Goldman Pensamiento Revolucionarios

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    La Revolucin de Mayo: Moreno, Castelli y Monteagudo. Sus discursos polticos*

    Noem Goldman

    La visin ms habitual de la Revolu-cin de mayo de 1810 en los discursos y prcticas polticas de los dirigentes criollos ms radicales, los llamados morenistas en alusin al secretario de la Primera Junta, Mariano More-no, los asimila al modelo jacobino de la Revolucin Francesa. Un estudio preliminar a sus discursos polticos no puede entonces eludir abordar la referencia a ese modelo. Sin embar-go, un anlisis cabal del tema deman-dara un examen comparativo de los procesos revolucionarios que tuvie-ron lugar, con un intervalo de veinte aos, en Francia y en el Ro de la Plata a fines del siglo XVIII y principios del XIX, respectivamente. No es nuestra intencin realizar aqu ese estudio, sino mostrar los diversos usos que la historiografa realiz del modelo y cmo, desde diferentes perspectivas,

    las investigaciones recientes modi-ficaron las formas tradicionales de aproximarse al tema. As, revisaremos las antiguas y nuevas contribuciones sobre la relacin entre la filiacin ideolgica del pensamiento emanci-pador y el carcter de la revolucin de Mayo, para luego abocarnos al anlisis de la concepcin de la revolucin en Moreno, Castelli y Monteagudo1, des-plazando el inters desde las influen-cias doctrinales hacia los discursos y sus vocabularios polticos.

    Breve revisin historiogrficaLa historiografa de la Revolucin de Mayo nos leg un extenso debate en torno a las influencias de los filsofos de la Ilustracin en el pensamiento emancipador, y en relacin a las con-

    * El texto proviene del libro Historia y lenguaje, los discursos de la Revolucin de Mayo, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1992. Usamos la segunda edicin (Buenos Aires, Editores de Amrica Latina. 2000)

    1 Muchos de los temas que abordaremos en este estudio fueron ya tratados por la autora en diferentes trabajos, cuyas referen-cias bibliogrflcas se indicarn en notas.

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    na cepciones y practicas polticas de los

    revolucionarios de Mayo. El modelo de la Revolucin Francesa predomi-n en la interpretacin de la poltica revolucionaria de la Primera Junta.

    El primero en hacer mencin al jaco-binismo como modelo fue el propio hermano de Moreno. Manuel More-no, en la biografa que consagra al secretarlo de la Junta, reflexiona de la siguiente manera: Despus de la Revolucin de Francia ha sido muy frecuente atacar las empresas de li-bertad, denigrndolas con el odioso carcter del jacobinismo, que tan jus-tamente ha escarmentado al mundo, y el descrdito que estas mximas han merecido, ha continuado en ser empleado como arma poderosa con-tra el uso de los derechos sagrados del pueblo... El doctor Moreno profesaba principios slidos de poltica y estaba versado en la historia de las naciones, para no haber cado en errores, que la experiencia hace en el da inexcu-sables. Con todo esto, los discursos con que se diriga en la Gaceta a sus conciudadanos, no han dejado de ser mirados por el inters y la prevencin como esfuerzos del jacobinismo....2. Manuel Moreno enfatiza as el carc-ter ante todo poltico que la etiqueta de jacobino tuvo en la Revolucin de Mayo: sta se habra constituido en el ms audaz instrumento ideolgico de lucha poltica contra el secretario de la Junta. En efecto, segn se ver, el mote denigratorio fue utilizado no slo por los espaoles contrarrevo-lucionarios sino igualmente por los criollos moderados.

    Por otra parte, la publicacin del Plan de operaciones, atribuido a Moreno y conservado en secreto durante su go-bierno3, constituy el punto de partida de un extenso debate sobre las con-cepciones y formas de lucha revolu-cionaria en el Ro de la Plata. La serie de medidas polticas y de terror pro-puestas en ese misterioso plan, con el fin de conquistar la independencia por medio de una transformacion radical del orden social tradicional, fue consi-derada la prueba ms contundente de la adopcin por parte de los morenis-tas del modelo jacobino. La historio-grafa liberal coincidi en general en establecer una filiacin directa tan-to del pensamiento de la llustracin como del programa poltico francs de 1789 con la Revolucin de Mayo.

    Paul Groussac fue uno de los prime-ros en enfrentarse a esta tradicin cuando sostuvo que la formacin fllosfica y poltica de los revolucio-narios era muy dbil, y ms aun, que desconocan el proceso poltico fran-cs4. Sin embargo, Groussac no pare-ce haberse basado en investigaciones de archivo para sustentar su nueva tesis, llegando a dudar en la clasifica-cin del Plan: en un primer momento lo considera apcrifo, luego lo atribu-ye a la mano de un partidario terri-ble y exaltado de Moreno5.

    La identificacin entre Moreno y Robespierre fue plenamente estable-cida, con sentido positivo, por Jos Ingenieros en su obra La evolucin. de las ideas argentinas6. Para Inge-nieros la acusacin de jacobino rea-

    2 Manuel Moreno. Vida y memorias del Doctor Don Mariano Moreno, en Biblioteca de Mayo, t.ll. Buenos Aires. Senado de la Nacin. 1960, pp. 1253-1254.

    3 Escritos de Mariano Moreno, compilacion y prlogo a cargo de Norberto Piero. Buenos Aires, Biblioteca EI Ateneo, 1896.

    4 Paul Groussac. Escritos de Mariano Moreno, en La Biblioteca, Ao 1. t I, Buenos Aires. 1896, p. 138.

    5 Paul Groussac. Escritos dc Mariano Moreno; (Segundo artculo), en La Biblioteca, t.VII, 1898., p. 138.

    6 Jose lngenieros. La evolucin de las ideas argentinas, I, Buenos Aires, Editorial Futuro, reed. 1961, (1ra. Edicin, 1918).

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    lizada contra el secretarlo de la Jun-ta constituye su ms legtimo ttulo de gloria desde el punto de vista de la Revolucin7. Pero los revisionis-tas de comienzos de nuestro siglo no tardaron en oponerse a esta visin de la Revolucin de Mayo, al soste-ner la tesis del complot. As, lbargu-ren calific a Moreno y a sus adeptos como hombres del terror que por medio de las doctrinas anrquicas y antisociales quisieron desatar una guerra interminable en contra de los espaoles8.

    A uno de los fundadores de la Nueva Escuela Histrica debemos el primer estudio erudito de Mariano Moreno y la Revolucin de Mayo. Ricardo Levene se propuso en su obra9 una revalorizacin de las fuentes hisp-nicas para el anlisis de los orgenes intelectuales de la Revolucin de Mayo. Ello le permiti reconstruir gran parte de las lecturas de origen espaol e indiano de Moreno cuan-do era estudiante en la Universidad de Chuquisaca, para conclulr con la negacin de toda influencia francesa sobre el pensamiento revolucionario, y la recusacin, a travs de numero-sas pruebas, de la autenticidad del Plan de Operaciones10. Cabe men-cionar aqu tambin los trabajos de historiadores como Sergio Bag o Rodolfo Puigrs, que concibieron a la Revolucin de Mayo como una espe-cie de traduccin, aunque trunca, de

    las revoluclones burguesas europeas. Moreno se constituy dentro de esta visin del proceso revolucionario, en el portavoz de la revolucin demo-crtica burguesa11.

    Esta ltima tesis de una indepen-dencia concebida como fruto de un proceso de maduracin interna, apo-yada en la existencia de un grupo social con conciencia de clase, que requera de la independencia para su desarrollo y que, en consecuen-cia, elabor un programa revolucio-nario, fue reemplazada -a partir de los aportes de la historiografa de los ltimos tiempos, en particular de los trabajos de Tulio Halpern Donghi12- por la idea ms plausible de un pro-ceso independentista como efecto de la crisis de las monarquas ibricas. Las tendencias de los criollos hacia una mayor participacin poltica no habran sido suficienles para produ-cir el despertar revolucionario: por ello fue necesarlo que al colapso es-paol se uniera la presin britnica para crear en los criollos la convic-cin de que un gobierno propio era posible. Esta nueva visin del origen de la revolucin implic asimismo la reformulacin de la idea segun la cual la llustracin rioplatense prepa-r intelectualmente al movimiento de independencia.

    En efecto, recientes estudios reali-zados por Jos Carlos Chiaramon-te sobre la actividad intelectual de

    7 Ibd.. p. 102.

    8 Carlos lbarguren. El terrorismo de Moreno: captulo de un trabajo histrico. en Boletn de la Junta de la Historia y Numis-mtica Americana, 1924, t. 1. pp. 177-186.

    9 Ricardo Levene. Ensayo histrico sobre la Revolucin de Mayo y Mariano Moreno, Buenos Aires, 1920-1921.

    10 Ricardo Levene. El Plan atribuido a Moreno y la Instruccin a Chiclana. Publicacin del Instituto de Investigaciones His-tricas de la Facultad de Filosofa y Letras. UBA, Buenos Aires. 1921.

    11 Sergio Bag. Mariano Moreno. Pasin y vida del hombre de Mayo. Buenos Aires, Editorial Claridad. 1939: y Rodolfo Puigrs. Mariano Moreno y la revolucin democrtica argentina, Buenos Aires. Editorial Problemas. 1941.

    12 Una presentacin del problema en Tulio Halpern Donghi, Historia contempornea de Amrica Latina, Madrid, Alianza Editorial. 1969. pp. 74 y ss.: Id.. Reforma y disolucin de los Imperios Ibricos 1750-1850, en Hstoria de Amrica Latina, vol. 3. Madrid. Alianza Editorial. 1985, pp. 75-102.

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    na fines del siglo XVIII en el Ro de la

    Plata pusieron de relieve -frente a los trabajos que concedan casi una exclusiva atencin al examen de las influencias de la llustracin europea en el rastreo de las fuentes ideol-gicas de la independencia- la impor-tancia de las modificaciones internas en los cauces tradicionales del mun-do cultural hispano13. Chiaramonte considera as que una revisin de los orgenes y conformacin de la cultura ilustrada rioplatense no puede menos que reconocer como un tema central la relacin cultura eclesistica-cul-tura ilustrada. Esta relacin que se expres en lo que ha sido designado con el concepto contradictorio de llustracin catlica -por cuanto fusiona en una misma categora las concepciones del mundo implcitas en el catolicismo y en el Siglo de las Luces- define al conjunto de los escri-tos correspondientes al periodo de la llustracin rioplatense e indica la ne-cesidad de recortar y distinguir mejor los intentos de renovar la Escolstica mediante ciertas limitadas apertu-ras al pensamiento moderno a fines del periodo colonial. Dentro de estas nuevas perspectivas se debilitara el inters por el estudio de las fuentes ideolgicas que habran preparado el movimlento emancipador: el pen-samiento ilustrado del ltimo cuarto del siglo XVIII en el Ro de la Plata no llev necesariamente a la formacin de una conciencia revolucionaria.

    Pero sta no fue una caracterstica slo hispanoamericana. En Europa los absolutismos ilustrados, con el

    reforzamienio de la alianza entre los soberanos y sus noblezas, se afirma-ron por anticipado como negacin misma de la revolucin. En la mis-ma Francia el ideal revolucionario es preparado por el clima que el llumi-nismo contribuye a crear, pero no se identifica totalmente con el ideario de este movimiento: el pensamien-to tipcamente iluminista no dejo de tener sus esperanzas puestas en la obra reformadora dc los dspotas ilustrados.

    Otras investigaciones nos advier-ten sobre los riesgos de caer en el error metodolgico de identificar las prcticas polticas por el signo ideo-lgico que se les atribuy. As, en nuestro estudio del discurso polti-co de Mariano Moreno sealbamos lo siguiente: Nuestro objeto no po-da ser la bsqueda del jacobinismo en Moreno puesto que asimilar las prcticas morenistas a las jacobinas a priori, no nos revelara toda la ori-ginalidad de sus concepciones polti-cas. Era necesarlo invertir el planteo, es decir partir de Moreno y estudiar sus concepciones poltico-sociales a travs de sus propios discursos y en su propio vocabulario poltico. Sola-mente al trmino de esa lectura se impona una reflexin sobre la rela-cin Moreno-jacobinismo, a partir de las representaciones que de este l-timo tuvieron los revolucionarios de la poca14.

    Por su parte, Pilar Gonzlez, en un anlisis de la sociabilidad poltica rioplatense entre 1810 y 181515, se pregunta sobre el carcter de la Re-

    13 La Ilustracin en el Ro de la Plata, cultura eclesistica y cultura laica durante el virreinato. Compilacin, prlogo y notas a cargo de Jos Carlos Chiaramonte. Buenos Alres, Puntosur, 1989.

    14 Noem Goldman, El discurso como oficio de la Historia, ob. cit.. p. 101.

    15 Pilar Gonzlez Bernaldo, La Revolucin Francesa y la emergencia de nuevas prcticas de la poltica: la irrupcin de la socia-bilidad poltica en el Ro de la Plata revolucionario 1810-1815. En Boletn del lnstituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, N 3, Tercera Serie. 1er. semestre de 1991, pp. 7-27.

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    volucin de Independencia. Las con-clusiones a las cuales arriba mues-tran nuevamente ms las distancias que las semejanzas con el caso fran-cs: mientras la sociabilidad revolu-clonaria francesa sirve como espacio de reivindicaciones sociales y como estructura para una representacin nacional y democrtica, la sociabi-lidad rioplatense -que se desarroll en escasos clubes y sociedades pa-triticas- por su carcter municipal y su concepclon elitista de la sobe-rana popular, condujo al fracaso de la primera tentativa de instauracin democrtica en el Ro de la Plata.

    Cabe pues considerar a la etiqueta de jacobino colocada a las figuras de Mariano Moreno, Juan Jos Cas-telll y Bernardo Monteagudo como simple arma denigratoria en manos de los espaoles y de los criollos mo-derados? Un recorrido por la manera cmo el proceso revolucionario fran-cs fue descubierto y conocido en el Ro de la Plata antes y despus de la Revolucin de Mayo nos ayudar a encontrar algunas respuestas.

    El impacto de la Revolucin Francesa en el Ro de La PlataRicardo Calllet Bois, en su Ensayo so-bre el Ro de la Plata y la Revolucin Francesa (1929)16, ofreci una idea bastante aproximada acerca de dicho impacto. Con este ensayo el autor se propuso, gracias a la consulta de una vasta documentacin, reconstruir la imagen que de la Revolucin France-

    sa tuvieron los habitantes de la Colo-nia. La primera cuestin que abord, luego de la lectura de numerosos in-ventarios de bibliotecas rioplatenses y de la correspondencia entre criollos y extranjeros, se relaciona con el co-nocimiento que de los filsofos fran-ceses se tena en el Ro de la Plata. De sus lecturas surge que la filosofa francesa del siglo XVIII era conocida por la lite llustrada de la sociedad colonial as como los principales sucesos polticos dc la Revolucin Francesa. Una variada documenta-cin da testimonio de la inquietante recepcin de esa revolucin entre las lites espaolas: los decretos reales y rdenes que a partir de septiembre de 1789 prohibieron la entrada en Amrica de lminas, estampas, im-presos y manuscritos de origen fran-cs; los procesos contra residentes franceses acusados de conspiracin contra las autoridades espaolas, y la profusa correspondencia entre criollos y europeos con relatos sobre los diferentes acontecimientos revo-lucionarios17. Esta correspondencia revela en particular que los criollos ilustrados de la Colonia seguan con inters los sucesos franceses, convir-tindose inclusive muchos de ellos en fervientes admiradores. La noticia de la muerte del rey Luis XVI produjo, sin embargo, un vuelco en los esp-ritus: los franceses empezaron a ser vistos con temor y repulsin18. A esta noticia se agreg aqulla que relataba la persecucin de los curas catlicos que no haban jurado la constitucin.

    16 Ricardo Caillet-Bois, Ensayo sobre el Ro de la Plata y la Revolucin Francesa, Facultad de Filosofa y Letras, Publicaciones del Instituto de Investigaciones Histricas. Nmero XLIX. Buenos Aires, Imprenta de la Universidad. 1929.

    17 En el lnstituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani de la Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires, se conserva una de estas cartas con un relato sobre la toma de la Bastilla. Vase en Documentos originales: Documento suelto sobre la Revolucin Francesa.

    18 Ricardo Caillet Bois, ob. cit.. p. 40.

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    na Pero -sostena Caillet Bois- el con-

    junto de estas noticias no impidi que continuaran persistiendo en el Virreinato algunos entusiastas par-tidarios de la Revolucin Francesa. As lo prueban las declaraclones tomadas a los acusados por una su-puesta conspiracin de franceses y negros en 1795. Los inculpados, comerciantes extranjeros y esclavos negros, hicieron referencia a cier-tas conversaciones que habran es-cuchado entre simpatizantes de la revolucin. En una de ellas, y con motivo de la muerte del rey, los sim-patizantes haban incluso aprobado fervorosamente su ejecucin en ma-nos de los revolucionarios france-ses19. En otra de las conversaclones -sostuvo- los simpatizantes se habran referido a Robespierre en trminos encomiosos, as por ejemplo, uno de ellos habra afirmado: Robespierre habra sido capaz de hacerse due-o del Orbe, por su aulidad. Otro simpatizante, constituyndose en su defensor, afirm: las buenas partes y cualidades que concurran en Ro-bespierre de quien acaba de tenerse noticia havrsele dado muerte bio-lenta20.

    De estas declaraciones se despren-da que no slo la lite colonial tena cierto conocimiento de los sucesos franceses, sino igualmente el peque-o mundo de pulperos, panaderos y dueos de tiendas rioplatense: aun-que, y segn parece, slo los grandes momentos de la Revolucin habran retenido la atencin de los poblado-

    res. Con la cada de Robespierre se expandieron las versiones termido-rianas sobre la Revolucin que la convirtieron en el smbolo de un r-gimen de terror y de sangre. A partir de ese momento, los rioplatenses se volvieron ms bien hostiles a los su-cesos franceses. No obstante, seala Caillet Bois, un crculo afrancesa-do continu durante la Revolucin de Mayo defendiendo las enseanzas de 1789.

    Del proceso seguido a los inculpados en la conspiracin de 1795 se des-prende asimismo la difusin de ga-cetas con novedades sobre la Revo-lucin Francesa entre las clases ms pobres de Montevideo y Buenos Alres. Pero, y a pesar de las acusaciones del fiscal, muy poco es lo que pudo sa-carse en claro en este juicio ms alla de la existencia de ciertos pasquines y de la intencin de los cabecillas de librar a los esclavos negros. De todas maneras, es interesante notar cmo en uno de los panfletos que circula-ron en la poca se interpela a la re-volucin como un acontecimiento de alcance universal: Martn de Alzaga dentro de un ao irs a la guillotina... tus bienes sern para la Convencin americana... viva, viva, la libertad, la libertad, la libertad. Doscientos mil fusiles vendrn y dos mil oficiales franceses. A Zavaleta que sus bienes y su mujer tambin morir e hijos con toda su casta21.

    Es conocido que a partir de la Revo-lucin de Mayo predominaron en el Ro de la Plata las corrientes deriva-

    19 Ibd.. p. 53, nota 5. El acusado Manuel G. de Cevallos afirm haber escuchado a Ignacio Ramos cuando profera lo siguiente: Me alegro y es muy bien hecho, asi havan de hazer con todos los reyes y no nos estaran robando y tendran como tienen sacrificados a los pobres. Saben Umds. por que ha hecho esso por quitar fralles y monjas, que no sirven de provechgo y slo si para comer, y que de nada servan las misas y los resos a los muertos.

    20 Ibd. p. 54.

    21 Ezequiel Ortega. El complot colonial, Buenos Aires, Editorial Ayacucho, 1947. p. 65. Una versin de este pasqun se hizo c-lebre por sus errores ortogrficos Biba, biba, la livertad. Vase asimismo Boleslao Lewin, La conspiracin de los franceses en Buenos Aires (1795), en Anuario del Instituto de Investigaciones Histricas de Rosario, t. 4, 1960, pp.9-57.

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    das de la llustracin racionalista. Al respecto es interesante mencionar la observacin realizada por Guillermo Furlong al borrador de la segunda au-tobiografa del Den Funes. Furlong, que en toda su obra se esforz por demostrar la ausencia de influencia francesa sobre el pensamiento de la emancipacin, se vio obllgado a acep-tar, aunque, segun manifiesta, en desdoro del Den Funes, que ste tach en su segunda autobiografa de 1826 los nombres de Aristteles y Platn, para reemplazarlos por los de Pufendorf, Condillac, Rousseau y Ma-bly como los autores que nutrieron su espritu. Tal actitud respondi al afn del Den de ponerse a tono con los admiradores de la Revolucin Fran-cesa que surgieron, segn Furlong, entre 1813 y 182022. Lo cierto es que parte importante de los hombres pblicos del periodo, formados en la admiracin del clasicismo, no vieron en la independencia un simple cam-bio de gobierno, sino la posibilidad de realizar el pensamiento filosfico en versin republicana. Sin embar-go, las ideas ilustradas aparecieron entremezcladas con otras derivadas del iusnaturalismo germnico y de la tradicin hispnica. De modo que, en lugar de un conjunto de ideas claras y distintas que habra orientado a las nuevas lites polticas, nos encontra-mos, ms bien, frente a diferentes tradiciones, lenguajes ilustrados y formas de vocabulario poltico.

    Por otra parte, al emprender la tarea emancipadora los criollos tuvieron a su alcance no slo las ideas ilustradas

    sino igualmente ejemplos histricos, como fueron las revoluciones norte-americana y francesa. As, muchos de los elementos doctrinarios adqui-ridos por los revolucionarlos haban dejado de ser ideas abstractas para conventirse en realizaciones hist-ricas. Se puede observar una cierta presencia simblica de la Revolucin Francesa durante la Revolucin de Mayo, en particular en los emblemas patrios (los laureles, el sol y las ma-nos tomadas en los escudos patrios) y en las asambleas y reuniones pa-triticas (la voz de ciudadano y el gorro frigio). Pero donde la referencia a la Revolucin Francesa es ms fre-cuente, es cuando se la utiliza como arma poltica para desprestigiar al adversario.

    En efecto, la imputacin de jacobi-no en el Ro de la Plata constituy ante todo una etiqueta denigratoria. Hacindose eco de la muy difundida versin termidoriana sobre la Revo-lucin Francesa, conforme a la cual el periodo de la dictadura jacobina constituy una funesta desviacin de los principios de 1789, los criollos moderados vieron en las prcticas ra-dicales de Moreno y sus partidarios un anuncio de un rgimen de terror y de sangre para el Ro de la Plata. La apelacin a un modelo temido tuvo en consecuencia una clara funcin poltica: difamar a los opositores23. Pero asimismo -como tendremos ocasin de observar ms adelante, en el campo imaginario de las represen-taciones polticas de la poca, la re-ferencia al jacobinismo surgi como

    22 Guillermo S. J. Furlong. Francisco Surez fue el filsofo de la Revolucin Argentina de 1810, en Presencia y sugestin del filsofo Francisco Surez. Su influencia en la Revolucin de Mayo, Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft, p. 95. Vase igual-mente Arturo A. Roig, La llustracin y la primera independencia, en Cuadernos Americanos, num. 4, julio-agosto de 1985.

    23 Con la cada del gobierno revolucionario, el 9 de termidor de 1794, se crea una tradicin antijacobina destinada a justificar la toma del poder por la burguesa conservadora. Nace as la Ieyenda negra sobre Robespierre y sobre su gobierno, conside-rado en adelante una sangrienta tirana. Vase Francoise Brunel, Sur lhistoriographie de la reaction thermidorienne, en Anales Historiques de la Revolution Francaise num 3, julio-septiembre 1979, pp. 455-474, y Alice Gerard, La Revolution Francaise, mythes et interpretations, 1789 1790, Paris, Flamarion, 1970.

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    na la cristalizacin conceptual de un

    enfrentamiento local: el que opuso en 1810 al moderado presidente de la Junta, Cornelio Saavedra, con el secretarlo de la misma y sus partida-rios. Moreno fue acusado de jacobino por su temperamento poltico enr-gico, su ferviente prdica igualitaria, el firme control que mantiene sobre lodas las acciones de la Primera Jun-ta y las medidas de terror en contra de los enemigos del rgimen; Caste-lli fue considerado jacobino por sus medidas encaminadas a la supresin de las castas altoperuanas; y a Mon-teagudo se le imputa la condicin de jacobino por promover la creacin de sociedades patriticas y por su fir-me voluntad independentista. Pero mientras Moreno manifest una sin-cera adhesin al conjunto de la Revo-lucin Francesa, Monteagudo esboz una crtica al periodo de la dictadura jacobina.

    De manera que si bien es indudable que trminos esenciales del nue-vo vocabulario revolucionario rio-platense, como libertad, igualdad, fraternidad, soberana popular, de-rechos naturales, pudieron haber remitido al discurso poltico jaco-bino, no representaron sin embargo las mismas realidades. En cambio, en sus discursos polticos los revo-lucionarios del Ro de la Plata s se refirieron a las posibles consecuen-cias que la aplicacin plena de estas nuevas nociones podan tener en el contexto rioplatense en relacin a la movilizacin popular. Razn por la cual se debatieron entre las pro-clamaciones sinceras de los prin-ciplos democrticos y las prcticas cautelosas, en unos, o abiertamente moderadas, en otros.

    Por otra parte, ninguno de los more-nistas manifest una explcita adhe-sin al jacobinismo como arquetipo de poder revolucionario. Esto no debe extraarnos, dado que no deben olvidarse aqu los veinte aos que se-paran a los dos procesos revolucio-narios: Bonaparte fue visto por sus contemporneos rioplatenses como el producto final de la desviacin del proceso revolucionario, que se inici con la declaracin de los derechos del hombre de 1789, y culmin en la instalacin de un poder personal de carcter imperial24.

    De todo lo expuesto hasta ahora se deriva que en lugar de preguntarnos nuevamente en esta presentacin de los escritos de Moreno, Castelli y Monteagudo, por la validez del mo-delo jacobino en el Ro de la Plata, elegimos analizar la concepcin de la Revolucin en cada uno de ellos, a partir de ciertas nociones y enun-ciados que organizan la trama de sus discursos polticos.

    Moreno y la concepcin dc la revolucinLa nocin de revolucin elaborada por Moreno encuentra una expresin coherente, aunque no exenta de con-tradicciones, en la serie de artculos publicados en los nmeros de la Ga-ceta correspondientes a los meses de noviembre y diciembre de 1810. Una lectura retrospectiva del conjunto de sus discursos polticos (artculos de la Gaceta e Instrucciones envadas a las provincias del interior), nos per-mite observar que esa nocin es al mismo tiempo resultado de una se-rie de deslizamientos de sentido en clertos enunciados, y de la aparicin

    24 Cf. Apndice documental, B. Monteagudo doc. 23.

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    de otros como efecto de coyunturas determinadas. Cada etapa de ese tra-yecto se define por el surgimiento de un nuevo enemigo: pueblo/auto-ridades coloniales, pueblo/espaoles europeos, pueblo/rey, pueblo/criollos moderados25.

    La lectura de los artculos de Moreno en la Gaceta, donde se esfuerza por desenmascarar la conspiraclon de las autorldades coloniales expresada en sus proclamas, nos revela asimis-mo que detrs de la adhesin en-cubierta a la frmula real, hay una crtica al conjunto del fenmeno co-lonial en Amrica. En los primeros meses de gobierno revolucionario los ataques se dirigieron con priori-dad a los altos funcionarios espao-les: virrey, intendentes, oidores, fis-cales y diplomticos de la Corona. El nuevo poder invoc la defensa de los derechos del rey Fernando VII para legitimar la instalacin de la Prime-ra Junta. De esta manera, al elegir el apoyo de la legitimidad monrquica, que en principio no cuestionaba el lazo colonial que una a los pueblos americanos con su metrpoli, los re-volucionarios slo reconocan como enemigos a las autoridades que se oponan de forma violenta o conspi-rativa a sus proyectos.

    Pero el marqus de Casa Irujo, minis-tro plenipotenciario de la Junta Cen-tral espaola en la Corte de Brasil, public una declaracin en la cual cuestionaba la legalidad de la insta-lacin de la Primera Junta y exiga la restitucin del poder al virrey Cisne-ros, con amenazas de convocar a los espaoles a derrocar al nuevo poder. Moreno le replic con una defensa de

    los derechos de los pueblos frente, no slo a algunos jefes y mandones que se oponan a ellos, sino igualmen-te contra un sistema fundado sobre el engao. La palabra mandones, empleada a menudo por el secreta-rio y de uso frecuente en el discurso patriota, ms que designar a algunas autoridades espaolas, simbolizaba la imagen que de stas tenan los ha-bitantes del Ro de la Plata.

    Moreno distingui as el inters eco-nmico de la metrpoli, ...el esp-ritu mercantil de Cdiz fecundo en arbitrios para perpetuar en las Am-ricas la triste condicin de una fac-tora...26, de los hombres que en las colonias conservaban el poder polti-co como garantes de esa realidad eco-nmica. A tal fin dibuja el cuadro de la situacin jurdico-social del espa-ol europeo en Amrica: El espaol europeo que pisaba en ellas (estas tie-rras) era noble desde su ingreso, rico a los pocos aos de residencia, dueo de los empleos y con todo el ascen-diente que da sobre los que obedecen, la prepotencia de hombres que man-dan lejos de sus hogares... y aunque se reconocen sin patria, sin apoyo, sin parientes y enteramente sujetos al arbitrio de los que se complacen de ser sus hermanos, les gritan todava con desprecio: americanos, alejaos de nosotros, resistimos vuestra igualdad, nos degradaramos con ella, pues la naturaleza os ha criado para vegetar en la obscuridad y abatimiento27.

    Nos encontramos, sin embargo, en los primeros meses de gobierno de la Primera Junta y la esperanza de cap-tar a los peninsulares no desafectos al nuevo sistema era an viva. Esta

    25 Este trayecto temtico fue analizado en detalle en Noem Goldman, ob.cit.

    26 Gaceta de Buenos Aires. 25 de septiembre de 1810. Vase Apndice Documental. M. Moreno, doc. 2.

    27 Ibd.

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    na situacin no tard en revertirse. Mo-

    reno anunciaba ya en el texto citado precedentemente un argumento que encontr, un mes ms tarde, un nue-vo sentido, en consonancia con la creciente oposicin espaola al nue-vo gobierno: Es muy notable que en todos los pueblos de esta Amrica, que han tratado de hacer uso de sus legtimos derechos se ha desplegado una tenaz y torpe oposicin en la ma-yor parte de los espaoles europeos... y sin fijar su atencin en las resultas, se declaran enemigos del pas y de sus habitantes. Que los mandones se condujesen de este modo no sera tan extrao. Lo singular es que el comer-ciante, el artesano, el hacendado, el jornalero desplieguen un odio impla-cable contra la causa de la Patria... entren a fomentar un partido insoste-nible y en que necesariamente deben salir descalabrados28. Ser patriota cobra aqu un nuevo sentido, en ade-lante significar ser antiespaol.

    El bloqueo del puerto de Buenos Alres por los marinos espaoles de Montevideo el 24 de agosto, los ata-ques armados del gobierno del Para-guay y la crecienle oposicin mani-festada por los espaoles europeos en todas las provincias del interior, condujeron a la Junta a tomar nue-vas medidas de defensa, como con-secuencia de las cuales el 17 de oc-tubre fueron destituidos todos los miembros del Cabildo de Buenos Aires. Por otra parte, Moreno envi circulares a las provincias ordenan-do que se intensifiquen las medidas punitivas contra los enemigos inte-riores. Pero la manera como el secre-

    tario se esforzaba desde sus primeros discursos en mostrar las bases del poder de los espaoles europeos y el sistema que los sostena, no surge so-lamente de la necesidad de informar sobre los fundamentos que guiaban la accin de la Junta, sino que forma parte de su propia concepcin de la revolucin, donde la educacin pol-tica y la llustracin de los pueblos en sus recobrados derechos constituye una de las piezas fundamentales. As dir: Es sensible, que la conducta de nuestros enemigos nos obligue a em-plear en impugnaciones de insultos personales el tiempo, que poda em-plearse tilmente en la instruccin dc los pueblos: pero el honor de es-tos exige, que no se autoricen con el silencio unas injurias, cuya sola ma-nifestacin armar la opinin de los hombres de bien contra los detracto-res que las produjesen29. A travs de qu canales deban difundirse las nuevas ideas y cules deban ser sus alcances?

    Estos interrogantes nos conducen de las reflexiones polticas al contenido concreto de las directivas remitidas por Moreno. Sabemos que las ideas revolucionarias que se intentaba pro-pagar entre los sectores populares se vincularon con una funcin de apo-yo guiado, nunca espontneo, asig-nada a estos sectores30. Igualmente sabemos que el nuevo poder utiliz algunos medios de difusin tradicio-nales, como la Iglesia, para hacer conocer las nuevas ideas31. El peso de las instituciones tradicionales se manifest asimismo en la decisin por parte de Moreno de suprimir, de

    28 Gaceta de Buenos Aires (reproduccin facsimilar), 15 de octubre de 1810. p. 489.

    29 Gaceta de Buenos Aires. 25 de septiembre de 1810. Vase Apndice Documental. M. Moreno, doc. 2.

    30 Vase, Tulio Halpern Donghi, Revolucin y guerra, Buenos Aires. SigIo XXI. 1971. p. 186.

    31 Cf. Apndice Documental, M. Moreno, doc. 8.

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    la publicacin del Contrato Social de Jean Jacques Rousseau, el captulo y los principales pasajes que trataban sobre materias religiosas. Sin embar-go, por decisin de Moreno, quien redact el prlogo, se imprimieron doscientos ejemplares del Contrato para su utilizacin como libro de tex-to en las escuelas primarias, con el fin de instruir sobre los inalienables derechos del hombre. Del conoci-miento de este nuevo lenguaje, que anunciaba la ruina del despotismo, se iban a beneficiar por igual todas las clases, todas las edades y to-das las condiciones. La insistencia por parte de Moreno en hacer cono-cer a los pueblos sus derechos para conquistar su libertad, se revela as como uno de los rasgos centrales de su discurso.

    Es en una lectura de las Instrucciones enviadas por Moreno a los gobernado-res y representantes de la Junta en el interlor donde se perciben los linea-mientos fundamentales de su prc-tica poltica. Toda su gestin repos sobre las exigencias de la defensa re-volucionaria ligada a la necesidad de unin entre las provincias del Virrei-nato. Esta cuestin es esencial si de-seamos encontrar el sentido integral de esas directivas. Ellas plantearon tres tipos de problemas: 1) el control poltico de las provincias del Ro de la Plata ligado a la mejora de la con-dicin econmica de sus habitantes: 2) la incorporacin de las provincias a la nueva causa y la constitucin de un nuevo ejrcito patriota: y 3) una poltica de terror para vencer al ene-migo. De modo que la idea de una so-lidaridad econmica acompaada del ejercicio de los derechos polticos, como base de una solidaridad moral

    entre los nativos de las provincias y la Junta de Buenos Alres, se encuentran en el centro de las Instrucciones.

    Pero es en la Gaceta de los meses de noviembre y diciembre de 1810 don-de Moreno se esforz por sistemati-zar y dar coherencia a su concep-cin de la revolucin. Recordemos que el acta capitular del 25 de mayo, donde se anunciaba la creacin de la Junta de Buenos Aires, dispona asimismo el envo de circulares a las provincias del interior, invitndolas a elegir diputados para un congreso general que deba decidir sobre la futura forma de gobierno a adoptar en las provincias del Virreinato32. Sin embargo, la circular enviada a las provincias el 27 de mayo com-prenda una medida suplementaria, por la cual se dispona que, a medi-da que fuesen arribando a la capital, los diputados provinciales se iran incorporando a la Junta. La nueva situacin creada por la incorpora-cin de los diputados provinciales ms adictos a Saavedra que a Mo-reno produjo, el 18 de diciembre, el aplazamiento de la reunin del con-greso y el alejamiento definitivo de Moreno. Pero antes de esa fecha, el avance victorioso de las tropas en el Alto Per y la vasta adhesin de las provincias a la nueva causa, hicieron prever a Moreno la pronta reunin del congreso. De modo que en los ar-tculos de la Gaceta de esos meses el secretario consider llegado el mo-mento de consolidar las conquistas revolucionarias: mientras la Junta -el poder ejecutivo provisorio- segua atacando a los enemigos exteriores e interiores, el congreso -el poder le-gislativo- deba dar a los pueblos una nueva constitucin.

    32 Registro Oficial de la Repblica Argentina, Ao 1810. Acta del da 25 de Mayo, p. 22.

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    na Estos artculos sobre los objetivos del

    congreso a reunirse son introducidos por Moreno bajo la forma de pregun-tas. En cada una de ellas procur de-mostrar que en realidad se trataba de falsos interrogantes. Moreno se pregunt: La reunin de un con-greso de las provincias del Virreinato del Ro de la Plata es legtima?, por qu medios conseguir el congreso la felicidad que nos hemos propues-to en su convocacln?, podr una parte de la Amrica por medio de sus legtimos representantes establecer el sistema legal de que carece y que necesita con tanta urgencia: o deber esperar una nueva asamblea, en que toda Amrica se d leyes a s misma o convenga en aquella divisin de territorio, que la naturaleza misma le ha preparado?, y comprometer esta obra los derechos de nuestro va-sallaje o la circunstancia de hallarse el Rey cautivo armar a los pueblos de un poder legtimo, para suplir una constitucin, que l mismo no podra negarles?33.

    En el desarrollo de su argumentacin, desde las pginas del primer peridi-co poltico de Buenos Alres, Moreno fue adaptando los singulares princi-pios del Contrato Social de Rousseau a la novedosa realidad creada en el Ro de la Plata en 1810. Moreno es-boz as una teora de la soberana para justificar el nuevo poder de los criollos:

    Los vnculos, que unen el pueblo al rey, son distintos de los que unen a los hombres entre s mismos: un pueblo es un pueblo antes de darse a un Rey, y de aqu es que aunque las

    relaciones sociales entre los pueblos y el rey quedasen disueltas o suspen-sas por el cautiverio del Monarca, los vnculos que unen a un hombre con otro en sociedad quedaron sub-sistentes porque no dependen de los primeros y los pueblos no debieron tratar de formarse pueblos pues ya lo eran; sino elegir una cabeza que los rigiese o regirse a s mismos segn las diversas formas con que puede constituirse ntegramente el cuerpo moral34.

    As, al afirmar que un pueblo es un pueblo, Moreno dio existencia a la comunidad americana independien-temente de toda legitimidad exterior. Pero la afirmacin de la existencia de una nica soberana pronto se iba a confrontar con los que defendan la existencia de tantas soberanas como pueblos haba en el Virreinato. Es de-cir, parte de los nuevos lderes sostu-vieron junto a Moreno que una vez constituidos los cuerpos representa-tivos -asambleas o congresos consti-tuyentes-, la soberana dejaba de re-sidir en los pueblos para pasar a la nacin. Dentro del unitarismo por-teo, el centralismo se constituy as en la modalidad dominante durante la primera dcada revolucionaria, acentuada a su vez por las exigencias de la guerra, que atribuy a Buenos Aires un lugar preeminente derivado de su antigua posicin de capital vi-rreinal. El problema consisti en que esta tendencia no pudo conciliarse con la frmula empleada inicialmen-te por la Primera Junta para convo-car a las provincias y pueblos del Virreinato, y que admita de hecho

    33 Cf. Apndice documental. M. Moreno, Doc. 4.

    34 Ibd., el 13 de noviembre de 1810, En Apndice Documental, M. Moreno, doc. 12. p. 40; Jean Jacques Rousseau escribi a su vez: As antes de examinar el acto en virtud del cual un pueblo elige a un rey, convendr examinar el acto en virtud del cual un pueblo es un pueblo; porque como este acto es necesariamente anterior al otro es el fundamento verdadero de la sociedad, en Du Contrat social. Oeuvres completes t III. Pars 1964, pp. 359, (traduccion N.G)

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    que estos ltlmos haban reasumido parte de la soberana antes deposita-da en el monarca35.

    Por otra parte, otro aspecto sustan-cial de la traduccin en la prctica de la teora de la soberana popular ten-dra consecuencias revolucionarias para el Ro de la Plata, porque poda conducir a la independencia, segn lo advierte Moreno al decir: Es muy glorioso a los habitantes de la Amri-ca verse inscritos en el rango de las naciones, y que no se describan sus posesiones como factoras espao-las... pero quiz no se presenta situa-cin ms crtica para los pueblos, que el momento de su emancipacin36. Pero, observa tambin Moreno, el amor que el pueblo profesa al rey cautivo vuelca an la balanza a su fa-vor, aunque no fallen principlos su-blimes de la poltica para una abso-luta prescindencia del mismo37. Este reconocimiento del desfasaje entre un sentimiento colectivo, el amor al rey, y los principios de la poltica, es anulado sin embargo con la reintro-duccin de la figura del Contrato...

    El pacto colonial se verific como un falso contrato por haber sido el resul-tado de la fuerza y de la violencia im-puestas por la conquista espaola. Se pregunta as Moreno: pretendera el rey que continusemos en nuestra antigua constitucin? Le responde-ramos que no conocemos ninguna, y que leyes arbitrarias dictadas por la codicia para esclavos y colonos, no pueden reglar la suerte de unos

    hombres que desean ser libres y a los cuales ninguna potestad de la tierra puede privar de aquel derecho38.

    Pero el Cdigo de las leyes de Indias, cristalizacin del principio de funcio-namiento del sistema colonial espa-ol, es igualmente la condicin de su funcionamiento. La crtica del dere-cho colonial se acompaa asimismo de una condena a la codicia metro-politana y de una observacin emp-rica concerniente al sistema de pro-teccin y piedad hacia los indios. Proclamados en nombre de una pro-teccin y de una piedad abstractas, los derechos en favor de los indios no pasaron a los hechos, ...que con declararlos hombres, habran gozado ms extensamente39. El filoindige-nismo se integra aqu a una concep-cin de la revolucin como aconte-cimiento que viene a restituir en el plano histrico derechos de carcter universal.

    Al Cdigo de leyes de Indias, Moreno contrapuso la exigencia de un cdigo ideal basado en los principlos de la razn, que son la base eterna de todo derecho, y de que deben fluir las le-yes por s mismas40. Sigue as a los idelogos del derecho natural, segn los cuales el contenido del concepto del derecho no se funda en la esfera del mero poder y voluntad, sino en la razn. El derecho natural sostiene, frente a las tendencias que hacan derivar los derechos de una voluntad divina o humana, el principio funda-mental de que existe un derecho an-

    35 Cf.. Noem Goidman y Nora Souto. De los usos a los conceptos de nacion y la formacin del espacio pblico en el Ro de la Plata (1810 1827). Secuencia (Mxico), num. 37. pp. 35 56. 1977.

    36 Cf. Apndice documental. M. Moreno, doc. 3.

    37 Cf. Apndice documental, M. Moreno, doc. 6.

    38 Ibd.

    39 Cf. Apndice documental, M. Moreno, doc. 4.

    40 Ibd.

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    na terior a todo poder humano y divino,

    de validez universal.

    En el artculo del 15 de noviembre, Moreno introdujo un nuevo tema: La cuestin que voy a tratar es si el congreso compromete los derechos de nuestro vasallaje41. Una vez ms una pregunta en la que deben ser cri-ticados los presupuestos: el acto con-tractual al crear al pueblo emancipa-do excluye de la comunidad al rey de Espaa. Con al acto del 25 de mayo no hubo en realidad reversin de los derechos de la soberana al pueblo, sino que ... la fuerza y la violencia son la nica base de la conquista, que agreg estas regiones al trono espaol42. Dentro de esta lnea ar-gumentativa, nos encontramos fren-te a un rechazo no slo de un pacto colonial, sino de la monarqua como sistema de gobierno.

    As, Moreno considera al poder legis-lativo como la instancia dominante, un poder que debe hacer del pueblo emancipado el principio mismo de la constitucin. Los gobernantes son meros ejecutores y ministros de las leyes que la voluntad general ha es-tablecido43. Sin embargo, el concep-to de soberana que aqu se esboza no tom nicamente sus principios de la teora de Rousseau, se nutre asimismo de un ejemplo histrico: Cuando Luis XVI reuni en Versa-lles a la Asamblea nacional -escribe Moreno- no fue con el objeto de es-tablecer la slida felicidad del reino, sino para que la nacin buscase por s misma los remedios, que los minis-

    tros no podan encontrar para llenar el crecido dficit de aquel erario: sin embargo, apenas se vieron juntos los representantes, aunque perseguidos por los dspotas, que siempre es-cuchan con susto la voz de los pue-blos, dieron principio a sus augustas funciones con el juramento sagrado de no separarse jams, mientras las constitucin del reino, y la regenera-cin del orden pblico no quedasen completamente establecidas y afir-madas44.

    Al afirmar que fue en la Revolucin Francesa donde el principio de la so-berana popular tom su sentido para la historia europea y en cierta medi-da universal, Moreno parece aceptar-la sin reservas hasta el fin de la etapa revolucionaria. Es decir, hasta el gol-pe del 18 de Brumario y la toma del poder por Napolen: El da 20 de ju-nio de 1789 fue el ms glorioso para Francia, y habra sido el principio de la felcidad de toda Europa, si un hombre ambicioso agitado de tan ve-hementes pasiones, como dotado de talentos extraordinarios, no hubiese hecho servir al engrandecimlento de sus hermanos la sangre de un milln de hombres derramada por el bien de su patria45.

    La cuestin de si podr una parte de la Amrica por medio de sus repre-sentantes establecer la constitucin o si deber esperar la reunin de un congreso de toda Amrica, fue el lti-mo tema abordado por Moreno desde las pginas de la Gaceta del 6 de di-ciembre46. Este tema llevaba impl-

    41 Cf. Apndice documental, M. Moreno, doc. 6.

    42 Ibd.

    43 Cf. Apndice documental, M. Moreno, doc. 5.

    44 Ibd.

    45 Ibd.

    46 Cf. Apndice documental, M. Moreno, doc. 7.

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    cito otro ms importante, que se re-lacionaba con la extensin geogrfica del nuevo Estado a crear en la Am-rica espaola. De sus argumentacio-nes surge con claridad la voluntad de constituir una nueva nacin, pero dentro de qu limites geograficos? Consideraciones de orden poltico general lo condujeron a desestimar la unidad americana, aconsejando por el contrario a sus compatriotas la solucin ms viable de la reunin de un congreso en los lmites del Ro de la Plata. Esta reunin pondra -a su entender- un dique a la pretension de los mandones de reinstalar la domi-nacin colonial, con el pretexto de la necesidad de convocar a un congreso general para decidir la suerte de toda Amrica.

    La nueva concepcin de la revolu-cin, esbozada por Moreno en sus escritos, centrada en la reinstalacin de la razn, de la libertad y de la jus-ticia universales, fue representati-va del conjunto de los protagonistas criollos de 1810? Por cierto, la lista de agravios imputados por Moreno a la metrpoli fue compartida por to-dos aquellos que, debido a su pros-peridad, deseaban controlar los des-tinos del Virreinato ante la cada de la metrpoli. Asimismo, un deseo de ruptura y una conciencla cada vez ms aguda de la divergencia de destinos entre criollos y espaoles peninsulares se desarroll entre los que de una u otra forma comenzaron a participar del proceso revoluciona-rio47. Pero para Moreno, como para los que luego invocaron su memoria,

    separarse de Espaa o de su rey no bastaba, era necesario proclamar la repblica inspirada en principios li-berales igualitarios.

    A los que slo se conformaban con obtener los empleos de que antes estaban excluidos los criollos, a los que agradecidos de las tareas de la Junta no aspiraban a otra cosa y a los que, aun fijando sus miras en la justa emancipacin de Amrica, no advertan sobre los peligros que todo proceso revolucionario desen-cadenaba, a todos ellos, Moreno les dijo: El pas no sera menos infeliz, por ser sus hijos los que gobernasen mal48. Solamente una constitucin firme poda ser la garantia contra el despotismo de los gobernantes. Pero tampoco resultaba suficiente el esta-blecimiento de principios jurdicos, era igualmente necesario sostenerlos con energa. Su divisa se constitu-y as en aquella enunciada por un acrrimo republicano: malo peri-culosam libertatem quam sevitum quietum49.

    El 3 de diciembre, una circular de la Junta redactada por Moreno dispuso la exclusin de los cargos pblicos de todo espaol europeo. Esta medida aceler la ruptura entre Moreno y Saavedra. Los revolucionarios mode-rados consideraron que Moreno y los suyos haban ido demasiado lejos. En sus Memorias, Saavedra denuncia el sistema de delaciones que contra los europeos empez a adoptarse50. A la Junta llegaban a diario -refiere- listas de hombres que se deca eran contrarios a la causa y al gobierno.

    47 Tulio Halpern Donghi, Tradicin poltica espaola e ideologa revolucionaria de Mayo, Buenos Aires, Eudeba, 1961, pp.190-213

    48 Cf. Apndice documental, M. Moreno, doc. 3.

    49 Ibd.

    50 Cornelio Saavedra. Autobiografa, Biblioteca.de Mayo. t. II. Buenos Aires. Senado de la Nacin. p. 1059.

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    na La noche de la conmemoracin de la

    victoria de Suipacha por el ejrcito patriota, se le niega a Moreno el in-greso a la fiesta. En el curso de los festejos, un oficial obsequi una co-rona de azcar a la mujer del presi-dente de la Junta y sta se la pas a su esposo: Este acto simboliz para Moreno el signo de una nueva usur-pacin de los derechos del pueblo? Lo cierto es que se propal la versin de que Saavedra intentaba en aquella funcin coronarse como nuevo mo-narca de Amrica.

    En consecuencia Moreno public, el 8 de diciembre, su clebre decre-to de supresin de los honores que el presidente de la Junta conservaba an del depuesto virrey, establecien-do as una absoluta igualdad entre todos sus mlembros51. Por el mismo decreto se determinaba que el co-mando superior del ejrcito pasara del presidente a la Junta. Las con-sideraciones del decreto enseaban las reglas de virtud republicana que deban ser practicadas por todos los funcionarios pblicos. Pero la idea que sostiene estas consideraciones nos permite descubrir la relacin conceptual que sustenta toda la con-cepcin socio-poltica de Moreno. El secretario de la Junta explica el de-creto en los siguientes trminos: La libertad de los pueblos no consiste en palabras, ni debe existir en los pa-peles solamente... Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad. Si me considero igual a mis conciudadanos, porque me he de

    presentar de un modo que les ensee que son menos que yo?52.

    La libertad no es nada sin la igualdad y la igualdad slo cobra toda su di-mensin material en el lazo que ins-taura con la libertad. Pero en el pun-to 12 del decreto se lee igualmente: No debiendo confundirse nuestra milicia nacional con la mercenaria de los tiranos, se prohibe que ningn centinela impida la libre entrada en toda funcin o concurrencia pbli-ca a los ciudadanos decentes, que la pretendan53. Con este enunciado la voluntad de transformacin de More-no alcanza sus lmites histricos. Y cabe aqu una pregunta, fue el diri-gente revolucionario ms moderado cuando se trat de modificar las des-igualdades e injusticlas sociales en Buenos Aires? En el mismo decreto del 8 de diciembre Moreno retom un fragmento anterior de su propio discurso dndole un nuevo sentido, pero ya he dicho en otra parte que el pueblo no debe contentarse con que seamos justos sino que debe tra-tar de que lo seamos forzosamente. Anteriormente haba sealado que el pueblo deba aspirar a que nunca obren mal54. Este enunciado hace acaso presumir que en una continua-cin de Moreno en el poder el terror caera igualmente sobre los criollos moderados? De las cartas enviadas por Saavedra al gobernador de Salta, Chiclana, en las cuales se refiere a su opositor, se infiere que este temor no estaba ausente de la decisin que lle-v a la postergacin de la reunin del congreso:

    51 Cf. Apndice documental, M. Moreno, doc. 9.

    52 Ibd.

    53 Ibd.

    54 Cf. Apndice documental, M. Moreno, doc. 3.

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    Carta del 15 de enero de 1811:El sistema Robesperriano que se que-ra adoptar en esta, la imitacin de re-volucin francesa que intentaba tener por modelo, gracias a Dios que han desaparecido55.

    Carta del 28 de enero de 1811... para que veas la injusticia e iniqui-dad con que el Malvado de Robespie-rre ha calumniado y querido hacerme sospechoso en este Pueblo: Ya se fue y su ausencia ha sido tan oportuna que Dios nos ha favorecido con ella, y con la venida de Vieytes, que ha tomado a su cargo hacerles entender que las miras de su cliente Moreno no era otra que la de hacerse un Dictador, o cuan-do menos un tribuno de la Plebe56.

    La referencia negativa a la Revolucin Francesa es empleada por Saavedra para atacar a su enemigo. Sus acusa-ciones no estn desprovistas de pa-sin: la lucha de las dos tendenclas se haba polarizado entre los dos hom-bres. Pero asimismo, la etiqueta de Malvado de Robespierre, aplicada por Saavedra a su adversario, apun-tara menos a esa caracterizacin de la Revolucin como regeneracin del viejo orden, que al contenido y a la forma de un accionar revolucionar-lo. Accionar que, lejos de haber sido precedentemente elaborado por Mo-reno, fue el resultado de la concreta lucha poltica.

    Castelli y los derechos naturalesLa doctrina bajo la cual se constitu-y la Primera Junta fue presentada por Juan Jos Castelli en el Cabildo

    abierto del 22 de mayo de 1810. Con la disolucin de la Junta Central ha-ba caducado el gobierno soberano de Espaa y se produca de acuerdo a la tradicin espaola la reversin de los derechos de la soberana en los pueblos mientras durase el cautiver-lo del monarca.

    El 6 de setiembre de 1810, Castelli fue nombrado representante de la Junta en la expedicin libertadora al Alto Per. Sin embargo, su pretensin -re-afirmada en cada documento emitido desde ese cargo- de continuar mante-nindose dentro de los lmites de la legitimidad monrquica, no oculta su conviccin de que Fernando VII no volvera jams a reinar, y que Espaa estaba irremediablemente perdida. No podis ignorar -afirma Castelli- que arrebatado por la perfidia del tro-no de sus mayores el seor Fernando VII suspira intilmente por su liber-tad en un pas extrao, y conjurado contra l, sin la menor esperanza de redencin57. As, la preocupacin de los lderes criollos, cada vez ms convencidos de la divergencia de destinos entre ellos y las autoridades coloniales, se dirigi hacia la urgente cuestin de quin decidir la suerte de Amrica: No podis en fin igno-rar que los mandatarlos de este anti-guo gobierno metropolitano que han quedado entre vosotros ven decidida su suerte, y desesperada su ambicin si la Amrica no une su destino al de la Pennsula...58. Esto explicara por-qu, el 14 de diciembre de 1810, en Potos, el representante de la Junta no encontr contradiccin alguna en ejecutar a los tres jefes espaoles

    55 Ernesto Ruiz Guiaz. El presidente Saavedra y el pueblo soberano de 1810, Buenos Aires, Estrada Editores. 1960, p. 575.

    56 Ibd., p. 577

    57 Cf. Apndice documental, J.J. Castelli doc. 11.

    58 Ibd.

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    na capturados por el ejrcito patriota,

    Paula Sanz, Vicente Nieto y Jos de Crdoba y Rojas, en nombre de la defensa de los derechos del monarca Fernando VII.

    Del proceso formado a Castelli por el goblerno moderado que sigui a la Primera Junta luego de la derrota dc Huaqui (20 de junio de 1811)59, se desprende que de las proclamas a los comportamientos las ideas de independencia estaban generaliza-das entre la oficialidad patriota. A la pregunta de si la fidelidad a nues-tro excelentismo soberano, el rey don Fernando Sptimo fue atacada igualmente (por Castelli) procuran-do introducir el sistema de libertad, igualdad e independencia60, respon-dieron varios de los testigos en for-ma positiva. Por ejempio, el teniente de Dragones ligeros Sebastin de la Mella afirm que oy proposicio-nes entre la oficialidad relativas a independencia, libertad e igualdad pero ignora si lo supo o no el doctor Castelli61. El capitn del regimiento de Infantera nmero seis, Eusebio Surez, dijo por su parte, que con respecto a la pregunta slo sabe que habindose suscitado conversacin sobre el sistema, oy decir al doctor Castelli que no se haba de recono-cer ninguna testa coronada, pero s sabe que para los actos pblicos se ha valido del nombre del seor Fer-nando Vll62. Bernardo Monteagudo, secretario a la sazn de Castelli, no dud en responder que se atac formalmente el dominio ilegtimo de

    los reyes de Espaa y que procur el doctor Castelli, por todos los me-dios directos e indirectos, propagar el sistema de la igualdad e indepen-dencia63.

    Pero la instalacin del nuevo gobier-no constituy para Castelli mucho ms que un cambio de personas: significaba el inicio del reino de la naturaleza y de la razn frente al despotismo de las autoridades colo-niales. De esta manera, su nocin de Revolucin se inscribe dentro de esa concepcin encaminada a la restitu-cin de los derechos naturales que Moreno haba esbozado. Ciudada-nos compatriotas al fin ha llegado la poca suspirada en que los injustos opresores de la patria vacilan, tiem-blan y se estremecen sin poder re-animar su moribundo despotismo, ni sostener por ms tiempo el cetro de bronce... el grito de la naturaleza y el clamor de la razn han sofocado ya la dbil y amenazadora voz de los tira-nos...64. Los antiguos sbditos ame-ricanos, convertidos ahora en ciuda-danos de las legiones de la patria y la guerra hasta el exterminio de los tiranos, es proclamada por Caste-lli en este encendido discurso. Pero no es la vehemencia de las proclamas de Castelli, con el llamado a guerra a muerte contra el enemigo, lo que ms inquiet a las autoridades espaolas, despus de todo las de estos ltimos no fueron menos vehementes, sino el contenido de su programa revolucio-nario para el Alto Per.

    59 La derrota de Huaqui ocasiona la prdida del Alto Per. Los restos del ejrcito revolucionario se estacionan en Salta.

    60 Vase el Proceso formado al doctor Juan Jos Castelli. 1811- 1812. Agregado a la Causa del Desaguadero, en Biblioteca de Mayo, tomo XIII. Buenos Aires. Senado de la Nacin, 1962. p. 11778.

    61 Ibd. p. 11785.

    62 Ibd. p. 11799.

    63 Ibd. p.p.11839-11840.

    64 Cf. Apndice documental, J.J.Castelli, doc. 14.

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    En efecto, la poltica flloindigenista propuesta por Castelli amenaz el estatuto slidamente arraigado de las castas altoperuanas65. La libera-cin indgena constituy sin lugar a dudas un arma de guerra necesaria para un ejrcito que requera hom-bres y recursos66, pero asimismo for-m parte central de la concepcin de la revolucin de los morenistas. En las Instrucclones secretas redacta-das por Moreno para la expedicin al Alto Per se estableci que deba le-vantarse a la indiada67. Castelli dio a este mandato una fundamentacin y contenido cuyos rasgos esenciales intentaremos definir aqu.

    El representante escribi a la Junta sobre la conjura de las autoridades coloniales en el Alto Per, en los si-guientes trminos: Ningn tirano ha-ra progresos si no hubieran malvados que conducidos por el egosmo y arras-trados por el torrente de las pasiones antisociales no sirviesen de apoyo al trono erigido por los dspotas entre las ruinas de la virtud y derechos ms augustos del hombre... As es que ape-nas medi en la Capital del Ro de la Plata la feliz revolucin que hizo tem-blar y estremecer a los enemigos del hombre68. El nuevo lenguaje de los derechos del hombre, fundado en el derecho natural, tuvo una traduccin original en la proclama del fin de la servidumbre indgena realizada por Castelli el 25 de mayo de 1811 frente a las ruinas de Tiahuanaco69.

    Los derechos que Castelli proclam recuperados por los indios fueron sociales -derogacin de todos los abusos perjudiciales a los naturales como cargas e imposiciones indebi-das, otorgamiento de tierras y crea-cin de escuelas- y polticos, al otor-garles el derecho de representacin. Estableci as la libre eleccin de los caciques por parte de sus comunida-des, y la eliminacin de los privile-glos de propiedad o de sangre de que gozaban sus jefes. Orden tambin la realizacin de elecciones libres en cada parroquia de indios, a fin de de-signar un diputado para el congreso general de las provincias a reunirse70. Pero el reconocimiento por parte de Castelli de la calidad de ciudadanos a los indios, es decir, de individuos frente al Estado, no lo llev sin em-bargo a decretar la supresin de la comunidad indgena: respet su exis-tencia corporativa, aunque orden la implantacin de mecanismos de de-mocratizacin interna.

    En la proclamacion de Tiahuanaco, el representante sostuvo tambin que junto a los indios todo nacional idneo, sea de la clase y condicin que fuese, poda optar a cualquier destino o empleo de que se consi-dere capaz71. No obstante, solicit permiso a la Junta para otorgar el uso de Don al capitn de una de las compaas de Castas de las cuales se compona el ejrcito a su mando72. No contaba acaso Castelli con el su-

    65 Es de notar que no slo los sectores altos blancos vivan del trabajo indgena -mineros. terratenientes, eclesisticos, bur-cratas- sino asimismo cierta plebe urbana producto de los entrecruzamientos de diferentes grupos.

    66 Vase Tulio Halpern Donghi, Revolucin y guerra, ob. cit. p. 264.

    67 Cf. Apndice documental, M. Moreno, doc. 1.

    68 Cf. Apndice documental, J.J.Castelli, doc. 13.

    69 Cf. Apndice documental, J.J.Castelli, doc. 15.

    70 Cf. Apndice documental, J.J.Castelli, doc. 12.

    71 Cf. Apndice documental, J.J.Castelli, doc. 15.

    72 Cf. Apndice documental, J.J.Castelli, doc. 10.

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    na ficiente apoyo de sus hombres para

    decidir la supresin de la estructura de castas en el seno mismo del ejrci-to revolucionario o manifest, por el contrario, con esta conducta mayor moderacin de la que sus discursos dejaban entrever? Lo cierto es que otorgando los derechos de ciudada-na a los indios, Castelli tradujo en trminos polticos una preocupacin que reconoca un origen esencial-mente tico: amo a todo america-no -afirm-, respeto sus derechos y tengo consagrada mi existencia a la restauracin de su inmunidad73.

    La nocin de revolucin en Castelli se organiz as en torno al concepto ideal de derecho. Esto es lo que ex-plica ese idealismo republicano que tuvo su correlato en el comporta-miento humanista del representan-te. En el proceso que se le sigui por su conducta pblica y militar desde que fue nombrado representante, fueron reiterados los testimonios donde se seala el trato afable y carioso dispensado por Castelli a los indios. El coronel Jos Len Domnguez manifest, por ejem-pio, que los reciba benignamente, los acariciaba, alzndolos del suelo donde se postraban segn su antigua costumbre, los abrazaba y deca que ramos hermanos e iguales74. La sinceridad de esta actitud es puesta a prueba por otros testimonios del juicio, en los cuales se niega asimis-mo que Castelli hubiese aceptado, aunque les fueron ofrecidos reitera-das veces durante toda su comisin

    en el Alto Per, obsequios en dinero o regalos75.

    El sufragio indgena y las dems me-didas en favor de los indios no tuvie-ron efectos jurdicos inmediatos, pero su proclamacin fue suficiente para alarmar a las clases altas altoperua-nas. Si a esto se suman las medidas represivas ordenadas por Castelli, no slo contra los opositores espaoles sino asimismo contra los sospecho-sos, no es difcil imaginar los temo-res despertados en las lites criollas y peninsulares. Por cierto, y segn los trminos empleados por Tulio Hal-pern Donghi, el Alto Per no saba si haba sido liberado o conquistado por las tropas porteas76.

    Monteagudo y el derecho a la independenciaDe los tres revolucionarios que cons-tituyen nuestro objeto de estudio, Monteagudo fue el nico que sobre-vivi a la Revolucin de Mayo, aun-que encontr la muerte unos aos despus en Lima. En 1823 redact una memoria sobre los principios que sigui en la administracin del Per -adonde lleg junto al ejrcito libertador de San Martn-77, y en la cual realiza interesantes reflexiones sobre su accionar pasado en el Ro de la Plata. As escribi: De los peri-dicos que he publicado en la Revo-lucin, ninguno he escrito con ms ardor que el Mrtir o Libre, que daba en Buenos Alres: ser patriota, sin ser frentico por la democracia era para

    73 Cf. Apndice documental, J.J.Castelli, doc. 14.

    74 Vase Proceso formado al doctor Juan Jos Castelli..., ob.cit. p.11794.

    75 Ibd. pp. 11779-11850

    76 Tulio Halpern Donghi. Revolucin y guerra, ob. cit.. pp. 264 265. Vase igualmente el estudio biogrfico de Julio Csar Chves, Castelli, el adalid de Mayo, Buenos Aires. Leviatn, 1957

    77 Vase Memoria sobre Ios prinicipios polticos que segu en la administracin del Per, y acontecimientos posteriores a mi separacion, en Ricardo Rojas. Obras polticas de Bernardo Monteagudo. La Biblioteca Argentina, V. 7. Buenos Aires, Librera La Facultad, 1916, pp. 37-72.

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    m una contradiccin, y ste era mi texto78. Si en su Memoria se vio en la necesidad de manifestar su pasada adhesin a los principios democrti-cos fue porque al escribirla deseaba apartarse de ellos y encaminarse en una lnea moderada, luego de haber observado la conducta tanto de las clases bajas como de las altas duran-te las guerras de emancipacin y el proceso revolucionario. As, sealaba que la virtud y el mrito slo servan para atraer los rayos del despotismo sobre las cabezas ms ilustres79 y el dinero supla la idoneidad, como la adulacin vala ms que la modestia. El pueblo tampoco comprenda que todas las condiciones son iguales slo ante la ley. sta era una restriccin -afirmaba- que no alcanzaban a en-tender los que al or proclamar la li-bertad y la igualdad crean que toda obediencia haba cesado. Monteagu-do adverta de ese modo sobre el pe-ligro de una igualdad social impuesta por el nmero y robustez de los so-metidos80. Por cierto, en su Memo-ria se refera en particular al Per, pero su variacin de ideas respecto a la primera poca revolucionaria vala asimismo para el Ro de la Plata, pues consideraba que durante su estancia en Buenos Aires haba tenido ideas demasiado inexactas sobre la natu-raIeza de los gobiernos.

    Pero al considerarse, en el inicio de la Revolucin, un apasionado por la democracia, Monteagudo coincida con la acusacin de jacobino que sus adversarios le lanzaron desde la Gaceta. En efecto, el modelo te-rrorista de la Revolucin Francesa

    fue utilizado por Pasos Kanki tanto para identificar la poltica de Moreno como para prevenir sobre la propa-ganda que Monteagudo y los miem-bros de la Sociedad Patritica desple-gaban desde 1811. Pasos escriba: ...nuestros gobernantes comenzaron a persuadirse que el nico medio de conservar su autoridad era el terror, inmediatamente hicieron renacer los Marats y los Robesplerres81. Pero, segn veremos, el Monteagudo de 1812 y el de 1820 se encontraban ms cerca de lo que la propia imagen y las acusaciones parecan poner en evidencia.

    Ante la partida y misteriosa muerte de Moreno en alta mar, sus seguido-res crearon el primer club poltico que sesion en el caf de Marco, do-nominado luego club morenista. El club hizo una oposicin sistemtica al gobierno de Saavedra, calificado de moderado, que termin por des-encadenar las jornadas del 5 y 6 de abril, en las que fueron expulsados de la Junta Grande los morenistas que an permanecan en ella. En estas jornadas, peonadas de los arrabales organizadas por sus alcaldes, prota-gonizaron un levantamiento en apoyo del sector moderado dominante en el gobierno. Pero en enero de 1812 re-surgi la agrupacin con el nombre de Sociedad Patritica, y Monteagudo se convirti en su principal portavoz al inaugurar sus sesiones y fundar su peridico Mrtir o Libre. Desde all, como antes desde la Gaceta, Montea-gudo se propuso recoger y recrear el pensamiento morenista, constituyn-dolo en una tradicin.

    78 Ibd, p.42.

    79 Ibd, p.46.

    80 Ibd, p.52.

    81 Gaceta. de Buenos Aires. 31 de diciembre de 1811, art. Variedades. Vase, asimismo El Censor (reproduccin smil tipo-grfica), 28 de enero de 1812, art. Reflexiones polticas.

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    na Moreno fue rpidamente converti-

    do en el smbolo de la Revolucin de Mayo. Con su alejamiento y de-saparicin prematuros naci la idea de que el proceso iniciado en 1810 haba quedado inconcluso, mientras coplas de su retrato se distribuye-ron entre los miembros del club. As afirmaba Monteagudo en la Gaceta del 20 de diclembre de 1811: Des-de entonces el espritu pblico se apaga, el sistema desfallece, progre-sa la discordia, empiezan a decre-cer nuestras glorias...82. Con una enumeracin negativa de los males y conflictos que sobrevinieron a la muerte de Moreno, Monteagudo bus-caba valorar el rol desempeado por el secretario durante el periodo en que dirigi las acciones de la Prime-ra Junta. Saavedra, por su parte, fue sealado como el mayor responsable de los desastres sobrevenidos con el alejamiento de Moreno. Pero junto a las responsabilidades personalizadas, Monteagudo no dejaba de advertir que el problema de la inaccin re-volucionaria reconoca razones ms profundas: As hemos llegado in-sensiblemente a punto de mirarnos como enemigos, de tratarnos con una sacrlega desconfianza, y formar a la sombra de dos partidos en aparien-cia dominantes una porcin de fac-ciones, que todos gritan LIBERTAD, LIBERTAD, pero que acaso ninguna de ellas la conoce83. Si, menos que de la oposicin entre dos tendencias definidas, se trataba en 1812 de una lucha facciosa, es porque la Revolu-cin pareca haber sido ms la obra de las circunstancias que de un plan meditado de ideas84. La lnea divi-

    soria entre radicales y moderados se opacaba as frente al problema ma-yor de la inconexin de ideas que pareca predominar en el conjunto de las tendencias que integraban el movimiento.

    La recuperacin de la memoria de Moreno -La gratitud se resiente del olvido a que se ha condenado la memoria de Moreno- pareca tener, desde esta visin de la Revolucin, el objetivo de indicar un camino para el conjunto de las tendencias que integraban el movimiento. Porque la Revolucin -en la argumentacin de Monteagudo-, aunque producto de los conflictos europeos, formaba parte de un proceso revolucionario mundial que la Revolucin de la in-dependencia norteamericana haba inaugurado. De modo que su legiti-midad surga de su inscripcin en la Revolucin del globo, pero igual-mente de la justicia de los propios derechos reclamados. El derecho a la independencia constitua para Mon-teagudo el primero a ser recuperado.

    Moreno, en los clebres discursos de la Gaceta de 1810, haba esbo-zado, gracias a la figura del Contra-to..., el derecho a la emancipacin de las Provincias del Ro de la Plata. La expresin a veces contradictoria de la argumentacin morenista se convirti en Monteagudo en lengua-je abiertamente independentista. A un ao y medio de la Revolucin, y a pesar de la reaccin saavedrista y de la prdida del Alto Per, la volun-tad independentista pareca haberse afianzado en un sector de lite crio-lla. Montegudo escriba para referirse

    82 Cf. Apndice documental, B. Monteagudo, doc. 16.

    83 Cf. Apndice documental, B. Monteagudo, doc. 18.

    84 Ibd.

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    a un decreto del Triunvirato, por el cual se otorg el ttulo de ciudadano de estos pases a nombre del Sr. Fer-nando VII a un comerclante ingls, lo siguiente: Qu cosa tan extraa dar ttulo de ciudadano en nombre del rey. Oh mscara tan intil como odiosa a los hombres libres85. En el peridico Mrtir o Libre va ms le-jos, sostiene la necesidad de plasmar la independencia en un acto jurdico que la legitime, rompiendo as con el discurso encubierto de la legitimidad monrquica.

    Para Monteagudo la declaracin de la independencia deba constituir un acto previo a la organizacin de un nuevo sistema poltico86. Con la Re-volucin de Mayo de 1810 se haba expresado el deseo y la voluntad de independencia, la voluntad poltica soberana se manifest con el acto revolucionario protagonizado por los pueblos del Virreinato en 1810: el voto de los pueblos est ya expresado de un modo terminante y solemne: su existencia y LIBERTAD son el blanco de sus deseos: todo lo que sea con-forme a estos objetos est antes que ahora sancionado por su consenti-miento87. De aqu se derivaba que la emancipacin, es decir, la realizacin del acto jurdico de declarar la inde-pendencia, no haca ms que expre-sar un derecho natural preexistente. Lo que le interesaba resolver por lo tanto a Monteagudo era si convena declarar que los pueblos estaban en la justa posesin de sus derechos, teniendo en cuenta que an no esta-ban dadas las condiclones para pro-

    clamar una nueva constitucin. Su respuesta es al respecto enftica: de la impotencia en que se encuentran las Provinclas Unidas para fijar la nueva constitucin, no debe dedu-cirse la inoportunidad de publicar la declaracin de la independencia.

    La Revolucin es as, ante todo, una Revolucin por la independencia. Pero esta idea no debera conducir-nos a suponer -como generalmente se hizo- que se trataba de declarar la independencia de lo que ya empeza-ba a ser una nacin. La crtica que Monteagudo realiz a la poltica de la Primera Junta nos revela, por el contrario, que detrs de los nuevos principios la realidad sobre la cual se haba gestado el movimiento de in-dependencia era ms compleja. Una de las causas fundamentales de los fracasos de la Primera Junta se debi justamente a que en lugar de un plan de conciliacin con las provincias se adopt uno de conquista88. As, la Junta no debi pedir la adhesin de las provincias, bayonetas en mano -afirmaba Monteagudo, sino proponer un rgimen confederado, puesto que todos los pueblos tenan iguales de-rechos.

    Por otra parte, si la declaracin de la independencia era la condicin previa al establecimiento de la rep-bllca, la ilustracin constitua para Monteagudo el garante de la felicidad del nuevo sistema. Con el nombre de Las observaciones didcticas, el dirigente revolucionario redact una serie de artculos con el fin de instruir a los pueblos en los nuevos

    85 Gaceta de Buenos Aires, 15 de noviembre de 1810.

    86 Cf. Noem Goldman. lluminismo e independencia: Monteagudo y Pasos Silva (Kanki) en la prensa revolucionaria, en El discurso poltico, Buenos Aires. Hachette. 1987. pp. 119-144.

    87 Cf. Apndice documental, B. Monteagudo, doc. 21.

    88 Gaceta de Buenos Aires, 28 de marzo de 1812, art., Parntesis a las observaciones didcticas.

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    na principios democrticos. En ellos

    abordaba la cuestin de la libertad natural y civil, de la igualdad bajo la ley, de la seguridad individual y de la constitucin.

    La funcin pedaggica de esos discur-sos surge del mismo ttulo de la serie, pero tambin se advierte en ellos la voluntad poltica del revolucionario. Al igual que Moreno, Monteagudo in-sisti en la necesidad de hacer con hechos y no con palabras la Revo-lucin: En fin si es posible reducir a un solo principio todas nuestras obligaciones, yo dir que la principal es emplear el tiempo en obras y no en discursos89. Y fue esta voluntad poltica enrgica la que lo condujo a un enfrentamiento con la poltica oficial. El Triunvirato, que el 22 de setiembre de 1811 haba reempla-zado a la desgastada Junta Grande, fue acusado por Monteagudo de me-droso y blando. Pero los triunviros, preocupados por no perder el apoyo de la diplomacia inglesa y frente a las sucesivas derrotas militares en el te-rritorio rioplatense, no se mostraron propensos a contemplar las propues-tas de Monteagudo para declarar la independencia.

    Sin embargo, las advertenclas sobre los peligros a que la poltica mode-rada del Triunvirato conduca se vieron rpidamente confirmadas por el descubrimiento de una cons-piracin realista. En julio de 1812 el jefe de esta conspiracin, Juan Mar-tn Alzaga, fue ejecutado en Buenos Aires mientras se implementaban una serie de medidas represivas en contra de los espaoles, que permi-tieron acercar por un corto periodo

    las posiciones del Gobierno y la de sus opositores. El enfrentamiento resurgi sin embargo con la renova-cin del Triunvirato el 8 de octubre de 1812. El ejrcito decidi final-mente derrocar al gobierno y crear un Triunvirato afin para retomar la lnea impulsada por la Sociedad Pa-tritica. Este cambio se vio posibi-litado por la aparicin de un nuevo actor poltico: la Logia, organizacin poltico-mililtar de carcter secreto que cont con el apoyo de la Socie-dad Patritica. As, la conjuncin de esfuerzos entre ambos grupos reen-cauz la Revolucin dentro de Ia tradicin morenista.

    En la Asamblea constituyente de 1813, que se reuni por instanclas del nuevo poder, se suprimi de la frmula de su juramento la fidelidad a Fernando VII90. La Asamblea decre-t asimismo la libertad de prensa, la libertad de vientre, la extincin del tributo, la mita, el yanaconazgo y el servicio personal, la supresin de los ttulos y signos de nobleza y la eli-minacin de los mayorazgos. Pero ni la independencia fue declarada ni ninguno de los proyectos de consti-tucin presentados fueron aproba-dos por los diputados. El temor que aportaba una cada vez ms cercana restauracin monrquica en Espaa, junto a las conflictivas relaciones con la Banda Oriental, terminaron por paralizar las iniciativas renovadoras de la Asamblea.

    Mientras tanto Alvear desplaz a su antiguo compaero de armas, San Martn, y se convirti en el jefe de la Logia. Monteagudo decidi acompa-arlo en esta poltica de concentra-

    89 Cf. Apndice documental, B. Monteagudo, doc. 18.

    90 Vase al respecto El redactor de la Asamblea, edicin facsimilar publicada por La Nacin, con motivo del Primer Centenario de la Asamblea. Buenos Aires. 1913.

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    cin del poder, comprometindose a tal punto que debi emprender el exilio luego de la cada de Alvear en 1815. Este apoyo del portavoz de la Sociedad Patritica se sustentaba en la idea segn la cual, si la Asam-blea no lograba declarar la indepen-dencia y soberana de las Provincias Unidas, deba en su lugar nombrar un dictador que, obrando con ple-nitud de poderes, encaminase todos sus esfuerzos hacia la conquista de la libertad. Cmo se explica este viraje de posiciones democrticas a posiciones ms moderadas? Los avances antinapolenicos en Euro-pa haban terminado por cuestionar cada vez ms la ideologa revolucio-naria y republicana de la Logia y la Sociedad Patritica, obligndolos a tomar el camino de la moderacin. Si a esto se suman los permanentes conflictos con el Litoral, se puede comprender por qu se produjo ese estrechamiento de objetivos que lle-v a muchos miembros de la Logia a considerar que la supervivencia de la Revolucin dependa dc la conserva-cin del poder en manos de un grupo reducido. Pero la variacin de los ob-jetivos reconoca asimismo su origen en cierta concepcin acerca de los alcances de la movilizacin poltica de la plebe urbana91.

    La propuesta de una reglamentacin para la inscripcin de suscriptores que present en una memoria uno de los miembros de la Sociedad Patriti-ca, revela la existencia de un debate en su seno acerca de los alcances de la participacin popular que ella de-ba generar. En la propuesta se sea-laba que cualquier persona tena el

    derecho de suscribirse a la Sociedad, sin que fuese necesaria esa califica-cin que se tiene por odiosa de lite-rato, y no literaro92. Tambin se indi-caba que cualquiera, sea o no socio, tena el derecho de subir a la tribuna, de leer un escrito, de expresar su opi-nin o de otorgar su sufragio en pun-tos de inters general. Con estas mo-dificaciones, se sealaba finalmente que ningn dao resultar el que se establezca la suscripcin instada por varios socios93.

    Cabe suponer entonces, y tomando en cuenta la distincin que se reali-zaba entre literato y no literato, que el redactor de la propuesta deseaba ampliar las bases de participacin de la Sociedad por medio de la intro-duccin de principios democrticos de participacin poltica, pero moti-vado asimismo por la continua de-sercin de sus miembros. Pues pa-rece plantearse aqu la necesidad de asegurar un mnimo de socios para garantizar el funcionamiento de la Socledad ante la creciente apata de sus participantes. Pero tambin es vlido suponer que la reserva final, donde se aclara que la suscripcin no representar un dao, vaya en respuesta a las suposiciones de que una reglamentacin pueda significar una restriccin al libre ingreso de socios.

    Con ms claridad, la cuestin de la participacin poltica resurgi en los discursos de Monteagudo cuando se discuti el otorgamiento de los de-rechos de ciudadana a los habitan-tes del Ro de la Plata. Cuestin que se vinculaba a su concepcin de la igualdad.

    91 Pilar Gonzles Bernaldo, art. cit.

    92 Cf. El Grito del Sud (reproduccin facsimilar) 29 de diciembre de 1812.

    93 Ibid.

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    na Siguiendo la lnea de pensamiento de

    Moreno y Castelli, el portavoz de la Sociedad Patritica proclam la su-premaca del mrito y de la virtud por sobre el falso brillo de una cuna soberbia94. Pero los primeros benefi-ciarios de la promulgacin de la igual-dad de derechos en Amrica deban ser los propios criollos. En efecto, en el diccionario del gabinete espaol -afirmaba Monteagudo- pasaban por sinnimos las voces de esclavo y ame-ricano95. Los segundos favorecidos deban ser los indgenas. Aunque en segundo trmino, la reivindicacin de los derechos de los indios no sorpren-de aqu si recordamos que Monteagu-do fue el secretario de Castelli, y su firma se encuentra en la copia de la declaracin de Tiahuanaco96.

    Su concepcin de la igualdad se co-rresponde asimismo con cierto ideal social que el revolucionario esboz gracias a ejemplos tomados de la Anti-gedad clsica. La pequea propiedad, la igualdad, la sencillez y la sobriedad son sealadas por l como las ms firmes columnas de la independencia tica y de la majestad del pueblo ro-mano. La expropiacin de caudales es incluso, aunque tmidamente, sugeri-da por Monteagudo en uno de sus es-critos. As, se pregunta: a qu ese mo-nopolio de caudales en tres o cuatro individuos, quiz enemigos del siste-ma?97. Para agregar seguidamente, a ninguno se le quite lo que es suyo98, salvo que el Estado lo necesite.

    La unica restriccin a la igualdad pa-reca ser de orden poltico: Montea-gudo sostena que no deba confun-dirse la igualdad con su abuso, y que el magistrado y el sbdito eran igua-les en sus derechos, aunque el segun-do deba obediencia al primero. No obstante, en el discurso inaugural de las sesiones de la Sociedad Patritica (12 de enero de 1812), descubrimos una concepcin ms moderada con respecto, no ya a la proclamacin de la igualdad de derechos sino a la prctica de la misma. Monteagudo advierte, con la utilizacin del mode-lo de la Revolucin Francesa, sobre los peligros de la democratizacin de los sectores populares. Fue justamen-te la generallzacin de la llustracin en todas las clases lo que condujo en esa Revolucin a la multiplicacin de sectas y partidos que, pasando de un extremo al otro elevaron un trono colosal sobre las ruinas del que acababan de destruir99. Esta mirada sobre la experiencia del periodo de la dictadura jacobina es la que llev a Monteagudo a excluir de los dere-chos de ciudadana a los que estaban bajo el dominio de otro, as como a los que no acreditasen saber leer y escribir; aunque propuso extender-los a los labradores de la campaa100. Tambin sugiri una clasificacin entre el sufragio personal, otorgado a los que poseen propiedad o renta, y el sufragio representativo, conferido a los que no gozan de ellas101.

    94 Cf. Apndice documental, B. Monteagudo, doc. 19.

    95 Ibd.

    96 Cf. Biblioteca de Mayo. ob. cit. pp. 11517-11518.

    97 Cf. Apndice documental, B. Monteagudo, doc. 17.

    98 Ibd.

    99 Cf. Apndice documental, B. Monteagudo, doc. 24.

    100 Cf. Apndice documental, B. Monteagudo, doc. 22 y 23.

    101 Ibd.

  • Revista n

    m

    ero 22-23 agosto 2009

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    La propuesta de Monteagudo suscit reacciones y polmicas en el seno de la lite ilustrada: con el nombre de Un amante de la patria, un lector de la Gaceta consider inadmisible la exclusin a los derechos de ciuda-dana de los que no saben leer ni es-cribir. El soberano -afirmaba deba constituirse con la razn, la voluntad y la fuerza de todos. Pero una vez es-tablecido el congreso deban, por el contrario, adoptarse las medidas co-rrespondientes para que, y por medio del sufragio indirecto, los analfabetos se vieran impedidos de participar por s mismos en las deliberaciones pol-ticas102. Si la cuestin del sujeto de la soberana surgi, a la luz de esta controversia, como un tema polmi-co, la participacin poltica efectiva de los sectores populares apareca por el contrario y para el conjunto de los morenistas, reservada a la li-te. Esto puede explicarse porque los acontecimientos de 1811 alarmaron por igual a moderados y radicales. Una consecuencia indirecta de ello fue la acelerada profesionalizacin del ejrcito, que se corresponda con las concepciones cada vez ms elitis-tas de los miembros de la Sociedad Patritica. As, el pasaje del poder poltico a la Logia, impuesto por la necesidad de proseguir con la lucha por la independencia de manera efi-caz, estuvo igualmente facilitado por estas concepciones, que reservaban la accin poltica a los sectores ya movilizados.

    De lo expuesto se desprende enton-ces que la concepcin de la Revo-lucin en Monteagudo tuvo como

    fundamento una inquebrantable vo-luntad independentista, sustentada en una actitud que, aunque levemen-te menos moderada que la que sos-tendr en 1823, es sin duda vista por l como democrtica.

    Los morenistas y el jacobinismoEn el curso de nuestro anlisis he-mos percibido la existencia de una tensin permanente, tanto en los discursos como en las prcticas mo-renistas, entre actitud revolucionaria y actitud moderada, inters poltico y conviccin. En ciertos casos, estas paradojas respondan al momento histrico, en otros a las propias con-cepciones de los revolucionarlos103.

    La fundamentacin de la legitimidad del nuevo poder fue la primera cues-tin a la cual se abocaron los revo-lucionarios. Moreno elabor en sus clebres discursos de noviembre y diciembre de 1810 la moderna