y González en la Academia Mexicana de la Historia, leído en la sesión solemne del 27 de marzo de 1973). En cuanto a qué tipo de gente sea la que se dedican a esta tarea, Don Luis González dice lo siguiente: “a la mies microhistórica acuden operarios de muy desigual condición. Unos son abogados, sacerdotes, médicos, poetas, políticos o personas que apenas saben leer y escribir. Y sin embargo es posible rastrear en ellos algunos rasgos comunes: quizá el más notorio sea el ego emocional, la actitud romántica”. No es un impulso racionalizante el que mueve al microhistoriador, es “un amor (a

veces ferocidad amorosa) a las raíces, un amor melancólico, como aquel de Manuel Machado: “Me siento a veces triste... /Mi pensamiento entonces /Vaga junto a las tumbas de los muertos,/ Y en torno a los cipreses y los sauces / que abatidos se inclinan...y me acuerdo”. El que hace la microhistoria de sus antepasados, de su terruño, de un grupo de familias ligadas por el tiempo y el espacio, muy a menudo tiende a acumular todo tipo de vestigios, movido por el afán “de ver a los ancestros en toda su redondez” (L. González). Aunque la microhistoria sea un saber humilde y sencillo-de lo cotidiano y familiar-no por eso carece de rigor científico. Todo microhistoriador busca afanosamente los datos reales en archivos tras una paciente investigación, porque lo que pretende es reconstruir lo más exacta posible la verdad. Las fuentes más frecuentadas por el microhistoriador son los archivos parroquiales, los libros de notarios, los vestigios arqueológicos, los cementerios, las crónicas de viaje, los censos, los informes de munícipes y gobernadores, estatutos, reglamentos, leyes, periódicos y tradición oral. La labor del microhistoriador es ardua. Se ve necesitado muchas veces de hacerla de detective, con escasas y borrosas huellas, sin medios para descubrir lo que busca penosamente. Para encontrar la verdad sobre las personas que vivieron hace dos o tres siglos tiene que obtener datos y después intentar relacionarlos entre sí. Esta es la tarea más difícil, pero la más importante: “la resurrección de nuestros difuntos requiere recubrir sus huesos de carne y espíritu”. El estilo de la microhistoria es la expresión inspirada en lo coloquial. Las personas y las sociedades se hacen más libres, crecen y producenh, si se conocen mejor a si mismas, de dónde proceden y cómo han llegado a ser lo que son. Terminamos con las palabras conclusivas de don Luis González en su Discurso al ser aceptado miembro de la Academia Mexicana de la Historia: “ La microhistoria es la especie histórica que se ocupa de la añorada matria, la gente de tamaño normal

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y las acciones típicas y triviales del quehacer cotidiano. Es, desde otro punto de vista, la rama menos científica, menos arrogante y menos emperifollada de la frondosa Clío. Es, por último, la menuda sabiduría que hace libres a las minisociades y las promueve para el cambio; vacuna a los niños contra el horror a los policías grandotes llamados héroes y caudillos; permite hacer generalizaciones válidas a los científicos de las ciencias humanas sistemáticas; proporciona viejas verdades a esos revendedores que son los moralistas, y procura salud a los prófugos del ajetreo”.

SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA En un artículo de Carlo Ginzbur Microhistoria : dos o tres cosas que sé de ella, este autor traza una breve semblanza del término microhistoria y de la implicación en su obra. El primero en utilizar la palabra “microhistoria” fue un estudioso americano George R. Stewart, en 1959, profesor de la Universidad de Berkeley posee una amplia bibliografía y en una conferencia sostuvo que para interpretar un texto literario es necesario, en primer lugar, descifrar las referencias ambientales que contiene. Esta pasión por el detalle microscópico inspiró su libro Pickett’s Charge. A Microhistory of the final Attack al Gettysburg, July 3, 1863 (1959), donde analiza minuciosamente la batalla decisive de la Guerra civil Americana. En 1968 el mexicano Luis González y González insertó la palabra “microhistoria” en el subtítulo de su libro Pueblo en vilo. Microhistoria de San José de gracia. En este libro se investigan las transformaciones producidas a lo largo de cuatro siglos en un pueblo minúsculo, siendo microhistoria aquí sinónimo de historia local, escrita desde una óptica cualitativa y no cuantitativa. El éxito del libro le animó a teorizar sobre la nueva corriente en dos ensayos El arte de la microhistoria, y Teoría de la microhistoria incluidas en dos colecciones llamadas invitación a la microhistoria (1973) y Nueva invitación a la microhistoria (1982). Distinguía la microhistoria de la petite histoire, anecdótica y sin crédito. Además González y Gonzáles recordaba que la palabra microhistoria aparecía ya en

1958 en la introducción de Braudel al Traité de sociologie dirigido por Georges Gurvitch pero sin significación concreta, reconocida. En realidad para Braudel “microhistoire” tenía un significado negativo, era sinónimo de “histoire événementielle”, es decir, de la historia tradicional, identificada con la historia política desde los tiempos de su Mediterráneo escrito diez años antes (1949). La microhistoria permanecía condenada, palabra calcada de microeconomía y microsociología, permanecía en una aureola tecnicista como se ven en la obra de Raymond Queneau Les Fleurs Bleues. La primera vez que aparece microstoria en italiano fue en el capítulo de Primo Levi que cierra II sistema periódico en 1975 poco después entró en el léxico historiográfico italiano perdiendo su originaria connotación negativa, en el origen del cambio semántico estaba posiblemente Giovanni Levi que habla de “Microhistoria” en lugar del “Microanálisis” utilizado por Edoardo Grendi. En el transcurso de los años setenta y ochenta la historia de las mentalidades a la que Braudel atribuía una importancia marginal ha conseguido, a menudo bajo el nombre de anthropologie historique, un peso cada vez mayor. Historie et Ethnologie de Furet y Le Goff muestran como la historia etnográfica se propone romper con la historiografía tradicional en el sentido de que aquí los caminos de historia serial y microhistoria se separan; una separación intelectual y política. Seleccionar lo que es repetitivo y serializarlo es algo que en la historia antigua es imposible y en la medieval muy difícil, en el plano temático de historia de las ideas e historia antigua es imposible y en la medieval muy difícil, en el plano temático de historia de las ideas e historia política también escapan por definición a este tipo de investigación, Pero el límite más grave estaría en el estudio de los comportamientos de roles económicos o socioculturales, ya que en cualquier sociedad la documentación está intrínsecamente distorsionada ya que las condiciones de acceso a su producción están ligadas a una situación de poder y

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además se anula la particularidad o excepcionalidad de la documentación existente en beneficio de lo homogéneo y comparable. Aunque es innegable que el conocimiento histórico implique la construcción de series documentales. También es importante el significado de “microhistoria” en la reflexión de Krakauer donde microhistoria es sinónimo de investigación monográfica, lo compara con el primer plano cinematográfico introduciendo nuevos elementos. Sin embargo Krakauer admitía que existían fenómenos observables solamente a través de una perspectiva macroscópica, lo que significa que la relación entre macro y microhistoria no se da por realizada y sin embargo se la persigue. Krakauer propone como mejor solución la que da Marc Bloch en Societé féodale donde Bloch hace un continuo ir y venir entre micro y macrohistoria. Krakauer concluye que la realidad es discontinua y heterogénea por lo que ninguna conclusión alcanzada en referencia a un determinado ámbito puede ser trasladada automáticamente a un ámbito más general. Para Ginzburg esta reflexión sobre microhistoria son su mejor introducción. Ankersmit estudioso holandés de la teoría de la historiografía en su libro History and Theory de 1989 señala que en el pasado los historiadores se ocupaban del tronco del árbol o de las ramas, sus sucesores postmodernos se ocupan únicamente de las hojas, o sea de fragmentos minúsculos del pasado que investigan de forma aislada, independientemente del contexto más o menos amplio del que forman parte. Giovanni Levi y Carlo Ginzburg han polemizado contra las posiciones relativistas –como la de Ankersmit-, para Ginzburg el acercamiento experimental que ha cristalizado a fines de los años setenta en el grupo de los estudiosos italianos de microhistoria se basaba en la sutil conciencia de que todas las fases que sigue la investigación son construidas y no dadas, construyéndose desde la identificación del objeto y su importancia, la elaboración de las categorías mediante las que se analiza, los criterios de prueba, hasta los modelos estilísticos y narrativos a través de los cuales se transmiten al lector los resultados obtenidos.

Las investigaciones microhistóricas italianas han examinado tanto temas de importancia reconocida como temas anteriormente ignorados o relegados a ámbitos considerados inferiores como la historia local. Lo que une estas investigaciones es la insistencia sobre el contexto, es decir, exactamente al contrario de la contemplación aislada del fragmento elogiada por Ankersmit. ¿Por qué se escoge un lugar y no otro? Cada caso tiene una explicación pero las investigaciones microhistoricas italianas han afrontado la cuestión de la comparación en clave de la anomalía, suponiendo como potencialmente mas rica la documentación mas importante la “excepción normal” de Grendi. Como han señalado Levi o Cerutti cada configuración social es producto de la interacción de innumerables estrategias individuales, son un trama que solo la observación cercana permite reconstruir. La relación entre esta dimensión microscópica y la dimensión contextual se ha convertido en el principio organizador de la narración, esta heterogenidad constituye la máxima dificultad y la máxima riqueza potencial de la microhistoria. A pesar del éxito internacional alcanzado por la Escuela, no contamos con ningún texto teórico que defina el paradigma bajo el cual se han amparado las investigaciones microhistóricas muy distintas y de desigual valor. La mocrohistoria italiana, como ejemplo paradigmático y central de esta corriente, no sigue una trayectoria similar a la de por ejemplo la Escuela de Annales con sus casos de absorción de poder. Hay que atribuir parte del éxito internacional a un factor azaroso que es el de la cualidad personal de algunos microhistoriadores que son excelentes escritores, y sus obras son ejemplo de sabiduría narrativa como por ejemplo el caso de Carlo Ginzburg que luego analizaremos. Además otra característica es que los lectores pueden reconocer los avances e identificar a los protagonistas de la corriente, como por ejemplo al editor Einaudi y su colección “Microstorie”. Están relacionados con el ambiente de la italia de la postguerra, siendo la editorial el baluarte cultural de la izquierda resistente frente al fascismo, editorial producto de la colaboración; de Leone y Natalia Ginzburg – padres de Carlo- , de Cesare Pavese e Italo

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Calvino además del mencionado Giulio Einaudi. Eran años de resistencia política y de inquietud intelectual, años de riesgo y de extrema crueldad. En aquella época la persona que guardó los valores y la continuidad de la empresa fue Natalia Ginzburg. Varias décadas después la editorial se ha renovado incorporando a prestigiosas figuras que iremos recogiendo. En los años sesenta inauguraron grandes obras como la “Storia d’Italia”, “Enciclopedia”, etc. Pero fue donde encontró su colección específica “Microstorie” a principios de los ochenta y dirigida por Carlo Ginzburg y Giovanni Levi. En general se tiende a identificar la microhistoria con Carlo Ginzburg, esto es razonable internacionalmente ya que lo que más se ha divulgado internacionalmente es lo que se llama el “paradigma indiciario” que sigue el modelo de interpretación conjetural y que ha ahondado las confusiones o malentendidos que hay en torno a esta corriente. Al identificar Microhistoria con Ginzburg sucede como con Annales o su segunda generación que no se reduce a los que se ha llamado el paradigma braudeliano, así la microhistoria tampoco se agota con Ginzburg, aunque si encuentra en él su mayor resonancia en la obra “El queso y los gusanos” -al igual que Annales en Braudel y su obra sobre “El Mediterráneo”-produciría tal impacto que se tiende a identificar microhistoria con Ginzburg y con la citada obra. Así el éxito de Ginzburg de deba quizás más al error de otras versiones de la microhistoria menos divulgadas. Pero es que Ginzburg es un brillante y consumado narrador por lo que su modelo se impone por la seducción que supone leer su obra. Él mismo Ginzburg reconoce que el fin de toda monografía histórica es captar el mayor número de lectores, dado que el problema básico de la disciplina es de comunicación. Esto no significa que la historia sea un discurso cuya verosimilitud se fundamente sólo en procedimientos retóricos. Así Georges Duby señalaba que aunque la técnica de un arte literario sea fundamental, a lo más que un historiador aspirará será a un “nominalismo moderado”, pues hay una necesidad de veracidad que separa al investigador del autor de relatos de ficción. Así Ginzburg

admite que la realidad está fuera del discurso, aunque su captación dependa de un proceso interpretativo, su preocupación por el texto y la técnica narrativa de la historia ha permitido que su ejemplo se tome privilegiadamente y que sea visto como uno de sus rasgos más distintivos y, por supuesto, polémicos. Pero la microhistoria no se reduce a Carlo Ginzburg, el ejemplo mayor de la tarea homogeneizadora es la colección mencionada “Microstorie” y así podemos hablar de microhistoria en libros de Carlo Ginzburg, Giovanni Levi, Franco Ramella, etc., pero no cabe duda que el significado de microhistoria se ha confundido o se ha derivado del éxito editorial de algunas obras. A continuación analizaré dos concepciones de aproximación microanalítica en historia: Ginzburg y Grendi. Pero no cabe duda que han existido intentos de ofrecer una posición alternativa a esa dualidad y quien mejor lo consiguió gue Giovanni Levi que quizá ha sido el primero en ofrecer una aproximación teórica de aquello que se llama microhistoria en el capítulo del libro Nuevas perspectivas en historia, en donde pretende lanzar una mirada global a la dirección de la microhistoria italiana pero señala que esta corriente no se basa en textos teóricos manifiestos, dice que es por esencia una práctica historiográfica. Giovanni Levi intenta caracterizar la corriente historiográfica de la microhistoria y enumera un total de siete rasgos: 1. La reducción de escala. 2. El debate sobre la racionalidad. 3. El pequeño indicio como paradigma

científico. 4. El papel de lo particular. 5. La atención a la recepción y al relato. 6. Una definición específica del contexto. 7. Rechazo al relativismo. James Amelang resume la microhistoria italiana en seis elementos centrales o recurrentes: 1. La reducción de escala. 2. La preferencia por lo singular o por lo

extraordinario. 3. El estudio de la historia social centrada

en las clases populares.

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4. El análisis basado en el paradigma indiciario.

5. Una aproximación transparente al conocimiento histórico.

6. Su predilección por la forma narrativa. Es cierto que todos esos rasgos pueden hallarse de alguna manera en las distintas obras microhistóricas, pero es también cierto que muchas de ellas también pueden encontrarse en otras que no asumen la etiqueta mencionada. El microanálisis no es patrimonio de la corriente histórica italiana, varias disciplinas lo utilizan institucionalizándolo como la microeconomía, o como rasgo nuclear como la antropología. Así la virtualidad de la microhistoria consiste en haber introducido esa mirada micro en nuestra disciplina y en haber arropado esa aproximación con una metodología consistente pero heterogénea; el objeto puede ser tanto lo excepcional como las formas básicas de agregación en cuyo análisis se persigue explicar la red de relaciones que la integran. Como nos recuerda Levi, la mayoría de los microhistoriadores hunden sus raíces en el marxismo y la microhistoria fue un intento saludable de desembarazarse de las coerciones cognoscitivas y las ineficacias explicativas que la tradición política había impuesto en Italia. Esta corriente nace pues de un hecho intelectual: la crisis del marxismo, es una respuesto en el ámbito historiográfico a una constatación cultural-civilizadora que acontece entre finales de los setenta y los ochenta: la crisis de la razón. Es el momento del surgimiento de la postmodernidad con la que en ocasiones se ha tratado de identificar a la microhistoria, sin embargo, lo que comparten es la certidumbre de una quiebra de paradigmas tradicionalmente sostenidos para explicar desde lo general una realidad que siempre es local. Los historiadores tratarán de formular algún nuevo “paradigma” bajo el cual integrar sus investigaciones parciales y dejarán de asumir una concepción positivista en el sentido de asumir la narratividad en el discurso histórico. El debilitamiento del paradigma marxista dio paso a dos hechos: a) La apertura a otras ciencias sociales

como la antropología.

b) La renovación de la historia local alejada de aquel viejo cronismo. Así la microhistoria en principio parece que surge como historia local aunque luego evolucione en los sentidos que veremos a continuación.

a) Edoardo Grendi: Por todo ello debemos apelar a aquellas definiciones propuestas por los propios microhistoriadores atendiendo al contexto en el que surgen. Los intentos iniciales en Italia producidos en las ciencias sociales, postulaba la adopción de una perspectiva micro para la historia que estaba acostumbrada a operar a gran escala, con larga duración y con procedimientos seriales que privilegiaban el anonimato y lo cuantitativo. Así la propuesta de Grendi desentonaba con el paradigma historiográfico de aquellas fechas, frente a la historia total de Braudel, Grendi defendía un modelo de análisis más modesto que permitiera reducir el objeto de investigación trasladando las demandas que surgían ya en otros planteamientos como la economía y la antropología, de donde Grendi subrayaba la vocación microanalítica de la antropología o el estudio de las relaciones sociales a través de sus distintas manifestaciones económicas, envidiando la atención de la antropología al contexto y asumía la tradición vinculada a Polanyi, Mauss, Boass o Malinowski. Al margen de consideraciones sobre los avances de la antropología que aquí no nos ocupan, lo que interesa destacar es la coincidencia temporal y temática de la reivindicación de la mirada microscópica y contextual de Clifford Geertz y Edoardo Grendi. Para Geertz “microscópico” quiere decir que el investigador analiza los mismos megaconceptos con los que se debaten las ciencias sociales contemporáneas partiendo de los conocimientos extraordinariamente abundantes que tiene de cuestiones extremadamente pequeñas. Consecuencia de ello es la reducción de la escala de observación, pero Grendi iba más allá y defendía el análisis de las relaciones en aquellos ámbitos en los que el análisis pudiera ser significativo. Grendi hacia 1977 defiende el estudio microanalítico en las formas sociales y políticas más reducidas.

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Grendi para llegar a esta conclusión fue influenciado del ámbito anglosajón lo que no es extraño ya que él estuvo en la London School of Economis. Grendi aprendió el relieve que daría a la noción del contexto y aprende en concreto de Thompson la reivindicación del protagonismo del individuo y del grupo social y la rigurosa contextualización del objeto histórico, de los individuos y los grupos. Thompson además censura ciertos vicios de su propia tradición marxista que olvida la mirada autocrítica obsesionada por el cientifismo y orienta el estudio hacia los protagonistas del cambio histórico: las clases populares y los individuos que las integran, la acción humana sólo puede explicarse en su contexto, pues las decisiones y sus implicaciones son fruto de una elección inextirpable a la experiencia. Así Grendi intenta además de subrayar la importancia de su método analítico, la forma en que éste aborda el estudio contextulizado de los individuos y los grupos, lo que le permite disolver esquemas de la historiografía conservadora y banalidades de la tradición marxista. También Grendi tiene ciertas sintonías con Polanyi, que es un conocido antropólogo de la economía, desarrolló su obra en Gran Bretaña y EEUU desde su temprano exilio de su Budapest natal. En su obra “The Great transformation” publicada en 1944 Polanyi desarrolla un análisis de la economía de mercado y de sus orígenes, subraya la importancia de la economía “incorporada” que tienen los distintos tipos de transacciones. Así, la economía funciona como un subproducto de las obligaciones de parentesco, políticas y religiosas, tratando de desmentir que los mercados se contemplen como la forma omnipresente de la organización económica y que esa misma organización determine la estructura social y la cultura en todas las sociedades. Frente al axioma de Smith del interés económico como móvil de la acción social, Polanyi afirma el argumento inverso; el hombre no tiene una propensión innata al tráfico, es sólo la necesidad social de organizar los recursos el factor que conduce al cambio. Así su conclusión es que el capitalismo concurrencial escindió la economía de la sociedad y del Estado, esta es la “gran transformación” que se da en occidente y de la que nacen los mercados

“incontrolados” en los que la economía ha dejado de estar incorporada a la sociedad. No tuvo repercusión en Italia o Francia hasta que Grendi o Annales destacan su obra en la década de los setenta. Grendi lo recupera con la publicación de “Polanyi, Dall’antropología económica alla microanalisi storica”” subtítulo este otorgado por Grendi que en la primera parte describe y analiza las categorías polanyanianas relacionándolas con la antropología inglesa, con el sustantivismo económico y con la antropología marxista. La segunda parte Polanyi pierde relieve y se da paso a un uso productivo de sus categorías, Grendi se propone suspender por un lado al teleologismo implícito o explícito que ha informado los análisis histórico-económicos del capitalismo y por otro, el referente normativo de los historiadores a la hora de evaluar sociedades, permitiéndole desarrollar una propuesta en virtud de la cual se pasa del procedimiento de la “micro”, de la unidad doméstica, a la “macro”. Al margen de que la unidad doméstica, la comunidad o el mercado puedan ser objetos del discurso histórico, Grendi extrae la lección de una mirada microanalítica que no da por supuesto ningún elemento que no se explique en su relación contextual. Y así relativiza una de las características más celebres de la historiografía de la época; la interdisciplinariedad. Así el significado no lo dan esas categorías extrahistóricas sino la red de relaciones factuales y personales. Grendi había privilegiado la aproximación a la antropología pues esto ya lo han señalado los antropólogos –desde Marcel Mauss a Geertz-, por lo que cobra protagonismo la descripción polanyiana de la economía incorporada entendida como la imposibilidad la economía de la sociedad y por tanto obliga al investigador a una lectura total de un hecho, y no sólo una única mirada disciplinaria, Grendi elige las formas de agregación intermedias, en la medida en que éstas permitan aplicar esa mirada que reclama. b) Carlo Ginzburg. Quizás el poco conocimiento internacional del que goza Grendi sea debido al impacto de la obra de Ginzburg “El queso y los

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gusanos” que mi compañero analizará. Sin embargo a Edoardo Grendi se le suele citar en los textos referidos a la teoría de la microhistoria. En el texto que junto a Carlos Poni presenta en 1979, Ginzburg se propone seguir un itinerario de investigación que se fundamente en perseguir al mismo individuo o grupo de individuos en contextos sociales diferentes. El análisis basado en el nombre no abandona la fuente serial o la investigación serial. Lo que diferencia este análisis es el tomar o no el anonimato como horizonte analítico, aquí el centro de gravedad persigue a individuos concretos, buscando descubrir la imagen gráfica de la red de relaciones sociales en que el individuo está integrado. Rescata el objetivo de Grendi ampliándolo de significado, lo “excepcional normal” alude a determinados casos de estudios, a objetos de investigación que son extraordinariamente extravagantes para nuestro sentido común, pero normales en sociedades precapitalistas. Ginzburg y Poni hablan de los excepcional normal como si esto implicara también la creación de objetos de investigación definidos a partir de esta cualidad, algo que se aleja de la pretensión originaria de Grendi. “El queso y los gusanos” puede dar sentido a ese nuevo significado de lo excepcional. Pero además Ginzburg publicará el celebre ensayo sobre el paradigma indiciario que establece un tercer nivel cognoscitivo. Así son tres los significados que se añaden a la microhistoria: 1. Fuentes. 2. Objetos de investigación. 3. Al método de conocimiento y a las

inferencias a aplicar. Una cosa es lo excepcional normal en el sentido de Grendi, el documento no serializable pero significativo por revelador. Otra cosa es buscar un objeto de investigación que, por su condición excepcional normal, pueda descubrir hechos o procesos históricos. Y otra finalmente, es el indicio como mecanismo de creación de un paradigma cognoscitivo. El indicio es la forma de operar de determinadas prácticas o disciplinas como por ejemplo en la crítica de arte para atribuir autorías disputadas (Morelli), o en

el método detectivesco para hallar pruebas de inculpación o exculpación (Sherlock Holmes) o en el psicoanálisis para detectar los síntomas de la psique profunda (Freud=, los tres ejemplos son médicos y esta es la clave del paradigma indiciario : la sintomatología médica, es decir, parangonando la historia y la medicina como prácticas basadas en testimonios indirectos, observaciones indiciarias e inferencias conjeturales. Ginzburg señala que la historia es la disciplina de lo concreto y el método nueclear de sus operaciones la abducción, Por el contrario si el propósito de una macrohistoria es el establecimiento de unas reglas que permiten explicar el proceso histórico, es posible que acudamos al método hipotético-deductivo. El problema que se presenta es la distina naturaleza de las leyes históricas frente a las propias de las ciencias naturales por lo que Ginzburg lo primero que nos propone es conocer la naturaleza de las hipótesis en el conocimiento histórico para lo que postula del carácter deductivo o inductivo de su saber, pues la relación del historiador con su material no pasa fundamentalmente por estas opciones (aun cuando en ocasiones desarrolle modelos deductivos o inductivos) pero básicamente nos referimos a los cimientos del saber histórico cuyo razonamiento característico pertenece al proceso inferencial de la abducción. El Filósofo Charles S. Peirce señala que la inferencia abductiva es aquel proceso cognoscitivo en el que poniendo en relación una regla y un resultado, obtenemos un caso, es decir, sabemos que este resultado que se nos ofrece a la vista puede ser el caso de una regla que hemos sometido a hipótesis. El proceso abductivo interviene siempre que hay que poner en relación un hecho, con una explicación verosímil que debe ser verificada. Reconocer que el conociemiento histórico es siempre abductivo significa que el historiador no puede acceder de modo directo a una realidad que es, por principio, impenetrable. Pero no puede acceder de modo directo a una realidad que es, por principio, impenetrable. Pero su intención de restituir el pasado a través del uso de un material-la fuente histórica- es siempre indirecto y hay que descifrar siempre ese material en un procedimiento semejante al de las

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disciplinas sintomáticas que operan con escasas informaciones, captando algo que parecía sin sentido. Cuando Ginzburg sostiene que la realidad es impenetrable no dice nada nuevo, es al historiador al que compete crear el pasado que estudia. La vocación de verdad que distingue al historiador se cumpliría con la obtención de pruebas o vestigios –las fuentes- para dar como resultado un relato verosímil, pero Ginzburg va más allá, nuestro autor consuma la operación con un juicio de valor que puede ser tan arbitrario como el que parece criticar: los objetos de investigación extraños, marginales, raros, excepcionales, aislados, los convierte en zonas privilegiadas de esa realidad impenetrable, ¿Por qué hemos de admitir mejor la excepcionalidad que la serialización?, nos estamos refiriendo a la capacidad explicativa del pasado y eso está aún por demostrar. La microhistoria tal como se concibe a finales de los setenta se formula a partir de la crítica a una historia serial que parece agotada y que ha impuesto en ocasiones lecturas unilaterales. La microhistoria que sostiene Ginzburg lo lleva al otro extremo, unos documentos excepcionales para un objeto excepcional de acuerdo con un mirada analítica o interpretativa que subraya lo excepcional. ¿Por qué defiende la excepcionalidad como medio de aproximación al pasado? El primero elemento que tenemos es su adscripción a la historia cultural. Ginzburg ve que cualquier vestigio de esa realidad cultural sometida es excepcional (aunque ese sistemático sometiento convierte en normal aquello que creíamos excepcional), y además se necesita un criterio distinto de verificación que permita evitar que exageremos, por tanto Ginzburg se enfrenta a una documentación “heterogénea” y “desequilibrada” frente a lo cual propone nuevos instrumentos analíticos, apropiándose de un modelo inferencial –la abducción-, que no está sólo para lo excepcional pero que él había aplicado o aplicaría en el futuro para casos extraordinarios. Finalmente se añade al problema de identificar el carácter abductivo de la investigación histórica, el fundamento

discrecional de esta operación: la intuición. Así su método no consciente un proceso de verificación completa sino que admite un margen amplio de intuición. Enfrentado a fuentes heterogéneas lo que predomina es la incertidumbre, el paradigma indiciario es intuitivo, elástico, hace depender buena parte del discurso histórico de la cualidad personal, de la capacidad individual del historiador para relevar ese pasado. Así admitimos, junto a Ginzburg, que caben soluciones o afirmaciones puramente conjeturales, sin ninguna base empírica que las respalde. Aquí es donde la microhistoria “cultural” de Ginzburg se separa de la historia de las mentalidades. Mientras la mentalidad se refiere a lo que hay de menos individual e irrepetible en los sujetos y apela a un contexto social del que hace depender la comprensión global de los casos estudiados, la cultura que Ginzburg estudia es singular en tanto se desprende de un contexto de mentalidad. Ginzburg se enfrenta a ciertos usos de la historia par legitimar por la vía de la tradición posiciones del presente. Pero además Ginzburg utiliza el concepto de “historia muerta” para recuperar aquello que está sepultado, deformado o invertido y que sólo es recuperable a partir del uso sistemático del paradigma indiciario. Su propuesta microhistórica requiere una forma discursiva basada en el relato. Su éxito se debe, entre otras cosas, a la forma narrativa, forma que el lector de aquellas fechas empezaba a reclamar, tras la saturación de la “historia científica”. Ginzburg defiende que si la historia es una disciplina basada en el procedimiento de la argumentación, en este caso, su fuerza reside en la convicción, y el mejor argumento es la presencia física en el lugar de los hechos, al modo del historiador clásico griego que estaba allí, siendo testigo directo de lo que acontecía. La narración de Ginzburg atrae y su paradigma indiciario parece implicar por necesidad la narración, Furet en su Histoire et Ethnologie había rechazado la narración como expresión típicamente de la historie événementeille. Ginzburg señala que el impulso hacia la narración le venía de la famosa novela Guerra y Paz de León Tolstói donde se ve que un fenómeno histórico puede ser

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comprensible solamente mediante la reconstrucción de la activadad de todas las personas que han formado parte de él (señala Tolstói). El problema del investigador de la temprana edad moderna o del medievo, es la ausencia de una documentación suficiente. La opción m etodológica de Ginzburg adquiere sentido aquí pues unas fuentes escasas y sesgadas otorgan mayor valor a la documentación nominal que habla de la cultura de las clases populares. El problema es cómo remontarse desde información secundaria hasta una realidad más compleja. Si la historia es abductiva, la solución es desarrollar más hábilmente esa paradigma indiciario que permite leer, los rastros mudos formando una secuencia narrativa. Lo que más preocupa a Ginzburg es la interpretación de la realidad a partir de una cuidada reconstrucción de sus significados, llegando a la misma preocupación que los antropólogos, Ginzburg está interesado en el punto de vista del nativo, pero es la carencia de documentación la que le permite utilizar su modelo conjetural y le lleva a interpretar buscando la narratividad, haciéndonos pensar que estuvimos allí. Todo esto es una diferencia sustancial respecto a Grendi y sus seguidores que centran sus investigaciones en épocas más cercanas a la contemporaneidad preocupándose sobre todo por la utilización errónea del arsenal de fuentes disponibles, por eso Grendi es un crítico pertinaz contra los abusos de la documentación serial.

LA MICROHISTORIA EN LA HISTORIOGRAFIA ESPAÑOLA

Desde España la perspectiva ha de ser diferente. Al observar algunas de las disimilitudes de la historiografía española se puede ver que es consecuencia a un vacío producido por la dictadura franquista aunque las respuestas que se han dado han sido tentativas. Así las impugnaciones de Santos Juliá por la que nuestra historiografía se hallaría por desdén o por desinterés ante “un abismo insalvable, una frontera que no sabremos franquear” o de Ricardo García Cárcel que dice que “la historia local que se ha hecho en España no tiene nada que ver con la microhistoria a la italiana, ni con el ejercicio inductivo que toda investigación histórica a la anglosajona presupone; ha sido

mero caldo de cultivo del chovinismo parroquial o de estériles erudiciones de dilentantes curiosos”. Ambas afirmaciones parecen injustas. En nuestro país es constatable una crisis evidente del modelo cognoscitivo marxista que tanto influyó entre los historiadores antifranquistas. Pero la diversidad que queremos acentuar es que mientras en Italia el marxismo constituía una poderosa tradición nacional encarnada por Antonio Gramsci y el gramscismo, en España los intelectuales se las tenían que ver con una dictadura cuya consecuencia más evidente en este terreno había sido el agostamiento cultural y la falta de una completa comunicación con el exterior. El marxismo aquí sirvió como plataforma de oposición intelectual. Los años del tardofranquismo y de la transición registraron un crecimiento exponencial de un lenguaje de inspiración marxista. El marxismo renovado podía ser una de la plataformas de reconstrucción teórica del análisis político e histórico, pero lo curioso era que se importaba y se desplegaba cuando en otros países –como Italia- también aquel marxismo heterodoxo se hallaba en crisis. El marxismo llegó a España en fecha más tardía y se prolongó su influencia lo que al final hizo más aguda la crisis. Así aunque con retraso, la microhistoria puede ofrecer un tipo de análisis muy atractivo para nuestros historiadores en tanto que proporciona una suerte de transición no excesivamente traumática desde el marxismo hacia otras formas de análisis histórico que no se basen en la mera oposición “anti”. También en España, una de las manifestaciones no previstas de la crisis del marxismo ha sido la renovación de la historia local, alejada de ese cronismo de campanario. Renovación verificada en la década de los ochenta y que ha ofrecido al panorama historiográfico español algunas de sus mejores obras. Hay que entender las propuestas realizadas en España de aproximar la historia local con el modelo de microhistoria. Que se trataría como señala Ruiz Torres de “un tipo de historia local que se propusiera, como mínimo, relacionar los individuos y los grupos con las estructuras y los procesos sociales. Un tipo de historia local que, de este modo, no se apartaría del marco histórico general de las terorías y de los procesos sociales, sino simplemente de la historia nacional como punto de referencia, sin convertirse a cambio en suma de historias

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particulares contrapuestas a una historia nacional”. Como vemos las soluciones del microanálisis de Grendi son similares a estas, puesto que su pretensión fundamental es la de reconstruir la densa red de relaciones que forman ese agregado social sin olvidar el contexto en el que toma sentido. Sin embargo el ejemplo de Ginzburg marca que son las propias virtudes del historiador italiano de las que depende la excelente factura de sus producciones, esto no significa que las propuestas de Ginzburg no sean relevantes para la investigación como ya se ha dicho. Así, lo local es más el método que el objetivo, puesto que éste se centra en esa comunidad para descubrir un proceso social complejo debemos desterrar la creencia de que se busca en esta o aquella localidad el modelo a escala de conjunto, o que ese persigue un ámbito reducido como modelo de un experimento. Una comunidad se convierte en objeto de nuestra investigación porque es relevante en si misma y porque aporta algo significativo al conocimiento histórico de una realidad general que se manifiesta a distintos niveles. Como diría Clifford Geertz la apuesta por el microanálisis debe aceptar que “el lugar de estudio no es el objeto de estudio”. Los antropólogos no estudian aldeas, estudian en aldeas. Uno puede estudiar diferentes cosas en diferentes lugares, y en localidades confinadas se pueden estudiar mejor algunas cosas. Pero esto no significa que sea el lugar lo que se estudia”. El hecho de aproximar nuestra historia local a la microhistoria italiana no soluciona el desfase que existe entre una y otra. Los historiadores españoles debemos aprender las virtudes de los italianos: 1. El historiador debe hacer un esfuerzo por

hacer efectiva esa interdisciplinariedad. El análisis de la comunidad solo es posible desde esta perspectiva, este ha sido un referente obligado tanto para historiadores como para sociólogos o economistas. Se deben disolver las barreras, multiplicar las lecturas, fundir los enfoques, ver los contextos en dónde se deben insertar los nuevos conceptos.

2. La microhistoria ha desarrollado una

preocupación profunda por el manejo de la documentación y el rescate de su significado más profundo, el ejemplo de Ginzburg es excepcional.

3. Hay que tener una atención reflexiva sobre el propio discurso, entendiendo por discurso no sólo el texto final sino también los procedimientos y los recursos –retóricos, o de otro tipo- que nos permiten presentar los resultados.

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RETOS Y POSIBILIDADES DE UNA HISTORIA CONJUNTA DE LAS

SOCIEDADES CARIBEÑAS Alguien socarronamente sugirió que lo que se necesita para obtener un Braudel para el Caribe es un campo de concentración que dure cinco años. Recordaremos que el gran historiador francés Fernand Braudel, como prisionero de guerra, estuvo recluido en un campo de concentración alemán entre 1940-1945. Fue allí donde sin notas ni libros escribió su descomunal tesis, El mundo mediterráneo en tiempo de Felipe II. Para esa empresa Braudel dependió de su prodigiosa memoria de los años pasados en los archivos en numerosos puntos del Mediterráneo. Lo que había comenzado en los años 1920 como un estudio de la diplomacia mediterránea en el reinado de Felipe II de España se había convertido, bajo el acicate de las observaciones de Marc Bloch y Lucien Febvre y el enorme estímulo de la producción historiográfica de los años treinta en una historia del Mar Mediterráneo desde la formación geológica de los continentes circundantes, pasando por la primitiva ocupación humana de sus riberas, hasta la formación de sus grandes imperios marítimos, donde el deslindamiento de las ideologías religiosas y la configuración de mercados y rutas comerciales, hasta llegar a los estados mediterráneos contemporáneos al monarca español mencionado. En esa historia a tres tiempos Braudel privilegió las estructuras, esas permanencias casi inamovibles, como el clima, los vientos, la orografía, las fallas geológicas y los estuarios rivertidos. Destacó también las estructuras de la vida social humana, incluyendo las mentalidades heredadas y transmitidas inconscientemente de generación en generación. El Historiados se ocuparía sobre todo en detectar el peso de las estructuras en la historia, pero atendería también a las coyunturas, esas confluencias de proceso a larga duración que facilitarían o impedirían en períodos más o menos extensos, la longue durée, la navegación, el comercio, la agricultura, los movimientos políticos y religiosos, las emigraciones y el auge o decadencia de los estados y las ciudades. Como última prioridad histórica, braudel subrayó la sucesión de los eventos, esos episodios en la cresta de las coyunturas que

por su intensidad y alcance epitomizaban las circunstancias del momento. En la perspectivo de miles de años, Braudel consideraba el evento intrascendente más bien reflejo que impulsor de los grandes movimientos coyunturales. La enorme concatenación de estructuras, coyunturas y eventos que Braudel logró consolidar en sus horas de ocio en el campo de concentración se transformó después de 1945, con la ayuda de notas de archivo y consultas bibliotecarias, en la tesis doctoral que defendió en la Universidad de París en 1948, y en la obra de dos tomos que publicó en 1952, y revisó y reeditó unos quince años mas tarde. Que tendría que hacer un historiador del Caribe que quisiera replicar la hazaña de Braudel con el Mediterráneo? De salida habría que advertir que obras como la de Braudel no son replicables; sería equivalente a querer reconstruir las pirámides egipcias en Kingston o el Empire State Building en Santa Lucía. Pero dicho eso para la tranquilidad de los puristas, ¿Qué tendría que tener una historia del Mar Caribe para siquiera estar en la misma liga que el Mar Mediterráneo de Braudel?. En primer lugar tendría que cuestionar seriamente los tres tiempos de Braudel, las estructuras, las coyunturas y los eventos. Para Braudel las estructuras eran casi inamovibles; sólo en el muy largo trecho de tiempo se alteraban en algo. Esas permanencias cuadran bien con las mentalidades europeas; pero ¿Quién ha sido testigo de los cambios ecológicos de los últimos años?, ¿quién ha visto las transformaciones en los sistemas de valores?, hay duda que los condicionamientos de la vida humana son inmutables y los cambios en mentalidades de duración secular. Lo que la tecnología contemporánea ha hecho posible desborda por mucho las imaginaciones mas febriles del siglo XIX. Las grandes calamidades del siglo XX igualmente rebasan las peores masacres y matanzas de siglos anteriores. Los cambios en los valores humanos son vertiginosos y desconcertantes, y lo que la ingeniería genética nos puede traer en este nuevo siglo ya suscita múltiples interrogantes sobre la naturaleza y la calidad de la vida humana como la conocemos. Una historia del Caribe a lo Braudel tendría que replantearse el entrejuego de estructuras, coyunturas y eventos si quiere alcanzar la complejidad del Caribe actual. Quizás los discursos reemplazarían a los eventos en la

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secuencia y quizás en vez de estructuras y coyunturas habría que hablar, de continuidades y rupturas. ¿Qué más se necesitaría hacer? Lo primero sería alcanzar vuelo y profundidad en el ejercicio historiográfico. Habría que trabajarlo todo: geología, paleontología, clima, vientos y corrientes marítimas, flora y fauna, arrecifes, formaciones calcáreas, volcanes, dunas, montañas, estuarios, penínsulas y cabos-esto parece como el índice de un texto de geografía-, y luego todos los patrones de poblamiento y movimientos migratorios de los últimos quince mil años. Y habría que examinar las economías, que a veces han resultado competitivas y a veces complementarias, y las sociedades, en su infinita variedad, y la compleja sucesión de los sistemas políticos. Todavía quedaría la tarea de comprar culturas y ver su cambiante riqueza, los sistemas y ritos y costumbres, las celebraciones y jolgorios, las venganzas y cimarronadas, el humor, la música y las artes visuales, las tradiciones literarias, las expresiones religiosas, con sus sincretismos y sus misterios, las lenguas y los lenguajes no verbales, las maneras de representar conflictos y solidaridades, los comportamientos sexuales, las iniciaciones y las despedidas de duelo, los sistemas escolares y las prácticas educacionales y las manifestaciones contraculturales ajenas a la oficialidad. El inventario apenas quedaría iniciado, y no hemos mencionado todavía prácticas de higiene y de curación, sistemas de justicia, patrones de vivienda; no hemos hablado de las oposiciones de campo y ciudad, de islas y continentes, no hemos repasado los recurrentes conflictos de las metrópolis, ni hemos hecho alusión a las oposiciones de género, de generaciones, de clases y de imaginarios colectivos, ni hemos invocado las fluctuaciones de los movimientos obreros. Un Braudel caribeño necesitaría tener a la mano una enorme bibliografía, y saber de pescadores, manglares, montes y cazadores, de yacimientos minerales y salinas, de ostras agobiadas de perlas y collares de perlas enterrados en las popas de galeones hundidos, de huracanes y terremotos, congas y tambores, de cárceles y fortificaciones, de turistas y polizontes, de desertores y contrabandistas, piratas, especuladores y políticos. Tendría que conocer los sistemas de medidas y las monedas, las leyes bancarias y las modalidades de las remesas de emigrantes, los beisbolistas y los militares, los

pensadores y los publicistas, las aseguradoras, los planificadores y los que se resisten a la planificación estatal.

Ficha del Autor Doctor Fernando Picó, s.j. Estudios Universitarios en Fordham University. Doctorado en Historia en Johns Hopkins University. Desde 1972 es profesor en la Universidad de Puerto Rico. Publicaciones: El día menos pensado. Historia de los presidios en Puerto Rico (1973-1993). San Juan de Puerto Rico: Ediciones Huracán, segunda edición, 1998; Historia general de Puerto Rico. San Juan: Ediciones Huracán, sexta edición, 1998; 1898: la guerra después de la guerra. San Juan: Ediciones Huracán, segunda edición, 1998; Libertad y servidumbre en el Puerto Rico del siglo XIX. San Juan: Ediciones Huracán, tercera edición, 1983. De 1990 a 1992 presidió la Asociación de Historiadores del Caribe. En la actualidad coordina un proyecto de estudios universitarios para confinados. Vino invitado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Ucab, en colaboración con la Escuela de Ciencias Sociales, el postgrado de Historia de UCV y el Celarg. Donde dictó cuatro conferencias del 20 al 23 de noviembre de este año.

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FERNAND BRAUDEL, O LA HISTORIA TOTAL

Inscrito en la tradición de la célebre Ecole des Annales*, instigadora de toda la historiografía moderna, Fernand Braudel (1902-1985) ha transformado la manera de concebir y de escribir la historia. Remitiéndose a las fuentes de diferentes ciencias humanas-encabezadas por la geografía y la economía-, y devolviéndole a la historia humana la variedad de sus ritmos, propone una visión global de la historia, que ha franqueado con éxito las fronteras francesas. Fallecido hace diez años, Braudel es uno de esos nombres que no sólo impresionan a los especialistas, sino también a todo el público culto. Pues aunque la obra de este catedrático de historia, que redactó de memoria su tesis en cautividad, sea compleja, en ella desarrolla una problemática tan sencilla, que una vez expuesta parece evidente. La historia tradicional, hasta principios de este siglo, se organiza en torno a sucesos y gestas de “grandes hombres”, personalidades políticas o militares que pasaron a ser héroes de leyenda: Alejandro o César, Gengis Khan, Luis XIV o Napoleón. Estos individuos excepcionales constituyen la escala de la historia; cuando mueren, se cambia de época y a menudo también de libros y autores. Sin poner en duda el interés de estos relatos, Fernand Braudel propone sin embargo cambiar el enfoque de la historia. Frente a la rápida oscilación de los acontecimientos a escala humana, que el historiador compara a los pliegues de la superficie del océano, Braudel intenta navegar en alta mar para encontrar esa otra historia más lenta de los grupos humanos en relación con su medio y de las estructuras que modelan las sociedades, ya se trate de las grandes rutas del comercio y de las vías navegables o de las mentalidades.

UNA HISTORIA A DOS VELOCIDADES Con él, la historia cambia de objeto porque cambia de temporalidad. Sustituye el tiempo rápido del acontecimiento, el soplo corto y dramático de la batalla, por el tiempo largo de los ritmos de la vida material. Pero este cambio de perspectiva le lleva también a revisar la historia. F. Braudel muestra bien que la historia no existe sin la mirada del historiador, ya que éste interviene, como en todo saber, en cada etapa de la constitución

de la historia. Pues no existe historia en sí, sino únicamente sucesos, engullidos en la noche de un tiempo que los devora. La perspectiva que adopta F. Braudel le lleva a contar una historia que ya no sólo recurre a los testimonios y a la psicología, sino a la geografía, a la economía política o a la sociología. F. Braudel coloca en la paleta del historiador nuevas disciplinas como si fueran nuevos colores, insertando las ciencias sociales en la historia. F. Braudel se inscribe en la saga de historiadores de la Ecole des Annales que propusieron revisar el espacio-tiempo de la historia. ElMahoma y Carlomagno de Henri Pirenne, La sociedad feudal de Marc Bloch, La religión de Rabelais de Lucien Febvre son todas ellas tentativas de sacar la historia del sucinto marco del tiempo corto. Pero a esta dilatación del tiempo de la historia, Braudel añade además la visión del geógrafo. Así pues, en El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, el autor se interesa en primer lugar por el medio en el que viven los hombres de la cuenca mediterránea: montañas y llanuras, mar y ríos, caminos y ciudades. Este ritmo casi inmóvil del “tiempo geofráfico” se verá combinado con aquel más rápido de “tiempo individual” y el de la circulación de hombres e ideas. Esta búsqueda le conducirá a estudiar los polos de actividad humana que son Venecia, Milán, Génova o Florencia y los intercambios que se llevan a cabo entre ellos, a trazar la historia del desarrollo del capitalismo, de los flujos de comunicación y de dinero que genera, el desplazamiento de fronteras que conlleva y la modificación de la estructura del Estado que determina. El marco de esta increíble reconstrucción de la historia es el mundo entero, una historia total, pintada en un lienzo gigante.

ERIC MAULIN

* Nacida con la revista Annales d’histoire économique et sociale, la Ecole des Annales, fundada en 1929 por Marc Bloch y Lucien Febvre reunía a un grupo de historiadores que, rechazando la historia tradicional basada en los acontecimientos puntuales, prefería la larga duración e intentaba abrirse a las otras ciencias humanas. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se reconoció la importancia de los Annales con la creación de la VI sección de la Escuela práctica de altos estudios confiada a Fernand Braudel.

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Desde los años 70, algunos historiadores como Emmanuel Leroy-Laudurie, Francois Furet o Jacques Le Goff, prosiguen el proyecto interdisciplinar de los fundadores de la Ecole des Annales basándose en sus trabajos de antropología y sociología. Esta “nueva historia” se interesa particularmente por la historia de las mentalidades.

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GRANDES LINEAS DE INVESTIGACIÓN

HISTÓRICA EN LOS SIGLOS XIX Y XX

1. Introducción. 2. Las grandes corrientes historiográficas

en el siglo XIX. 2.1 La historiografía liberal. 2.2 El romanticismo. 2.3 El positivismo. 2.4 El marxismo.

3. Las grandes corrientes historiográficas

en el siglo XX. 3.1 El historicismo. 3.2 Teoría cíclica de Oswald Splenger. 3.3 Teoría de Toynbee. 3.4 Neopositivistas y estructuralistas. 3.5 La renovación de los Annales.

3.5.1 Orígenes. 3.5.2 Consolidación. Década de los

50. 3.5.3 A partir de 1960. 3.5.4 Críticas a las escuelas de

Annales. 3.6 La renovación de la historiografía

marxista. 3.6.1 Las tendencias de la

renovación. 3.6.1.1. Influencia de la Revolución

rusa (1917). 3.6.1.2. A partir de la Primera

Guerra Mundial. 3.6.1.2.1. En la Unión Soviética. 3.6.1.2.2. En Alemania.

3.6.1.2.2.1. Lukacs 3.6.1.2.2.1. Korsch. 3.6.1.2.2.2. Gramsci.

3.6.1.3. A partir de la 2° mitad de siglo.

3.6.1.4. Reciente historiografía marxista.

3.6.2. Los debates. 3.6.2.1. Debate sobre el modo de

producción asiático. 3.6.2.2. Debate sobre la transición

del feudalismo al capitalismo.

3.6.2.3. Debate sobre los orígenes de la revolución industrial y la crisis del XVII.

3.6.2.4. Debate sobre la Revolución Francesa.

3.6.3. Conclusiones.

3.7. La nueva historia económica

3.7.1. La historia y el crecimiento económico.

3.7.2. La Historia cuantitativa. 3.7.3. The New Economic History.

3.8. Los Area Studies, Otras tendencies

actuales 1. Introducción · Hasta el siglo XIX las principales

aportaciones a la historiográfica fueron de teólogos y filósofos.

· Utilizaban en método científico racional fruto de la revolución científica del XVII y de la ilustración.

· Ambos factores permitieron conocer el mundo sin ayuda sobrenatural.

· En el XIX la historia adquiere el carácter de ciencia.

· 4 tendencias ayudaron a que así fuera: liberalismo, romanticismo, positivismo y materialismo histórico.

· Provenían de la Revolución Francesa y de los cambios que provocó.

· En el XX se observa una profunda renovación teórica y metodológica.

· Cuatro tendencias contribuyeron a esta labor: Escuela de Annales, renovación marxista, Nueva Historia Económica y los Area Studies.

· Se tiende a una Historia Total. 2. Las grandes corrientes

historiográficas en el siglo XIX 2.1 La historiografía liberal · Hija de las revoluciones burguesas. Lucha

contra la sociedad feudal. · La revolución termina una vez que la

burguesía ha tomado el poder. · Guizot, Tocqueville, Henry Hallam. 2.2 El Romanticismo · Fines del siglo XVIII. Reacción frente al

racionalismo de la ilustración. · Sus bases se encuentran en Alemania,

en los movimientos nacionalistas. · Uno de sus defensores fue Hegel,

creador del método dialéctico. · La dialéctica definía la Historia como la

“fenomenología del espíritu” y defendía el uso de la ciencia como instrumento del desarrollo histórico.

· En Francia entroncó con el liberalismo y el nacionalismo.

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· El pueblo era el protagonista de la Historia.

· Michelet abogaba por un estudio con amplitud de fenómenos de diversa índole, un precedente de la Historia Total.

2.3 El positivismo · Pretendía la formación de una ciencia

social que no se confundiese con las naturales, pero que aprovechara sus aportaciones.

· Comte expuso las reglas de una historia científica: estudio de documentos, no intervensionismo del historiador en el planteamiento de problemas, formulación de hipótesis e interpretación de los hechos.

· El conocimiento basado en las fuentes es el saber por excelencia.

· Ranke propuso exponer las cosas como ocurrieron, con imparcialidad y sin involucrarse.

2.4 El marxismo · Su contribución se manifestó en tres

campos: la filosofía, el análisis de sistema capitalista y las ciencias sociales.

· Surgió como reacción al sistema de relaciones sociales impuesto por la burguesía.

· Atacó al capitalismo elaborando un método que aplicó al estudio de la sociedad a través del tiempo.

· Como consecuencia expuso la teoría de las etapas dominadas por un modo diferente de producción.

· Entendía la evolución humana a través de etapas de progreso definidas por la naturaleza de las relaciones de producción entre los hombres.

· Marx introduce el concepto “clase social”. · Su posición viene dada por la relación

existente respecto a la propiedad o no de los medios de producción.

3. Las grandes corrientes

historiográficas en el siglo XX 3.1 El historicismo · Es una reacción antipositivista. · Centraron su atención en el método y se

adentraron en la cuestión de la especifidad histórica de la sociedad.

· La historia debía ser estudiada como un experiencia vivida. (Dilthey).

· Rickert establece un dualismo entre ciencia cultural y ciencia natural.

· La natural extrae leyes, la ciencia cultural se ocupa de lo individual y no puede extraer leyes.

· Como conclusión defiende que la historia es una construcción mental creada por el hombre.

3.2 Teoría cíclica del Oswald Splenger · Buscaba grandes regularidades que se

repetían inexorablemente. · El rigor histórico queda relegado por un

determinismo ya que los ciclos históricos evolucionan de la misma manera y no es posible el progreso.

3.3 Teoría de Toynbee · Para este autor la humanidad ha

evolucionado a través de varias civilizaciones.

· Cada una de ellas (21) han pasado por las mismas fases de desarrollo.

· Las pautas generales de la historia están fijadas y la investigación deja de tener proyección.

3.4 Neopositivistas y estructuralistas · La historia se ocupa de hechos aislados

que no logran a elevarse a generalizaciones teóricas.

· Los juicios generales en Historia son tan triviales que no tienen valor científico.

· El curso de la Historia está influido por el crecimiento de los conocimientos humanos.

· Como no se puede predecir el crecimiento de los conocimientos, no se puede predecir el futuro de la Historia.

3.5 La renovación de los Annales · Lo que en principio fue una escuela

historiográfica en torno a una revista se ha convertido en germen de distintas corrientes.

3.5.1 Orígenes · Sus iniciadores fueron investigadores

cercanos a la historia económica y social. · recurrían a métodos de otras ciencias

(Economía, Antropología, Sociología). · La Revue de Synthése Historique de

Henry Berr fue un precedente. · Hablaba de síntesis histórica y de una

historia basada en hechos sociales y en la relación entre sociedades, economías y civilizaciones.

· Creación en 1929 de Annales d’historie Economique et Sociale por Bloch y Febvre.

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· -La revista se convirtió en un punto de encuentro de historiadores y científicos sociales.

· Hasta 1950 contó con el aporte de la Sociología y la Economía.

· La crisis de 1929 llamó la atención sobre las coyunturas económicas.

· Francois Simiand aplicó la estadística y las fuentes cuantitativas a la historia.

· Labrouse se dedicó al estudio de los precios como base de la historia coyuntural.

· Annales rompía con la historia narrativa y de predominio político. Tendía a la Historia Total.

3.5.2 Consolidación. Década de los 50 · Las propuestas de Annales alcanzan su

máxima influencia. · Vicens Vives aplicó sus principios a la

labor docente e investigadora. · Se insiste en tres dimensiones: reflexión

epistemológica, bases estructurales y la ampliación del concepto “hecho histórico” y “tiempo histórico”.

· Braudel es un claro ejemplo de los avances de los Annales.

· En El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en época de Felipe II desarrolla el concepto de larga duración.

· Estudió la interacción entre continuidad, coyuntura y acontecimiento.

· La obra es una interactuación en tres niveles: geohistoria, tiempo medio (estudio de lo econonómico, social y político) y tiempo corto.

· En Civilización material, economía y capitalismo, siglos XVI-XVII Consideró tres planos de análisis: inferior (vida material), medio (nivel económico-mercantil) y las jerarquías sociales.

3.5.3 A partir de 1960 · Continúa la aproximación a las ciencias

sociales. · Se amplían los campos de estudio

(historia rural, historia de las instituciones).

· Una de las razones de su éxito ha sido su carácter flexible.

· Se observa una confluencia entre el marxismo y Annales en varios puntos.: 1) Reconocimiento de una síntesis

global que explique las articulaciones entre los niveles que hacen de la sociedad una totalidad estructurada.

2) Respeto por las características peculiares de cada época.

3) Aceptación de fronteras entre las ciencias Sociales.

4) Vinculación de la evolución histórica con las preocupaciones del presente.

3.5.4 Críticas a la escuela de Annales · Falta de reflexión. Ha valorado más el

utillaje más que el proyecto social y que no ha logrado elaborar una teoría consistente. Joseph Fontana.

· Ha relegado la reflexión teórica en beneficio de las monografías.

3.6 La renovación de la historiografía

marxista 3.6.1 Las tendencias de la renovación · Preocupación por los problemas

socioeconómicos, estudio de las clases populares.

· El marxismo se convirtió en el antagonista del historicismo.

· Para el materialismo histórico existe una relación entre la economía, la organización y la ideología de una sociedad.

3.6.1.1 Influencia de la Revolución

Rusa (1917) · La teoría se puso al servicio del estado. · El estalinismo supuso una subordinación

de la historia a la política. · Se agudizó la tendencia economicista, que

reducía todas las manifestaciones históricas a reflejos de la vida económica.

· Las obras de Marx, Engels, Stalin y Lenin eran de obligada referencia.

· Sobre el materialismo histórico y el materialismo didáctico de Stalin.

· 5 estadios del desarrollo histórico: comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo.

3.6.1.2 A partir de la Primera Guerra

Mundial 3.6.1.2.1 En la unión Soviética · Apogeo del dogmatismo, sólo se

aceptaban los argumentos oficiales. 3.6.1.2.2 En Alemania · Renovación del Instituto Social de

Frankfurt (1923). · Las investigaciones allí realizadas

supusieron una superación de los conceptos stalinistas (economicismo estalinista).

3.6.1.2.2.1 Luckacs · Realizó estudios de carácter filosófico y

cultural.

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3.6.1.2.2.2 Korsch · Intento de actualización del pensamiento

marxista. 3.6.1.2.2.3 Gramsci · Luchó contra la esquematización en que

había caído el materialismo histórico. · Política y sociedad. Necesidad de distinguir

las modificaciones económicas que afectaban a las estructuras y repercutían en los intereses de las clases sociales.

· Potencia el papel de a élite intelectual que debía participar construyendo y organizando.

3.6.1.3 A partir de la 2° mitad de siglo · La historiografía marxista experimentó

una fuerte transformación. · Su preocupación principal son los

problemas surgidos de la relación entre estructura y superestructura.

· Se subordina lo económico a lo social. · Grupo de Historiadores del Partido

Comunista: Hosbawm, Thompson, Hill. · Revistas como: Past and present, History

Workshop, Social History.. 3.6.1.4 Reciente historiografía marxista · Pierre Vilar formula la necesidad de una

historia marxista que ofrezca una visión global.

· Sus monografías intentan escapar del dogmatismo.

· Aplica un análisis teórico sobre las relaciones entre hombres y las modalidades de sus cambios.

· Estructura la actuación metodológica en varios planos: demografía, producción de bienes, movimiento de las rentas y análisis de movimientos y tensiones.

· El historiador deberá distinguir los procesos de evolución muy lentos, los ritmos espontáneos y los simples acontecimientos.

3.6.2. Los debates · La historiografía marxista se ha visto

enriquecida por una serie de debates. · Ha originado nuevos enfoques y estudios

comparativos. · El marxismo se ha enfrentado a corrientes

diversas (estructuralismo, neopositivismo).

3.6.2.1 Debate sobre el modo de producción asiático · El stalinismo establecía la necesidad de

pasar por las 5 etapas del desarrollo.

· La obra de Wittfogel El despotismo oriental demuestra la originalidad del modelo asiático.

3.6.2.2 Debate sobre la transición del feudalismo al capitalismo · Es uno de los debates más antiguos. Fue

reformulado por Dobb en Estudios sobre sobre el desarrollo del capitalismo.

· Combatía la idea del feudalismo como un sistema de economía cerrado que había resquebrajado con el crecimiento del comercio.

· Expone que ese crecimiento dio lugar en algunos casos al reforzamiento feudal.

· Las causas de sus crisis fueron las transformaciones de la sociedad (campesinado contra la explotación feudal).

· Sweezy, aunque comparte con Dobb las críticas a la explicación tradicional del feudalismo, insiste en la importancia del crecimiento del comercio.

3.6.2.3 Debate sobre los orígenes de la revolución industrial y la crisis del XVII · Hosbawn abrió la polémica a partir de

1954. · Buscó la respuesta en la inflexión de la

demanda provocada por la crisis y en las resistencias al cambio de la sociedad feudal.

· Brenner expone que sólo la estructura de clases puede explicar la evolución económica.

3.6.2.4 Debate sobre la Revolución Francesa · Tras la II Guerra Mundial Palmer y

Cobban intentan suplir la interpretación social por una predominantemente política.

3.6.3 Conclusiones · El materialismo histórico ha ejercido

influencia en la historia como ciencia. - Ha estimulado el estudio de los procesos y movimientos sociales. - Ha abordado los problemas de interpretación. 3.7 La nueva historia económica · A comienzos del XX LA Historia Económica

es una disciplina independiente. · A partir de 1903 comienza a introducirse

en las universidades. · Lanzamiento definitivo a partir de 1918 en

Francia, USA y Gran Bretaña.

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3.7.1 La Historia y el crecimiento económico

· Schumpeter expone que junto a las condiciones económicas hay que tener en cuenta otros factores históricos globales. The Theory of economic development.

· Juznets explica el problema mediante la observación de las curvas de precios y producción.

· Tras ciclos cortos o de negocios existían movimientos largos. Secular movements in producción and prices.

· Rostow clasifica el crecimiento económico en 5 etapas. El take off despegue, inicio de la fase del desarrollo moderno. Etapas del crecimiento económico.

3.7.2 La Historia cuantitativa · En los años 60 confluyen en Francia dos

tendencias, la Historia económica serial y la Historia cuantitativa.

· La primera se insertó en Annales. No separaban el análisis económico de los factores históricos y sociales.

· Se preocupaban por la especifidad de las distintas épocas. Labrousse.

· La historia cuantitativa fue hecha por investigadores de formación económica.

· La Historia aparece como un campo de la Historia económica. Marczewski.

· Analizó el crecimiento económico aplicando los métodos de la contabilidad nacional.

· Inserta en su modelo los flujos (producción) y los stocks (riqueza nacional).

· Este método implica el uso de material estadístico, que puede ser escaso.

3.7.3 The New Economic History · Se desarrolló en los Estados Unidos a

partir de 1957. · Se ha caracterizado por la investigación en

Historia Contemporánea. · Sus métodos requieren abundante

material estadístico. · Pretende la inclusión de la Historia en la

teoría económica actual. · Comete tres errores fundamentales:

pecado del anacronismo, la autosuficiencia científica y la aplicación de la técnica por la técnica. Fislow, Fogel.

3.8 Los Area Studies. Otras tendencies actuales · Surge en Estados. Análisis de las

relaciones internacionales y el estudio de la región para explicar su papel en el contexto internacional.

· Ratzel fue el primero que estableció la relación entre hombre y suelo.

· Conocimientos geográficos para estudiar la evolución de las sociedades.

· Hay flexibilidad en las disciplinas necesarias para crear un Area Study.

· Duroselle considera que al menos Historia, Geografía y Sociología.

· En los Area Study el área más pequeña con personalidad internacional es el Estado.

· Ciertos sectores creen que hay el riesgo de que se produzca una atomización.

· Iggers cree que la crisis es profunda y que tiene sus raíces en la concepción de la Historia como ciencia.

· Fontana se vuelve contra la Historia como ideología.

· Algunos historiadores defienden la vuelta al relato y a la Historiografía tradicional. Lewis Stone.

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LA CONTRIBUCIÓN DE LOS TERCEROS ANNALES Y LA HISTORIA DE LAS

MENTALIDADES Psique, etc. O la antropología estructural que ha prestado siempre especial atención a las estructuras simbólicas. La propia sociología, en alianza con la psicología, ha generado una subdisciplina floreciente llamada psicología social. Estas ciencias sociales no han tenido al fin y a la postre mayores impedimentos para estudiar científicamente la subjetividad humana. ¿Por qué hemos tenido entonces que esperar los historiadores a los terceros Annales para estudiar una parte de la realidad global que es tan significativa desde el punto de vista de la investigación histórica como los precios y los salarios? Pueda que una razón esté en que los historiadores, a diferencia de antropólogos, sociólogos y psicólogos, no trabajamos con sujetos vivos, sino con los documentos y otras huellas materiales que aquellos han dejado, de manera que la subjetividad humana resulta así menos directa y evidente, y más difícil de encontrar y de digerir. La mayor deficiencia que hemos hallado en la historia francesa de las mentalidades reside en que su progresión acaba por implicar la desconexión de la historia social y económica y la despreocupación sobre el carácter global de la investigación histórica, pero estas carencias quedan en mi opinión en un segundo plano si evaluamos justamente la aportación que ha supuesto para la historiografía mundial la historia de las mentalidades. Sobra decir que si se ha hecho historia subjetiva dejando en el olvido la historia objetiva, ello no nos obliga a recaer hoy en el mismo error, es claro que hay que hacer una dimensión cuando se estudia la otra: un solo investigador no puede analizarlo todo. En cualquier caso, evitemos el error en este momento más común: practicar la historia económica y estructural como una historia sin sujeto. En la década de los años 80, sobre todo en la primera mitad, constatamos la coincidencia de la máxima influencia de Annales con las críticas más feroces, desde diversos ángulos, particularmente desde el materialismo histórico o desde sus cercanías, a causa, precisamente de estos abandonos de la historia social y global, por parte de la historia de las mentalidades, en su última fase. En relación con esto, insisto en lo que decía ayer

en el debate, con independencia de lo posibles aspectos negativos o de las actitudes políticas personales de Lucien Febvre, Fernand Braudel o Philippe Ariés, debemos justipreciar sus aportaciones como historiadores, lo contrario sería adoptar una actitud además de intolerante, acientifica. Es más, ¿no somos nosotros, los no hemos renunciado al materialismo histórico, los más necesitados, si queremos hacer una historia total, en completar, articular, imbricar, la historia desde el objeto, desde la estructura, desde la economía, con la historia desde el sujeto, desde la acción humana, desde la mentalidad colectiva? Claro está, no todos los marxismos permiten tal amplitud de ideas, me estoy refiriendo al marxismo abierto de, por ejemplo-hagamos por lo tanto honor a México (y a España)-, la filosofía de la praxis de Adolfo Sánchez Vázquez, un marxismo ético donde el hombre ocupa el centro de la preocupación del historiador , del científico social, del ciudadano. La historiografía marxista para hacer una historia total, tiene por tanto que compartir protagonismo, seguir haciendo historia económico-social y aprender de Annales a hacer historia de las mentalidades, y los mismo de otras corrientes intelectuales y científicas capaces de mejorar y ampliar nuestro conocimiento de la realidad social e histórica. Antes de entrar en la génesis de la historia francesa de las mentalidades, al objeto de comprender mejor sus virtudes y sus defectos, conviene hacer un pequeño alto en el camino y decir ya que es lo que yo entiendo por historia de las mentalidades. Hay múltiples definiciones posibles; la más útil será aquella que nos permita acercarnos con menos barreras intelectuales y más concretamente a nuestro objeto. Me es muy querida una definición basada en el título de un capítulo de La societé féodale de Marc Bloch, donde se lee “formas de sentir y de pensar”, que yo de entrada ampliaría de la forma siguiente: “formas de pensar y de sentir y de imaginar” la realidad. Tenemos ya tres mecanismos intelectuales de conexión con lo real objetivo, a saber, pensamiento racional, emociones e imaginario; a los cuales habría que añadir las maneras de actuar, tanto el comportamiento consciente como el inconsciente. De manera que al final, si incluimos el factor inconsciente, nos daría cinco componentes de la mentalidad-siempre global- que se superponen, comparten elementos comunes... Esta idea de los cinco componentes (pensamiento racional, emociones, imaginario, comportamiento e inconsciente) constituye, según mi propia

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experiencia, una guía provechosa para enfrentarse con la documentación e inferir una mentalidad subyacente. A la hora de estudiar las mentalidades complejas vamos a hallar, por descontado, combinaciones de estos componentes o de algunos de ellos, y vamos a necesitar una metodología específica, distinta de la usada por el historiador economista o político, y distinta asimismo de la empleada hoy en día por antropólogos, sociólogos y psicólogos, que tienen la fortuna de poder observar, interrogar y experimentar con individuos y colectivos vivientes, pero mayores dificultades que el historiador para evitar la interferencia del observador sobre los hombres y las mentalidades que investiga. ¿En que consiste en concreto la pequeña revolución de los Annales en este tema de las mentalidades?: la innovación ha consistido en recoger toda una serie de conceptos, técnicas y enseñanzas de la antropología y la psicología, principalmente, y ser capaces de llevar a cabo con todo ello investigaciones empíricas, con resultados aceptables, de las sociedades históricas. Sabemos que las nociones y los métodos extraídos de una determinada ciencia social no se pueden importar alegremente a otra disciplina, sobre todo cuando en dicha ciencia se estudian realidades presentes y los importadores realidades pasadas. Pues bien, la habilidad de los terceros Annales estriba en saber utilizar dichos conceptos para obtener información de la documentación histórica acerca del pensamiento, las emociones, el imaginario, la praxis, el inconsciente... La revolución intelectual annaliste reside en que anteriormente el historiador, en el mejor de los casos, estudiaba, de los mencionados cinco componentes de los sistemas mentales, el primero, esto es, la conciencia, el pensamiento claro, la ideología. Existe una excelente tradición marxista de investigar la conciencia social en general y la conciencia de clase en particular, así como toda una antigua tradición académica de historia cultural, en fin, las clásicas historias del pensamiento o de la filosofía. Qué añade en concreto la historia francesa de las mentalidades a la vieja historia de las ideas, pues el resto de lo que bulle en las cabezas de los hombres, y ese resto es a menudo lo fundamental de la subjetividad mental. Los actos humanos no se generan solamente en la conciencia, es más bien raro que el hombre se mueva simplemente por una idea previa, racionalizada, articulada intelectualmente, portando un sistema ideológico, sobre todo si hablamos de mayorías sociales, si nos

situamos más allá de la cultura de élite y de la historia acontecimental, si nos alejamos de los tiempos modernos hegemonizados por la cultura escrita. ¿Cuantas veces para explicar la acción humana tiene más importancia que una ideología: una emoción, una realidad inventada, un factor inconsciente, un hábito social? De ahí la gran extensión del campo de investigación que entraña la historia de las mentalidades respecto a las tradicionales historias del pensamiento, de las ideas, de la filosofía. La historia de las mentalidades viene a ser la vieja historia cultural más lo que puede aportarle temáticamente (y metodológicamente) la antropología, la psicología..., o sea, todo lo relativo al sujeto humano. ¿Cómo se pasa en Francia de los segundos a los terceros Annales, de la historia económico-social a la historia de las mentalidades, de la historia de la base material de la sociedad, de la historia objetiva a la historia subjetiva? En el marco del movimiento del 68 tiene lugar en el Collége de France una asamblea de investigadores de la École des Hautes Études en el transcurso de la cual se cuestiona el poder personal de Fernand Braudel al frente de la escuela, evidenciándose así que Annales era ya, en ese momento, algo más vasto que Braudel y quizás por ello la escuela admitía mal el corsé de una gestión personalizada y hasta es posible que descuidada. Según nos ha informado ayer en su charla Carlos Aguirre Rojas, desde 1966 Fernand Braudel se había desinteresado de la revista Annales. El personalismo de Braudel, más el Mayo francés y la juventud de los nuevos dirigentes annalistes (Jacques Le Goff, Emmanuel Le Roy Ladurie...) da como resultado el inicio de una nueva etapa en la historia de la revista y de la escuela. En 1969 se produce un cambio en la dirección de la revista que pasa a tener un carácter más colegiado, composición vigente en la actualidad con algunos “pequeños” cambios por cooptación, verbigracia, la incorporación de Bernard Lepetit, penúltimo secretario de redacción, al colectivo de directores de Annales. En 1972 Jacques Le Goff es elegido presidente de la Vie Section de I’Ecole Practique des Hautes Études, que se transforma tres años después, bajo su mandato, en la actual École des Hautes Études en Science Sociales. El paso de la dirección personal de Braudel a una dirección colectiva conlleva un proceso de democratización que marca la maduración de

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la escuela y anuncia su irradiación posterior. Con el tiempo estas diferencias en la forma de entender la dirección de la corriente historiográfica, entre Braudel y sus sucesores, devienen, al incidir otros factores, en controversias historiográficas: historia económico-social versus historia de las mentalidades. Aunque hay enfoques que traspasan dichas diferencias temáticas y de método, por ejemplo, el concepto braudeliano de larga duración que impregna también la historia de las mentalidades, sobre todo al comienzo, y caracteriza por consiguiente tanto a los segundos como a los terceros Annales. Paradójicamente, Fernand Braudel, aunque marginado de la dirección de la escuela, sigue siendo para muchos hasta su muerte en 1985, el historiador más importante de Annales. Desde la Maison des Sciences de I’Homme, que dirige mientras vive, y con sus libros, continúa propagando la historia económico-social que había caracterizado a los segundos Annales. En 1977 y 1978 edita La méditerranée. L’espace et I’histoire; entre 1977 y 1982, junto con Labrousse, los cuatro tomos de la Histoire économique et sociale de la France; en 1979, los tres volúmenes de Civilisation matérielle, économie et capitalisme; en 1985, La dynamique du capitalisme... Paralelamente la renovada dirección de la revista y de la École des Hautes ëtudes lanza un nuevo proyecto historiográfico cuyo mascarón de proa acabará siendo, después de algún tanteo, obviamente, la historia de las mentalidades. En 1974 se publican los tres tomos de la obra Faire I’Histoire bajo los epígrafes: Nouveaux problemes, Nouvelles approches. Nouveaux objets, siendo sin duda la propuesta de nuevos temas la parte de mayor impacto historiográfico, especialmente el artículo del co-director de la obra, Jacques Le Goff, Les mentalités: une histoire ambigue, quien cuatro años después remarca el sentido permanentemente innovador de la escuela titulando significativamente una segunda publicación colectiva, capital para entender los terceros Annales: La nouvelle histoire; denominación que terminará por identificar en los años 80 a los terceros Annales. ¿Qué novedad en líneas de investigación aportan los terceros Annales en estas publicaciones de 1974 y 1978? El desarrollo de una temática marginada en los años de Braudel, pero cuyos orígenes, según vimos, estaban en Bloch’y Febvre. Basta leer Les rois thaumaturges de Marc Bloch (1924), una investigación de la creencia colectiva en el

poder curativo de los monarcas, para darse cuenta de hasta que punto era algo distinto –e incluso anterior en el tiempo- a Les caracteres originaux de I’histoire rurale francaise (1931). Bloch ha simultaneado más que Febvre la historia de las m entalidades y la historia económico-social, plasmándose la confluencia de ambos enfoques en La société féodale (1939-1940). Bien, ¿Qué relación puede existir entre el cambio de personas y de formas de dirigir la corriente historiográfica y los cambios en la orientación annaliste de la investigación? No es fácil la respuesta. En mi opinión, la democratización de la dirección de la revista, la progresión de la recién constituida École des Hautes Études y la expansión de la nueva historia en medios universitarios, medios de comunicación social e editoriales, hizo cada vez más permeable a Annales al entorno intelectual, social y mental. Aquí habría que recordar que la historia es hija de su tiempo, pero ¿qué tiempo es el que sigue al 68 francés?. Después del 68 entramos en un período posestructuralista y posmarxista, debilitándose la creencia en que las contradicciones estructurales y económicas conducen a la superación del capitalismo. Un período pues de repliegue, y curiosamente en los períodos de repliegue, la intelectualidad ¿no realza a contracorriente lo que ya no se tiene?, esto es, un sujeto social antaño activo, en un sentido más general –y en contradicción con lo anterior pero animando también la vuelta del sujeto-, ¿no se refugia la gente en su propia individualidad al fracasar el proyecto colectivo de la revolución? La historia de las mentalidades responde, entre otras cosas, a una demanda social derivada de un repliegue de las ideas del 68 que va tomando forma lentamente, según avanza la década de los 70, y alcanza su clímax en los años 80. El retorno del sujeto, evidente hoy a principios de los 90 –no sólo en la historiografía, también en la historia inmediata como demuestran las revoluciones del Este europeo-, con sus dobles lecturas (individual y colectiva, mental y social, histórica y actual), tiene sus prolegómenos en Francia –el mundo intelectual francés siempre ha sido y es un barómetro excelente-con una precoz y radical historia de las mentalidades que toma nota del agotamiento de las “modas” del 68. Se generaliza después en otros países, tomando pie en sus tradiciones historiográficas específicas y haciendo gala de una intención más integradora hacia la historia social, con el

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auge de la antropología histórica, la nueva historia cultural y la microhistoria, manifestaciones en paralelo en distintos ambientes historiográficos de la emergencia de la subjetividad humana como tema de al investigación histórica. Y más recientemente, ¿qué viene a ser el retorno de la biografía, de la historia política y de la historia narrativa, sino una reafirmación de una historia subjetiva esta vez desde posiciones de partida más tradicionales? En los años 60, antes por tanto del Mayo francés y del giro crítico de los herederos de Braudel, dieron a la luz las aportaciones metodológicas y teóricas de Georges Duby, Robert Mandrou y Alphonse Dupront, sobre lo que deberían ser la historia de las mentalidades, y asimismo valiosas investigaciones concretas de éstos y otros historiadores de la escuela. La introduction a la France Moderne (1500-1640). Essai de psychologie historique (1961) de Robert Madrou es un excelente paradigma de una historia de las mentalidades que no deja de ser historia social. Con gran habilidad estudia imaginarios; los oficios, las clases y otras solidaridades sociales; las coyunturas económicas y mentales... Y otro tanto habría que decir de La civilisation de I’Occident medieval de Jacques Le Goff, libro publicado en 1965 (traducido al español en 1969), donde se sintetiza la evolución económica, política y mental de la Edad media, o se analizan conjuntamente las innovaciones técnicas, la lucha de clases, el sentimiento de inseguridad o la mentalidad simbólica medievales. Estas dos obras maestras siguen el planteamiento de historia total inaugurado por Marc Bloch en La Sociéteé médiévale. Después del 68, conforme la historia de las mentalidades empieza a ocupar el centro del escenario historiográfico pierde poco a poco su ligazón con la historia social y económica: es el precio del éxito. En el provocador artículo ya citado, Las mentalidades: una historia ambigua, editado por Le Goff a los dos años de asumir la dirección de la École des Hautes études, ¿se preconiza realmente esa separación de la historia de las mentalidades de la historia social y económica? Muy al contrario, en coherencia con su práctica historiográfica, advierte Le Goff que “sería craso error separarla de las estructuras y de la dinámica social”, y dice también de la historia de las mentalidades que se quiere relanzar: “no tiene que ser ni el renacimiento de un espiritualismo superado ni el esfuerzo de supervivencia de un marxismo vulgar que

buscaría en ella la definición barata de superestructuras nacidas mecánicamente de las infraestructuras socioeconómicas”. La historia francesa de las mentalidades terminó cayendo, en efecto, en la trampa de obviar la temática social, pero sin llegar a ese determinismo idealista que muy justamente Le Goff condenaba con energía. Lo que pasó fue más bien que dejó de preocupar en términos generales la explicación de los hechos históricos; en los años 80 la historia de las mentalidades renunció en buena medida a la historia-problema al distanciarse de facto de la historia social. Por otro lado, ¿ha existido verdaderamente el tercer peligro mencionado por Le Goff?, a saber, una historia donde las mentalidades sean un reflejo condicionado del mundo material. La verdad es que una característica de todos los marxismos economicistas que en el mundo han sido es el desprecio olímpico del dominio de las mentalidades, del rol de lo subjetivo, como tema para la investigación. Los protagonistas de los intentos, en el pasado y en el presente, de hacer desde el marxismo una historia de las mentalidades, una historia desde el sujeto, han sido marxista renovadores, según hemos visto ya. La historia de las mentalidades ha contribuido –y sigue contribuyendo, a la renovación de la historiografía marxista, favoreciendo la superación de una superespecialización en historia socio-económica (contra la cual michel Vovelle, entre otros, se ha rebelado con pasión en su momento) y el encuentro con las realidades históricas hechas de hombres y mujeres de carne y hueso. Al menos en España, durante los años 70 y 80, una de las manifestaciones más combativas del discurso historiográfico conservador, marxista y no marxista, ha sido precisamente la descalificación indiscriminada y apriorística de la historia francesa de las mentalidades. Las deficiencias teóricas y prácticas de una historia de las mentalidades que triunfa por lo visto de modo diferente a cómo pretendieron los cabezas de fila de los terceros Annales, ha legitimado resistencias y dudas, que al final tuvieron algo positivo: coadyuvar al replanteamiento presente de la historia de las mentalidades. Le Goff acaba el artículo rompedor con un llamamiento profético, para bien y para mal: “Si se evita que sea un cajón de sastre, coartada de la pereza epistemológica, si se le dan sus utensilios y sus métodos, hoy tiene que desempeñar su papel de una historia distinta que, en su búsqueda de explicación, se aventura por el otro lado del espejo”.

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Finalmente no se ha evitado el “cajón de sastre” y sólo a veces se ha buscado auxiliar desde la historia de las mentalidades para la explicación de hechos históricos concretos. Un efecto positivo de la insistencia de Le Goff en la definición ambigua del concepto de mentalidad, con justo objetivo de no cerrar puertas, es lograr que se reclame para la historia de las mentalidades prácticamente todo el campo de lo cultural, lo antropológico, lo psicológico. La definición vaga de la mentalidad como proposición teórica, obtiene un gran éxito a plazo corto y medio al hegemonizar la nueva historia lo que podemos llamar el mundo superestructural. La historia de las mentalidades inunda en Francia la historia social. Ahora bien, la opción por una historia abierta de las mentalidades se transforma a largo plazo en un obstáculo: veinte años después del artículo de Le Goff tenemos que constatar cómo pese a sus advertencias el mascarón de proa de los terceros Annales llevó a la nave al nuevo continente pero desviándose manifiestamente de la trayectoria trazada. Ciertamente, a toro pasado es fácil hacer balance detectando insuficiencias y consecuencias imprevistas. En suma, yo veo el problema desde dos puntos de vista complementarios: una definición imprecisa y desarticulada es algo malo porque supone una evidente debilidad teórica que conduce al “cajón de sastre”, pero tiene de bueno que es una apuesta por un concepto abierto, imprescindible para la conquista de un continente tan ignoto como las mentalidades históricas, cuya delimitación y conocimiento más precisos requieren un gran número de monografías previas. Ejemplos contrarios los tenemos a montones: múltiples definiciones supertrabajadas y argumentadas teóricamente de un mismo tema que luchas entre sí, tropezando unas con otras, sin ser capaces de dar vida a una corriente tan prolija de investigaciones empíricas como en el caso que nos ocupa. La solución está naturalmente en el justo medio. La interdisciplinaridad que le es propia al historiador de las mentalidades le debería llevar a aplicar el mismo criterio que cualquier otro historiador al definir un concepto o un tema que comparte con otra ciencia social; por ejemplo, el historiador económico cuando acude a la economía para definir el precio y el salario. En el caso de la historia de las mentalidades, habríamos de acudir a los psicólogos para definir conceptos relativos a lo mental. Siguiendo a la psicología podríamos ampliar todo lo que quisiéramos los cinco componentes más arriba considerados, y sus

eventuales combinaciones, para disponer de elementos útiles (percepción, sentido, memoria, motivación, atención, actitud, voluntad, etc.) para la investigación histórica, sin más riesgo de pecar de imprecisos que cuando trabajamos desde la historia con una noción sacada de la geografía, la sociología, la economía o la política. La psique individual y colectiva, las estructuras o sistemas mentales, el mundo de lo mental en suma, está definido e investigado por la psicología de un modo monográfico, sobre todo a partir del cambio de paradigma de la psicología conductista a la psicología cognitiva en los años 70. Cuando planteamos (enero de 1991) en el seminario parisino de Jacques Le Goff esta posibilidad de la colaboración con la psicología, además de con la antropología (proceso de cooperación más avanzado y con una mayor tradición tanto entre los historiadores como entre los antropólogos), se dijo que historiadores y psicólogos no teníamos el mismo objeto, lo cual es una gran verdad sin nos referimos a los psicólogos conductistas, orientados hacia la psicología experimental y la psicobiología, pero no lo es tanto (y tal vez nunca lo fue en el caso de la psicología social) si tomamos nota del antedicho cambio de paradigma. En los últimos diez o quince años, los psicólogos cognitivos han rehabilitado como temas de investigación todo lo referente a la mente humana. Sin duda ahora sería más viable aquello que propuso, y que no dio resultado en su momento, Alphonse Dupront a principios en 1961 en Annales (y el año anterior en el XI Congreso Internacional de Ciencias Históricas), esto es, “la constitución de una historia de la psicología colectiva, rigurosamente científica en la medida de sus posibilidades, y útil”. La historia de las mentalidades de los años 90 deberá desarrollarse ante todo como una suerte de historia psicológica y social, si quiere delimitar su campo de actuación con pujantes disciplinas vecinas-antropología histórica y nueva historia cultural-y utilizar unas herramientas de trabajo mejor contrastadas. En el libro colectivo publicado en 1978 por la escuela de Annales, La nouvelle histoire, Guy Bois, preconiza en su aportación (Marxisme et histoire nouvelle) cierto maridaje entre marxismo y Annales, que hoy –cuando todavía no ha terminado el siglo XX- algunos consideramos vigente y quizás más necesario que nunca, sobre todo para el marxismo. “Su confluencia todavía parcial, confusa y tumultuosa, será tal vez –asegura con entusiasmo Guy Bois- el gran acontecimiento

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historiográfico de este fin de siglo; y es ya un fenómeno fascinante...” En el reparto de papeles de Guy Bois corresponde al marxismo la teoría de la historia y a Annales la innovación metodológica, división del trabajo que da cuenta de una situación real a pesar de su parcialidad y rigidez, derivada de una colaboración fructífera de tipo inclusivo, a lo largo de muchos años, entre ambos movimientos intelectuales. Lo más interesante de la historiografía marxista francesa ha contribuido pues con sus concepciones y sus investigaciones al desarrollo de la corriente historiográfica de Annales, de la cual han formado parte desde los primeros Annales, que a su vez les ha enseñado cómo hacer la historia de una manera más renovada, siendo la historia de las mentalidades el ejemplo más sobresaliente. Guy Bois titula, a finales de los 70, uno de los apartados del artículo que comentamos, a modo de profesión de fe: “Los historiadores marxistas no ignoran el papel de las mentalidades”. Ya en los años 80, y no solamente desde el marxismo, se empezó a criticar con fuerza el rumbo de los terceros Annales y el nuevo paradigma de la historia de las mentalidades, llegándose en algún caso hasta la descalificación global, es decir obviando cualquier aspecto positivo. Impugnando correctamente que el crecimiento de la historia de las mentalidades se hiciese a expensas de la historia económico-social, pero sin asumir sus implicaciones innovadoras desde el punto de vista temático, metodológico y si se quiere epistemológico. Preconizamos una historia de las mentalidades que a la vez sea historia social-sin olvidar conflictos, revueltas y revoluciones como tantos otros-, y que no pierda el horizonte teórico y práctico de una historia total, recogiendo para ello las enseñanzas de la historia francesa de las mentalidades-y de la historia social y antropológica anglosajona-durante los primeros, los segundos y desde luego los terceros Annales. Estos últimos Annales, hicieron en los años 80, seguramente sin pretenderlo, de la historia de las mentalidades una disciplina autónoma, no en el sentido-porfio-de interpretar los hechos investigados desde una posición idealista, sino porque poco a poco se fue perfilando una historia de las mentalidades con temas, métodos y fuentes ajenos a la historia general de los hechos económicos, sociales y políticos. Dicha “autonomización” tiene como todo su parte positiva, verbigracia, la utilización masiva por parte de los nuevos historiadores

de las fuentes iconográficas y literarias, animando una nueva forma de hacer historia del arte y de la literatura, practicada por historiadores generales que iniciaron su andadura como historiadores sociales, y que rastrean la sociedad detrás de la cultura, la mentalidad detrás de la idea, la cultura popular detrás de la cultura de élite... Es curioso pero cuando hablamos de interdisciplinaridad nos olvidamos con frecuencia de estas historias especializadas. La primera acción interdisciplinar a realizar es colaborar desde la historia a secas con la historia del derecho, del arte, de la literatura, antes incluso –mejor aún, al mismo tiempo- que con la antropología, la sociología, la psicología. Raramente ha sido así, con seguridad a causa de las diferencias de objeto –además de las sabidas murallas académicas y departamentales- en los tiempos en que la historia se dedicaba casi en exclusiva a indagar la política y la economía. Podemos y debemos y subrayar en consecuencia la enorme contribución que hace la historia de las mentalidades promoviendo el intercambio científico entre historiadores generales e historiadores del arte, de la literatura, de la religión y del derecho. Todo esto se infravalora cuando el prejuicio hacia la historia de las mentalidades sustituye al análisis concreto de sus resultados, aunque es posible que haya algo más: una arraigada tradición historiográfica que subvalora las fuentes artísticas y literarias frente a las fuentes de archivo, al no servir las primeras para obtener datos que hagan posible las prácticas históricas clásicas, sea historia narrativa, biográfica y política sea historia socioeconómica. Mucho me temo que, en este orden la historia de las mentalidades haya heredado la connotación marginal que los historiadores tradicionales han atribuido a la cultura en todos sus aspectos, como se puede ver nítidamente en los manuales de historia al uso. Y en último término encontramos siempre la mentalidad del historiador corporativista, principal obstáculo para toda colaboración interdisciplinar, que negando consciente o inconscientemente valor científico rigor, utilidad, a “otras” disciplinas o ciencias sociales que nos sea la propia, es incapaz de valorar el interés de otros temas, otros fuentes, otros métodos y otros resultados para el área de conocimiento que cultiva. La imagen peyorativa del “otro” desconocido, sea arte y literatura sea antropología y psicología, ha sido hecha añicos por los historiadores de las terceros Annales, prosiguiendo y actualizando una labor comenzada por Bloch, Febvre y Braudel,

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generalizando consecuentemente a la superestructura de la sociedad la colaboración entre ciencias sociales que anteriormente se había dado, brillantemente, para investigar la infraestructura de la sociedad, entre la historia, la geografía y la economía. Ahora bien, si sostenemos que los abandonos de la historia francesa de las mentalidades no nos impidan ver los avances, ¿quiere eso decir que debemos olvidarnos de ellos? En absoluto, pero debemos esforzarnos por comprender. Tanto las reservas de los historiadores de la economía hacia la historia de las mentalidades, como las trabas en los terceros Annales más tardíos para hacer una historia verdaderamente social de las mentalidades provienen en el fondo de un mismo problema: el cúmulo de dificultades para avanzar simultáneamente en dos direcciones formalmente tan alejadas entre sí como el estudio de la base material y de la infraestructura, y el estudio de la base mental y de la superestructura. El primer escollo a salvar es pues, con toda evidencia, dicha concepción bipartita (o tripartita: economía/sociedad, política/instituciones y cultura/mentalidades) que en efecto representa la realidad pero de una manera tan simple y mecánica que entorpece ver la íntima conexión entre lo objetivo y lo subjetivo en todos los niveles. Mientras no seamos capaces de pensar de modo más complejo sin renunciar al juego de las determinaciones, ¿para que está la crítica historiográfica sino para denunciar los movimientos pendulares de la base a la superestructura y de la superestructura a la base?

Los primeros en criticar, internamente, el nuevo rumbo de los terceros Annales fueron, lógicamente, Fernand Braudel y algunos de sus seguidores. Los claros indicios de la recuperación hoy en Francia de la historia económico-social, que estará incompleta sin la recuperación de Fernand Braudel y su obra, conducen a un reequilibrio, que resume la historia de la escuela de Annales, el cual de llevarse hasta el final dará visos de verosílitud a eso cuartos Annales en los años 90 habrán de renovar su apuesta por la historia global. A las recomposiciones en curso de Annales y de la historiografía francesa, han cooperado se quiera o no las críticas exteriores. Ambas cosas, críticas y recomposiciones, son la expresión de que algo está cambiando entre los historiadores de Francia desde finales de los 80. Renunciamos por el momento a analizar en detalle la relación-indirecta pero indudable- de esos cambios historiográficos –que contextualizar el “tournant critique”- con los cambios políticos, sociales y mentales, que desde finales de los 80 preparan al parecer la derrota electoral del socialismo en Francia, y más allá de Francia con las consecuencias previsibles de las revoluciones europeas de 1989-1991. Desde comienzos de la pasada década convergen contra los terceros Annales críticas externas de origen contradictorio de las cuales interesa comentar precisamente las dos más rotundas y mejor documentadas.

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TÉCNICAS DE LA INVESTIGACIÓN

EDUCATIVA

¿QUÉ ES TÉCNICA? • La técnica es el dominio de un fenómeno,

de acuerdo con un modelo. • La técnica es la reproducción de un

conocimiento en la realidad. • El dominio y el conocimiento pueden ser

más o menos limitados; pero para que haya técnica es necesario poder actuar en la producción o reproducción de los hechos ideados.

TIPOS DE TÉCNICA a) Técnica cotidiana o del trabajo manual.

Son experiencias derivadas de la acción cotidiana, del trabajo diario. • Consiste en una serie de

procedimientos definidos prácticamente y que dan resultados útiles.

• Su filosofía es el sentido común. Descansa sobre lo sabido, lo ya hecho, sobre el buen sentido de las proporciones... requiere de un espíritu flexible y alerta.

• Se transmite de generación en generación.

• A esta técnica corresponden inventos como el fuego, la rueda, los instrumentos de caza, labranza y combate, barcazas cuya técnica fuera manual.

b) Técnica científica o del trabajo teórico.

• Análisis metódico de las experiencias pasadas y presentes.

• Se transmite a través del estudio de los conceptos, las hipótesis, leyes y teorías científicas.

• Aplicación organizada y sistemática a la producción de determinados efectos mediante la manipulación de factores o instrumentos.

• Su filosofía se apoya en el MÉTODO CIENTÍFICO.

• La técnica científica tuvo un despegue del siglo XVII en adelante y adquiere cuerpo en el siglo XVIII debido a la Revolución Industrial. Las características del mundo moderno obedecen precisamente al profundo cambio que sufrieron los medios de producción debido a la técnica científica. Los ejemplos de ello van

desde la arquitectura, la irrigación, las máquinas, la dinamita, hasta llegar al momento actual con la era de las computadoras y la biogenética.

c) La técnica mágica.

• Es el conjunto de procedimiento que se mezclan y combinan las experiencias de la técnica cotidiana y sólo excepcionalmente de la científica.

• Es el conjunto de acciones, instrumentos y prácticas que buscan dominar fuerzas sobrenaturales.

• Se da a través de tradición verbal e imitación práctica.

• Se encuentra entre brujos, magos y todo tipo de religión.

• Su filosofía: la metafísica. ¿QUÉ ES INVESTIGACIÓN? INVESTIGAR-INVESTIGACIÓN: Voz latina: “Vestiguum” o planta del pie, huella, Sinónimos: indagar, inquirir, examinar, inspeccionar, explorar, buscar, rastrear. RESEARCH: Búsqueda intensiva efectuando un rodeo. Se investiga lo que no puede aprenderse de un modo inmediato.

LOS TRES ELEMENTOS PARA EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN

a) EL INVESTIGADOR

• Toma conocimiento de problemas

que otros pueden haber pasado por alto.

• Es un problematizador por excelencia, no un traficante en misterios.

• Imprime su estilo a lo investigado ya que lleva consigo prejuicios, creencias, valores, una concepción del mundo que le rodea.

Sería deseable: • Adquiriese los conocimientos

científicos más relevantes acerca del tema.

• Asumir una actitud abierta y comprensiva hacia el problema planteado.

• Considerar todas las posibilidades razonables y alternativas factibles.

• Trabajar con esmero y precisión utilizando todos los medios de que pueda disponer.

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• Firmeza suficiente como para no dejarse arrastrar por ideas preconcebidas.

• Aceptar de manera imparcial y honrada los resultados objetivos, aún cuando sean opuestos a los que él deseaba.

• Leer, leer, releer, resumir lo leído.

B) LOS MEDIOS MATERIALES PARA LA INVESTIGACIÓN. • Un lugar tranquilo. • Máquina de escribir o computadora. • Ficha de trabajo. • Si es documental: grabadora, cámaras

para tomar película, proyector, etc. • Si es de campo o experimental:

laboratorio, instalaciones, etc. C) EL OBJETO

• Parcela de la realidad. • Nos conduce a un resultado que no era

conocido en el punto de partida. • Existe dentro de un conjunto más

amplio y complejo que es la totalidad. • Presenta numerosas facetas o ángulos

de interés, por ejemplo: El vestido: · Ciencias Naturales: Compuestos

químicos. · Ciencias Sociales: Historia del

vestido. Quién lo produce, moda. • Español: Composición. Cuántas

novelas hay sobre el tema.

METODOS Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN

Diferencia entre método y técnica: Método: Es la manera de alcanzar un objetivo. Es determinado procedimiento para ordenar la actividad.

Generales Análisis y síntesis Inducción y deducción Experimentales

Métodos

Particulares

Son los que cada disciplina ha desarrollado de acuerdo a sus propias necesidades y limitaciones.

Técnica: Es un conjunto de reglas y operaciones para el manejo de los instrumentos, que auxilia al individuo en la aplicación de los métodos.

LOS NUEVE MÉTODOS DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA

1. MÉTODO HISTÓRICO: OBJETIVO Reconstruir el pasado sistemático y objetivamente, coleccionando, evaluando, verificando y sintetizando la evidencia para enriquecer conclusiones, a menudo en relación con la hipótesis. CARACTERÍSTICAS a) El método descansa en observaciones

hechas por otras personas, no por el investigador. Éste tiene que analizar la autenticidad, la fidelidad y el significado del material obtenido.

b) Debe ser riguroso, sistemático y exhaustivo.

c) El método depende de dos tipos de datos: * PRIMARIOS: los que el investigador

utiliza tomando en cuenta otro autor. * SECUNDARIOS: los que el investigador

utiliza tomando en cuenta otro autor. d) Está sujeto a la crítica EXTERNA y a la

INTERNA. La primera cuestiona la autenticidad de los documentos utilizados; la segunda pregunta si los datos aportados son auténticos y valederos. Los autores o informantes pueden exagerar, distorsionar, sobrevalorar, etc., la información que aportan.

e) Es exhaustivo, procurando información en diferentes fuentes más confiables que las que frecuentemente están al alcance de cualquier persona.

PASOS 1. Definir el problema. Pregúntese: ¿es el

más indicado al caso? ¿son confiables los datos?

2. Seleccione los objetivos por investigar y formule la hipótesis para centrar y dirigir la investigación.

3. Coleccione los datos (primarios, secundarios, utilice tarjetas para concentrar datos.

4. Valore los datos, sujetándose a la crítica (externa e interna).

5. Resuma y revise: el título, la fuente del material, las presunciones hechas, la hipótesis, el método, la bibliografía, las conclusiones y la interpretación.

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II. MÉTODO DESCRIPTIVO OBJETIVO Descripción sistemática de los hechos y características de un área o tema de interés. CARACTERÍSTICAS a) Describe situaciones o eventos, sucesos. b) Se fundamenta en la acumulación de

datos puramente descriptivos. c) Se utiliza para lograr éxito en los otros

métodos de investigación. d) Colecciona los datos factuales que

describen el problema. e) Permite hacer comparaciones y

evaluaciones. PASOS 1) Defina los objetivos en términos claros y

específicos. 2) Elabore el diseño:

a) ¿Cómo se coleccionarán los datos? b) ¿Cómo se seleccionarán los tipos,

casos, etc., verdaderamente representativos del área o tema de estudio?

3) Colección del material (datos, etc.). 4) Resumen de resultados. EJEMPLOS • Estudio de la función que desempeña cada

uno de los integrantes del personal de un centro educativo.

• Resultados de una prueba de actitudes, habilidades, etc., aplicadas en una zona escolar.

III. MÉTODO EVOLUTIVO OBJETIVO Investigar patrones (modelos) o secuencias de crecimiento o cambio como resultado del tiempo. CARACTERÍSTICAS a) Enfoca la atención en las variables y su

desarrollo en un determinado período de tiempo.

b) Requiere de la misma persona o equipo de trabajo para atender la investigación durante el tiempo requerido.

c) Los resultados son vulnerables por factores impredecibles que pueden

modificar o invalidar lo estudiado anteriormente.

PASOS 1) Definir o presentar objetivos. 2) Plan de trabajo (colección de datos,

verificación de los mismos, técnicas de observación, etc.)

3) Colección de los datos. 4) Resumen y conclusiones. EJEMPLOS Estudio de los cambios experimentados por un grupo de niños durante los años de estancia en la escuela primaria. IV. MÉTODO CORRELACIONAL OBJETIVO Investigar la extensión de las variables de un factor que correspondan a las variaciones de otro(s) factor(es) basados en coeficientes de correlación. CARACTERÍSTICAS a) Apropiado cuando las variables son muy

complejas. b) Permite la medida de algunas variables y

su interrelación. c) Es menos riguroso que el método

experimental. d) puede caer en la arbitrariedad o en la

ambigüedad. PASOS 1) Definir el problema. 2) Revisar la literatura correspondiente. 3) Hacer el diseño.

a) Identificar las variables. b) Selección adecuada de los materiales. c) Selección de los instrumentos de

medición adecuados. d) Obtener el enfoque correlacional.

4) Colección de datos. 5) Análisis e interpretación de datos. EJEMPLOS: • Investigar las relaciones entre resultados

logrados en lectura con una o más variables de interés.

• Estudio analítico de tests de inteligencia muy rigurosos.

• Estudio para predecir éxito en la preparatoria basado en la interrelación de

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grados escolares y variables escogidas de la escuela secundaria.

V. MÉTODO DE CASO Y CAMPO

OBJETIVO Estudio intensivo de antecedentes, curso de desenvolvimiento y de la interacción ambiental de una unidad determinada: individuo, grupo, institución o comunidad. CARACTERÍSTICAS a) El método causístico puede tomar todo el

ciclo de vida o un segmento del caso seleccionado.

b) Permite estudiar un número reducido de unidades a través de un elevado número de variables.

c) Particularmente tiene uso para planificar investigaciones mayores en Ciencias Sociales. Por su profundidad, puede facilitar entender mejor algunas variables, procesos e influencias.

d) Se le critica su poca representatividad. e) Se le acusa de vulnerabilidad por sus

bases subjetivas (casos dramáticos, más que típicos; asignación de mayor o menor valor a los resultados, etc.)

PASOS 1) Delimitación de objetivos. 2) Adaptación de un enfoque (cómo se

seleccionaron los casos, los datos, etc.) 3) Darle coherencia a la información. 4) Resultados y discusiones de los mismos. EJEMPLOS • Desarrollo de la cognición en los niños

(Piaget). • Estudio de niños con problemas de

dislexia. • Estudio de la religión entre los menonitas.

VI. MÉTODO CAUSAL COMPARATIVO OBJETIVO Investigar las posibles interrelaciones, causas, efectos, observando las consecuencias y buscando retrospectivamente entre los datos, factores causales.

CARACTERÍSTICAS a) Trabaja con datos colectados después que

el tema escogido ya sucedió. b) Es utilizable cuando el método

experimental, no selecciona, controla y maneja los datos necesarios para establecer causa-efecto.

c) Se le señala como defecto la falta de control de las variables independientes.

d) A veces, es difícil, manejando la relación entre dos variables, determinar cuál es el efecto y cuál es la causa.

e) La relación de dos o más factores no implica, necesariamente, causa y efecto.

PASOS 1) Delimitar el problema. 2) Investigar en la literatura correspondiente. 3) Sentar, enunciar, presentar la hipótesis. 4) Supuestos en los que se basa la hipótesis. 5) Diseño del plan a seguir: selección de

materiales, colección de datos, clasificación de los mismos, etc.

6) Descripción, análisis e interpretación en términos claros y precisos.

EJEMPLOS • Identificar personas con alto o bajo

porcentaje de reprobación, usando los datos que den sus escuelas, tomados de sus archivos.

• Identificar los factores que hacen un buen maestro, retrotrayéndose 10 años en la historia personal del mismo.

VII. MÉTODO EXPERIMENTAL

OBJETIVO Investigar las posibles relaciones de causa-efecto, sometiendo uno o más grupos experimentales a cierto trato de experimentación y comparar resultados con uno o más grupos de control (testigo) no sujetos al tratamiento. CARACTERÍSTICAS a) Requiere manejo riguroso de las variables

de experimentación (control directo, eventual, etc.)

b) Básicamente se utiliza un grupo experimental, que se compara a un grupo de control (testigo).

c) Concentración del control de varianza.

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d) Atención cuidadosa de la validez interna. (Serán válidas las generalizaciones obtenidas del experimento)

PASOS 1) Buscar literatura relacionada con el tema. 2) Clarificar el problema. 3) Sentar la hipótesis, sus variable, términos

básicos, etc. 4) Elaborar el plan experimental: control de

variables no experimentales, escoger modelo de plan, seleccionar los grupos del experimento, etc.

5) Seleccionar formas de medición y evaluación.

6) Conducir el experimento. EJEMPLOS • Investigar los sujetos de dos métodos de

enseñanza, de lectura-escritura en niños seleccionados en base a un test de madurez, en tal tipo de aprendizaje.

• Investigar los efectos de utilizar dos (o más) métodos de enseñanza de Ciencias Sociales en tercer año de secundaria, con grupos de pocos y muchos alumnos.

VIII. MÉTODO CASI-EXPERIMENTAL

OBJETIVO Aproximarse a las condiciones de un experimento en casos que no permiten control de sus variables más importantes. CARACTERÍSTICAS a) Se emplea en casos donde no todas las

variables son controladas. b) Se procura estar lo más cerca posible del

rigor de la ciencia experimental. PASOS 1. Los mismos que el método experimental,

con las limitaciones correspondientes. EJEMPLOS • Investigar los efectos de la práctica

masiva de versos en la memorización de una lista de palabras en varios grupos de estudiantes, sin previo planteamiento de trato especial.

• Investigar un caso de pretest-posttest en el que variables como la maduración, los efectos del test, la adaptación, el temor, etc., son inevitables o menospreciados.

• Problemas sociales: delincuencia, tabaquismo, enfermedades del corazón, drogadicción, etc.

IX. MÉTODO DE LA ACCION

OBJETIVO Desarrollar habilidades, nuevos puntos de vista, y solución de problemas con aplicación directa al aula o al ambiente donde se trabaja. CARACTERÍSTICAS a) Práctico e importante en el mundo del

trabajo (salón de clases, personal, etc. b) Provee de un marco de trabajo para la

solución de problemas y nuevos desarrollos.

c) Flexible y adaptable. PASOS Señalar los objetivos. 1. Investigar en la literatura correspondiente. 2. Formular la hipótesis. 3. Procedimiento a seguir. 4. Análisis de datos y evaluación de

resultados

LA ELABORACIÓN DEL DISEÑO Para elaborar cualquier trabajo, nos ayuda formularnos las siguientes preguntas: • ¿Qué? • ¿Para qué? • ¿Cómo? • ¿Investigamos? • ¿Cuándo? • ¿Dónde? • ¿Con qué? El qué nos proporcionará la problemática, objetivos e hipótesis. El para qué será la justificación. El con qué delimitará el marco teórico y la bibliografía. El cómo, la metodología con todos sus aspectos. El cuándo definirá el cronograma. El dónde determinará el marco contextual.

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CARACTERÍSTICAS DEL DISEÑO a) Relevante, expectativas reales y

concretas. b) Coherente; relación lógica y armónica

entre objetivos y metodología, etc. c) Claro: permitir un buen entendimiento. Lo

contrario revelaría confusión, superficialidad y/o precipitación en la elaboración.

d) Conciso: buscar un justo medio. Evitar discursos y citas amplias.

e) Concreto: información sólo la necesaria. f) Viable: que las tareas previstas sean

factibles. Cronograma. g) Vigente: apoyarse en publicaciones

vigentes. h) Congruente: tema común al campo de

conocimiento. SELECCIÓN DEL TEMA Un trabajo de nivel inicial se elabora generalmente con alguno de estos propósitos: a) Para informar. b) Para describir o exponer la situación en un

campo, el grado de desarrollo, los últimos avances, las ideas más recientes.

c) Para analizar un problema, una situación, un período, un acontecimiento, en sus elementos o sus implicaciones.

d) Para divulgar o explicar o dar a conocer algo.

e) Para hacer recomendaciones. Un investigador avanzado no tiene problemas para seleccionar un tema. Alguien que no lo es, normalmente considera que todos los temas son demasiado complicados o que todas las áreas están totalmente investigadas. Desconoce la naturaleza de los problemas, los campos a estudiar. Los siguientes son algunos de los factores que enfrentamos al seleccionar un tema: • Tema demasiado amplio. • Imposibilidad de obtener datos. • Falta de interés. • Tiempo demasiado corto. • Dejarse llevar por impulsos iniciales o por

prejuicios. • Cambiar de un tema a otro. • Debe ser seleccionado por el alumno. • Le permite autoevaluar sus estudios

anteriores. • Afina sus experiencias. • Determina sus vocaciones.

SUGERENCIAS PARA ELECCIÓN DEL TEMA • Hacer un examen de sus propias

experiencias. • De sus notas. • Lecturas extracurriculares. • Conferencias. • Discusiones entre compañeros. • El programa escolar. FACTORES A CONSIDERAR EN LA SELECCIÓN DEL TEMA 1. Interés: efecto, consecuencia, afecto. Es

mejor escoger entre varias posibilidades. 2. Duplicación: Evitar al máximo. 3. Prejuicios: Mantener de preferencia una

actitud de simple curiosidad intelectual para evitar las ideas preconcebidas.

4. Realizabilidad: a) Contar con fuentes de información. b) Tomar en cuenta el tiempo y el costo

del trabajo. c) Autoevaluarse sobre la destreza que el

investigador tenga para el uso de métodos específicos. Algunos métodos requieren de entrenamiento previo.

5. Hacer un intento de RESUMEN. TÍTULO • Claro, no extenso, que refleje el contenido

del trabajo. • No emplear lenguaje rebuscado. • Un título correcto muestra coherencia en

el trabajo. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA • Descripción de los hechos y

acontecimientos que giran en torno a una situación.

• Se precisan los aspectos que se van a estudiar.

• Se resaltan las posibles conexiones entre distintos aspectos (serendipity)

• Ubicarlo en un contexto socioeconómico, político e histórico.

• Un planteamiento inadecuado entorpecerá la coherencia de los otros puntos de la investigación.

• Un buen planteamiento favorece un buen desarrollo.

• Relevancia científica. • Que aporte nuevos conocimientos que

brinden la solución del problema. • Algunos autores plantean el problema en

forma de frase o propósito. Otros autores

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recomiendan plantear el problema en forma de pregunta.

JUSTIFICACIÓN • Generalmente breve. • Debe dejar en claro por qué es

importante realizar el estudio. • Para lo anterior es necesario conocer

bien el problema. • Se pueden dejar ver los beneficios que

se obtendrán al resolver algunos de los problemas planteados, aclarando qué se resolvería y quien sería el beneficiario:

• Puede finalizarse exponiendo cuál será el producto de la investigación. a) Un diseño. b) Un manual. c) Los conocimientos necesarios

• Puede responder a intereses personales, instituciones o políticos. ALERTA! Las institucionales en ocasiones desean oír solo lo que les conviene.

• Algunos investigadores integran problema y justificación en un solo apartado.

OBJETIVOS • Expresan la finalidad de la investigación. • Sirven de punto de referencia para guiar la

investigación. • Expresan cuáles son los alcances y las

limitaciones del trabajo. • Permiten dirigir todos los esfuerzos en una

misma dirección, • Deben redactarse claramente. • Ser susceptibles de ser alcanzados. • Puede plantearse un solo objetivo general. HIPÓTESIS • Conceptualmente significa: la suposición

de una cosa, sea posible o imposible, para sacar de ella una consecuencia.

• Supuesto que se deriva de un determinado problema.

• Busca establecer relaciones significativas entre fenómenos o variables.

• Tiene la finalidad de explicar, predecir o comprobar los fenómenos que le interesen siempre y cuando se comprueben.

• Aún el rechazo se considera como avance. Según el desarrollo, las hipótesis pueden ser: 1. Ocurrencias: Carecen de fundamento

teórico pero se han comprobado.

2. Hipótesis empíricas: Carecen de fundamento teórico pero se han comprobado.

3. Hipótesis plausibles: Fundamento teórico sin comprobación.

4. Hipótesis convalidadas: Fundamento teórico y comprobadas por la experiencia, adquieren carácter de leyes cuando son generales, pertenecen a un sistema.

DIFERENCIA ENTRE TEORIA Y CIENCIA • Teoría = hipótesis, datos • Ciencia = hipótesis, datos, leyes. ELEMENTOS DE LA HIPÓTESIS 1. Unidades de análisis: individuos, grupos,

viviendas, instituciones, etc. 2. Las variables. Características o

propiedades cualitativas o cuantitativas que se presentan en las unidades de análisis.

3. Los elementos lógicos: Relacionan las unidades de análisis con las variables entre sí.

FUENTES DE LA HIPÓTESIS 1. La teoría. 2. La observación. 3. La información. MARCO REFERENCIAL • Un problema no se da en forma aislada,

obedece a una interrelación de elementos. • De ahí la importancia de ubicar el objeto

de estudio en el contexto. • Explicar las características del medio

donde se va a investigar el objeto. INSTRUMENTOS PARA RECOPILACIÓN

DE DATOS LA MUESTRA Es una parte de la población-universo. La representación y la adecuación permiten generalizar los resultados. Se considerará representativa si sus características coinciden con las de la población. Se considera adecuada cuando es posible calcular un margen de error aceptable. La muestra es importante porque:

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1. Implica ahorros sin los cuales sería imposible realizar los trabajos de campo.

2. A diferencia del censo, el investigador no consulta todas las unidades.

3. Solo responde una parte de la población interrogada.

Clases de muestras: • Aleatorias. • Probabilísticas. • Randominadas. • Al Azar. Cómo elegimos nuestra muestra, procedimiento: • ALEATORIO SIMPLE: Nómina, directorio,

catálogo. Se numeran todas las unidades y se sortean todos los números.

• Un directorio telefónico no representa a la población, se dice que es un resultado sesgado a favor de la clase media y alta y de un sector urbano.

• MUESTREO POR RACIMOS: Se sortean conjuntos de unidades identificadas por regiones geográficas, municipios, distritos escolares, manzanas habitacionales, viviendas.

• MUESTREO ESTRATIFICADO: Población dividida en estratos, categorías clases, tipos, grupos; de acuerdo con características comunes a las unidades. o Ubicación rural o urbana de las

viviendas. o Niveles de ingreso. o Sexo. o Edad. o Estado civil. o Grado máximo de estudios. Una vez identificados los estratos se sortean las unidades para seleccionar las que representarán a la muestra de cada estratos.

• MUESTREO DE CUOTAS: o Determinación de estratos. o Una vez determinados los estratos, el

encuestador elige a las personas que desee interrogar dentro del número asignado a cada estrato.

o El inconveniente es que se sesga hacia grupos poco representativos del total de la población que se pretende investigar porque dependerá de la posición económica del investigador, el círculo de personas o familias.

EL CUESTIONARIO Pueden ser ESTRUCTURADOS Y LIBRES.

a) ESTRUCTURADOS • Preguntas abiertas: Se responden al

gusto del encuestado • Cerradas: Dictómicas, Abanico

Contenido del Cuestionario 1. Identificación. 2. Solicitud de cooperación incluye

importancia de la respuesta. 3. Instrucciones. 4. Cuerpo de preguntas:

a) El mínimo. b) Claras, sencillas, inequívocas. c) Ordenadas. d) No implicar, ni sugerir respuestas.

Etapas del cuestionario a) Preparación del directorio. b) Preparación del cuestionario. c) Impresión provisional del cuestionario con

una apariencia agradable. d) Corrección del cuestionario. e) Impresión definitiva. f) Envío o entrega del cuestionario. g) Tabulación de respuestas. h) Análisis, crítica, interpretación y resumen

de las respuestas. LA ENTREVISTA Es un contacto interpersonal del cual se obtienen testimonios orales. ENTREVISTA: Puede ser: Individual o Colectiva ESTRUCTURACION: • Libre:

o Espontánea: - Permite profundizar más en la

mente del entrevistado. • Dirigida:

o Propone un número determinado de preguntas. Facilita comparar respuestas.

NÚMERO: • Únicas:

o Únicas. o Pocas molestias.

• Repetidas: o Mayor grado de verificación. o Observación de cambios.

Requisitos a llenar por el Entrevistador 1. Autoridad para realizar la entrevista. 2. Agudeza en la observación.

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3. Capacidad para escuchar, transcribir, seleccionar y condensar la información obtenida.

4. Adaptabilidad a circunstancias previstas e imprevistas.

5. Don de gentes. 6. Cortesía. 7. Tacto. LAS FUENTES DE INFORMACIÓN 1. Las bibliotecas. 2. Las hemerotecas. 3. Las filmotecas. 4. El libro. 5. La enciclopedia. 6. Los diccionarios. 7. Los archivos. 8. Las fichas: LA FICHA BIBLIOGRAFICA: Nos permite identificar cada uno de los libros que habrán de utilizarse en la investigación. LA FICHA TEXTUAL: Se realiza la trascripción de un párrafo que contenga una idea importante para el trabajo de investigación que se está elaborando. Características: a) Breve. b) Tener unidad y presentar una sola idea. c) Anotar tres puntos suspensivos cuando

suspendemos un párrafo. Si se omiten demasiadas líneas, se anota un renglón de puntos para indicarlo.

d) Errores en el original no se corrigen, se anota (SIC) y se escribe tal cual.

e) El abuso de la cita textual va en detrimento de la calidad de un trabajo por lo cual se recomienda, por lo que se recomienda utilizarla solo en estos casos: • Cuando la idea sea insustituible (osea

que no se pueda expresar con otras palabras).

• Cuando la cita se vaya a utilizar como elemento para probar alguna idea.

• Para apoyar o criticar un comentario o un punto de vista.

LA FICHA DE PARÁFRASIS: Repite LA idea de un texto con las propias palabras del investigador. Características: a) Enuncia de manera amplia la misma idea

del texto pero con otras palabras. b) No debe distorsionar la idea general. c) Como es idea propia, no se entrecomilla. d) Si se cita la fuente.

LA FICHA DE RESUMEN: Aborda recapitulaciones o extractos que el investigador considera importantes. Tampoco se entrecomillan. Se registra la fuente. LA FICHA DE COMENTARIO: Emite juicios, críticas u opiniones por parte del investigador. Constituyen, en parte, la redacción misma del trabajo, de ahí su importancia. LA FICHA MIXTA: Se compone de dos elementos: a) Una cita textual que se anota en la parte

superior de la tarjeta y b) Un comentario personal, una paráfrasis,

resumen o síntesis sobre la cita. La cita textual entrecomillada.

COMO ORDENAR LA INFORMACIÓN a) Método analítico: Analizar = desarticular,

separar, clasificar. Descomponer el todo en partes. Recomendable usarlo en los primeros pasos de la investigación (elección, elaboración y recopilación).

b) Método sintético: Reunir todos los datos y elementos separados por el análisis para integrar un todo coherente y significativo. Recomendable emplearlo en la últimas fases. Por ejemplo en las conclusiones.

c) Método deductivo: A partir de principios o postulados generales deriva una conclusión. Las conclusiones que se obtienen son de absoluta certeza. Se resuelven problemas concretos.

d) El método inductivo: Parte del estudio de casos particulares en los cuales busca semejanzas, diferencias, etc., para después convertir estas constantes o divergencias en generalizaciones. Se utiliza una muestra de casos, la cual debe ser representativa de todo el corpus que se pretende estudiar.

La confiabilidad de la generalización dependerá del grado de homogeneidad del hábeas. La inducción proporciona bases para plantear un supuesto general. La deducción busca la secuencia lógica de un supuesto general. Notas: Según autores no es posible crear o aumentar conocimientos nuevos a través de una investigación. Otros autores consideran que si es posible obtener conociemientos nuevos.

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Esta es una recopilación de documentos realizada por la Profra. Carmen Raquel Monarres Fierro. FUENTES: o “Guía de técnicas de investigación” Jorge

Mario García Laguardia y Jorge Luján Muñoz.

o “Técnicas de la Investigación Social” Raúl Rojas Soriano.

o “Antología de Técnicas de la Investigación educativa” Jesús Cadena.

o Traducción de diferentes fuentes en inglés hecha por el Profr. Carlos Urquidi Gaytán.

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