García, Carlos. La desordenada codicia de los bienes ajenos.pdf

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Apología novelada de la vida marginal de los ladrones en tiempos de Cervantes.

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    CARLOSGARCA

    La desordenada codiciaLa desordenada codicia

    de los bienes ajenosde los bienes ajenosAntigedad y nobleza de los ladronesAntigedad y nobleza de los ladrones

    Selecciones Biblifilas, Barcelona, 1959

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    [Dedicatoria]Al Ilustrsimo y ExcelentsimoSeor Don Luis de Rohan,Conde de Rochafort ...........................................................................................................3Captulo I

    En el cual compara el autor la miseria de la prisin a las penas del Infierno ...................4Captulo IIDe un gracioso coloquio que tuvo el autor en la prisin con un famossimo ladrn ......11Captulo IIIEn el cual cuenta el ladrn la nobleza y excelencia del hurtar ....................................... 14Captulo IVEn el cual cuenta el ladrn la vida y muerte de sus padres y la primera desgracia que lesucedi ............................................................................................................................17Captulo VDel primer ladrn que hubo en el mundo, y donde tuvo principio el hurtar ......... ......... 20Captulo VI

    En el cual prosigue el ladrn su historia, probando que todos, de cualquiera calidad quesean, son ladrones ...........................................................................................................22Captulo VIIDe la diferencia y variedad de los ladrones .................................................................... 25Captulo VIIIEn el cual prosigue el ladrn las diferencias de los ladrones, con tres desgracias que lesucedieron ....................................................................................................................... 29Captulo IXAdnde cuenta el ladrn la industria que tuvo para salir de las galeras de Marsella ..... .33Captulo XEn el cual acaba de contar la traza comenzada, con ciertos coloquios de amor que

    pasaron entre l y el mayordomo .................................................................................... 37Captulo XIEn el cual cuenta el ladrn una desgracia que le sucedi en Len con una sarta de perlas......................................................................................................................................... 41Captulo XIIDonde cuenta el ladrn la ltima desgracia que le sucedi ............................................44Captulo XIIIDe los estatutos y leyes de los ladrones .......................................................................... 46

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    [DEDICATORIA]

    Al Ilustrsimo y ExcelentsimoSeor Don Luis de Rohan,Conde de Rochafort

    Excmo. Seor:

    Si los presentes que se hacen hubieran de estimarse por lo que ellosvalen, y no por la voluntad con que se ofrecen, ni mi atrevimiento tuvieradisculpa, ni el agravio de V. Ex. admitiera satisfaccin. Pero,considerando cun propio sea de la nobleza favorecer los humildesdeseos de quien debajo sus alas se ampara, he querido echar mi pobre

    cornadillo en el templo, como la otra vejezuela, sacrificando un tomo ala inmensidad y ofreciendo un nada al todo. Recbale V. Ex., le suplico,no como obra digna de ese peregrino ingenio, sino como muestra de unnimo obligado y agradecido, y no permita que su bajeza y estilooscurezcan la gloria que tendr cuando yo me confesare y el mundo metuviere por Humillsimo criado de V. Ex..

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    CAPTULOI

    En el cual compara el autor la miseria dela prisin a las penas del Infierno

    Es tan parecida la terribilidad que del infierno nos pintan las sagradas letras a lamiseria que en la prisin se padece, que, a no tener sta la esperanza que a la otra falta,

    pudiramos darle el ttulo de verdadero infierno, pues en lo esencial tienen recproca ycabal correspondencia. De donde me maravilla en extremo la intil diligencia quealgunos escritores modernos hacen, buscando modos equivalentes con que declarar almundo la ferocidad de aquella horrible habitacin, pudiendo conseguir su intento slocon representar la desesperada vida que en la prisin se padece, la cual y su extremadamiseria ser perfectamente conocida, si primero tratremos por menudo las desdichas y

    lacerias que en el perpetuo infierno se pasan.Los autores, que desta materia escriben, reducen las penas del infierno a dos puntos:el primero y ms principal de los cuales es la privacin de la Divina Esencia, a quienellos llaman pena esencial, por ser la que propiamente contiene cuantos tormentos se

    pueden imaginar en el infierno. Y es sta de tan mala digestin, tan extremada y terrible,que, si el alma tuviere en el otro mundo cuantos placeres y gustos puede inventar elhumano pensamiento, estando privada de Dios no habr cosa que tenga siquiera unamnima sombra de consuelo. Porque, siendo Dios la raz y fuente de todo lo bueno, yestando en slo l depositados cuantos contentos y alegra hay en el mundo, es llano quecon l tendr el alma todo el consuelo posible, y sin l un infinito abismo de confusin ydolor: con el cual y la certidumbre que tiene de que su mal no se acabar jams, maldice

    su ser, su nacimiento y los das que vivi.La otra pena que en el infierno tienen los condenados, es la accidental, llamada aspor ajuntarse a la primera como accidente; la cual no sirve de otro que de avivar laaprensin del condenado, precipitndole en la amarga contemplacin de su miseria. Asta se reducen la miserable compaa de los demonios, la horrible y espantosahabitacin del infierno, la diversidad de tormento, las continuas lamentaciones, el caos,desorden, confusin, fuego, temblor, sufre tinieblas y otras mil aflicciones que all se

    pasan, de las cuales y de la privacin de la Divina esencia est compuesto el miserable yperpetuo infierno.

    Y cuanto a la variedad de ministros que en aquella tenebrosa caverna residen, yasabe que en la sangrienta batalla que tuvo el arcngel San Miguel con Lucifer sobre la

    honra y silla de su Criador, cayeron del cielo y de lo ms alto de su perfeccin a losabismos y boquerones del infierno, no solamente l, pero gran nmero de ngeles, loscuales fueron cmplices de su maldito deseo y temeraria pretensin. Y stos, aunqueigualmente participan la pena esencial, que es la privacin de Dios, con todo eso, tienenentre s alguna diferencia, ora sea por ser cada uno de su especie, como dice un doctorde la Iglesia, ora por lo ms o menos que hubo de consentimiento en su malicia. Porque,sin duda, los que obstinadamente defendieron la insolencia de Lucifer cayeron en loms bajo y profundo de la tierra, cual es el centro del mundo, adonde los telogosconstituyen el infierno. Y los que no fueron tan vehementes y protervos, sino quetibiamente aprobaron su pretensin con cierta y determinada complacencia, no cayerontan abajo, quiero decir que la pena accidental destos no fue tan grande como la deaquellos: y as desta suerte se fue diversificando la pena accidental destos espritus,segn los grados de ms o menos malicia que en su pecado tuvieron. De donde, y de ladiversidad de oficios que entre ellos hay, vienen a llamarse unos subterrneos, otros

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    cueos, otros areos, gneos, orientales, occidentales, etc. Y aunque en el infierno nohay orden alguno, como dice Job, con todo eso, entre los sobredichos espritus hay uncierto gobierno y orden, subordinndose en varias y diversas compaas, con diversosgrados y calidades; as como los ngeles buenos en la celestial Hierusaln estn por suorden divididos en ngeles, arcngeles, tronos, potestades, querubines, serafines y

    dems hierarquas.Todas las legiones de demonios, que del cielo cayeron, quedaron sujetas al arcngelSan Miguel, el cual tiene sobre todas mando y seoro, as como tambin (segn loscabalistas dicen) cada ngel bueno de los prncipes tiene imperio sobre una legin. Yultra la obediencia que todos deben a San Miguel, como a capitn general, despus deDios, tienen tambin entre ellos su prncipe de maldad, a quien se humillan y obedecen,y de quien se derivan varios lugarestinientes y gobernadores, los cuales dividenenteramente el gobierno de toda la infernal milicia, teniendo cada uno de ellos a sucargo la disposicin y buen orden de su escuadra. No de otra suerte, que en un biencompuesto ejrcito, siendo grande la multitud de soldados, se reparte el cuerpo dl envarios y diversos gobernadores, como son general, maestre de campo, capitanes, alfrez,

    sargentos, cabos de escuadra y otros a este talle, los cuales disponen con todapuntualidad el ejrcito y soldados. Y as como destos hay varios oficios, siendo unos dea pie, otros de a caballo, unos piqueros, otros mosqueteros, otros gastadores, yfinalmente de diversos entretenimientos y empleo, as tambien entre los malignosespritus hay diversos oficios y condiciones, tentando unos de avaricia, otros de lujuria,otros de ambicin, y finalmente, cada pecado particular tiene determinados y sealadosministros, teniendo todos uniformemente un slo fin y blanco, que es llevar el alma alinfierno.

    En este diablico ejrcito hay unos demonios que no salen jams del infierno, sinoque estn siempre encerrados en l, recibiendo las almas que entran all, y dndoles ellugar, puesto y especie de tormento que sus pecados merecen; y otros que siempreandan vagabundos, rodeando la tierra y buscando almas que llevar al infierno. Peronadie piense que stos tienen poder ni autoridad de llevar el alma al infierno, ni aqullosde encerralle en sus lbregas y escuras cavernas, sino es por particular mandamiento ycomisin de Dios, pronunciado por San Miguel o otros ngeles buenos. Y esto hay,cuanto a los ministros del infierno.

    Por cuanto de su capacidad y anchura, digo que es tan grande que en l entran todasuerte de pecadores y delicuentes, estando ordinariamente poblado de blasfemos,

    perjuros y homicidas, lujuriosos, envidiosos y, finalmente, toda suerte de malhechores;los cuales, aunque comunmente tienen la pena esencial, que es la privacin de Dios, ytodos estn en el infierno, con todo, las moradas y puestos son diferentes, segn losmerecimientos de cada uno; pues es cierto que no ser tanta la pena del que debe poco,como la que tiene el que mucho debe; creyendo firmemente que aquel justo Juez da asel premio como el castigo, a cada uno segn lo que merece.

    A toda la sobredicha variedad se ajunta la extremada confusin del infierno, eldesorden, inquietud, desconcierto y continua agitacin que en l hay, pues es llano quedonde la rabia y desesperacin reinan, no puede esperarse alguna uniformidad yacuerdo.

    Este es el estado, prctica y disposicin de aquella infernal habitacin y horriblecaverna, vivo retrato de la desesperada vida que en la prisin se padece; en la cualhallar el contemplativo tan cabal y recproca correspondencia, que casi slo el nombretienen diferente. Porque, primeramente, a la pena esencial del infierno, que es la

    privacin de la Divina Esencia, corresponde en la prisin la privacin de la libertad, a lacual con justo ttulo podemos llamar pena esencial, por ser la reina de todas cuantas

    aprensiones y motivos de dolor pueden afligir un honrado entendimiento. Y as como enaqulla, estando el alma privada de Dios, lo est tambin de todos los placeres del

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    mundo, de la propia suerte en sta no goza de cosa que tenga sombra de contento;porque, aunque un encarcelado anduviese vestido de prpura, servido como un rey,sustentado con los ms delicados manjares del mundo, su cmara cubierta de brocado,entretenido con todo gnero de msica, visitado de sus parientes y amigos y lo demsque puede desearse, no tendra el mnimo cosuelo del mundo, antes bien lo tendr

    menos, porque todas estas cosas no sirven, que de despertalle ms el apetito a desear loque los otros gozan y l no puede alcanzar: de dnde viene a aumentarse la privacin, ypor consiguiente la pena.

    La fortaleza y rigor deste fiero monstruo podr fcilmente conocerse por la bondadde su contrario, siendo cosa infalible que tanto ser mala la privacin de una cosa,cuanto fuere buena la posesin della. Y siendo la libertad la ms preciosa joya del alma,y la mayor perfeccin que el inmenso Autor del Universo plant en la criatura racional,es cierto que su privacin ser la ms perversa e insoportable de todas. Que la libertadsea la que encamina y dirige las acciones del hombre a varios y diversos fines, sinviolencia, con gusto, escogiendo y mandando, la experiencia lo ensea: en lo cual elSupremo Artfice quiso diferenciar al hombre de los animales brutos, el fin de los cuales

    se alcanza por un instinto natural, que les lleva, como por el cabestro, al apetito ycomplacencia de l. Y que la libertad sea tan poderosa que haga al hombre tan absolutoy seor, que, habindole propuesto el entendimiento lo bueno, perfecto, honesto ydeleitable, pueda determinarse a amallo, y tambin a no hacello, sin que pueda pedilleresidencia de este absoluto imperio otro que Dios, la natural filosofa lo dice; comotambin que por la absoluta independencia de sus acciones haya el hombre alcanzado laimagen y semejanza de Dios, y con esto la perfeccin ms subida de punto que poda

    pretender. De donde y de otras razones, que aqu pudiera traer, se ve claramente que nohay cosa en este mundo a que con ms propiedad pueda compararse la pena esencial delinfierno, que a la privacin de la libertad, pues trae al hombre a tal extremo, que seaborrezca a s mismo, su ser, su constitucin y estado.

    Bien sabe la verdad que voy escribiendo el que algn tiempo ha estado en la prisin,amarrado con cadenas y hierros, sujeto a las inclemencias y rabia de esta terriblehabitacin, maldiciendo, aunque noble y bien nacido, su ser, su condicin y nobleza,deseando ser mucho menos, o arrepintindose de haber sido tanto; en medio de la cualdesesperacin envidia la tranquilidad y pacfica condicin de la gente plebeya, baja yladina, y quisiera haber nacido entre ellos. Maldice sus acciones, sus estudios, los

    puntos de nobleza que le ensearon sus padres y el entendimiento que tiene,parecindole que, si fuera un tonto, ignorante e idiota no se viera en tan miserable tranceni extremada pena. Y si la desesperacin le dejase entre los individuos de su mismaespecie y naturaleza, no fuera poco; pero le va apurando y consumiendo con el fuego dela impaciencia, de tal suerte que le saca del ser racional y le reduce al de bestia bruta, yentre stas, a la ms baja e nfima especie, pues suspirando la libertad, invidia al ave quevuela, al perro que ladra y la hormiga que camina, deseando ser uno dellos. Y no paraaqu el veneno deste fiero animal; porque apretando esta furiosa aprensin a un pobreencarcelado, no solamente le saca del orden y categora de los animales deseando serrbol, estatua o piedra, pero le reduce al nada, pesndole de haber nacido en el mundo.De donde se ve claramente que, haciendo la privacin de la libertad en el hombre uncambio tan desdichado como es precipitalle de lo ms alto y perfecto de su inclinacin yapetito a lo ms bajo e nfimo, y de la imagen y semejanza de Dios al nada, es la msfuerte y rigurosa pena que se puede imaginar y la que puntualmente retrata la esenciadel infierno.

    A la pena accidental corresponden las casi innumerables aflicciones y calamidadesque van siguiendo la privacin de la libertad, cuales son la hediondez de la prisin, la

    desordenada fbrica de sus edificios, la infame compaa, las continuas y desmesuradasvoces, la variedad de naciones, los humores diferentes, la vergenza, la persecucin,

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    mofa y escarnio, la crueldad, el tormento, los azotes, la pobreza y otras casiinnumerables miserias, que en la prisin se padecen, de las cuales y de la privacin de lalibertad est compuesto este vivo retrato del perpetuo infierno.

    Cuanto a sus ministros y ejecutores, nadie me negar que toda la tierra est llena ycubierta de diablos encarnados, en su especie ms obstinados y malditos que los del

    perpetuo infierno, y de stos, la mayor parte cados, como otro Lucifer y sus secuaces,del cielo de la honra; quiero decir que, por demritos y pecados cometidos, el ngel SanMiguel, que es la justicia, les ha echado del comercio y habitacin de los buenos. Yvindose abatidos y deshonrados, han tomado el oficio de diablos para vengarse de las

    pobres almas inocentes, corriendo el da y la noche por las calles, mercados y plazaspblicas de la ciudad, oliendo y buscando gente que traer a la prisin. Y stos son losque el vulgo llama verguetas o corchetes; los cuales con tal rabia y tirana arrastran un

    pobre hombre a la crcel, que los del perpetuo infierno no les hacen ventaja. Y si algunadiferencia podemos sealar entre ellos, es que los infernales huyen de la cruz; pero stosde la prisin aman, reverencian y adoran esta bendita seal, de tal suerte que quien conellos quisiere negociar bien y convertir algn poco su aspereza y rigor en piedad y

    blandura, es necesario que vaya siempre con la cruz en las manos, porque en el puntoque la dejare, le atormentarn diez veces ms de lo que merece su pecado. Y en dandocon el lance, luego dicen el Pater noster por el alma que prenden hasta el Da nobishodie, y no pasan de ah.

    Estos demonios son los que ordinariamente van paseando las calles y plazas de laciudad, buscando las almas por los ms secretos lugares della: la multitud, oficio yvocacin de las cuales es tanta, que no pienso haya ms legiones de diablos en elinfierno, que corchetes en la repblica. Entre stos, unos hay de a caballo, los cualestoman a su cargo ir por los campos desiertos y lugares ms apartados a prender lasalmas y traelles a la prisin; los cuales, por ser de una naturaleza ms alta y relevadaque los dems, podemos llamarles orientales y de la regin del fuego. Y stos se llamanarqueros, cuya legin y cuadrilla tiene por capitn y caudillo un gran diablo a quienellos llaman Prevosto.

    Otros diablos hay en este infierno, inferiores a los sobredichos, los cuales vanordinariamente de diez en diez o de veinte en veinte, disimulados y encubiertos, por versi podrn pescar una pobre alma a traicin. Son tan cobardes, pusilnimes y afeminados,que muchas veces se juntan cuarenta para prender un hombre, y an no se atreven, ahacello solos y sin la asistencia y amparo de un diablo de ropa larga, que ordinariamenteles acompaa. Van siempre rotos, despedazados, maltratados y desnudos; y esta es lams baja e nfima legin de todos cuantos hay, como los subterrneos y duendes, a loscuales el vulgo suele llamar corchetes de vara.

    Cada legin de estos demonios tiene infinitos semidiablos los cuales con grandsimaastucia y cautela andan disfrazados y encubiertos por la ciudad, reconociendo todo loque en ella pasa. Tornan y truecan cada da mil formas y figuras, mostrndose en cadaconversacin de su manera, hacindose en una ocasin de la tierra, en otra extranjero,ya de una profesin y calidad, ya de otra diferente. Son stos los que con grande sutilezay artificio descubren la presa, de la suerte que los podencos las perdices, llevando lossobredichos demonios al lugar propio del alma, sealndosela con el dedo; y a stosllamamos nosotros espas, y entre ellos se llaman recors.

    Otros demonios hay, que se precian de ms nobles y corteses, cuyo oficio es intimarpenas, requestas y comisiones, abonar por el alma y cargarse della, respondiendo por sucausa siempre y cuando que el juez la pidiere. Y aunque est en su guarda de ellos, ledan siempre tiempo y lugar para solicitar sus negocios, visitar sus jueces y litigar sucausa, usando con ella alguna misericordia y amistad; finalmente, tienen la naturaleza

    mezclada de bondad y malicia, y son entre diablos y ngeles, a los cuales, por la

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    familiaridad que tienen con el hombre, podemos llamarle areos. Y stos llama el vulgoporteros.

    Todos los sobredichos demonios y otras muchas diferencias de ellos, que por evitarla prolijidad no refiero, se hallan en el mundo, cada uno de los cuales va por diferentescaminos llevando almas al infierno de la prisin: los cuales todos, al modo de los

    malignos espritus, estn divididos en diversas legiones y cuadrillas, pero no atormentanlas almas, porque no entran en el infierno, solamente las entregan al lugartiniente deLucifer, que es el carcelero, y luego se vuelven a sus habitaciones y ranchos para darcuenta al capitn de las tentaciones que han hecho aquel da, y del nmero de almas quehan llevado a la prisin, contando cada uno la traza y astucia que tuvo en su infernaloficio.

    Otros demonios hay que no salen jams de la prisin, ni tienen otro empleo queatormentar las pobres almas, que all entran. Y stos son tan tiranos, tan crueles ydesalmados, que no satisfacen su rabiosa hambre, sino chupando la sangre y la vida del

    pobre que en sus manos cae; pues, hasta que le agotan la bolsa, no le dejan respirar. Ystos son los guijetieros o mozos del carcelero; el cual, como presidente de esta horrible

    habitacin, recibe el encarcelado de las manos de los corchetes y asienta en su libro elda de su entrada, su acusacin, su nombre y el del diablo que le prendi.Estos demonios encerrados no tienen poder ni autoridad de atormentar el alma que

    los otros traen, ni los otros de prendelle, sino es por mandamiento de la justicia,declarado por San Miguel o algn otro ngel de luz; quiero decir por algn honradoministro, que con verdad y razn mande, por una firma escrita, a estos malignosespritus que prendan el alma.

    Cuanto a lo dems, bien se ve que cada corchete puede traer un hombre a la prisin,as como cualquier diablo puede llevar el alma al infierno; pues ordinariamente entraninfinitos encarcelados y cada uno por su juez diferente.

    Por lo que es la diversidad de moradas y habitacin, ver el curioso muchas ydiferentes en la prisin, acomodadas cada una dellas al delicto del encarcelado. Porqueel que no fuere criminal y es noble, ordinariamente le aloxen en las cmaras ms clarasy bien adrezadas (advirtiendo que la nobleza de la prisin consiste en la buena bolsa).Los que no son de tanta calidad y merecimiento, les acomodan en ciertas cmarasobscuras y negras, adonde continuamente presiden el humo y telaraas; y los inferioresa stos, en la pallaza, as como tambin a los demasiadamente criminales, en la bruma,torre o calabozo.

    Tiene tambin la prisin la propiedad del infierno, que es recibir toda suerte depecadores y criminales, estando ordinariamente poblada y llena de ladrones, cigarreros,cortabolsas, terceros, monjas de la P., homicidas, perjuros, bancosrotos, estafadores,usureros, brujas, y finalmente, tanta variedad, cuanta de animales entraron en el Arca de

    No, sin que a alguno se rehuse la entrada ni cierre la puerta.Desta notable variedad se compone el caos confuso de la prisin, con otras mil

    circunstancias que le acompaan, las cuales, por ser del todo desordenadas y sin lmite,no podr reducillas a un solo trmino, ni dalles una difinicin esencial que comprendauniversalmente todas las miserias desta horrible habitacin, y si ya no quisierecontentarse el curioso con la analoga y proporcin que tiene con el perpetuo infierno.La cual, supuesta como cosa tan propia de la prisin, podremos descrebilla por sus

    propiedades y la experiencia, diciendo que la prisin no es otro que una tierra decalamidad, morada de tinieblas y habitacin de miseria, adonde sempiterno horror yningn orden habita. Es un caos confuso, sin distincin alguna. Es un abismo deviolencias, en el cual no hay cosa que est en su centro. Es una torre de Babilonia,adonde todos hablan y nadie se entiende. Es un compuesto contra natura, en quien se ve

    la paz de dos contrarios, mezclndose el noble con el infame, el rico con el pobre, elcivil con el criminal y el pecador con el justo. Es una comunidad sin concierto, un todo

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    per accidens, un compuesto sin partes, una religin sin estatutos y un cuerpo sin cabeza.Es la prisin sepultura de nobleza, destierro de la cortesa, veneno de la honra, centro,de la infamia, quintaesencia del desprecio, infierno de buenos entendimientos, trampade pretensiones, paraso del engao, martirio de la inocencia, nublado de la verdad,tesoro de la desesperacin, crisol de la amistad, despertador de la rabia, cebo de la

    impaciencia, minera de traiciones, madriguera de zorras, refugio de la venganza, castigode la fortaleza y verdugo de la vida. Aqu, el que ayer era grande, hoy es pequeo; elque estaba prspero en la ciudad, muere de hambre; el que vesta galas, va desnudo; elque mandaba, obedece; el que tena su puerta llena de carrozas y gualdrapas, no halla unnegro que le venga a visitar. Aqu la urbanidad se convierte en insolencia, elatrevimiento en sutileza, la desvergenza en virtud, la blasfemia en valenta, la lisonjaen elocuencia, la mentira en verdad, el silencio en voces, la modestia en desenvoltura, laciencia en ignorancia y el orden en confusin. Y, por rematar la miseria destedesdichado lugar, concluyo con decir que es un bosque de animales fieros, en el cualuno despedaza y devora al otro, comindole el corazn y bebindole la sangre, sin que

    pueda detenelles algn escrpulo de conciencia, temor de Dios, recelo, amor,

    compasin, ni otro cualquier respecto que tenga sombra de virtud ni bondad. Aqu unollora, otro canta; uno ora, otro blasfema; uno duerme, otro se pasea; uno sale, otro entra;a uno condenan, a otro libran; uno paga, otro pide, y, finalmente, apenas se hallan dosde un mesmo ejercicio y voluntad. En un cuerpo del aposento estar uno comiendo, yluego, tras dl, otro orinando, y en medio de los dos habr otro desnudo, en carnes,espulgndose la camisa. Cada uno se emplea en su particular ejercicio, sin tener otrahora ni tiempo diputada para ello, que su voluntad; la cual, siendo demasiado libre ensus acciones, las produce sin algn recelo ni vergenza. En lo que toca al sustento de lavida humana, no se guarda orden alguno entre ellos, porque su apetito es la hambre, lahora siempre, la mesa el suelo, la salsa la porquera y la msica estornudos y regeldos.La tapicera de sus aposentos son todas de luto y con algunos listones de telaraas. Susasientos el suelo o alguna piedra encerada con mucho lardo. Los platos donde se comeestn siempre enemistados con la limpieza, por servir de cofia a la olla y de otros oficioshumildes; y por cuchara se sirven de los cinco dedos, jaspeados y con sus mrgenescrecidas en demasa. Por lo que es el beber, les ensea la industria humana hacer unhoyo en la copa del sombrero, y beber en l ms graso que vino. Y si acaso se hallarealgn jarro entre ellos, ser, segn la premtica y costumbre de la prisin, desbocado,sin asa, sin berniz, y que haya pasado el ao de noviciado, y ejercitndose en los ms

    bajos y humildes ejercicios, sirviendo de orinal, de flasco, de vinagrera, de aceitera yservidor. Por servilletas tornan las faldas del sayo y anchura de los calzones; y pormanteles el envs de una pobre capa vieja, rada y ms llena de animales, que la sbanaque vio San Pedro en Damasco. En el vestir se guarda gran uniformidad, andando todosvestidos de cuaresma y con el hbito de San Agustn, pero tan acuchillado, con tantasfaltriqueras y tan acomodado a las pasiones del cuerpo, que, sin deshacer la pretina delos calzones, no les falta una solucin de continuo con que satisfacer al flujo de vientre.Viven apostlicamente, sin alforjas, sin bculo y sin calzado, no teniendo alguna cosasuperflua ni doblada; antes bien hay tanta simplicidad, que con sola una desdichadacamisa cubren todo el cuerpo, y della llevan las ms veces las uas solas; pero le hacentan buen tratamiento, que no le dan licencia hasta que ella de su mesma voluntad sevaya. Si el dios Momo entrase en la prisin, no tendr que reprendelles, porque se les vehasta las entraas. El peine, mondadientes, escobilla, lienzo de narices, espejo y

    jaboncillos estn desterrados deste lugar; de la cual pobreza nace tanta abundancia, queen la cabeza, barba, pecho e ijadas, se les puede esconder un camello y alojar unacaravana entera. Ni podemos decir que en la prisin haya algn gnero de vicios, pues

    la ociosidad, que es madre de ellos, no tiene entrada, porque todos estn solcitos ydesvelados en buscar lo necesario para la vida humana; y el tiempo que les queda, lo

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    pasan ejercitndose en varios instrumentos de msica, teniendo por maestro desta raravirtud la sarna. Tienen tambin sus horas diputadas para el arte militar, en las cualescombaten con sus enemigos corporales, de quien salen siempre con victoria, llevandocontinuamente por triunfo la sangre en las uas. Viven con la esperanza evanglica, noafligindose por lo que han de comer y beber maana, asegurados que el Padre

    Celestial, que las aves del cielo y hormigas de la tierra sustenta, les proveer lonecesario. Su consuelo ordinario es la fe y esperanza de que han de salir algn da de laprisin y que sus lacerias se han de acabar. Con este desconsuelo, viven siempremuriendo y echando cataratas y trampantojos a la razn; y si por gran suerte el tiempode la prisin se acaba, y la justicia consiente que alguno dellos salga della, va eldemonio, tan solcito y desvelado entonces, revolviendo y enmarandole la libertad,que parece que no hay puertas por donde salir. Uno viene de nuevo a pedille una deudade treinta aos; otro la sucesin de un abuelo suyo, y otro le trae una cdula ms antiguaque el diluvio. Y cuando ya su diligencia y dinero le ha librado de los enemigos deafuera, comienzan los domsticos a entonar el contrapunto; porque uno le pide cincosueldos que le prest once meses antes; otro que le pague un jarro que le rompi; otro le

    saca un papel de cuentas, pidindole diez huevos y una ensalada que pag por l. Unopide que le pague los buenos das, otro las buenas noches; uno pide la capa, otro eljubn, otro los zapatos, y todos le tienen asido, pidindole unos por amor de Dios yotros por amor del diablo. Y cuando ya escap de aquel importuno enjambre de abejas,comienzan los abejones a rompelle los odos. El carcelero le pide el derecho de la

    prisin, la entrada, salida y estada de ella, el dormir, el hablar, el comer, el estornudar, eltoser, hasta la vida; haciendo ms ceros en su libro, que un astrlogo en la rectificacionde un horscopo. Y cuando ya le ha dado lo que sin cuenta pidi, le pide para guantes,la carcelera para chinelas, los mozos para zapatos y la moza para una cofia. El perro le

    pide que le pague lo que ladr por l la noche, el gato el trabajo que tom limpindole lacmara de ratones; uno le tira de una parte y otro de otra, y todos se asen de l comozarzas, hasta dejalle seco, desplumado, exprimido y desnudo como su madre lo pari.

    Esta es, en breves palabras, la miseria prtica deste vivo retrato del infierno, contodas sus circunstancias, en cada una de las cuales hay abundante materia para hacer undiscurso muy largo y profundo. Medite en ella el lector, para que, espantado y temerosode su ferocidad y dureza, se quite de inconvenientes tan peligrosos como cada da se

    presentan al hombre en la libertad.Porque, si una vez cae en las manos del diablo y llega a pasar la puerta del infierno,

    aunque su causa sea ms justa que la balanza de San Miguel y la justicia su protectora,siempre quedar chamuscado con la marca del infierno, en el cual, quien entra una vez,deja lo mejor que tiene en las manos de Plutn. Y aunque entre ms lleno y, rico que lareina Sabb cuando vino a visitar al rey Salomn, saldr ms exprimido, destilado yflaco, que aquellas siete vacas que en sueo vio Faran en Egipto.

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    CAPTULOII

    De un gracioso coloquio que tuvo elautor en la prisin con un famossimoladrn

    Nadie se engae con el proverbio que el vulgo celebra por mxima cuando dice quetodo lo nuevo aplace, porque, cuando la lgica no condenara por falsa esta proposicin,la experiencia descubriera el engao y falacia de ella, pues no pienso que persona en elmundo haya hallado agradable la prisin la primera vez que en ella entr. De m s decirque cuando en ella estuve, aunque muy nueva para m, no hall cosa que me agradase,antes bien, el gusto que las cosas nuevas traen consigo se convirti en notableadmiracin y en extremada pena, viendo lo que no quisiera, oyendo lo que me desplacay entretenindome con lo que menos me agradaba. Pas los primeros das en lo quetodos los que all entran, que es considerar la habitacin, escandalizarse de lasconversaciones que all se pasan y huir el trato familiar de los habitantes. Y pasara yotodo el tiempo que all estuve en semejante empleo, si fuera en mi mano el hacello, puesla compaa no me convidaba a ser demasiado domstico y familiar. Pero la necesidad,acompaada con la curiosa importunacin que los encarcelados tienen cuando algunoentra de nuevo en la prisin, me oblig a humanarme y abatirme al trato ordinario de lagente ms baja y grosera con quien tuve suficientsima relacin de los sujetos ycalidades de aquella habitacin, no con ms trabajo que dalles audiencia, porque conella sabr el discreto ms pecados en cuatro das, que en cien aos un confesor. Enconclusin, que con un buen semblante y algunas blanquillas que en mi bolsa traa, gan

    la voluntad de la chusma, de tal suerte que no haba persona, de cualquier calidad quefuese, que no me estimase en mucho y consultase conmigo lo ms intrnseco de suconciencia. Pero la frecuencia deste prolijo trato e importuna conversacin memolestaba de tal suerte que no era mo, ni tena libertad de pasar un cuarto de hora asolas. Y as, procur por mil caminos evitar la porfa de aquella indiscreta gente; mas nofue posible deshacerme dellos, sin perder tambin el crdito que con ellos haba ganado;

    por donde quise probar si en aquel martirio, ya que no tena merecimiento, podra hallaralgn gusto y pasatiempo con que divertirme y entretenerme; y as continuando miacostumbrado cuanto enfadoso empleo, estando un da sentado en un banco que en lacapilla de la prisin haba, en compaa de tres o cuatros destos deJudica me Deus,oyndoles algunas dificultades que conmigo haban venido a consultar sobre los diez

    mandamientos, entend el eco de una triste voz que con gran lstima me llamaba.Alborotronse todos los crcunstantes, y uno de ellos sali corriendo a informarse de laimprovisa novedad; pero la ligereza del que me andaba buscando previno la curiosidaddel que sali a pidillo, porque apenas se oy la voz, cuando tras della se dej entrar porla puerta uno de mis devotos y tenido en mucha consideracin entre aquella gente nonsancta, mudado el color, el rostro baado en lgrimas, sin sombrero, cruzadas lasmanos, sollozando y pidiendo, con mucha humildad a los circunstantes le dejasen soloconmigo, encareciendo la brevedad como principal remedio de su desdicha. Hicironloas, y l, vindose solo y con libertad de descubrime su pensamiento, sin algn

    prembulo, prevencin, advertencia o cortesa, dijo: Seor, hoy es el da de mi fiesta, y se me hace merced de la escribana de un

    puerto, con un capelo de cardenal. Qu remedio habr para un mal tan grande?

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    Verdaderamente, me suspendi algn tanto la cifra de sus palabras, juntamente conla figura que representaba, porque no saba cmo glosar un lenguaje incgnito yacompaado con tantos suspiros; pero, reparando un poco en ello y presumiendo ya loque poda ser, cre que el capelo le haba recibido en un jarro de vino y que de su muchaabundancia se le haba subido a la cabeza aquella noble dignidad; y as, medio riendo, le

    respond: Amigo, el correo que os trajo la nueva es de a doce o de a veinte? No es de a doce, ni an de a cuatro, desdichado de m respondi l, que no

    estoy embriago, ni en mi vida lo estuve; y pluguiese a Dios que todo el mundo viviesetan recatado en este particular como yo; mas, como dice el proverbio, unos tienen lafama y otros lavan la lana: y vuestra merced no hace bien de burlarse de un pobredesdichado que llega a pidille consejo en tan extremada afliccin.

    Admirme grandemente su asentada respuesta, y, no pudiendo dar en el blanco delo que poda ser, le dije, algo colrico:

    Acabad ya de contarme la causa de vuestra pena, y no me tengis ms suspensocon vuestra cifra y enigmas.

    Yo conozco ahora, seor mo dijo l que vuestra merced no ha estudiadotrminos martiales, ni ha visto las coplas de la jacarandina, y as le ser dificultosoentender la concusin de los cuerpos slidos con la perspectiva de flores rojas en campo

    blanco.De esta segunda respuesta me acab de confirmar que no estaba embriago, pero

    loco s; y como a tal, otorgu todo lo que me deca, aunque sin entendelle. Y tomandopie de sus mesmas razones, le pregunt:

    Quin le haca cardenal y por qu?A lo cual me respondi diciendo:

    Sabr vuestra merced que algunos de tercio y quinto, oficiales de topo y tengo,sobre el siete y llevar, se encontraron conmigo un domingo a media noche, yhallndome con el as de palos, dio su suerte en azar y yo qued con el dinero. Picronsey, deseando vengar su agravio, se fueron a Cipin, manifestando una llave universal queen mis manos haban visto, sobre lo cual se hicieron largas informaciones por losseores equinociales, y al cabo de un rigoroso examen que se me hizo, no hallndome

    bueno para Papa, me dejaron el oficio de cardenal. Por muy dichoso os podis tener le respond con tal alta dignidad, pues son

    muy pocos y con mucho trabajo los que llegan a ella. Yo la renunciara de buena gana dijo l y sin pensin, si alguno la quisiese

    recibir por m, y an me obligara a pagalle las bulas; porque, a decille la verdad, escarga muy pesada, y quien la da no tiene muy buena reputacin en el vulgo, ni amigosen la ciudad; y esta es la causa que no la estimo. Y no piense vuestra merced que condecir no quiero aceptalla, se remedia esta pena, porque no est en mi mano ni en la delos que semejantes cargos reciben el podello hacer, pues las dignidades se reparten pormerecimientos; y as, aunque el hombre las rehuse, se las hacen tomar por fuerza. Y

    porque alguno, por demasiado humilde, no se excuse ni haga resistencia, le atan como sifuese loco.

    Verdaderamente amigo le dije deberais teneros por dichoso ybienaventurado con tal eleccin, supuesto que va por merecimientos y no por favor.

    Bienaventurado dijo l, s, por cierto, que lo soy, aunque indigno pecador,pero no dichoso, que a serlo, no fuera bienaventurado.

    Con esta respuesta me acab de desengaar de que no estaba loco ni embriago, sinoque, de solapado y tacao, encubra su razonamiento; y determinando dejalle con sussatricas gracias, me levant en pie dicindole algunas palabras injuriosas, a las cuales

    respondi, con mucha humildad, diciendo:

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    Refrene vuestra merced su clera, le suplico, seor mo, que el habelle habladopor cifras no carece de misterio. Y crame, que no ha habido en ello otra intencin, queocultar mis desdichas a algunos soplones, que ordinariamente van desveladosescuchando las vidas ajenas para a sus correspondientes; pero ahora que sin recelo

    puedo hablar, yo me declarar, confiado en que vuestra merced, como de tan buen

    entendimiento, no se escandalizar de oir mis flaquezas, ni por ellas me privar del buenconsejo que de su extremada caridad espero. Y as, sepa que el cardenal es el que hoyme darn a medioda en las espaldas; la escribana del puerto, la que reciben los que vancondenados a galeras; los de tercio son algunos de nuestra compaa, los cuales guardanla calle cuando se hace algn hurto, y stos llevan el tercio; los de quinto, son algunagente honrada, o a lo menos tenida del vulgo por tal, la cual encubre y guarda en su casael hurto, recibiendo por ello el quinto de lo que se roba. Ahora sabr vuestra merced,que hallndome por desgracia una noche en un Santiago que se hizo, corri la caa tan

    poco que no hubo de qu hacer cuarto ni quinto; y siendo yo el que me puse en el mayorpeligro, quise alzarme con todo, prometiendo en otra ocasin ms gananciosa emendarla falta pasada. Los de siete y llevar, quiero decir, mis compaeros, no hallaron a

    propsito la satisfaccin que les di, porque absolutamente pidan su parte. Yo, vindomeimposibilitado del todo, por tenelle ya comido, met el pleito en voces, y asiendo de unpalo, que es el as que vuestra merced oy, di a uno dellos en la cabeza un mal golpe, yvindose herido y los compaeros burlados, se fueron a Cipin, que es el Prebosto, yacusronme de ladrn de ganza, que es el instrumento con que abrimos todo gnero de

    puertas; y prosiguiendo la acusacin, dieron conmigo en la crcel, condenndome losseores de la Corte (a quien nosotros llamamos equinocciales) a pasear las callesacostumbradas, y despus a servir a su majestad en las galeras de Marsella; la cualejecucin debe hacerse hoy a medio da; estoy temblando, porque son ya diez horasdadas. Si vuestra merced sabe algn remedio que darme, har una grande obra demisericordia, porque temo que, habindome desnudado el verdugo y hallndome concinco marcas que injustamente me han dado cinco veces que he estado preso, me harsin duda hacer el camino ms corto.

    Hasta aqu lleg el malaventurado con la explicacin de su cifra, sin que yo pudieseinterrumpir su discurso, tanta era la suspensin que sus intrincadas metforas medejaban!; y acabando su cuento con un profundo suspiro que del alma le sala, se dejcaer entre mis brazos medio desmayado. Y volviendo en s, comenc a consolalle lomejor que pude, dndole, por ltimo remedio, que se apelase a la Corte, esperandosiempre de aquel supremo tribunal ms misericordia que de los jueces inferiores.Apenas acab mi razonamiento, cuando entraron por la puerta de la capilla tres o cuatrocamaradas suyos, muy muertos de risa, dndole por nueva que la que le haban dado era

    balsa y sus azotes no eran verdaderos, sino cierta impostura de sus enemigos,maliciosamente inventada para turballe. Con esta nueva volvi el desdichado tanrepentinamente en su ser primero, que, sin quedalle algn rastro ni seal deresentimiento, hizo veinte y cinco cabriolas en el aire con mil gracias y donaires, y suscompaeros comenzaron a dalle pelillo y matraca sobre el caso; de los cuales supo tan

    bien defenderse y con tan agudas razones, que me dej grandsimo deseo de conversallea solas y muy de espacio, por saber largamento su trato, vocacin, oficio y ladeclaracin de algunos equvocos que ordinariamente mezclaba en su discurso; pero l,conociendo en m este deseo, en agradecimiento a la paciencia con que le haba estadooyendo y del buen consejo que le haba dado en su necesidad, me prometi dar largacuenta de su vida, de la de sus padres y de los varios acontecimientos que en su arte lesucedieron, juntamente con todas las menudencias que entre los de su oficio se pasan. Y,dndome la asignacin para dos horas de la tarde, nos fuimos a comer.

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    CAPTULOIII

    En el cual cuenta el ladrn la nobleza yexcelencia del hurtar

    No fue perezoso el buen Andrs (que as dijo se llamaba) en acudir al prometidopuesto ni negarme la relacin que con tanto deseo le haba pedido; porque media horaantes de la sealada le hall que me estaba esperando con grande impaciencia, y tangrande que, sin saludarme, se meti de hocicos en su historia, diciendo desta manera:

    Sabr vuestra merced, seor mo, que, si desde el punto de su nacimientoanduviera buscando por todas las universidades del mundo quien con ms fundamento,experiencia y doctrina le informara de lo que desea saber, fuera imposible hallarle, puesen lo que toca (y esto no por soberbia) a ser hombre de los de leva y monte, y

    entendrseme los enigmas de Mercurio Trimegisto y otras filosofas ocultas, no darventaja a hombre de la tierra. Con este y otros segretos, reservados slo a mi discrecin,he hallado la piedra filosofal y el verdadero Eleysir vitae, con que convierto el venenoen medicina, el sayal en brocado y la hambre en hartura, sin poner en mi caudal otro quela manipulacin. No hago como mil ignorantes de nuestros tiempos, los cuales,embelesados con el ganancioso fin que la prctica del gran philosophorum promete, searriscan temerariamente a gastar el todo por buscar el nada, y a deshacer cien milesencias por una quinta, incierta y mentirosa, cuyos excesos y curiosidad no tienen otrofin y paradero que deshonra, pobreza, miseria y, finalmente, una muerte afrentosa.Porque, ordinariamente, los que han gastado sus bienes y los ajenos en buscar lo que nohallaron, vengan su rabia a martillazos sobre los siete metales que fueron causa de su

    ruina. Y, lo que peor es, no hay hombre en el mundo que con todas las experiencias ydesdichados fines en que los alquimistas paran, no le haga la curiosidad cabriolas en alapetito y cosquillas en la voluntad, todas las veces que oye hablar desta arte. La ma,seor mo, no es deste jaez, ni menos est sujeta a las fantasas y quimeras de Geber,Arnaldo, Raimundo y otros grandes prometedores, cuya sabidura consiste en noentenderse. Fcil es, clara y sin alguna mezcla, pero quien la ejercitare, es necesario quesea sagaz, prudente y avisado, porque, en faltando algo desto, fcilmente se romper elorinal y se perder en un instante lo que en toda la vida se gan. Ni menos tiene estanoble arte los principios de Aristteles, porque l y otros muchos que le siguenimaginaron que no puede de nada hacerse algo, siendo verdad que en esta nuestra artede nada se hace el todo. Y si algn principio podemos atribuirle de los que l propone en

    su Fsica, es la privacin, pues della sola se pasa a la posesin de infinitos bienes. En loque toca a los instrumentos, yo confieso que los hay, pues no hay arte que est sin ellos,pero tan fciles y de poco gasto que nosotros mesmos los hacemos, y, hechos una vez,duran una infinidad. El caudal que ha menester uno de nuestros artfices, es slo el buennimo y entera disposicin de su cuerpo y miembros, sin otros dijes, arrequibes nizarandajas, y con slo sto, le pasan maestro. Y no piense vuestra merced que esta arte,teniendo su origen tan pobre como el nada, sea afrentosa ni infame, porque es la msnoble, ms absoluta y privilegiada de cuantas hoy hay en el mundo; tanto, que noconoce ni respeta Rey ni Roque, ni se le da un maraved de cuantos monarcas hay sobrela tierra, ni del brazo eclesistico ni seglar; antes bien, todos le contribuyen y pagantributo, trabajando todos para ella. Sus campos estn frtiles en tierra seca; coge el frutosin sembrar; con ninguno tiene trato y a todos pide, a nadie presta, y todos le deben; susmieses crecen sin lluvia y de todo toma diezmo. No viene flota de la India, ni caravanade Levante, de la cual no sea pretendiente; ni hay mercader en la China que no le sea

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    deudor, y, finalmente, todo y a todos alcanza. Y lo que ms se debe estimar en estapreciosa arte, es la grande facilidad con que se ejercita, en que excede a todas cuantasartes hay hoy inventadas en el mundo, el fin de las cuales es contrario al desta, puesellas se perficionan hiciendo, y esta nuestra deshiciendo. Y siendo ms fcil el deshacerque el hacer (como dijo el Filsofo), no hay que dudar, sino que ser ms fcil esta

    nuestra que todas las dems, cuyo fin se alcanza con mucha pena, dificultad y trabajos.Ms adelante pasar el buen Andrs con las alabanzas y excelencias de su hurtadoroficio, si, con mi demasiada impaciencia, no le interrumpiera, parecindome del todoimpropios los ttulos y nobleza que le daba, tanto por ser de suyo infame, cuanto por losinnumerables peligros que ordinariamente suceden a los que en semejantes tratos andan.Y as le dije, medio enojado:

    No s, hermano Andrs, cmo ni con qu razn podis estimar esta vuestra artepor noble, fcil y gananciosa, pues vos mesmo me habis contado los peligrosos trancesen que os habis visto, y del poco provecho y mucha miseria que hay en ella, measegura vuestra pobreza y calamidad; por lo cual me admiro en extremo de ver la

    perseverancia que habis tenido en vuestra desdichada arte, debiendo escarmentar con

    las experiencias pasadas. Vuestra merced tiene razn, seor mo respondi l, y confieso que nossuceden muchas desgracias y azares; pero ms come un buey que cien golondrinas;quiero decir, que un buen lance nos hace espaldas a muchas desgracias, cuantims queno nos suceden tantas como vuestra merced piensa, y, aunque nos sucedieran muchasms, no sera posible apartarnos deste trato, sino es con la muerte, porque no s qutiene consigo esta nuestra arte que es como hidrpico, que, cuanto ms bebe, ms sedtiene, y de un solo acto se hace hbito, qui difficile removetur a subjecto. Y yo s bienque vuestra merced, siendo hombre letrado, aprobar mi doctrina, pues suele disputarseentre los filsofos si aquella mxima de Aristteles, que dice que ex pluribus actibus

    generatur habitus, sea universalmente verdadera. Y dicen algunos que de un solo actopuede engendrarse un hbito; lo cual se debe entender de los actos morales, y entrestos, de los malos; quiero decir que para engendrar un hbito de pecar, un solo acto

    basta; pero para hacer bien, son menester muchos. La razn es evidente, porque, estandola voluntad humana dispuesta, por el Fomes pecati y miserias contradas en suconcepcin, a pecar, un solo acto deja en ella cierta disposicin interna con que sefacilita y dispone a semejantes actos. Pero, estando el apetito tan estragado, bascoso ymal dispuesto para recebir la virtud, ser necesario, no slo un acto de bondad, peromuchos, si alguna disposicin o habitud de bien hacer le ha de quedar. Por donde puedevuestra merced juzgar que, aunque nos sucediesen millones de desgracias, sera casiimposible poder dejar nuestro trato ni mudar de vida, tenindole ya convertido ennaturaleza. Y si esto se hubiese de hacer, sera menester hacer el mundo de nuevo,

    porque, cual ms cual menos, toda la lana es pelo; todos somos de la cofrada; nadieest contento con su suerte, quien ms tiene ms quiere, y a todos nos agrada lo que

    poco nos cuesta y tomar truchas a bragas enjutas. Pero el desdichado paga por todos;que, como dice el proverbio, para ellos se hizo la horca. Todos hurtamos, y, por nuestros

    pecados, unos lavan la lana y otros tienen la fama. Dichosos los que hurtanhipocrticamente, quiero decir, como mdicos, cuyas faltas cubre la tierra, sin podellesacusar ni pidir restitucin de la vida y dineros que hurtaron pblicamente y a ojosvistos. Y, aunque destos hay unos a lo divino y otros a lo humano, todos se encuentran ydan en un mesmo blanco. Que sanguijuelas hay tambin que chupan dulcemente,saboreando el mundo con un buen semblante, rostro macilento y cuello torcido,colorando con endiosadas palabras sus ambiciosos intentos; y por esto se dijo que trasde la cruz est el diablo, Y otros hay tambin que, aunque no tuercen el cuello ni hablan

    tanto de Dios, tuercen con todo eso la jurisdiccin de su oficio al que ms diere; loscuales, estando murados con ciertas ropas largas, anchas y de respeto, no hay hombre

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    que ose decilles una palabra, ni an mostralles por seas la mala satisfaccin que dellosse tiene. Pero el desdichado que no tiene a Dios en la lengua, ni escorza en quengastarse, si no fuere muy prudente y discreto, todas las persecuciones del mundo leenvisten de tropel, escupindole todos en la cara y siendo el terrero de todas las afrentasdel mundo. As que vuestra merced no vitupere a bulto nuestra arte, porque ofendera a

    todo el mundo y por ventura a s mesmo, pues nemo sine crimine vivit. Cuanto ms, quesi vuestra merced supiera la dulzuras que trae consigo coger el fruto que un hombre noha plantado y hallar la cogida en su granero, sin tener campo ni via, se mamara losdedos. Es poco, le suplico, amanecer un hombre sin blanca ni cornado, ni an saber dednde lo sacar aquel da para sustentar su familia, y al anochecer se hallar con cienducados, sin saber de dnde vinieron?

    Es poca suerte, en el mayor descuido y necesidad, hallar vestidos hechos ydrechos, sin pagar el pao, sastre ni hechuras? Hay nobleza en mundo, como sercaballero sin renta, y tener los bienes ajenos tan propios, que pueda disponer dellos a sugusto y voluntad, sin que le cueste ms que el tomallos? Estima vuestra merced en

    poco, ser mercader sin caudal, ganar docientos por nada, sin pasar el mar, ni

    entremeterse en ferias o mercados, ni tener cuidado si el mercado har banco roto, o elao ser ms estril o abundante, caro o barato? Y si, por va de reputacin o crditolleva vuestra merced nuestro oficio, le parece que es poco hallar crdito de la vida, ytener a nuestra devocin uno y mil aguaciles, que nos fen los azotes, galeras, eltormento y la horca, slo con una simple y mal segura promesa de que le satisfaremoscon las ganancias del primer hurto; y que no slo haga esto por nosotros, sino tambin

    por nuestros amigos, parientes y conocidos? Desemplmese vuestra merced, y conozcaque no hay vida ms quieta y segura en este mundo que la nuestra, porque, por undesplacer que tengamos, hay infinitos gustos y contentos que gozar. Y esto hay, cuanto ami vacacin y oficio.

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    CAPTULOIV

    En el cual cuenta el ladrn la vida ymuerte de sus padres y la primeradesgracia que le sucedi

    Cuanto a mi descendencia y linaje, sabr vuestra merced que yo nac en una villade este mundo, cuyo nombre perd en una enfermedad que tuve en el seiscientos ycuatro. Mi padre se llamaba Pedro y mi madre Esperanza, gente, aunque ordinaria y

    plebeya, honrada, virtuosa, de buena reputacin y loables costumbres. Y cuanto a losbienes de fortuna, no tan ricos que pudiesen comprar baronas ni casar algunashurfanas con lo que les sobraba, ni tan pobres que pidiesen limosna ni se sujetasen anadie; porque eran gente, como se suele decir, vividora, que tenan pan para comer y

    pao para vestir. En todo el discurso de su vida se hall cosa que poderles echar en lacara, ni con qu reprenderles, porque no se desvelaban en otro, particularmente mimadre, que en conservar la honra y buena reputacin que haban ganado, por lo cual, yla llaneza de su trato y buen proceder, todo el mundo les honraba. Pero, comoordinariamente la virtud es invidiada y la gente de bien perseguida, no faltaron algunosmaliciosos y desalmados, que con falsas y temerarias calumnias escurecieron la puridady resplandor de sus buenas obras y limpieza de vida. Acusronles (hay maldadsemejante?) de haber sacrilegado una iglesia, saqueado la sacrista con los clices yornamentos della; y, lo que peor es, de haber cortado la mano a un San Bartolom queestaba en un retablo, el cual decan ser de plata. Acusacin tan maliciosa, cuanto falsa,

    particularmente por la parte de mi madre, cuya devocin y respeto a los Santos era tan

    grande que cuando iba a la iglesia, si el sacristn no le cerraba la puerta, no habaremedio de salir de ella, aunque estuviese tres das sin comer; y su devocin era tanconocida de todos los del pueblo, que todas las veces que pasaba por la calle, salan mil

    personas a encomendalle algunas Ave Maras, por preadas, enfermos y otras personasafligidas, teniendo todos, gran fe en sus oraciones y devocin. Pero como dos alevosos

    bastan a condenar un justo, y en este siglo miserable no valga la inocencia, si no esfavorecida, por ir las leyes donde quieren los reyes, sucedi que, no embargante losreproches que dio a los testigos, harto suficientes para convencer la malicia del acusadory manifestar la inocencia del acusado, les condenaron a muerte, juntamente con otrohermano mo y un sobrino de mi madre. Verdaderamente el caso fue feo y escandaloso,aunque falso, y su muerte injusta; pero a quien fue la causa de tanto mal, no le arriendo

    la ganancia; con su pan se lo coma; no se ir a Roma por penitencia, que Dios hay en elmundo que todo lo ve y juzga, y, pues l promete que no dejar perder un solo cabellodel justo, a l toca la venganza del agravio hecho a sus siervos, que ans les puedollamar, y aun mrtires, pues sufrieron constantemente por amor de Dios la muerte,acusados de los pecados que no haban cometido. Basta, finalmente, que, siendo pobres,les fue forzoso pagar con la vida lo que no se pudo con la hacienda: slo yo puedoalabarme de haber alcanzado alguna misericordia con los jueces, en consideracin demis tiernos aos y poca experiencia; pero la merced que se me hizo fue una gracia con

    pecado, pues me dejaron la vida con condicin que fuese el Nern de aquellos mrtires.Harto porfi yo y muchas diligencias hice por no cometer tan execrable delito, cual esdeshacer al que me hizo: pero no fue posible, sin perder yo tambin la vida con ellos. Y

    as, considerando que otro hara lo que yo rehusaba, y por otra parte, la persuasin demis amigos, que con grande cargo de conciencia me amonestaban que lo hiciese, para

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    que no se perdiese el linaje de mis padres y quedase en este mundo quien rogase a Diospor ellos, me resolv a hacer lo que por algn otro respecto hubiera hecho. Pero esteconsuelo me queda (que no es pequeo para m), que mi padre me dio su bendicin enla hora de su muerte, perdonndome todo lo que en este mundo pudiese haber cometidocontra el respeto y reverencia debida, dndome juntamente algunos saludables consejos

    y encargndome la virtud y temor de Dios, procurando siempre parecer a los mos yestimarme por hijo de quien soy. Con estas y otras razones qued grandementeconsolado, y resuelto en acabar con su vida y mi prisin.

    Qued hurfano, mozo, solo o mal acompaado y sin consejo, sin saber a qu partevolverme, ni qu medio tomar para sustentar la vida que me haban dejado aquellosseores; porque el mucho regalo con que mi madre me haba criado, haba sido la totalcausa de mi perdicin, dejndome vivir ocioso y holgazn. Pero, viendo que ya lamemoria del bien pasado no me era de algn provecho, y que, si haba de vivir y comer,haba de ser con el sudor de mi frente, me resolv a buscar un amo a quien servir o algnoficial con quien asentar: todo lo cual fue en vano, porque, siendo el caso de mis padresfresco y la infamia corriendo sangre, no hall quien quisiera recibirme en su casa, ni an

    para mozo de caballos; por donde me fue forzoso dejar mi tierra y buscar la ventura enotra extraa. Qu tierra es esa, amigo le pregunt yo, en la cual murieron vuestros

    padres? Porque, si no me engao, en el discurso de vuestro cuento habis encubierto elnombre propio della, como tambin el sobrenombre dellos y el vuestro.

    No me mande, le suplico respondi entonces l porque no hay cosa mspeligrosa en nuestra arte que el que quebrante un solemne juramento, inviolable entrelos de nuestra arte y compaa, cual es no descubrir a persona alguna nuestra propiatierra y el nombre de nuestros padres, supuesto que a la verdad de mi historia importa

    poco el sabello. Y aunque le parezca a vuestra merced que no tiene misterio elencubrillo, crame que se engaa, porque no hay cosa ms peligrosa en nuestra arte queel propio nombre, as de la patria como el de la pila, pues, cuando damos en las manosde la justicia, aunque hayamos sido mil veces convencidos de algn crimen, siendo elnombre diferente y trocado, siempre hacemos parecer que es el primero; y no sabiendoel de nuestros padres y tierra, no pueden informarse de moribus et vita, ni quedarnuestros parientes afrentados, pues (como vuestra merced habr muchas veces visto)cuando condenan a un hombre, dicen las primeras palabras de la sentencia: Fulano, detal tierra, hijo de fulano y fulana, fue azotado o ahorcado por ladrn en tal da, mes yao; de lo cual no resulta otro que dolor al que muere y deshonra a la parentela.

    Si esto pasa as, razn tenis le dije de ocultarlo, y, supuesto que a vosimporta el callarlo y a m no el saberlo, dejmoslo a una parte, y proseguid vuestrahistoria.

    Es, pues, el caso dijo l que a cuarenta leguas de mi lugar asent poraprendiz de un zapatero, parecindome el ms ganancioso de todos los oficios,

    particularmente en Francia, adonde todos los que caminan van a media posta, como si lajusticia les fuese detrs, y todos calzan contra natura, siendo mayor lo contenido que elcontinente, quiero decir, el pie que el zapato: de donde vienen a durar muy poco. Aquech el ojo, y a este oficio me inclin por ser, ultra la ganancia, el ms fcil de todos.Pero, como desde nio me ensearon mis padres a descoser, no fue posible trocar tan

    brevemente el hbito, que tena ya casi convertido en naturaleza; y as en ms de seissemanas no acert a dar un punto drecho; de la cual ignorancia y extremada rudezatom mi amo ocasin para menospreciarme, rompindome algunas formas en la cabeza,

    por ver si podra dejarme alguna impresa, ultra la continua abstinencia con que mecastigaba, habindole dado por remedio algunos amigos suyos, que aqul era singular

    para desentorpecer y adelgazarme el ingenio. No me pareci aquella vida buena nicodiciosa, y as determin dejadlla y buscar otra ms harta y pacfica, conociendo

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    particularmente en m ciertos mpetus de nobleza, que me inclinaban a cosas ms altas ygrandiosas que hacer zapatos; por donde conclu conmigo en buscar todos los medios

    posibles para introducirme en casa de alguna persona calificada y principal, confiado enque, con la buena disposicin que tena, haban de ser agradables mis servicios al amoque topase. Verdaderamente, la determinacin era buena y los pensamientos nobles y

    honrados, pero cojos, estropiados y sin fuerza, por faltarme dineros y un vestido con queponellos en ejecucin; pues es certsimo que si, con mis manos enceroladas, devantal yotras insignias zapaterescas, llegara a la puerta de algn caballero, no haban de dejarmeentrar, sino fuese para mantearme o jugar conmigo al abejn. Esta dificultad me tuvoalgunos das perplejo y sin saber cmo dar entrada a mis buenos deseos; pero, sacandofuerzas de flaqueza, y enfadado de la miserable vida que tena, acord sacar la medecinade la enfermedad y buscar la miel entre las picadas de la abeja, procurando vengarmedel cordobn y toda la zapatera. Para este fin me vino al pensamiento un atrevimientonotable, aunque harto ganancioso y seguro, si la fortuna (que entonces estabaencontrada conmigo) no desbaratara mis intentos y traza. Consider que, si hurtaba algode lo que en casa haba, mi lance sera en un instante descubierto, y yo, como extranjero

    y sin amigos, maltratado, particularmente con la ojeriza que mi amo tena contra m y elrigor con que el hurto domstico se castiga en Francia. Y asi, una maana de viernes melevant ms temprano que sola, y, encerolndome las manos y aun el rostro, sal, conm devantal ceido y manos jaspeadas, a correr todas las boticas de la ciudad, en

    particular las que ms conocidas eran de mi amo; y dando a entender a cada uno de losque en las boticas estaban que un caballero esperaba en la de mi amo un par de botas deocho puntos para calzallas, luego al instante, pid una sola, por ver si sera al gusto dequien las peda. Nadie hizo dificultad en drmelas, parecindoles que una sola bota no

    poda servir, ultra de que la mayor parte de los zapateros me conocan, y los que no mehaban visto, quedaban al momento tan satisfechos de mi presencia, que, si el mesmoinventorde la zapatera se les presentara delante, no le dieran ms crdito. Con estainvencin anduve casi por todas las boticas de la ciudad, trayendo siempre cuenta de

    pidir la bota de la mesma proporcin y hechura que la primera. Y la invencin me salitan a pelo y con tanta facilidad, que en espacio de media hora recog ms de cien botas,todas de un punto y hechura; las cuales, embaladas en un costal, cargu sobre mishombros y tom el camino en las manos. El caso estuvo muerto y sin sospecha casi doshoras, pero, viendo los zapateros que no volva, ni con la bota que llev ni por la otraque quedaba, todos cayeron en lo que realmente sucedi; y as, pasado el dicho tiempo,se hallaron en la puerta de mi casa ms de cien aprendices, pidiendo cada uno su bota,lo cual visto por mi amo y otros vecinos que no me amaban mucho, avisaron la justicia,la cual, dividindose por las tres puertas de la ciudad, dieron conmigo no muy lejos dedonde estaba, porque la pesada carga no me permiti desaparecerme tan presto comoquisiera. Volvironme a la ciudad, y, hiciendo mi proceso en fragante delicto, mecondenaron en cuatro horas a pasear las calles acostumbradas, con tres aos dedestierro. Pero, no obstante esta y otras muchas desgracias que me han sucedidodespus ac, es fuerza que yo confiese la excelencia desta arte, as por las razonessobredichas, como por la nobleza de su origen, el cual sabr vuestra merced, dndomegrata audiencia.

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    CAPTULOV

    Del primer ladrn que hubo en el mundo,y donde tuvo principio el hurtar

    Cuando esta noble arte no tuviera otra excelencia que la antigedad de su origen ynobleza de su primer inventor, bastara para que todo buen entendimiento le confesara ytuviera por la ms noble y principal de las que hoy se practican en el mundo. Ella tuvo

    principio en el cielo; su primer inventor fue uno de los ms bellos ngeles que en lhaba, cuya hermosura, dignidad y grandeza era tan alta y subida de punto, que los mscuriosos de su perfeccin no hallan otro ttulo ms propio con que engrandecelle, que elde estrella de la maana, lucero de la Alba, presidente de la Aurora y embajador del Sol.ste, pues, fue el primer ladrn que hubo en el mundo, el cual, vencido de un ambicioso

    deseo, se arrisc temerariamente a robar la gloria y solio de Dios; pero fue desgraciado,porque le prendi la justicia en fragante delicto, y, confiscndole todos los bienes quetena, le conden a crcel perpetua, junto con otros cmplices suyos. Y si vuestramerced me preguntare qu motivo pudo tener este ngel, siendo tan rico, prspero ynoble, para desear, no solamente lo que no poda alcanzar, pero era del todo repugnantea su naturaleza y condicin, siendo l criatura, y lo que quera robar infinito, inmenso ydivino, le respondo que es materia de telogos, y que a ellos toca saber y dar razn destecaso. Pero, si no me engao, una vez aprend del Cura de mi lugar (que era hombredocto), predicando un da de domingo a sus feligreses, que en Dios se puedenconsiderar dos cosas, aunque l sea indivisiblemente uno, cuales son el ser bueno y ser

    bueno infinitamente. Destas dos consideraciones, tomaba en la primera, que es la

    bondad, la cual apeteca como objeto natural de la voluntad, sin bajar al modo de ladicha perfeccin, no solamente era incapaz, pero le repugnaba el desealla; pues (comoel mismo Cura dijo) no puede la voluntad desear o apetecer lo que claramente ve que lees imposible. Y as dijo que aquella perfeccin o bondad in abstracto era suficientemotivo para tener alguna complacencia en su mal deseo. Pero, sea como fuere, que noes de mi jurisdiccin averiguar ahora si el ngel pudo desear o no la igualdad de Dios,lo que s decir es que su historia pas como he contado, y que hoy en da est en la

    prisin con todos sus compaeros y secuaces, y, lo que peor es, sin esperanza de salirjams della.

    El segundo ladrn que hubo en el mundo fue nuestro primer padre Adn, tantemerario como el ngel, pero no tan culpado, por ser su pecado menos malicioso y con

    ms ignorancia: aunque no puedo persuadirme que, teniendo la ciencia infusa, ignorasela obediencia que deba a su Criador, y cun mal librado haba quedado el ngel porhaber echado el ojo al mesmo bocado. Finalmente, vencido de las importunas razonesde su mujer, y atormentado de una curiosidad ambiciosa, quiso robar la sciencia ysabidura de Dios; pero salile la cuenta al revs, como al ngel, sin que le aprovecharael huir y esconderse; porque, habindole interrogado el juez, y no pudiendo negar elcaso por ser en fragante delicto, le confiscaron el estado de la inocencia y justiciaoriginal, quedando l y sus descendientes condenados a pasar la vida con trabajos ydesventura, y la mujer a parir con dolor.

    Y si vuestra merced me preguntare por qu no castig igualmente Dios estos dosladrones, siendo ambos criminales de lesa majestad, y habiendo intentado una mesmaespecie de hurto, cual era la perfeccin divina, digo que esto fue (segn o decir a ungran predicador) porque el ngel pec de malicia y el Hombre por flaqueza. El ngeles de su naturaleza inflexible, incapaz de arrepentimiento y conversin, el Hombre no.

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    Y, finalmente, si Dios castigara al Hombre con el rigor que al ngel, perdiera unanaturaleza entera, porque todos los hombres pecaron en Adn, y el mundo quedaraimperfecto. Mas, castigando al ngel, no sucedi este inconviniente, porque otrosmuchos quedaron en el cielo, pues toda la naturaleza anglica no pec: y esta es la causa

    porque Dios no fue tan severo con el Hombre, como lo fue con el ngel. Pero esta

    curiosidad podr vuestra merced preguntar a quien mejor la sepa que yo.Basta, finalmente, que los sobredichos ladrones fueron los primeros que metieronen crdito el hurtar en el mundo, por la nobleza de los cuales y la calidad del hurto queintentaron podemos echar de ver la singularidad y excelencia desta arte: porque ni elngel apeteci veinte grados ms de la perfeccin que tena, ni el Hombre lainmortalidad y belleza del ngel; sino que ambos echaron el ojo a lo mejor que haba enel mundo, cuales eran los atributos de Dios y sabidura divina. Y no podemos decir quela pobreza y necesidad les incitaba a hurtar, porque el primero era el ms noble y

    poderoso de todos los ngeles, y el segundo era el primero de todos los hombres, rey delos animales y absoluto seor de la tierra.

    De aqu infiero el engao notable en que vive hoy el mundo, creyendo que la

    pobreza fue inventora del hurto, no siendo otro que la riqueza crece cuanto ella mesmase aumenta (como dijo bien el otro poeta); y siendo la ambicin un fuego y insaciablehidropesa, cuanto ms lea le dan, ms se aumenta su llama, y cuanto ms bebe, ms seacrecienta la sed. Y as en estos ladrones la grande prosperidad y riqueza que tenan fuecausa de su desordenado apetito e insaciable ambicin; porque, habiendo de apetecer loque no tenan, no podan intentar otro hurto que la igualdad y sabidura de Dios, puestodo, lo dems posean. De aqu entender vuestra merced que el hurtar es naturaleza enel hombre y no artificio, y que va por herencia y propagacin en todo el linaje humano.Porque, si es verdad que todos participamos del pecado de Adn y somos concebidos enl, no habiendo sido otro que hurtar la ciencia de Dios, claro es que nuestro pecadooriginal ser una inclinacin y natural deseo de hurtar. De Adn se anduvo esta noblearte extendiendo por toda su genealoga y prosapia, conservndose siempre entre losms nobles y calificados della. Y as Can, como celoso desta original virtud, procurrobar a su hermano Abel la gracia y particular favor con que Dios aceptaba sussacrificios y oblaciones. Iacob hurt artificiosamente la bendicin a su hermano Esa;David la mujer a Uras; Acab, aunque rico y prspero rey, hurt una via a Nabos, y,finalmente, con el hurto sujet Nimrot todos los moradores de Asiria. Y si, dejandoestos y otros muchos ladrones que las sagradas letras nos cuentan, echramos mano delos ejemplos que las historias humanas nos refieren, veremos que esta singular arte seconserv siempre entre la nobleza, pues Paris rob a Elena, hurtada antes por Teseo;Teseo a Ariana; Iason a Medea; Medoro a Anglica, y a Lucrecia Tarquino. Loslacedomonios, de cuyo buen gobierno hace memoria Plutarco, tenan por loable yvirtuosa costumbre el hurtar, y el que en esta arte era ms diestro, sutil y extremado,aqul era tenido en mayor consideracin entre ellos. Los esparciatas enseaban a hurtara sus hijos desde pequeos, teniendo por mxima infalible que no podan ser buenos yvalerosos soldados, si no eran diestros y experimentados ladrones. No quieroentretenerme ahora en contar la fama y nombre que gan Viriato con sus extremadoshurtos, ni la reputacin que con ellos alcanz Crocota en tiempo de Augusto Csar,

    porque no acabara jams. Bstame decir que esta gloriosa arte fue inventada en el cielo,y practicada en la tierra por los nobles y calificados moradores della.

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    CAPTULOVI

    En el cual prosigue el ladrn su historia,probando que todos, de cualquieracalidad que sean, son ladrones

    Esta noble arte de hurtar estuvo siempre (como ya dije a vuestra merced) tenidaen grande consideracin entre la gente ms calificada del mundo. Pero, como no haygnero de virtud o nobleza que no sea invidiada de la gente plebeya y vulgar, se hizo,andando los tiempos, tan comn y ordinaria, que no haba remendn ni ganapn que noquisiese imitar la nobleza en ser ladrones. De donde y del poco recato y demasiadadesenvolturar que en esto haba, vino a menospreciarse de tal suerte, que los que

    pblicamente la ejercitaban, eran castigados con penas muy afrentosas y tenidos porinfames. Pero, como todas las cosas deste mundo tienen su contrapeso y declinacin,orden el tiempo que este abuso se remediase, buscando un medio de hurtar sin castigo,y de tal suerte disfrazado, que no solamente el hurto no pareciese vicio pero fueseestimado por rara y singular virtud. Para este fin inventaron muchos buenosentendimientos la variedad de oficios y cargos que hoy se pratican en la repblica, delos cuales cada uno se sirve para hacer su agosto y enriquecerse con hacienda ajena, Y

    para que vuestra merced no juzgue mis palabras temerarias y mi proposicin demasiadoatrevida, vaya, le suplico, discurriendo por todos cuantos oficios hay en la repblica, yhallar que todos somos hijos de Adn. Porque, sic argumentor, seor, el hombre quetiene un oficio de mil ducados de renta, sin otro beneficio, patrimonio o pensin, y tieneuna casa que por el alquiler paga ochocientos, sustenta un caballo, dos lacayos y un

    criado, su mujer, dos doncellas, y sus hijos, un maestro que les ensea (que para todoesto ha menester mil ducados); y con todo eso, al cabo del ao se hallan con dosvestidos, sin deudas, y quinientos ducados de ganancia, sin que en su campo hayallovido ms que en los dems, ni haya heredado los bienes de algn antecesor suyo;ergo ladrn. Un sastre que come ms que cose, y en trmino de seis aos que ejercita eloficio, da en casamiento diez mil ducados a una hija, sin mezclarse en otro trato que elde la aguja y tijeras; ergo ladrn. El zapatero que en su botica tiene seis aprendices y notrabajan sino cuatro das en la semana y aquellos no enteros; y pasados tres aos se hallacon dos casas edificadas en lo mejor de la ciudad, que cada una le renta trescientosducados al ao, sin otro patrimonio que el del cordobn; ergo ladrn. El escribano que

    por cada hoja de papel tiene seis maraveds y en todo el ao no escribe seis meses

    enteros; y apenas se acaban, cuando aparece con sillas de respaldo, pabelln dedamasco, colgaduras de seda y otros ricos adrezos, sin que le vengan del cielo; ergoladrn. Y a este talle hallar que en todos los oficios se paga tributo a Caco. Y adviertavuestra merced que hablo, no de los buenos y honrados oficiales, sino de los malos y

    perversos, los cuales, cegndose con el interese, atropellan el temor de Dios, el amor delprjimo y la verdad de la propia conciencia: y destos entender vuestra merced todo elmal que dijere. Y porque la grande atencin con que oye mis razones, descubre el deseoque tiene de saber todo lo que en esta materia se pudiere decir, quiero manifestarle

    brevemente las trazas y engaos que cada uno de los malos oficiales tiene para hurtar.El sastre hurta pidiendo el tercio ms del pao que ha de menester el vestido; y

    cuando el dueo, presumiendo de muy bachiller, quisiera estar delante cuando lo corta,

    le turba y embelesa la vista, sealando cuatro horas el drecho y envs de la pieza; ycuando le tiene ya desatenido con una infinidad de rayas, echa un pliegue falso debajo

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    las tijeras, con que en el corte de unos calzones le queda un can de ganancia, sin losbotones, seda, pasamanos y otras menudencias que hurta.

    El tejedor hurta pidiendo ms trama que la tela ha menester, urdiendo cincuentavaras, en vez de cuarenta y cinco; y con la abundancia de muchos hilos quebrados, hacel un continuo que le vale por lo menos un octavo lo que hurta.

    El zapatero restituye con los dientes lo que con el boj hurt, mordiendo yadelgazando el cordobn para que en un par de zapatos que le dan a hacer, le quede porlo menos a l el empeine o taln de uno. Y si la obra fuere suya, echa una suela gastaday el hilo podrido para que ms presto se rompa: todo lo cual me parece hurtar.

    El mdico y cirujano hurtan ordenando el uno y aplicando el otro losmedicamentos que entretienen y empeoran la enfermedad, para que, dilatndose eltiempo de la cura, se multiplique tambin el salario.

    El boticario hurta con un quid pro quo hasta el alma, metiendo una droga por otra,echando mano de la ms barata, sin considerar cul humor se ha de purgar y qu virtudtiene la que aplica; con que hurta la honra y reputacin al mdico y la vida al doliente. Ysi acaso se le pide algn aceite que no tiene en su botica, no repara en tomar el del

    candil con que se alumbre, y vendello por de talco u otro precioso, por nodesacreditarse.El mercader hurta dando a usura, pasando el justo y riguroso precio, y asentando

    en su libro la deuda que por ventura estar tres veces pagada.El notario y escribano hurtan con un etctera una herencia entera: y si el proceso

    es criminal, a ms del dinero que por la falsedad toman, hurtan la vida a un pobreinocente.

    El procurador y abogado hurtan vendiendo mil mentiras al pobre litigante, dndolea entender que tiene ganado el pleito, aunque vean claramente que no tiene justicia, ymuchas veces, concertndose un procurador con otro, venden el drecho de los

    pleiteantes y se parten la ganancia.El letrado hurta la justicia al que la tiene, apasionndose por el que con algn

    presente o ddiva le cohecha; torciendo violentamente los textos de Brtulo y Baldo asu interese.

    El droguero y otros mercaderes de balanza hurtan metiendo una plancha de plomomuy delgada debajo la balanza donde ponen lo que se pesa, con que, faltndole muchasonzas, muestran que tiene ms de justo peso. Y cuando esto no hacen, dan con el dedo

    pequeo en la lengecilla de la balanza, con que le hacen caer.El tabernero hurta de cien mil maneras, mezclando y confundiendo un vino con

    otro, a ms de la agua que le pone. Y cuando su vino, de tan mezclado y batizado, notiene fuerza, cuelgan dentro en el tonel un salchichote lleno de clavo, pimienta, jengibrey otras drogas, con que le hacen parecer bueno.

    El carnicero hurta hinchando las piezas de carne con una flauta o can, muydiestramente, para que parezcan mayores y le paguen ms de lo que valen.

    El tesorero hurta el tercio y an la mitad de una pensin, cuando algn necesitadode dinero llega a pidillo; porque, siendo el que la ha de recibir acosado de deudas oalguna urgente necesidad, no repara en perder la metad della, ni l tiene escrpulo deconciencia en pidilla.

    El aguacil hurta prendiendo un pobre inocente y metindole en un calabozo sindecille por qu; y al cabo de tres o cuatro das que le tiene en una cadena, enva undemonio de aquellos de la prisin a decille que est acusado de falsa moneda yconvencido por la deposicin de diez testigos que han deposado contra l; y que, por laconsideracin de algunos amigos suyos, le librar una noche si diere cien doblas paracontentar a los testigos y hacelles que callen; de lo cual amedrentado el pobre inocente

    da hasta la camisa que lleva, por salir de tanta afliccin.

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    El cortesano hurta los favores de un privado, aplicndose a s mismo lo que otrorecibe; porque, cargado de plumas, echando piernas, amidonado y ms tieso que unhuso, se va a palacio, y oyendo en las puertas dl o en la plaza donde estn los lacayosalguna nueva, vuelve a visitar sus amigos y les da a entender que el Rey le retir apartecon gran segreto, y que, entre otras cosas que le dijo fue la nueva que l trae.

    El perfumero hurta sofisticando los olores, multiplicando el almizcle con hgadode vaca quemado, el mbar con arena y jabn, y el algalia con manteca.El clrigo hurta diciendo cuatro misas por cuarenta que le pagaron, a ms del

    dinero que recibe por los aniversarios, responsos y otros sufragios, de los cuales porventura no se acuerda jams.

    El religioso hurta un mayorazgo entero acometiendo con un modesto semblante yel cuello torcido un doliente en el artculo de la muerte y, representndole un monte deescrpulos y cargos de conciencia, le comuta en obras pas, aplicadas a su convento,todo lo que estaba obligado a restituir, sin que el dejar desheredados media docena de

    pupilos y la mujer del doliente mendigando le engendre algn escrpulo de conciencia.El predicador hurta desentraando a Santo Toms y a San Agustn lo mejor de sus

    obras; y habindoles hurtado hasta el pensamiento, vende en el plpito la doctrina quedice por suya, hicindose primer inventor de lo que no es.El ciego hurta en cada oracin que dice la metad; porque, habiendo recebido el

    dinero del que le mand decir la oracin, parecindole que ya el otro est tres o cuatropasos apartado, comienza con su primer tono a pedir de nuevo que le manden rezar.

    El mendigo hurta, representando al que le da limosna mil mentiras, diciendo que lehan robado, que ha estado enfermo, que tiene su padre en la prisin, y contraheciendo elestropiado, con que cautelosamente saca limosna.

    Finalmente, todos hurtan y cada oficial tiene su particular invencin y astucia paraello. Pero, como no hay regla general que no tenga su excepcin, podemos excluir delnmero de los ladrones toda la gente de buena conciencia, cuales son lacayos,

    palafreneros, cocineros, corchetes, el carcelero y sus mozos, alcahuetes, truhanes yputas.

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    CAPTULOVII

    De la diferencia y variedad de losladrones

    Todos los sobredichos ladrones se llaman discretos porque cada uno en su oficioprocura encubrir el hurto lo mejor que puede, transformndolo en virtud y nobleza; yesta manera de hurtar es la ms segura y encubierta, de la cual hay tanta variedad ydiferencias, cuantas de oficios hay en la repblica. Otros ladrones hay que hurtan sinmscara y muy a lo descubierto, de los cuales, aunque no hay tantas diferencias comode los primeros, con todo eso, son muchos y las diferencias dellos tantas, cuantas sonlas invenciones que hay de hurtar: las cuales, reducidas al nmero ms breve ycompendioso, se dividen en salteadores, estafadores, capeadores, grumetes, apstoles,

    duendes, maletas, cigarreros, cortabolsas, stiros, devotos, mayordomos y dacianos.Los salteadores hurtan en los caminos y despoblados con grande impiedad ytirana, pues muy pocas veces roban sin matar, temiendo ser descubiertos y perseguidosde la justicia.

    Los modos y astucia que tienen para hacer su lance, son varios, porque algunostraen avistado quince das un hombre, esperando cundo saldr de la ciudad; y paramejor pescalle el cuerpo, uno de la compaa se va, disfrazado en traje de mercader, aalojar en la mesma posada, con alguna bala de trapos viejos u otra invencin dando aentender que es un mercader extranjero y teme ir solo por el camino. Con estainvencin, entra en plticas con el pobre mercader o pasajero, sacndole del estmagocautelosamente lo que desea saber, informndose de dnde es, hacia dnde va, qu

    mercadera o negocios lleva y cundo parte: de lo cual dando aviso a la compaa, leesperan en el puesto acomodado para el lance. Otros estn encubiertos tras de algunasmatas crecidas o en la espesura de un bosque, y cuando descubren de lejos el pasajero,

    ponen en medio del camino una bolsa cerrada, algn reloj de plata o maleta pequea,para que, en tanto que se apea y detiene a tomalla, puedan llegar y quitalle lo que lleva.Otros, estando escondidos en los puestos ms ocultos del camino, envan uno de suscompaeros, vestido en traje de correo, y llegando al que viene, se para a miralle congrande admiracin, dando muestras de querelle conocer y traer algn pliego de cartas

    para l: y entrando en plticas, le entretiene de tal suerte que los otros tienen lugar devenir y rodealle. Otros fingen, un poco apartado del camino, una voz lastimosa yafligida, con que obligan al caminante a detenerse por ver lo que es, y estndole

    contando sus lastimas el que finge el engao, sale la emboscada y le desnuda en carnes.Los estafadores son muy poco diferentes de los primeros, aunque ms corteses ymenos sangrientos. Estos se llegan bonitamente en casa de un mercader, y no hallndoleen ella, le buscan con el mayor desenfado del mundo en la plaza, campo o iglesia, y enmedio de mil personas se llegan bonitamente al odo, fingiendo comunicarle algnnegocio de mucha importancia, y mostrndole un pual, le dicen.

    Este pual pide cien ducados; halos de traer a tal parte y tal da, y si no lohicieres, morena.

    El pobre mercader, amedrentado con tales razones, no osa faltar a lo prometido,temiendo no le maten.

    Los capeadores toman el nombre del hurto, que es tomar capas de noche, y notienen otra astucia que la ocasin. Andan siempre de tres en tres o de cuatro en cuatro,entre nueve y diez de la noche; y si a medioda hallan la ocasin, no dejan perder ellance. Salen ordinariamente a capear las noches oscuras, lluviosas y de gran viento, y el

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    puesto donde acomenten es, si fuere posible, desierto de un lado, para que, a las vocesque dan los que se ven desnudar, no salgan los vecinos y les prendan. Estos mesmosacostumbran algunas veces vestirse en traje de lacayos, y entrar en algn sarao o

    banquete, fingiendo buscar sus amos; con cuya libertad, encuentran un montn de capasque los caballeros suelen dejar en la sala, seguros de que nadie las tocar, y muy

    diestramente y a la vista de todos toman dos o tres sobre el hombro y se van con ellas,saludando a los que topan, con el sombrero en la mano.Los grumetes toman el nombre de la semejanza que tienen con aquellos

    muchachos de los navos, los cuales suben con grande ligereza por las cuerdas a lo msalto del mstil, y los mareantes les llaman gatos o grumetes. Y as, los que tienen estenombre, hurtan de noche subiendo ligersimamente por una escala de cuerdas, al cabode la cual hay dos anzuelos de hierro, para que, arrojndola hacia la ventana, se asga delencaje della, y puedan fcilmente subir y vaciar la casa. Estos corren la ciudad y lacampaa, robando oro, plata, trigo, cebada, legumbres y, finalmente, todo lo que hallan;y despus de haber hecho su lance, atan diestramente una cuerda delgada a la punta delos anzuelos, con que, despus de haber bajado, tirndola, se alzan ellos y cae la

    escalera, sin dejar rastro ni seal del hurto.Los apstoles toman el nombre de San Pedro, porque, as como l tuvo las llavesdel Cielo, as tambin estos llevan ordinariamente una ganza o llave universal, con queabren todo gnero de puertas: y para que el mucho escarbar la cerraja no haga rumor ydespierte los que duermen, le apegan una plancha de plomo, con que la harn pedazossin que los sientan los que ms cerca estuvieron.

    Los cigarreros tienen por particular oficio frecuentar las iglesias, saraos ybanquetes pblicos: cortan una media capa, las mangas de un sayo, medio manto, uncuarto de faldelln y, finalmente, lo que topan, porque de todo se saca dinero.

    Los devotos son ladrones a lo divino, porque no hay pascua, jubileo, niindulgencia que no visiten. Estn perpetuamente en las iglesias y conventos, muydevotos, esperando la ocasin de esconderse debajo el altar o tras de algn retablo lavigilia de alguna fiesta sealada, para salir de noche y vaciar las cajetas y desnudar lasimgines de todas las joyas y oro que tienen. A este lance se arriscan ms en losconventos de religiosos, que en las dems iglesias, porque, como son ms caritativos ytemen incurrir en la irregularidad, pocas veces entregan un ladrn a la justicia; y a todomal sale un hombre castigado de entre sus manos, slo con disciplinarle por aquellosclaustros una procesin de frailes, y encome