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Gustavo Leal Ensayo sobre el proceso de trabajo como modelo para la conceptualización de la relación entre trabajo y salud ". . . Queridísima Nora, debo decirte lo desolado que me he sentido desde anoche. Con mi manera usual de ver las cosas pensaba que tenía un res- friado, pero estoy seguro de que es algo mas que una enfermedad física. . . ". James Joycc 1 I El tratamiento tradicional del problema de la salud en el trabajo; del pro- blema de la "dimensión salud" del proceso de trabajo, está en crisis. De acuerdo a esta representación, el proletario, el trabajador directo, "sano" y vigoroso, lozano y vital en el umbral del proceso de trabajo (fábrica, centro o lugar de trabajo en sentido amplio), accede a la "enfermedad" no bien ha traspuesto la línea demarcatoria entre el proceso productivo directo y el plano, momento o ámbito de su reproducción individual: el obrero transi- ta de la "sanidad" a la "enfermedad" por el simple abandono de la órbita del consumo (calle, casa, ciudad) y su arribo al centro laboral propiamente dicho. El trabajador franquea la "normalidad" de salud y accede a la "anor- malidad" enferma por el conjunto de las determinaciones laborales, deter- minaciones del proceso inmediato de producción, que inciden corrosiva- mente sobre su ser en el espacio de trabajo. El estado de salud "deportiva" se transforma, asi, en "probable enfermedad crónica", en "enfermedad pro- fesional". Esta representación está en crisis. Quisiera anticipadamente agradecer la valiosa colaboración que para la redacción de estas notas me prestaron tanto el Dr. Jorge Fernández Osorio como el Dr. y siquiatra Carlos Rodríguez Ajenjo. 1 James Joyce, Cartas de Amor a Nora Barnacle, México, Premia Editora, 1979, p. 39.

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Gustavo Leal Ensayo sobre el proceso de trabajo como modelo para la conceptualización de la relación entre trabajo y salud

". . . Queridísima Nora , debo decirte lo desolado que me he sentido desde anoche. Con mi manera usual de ver las cosas pensaba que tenía un res­friado, pero estoy seguro de que es algo mas que una enfermedad física. . . ".

James Joycc1

I

E l tratamiento tradicional del problema de la salud en el trabajo; del pro­blema de la " d i m e n s i ó n salud" del proceso de trabajo, está en crisis. De acuerdo a esta r ep resen tac ión , el proletario, el trabajador directo, "sano" y vigoroso, lozano y vital en el umbral del proceso de trabajo (fábrica, centro o lugar de trabajo en sentido amplio) , accede a la "enfermedad" no bien ha traspuesto la l ínea demarcatoria entre el proceso product ivo directo y el plano, momento o á m b i t o de su r e p r o d u c c i ó n individual : el obrero transi­ta de la "sanidad" a la "enfermedad" por el simple abandono de la ó rb i t a del consumo (calle, casa, ciudad) y su arribo al centro laboral propiamente dicho. E l trabajador franquea la "no rma l idad" de salud y accede a la "anor­mal idad" enferma por el conjunto de las determinaciones laborales, deter­minaciones del proceso inmediato de p r o d u c c i ó n , que inciden corrosiva­mente sobre su ser en el espacio de trabajo. E l estado de salud "depor t iva" se transforma, asi, en "probable enfermedad c r ó n i c a " , en "enfermedad pro­fesional". Esta r ep resen tac ión es tá en crisis.

Quisiera anticipadamente agradecer la valiosa colaboración que para la redacción de estas notas me prestaron tanto el Dr. Jorge Fernández Osorio como el Dr. y siquiatra Carlos Rodríguez Ajenjo.

1 James Joyce, Cartas de Amor a Nora Barnacle, México, Premia Editora, 1979, p. 39.

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Independientemente del mayor o menor grado de sof is t icación, precio­sismo y apo logé t ica sutileza de sus diversas presentaciones; independiente­mente de los elementos sólo en apariencia diferenciales o distintivos de su matriz c o m ú n 2 , toda ella y todos sus "componentes" resultan absoluta­mente homologables y reductibles cuando se los analiza a la luz de su pun­to depart ida y estructura fundante; atribuye " l a enfermedad" a la cosifica-ción de los "agentes" del proceso laboral que, autonomizados por violenta c o n t r a p o s i c i ó n , devienen todos elemento-factores de pa togénes i s por cuan­to a su acción sobre el sujeto todo del proceso es " d a ñ i n a " , "riesgosa" o, cuando menos "potencialmente peligrosa".

En un ensayo publicado recientemente se afirma: " . . . Son dos los grandes grupos de pa to log ía s que se incluyen en el campo de la salud ocupacional: 1. los accidentes de trabajo, y 2. las enfermedades profesionales. N o ha sido por azar que la iden t i f icac ión s i s t emát ica de estas entidades nosológi-cas se haya desarrollado inicialmente en el campo de la medicina legal: en efecto, ha sido el resultado de un prolongado y áspe ro confl ic to social en el que los trabajadores. . . han ido conquistando gradualmente el reconoci­miento del ca rác t e r p a t ó g e n o de las condiciones del trabajo que se generan en ú l t i m a instancia en la división social y en la e x p l o t a c i ó n del trabajo hu­mano. ' L a cont inua revisión de las leyes de Seguros Sociales de los Trabaja­dores, con la inc lus ión cada vez mayor de las enfermedades ocupacionales, refleja el reconocimiento de que el trabajo consti tuye un factor importan­te como causa de incapacidad y aún de muerte ' ( O M S , Enfermedades Ocu­pacionales, 1969). S in embargo, este reconocimiento só lo alcanza a los factores exteriores, a las cosas que a c o m p a ñ a n al proceso de trabajo, pero excluye s i s t e m á t i c a m e n t e a las relaciones sociales en que ese trabajo se eje­cuta. Oculta las relaciones sociales detrás de las cosas, y cosifica a esas mis­mas relaciones sociales mediante los conceptos de 'ambiente'y de 'agentes externos' (subrayado G . L . ) . . . E l concepto de ' t e c n o l o g í a ' es un concepto socialmente neutro; lo mismo que el concepto de 'ambiente ' . . . De todos estos conceptos (de indudable in te rés e p i d e m i o l ó g i c o ) , se ha escamoteado su d i m e n s i ó n social: la t e cno log í a aparece sin propietarios; su modo de de­sarrollo y su i m p l e m e n t a c i ó n parecieran tener un motor universal, sin rela­c i ó n con los intereses e c o n ó m i c o s y los impulsos del mercado. . .

2 Es decir, el biologicismo: que entiende al sujeto como organismo vivo pero ais­lado do ln historia y ln sociedad y la Fisiología fundada en la "moral del rendimiento": ". . . l a racionalización del proceso industrial se hará en base al conocimiento y dominio de ln cnpncidnd de rendimientos de cada uno de sus componentes, el mecanismo inani­mado, ln máquinn y el ser viviente que vigila, alimenta, cuida y regula la Cuerna de tra­bajo humnnn. í)cl primero se ocupará ln termodinámicn v la ingeniería. Del segundo ¿quién más que la medicina? Ltiduig, I.ehrbuch derphysiologie des inenschon". cita­do por Laín Entralge: Historia de ln medicina, Salvat, Tomo IV, 1970

3 Departamento de Medicina Preventiva, Facultad de Ciencias Médicas, Univer­sidad Nncionnl Autónoma de Honduras, Salud Ocupacional en Honduras' Anteceden­tes para el Estudio de la situación de Salud en la Población de Trabajadores de lu Tela Railroad Company, Cortés, Honduras, C. A. (Diseño de Investigación). Costa Rica, Re­vista Centroamericana de Ciencias de la Salud, 1978, p. 169.

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Ejemplo I ' Informe presentado por el EvlSS, Subd i recc ión General Médica , Jefatura

de Medic ina del Trabajo, en torno a las condiciones de Higiene y Seguridad en las empresas "Camas Lamas, S. A . " . Elaborado por la Delegación Valle de Méx ico , marzo 9 de 1979. . . E n vir tud de que la empresa. . . ( m o s t r ó ) grados de riesgo medio y pr ima de 75%, durante los años 1975-1977, se realizaron riesgos de trabajo que dieron como consecuencia que sus índices de frecuencia y gravedad fuesen superiores a los promedios aceptados para el Grado medio de la Clase en que es tá clasificada, se dec id ió desarrollar un estudio de Higiene y Seguridad para promover la prevención ( lodos los subrayados de G . L . ) de los riesgos de trabajo. . . E l estudio c o m p r e n d i ó un interrogatorio ( ¿a quién?) para obtener in fo rmac ión general; un recorri­do por las instalaciones para identificar sensorialmente los factores poten­ciales causales de riesgo de trabajo y finalmente se anal izó la i n f o r m a c i ó n . . . (La empresa produce) camas y literas metá l icas y sus materias primas bási­cas son: Lámina , fierro, alambre, ángu lo , pintura, esmalte, barniz y disol­ventes. . . Descr ipc ión somera del proceso: la materia prima se almacena en un área c o m ú n de donde se distribuye a tres l íneas diferentes: cameros, tejedores y tamboreros. E n la l ínea de cameros hay un corte de materia prima, troquelado, doblado y ensamble; la del tejido consiste en formar la malla me tá l i ca ut i l izando equipo especial ( ¿ c u á l ? ) ; en tambores hay un en­derezado, troquelado y ensamble. Los productos terminados son enviados a un área de lavado para posteriormente dirigirse al área de pintura y alma­cenamiento para su venta. . . E l n ú m e r o de trabajadores es de 200 de los cua­les 175 se encuentran en p r o d u c c i ó n y 25 en el área administrativa, lxis hora­rios de trabajo son: (cameros) 7:30 hs. a 17:15 lunes a jueves. 7:30 a 16:30 viernes (es decir: j o m a d a / h o r a / d í a = 9:45 hs. y 9 hs.. respectivamente); (tejedores) 8:30 a 18;15 lunes a jueves. 8:30 a 17:30 viernes (igual que los cameros); (tamboreros) 9:30 hs. a 19:30 lunes a jueves. 9:30 a 18:30 vier­nes (es decir 10 y 9 hs. respectivamente). N o existe ro tac ión por turnos. No existe Departamento de Seguridad e Higiene. E l Servicio Médico se proporciona a través de una asesor ía externa, que desarolla e x á m e n e s mé­dicos de ingreso y per iód icos ( ¿ d e q u é calidad?). L a Comis ión M i x t a de Seguridad e Higiene opera regularmente (es decir: regularmente significa en beneficio de la empresa). En cuanto a las es tad í s t i cas de accidentabilidad, la empresa proporcionó la siguiente i n fo rmac ión : en 1978 hubo 68 acciden­tes con 622 d ía s perdidos ( ¿ p a r a qu ién?) ocurridos como sigue (la primera c i ­fra corresponde al n ú m e r o de trabajadores por departamento, la segunda al n ú m e r o de accidentes): A lmacén Materia Prima 3-0; Mantenimiento 3-0; M a q . Veteadora y Estencil 10-5; Servicios Generales 4-0; Armado 4-0; Comedor 4-0; Cameros 31-14; Tambores 31-15; Obreros Generales 14-10; Pintura 29-7; Tejido 11-10; Transportes 14-3; Pul ido 3-2; A lmacén Produc­to terminado 0-1; Taller Mecán ico 2-1; T o t a l : 167-68. Incidencia = 40.7 acc. de trabajo por 100 trabajadores en un año (si la Comis ión M i x t a de Seguridad e Higiene "opera regularmente", ¿ c ó m o se explica el hc,cho de que la incidencia de accidentabilidad sea igual al 40.7 %, cuando el índice ge-

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neral nacional para todos los trabajadores asegurados en 1977 fue del 20% 4.6% para la R F A y 7.2%para E U A — ? ) . L a r ep re sen tac ión sindical tiene

como titular al Sr. Leopoldo Cerón (cabeza de la Fede rac ión de Obreros y Trabajadores del Distr i to Federal — F O T D F — , recientemente escindida de la C T M por pugnas con Fidel Ve lázquez , y miembro fundador de la actual Confederac ión Obrera Mexicana — C O M — , y el sindicato a que pertenece es: U N I O N S I N D I C A L D E L A I N D U S T R I A M E T A L I C A Y S I M I L A R E S D E L D. F . . . Conclusiones: 1. Por los productos y materiales empleados se considera a la empresa con capacidad potencial de generar daño (sic); 2. Los riesgos potenciales predominantes son derivados del tipo de opera­ción y exposición a agentes como: ruido, humos y neblinas. . .; 3. Los ser­vicios para el control de los riesgos se satisfacen parcialmente; 4. E l 50% del total de trabajadores se concentran en los Departamentos de Cameros, Tamboreros y Pintura. E n los cuales se presenta el 50%del total de los ac­cidentes; 5. E n los Departamentos de Obreros generales y Tejido, se regis­t ró durante el a ñ o de 78 la mayor incidencia; 6. El mayor n ú m e r o de con­diciones peligrosas c o r r e s p o n d i ó a Peligros del Medio Ambiente y Protegi­do Inadecuadamente; especificando que el primero de estos se refiere a iluminación deficiente, ruidos, humos y disolventes orgánicos; el segundo se refiere a falta de guardas y falta o mal uso( ¡sic!) de equipo de p ro t ecc ión personal; 7. E l mayor n ú m e r o de actos inseguros corresponde a Peligros de indumentaria, o Vestido y a no usar el equipo de protección personal dis­ponible ( ¡sic!); 8. Finalmente podemos pensar (??) que los factores que ge­neran los riesgos de trabajo, en parte se originan en una deficiente capaci­t a c i ó n y adiestramiento de los trabajadores, asi como en la ausencia de normas estrictas que regulen los métodos de trabajo y su correcto desarro­llo. Recomendaciones. . . 1. Establecer los programas de control relativos a la cond ic ión peligrosa denominada Protegido Inadecuadamente, lo cual comprende el evitar la operac ión de máquinas sin guarda, sin conexiones a tierra y sin aislamiento o blindaje (lo cual no se deriva, en absoluto, de lo apuntado más arriba. De acuerdo a su propia lógica d e b e r í a n atacarse los "pel igros" del medio ambiente, i luminac ión , ruidos, humos y disolventes orgánicos) y llevara cabo las siguientes recomendaciones: A) Colocar guar­das ( ¿y el ruido y las vibraciones?). . . en la totalidad de las m á q u i n a s teje­doras y m á q u i n a s de troquelado del área de tambores; B) Colocar baranda­les de p r o t e c c i ó n a las escaleras utilizadas por: pintores en caseta y ayudan­tes generales; C) Establecer los programas de control en base a la utiliza­ción del equipo de protección personal adecuado (es decir: se concreta a proponer la co locac ión de guardas y barandales y a recomendar medidas de p r o t e c c i ó n personal, todo lo cual protege la inversión de la empresa y propicia acciones represivas contra los trabajadores que se empecinen en "no protegerse"). E s p e c í f i c a m e n t e se recomiendan los siguientes progra­mas de p r o t e c c i ó n personal: para manos, contra la acc ión de disolventes.. . para cara (ojos), contra radiaciones ultravioleta. . . para peligros por la co locac ión , que eviten que los pasillos para transito sean invadidos por material de producción o maquinaria o algún otro tipo de obstáculo. . . Establecer por escrito las normas de trabajo con carácter obligatorio. . .

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C o n respecto al rubro de "Peligros del Medio A m b i e n t e " y específica­mente en lo relativo a los agentes: mido , humos, i luminac ión y vapores de disolventes, es necesario mencionar que su presencia en el medio am biente laboral de la empresa fue evidente. . , por lo tanto merece especial a t enc ión ya que por una parte su presencia puede ser factor en la producción de los accidentes (no puede ser sino que es) y por la otra parte generar (ge­nera) padecimientos que pudieran (deben) catalogarse como originados por el trabajo. Debido a que este estudio está orientado a tratar de resolver la problemática de accidentabilidad y que el grado de dificultad para omi­tir recomendaciones en lo que respecta a los agentes mencionados requiere un tratamiento más especializado ( ¿qu i e r e decir, entonces, que los lecto­res hemos sido simplemente burlados?). . . es indispensable que se lome en cuenta la posibil idad de control de dichos agentes, para lo que la empre­sa deberá tomar las medidas que crea pertinentes ( ¡ ¡sicü T o d o lo cual quiere decir que mejor no se hubiera dicho nada. ¡Boni ta ciencia la de la medicina del trabajo! Pero más aún . La " r e c o m e n d a c i ó n " conclusiva (??) revela una verdad: ilustra suficientemente la re lac ión que guardan los capi­talistas con su Estado, encamado en este caso en el Instituto Mexicano del Seguro Social) A .

Esta representación está en crisis. Su matriz c o m ú n , independientemen­te de las formas que asuma su p re sen t ac ión , puede ser lapidariamente resu­mida: toda ella concibe la re lac ión entre la salud y el trabajo como una re­lación ajena y exterior al proceso de trabajo mismo; toda ella se funda y asienta en una ca rac te r izac ión en esencial exterioridad Je la relación entre la salud y el trabajo. C o n ello ostenta ruidosamente su alma burguesa: ex­plica lo real por la vía de la i n t r o d u c c i ó n de un recurso de cuasi-prestidigi-tac ión exterior o extra-real: deus ex machina. Esta r ep resen tac ión está en crisis, es tá en abierta y franca crisis. A su imagen en esencial exterioridad de las relaciones entre la salud y el trabajo corresponde devotamente la a legor ía o personi fie ación de l a m e d i c i n a c o m o policía, una de cuyas figuras históricas será la policía médica.5 Esta r ep re sen tac ión está en crisis, en abier­ta y franca crisis. Por cuanto a las l íneas y po l í t i cas de "higiene y salubri­dad" que de ellas se derivan, destinadas todas a la c inematográ f i ca tarea de "purificar lo enfermo", a resolver sobre la especificidad de la parte, a des­menuzar para "sanear" lo d iv id ido; por cuanto la p rogres ión y co lo rac ión de las alternativas, recomendaciones y prevenciones que ellas pretenden re­ligiosamente actualizar, aun sobre la base de las situaciones técnico-ambien­tales ideales, aun sobre la base de las situaciones más protolípico-sublimes, no sólo no excluyen, sino que exacerban la "enfermedad", y el malestar; no sólo no "curan", sino que reproducen ampliamente la plataforma y es-

Instituto Mexicano del Seguro Social, Investigación de las Condiciones de Higie­ne y Seguridad en la Empresa "Camas Lamas"S.A., México, 1979.

5 Cfr. G. Rosen: From Medical Pólice lo Social Medicine: Ensaya on the History ofHearl car, New York, 1974.

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Lruclura de su brotamiento principal. Viven como aquel obrero chapliniano (en Tiempos Modernos) que no acaba nunca de controlar las mi l y una tuercas de su m á q u i n a infernal, las mi l y una partes de su dantesco proceso de p r o d u c c i ó n : tapa a q u í y brota por allá. Nuestro "personaje d r a m á t i c o " , nuestro "especialista", no bien arranca a dibujar una higiénica sonrisa de sat isfacción por su ejercicio, cuando, muy pronto, mucho m á s pronto de lo que él alcanza a imaginar, su breve in te lecc ión de la enfermedad en tan­to que entidad proteica, lo obliga a ponerse serio, muy serio, por cuanto del lado opuesto a su acc ión , cuando no en su entorno inmediato, ha ex­plotado y estallado de nuevo algún otro "agente" transmisor y portador del mal. lista r ep re sen t ac ión , no hay duda, está en crisis, en una profunda crisis.

II

C o n todo, en su mismo ser positivo, la r ep re sen tac ión de marras señala su í n t i m a negatividad: ser que es propio del frío cá lcu lo objetivo de la "cien­c i a " y que entrega, t a m b i é n , las piezas que la ponen en "jaque". Para ella, que se autoconcibe y presenta como propietaria y d u e ñ a de la respuesta al problema sobre la "c ien t i f i c idad" del reino de " l o natural", todo excurso de a p r o x i m a c i ó n , toda tesis de d iscus ión que aspire al reconocimiento del objeto como totalidad, se reduce, en pr incipio , a metaf í s ica , a mensaje " i m p u r o " , a mensaje "manchado, mezclado y adulterado" que imbrica, confunde y on.iucia la l impieza t ecno lóg ica de " l a c ienc ia" con resabios y padrastros del peor de los humus de " lo social" . Para ella, pues, propieta­ria y d u e ñ a del ún ico discurso "correcto" , del ún i co y deslumbrante discur­so de " l a verdad", todo lo " o t r o " es apenas y de manera muy escasa, una intentona fallida e imperfecta de aspiración a ser lo que ella sí es. Para ella, pues, la razón totalizadora (d ia léct ica) es mera y pura subjetividad " juven i l " . Empero, en su propio ser positivo, en su propia incapacidad estructural para acabar de mal taponear la mul t i tud de fracturas y dislocamientos que exhibe su objeto (vale decir: cuerpo humano) de trabajo (los que "c i en t í ­ficamente" ha sellado se producen en p r o p o r c i ó n geomé t r i ca en su canti­dad y calidad, m o v i é n d o l o al c ín i co candor) encuentra su propio limite, su propia y genuina negatividad. Los brazos del pulpo son insuficientes para su c ic lópea tarea.

Ejemplo II. 2. De acuerdo al reporte Work in America. Report of a Special Task

Forcé to the Sevretary of Health. Education and \Yclfareb, " . . . L a cre­ciente p r e o c u p a c i ó n públ ica por la salud en los Estados Unidos se demues­tra en lo .siguiente: 1) el destino de más de 70 billones de dólares anuales

" Work in America. Report of a Special Task Forcé to the Secretary of Health, Education and Welfare. Cambridge, The MIT Press, Sixth prínting, 1976, chapter 3, p 76 92.

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expedidos para a t enc ión m é d i c a ; 2) la reciente legislación profesional que contempla, entre otros, la expans ión y alargamiento del adiestramien­to m é d i c o . . , 3) los incrementos sustanciales en los recursos para la inves­t igación del cánce r ; y 4) la inclus ión de más de media docena de propues­tas para la seguridad nacional en la agenda del Congreso. Existe, con to­do, una gran a m b i g ü e d a d en estos esfuerzos: salud y atención pública no son sinónimos (todos los subrayados G . L . ) . A u n cuando en sí mismo el mejoramiento de la calidad y d i s t r ibuc ión de la a t e n c i ó n m é d i c a pueda resultar un objetivo meri torio, la confus ión entre a t e n c i ó n méd ica y salud acaba por hacer más difuso el problema central: el perfeccionamiento de la salud. L a evidencia sugiere, en efecto, que si el mejoramiento de la salud es verdaderamente una meta nacional (sic), debemos, entonces, realizar un cambio decidido en nuestra prác t ica , más allá (sic) de las instituciones de a t enc ión m é d i c a . Este reporte se concentra en el trabajo, pero el medio ambiente, la vivienda, la nutrición, la descomposición de nuestras ciu­dades y vías de transporte, así como en otros espacios que son medios pa­ra la propuesta de mejoramiento de la salud (los brazos del pulpo son, pues, insuficientes para su t i tán ica tarea).

El mejoramiento del trabajo ( ¿ m e j o r a m i e n t o ? ¿ c ó m o ? ) ofrece opor­tunidades para evitar (sic) enfermedades físicas y mentales, disminuyendo así los gastos para a t enc ión méd ica , uno de los m á s inflacionarios dentro del gasto global de la e c o n o m í a norteamericana. . . L a p revenc ión de las enfermedades debe rá reducir, consecuentemente, la demanda de sen-icios m é d i c o s . . . Reconozcamos, ahora, un breve sumario de las oportunidades en el trabajo para mejorar la salud física y mental (sic). A ) Trabajo y Lon­gevidad. . . De acuerdo a un reciente estudio, el más poderoso promotor de la longevidad resul tó ser la satisfacción en el trabajo (sic), seguido de la "felicidad" completa ( ¡sic!). Estas dos medidas (sic??) sociopsicológicas (sic!! ??) resultan ser mucho mejores índ ices de la longevidad que los exá­menes sobre el funcionamiento f í s i cops íqu ico , el tabaquismo y la herencia genét ica . . . E l l o ha quedado claro a \a luz de las investigaciones a n t r o p o l ó ­gicas realizadas por Sula Benet: e n l 9 5 4 . . .25% de los abkasianos (pueblo de la U R S S ) t e n í a n 90 o más años de edad, comparando con el 0.1 % de todos los soviét icos y el 0.4% de todos los estadounidenses. . . L a clave es­tá en su larga vida de trabajo. . . Ellos afirman: 'S in reposo el hombre no puede trabajar, pero sin trabajo el reposo no deja n ingún beneficio' . L a contracara de este sistema la encontramos con frecuencia en los E U A . . . donde el trabajo asume un ' rol enfermo'. . . ¿ P o r q u é razón la tatisfac-c ión en el trabajo es una de las mejores vías para extender la esperanza de vida? Otros factores (dieta, ejercicio, a t enc ión m é d i c a y herencia ge­nét ica) son de indudable importancia. Empero, recientes investigaciones sugieren que estos factores contr ibuyen sólo en un 25% al índ ice global de las enfermedades del c o r a z ó n , las principales causantes de muerte. . . Aunque la invest igación sobre este problema no lia llegado aún a respues­tas conclusivas (sic), el rol de trabajo, las condiciones de trabajo y otros factores sociales ( ¿cuá les?) pueden contribuir fuertemente para la consi­deración del 75'' 'inexplicado' (sic !!). . . B) Enfermedades del Corazón.

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Dado que éstas dan cuenta de cerca de la mitad de todas las muertes, y que los factores sociopsicológicos pueden (sic) incidir preferentemen­te en este índ ice , debemos preguntarnos: ¿ q u é factores del trabajo se aso­cian a las altas tasas de enfermedades del c o r a z ó n ? De entre los más al­tos factores identificados destacan: 1) la satisfacción del trabajo, re­presentada en trabajo tedioso, ausencia de reconocimientos, malas relacio­nes entre los trabajadores y (finalmente) malas condiciones de trabajo; 2) mínima autoestimación (sic ? ? ) . . . particularmente reconocida ante la pérdida del trabajo y la clausura de fábricas (sic !!); 3) estress ocupacional; 4) cambios excesivamente rápidos y continuos en el empleo (sic ??), como cuando poseyendo un alto nivel educacional se vive, sin embargo, en un status laboral inferior; 6) ciertas características de la personalidad (sic !!) . . . en particular agresividad, a m b i c i ó n , competi t ividad y sentido de urgen­cia sobre el t iempo. . . Las exclusivas (sic) ca rac te r í s t i cas de la personalidad no explican el incremento de los índ ices de las enfermedades del c o r a z ó n , pero lo que impor ta destacar es que el trabajo afecta a la personalidad (Eu-reka ! ! ) . . . ; 7) carencia de estabilidad, seguridad y soporte en el medio ambiente de trabajo . . . se ha probado que a h í donde existe estabilidad, seguridad y apoyo en el trabajo, el índ ice de enfermedades del c o r a z ó n ha bajado, como en los profesionales de la N A S A (que recientemente ha "separado" a un a l t í s imo porcentaje de su personal), los trabajadores in­dustriales (de acuerdo a las cifras m á s conservadoras, la "tasa de desem­pleo abierto", es decir, el e jérc i to industrial de reserva, para 1979 en los E U A era del 9% , sin considerar la más p r ó x i m a y amenazante recesión) y en los obreros japoneses (!! pa í s que junto con los E U A , R F A , Francia y Gran Bre taña , vive sus peores momentos de d e s o c u p a c i ó n desde la segun­da posguerra y el " f a t í d i c o " 1929). . . C) Trabajo y Otras Enfermedades Físicas. . . directamente asociados con el estress ocupacional , se han en­contrado como las más frecuentes las siguientes: úlcera pép t i c a , artritis y artritis r eumát i ca . . . D) Trabajo y Enfermedad Mental. Los empresarios se quejan de la apatía de sus trabajadores, y és tos no dejan de expresar sus frustraciones e insatisfacciones sobre su vida y trabajo. Los funcionarios reportan: insomnio, ansiedad y tens ión . Los analistas de nuestro mundo industrial descubren Xaalienación de los obreros de.cuello azul , su hostilidad hacia otros y hacia la autoridad, as í como la carencia total de respeto a sí mismos. Estos son todos (sic) los comentarios sobre la salud mental de los obreros norteamericanos. Por cierto que el concepto de 'salud mental' es tan amplio que nos quedaríamos cortos si nos l i m i t á r a m o s a decir que un individuo es mentalmente sano si muestra una variedad de recursos de gra­tificación (sic), si no es egocéntrico (!!), si entiende y acepta sus limitacio­nes, si se plantea metas realistas (como por ejemplo no andar por doquier agitando en pos de una " u t ó p i c a " sociedad futura igualitaria) y si es un product ivo (!!) miembro de la sociedad y participa en el mundo que lo ro­dea. E n una palabra: la persona mentalmente sana siente (pero nada más siente) que comanda una vidaprouec/iosa ( ¿ p a r a q u i é n ? ) y en consecuencia se autoestima. Múl t ip les problemas de salud mental han sido relacionados con la ausencia de un trabajo satisfactorio (eso cuando el obrero alcanza el

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" p a r a í s o " de encontrar trabajo), a saber: males ps i cosomát i cos , m í n i m a a u t o e s t i m a c i ó n , ansiedad, inquietud, tens ión , relaciones interpersonales descompuestas. Y como factores correlativos (sic) e n c o n t r a r í a m o s : bajo estatus, escasa autonomía ( ¿ c o n respecto a q u é ? ) , rápido cambio t ecno ló ­gico, aislamiento en el trabajo, roles conflictivos y roles ambiguos (??), res­ponsabilidad para dirigir personal, trabajo rotativo y amenazas a ¡a autoes­timación inherente al sistema de valores (??). Otras correlaciones estable­cidas en numerosos estudios son: bajo estatus s o c i o e c o n ó m i c o con altas tasas de s i n t o m a t o l o g í a s iquiá t r ica ; largos p e r í o d o s de de socupac ión con altas tasas de suicidio y hospi ta l izac ión s iquiátr ica , así como asociación positiva entre un trabajo de sat isfacción y la salud mental. . . Se ha proba­do t a m b i é n que índ ices de escasa (sic) salud mental derivan de la exigua satisfacción con la vida y el trabajo (sic). . . A . Kornhauser, reputado co­nocedor de los problemas de la salud mental asociados al trabajo, ha en­contrado que: . . . 'trabajadores con bajos índ ices de salud mental y satis­facción en el trabajo, son frecuentemente escapistas o pasivos en sus acti­vidades no laborales; otros ven televisión, no votan (!!) y no participan e)i las organizaciones ciudadanas . . . una deficiente salud mental ocurre cuan­do las condiciones de vida y trabajo reposan en una frustración continua por el regular fracaso de los medios ofrecidos para percibirse au toproduc-tivamente (!!), para alcanzar las tan anheladas y deseadas metas v que han acabado por constituirse en el elemento indispensable de la autoidentidad individual de la persona meritoria y valiosa (!!). E l fracaso recurrente y la f rust ración derivan en m í n i m a a u t o e s t i m a c i ó n e insat isfacción en la vida, frecuentemente a c o m p a ñ a d a de ansiedad, a l ienación social (??), renuncia­miento, conquista de metas estrechas y abreviamiento de las aspiraciones; en una palabra: en deficiente salud mental. . .' E) Autosubestimación. E l fracaso para ajustar a otras personalidades, el ambiente y la d e t e r m i n a c i ó n propia como def inic ión de la enfermedad mental, debe ser completamente rechazado. U n obrero apático no es necesariamente (sic) un enfermo mon­ta!. A h í donde la movi l idad está bloqueada, donde el trabajo está desiiu-manizado, donde las recompensas y premios son magros, la negativa para esforzarse en el trabajo d i f í c i lmente puede constituirse en un criterio de enfermedad mental (sic). La locura (madness) debe consistir más bien en el ajuste a las patologías de la organización (??). Un trabajador do la fábrica u oficina automatizada que como a u t ó m a t a se ha ajustado a ella, p o d r á ser un modelo de la pertinencia y viabilidad de los ajustes, pero difí­cilmente exh ib i rá una buena salud mental. Una excelente descr ipción do a u t o s u b e s t i m a c i ó n por au to l imi t ac ión de las propias aspiraciones la encon­tramos en los siguientes datos sobre los trabajadores automotrices: . . . muchos de ellos muestran muy pocas ambiciones (sic) y su mayor aspira­c ión para mejoraren el trabajo se reduce exclusivamente a escalar el escala­fón de la línea de ensamble (sic), algunos do ellos incluso fantasean (!!) con la posibil idad de abandonar la fábrica para instalar su propia es tac ión de gasolina, pero, lamentablemente, nunca toman medidas realistas en es­ta dirección (!!). E n suma: sus aspiraciones se reducen al deseo do que sus hijos lleguen a ser trabajadores de cuello blanco (!!). Para tales traba-

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jadores sólo hay dos opciones: mantener altas expectativas en el trabajo, y por ende, sufrir permanentes frustraciones, o limitar sus expectativas, lo que sólo puede producir una existencia monótona (!!). F) Modalidades especificas de la subestimación. A lcoho l i smo, abuso de drogas y suicidio . . . Es tá ampliamente comprobada la asociación entre el estress y el alcoho­l ismo. . . E n un reciente estudio se p r o b ó que en una planta de 3400 obre­ros, el 15% era adicto a la heroína. . . Sabemos, t a m b i é n , que el índ ice de suicidio por el t ipo de ocupac ión de las v íc t imas es más alto entre los blan­cos que entre ¡os negros y mucho más alto entre los hombres que entre las mujeres. Si la tendencia al suicidio, cosa que parece muy probable, no pro­viene del nexo racial ( ¡sic!) o del nexo genét ico-sexual , es probable ( ¿ p r o ­bable?) que la diferencia en las tasas de su incidencia responda a ios roles jugados por la persona en la sociedad (sic). . . Recientes estudios han esti­mado que la tasa de suicidios es 5 veces más alta entre las mujeres doctoras y químicas que entre todas las otras mujeres. . ; otros estudios indican que profesionales competitivos, compulsivos, individualistas y ambiciosos, tien­den a altos índices de suicidio. A este respecto, es notable el incremento del suicidio entre negros, en la medida en que ellos participan cada vez más de ocupaciones similares a las de los blancos ( ¿qu i e r e decir, acaso, que los negros son competitivos, compulsivos, individualistas y ambiciosos?). . . C o n todo, los nexos causales (sic) entre el alcoholismo, el abuso de drogas y el suicidio por las condiciones de trabajo, no han sido aún firmemente establecidos (!!). ( i ) Violencia. . . E l sabotaje, es decir, la violencia practi­cada sobre objetos inanimados ( ¿ c ó m o , por ejemplo, la benefactora má­quina capitalista?) crece intensivamente en ciertas industrias. Las ra íces (??) del sabotaje se ilustran a cabalidad en el siguiente comentario (sic) de un trabajador del acero: 'en ocasiones, por pura vileza, al estar trabajan­do le hago a la cosa alguna p e q u e ñ a abolladura. M i i n t enc ión es hacer algo realmente único, asestarle deliberadamente un marti l lazo sólo porque sí , só lo para poder decir que puedo hacerlo. ' E l sabotaje, pues, es una forma de escapar a lo hostil (sic), al objeto inanimado que regula el t iempo obre­ro de trabajo, sus múscu los y su cerebro ( ¿y sólo la m á q u i n a es hostil?). II) Delincuencia. . . Por cuanto que las causas de la delincuencia son indu­dablemente tan complejas (sic) como las causas de la d rogad icc ión y el alcoholismo, un reciente proyecto del Instituto Nacional de Salud Mental sugiere que los problemas de trabajo pueden contribuir (!!) a la delincuen­cia infantil y con mucha más evidencia a la delincuencia por desempleo. . . 1) Una nota sobre costos. Un caso de una planta manufacturera de bol­sas de papel nos servirá para ilustrar c ó m o el ambiente y su repercus ión sobre la salud mental redunda en costos potencialmente altos para los obre­ros (??) .v los empresarios. Los obreros de la fábrica descrita eran en su m a y o r í a de baja cal if icación: ' la admin i s t r ac ión sospechaba de sus emplea­dos argumentando que 'ellos siempre es tán tratando de salirse con algo'. E l piso de la fábrica era ruidoso, sucio, caliente en verano, frío en invierno. E l reglamento era abundante y estrictamente obligatorio. L a desconfianza y el ambiente de a n t i p a t í a de la admin i s t r ac ión para con los trabajadores y de és tos para con aquella era evidente. Dos años a t rás , un obrero m u r i ó de

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un ataque al co razón mientras trabajaba. E n cuanto la noticia so esparc ió por la planta, varias empleadas se sintieron enfermas y se desmayaron. Po­cas semanas después , olores nocivos rezumaban en la planta a t ravés de los conductos del a lbañal , y unos cuantos obreros que estaban rendidos, tu­vieron que dejar de trabajar. Aunque el olor era rápidamente eliminado, los obreros comenzaron a quejarse de vér t igo, náusea , indispos ic ión , dolor de cabeza y otros malestares. Fue llamado, entonces, un equipo del Servi­cio de Salud Públ ica , pero no pudieron descubrir agentes tóxicos (sic) ni daño físico alguno (sic). Fue llamada, después , una rep resen tac ión del Ins­t i tuto Nacional de la Salud y Seguridad Ocupacional, quien c o n c l u y ó que se trataba de un caso de histeria industrial, de una reacción física (sic) por la t ens ión psicológica del trabajo. E l Instituto ofreció algunas recomen­daciones pero ninguna acción fue tomada. U n año más tarde, la planta fue abrasada desde las chimeneas hasta los cimientos. ' L o que resulta particu­larmente significativo de este ejemplo extremo ( ¡sic!) os que tan sólo una pequeña inversión pudo haber compensado ( ¡sic!) las terribles consocuon cias de la inacción (sic) de la empresa. Usando técnicas disponibles para el rediseñamiento del trabajo (sic), para la reducc ión do la ansiedad (sic) los obreros pudieron haber evitado (sic) la angustia mental y física, tanto ellos como la empresa habrían evitado los costos extremos (sic) ( ¿ " c o s t o s extremos" para qu i én? ¿el obrero aparece, acaso, como puro costo para el capitalista?). Desafortunadamente (sic), estas técnicas do re­d i s e ñ a m i e n t o del trabajo no han sido usadas en amplia escala. Deben ser desarrolladas para hallar problemas específicos ( ¡ c o m o si no fueran su­ficientes las evidencias por ellos mismos prosentadas!), poro su valor po­tencial ya ha sido demostrado. Pero antes de ello, es necesario quo formu­lemos un proyecto de ley para mejorar (sic) la salud mental de los obreros, que es por cierto, tan buena en sí misma (sic), a través do la reducc ión de los costos méd icos mediante la i m p l e m e n t a c i ó n de medidas preventivas en los centros de trabajo (sic). J) Conclusión. A lo largo do esto c a p í t u l o hemos supuesto que los obreros es tán , en primera instancia, suficientemen­te saludables como para mostrar una declinación de ella por causa de sus trabajos ("supuesto" que mantuvieron tan "velado" que resulta no só­lo "transparente" sino en abierta y franca contradicción con absoluta­mente todo lo que el "reporte" asume). Hemos ignorado, principalmente por falta de datos (bastaba sencillamente con que hubieran enumerado, y só lo enumerado, la creciente m e m b r e s í a de una sola de las agrupaciones ps icoana l í t i cas estadounidenses) el nivel de sanidad que una persona debe poseer en correspondencia a su trabajo o en correspondencia al trabajo que él, secre lamen le (sic) le gus tar ía aspirar. Ciertamente estas cuestiones ( ¿cu es-

tiones?) no pueden ser ignoradas (sin ambages: este procedimiento " teór i ­c o " tiene un nombre: cinismo). . . Si consideramos al trabajo como un medio ( ¡sic!) para evitar ciertos problemas de la salud física y mental (sic), es nuestro deber considerar a nuestros especialistas en salud y a oíros de los especialistas de nuestra sociedad como medios ( ¡sic!) en la capaci­tación del individuo para el trabajo (el trabajo es sólo un " m e d i o " y nuestros especialistas de la salud, pues, son sólo el tamiz que moldea y re-

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dispone a ese " m e d i o " para la mejor ope rac ión del capital . Eso es todo). A fin de cuentas todas las partes de la sociedad se interaccionan recíproca­mente. Tal es el punto central de este reporte. . . " . N o cabe duda, los bra­zos del pulpo son insuficientes, claramente insuficientes, para su t i t án ica tarea.

L a estruendosa crisis de la c o n c e p t u a l i z a c i ó n tradicional, ratificada por las versiones oficiales, en lo que a t a ñ e a las relaciones entre la r e p r o d u c c i ó n social y su consecuente d imens ión de salud, versión que reposa, con pruri­to de autocomplacencia, en la tajante y brutal división-escisión en absoluta exterioridad de su objeto mismo de estudio, posibil i ta y exige rescatar, de entre su propia positividad en quiebra, los elementos de su verdadera supe­ración. Para destruir y no sólo debilitar la exterioridad esencial de las re­presentaciones oficiosas era preciso, pues, mostrar primero que en los mar­cos acotados, parcelados y castrantes de su propia positividad ella patenti­za ominosamente su orgánica negatividad, y después , para derrumbarla realmente, es preciso acceder a un intento, en este caso cr í t i co-d ia léc t ico-materialista, de otra concep tua l i zac ión fundada en la relación de interiori­dad esencial entre el trabajo y la salud.

III

Para tal tarea proponemos la recons iderac ión de la t e o r í a marxista del pro­ceso de la r e p r o d u c c i ó n ; la recons iderac ión del concepto de proceso de tra­bajo como modelo para el reconocimiento y replanteamiento del estado de salud y patogénes is . Nuestro p r o p ó s i t o es doble: pretendemos demostrar que el estado ideal de salud de la fuerza de trabajo (estado que supone ya una reducción-concreción-histórica: la que transforma al sujeto del pro­ceso de la r e p roducc ión en mera subjetividad, en mera cosa, en mera fuer­za humana para el trabajo) es dual: de un lado existe en tanto que dimen­sión físico-psíquica y, del otro, existe en tanto que dimensión de salud po­lítica.

Accederemos, primero, a la d e m o s t r a c i ó n de que la estructura y mane­ra del proceso de la r ep roducc ión configurado capitalistamente, supone en sí misma una realidad patogénica por cuanto en ella, el plano o d i m e n s i ó n de la salud política se encuentra cercenada o en estado de anquilosamien-to, para inmediatamente atender el hecho de que esta realidad pa togén i ca primaria se revierte o atenta regularmente contra el mismo plano de la sa­lud físico-psíquica. Finalizaremos presentando algunas consideraciones en torno a la relación salud y revoluc ión .

IV

E l concepto más apropiado para el reconocimiento del estado de suspen­sión en que se encuentra la d imens ión de la salud po l í t i c a al interior del proceso capitalista de la r e p r o d u c c i ó n , es el concepto marxiano de la enaje­nación. Intentemos, pues, aproximarnos a su estructura fundante: la t e o r í a marxista del proceso de trabajo. E l l o nos pe rmi t i r á , l íneas adelante, mos-

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trar a cabalidad la s i tuac ión de la salud po l í t i ca en la sociedad del capital : " . . . L a praxis o el proceso de trabajo, como todo proceso de r e p r o d u c c i ó n gregario, es un proceso de p r o d u c c i ó n / c o n s u m o indirecto dol sujeto me­diante p r o d u c c i ó n / c o n s u m o directo de objetos intermedios o de naturale­za transformada. L a especificidadáe la praxis o proceso social de reproduc­c ión reside en que es a d e m á s como dice Marx en el cap. 5 de ¿7 capital, I un proceso de "realización": un proceso de r e p r o d u c c i ó n indirecta en el cual todos los objetos intermedios poseen en mayor o menor medida un ca rác t e r instrumental o son aptos para dar lugar a un conjunto abierto de efectos (y no a uno solo o a una serie cerrada de ellos), por cuanto se ha­llan mediando o posibili tando, como objetos prác t icos , productos úti les ( con valor de uso) o bienes producidos, el cumplimiento de un conjunto de fines (sat isfacción de necesidades) que siempre está todavía por ser ele­gido o decidido, propuesto o proyectado por el sujeto. Dicho en otros tér­minos: la especificidad de la praxis reside en que es un proceso gregario de r e p r o d u c c i ó n que sólo puede cumplirse como proceso de autorreproduc-ción; un proceso en el que toda la r e p r o d u c c i ó n natural se halla al servi­cio (o sometida a la finalidad) de un proceso reproductivo de otro orden y que lo trasciende: el proceso de producción/consumo de la estructura misma de las relaciones sociales (políticas) que constituyen al sujeto . . . E l proceso de " r e a l i z a c i ó n " sólo puede llevarse a cabo en la medida en que procede como ciclo comunicativo, como movimiento que, al producir/con­sumir objetos, sintetiza a un sujeto carente de unidad consolidada o de fi­gura preestablecida. A l "real izar" objetos, el sujeto social debe realizarse: debe crear o re-crear su propia identidad social o esencia política. En otros t é r m i n o s , debe constantemente salvar en s í mismo un hiatus o superar una escisión que le es consti tut iva: la falta de una coincidencia natural o una correspondencia espontánea entre las dos perspectivas de su existencia, co­mo sujeto en acto de producir y como sujeto en acto de consumir. Debe, por tanto, producir/consumir el mensaje con el que, estando en un momen to dado, define su figura futura o se proyecta a sí mismo para el momen to siguiente. . . Pero el modo de funcionamiento propiamente capitalista del proceso social de r ep roducc ión o trabajo, sólo coincide de manera contradictoria con las determinaciones estructurales o básicas del mismo. E l proceso de trabajo capitalista, dice Marx , os la 'unidad contradictoria del proceso de trabajo como un proceso de valorización del valor'. IOS la con­figuración más acabada absolutizadora o universalizadora de la modali­dad histórica del proceso de r ep roducc ión social como serie inconexa de procesos productivistas-privados de trabajo, es decir, como proceso repro ductivo cuya totalidad se encuentra organizada y regulada contradictoria­mente por un proceso e s p o n t á n e o o casual de formación e intercambio de valores. E n la modalidad capitalista del proceso social global de trabajo, la a u t o r r e p r o d u c c i ó n del sujeto comunitario sólo se lleva a cabo en la medida en que se halla subordinada a la satisfacción de un sistema de necesidades que es heterogéneo respecto del suyo propio: el que se determina en la di­námica autorreproductiva y acumulativa del capital relación social que adjudica a una parte del sujeto la función de 'cosa valiosa* para la otra o

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'sujeto a u t o m á t i c o ' por sustitución. Para el sujeto comunitar io, autorre-producirse de manera capitalista es, por ello, realizar (afirmar) su propia supervivencia, pero hacerlo —he aquí la con t rad icc ión— en tanto que su­jeto explotado (negado Jtanto en general (en el derecho al disfrute del pro­ducto de su labor) como espec í f i camen te (en su a u t a r q u í a o facultad de decidir sobre sí mismo). . . " 7

En efecto, el proceso de trabajo product ivo capitalista o proceso de valorización del valor se distingue de su inmediato anterior, el proceso de trabajo productivo mercantil simple, en los siguientes tres aspectos: 1) no es más el resultado de la in te racc ión de una serie abierta de procesos de trabajo individuados, de una serie a t o m í s t i c a abierta de productores pro­pietarios privados, sino que se realiza exigiendo exclusivamente la presen­cia de dos tipos ún icos de propietarios privados: a) los productores pro­pietarios de la m e r c a n c í a medios de p r o d u c c i ó n o capitalistas, y b) los productores propietarios de la m e r c a n c í a fuerza de trabajo o proleta­rios; 2) la relación que entablan estos diferentes propietarios en el pro­ceso de trabajo capitalista, se define como una relación de explotación, en la cual los capitalistas incluyen a los proletarios comoobjeto de la repro­ducc ión de su proceso de trabajo; 3) el proceso de a u t o r r e p r o d u c c i ó n confi­gurado como proceso capitalista de p r o d u c c i ó n , no sólo ha despojado al suje­to (la comunidad social) de su rasgo más c a r a c t e r í s t i c o : el de proponer sobe­ranamente la manera de su reproducción; sino que de hecho lo ha derrocado por la vía de la ins t i tuc ión de un nuevo sujeto: el valor, que promovido a la a u t o n o m í a ha desarrollado, a costa de la polar izac ión del sujeto social, a costa de la negación de su misma comunidad social, un dinamismo acumu­lativo propio: su autovalorización. E l proceso capitalista de p r o d u c c i ó n se ha levantado de entre las en t r añas de la c i rculac ión mercantil simple o pro­ceso de fo rmac ión-des t rucc ión de valor. E n éste , el elemento dominante es la m e r c a n c í a , y al decir de Marx, en él toda entidad del " m u n d o " tiende a convertirse en un objeto mercantil , tiende a recibir un precio. El factor subjetivo del proceso de trabajo no escapa a esta-tendencia del valor. E l su­jeto social, co razón y centro a partir del cual se define y estructura todo el sentido del proceso de trabajo , lugar fundante de la def in ic ión del valor de uso (del sistema de las necesidades), punto de partida y punto de llega­da del proceso de trabajo como proceso de r e p r o d u c c i ó n y, por ende, de enriquecimiento del sujeto, puede, tiende y de hecho es convertido en m e r c a n c í a . Este "pecado original " introduce a la existencia la época del capital : el proceso de trabajo capitalista. L a é p o c a del capital, pues, supo­ne como su p recond ic ión , la t r ans fo rmac ión del sujeto del proceso de tra­bajo en objeto del valor-capital. E l proceso de trabajo capitalista se cons­ti tuye así en un proceso de explotación de una parte del sujeto social (los capitalistas) hacia la otra (los proletarios), proceso que produce y repro­duce, a de má s , el sello de su relación de e x p l o t a c i ó n . Se trata, entonces, de una inversión total de la organizac ión estructural y básica del proceso

Holívnr Echeverría, "Discurso de la Revolución, Discurso Critico", México, Cua­dernos Políticos. No. 10, oct-dic 1976, p. 47-49.

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de la r e p r o d u c c i ó n . E l sujeto originario ha sido sustituido y el nuevo su­jeto es el producto, la m e r c a n c í a , el valor; en una palabra: el factor obje­tivo del proceso de trabajo, que promovido a la a u t o n o m í a (valor, valor de cambio, dinero, capital) ha subordinado totalmente al proceso de la a u t o r r e p r o d u c c i ó n . E n condiciones capitalistas el producto no se muestra siquiera como el representante del sujeto, sino que, lejos de ello, el sujeto social o la comunidad de los hombres en proceso de r e p r o d u c c i ó n , es sólo uno más de los momentos del recorrido que, para su au tova lo r i zac ión , de­be cubrir el nuevo sujeto capital. Se trata, entonces, y con toda propiedad, de un proceso de enajenación. Las relaciones entre los hombres no sólo de­ben darse por y a t ravés de las cosas, sino que ahora son los mismos hom­bres los que sirven a la cosa: al capital. Ena jenac ión , pues, en el ún i co sen­t ido en que la ha desarrollado Marx : como cesión, como entrega, como conces ión al capital de una capacidad y derecho exclusivamente deposita­ría del sujeto y su comunidad; ena jenac ión , pues, de la función que define el ser político, la socialidad, la estructura y sello de las relaciones sociales de p r o d u c c i ó n , enajenación de la capacidad autoproyectiva del sujeto so­cial que ahora es realizada automáticamente por el capital. L a especifici­dad más propia del proceso humano de trabajo, su función autoproyecti-tiva, autopostuladora y autoejecutora de las vías y destinos de su reproduc­c ión , se encuentra, en condiciones capitalistas, enajenada, exteriorizada al proceso de la valor ización del valor, al proceso de la a cu mu lac ió n del capi­tal.

V

S i la especificidad de la praxis reside en que ella sólo puede cumplirse co­mo un proceso de autorreproducción, cuyo objetivo principal es el proce­so de producción/consumo de la estructura misma de las relaciones socia­les (políticas) que constituyen al sujeto, y no obstante, en su modalidad ca­pitalista, ello sólo se cumple a t ravés de la explotación (negac ión) del de­recho al disfrute del producto de su labor, y de la enajenación o cesión de su facultad a u t á rqu i ca para decidir sobre sí mismo y su socialidad; puede afirmarse que la realidad de e x p l o t a c i ó n y enajenación que a c o m p a ñ a y de­fine al proceso de trabajo capitalista, instaura una d imens ión igualmente patológico-primaria (correspondiente a su esencia explotadora y enajenan­te) que permea, totaliza y empapa toda la estructura global de Monsieur le Capital , una d imens ión de patogénesis básica o central frente a la cual la to­talidad de las " p a t í a s " (objeto de trabajo de los pol i facét icos y multiespe-cializados galenos) se representa exclusivamente como su consecuencia. E l estado de pa togénes is , la realidad pa tógeno-pr imar ia -bás ico-cent ra l del mo­do de la p r o d u c c i ó n capitalista, se deriva directamente de la inversión real total en que se encuentra la relación sujeto-objeto de trabajo y en el conse­cuente anquilosamienlo, paralización o atrofia de su salud política o con­junto de relaciones sociales que consti tuyen a la comunidad humana como sujeto:

" . . . De esta manera, postergado en el t iempo, relegado en el espacio,

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el estallido (y por lo tanto la verdadera superación) de la c o n t r a d i c c i ó n inherente a la forma mercantil de los objetos p rác t i cos queda siempre en suspenso. Pero no desaparece realmente. A c t ú a de manera sutil en la coti-dianidad de los individuos sociales privados; los acosa imperceptiblemente: les hace la vida imposible. En efecto, en ocasiones quisieran preguntarse: ¿ c ó m o es posible producir en condiciones privadas productos cuya compo­sición técnica es necesariamente cooperativa? ¿ c ó m o es posible consumir en condiciones privadas bienes cuya aptitud satisfactoria se dirige necesa­riamente al disfrute co l ec t i vo : " 8

Las relaciones po l í t i cas de los agentes de la sociedad capitalista es tán destruidas, demolidas y desmanteladas por causa de la o rgan izac ión y es­tructura misma de la r e p r o d u c c i ó n y el trabajo capitalistas. Con ello su sa­lud po l í t i ca t amb ién se ha desmoronado.

Ejemplo III. J. Revueltas: " . . . P e r d ó n a m e , que r id í s ima amada m í a : hubiera querido

escribirte una carta luminosa y feliz, pero tengo el esp í r i tu lleno de apren­siones, de tristeza. . . Deliberadamente no quise escribirte m á s pues mis cartas c o r r í a n el riesgo de ser un cont inuo lamento y un hablar sin fin de todo cuanto he sufrido. ¡No te imaginas! Días terribles como ninguno: tardes insensatas. . . La soledad más insoportable, hasta el grado de sentir­me enfermo. Y agrega a eso el no poder comunicarme con nadie. . ., el tener que consuminne solo. Espantoso. . . Es cierto que la soledad me fatiga, poniuc pienso demasiado; elaboro t eo r í a s , planeo obras. Sin em­bargo, ahora que ya no estoy solo, me siento peor. . . In memoriam. Na­die me habla, aunque lo suplico, lo imploro. Nadie. Sin embargo, el m é d i c o no lo cree. Me lo ha dicho. Es un m é d i c o verde y con ángulos . Debe tener por dentro una cortadura de puña les . Me lo ha dicho: ' N o , señor , se lo ase­guro, no esta usted muerto, la ciencia no puede equivocarse'. Inc l inó la sa­bia cabeza redonda. 'Se lo aseguro'. Instalados en mi cuerpo, en cada una de mis vér tebras , cien mil ojos suyos testimoniaban que no he muerto. Asi, es imposible que él entienda. Le he explicado lo que cabe explicar. ' S e ñ o r

le pregunte ¿por que entonces me detengo en una esquina, saludo a los t r anseún te s hasta el rebajamiento y la humi l l ac ión , hasta preguntarles con la mejor sonrisa, por sus n iños , por la salud de sus n iños , por los progresos de sus n iños y ninguno, ninguno se lo juro, me habla, pero señor , ni aún si­quiera me mha? 'KI méd ico ha s o n r e í d o c o n su hermosa y sabia sonrisa.Tiene unos labios bellos y de ah í salen las palabras. En cierto sentido es un gran hombre. Probablemente más grande de lo que yo imagino. Tiene azufre en las mejillas y escamas. Novecientas escamas en cada p á r p a d o . 'Perdone re­puso es inútil su insistencia. Ikled no está muerto, de ninguna manera lo esta'. Kntonces me vi en la obl igación espantosa de convencerlo y tuve que

, s liohvnr Echeverría, "Comentario dos: Sobre el 'punto de partida' de El capital". México, Invcslinacion Económica. No. -1, oct-dic 1977, Facultad de Economía, UNAM, p. 2;uv'2:r;.

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narrar la desdichada circunstancia en que c o m e n z ó todo. . . E l méd ico ha vuelto a sonre í r . Conforme a su juicio, eso no indica nada. Alguna simple confus ión . 'Es té t ranquilo: usted no ha muerto' . Las palabras de este hom­bre me han sumido en honda ref lex ión . ¿Por q u é , entonces, cuando me paro en una esquina, cuando me dirijo a los amigos, cuando pido l imosna en las calles, nadie, nadie, nadie, dios m í o , responde a mis palabras?. . . Bueno; agrega a esto las contrariedades del trabajo: la absoluta, la grosera, la burda e irritante falta de c o m p r e n s i ó n de todos los que trabajan conmigo. ¿Pensaré en chino? ¿El los son los que tienen razón y yo soy el equivocado? ¡Claro que yo tengo razón! Pero el luchar por esta razón verdaderamente

me agota, me hace sentirme muy mal. N o te imaginas c ó m o me siento so­lo ante el odio a u t é n t i c o que la gente tiene hacia la cultura y la sensibili­dad. ¿Por qué debe ser así? Termino de trabajar con una rabia impotente y un e s t ú p i d o deseo de que todo se lo lleve el diablo. Estoy solo en la lu­cha, sin el apoyo de nadie; pero saldré adelante, así reviente. Comprendes que debo concentrar mis esfuerzos totales en esto. Cre í que la pelea era re­lativamente sencilla, pero es mucho más dura de lo que me imaginaba. . . Tú sabes muy bien el estado moral y ps icológico en que me encuentro des­de hace algún t iempo, no sé ya cuanto. N o me quejo. Es el resultado de al­go que b u s q u é deliberadamente: el deseo de penetrar hasta el fondo, hasta su desnudez brutal, el mundo que me rodea, para darme cuenta si, con to­do, iba yo a ser capaz de resistir. L a prueba ha sido considerablemente más dura de lo que me imaginaba. Me siento desesperadamente aislado y solo, pero t a m b i é n sin atreverme a dec í r se lo a nadie. Parece como si me desviara un poco del tema para soslayar mis vicios personales. De n ingún modo. Y o soy el primero en sufrir espantosamente, y q u é vergüenza siento por ellos, impotente para explicar que y o no soy esa persona, que yo no soy as í . ¿Qu ién puede c reé rme lo , si además demuestro con hechos que es todo lo contrario? M e abandono sin luchar a lo que se diga de m í , a lo que se haga contra m í . Luego me pregunto a q u é se debe esto, y la respuesta es que tengo un desaliento indecible, un dejar hacer en mi contra a todo aquel que quiera. Proporciono todas las armas, casi con j ú b ü o . Esto no puede seguir así , lo comprendo. Te amo de un modo terrible y me duele hasta lo más hondo cuando te hago sufir. Creo que no te he dado un solo momento de alegría en la vida. ¡Dios m í o , es monstruoso! Y más monstruoso a ú n que lo comprenda con una claridad aplastante e irrefutable. ¿ P o r qué , por qué? Es que no veo sino mis sombras y mi propio sufrimiento. Llegué al extremo, la semana pasada, en que me c o n v e n c í que d e b í a desaparecer, que era inúti l intentar ya nada, en n ingún sentido. L a pregunta era: ¿será tiem­po t o d a v í a ? ¿ t e n d r é aún la oportunidad? Y de pronto las circunstancias más es túp idas me la arrebatan, por imbéci l , por tonto, por pendejo, a causa de que todo mundo es tá sobre uno con la idea de participar exteriormente, formalmente en su ayuda. Tú y yo lo sabemos muy bien, y nunca he opues­to el menor argumento en contra de tus opiniones: mi debil idad desde un pr incipio , ese e s t ú p i d o prurito que tengo de no herir a nadie (y herir a to­dos), del que se aprovechan con fría y calculada saña las gentes que nos

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odian, en fin, mi inmensa, mi inmensa estupidez, a la que debe añadi rse el maldi to, el desgraciado alcohol, del que todos sin excepc ión se sienten fe­lices que padezca. ¿Por qué ha sido asi? Vayamos a las cuasas í n t i m a s esen­ciales: mi viejo desconcierto ante las cosas que descubro y que no sé ver con naturalidad, ni con el aplomo y serenidad de un hombre maduro, sino de un pinche adolescente. L a sorpresa inc re íb le con que descubro el mal en la prác t ica y luego ese impulso de seguir comprobando, de seguir h i r iéndo­me y de dejar que me hieran. Debo concentrarme, tener lucidez para luchar. A d e m á s sé luchar. E n poses ión plena de mis fuerzas físicas, de mi cerebro, de la energ ía incansable que poseo y la resistencia a toda prueba. ¿ D ó n d e está el enemigo? Te hablo con va len t í a y vir i l idad, como debe hablar una gente de mis ideas. . . Mar í a Teresa m í a : M e consuelan mucho tus cartas. Por favor no sufras por lo que te digo: pero estoy tremendamente triste, con una m e l a n c o l í a morta l . D e b e r í a no haberte escrito, porque no me gus­ta hacerlo en este estado de á n i m o y tampoco me agradar í a ocultarte ese estado. N o puedo continuar esta carta, vida m í a , p e r d ó n a m e . Tampoco te la m a n d a r é . Es que ha sido este un d í a espantoso. N o dudes de mi amor. Pero hoy he sufrido pavorosamente. Te ama desgarradoramente, J o s é . . . ' " . J. Joyce: " . . . Querida Nora , acabo de terminar mi almuerzo; no t e n í a apetito. Cuando estaba a mitad del mismo me d i cuenta de que estaba co­miendo con los dedos. Me s e n t í mal como la otra noche. Estoy muy angustiado. Perdona esta horrible pluma y este papel tan feo. Anoche debo haberte apenado por lo que dije, pero seguramente será bueno que conoz­cas c ó m o pienso sobre la mayor parte de las cosas. M i mente rechaza la to­talidad del actual orden social, as í como el Cristianismo hogar, las virtudes reconocidas, clases de vida y doctrinas religiosas. ¿ C ó m o p o d r í a gustarme la doctr ina del hogar? M i hogar fue simplemente un negocio de clase media arruinado por háb i to s derrochadores que he heredado. A mi madre la ma­taron lentamente, creo, los malos tratos que le daba mi padre, los años de sufrimiento y la c ín ica franqueza de m i comportamiento. Cuando vi su cara en el a t a úd , una cara gris y consumida por el cáncer , c o m p r e n d í que estaba viendo la cara de una v í c t ima , y maldije el sistema que la h a b í a hecho su v í c t ima . E n la familia eramos 17. Mis hermanos y hermanas no son nada para m í . Só lo un hermano es capaz de comprenderme. Hace 6 años que dejé, con un odio ferviente, la Iglesia Cató l ica . E n c o n t r é imposible perma­necer en ella a cuenta de los impulsos de mi naturaleza. Cuando era estu­diante, hice de esto una guerra secreta y dec l iné aceptar las posiciones que me ofrec ía . A l hacerlo así me c o n v e r t í en mendigo, pero conservé mi orgu­l lo . A h o r a hago de ello una guerra abierta con lo que escribo, digo y hago. N o puedo ingresar en el orden social si no es como un vagabundo. E m p e c é a estudiar medicina 3 veces, una vez leyes, una vez música . Hace una sema­na me estaba preparando para marchar como actor ambulante. N o pude

' José Revueltas, Cartas a María Teresa, México, Premia Editora,1979, p. 15, 23, 36, 40, 44, 45, 64, 66, 66, 67, 89, 90, 91, 92 <• 93.

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poner muchos án imos en el plan, pues tú permaneciste j a l á n d o m e del codo. Las dificultades actuales de mi vida son incre íb les , pero las desprecio. Mientras me estaba repitiendo esto me d i cuenta de que la vida aún me aguardaba, si es que dec id í a entrar en ella. Cuando era más joven t en í a un amigo a quien me d i por completo. Era i r landés , es decir, me t r a i c ionó . N o he dicho ni una palabra de lo que q u e r í a decir. N o sé q u é pensarás de esta carta. Por favor, e s c r í beme Nora querida, ¿lo harás? te respeto mucho, c r é e m e , pero quiero algo más que tus caricias. . . " 1 0 .

Ch. Baudelaire: " . . . Creo que ya escr ib í en mis notas que el amor so pa­rec ía mucho a una tortura o a una ope rac ión qui rúrgica . Poro esta idea puedo desarrollarse del modo más amargo. Aunque ambos amantes estuvieran muy enamorados y muy llenos de deseos r e c í p r o c o s , uno de los dos estará siempre m á s tranquilo o menos p o s e í d o que el otro. Aquél o aquél la os ol operador o el verdugo; el otro es el sujeto, la v í c t ima . ¿ N o escucháis osos suspiros, prelu­dios de una tragedia deshonrosa, esos lamentos, esos gritos, osos estertores? ¿Quién no los ha proferido, qu ién no los ha arrancado violentamente ? ¿Y q u é es lo que encon t r á i s peor en estos cuidadosos torturadores? Esos ojos de s o n á m b u l o convulso, esos miembros cuyos múscu los saltan y so atiran­tan como bajo la acción de una pila e léctr ica , la borrachera, el delirio, el opio en sus más furiosos efectos no os p o d r í a n ofrecer más horrible y cu­rioso ejemplo. Y el rostro humano, que Ovidio c re í a modelado para refle­jar los actos, he a q u í que sólo tiene ya una expres ión de ferocidad loca, o se distiende en una especie de muerte. Porque yo c ree r í a cometer un sa­crilegio aplicando la palabra ' éx tas i s ' : a esta clase de d e s c o m p o s i c i ó n . ¡Es­pantoso juego, donde es necesario que uno do los jugadores pierda ol gobier­no de s í mismo! Una vez preguntaron dolante do mi en que cons i s t í a ol pla­cer más grande del amor. Alguien r e s p o n d i ó naturalmente: en recibir; y otra, en darse. Aquél dijo: placer de orgullo; y é s t e : voluptuosidad de hu­mil lac ión. Todos estos indecentes hablaban como la Imitación de Cristo. A l f in, se e n c o n t r ó un i m p ú d i c o utopista que a f i rmó que el placer m á s grande del amor era el de formar ciudadanos para la patria. Pero yo digo: la voluptuosidad ún ica y suprema del amor estriba en la certidumbre de hacer el mal. E l hombre y la mujer saben, desde que nacen, que en el mal se halla toda voluptuosidad. . . ¿Ex i s t en locuras m a t e m á t i c a s y locos que piensan que dos y dos son tres? E n otros t é r m i n o s : ¿ p u e d e la a luc inac ión , si estas palabras no protestan de estar juntas, invadir las cuestiones de puro raciocinio? Si cuando un hombre adquiere el h á b i t o de la pereza, del e n s u e ñ o y la holganza, hasta el punto de dejar para el d í a siguiente las cosas importantes, otro hombre le despertase una m a ñ a n a a latiga­zos, go lpeándo le sin piedad hasta hacerle trabajar, si no por el placer, por miedo, este hombre, el fustigador, ¿ n o ser ía , en verdad, su bien­hechor, su amigo? A d e m á s podemos afirmar que el placer vendr ía lue-

James Joyce, op cil, p. 25-28. Cfr. igualmente: Esther Cohén, ülinen o la crítica de la vida cotidiana. México. Tesis, UNAM, 1978.

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go, por la misma razón que se dice que el amor viene después del matrimo­nio. Así , en po l í t i ca , el verdaderamente santo es aquel que fustiga y mata al pueblo por el bien del pueblo. . . He encontrado la def in ic ión de lo Bel lo , de lo para m í Bel lo . Es algo ardiente y triste, una cosa un poco vaga, que abre paso a la conjetura. V o y , si se quiere, a aplicar mis ideas a un ob­jeto sensible, por ejemplo, al objeto más interesante en la sociedad: a un rostro de mujer. Una cabeza seductora y bella, una cabeza de mujer, digo, es una cabeza que hace soña r a la vez, pero de una manera confusa, en vo­luptuosidades y tristezas; que arrastra un idea de m e l a n c o l í a , de lasitud, hasta de saciedad, esto es, una idea contraria, o sea un ardor, un deseo de vivir, asociado a un reflejo amargo como procedente de pr ivac ión o deses­peranza. E l misterio, el pesar, son t a m b i é n ca rac t e r í s t i ca s de lo Be l lo . Una hermosa cabeza de hombre no necesita arrastrar, a los ojos de otro hombre

pero quizá s í a los de una mujer esta idea de voluptuosidad, que en una cara femenina es una p rovocac ión tanto más atrayente cuanto más melan­cól ico es el rostro. Pero esta cabeza c o n t e n d r á , a d e m á s , algo triste y ardien­te: deseos espirituales, ambiciones oscuramente rechazadas y la desgracia. Y o no pretendo que la Alegr ía no pueda asociarse con la Belleza, pero di ­go que la Alegr ía es uno de sus adornos más vulgares, mientras que la Me­lanco l í a es, por decirlo así , su ilustre c o m p a ñ e r a , llegando hasta el extre­mo de no concebir (¿se rá m i cerebro un espejo embrujado?) un t ipo de Belleza donde no haya Dolor. . . E l trabajo, fuerza progresiva y acumula­dora, reporta intereses, como el capital, tanto en las facultades como en los resultados. E l juego, incluso dirigido por la ciencia, fuerza intermiten­te, será vencido, por muy f ruc t í fe ro que sea, por el trabajo p e q u e ñ o , pe­ro cont inuo. Cuando logre inspirar el asco y el horror universales, h a b r é conquistado la soledad. Los que me amaron eran gentes despreciadas, yo d i r í a que hasta despreciables, si pretendiese halagar a los que se creen de­centes. Dios es un escánda lo , un escánda lo que produce. . . ¿Hay algo más absurdo que el Progreso, puesto que el hombre, como lo demuestra la vida diaria, es simplemente semejante e igual al hombre, es decir, siempre es tá en estado salvaje? ¿ Q u é son los peligros del bosque y del campo compara­dos a los choques y conflictos diarios de la civilización?. . . E l hombre, es decir, cada hombre, es tan naturalmente depravado, que sufre menos con la bajeza universal que con el establecimiento de una j e r a r q u í a razonable. . . L a imaginac ión humana puede concebir, sin esfuerzo, repúbl icas u otra clase de estados comunales. Pero la ruina o el progreso universales no se man i f e s t a r án por medio de las instituciones po l í t i ca s , sino por el envile­cimiento de los corazones. . . E n cuanto a m í , que siento dentro algunas veces el r i d í cu lo de un profeta, sé que j a m á s e n c o n t r a r é la caridad de un médico. Perdido en en este mezquino mundo, a codazos con las mult i tu­des, soy como un hombre abrumado, cuyos ojos no ven mirando hacia a t rás , en los años profundos, más que cansancio y amargura, y ante s í más que una tempestad sin nada nuevo, sin dolor ni enseñanza . L a tarde en que este hombre r o b ó al destino algunas horas de placer, mecido en su diges­t ión , olvidado, en lo posible, del pasado, contento del presente y resignado

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del porvenir, borracho de su sangre fría, se di jo: ¡Qué me puede importar adonde van estas conciencias! Dejaré así estas páginas porque quiero fechar m i cólera . De n i ñ o , s e n t í a en m i c o r a z ó n dos sentimientos contradictorios: el horror de la vida y el éxtas is de la vida. . . Para curarse de todo, de la mi­seria, de la enfermedad y la me lanco l í a no hace falta más que el Gusto del Trabajo. .

B. Brecht, ". . . N o me siento c ó m o d a m e n t e sobre el trasero: está demasiado flaco. L o peor es: desprecio demasiado a los desgraciados. D e s c o n f í o de los desconfiados, tengo algo contra aquellos que no lo­gran dormir. . . Tengo poco apetito: ¡En seguida estoy harto! La lujuria ser ía lo ún i c o ! pero son tan largas las pausas que necesita! ¡Si pudiera sor­berme el extracto y acortarlo todo! ¡Folgar un a ñ o o pensar un año ! Pero tal vez sea una falta de cons t i t uc ión hacer del pensar una voluptuosidad; tal vez esté destinado a otra cosa. Por un pensamiento sól ido sacrif icaría yo toda hembra, casi toda hembra. Hay muchos menos pensamientos que hembras. Y la po l í t i c a sólo está bien cuando existen pensamientos sufi­cientes ( ¡cuan pesadas son t a m b i é n a q u í las pausas!), el triunfo sobre la humanidad. ¡Pero hacer lo correcto, sin contemplaciones, con dureza! A l decirlo después de una semana desde todos los puntos de vista entristece-dora, a m i más viejo amigo que estaba deprimido, se rio y dijo con superio­ridad: ' ¡No te ocurre a menudo! ' ' N o , dije y o ' . Pero sé que los conquista­dores de imperios mundiales propenden, al perder una pipa, a cometer sui­c idio . ¡Es tan poco lo que los sostiene!. . . He pensado siempre, al ver a gentes que se r e t o r c í a n las manos de dolor o congoja o p r o f e r í a n acusa­ciones que no captaban la gravedad de su s i tuac ión en toda su profundidad. Porque olvidaban por completo, en efecto, que no h a b í a remedio, no se daban cabalmente, t odav í a , cuenta de que no sólo h a b í a n sido abandona­dos u ofendidos por Dios , sino que ni siquiera h a b í a Dios, y que el indivi­duo que alborota estando solo en una isla ha de ser demente. . . L a volun­tad l ibre: esto es una invenc ión capitalista. Cuando un individuo ha llega­do al extremo de que sólo se le puede salvar por la t r an s fo rmac ió n del otro, ¡que se vaya al d i a b l o ! 1 2 .

F. Kafka: " . . . Estoy separado de todas las cosas por un espacio hue­co, y no alcanzo siquiera sus l ími tes . . . ' " 3 .

Joaquín Blanco: " . . . Estoy comiendo solo, como un loco. E n la

Charles Baudelaire, Diarios Intimos, México, Premia Editora, 1979, p. 21, 22, 23, 26, 28, 31, 35, 38, 41, 42, 45 y 95.

1 2 Bertolt Brecht. Escritos Políticos y Sociales, México, Editorial Grijulbo 1978, p. 26, 27 y 33.

1 3 Erich Heller, La Mente Desheredada, Carta de Franz Kafka del 16 de diciembre de 1911, p. 157. Cfr. igualmente: Raquel Serur. Lo trágico Judio en Below y Kafka, Palos. No. 1 Julio-Sept. 1980, pp. 42-56.

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soledad somos felizmente locos, bá rba ros , trogloditas. A la chingada los cubiertos y la mesa, y uno come de pie junto a la estufa sin dejar de leer ni de rascarse los sobacos. Aprenderse solo es como crear la selva que pare y extermine civilizaciones. A los 28 años apenas .descubro la sole­dad. ¿ C ó m o , si siempre ha andado conmigo, no la h a b í a visto tan her­mosa? Comer sin calcetines y rascarse el p i to mientras se untan el pan con la mostaza. E l plato convive con las cuartillas y ruedan entre sué­teres las migajas. Y a veces se come porque sí , a t r agan t ándose , y otras se disponen en soledad banquetes rituales y sofisticados. Qué salvaje es comer solo y sin que te vean: q u é triunfo de la selva. Dedos man­chados, mordiscos rudos, ¿ q u é es lo feo de mascar con la fauce abier­ta, y escupir a la mitad del bocado y toser o carcajearse a la mitad del sandwich? Es como dormir solo. Post co i tum, homo tristis. . . " t 4 . Gustavo Díaz Ordaz: " . . . E l comunismo ya va resultando una doctr ina vie­ja. Del a ñ o de 1848, en que se publica el Manifiesto Comunis ta de Marx y Engels. A la fecha, ya ha pasado siglo y medio, ya no es, pues, esa moder­nidad que los jóvenes toman como una cosa novedosa porque no la h a b í a n visto antes. S í , pienso como Bernard Shaw, que el joven que a los 15 años no es comunista es un tonto, pero que a los 25 sigue s i éndo lo , es más ton­to todav ía . Las ideas expuestas en el Manifiesto tampoco son totalmente novedosas. Todas tienen viejos antecedentes, es un remozamiento en cuan­to a la p re sen tac ión , son casi tan viejas como la historia de la humanidad. Es nada más un nuevo plumaje para quizá alguna ope rac ión especí f ica o simplemente porque alguien tuvo la humorada, la genialidad o la simple idea do darle una nueva vestidura para impulsar una nueva vida. A m í me han clasificado, como clasifican a uno sin examinar bien lascosas, como an­ticomunista. Y o la verdad no soy anticomunista. Quisiera no ser anti de na­da, sino en pro de muchas cosas. Y o quizá he resultado enemigo de algunos mexicanos que, a fuerza de querer aparecer como comunistas, trataron de atentar contra México y por eso me consideraron así . . . ' " 3 .

L a cons ide rac ión del estado de salud de la sociedad capitalista moderna, no puede menos que partir de la ident i f icación de su agente endémico-pr i -mario; del agente básico-central que satura y colma de enfermedad al todo: del capital. Si hemos de hablar de la salud en el capitalismo, hablemos en­tonces primero del capital 1 6 .

José Joaquín Blanco, "Segundo Elegía", Sábado, suplemento de UnomásUno, octubre 13 de 1977, p.9.

, s Gustavo Díaz Ordaz, "Conferencia de Prensa en Tlatclolco", El Universal, abril 13 de 1977, p. 9.

1 1 1 Por razones de espacio, reservamos para otra oportunidad el tratamiento del problema de la modificación de la personalidad del sujeto mercantil y capitalista por causa de la generalización de la forma del valor, tratamiento que nos permitirá precisar mejor el estado de la salud política en la sociedad del capital.

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L a realidad capitalista pa tógen ico-p r imar ia , expresada en el estado de anquilosamiento en que se encuentra el plano básico-esencial de su salud po l í t i ca , atenta, amenaza y atropella constantemente el plano de la salud físico-psíquica. Para el reconocimiento de este segundo momento de la doble patogénesis que significa el capitalismo, nos proponemos atender, en primer lugar, la identidad p a t ó g e n a que compor ta siempre, en t é r m i n o s capitalistas, la división entre tiempo de producción y tiempo de ivpiv-ducción y, en segundo lugar, la entidad nosógena o malsana que comporta el mismo proceso directo o inmediato de producción.

V I I

". . . Entonces hacían los compañeros 2 horas a ponerse de sus casas al trabajo y trabajaban por aparte 10 horas y otras 2 de regreso; o sea: nomás se pagan 8 y nada más 6 días. Entonces todas son series de anormalidades ¿no? Y de ver que lo es­tán jodiendo a uno gacho, llega el momento en que ya no se puede más. . . '" 7 .

E n condiciones capitalistas, la misma división, sepa rac ión , s egmen tac ión o d i s t r ibuc ión entre el tiempo de producción (aquel que resulta de la suma del periodo de función activo—fase de trabajo en sentido estricto más fases inertes— y el periodo de función pasivo —fase de pausas más fase de dispo­nibilidad) y el tiempo de reproducción en sentido amplio (en tanto que r e p r o d u c c i ó n concreta del ser del proletario), se presenta como una bi­par t i c ión o bisección patógeno-nociva no sólo porque la parte o sección del t iempo de trabajo (tiempo de p r o d u c c i ó n ) , a t ravés de las formas plusvaléi-cas absolutas y relativas, sea demasiado extensa, dilatada o desplegada res­pecto al t iempo de la r e p r o d u c c i ó n , sino fundamentalmente porque la com­binación entre el t iempo de p r o d u c c i ó n y el t iempo de r e p r o d u c c i ó n a lo largo del d í a , la semana, el mes y el a ñ o , es decir, a lo largo de la vida en­tera del obrero, aniquila y extingue no sólo el estado f ís ico -ps íqu ico de su salud, sino su propia existencia:

" . . . A h o r a bien, aunque la jornada laboral no sea una magnitud cons­tante sino fluente, sólo puede variar, por otra parte, dentro de ciertos límites. Su límite mínimo es indeterminable, sin embargo, sobre la ba­se del modo de p r o d u c c i ó n capitalista el trabajo necesario no puede ser sino una parte de la jornada laboral del obrero, y ésta nunca puede re­ducirse a ese m í n i m o . L a jornada laboral, por el contrar io, posee un lí­mite máximo. N o es prolongable más allá de determinada linde. Este l ími-

1 7 Testimonio de Nacozari: Cañonea 11-1978, Mimeografiado.

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te m á x i m o esta determinado de dos maneras. De una parte, por la barre­ra física de la fuerza de trabajo. Durante el d í a natural de 24 horas un hom­bre sólo puede gastar una cantidad determinada de fuerza vital . Durante una parte del d í a l a fuerza debe reposar, dormir , mientras que durante otra par­te del d í a el hombre tiene que satisfacer otras necesidades físicas, alimen­tarse, asearse, vestirse, etc. Aparte ese l í m i t e puramente físico, la prolon­gación de la jornada laboral tropieza con barreras morales. E l hombre ne­cesita tiempo para la sat isfacción de necesidades espirituales y sociales. L a variación de la jornada oscila, pues, dentro de l ími t e s físicos y sociales. Unos y otros son, sin embargo, de naturaleza muy elástica. . . E l capital es trabajo muerto que sólo se reanima, a la manera de un vampiro, al chupar trabajo vivo, y que vive más cuanto más trabajo vivo chupa. Pero súbi ta­mente se alza la voz del obrero, que en el e s t r ép i to y agi tac ión del proceso de p r o d u c c i ó n h a b í a enmudecido: la m e r c a n c í a que te he vendido se dis­tingue del populacho de las d e m á s m e r c a n c í a s , en que su uso genera valor, y valor mayor del que ella misma cuesta. Por eso la compraste. L o que des­de tu punto de vista aparece como valor izac ión del capital, es desde el m í o gasto excedentano de fuerza de trabajo. E n la plaza del mercado, tú y y o sólo reconocemos una ley, la del intercambio de m e r c a n c í a s . Y el consumo de la m e r c a n c í a no pertenece al vendedor que la enajena, sino al comprador que la adquiere. Te pertenece, por tanto, el uso de mi fuerza diaria de tra­bajo. Pero por intermedio de su precio diario de venta yo debo reproducir­la diariamente y, por tanto, poder venerla de nuevo. Dejando a un lado el desgaste natural por la edad, etc., m a ñ a n a he de estar en condiciones de trabajar en el mismo estado normal de vigor, salud y l ozan ía que hoy. Cons­tantemente me predicas el evangelio del 'ahorro ' y la 'abstinencia' . ¡De acuerdo! Quiero economizar la fuerza de trabajo, a la manera de un admi­nistrador racional y ahorrativo de mi ún i co patr imonio, y abstenerme de todo derroche insensato de la misma. Día a d í a quiero realizar, poner en movimiento, en acción, sólo la cantidad de aquella que sea compatible con su du rac ión normal y su desarrollo saludable. Mediante la p ro longac ión desmesurada de la jornada laboral, en un d í a puedes movil izar una canti­dad de mi fuerza de trabajo mayor de la que yo puedo reponer en 3 días. L o que ganas así en trabajo, lo pierdo yo en sustancia laboral. Lautiliza-ción de mi fuerza de trabajo y la expoliación de la misma son cosas muy diferentes. S i el p e ü o d o medio que puede vivir un obrero medio trabajan­do racionalmente asciende a 30 años , el valor de mi fuerza de trabajo, que me pagas cada día , es de 1/365 x 30 ó 1/10.950 de su valor total . Pero si lo consumes en 10 años , me pagas diariamente 1/10.950 de su valor total en vez de 1/3.650, y por tanto, sólo 1/3 de su valor cot idiano, y diariamente me robas, por consiguiente, 2/3 del valor de m i m e r c a n c í a . Me pagas la fuerza de trabajo de un d ía , pero consumes la de 3. Esto contraviene nues­tro acuerdo de la ley del intercambio mercantil . Ex i jo , pues, una jornada de d u r a c i ó n normal, y la exijo sin apelar a tu c o r a z ó n , ya que en asuntos de dinero la benevolencia está totalmente de más . Bien puedes ser un ciu­dadano modelo, miembro tal vez de la Sociedad Protectora de Animales y

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por a ñ a d i d u r a vivir en olor de santidad, pero a la cosa que ante m í repre­sentas no le late un c o r a z ó n en el pecho. L o que parece palpitar en ella no es m á s que los latidos de mi propio corazón. . . " l 8 .

Y continúa la cita de Marx: ". . . E l capitalista, cuando procura prolongar lo más posible la jornada laboral y convertir, si puede, uno jornada laboral en dos, reafir­ma su derecho en cuanto comprador. Por otra parte, la naturaleza específica de la mer­cancía vendida trae aparejado un límite al consumo que de la misma hace el comprador, y el obrero reafirma su derecho como vendedor cuando procura reducir la jomada labo­ral a determinada magnitud normal. Tiene lugar aquí, pues, una antinomia: derecho contra derecho. . . Entre derechos iguales decide la fuerza. . . " Karl Marx, El capital. México, Siglo XXI Editores, 1975, t I. vol. I, p. 278-279-280-281 y 282.

Considérense igualmente los siguientes excursos marxistas: A) "Escuchemos un instante a los inspectores fabriles. 'El fabricante tramposo haco

que el trabajo comience un cuarto de hora (a veces más, a veces menos) antes de las G de la mañana, y lo finaliza un cuarto de hora (a veces más, a veces menos) después de las 6 de la tarde. De la media hora permitida nominalmente para el desayuno rotácea 5 minutos al principio y otros tantos al final, y 10 minutos al principio y otros 10 al final de la hora otorgada nominalmente para el almuerzo. Los sábados hace trabajar un cuar­to de hora (a veces más, a veces menos) después de las 2 de la tarde. Con lo cual su ga­nancia es la siguiente:

Antes de las 6 de la mañana Después de las 6 de la tarde En el desayuno En el almuerzo

15 minutos 15 " 10 " 20 " 60 minutos

Total en 5 días: 300 minutos

Los sábados, antes de las 6 de la mañana 15 minutos En el desayuno 10 " Ganancia Después de las 2 de la tarde 15 " total porsemana:

40 minutos 340 minutos

'O sea 5 horas y 40 minutos por semana, que multiplicados por las 50 semanas de trabajo en el año (descontando 2 semanas por feriados e interrupciones ocasionales) equivalen a 27 jornadas de trabajo.'

'Cinco minutos diarios de trabajo adicional ( . . . ) equivalen en el año a dos días y medio de producción.'

'Una hora adicional por día, ganada a fuerza de echar mano aquí a un pedacito do tiempo, allá a otro, convierte en 13 los 12 meses del año.' "

B) "El doctor Greenhow declara que la duración de la vida en los distritos alfareros se Stoke-upon-Trent y Wolstanton es extraordinariamente corta. Aunque en el distrito de Stoke sólo está empleado en la industria alfarera el 36,6 % de la población masculina mayor de 20 años y en el de Wolstanton sólo el 30, 4 %, en el primer distrito recaen en alfareros más de la mitad de los casos fatales provocados entre hombres de aquella ca­tegoría por las enfermedades pulmonares, y alrededor de 2/5 en el segundo de osos distritos. El doctor Boothroyd, médico práctico en Hanley, expresa: 'Cada nueva gene­ración de alfareros es más pequeña y menos robusta que la precedente'. Lo mismo sos­tiene otro facultativo, el señor MacBean: 'Desde que comencé a practicar entre los alfa­reros, hace 25 años, he observado una degeneración notable, que se manifiesta especial­mente en la disminución de estatura y peso'. Estas declaraciones las hemos tomado del informe elevado en 1860 por el doctor Greenhow.

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Extractamos lo siguiente del informe presentado por los comisionados de 1863: el doctor Arledge, médico jefe del hospital de N'orth Staffordshire, depone: "Como clase, los alfareros, tanto hombres como mujeres, representan una estatura, de mala comple­xión y que tengan mal formado el tórax; envejecen prematuramente y su vida es corta; son flemáticos y anémicos y revelan la debilidad de su constitución a través de obstina­dos ataques de dispepsia y desórdenes hepáticos y renales, así como de reumatismo. Pe­ro de todas las enfermedades son más propensos a las del pecho: neumonía, tisis, bron­quitis y asma. Una forma de esta última enfermedad es peculiar de ellos, y se la conoce por asma del alfarero o tisis del alfarero. La escrofulosis, que ataca las glándulas o los huesos u otras partes del organismo, es una enfermedad que afecta a dos tercios o más de los alfareros (. . . )S¡ la degenerescencia (degenerescence) de la población de este dis trito no es mayor de lo que es, ello se debe al reclutamiento constante de los distritos rumies vecinos y a los casamientos con personas de razas más sanas.. El señor Charles Parsons hasta hace poco house surgeon (médico interno) del mismo hospital, escribe en una carta al comisionado Longe, entre otras cosas: "Sólo puedo hablar basándome en mis observaciones personales, y no en datos estadísticos, pero no vacilo en asegurar que mi indignación se ha despertado, una y otra vez, a la vista de pobres criaturas cuya sa­lud ha sido sacrificada para satisfacer la avaricia de sus padres o patrones'. Enumera las causas a que obedecen las enfermedades de los alfareros y culmina la enumeración con 'long hours' ('largas horas de trabajo'). El informe de los comisionados manifiesta la esperanza de que 'una manufactura que ha conquistado un lugar tan prominente en el mundo entero, no quede sujeta durante mucho tiempo al estigma de que su gran éxito va acompnñado de la decadencia física, la difusión del sufrimiento corporal y la muer­te prcmntura de la población trabajadora (...) gracias a cuyo trabajo y destreza se han alcanzado tan buenos resultados'. Lo que vale para las alfarerías inglesas, se aplica tam­bién a las de Escocia".

(!) " 'El trabajo de un oficial panadero comienza, por regla general, alrededor de las 1 1 de la noche. A esa hora prepara la masa, proceso muy fastidioso que insume de me­dí» hora a tres cunrtos de hora, según el volumen de la masa y su finura. El oficial se acuesta entonces sobre la tabla de amasar, que a la vez sirve como tapa de la artesa en la que se prepara la masa, y duerme un par de horas con una bolsa de harina por almo­hada y otra sobre el cuerpo. Luego comienza un trabajo rápido ininterrumpido de 4 horns: amasar, pesar la masa, moldearla, ponerla al horno, sacarla del horno, etc. La temperatura de una panadería oscila entre 75 y 90 grados, y en las panaderías pequeñas es más bien más elevada que menos. Cuando ha finalizado el trabajo de hacer el pan, los bollos, etc., comienza el del reparto, y una parte considerable de los jornaleros, lue­go de efocturar el duro trabajo nocturno que hemos descrito, durante el día distribuyen el pan de puerta en puerta en canastos o empujando un carrito, y a veces, en los inter­valos, trabajan también en la panadería. Según la estación del año y la importancia del negocio ( . . . ) , el trabajo termina entre la 1 y las 6 de la tarde, mientras que una parte de los oficiales siguen ocupados en la panadería hnsta mucho más tarde. "Durante la temporada londinense, por lo general los oficiales de las panaderías del West End que venden el pan a precio 'completo' comienzan a trabajar a las 11 de la noche y están ocupados en la fabricación del pan, salvo una o dos interrupciones, a menudo brebísi-mas, hasta las 8 de ln mañana siguiente. Luego se los utiliza hasta las 4, las 5, las 6 e in­cluso las 7 de la tnrde para el reparto de pan o, a veces, para la elaboración de galleta en ln panadería. Después de hnber terminndo la faena, pueden dedicar 6 horas al sueño, y a menudo sólo 5 y 4 horns. Los viernes el trabajo comienza más temprano, digamos a lns 10 horas, y dura sin interrupción, en la preparación o en la entrega del pan, hasta las 8 de la noche del sábado, pero más n menudo hasta las 4 ó 5 horas de trabajo prepa­ratorio para la jornada siguiente. . . Los oficiales panaderos de los 'undcrselling masters' (que venden el pan por debajo de su precio completo), y éstos comprenden, como ya hemos dicho, más de 3/4 de los panaderos londinenses, tienen horarios de trabajo aún más prolongados, pero su labor está casi enteramente confinada a la panadería, ya que sus patrones, si se exceptúa el suministro en pequeños almacenes, sólo venden en su propio negocio. Cerca del de semana. . . es decir el jueves, el trabajo comienza aquí a

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las 10 de la noche y prosigue, con sólo una breve interrupción, hasta muy entrada la noche del domingo'.

Incluso la mentalidad burguesa comprende lo que ocurre con los 'underselling mas-ters.: El trabajo impago de los oficiales lihe unpaid labor of the men) configura la base de su competencia'. Y e! 'ful! priced baker' ("panadero que vende a! precio completo') denuncia a sus 'underselling' competidores, ante la comisión investigadora, como ladro­nes de trabajo ajeno y adulteradores. 'Si existen es sólo porque, primero, defraudan al público y, segundo, obtienen 18 horas de trabajo de sus hombres y les pagan el salario de 12 horas'.

La adulteración del pan y la formación de una categoría de panaderos que venden el pan por debajo de su precio completo, son fenómenos que se desarrollaron en Ingla­terra desde comienzos del siglo XVIII, cuando decayó el carácter corporativo de la in­dustria y entró en escena el capitalista - por detrás del maestro panadero nominal ba­jo la figura del molinero o del fabricante de harina. Con ello quedaban echadas las ba­ses para la producción capitalista, para la prolongación desmesurada de la jornada labo­ral y el trabajo nocturno, aunque este último no arraigara firmemente en Londres hasta 1824.

Se comprenderá, por lo precedente, que el informe de la comisión incluya a los ofi cíales panaderos entre esos obreros de vida corta que, después de tener la suerte de osea par a las afecciones que de manera regular diezmanzan los 42 años de edad. No obstan te, la industria panadera siempre está congestionada de aspirantes. Las fuentes de sumí nistros de estas 'fuerzas de trabajo, en el caso Londres, son Escocia, los distritos agneo-del occidente de Inglaterra y . . . Alemania.

En 1858-1860 los oficiales panaderos organizaron en Irlanda, a sus expensas, gran­des mítines de agitación contra el trabajo nocturno y dominical. El público, por ejem­plo en el mitin efectuado en Dublín en mayo de 1860, tomó partido por ellos con la típica fogosidad irlandesa. Este movimiento, con todo éxito, impuso el trabajo exclusi­vamente diurno en VVexford, Kilkenny, Clonmol, Walorford, etcétera. 'En Limerick, donde se ha comprobado que los sufrimientos de los jornaleros superan toda medida, el movimiento fue derrotado por la oposición de los patrones panaderos, y en piirl ¡ctiliir de los molineros. El ejemplo de Limerick motivó un retroceso en Ennis y Tipperary. En Cork, donde la indignación pública se manifestó de la manera más viva, los patrones, recurriendo a su facultad de poner en la calle a los oficiales, derrotaron al movimiento. En Dublín, los patrones panaderos presentaron la más decidida oposición al movimiento y por medio de la persecución a los oficiales que promovían la agitación, lograron que los demás se sometieran al trabajo nocturno y al dominical ( . . . ) 'Una comisión de ese gobierno inglés que en Irlanda está armado hasta los dientes, reconviene plañideramente a los implacables maestros panaderos de Dublín, Limerick, Cork, etc.: 'La comisión en­tiende que el horario de trabajo está limitado por leyes naturales, a las que no puede violarse impunemente. La actitud de los patrones panaderos, al hacer que sus obreros, por temor de perder el empleo, violen sus convicciones religiosas ( . . . ) , desobedezcan las leyes del país y desairen a la opinión pública' (todo esto se refiero al trabajo domi­nical), 'suscita la discordia entre los obreros y sus patrones ( . . . ) y da un ejemplo peli­groso para la religión, la moral y el orden social. . . La comisión entiende que prolongar la jornada laboral a más de 12 horas constituye una usurpación de la vida doméstica y privada del obrero y provoca efectos morales desastrosos, entremetiéndose en la intimi­dad hogareña de cada hombre y exonerándolo de sus deberes familiares como hijo, her­mano, marido, padre. Ese trabajo de más de 12 horas tiende a minar la salud del obrero y provoca así una vejez y muerte prematuras, para gran infortunio de las familias de los trabajadores, a las que de este modo se priva' (are deprived) 'del cuidado y el apoyo del jefe de familia cuando más lo requieren' ".

Karl Marx, El capital, México, Siglo XXI Editores, 1975, t I, vol. 1, cap. VIH, p. 288-289, 294-296, y 300-303.

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Sobre la base del modo capitalista de la p r o d u c c i ó n el fraccionamiento entre el t iempo de p r o d u c c i ó n y el t iempo de r e p r o d u c c i ó n pone a este úl­t imo en calidad de "mero incidente del proceso de p r o d u c c i ó n " , en cali­dad de mero "accesorio": " . . . E l consumo individual y el consumo pro­ductivo del orebro difieren esencialmente. E n el uno, el obrero pertenece como fuerza de trabajo al capital y está incorporado al proceso de produc­c ión ; en el otro, se pertenece a sí mismo y ejecuta actos vitales individuales al margen del proceso de p r o d u c c i ó n . . . Pero si no se examina el proceso aislado de p r o d u c c i ó n de la m e r c a n c í a sino el proceso capitalista de pro­ducc ión en su fluencia interconexa y en su escala social, el consumo indi­vidual del obrero sigue siendo t a m b i é n elemento de la p r o d u c c i ó n y repro­ducc ión del capital , ya se efectúe dentro o fuera del taller, de la fábrica. etc., dentro o fuera del proceso laboral; exactamente igual que lo que ocu­rre con la l impieza de la m á q u i n a . E l hecho de que el obrero e fec túe ese consumo individual en provecho de sí mismo y no para complacer al capi­talista, nada cambia en la naturaleza del asunto. De la misma suerte, el consumo de la bestia de carga no deja de ser un elemento necesario del pro­ceso de p r o d u c c i ó n porque el animal disfrute de lo que consume. L a con­servación y r e p r o d u c c i ó n constantes de la clase obrera siguen siendo una cond ic ión constante para la r e p r o d u c i ó n del capital. E l capitalista puede abandonar confiadamente el d e s e m p e ñ o de esa tarea a los instintos de con­servación y r e p r o d u c c i ó n de los obreros. Só lo vela porque en lo posible el consumo individual de los mismos se reduzca en lo posible. Mediante la convers ión de una parte del capital en fuerza de trabajo, el capitalismo mata dos pájaros de un t iro. Transforma una parte de su capital en capital variable y valoriza así su capital global, incorpora la fuerza de trabajo a sus medios de p r o d u c c i ó n . Consume productivamente la fuerza de trabajo al hacer que el obrero, mediante su trabajo, consuma productivamente los medios de p r o d u c c i ó n . Por otra parte, los medios de subsistencia, o sea la parte del capital enajenada a los obreros, se transforma en múscu los , ner­vios, huesos, cerebro, etc., de obreros. Dentro de sus l ím i t e s necesarios, pues, el consumo individual de la clase obrera es la o p e r a c i ó n por la cual los medios de subsistencia enajenados a cambio dé fuerza de trabajo, se re­convierte en fuerza de trabajo nuevamente explotable por el captial : es la p r o d u c c i ó n y r e p roducc ión de su medio de p r o d u c c i ó n más necesario: el obrero mismo. El consumo individual del obrero, pues, constituye en lí­neas generales un elemento del proceso de reproducción del capital. Desde el punto de vista social, la clase obrera, t a m b i é n cuando es tá fuera del pro­ceso laboral directo es un accesorio del capital, a igual t í t u l o que el instru­mento inanimado de trabajo. Incluso su consumo individual no es, dentro de ciertos l ími tes , más que un factor del proceso de r e p r o d u c c i ó n del capi­tal. Pero el proceso vela para que estos instrumentos de p r o d u c c i ó n auto-conscientes no abandonen su puesto. . . .

1 9 Karl Marx, Ibid, t I, vol. II, p. 414-415.

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L a posibi l idad de proyectar una d i s t r ibuc ión ' 'en fe l ic idad" (Ar is tó te­les), " a r m ó n i c o - a x i a l " , que d i r ía Fourier (". . . Mientras estas 3 ciencias —la superst ic ión— la e c o n o m í a , po l í t i ca y la moral se reparten los despo­jos de Dios , la dirección del movimiento social, se ven reinal-por doquier las 3 degeneraciones, física, política y moral, que atestiguan la degrada­ción del género humano y la imbecil idad de las ciencias que ha tomado por gu ías . A l ver esta civil ización desgraciada, que después de 25 siglos de estudios va de revoluc ión en revoluc ión , de tortura en tortura, ¿a q u é espe­ráis, metafís icos,para atacar en masa a las 3 ciencias que tan mal es tán reali­zando las funciones que Dios les ha a r rogado?" 2 0 , de las "cargas" del tra­bajo entre el t iempo de p r o d u c c i ó n y el tiempo de r e p r o d u c c i ó n ; la posibi­l idad de recrear en abundancia la obje t ivac ión propia al proceso de la auto-r r e p r o d u c c i ó n , se expresa, en t é r m i n o s capitalistas, de acuerdo a una dis­t r i buc ión patógeno-perversa que subordina en su totalidad el tiempo-espa­cio de la r e p r o d u c c i ó n al tiempo-espacio de la p r o d u c c i ó n ; que hace de aquél una brutal ex t ens ión de és te ; que, en suma, otorga un á m b i t o que como " t iempo de r e p r o d u c c i ó n " arroja y expele a un "sujeto" perniciosa­mente desgastado, a un sujeto de desecho.

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". . . No pido mucho, sólo quisiera la salud. . ." "... Y

-

me fui a ver al director de la sección, el que da Kleenex a los obreros que lloran para que se sequen las lágrimas. Me escuchó y después me dijo: aunque no cumplas con la producción, no te apuntamos con un fusil. Yo le contesté: No faltaría otra cosa. Aquí no estamos en Vietnam. Pero el jefe siguió vigilándome con aquel re­loj. . . " J 1 .

Por cuanto el p r o p ó s i t o y motor impulsor de la r e p r o d u c c i ó n capitalis­ta es la e x t r a c c i ó n y real ización del plusvalor, la a c u m u l a c i ó n del capital, la au tova lo rac ión , p r o p ó s i t o que se verifica específicamente sobre el cuer­po, segmento o fracción del tiempo de producción, sobre el proceso direc­to o inmediato de p r o d u c c i ó n , puede afirmarse que es por sobre el marco de esta in te rvec ión directa, franca y evidente que reposa la versión o exége-sis más clara y ominosamente desestructuradora, desmoronadora, dilapida­dora y negadora del estado de la salud f ís ica-psíquica integral del factor subjetivo del proceso de trabajo. E l t iempo directo o inmediato de produc-

2 0 Charles Fourier, El Extravío de la Razón, Barcelona, Editorial Grijalbo, 1974, p. 37.

2 1 Donatella Bonino, El compañero médico, México, Editorial Nueva Imagen, 1979, p. 44-48.

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J ó n deviene en un agente-entidad necesariamente patógeno por su entera y total incorporac ión , por su entero y total sometimiento a los dictados supremos y esencialmente explotadores del capital . S i como dice M a r x : " . . . E l trabajo aparta de sí mismo su real ización en condiciones objeti­vas, como realidad ajena y al mismo tiempo y por consiguiente, se pone a sí mismo como capacidad de trabajo privada de sustancia, provista mera­mente de necesidades y enfrentada a esa su realidad enajenada, que no le pertenece a ella sino a otro; el trabajo no pone a su propia realidad como ser para sí , sino como mero ser para otro, y por tanto t a m b i é n como ser-de-otro-modo, o ser del otro opuesto a él mismo. Este proceso de realiza­ción es a la par proceso de desrealización del trabajo. . , " 2 2 .

Ejemplo I V . "F. V. 36 años: A los 11 años e m p e c é a trabajarcomo zapatero, después

estuve en la fábrica como tejedor. Hac ía tela y cuando l l egábamos a de­terminado n ú m e r o de metros h a c í a m o s unas marcas en la pieza y después la c o r t á b a m o s . E n las telas puede haber 500 clases de defectos visibles, y 500, o tal vez más , de invisibles, es decir que sólo se pueden ver a contra­luz. S i se trataba de errores menores h a b í a multa. Pero si los errores eran graves, y la pieza estaba, digamos, fallada, de castigo a fin de mes te rega­laban la parte fallada d e s c o n t á n d o t e del pago el valor de venta de la tela. I m a g í n a t e , terminabas trabajando no para ganarte la vida sino para com­prar tela fallada de los patrones. L a multa , yo pre fe r ía pagarla enseguida: a b r í a la billetera y le entregaba al jefe el dinero. Q u e r í a evitar que el pa­t r ó n tuviera la sat isfacción de quitarme dinero del sobre de pago. Traba jé a h í 10 años , y con poco más de 20 t e n í a la vista arruinada, i m a g í n a t e t ú , que ahora miras tu chaqueta —y me la toca— y ponte a hacerlo cada d ía , cada hora, c e rqu í s ima de la luz de neón para descubrir la m í n i m a imper­fección. Y mirando a contraluz, la vista se te arruina más todav ía . H a b í a tenido una discusión por una pieza: t en í a que trabajar en dos telares, pero me negué a hacerlo y loqueé uno. Después s u b í a ver al p a t r ó n y lo miré a la cara. Le dije que estaba harto de reventar el tejedor, que le daba un cuarto de hora para decidir, o me daba un trabajo de cristiano o y o le da­ba los ocho d ías . L a respuesta llegó inmediatamente: o me quedaba donde estaba o me buscaba otra fábrica. Los ocho d ías duraron tres horas. A l d í a siguiente me peleé con el m e c á n i c o de los telares, le d i unos golpes al jefe de la sección y anduve a los empujones con el tercero, me salía espuma de la boca de la rabia y te diré que muchos h a c í a n lo mismo que yo . E n casa y afuera siempre la misma cantilena, la misma préd ica : si no te adaptas a la fábrica no puedes vivir. E m p e c é a sentirme mal y no sólo f í s i camen te : era un sentirme nada, que no era más nadie, sin tener la sat isfacción de crear, ser un n ú m e r o entre muchos otros.

Karl Murx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Borrador) 185 7-¡858. México, Siglo X

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F.C., 25 años: Te vine <\ ver porque terna una doble parálisis facial. N o p o d í a mover la boca ni hablar bien. U n colega tuyo me h a b í a dado vitamina B12 a la cual soy alérgico. Como la piel es m í a , hubiera que­rido saber c ó m o admin i s t r á rme la , y en cambio giraba en el vac ío de un m é d i c o a otro sin que me dieran expl icac ión ninguna. Cuando lle­gue al hospital, o c u p é el lugar caliente de uno que salía, pero no esta­ba curado, me pa rec í a que estaba más enfermo que yo . De nuevo sen­t í a que estaba usurpando algo. Para m í estar enfermo es vergonzoso. Trabajaba en el taller como hasta ahora, como obrero. L a realidad de un torno y de una pieza no me hac í a pensar en el culo de Adalgiasa; no era un mecanicista y me enfurec ía haciendo esa e s túp ida pieza. T r a t é de mover­me, de portarme bien, hablaba, t e n í a amigos. Hasta hoy, m i vida está llena de párrafos abiertos, siempre quiero cerrarlos, pero nunca hay un momen­to en que esté tranquilo, las cuentas nunca dan justo. L a existencia no tie­ne objeto si no la descubro y la vivo d ía por d ía .

A. G., 39 años. Finalmente me tomaron en la F I A T . Trabajaba como tornero, haciendo piezas a destajo. Después de 3 meses t en í a dolor de e s t ó m a g o y col i t is . De joven me h a b í a encontrado afectado de pleuritis. E n el hospital me dicen que se trata de eleí t is terminal. Después me ha­cen un electrocardiograma. Me dicen que tengo un mal e x t r a ñ o : sín­drome de Wolf Parkinson White. M i m é d i c o general estaba furioso por­que dec í a que era preciso que me operara. E n el centro m é d i c o F I A T me h a c í a consultas, otros e x á m e n e s , pero nadie me explicaba nada. Y o estaba muy asustado porque lo c o n f u n d í a con la enfermedad del cerebro y yo h a b í a l e ído que era de imposible cu rac ión . A l final me operaron de apendecitis para mirarme por dentro, me hicieron un ta­jo largo, pero i leí t is no hab í a . Volvía a la F I A T a trabajar en las raede­ras, usaba guantes porque t r aba j ábamos en un aceite lleno de espinas. Y a no entiendo nada. Miran el expediente c l ín ico y me mandan al montaje de discos. Mientras tanto me agarra el tifus y tengo una hemorragia en el estó­mago. Desde antes de ayer trabajo en el a lmacén . Por desgracia, me agarra la bronquitis y dos d ía s voy a trabajar hasta con fiebre . Me olvidaba que me encontraron t a m b i é n una lesión congén i t a en la espalda y no puedo es­tar mucho de pie. Si tengo que estar en el seguro por esta bronquitis van a creer que lo hago a p r o p ó s i t o :

V.F., 29 años: F u i mozo, r ad io t écn i co , salchichero, pescador, p é o n de c o n s t r u c c i ó n y soldado. Luego e n c o n t r é trabajo por dos meses en una fund ic ión ; trabajaba en los moldes que t e n í a n que enfriarse, y emana­ban un vapor a un temperatura a l t í s ima. Me q u e m é y estuve con las ma­nos vendadas 3 d ías . Cuando me p resen té de nuevo al trabajo me despi­dieron. E n t r é a F I A T . E l octavo d ía me agarré la mano en una prensa y p e r d í los dedos. T u v ° 10 meses por accidente y después me inscribieron en las listas de inválidos, pues yo no q u e r í a recurrir a ella por solidaridad con los c o m p a ñ e r o s .

B. P., 59 años: Por 3 años trabajé en las canteras de m á r m o l , como picapedrero. Estaba b i e n , pero p e r d í un ojo. Trabajo en F I A T desde

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1956. Soy un invál ido: p e r d í los dedos en las prensas. L a m í a es una historia especial. Para algunos trabajos no permiten usar las pinzas. Si en m i prensa h a b í a que hacer a lgún detalle nuevo, me lo daban siem­pre a m í . U n d í a el jefe me llama. Me pide que haga el detalle nuevo co­mo siempre. Mi ro la prensa y me doy cuenta de que era muy peligrosa porque le faltaban los dos seguros. Se lo hago notar al jefe. Y a lo sé, contesta, pero usted ha demostrado siempre buena voluntad. Pero no es suficiente con la buena voluntad, contesto yo . Después de 2 horas p e r d í los dedos. U n mes después a m i pr imo le pa só lo mismo. Pero él p e r d i ó una mano entera y la mitad de la otra. A h o r a tengo el 90 % de invalidez y hago un trabajo como cualquier otro en la p r o d u c c i ó n . E l p a t r ó n só lo ve su in terés . Si sobrevivo a la F I A T me vuelvo a m i Yugoslavia:

C. E., 35 años: Hace 17 años que trabajo en la Pire l l i , soy casada con 2 hijos. Trabajo en cadena y me remplazan cuando tengo que ir a tomar agua o al b a ñ o . E l olor es terrible, revuelve el e s t ó m a g o . U n d ía tuve que salir al j a r d í n de la fábrica porque c r e í a que me m o r í a . Es peor que el olor a es t i é rco l ; el es t iércol es mucho m á s agradable. Después nos evitaron ese trabajo porque todos vomitaban. Eso suce­d í a porque usan mezclas que cuestan menos y huelen demasiado. Por 12 años no tuve una falta. A y e r q u e r í a decir en la fábrica que estaba deprimida, pero es inút i l , ellos te lo niegan por pr incipio .

A. B., 22años: Me cambiaron de grupo. E l ruido es terrible y yo soy obre­ro de tercera ca t egor í a . E l viernes me s e n t í muy mal . Me dio un mareo en el trabajo y por momentos me ca í a en un ca jón . Me llevaron con un m é d i c o de la fábrica, me mi ró un poco y después de descansar un cuarto de hora me dijo: es su imaginac ión , no es nada grave, vuelva al trabajo.

D. B., 49 años: Trabajo como albañi l . Y o trabajo ctjn m i yerno. U n d í a el andamio en que el trabajaba se so l tó y un p e ó n de 12 años c a y ó y se m a t ó . Es­taba en el d é c i m o piso. E l miedo nosda a todos m á s o menos. Y a antes y o no estaba muy bien. Me encontraron una hiporreflexia vestibular y sordera de las 2 orejas. Manejo sierras eléctr icas y estoy siempre en medio del ruido. Desde hace meses sufro crisis de vér t igo y veo como una niebla ante los ojos. Sol ic i té un puesto más peligroso, no muy arriba, aunque en m i traba­jo siempre se arriesga la vida. E l andamio más bajo es tá por lo menos a 1.30 ó 1.40 m ; pero para m í , con mi edad, no hay posibil idad de hallar otro tra­bajo.

S. A., 36 años: E n t r é a F I A T desde 62 . M e pusieron en las laminado­ras, 3 años de mantenimiento. Suf r í de otitis c rón i ca y suf r í una interven­c ión de, lea usted a q u í ; t í m p a n o p e t r o - m a s t o i d e c t o m í a radical. Después de operado segu í oyendo mal. Espe ré 5 años para repetirla. M i enfermedad es­toy seguro que nació as í : al estar obturando los hornos y o me q u e d é mucho porque c r e í que p o d í a resistir m á s que los c o m p a ñ e r o s . S e n t í un ruido muy fuerte en el o í d o y una sensac ión de desequilibrio. Q u e r í a ir a la en­fe rmer ía , pero en el a ñ o 62 todos eramos muy ignorantes y me d e c í a n : no vayas, te van a despedir. H a b í a un gran miedo y y o no d e n u n c i é el acci­dente. Después me dir igí al abogado, que me dijo: Vamos a esperar a que

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venga la ú lce ra y alguna otra cosa y después veremos. T a l vez podremos denunciarlo. A h o r a oigo silbidos en los o í d o s , p e r d í bastante el o í d o y me pongo nervioso con facilidad. L a ope rac ión me la hic ieron en la c l ín ica del Dr . Brunet t i , condenado por peculado con agravantes y después absuelto.

G. G. , 35 años: Hace 5 años que estoy en F I A T . N o estoy en la cadena porque en el examen m é d i c o me descartaron, por una hernia de disco. M e siento deprimido y me dan con facilidad dolores de cabeza. Reacciono mal si el capataz me acusa de ser un his té r ico . Este t ipo de trabajo ha repercuti­do seriamente en m i salud: el ruido, el aire, los c o m p a ñ e r o s prepotentes que me exigen un r i tmo de trabajo igual al de ellos. E l con t ro l de pro­d u c c i ó n siempre es tá a h í controlando.

T. A., 38 años: E n el a ñ o 63 en t ré a F I A T , pero tuve que renunciar en 68. Trabajaba en galvanizados, en la cromadura. Me intoxicaba fáci lmen­te y me v e n í a un exzema en las piernas. H a b í a mucho humo en el aceite. F u i operado de apendicitis aguda que se c o m p l i c ó con b r o n c o p u l m o n í a . Después de la o p e r a c i ó n seguí estando muy mal y me encontraron cálcu­los en la vesc ícula . Me los sacaron, pero después de un a ñ o se reabr ió la herida y se me salieron las en t rañas . Me pusieron una red abdomi­nal de ny lon y por un a ñ o la herida se me h a b r í a continuamente. Des­p u é s estuve internado por pleuritis. Volv í a la fábrica y me pusieron en los radiadores. Es toy siempre en la humedad y hay o lor a ác ido . Se me hin­cha la barriga y se me fatigan las piernas. Los m é d i c o s del trabajo me h a b í a n prescrito menos p r o d u c c i ó n , un ambiente no t ó x i c o y menos ruido. Pero allá adentro ellos hacen todo y disponen lo que les da la gana. Hace 8 me­ses que p r e s e n t é la sol ici tud de invalidez. Ahora estoy muy nervioso y sufro de insomnio.

N. R., 24 años: Me viene siempre la idea de la muerte, pero después uno nunca se muere. Soy mandadero en F I A T . Soy invalido pero me hacen barrer en lo mojado. A m i edad con la gente que me ve ía , era ver­gonzoso.

F. G., 32 años: E n la c l ín ica para enfermedades nerviosas donde es­tuve internado, me dijeron que m i organismo es tá acostumbrado a comer poco, as í que ya no me aflijo, es una costumbre. E n la orden del d í a pusie­ron que el s e ñ o r G . , que v e n d r í a a ser y o , no almuerza porque no es tá acos­tumbrado. . . " í 3 .

L a propia esencia, la propia naturaleza y consustancialidad de la estruc­tura y organizac ión del proceso capitalista directo de p r o d u c c i ó n , del pro­ceso inmediato de p r o d u c c i ó n , supone, por la misma, exacta y cabal re-es­t r u c t u r a c i ó n , re-disposición y re-organización que de sus elementos defini-torios y constitutivos realiza, un comportamiento en tanto que entidad pa­tógena; su misma o r d e n a c i ó n y entramado topográ f i co - t emporo-espac ia l queda definido y expuesto como nocivo, morboso y enfermo: la re lac ión

2 3 Karl Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Borrador) 1857-1858, México, Siglo XXI Editores, 1971, t I, p. 414-415.

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monetario-dineraria que lo introduce a la existencia; la comple ta re lac ión de ajenidad del obrero respecto a su producto ; el antagonismo entre las clases que lo caracteriza y reproduce; la u t i l i zac ión y empleo capitalista de la ciencia que en él se practica, la i n c o r p o r a c i ó n cercenadura y castrante que dé la d e t e r m i n a c i ó n t ecno lóg ica del proceso de la r e p r o d u c c i ó n como potencia del capital establece; el c a r á c t e r parcelador y explotador del cam­po instrumental que dispone a su servicio; la total h ipós tas i s de su dimen­s ión cooperativa que de d i m e n s i ó n t r ansh i s tó r i ca deviene a exhibirse como c o o p e r a c i ó n del capital ; el incremento de la product ividad del trabajo social que nacido de la e m u n l a c i ó n por c o o p e r a c i ó n compleja del factor subjetivo del proceso de trabajo se presenta, empero, como la resultante de la presen­cia y acc ión del capi tal ; la r e p r o d u c c i ó n de la escisión dividida entre el traba­jo corporal y el trabajo intelectual; la permanente conso l i dac ión y amplia­c ión de la sepa rac ión " c i e n t í f i c a m e n t e organizada" entre la c o n c e p c i ó n y real ización del trabajo; el puesto de mando asumido por el capital en el cuerpo y la persona del capitalista (correspondiente al estado general de ex­terioridad esencial en que se e f ec túa el proceso) en calidad de controlar, v i ­gilante-gendarme-supervisor y director, a t ravés de la figura sup ra -despó t i ca de su " c o o r d i n a c i ó n " ; la presencia y estructura del cód igo fabril ( cód igo de trabajo) autori tario, coercit ivo y de sujeción, como momento extendido de la d i r ecc ión supe rv i so ra -despó t i ca sobre el proceso global , el taylorismo y fordismo como modalidades ejemplares de la o rgan izac ión del proceso di ­recto en r ep res ión primaria o fundante; la i m p l a n t a c i ó n y r e p r o d u c c i ó n ge­neralizada de la t r í a d a familia-escuela fábrica (centro de trabajo) como pa­radigma de la "no rma l idad" ; la misma red i spos ic ión de la clase obrera en calidad de e jérc i to (en activo o de reserva) al servicio de la guerra empren­dida y declarada por el capital ; la r eo rgan izac ión en embrutecimiento del proletariado como "clase en s í " ; la total , inst i tucional , regular y secular su­j e c i ó n sobre el valor de uso, son todos momentos parciales de su macro-even-to negador.

Pero d e t e n g á m o n o s , sumariamente, al reconocimiento de algunas de las m á s benevolentes cifras de la O M S : 1) " . . . Var ios estudios efectuados por organizaciones especializadas demuestran que los principales riesgos de tra­bajo en ¡a agricultura son: Zoonosis, por ejemplo, la brucelosis, el carbun­co, la leptospirosis y el t é t a n o s , que los trabajadores pueden contraer por contacto con animales o productos de origen animal. E n la m a y o r í a de los pa í s e s se desconoce la frecuencia de estas enfermedades; Intoxicaciones por plaguicidas, sobre las que se dispone t a m b i é n de poca información. L a e x p o s i c i ó n a plaguicidas va asociada con otros factores, como el calor tro­pical , la mal nu t r i c ión y las enfermedades parasitarias, que pueden aumentar la suceptibi l idad a la i n t o x i c a c i ó n ; Accidentes de trabajo, cada vez m á s fre­cuentes a causa del creciente uso de maquinaria agr íco la ; Trastornos respi­ratorios ocasionados por la inha lac ión de polvos de origen o rgán ico y vege­tal, bisinosis, el p u l m ó n del granjero y la bagasosis. Parece demostrado que la o b s t r u c c i ó n respiratoria y el asma se deben en ciertos casos a este t ipo de expos i c ión . Problemas de salud de los trabajadores de la pequeña indus-

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tria: son casi siempre mucho más graves que en los establecimientos m á s inoperantes donde se desarrollan actividades industriales aná logas . Entre las enfermedades profesionales figuran: la i n tox i cac ión por el p lomo, la silico­sis, la bisinosis y asbestosis, i n tox i cac ión por disolventes, arsenicismo, p é r d i d a de agudeza auditiva y efectos por radiaciones ionizantes. En­tre las enfermedades profesionales, la silicosis es la causa pr incipal de in­validez permanente y de mortal idad. Resulta, a d e m á s , la más costosa en cuanto al pago de indemnizaciones. Se calcula en 600 000 el n ú m e r o de productos q u í m i c o s industriales t ó x i c o s y se calcula que cada a ñ o se pro­ducen 3 000 más . Los trabajadores son los primeros que es t án expuestos a estas sustancia. L a expos ic ión al ruido, a las temperaturas extremas, vibra­ciones, radiaciones ionizantes, microondad, cambios de pres ión a tmosfé r i ca y las malas condiciones de i l uminac ión , son los riesgos físicos m á s frecuen­tes.

E l medio psicosocial del trabajo depende de las relaciones laborales, la estabilidad del empleo, grado de responsabilidad, la repe t i c ión , velocidad, turnos laborales, carga de trabajo excesiva o insuficiente. Numerosos facto­res pueden influir en la capacidad de a d a p t a c i ó n al medio laboral: cultura, vida familiar, h á b i t o s sociales y esperanzas de los trabajadores respecto al empleo. Las tensiones y las sobrecargas profesionales pueden influir en ¡a salud como en: cambios simples de la conducta en el trabajo (absentismo, pé rd ida de la m o t i v a c i ó n irr i tabil idad y fatiga); trastornos ps icológicos evi­dentes, manifestaciones n e u r ó t i c a s agudas (histeria y obses ión ) , excesivo empleo del alcohol o f á rmacos ; trastornos prolongados o c rón i cos como las enfermedades ps i cosomát i cas .

Los accidentes laborales ocupan el primer lugar entre los riesgos profe­sionales que son causa de de func ión o invalidez. Suponen cada a ñ o im­portantes pérdidas en jornadas de trabajo y pagos de indemnizaciones. Sin embargo no suele disponerse de datos sobre los accidentes en la cons­t rucc ión , la p e q u e ñ a industria, la a r t e san í a y la agricultura de subsisten­cia. L a invest igación de los riesgos ca r inógenos para el hombre, de los productos q u í m i c o s revela un posible riesgo de c á n c e r en cerca de 50 ocupaciones. Los agentes q u í m i c o s , físicos y b io lógicos comprenden 20 sustancias q u í m i c a s inorgánicas (a rsénico , amiato, beril io, c romo, n í q u e l ) , 34 grupos de sustancias q u í m i c a s orgánicas (disolventes industriales y com­puestos a m í n i c o s ) , 7 derivados del c a r b ó n y del p e t r ó l e o , 16 tipos de polvo (mineral y de madera) y muchas sustancias radioactivas. Las localizaciones más frecuentes de cánce r profesional son la piel y los pulmones. Surgen di­ficultades para establecer la relación de causa-efecto, en razón del largo pe­riodo de latencia, entre la exposición al agente carcinogénico y la aparición del cáncer y a causa de ¡a posible presencia de otros agentes carcinógenicos. L a expres ión "enfermedades relacionadas con el trabajo" puede aplicarse a aquellas enfermedades resultantes de riesgos profesionales o asociadas a los mismos cuando el medio laboral presenta múl t ip l e s factores conocidos en general como elementos e t io lógicos o que pueden agravarse por los riesgos

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laborales, aunque originalmente es tén producidos por factores no profe­sionales. Entre las enfermedades relacionadas con el trabajo figuran: la hi­p e r t e n s i ó n y la c a r d i o p a t í a coronaria (relacionadas ambas con la ' t e n s i ó n ' laboral y la expos ic ión a ciertas sustancias q u í m i c a s : disulfuro de carbono, por ejemplo), las enfermedades cardiopulmonares (perfectamente evitables mediante la e l iminac ión de las sustancias nocivas), ú lcera gastrointestinal (relacionada con la t ens ión laboral y psicosocial), artritis y trastornos del aparato locomotor (relaciondas a menudo con trabajos físicos y exposicio­nes profesionales). Las principales recomendaciones formuladas en 1975 durante la 7a. r eun ión del C o m i t é M i x t o s O I T - O M S de higiene y seguridad del trabajo, se refiere a los servicios especiales, inclusive al examen m é d i c o pe r iód ico , anterior al empleo y la vigilancia del estado de salud. Entre las medidas preventivas pueden citarse la e d u c a c i ó n sanitaria, el examen mé­dico y el empleo en trabajos adecuados a la capacidad física y psicológica . . . " í 4 . 2) " . . . Pese a los considerables esfuerzos desplegados para mejo­rar la seguridad y la higiene del trabajo, la s i tuac ión con t inua siendo grave en todo el mundo. E n la industria el n ú m e r o de accidentes anuales que en­t r a ñ a n una suspens ión del trabajo en todo el mundo, se estima en 50 mil lo­nes, es decir 160 000 aproximadamente por d í a . E n los pa í ses industriali­zados se reconoce que en promedio un trabajador de cada 10 en la indus­tria es v í c t ima de un accidente que le obliga en suspender su trabajo. Es muy probable que este promedio sea más elevado en los pa íses en vías de desarrollo. E l n ú m e r o anual de casos mortales se estima en 100 000. Las cifras son inquietantes no sólo por su ampli tud, sino porque revelan que hay un a t é n t i c o estancamiento en las tasas de frecuencia y de gravedad de los accidentes y enfermedades en la mayor parte de los pa í ses y una falta de progreso (??). E n los Estados Unidos, el n ú m e r o absoluto de los acci­dentes mortales en todas las ramas de actividad asciende, en los ú l t i m o s 20 años , a unos 14 000 casos por a ñ o . E n el mismo p e r í o d o , la tasa de frecuen­cia de todos los accidentes del trabajo, de spués de disminuir en los años se­senta, ha vuelto a elevarse actualmente al nivel de 1950. E n J a p ó n , en un p e r í o d o reciente de 10 años el n ú m e r o de accidentes mortales en la indus­tria ha variado poco, el n ú m e r o total de accidentes del trabajo sólo ha disminuido ligeramente. E n la India, el n ú m e r o absoluto y la tasa de fre­cuencia de los accidentes de trabajo en la industria aumentaron progresiva­mente en 50 % en los años sesenta. Por otra parte, una tasa de frecuencia estable en t raña , si el n ú m e r o de trabajadores aumenta, un n ú m e r o igual­mente mayor de v í c t imas de accidentes. Por supuesto, las es t ad í s t i cas no permiten tener en cuenta los accidentes en su totalidad y complejidad, da­da la diversidad de los criterios en la materia. S in embargo, pese a sus lagu­nas, estas cifras consti tuyen indicaciones suficientemente significativas a nivel nacional para que n ingún pa í s pueda sentirse satisfecho. . . " 2 S .

. . Se calcula que hay en el mundo de 300 a 400 millones de personas

5 4 Donatella Bonino, op, cil., p. 33, 3-1, 35, 36, 37, 38, 3

2 5 Donatella Bonino, op, cit.. p. 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 50, 51, 62, 53, 54 y 55.

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incapacitadas, con una prevalencia que representa aproximadamente el 10% de la p o b l a c i ó n mundia l . Hasta ahora, las autoridades de salud y los m é d i c o s han dedicado m á s a t enc ión a la mortal idad y a la morb i l idad aguda que a los problemas menos espectaculares de la incapacidad prolongada y la inva-, lidez permanente. . . " 2 < s :

C U A D R O 1 Causas de invalidez y cálculo del total de inválidos+

N ú m e r o calculado En porcentaje de inválidos, por del total de

Causa médica de invalidez causas (en millones) inválidos

Trastornos c o n g é n i t o s : retraso mental+ + 40 7,7 defectos orgánicos hereditarios 40 7,7 trastornos no gené t ico 20 3,9

Enfermedades transmisibles: pol iomiel i t is 1,5 0,3 tracoma 10 1,9 lepra 3,5 0.7 oncocercosis 1 0,2 otras enfermedades transmisibles 40 7,7

Enfermedades somát i cas no transmisibles 100 19,3

Trastornos ps iqu iá t r icos funcionales 40 7,7 Alcoho l i smo y t o x i c o m a n í a s

c rón icos 40 7,7 Traumatismos y lesiones:

accidentes del t ráf ico 30 5,8 accidentes profesionales 15 2,9 accidentes d o m é s t i c o s 30 5,8 otros 3 0,6

M a l n u t r i c i ó n 100 19,3 Otros 2 0,4

To ta l : 516 100,0 Cor r ecc ión por posibles duplicaciones

(-- 25%) - 1 2 9 To ta l : 387

X 4- A nivel mundial ++ No todos estos casos son congénitos.

2 6 Crónica de la OMS, Problemas de Higiene del Trabajo y Medidas para Resol­verlos, 1976, Mimeografiado. Basado en el informe presentado por el Director Gene­ral de la OMS a la 29a Asamblea Mundial de la Salud.

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C o m o afirma la Dra. A . E . C. Laure l l : " . . . analizar el problema de la salud desde el punto de vista del proceso de trabajo. . . abre la perspectiva de entender q u é es la e x p l o t a c i ó n (directa, inmediata, a ñ a d i r í a m o s noso­tros) del trabajo y como esta e x p l o t a c i ó n desgasta (enferma G . L . ) al tra­b a j a d o r " 2 7 .

IX

Por lo que toca al proceso de trabajo como modelo para la conceptua­l ización de las relaciones generales entre el trabajo y la salud, puede, enton­ces, afirmarse y concluirse, que el proceso capitalista de p r o d u c c i ó n , consi­derado como proceso de r e p r o d u c c i ó n , no sólo produce pa togénes is en el marco del proceso directo o inmediato de p r o d u c c i ó n ; no sólo produce pa­togénesis en el espacio circunscrito por el trozamiento entre el t iempo de p r o d u c c i ó n y el t iempo de r e p r o d u c c i ó n , sino que, al producir y reproducir ampliadamente la re lac ión de e x p l o t a c i ó n (ena jenac ión) que lo caracteriza, produce y reproduce el estado de anquilosamiento de la salud po l í t i ca de su sujeto social todo.

X

L a crisis de las representaciones tradicionales en torno a las relaciones entre la salud y el trabajo, contiene y postula, i m p l í c i t a y s i m u l t á n e a m e n t e , su contracara superadora. L a c r í t i c a d ia léc t ica-mater ia l i s ta a través de la ruptura y d e s e s t r u c t u r a c i ó n del estado de total y esencial exterioridad en que tradicionalmente se la concibe y trata, encuentra así su espacio de ac­c ión p rác t i co -po l í t i co - r evo luc iona r io . Só lo el proceso de revolucionamien-to del modo de producción, que no es otro que la revoluc ión- t ransforma­c ión del propio proceso de trabajo, revoluciona la d imens ión , el estado, las condiciones de salud (felicidad) del sujeto que lo estructura. E l periodo de t rans ic ión o t r áns i to de uno a otro modo de p r o d u c c i ó n es, correspondien­temente, el periodo de mod i f i cac ión o trastocamiento real del proceso de trabajo. Empero, en ese impasse, en ese c o m p á s (que se constituye así y con toda propiedad en el proceso revolucionario), la calidad y la consistencia de las demandas por la salud compor tan una sustancia" profundamente re­volucionaria: tocan el mismo corazón de la r e p r o d u c c i ó n c a p i t a l i s t a " 2 8 . De otra parte, ellas ofrecen a la insurgencia revolucionaria, al proletariado en lucha, "nuevos frentes de batal la" y una recambiante cons te l ac ión de sus "sistemas de alianzas" (G . Berlinguer). Convengamos, entonces, en que la tarea, el quehacer revolucionario descansa, no cabe duda, en los propios trabajadores. Pero t a m b i é n en sus aliados; en este caso: en el " c o m p a ñ e r o m é d i c o " .

Pierre Blanchnrd, Por un trabajo más humano, OMS, Ginebra, Mimeografiado.

2 8 Crónicn de la OMS, Prevención de la Invalidez y Rehabilitación, 1976, Mimeo­grafiado.