Guimaraes (1984), Servitudo Ex Caritate

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Servitudo ex CaritateAtila Sinke Guimares

Noviembre de 1984

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ndice

Parecer 2 Prefacio 3 Introduccin 17 Captulo I Elementos iniciales del anlisis 19

1. Denuncia: Hay esclavitud en la TFP, de socios y cooperadores, a la persona de su fundador y lder, el Doctor Plinio Corra de Oliveira? 19 2. Elementos constitutivos del clima emocional en que la denuncia empieza a ser hecha 19 3. Aclaracin inicial de la TFP 20 Captulo II Dependencia Obediencia 22 1. Dependencia-obediencia como ideal de perfeccin evanglica 22 A. En qu se distingue la perfeccin evanglica de la vida corriente 22 a) Segn el espritu 23 * Bajo el punto de vista moral 23 * Bajo el punto de vista de la ejemplaridad 24 b) Segn la forma en que es hecha 27 * Fundamento del consejo de obediencia 30 * Virtud de la obediencia: excelencia 31 B. Qu es la obediencia, en cuanto elemento de perfeccin 32

2. La dependencia: perfeccin temporal por influencia de la perfeccin cristiana 35

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3. La dependencia total como ideal del estado religioso 42 A. Motivos que llevan a la obediencia 42 a) Por la obediencia se repara la desobediencia de Adn 42 b) Por la obediencia se imita la perfeccin de Cristo y se atienden a sus enseanzas 44 c) Por la obediencia el superior sirve de mediador entre Cristo y el sbdito 44 d) Por la obediencia al superior se adquiere una unin espiritual con Cristo 46 e) Por la obediencia al superior se imita a los ngeles 47 B. Radicalidad de la entrega 48 a) Extensin del holocausto: hasta el fin de su vida y hasta el infinito 49 b) Obediencia ciega y obediencia de cadver (perinde ac cadaver) 51 c) Minucias y arbitrariedades de la obediencia cristiana en la vida diaria 52 d) Severidad en relacin a los desobedientes 53 C. La obediencia evanglica perfecta y la expansin de la personalidad del sbdito: paradoja fecunda 54

4. Conflicto de esa mentalidad con la de la Revolucin Francesa y con la mentalidad revolucionaria actual 56 Captulo III Esclavitud pagana y esclavitud monstica: Analogas y diferencia radical 58

1. Obediencia y esclavitud 58 A. Recomendaciones de la Escritura 58 B. Recomendaciones de la Asctica, de la Moral y de la Exegtica 60 C. Esclavitud y culto a los Santos 63 D. Textos de Papas, Concilios y graves autores sobre la analoga entre el estado religioso y la esclavitud 64 a) Papas y Concilios 65 b) Graves autores 68 E. Ejemplos histricos que nobilitan la condicin de esclavo 70 a) Esclavos mrtires canonizados 71 b) Esclavos que entraban en monasterios 71 c) Esclavo elegido Papa 72 d) Esclavitud voluntaria 72

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2. Nocin de servitudo y de mancipatio en funcin de los conceptos de esclavitud 74 3. Diferencias entre la esclavitud pagana y la Esclavitud monstica 79 Captulo IV Accin de la Iglesia para suavizar la esclavitud temporal 84

1. Accin de la Iglesia para suavizar la esclavitud romana 84 A. A los esclavos, predicndoles la conformidad 84 B. Predicacin a los seores de la bondad hacia los esclavos 86 C. Admisin de los esclavos al culto y al sacerdocio 87 D. Rescate de esclavos 88 E. Por la influencia de la Iglesia fueron promulgadas varias leyes para suavizar la esclavitud 88 a) Liberalizacin de la esclavitud 88 b) Leyes protectoras de la Fe y de las costumbres del esclavo 89 c) Privilegio 89

2. Accin de la Iglesia para suavizar la esclavitud de los brbaros 90

3. Accin de la Iglesia ante la esclavitud mahometana 91

4. Accin de la Iglesia ante la esclavitud colonial 94 Captulo V Hermosa paradoja en la accin de la Iglesia: la esclavitud 96

1. Los principios 96

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2. Las palabras 99 A. Clima igualitario 99 B. Laicismo de lenguaje 100 C. Ecos de la campaa abolicionista 101 D. Posicin catlica 104 E. Para efectos concretos 104 Captulo VI Esclavitud bajo la perspectiva montfortiana y votos, en la TFP 106

1. La TFP, una familia de almas constituida en sociedad civil 106

2. Cmo considera a su fundador, la familia de almas de la TFP 109 A. Orientador de la Contra-Revolucin 110 a) Grandeza de la lucha contra-revolucionaria 110 b) Nuevas exigencias de la lucha 113 c) Nuevas extensiones de la accin contra-revolucionaria 114 d) Portavoz de los principios contra-revolucionarios 115 B. Paladn de la devocin a Nuestra Seora 117 C. Fundador 118 D. Superior 120

3. Posicin de muchos miembros de la familia de almas de la TFP: adems de un ideal cvico, un ideal de vida religiosa. Nexo profundo entre las necesidades del ideal cvico y las aspiraciones de 121

4. Si hay votos en la familia de almas de la TFP, a quin son dirigidos y con qu finalidad 122 A. Motivos que llevan a los votos 122 B. A quin son dirigidos los votos 123 C. Qu gnero de votos 124 a) En cuanto a la especie 124 b) En cuanto a la materia 124

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c) En cuanto a la duracin 125 D. Legitimidad de esos votos 125 E. Esclavitud y voto de obediencia al superior 127

5. Si hay Esclavitud en la familia de almas de la TFP. De qu tipo 128 A. Misin del fundador como padre y mediador 128 a) Aquel que genera en la F 130 b) Aquel que obtiene de Dios favores para sus discpulos 132 c) Aquel que tiene una vocacin providencial 132 d) El fundador es mediador entre la vocacin divina y sus hijos 133 e) El fundador es un padre que ocupa el lugar de Cristo 135 B. Misin del fundador como modelo e imagen divina 137 a) El fundador, doctrina viva 137 b) El fundador, ejemplo de vida 137 c) El fundador como imagen divina 141 d) El fundador como causa eficiente, moral y formal 142 C. Unin del discpulo con el fundador 145 D. Si estos principios se aplican a fundadores no cannicos 147 a) El P. Charles Foucauld, un ejemplo tpico 147 b) Fundadores de instituciones nacientes bajo el punto de vista cannico 149 E. PRIMERA CONCLUSION 150 F. Espiritualidad de San Luis Mara Grignion de Montfort 150 a) El fin de la Sagrada Esclavitud es Jesucristo 156 b) Mara es Medianera Universal de todas las gracias 157 * Medianera escogida por Dios 157 * Medianera necesaria para los hombres 157 c) Porqu se debe pertenecer a Cristo y a Mara en calidad de esclavo 158 G. Si un superior o un fundador puede ser mediador entre la Santsima Madre de Dios y un sbdito de Ella, en la consagracin de ste como esclavo de Mara 158 a) En principio 159 b) Esclavo: relacin espiritual que no es inslita 160 H. La Sagrada Esclavitud a Nuestra Seora hecha en las manos y en la persona del fundador de la familia de almas de la TFP 161 a) Breve historia 161 b) En qu consista 166 I. Anlisis doctrinal, jurdico y espiritual de esa servitudo ex caritate" 167 a) Bajo el punto de vista doctrinal 167

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b) Bajo el punto de vista jurdico 168 c) Bajo el punto de vista espiritual 170 * Voto de obediencia y virtud de la obediencia 170 * Sagrada Esclavitud y voto de obediencia 171 * Sagrada Esclavitud y amor a la Santsima Virgen 173 * Sagrada Esclavitud y la Cristiandad perseguida 175 J. SEGUNDA CONCLUSION 176 K. Parecer del Rvdo. P. Arturo Alonso Lobo OP sobre la Sagrada Esclavitud que en la familia de almas de la TFP fue realizada a la Santsima Virgen por medio de su fundador, el Dr. D. Plinio C 177 CONSULTA 178 El anhelo 178 La dificultad 178 Venciendo la dificultad 179 Deseo de hacer efectiva la consagracin o efectividad de la consagracin 179 Una solucin de supervivencia 180 Las preguntas 180 RESPUESTA 180 Derecho de asociarse con fines lcitos y honestos 180 El derecho de asociarse, ante la Moral 181 Ante el Derecho Cannico 181 Vnculos jerrquicos necesarios: consagracin 182 Maduracin gradual de las asociaciones eclesisticas 183 Acto de virtud hoy poco comprendido: la Esclavitud mariana 183 El superior: una garanta. El vnculo: fcil rescisin 184 L. Objeciones cuanto al uso de la palabra Esclavitud 185 1 objecin: Esclavitud religiosa, cosa del pasado 185 2 objecin: La consagracin como esclavos de la Santsima Virgen los envilece y les hace perder sus dignidades y derechos temporales 188

6. Situacin de la TFP ante la autoridad eclesistica 190 A. Los votos privados y la interferencia de la Iglesia 191 B. Sociedades nacientes 193 Conclusin general 196 Bibliografa 200

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Apndice 1 Consulta al Rvdo. P. Victorino Rodrguez y Rodrguez, OP, sobre la Sagrada Esclavitud 208

Consulta 208

Respuesta 210 Apndice 2 Texto de la Consagracin de Esclavitud a la Santsima Virgen, segn San Luis Mara Grignion de Montfort 212 BBBBBB

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SANTO DOMINGO EL REAL PP. DOMINICOS Claudio Coello, 141 Tels. 262 87 00 261 49 75 MADRID - 6 Parecer He ledo con atencin la versin castellana del libro Servitudo ex Caritate, cuyo autor es Atila Sinke Guimares. El referido libro se encuentra dividido en seis Captulos y una conclusin, con un total de 184 pginas. He sugerido algunas correcciones, ayudando a precisar trminos tcnicos, aconsejando suprimir algunos pasajes intiles para el propsito. He comprobado que todo lo anterior se tuvo en cuenta en la redaccin final que me fue presentada para revisin, cuyas pginas he firmado en su totalidad, junto con Don Joo S. Cl Dias, representante de la TFP brasilea. Por lo dems, en ese libro, elucidativo de materia elevada y cuya lectura puede hacer bien a muchas almas, no he encontrado ningn error teolgico, tico o cannico, ni incorrecciones desde cualquier otro punto de vista concerniente a las enseanzas y las prcticas de la Santa Iglesia Catlica, Apostlica y Romana. Madrid a 9 de noviembre de 1984 Fr. Victorino Rodrguez y Rodrguez, O.P. Profesor de Teologa

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Prefacio La eficacia de la lucha anticomunista de la TFP se siente, antes de nada, en la resonancia nacional alcanzada por la entidad a lo largo de sus 24 aos de existencia. Actuacin tan mareante que la TFP se ha convertido, dentro del panorama nacional, en uno de los polos de atencin y de pensamiento del pueblo brasileo. Adems la irradiacin de su ejemplo ha transpuesto en todas direcciones nuestras inmensas fronteras, ha suscitado la fundacin de TFP, co-hermanas y autnomas, en ocho naciones sudamericanas (Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Per, Ecuador, Colombia y Venezuela), y la creacin de Bureaux TFP en Amrica Central (San Jos de Costa Rica), en Venezuela (Caracas) y en Washington (EE.UU.), ha estimulado la fundacin de la TFP norteamericana en Nueva York y de los Jeunes Canadiens pour une Civilisation Chrtienne en Canad (Montreal, Toronto, Edmonton). Ms. El estandarte de la TFP, volando sobre el Atlntico rumbo al norte, se ha desplegado tambin en Portugal (Lisboa, Porto), en Espaa (Madrid, Zaragoza, Sevilla, Granada, Mlaga, Valencia y Santander) y en Francia (Paris), en donde, adems de la TFP francesa, hay un Bureau de representacin de las 15 TFP. Desde ah se estableci en las sedes de los Bureaux TFP en Italia (Roma), en Alemania (Frankfurt), as como en Inglaterra (Londres) y Blgica (Bruselas). Al mismo tiempo que transpona el Atlntico rumbo al norte, ese estandarte sobrevolaba el Atlntico sur, establecindose en el Bureau TFP de la importante ciudad de Johannesburgo, en Sudfrica, donde tambin se constituy una TFP. Pero ese estandarte no transpuso nicamente el Ocano Atlntico. Cortando el Pacfico tambin hizo su morada en el Bureau TFP de Australia (Sidney) y va desdoblando su accin benfica sobre Nueva Zelandia, en donde ya est en marcha la fundacin de un nuevo ABureau. Pari passu, de otras varias naciones de Asia y de frica llegan insistentes llamamientos para la formacin de TFP o de Bureaux TFP, que nicamente la insuficiencia de personas impide que sean constituidos. No tenemos noticia de que, a partir del Brasil una accin doctrinal de igual amplitud se haya extendido sobre el mundo. A partir del Brasil, s. Y, ms concretamente, a partir del puado de socios y cooperadores de la TFP brasilea que, en este momento en que es pujante como nunca nuestra expansin, totaliza un nmero de socios y cooperadores de cerca de 1.200 personas. Mientras que una verdadera epopeya est siendo realizada fuera de las fronteras patrias, las caravanas de la TFP brasilea recorren sin cesar nuestro territorio-continente, sobrepasando, a lo largo de 15 aos de caminada, ms de ocho veces la distancia Tierra-Luna. Recorrer territorios, irradiar por encima de interminables fronteras, transponer mares: todo eso todava sera poco si no estuviese al servicio de una lucha incesante contra la potencia poltica contempornea de mayor capacidad de penetracin. Es decir, el comunismo internacional.

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* * * El enfrentamiento TFP-Mosc, hecho en escala mundial, o sera ineficaz, o tendra como efecto necesario que el Kremlin desatase contra la intrpida cohorte espiritual e ideolgica de las TFP una continua reaccin, pues esa es la contra-ofensiva que Mosc jams deja de hacer contra los adversarios de envergadura. En efecto, esa reaccin empez a hacerse sentir inmediatamente despus de los primeros pasos de la TFP. Se engaan los que suponen que hoy en da slo son hechas a mano armada las rplicas comunistas. Principalmente en los cuadrantes histricos en que no les conviene usar la violencia, el Kremlin utiliza habitualmente ofensivas publicitarias. De estas ofensivas, la ms importante no consiste en la noble controversia ideolgica. Nada noble es, por cierto, usado con gusto por Mosc. Por ello, las embestidas publicitarias suscitadas por el comunismo internacional son feroces y, al mismo tiempo, procuran ser envilecientes. Su gran arma es la calumnia, ya sea difundida de boca a odo con misteriosa celeridad y amplitud, ya sea servida por el apoyo total de los medios de comunicacin social pertenecientes a cierto capitalismo publicitario. Y duele decirlo ampliado con sorprendente furor por amplios sectores de la izquierda catlica. Arma de todo ese esfuerzo es, conviene insistir, la calumnia. Especificamente la calumnia personal, que intenta alcanzar, preferentemente, a los hombres-clave del esfuerzo anticomunista, con el empeo de demoler su credibilidad ante el pblico, por medio de imputaciones falsas referentes a su vida privada, a la autenticidad de sus ideales, etc. Ese bombardeo de calumnias de ese gnero que el lenguaje corriente ha calificado adecuadamente como estrondos publicitarios (literalmente, Aestruendos publicitarios: campaas de calumnias amplificadas con sensacionalismo demaggico por los medios de comunicacin social), slo es eficiente en la medida en que procure simular imparcialidad. Y, a su vez, nicamente obtiene xito en esa simulacin si oculta su origen sovitico tras personalidades insospechables. Es decir, tras tontos tiles (la mayora de las veces muy tiles, y poco tontos) aptos para servir de biombo a Mosc. Casi siempre son de este estilo las figuras imparciales centristas o incluso derechistas (entre las que no negamos que haya algunas imprudentes pero de buena fe) que, a lo largo de las dcadas, han venido promoviendo estruendos publicitarios contra la TFP. Hasta el momento, han sido siete los estruendos publicitarios con porte, llevados a cabo contra la TFP. Todos, sin excepcin, segn los clsicos procesos difamatorios. En el momento oportuno la TFP dar a luz una historia entremezclada de episodios heroicos y torpes, dramticos, pintorescos e incluso jocosos, de la lucha entre Mosc y la mayor organizacin civil anticomunista de inspiracin cristiana que hay en el mundo de hoy. * * *

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En el estruendo desencadenado a mediados de 1983 y que ahora tiende a llegar a su auge, la entidad ya ha publicado un libro en dos volmenes, titulado Refutao da TFP a uma investida frustra (Comisin de Estudios de la TFP, S. Paulo, 1984, 950 p.). A tal trabajo le sigue inmediatamente ste: Servitudo ex caritate. De los contrincantes de la TFP en este estruendo no es dado afirmar que hacen conscientemente el juego de Mosc. Sino que, de uno u otro modo, le prestan al comunismo el precioso servicio de atacar a la TFP en el momento presente, cuando va alcanzando su clmax la campaa comunista en el Brasil, con la consiguiente ola de invasiones de innumerables propiedades rurales (cf. Catolicismo, n 402, Junio de 1984). Es el momento de entrar en la descripcin de lo que sobre tal estruendo sucede. * * * Hasta el momento, el estruendo en curso se ha desarrollado en dos episodios. Y en ambos la tctica utilizada por el contrincante es la misma. En el lenguaje corriente en amplios sectores de la poblacin brasilea Bque desgraciadamente no prima por su instruccin religiosaB se entiende por culto el conjunto de actos de amor, de veneracin, de accin de gracias, de reparacin y de peticin que los fieles prestan a Dios, a la Santsima Virgen Mara, a los ngeles, bien como a los Santos y Beatos que han sido elevados por la Iglesia a la honra de los altares. Prestar culto a personas fallecidas, pero no canonizadas ni beatificadas, suena, como consecuencia, en tales crculos, como credulidad, como supersticin, como transgresin de las buenas normas del Derecho Cannico. Por el contrario, segn el lenguaje tcnico especializado, corriente entre telogos, moralistas y canonistas, la palabra culto comprende todos los actos realizados, tanto en la esfera religiosa como en la esfera civil (se incluyen en esta esfera, el llamado culto cvico pblico o privado, del que el culto a la bandera es una modalidad; como tambin lo son los homenajes a las autoridades temporales, civiles o militares). As, los actos de homenaje, de afecto, etc., tributados a smbolos y autoridades civiles son actos de culto. La palabra culto abarca, pues, tambin la esfera temporal privada. En este caso, es el reconocimiento de la excelencia de alguien que, en cualquier campo de la vida temporal se demuestra superior a lo corriente: un buen artista, un buen profesor, un excelente alumno, etc. El culto religioso - siempre segn los mismos autores - a su vez tambin se divide en pblico y privado. Pblico es el culto prestado oficialmente por la Iglesia, a travs de sus ministros, en ceremonias instituidas por Ella y realizadas con oraciones y ritos tambin por Ella establecidos. Tal culto slo puede ser lcitamente prestado a las almas de los difuntos que la Iglesia ha beatificado o canonizado. El culto privado, por el contrario, es el prestado por simples fieles, segn oraciones por ellos escogidas (y que slo necesitan aprobacin eclesistica si fueren destinadas a la publicacin, es decir, colocadas al alcance del pblico). El culto privado puede ser

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prestado no slo a las personas beatificadas o canonizadas, sino tambin a todas las personas que el fiel presume, razonablemente, que hayan fallecido en olor de santidad. Todava ms: el culto privado tambin puede ser prestado lcitamente a cualquier persona a cuyo respecto el fiel tenga motivos para esperar que, simplemente, haya fallecido en gracia de Dios. Puede tener por objeto, el culto religioso privado, a personas que todava estn vivas? Dado que Bsiempre segn el lenguaje especializado de telogos y canonistasB el culto religioso es esencialmente un reconocimiento de las virtudes relevantes de alguien, y siendo obvio que a una persona en vida le es dado practicar virtudes relevantes, tal culto tambin puede ser prestado a personas todava vivas. Aprovechndose de esta dualidad de sentidos de la palabra culto uno popular y otro especializado y tcnico hubo quien intentase sealar a la TFP como entidad heterodoxa y rebelde al Derecho Cannico, con el fundamento de que en ella se prestaban actos de culto a una persona viva, y a otra fallecida pero no beatificada ni canonizada. La denuncia maniobrando hbilmente la ignorancia del vocablo culto utilizado por telogos y moralistas era apropiada para producir el desdoro de la TFP junto al sector de la opinin en que ella naturalmente se inserta, es decir, el sector catlico. Anlogo artificio de lenguaje, que resultara demasiado extenso para ser expuesto aqu, fue utilizado con la palabra profetismo. Para deshacer en un nivel proporcionado a las publicaciones de la TFP esas capciosas maniobras verbalsticas, y otras que sus autores adujeron como refuerzo, una comisin de socios de la entidad se entreg a largos y cuidadosos estudios, de los que result el mencionado libro Refutao da TFP a uma investida frustra. Conviene sealar, sobre esto, que tal libro cuenta con el apoyo de pareceres de telogos, moralistas y canonistas contemporneos de fama mundial, como el consagrado telogo y filsofo P. Victorino Rodrguez y Rodrguez O.P., ex-profesor de Teologa en la Facultad Teolgica de San Esteban de Salamanca y en la histrica y clebre Universidad Pontificia de la misma ciudad, autor de ms de 200 ttulos de filosofa y teologa; el ilustre P. Arturo Alonso Lobo O.P., catedrtico de Derecho Cannico de la Universidad Pontificia de Salamanca, comentador renombrado en su especialidad y uno de los autores de los Comentarios al Cdigo po-benedictino de la Biblioteca de Autores Cristianos, de Madrid, en 4 volmenes; y el eminente P. Antonio Royo Marn O.P., Profesor de la Pontificia Facultad del Colegio de San Esteban en Salamanca y autor de conocidas obras de Teologa Asctica y Moral. La obra de la TFP fue acogida por ciertos rganos de prensa con un furor disfrazado con aires de sarcasmo. Pero no fue objeto de ninguna refutacin digna de anlisis. * * *

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Fracasado el primer intento de lo que se puede calificar de estruendo publicitario n1 8, el adversario no tembl para recurrir a otra ofensiva que trae la misma marca de fbrica made in Mosc. Para comprender, aunque muy sumariamente, ese episodio desatado contra la TFP es necesario tener a la vista algunos datos. Uno de los ms insignes y fervorosos marilogos de todos los tiempos fue el Sacerdote misionero francs San Luis Mara Grignion de Montfort (1673-1716). El Papa Len XIII lo beatific en 1888 y Po XII lo canoniz en 1947. Entre las mltiples obras de ese santo se destaca, especialmente, el Tratado la Verdadera Devocin a la Santsima Virgen (cf. Oeuvres Compltes, Editions du Seuil, Paris, 1966, pp. 481 a 671; Editora Vozes, Petrpolis, 1961, 40 ed., 32O pp.), en que es expuesta, con base en vigorosa argumentacin y amplia erudicin, lo que l titula la Sagrada Esclavitud a la Santsima Virgen. Tal esclavitud se constituye mediante un acto por el cual el fiel hace a la Madre de Dios la entera entrega de s mismo, de todos sus bienes materiales o espirituales, en fin, de toda su persona, para que Ella disponga a su talante (cf. Tratado, n1 68 a 77). La obra del gran misionero marial fue estudiada con admiracin y entusiasmo por los socios y cooperadores de la TFP, quienes, en pocas diferentes, y de modo totalmente espontneo, se fueron consagrando de esa forma a Nuestra Seora. Persuadidos de que su vocacin es luchar por la civilizacin cristiana y por lo tanto por la Tradicin, Familia y Propiedad contra el comunismo, el socialismo y el izquierdismo catlico, los socios y cooperadores de la TFP pasaron a ver as, en tal lucha, una preciosa manera de realizar la voluntad de su Seora celeste. Y a desarrollar sin cesar la mencionada lucha dentro de una perspectiva montfortiana. Como es obvio, tal lucha, como cualquier otra, slo alcanza la victoria si se entabla bajo la direccin, aceptada con calurosa disciplina, de un dirigente lcido, vigoroso y diestro. Puesto que, una vez que Ella quiere el xito de tal lucha y la condicin de este xito es la sumisin a quien est al mando de la pelea, hacer la voluntad de ste ltimo es ipso facto hacer la voluntad de Ella. Este argumento es anlogo al que la doctrina catlica utiliza para demostrar que la autoridad viene de Dios. Lo que muestra cuan slido es el argumento. Ahora bien, estas consideraciones se armonizaban totalmente con otra, de diferente ndole. En ms de un componente de la familia de almas de la TFP se delineaba una tendencia a hacer ms definido y consistente el vnculo de relacin de cada uno con el Dr. D. Plinio Corra de Oliveira, lo que atenda a las aspiraciones de vida religiosa y corresponda al mismo tiempo a las necesidades de la causa. Pues stas les pedan una unin y una disciplina cada vez ms definidas en relacin al varn que, en el orden del pensamiento, de la piedad y de la accin, reconocan unnimemente como lder capaz, fuerte y paternal. Hubo, pues, en las filas de la TFP quien pensase en, adems del voto de castidad prestado a Dios, hacer a ttulo personal voto de obediencia al Dr. D. Plinio Corra de Oliveira. Pero ste hizo ver lo inejecutable de tal designio, ante los mltiples aspectos

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morales y cannicos delicados presentados por la materia, entonces todava insuficientemente conocidos en la TFP. Como consecuencia surgi la idea de, en funcin de la consagracin montfortiana a Nuestra Seora que cada interesado ya haba efectuado, hacer una consagracin al Dr. D. Plinio Corra de Oliveira como intermediario tomada la palabra consagracin en el mero sentido que tiene en el lenguaje corriente en Brasil, es decir: consagrar: ofrecer afectuosamente, dedicar; devotar, dedicar; dedicarse, darse. Ellos adems saban que el Dr. D. Plinio Corra de Oliveira estaba consagrado esclavo de amor a la Santsima Virgen (1).

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) El trmino consagracin no es usado por San Luis Mara Grignion de Montfort en el sentido propio, sino en sentido figurado, por eso, en este trabajo, la palabra tambin ser utilizada en sentido figurado. El sentido propio de consagracin, en lo referente a personas, se aplica a la consagracin de los Obispos, a la uncin de los reyes y las reinas; en lo que se refiere a los Templos y altares, la consagracin toma el nombre de dedicacin; tambin hay una consagracin especial de los vasos sagrados utilizados en el culto divino, tales como el cliz o la patena; por fin, hay un sentido de consagracin ms augusto que todos los dems, es el de la consagracin de la Santa Misa, en que el pan y el vino se transubstancian en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Seor Jesucristo. Adems de estos sentidos propios, hay otros sentidos figurados. Por ejemplo: Aconsagrar: (...) 3. Fazer a consagrao de: 'En Os Lusiadas, Cames consagra os feitos portugueses'. 4. Sancionar, confirmar; ratificar: 'A batalha de Guararapes consagrou a vitria dos nativos sobre os invasores holandeses'. (...) 7. Oferecer afetuosamente, dedicar: 'Consagrou enorme esforzo realizao do seu ideal'. 8. Votar, dedicar: 'Consagrou sua vida a obras beneficentes': 'Que isto, musas! porque a lira empunho, / A Lira que ao silencio consagrara?' (Jos Bonifcio, Poesias, p. 58). Transobj. 9. Eleger, aclamar: 'A critica mais exigente o consagra o maior escritor vivo. P. 1O. Dedicar-se; dar-se: 'Filho de uma velha familia patrcia de Basilia, nascido em 1818, consagra-se (Jacob Burckhardt) aos estudos mais diversos.' (Oto Mara Carpeaux, A Cinza do Purgatorio, pp. 15-16) (AURELIO BUARQUE DE HOLANDA FERREIRA, Novo Dicionrio da Lingua Portuguesa, Nova Fronteira, la. ed.). La consagracin de San Luis Mara Grignion de Montfort - y por extensin el mismo trmino usado en este trabajo se sita en el mbito del sentido figurado. Por lo que se deduce que el sentido de la consagracin es nicamente el de una mayor unin moral con Mara y, como consecuencia, de una mayor dedicacin.

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Entonces deliberaron conferirle la representacin de Mara Santsima en lo referente a la promesa de esclavitud que a Ella haban hecho. En esa perspectiva montfortiana ningn compromiso con el Dr. D. Plinio Corra de Oliveira obligaba bajo pena de pecado, ni siquiera venial. Y de l se desligara cualquier persona, en cualquier momento, por una simple manifestacin unilateral de la voluntad. * * * Cmo designar ese vnculo montfortiano, que de ese modo reforzaba y hacia ms eficaz, tanto en el plano natural como en el sobrenatural, la lucha de la TFP contra el adversario suscitado por el poder de las tinieblas? En la terminologa militar, cuando se califica la situacin de un soldado raso ante el oficial-Comandante General de las Fuerzas Armadas se dice que l es un subalterno. Puesto el hecho de que servata omni proportione el soldado raso no obedece efectivamente a ese Comandante supremo si no obedeciere a los escalones intermediarios, como por ejemplo el capitn o el simple cabo, se dice del soldado raso que tambin es subalterno de estos ltimos. Esto, que tambin es obviamente razonable, resulta del principio de que la autoridad ms alta se repite, de alguna manera y proporcionalmente, de arriba abajo de toda relacin jerrquica. Un socio o cooperador de la TFP sera, as, e inmediatamente, subalterno del Prof. D. Plinio Corra de Oliveira. Y este socio o cooperador de la TFP, bien como el mismo Dr. D. Plinio Corra de Oliveira seran, ambos, subalternos de Nuestra Seora. Subalterno? La palara, de resonancia tan tpicamente militar o burocrtica, contiene en s toda la riqueza de imponderables inherentes, de un modo genrico, a los temas mariales y, especficamente, a las perspectivas montfortianas? - No parece. No habra, en la lgica y en la terminologa montfortiana de la Sagrada Esclavitud a la Santsima Virgen, algn trmino ms armnico con el tema? La palabra usada por el mismo Santo fue Esclavitud. En cuanto a la palabra, es spera e incluso brutal, si se reporta pura y simplemente al seor de esclavos de las civilizaciones paganas. Pero es nobilitante y maternal si se reporta a Aquella de quien siempre segn San Luis Mara Grignion de Montfort el mismo Hijo de Dios quiso ser esclavo mientras en ella habitaba en dulcsima intimidad, durante el periodo de la gestacin (cf. Tratado de la Verdadera Devocin a la Santsima Virgen, n1 139). Esclavo de Mara! Como se leer en el excelente estudio servitudo ex caritate, de D. Atila Sinke Guimares, contenido en el presente volumen (VI.5.L), un Papa, un Emperador, Reyes y Grandes de la Tierra se sintieron honrados por consagrarse como esclavos de la Santsima Virgen Mara. Numerosas familias religiosas se ornan con el ttulo de esclavos de Mara. Incluso el ms apagado fiel no puede sino honrarse de utilizar el ttulo de esclavo de la Virgen. Pues tal es la Madre de Dios y Reina del Universo que todo cuanto en Ella toca slo eleva y nobilita. Es decir, todo cuanto participa de la Esclavitud a Ella, toda la subalternidad inmediata o mediata en relacin a Ella solo eleva y nobilita.

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Es lo que dice explcitamente San Luis Mara Grignion de Montfort: Si no es posible imaginar sobre la tierra empleo ms importante que el servicio de Dios; si el menor servidor de Dios es ms rico, ms poderoso y ms noble que todos los reyes y emperadores de la tierra, si estos no son servidores de Dios; (cules sern las riquezas, el poder y la dignidad del fiel y perfecto servidor de Dios que se habr dedicado a su servicio totalmente, sin reservas, tanto cuanto pudiere serlo! As es un fiel y amoroso esclavo de Jess en Mara, que se ha dado enteramente al servicio del Rey de reyes, por las manos de su santa Madre, y que no ha reservado nada para s: todo el oro de la tierra y las bellezas del cielo no pueden pagarlo (cf. Tratado, n1 135). Y entre la situacin de alguien que es meramente esclavo de Ella, y la de otro que, para mejor cumplir las rdenes de esa excelsa Seora, en el orden concreto de la accin, lo es tambin de un superior inmediato, ms nobilitante es la situacin del segundo. Puesto que el superior inmediato lo une ms a Ella. As lo entendi el autor del libro clsico y consagrado de la espiritualidad catlica Imitacin de Cristo, quien, escribiendo sobre el servicio de Dios, que encuentra en la vida religiosa y por lo tanto en la obediencia a un superior terreno su plena expresin, se sirve de estos trminos: Oh agradable y alegre servidumbre, por que el hombre en verdad se hace libre y santo! Oh sagrada esclavitud de la vida religiosa, que convierte al hombre en igual a los ngeles, agradable a Dios, terrible a los demonios y digno de la estima de todos los fieles! Oh servicio siempre digno de ser deseado y abrazado, con que se merece el Sumo Bien y se adquiere el gozo que dura sin fin (Libro III, cap. X - subrayados nuestros) (2). * * *

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) En latn el texto es el siguiente: AO grata et jucunda servitus, qua homo veraciter efficitur liber et sanctus! AO sacer status religiosi famulatus, qui hominem Angelis reddit aequalem, Deo placibilem, daemonibus terribilem et cunctis fidelibus commendabilem! AO amplectendum et semper optandum servitum, quo promeretur summum bonum et gaudium acquiritur sine fine permansurum! (De Imitatione Christi, Edicin crtica de Tiburzio Lupo SDB, Librara Editrice Vaticana, 1982, p. 161). Como se puede ver, el autor medieval de la Imitacin pasa naturalmente de la nocin de servitium (servicio) de Dios, a la de servitus (servidumbre) y famulatus (esclavitud). Los traductores de la Imitacin juegan libremente con las palabras servicio, servidumbre, sujecin, esclavitud, yugo, sumisin y otras anlogas, indicando as la amplia extensin que atribuyen a los vocablos latinos sealados.

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Entendido as, en esta lgica irrecusablemente montfortiana, calificarse a s mismo como esclavo marial bajo la direccin y obediencia de su superior (3) o seor (4) inmediato es, para el fiel, lo que hay ms estrictamente conforme con el lenguaje del gran Santo, en la senda de la piedad catlica magnficamente expresada en la Imitacin de Cristo. Se comprende que personas ignorantes de toda la devocin y de toda la ambientacin montfortiana se sientan sorprendidas e incluso tengan un choque con la expresin esclavo marial del esclavo X - en el caso concreto, del esclavo de Mara que es el Dr. D. Plinio Corra de Oliveira. Pero si la preocupacin de evitar la sorpresa o incluso la extraeza de los ignorantes fuese la nica regla para tener en cuenta para los modos de expresarse en el lenguaje especializado, )a dnde ira a parar el lenguaje teolgico? Comer de la Carne de Cristo y beber de la Sangre de Cristo, son expresiones que, desde que El las pronunci (cf. Jn. VI, 48-70), produjeron escndalo. Entre los romanos dieron pretexto incluso a refinamientos de persecucin, por accin de algunos prfidos que queran ver en ellas una prueba de antropofagia practicada en las catacumbas. Y la ignorancia de otros les lleva a creer en esa calumniosa versin. Por cierto que, todava en nuestros das, estas palabras proporcionan a muchos herejes ocasin para todo gnero de sofismas. Pero, entendidas en su contexto doctrinal propio, deben ser utilizadas. Y lo han sido a lo largo de los siglos. Claro est que los artfices de los estruendos publicitarios, una vez conocida esta expresin esclavo, habran de actuar como sus congneres de todos los siglos. Es decir, habran de presentarla al gran pblico no informado de los asuntos montfortianos omitiendo todo el contexto doctrinal fuera del cual sera desconcertante e incluso odiosa. Para deshacer ese alarido publicitario as provocado, este nuevo estudio de D. Atila Sinke Guimares Servitudo ex caritate viene totalmente a propsito. El presente trabajo tiene las elevadas caractersticas del anterior ( 5): argumentacin serena, lmpida, frrea, erudicin abundante, elevacin de vistas totalmente en armona con la belleza marial y montfortiana de la perspectiva en que el asunto es estudiado.

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) Siempre que, en este estudio, se usa la palabra superior para designar a quien es recibido como tal, por causa de la consagracin montfortiana, o del voto privado, o de la mera preeminencia en la familia de almas de la TFP, no se entiende que se le atribuye a esa palabra superior el sentido institucional segn el derecho cannico. 4 ) Esta palabra es utilizada aqu de acuerdo con el idioma portugus hablado en Brasil. Es decir, designa a quien ejerce seoro, mando. Y no en cualquiera de los otros sentidos que tiene tal palabra en espaol. Senhor: (...) 5. O que tem domnio, autoridade sobre si mesmo, sobre certas pessoas ou sobre certas coisas (...) (AURELIO BUARQUE DE HOLANDA FERREIRA, Novo Dicionrio da Lingua Portuguesa, Nova Fronteira, 1a. ed.). 5 ) Atila Sinke Guimares fue uno de los colaboradores de la Comisin de Estudios de la TFP que public el libro Refutao da TFP a uma investida frustra, 2 volmenes - 950 pginas - en junio de 1984. El autor del presente trabajo es responsable por la primera parte de la Refutacin de la TFP, titulada Tres Cartas (vol. I, pp. 1 a 389).

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Introduccin (6) Mal se han apagado los fuegos de una embestida frustrada contra la TFP, que pretendi ser la octava gran campaa publicitaria estruendo publicitario intentando destruirla, ya se notan nuevos ensayos de la parte adversa. Aqu y all se susurra, y algunos peridicos ya lo han dado a luz ( 7), alusiones malvolas a una forma de practicar la devocin a Nuestra Seora la Sagrada Esclavitud segn el mtodo de San Luis Mara Grignion de Montfort que existi en la familia de almas de la TFP y que tomaba como intermediario natural entre la Santsima Virgen y el consagrado la persona del Dr. D. Plinio Corra de Oliveira. La finalidad de este trabajo es explicar bajo todos los puntos de vista lo que en documentos del Magisterio de la Iglesia y en declaraciones de telogos de todos los tiempos, que merecen ser tenidos en el mejor de los conceptos, se lee sobre la Esclavitud espiritual, sea proveniente del voto de obediencia como es el caso de los religiosos sea la servitudo ex caritate predicada por el gran apstol marial, San Luis Mara Grignion de Montfort. Y tambin explicar, a quien saberlo quiera, lo que sobre ello existe en la familia de almas de la TFP. * * * Despus de fijar los elementos iniciales del anlisis, es decir, cual es la denuncia que se trata de rebatir, este trabajo estudiar cual es la forma ms perfecta de dependencia entre el inferior y el superior, en el mbito religioso y en el mbito temporal. Establecida la gran y sublime radicalidad que la Iglesia recomienda para la entrega religiosa, nos preguntaremos si tal entrega se parece en algo a la esclavitud pagana. Despus sern estudiadas las medidas que la Iglesia utiliz para suavizar esta ltima. As veremos que Ella, mientras que estimula la bsqueda de la perfeccin evanglica favorece una Esclavitud espiritual, mientras que predica la armona social favorece la abolicin de la esclavitud temporal, es una hermosa paradoja. Con estos presupuestos el estudio pasar a analizar los gneros de relaciones que existen en la TFP en lo referente a la prctica del consejo evanglico de la obediencia, y en lo referente a la Esclavitud a Nuestra Seora segn el mtodo de San Luis Mara Grignion de Montfort.

Captulo I6

) El autor del presente trabajo agradece la rapidez con que las TFP espaola y francesa y el Ufficio Tradizione, Famiglia, Propriet de Roma han atendido las varias peticiones de documentos. Tambin agradece la revisin de los srs. Nelson R. Fragelli y Wilson Gabriel da Silva, y el auxilio del sr. Jos Coutinho, experimentado latinista y hbil investigador. 7 ) Cfr. Folha de S. Paulo, 31-8-1984; O Estado (Florianpolis), 9-9-1984.

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Elementos iniciales del anlisis

1. Denuncia: Hay esclavitud en la TFP, de socios y cooperadores, a la persona de su fundador y lder, el Doctor Plinio Corra de Oliveira

2. Elementos constitutivos del clima emocional en que la denuncia empieza a ser hecha A la esclavitud eran sujetados por la ley de la fuerza los vencidos de guerra, y por el imperio de las leyes y de costumbres inhumanas muchos pobres desgraciados de otrora eran reducidos a la condicin de cosa. Desdichados esclavos, a quienes solamente ms tarde la influencia cristianizadora de la Iglesia suavizara el trato que les era dispensado! Cmo concebir, entonces, que a sta esclavitud se sujetasen Bprecisamente mediante alegaciones inspiradas en la Fe de Cristo hombres cultos y educados, vlidos y robustos? )Cmo concebir esto en nuestra poca que erige la libertad como el ms alto de los bienes de la vida? Cmo concebir esto precisamente en un siglo en que el amor a la libertad fue llevado no slo a su plenitud, sino a la exageracin ms radical? )En un siglo que oy salir de entre las muchedumbres de la Sorbonne en rebelin el paroxstico grito prohibido prohibir? Y que, a partir de ah, va dirigindose hacia la autogestin y el paganismo? Qu afinidad puede haber entre la dulzura de Cristo y la crueldad inherente a la esclavitud pagana? La esclavitud no es la institucin nefanda por excelencia, que slo puede despertar rebelda en cualquier corazn altivo y cristiano? * * *

3. Aclaracin inicial de la TFP Ante tal denuncia, la TFP niega categricamente, y antes de nada, que la servitudo ex caritate ('esclavage d'amour') enseada por San Luis Mara Grignion de Montfort (8),8

) San Luis Mara Grignion de Montfort, nacido en 1673, fue misionero desde su ordenacin, en 1700, hasta su muerte, en 1716, en la regin oeste de Francia. Predicador ardoroso de la esclavitud a la Santsima Virgen, dej varias obras, entre las cuales la principal es el Tratado de la Verdadera Devocin a la Santsima Virgen. Su predicacin y el entusiasmo que suscitaba le valieron persecuciones y campaas difamatorias. El relajamiento de la

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que se practica en sus ambientes en alabanza de la Madre de Dios, pueda ser, bajo cualquier punto de vista, identificada con las esclavitudes paganas de cualquier procedencia: sea la esclavitud griega, sea la romana afirmada por el Jus Gentium, sea la esclavitud practicada por los brbaros, sea la esclavitud mahometana, sea la esclavitud colonial de los negros e indios, y que en nuestro pas fue abolida por la Princesa Isabel, en el simptico 13 de mayo de 1888. Como ms abajo ser mostrado, la prctica de la Verdadera Devocin a Nuestra Seora por el mtodo de la Sagrada Esclavitud predicada por San Luis Mara Grignion de Montfort no coincide, a no ser en el vocablo Esclavitud, con la esclavitud antigua. Todo corazn catlico se glora de los varios documentos pontificios que sucesivamente mitigaron la esclavitud romana o brbara. Y nosotros, brasileos, celebramos de un modo especial a quienes combatieron la esclavitud colonial en Iberoamrica. Entre estos ltimos, destacamos de manera singular la peticin de Len X a los Reyes de Espaa y Portugal para impedirla; el interdicto de Paulo III contra los que reducan a los indios a la esclavitud (1537); la Censura de Urbano VIII (1639) y a continuacin la censura de Benedicto XIV; la interferencia de Po VII en el Congreso de Viena contra el trfico de negros; la Encclica de Gregorio XVI en 1837 y, por fin, la Carta In Plurimis de Len XIII a los Obispos de Brasil en 1888. Afirmando de antemano, con toda serenidad y tranquilidad de conciencia, que lo que se practica en la TFP no es la esclavitud temporal y cohercitiva de cualquier procedencia que sea, pasaremos a exponer lo que, en la entidad, es la esclavitud, totalmente espiritual, en relacin a Nuestra Seora, segn San Luis Mara Grignion de Montfort; cual es el papel de su fundador, el Prof. D. Plinio Corra de Oliveira, la prctica y difusin de esa devocin; cual es la posicin de los miembros que lo reconocen como superior, etc. Sin embargo, antes de entrar en estos tems, es indispensable enfocar rpidamente varios conceptos y desarrollar unos fundamentos histricos.

F haba abierto las puertas en los ambientes eclesisticos a la infiltracin jansenista. Contra su doctrina catlica autntica se levantaron todos los Obispos de las dicesis en donde predic, excepto La Rochelle y Luon. Con sermones abrasados denunci los males de entonces, profetizando catstrofes que habran de devastar su pueblo. Y el siglo en que falleci no acab sin que aquella sociedad fuese conmovida en sus cimientos por la explosin de la Revolucin Francesa. Fund los Misioneros de la Compaa de Mara y la Congregacin de las Hijas de la Sabidura. El Papa Len XIII lo beatific en 1888 y Po XII lo canoniz en 1947.

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Captulo II Dependencia Obediencia (9) En esta parte conviene que veamos el fundamento de la sumisin, del respeto y de la obediencia, bases del buen orden religioso y temporal, segn la doctrina catlica. A continuacin consideraremos cmo el consejo evanglico de obediencia religiosa irradi una influencia benfica en el campo temporal y trajo una nueva forma de relaciones sociales hasta entonces desconocidas. Tambin veremos a qu sublimes extremos recomienda la Iglesia que llegue el voto de obediencia. Y, por fin, cmo esta mentalidad tan profundamente catlica entra en choque con la mentalidad revolucionaria, hija de la Revolucin de 1789.

1. Dependencia-obediencia como ideal de perfeccin evanglica A. En qu se distingue la perfeccin evanglica de la vida corriente a) Segn el espritu * Bajo el punto de vista moral Todo y cualquier catlico debe tender a la perfeccin cristiana. La perfeccin absoluta del hombre est reservada a la vida futura, que alcanza cuando entra en la posesin perpetua de Dios con la visin beatifica. La perfeccin relativa del hombre sobre esta tierra, que se llama perfeccin cristiana, consiste en aproximarse lo ms posible de la condicin de los Bienaventurados del Cielo, es decir, en el pleno desarrollo de la vida de la gracia, comienzo de la vida del Cielo. La perfeccin cristiana puede existir sin el ejercicio efectivo de los consejos evanglicos, pero no sin vivir el espritu de esos consejos (10).9

) En este trabajo analizaremos la materia de la dependencia in genere y de la obediencia in specie. Como veremos ms abajo (VI. 5. I. c) la virtud de la obediencia cubre un campo ms amplio que el simple voto de obediencia, por ser ms genrica, y se aproxima considerablemente al de una dependencia total. A este ttulo tendra sentido hacer una distincin entre dependencia total, directamente relacionada con la virtud de la obediencia, y obediencia relacionada con el voto. Tambin hay otra sujecin que un hombre puede asumir menos obligante que el voto de obediencia. Es la sujecin temporal - el vasallaje feudal - como ms abajo veremos (II. 2). Este caracteriz las relaciones humanas desde la invasin de los brbaros hasta la Revolucin Francesa. A este ttulo tambin se puede hablar, distinguindola, de dependencia relacionada con el vasallaje, y de obediencia relacionada con el voto de obediencia. En este trabajo el binomio dependencia-obediencia se referir a veces a la dependencia maior (virtud de obediencia), a veces a la dependencia minor (vasallaje feudal). 10 ) Tambin los no religiosos pueden y deben santificarse por el cumplimiento estricto de los preceptos y con la prctica efectiva de los consejos, o sea, con el espritu de los mismos (P. ROYO MARIN, Teologa de la Perfeccin Cristiana, BAC, 1955, p. 202-203). Nota solamente para la edicin em portugus: Las citas, a lo largo de este trabajo, obedecern al siguiente criterio: la

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La perfeccin Cristiana requiere que el hombre ame a Dios de modo que evite cualquier pecado venial, plenamente deliberado, e incluso cualquier imperfeccin plenamente consentida. Lo que conlleva el esforzarse para glorificar a Dios en cualquier Circunstancia, y en la mayor medida posible. A este amor de Dios va unida necesariamente una rectitud habitual profunda de la voluntad por respeto al Sumo Bien y a todos los bienes creados, y un gran dominio de la voluntad sobre las facultades sensitivas. El catlico no tiene obligacin de ser perfecto, pero para todos existe la obligacin de esforzarse para progresar y, por lo tanto, para tender, cada uno segn su propia condicin, hacia la perfeccin (Card. Francesco ROBERTI, Diccionario de Teologa Moral, Ed. Litrgica Espaola, Barcelona, 196O). A cuyo respecto ensea Royo Marn con ms rigor: ASanto Toms (prueba) que la perfeccin consiste secundaria e instrumentalmente en los consejos (ver tem b ms abajo). Todos ellos BdiceB se ordenan, como los preceptos, a la caridad; pero de manera muy distinta. Porque los preceptos se ordenan a remover las cosas contrarias a la caridad en unin con las cuales (la caridad) no podra existir, y los consejos se limitan a remover los obstculos que impiden el ejercicio fcil y expedito de la caridad, aunque sin contrariarla totalmente. Con lo que aparece claro que los consejos no son esenciales para la perfeccin cristiana, sino tan slo instrumentos excelentes para mejor llegar a ella. De esta magnifica doctrina, con frecuencia tan olvidada, se deducen graves consecuencias prcticas, sobre todos en orden a la obligatoriedad de la perfeccin cristiana para todos los cristianos. Porque es evidente que si la perfeccin consiste principalmente en los preceptos. Como quien que no est exento de ellas absolutamente ningn cristiano. Sguese que todos cualquiera que sea su estado y condicin estn obligados a aspirar a la perfeccin. No se trata de un consejo, sino de un precepto, luego obliga a todos (P. ROYO MARIN OP, Teologa de la Perfeccin Cristiana, BAC 955, p. 202). Para la adquisicin de la perfeccin especfica es necesaria la ausencia del apego desordenado a las cosas creadas. La bsqueda de la perfeccin incluye el espritu de obediencia, pues ste es indispensable para la verdadera prctica del amor a Dios, del amor al prjimo y de la humildad. * Bajo el punto de vista de la ejemplaridad La ms excelente semejanza con Dios est en el conjunto de las cosas creadas, y jerrquicamente dispuestas, como manifiesta DIONISIO AREOPAGITA en su De Celeste Hierarchia (SAINT DENYS L'AREOPAGITE, Oeuvres, Darboy A. Tralin diteur, 1932, cap. I-2 y 3, pp. 4-6). Esta jerarqua, que es legtima e indispensable porprimera vez que sea citada una obra tendr sus indicaciones completas: autor, ttulo, editora, ao y, eventualmente, ciudad. Si la misma obra es referida en un nuevo captulo slo recibir el nombre del autor y el ttulo completo. Si es referida ms de una vez en el mismo captulo solamente recibir la referencia del nombre abreviado del autor, seguido de op. cit.. Como hay captulos muy grandes, si el lector no est acostumbrado a este tipo de lecturas le resultar ms fcil buscar directamente la Bibliografa al final del trabajo, que recorrer todo el captulo en bsqueda del nombre de la obra referida.

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orden natural, fue sellada por Nuestro Seor (Jn. XIX, 11). Hay autores ( 11) que, basados en las Escrituras, sustentan que la jerarqua es, en cuanto principio, de derecho divino. El amor a la jerarqua, basado en el orden natural o en las Escrituras, ser indirectamente amor a Dios, puesto que quien ama la imagen reflejada en el espejo ama a quien all se refleja. De ah se deduce que la jerarqua humana es una imagen de Dios que puede remitir pujantemente a las almas hacia El. Por lo tanto, quien se somete a la jerarqua, se somete indirectamente a Dios, y le tributa una alabanza especial. El espritu de obediencia y de dependencia, a este ttulo, glorifica especialmente a Dios. Este amor genrico a la jerarqua, tributo de obediencia y dependencia, est al alcance de cualquier fiel. De forma brillante y pormenorizada expresa este amor a la jerarqua el gran Arzobispo de Ottawa, Mons. JOSEPH-THOMAS DUHAMEL, fundador en el siglo XIX de la Archicofrada de Mara, Reina de los Corazones, que se ha extendido por el mundo. Dice: Sabemos, por las Escrituras que Dios se complace en hacer reinar el orden y la armona entre sus obras, y que el mundo material es la figura del mundo espiritual, que la naturaleza es como una sombra de la gracia (Rom. I, 20; Hebr. XI, 31). Y cul es en este mundo la conducta de Dios? Sin lugar a dudas El no necesita de nadie para gobernarlo, El podra, sin servirse de causas segundas, producir directamente todos los efectos, todos los fenmenos de la vida y del movimiento que presenciamos. Sin embargo, su sabidura decidi de otra forma. Y, en el orden natural, El prefiere subordinar sus obras unas a otras, contentndose con conservarles la existencia, con prestarles Su ayuda, y con mantenerlas en orden y armona, timbre de todas sus obras. Con ese objetivo Dios coloc la flaqueza al lado de la fuerza, la abundancia al lado de la penuria. Y para mejor armonizar las relaciones, quiso que el fin fuese ventajoso para ambos trminos. As se sustenta la frgil liana, se adhiere al tronco del rbol desprovisto de hojas, pero lo hermosea con sus guirnaldas perfumadas; la abeja coge en la flor su alimento, pero contribuye, es sabido, para su fecundacin; el nio se alimenta a expensas de la madre, pero, a cambio, sus besos y caricias la rejubilan. El rico hace vivir al indigente, pero los pobres le dan la alegra de hacerlos felices. Los mismos astros siguen esa gran ley. Para no perderse en el espacio, el astro de las noches se prende a la tierra como el frgil esquife al barco: la acompaa en su viaje circular, junto con ella se aproxima del sol sin el riesgo de ser absorbido. Pero, a cambio, cuando el astro del da nos rehusa su luz, el de la noche nos la presta. Esa misma ley, que se encuentra en todas partes en este mundo, hace suponer una subordinacin anloga en el orden sobrenatural. Y la Escritura confirma esta hiptesis. Nos muestra por todas partes a los ngeles encargados de proteger, guiar e iluminar a los hombres (Gen. XXXII, 26; XLVIII, 16; Tob. XII, 12; Hebr. I, 12), velando sobre los reinos, sobre las ciudades; rezando, combatiendo por la Iglesia, presentando nuestras oraciones al Altsimo (Ex. XXXIII, 2). Tambin sabemos que los santos son como los ngeles en el cielo (Mc. XII, 25), que actan poderosamente sobre los destinos de quienes estn todava en el exilio (Marc. XV, 12-14). (...)11

) A.M. HENRY OP, Obissance commune et obissance religieuse, in Supplement de Vie Spirituelle, p. 25O-251; y SANTO TOMAS DE AQUINO, I.96.4.

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Y en esta jerarqua de mediacin, est fuera de discusin que Dios, el ms justo y el ms sabio de todos los reyes, adapta el poder de cada agente subalterno a su nobleza, sus capacidades y sus mritos. (...) Si eso es as (...) Mara debe ocupar el primer lugar en esta jerarqua de mediacin (J.T. DUHAMEL, Lettre Pastorale, Ottawa, 50 serie, n. 2, pp. 40-42). b) Segn la forma en que es hecha Un catlico corriente est obligado a seguir los mandamientos de la Ley de Dios. Esos mandamientos por confirmados por Nuestro Seor y constituyen los preceptos evanglicos. En la medida en que el fiel, movido por amor de Dios, quiera identificarse ms con Nuestro Seor Jesucristo, podr perfeccionarse gradualmente en el cumplimiento de los consejos evanglicos. Esos consejos no obligan, pero indican el ideal de perfeccin evanglica, que fue el del Salvador. La prctica de los consejos evanglicos, conduce, pues, a la perfeccin evanglica. Los consejos evanglicos en que est ms especificada la materia a que se refieren son la obediencia, la castidad y la pobreza. Sin embargo, hay otros menos especficos, como la humildad, la dependencia o el servicio. Estos ltimos la mayora de los autores los considera como contenidos en los tres primeros, pero tambin hay quien, los clasifique separadamente. Un fiel movido por el amor de Dios puede progresar en la prctica de este ideal de perfeccin, con la ayuda de la gracia, por medio de simples propsitos, de promesas o de votos, en la medida en que sus deberes de estado lo permitan. Un fiel que haga un simple propsito, si lo rompe no comete ninguna falta, a no ser, por la inconstancia, ante s mismo (B.H. MERKELBACH OP, Summa Theologiae Moralis, t. II, n. 706). Quien hace una promesa a un hombre, a un Santo, a un ngel o a la Virgen Mara, si la rompe comete falta grave o leve, segn l mismo haya deliberado cuando hizo la promesa (F. ROBERTI, Diccionario de Teologa Moral; B.H. MERKELBACH, op. cit., n. 706). La ruptura del voto (promesa hecha a Dios) implica un pecado contra la virtud de la religin tal pecado ser grave o leve segn la materia del voto y la intencin de quien lo hizo; y conlleva, adems, un pecado contra la justicia (voto de obediencia), o contra la castidad (voto de castidad), etc., segn el caso (F. ROBERTI, op. cit., - voto). De quien pronuncia privadamente los votos referentes a los consejos evanglicos, se dice que est en busca de la perfeccin evanglica. De quien pronuncia pblicamente sus devotos, se dice que se encuentra en estado jurdico de perfeccin ( 12), o estado religioso. Esta es la escalera ascensional de la virtud que liga la vida corriente de un fiel al estado de perfeccin evanglica. Slo la escala hasta lo ms alto quien es movido por un intenso amor de Dios. Por eso mismo ste se obliga a sanciones y penitencias que le sirvan de estmulo para no retroceder ni detenerse en la ascensin.

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) Los actuales estados jurdicos de perfeccin son: 1 rdenes y Congregaciones religiosas; 2 Sociedades de vida consagrada; 3 Institutos seculares; 4 Ermitaos; 5 Vrgenes consagradas. La expresin estado religioso designa especialmente a las rdenes y Congregaciones religiosas.

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Tal va la de las promesas o votos no es, en principio, la nica. Le es posible a una persona de elevado amor a Dios y elevada virtud seguir los consejos evanglicos, y as identificarse con el Espritu de Cristo, sin hacer promesas o votos. Tambin ella estar as en posesin de la perfeccin evanglica. Sobre la libertad de la que procede la entrega religiosa, y sobre la nobleza de tal acto se expresa adecuadamente DOM OLIVIER ROUSSEAU: Por la libre eleccin es como el religioso o el monje se resuelve a darse por entero... Y aqu, en substancia, es igual que si un oficial, en la guerra, busca a un valiente para hacer saltar un puente. La empresa es peligrosa, casi fatal. No se la impone a nadie, pide un voluntario. Muchos dudan: uno se acuerda de su esposa, otro de sus padres, hijos, un cuarto se siente pura y simplemente tomado por el miedo, otro no tiene ganas. Por fin aparece aquel que da todo, que 'comprende' que este sacrificio es ms grande que todos los dems; levanta la mano y dice 'Yo'. Acto de libertad soberana, porque con soberano desapego... Estos son los ms 'grandes' de la humanidad, porque son los ms 'libres' en definitiva (DOM OLIVIER ROUSSEAU, et Monachisme Vie Monastique, p. 19, in P. CLAUDE J. NESMY, Saint Benot et la Vie Religieuse, p. 161). * * * Corresponde deshacer, en este tem, la idea errnea de que la profesin de votos est reservada a los religiosos. De hecho cualquier seglar puede hacerlos. Cualquier persona que haya llegado al uso de la razn, puede hacer votos, segn las leyes de la Iglesia, aqu comentadas por dos renombrados canonistas contemporneos: * A no ser en los casos prohibidos por el Derecho, todos los que gozan del uso conveniente de la razn son capaces de voto. El uso conveniente de la razn requiere, en quien emite el voto, al menos el conocimiento de Dios y de la cosa o accin prometida por el voto, es decir, al menos requiere la deliberacin necesaria para que pueda haber pecado mortal (P. MATTHEUS CONTE A CORONATA O.F.M. Cap., Institutiones Juris Canonici, Marietti, 1948, v. II, p. 891). * (...) alcanzado el uso de la razn requerido para el pecado mortal, cualquier hombre, en materia apta, tiene la voluntad libre y eficaz para hacer voto, lo cual (...) no es impedido por ningn derecho divino positivo o natural. (...) El nico impedimento en un hombre ya capaz (...) puede provenir de la prohibicin del superior competente. Como el superior en este asunto, para los fieles, nicamente es la Iglesia, naturalmente se deduce que todos los fieles que gozan del suficiente uso de la razn son capaces de voto, a no ser que estn impedidos por otros motivos por la Iglesia (WERNZ-VIDAL, Jus Canonicum, Aedes Universitatis Gregorianae, Roma, 1933, t. IV, De rebus, n1 547). * Fundamento del consejo de obediencia Puestos estos principios generales, ahora debemos enfocar el consejo de obediencia y por extensin de dependencia.

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La base del consejo evanglico de la obediencia est en el trecho de San Mateo: Si alguien quiere venir en pos de M, niguese a s mismo, tome su cruz y sgame (Mt. XI, 24). En ese trecho, que da el fundamento del consejo, el negarse a s mismo es explicado por otras tres frases, que aclaran la manera de realizar tal negacin. Pero antes de citarlas conviene aclarar que la Iglesia no slo propone ese texto como ejemplo para los fieles en sus relaciones directas con Dios, sino tambin como quedar claro a lo largo de este trabajo en las relaciones ge con el prjimo. Son las siguientes las citas que explican el texto del consejo evanglico ya referido: * Jesucristo se aniquil a s mismo, tomando la forma de esclavo (Filip. II, 7). * Se humill a s mismo hacindose obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz (Filip. II, 8). * Yo no vine a hacer Mi voluntad, sino la de Mi Padre que me envi (Jn., VI, 38). El consejo evanglico de la obediencia indica el fondo del asemejarse a Jesucristo: negarse a s mismo; y el modo de realizarlo: hacindose obediente a un superior hasta la Amuerte de la propia voluntad (13), o humillndose a s mismo hasta tomar, para imitar a Cristo, la forma de esclavo. Tal ideal de servidumbre y humildad se apoya en otros trechos de las Escrituras: Nuestro Seor dirigindose a los Apstoles, enseando as a todos los catlicos, dice: * Quien de entre vosotros quisiere ser el primero, sea vuestro siervo; as como el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida para la Redencin de muchos (Mt. XX, 27-28) y tambin (Mc. X, 45). * Vosotros me llamis Maestro y Seor, y decs bien, porque lo soy. Pues si siendo yo vuestro Seor y Maestro os he lavado los pies, vosotros debis lavaros los pies unos a otros (Jn. XIII, 13-14). * San Pablo tambin ensea con su ejemplo: Porque siendo libre en relacin a todos, me hice siervo de todos, para ganar un mayor nmero (1 Cor. IX, 19). As, el ideal de perfeccin evanglica, en lo que se refiere a la obediencia, es una completa alienacin de la propia voluntad a un superior para la imitacin de Nuestro Seor Jesucristo y para el servicio del prjimo. Y ese ideal, como se ha visto, puede ser alcanzado por un simple seglar o por un religioso, mediante promesas y votos, o no. Realizar tal ideal, o intentar realizarlo, es altsimamente loable y recomendable para quien pueda hacerlo. Quien no pueda, debe contentarse con las condiciones nobles, aunque no tan elevadas, de la vida corriente. * * *

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) En este sentido CORNELIO A LAPIDE cita a SAN JUAN CLIMACO, Scala Gradu, 4: La obediencia es la perfecta abnegacin de la propia alma y cuerpo, la muerte voluntaria, la vida sin cuidados, la navegacin sin dao, la sepultura de la voluntad (Commentaria in Scripturam Sanctam, Paris, 1876, Prov. XV).

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* Virtud de la obediencia: excelencia Sobre la excelencia de la virtud de la obediencia ensea SANTO TOMAS, comparndola con las otras virtudes: Entre las virtudes morales una es tanto mayor cuanto mayor es aquello que se desprecia para unirse a Dios. Hay as tres gneros de bienes que el hombre puede despreciar por causa de Dios: el menor de los gneros es el formado por los bienes exteriores; el intermedio, por los bienes del cuerpo; el supremo por los bienes del alma, de los cuales la voluntad es el principal, porque por la voluntad el hombre usa de todos los otros bienes. Y por eso, en s misma, la virtud de la obediencia es ms digna de alabanza que las otras virtudes morales porque, por causa de Dios, desprecia la propia voluntad, y las otras por causa de Dios desprecian algunos otros bienes (II-II, q. 104, a.3). Y el clebre comentarista de la Sagrada Escritura, P. CORNELIO A LAPIDE, va de alguna manera ms lejos que Santo Toms, comparando la virtud de la obediencia con la caridad: La obediencia vence y supera a las dems virtudes (...) pues aunque la caridad, en s misma, sea la mayor de las virtudes, y por esto mayor que la obediencia, sin embargo aquel que es perpetuamente obediente tiene un nexo, una firmeza y un estado de virtud que no tiene quien practica la caridad por su voluntad: pues el obediente se hace esclavo de una voluntad ajena (Commentaria in Scripturam Sacram, Paris, 1876, Prov. XXI, 28). * * * Ha quedado visto, por lo tanto, en qu se diferencia la perfeccin evanglica de la vida corriente, en qu participa la obediencia de la perfeccin evanglica y cul es excelencia. * * * B. Qu es la obediencia, en cuanto elemento de perfeccin La obediencia en cuanto elemento de perfeccin evanglica es, pues, el acto de virtud por el cual el religioso, o el fiel, voluntariamente asume el compromiso de obedecer a un superior mediante un voto. Vase aqu como es enunciada la doctrina catlica sobre el asunto, en una feliz sntesis del P. JEAN BEYER SJ, Profesor de Teologa Moral y Derecho Cannico en la Facultad de Teologa de la Compaa de Jess, en Lovaina: La obediencia a Dios se realiza tambin en la obediencia a los hombres, a los representantes de Dios, y pone nuevas exigencias. Perfeccin de ejecucin por la unin de inteligencias y de corazones. El hombre que se coloca bajo la dependencia de un superior legtimo puede ejecutar muy bien el trabajo que se le encarg hacer, y realizar la voluntad de aquel que sobre l ejerce el mando sin, a pesar de todo, unirse a las intenciones y a los modos de ver de ste ltimo. Tambin la ascesis cristiana distingui una obediencia de ejecucin, que no sera mas que la realizacin material, incluso impecable, de una orden dada. Y ya es mucho alcanzar este grado.

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Pero ella (la ascesis cristiana) entrevi una unin ms ntima con el superior, una comunin de almas y una conformidad de modos de ver, que hacen la obediencia perfecta en sus actos. Esta da a cualquier acto humano su pleno valor de realizacin consciente y deseada, por la voluntad del superior que gua nuestra vida en nombre de Dios. Querer lo que quiere el superior, es darse plenamente al trabajo que ste impone, a la obra que es necesario cumplir, sin oponer la menor resistencia ni la menor tardanza en la ejecucin. Esto supone la presteza de la voluntad y el lan del corazn. Hay una obediencia todava ms perfecta, la del espritu, la obediencia de juicio: actuar en plena comunin de modos de ver con el superior, hacer suyas las formas de ver del superior, aceptar sus motivos, si nos fueren conocidos o posibles de serlo, esforzarse por entrar en sus intenciones, juzgar una situacin como l lo hace, apreciar los hombres y las cosas como l lo hace (JEAN BEYER SJ, Les Instituts Sculiers, Descle de Brouwer, 1954, pp. 116-117). Y despus de discutir bajo el punto de vista filosfico, teolgico y moral si tal obediencia es legtima, el autor concluye: Si, por lo tanto, el objeto formal de la obediencia es precisamente la sumisin del hombre a un superior solamente por causa de su autoridad legtima, el juicio en el orden prctico no se har sobre el valor intrnseco del acto que debe ser cumplido por obediencia, sino, principalmente, sobre el valor virtuoso del acto, sobre el homenaje que debe ser prestado a la autoridad libremente reconocida y sobre el mrito de ese acto de obediencia que nos permite, por la intervencin del superior, unirnos a la voluntad de Dios (Idem, p. 118). Este pensamiento es corriente en la Iglesia y caracteriza la obediencia perfecta. En confirmacin de lo que ha sido dicho, vanse las enseanzas de San Ignacio de Loyola: Tambin deseo que se asentase mucho en vuestras nimas, que es muy bajo el primero grado de obediencia, que consiste en la ejecucin de lo que es mandado, y que no merece el nombre, por no llegar al valor de esta virtud, si no se sube al segundo, de hacer suya la voluntad del Superior; de manera que, no solamente haya ejecucin en el efecto, pero conformidad en el afecto con un mismo querer y no querer. Por eso dice la Escritura, que 'es mejor la obediencia que no los sacrificios' (1 Reg. XV, 22); porque, segn San Gregorio: 'Por otros sacrificios mtase carne ajena; mas por la obediencia sacrficase la voluntad propia' (Morales, c.14, n.28, PL 76.765) (...). De manera que, concluyo, que a este segundo grado de obediencia, que es (adems de la ejecucin) hacer suya la voluntad del Superior, antes despojarse de la suya y vestirse de la divina por l interpretada, es necesaria que suba quien a la virtud de la obediencia querr subir. Pero quien pretende hacer entera y perfecta oblacin de s mismo, adems de la voluntad es menester que ofrezca el entendimiento (que es otro grado y supremo de obediencia), no solamente teniendo un querer, pero teniendo un sentir mismo con su Superior, sujetando el propio juicio al suyo, en cuanto la devota voluntad pueda inclinar el entendimiento. Porque, aunque ste no tenga la libertad que tiene la voluntad, y naturalmente da su asenso a lo que se le presenta como verdadero, todava, en muchas cosas que no le fuerza la evidencia de la verdad conocida, puede con la voluntad inclinarse ms a una

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parte que a otra; y en las tales todo obediente verdadero debe inclinarse a sentir lo que su Superior siente. Y es cierto, pues la obediencia es un holocausto, en el cual el hombre entero, sin dividir nada de s, se ofrece en el fuego de caridad a su Criador y Seor por mano de sus ministros; y pues es una resignacin entera de s mismo, por la cual se desposee de s todo, por ser posedo y gobernado de la Divina Providencia, por medio del Superior (S. IGNACIO DE LOYOLA, Obras Completas, BAC, 1952, pp. 836-838). * * * Se podran multiplicar las citas. Por el momento lo expuesto parece suficiente para explicar cul es la perfeccin de la obediencia.

2. La dependencia: perfeccin temporal por influencia de la perfeccin cristiana Despus de la muerte de Nuestro Seor Jesucristo, el mundo empez a ser irrigado por las suaves virtudes, de la generosidad y del perdn difundidas por la Santa Iglesia. Virtudes que eran difundidas al mismo tiempo que la Iglesia enseaba la virtudes austeras, como la justicia, por la cual el hombre es obligado al cumplimiento, incluso arduo, de todos lo deberes, y cuya ltima expresin no slo es el premio celeste sino la condenacin al Infierno. La predicacin simultnea de unas y otras virtudes del deber y de la justicia hacen ver el supremo equilibrio propio del Espritu de la Iglesia. La difusin de ese equilibrio de espritu fue un factor capital para que, poco a poco, fuese naciendo un tipo de relaciones humanas sistemticamente inspiradas en la Fe y en el ejemplo de Cristo. Lo superiores deberan acoger a los inferiores como hijos y como imgenes de Cristo: Todas las veces que no lo hiciereis a uno de estos pequeuelos, a Mi no me lo hicisteis (Mt. XXV, 45), los inferiores deberan respetar a los superiores como si fuesen el mismo Cristo: Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo. Las mujeres estn sujetas a sus maridos, como al Seor (Ef. VI, 21). Hijos, obedeced a vuestros padres en el Seor, porque esto es justo. (...) Siervos obedeced a vuestros seores temporales con reverencia y solicitud, en la sinceridad de vuestro corazn, como a Cristo (Ef. VI, 1-5). As se fue estableciendo en la generalidad de la sociedad occidental, a pesar del desmoronamiento del Imperio Romano y de la invasin de los brbaros, un respeto mutuo que favorecera el nacimiento de una sociedad al mismo tiempo justa y muy impregnada de bondad. La justicia la afirmaba jerrquica y solemne, la bondad la haca accesible y protectora. Naca el vnculo proteccin-servicio que constituy una admirable conexin y alianza de las distintas clases sociales. Por accin de la Iglesia, y como un rocio benfico, una influencia que conduca a la liberacin de los ms humildes bajaba continuamente de

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las cumbres del poder (14). Y al mismo tiempo, tambin por la accin de la Iglesia, se desprenda del ncleo de las clases ms modestas, como un buen perfume, el ideal de la dependencia y del servicio, que ira a modelar las clases ms altas hacia la idea de vasallaje (15). Libertad y dependencia as iban embebiendo toda la sociedad, de forma que era inslito, incluso para el primero de los nobles, no ser un vasallo de algn monarca, y era normal que el ltimo de los siervos en algn sentido fuese tambin seor (16). Se estaba ante el rgimen de dependencia. Se vea, en muchos casos, al mismo hombre hacerse simultneamente dependiente de uno ms fuerte y protector de los ms humildes. As, empez a construirse un vasto sistema de relaciones personales, cuyos hilos entrecruzados corran de uno a otro piso del edificio social (MARC BLOCH, La Socit Fodale, 197O, Albin Michel, t. I, 20 II, cap. 1, p. 213). Y todava comenta el clebre historiador Marc Bloch, tratando de la dependencia: ASer 'hombre' de otro hombre - en la terminologa feudal no haba expresin ms corriente que sta, ni de un sentido ms pleno. Comn al modo de hablar romano y germnico serva para expresar la dependencia personal, en s misma, cualquiera que fuese la naturaleza jurdica precisa del vnculo, y sin estar preso a la distincin de clase. El conde era 'hombre' del rey, como el siervo lo era de su seor aldeano (MARC BLOCH, op. cit., p. 209). Adems de la armona social en el trato seor-vasallo, este orden de cosas llevaba consigo una real alegra en la dedicacin por parte del inferior. Son expresiones caractersticas de ello ciertos trechos del Cantar del Mo Cid y de la Chanson de Roland, los ms clebres poemas picos medievales.

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) Ms abajo en el item III, trataremos pormenorizadamente de este punto. ) La palabra vasallo significaba hombre libre dependiente, situacin bastante menos onerosa que la del esclavo, lo que abrira camino hacia la liberacin total. (ver LAVISSE-RAMBAUD, Histoire Gnrale, Armand-Colin, Paris, t. I, p. 149). 16 ) En la poca en que la esclavitud dej de existir definitivamente en Europa, alrededor del ao 1000, era normal que el ms simple siervo, todava ligado a la gleba del seor, ya tuviese algunos poderes sobre los hijos, sobre los frutos del trabajo, etc. Despus del ao mil, en la Francia medieval ... ya no se conoci la servidumbre como antiguamente, que rebajaba los hombres a la condicin de animales (GEORGES DUBY, Histoire de la Civilization Franaise, traduccin espaola del Fondo de Cultura Econmica, Mjico, l958, p. 42).

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Djoles a todos cmo - ha pensado trasnochar y todos, buenos vasallos, - lo aceptan de voluntad, pues lo que manda el seor - dispuestos a hacer estn (Poema de Mo Cid, Aguilar, 1969, p. 63). * Mio Cid Rodrigo Daz - a Alcocer tiene vendido; y as pag a sus vasallos - que en la lucha le han seguido. Lo mismo a los caballeros - que a los peones, hizo ricos; ya no queda ni uno pobre - de cuantos le hacen servicio. Aquel que a buen seor sirve, - siempre vive en paraso. (Idem, p. 95). * Odme, mis caballeros, - esto aqu no ha de quedar; si hoy ha sido da bueno, maana mejor ser; cerca del amanecer - armados todos estad, el obispo don Jernimo - la absolucin nos dar y despus de oir su misa, - dispuestos a cabalgar; a atacarlos nos iremos, - de otro modo no ser, en el nombre de Santiago - y del Seor Celestial. Ms vale que los venzamos - que ellos nos cojan el pan. Entonces dijeron todos: - 'Con amor y voluntad'. (Idem, p. 163). Rolando, el bravo par de Carlomagno, a su vez, as se dispone para la batalla: * Pour son seigneur on doit souffrir grand maux, et endourer les grand froids, les grands chauds et on doit perdre du sang et de la chair. Frappe de ta lance et moi de Durendal, ma bonne pe que le roi me donna. Si Je meurs ici, qui l'aura pourra dire qu'elle tait un noble vassal. (La Chanson de Roland, Potes et Romanciers du Moyen Age, Plyade, Paris, 1952, p. 49). * D'autre part est l'archevque Turpin. Il pique son cheval et gravit une lande; il appelle les Franais et leur fait un sermon: 'Seigneurs barons, Charles nous a posts ici; pour notre roi nous devons bien mourir'. (Idem, p. 49). * Vilain paen, vous en avez menti! Charles, mon seigneur, nous protge toujours (Idem, p. 53) (17). No slo las poesas atestiguan esa armona, sino tambin el historiador contemporneo: El primer deber de un buen vasallo es, naturalmente, el de saber morir por su jefe, con la espada en la mano: fin digno de envidia entre todos, porque es el del mrtir, y este acto le abre el Paraso. Quin habla as? Los poetas? Sin duda. Pero tambin la Iglesia. Un caballero, bajo amenaza, mat a su seor: 'Deberas haber aceptado la muerte por l', declara un obispo, en nombre del Concilio de Limoges, en 1031, 'tu fidelidad habra hecho de ti un mrtir de Dios' (M. BLOCH, op. cit., p. 326).17

) * Por su seor se deben sufrir grandes males, soportar grandes fros, grandes calores, y perderse sangre y carne. Ataca con tu lanza y yo con Durandal, mi buena espada que el rey me dio. Si muero aqu, quien la consiga podr decir que era de un noble vasallo. * En otro lado est el Arzobispo Turpin. Espolea su caballo y sube un otero; llama a los franceses y les hace un sermn: 'Seores barones, Carlos nos post aqu; por nuestro rey debemos bien morir'. * 'Villano, pagano, mientes! Carlos, mi seor, nos protege siempre.

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... el lenguaje usual acabar por denominar corrientemente 'vasallaje' a la ms hermosa entre las virtudes que una sociedad perpetuamente en armas puede reconocer, es decir, la bravura (M. BLOCH, op. cit., p. 231). La dependencia voluntaria de hombre a hombre, se presentaba mucho ms como un fruto de las enseanzas de la Iglesia que de la propensin de las razas o de las necesidades concretas. No caigamos dice Bloch en el error de buscar en el vasallaje y, ms genricamente, en las instituciones feudales, una filiacin tnica particular, es decir, el encerrarnos una vez ms en el famoso dilema: Roma o 'las selvas de Germania' (op. cit., p. 213). De hecho, era la gran cosecha social que la Iglesia haca, despus de sembrar durante siglos el consejo evanglico de la obediencia y el espritu de dependencia correlativo con ese consejo. Confirma esta idea el parecer de AUGUSTE DUMAS, que escribe en la documentada Histoire de l'Eglise de FLICHE-MARTIN: En esta sociedad (sociedad medieval post-carolingia), en que la autoridad se haba fragmentado, los reyes no eran los nicos que reciban juramentos de fidelidad. Los grandes en todos los niveles de la sociedad tenan vasallos que les rendan fe y homenaje. El feudalismo era el fundamento de las relaciones sociales. El vasallo, hacindose hombre de su seor, se daba a l sin ninguna restriccin, puesto que se obligaba al servicio del seor con toda su alma. Este compromiso asumido para hacer el bien al servicio del seor, nicamente poda agradar a un santo obispo como Fulbert de Chartres. Consultado en 1020 por el duque de Guyenne, Guillermo el Grande, le respondi con una carta, en que desarrolla magnficamente la teora de las relaciones feudales, colocando el acento cristiano: Quien jura fidelidad a su seor siempre debe tener en el espritu estas seis palabras: incolume, tutum, honestum, utile, facile, possibile (salvacin, seguridad, honestidad, utilidad, facilidad y posibilidad) Incolume, puesto que no debe perjudicar a la persona de su seor; tutum, quiere decir que no debe causar dao a la seguridad de los castillos ni de las plazas fuertes; honestum, que l no sea nocivo a la justicia de su seor o de otras causas que tocan a su honra; utile, que no le ocasione prdidas en sus bienes; facile vel possibile que no le haga difcil el bien que su seor podra fcilmente hacer, que no le haga imposible lo que sera posible. Pero no es suficiente abstenerse del mal, si no se hace lo que es bueno. En fin, en cuanto a los seis puntos precedentes, que preste fielmente a su seor la ayuda y el consejo, si quiere ser digno de sus mercedes y conservar intacta la fidelidad que jur. El seor, a su vez, debe, en todas las cosas, tener reciprocidad hacia su fiel sujeto; si no la tiene, a justo ttulo ser considerado desleal. Igualmente, el fiel que falte a sus obligaciones, por accin o determinacin, ser llamado prfido o perjuro' (FULBERT DE CHARTRES, Epist. PL CXLI, 229). Hermoso anlisis de las relaciones feudales hecho por un cristiano que tena mesura en los pensamientos y en las acciones! Tuvo xito; puesto que la carta de Fulbert de Chartres debera ser incluida, ms tarde, en las colecciones jurdicas para servir de gua a los estudiosos. Por la pluma de ese santo obispo la Iglesia daba un ideal a la sociedad medieval (Auguste DUMAS, L'Eglise au pouvoir des Laques, in FLICHE-MARTIN, Histoire de l'Eglise, t. VII, p. 485).

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La Iglesia no slo estimul los vnculos de dependencia, sino que los protegi contra los abusos, viniesen de las clases ms altas (como ms abajo veremos), o viniesen de las clases ms bajas. Es un ejemplo remarcable de la contencin de este ltimo tipo de abusos el decreto del Concilio Grangense, y cuyos principios Cornelio a Lpide aplicaba con acierto a los campesinos alemanes que, alentados por Lutero, se rebelaron contra sus seores. Este es el texto de aquel Concilio del siglo IV, canon 3: Si alguien, bajo pretexto de culto divino o algn pretexto de Religin, ensease al siervo a despreciar al Seor y a alejarse de la servidumbre y no servir a sus seores con buena voluntad y con toda honra, sea anatema (C. A LAPIDE, op. cit., In Epistolam ad Efesios, VI, 5). Desde el siglo VI hasta finales del siglo XVIII la dependencia superior-inferior en la sociedad temporal fue un ideal, un compendio de honra y gloria porque era basada en la Fe y en el ejemplo de Nuestro Seor Jesucristo. * * *

3. La dependencia total como ideal del estado religioso Arriba hemos visto que la obediencia es el ms importante de los tres consejos evanglicos principales que se orientan a la perfeccin. A continuacin hemos tratado de cmo el inferior debe prestar al superior una obediencia perfecta en el actuar, en el querer, en el pensar y en el sentir. Ahora veremos que la obediencia en relacin al superior, y por lo tanto la dependencia dentro del estado religioso, tiende a ser total, en la medida en que tiende a ser perfecta. Con el correr de los siglos, la Iglesia fue destilando, por la accin de la gracia, por el Magisterio Jerrquico, por la predicacin y por el ejemplo de los Santos y de los Doctores, una doctrina sobre la obediencia que procuraba, cada vez ms, la perfeccin. Y por eso hoy se puede, con facilidad, admirar la contribucin de cada era histrica para llevar ms lejos el conocimiento de la prctica evanglica. Tal esfuerzo es, a su vez, un homenaje de obediencia al mandato de Jesucristo: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt. V, 48). En ese continuo progreso por las vas de la perfeccin, a pesar de las crisis y de las catstrofes que nunca faltaron en la Historia, la Iglesia nos da una idea general de los motivos que la llevan a predicar la obediencia radical, y de la amplitud que la prctica de la virtud de la obediencia debe tener. * * * A. Motivos que llevan a la obediencia a) Por la obediencia se repara la desobediencia de Adn

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Entre los estmulos para la prctica de la obediencia al superior hay un motivo de origen. Adn antes de haber pecado estaba sujeto a la obediencia. Fue la ruptura del precepto dado por Dios lo que constituy la cada. El hombre originario estaba, pues, sujeto a la obediencia. Es una virtud que existira aunque los hombres no estuviesen en este valle de lgrimas. El vnculo de dependencia y de obediencia no slo es una caracterstica del estado original de la inocencia, sino que ayuda al hombre a recuperarla, con el auxilio de la gracia. Confirmando esta doctrina est SAN BERNARDO: Es necesario saber que la virtud de la obediencia siempre tiene su sede en las almas inocentes; el mismo Seor lo afirma: 'Mis ovejas oyen mi voz, yo las conozco y ellas me siguen' (Jn. X,3-4). Como consecuencia, el hombre que no es inocente no obedece a su Redentor, y quien no es obediente no puede ser inocente (Oeuvres de Saint Bernard, Victor Palm Librairie-Editeur, 187O, t. V, p. 179). El mismo San Bernardo, citando a San GREGORIO MAGNO, toca el tema de la obediencia en el Paraso: La obediencia es la nica virtud que introduce todas las dems en nuestra alma, y que, despus de haberlas introducido, las conserva en ella. Por eso el primer hombre recibi un mandamiento para observarlo, gracias al cual, (...) podra, sin esfuerzo, ganar una eterna beatitud (op. cit., p. 178). Tambin GRACIANO en sus clebre Decreto cita a SAN GREGORIO MAGNO: Ni en el paraso exista un rbol malo que os prohibi para que no daase al hombre; sino para que el hombre convenientemente creado mejor creciese por el mrito de la obediencia. Sera bueno que tambin a ste Dios le prohibiese algo bueno, en vista de que esto que l hara sera virtud de un modo tanto ms verdadero, cuanto que omitiendo algo bueno l se presentara con ms humildad como sbdito ante su Creador (Decretum Graciani, Pars Secunda, Causa XI, Quaest. III, Garnier, Paris, 1891, p. 876). b) Por la obediencia se imita la perfeccin de Cristo y se atienden a sus enseanzas Otra poderosa razn que estimula la prctica de la obediencia es el hecho de que, por medio de ella, el religioso puede vivir como Cristo: No he venido a hacer Mi voluntad, sino la de Mi Padre que me envi (Jn. VI, 38). Y puede prestar atencin a las enseanzas, preceptos y consejos de Cristo, como ms arriba ha sido visto. c) Por la obediencia el superior sirve de mediador entre Cristo y el sbdito El religioso que ve a Cristo en su superior recibe a Cristo por su intermedio. Son frecuentes y expresivos los ejemplos: * A LAPIDE, comentando el trecho: Y (Jess) baj con ellos (sus padres) y vino a Nazaret, y les estaba sujeto, aproxima tal sumisin de la obediencia religiosa. Y da las razones para tal sujecin: La razn a priori, la primera es, que quien obedece al superior, obedece a Dios; pues el Superior es el vicario de Dios, segn aquella palabra de Cristo: 'Quien a vosotros oye a M me oye; y quien a vosotros desprecia a M me desprecia' (Lc. X), Por lo que San Bernardo en De Praecepto et Dispens. dice: 'Debemos escuchar a quienes tenemos en lugar de Dios' (...) Por lo tanto el obediente, cuando el superior

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ordena algo, juzgue que Dios se lo ordena y obedezca alegremente, como a Dios (C. A LAPIDE, op. cit., Lc. II, 51). * SAN BENITO, Patriarca de los monjes de Occidente, dice en su Regla, en el captulo V: El primer grado de la humildad es la obediencia sin tardanza. Es peculiar de quienes estiman que nada hay ms caro que Cristo, sea por causa del santo servicio que profesan, sea por causa del miedo del Infierno, o por causa de la gloria de la vida eterna. Desconocen lo que sea atrasarse en la ejecucin de alguna cosa, despus de ordenada por el superior, como si por Dios ordenada fuese. De ellos dice el Seor: 'En cuanto me oigas, obedceme' (Ps. XVII, 45). Y del mismo modo dice a los doctores: 'Quien a vosotros oye a M me oye' (Lc. X, 16). (...) La obediencia prestada a los superiores es tributada a Dios (Regra de S.Bento, Tip. Beneditina Ltda., Salvador, 1958, p. 29 y 30). * CASIANO, lib. IV, Institutionum, dice: 'Los monjes egipcios se apresuran a ejecutar todas las cosas sean cuales fueren, ordenadas por su Superior, como si fuesen ordenadas desde Cielo por Dios' (In C. A LAPIDE, op. cit., Prov. XV, 28). * La obediencia, instrumento de perfeccin, es aquella que se somete a Dios, por intermedio de aquel que Lo representa (JACQUES LECLERCQ, La Vocation Religieuse, Casterman, 1960, 4, p. 154). * Si la ejecucin material de las rdenes dadas es suficiente para evitar el pecado, al menos el pecado grave, el religioso es invitado a no contentarse con esta unin sino practicar la obediencia de voluntad e incluso de juicio. El triunfar sobre sus repugnancias, que pueden serle inspiradas por la orden recibida, decidindose generosamente a someter su voluntad a la de su superior, es decir, de Dios (E. JOMBART, vocablo Obissance des Religieux, in Dictionnaire de Droit Canonique, Paris, 1957, t. VI, col. 1054). * Santa Teresa tena a su superior por una divinidad y efectivamente le llamaba su Dios invisible, y de otra santa se dice que llamaba al superior de su Cristo (EDELVIVES, El superior perfecto segn la Doctrina del Venerable Siervo de Dios J. B. Marcelino Champagnat, Editorial Luis Vives, Zaragoza, p. 23). * Nuestro superior es representante de Dios, y como tal, debemos tener fe en l. )Pero en qu consiste esa fe en el superior? Consiste en creer: - que el superior ocupa el lugar de Dios y que representa a Jesucristo; - que Dios es quien habla o manda por su boca; - que al respetar, honrar y obedecer al superior es a Jesucristo a quien honramos, respetamos y obedecemos; - que al mismo Jesucristo faltamos siempre que faltemos al superior (...) (EDELVIVES, op. cit., pp. 23-24). * SAN LUIS MARIA GRIGNION DE MONTFORT en las reglas de los Misioneros de la Compaa de Mara dice, en el nmero 9 del apartado sobre la obediencia: Podrn, sin embargo, declarar ingenua y simplemente las razones que tienen para no dejar o no de hacer lo que se les manda. Pero, despus de declaradas si (...) no se toman en cuenta sus razones, les ser ordenado obedecer ciega y prontamente, sin decir porqu ni cmo; y no solamente con obediencia de voluntad, sino tambin de juicio y de entendimiento, creyendo, a pesar de sus ideas particulares, que lo que el superior prohibe

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u ordena es absolutamente lo mejor delante de Dios (Obras Completas, BAC, p. 615 Los subrayados son nuestros). d) Por la obediencia al superior se adquiere una unin espiritual con Cristo * En la accin es donde el fiel se une a Cristo, haciendo lo que l ordena B'Quien a vosotros oye, a M me oye'B e imitndole en su abnegacin B'No la ma, sino vuestra voluntad'. Ese modo de unin (...) se realiza (...) por la obediencia a los superiores Jerrquicos encargados por Cristo de expresarnos objetivamente su voluntad (A. DE VOGUE, La Paternit du Christ dans la Rgle de Saint Benot et la Rgle du Matre, in La Vie Spirituelle, enero de 1964, n. 501, p. 66). * Para medir las posibilidades de comunin ofrecidas por la obediencia monstica, es necesario detenerse ante la imagen muy realista dada por el Maestro (18). Segn l, el abad es el nico artesano que trabaja en el taller espiritual del monasterio. El pacto de obediencia que le une a sus discpulos realiza una verdadera transferencia de voluntad y de responsabilidad: de ah en adelante el abad es el nico que quiere y que acta, sus hijos le dieron su libertad una vez y para siempre. Pero el abad autnticamente representa a Cristo que prometi estar con l, as como con los otros 'doctores', 'todos los das hasta la consumacin de los siglos'. Por lo que es el mismo Cristo quien acta en los actos de los monjes obedientes, 'y en el da del Juicio el diablo no tendr en nosotros nada que pueda reivindicar, deseoso de arrastrarnos con l a la gehena, puesto que el Seor habr realizado siempre en nosotros acciones que El