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José Carlos Mariátegui _ 1 PRESENTACIÓN Bajo el titulo de EL PROBLEMA INDÍGENA hemos reunido en el presente folleto los siguientes documentos de José Carlos Mariátegui según orden cronológico: El “Prologo al Libro de Luis Valcárcel Tempestad en los Andes” de 1927, el texto de 1928 “El Problema del Indio” extracto de los 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana y “El Problema Indígena” o la primera parte de “El Problema de las Razas en América Latina”, documento elaborado en 1929 y presentado al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latino Americana realizado en Montevideo.

El Problema Indigena

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Bajo el titulo de EL PROBLEMA INDÍGENA hemos reunido en el presente folleto los siguientes documentos de José Carlos Mariátegui según orden cronológico: El “Prologo al Libro de Luis Valcárcel Tempestad en los Andes” de 1927, el texto de 1928 “El Problema del Indio” extracto de los 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana y “El Problema Indígena” o la primera parte de “El Problema de las Razas en América Latina”, documento elaborado en 1929 y presentado al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical LatinoAmericana realizado en Montevideo.

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  • Jos Carlos Maritegui _ 1

    PRESENTACIN

    Bajo el titulo de EL PROBLEMA INDGENA hemos reunido en el presente folleto los siguientes documentos de Jos Carlos Maritegui segn orden cronolgico: El Prologo al Libro de Luis Valcrcel Tempestad en los Andes de 1927, el texto de 1928 El Problema del Indio extracto de los 7 Ensayos de Interpretacin de la Realidad Peruana y El Problema Indgena o la primera parte de El Problema de las Razas en Amrica Latina, documento elaborado en 1929 y presentado al Congreso Constituyente de la Confederacin Sindical Latino Americana realizado en Montevideo.

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    PRLOGO A TEMPESTAD EN LOS ANDES

    DE LUIS E. VALCRCEL

    Despus de habernos dado en sus obras "De la Vida Inkaika" y "Del Ayllu al Imperio" una interpretacin esquemtica de la historia del Tawantinsuyo, Luis E. Valcrcel nos ofrece en este libro una visin limitada del presente autctono. Este libro anuncia "el advenimiento de un mundo", la aparicin del nuevo indio. No puede ser, por consiguiente, una crtica objetiva, un anlisis neutral; tiene que ser una apasionada afirmacin, una exaltada protesta.

    Valcrcel percibe claramente el renacimiento indgena porque cree en l. Un movimiento histrico una gestacin no puede ser entendido, en toda su trascendencia, sino por los que luchan por que se cumpla. (El movimiento socialista, por ejemplo, solo es comprendido cabalmente por sus militantes. No ocurre lo mismo con los movimientos ya realizados. El fenmeno capitalista no ha sido entendido y explicado por nadie tan amplia y exactamente como por los socialistas).

    La empresa de Valcrcel en esta Obra, si la juzgamos como la juzgara Unamuno, no es de profesor sino de profeta. No se propone meramente registrar los hechos que anuncian o sealan la formacin de nueva conciencia indgena, sino traducir su ntimo sentido histrico, ayudando a esa conciencia indgena a encontrarse y revelarse a s misma. La interpretacin, en este caso, tal vez como en ninguno, asume el valor de una creacin.

    "Tempestad en los Andes" no se presenta como una obra de doctrina ni de teora. Valcrcel siente resucitar la raza keswa. El tema de su obra es esta resurreccin. Y no se prueba que un pueblo vive, teorizando o razonando, sino mostrndolo viviente. Este es el procedimiento seguido por Valcrcel, a quien, ms que el alcance o la va del renacimiento indgena, le preocupa documentarnos su evidencia y su realidad.

    La primera parte de "Tempestad en los Andes" tiene una entonacin proftica. Valcrcel pone en su prosa vehemente la emocin y la idea del resurgimiento inkaiko. No es el Inkario lo que revive; es el

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    pueblo del Inka que, despus de cuatro siglos de sopor, se pone otra vez en marcha hacia sus' destinos. Comentando el primer libro de Valcrcel yo escrib que ni las conquistas de la civilizacin occidental ni las consecuencias vitales de la colonia y la repblica, son renunciables.** Valcrcel reconoce estos lmites a su anhelo.

    En la segunda parte del libro, un conjunto de cuadros llenos de color y movimiento nos presenta la vida rural indgena. La prosa de Valcrcel asume un acento tiernamente buclico cuando evoca, en sencillas estampas, el encanto rstico del agro serrano. El panfletario vehemente reaparece en la descripcin de los "poblachos mestizos", para trazar el srdido cuadro del pueblo parasitario, anquilosado, canceroso, alcohlico y carcomido, donde han degenerado en un mestizaje negativo las cualidades del espaol y del indio.

    En la tercera parte asistimos los episodios caractersticos del drama del indio. El paisaje es el mismo, pero sus colores y sus voces son distintos. La sierra gergica de la siembra, la cosecha y la kaswa se convierte en la sierra trgica del gamonal y de la mita. Pesa sobre los ayllus campesinos el despotismo brutal del latifundista, del kelkere y del gendarme.

    En la cuarta parte, la sierra amanece grvida de esperanza. Ya no la

    * He aqu, precisamente, lo que entonces ("Mundial", setiembre de 1925)

    escrib:

    "Valcrcel va demasiado lejos, como casi siempre que se deja rienda suelta a la imaginacin. Ni la civilizacin occidental est tan agotada y putrefacta como Valcrcel supone. Ni una vez adquiridas su experiencia, su tcnica y sus ideas, el Per puede renunciar msticamente a tan vlidos y preciosos instrumentos para volver, con spera intransigencia, a sus antiguos mitos agrarios. La conquista, mala y todo, ha sido un hecho histrico. La Repblica, tal como existe, es otro hecho histrico. Contra los hechos histricos, poco o nada pueden las especulaciones abstractas de la inteligencia ni las concepciones puras del espritu. La historia del Per, no es sino una parcela de la historia humana. En cuatro siglos se ha formado una realidad nueva. La han creado los aluviones de Occidente. Es una realidad dbil. Pero es, de todos modos una realidad. Sera excesivamente romntico, decidirse hoy a ignorarla."

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    habita una raza unnime en la resignacin y et renunciamiento. Pasa por la aldea y el agro serranos una rfaga inslita. Aparecen los "indios nuevos": aqu el maestro, el agitador; all el labriego, el pastor, que no son ya los mismos que antes. A su advenimiento no ha sido extrao el misionero adventista, en la aparicin de cuya obra no acompao sin prudentes reservas a Valcrcel por una razn: el carcter de avanzadas del imperialismo anglosajn que, como lo advierte Alfredo Palacios, pueden revestir estas misiones. El "nuevo indio" no es un ser mtico abstracto, al cual preste existencia solo la fe del profeta. Lo sentimos viviente, real, activo, en las estancias finales de esta "pelcula serrana", que es como el propio autor define a su libro Lo que distingue al "nuevo indio" no es la instruccin sino el espritu. (El alfabeto no redime al indio.) El "nuevo indio" espera. Tiene una meta. He ah su secreto y su fuerza. Todo lo dems existe en l por aadidura. As lo he conocido yo tambin en ms de un mensajero de la raza venido a Lima. Recuerdo el imprevisto e impresionante tipo de agitador que encontr hace cuatro aos en el indio puneo Ezequiel Urviola. Este encuentro fue la ms fuerte sorpresa que me reserv el Per a mi regreso de Europa. Urviola representaba la primera chispa de un incendio por venir. Era el indio revolucionario, el indio socialista. Tuberculoso, jorobado, sucumbi al cabo de dos aos de trabajo infatigable. Hoy no importa ya que Urviola no exista. Basta que haya existido. Como dice Valcrcel, hoy la sierra est preada de espartacos.

    El "nuevo indio" explica e ilustra el verdadero carcter del indigenismo que tiene en Valcrcel uno de sus ms apasionados evangelistas. La fe en el resurgimiento indgena no proviene de un proceso de "occidentalizacin" material de la tierra keswa. No es la civilizacin, no es el alfabeto del blanco, lo que levanta el alma del indio. Es el mito, es la idea de la revolucin socialista. La esperanza indgena es absolutamente revolucionaria. El mismo mito, la misma idea, son agentes decisivos del despertar de otros viejos pueblos, de otras viejas razas en colapso: hindes, chinos, etc. La historia universal tiende hoy como nunca a regirse por el mismo cuadrante. Por qu ha de ser el pueblo inkaiko, que construy el ms desarrollado y armnico sistema comunista, el nico insensible a la emocin mundial? La consanguinidad del movimiento indigenista con las corrientes revolucionarias mundiales es demasiado evidente

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    para que precise documentarla. Yo he dicho ya que he llegado al entendimiento y a la valoracin justa de lo indgena por la va del socialismo. El caso de Valcrcel demuestra lo exacto de mi experiencia personal. Hombre de diversa formacin intelectual, influido por sus gustos tradicionalistas, orientado por distinto gnero de sugestiones y estudios, Valcrcel; resuelve polticamente su indigenismo en socialismo. En este libro nos dice, entre otras cosas, que "el proletariado indgena espera su Lenin". No sera diferente el lenguaje de un marxista.

    La reivindicacin indgena carece de concrecin histrica mientras se mantiene en un plano filosfico o cultural. Para adquirirla esto es para adquirir realidad, corporeidad, necesita convertirse en reivindicacin econmica y poltica. El socialismo nos ha enseado a plantear el problema indgena en nuevos trminos. Hemos dejado de considerarlo abstractamente como problema tnico o moral para reconocerlo concretamente como problema social, econmico y poltico. Y entonces, lo hemos sentido, por primera vez, esclarecido y demarcado.

    Los que no han roto todava el cerco de su educacin liberal burguesa, y, colocndose en una posicin abstractista y literaria, se entretienen en barajar los aspectos raciales del problema, olvidan que la poltica y, por tanto la economa lo dominan fundamentalmente. Emplean un lenguaje pseudoidealista para escamotear la realidad disimulndola bajo sus atributos y consecuencias. Oponen a la dialctica revolucionaria un confuso galimatas crtico, conforme al cual la solucin del problema indgena no puede partir de una reforma o hecho poltico porque a los efectos inmediatos de ste escapara una compleja multitud de costumbres y vicios que solo pueden transformarse a travs de una evolucin lenta y normal.

    La historia, afortunadamente, resuelve todas las dudas y desvanece todos los equvocos. La conquista fue un hecho poltico. Interrumpi bruscamente el proceso autnomo de la nacin keswa, pero no implic una repentina sustitucin de las leyes y costumbres de los nativos por las de los conquistadores. Sin embargo, ese hecho poltico abri, en todos los rdenes de cosas, as espirituales como materiales, un nuevo perodo. El cambio de rgimen bast para

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    mudar desde sus cimientos la vida del pueblo keswa. La Independencia fue otro hecho poltico. Tampoco correspondi a una radical transformacin de la estructura econmica y social del Per; pero inaugur, no obstante, otro perodo de nuestra historia, y si no mejor prcticamente la condicin del indgena, por no haber tocado casi la infraestructura econmica colonial, cambi su situacin jurdica, y franque el camino de su emancipacin poltica y social. Si la Repblica no sigui este camino, la responsabilidad de la omisin corresponde exclusivamente a la clase que usufructu la obra de los libertadores tan rica potencialmente en valores y principios creadores.

    El problema indgena no admite ya la mistificacin a que perpetuamente lo han sometido una turba de abogados y literatos, consciente o inconscientemente mancomunados con los intereses de la casta latifundista. La miseria moral y material de la raza indgena aparece demasiado netamente como una simple consecuencia del rgimen econmico y social que sobre ella pesa desde hace siglos. Este rgimen, sucesor de la feudalidad colonial, es el gamonalismo. Bajo su imperio, no se puede hablar seriamente de redencin del indio.

    El trmino gamonalismo no designa solo una categora social y econmica: la de los latifundistas o grandes propietarios agrarios. Designa todo un fenmeno. El gamonalismo no est representado solo por gamonales propiamente dichos. Comprende una larga jerarqua de funcionarios, intermediarios, agentes, parsitos, etc. El indio alfabeto se transforma en un explotador de su propia raza porque se pone al servicio del gamonalismo. El factor central del fenmeno es la hegemona de la gran propiedad semifeudal en la poltica y el mecanismo del Estado. Por consiguiente, es sobre este factor sobre el que se debe actuar si se quiere atacar en su raz un mal del cual algunos se empean en no contemplar sino las expresiones episdicas o subsidiarias.

    Esa liquidacin del gamonalismo, o de la feudalidad, poda haber sido realizada por la repblica dentro de los principios liberales y capitalistas. Pero por las razones que llevo ya sealadas en otros estudios, estos principios no han dirigido efectiva y plenamente nuestro proceso histrico. Saboteados por la propia clase encargada

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    de aplicarlos, durante ms de un siglo han sido impotentes para redimir al indio de una servidumbre que constitua un hecho absolutamente solidario con el de la feudalidad. No es el caso de esperar que hoy, que estos principios estn en crisis en el mundo, adquieran repentinamente en el Per una inslita vitalidad creadora.

    El pensamiento revolucionario, y an el reformista, no puede ser ya liberal sino socialista. El socialismo aparece en nuestra historia no por una razn de azar, de imitacin o de moda, como espritus superficiales suponen, sino como una fatalidad histrica. Y sucede que mientras, de un lado, los que profesamos el socialismo propugnamos lgica y coherentemente la reorganizacin del pas sobre bases socialistas y, constatando que el rgimen econmico y poltico que combatimos se ha convertido gradualmente en una fuerza de colonizacin del pas por los capitalismos imperialistas extranjeros, proclamamos que este es un instante de nuestra historia en que no es posible ser efectivamente nacionalista y revolucionario sin ser socialista; de otro lado no existe en el Per, como no ha existido nunca, una burguesa progresista, con sentido nacional, que se profese liberal y democrtica y que inspire su poltica en los postulados de su doctrina. Con la excepcin nica de los elementos tradicionalmente conservadores, no hay ya en el Per, quien con mayor o menor sinceridad no se atribuya cierta dosis de socialismo.

    Mentes poco crticas y profundas pueden suponer que la liquidacin de la feudalidad es empresa tpica y especficamente liberal y burguesa y que pretender convertirla en funcin socialista es torcer romnticamente las leyes de la historia.

    Este criterio simplista de tericos de poco calado, se opone al socialismo sin ms argumento que el de que el capitalismo no ha agotado su misin en el Per. La sorpresa de sus sustentadores ser extraordinaria cuando se enteren de que la funcin del socialismo en el gobierno de la nacin, segn la hora y el comps histrico a que tenga que ajustarse, ser en gran parte la de realizar el capitalismo, vale decir las posibilidades histricamente vitales todava del capitalismo, en el sentido que convenga a los intereses del progreso social.

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    Valcrcel que no parte de apriorismos doctrinarios, como se puede decir, aunque inexacta y superficialmente de m y los elementos que me son conocidamente ms prximos de la nueva generacin, encuentra por esto la misma va que nosotros a travs de un trabajo natural y espontneo de conocimiento y penetracin del problema indgena. La obra que ha escrito no es una obra terica y crtica. Tiene algo de evangelio y hasta algo de Apocalipsis. Es la obra de un creyente. Aqu no estn precisamente los principios de la revolucin que restituir a la raza indgena su sitio en la historia nacional; pero aqu estn sus mitos. Y desde que el alto espritu de Joreg Sorel, reaccionando contra el mediocre positivismo de que estaban contagiados los socialistas de su tiempo, descubri el valor perenne del Mito en la formacin de los grandes movimientos populares, sabemos muy bien que ste es un aspecto de la lucha que, dentro del ms perfecto realismo, no debemos negligir ni subestimar.

    "Tempestad en los Andes" llega a su hora. Su voz herir todas las conciencias sensibles. Es la profeca apasionada que anuncia un Per nuevo. Y nada importa que para unos sean los hechos los que crean la profeca y para otros sea la profeca la que crea los hechos.

    EL PROBLEMA DEL INDIO

    I. Su nuevo planteamiento

    Todas las tesis sobre el problema indgena, que ignoran o eluden a ste como problema econmico social, son otros tantos estriles ejercicios teorticos, y a veces slo verbales, condenados a un absoluto descrdito. No las salva a algunas su buena fe. Prcticamente, todas no han servido sino para ocultar o desfigurar la realidad del problema. La crtica socialista lo descubre y esclarece, porque busca sus causas en la economa del pas y no en su mecanismo administrativo, jurdico o eclesistico, ni en su dualidad o pluralidad de razas, ni en sus condiciones culturales y morales. La cuestin indgena arranca de nuestra economa. Tiene sus races en el rgimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administracin o polica, con mtodos de enseanza o con obras de vialidad, constituye un trabajo superficial o adjetivo,

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    mientras subsista la feudalidad de los "gamonales".

    El "gamonalismo" invalida inevitablemente toda ley u ordenanza de proteccin indgena. El hacendado, el latifundista, es un seor feudal. Contra su autoridad, sufragada por el ambiente y el hbito, es impotente la ley escrita. El trabajo gratuito est prohibido por la ley y, sin embargo, el trabajo gratuito, y aun el trabajo forzado, sobreviven en el latifundio. El juez, el subprefecto, el comisario, el maestro, el recaudador, estn enfeudados a la gran propiedad. La ley no puede prevalecer contra los gamonales. El funcionario que se obstinase en imponerla, sera abandonado y sacrificado por el poder central, cerca del cual son siempre omnipotentes las influencias del gamonalismo, que actan directamente o a travs del parlamento, por una y otra va con la misma eficacia.

    El nuevo examen del problema indgena, por esto, se preocupa mucho menos de los lineamientos de una legislacin tutelar que de las consecuencias del rgimen de propiedad agraria. El estudio del Dr. Jos A. Encinas (Contribucin a una legislacin tutelar indgena) inicia en 1918 esta tendencia, que de entonces a hoy no ha cesado de acentuarse. Pero, por el carcter mismo de su trabajo, el Dr. Encinas no poda formular en l un programa econmico social. Sus proposiciones, dirigidas a la tutela de la propiedad indgena, tenan que limitarse a este objetivo jurdico. Esbozando las bases del Home Stead indgena, el Dr. Encinas recomienda la distribucin de tierras del Estado y de la Iglesia. No menciona absolutamente la expropiacin de los gamonales latifundistas. Pero su tesis se distingue por una reiterada acusacin de los efectos del latifundismo, que sale inapelablemente condenado de esta requisitoria, que en cierto modo preludia la actual crtica econmico social de la cuestin del indio.

    Esta crtica repudia y descalifica las diversas tesis que consideran la cuestin con uno u otro de los siguientes criterios unilaterales y exclusivos: administrativo, jurdico, tnico, moral, educacional, eclesistico.

    La derrota ms antigua y evidente es, sin duda, la de los que reducen la proteccin de los indgenas a un asunto de ordinaria administracin. Desde los tiempos de la legislacin colonial espaola, las ordenanzas sabias y prolijas, elaboradas despus de

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    concienzudas encuestas, se revelan totalmente infructuosas. La fecundidad de la Repblica, desde las jornadas de la Independencia, en decretos, leyes y providencias encaminadas a amparar a los indios contra la exaccin y el abuso, no es de las menos considerables. El gamonal de hoy, como el "encomendero" de ayer, tiene sin embargo muy poco que temer de la teora administrativa. Sabe que la prctica es distinta.

    El carcter individualista de la legislacin de la Repblica ha favorecido, incuestionablemente, la absorcin de la propiedad indgena por el latifundismo. La situacin del indio, a este respecto, estaba contemplada con mayor realismo por la legislacin espaola. Pero la reforma jurdica no tiene ms valor prctico que la reforma administrativa, frente a un feudalismo intacto en su estructura econmica. La apropiacin de la mayor parte de la propiedad comunal e individual indgena est ya cumplida. La experiencia de todos los pases que han salido de su evofeudal, nos demuestra, por otra parte, que sin la disolucin del feudo no ha podido funcionar, en ninguna parte, un derecho liberal.

    La suposicin de que el problema indgena es un problema tnico, se nutre del ms envejecido repertorio de ideas imperialistas. El concepto de las razas inferiores sirvi al Occidente blanco para su obra de expansin y conquista. Esperar la emancipacin indgena de un activo cruzamiento de la raza aborigen con inmigrantes blancos es una ingenuidad antisociolgica, concebible slo en la mente rudimentaria de un importador de carneros merinos. Los pueblos asiticos, a los cuales no es inferior en un pice el pueblo indio, han asimilado admirablemente la cultura occidental, en lo que tiene de ms dinmico y creador, sin transfusiones de sangre europea. La degeneracin del indio peruano es una barata invencin de los leguleyos de la mesa feudal.

    La tendencia a considerar el problema indgena como un problema moral, encarna una concepcin liberal, humanitaria, ochocentista, iluminista, que en el orden poltico de Occidente anima y motiva las "ligas de los Derechos del Hombre". Las conferencias y sociedades antiesclavistas, que en Europa han denunciado ms o menos infructuosamente los crmenes de los colonizadores, nacen de esta tendencia, que ha confiado siempre con exceso en sus llamamientos

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    al sentido moral de la civilizacin. Gonzlez Prada no se encontraba exento de su esperanza cuando escriba que la "condicin del indgena puede mejorar de dos maneras: o el corazn de los opresores se conduele al extremo de reconocer el derecho de los oprimidos, o el nimo de los oprimidos adquiere la virilidad suficiente para escarmentar a los opresores". La Asociacin Pro Indgena (1909-1917) represent, ante todo, la misma esperanza, aunque su verdadera eficacia estuviera en los fines concretos e inmediatos de defensa del indio que le asignaron sus directores, orientacin que debe mucho, seguramente, al idealismo prctico, caractersticamente sajn, de Dora Mayer. El experimento est ampliamente cumplido, en el Per y en el mundo. La prdica humanitaria no ha detenido ni embarazado en Europa el imperialismo ni ha bonificado sus mtodos. La lucha contra el imperialismo, no confa ya sino en la solidaridad y en la fuerza de los movimientos de emancipacin de las masas coloniales. Este concepto preside en la Europa contempornea una accin antiimperialista, a la cual se adhieren espritus liberales como Albert Einstein y Romain Rolland, y que por tanto no puede ser considerada de exclusivo carcter socialista.

    En el terreno de la razn y la moral, se situaba hace siglos, con mayor energa, o al menos mayor autoridad, la accin religiosa. Esta cruzada no obtuvo, sin embargo, sino leyes y providencias muy sabiamente inspiradas. La suerte de los indios no vari sustancialmente. Gonzlez Prada, que como sabemos no consideraba estas cosas con criterio propia o sectariamente socialista, busca la explicacin de este fracaso en la entraa econmica de la cuestin: "No poda suceder de otro modo: oficialmente se ordenaba la explotacin del vencido y se peda humanidad y justicia a los ejecutores de la explotacin; se pretenda que humanamente se cometiera iniquidades o equitativamente se consumaran injusticias. Para extirpar los abusos, habra sido necesario abolir los repartimientos y las mitas, en dos palabras, cambiar todo el rgimen Colonial. Sin las faenas del indio americano se habran vaciado las arcas del tesoro espaol". Ms evidentes posibilidades de xito que la prdica liberal tena, con todo, la prdica religiosa. sta apelaba al exaltado y operante catolicismo espaol mientras aqulla intentaba hacerse escuchar del exiguo y formal liberalismo criollo.

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    Pero hoy la esperanza en una solucin eclesistica es indiscutiblemente la ms rezagada y antihistrica de todas. Quienes la representan no se preocupan siquiera, como sus distantes tan distantes! maestros, de obtener una nueva declaracin de los derechos del indio, con adecuadas autoridades y ordenanzas, sino de encargar al misionero la funcin de mediar entre el indio y el gamonal. La obra que la Iglesia no pudo realizar en un orden medioeval, cuando su capacidad espiritual e intelectual poda medirse por frailes como el padre de Las Casas, con qu elementos contara para prosperar ahora? Las misiones adventistas, bajo este aspecto, han ganado la delantera al clero catlico, cuyos claustros convocan cada da menor suma de vocaciones de evangelizacin.

    El concepto de que el problema del indio es un problema de educacin, no aparece sufragado ni aun por un criterio estricta y autnomamente pedaggico. La pedagoga tiene hoy ms en cuenta que nunca los factores sociales y econmicos. El pedagogo moderno sabe perfectamente que la educacin no es una mera cuestin de escuela y mtodos didcticos. El medio econmico social condiciona inexorablemente la labor del maestro. El gamonalismo es fundamentalmente adverso a la educacin del indio: su subsistencia tiene en el mantenimiento de la ignorancia del indio el mismo inters que en el cultivo de su alcoholismo. La escuela moderna en el supuesto de que, dentro de las circunstancias vigentes, fuera posible multiplicarla en proporcin a la poblacin escolar campesina es incompatible con el latifundio feudal. La mecnica de la servidumbre, anulara totalmente la accin de la escuela, si esta misma, por un milagro inconcebible dentro de la realidad social, consiguiera conservar, en la atmsfera del feudo, su pura misin pedaggica. La ms eficiente y grandiosa enseanza normal no poda operar estos milagros. La escuela y el maestro estn irremisiblemente condenados a desnaturalizarse bajo la presin del ambiente feudal, inconciliable con la ms elemental concepcin progresista o evolucionista de las cosas. Cuando se comprende a medias esta verdad, se descubre la frmula salvadora en los internados indgenas. Mas la insuficiencia clamorosa de esta frmula se muestra en toda su evidencia, apenas se reflexiona en el insignificante porcentaje de la poblacin escolar indgena que resulta posible alojar en estas escuelas.

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    La solucin pedaggica, propugnada por muchos con perfecta buena fe, est ya hasta oficialmente descartada. Los educacionistas son, repito, los que menos pueden pensar en independizarla de la realidad econmico social. No existe, pues, en la actualidad, sino como una sugestin vaga e informe, de la que ningn cuerpo y ninguna doctrina se hace responsable.

    El nuevo planteamiento consiste en buscar el problema indgena en el problema de la tierra.

    II. Sumaria revisin histrica

    La poblacin del Imperio Inkaico, conforme a clculos prudentes, no era menor de diez millones. Hay quienes la hacen subir a doce y aun a quince millones. La Conquista fue, ante todo, una tremenda carnicera. Los conquistadores espaoles, por su escaso nmero, no podan imponer su dominio sino aterrorizando a la poblacin indgena, en la cual produjeron una impresin supersticiosa las armas y los caballos de los invasores, mirados como seres sobrenaturales. La organizacin poltica y econmica de la Colonia, que sigui a la Conquista, no puso trmino al exterminio de la raza indgena. El Virreinato estableci un rgimen de brutal explotacin. La codicia de los metales preciosos, orient la actividad econmica espaola hacia la explotacin de las minas que, bajo los inkas, haban sido trabajadas en muy modesta escala, en razn de no tener el oro y la plata sino aplicaciones ornamentales y de ignorar los indios, que componan un pueblo esencialmente agrcola, el empleo del hierro. Establecieron los espaoles, para la explotacin de las minas y los "obrajes", un sistema abrumador de trabajos forzados y gratuitos, que diezm la poblacin aborigen. Esta no qued as reducida slo a un estado de servidumbre como habra acontecido si los espaoles se hubiesen limitado a la explotacin de las tierras conservando el carcter agrario del pas sino, en gran parte, a un estado de esclavitud. No faltaron voces humanitarias y civilizadoras que asumieron ante el Rey de Espaa la defensa de los indios. El padre de Las Casas sobresali eficazmente en esta defensa. Las Leyes de Indias se inspiraron en propsitos de proteccin de los indios, reconociendo su organizacin tpica en "comunidades". Pero, prcticamente, los indios continuaron a merced de una feudalidad despiadada que destruy la sociedad y la economa inkaicas, sin

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    sustituirlas con un orden capaz de organizar progresivamente la produccin. La tendencia de los espaoles a establecerse en la Costa ahuyent de esta regin a los aborgenes a tal punto que se careca de brazos para el trabajo. El Virreinato quiso resolver este problema mediante la importacin de esclavos negros, gente que resulto adecuada al clima y las fatigas de los valles o llanos clidos de la costa, e inoperante, en cambio, para el trabajo de las minas, situadas en la Sierra fra. El esclavo negro reforz la dominacin espaola que a pesar de la despoblacin indgena, se habra sentido de otro modo demogrficamente demasiado dbil frente al indio, aunque sometido, hostil y enemigo. El negro fue dedicado al servicio domstico y a los oficios. El blanco se mezcl fcilmente con el negro, produciendo este mestizaje uno de los tipos de poblacin costea con caractersticas de mayor adhesin a lo espaol y mayor resistencia a lo indgena.

    La Revolucin de la Independencia no constituy, como se sabe, un movimiento indgena. La promovieron y usufructuaron los criollos y aun los espaoles de las colonias. Pero aprovech el apoyo de la masa indgena. Y, adems, algunos indios ilustrados como Pumacahua, tuvieron en su gestacin parte importante. El programa liberal de la Revolucin comprenda lgicamente la redencin del indio, consecuencia automtica de la aplicacin de sus postulados igualitarios. Y, as, entre los primeros actos de la Repblica, se contaron varias leyes y decretos favorables a los indios. Se orden el reparto de tierras, la abolicin de los trabajos gratuitos, etc.; pero no representando la revolucin en el Per el advenimiento de una nueva clase dirigente, todas estas disposiciones quedaron slo escritas, faltas de gobernantes capaces de actuarlas. La aristocracia latifundista de la Colonia, duea del poder, conserv intactos sus derechos feudales sobre la tierra y, por consiguiente, sobre el indio. Todas las disposiciones aparentemente enderezadas a protegerlo, no han podido nada contra la feudalidad subsistente hasta hoy.

    El Virreinato aparece menos culpable que la Repblica. Al Virreinato le corresponde, originalmente, toda la responsabilidad de la miseria y la depresin de los indios. Pero, en ese tiempo inquisitorial, una gran voz cristiana, la de fray Bartolom de Las Casas, defendi vibrantemente a los indios contra los mtodos brutales de los colonizadores. No ha habido en la Repblica un

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    defensor tan eficaz y tan porfiado de la raza aborigen.

    Mientras el Virreinato era un rgimen medioeval y extranjero, la Repblica es formalmente un rgimen peruano y liberal. Tiene, por consiguiente, la Repblica deberes que no tena el Virreinato. A la Repblica le tocaba elevar la condicin del indio. Y contrariando este deber, la Repblica ha pauperizado al indio, ha agravado su depresin y ha exasperado su miseria. La Repblica ha significado para los indios la ascensin de una nueva clase dominante que se ha apropiado sistemticamente de sus tierras. En una raza de costumbre y de alma agrarias, como la raza indgena, este despojo ha constituido una causa de disolucin material y moral. La tierra ha sido siempre toda la alegra del indio. El indio ha desposado la tierra. Siente que "la vida viene de la tierra" y vuelve a la tierra. Por ende, el indio puede ser indiferente a todo, menos a la posesin de la tierra que sus manos y su aliento labran y fecundan religiosamente. La feudalidad criolla se ha comportado, a este respecto, ms vida y ms duramente que la feudalidad espaola. En general, en el "encomendero" espaol haba frecuentemente algunos hbitos nobles de seoro. El "encomendero" criollo tiene todos los defectos del plebeyo y ninguna de las virtudes del hidalgo. La servidumbre del indio, en suma, no ha disminuido bajo la Repblica. Todas las revueltas, todas las tempestades del indio, han sido ahogadas en sangre. A las reivindicaciones desesperadas del indio les ha sido dada siempre una respuesta marcial. El silencio de la puna ha guardado luego el trgico secreto de estas respuestas. La Repblica ha restaurado, en fin, bajo el ttulo de conscripcin vial, el rgimen de las "mitas".

    La Repblica, adems, es responsable de haber aletargado y debilitado las energas de la raza. La causa de la redencin del indio se convirti bajo la Repblica, en una especulacin demaggica de algunos caudillos. Los partidos criollos la inscribieron en su programa. Disminuyeron as en los indios la voluntad de luchar por sus reivindicaciones.

    En la Sierra, la regin habitada principalmente por los indios, subsiste apenas modificada en sus lineamientos, la ms brbara y omnipotente feudalidad. El dominio de la tierra coloca en manos de los gamonales, la suerte de la raza indgena, cada en un grado

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    extremo de depresin y de ignorancia. Adems de la agricultura, trabajada muy primitivamente, la Sierra peruana presenta otra actividad econmica: la minera, casi totalmente en manos de dos grandes empresas norteamericanas. En las minas rige el salariado; pero la paga es nfima, la defensa de la vida del obrero casi nula, la ley de accidentes de trabajo burlada. El sistema del "enganche", que por medio de anticipos falaces esclaviza al obrero, coloca a los indios a merced de estas empresas capitalistas. Es tanta la miseria a que los condena la feudalidad agraria, que los indios encuentran preferible, con todo, la suerte que les ofrecen las minas.

    La propagacin en el Per de las ideas socialistas ha trado como consecuencia un fuerte movimiento de reivindicacin indgena. La nueva generacin peruana siente y sabe que el progreso del Per ser ficticio, o por lo menos no ser peruano, mientras no constituya la obra y no signifique el bienestar de la masa peruana que en sus cuatro quintas partes es indgena y campesina. Este mismo movimiento se manifiesta en el arte y en la literatura nacionales en los cuales se nota una creciente revalorizacin de las formas y asuntos autctonos, antes depreciados por el predominio de un espritu y una mentalidad coloniales espaolas. La literatura indigenista parece destinada a cumplir la misma funcin que la literatura "mujikista" en el perodo pre revolucionario ruso. Los propios indios empiezan a dar seales de una nueva conciencia. Crece da a da la articulacin entre los diversos ncleos indgenas antes incomunicados por las enormes distancias. Inici esta vinculacin, la reunin peridica de congresos indgenas, patrocinada por el Gobierno, pero como el carcter de sus reivindicaciones se hizo pronto revolucionario, fue desnaturalizada luego con la exclusin de los elementos avanzados y la leva de representaciones apcrifas. La corriente indigenista presiona ya la accin oficial. Por primera vez el Gobierno se ha visto obligado a aceptar y proclamar puntos de vista indigenistas, dictando algunas medidas que no tocan los intereses del gamonalismo y que resultan por esto ineficaces. Por primera vez tambin el problema indgena, escamoteado antes por la retrica de las clases dirigentes, es planteado en sus trminos sociales y econmicos, identificndosele ante todo con el problema de la tierra. Cada da se impone, con ms evidencia, la conviccin de que este problema no puede encontrar su solucin en una frmula humanitaria. No puede ser la

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    consecuencia de un movimiento filantrpico. Los patronatos de caciques y de rbulas son una befa. Las ligas del tipo de la extinguida Asociacin Pro Indgena son una voz que clama en el desierto. La Asociacin Pro Indgena no lleg en su tiempo a convertirse en un movimiento. Su accin se redujo gradualmente a la accin generosa, abnegada, nobilsima, personal de Pedro S. Zulen y Dora Mayer. Como experimento, el de la Asociacin Pro Indgena sirvi para contrastar, para medir, la insensibilidad moral de una generacin y de una poca.

    La solucin del problema del indio tiene que ser una solucin social. Sus realizadores deben ser los propios indios. Este concepto conduce a ver en la reunin de los congresos indgenas un hecho histrico. Los congresos indgenas, desvirtuados en los ltimos aos por el burocratismo, no representaban todava un programa; pero sus primeras reuniones sealaron una ruta comunicando a los indios de las diversas regiones. A los indios les falta vinculacin nacional. Sus protestas han sido siempre regionales. Esto ha contribuido, en gran parte, a su abatimiento. Un pueblo de cuatro millones de hombres, consciente de su nmero, no desespera nunca de su porvenir. Los mismos cuatro millones de hombres, mientras no son sino una masa orgnica, una muchedumbre dispersa, son incapaces de decidir su rumbo histrico.

    EL PROBLEMA INDGENA

    I. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIN

    El problema de las razas sirve en la Amrica Latina, en la especulacin intelectual burguesa, entre otras cosas, para encubrir o ignorar los verdaderos problemas del continente. La crtica marxista tiene la obligacin impostergable de plantearlo en sus trminos reales, desprendindolo de toda tergiversacin casuista o pedante. Econmica, social y polticamente, el problema de las razas, como el de la tierra, es, en su base, el de la liquidacin de la feudalidad.

    Las razas indgenas se encuentran en la Amrica Latina en un estado clamoroso de atraso y de ignorancia, por la servidumbre que

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    pesa sobre ellas, desde la conquista espaola. El inters de la clase explotadora, espaola primero, criolla despus, ha tendido invariablemente, bajo diversos disfraces, a explicar la condicin de las razas indgenas con el argumento de su inferioridad o primitivismo. Con esto, esa clase no ha hecho otra cosa que reproducir, en esta cuestin nacional interna, las razones de la raza blanca en la cuestin del tratamiento y tutela de los pueblos coloniales.

    El socilogo Vilfredo Pareto, que reduce la raza a slo uno de los varios factores que determinan las formas del desenvolvimiento de una sociedad, ha enjuiciado la hipocresa de la idea de la raza en la poltica imperialista y esclavizadora de los pueblos blancos en los siguientes trminos: "La teora de Aristteles sobre la esclavitud natural es tambin la de los pueblos civiles modernos para justificar sus conquistas y su domino sobre pueblos llamados por ellos de raza Inferior. Y como Aristteles deca que existen hombres naturalmente esclavos y otros patrones, que es conveniente que aquellos sirvan y estos manden, lo que es adems justo y provechoso para todos; parecidamente los pueblos modernos, que se gratifican ellos mismos con el epteto de civilizados, dicen existir pueblos que deben naturalmente dominar, y son ellos, y otros pueblos que no menos naturalmente deben obedecer y son aquellos que quieren explotar; siendo justo, conveniente y a todos provechoso que aquellos manden, stos sirvan. De esto resulta que un ingls, un alemn, un francs, un belga, un italiano, si lucha y muere por la patria es un hroe; pero un africano si osa defender su patria contra esas naciones, es un vil rebelde y un traidor. Y los europeos cumplen el sacrosanto deber de destruir los africanos, como por ejemplo en el Congo, para ensearles a ser civilizados. No falta luego quien beatamente admira esta obra "de paz, de progreso, de civilidad". Es necesario agregar que, con hipocresa verdaderamente admirable, los buenos pueblos civiles pretender hacer el bien de los pueblos a ellos sujetos, cuando los oprimen y aun los destruyen; y tanto amor les dedican que los quieren "libres" por la fuerza. As los ingleses liberaron a los indios de la "tirana" de los raia, los alemanes liberaron a los africanos de la "tirana" de los reyes negros, los franceses liberaron a los habitantes de Madagascar y, para hacerlos ms libres, mataron a muchos reduciendo a los otros a un estado que slo en el nombre no es de

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    esclavitud; as los italianos liberaron a los rabes de la opresin de los turcos. Todo esto es dicho seriamente y hay hasta quien lo cree. El gato atrapa al ratn y se lo come, pero no dice que hace esto por el bien del ratn, no proclama el dogma de la igualdad de todos los animales y no alza hipcritamente los ojos al cielo para adorar al "Padre comn" ("Trattato di Sociologia Generale", Vol. II).

    La explotacin de los indgenas en la Amrica Latina trata tambin de justificarse con el pretexto de que sirve a la redencin cultural y moral de las razas oprimidas.

    La colonizacin de la Amrica Latina por la raza blanca no ha tenido, en tanto, como es fcil probarlo, sino efectos retardatarios y deprimentes en la vida de las razas indgenas. La evolucin natural de estas ha sido interrumpida por la opresin envilecedora del blanco y del mestizo. Pueblos como el quechua y el azteca, que haban llegado a un grado avanzado de organizacin social, retrogradaron, bajo el rgimen colonial, a la condicin de dispersas tribus agrcolas. Lo que en las comunidades indgenas del Per subsiste de elementos de civilizacin es, sobre todo, lo que sobrevive de la antigua organizacin autctona. En el agro feudalizado, la civilizacin blanca no ha creado focos de vida urbana, no ha significado siempre siquiera industrializacin y maquinismo: en el latifundio serrano, con excepcin de ciertas estancias ganaderas, el dominio del blanco no representa, ni aun tecnolgicamente, ningn progreso respecto de la cultura aborigen.

    Llamamos problema indgena a la explotacin feudal de los nativos en la gran propiedad agraria. El indio, en el 90 por ciento de los casos, no es un proletario sino un siervo. El capitalismo, como sistema econmico y poltico, se manifiesta incapaz, en la Amrica Latina, de edificacin de una economa emancipada de las taras feudales. El prejuicio de la inferioridad de la raza indgena, le consiente una explotacin mxima de los trabajos de esta raza; y no est dispuesto a renunciar a esta ventaja, de la que tantos provechos obtiene. En la agricultura, el establecimiento del salariado, la adopcin de la maquina, no borran el carcter feudal de la gran propiedad. Perfeccionan, simplemente, el sistema de explotacin de la tierra y de las masas campesinas. Buena parte de nuestros burgueses y "gamonales" sostiene calurosamente la tesis

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    de la inferioridad del indio: el problema indgena es, a su juicio, un problema tnico cuya solucin depende del cruzamiento de la raza indgena con razas superiores extranjeras. La subsistencia de una economa de bases feudales se presenta, empero, en inconciliable oposicin con un movimiento inmigratorio suficiente para producir esa transformacin por el cruzamiento. Los salarios que se pagan en las haciendas de la costa y de la sierra (cuando en estas ltimas se adopta el salario) descartan la posibilidad de emplear inmigrantes europeos en la agricultura. Los inmigrantes campesinos no se avendran jams a trabajar en las condiciones de los indios; solo se les podra atraer hacindolos pequeos propietarios. El indio no ha podido ser nunca reemplazado en las faenas agrcolas de las haciendas costeas sino con el esclavo negro o el "cooli" chino. Los planes de colonizacin con inmigrantes europeos tienen, por ahora, como campo exclusivo, la regin boscosa del Oriente, conocida con el nombre de Montaa. La tesis de que el problema indgena es un problema tnico no merece siquiera ser discutida; pero conviene anotar hasta qu punto la solucin que propone est en desacuerdo con los intereses y las posibilidades de la burguesa y del gamonalismo, en cuyo seno encuentra sus adherentes.

    Para el imperialismo yanqui o ingls, el valor econmico de estas tierras sera mucho menor, si con sus riquezas naturales no poseyesen una poblacin indgena atrasada y miserable a la que, con el concurso de las burguesas nacionales, es posible explotar extremamente. La historia de la industria azucarera peruana, actualmente en crisis, demuestra que sus utilidades han reposado, ante todo, en la baratura de la mano de obra, esto es en la miseria de los braceros. Tcnicamente, esta industria no ha estado en ninguna poca en condiciones de concurrir con la de otros pases en el mercado mundial. La distancia de los mercados de consumo, gravaba con elevados fletes su exportacin. Pero todas estas desventajas eran compensadas largamente por la baratura de la mano de obra. El trabajo de esclavizadas masas campesinas, albergadas en repugnantes "rancheras", privadas de toda libertad y derecho, sometidas a una jornada abrumadora, colocaba a los azucareros peruanos en condiciones de competir con los que, en otros pases, cultivaban mejor sus tierras o estaban protegidos por una tarifa proteccionista o ms ventajosamente situados desde el punto de vista geogrfico. El capitalismo extranjero se sirve de la

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    clase feudal para explotar en su provecho estas masas campesinas. Mas, a veces, la incapacidad de estos latifundistas (herederos de los prejuicios, soberbia y arbitrariedad medioevales) para llenar la funcin de jefes de empresa capitalista, es tal que aquel se ve obligado a tomar en sus propias manos la administracin de latifundios y centrales. Esto es lo que ocurre, particularmente, en la industria azucarera, monopolizada casi completamente en el valle de Chicama por una empresa inglesa y una empresa alemana.

    La raza tiene, ante todo, esta importancia en la cuestin del imperialismo. Pero tiene tambin otro rol, que impide asimilar el problema de la lucha por la independencia nacional en los pases de la Amrica con fuerte porcentaje de poblacin indgena, al mismo problema en el Asia o el frica. Los elementos feudales o burgueses, en nuestros pases, sienten por los indios, como por los negros y mulatos, el mismo desprecio que los imperialistas blancos. El sentimiento racial acta en esta clase dominante en un sentido absolutamente favorable a la penetracin imperialista. Entre el seor o el burgus criollo y sus peones de color, no hay nada de comn. La solidaridad de clase, se suma a la solidaridad de raza o de prejuicio, para hacer de las burguesas nacionales instrumentos dciles del imperialismo yanqui o britnico. Y este sentimiento se extiende a gran parte de las clases medias, que imitan a la aristocracia y a la burguesa en el desdn por la plebe de color, aunque su propio mestizaje sea demasiado evidente.

    La raza negra, importada a la Amrica Latina por los colonizadores para aumentar su poder sobre la raza indgena americana, llen pasivamente su funcin colonialista. Explotada ella misma duramente, reforz la opresin de la raza indgena por los conquistadores espaoles. Un mayor grado de mezcla, de familiaridad y de convivencia con stos en las ciudades coloniales, la convirti en auxiliar del domino blanco, pese a cualquier rfaga de humor turbulento o levantisco. El negro o mulato, en sus servicios de artesano o domstico, compuso la plebe de que dispuso siempre ms o menos incondicionalmente la casta feudal. La industria, la fbrica, el sindicato, redimen al negro de esta domesticidad. Borrando entre los proletarios la frontera de la raza, la conciencia de clase eleva moral, histricamente, al negro. El sindicato significa la ruptura definitiva de los hbitos serviles que

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    mantienen, en cambio, en l la condicin de artesano o criado.

    El indio por sus facultades de asimilacin al progreso, a la tcnica de la produccin moderna, no es absolutamente inferior al mestizo. Por el contrario, es, generalmente, superior. La idea de su inferioridad racial est demasiado desacreditada para que merezca, en este tiempo, los honores de una refutacin. El prejuicio del blanco, que ha sido tambin el del criollo, respecto a la inferioridad del indio, no reposa en ningn hecho digno de ser tomado en cuenta en el estudio cientfico de la cuestin. La cocamana y el alcoholismo de la raza indgena, muy exagerados por sus comentadores, no son otra cosa que consecuencias, resultados de la opresin blanca. El gamonalismo fomenta y explota estos vicios, que bajo cierto aspecto se alimentan de los impulsos de la lucha contra el dolor, particularmente vivos y operantes en un pueblo subyugado. El indio en la antigedad no bebi nunca sino "chicha", bebida fermentada de maz, mientras que desde que el blanco implant en el continente el cultivo de la caa, bebe alcohol. La produccin del alcohol de caa es uno de los mas "saneados" y seguros negocios del latifundismo, en cuyas manos se encuentra tambin la produccin de coca en los valles clidos de la montaa.

    Hace tiempo que la experiencia japonesa demostr la facilidad con que pueblos de raza y tradicin distintas de las europeas, se apropian de la ciencia occidental y se adaptan al uso de su tcnica de produccin. En las minas y en las fbricas de la Sierra del Per, el indio campesino confirma esta experiencia.

    Y ya la sociologa marxista ha hecho justicia sumaria a las ideas racistas, producto todas del espritu imperialista. Bukharin escribe en "La thorie du materialisme historique": "La teora de las razas es ante todo contraria a los hechos. Se considera a la raza negra como una raza "inferior", incapaz de desarrollarse por su naturaleza misma. Sin embargo, est probado que los antiguos representantes de esta raza negra, los kushitas, haban creado una civilizacin muy alta en las Indias (antes que los hindes) y en Egipto. La raza amarilla, que no goza tampoco de un gran favor, ha creado en la persona de los chinos una cultura que era infinitamente ms elevada que las de sus contemporneos blancos; los blancos no eran entonces sino unos nios en comparacin con los chinos. Sabemos

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    muy bien ahora todo lo que los griegos antiguos tomaron a los asiriobabilonios y a los egipcios. Estos hechos bastan para probar que las explicaciones sacadas del argumento de las razas no sirven para nada. Sin embargo, se nos puede decir: Quiz tenis razn; pero, podis afirmar que un negro medio iguale por sus cualidades a un europeo medio? No se puede responder a esta cuestin con una salida como la de ciertos profesores liberales: todos los hombres son iguales; segn Kant la personalidad humana constituye un fin en s misma; Jesucristo enseaba que no haba ni Helenos ni Judos, etc. (ver, por ejemplo, en Khvestov: "es muy probable que la verdad este de lado de los defensores de la igualdad de los hombres"... "La Thorie du processus historique"). Pues, tender a la igualdad de los hombres, no quiere decir reconocer la igualdad de sus cualidades, y, de otra parte, se tiende siempre hacia lo que existe todava, porque otra cosa sera forzar una puerta abierta. Nosotros no tratamos por el momento de saber hacia qu se debe tender. Lo que nos interesa es saber si existe una diferencia entre el nivel de cultura de los blancos y de los negros en general. Ciertamente, esta diferencia existe. Actualmente los "blancos" son superiores a los otros. Pero, que prueba esto? Prueba que actualmente las razas han cambiado de lugar. Y esto contradice la teora de las razas. En efecto, esta teora reduce todo a las cualidades de las razas, a su "naturaleza eterna". Si fuera as esta "naturaleza" se habra hecho sentir en todos los periodos de la historia. Qu se puede deducir de aqu? Que la "naturaleza" misma cambia constantemente, en relacin con las condiciones de existencia de una raza dada. Estas condiciones estn determinadas por las relaciones entre la sociedad y la naturaleza, es decir, por el estado de las fuerzas productivas. Por tanto, la teora de las razas no explica absolutamente las condiciones de la evolucin social. Aparece aqu claramente que hay que comenzar su anlisis por el estudio del movimiento de las fuerzas productivas" ("La thorie du materialisme historique" p. 129 a 130).

    Del prejuicio de la inferioridad de la raza indgena, empieza a pasarse al extremo opuesto: el de que la creacin de una nueva cultura americana ser esencialmente obra de las fuerzas raciales autctonas. Suscribir esta tesis es caer en el ms ingenuo y absurdo misticismo. Al racismo de los que desprecian al indio, porque creen en la superioridad absoluta y permanente de la raza blanca, sera

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    insensato y peligroso oponer el racismo de los que superestiman al indio, con fe mesinica en su misin como raza en el renacimiento americano.

    Las posibilidades de que el indio se eleve material e intelectualmente dependen del cambio de las condiciones econmico sociales. No estn determinadas por la raza sino por la economa y la poltica. La raza, por si sola, no ha despertado ni despertara al entendimiento de una idea emancipadora. Sobre todo, no adquirira nunca el poder de imponerla y realizarla. Lo que asegura su emancipacin es el dinamismo de una economa y una cultura que portan en su entraa el germen del socialismo. La raza india no fue vencida, en la guerra de la conquista, por una raza superior tnica o cualitativamente; pero si fue vencida por su tcnica que estaba muy por encima de la tcnica de los aborgenes. La plvora, el hierro, la caballera, no eran ventajas raciales; eran ventajas tcnicas. Los espaoles arribaron a estas lejanas comarcas porque disponan de medios de navegacin que les consentan atravesar los ocanos. La navegacin y el comercio les permitieron ms tarde la explotacin de algunos recursos naturales de sus colonias. El feudalismo espaol se superpuso al agrarismo indgena, respetando en parte sus formas comunitarias; pero esta misma adaptacin creaba un orden exttico, un sistema econmico cuyos factores de estagnacin eran la mejor garanta de la servidumbre indgena. La industria capitalista rompe este equilibrio, interrumpe este estancamiento, creando nuevas fuerzas productoras y nuevas relaciones de produccin. El proletariado crece gradualmente a expensas del artesanado y la servidumbre. La evolucin econmica y social de la nacin entra en una era de actividad y contradicciones que, en el plan ideolgico, causa aparicin y desarrollo del pensamiento socialista.

    En todo esto, la influencia del factor raza se acusa evidentemente insignificante al lado de la influencia del factor economa, produccin, tcnica, ciencia, etc. Sin los elementos materiales que crea la industria moderna, o si se quiere el capitalismo, habra posibilidad de que se esbozase el plan, la intencin siquiera de un Estado socialista, basado en las reivindicaciones, en la emancipacin de las masas indgenas? El dinamismo de esta economa, de este rgimen, que torna inestables todas las relaciones,

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    y que con las clases opone las ideologas, es sin duda lo que hace factible la resurreccin indgena, hecho decidido por el juego de fuerzas econmicas, polticas, culturales, ideolgicas, no de fuerzas raciales. El mayor cargo contra la clase dominante de la repblica es el que cabe formularle por no haber sabido acelerar, con una inteligencia ms liberal, ms burguesa, ms capitalista de su misin, el proceso de transformacin de la economa colonial en economa capitalista. La feudalidad opone a la emancipacin, al despertar indgena, su estagnacin y su inercia; el capitalismo, con sus conflictos, con sus instrumentos mismos de explotacin, empuja a las masas por la va de sus reivindicaciones, la conmina a una lucha en la que se capacitan material y mentalmente para presidir un orden nuevo.

    El problema de las razas no es comn a todos los pases de la Amrica Latina ni presenta en todos los que lo sufren las mismas proporciones y caracteres. En algunos pases latinoamericanos tiene una localizacin regional y no influye apreciablemente en el proceso social y econmico. Pero en pases como el Per y Bolivia, y algo menos el Ecuador, donde la mayor parte de la poblacin es indgena, la reivindicacin del indio es la reivindicacin popular y social dominante.

    En estos pases el factor raza se complica con el factor clase en forma que una poltica revolucionaria no puede dejar de tener en cuenta. El indio quechua o aymar ve su opresor en el "misti", en el blanco. Y en el mestizo, nicamente la conciencia de clase, es capaz de destruir el hbito del desprecio, de la repugnancia por el indio. No es raro encontrar en los propios elementos de la ciudad que se proclaman revolucionarios, el prejuicio de la inferioridad del indio, y la resistencia a reconocer este prejuicio como una simple herencia o contagio mental del ambiente.

    La barrera del idioma se interpone entre las masas campesinas indias y los ncleos obreros revolucionarios de raza blanca o mestiza.

    Pero, a travs de propagandistas indios, la doctrina socialista, por la naturaleza de sus reivindicaciones, arraigar prontamente en las masas indgenas. Lo que hasta ahora ha faltado es la preparacin sistemtica de estos propagandistas. El indio alfabeto, al que la

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    ciudad corrompe, se convierte regularmente en un auxiliar de los explotadores de su raza. Pero en la ciudad, en el ambiente obrero revolucionario, el indio empieza ya a asimilar la idea revolucionaria, a apropiarse de ella, a entender su valor como instrumento de emancipacin de esta raza, oprimida por la misma clase que explota en la fbrica al obrero, en el que descubre un hermano de clase.

    El realismo de una poltica socialista segura y precisa en la apreciacin y utilizacin de los hechos sobre los cuales le toca actuar en estos pases, puede y debe convertir el factor raza en factor revolucionario. El Estado actual en estos pases reposa en la alianza de la clase feudal terrateniente y la burguesa mercantil. Abatida la feudalidad latifundista, el capitalismo urbano carecer de fuerzas para resistir a la creciente obrera. Lo representa una burguesa mediocre, dbil, formada en el privilegio, sin espritu combativo y organizado que pierde cada da ms su ascendiente sobre la fluctuante capa intelectual.

    La crtica socialista ha iniciado en el Per el nuevo planteamiento del problema indgena, con la denuncia y el repudio inexorables de todas las tendencias burguesas o filantrpicas a considerarlo como problema administrativo, jurdico, moral, religioso o educativo. Las conclusiones sobre los trminos econmicos y polticos en que se plantea en el Per, y por analoga en otros pases latinoamericanos de numerosa poblacin indgena, esta cuestin y la lucha proletaria por resolverla, son las siguientes en nuestra opinin:

    1. Situacin econmico social de la poblacin indgena del Per

    No existe un censo reciente que permita saber exactamente la proporcin actual de la poblacin indgena. Se acepta generalmente la afirmacin de que la raza indgena compone las cuatro quintas partes de una poblacin total calculada en un mnimo de 5'000,000. Esta apreciacin no tiene en cuenta estrictamente la raza, sino ms bien la condicin econmico social de las masas que constituyen dichas cuatro quintas partes. Existen provincias donde el tipo indgena acusa un extenso mestizaje. Pero en estos sectores la sangre blanca ha sido completamente asimilada por el medio indgena y la vida de los "cholos" producidos por este mestizaje no difiere de la vida de los indios propiamente dichos.

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    No menos del 90 por ciento de la poblacin indgena as considerada, trabaja en la agricultura. El desarrollo de la industria minera ha trado como consecuencia, en los ltimos tiempos, un empleo creciente de la mano de obra indgena en la minera. Pero una parte de los obreros mineros continan siendo agricultores. Son indios de "comunidades" que pasan la mayor parte del ao en las minas; pero que en la poca de las labores agrcolas retornan a sus pequeas parcelas, insuficientes para su subsistencia.

    En la agricultura subsiste hasta hoy un rgimen de trabajo feudal o semifeudal. En las haciendas de la sierra, el salariado, cuando existe, se presenta tan incipiente y deformado que apenas si altera los rasgos del rgimen feudal. Ordinariamente los indios no obtienen por su trabajo sino una mezquina parte de los frutos. (V. en "7 Ensayos de la Realidad Peruana", en el captulo sobre el Problema de la Tierra, los diferentes sistemas de trabajo empleados en la Sierra). El suelo es trabajado en casi todas las tierras de latifundio en forma primitiva; y no obstante que los latifundistas se reservan siempre las mejores, sus rendimientos, en muchos casos, son inferiores a los de las tierras "comunitarias". En algunas regiones las "comunidades" indgenas conservan una parte de las tierras; pero en proporcin exigua para sus necesidades, de modo que sus miembros estn obligados a trabajar para los latifundistas. Los propietarios de los latifundios, dueos de enormes extensiones de tierras, en gran parte incultivadas, no han tenido en muchos casos inters en despojar a las "comunidades" de sus propiedades tradicionales, en razn de que la comunidad anexa a la hacienda le ha permitido a sta contar con mano de obra segura y "propia". El valor de un latifundio no se calcula slo por su extensin territorial, sino por su poblacin indgena propia. Cuando una hacienda no cuenta con esta poblacin, el propietario, de acuerdo con las autoridades, apela al reclutamiento forzoso de peones a quienes se remunera miserablemente. Los indios de ambos sexos, sin exceptuar a los nios, estn obligados a la prestacin de servicios gratuitos a los propietarios y a sus familias, lo mismo que a las autoridades. Hombres, mujeres y nios se turnan en el servicio de los "gamonales" y autoridades, no slo en las casas hacienda, sino en los pueblos o ciudades en que residen stos. La prestacin de servicios gratuitos ha sido varias veces prohibida legalmente; pero en la prctica subsiste hasta hoy, a causa de que ninguna ley puede

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    contrariar la mecnica de un orden feudal, si la estructura de este se mantiene intacta. La ley de conscripcin vial ha venido a acentuar en estos ltimos tiempos la fisonoma feudal de la sierra. Esta ley obliga a todos los individuos a trabajar semestralmente seis das en la apertura o conservacin de caminos o a "redimirse" mediante el pago de los salarios conforme al tipo fijado de cada regin. Los indios son, en muchos casos, obligados a trabajar a gran distancia de su residencia, lo que los obliga a sacrificar mayor nmero de das. Son objeto de innumerables expoliaciones por parte de las autoridades, con el pretexto del servicio vial, que tiene para las masas indgenas el carcter de las antiguas mitas coloniales.

    En la minera rige el salariado. En las minas de Junn y de La Libertad, donde tienen su asiento las dos grandes empresas mineras que explotan el cobre, la "Cerro de Pasco Copper Corporation" y la "Northern", respectivamente, los trabajadores ganan salarios de S/. 2.50 a S/. 3.00. Estos salarios son, sin duda, elevados, respecto a los inverosmilmente nfimos (veinte o treinta centavos) que se acostumbran en las haciendas de la sierra. Pero las empresas se aprovechan en todas las formas de la atrasada condicin de los indgenas. La legislacin social vigente es casi nula en las minas, donde no se observan las leyes de accidentes del trabajo y jornada de ocho horas, ni se reconoce a los obreros el derecho de asociacin. Todo obrero acusado de intento de organizacin de los trabajadores, aunque slo sea con fines culturales o mutuales, es inmediatamente despedido por la empresa. Las empresas, para el trabajo de las galeras, emplean generalmente a "contratistas", quienes con el objeto de efectuar las labores al menor costo, actan como un instrumento de explotacin de los braceros. Los "contratistas", sin embargo, viven ordinariamente en condicin estrecha, abrumados por las obligaciones de sus adelantos que hacen de ellos deudores permanentes de las empresas. Cuando se produce un accidente del trabajo, las empresas burlan, por medio de sus abogados, abusando de la miseria e ignorancia de los indgenas, los derechos de estos, indemnizndolos arbitraria y mseramente. La catstrofe de Morococha, que cost la vida de algunas docenas de obreros, ha venido ltimamente a denunciar la inseguridad en que trabajan los mineros. Por el mal estado de algunas galeras y por la ejecucin de trabajos que tocaban casi al fondo de una laguna, se produjo un

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    hundimiento que dej sepultados a muchos trabajadores. El nmero oficial de las victimas es 27; pero hay fundada noticia de que el numero es mayor. Las denuncias de algunos peridicos, influyeron esta vez para que la Compaa se mostrase ms respetuosa de la ley de lo que acostumbra, en cuanto a las indemnizaciones a los deudos de las vctimas. ltimamente, con el objeto de evitar mayor descontento, la Cerro de Pasco Copper Corporation, ha concedido a sus empleados y obreros un aumento del 10 por ciento, mientras dure la actual cotizacin del cobre. En provincias apartadas como Cotabambas, la situacin de los mineros es mucho ms atrasada y penosa. Los "gamonales" de la regin se encargan del reclutamiento forzoso de los indios, y los salarios son miserables.

    La industria ha penetrado muy escasamente en la Sierra. Est representada principalmente por las fbricas de tejidos del Cuzco, donde la produccin de excelentes calidades de lana es el mayor factor de su desarrollo. El personal de estas fbricas es indgena, salvo la direccin y los jefes. El indio se ha asimilado perfectamente al maquinismo. Es un operario atento y sobrio, que el capitalista explota diestramente. El ambiente feudal de la agricultura se prolonga a estas fbricas, donde cierto patriarcalismo que usa a los protegidos y ahijados del amo como instrumentos de sujecin de sus compaeros, se opone a la formacin de conciencia clasista.

    En los ltimos aos, al estmulo de los precios de las lanas peruanas en los mercados extranjeros, se ha iniciado un proceso de industrializacin de las haciendas agropecuarias del Sur. Varios hacendados han introducido una tcnica moderna, importando reproductores extranjeros, que han mejorado el volumen y la calidad de la produccin, sacudindose del yugo de los comerciantes intermediarios, estableciendo anexamente en sus estancias molinos y otras pequeas plantas industriales. Por lo dems, en la Sierra, no hay ms plantas y cultivos industriales, que los destinados a la produccin de azcar, chancaca y aguardiente para el consumo regional.

    Para la explotacin de las haciendas de la Costa, donde la poblacin es insuficiente, se recurre a la mano de obra indgena serrana en considerable escala. Por medio de "enganchadores" las grandes haciendas azucareras y algodoneras, se proveen de los braceros

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    necesarios para sus labores agrcolas. Estos braceros ganan jornales, aunque nfimos siempre, muy superiores a los que se acostumbran en la Sierra feudal. Pero, en cambio, sufren las consecuencias de un trabajo extenuante, en un clima clido, de una alimentacin Insuficiente en relacin con este trabajo y del paludismo endmico en los valles de la Costa. El pen serrano difcilmente escapa al paludismo, que lo obliga a regresar a su regin, muchas veces tuberculoso e incurable. Aunque la agricultura, en esas haciendas est industrializada (se trabaja la tierra con mtodos y mquinas modernas y se benefician los productos en "ingenios" o centrales bien equipados), su ambiente no es el del capitalismo y el salariado en la industria urbana. El hacendado conserva su espritu y prctica feudales en el tratamiento de sus trabajadores. No les reconoce los derechos que la legislacin del trabajo establece. En la hacienda no hay ms ley que la del propietario. No se tolera ni sombra de asociacin obrera. Los empleados niegan la entrada a los individuos de quienes, por algn motivo, desconfa el propietario o el administrador. Durante el coloniaje, estas haciendas fueron trabajadas con negros esclavos. Abolida la esclavitud, se trajo cooles chinos. Y el hacendado clsico no ha perdido sus hbitos de negrero o de seor feudal.

    En la Montaa o floresta, la agricultura es todava muy incipiente. Se emplea los mismos sistemas de "enganche" de braceros de la Sierra; y en cierta medida se usa los servicios de las tribus salvajes familiarizadas con los blancos. Pero la Montaa tiene, en cuanto a rgimen de trabajo, una tradicin mucho ms sombra. En la explotacin del caucho, cuando este producto tena alto precio, se aplicaron los ms brbaros y criminales procedimientos esclavistas. Los crmenes del Putumayo, sensacionalmente denunciados por la prensa extranjera, constituyen la pgina ms negra de la historia de los "caucheros". Se alega que mucho se exager y fantase en el extranjero alrededor de estos crmenes, y aun que medi en el origen del escndalo una tentativa de chantaje, pero la verdad est perfectamente documentada por las investigaciones y testimonios de funcionarios de la justicia peruana como el juez Valcrcel y el fiscal Paredes que comprobaron los mtodos esclavistas y sanguinarios de los capataces de la casa Arana. Y no hace tres aos, un funcionario ejemplar, el doctor Chuquihuanca Ayulo, gran defensor de la raza indgena, indgena l mismo, fue exonerado de

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    sus funciones de fiscal del departamento de Madre de Dios a consecuencia de su denuncia de los mtodos esclavistas de la ms poderosa empresa de esa regin.

    Esta sumaria descripcin de las condiciones econmico sociales de la poblacin indgena del Per, establece que al lado de un reducido nmero de asalariados mineros y un salariado agrcola aun incipiente, existe, ms o menos atenuado en el latifundio, un rgimen de servidumbre; y que en las lejanas regiones de la Montaa, se somete, en frecuentes casos, a los aborgenes a un sistema esclavista.

    2. La lucha indgena contra el gamonalismo

    Cuando se habla de la actitud del indio ante sus explotadores, se suscribe generalmente la impresin de que, envilecido, deprimido, el indio es incapaz de toda lucha, de toda resistencia. La larga historia de insurrecciones y asonadas indgenas y de las masacres y represiones consiguientes, basta por s sola para desmentir esta impresin. En la mayora de los casos las sublevaciones de indios han tenido como origen una violencia que los ha forzado incidentalmente a la revuelta contra una autoridad o un hacendado; pero en otros casos no ha tenido este carcter de motn local. La rebelin ha seguido a una agitacin menos incidental y se ha propagado a una regin ms o menos extensa. Para reprimirla, ha habido que apelar a fuerzas considerables y a verdaderas matanzas. Miles de indios rebeldes han sembrado el pavor en los "gamonales" de una o ms provincias. Una de las sublevaciones que, en los ltimos tiempos, asumi proporciones extraordinarias, fue la acaudillada por el mayor de ejercito Teodomiro Gutirrez, serrano mestizo, de fuerte porcentaje de sangre indgena, que se haca llamar Rumimaqui y se presentaba como el redentor de su raza. El mayor Gutirrez haba sido enviado por el gobierno de Billinghurst al departamento de Puno, donde el gamonalismo extremaba sus exacciones, para efectuar una investigacin respecto a las denuncias indgenas e informar al gobierno. Gutirrez entr entonces en ntimo contacto con los indios. Derrocado el Gobierno de Billinghurst, pens que toda perspectiva de reivindicaciones legales haba desaparecido y se lanz a la revuelta. Lo seguan varios millares de indios, pero, como siempre, desarmados e indefensos

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    ante las tropas, condenados a la dispersin o a la muerte. A esta sublevacin han seguido las de La Mar y Huancan en 1923 y otras menores, sangrientamente reprimidas todas.

    En 1921 se reuni, con auspicio gubernamental, un congreso indgena al que concurrieron delegaciones de varios grupos de comunidades. El objeto de estos congresos era formular las reivindicaciones de la raza indgena. Los delegados pronunciaban, en quechua, enrgicas acusaciones contra los "gamonales", las autoridades, los curas. Se constituy un comit "Pro Derecho Indgena Tahuantinsuyo". Se realiz un congreso por ao hasta 1924, en que el gobierno persigui a los elementos revolucionarios indgenas, intimid a las delegaciones y desvirtu el espritu y objeto de la asamblea. El congreso de 1923, en el que se votaron conclusiones inquietantes para el gamonalismo como las que pedan la separacin de la Iglesia y el Estado y la derogacin de la ley de conscripcin vial, haba revelado el peligro de estas conferencias, en las que los grupos de comunidades indgenas de diversas regiones entraban en contacto y coordinaban su accin. Ese mismo ao se haba constituido la Federacin Obrera Regional Indgena que pretenda aplicar a la organizacin de los indios los principios y mtodos del anarco sindicalismo y que estaba, por tanto, destinada a no pasar de un ensayo; pero que representaba de todos modos un franco orientamiento revolucionario de la vanguardia indgena. Desterrados dos de los lderes indios de este movimiento, intimidados otros, la Federacin Obrera Regional Indgena qued pronto reducida a solo un nombre. Y en 1927 el gobierno declar disuelto el propio Comit Pro Derecho Indgena Tahuantinsuyo, con el pretexto de que sus dirigentes eran unos meros explotadores de la raza cuya defensa se atribuan. Este comit no haba tenido nunca ms importancia que la anexa a su participacin en los congresos indgenas y estaba compuesto por elementos que carecan de valor ideolgico y personal, y que en no pocas ocasiones haban hecho protestas de adhesin a la poltica gubernamental, considerndola pro indigenista; pero para algunos "gamonales" era todava un instrumento de agitacin, un residuo de los congresos indgenas. El gobierno, por otra parte, orientaba su poltica en el sentido de asociar a las declaraciones pro indigenistas, a las promesas de reparto de tierras, etc., una accin resuelta contra toda agitacin de los indios por grupos revolucionarios o

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    susceptibles de influencia revolucionaria.

    La penetracin de ideas socialistas, la expresin de reivindicaciones revolucionarias, entre los indgenas, han continuado a pesar de esas vicisitudes. En 1927 se constituy en el Cuzco un grupo de accin pro indgena llamado "Grupo Resurgimiento". Lo componan algunos intelectuales y artistas, junto con algunos obreros cuzqueos. Este grupo public un manifiesto que denunciaba los crmenes del gamonalismo. (Vase Amauta N6). A poco de su constitucin uno de sus principales dirigentes, el doctor Luis E. Valcrcel, fue apresado en Arequipa. Su prisin no dur sino algunos das; pero, en tanto, el Grupo Resurgimiento era definitivamente disuelto por las autoridades del Cuzco.

    3. Conclusiones sobre el problema indgena y las tareas que Impone

    El problema indgena se identifica con el problema de la tierra. La ignorancia, el atraso y la miseria de los indgenas no son, repetimos, sino la consecuencia de su servidumbre. El latifundio feudal mantiene la explotacin y la dominacin absolutas de las masas indgenas por la clase propietaria. La lucha de los indios contra los "gamonales" ha estribado invariablemente en la defensa de sus tierras contra la absorcin y el despojo. Existe, por tanto, una instintiva y profunda reivindicacin indgena: la reivindicacin de la tierra. Dar un carcter organizado, sistemtico, definido, a esta reivindicacin es la tarea que tenemos el deber de realizar activamente.

    Las "comunidades" que han demostrado bajo la opresin ms dura condiciones de resistencia y persistencia realmente asombrosas, representan en el Per un factor natural de socializacin de la tierra. El indio tiene arraigados hbitos de cooperacin. An cuando de la propiedad comunitaria se pasa a la apropiacin individual y no slo en la Sierra sino tambin en la Costa, donde un mayor mestizaje acta contra las costumbres indgenas, la cooperacin se mantiene; las labores pesadas se hacen en comn. La "comunidad" puede transformarse en cooperativa, con mnimo esfuerzo. La adjudicacin a las "comunidades" de las tierras de los latifundios, es en la Sierra la solucin que reclama el problema agrario. En la Costa, donde la propiedad es igualmente omnipotente, pero donde la

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    propiedad comunitaria ha desaparecido, se tiende inevitablemente a la individualizacin de la propiedad del suelo. Los "yanaconas", especie de aparceros duramente explotados, deben ser ayudados en sus luchas contra los propietarios. La reivindicacin natural de estos "yanaconas" es la del suelo que trabajan. En las haciendas explotadas directamente por sus propietarios, por medio de peonadas, reclutadas en parte en la Sierra, y a las que en esta parte falta vnculo con el suelo, los trminos de la lucha son distintos. Las reivindicaciones por las que hay que trabajar son: libertad de organizacin, supresin del "enganche", aumento de los salarios, jornada de ocho horas, cumplimiento de las leyes de proteccin del trabajo. Slo cuando el pen de hacienda haya conquistado estas cosas, estar en la va de su emancipacin definitiva.

    Es muy difcil que la propaganda sindical penetre en las haciendas. Cada hacienda es, en la Costa, como en la Sierra, un feudo. Ninguna asociacin que no acepte el patronato y tutela de los propietarios y de la administracin, es tolerada; y en este caso slo se encuentran las asociaciones de deporte o recreo. Pero con el aumento del trfico automovilstico se abre poco a poco una brecha en las barreras que cerraban antes la hacienda a toda propaganda. De ah la importancia que la organizacin y movilizacin activa de los obreros del transporte tiene en el desarrollo del movimiento clasista en el Per.

    Cuando las peonadas de las haciendas, sepan que cuentan con la solidaridad fraternal de los sindicatos y comprendan el valor de estos, fcilmente se despertara en ellas la voluntad de lucha que hoy les falta y de que han dado pruebas ms de una vez. Los ncleos de adherentes al trabajo sindical que se constituyan gradualmente en las haciendas, tendrn la funcin de explicar a las masas sus derechos, de defender sus intereses, de representarlos de hecho en cualquier reclamacin y de aprovechar la primera oportunidad de dar forma a su organizacin, dentro de lo que las circunstancias consientan.

    Para la progresiva educacin ideolgica de las masas indgenas, la vanguardia obrera dispone de aquellos elementos militantes de raza india que, en las minas o los centros urbanos, particularmente en los ltimos, entran en contacto con el movimiento sindical y

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    poltico. Se asimilan sus principios y se capacitan para jugar un rol en la emancipacin de su raza. Es frecuente que obreros procedentes del medio indgena, regresen temporal o definitivamente a este. El idioma les permite cumplir eficazmente una misin de instructores de sus hermanos de raza y de clase. Los indios campesinos no entendern de veras sino a individuos de su seno que les hablen su propio idioma. Del blanco, del mestizo, desconfiaran siempre; y el blanco y el mestizo a su vez, muy difcilmente se impondrn el arduo trabajo de llegar al medio indgena y de llevar a l la propaganda clasista.

    Los mtodos de autoeducacin, la lectura regular de los rganos del movimiento sindical y revolucionario de Amrica Latina, de sus opsculos, etc., la correspondencia con los compaeros de los centros urbanos, sern los medios de que estos elementos llenen con xito su misin educadora.

    La coordinacin de las comunidades de indgenas por regin, el socorro de los que sufren persecuciones de la justicia o la polica (los "gamonales" procesan por delitos comunes a los indgenas que les resisten o a quienes quieren despojar), la defensa de la propiedad comunitaria, la organizacin de pequeas bibliotecas y centros de estudios, son actividades en las que los adherentes indgenas a nuestro movimiento deben tener siempre actuacin principal y dirigente, con el doble objeto de dar a la orientacin y educacin clasista de los indgenas directivas serias y de evitar la influencia de elementos desorientadores (anarquistas, demagogos reformistas, etc.).

    En el Per, la organizacin y educacin del proletariado minero es con la del proletariado agrcola una de las cuestiones que inmediatamente se plantean. Los centros mineros, el principal de los cuales (La Oroya) est en vas de convertirse en la ms importante central de beneficio en Sudamrica, constituyen puntos donde ventajosamente puede operar la propaganda clasista. Aparte de representar en s mismos importantes concentraciones proletarias con las condiciones anexas al salariado, acercan a los braceros indgenas a obreros industriales, a trabajadores procedentes de las ciudades, que llevan a esos centros su espritu y principios clasistas. Los indgenas de las minas, en buena parte

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    continan siendo campesinos, de modo que el adherente que se gane entre ellos es un elemento ganado tambin en la clase campesina.

    La labor, en todos sus aspectos, ser difcil; pero su progreso depender fundamentalmente de la capacidad de los elementos que la realicen y de su apreciacin precisa y concreta de las condiciones objetivas de la cuestin indgena. El problema no es racial, sino social y econmico; pero la raza tiene su rol en l y en los medios de afrontarlo. Por ejemplo, en cuanto slo militantes salidos del medio indgena pueden, por la mentalidad y el idioma, conseguir un ascendiente eficaz e inmediato sobre sus compaeros.

    Una conciencia revolucionaria indgena tardar quizs en formarse; pero una vez que el indio haya hecho suya la idea socialista, le servir con una disciplina, una tenacidad y una fuerza, en la que pocos proletarios de otros medios podrn aventajarlo.